Unnamed: 0
int64 0
23.7k
| Texto
stringlengths 2.46k
3.01M
|
---|---|
100 | T-474-92
Sentencia No
Sentencia No. T-474/92
DEBIDO
PROCESO/RESOLUCION DE ACUSACION-Circunstancias agravantes
La doctrina que no reconoce la obligación -
cuya violación entraña nulidad constitucional - de mencionar expresamente en
todos los casos las circunstancias específicas de agravación punitiva en el
pliego de cargos, no se ajusta a las previsiones de la Constitución. En
atención a los efectos de un mayor o menor término de privación de la libertad,
a la necesidad de una adecuada y explícita información sobre los cargos que se
le imputan a un sindicado para hacer operar en toda su magnitud la presunción
de inocencia y a la carga probatoria en cabeza de la parte acusadora, la
exigencia de hacer explícitas las circunstancias específicas de agravación en
el auto o resolución de acusación es la más acorde con las garantías
sustanciales y procesales consignadas en el artículo 29 de la Constitución, al
permitir que el sindicado, con la asistencia de su abogado, planee y ejecute
autónoma e integralmente su defensa.
PRINCIPIO NO
REFORMATIO IN PEJUS/PREVALENCIA DEL DERECHO SUSTANCIAL
La interdicción de la reforma en perjuicio
del condenado constituye, igualmente, una garantía procesal fundamental del
régimen de los recursos, a su vez contenido en el derecho de defensa y en el
núcleo esencial del derecho al debido proceso. Al superior no le es dable por
expresa prohibición constitucional empeorar la pena impuesta al apelante único,
porque al fallar ex-officio sorprende al recurrente, quien formalmente
por lo menos no ha tenido la posibilidad de conocer y controvertir los motivos
de la sanción a él impuesta, operándose por esta vía una situación de
indefensión. Una decisión más gravosa de la pena impuesta al condenado y
apelante único que desestime dichas limitaciones, vulnera los derechos
fundamentales de defensa y debido proceso, por lo cual debe ser excluída del
ordenamiento jurídico. La interpretación constitucional del artículo 31 de la
Carta debe inspirarse en su finalidad garantista y en la primacía del derecho
sustancial sobre meras consideraciones y acentos formalistas. En efecto, la
expresión "apelante único", requisito necesario para limitar las
facultades del juez de segunda instancia, no hace relación exclusiva al número
de recurrentes de la sentencia condenatoria, sino a la naturaleza de sus
pretensiones. La reformatio
in peius también se extiende a lo civil: al Juez o Tribunal de segunda
instancia le está vedado decretar la responsabilidad civil que supere el límite
de lo ya acordado en la primera instancia, sin obrar la correspondiente
petición .
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS/ACCION DE REVISION-Improcedencia
Si el artículo 86 de la Constitución
hubiera sustraído de la acción de tutela la sentencias de los jueces, en todo
caso se habría hecho necesario aplicarla, por entrañar tales derechos garantías
inherentes a la persona humana. La denominada "acción de revisión" de
la Corte Suprema de Justicia, establecida para revisar sentencias cuando se
comprueben casos de prevaricato por parte del fallador, no es un medio
alternativo de defensa judicial en este caso. Verificada la violación de los
derechos fundamentales mencionados, por parte de la Corte Suprema de Justicia,
Sala de Casación Penal, procede revocar la sentencia denegatoria de la tutela
emanada de la Sala Plena y que es materia de revisión. El carácter manifiesto
de la vulneración, unido a la índole inhibitoria de la sentencia de tutela
dictada por la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia, lleva a esta
Corporación a disponer la protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales conculcados, para lo cual se revocará parcialmente la sentencia
de la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal.
JULIO 29 DE 1992
REF: Expediente
T-1270
Actor: MOISES
TUATY ALEXANDER
Magistrados
Ponentes:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Dr. ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
La Sala Segunda de Revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz, José
Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de tutela T-1270 adelantado
por el señor MOISES TUATY ALEXANDER contra la sentencia de la Corte Suprema
de Justicia, Sala de Casación Penal, del 9 de octubre de 1991, proferida en el
proceso penal contra el señor MOISES TUATY ALEXANDER por el delito de
tentativa de estafa.
A N T E C E D E N T E S
1. El Juzgado Octavo Superior de Bogotá,
mediante auto del 23 de Julio de 1987, llamó a responder en juicio criminal al
procesado MOISES TUATY ALEXANDER como coautor de los delitos de Falsedad en
Documentos y Estafa. Apelada esta decisión, el Tribunal Superior dispuso su
revocatoria en cuanto al delito de falsedad, sobreseyendo temporalmente al
procesado, y confirmándola en relación con la tentativa de estafa.
2. Adelantado el juicio penal, el Juzgado
Cuarto Penal del Circuito de Bogotá, mediante sentencia del 12 de mayo de 1989,
condenó a MOISES TUATY ALEXANDER a la pena principal de dieciocho (18) meses de
prisión y multa de diez mil pesos como responsable del delito de estafa en la modalidad
de tentativa, concediéndole de otra parte el subrogado de condena de ejecución
condicional. Adicionalmente, se le impuso la pena accesoria de interdicción de
derechos y funciones públicas por un término igual al de la pena principal y el
pago de daños y perjuicios por un millón trescientos treinta y ocho mil
trescientos nueve pesos con setenta y dos centavos ($1.338.309.72). En el
fallo, el juez de primera instancia se pronunció sobre la dosificación de la
pena y expresó lo siguiente:
"No hacemos
referencia a las circunstancias de agravación (por la cuantía y la naturaleza
del ente afectado - agrega esta Corte -) que comentó el doctor Vicente Emilio
Gaviria Londoño, apoderado de la parte civil, por cuanto en el auto de proceder
éstos no fueron formulados, luego la condenación no estaría en consonancia con
los cargos enunciados en el llamamiento a juicio".
3. La apoderada de MOISES TUATY ALEXANDER,
interpuso recurso de APELACION contra la providencia condenatoria. Igualmente
lo hizo el apoderado de la parte civil en representación del Banco de la
República, pero sólo con el objeto de que se modificara el numeral tercero de
la sentencia impugnada, por no haber sido condenado el procesado al pago de los
perjuicios morales ocasionados con la comisión del ilícito penal.
4. La Sala Penal del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá mediante sentencia del 15 de agosto de 1989, revocó
en todas sus partes la sentencia de primera instancia y absolvió a MOISES TUATY
ALEXANDER. En su sentencia el Tribunal señaló:
"No se niega
que hay una serie de circunstancias no muy bien dilucidadas, tal como se dejó
consignado atrás, que en un momento dado permitieron deducir como indicios
graves para apuntalar la responsabilidad de TUATY en el auto de proceder. Pero
ya hemos visto que la mayoría de circunstancias se orientan solamente hacia el
indicio de mentira, el que reanalizado profundamente, no puede tenerse como
indicio necesario, porque para ello se requiere que sea tal la correspondencia
y la relación entre los hechos, que habiendo existido el uno, no puede menos
que haber existido el otro". (Folio 78)
5. Inconforme con la sentencia absolutoria,
el apoderado de la parte civil interpuso recurso de casación con apoyo en la
causal primera, como consecuencia del error de hecho en que habría incurrido
el Tribunal en su versión de falso juicio de identidad, al limitar, modificando
su contenido, la declaración y documentación presentada por el doctor NILSON
PINILLA PINILLA, funcionario investigador del Banco de la República.
El Procurador Tercero Delegado en lo Penal
y la apoderada de MOISES TUATY ALEXANDER se opusieron en su momento al recurso
interpuesto y solicitaron que éste fuera desechado.
6. La Sala de Casación Penal de la
Honorable Corte Suprema de Justicia, en sentencia del 9 de octubre de 1991,
casó la decisión absolutoria del Tribunal Superior y condenó a MOISES TUATY
ALEXANDER a la pena de cuatro años y 2 meses de prisión y cien mil pesos de
multa como responsable del delito de estafa en la modalidad de tentativa.
Además, le impuso la pena accesoria de interdicción de derechos y funciones
públicas por un término igual al de la pena principal y lo condenó al pago de
cuatro millones trescientos treinta y ocho mil trescientos nueve pesos con setenta
y dos centavos ($4.338.309.72) por concepto de perjuicios ocasionados como
consecuencia de la acción delictiva.
La Corte Suprema de Justicia, Sala de
Casación Penal, acogió las tesis del recurrente. En su sentencia anotó:
"De acuerdo con
esto, la figuración de la cuenta de TUATY en el desarrollo de su actividad
ilícita, como receptora final de los dineros fruto del fraude, lo cual aparece
ampliamente acreditado con las copias de las órdenes de traslado de las cuentas
en Miami, hace indiscutible que de acuerdo con el respectivo plan de autores
era acto necesario en la defraudación propuesta.
"En este orden
de ideas, claro resulta que las exculpaciones en torno al por qué de la
intervención de TUATY en el proyecto de desposesión ilícita de la cantidad de
dólares ampliamente referida en esta decisión, de la cual se pretendía hacer
víctima al Banco de la República, no poseen la virtualidad de quitarle fuerza
probatoria a los varios indicios, incluido el de mentira que viene de
examinarse, sobre la responsabilidad como coautor de la tentativa de estafa
juzgada. ...
"Así, entonces,
debe concluirse el carácter ostensible de los yerros del Tribunal en el fallo
recurrido, razón por la cual ha de disponerse su casación, para en su lugar, al
dictar la respectiva sentencia de reemplazo, condenar a MOISES TUATY ALEXANDER
como coautor de delito de estafa en forma de tentativa, por reunirse las
exigencias contempladas en el artículo 215 del C. de P.P., aplicable al caso.
"Para efectos
de la tasación de la pena, debe tenerse en cuenta que en contra de TUATY
ALEXANDER militan las circunstancias de mayor punibilidad, de carácter
específico la del ordinal 1o. del artículo 372 del Código Penal que, no
obstante no haber sido deducida en el auto de proceder, por su objetividad
evidente y no cuestionamiento en el desarrollo de la causa se hace concurrente,
y las de carácter genérico de los numerales 4o. y 7o. del artículo 66 ibídem".
En relación con la anterior sentencia de
casación, salvó su voto el H. Magistrado doctor JORGE ENRIQUE VALENCIA, quien
adujo lo siguiente:
"Invariablemente
he venido sosteniendo en SALA PENAL que las circunstancias de agravación
punitiva pergeñadas en el artículo 66 del Código Penal, deben ser deducidas en
el auto que califica el mérito del sumario y en jamás de los jamases en el
cuerpo de la sentencia, so pena de quebrantar el derecho de defensa. Como este
criterio lo rechaza la mayoría me veo precisado en manifestar mi voto
disidente. En este aspecto, me remito a la dialéctica contenida en mis
anteriores salvamentos de voto".
7. Posteriormente, el condenado MOISES
TUATY ALEXANDER, interpuso acción de tutela contra la sentencia de la Sala de
Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, por considerarla violatoria de
los artículos 29 (derecho al debido proceso) y 31 (reformatio in peius)
de la Constitución. En su escrito sustentatorio, el apoderado del accionante,
doctor JOSE MARIA VELASCO GUERRERO, asevera respecto a la violación del derecho
al debido proceso:
"Lo anterior vale
tanto como decir que - según lo afirma la Sala de Casación Penal - puede el
sentenciador sorprender al sindicado con "deducciones evidentes, no
cuestionadas en el desarrollo de la causa" y agravarle la pena, a su
talante y a espaldas de la defensa, que no tuvo ocasión, en ningún momento, de
controvertir aquellas agravantes que ciertamente no le fueron deducidas en el
auto de proceder. Y que no podían deducírsele en la sentencia, si esta debe
dictarse en consonancia con aquel. Por ello suscribió salvedad de voto el
honorable Magistrado Jorge Enrique Valencia M. Considera él que por dicho modo
el sentenciador violó los derechos de la defensa que, como garantía suya
fundamental, consagra el Artículo 29 de la Constitución Política vigente".
Más adelante en su escrito, el petente
alega la violación de sus garantías constitucionales que lo amparaban en su
condición de apelante único:
"A la Corte le
estaba vedado - sostiene el doctor JOSE MARIA VELASCO GUERRERO -
constitucionalmente agravar la situación jurídica del sindicado. O, mejor aún,
dicho en palabras del ya transcrito Artículo 31: "el superior no podrá
agravar la pena cuando el sindicado sea apelante único". Este es derecho
fundamental suyo, de carácter inviolable. -Sobra decir que el recurso extraordinario
de casación, por su naturaleza, difiere ostensiblemente del recurso ordinario
de apelación, a cuyo amparo tampoco puede la justicia infringir las
prohibiciones de nuestro Estatuto Superior que protegen los derechos
fundamentales".
8. Del anterior recurso conoció la Sala
Plena de la Corte Suprema de Justicia. En sentencia del 30 de enero de 1992,
denegó la tutela solicitada. La decisión de la Sala Plena se basó
fundamentalmente en la sentencia del 9 de diciembre de 1991 proferida por la
Sala de Casación Civil de la misma Corporación. Expone la Sala Plena en la
parte motiva de la sentencia denegatoria:
"En el sub-lite
MOISES TUATY ALEXANDER invoca acción de tutela en razón de que la Sala de
Casación Penal le agravó su situación jurídica al revocar el fallo absolutorio
emitido por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá, quien a su
vez revocó el fallo del Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Bogotá. Como esta
Sala es distinta de aquella que casó la sentencia del Tribunal y aumentó la
pena impuesta por el Juzgado Cuarto Penal del Circuito de Bogotá, pero no su
superior jerárquico, aunque haya actuado en sede de instancia o como órgano de
apelación, no puede atenderse la acción de tutela por existir contradicción e
incompatibilidad entre los preceptos constitucionales y el artículo 40 del
citado Decreto en los puntos arriba referidos, pues que, reitérase, la Sala
Plena de la Corte no es superior jerárquico de ninguna de sus salas
especializadas. Por consiguiente, conforme con lo explicado, la petición debe
negarse".
9. Finalmente, a juicio de la Sala Plena
procedía denegar la tutela y no formular la declaratoria de inhibición para
conocer de fondo porque, "aunque en el campo del proceso esa debería ser
la decisión por ausencia de un presupuesto", "el trámite de la acción
de tutela no tiene la estructura de un proceso" y no le son totalmente
aplicables, por tanto, los principios y las reglas de la teoría general del
proceso.
10. Impugnada la decisión de la Sala Plena,
el recurso de apelación fue desechado mediante auto del 5 de marzo de 1992 con
la advertencia de que "por tratarse de una sentencia de Sala Plena contra
esa decisión no procede recurso alguno", siendo en consecuencia remitida a
la Corte Constitucional para su eventual revisión.
11. Seleccionada la sentencia de tutela
para revisión, correspondió a esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Cargos contra la sentencia
1. Dos son los cargos contra la sentencia
de la honorable Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia objeto
de la presente acción de tutela. El primero se refiere a la vulneración de los
derechos de defensa y al debido proceso (CP art. 29) por la incongruencia entre
el auto de llamamiento a juicio (hoy resolución de acusación) proferido por el
Juzgado Octavo Superior de Bogotá y la sentencia de casación que finalmente
condenara al procesado MOISES TUATY ALEXANDER. El segundo cargo hace relación
con el desconocimiento de la prohibición que impide al superior agravar la pena
impuesta al condenado cuando éste es apelante único, consagrada en el artículo
31 de Constitución Política, por parte de la Sala de Casación Penal al fallar
como tribunal de instancia.
Derecho al debido proceso y derecho de
defensa
2. Anteriormente contenido en el artículo
26 de la Constitución de 1886, el derecho al debido proceso está consagrado de
manera ampliada en el artículo 29 de la nueva Constitución. Su relevancia
constitucional obedece a que representa la máxima facultad y posibilidad del
individuo para limitar el ius puniendi del Estado. El derecho
fundamental del debido proceso es de aplicación inmediata (CP art. 85), vincula
a todas las autoridades y constituye una garantía de legalidad procesal para
proteger la libertad, la seguridad jurídica, la racionalidad y la
fundamentación de las resoluciones judiciales.
El derecho al debido proceso comprende un
conjunto de principios materiales y formales entre los que se encuentran el
principio de legalidad (nemo iudex sine lege), el principio del juez
natural o juez legal, el principio de favorabilidad penal y el principio de
presunción de inocencia, todos los cuales en estricto rigor responden mejor a
la estructura jurídica de verdaderos derechos fundamentales. El artículo 29 de
la Carta contempla, además, otros derechos que se entienden contenidos en el
núcleo esencial del derecho al debido proceso, como son el derecho de defensa,
el derecho de asistencia de un abogado, el derecho a un debido proceso sin
dilaciones injustificadas, el derecho a presentar y controvertir pruebas, el
derecho a impugnar la sentencia condenatoria y el derecho a no ser juzgado dos
veces por el mismo hecho (non bis in idem).
Concordancia entre el auto de proceder y la
sentencia
3. El principio de concordancia entre el
auto de llamamiento a juicio o auto de proceder (hoy resolución de acusación) y
la sentencia, ha sido entendido tradicionalmente como una de las garantías
esenciales del procesado para diseñar y ejercer adecuadamente su defensa. Del
pliego de cargos, de su claridad y especificidad, depende la posibilidad de una
defensa real y efectiva. La incongruencia entre estos dos momentos procesales
conlleva la nulidad constitucional o legal de la sentencia, al mismo tiempo que
constituye una causal de casación (art. 15 num.2, D.L. 1861 de 1989; art. 220
del nuevo C.P.P.).
La jurisprudencia de la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia así lo ha sostenido invariablemente al
exigir que la elaboración del pliego de cargos se someta al lleno de estrictos
requisitos formales y sustanciales, cuya omisión aparejaría a la existencia de
una nulidad. Al respecto ha dicho la Sala de Casación Penal:
"Es
completamente cierto que la Corporación de manera reiterada ha sostenido que la
elaboración del pliego de cargos no es una labor de actividad libre, sino que,
por el contrario, se debe someter al lleno de los requisitos formales y
sustanciales y entre ellos tiene especial trascendencia la precisión y claridad
de los hechos que son motivo de investigación y por los cuales se formula la
imputación de la misma manera que las circunstancias de tiempo, modo y lugar en
que ocurrieron, y las de agravación punitiva que hayan sido deducidas, la época
de la ocurrencia de los hechos, la individualización o identificación de los
procesados y la calificación jurídica de dichos hechos, providencia que en la
parte motiva debe precisar con claridad en cuanto a la especie delictiva por la
cual se formula la acusación. ...
"El no
cumplimiento de tan estrictas formalidades y requisitos llevaría a la existencia
de una nulidad, no sólo del debido proceso, sino del derecho de defensa, puesto
que es claro que este último derecho de carácter constitucional no es más que
una especie de un exacto y debido proceso y se vulnerarían estos derechos por
la existencia de un acto con formulación de cargos anfibológicos, oscuros o
contradictorios, puesto que no daría posibilidades defensivas, al no saberse a
ciencia cierta cuáles son los cargos de los cuales se debe defender".1
Resolución de acusación y circunstancias de
agravación punitiva
4. La jurisprudencia penal no ha sido
uniforme sobre la necesidad de consignar de manera expresa las circunstancias
de agravación punitiva en el auto de formulación de cargos.
Ante todo, debe distinguirse en esta
materia entre las circunstancias específicas y genéricas de agravación
punitiva. Las primeras hacen parte integrante de los tipos penales; las
segundas, en cambio, están consagradas en la parte general del Código Penal y
se predican de cualquiera de sus tipos penales. Esta diferencia tiene
consecuencias jurídicas que han sido relievadas por la Sala de Casación Penal
de la Corte Suprema de Justicia:
"Esta
diferencia estructural entre las unas y las otras genera a su vez que las
primeras por formar parte de los tipos y por referirse a la conducta del autor
al calificar el tipo básico, deben imputarse en el auto de formulación de
cargos, de la misma manera que incluidas en el cuestionario presentado al
jurado de conciencia y ello debe ser así, porque como tiene especial
trascendencia en cuanto a la responsabilidad y a la cuantificación punitiva, es
obvio que el procesado las debe conocer para poder defenderse de las mismas;
pero no sucede igual con las genéricas, puesto que éstas sólo se tienen en
cuenta para los efectos de la dosificación punitiva y por tanto sólo son
consideradas en el momento de dictar sentencia, puesto que no hacen parte de la
estructura del delito. La Sala ha considerado la conveniencia de que las
genéricas sean por lo menos mencionadas en el auto de formulación de
cargos".2
No obstante, en otra sentencia , casi
coetánea, la Sala de Casación Penal sostuvo una tesis contraria al referirse a
la necesidad de explicitar las circunstancias específicas de agravación en el
auto de resolución de acusación. Dijo en aquélla oportunidad la Sala de
Casación Penal:
"No es dable
admitir que se dificultó la defensa y que ésta se hizo inoperante o ineficaz,
en cuanto a las agravaciones, por falta de entrenamiento de las mismas, por
haber fallado la mención de los artículos 350-4; 351-6,9,10 y 372-1 del C.
Penal. Menos invocar una ausencia de específico análisis de estos factores de
intensificación particularizante de la pena, porque la jurisprudencia ha
entendido que esta es deficiencia que no trasciende del terreno de la
irregularidad imposible de llevar a los extremos de la anulación, pues cuando
la afirmación escueta (v.gr.: de noche, a las 21:50 horas; dos o más personas,
en el caso de autos, etc.) corresponde a un hecho evidente o al menos
protuberante, la falta de motivación no tiene eficacia para dificultar la
defensa. Sólo cuando esa ausencia de razones sea absoluta y recaiga sobre
hechos que para conocerlos se deben desbrozar con ayuda de esfuerzo dialéctico,
puede hablarse de atropello efectivo del derecho de defensa".3
La disparidad de posiciones en torno a la
necesidad de mencionar las circunstancias específicas de agravación en el
pliego de cargos o resolución de acusación radica en que mientras algunas
sentencias exigen prima facie su mención, dado el efecto que dicha
calificación punitiva puede tener en la calificación del tipo y cuantificación
de la pena, otras la hacen depender de las características del hecho
constitutivo de agravación, por considerar que si éste es evidente u ostensible
no se produce indefensión por la ausencia de su mención explícita.
Perspectiva constitucional del
cuestionamiento jurídico penal aludido
5. La pena privativa de la libertad es la
más drástica intervención del Estado en los derechos fundamentales del
individuo, particularmente de sus derechos a la libertad y al libre desarrollo
de su personalidad. Esta intervención se proyecta mucho más allá del tiempo de
privación de la libertad, sobre toda la vida posterior del condenado. Por ello,
el contenido y características de la pena y la manera de cuantificar su
extensión tienen relevancia directa para el derecho constitucional. La
prevalencia de la parte dogmática sobre la parte orgánica de la Constitución
involucra el principio de la interpretación más favorable para los derechos
fundamentales. La interpretación conforme a la Constitución se traduce, en
materia penal, en la limitación de las facultades y del poder punitivo del
Estado, en el grado y en la extensión necesarias a fin de garantizar el debido
proceso y los demás derechos constitucionales que la Carta consagra en favor de
los procesados
El principio de favorabilidad penal se
encuentra ampliamente reforzado por el principio pro derechos fundamentales.
El poder punitivo del Estado ha quedado sujeto, por virtud del nuevo
ordenamiento constitucional, a más estrictas y precisas exigencias.
Particularmente, en materia probatoria, la presunción de inocencia ha dejado de
ser un principio general de derecho que informa la actividad judicial (in
dubio pro reo) para convertirse en un derecho fundamental.
El derecho fundamental a la presunción de
inocencia, por su carácter de presunción iuris tantum, sólo puede ser
desvirtuada merced a una mínima actividad probatoria; no puede, por tanto, trasladarse
al acusado "la carga de probar su inocencia", pues ésta inicialmente
se presume como cierta hasta que no se demuestre lo contrario, de donde se
infiere que la carga probatoria corresponde a los acusadores y la claridad y
precisión de las acusaciones al Estado mismo4 .
En este marco de referencia deben evaluarse
las tesis antagónicas de la jurisprudencia penal. La doctrina que no reconoce
la obligación - cuya violación entraña nulidad constitucional - de mencionar
expresamente en todos los casos las circunstancias específicas de agravación
punitiva en el pliego de cargos, no se ajusta a las previsiones de la
Constitución. En atención a los efectos de un mayor o menor término de
privación de la libertad, a la necesidad de una adecuada y explícita
información sobre los cargos que se le imputan a un sindicado para hacer operar
en toda su magnitud la presunción de inocencia y a la carga probatoria en
cabeza de la parte acusadora, la exigencia de hacer explícitas las
circunstancias específicas de agravación en el auto o resolución de acusación
es la más acorde con las garantías sustanciales y procesales consignadas en el
artículo 29 de la Constitución, al permitir que el sindicado, con la asistencia
de su abogado, planee y ejecute autónoma e integralmente su defensa.
Vulneración del derecho de defensa
6. En el caso sub-examine, se ha vulnerado
el derecho de defensa del peticionario por la decisión de la Sala de Casación
Penal de la Corte Suprema de Justicia de condenar al procesado a una pena mayor
a la impuesta inicialmente a pesar de que en primera instancia expresamente se
afirmó por parte del juez que no se hacía referencia a las circunstancias de
agravación punitiva "por cuanto en el auto de proceder éstos no fueron
formulados, luego la condenación no estaría en consonancia con los cargos
enunciados en el llamamiento a juicio".
La decisión de la Sala de Casación Penal de
hacer concurrir con el delito de estafa las circunstancias típicas de
agravación (art. 372-1 C. Penal), "no obstante no haber sido deducida en
el auto de proceder, por su objetividad evidente y no cuestionamiento en el
desarrollo de la causa" - en palabras de la misma Corporación -, vulneró
el derecho fundamental del debido proceso al haber afectado las posibilidades y
alternativas de defensa del inculpado. No es de modo alguno descartable que el
no cuestionamiento en el desarrollo de la causa de la circunstancia específica
de agravación indilgada pudo obedecer precisamente a su no inclusión en el auto
de llamamiento a juicio proferido por el Juzgado Octavo Superior de Bogotá. La
"evidencia y objetividad" de los hechos constitutivos de las causales
específicas de agravación no son criterios suficientes para relevar al Estado
de su obligación de demostrar su ocurrencia, ni camino para trasladar, de
manera sutil, la carga probatoria al sindicado. Su no inclusión en el pliego de
cargos libera al procesado de toda obligación de defensa, respecto a los
mismos, por lo que resulta desproporcionado y sorpresivo finalmente condenarlo
por el descuido o negligencia del Estado al configurar y formalizar la acusación.
Cabe aquí señalar que las reglas del derecho procesal representan el precio que
se debe pagar por vivir en un estado democrático de derecho. "El Estado no
puede (...) investigar la verdad a cualquier precio. Tiene que autolimitarse en
lo que se denomina ejercicio de la función jurisdiccional, es decir, en la
aplicación del derecho penal en un juicio ordenado penalmente, con el fin de no
"igualarse" al delincuente, no caer en la barbarie, demostrando al
público que él va a enjuiciar objetiva e imparcialmente".5
La prohibición del artículo 31 de la
Constitución.
7. El artículo 31 de la Constitución viene
a completar los derechos fundamentales consagrados en los artículos 28, 29 y
30. Su texto es el siguiente:
"Toda sentencia
judicial podrá ser apelada o consultada, salvo las excepciones que consagre la
ley.
El superior no podrá
agravar la pena impuesta cuando el condenado sea apelante único."
La consagración en la Carta Política de la
prohibición de agravar la pena impuesta al condenado cuando éste es apelante
único eleva a nivel constitucional la garantía de la proscripción de la "reformatio
in peius" y proyecta su aplicación al derecho penal.
Definición y alcance de la "reformatio
in peius"
8. La prohibición de la "reformatio
in peius" o reforma peyorativa es un principio general del derecho
procesal y una garantía constitucional que hace parte del derecho fundamental
al debido proceso (CP art. 29). Ella es consecuencia de la regla ínsita en la
máxima latina "tantum devolutum quantum appelatum", en virtud
de la cual se ejerce la competencia del juez superior. El ejercicio de las
competencias judiciales radicadas en el juez superior y su límite, ambos, se
suscitan y a la vez se limitan por virtud de la impugnación y las pretensiones
que ella involucra.
La interdicción de la reforma en perjuicio
del condenado constituye, igualmente, una garantía procesal fundamental del
régimen de los recursos, a su vez contenido en el derecho de defensa y en el
núcleo esencial del derecho al debido proceso. Al superior no le es dable por
expresa prohibición constitucional empeorar la pena impuesta al apelante único,
porque al fallar ex-officio sorprende al recurrente, quien formalmente
por lo menos no ha tenido la posibilidad de conocer y controvertir los motivos
de la sanción a él impuesta, operándose por esta vía una situación de
indefensión.
Finalidad de la prohibición
9. Además de limitar el poder punitivo del
Estado, de garantizar la efectividad del derecho fundamental de defensa y de
favorecer al condenado con la revisión de la sentencia dentro del único marco
de las pretensiones solicitadas, la reformatio in peius extendida
al plano penal, avala y garantiza la operancia del sistema acusatorio. En
efecto, bajo la vigencia del sistema inquisitivo el juez desplegaba al mismo
tiempo las facultades de investigación y decisión, correspondiéndole al
superior amplias facultades de revisión en las instancias de apelación y, con
mayor medida, en ejercicio del control de legalidad que supone la casación. El
doble desempeño del juez en dicho sistema reunía en una sóla las tareas de la
acusación y de juzgamiento, con lo cual la imparcialidad y objetividad del
fallador estaban en tela de juicio. La implantación del sistema acusatorio
escinde definitivamente ambas funciones y restringe los poderes del juez en
materia de investigación y acusación, las cuales corresponden primordialmente a
la Fiscalía General de la Nación. La reformatio in peius refuerza
el carácter dispositivo y no "ex-officio" del sistema
acusatorio e impone a los cuerpos judiciales superiores límites en la esfera de
su poder sancionatorio.
La separación entre los planos de la
acusación y del juzgamiento explica la estrecha relación entre la prohibición
del artículo 31 de la Carta y el derecho de defensa. Al proscribir el sistema
acusatorio la indefensión, excluye igualmente toda posibilidad de reforma de la
situación jurídica definida en primera instancia que no sea consecuencia de una
pretensión frente a la cual, aquel en cuyo daño se produce tal reforma, no
tenga ocasión de defenderse.
Naturaleza de las pretensiones
10. De la prohibición contenida en el
artículo 31 de la Constitución deriva la imposibilidad de un fallo
extra-petita, el cual sólo podría constitucionalmente aceptarse si otras partes
del proceso penal, dependiendo de la naturaleza de sus pretensiones, recurren
la sentencia condenatoria. Aunque el recurso de apelación suscita un "novum
iudicium", la libre facultad decisoria del fallador está sujeta a las
limitaciones materiales que imponen las pretensiones elevadas por las partes.
En estas condiciones, una decisión más gravosa de la pena impuesta al condenado
y apelante único que desestime dichas limitaciones, vulnera los derechos
fundamentales de defensa y debido proceso, por lo cual debe ser excluída del
ordenamiento jurídico.
La interpretación constitucional del artículo
31 de la Carta debe inspirarse en su finalidad garantista y en la primacía del
derecho sustancial sobre meras consideraciones y acentos formalistas. En
efecto, la expresión "apelante único", requisito necesario para
limitar las facultades del juez de segunda instancia, no hace relación
exclusiva al número de recurrentes de la sentencia condenatoria, sino a la
naturaleza de sus pretensiones.
En el proceso penal actual son claramente
distinguibles cuatro partes procesales: el acusado, la parte civil, el
Ministerio Público y la Fiscalía General de la Nación. Cualquiera de las tres
últimas mencionadas puede pretender legítimamente la condena del acusado; sin
embargo, cuando las pretensiones de una de las partes se restringen al plano o
interés económico y son, por lo tanto, pretensiones de carácter civil, el
ejercicio de recursos en contra de la sentencia condenatoria no conduce a
inobservar la interdicción peyorativa o reformatio in peius,
salvo en lo relacionado con dicha pretensión. No basta que el juez ad-quem se
limite a contabilizar el número de partes recurrentes para concluir, eo
ipso, la inexistencia de la prohibición constitucional por registrarse una
pluralidad de apelantes. Por el contrario, el juzgador debe establecer la
naturaleza de las pretensiones esgrimidas y conformar sus facultades decisorias
a lo estrictamente permitido por la Constitución. Sería absurdo, y a la vez
inconstitucional, acabar agravando la condena de privación de la libertad del
procesado, si habiendo apelado la sentencia, el juez decide finalmente aumentar
la pena principal por efecto de la pretensión concurrente, pero de naturaleza
estrictamente económica, elevada por la parte civil.
Pretensiones de carácter civil y penal
11. La ocurrencia de un hecho constitutivo
de delito genera la posibilidad de ejercer acciones penales o civiles, bien sea
conjunta o separadamente. El carácter independiente de las acciones legales no
condiciona la existencia de una de ellas a la extinción de la otra. Sin
embargo, cuando la acción civil se interpone en el curso de un proceso penal,
esto conlleva consecuencias jurídicas para su ejercicio, siendo aplicable
respecto a las pretensiones de la parte civil la limitante de la reformatio
in peius.
No se produce la lesión del artículo 31 de
la Constitución e indirectamente del 29, cuando existe una pretensión de signo
contrario pero de igual naturaleza, ejercitada por las partes, como en el caso
de que la parte civil solicite la condena y el condenado la absolución. De otra
parte, la reformatio in peius también se extiende a lo civil: al
Juez o Tribunal de segunda instancia le está vedado decretar la responsabilidad
civil que supere el límite de lo ya acordado en la primera instancia, sin obrar
la correspondiente petición .
Prevalencia de la interpretación material o
de fondo sobre la formal
12. Los principios de interpretación que
privilegian el derecho sustancial sobre el procesal (CP art 228) y que otorgan
primacía a los derechos fundamentales (CP art. 2, 85, 377) imponen de igual
manera una interpretación material y no simplemente formal de los artículos
constitucionales que consagran o garantizan los derechos fundamentales. Es este
el caso de la prohibición de reforma en perjuicio del condenado, la cual impide
que con fundamento en el petitum estrictamente económico de la parte civil, el
órgano judicial superior entienda franqueada la puerta para aumentar la sanción
penal del procesado colocándolo en situación de indefensión que riñe con el ordenamiento
constitucional.
Vulneración del artículo 31 de la
Constitución
13. Aplicados los anteriores principios a
la sentencia acusada, queda por clarificar si la prohibición de reforma
peyorativa del artículo 31 de la Constitución es aplicable respecto de las
sentencias de casación de la honorable Corte Suprema de Justicia, en virtud del
control de legalidad que le corresponde.
En principio, podría estimarse que cuando
el artículo 31 se refiere al superior en ejercicio del recurso de apelación
está limitando la garantía constitucional de la reformatio in peius
a la segunda instancia y excluyendo, por tanto, las sentencias de casación. Tal
sería la conclusión de interpretar el requisito constitutivo de la
interdicción, "apelante único", en sentido literal y referible
únicamente al recurso de apelación, sin que su aplicación pudiera hacerse
efectiva en el campo de la casación. Sin embargo, el principio de efectividad
de los principios, derechos y deberes consagrados en la Constitución, que
constituye un fin esencial del Estado (CP art. 2), impone otra conclusión.
Cuando la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, profiere una
sentencia sustitutiva de la decisión casada, actúa como Tribunal de
instancia para todos los efectos y se convierte en el Juez
"Superior" al cual alude el artículo 31 de la Constitución
Política. En dicho sentido, la Sala de Casación Penal está plenamente vinculada
a la garantía constitucional de la reformatio in peius, quedando
obligada a verificar las circunstancias concretas - partes apelantes, carácter
y naturaleza de las pretensiones - a fin de determinar el quantum de la condena
y dejar a salvo de esta forma los derechos fundamentales del procesado.
Lo anterior no significa desvirtuar la
función especialísima del control de legalidad sobre todo el proceso ejercida
por la Sala de Casación Penal de
la Corte Suprema de Justicia, como Tribunal
de casación, sino precisar la aplicación de las reglas y principios que rigen
la estimación de la pena a imponer cuando se actúa como juez o tribunal de
instancia.
En el caso sub-lite, la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Penal, luego de casar la sentencia recurrida,
condenó, en sentencia sustitutiva de la sentencia absolutoria del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, al procesado MOISES TUATY
ALEXANDER, a la pena principal de cuatro años y dos meses de prisión y al pago
de cuatro millones trescientos treinta y ocho mil trescientos nueve pesos con
setenta y dos centavos, a pesar de que el Juzgado Cuarto Penal del Circuito lo
había condenado a la pena de dieciocho meses de prisión y al pago de un millón
trescientos treinta y ocho mil trescientos nueve pesos con setenta y dos
centavos, ostentando este último el carácter de apelante único de la condena
penal, mientras que la parte civil había circunscrito su pretensión impugnativa
a la mera inclusión de los perjuicios morales derivados de la infracción penal.
Así las cosas, la reformatio in peius operaba plenamente en
materia de la sanción penal impuesta por el juez de primera instancia, no
aconteciendo lo mismo para el caso de los perjuicios materiales y morales,
aspectos respecto de los cuales la Sala de Casación Penal no estaba limitada en
virtud del recurso interpuesto por la parte civil. En consecuencia, analizados
los hechos y siendo manifiesta la vulneración de la garantía fundamental del
artículo 31 de la Constitución, así como de los derechos fundamentales de
defensa y debido proceso, esta Sala procederá a revocar la sentencia revisada y
conceder la tutela solicitada.
Vulneración de derechos fundamentales y
acción de tutela contra sentencias
14. La Sala Plena de la Corte Suprema de
Justicia en la sentencia aquí revisada no entró a fallar de fondo sobre la
posible vulneración de los derechos fundamentales aducida por el accionante de
tutela, por considerar que carecía de competencia para ello.
La Corte Constitucional, en esta ocasión,
prohija la tesis sostenida en la sentencia de esta misma Sala del 12 de mayo de
1992, en la cual se examinó con suficiente extensión y detalle la procedencia
de la acción de tutela con respecto a sentencias violatorias de derechos
constitucionales fundamentales, así como la competencia de las diferentes salas
de la Corte Suprema de Justicia para conocer de dichas acciones.
La regulación legal de la acción y una
interpretación estricta de la misma - justamente con el fin de velar por su
mantenimiento-, permiten señalar los siguientes requisitos necesarios
para que proceda contra sentencias y demás providencias que pongan término a un
proceso:
a) Que exista una vulneración o amenaza
contra un derecho fundamental, en este caso, de aquellos que tienen por
destinatario al Juez en su función de interpretar y aplicar el derecho y que
generan obligaciones judiciales de hacer o no hacer cuyo incumplimiento no
puede carecer de vías de exigibilidad en un Estado Social de Derecho, por
ejemplo, los denominados derechos al debido proceso sustancial o derechos
fundamentales procesales, que comprenden, entre otros, la prohibición de la
pena de muerte, el derecho a la integridad personal y los derechos consagrados
en los artículos 29, 31, 33 y 346 de la Constitución Política,
excluyéndose como es obvio los que tienen garantías propias como el Habeas
Corpus (artículo 30).
Estos derechos, particularmente los
derechos fundamentales procesales, sino tuvieran la coacción que les otorga la
tutela, se volverían prácticamente inútiles, y degenerarían en vacuas
declamaciones, quedando desprovistos de un mecanismo jurídico esencial para su
eficaz operancia, como reglas sustanciales de derecho y garantías básicas del
sistema judicial. Por ello, si el artículo 86 de la Constitución hubiera
sustraído de la acción de tutela la sentencias de los jueces, en todo caso se
habría hecho necesario aplicarla, por entrañar tales derechos garantías
inherentes a la persona humana (artículo 94 Constitución Política).
La eficacia de los derechos fundamentales
procesales, es tan cara a la humanidad que incluso tiene protección
internacional, en el evento de que el Ordenamiento Jurídico Nacional no la
consagre. Basta señalar que este efecto podría obtenerse recurriendo al
ejercicio de una acción concreta ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos (artículo 44 de la Convención Americana de Derechos Humanos), por
solicitud de cualquier persona o entidad no gubernamental, lo que daría lugar a
un procedimiento con la intervención de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (artículo 63 de la Convención Americana de Derechos Humanos).
b) Que la vulneración o amenaza se produzca
por y en la parte resolutiva de la sentencia o providencia, sin que exista otro
mecanismo idóneo para reclamar la prevalencia del derecho vulnerado o
amenazado.
c) Que la violación o amenaza pueda ser
deducida de manera clara, directa, manifiesta, ostensible y evidente.
d) Por vía negativa, queda excluida la
posibilidad de practicar pruebas a fin de determinar el contenido y alcance de
la presunta violación o amenaza de un derecho fundamental.
e) Que no exista otro mecanismo idóneo de
defensa judicial, diferente de la acción de tutela, para reclamar la protección
del derecho vulnerado o amenazado, del cual pueda predicarse la misma
inmediatez y eficacia para la protección efectiva, idónea y real del derecho
conculcado.
A propósito de esta última exigencia es
preciso advertir que la denominada "acción de revisión" de la Corte
Suprema de Justicia, regulada en el artículo 232 numeral cuarto del Código de
Procedimiento Penal, establecida para revisar sentencias cuando se comprueben
casos de prevaricato por parte del fallador, no es un medio alternativo
de defensa judicial en este caso. En efecto, este tipo de procesos exige el
trámite previo de un proceso penal que condiciona el inicio de la revisión. Una
vez haya condena en firme en el proceso penal se podrá, sólo entonces, iniciar
la revisión, perdiéndose así no sólo la existencia de la inmediatez de la
protección del derecho constitucional -de que trata el artículo 86-, sino que
sería contingente la protección del mismo. Por otra parte, si el fallador que
ha violado el derecho ostenta la investidura de Magistrado de las altas
Corporaciones, se requiere, además, específica acusación por parte de la Cámara
de Representantes ante el Senado, el cual luego remite el acusado a la Sala
Penal de la Corte Suprema de Justicia, de conformidad con los artículos 174 y
175.3 de la Constitución. Esta hipótesis, por su inidoneidad absoluta para
proteger el derecho constitucional fundamental, debe ser desechada como
mecanismo alternativo de defensa judicial.
Vulneración manifiesta de derechos
fundamentales y justificación del fallo de revisión
15. Verificada la violación de los derechos
fundamentales mencionados, por parte de la Corte Suprema de Justicia, Sala de
Casación Penal, lo que se efectúo mediante sentencia suya del 9 de octubre de
1991, recaída en el proceso penal seguido contra el señor MOISES TUATY
ALEXANDER por el delito de tentativa de estafa, procede revocar la sentencia
denegatoria de la tutela emanada de la Sala Plena y que es materia de revisión.
El carácter manifiesto de la vulneración, unido a la índole inhibitoria de la
sentencia de tutela dictada por la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia,
lleva a esta Corporación a disponer la protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales conculcados, para lo cual se revocará
parcialmente la sentencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación
Penal, de fecha ya referida.
DECISION
En mérito de lo expuesto, la Sala Segunda
de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR la sentencia del 30 de enero de 1992,
proferida por la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia, mediante la cual
se denegó la tutela solicitada por el señor MOISES TUATY ALEXANDER.
SEGUNDO.- CONCEDER la tutela solicitada por el señor MOISES
TUATY ALEXANDER y, con el objeto de dar protección inmediata a sus derechos
fundamentales de defensa y al debido proceso, REVOCAR parcialmente la
sentencia de la Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, proferida el
nueve (9) de octubre de 1991, por ser violatoria de los artículos 29 y 31 de la
Constitución, en lo relativo a la agravación de la pena de privación de la
libertad impuesta por el Juzgado de primera instancia. En consecuencia, la
mencionada condena queda reducida hasta la máxima privación de la libertad
ordenada por el Juez Cuarto Penal del Circuito de Santafé de Bogotá, es decir,
dieciocho (18) meses de prisión.
TERCERO.- LIBRESE comunicación a la Corte Suprema de
Justicia, Sala de Casación Penal, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, y
remítase copia de la providencia al Juzgado Cuarto Penal del Circuito de
Santafé de Bogotá a fin de que obre en el proceso penal respectivo.
Cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese
en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
-Salvamento de voto-
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada por la Sala Segunda de
Revisión, en la ciudad de Santafé de Bogotá, D.C., a los veintinueve (29) días
del mes de julio de mil novecientos noventa y dos ).
Salvamento de voto a la Sentencia No. T-474
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia
(Salvamento de voto)
A la luz del mandato contenido en el
artículo 86 de la Constitución Política, no era procedente la acción de tutela
y, por tanto, ha debido confirmarse la sentencia proferida por la Sala Plena
de la Corte Suprema de Justicia.
Ref.: Sentencia
T-474
Actor MOISES TUATY
ALEXANDER
Magistrados
Ponentes:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Dr. ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé de Bogotá,D.C., veintinueve (29) de
julio de mil novecientos noventa y dos (1992).
Me he apartado de la decisión mayoritaria
adoptada mediante el fallo en referencia por estimar que en el caso examinado,
a la luz del mandato contenido en el artículo 86 de la Constitución Política,
no era procedente la acción de tutela y, por tanto, ha debido confirmarse la
sentencia del 30 de enero de 1992, proferida por la Sala Plena de la Corte
Suprema de Justicia.
No estimo necesario extenderme en
consideraciones sobre el motivo de mi disentimiento, pues ellas están
consignadas en su parte fundamental (improcedencia de la acción de tutela
contra providencias judiciales que han hecho tránsito a cosa juzgada) en
salvamento de voto de fecha 12 de mayo de 1992, relativo a la sentencia No. 6
Sala de Revisión No. 2 (Magistrado Ponente: Doctor Eduardo Cifuentes Muñoz).
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
1 Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal . Sentencia
del 25 de octubre de 1989. Magistrado Ponente: Dr. Edgar Saavedra Rojas
2 Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal . Sentencia
del 9 de noviembre de 1989. Magistrado Ponente: Dr. Edgar Saavedra Rojas
3 Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal . Sentencia
del 23 de noviembre de 1989. Magistrado Ponente: Dr. Gustavo Gómez Velázquez.
4 Tomás y Valiente, Francisco. "In dubio pro reo", libre
apreciación de la prueba y presunción de inocencia. Revista Española de Derecho
Constitucional. Año 7. Num.20. Mayo-Agosto de 1987 pág. 21.
5 Roxin/Arzt/Tiedemann: Introducción al Derecho Penal y al Derecho
Penal Procesal. Ed. Ariel, Barcelona, 1989, pág. 226.
6 Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 27 de marzo de
1989. MP Fabio Morón Díaz, en la cual se declaró inexequible el Decreto 2490 de
1988, que establecía la cadena perpetua, justamente con base en la idea según
la cual un juez no podría desconocer las garantías mínimas constitucionales. |
101 | T-475-92
Sentencia No
Sentencia T-475/92
DERECHO AL
TRABAJO-Naturaleza
El derecho al trabajo, por su parte,
garantiza al individuo la posibilidad de ejercer libremente una actividad económica
con miras a asegurar su existencia material en un plano de sociabilidad. No
sólo la actividad laboral subordinada está protegida por el derecho fundamental
al trabajo. El trabajo no subordinado y libre, aquel ejercido de forma
independiente por el individuo, está comprendido en el núcleo esencial del
derecho al trabajo. La Constitución más que al trabajo como actividad abstracta
protege al trabajador y su dignidad. La creciente intervención del Estado en
la esfera de la personalidad, -principalmente por la complejidad de la vida
económica, el desempleo, el desarrollo de la tecnología, el marginamiento y la
pobreza- ha llevado al constituyente a consagrar y proteger este derecho
fundamental de aplicación inmediata.
LIBERTAD DE
ESCOGER PROFESION U OFICIO/DERECHOS FUNDAMENTALES
La libertad de escoger profesión u oficio
constituye un límite para el legislador. La ley puede regular su práctica, más
no le es lícito regular su escogencia. Esta distinción tiene especial
aplicación respecto de las profesiones, cuyo ejercicio puede ser objeto de las
competencias administrativas de inspección y vigilancia, así como de las
ocupaciones, artes u oficios que pueden verse afectados por la intervención del
Estado en diversos campos de la vida económica y social. La escogencia de un
oficio es una libertad civil de primer orden. Esta libertad constituye un
derecho fundamental de aplicación inmediata que vincula a todas las
autoridades. La libertad de opción para ocuparse en una determinada actividad o
curso de acción es una manifestación específica del derecho al libre desarrollo
de la personalidad y, como tal, goza de una doble protección como derecho a la
autodeterminación laboral y como derecho a desarrollar libremente las
vocaciones, aptitudes o habilidades personales.
LIBERTAD
ECONOMICA
El legislador está autorizado para
intervenir con miras a delimitar el alcance de la libertad económica cuando así
lo exijan el interés social, el ambiente y el patrimonio cultural de la Nación.
El ejercicio de la libertad económica exige, en algunos casos, la obtención de
una licencia de funcionamiento. Solamente la plena observancia del
procedimiento o trámite para otorgar autorizaciones legitima la intervención de
la autoridad en la esfera del derecho a la libertad de empresa. De otra parte,
la interdicción de la arbitrariedad y el principio de igualdad ante la ley
quedan asegurados cuando se da cumplimiento a las exigencias procedimentales
para el ejercicio de un derecho o libertad pública.
LIBERTAD DE
EMPRESA/ESPACIO PUBLICO/LICENCIA-Otorgamiento/PODER DE POLICIA-Límites
La racionalización del uso y disfrute del
espacio público es una obligación del Estado que tiene por finalidad conciliar
la mera conveniencia individual con las necesidades e intereses de la
colectividad. La administración ejerce para ello sus facultades de policía -en
el marco de la ley y demás normas urbanísticas- por medio de las cuales
restringe o limita las libertades o derechos de los particulares, sin llegar a
desconocerlos. El otorgamiento de licencias para el uso del suelo es un
mecanismo de intervención administrativa, el cual excluye el régimen de libre
ejercicio. Tal atribución no incide sobre el contenido de la libertad de
profesión u oficio ni de la libertad de empresa, sino sobre el ejercicio de dichos
derechos. Tiene por objeto establecer un control previo para evaluar si el acto
particular se adecúa a las normas urbanísticas. Al petente le fue reconocida
una autorización para el uso del suelo con el fin de explotar un
establecimiento comercial, situación jurídica ésta que no podía ser
desconocida, sin justificación para ello, por la autoridad o los demás
particulares, so pena de vulnerar diversos derechos fundamentales y
constitucionales suyos, así como los principios de buena fe y racionalidad que
rigen las actuaciones de la administración pública.
ACTO
ADMINISTRATIVO-Estabilidad
El principio de la estabilidad de los actos
administrativos protege los legítimos intereses y derechos adquiridos de
aquellas personas beneficiarias de una decisión oficial particular y concreta.
La confianza legítima en la administración se vería lesionada si la permanencia
y seguridad de un acto suyo dependiera de la discrecionalidad del funcionario
de turno. La ley establece los casos y procedimientos por los cuales hay lugar
a suspender o revocar un acto administrativo generador de intereses legítimos o
derechos adquiridos.
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE
Cuando la administración, luego de conceder
una licencia de funcionamiento a una persona para el ejercicio de una determinada
actividad, luego, sin justificación objetiva y razonable, procede a suspender o
revocar dicha autorización, con el quebrantamiento consecuente de la confianza
legítima y la prohibición de "venir contra los propios actos". En el
caso sub-examine, la vulneración del principio de la buena fe al cual deben
ceñirse las autoridades en todas sus actuaciones se ha concretado por la
decisión de la Secretaría de Planeación Municipal de Popayán.
DERECHO AL
TRABAJO/DERECHO A ESCOGER OFICIO/DERECHO AL LIBRE DESARROLLO DE LA
PERSONALIDAD/LIBERTAD DE EMPRESA
Analizados los hechos y las razones
expuestas por la administración municipal para impedir la utilización de la
licencia de funcionamiento anteriormente concedida por la misma al petente, se
concluye la violación manifiesta de su derecho al trabajo. Igualmente, vulneró
los derechos del petente a escoger libremente profesión u oficio y al libre
desarrollo de la personalidad. Vulneró los derechos a la libertad económica y
de empresa, aparte de desconocer el derecho subjetivo en cabeza del petente, el
cual fue adquirido mediante la expedición de la respectiva licencia con el
lleno de los requisitos exigidos por la ley para el efecto.
ACCION DE TUTELA
TRANSITORIA
Aunque el perjuicio invocado como
irremediable no se había consumado en su integridad, esto no significa en modo
alguno que la amenaza de ocurrencia del mismo no fuera objetivamente
determinable. No existe otro medio judicial diferente de la acción de tutela,
que por su carácter y término breve de decisión, atendidas las circunstancias
concretas pueda garantizar la protección inmediata de los derechos conculcados
al petente y poner término -así sea transitoriamente- a los perjuicios crecientes
y en expansión derivados de la arbitraria acción administrativa examinada.
ACTO PROPIO-Respeto
JULIO 29 DE 1992
Referencia:
expediente T-1917
Actor: Jaime Felipe
Fajardo
Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de Revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo Cifuentes Muñoz, José
Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de tutela T-1917 adelantado por el señor
JAIME FELIPE FAJARDO contra la decisión del 10 de enero de 1992 proferida por
la Secretaría de Planeación de la Alcaldía Municipal de Popayán.
A N T E C E
D E N T E S
1. La Secretaría de Planeación Municipal de
Popayán, mediante Resolución 1041 del 5 de diciembre de 1991, otorgó licencia
al señor JAIME FELIPE FAJARDO para el funcionamiento en la calle 28 CN No. 6-02
de esa ciudad de un establecimiento comercial destinado al juego de billar.
Esta autorización se expidió previa comunicación a los interesados, habiendo
quedado en firme luego de su notificación por edicto, sin que se hubiera
presentado impugnación alguna.
2. Posteriormente, los vecinos de la
urbanización Galicia, comprendida en el área del establecimiento de billares,
elevaron queja ante la Secretaría de Gobierno Municipal por considerar que
dicha diversión conllevaba efectos nocivos para sus hijos, así como "la
imagen en contra del decoro y la tranquilidad de la comunidad
residencial". La Secretaría de Gobierno pidió la revisión del permiso
concedido al señor Fajardo, por lo que el 10 de enero de 1992, mediante oficio
10045, la Secretaría de Planeación Municipal le solicitó abstenerse de
adelantar la adecuación de su establecimiento.
3. El 13 de enero de 1992, ciudadanos de la
zona solicitaron al Secretario de Planeación Municipal de Popayán, reconsiderar
la suspensión del permiso de instalación del billar, defendiendo la hidalgía de
este deporte. En su escrito rechazaron la afirmación de ser el billar un medio
de deshonra y, el establecimiento donde se practica, centro de perversión.
Además, afirmaron que con la decisión gubernamental se niega a gran parte del
pueblo payanés la oportunidad de una única diversión, ya que "en el
sector no existe ningún complejo deportivo, teatro ni club social".
4. El señor JAIME FELIPE FAJARDO interpuso
acción de tutela contra el acto de la Secretaría de Planeación de la Alcaldía
Municipal de Popayán por el cual se le suspendió el permiso para ubicar un
establecimiento comercial. En su escrito sustentatorio de la acción de tutela,
el peticionario solicitó la protección inmediata de su derecho fundamental al
trabajo, utilizando para ello la acción de tutela como mecanismo transitorio.
El señor FAJARDO sostiene en su petición:
"Si la ALCALDIA
MUNICIPAL DE POPAYAN hace efectiva la revocatoria del permiso que me ha sido
concedido para trabajar sufriré yo un perjuicio irreparable, pues mientras la
justicia contencioso administrativa decide la acción que impetraré, en breve,
habré dejado de percibir los frutos económicos de una inversión de dinero
cercana a los DIEZ MILLONES DE PESOS ($10.000.000.oo)".
5. El Juzgado Laboral del Circuito de
Popayán, luego de la práctica de algunas pruebas, mediante sentencia del 10 de
febrero de 1992, tuteló el derecho del señor JAIME FAJARDO para uso del suelo
que le fuera otorgado en la Resolución 1041 de 1991. Para el efecto, suspendió
la orden impartida por la Secretaría de Planeación Municipal por oficio No.
10045 del 10 de enero de 1992 y puso de presente al actor de la tutela sobre su
deber de recurrir ante la Jurisdicción Contencioso Administrativa.
6. En concepto del fallador, los derechos
constitucionales de petición y de trabajo fueron violados por la oficina de
Planeación Municipal al solicitarle al señor FAJARDO se abstuviera de adelantar
la adecuación del establecimiento, habiendo cumplido con todos los
requerimientos necesarios para el funcionamiento del mismo, razón que explica
la expedición de la Resolución No. 1041 de 1991 que le concedía permiso para el
uso del suelo.
7. El juzgado de primera instancia fundó su
decisión de tutelar transitoriamente los derechos del señor FAJARDO en el
siguiente argumento:
"Si bien es
cierto, el actor de este Derecho tiene la facultad de accionar ante la Justicia
Contencioso Administrativa para el restablecimiento de su Derecho, no es menos
cierto, que al tenor de lo establecido en el art. 7. del decreto 2591, es
procedente hacer uso de las medidas provisionales, suspendiendo, la aplicación,
del Acto ordenado por la oficina de Planeación Municipal hasta que la Justicia
Contencioso Administrativa resuelva sobre el contenido de la Resolución 1041 de
1991".
8. No habiendo sido impugnada la anterior
decisión, el expediente de tutela fue remitido a la Corte Constitucional para
su eventual revisión. Seleccionada mediante auto del 10 de abril de 1992,
correspondió a esta Sala su revisión.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Concepto de la vulneración o amenaza
1. El solicitante de tutela acudió ante la
autoridad judicial en búsqueda de la protección inmediata de su derecho
fundamental al trabajo representado en la explotación de un establecimiento de
comercio destinado al juego de billar. El acto contrario a su derecho
fundamental provino, en su sentir, de la Secretaría de Planeación de la
Alcaldía Mayor de Popayán, quien le solicitó el 10 de enero de 1992 se
abstuviera de adelantar la adecuación de su establecimiento, a pesar de que la
misma autoridad administrativa le había otorgado la licencia correspondiente de
uso del suelo con miras a instalar los billares, mediante resolución 1041 del 5
de diciembre de 1991.
Derechos constitucionales conculcados por
la decisión administrativa
2. El contenido de la solicitud de tutela,
no es óbice para que el juez que conozca del caso proceda a brindar protección
por concepto de otros derechos constitucionales que resulten afectados por la
acción u omisión de cualquier autoridad pública. En el caso sub-examine, no
sólo el derecho fundamental al trabajo del petente podría resultar vulnerado
por la decisión de la Secretaría de Planeación. Los derechos fundamentales a la
libertad de escoger profesión u oficio (CP art. 26), al libre desarrollo de la
personalidad (CP art. 16) y los derechos constitucionales de libre empresa y
libertad económica (CP art. 333), también han podido ser restringidos por la
autoridad administrativa local. Corresponde a los jueces constitucionales
evaluar si la limitación introducida por una determinada acción u omisión
estatal se justifica y posee suficiente legitimidad y asidero constitucional o
legal o si, por el contrario, ha habido una vulneración o amenaza de los
derechos reconocidos por el ordenamiento constitucional, para proceder a
tutelar aquellos que ostenten el carácter de fundamentales.
Derecho fundamental al trabajo
3. En su significado constitucional, el
trabajo es una de las más excelsas proyecciones de la existencia del individuo
y de su unión a la sociedad a la que pertenece. En él se funda la existencia
material y social del individuo y por su intermedio la persona contribuye a la
obtención del producto social, además, de constituir, casi siempre, expresión
de sus aptitudes y habilidades y ocasión para reflejar y dar cauce a su creatividad.
La producción de bienes y, en general, la
satisfacción de necesidades, independientemente de la mera consideración de
mercado, absorben energía y tiempo humanos provenientes del individuo y de la
sociedad y de ahí que, sujeto y actividad, íntimamente ligados en un proceso de
creación de valor social, deban recibir la más decidida tutela por parte del
Estado, en su doble condición individual y social, base de la existencia
humana, de suerte que dicha protección mire a su dignificación y a la superación
- en una sociedad democrática - de su alienación que no se compadece con el
desarrollo integral de la persona y los derechos humanos.
El artículo 25 de la Constitución parte de
una concepción amplia del trabajo, lo cual se deduce del pensamiento del propio
constituyente. La Asamblea Nacional Constituyente lo definió así:
"El trabajo es
toda actividad humana libre, consciente y noble, necesaria para la vida y
generadora de capital y de instrumento de labores. Es bien del hombre y de la
humanidad. De ahí su valor humano. Está superado el concepto de que el trabajo
es una mercancía sometida a las leyes del mercado sin consideración a la
persona que lo presta. El nuevo concepto de la actividad laboral se aparta de
la simple valoración material de ella, elevándola al rango de un derecho
consustanciado con la vida y la esencial del ser humano. Por eso llega a la
incorporación del trabajo en los nuevos textos constitucionales con alta
significación de los valores inmanentes que deben reconocerse y respetarse. El
trabajo exige respeto para la dignidad de quien lo presta, o sea, el hombre.
Este es un ser con fines propios qué cumplir por sí mismo; no es ni debe ser un
simple medio para fines ajenos a los suyos".1
El derecho al trabajo, por su parte,
garantiza al individuo la posibilidad de ejercer libremente una actividad
económica con miras a asegurar su existencia material en un plano de
sociabilidad. En palabras del propio constituyente:
"El derecho al
trabajo consiste en la facultad que tiene toda persona de emplear su fuerza de
trabajo en una ocupación lícita por medio de la cual pueda adquirir los medios
necesarios para vivir ella y su familia decorosamente. El derecho al trabajo a
conseguir empleo u oficio; toda persona tiene derecho a que no se le impida
trabajar. (...)
"El derecho al
trabajo no sólo se desprende de la obligación social del trabajo, sino que se
origina de otros derechos, como el de la propia subsistencia y el sostenimiento
familiar. El derecho a la vida requiere de la necesidad de trabajar y, por
consiguiente, nace el derecho al trabajo. Al existir radicalmente el derecho a
la vida". 2
No sólo la actividad laboral subordinada
está protegida por el derecho fundamental al trabajo. El trabajo no subordinado
y libre, aquel ejercido de forma independiente por el individuo, está
comprendido en el núcleo esencial del derecho al trabajo. La Constitución más
que al trabajo como actividad abstracta protege al trabajador y su dignidad. De
ahí el reconocimiento a toda persona del derecho a un trabajo en condiciones
dignas y justas, así como la manifestación de la especial protección del Estado
"en todas sus modalidades" (CP art. 25).
La explotación de un establecimiento
comercial - en este caso dedicado al juego de billar - es una modalidad de
trabajo que goza de la especial protección del Estado (CP art. 25). El billar
como deporte, arte o juego, es una actividad recreacional, de inteligencia y
habilidad que, al ser ofrecida al público en general, constituye el objeto de
un trabajo protegido por la Constitución y la ley.
El ejercicio del derecho al trabajo supone
el acceso al sitio o lugar donde éste se desempeña y la garantía de las
condiciones necesarias para desplegar la actividad laboral. El uso del suelo
con destinación al funcionamiento de establecimientos comerciales,
industriales, institucionales, administrativos y de servicios, trasciende la
esfera particular, por lo que requiere de licencias expedidas por la
administración local (ley 09 de 1989, art. 63). Es así cómo ciertos trabajos
suponen para su desempeño el uso del suelo, el cual, sólo puede ser autorizado
por el Estado en aras de la protección de intereses generales relevantes, en
particular la tranquilidad, salubridad, moralidad, seguridad y utilidad
públicas. La explotación de un establecimiento comercial dedicado al juego de
billar es uno de aquellos trabajos que trascienden la esfera individual, razón
que justifica la intervención estatal para permitir su ejercicio, claro está,
atendiendo a los principios de buena fe y racionalidad en el trámite y
ejercicio de todas las actuaciones y competencias de la administración (CP
arts. 83 y 84).
Libertad de escoger profesión u oficio
4. El artículo 26 de la Constitución
protege la libertad individual de escoger profesión u oficio, derecho éste de
particular importancia en el contexto de la sociedad moderna, fundada en la
división del trabajo. Toda persona tiene derecho a escoger una actividad para
la cual se sienta preparado, haciendo de ella parte esencial de su vida. El
artículo 26 más que asegurar la libre contratación, busca proteger toda
modalidad de trabajo económicamente significativo, en particular aquél
practicado como "vocación".
La libertad de escoger profesión u oficio
constituye un límite para el legislador. La ley puede regular su práctica, más
no le es lícito regular su escogencia. Esta distinción tiene especial
aplicación respecto de las profesiones, cuyo ejercicio puede ser objeto de las
competencias administrativas de inspección y vigilancia, así como de las
ocupaciones, artes u oficios que pueden verse afectados por la intervención del
Estado en diversos campos de la vida económica y social.
Tradicionalmente, los oficios son fruto de
la experiencia laboral y de un saber práctico. La dinámica económica de la
sociedad supone el ejercicio libre de las ocupaciones, artes y oficios. Al
legislador, y más aún a la administración, les está vedado restringir la libre
escogencia de los oficios, salvo para prevenir aquellos socialmente riesgosos.
La explotación de una empresa comercial
puede dar lugar en ocasiones a la configuración de un verdadero oficio, lo cual
no significa que las empresas no empleen ni necesiten de profesionales y que
éstos no dirijan o ejerzan la actividad comercial. Los oficios, entendidos como
las actividades que identifican a las personas en la sociedad, en
contraposición a las profesiones, no exigen formación académica y, por lo
tanto, son libres, salvo aquellas que impliquen un riesgo social (CP art. 26).
La escogencia de un oficio es una libertad
civil de primer orden. Esta libertad constituye un derecho fundamental de
aplicación inmediata que vincula a todas las autoridades. La libertad de opción
para ocuparse en una determinada actividad o curso de acción es una
manifestación específica del derecho al libre desarrollo de la personalidad y,
como tal, goza de una doble protección como derecho a la autodeterminación
laboral y como derecho a desarrollar libremente las vocaciones, aptitudes o
habilidades personales.
Derecho al trabajo y libre desarrollo de la
personalidad
5. El trabajo es un supuesto elemental de
una existencia digna y del desarrollo de la personalidad. El hombre adquiere
reconocimiento de sí y frente a los otros mediante el trabajo. La dignificación
de la persona humana como ser pensante, creativo y necesitado de reconocimiento
se realiza en no poca medida mediante el ejercicio de una actividad laboral. La
personalidad se forma y desarrolla en la práctica de la reproducción material y
simbólica de la vida. Para que este proceso sea plenamente libre y permita la
realización individual y social, el ordenamiento jurídico resguarda un espacio
fundamental al derecho al libre desarrollo de la personalidad. La creciente
intervención del Estado en la esfera de la personalidad, - principalmente por
la complejidad de la vida económica, el desempleo, el desarrollo de la
tecnología, el marginamiento y la pobreza - ha llevado al constituyente a
consagrar y proteger este derecho fundamental de aplicación inmediata.
Libertades económica y de empresa e
intervencionismo estatal
6. Simultáneamente a la vulneración y
amenaza de los derechos fundamentales antes descritos, la libertad económica y
la libertad de empresa se suman a los derechos constitucionales limitados por
la decisión de la Secretaría de Planeación Municipal. Establece el artículo 333
de la Constitución:
"La libertad
económica y la iniciativa privada son libres dentro de los límites del bien
común. Para su ejercicio, nadie podrá exigir permisos previos ni requisitos,
sin autorización de la ley.
La libre competencia
económica es un derecho de todos que supone responsabilidades.
La empresa como base
del desarrollo, tiene una función social que implica obligaciones. El Estado
fortalecerá las organizaciones solidarias y estimulará el desarrollo
empresarial.
El Estado por
mandato de ley, impedirá que se obstruya o se restrinja la libertad económica y
evitará o controlará cualquier abuso que personas o empresas hagan de su
posición dominante en el mercado nacional.
La ley delimitará el
alcance de la libertad económica cuando así lo exijan el interés social, el
ambiente y el patrimonio cultural de la nación".
Del artículo anteriormente transcrito se
infiere el reconocimiento de los derechos constitucionales a la libertad
económica y a la libertad de empresa, dentro de los límites que imponen el bien
común y la función social de esta última. El legislador está autorizado para intervenir
con miras a delimitar el alcance de la libertad económica cuando así lo exijan
el interés social, el ambiente y el patrimonio cultural de la Nación.
Libertad de empresa y espacio público
7. En el caso objeto de la sentencia
revisada, la actividad económica representada en la explotación del
establecimiento comercial destinado al juego de billar se ejerce en un lugar
cuyo uso exige de licencia de funcionamiento. El uso del suelo no es irrelevante
para el Estado; es su deber velar por la integridad del espacio público y por
su destinación al uso común (CP art. 82). Tratándose de establecimientos
comerciales, la función social que tiene el uso del suelo, autoriza la
intervención oficial con miras al cumplimiento de las obligaciones correlativas
a su ejercicio.
La ley 09 de 1989, o ley de reforma urbana,
regula y desarrolla las competencias de la administración en materia de
aprovechamiento del espacio público y de su destinación al uso común. La
racionalización del uso y disfrute del espacio público es una obligación del
Estado que tiene por finalidad conciliar la mera conveniencia individual con
las necesidades e intereses de la colectividad. La administración ejerce para
ello sus facultades de limitación o de policía - en el marco de la ley y demás
normas urbanísticas - por medio de las cuales restringe o limita las libertades
o derechos de los particulares, sin llegar a desconocerlos.
El artículo 63 de la mencionada ley
habilita a las autoridades municipales - entre otras - para intervenir ex
ante en las actividades de edificación y en la determinación y supervisión
de los variados usos del suelo, de modo que éstos sólo resulten lícitos si se
obtiene la debida licencia.
El otorgamiento de licencias para el uso
del suelo es un mecanismo de intervención administrativa, el cual excluye el
régimen de libre ejercicio. Tal atribución no incide sobre el contenido de la
libertad de profesión u oficio ni de la libertad de empresa, sino sobre el ejercicio
de dichos derechos. Tiene por objeto establecer un control previo para evaluar
si el acto particular se adecúa a las normas urbanísticas.
La licencia del uso del suelo para el
funcionamiento de un establecimiento comercial, es una intervención administrativa
local del tipo que implica una prohibición general, pero cuya excepción
cabe otorgar a la administración, si el acto se ajusta a las exigencias
objetivas del régimen urbanístico.
La licencia supone un control estricto de
legalidad. Su otorgamiento es una facultad reglada y, por tanto, no
discrecional. La autorización o prohibición que ella conlleva depende
exclusivamente de si el acto proyectado se ajusta o no a normas del derecho urbano
que regulan dicha actuación. Por ello, en la mayoría de los casos, el
otorgamiento o la denegación de una licencia para el uso del suelo se decide a
partir de una valoración fáctica, que puede traducirse, en la instancia
judicial, en el control de los hechos determinantes para el ejercicio de las
competencias administrativas.
La licencia o autorización administrativa
es una acto que se agota con la verificación de la legalidad de la actividad
proyectada. Sus efectos no son constitutivos del derecho de uso o goce de la
propiedad, el cual se encuentra ya reconocido en las leyes civiles. No
obstante, el otorgamiento de una licencia amplía las posibilidades de ejercicio
del derecho, en cuanto que levanta la prohibición general cuyo levantamiento,
en los términos de la ley y de los acuerdos, administra la autoridad local. Una
vez otorgada la licencia se constituye una situación jurídica subjetiva en
favor de su titular, quien tiene un interés legítimo en el mantenimiento de la
autorización, por lo menos durante el término de la misma, cuyos efectos están
cobijados por el principio de irrevocabilidad de los actos administrativos,
pudiendo acudir ante la justicia contenciosa en caso de que se pretenda
desconocerlos.
Margen objetivo de apreciación y otorgamiento
de licencias
8. La autoridad pública competente para
otorgar licencias de funcionamiento a establecimientos comerciales -en este
caso la Alcaldía Municipal de Popayán-, goza de un margen objetivo de
apreciación en el cumplimiento de su función. El representante del poder
público no debe desviarse de la finalidad para la cual han sido instituidas sus
competencias de intervención en la libre actividad económica.
Al respecto ya ha advertido esta Corte:
"Cuando
objetivas consideraciones de mantener el orden público (con el contenido y
alcance que atrás hemos señalado) hagan indispensable la regulación del espacio
público, es claro que las autoridades locales podrán reglamentar la ubicación
de los bares, cantinas, droguerías, farmacias, salones de belleza, panaderías,
teatros, heladerías, almacenes, casinos, cementerios, iglesias y otros
establecimientos. No en vano, al municipio le corresponde por mandato
constitucional ordenar el desarrollo de su territorio (Art. 311) y a los
Concejos reglamentar los usos del suelo (Art. 313 # 7).
Con todo, en uso de
sus facultades, las autoridades de policía local no pueden regular la marca de
los licores que se expendan en los bares, o de los productos que se utilicen en
los salones de belleza, como tampoco impedir que se vendan drogas genéricas en
las droguerías, o disponer que sólo se proyecten películas de color en los
teatros de los barrios residenciales".3
La autoridad pública en ejercicio de la
facultad de policía administrativa está en capacidad de limitar las libertades
individuales cuando la necesidad de preservar el orden público así lo exija,
entendido éste como la conservación material de la tranquilidad, seguridad, salubridad
o moralidad públicas. La intervención administrativa al otorgar o denegar
licencias de funcionamiento se mueve dentro de precisos límites
constitucionales y legales, y debe ejercerse según los principios de buena fe
(CP art.83) y racionalidad (CP art. 84) de la actividad administrativa.
La actuación de la autoridad pública en
desarrollo de sus funciones de policía administrativa debe adecuarse a un margen
objetivo de apreciación, evitando la desviación o el abuso de las
competencias estatales. Los parámetros utilizados para verificar el
cumplimiento de los precisos requisitos que habilitan el ejercicio de una
libertad individual son aquellos socialmente aceptados, predecibles y
racionalmente justificables y, ante todo, proporcionales a la finalidad que se
pretende alcanzar. La objetividad de los criterios de apreciación depende del
contexto social y del momento histórico en que se encuentra el individuo y la
autoridad. Toda exigencia desmedida o requisito extraordinario comporta un
abuso del poder y una posible invasión en el ámbito de los derechos
individuales que debe ser subsanada por la autoridad judicial competente.
Otorgamiento de licencias e intereses
legítimos de sus titulares
9. El ejercicio de la libertad económica
exige, en algunos casos, la obtención de una licencia de funcionamiento (art.
63 ley 09 de 1989). Solamente la plena observancia del procedimiento o trámite
para otorgar autorizaciones legitima la intervención de la autoridad en
la esfera del derecho a la libertad de empresa. De otra parte, la interdicción
de la arbitrariedad y el principio de igualdad ante la ley quedan asegurados
cuando se da cumplimiento a las exigencias procedimentales para el ejercicio de
un derecho o libertad pública.
El artículo 65 de la Ley 09 de 1989, fundamento
legal de la resolución finalmente suspendida por la Secretaría de Planeación
Municipal de Popayán establece:
"La solicitudes
de licencia y de patentes serán comunicadas a los vecinos, a quienes se citará
para que puedan hacerse parte de hacer valer sus derechos, en los términos
previstos por los artículos 14 y 35 del Decreto-Ley 01 de 1984 (Código
Contencioso Administrativo).
Los actos
administrativos por medio de los cuales se resuelvan las solicitudes de
licencias y de patentes serán notificados personalmente a los vecinos en la
forma prevista por los artículos 44 y 45 del Decreto-Ley 01 de 1984 (Código
Contencioso Administrativo). La parte resolutiva de dichos actos también será
publicada en el periódico de amplia circulación en el municipio donde se
encuentren ubicados los inmuebles, o en cualquier otro medio de comunicación
social, hablado o escrito, por cuenta del interesado. El término ejecutorio
para el interesado y para los terceros empezará a correr al día siguiente al de
la publicación, y en el caso de los vecinos a partir de su notificación.
Contra los actos que
otorguen una licencia o patente cabrán los recursos de la vía gubernativa que
señala el Decreto-Ley 01 de 1984 (Código Contencioso Administrativo).
Transcurrido un plazo de dos (2) meses contado a partir de la interposición del
recurso sin que se haya notificado decisión expresa sobre ellos, se entenderá
que la decisión es negativa y quedará en firme el acto recurrido. Pasado dicho
término no se podrá resolver el recurso interpuesto incurrirá en causal de mala
conducta el funcionario moroso".
El anterior procedimiento para otorgar
licencias o patentes, regula los conflictos de interés que pueden surgir entre
el individuo y la comunidad con ocasión del ejercicio de una libertad pública,
mediante la publicidad y posibilidad de participación ciudadana en el trámite
administrativo correspondiente. Al término de las etapas legales
preestablecidas para otorgar la licencia o patente, se profiere finalmente una
decisión que, en caso de ser afirmativa, genera consecuencias jurídicas para el
solicitante y para los terceros. En efecto, la licencia otorgada a una persona
natural o jurídica para el funcionamiento de un establecimiento comercial crea
una situación jurídica subjetiva de carácter concreto, que se traduce en la
esfera del particular en un interés legítimo, el cual pasa a ser parte
integrante del establecimiento de su titular y, por tanto, de claro contenido
económico. Por su parte, las demás personas están en la obligación de respetar
dicho interés como consecuencia del procedimiento administrativo en el cual
pudieron participar.
Atendidos los hechos y las circunstancias
del caso, es claro que al petente le fue reconocida una autorización para el
uso del suelo con el fin de explotar un establecimiento comercial, situación
jurídica ésta que no podía ser desconocida, sin justificación para ello, por la
autoridad o los demás particulares, so pena de vulnerar diversos derechos
fundamentales y constitucionales suyos, así como los principios de buena fe y
racionalidad que rigen las actuaciones de la administración pública.
Estabilidad de los actos administrativos y
renovación de licencias
10. Los actos administrativos que crean o
modifican una situación jurídica particular y concreta o un derecho de igual
categoría no pueden ser revocados por la autoridad competente sin el
consentimiento de su titular (C.C.A. art. 73). El principio de la
estabilidad de los actos administrativos protege los legítimos intereses y
derechos adquiridos de aquellas personas beneficiarias de una decisión oficial
particular y concreta. La confianza legítima en la administración se vería
lesionada si la permanencia y seguridad de un acto suyo dependiera de la
discrecionalidad del funcionario de turno.
Por tal motivo, la ley establece los casos
y procedimientos por los cuales hay lugar a suspender o revocar un acto
administrativo generador de intereses legítimos o derechos adquiridos. La
autoridad puede revocar las licencias por ella otorgadas cuando se llenan los
requisitos legales para ello (C.C.A arts. 69 y 74). El ejercicio de una
determinada libertad o actividad inicialmente autorizada puede generar
situaciones lesivas de los intereses generales cuya protección es un deber del
Estado. En estas circunstancias podría, respetando los cauces y procedimientos
legales, justificarse la suspensión o revocatoria de un acto para impedir el
abuso de los derechos o el incumplimiento de los deberes ciudadanos (CP art.
95). Mientras ello no ocurra no es posible a la autoridad pública, con
fundamento en meros temores o preconceptos, desconocer el principio de
estabilidad de los actos administrativos y, por dicha vía, los intereses o
derechos individuales protegidos constitucional y legalmente.
Principio de buena fe en las actuaciones de
la administración
11. La buena fe ha pasado de ser un
principio general del derecho para convertirse en un postulado constitucional
(CP art. 83). Este trascendental principio exige de los particulares y de las
autoridades ceñirse en sus actuaciones a una conducta honesta, leal y acorde
con el comportamiento que puede esperarse de una persona correcta ("vir
bonus").
La buena fe supone la existencia de una
relación entre personas y se refiere fundamentalmente a la confianza, seguridad
y credibilidad que otorga la palabra dada. En las gestiones ante la
administración, la buena fe se presume del particular y constituye guía
insustituible y parámetro de acción de la autoridad. La doctrina, por su parte,
ha elaborado diversos supuestos para determinar situaciones contrarias a la
buena fe. Entre ellos cabe mencionar la negación de los propios actos (venire
contra factum proprium), las dilaciones injustificadas, el abuso del
poder y el exceso de requisitos formales, sin pretender con esta enumeración
limitar el principio a tales circunstancias. No es posible reducir la
infracción de la buena fe a casos tipificados legalmente. De ahí que la
aplicación de este principio suponga incorporar elementos ético-jurídicos que
trascienden la ley y le dan su real significado, suscitando en muchas ocasiones
la intervención judicial para calificar la actuación pública según las
circunstancias jurídicas y fácticas del caso.
12. La administración y el administrado
deben adoptar un comportamiento leal en el perfeccionamiento, desarrollo y
extinción de las relaciones jurídicas. Este imperativo constitucional no sólo
se aplica a los contratos administrativos, sino también a aquellas actuaciones
unilaterales de la administración generadoras de situaciones jurídicas
subjetivas o concretas para una persona. El ámbito de aplicación de la buena
fe no se limita al nacimiento de la relación jurídica, sino que despliega sus
efectos en el tiempo hasta su extinción.
13. El principio de la buena fe incorpora
la doctrina que proscribe el "venire contra factum proprium",
según la cual a nadie le es lícito venir contra sus propios actos. La buena fe
implica el deber de observar en el futuro la conducta inicialmente desplegada,
de cuyo cumplimiento depende en gran parte la seriedad del procedimiento
administrativo, la credibilidad del Estado y el efecto vinculante de sus actos
para los particulares. La revocatoria directa irregular que se manifieste en la
suspensión o modificación de un acto administrativo constitutivo de situaciones
jurídicas subjetivas, puede hacer patente una contradicción con el principio
de buena fe y la doctrina de los actos propios, si la posterior decisión de la
autoridad es contradictoria, irrazonable, desproporcionada y extemporánea o
está basada en razones similares. Este es el caso, cuando la administración,
luego de conceder una licencia de funcionamiento a una persona para el
ejercicio de una determinada actividad, luego, sin justificación objetiva y
razonable, procede a suspender o revocar dicha autorización, con el
quebrantamiento consecuente de la confianza legítima y la prohibición de
"venir contra los propios actos".
En el caso sub-examine, la vulneración del
principio de la buena fe al cual deben ceñirse las autoridades en todas sus
actuaciones se ha concretado por la decisión de la Secretaría de Planeación
Municipal de Popayán. Los motivos invocados por la Secretaría de Gobierno de la
Alcaldía Municipal - queja de los ciudadanos que ven en la práctica del billar
en un establecimiento abierto al público un atentado contra las buenas
costumbres y la moral de los menores de edad - para solicitar de la primera la
suspensión y posterior revocatoria de la resolución 1041 de 1991, no cumplen
con los requisitos de racionalidad, proporcionalidad y objetividad necesarios
para contradecir legítimamente su propia actuación antecedente. La confianza
del titular de la respectiva licencia fue traicionada injustificadamente por la
administración, amenazando con causarle cuantiosos perjuicios, dada la inversión
hecha por el petente luego de haber obtenido la licencia de funcionamiento.
Vulneración concreta de los derechos del
accionante
14. Analizados los hechos y las razones
expuestas por la administración municipal para impedir la utilización de la
licencia de funcionamiento anteriormente concedida por la misma al petente, se
concluye la violación manifiesta de su derecho al trabajo. La cuantiosa
inversión económica realizada para la adecuación del establecimiento de
comercio, el arriendo del local y la compra de las mesas de billar, fueron
actuaciones claramente dirigidas a dotar el local escogido con las facilidades
necesarias para un trabajo remunerativo y digno. Argumentos como la posibilidad
de buscar otro lugar para ejercer su actividad de comerciante, no son
atendibles en las circunstancias económicas concretas en que se hallaba el
solicitante y dada la naturaleza legítima del oficio por él desempeñado, máxime
si se tiene presente que la actuación del administrado se fundaba en el previo
otorgamiento de la licencia.
De igual forma, la actuación contradictoria
de la Secretaría de Planeación Municipal vulneró los derechos del petente a
escoger libremente profesión u oficio y al libre desarrollo de la personalidad.
Aquél, cabe reiterar, había optado por una actividad que le deparaba una
alternativa existencial, en su perspectiva subjetiva, deseable y legítima,
tanto para sí como para los amantes del juego de billar. No es exagerado
afirmar que la afición al billar, como al ajedrez, se convierte para muchas
personas en una profunda motivación vital. La competencia y el deseo de superar
los propios límites pasan a formar parte de la personalidad del billarista,
logrando adicionalmente el esparcimiento y recreación que acompañan a la
práctica de este deporte. Los preconceptos de la comunidad, acogidos por la
administración local, en torno al ambiente malsano de estos establecimientos
carecen de justificación y de relevancia jurídica para impedir la práctica de
este oficio o su explotación económica ofrecida al público en general.
Finalmente, la decisión de la autoridad
municipal vulneró los derechos a la libertad económica y de empresa, aparte de
desconocer el derecho subjetivo en cabeza del señor JAIME FELIPE FAJARDO, el
cual fue adquirido mediante la expedición de la respectiva licencia con el
lleno de los requisitos exigidos por la ley para el efecto.
Carácter irremediable del perjuicio latente
15. El accionante utilizó la acción de
tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable (CP
art. 86 inc. 3). Se infiere de la petición que el señor FAJARDO veía amenazado
su derecho fundamental al trabajo por la decisión de la autoridad de impedirle
el funcionamiento de su establecimiento comercial. Aunque el perjuicio invocado
como irremediable no se había consumado en su integridad, esto no significa en
modo alguno que la amenaza de ocurrencia del mismo no fuera objetivamente
determinable. En efecto, si se toma en cuenta la inversión realizada por el
petente - ampliamente demostrada en el expediente de tutela - como consecuencia
de la autorización para hacer uso de la licencia de funcionamiento a él
otorgada y el tiempo que dicha inversión se vería retrasada por la decisión de
la autoridad de suspender o revocar la resolución respectiva, es claro que el
lucro cesante causado era ya cierto y determinable y, en cierto modo,
irremediable. De otra parte, no existe otro medio judicial diferente de la
acción de tutela, que por su carácter y término breve de decisión, atendidas
las circunstancias concretas pueda garantizar la protección inmediata de los
derechos conculcados al petente y poner término -así sea transitoriamente- a
los perjuicios crecientes y en expansión derivados de la arbitraria acción
administrativa examinada.
Como lo ha sostenido anteriormente esta
Corporación con respecto a la naturaleza del perjuicio irremediable:
"La Corte cree
que el perjuicio que la acción de tutela debe evitar en forma transitoria y,
por lo tanto, el perjuicio irremediable de que hablan la Constitución y la ley,
puede ser parcial, que no es necesario que la potencialidad de la causa dañina
se haya agotado o pueda agotarse, y que no es lo mismo daño consolidado o
consumado que daño irremediable; por esto, cree la Corte que cuando se hace
evidente la posibilidad de un perjuicio que solo sea susceptible de
compensación mediante un pago dinerario o cuando tal perjuicio está en curso,
aunque no se haya agotado, es precisamente cuando cabe la tutela transitoria,
pues se trata cabalmente de impedir que se cause daño en otra forma irreparable
o de que continúe produciéndose.
En el caso de autos
es patente que el perjuicio que surgiría de la inactividad del accionante, si
se concluye que es contraria a sus derechos fundamentales, no se ha consumado y
es todavía parcial, pero en lo transcurrido es ya irremediable, pues sólo
admitiría, en tal supuesto, la indemnización y no su restitución hacia el
pasado. La acción de tutela debe, pues, acogerse como mecanismo
transitorio".4
En consecuencia, esta Sala encuentra que la
decisión del Juzgado de instancia de otorgar la tutela transitoria de los
derechos fundamentales del solicitante estuvo adecuadamente tomada, por lo cual
procederá a confirmarla, no sin antes tutelar los demás derechos fundamentales
amenazados por la decisión de la Secretaría de Planeación Municipal de Popayán.
DECISION
En mérito de lo expuesto, la Sala Segunda
de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- CONFIRMAR la sentencia del 10 de febrero de 1992,
proferida por el Juzgado Laboral del Circuito de Popayán, por la cual se
concedió la tutela solicitada.
SEGUNDO.- ADICIONAR la mencionada sentencia en el sentido de
tutelar transitoriamente, hasta el pronunciamiento definitivo de la Justicia
Contencioso Administrativa, los derechos fundamentales al libre desarrollo de
la personalidad y a la libertad de escoger profesión u oficio del señor JAIME FELIPE
FAJARDO.
TERCERO.- LIBRESE comunicación al Juzgado Laboral del
Circuito de Popayán, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese
en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
- Salvamento de Voto -
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada por la Sala Segunda de
Revisión, en la ciudad de Santafé de Bogotá, D.C., a los veintinueve (29) días
del mes de julio de mil novecientos noventa y dos ).
Salvamento de voto a la Sentencia No. T-475
del Magistrado JOSE GREGORIO HERNANDEZ
GALINDO
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/JURISDICCION CONTENCIOSO
ADMINISTRATIVA/REVISION FALLO DE TUTELA-Objeto (Salvamento de voto)
Considero que la situación planteada es,
desde el punto de vista jurídico, una de aquellas respecto de las cuales está
llamado a operar en toda su plenitud el Derecho Administrativo, cuyos
principios y procedimientos tienen la suficiente aptitud para resolver la
situación de la persona posiblemente afectada sin necesidad de que ésta se vea
precisada a hacer uso del mecanismo subsidiario en que consiste la acción de
tutela. La afortunada circunstancia de haberse plasmado en la Constitución de
1991 una figura como la tutela, enderezada a la protección inmediata de los
derechos constitucionales fundamentales vulnerados o amenazados por la acción u
omisión de la autoridad pública o de particulares en los casos previstos por la
ley, no puede convertirse en motivo para desmontar instituciones consagradas de
tiempo atrás en la legislación colombiana y decantadas por la doctrina y la
jurisprudencia, uno de cuyos fundamentos radica precisamente en la garantía de
los derechos yen la defensa de los intereses que corresponden a los gobernados
frente a las autoridades. La revisión que a esta Corte corresponde debe estar
orientada antes que todo a definir si cabía la acción de tutela y si los jueces
cuyas decisiones se examinan la concedieron o negaron acertadamente dentro de
las reglas constitucionales y legales que rigen la institución. Unicamente
después de establecidos esos presupuestos indispensables puede entrar la Corte
a formular sus criterios sobre el alcance de los derechos en cuestión y a
pronunciarse sobre las medidas concretas que deben ponerse en marcha, si es del
caso, para la efectiva y verdadera protección de los derechos fundamentales.
ACCION DE TUTELA
TRANSITORIA-Improcedencia/PERJUICIO
IRREMEDIABLE (Salvamento de voto)
El calificativo de irremediable únicamente
puede predicarse respecto de aquel daño "que sólo pueda ser reparado en su
integridad mediante una indemnización", lo cual no ocurre en este proceso,
pues el actor podía lograr, por la vía judicial adecuada, el restablecimiento
en el ejercicio de sus derechos tanto en la sentencia que fallara de fondo
sobre sus pretensiones como en el auto que resolviera sobre su solicitud de
suspensión provisional, esto último con una prontitud y una eficacia
prácticamente iguales a las que podría buscar por el camino de la tutela. Los
jueces de tutela no tienen competencia para suspender actos administrativos.
Ref.: Expediente
T-1917
Actor: JAIME
FELIPE FAJARDO
Magistrado Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Santafé de Bogotá,D.C. veintinueve (29) de
julio de mil novecientos noventa y dos (1992).
Como puede observarse por la lectura de los
antecedentes que relata la sentencia, el actor acudió a la acción de tutela
como mecanismo transitorio para obtener la protección inmediata de su derecho
fundamental al trabajo en relación con el acto administrativo mediante el cual
la Secretaría de Planeación Municipal de Popayán ordenó suspender el permiso
que le había sido conferido para hacer uso del suelo e instalar en el área
autorizada un juego de billares.
Considero que la situación planteada es,
desde el punto de vista jurídico, una de aquellas respecto de las cuales está
llamado a operar en toda su plenitud el Derecho Administrativo, cuyos
principios y procedimientos tienen la suficiente aptitud para resolver la
situación de la persona posiblemente afectada sin necesidad de que ésta se vea
precisada a hacer uso del mecanismo subsidiario en que consiste la acción de
tutela.
Debo decir una vez más, como ya lo he
repetido en varios proyectos de fallo y como lo he expuesto en diferentes salas
de revisión, que la afortunada circunstancia de haberse plasmado en la
Constitución de 1991 una figura como la tutela, enderezada a la protección
inmediata de los derechos constitucionales fundamentales vulnerados o
amenazados por la acción u omisión de la autoridad pública o de particulares en
los casos previstos por la ley, no puede convertirse en motivo para desmontar
instituciones consagradas de tiempo atrás en la legislación colombiana y
decantadas por la doctrina y la jurisprudencia, uno de cuyos fundamentos radica
precisamente en la garantía de los derechos y en la defensa de los intereses
que corresponden a los gobernados frente a las autoridades.
Por cuanto alude al Derecho Administrativo
no se puede menospreciar el difícil proceso de instauración y fortalecimiento
de sus postulados esenciales, ya que él corresponde a uno de los más gloriosos
capítulos en la historia de la civilización jurídica.
A nadie se oculta que la jurisdicción
administrativa hubo de establecerse luego de un intrincado periodo de
acomodamiento cuyos orígenes están vinculados con la garantía reconocida a los
súbditos del Estado en el sentido de poder impugnar los actos de los
gobernantes, como tampoco que en sus inicios el monarca disponía de la llamada
"justicia retenida", es decir que, si bien los fallos eran
proyectados por su consejo asesor, él era en últimas quien poseía la facultad
decisoria, en contravía del principio de equilibrio entre los poderes públicos
pues concentraba la función ejecutiva y la jurisdiccional.
Más tarde, con el paso a la denominada
"justicia delegada", fue el juez administrativo quien autónomamente
empezó a vigilar los actos del gobernante, garantizando así a los administrados
una vía judicial que permitiera, frente a los excesos en el ejercicio del
poder, proteger a los particulares llegando incluso a condenar a los organismos
públicos responsables de actividades violatorias de los derechos ciudadanos. En
la medida en que se consolidó el Estado de Derecho, se estructuraron los
principios que hoy sustentan la posibilidad de que el Estado y sus agentes
resulten condenados cuando por su acción o negligencia ocasionan daño a las
personas o desatienden los mandatos del orden jurídico al que se encuentran
sometidos.
Así, pues, el Derecho Administrativo surgió
y se ha desarrollado dentro de la idea de someter el poder de la autoridad
pública a los dictados del Derecho, mediante el establecimiento de jueces y
tribunales especializados a cuyo cargo está, de acuerdo con el respectivo
sistema jurídico, el conocimiento y decisión de los actos, hechos y operaciones
administrativas adelantadas por las autoridades públicas, señalando los
tribunales competentes para conocer de tales asuntos, y también el
procedimiento que se ha de seguir y las diferentes acciones que sirven de medio
al ciudadano para manifestar su desacuerdo y solicitar no sólo el
reconocimiento de los desafueros en que pueda incurrir la autoridad, sino
también la respectiva reparación o indemnización por los perjuicios
eventualmente causados.
En las sociedades civilizadas la actividad
de la administración, sometida al control del juez, no goza de un poder
arbitrario, pues el pensamiento jurídico ha evolucionado constantemente y la
jurisdicción administrativa asume, en el curso de esa evolución, un radio de
acción cada vez más amplio, lo cual, correlativamente, limita, condiciona y
controla de modo progresivo las actuaciones de quien ejerce el poder. Este se
halla obligado, al igual que los particulares, a observar las reglas que impone
el ordenamiento jurídico y si las infringe, máxime cuando con esa infracción
causa daño a las personas o les conculca sus derechos, es precisamente función
de los tribunales la de sancionar los actos contrarios a la ley y la conducta
de quienes los ejecutan, cumpliendo así un papel protector de los derechos que
corresponden a los gobernados1.
Dentro de estos criterios, la jurisdicción
administrativa es, así en Colombia como en Francia, elemento esencial del
sistema jurídico. A ella se confía la función de preservar la legalidad en ese
ámbito de las relaciones entre la administración y los particulares. Dicho sea
de paso, cuando se habla en este sentido de legalidad no se quiere significar
que el papel de la jurisdicción Contencioso Administrativa excluya la
consideración de si la autoridad ha ajustado sus actuaciones a los cánones
constitucionales, pues el orden jurídico es uno solo y, tal como en forma
reiterada lo han señalado la propia ley, la jurisprudencia y la doctrina, entre
las fuentes de la legalidad se encuentran en el primer nivel la Constitución
Política, los principios que la inspiran, los derechos, deberes y competencias
que consagra.
Ahora bien, para el normal desenvolvimiento
de la vida en sociedad y con el objeto de que la administración pueda cumplir
las funciones que le son propias, los actos administrativos, mientras no sean
incompatibles con la Constitución (artículo 4o. C.N.), gozan de la presunción
de legalidad, la cual únicamente puede ser desvirtuada por medio de sentencia
judicial adoptada, previos los trámites procesales que la ley indique, por la
jurisdicción de lo Contencioso Administrativo. Como quiera que la decisión no
es inmediata, por la necesidad de dar cumplimiento al proceso legalmente
previsto, la propia Constitución ha autorizado a dicha jurisdicción para
suspender provisionalmente, por los motivos y con los requisitos que la ley
establezca, los efectos de los actos administrativos que sean susceptibles de
impugnación por la vía judicial (art. 238 de la Carta Política). Se trata cabalmente
de obtener que el ostensiblemente contrario al Derecho deje de operar mientras
se resuelve de fondo, con lo cual también se está preservando la efectividad de
los derechos que puedan resultar conculcados con su aplicación.
Puesto que la Constitución Política de 1991
no derogó la jurisdicción Contencioso Administrativa, ni disminuyó sus
atribuciones y, por el contrario, destinó el Capítulo 3 del Título VIII a
reiterar las disposiciones básicas con arreglo a las cuales fue estructurada
por el ordenamiento constitucional anterior, fuerza concluir que la institución
de la tutela no vino a sustituirla ni a desplazarla y que resulta indispensable
armonizar, en esta como en otras materias, el artículo 36 de la Constitución y
las normas del Decreto 2591 de 1991 con los demás preceptos de la Carta y con
el resto del ordenamiento jurídico, de modo tal que los diversos ámbitos de
competencia se enmarquen dentro de la órbita que el sistema jurídico señala a
cada uno, a fin de no desquiciar el Estado de Derecho y asegurar la vigencia de
un orden justo, como lo pretende el Preámbulo de la Constitución y la
prevalencia del interés general, como lo quiere su artículo 1o.
Las consideraciones generales que anteceden
me llevan a discrepar del fallo en referencia, no en relación con los
argumentos atinentes al trabajo como derecho fundamental, la libertad de
escoger profesión u oficio, el libre desarrollo de la personalidad, la libertad
económica y los demás elementos de fondo que constituyen su motivación, sino
respecto de la procedencia de la acción de tutela en el caso controvertido, ya
que en mi opinión no era ese el mecanismo que cabía aplicar para la protección
de los derechos posiblemente conculcados, mientras que en la sentencia de la
cual me aparto esa procedencia se supone en cuanto es confirmado el fallo que
concedió el amparo pedido.
En efecto, la revisión que a esta Corte
corresponde debe estar orientada antes que todo a definir si cabía la acción de
tutela y si los jueces cuyas decisiones se examinan la concedieron o negaron
acertadamente dentro de las reglas constitucionales y legales que rigen la
institución. Unicamente después de establecidos esos presupuestos
indispensables puede entrar la Corte a formular sus criterios sobre el alcance
de los derechos en cuestión y a pronunciarse sobre las medidas concretas que
deben ponerse en marcha, si es del caso, para la efectiva y verdadera
protección de los derechos fundamentales.
En el presente asunto, ante la existencia
de un acto administrativo perfectamente identificable, respecto del cual cabía
la acción de nulidad y restablecimiento del derecho consagrada en el Código
Contencioso Administrativo, el petente había podido acudir a los mecanismos de
defensa que el ordenamiento jurídico le otorgaba para obtener la nulidad del
acto que lo afectaba y el restablecimiento de su derecho, y también a la
solicitud de suspensión provisional de dicho acto, con la consecuencia de que,
en el evento de prosperar esta petición, habría quedado sin efecto alguno el
acto administrativo que le impedía ejercer su actividad, haciendo innecesaria
la acción de tutela.
Esta tesis, ya expuesta por la Corte en
varias de sus sentencias de revisión2, encuentra sustento en el propio
artículo 86 de la Constitución a cuyo tenor "esta acción (la de tutela)
solo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa
judicial, salvo que aquélla se utilice como mecanismo transitorio para evitar
un perjuicio irremediable". Tal es el carácter subsidiario o supletorio de
la acción de tutela, que se constituye en una de sus características esenciales
dentro del ordenamiento jurídico colombiano.
La mayoría de la Sala considera que en el
caso sometido a examen cabía la tutela aún bajo el expuesto criterio de la
norma constitucional, ya que se trata precisamente de una acción instaurada
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
A ello respondo, apoyado en el artículo
6o., numeral 1o., del Decreto 2591 de 1991, que el calificativo de irremediable
únicamente puede predicarse respecto de aquel daño "que sólo pueda ser
reparado en su integridad mediante una indemnización", lo cual no ocurre
en este proceso, pues el actor podía lograr, por la vía judicial adecuada, el
restablecimiento en el ejercicio de sus derechos tanto en la sentencia que
fallara de fondo sobre sus pretensiones como en el auto que resolviera sobre su
solicitud de suspensión provisional, esto último con una prontitud y una
eficacia prácticamente iguales a las que podría buscar por el camino de la
tutela.
En torno a la suspensión provisional, debo
reiterar lo que ya aparece consignado de manera perentoria al menos en dos
sentencias de esta Corte, en relación con la competencia exclusiva de la
jurisdicción Contencioso Administrativa para resolver sobre ella, tal como lo
estatuye el artículo 238 de la Constitución, de donde se deriva la
incompetencia de los jueces de tutela para suspender los actos administrativos,
salvo que en el caso concreto no sea procedente o resulte inútil la suspensión
provisional para la protección efectiva del derecho violado o amenazado.
Me permito transcribir lo expresado por la
Corte Constitucional a ese respecto:
- En la sentencia No. T-01 de la Sala
Tercera de Revisión se dijo:
"De lo dicho se desprende que, en los
asuntos al examen de la Corte, los jueces no estaban facultados para invadir la
órbita propia de la Jurisdicción Contencioso-administrativa y es evidente que
lo hicieron"
"Aunque por vía distinta, esas
determinaciones judiciales equivalieron, en sus consecuencias jurídicas y
prácticas, a la suspensión provisional de los enunciados actos administrativos,
la cual únicamente podía provenir de dicha jurisdicción según lo preceptuado
por el artículo 238 de la Constitución, que establece: "La jurisdicción de
lo contencioso administrativo podrá suspender provisionalmente, por los motivos
y con los requisitos que establezca la ley, los efectos de los actos
administrativos que sean susceptibles de impugnación por vía judicial".
La propia norma constitucional anuncia que
la suspensión provisional que decreta la mencionada jurisdicción exigirá
motivos y requisitos, lo cual implica que no siempre cabe aplicarla aun por el
tribunal competente, lo cual resulta luego desarrollado por el Código
Contencioso Administrativo cuando requiere violación, "prima facie",
de precepto superior para que sea posible suspender el acto administrativo.
Este punto no corresponde estudiarlo a cualquier juez sino, de acuerdo con la
Constitución, exclusivamente al que tiene la competencia para decretar la
suspensión provisional."3
- En la sentencia No. T-443 de la misma
Sala se expresó:
"... la atribución de suspender
provisionalmente los efectos de los actos administrativos está específicamente
conferida por la Constitución a la jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo (artículo 238) y mal pueden interpretarse en contra de su
perentorio mandato las disposiciones de los artículos 7 y 8 del Decreto 2591 de
1991, aplicables tan solo a aquellos actos contra los cuales no sea procedente
dicho mecanismo, de conformidad con las reglas generales.
No desconoce la Corte que la última de las
disposiciones citadas, al permitir el ejercicio conjunto de la acción de tutela
con las pertinentes ante la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo,
faculta al juez para ordenar que tratándose de un perjuicio irremediable, se
inaplique el acto particular respecto de la situación jurídica concreta cuya
protección se solicita mientras dure el proceso, pero es obvio que ésta norma
legal parte del supuesto de que en tales casos no procede la suspensión
provisional, pues resultaría innecesario, inconveniente e inconstitucional que,
siendo ella aplicable para alcanzar el específico fin de detener los efectos
del acto cuestionado, se añadiera un mecanismo con idéntica finalidad por fuera
del proceso Contencioso Administrativo y a cargo de cualquier juez de la
República, con el peligro adicional de decisiones contradictorias, máxime si se
tiene en cuenta que también la suspensión provisional se resuelve mediante
trámite expedito tal como lo dispone el Código Contencioso Administrativo.4
Los motivos mencionados hacen que disiente
de la decisión adoptada en la fecha por esta Sala.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
1 Asamblea Nacional Constituyente. Ponencia para primer debate
sobre el trabajo y el trabajador. Guillermo Guerrero, Angelino Garzón, Tulio
Cuevas, Jaime Benítez, Guillermo Perry e Iván Marulanda, Gaceta Constitucional
No. 45 p. 5.
2 Ibídem. p. 6.
3 Corte Constitucional. Sala Séptima de Revisión. Sentencia T-425
de Junio 24 de 1992.
4 Corte Constitucional. Sala Séptima de Revisión. Sentencia T-225
del 17 de junio de 1992.
1 DE LAUBADERE, André: Manual de Derecho Administrativo.
Bogotá. Editorial Temis. 1984, Págs. 7, 8 y 9.
2 Cfr. CORTE CONSTITUCIONAL, Sala Tercera de Revisión. Sentencias
números T-01 de abril 3, T-03 de mayo 11, T-07 de mayo 13, T-408 de junio 8,
T-460 de julio 15, T-443 de julio 6 de 1992.
3 CORTE CONSTITUCIONAL, Sala Tercera de Revisión. Fallo No. T-01 de
abril 3 de 1992
4 CORTE CONSTITUCIONAL, Sala Tercera de Revisión. Fallo No. T-443
del 6 de julio de 1992. |
102 | T-476-92
Sentencia No
Sentencia
No. T-476/92
ACCION
DE TUTELA-Titularidad/PERSONA
JURIDICA
Es
necesario tutelar los derechos constitucionales fundamentales de las personas
jurídicas, no per se, sino en tanto que son vehículo para garantizar los
derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales, en el caso
concreto, a criterio razonable del juez de tutela. Para el ejercicio de la
acción de tutela, cuando una persona natural actúe a nombre de una jurídica es
necesario acreditar la personería correspondiente y su representación. Las
personas jurídicas son, ciertamente, titulares de la acción de tutela.
DERECHO
A LA PERSONALIDAD JURIDICA/ACCION DE TUTELA-Improcedencia
El
derecho fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica, es una
derecho exclusivo de la persona natural; y el Estado, a través del ordenamiento
jurídico, tan sólo se limita a su reconocimiento sin determinar exigencias para
su ejercicio, y ésta es una de las constituciones políticas donde la inmensa
mayoría de los derechos se otorgan sin referencia a la nacionalidad. El derecho
a la personalidad jurídica de la persona moral no constituye un derecho
constitucional fundamental sino un derecho otorgado por la ley si se cumplen
los requisitos exigidos por ésta. Las irregularidades que aparentemente ha
cometido la Cámara de Comercio y el no ejercicio de las funciones que el
Código de Comercio le otorga al representante legal, para cumplir cabalmente su
función, no constituyen la vulneración de un derecho constitucional
fundamental como requisito indispensable para la protección a través del
mecanismo de la acción de tutela, porque el artículo 14 de la Constitución, no
opera para las personas jurídicas, sino como derecho inherente a la persona
natural reconocido por el Estado.
DEBIDO
PROCESO
El
debido proceso es un derecho constitucional fundamental predicable de toda
persona natural como moral cuando con una actuación judicial o administrativa
éste ha sido vulnerado o amenazado. No existe vulneración ni amenaza al derecho
constitucional fundamental del debido proceso de la persona moral en la
actuación administrativa de la Cámara de Comercio y si el apoderado de la
sociedad no comparte las decisiones de la Cámara de Comercio, sus alegaciones
deben ser dirigidas y resueltas por la autoridad competente.
JUEZ
DE TUTELA
Los
jueces de tutela deben examinar, antes del tema relativo a la existencia de
otros medios judiciales de defensa, si se está, o no, en presencia de un
derecho constitucional fundamental, lo cual es un supuesto material y previo a
cualquier otro estudio.
REF:
EXPEDIENTE No. 2069
Peticionario:
Julio Fuenmayor Ramos y Mireya Fuenmayor de Tangarife.
Procedencia:
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cúcuta -Sala Civil-.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé
de Bogotá, D.C., julio veintinueve (29) de mil novecientos noventa y dos
(1992).
La
Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los
Magistrados Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez
Rodríguez,
EN NOMBRE DEL
PUEBLO
Y
POR MANDATO DE
LA CONSTITUCION
Ha
pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el
proceso de tutela identificado con el número de radicación T-2069, adelantado
por Julio Fuenmayor Ramos y Mireya Fuenmayor de Tangarife.
I. ANTECEDENTES
Con
base en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de
1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió,
para efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por
reparto le correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió
formalmente el expediente el día 10 de abril del presente año.
De
conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión
de la Corte entra a dictar Sentencia de Revisión.
1. SOLICITUD.
La
sociedad "Compañía Andina de Maderas Ltda., "CADEMA LTDA.", fue
declarada judicialmente en quiebra, por auto de 29 de agosto de 1991, por el
Juzgado Unico Civil del Circuito Especializado en Comercio, del municipio de
Cúcuta. Debido a lo anterior, el Juez nombró al síndico de la quiebra para que
actuara como representante de la sociedad para todos los efectos legales.
La
junta de socios, a su vez, nombró a un representante legal diferente al
síndico, arguyendo que el quebrado mantiene su personería y capacidad en el
proceso de la quiebra.
Ante
lo anterior, la Cámara de Comercio de Cúcuta, por Resolución No. 11 de
diciembre 12 de 1991, negó la inscripción del representante legal elegido por
la junta de socios, ya que existía ciertamente un síndico en el que se concentraban
los poderes de representación de la sociedad.
Julio
Fuenmayor Ramos y Mireya Fuenmayor de Tangarife, socios únicos de CADEMA LTDA,
interpusieron recurso de reposición y en subsidio de apelación contra la
resolución citada. La reposición confirmó la resolución; con respecto a la
apelación, no se allegó prueba al expediente.
Los
accionantes impetraron acción de tutela ante el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Cúcuta contra la Resolución No. 02 de enero 23 de 1992, que
confirma la Resolución No. 11 de diciembre 12 de 1991, de la Cámara de Comercio
de Cúcuta, que negó la inscripción del representante legal de la sociedad,
decisión que tomaron los socios y que fue elevada a escritura pública.
Los
peticionarios alegan como vulnerados los artículos 14 (reconocimiento de
personalidad jurídica a toda persona) y 29 (debido proceso) de la Constitución
Política de Colombia.
2. FALLOS.
2.1. Del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cúcuta -Sala Civil- (Providencia de
febrero 25 de 1992).
En primera
instancia el Tribunal considera que la tutela, por su naturaleza excepcional,
no cabe en el caso sub-exámine, ya que existían otros medios de defensa
judiciales, tanto contra la decisión de la Cámara de Comercio, como contra la
providencia del Juzgado Unico Civil del Circuito Especializado en Comercio de
Cúcuta.
Aún
así, considera el juzgador, la tutela comporta una excepción al principio antes
señalado, cuando es intentada como medida cautelar para evitar un perjuicio
irremediable.
En el
presente caso, la tutela no fue solicitada como medida cautelar, y no existe un
perjuicio irremediable qué evitar.
En
ese orden de ideas, el Tribunal conviene en declarar improcedente la tutela.
2.2. De
la Corte Suprema de Justicia -Sala de Casación Civil- (Providencia de marzo 26
de 1992).
El ad
quem estima, en acuerdo con el a quo, que existen otros medios de defensa
judicial contra el acto expedido por la Cámara de Comercio de Cúcuta, ya que es
susceptible de ser atacado por la vía contenciosa administrativa.
La
segunda instancia confirma, pues, el fallo de primera.
II. FUNDAMENTOS
JURIDICOS
1.
Competencia.
Es
competente esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para
proferir Sentencia de revisión del fallo dictado por la Sala Laboral de la H.
Corte Suprema de Justicia, con fundamento en los artículos 86 inciso tercero y
241 numeral noveno de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace por
virtud de la selección que de dicho fallo practicó la Sala correspondiente, y
del reparto que se verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta
Corporación.
2. De
la persona jurídica como titular de la acción de tutela.
La
Corte Constitucional ya se ha pronunciado sobre la legitimación de las personas
jurídicas respecto de la acción de tutela. En Sentencia T-411 de la Sala Cuarta
de Revisión consideró:
"Para
los efectos relacionados con la titularidad de la acción de tutela se debe
entender que existen derechos fundamentales que se predican exclusivamente de
la persona humana, como el derecho a la vida y la exclusión de la pena de
muerte (artículo 11); prohibición de desaparición forzada, torturas, tratos o
penas crueles inhumanos o degradantes (artículo 12); el derecho a la intimidad
familiar; entre otros.
Pero
otros derechos ya son exclusivos de los individuos aisladamente considerados,
sino también en cuanto se encuentran en grupos y organizaciones, cuya finalidad
sea específicamente la de defender determinados ámbitos de libertad o realizar
los intereses comunes.
En
consecuencia, en principio, es necesario tutelar los derechos constitucionales
fundamentales de las personas jurídicas, no per se, sino que en tanto que
vehículo para garantizar los derechos constitucionales fundamentales de las
personas naturales, en el caso concreto, a criterio razonable del juez de
tutela1 ".
Posteriormente,
la Sala Tercera de Revisión reafirmó la misma doctrina constitucional en
sentencia T-430, en la cual se afirma:
"Cuando
el artículo 86 de la Constitución establece que 'toda persona tendrá acción de
tutela para reclamar (...) por si misma o por quien actúe a su nombre...', no
está excluyendo a las personas jurídicas, pues el precepto no introduce
distinción alguna y, por el contrario, las supone cobijadas por el enunciado
derecho cuando de modo genérico contempla la posibilidad de solicitar el amparo
por conducto de otro, sin que nada obste dentro del sistema jurídico colombiano
para que una de las especies de ese género esté conformada precisamente por las
personas jurídicas.
Observa
la Corte, sin embargo, que para el ejercicio de la acción de tutela, cuando una
persona natural actúe a nombre de una jurídica es necesario acreditar la
personería correspondiente y su representación; si bien, como lo dice el
artículo 10º del Decreto 2591, los poderes se presumirán auténticos, deben
presentarse2 ".
En
consecuencia esta sala reitera la jurisprudencia establecida y concluye que las
personas jurídicas son, ciertamente, titulares de la acción de tutela.
3.
Del derecho fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica.
El
sujeto razón y fin de la Constitución de 1991 es la persona humana. No es pues
el individuo en abstracto, aisladamente considerado, sino precisamente el ser
humano, en su dimensión social, visto en la tensión individuo-comunidad, la
razón última de la nueva Carta Política.
El
artículo 14 de la Constitución establece:
"Toda
persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica".
3.1.
Titular del derecho.
El
derecho fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica a que se
refiere el artículo 14 de la Carta Fundamental es una derecho exclusivo de la
persona natural; y el Estado, a través del ordenamiento jurídico, tan sólo se
limita a su reconocimiento sin determinar exigencias para su ejercicio, y ésta
es una de las constituciones políticas donde la inmensa mayoría de los derechos
se otorgan sin referencia a la nacionalidad.
Esta
afirmación se comprueba al estudiar los instrumentos internacionales sobre el
reconocimiento de la personalidad jurídica interpretados a la luz del artículo
93 de la Constitución que determinan quién es el titular del derecho
constitucional fundamental establecido en el artículo 14 de la Constitución.
El
artículo 93 constitucional le confiere a los tratados internacionales sobre
derechos humanos el carácter de norma prevalente en el ordenamiento interno, si
se ajustan al orden constitucional, y les otorga la condición de criterio de
interpretación constitucional para buscar el sentido de los derechos y deberes
consagrados en la Carta Fundamental.
El
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ratificado por Colombia en
virtud de la Ley 74 de 1968, en su artículo 16 establece:
"todo ser humano tienen derecho, en todas partes,
al reconocimiento de su personalidad jurídica".
La
razón jurídica del derecho fundamental al reconocimiento de la personalidad
jurídica la encontramos en el Preámbulo del Pacto Internacional que reconoce: "que
estos derechos se derivan de la dignidad inherente a la persona humana".
A la
misma conclusión se llega por vía de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos que en su artículo 1º numeral 2º dice que para los efectos de esta
Convención "persona es todo ser humano", y el artículo 3º consagra,
"que toda persona tiene derecho al reconocimiento de su personalidad
jurídica".
Como
fundamento ideológico orientador de las disposiciones sobre derechos humanos en
el mundo, es imperativo hacer mención a la Declaración Universal de Derechos
Humanos, que en su artículo 6º establece:
"todo
ser humano tiene derecho, en todas partes al reconocimiento de su personalidad
jurídica".
Así
pues, para la interpretación del artículo 14 de la Constitución se hace
necesario recurrir al análisis de los Instrumentos Internacionales y de ellos
se deduce claramente que el derecho al reconocimiento de la personalidad
jurídica es un derecho inherente a la persona humana y que la labor del Estado
es de constanción y no de creación.
El
tema de discusión se ha centrado en si la personalidad jurídica la reconoce el
Estado o éste en un acto de poder, la crea.
El
positivismo extremo, teniendo como principales exponentes a Hans Kelsen y
Giovanny Gentile, consideraron que el Estado como personificación del orden
jurídico total (Kelsen) y como todo moral y absoluto ( Gentile), es el creador,
a través de las leyes, desde la fundamental hasta la codificada, de toda
realidad jurídica, de tal manera, que si algo no es instituido dentro de la categoría
personal, en el mundo jurídico no existe.
Rene
Casin inspirado en Radbruch (Alemania), del Vecchio (Italia), Holmes,
Frank, Cardozo (Realismo Norteamericano), Hart (Inglaterra) y otros en los
proyectos de redacción y unificación de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, llegó a la siguiente conclusión doctrinaria: El Estado no
crea la personalidad jurídica, porque sería absurdo que una entidad cultural
como el Estado sea la creadora de una entidad natural como la personalidad
jurídica; de tal manera, que el Estado debe reconocer la realidad
preexistente al mismo Estado: la personalidad jurídica del ser humano.
El
reconocimiento jurisprudencial del raciocinio anterior impide la arbitrariedad
que se presentó en los regímenes totalitarios, en cuyas legislaciones la
personalidad jurídica estaba restringida a determinados seres humanos.
3.2.
La personalidad jurídica de la persona natural.
Es
necesario que los seres humanos se les reconozca la cualidad de personalidad
jurídica en su sentido jurídico-político es decir que el primer derecho de todo
hombre es el derecho que le define el estatus de persona jurídica, como lo
considera Karl Larenz "la condición de persona es la cualidad que
distingue al hombre sobre todos los demás seres vivientes..."3 .
El
estudio del concepto de persona en la ciencia del derecho civil y en la ciencia
del derecho natural nos permite advertir que el concepto jurídico de persona es
el más abarcante de los conceptos jurídicos, por ser, precisamente, el
fundamento de toda la realidad jurídica.
El
problema está en definir a la persona si es "ser ante" o "ser
por". Si se admite que la persona es un alguien para el derecho, debe de
igual modo, aceptarse que su personalidad jurídica simplemente le es reconocida
por el ordenamiento jurídico positivo4 .
Es
decir el derecho no le agrega nada a la estructura óntica de la persona humana,
le reconoce y le protege su titularidad natural, así como la dignidad que le
corresponde por el derecho de ser persona. En definitiva una persona es una
realidad única e irrepetible filosófica y jurídicamente.
4.
Argumento subjetivo.
En el
informe-ponencia5
para primer debate de la Carta de Derechos, Deberes, Garantías y Libertades
presentado por el Constituyente Diego Uribe Vargas se expresa que:
"El
eje primordial de la democracia radica en reconocerle a los ciudadanos y
personas que habitan en Colombia, un conjunto de garantías que no sólo
dignifiquen el contenido de la vida, sino que favorezcan progresivamente la
formulación de las nuevas libertades que la evaluación contemporánea han ido
poniendo en evidencia .
Este
artículo que aparece en la Declaración Universal de Derechos Humanos, y que se
reproduce igualmente en el Pacto de San Jose de Costa Rica y en los
instrumentos referentes a la materia, expresa el reconocimiento del individuo
como sujeto principal del derecho, cuyos atributos tienen valor remanente.
Los
atributos que la doctrina reconoce a la persona son: el nombre, el domicilio,
el estado civil, el patrimonio, la nacionalidad y la capacidad. No puede
haber personas a quienes se les niegue la personalidad jurídica, ya que ello
equivaldría a privarles de capacidad para ejercer derechos y contraer
obligaciones."
(subrayas
fuera del texto)
5. El
atributo de la personalidad jurídica de la persona moral.
La
condición de personalidad jurídica hace del hombre categoría de sujeto de
derecho, no es un estatus exclusivo, la puede otorgar el Estado a otras
realidades producto del ser humano en su tensión individuo-sociedad que genera
el derecho a la libre asociación para el desarrollo de las distintas actividades
que las personas realizan en sociedad y tal como lo establece el artículo 38 de
la Constitución Política, lógicamente este derecho estará sometido a las
condiciones que el ordenamiento jurídico exige para su otorgamiento.
En el
derecho colombiano se distinguen dos tipos de personas a saber: las personas
naturales y las personas jurídicas (artículo 73 del Código Civil).
a)
Personas naturales: son absolutamente todos los seres humanos (artículo 74 del
Código Civil).
b)
Personas jurídicas: el artículo 633 del Código Civil las define de la siguiente
manera:
"Se
llama persona jurídica, una persona ficticia, capaz de ejercer derechos y
contraer obligaciones civiles, y de ser respetada judicial y extra
judicialmente".
El
artículo 38 de la Constitución se limita a la garantía del derecho de
asociación para el desarrollo de las distintas actividades que las personas
realizan en sociedad.
La
norma efectivamente no contienen ningún tipo de restricción y su otorgamiento
está condicionado al objeto social.
Esta
interpretación se debe realizar a partir del artículo 93 de la Constitución en
relación con el artículo 16.2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
"Pacto de San José de Costa Rica" que establece ..."El ejercicio
de tal derecho [se refiere al derecho de asociación] sólo puede estar sujeto a
las restricciones previstas por la ley que sean necesarias en una sociedad
democrática, en interés de la seguridad nacional, de la seguridad o del orden
públicos, o para proteger la salud o la moral públicas o los derechos y
libertades de los demás..."
Para
el otorgamiento de la personalidad jurídica de la persona moral se requiere de
un acto constitutivo, que varía en cada caso, de conformidad con la calidad de
la persona jurídica.
Es
así como a diferencia del reconocimiento de la personalidad jurídica de la
persona natural, la persona moral para obtener su personalidad jurídica y
ejercer los derechos que le están consagrados en la Constitución (que como ente
colectivo representa los derechos fundamentales de las personas naturales que
lo integran).
En
consecuencia, la adquisición de la personalidad jurídica de la persona moral
depende del cumplimiento de requisitos, de tal manera que la obtención de
actuar jurídicamente -establecimiento de relaciones jurídicas- proviene del
reconocimiento externo y formal de la existencia de la parte que se relaciona.
Como
excepciones al principio de que la personalidad jurídica es constitutiva,
encontramos el artículo 39 de la Carta, que establece que los trabajadores y
empleadores tienen derecho a constituír sindicatos o asociaciones, sin
intervención del Estado. Su reconocimiento jurídico se producirá con la simple
inscripción del acta de constitución.
Así
las cosas, para esta Sala de Revisión y con base en los planteamientos
anteriormente expuestos, se concluye que el derecho a la personalidad
jurídica de la persona moral no constituye un derecho constitucional
fundamental sino un derecho otorgado por la ley si se cumplen los requisitos
exigidos por ésta.
6.
Del caso concreto.
Manifiesta
el peticionario, apoderado de la Sociedad CADEMA Ltda, que la Cámara de
Comercio de Cúcuta, al negar la inscripción del representante legal, está
violando flagrantemente el derecho constitucional consagrado en el artículo 14
de la Carta Fundamental, que señala que toda persona tiene derecho al
reconocimiento de su personalidad jurídica.
Fundamenta
su solicitud en la negativa de la Cámara de Comercio a registrar la escritura
pública mediante la cual se designó el representante legal de la sociedad, ésta
no puede ejercer el derecho de defensa ante el Juzgado Unico Especializado en
Comercio de la ciudad de Cúcuta, en el que cursa el proceso de quiebra de la
sociedad ya mencionada.
Los
peticionarios fundamentan su solicitud en la vulneración de dos derechos
fundamentales:
a- En
el caso concreto el petente es persona moral. El artículo 86 de la Constitución
establece que toda persona tendrá acción de tutela.
Tanto
el artículo 86 de la Constitución como el artículo 10º del Decreto 2591, exigen
la vulneración o amenaza de un derecho constitucional fundamental como unos de
los requisitos para la protección a través de la acción de tutela.
Así
las cosas, las irregularidades que aparentemente ha cometido la Cámara de
Comercio de la ciudad de Cúcuta y el no ejercicio de las funciones que el
Código de Comercio le otorga al representante legal, para cumplir cabalmente su
función, no constituyen la vulneración de un derecho constitucional
fundamental como requisito indispensable para la protección a través del
mecanismo de la acción de tutela, porque el artículo 14 de la Constitución, no
opera para las personas jurídicas, sino como derecho inherente a la persona
natural reconocido por el Estado.
No
existiendo el derecho constitucional fundamental amenazado o vulnerado y siendo
éste un elemento esencial para la protección, para esta Sala de Revisión de la
Corte Constitucional los hechos descritos por los peticionarios no constituyen
vulneración del derecho constitucional fundamental consagrado en el artículo 14
de la Carta y que se refiere al reconocimiento de la personalidad jurídica por
cuanto éste sólo es exclusivo de la persona natural y no de la moral como es el
caso de la sociedad CADEMA Ltda.
b-
Por otra parte se refiere igualmente el peticionario al artículo 29 de la
Constitución, por considerar que existió una vulneración al debido proceso.
El
debido proceso es un derecho constitucional fundamental predicable de toda
persona natural como moral cuando con una actuación judicial o administrativa
éste ha sido vulnerado o amenazado.
Así
lo entendió el Constituyente de 1991, y en el artículo 29 de la Constitución se
hace una clara determinación de la aplicación del debido proceso a toda clase
de actuaciones administrativas6 .
En el
caso concreto y analizadas las pruebas aportadas al expediente se desprende que
la Cámara de Comercio de Cúcuta notificó en debida forma la Resolución número
011 de diciembre 12 de 1991, y durante el término de la ejecutoria fue
interpuesto el recurso de reposición y en subsidio apelación (del que no se conoce
su resultado).
Por
lo tanto, para esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional, no existe
vulneración ni amenaza al derecho constitucional fundamental del debido proceso
de la persona moral en la actuación administrativa de la Cámara de Comercio de Cúcuta
y si el apoderado de la sociedad no comparte las decisiones de la Cámara de
Comercio, sus alegaciones deben ser dirigidas y resueltas por la autoridad
competente.
Sin
ser el argumento central de la Sentencia de Revisión, esta Sala debe ocuparse
del argumento expuesto tanto por el Tribunal Superior de Cúcuta -Sala Civil de
Decisión- como por la Corte Suprema de Justicia -Sala de Casación Civil-, en
relación a la improcedencia de la tutela por encontrarse manifiesta la causal
establecida en el numeral 1º del artículo 6º del Decreto 2591 de 1991 que
consagra la improcedencia cuando existan otros medios judiciales de defensa. En
este sentido esta Sala anota que los jueces de tutela deben examinar, antes del
tema relativo a la existencia de otros medios judiciales de defensa, si se
está, o no, en presencia de un derecho constitucional fundamental, lo cual es
un supuesto material y previo a cualquier otro estudio. Esta aclaración se hace
en ejercicio de la función pedagógica de la Constitución, de que trata el
artículo 41 de la Carta.
En
mérito de lo expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
Primero.-
Confirmar la Sentencia proferida por la Corte Suprema de Justicia -Sala de
Casación Civil-, por las razones expuestas en esta Sentencia.
Segundo.- A
través de la Secretaría General de la Corte Constitucional enviar copia de esta
Sentencia a la Corte Suprema de Justicia -Sala de Casación Civil-, al Tribunal
Superior de Cúcuta - Sala de Decisión Civil-, a la Cámara de Comercio de
Cúcuta, a la Superintendencia de Sociedades y a la sociedad peticionaria
"Compañía Andina de Maderas Ltda". CADEMA Ltda.
Cópiese,
publíquese, comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional y cúmplase.
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Sustanciador
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Magistrado
1 Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia T-411
del 17 de junio de 1.992.
2 Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-430
del 24 de julio de 1.992.
3 LARENZ, Karl. Derecho Civil. Parte General (Madrid 1.978), Ed.
Revista de Derecho Privado. P. 44.
4 Cfr, HOYOS CASTAÑEDA, Ilva Myriam. El Concepto de persona y los
derechos humanos. Universidad de la Sabana. Santa Fe de Bogotá. 1.991. En la
obra citada la autora hace una análisis del concepto jurídico de persona y su
dimensión jurídica en las varias teorías.
5 Gaceta Constitucional No. 82, página 10 a 16.
6 Cfr, Sentencia número T-11 del 22 de mayo de 1.992, de la Sala
Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional. |
103 | T-480-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-480/92
DERECHO AL BUEN
NOMBRE/HABEAS DATA/DERECHO A LA HONRA
El derecho al
buen nombre que el accionante reclama está instituido como fundamental obliga a
todos y en toda clase de relaciones, tanto oficiales como particulares y sean
ellas públicas o privadas; su respeto, por supuesto, es más exigente y estricto
cuando se trata de relaciones o situaciones públicas, dado el carácter del
derecho que se protege, el cual se desenvuelve muy especialmente ante una
opinión circundante más o menos amplia y comprensiva de una gran variedad de
relaciones personales. La honra es, igualmente, un derecho fundamental.
Conforme a estos dos principios, toda persona tiene derecho a que lo que se
exprese, sienta y piense de él por los demás corresponda a una estricta
realidad de sus conductas y condiciones personales, especialmente de sus
bondades y virtudes, de manera que la imagen no sufra detrimento por
informaciones falsas, malintencionadas o inoportunas. El petente tiene derecho
a que se dé a la publicidad una noticia clara y sincera en este sentido.
REF.: EXPEDIENTE
No. T-1098
Actor: ENRIQUE
MALDONADO SANTOS
Derechos: Buen
nombre y honra.
Magistrado Ponente:
Dr. JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Aprobada según acta
No. 5
Santafé de Bogotá,
D.C., diez (10) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. INTRODUCCION.
Procede la Corte
Constitucional a resolver en vía de revisión sobre la acción de tutela
intentada por el señor ENRIQUE MALDONADO SANTOS contra los editores de la
publicación mensual llamada "CLAMOR", que es medio de expresión de la
organización conocida como COOPDESARROLLO (Central Cooperativa de Crédito y Desarrollo
Social).
II. LA DEMANDA.
Narra el señor
Maldonado que en el número 33 de junio 1989 del periódico "CLAMOR",
en primera página, se publicó la noticia de que había sido denunciado por los
delitos de calumnia e injuria por el señor ADRIANO PRIETO CESPEDES, gerente de
la Regional de COOPDESARROLLO en Bogotá; que posteriormente fue absuelto de
todo cargo por el Juzgado Tercero Penal Municipal, por lo cual solicitó la
respectiva rectificación sin ser atendido por las personas responsables; pide
que se ordene tal rectificación.
III. LA
INSTANCIA.
El 17 de febrero del
año en curso, la Sala de Decisión Penal correspondiente del Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Bogotá pronunció fallo que fue favorable a las
pretensiones del actor por cuanto se hallaron probados los hechos y se pensó
que:
"Encuentra la
Sala que el peticionario tiene derecho a que su buen nombre quede a salvo,
porque aún cuando las afirmaciones hechas por el mencionado tabloide eran
ciertas en su momento, pues evidentemente, se había instaurado una denuncia
penal en contra de ENRIQUE MALDONADO por los delitos de injuria y calumnia, y
que se le había dictado medida de aseguramiento, cuestiones que fueron
conocidas por todas las personas que tuvieron acceso a dicha publicación e
información, no es menos cierto que al haber sido favorecido por auto de
cesación de procedimiento por esos mismos hechos, en aras a su buen nombre, a
su buena imagen, tiene derecho a que con el mismo despliegue que se hizo
anteriormente, se publique la información de que en ningún momento cometió los
delitos por los que se le acusó".
IV. LOS EFECTOS
DEL FALLO.
Para dar
cumplimiento a la sentencia, según se dice, se publicó la siguiente noticia en
"CLAMOR", No. 59, enero-febrero, 1992:
"Cesan procedimiento a Enrique
Maldonado S."
"Como se hizo
saber con pretérita oportunidad, el doctor Adriano Prieto Céspedes, a través de
apoderado, formuló denuncia penal en contra de Enrique Maldonado Santos por los
delitos de injuria y calumnia.
El Juzgado 3 Penal
Municipal de Bogotá, despacho que adelantó el proceso y en su oportunidad dictó
contra el procesado medida de aseguramiento consistente en caución, al
calificar el mérito del sumario resolvió cesar el procedimiento en contra de
Maldonado Santos, por estimar que sus afirmaciones no materializan una
imputación directa, clara y precisa de un hecho punible.
Cabe anotar que en
el curso del proceso Maldonado Santos negó ser el autor de las especies
contenidas en sus propios escritos endilgando tal autoría al señor Juan Jesús
Arévalo, funcionario de la Superintendencia Bancaria, quien concurrió al
Juzgado y bajo la gravedad del juramento manifestó no constarle nada sobre los
hechos investigados".
V.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
La competencia de la
Corte Constitucional se desprende de los artículos 86 y 241-9 de la
Constitución Nacional así como de los artículos 33 y ss. del Decreto 2591 de
1991. La acción se rituó debidamente.
El derecho al buen
nombre que el accionante reclama está instituido como fundamental por el
artículo 15 de la Carta Política, según el cual "el Estado debe
respetarlo(s) y hacerlo(s) respetar", de lo que se deduce que obliga a
todos y en toda clase de relaciones, tanto oficiales como particulares y sean ellas
públicas o privadas; su respeto, por supuesto, es más exigente y estricto
cuando se trata de relaciones o situaciones públicas, dado el carácter del
derecho que se protege, el cual se desenvuelve muy especialmente ante una
opinión circundante más o menos amplia y comprensiva de una gran variedad de
relaciones personales.
La honra es,
igualmente, un derecho fundamental consagrado en el artículo 21 constitucional.
Conforme a estos dos
principios, toda persona tiene derecho a que lo que se exprese, sienta y piense
de él por los demás corresponda a una estricta realidad de sus conductas y
condiciones personales, especialmente de sus bondades y virtudes, de manera que
la imagen no sufra detrimento por informaciones falsas, malintencionadas o
inoportunas.
Grande es
ciertamente la importancia de estos derechos porque el hombre necesita de que
la opinión social dé apoyo cierto a sus valoraciones de sí mismo, a la prudente
evaluación de su persona y al justo orgullo que le permite llevar una vida
importante y significativa, a más de que la imagen que se tenga de él determina
en alta medida el trato que se le dá por los demás en una muy amplia gama de
circunstancias que tienen que ver con toda clase de aspectos de su vida desde
los afectivos hasta los económicos.
En el caso de autos,
el periódico "CLAMOR" publicó en su entrega No. 33 de junio de 1989
que el señor ENRIQUE MALDONADO había sido denunciado por los delitos de
calumnia e injuria por el señor ADRIANO PRIETO CESPEDES, gerente de la regional
de Bogotá de COOPDESARROLLO, a lo que agregó muy breves informaciones ceñidas a
la verdad; esto se hizo en la primera página y en forma destacada. A su turno,
en la edición No. 36 de septiembre de 1989, el mismo periódico, igualmente
publicó la noticia de que se había dictado "MEDIDA PREVENTIVA CONTRA
ENRIQUE MALDONADO SANTOS" sin comentarios adicionales.
Ahora bien, ocurrió
que el Juzgado Tercero Penal Municipal de Bogotá por providencia de 28 de junio
de 1991 ordenó cesar todo procedimiento en el averiguatorio anunciado por
considerar que no se configuraba ninguna conducta delictiva o hecho punible.
Es obvio, entonces,
que el petente tiene derecho a que se dé a la publicidad una noticia clara y
sincera en este sentido, tal como lo ordenó el Tribunal de instancia, efecto al
cual en el número 59, enero-febrero de 1992, del periódico dicho se dió a
conocer la información respectiva, en sitio y proporciones aceptables, pero con
un contenido distorsionado y malintencionado que no satisface los derechos de
buen nombre y honra del dolido, especialmente el último párrafo de lo
publicado. Por este motivo, la Corte Constitucional confirmará la sentencia que
es objeto de revisión pero ordenará que se publique un texto exacto y
verdadero, como se redactará en la parte resolutiva.
VI. DECISION.
Por todo lo
anterior, la Corte Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo
y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO.- SE CONFIRMA la sentencia
dictada el 17 de febrero de este año por la Sala de Decisión Penal del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá en la acción de tutela propuesta por
el señor ENRIQUE MALDONADO SANTOS contra el periódico "CLAMOR",
órgano de expresión de la Central Cooperativa de Crédito y Desarrollo Social
(COOPDESARROLLO).
SEGUNDO.- SE ORDENA al periódico mencionado que en
su próxima edición, en su primera página y en la misma forma destacada como se
hicieron las publicaciones antecedentes, publique el siguiente texto.
"CESAN PROCEDIMIENTO CONTRA
ENRIQUE MALDONADO SANTOS
"En la entrega
No. 33 de junio de 1989, este periódico informó a sus lectores que el señor
Enrique Maldonado Santos había sido denunciado por los delitos de calumnia e
injuria por el señor Adriano Prieto Céspedes.
"Posteriormente,
en nuestra edición No. 36 de septiembre del mismo año, informamos que contra
dicho señor se habían dictado medidas de aseguramiento, dentro del proceso
dicho.
"Hoy, con igual
criterio, informamos que el juzgado de conocimiento, que lo fue el Tercero Penal
Municipal de Bogotá, ordenó cesar todo procedimiento en contra del señor
Maldonado, por encontrar que no se configuró un hecho punible en razón de la
conducta denunciada."
TERCERO.- Para los efectos del artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991, comuníquese al Tribunal de origen.
Cúmplase, cópiese y
publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
104 | T-481-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-481/92
DERECHO DE
PETICION/SILENCIO ADMINISTRATIVO NEGATIVO
Consiste no
simplemente en el derecho de obtener una respuesta por parte de las autoridades
sino de que haya una resolución del asunto solicitado, lo cual si bien no
implica que la decisión sea favorable, tampoco se satisface sin que se entre a
tomar una posición de fondo, clara y precisa, por el competente; por esto puede
decirse también que el derecho de petición que la Constitución consagra no
queda satisfecho con el silencio administrativo negativo que algunas normas
disponen, pues esto es apenas un mecanismo que la ley se ingenia para que el
adelantamiento de la actuación sea posible y no sea bloqueada por la
Administración, especialmente con vista en la promoción de las acciones
judiciales respectivas, pero en forma ninguna cumple con las exigencias constitucionales
que se dejan expuestas y que responden a una necesidad material y sustantiva de
resolución y no a una consecuencia meramente formal y procedimental, así sea de
tanta importancia.
DERECHO AL
TRABAJO/DERECHO A LA SEGURIDAD SOCIAL
El derecho al
trabajo es un derecho fundamental, él da lugar a una serie de prestaciones que
se reflejan en la seguridad social, pero que en este caso, ésta, por ser
derivación directa e inmediata del trabajo, no es la seguridad social genérica
y programáticamente universal de que trata el artículo 48 ibidem y de cuyo
carácter como derecho fundamental puede dudarse. La pensión de invalidez de
que trata este asunto, aunque está enmarcada dentro del régimen de la seguridad
social -específica y concreta- es resultado directo e inmediato del trabajo y,
como éste, es derecho fundamental y merece especial protección del Estado.
REF.: EXPEDIENTE
No. T-1820
Actor: GERMAN BRAVO
FRANCO.
Derecho de petición
y derecho al trabajo.
Magistrado Ponente:
Dr. JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Aprobada según acta
No. 5
Santafé de Bogotá,
D.C. diez (10) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Séptima de
Revisión de acciones de tutela procede a resolver por vía de revisión lo que
corresponde en la intentada contra el Instituto de Seguros Sociales por el
señor GERMAN BRAVO FRANCO.
I. ANTECEDENTES
Y ACTUACION.
Por intermedio de
apoderado, el señor GERMAN BRAVO FRANCO instauró acción de tutela contra el
INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES, específicamente en cabeza del Jefe de
Prestaciones Económicas de la División del Atlántico, para que se dieran los
pasos conducentes al reconocimiento de una pensión por invalidez a la que él
creía tener derecho, como se verá.
Correspondió el
conocimiento al Juzgado Noveno de Instrucción Criminal de Barranquilla,
despacho que después de oir bajo juramento al apoderado del actor, practicó
tres inspecciones judiciales, a saber, dos a la oficina de Prestaciones
Económicas del Instituto, los días 23 y 24 de enero del año en curso, y una a
la Oficina de Medicina Legal Laboral en la primera fecha citada, con los
resultados más magros y pobres que sea posible imaginar, no por culpa del
Juzgado, sino por la vergonzosa desorganización y descuido que imperan en la
Oficina de Prestaciones Económicas.
Luego el Juzgado
falló la acción, denegándola, porque "no procede en este momento",
en proveido del 29 de enero con base en el increible, insostenible y censurable
argumento que a continuación se transcribe:
"En el caso que
nos ocupa u (sic) de conformidad con la práctica de las diligencias adelantadas
por el despacho en el término señalado por la ley y verificado que está en
curso el reconocimiento de la pensión de invalidez del señor Germán Bravo Franco,
lo cual será remitido a Santafé de Bogotá en donde se encuentra centralizado
todo lo referente a ese ente adscrito al Ministerio del Trabajo y Seguridad
Social por lo que no ha habido omisión en el trámite para el reconocimiento de
su derecho por que el kárdex así lo indica y en próximos días estará resuelto
el derecho solicitado".
Después, por
impugnación formulada por el apoderado del actor, una Sala Unitaria del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla revocó la decisión de
primera instancia en providencia cuyo texto íntegro fue después suscrito por la
respectiva Sala de Decisión Penal que intervino por orden de esta Corte, que
consideró que ésta y no aquella era la manera legal de tomar la decisión
tratándose de una sentencia en debida forma.
El numeral 1o. de la
parte resolutiva dice así:
"1.- Revocar,
como en efecto revoca, en todas sus partes el fallo de tutela dictado por el
Juzgado Noveno de Instrucción Criminal, y en consecuencia de ello se ordena con
base en el artículo 28, del Decreto 2591, que en el término de 3 días se
disponga lo pertinente por el Jefe de Prestaciones Económicas para que se
constate en el Kárdex o en los archivos del I. S. S., que forman parte del
Departamento de Prestaciones Económicas, si se encuentra el expediente
correspondiente a la solicitud de pensión de invalidez correspondiente al señor
GERMAN BRAVO FRANCO, a fin de que sea enviado inmediatamente a la oficina que
corresponda en la ciudad de Bogotá con la información pertinente para su pronto
reconocimiento.
De las actividades
tendientes a cumplir con lo ordenado en esta decisión, se dará información en
el término máximo de 48 horas, como lo ordena esa misma norma".
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
Después de algunos
estudios traídos en fotocopia al expediente, el 30 de septiembre de 1990 la
Oficina de Medicina Legal Laboral evaluó al señor BRAVO FRANCO y le halló una
ceguera bilateral absoluta e irreversible consecutiva a trauma craneano, por lo
cual pidió que se le reconociera por parte del Instituto "pensión por gran
invalidez", la que fue solicitada por el interesado el 2 de octubre del
mismo año, bajo el número 10ll; se estableció que el 24 de enero de 1992 el I.
S. S., Oficina de Prestaciones Económicas de la Seccional del Atlántico, ni
siquiera sabía dónde y en qué estado se encontraba el expediente respectivo,
por lo que las críticas que en el presente fallo se hacen a esa dependencia y
al Juzgado de origen que justificó esta situación son fundadas. A raíz del
primer fallo de segunda instancia que así lo ordenó, el asunto fue remitido a
la oficina competente del I. S. S. en Bogotá el 16 de marzo, pero se ignora si
ha sido resuelto.
Dos son los derechos
fundamentales que ostensiblemente se violaron al petente, a saber, el de petición
(art. 23, C.N.), pues la suya no fue resuelta dentro de los términos legales,
pero ni siquiera dentro de periodos humanamente imaginables, como se ha
descrito, y se cometió con él una absurda arbitrariedad en todas las formas
reprochable; y el del trabajo (art. 25. C.N.) que es uno de los fines del
estado y constituye fundamento de la República.
En lo pertinente, el
artículo 23 de la actual Constitución consagra el derecho de petición en los
mismos términos que venían de la anterior, bajo la cual fue concebida en la
forma más amplia, pues de él se derivan facultades y poderes tan amplios como
los de pedir en contención ante la administración de justicia, por un extremo,
hasta los de, mediante su ejercicio, cumplir una función de control de la función
pública, de manera que su importancia es manifiesta. Es de notar que él
consiste no simplemente en el derecho de obtener una respuesta por parte de las
autoridades sino de que haya una resolución del asunto solicitado, lo cual si
bien no implica que la decisión sea favorable, tampoco se satisface sin que se
entre a tomar una posición de fondo, clara y precisa, por el competente; por
esto puede decirse también que el derecho de petición que la Constitución
consagra no queda satisfecho con el silencio administrativo negativo que
algunas normas disponen, pues esto es apenas un mecanismo que la ley se ingenia
para que el adelantamiento de la actuación sea posible y no sea bloqueada por
la Administración, especialmente con vista en la promoción de las acciones
judiciales respectivas, pero en forma ninguna cumple con las exigencias
constitucionales que se dejan expuestas y que responden a una necesidad
material y sustantiva de resolución y no a una consecuencia meramente formal y
procedimental, así sea de tanta importancia.
En cuanto al derecho
al trabajo (Preámbulo y arts. 1, 25, 26, 39, 53, 55 y 56 C.N.), que es sin la
menor duda un derecho fundamental, basta decir para los propósitos de este
fallo que él da lugar a una serie de prestaciones que se reflejan en la
seguridad social, pero que en este caso, ésta, por ser derivación directa e
inmediata del trabajo, no es la seguridad social genérica y programáticamente
universal de que trata el artículo 48 ibidem y de cuyo carácter como derecho
fundamental puede dudarse. La pensión de invalidez de que trata este asunto,
aunque está enmarcada dentro del régimen de la seguridad social -específica y
concreta, como se ha dicho- es resultado directo e inmediato del trabajo y,
como éste, es derecho fundamental y merece especial protección del Estado.
Tal vez esta
consideración fue la que llevó al Tribunal, después de extraviar el rumbo y de
dudar sobre estos conceptos, a decir: "Pues bien, analizadas las
circunstancias por las cuales atraviesa la vida del señor GERMAN BRAVO FRANCO,
el suscrito Magistrado (sic) considera posible, inclusive, NECESARIO, reconocer
la acción de tutela en su favor", planteamiento que la Corte comparte.
La Corte, pues,
confirmará la decisión del tribunal, pero la adicionará para que su orden sea
más efectiva y célere, como el caso lo amerita y es de justicia, como se verá.
III. DECISION.
Por virtud de lo
dicho, la Corte Constitucional, Sala Séptima de Revisión, en nombre del pueblo
y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO.- CONFIRMASE la sentencia dictada el 25 de
junio de 1992 por la Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Barranquilla, mediante la cual se revocó la proferida por el
Juzgado Noveno de Instrucción Criminal radicado el 29 de enero de este año, en
la acción de tutela instaurada por el señor GERMAN BRAVO FRANCO contra el
INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES (I. S. S.).
SEGUNDO.- SE ADICIONA el fallo antedicho en el
sentido de ordenar al INSTITUTO DE SEGUROS SOCIALES, OFICINA CENTRAL en Bogotá
que sea competente, que resuelva de fondo y en concreto respecto a la pensión
de invalidez de que aquí se trata en el término de 15 días hábiles a partir de
la notificación de esta sentencia, lo cual acreditará inmediatamente después
ante el Juzgado de Primera Instancia, bajo las sanciones legales del artículo
53 del Decreto 2591 de 1991.
TERCERO.- Por la razón y para los efectos de que trata
el artículo 36 ibidem, comuníquese al Juzgado de primera instancia, el cual
procederá a notificar este fallo de manera expedita e inmediata tanto a la
Seccional del Instituto en Barranquilla como a la Oficina Central en Bogotá y
velará por su estricto y oportuno cumplimiento.
Cúmplase, insértese
en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Magistrado
Ponente
CIRO
ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Magistrado
MARTHA V.
SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
105 | T-482-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-482/92
ACCION DE
TUTELA/TUTELA CONTRA PARTICULARES/SERVICIO PUBLICO DE EDUCACION
La acción de
tutela fue instituida como un medio para lograr la protección de los derechos
fundamentales, cuando hayan sido vulnerados o amenazados por las autoridades
públicas y encomendó a la ley regular en qué casos procede contra particulares,
entre los cuales, se incluyó a los encargados de la prestación del servicio
público de la educación, de tal manera que la actuación adelantada por la
Corporación Universitaria de Boyacá, como institución no oficial de educación
superior, será sometida a consideración por esta Corte.
DEBIDO PROCESO
En el caso
sometido a estudio y de conformidad con las pruebas allegadas al proceso, la
medida acogida por el Consejo Académico no se ciñó a lo establecido en el
Reglamento Estudiantil expedido por el Consejo Directivo de la Corporación
Universitaria de Boyacá, ya que no precedió comunicación alguna al educando,
con el fin de darle a conocer los hechos materia de la investigación, por lo
que se le negó la posibilidad de ejercer el derecho de defensa, exponiendo su
caso, controvirtiendo lo que en su contra fue alegado, con audiencia de las
directivas de la entidad aquí cuestionada. Hay una verdadera lesión al derecho
reglado en el artículo 29 de la C.N. según el cual el debido proceso deberá ser
observado en toda clase de actuaciones no solo judiciales sino también
administrativas.
REF.: EXPEDIENTE
No. T-2407
Acción de tutela
instaurada por JULIO CESAR RAMIREZ PULIDO contra el Consejo Académico de la
Corporación Universitaria de Boyacá.
Magistrado Ponente:
Dr. JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Aprobado según acta
No. 5
Santafé de Bogotá,
D.C., diez (10) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
El señor JULIO CESAR
RAMIREZ PULIDO, personalmente, con el fin de lograr el restablecimiento de los
derechos constitucionales fundamentales, los que considera le fueron
conculcados, presenta acción de tutela y la dirige contra el Consejo Académico
de la Corporación Universitaria de Boyacá.
I. FUNDAMENTOS
DE LA ACCION.
Manifiesta el
peticionario que en su condición de estudiante de Ingeniería de Sistemas de la
Corporación Universitaria de Boyacá, fue objeto de una sanción adoptada por el
Consejo Académico de la misma, consistente en la cancelación de su matrícula
para cursar el cuarto semestre en la citada facultad, a través de la cual se
concreta, según su criterio, la lesión de los derechos al debido proceso, a la
intimidad y a la educación (arts. 29, 15 y 67 de la C. N.), en razón a que no
se le enteró de los hechos que motivaron tal decisión, negándosele de esta
forma la posibilidad de ejercer el derecho de defensa, con violación de lo
prescrito en el artículo 143-6 del Reglamento Estudiantil, que exige la
expedición de Resolución para la imposición de esta clase de medidas y el que a
su vez ordena que debe ser temporal, por cuanto únicamente y para tal efecto
recibió una comunicación de fecha 28 de noviembre de 1991 suscrita por el
Secretario General de la Corporación, quien verbalmente le manifestó que el
castigo era producto de una riña por él promovida, durante la celebración de
una fiesta organizada por alumnos del mismo ente, ante lo cual interpuso el
recurso de reposición (quedando en firme la determinación). Igualmente,
agrega, que ha sido tildado como persona de mala conducta y en sus propios
términos aduce "dañándomen (sic) mi hoja de vida universitaria y
social".
II. ACTUACION EN
PRIMERA INSTANCIA.
El Juez Segundo
Civil Municipal de Tunja concedió la tutela interpuesta por las siguientes
razones:
1. Los
hechos que se alegaron en contra del petente no ameritaban la decisión tomada
ya que ocurrieron fuera de las instalaciones de la Universidad y, por lo tanto,
los alumnos que allí se encontraban no la estaban representando oficialmente.
2. Las
directivas del plantel omitieron dar aplicación al Reglamento Estudiantil, en
primer término, porque además de no darle a conocer los hechos al estudiante,
le cancelaron la matrícula definitivamente y no de manera temporal, tal como
allí se estipula; en segundo lugar, no se profirió resolución alguna en la que conste
la actuación surtida, lo que se traduce en la transgresión del derecho al
debido proceso (art. 29 de la C.N.).
3. Los
argumentos materia del recurso de reposición interpuesto por el alumno, no se
tuvieron en cuenta al momento de resolver por lo que sin mayor razón se mantuvo
lo decidido.
4. En
cuanto al derecho a la intimidad, el Juez afirma que no se ha conculcado ya que
se trata de una relación interna que involucra solamente a la Universidad y al
señor Ramírez Pulido, que no invade de manera alguna el ámbito de su vida
personal y familiar.
III.
LA IMPUGNACION.
El Doctor OSMAR
CORREAL CABRAL, Rector de la Corporación Universitaria de Boyacá, dándose por
enterado de la decisión proferida en primera instancia y dentro del término
legal, apela y sin comprobar lo aseverado concluye que la misma adolece de
errores de hecho y de derecho consistentes en que el debido proceso no es un
derecho fundamental; que el accionante cuenta con otros medios administrativos
de defensa y que siendo él el Representante de la Entidad demandada, no le fue
notificada la decisión.
IV. ACTUACION EN
SEGUNDA INSTANCIA.
El Juez Tercero
Civil del Circuito de Tunja confirmó la decisión del a-quo, en lo relativo a
conceder el amparo por haberse infringido el derecho al debido proceso.
En cuanto a lo
esgrimido en la impugnación, indica que el derecho al debido proceso sí es
fundamental y que si bien es cierto que el Rector, como representante de la
Corporación Universitaria de Boyacá, no fue quien se notificó del fallo de
primera instancia, también lo es que al tener conocimiento del mismo, actuó
dentro del trámite de la presente acción, omisión que no puede dar lugar a una
declaratoria de nulidad pues se trata de un aspecto puramente formal.
V.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
Procede la Corte
Constitucional, previa selección del caso y de acuerdo a lo establecido en los
artículos 86 y 241-9 de la Constitución Nacional y los artículos 33 a 36 del
Decreto 2591 de 1991, a revisar las decisiones proferidas.
La acción de tutela
fue instituida a través del artículo 86 de la Constitución Nacional como un
medio para lograr la protección de los derechos fundamentales, cuando hayan
sido vulnerados o amenazados por las autoridades públicas y encomendó a la ley
regular en qué casos procede contra particulares, entre los cuales, el artículo
42-1 del Decreto 2591 de 1991 incluyó a los encargados de la prestación del
servicio público de la educación, de tal manera que la actuación adelantada por
la Corporación Universitaria de Boyacá, como institución no oficial de
educación superior, con personería jurídica reconocida por la Resolución número
6553 de 25 de mayo de 1981, será sometida a consideración por esta Corte, con
ocasión del amparo invocado por el señor JULIO CESAR RAMIREZ PULIDO, como
alumno de dicho plantel, quien además no cuenta con otro mecanismo para lograr
el amparo de sus derechos.
En la legislación
anterior y según el artículo 171 del Decreto-ley 80 de 1980 por el cual se
organizó el sistema de educación post-secundaria, se otorgó a las universidades
autonomía para dictar sus propios estatutos, de carácter docente y
administrativo, entre otros, respetando las garantías constitucionales y legales,
principalmente en lo que atañe al debido proceso y al derecho de defensa, lo
que ha sido consagrado por la nueva Carta Magna y tal como se desprende del
texto del artículo 69.
En el caso sometido
a estudio y de conformidad con las pruebas allegadas al proceso, la medida
acogida por el Consejo Académico no se ciñó a lo establecido en el Reglamento
Estudiantil expedido por el Consejo Directivo de la Corporación Universitaria
de Boyacá (Acuerdo No. 135 de 28 de noviembre de 1990), ya que no precedió comunicación
alguna al educando, con el fin de darle a conocer los hechos materia de la
investigación, por lo que se le negó la posibilidad de ejercer el derecho de
defensa, exponiendo su caso, controvirtiendo lo que en su contra fue alegado,
con audiencia de las directivas de la entidad aquí cuestionada, según lo
dispone su artículo 46 que literalmente establece: "El estudiante tiene
derecho a ser oido y presentar por escrito sus descargos ante las autoridades
universitarias, dentro de los cinco (5) días hábiles siguientes a la fecha que
se le cita para tal efecto. En todos los casos, tendrá derecho a interponer el
recurso de reposición....".
Igualmente, no se
tuvo en cuenta el artículo 143 ibidem, que si bien indica que es al Consejo
Académico a quien corresponde imponer la sanción de cancelar la matrícula, como
se hizo evidentemente, también consagra que debe ser impuesta mediante
Resolución (parágrafo único de la norma citada), pero dicho órgano solo se
limitó a comunicar su determinación por intermedio del Rector de la
Corporación, quien no solo, no tiene facultad para expedir el acto mencionado,
sino que limitó a un (1) año la prohibición de ingresar a la Facultad, distinto
de lo afirmado por el ente sancionador, que en escrito enviado al señor Ramírez
Pulido señala que el término es indefinido, olvidándose de que la temporalidad
es uno de los requisitos de la condena (art. 143-6 de su estatuto), lo que
unido a la omisión anotada, constituye una verdadera lesión al derecho reglado
en el artículo 29 de la C.N. según el cual el debido proceso deberá ser
observado en toda clase de actuaciones no solo judiciales sino también
administrativas y el que expresa textualmente: "Nadie podrá ser juzgado
sino conforme a las leyes preexistentes al acto que se le imputa, ante juez o
tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas propias de
cada juicio". Garantía que también se incluyó, entre otros, en la
Convención Americana sobre Derechos Humanos que en su artículo 14 expresa
"....Toda persona tendrá derecho a ser oida públicamente y con las debidas
garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial, establecido
por la ley....".
Los principios que
integran el debido proceso han sido señalados jurisprudencialmente, entre los
cuales se enumeran:
"1o. La
preexistencia de la norma que defina en forma clara e inequívoca la conducta
reprensible y establezca la sanción correlativa....
"2o. El
juzgamiento ante juez competente y con la observancia de las formar propias del
juicio establecidas por el legislador....
"3o. El
derecho de defensa que se relaciona directamente con los derechos esenciales de
la libertad y que se traduce en la facultad que tiene el inculpado para
impugnar o contradecir las pruebas y las providencias que le son adversas....".
(Sentencia de la
Corte Suprema de Justicia de fecha 22 de noviembre de 1990).
Estas garantías han
sido desconocidas por la Corporación Universitaria prenombrada, en el caso que
se examina.
De otra parte,
observa la Sala que para efecto de imponer la pena a que se ha hecho
referencia, el Consejo Académico fundamentó su determinación en hechos
distintos a los que según ellos originaron la medida impuesta -riña promovida
por el estudiante- que consisten en "antecedentes de mala conducta y bajo
rendimiento académico...." (Acta No. 224 de 20 de noviembre de 1991
suscrita por el Rector de la Universidad, folio 29 del expediente),
circunstancias que no pueden ser la base de un nuevo juicio, en primer término
porque la antigua falta fue objeto de investigación con la consiguiente
amonestación, según se consignó en Acta No. 225 de 5 de diciembre de 1991
suscrita también por el Rector y que aparece en el folio 42, lo que constituye
una transgresión del principio según el cual nadie puede ser juzgado dos veces
por el mismo delito (base también del debido proceso), antecedentes que solo
pueden ser tenidos en cuenta para calificar la llamada reincidencia y agravar
consecuencialmente la pena; y en segundo término, porque son los artículos 86 a
90 del Reglamento Estudiantil los que contienen las medidas necesarias para
lograr que quienes presentan bajo rendimiento alcancen el promedio exigido,
como también las sanciones para quienes no lo logren, a los que no acudieron
las directivas del Instituto.
Ahora bien, tal como
lo afirman los jueces de instancia y según la definición dada por la
Constitución Nacional, la Corte no vé cómo puede vulnerarse al actor el derecho
a la intimidad ya que la sanción impuesta no toca aspectos de su vida privada y
menos aún familiar; como tampoco se puede aducir que se haya lesionado la
protección constitucional a su buen nombre, pues como es sabido, toda
investigación involucra este aspecto, quedando sujeto al resultado de la misma
y sin que ello pueda servir como excusa para que las infracciones no se
instruyan.
Finalmente, cabe
aclarar, que esta decisión no es óbice para que la autoridad competente de la
Corporación Universitaria de Boyacá, con la observancia de las garantías y
trámites consagrados en sus normas estatutarias y con el fin de que el
estudiante pueda ejercer su defensa, imponga la sanción a que haya lugar por
los hechos acaecidos, si estos en realidad se cometieron y según su gravedad.
En mérito de las
consideraciones anotadas, la Sala de Revisión número siete de Tutelas de la
Corte Constitucional, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
PRIMERO.- CONFIRMAR la sentencia del Juzgado Tercero
Civil del Circuito de Tunja, de treinta (30) de marzo de mil novecientos
noventa y dos (1992), mediante la cual se decidió la segunda instancia, en la
acción de tutela de la referencia, instaurada por JULIO CESAR RAMIREZ PULIDO
contra la CORPORACION UNIVERSITARIA DE BOYACA y que a su turno confirmó la
dictada por el Juzgado Segundo Civil Municipal de Tunja de veinticuatro (24) de
febrero de mil novecientos noventa y dos (1992).
SEGUNDO.- ORDENAR que por Secretaría se comunique
esta providencia en los términos y para los efectos previstos en el artículo 36
del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
106 | T-483-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-483/92
DERECHOS
FUNDAMENTALES/ACCION DE TUTELA-Improcedencia/PRINCIPIO DE SUBSIDIARIEDAD
Los derechos que
protege la Acción de Tutela, son aquellos que la Constitución considera como
fundamentales y excepcionalmente serán cobijados los derechos constitucionales
que a pesar de no tener el carácter de fundamentales, por su naturaleza en
casos concretos, sea posible impedir su vulneración mediante el procedimiento
de la tutela. La ley desarrolla el contenido de los derechos fundamentales
consagrados en la Carta Política. Entonces es preciso concluir que cuando estos
derechos de rango legal son un derivado o resultado del derecho fundamental o
están vinculados esencialmente a él, son amparados por la Acción de Tutela
cuando su efectividad no puede alcanzarse con el solo empleo del medio judicial
ordinario que los garantiza, y se ha producido su vulneración.
SALA DE REVISION No. 5
REF: Expediente T-2055
Peticionario:
JOSE DEL CARMEN FAJARDO BURGOS
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá
D.C., Agosto once (11) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela, compuesta por los Magistrados Simón Rodríguez Rodríguez,
Jaime Sanín Greiffenstein y Fabio Morón Díaz, previo estudio del Magistrado
Ponente, resuelve sobre la Revisión de los fallos proferidos en el asunto de la
referencia por el Juzgado Tercero Laboral del Circuito, el 17 de enero de 1992
y el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena -Sala Laboral de
Decisión- el 12 de febrero de 1992, teniendo en cuenta los siguientes,
ANTECEDENTES
1. La Petición
- El señor JOSE DEL
CARMEN FAJARDO BURGOS, mediante escrito presentado el 13 de Diciembre de 1991
interpuso Acción de tutela contra la dependencia regional de Trabajo y
seguridad Social de Bolivar.
Acude a este
mecanismo por: sentirse "lesionado en mis derechos a que como trabajador
de la firma: Alberto Samudio T. & Cia. Ltda., ya que en la Dependencia:
Regional de Trabajo y Seguridad Social de Bolivar, en carta de fecha 24 de Octubre
de 1991, siendo ésta una autoridad pública, resulté vulnerado o amenazado por
la acción o la omisión de la citada autoridad en los siguientes hechos:
1) Trabajé con la
citada firma: Alberto Samudio T. y Cia.
Ltda., por término de dos años.
2) En los 24 meses
laborados, jamás se me concedió descanso reglamentado por la Ley Colombiana.
3) En mi
liquidación final, no aparecen liquidados mis descansos compensatorios, como
debe ser cuatro (4) descansos por treinta días laborados, o sean que me adeudan
96 descansos..."
- Como anexo a la
solicitud se incorpora el original de un oficio interno de la Dependencia
Regional de Trabajo y Seguridad Social de Bolivar, dirigido por el señor Miguel
Martínez Jiménez, auxiliar judicial a la Doctora Vivian Fortich de Castellon,
jefe Sección Trabajo Inspección y Vigilancia; en este comunicado se rinde
concepto sobre la solicitud del Señor JOSE FAJARDO BURGOS, extrabajador de la
firma ALBERTO SAMUDIO T. Y CIA. LTDA., en la cual "solicita se cite a
la empresa para efectos de revisar las nóminas de pago para constatar el pago
de los domingos y festivos, ya que no recibió los descansos compensatorios que
establece la Ley ".
El concepto dice que
la Empresa ALBERTO SAMUDIO Y CIA. LTDA. liquidó los domingos y festivos de
acuerdo a lo establecido en el Artículo 179 y 55 del C.S.T.. Pero la empresa no
suministró el descanso compensatorio, que tenía derecho el trabajador por
laborar habitualmente los domingos.
Agrega el concepto
que:
"El señor JOSE
FAJARDO reclama los descansos compensatorios que no le fueron concedidos por la
empresa, y como es de su conocimiento, el señor Ministro de Trabajo nos hizo
llegar la circular No. 018 de fecha 28 de Mayo de 1991, que establece que por
el descanso compensatorio no dá lugar al pago de suma adicional alguna, por la
sencilla circunstancia que para los trabajadores que habitualmente laboran en
tales días festivos su día de descanso no es el domingo o festivo sino
cualquier otro día distinto de la semana".
"Por todo lo
anterior me permito concluir que para el caso del señor FAJARDO BURGOS, quién
ya no labora en esa empresa, como escogió entender ya no puede hacer uso de
esos descansos compensatorios mucho menos cancelarlos puesto que en la circular
antes mencionada se establece que según fallo del Consejo de Estado, de fecha
Octubre 8 de 1986, el patrono no puede sufragar el valor de cuatro (4)
salarios".
- En la petición no
se hacen precisiones adicionales, ni argumentaciones jurídicas o de otro tipo
sobre el Derecho Constitucional Fundamental violado ni sobre el hecho o la
omisión que realizó la Oficina de Trabajo.
2. El fallo de
Primera Instancia
El Juzgado Tercero
Laboral del Circuito de Cartagena, dictó sentencia el 17 de enero de 1991
denegando la solicitud del señor José del Carmen Fajardo Burgos.
El Juzgado en
mención practicó como pruebas la declaración verbal del peticionario y solicitó
al Director de la Dependencia Regional del Trabajo y Seguridad Social de
Bolivar el envío del expediente administrativo relacionado con la solicitud del
Señor José del Carmen Fajardo Burgos.
El Juzgado Tercero
Laboral señaló como principales argumentos para negar la tutela, los
siguientes:
"En efecto, el
supuesto hecho de no habérsele concedido al reclamante descanso durante los dos
años que estuvo trabajando con la firma "Alberto Samudio y Cia.
Ltda.", en principio estaría quebrantándose normas laborales sustantivas
que prevén el descanso remunerado de los trabajadores, tales como las que
conforman el Título VII del Código Sustantivo del Trabajo. Pero para ventilar
este aspecto en todo su contenido fáctico y jurídico existe una vía judicial
propia que lo es la jurisdicción laboral, la que de conformidad con el
artículo 2o. del Código Procesal del Trabajo "Está instituída para decidir
los conflictos jurídicos que se originen directa o indirectamente del Contrato
de Trabajo". Y como de las pruebas arrimadas a este breve y rápido proceso
no se desprende que estemos en presencia de un perjuicio que pueda convertirse
en irremediable, es claro, que la Acción de Tutela resulta
improcedente..."
3. El Fallo de
Segunda Instancia
El accionante
impugnó la sentencia del Juzgado Tercero Laboral del Circuito y le correspondió
al Tribunal Superior del Distrito Judicial, Sala Laboral, decidir mediante
providencia del 12 de febrero de 1991.
El Tribunal confirmó
la sentencia de primera instancia indicando que los hechos que aduce el
accionante como sustentatorios de su pretensión, los descansos compensatorios,
tienen que ver con la posible violación de normas del Código Sustantivo del
Trabajo y es ante la Jurisdicción del Trabajo que debe acudir para dirimir esta
clase de conflictos jurídicos.
De otra parte, al no
tratarse de un posible perjuicio irremediable, que sólo pueda ser reparado en
su integridad mediante una indemnización, no es procedente la tutela en
prevención.
Procede a decidir la
Corte Constitucional en Sala de Revisión de Tutelas, sobre el presente caso,
previas las siguientes,
CONSIDERACIONES
1. La
Competencia.
Es competente la
Sala para conocer de la acción de tutela instaurada por el señor JOSE DEL
CARMEN FAJARDO BURGOS, de acuerdo con lo preceptuado en los artículos 86 inciso
2o. y 241 numeral 9 de la Constitución Política, desarrollados en los artículos
33 y 34 del Decreto 2591 de 1991.
La Constitución
política refleja su orientación teleológica e indica las ideas fuerza que deben
guiar la actividad estatal y los deberes y limitaciones de todos los
ciudadanos, principalmente en la parte dogmática de la constitución: en los
principios fundamentales que guian el estado colombiano y en la carta de
derechos. Colombia asume la forma de estado liberal con las innovaciones y características
inherentes a las modernas sociedades occidentales; en este sentido, como una
manifestación de la evolución del estado liberal clásico al moderno estado
social de derecho, inmerso dentro de la revolución tecnológica, se deben
interpretar y armonizar los distintos y numerosos derechos y libertades
proclamados y garantizados en la Constitución.
La jerarquización y
diferenciación de derechos y libertades constitucionales, se contempla no solo
frente a los derechos de rango legal, sino que se manifiesta incluso dentro de
los distintos derechos constitucionales. En este sentido esta misma Sala de
Revisión señaló:
"La praxis de
la libertad ha impuesto una lógica de categorizaciones que se traduce, por
virtud de la especialización, en clasificaciones doctrinales y legales, cuya
primera consecuencia se encuentra en el abandono del tratamiento de la
libertad, como valor singular, propio del pensamiento liberal clásico, para
adoptar el reconocimiento de libertades de distinta categoría según el fin
perseguido por la autodeterminación, el principio garantizador del Estado y la
protección Internacional de derechos humanitarios." Corte
Constitucional, Sentencia de mayo 18 de 1992
El progresivo
reconocimiento de derechos y libertades se ha realizado simultáneamente con la
evolución del Estado de derecho y es así cómo, además de la doctrinaria
clasificación historiográfica en derechos de primera, segunda y tercera
generación, nuestra Constitución trae una propia contenida en el encabezamiento
de los capítulos del título II y otra establecida en el artículo 85 Derechos de
Aplicación inmediata, amén de todas aquellas que los doctrinantes o la
jurisprudencia tengan a bien elaborar.
El Estado Colombiano
como Estado Social de derecho ha recogido los principales derechos en el texto
de su Constitución en el entendido de que los principios y derechos
fundamentales de las personas deben distinguirse jerárquicamente de otros
derechos ordinarios. La consagración constitucional les proporciona la característica
de la supremacía constitucional, y permite que se asegure su respeto y
exigibilidad a todas las personas y a todos los poderes públicos, con toda la
perentoriedad jurídica y moral que les otorga el máximo código del Estado. La
consagración constitucional de los principales derechos, libertades y garantías
también tiene una finalidad pedagógica, pues se pretende forjar una mayor y
mejor cultura política que permita proporcionar a todos los nacionales el
reconocimiento y respeto de los derechos propios y ajenos. Esta lógica
pedagógica es reconocida y estimulada en nuestra constitución cuando en
el articulo 41 de la Constitución Nacional establece:
"En todas
las instituciones de educación, oficiales o privadas, serán obligatorios el
estudio de la Constitución y la Instrucción Cívica. Así mismo se fomentarán
prácticas democráticas para el aprendizaje de los principios y valores de la
participación ciudadana. El Estado divulgará la Constitución."
La acción de tutela
consagrada en el articulo 86 de la Constitución se enmarca dentro de la
sistematización que ubica unos derechos como fundamentales, y son los
considerados como tales, los susceptibles de ser protegidos mediante esta
institución. El decreto reglamentario de la acción de tutela (D2591/91) señala
una excepción a esta regla cuando dispone en el art 2o. que "cuando una
decisión de tutela se refiera a un derecho no señalado expresamente por la
Constitución como fundamental, pero cuya naturaleza permita su tutela para
casos concretos" la Corte Constitucional le dará prelación en la revisión
a esta decisión. Esto significa que los derechos que protege la Acción de
Tutela, son aquellos que la Constitución considera como fundamentales (Art. 86
C.N., arts. 1o y 2o Decreto 2591/91) y excepcionalmente serán cobijados los
derechos constitucionales que a pesar de no tener el carácter de fundamentales,
por su naturaleza en casos concretos, sea posible impedir su vulneración
mediante el procedimiento de la tutela.
Ahora bien, hay que
tener muy en cuenta que la ley desarrolla el contenido de los derechos
fundamentales consagrados en la Carta Política. Entonces es preciso concluir
que cuando estos derechos de rango legal son un derivado o resultado del
derecho fundamental o están vinculados esencialmente a él, son amparados por la
Acción de Tutela cuando su efectividad no puede alcanzarse con el solo empleo
del medio judicial ordinario que los garantiza, y se ha producido su
vulneración.
En el presente caso,
el derecho que reclama el accionante señor José del Carmen Fajardo Burgos, el
pago de los descansos compensatorios no reconocidos por la empresa para quién
laboró, está reconocido y es sustentado por normas del Código Sustantivo del
Trabajo. La declaración del mismo debe hacerse por jueces de la Jurisdicción
Laboral, de acuerdo al procedimiento y las formas establecidas en el Código de
procedimiento Laboral. Es claro que la tutela impetrada no es procedente porque
conforme a los términos constitucionales existe un medio judicial de defensa y
ya se ha señalado suficientemente (Sentencia No. T-467 de Julio 17 de 1992) el
carácter subsidiario que corresponde a la Acción de Tutela.
En mérito de lo
expuesto, la Sala de Revisión de tutelas de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero.- Confirmar la sentencia del Honorable Tribunal del
Distrito Judicial de Cartagena -Sala Laboral de Decisión- del 12 de Febrero de
1992, que a su vez confirma la del Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de
Cartagena, que denegaron la acción de tutela promovida por JOSE DEL CARMEN
FAJARDO BURGOS, por las razones precedentes.
Segundo.- Comuníquese al Juzgado Cuarto Laboral del Circuito de
Cartagena, la presente decisión para que sea notificada a las partes conforme
lo dispuesto en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
CUMPLASE.-
FABIO MORON DIAZ SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
107 | T-484-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-484/92
DERECHO A LA
SALUD/DERECHO A LA VIDA/DERECHOS FUNDAMENTALES/ SIDA/INSTITUTO DE SEGUROS
SOCIALES
El derecho a la
salud conforma, en su naturaleza jurídica, un conjunto de elementos que pueden
agruparse en dos grandes bloques: el primero, que lo identifica como un
predicado inmediato del derecho a la vida, de manera que atentar contra la
salud de las personas equivale a atentar contra su propia vida. Por estos
aspectos, el derecho a la salud resulta un derecho fundamental. El segundo
bloque de elementos, sitúa el derecho a la salud con un carácter asistencial,
ubicado en las referencias funcionales del denominado Estado Social de Derecho,
en razón de que su reconocimiento impone acciones concretas. La frontera entre
el derecho a la salud como fundamental y como asistencial es imprecisa y sobre
todo cambiante, según las circunstancias de cada caso, pero en principio, puede
afirmarse que el derecho a la salud es fundamental cuando está relacionado con
la protección a la vida. Los derechos fundamentales, solo conservan esta
naturaleza, en su manifestación primaria, y pueden ser objeto allí del control
de tutela. Como es necesario proteger el derecho a la salud del actor, no cabe
duda de que él puede reclamarlo de cualquier institución de asistencia pública,
donde se presten tales servicios, en forma gratuita, en virtud del deber
general del Estado de garantizar la salud de este tipo de enfermos.
Sala de Selección No. 5
REF. Expediente
No. 2130
Derecho a la Salud
Actor:
ALONSO MUÑOZ
CEBALLOS
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., agosto once (11) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Corte
Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, se pronuncia sobre la acción de la
referencia, en el Grado Jurisdiccional de Revisión, teniendo en cuenta lo siguiente:
ANTECEDENTES
El señor ALONSO
MUÑOZ CEBALLOS, formuló acción de tutela, mediante declaración juramentada ante
el Juez Cuarto Superior de Tuluá Valle, contra el Instituto de los Seguros
Sociales, para que se le atienda en todos los servicios médicos que viene
utilizando, atención que se ha visto amenazada por la manifestación que le
hiciera el médico laboral del Seguro Social de Cali, quien le expresó que le
daba una prórroga sólo por 30 días. Aclara luego el demandante que los
médicos directivos del Seguro Social de Tuluá le concedieron dicha prórroga por
180 días, y para de allí en adelante solicita se le defina su situación, en
el sentido de si tiene derecho o no a la protección de su salud. El médico de
la Institución en Tuluá le dice que tiene derecho a ser indemnizado y al
servicio médico del Seguro Social, en razón de la grave enfermedad que padece.
El demandante, pone
de presente que cuando adquirió la enfermedad (HIV positivo), ya se encontraba
amparado por el Seguro Social.
Igualmente afirma no
haber presentado otra acción de tutela por los mismos hechos y derechos que
pretende se le amparen.
LA DECISION JUDICIAL
El Juzgado Cuarto
Superior de Tuluá Valle, en sentencia de marzo veinticinco (25) de mil
novecientos noventa y dos (1992), decide sobre la acción de tutela propuesta
por el señor ALONSO MUÑOZ CEBALLOS, resolviendo: "PRIMERO. ORDENASE al
Instituto de Seguros Sociales, que continúe prestando al señor ALONSO MUÑOZ
CEBALLOS, los servicios médico-asistenciales a que ha tenido acceso hasta la
fecha, mientras esta entidad o la autoridad competente decida de fondo sobre la
acción a instaurar por el afectado". "SEGUNDO. "PREVENGASE al
solicitante ALONSO MUÑOZ CEBALLOS para que en el término de cuatro (4) meses
contados a partir de la fecha de notificación de este fallo instaure la
correspondiente petición de interés particular ante el Instituto de Seguros
Sociales y/o la acción contencioso-administrativa ante el TRIBUNAL CONTENCIOSO
ADMINISTRATIVO DEL VALLE. El solicitante deberá acreditar que ha cumplido con
este requisito legal mediante la presentación debidamente sellada por la
autoridad competente de la petición o demanda mediante la cual solicita el
reconocimiento del derecho legal a la pensión de invalidez, en caso contrario,
es decir si la acción no es ejercida dentro del lapso arriba señalado, cesarán
los efectos del punto primero, o sea la prestación del servicio médico
asistencial por parte del Instituto de Seguros Sociales. (Decreto 2591 de
1991, art. 8o.)", previas las siguientes razones:
- Que es competente
para conocer de la acción "habida cuenta que la amenaza sobre la
prestación del servicio de salud deprecado por el peticionario, se ha venido
facilitando en esta ciudad de Tuluá".
- Que en "la
acción de tutela como mecanismo transitorio, no se está controvertiendo
(sic) derechos fundamentales, sino derechos de origen o rango legal surgidos
de la relación contractual administrativa entre el señor ALONSO MUÑOZ CEBALLOS
como usuario y el establecimiento público, o sea el Instituto de Seguros
Sociales".
- Que el "juez
de tutela no puede declarar derechos ni obligaciones nacidos del derecho
positivo, que es el caso que nos ocupa, pues ello sería de competencia del
Tribunal Contencioso Administrativo, pero de las pruebas aportadas y que obran
en el proceso se deduce una amenaza que se cierne sobre la prestación
médico-asistencial de que aún goza el solicitante por parte del Instituto de
Seguros Sociales (véase folio 8 cuaderno principal sobre prórroga servicios).
Esto significa que el juez de la tutela debe considerar la solicitud como
mecanismo transitorio para impedir el perjuicio irremediable que
supondría la pérdida total del servicio médico que requiere, mientras se define
administrativa o judicialmente, si reúnen (sic) los presupuestos fácticos y
jurídicos que la ley establece para que se declare en su favor la pensión de
invalidez de que trata el decreto No. 758 del 11 de abril de 1990, de acuerdo
al origen de la enfermedad, clase de invalidez y el número de semanas cotizadas
por parte del afiliado".
- Que "se
impone que el Juzgado proteja integralmente el derecho a la asistencia médica
de la que ha venido gozando el solicitante (arts. 13 y 49 C.N.), protegiéndolo
transitoriamente mientras instaura la petición de interés particular ante el
Instituto de Seguros Sociales y/o la acción contencioso administrativa de
nulidad y restablecimiento del derecho ante el Tribunal Contencioso
Administrativo del Valle, autoridades públicas con competencia funcional para
decidir sobre la legitimidad de los intereses o aspiraciones del solicitante
como eventual pensionado por invalidez".
La providencia
anterior, no fue objeto de impugnación.
C O N S I D E R A C I O N E S :
a. Competencia.
Es competente la Sala
para conocer de la acción de tutela instaurada por el señor ALONSO MUÑOZ
CEBALLOS, de acuerdo a lo preceptuado en los artículos 86 inciso 2o. y 241
numeral 9 de la Constitución Política, desarrollados en los artículos 33 y 34
del Decreto 2591 de 1991.
b. La Materia
La revisión del
fallo proferido por el señor Juez Cuarto Superior de Tuluá Valle, en el asunto
de la referencia, a fin de evitar un perjuicio grave, permite además fijar los
alcances del derecho a la salud, en el presente negocio.
LA SENTENCIA QUE SE REVISA
La decisión judicial
ampara los derechos constitucionales consagrados en los artículos 13 y 49 de la
Constitución Política. El primero de los cuales está contemplado en el capítulo
de los que la Carta denomina "fundamentales", mientras que el segundo
aparece previsto en el Capítulo 2 del Título II, "De los Derechos
Sociales, Económicos y Culturales". La salud es uno de aquellos bienes
que por su carácter inherente a la existencia digna de los hombres, se
encuentra protegido, especialmente en las personas que por su condición
económica, "física"o mental, se hallen en circunstancias de debilidad
manifiesta (art. 13 C.N.).
Este derecho, así
entendido, busca el aseguramiento del fundamental derecho a la vida (art. 11
C.N.), por lo cual, su naturaleza asistencial impone un tratamiento prioritario
y preferencial por parte del poder público y el legislador, con miras a su
protección efectiva. Este tratamiento favorable permite restablecer las
condiciones de igualdad a grupos o personas que se encuentren en situaciones
desfavorables como resultado de sus circunstancias de debilidad. En desarrollo
ulterior del precepto, marcando su acento asistencial, por la ubicación en el
sistema de la Constitución Política y por su propio contenido, estableció el
Constituyente en el artículo 49 del Estatuto Fundamental, que la salud es un
servicio público a cargo del Estado, garantizándose en él a todas las personas
el acceso al mismo, para la promoción, protección y recuperación de este
derecho. Se agrega que corresponde al poder público organizar, dirigir,
reglamentar, establecer políticas para que las personas privadas presten ese
servicio, y definir las competencias a cargo de los distintos órdenes,
nacional, de las entidades territoriales y de los particulares, con el fin de
que se haga de manera descentralizada y participativa. También la norma
defiere a la ley la definición de las circunstancias en que la salud será
gratuita y obligatoria. Igualmente se establece la obligación para toda
persona de velar por el mejoramiento, conservación y recuperación de su salud
personal y la de su comunidad, evitando acciones u omisiones perjudiciales y el
desacato a las autoridades de salud pública.
No estaba este
derecho consagrado expresamente en la Constitución Política de 1886. En
reconocimiento de su carácter esencial, el pacto internacional de Derechos de
las Naciones Unidas, lo consagró postulando "El Derecho de toda persona al
disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental". (art. 12).
La declaración
constitucional (arts. 13 y 49) responde a la urgencia de encontrar soluciones a
las dificultades complejas que se han manifestado en la prestación de los
servicios públicos de la salud. Muestra la orientación del Constituyente de
proveer a esas necesidades y de comprometer acciones del Estado con miras a su
atención.
El derecho a la
salud conforma, en su naturaleza jurídica, un conjunto de elementos que pueden
agruparse en dos grandes bloques: el primero, que lo identifica como un
predicado inmediato del derecho a la vida, de manera que atentar contra la
salud de las personas equivale a atentar contra su propia vida, de allí que,
conductas que atenten contra el medio ambiente sano (inc. 1o. art. 49 C.N.),
se tratan de manera concurrente con los problemas de la salud; fuera de que el
reconocimiento del Derecho a la Salud prohibe las conductas que las personas
desarrollen, con dolo o culpa, que causen daño a otro, imponiendo a los
infractores las responsabilidades penales y civiles de acuerdo con las
circunstancias. Por estos aspectos, el derecho a la salud resulta un derecho
fundamental. El segundo bloque de elementos, sitúa el derecho a la salud con
un carácter asistencial, ubicado en las referencias funcionales del denominado
Estado Social de Derecho, en razón de que su reconocimiento impone acciones
concretas, en desarrollo de predicados legislativos, a fin de prestar el
servicio público correspondiente, para asegurar el goce no sólo de los
servicios de asistencia médica, sino también los derechos hospitalario, de
laboratorio y farmacéuticos. La frontera entre el derecho a la salud como
fundamental y como asistencial es imprecisa y sobre todo cambiante, según las
circunstancias de cada caso (art. 13 C.N.), pero en principio, puede afirmarse
que el derecho a la salud es fundamental cuando está relacionado con la
protección a la vida.
La temática permite
señalar que en punto a los regímenes jurídicos de los Derechos Humanos, siendo
los primigenios, los denominados derechos fundamentales, viene el ejercicio de
éstos, en distintos momentos del derecho, a constituir la trama de todos los
derechos contenidos en el ordenamiento jurídico. De aquí que, sea obligado
sostener que los derechos fundamentales, solo conservan esta naturaleza, en su
manifestación primaria, y pueden ser objeto allí del control de tutela. Lo
expuesto sin perjuicio, de que circunstancias generales de desarrollo económico
y social permitan ampliar los espacios de la libertad y de los derechos
inherentes a la persona, o que circunstancias particulares así lo permitan para
un caso en especial.
En el caso concreto,
el accionante afectado por grave enfermedad, (SIDA), viene disfrutando de los
servicios de salud que presta el Instituto de los Seguros Sociales, con lo cual
se sitúa en la realidad social, en una circunstancia de reconocimiento
particular a su derecho a la salud, de cuya atención depende la conservación de
su fundamental derecho que un médico laboral del "Seguro Social de
Cali", la hiciera al interesado, de que sólo "le daba una prórroga de
treinta días", mientras que los médicos del mismo Instituto, en la ciudad
de Tuluá, le prorrogaron en 180 días el servicio de atención a su salud, sin
perjuicio de prorrogarle en periodos sucesivos, la dicha asistencia médica.
La decisión del juez
de instancia resulta acertada en cuanto garantiza el derecho a la salud para el
accionante, que es el núcleo central del interés en la acción, al ordenar la
protección como mecanismo transitorio, mientras la autoridad administrativa
declara la posibilidad de seguir disfrutando del derecho, lo que, si resulta
negativo, quedará abierto a debate judicial. Además, como es necesario
proteger el derecho a la salud del actor, no cabe duda de que él puede
reclamarlo de cualquier institución de asistencia pública, donde se presten
tales servicios, en forma gratuita, en virtud del deber general del Estado de
garantizar la salud de este tipo de enfermos; en cambio, por sus especiales
circunstancias y como el Instituto de Seguros Sociales es sólo una institución
de seguridad social sometida a reglamentaciones y procedimientos legales que
deben tenerse en cuenta, y no es una institución de asistencia pública abierta,
debe someterse a su propio régimen como tal, pero sí es pertinente, en guarda
de la protección de un indiscutible derecho fundamental, que esta Corte ordene
a esa entidad que defina en concreto los derechos médicos asistenciales y
hospitalarios, o relativos a la pensión de invalidez u otra que pudiere
corresponderle al actor, en el término de quince (15) días hábiles, a partir de
la notificación de esta decisión y que mientras tanto continúe prestándolos.
En consecuencia, se
confirmará parcialmente la decisión revisada para garantizar el derecho a la
salud, por las consideraciones y circunstancias señaladas, en la presente
acción (art. 2o. Dto. 2591/91), y se adicionará en el sentido de proteger
efectivamente tal derecho.
La Corte
Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, vistas las anteriores
consideraciones, administrando justicia, en nombre del Pueblo y por mandato de
la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero. SE
CONFIRMA PARCIALMENTE la
sentencia del Juzgado Cuarto Superior de Tuluá Valle, del 25 de marzo de 1992,
sobre la acción de la referencia.
Segundo. Ordenar al Instituto de Seguros Sociales
que defina en concreto los derechos médico asistenciales o relativos a la
pensión de invalidez u otra que pudiere corresponderle al actor, en un término
de 15 días hábiles a partir de la notificación de la presente sentencia.
Tercero. COMUNIQUESE al Juzgado Cuarto Superior de
Tuluá Valle, la presente decisión para que sea notificada a las partes conforme
lo ordena el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, y para que informe a esta
Corte sobre el cumplimiento de la orden a que se refiere el numeral anterior,
dentro de los cinco (5) días siguiente a la decisión del Instituto de Seguros
Sociales.
Cópiese, publíquese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
108 | T-485-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-485/92
DERECHO A LA PERSONALIDAD JURIDICA/REGISTRO CIVIL DE
NACIMIENTO
No debe
confundirse el derecho fundamental a la personalidad jurídica, cuyo contenido,
otorga al hombre su condición de ser social, en el nuevo Estado liberal, con
los clásicos derechos a la personalidad regulados por el derecho civil y menos
aún con el concepto de personas jurídicas o fictas que evoca su idéntica expresión
idiomática. Este derecho fundamental a la personalidad jurídica que consagró el
Constituyente de 1991 es más una declaración de principio, que acoge a la
persona en lugar del individuo, como uno de los fundamentos esenciales del
nuevo ordenamiento normativo. El a-quo confundió el contenido del derecho
fundamental a la personalidad jurídica con el derecho a ser inscrito en el
registro civil su nacimiento. Derecho éste último de rango legal, sujeto a los
condicionamientos jurídicos previstos en la ley, y que el funcionario encargado
de llevar el dicho registro, debe hacerlo o dejarlo de hacer, asegurando su
veracidad y demás requerimientos que determine la ley. Por lo tanto no existe
violación del derecho a la personalidad jurídica, cuando razones o interpretaciones
de orden legal vienen a limitar el estado civil de las personas; porque son
justamente esas razones de legalidad las que buscan ser protegidas por el
derecho fundamental que se comenta.
JUEZ DE TUTELA-Límites
El juez de tutela
ha debido indicar que existen otros recursos o medios de defensa judicial para
hacer valer el derecho que se pretende desconocido, y que esos medios están
constituídos por la posibilidad de instaurar proceso civil ordinario, donde se
declare la maternidad natural que pretende el libelista. Se sustituye, sin
competencia para ello, al juez ordinario, en la definición de una situación
jurídica referida a la filiación del peticionario, que como se ha indicado, no
es de su facultad.
SALA DE REVISION No. 5
Ref.: Expediente
No. T-2320
Derecho a la
Personalidad Jurídica
Actor:
CARLOS JULIO
BALLESTEROS
PACHECO.
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Agosto once (11) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Corte
Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas procede a resolver en el grado
jurisdiccional de revisión, el asunto de la referencia, teniendo en cuenta lo
siguiente:
A N T E C E D E N T E S
El señor CARLOS
JULIO BALLESTEROS PACHECO, en ejercicio de la acción de tutela consagrada en el
artículo 86 de la Constitución Política, solicita el amparo de sus
"derechos constitucionales", frente a la decisión del señor CARLOS
TORRADO CLAVIJO en su calidad de Notario Unico del Círculo de Ocaña, que le
niega la inscripción extemporánea de su nacimiento. Solicita que se ordene al
citado notario, la inscripción, para lo cual suministra los siguientes datos:
"Nombres
y Apellidos: CARLOS JULIO BALLESTEROS PACHECO.
Nombre
de los Padres: CARLOS JULIO BALLESTEROS CARREÑO y CARMEN ROSA PACHECO.
Abuelos
Paternos: CALIXTO BALLESTEROS Y SOCORRO CARREÑO.
Abuelos
Maternos: ALEJANDRA PACHECO
Nacido
en Ocaña el día 22 de noviembre de 1932"
Fundamenta su
solicitud en las siguientes aseveraciones:
- Que es
"hijo legítimo, habido del matrimonio entre CARLOS JULIO BALLESTEROS
CARREÑO y CARMEN ROSA PACHECO."
- Que nació en
Ocaña el 22 de noviembre de 1932.
- Que su nacimiento
no fue inscrito "oportunamente en los libros del Estado Civil de las
personas, por cuanto en ese tiempo no era conocida ni se acostumbraba esa
formalidad".
- Que fue
bautizado en Ocaña, según le comunicó su madre, pero cuando necesitó la partida
de bautismo para obtener su cédula de ciudadanía, "no se encontró la misma
en los infolios parroquiales". Ante lo cual, "se verificaron los
trámites para la reconstrucción o asentamiento de la susodicha partida, con los
datos que mi madre suministró. Sin embargo, por algún error de impresión
caligráfico o tipográfico, o por cualesquiera otra circunstancia ajena a mi
voluntad, no lo comprendo, en la partida se dejó constancia que había nacido en
mil novecientos veintidós, o sea diez años antes de la verdadera fecha en que
mi madre me dió a luz. Esto dió lugar a que en fecha reciente la Curia haya
tomado la decisión de anular esa partida."
"Frente a lo
anterior, mi situación en el seno de la Iglesia Católica quedó en el aire. Y
por las razones mencionadas, la parroquia dijo que solamente podría asentarse
el acta de mi nacimiento si volvía a bautizarme. Como esta posición es
contraria al derecho canónico y a mis propias creencias morales, filosóficas y
teológicas, no fue posible".
- Que necesita la
"partida de nacimiento"para corregir su cédula de ciudadanía y para
otros menesteres propios de su edad, por lo que acudió ante el señor Notario,
"a fin de que, conforme al artículo 49 del Decreto 1260 de 1970,
procediera al registro extemporáneo de mi nacimiento. Para tal efecto, adjunté
dos declaraciones extraproceso rendidas por JULIO MARIA MELO y JOSE ALFONSO
PINO, personas de edad avanzada y de reconocida honorabilidad."
- Que el Notario
negó su solicitud "de manera necia y sin pruebas ni argumentos jurídicos
valederos". Ya que el Notario personalmente le comunicó que no puede
registrarlo porque examinando la partida de nacimiento de quien dice ser su
madre, ésta hubiese tenido nueve años al momento del parto, "afirmación
que no es cierta porque mi madre aparece nacida en 1911 y para mi nacimiento en
1932 tenía veintiún años". Expresa que el Notario le indica que debe
buscar un abogado para que inicie en su nombre un proceso de filiación,
mientras que la Superintendencia de Notariado y Registro conceptúa que el
Notario no puede negarse a efectuar el registro, "teniendo en sus manos
dos declaraciones extrajuicio que es el requisito legal."
LA PRIMERA INSTANCIA
El señor Juez
Primero Civil Municipal de Ocaña da trámite a la acción de tutela instaurada
por CARLOS JULIO BALLESTEROS PACHECO contra el Notario Unico del Círculo de
Ocaña, y, en consecuencia, dispone solicitar al señor Notario se sirva rendir
informe en el término de dos (2) días" en forma pormenorizada de las
razones que le asisten para negarse a registrar el nacimiento del peticionario,
indicando los fundamentos legales o de orden probatorio, que lo lleven a
asumir tal conducta". Dentro del plazo indicado, el señor Notario rinde
el informe que se le solicita (folio 12), en el cual expone como fundamento de
su negativa lo siguiente: "Es requisito esencial para la inscripción de
las personas en el registro de nacimiento del estado civil, fuera de los
términos presentes en los artículos 48 y 49 del Decreto-ley 1260 de 1970, presentar
o acreditar copia de la acta (sic) de la partida parroquial de las personas
bautizadas en el seno de la Iglesia Católica, tal y como lo dispone el
artículo 50 del Decreto-ley 1260/70".
"Al observar la
partida de Bautismo expedida por la Diócesis de Ocaña, por la Parroquia de
Santa Ana de fecha 11 de octubre de 1988, presentada a la vez ante esta Notaría
se dice "que CARLOS JULIO BALLESTEROS PACHECO, nació el 22 de noviembre de
1922 y que es hijo de Carlos Julio Ballesteros y Carmen Rosa Pacheco"; y
al confrontarla con la cédula de ciudadanía del señor en mención, quien a la
vez denunciaba su nacimiento, se aprecia una disparidad de edades que no se
ajusta a la verdad, pues la señora CARMEN ROSA PACHECO contaba con 12 años
cuando CARLOS JULIO nació, lo que es ginecológicamente imposible".
"2. De
conformidad con lo establecido en el Decreto número 10.339 emanado del Gobierno
Eclesiástico Diócesis de Ocaña, de fecha 4 de septiembre de 1990 se ordena la
anulación de la Partida de Bautismo de CARLOS JULIO BALLESTEROS, referida en el
punto anterior". Igualmente, solicita recepcionar la cédula de ciudadanía
del actor, para que se tenga como medio de prueba conducente a esclarecer los
motivos del rechazo de tal inscripción. Anexa fotocopia autenticada del
Decreto 10.399, citado, y, de la partida de Bautismo (folios 14 y 15).
El Juzgado Primero
Civil Municipal, en sentencia del dos (2) de marzo de mil novecientos noventa
y dos (1992), resolvió: "PRIMERO: Conceder al (sic) tutela solicitada
por CARLOS JULIO BALLESTEROS PACHECO contra el señor NOTARIO UNICO DEL CIRCULO
DE OCAÑA por lo expuesto. SEGUNDO: Ordenar al señor NOTARIO UNICO DEL CIRCULO
DE OCAÑA proceda a hacer dentro de las cuarenta y ocho (48) horas siguientes a
la solicitud de parte interesada, la inscripción del nacimiento de CARLOS JULIO
BALLESTEROS PACHECO con fundamento en declaraciones fundamentadas de dos (2)
testigos, so pena de que el juzgado se dirija a la Superintendencia de
Notariado y Registro para que le haga cumplir y abra la correspondiente
investigación disciplinaria", luego de considerar:
- Que de
"conformidad con el art. 14 de la Carta Magna toda persona tiene derecho
al reconocimiento de su personalidad jurídica". "Al ser humano se le
otorga personalidad jurídica, se le reconoce como sujeto de derecho a partir de
su nacimiento y con él surgen a la vida jurídica una serie de atributos o
cualidades de su personalidad física como son el nombre, el domicilio, el
estado civil, etc". "El estado civil de las personas está
constituído por una serie de situaciones jurídicas que relacionan a cada
individuo con una familia, con ciertos hechos de su misma personalidad, para
identificarlo, para que pueda ser titular de derechos y obligaciones".
- Que en Colombia
a toda persona se le debe reconocer un estado civil, el cual "no puede
quedar suspendido en el aire, debe constituirse a través de su inscripción en
el Registro Civil por la autoridad competente".
- Que entre
"los actos de inscripción en el Registro está el nacimiento".
- Que las
regulaciones contenidas en los artículos 45, 50, 57 y 58 del Decreto 1260 de
1970 no pueden ser objeto de apreciación fraccionada, de suerte que el notario
no debió considerar como únicamente válida para esta clase de inscripción la
partida de bautismo, "porque eso implica una evidente transgresión de la
disposición legal".
- Que si "bien
al peticionario no le era posible aportar la copia de la partida parroquial de
bautismo por cuanto esta había sido anulada, lo que implicaba su imposibilidad
de demostrar su filiación legítima, puesto que además del acta matrimonial de
sus padres, debía allegar también tal documento, sí podía solicitar al señor
Notario oyera en declaración a dos (2) testigos de su nacimiento porque lo hubieran
presenciado o porque pudieran dar fe de él a través del conocimiento que les
hubieran suministrado los presuntos padres."
- Que una "vez
ante el funcionario de registro, los respectivos testigos depondrán sobre los
hechos de que tengan conocimiento, debiendo el señor notario indagar sobre las
cuestiones que interesan, con miras a establecer la verdad de la declaración.
De la información relacionada con la maternidad se tomará nota en las hojas
especiales habidas para ello, mientras concurren los supuestos progenitores en
el término previsto para ello en el art. 59 del Decreto 1260 de 1970".
- Que "si
los declarantes desconocen los nombres de los padres o estos no comparecen a
la citación hecha por la notaría para efectos del reconocimiento, porque no
pudiesen o no quisieren, en las copias de las actas de nacimiento que en lo
sucesivo se expidan, no se expresará el nombre de los padres, al tenor de la
Ley 75 de 1968, artículo 1o., inciso final".
- Que el accionante
"solicita que al ordenar la inscripción se suministre por el Juzgado la
información relacionada con el nacimiento del interesado, que obra al folio
cuatro (4) de la presente actuación, cosa a la que no puede accederse porque el
Despacho no está haciendo en la sentencia ninguna declaración, los datos que
requiere conocer el funcionario de registro los obtendrá a través de las
declaraciones que ante él hagan los testigos".
El señor Notario
Unico de Ocaña, impugnó, dentro del término legal, la decisión, con fundamento
en "las razones que obran en el proceso" (folio 22).
LA SEGUNDA INSTANCIA
El Juez Civil del
Circuito de Ocaña, en sentencia del siete (7) de abril de mil novecientos
noventa y dos (1992), resolvió la impugnación interpuesta por el señor Notario
Unico del Círculo de Ocaña, contra la sentencia de primera instancia,
decidiendo: "Primero. Revocar la decisión proferida por el Juzgado 1o.
Civil Municipal en este asunto". "Segundo. En su lugar no acceder
a la tutela solicitada por el señor Carlos Julio Ballesteros", con
fundamento en lo siguiente:
- Que "si bien
es cierto, que todo ser humano tiene derecho a un nombre y a una personalidad,
y que estos son derechos fundamentales, no lo es menos que para su efectividad
se requieren unas condiciones o exigencias legales propias de todo estado de
derecho".
- Que el Decreto
1260/70 establece los requisitos que deben concurrir para hacer efectivos esos
derechos, de manera que, "a ellos no puede sustraerse ni el funcionario
competente ni los particulares".
- Que el artículo
50 del decreto citado, ordena que cuando exista partida de bautismo, en ella se
fundará el notario para hacer la inscripción. "Empero, que ocurre en este
evento? Que la partida eclesiástica sí existía pero fue declarada nula por el
Delegado de esta Diócesis y por qué razones? Por muy graves razones, conforme
se muestra con las fotocopias autenticadas de toda la actuación surtida ante
esa oficina eclesiástica".
- Que existe
demanda presentada ante la autoridad eclesiástica por la señora ELVA RIZO
PACHECO, "quien en su carácter de hija única y legítima de la señora
Carmen Rosa Pacheco pone en conocimiento del Reverendo Padre Alejandrino Pérez
esta situación, aseverando que el mencionado señor Ballesteros no es hijo de su
señora madre sino únicamente de su padre de igual nombre, quien se lo llevó al
nuevo hogar fundado con la señora Carmen Rosa en el año de 1926 y que ya ese
niño tenía para la época una edad de cuatro años aproximadamente. Sustenta su
demanda la señora Rizo con tres (3) declaraciones que dan fe sobre la veracidad
de lo por ella afirmado, "destacándose entre ellas el testimonio de la
señora Josefa María López Vda. de Angarita, quien en su condición de
"partera" o "comadrona", manifiesta que la señora Carmen
Rosa Pacheco era "primeriza" para el año de 1950 (sic), cuando nació
su primera y única hija".
- Que dada
"la seriedad, claridad y convicción de los declarantes señores Benjamín
León Vega y Emiro Guerrero Castro y de la señora Josefa María López, al
Despacho no le queda otra alternativa que encontrar justificada jurídicamente
la negativa de la notaría de esta ciudad para asentar civilmente el nacimiento
del accionante, teniendo en cuenta las pruebas remitidas por el delegado
episcopal, especialmente el hecho de que no está probada la maternidad natural
de la señora Carmen Rosa Pacheco con relación al señor Carlos Julio
Ballesteros, lo cual requiere de un proceso ordinario donde se declare esa
maternidad que hoy reclama el señor Ballesteros Pacheco respecto de la
causante prenombrada. No es fácil ni posible concebir que habiendo nacido ella
en el año de 1910 hubiese tenido éste hijo a los 11 para que el nacimiento de
él hubiera podido ocurrir en 1922. Esto, sin contar con que cuando ella se
casó en el año de 1926, tenía solamente 16 años. Aunque en el escrito de
tutela se afirma que el peticionario nació en el año de 1932, se estima que
esto no es cierto porque tanto en su cédula de ciudadanía como en la partida
anulada aparece el año de 1922 como el de su nacimiento. Así lo expresan tanto
el señor Notario como el Delegado Episcopal, siendo ésta la causa que conllevó
a declarar sin valor dicha partida y a la negativa del notario para asentar el
correspondiente registro civil. También en su partida de matrimonio aparece
el año de 1922 como la fecha de nacimiento del señor Carlos Julio
Ballesteros".
- Que el
accionante "tiene derecho a obtener su registro civil de nacimiento mas no
con relación a los señores Carlos Julio Ballesteros y Carmen Rosa Pacheco, que
es lo que constituye el objeto de su petición de tutela".
Visto lo anterior,
la Corte Constitucional, decide en Sala de Revisión de tutelas el presente
negocio previas las siguientes,
C O N S I D E R A C I O N E S :
a. La
Competencia
Es competente la
Sala para adelantar la revisión de la sentencia proferida por el Juez Civil del
Circuito de Ocaña, en la presente causa, en virtud de lo dispuesto por los
artículos 86 inciso 2o. y 241 numeral 9o. de la Constitución Política de
Colombia, en concordancia con los artículos 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991.
b. La Materia
La revisión de la
sentencia proferida por el señor Juez Civil del Circuito de Ocaña, el siete (7)
de abril de mil novecientos noventa y dos (1992), en el proceso de la
referencia, impone a la Sala aclarar el alcance del derecho a la personalidad
jurídica (art. 33 D.2591/91).
EL DERECHO A LA PERSONALIDAD JURIDICA
Este derecho se
contempla de manera expresa en la legislación internacional, después de la
Segunda Guerra Mundial. La Convención Americana en su artículo 3o. dice:
"Derecho al reconocimiento de la Personalidad Jurídica. Toda persona
tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica"; la convención
Africana en su artículo 5o. manifiesta que "Todo individuo tiene el
derecho al respeto a la dignidad propia del ser humano y al reconocimiento de
su personalidad jurídica"; la Declaración Universal de Derechos Humanos,
en el artículo 6o. reza lo siguiente: "Todo ser humano tiene derecho, en
todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica".
En el Derecho
Constitucional se encuentra consagrado en la Constitución Italiana cuyo
artículo 22 dispone: "nadie puede ser privado, por motivos políticos, de la
capacidad jurídica, de la ciudadanía y del nombre", y en la Constitución
Política de Colombia, cuyo artículo 14 estatuye: "Toda persona tiene
derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica". No aparece
consagrado en las Constituciones de Alemania, Brasil, Costa Rica, España,
Estados Unidos, ni Francia, ni de él se encuentra antecedente en la
Constitución Colombiana de 1886.
Como resultado de la
disminución del valor filosófico del individualismo clásico, del pensamiento
liberal contenido en la Declaración de 1789, principalmente por la influencia
del pensamiento socialista, en los últimos 50 años se usa de manera preferente
la expresión "persona" en vez de la de "individuo" para
referirse a los titulares de los derechos humanos. No se trata simplemente de
un juego de palabras. Esta variación terminológica tiene profundo contenido de
filosofía política. Una precisión previa se impone, en el sentido de que desde
los orígenes de la consagración de los derechos humanos (finales del Siglo
XVIII), se mantiene invariable el principio según el cual toda asociación
política está organizada para servir al Hombre. Esta aseveración, requiere una
explicación sobre la concepción y trato del Hombre-persona en lugar del
hombre-individuo, en dos sentidos: El reconocimiento de la filosofía
personalista, que rechaza la idea de las relaciones del hombre con la sociedad
sobre la base de un antagonismo radical, propio del individualismo de 1789.
La noción de persona expresa la imposibilidad de pensar al hombre por fuera de
los grupos a los que está integrado de manera indisociable. Como el Estado
mismo, los grupos no son más que medios al servicio del hombre. La
Constitución Italiana (art. 2o.), garantiza los derechos del hombre "tanto
como individuo como en las formaciones sociales en que ejerce su
personalidad". Esas formaciones constituyen en la actualidad, marcos
necesarios para el crecimiento de la persona, así como límite para su
realización. Sin perjuicio de que en caso de conflictos entre los derechos de
los individuos y los de los grupos primen los primeros, según la regla
clásica. En efecto, con frecuencia, el grupo está animado de una voluntad de
poder que puede amenazar la libertad del individuo, punto de vista desde el
cual la desconfianza de los liberales clásicos frente a las asociaciones no era
del todo errónea.
El segundo sentido
muestra, en la óptica de 1789, el reconocimiento al individuo de la imposición
al Estado de una actitud de abstención frente al juego de las libertades. En
la perspectiva contemporánea, se imponen al poder público acciones positivas,
lo que amplía la primacía reconocida al hombre, en la medida en que son mayores
las obligaciones impuestas al Estado. De donde se deduce que no es el
individuo sino la persona situada en la sociedad, la que resulta sujeto de los
nuevos derechos sociales y solidarios.
En la primera mitad
de este siglo, una circunstancia histórica, particularmente crítica del
liberalismo, viene a concurrir con el pensamiento socialista, si se quiere de
manera más radical, en críticas a los Derechos del Hombre de 1789 y al valor
mismo de la libertad individual. La acusación al liberalismo, por el Fascismo
italiano y sobre todo por el Nacional-socialismo alemán, es más radical que la
del marxismo, en cuanto éste plantea su crítica a nombre de la libertad, para
convertirla en una realidad y no sólo en un postulado teórico. Lo que aquellos
niegan, es el valor del hombre en tanto tal y como destino de las acciones del
poder público. Para ellos, el hombre sólo vale en cuanto pertenece a una raza
o a determinado Estado, y en consecuencia nada valen quienes pertenecen a las
"razas inferiores", ni a núcleos o grupos sociales. Expresa esta
última concepción, la supremacía del Estado no sólo sobre el hombre individual,
sino, también sobre el individuo situado, como parte de la sociedad,
integrando su propia personalidad. Estas concepciones políticas desconocen la
personalidad humana, e imponen el renunciamiento al ejercicio de la libertad en
beneficio de los gobernantes, personeros de una forma totalitaria del Estado.
De allí que el triunfo de los aliados, venga a infundir un nuevo impulso a la
libertad y al reconocimiento de la dignidad humana, expresada en sus
manifestaciones sociales, que implican la combinación del individualismo con
las tendencias socialistas, que también resultan gananciosas en ese conflicto
bélico, para dar paso al Estado Social de Derecho, cuyo sujeto social no es más
el individuo opuesto a la sociedad, sino referenciado en ésta, en tanto
persona, esto es, al reordenarse el principio de legalidad, se dá paso al
reconocimiento del derecho a la personalidad jurídica, entendido según las
concepciones anotadas.
En efecto, surge el
Derecho a la Personalidad Jurídica, que presupone toda una normatividad
jurídica, según la cual todo hombre por el hecho de serlo tiene derecho a ser
reconocido como sujeto de derechos, con dos contenidos adicionales: titularidad
de derechos asistenciales y repudio de ideologías devaluadoras de la
personalidad, que lo reduzcan a la simple condición de cosa.
Debe en consecuencia
resaltarse que este derecho, confirmatorio del valor de la sociedad civil
regimentada por el derecho, es una formulación política básica, que promueve la
libertad de la persona humana; y que proscribe toda manifestación racista o
totalitaria frente a la libertad del hombre.
No debe confundirse
este derecho fundamental, cuyo contenido, otorga al hombre su condición de ser
social, en el nuevo Estado liberal, con los clásicos derechos a la personalidad
regulados por el derecho civil y menos aún con el concepto de personas
jurídicas o fictas que evoca su idéntica expresión idiomática.
Toda esta
legislación, que comprende los denominados atributos de la personalidad, es
decir, el nombre, el domicilio, la nacionalidad, el patrimonio, el estado civil
y la capacidad, si bien, en el plano de la legalidad ordinaria implican
desarrollos jurídicos que sitúan a la persona humana en la sociedad de modo
ordinario, son tutelables por las autoridades encargadas de su declaración, y
sólo serían amparables mediante acciones como la presente, cuando esa legalidad
pretendiese ser suspendida para dar paso a una concepción de la persona humana
distinta a la liberal, que surgió con una fisonomía propia en el Estado Social
de Derecho. Este derecho fundamental a la personalidad jurídica que consagró
el Constituyente de 1991 es más una declaración de principio, que acoge a la
persona en lugar del individuo, como uno de los fundamentos esenciales del
nuevo ordenamiento normativo.
En el presente caso,
el A-quo equivoca el contenido del derecho a la personalidad jurídica
consagrado en el artículo 14 de la Constitución Nacional, al considerar que se
desconoció ese derecho fundamental, al negarse por el notario único del círculo
de Ocaña, la inscripción del demandante en el registro civil de nacimiento,
haciendo constar la paternidad de quienes él señala como sus padres, toda vez
que dicho parentesco se encuentra impugnado por una hermana, que vendría a
serlo legítima suya en caso de que lo que demanda tuviera soporte en la
realidad. Equivocación que consiste en confundir el contenido del derecho
fundamental a la personalidad jurídica con el derecho a ser inscrito en el
registro civil su nacimiento. Derecho éste último de rango legal, sujeto a los
condicionamientos jurídicos previstos en la ley, y que el funcionario encargado
de llevar el dicho registro, debe hacerlo o dejarlo de hacer, asegurando su
veracidad y demás requerimientos que determine la ley. Por lo tanto no existe
violación del derecho a la personalidad jurídica, cuando razones o
interpretaciones de orden legal vienen a limitar el estado civil de las
personas; porque son justamente esas razones de legalidad las que buscan ser
protegidas por el derecho fundamental que se comenta.
Asiste fundamento al
señor Juez Civil del Circuito al afirmar que para el reconocimiento de los
derechos de la personalidad se requieren unas condiciones o exigencias legales
propias de todo Estado de Derecho. Sin embargo, al valorar las pruebas
presentadas por la hija legítima de la madre de quien pide el accionante se le
tenga igualmente por hijo, incurre en valoraciones sobre "la seriedad,
claridad y convicción de los declarantes...", para concluir que resultó
"justificada jurídicamente la negativa de la notaría" al no
registrar el nacimiento del actor, cuando ha debido simplemente, señalar sin
entrar en valoraciones declarativas como las anteriores, para lo cual no es
competente el juez de tutela, indicar que existen otros recursos o medios de
defensa judicial para hacer valer el derecho que se pretende desconocido, y que
esos medios están constituídos por la posibilidad de instaurar proceso civil
ordinario, donde se declare la maternidad natural de la señora Carmen Rosa
Pacheco que pretende el libelista (art. 6o. D. 2591/91).
Tampoco correspondía
al Ad quem adelantar el análisis sobre las fechas de nacimiento y matrimonio de
la madre, ni las que aparecen en la cédula de ciudadanía del accionante como
de nacimiento de éste y la que declara éste alegando error en el documento para
estimar que "esto no es cierto porque tanto en su cédula de ciudadanía
como en la partida anulada aparece el año de 1922 como el de su
nacimiento". Con lo cual sustituye, sin competencia para ello, al juez
ordinario, en la definición de una situación jurídica referida a la filiación
del peticionario, que como se ha indicado, no es de su facultad.
Con base en lo
anterior, la Corte Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero. CONFIRMAR la sentencia del Juzgado Civil
del Circuito de Ocaña, del siete (7) de abril de mil novecientos noventa y dos
(1992), mediante la cual se decidió la segunda instancia, en la acción de
tutela de la referencia, promovida por el señor CARLOS JULIO BALLESTEROS, por
los razones precedentes.
Segundo. COMUNIQUESE al Juzgado Primero Civil
Municipal de Ocaña la presente decisión para que sea notificada conforme a lo
dispuesto en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, publíquese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el
expediente.
FABIO MORON DIAZ SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
109 | T-486-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-486/92
BANCO DE
DATOS/SUPERINTENDENCIA BANCARIA/COMPETENCIA/ASOCIACION BANCARIA
No es dable la
vigilancia por parte de la Superintendencia Bancaria de los bancos de datos, ni
de las personas que los administran, pues se trata de personas jurídicas
diferentes a las vigiladas, a las cuales prestan un servicio para la evaluación
del riesgo de su clientela. La Asociación Bancaria es una organización civil de
carácter gremial sin ánimo de lucro, diferente a las entidades financieras
afiliadas a ella; no compete a la Superintendencia Bancaria su control y por
ende no tiene facultades relativas a su creación o funcionamiento.
ACCION DE TUTELA
El otro medio de
defensa judicial a disposición de la persona que reclama ante los jueces la
protección de sus derechos fundamentales ha de tener una efectividad igual o
superior a la de la acción de tutela para lograr efectiva y concretamente que
la protección sea inmediata. No basta, pues, con la existencia en abstracto de
otro medio de defensa judicial si su eficacia es inferior a la de la acción de
tutela.
ASOCIACION
BANCARIA/BANCO DE DATOS/HABEAS DATA
La Asociación
Bancaria de Colombia administra un servicio privado de información del sistema
financiero conformado por bases de datos de carácter personal económico y que,
como tal, es responsable del manejo de los respectivos archivos. Las personas cuyos
datos personales son reportados a dicha Central tienen derecho a conocer,
actualizar y rectificar las informaciones, de acuerdo con la Constitución o la
ley. El ejercicio del derecho a la información en que, según la Asociación
Bancaria de Colombia, se fundamenta la Central de Información que dicha entidad
administra, no puede conducir en manera alguna a la vulneración de la dignidad
humana. Los bancos de datos son objetos propios de la ciencia de la
información que adquieren una particular relevancia en el moderno derecho
constitucional por la gran potencialidad que tienen de vulnerar algunos
derechos fundamentales, como la intimidad.
DATO
INFORMATICO/LIBERTAD INFORMATICA
El dato es un
elemento material susceptible de ser convertido en información cuando se
inserta en un modelo que lo relaciona con otros datos y hace posible que el
dicho dato adquiera sentido. El dato que constituye un elemento de la identidad
de la persona, que en conjunto con otros datos sirve para identificarla a ella
y solo a ella, y por lo tanto sería susceptible de usarse para coartarla, es de
su propiedad, en el sentido de que tendría ciertos derechos sobre su uso. La libertad informática consiste en la
facultad de disponer de la información, de preservar la propia identidad informática,
es decir, de permitir, controlar o rectificar los datos concernientes a la
personalidad del titular de los mismos y que, como tales, lo identifican e
individualizan ante los demás.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR/DERECHO A LA INFORMACION
La intimidad, que
es una de las manifestaciones más concretas y directas de dicha dignidad, ha
adquirido una posición privilegiada en el conjunto de los derechos
constitucionales fundamentales. Esto implica, se reitera una vez más, que ante
un eventual conflicto insuperable entre el derecho a la información y el
derecho a la intimidad en donde no pueda ser posible un equilibrio o
coexistencia, la intimidad deberá prevalecer.
REF.: EXPEDIENTE
No T-1900
Peticionario:
Libardo Molina.
Procedencia:
Tribunal Superior de Santafé de Bogotá -Sala Civil-.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé de Bogotá,
D.C., agosto 11 de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-1900, adelantado por Libardo
Molina.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos
de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día seis (6) de mayo del presente año.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar Sentencia de Revisión.
1. Solicitud.
El señor Libardo
Molina impetró acción de tutela ante el Juez 7º Civil del Circuito de Santafé
de Bogotá contra el Banco del Estado y la Asociación Bancaria de Colombia,
ASOBANCARIA, con base en los siguientes hechos:
El accionante
contrajo una deuda que se instrumentó a través de un pagaré, con Promotora
Acrocréditos Ltda.; ésta, a su vez, endosó el título-valor a favor del Banco
del Estado.
El establecimiento
bancario anotado, en virtud del pagaré endosado, instauró proceso ejecutivo que
cursó en el Juzgado 25 Civil del Circuito de Bogotá. En el mencionado proceso,
por providencia de 7 de diciembre de 1988, se declaró probada la excepción de
prescripción de la acción cambiaria; el demandante apeló y el Tribunal Superior
de Santafé de Bogotá por providencia de 12 de julio de 1989, confirmó la
sentencia del A-quo.
Aun así, el Banco
del Estado, en carta del 9 de octubre de 1991, reportó al Sr. Libardo Molina
ante ASOBANCARIA como codeudor de una obligación castigada.
En el expediente de
tutela obran como pruebas:
-La certificación
No. C11187 de noviembre 12 de 1991 de ASOBANCARIA, la cual señala que el señor
Libardo Molina figura en los registros vigentes de la Central de Información
Comercial.
-Copia autenticada
de sentencia de 7 de diciembre de 1988 proferida por el Juzgado 25 Civil del
Circuito de Santafé de Bogotá, D.C.
-Comunicación
No.000560 del 31 de enero de 1992 de ASOBANCARIA, donde señala el Registro del
señor Libardo Molina como codeudor de una cuenta castigada.
-Reglamento de la
Central de Información de ASOBANCARIA.
El peticionario
solicita su exclusión de los registros vigentes de la Central de Información
Comercial de ASOBANCARIA, ya que considera violado el artículo 15 (derecho a
la intimidad) de la Constitución Política de Colombia.
2. Fallos.
2.1. Del Juzgado
7º Civil del Circuito de Santafé de Bogotá (providencia de febrero 11 de 1992).
En principio, el
fallador estima que la tutela debe ir dirigida contra ASOBANCARIA y no contra
el Banco del Estado, ya que aquélla es la encargada de la exclusión del actor
en forma automática.
Luego, el Juzgado
establece la naturaleza de la tutela, determinando que se trata de una acción
contra particulares y como tal debe sujetarse a las supuestos del inciso final
del artículo 86 de la Carta y al Capítulo III del Decreto 2591 de 1991.
Encuentra el Juzgado
que el caso sub-exámine estaría inmerso dentro del numeral 6o. artículo 42 del
Decreto antecitado, pero que de la misma manera dicho caso no correspondía al
marco que determina la Constitución para la tutela contra particulares, como
son el encargo de la prestación de un servicio público, asunción de conductas
que afecten grave y directamente el interés colectivo y estado de indefensión o
subordinación.
En la decisión
judicial se concluye que las circunstancias que podrían darse en el asunto de
la referencia son las de subordinación o indefensión, pero que al fin y al cabo
no existe ni imperativa dependencia ni vulnerabilidad manifiesta del señor
Libardo Molina en relación con ASOBANCARIA.
En ese orden de
ideas, el juzgador deniega la solicitud de tutela en comento.
2.2. Del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala de Decisión Civil-
(providencia de marzo 20 de 1992).
Estima el Tribunal
que el señor Molina sí se encuentra en circunstancias objetivas y actuales de
indefensión, porque el criterio del Banco reportante es mantener al accionante
en vigilia de crédito, y además el reglamento interbancario de ASOBANCARIA
opera sólo con fuerza entre las partes y no respecto del afectado.
Considerando lo
anterior, se revoca la decisión de la primera instancia y se concede la tutela
del señor Libardo Molina a obtener la rectificación de la información tanto en
el Banco de Estado como en ASOBANCARIA, a efecto de que sea excluido
definitivamente como deudor moroso de los registros de las entidades
mencionadas.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
1. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir Sentencia de revisión
del fallo dictado por el Juzgado 42 Penal Municipal de Santafé de Bogotá, con
fundamento en los artículos 86, inciso tercero y 241, numeral noveno de la
Constitución Política en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del
Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace por virtud de la selección que
dicho acto practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en
la forma señalada por el Reglamento de esta Corporación.
Por tratarse de un
caso exactamente igual al fallado en la Sala Primera de Revisión de la Corte
Constitucional, y acorde esta Sala Cuarta de Revisión con los postulados allí
expuestos, se hace necesario reproducir en su parte pertinente los fundamentos
jurídicos.
En efecto, la Sala
Primera de Revisión de la Corte Constitucional, al Revisar la Sentencia
proferida por el Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, hizo un análisis de la
situación de la persona que por razón de prescripción del título valor ha
concluído a su favor el proceso ejecutivo, pero no ha sido excluída de los
registros vigentes de la central de información comercial de la Asociación Bancaria,
causándole esto grave perjuicio para la continuación de su vida comercial.
En aquella
oportunidad la Corte dijo en la Sentencia Nro. T-414[1],
lo siguiente:
"En primer
término, es procedente advertir que la Superintendencia Bancaria no ejerce
control sobre los bancos de datos que operan al servicio de las entidades
financieras y aseguradoras, por no estar facultada para ello como explicará más
adelante.
1. Incompetencia
de la Superintendencia Bancaria para ejercer control sobre los bancos de datos
del sector bajo su vigilancia.
En el entendido de
que las entidades públicas sólo están facultadas para realizar aquellas
actividades a que la ley expresamente las autoriza, de conformidad con el
principio de legalidad de las actuaciones administrativas, consagrado tanto en
la Carta anterior como en la Constitución Nacional vigente y revisadas las
normas que han regido la estructura y funciones de la Superintendencia Bancaria
en el periodo de 1987 a 1992, encontramos que ninguna disposición la ha
autorizado para adelantar funciones de control y vigilancia sobre los bancos de
datos mencionados.
En efecto, el
decreto 1339 de 1986, en su artículo 2o. enumera las instituciones sometidas a
la vigilancia e inspección de la Superintendencia Bancaria, dentro de las
cuales no incluyó los bancos de datos. El decreto 1033 de 1991 derogatorio del
anterior, hizo otro tanto en su artículo 2o. El decreto 1730 de 1991, actual
estatuto orgánico del sistema financiero, al relacionar en su artículo
4.1.1.0.2. las entidades vigiladas, tampoco los incluyó. Valga mencionar que el
literal c) del mencionado artículo dispone que corresponde a la
Superintendencia Bancaria el control de "las demás personas naturales y
jurídicas respectivamente" pero hasta la fecha ninguna ley le ha impuesto
tal función, con respecto a los bancos de datos.
En conclusión, no es
dable la vigilancia por parte de la Superintendencia Bancaria de los bancos de
datos, ni de las personas que los administran, pues se trata de personas
jurídicas diferentes a las vigiladas, a las cuales prestan un servicio para la
evaluación del riesgo de su clientela, análisis que es tanto más importante
como que la jurisprudencia consideró a la actividad concerniente al manejo del
ahorro como servicio público y hoy el artículo 335 de la Constitución la define
como "de interés público".
2. Resultados
del control
De lo anterior se
colige la carencia de una evaluación de las formas y resultados del control,
por la inexistencia de competencia para desarrollar tales funciones.
3. Decisiones de
autoridades públicas relacionadas con los bancos de datos
Esta
Superintendencia no ha recibido noticia oficial sobre el particular.
4.
Irregularidades en el manejo de información de los bancos de datos
Los clientes del
sector financiero, no con poca frecuencia, elevan quejas ante esta entidad
relacionadas con el manejo de la información de los bancos de datos que por
parte de las entidades financieras se lleva a cabo.
La Superintendencia
da el trámite que toda queja requiere, cuando interviene una entidad vigilada
por nosotros, que consiste en lo siguiente: una solicitud de explicaciones a
la entidad vigilada. Posteriormente se evalúa la respuesta de ésta y si en ella
ha demostrado que la información que trasmitió al banco de datos es fidedigna,
el trámite se da por concluído. En caso contrario se requiere a la entidad
financiera a efectos de que la información que reporte el banco de datos sea
fidedigna. En uno y otro evento el resultado de la actuación se comunica al
interesado.
Ahora bien, la
Superintendencia no puede adelantar actuación alguna frente a la manera como el
banco de datos administre la información que contiene, por las razones que se
expusieron en el punto 1o. de este escrito, que se resumen básicamente en la
carencia de facultades legales para vigilar a las personas jurídicas que los manejan.
Si bien es cierto
que la Superintendencia Bancaria no tiene facultades para vigilar los bancos de
datos, al tema de su manejo no le ha sido ajeno. Es así que por medio de su
Oficina Jurídica ha emitido diferentes conceptos, eso si dictados con el alcance
que dispone el artículo 25 del código contencioso administrativo. Los
pronunciamientos a que hago mención, han tenido como orientación diferentes
fuentes de la doctrina, entre los cuales se cuenta el pronunciamiento de la
Procuraduría Delegada en lo Civil, proferido el 19 de julio de 1991, expediente
359, cuyo espíritu compartimos pero que en algunos aspectos nos merece
observaciones, como se advierte en los comentarios que formulamos en seguida.
Recientemente se ha
examinado el tema y es oportuno mencionar los criterios a que se ha llegado:
El artículo 15 de la
Carta constitucionaliza la existencia de los bancos de datos y señala las
garantías de las personas en la recolección, tratamiento y circulación de los
datos. Así, pues, el propio constituyente estima que la existencia de tales
instituciones no es contraria al derecho de la intimidad.
Amén del derecho a
la intimidad es de advertir la garantía del derecho a la información en el
artículo 20 de la Carta, cuyo rango constitucional es equivalente.
Lo anterior hace
necesario establecer un equilibrio entre el derecho a la intimidad y el derecho
a la información, que permita la libertad y la dignidad de las personas tanto
como el derecho a la información veraz e imparcial.
Este equilibrio es
tanto más importante cuando se trata de una actividad como la financiera, la
cual por concernir al manejo del ahorro de la comunidad, cuyo cuidado depende
de la ortodoxia y prudencia con que procedan las entidades del sector, requiere
un acervo adecuado de información en materia de evaluación de riesgo. Aquí no
huelga recordar que el constituyente calificó a la actividad financiera como de
interés público en el artículo 335 de la Carta.
5. Creación,
funcionamiento y control de la central de información de la Asociación Bancaria
La Asociación
Bancaria es una organización civil de carácter gremial sin ánimo de lucro,
diferente a las entidades financieras afiliadas a ella; no compete a la
Superintendencia Bancaria su control y por ende no tiene facultades relativas a
su creación o funcionamiento.
En todo caso, debe
señalarse que para la Superintendencia Bancaria es de gran importancia y
conveniencia la existencia de mecanismos de información que permitan una mejor
evaluación del riesgo crediticio. Tanto es así que para otorgar así y evaluar
el crédito esta Superintendencia exige la consulta a centrales de riesgos.
6. Acciones
contra la Superintendencia Bancaria por fallas en el manejo y organización de
los Bancos de Datos.
El ordenamiento
jurídico colombiano no prevé acción alguna contra la Superintendencia Bancaria
por perjuicios que se causen por la organización y manejo de los bancos de
datos financieros, ya que no corresponde a ésta la vigilancia de los mismos
como se ha explicado.
Como se desprende de
lo anterior, no existe en el ordenamiento nacional el otro medio de defensa
judicial señalado por el Juez 7º civil del circuito de Santafé de Bogotá.
Es claro también que
la ignorancia o negligencia del fallador de primera instancia, constituye un
grave desconocimiento de los principios de prevalencia del derecho sustancial y
de la eficacia, que según el artículo 3o. del Decreto 2591 de 1991, deben regir
el trámite de la acción de tutela. Representa igualmente un grave irrespeto a la
dignidad y tranquilidad del peticionario. Todo lo anterior amerita la
intervención de las autoridades competentes, particularmente por cuanto que a
partir de la vigencia de la Carta de 1991 no hay duda alguna que el Estado debe
estar al servicio de la persona y no la persona al servicio ciego del Estado.
Lo ocurrido en el
presente caso dá pié para formular algunas consideraciones adicionales acerca
del alcance que tiene la expresión "Esta acción sólo procederá cuando el
afectado no disponga de otro medio de defensa judicial" (inciso 3º del
artículo 86 de la Carta vigente).
Si se repara que en
el inciso primero de dicho artículo la acción de tutela aparece consagrada como
un procedimiento para la protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales cuandoquiera que éstos resulten vulnerados o amenazados por la
acción o la omisión de cualquier autoridad pública; que en la función pública
de administrar justicia debe prevalecer el derecho sustancial y se observará la
debida diligencia (Constitución Nacional, Artículo 228); y que entre los fines
esenciales del Estado está el de garantizar la efectividad de los derechos
consagrados en la Constitución (Ibidem art. 2º) está fuera de toda duda que la
acción de tutela, por la expresa voluntad del Constituyente de 1991, es el
recurso efectivo que consagran los tratados y convenios internacionales para
proteger eficazmente los derechos fundamentales. Por tanto, así se ha venido a
colmar en el ordenamiento nacional un vacío que justamente venía preocupando a
personas y entidades comprometidas en la protección de tales derechos.
Siendo esto así, es
claro entonces que el otro medio de defensa judicial a que alude el artículo 86
debe poseer necesariamente, cuando menos, la misma eficacia en materia de protección
inmediata de derechos constitucionales fundamentales que, por su naturaleza,
tiene la acción de tutela. De no ser así, se estaría haciendo simplemente una
burda y mecánica exégesis de la norma, en abierta contradicción con los
principios vigentes en materia de efectividad de los derechos y con
desconocimiento absoluto del querer expreso del Constituyente.
En otros términos,
en virtud de lo dispuesto por la carta del 91, no hay duda que "el otro
medio de defensa judicial" a disposición de la persona que reclama ante
los jueces la protección de sus derechos fundamentales ha de tener una
efectividad igual o superior a la de la acción de tutela para lograr efectiva y
concretamente que la protección sea inmediata. No basta, pues, con la
existencia en abstracto de otro medio de defensa judicial si su eficacia es
inferior a la de la acción de tutela.
De otra parte, es
así mismo claro que cuando el Estado colombiano está obligado a hacer la mayor
divulgación de la Constitución (Constitución Nacional art. 41) ello no implica
solamente una labor formal a través de los diversos medios de comunicación sino
también el estímulo concreto a la práctica cotidiana de sus principios y
valores por parte de sus funcionarios. Lo cual supone, entre otras cosas, que
el Juez del Estado social de derecho en que se ha transformado Colombia por
virtud de lo dispuesto en el artículo 1º. de su nueva Carta, está en la
obligación de indicarle al peticionario, con la claridad y precisión que son de
presumir en un profesional egresado de una facultad de Derecho aprobada por el
Estado, el otro medio de defensa judicial de que puede disponer el afectado
para proteger su derecho. De no ser así, podría estimularse una práctica
dilatoria y claramente kafkiana en abierta burla de la dignidad humana. Tal
como ha ocurrido en el presente caso y que bien amerita una investigación por
parte de las autoridades competentes.
Por todas las
consideraciones anteriores, esta Sala reconocerá que en el presente caso el
afectado no dispone de otro medio de defensa judicial y que por tanto es
procedente la acción de tutela incoada [como lo estableció el Tribunal Superior
de Santafé de Bogotá].
A. La dignidad
humana, supremo principio de la Constitución de 1991.
Con toda razón sus
comentaristas ponen de presente que esta Carta consagra una nueva orientación
filosófica que ubica al hombre en lugar privilegiado y es el más eficaz
instrumento al servicio de la dignificación de la persona humana. Ello se
desprende de buena parte de su texto, pero en especial del preámbulo y los
artículos 1 al 95, los cuales permean todo el ordenamiento nacional.
En virtud de lo
anterior, se ha producido pues un cambio cualitativo de amplio espectro que
supone necesariamente la revisión de aquellas categorías jurídicas que siempre
tuvieron como núcleo la propiedad y no el debido miramiento a la persona
humana. Tal revisión se traduce en una neta prevalencia de la categoría del ser
sobre la del tener o del haber, dentro del marco de un hondo y genuino
humanismo que debe presidir los actos de los encargados de administrar justicia
en todos los niveles del sistema jurídico.
Por tanto, en
Colombia la actividad económica no puede desarrollarse hoy en abierto contraste
con los valores fundamentales y las exigencias propias de la libertad humana.
Ella prevalece sobre toda pretensión desmesurada de servir los intereses de la
productividad y la eficiencia.
B. Las nuevas
tecnologías y la libertad personal.
Dentro de la
perspectiva de crear y definir permanentemente nuevos derechos humanos que
respondan a las exigencias de las diversas coyunturas históricas, se habla hoy
de una cuarta generación de tales derechos que tendría como finalidad
específica la de dar respuesta tanto a los desafíos científicos y del progreso
tecnológico como al cuestionamiento producido por la manipulación genética o
por el riesgo de la desinformación universal de los procedimientos
ultramodernos de los medios de comunicación.
De estas inquietudes
muy fundadas se han hecho también eco algunos instrumentos elaborados por
organismos internacionales.
Así, por ejemplo, en
la denominada "Proclama de Teherán", aprobada por la Conferencia
Internacional de Derechos Humanos el 13 de Mayo de 1968 se declaró solemnemente
que:
"Si bien
los recientes descubrimientos científicos y adelantos tecnológicos han abierto
amplias perspectivas para el progreso económico, social y cultural, esta
evaluación puede, sin embargo, comprometer los derechos y las libertades de los
individuos y por ello requerirá una atención permanente".
También en su
"Declaración sobre la utilización del progreso científico y tecnológico en
interés de la paz y en beneficio de la humanidad", proclamada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de noviembre de 1975 se expresa
que:
"Todos
los Estados tomarán medidas apropiadas a fin de impedir que los progresos
científicos y tecnológicos sean utilizados, particularmente por órganos
estatales, para limitar o dificultar el goce de los derechos humanos y las
libertades fundamentales de la persona consagrados en la Declaración Universal
de Derechos Humanos, en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos y en
otros instrumentos internacionales pertinentes".
Entre tales medidas
apropiadas la ONU, a través de sus organismos especializados, ha venido
estimulando la adopción de normas para el manejo de bancos de datos y de
protección a la intimidad.
C. Intimidad y
habeas data: aproximación al artículo 15 de la Carta.
La Sala estima
conveniente señalar en forma muy somera algunos alcances de esta nueva
disposición con la cual el Constituyente ha querido, en buena medida, proteger
la intimidad la honra y la libertad contra los abusos del poder informático
vinculado estrechamente, según se verá, con los adelantos tecnológicos.
1.- La intimidad.
Como es bien
sabido, cuando la doctrina[2] se refiere a la
intimidad bajo la forma de protección de la vida privada, lo hace tanto en un
sentido amplio como en un sentido estricto.
En el primero, la
expresión designa todas las reglas jurídicas que tienen por objeto proteger la
vida personal y familiar. Este es el alcance que le reconoce la Corte Europea
de Derechos del Hombre al artículo 8o. de la Convención sobre la materia.
En un sentido más
estricto, la expresión se emplea también para designar exclusivamente un
conjunto de normas que tiene por fin la protección de las personas contra
atentados que afectan particularmente el secreto o la libertad de la vida
privada.
En algunos
pronunciamientos de la jurisprudencia francesa, el profesor Stromholm considera
que la intimidad no es otra cosa que el derecho de una persona de manejar su
propia existencia como a bien lo tenga con el mínimo de injerencias exteriores [3].
Por su naturaleza
manifiestamente individualista y negativa, concepciones como ésta son hoy
insuficientes para demandar la protección del ordenamiento ante las embestidas
del "poder informático".
La misma doctrina
destaca también que la intimidad se proyecta en dos dimensiones a saber: como
secreto de la vida privada y como libertad.
Concebida como
secreto, atentan contra ella todas aquellas divulgaciones ilegítimas de hechos
propios de la vida privada o familiar o las investigaciones también ilegítimas
de acontecimientos propios de dicha vida.
Concebida como
libertad individual, trasciende y se realiza en el derecho de toda persona de
tomar por sí sola decisiones que concierne a la esfera de su vida privada.
Planteamientos como
éstos han estimulado intentos enderezados a distinguir diversas esferas de la
vida privada, a ubicar la intimidad en la porción más interna de la misma, y a
precisar que la protección jurídica debe tener por objeto exclusivamente la
parte íntima de la vida privada y no simplemente la "privacidad".
Pero también parecen dar la razón a quienes estiman inútil y hasta imposible
construir una noción clara de intimidad como presupuesto indispensable para su
eficaz protección jurídica.
El derecho no ha
sido ajeno a la protección de la vida privada. Pero esta meta resulta cada vez
más difícil por cuanto en nuestro tiempo los secretos no son simplemente
captados por los sentidos sino que el uso de técnicas hace prácticamente
ilimitada su revelación a los nuevos medios de comunicación social.
Los atentados contra
la intimidad pueden provenir tanto de los particulares como del Estado.
Entre las prácticas
más perturbadoras de los particulares la doctrina señala la exposición pública
de fotografías sin el consentimiento del retratado, las vociferaciones para
anunciar la venta de mercancía, el asedio inoportuno de periodistas en momentos
de extrema pesadumbre, las llamadas telefónicas de anónimos injuriadores, el
empleo ilícito de aparatos destinados a espiar detalles de la vida íntima, el
empleo abusivo de la informática en el acopio de datos sobre los antecedentes
comerciales y la circulación de libros, filmes y videos cuyos argumentos
reproduzcan, sin tacto alguno, episodios desgraciados de la vida real de las
personas[4].
La creciente
utilización de la informática en las actividades propias de la administración
pública, particularmente notoria durante la presente década, ha creado grandes
esperanzas de encontrar por fin el remedio más eficaz para muchos de sus
problemas, algunos de los cuales se remontan al siglo pasado.
Este optimismo, tal
vez ingenuo, parece haber relegado a un plano secundario la consideración de
un aspecto específico de la informatización del Estado que concierne en grado
sumo al ciudadano común, a saber: el uso indebido de una ingente masa de
información en manos del Ejecutivo bien puede acarrear consecuencias nocivas
para sus derechos en países donde todavía no existe una regulación adecuada
sobre nuevas tecnologías de información como es, precisamente, el caso de
Colombia.
Dentro de este
complejo contexto, se protege la intimidad como una forma de asegurar la paz y
la tranquilidad que exige el desarrollo físico, intelectual y moral de las
personas, vale decir, como un derecho de la personalidad.
Esta particular
naturaleza suya determina que la intimidad sea también un derecho general,
absoluto, extrapatrimonial, inalienable e imprescriptible y que se pueda hacer
valer "erga omnes", vale decir, tanto frente al Estado como a los
particulares. En consecuencia, toda persona, por el hecho de serlo, es titular
a priori de este derecho y el único legitimado para permitir la divulgación de
datos concernientes a su vida privada. Su finalidad es la de asegurar la
protección de intereses morales; su titular no puede renunciar total o
definitivamente a la intimidad pues dicho acto estaría viciado de nulidad
absoluta[5].
Es de señalar
también que la doctrina moderna ha venido reiterando una nueva y creciente
dimensión de la intimidad que la reivindica de su inicial caríz individualista
y negativo. Se trata, ni más ni menos, de reconocerle un espacio propio entre
las denominadas libertades públicas, vale decir, entre aquellos derechos
fundamentales de una sociedad que permiten el desarrollo y mantenimiento de la
personalidad y la dignidad humana[6].
De otra parte, en
las nuevas condiciones creadas por la emergencia de sofisticadas tecnologías,
la intimidad adquiere más y más objetiva naturaleza política como que apunta a
lograr un justo equilibrio en la distribución del poder de la información y no
exclusivamente, como en el pasado, a garantizar los apetitos de soledad de una
persona.
2.- Intimidad y
derecho a la información
En casos de
conflicto insoluble entre ambos, esta Sala no vacila en reconocer que la
prevalencia del derecho a la intimidad sobre el derecho a la información, es
consecuencia necesaria de la consagración de la dignidad humana como
principio fundamental y valor esencial, a la vez, del Estado social de derecho
en que se ha transformado hoy Colombia, por virtud de lo dispuesto en el
artículo primero de la Carta de 1991.
En efecto, la
intimidad es, como lo hemos señalado, elemento esencial de la personalidad y
como tal tiene una conexión inescindible con la dignidad humana. En
consecuencia, ontológicamente es parte esencial del ser humano. Sólo puede ser
objeto de limitaciones en guarda de un verdadero interés general que responda a
los presupuestos establecidos, por el artículo 1o. de la Constitución. No
basta, pues, con la simple y genérica proclamación de su necesidad: es
necesario que ella responda a los principios y valores fundamentales de la
nueva Constitución entre los cuales, como es sabido, aparece en primer término
el respeto a la dignidad humana.
3.- La Central de
Información de la Asociación Bancaria
De la documentación
suministrada por el señor Superintendente se desprende que la Central es un
mecanismo de defensa gremial que concentra la información de clientes del
sistema financiero en lo relacionado con aspectos que permiten establecer el
grado de riesgo que implica un determinado crédito. La información que pueden
recibir estos entes está sometida al principio de la reserva bancaria y su
manejo se sujeta al deber general de no causar daño a otro. Pero la reserva
bancaria no opera respecto de los datos relativos a obligaciones incumplidas
comoquiera que es esta una excepción al deber de sigilo de los establecimientos
bancarios[7].
En Agosto de 1991,
la Asociación Bancaria de Colombia expidió un reglamento de su Central de
Información, del cual merecen destacarse los siguientes aspectos:
Artículo 1o.
Naturaleza. La Central de Información de la Asociación Bancaria de Colombia es
un servicio privado de información del sistema financiero, conformado por las
bases de datos de carácter personal económico mencionados en los Acuerdos
Interbancarios y los que la Junta Directiva estime necesarios para el logro del
propósito que se establece en el artículo siguiente:
Artículo 2o.
Propósito. Las bases de datos que conforman la Central de Información tienen
el propósito de servir a las instituciones financieras como elementos de juicio
para la evaluación de riesgos en los negocios financieros y operaciones activas
de crédito que celebren con sus clientes, así como para la aplicación de los
acuerdos interbancarios adoptados por la Asamblea de Afiliados a la Asociación.
Artículo 4o.
Titulares de los datos. Las personas cuyos datos personales hayan sido reportados
a la Central son los titulares de los mismos, y en consecuencia tienen derecho
a conocer, actualizar y rectificar las informaciones, conforme al procedimiento
señalado en este reglamento.
Artículo 5o.
Responsables. La Asociación Bancaria de Colombia es la administradora de las
bases de datos que conforman la Central de Información y en consecuencia es
responsable de los archivos. Los usuarios serán responsables de la exactitud de
los datos y de la actualización o rectificación, así como del buen uso de la
información obtenida de la Central.
Es claro, pues, que
la Asociación Bancaria de Colombia administra un servicio privado de
información del sistema financiero conformado por bases de datos de carácter
personal económico y que, como tal, es responsable del manejo de los
respectivos archivos.
De otra parte, las
personas cuyos datos personales son reportados a dicha Central tienen derecho a
conocer, actualizar y rectificar las informaciones, de acuerdo con la
Constitución o la ley[8].
Por todo lo
anterior, esta Sala encuentra reprochable en grado sumo la conducta de la
Asociación Bancaria al no retirar de la lista de deudores morosos [al señor
Libardo Molina]. En efecto, en el expediente obra prueba de que por sentencia
debidamente ejecutoriada [el Juzgado 25 Civil del Circuito de Santafé de
Bogotá había declarado prescrita la obligación y así lo confirmó el Tribunal
Superior].
Sorprende igualmente
que dicho quejoso haya tenido que impetrar, por medio de apoderado, la presente
acción de tutela ante [el Juzgado 7º Civil del Circuito de Santafé de Bogotá]
para que se le retirara de la lista de deudores morosos y se actualizara y
rectificara la información que sobre él existe en el banco de datos de la
Asociación Bancaria. Porque es lo cierto que por virtud de lo dispuesto en el
reglamento de la Central, él tenía perfecto derecho a la actualización de las
informaciones que le concernían, en particular, que su obligación con el Banco
del Estado había sido declarada prescrita por sentencia judicial el año de 1989
y no tenía por qué seguir figurando en la condición de deudor moroso de dicha
entidad financiera.
Como consecuencia de
todo lo anterior, esta Sala reitera que es voluntad expresa del Constituyente
plasmada en el texto del artículo 1o. la primacía del ser humano con sus
atributos fundamentales sobre otras categorías simplemente accesorias, como
las de haber o tener.
Ello quiere decir,
en otros términos, que el ejercicio del derecho a la información en que, según
la Asociación Bancaria de Colombia, se fundamenta la Central de Información que
dicha entidad administra, no puede conducir en manera alguna a la vulneración
de la dignidad humana.
Tal como ha ocurrido
en el caso del señor [Molina] la misma limitación pesa sobre el ejercicio del
derecho a la protección del crédito como proyección del derecho de propiedad.
4.- El Dato y su
"propiedad"
El dato es un
elemento material susceptible de ser convertido en información cuando se
inserta en un modelo que lo relaciona con otros datos y hace posible que el
dicho dato adquiera sentido.
En forma muy somera,
se puede decir que el sentido en última instancia, lo producen una o varias
mentes humanas y este sentido es un determinante de la acción social. Los
modelos se plasman en forma de textos y mensajes que consisten en una serie de
signos algunos de los cuales les llamaremos datos, organizados de acuerdo a
sistemas de reglas o gramática.
En la sentencia
original se cita el concepto del experto Ernesto Lleras sobre los bancos de
datos:
"A través
de los signos y mensajes los eventos adquieren realidad social. La realidad
expresada a través de mensajes ... es la determinante de la acción social (Lleras
et. al p. 6).
El dato se
constituye entonces en el elemento básico de información sobre eventos o cosas.
(Fl. 45).
Pero aquí nos
importa señalar especialmente la incidencia del dato en la eventual vulneración
de la intimidad. En efecto, el mencionado experto señala también en su
concepto que:
El dato que
constituye un elemento de la identidad de la persona, que en conjunto con otros
datos sirve para identificarla a ella y solo a ella, y por lo tanto sería
susceptible de usarse para coartarla, es de su propiedad, en el sentido de que
tendría ciertos derechos sobre su uso. Datos de este tipo serían sus señales
particulares, relaciones de propiedad y de familia, aspectos de su
personalidad, y señales de identidad de diversa índole que van emergiendo en
las actividades de la vida. Todos estos datos combinados en un modelo, son
equivalentes a una "huella digital" porque el individuo es
identificable a través de ellos.
Por las
características propias de los datos, una vez producidos (codificado un evento
u objeto por alguien o eventualmente una máquina) pueden diseminarse con
relativa facilidad. Esto hace que puedan ser usados, en combinación con otros
de procedencias distintas pero adscribibles a la misma persona. Así se va
configurando lo que ha dado en llamar un "perfil de datos de una
persona" (Lleras). Estos perfiles pueden construirlos quienes tengan
bancos de datos bien sea manuales o sistematizados, y el poder de información y
control social que estos tengan depende del uso de la tecnología disponible.
El problema del
"poder informático" existe siempre que se poseen datos sobre las
personas bien sea en forma manual o por medios electrónicos. Con el desarrollo
de estos últimos, las posibilidades de acción de ese poder en contra de la
libertad de las personas se magnifican y harían necesaria una legislación
especial.
El "perfil de
datos" de la persona se constituye entonces en una especie de
"persona virtual" sobre la cual pueden ejercerse muchas acciones que
tendrán repercusión sobre la persona real. Desde el envío de propaganda no
solicitada, hasta coerción u "ostracismo" social como en el caso que
se presenta. Un "buen" manejo de Bancos de Datos permitiría
identificar hasta perfiles poblacionales desde distintos puntos de vista, lo
cual constituye un evidente peligro de control social de aquellos que ostentan
"poder informático", no solamente contra la libertad de las personas
individuales sino contra la de sectores sociales más amplios.
Por su compleja
naturaleza es claro que frente al dato no puede aplicarse en todo su rigor el
derecho clásico de propiedad. En verdad, bien miradas las cosas, salta a la
vista la existencia de varios sujetos con distintas relaciones. Uno es el
sujeto del cual se dice algo o al cual algo le concierne en el universo
informativo construído a partir del dato. Otro es el sujeto que, aplicando unos
códigos o gramáticas como instrumentos auxiliares, hace que el dato se
convierta en información.
Pueden existir otros
cuya labor específica es la circulación y difusión de la información con
destino a los clientes habituales de los medios de comunicación. La labor
primordial de estos últimos sujetos es, como se ve, hacer que el dato se
convierta en esa mercancía denominada a veces noticia, apta para el consumo de
su clientela que las nuevas tecnologías de información permiten ampliar más y
más cada día. En estas condiciones, los diversos sujetos son apenas titulares
de algunas facultades que no les confieren necesariamente la calidad de
propietarios. Muchas veces no son más que simples depositarios forzosos.
De otra parte, la
facultad de difusión que es, como se sabe, propia del derecho a la información,
adquiere un contenido económico que muy a menudo dificulta establecer un límite
claro entre el ejercicio del derecho a la información como dimensión de la
libertad política y presupuesto de una democracia participativa y pluralista, y
la simple actividad empresarial de producir más y más noticias para una
creciente clientela teniendo como materia prima los datos. Algunos se apropian
codiciosamente de ellos, como si se tratara de colegiales indisciplinados a la
caza de frutos silvestres en predios que consideran baldíos y que son en verdad
los huertos de sus iracundos vecinos o colegas.
Lo cierto es que por
las muy estrechas relaciones entre el dato personal y la intimidad que atrás
hemos destacado, la sola búsqueda y hallazgo de un dato no autoriza a pensar
que se ha producido simultáneamente su apropiación exclusiva y, por tanto, la
exclusión de toda pretensión por parte del sujeto concernido en el dato. De ahí
que no pueda hablarse de que existe un propietario del dato con las mismas
implicaciones como si se tratara de una casa, un automóvil o un bien
intangible. Tampoco cabe pensar que la entidad que recibe un dato de su cliente
en ejercicio de una actividad económica, se convierte por ello mismo en su
propietario exclusivo hasta el punto de que es ella quien pueda decidir
omnímodamente su inclusión y posterior exclusión de un banco de datos. Esto
sería tanto como autorizarlo de lleno a desposeer al sujeto, con todas sus
consecuencias previsibles, de los "perfiles virtuales" que, como ya
hemos visto, pueden construírse a partir de los datos de una persona.
Con las
posibilidades que ofrecen hoy las modernas tecnologías de información y, en
particular, los bancos de datos computarizados, ello equivaldría también a
autorizar a la persona o entidad que recibe el dato a encarcelar
"virtualmente" en el banco de datos al sujeto concernido en los
mismos. Lo cual, en países que carecen de una legislación específica protectora
de la intimidad frente al fenómeno informático, favorecería abiertamente su
cotidiana vulneración. Que estos abusos no son simplemente potenciales e
imaginarios, lo señala en buena medida el informe del señor Superintendente.
Por eso, a partir de
la vigencia del art. 15 de la Carta del 91 y en desarrollo del mismo es
indispensable la regulación integral del poder informático para poner coto a
sus crecientes abusos. Así lo exige la adecuada protección de la libertad
personal frente a los poderosos embates de las nuevas tecnologías. Y así lo
ordenará esta Sala.
5- Los bancos de
datos y el derecho constitucional informático
Tal como lo señala
el profesor Mario G. Losano[9] precursor muy
fecundo tanto de la informática jurídica como del derecho informático en
Italia, y cuyas obras son ampliamente conocidas en nuestro continente, un banco de datos no es otra cosa
que un conjunto de informaciones que se refieren a un sector particular del
conocimiento, las cuales pueden articularse en varias bases de datos y ser
distribuídas a los usuarios de una entidad que se ocupa de su constante
actualización y ampliación.
O lo que es
fundamentalmente lo mismo, un conjunto de informaciones exhaustivas y no
redundantes sobre un determinado tema, manejado por un específico conjunto de
programas[10].
Como se ve, pues,
los bancos de datos son objetos propios de la ciencia de la información que
adquieren una particular relevancia en el moderno derecho constitucional por la
gran potencialidad que tienen de vulnerar algunos derechos fundamentales, como
la intimidad.
La incidencia de los
bancos de datos en el derecho público informático se aprecia con mayor claridad
en el surgimiento de conceptos tan específicos como los de poder informático y
libertad informática. Nos referiremos a ellos más adelante, por cuanto son hoy
de ineludible referencia para entender a cabalidad los verdaderos alcances del
artículo 15 de la Carta de 1991.
Es preciso, de otra
parte, recordar que a partir de la década del cincuenta máquinas tales como los
computadores han hecho posible no sólo crear e interconectar enormes
"bancos de datos" que pueden suministrar inmediatamente una vasta
cantidad de información personal a grandes distancias y en forma más
comprensiva, sino también establecer correlaciones entre datos que aisladamente
son las más de las veces inofensivos pero que reunidos pueden descubrir
aspectos cuya relevación atenta contra la libertad e intimidad del ciudadano.
En efecto, como lo
observa agudamente el profesor Losano[11] mediante el
denominado software aplicativo el computador se ha convertido para el ciudadano
en un delator perfecto de informaciones sin que en la mayoría de los casos el
titular de ellas llegue siquiera a enterarse, lo cual representa un peligro
evidente para sus derechos, sobre todo en países como Colombia, que carecen de
una legislación especial en materia de circulación de datos.
Es comprensible,
entonces, que la literatura especializada se haya venido ocupando más y más de
la dramática e injusta situación del ciudadano que es objeto de una permanente
observación por parte del aparato estatal que lo coloca dentro de un virtual acuario
de cristal, sin posible escapatoria o salvación. Aparece así el denominado
síndrome del pez rojo[12].
Pero es innegable
también que cuantos más servicios pretenda recibir el ciudadano del Estado
tanto mayor será la cantidad de datos que deba suministrarse (composición del
núcleo familiar, vivienda, salud, educación, lugar de trabajo, necesidades de
transporte, seguridad social, etc.), con la obvia consecuencia de que una mayor
transparencia de sus beneficiarios, todo lo cual contribuye a reproducir,
prolongar y fortalecer la vigencia del síndrome y del poder informático.
Como bien lo destaca
el profesor Vittorio Frosini, la posibilidad de acumular informaciones en
cantidad ilimitada, de confrontarlas y agregarlas entre sí, de hacerle un
seguimiento en una memoria indefectible, de objetivizarlas y transmitirlas como
mercancía en forma de cintas, rollos o discos magnéticos, por ejemplo, permite
un nuevo poder de dominio social sobre el individuo, el denominado poder
informático.
Como necesario
contrapeso, este nuevo poder ha engendrado la libertad informática. Consiste
ella en la facultad de disponer de la información, de preservar la propia
identidad informática, es decir, de permitir, controlar o rectificar los datos
concernientes a la personalidad del titular de los mismos y que, como tales, lo
identifican e individualizan ante los demás. Es, como se ve, una nueva
dimensión social de la libertad individual diversa, y por razón de las
circunstancias que explican su aparición, de otras clásicas manifestaciones de
la libertad.
Por su peculiar
naturaleza, esta libertad ha sido reconocida en las legislaciones de Estados de
democracia liberal mediante estatutos jurídicos especiales, los cuales,
establecen nuevos derechos e instituciones de control. En España, Portugal, y
Brasil, por ejemplo,tanto la libertad informática como el habeas data han
recibido el honor de una clara y explícita consagración constitucional[13].
6.- La cárcel del
alma y el derecho al olvido
1. Con el triunfo
definitivo del Estado moderno en el siglo XVIII, depositario de las ideas de la
Ilustración y del humanismo racionalista, se impuso una nueva manera de ver las
relaciones entre los gobernantes y los gobernados y con ella una nueva manera
de ver el castigo. El punto clave de esta última novedad puede ser explicado
como un abandono de la preocupación medioeval por punir el cuerpo de los
delincuentes -a través de los suplicios- en beneficio de un interés permanente
por castigar su alma. Este cambio de objeto, que Foucault ha descrito en
detalle como un cambio estratégico en el ejercicio del poder, se ha ido
imponiendo a través de los últimos siglos hasta adquirir hoy plena
manifestación en disciplinas sociales basadas en la imposición de reglas
comerciales, de métodos de observación, de técnicas de registro, de
procedimientos de indagación y de pesquisa, de aparatos de verificación y, en
general, de tratamiento de informaciones que condicionan y manipulan el
comportamiento ciudadano sin necesidad de ejercer una coacción o una amenaza de
coacción física sobre los individuos.
El encarcelamiento
del alma en la sociedad contemporánea, dominada por la imagen, la información y
el conocimiento, ha demostrado ser un mecanismo más expedito para el control
social que el tradicional encarcelamiento del cuerpo. Por eso vale la pena
preguntarse si estos dos tipos de encarcelamiento se ejercen de manera
discriminada y estratégica en Colombia como mecanismo de control frente a dos
sectores de población diferente a saber: la cárcel tradicional para la clase
marginada del circuito económico y comercial y la cárcel del espíritu contra
los demás violadores de las reglas disciplinarias impuestas por dicho
circuito.
Los datos tienen por
su naturaleza misma una vigencia limitada en el tiempo la cual impone a los
responsables o administradores de bancos de datos la obligación ineludible de
una permanente actualización a fin de no poner en circulación perfiles de
"personas virtuales" que afecten negativamente a sus titulares, vale
decir, a las personas reales.
De otra parte, es
bien sabido que las sanciones o informaciones negativas acerca de una persona
no tienen vocación de perennidad y, en consecuencia después de algún tiempo
tales personas son titulares de un verdadero derecho al olvido.
Este derecho le fue
abiertamente negado al peticionario tanto por la Asociación Bancaria de
Colombia como por el Banco del Estado, con lo cual lo condenaron, sin fórmula
de juicio, a una exclusión del sistema crediticio por término indefinido. Ello
pese a que ambas entidades sabían que [desde el 12 de julio de 1989 el
tribunal Superior de Santafé de Bogotá ], con la autoridad que le confiere la
ley declaró prescrita la obligación contraída por el peticionario con el Banco
del Estado (a través del endoso).
Por eso es a todas
luces censurable la rebeldía del banco a reconocerle efectos a esta sentencia.
Como lo es también, en mayor grado, la complicidad manifiesta con dicha
conducta por parte de una entidad llamada a velar por los mejores intereses del
gremio, como es el caso de la Asociación Bancaria de Colombia.
7.- Creciente
informatización social e insuficiente protección jurídica
Un censo realizado
por el DANE en diciembre de 1987 sobre el desarrollo informático en Colombia,
reveló la existencia de 640 empresas oficiales que procesan datos, cifra ésta
que contrasta abiertamente con las 2.535 empresas que lo hacen también en el
sector privado.
Teniendo en cuenta
las diversas actividades económicas, es de destacar que en el sector de la
agricultura, la silvicultura, la caza y la pesca existían 70 entidades que
procesan datos mientras que en la industria manufacturera lo hacen 753, en el
comercio 559 y en el sector financiero 628.
Por cuanto respecta
a la ubicación regional, vale la pena señalar que en tanto que en Bogotá y la
región central se concentra el 68% de los recursos informáticos, en la zona
pacífica el porcentaje tan solo llega al 12, y el 20% restante en las regiones
atlántica oriental y los territorios nacionales.
De otra parte,
estudios realizados por la Embajada de los Estados Unidos para estimar el
potencial del mercado de los computadores en nuestro país prospectado hacia el
año de 1993, indican claramente que en cinco años la adquisición de equipos
pasó de 482 a 3.827 con una marcada tendencia al crecimiento en la demanda de
microcomputadores la cual constituirá más de la mitad del mercado general de
computadores, tanto en valor como en número de unidades.
Por cuanto respecta
a los diversos equipos importados al país y su utilización en los distintos
sectores de la economía nacional, el mencionado estudio estableció también que
los "main frames" serán adquiridos principalmente por el gobierno y
por los sectores financiero y manufacturero, los minis por el sector del
comercio y el manufacturero y los micros por el sector financiero, el comercio,
el manufacturero y el educativo. Es de destacar también que los gastos hechos
en el país por concepto de hardware de computadores, software y servicios
ascienden, respectivamente, a cerca de 270 millones de dólares, 80 y 40.[14].
De otra parte, la
presencia de la informática en la sociedad colombiana se percibe también tanto
a través de normas de carácter fundamentalmente técnico sobre la utilización
de sistemas de información, equipos y servicios de procesamiento de datos como
sobre la formulación y aplicación de políticas en materia de sistemas de
información[15] y del servicio
de transmisión o recepción de información codificada (datos) entre equipos
informáticos[16]. Hace algún
tiempo se reguló también la coordinación del programa de informática en el
sector público INSEP. En uno de los considerando de la norma se deja expresa
constancia de la necesidad de mejorar los procesos de gestión de la
administración pública a todos los niveles, mediante la producción y uso de la
información y su vinculación a la planeación y a la toma de decisiones tanto
por entidades públicas como por la comunidad en general[17].
En una investigación
reciente realizada por el Centro Nacional de Consultoría con financiación de
ACIS la cual abarcó específicamente los sectores del gobierno, la industria, la
educación, los servicios, el comercio y la consultoría, se destaca la gran
discrepancia que existe entre los resultados obtenidos en dicho estudio y los
de otros con respecto a la cantidad de computadores que existen actualmente en
Colombia. Se afirma que existe una enorme subestimación del número de
microcomputadores[18].
Ante esta creciente
informatización de la sociedad colombiana en distintas ocasiones y foros se ha puesto
de presente la carencia de instrumentos adecuados en el ordenamiento nacional
para proteger la libertad de los ciudadanos contra el uso abusivo de las nuevas
tecnologías de información.
Recientemente la voz
muy autorizada de la Procuraduría General de la Nación expresó su preocupación
al respecto en un amplio e iluminante concepto conque creyó oportuno
pronunciarse en defensa de los intereses de la comunidad ante el avance
tecnológico de los sistemas y la información computarizada y cuyas siguientes
conclusiones esta Sala acoge integralmente:
En los países
tercermundistas, como el nuestro, se ha de resaltar que al no ser productores
de tecnología, siempre habrá una distancia entre la regulación jurídica, el
avance científico y la afectación de la sociedad por la técnica, ello se
traduce en una legislación deficiente en materia de protección de derechos
personalísimos y sucesivamente desadaptada ante los progresos rápidos,
permanentes y severos de la ciencia.
Es posible señalar
algunas conclusiones sobre la situación del país frente al manejo de la
información con respecto de las personas:
a) La tecnología y
la informática son aún temas desconocidos por la mayoría de nuestra población.
b) El acceso a esa
tecnología es en verdad mínima para un grupo muy selecto de la comunidad, y los
últimos adelantos son accedidos solo por las grandes empresas comerciales y
financieras para su explotación económica.
c) Existe una falta
total de difusión y educación acerca de los progresos técnicos para la mayoría
de los ciudadanos, además su alejamiento de las Instituciones Estatales, se
traduce en el desconocimiento de sus más mínimos derechos, por consiguiente no
se exigen.
d) En el manejo de
la información existe un poder concentrado que no permite la competencia en la
práctica y en donde se mueven grandes intereses económicos.
e) Las empresas
productoras y almacenadoras de datos han venido hasta hoy operando en un
ambiente de "absoluta" libertad, precisamente frente a derechos que
conceptualmente no aparecían claros en la legislación vigente pudiendo ser
desconocidos por la vía de la interpretación.
Nuestra legislación
no tiene la virtud de poder regular el tema de la intimidad y los derechos
personales de los ciudadanos ante el avance informático, pues sólo se preocupó
por avenirse a esa realidad normativizando el manejo de datos especialmente en
el sector público para racionalizar la inversión en equipos y optimizar su
utilización, dejando que los particulares manejen a su acomodo la situación
específica y dejando por fuera inexcusablemente, la protección a las personas
por el mal manejo o uso que se hiciera de dicha información.
En el informe final
de un proyecto de investigación interdisciplinaria para la reglamentación de la
reserva de los ciudadanos y la responsabilidad en el uso y almacenamiento de
información que el gobierno nacional confió a la Universidad de los Andes en
1986, se deja expresa constancia de que el ordenamiento nacional vigente
protege la intimidad mediante normas de distinta naturaleza y en áreas tales
como la imagen, el domicilio, la correspondencia, las comunicaciones, la
interceptación telefónica, el secreto profesional, la salud, la reserva
documental, la reserva tributaria, la reserva bancaria, la reserva sumarial, la
reserva en ejercicio de funciones públicas, la reserva comercial, el secreto
industrial, la seguridad del Estado y la reserva de la información
estadística. Pero también se deja constancia de que estos instrumentos de
protección general son hoy manifiestamente insuficientes para proteger
debidamente a nuestros compatriotas contra el uso abusivo de las modernas
tecnologías de información. Por eso, como resultado final de dicha
investigación, se elaboró un esquema preliminar de anteproyecto de regulación
de los bancos de datos personales.
El objetivo
fundamental del anteproyecto de ley fue la protección de los datos personales
contra toda recolección, uso, acceso, difusión y transmisión en detrimento de
la intimidad de sus titulares. Y la democratización del denominado poder
informático.
8.- Uso
responsable de la Informática
La irrupción de
nuevas tecnologías exige la creación de instrumentos jurídicos adecuados que
protejan los intereses comunitarios y del ciudadano medio frente a los
eventuales abusos de los titulares, directos beneficiarios de tales tecnologías
y establezcan principios adecuados de responsabilidad en el manejo de los
datos, vale decir, de la mayor fuente de poder y eventual manipulación de
nuestra cultura contemporánea.
En el siglo pasado el
poder de un Estado se media en términos demográficos y territoriales;
posteriormente se hizo necesario completar estos elementos con la dimensión de
la riqueza de los recursos naturales y en especial de los recursos minerales.
Hoy, el poder de un Estado se mide, ante todo, en términos de conocimiento. El
saber necesario para hacer algo, venderlo, utilizarlo etc. ha resultado ser más
importante que los insumos indispensables para producirlo. En consecuencia, el
ejercicio del poder se ha desplazado del ámbito tradicional al control físico
de tierras, armas, hombres, etc, al ámbito de control de la información y a
través de ella, del comportamiento de los individuos.
Las implicaciones
sociales de las nuevas tecnologías no pueden por eso ser ignoradas por la
Academia comoquiera que afectan positiva y negativamente la comunidad y el
entorno, determinando fenómenos y conductas concernientes a la cultura, a la
convivencia social y a la suerte misma de la persona humana.
Ante la emergencia
de la civilización tecnológica con todas sus vastas implicaciones para la
convivencia social, el Abogado no puede menos que actualizar sus conocimientos
a fin de ofrecer a sus clientes los servicios profesionales especializados que
demanda dicha civilización so pena de marginarse voluntaria o involuntariamente
de la posibilidad de servir eficazmente a sus clientes y de comprometer
seriamente su responsabilidad profesional.
La comunidad, por su
parte, debe desarrollar una conciencia que le permita defender eficazmente sus
derechos fundamentales frente a los sutiles o descarados embates de las nuevas
tecnologías y su incidencia en la vulneración de la dignidad humana.
Igualmente y con
mayor razón, a los titulares o empresarios de servicios tecnológicos y en
particular de tecnologías de información, la naturaleza de su materia prima,
vale decir, el dato, impone una diligencia especial en guarda del respeto a la
dignidad humana sin que sea óbice el que existan o no relaciones patrimoniales que
configuren propiedad. Es natural que esta diligencia sea mayor cuando se trata
de actividades empresariales lucrativas que crean, ingentes riesgos de vulnerar
la libertad o la honra de las personas.
9.- El derecho a
la información
En su informe el
señor Superintendente observa, frente al pronunciamiento de la Procuraduría
Delegada en lo Civil proferido el 19 de Julio de 1991 (expediente 359), que la
Carta garantiza tanto el derecho a la intimidad como el derecho a la
información "cuyo rango constitucional es equivalente". Por lo cual
es preciso "establecer un equilibrio entre ambos derechos" que
permita respetar la libertad y la dignidad de las personas tanto como el
derecho a la información veraz e imparcial.
"Este
equilibrio es tanto más importante cuando se trata de una actividad como la
financiera, la cual por concernir al manejo del ahorro de la comunidad cuyo
cuidado depende de la ortodoxia y prudencia con que procedan las
entidades del sector
requiere un acervo adecuado la información en materia de evaluación de riesgo.
Aquí no huelga recordar que el constituyente calificó la actividad financiera
como de interés público en el artículo 335 de la Carta".
Ciertamente, ya
desde las labores de las Comisiones preparatorias de la Asamblea Nacional
Constituyente fue visible el propósito de que el derecho a la información fuera
plenamente compatible con el respeto a la intimidad de las personas pues se
quiso evitar en todo momento la intromisión indebida en su vida privada[19].
Posteriormente, con
la consagración expresa que se ha hecho de la dignidad humana como el valor
supremo del Estado Social de Derecho, (Artículo 1º de la Carta de 1991), la
intimidad, que es una de las manifestaciones más concretas y directas de dicha
dignidad, ha adquirido una posición privilegiada en el conjunto de los derechos
constitucionales fundamentales. Esto implica, se reitera una vez más, que ante
un eventual conflicto insuperable entre el derecho a la información y el
derecho a la intimidad en donde no pueda ser posible un equilibrio o
coexistencia, la intimidad deberá prevalecer..."
La Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional al adoptar las anteriores consideraciones
de la Sala Primera de Revisión, concluye:
a) Se ha vulnerado
la intimidad, la libertad personal y la dignidad del petente mediante el abuso
de la tecnología informática y del derecho de y a la información. La vulneración
de tales derechos constitucionales fundamentales se materializa de un lado en
la inclusión del petente en la lista de deudores morosos por parte de la
Asociación Bancaria de Colombia, y de otro lado en la omisión del Banco del
Estado de actualizar la información a sabiendas de que un Juez de la República
declaró prescrita la obligación del señor Libardo Molina.
b) Que en el
presente caso no sólo no existe otro medio de defensa judicial, por las razones
expuestas en su oportunidad.
Por lo anteriormente
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
Primero.- Confirmar la Sentencia proferida por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala de
Decisión Civil-, por las razones expuestas en esta Sentencia.
Segundo.- Solicitar al Procurador General de la
Nación que en uso de su facultad de iniciativa legislativa y en desarrollo del
artículo 15 de la Carta y demás normas concordantes, considere la conveniencia
de presentar a la brevedad posible ante el Congreso de la República un proyecto
de ley que proteja eficazmente la intimidad y la libertad informática de los
colombianos.
Tercero.- Enviar sendas copias del presente fallo a
los señores Superintendente Bancario y Director del Departamento Nacional de
Estadística (DANE).
Cuarto.- Ordenar que por Secretaría General de la
Corte Constitucional se comunique esta providencia al Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santafé de Bogotá en la forma y para los efectos previstos
en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado
[1]Cfr, Sentencia Nro.
T-414 de la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional de fecha junio
17 de 1.992.
Entre
corchetes las aclaraciones del Despacho al caso sub-exámine.
[2] Cfr. Kayser Pierre.
La protection de la vie privée. Protection du secret de la vie privée.
Económica París, 1984. pp. 9, 10.
[3] Citado por Kayser.
Op. Cit., p. 200
[4] Cfr. Molinero
César. Libertad de Expresión Privada. Editorial A.T.E., Barcelona, 1981,
pp. 63, 69. Citado por Madrid Malo Garizabal Mario, Los Derechos Humanos en
Colombia, Documentos ESAP, Bogotá, Abril de 1989, p. 156.
[5] Cfr. Roux Andre, La
protectión de la vie privée dans les rapports entre l"etat et les
particuliers. Económica, Paris 1983, p. 13.
[6] Cfr. Roux, op.
cit., p. 18.
[7] Cfr.
Superintendencia Bancaria, Concepto No. 91015226-0 de mayo 9 de 1991.
[8] Cfr. arts. 4 y 9
del reglamento.
[9] Losano Mario G.,
Informatica per le scienze sociali Giulio Einaudi editore s.p.a., Torino
1985, pág. 315.
[10] Ibidem, pág. 316.
[11] Cfr. Losano Mario
G., Il diritto publico dell'informatica, Giulio Einaudi
editore s.p.a., Torino 1986, pp. 7, 8.
[12] Ibidem Op. cit.. p.
13
[13] Cfr. Losano Mario
G., Il diritto dell'informatica, Giulio Einaudi editore s.p.a., Torino
1986, pp. 7, 8.
[14] Embajada de los
Estados Unidos, Empresa de Investigación de Mercados Optimos Ltda., El
mercado de los Computadores en Colombia.
[15] Cfr. Decretos 131
de 1976 y 1160 de 1976.
[16] Cfr. Decreto 2328
de 1982.
[17] Cfr. Decreto 473 de
1989
[18] Cfr. ACIS, "Estudio
sobre la evolución de la informática en Colombia. En : Sistemas, No. 46 pp.
4, 5.
[19] Cfr. Presidencia de
la República, Propuestas de las Comisiones Preparatorias. Bogotá,
Colombia. Enero de 1991, pp. 226, 227, 321. |
110 | T-487-92
Sentencia No
Sentencia T-487/92
PRINCIPIO DE LA BUENA FE
Con la constitucionalización del principio de
la buena fe, se logra que éste se convierta en eficaz instrumento para lograr
que la administración obre con el criterio rector de la efectividad del
servicio público por encima de las conductas meramente formales que han
desnaturalizado su esencia.
LIBERTAD DE LOCOMOCION/LIBERTAD DE RESIDENCIA
La consagración constitucional de la libertad de
locomoción y residencia es fundamental para impedir la intervención indebida de
las autoridades estatales o de los particulares, quienes no podrían restringir
o entrabar la libre circulación dentro y fuera del País, ni imponer o prohibir
un lugar determinado para residir. Este derecho fundamental a la libertad de
locomoción y residencia es de aplicación inmediata, propio de la naturaleza
inherente al ser humano y su conquista de éste frente al poder del Estado.
Sobre el derecho fundamental existe lo que podríamos denominar el respeto
absoluto del Estado por la determinación del ser humano de satisfacer sus
necesidades en el lugar por él escogido, con las limitaciones que solamente la
ley puede establecer tal como lo determina la Constitución.
COBRO JUDICIAL-Procedencia/DERECHO A LA
SALUD-Asistencia Médica/HOSPITAL-Prohibición
El derecho subjetivo al pago que tiene el acreedor por
la obligación jurídica, contiene un límite que son los procedimientos legales
para lograr la efectividad, esto es, los mecanismos que el ordenamiento
jurídico le otorga para hacer eficaz el cumplimiento de la obligación por parte
del deudor. Los hospitales y clínicas particulares y todas las entidades que
presten servicio de asistencia a la salud, sean éstas públicas o privadas,
deben tener en cuenta el derecho a la salud, especialmente los derechos de los
pacientes y las obligaciones para con éste.
RETENCION DE PACIENTE POR PARTE DE HOSPITAL-Caso en que se utilizó como forma de presionar el pago
de la obligación por la atención prestada
REF: expediente T-2047
Peticionario: Danilo Molina.
Procedencia: Juzgado 1º Penal del Circuito
-Villavicencio-.
Magistrado Ponente:
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Santafé de Bogotá, D.C., agosto 11 de mil novecientos
noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional,
compuesta por los Magistrados Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y
Simón Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de tutela identificado con el número de
radicación T-2047, adelantado por el Señor Danilo Molina.
I. ANTECEDENTES
Con base en los artículos 86 de la Constitución
Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección correspondiente de
la Corte Constitucional escogió, para efectos de su revisión, la acción de
tutela de la referencia.
Por reparto le correspondió el presente negocio a esta
Sala, la cual recibió formalmente el expediente el día 6 de mayo del presente
año.
De conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de
1991, esta Sala de Revisión de la Corte entra a dictar Sentencia de Revisión.
1. Solicitud.
El accionante instaura acción de tutela a favor de
Edgar Bustos Carrión, ante el juzgado 1º Penal del Circuito de Villavicencio,
contra el Hospital Regional de la localidad.
La acción se originó en los siguientes hechos:
El señor Edgar Bustos Carrión ingresó en mal estado de
salud al establecimiento hospitalario acusado, el día 2 de febrero de 1992, ya
que presentaba una herida abdominal y fracturas en la reja costal y en el
miembro superior derecho además de presentar anemia aguda. El mencionado señor
fue internado en la sección de pensionados -a su solicitud-, en donde el
paciente debe sufragar todos los costos de su atención hospitalaria.
El tratamiento al que fue sometido resultó exitoso,
dándosele de alta el 22 de febrero de 1992, pero condicionando su salida del
hospital al pago de la suma que adeudaba por concepto de las atenciones
médicas, hospitalarias y quirúrgicas.
El Señor Bustos ante tal requerimiento manifestó que
no poseía los recursos suficientes para asumir la deuda contraída con el
hospital.
Las directivas del hospital impidieron la salida del
Señor Bustos hasta que éste cancelara totalmente el monto de la obligación.
Finalmente, a través de la acción de tutela logró salir del centro
hospitalario.
El accionante considera vulnerados los artículos 13
inciso 3º (derecho a la igualdad, protección especial a los débiles) y 49
(atención de la salud a cargo del Estado, garantía de promoción y recuperación
de la salud) de la Constitución Política.
2. Fallo del Juzgado 1º Penal del Circuito de
Villavicencio (Providencia de marzo 9 de 1992).
Considera el juzgado que no existe norma que faculte a
los directores o administradores hospitalarios a retener en el interior de sus
establecimientos a los pacientes que no cancelen sus obligaciones contraídas
con dichos centros de salud; y si tal norma existiere sería inconstitucional ya
que con fundamento en el artículo 28 de la Carta, se prohibe la detención,
prisión o arresto por deudas. El núcleo esencial del artículo es tutelar la
libertad humana en todas sus formas.
Para el fallador impedir la libre locomoción y
desplazamiento del Señor Bustos Carrión, mientras no se lleve a cabo la
cancelación de sus deudas, es una ostensible violación del derecho fundamental
a la libertad.
Lo correcto sería -añade el juez-, acudir a la
solicitud de garantías patrimoniales al deudor y finalmente buscar por los
medios jurídicos-civiles respectivos, la satisfacción de la obligación.
En ese orden de ideas el Juzgado 1º Penal del
Circuito de Villavicencio tuteló el derecho constitucional a la libertad y
ordenó la salida del Señor Bustos Carrión del Hospital Regional de
Villavicencio.
II. FUNDAMENTO JURIDICOS
1. Competencia
Es competente esta Sala de Revisión de la
Corte Constitucional para proferir Sentencia de revisión del fallo dictado por
el Juzgado 1º Penal del Circuito de Villavicencio, con fundamento en los
artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la Constitución Política,
en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991;
además, su examen se hace por virtud de la selección que de dicho fallo
practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación.
2. La actividad de la salud como una función social.
El fundamento de la salud como función social se
encuentra en el artículo 1º de la Constitución Política, ya que en él se
establece que Colombia es un Estado social de derecho fundado en el respeto de
la dignidad humana y la solidaridad de las personas que la integran, concepto
que desarrolla el artículo 2º de la Carta al prever como uno de los objetos de
las Autoridades de la República el de asegurar el cumplimiento de los deberes
sociales del Estado y de los particulares.
El Derecho a la salud tiene como fundamento los
artículos 1º (dignidad humana), 11 (vida), 13 (igualdad) y su desarrollo en los
artículos 48 (seguridad social), 49 (la salud como servicio público a cargo del
Estado), 50 (atención a los niños menores de un año) y 366 (mejoramiento de la
calidad de vida).
Igualmente, el artículo 95 numeral 2º de la
Constitución impone como deber a todas las personas: obrar conforme al
principio de solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante
situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las personas.
Con la Constitución de 1991 se introduce un nuevo
derecho social de gran trascendencia por ser la salud un bien de interés
público.
El Estado tiene la obligación de preocuparse por la
salud de sus gobernados, a ejemplo de los gobernantes griegos para quienes este
punto desplazaba todos los demás.
3. El derecho a la salud
El derecho a la salud es un derecho que debe
convertirse en una realidad; lo real es necesario, pero hasta lo agradable debe
ser tomado de lo real.
Proteger la salud del hombre, es proteger su vida, que
es derecho constitucional fundamental inalienable. Por ello efectivizar el
derecho a la salud es un programa que vincula aquí y ahora a todas las ramas y
órganos del poder público.
El derecho a la Salud ha sido reconocido como un
derecho fundamental en el Pacto Internacional de Derechos de las Naciones
Unidas de 1966, en cuyo artículo 12 consagra que los Estados partes reconocen
"El derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel posible de
salud física y mental".
El artículo 12 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, adoptado por la Asamblea General de las
Naciones Unidas, reconoce el derecho de toda persona al disfrute del más alto
nivel posible de salud física y mental y del goce de los beneficios del
progreso científico y de sus aplicaciones.
El fundamento ideológico de los instrumentos
internacionales es el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, que señala
que toda persona tiene derecho a la asistencia médica. En el artículo 49 se
consagra la garantía de las personas en materia de salud. De allí se deriva no
sólo el deber del Estado y la solidaridad de la comunidad, sino además, la
obligación de los particulares de procurar el cuidado integral de su salud y la
de su comunidad. Consagrándose así tres destinatarios de este derecho; en
primer lugar su propio beneficiario que debe sufragar su gasto si tiene
capacidad para ello; la sociedad mediante la solidaridad y el Estado.
La atención a la salud la pueden realizar entidades
públicas o privadas; en el caso de las privadas el costo del servicio tiene
diferentes tipos de tarifas a opción del usuario, en virtud del principio de la
libertad de empresa. En las públicas tan solo existen dos modalidades, el
servicio gratuito y el de pensionados.
La Ley 9ª de 1979 constituye un importante precedente
en lo relativo a la concepción de este derecho y a las responsabilidades
oficiales y particulares. Ella dispone que:
"todo habitante tiene derecho a las prestaciones
de salud, en la forma que las leyes y reglamentaciones especiales determinen y
el deber de proveer a la conservación de su salud y de concurrir al
mantenimiento de la salud de los demás".
Con fundamento en los lineamientos trazados por la
nueva Constitución, el Ministerio de Salud expidió la Resolución número 13.437
del 1º de noviembre de 1991, por la cual se constituyen los comités de ética
hospitalaria y se adopta un decálogo de los derechos de los pacientes.
En la mencionada Resolución se determinó:
"Primero.- Adoptar como postulados básicos para
propender por la humanización en la atención de los pacientes y garantizar el
mejoramiento de la calidad de la prestación del servicio público de salud en
las Instituciones Hospitalarias Públicas y Privadas, los derechos de los
pacientes que se establecen a continuación:
Todo paciente debe ejercer sin restricciones por
motivos de raza, sexo, edad, idioma, religión, opiniones políticas o de
cualquier índole, origen social, posición económica o condición social:
...3. Su derecho a recibir un trato digno..."(negrillas fuera del texto).
Corresponde a la Dirección Nacional del Sistema de
Salud, desarrollar las políticas, planes y proyectos y las normas
técnico-administrativas para el mejoramiento de la calidad del servicio de
salud, que propendan por la humanización de la atención en salud, por ser un
servicio público a cargo del Estado.
A manera de conclusión, esta Sala de Revisión de la
Corte Constitucional comparte los planteamientos hechos por el Segundo Simposio
sobre derechos del Paciente:
"Los recursos, cuidados y tratamientos previstos
para la atención en salud a las personas, deben salvaguardar invariablemente la
dignidad personal y los derechos humanos y civiles, basarse en criterios
razonables y técnicos que propendan por la rápida recuperación de la salud. La
implementación de los derechos de los pacientes exige respeto a la diferencia y
una práctica más democrática."1 (negrillas
fuera del texto).
4. Del principio de la buena fe.
El artículo 83 de la Constitución establece:
"Las actuaciones de los particulares y de las
autoridades públicas deberán ceñirse a los postulados de la buena fe, la cual
se presumirá en todas las gestiones que aquellos adelanten ante éstas".
La buena fe es considerada por el ordenamiento
jurídico con una pluralidad de matices y de consecuencias. Sin pretender hacer
una enumeración exhaustiva de las mismas, se pueden destacar las siguientes:
a- La buena fe es una causa o creación de especiales
deberes de conducta exigibles en cada caso, de acuerdo con la naturaleza de la
relación jurídica y con la finalidad perseguida por las partes a través de
ella. Sobre esto ha dicho Franz Wieacker: "Las partes no se deben sólo a
aquello que ellas mismas han estipulado o escuetamente a aquello que determina
el texto legal, sino a todo aquello que en cada situación impone la buena fe".2
b- La buena fe es una causa de limitación del
ejercicio de un derecho subjetivo o de cualquier otro poder jurídico.
c- La buena fe se considera como una causa de
exclusión de la culpabilidad en un acto formalmente ilícito y por consiguiente
como una causa de exoneración de la sanción o por lo menos de atenuación de la
misma.
Para Karl Larenz la buena fe no es un concepto sino un
principio, formulado con la forma exterior de una regla de derecho. El
ordenamiento jurídico protege la confianza suscitada por el comportamiento de
otro y no tiene más remedio que protegerla, porque "...poder confiar, es
condición fundamental para una pacífica vida colectiva y una conducta de
cooperación entre los hombres, y por tanto, de paz jurídica".3
La buena fe como principio general del derecho,
informa la totalidad del ordenamiento jurídico. Las complejas características
de la vida moderna, exigen que este principio no sea simplemente un criterio de
interpretación y una limitante en el ejercicio de los derechos. Así pues, el
querer del Constituyente fue consagrarlo en el artículo 83 de la Constitución
como una verdadera garantía.
En la ponencia presentada a la Asamblea Nacional
Constituyente, los ponentes consideraron que la norma (artículo 83), tiene dos
elementos fundamentales:
"Primero: que se establece el deber genérico de
obrar conforme a los postulados de la buena fe. Esto quiere decir que tanto los
particulares en el ejercicio de sus derechos o en el cumplimiento de sus
deberes, como las autoridades en el desarrollo de sus funciones, deben
sujetarse a los mandatos de honestidad, lealtad y sinceridad que integran el
principio. En el primer caso, estamos ante una barrera frente al abuso del derecho;
en el segundo ante una limitante de los excesos y la desviación del poder.
Segundo: se presume que los particulares en sus
relaciones con el poder público actúan de buena fe. Este principio que
parecería ser de la esencia del derecho en Colombia ha sido sustituído por una
general desconfianza hacia el particular. Esta concepción negativa ha permeado
todo el sistema burocrático colombiano, el cual, so pretexto de defenderse del
asalto siempre mal intencionado de los particulares, se ha convertido en una fortaleza
inexpugnable ante la cual sucumben las pretensiones privadas, enredadas en una
maraña de requisitos y procedimientos que terminan por aniquilar los derechos
sustanciales que las autoridades están obligadas a proteger".4
Con la constitucionalización del principio de
la buena fe, se logra que éste se convierta en eficaz instrumento para lograr
que la administración obre con el criterio rector de la efectividad del
servicio público por encima de las conductas meramente formales que han
desnaturalizado su esencia.
Vivimos en un mundo en el que se ha olvidado el valor
ético de la confianza. Y como ha dicho Larenz "una sociedad en la que unos
desconfían de otros se sumergiría en un estado de guerra latente entre todos, y
en lugar de paz dominaría la discordia; allí donde se ha perdido la confianza,
la comunicación humana está perturbada en lo más profundo".5 Estas
palabras recuerdan a Hobbes, cuando afirmaba "homo hominis lupus".
Hoy en día la administración pública ofrece un
panorama nada alentador. A medida que se agiganta y proliferan sus organismos y
dependencias, se hace más fría, más inhumana. Por lo tanto humanizar las
relaciones es tarea de todos, actuando con la lealtad, honestidad y confianza
que los demás esperan de nosotros. Ello es, en definitiva, lo que el principio
de la buena fe comporta.
La aplicación del principio de la buena fe ha sido
mirada con desconfianza por algunos. Sin embargo, como lo ha dicho Jesús
González Pérez a propósito de la aplicación del principio de la buena fe por
parte de los jueces, él "no supone la quiebra de la seguridad jurídica ni
el imperio de la arbitrariedad ni disolver la objetividad del derecho, que los
jueces, al enfrentarse en cada caso concreto con la actuación de la
Administración pública y de los administrados, tengan siempre muy presente,
entre los principios generales aplicables, aquel que protege el valor ético de
la confianza. Interpretando las normas y actos en el sentido más conforme al
mismo, y reaccionando por los medios adecuados frente a cualquier lesión que
pueda sufrir, a fin de restablecer el orden jurídico perturbado"6 .7
5. Del Derecho a la libertad.
El artículo 28 de la Constitución establece:
"Toda persona es libre".
La existencia de la libertad es un hecho de
experiencia inmediata y universal en la vida humana, que constituye el
fundamento de la esencia interna y de la coexistencia social del hombre. Es
precisamente por ello que la historia es una lucha incesante por la libertad,
ya que es imposible concebir al hombre sin este derecho que a la vez
representa el reflejo de lo que cada persona es. Por ello el mismo Estado y la
organización social deben reconocer y respetar a cada uno de sus miembros.
En términos generales podemos definir la libertad como
el estado existencial del hombre por lo cual él es dueño de sus actos, así
puede autodeterminarse concientemente, sin sujeción a fuerza o coacción alguna,
pero siempre respetando la libertad de los demás.
Esa libertad individual que permite ver al hombre como
una entidad que puede marcar y cumplir sus propios fines se complementa con la
concientización del Estado, como ente encargado de armonizar los derechos de
todos y cada uno de sus afiliados. Así el Estado desde su concepción más
antigua de personalización del poder absoluto hasta el concepto moderno de institución,
siempre ha buscado como fin último la seguridad, tranquilidad y salubridad de
los asociados, dentro del marco del respeto de la libertad de los demás.
Hoy la constitución de 1991 en su preámbulo, artículo
1o. (dignidad), y 14 (libre desarrollo de la personalidad), establece como uno
de los fines del Estado garantizar la libertad (inciso 2o.). Es por esto que el
Estado protege una esfera de la libertad, que es el derecho o no ser molestado
ni en su persona ni en su familia. Además constitucionalmente se establece el
deber de todo ciudadano de "respetar los derechos ajenos y no abusar de
los propios" (artículo 95 Nº 1º). Esa es la esencia misma de la libertad,
el límite de mi libertad es la libertad de los demás.
En este orden de ideas, para el caso que nos ocupa es
preciso entonces concluír que el artículo 28 de la Constitución consagra el
derecho a la libertad, el cual tiene como marco general o como telón de fondo
el principio fundamental a la dignidad humana, de que tratan el Preámbulo y los
artículos 1º y 2º inciso segundo de la Carta, pues sin libertad no hay
dignidad.
6. De la libertad de locomoción.
El artículo 24 de la Constitución establece:
"Todo colombiano, con las limitaciones que
establezca la ley, tiene derecho a circular libremente por el territorio
nacional, a entrar y salir de él, y a permanecer y residenciarse en
Colombia".
No existía en la Constitución de 1886 una norma que
reconociera en forma expresa la libertad de locomoción y residencia. Con el
artículo 29 se propuso consagrar dos derechos cuyos titulares fueran los
colombianos: la facultad de circulación, que abarca la facultad de desplazamiento
por todo el territorio nacional de entrar y salir del País, y la libertad de
residencia que es el derecho a determinar el lugar donde se desea fijar tanto
la sede principal de los negocios, como el domicilio.
La consagración constitucional de estas libertades es
fundamental para impedir la intervención indebida de las autoridades estatales
o de los particulares quienes no podrían restringir o entrabar la libre
circulación dentro y fuera del País, ni imponer o prohibir un lugar determinado
para residir.
La Constitución establece este derecho fundamental
limitándolo únicamente a los colombianos; los extranjeros deben sujetarse a los
tratados internacionales, a las normas de inmigración y a las leyes de
extranjería, que regulan su ingreso, su permanencia y su salida del territorio
nacional.
Este derecho fundamental a la libertad de locomoción y
residencia es de aplicación inmediata, propio de la naturaleza inherente al
ser humano y su conquista de éste frente al poder del Estado. Sobre el derecho
fundamental existe lo que podríamos denominar el respeto absoluto del Estado
por la determinación del ser humano de satisfacer sus necesidades en el lugar
por él escogido, con las limitaciones que solamente la ley puede establecer tal
como lo determina la Constitución.
6.Prohibición de detención, prisión o arresto por
deudas.
El inciso tercero del artículo 28 de la Constitución
se ocupa de la prohibición expresa a que "...En ningún caso podrá haber
detención, prisión ni arresto por deudas,..."
Como instrumentos internacionales que se han ocupado
de la prohibición contenida en el artículo 28, encontramos:
a. El Pacto internacional de Derechos Civiles y
Políticos, ratificado por Colombia mediante la Ley 74 de 1968, que en su
artículo 11 establece:
"Nadie será encarcelado por el sólo hecho de no
poder cumplir una obligación contractual".
En el mismo sentido, la Convención Americana sobre
Derechos Humanos "Pacto de San José de Costa Rica", ratificada por
Colombia mediante la Ley 74 de 1968, en el artículo 7º numeral 7º, establece:
"Nadie será detenido por deudas. Este principio
no limita a los mandatos de autoridad judicial competente dictados por
incumplimientos de deberes alimentarios".
8. De la justicia ejercida por particulares.
Una de las características de un Estado de Derecho es
que ofrece su jurisdicción a los particulares, como última instancia, para la
solución de los conflictos que surgen de las relaciones sociales.
Es así como la Constitución de 1991 estableció en el
artículo 229 el derecho de toda persona para acceder libremente a la
administración de justicia.
La administración de justicia es una función pública,
cuyas decisiones son independientes y cuyas actuaciones serán públicas y
permanentes, con las excepciones que fije la ley, según el artículo 228 de la
Constitución Política.
Con el fin de evitar que los procedimientos sean
utilizados para obstaculizar la administración de justicia, se dispone que en
las actuaciones prevalecerá el derecho sustancial.
Así mismo, se establecen los parámetros necesarios
para que la justicia sea eficaz, al determinar que los términos procesales se
observarán con diligencia y su incumplimiento será sancionable.
En consecuencia, la solución coactiva, pero imparcial
y pacífica, de las controversias o conflictos, constituye el objeto propio de
la función jurisdiccional.
El hombre ha realizado con el correr de los tiempos un
proceso de racionalización en la forma y en los medios para solucionar sus
conflictos, cristalizar sus aspiraciones y satisfacer sus necesidades. Es así
como pasó de la barbarie inicial a un civilizado monopolio de la fuerza y de la
administración de justicia en manos del Estado.
Todo lo anterior con el objeto de cumplir con lo
determinado en el artículo 2º de la Carta, que establece como fin esencial
del Estado, garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución; y de facilitar la realización del principio
consignado en el artículo 95 numeral 4º, que consagra los derechos humanos como
fundamento de la convivencia pacífica. Porque la Constitución es la base del
nuevo vivir junto.
Es así como la inobservancia del principio de llevar a
la jurisdicción competente los conflictos surgidos de las relaciones sociales,
que no pudieron ser solucionados por medio de la autonomía de la voluntad,
equivale a regresar al estado de naturaleza, a la Ley del Talión, a la venganza
incontrolada. Esto fue precisamente lo que quiso prohibir el legislador al
consagrar desde el Código Penal de 1837 el tipo penal denominado
"Ejercicio arbitrario de las propias razones", que hoy dejó de ser
delito y se convirtió en contravención especial. El delito estaba consagrado en
estos términos:
"El que en lugar de recurrir a la autoridad y con
el fin de ejercer un derecho, se haga justicia arbitrariamente por sí mismo,
incurrirá en multa de un mil a cincuenta mil pesos.."
9. Del caso concreto.
De conformidad con las pruebas aportadas al
expediente, los servicios hospitalarios públicos son de dos tipos: el de
servicio generales donde las tarifas son bastante económicas y otro el de
pensionados con unas tarifas más altas. La elección del servicio la realiza el
mismo paciente y sus familiares, previo análisis de las condiciones económicas.
En el caso concreto la familia exigió que se ubicara al paciente en la sección
de pensionados (habitación individual), porque contaba con los recursos
económicos para cancelar los servicios médicos y hospitalarios.
Es precisamente el pago de los servicios de
"pensionados" una de las fuentes de financiación de los Hospitales
Regionales, por lo que sería motivo de descalabro económico avalar el
comportamiento de pacientes que después de recibir la atención médica y
teniendo conocimiento desde el inicio del tratamiento de su costo, decidan
optar por el más costoso a sabiendas de la imposibilidad económica.
Es así como el principio de la buena fe ya mencionado
en las consideraciones debe estar presente en todas las actuaciones tanto de
los funcionarios públicos como de los particulares. Por lo tanto el Sr. Bustos
ha debido aclarar con las directivas del centro Hospitalario su situación
económica, pues de ser conocida con antelación, la institución debe de
conformidad con su presupuesto, asumir los costos y sin desmejorar su calidad
por esa circunstancia, atender al paciente hasta lograr -en lo posible-, la
recuperación de su salud.
Para el caso concreto, en la Resolución número 13.437
del Ministerio de Salud, en el numeral 6º del artículo primero se establece:
" 6. Su derecho a revisar y recibir explicaciones
acerca de los costos por los servicios obtenidos, tanto por parte de los
profesionales de la salud como por las instituciones sanitarias. Al igual que
el derecho a que en casos de emergencia, los servicios que reciba no estén
condicionados al pago anticipado de honorarios".
Al ser imposible la cancelación inmediata de la
obligación contraída con el Hospital Regional de Villavicencio, por parte del
Señor Edgar Bustos, las directivas del centro hospitalario, en especial su
Director el Dr. Pablo Velásquez, impidieron su salida pues de conformidad con
las pruebas -comunicación escrita firmada por el coordinador técnico del
Hospital-, se desprende que el paciente se encontraba en buen estado de salud
para retirarse del hospital pero que..."El paciente no ha podido salir por
no cancelar los servicios del hospital".
Por otra parte observa la Corte Constitucional que el
derecho subjetivo al pago que tiene el acreedor por la obligación jurídica,
contiene un límite que son los procedimientos legales para lograr la
efectividad, esto es, los mecanismos que el ordenamiento jurídico le otorga
para hacer eficaz el cumplimiento de la obligación por parte del deudor.
En desarrollo del artículo 229 de la Constitución ya
mencionado (vid supra), existen claramente otros medios determinados en los
Códigos de Comercio y de Procedimiento Civil, que establecen los trámites a
seguir para lograr el pago de una obligación vencida y el resarcimiento por los
perjuicios causados con el incumplimiento. Por esta razón, así como por las
expuestas en la parte de las consideraciones jurídicas, ninguna autoridad
judicial podrá avalar la actitud de ejercer justicia por la vía privada.
En el caso particular el Director del Hospital podría
estar incurso en un delito de Secuestro, establecido en el artículo 268 del
Código Penal, cuyo bien jurídico es la protección de la libertad individual,
por lo tanto se le dará traslado a la autoridad competente para su
investigación.
Uno de sus verbos rectores es precisamente el de retener
y en el caso del Sr. Bustos Carrión, es clara la "retención" por
parte de las directivas del Hospital, ante la precaria situación económica del
paciente, con la idea de intimidarlo para lograr de ésa forma el pago de la
obligación.
Para esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional,
los hospitales y clínicas particulares y todas las entidades que presten
servicio de asistencia a la salud, sean éstas públicas o privadas, deben tener
en cuenta el derecho a la salud, especialmente los derechos de los pacientes y
las obligaciones para con éste.
No sobra señalar que la lamentable situación económica
por la que atraviesan los Hospitales del País -en especial los de provincia-,
no puede convertirse en un pretexto para vulnerar derechos constitucionales
fundamentales -así se obre con el mejor propósito-, y lo que se necesita es que
el Estado cumpla con sus obligaciones también constitucionales, consagradas en
los artículos 48 y 49, como son la de seguridad social y atención a la salud,
respectivamente.
Con los fundamentos anteriormente expuestos, esta Sala
de Revisión confirmará la Sentencia del Juzgado Primero Penal del Circuito de
Villavicencio por encontrar que con la actuación de las directivas del Hospital
Regional del Meta se violaron los derechos fundamentales de la libertad
(artículo 28) y de la libertad de locomoción (artículo 29).
Por lo tanto para esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional, se dará traslado de la Sentencia a la Fiscalía General
(Seccional Meta), para que inicie la investigación por el delito o delitos en
que pueda haber incurrido el Director del Hospital Regional de Villavicencio y
a la Procuraduría General de la Nación en lo que respecta a su competencia.
Igualmente se enviará copia al Tribunal de Etica Médica,
ya que en virtud de la ley 23 de 1981, es competente dicha Corporación para
conocer de comportamientos que atenten contra la ética médica.
En mérito de lo expuesto, la Sala Cuarta de Revisión
de la Corte Constitucional
RESUELVE:
Primero:
CONFIRMAR la sentencia del Juzgado Primero Penal del Circuito de
Villavicencio, con las aclaraciones aquí formuladas y por las razones expuestas
en esta Sentencia.
Segundo:
PREVENIR a las directivas del Hospital Regional del Meta de conformidad con el
artículo 24 del decreto 2591 de 1991, para que en ningún caso vuelvan a
incurrir en las acciones que dieron mérito para conceder la tutela.
Tercero:
COMUNICAR el contenido de esta Sentencia a la Fiscalía General (Seccional del
Meta), a la Procuraduría General de la Nación y al Tribunal de Etica Medica
para lo de su competencia.
Cuarto: A
través de la Secretaría General de la Corte Constitucional, ENVIAR copia de
esta Sentencia al Defensor del Pueblo, a la Consejería Presidencial para la
Defensa, Protección y Promoción de los Derechos Humanos, al Ministerio de
Salud, al Servicio Seccional de Salud del Meta, al Comité de Etica Hospitalaria
del Hospital Regional de Villavicencio y a la Asociación Colombiana de
Facultades de Medicina "ASCOFAME".
Cópiese, publíquese, comuníquese a quien corresponda,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional, envíese al Despacho de
origen y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Magistrado Magistrado
1 Recomendaciones del Segundo
Simposio de Derechos del paciente convocado por la Defensoría del Pueblo, La Consejería Presidencial para la defensa, protección y promoción de
los derechos humanos, el Ministerio de Salud, la Procuraduría,
La Facultad de Medicina del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, la O.P.S., la Fundación Forjar, reunido en Santa Fe de Bogotá, durante los días 8 y 9 de julio
de 1.992.
2 WIEACKER, Franz. El principio
general de la buena fe. Cuadernos de Civitas. Editorial Civitas S.A. Madrid.
1.986.Página 19.
3 LARENZ, Karl. Derecho Justo.
Fundamentos de ética jurídica. Monografías de Civitas. Editorial Cívitas S.A.
Madrid. 1.991. Página 91
4 Cfr, Proyecto de acto reformatorio
de la Constitución Política de Colombia Nro. 24. Título: Buena Fe. Autores:
Alvaro Gómez Hurtado y Juan Carlos Esguerra Portocarrero. Gaceta Constitucional
número 19, marzo 11 de 1.991. Página 3.
5 LARENZ, Karl. Derecho Civil.
Tomo I. Madrid. 1.978. Página 59
6 GONZALEZ PEREZ, Jesús. El
principio general de la buena fe en el derecho administrativo. Monografías de
Civitas. Editorial Cívitas S.A. Madrid 1.983. Página 150.
7 Cfr. Sentencia T-469 de la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional. |
111 | T-488-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-488/92
ACCION
DE TUTELA-Objeto/DERECHOS
FUNDAMENTALES
La acción de
tutela está prevista como un mecanismo procesal específico y directo que tiene
por objeto la protección concreta e inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, en una determinada situación jurídica, cuando estos sean
violados o se presente amenaza de su violación, sin que se pueda plantear en esos
estrados discusión jurídica sobre el derecho mismo. Es un medio específico,
porque se contrae a la protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, de modo actual e inminente, y no a otros, y conduce, previa la
solicitud, a la expedición de una declaración judicial que contenga una o
varias órdenes de efectivo e inmediato cumplimiento. Es directo, porque siempre
presupone una actuación preferente y sumaria a la que el afectado pueda acudir
sólo en ausencia de cualquier otro medio de defensa judicial, salvo que se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES/DERECHO A LA EDUCACION/DERECHOS FUNDAMENTALES
No se puede
ubicar la controversia planteada en el ámbito del eventual desconocimiento del
Derecho Constitucional a la Educación, consagrado como un derecho de la persona
y como un servicio público, si la acción o la omisión del particular no están
vinculadas con cualquiera de los derechos fundamentales que enumera el art. 42
del Decreto 2591 de 1991, puesto que la naturaleza social de éste, y su
dependencia de la suprema inspección y vigilancia del Estado, no admiten su
discusión en sede de tutela si no aparece violación o amenaza de violación
contra alguno de aquellos derechos fundamentales. En caso de conflictos de
intereses y de obligaciones sobre el derecho constitucional a la educación,
éstos se resuelven por las vías Administrativa, Disciplinaria o Gubernativa, o
llegado el caso, por las vías judiciales ordinarias o
contencioso-administrativas.
DERECHO
DE PROPIEDAD/DERECHOS FUNDAMENTALES
El derecho de
propiedad reconocido y garantizado por la Carta Política, abarca todos los
derechos patrimoniales de una persona, esto es, los que recaen sobre las cosas
y los bienes, entendidos estos como los objetos inmateriales susceptibles de
valor, y que se desarrollan en el Código Civil, no cabe duda de que en este
sentido es un derecho fundamental, "aunque es una función social que
implica obligaciones", según la precisa evolución política, económica y
social. Por virtud de la regulación del ejercicio de este derecho en el CC y
demás leyes que lo adicionan y complementan, en casos como el que se resuelve,
existen múltiples mecanismos ordinarios y extraordinarios, jurisdiccionales y
administrativos que garantizan y protegen tal derecho en caso de ser vulnerado
o amenazado, y que pueden ser utilizadas por sus titulares.
SALA DE REVISION No. 5
REF:
Expediente No.T-265-22
Acción de Tutela
interpuesta contra la Universidad Cooperativa de Colombia seccional
Bucaramanga.
Peticionario:
GERSON GONZALO DAZA
BARON
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá
D.C., Agosto Once (11) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela, compuesta por los Magistrados Simón Rodríguez Rodríguez,
Jaime Sanín Greiffenstein y Fabio Morón Díaz, previo estudio del Magistrado
Ponente, resuelve sobre la revisión de la sentencia relacionada con la acción
de la referencia, proferida por el Juzgado Primero Penal Municipal de
Bucaramanga, el 17 de enero de 1992.
I. ANTECEDENTES
A. La Petición:
1. Con fecha de
enero 9 de 1992, GERSON GONZALO DAZA BARON, presentó un escrito en el que
interpone la Acción de Tutela establecida en el artículo 86 de la Constitución
Política contra la Universidad Cooperativa de Colombia, Seccional Bucaramanga.
2. Los hechos que
señala el peticionario como causa del ejercicio de la citada acción, se resumen
como sigue:
a. El peticionario,
en su condición de estudiante de la mencionada Universidad debe cancelar para
cursar el primer periodo lectivo correspondiente al año de 1992, la suma
equivalente al 50% del valor de la Matrícula fijada; esta obligación económica
se fundamenta en la resolución número 399 de 1991 proferida por la misma
Universidad que ordena dar por terminado anticipadamente el desarrollo del segundo
periodo lectivo del año 1991 y reconocer de los valores pagados en aquel, sólo
el 50% e imputarlos para el del siguiente.
b. La situación
descrita es resultado del conflicto entre los trabajadores y los estudiantes de
una parte y las directivas de la Universidad por la otra, que por diversas
razones condujo a la parálisis de las actividades laborales y académicas de la
Universidad, desde el cinco (5) de Agosto hasta el cinco (5) de Diciembre de
1991.
c. Se sostiene que
la Universidad eludió sus responsabilidades académicas y administrativas y es
por ello responsable de la parálisis de las actividades de la Universidad.
3. El accionante
pide que se le garantice el Derecho Constitucional a la Educación y a la
Propiedad; que se ordene que la resolución mencionada no produzca efectos y que
se le reconozca el 100% del valor de la matrícula pagada para el segundo
periodo lectivo de 1991, que no se desarrolló por el conflicto relatado; como
imputado al pago del valor de la matrícula correspondiente al primer periodo de
1992.
B. La Sentencia que
se revisa.
1. El Juzgado
Primero Penal Municipal de Bucaramanga, al que le correspondió el conocimiento
y la resolución de la petición formulada, produjo la decisión correspondiente
dentro de los términos constitucionales y legales y resolvió no acceder a la
tutela solicitada por GERSON GONZALO DAZA BARON.
La sentencia que se
revisa fundamenta su resolución en los argumentos que pueden resumirse de la
siguiente forma:
La acción de tutela
consagrada en el artículo 86 de la Constitución Nacional y reglamentada por el
Decreto 2591 de 1991 sólo procede cuando el afectado no disponga de otro medio
de defensa judicial, salvo que ella se utilice como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable y contra acciones u omisiones de particulares;
en este caso no se trata de un perjuicio irremediable, y existen otros medios
de defensa judicial.
El expediente
completo sólo fue recibido en el Despacho del Magistrado Sustanciador el
dieciseis (16) de Julio. Procede a decidir la Corte Constitucional en Sala de
Revisión de Tutela, sobre el presente caso, previas las siguientes,
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
Primera : La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la sentencia
de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86, inciso
tercero y 241, numeral 9 de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace
por virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala correspondiente,
y del reparto que se verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta
Corporación.
Segunda : La
Materia Objeto de la Revisión
En primer término
encuentra la Sala que ante los distintos despachos judiciales de Bucaramanga,
varios grupos de peticionarios, estudiantes de la Universidad Cooperativa de
Colombia, presentaron otras tantas solicitudes de tutela relacionadas todas con
el mismo objeto y con la misma situación jurídica que motivó la acción resuelta
por la providencia que se revisa en esta oportunidad; ahora bien, como dichas
solicitudes y los respectivos fallos se ocupan del examen de la misma situación
jurídica planteada en el caso de la referencia, procede la Corte a pronunciar
su juicio, y a fijar su interpretación al respecto de la materia en cuestión,
sistematizando los argumentos en los que unas y otros se fundamentan.
En este apartado
cabe hacer un breve resumen de las distintas solicitudes, así:
Como se desprende
del resumen de los hechos planteados en la solicitud, se encuentra, que se
trata de un conflicto de intereses primordialmente económicos, suscitado por la
orden interna de cancelación de un periodo lectivo en una Universidad de
carácter privado, al considerar aquella institución que resultaba imposible
adelantar las labores propias de la actividad académica y administrativa ante
el conflicto laboral planteado con los trabajadores y los profesores de dicho
Centro Privado, que presta el servicio público de educación.
Se demanda
principalmente la actuación de las directivas de la Universidad Cooperativa de
Colombia Seccional Bucaramanga -INDESCO-, quiénes ordenaron la cancelación del
segundo semestre académico del año 1991 y la imputación para el pago de la
matrícula del primer semestre académico del año 1992, sólo del cincuenta por
ciento (50%) del valor de la matrícula pagada en el semestre cancelado.
En líneas generales,
se tiene que los peticionarios solicitan la especial protección por la vía de
la Acción de Tutela para obtener la defensa de los siguientes derechos que
estiman en las solicitudes como constitucionales fundamentales:
1. El Derecho
Constitucional a la Educación, que se estima violado porque, en juicio de los
peticionarios, la Universidad contra la que se dirigen impidió su natural
ejercicio, al condicionar el acceso de los estudiantes a un periodo lectivo,
al nuevo y adicional pago, así sea parcial, de un derecho que fue cubierto
plenamente con anterioridad.
Sostienen en este sentido
que el nuevo cobro de los derechos de matrícula es un medio para restringir
dicho Derecho Constitucional fundamental, pues, una vez pagados los costos
correspondientes a un periodo de estudios, el Centro Universitario se encuentra
en la obligación constitucional de impartir la educación, y no puede cobrar un
incremento como condición para recibir a los estudiantes, sin eludir el
cumplimiento del citado Derecho Constitucional a la Educación.
Además, los
peticionarios señalan que dicho derecho resultó desconocido porque la
Universidad no puso a disposición de los estudiantes, durante el periodo
académico cancelado, al personal docente necesario para impartir la educación a
que se comprometió.
2. El Derecho
Constitucional a la Propiedad privada, resulta violado en opinión de algunos de
los solicitantes porque la Universidad se apropio de parte de los derechos de
matrícula correspondientes al semestre académico que no se adelantó ni cumplió
por su culpa y causa. Ademas, indican que la Universidad no dispuso
adecuadamente los medios docentes necesarios y el personal de profesores
requerido para adelantar las actividades para las que se había comprometido,
apropiándose de esta manera de los valores pagados como derechos de matricula.
Tercera: La Acción
de Tutela contra Particulares y
y el Servicio Público de la Educación
Encuentra esta Sala
de Revisión que la cuestión que se debate en las actuaciones judiciales
correspondientes a las acciones de tutela presentadas con ocasión de la
fijación y cobro del valor de la matrícula para el primer semestre de estudios
de 1992, en la Universidad Cooperativa de Colombia Seccional Bucaramanga, no es
de tal naturaleza que afecte en la forma exigida por la Carta el Derecho a la Educación
como derecho constitucional de la persona o como servicio público (arts. 67 y
68 C.N.), ni a la libertad de enseñanza como derecho constitucional
fundamental (art. 27 C.N.), ni tampoco al derecho constitucional a la propiedad
(art. 58 C.N.), y por tanto las peticiones que se intentaron con dicho fin en
el caso del conflicto de la Universidad Cooperativa de Colombia, no debieron
prosperar.
Además es claro que
la acción planteada se ubica dentro del ámbito jurídico-constitucional de la
Acción de Tutela contra particulares, regulada de manera especial por el inciso
final del artículo 86 de la Carta y por los artículos 42 a 45 del Decreto 2591
de 1991; por tal razón la Corte Constitucional aborda su examen teniendo como
base las características propias de la institución de la Acción de Tutela en su
especial modalidad de procedencia contra acciones u omisiones de particulares.
También se circunscribe el examen de esta modalidad de la tutela de origen
constitucional o legal al objeto de la relación jurídica que regula, es decir a
la protección de los derechos constitucionales fundamentales que pueden
resultar afectados por particulares en la prestación del Servicio Público de
Educación (art. 67 C.N.).
En efecto, para la
Sala, la Acción de Tutela está prevista en el artículo 86 de nuestra Carta
Fundamental como un mecanismo procesal específico y directo que tiene por
objeto la protección concreta e inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, en una determinada situación jurídica, cuando éstos sean
violados o se presente amenaza de su violación, sin que se pueda plantear en
esos estrados discusión jurídica sobre el derecho mismo.
Es un medio
específico, porque se contrae a la protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales afectados, de modo actual e inminente, y nó a
otros, y conduce, previa la solicitud, a la expedición de una declaración
judicial que contenga una o varias ordenes de efectivo e inmediato
cumplimiento.
Es directo, porque
siempre presupone una actuación preferente y sumaria a la que el afectado puede
acudir sólo en ausencia de cualquier otro medio de defensa judicial, salvo que
se utilice apenas y excepcionalmente como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable y, en todo caso, procura la restitución al sujeto
peticionario en el goce del derecho de rango constitucional que se demuestra
lesionado.
En este sentido es
necesario destacar, que tanto en la norma constitucional, como en su desarrollo
legislativo, el ejercicio de la citada acción está condicionado, entre otras
razones, por la presentación ante el Juez de una situación concreta y
específica de violación o amenaza de violación de aquellos derechos, cuya
autoría debe ser siempre atribuída a cualquier autoridad pública o, en ciertos
eventos definidos por la ley, a sujetos particulares. Además el peticionario
debe tener un interés jurídico y pedir su protección también específica,
siempre en ausencia de otro medio judicial de protección o excepcionalmente,
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
No se trata pues, de
una vía de defensa de la Constitución en abstracto con fines generales que
pueda dirigirse contra todos los integrantes o agentes de una rama del poder
público en su conjunto, o contra un acto con vocación general y abstracta para
lo cual la Carta y la ley establecen otras vías; ni sobre derechos subjetivos
controvertibles judicialmente, por las vías ordinarias o especializadas.
Su consagración
constitucional se endereza a señalar un procedimiento, o eventualmente un
conjunto de procedimientos autónomos, específicos y directos de garantía
inmediata de muy precisos derechos y libertades establecidos en el Capítulo I
del Título Segundo de la Constitución y considerados como fundamentales, cuando
quiera que, se repite, sean agraviados por la concreta acción o la omisión de
una autoridad pública o por un organismo del Estado siempre identificable
específicamente como una autoridad responsable de la misma, o por un
particular, en los términos señalados por la ley.
De otra parte, la
Constitución señala que "La ley establecerá los casos en los que la acción
de tutela procede contra particulares encargados de la prestación de un
servicio público o cuya conducta afecte grave y directamente el interés
colectivo, o respecto de quiénes el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión." (Art. 86 in fine).
En este sentido y en
obedecimiento de la cláusula constitucional que reserva a la ley la regulación
del ámbito de procedencia de la Acción de Tutela contra particulares, dentro
del principio de la prevalencia de los derechos constitucionales
fundamentales, el Decreto 2591 de 1991 establece de modo especial en el
Capítulo III (arts. 42 a 45), los casos en los que dicha acción puede ejercerse
con aquel fin.
Además, en el
numeral 1o. del artículo 42 del citado decreto se advierte que procede la
acción de tutela "cuando aquel contra quien se hubiere hecho la solicitud
esté encargado de la prestación del servicio público de educación para proteger
los derechos consagrados en los artículo 13, 15, 16, 18, 20, 23, 27, 29, 37 y
38 de la Constitución."
Pero además, en
dicho sentido el artículo 45 del citado Decreto 2591 de 1991, establece como
límite al ejercicio de la Acción de Tutela, su no procedencia contra conductas
legítimas de un particular, así:
"Artículo 45. Conductas
Legítimas. No se podrá conceder la tutela contra conductas legítimas de un
particular."
Esto significa que,
a la luz del inciso final del artículo 86 de la Carta, la Acción de Tutela
procede siempre que la acción o la omisión de un particular encargado de la
prestación del Servicio Público de Educación sean de tal alcance que con ellas
se viole o amenace violar los derechos constitucionales fundamentales a la
igualdad y a la libertad (art. 13); a la intimidad y al secreto de la
correspondencia y demás formas de comunicación privada (art. 15); al libre
desarrollo de la personalidad (art. 16); a la libertad de conciencia o
creencias (art. 18), a la libertad de expresión (art. 20); de petición (art.
23), a la libertad de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra (art.
27); al debido proceso (art. 29); a la reunión y manifestación (art.37) y a la
libre asociación (art. 38).
Así las cosas,
también debe concluirse que en los demás casos en los que la acción o la
omisión de un particular que esté encargado de la prestación del Servicio
Público de la Educación, afecten otros derechos constitucionales, legales o
contractuales, o intereses legítimos de las personas ajenos a los citados
derechos constitucionales fundamentales, o sean producto de su actividad
legítima, no puede intentarse la citada acción, sino por el contrario, se debe
acudir forzosamente a otras vías judiciales ordinarias. Pero además, del
examen sistemático del inciso 3o. del artículo 86 de la Carta se concluye que
si existe otra vía judicial para la protección, en dicha relación especial del
Servicio Público de Educación prestado por particulares, en cuanto a aquellos
derechos fundamentales que forman parte de la lista ordenada por el legislador
en el artículo 42 del decreto 2591 de 1991, tampoco puede intentarse la Acción
de Tutela, salvo la situación excepcional y transitoria que se menciona para
evitar un perjuicio irremediable. Sin embargo advierte esta Sala que en este
ámbito la virtud garantizadora de la Acción de Tutela adquiere mayor vigor y
eficacia por la circunstancia de que históricamente no se ha reglamentado
suficientemente, desde el punto de vista legal, la protección judicial a los
mencionados derechos constitucionales a que se refiere esta especial situación,
y por tanto tal remedio específico lo incorporó el constituyente con miras a
asegurar la eficacia de estos derechos, con un procedimiento judicial que, como
se ha dicho , es preferente, inmediato y sumario.
A juicio de esta
Sala no puede estar en la razón del Constituyente la confusión de vías y
mecanismos judiciales de protección a los derechos constitucionales
fundamentales, ni la redundancia ni la falta de coherencia sistemática en los
instrumentos de protección judicial a dichos derechos; en efecto, en el orden
jurídico constitucional, o lo que es lo mismo, dentro de las normas que forman
el texto de la Carta, prevalece el postulado de que el conjunto de las normas
constitucionales forman una totalidad sistemática y coherente que excluye las
contradicciones y antinomias entre sus distintas disposiciones normativas.
En este sentido, es
claro que en presencia de la vía judicial ordinaria con la salvedad anotada, o
ante la amenaza de lesión o del agravio a otro derecho constitucional distinto
de los fundamentales que forman parte de la lista de casos señalados por la
ley, o ante intereses legítimos distintos de los que se relacionen con aquellos
derechos, no procede la Acción de Tutela contra particulares encargados de la
prestación del Servicio Público de la Educación.
No queda duda a la
Corte sobre la índole y la categoría de los derechos que se cuestionan en el
asunto resuelto por la providencia que se revisa; esto es, se trata
principalmente de una controversia contractual de carácter económico en la que
lo debatido es el cumplimiento de muy determinadas obligaciones económicas que
surgen de la relación existente entre un centro universitario y algunos de sus
estudiantes, que no están conformes con el monto de uno de los extremos del
objeto económico de la relación.
También, para
fundamentar su petición en dicha controversia, se formulan por los
peticionarios, en el estrado de tutela, argumentos fácticos que se enderezan a
replantear la controversia laboral interna, y las relaciones ordinarias entre
la institución y los estudiantes frente a la ley y a los reglamentos que
regulan dicho Servicio Público. Ante todo lo anterior, advierte la Corte que la
parte del Ordenamiento Jurídico colombiano prevista para regular el ejercicio
de la especial competencia del Estado de "inspección y vigilancia del
servicio público de Educación", es bien precisa y detallada en lo que hace
a acciones, mecanismos, procedimientos y sanciones, así como a organismos y
autoridades administrativas competentes, los que en aquel caso ya se
pronunciaron oportunamente sobre la legalidad de la resolución impugnada.
Dichas actuaciones administrativas bien pueden ser controvertidas judicialmente
ante los tribunales contencioso-administrativos competentes.
En dicha
controversia no se encuentra ningún vínculo con el Derecho Constitucional
Fundamental consagrado en el artículo 27 de la Carta en términos de Libertad de
Enseñanza, Aprendizaje, Investigación y Cátedra, y por tanto, la Acción de
Tutela planteada no procede por este aspecto. En efecto, este derecho puede
definirse, en líneas muy generales, como una de las aspiraciones más elevadas
de la humanidad y hace relación a las garantías de que debe rodear el Estado
Moderno al individuo con el fin de evitar el oscurantismo, el dogmatismo, las
doctrinas oficiales impuestas por regímenes autoritarios, monocráticos,
totalitarios o de terror; igualmente, en el mundo contemporáneo se erige como
un freno sustancial al imperio de la tecnocracia y al dominio de la ciencia
sobre la libertad. En este sentido, también comprende la actividad de todos
los centros públicos y privados organizados con fines científicos, culturales o
académicos y de formación profesional, para evitar iguales vicios y
deformaciones; aquella es la libertad que asegura el derecho de educar y de
educarse para la libertad y sobre la cual se erigen buena parte de los
postulados del Estado de Derecho y de la Democracia, en sus antiguas y
contemporáneas expresiones.
Tampoco podría
ubicarse la controversia planteada, en el ámbito del eventual desconocimiento
del Derecho Constitucional a la Educación, consagrado en el artículo 67 de la
Carta como un derecho de la persona y como un servicio público, si la acción o
la omisión del particular no están vinculadas con cualquiera de los derechos
fundamentales que enumera el citado artículo 42 numeral 1o. del Decreto 2591 de
1991, puesto que la naturaleza social de éste, y su dependencia de la suprema
inspección y vigilancia del Estado, no admiten su discusión en sede de tutela
si no aparece violación o amenaza de violación contra alguno de aquellos
derechos constitucionales fundamentales. En caso de conflictos de intereses y
de obligaciones sobre aquel derecho, éstos se resuelven y deben resolver por
las vías Administrativa, Disciplinaria o Gubernativa, o, llegado el caso, por
las vías judiciales ordinarias o contencioso-administrativas.
La petición también
se contrae en el fondo a obtener la anulación de un acto de la Universidad que
reguló el calendario académico del segundo semestre de 1991 y del primer
semestre de 1992, para resolver una situación de conflicto con sus empleados y
trabajadores, que paralizó todas las actividades ordinarias de dicho centro
(Resolución 399/91); además, se dirige a obtener, se repite, la anulación de
los efectos económicos de la misma actuación administrativa interna, para que
las visicitudes de las obligaciones económicas relatadas (valor, reconocimiento
y pago del importe de la matrícula) se resuelvan en favor de los peticionarios.
En el primero de los
elementos de la petición, como se advirtió, no se hace presente ninguno de
los derechos constitucionales fundamentales que pueden relacionarse con el
Servicio Público de la Educación prestado por particulares para efectos de que
proceda la Acción de Tutela; en el segundo, se trata de una reclamación que
por razones económicas busca la anulación de la citada resolución, y no se
relaciona tampoco con ningún Derecho Constitucional Fundamental, sino con la
pretendida protección de una manifestación contractual del derecho de
propiedad.
En ninguno de los
eventos relatados procede la Acción de Tutela, pues para lograr estos cometidos
de protección, el Estado tiene previstos los mecanismos administrativos
correspondientes en desarrollo de la "suprema inspección y vigilancia de
la Educación" que le corresponde por mandato constitucional desde 1886,
reiterado ahora por la Carta de 1991 con el "fin de velar por su calidad,
por el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación moral, intelectual y
física de los educandos"; en estas condiciones, el mismo Estado y los
interesados, que no son sólo los estudiantes, deben actuar conforme a la ley y
a los reglamentos y procurar la resolución de aquella clase de controversias
por las vías adecuadas, y no por el mecanismo de la Acción de Tutela.
De otra parte,
encuentra la Sala que en general en el ejercicio de esta Acción de Tutela no
existe fundamento en la Carta para invocar como violado el Derecho
Constitucional a la Propiedad Privada consagrado en el Capítulo II del Título
Segundo de la Carta (art. 58) como un derecho y una libertad económica. En
efecto, la Carta de 1991 consagra el Derecho de Propiedad Privada como una de
las bases fundamentales del sistema jurídico, económico y social, aunque como
es lógico recoge también la profunda e importante evolución que se ha cumplido
en esta materia por razón de las transformaciones de toda índole que se han llevado
a cabo en las instituciones políticas y civiles. Así el artículo 58
prescribe:
"Artículo 58.
Se garantizan la propiedad privada y los demás derechos adquiridos con arreglo
a las leyes civiles, los cuales no pueden ser desconocidos ni vulnerados por
leyes posteriores. Cuando de la aplicación de una ley expedida por motivo de
utilidad pública o interés social, resultaren en conflicto los derechos de los
particulares con la necesidad por ella reconocida, el interés privado deberá
ceder al interés público o social.
"La propiedad
es una función social que implica obligaciones. Como tal, le es inherente una
función ecológica.
"El Estado
protegerá y promoverá las formas asociativas y solidarias de propiedad.
"Por motivos de
utilidad pública o de interés social definidos por el legislador, podrá haber
expropiación mediante sentencia judicial e indemnización previa. Esta se
fijará consultando los intereses de la comunidad y del afectado. En los casos
que determine el legislador, dicha expropiación podrá adelantarse por vía
administrativa, sujeta a posterior acción contenciosa administrativa, incluso
respecto del precio.
"Con todo, el
legislador, por razones de equidad, podrá determinar los casos en que no haya
lugar al pago de indemnización, mediante el voto favorable de la mayoría
absoluta de los miembros de una y otra Cámara. Las razones de equidad, así
como los motivos de utilidad pública o de interés social, invocados por el
legislador, no serán controvertibles judicialmente."
Vale la pena
recordar a este propósito cómo fue reconocido el Derecho de Propiedad como
inviolable y sagrado en las Declaraciones del Derecho de la Revolución
Francesa, así:
"- La
Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano de 26 de agosto de 1789;
artículo 17: <Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie
puede ser privado de ella sino cuando la necesidad pública, legalmente
constatada, lo exija claramente, y con la condición de una indemnización justa
y previa>.
"- La Declaración
de los Derechos del Hombre y del ciudadano de 24 de junio de 1793, hablaba en
su artículo 1o. de: que el <Gobierno está instituído para garantizar al
hombre el goce de sus derechos naturales e imprescriptibles> y a
continuación señalaba en el artículo 2o.: <Estos derechos son: la igualdad,
la libertad, la seguridad y la propiedad>."
Ahora bien: ya se
ha señalado anteriormente como el concepto de derechos fundamentales es de suyo
difícil, y cómo, según prescribe el artículo 94 de la Constitución Nacional:
"La enunciación
de los derechos y garantías contenidos en la Constitución y en los convenios
internacionales vigentes, no debe entenderse como negación de otros que, siendo
inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ellos."
Asímismo el artículo
2o. del Decreto 2591 de 1991 señala, en relación con los derechos protegidos
por la tutela que "La acción de tutela garantiza los derechos
constitucionales fundamentales. Cuando una decisión de tutela se refiera a un
derecho no señalado expresamente por la Constitución como fundamental, pero
cuya naturaleza permita su tutela para casos concretos, la Corte Constitucional
le dará prelación en la revisión a esta decisión."
Entonces, si se
tiene en cuenta que el derecho de propiedad reconocido y garantizado por la
Carta Política, abarca todos los derechos patrimoniales de una persona, esto
es, los que recaen sobre las cosas y los bienes, entendidos estos como los
objetos inmateriales susceptibles de valor, y que se desarrollan en el Código Civil,
no cabe duda de que en este sentido es un derecho fundamental, "aunque es
una función social que implica obligaciones", según la precisa evolución
política, económica y social a que se ha aludido más arriba. Que ello es así
lo ratifica la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969 (Ley 16 de
1972), la que en su artículo 21 prescribe, en primer término, que "toda
persona tiene derecho al uso y goce de sus bienes", y, además que
"ninguna persona puede ser privada de sus bienes, excepto mediante el pago
de indemnización justa por razones de utilidad pública o de interés social y en
los casos y según las formas establecidas por la ley".
El análisis global
con la salvedad anotada, coincide con la línea doctrinaria que se puede señalar
en la Constitución de España de 1978, que siguiendo los antecedentes de la
Constitución de 1931, incluye el derecho de propiedad entre los derechos
económicos y sociales, que se reglamentan por la ley ordinaria y son
garantizados por las acciones ante los Tribunales Ordinarios o ante la
Jurisdicción de lo Contencioso-administrativo y que por tanto no le atribuye el
carácter de fundamental a este derecho. Este mismo tratamiento es consagrado
por la Constitución Italiana (artículos 42, 43 y 44) y por los artículos 14 y 15
de la Ley Fundamental de la República Federal de Alemania que, según
interpretación de su Tribunal Constitucional (Sentencia de 18 de noviembre de
1962), no consideran la propiedad un derecho fundamental por sí mismo, sino
"en cuanto se encuentra en relación íntima con la libertad personal"
(Parada Vásquez José Ramón, en Estudios sobre la Constitución Española,
Homenaje al Profesor Eduardo García de Enterria. Tomo II, p. 1271).
Otra cosa es que,
por virtud de la regulación del ejercicio de este derecho en el Código Civil y
demás leyes que lo adicionan y complementan, en casos como el que se resuelve
en esta revisión de tutela existan múltiples mecanismos ordinarios y
extraordinarios, jurisdiccionales y administrativos que garantizan y protegen
tal derecho en caso de ser vulnerado o amenazado y que por tanto bien pueden
ser utilizados por sus titulares, con los señalados fines.
En mérito de lo
expuesto,
LA CORTE CONSTITUCIONAL
SALA DE REVISION DE TUTELAS,
Administrando
Justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero: Confirmar la sentencia proferida por el
Juzgado Primero Penal Municipal de Bucaramanga, el 17 de enero 1992 en el caso
de la petición de tutela presentada por GERSON GONZALO DAZA BARON.
Segundo: Comuníquese la presente decisión al
Despacho Judicial de origen para que sea notificada conforme lo dispone el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON
DIAZ SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
112 | T-489-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-489/92
SALA DE REVISION No. 5
REF:
Expediente No.T-265-22
Acción de Tutela
interpuesta contra la Universidad Cooperativa de Colombia seccional
Bucaramanga.
Peticionario:
SAMUEL ENRIQUE
BARRERA
PUERTO.
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá
D.C., Agosto once (11) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela, compuesta por los Magistrados Simón Rodríguez Rodríguez,
Jaime Sanín Greiffenstein y Fabio Morón Díaz, previo estudio del Magistrado
Ponente, resuelve sobre la revisión de la sentencia relacionada con la acción
de la referencia, proferida por el Juzgado Primero Penal Municipal de
Bucaramanga el 17 de enero de 1992.
I. ANTECEDENTES
A. La Petición:
1. Con fecha de 9 de
enero de 1992, SAMUEL ENRIQUE BARRERA PUERTO, presentó un escrito en el que
interpone la Acción de Tutela establecida en el artículo 86 de la Constitución
Política contra la Universidad Cooperativa de Colombia, Seccional Bucaramanga.
2. Los hechos que
señala el peticionario como causa del ejercicio de la citada acción, se
resumen como sigue:
a. El peticionario,
en su condición de estudiante de la mencionada Universidad debe cancelar para
cursar el primer periodo lectivo correspondiente al año de 1992, la suma
equivalente al 50% del valor de la Matrícula fijada; esta obligación económica
se fundamenta en la resolución número 399 de 1991 proferida por la misma
Universidad que ordena dar por terminado anticipadamente el desarrollo del
segundo periodo lectivo del año 1991 y reconocer de los valores pagados en
aquel, sólo el 50% e imputarlos para el del siguiente.
b. La situación
descrita es resultado del conflicto entre los trabajadores y los estudiantes de
una parte y las directivas de la Universidad por la otra, que por diversas
razones condujo a la parálisis de las actividades laborales y académicas de la
Universidad, desde el cinco (5) de Agosto hasta el cinco (5) de Diciembre de
1991.
c. Se sostiene que
la Universidad eludió sus responsabilidades académicas y administrativas y es
por ello responsable de la parálisis de las actividades de la Universidad.
3. El accionante
pide que se le garantice el Derecho Constitucional a la Educación y a la
Propiedad; que se ordene que la resolución mencionada no produzca efectos y que
se le reconozca el 100% del valor de la matrícula pagada para el segundo
periodo lectivo de 1991, que no se desarrolló por el conflicto relatado; como
imputado al pago del valor de la matrícula correspondiente al primer periodo de
1992.
B. La Sentencia que
se revisa.
1. El Juzgado
Primero Penal Municipal de Bucaramanga, al que le correspondió el conocimiento
y la resolución de la petición formulada, produjo la decisión correspondiente
dentro de los términos constitucionales y legales y resolvió no acceder a la
tutela solicitada por SAMUEL ENRIQUE BARRERA PUERTO.
La sentencia que se
revisa fundamenta su resolución en los argumentos que pueden resumirse de la
siguiente forma:
La acción de tutela
consagrada en el artículo 86 de la Constitución Nacional y reglamentada por el
Decreto 2591 de 1991 sólo procede cuando el afectado no disponga de otro medio
de defensa judicial, salvo que ella se utilice como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable y contra acciones u omisiones de particulares;
en este caso no se trata de un perjuicio irremediable, y existen otros medios
de defensa judicial.
El expediente
completo sólo fue recibido en el Despacho del Magistrado Sustanciador el
dieciseis (16) de Julio. Procede a decidir la Corte Constitucional en Sala de
Revisión de Tutela, sobre el presente caso, previas las siguientes,
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
Primera : La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la sentencia
de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86, inciso
tercero y 241, numeral 9 de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace
por virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala correspondiente,
y del reparto que se verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta
Corporación.
Segunda : La
Materia Objeto de la Revisión
En primer término
encuentra la Sala que ante los distintos despachos judiciales de Bucaramanga,
varios grupos de peticionarios, estudiantes de la Universidad Cooperativa de
Colombia, presentaron otras tantas solicitudes de tutela relacionadas todas con
el mismo objeto y con la misma situación jurídica que motivó la acción resuelta
por la providencia que se revisa en esta oportunidad; ahora bien, como dichas
solicitudes y los respectivos fallos se ocupan del examen de la misma situación
jurídica planteada en el caso de la referencia, procede la Corte a pronunciar
su juicio, y a fijar su interpretación al respecto de la materia en cuestión,
sistematizando los argumentos en los que unas y otros se fundamentan.
En este apartado
cabe hacer un breve resumen de las distintas solicitudes, así:
Como se desprende
del resumen de los hechos planteados en la solicitud, se encuentra, que se
trata de un conflicto de intereses primordialmente económicos, suscitado por la
orden interna de cancelación de un periodo lectivo en una Universidad de
carácter privado, al considerar aquella institución que resultaba imposible
adelantar las labores propias de la actividad académica y administrativa ante
el conflicto laboral planteado con los trabajadores y los profesores de dicho
Centro Privado, que presta el servicio público de educación.
Se demanda
principalmente la actuación de las directivas de la Universidad Cooperativa de
Colombia Seccional Bucaramanga -INDESCO-, quiénes ordenaron la cancelación del
segundo semestre académico del año 1991 y la imputación para el pago de la
matrícula del primer semestre académico del año 1992, sólo del cincuenta por
ciento (50%) del valor de la matrícula pagada en el semestre cancelado.
En líneas generales,
se tiene que los peticionarios solicitan la especial protección por la vía de
la Acción de Tutela para obtener la defensa de los siguientes derechos que
estiman en las solicitudes como constitucionales fundamentales:
1. El Derecho
Constitucional a la Educación, que se estima violado porque, en juicio de los
peticionarios, la Universidad contra la que se dirigen impidió su natural
ejercicio, al condicionar el acceso de los estudiantes a un periodo lectivo,
al nuevo y adicional pago, así sea parcial, de un derecho que fue cubierto
plenamente con anterioridad.
Sostienen en este
sentido que el nuevo cobro de los derechos de matrícula es un medio para
restringir dicho Derecho Constitucional fundamental, pues, una vez pagados los
costos correspondientes a un periodo de estudios, el Centro Universitario se
encuentra en la obligación constitucional de impartir la educación, y no puede
cobrar un incremento como condición para recibir a los estudiantes, sin eludir
el cumplimiento del citado Derecho Constitucional a la Educación.
Además, los
peticionarios señalan que dicho derecho resultó desconocido porque la
Universidad no puso a disposición de los estudiantes, durante el periodo
académico cancelado, al personal docente necesario para impartir la educación a
que se comprometió.
2. El Derecho
Constitucional a la Propiedad privada, resulta violado en opinión de algunos de
los solicitantes porque la Universidad se apropio de parte de los derechos de
matrícula correspondientes al semestre académico que no se adelantó ni cumplió
por su culpa y causa. Ademas, indican que la Universidad no dispuso
adecuadamente los medios docentes necesarios y el personal de profesores
requerido para adelantar las actividades para las que se había comprometido,
apropiándose de esta manera de los valores pagados como derechos de matricula.
Tercera:
La Acción de Tutela contra Particulares y
y el Servicio Público de la Educación
Encuentra esta Sala
de Revisión que la cuestión que se debate en las actuaciones judiciales
correspondientes a las acciones de tutela presentadas con ocasión de la
fijación y cobro del valor de la matrícula para el primer semestre de estudios
de 1992, en la Universidad Cooperativa de Colombia Seccional Bucaramanga, no es
de tal naturaleza que afecte en la forma exigida por la Carta el Derecho a la
Educación como derecho constitucional de la persona o como servicio público
(arts. 67 y 68 C.N.), ni a la libertad de enseñanza como derecho
constitucional fundamental (art. 27 C.N.), ni tampoco al derecho constitucional
a la propiedad (art. 58 C.N.), y por tanto las peticiones que se intentaron
con dicho fin en el caso del conflicto de la Universidad Cooperativa de
Colombia, no debieron prosperar.
Además es claro que
la acción planteada se ubica dentro del ámbito jurídico-constitucional de la
Acción de Tutela contra particulares, regulada de manera especial por el inciso
final del artículo 86 de la Carta y por los artículos 42 a 45 del Decreto 2591
de 1991; por tal razón la Corte Constitucional aborda su examen teniendo como
base las características propias de la institución de la Acción de Tutela en su
especial modalidad de procedencia contra acciones u omisiones de particulares.
También se circunscribe el examen de esta modalidad de la tutela de origen
constitucional o legal al objeto de la relación jurídica que regula, es decir a
la protección de los derechos constitucionales fundamentales que pueden
resultar afectados por particulares en la prestación del Servicio Público de
Educación (art. 67 C.N.).
En efecto, para la
Sala, la Acción de Tutela está prevista en el artículo 86 de nuestra Carta
Fundamental como un mecanismo procesal específico y directo que tiene por
objeto la protección concreta e inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, en una determinada situación jurídica, cuando éstos sean
violados o se presente amenaza de su violación, sin que se pueda plantear en
esos estrados discusión jurídica sobre el derecho mismo.
Es un medio
específico, porque se contrae a la protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales afectados, de modo actual e inminente, y nó a
otros, y conduce, previa la solicitud, a la expedición de una declaración
judicial que contenga una o varias ordenes de efectivo e inmediato
cumplimiento.
Es directo, porque
siempre presupone una actuación preferente y sumaria a la que el afectado puede
acudir sólo en ausencia de cualquier otro medio de defensa judicial, salvo que
se utilice apenas y excepcionalmente como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable y, en todo caso, procura la restitución al sujeto
peticionario en el goce del derecho de rango constitucional que se demuestra
lesionado.
En este sentido es
necesario destacar, que tanto en la norma constitucional, como en su desarrollo
legislativo, el ejercicio de la citada acción está condicionado, entre otras
razones, por la presentación ante el Juez de una situación concreta y
específica de violación o amenaza de violación de aquellos derechos, cuya
autoría debe ser siempre atribuída a cualquier autoridad pública o, en ciertos
eventos definidos por la ley, a sujetos particulares. Además el peticionario
debe tener un interés jurídico y pedir su protección también específica,
siempre en ausencia de otro medio judicial de protección o excepcionalmente,
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
No se trata pues, de
una vía de defensa de la Constitución en abstracto con fines generales que
pueda dirigirse contra todos los integrantes o agentes de una rama del poder
público en su conjunto, o contra un acto con vocación general y abstracta para
lo cual la Carta y la ley establecen otras vías; ni sobre derechos subjetivos
controvertibles judicialmente, por las vías ordinarias o especializadas.
Su consagración
constitucional se endereza a señalar un procedimiento, o eventualmente un
conjunto de procedimientos autónomos, específicos y directos de garantía
inmediata de muy precisos derechos y libertades establecidos en el Capítulo I
del Título Segundo de la Constitución y considerados como fundamentales, cuando
quiera que, se repite, sean agraviados por la concreta acción o la omisión de
una autoridad pública o por un organismo del Estado siempre identificable
específicamente como una autoridad responsable de la misma, o por un
particular, en los términos señalados por la ley.
De otra parte, la
Constitución señala que "La ley establecerá los casos en los que la acción
de tutela procede contra particulares encargados de la prestación de un
servicio público o cuya conducta afecte grave y directamente el interés
colectivo, o respecto de quiénes el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión." (Art. 86 in fine).
En este sentido y en
obedecimiento de la cláusula constitucional que reserva a la ley la regulación
del ámbito de procedencia de la Acción de Tutela contra particulares, dentro
del principio de la prevalencia de los derechos constitucionales
fundamentales, el Decreto 2591 de 1991 establece de modo especial en el
Capítulo III (arts. 42 a 45), los casos en los que dicha acción puede ejercerse
con aquel fin.
Además, en el
numeral 1o. del artículo 42 del citado decreto se advierte que procede la
acción de tutela "cuando aquel contra quien se hubiere hecho la solicitud
esté encargado de la prestación del servicio público de educación para proteger
los derechos consagrados en los artículo 13, 15, 16, 18, 20, 23, 27, 29, 37 y
38 de la Constitución."
Pero además, en
dicho sentido el artículo 45 del citado Decreto 2591 de 1991, establece como límite
al ejercicio de la Acción de Tutela, su no procedencia contra conductas
legítimas de un particular, así:
"Artículo 45. Conductas
Legítimas. No se podrá conceder la tutela contra conductas legítimas de un
particular."
Esto significa que,
a la luz del inciso final del artículo 86 de la Carta, la Acción de Tutela
procede siempre que la acción o la omisión de un particular encargado de la
prestación del Servicio Público de Educación sean de tal alcance que con ellas
se viole o amenace violar los derechos constitucionales fundamentales a la
igualdad y a la libertad (art. 13); a la intimidad y al secreto de la
correspondencia y demás formas de comunicación privada (art. 15); al libre
desarrollo de la personalidad (art. 16); a la libertad de conciencia o
creencias (art. 18), a la libertad de expresión (art. 20); de petición (art.
23), a la libertad de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra (art.
27); al debido proceso (art. 29); a la reunión y manifestación (art.37) y a la
libre asociación (art. 38).
Así las cosas,
también debe concluirse que en los demás casos en los que la acción o la
omisión de un particular que esté encargado de la prestación del Servicio
Público de la Educación, afecten otros derechos constitucionales, legales o
contractuales, o intereses legítimos de las personas ajenos a los citados
derechos constitucionales fundamentales, o sean producto de su actividad
legítima, no puede intentarse la citada acción, sino por el contrario, se debe
acudir forzosamente a otras vías judiciales ordinarias. Pero además, del
examen sistemático del inciso 3o. del artículo 86 de la Carta se concluye que
si existe otra vía judicial para la protección, en dicha relación especial del
Servicio Público de Educación prestado por particulares, en cuanto a aquellos
derechos fundamentales que forman parte de la lista ordenada por el legislador
en el artículo 42 del decreto 2591 de 1991, tampoco puede intentarse la Acción
de Tutela, salvo la situación excepcional y transitoria que se menciona para
evitar un perjuicio irremediable. Sin embargo advierte esta Sala que en este
ámbito la virtud garantizadora de la Acción de Tutela adquiere mayor vigor y
eficacia por la circunstancia de que históricamente no se ha reglamentado
suficientemente, desde el punto de vista legal, la protección judicial a los
mencionados derechos constitucionales a que se refiere esta especial situación,
y por tanto tal remedio específico lo incorporó el constituyente con miras a
asegurar la eficacia de estos derechos, con un procedimiento judicial que, como
se ha dicho , es preferente, inmediato y sumario.
A juicio de esta
Sala no puede estar en la razón del Constituyente la confusión de vías y
mecanismos judiciales de protección a los derechos constitucionales
fundamentales, ni la redundancia ni la falta de coherencia sistemática en los
instrumentos de protección judicial a dichos derechos; en efecto, en el orden
jurídico constitucional, o lo que es lo mismo, dentro de las normas que forman
el texto de la Carta, prevalece el postulado de que el conjunto de las normas
constitucionales forman una totalidad sistemática y coherente que excluye las
contradicciones y antinomias entre sus distintas disposiciones normativas.
En este sentido, es
claro que en presencia de la vía judicial ordinaria con la salvedad anotada, o
ante la amenaza de lesión o del agravio a otro derecho constitucional distinto
de los fundamentales que forman parte de la lista de casos señalados por la
ley, o ante intereses legítimos distintos de los que se relacionen con aquellos
derechos, no procede la Acción de Tutela contra particulares encargados de la
prestación del Servicio Público de la Educación.
No queda duda a la
Corte sobre la índole y la categoría de los derechos que se cuestionan en el
asunto resuelto por la providencia que se revisa; esto es, se trata
principalmente de una controversia contractual de carácter económico en la que
lo debatido es el cumplimiento de muy determinadas obligaciones económicas que
surgen de la relación existente entre un centro universitario y algunos de sus
estudiantes, que no están conformes con el monto de uno de los extremos del
objeto económico de la relación.
También, para
fundamentar su petición en dicha controversia, se formulan por los
peticionarios, en el estrado de tutela, argumentos fácticos que se enderezan a
replantear la controversia laboral interna, y las relaciones ordinarias entre
la institución y los estudiantes frente a la ley y a los reglamentos que
regulan dicho Servicio Público. Ante todo lo anterior, advierte la Corte que
la parte del Ordenamiento Jurídico colombiano prevista para regular el
ejercicio de la especial competencia del Estado de "inspección y
vigilancia del servicio público de Educación", es bien precisa y detallada
en lo que hace a acciones, mecanismos, procedimientos y sanciones, así como a
organismos y autoridades administrativas competentes, los que en aquel caso ya
se pronunciaron oportunamente sobre la legalidad de la resolución impugnada.
Dichas actuaciones administrativas bien pueden ser controvertidas
judicialmente ante los tribunales contencioso-administrativos competentes.
En dicha
controversia no se encuentra ningún vínculo con el Derecho Constitucional
Fundamental consagrado en el artículo 27 de la Carta en términos de Libertad de
Enseñanza, Aprendizaje, Investigación y Cátedra, y por tanto, la Acción de
Tutela planteada no procede por este aspecto. En efecto, este derecho puede
definirse, en líneas muy generales, como una de las aspiraciones más elevadas de
la humanidad y hace relación a las garantías de que debe rodear el Estado
Moderno al individuo con el fin de evitar el oscurantismo, el dogmatismo, las
doctrinas oficiales impuestas por regímenes autoritarios, monocráticos,
totalitarios o de terror; igualmente, en el mundo contemporáneo se erige como
un freno sustancial al imperio de la tecnocracia y al dominio de la ciencia
sobre la libertad. En este sentido, también comprende la actividad de todos
los centros públicos y privados organizados con fines científicos, culturales o
académicos y de formación profesional, para evitar iguales vicios y
deformaciones; aquella es la libertad que asegura el derecho de educar y de
educarse para la libertad y sobre la cual se erigen buena parte de los
postulados del Estado de Derecho y de la Democracia, en sus antiguas y
contemporáneas expresiones.
Tampoco podría
ubicarse la controversia planteada, en el ámbito del eventual desconocimiento
del Derecho Constitucional a la Educación, consagrado en el artículo 67 de la Carta
como un derecho de la persona y como un servicio público, si la acción o la
omisión del particular no están vinculadas con cualquiera de los derechos
fundamentales que enumera el citado artículo 42 numeral 1o. del Decreto 2591 de
1991, puesto que la naturaleza social de éste, y su dependencia de la suprema
inspección y vigilancia del Estado, no admiten su discusión en sede de tutela
si no aparece violación o amenaza de violación contra alguno de aquellos
derechos constitucionales fundamentales. En caso de conflictos de intereses y
de obligaciones sobre aquel derecho, éstos se resuelven y deben resolver por
las vías Administrativa, Disciplinaria o Gubernativa, o, llegado el caso, por
las vías judiciales ordinarias o contencioso-administrativas.
La petición también
se contrae en el fondo a obtener la anulación de un acto de la Universidad que
reguló el calendario académico del segundo semestre de 1991 y del primer
semestre de 1992, para resolver una situación de conflicto con sus empleados y
trabajadores, que paralizó todas las actividades ordinarias de dicho centro
(Resolución 399/91); además, se dirige a obtener, se repite, la anulación de
los efectos económicos de la misma actuación administrativa interna, para que
las visicitudes de las obligaciones económicas relatadas (valor, reconocimiento
y pago del importe de la matrícula) se resuelvan en favor de los peticionarios.
En el primero de los
elementos de la petición, como se advirtió, no se hace presente ninguno de
los derechos constitucionales fundamentales que pueden relacionarse con el
Servicio Público de la Educación prestado por particulares para efectos de que
proceda la Acción de Tutela; en el segundo, se trata de una reclamación que
por razones económicas busca la anulación de la citada resolución, y no se
relaciona tampoco con ningún Derecho Constitucional Fundamental, sino con la
pretendida protección de una manifestación contractual del derecho de
propiedad.
En ninguno de los
eventos relatados procede la Acción de Tutela, pues para lograr estos cometidos
de protección, el Estado tiene previstos los mecanismos administrativos
correspondientes en desarrollo de la "suprema inspección y vigilancia de
la Educación" que le corresponde por mandato constitucional desde 1886,
reiterado ahora por la Carta de 1991 con el "fin de velar por su calidad,
por el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación moral, intelectual y
física de los educandos"; en estas condiciones, el mismo Estado y los
interesados, que no son sólo los estudiantes, deben actuar conforme a la ley y
a los reglamentos y procurar la resolución de aquella clase de controversias
por las vías adecuadas, y no por el mecanismo de la Acción de Tutela.
De otra parte,
encuentra la Sala que en general en el ejercicio de esta Acción de Tutela no
existe fundamento en la Carta para invocar como violado el Derecho
Constitucional a la Propiedad Privada consagrado en el Capítulo II del Título
Segundo de la Carta (art. 58) como un derecho y una libertad económica. En
efecto, la Carta de 1991 consagra el Derecho de Propiedad Privada como una de
las bases fundamentales del sistema jurídico, económico y social, aunque como
es lógico recoge también la profunda e importante evolución que se ha cumplido
en esta materia por razón de las transformaciones de toda índole que se han
llevado a cabo en las instituciones políticas y civiles. Así el artículo 58
prescribe:
"Artículo 58.
Se garantizan la propiedad privada y los demás derechos adquiridos con arreglo
a las leyes civiles, los cuales no pueden ser desconocidos ni vulnerados por
leyes posteriores. Cuando de la aplicación de una ley expedida por motivo de
utilidad pública o interés social, resultaren en conflicto los derechos de los
particulares con la necesidad por ella reconocida, el interés privado deberá
ceder al interés público o social.
"La propiedad
es una función social que implica obligaciones. Como tal, le es inherente una
función ecológica.
"El Estado
protegerá y promoverá las formas asociativas y solidarias de propiedad.
"Por motivos de
utilidad pública o de interés social definidos por el legislador, podrá haber
expropiación mediante sentencia judicial e indemnización previa. Esta se
fijará consultando los intereses de la comunidad y del afectado. En los casos
que determine el legislador, dicha expropiación podrá adelantarse por vía
administrativa, sujeta a posterior acción contenciosa administrativa, incluso
respecto del precio.
"Con todo, el
legislador, por razones de equidad, podrá determinar los casos en que no haya lugar
al pago de indemnización, mediante el voto favorable de la mayoría absoluta de
los miembros de una y otra Cámara. Las razones de equidad, así como los
motivos de utilidad pública o de interés social, invocados por el legislador,
no serán controvertibles judicialmente."
Vale la pena
recordar a este propósito cómo fue reconocido el Derecho de Propiedad como
inviolable y sagrado en las Declaraciones del Derecho de la Revolución
Francesa, así:
"- La
Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano de 26 de agosto de
1789; artículo 17: <Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado,
nadie puede ser privado de ella sino cuando la necesidad pública, legalmente
constatada, lo exija claramente, y con la condición de una indemnización justa
y previa>.
"- La
Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano de 24 de junio de 1793,
hablaba en su artículo 1o. de: que el <Gobierno está instituído para
garantizar al hombre el goce de sus derechos naturales e imprescriptibles> y
a continuación señalaba en el artículo 2o.: <Estos derechos son: la
igualdad, la libertad, la seguridad y la propiedad>."
Ahora bien: ya se
ha señalado anteriormente como el concepto de derechos fundamentales es de suyo
difícil, y cómo, según prescribe el artículo 94 de la Constitución Nacional:
"La enunciación
de los derechos y garantías contenidos en la Constitución y en los convenios
internacionales vigentes, no debe entenderse como negación de otros que, siendo
inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ellos."
Asímismo el artículo
2o. del Decreto 2591 de 1991 señala, en relación con los derechos protegidos
por la tutela que "La acción de tutela garantiza los derechos
constitucionales fundamentales. Cuando una decisión de tutela se refiera a un
derecho no señalado expresamente por la Constitución como fundamental, pero
cuya naturaleza permita su tutela para casos concretos, la Corte Constitucional
le dará prelación en la revisión a esta decisión."
Entonces, si se tiene
en cuenta que el derecho de propiedad reconocido y garantizado por la Carta
Política, abarca todos los derechos patrimoniales de una persona, esto es, los
que recaen sobre las cosas y los bienes, entendidos estos como los objetos
inmateriales susceptibles de valor, y que se desarrollan en el Código Civil, no
cabe duda de que en este sentido es un derecho fundamental, "aunque es una
función social que implica obligaciones", según la precisa evolución
política, económica y social a que se ha aludido más arriba. Que ello es así
lo ratifica la Convención Americana sobre Derechos Humanos de 1969 (Ley 16 de
1972), la que en su artículo 21 prescribe, en primer término, que "toda
persona tiene derecho al uso y goce de sus bienes", y, además que "ninguna
persona puede ser privada de sus bienes, excepto mediante el pago de
indemnización justa por razones de utilidad pública o de interés social y en
los casos y según las formas establecidas por la ley".
El análisis global
con la salvedad anotada, coincide con la línea doctrinaria que se puede señalar
en la Constitución de España de 1978, que siguiendo los antecedentes de la
Constitución de 1931, incluye el derecho de propiedad entre los derechos
económicos y sociales, que se reglamentan por la ley ordinaria y son
garantizados por las acciones ante los Tribunales Ordinarios o ante la
Jurisdicción de lo Contencioso-administrativo y que por tanto no le atribuye el
carácter de fundamental a este derecho. Este mismo tratamiento es consagrado
por la Constitución Italiana (artículos 42, 43 y 44) y por los artículos 14 y
15 de la Ley Fundamental de la República Federal de Alemania que, según
interpretación de su Tribunal Constitucional (Sentencia de 18 de noviembre de
1962), no consideran la propiedad un derecho fundamental por sí mismo, sino
"en cuanto se encuentra en relación íntima con la libertad personal"
(Parada Vásquez José Ramón, en Estudios sobre la Constitución Española,
Homenaje al Profesor Eduardo García de Enterria. Tomo II, p. 1271).
Otra cosa es que,
por virtud de la regulación del ejercicio de este derecho en el Código Civil y
demás leyes que lo adicionan y complementan, en casos como el que se resuelve
en esta revisión de tutela existan múltiples mecanismos ordinarios y
extraordinarios, jurisdiccionales y administrativos que garantizan y protegen
tal derecho en caso de ser vulnerado o amenazado y que por tanto bien pueden
ser utilizados por sus titulares, con los señalados fines.
En mérito de lo
expuesto,
LA CORTE CONSTITUCIONAL
SALA DE REVISION DE TUTELAS,
Administrando
Justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero: Confirmar la sentencia proferida por el
Juzgado Primero Penal Municipal de Bucaramanga el 17 de enero 1992 en el caso
de la petición de tutela presentada por SAMUEL ENRIQUE BARRERA PUERTO.
Segundo: Comuníquese la presente decisión al
Despacho Judicial de origen para que sea notificada conforme lo dispone el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON
DIAZ SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
NOTA DE
RELATORIA: Las
sentencias Nos, T-488 y T-489 corresponden a la acciones de tutela interpuesta
contra la Universidad Cooperativa de Colombia, Seccional Bucaramanga. Se
publica únicamente la sentencia T-488, ya que el mencionado fallo se profirió
en el mismo sentido. |
113 | T-490-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-490/92
DERECHO A LA
LIBERTAD-Reserva Judicial/AUTORIDAD
JUDICIAL/COMPETENCIA/ALCALDE
En materia del
derecho a la libertad personal, el constituyente ha estructurado una serie de
garantías sin antecedentes en nuestra tradición jurídica. La Constitución
establece una reserva judicial en favor de la libertad individual,
siendo indispensable el mandamiento escrito de autoridad judicial competente,
con las formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley, para
que una persona pueda ser reducido a prisión, arresto o detención. En adelante,
solamente las autoridades judiciales tienen competencia para imponer penas que
conlleven la privación de la libertad. En consecuencia, a la autoridad
administrativa le está vedado imponer motu proprio las penas correctivas que
entrañen, directa o indirectamente, la privación de la libertad, salvo
mandamiento escrito de la autoridad judicial competente. La opción por la
libertad que llevó a consagrar el monopolio de las penas privativas de
la libertad en cabeza de los jueces, se basa en el principio de la separación
de poderes, propio del régimen democrático y republicano. Los jueces son,
frente a la administración y al propio legislador, los principales defensores
de los derechos individuales.
Es inconstitucional la imposición de penas de arresto por parte de
autoridades de policía.
SANCION/DEBIDO
PROCESO
La imposición de
penas o medidas correccionales por la autoridad de policía debe sujetarse, por
tanto, a las garantías procesales del derecho de defensa y contradicción y, en
especial, al principio constitucional de la presunción de inocencia. Los
principios contenidos en el artículo 29 de la Constitución tienen como
finalidad preservar el debido proceso como garantía de la libertad del
ciudadano. La presunción de inocencia sólo puede ser desvirtuada mediante una
mínima y suficiente actividad probatoria por parte de las autoridades
represivas del Estado. Este derecho fundamental se profana si a la persona se
le impone una sanción sin otorgársele la oportunidad para ser oída y ejercer
plenamente su defensa. Las garantías materiales que protegen la libertad de la
persona priman sobre las meras consideraciones de la eficacia de la
administración. las sanciones administrativas impuestas de plano, por ser
contrarias al debido proceso están proscritas del ordenamiento constitucional.
ARRESTO-Improcedencia
El arresto
supletorio por el incumplimiento en el pago de una multa de carácter correctivo
es una institución del derecho de policía contraria al precepto constitucional
que prohibe la detención, prisión o arresto por deudas, además de ser un medio
desproporcionado de privación de la libertad respecto de la finalidad buscada,
cual es la de garantizar el pago de la obligación pecuniaria pública originada
en la sanción de un supuesto contravencional. En efecto, la metamórfosis de la
deuda para con el erario público (pago de la multa) en arresto (privación de la
libertad) no se compadece con el valor otorgado a la libertad física en el
orden constitucional, amén de prescindir, y por tanto tornar ineficaz, el
régimen de la jurisdicción coactiva instituido precisamente para exigir el
cumplimiento de las obligaciones y cuya actuación permite despojar a la sanción
del carácter vindicativo que, aparte de innecesario, no se aviene con su
función esencial.
PODER DE
POLICIA/EXCEPCION DE INCONSTITUCIONALIDAD
Se inaplican
parcialmente los artículos 435 y 436 del Decreto 1889 de 1986, expedido por el
Gobernador de Cundinamarca en uso de las atribuciones conferidas por el
artículo 8o. de la ordenanza No. 27 de 1985, que facultan a los alcaldes para
imponer sanciones de multa o arresto a las personas que incurran en actos de
irrespeto a la autoridad, con base en una simple certificación del secretario o
la declaración de dos o más testigos presenciales. La sanción de plano
establecida en el mencionado artículo es manifiestamente contraria al artículo
29 de la Constitución. Es así mismo evidente la vulneración de los derechos al
debido proceso y al derecho de defensa del petente sancionado, habida cuenta
que la norma ni siquiera le otorgaba la posibilidad de controvertir las pruebas
aducidas por el Alcalde presuntamente agraviado, ni éstas se ajustaban a los
requisitos legales exigidos para imponer la mencionada sanción. Igualmente, la
eventual conversión de la multa impuesta en arresto es contraria a la
prohibición constitucional de la imposición de penas de prisión, arresto o
detención por deudas. Las anteriores razones justifican la revocatoria de la
sanción impuesta por el Alcalde.
ACCION DE
TUTELA/ACTO POLICIVO/JURISDICCION CONTENCIOSO ADMINISTRATIVA-Improcedencia
Las decisiones
mediante las cuales se imponen por los alcaldes, al término de un juicio penal
de policía, sanciones o penas correccionales, están excluidas expresamente de
la competencia de la jurisdicción contencioso- Administrativa. No existiendo
otro medio de defensa judicial frente a las decisiones proferidas en los
juicios civiles o penales de policía regulados especialmente por la ley, es
necesario concluir que la acción de tutela constituye, para éstos casos, el
único medio idóneo a disposición de la persona agraviada para solicitar la
protección inmediata de sus derechos fundamentales vulnerados o amenazados.
AGOSTO 13 DE 1992
REF: Expediente
T-1973
Actor: PEDRO
ROMULO GOMEZ PINTOR
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-1973 adelantado por el señor PEDRO ROMULO GOMEZ PINTOR contra las
Resoluciones número 020 del 13 de febrero y 052 del 22 de febrero de 1992,
proferidas por la Alcaldía Municipal de Sasaima.
A N T E C E D E N T E S
1. El Alcalde
Especial de Sasaima, Cundinamarca, mediante Resolución 020 del 13 de febrero de
1992, con fundamento en el Decreto 1889 de 1986, expedido por la Gobernación de
Cundinamarca, decidió "imponer (...) al señor PEDRO ROMULO GOMEZ PINTOR
como medida correctiva multa equivalente a la suma de DOS MIL PESOS ($
2.000.oo), o arresto hasta de seis (6) días", por irrespeto a la
autoridad.
2. Según la
autoridad local:
"El día Domingo
19 de enero de 1992 hacia las 5:30 p.m. se presentaron algunos hechos de
irrespeto a la Autoridad en mi calidad de Alcalde Especial de esta localidad
por parte del señor PEDRO ROMULO GOMEZ PINTOR, al encontrarme parado en la
puerta del establecimiento o negocio de mi propiedad ubicado en el perímetro
urbano de Sasaima calle principal y al pasar dicho individuo en su vehículo y
al verme me lanzó un improperio diciéndome "Alcalde Hijueputa" y
continúo su marcha. Horas más tarde en el negocio de cantina de propiedad de la
señora MERCEDES ARAQUE DE PICO procedió a hacer dos (2) disparos al aire y se
retiró".
La sanción se basó
en la declaración de la señorita ARGELIA RAMOS LEON y en la declaración del
Comandante de la policía de la localidad a quien el Alcalde informó
personalmente de lo sucedido.
3. El señor PEDRO
ROMULO GOMEZ PINTOR interpuso recurso de reposición contra la Resolución,
negando la ocurrencia de los hechos y cuestionando el valor de las pruebas
aportadas para sustentarla. Afirmó el recurrente que:
"de conformidad
con el artículo 217 del Código de Procedimiento Civil la testigo ARGELIA RAMOS
LEON es sospechosa porque ha sido dependiente en el establecimiento comercial
de propiedad del señor Alcalde (...) Es normal que la declaración que una
persona rinda en esas circunstancias no refleje lo que en la realidad sucedió
si no que por el contrario se incline en favorecer los fines del
interesado".
Respecto a la
segunda prueba anotó que "testigo presencial no es el uniformado que
recibió el informe de parte del Alcalde de lo que sucedió".
No obstante, la
impugnación fue rechazada mediante resolución 052 del 22 de febrero de 1992,
quedando así en firme la decisión.
4. El 3 de marzo del
año en curso, el afectado ejerció acción de tutela contra la Resolución
sancionatoria, por considerar que con ella se amenazaba su derecho fundamental
de la libertad de locomoción y se vulneraban los artículos 29 y 15 de la
Constitución. El petente solicitó declarar la ilegalidad de la resolución No.
052 de 1992, que culminó la actuación administrativa, y ordenar al Alcalde
abstenerse de ejecutar el mencionado acto.
5. El Juzgado Civil
Municipal de Sasaima, mediante providencia del 13 de marzo de 1992, denegó la
tutela impetrada. Sostiene el Juzgado:
"El interesado
cuenta con un mecanismo de defensa judicial para debatir ante el estrado
correspondiente la legalidad o ilegalidad de la resolución atacada aquí,
mediante la acción de nulidad y restablecimiento del derecho encaminada a que
el acto del señor Alcalde sea declarado nulo y en consecuencia se reparen los
daños ocasionados con él. Es la Jurisdicción Contenciosa-administrativa la
llamada por la ley a resolver tal controversia.
"Tampoco cabe
la tutela como mecanismo transitorio, habida razón de que dentro del trámite
contencioso administrativo se puede solicitar la suspensión provisional del
acto administrativo impugnado, medida tendiente a evitar posibles perjuicios
que la ejecución del acto acarrearía".
6. Por no haber sido
impugnada la anterior decisión, el proceso fue remitido a la Corte
Constitucional para su eventual revisión y, siendo seleccionado, correspondió a
esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Petitum de la
acción de tutela
1. El accionante
aduce la vulneración producida a su derecho al buen nombre, al debido proceso y
la amenaza de su derecho a la libertad de locomoción por parte del Alcalde
Especial de Sasaima, quien mediante resolución le impuso multa de dos mil pesos
o arresto hasta por seis días, por irrespeto a la autoridad.
Atribuciones del
Alcalde como máxima autoridad municipal de policía
2. El Código de
Policía de Cundinamarca (Decreto 1889 de 1986, artículo 435) otorga a los
Alcaldes la atribución de imponer multa o arresto hasta por seis (6) días, a
las personas que les desobedezcan, no cumplan sus órdenes o les falten al
respeto debido. El numeral segundo del artículo 435 establece:
"Artículo 435.-
PENAS CORRECCIONALES. Los funcionarios de policía del Departamento podrán
imponer pena correccional a los que los desobedezcan o no cumplan sus órdenes y
a los que les falten al respeto debido, en el ejercicio de sus funciones o por
razón de ellas, de acuerdo con las reglas siguientes:
(...)
2. Los alcaldes
municipales con multas o con arresto hasta de seis (6) días;
(...)".
Para imponer la
correspondiente pena correccional el artículo 436 de la misma normatividad
exige que "es necesario probar primero la falta, bien con una
certificación escrita del secretario, o con declaraciones de dos (2) o más
testigos presenciales". En similar sentido, el Código Nacional de Policía
consagra la sanción de arresto de uno a treinta días para aquel que desobedezca
orden legítima de autoridad u omita sin justa causa prestarle el auxilio que
aquella solicite (Decreto 522 de 1971, artículo 18), la cual para poder ser
impuesta requiere de un procedimiento previo que garantice el derecho de
defensa.
Dentro de las
razones que históricamente explican la existencia de "sanciones de
plano", o sea, aquellas tomadas sin procedimiento alguno ni previa audiencia
del acusado, está el interés de dotar a la autoridad de un instrumento de
coacción suficiente para ser obedecida. La práctica de este tipo de sanciones
fue corriente en el Estado-policía que se prolongara hasta fines del siglo
XVIII, finalmente, suprimida como consecuencia de la Revolución Liberal que
consagró el principio de la separación de poderes y antepuso los derechos del
hombre a las prerrogativas del monarca. No obstante, la doctrina autoritaria
que la avala se conserva en forma atenuada en ciertos ámbitos del derecho de
policía y aparece revestida con el argumento de ser necesaria para asegurar la
efectividad de la función pública, así como para controlar situaciones que
requieren la adopción de decisiones inmediatas.
Poder y función
de policía
3. La distinción
conceptual entre las diversas manifestaciones del poder de policía permite
fijar con precisión los límites de las competencias estatales que pueden llegar
a restringir los derechos y las libertades públicas. Tradicionalmente, la
doctrina ha entendido por poder de policía la atribución o facultad de
expedir normas, - leyes o reglamentos -, que limitan o restringen los derechos
individuales con la finalidad de conservar el orden público interno y
salvaguardar la seguridad, tranquilidad, salubridad y moralidad públicas. Esta
potestad normativa reposa en el legislativo (CP art. 150-1, 150-2 y 152-a.) y,
residualmente, en las Asambleas Departamentales, a las cuales corresponde
dictar normas de policía en todo aquello que no sea materia de disposición
legal (CP art. 300 num. 8).
La función de
policía puede dar lugar al ejercicio de la potestad sancionatoria por parte
de las autoridades administrativas. El ejercicio de la función de policía exige
el uso racional y proporcionado de la fuerza, así como la escogencia de los
medios más benignos y favorables para proteger los derechos fundamentales al
momento de contrarrestar los peligros y amenazas que se ciernen sobre la
comunidad.
Facultad
sancionatoria de los Alcaldes y derechos fundamentales
4. Las normas
Nacionales y Departamentales que facultan a los Alcaldes para imponer multas o
arrestos a las personas que desobedezcan o no cumplan sus órdenes y les falten
al debido respeto, deben interpretarse y aplicarse con arreglo a la Constitución
política vigente. En este campo, la intervención estatal sólo será legítima si
con ella no se vulneran o amenazan los derechos fundamentales. Esta exigencia
constituye una mínima garantía en favor de la libertad y del Estado de Derecho,
que contribuye a evitar la arbitrariedad y el autoritarismo.
En el caso
sub-examine, la atribución de imponer multas o arrestos conferida a los
Alcaldes busca garantizar la obediencia y el respeto debido a la autoridad, y
con ello asegurar la efectividad de la función pública, mediante la afectación
del patrimonio del acusado o, en su defecto o reticencia, la privación hasta
por seis (6) días de su libertad física.
Desde una
perspectiva constitucional, la imposición de penas correctivas por parte de la
administración no riñe con las normas constitucionales relativas a los derechos
fundamentales, siempre y cuando en el procedimiento respectivo sean respetadas
las garantías procesales que protegen la libertad personal y el debido proceso
(CP arts. 28, 29 y 31), sin perjuicio desde luego de mantener abierta la
posibilidad de recurrir ante los jueces en defensa de sus derechos
constitucionales fundamentales (CP art. 86).
Aplicación de los
principios constitucionales del derecho penal a la actividad sancionatoria de
la administración.
5. La imposición de
penas de multa o arresto por parte de la administración tenía sustento bajo la
Carta de 1886. El artículo 23 de la antigua Constitución no precisaba la
autoridad competente en virtud de cuyo mandamiento escrito una persona podía
ser detenida o arrestada. A su vez, el artículo 27 de la misma consagraba
excepciones al principio nemo poena sine legale iudicium al
permitir, entre otros casos, a los funcionarios que ejercen autoridad o
jurisdicción "penar con multas o arrestos a cualquiera que los injurie o
les falte al respeto en el acto en que estén desempeñando las funciones de su
cargo". Finalmente, el artículo 28 de ese Estatuto fundamental contemplaba
la aprehensión y retención administrativas por parte del gobierno nacional de
personas contra quienes pesaran graves indicios de que atentaban contra la paz
pública.
La recuperación de
la legitimidad de las instituciones fue una de las ideas fuerza que guió
el proceso constituyente de 1991, el cual se tradujo en una nueva concepción
del ejercicio de la autoridad. No sólo la primacía de los derechos inalienables
de la persona (CP art. 5) y la consagración de las garantías para su
efectividad (CP arts. 84, 85, 86, 93, 94) reflejan la redistribución del poder
político en favor de los individuos y las colectividades, sino igualmente la
convicción de que el fortalecimiento de la autoridad y de la conciencia
institucional se logra por la vía de la protección de los derechos
fundamentales y no mediante el ejercicio patrimonialista del poder político,
tan severamente cuestionado en el pasado. Es por ello que en el texto
constitucional ha quedado plasmada una noción de la autoridad acorde con el
principio fundamental de la dignidad humana (CP art. 1), con el acento puesto
más en la protección de la libertad (CP arts. 28, 29) que en las ciegas razones
de estado.
En materia del
derecho a la libertad personal, el constituyente ha estructurado una serie de
garantías sin antecedentes en nuestra tradición jurídica. La Constitución
establece una reserva judicial en favor de la libertad individual,
siendo indispensable el mandamiento escrito de autoridad judicial competente,
con las formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley, para
que una persona pueda ser reducido a prisión, arresto o detención (CP art. 28).
En adelante, solamente las autoridades judiciales tienen competencia para
imponer penas que conlleven la privación de la libertad. En consecuencia, a la
autoridad administrativa le está vedado imponer motu proprio las
penas correctivas que entrañen, directa o indirectamente, la privación de la
libertad, salvo mandamiento escrito de la autoridad judicial competente.
Además de la
garantía fundamental de la reserva judicial, se eliminaron de la Constitución
las excepciones a la imposición de penas sin juicio previo y la detención y
retención por orden del Gobierno. De otra parte, el constituyente elevó a
rango constitucional la garantía procesal penal del Habeas Corpus (CP art. 30)
y estableció la prohibición de imponer las penas de destierro y de prisión
perpetua (CP art. 34). Adicionalmente y como garantía última de la libertad, el
artículo 29 de la Carta impone la observancia del debido proceso (v.gr.: el
derecho de defensa, la presunción de inocencia, el principio de contradicción),
en toda clase de actuaciones administrativas y judiciales, operándose una
derogatoria tácita de los procedimientos contrarios a esta exigencia
constitucional.
Separación de
poderes y reserva judicial en materia de restricción de la libertad
6. La opción por
la libertad que llevó a consagrar el monopolio de las penas privativas de
la libertad en cabeza de los jueces, se basa en el principio de la separación
de poderes, propio del régimen democrático y republicano. Los jueces son, frente
a la administración y al propio legislador, los principales defensores de los
derechos individuales. Por ello su protección inmediata ha sido confiada a la
rama judicial, como garantía de imparcialidad contra la arbitrariedad,
impidiendo así que la autoridad acusadora acabe desempeñando el papel de juez y
parte. Si la autoridad administrativa tuviere la potestad de imponer penas de
arresto, sin intervención judicial que las autorice (CP art. 28), la protección
del derecho a la libertad personal confiada a ésta última se tornaría
innecesaria y carecería de efectividad para cumplir su cometido. El
reconocimiento de los derechos fundamentales y su limitación o restricción en
la práctica, suponen la intervención de una instancia imparcial, que mediante
una decisión motivada, proporcional y razonada, concilie los valores e
intereses en pugna, permitiendo la judicialización del conflicto social y
evitando la exacerbación de la violencia mediante el uso exclusivo de la
coacción.
El artículo 113 de
la Constitución consagra el principio de la separación de poderes, recogiendo
parcialmente el contenido del artículo 55 del anterior texto constitucional
pero conservando su esencia al establecer que "los diferentes órganos del
Estado tienen funciones separadas pero colaboran armónicamente para la
realización de los fines del Estado". De otra parte, tratándose de la
función jurisdiccional, la misma Constitución establece la posibilidad
excepcional de que ésta sea atribuida por la ley en materias precisas a determinadas
autoridades administrativas, sin que les sea permitido adelantar la instrucción
de sumarios ni juzgar delitos (CP art. 116, inc. 3). Sin embargo, la regulación
estatutaria de los derechos fundamentales y de los procedimientos para su
protección (CP art. 152) y la reserva judicial respecto a la imposición de
penas de prisión, arresto o detención (CP art. 28), constituyen claros límites
constitucionales al ejercicio de funciones jurisdiccionales excepcionalmente
confiadas por la ley a otro órgano del Estado, todo lo cual representa una
garantía insustituible del estado de derecho y de la institución de la
libertad.
Tránsito
constitucional y deber del legislador
7. Las anteriores
consideraciones serían suficientes para deducir la inconstitucionalidad de la
imposición de penas de arresto por parte de autoridades de policía. No
obstante, el fundamento temporal de dicha facultad deriva de lo señalado en el
artículo 28 transitorio de la Constitución, el cual establece:
"Mientras se
expide la ley que atribuya a las autoridades judiciales el conocimiento de los
hechos punibles sancionables actualmente con pena de arresto por las
autoridades de policía, éstas continuarán conociendo de los mismos".
La norma transitoria
cobija tanto los hechos punibles de irrespeto o desobediencia a la autoridad,
como las demás contravenciones especiales, particularmente las consagradas en
la Ley 23 de 1991, cuya competencia está atribuida a las autoridades de
policía. Por mandato constitucional, de imperiosa observancia dado el carácter
de derecho de aplicación inmediata que ostenta la libertad (CP art.85),
corresponde al Legislador, en un término breve, expedir la ley que atribuya
integralmente a las autoridades judiciales el conocimiento de estas conductas,
so pena de incurrir en inconstitucionalidad por la vía omisiva.
Respeto a la
autoridad y rechazo al autoritarismo
8. No obstante lo
anterior, el constituyente tampoco ignoró al momento de definir la Carta
Política colombiana que no se puede tener libertad sin seguridad. Prescindir
del ejercicio legítimo de la autoridad es contrario a la conservación misma de
la democracia y equivale a la claudicación ingenua ante las fuerzas violentas
que pretenden desestabilizar y destruir las instituciones. En tal sentido, la
Constitución impone a toda persona el deber de respetar y apoyar a las
autoridades legítimamente constituidas (CP arts. 95 y 6).
El ejercicio de la
autoridad es indispensable para el mantenimiento de la convivencia pacífica y
la vigencia de un orden justo. Las autoridades están instituidas principalmente
para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los
particulares (CP art. 2). Estos, a su vez, tienen el deber de respetar y
obedecer a las autoridades (CP arts. 4 y 95). En caso de irrespeto o desacato,
las diferentes autoridades tienen a su disposición medios coercitivos cuyo
empleo debe ser proporcional a la transgresión. En materia contravencional, la
autoridad administrativa está facultada para imponer multas al término de un
procedimiento, el cual debe tener por objeto garantizar el debido proceso y el
derecho de defensa. Tratándose de la imposición de penas que conlleven la
privación de la libertad - detención o arresto -, mientras el legislador expide
la ley que atribuya su competencia a las autoridades judiciales, la
constitucionalidad de su ejercicio dependerá exclusivamente de la
proporcionalidad y racionalidad de la medida y, sobre todo, del estricto
cumplimiento de las reglas del debido proceso (CP art. 29).
La efectividad y
credibilidad de las autoridades públicas no justifican el uso de medios
inadecuados o desproporcionados, menos aún existiendo otros mecanismos
alternativos igualmente eficaces para exigir el respeto y la obediencia a la
autoridad pero que no desconocen el núcleo esencial de los derechos
fundamentales. La libertad personal no debe ser el precio del irrespeto o de la
desobediencia. Cuando estas conductas adquieren una magnitud que no es
razonable tolerar, la autoridad tiene a su alcance variadas opciones que van
desde la imposición de multas hasta la aprehensión y conducción ante un juez de
la persona que presuntamente pueda estar incursa en la flagrante comisión de un
ilícito penal. La tradicional regulación, proscrita por el artículo 28 de la
Constitución, de imponer arrestos por parte de la primera autoridad policiva
del municipio, con el fin de hacer valer "su autoridad" y exigir el
debido respeto, se compagina más con estados autoritarios donde el poder
ejecutivo se confunde con el judicial y la preservación del orden público, en
sus manifestaciones abstractas de la tranquilidad, la salubridad y la
moralidad, es invocado como fundamento para la represión. Estas características
de la autoridad, en el régimen monárquico del Estado Feudal obedecían a la
necesidad de afianzar una endeble legitimidad y a inculcar la noción de
soberanía y autoridad en la población de los nacientes Estados. En las
democracias modernas solamente el juez ostenta la facultad de limitar o
restringir la libertad física de las personas, ya que es precisamente la
autoridad judicial la encargada de impartir justicia, previo el trámite de un
procedimiento con el lleno de las garantías procesales que la Constitución
ordena.
Sanciones de
plano y debido proceso
9. El artículo 29 de
la Constitución obliga al respeto del debido proceso en toda clase de
actuaciones administrativas. La imposición de penas o medidas correccionales
por la autoridad de policía debe sujetarse, por tanto, a las garantías
procesales del derecho de defensa y contradicción y, en especial, al principio
constitucional de la presunción de inocencia.
Los principios
contenidos en el artículo 29 de la Constitución tienen como finalidad preservar
el debido proceso como garantía de la libertad del ciudadano. La presunción de
inocencia sólo puede ser desvirtuada mediante una mínima y suficiente actividad
probatoria por parte de las autoridades represivas del Estado. Este derecho
fundamental se profana si a la persona se le impone una sanción sin otorgársele
la oportunidad para ser oída y ejercer plenamente su defensa. Las garantías
materiales que protegen la libertad de la persona priman sobre las meras
consideraciones de la eficacia de la administración.
Si al procedimiento
judicial, instancia imparcial por excelencia, son aplicables las reglas de un
proceso legal justo, a fortiori deben ellas extenderse a las decisiones de las
autoridades administrativas, en las cuales el riesgo de arbitrariedad es más
alto y mayor la posibilidad de "manipular" - mediante la
instrumentación personificada - el ejercicio del poder.
Toda persona tiene
derecho a que antes de ser sancionada se lleve a cabo un procedimiento mínimo
que incluya la garantía de su defensa. La sola exigencia de una certificación
secretarial o de la declaración de dos o más testigos presenciales para
sancionar al acusado, prescindiendo de que éste pueda contradecir la veracidad
de las pruebas, constituye una acción unilateral de la administración contraria
al estado de derecho democrático y participativo y a la vigencia de un orden
jurídico justo.
La prevalencia de
los derechos inalienables de la persona humana (CP art. 5), entre los que se
encuentra la libertad personal, desplaza la antigua situación de privilegio de
la administración y la obliga a ejercer las funciones públicas en conformidad
con los fines esenciales del Estado, uno de los cuales es precisamente la
garantía de eficacia de los derechos, deberes y principios consagrados en la
Constitución (CP art. 2). En consecuencia, las sanciones administrativas
impuestas de plano, por ser contrarias al debido proceso (CP art. 29), están
proscritas del ordenamiento constitucional.
Prohibición de
prisión, arresto o detención por deudas
10. El arresto
supletorio por el incumplimiento en el pago de una multa de carácter correctivo
es una institución del derecho de policía contraria al precepto constitucional
que prohibe la detención, prisión o arresto por deudas (CP art. 28 inc. 3),
además de ser un medio desproporcionado de privación de la libertad respecto de
la finalidad buscada, cual es la de garantizar el pago de la obligación
pecuniaria pública originada en la sanción de un supuesto contravencional. En
efecto, la metamórfosis de la deuda para con el erario público (pago de la
multa) en arresto (privación de la libertad) no se compadece con el valor
otorgado a la libertad física en el orden constitucional, amén de prescindir, y
por tanto tornar ineficaz, el régimen de la jurisdicción coactiva instituido
precisamente para exigir el cumplimiento de las obligaciones y cuya actuación
permite despojar a la sanción del carácter vindicativo que, aparte de
innecesario, no se aviene con su función esencial.
Vulneración de
los derechos fundamentales en el caso concreto
11. En el caso
sub-examine es palmario que una autoridad administrativa en ejercicio de la
función de policía impuso una multa conmutable en arresto a un particular por
la supuesta conducta de irrespeto a la autoridad y, luego, confirmó su
decisión, sin abundar en otros argumentos ni dar lugar al ejercicio del derecho
de defensa. Lo expuesto en los numerales anteriores es suficiente para proceder
a revocar dicha resolución, e inaplicar parcialmente los artículos 435 y 436
del Decreto 1889 de 1986, expedido por el Gobernador de Cundinamarca en uso de
las atribuciones conferidas por el artículo 8o. de la ordenanza No. 27 de 1985,
que facultan a los alcaldes para imponer sanciones de multa o arresto a las
personas que incurran en actos de irrespeto a la autoridad, con base en una
simple certificación del secretario o la declaración de dos o más testigos
presenciales. La sanción de plano establecida en el mencionado artículo es
manifiestamente contraria al artículo 29 de la Constitución. Es así mismo
evidente la vulneración de los derechos al debido proceso y al derecho de defensa
del petente sancionado, habida cuenta que la norma ni siquiera le otorgaba la
posibilidad de controvertir las pruebas aducidas por el Alcalde presuntamente
agraviado, ni éstas se ajustaban a los requisitos legales exigidos para imponer
la mencionada sanción. Igualmente, la eventual conversión de la multa impuesta
en arresto es contraria a la prohibición constitucional de la imposición de
penas de prisión, arresto o detención por deudas. Las anteriores razones
justifican la revocatoria de la sanción impuesta por el Alcalde Especial de
Sasaima, mediante resolución 020 del 13 de febrero, confirmada por resolución
052 del 22 de febrero de 1992.
Revocatoria del
fallo de tutela revisado
12. El Juzgado Civil
Municipal de Sasaima, en providencia del 13 de marzo de 1992, denegó la tutela
solicitada aduciendo la existencia de otros medios de defensa judicial, en
particular, las acciones contencioso-administrativas a disposición de la
persona agraviada para hacer valer sus derechos fundamentales. No obstante, las
decisiones mediante las cuales se imponen por los alcaldes, al término de un
juicio penal de policía, sanciones o penas correccionales, están excluidas
expresamente de la competencia de la jurisdicción contencioso- Administrativa
por los artículos 1 y 82 del Decreto 01 de 1984 (Código Contencioso
Administrativo).
No existiendo otro
medio de defensa judicial frente a las decisiones proferidas en los juicios
civiles o penales de policía regulados especialmente por la ley (art. 82
C.C.A.), es necesario concluir que la acción de tutela constituye, para éstos
casos, el único medio idóneo a disposición de la persona agraviada para
solicitar la protección inmediata de sus derechos fundamentales vulnerados o
amenazados (CP art. 86).
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia del 13 de
marzo de 1992, proferida por el Juzgado Civil Municipal de Sasaima, mediante la
cual se denegó la tutela solicitada por el señor PEDRO ROMULO GOMEZ PINTOR.
SEGUNDO.-
CONCEDER la tutela
solicitada por el señor PEDRO ROMULO GOMEZ PINTOR y, con el objeto de dar
protección inmediata a sus derechos fundamentales de libertad personal, defensa
y debido proceso, INAPLICAR PARCIALMENTE los artículos 435 y 436 del
Código de Policía de Cundinamarca (Decreto 1889 de 1986), y REVOCAR las
resoluciones número 020 del 13 de febrero y 052 del 22 de febrero de 1992,
proferidas por el Alcalde especial de Sasaima.
TERCERO.- LIBRESE
comunicación al Juzgado
Civil Municipal de Sasaima, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santafé de Bogotá, D.C., a los
trece (13) días del mes de Agosto de mil novecientos noventa y dos ). |
114 | T-491-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-491/92
DERECHO A LA
SEGURIDAD SOCIAL/DERECHOS FUNDAMENTALES-Determinación
_
La
fundamentalidad de un derecho constitucional no depende solamente de la
naturaleza del derecho, sino también de las circunstancias del caso. La vida,
la integridad física, la libertad, son derechos fundamentales dado su carácter
inalienable. En cambio, la seguridad social es un derecho constitucional
desarrollado en la ley que, en principio, no ostenta el rango de fundamental,
salvo que las circunstancias concretas permitan atribuirle esta connotación por
su importancia imprescindible para la vigencia de otros derechos fundamentales.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Conexidad/DERECHO
A LA SALUD
Los derechos
fundamentales por conexidad son aquellos que no siendo denominados como
tales en el texto constitucional, sin embargo, les es comunicada esta
calificación en virtud de la íntima e inescindible relación con otros derechos
fundamentales, de forma que si no fueran protegidos en forma inmediata los
primeros se ocasionaría la vulneración o amenaza de los segundos. Es el caso de
la salud, que no siendo en principio un derecho fundamental, pasa a gozar de
esta categoría cuando la desatención del enfermo amenaza con poner en peligro
su vida. El derecho a la seguridad social está vinculado directamente con el
derecho fundamental al trabajo, siendo emanación suya la pensión de vejez.
PENSION DE VEJEZ-Indemnización sustitutiva/PRINCIPIO DE
IGUALDAD
La exigibilidad
del derecho, como punto de partida para el cómputo de la prescripción, no podía
ser anterior al plazo establecido por la ley como límite para conceder el derecho
(10 años). Al invocar el término de prescripción con anterioridad al
vencimiento del plazo para el reconocimiento de la indemnización, la
administración actuó de manera arbitraria, aplicando una misma norma a
situaciones de hecho diferentes, con la consiguiente vulneración del principio
de igualdad. El derecho de igualdad consagrado en el artículo 13 de la
Constitución prohibe al legislador dar un trato distinto a las personas que se
encuentran en un mismo supuesto de hecho. El mencionado artículo involucra
además el principio de igualdad en la aplicación de la ley, el cual obliga a la
aplicación de las normas de modo igual frente a todos aquellos que se
encuentren en la misma situación contemplada por ella. La administración por su
parte, no tuvo en cuenta la particularidad del supuesto de hecho
correspondiente a la indemnización sustitutiva y aplicó un plazo de
prescripción destinado a otras situaciones diferentes en las cuales los
respectivos derechos ya eran exigibles.
ACCION DE TUTELA
Aunque le asiste
razón a la Sala Laboral respecto a la improcedencia del reconocimiento del
derecho de la pensión de vejez por vía de la acción de tutela, no sucede lo
mismo respecto de la petición enderezada a lograr el reconocimiento de la
indemnización sustitutiva que, por traducir una conducta omisiva de la
autoridad pública, puede ser objeto de la acción de tutela. A este respecto
cabe anotar, que si bien el ordenamiento contempla otros medios de defensa
judicial consagrados en el Código Contencioso Administrativo, los mismos,
atendidas las circunstancias analizadas, no son idóneos para asegurar la
protección inmediata de los derechos fundamentales conculcados.
AGOSTO 13 DE 1992
REF: Expediente
T-2193
Actor: ROSALBA
DUQUE URREGO
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de tutela T-2193
adelantado por la señora ROSALBA DUQUE URREGO contra el Instituto de Seguros
Sociales - Seccional Valle del Cauca-.
A N T E C E D E N T E S
1. Mediante Resoluciones 03813 del 24
de noviembre de 1987 y 02155 del 17 de mayo de 1991, la Comisión de
Prestaciones Económicas del Instituto de Seguros Sociales, Seccional Valle del
Cauca, negó repetidamente a la afiliada ROSALBA DUQUE URREGO el derecho a la
pensión de vejez. En la última oportunidad, la entidad pública adujo que la
solicitante no cumplía con los requisitos legales necesarios para el
reconocimiento de ese derecho, entre ellos, la cotización de un mínimo de 500
semanas, estando acreditadas sólo 345 semanas por parte de la afiliada. Contra
la decisión administrativa no fue presentado recurso alguno luego de su
notificación personal a la interesada el día 17 de julio de 1991.
2. El 18 de julio de
1991, ante la negativa del I.S.S. a reconocerle su pensión, la señora DUQUE
URREGO solicitó la indemnización por el total de semanas cotizadas. El Jefe de
la Sección de Prestaciones Económicas, mediante oficio 845 del 28 de agosto de
1991, denegó la solicitud por no ser procedente,
"por cuanto ha
transcurrido más de un año entre la fecha de retiro (noviembre 28 de 1986 y la
fecha de solicitud julio 18 de 1991) de acuerdo al Artículo 50 Acuerdo 049 de
1991 (sic) aprobado por el Decreto 758 de 1991" (sic).
3. La afectada
interpuso el día 9 de marzo de 1992 acción de tutela contra el Instituto de
Seguros Sociales y solicitó el reconocimiento y pago de la pensión de vejez
"por haber cotizado las 500 semanas al Seguro Social, además de tener la
edad, o de lo contrario se ordene la DEVOLUCION DE DINERO DESCONTADOS DE MIS
SALARIOS DURANTE EL TIEMPO QUE LABORE Y COTICE AL SEGURO SOCIAL, por ser
evidente la violación de un derecho".
4. La Sala Laboral
del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali, mediante sentencia del 26
de marzo de 1992, denegó la tutela solicitada con fundamento en el siguiente
argumento:
"El objeto con
el cual fue instituída la acción de tutela fue el de suplir los vacíos de
nuestro Derecho, más no el de suplantar o reemplazar otros mecanismos de
defensa consagrados en la legislación y por ello el artículo 6o. del Decreto
2591 de 1991 al establecer la causales de improcedencia de tal acción señala
entre ellas la de existir otros recursos o medios de defensa judiciales,
situación que se presenta en el evento sub examine, ya que la demandante puede
acudir a la jurisdicción laboral mediante una acción ordinaria para reclamar la
pensión a la que cree derechos, siendo entonces improcedente la acción de
tutela.
"Pero aún
cuando no existiese el anterior escollo se llegaría a la misma conclusión teniendo
en cuenta que los derechos amparados por la acción de tutela son únicamente los
que la Constitución Nacional consagra como fundamentales en sus artículos 11 a
41, entre los cuales no se encuentra el reclamado por la demandante, aspecto
por el que también resulta totalmente improcedente la acción".
5. No habiendo sido impugnada la
anterior decisión, el expediente fue remitido a la Corte Constitucional y,
previo el proceso de selección, correspondió por reparto a esta Sala su
conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Solicitud de tutela
1. La peticionaria
acudió a la acción de tutela para obtener el reconocimiento y pago de su
pensión de vejez o, en subsidio, la devolución de los dineros descontados
durante el tiempo de trabajo y cotización en el seguro social. El derecho
constitucional que se deduce vulnerado por las resoluciones de la entidad
pública es el derecho a la seguridad social (CP arts. 46, 48 y 53), en su
modalidad de la pensión de vejez.
Fundamentalidad
del derecho a la seguridad social
2. Según doctrina
constitucional reiterada, la fundamentalidad de un derecho constitucional no
depende solamente de la naturaleza del derecho, sino también de las
circunstancias del caso. La vida, la integridad física, la libertad, son
derechos fundamentales dado su carácter inalienable. En cambio, la seguridad
social es un derecho constitucional desarrollado en la ley que, en principio,
no ostenta el rango de fundamental, salvo que las circunstancias concretas
permitan atribuirle esta connotación por su importancia imprescindible para la
vigencia de otros derechos fundamentales.
Los derechos
fundamentales por conexidad son aquellos que no siendo denominados como
tales en el texto constitucional, sin embargo, les es comunicada esta
calificación en virtud de la íntima e inescindible relación con otros derechos
fundamentales, de forma que si no fueran protegidos en forma inmediata los
primeros se ocasionaría la vulneración o amenaza de los segundos. Es el caso de
la salud, que no siendo en principio un derecho fundamental, pasa a gozar de
esta categoría cuando la desatención del enfermo amenaza con poner en peligro
su vida.
El derecho a la
seguridad social está vinculado directamente con el derecho fundamental al
trabajo, siendo emanación suya la pensión de vejez. Al respecto se pronunció
esta Corporación en los siguientes términos:
" (...) La
seguridad social que se reclama mediante el reconocimiento de la pensión de
vejez, no puede verse como algo independiente o desligado de la protección al trabajo,
el cual es garantizado de manera especial en la Constitución, por considerar
que es un principio fundante del Estado Social del Derecho que ella organiza.
Como el derecho controvertido nace y se consolida ligado a una relación
laboral, en cuyo desarrollo la persona cumplió los requisitos de modo, tiempo
de cotización y edad a los cuales se condicionó su nacimiento es necesariamente
derivación del derecho al trabajo"1
.
Regulación legal
del derecho a la pensión de vejez
3. El reconocimiento
del derecho a la pensión de vejez depende del cumplimiento de los requisitos
legales. Su exigibilidad está condicionada a que la persona demuestre tener la
edad mínima y haber cotizado el número de semanas requeridas para tener a ella
(Decreto 758 de 1990, artículo 12). En el presente evento, la solicitante cree
tener cumplidos los requisitos legales, mientras que la autoridad pública
sostiene lo contrario. Analizados los argumentos esgrimidos por la solicitante
para sustentar su petición, se advierte que su contenido no suscita
consideraciones de índole constitucional, toda vez que se contrae a una
cuestión puramente probatoria y tiene connotación que necesariamente debe resolverse
y ventilarse a través de la jurisdicción laboral ordinaria.
Reconocimiento de
la indemnización sustitutiva
4. La segunda
pretensión, en cambio, amerita ser estudiada con mayor detenimiento. En efecto,
la señora DUQUE URREGO, solicitó el 18 de julio de 1991 a la Comisión de
Prestaciones Económicas del I.S.S., Seccional Valle, se le concediera la
indemnización sustitutiva de su pensión de vejez, regulada en el artículo 14
del Decreto 758/90. Dicho precepto señala:
"Artículo 14.
Indemnización sustitutiva de la pensión de vejez. Las personas que habiendo
cumplido las edades mínimas exigidas para adquirir el derecho a la pensión de
vejez, se retiraren definitivamente de las actividades sujetas al seguro social
y no hubieren acreditado el número mínimo de semanas de cotización requeridas
para que tal derecho se cause, percibirán en sustitución, por cada veinticinco
(25) semanas de cotización acreditadas, una indemnización equivalente a una
mensualidad de la pensión por invalidez permanente total que les hubiere
correspondido en el supuesto de haberse invalidado al cumplimiento de la
respectiva edad.
"Para conceder
esta indemnización se requiere, que no hayan transcurrido más de diez (10) años
entre el periodo a que corresponde la última cotización acreditada y la fecha
de cumplimiento de las edades para adquirir el derecho a la pensión de vejez, y
que el asegurado tenga acreditadas no menos de cien (100) semanas de
cotización.
"Parágrafo. Las
personas que en cualquier tiempo reciban la indemnización de que trata este
artículo, no podran ser inscritas nuevamente en el seguro de vejez, invalidez y
muerte. Las semanas tenidas en cuenta para efectos de la indemnización, no se
computaran para la pensión de jubilación por aportes de que trata la Ley 71 de
1983."
No obstante,
mediante oficio No. 845 de 1991, el Jefe de la Comisión de Prestaciones
Económicas le comunicó a la petente la negativa del Instituto de Seguros
Sociales a reconocerle la indemnización solicitada, con fundamento en el
artículo 50 del acuerdo 049 de 1990, aprobado por el Decreto 758 de 1990, que
se transcribe a continuación:
"Artículo 50.
Prescripción. La prescripción para el reconocimiento de una mesada pensional
prescribe en cuatro (4) años; la acción para el reconocimiento de las demás
prestaciones y el derecho a cobrar cualquier subsidio, prestación o mesada
pensional ya reconocida, prescribe en un (1) año.
Las prescripciones
consagradas en este artículo comenzarán a contarse a partir de la exigibilidad
del respectivo derecho."
La justificación de
la autoridad pública para denegar la indemnización sustitutiva obedeció a que
la respectiva solicitud fue presentada vencido el plazo de prescripción de un
año contado a partir de la fecha de retiro. Sin embargo, el mismo artículo establece
que dicha prescripción debe contabilizarse a partir de la exigibilidad del
respectivo derecho. Antes de proceder a negar la solicitud, la entidad pública
debía verificar si el derecho a la indemnización sustitutiva era exigible por
encontrarse cumplidos los requisitos legales establecidos para su
reconocimiento, o sea que no hayan transcurrido más de diez (10) años entre la
última cotización y el cumplimiento de la edad mínima y que el afiliado tenga
acreditadas no menos de cien (100) semanas de cotización. En este sentido, la
exigibilidad del derecho, como punto de partida para el computo de la
prescripción, no podía ser anterior al plazo establecido por la ley como límite
para conceder el derecho (10 años). Al invocar el término de prescripción con anterioridad
al vencimiento del plazo para el reconocimiento de la indemnización, la
administración actuó de manera arbitraria, aplicando una misma norma a
situaciones de hecho diferentes, con la consiguiente vulneración del principio
de igualdad.
Vulneración del
principio de igualdad
5. El derecho de
igualdad consagrado en el artículo 13 de la Constitución prohibe al legislador
dar un trato distinto a las personas que se encuentran en un mismo supuesto de
hecho. El mencionado artículo involucra además el principio de igualdad en la
aplicación de la ley, el cual obliga a la aplicación de las normas de modo
igual frente a todos aquellos que se encuentren en la misma situación
contemplada por ella.
El legislador
consagró como requisitos para conceder la indemnización sustitutiva de la
pensión de vejez "que no hayan transcurrido más de diez (10) años entre la
última cotización acreditada y el cumplimiento de la edad mínima para adquirir
el derecho a la pensión de vejez, y que el asegurado tenga acreditadas no menos
de cien (100) semanas de cotización". Igualmente, estableció una
prescripción de un año, contado a partir de la exigibilidad del respectivo
derecho, para la acción de reconocimiento de las prestaciones diferentes a la
mesada pensional.
La administración
por su parte, no tuvo en cuenta la particularidad del supuesto de hecho
correspondiente a la indemnización sustitutiva y aplicó un plazo de
prescripción destinado a otras situaciones diferentes en las cuales los
respectivos derechos ya eran exigibles. En efecto, el artículo 14 condicionó el
reconocimiento de la indemnización sustitutiva a los dos requisitos ya
mencionados. Luego, la exigibilidad del derecho a la indemnización, sólo nace
después de que los mismos se acrediten plenamente.
La aplicación de la
prescripción de un año contemplada para un evento distinto, contraría el
principio de igualdad en la aplicación de la ley. En el caso sub-examine, la
respuesta del Jefe de Prestaciones Económicas del ISS, Seccional Valle,
consistente en negarse a reconocer a la petente la indemnización sustitutiva de
que trata el artículo 14 del Decreto 758 de 1990, invocando para el efecto un
término de prescripción no aplicable al referido derecho, constituye una
flagrante violación del derecho de toda persona a recibir la misma protección y
trato de las autoridades.
Revocatoria del
fallo revisado
6. La Sala Laboral
del Tribunal Superior de Cali denegó la tutela solicitada aduciendo la
existencia de otros medios de defensa judicial (art. 6 del Decreto 2591 de 1991),
sin distinguir entre las diversas pretensiones de la peticionaria. Aunque le
asiste razón a la Sala Laboral respecto a la improcedencia del reconocimiento
del derecho de la pensión de vejez por vía de la acción de tutela, no sucede lo
mismo respecto de la petición enderezada a lograr el reconocimiento de la
indemnización sustitutiva que, por traducir una conducta omisiva de la
autoridad pública, puede ser objeto de la acción de tutela. A este respecto
cabe anotar, finalmente, que si bien el ordenamiento contempla otros medios de
defensa judicial consagrados en el Código Contencioso Administrativo, los
mismos, atendidas las circunstancias analizadas, no son idóneos para asegurar
la protección inmediata de los derechos fundamentales conculcados.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
en todas sus partes la
sentencia de tutela del veintiseis (26) de marzo de mil novecientos noventa y
dos (1992), proferida por la SALA LABORAL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO
JUDICIAL DE CALI, por la cual se denegó la acción de tutela solicitada por la
señora ROSALBA DUQUE URREGO contra el Instituto de Seguros Sociales-Seccional
Valle del Cauca.
SEGUNDO.-
CONCEDER la tutela de su
derecho a la igualdad de trato en la aplicación de la ley y demás normas
jurídicas de carácter general, a la señora DUQUE URREGO y, en consecuencia, ORDENAR
al Jefe de Prestaciones Económicas del Instituto de Seguros Sociales -
Seccional Valle del Cauca -, que en el término de quince (15) días contados a
partir de la notificación de esta sentencia, resuelva la solicitud de
indemnización sustitutiva de la pensión de vejez, teniendo en cuenta la
totalidad de las semanas cotizadas por la solicitante, incluidas aquellas como
trabajadora independiente, lo cual acreditará inmediatamente después ante el
Juzgado de primera instancia, so pena de incurrir en las sanciones establecidas
en los artículos 52 y 53 del decreto 2591 de 1991.
TERCERO.-
COMUNIQUESE por Secretaría
a la SALA LABORAL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DEL DISTRITO JUDICIAL DE CALI la
presente decisión para que sea notificada a las partes conforme lo dispone el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 para los efectos allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase, e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santafé de Bogotá, D.C., a los
trece (13) días del mes de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
1 Corte Constitucional. Sala
Séptima de Revisión. Sentencia T-453 del 13 de julio de 1992. |
115 | T-492-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-492/92
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES/SERVICIO PUBLICO DE EDUCACION
La tutela contra
particulares cabe apenas en los casos establecidos por la ley y siempre que
aquellas personas contra quienes se intenta estén encargadas de la prestación
de un servicio público o su conducta afecte grave y directamente el interés
colectivo, o respecto de ellas el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión.
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA/REGLAMENTO UNIVERSITARIO
La autonomía
universitaria, la cual encuentra fundamento en la necesidad de que el
acceso a la formación académica de las personas tenga lugar dentro de un clima
libre de interferencias del poder público tanto en el campo netamente académico
como en la orientación ideológica, o en el manejo administrativo o financiero
del ente educativo. El concepto de autonomía universitaria implica la
consagración de una regla general que consiste en la libertad de acción de los
centros educativos superiores, de tal modo que las restricciones son
excepcionales y deben estar previstas en la ley. dentro de la autonomía
universitaria debe existir para toda institución de educación superior la
posibilidad de estipular, con carácter obligatorio para quienes hacen parte de
la comunidad universitaria (directivos, docentes y estudiantes) un régimen
interno, que normalmente adopta el nombre de reglamento, en el cual
deben estar previstas las disposiciones que dentro del respectivo
establecimiento serán aplicables a las distintas situaciones que surjan por
causa o con ocasión de su actividad, tanto en el campo administrativo como en
el disciplinario.
DERECHO A LA
EDUCACION/DERECHOS FUNDAMENTALES/DEBIDO PROCESO/DERECHO DE DEFENSA
Del derecho
fundamental a la educación se deriva que la persona que se educa goce de una
estabilidad mínima en cuanto hace a su permanencia como estudiante en el centro
de formación al que se ha vinculado. Ello implica que, mientras se ajuste a las
condiciones fijadas en el respectivo reglamento, el estudiante tiene derecho a
continuar recibiendo el servicio educativo hasta la culminación de la carrera
iniciada. La educación ofrece un doble aspecto. Es un derecho-deber, en cuanto
no solamente otorga prerrogativas a favor del individuo, sino que comporta
exigencias de cuyo cumplimiento depende en buena parte la subsistencia del
derecho, pues quien no se somete a las condiciones para su ejercicio, como
sucede con el discípulo que desatiende sus responsabilidades académicas o
infringe el régimen disciplinario que se comprometió a observar, queda sujeto a
las consecuencias propias de tales conductas. El alumno tiene un derecho a que,
antes de hacerlo sujeto pasivo de las sanciones contempladas en el reglamento,
se dé cumplimiento a los trámites allí mismo señalados en orden a garantizar su
defensa y la observancia del debido proceso, pues ninguna razón puede invocarse
para justificar la adopción de medidas sancionatorias fundadas en el arbitrio
de la autoridad universitaria.
ACCION DE TUTELA-Objeto/ACCION DE TUTELA-Hecho
consumado
La acción de
tutela ha sido concebida como procedimiento preferente y sumario para la
defensa inmediata de los derechos fundamentales, lo cual implica que su
efectividad reside en la posibilidad de que el juez, si encuentra que en
realidad existe la vulneración o la amenaza alegada por quien pide protección,
imparta una orden para que, como lo dice la Constitución, aquél contra
quien se intenta la tutela actúe o se abstenga de hacerlo. Es forzoso concluir
que si tal es el objeto de la tutela, ninguna razón se tiene para admitirla
cuando ya las situaciones que pueden haber dado lugar o ser consecuencia de
hechos u omisiones violatorias de derechos fundamentales quedaron definidas,
pues de entenderse lo contrario, se vería desvirtuada la naturaleza de la
institución.
FALLO DE TUTELA-Contenido/JUEZ DE TUTELA-Límites/JUEZ
DE TUTELA-Facultades
El objeto propio
de la acción de tutela no es otro que el de proteger el derecho vulnerado o
amenazado por la acción u omisión de la autoridad pública o de los
particulares en los casos señalados por la ley, es decir que la orden judicial
correspondiente debe estar encaminada a corregir la situación de hecho en cuya
virtud es afectado aquél, disponiendo lo pertinente en relación con su
contenido material, pero no puede ir más allá, abarcando elementos ajenos a la
naturaleza misma del derecho que se pretende amparar o provocando actos o
abstenciones que no tiendan al fin propuesto. El juez no podía ordenar, como lo
hizo, la entrega del título universitario por cuanto no radicaba allí el
verdadero núcleo del problema planteado, referente -se repite- al debido
proceso, mientras que su mandato en tal sentido sí interfirió el campo de la
autonomía académica del centro docente, cuya decisión sobre si cabe conceder el
título profesional al alumno, con autorización del Estado, únicamente puede
emanar de las consideraciones relacionadas con el cumplimiento de los
requisitos legales y estatutarios vigentes para la carrera cursada por el
estudiante. No significa que esté vedado al juez de tutela proteger derechos no
invocados expresamente por el peticionario, pues si los elementos allegados al
proceso le permiten colegir que se están quebrantando o amenazando otras
garantías fundamentales, no solamente tiene la facultad sino la obligación de
declararlo así, adoptando las medidas adecuadas a ese propósito.
Sala Tercera de Revisión
Ref.: Expediente
T-1872
Acción de tutela
intentada por HAROLD HUMBERTO SARMIENTO RAMIREZ contra la Fundación
"Universidad Externado de Colombia".
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
-Ponente-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Aprobada mediante
acta de la Sala Tercera de Revisión, en Santafé de Bogotá, D.C., a los doce
(12) días del mes de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. INFORMACION
PRELIMINAR
El peticionario,
mediante apoderado, acudió el pasado diecisiete (17) de enero ante el Juzgado
36 Penal Municipal de Santafé de Bogotá, D.C., para solicitar que se ordenara a
la Universidad "Externado de Colombia", proceder a conferirle el
título de Comunicador Social, ya que había sido suspendido definitivamente del
centro educativo, luego de adelantarse en su contra un proceso disciplinario en
el cual, según él, se violaron sus derechos fundamentales a la defensa y al
debido proceso, garantizados en el artículo 29 de la Constitución Política.
Además solicitó el
pago de la indemnización por los perjuicios económicos y morales ocasionados
por la actuación de las autoridades del centro educativo antes mencionado.
Expone como
fundamento fáctico de la petición el haber ingresado a la Universidad
"Externado de Colombia" en el mes de julio de 1979, permaneciendo
hasta el mes de diciembre de 1983, periodo durante el cual cursó y aprobó las
asignaturas correspondientes con el fin de obtener el título de Comunicador
Social. Durante los meses de enero a junio de 1984 adelantó el curso de
intensificación, completando así los requisitos académicos para ser graduado.
Añade que el
veintisiete (27) de agosto de mil novecientos ochenta y cuatro (1984), el
Decano de la facultad de Comunicación Social le notificó, por escrito, que la Universidad
había decidido suspenderlo en forma definitiva de la Institución, por haber
alterado una certificación oficial expedida por la Facultad.
SARMIENTO RAMIREZ consideró que la sanción impuesta no se
encontraba entre las previstas en el artículo 13 del reglamento interno de la
Universidad, y además estimó que la decisión fue proferida sin habérsele oído
en descargos y sin proceso disciplinario previo, tal como lo exige el artículo
14 del mismo reglamento y el artículo 171, inciso 2º, del Decreto 080 de 1980.
En fin, alegó que no le fue otorgada oportunidad para defenderse, razón por la
cual fue vulnerado el procedimiento previsto para este tipo de casos.
En octubre de mil
novecientos noventa (1990), por intermedio de apoderado, el actor acudió ante
la jurisdicción ordinaria, correspondiendo el asunto al Juzgado 28 Civil del
Circuito de Santafé de Bogotá, D.C., despacho que rechazó de plano la demanda
por falta de jurisdicción. Apelada la providencia, fue confirmada por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de la misma ciudad.
Esta circunstancia
lo llevó a ejercer la acción de tutela para solicitar del juez correspondiente
que le fueran amparados sus derechos, en especial en lo relacionado con la
forma en que procedió el establecimiento educativo al sancionarlo sin
desvirtuar la presunción de inocencia que la Carta Política le garantiza.
II. TRAMITE
JUDICIAL
Mediante providencia
del diecisiete (17) de enero del presente año, el Juzgado Treinta y Seis Penal
Municipal de Santafé de Bogotá, D.C., asumió el conocimiento y ordenó la
práctica y recepción de varias pruebas, principalmente testimoniales, para
escuchar al actor, al doctor Fernando Hinestrosa Forero, Rector de la
Universidad "Externado de Colombia", y al Jefe de la División de
Evaluación Jurídica del ICFES.
Continúa el despacho
el trámite de la acción ordenando, mediante providencia del veintidos (22) de
enero, la recepción y práctica de nuevas pruebas, entre las que se cuentan la
solicitud a la Universidad "Externado de Colombia" de remitir el
reglamento vigente para la época en que ocurrieron los hechos y la citación a
los integrantes del Consejo Directivo, por ser el órgano universitario que
conoció del asunto, para escuchar sus declaraciones al respecto.
El accionante, en
declaración rendida el día veintiuno (21) del mes de enero del presente año,
hace una narración de lo acontecido en su caso, la cual puede resumirse como
sigue:
En el año de 1984 SARMIENTO
RAMIREZ terminó estudios de Comunicación Social. Para obtener el título
tuvo que adelantar, durante los meses de enero a julio del mismo año, un curso
de intensificación. En esa época su padre era funcionario de INRAVISION, lo
cual le daba derecho a un subsidio educativo.
Con el fin de
tramitar el mencionado subsidio, solicitó a la Universidad una constancia,
según él, en el mes de julio de 1984, la que, presentada en el mes de agosto
ante INRAVISION, no fue aceptada como válida, ya que tal documento reconocía su
calidad de estudiante durante los meses de enero a julio de ese año.
Por ésta razón, dice
el actor: "Autoricé a mi hermana para que cambiara la fecha del
certificado a máquina, pero sin enmendaduras, sino con tachones
visibles...". Por este hecho fue suspendido definitivamente de la
Universidad faltando tan solo una semana para su graduación.
El peticionario fue
llamado a INRAVISION, entidad ante la cual reconoció haber adulterado la
constancia, razón por la cual se le comunicó que no tenía derecho al pago del
subsidio. Más tarde, cuando se hizo presente a fin de pagar los derechos de
grado, fue recibido por el Decano de la Facultad de Comunicación Social de la
Universidad "Externado de Colombia", doctor José de Recasens, quien
le notificó la sanción impuesta por las directivas de ese claustro, consistente
en la suspensión definitiva.
La versión del
doctor Fernando Hinestrosa Forero, rector del centro educativo, acerca de los
hechos que terminaron con la sanción impuesta al estudiante en el mes de agosto
de 1984, da cuenta de cómo, por solicitud de SARMIENTO RAMIREZ, le fue
expedida el día once (11) de abril de mil novecientos ochenta y cuatro (1984),
una constancia de estudios; luego, el dieciseis (16) de agosto de ese año,
INRAVISION solicitó por escrito que se confirmara la autenticidad de los datos
consignados en el mencionado documento, por cuanto presentaba una enmendadura,
a lo cual la Universidad respondió manifestando que los datos allí consignados
no eran ciertos, confirmó la alteración y envió la información correcta.
El día veintiuno
(21) de agosto de mil novecientos ochenta y cuatro (1984), la Decanatura de la
Facultad de Comunicación Social informó de tales hechos a la Rectoría a efecto
de que se tomaran las medidas disciplinarias propias del caso. Ante la
gravedad de la infracción, declara el doctor Hinestrosa Forero, se procedió a
excluir al infractor de la Universidad.
En cuanto al
procedimiento disciplinario adelantado, el rector manifestó que en estos casos
la actuación se lleva a cabo en forma oral, razón por la cual no existe
constancia escrita del mismo, ni notas de recibo, expresando que la resolución
sancionatoria se comunicó verbalmente.
Por lo que se
refiere a la actuación del Consejo Directivo de la Universidad, el doctor
Hinestrosa declaró que el trámite en el presente asunto se adelantó oralmente y
que culminó con la imposición de sanción al estudiante.
Hecho por el Juzgado
un cotejo entre la sanción consistente en "declarar definitivamente
separado de la Universidad al señor HAROLD HUMBERTO SARMIENTO RAMIREZ..."
y las previstas en el Reglamento Orgánico Interno del centro docente, se
estableció que aquélla no figuraba entre las tipificadas en el mencionado
estatuto para esta clase de infracciones. Al respecto, el rector del ente
universitario manifestó que la razón para denominar así la sanción impuesta
provenía de que la máxima pena, llamada "expulsión", implicaba la
comunicación a todas las universidades, de tal modo que ninguna de ellas
recibiera en su seno al expulsado. Otra sanción, la de "cancelación de la
matrícula", según lo afirma el rector, supone la exclusión del estudiante
durante el periodo correspondiente y en el presente caso SARMIENTO RAMIREZ no
estaba matriculado, toda vez que ya había aprobado las asignaturas propias del
pénsum académico del periodo que cursaba, motivo por el cual la cancelación de
la matrícula carecía de objeto.
Por lo anterior,
manifestó el rector, se empleó el término "separación definitiva",
que no entraña efectos respecto de otras universidades en las cuales el
afectado pudiera ser admitido, siendo así menos drástica la sanción impuesta al
estudiante.
A.
Consideraciones del Juez de Primera Instancia
Entre las
consideraciones del Juzgado para fallar en primera instancia, se encuentra la
relacionada con la competencia para imponer las sanciones, ya que el artículo
14 del reglamento universitario únicamente faculta para ello al rector del
establecimiento, al paso que en esta ocasión el documento mediante el cual se
comunicó a SARMIENTO RAMIREZ una "suspensión definitiva",
estaba firmado por el Decano de la Facultad, quien decía actuar siguiendo
instrucciones del rector.
El mismo artículo 14
señala que "la cancelación de matrícula y expulsión no serán impuestas sin
el previo concepto afirmativo del Consejo Directivo de la Universidad, el cual
para pronunciarlo, dará oportunidad de descargos al alumno imputado, y en lo
posible oirá al Consejo Estudiantil de la Unidad a que aquél pertenezca".
La valoración
probatoria permitió al Juzgado establecer "que el Consejo Directivo de la
Universidad, antes de rendir concepto verbal, no escuchó al alumno en
descargos, sino sólo el informe del Decano".
De otra parte, el
Juzgado estableció mediante oficio del Instituto Colombiano para el Fomento de
la Educación Superior -ICFES-, que "no existe disposición alguna dentro
del Decreto 080 de 1980 y sus normas conexas y complementarias, que consagren
que una persona sancionada por una Institución de Educación Superior pierda la
posibilidad de acudir a otra para culminar sus estudios", con lo cual consideró
desvirtuada la afirmación hecha por el rector en el sentido de que la expulsión
entraña efectos externos para la persona sancionada.
Según el Despacho,
los argumentos expuestos por el rector de la Universidad no fueron probados. En
cambio tuvo como ciertos los hechos alegados por el actor y con fundamento en
ello resolvió tutelar los derechos fundamentales del debido proceso y de
defensa, que juzgó vulnerados en este caso.
En consecuencia,
resolvió el Juzgado ordenar a la Universidad "Externado de Colombia"
otorgarle al actor el título de Comunicador Social, y señaló un término de
cuarenta y ocho (48) horas para hacer efectiva la determinación. Al mismo
tiempo ordenó en abstracto el pago de una indemnización por daños y perjuicios
causados al ciudadano SARMIENTO RAMIREZ.
Igualmente se
dispuso por el Juzgado que se compulsaran copias de lo actuado ante el Juzgado
de Instrucción Criminal -Reparto-, a fin de investigar la eventual comisión del
delito descrito en el artículo 224 del Código Penal.
Impugnación
En representación de
la Universidad y dentro del término legal, el rector de la misma impugnó el
fallo del Juzgado 36 Penal Municipal, mediante el cual se tutelaron los
derechos afectados a SARMIENTO RAMIREZ.
Los fundamentos de
la impugnación, relacionados con la interpretación del artículo 14 del
reglamento universitario, reconocen que el Consejo Directivo debe dar
oportunidad al alumno de ser oído en descargos, pero que esto no significa que
la corporación en pleno lo haga: "oportunidad de descargo, mas no
audiencia directa por parte del Consejo", según el recurrente.
Igualmente
manifiesta que la Universidad no dejó de oir al alumno, ni se negó a hacerlo,
ya que "el doctor Recasens, Decano de la Facultad, escuchó al alumno en
descargos, y lo hizo a nombre y por encargo de la Universidad".
El recurso está
basado, además, en las "demasías y desaciertos palmarios" en que,
según la Universidad, incurre el Despacho al concluir que se violó el derecho
de defensa y la garantía de un debido proceso, por cuanto de ser esto cierto la
tutela no podría haber ido más allá de ordenar que se rehiciera el proceso
correspondiente, sin que pudiera pensarse en ordenar a la Institución que
confiriera un título universitario, por cuanto esto significa concesión al
actor de derechos no relacionados con el ámbito de la tutela.
B.
Consideraciones del juez de segunda instancia
Mediante providencia
del pasado cuatro (4) de marzo, el Juzgado Once Penal del Circuito de Santafé
de Bogotá, D.C., procedió a resolver acerca de las peticiones planteadas por el
representante del centro educativo.
Las razones para
modificar el fallo de primera instancia están vinculadas, primeramente, con las
discrepancias que se encuentran en dos de las versiones dadas por el actor en
relación con sus descargos, ya que en una de ellas dijo que el Decano de la
Facultad únicamente le había comunicado la medida disciplinaria y en otra hizo
referencia a un diálogo con el Decano y a las recomendaciones por él dadas.
En cuanto a la
constancia posiblemente alterada, para el juzgado de segunda instancia aparece
claro que la misma no pudo ser solicitada, como lo afirma SARMIENTO RAMIREZ,
en el mes de julio sino en el mes de abril de 1984, por cuanto de esa época
data su expedición.
El Despacho, al
estudiar el trámite disciplinario adelantado contra el estudiante, encontró que
en la producción del acto sancionatorio "no se siguieron los lineamientos
del decreto 080 de 1980, normas aplicables ante el vacío existente dentro del Reglamento
Orgánico de la Universidad para el año de 1984", concluyendo que se
desconoció la garantía constitucional del debido proceso.
Consideró el Juzgado
que ordenar a la Universidad "Externado de Colombia" otorgar el
título al accionante "sería ir más allá de lo que corresponde, ya que la
vulneración del derecho de defensa no se predica de los actos posteriores a la
sanción disciplinaria, sino de ésta y del trámite seguido para su
imposición".
Respecto de los
documentos adulterados, se ordenó su desglose para remitirlos a la jurisdicción
penal ordinaria, a efecto de indagar acerca de la presunta responsabilidad de SARMIENTO
RAMIREZ y su hermana en tales hechos.
Concluye el Juzgado
de segunda instancia que deben tutelarse los derechos fundamentales del debido
proceso y de defensa consagrados en el artículo 29 de la Carta, ordenando
rehacer la actuación disciplinaria. Al mismo tiempo se revoca la orden dada a
la Universidad en el sentido de otorgar el título de Comunicador Social al
accionante.
Aclaración de la
sentencia
Con fecha marzo seis
(6) del año en curso, el rector de la Universidad solicitó aclaración y
complementación de la sentencia proferida por el Juzgado Once Penal del
Circuito, ya que en cumplimiento de la providencia de primera instancia, la
Universidad otorgó el título de Comunicador Social al ciudadano HAROLD
SARMIENTO RAMIREZ y le hizo entrega del respectivo diploma. Ante la nueva
decisión en el sentido de no graduar al demandante, se pidió oficiar a la
Secretaría de Educación de Santafé de Bogotá, D.C., para notificarle el
contenido de la mencionada providencia.
El Juzgado, mediante
auto del once (11) de marzo del presente año, resolvió adicionar y aclarar el
fallo de segunda instancia, dejando sin efecto la orden del Juzgado Treinta y
seis Penal Municipal. Al mismo tiempo se ofició a la Secretaría de Educación
del Distrito de Santafé de Bogotá, D.C., comunicándole la determinación.
El asunto ahora
sometido a revisión de la Corte Constitucional, fue recibido en la Secretaría
de la Corporación el pasado veintiseis (26) de marzo, sometido a selección y
posterior reparto, en aplicación de lo previsto en el Decreto 2591 de 1991.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. Competencia
de esta Sala
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para revisar las providencias judiciales
mencionadas, con arreglo a lo previsto por los artículos 86 y 241, numeral 9 de
la Carta Política, 31, 32, 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991.
2. Tutela contra
particulares
Nos encontramos ante
un conflicto originado, según el actor, en decisiones adoptadas por una entidad
particular como lo es la Universidad "Externado de Colombia".
Según el artículo
86, inciso 5º, de la Constitución, la acción de tutela procede no solamente
contra autoridades públicas sino también contra particulares cuando por la
acción u omisión de éstos se cause agravio o amenaza a los derechos
constitucionales fundamentales de una persona.
De acuerdo con la
norma, a diferencia de lo que ocurre en relación con las autoridades, la tutela
contra particulares cabe apenas en los casos establecidos por la ley y siempre
que aquellas personas contra quienes se intenta estén encargadas de la
prestación de un servicio público o su conducta afecte grave y directamente el
interés colectivo, o respecto de ellas el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión.
El artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991, expedido por el Presidente de la República en desarrollo
de las facultades que le fueron otorgadas por el literal b) del artículo
Transitorio 5 de la Constitución Política y que tiene fuerza de ley según el
artículo Transitorio 10 Ibidem, contempló los casos aludidos por el artículo 86
de la Carta. En su numeral 1 estipuló que la acción de tutela procede contra
acciones u omisiones de particulares encargados de la prestación del servicio
público de educación para proteger los derechos consagrados en los artículos
13, 15, 16, 18, 19, 20, 23, 27, 29, 37 y 38 de la Constitución.
El de la educación
está calificado como servicio público no solamente por ese concepto legal sino
por el artículo 67 de la Constitución y es claro que la Universidad
"Externado de Colombia" está constitucional y legalmente habilitada
para prestar ese servicio a nivel superior.
Las violaciones
alegadas por el actor consisten en la posible inaplicación en su caso de las
reglas propias del debido proceso, es decir que se refieren al artículo 29 de
la Constitución, precisamente uno de los indicados dentro de la enunciación que
hace el artículo 42, numeral 1º, del Decreto 2591 de 1991.
De lo dicho se
infiere con entera claridad que en este proceso era procedente la acción de
tutela por el aspecto que se considera.
3. La autonomía
universitaria
El artículo 67 de la
Carta Política consagra la educación como un derecho de la persona. Se trata
sin duda, como ya lo expreso esta Corte1
, de un derecho fundamental e inalienable en cuanto se deriva de la
naturaleza racional del hombre.
La misma disposición
constitucional expresa que la educación es un servicio público que tiene
función social, añadiendo que con ella se busca el acceso al conocimiento, a la
ciencia, a la técnica y a los demás valores de la cultura.
Según ese precepto,
el Estado, la sociedad y la familia son responsables de la educación.
De acuerdo con el
artículo 70, el Estado tiene el deber de promover y fomentar el acceso de todos
los colombianos a la cultura en igualdad de oportunidades, mediante la
educación permanente y la enseñanza científica, técnica, artística y
profesional.
El Estado puede
prestar este servicio público directamente, por medio de sus propios
establecimientos. Dice el artículo 69 que la ley establecerá un régimen
especial para las universidades del Estado.
Pero la Constitución
reconoce también a los particulares la libertad de fundar establecimientos
educativos en todos los niveles, dejando en manos del legislador el
establecimiento de las condiciones para su creación y gestión (artículo 68) y
advirtiendo que corresponde al Estado regular y ejercer la suprema inspección y
vigilancia de la educación con el fin de velar por su calidad, por el
cumplimiento de sus fines y por la mejor formación moral, intelectual y física
de los educandos (artículo 67).
En el
Informe-Ponencia que sobre este tema se llevó a la Plenaria de la Asamblea
Nacional Constituyente en abril de 1991 se expresaba:
"La
Constitución debe contemplar explícitamente un conjunto de derechos y garantías
que expresen el reconocimiento que los colombianos otorgamos en nuestro
proyecto nacional a la cultura y a la educación, comprendiendo la primera en
todas sus manifestaciones -que incluyen la ciencia, la tecnología y el arte- y
entendiendo la segunda como el proceso que posibilita, mediante la apropiación
sistemática de una cultura, la formación intelectual, ética y estética del
individuo y del ciudadano.
Se trata de
consagrar derechos y deberes que garanticen la igualdad y la equidad en el
acceso a los bienes y valores de la cultura, contando con el esfuerzo
mancomunado del Estado, la sociedad y los particulares, en el marco de un
proyecto nacional.
(...) El criterio
fundamental que debe guiar las relaciones del Estado con la creación cultural,
sistemática y popular, no es el de someter estas actividades a una indebida
injerencia de las diversas ramas del poder público: es el de crear condiciones
para su libre desarrollo. La presencia del Estado en la educación busca
establecer garantías mínimas y pautas de referencia en materia de orientación y
calidad"2
.
En ese orden de
ideas, por lo que respecta a la educación superior, el artículo 69 de la
Constitución garantiza la autonomía universitaria, la cual encuentra
fundamento en la necesidad de que el acceso a la formación académica de las
personas tenga lugar dentro de un clima libre de interferencias del poder
público tanto en el campo netamente académico como en la orientación
ideológica, o en el manejo administrativo o financiero del ente educativo.
En ejercicio de su
autonomía las universidades gozan de libertad para determinar cuáles habrán de
ser sus estatutos; definir su régimen interno; estatuir los mecanismos
referentes a la elección, designación y periodos de sus directivos y
administradores; señalar las reglas sobre selección y nominación de profesores;
establecer los programas de su propio desarrollo; aprobar y manejar su presupuesto;
fijar, sobre la base de las exigencias mínimas previstas en la ley, los planes
de estudio que regirán su actividad académica, pudiendo incluir asignaturas
básicas y materias afines con cada plan para que las mismas sean elegidas por
el alumno, a efectos de moldear el perfil pretendido por cada institución
universitaria para sus egresados.
En síntesis, el
concepto de autonomía universitaria implica la consagración de una regla
general que consiste en la libertad de acción de los centros educativos superiores,
de tal modo que las restricciones son excepcionales y deben estar previstas en
la ley, según lo establece con claridad el artículo citado.
El papel del
legislador en la materia es bien importante, ya que es en las normas legales en
donde se encuentran los límites de la señalada autonomía, a efecto de que las
universidades no se constituyan en islas dentro del sistema jurídico y, por el
contrario, cumplan la función social que corresponde a la educación (artículo
67 C.N.) y a la tarea común de promover el desarrollo armónico de la persona.
Son de competencia
del legislador las funciones de establecer las condiciones necesarias para la
creación y gestión de las universidades (artículo 68 C.N.) y de dictar las
disposiciones generales con arreglo a las cuales los centros universitarios
puedan darse sus directivas y regirse por sus estatutos (artículo 69 C.N.).
Dentro de esos
lineamientos generales trazados por el legislador corresponderá a la Rama
Ejecutiva ejercer la inspección y vigilancia a su cargo para alcanzar los fines
indicados en el artículo 67 de la Constitución Política pero sin menoscabo de
la autonomía universitaria.
En las ponencias que
sobre este tema fueron conocidas y debatidas en el seno de la Asamblea Nacional
Constituyente se puede encontrar el propósito básico que se perseguía al dejar
expresamente consignada la garantía que se comenta en el texto de la Carta:
"Las
universidades, a través de la formación, la investigación y la extensión,
aseguran el vínculo entre la creación y difusión sistemáticas de cultura en el
país y la creación y difusión sistemáticas de cultura en el mundo. Deben ser
académica y administrativamente autónomas para garantizar su función crítica y
su necesaria vocación universalista"3
.
"La importancia
de que tanto en el campo administrativo como académico los centros
universitarios puedan adoptar sus propios criterios, ya para la elección de
directivas, como para la definición de metas, no sólo es garantía para la
libertad de cátedra, sino la manera de evitar que criterios extra
universitarios alteren su buena marcha"4
.
Ahora bien, por
cuanto interesa a los fines de este proceso, dentro de la autonomía
universitaria debe existir para toda institución de educación superior la
posibilidad de estipular, con carácter obligatorio para quienes hacen parte de
la comunidad universitaria (directivos, docentes y estudiantes) un régimen
interno, que normalmente adopta el nombre de reglamento, en el cual
deben estar previstas las disposiciones que dentro del respectivo
establecimiento serán aplicables a las distintas situaciones que surjan por
causa o con ocasión de su actividad, tanto en el campo administrativo como en
el disciplinario.
Razones de justicia
y de seguridad jurídica hacen menester que en el correspondiente reglamento se
hallen contempladas con entera nitidez las reglas de conducta que deben
observar administradores, alumnos y profesores en el desenvolvimiento cotidiano
de la vida universitaria; las faltas contra el régimen disciplinario; las
sanciones aplicables y, desde luego, los procedimientos que habrán de seguirse
para la imposición de las mismas en los casos de infracciones a sus preceptos.
Ese reglamento, una
vez puesto en vigencia por la autoridad correspondiente, tiene que ser
publicado para su conocimiento por parte de quienes se obligan a acatarlo y,
obviamente, las actuaciones que se cumplan a partir de su vigencia no pueden
ser ajenas a sus dictados, siempre que estos se ajusten a la Constitución y a
la Ley.
4. Sanciones y
debido proceso en las instituciones educativas
Del derecho
fundamental a la educación se deriva que la persona que se educa goce de una
estabilidad mínima en cuanto hace a su permanencia como estudiante en el centro
de formación al que se ha vinculado.
Ello implica que,
mientras se ajuste a las condiciones fijadas en el respectivo reglamento, el
estudiante tiene derecho a continuar recibiendo el servicio educativo hasta la
culminación de la carrera iniciada.
Debe señalarse que,
según ya lo tiene dicho esta Corporación5
, la educación ofrece un doble aspecto. Es un derecho-deber, en cuanto no
solamente otorga prerrogativas a favor del individuo, sino que comporta
exigencias de cuyo cumplimiento depende en buena parte la subsistencia del
derecho, pues quien no se somete a las condiciones para su ejercicio, como
sucede con el discípulo que desatiende sus responsabilidades académicas o
infringe el régimen disciplinario que se comprometió a observar, queda sujeto a
las consecuencias propias de tales conductas: la pérdida de las materias o la
imposición de las sanciones previstas dentro del régimen interno de la
institución, la más grave de las cuales, según la gravedad de la falta,
consiste en su exclusión del establecimiento educativo.
Pero, además del
derecho a la educación y en relación específica con el régimen sancionatorio,
el alumno tiene un derecho a que, antes de hacerlo sujeto pasivo de las
sanciones contempladas en el reglamento, se dé cumplimiento a los trámites allí
mismo señalados en orden a garantizar su defensa y la observancia del debido
proceso, pues ninguna razón puede invocarse para justificar la adopción de
medidas sancionatorias fundadas en el arbitrio de la autoridad universitaria.
Aunque no con el rigor propio de los procesos judiciales -pues la naturaleza
misma de la labor educativa exige márgenes razonables de discrecionalidad en la
apreciación de hechos y circunstancias- la institución debe otorgar al
estudiante inculpado la seguridad de que no se lo castigará sin su audiencia,
brindándole ocasión adecuada para responder a los cargos que se le imputan,
escuchando su versión de los acontecimientos, facilitándole la posibilidad de
presentar pruebas en apoyo a sus afirmaciones, permitiéndole que controvierta
las que se esgrimen en su contra y dejando que haga uso de los recursos
procedentes contra el acto mediante el cual se lo sanciona. Unicamente así se
garantiza que la decisión tenga fundamento en la justicia.
El respeto al debido
proceso significa el reconocimiento y observancia de los pasos previos a la
sanción, partiendo del supuesto de la inocencia de la persona sindicada; el
principio consagrado en el artículo 29 de la Carta implica que las normas -en
este caso los reglamentos universitarios- deben preservar la transparencia de
las actuaciones que precedan al acto sancionatorio.
A este respecto
señala el profesor Klaus Tiedemann: "... es irrenunciable que el inculpado
pueda tomar posición frente a los reproches formulados en su contra, y que se
consideren en la obtención de la sentencia los puntos de vista sometidos a
discusión. La exposición del caso del inculpado sirve no sólo al interés
individual de éste, sino también al hallazgo de la verdad. La meta procesal
del esclarecimiento de la sospecha se alcanza en la mejor forma por medio de un
proceso dialéctico, en el que se pongan a discusión aspectos inculpatorios y
exculpatorios, así como argumentos y contra argumentos ponderados entre
sí"6
.
Cuando se trata de
imponer una sanción a una persona, el encargado de aplicarla debe tener señalado
de antemano el ámbito de su competencia y claramente establecidas las etapas
dentro de las cuales el procesado deberá ser oído, así como las medidas que
contra él pueden tomarse a título de sanción en caso de ser vencido. A este
respecto, anota la Corte que el Reglamento no puede prever la imposición de
sanciones imprescriptibles, es decir aquellas que implican inexistencia de un
término máximo de duración (artículo 28, inciso final, Constitución Política),
como sería el caso de que a la expulsión de la Universidad se añadiera la
notificación a los demás establecimientos de educación superior pretendiendo
impedir el ingreso del estudiante al sistema educativo nacional, lo cual
desconocería, además, el mandato contenido en el artículo 67 de la Carta, a
cuyo tenor la educación es un derecho de la persona.
5. El caso
objeto de controversia. Improcedencia de la tutela contra hechos consumados.
En el asunto que
ahora ocupa la atención de la Corte, se tiene el caso de un estudiante que,
para los fines de un apoyo económico educativo por parte del Instituto Nacional
de Radio y Televisión, donde trabajaba su padre, pudo haber incurrido en la
comisión de un acto delictivo consistente en la adulteración de un certificado
con destino a la Universidad Externado de Colombia, lo cual dió lugar a su
exclusión de ese centro de formación superior.
Respecto de la
responsabilidad penal del sindicado, habrá de pronunciarse la jurisdicción
competente. Sobre ella no podía recaer la decisión de la Universidad ni la de
los jueces de tutela, ni tampoco la de esta Corte, razón por la cual el
presente análisis se refiere tan solo a los aspectos disciplinarios, que fueron
precisamente los que constituyeron motivo para la determinación adoptada por el
establecimiento educativo.
Para la época en que
ocurrieron los hechos que llevaron a las autoridades universitarias a sancionar
a SARMIENTO RAMIREZ, el centro docente contaba con un reglamento interno
que regulaba el trámite disciplinario previo a la imposición de la sanción. También
para entonces estaba vigente el Decreto 080 de 1980 que señala, en cuanto a lo
que el reglamento interno no contemplaba, las disposiciones generales
aplicables en materia de recursos, causales de pérdida de la calidad de
estudiante y derechos del educando.
La Universidad ha
debido ceñir el trámite del proceso contra el alumno a dichas disposiciones, a
objeto de garantizar que le fueran respetadas las garantías procesales y el
derecho de defensa, según queda dicho.
La Corte
Constitucional no entra, sin embargo, a estudiar los pormenores del
procedimiento seguido en el caso concreto de SARMIENTO RAMIREZ, toda vez
que los acontecimientos materia de la acción tuvieron ocurrencia y
perfeccionamiento durante el año 1984, inclusive mucho antes de entrar en
vigencia la Constitución Política de 1991, es decir que para el momento de
incoarse la acción de tutela y en el de fallar ya se encontraban consumados,
razón por la cual esta Corporación no estima que fuera procedente intentar la
acción de tutela respecto de ellos.
En efecto, la acción
que nos ocupa ha sido concebida como procedimiento preferente y sumario para la
defensa inmediata de los derechos fundamentales, lo cual implica que su
efectividad reside en la posibilidad de que el juez, si encuentra que en
realidad existe la vulneración o la amenaza alegada por quien pide protección,
imparta una orden para que, como lo dice la Constitución, aquél contra
quien se intenta la tutela actúe o se abstenga de hacerlo.
Es forzoso concluir
que si tal es el objeto de la tutela, ninguna razón se tiene para admitirla
cuando ya las situaciones que pueden haber dado lugar o ser consecuencia de
hechos u omisiones violatorias de derechos fundamentales quedaron definidas,
pues de entenderse lo contrario, se vería desvirtuada la naturaleza de la
institución.
Acudiendo al
criterio subjetivo en búsqueda de la razón por la cual no se plasmó en la
Constitución Política una norma expresa sobre improcedencia de la acción en
estos casos, encuentra la Corte que la motivación del Constituyente no radicó
en la voluntad de hacer posible la tutela aún sobre hechos consumados sino en
el ánimo de hacer menos compleja la redacción de lo que hoy es el artículo 86
de la Carta, según aparece en el Informe-Ponencia para primer debate en la Plenaria
de la Asamblea Nacional Constituyente, que dice:
"Con el
criterio de simplificar el artículo, en la comisión se suprimieron ciertos
aspectos. Unos, como la referencia expresa a los derechos colectivos, porque
serán protegidos de manera especial mediante la consagración de las acciones
populares. Otros, porque se considera que hacen parte de la naturaleza de la
institución y no requieren por lo tanto enunciarse expresamente; tal el caso de
la no procedencia de la acción frente a las situaciones consumadas o frente a
las cuales se haya producido sentencia con fuerza de cosa juzgada.
En estos últimos
casos es evidente que ya no cabe la protección inmediata de los derechos bien
sea porque lo procedente es intentar una acción ordinaria de reparación o porque
ya hay una decisión definitiva de la autoridad competente (...). Por esta
razón, consideramos conveniente insistir en que este inciso se suprimió
simplemente para simplificar el artículo, pero su precepto es parte
consustancial de la figura que se propone y se mantiene implícitamente en la
norma tal como se aprobó en la Comisión".7
Con fundamento en
las mismas consideraciones, el artículo 6º del Decreto 2591 de 1991 estableció
que la acción de tutela no procederá: "(...) 4. Cuando sea evidente que la
violación del derecho originó un daño consumado, salvo cuando continúe la
acción u omisión violatoria del derecho".
En el caso presente,
el peticionario fue excluido de la Universidad Externado de Colombia en
desarrollo de acontecimientos consumados hace varios años y la acción
correspondiente por parte del establecimiento educativo culminó cuando se
profirió el acto ahora impugnado, motivo por el cual, aunque el efecto negativo
para el afectado sigue produciéndose por la misma naturaleza de la sanción
impuesta, mal puede pensarse que la alegada violación de los derechos
fundamentales se haya extendido en el tiempo y siga produciéndose.
En consecuencia, no
siendo procedente la acción de tutela, tampoco cabe efectuar el análisis sobre
el proceso disciplinario cumplido en la Universidad, en cuanto no tendría
objeto alguno. Pese a ello, se dejan consignadas las consideraciones generales
por razones de pedagogía constitucional (artículo 41 de la Carta).
La improcedencia de
la tutela hace que también carezca de fundamento en este caso una decisión
judicial que ordene la tasación y pago de posibles perjuicios a favor del estudiante
SARMIENTO RAMIREZ, por cuanto ellos únicamente podrían ser reconocidos
sobre la base de haber prosperado las pretensiones del actor, según resulta del
artículo 25 del Decreto 2591 de 1991.
En relación con la
decisión del juez de primera instancia, por medio de la cual se concedió la
tutela solicitada ordenando a la Universidad Externado de Colombia expedir el
diploma de grado a favor del estudiante SARMIENTO RAMIREZ, debe
recordarse que el objeto propio de la acción de tutela no es otro que el de proteger
el derecho vulnerado o amenazado por la acción u omisión de la autoridad
pública o de los particulares en los casos señalados por la ley, es decir que
la orden judicial correspondiente debe estar encaminada a corregir la situación
de hecho en cuya virtud es afectado aquél, disponiendo lo pertinente en
relación con su contenido material, pero no puede ir más allá, abarcando
elementos ajenos a la naturaleza misma del derecho que se pretende amparar o
provocando actos o abstenciones que no tiendan al fin propuesto.
Así, en el presente
caso, el accionante se quejaba de una violación a su derecho al debido proceso,
como consecuencia de la cual le resultaba desconocido también el derecho a la
educación. Los documentos que integran el expediente apuntaban exactamente al
tema del derecho de defensa y en modo alguno se estaba controvirtiendo la
negativa de la Universidad a otorgar el título de Comunicador Social al
peticionario.
No siendo ese el
derecho afectado, el juez no podía ordenar, como lo hizo, la entrega del título
universitario por cuanto no radicaba allí el verdadero núcleo del problema
planteado, referente -se repite- al debido proceso, mientras que su mandato en
tal sentido sí interfirió el campo de la autonomía académica del centro
docente, cuya decisión sobre si cabe conceder el título profesional al alumno,
con autorización del Estado, únicamente puede emanar de las consideraciones
relacionadas con el cumplimiento de los requisitos legales y estatutarios
vigentes para la carrera cursada por el estudiante.
Obviamente, lo
anterior no significa que esté vedado al juez de tutela proteger derechos no
invocados expresamente por el peticionario, pues si los elementos allegados al
proceso le permiten colegir que se están quebrantando o amenazando otras
garantías fundamentales, no solamente tiene la facultad sino la obligación de
declararlo así, adoptando las medidas adecuadas a ese propósito. Tal no es la
circunstancia que aquí se considera.
IV. DECISION
Por las razones que
anteceden, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión, administrando
justicia, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero.- Del fallo proferido el día cuatro (4) de
marzo de mil novecientos noventa y dos (1992) por el Juzgado Once Penal del
Circuito de Santafé de Bogotá, D.C., respecto de la acción de tutela intentada
por HAROLD HUMBERTO SARMIENTO RAMIREZ contra la Fundación
"Universidad Externado de Colombia", se CONFIRMAN las
siguientes partes:
a) El numeral segundo de dicha providencia
pero únicamente en cuanto revocó la decisión adoptada por el Juez Treinta y
Seis Penal Municipal de Santafé de Bogotá, D.C., el veintisiete (27) de enero
de mil novecientos noventa y dos (1992), mediante la cual se había ordenado a
la Fundación "Universidad Externado de Colombia" otorgar el título
universitario de Comunicador Social a HAROLD HUMBERTO SARMIENTO RAMIREZ;
b) El numeral quinto, mediante el cual se
ordena el desglose de un certificado y se ordena compulsar copias a la justicia
penal para lo de su competencia;
Segundo.-
REVOCANSE las demás
decisiones adoptadas por el Juez Once Penal del Circuito de Santafé de Bogotá
en el fallo mencionado, por cuanto, según se ha establecido en la presente
sentencia, la acción de tutela instaurada era IMPROCEDENTE.
Tercero.-
CONFIRMASE la providencia
del once (11) de marzo de 1992, dictada por el Juez Once Penal del Circuito de
Santafé de Bogotá, D.C., aclaratoria de la pronunciada el cuatro (4) de marzo
del mismo año.
Cuarto.-
REMITASE copia de esta
sentencia al Ministerio de Educación Nacional, al Instituto Colombiano para el
Fomento de la Educación Superior, ICFES, y a la Secretaría de Educación
del Distrito Capital de Santafé de Bogotá.
Quinto.- LIBRESE por la Secretaría la comunicación de que
trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 para los efectos allí
contemplados.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Corte Constitucional.
Sala Cuarta de Revisión. Fallo Nº 2 del 8 de mayo de 1992. Magistrado
Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero.
2 Cfr. Asamblea Nacional
Constituyente. Informe-Ponencia. De la educación y la cultura.
Delegatarios Iván Marulanda, Guillermo Perry, Jaime Benítez, Angelino Garzón,
Tulio Cuevas y Guillermo Guerrero. Gaceta Constitucional Nº 45. Sábado 13 de
abril de 1991. Pág. 14.
3 Asamblea Nacional
Constituyente: Informe-Ponencia citado. Gaceta Constitucional Nº 45. Abril
13 de 1991. Pág. 16.
4 Asamblea Nacional
Constituyente: Informe-Ponencia "Carta de derechos, deberes,
garantías y libertades". Constituyente Diego Uribe Vargas. Gaceta
Constitucional Nº 82. Mayo 25 de 1991. Pág. 14.
5 Cfr. Corte Constitucional.
Sala Cuarta de Revisión. Sentencia Nº 02. Mayo 8 de 1992. Magistrado
Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero.
6 TIEDEMANN, Klaus. "El
Derecho Procesal Penal", traducción de Juan-Luis Gómez Colomer, en
Introducción al Derecho Penal y al Derecho Penal Procesal, Barcelona,
-España-, Editorial Ariel S.A., 1989, pág. 184.
7 Cfr. Asamblea Nacional
Constituyente. Informe-Ponencia "Mecanismos de protección de los
derechos fundamentales y del orden jurídico". Constituyentes Jaime
Arias López y Juan Carlos Esguerra Portocarrero. Gaceta Constitucional Nº 77.
Mayo 20 de 1991. Págs. 9 y 10. |
116 | T-493-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-493/92
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES/SERVICIO PUBLICO DE EDUCACION
La acción de
tutela, procede contra particulares en los casos establecidos por la ley; uno
de tales casos, se presenta cuando aquél contra quien se hubiere hecho la
solicitud esté encargado de la prestación del servicio público de educación
ACCION DE
TUTELA/PERJUICIO IRREMEDIABLE
Los medios de
defensa contemplados, como excluyentes de la acción de tutela, son los
judiciales, es decir, están circunscritos a las posibilidades que, dentro del
sistema jurídico colombiano, tiene toda persona para acudir ante los jueces de
la República. Así, no son admisibles como medios de defensa judicial las
actuaciones que puedan llevarse a cabo ante las autoridades administrativas,
aunque también puedan orientarse a la defensa de los derechos. De lo cual se
deduce que no era necesario estructurar la procedencia de la acción de tutela
en el asunto que se examina sobre la base del perjuicio irremediable, pues éste
únicamente debe ser considerado en el supuesto de que exista otro medio de
defensa judicial pero las circunstancias concretas del caso lleven a concluir
que se hace indispensable y urgente adoptar la medida de protección del derecho
por cuanto el daño que podría causarse de no ser así, tan solo sería
susceptible de resarcimiento en su integridad mediante una indemnización.
DERECHO A LA
EDUCACION/DERECHOS FUNDAMENTALES/DEBIDO PROCESO
Del derecho
fundamental a la educación se deriva que la persona que se educa goce de una
estabilidad mínima en cuanto hace a su permanencia como estudiante en el centro
de formación al que se ha vinculado. La educación ofrece un doble aspecto. Es
un derecho-deber, en cuanto no solamente otorga prerrogativas a favor del
individuo, sino que comporta exigencias de cuyo cumplimiento depende en buena
parte la subsistencia del derecho, pues quien no se somete a las condiciones
para su ejercicio. Queda sujeto a las consecuencias propias de tales conductas.
El alumno tiene un derecho a que, antes de hacerlo sujeto pasivo de las
sanciones contempladas en el reglamento, se dé cumplimiento a los trámites allí
mismo señalados en orden a garantizar su defensa y la observancia del debido
proceso, pues ninguna razón puede invocarse para justificar la adopción de
medidas sancionatorias fundadas en el arbitrio de la autoridad universitaria.
El respeto al debido proceso significa el reconocimiento y observancia de los
pasos previos a la sanción, partiendo del supuesto de la inocencia de la
persona sindicada.
JUEZ DE TUTELA-Facultades
El fallo de
tutela no está limitado a lo pedido por el accionante, sino que, si el juez
encuentra que en efecto están amenazados o que han sido o son vulnerados
derechos constitucionales fundamentales distintos de aquellos que el
peticionario menciona, así debe manifestarlo y ordenar la protección de los
mismos, toda vez que, por su propia naturaleza, esta clase de derechos no puede
depender, en cuanto concierne a su defensa, a la exactitud de su mención en el
escrito petitorio. Por el contrario, es la actuación de oficio el medio que
permite, en buen número de ocasiones, tutelar intereses constitucionalmente
amparados.
ESTADO SOCIAL DE
DERECHO
El concepto de
Estado Social de Derecho, hoy incorporado positivamente en nuestra Carta,
vincula al Estado con el deber de garantizar a plenitud los derechos y
libertades, entre las cuales, aquellas a que nos venimos refiriendo
corresponden a la puesta en práctica de prerrogativas individuales reconocidas
por la Carta Universal de Derechos Humanos sin distingo de credo, procedencia
social, nivel económico, raza o creencias políticas y dentro del supuesto de
una igualdad de oportunidades para acceder a las instancias del conocimiento y
la formación.
LIBERTAD DE
APRENDIZAJE-Límites/DERECHO
A LA EDUCACION
Las libertades de
aprendizaje y de investigación no pueden entenderse reconocidas en forma
absoluta. Ellas, como las demás amparadas constitucionalmente, son relativas,
pues su ejercicio se encuentra limitado por el orden y el sometimiento debido a
la Constitución, la ley y los reglamentos de la Institución de enseñanza.
Siendo la educación un derecho constitucional fundamental, el incumplimiento de
las condiciones para el ejercicio del derecho, como sería el no responder el
estudiante a sus obligaciones académicas y al comportamiento exigido por los
reglamentos, puede dar lugar a la sanción establecida en el ordenamiento
jurídico para el caso y por el tiempo razonable que allí se prevea.
LIBERTAD DE
CATEDRA
El ejercicio de
la libertad de cátedra no puede ser recortado en sus alcances restringiéndola a
la simple adopción de decisiones sobre aspectos puramente formales. Semejante
visión de la libertad de cátedra la desfigura, ya que desconoce el sentido que
el Constituyente ha dado a tan preciosa garantía, de la cual hace parte además
del elemento instrumental o procedimental (evaluación, metodología, disciplina,
organización), entre otros, el aspecto material, relativo a la libre
transmisión, discusión y contradicción de ideas y conceptos. Ello implica la
facultad que tienen tanto el docente como el alumno para referirse a los temas
sometidos a estudio en completa independencia frente a imposiciones o
condicionamientos de ideología o de doctrina. La libertad de cátedra, que
tampoco es absoluta, requiere al mismo tiempo responsabilidad en cuanto a los
conceptos que se transmiten y se debaten, por lo cual exige del docente
constante fundamentación de sus afirmaciones y la seria evaluación sobre
oportunidad, pertinencia y contenido de los temas tratados, atendiendo a los
factores de lugar y circunstancias y al nivel cultural y académico en el cual
se halla el estudiante.
Ref.: Expediente
T-1958
Acción de tutela
instaurada por JAIME ENRIQUE TARQUINO GALVIS contra la Escuela de
Administración y Mercadotecnia del Quindío.
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
-Ponente-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Aprobada mediante
acta de la Sala Tercera de Revisión, en Santafé de Bogotá, D.C., a los doce
(12) días del mes de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
Procede la Corte
Constitucional a revisar el fallo proferido en el asunto de la referencia, por
el Juzgado Diecisiete de Instrucción Criminal de Armenia -Quindío-, el día
diecisiete (17) de marzo del presente año.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
JAIME ENRIQUE
TARQUINO GALVIS,
estudiante de la "Escuela de Administración y Mercadotecnia del
Quindío", dice adelantar sus estudios en la Facultad de Análisis y
Programación de Computadores (Sexto Semestre).
En el escrito
mediante el cual ejerce la acción de tutela, el interesado expresa que dentro
de las asignaturas correspondientes al Sexto Semestre están las denominadas
"Lenguaje C" y "Comunicaciones" y que, "dentro de la
libertad de cátedra contemplada en el reglamento estudiantil", él y sus
compañeros llegaron a un acuerdo con los profesores responsables de tales
materias para que se aplazaran las horas de clase programadas para los días 12
y 14 de febrero del presente año, para el 22 del mismo mes, acuerdo que en
efecto fue cumplido.
Narra TARQUINO
GALVIS que las directivas de la Escuela produjeron memorandos "en el
sentido de no permitir lo que ya estaba estipulado" y posteriormente
procedieron a cancelar las asignaturas mencionadas, violando en su sentir las
garantías constitucionales del debido proceso, pues él no tuvo la oportunidad
de controvertir los cargos al inicio de la investigación.
Alega el actor que
con dicha cancelación ve afectado sus derechos de enseñanza, aprendizaje e
investigación y se perjudica patrimonialmente en cuanto debe matricularse para
el próximo semestre, con lo cual las expectativas de grado se aplazarían.
II. DECISION
JUDICIAL OBJETO DE REVISION
La sentencia que se
revisa fue proferida por el Juez diecisiete (17) de Instrucción Criminal de
Armenia (Quindío) el diecisiete (17) de marzo de mil novecientos noventa y dos
(1992). Mediante ella se resolvió tutelar el derecho fundamental de la
libertad de aprendizaje, conculcada, según la providencia, por el acuerdo
número 002 del diecisiete (17) de febrero, dictado por el Consejo Académico de
la Escuela de Administración y Mercadotecnia del Quindío, consistente en la
cancelación definitiva de las asignaturas en cuestión.
El juez otorgó a la
institución educativa un plazo de veinticuatro (24) horas para continuar con
las clases de dichas asignaturas en las mismas condiciones de tiempo, modo y
lugar en que se venían dictando.
De acuerdo con la
conclusión a que llegó el juez, existieron severas irregularidades en la
imposición de la sanción, ya que se violó el procedimiento establecido por el
reglamento estudiantil y no se respetó el derecho a la defensa de los
implicados.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para revisar la nombrada sentencia, de
conformidad con lo previsto por los artículos 86 y 241, numeral 9, de la
Constitución Política, 31 y siguientes del Decreto 2591 de 1991.
2. Tutela contra
particulares
La acción de tutela,
como lo señala la Constitución Política, procede contra particulares en los
casos establecidos por la ley; uno de tales casos, según lo establece el
artículo 42, numeral 1º, del Decreto 2591 de 1991, se presenta cuando aquél
contra quien se hubiere hecho la solicitud esté encargado de la prestación del
servicio público de educación para proteger, entre otros, el derecho consagrado
en el artículo 29 de la Constitución.
En el asunto ahora
sometido a revisión, la petición de tutela fue dirigida por el demandante
contra la entidad denominada "Escuela de Administración y Mercadotecnia
del Quindío", la cual tiene por objeto la prestación del servicio público
de educación y se halla supeditada al control que ejerce el Instituto
Colombiano para el Fomento de la Educación Superior ICFES.
A lo anterior se
suma el hecho de haberse ejercido la acción para solicitar la protección a la
libertad de aprendizaje, garantizada en el artículo 27 de la Carta, norma que
también se encuentra entre las mencionadas por el referido artículo del Decreto
2591 de 1991.
Por tanto, cabía la
acción en lo concerniente al sujeto pasivo de la misma, en los términos
constitucionales, pues debe entenderse que la solicitud de tutela presentada
contra un particular, corresponde, en el presente caso, a una de las hipótesis
normativas descritas en la ley, tal como lo prevé el artículo 86 de la Carta
Política.
En la providencia
proferida el diez (10) de marzo, el juzgado ordenó la suspensión de la
aplicación del acto, explicando que tomaba esta determinación porque, "...
a pesar de existir otros recursos ante la Secretaría Departamental de Educación
(...) de llegar a la aplicación del acto se ocasionaría un perjuicio
irremediable".
La Corte debe
formular a este respecto dos observaciones: una relacionada con los denominados
constitucionalmente "otros medios de defensa judicial", y otra
referente al concepto de "perjuicio irremediable".
De lo manifestado
por el juez se desprende que considera otro medio de defensa la posibilidad de
acudir ante una dependencia administrativa, como lo es la Secretaría de
Educación de un Departamento. En esta materia la Corte Constitucional ha sido
reiterativa en afirmar que los medios de defensa contemplados en el artículo
86, inciso tercero de la Carta, como excluyentes de la acción de tutela, son
los judiciales, es decir, están circunscritos a las posibilidades que, dentro
del sistema jurídico colombiano, tiene toda persona para acudir ante los jueces
de la República. Así, no son admisibles como medios de defensa judicial las
actuaciones que puedan llevarse a cabo ante las autoridades administrativas,
aunque también puedan orientarse a la defensa de los derechos. De lo cual se
deduce que no era necesario estructurar la procedencia de la acción de tutela
en el asunto que se examina sobre la base del perjuicio irremediable, pues éste
únicamente debe ser considerado en el supuesto de que exista otro medio de
defensa judicial pero las circunstancias concretas del caso lleven a concluir
que se hace indispensable y urgente adoptar la medida de protección del derecho
por cuanto el daño que podría causarse de no ser así, tan solo sería
susceptible de resarcimiento en su integridad mediante una indemnización
(artículo 6º, numeral 1º, del Decreto 2591 de 1991).
3. Debido
proceso para la aplicación de sanciones disciplinarias en establecimientos
educativos
Sobre la necesidad de
que previamente a la imposición de sanciones se otorgue a la persona la plena
garantía de su defensa, aunque el proceso de que se trata no sea judicial, la
Corte ha tenido ocasión de pronunciarse en fallo de esta misma fecha en los
siguientes términos:
"Del derecho
fundamental a la educación se deriva que la persona que se educa goce de una
estabilidad mínima en cuanto hace a su permanencia como estudiante en el centro
de formación al que se ha vinculado.
Ello implica que,
mientras se ajuste a las condiciones fijadas en el respectivo reglamento, el
estudiante tiene derecho a continuar recibiendo el servicio educativo hasta la
culminación de la carrera iniciada.
Debe señalarse que,
según ya lo tiene dicho esta Corporación, la educación ofrece un doble aspecto.
Es un derecho-deber, en cuanto no solamente otorga prerrogativas a favor del
individuo, sino que comporta exigencias de cuyo cumplimiento depende en buena
parte la subsistencia del derecho, pues quien no se somete a las condiciones
para su ejercicio, como sucede con el discípulo que desatiende sus
responsabilidades académicas o infringe el régimen disciplinario que se
comprometió a observar, queda sujeto a las consecuencias propias de tales
conductas: la pérdida de las materias o la imposición de las sanciones
previstas dentro del régimen interno de la institución, la más grave de las
cuales, según la gravedad de la falta, consiste en su exclusión del
establecimiento educativo.
Pero, además del
derecho a la educación y en relación específica con el régimen sancionatorio,
el alumno tiene un derecho a que, antes de hacerlo sujeto pasivo de las
sanciones contempladas en el reglamento, se dé cumplimiento a los trámites allí
mismo señalados en orden a garantizar su defensa y la observancia del debido proceso,
pues ninguna razón puede invocarse para justificar la adopción de medidas
sancionatorias fundadas en el arbitrio de la autoridad universitaria. Aunque
no con el rigor propio de los procesos judiciales -pues la naturaleza misma de
la labor educativa exige márgenes razonables de discrecionalidad en la
apreciación de hechos y circunstancias- la institución debe otorgar al
estudiante inculpado la seguridad de que no se lo castigará sin su audiencia,
brindándole ocasión adecuada para responder a los cargos que se le imputan,
escuchando su versión de los acontecimientos, facilitándole la posibilidad de
presentar pruebas en apoyo a sus afirmaciones, permitiéndole que controvierta
las que se esgrimen en su contra y dejando que haga uso de los recursos procedentes
contra el acto mediante el cual se lo sanciona. Unicamente así se garantiza
que la decisión tenga fundamento en la justicia.
El respeto al debido
proceso significa el reconocimiento y observancia de los pasos previos a la
sanción, partiendo del supuesto de la inocencia de la persona sindicada; el
principio consagrado en el artículo 29 de la Carta implica que las normas -en
este caso los reglamentos universitarios- deben preservar la transparencia de
las actuaciones que precedan al acto sancionatorio".
"(...) Cuando
se trata de imponer una sanción a una persona, el encargado de aplicarla debe
tener señalado de antemano el ámbito de su competencia y claramente
establecidas las etapas dentro de las cuales el procesado deberá ser oído, así
como las medidas que contra él pueden tomarse a título de sanción en caso de
ser vencido"1
.
Invocando este
derecho en el asunto objeto de revisión y estando de por medio una decisión
sancionatoria, es indispensable examinar si en esta materia asiste la razón al
demandante.
Del material
probatorio allegado, en el cual basa su determinación el Juzgado, se desprende
que en realidad resultó vulnerado el derecho al debido proceso ya que a los
inculpados no se les dió real y eficaz posibilidad para ser oídos en descargos
antes de ser sancionados, tal como estaba contemplado en los reglamentos del
centro educativo, a lo que se agregan las irregularidades relacionadas con los
impropios sistemas de notificación empleados por la Institución y la
inobservancia de los términos procesales fijados en el Reglamento Estudiantil.
Una vez el despacho
judicial advirtió la pretermisión de las reglas de procedimiento, debió ordenar
que se rehiciera el trámite a fin de garantizar el debido proceso y hacer
efectivo el derecho de defensa conculcado a los presuntos responsables.
Lo anterior por
cuanto el fallo de tutela no está limitado a lo pedido por el accionante, sino
que, si el juez encuentra que en efecto están amenazados o que han sido o son
vulnerados derechos constitucionales fundamentales distintos de aquellos que el
peticionario menciona, así debe manifestarlo y ordenar la protección de los
mismos, toda vez que, por su propia naturaleza, esta clase de derechos no puede
depender, en cuanto concierne a su defensa, a la exactitud de su mención en el
escrito petitorio. Por el contrario, es la actuación de oficio el medio que
permite, en buen número de ocasiones, tutelar intereses constitucionalmente
amparados.
4. Libertad de
enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra
El petente denuncia
como violada su libertad de aprendizaje e investigación por habérsele impuesto
una sanción consistente en la cancelación de dos materias. Al mismo tiempo
alega que, en ejercicio de su libertad de cátedra, él y sus compañeros
acordaron con dos profesores el cambio de horarios.
La Corte estima que
se hace indispensable precisar lo que debe entenderse por tales conceptos, pues
resulta claro que han sido invocados en este proceso en forma errónea o
incompleta.
El concepto de
Estado Social de Derecho, hoy incorporado positivamente en nuestra Carta,
vincula al Estado con el deber de garantizar a plenitud los derechos y
libertades, entre las cuales, aquellas a que nos venimos refiriendo
corresponden a la puesta en práctica de prerrogativas individuales reconocidas
por la Carta Universal de Derechos Humanos sin distingo de credo, procedencia
social, nivel económico, raza o creencias políticas y dentro del supuesto de
una igualdad de oportunidades para acceder a las instancias del conocimiento y
la formación.
Para dar
cumplimiento al precepto constitucional, corre a cargo de la administración la
responsabilidad de crear, desarrollar y sostener sistemas y modalidades
mediante los cuales se pueda corresponder con efectividad a las expectativas de
las personas, los grupos sociales y etnicos y la sociedad en general en cuanto
a las posibilidades que para su progreso ofrecen la cultura, la ciencia y la
tecnología.
El imperativo de
alcanzar niveles de excelencia en la atención de esta necesidad humana ha
llevado al Constituyente a calificar a la educación como servicio público cuya
prestación es responsabilidad del Estado aunque puede desempeñarse con
eficiencia por personas y entidades privadas, bajo su inspección y vigilancia.
De allí que el derecho a la educación y la libertad de enseñanza en una
sociedad que a diario requiere mayor desarrollo en este campo impliquen la
convivencia de instituciones de derecho privado y de derecho público en el
sector educativo, siendo de cargo de los estamentos oficiales competentes la
responsabilidad de velar por la calidad del conjunto, desde luego sin que las
modalidades del control que debe cumplir restrinjan el ámbito de autonomía de
los centros académicos.
El beneficiario de
la garantía -la persona- debe aportar su voluntad y su capacidad intelectual,
ya que, de no mediar su concurso, el esfuerzo que deben desplegar el Estado y
la sociedad en orden a brindarle oportunidades para su realización resulta
frustrado.
La Constitución de
1886 garantizaba en su artículo 41 la libertad de enseñanza, concepto
éste que, según fue generalmente admitido, sin necesidad de una consagración
expresa, aludía tanto al derecho del educador como a las prerrogativas del
educando y, en ese sentido, se decía que tal libertad tenía un doble aspecto:
el primero consistente en la posibilidad de transmitir conocimientos, ideas y
criterios sin injerencias ni cortapisas y, desde luego, con independencia de
imposiciones oficiales distintas de las necesarias a la inspección y vigilancia
de los institutos docentes en orden a procurar el cumplimiento de los fines
sociales de la cultura y la mejor formación intelectual, moral y física de los educandos;
el segundo, referido al sujeto receptor de la enseñanza, es decir el
estudiante, cuya opción de acceso a las fuentes de instrucción y formación
reclamaba del Estado las seguridades de un efectivo ordenamiento que hiciera
propicio el vínculo con las entidades educativas y, a la vez, exigía de éstas
la obligación de brindar al alumno las necesarias facilidades para acceder al
conocimiento y profundizar en él.
La familia, junto
con el Estado y los particulares habilitados legalmente para educar, fue
siempre señalada como responsable y al mismo tiempo como beneficiaria de esas
garantías, pues al paso que descansaba sobre sus hombros la delicada tarea de
iniciar la preparación y formación del individuo y aún de mantenerla y
acrecentarla a lo largo del proceso educativo, los progenitores gozaban de
autonomía para seleccionar el mejor tipo de educación para sus hijos y el
establecimiento más adecuado para conseguirla.
A este respecto,
resultan del mayor interés los comentarios del profesor Francisco de Paula
Pérez en torno al papel del Estado y de las leyes en materia de enseñanza:
"El sistema de
monopolio del estado viola ese derecho esencialmente democrático. Debe
consagrarse, por lo mismo, la libertad de enseñanza privada, que otorga la
seguridad a los padres de familia para escoger el instituto en que quieran
educar a sus hijos. La intervención oficial debe restringirse a los puntos
esenciales, como ciertas condiciones para el ejercicio del profesorado y para
el adecuado funcionamiento de los centros docentes. Ampliarla equivale a un
atentado que solo es propio de los regímenes totalitarios.
De otro lado, las
leyes pueden disponer un mínimum de enseñanza obligatoria, procurando que todos
los ciudadanos tengan el conocimiento necesario de sus deberes civiles y de sus
derechos. Ese mínimum de enseñanza obligatoria, determinado por la ley, no
desconoce la libertad, sino que fija como regla inquebrantable la efectividad
de una de las funciones primordiales de los gobiernos, cuando se llenan dentro
de normas de justicia"2
.
En la Constitución
de 1991 las posibilidades de interpretación del artículo 27 se amplían en forma
considerable aunque en nada contradicen la elaboración doctrinal y
jurisprudencial que se había construído alrededor del precepto comentado.
La actual Carta
Política impone al Estado la obligación de garantizar las libertades de
enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra, pero sin dejar las
responsabilidades consiguientes en su cabeza exclusiva.
Al efecto, el inciso
3º del artículo 67 señala en forma perentoria:
"El Estado, la
sociedad y la familia son responsables de la educación, que será obligatoria
entre los cinco y los quince años de edad y que comprenderá como mínimo, un año
de preescolar y nueve de educación básica".
A lo anterior agrega
el 68: "Los particulares podrán fundar establecimientos educativos. La ley
establecerá las condiciones para su creación y gestión.
La comunidad
educativa participará en la dirección de las instituciones de educación.
La enseñanza estará
a cargo de personas de reconocida idoneidad ética y pedagógica. La ley
garantizará la profesionalización y dignificación de la actividad docente.
Los padres de
familia tendrán derecho de escoger el tipo de educación para sus hijos menores
(...)".
Las libertades de
aprendizaje y de investigación no pueden entenderse reconocidas en forma absoluta.
Ellas, como las demás amparadas constitucionalmente, son relativas, pues su
ejercicio se encuentra limitado por el orden y el sometimiento debido a la
Constitución, la ley y los reglamentos de la Institución de enseñanza.
A este respecto ha
dicho esta Corte y estima necesario reiterarlo en el presente proceso:
"...siendo la educación un derecho constitucional fundamental, el
incumplimiento de las condiciones para el ejercicio del derecho, como sería el
no responder el estudiante a sus obligaciones académicas y al comportamiento
exigido por los reglamentos, puede dar lugar a la sanción establecida en el
ordenamiento jurídico para el caso y por el tiempo razonable que allí se
prevea..."3
.
En el asunto ahora
sometido a revisión se encuentra establecido que los estudiantes, fundando su
acuerdo con los docentes en un motivo al margen del reglamento, dejaron de
cumplir con las obligaciones propias de su papel como alumnos de una entidad
educativa, alterando con ello el normal desarrollo de las actividades
académicas.
Es responsabilidad
de las directivas de todo centro docente velar por el normal funcionamiento de
la institución, y para el logro de este objetivo se hallan investidas de poder
disciplinario, el cual fue ejercido en el presente caso sin que con ello se
hubiere menoscabado la libertad de aprendizaje y de investigación, toda vez que
los sancionados podrían posteriormente cursar las materias que, por razón de
sus actos de indisciplina, fueron canceladas.
Ha de insistirse
sobre el tema en que el ejercicio mínimo de la libertad está condicionado al
cumplimiento de ciertas formas de organización que se hacen indispensables para
que toda comunidad opere.
Como se observa, en
el caso sometido al estudio de esta Corte, el alcance y el sentido de las
garantías en referencia fueron distorsionados en cuanto se pretendió que
estaban siendo violadas por el simple hecho de que el centro educativo
ejerciera, dentro de la órbita propia de la función a él confiada, las
atribuciones de preservar un orden mínimo en su interior y de aplicar los
correctivos y sanciones indispensables para evitar que se extendieran las
prácticas contrarias. Otra cosa es que, previamente al acto sancionatorio, se
hubieran omitido las necesarias garantías procesales.
Es claro para la
Corte que en todo establecimiento debe existir una autoridad y que, en cuanto
ésta se ejerza dentro de los límites impuestos por la Constitución, la ley y
sus reglamentos, la necesidad de acatar sus dictados por quienes de ella
dependen es previa al desarrollo mismo de la actividad propiamente académica
que le atañe. Así, la institución contra la cual se instauró la acción de
tutela que nos ocupa no podía permitir que, a sus espaldas, un acuerdo entre
alumnos y profesores desvertebrara el programa general de clases, so pretexto
de la libertad de cátedra.
Pero no es únicamente
la libertad de enseñanza y su correlativa, la de aprendizaje, la que ha sido
invocada por el peticionario en el asunto que se examina.
El ejercicio de la
libertad de cátedra no puede ser recortado en sus alcances restringiéndola a la
simple adopción de decisiones sobre aspectos puramente formales, tal como
sucede en el presente caso, cuando el peticionario la invoca como argumento
para pactar con sus compañeros y con el docente el cambio de las condiciones
normales de calendario y horario establecidas por la institución para
desarrollar el curso.
Semejante visión de
la libertad de cátedra la desfigura, ya que desconoce el sentido que el
Constituyente ha dado a tan preciosa garantía, de la cual hace parte además
del elemento instrumental o procedimental (evaluación, metodología, disciplina,
organización), entre otros, el aspecto material, relativo a la libre
transmisión, discusión y contradicción de ideas y conceptos. Ello implica la
facultad que tienen tanto el docente como el alumno para referirse a los temas
sometidos a estudio en completa independencia frente a imposiciones o
condicionamientos de ideología o de doctrina.
Ahora bien, la
libertad de cátedra, que tampoco es absoluta, requiere al mismo tiempo
responsabilidad en cuanto a los conceptos que se transmiten y se debaten, por
lo cual exige del docente constante fundamentación de sus afirmaciones y la
seria evaluación sobre oportunidad, pertinencia y contenido de los temas
tratados, atendiendo a los factores de lugar y circunstancias y al nivel
cultural y académico en el cual se halla el estudiante.
Ninguno de estos
aspectos de fondo, que estructuran y definen la mencionada libertad, resultó
afectado por las directivas del plantel demandado, al menos por lo que resulta
de los documentos que obran en el expediente.
5. Los efectos
de este fallo en el caso concreto
Las consideraciones
que anteceden llevarán a la Corte a revocar la sentencia examinada por cuanto
ella muestra equívocos en relación con los derechos afectados y dispone una
reiniciación de clases sin restablecer en efecto el debido proceso y
desautorizando, en cambio, el papel ordenador y disciplinario que dentro de la
institución educativa correspondía cumplir a sus directivas.
Entiende la Corte
que la revocatoria del fallo ahora revisado no podrá hacerse efectiva en su
integridad, debido a que cuando se notifique la presente sentencia, los
estudiantes ya habrán cursado las materias canceladas, en virtud de la decisión
del juez de tutela; sin embargo, se hace necesario el pronunciamiento de ésta
Corporación, no solo en cumplimiento de lo dispuesto por la Carta Política y el
Decreto 2591 de 1991, sobre la revisión eventual de los fallos relativos a
acciones de tutela, sino además con el objeto de precisar algunos conceptos en
desarrollo del magisterio moral y la pedagogía constitucional que están a cargo
de esta Corte.
Por otra parte, cabe
aquí aplicar lo dispuesto en el artículo 24 del Decreto 2591 de 1991 sobre las
necesarias prevenciones para que en el futuro no se repitan los acontecimientos
ni se vuelvan a dar las situaciones que aquí se han encontrado ajenas al recto
entendimiento de la preceptiva constitucional.
IV. DECISION
Por las razones
expuestas, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión, administrando
justicia, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero:
REVOCASE el fallo
proferido el día diecisiete (17) de marzo de mil novecientos noventa y dos
(1992), por el Juzgado Diecisiete de Instrucción Criminal de Armenia -Quindío-,
mediante el cual accedió a tutelar la libertad de aprendizaje que consideró
había sido conculcada al ciudadano JAIME ENRIQUE TARQUINO GALVIS por la
Escuela de Administración y Mercadotecnia del Quindío.
Segundo:
ORDENASE al Consejo Académico
y al rector de la Escuela de Administración y Mercadotecnia del Quindío,
rehacer el proceso disciplinario contra los estudiantes y los docentes
presuntamente responsables de actos contrarios a las obligaciones señaladas por
el reglamento estudiantil de la Institución.
Tercero:
PREVIENESE al
establecimiento educativo mencionado, a sus profesores y estudiantes, para que
en el futuro se abstenga el primero de aplicar sanciones disciplinarias por
fuera de las condiciones y requisitos establecidos en la Constitución, la ley y
sus propios reglamentos, y a los segundos para que se sujeten al ordenamiento
general y al particular de la Institución en el desarrollo de sus actividades
académicas.
Cuarto:
COMUNIQUESE la presente
providencia a la Secretaría de Educación del Departamento del Quindío y al
Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior -ICFES-, a fin de
que intervengan, dentro del ámbito de sus competencias, en el trámite ordenado.
El ICFES deberá
hacer circular esta sentencia para que la doctrina contenida en ella sea
conocida por los establecimientos educativos.
Quinto: LIBRENSE por Secretaría las comunicaciones de que
trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los fines allí
contemplados.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Corte Constitucional.
Sala Tercera de Revisión. Fallo Nº 492. Agosto 12 de 1992.
2 PEREZ, Francisco de Paula: Derecho
Constitucional Colombiano. Sexta edición. Pontificia Universidad
Javeriana. Santafé de Bogotá, D.C., 1992. Pág. 201.
3 Corte Constitucional. Sentencia
Nº T-02. Magistrado Ponente: doctor Alejandro Martínez Caballero. Mayo ocho
(8) de 1992. |
117 | T-494-92
Sentencia No
_Sentencia No.
T-494/92
DERECHO A LA
POSESION/DERECHOS FUNDAMENTALES
No
es infundado afirmar que en la actual coyuntura colombiana la posesión es un
derecho fundamental. Tiene conexión íntima con el derecho de propiedad, la cual
constituye en opinión de esta Corte uno de los criterios específicos para la
determinación de esa categoría jurídica abierta que es el derecho
constitucional fundamental. La ontología y especificidad de la relación
posesoria y sus consecuencias económicas y sociales son de tal relevancia en el
seno de la comunidad y para el logro de sus altos fines, que esta Corte
reconoce que la posesión tiene, igualmente, entidad autónoma de tales
características y relevancia que ella es hoy, por sí sola, con todas sus
consecuencias, un derecho constitucional fundamental de carácter económico y
social.
DEBIDO PROCESO-Vulneración/ACCION DE TUTELA
Constituye
violación del debido proceso, el hecho de que la peticionaria, por no ser
parte, no pudiera controvertir debidamente las decisiones tomadas en el juicio
sucesorio en contra de sus intereses o derechos. En otras palabras, no podía
ser oída ni vencida en juicio para defender su posesión u otras pretensiones.
No podía disponer de mecanismos para proteger sus derechos fundamentales, o
sea, ejercer en debida forma el derecho a la defensa, pilar fundamental del
debido proceso. Esto hace procedente la acción de tutela ante la amenaza que
experimenta la posesión de la peticionaria. El derecho fundamental a la
posesión se encuentra amenazado por la acción de los juzgados de Cali, que
desconocen el debido proceso, razón por la cual debe concederse la acción
impetrada, cuya celeridad es mayor que la de otros instrumentos alternativos de
protección.
SOCIEDAD DE HECHO-Aportes/TRABAJO DOMESTICO-Valor/DERECHO
A LA IGUALDAD
El sentenciador
parece creer que los únicos aportes a una sociedad de hecho deben ser dinero o
bienes relevantes en el mercado, con lo cual descarta de plano el denominado
aporte de industria. Seguramente por eso se abstuvo de considerar por un
momento siquiera si el trabajo doméstico de la concubina tuvo o no
significación económica suficiente para reconocerle, con todas sus
consecuencias, la calidad de socio. El desconocimiento del trabajo doméstico
de la peticionaria involucrado en la amenaza de despojo, sin debido proceso,
del inmueble en que ella habita hoy adquirido y mejorado progresivamente,
durante la unión de hecho y como fruto del esfuerzo conjunto de los concubinos,
viola abiertamente los derechos constitucionales de igualdad, debido proceso y
no discriminación en contra de la mujer.
DOCTRINA
CONSTITUCIONAL-Carácter
obligatorio
En todos aquellos
casos similares al presente por sus hechos o circunstancias, siempre que exista
realmente trabajo doméstico en las relaciones entre hombre y mujer, la doctrina
constitucional enunciada en esta sentencia tendrá CARACTER OBLIGATORIO para
las autoridades.
Ref:
EXPEDIENTE 1909
PETICIONARIO:
ESTHER VARELA
PROCEDENCIA:
SALA DE CASACION CIVIL-CORTE SUPREMA
DE JUSTICIA
MAGISTRADO
PONENTE:
CIRO
ANGARITA BARON
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
acción de tutela promovido por la señora ESTHER VARELA contra providencias del
juzgado 17 Civil Municipal y 9 Civil del Circuito, de la ciudad de Cali.
El negocio llegó a
conocimiento de esta Corte por la vía ordinaria de la remisión que hizo la
Corte Suprema para su eventual revisión, en virtud de lo dispuesto por el
artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual lo recibió formalmente
el día 6 de Mayo del presente año y entra ahora a dictar sentencia de
revisión, de conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991.
A. La acción.
El día 10 de Febrero
de 1992, la señora Esther Varela impetró acción de tutela ante el Tribunal
Superior de Cali, por medio de apoderado.
1. Hechos.
a) La señora Varela
convivió con el señor Hernando Guerrero Trujillo, aproximadamente 24 años,
durante los cuales hicieron vida marital.
b) Desde 1970 la
peticionaria viene poseyendo la casa en que vive, ubicada en la carrera 17A No.
16-54 del barrio Belalcázar de Cali, adquirida por su compañero con quien pasó
a habitarla. Esta posesión sobre el 50% del inmueble ha sido ejercida
ininterrumpidamente en los últimos 21 años.
c) El señor Guerrero
Trujillo falleció el 30 de Marzo de 1989. El respectivo proceso de sucesión se
inició en el Juzgado Noveno Civil del Circuito de Cali, el cual dispuso la
adjudicación de sus bienes a la heredera única, Mélida Guerrero Trujillo,
hermana del causante.
d) Paralelamente al
anterior juicio, la señora Varela inició un proceso ordinario de mayor cuantía
para que se reconozca que existió una sociedad de hecho entre concubinos, la
cual se disolvió con la muerte de su compañero.
e) El Juzgado Noveno
Civil del Circuito de Cali, ordenó la entrega de los bienes adjudicados a la
heredera única, comisionando para tal efecto al Juez 17 Civil Municipal de Cali
mediante despacho comisorio 190 de Octubre 10 de 1991.
f) El apoderado de
la señora Varela presentó escrito en el cual se opone a la diligencia de
entrega, argumentando el ejercicio de la posesión de su poderdante, hecho éste
que la legitima en dicha actuación.
i) El artículo 5 del
Decreto 2282 de 1989, vigente desde el primero de Junio de 1990, dispuso que
los procesos sucesorios de mayor cuantía serán de plena competencia de los
jueces de familia. No obstante, el Juez Noveno Civil del Circuito sólo ordenó
dicho traslado el 28 de enero de 1992, vale decir, 19 meses después de que
entrara en vigencia el decreto aludido. Con todo la orden impartida en el
despacho comisorio continua bajo el conocimiento del Juzgado 17 Civil
Municipal.
2. Solicitud.
Mediante acción de
tutela interpuesta el 10 de Febrero de 1992, el apoderado presentó la siguiente
solicitud:
a) Que se ordene al
Juez 17 Civil Municipal de Cali suspender provisionalmente la comisión de
entrega de los bienes adjudicados en la sucesión de Hernando Guerrero Trujillo,
impartida por el Juzgado Noveno Civil del Circuito de citada ciudad y que dicho
despacho comisorio sea remitido conjuntamente con el cuaderno principal de la
sucesión intestada al Juez Civil de Familia (reparto).
b) Adoptar las demás
medidas que se consideren procedentes.
3.Pruebas.
El expediente llegó
a la Corte Constitucional con las siguientes pruebas:
a) Sentencia del
Juzgado Noveno Civil del Circuito de Cali, que aprueba en todas sus partes el
trabajo de adjudicación de los bienes dejados por el causante Hernando Guerrero
Trujillo.
b) Memorial del
apoderado de la señora Varela, dirigido al Tribunal Superior de Cali, referente
a un auto del 12 de Febrero del presente año, que ordena continuar la
diligencia de entrega el día 25 de febrero.
c) Copia del auto
expedido el 28 de enero de 1992, mediante el cual el Juzgado Noveno ordena
remitir el expediente al Juez de familia correspondiente, en virtud de las
nuevas normas procesales.
Además, el
Magistrado ponente solicitó las pruebas correspondientes al proceso de
reconocimiento de la sociedad de hecho que se adelanta actualmente en casación
ante la Sala Civil de la Corte Suprema. Ellas son:
d) Cuaderno de
pruebas testimoniales solicitadas por los apoderados judiciales de ambas
partes, dentro del mencionado proceso.
e) Sentencia de
primera instancia, proferida por el Juzgado Sexto Civil del Circuito de Cali,
quien niega las súplicas de la demanda por no haberse acreditado plenamente los
elementos necesarios que conforman la sociedad de hecho alegada.
f) Sentencia de
segunda instancia, emanada de la Sala Civil del Tribunal Superior de Cali,
mediante la cual se confirma la sentencia de primera instancia.
C. Sentencia
del Tribunal.
En decisión del 19
de Febrero de 1992 el Tribunal Superior de Cali negó la acción de tutela por
las siguientes razones:
1. La posesión no es
un derecho fundamental consagrado en el Título II, Capítulo I de la
Constitución Nacional, razón más que suficiente para declarar improcedente la
acción invocada.
2. Tampoco es viable
la tutela porque existen otros recursos o mecanismos de defensa judicial. Al
respecto el Tribunal dijo:
"Además,
según se dijo, tampoco es viable dicha acción cuando quien reclama el derecho
dispone de otros medios de defensa, y en el mismo escrito se dice que la señora
Varela reclama ese derecho ante la jurisdicción Civil en proceso Ordinario que
actualmente se halla en la H. Corte para que se surta el recurso de Casación.
Debe en consecuencia la actora, atenerse a la decisión que finalmente adopte
esa Corporación, precisamente la competente para dirimir el litigio ". (
Fl. 29 ).
3. El argumento
sobre la violación de las normas de competencia, no es procedente ya que es
evidente que ella no constituye derecho constitucional fundamental.
Además, el Tribunal
se declara incompetente para conocer de providencias proferidas por los jueces
municipales, ya que según la interpretación que le dan al artículo 40 del
decreto 2591 de 1991, sólo pueden conocer de tutelas contra sentencias o autos
que pongan fin a procesos emitidos por los jueces superiores, de quienes es su
superior jerárquico.
C. Impugnación de la sentencia.
En escrito de fecha
24 de febrero de 1992 ( Fls. 52-66 ) el apoderado de la peticionaria impugnó el
fallo referido por las siguientes razones:
1. Se presenta una
violación al debido proceso, porque solamente dentro del proceso ordinario que
se adelanta ante la Corte Suprema, se le puede despojar de la posesión material
a la tutelista. Aquí si es parte del proceso, por lo que puede ser oída y
vencida en juicio.
El proceso sucesorio
es ajeno a la peticionaria, por lo que es inadmisible que se tomen medidas,
como la adoptada por el Juez Noveno Civil del Circuito, que la afecta
directamente. Además, dicha diligencia de entrega material de los bienes no es
de la naturaleza del anterior proceso, ya que en éste las entregas son
simbólicas.
2. Igualmente, se
viola el debido proceso por falta de competencia del Juzgado Noveno del
Circuito y del 17 Municipal, civiles ambos, originada en la reforma del Código
de Procedimiento Civil, vigente desde el primero de Junio de 1990. Por virtud
de ello se determinó un cambio de competencia para los juicios de sucesiones de
mayor cuantía, entre otros, los cuales en adelante serán de conocimiento de los
jueces de familia.
D. Sentencia
de la Corte Suprema de Justicia.
En sentencia del 17
de Marzo de 1992, la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema, confirmó la
sentencia del Tribunal por las siguientes razones :
1. La acción
pretende tutelar el derecho a la posesión, el cual "es obvio que no se da
el calificativo de fundamental en la carta magna, y por ende, no tiene previsto
en ella protección tutelar". ( Fl. 80 ).
2. "En
el caso de la protección tutelar aquí invocada, ella está orientada a que se
ordene suspender la diligencia de entrega dispuesta como medida consecuencial
de la sentencia firme que fue dictada en el proceso sucesorio de Hernando
Guerrero Trujillo, con lo cual se evidencia fácilmente que esa orden no puede
ser impartida como fruto de la presente acción de tutela, porque ello
implicaría discutir el fallo mismo, atributo que no está al alcance de este
mecanismo de defensa excepcional". ( Fl. 78 ).
3. Existe otro medio
de defensa judicial, como la oposición a dicha entrega que consagra el Código
de Procedimiento Civil, el cual habrá de aceptar o no el Juez de conocimiento.
De igual manera, la peticionaria "adelanto proceso de pertenencia que
todavía no ha culminado, medio de defensa a través del cual podría
eventualmente encontrar protección a sus derechos". ( Fl. 82 ).
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La Corte
Constitucional es competente para efectuar esta revisión según lo previsto en
los artículos 86 y 241, numeral 9 de la Constitución Política y 31 . 32 . 33 .
del decreto 2591 de 1991.
Además, es de
observar que la providencia fue proferida oportunamente de acuerdo con lo
dispuesto por el artículo 86 de la Constitución en su inciso 4o., el cual no
admite excepciones, como ha tenido a bien señalarlo esta Corte.
Los aspectos
fácticos y jurídicos involucrados en el caso sublite exigen determinar sí la
posesión es o no un derecho fundamental (1) si ha habido observancia del debido
proceso (2) si existe otro medio eficaz de defensa judicial (3) y si posee
relevancia jurídica el trabajo doméstico femenino (4), temas todos estos que
constituyen las premisas necesarias del fallo de esta Corporación.
1. La
posesión, un derecho fundamental.
Obran pruebas en el
expediente según las cuales durante la convivencia de la peticionaria con su
difunto compañero adquirieron una casa ubicada en la carrera 17A No. 16-54 del
barrio Balalcázar de Cali, a la cual le hicieron algunas mejoras y arrendaron
habitaciones a inquilinos que pagaban los cánones de rigor. De otra parte, la
peticionaria habita en la actualidad en el inmueble y a través de sus
apoderados ha manifestado sus pretensiones de propietaria del 50% del mismo,
condición ésta que no ha sido debidamente desvirtuada hasta el momento.
En estas
circunstancias, la peticionaria es, cuando menos, titular activa de una
relación posesoria cuya naturaleza esencial conviene dilucidar, a efectos de
determinar si ella amerita o no la protección específica que la Carta de 1991
otorga a los derechos constitucionales fundamentales.
El tratamiento de
este tema nos llevará a ocuparnos del concepto, naturaleza, efectos, protección,
utilidad social y económica de la posesión, en la medida estrictamente
necesaria para resolver el caso del presente fallo.
En la doctrina
nacional más autorizada la posesión es concebida como la subordinación de
hecho exclusiva total o parcial de los bienes al hombre1 .
Para nuestra Corte
suprema en el pronunciamiento más trascendental y riguroso que haya hecho sobre
esta materia, la posesión es
poder físico
directo sobre las cosas, en virtud del cual se ejecutan sobre ellas actos
materiales de goce y transformación , sea que se tenga el derecho o que no se
tenga; por ella obtenemos de los bienes patrimoniales el beneficio señalado por
la naturaleza o por el hombre; ella misma realiza en el tiempo los
trascendentales efectos que se le atribuyen, de crear y sanear el derecho,
brindar la prueba óptima de la propiedad y llevar a los asociados orden y
bonanza; y es ella, no las inscripciones en los libros del Registro, la que
realiza la función social de la propiedad sobre la tierra, asiento de la
especie y cumbre de las aspiraciones de las masas humanas2 .
Su naturaleza ha
sido objeto de los más amplios debates entre los maestros clásicos,
particularmente los estudiosos del derecho romano. Son célebres al respecto las
bien conocidas teorías de Saving y Von Ihering, las cuales han merecido siempre
la más amplia atención por parte de nuestros juristas. Así, por ejemplo, en su
momento el profesor José J. Gómez observó con toda razón
Viene discutiéndose
todavía acerca de si la posesión es un hecho o un derecho. Más que otra cosa
el debate es teórico porque si la ley ampara eficazmente la posesión no tiene
importancia que lo haga porque sea un hecho o un derecho. (Subrayado fuera
de texto). Lo importante es que la proteja. Ciertamente las teorías ideadas
para explicar la protección posesoria, casi puede decirse que prescinden de
ubicar la posesión en uno u otro concepto. Para Savigny, fundador de la escuela
subjetivista, es un hecho; para Von Ihering, es un derecho. Pero al parecer la
controversia ha perdido intensidad e interés y hoy apenas sí se alude a ella3 .
Luego de una amplia
incursión en el campo del derecho comparado, el profesor Valencia Zea concluye
que prevalece la doctrina que considera la relación posesoria como un derecho
real provisional por cuanto
En el derecho
moderno es derecho subjetivo todo poder de voluntad que ejerza sobre cosas o en
relación con otras personas; poderes de voluntad protegidos por el orden
jurídico con pretensiones o acciones, a fin de hacerlos valer frente a los
demás.
Los derechos
sobre cosas que pueden hacerse valer con acciones reales, son los derechos
reales. La posesión es un poder de hecho que se ejerce sobre cosas y que se
encuentra protegida con verdaderas acciones reales (las acciones posesorias).
Desde tal punto de vista, es un hecho cierto que la posesión es un derecho
real.
Pero existe una
gran diferencia entre la propiedad y la posesión. La primera constituye un poder
jurídico definitivo; la posesión, un poder de hecho provisional; provisional
en el sentido de que puede caer frente a la acción que se deriva de la
propiedad. De ahí que la doctrina actual predique (en forma bastante unánime)
que la posesión es un derecho real provisional4 .
El más vasto de los
efectos de la posesión es el consagrado en el artículo 762 del Código Civil
cuando dispone que el poseedor se reputa dueño mientras otra persona no
justifique serlo. Esta presunción comprende todo tipo de posesión, sin
excepción alguna.
Entre las razones
clásicas para justificar la protección de la posesión, la más importante que se
aduce, es que ella es una exteriorización de la propiedad, una de sus formas
más eficaces de prueba y una posición de avanzada de tal derecho, con
implicaciones sociales y económicas por su impacto en la creación de riqueza.
Es por eso que con
sobrada razón observaba Ihering desde el siglo pasado que
A menudo la
suerte de la propiedad es casi enteramente decidida en la litis sobre la
posesión, como con la posesión del título está decidida la suerte del valor al
portador. Quien pierde o gana la posesión, pierde o gana en la práctica, en la
mayoría de los casos, la propiedad, o sea, lo que la propiedad está llamada a
procurarles; la seguridad del goce de las cosas, tanto para el propietario como
para el no propietario.5
Ciertamente en un
país con los problemas estructurales de pobreza y subdesarrollo, como Colombia,
la justicia a nivel de utilización racional de sus recursos económicos y la
función social de los mismos hacen imperativo su ingreso o incorporación
efectiva a la economía nacional. Por su naturaleza y alcance, una de las vías
más eficaces para lograrlo es, precisamente, el estímulo y protección a formas
concretas de posesión material económica, como instrumento privilegiado de
acceso a la propiedad.
De consiguiente, la
posesión resulta ser un poder de hecho jurídicamente relevante que por su
naturaleza puede ser instrumento efectivo para la adquisición de la propiedad y
como tal guarda con este último derecho una conexidad de efectos sociales muy
saludables que no pueden ignorarse, especialmente en el ámbito del Estado
social de derecho, cuyas consecuencias y características esta Corte ha tenido
ya ocasión de señalar en algunos de sus recientes pronunciamientos.
Por todo lo
anterior, no es infundado afirmar que en la actual coyuntura colombiana la
posesión es un derecho fundamental. En efecto, tiene, como ya se señaló,
conexión intima con el derecho de propiedad, la cual constituye en opinión de
esta Corte uno de los criterios específicos para la determinación de esa
categoría jurídica abierta que es el derecho constitucional fundamental.6
Además, la ontología
y especificidad de la relación posesoria y sus consecuencias económicas y
sociales son de tal relevancia en el seno de la comunidad y para el logro de
sus altos fines, que esta Corte reconoce que la posesión tiene, igualmente,
entidad autónoma de tales características y relevancia que ella es hoy, por sí
sola, con todas sus consecuencias, un derecho constitucional fundamental de
carácter económico y social.
Puesto que en el
presente caso la posesión de la peticionaria está amenazada de despojo sin que,
como veremos seguidamente, se haya surtido el debido proceso y los medios de
defensa judicial no le brindan la protección inmediata que la naturaleza de su
derecho exige, esta Corporación considera que las circunstancias ameritan la
concesión de la tutela y así lo decretará.
2. El debido
proceso.
En diversas
sentencias7 , la Corte Constitucional ha
expuesto algunas consideraciones sobre la importancia del debido proceso en un
Estado Social de Derecho. En ellas se destaca que las competencias de las
distintas jurisdicciones deben estar absolutamente regladas, sin perjuicio de
acudir a los principios de interpretación en materia procesal cuando sea
necesario, para garantizarle a los ciudadanos que las funciones de los jueces
se ejecuten en la forma como el ordenamiento jurídico lo ha dispuesto.
Se busca también
proteger a las personas en su dignidad humana, su personalidad y su propio
desarrollo, contra posibles arbitrariedades o abusos en que pueden incurrir las
autoridades, con la consabida excusa del ejercicio del poder.
Ahora bien, estima
la Sala que en el presente caso se ha violado el debido proceso en dos sentidos
- formal y sustancial - en virtud de un desacato de las reglas de competencia
que la ley le otorga a los jueces.
En primer lugar, se
desconoce el debido proceso por el Juzgado Noveno Civil del Circuito cuando se
continua tramitando el proceso de sucesión de la referencia, después de la
reforma del Código de Procedimiento Civil que dispuso que dichos procesos, y
otros, serian en adelante de conocimiento de la nueva jurisdicción de familia.
Esta rebeldía a acatar las reglas de competencia duró unos 19 meses, dentro de
los cuales se profirió el despacho comisorio 190 de Octubre 10 de 1991
ordenándole al Juzgado 17 Civil Municipal que practicara la mencionada
diligencia.
Pero además
constituye violación del debido proceso, el hecho de que Esther Varela, por no
ser parte, no pudiera controvertir debidamente las decisiones tomadas en el
juicio sucesorio en contra de sus intereses o derechos. En otras palabras, no
podía ser oída ni vencida en juicio para defender su posesión u otras
pretensiones.
Todo lo anterior nos
lleva a concluir que la peticionaria no podía disponer de mecanismos para
proteger sus derechos fundamentales, o sea, ejercer en debida forma el derecho
a la defensa, pilar fundamental del debido proceso. Esto hace procedente la
acción de tutela ante la amenaza que experimenta la posesión de la
peticionaria.
3. El otro
medio de defensa judicial.
Como es bien sabido,
el inciso tercero del artículo 86 de la Carta dispone expresamente que la
tutela sólo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa
judicial.
En desarrollo de
esta norma, el artículo 6 del Decreto 2591 de 1991 dispone como principio
general que la existencia del medio de defensa ha de considerarse en cada caso
concreto.
Igualmente esta Sala
de revisión ha señalado que
"En virtud
de lo dispuesto por la carta del 91, no hay duda que 'el otro medio de defensa
judicial' a disposición de la persona que reclama ante los jueces la protección
de sus derechos fundamentales ha de tener una efectividad igual o superior a la
de la acción de tutela para lograr efectiva y concretamente que la protección
sea inmediata. No basta, pues, con la existencia en abstracto de otro medio de
defensa judicial si su eficacia es inferior a la de la acción de tutela." 8
En virtud de lo
anterior, son infundadas las conclusiones a que llegan los falladores de
primera y segunda instancia para negar la tutela, arguyendo, entre otras
razones la existencia en el ordenamiento legal de otros mecanismos de defensa
judicial, como las acciones posesorias y los procesos de reconocimiento de
sociedades de hecho.
En relación con el
proceso posesorio, una simple comparación de sus términos con los de la tutela,
nos lleva a concluir que ésta es un mecanismo más eficaz. En efecto, es bien
sabido que los términos judiciales son exclusivamente perentorios para las
partes y no para el juez, lo que en la practica se traduce en la existencia de
trámites y dilaciones, muchas de ellas imprevistas que hacen que dichos
procesos duren meses y meses para culminar en una decisión definitiva. Los
derechos fundamentales, núcleo y manifestación a la vez de la dignidad humana,
no pueden someterse a este tratamiento.
De otra parte, esta
Sala no puede aceptar el argumento de que hay que esperar la sentencia de Casación
para dirimir el conflicto. El derecho fundamental a la posesión se encuentra
amenazado por la acción de los juzgados de Cali, que desconocen el debido
proceso, razón por la cual debe concederse la acción impetrada, cuya celeridad
es mayor que la de otros instrumentos alternativos de protección.
4. El trabajo
doméstico "femenino" y la desigualdad.
Entre los hechos
mencionados y probados en el expediente aparecen las diversas actividades que
la peticionaria realizó desde el momento mismo en que inició sus relaciones
permanentes con su difunto compañero, Hernando Guerrero Trujillo, las cuales se
prolongaron por espacio de 24 años.
Ellas fueron, entre
otras, las labores domésticas propias del hogar, la colaboración en actividades
comerciales en las cuales se utilizaron dos vehículos adquiridos durante la
unión de hecho, así como también en la explotación conjunta de una casa
mediante arrendamiento de piezas a inquilinos, inmueble este que es
actualmente objeto de pleito con la adjudicataria única del difunto, señora
Mélida Guerrero Trujillo.
Consta así mismo que
la peticionaria cuidó permanentemente de la salud de su compañero y que
arregló, lavó y planchó ropa fuera del hogar para contribuir a su
sostenimiento.
En virtud de todo lo
anterior, la peticionaria considera que hubo una sociedad de hecho y ésta Corte
advierte que dicho aspecto no será dilucidado por su específica naturaleza y
alcance en el presente fallo.
Comoquiera que, en
el expediente de tutela se alude a un juicio que se adelanta actualmente ante
la Corte Suprema de Justicia para definir la existencia de la sociedad de
hecho, el Magistrado Ponente estimó necesario solicitar a esa Corporación
formalmente el envío de una copia certificada del expediente, en aras de
allegar elementos de juicio que le permitieran resolver la acción de tutela
impetrada.
Es así como en tal
expediente aparece que el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali
-Sala Civil de Decisión- negó la existencia de la sociedad de hecho,
aduciendo, entre otras razones, que:
A juicio de la
Sala, no se reunieron los presupuestos específicos del contrato de sociedad,
pues no se estableció que la señora ESTHER VARELA hubiera efectuado algún
aporte para la constitución de la sociedad que pretende se reconozca. En
efecto, ninguno de los declarantes indica cual fue el aporte de la demandante,
todos se limitan a indicar que ésta colaboraba en las labores domésticas y que
realizaba algunos oficios como lavar ropas y cuidar niños que le reportaban
algún beneficio económico, pero no indican en que consistió el aporte a la
sociedad, si fue en dinero y en qué cuantía, o en especie y qué bienes aportó.
(Subrayado fuera de texto). (Folio 10. Anexo 1).
Como se desprende de
lo anterior, el sentenciador parece creer que los únicos aportes a una sociedad
de hecho deben ser dinero o bienes relevantes en el mercado, con lo cual
descarta de plano el denominado aporte de industria. Seguramente por eso se
abstuvo de considerar por un momento siquiera si el trabajo doméstico de la
concubina tuvo o no significación económica suficiente para reconocerle, con
todas sus consecuencias, la calidad de socio.
Al proceder así el
Tribunal comulga con quienes estiman que el trabajo doméstico es
"invisible" y como tal , carece de todo significado en la economía
del mercado.
Esta Corte no puede
menos que manifestar su total desacuerdo con dicha visión por cuanto ella
estimula y profundiza la desigualdad y la injusticia en las relaciones
sociales, hace inequitativo el desarrollo económico y vulnera derechos
fundamentales de la persona humana.
Es por eso
precisamente que, entidades oficiales tales como el DANE, se hallan hoy
empeñadas en la tarea de corregir los índices tradicionales de progreso social
y contabilizar dentro del PIB el valor producido por el trabajo doméstico y
medir las jornadas reales de trabajo de las personas
para ayudar a
orientar el proceso de desarrollo hacia el bienestar colectivo, cerrando de
alguna manera la brecha entre lo económico y lo social 9 .
A nivel
internacional, estudiosos serios del aporte de la mujer al desarrollo señalan
con toda razón que
Las obligaciones
tradicionales de la mujer con respecto a la familia y su trabajo no remunerado
en el hogar con frecuencia no se reconocen, pese a tratarse de actividades
económicas que contribuyen al ingreso del hogar y por ende al ingreso nacional.
Estas actividades
que no llevan rótulo de precio en efectivo, no son consideradas una variante
importante para el desarrollo y no se tienen en cuenta en el momento de la
planificación económica10 .
Lo anterior lleva a
esta Sala a indagar la razón o razones determinantes de la ostensible
vulneración del principio de igualdad real consagrado en el artículo 13 de la
Carta del 91.
Los fundamentos
culturales, ideológicos y estructurales y la lógica de la subordinación sexual
que refuerza y prolonga en Colombia tal discriminación han sido estudiados
recientemente en un iluminante trabajo académico, elaborado por las profesoras
Elssy Bonilla Castro y Penélope Rodríguez S. quienes destacan como
Los atributos
sexuales objetivos fundamentan "biológicamente" la división social
del trabajo, que asigna "culturalmente" de manera subjetiva,
espacios y responsabilidades que son mutuamente excluyentes para hombres y
mujeres. Este primer referente al orden social, opera como si fuera un orden
natural incuestionable que se mantiene mediante una jerarquía básica del poder,
centrada en la autoridad masculina. Como producto cultural, la división social
del trabajo se transforma en el tiempo, pero el uso subjetivo de los atributos
biológicos se mantiene paradójicamente en la base, como constante. Este
mecanismo reproduce acríticamente el contenido de las diferencias por el sexo,
para sostener una relación formal de subordinación, la cual tiene repercusiones
negativas para las mujeres y para la sociedad en su conjunto.
. . . La división
social del trabajo está relacionada también con una separación entre el trabajo
remunerado, identificado como productivo -aunque una porción importante de las
actividades de las mujeres que se orientan hacia el mercado no son remuneradas-
y el trabajo doméstico, definido como improductivo al igual que las mujeres que
lo realizan, quienes quedan asimiladas con los incapacitados y los inválidos, a
pesar de que el bienestar de éstos depende de las actividades de aquellas. En
este sentido, la subordinación de la mujer es una realidad que permea la esfera
económica y las relaciones que son externas al hogar y también la esfera
doméstica y sus tareas fundamentales en la reproducción biológica, y la
reproducción social. El trabajo doméstico es esencial para la economía, aunque
está ligado indirectamente al proceso de desarrollo y a la acumulación de
capital. El rol y la ubicación de la mujer en el proceso de desarrollo está
condicionado en gran medida por su papel primario en la esfera reproductiva
(Benería y Sen, 1982). Este condicionamiento implica que una parte
significativa, cuando no todos los trabajos de la mujer, permanecen invisibles.
El trabajo productivo no es fácilmente detectado por la sociedad cuando es
adelantado por una trabajadora que realiza también labores domésticas11 .
De otra parte, los
constituyentes de 1991 fueron conscientes no solo de la discriminación salarial
de que es hoy víctima la mujer colombiana sino también que muchas de ellas no
reciben ningún pago por su trabajo. Es por ello que pidieron que se elevara a
canon constitucional la eliminación de todas las formas de discriminación en
contra de la mujer y se garantizaran plenamente sus derechos12 .
Todos los anteriores
elementos permiten afirmar a esta Corte que el desconocimiento del trabajo
doméstico de la peticionaria involucrado en la amenaza de despojo, sin debido
proceso, del inmueble en que ella habita hoy adquirido y mejorado
progresivamente, durante la unión de hecho y como fruto del esfuerzo conjunto
de los concubinos, viola abiertamente los derechos constitucionales de
igualdad, debido proceso y no discriminación en contra de la mujer,
consagrados, respectivamente, en los artículos 13, 29 y 43 de la Carta
vigente. Por lo cual esta Corte protegerá tales derechos de la peticionaria en
la forma que se indicará en la parte resolutiva del presente fallo.
III. CONCLUSION
Puesto que la
peticionaria ha venido poseyendo el inmueble que actualmente habita, no puede
ser despojada de él sin el debido proceso.
De otra parte, dicho
inmueble fue adquirido durante la unión de hecho como fruto del esfuerzo de
ambos compañeros al cual ella aportó, cuando menos, su trabajo doméstico,
derecho protegido por la ley fundamental (art. 25 C.N. ).
Puesto que los
derechos vulnerados demandan una protección inmediata que otros medios de
defensa no le brindan a la peticionaria en el caso concreto, esta Corte
revocará la sentencia de la Corte Suprema - Sala de Casación Civil- y otorgará
la tutela impetrada.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
PRIMERO.- REVOCAR la providencia de la Sala
de Casación Civil de la Corte Suprema del 17 de Marzo de 1992 , por las razones
expuestas en la presente sentencia.
SEGUNDO.- Como mecanismo enderezado a la protección
inmediata de los derechos fundamentales conculcados, ORDENAR al Juez
17 Civil Municipal de Cali que se abstenga de practicar la diligencia de
entrega para la cual fue comisionado por el Juzgado Noveno Civil del Circuito,
hasta cuando reciba la correspondiente instrucción del Juez de Familia
competente, el cual deberá, en todo caso, respetar el derecho al debido
proceso.
TERCERO.- En cualquier futura entrega del inmueble
que realice la autoridad competente, deberá respetar la posesión y los frutos
del trabajo de la peticionaria.
CUARTO.- En todos aquellos casos similares al
presente por sus hechos o circunstancias, siempre que exista realmente trabajo
doméstico en las relaciones entre hombre y mujer, la doctrina constitucional
enunciada en esta sentencia tendrá CARACTER OBLIGATORIO para las
autoridades, en los términos del artículo 23 del Decreto 2591 de 1991.
QUINTO.- ORDENAR
que por Secretaría se
comunique esta providencia a la Corte Suprema de Justicia - Sala de Casación
Civil- , al Juzgado 9 Civil del Circuito y al 17 Civil Municipal de la
Ciudad de Cali, en la forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
Cópiese, Comuníquese, Cúmplase e Insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
- Salvamento de Voto-
Sentencia aprobada
por la Sala Primera de Revisión, en Santafé de Bogotá a los doce (12) días del
mes de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992)
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-494
CORTE
CONSTITUCIONAL-Revisión de
Tutela/JUEZ DE TUTELA-Límites (Salvamento de voto)
El juez de tutela
-y, por tanto, la Corte Constitucional al revisar- no está llamado a efectuar
él mismo un acto, ni a proferir una providencia en materia distinta de la
propiamente constitucional. No puede aceptarse que la Corte Constitucional, al
revisar una sentencia de tutela, decida ordenar que un Juez Civil Municipal se
abstenga de practicar la diligencia de entrega de un bien "hasta cuando
reciba la correspondiente instrucción del Juez de Familia competente", lo
que en realidad representa la suspensión de la práctica de un acto procesal
ordenado por un juez a otro, dentro de un juicio civil que tiene en el
ordenamiento jurídico vigente sus propias reglas. Implica una intromisión en el
ámbito propio de la jurisdicción ordinaria, que no es la de esta Corte, y
peligroso antecedente al que podrían acogerse en el futuro litigantes
interesados en hacer inter-minables los procesos judiciales o en bloquear las
actuaciones de los jueces. Si el problema es la competencia del juez que
profirió la decisión cuestionada, el punto debe resolverse de acuerdo con el
sistema ordinario y puede dar lugar, además, a consecuencias jurídicas dentro
del proceso o fuera de él, ninguna de las cuales corresponde definir a esta
Corporación. Existe un medio de defensa judicial consistente en la oposición a
la entrega, siendo claro que el efecto práctico de ésta última, en caso de
prosperar, sería el mismo que se obtiene mediante la suspensión ordenada en la
fecha por la Corte Constitucional.
Ref.: Expediente
1909
Magistrado Ponente:
CIRO ANGARITA BARON
Santafé de
Bogotá,D.C., doce (12) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992)
El suscrito
Magistrado, en el proceso de la referencia, debe manifestar su discrepancia en
relación con el contenido fundamental y la decisión adoptada mediante la
sentencia acogida por la mayoría, teniendo en consideración los siguientes
motivos:
1. En el Estado de
Derecho no puede funcionario, tribunal ni jurisdicción alguna ejercer funciones
distintas de las que le han sido confiadas por el ordenamiento jurídico, lo
cual tiene sustento positivo, entre otros, en los artículos 6o., 122 y 123 de
la Constitución Política.
2. Por cuanto
concierne a las acciones de tutela, a la Corte Constitucional se le ha
encomendado (artículos 86 y 241, numeral 9 de la Constitución), la tarea de
revisar eventualmente los fallos proferidos por los jueces sobre el particular.
Esa función, que
debe cumplirse en los términos hoy previstos por el Decreto 2591 de 1991, no
contempla la posibilidad de resoluciones por medio de las cuales esta
Corporación adopte medidas o decisiones que están reservadas por la legislación
vigente a otras jurisdicciones.
3. La propia norma
constitucional, al referirse a la protección objeto de la acción, alude a
"una orden para aquél respecto de quien se solicita la tutela, actúe o se
abstenga de hacerlo".
Es decir, el juez de
tutela -y, por tanto, la Corte Constitucional al revisar- no está llamado a
efectuar él mismo un acto, ni a proferir una providencia en materia distinta de
la propiamente constitucional. Por ese motivo, el artículo 36 del Decreto 2591
de 1991, titulado "Efectos de la revisión", señala expresamente que
las sentencias de la Corte Constitucional mediante las cuales se revise una
decisión de tutela "sólo surtirán efectos en el caso concreto y deberán
ser comunicadas inmediatamente al juez o tribunal competente de primera instancia,
el cual notificará la sentencia de la Corte a las partes y adoptará las
decisiones necesarias para adecuar su fallo a lo dispuesto por ésta".
4. Siendo ello así,
mal podría aceptarse que la Corte Constitucional, como se ha hecho en este
caso, al revisar una sentencia de tutela, decida ordenar que un Juez Civil
Municipal se abstenga de practicar la diligencia de entrega de un bien
"hasta cuando reciba la correspondiente instrucción del Juez de Familia
competente", lo que en realidad representa la suspensión de la práctica de
un acto procesal ordenado por un juez a otro, dentro de un juicio civil que
tiene en el ordenamiento jurídico vigente sus propias reglas.
Resulta preocupante
esta determinación, no obstante la bondad de las intenciones que han movido a
ella, por cuanto implica una intromisión en el ámbito propio de la jurisdicción
ordinaria, que no es la de esta Corte, y peligroso antecedente al que podrían
acogerse en el futuro litigantes interesados en hacer interminables los
procesos judiciales o en bloquear las actuaciones de los jueces.
Si el problema es la
competencia del juez que profirió la decisión cuestionada, el punto debe
resolverse de acuerdo con el sistema ordinario y puede dar lugar, además, a
consecuencias jurídicas dentro del proceso o fuera de él, ninguna de las cuales
corresponde definir a esta Corporación.
5. En el caso que se
examina, aunque resultan de gran interés las consideraciones consignadas en su
ponencia por le H. Magistrado Sustanciador sobre la posesión y en torno al
debido proceso, no menos que las relativas al trabajo doméstico femenino, creo
que no era necesario formularlas por cuanto, de una manera ostensible, la
narración de los hechos conducía a la conclusión de que, por una parte, la
Corte Constitucional carece de competencia para entrar a definir el punto
cuestionado (viabilidad de una diligencia de entrega dispuesta como efecto de
una sentencia en firme) y, por la otra, que la persona afectada tiene a su
alcance, como acertadamente lo expresa la Sala de Casación Civil de la Corte
Suprema de Justicia del 17 de marzo de 1992, revocada mediante el fallo del
cual discrepo, un medio de defensa judicial consistente en la oposición a la
entrega, siendo claro que el efecto práctico de ésta última, en caso de
prosperar, sería el mismo que se obtiene mediante la suspensión ordenada en la
fecha por la Corte Constitucional.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
1 Cfr. Gómez R. José J., Bienes.
Edición actualizada por el Dr. Douglas Bernal Saavedra, publicaciones
Universidad Externado de Colombia. Bogotá, 1981. p. 342.
2 Cfr. Corte Suprema de Justicia.
Sentencia de 27 de Abril de 1955. Gaceta Judicial. Tomo LXXX No. 2153, p. 87 y
ss.
3 Cfr. Ibídem, pp. 351, 352.
4 Valencia Zea. Naturaleza
jurídica de la relación posesoria. p. 214, 215.
5 Citado por Gómez, José J, op.
cit., p 372.
6 Cfr. Sentencias Corte
Constitucional No. T- 406 y T- 428. Sala Primera de Revisión.
7 Cfr. Sentencias Corte
Constitucional No. T- 11, T- 13 y T- 436.
8 Cfr. Sentencia Corte
Constitucional No. T- 414. Sala Primera de Revisión.
9 Cfr. Cortés Cely Juan Carlos.
Trabajo Doméstico. Ensayo de valoración (Documento de trabajo mimeógrafo).
Dirección General de Análisis Socioeconómico del DANE. Bogotá, Noviembre de
1991, p. 1.
10 Cfr. Anker Richard y
Dixon-Mueller Ruth. Evaluación del aporte económico de la mujer al
desarrollo. O.I.T. Ginebra 1969, p. 13. Citado por Cortés Cely Juan
Carlos. Ob. Cit., p. 2.
11 Cfr. Bonilla Castro Elssy y
Rodríguez S. Penélope. Fuera del Cerco. Mujeres, Estructura y Cambio social
en Colombia. Agencia Canadiense de Desarrollo Internacional (ACDI),
Santafé de Bogotá, Colombia. 1992, p. 14, 15.
12 Cfr. Gaceta Constitucional No.
85 mayo 29 de 1991. |
118 | T-495-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-495/92
DERECHO DE
PETICION-Alcance
El único límite
que impone la Constitución para no poder ser titular del derecho de obtener
pronta resolución a las peticiones, es que la petición se haya formulado de
manera irrespetuosa. Es en la resolución, y no en la formulación donde este
fundamental derecho adquiere toda su dimensión como instrumento eficaz de la
participación democrática, el derecho a la información y la efectividad de los
demás derechos fundamentales. El derecho de petición es uno de los instrumentos
fundamentales para la efectividad de los mecanismos de la democracia
participativa. Además, porque mediante él se pueden hacer valer muchos otros
derechos constitucionales, como el derecho a la información, el derecho a la
participación política y el derecho a la libertad de expresión.
ACCION DE
TUTELA/DERECHO A LA PROTECCION INMEDIATA/DERECHOS FUNDAMENTALES
El juez de tutela
debe examinar, en cada caso, si el otro mecanismo de defensa judicial que es
aplicable al caso es igual o más eficaz que la tutela. Sólo si la respuesta es
afirmativa, podrá rechazar la tutela argumentando esa causal de improcedencia.
De otro modo y con miras a hacer prevalecer el derecho sustancial y los
derechos inalienables de la persona humana, deberá conceder la tutela. De no
hacerlo, estaría violando el derecho fundamental a la protección inmediata de
los derechos fundamentales. El perjuicio causado con esa dilación es claro y
evidente. Cualquier otro mecanismo distinto a la tutela carece, en este caso,
de la eficacia necesaria para proteger el derecho vulnerado.
SALA
PRIMERA DE REVISION
TUTELA:
2003
PETICIONARIO:
OSCAR JEREMIAS ARAGON
GARCÍA
PROCEDENCIA:
TRIBUNAL SUPERIOR DE ADUANAS DE
BOGOTA
MAGISTRADO
PONENTE: CIRO ANGARITA
BAR0N
Santafé de
Bogotá,D.C., 12 de agosto de 1992.
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados Ciro
Angarita Bar0n, Eduardo Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
acción de tutela instaurado por Oscar Jeremías Aragon García contra
funcionarios de la Aduana de Bogotá, el cual fue fallado en primera instancia
por el Juzgado Quinto de Instrucción Penal Aduanera y en segunda instancia por
el Tribunal Superior de Aduanas.
I. ANTECEDENTES
El negocio llegó a
conocimiento de esta Corte por la vía ordinaria de la remisión que hizo el
Tribunal del Distrito Judicial de Bogotá para su eventual revisión, en virtud
de lo dispuesto por el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Con base en los
artículos 86 de la Constitucion Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala la cual lo recibió formalmente el
día 6 de Mayo del presente año y entra ahora a dictar sentencia de revisión, de
conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991.
A. Hechos
El 20 de Febrero de
1992, el señor Oscar Jeremías Aragon García, interpuso acción de tutela ante el
Juzgado Quinto de Instrucción Penal Aduanero. Considera el peticionario que
algunos funcionarios de la Aduana de Bogotá han omitido el obligado
pronunciamiento respecto de la nacionalización de varias máquinas para el
tratamiento de información marca TAB, que habían sido ya declaradas como de
no-contrabando por el Juzgado Tercero de Instrucción Penal Aduanero de Bogotá,
en providencia del 3 de Noviembre de 1988.
En la misma se
ordena, además, poner las referidas máquinas a disposición de la Administración
de Aduanas de Bogotá para que ésta proceda a los trámites de su
nacionalización. Esa decisión judicial fue comunicada a la Aduana el 23 de
Mayo de 1989, después de que el Tribunal Superior de Aduanas la confirmara el 7
de Marzo del mismo año.
Según el
peticionario, la violación del derecho consiste en que, a pesar de la
existencia de esos claros mandatos judiciales y de los múltiples
requerimientos que él ha presentado a la Aduana para que se realice el trámite
ordenado, ello no ha ocurrido hasta el presente. En el expediente obran copias
de las diversas solicitudes presentadas a la Aduana por parte del peticionario,
fundamentadas todas en la decisión judicial a que se ha hecho ya referencia.
El Juzgado Quinto de
Instrucción Penal Aduanero, conoció en primera instancia de esta tutela, y
pudo comprobar que todos los documentos aportados por el peticionario eran
auténticos y que no se había dado trámite a las peticiones impetradas.
Es de observar, de
otra parte, que el 24 de Febrero de 1992, cuando la tutela estaba ya en
trámite, la Aduana de Bogotá expidió la Resolución 350, por medio de la cual
decidió autorizar la nacionalización de casi todos los equipos referidos,
exceptuando uno cuyo trámite había sido irregular.
B. La decisión de
Primera Instancia
Para el Juzgado
Quinto de Instrucción Penal Aduanero es claro que hubo "mora
apreciable" por parte de la Administración de Aduanas de Bogotá para dar
cumplimiento a lo ordenado por el Juzgado Tercero de Instrucción Penal
Aduanero y para atender las consecuentes peticiones del interesado. Esas
varias peticiones se presentaron entre Octubre de 1989 y Septiembre de 1991,
sin que hubiera respuesta alguna por parte de la Aduana.
Esa omisión, según
el Juzgado, viola el derecho fundamental de petición, consagrado en el Artículo
23 de la Constitucion Nacional y , en particular, el derecho a la resolución
oportuna de las peticiones, lo que además, perjudica los intereses
patrimoniales del importador (peticionario en esta tutela), pues la prolongada
retención de las máquinas produjo su consecuente obsolescencia.
Sin embargo, ante el
hecho de que ya se ha producido la resolución tantas veces solicitada por parte
de la Aduana de Bogotá, el Juzgado decide declarar procedente la tutela
únicamente para efectos de indemnización, (Art. 26 del Decreto 2591 de 1991), y
no para efectos de proteger el derecho tutelado.
La Aduana impugnó la
decisión con base en el argumento de que la tutela no era procedente porque el
particular no ejerció
"a través
de los mecanismos legales previstos al efecto, las acciones o medios de defensa
judicial para reparación del daño o restablecimiento del derecho que reputa
vulnerado."(Cfr. Fl
9)
C. La decisión de
segunda instancia
El Tribunal Superior
de Aduanas, que conoció de la impugnación, revocó la sentencia de primera
instancia, pues existían en el caso de autos, otros mecanismos de defensa
judicial y eso hacía improcedente la tutela, más aún cuando aquí no se
configuraba un perjuicio irremediable que permitiera interponerla como
mecanismo transitorio.
Fundamenta la
anterior afirmación con base en el argumento según el cual, "si bien
pueden deteriorarse", la existencia misma de las máquinas nunca estuvo
en peligro, y por lo tanto, el perjuicio no es irremediable.
II
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Esta Corte ha tenido
oportunidad de pronunciarse en distintas ocasiones sobre el ejercicio y alcance
del derecho de petición.1
En ellas ha reconocido su carácter de derecho fundamental. Igualmente ha
destacado que los límites y regulaciones de su ejercicio únicamente pueden
estar contenidas en la ley, siempre y cuando ésta no desborde los precisos
marcos que la misma Constitucion consagra. Por cuanto respecta a las
modalidades conexas de su ejercicio, ha establecido, por ejemplo, que el
acceso a los documentos públicos hace parte de su núcleo esencial, siempre y
cuando la petición sea razonable.
El caso que hoy
ocupa a la Corte, se vincula de nuevo con el derecho de petición, pero esta vez
desde una nueva perspectiva que surge del texto mismo del artículo
constitucional: el derecho a la pronta resolución de las peticiones.
En efecto, la norma
constitucional que consagra el derecho de petición, establece que:
"Toda persona
tiene derecho a presentar peticiones respetuosas a las autoridades por motivos
de interés general o particular y a obtener pronta resolución. El
legislador podrá reglamentar su ejercicio ante organizaciones privadas para
garantizar los derechos fundamentales" (Art. 23 C.N. subrayas fuera de
texto)
De su texto se
deducen los límites y alcances del derecho: Una vez formulada la petición, de
manera respetuosa, cualquiera que sea el motivo de la misma ( interés particular
o general), el ciudadano adquiere el derecho a obtener pronta resolución.
El único límite que
impone la Constitucion para no poder ser titular del derecho de obtener pronta
resolución a las peticiones, es que la petición se haya formulado de manera
irrespetuosa. Dicho de otra manera, la petición irrespetuosa exime a las
autoridades de resolver prontamente. En cualquier otro caso, es obligación de
ellas actuar con prontitud, dentro de los términos que la ley establezca.
Puede incluso llegar
a afirmarse que el derecho fundamental sería inocuo si sólo se formulara en
términos de poder presentar la respectiva petición. Lo que hace efectivo el
derecho es que la petición elevada sea resuelta rápidamente. De nada serviría
el derecho de petición, si la misma Constitucion no consagrara el correlativo
deber de las autoridades de proferir pronta resolución. Es en la resolución, y
no en la formulación donde este fundamental derecho adquiere toda su dimensión
como instrumento eficaz de la participación democrática, el derecho a la
información y la efectividad de los demás derechos fundamentales.
Esta obligación
estatal de resolver prontamente las peticiones existía ya en la constitucion
anterior, la cual establecía en su artículo 45 que:
"Toda persona
tiene derecho de presentar peticiones respetuosas a las autoridades , ya sea
por motivos de interés general, ya de interés particular, y el de obtener
pronta resolución"
Bajo la vigencia de
esa norma, los organismos judiciales y, en particular, el Consejo de Estado,
fueron estrictos al hacer cumplir el deber de las autoridades de resolver
rápido las peticiones, en especial en materia de impuestos. Manuel José Cepeda2 describe la
orientación que se le dió en aquel entonces a ese deber, así:
"...En 1970
(el Consejo de Estado) confirmó un fallo que revisaba una liquidación efectuada
por la administración de manera extemporánea. Para el Consejo, "el derecho
de petición es uno de los más naturales, sencillos y sagrados, y de los que más
de antiguo han sido reconocidos", sin el cual, faltaría la administración
de justicia. Afirmó que la ley debía fijar el término para que la resolución
fuera pronta, pues de lo contrario, el derecho podría volverse nugatorio. En
tres oportunidades posteriores el Consejo reiteró esta jurisprudencia al fallar
asuntos tributarios.
"El Consejo
de Estado reiteró en varios de sus fallos que el deber de las autoridades de
dar pronta resolución a las peticiones no implicaba que debían responder en un
determinado sentido. Así lo sostuvo al no declarar la nulidad de unos actos
administrativos de la Cámara de Comercio de *Tuluá y de la Superintendencia de Industria
y Comercio referentes a la expedición de un certificado de existencia y
representación de una sociedad que incluía la constancia de encontrarse
embargado el interés de uno de los socios. Para el Consejo el derecho de
petición era un derecho de audiencia, que no predeterminaba el sentido de la
respuesta, pues lo importante era que ésta se diera."
Es evidente que este
contenido esencial de la jurisprudencia del Consejo de Estado es también
aplicable a la luz de la Constitucion de 1991, puesto que el artículo que
establece el derecho de petición se conserva de manera similar, al menos en lo
que respecta a las peticiones dirigidas a las autoridades públicas. Sin
embargo, es oportuno hacer algunas precisiones adicionales.
En primer lugar, lo
dicho por el Consejo de Estado es aún más cierto hoy en día, en la medida en
que el derecho de petición es uno de los instrumentos fundamentales para la
efectividad de los mecanismos de la democracia participativa. Además, porque
mediante él se pueden hacer valer muchos otros derechos constitucionales, como
el derecho a la información, el derecho a la participación política y el
derecho a la libertad de expresión, por ejemplo.
De tal manera que
esa nueva dimensión del derecho de petición hace que su instrumento más eficaz
-la pronta resolución- , adquiera también alcances más amplios.
En la Asamblea
Nacional Constituyente, el tema de la pronta resolución de las peticiones fus
una constante en todos los debates que se presentaron sobre el tema. El
proyecto del Gobierno la contemplaba en su artículo 25; en la Subcomisión
respectiva de la Comisión primera se hablaba del derecho a obtener "pronta
respuesta". La Comisión Primera prefirió el tradicional término
"pronta resolución", que se mantuvo desde entonces en la plenaria
para primer debate, en la Comisión Codificadora, en la plenaria para segundo
debate, en la Comisión de Estilo y, por supuesto, en el texto final y
definitivo.
El término
"pronta resolución" fue objeto de debates en la Asamblea, pues se
quiso en algún momento sustituir por el término "pronta respuesta".
Finalmente se determinó su alcance . El Constituyente Jaime Arias López, en la
Comisión Primera dijo:
"Es que
respuesta puede ser simplemente decir: recibimos su petición de tal fecha y
queda radicada, etc; eso es una respuesta, pero resolución, quiere decir
resolver sobre la petición (...) Es un término mucho más amplio y así lo ha
entendido la jurisprudencia".3
De todo lo anterior,
se infiere claramente lo siguiente:
a) Su pronta
resolución hace verdaderamente efectivo el derecho de petición.
b) Es una obligación
inexcusable del Estado resolver prontamente las peticiones presentadas por los
ciudadanos.
c) Unicamente la ley
puede fijar los términos para que las autoridades resuelvan prontamente las
peticiones. Ello se desprende del carácter constitucional y fundamental que
tiene este derecho.
d) Cuando se habla
de "pronta resolución", quiere decir que el Estado está obligado a
resolver la petición, no simplemente a expedir constancias de que la recibió.
Sin embargo, el sentido de la decisión dependerá de las circunstancias de cada
caso y, en esa medida, podrá ser positiva o negativa. La obligación del Estado
no es acceder a la petición, sino resolverla, tal y como lo ha puesto de
presente esta Corte Constitucional:
"En lo
pertinente, el artículo 23 de la actual Constitucion consagra el derecho de
petición en los mismos términos que venían de la anterior, bajo la cual fue
concebida en la forma más amplia, pues de él se derivan facultades y poderes
tan amplios como los de pedir en contención ante la administración de justicia,
por un extremo, hasta los de, mediante su ejercicio, cumplir una función de
control de la función pública, de manera que su importancia es manifiesta. Es
de notar que él consiste no simplemente en el derecho de obtener una respuesta
por parte de las autoridades sino de que haya una resolución del asunto
solicitado, lo cual si bien no implica que la decisión sea favorable, tampoco
se satisface sin que se entre a tomar una posición de fondo, clara y precisa,
por el competente; por esto puede decirse también que el derecho de petición
que la Constitucion consagra no queda satisfecho con el silencio administrativo
negativo que algunas normas disponen, pues esto es apenas un mecanismo que la
ley se ingenia para que el adelantamiento de la actuación sea posible y no sea
bloqueada por la Administración, especialmente con vista en la promoción de las
acciones judiciales respectivas, pero en forma ninguna cumple con las
exigencias constitucionales que se dejan expuestas y que responden a una
necesidad material y sustantiva de resolución y no a una consecuencia meramente
formal y procedimental, así sea de tanta importancia"4
El caso sublite es
un típico ejemplo de incumplimiento de la obligación estatal de carácter
constitucional de resolver prontamente las peticiones.
Ese incumplimiento
se puede predicar, no sólo de la Aduana de Bogotá, sino también del Tribunal
Superior de Aduanas cuando conoció en segunda instancia de la acción de tutela,
que es, ni más ni menos, una modalidad particular del derecho de petición.
En efecto, el
ciudadano interpuso la tutela porque consideraba que un derecho constitucional
suyo había sido violado; el juez de primera instancia se preocupó por resolver
exactamente esa duda (hay o no hay una violación). En este caso la resolvió
positivamente, pero si lo hubiera hecho negativamente, con fundamento, de todas
maneras habría satisfecho la petición: la habría resuelto.
En lugar de ello, el
Tribunal Superior de Aduanas, simplemente se limitó a hacer formulaciones
abstractas sobre la tutela y el derecho de petición, para concluir finalmente
que no procedía la tutela porque existen otros medios de defensa judicial.
¿Puede válidamente
afirmarse que el Tribunal Superior de Aduanas resolvió (negativa o
positivamente) la petición de tutela?
Es claro que no. Lo
único que supo el peticionario es que para pedir lo que pidió, debió haber
utilizado otro medio.
De otra parte, la
negativa del Tribunal a conceder la tutela contraviene los mandatos del decreto
2591 de 1991 y la jurisprudencia de esta Corte en lo que tiene que ver con el
otro medio de defensa judicial. En efecto, el artículo 6 del decreto dice que
la tutela no procede cuando existan otros recursos o medios de defensa
judiciales, salvo que aquélla se utilice como mecanismo transitorio para evitar
un perjuicio irremediable. Sin embargo, la norma agrega que
"la
existencia de dichos medios será apreciada en concreto, en cuanto a su
eficacia, atendiendo las circunstancias en que se encuentra el
solicitante."
En diversas sentencias
de esta Corte,5
se ha insistido en que el juez de tutela debe examinar, en cada caso, si el
otro mecanismo de defensa judicial que es aplicable al caso es igual o más eficaz
que la tutela. Sólo si la respuesta es afirmativa, podrá rechazar la tutela
argumentando esa causal de improcedencia. De otro modo y con miras a hacer
prevalecer el derecho sustancial y los derechos inalienables de la persona
humana, deberá conceder la tutela. De no hacerlo, estaría violando el derecho
fundamental a la protección inmediata de los derechos fundamentales.
El Tribunal Superior
de Aduanas ni siquiera se preocupó por sugerir en concreto, cual sería ese otro
mecanismo de defensa judicial. El argumento en abstracto le es más que
suficiente para denegar la tutela. Lo cual no sólo desconoce el derecho del
accionante, sino que lo deja sin una ilustración sobre el camino a seguir.
Por lo demás, no
puede ser de recibo la tesis del Tribunal según la cual,
"Tampoco
podría predicarse que existe un perjuicio irremediable como consecuencia de la
omisión de la Administración de la Aduana en pronunciarse sobre la decisión de
la justicia penal aduanera, pues por este debe entenderse tal y como lo señala
el Artículo 6 del Decreto 2591, aquel que "sólo puede ser reparado en su
integridad mediante una indemnización" y en el caso materia de estudio las
máquinas TAB, son bienes muebles que si bien pueden deteriorarse, también son
susceptibles de conservarse en el tiempo y cuya entrega podía ser negada o
aprobada sin que se comprometiera su existencia" (Fl 83)
Por el contrario, lo
cierto y evidente es que la cantidad de años que ha durado esa maquinaria en
los trámites de aduana hace que hoy en día sean muy seguramente equipos
obsoletos. La obsolecencia es un fenómeno que se presenta rápidamente en el
mundo de los equipos electrónicos. Cada año salen al mercado nuevos y más
sofisticados equipos, lo que hace que lo viejos modelos sean cada año más
difíciles de comercializar.
En este aspecto, la
Sala comparte en su totalidad el criterio del Juez quinto de instrucción penal
aduanera, cuando dice;
"Por otra
parte, además con la violación del derecho tutelado referido anteriormente se
han ocasionado perjuicios al reclamante, como quiera que el mantener retenidas
las máquinas durante todo el tiempo sin que la Administración de la Aduana de
Bogotá produjera la Resolución autorizando su nacionalización, permitió que las
mismas perdieran vigencia, o se quedaran obsoletas, y su improductividad,
obviamente, afectaron (sic) el patrimonio económico del señor ARAGON GARCIA en
su calidad de representante legal de la firma importadora mencionada."(Fl
47)
De otra parte, es
cierto también que cuando se surtía el trámite de primera instancia de la
tutela, la administración de Aduanas profirió la resolución, autorizando la
nacionalización de las mercancías.
Esa situación encaja
en el supuesto de hecho del Artículo 26 del decreto 2591 de 1991, según el cual
"Si, estando
en curso la tutela, se dictare resolución, administrativa o judicial, que
revoque, detenga o suspenda la actuación impugnada, se declarará fundada la
solicitud únicamente para efectos de indemnización y de costas, si fueren
procedentes"
Hizo bien el juzgador
de tutela en la primera instancia al derivar de ese supuesto la consecuencia
jurídica correcta, esto es, declarar fundada la solicitud únicamente para
efectos de indemnización, pues, como se vió arriba, el perjuicio es claro y
evidente.
III. CONCLUSION
El derecho
fundamental a que se resuelvan prontamente las peticiones presentadas ante las
autoridades públicas se vulneró en este caso, por parte de los funcionarios de
la Aduana de Bogotá, pues dilataron la resolución de las solicitudes elevadas
por el peticionario, todas las cuales estaban fundamentadas en sendas
decisiones judiciales.
El perjuicio causado
con esa dilación es claro y evidente. Cualquier otro mecanismo distinto a la
tutela carece, en este caso concreto, de la eficacia necesaria para proteger el
derecho vulnerado. Por todo lo anterior, se revocará la sentencia de segunda
instancia proferida por el Tribunal Superior de Aduanas y, en su lugar, se
confirmará la sentencia de primera instancia del Juzgado Quinto de Instrucción
Penal Aduanera, con las adiciones que se formularán en la parte resolutiva.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia de tutela
proferida por el Tribunal Superior de Aduanas, el 19 de Marzo de 1992, en el
proceso iniciado por Oscar Aragon García contra funcionarios de la Aduana de
Bogotá
SEGUNDO.-
CONCEDER la tutela
instaurada por Oscar Aragón García, en los términos establecidos en la
sentencia del Juzgado Quinto de Instrucción Penal Aduanera el 2 de Marzo de
1992, vale decir, únicamente para efectos de indemnización.
TERCERO.- ORDENAR la remisión inmediata de toda la actuación
a la jurisdicción de lo contencioso administrativo, para los efectos
contemplados en el artículo 25 del Decreto 2591 de 1991
CUARTO.- En todos los casos similares al presente
por sus hechos o circunstancias, siempre que los funcionarios públicos hayan
dilatado o postergado injustificadamente la resolución de las peticiones
elevadas por los ciudadanos con perjuicio cierto para éstos, la doctrina
constitucional establecida en esta sentencia tendrá CARACTER OBLIGATORIO para
las autoridades, en los términos del artículo 23 del Decreto 2067 de 1991.
QUINTO.- ORDENAR que por Secretaría se hagan las
comunicaciones respectivas, en la forma y para los efectos previstos en el
artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
1 Cfr. T- 464 Sala Segunda de
Revisión y T- 473 Sala Primera de Revisión entre otras.
2 Cepeda, Manuel José. Los
derechos fundamentales en la Constitución de 1991. Editorial TEMIS, Bogotá,
1992. pp.246- 247
3 JAIME ARIAS LOPEZ, Comisión
Primera, 23 de abril de 1991. Citado por Cepeda, Manuel José Op. Cit. pag. 241
4 Sentencia T-481, Sala Séptima de
Revisión, ponente: Jaime Sanín Greiffenstein
5 Cfr, entre otras, T-414, Sala
Primera de Revisión, ponente: Ciro Angarita Barón |
119 | T-496-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-496/92
DEBIDO PROCESO
La figura del
debido proceso, es aplicable a toda clase de actuaciones que se realicen en los
estrados judiciales e igualmente es válido el debido proceso, para toda
actividad de la administración pública en general, sin excepciones de ninguna
índole y sin ninguna clase de consideraciones sobre el particular. En el evento
sublite es apenas natural que puede la sociedad actora reclamar que se le
desconoce el debido proceso, ya que éste ha de cumplirse en tratándose también
de los trámites y procedimientos que se cumplen ante las autoridades
administrativas y sin que al efecto tenga que distinguirse si quien adelanta la
gestión frente a ellas, sea una persona natural o una persona jurídica. La
administración en uno u otro caso, ha de respetar el debido proceso.
ACCION DE TUTELA-Titularidad/PERSONA JURIDICA/DERECHOS
FUNDAMENTALES
En principio, es
necesario tutelar los derechos constitucionales fundamentales de las personas
jurídicas, no per se, sino que en tanto que vehículo para garantizar los
derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales, en caso
concreto, a criterio razonable del Juez de Tutela. Las personas jurídicas
poseen derechos constitucionales fundamentales por dos vías: a)
Indirectamente: cuando la esencialidad de la protección gira alrededor de la
tutela de los derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales
asociadas, y b) Directamente: cuando las personas jurídicas son titulares de
derechos fundamentales no porque actúan en sustitución de sus miembros, sino
que lo son por sí mismas, siempre, claro está, que esos derechos por su
naturaleza sean ejercitables por ellas mismas.
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/CADUCIDAD/ACCION DE TUTELA
TRANSITORIA-Improcedencia/PERJUICIO IRREMEDIABLE-Improcedencia
Es incuestionable
que los actos administrativos, provenientes de un establecimiento público, como
lo es la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares, caen bajo la órbita de
control de la jurisdicción Contencioso administrativa y son pasibles de la
acción de nulidad y restablecimiento del derecho. Y del mismo modo, son
susceptibles de la suspensión provisional de sus efectos, la cual se puede
impetrar junto con la demanda y obtener del juzgador, si accediese a ella, a
que no se produjeran tales efectos hasta el momento procesal de la sentencia.
El derecho concreto que se estima vulnerado por desconocimiento de un derecho
constitucional fundamental ha de encontrarse debidamente establecido, esto es,
que del mismo sea titular de manera indubitable el actor de tutela. Mas tampoco
es procedente el expediente del mecanismo transitorio en el presente caso, pues
no se dan los supuestos que lo autorizan. En efecto: no se configura
perjuicio irremediable, ya que en caso de prosperar la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho, la situación volvería al estado anterior,
inclusive con la obtención de la suspensión provisional.
SALA DE REVISION No. 6
Ref.: Proceso de tutela No. 2036
Tema: Violación al Derecho Fundamental del
Debido Proceso.
Improcedencia
de la acción de tutela por no existir
perjuicio irremediable.
El
derecho concreto que se estima
vulnerado por desconocimiento
de un derecho constitucional
fundamental ha
de
encontrarse debidamente establecido.
Actor: Sociedad Comercial Inversiones U.S.S.A.
Ltda.
Magistrado
Ponente:
DR.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ.
Santafé de Bogotá,
D.C., primero (1) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
de tutelas de la Corte Constitucional conformada por los Magistrados Simón
Rodríguez Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Ciro Angarita Barón, revisa la
acción de tutela proferida por el Tribunal Superior de Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá, Sala Civil, el día 12 de febrero de 1992, por medio de la
cual confirmó la providencia del Juzgado Séptimo Civil del Circuito de Santafé
de Bogotá, del día 24 de enero de l991.
I. ANTECEDENTES.
De conformidad con
lo ordenado en los artículos 86 y 241 numeral 6o. de la Constitución Nacional y
33 del Decreto 2591 de l991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte
Constitucional consideró procedente realizar el estudio y evaluación de la
acción de tutela de la referencia.
Con fundamento en el
artículo 34 del Decreto 2591 de l991, entra esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional, a dictar sentencia de revisión.
A.
HECHOS DE LA DEMANDA.
La Sociedad
Inversiones U.S.S.A. Ltda., domiciliada en Santafé de Bogotá, presentó ante el
Juez Séptimo Civil del Circuito de esta ciudad, una petición para que se le
diera protección al derecho constitucional fundamental del debido proceso.
La Sociedad
peticionaria de tutela en su escrito de demanda, señala los siguientes hechos:
La Caja de
Retiro de las Fuerzas Militares en calidad de arrendador dió en arrendamiento
un inmueble de su propiedad situado en la carrera 13 No. 27-08 de esta ciudad,
a la Sociedad Inversiones U.S.S.A. Ltda., contrato que se suscribió el 1o. de
enero de l979, con vigencia de un año prorrogable por un período igual si el
arrendatario comunicaba esa voluntad con quince (15) días de antelación al
vencimiento del plazo.
Las partes
contratantes durante la vigencia de este negocio jurídico de común acuerdo procedieron
a ampliar el término contractual por prórrogas automáticas de un año
comprendido entre el 1o. de enero a 31 de diciembre, de conformidad con las
estipulaciones jurídicas del negocio en cuestión, extendiéndose éste hasta el
año de l991.
Para el
último año la entidad administrativa incrementó el canon de arrendamiento de $
414.000 a la suma de $ 675.000, cantidad ésta que el arrendatario no pagó en su
totalidad dentro del término pactado.
Por esta
razón la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares, mediante Resolución No. 1411
del 19 de junio de l991, le decretó la caducidad administrativa al contrato
suscrito con la Sociedad Inversiones U.S.S.A. Ltda., en su calidad de
arrendataria del local No. 27-08 de la carrera 13 de esta ciudad, por haber incumplido
parcialmente con el pago del valor del arrendamiento. En ese acto
administrativo también se le impone una multa a la Sociedad arrendadora en
cumplimiento de la cláusula penal pecuniaria establecida en el contrato.
La Sociedad
afectada interpuso el recurso de reposición contra el mencionado acto
administrativo y al efecto alegó que el aumento considerado en el último año
fue excesivo al alcanzar el 60% del valor total, que la Caja de Retiro no
comunicó a tiempo el aumento y además que no era procedente para decretar la
caducidad administrativa, si se tiene en cuenta que el contrato es de derecho
privado y por esta circunstancia se rige por las normas civiles que existen
sobre la materia.
Por
Resolución No. 2990 del 13 de diciembre de l991, la susodicha Caja resolvió el
recurso de reposición, confirmando en todas sus partes, la decisión de
declaratoria de la caducidad del contrato a la Sociedad U.S.S.A. Ltda. y lo
referente a la imposición de la multa.
B. LA
ACCION DE TUTELA.
La Sociedad Inversiones
U.S.S.A. Ltda. incoó la acción de tutela para "proteger el derecho
constitucional fundamental del debido proceso consagrado en el artículo 29 de
la Constitución y que ha sido violado por el Director General de la Caja de
Retiro de las Fuerzas Militares, mediante la Resolución 1411 del 19 de junio de
l991".
También solicita "se
declare en el fallo correspondiente que no es procedente lo dispuesto en la
mencionada resolución, toda vez que no se ha aplicado el debido proceso".
Pide además:
"la protección
inmediata del Derecho Constitucional Fundamental que ha sido violado por la
entidad demandada, para lo cual pidió como MECANISMO TRANSITORIO para
evitar un perjuicio irremediable, SUSPENDER LA APLICACION DEL ACTO
IMPUGNADO, es decir, el cumplimiento de lo dispuesto en la resolución 1411
del 19 de junio de l991 dictada por el Director General de la Caja de Retiro de
las Fuerzas Militares, y ordene lo que considere procedente para proteger los
derechos de mi poderdante.
Para tal efecto
solicito se comunique de inmediato tanto al Director General de la Caja de
Retiro de las Fuerzas Militares, como al Alcalde Menor de Santafé de Bogotá.
La no aplicación
del acto impugnado debe ser, mientras dure el proceso de NULIDAD DE LA
RESOLUCION, (sic) que impetrará mi representada ante el Tribunal Contencioso
Administrativo de Cundinamarca.
Igualmente
solicito condenar a la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares, a que indemnice
a mi representada por el daño causado con la resolución dictada".
Fundamenta su acción
en los siguientes hechos:
Que
conforme a la ley 19 de l982, en sus artículos 1o., 3o. y 4o., el contrato de
arrendamiento es un negocio privado y por lo tanto los conflictos que se
deriven de él están sometidos a la jurisdicción civil.
Que
igualmente el Decreto 222 de l983, en sus artículos 16 y 17 no incluye dentro
de su texto los contratos de arrendamiento y que por ese motivo en el contrato
suscrito entre esa sociedad y la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares, no
había necesidad de cumplir con los requisitos establecidos en el artículo 25
del Estatuto Contractual y que por el hecho de ser un contrato privado de la
administración no hubo necesidad de pactar la cláusula de la caducidad.
Que el
artículo 65 en concordancia con el 62 del Decreto Ley 222 de l983 y normas
pertinentes no contemplan la obligatoriedad de la cláusula de caducidad en el
contrato de arrendamiento. Además no se ha dado ninguna de las causales
previstas en el artículo 62 porque no se ha causado un verdadero perjuicio a la
Caja.
Del mismo
modo el artículo 61 ib. dice que en "la cláusula de caducidad deberán
señalarse los motivos que den lugar a la declaratoria de caducidad, requisito
que no se ha cumplido en razón de que no se pactó tal cláusula".
Que el
contrato se venía prorrogando año por año, era obligación del arrendador
comunicar a esa persona jurídica el monto del reajuste que se debía cobrar lo
que no se hizo, por lo que la Sociedad canceló un valor en el mes de enero que
resultó inferior al incremento del costo de vida del año anterior, pero para el
mes de febrero pagó el saldo adeudado a la Caja de Retiro.
Que la
cláusula penal debe ser proporcional y el artículo 71 del Decreto ley 222 habla
de la proporcionalidad entre la multa y el perjuicio.
Que con el
saldo que dejó de percibir la Caja, equivalente a $ 9.770.oo, no se le causó
ningún perjuicio a esa entidad para que tuviera como consecuencia inmediata la
declaratoria de caducidad del contrato y la imposición de una multa, que esa
entidad ha debido tener en cuenta también que al momento de realizar el pago,
el Dane no había determinado el incremento del costo de la vida en el año
inmediatamente anterior.
Que
conforme al Decreto 1376 de l986 el precio mensual del arrendamiento debe
estar sujeto al avalúo catastral del inmueble y ser el 1.5% de dicho avalúo,
norma ésta que la Caja ha violado.
Reafirma su
concepto al considerar el contrato de arrendamiento como de derecho privado y
por lo tanto, los litigios que de ellos se deriven son de competencia de la
jurisdicción ordinaria. Que en el contrato no se pactó la caducidad, razón por
la cual a esta relación contractual no era susceptible de aplicársele la
caducidad.
Fundamenta
la violación del debido proceso en que la administración para este caso ha
debido hacer uso del artículo 424 del Código de Procedimiento Civil, que
reglamenta esta clase de actuaciones judiciales.
Como
soporte jurídico invoca los artículos 26 de la Constitución Nacional que
consagra la libertad para escoger profesión u oficio y el 86 de la misma norma,
que incorpora la acción de tutela al ordenamiento jurídico colombiano y los
artículos 5o, 7o, 9o y siguientes del Decreto 2591 de l991.
C.
PRIMERA INSTANCIA.
El Juzgado Séptimo
Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, en providencia del 24 de enero de
l992, negó el amparo del derecho. En ella hace un estudio de los derechos
fundamentales constitucionales en los convenios y pactos internacionales,
recoge los antecedentes históricos expresados en el seno de la Asamblea
Nacional Constituyente y manifiesta que los derechos susceptibles de ser
tutelados son los relacionados en el Título II Capítulo I, los incluidos en el
Título II Capítulo V "De los Deberes y Obligaciones", los
consignados en tratados y convenios internacionales suscritos por Colombia y
los derechos que son inherentes a las personas humanas. Finalmente señala: "Todo
lo anterior para reiterar que la acción de tutela ha sido concebida desde sus
orígenes, como inherente a la condición de "hombre", de
"ciudadano", de "persona humana", de "individuo"
de "ser humano" y así fue acogida tanto por el Gobierno como por la
Asamblea Nacional Constituyente en donde, según se anotó, dentro del debate
correspondiente, emergió inequívocamente la figura de la acción de tutela como
mecanismo para la protección de los Derechos Humanos con el fin de hacer
expedito el camino de la denominada "Jurisdicción de la libertad".
En concepto del
fallador por tratarse de una persona jurídica comercial, la Sociedad Comercial
Inversiones U.S.S.A. Ltda, no es titular de derechos fundamentales
constitucionales.
D.
IMPUGNACION DEL FALLO.
En escrito de 30 de
enero de l992 la Sociedad Comercial Inversiones U.S.S.A. Ltda., impugnó el
fallo comentado, acción que coadyuvó Martha Erika Camargo González en su
calidad de arrendataria del inmueble objeto de la Resolución No. 1411 de l991,
porque aquélla fue destinataria de esta última.
Sostiene que según
el artículo 86 de la Carta, en concordancia con el Decreto 2591 de l991, arts.
1o. y siguientes, toda persona sea natural o jurídica tiene acción de tutela.
Solicita en
consecuencia que se revoque el fallo del Juzgado Séptimo Civil del Circuito de
Bogotá.
E.
FALLO DE SEGUNDA INSTANCIA.
El Tribunal Superior
de Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, Sala Civil, conoció de la
impugnación y en sentencia aprobada el 12 de febrero pasado, confirmó la
providencia del Juez Séptimo Civil de Circuito de esta ciudad, no por las
razones expresadas por éste sino porque el accionante disponía de otros medios
judiciales de defensa a su alcance como es la acción de Restablecimiento del
Derecho, ante la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo, a través de
la cual puede solicitar la suspensión provisional del acto administrativo
acusado.
Fundamenta
igualmente su decisión en el contenido del artículo 1o. del Decreto 306 de
l992, el cual en su literal d) señala que no se considera la existencia de un
perjuicio irremediable cuando el accionante tiene a su alcance otro medio de
defensa judicial para que se le haga entrega del bien del cual se le quiere
despojar en su usufructo a través del acto que le decretó la caducidad del
contrato de arrendamiento.
II. COMPETENCIA.
Esta Corte es
competente para revisar el presente fallo de tutela con fundamento en el
contenido en los artículos 86 inciso segundo y 241 numeral 9o. de la
Constitución Nacional, en consonancia con lo establecido en los artículos 33 y
34 del Decreto 2591 de l991.
III.
CONSIDERACIONES.
La presente acción
de tutela, fue instaurada contra una autoridad pública del orden
nacional, por lo que la parte demandada es el Director de la Caja de Retiro
de las Fuerzas Militares, creada por la ley 75 de l925, como establecimiento
público adscrito al Ministerio de Defensa.
En consideración a
los hechos relatados, estima procedente que los puntos a tratar para esclarecer
la presente controversia jurídica, son:
1. Establecer
el carácter del debido proceso como derecho fundamental.
2. Legitimación
de la sociedad actora para ejercer la acción de tutela.
3. Improcedencia
de la presente acción de tutela.
Entra esta Sala de
Revisión a desarrollar el temario citado, en los siguientes términos:
1. El
debido proceso es un derecho fundamental.
En tal sentido se ha
pronunciado esta Corte en varias oportunidades. En la presente Sala
de Revisión (sentencia de tutela No. 419) dijo lo siguiente que ahora se
prohija:
" A. El debido proceso es derecho
fundamental.
Los derechos que
pueden ser objeto de la acción de tutela son los fundamentales, según lo
previene el artículo 86 de la Constitución Nacional.
Esta a su vez en su
Titulo II denominado "De los derechos, las garantías y los deberes",
contempla en su Capítulo I los Derechos Fundamentales, entre los cuales
está el del debido proceso.
Esta incorporación
del Derecho al Debido Proceso de manera explícita en la Carta como derecho
fundamental corresponde inconcusamente a la naturaleza de este último.
En efecto:
Los derechos
fundamentales son los que
corresponden al ser humano en cuanto tal, es decir, como poseedor de una
identidad inimitable caracterizada por su racionalidad que le permite ejercer
sus deseos y apetencias libremente. De ahí que se le reconozca una dignidad
-la dignidad humana- que lo colocan en situación de superior en el universo
social en que se desenvuelve, y por ello, es acreedor de derechos que le
permiten desarrollar su personalidad humana y sin los cuales ésta se vería
discriminada, enervada y aún suprimida. Son los derechos
fundamentales que le protegen la vida, proscriben la tortura, aseguran su
igualdad frente a sus congéneres, amparan su derecho a la intimidad, garantizan
su libertad de conciencia, de cultos, de expresión y pensamiento; salvaguardan
su honra, le permiten circular libremente, le preservan el derecho al trabajo,
a la educación y la libertad de escogencia de una profesión u oficio, las
libertades de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra; su juzgamiento
debe respetar el debido proceso, se le garantiza el derecho a la libre
asociación y a formar sindicatos, etc.
El Presidente de la
República en el acto de instalación de la Asamblea Constituyente el 5 de
febrero de 1991 destaca el carácter inmanente de los derechos fundamentales
al decir que son "aquellos que por su trascendencia democrática
pueden ser aplicados por un Juez porque no requieren una ley que explique sus
alcances y su contenido".
Mario Madrid-Malo
Garizábal caracteriza estos derechos así:
"Los
derechos humanos han recibido varias denominaciones a lo largo de los siglos.
Primero, por influencia de la teología y del jusnaturalismo, se les llamó
derechos naturales. ""Según esta noción -explica Benito de Castro Cid-, enraizada
en la doctrina tradicional del derecho natural, los Derechos Humanos son unos
atributos o exigencias que dimanan de la propia naturaleza, que son anteriores
a la constitución de la sociedad civil y que, siendo previos y superiores al
derecho estatal, debe ser reconocidos y garantizados por éste"".
"En el siglo
pasado surgió el concepto de derechos públicos subjetivos. Este concepto es
fruto de la observación del conjunto de circunstancias originadas en la
existencia del hombre, conjunto en el cual quedan abarcadas todas las
posibilidades de su actuación como sujeto de derechos y deberes.
También se hace
referencia a los derechos humanos con el nombre de derechos fundamentales. Esta
expresión se emplea para señalar aquellos derechos del ser humano que por su
incorporación en las normas reguladoras de la existencia y de la organización
de un Estado, se incorporan al derecho positivo como fundamento de la
""técnica de conciliación"" entre el ejercicio del poder
público y el de la libertad de los gobernados.
El
constitucionalismo clásico llamó libertades públicas o derechos individuales
a lo que hoy conocemos con el nombre de Derechos Humanos Fundamentales. Se
trata en todo caso, de la suma de atributos inherentes al hombre, fundados en
su naturaleza misma, indispensable para su autoperfeccionamiento. La persona
humana es un ser racional y libre que está ordenado aun fin. Tal carácter la
reviste de una dignidad esencial, en el cual tiene su raíz y su fundamento
ciertas prerrogativas que le permiten defender la plenitud de su identidad. ""La
persona tiene una dignidad absoluta -reflexiona Maritain- porque está en relación
directa con lo absoluto, único medio en que puede hallar su cabal
realización"".1
Sobre el Derecho al
Debido Proceso discurre Fernando Velásquez V. del siguiente modo:
"En sentido
amplio el debido proceso es el conjunto no sólo de procedimientos,
legislativos, judiciales y administrativos que deben cumplirse para que una
ley, sentencia o resolución administrativa que se refiera a la libertad
individual sean fundamentalmente válida, sino también para que se constituya
en garantía del orden, de la justicia, de la seguridad en cuanto no se
lesione de manera indebida la seguridad propuesta como intangible para el
ciudadano en el Estado democrático.
En sentido
restringido la doctrina define el debido proceso como todo ese conjunto
de garantías que protegen al ciudadano sometido a cualquier proceso, que le
aseguran a lo largo del mismo una recta y cumplida administración de justicia;
que le aseguren la libertad y la seguridad jurídica, la nacionalidad y la
fundamentación de las resoluciones judiciales conforme a derecho. Desde este
punto de vista, entonces, el debido proceso es el principio madre o generatriz
del cual dimanan todos y cada uno de los principios del Derecho Procesal Penal,
incluso el del Juez Natural que suele regularse a su lado".2
La Carta Política
plasma en su artículo 29 el derecho al debido proceso del siguiente modo:
"El debido proceso
se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas.
Nadie podrá ser
juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa, ante juez
o tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas propias de
cada juicio.
En materia penal,
la ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se aplicará de
preferencia a la restrictiva o desfavorable.
Toda persona se
presume inocente mientras no se la haya declarado judicialmente culpable.
Quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un abogado
escogido por él, o de oficio, durante la investigación y el juzgamiento; a un
debido proceso publico sin dilaciones injustificadas; a presentar pruebas y a
controvertir las que se alleguen en su contra; a impugnar la sentencia
condenatoria, y a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho.
Es nula, de
pleno derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso".
Con el debido
proceso se relacionan los artículos 31 y 33 de la Constitución que son del
siguiente tenor:
Artículo 31. "Toda
sentencia judicial podrá ser apelada o consultada, salvo las excepciones que
consagren la ley.
El superior no
podrá gravar la pena impuesta cuando el condenado sea apelante único".
Artículo 33. "Nadie
podrá ser obligado a declarar contra sí mismo o contra su cónyuge o
compañero permanente o parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad,
segundo de afinidad o primero civil".
Los artículos 1o.,
2o., 10o., 16 del Código de Procedimiento Penal (Decreto No. 2700 de 30 de
noviembre de 1991) recogen los mandatos constitucionales precedentes.
La Institución del
Debido Proceso está contemplada en todas las legislaciones y ello ha permitido
consagrar este principio como pilar fundamental de las tesis que forman el
Derecho Procesal Universal. Ya particularizada la figura del debido proceso se
convierte en un derecho fundamental constitucional en beneficio de las personas
consideradas partes dentro de la relación procesal.
Jurisprudencialmente
en nuestro Estado, también existe la reafirmación de la figura jurídica del
debido proceso, al reiterar la Corte Suprema de Justicia en diferentes
oportunidades sus criterios en ese sentido, y en aras de ratificar esos
señalamientos, se transcribe lo siguiente:
"Tiene
establecido la Corte, y no de ahora sino por tradición jurisprudencial, que
toda disposición legal o de jerarquía menor, procesal o no, penal o
no, debe respetar y en su caso garantizar los principios normados en los
artículos 10o, 16, 23 y 26 de la Constitución, sobre el debido proceso, el
derecho de defensa y la igualdad de las personas ante la ley y de las partes
ante su juzgador.
Es indispensable
además hacer ver que tantos presupuestos procesales constitucionalizados han
sido ya prohijados por el denominado "Derecho Ecuménico" de las
naciones civilizadas del orbe, como una de las pocas conquistas clara de
naturaleza universal, plasmadas en cláusulas normativas multilaterales de
naturaleza supralegal, como pactos o tratados internacionales de derecho
público".
Más adelante señala
la Corte en el mismo fallo:
"El derecho
de defensa emana del artículo 26 de la Carta, porque pertenece al debido
proceso. Más aún esta norma constitucional tiene como objeto principal su
garantía, dado que el mismo derecho es atributo fundamental de la persona como
tal y se relaciona directamente con los derechos esenciales de la libertad, la
igualdad ante la ley y la seguridad.
Es además, un
derecho histórico. Los romanos instituyeron el principio AUDITUR ALTERA
PARS, como regulador de todo proceso en garantías de sus partes.
No hay sistema
procesal alguno que la pueda excluir".3
B. El
debido proceso en la normatividad internacional.
En el plano del
Derecho Internacional los siguientes instrumentos ratifican y exaltan el debido
proceso, como medio de protección al ser humano cuando quiera que fuere objeto
de enjuiciamiento:
1. El
principio de la legalidad.
En la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano adoptada por la Asamblea Nacional
Constituyente de Francia el 26 de agosto de 1789, en sus artículos 7o., 8o. y
9o..
Está consagrado en
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, "Pacto de San José de
Costa Rica" del 22 de noviembre de 1969, aprobado por la Ley 74 de 1968,
artículos 1o., 7o. -2., 9o. y 27.
En el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos aprobado por la Ley 74 de 1968,
artículos 2o. -2., 4o. -2., 6o. -2, 9o. y 15.
En la Convención
sobre los Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas el 20 de noviembre de 1989 y aprobada por la Ley 12 de 1991, de
conformidad con el artículo 40 No. 2o. literal a).
En la Convención
contra la Tortura y otros Tratos o Penas Civiles, Inhumanos o Degradantes, ratificada
por la Asamblea General de las Naciones Unidas según Resolución 39 de 1946 de
10 de diciembre de 1984 y aprobada por la Ley 78 de 1986, en sus artículos 6o.
-1. y 15.
En el Convenio de
Ginebra III, de 12 de agosto de 1949 relativo al Trato Debido a los Prisioneros
de Guerra, aprobado por la Ley 5a. de 1960, publicado en el Diario Oficial No.
30318 en sus artículos 82 y 89.
En el Convenio de
Ginebra IV de 12 de agosto de 1949, relativo a la Protección Debida a las
Personas Civiles en Tiempo de Guerra, aprobado por la Ley 5a. de 1960, en sus
artículos 33, 64, 65 y 70.
2. Los
Derechos del Procesado.
La siguiente
legislación supranacional, consagra el derecho de los procesados:
La
Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o
Degradantes.
La Convención
Americana sobre los Derechos Humanos, en sus artículos 5o. -4., 7o. -5. y 8o.
-2.
En el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en sus artículos
2o.-2, 9o.-3 y 14 - 3.
La Convención sobre
los Derechos del Niño, artículo 37 literal c).
El Convenio de
Ginebra III, en su artículo 103.
El Convenio de
Ginebra IV, artículos 70 y 71.
Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, artículos 7o., 8o. y 9o.
3. El
principio del Juez Natural.
Señalan a nivel
universal este principio los siguientes Pactos o Convenios Internacionales:
La Convención
Americana sobre Derechos Humanos, artículos 1o., 8o. -1.
El Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículos
2o.-2., 4o.-2., 6o.-2. y 14 -10.
La Convención
Internacional para la Represión y el Castigo del Crimen del Apartheid,
ratificada por la Asamblea General de las Naciones Unidas según Resolución No.
3068 de 30 de noviembre de 1973, aprobada por la Ley 26 de 1987, en su artículo
5o.
Convención para la
Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, ratificada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas por Resolución 260 A (III) de 9 de diciembre de
1948 y aprobada según Ley 28 de 1959, en su artículo 6o. acoge el principio del
Juez Natural.
Convenio de Ginebra
I, de 12 de agosto de 1949, para aliviar la suerte que corren los heridos y los
enfermos de las Fuerzas Armadas en campaña aprobado por la Ley 5a. de 1960,
artículo 3o.-1. literal d).
Convenio de Ginebra
II, de 12 de agosto de 1949, para aliviar la suerte que corren los heridos, los
enfermos y los náufragos de las Fuerzas Armadas en el mar, aprobado por la ley
5a. de 1960, en su artículo 3o.-1. literal d).
En el convenio de
Ginebra III, en sus artículos 3o.-1. literal d), 84, 87 y 96.
En el Convenio de
Ginebra IV, en sus artículos 3o.-1. literal d), 43 y 66.
Protocolo adicional
a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949, relativo a la protección
de las victimas de los conflictos armados internacionalmente en su artículo 74
-4.
Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, artículos 7o. y 9o.
4. Principio
de Favorabilidad.
Está consagrado en
las siguientes normas internacionales:
En la Convención
Americana de Derechos Humanos en sus artículo 1o. y 9o.
En el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, lo establece en sus artículos
2o.-2 y 15 - 1.
El Protocolo sobre
el Estatuto de los Refugiados, aprobado por la Ley 65 de 1979, publicado en el
Diario Oficial No. 35442, en su artículo 7o. -1.
El Convenio de
Ginebra III, artículo 83.
El protocolo I,
adicional a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949 consagra el
principio de favorabilidad en materia penal, en su artículo 75 -4. literal c).
5. Prohibición
a la Autoincriminación.
Establece este
principio, las siguientes normas supranacionales:
La Convención
Americana sobre los Derechos Humanos, en sus artículos 1o. y 8o.-2. literal g).
El Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en sus artículos 2o. -2. y 14
-3. literal g).
La Convención sobre
los Derechos del Niño en el artículo 40 -2. literal a).
El Convenio de
Ginebra III, consagra la prohibición a la auto-incriminación en su artículo 99.
El Protocolo I,
adicional a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949, en el artículo 75
-4. literal f) trae expresamente señalada la prohibición de la
auto-incriminación.
6. El
Defensor de los Pobres.
Este precepto dentro
del contexto de las normas que regulan los Tratados y los Convenios
Internacionales se encuentra:
En la Convención
Americana sobre los Derechos Humanos en los artículos 1o. y 8o. -2 literal e).
En el Pacto
Internacional de los Derechos Civiles y Políticos artículos 2o. -2. y 14 -3.
literal d).
La Convención de los
Derechos del Niño lo consagra en los artículos 37 literal d), 40 -2. literal
a).
Protocolo sobre el
estatuto de los refugiados lo incorpora en el artículo 32 -2.
El Convenio de
Ginebra III, lo consagra en su artículo 105.
El Convenio de
Ginebra IV, señala al Defensor de los Pobres en su artículo 72.
7. El
Derecho a la Protección Judicial.
Aparece esta figura
jurídica en los siguientes Tratados o Convenios Internacionales:
Convención Americana
sobre Derechos Humanos, artículos 1o, 2o. y 25.
Protocolo sobre el
Estatuto de los Refugiados que lo tipifica en su artículo 16.
En la Convención
contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes en su
artículo 13.
En el Protocolo I,
adicional a los Convenios de Gine-bra de 12 de agosto de 1949, lo estatuye en
su artículo 45 -2.
Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano artículos 7o. y 9o.
8. El
Derecho del Preso.
Este principio lo
encontramos en la siguiente legislación universal:
En la Convención
Americana sobre Derechos Humanos en su artículos 1o. y 5o. -2.
El Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos señala este derecho en sus
artículos 2o. -2 y 10o.
La Convención sobre
los Derechos del Niño lo incorpora en el artículo 37 literal c).
En la Convención
sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.
En el Convenio de
Ginebra III.
En el Convenio de
Ginebra IV en sus artículos 37, 69, 76, 124, 125 y 126.
En el Protocolo II
de Ginebra en su artículo 125.
Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano.
C. El
Debido Proceso Penal.
Se considera el
Derecho Penal como una rama del Derecho Público, por cuanto el hecho punible
emerge de una relación jurídica pública, que tiene como sujetos en primera
instancia, al Estado en su calidad de titular del derecho punitivo y en el otro
extremo de esa relación aparece el procesado.
Esta afirmación
tiene su razón de ser, en el hecho concreto que la infracción de la ley
penal ofende no sólo al particular cuyo interés es violado sino a la sociedad,
y en aras de conservar el orden jurídico impuesto para gobernar a esa
comunidad, se imponen las sanciones y se aplican las penas.
Por ese carácter de
contenido eminentemente público del Derecho Penal, sus normas son de rigurosa
observación, de necesaria aplicación y no pueden ser sustituídas por el libre
arbitrio de los asociados.
En materia penal, el
debido proceso constituye uno de los principios rectores de su
procedimiento, que a su vez encuentra sustento en los textos constitucionales
antes transcritos.
Como marco general
de referencia que informa y preside todo el sistema del derecho penal, ha de
mencionarse el principio de presunción de inocencia que supone la bondad de
actuación del ser humano y por tanto, para privarlo de su libertad, es,
menester que el Estado le demuestre que ha incurrido en responsabilidad
penal.
Del mismo modo su
vinculación a un proceso penal debe estar rodeada de todas las garantías que le
faciliten defenderse debidamente, asistido por un abogado con la facultad de
poder aducir a su favor las probanzas que demuestren su no culpabilidad y a
su vez refutar las pruebas que se esgriman contra él. Es esto lo que se llama
el principio de contradicción. Se prohibe la doble sanción por la misma
conducta punible (non bis in idem). Igualmente se quiere dar más posibilidades
de revisión de las decisiones al preverse las dos instancias y el grado de
jurisdicción de consulta y a la vez se prohibe la reformatio in pejus. Se
proscribe la autoincriminación y del mismo modo se excusa a los familiares
allegados del incriminado declarar contra él.
Según el principio
de legalidad de los delitos y de las penas -nullum crimen sine lege, nulla
poena sine lege- aquéllos y éstos deben estar previamente consagrados y
tipificados en un ordenamiento jurídico. Es decir, no hay delito ni pena sin
ley. Ello excluye por supuesto la aplicación analógica de delitos que a su vez
no estuvieren previstos en la ley, al igual que no permite la aplicación de
pena no contemplada para tal hecho criminoso en igual texto y previamente a la
perpetración de éste. Sin embargo cuando la ley posterior es favorable al
imputado se aplicará retroactivamente. Además, el proceso ha de seguirse
ante juez competente, es decir, que sea el señalado por la ley para conocer de
la conducta criminal. El proceso también ha de satisfacer las formas
propias -que serán las esenciales- del mismo. Es riguroso el cumplimiento de
estos mandatos procedimentales, pues su omisión dará lugar a nulidades del
proceso (Art. 304 del Código de Procedimiento Penal).
La Corte Suprema de
Justicia en fallo de su Sala Penal de 2 de octubre de 1981 dijo lo siguiente al
respecto:
"El derecho
de defensa emana también del artículo 26 de la Carta, ( art. 29 de la Constitución de 1991) porque
pertenece al debido proceso. Más aún, esta norma constitucional tiene por
objeto principal su garantía, dado que el mismo derecho es atributo
fundamental de la persona como tal y se relaciona directamente con los
derechos esenciales de la libertad, la igualdad ante la ley y la seguridad.
Es, además, un derecho histórico. Los romanos instituyeron el principio
audiatur altera pers, como regulador de todo proceso en garantía de sus
partes. No hay sistema procesal alguno que lo pueda excluir.
"El derecho
de defensa en la práctica se descompone, entre otros, en los derechos de
impugnación, y de contradicción, esenciales a él, y consecuencia jurídico
procesal de su aplicación. Su fuente constitucional es la misma. Se
encuentran específicamente proclamados en los "pactos internacionales de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, de Derechos Civiles y
Políticos", aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en
Nueva York, el 16 de diciembre de 1966, y convertidos en norma nacional
mediante Ley 74 de 1968, donde se determina: Toda persona cuyos derechos o
libertades reconocidos en el presente pacto hayan sido violados, podrá
interponer un recurso efectivo aun cuando tal violación hubiera sido cometida
por personas que actuaban en ejercicio de funciones oficiales (parte II, art.
2o. 3 C)".
El constituyente de
1991, se expresó en estos términos respecto del debido proceso:
"Las
garantías procesales. La administración de justicia penal constituye una de
las más claras expresiones de la soberanía del Estado frente al
individuo. Por ello los regímenes jurídicos occidentales han procurado,
dentro del aspecto de la tutela de los Derechos Humanos, rodear al procesado de
una serie de garantías que lo protejan de los potenciales abusos del Leviatán
en que, según la caracterización de Hobbes, puede verse convertido un Estado de
Corte absolutista.
Someto, entonces,
a consideración de la Asamblea, dos artículos en que se consagra de manera
expresa y precisa la garantía, que deben tener todos los asociados de ser
juzgados por lo que, en la doctrina contemporánea se designa como Juez Natural,
al igual que la presunción de inocencia.
La garantía del
Juez Natural y el debido proceso se concretan en el respectivo artículo".4
Dentro del contexto
del derecho comparado, valga mencionar el célebre caso de Gideon vs. Wainwright
(1963) decidido por la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos. Se
trataba de una persona pobre (Gideon) que fue condenada a 5 años de prisión por
un Tribunal de la Florida y como no se le proveyó de la asistencia legal de
un abogado, alegó y solicitó que se lo pusiera en libertad con fundamento en
la enmienda XIV de la Constitución. A ello accedió la Corte aceptando la tesis
del acusado de desconocerse el "due process of law" y anulando la
condena pronunciada contra él porque "indigent defendent accused of
serious crime must be offered the assignment of counsel".
D. El
debido proceso en los procesos civil y administrativo.
La vida del hombre
en sociedad ha contribuído a sus realizaciones personales pero también ha dado
lugar la generación de conflictos entre ellos mismos y también entre éstos y
las instituciones del Estado. Existen dos caminos para solucionar estos
conflictos de interés particular: arreglarlos como cada quien estime
conveniente (criterio establecido dentro de las sociedades primitivas) o que
sea el Estado a través de las autoridades legítimamente constituídas quien
dirima el conflicto de intereses puesto en su conocimiento, a través de una
serie de actos encaminados a lograr ese fin.
Pero como no se
puede dejar en manos de las personas la facultad de realizar los actos que a
bien tengan para dirimir su controversia, ya que a través de esa forma
arbitraria no podría obtenerse el objetivo buscado, se hace necesaria la
intervención del Estado, quien haciendo uso de su poder de imperio encuentra
fundamento para dictar normas que señale tanto a las partes como al juez, que
actuaciones deben realizar, como deben llevar a cabo sus cometidos y dentro de
que oportunidad pueden aportar sus pruebas y ejecutar sus actos para que tengan
validez en el proceso.
Con base en las nociones
que se han dejado expuestas, bien puede definirse el derecho procesal como el
conjunto de normas que establecen el procedimiento que se debe seguir para
obtener la actuación de la ley en un caso concreto, que señalan los
funcionarios encargados de aplicarlas y las personas que deben someterse a esas
normas.
Pues bien, el
legislador ha querido entonces, que los procesos sean reglados, que tengan
preceptos claros por los cuales han de regirse, haciéndose imperioso su
cumplimiento tanto para los sujetos procesales como para el juez.
Los principios que
antes se han expuesto sobre el debido proceso y que están contenidos en los
textos constitucionales antes transcritos, también tienen plena operación
mutatis mutandi, en las demás ramas del derecho procesal: procesal civil (que
se extiende a la laboral, etc.) y a las actividad administrativa que comprende
tanto la actuación gubernativa como la contencioso administrativa.
El tratadista
Eduardo J. Couture,5
menciona las siguientes hipótesis que darían lugar a inconstitucionalidades:
la privación de audiencia que equivale a condenar a una persona sin haber sido
oida y vencida en juicio, la falta de citación, la falta de emplazamiento, la
privación de pruebas, la privación de recursos, la privación de revisión
judicial.
Del artículo 29
constitucional se establece, para efectos del presente caso, que la figura del
debido proceso, es aplicable a toda clase de actuaciones que se realicen en los
estrados judiciales e igualmente es válido el debido proceso, para toda
actividad de la administración pública en general, sin excepciones de ninguna
índole y sin ninguna clase de consideraciones sobre el particular.
El título V,
capítulo I de la Constitución Nacional consagra lo pertinente a la estructura
de nuestro Estado.
En su artículo 113,
señala las ramas del poder público, en el 114 enuncia en forma general la
función del Congreso, el 115 expresa quiénes conforman el Gobierno y radica en
cabeza del Presidente de la República, la suprema autoridad administrativa del
Estado. Igualmente esta norma determina que las gobernaciones y alcaldías,
así como la superintendencias, los establecimientos públicos y las empresas industriales
y comerciales del Estado, forman parte de la rama Ejecutiva, razón por la cual
estas entidades ejercen función administrativa.
Los órganos
judiciales se encuentran señalados en el artículo 116. El artículo 117 expresa
que los órganos de control de la administración pública nacional son el
Ministerio Público y la Contraloría General de la República. El Consejo
Nacional Electoral y la Registraduría Nacional del Estado Civil, se ocupan de
la organización electoral.
Todas estas
entidades que conforman la estructura y organización estatales ejercen
esencialmente, unas, funciones jurisdiccionales ( rama judicial), otras
, funciones legislativas ( Congreso ) y ambas pueden también cumplir
funciones administrativas. Y la rama Ejecutiva, en sus órdenes todos:
nacional, departamental y municipal, desempeña actividad administrativa por
antonomasia. Del mismo modo a cargo de los particulares pueden estar
actividades administrativas".
2. Legitimación
de la sociedad actora.
Estima esta Sala que
las personas jurídicas están habilitadas para ejercer la acción de tutela, pues
como regla general el artículo 86 de la Carta la contempla para toda clase de
personas, naturales y jurídicas. En tal sentido se ha expresado ya esta Corporación
en los siguientes términos:
"2. Tutela ejercida por persona
jurídica.
El artículo 86 de
la Constitución establece que toda persona tendrá acción de tutela, así:
"Toda
persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces en todo
momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma o
por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales".( Subraya y negrillas fuera del texto).
El artículo 10o.
del Decreto 2195 de 1991 establece:
"La acción
de tutela podrá ser ejercida en todo momento y lugar, por cualquier
persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos fundamentales,
quien actuará por sí misma o a través de representante...".(Subrayas y
negrillas fuera del texto).
En el derecho
colombiano se distinguen dos tipos de personas a saber: las personas naturales
y las personas jurídicas (artículo 73 del Código Civil).
a) Personas
naturales: son absolutamente todos los seres humanos (artículo 74 del Código
Civil).
b) La
persona jurídica: el artículo 633 del Código Civil las define de la siguiente
manera:
"Se llama
persona jurídica, una persona ficticia, capaz de ejercer derechos y contraer
obligaciones civiles, y de ser representada judicial y extrajudicialmente".
Sobre la
titularidad de las personas jurídicas respecto de la acción de tutela se debe
entender que existen derechos fundamentales que se predican exclusivamente de
la persona humana, como el derecho a la vida y la exclusión de la pena de
muerte (artículo 11); prohibición de desaparición forzada, torturas, tratos o
penas crueles, inhumanos o degradantes (artículo 12); el derecho a la intimidad
personal (artículo 15); entre otros.
Pero otros
derechos ya no son exclusivos de los individuos aisladamente considerados, sino
también en cuanto se encuentran insertos en grupos y organizaciones, cuya
finalidad sea específicamente la de defender determinados ámbitos de libertad o
realizar los intereses comunes.
En consecuencia,
en principio, es necesario tutelar los derechos constitucionales fundamentales
de las personas jurídicas, no per se, sino que en tanto que vehículo para
garantizar los derechos constitucionales fundamentales de las personas
naturales, en caso concreto, a criterio razonable del Juez de Tutela.
Otros derechos
constitucionales fundamentales, sin embargo las personas jurídicas los poseen
directamente: es el caso de la inviolabilidad de la correspondencia y demás
formas de comunicación privada (artículo 15 de la Constitución), la libertad de
asociación sindical (artículo 38); el debido proceso (artículo 29), entre
otros.
Luego las
personas jurídicas poseen derechos constitucionales fundamentales por dos vías:
a)
Indirectamente: cuando la esencialidad de la protección gira alrededor de la
tutela de los derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales
asociadas.
b) Directamente:
cuando las personas jurídicas son titulares de derechos fundamentales no porque
actúan en sustitución de sus miembros, sino que lo son por sí mismas, siempre,
claro está, que esos derechos por su naturaleza sean ejercitables por ellas
mismas.
La interrelación
entre el Estado y las personas jurídicas se traduce tanto en la participación
de los ciudadanos en la organización del Estado, como en una ordenación de
entidades de carácter social en cuanto a que su actividad presente un interés
público relevante. Su libre creación y actuación está garantizada tanto en
la Constitución (artículos 38, 103 y 355) como en la ley.
Esta tesis ha
sido adoptada por el derecho comparado, así: el artículo 162.1.b. de la
Constitución española reconoce expresamente la acción de amparo para personas
naturales y jurídicas: y la Ley Fundamental alemana, en su artículo 19.III.,
dispone lo mismo".6
Habrá de tenerse en
cuenta, eso sí, que el derecho constitucional fundamental alegado como
desconocido, se compadezca con la naturaleza de la sociedad, asociación,
corporación u organización de que se trate, o con la situación concreta de la
actividad u omisión del ente administrativo o particular, respecto de la cual
se invoca el amparo.
En el evento sublite
es apenas natural que puede la sociedad actora reclamar que se le desconoce el
debido proceso, ya que éste ha de cumplirse en tratándose también de los
trámites y procedimientos que se cumplen ante las autoridades administrativas
según lo pregona el artículo 29 inciso 1o. de la Constitución y sin que al
efecto tenga que distinguirse si quien adelanta la gestión frente a ellas, sea
una persona natural o una persona jurídica. La administración en uno u otro
caso, ha de respetar el debido proceso.
3. IMPROCEDENCIA
DE LA ACCION DE TUTELA.
En el ordenamiento
jurídico colombiano el artículo 86 de la Constitución Nacional que consagra la
acción de tutela para proteger los derechos constitucionales fundamentales,
cuando ellos se vean vulnerados o amenazados por la acción u omisión de
cualquier autoridad pública, mediante un procedimiento preferente y sumario;
igualmente reitera que sólo procede cuando para defender ese derecho, no
existe otro mecanismo de defensa judicial y si éste existe se puede ejercer la
acción como un mecanismo transitorio, para evitar un perjuicio irremediable,
el cual define el artículo 6o. del Decreto 2591 de 1991 como aquel que sólo
puede ser reparado mediante una indemnización.
En el caso sublite
la acción de tutela se promovió por la agraviada Sociedad Inversiones U.S.S.A.
Ltda., porque la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares, entidad de derecho
público con quien había celebrado un contrato de arrendamiento, de un local
ubicado en la cra. 13 No. 27-08 de esta ciudad, le decretó mediante Resolución
No. 1411 del 19 de junio de l991 la caducidad administrativa. Esta interpuso el
recurso de reposición ante la Caja, el cual le fue adverso a sus pretensiones,
pues la entidad administrativa confirmó su decisión por Resolución No. 2920 del
13 de diciembre de 1991.
El actor invoca la
acción de tutela como mecanismo transitorio y al efecto solicita que "se
suspenda la aplicación del acto impugnado", que es la Resolución No.
1411 de 19 de junio de 1991 de la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares y
ello, "mientras dure el proceso de nulidad de la resolución",
la cual habrá de ejercer ante el Tribunal Contencioso Administrativo de
Cundinamarca.
Observa la Corte que
la misma sociedad actora es consciente de que el acto administrativo por el
cual se le declaró la caducidad de su contrato, es susceptible de las acciones
contencioso administrativas, y de ahí que, en primer lugar hubiera interpuesto
el recurso de reposición, contra la Resolución No. 1411 mencionada, que fue
decidido en el sentido de confirmarla (Resolución No. 2920 de 1991), con lo
cual allanó el camino para, agotada en tal forma la vía gubernativa, acudir a
la justicia administrativa, como en efecto anuncia que lo va a hacer.
Es incuestionable
entonces que ambos actos administrativos, provenientes de un establecimiento
público, como lo es la Caja de Retiro de las Fuerzas Militares, caen bajo la
órbita de control de la jurisdicción Contencioso administrativa (art. 82
C.C.A.) y son pasibles de la acción de nulidad y restablecimiento del derecho
contemplada en el artículo 85 del C.C.A.. Y del mismo modo, son susceptibles
de la suspensión provisional de sus efectos, la cual se puede impetrar junto
con la demanda y obtener del juzgador, si accediese a ella, a que no se produjeran
tales efectos hasta el momento procesal de la sentencia (arts. 150 del C.C.A. y
238 de la C.N.).
Ha de resaltar esta
Corporación además que el derecho concreto que se estima vulnerado por
desconocimiento de un derecho constitucional fundamental ha de encontrarse
debidamente establecido, esto es, que del mismo sea titular de manera
indubitable el actor de tutela. Cuestión distinta es la que ofrece el evento
sub-judice, porque cabalmente se plantea por la sociedad demandante todo un
debate jurídico sobre si es procedente o no que por la Caja de Retiros se le
hubiera declarado la caducidad del contrato de arrendamiento, si debía o no
estar convenida esta cláusula en el contrato, si se daba la causal de
caducidad invocada, si el avalúo del inmueble era el correcto y en fin, si el
contrato en cuestión es de derecho administrativo o de derecho privado de la
administración. Frente entonces a un derecho incierto, no es susceptible que se
pueda reclamar tutela constitucional de él. Es entonces la justicia administrativa
la competente para dilucidar esta contención, según se explicó atrás.
Mas tampoco es
procedente el expediente del mecanismo transitorio, al cual ha ocurrido la
sociedad actora en el presente caso, como se dijo, pues no se dan los supuestos
que lo autorizan. En efecto: no se configura perjuicio irremediable, ya que
en caso de prosperar la acción de nulidad y restablecimiento del derecho, la
situación volvería al estado anterior, inclusive con la obtención de la
suspensión provisional, pues, la declaratoria de nulidad de las Resoluciones de
la Caja, traería las siguientes consecuencias: Quedaría sin efecto la
caducidad decretada, desaparecería la multa que como consecuencia de la
caducidad por incumplimiento del contrato se impuso, y obviamente, no tendría
lugar la restitución del inmueble a la Caja.
Ha de agregarse a lo
dicho que el Decreto 306 de 19 de febrero de 1992 reglamentario del Decreto
2591 de 1991, establece que no existe perjuicio irremediable cuando el
interesado puede solicitar a la autoridad competente el restablecimiento o
protección del derecho, mediante la adopción de estas medidas, entre otras,
orden de entrega de un bien y orden de restitución o devolución de una suma de
dinero pagada por razón de una multa (art. 1o. literales d) y e)).
Ha de advertirse por
último que de acuerdo con el artículo 16 del Decreto Ley 222 de 1983, el
contrato de arrendamiento sobre bienes inmuebles celebrado por entidades
públicas -cual es el del caso sublite, celebrado por un establecimiento
público- no constituye acto de comercio para todos los efectos legales.
Habrá entonces de
confirmarse la sentencia del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé
de Bogotá, D.C..
En mérito de lo
expuesto, la Sala de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
F A L L A :
Primero: Confirmar la sentencia de 12 de febrero de
1992 proferida por el Tribunal Superior de Distrito Judicial de Santafé de
Bogotá, D.C., Sala Civil, por medio de la cual se acepta en todas sus partes el
fallo de tutela de fecha 24 de enero de 1992 proferido por el Juzgado Séptimo
Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, D.C., por las razones expresadas en el
presente fallo.
Segundo: Comunicar al Juzgado Séptimo Civil del
Circuito de esta ciudad, la presente decisión para que sea notificada a las
partes conforme lo ordena el artículo 36 del Decreto 2591 de l991, con entrega
a todos ellos de copia de esta sentencia. Comunicar al Tribunal Superior de
Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, D.C., Sala Civil, con entrega de copia
de este fallo.
COMUNIQUESE Y NOTIFIQUESE
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado Ponente
JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN CIRO ANGARITA BARON
Magistrado
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-496
CONTRATO DE
ARRENDAMIENTO/CONTRATO ADMINISTRATIVO (Salvamento de voto)
Si -en gracia de
discusión- fuera aplicable la cláusula de caducidad, lo sería también,
simultáneamente, el régimen especial que regula los arrendamientos de locales
comerciales y, en particular, los derechos del empresario que a título de
arrendador haya ocupado no menos de dos años consecutivos un inmueble con un
mismo establecimiento de comercio, en las condiciones previstas en la ley
(Código de Comercio Arts. 518 y ss.). Este régimen regula, entre otros
aspectos, la estimación de los perjuicios causados al arrendatario-empresario
teniendo en cuenta la especial y compleja naturaleza de ese bien mercantil que
es el establecimiento de comercio, como conjunto organizado.
ACCION DE
TUTELA/DERECHOS FUNDAMENTALES-Vulneración
(Salvamento de voto)
Para los efectos
de la tutela del derecho fundamental vulnerado, no es indiferente precisar si
se trata del arrendamiento de un establecimiento de comercio o de otro bien
cualquiera. En el primer caso la protección otorgada debe satisfacer plenamente
las exigencias propias de los conjuntos económicos organizados en los cuales se
hallan presentes bienes materiales e inmateriales. Entre estos últimos se
encuentra todo el conjunto de relaciones jurídicas en que trasciende la
clientela, la cual bien puede verse irreparablemente afectada con la terminación
injustificada del arrendamiento del local. Sin que quepa argüir que la
devolución del mismo que ordenen en su momento las autoridades competentes hace
que el perjuicio sea transitorio pero reparable. NO. De una parte la clientela
no puede confundirse con el local y, de otra, su especial naturaleza determina
problemas que en buena medida hacen particularmente difícil una justa
indemnización. Por todo ello, el legislador es plenamente consciente de la
necesidad de establecer instrumentos especiales de protección de las
actividades y bienes de empresarios tales como los arrendatarios de
establecimientos de comercio. Al proceder así, entiende que el trabajo
organizado constituye elemento digno de especial tutela.
ACCION DE
TUTELA/JURISDICCION CONTENCIOSO ADMINISTRATIVA-Improcedencia (Salvamento de voto)
No se puede
presumir que en todo contrato de un ente público se halla presente la cláusula
de caducidad. O lo que es aún más preocupante: que toda relación entre un ente
público y un comerciante se regula exclusivamente por el derecho
administrativo. Las consecuencias están a la vista: cuando la entidad
peticionaria culmine el proceso ante la jurisdicción contenciosa administrativa
y obtenga la justicia que su causa demanda recuperará, probablemente, el local
pero no es seguro así mismo, que retorne su clientela. La negación de la tutela
como mecanismo transitorio permitirá este atentado contra el trabajo organizado
del empresario-arrendatario.
ADMINISTRATIVIZACION A ULTRANZA: MANES DEL
REY MIDAS
Ref.: Expediente
T-2036
Magistrado Ponente:
Dr. Simón Rodríguez
Rodríguez
1. En la sentencia
de la cual disiento hay la aceptación implícita e incuestionable de que todos
los actos de un ente público -entre ellos los contratos- están regulados por el
derecho administrativo, con las consecuencias previsibles. Esta
administrativización a ultranza conduce a presumir la existencia de una
cláusula de caducidad en el contrato de arrendamiento de un local para un
establecimiento de comercio, celebrado entre la entidad peticionaria y la Caja
de Retiro de Fuerzas Militares.
2. Lo anterior
constituye un desconocimiento abierto de la jurisprudencia del Consejo de
Estado, el cual ha reconocido que en el ámbito de un contrato en que
intervengan de una parte entidades de derecho público y de otra sujetos que
tengan la calidad de comerciantes, pueden operar simultáneamente la caducidad y
el régimen propio de la materia mercantil, tal como se desprende, por ejemplo,
del siguiente pronunciamiento:
"(...) lo
referente a esta última cláusula -caducidad- se gobierna por las reglas del
derecho público; en cambio, el régimen de los derechos y las obligaciones
propios del contrato está regulado por el derecho privado; tal como sucede aquí
con el derecho comercial, por cuanto el contratista es una sociedad de
comercio, cuyo objeto social gira en torno a la proyección y realización de
planes de vivienda con facultad para realizar todos los actos y contratos
relacionados con su rol mercantil... Corrobora el anterior aserto (la
aplicabilidad del Código de Comercio) el hecho de que el acto sea de naturaleza
mercantil para la sociedad vendedora. Este es el alcance del artículo 22 del
Código de Comercio".1
3. En el caso
sub-exámine lo anterior vendrá a implicar que si -en gracia de discusión- fuera
aplicable la cláusula de caducidad, lo sería también, simultáneamente, el régimen
especial que regula los arrendamientos de locales comerciales y, en particular,
los derechos del empresario que a título de arrendador haya ocupado no menos de
dos años consecutivos un inmueble con un mismo establecimiento de comercio, en
las condiciones previstas en la ley (Código de Comercio Arts. 518 y ss.).
Este régimen regula,
entre otros aspectos, la estimación de los perjuicios causados al
arrendatario-empresario teniendo en cuenta la especial y compleja naturaleza de
ese bien mercantil que es el establecimiento de comercio, como conjunto
organizado.
4. Para los efectos
de la tutela del derecho fundamental vulnerado, no es indiferente precisar si
se trata del arrendamiento de un establecimiento de comercio -tal como ocurre
en el caso de autos- o de otro bien cualquiera. En el primer caso la protección
otorgada debe satisfacer plenamente las exigencias propias de los conjuntos
económicos organizados en los cuales se hallan presentes bienes materiales e
inmateriales. Entre estos últimos se encuentra todo el conjunto de relaciones
jurídicas en que trasciende la clientela, la cual bien puede verse
irreparablemente afectada con la terminación injustificada del arrendamiento
del local. Sin que quepa argüir que la devolución del mismo que ordenen en su
momento las autoridades competentes hace que el perjuicio sea transitorio pero
reparable. NO.
De una parte la
clientela no puede confundirse con el local y, de otra, su especial naturaleza
determina problemas que en buena medida hacen particularmente difícil una justa
indemnización.
5. Por todo ello, el
legislador es plenamente consciente de la necesidad de establecer instrumentos
especiales de protección de las actividades y bienes de empresarios tales como
los arrendatarios de establecimientos de comercio. Al proceder así, entiende
que el trabajo organizado constituye elemento digno de especial tutela.
Por tanto, no puedo
contemplar impasible -como lo hace la decisión mayoritaria- que en una
concepción a ultranza de la naturaleza de la actividad administrativa produzca
milagros tales que envidiaría el rey Midas, como los de presumir que en todo
contrato de un ente público se halla presente la cláusula de caducidad. O lo
que es aún más preocupante: que toda relación entre un ente público y un
comerciante se regula exclusivamente por el derecho administrativo, en abierto
desmedro de todos los principios y consecuencias que una tradición doctrinaria
y jurisprudencial -ya secular- ha elaborado en torno al acto de comercio.
Las consecuencias
están a la vista: cuando la entidad peticionaria culmine el proceso ante la
jurisdicción contencioso administrativa y obtenga la justicia que su causa
demanda recuperará, probablemente, el local pero no es seguro así mismo, que
retorne su clientela. La negación de la tutela como mecanismo transitorio
permitirá este atentado contra el trabajo organizado del
empresario-arrendatario.
Tal injusticia
sustenta este salvamento de voto.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado
1 Mario Madrid-Malo Garizábal. Los
Derechos Humanos en Colombia. Instituto de Derechos Humanos. Guillermo Cano.
Publicaciones ESAP 1990. Pág. 28.
2 Fernando Velásquez V. "Comentarios al nuevo
Código de Pocedimiento Penal". Señal Editora. Medellin 1987. Págs. 111 y
12.
3 Corte Suprema de Justicia. Sentencia No. 62 de 10
de mayo de 1983. Gaceta Judicial No. 2413. Págs. 302 y 303.
4 Gaceta Constitucional No. 23. Proyecto No. 68.
Ponencia del Constituyente Armando Holguin.
5 Gaceta Constitucional No. 23. Proyecto No. 68. Ponencia
del Constituyente Armando Holguin.
6 Sentencia No. T-411 de 17 de junio de 1992. Sala
de Revisión No. 4. Véase también sentencia T-437 de 24 de junio de 1992 Sala
de Revisión No. 3.
1 Sentencia Consejo de Estado.
Sala de lo Contencioso Administrativo. Secc. 3a. mayo 13 de 1988. |
120 | T-497-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-497/92
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/PENSION DE JUBILACION-Reajuste/DERECHO
A LA SEGURIDAD SOCIAL/DERECHOS FUNDAMENTALES
Existiendo
instrumentos judiciales que el ordenamiento jurídico contempla no sólo para
obtener las pretensiones de índole laboral de que da cuenta el actor, sino
también para lograr su pago compulsivamente, a ellos habrá que acudir para
obtener los reajustes pensionales que ahora reclama a través de acción de
tutela. No se entiende entonces que se ocurra ante el juez de tutela, para que
éste reemplace al juzgador administrativo o laboral y haga lo que por
competencia legal corresponde hacer a uno u otro según el caso. Ni siquiera
puede pensarse que pudiera ejercerse dicha acción para evitar un perjuicio
irremediable, puesto que los reajustes pensionales objeto de ella tienen
satisfacción completa a través de las acciones contencioso administrativas y ejecutivas
laborales de que se ha dado cuenta, esto es, que los mismos son recuperables en
el mismo estado en que pudieran reclamarse si prosperaren los procesos
judiciales respectivos y por ello, no tendría cabida indemnización alguna
supletoria. La seguridad social es derecho fundamental amparado por la acción
de tutela y ello en virtud de la función de primer orden que cumple en
beneficio del ser humano y en este caso, de un servidor del Estado
TRAMITOMANIA
El peticionario
ha tenido que recurrir en repetidas ocasiones a la jurisdicción administrativa
primero y luego a la justicia laboral, a través de procesos ejecutivos, para
obtener los reajustes pensionales que una administración respetuosa del Estado
Social de Derecho, ha debido hacerle y satisfacerle voluntaria y oportunamente.
Situación anómala como ésta no se compadece con la protección que a la
seguridad social le otorga el Estatuto Máximo de 1991
SALA DE REVISION No. 6
Ref.: Proceso de tutela No. 2160
Acción de
tutela contra actuación del Departamento de Bolivar.
Tema:
Reajustes pensionales. Su reconocimiento y
pago cuenta con medios judiciales de defensa para reclamarse y hacerse
efectivos.
Actor: HERMOGENES
MARTINEZ MESA.
Magistrado
Ponente:
DR.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ.
Santafé de Bogotá,
D.C., trece (13) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
de Tutelas de la Corte Constitucional conformada por los Magistrados Simón
Rodríguez Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Ciro Angarita Barón, revisa la
acción de tutela decidida en sentencia proferida por el Tribunal Contencioso
Administrativo de Bolivar, el día 27 de marzo de 1992.
I. ANTECEDENTES.
A.
HECHOS DE LA DEMANDA.
a) El H.
Consejo de Estado mediante sentencia de 27 de junio de 1980 al desatar la
demanda ejercida por el señor Hermógenes Martínez Meza, para que se le
reajustara su pensión de jubilación de conformidad con lo dispuesto por el
Decreto 1221 de 20 de junio de 1975, ordenó lo siguiente:
"3o. Como
consecuencia de lo anterior, la Caja de Previsión Social de Bolivar reajustará
a partir del 1o. de julio de 1975, la pensión de jubilación de que es titular
el demandante, en una cuestión mensual equivalente al 33% de su pensión
actual".
b) Dicha Caja
dictó al efecto anterior la Resolución No. 80-123 de 7 de febrero de 1980, mas
desconociendo lo ordenado en la antecitada sentencia, pues reajustó la pensión
con el 33% del valor que tenía la pensión en 1o. de julio de 1975 y no con el
valor en 27 de junio de 1980, fecha de la aludida sentencia, esto es, "la
pensión actual".
c) Posteriormente
el Gobernador del Departamento de Bolivar y el Director del Departamento de
Servicios Administrativos, Gerente de la referida Caja, dictaron la Resolución
No. 467 de 15 de febrero de 1984, modificatoria de la Resolución No. 80-123
arriba citada, con el objeto de efectuar un nuevo reajuste. Mas tampoco se le
dió cumplimiento a la sentencia del H. Consejo de Estado, pues las cantidades
de $ 35.634.84 y $ 11.759.49 fijadas como valor de la pensión en 1980 y su
correspondiente 33% no corresponden a "la respectiva liquidación",
dado que el H. Consejo de Estado en sentencias de 7 de junio de 1979 y 13 de
marzo de 1984 definió que los reajustes de las pensiones de jubilación
ordenados por la Ley 4a. de 1976 para los años de 1976 y 1977 eran del
25% más la suma de $390.oo y no del 15% más la suma fija de $180.oo, como
fueron aplicados por la susodicha Resolución 467. Entonces el valor de la
pensión en 27 de junio de 1980 "pensión actual", era de $53.420.14,
según cifras que se presentan. El 33% de esta suma es $17.628.64 y con ella
debió incrementarse el valor de la pensión en 1o. de julio de 1975.
"Desde la
expedición de la Resolución No. 467 de 15 de febrero de 1984 he estado
solicitando la corrección de los errores cometidos y el reajuste de la pensión
en forma debida y como nunca he obtenido respuesta alguna a mis solicitudes, me
he visto obligado a acudir a la Justicia Laboral para obtener la cancelación de
las sumas de dinero que por concepto de diferencias entre las sumas que se me
debían pagar y las que se me pagaban como mesadas, se establecían, así hasta
lo correspondiente a 1989, y en el último de esos juicios ejecutivos de
carácter laboral que he promovido, la Sala Laboral del H. Tribunal Superior de
Justicia de Cartagena, en auto de fecha 22 de noviembre de 1990, dejó
constancia de que en el año de 1989 yo debí percibir por concepto de mesadas de
jubilación la suma de $ 416.233.oo mensuales".
B. DOCUMENTOS
ACOMPAÑADOS A LA DEMANDA Y ALLEGADOS AL TRIBUNAL DE TUTELA.
Reposan los
siguientes:
a) Copia de la
sentencia del H. Consejo de Estado de 27 de junio de 1980.
b) Copia de la
Resolución No. 80-123 de la Caja Departamental de Previsión Social de Bolivar
de 7 de octubre de 1980.
c) Copia de la
Resolución No. 467 de 15 de febrero de 1984 expedida por el Gobernador del
Departamento de Bolivar y el Director del Departamento de Servicios
Administrativos-Gerente de la referida Caja.
d) Copia de la
sentencia del H. Consejo de Estado de 7 de junio de 1979.
e) Copia del
auto de mandamiento de pago de 16 de marzo de 1990 del Juzgado Primero Laboral
del Circuito de Cartagena contra el Departamento de Bolivar, por la suma de $
3.255.092.90 más los intereses a que haya lugar, por las sumas adeudadas a
Hermógenes Martínez Mesa a partir del 1o. de julio de 1988 hasta diciembre de
1989.
f) Copia del
auto de 22 de noviembre de 1990 de la Sala Laboral del Tribunal Superior de
Bolivar, por el cual se confirmó la providencia mencionada en el literal
anterior, mas modificando su cuantía en la de $ 3.203.984.88.
g) Constancias
de Juzgados Laborales del Circuito de Cartagena sobre demandas ejecutivas, así:
1. Del
Juzgado Cuarto, sobre que cursó ante él demanda ejecutiva laboral instaurada
por Hermógenes Martínez Mesa contra el Departamento de Bolívar y que se le
pagó a aquél la suma de $ 776.126.34 por concepto de reajustes del 33%
desde el 1o. de julio de 1975 hasta agosto de 1980. Y otra demanda ejecutiva
que culminó con el reconocimiento a favor de Martínez de la suma de $
1.335.005.70 por concepto de diferencia de reajuste de la Ley 4a. de 1976
mediante Resolución No. 407 de 15 de febrero de 1984 por los meses de enero de
1976 hasta diciembre de 1983 ( fl.43).
2. Del Juzgado Segundo, sobre el
reconocimiento a Martínez Mesa de la cantidad de $ 875.295.50 a título de las
sumas dejadas de pagar por reajustes pensionales de julio de 1975 a diciembre
de 1984 (fl.44).
3. Del
Juzgado Sexto, acerca de que a Martínez Mesa "le fueron canceladas por
concepto de diferencias en el pago de reajustes pensionales, en el tiempo
comprendido entre el 1o. de julio de 1975 al 30 de junio de 1985, con
fundamento en la sentencia del H. Consejo de Estado calendada el 27 de junio
de 1980, la Ley 4a. de 1976 y otra sentencia igualmente emanada del Consejo de
Estado fechada el 21 de octubre de 1980, las sumas de $ 3.730.305.88 por
capital y $ 2.350.092.60 por intereses. En este juicio ejecutivo, la pensión
de jubilación quedó fijada en la suma de $ 235.903 para el año de 1985"
(fl.45).
4. Del
Juzgado Sexto, sobre que se liquidó un crédito a favor de Hermógenes Martínez
Mesa por la suma de $ 936.273.02 relacionada con el reajuste de mesadas
pensionales en el tiempo comprendido entre el 1o. de julio y el 31 de diciembre
de 1986, discriminada así: $895.955.09 por capital y $40.317.03 por intereses
(fl.46).
5. Del
Juzgado Sexto, acerca de que el cobro por Martínez Mesa fue por la suma de
$937.521.84, de la cual $905.818.84 corresponden a capital y $31.703 a
intereses, por concepto de reajuste de su pensión de jubilación entre los
meses de 1o. de enero a julio de 1987 (fl.47).
6. Del
Juzgado Sexto, sobre que el valor del cobro por concepto de reajuste de la
pensión de jubilación de Hermógenes Martínez Mesa por los meses de agosto a
diciembre de 1987 fue de $ 756.915.78 compuestos así: $724.321.38 por capital y
$32.594.40 intereses (fl.48).
h) Memorial dirigido
por Hermógenes Martínez Mesa de 13 de enero de 1992 al Gobernador de Bolivar en
el que, previa la presentación de cuadro numérico le solicita el reajuste de
su pensión de jubilación "de conformidad con lo ordenado por el H.
Consejo de Estado en sentencia de 27 de junio de 1980 y lo establecido por la
Sala Laboral del H. Tribunal Superior de Justicia en auto de 22 de noviembre de
1990" (fls. 34 y 35).
C.
DERECHOS VULNERADOS.
No señala el
demandante ninguno, como tal.
D. PETICIONES.
Expresa el actor que
en virtud de los hechos anteriormente expuestos pide al H. Tribunal Contencioso
Administrativo de Bolivar "se sirva ordenar que el Departamento
de Bolivar, representado por el señor Gobernador del Departamento, con oficinas
en el 2o. piso del Palacio de la Gobernación, cumpla cabalmente en la forma
como lo dejo demostrado, o, simplemente, como lo hace constar la Sala Laboral
del H. Tribunal Superior de Justicia de Cartagena en auto de 22 de noviembre de
1990, o sea, que el valor de la pensión de 1989 era de $416.233.oo, si el H.
Tribunal lo encuentra ajustado (sic)a derecho, la sentencia del H. Consejo de
Estado de fecha 27 de junio de 1980".
Agrega esta Sala al
respecto que el Tribunal Contencioso Administrativo de Bolívar antes de dar curso
a la acción de tutela, le pidió a Martínez Mesa a través de la Magistrada
Ponente que expresara con claridad sus peticiones ya que de este defecto
adolecía la demanda. A ello contestó él explicando lo que se ha referido en
los hechos de la demanda hasta el punto de que su pensión de jubilación en 27
de junio de 1980, fecha de la sentencia del H. Consejo de Estado, era de $
53.420.14 y que el 33% de esta cifra es $17.628.64 en que se debió aumentar el
valor de la misma en 1o. de julio de 1975. Y termina diciendo el actor:
"Como el
Departamento de Bolivar no dió cumplimiento exacto a la sentencia del H.
Consejo de Estado me ví obligado en defensa de mi derecho a recurrir a los
juzgados laborales para hacerlos valer, de ahí que le acompaño los certificados
que sobre estas acciones me han sido expedidos. En el último de estos juicios
la H. Sala Laboral del Tribunal Superior de Cartagena, en auto confirmatorio
del mandamiento de pago, que acompañé a mi petición, señaló que la cuantía
para el año de 1989 era la suma de $416.233.oo mensuales; esta providencia
tiene fecha 22 de noviembre de 1990. Como quiera que este mandamiento de
pago está en firme, debe tomarse como base, la cuantía de $416.233.oo
señalada, la cual hizo el H. Tribunal Superior previa liquidación de los
reajustes pensionales correspondientes a dicho año.
Mi petición,
pues, se contrae a que el Departamento de Bolivar, profiera el Acto
Administrativo-Resolución, en el cual se me reajuste la pensión de jubilación,
a partir de 1989 tomando como base la cuantía señalada de $416.233.oo y en
cumplimiento de los decretos Departamentales respectivos, en un 26% para 1990,
en un 26.6% para 1991 y en un 26.4% para 1992".
E. FALLO
QUE SE REVISA.
Sentencia del
Tribunal Contencioso Administrativo de Bolivar de 27 de marzo de 1992.
Decisión: No acceder a la petición de tutela.
Consideraciones:
1. De todas las
pruebas aportadas a la solicitud de la acción de tutela se desprende que el
actor ha acudido tanto a la jurisdicción Contencioso Administrativa como a la
jurisdicción ordinaria en procura de que se le resuelva su inconformidad en
relación con la cuestión de su pensión vitalicia de jubilación. Igualmente se
ha dirigido en varias oportunidades a la Administración Departamental, la
última de las cuales fue el 13 de enero de 1992.
2. No cita el
actor en su demanda el derecho constitucional fundamental violado o amenazado,
como lo exige el artículo 14 del Decreto 2591 de 1991.
Los derechos
constitucionales fundamentales acreedores de la acción de tutela son los
consagrados en el Título II, Capítulo I de la Carta Política y entre ellos no
está la revisión de liquidaciones de pensiones de jubilaciones, cual es lo que
plantea el caso sublite.
Por lo dicho no es
procedente la presente acción de tutela, ni tampoco lo es para hacer respetar
derecho de rango legal, cual lo dispone el artículo 2o. del Decreto 306 de 19
de febrero de 1992.
II. COMPETENCIA.
De conformidad con
los artículos 86 inciso 2o. y 214 numeral 9o. de la Constitución Nacional y los
artículos 31, 33 y 34 del Decreto 2591 "por el cual se reglamenta la
acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política"
es competente la Corte para conocer en revisión la acción de tutela incoada por
el señor Hermógenes Martínez Mesa.
III. CONSIDERACIONES.
1. Los
derechos constitucionales fundamentales no están contemplados restrictivamente
en la Carta.
Ha de refutar esta
Corporación la consideración y conclusión del Tribunal Contencioso Administrativo
de Bolívar acerca de que los derechos constitucionales fundamentales están
circunscritos a los relacionados en el Capítulo I (arts. 11 a 41) del Título
II de la Constitución que trata "De los Derechos, las Garantías y los
Deberes", pues existen varios otros que no estando incluidos allí
ostentan tal carácter de fundamentales1,
cuales son, entre otros, que han sido objeto de análisis por esta Corte, el
derecho a la educación (art.67), el derecho a la seguridad social (art. 48).
De todos modos el
carácter de fundamental del derecho lo dará su íntima relación con la
existencia y desenvolvimiento del ser humano en cuanto poseyendo una
dignidad humana que le es inherente, es menester proteger tal derecho porque
asi se salvaguarda también dicho ser.
En el evento
sublite, si bien no se señala concretamente el derecho constitucional fundamental
estimado como vulnerado, se advierte claramente que el mismo está relacionado
con la seguridad social (art. 48 de la Carta), pues el actor de tutela clama
porque se le reajuste su pensión de jubilación, prestación ésta comprendida
dentro de las cubiertas por tal seguridad, sistema que mediante el mecanismo de
la contribución económica forzosa y periódica de trabajadores y empleadores a
un fondo común (Cajas de Previsión, etc.), dispone de los recursos necesarios
para atender contingencias de la vida de los primeros (enfermedades,
incapacidades laborales, etc.) en el desarrollo de su quehacer laboral.
Con todo y como se
examinará a continuación, no es procedente la tutela desde el punto de vista
que en este acápite se examina, por existir medios de defensa judicial que
hacen posible obtener los reajustes pensionales invocados por el actor.
2. Improcedencia
de la acción de tutela en cuanto hace a la petición de reajuste pensional.
Según el artículo 86
del Estatuto Máximo, la acción de tutela se le entrega a toda persona para
reclamar ante los jueces, mediante un procedimiento preferente y sumario, la
protección inmediata de sus derechos fundamentales constitucionales frente a su
vulneración o amenaza, a causa de la acción u omisión de la autoridad pública
o de particulares en los casos señalados en la ley.
No procede la tutela
si existe otro medio judicial de defensa, salvo que se utilice para evitar un
perjuicio irremediable. Este perjuicio está definido en el Decreto 2591 de 1991
como el que sólo puede ser restablecido en su integridad mediante el
reconocimiento de una indemnización (art. 6o.-1).
Pues bien, del
acervo probatorio obrante en el proceso se advierte que cabalmente el
demandante Hermógenes Martínez Mesa, ha utilizado y exitosamente, tanto
la vía contencioso administrativa, como la judicial ordinaria laboral, para
obtener no sólo que se le reconocieran sus reajustes pensionales (sentencia de
27 de junio de 1980 del H. Consejo de Estado), sino también el pago de las normas
(véanse los muchos procesos ejecutivos laborales de los juzgados primero,
segundo, cuarto, sexto y Tribunal Superior de Bolívar, Sala Laboral).
Luego existiendo
estos instrumentos judiciales que el ordenamiento jurídico contempla no sólo
para obtener las pretensiones de índole laboral de que da cuenta el actor, sino
también para lograr su pago compulsivamente, a ellos habrá que acudir para
obtener los reajustes pensionales que ahora reclama a través de acción de
tutela. No se entiende entonces que se ocurra ante el juez de tutela, para que
éste reemplace al juzgador administrativo o laboral y haga lo que por
competencia legal corresponde hacer a uno u otro según el caso.
Surge por tanto y
evidentemente la improcedencia de la acción de tutela y por ello ha de
confirmarse la sentencia del Tribunal Contencioso Administrativo de Bolívar que
en igual forma lo consideró.
De otro lado, ni
siquiera puede pensarse que pudiera ejercerse dicha acción para evitar un
perjuicio irremediable, puesto que los reajustes pensionales objeto de ella
tienen satisfacción completa a través de las acciones contencioso
administrativas y ejecutivas laborales de que se ha dado cuenta, esto es, que
los mismos son recuperables en el mismo estado en que pudieran reclamarse si
prosperaren los procesos judiciales respectivos y por ello, no tendría cabida
indemnización alguna supletoria.
3. El
derecho de petición como derecho fundamental y su atinencia con el caso
subjudice.
Este derecho que
está incluido entre los denominados fundamentales en nuestra Carta (art. 23)2 y así
considerado en fallos de esta Corte, ha de estimarse desconocido en el presente
caso, pues obra en el proceso de tutela una solicitud de 13 de enero de 1992
dirigida por Martínez Mesa al señor Gobernador del Departamento de Bolivar para
que se le haga un reajuste pensional.
Aunque anteriormente
se manifestó por esta Sala que existía la justicia apropiada ante quien
reclaman por el actor sus pretensiones laborales o exigir coactivamente su
cumplimiento, no empece ello para que aceptando, como ahora se hace, la
vulneración por la administración de su derecho de petición -pues no aparece
que la solicitud antes mencionada haya sido respondida- , se le ordene al
mencionado funcionario para que en breve plazo conteste la solicitud en
cuestión, en el sentido de decirle a Martínez Mesa si hay lugar a efectuar el
reajuste pensional impetrado, para lo cual se basará en el ordenamiento
jurídico nacional y departamental pertinente. En caso de reconocerse el
reajuste (o reajustes) pensional se procederá a efectuarse su pago que incluirá
los pendientes hasta la fecha de esta sentencia y los que se causaren de aquí
en adelante.
4. La
seguridad social como derecho fundamental.
Ha de destacarse
asimismo que la seguridad social ha sido ya considerada por esta Corte como
derecho fundamental (art. 48 C.N.)3
amparado por la acción de tutela y ello en virtud de la función de primer orden
que cumple en beneficio del ser humano y en este caso, de un servidor del
Estado, cuandoquiera que es acosado por contingencias en el decurso de su
desempeño laboral, como son las enfermedades, las incapacidades laborales, etc.
En el presente caso
se trata de un pensionado de jubilación a quien la administración departamental
en vista de haberle prestado su fuerza laboral por un período de veinte (20)
años y por ello en virtud de lo mandado por la normatividad, ha de contribuir el
ente estatal con una suma de dinero mensual a su sostenimiento. Luego es
inexplicable y reprochable, según aparece demostrado en el proceso de tutela
que, como todo un Cid Campeador haya tenido Martínez Mesa que recurrir en
repetidas ocasiones a la jurisdicción administrativa primero y luego a la
justicia laboral, a través de procesos ejecutivos, para obtener los reajustes
pensionales que una administración respetuosa del Estado Social de Derecho, ha
debido hacerle y satisfacerle voluntaria y oportunamente.
Situación anómala
como ésta no se compadece con la protección que a la seguridad social le otorga
el Estatuto Máximo de 1991, que específicamente previene en el artículo 53
inciso 3o. que "El Estado garantiza el derecho al pago oportuno y
reajuste periódico de las pensiones legales". Este estado aberrante
de cosas, multiplicado por los tantos casos similares existentes en la
administración pública en sus distintos niveles: Nacional, Departamental y
Municipal, es además causa de la congestión judicial que tiene atascada a
nuestra organización jurisdiccional y sobre la cual el Estado desesperadamente
ha dictado medidas en los últimos años para hacerle frente.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
F A L L A :
Primero: Revocar la sentencia del Tribunal
Contencioso Administrativo de Bolívar proferida el 27 de marzo de 1992. En su
lugar se ordena al señor Gobernador del Departamento de Bolivar que en un
plazo de cuarenta y ocho (48) horas a partir de la notificación a él de esta
sentencia, proceda a contestar la solicitud que le formuló el señor Hermógenes
Martínez Mesa el 13 de enero de 1992 (fls. 34 y 35 del proceso de tutela) sobre
un posible reajuste a su pensión de jubilación. Y en caso de ser procedente
tal reajuste, proveer al reconocimiento y pago del mismo hasta la fecha de
este fallo y de aquí en adelante.
Segundo: Del cumplimiento de esta sentencia dará
cuenta dicho Gobernador oportunamente al Presidente del Tribunal Contencioso
Administrativo de Bolivar.
Tercero: Comuníquese al mencionado Tribunal la
presente decisión para que sea notificada a las partes, conforme a lo dispuesto
en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, con entrega a todos ellos de copia
de esta sentencia.
COMUNIQUESE Y CUMPLASE
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado Ponente
JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Al
respecto véanse las sentencias T-02 de 8 de mayo de 1992 (Sala de Revisión No.
4) y T-406 de 5 de junio de 1992 (Sala de Revisión
No. 1).
2 Sentencias
Nos. T-12, T-426 Y T-464.
3 Sentencia No. t-426. Sala Segunda de Revisión. |
121 | T-498-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-498/92
TERMINO
JUDICIAL/MORA JUDICIAL/DEBIDO PROCESO-Vulneración/DERECHO DE PETICION-Vulneración
Existe una
estrecha relación entre el debido proceso y el cumplimiento estricto de los
términos procesales. De modo tal que toda dilación injustificada de ellos
constituye agravio al debido proceso. Se vulnera no sólo el derecho fundamental
al debido proceso, sino el de petición en aquel aspecto que lo hace
verdaderamente efectivo: la pronta resolución de la petición.
Ref.: Expediente
T-2295
PROCEDENCIA:
TRIBUNAL SUPERIOR DE MEDELLIN -SALA PENAL-
PETICIONARIO:
RAMIRO SANCHEZ ALVAREZ
MAGISTRADO
PONENTE:
CIRO ANGARITA
BARON
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo, ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
en el proceso de
acción de tutela iniciado por Ramiro Sánchez Alvarez contra la Dirección
Seccional de Orden Público de Medellín y que fuera resuelta por la Sal Penal
del Tribunal Superior de la misma ciudad.
I. ANTECEDENTES
Con base en los artículos
86 de la Constitución Nacional y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de
Selección correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de su
revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual lo recibió formalmente el
día 13 de mayo del presente año y entra ahora a dictar sentencia de revisión,
de conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991.
A. Hechos
El 19 de marzo de
1992, el abogado Miguel Antonio Barón Fernández interpuso acción de tutela en
representación de su defendido, Ramiro Sánchez Alvarez, en contra de la
dirección seccional de Orden Público de Medellín.
En la demanda relata
que su defendido se encuentra privado de la libertad en la cárcel de Bellavista
de Medellín desde el mes de agosto de 1991. El Juzgado de Orden Público
correspondiente envió a la Unidad Investigativa de Orden Público (SIJIN) copia
del expediente para la práctica de unas pruebas señaladas expresamente, fijando
para ello un término de 60 días. Sin embargo, 120 días después, le fue
necesario insistir en que se practicaran esas pruebas. En marzo, se recibió el
cuaderno sin que se hubiera recogido siquiera el 10% de las pruebas decretadas,
lo que obligó al Juzgado a devolver el expediente por un término de 30 días
más. Paralelamente, dice el peticionario, ha habido omisiones del Juzgado de
Orden Público, que ha omitido resolver de fondo sendas peticiones de
excarcelación.
Con todas estas
omisiones, el peticionario considera violado el derecho fundamental de su
defendido al debido proceso y a la pronta y cumplida justicia. Por ello,
interpone la acción de tutela para que se
"... apremie a
la Jurisdicción de Orden Público para que actúe, para que investigue con
celeridad todos los aspectos de la causa, para que se establezcan los
verdaderos responsables..." (Cfr. Fl. 2)
pues ha habido un
"... monstruoso
abuso de los términos fijados, con abandono de los sindicados a su suerte en
clarísima denegación de justicia..." (Cfr. Fl. 2)
El 20 de marzo de
1992, la Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín admitió la tutela y
solicitó en el auto admisorio copia del proceso seguido contra el peticionario
e informes sobre el actual estado del proceso. El director seccional de Orden
Público hizo saber que el proceso se encontraba en la Fiscalía para concepto
sobre una solicitud de revocatoria de la medida de aseguramiento y remitió las
copias solicitadas por el Tribunal.
B. La sentencia
de instancia
El treinta de marzo
de 1992, la Sala de Decisión Penal del Tribunal Superior de Medellín profirió
la sentencia de tutela respectiva, cuyo contenido se puede resumir así:
Para el Tribunal
resultaron plenamente probados los siguientes hechos:
- Que al
peticionario se le capturó, junto con otro ciudadano, el 17 de septiembre de
1991 y luego de los trámites de rigor (auto cabeza de proceso, indagatoria) se
les dictó medida de aseguramiento consistente en detención preventiva, por el
delito de "concierto para delinquir" contemplado en el artículo 7 del
Decreto 180 de 1988. El 2 de octubre se remitió el expediente a la seccional de
Orden Público de Medellín.
- Que la comisión
que el respectivo Juzgado de Orden Público ordenó a la Unidad Investigativa de
Orden Público para la práctica de unos testimonios y unas inspecciones
judiciales "relativamente sencillas" (Cfr. Fl. 20) se dilató de
manera considerable e injustificada.
- Que, además, las
diversas peticiones que el defensor y el sindicado elevaron para solicitar la
revocatoria de la medida de aseguramiento, no fueron resueltas de manera
oportuna. Por el contrario, transcurrió más de un mes antes de que se
resolvieran negativamente.
Con base en esos
hechos probados, el Tribunal abordó el estudio jurídico para lo cual consideró
lo siguiente:
- Que de conformidad
con el artículo 37 del decreto 2591 de 1991, era competente para conocer de la
acción de tutela;
- Que el poder
conferido en el proceso penal habilitaba al abogado para interponer la tutela;
- Que el daño no ha
sido aún consumado pues las acciones dilatorias.
"... continúan
manifestándose con violación de los derechos constitucionales" (Cfr. Fl.
23)
- Que, si bien en el
proceso penal el sindicado cuenta con distintos recursos o medios de defensa,
"...lo que aquí
se alega es la violación de esos derechos dentro del proceso y por las mismas
autoridades que están conociendo de él, por lo que mal se haría en pensar que
la protección pueda provenir de los mismos funcionarios que han incurrido en
los actos que se censuran, particularmente cuando lo que se critica es la
omisión para actuar..." (Cfr. Fl. 24)
Ante lo cual no
queda alternativa distinta a la acción de tutela.
- A todo lo anterior
se agrega, según el Tribunal, que la dilación de la investigación procede en
buena medida de los autos de cúmplase que aún continúan extendiendo o
prorrogando los términos y ese tipo de providencias carecen en absoluto de
recursos, lo cual lo lleva a concluir que los otros medios de defensa,
atendidas las circunstancias, son en este caso ineficaces.
- Que el derecho a
la libertad, a que la prisión y arresto se sujeten a las formalidades legales,
y al debido proceso público sin dilaciones injustificadas son derechos
constitucionales fundamentales garantizados además en diversos instrumentos
internacionales ratificados por Colombia, tales como el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos.
- Que los decretos
que disciplinan la jurisdicción de orden público
"... no están
exentos de esa obligación ni podrían estarlo ..." (Cfr. Fl. 27)
Para el Tribunal, lo
que protege la Constitución no es, ciertamente, el estricto cumplimiento de
esos términos, sino el que la investigación y el proceso, regidos por ellos, no
sean objeto de dilación injustificada. En el caso que se estudia, el Tribunal,
atendidas las circunstancias concretas, no encontró ningún factor que
justificara la dilación en la práctica de las pruebas. En efecto, el delito que
se investiga es uno solo, las pruebas son relativamente sencillas y debían
practicarse todas en el mismo lugar donde ocurrieron los hechos, esto es, es
Medellín.
Las anteriores
consideraciones llevaron al Tribunal a conceder la tutela, para lo cual ordenó
el envío del expediente al juzgado y el cumplimiento perentorio de los
términos. Igualmente, previno a los funcionarios para que no volvieran a
incurrir en las conductas que ameritaron a acción de tutela.
El fallo no fue
impugnado.
C. Actuaciones
Posteriores
En el expediente
obra prueba de que los funcionarios dieron cumplimiento a lo ordenado en el
término indicado en la providencia y de que el fallo de tutela se remitió a la
Procuraduría Departamental, para las investigaciones a que hubiere lugar.
También obra en el
expediente copia del oficio que el Capitán Carlos Enrique Largo Hernández (Jefe
de la Unidad Investigativa Policía Judicial de Orden Público), envió al doctor
Pedro Thelmo Echeverri Gómez, Director Seccional de Orden Público de Medellín,
en la cual explica que en cumplimiento del fallo de tutela remite el proceso
respectivo, pero que quiere dejar claro que hace apenas un mes se encuentra a
cargo de esa unidad y que al llegar se topó con una enorme acumulación de
procesos que le impiden cumplir los perentorios términos de las comisiones
judiciales. Describe en ese oficio el número de diligencias realizadas y
resalta el empeño y la voluntad de todo el personal a su cargo para evacuar las
pruebas solicitadas en los más de 400 procesos acumulados. A su juicio, esa
congestión justifica las demoras que se hayan presentado en el cumplimiento de
los términos. Por ello, anuncia que próximamente solicitará prórroga en los
términos de todas las comisiones que actualmente se encuentran pendientes de
evacuar en la unidad.
Por último, obra en
el expediente un informe del Jefe de la Sección Jurisdiccional de la Dirección
Seccional de Orden Público, enviado al magistrado ponente del Tribunal
Superior, en el que informa que el 6 de abril de 1992 se negó la revocatoria de
la medida de aseguramiento y se cerró simultáneamente la investigación en el
proceso penal que se sigue contra el peticionario de la tutela.
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La Corte confirmará
la sentencia del Tribunal Superior de Medellín, por las razones que se exponen
a continuación.
En los hechos del
caso se revela la vulneración de diversos derechos constitucionales
fundamentales, algunos de los cuales se encuentran mencionados en la sentencia
de instancia y otros que serán brevemente reseñados en esta providencia de
revisión.
En primer lugar,
debe señalarse en el caso una vulneración del derecho fundamental al debido
proceso. La Constitución de 1991 sistematizó los principios fundamentales del
debido proceso que ya se encontraban consagrados en la Constitución anterior y
con una redacción más técnica, consagró su contenido esencial en el artículo 291. Allí se
estipula que el debido proceso debe ser público y sin dilaciones
injustificadas.
En lo que toca con
la práctica de las pruebas, el Jefe de la respectiva Unidad Investigativa
afirma que la excesiva congestión explica las demoras que se han presentado en
este y otros casos. Esa afirmación explica mas no justifica la dilación, por
cuanto el sindicado no tiene por qué soportar las consecuencias de una inadecuada
organización logística y administrativa en la administración de justicia, más
aún cuando se trata de la práctica de pruebas de ostensible sencillez, como en
el presente caso.
En relación con el
tema de las dilaciones injustificadas en los procesos, esta Corte ha tenido ya
oportunidad de pronunciarse en los siguientes términos:
"Considera la
Corte que no se trata únicamente de velar por el cumplimiento de los términos
por sí mismo ya que él no se concibe como fin sino como medio para alcanzar los
fines de la justicia y la seguridad jurídica, sino de asegurar que, a través de
su observancia, resulten eficazmente protegidos los derechos de los gobernados,
muy especialmente el que tienen todas las personas en cuanto a la obtención de
pronta y cumplida justicia"2
De otra parte, en
diversas ocasiones, la Corte Europea de Derechos del Hombre se ha ocupado del
tema específico de la duración de algunos procedimientos penales vigentes en
países miembros de la convención. Al analizar cuidadosamente si las dilaciones
procesales son razonables o no, ha considerado que ello depende en buena medida
de la complejidad del negocio y de los numerosos recursos interpuestos por el
presunto acusado, asunto que debe analizarse en cada caso concreto.3
En esa línea de
pensamiento, para esta Corte Constitucional es claro que existe una estrecha
relación entre el debido proceso y el cumplimiento estricto de los términos
procesales. De modo tal que toda dilación injustificada de ellos constituye
agravio al debido proceso.
Al respecto, es
importante establecer el papel que la ley y la Constitución le han fijado a la
Fiscalía General de la Nación. En efecto, el Decreto 2699 de 1991, por el cual
se expide el Estatuto Orgánico de la Fiscalía General de la Nación, establece
en su artículo 3 que:
"Corresponde a
la Fiscalía General de la Nación:
6. Dirigir y
coordinar las funciones de Policía Judicial que en forma permanente cumplen la
Policía Nacional y los demás organismos que señale la ley"
El artículo 6 del
mismo decreto preceptúa:
"Los Fiscales
velarán porque las actividades asociadas con el cumplimiento de las funciones
de investigación y acusación se adelanten de conformidad con el respeto del
derecho de defensa, los derechos humanos, y haciendo prevalecer el derecho
sustancial".
Y el artículo 21
dispone:
"Corresponde al
Fiscal General de la Nación, a los Directores Fiscales, Jefes de Unidad y Fiscales
dirigir, coordinar, asignar y controlar las investigaciones penales adelantadas
directamente por el Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía General, por
otros cuerpos de Policía Judicial establecidos por la Constitución o las leyes,
o por aquellos facultados temporalmente para el ejercicio de estas funciones.
"El Fiscal
General, los Directores Fiscales, Jefes de Unidad y Fiscales podrán separar
temporal o definitivamente de una investigación a un agente o unidad del Cuerpo
Técnico o de Policía Judicial cuando en el curso de la misma se quebranten las
normas legales. Para cada caso iniciarán las investigaciones legales y
disciplinarias a que haya lugar. La solicitud de un Fiscal para que se inicie
una investigación disciplinaria a cualquier miembro del Cuerpo Técnico o de
Policía Judicial será obligatoria para la entidad nominadora".
En el mismo sentido
se otorgan atribuciones a la Fiscalía General de la Nación, en el artículo 120
del Nuevo Código de Procedimiento Penal. Las anteriores normas están en
concordancia con el numeral 3 del artículo 250 de la Constitución Nacional, que
establece:
Artículo 250:
Corresponde a la Fiscalía General de la Nación, de oficio o mediante denuncia o
querella, investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores ante los
juzgados y tribunales competentes. Se exceptúan los delitos cometidos por
miembros de la Fuerza Pública en servicio activo y en relación con el mismo
servicio. Para tal efecto la Fiscalía General de la Nación deberá:
...
3. Dirigir y coordinar
las funciones de policía judicial que en forma permanente cumplen la Policía
Nacional y los demás organismos que señale la ley.
Todo lo cual lleva a
la inequívoca conclusión de que la Fiscalía General de la Nación es, de ahora
en adelante, la encargada de coordinar las funciones de Policía Judicial y de
investigar y sancionar las violaciones de la ley que ocurran en el transcurso
de las investigaciones. Por esa razón, casos como el presente serán, en el
futuro, de conocimiento de la Fiscalía General de la Nación, sin perjuicio de
las funciones del Ministerio Público, en particular, las de las Procuradurías
delegadas para la Vigilancia Judicial y para la Policía Judicial.
Las otras dilaciones
presentes en este caso, relativas a la demora en la resolución de peticiones
concernientes a la medida de aseguramiento que pesa en contra del peticionario,
no encuentran explicación ni justificación alguna. Si en el caso de la práctica
de pruebas parece haber un problema estructural organizativo que debe solucionarse
a la mayor brevedad, en lo referente a la resolución de las peticiones es
evidente que hubo negligencia y desidia que ya ha sido puesta en conocimiento
del Ministerio Público.
Esa actuación
vulnera no sólo el derecho fundamental al debido proceso, sino el de petición
en aquel aspecto que lo hace verdaderamente efectivo: la pronta resolución de
la petición. Esta Corte ya ha reiterado4
que lo que hace verdaderamente eficaz el derecho de petición ante las
autoridades pública es que éstas resuelvan prontamente, en algún sentido o en
otro, la petición. Solo de esta manera el derecho de petición adquiere toda su
dimensión como instrumento eficaz de participación y de defensa de los derechos
fundamentales, como en la eventualidad en la que se ejerce al interior de un
proceso judicial.
La circunstancia de
que la Sala Plena de la Corte Constitucional actualmente estudia, mediante el
procedimiento de control automático de constitucionalidad, la procedencia de
aplicar el nuevo Código de Procedimiento Penal a los procesos que se adelantan
a través de la jurisdicción de orden público, hace que esta Sala se abstenga,
en esta oportunidad, de examinar dicha procedencia, en tanto que no es, de otra
parte, necesario.
En efecto, el
examen, independientemente de la norma procesal que gobierne el proceso, debe
detenerse a determinar si se ha respetado el debido proceso. Este se vulnera si
se presentan de hecho dilaciones injustificadas y esto sí aparece
plenamente demostrado. Por este único motivo, la Corte Constitucional
confirmará la sentencia de tutela del Tribunal.
III. CONCLUSION
Los derechos
constitucionales fundamentales se aplican a todas las personas que moren o se
encuentren de paso en Colombia, cualquiera que sea su condición, antecedentes o
situación jurídica. Su ejercicio sólo puede limitarse en la forma establecida
en la Constitución.
En este caso se
vulneró, por negligencia, el debido proceso y el derecho la pronta resolución
de las peticiones del sindicado Ramiro Sánchez Alvarez, razón por la cual esta
Corte confirmará el fallo de instancia.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERO:
CONFIRMAR el fallo
proferido por la Sala Penal de Decisión del Tribunal Superior de Medellín, del
30 de marzo de 1992, por medio del cual se concedió la tutela interpuesta por
Ramiro Sánchez Alvarez en contra de la Dirección Seccional de Orden Público de
Medellín, con el alcance y por las razones expuestas en la parte motiva de esta
providencia.
SEGUNDO: ORDENAR que por Secretaría se envíen copias de
esta providencia a la Fiscalía General de la Nación, a la Fiscalía Regional de
Medellín, a la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Judicial y a la
Procuraduría Delegada para la Policía Judicial.
TERCERO: ORDENAR que por Secretaría se comunique esta
providencia al Tribunal Superior de Medellín, en la forma y para los efectos
previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Aprobada según acta
de la Sala Primera de Revisión, a los 21 días del mes de agosto de 1992.
1 Para mayor información, Cfr. sentencia T-436, Sala Primera de
Revisión
2 Cfr, Sentencia T-431, Sala Tercera de Revisión. Ponente: José
Gregorio Hernández Galindo.
3 Cfr. Corte Europea de Derechos Humanos, Sentencia del 22 de junio
de 1972 en el caso Rigensein. En: Berger Vincent, Jurisprudence de la Cour
Européene des droits de l'homme. 3 édition Sirey, París 1991 pp. 149, 150.
4 Cfr. Sentencia T-495, Sala Primera de Revisión. Ponente: Eduardo
Cifuentes Muñoz |
122 | T-499-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-499/92
PRINCIPIO DE
DIGNIDAD HUMANA
El respeto de la
dignidad humana debe inspirar todas las actuaciones del Estado. Los
funcionarios públicos están en la obligación de tratar a toda persona, sin
distinción alguna. La integridad del ser humano constituye razón de ser,
principio y fin último de la organización estatal.
ACCION DE
TUTELA/DERECHO A LA SALUD/DERECHOS FUNDAMENTALES
El derecho a la
salud, cuando su vulneración o amenaza compromete otros derechos fundamentales
como la vida, la integridad o el trabajo, goza de carácter fundamental y es
susceptible de ser protegido por vía de la acción de tutela. El nuevo orden
constitucional antepone a las trabas, exigencias y requisitos desmesurados de
la administración, la prestación de un servicio que se desarrolle con
fundamento en los principios de igualdad, moralidad, eficacia, economía,
celeridad, imparcialidad y publicidad.
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE
La buena fe debe
presidir las actuaciones de las autoridades y ella se presume en todas las
gestiones que los particulares adelanten ante éstas. Esta presunción no se
desvirtúa simplemente afirmando que el solicitante no ha demostrado el sustento
de su petición, a pesar de basarse en certificaciones médicas cuya
autenticidad también se presume por la ley. La duda de la entidad pública
respecto a la necesidad de reconocer una prestación social, adelantar una
acción o abstenerse de hacerlo, debe resolverse de manera razonable, esto es,
acudiendo a otros conceptos médicos confiables que confirmen o contradigan el
dictamen oficial.
AGOSTO 21 DE 1992
REF: Expediente
T-2359
Actor: NERY
CHIQUIZA LAVERDE
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-2359 adelantado por la señora NERY CHIQUIZA LAVERDE contra una
conducta omisiva de la CAJA DE PREVISION SOCIAL DE COMUNICACIONES (CAPRECOM).
A N T E C E D E N T E S
1. La petente,
señora NERY CHIQUIZA LAVERDE, empleada de la Administración Postal Nacional,
Regional Tolima, presentó acción de tutela contra el director general de la
Caja de Previsión Social de Comunicaciones (CAPRECOM).
2. Según versión del
apoderado de la accionante, la señora NERY CHIQUIZA LAVERDE sufre de una lesión
en la columna vertebral (discos L4 y L5) que eventualmente podría agravarse y
generarle un perjuicio irremediable. Con el escrito de tutela fueron aportados
conceptos médicos de EDGAR ESTRADA SERRATO, especialista en ortopedia y
traumatología de columna, cadera y rodilla, del 3 y 15 de octubre de 1991, en
los cuales se dictaminó la necesidad de intervenir quirúrgicamente a la
petente, sin que a la fecha de la presentación de la acción de tutela se hubiera
expedido la correspondiente orden de operación por parte de CAPRECOM.
3. En respuesta a la
funcionaria investigadora de ADPOSTAL, doctora GLORIA LUCIA CASTILLO CASTILLO,
el Director Regional de CAPRECOM, Ibagué, doctor LUIS ALEXANDER MOSCOSO OSORIO,
mediante comunicación del 12 de noviembre de 1991, señaló:
"Respecto al
concepto emitido por el doctor EDGAR ESTRADA SERRATO, Médico Ortopedista y
Traumatólogo, una vez revisada la Historia Clínica y las notas de dicho médico
en las consultas del día 26 de septiembre/91, octubre 2 y 3/91, no encuentro
hasta dicha fecha ningún concepto en el cual especifique o diga que la paciente
está incapacitada para subir y bajar escaleras.
"En la Historia
Clínica de septiembre 15 de 1991, el doctor Estrada, habla que la paciente va
por aumento de dolor y la conducta es sintomática, adicionalmente expiden una
certificación que según el doctor Estrada, fue dada a solicitud insistente de
la paciente, en las cuales expresa que no puede bajar ni subir escaleras, pero
en la Historia Clínica no hace ninguna anotación al respecto y el seis (6) de
noviembre de 1991, solicita valoración por medicina laboral para concepto
ocupacional. Ultimos datos anotados en su Historia Clínica".
4. Del escrito
sustentatorio de la acción de tutela se deduce que, en concepto de la
solicitante, la omisión de CAPRECOM de expedir la orden de operación se afecta
su derecho al trabajo (CP art. 25), a la seguridad social (CP art. 48) y a la
salud (CP art. 49), así como el artículo 2 de la Constitucion.
En consecuencia, la
peticionaria solicitó se ordenara al Director General de CAPRECOM que, en el
término de 48 horas, procediera a autorizar la intervención quirúrgica.
5. La Sala Laboral
del Tribunal Superior de Ibagué, mediante sentencia del 27 de febrero de 1992
denegó la tutela solicitada con base en las siguientes razones:
"La seguridad
social y el acceso a los servicios de promoción, protección y recuperación de
la salud son derechos clasificados por la Constitucion como sociales y carecen
de la protección tutelar reservada exclusivamente a los derechos fundamentales
(art. 86 Const.).
"El derecho al
trabajo, aunque es fundamental (art. 25 idem) no resulta vulnerado porque a una
persona se le atienda o no en una institución asistencial, las normas que
regulan la prestación de los servicios de las cajas de previsión tienen rango
legal, algunas, y reglamentario, otras, y la tutela resulta improcedente para
hacer respetar tal clase de derechos (art. 9o. Decreto 306 de 1992).
"De otra parte,
como el mandatario de la solicitante lo reconoce, existen otros medios de
defensa judicial y puede agregarse que ella no ha acudido a la autoridad
administrativa para lograr el fin que desea, ni ha habido negativa del hipotético
derecho a la intervención quirúrgica".
6. No habiendo sido
impugnada la anterior decisión, el proceso fue remitido a la Corte
Constitucional para su eventual revisión y, siendo seleccionado, correspondió a
esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Principio
fundamental de la dignidad humana
1. El respeto de la
dignidad humana debe inspirar todas las actuaciones del Estado. Los
funcionarios públicos están en la obligación de tratar a toda persona, sin
distinción alguna, de conformidad con su valor intrínseco (CP arts. 1, 5 y 13).
La integridad del ser humano constituye razón de ser, principio y fin último de
la organización estatal.
El principio
fundamental de la dignidad humana no sólo es una declaración ética sino una
norma jurídica de carácter vinculante para todas las autoridades (CP art. 1).
Su consagración como valor fundante y constitutivo del orden jurídico obedeció
a la necesidad histórica de reaccionar contra la violencia, la arbitrariedad y
la injusticia, en búsqueda de un nuevo consenso que comprometiera a todos los
sectores sociales en la defensa y respeto de los derechos fundamentales.
El hombre es un fin
en sí mismo. Su dignidad depende de la posibilidad de autodeterminarse (CP art.
16). Las autoridades están precisamente instituidas para proteger a toda
persona en su vida, entendida en un sentido amplio como "vida plena".
La integridad física, psíquica y espiritual, la salud, el mínimo de condiciones
materiales necesarias para la existencia digna, son elementos constitutivos de
una vida íntegra y presupuesto necesario para la autorrealización
individual y social. Una administración burocratizada, insensible a las
necesidades de los ciudadanos, o de sus mismos empleados, no se compadece con
los fines esenciales del Estado, sino que al contrario, cosifica al
individuo y traiciona los valores fundantes del Estado social de derecho
(CP art. 1).
Salud e
integridad física
2. La autoridad
competente que se niega a impartir una orden médica a una persona afectada
física y psicológicamente por una lesión puede, en ciertos casos, vulnerar el
derecho a la salud y a la integridad física, psíquica y moral.
Una interpretación
estrecha y formalista de la Constitucion no tiene en cuenta la función de los
derechos fundamentales como límites a las actuaciones u omisiones del Estado.
El derecho a la salud (CP art. 49), cuando su vulneración o amenaza compromete
otros derechos fundamentales como la vida, la integridad o el trabajo, goza de
carácter fundamental y es susceptible de ser protegido por vía de la acción de
tutela.
Una lesión que
ocasiona dolor a la persona y que puede ser conjurada mediante una
intervención quirúrgica, se constituye en una forma de trato cruel (CP art. 12)
cuando, verificada su existencia, se omite el tratamiento para su curación. El
dolor intenso reduce las capacidades de la persona, impide su libre desarrollo
y afecta su integridad física y psíquica. La autoridad competente que se niega,
sin justificación suficiente, a tomar las medidas necesarias para evitarlo,
omite sus deberes, desconoce el principio de la dignidad humana y vulnera los
derechos a la salud y la integridad física, psíquica y moral de la persona.
El artículo 5o. de
la Convención Americana sobre derechos humanos, o "Pacto de San José de
Costa Rica", establece:
"1. Toda
persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y
moral".
Por su parte, el
artículo 94 de la Constitucion impide negar otros derechos inherentes a la
persona humana que no figuren expresamente en la Constitucion, con lo cual se
reconoce la existencia en nuestro ordenamiento jurídico de derechos como la
integridad física, psíquica y moral.
El dolor envilece a
la persona que lo sufre. Si quien está en el deber de impedirlo no lo hace,
incurre con su omisión en la vulneración del derecho a la integridad personal
del afectado, quedándole a éste último la posibilidad de ejercer las acciones
judiciales para la protección inmediata de sus derechos fundamentales.
Trabajo y
seguridad social
3. Una enfermedad
grave que no se contrarreste a tiempo se constituye en amenaza del derecho al
trabajo hasta el grado de poder impedir su ejercicio. Contrariamente a lo
estimado por el juzgador de primera instancia, la atención oportuna de la persona
enferma en una institución asistencial puede evitar la vulneración del derecho
fundamental al trabajo. No obstante, la gravedad e inmediatez de la enfermedad
y su potencialidad para incapacitar a la persona deben ser materia de dictamen
de la autoridad médica correspondiente.
Omisión de la
autoridad pública y principio de buena fe
4. La accionante
aportó con su solicitud un concepto médico de un especialista en ortopedia y
traumatología, según el cual requiere de una intervención quirúrgica en la
columna vertebral. Sin embargo, el Director Regional de Caprecom, en
comunicación del 18 de noviembre de 1991, restó importancia a dicho dictamen,
aduciendo que en la historia clínica de la petente no se encuentra ningún
concepto "en el cual se especifique o se diga que la paciente está
incapacitada para subir y bajar escaleras" .
Un concepto médico
no puede desecharse simplemente advirtiendo que en la historia clínica del
paciente no consta la aseveración que se formula. Aunque la historia clínica
sea el principal medio para evaluar el estado de salud de una persona, aquella
puede estar incompleta y no incluir datos significativos o actualizados. En
cambio, la certificación médica de un profesional que expresamente afirma la
necesidad de llevar a cabo una operación, constituye un medio probatorio
adecuado para aceptar que la paciente, en principio, sí requiere una
determinada intervención o tratamiento.
La buena fe debe
presidir las actuaciones de las autoridades y ella se presume en todas las
gestiones que los particulares adelanten ante éstas (CP art. 83). Esta
presunción no se desvirtúa simplemente afirmando que el solicitante no ha
demostrado el sustento de su petición, a pesar de basarse en certificaciones
médicas cuya autenticidad también se presume por la ley. La duda de la entidad
pública respecto a la necesidad de reconocer una prestación social, adelantar
una acción o abstenerse de hacerlo, debe resolverse de manera razonable, esto
es, acudiendo a otros conceptos médicos confiables que confirmen o contradigan
el dictamen oficial.
El parámetro de
acción de las autoridades encargadas de la seguridad social es doblemente
exigente tratándose de la protección a la salud y el respeto de la dignidad
humana, la solidaridad y la eficacia de los derechos fundamentales. La omisión
negligente en estudiar y resolver una petición de una persona afiliada a la
entidad de previsión compromete la responsabilidad del funcionario y configura
un incumplimiento de los deberes sociales del Estado.
El Estado social de
derecho y los principios de la dignidad humana, el trabajo y la solidaridad en
que éste se funda (CP art. 1) han operado una radical transformación en la
relación Estado - Individuo. Al referirse al tema de la finalidad social del
Estado, el constituyente afirmó:
" (...) es
necesario proponer dicho artículo dentro del cual se exprese la necesidad de
colocar a la comunidad y a los asociados en general, como utilizadores bien
pensados de algo que debe estar a su servicio, cual es el Estado. Así, se
desmitifica la figura y se le da su verdadero sentido de servir a los hombres y
no someterse éstos a su propia creación, lo que permitiría que la sociedad
actual desarrolle valores como el de vivir armoniosamente, con
responsabilidades y progreso, teniendo el Estado que identificarse con los
fines perseguidos por la sociedad"1
.
En consecuencia, el
nuevo orden constitucional antepone a las trabas, exigencias y requisitos
desmesurados de la administración, la prestación de un servicio que se
desarrolle con fundamento en los principios de igualdad, moralidad, eficacia,
economía, celeridad, imparcialidad y publicidad (CP art. 209).
Amenaza de los
derechos fundamentales y revocatoria del fallo revisado
6. Finalmente, es
manifiesto que en el caso sub-examine la negativa de la entidad pública a dar
la orden para la intervención quirúrgica amenaza el derecho fundamental al trabajo
de la peticionaria, pudiendo ocasionarle un perjuicio irremediable en su salud
y en su integridad física. No obstante, no siendo esta Corporación competente
para pronunciarse sobre la necesidad y el riesgo de una intervención
quirúrgica, no se accede a la petición de ordenarla.
La Sala Laboral del
Tribunal Superior de Ibagué denegó la tutela solicitada por no versar sobre
derechos fundamentales y por existir otros medios de defensa judicial. A este
respecto cabe anotar que tratándose de omisiones de las autoridades públicas,
las acciones contencioso administrativas consagradas en la ley no son el medio
judicial idóneo para asegurar la protección inmediata de los derechos
fundamentales amenazados.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia del 27 de
febrero de 1992, proferida por la Sala Laboral del Tribunal Superior de Ibagué,
mediante la cual se denegó la tutela solicitada por la señora NERY CHIQUIZA
LAVERDE.
SEGUNDO.-
CONCEDER la tutela
solicitada por la señora NERY CHIQUIZA LAVERDE, en el sentido de ORDENAR al
Director General de la Caja de Previsión Social de Comunicaciones (CAPRECOM),
que en el término de cuarenta y ocho (48) horas luego de notificada la presente
providencia, ordene llevar a cabo la totalidad de los exámenes médicos
necesarios con el fin de determinar si la señora NERY CHIQUIZA LAVERDE requiere
ser intervenida quirúrgicamente y, en caso afirmativo, autorizar de manera
inmediata la indicada operación, lo cual acreditará inmediatamente después ante
la Sala Laboral del Tribunal Superior de Ibagué, so pena de incurrir en las
sanciones establecidas en los artículos 52 y 53 del decreto 2591 de 1991.
TERCERO.- LIBRESE
comunicación a la Sala
Laboral del Tribunal Superior de Ibagué, con miras a que se surta la
notificación de esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santafé de Bogotá, D.C., a los
veintiun (21) días del mes de Agosto de mil novecientos noventa y dos).
1
Ponencia para primer debate en Plenaria. Fines del Estado. Constituyente Jaime
Arias López, Gaceta
Constitucional No. 93, p. 12. |
123 | T-500-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-500/92
DEBIDO
PROCESO/PRESUNCION DE INOCENCIA/DERECHO A LA EDUCACION
Los
establecimientos educativos no están exonerados de cumplir el precepto
constitucional, aplicable en materia de imposición de sanciones, según el cual
nadie puede ser castigado sin que se le hayan brindado la posibilidad de una
defensa y las garantías del debido proceso. Toda persona tiene derecho a que se
presuma su inocencia y a que, en caso de sindicaciones en su contra, no se
deduzcan sus responsabilidades sin haberla oído y vencido en el curso de un
proceso dentro del cual haya podido, cuando menos, exponer sus propias razones,
dar su versión de los hechos, esgrimir las pruebas que la favorecen y
controvertir aquellas que la condenan. La presunción de inocencia tiene que
ser desvirtuada como requisito indispensable para que se haga posible la
imposición de penas o de sanciones. Es imprescindible esa garantía en orden a
preservar otros derechos fundamentales como el de la educación.
DERECHO A LA
EDUCACION/DERECHOS FUNDAMENTALES-Interpretación
El derecho a la
educación es un derecho fundamental de la persona, razón por la cual el
ordenamiento jurídico no puede restringir las posibilidades de su ejercicio a
ningún individuo por razón de su edad. Ello significaría flagrante
desconocimiento no solo del precepto en mención sino del principio de igualdad
plasmado en el artículo 13 de la Carta. El carácter fundamental de un derecho
no depende de la ubicación del artículo que lo consagra dentro del texto
constitucional sino que, dentro de una concepción material, son
fundamentales aquellos derechos inherentes a la persona humana.
Ref.: Expediente
T-2231
Actor: JOHAN
ALEXANDER MARIN RODRIGUEZ
contra Colegio
Bravo Márquez de Medellín.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Aprobada mediante
acta, en Santafé de Bogotá, D.C., a los veintiun (21) días del mes de agosto de
mil novecientos noventa y dos (1992).
I. INFORMACION
PRELIMINAR
El solicitante Johan
Alexander Marín Rodríguez invoca la acción de tutela por considerar que el
Rector del IDEM Instituto José María Bravo Márquez, de la ciudad de Medellín,
violó su derecho a continuar en dicho establecimiento educativo al negarle la
matrícula para sexto de bachillerato, no obstante que había aprobado el año
lectivo, aduciendo razones de mala disciplina. Por iguales motivos y en
relación con los mismos hechos también ejercieron la acción los estudiantes OMAR
DE JESUS HEREDIA, ELKIN DE JESUS BURITICA, DIEGO ALONSO ESCOBAR, ITALI FLOREZ,
GERARDO LEON GARCES, BAYRON ELKIN HOYOS, RUBEN DARIO TOBON y JORGE
OCTAVIO LOAIZA OSPINA.
II. DECISIONES
JUDICIALES
Correspondió conocer
de la presente acción de tutela en primera instancia al Juez Trigésimo Primero
Penal Municipal de Medellín, quien después de analizar los documentos y pruebas
allegadas, en fallo del 27 de febrero de 1992 decidió acceder a la solicitud de
tutela con base en las siguientes razones:
1. Encuentra el juez que efectivamente sí
existieron violaciones al Reglamento Interno del Colegio por parte de los
estudiantes.
2. También se encuentra que el Colegio no
siguió el procedimiento adecuado al imponer las sanciones así como tampoco al
calificar la conducta y disciplina de los estudiantes. No se atendió el
llamado que hiciera la Secretaría de Educación contenido en circular Nº 42 del
13 de agosto de 1984 sobre el procedimiento a seguir en relación con los
estudiantes que incurrieron en faltas al reglamento.
3. No se compagina la sanción impuesta por el
colegio con la conducta y disciplina de los afectados, la cual no fue
calificada de deficiente o mala.
4. El juez consideró que el IDEM Instituto
José María Bravo Márquez violó el derecho a la educación, consagrado en el
artículo 67 de la Constitucion Nacional al no aceptar de nuevo en la
Institución a los estudiantes actores de la presente acción de tutela.
En consecuencia el
juzgado ordena al Instituto Bravo Márquez el reintegro de JOHAN ALEXANDER
MARIN, OMAR DE JESUS HEREDIA, ELKIN DE JESUS BURITICA, DIEGO ALONSO ESCOBAR,
ITALI FLOREZ, GERARDO LEON GARCES, BAYRON ELKIN HOYOS Y RUBEN DARIO TOBON para
el año lectivo que se inicio. No se accede a la petición de JORGE OCTAVIO
LOAIZA OSPINA a quien se le encontró una perica (arma) dentro del colegio,
lo que no hace recomendable su estadía en el establecimiento, con lo cual se
está velando por el interés general y defendiendo la integridad física de las
personas que lo rodean.
IMPUGNADO el fallo
por Jorge Octavio Loaiza Ospina y por el IDEM a través de su Rector,
correspondió decidir la impugnación al Juzgado Décimo Primero Penal del
Circuito de Medellín. En Providencia del 27 de marzo de 1992 ese Despacho
revocó el fallo de primera instancia en cuanto accedió a la tutela solicitada y
lo confirmó respecto de la negativa de concederla en el caso de LOAIZA
OSPINA.
El juez de segunda
instancia fundamentó su decisión en las siguientes consideraciones:
1. La educación no puede considerarse como un
derecho fundamental pues éstos se encuentran expresa y taxativamente señalados
en el Título Segundo, Capítulo I de la Carta y no es posible extender el ámbito
de la acción de tutela a otros derechos consagrados en la Constitucion
Nacional.
2. La Constitucion encomendó al Estado la
obligación de asegurar la educación de sus habitantes de los 5 a los 15 años
(un año de preescolar y nueve de educación básica). Esta obligación ya se
cumplió frente a los peticionarios por lo tanto no se les ha vulnerado tampoco
su derecho a la educación.
3. La tutela es de carácter subsidiario y
residual y en el presente caso los afectados pueden hacer efectivos sus
derechos acudiendo a la justicia Contencioso Administrativa una vez agoten la
vía gubernativa ante la Secretaría de Educación.
4. Opina el juez que "...es evidente que
el señor Rector actuó arbitrariamente, usurpó funciones y desconoció jerarquías
al imponer la sanción a los interesados, pues a ninguno de ellos se le adelantó
el proceso disciplinario individual, a quien alude (sic) el Decreto 1398 de
1973, parágrafo 5º, violándose la garantía constitucional prevista en el
artículo 29 de la C. N., del Debido Proceso...", pero entiende que no
puede concederse la tutela por existir otro medio judicial para la defensa de
los estudiantes y por cuanto a éstos no se les ha causado un perjuicio
irremediable ya que en la ciudad hay otros colegios oficiales y privados donde
pueden continuar sus estudios.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Entra esta Corte a
revisar los fallos proferidos dentro de la presente acción de tutela por los
Juzgados Trigésimo Primero Penal Municipal y Décimo Primero Penal del Circuito
de Medellín, ya que goza de competencia para ello, según lo estatuido en los
artículos 86 y 241-10 de la Constitucion Política y en el Decreto2591 de 1991.
El Debido Proceso
Como ya lo ha
expresado esta Corporación, los establecimientos educativos no están exonerados
de cumplir el precepto constitucional, aplicable en materia de imposición de
sanciones, según el cual nadie puede ser castigado sin que se le hayan brindado
la posibilidad de una defensa y las garantías del debido proceso.
Toda persona tiene
derecho a que se presuma su inocencia y a que, en caso de sindicaciones en su
contra, no se deduzcan sus responsabilidades sin haberla oído y vencido en el
curso de un proceso dentro del cual haya podido, cuando menos, exponer sus
propias razones, dar su versión de los hechos, esgrimir las pruebas que la
favorecen y controvertir aquellas que la condenan. Como esta misma Sala tuvo
ocasión de expresarlo, la presunción de inocencia tiene que ser desvirtuada
como requisito indispensable para que se haga posible la imposición de penas o
de sanciones1
.
Así lo exige la
justicia y lo tiene bien definido la Constitucion en su artículo 29 al
consagrar como principio medular de nuestro Derecho la presunción de inocencia.
De lo que se trata
es de cerrar el paso a la arbitrariedad, a la calificación absolutamente
discrecional y unilateral por parte del establecimiento que habrá de aplicar la
sanción acerca del grado de responsabilidad del estudiante comprometido y sobre
si cabe en el caso concreto aplicar aquélla.
Resulta claro para
esta Corte que, así como es necesario un debido proceso para definir lo
concerniente a la imposición de una pena en materia criminal por cuanto está de
por medio el derecho fundamental de la libertad de la persona, también es
imprescindible esa garantía en orden a preservar otros derechos fundamentales
como el de la educación.
Con miras a
desarrollar esa garantía debe partirse del principio general de la legalidad de
la falta y de la sanción a ella correspondiente, esto es, de la previa y
precisa determinación que todo establecimiento educativo debe hacer en su
reglamento interno de los hechos u omisiones que contravienen el orden o el
régimen disciplinario y de las sanciones que, de acuerdo con la gravedad de las
informaciones, puedan imponerse.
El mismo reglamento
debe contemplar los pasos que habrán de seguirse con antelación a cualquier
decisión sancionatoria. Si bien no tan rigurosos y formales como en los
procesos judiciales, los trámites que anteceden a la imposición del castigo
deben hallarse consagrados en dicho régimen y en ellos asegurarse que el
estudiante goce de una oportunidad adecuada y razonable de defensa.
En el caso objeto de
estudio se tiene que, sin observar los procedimientos vigentes, el Instituto
José María Bravo Márquez impidió la continuidad de la educación a que tenían
derecho varios de sus discípulos que han debido ingresar al sexto año de
Bachillerato, violando así derechos fundamentales al debido proceso y a la
educación.
En efecto, tanto el
Reglamento Interno del Instituto como los Decretos 1398 de 1973 y 2491 de 1978
expedidos por la Gobernación de Antioquia en cuanto a los centros educativos
del Departamento, establecen un procedimiento claro en materia de sanciones y
una graduación en la misma, que va desde la simple amonestación por parte del
plantel, hasta la exclusión del alumno.
Respecto de la
sanción últimamente mencionada, las normas aplicables la conciben como un acto
complejo en el cual participan, tanto la entidad educativa, como la Secretaría
de Educación del Departamento por conducto del Distrito Educativo
correspondiente y la Sección de Registros y Diplomas.
Así, el parágrafo 5º
del artículo 2º del Decreto 1398 de 1973 señala los requisitos que deben
seguirse en los casos de cancelación de matrículas y expulsión definitiva del
establecimiento educativo. La disposición prevé que, una vez adoptada la
decisión por el Consejo de profesores, debe enviarse tanto el acta de la reunión
como la Resolución adoptada al Jefe del Distrito, quien tiene el encargo de
ordenar la respectiva investigación.
Adelantada la
investigación, el Distrito envía sus resultados a la Sección de Registros y
Diplomas para que ésta y la Dirección Operativa resuelvan sobre la pertinencia
de la sanción. La norma establece que "sin este requisito la sanción no
podrá aplicarse".
No aparece en el
expediente prueba alguna que demuestre el cumplimiento de estos requisitos, de
lo cual se desprende que en realidad el proceso no culminó como estaba previsto
en las normas aplicables y que la exclusión de los afectados se produjo
irregularmente, razón por la cual habrá de revocarse el fallo de segunda
instancia que a su vez revocó el que acertadamente confería el amparo
solicitado.
Habrá de ordenar la
Corte que se otorgue a los estudiantes separados del claustro la plena garantía
de su derecho al debido proceso y a una defensa adecuada, con el pleno
cumplimiento de las previsiones reglamentarias que rigen para la institución,
permaneciendo vinculados al plantel en el curso sexto de Bachillerato mientras
el proceso se adelanta, situación que deberá estudiarse por el tribunal
competente si los afectados piden la nulidad de las resoluciones proferidas por
la entidad educativa.
Erróneo enfoque
de las sentencias que se revisan sobre el derecho a la educación
El juez Penal del
Circuito de Medellín expresa en el fallo de segunda instancia, materia de
revisión, que la obligación que tienen el Estado, la sociedad y la familia en
el sentido de brindar una educación obligatoria entre los cinco y los quince
años de edad con un año de preescolar y nueve de educación básica (artículo 67
de la Constitucion) "ya fue satisfecha" en el caso de los
peticionarios, "toda vez que su edad supera la enunciada, así como su
grado de instrucción", de lo cual concluye que no se les vulneró su
derecho a la educación porque esta ya fue cumplida por el Estado en su justo
límite.
Considera la Corte
que la interpretación de la norma constitucional no es precisamente la que así
se plantea, pues una cosa es la obligación del Estado, la sociedad y la familia
en el sentido de ofrecer al educando las condiciones indispensables para que
acceda a su educación en el nivel mínimo mientras llega a la edad en que pueda
continuar preparándose por su propia cuenta, y otra muy distinta el derecho que
tiene toda persona a educarse o a perfeccionar su formación académica,
independientemente de su edad. Este es un derecho fundamental de la persona,
razón por la cual el ordenamiento jurídico no puede restringir las
posibilidades de su ejercicio a ningún individuo por razón de su edad. Ello
significaría flagrante desconocimiento no solo del precepto en mención sino del
principio de igualdad plasmado en el artículo 13 de la Carta.
La educación como
derecho fundamental
La Corte estima
necesario insistir en que el carácter fundamental de un derecho no depende de
la ubicación del artículo que lo consagra dentro del texto constitucional sino
que, dentro de una concepción material, son fundamentales aquellos
derechos inherentes a la persona humana.
Al respecto, la Sala
Cuarta de Revisión de esta Corte ha formulado precisiones que ahora deben
reiterarse, a propósito de la afirmación que hace el juez de segunda instancia
en el sentido de que el derecho a la educación no puede considerarse como
fundamental por no estar expresamente señalado en el Título II, Capítulo I, de
la Carta:
"Del análisis
de las actas de la Asamblea Nacional Constituyente, publicadas en la Gaceta
Constitucional, se concluye, en relación con el artículo 39 del Reglamento, que
la Comisión Codificadora entregó los textos por asuntos y materias -títulos y
capítulos-, pero que tal tarea no fue aprobada en conjunto, en los términos
consagrados en el artículo 44, cuando dice: "Aprobado el texto final de
las reformas y su codificación, la Presidencia citará a una sesión especial en
la cual dicho texto se proclamará...".
"Es decir la
propia Constituyente tenía claro que una cosa era hacer normas (con fuerza
vinculante) y otra la organización y titulación de dichas normas (fuerza
indicativa).
Fue pues voluntad
del Constituyente de 1991 conferir un efecto indicativo a la ubicación y
titulación de las normas constitucionales y en consecuencia ello es una información
subsidiaria dirigida al intérprete.
Como se podrá
observar, el Constituyente no determinó en forma taxativa cuáles eran los
derechos constitucionales fundamentales, a diferencia de algunos textos
constitucionales de otros países, como es el caso de la Constitucion española
de 1978 -artículos 14 a 29 y 30.2- y de la Constitucion alemana -artículos 2º
al 17 de conformidad con el apartado 3 del artículo 1º-.
En otros países,
como por ejemplo en la Constitucion de Guatemala de 1985, en el artículo 20,
relativo a las disposiciones transitorias, se establece que los epígrafes que
preceden a los artículos de la Constitucion no tienen validez interpretativa y
no pueden ser citados con respecto al contenido y alcance de las normas
constitucionales.
Fuerza concluir que
el hecho de limitar los derechos fundamentales a aquellos que se encuentran en
la Constitucion Política bajo el título "de los derechos
fundamentales" y excluir cualquier otro que ocupe un lugar distinto, no
debe ser considerado como criterio determinante sino auxiliar, pues él
desvirtúa el sentido garantizador que a los mecanismos de protección y
aplicación de los derechos humanos otorgó el Constituyente de 1991"2 .
Así pues, no cabe
duda sobre el carácter fundamental del derecho a la educación, motivo por el
cual se estima pertinente conceder la tutela que se solicita en esta ocasión
para hacerlo efectivo.
Por las razones
expuestas en esta providencia, la Corte Constitucional en Sala de Revisión,
administrando justicia, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitucion,
R E S U E L V E :
Primero.-
REVOCAR la sentencia del
27 de marzo de 1992, proferida por el Juez Décimo Primero Penal del Circuito de
Medellín, por medio de la cual se había revocado la pronunciada el 27 de
febrero de 1992 por el Juez Trigésimo Primero Penal Municipal de esa ciudad en
relación con la tutela solicitada por JOHAN ALEXANDER MARIN RODRIGUEZ, OMAR
DE JESUS HEREDIA, ELKIN DE JESUS BURITICA, DIEGO ALONSO ESCOBAR, ITALI FLOREZ,
GERARDO LEON GARCES, BAYRON ELKIN HOYOS, RUBEN DARIO TOBON y JORGE
OCTAVIO LOAIZA OSPINA.
Segundo.-
CONCEDER la protección
impetrada por los estudiantes mencionados, ordenando al Rector del IDEM
Instituto José María Bravo Márquez de Medellín:
a) Iniciar, a más tardar dentro de las
cuarenta y ocho (48) horas hábiles siguientes a la notificación de esta
sentencia, el proceso disciplinario contra dichos alumnos por las faltas que
supuestamente dieron origen a negarles la matrícula para el sexto año de
Bachillerato, otorgándoles el derecho de defensa y la plenitud de las garantías
del debido proceso y aplicando de manera estricta las normas vigentes para los
colegios departamentales de Antioquia y las dispuestas en el Reglamento Interno
del Plantel.
b) Matricular a los nombrados estudiantes para
el sexto año de Bachillerato y permitirles el normal acceso a las clases
mientras se adelanta el proceso.
Tercero.- El Juez Trigésimo Primero Penal Municipal
verificará el cabal cumplimiento de lo dispuesto en este fallo, de conformidad
con las normas previstas en los artículos 52 y 53 del Decreto 2591 de 1991.
Cuarto.- El Juez Trigésimo Primero Penal Municipal
comunicará esta sentencia al Secretario de Educación de Antioquia para los
efectos administrativos a que haya lugar.
Quinto.- Por la Secretaría envíese la comunicación a
que se refiere el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 para los fines en él
señalados.
Cópiese, comuníquese,
publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional, cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
1 Crf. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia
Nº 460 del 15 de julio de 1992.
2 Cfr. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia Nº
2. Mayo 8 de 1992. |
124 | T-501-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-501/92
ACCION DE TUTELA-Informalidad
La acción de
tutela puede ser intentada por cualquier persona, con prescindencia de su edad,
origen, raza, nivel económico, social o profesional y, por supuesto, sin que
para tramitarla y decidirla sean indispensables los requisitos formales ni las
fórmulas exactas y ni siquiera un escrito, por cuanto puede ser verbal.
AUTORIDAD PUBLICA-Concepto/EMPLEADO PUBLICO
La autoridad es pública
cuando el poder del que dispone proviene del Estado, de conformidad con las
instituciones que lo rigen. Subjetivamente hablando, la expresión autoridad sirve
para designar a quien encarna y ejerce esa potestad. Para el acceso a
mecanismos judiciales concebidos para la defensa de los derechos fundamentales,
como es el caso del derecho de amparo o recurso extraordinario en otros sistemas,
o de la acción de tutela entre nosotros, por "autoridades públicas"
deben entenderse todas aquellas personas que están facultadas por la
normatividad para ejercer poder de mando o decisión en nombre del Estado y
cuyas actuaciones obliguen y afecten a los particulares. Los jueces son
autoridad pública, puesto que ejercen jurisdicción, es decir, administran
justicia en nombre del pueblo y por autoridad de la Constitución y de la Ley.
COMPETENCIA DE
TUTELA/JUEZ MUNICIPAL
El hecho de
haberse establecido una "competencia especial" para el caso de las
providencias judiciales que pongan fin a un proceso, pronunciadas por los
organismos allí taxativamente señalados, no está indicando que sólo proceda la
tutela contra sus actuaciones, dejando por fuera las de otras instancias
judiciales, pues el artículo 40 pretendió establecer una competencia especial
para los fallos judiciales de cierto nivel y, además, la Constitución Política
y el Decreto 2591 de 1991 establecen la procedencia de la tutela para las
actuaciones y omisiones de "cualquier autoridad pública", concepto
que, como ya hemos señalado, incluye inequívocamente a los jueces municipales.
No existe ni en la Constitución Nacional ni en la ley, disposición alguna que
excluya a las actuaciones de los jueces municipales de la protección que puede
obtenerse mediante el ejercicio de la acción de tutela.
ACCION DE TUTELA-Impugnación/PROCEDIMIENTO DE TUTELA-Informalidad
La negativa de
trámite a la impugnación se constituye, en sí misma, en una flagrante violación
de los derechos de acceso a la administración de justicia, debido proceso, y
petición, lo cual representa franco desconocimiento de los principios de
justicia e igualdad invocados en el Preámbulo de la Constitución Política y de
los postulados que plasman sus artículos 1º (respeto de la dignidad humana), 2º
(garantía de la efectividad de los derechos constitucionales como fin esencial
del Estado) y 5º (reconocimiento constitucional de los derechos individuales de
la persona sin discriminación alguna), fuera de la ostensible vulneración del
artículo 86 Ibidem. La acción de tutela no exige técnicas procesales ni
requisitos formales propios de especialistas, ya que su función no puede
asimilarse a la que cumplen las acciones privadas dentro de los esquemas ordinarios
previstos por el sistema jurídico, sino que corresponde a la defensa inmediata
de los derechos fundamentales. Su papel es ante todo el de materializar
las garantías constitucionales y, por tanto, es de su esencia el carácter sustancial
de su fundamento jurídico.
Sala Tercera de Revisión
Ref.: Expediente
T-2506
Actor: TOMAS
EDUARDO PINEDA HERRERA
contra Juez Penal
Municipal de Urrao-Antioquia.
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
-Ponente-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Aprobada en Santafé
de Bogotá, D.C., mediante fecha veintiuno (21) de agosto de mil novecientos
noventa y dos (1992).
La Sala Tercera de
Revisión de la Corte Constitucional procede a revisar el pronunciamiento del
Tribunal Administrativo de Antioquia, Sección Segunda del 8 de abril de 1992,
al resolver sobre la acción de tutela instaurada por TOMAS EDUARDO PINEDA
HERRERA.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
En confuso escrito,
el solicitante acude a la acción prevista en el artículo 86 de la Constitucion,
alegando la posible comisión del delito de prevaricato por parte del Juez Penal
Municipal de Urrao al resolver sobre asunto de su interés.
Se transcribe
textualmente la narración que hace el actor en torno a los acontecimientos que
motivaron su petición:
"a- Formulé
denuncio en el Juzgado 41 Penal Municipal contra el señor HUMBERTO QUICENO,
por el delito de invación (sic). Expediente 0157.
b- Manifiesta el Juzgado 41 Penal Municipal
que se envió al municipio de Urrao Ant., para su respectiva investigación el
año inmediatamente anterior.
c- Me trasladé al municipio de Urrao Ant.
para conocer del proceso y me dice el Juez que no puedo constituírme en parte
civil, tampoco podía dar un pronunciamiento de este asunto.
d- Pregunté por el número del juzgado y se
me dijo que no tenían radicación".
"POSDATO. Pido
la indemnización por perjuicios ocasionados por el Juez Penal Municipal del
municipio de Urrao Antioquia y lo que la ley emane contra este juez".
II. DECISION
JUDICIAL
El Tribunal
Administrativo de Antioquia Sección Segunda, en pronunciamiento del 8 de abril
de 1992 resolvió rechazar por improcedente la presente acción de tutela
manifestando:
"Como quiera
que según el artículo 40 del Decreto Ley 2591 de 1991 contra las actuaciones de
los jueces municipales no cabe la acción de tutela y en el evento de las
actuaciones jurisdiccionales existe una competencia especial, se rechaza por
improcedente la solicitud formulada".
Esta decisión fue
recurrida en forma oportuna siendo igualmente rechazada por improcedente por el
mismo Tribunal Administrativo de Antioquia, Sección Segunda.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
Esta Corporación es
competente para revisar la sentencia mencionada con arreglo a lo previsto por
los artículos 86 y 241 de la Constitucion Política y por el Decreto 2591 de
1991.
2. Papel del
juez de tutela en la determinación del derecho posiblemente violado.
El contenido de los
documentos que integran el expediente no permite establecer con exactitud en
qué pudo consistir la violación o amenaza de los derechos fundamentales del
peticionario, pues en verdad es bien escasa la información suministrada por él
en las transcritas líneas, a lo cual se añade la circunstancia de que el
Tribunal Administrativo de Antioquia mostró un total desinterés en la obtención
de elementos de juicio adicionales sobre el tema. En consideración de la
Corte, se habría podido aplicar la disposición contenida en el artículo 17 del
Decreto 2591 de 1991, que impone un deber al juez de tutela y que a la letra
dice:
"Artículo 17.-
Corrección de la solicitud.- Si no pudiere determinarse el hecho o la razón
que motiva la solicitud de tutela se prevendrá al solicitante para que la
corrija en el término de tres días los cuales deberán señalarse concretamente
en la correspondiente providencia. Si no la corrigiere, la solicitud podrá ser
rechazada de plano.
Si la solicitud
fuere verbal, el juez procederá a corregirla en el acto, con la información
adicional que le proporcione el solicitante".
También estaba a su
alcance el artículo 14 Ibidem, a cuyo tenor el juez aún en los casos de
peticiones verbales, "podrá exigir su posterior presentación personal (la
del solicitante) para recoger una declaración que facilite proceder con el
trámite de la solicitud, u ordenar al secretario levantar el acta
correspondiente sin formalismo alguno".
Como nada de eso se
hizo en la oportunidad legal, no siendo procedente que esta Corte supla las
falencias del Despacho de origen, toda vez que su función no es la que
corresponde a un Tribunal de instancia sino que está circunscrita al examen de
las sentencias de tutela desde el punto de vista constitucional, habrá de
resolverse este caso con los elementos aportados al proceso1 .
Ante todo debe
indicarse que el papel del juez en esta materia, dado el sentido protector de
la institución, no puede ser idéntico al que se cumple ordinariamente en los
asuntos judiciales propios de los demás procesos. Recuérdese que, como ya tuvo
ocasión de expresarlo esta Corporación2
, la acción de tutela puede ser intentada por cualquier persona, con
prescindencia de su edad, origen, raza, nivel económico, social o profesional
y, por supuesto, sin que para tramitarla y decidirla sean indispensables los
requisitos formales ni las fórmulas exactas y ni siquiera un escrito, por
cuanto puede ser verbal. Corresponde a los jueces la tarea de buscar, como lo
indican las normas citadas y otras del Decreto 2591 de 1991, las informaciones
preliminares mínimas para administrar justicia dentro de su competencia, en
orden a garantizar la efectividad de los derechos constitucionales
fundamentales. Dejar de lado las vías que la ley otorga al juez para llegar a
una convicción cierta en relación con el caso materia de la solicitud de
tutela, equivale a convertir en ilusorio y vano un mecanismo instituido
precisamente con el fin deliberado de acercar la teoría del ordenamiento
jurídico a la realidad.
Aunque resulta
evidente que el escrito por medio del cual se instauró la acción es incompleto
y oscuro, la Corte puede concluir de su lectura que la queja del petente radica
en una falta de respuesta y de trámite a la denuncia por él presentada ante el
Juez 41 Penal Municipal de Medellín. Según el actor, ni en ese Despacho, ni en
el Juzgado Municipal de Urrao le han sabido indicar sobre el estado actual del
asunto y, además, sostiene que se le ha impedido constituirse en parte civil
dentro del proceso penal. Manifiesta no conocer siquiera el número del
expediente por posible carencia de un sistema de radicación.
Estos hechos no
pueden negarse de plano, sin investigación alguna, ya que está de por medio la
afirmación de una persona bajo la responsabilidad de su firma y con plena
identificación, dirección y teléfono, siendo posible que su derecho de acceso a
la administración de justicia (artículo 229 de la Constitucion) haya sido o
esté siendo en efecto conculcado.
Bajo el principio de
presunción de la buena fe en todas las actuaciones que los particulares
adelanten ante las autoridades públicas (artículo 83 de la Constitucion), la
cual tiene por contrapartida la existencia de responsabilidades y sanciones
para quien hace uso indebido de él (artículos 6º y 95, numeral 1º, de la
Carta), la Corte Constitucional no puede despachar el caso aduciendo apenas que
resulta incomprensible el escrito por el cual se instauró la acción y menos aún
con la inaceptable excusa del Tribunal Administrativo de Antioquia, a la que se
alude en otro aparte de esta providencia, razón por la cual se ordenará
compulsar copias del expediente al Procurador General de la Nación y a la Sala
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura, para que -dentro del
ámbito de sus respectivas competencias- verifiquen los sucesos alegados por el
demandante y para que se adopten las medidas a que haya lugar con el fin de
hacer posible que el petente acceda, con la plenitud de garantías, a la
administración de justicia, si es que se establece violación de ese u otro
derecho fundamental suyo por acción u omisión de las autoridades judiciales.
"Prima facie"
no parece existir mayor fundamento en relación con un posible delito de
prevaricato, como lo señala el actor, pero advierte la Corte que, en caso de
hallarse en las diligencias mencionadas que algún reato pudo cometerse, ello
deberá ponerse en conocimiento inmediato de la autoridad judicial competente.
Ahora bien, si es el
demandante quien ha utilizado la acción de tutela en forma tendenciosa o
temeraria, habrán de aplicarse las disposiciones legales pertinentes.
3. La
enunciación contenida en el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991
Debe la Corte
referirse a lo afirmado por el Tribunal Administrativo de Antioquia que
interpretó inadecuadamente tanto el artículo 86 de la Carta como el Decreto
2591 de 1991, al considerar que no procede la acción de tutela contra las
actuaciones de los jueces municipales.
De conformidad con
el artículo 86 de la Constitucion Nacional, reiterado por el 1º del Decreto
2591 de 1991, la acción de tutela procede para pedir la protección inmediata de
los derechos fundamentales, "cuando quiera que éstos resulten vulnerados o
amenazados por la acción o la omisión de cualquier autoridad pública".
Tal como lo
expresara la Corte Suprema de Justicia en fallo del 22 de julio de 1970,
"la protección que dispone el artículo 16 de la Constitucion (hoy 2º ,
inciso 2º) se dispensa mediante la eficaz y oportuna prestación de los
servicios o actividades a cargo de las autoridades, término genérico que
comprende a todos los gobernantes" (Subrayado).
La autoridad, en
términos generales y tomada en un sentido objetivo es la potestad de que se
halla investida una persona o corporación, en cuya virtud las decisiones que
adopte son vinculantes para quienes a ella están subordinados. Esa autoridad
es pública cuando el poder del que dispone proviene del Estado, de
conformidad con las instituciones que lo rigen.
Subjetivamente
hablando, la expresión autoridad sirve para designar a quien encarna y
ejerce esa potestad.
El artículo 123 de
la Carta Política de modo general define quiénes son servidores públicos,
denominación ésta que comprende a todos los empleados estatales, abstracción
hecha de su nivel jerárquico y de sus competencias específicas.
Dice el artículo
123:
"Son servidores
públicos los miembros de las corporaciones públicas, los empleados y
trabajadores del Estado y de sus entidades descentralizadas territorialmente y
por servicios".
El artículo 1º del
Código Contencioso Administrativo hace una enumeración de las
"autoridades", incluyendo dentro de ese nombre genérico a los
"... órganos, corporaciones y dependencias de las ramas del poder
público en todos los órdenes, a las entidades descentralizadas, a la
Procuraduría General de la Nación y Ministerio Público, a la Contraloría
General de la República y contralores regionales, a la Corte electoral y a la
Registraduría Nacional del Estado Civil, así como a las entidades privadas,
cuando unos y otros cumplen funciones administrativas".
Quiere decir esto
que mientras las expresiones "servidores públicos" son adecuadas para
referirse a todas las personas que laboran para el Estado en cualquiera de las
ramas del poder, bien sea en los órganos centrales o en las entidades
descentralizadas o por servicios, los términos "autoridades públicas"
se reservan para designar aquellos servidores públicos llamados a ejercer,
dentro del ordenamiento jurídico que define sus funciones o competencias, poder
de mando o decisión, cuyas determinaciones, por tanto, afectan a los
gobernados.
Esta concepción no
es extraña en el Derecho Comparado. Así, en el sistema mexicano "el
término autoridades para los efectos del amparo, comprende a todas aquellas
personas que disponen de la fuerza pública, en virtud de circunstancias ya
legales, ya de hecho, y que, por lo mismo, estén en posibilidad material de
obrar como individuos que ejercen actos públicos por el hecho de ser pública la
fuerza de que disponen" (Jurisprudencia de la S.C. de J. 1917-1965. Sexta
parte. Tesis 54, pág. 115).
El autor Gabino
Fraga refiriéndose al concepto de autoridades señala:
"Cuando la
competencia otorgada a un órgano implica la facultad de realizar actos de
naturaleza jurídica que afecten la esfera de los particulares y la de imponer a
éstos sus determinaciones es decir, cuando el referido órgano esté investido de
facultades de decisión y ejecución, se está frente a un órgano de
autoridad".
"Los órganos de
la administración que tienen el carácter de autoridad pueden concentrar en sus
facultades las de decisión y las de ejecución; pero también puede suceder que
solo tengan la facultad de decisión y que la ejecución de sus determinaciones
se lleve a cabo por otro órgano diferente"3
.
La Constitucion de
la República Federativa del Brasil de 1988 (artículo 153) concede el mandato
de seguranca "para proteger derecho manifiesto y cierto (...) cuando
el responsable por la ilegalidad o abuso de poder fuere autoridad pública o
agente de persona jurídica en ejercicio de atribuciones del poder público".
Según el artículo 53
de la Constitucion Española de 1978, los derechos y libertades en ella
reconocidos "vinculan a todos los poderes públicos".
En síntesis, para el
acceso a mecanismos judiciales concebidos para la defensa de los derechos fundamentales,
como es el caso del derecho de amparo o recurso extraordinario en otros
sistemas, o de la acción de tutela entre nosotros, por "autoridades
públicas" deben entenderse todas aquellas personas que están facultadas
por la normatividad para ejercer poder de mando o decisión en nombre del Estado
y cuyas actuaciones obliguen y afecten a los particulares.
Los jueces son
autoridad pública, puesto que ejercen jurisdicción, es decir, administran
justicia en nombre del pueblo y por autoridad de la Constitución y de la Ley.
Por otro lado,
respecto de la competencia para conocer de las acciones de tutela el artículo
37, inciso 1º, del Decreto 2591 de 1991, al establecer la regla general de
competencia en esta materia expresó:
"Artículo 37.-
Primera instancia. Son competentes para conocer de la acción de tutela, a
prevención, los jueces o tribunales con jurisdicción en el lugar donde
ocurriere la violación o la amenaza que motivaren la presentación de la
solicitud".
En forma clara el
inciso transcrito establece que es competente para conocer de la acción de
tutela en principio, cualquier juez o tribunal con jurisdicción en el lugar de
los hechos. No se excluyen, las actuaciones de los jueces municipales, quienes
además son también competentes para conocer de las acciones de tutela
originadas por violaciones o amenazas contra derechos fundamentales que
ocurrieren en el ámbito de su jurisdicción.
Esto es lo que
pudiéramos denominar "la competencia genérica" en materia de tutela,
a la cual se opone una "competencia especial" a que hace referencia
el artículo 40 del citado Decreto 2591 de 1991, que expresa:
"Artículo 40.-
Competencia Especial. Cuando las sentencias y demás providencias judiciales
que pongan término a un proceso, proferidas por los Jueces Superiores, los
Tribunales, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado, amenacen o
vulneren un derecho fundamental, será competente para conocer de la acción de
tutela el superior jerárquico correspondiente.
Cuando dichas providencias
emanen de Magistrados, conocerá el Magistrado que le siga en turno, cuya
actuación podrá ser impugnada ante la correspondiente sala o sección.
Tratándose de
sentencias emanadas de una sala o sección, conocerá la sala o sección que le
sigue en orden, cuya actuación podrá ser impugnada ante la Sala Plena
correspondiente de la misma Corporación".
No es el momento
para entrar a definir si debe o no proceder la acción de tutela contra
sentencias judiciales, pues este pronunciamiento lo hará la Sala Plena de la
Corte al decidir sobre la constitucionalidad del artículo transcrito cuya
inexequibilidad ha sido demandada.
Pero sí debe la
Corte precisar el sentido de ese artículo, que se refiere a una competencia
"especial", para cuando se trata de providencias judiciales que
pongan fin a un proceso y que hubieren sido proferidas por los jueces
superiores, los tribunales, la Corte Suprema de Justicia o el Consejo de
Estado.
En estos casos la
competencia ya no será de cualquier juez o tribunal, como en el caso del
artículo 37 en mención, sino únicamente del superior jerárquico de quien
profirió la providencia, entendiéndose al superior jerárquico en la forma
determinada en los incisos 2º y 3º del artículo 40.
El hecho de haberse
establecido una "competencia especial" para el caso de las
providencias judiciales que pongan fin a un proceso, pronunciadas por los
organismos allí taxativamente señalados, no está indicando que sólo proceda la
tutela contra sus actuaciones, dejando por fuera las de otras instancias
judiciales, como equívocamente interpretó el Tribunal que conoció de la
presente acción de tutela, pues se repite que el artículo 40 pretendió
establecer una competencia especial para los fallos judiciales de cierto nivel
y, además, la Constitucion Política y el Decreto 2591 de 1991 establecen la
procedencia de la tutela para las actuaciones y omisiones de "cualquier
autoridad pública", concepto que, como ya hemos señalado, incluye
inequívocamente a los jueces municipales.
No existe ni en la
Constitucion Nacional ni en la ley, disposición alguna que excluya a las
actuaciones de los jueces municipales de la protección que puede obtenerse
mediante el ejercicio de la acción de tutela.
4. La negativa de
trámite a la impugnación interpuesta
El artículo 86 de la
Constitucion dispone que el fallo proferido por el juez de primera instancia
"podrá impugnarse ante el juez competente y, en todo caso éste lo remitirá
a la Corte Constitucional para su eventual revisión".
En desarrollo del
precepto constitucional los artículos 31 y 32 del Decreto 2591 de 1991
disponen:
"ARTICULO
31. Impugnación del fallo. Dentro de los tres días siguientes a su
notificación el fallo podrá ser impugnado por el Defensor del Pueblo, el solicitante,
la autoridad pública o el representante del órgano correspondiente, sin
perjuicio de su cumplimiento inmediato.
Los fallos que no
sean impugnados serán enviados al día siguiente a la Corte Constitucional para
su revisión.
ARTICULO 32.
Trámite de la impugnación.
Presentada debidamente la impugnación el juez remitirá el expediente dentro de
los dos días siguientes al superior jerárquico correspondiente.
El juez que conozca
de la impugnación, estudiará el contenido de la misma, cotejándola con el
acervo probatorio y con el fallo. El juez, de oficio o a petición de parte,
podrá solicitar informes y ordenar la práctica de pruebas y proferirá el fallo
dentro de los 20 días siguientes a la recepción del expediente. Si a su juicio
el fallo carece de fundamento, procederá a revocarlo, lo cual comunicará de
inmediato. Si encuentra el fallo ajustado a derecho, lo confirmará. En ambos
casos, dentro de los diez días siguientes a la ejecutoria del fallo de segunda
instancia, el juez remitirá el expediente a la Corte Constitucional, para su
eventual revisión".
Se trata de normas
imperativas, obligatorias para el juez, de tal modo que no es de su
discrecionalidad aceptar o denegar la impugnación oportunamente interpuesta, ya
que ella corresponde a un verdadero derecho constitucional fundamental.
En ese orden de
ideas, la negativa de trámite a la impugnación se constituye, en sí misma, en
una flagrante violación de los derechos de acceso a la administración de
justicia (art. 229 de la Constitucion), debido proceso (art. 29 Ibidem), y
petición (art. 23), lo cual representa franco desconocimiento de los principios
de justicia e igualdad invocados en el Preámbulo de la Constitucion Política y
de los postulados que plasman sus artículos 1º (respeto de la dignidad humana),
2º (garantía de la efectividad de los derechos constitucionales como fin
esencial del Estado) y 5º (reconocimiento constitucional de los derechos
individuales de la persona sin discriminación alguna), fuera de la ostensible
vulneración del artículo 86 Ibidem.
En el presente caso,
obran en el expediente los siguientes documentos:
1. Sentencia del Tribunal, actuando en primera
instancia para resolver sobre la acción de tutela, rechazándola "por
improcedente", de fecha 8 de abril de 1992,
2. Constancia de notificación de la
providencia vía télex, del 10 de abril de 1992,
3. Manuscrito firmado por TOMAS EDUARDO
PINEDA HERRERA presentado personalmente al Tribunal Administrativo de
Antioquia el 10 de abril de 1992, en el cual expresa el peticionario formula su
solicitud en los siguientes términos:
"Referencia:
Interposición del recurso de reposición.
Expediente: 920.405
Manifiesto:
Primero: Se me
acepte la acción de tutela contra el Juez Penal Municipal de Urrao, por
prevaricato.
Segundo: Solicito
con el respeto que ustedes se merecen den traslado al Honorable Consejo de
Estado. Para su respectivo pronunciamiento".
4. Providencia del 23 de abril de 1992,
proferida por el Tribunal Administrativo de Antioquia, cuyo único texto, sin
motivación, es el siguiente:
"Se rechaza por
improcedente el recurso de reposición interpuesto en contra de la providencia
proferida (folio 9).
De conformidad con
lo previsto en el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991, se ordena enviar el
expediente a la Corte Constitucional para su revisión".
De todo lo cual
resulta que el Tribunal, en un exceso de ritualismo, resolvió rechazar por
improcedente el recurso interpuesto.
Aunque la
providencia en cuestión no expresa razones de la improcedencia, supone la Corte
que ésta radica en la impropiedad del actor al denominar como "de
reposición" el recurso que presentaba, siendo claro que éste tiene un
preciso alcance en materia procesal y muy particularmente en cuanto se refiere
a los procesos que se tramitan ante la jurisdicción Contencioso Administrativa,
o quizá por la circunstancia de no haberse sustentado la impugnación.
Sin embargo, observa
la Corte Constitucional que, por su misma índole, la acción de tutela no exige
técnicas procesales ni requisitos formales propios de especialistas, ya que su
función no puede asimilarse a la que cumplen las acciones privadas dentro de
los esquemas ordinarios previstos por el sistema jurídico, sino que corresponde
a la defensa inmediata de los derechos fundamentales. Su papel es ante todo el
de materializar las garantías constitucionales y, por tanto, es de su
esencia el carácter sustancial de su fundamento jurídico.
La instauración de
las acciones de tutela no puede dar lugar al rigor formalista de los procesos
ordinarios ni se puede convertir su admisibilidad y trámite en ocasión para
definir si se cumplen o no presupuestos procesales o fórmulas sacramentales, ya
que con ella no se busca establecer una "litis" sino acudir a la
protección oportuna de la autoridad judicial cuando un derecho fundamental es
lesionado u objeto de amenaza.
Así se consideró
desde el comienzo en la Asamblea Nacional Constituyente, según puede verse en
el informe-ponencia presentada a la Plenaria para primer debate, en el cual los
Delegatarios Jaime Arias López y Juan Carlos Esguerra Portocarrero recalcaron:
"Estamos frente a un mecanismo excepcional y sumario para una
protección inmediata de los derechos..."4 .
Así también lo ha
entendido la Corte al efectuar la revisión de sentencias de tutela. En el
fallo Nº T-459 de esta misma Sala, del 15 de julio de 1992, se expusieron los
criterios de informalidad que caracterizan esta acción y que se extienden a las
impugnaciones instauradas contra los fallos respectivos, en los siguientes
términos:
"Sobre el
particular el artículo 86 de la Carta dispone tan sólo que el fallo "...
podrá impugnarse ante el juez competente...", al paso que el artículo 31
del Decreto 2591 de 1991 se limita a establecer que "dentro de los tres
días siguientes a su notificación el fallo podrá ser impugnado por el Defensor
del Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o el representante del órgano
correspondiente sin perjuicio de su cumplimiento inmediato" y el artículo
35 Ibidem añade que "presentada debidamente la impugnación el juez
remitirá el expediente dentro de los dos días siguientes al superior jerárquico
correspondiente".
Como puede
apreciarse, ninguna norma constitucional ni legal exige que quien impugne
sustente la impugnación. La expresión "debidamente", utilizada por el
artículo 32 que se acaba de citar, debe entenderse referida al término para
impugnar, único requisito de índole formal previsto en el Decreto 2591 de 1991,
al lado del relativo a la competencia del juez, establecido por la propia
Constitucion. Este carácter simple de la impugnación es concordante con la
naturaleza preferente y sumaria que la Constitucion atribuye a
la acción de tutela y con la informalidad que, en consecuencia, subraya el
artículo 14 del Decreto 2591 para la presentación de la solicitud, cuando
establece inclusive que al ejercitar la acción "no será indispensable
citar la norma constitucional infringida, siempre que se determine claramente
el derecho violado o amenazado".
En este orden de
ideas, no es posible equiparar la impugnación del fallo de tutela con los demás
recursos consagrados en otras leyes, pues ellos tienen fines distintos y
diferente régimen, menos aún con el objeto de impedir su ejercicio haciéndole
extensivos "por analogía" requisitos expresamente indicados para los
recursos ordinarios o extraordinarios.
Además, acudiendo a
la interpretación teleológica de las normas constitucionales, se halla
fácilmente el sentido protector de la acción de tutela, al igual que su
inconfundible orientación hacia el perfeccionamiento material de los derechos
fundamentales (artículos 1, 2 , y 86 de la Constitucion, entre otros), que no
se obtiene dentro de una concepción que rinda culto a las formas procesales,
menos aún si ellas no han sido expresamente consagradas. Al fin y al cabo, de
lo que se trata es de velar por la prevalencia del derecho sustancial,
tan nítidamente definida por el artículo 228 de la Carta Política.
La Constitucion ha
conferido la acción de tutela a todas las personas, es decir que no
limita las posibilidades de acudir a ella por razones de nacionalidad, sexo,
edad, origen de raza o capacidades intelectuales, razón por la cual es factible
que la ejerzan los niños, los indígenas, los presos, los campesinos, los
analfabetas y en general todo individuo de la especie humana que se halle
dentro del territorio colombiano.
Riñe, entonces, con
la naturaleza y los propósitos que la inspiran y también con la letra y el
espíritu de la Carta, toda exigencia que pretenda limitar o dificultar su uso,
su trámite o su decisión por fuera de las muy simples condiciones determinadas
en las normas pertinentes"5
.
Y lo propio estatuye
el artículo 14 del Decreto 2591 de 1991, que subraya la informalidad
característica de esta acción en los siguientes términos: "No será
indispensable citar la norma constitucional infringida siempre que se determine
claramente el derecho violado o amenazado. La acción podrá ser ejercida, sin
ninguna formalidad o autenticación (...). No será necesario actuar por medio
de apoderado (...). En caso de urgencia o cuando el solicitante no sepa
escribir o sea menor de edad, la acción podrá ser ejercida verbalmente".
Son, entonces, la
misma naturaleza de la institución y el objetivo que persigue las primordiales
razones para considerar que el establecimiento de formas remilgadas y exactas
para recurrir al juez en demanda de amparo a los derechos fundamentales es del
todo ajeno a ella.
No era posible, en
consecuencia, denegar al petente la posibilidad de una segunda instancia en
materia de tutela por motivos puramente formales, menos aun con base en
requisitos no exigidos por la ley para esta clase de actuaciones, tales como la
exacta y precisa denominación del recurso o la sustentación del mismo.
En el caso
sub-judice el actor se equivocó al designar con las palabras "recurso de
reposición" lo que en verdad era la impugnación del fallo, pero no se
necesita gran esfuerzo para comprender que su deseo era el de obtener un nuevo
estudio de su caso en el Consejo de Estado -Superior Jerárquico del Tribunal- y
así lo dice expresamente cuando pide "dar traslado" a esa Corporación
"para su respectivo pronunciamiento".
Sobre esta negativa
de trámite a un recurso oportunamente interpuesto habrá de pronunciarse la Sala
Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura.
Así las cosas, toda
vez que resulta imposible a la Corte, al revisar la sentencia del Tribunal
Administrativo de Antioquia, establecer con claridad si en efecto se produjeron
las violaciones aducidas por el actor, en especial las relativas a los trámites
que pueden haberse adelantado o venirse adelantando en los juzgados 41 Penal
Municipal de Medellín y Penal de Urrao, respectivamente, no habiendo lugar a
una denegación de la tutela si se tienen en cuenta las consideraciones que
anteceden, es oportuno revocar la sentencia de primera instancia y conceder la
protección impetrada, aunque limitada únicamente a la averiguación que se
adelantará, a fin de establecer la veracidad de los hechos.
Por las razones
expuestas, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión, administrando
justicia, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitucion,
R E S U E L V E :
Primero.-
REVOCAR la sentencia del ocho
(8) de abril de mil novecientos noventa y dos (1992), proferida por el Tribunal
Administrativo de Antioquia, Sección Segunda, para resolver sobre la acción de
tutela instaurada por TOMAS EDUARDO PINEDA HERRERA.
Segundo.-
TUTELAR los derechos
fundamentales del peticionario solicitando a la Procuraduría General de la
Nación y a la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura que,
dentro de la órbita de sus respectivas competencias, investiguen y establezcan
si en los juzgados 41 Penal Municipal de Medellín y Penal de Urrao se han
producido en efecto las irregularidades que aquel denuncia, adoptando las
medidas que sean pertinentes según las conclusiones de la investigación.
Tercero.- Envíese inmediatamente al Procurador
General de la Nación y a la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la
Judicatura copia del expediente y de esta sentencia.
Cuarto.- La Sección Segunda del Tribunal
Administrativo de Antioquia será responsable de verificar en concreto que los
derechos fundamentales del peticionario quedan debidamente garantizados.
Quinto.- Por la Secretaría líbrese la comunicación
prevista en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 y devuélvase el expediente
al Tribunal de origen.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
Presidente de la Sala
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
1 Cfr. Corte Constitucional: Sala Tercera de Revisión. Sentencia Nº
410 de fecha junio 24 de 1992.
2 Cfr. Corte Constitucional: Sala Tercera de Revisión. Sentencia
Nº 459 de fecha julio 15 de 1992
3 FRAGA, Gabino. Derecho Administrativo. Editorial Porrua S.A.
México 1981. Pág. 126
4 Asamblea Nacional Constituyente. Informe-Ponencia "Mecanismos
de protección de los derechos fundamentales y del orden jurídico".
Delegatarios Jaime Arias Lopez y Juan Carlos Esguerra Portocarrero. Gaceta
Constitucional. Número 77. Mayo 20 de 1991. Pág. 9.
5 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia
T-459 de julio 15 de 1992. |
125 | T-502-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-502/92
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia/JUEZ
MUNICIPAL
Se encuentran
excluidas de tutela las sentencias y demás providencias proferidas por los
jueces municipales y del circuito, como ésta, por lo cual se denegará la
presente tutela. El tema de la competencia de los Jueces para conocer de la
solicitud de tutela que se refiera a las sentencias proferidas por los Jueces
Municipales o del Circuito, será objeto de pronunciamiento por vía de
constitucionalidad .
INASISTENCIA
ALIMENTARIA
La no cancelación
de las mesadas, provisional o definitivamente decretadas por el juez civil o de
menores, ubica al incumplidor en el marco del tipo penal. Ello no significa que
la configuración del hecho punible dependa de la declaración judicial de
alimentos o del no pago de las mesadas decretadas, pues él surge realmente
desde el mismo día en que, existiendo para el agente la obligación alimentaria,
deja de satisfacerla independientemente que una decisión judicial haya
reconocido la existencia de aquel deber y haya decretado el monto de las
mesadas. Necesario es entonces distinguir el momento en que nace para el agente
la obligación de suministrar alimentos y aquel en que tal obligación es
judicialmente declarada; si bien la exigibilidad civil de aquella nace a partir
del segundo momento, la configuración material del hecho punible emerge desde
el primero, porque es el que naturalmente corresponde a la omisión del deber
legal de asistencia económica o que el legislador quiso penalmente sancionar.
Para despejar cualquier equívoco la misma disposición contempla que la
obligación alimentaria surge de la Constitución Política y la ley, sin mediar
decisión judicial que obligue a su cumplimiento.
REF: EXPEDIENTE
No.T-2241
Peticionario:
Roberto Ortega López.
Procedencia:
Tribunal Superior de Cali -Sala Penal-.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO.
Santafé de Bogotá,
D.C., agosto veintiuno (21) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala
Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados:
Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela, radicado bajo el Nº. T-2241.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitucion Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos
de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día 13 de mayo del presente año.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de Revisión.
1. Hechos.
El desarrollo del
proceso de inasistencia alimentaria en el caso concreto se guió por el
siguiente esquema general del Procedimiento ordinario:
a. Querella.
El día 31 de marzo
de 1989 formuló querella la Sra. Ascención Altamirano Vergara contra el Sr.
Roberto Ortega López y manifestó en su escrito que de la unión libre procrearon
dos hijos, por quienes desde hace año y medio su progenitor no responde
alimentariamente, siendo ofendidos los menores Alexandra y Roberto Ortega
Altamirano.
El querellado ya
había sido denunciado ante el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y allí
se comprometió a cancelar $3.000 pesos mensuales, obligación que no ha
cumplido.
b. Auto cabeza de
proceso.
Este lo dicta el
Juzgado 17 Penal Municipal de Cali el 31 de marzo de 1989.
c. Pruebas.
Obran en el
expediente como pruebas los registros civiles de los hijos menores. Además el
Juzgado recibió declaraciones a Luz Mary Salazar Arias y a María Salomé
Rodríguez.
d. Vinculación
del procesado a través de indagatoria.
La indagatoria fue
recepcionada en la ciudad de Popayán por medio de juez comisionado (5° Penal
Municipal), quien se limitó a formularle tres preguntas, de las cuatro que en
forma concreta se le señalaban en el Despacho Comisorio.
Sobre la diligencia
de indagatoria es necesario destacar que el artículo 383 del Código de
Procedimiento Penal establecía la "ampliación de la indagatoria" -que
puede ser solicitada en cualquier momento del proceso, aún en la audiencia
pública-, y el juez debe recibirla en el menor tiempo posible. Así lo manifestó
la Corte Suprema de Justicia, en sentencia de octubre 20 de 1987 de la Sala de
Casación Penal:
"Ha sostenido
la corporación en forma reiterada, que si bien pueden concurrir algunas
nulidades en la etapa del sumario, en la causa en donde se encuentra su real
trascendencia, pues es en ésta donde la actividad defensiva encuentra un
concreto campo de acción al tener como fundamento y punto de partida el pliego
de cargos que le hace el Estado al sindicado, para lo cual cuenta con la
actividad probatoria del juicio e inclusive de la audiencia pública".
La indagatoria debe
celebrarse con la obligatoria asistencia del apoderado quien velará por el
desarrollo de ésta, dentro de un marco de plenas garantías y respeto por el
derecho de defensa.
Así, no se entiende
cómo, si el apoderado del peticionario (en su momento el sindicado) se opuso al
interrogatorio por considerar que éste ya en su contenido sugería una respuesta
desfavorable al sindicado, no le exigió al juez comisionado la culminación de
la diligencia. Si su interés era demostrar el cumplimiento de las obligaciones
alimentarias debidas por ley a sus menores hijos, no le aconsejó demostrar su
cumplimiento con documentos que así lo acreditaran ni solicitó la declaración
de testigos que corroboraran su manifestación.
Tanto apoderado como
sindicado guardaron silencio durante toda la etapa sumarial e hicieron valer el
error del juzgado comisionado en la primera diligencia de audiencia pública.
e. Cierre de la
investigación.
El 27 de agosto fue
clausurada la investigación y la notificación se hizo personalmente al
Ministerio Público y por estado a los demás sujetos procesales.
f. Calificación
del Sumario.
El 25 de septiembre
de 1990 se dicta resolución de acusación contra el Sr. Roberto Ortega López por
el delito de inasistencia alimentaria y se le profiere en la misma providencia
medida de aseguramiento de conminación. Se dispone del envío del Despacho
Comisorio al Juez Penal Municipal de Popayán para que se lleve a cabo la
notificación de ese auto al defensor y al procesado.
No fueron
presentados alegatos de conclusión por parte de la defensa y la resolución de
acusación quedó ejecutoriada sin que se hubiere interpuesto recurso alguno.
g. Apertura del
juicio a pruebas.
Con fecha 20 de
noviembre de 1990 se abre el juicio a pruebas, auto que fue notificado al
Ministerio Público y a los demás sujetos procesales por estado. Vencido el
término no fue solicitada prueba alguna.
h. Audiencia
pública.
La primera fecha de
la audiencia pública (24 de diciembre de 1990) no se lleva a cabo por la
inasistencia de los sujetos procesales. La segunda fecha se fijó para el 22 de
enero de 1991 y no se pudo llevar a cabo porque el defensor no se hizo
presente, asistiendo los demás sujetos procesales excepto el procesado (que no
es obligatoria su presencia).
El Juzgado le nombró
un defensor de oficio para continuar el proceso. El día 13 de febrero comparece
el procesado y ratifica el poder al Dr. Alonso Muñoz Sánchez, desplazando al
defensor de oficio nombrado por el Juzgado.
Por tercera vez se
fija fecha de audiencia para el 8 de marzo de 1991 y se dá inicio a la
audiencia pública.
En uso de la palabra
el defensor plantea la nulidad por violación del derecho de defensa, basado en
que no hubo una verdadera indagatoria y en que su defendido no se le permitió
conocer los cargos y las pruebas en su contra.
i. Auto que
decreta la nulidad.
Mediante providencia
interlocutoria, el Juzgado decreta la nulidad a partir del auto que dispuso
abrir el juicio a pruebas y en consecuencia fueron ordenadas las siguientes:
- Declaración de los
menores ofendidos.
- Declaración de las
testigos Luz Mary Salazar y María Salomé Rodríguez.
- Ampliación de la
indagatoria del Sr. Roberto Ortega López.
j. Auto que
nuevamente decreta la nulidad.
El Juez, de oficio,
declara la nulidad de conformidad con el artículo 305 numeral segundo del
Código de Procedimiento Penal, porque las pruebas en el juicio fueron ordenadas
sin haberse dictado antes el auto de apertura a pruebas. Además el Juez ordena
las mismas pruebas que en anterior circunstancia fueron practicadas, excepto la
diligencia de ampliación de indagatoria, que no se pudo llevar a cabo por
inasistencia del procesado.
k. Segunda
audiencia pública.
Se fijó para el 28
de octubre de 1991 la fecha de audiencia pública y no se llevó a cabo por
inasistencia del defensor.
El día 5 de junio de
1991 se ordena hacer saber al defensor que se le conminará con multa hasta de
dos salarios mínimos mensuales que se le impondrán cada vez que haya renuencia,
sin perjuicio de otras sanciones penales.
Se lleva a cabo
finalmente la audiencia pública y el defensor en su intervención nuevamente
vuelve a solicitar la nulidad del proceso a partir del cierre de la
investigación por violación del derecho de defensa, ya que éste fue conculcado
al no celebrarse correctamente la indagatoria.
l. Sentencia.
El Juzgado 17 Penal
Municipal de Cali resuelve condenar al peticionario de la acción de tutela a
la pena de seis meses de arresto y multa de mil pesos como responsable del
delito de inasistencia alimentaria, y al pago de los perjuicios materiales
ocasionados.
Igualmente en la
sentencia se declara nula la venta del 50% de la casa de propiedad del
procesado y la querellante.
La sentencia se
notificó en debida forma y dentro del término de ejecutoria no se interpuso
recurso alguno.
2. Solicitud.
El accionante
impetró acción de tutela ante el Juzgado Catorce Penal del Circuito de Cali
contra la sentencia de fecha 22 de noviembre de 1991, proferida por el Juzgado
17 Penal Municipal de Cali dentro del proceso que por el delito de inasistencia
alimentaria se tramitó en este último despacho contra él.
Como consecuencia de
todo lo anterior, el Sr. Roberto Ortega López interpuso acción de tutela, al
estimar violado su derecho constitucional del debido proceso consagrado en el
artículo 29 de la Constitucion Política.
3. Fallos.
3.1. Del Juzgado
14 Penal del Circuito de Cali (Valle). Providencia de febrero 11 de 1992.
El Juzgado rechazó
por improcedente la acción de tutela interpuesta por el peticionario con
fundamento en las siguientes consideraciones:
1. A pesar de
existir una prohibición expresa en el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991,
para el conocimiento de las acciones de tutela contra las sentencias proferidas
por los jueces del circuito y municipales, existe una competencia general que
no discrimina qué clase de acción de tutela conocen a prevención los jueces o
tribunales del lugar donde ocurrió la violación o amenaza.
En este sentido, el
Juez afirmó:
" La acción de
tutela contra sentencias o providencias que pongan término a un proceso
provenientes de un Juez Municipal o del Circuito las puede conocer cualquier
juez o magistrado; y que la competencia especial del artículo 40, primero que
todo obedece a la naturaleza del delito, de ahí que sólo tenga en cuenta las
proferidas por los jueces superiores, los Tribunales, la Corte Suprema de
Justicia y el Consejo de Estado. En este orden de ideas esta instancia es
competente para conocer de la acción de tutela interpuesta".
2- De conformidad
con el parágrafo primero del artículo 40 del Decreto 2591 de 1991, la acción de
tutela contra las sentencias y demás providencias que pongan fin al proceso,
para que proceda, según el Juzgado, debe reunir los siguientes requisitos:
"a- La lesión
del derecho debe ser consecuencia directa de la sentencia o providencia que
finiquite el proceso por deducirse de manera manifiesta y directa en su parte
resolutiva.
b- Se hubieren
agotado todos los recursos de la vía judicial.
c- Que no exista
otro mecanismo idóneo para reclamar la protección del derecho vulnerado o
amenazado.
d- Que no se intente
por errónea interpretación de la ley, ni para controvertir pruebas".
3- La sentencia hace
relación a dos fallos de la Corte Suprema de Justicia que consideran
improcedente la tutela frente a sentencias (Fallos del 9 de diciembre de 1991.
Magistrado Ponente Dr. Pedro Lafont Pianetta y del 22 de enero de 1992.
Magistrado Ponente Dr. Jorge Enrique Valencia Martínez).
4- Sobre la
vulneración del derecho constitucional fundamental del debido proceso, expresó:
"En el presente
caso se solicita el restablecimiento de derecho al debido proceso y la defensa,
vulnerados dentro del procedimiento, pero como quiera que estos dos derechos
fueron debatidos dentro del proceso y además la parte que intenta la acción
tuvo en su favor y en el de la defensa técnica todos los mecanismos para
garantizarlos, como la notificación, los recursos, la oportunidad de dirigirse
al juez de primera o segunda instancia y no hizo uso de ellos y el derecho al
debido proceso sólo puede tutelarse si se pide conjuntamente con el recurso
procedente, y por todo lo expuesto en esta providencia, la acción de tutela
interpuesta por Roberto Ortega López es improcedente".
La Sentencia fue
impugnada por considerar el peticionario que el a-quo hizo una interpretación
equivocada de las disposiciones que consagran las causales de improcedencia de
la tutela.
3.2. Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cali (Valle) -Sala de Decisión Penal-
(Providencia de marzo 6 de 1992).
El Tribunal acoge
los planteamientos del Juzgado del Circuito y señala que la acción de tutela
como mecanismo de carácter subsidiario y eventualmente accesorio. En la
providencia expresó el Tribunal:
"sólo es
posible para quien no haya tenido ningún otro medio de defensa judicial; lo que
es claro no puede ocurrir nunca en el caso de las sentencias y decisiones
judiciales que ponen fin al proceso, que como su denominación lo indica,
devienen o constituyen la conclusión de un proceso en el que han tenido cabida
y acción los distintos sujetos procesales, incluído obviamente aquél contra
quien se instauró y va dirigido, y en el que entonces si se ha llegado hasta el
fin, se ha tenido acceso a los medios y recursos instaurados por la ley para
sanear y corregir los vicios y posibles lesiones de derechos y garantías".
En consecuencia el
Tribunal confirmó la providencia del a-quo.
II- FUNDAMENTOS JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir Sentencia de
revisión del fallo dictado por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Cali (Valle) -Sala de Decisión Penal-, con fundamento en los artículos 86
inciso tercero y 241 numeral noveno de la Constitucion Política, en
concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991;
además, su examen se hace en virtud de la selección que de dicho fallo practicó
la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por
el Reglamento de esta Corporación.
Sobre la competencia
para conocer de las sentencias dictadas por los jueces municipales es necesario
detenerse en el estudio de dos disposiciones. La primera, la contenida en el
artículo 86 de la Constitucion que faculta al peticionario para invocar la
tutela cuando quiera que sus derechos constitucionales fundamentales resulten
vulnerados por la acción u omisión de cualquier autoridad pública y la segunda
el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991, que en el inciso primero dispone:
"Cuando las
sentencias y demás providencias judiciales que pongan término a un proceso,
proferidas por los jueces superiores, los Tribunales, la Corte Suprema
de Justicia y el Consejo de Estado amenacen o vulneren un derecho fundamental,
será competente para conocer de la acción de tutela el superior jerárquico
correspondiente"(subrayas no originales).
De una lectura
prima facie se observa que se encuentran excluidas de tutela las sentencias y
demás providencias proferidas por los jueces municipales y del circuito, como
ésta, por lo cual se denegará la presente tutela.
El tema de la
competencia de los Jueces para conocer de la solicitud de tutela que se refiera
a las sentencias proferidas por los Jueces Municipales o del Circuito, será
objeto de pronunciamiento por vía de constitucionalidad y la Corte
Constitucional hasta el momento no ha dictado la correspondiente sentencia.
En razón al
principio de la primacía del derecho sustancial (artículo 228 de la
Constitucion Política) y de la necesidad de implantar una pedagogía
constitucional (artículo 41 de la Constitucion Política), se iniciará el
estudio de fondo del tema debatido.
2. Pedagogía
constitucional sobre la familia y su incidencia en los derechos que se
desprenden de ella.
La familia en la
Constitucion de 1991.
La familia tiene
como fundamento los artículos 2° (fines esenciales del Estado) y 5° (el amparo
de la familia); y se desarrolla en los artículos 42 (igualdad de
derechos de los hijos), 43 (igualdad de derechos y oportunidades del hombre y
la mujer), 44 (derechos fundamentales de los niños), 45 (derechos del
adolescente), 46 (obligación del Estado la sociedad y la familia para con la
tercera edad) y 95.2 (deberes).
El tema de la
familia fue en la Asamblea Nacional Constituyente de vital importancia. Así lo
expusieron los ponentes:
"Especial
énfasis merece la necesidad de mantener la armonía y la unidad familiar,
fundamento de la convivencia social y de la paz. El respeto recíproco entre los
integrantes de una familia será la mejor pauta para el respeto recíproco entre
todos los integrantes de la sociedad".1
El artículo 10° del
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ratificado
mediante la Ley 74 de 1968, establece:
"Se debe
conceder a la familia, que es el elemento natural y fundamental de la sociedad,
la más amplia protección y asistencia posibles, especialmente para su
constitucion y mientras sea responsable del cuidado y la educación de los hijos
a su cargo" (negrillas no originales).
El artículo 25 de la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre, de 1948, dispone que
"todos los niños nacidos de matrimonio o fuera del matrimonio, tienen
derecho a igual protección social". También el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966, en su artículo 10º, señala
que "se deben adoptar medidas especiales de protección y asistencia en
favor de todos los adolescentes, sin discriminación alguna por razones de
filiación o cualquier otra condición" y añade que "debe protegerse a
los niños y a los menores contra la explotación económica y social".
Igualmente la
Convención Americana sobre Derechos Humanos "Pacto de San José de Costa
Rica", en el artículos 19 establece "todo niño tiene derecho a las
medidas de protección que su condición de menor requiere, por parte de su
familia, de la sociedad y del Estado" y la Convención sobre los Derechos
del Niño, ratificada por Colombia mediante la Ley 12 de enero 22 de 1991.
Con fundamento en
los anteriores instrumentos internacionales, se crea para la familia una
especial protección lo que se traduce en que la legislación penal tipifique la
conducta en el delito de inasistencia alimentaria, al llegar incluso a la
imposición de la pena de arresto por el incumplimiento injustificado de la
obligación. El artículo 28 de la Constitucion Política establece "...En
ningún caso podrá haber detención, prisión ni arresto por deudas". Parecería,
prima facie, que la disposición penal contraría el derecho fundamental
contenido en el artículo 28, pero no se trata de una "deuda"
contraída voluntariamente o como resultado de un negocio jurídico. Esta
obligación surge de la constitucion y la ley que determinan la relación de
consanguinidad.
Así, la Convención
Americana sobre Derechos Humanos "Pacto de San José de Costa Rica",
en el artículo 7°, numeral 7°, determina:
"Nadie será
detenido por deudas. Este principio no limita a los mandatos de autoridad
judicial competente dictados por incumplimiento de deberes alimentarios".
La familia es la
base de la sociedad. Por otra parte la familia es el escenario de la protección
y del desarrollo de la especie humana. En efecto, las fratrias o curias fueron
el origen de la organización del poder político. Por ello se consagró en la
Constitucion Política de Colombia la plena libertad para constituír una
familia. De manera tal que en la regulación de la materia no se parte de una
definición o modalidad específica ni se crean barreras a la cambiante realidad
familiar.
Los padres deben
obrar con absoluta responsabilidad desde la concepción de los hijos. Velar
porque su etapa de niñez y adolescencia cuente con su respaldo afectivo y
económico.
En Colombia son
miles los niños que padecen los rigores de la inasistencia de sus padres y esto
es un motivo generador de violencia. El niño no puede ser considerado como un
ser aislado; es producto de la maternidad, la familia y la sociedad. Estas
condicionan su existencia por cuanto él evoluciona siempre con respecto a
ellas, lo cual hace evidente que el niño sea un ser en alto grado indefenso y
frágil.
Así, en Colombia la
tasa de mortalidad infantil ha alcanzado niveles críticos, de ahí que ocupe el
puesto 78 dentro de la escala mundial con relación a este problema. Por cada
1.000 niños nacidos en el país mueren 42, la mayoría menores de un año.
Por otro lado
anualmente son abandonados por sus padres 20.000 niños, 100.000 sufren las
consecuencias del maltrato y el abuso sexual y aproximadamente 5.000 entre
niños y adolescentes expósitos deambulan por las calles.
3. Del delito de
inasistencia alimentaria.
El artículo 263 del
Código Penal, establece:
"El que se sustraiga
sin justa causa a la prestación de alimentos legalmente debidos a sus
ascendientes, descendientes, adoptante o adoptivo o cónyuge, incurrirá en
arresto de seis (6) meses a tres (3) años y multa de un mil a cien mil
pesos".(negrillas no originales).
Este artículo fue
modificado parcialmente por el artículo 270 del Código del Menor (Decreto Ley
2737 de 1989). Esta disposición se encuentra en concordancia con el artículo
411 del Código Civil modificado por la Ley 1° de 1976, artículo 23 y la Ley 75
de 1968, artículo 31).
La no cancelación de
las mesadas, provisional o definitivamente decretadas por el juez civil o de
menores, ubica al incumplidor en el marco del tipo penal. Ello no significa que
la configuración del hecho punible dependa de la declaración judicial de
alimentos o del no pago de las mesadas decretadas, pues él surge realmente
desde el mismo día en que, existiendo para el agente la obligación alimentaria,
deja de satisfacerla independientemente que una decisión judicial haya
reconocido la existencia de aquel deber y haya decretado el monto de las
mesadas. Necesario es entonces distinguir el momento en que nace para el agente
la obligación de suministrar alimentos y aquel en que tal obligación es
judicialmente declarada; si bien la exigibilidad civil de aquella nace a partir
del segundo momento, la configuración material del hecho punible emerge desde
el primero, porque es el que naturalmente corresponde a la omisión del deber
legal de asistencia económica o que el legislador quiso penalmente sancionar.
Para despejar
cualquier equívoco la misma disposición contempla que la obligación alimentaria
surge de la Constitucion Política y la ley, sin mediar decisión judicial que
obligue a su cumplimiento.
El verbo
"sustraer", que constituye el núcleo de la conducta punible, expresa
la idea de separarse de lo que le corresponde por obligación, prescindiendo, en
consecuencia, de cumplir ésta. Es una conducta activa, maliciosa, claramente
regulada, de modo que deja de incriminarse cuando ocurren descuidos
involuntarios o cuando se presentan inconvenientes de los que pueden incluirse
dentro de las justas causas.
Se entiende por
justa causa todo acontecimiento previsto en la ley, o existente fuera de ella,
que extingue los deberes, imposibilita su cumplimiento o los excusa
temporalmente, y cuya realización desintegra el tipo penal.
También es justa
causa el hecho o circunstancia grave que se hace presente en el obligado para
dificultarle la satisfacción de sus compromisos a pesar de que no quiere
actuar de esa manera.
La justicia de la
causa es determinación razonable, explicable, aceptable y hace desaparecer la
incriminación, cualquiera fuera su origen o lo oportunidad de su ocurrencia.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
Primero.- Confirmar la Sentencia proferida por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali (Valle) -Sala de Decisión
Penal-, con las aclaraciones hechas en esta Sentencia.
Segundo.- A través de la Secretaría General de la
Corte Constitucional, enviar copia de esta Sentencia al Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Cali -Sala de Decisión Penal-, al Juzgado 14 Penal del
Circuito de Cali, al Juzgado 17 Penal Municipal de Cali, al Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar, a la Consejería Presidencial para la mujer y
la familia y al Despacho de la Primera Dama de la Nación.
Cópiese, publíquese,
comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional
y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Sustanciador
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado
1 Informe-poenencia para primer debate en Plenaria. Derrechos de la
Familia, el niño, el joven, la mujer, la tercera edad y minusválidos. Gaceta
Constitucional número 85. Página 5. |
126 | T-503-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-503/92
DEBIDO PROCESO-Vulneración/DERECHO DE DEFENSA
El debido
proceso que por disposición de la Carta Política, es aplicable también en
tratándose de actuaciones administrativas, no se ha cumplido en el presente
caso, pues, además de que el Director de la Oficina de Control Urbano nunca
contestó las comunicaciones de los actores en donde le pedian que les
notificara la licencia de construcción. La inobservancia entonces, de este
procedimiento de notificación de solicitud de licencia y del acto
administrativo que la concedió, no ha permitido que los vecinos en cuestión
puedan ejercer su derecho de defensa de colindantes de la obra que realiza
la Urbanizadora Pleno Sol y por todo ello, en esta sentencia ha de ordenarse el
cumplimiento del mismo, en aras de la aplicación del artículo 29 de la Carta
Política.
DERECHO AL
ESPACIO PUBLICO
El espacio
público es un derecho colectivo, pues, todo habitante es titular del
derecho de utilizar los bienes de que se compone, esto es, los inmuebles
públicos y los aspectos de arquitectura y naturales de los inmuebles privados,
todos los cuales tienen por finalidad proveer a las necesidades comunes de
tránsito, recreación, tranquilidad, seguridad, conservación del patrimonio
histórico, cultural, religioso y artístico; cuando tales bienes dejan de servir
a la comunidad, todos y cada uno de sus integrantes se ven perjudicados.
ACCION DE TUTELA-Informes
Los demandantes
afirman que parte del terreno en que se construye es "una vía
pública", esto es, un espacio público. Dentro del contexto de la acción de
tutela, la no contestación a los informes que el Juez de Tutela solicita a las
autoridades, presume la certeza de los hechos sobre los cuales se les pregunta.
DERECHO DE
PETICION/DERECHOS FUNDAMENTALES
La facultad que
la Constitución colombiana concede a todos los ciudadanos para dirigir
peticiones comedidas a los poderes públicos y a las organizaciones privadas en
relación con asuntos de interés general o particular, y la obligación que
tienen unos y otras de darles respuesta, ha sido ya objeto de pronunciamiento
por esta Corte en el sentido de reafirmar el carácter de derecho fundamental
del mismo.
SALA DE REVISION No. 6
Ref.: Proceso de tutela No 2335.
Acción de
tutela contra actuación de funcionarios de la administración
municipal de Cúcuta.
Derecho
al debido proceso en actuaciones
administrativas.
Tema: Protección de los bienes de uso
público y del espacio público.
Actores: Rafael Antonio Valencia Galvis y otros.
Magistrado
Ponente:
DR. SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Santafé de Bogotá,
D.C., veinticinco (25) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
de Tutelas de la Corte Constitucional, conformada por los Magistrados Simón
Rodríguez Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Ciro Angarita Barón, revisa la
sentencia proferida por el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Cúcuta, el
treinta y uno (31) de marzo de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES.
A.
HECHOS DE LA DEMANDA.
Según los
demandantes habitantes de las Urbanizaciones Gratamira, Zulima III Etapa y La
Mar, en forma abusiva la Urbanizadora Pleno Sol Ltda. violando normas
preestablecidas en la Constitución Nacional, Código Civil, Código Nacional de
Policía, Ley 09 de 1989 o "Ley de Reforma Urbana" y la
administración del Municipio de Cúcuta, procedió a demarcar y a encerrar un
terreno con cercas de alambre y listones de madera, incluyendo dentro de ellas
la vía de uso público identificada en el Catastro Nacional como calle 14 A o
calle 15, lo que asalta en sus derechos fundamentales y ocasiona graves
perjuicios a los moradores de las citadas urbanizaciones, pues se les tapona
una vía alterna que por más de 11 años transitaron a pié y en vehículo para
pasar de la avenida Libertadores hacia la Urbanización Zulima III etapa o
viceversa.
Manifiestan los
solicitantes que en varias oportunidades se dirigieron al señor Alcalde de
Cúcuta, al Director de la Oficina de Control Urbano y a otros funcionarios para
prevenirlos de la situación que se presentaba, sin encontrar respuesta alguna
por parte de esos organismos municipales. Señalan además que advirtieron a
dichos funcionarios de los perjuicios que se estaban causando a la comunidad y
que antes de aprobar cualquier licencia de construcción se debían respetar las
vías de uso público y citar personalmente a los vecinos para que éstos a su vez
hicieran valer sus derechos frente al proyecto de construcción de las viviendas
presupuestadas. No obstante, la respuesta dada fue la de que "eso ya
estaba aprobado así y que nada se podía hacer, pues en el proyecto de
esa urbanización que denominan Libertadores Royal se habían invertido muchos
millones". Anotan finalmente que hace dos meses empezaron a
hacerse trabajos en el terreno mencionado a pesar de que aún desconocen el
proyecto de urbanización en ciernes, pero desde ya se observan en los inicios
que las obras se están ejecutando en las vías públicas y el muro para taponar
las dos avenidas adyacentes represará las aguas lluvias en perjuicio de los
residentes de esos sectores. Añaden que reclamaron a los supuestos
contratistas para que no se taponaran las dos avenidas y no se quitara una
avenida y una calle, trazadas todas ellas en la carta catastral del Instituto Agustín
Codazzi, pero aquéllos les manifestaron a sus trabajadores que no les
prestaran atención, que el dinero arreglaba todo y que sabían qué hacer si
continuaban molestando.
B. DERECHOS
VULNERADOS.
Los artículos 23,
29, 63, 82 y 87 de la Constitución Nacional, esto es, las normas sobre derecho
de petición, derecho del debido proceso, protección de los bienes de uso
público, garantía del espacio público y control sobre omisiones de las
autoridades, respectivamente.
C. PETICION.
Los accionantes
pretenden se les proteja el espacio público vulnerado por la firma constructora
conocida como Urbanizadora Pleno Sol y se haga efectivo el cumplimiento de la
Ley 09 de 1989 que ampara el espacio público y el derecho de los vecinos a ser
notificados personalmente de los actos administrativos que resuelvan las
solicitudes de licencias y patentes para construcción de viviendas, lo cual
presupone la obligación de la administración de publicar en un periódico de
amplia circulación la parte resolutiva de la licencia otorgada. A la par, se
pretende a través de la acción de tutela se ordene la inmediata suspensión de
la obra y la restitución de la vía de uso público.
D. ACTUACION
PROCESAL.
Con el fin de
ejercer la acción de tutela, los actores anexaron a su escrito de demanda,
fotocopia de los siguientes documentos:
1. Escritos
remitidos por los demandantes al Alcalde de Cúcuta, Jefe de Control Urbano y
Personería Municipal, en donde se ponen de presente tanto los hechos y riesgos
aludidos como el desconocimiento de la ley que prescribe la construcción sobre
terrenos donde existen calles y avenidas.
2. Carta
Catastral del Instituto Colombiano Agustín Codazzi Seccional Norte de
Santander, que reposa en la oficina Sección Demarcación del municipio y en
donde se ubica la zona objeto del litigio.
Para efectos de
establecer la veracidad de los hechos y la procedencia o improcedencia de la
tutela, el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Cúcuta recaudó las siguientes
pruebas:
a) Duplicado
del plano de Cúcuta correspondiente al sector indicado, Carta Catastral de
la zona señalada y fotocopia del "croquis del predio consignado en el
anexo de la ficha predial".
b) Oficio del
Director de Planeación Municipal en el cual informa que la oficina que dirige
no ha adelantado investigación alguna en relación con la queja presentada por
los vecinos de las urbanizaciones Zulima III etapa, La Mar y Gratamira, y que
ella no es la encargada de dar las licencias de construcción pues sólo le
corresponde a la Oficina de Control Urbano, la cual es la encargada de darle el
visto bueno a los proyectos urbanísticos que se adelantan en la comunidad y de
velar por el espacio público.
c) Oficio de
la Cámara Colombiana de la Construcción -CAMACOL- que da cuenta al
Juzgado de que no posee información en cuanto a la constitución, inscripción,
registro y representación de la Urbanizadora Pleno Sol.
d) Diligencia
de ratificación y ampliación de la solicitud de tutela por parte de Rafael
Antonio Valencia Galvis, residente en la Urbanización Gratamira, en la cual
declara que con la construcción de la obra se están violando los códigos
urbanísticos "y la calle que está planteada" no la van a dejar
permanecer, pues sólo concederán un espacio de ochenta centímetros para zona
verde, lo cual, por estrecho, se convertirá en lugar de bandidos y viciosos.
Así mismo manifiesta que en principio esa calle no fue de tránsito, pero
después cuando se empezó a construir se transitó por ella ya que es un terreno
un poco destapado. Finalmente afirma que la acción de tutela se dirige
concretamente contra la Urbanizadora Pleno Sol, constructora de la
urbanización "Libertadores Royal".
El Juzgado Segundo
Penal del Circuito de Cúcuta anexa al expediente oficio del propio Juzgado,
dirigido al Procurador Departamental para informar de la omisión injustificada
de la Oficina de Control Urbano de dar contestación a lo pedido por el mismo.
Por disposición del
Magistrado Sustanciador (auto de 24 de julio de 1992) se allegó al proceso el
certificado de constitución y gerencia y de registro mercantil de la sociedad
Urbanizadora Pleno Sol Ltda.
Además se solicitó
al Director de la Oficina de Control Urbano Municipal de Cúcuta la siguiente
información que nunca recibió el Despacho:
"a) Si la
construcción de la denominada Urbanización "Libertadores Royal" que
adelanta la empresa Urbanizadora Pleno Sol, se hace con el respeto del espacio
público.
b) Si
dicha construcción se está realizando sobre las calles 14 y 15 o sectores
colindantes a las urbanizaciones Zulima III Etapa, La Mar y Gratamira.
c) Si las
avenidas 15 AE y 15E del mismo sector, están proyectadas sobre terrenos donde
actualmente se efectúa la construcción de la Urbanización "Libertadores
Royal".
d) Si con
este hecho se taponan o no dichas vías públicas.
3) Igualmente
solicítese al Director de la Oficina de Control Urbano Municipal allegar los
siguientes documentos:
a) Resolución o
acto administrativo correspondiente y sus antecedentes (planos heliográficos,
notificaciones, etc.), mediante la cual se autorizó a la Urbanizadora Pleno
Sol, la construcción de la Urbanización "Libertadores Royal".
b) Queja y
su correspondiente respuesta de los vecinos de las urbanizaciones Zulima III
Etapa, La Mar y Gratamira, en cuanto a la construcción denominada
"Libertadores Royal" que lleva a cabo la Urbanizadora Pleno
Sol".
E. FALLO
QUE SE REVISA .
Sentencia del
Juzgado Segundo Penal del Circuito de Cúcuta.
Decisión: Denegar la solicitud de acción de tutela.
Consideraciones: Se argumenta por parte del Juzgado lo siguiente: No
hay claridad respecto del derecho fundamental que se considera violado. El
demandado es un particular contra el cual no procede la tutela en atención a
que no se encuentra dentro de las nueve situaciones descritas en el artículo
42 del Decreto 2591 de 1991, que hacen viable el amparo frente a particulares.
El demandante debió agotar en primer lugar la vía gubernativa de conformidad
con los artículos 9o. y 43 del Decreto 2591 de 1991. Y dispone además de
otros medios de defensa judicial como es "el restablecimiento del
derecho" sin que se le avecine un perjuicio irremediable.
No hubo impugnación
de este fallo y en consecuencia no hubo segunda instancia.
II. COMPETENCIA.
De conformidad
con los artículos 86 inciso 2o y 214 numeral 9o. de la Constitución
Nacional y los artículos 31, 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991, por el cual se
reglamenta la acción de tutela, es competente la Corte Constitucional para
conocer en revisión del fallo del Juzgado Segundo Penal del Circuito de Cúcuta.
III.
CONSIDERACIONES
A. Destinatarios
de la acción de tutela.
No obstante que los
actores manifiestan en su demanda de tutela que se dirigen contra la
Urbanización Pleno Sol, de todo el contexto de ella se desprende claramente que
involucran a entidades públicas que por su no actuación han permitido, a su
juicio, que se violen los derechos constitucionales fundamentales por ellos
invocados.
Así que ha de
entenderse encaminada la acción contra tales autoridades y respecto de éstas se
hará el análisis de la violación de los derechos constitucionales fundamentales
alegada por los demandantes.
B. Debido
proceso como derecho constitucional fundamental.
1. Se alega por
los demandantes la violación de este derecho. Adviértese en primer lugar que
ya esta Corte ha tenido oportunidad de examinarlo y de considerarlo derecho
constitucional fundamental, tal como lo define la propia Carta Política. Así,
entre otras , en sentencia de esta misma Sala de Revisión No. 419 de 17 de
junio de 1992, con ponencia del presente Magistrado Sustanciador, dijo lo
siguiente:
"A. El debido proceso es derecho
fundamental.
Los derechos que
pueden ser objeto de la acción de tutela son los fundamentales, según lo
previene el artículo 86 de la Constitución Nacional.
Esta a su vez en su
Título II denominado "De los derechos, las garantías y los deberes",
contempla en su Capítulo I los Derechos Fundamentales, entre los cuales
está el del debido proceso.
Esta incorporación
del Derecho al Debido Proceso de manera explícita en la Carta como derecho
fundamental corresponde inconcusamente a la naturaleza de este último.
En efecto:
Los derechos
fundamentales son los que
corresponden al ser humano en cuanto tal, es decir, como poseedor de una
identidad inimitable caracterizada por su racionalidad que le permite ejercer
sus deseos y apetencias libremente. De ahí que se le reconozca una dignidad
-la dignidad humana- que lo colocan en situación de superior en el universo
social en que se desenvuelve, y por ello, es acreedor de derechos que le
permiten desarrollar su personalidad humana y sin los cuales ésta se vería
discriminada, enervada y aún suprimida. Son los derechos
fundamentales que le protegen la vida, proscriben la tortura, aseguran su
igualdad frente a sus congéneres, amparan su derecho a la intimidad, garantizan
su libertad de conciencia, de cultos, de expresión y pensamiento; salvaguardan
su honra, le permiten circular libremente, le preservan el derecho al trabajo,
a la educación y la libertad de escogencia de una profesión u oficio, las
libertades de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra; su juzgamiento
debe respetar el debido proceso, se le garantiza el derecho a la libre
asociación y a formar sindicatos, etc.
El Presidente de la
República en el acto de instalación de la Asamblea Constituyente el 5 de
febrero de 1991 destaca el carácter inmanente de los derechos fundamentales
al decir que son "aquellos que por su trascendencia democrática
pueden ser aplicados por un Juez porque no requieren una ley que explique sus
alcances y su contenido".
Mario Madrid-Malo
Garizábal caracteriza estos derechos así:
"Los
derechos humanos han recibido varias denominaciones a lo largo de los siglos.
Primero, por influencia de la teología y del jusnaturalismo, se les llamó
derechos naturales. ""Según esta noción -explica Benito de Castro Cid-, enraizada
en la doctrina tradicional del derecho natural, los Derechos Humanos son unos
atributos o exigencias que dimanan de la propia naturaleza, que son anteriores
a la constitución de la sociedad civil y que, siendo previos y superiores al
derecho estatal, deben ser reconocidos y garantizados por éste"".
"En el siglo
pasado surgió el concepto de derechos públicos subjetivos. Este concepto es
fruto de la observación del conjunto de circunstancias originadas en la
existencia del hombre, conjunto en el cual quedan abarcadas todas las
posibilidades de su actuación como sujeto de derechos y deberes.
También se hace
referencia a los derechos humanos con el nombre de derechos fundamentales. Esta
expresión se emplea para señalar aquellos derechos del ser humano que por su
incorporación en las normas reguladoras de la existencia y de la organización
de un Estado, se incorporan al derecho positivo como fundamento de la
""técnica de conciliación"" entre el ejercicio del poder
público y el de la libertad de los gobernados.
El
constitucionalismo clásico llamó libertades públicas o derechos individuales
a lo que hoy conocemos con el nombre de Derechos Humanos Fundamentales. Se
trata en todo caso, de la suma de atributos inherentes al hombre, fundados en
su naturaleza misma, indispensable para su autoperfeccionamiento. La persona
humana es un ser racional y libre que está ordenado a un fin. Tal carácter la
reviste de una dignidad esencial, en el cual tiene su raíz y su fundamento
ciertas prerrogativas que le permiten defender la plenitud de su identidad. ""La
persona tiene una dignidad absoluta -reflexiona Maritain- porque está en relación
directa con lo absoluto, único medio en que puede hallar su cabal
realización"".1
Sobre el Derecho al
Debido Proceso discurre Fernando Velásquez V. del siguiente modo:
"En sentido
amplio el debido proceso es el conjunto no sólo de procedimientos,
legislativos, judiciales y administrativos que deben cumplirse para que una
ley, sentencia o resolución administrativa que se refiera a la libertad
individual sean fundamentalmente válida, sino también para que se constituya en
garantía del orden, de la justicia, de la seguridad en cuanto no se
lesione de manera indebida la seguridad propuesta como intangible para el
ciudadano en el Estado democrático.
En sentido
restringido la doctrina define el debido proceso como todo ese conjunto
de garantías que protegen al ciudadano sometido a cualquier proceso, que le
aseguran a lo largo del mismo una recta y cumplida administración de justicia;
que le aseguren la libertad y la seguridad jurídica, la nacionalidad y la
fundamentación de las resoluciones judiciales conforme a derecho. Desde este
punto de vista, entonces, el debido proceso es el principio madre o
generatriz del cual dimanan todos y cada uno de los principios del Derecho
Procesal Penal, incluso el del Juez Natural que suele regularse a su
lado".2
La Carta Política
plasma en su artículo 29 el derecho al debido proceso del siguiente modo:
"El debido
proceso se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas.
Nadie podrá ser
juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa, ante juez
o tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas propias de
cada juicio.
En materia penal,
la ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se aplicará de
preferencia a la restrictiva o desfavorable.
Toda persona se
presume inocente mientras no se la haya declarado judicialmente culpable.
Quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un abogado
escogido por él, o de oficio, durante la investigación y el juzgamiento; a un
debido proceso publico sin dilaciones injustificadas; a presentar pruebas y a
controvertir las que se alleguen en su contra; a impugnar la sentencia
condenatoria, y a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho.
Es nula, de
pleno derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso".
Con el debido
proceso se relacionan los artículos 31 y 33 de la Constitución que son del
siguiente tenor:
Artículo 31. "Toda
sentencia judicial podrá ser apelada o consultada, salvo las excepciones que
consagren la ley.
El superior no
podrá gravar la pena impuesta cuando el condenado sea apelante único".
Artículo 33. "Nadie
podrá ser obligado a declarar contra sí mismo o contra su cónyuge o
compañero permanente o parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad,
segundo de afinidad o primero civil".
Los artículos 1o.,
2o., 10o., 16 del Código de Procedimiento Penal (Decreto No. 2700 de 30 de
noviembre de 1991) recogen los mandatos constitucionales precedentes.
La Institución del
Debido Proceso está contemplada en todas las legislaciones y ello ha permitido consagrar
este principio como pilar fundamental de las tesis que forman el Derecho
Procesal Universal. Ya particularizada la figura del debido proceso se
convierte en un derecho fundamental constitucional en beneficio de las personas
consideradas partes dentro de la relación procesal.
Jurisprudencialmente
en nuestro Estado, también existe la reafirmación de la figura jurídica del
debido proceso, al reiterar la Corte Suprema de Justicia en diferentes
oportunidades sus criterios en ese sentido, y en aras de ratificar esos
señalamientos, se transcribe lo siguiente:
"Tiene
establecido la Corte, y no de ahora sino por tradición jurisprudencial, que
toda disposición legal o de jerarquía menor, procesal o no, penal o no,
debe respetar y en su caso garantizar los principios normados en los artículos
10o, 16, 23 y 26 de la Constitución, sobre el debido proceso, el derecho de
defensa y la igualdad de las personas ante la ley y de las partes ante su
juzgador.
Es indispensable
además hacer ver que tantos presupuestos procesales constitucionalizados han
sido ya prohijados por el denominado "Derecho Ecuménico" de las
naciones civilizadas del orbe, como una de las pocas conquistas clara de
naturaleza universal, plasmadas en cláusulas normativas multilaterales de
naturaleza supralegal, como pactos o tratados internacionales de derecho
público".
Más adelante señala
la Corte en el mismo fallo:
"El derecho
de defensa emana del artículo 26 de la Carta, porque pertenece al debido
proceso. Más aún esta norma constitucional tiene como objeto principal su
garantía, dado que el mismo derecho es atributo fundamental de la persona como
tal y se relaciona directamente con los derechos esenciales de la libertad, la
igualdad ante la ley y la seguridad.
Es además, un derecho
histórico. Los romanos instituyeron el principio AUDITUR ALTERA PARS,
como regulador de todo proceso en garantías de sus partes.
No hay sistema
procesal alguno que lo pueda excluir".3
B. El
debido proceso en la normatividad internacional.
En el plano del
Derecho Internacional los siguientes instrumentos ratifican y exaltan el debido
proceso, como medio de protección al ser humano cuando quiera que fuere objeto
de enjuiciamiento:
1. El
principio de la legalidad.
En la Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano adoptada por la Asamblea Nacional
Constituyente de Francia el 26 de agosto de 1789, en sus artículos 7o., 8o. y
9o..
Está consagrado en
la Convención Americana sobre Derechos Humanos, "Pacto de San José de
Costa Rica" del 22 de noviembre de 1969, aprobado por la Ley 74 de 1968,
artículos 1o., 7o. -2., 9o. y 27.
En el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos aprobado por la Ley 74 de 1968,
artículos 2o. -2., 4o. -2., 6o. -2, 9o. y 15.
En la Convención
sobre los Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas el 20 de noviembre de 1989 y aprobada por la Ley 12 de 1991, de
conformidad con el artículo 40 No. 2o. literal a).
En la Convención
contra la Tortura y otros Tratos o Penas Civiles, Inhumanos o Degradantes,
ratificada por la Asamblea General de las Naciones Unidas según Resolución 39
de 1946 de 10 de diciembre de 1984 y aprobada por la Ley 78 de 1986, en sus
artículos 6o. -1. y 15.
En el Convenio de
Ginebra III, de 12 de agosto de 1949 relativo al Trato Debido a los Prisioneros
de Guerra, aprobado por la Ley 5a. de 1960, publicado en el Diario Oficial No.
30318 en sus artículos 82 y 89.
En el Convenio de
Ginebra IV de 12 de agosto de 1949, relativo a la Protección Debida a las
Personas Civiles en Tiempo de Guerra, aprobado por la Ley 5a. de 1960, en sus
artículos 33, 64, 65 y 70.
2. Los
Derechos del Procesado.
La siguiente
legislación supranacional, consagra el derecho de los procesados:
La Convención contra
la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Humanas o Degradantes.
La Convención
Americana sobre los Derechos Humanos, en sus artículos 5o. -4., 7o. -5. y 8o.
-2.
En el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en sus artículos
2o.-2, 9o.-3 y 14 - 3.
La Convención sobre
los Derechos del Niño, artículo 37 literal c).
El Convenio de
Ginebra III, en su artículo 103.
El Convenio de
Ginebra IV, artículos 70 y 71.
Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, artículos 7o., 8o. y 9o.
3. El
principio del Juez Natural.
Señalan a nivel
universal este principio los siguientes Pactos o Convenios Internacionales:
La Convención
Americana sobre Derechos Humanos, artículos 1o., 8o. -1.
El Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, artículos
2o.-2., 4o.-2., 6o.-2. y 14 -10.
La Convención
Internacional para la Represión y el Castigo del Crimen del Apartheid,
ratificada por la Asamblea General de las Naciones Unidas según Resolución No.
3068 de 30 de noviembre de 1973, aprobada por la Ley 26 de 1987, en su artículo
5o.
Convención para la
Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, ratificada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas por Resolución 260 A (III) de 9 de diciembre de
1948 y aprobada según Ley 28 de 1959, en su artículo 6o. acoge el principio del
Juez Natural.
Convenio de Ginebra
I, de 12 de agosto de 1949, para aliviar la suerte que corren los heridos y los
enfermos de las Fuerzas Armadas en campaña aprobado por la Ley 5a. de 1960,
artículo 3o.-1. literal d).
Convenio de Ginebra
II, de 12 de agosto de 1949, para aliviar la suerte que corren los heridos, los
enfermos y los náufragos de las Fuerzas Armadas en el mar, aprobado por la ley
5a. de 1960, en su artículo 3o.-1. literal d).
En el convenio de
Ginebra III, en sus artículos 3o.-1. literal d), 84, 87 y 96.
En el Convenio de
Ginebra IV, en sus artículos 3o.-1. literal d), 43 y 66.
Protocolo adicional
a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949, relativo a la protección
de las victimas de los conflictos armados internacionalmente en su artículo 74
-4.
Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano, artículos 7o. y 9o..
4. Principio
de Favorabilidad.
Está consagrado en
las siguientes normas internacionales:
En la Convención
Americana de Derechos Humanos en sus artículo 1o. y 9o.
En el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, lo establece en sus artículos
2o.-2 y 15 - 1.
El Protocolo sobre
el Estatuto de los Refugiados, aprobado por la Ley 65 de 1979, publicado en el
Diario Oficial No. 35442, en su artículo 7o. -1.
El Convenio de
Ginebra III, artículo 83.
El protocolo I,
adicional a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949 consagra el
principio de favorabilidad en materia penal, en su artículo 75 -4. literal c).
5. Prohibición
a la Autoincriminación.
Establece este
principio, las siguientes normas supranacionales:
La Convención
Americana sobre los Derechos Humanos, en sus artículos 1o. y 8o.-2. literal g).
El Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en sus artículos 2o. -2. y 14
-3. literal g).
La Convención sobre
los Derechos del Niño en el artículo 40 -2. literal a).
El Convenio de
Ginebra III, consagra la prohibición a la auto-incriminación en su artículo 99.
El Protocolo I,
adicional a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949, en el artículo 75
-4. literal f) trae expresamente señalada la prohibición de la
auto-incriminación.
6. El
Defensor de los Pobres.
Este precepto dentro
del contexto de las normas que regulan los Tratados y los Convenios
Internacionales se encuentra:
En la Convención
Americana sobre los Derechos Humanos en los artículos 1o. y 8o. -2 literal e).
En el Pacto
Internacional de los Derechos Civiles y Políticos artículos 2o. -2. y 14 -3.
literal d).
La Convención de los
Derechos del Niño lo consagra en los artículos 37 literal d), 40 -2. literal
a).
Protocolo sobre el
estatuto de los refugiados lo incorpora en el artículo 32 -2.
El Convenio de
Ginebra III, lo consagra en su artículo 105.
El Convenio de
Ginebra IV, señala al Defensor de los Pobres en su artículo 72.
7. El
Derecho a la Protección Judicial.
Aparece esta figura
jurídica en los siguientes Tratados o Convenios Internacionales:
Convención Americana
sobre Derechos Humanos, artículos 1o, 2o. y 25.
Protocolo sobre el
Estatuto de los Refugiados que lo tipifica en su artículo 16.
En la Convención
contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes en su
artículo 13.
En el Protocolo I,
adicional a los Convenios de Gine-bra de 12 de agosto de 1949, lo estatuye en
su artículo 45 -2.
Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano artículos 7o. y 9o.
8. El
Derecho del Preso.
Este principio lo
encontramos en la siguiente legislación universal:
En la Convención
Americana sobre Derechos Humanos en su artículos 1o. y 5o. -2.
El Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos señala este derecho en sus
artículos 2o. -2 y 10o.
La Convención sobre
los Derechos del Niño lo incorpora en el artículo 37 literal c).
En la Convención
sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes.
En el Convenio de
Ginebra III.
En el Convenio de
Ginebra IV en sus artículos 37, 69, 76, 124, 125 y 126.
En el Protocolo II
de Ginebra en su artículo 125.
Declaración de los
Derechos del Hombre y del Ciudadano.
C. El
Debido Proceso Penal.
Se considera el
Derecho Penal como una rama del Derecho Público, por cuanto el hecho
punible emerge de una relación jurídica pública, que tiene como sujetos en
primera instancia, al Estado en su calidad de titular del derecho punitivo y en
el otro extremo de esa relación aparece el procesado.
Esta afirmación
tiene su razón de ser, en el hecho concreto que la infracción de la ley
penal ofende no sólo al particular cuyo interés es violado sino a la sociedad,
y en aras de conservar el orden jurídico impuesto para gobernar a esa
comunidad, se imponen las sanciones y se aplican las penas.
Por ese carácter de
contenido eminentemente público del Derecho Penal, sus normas son de rigurosa
observación, de necesaria aplicación y no pueden ser sustituídas por el libre
arbitrio de los asociados.
En materia penal, el
debido proceso constituye uno de los principios rectores de su procedimiento,
que a su vez encuentra sustento en los textos constitucionales antes
transcritos.
Como marco general
de referencia que informa y preside todo el sistema del derecho penal, ha de
mencionarse el principio de presunción de inocencia que supone la bondad de
actuación del ser humano y por tanto, para privarlo de su libertad, es,
menester que el Estado le demuestre que ha incurrido en responsabilidad
penal.
Del mismo modo su
vinculación a un proceso penal debe estar rodeada de todas las garantías que le
faciliten defenderse debidamente, asistido por un abogado con la facultad de
poder aducir a su favor las probanzas que demuestren su no culpabilidad y a
su vez refutar las pruebas que se esgriman contra él. Es esto lo que se llama
el principio de contradicción. Se prohibe la doble sanción por la misma
conducta punible (non bis in idem). Igualmente se quiere dar más posibilidades
de revisión de las decisiones al preverse las dos instancias y el grado de
jurisdicción de consulta y a la vez se prohibe la reformatio in pejus. Se
proscribe la autoincriminación y del mismo modo se excusa a los familiares
allegados del incriminado declarar contra él.
Según el principio
de legalidad de los delitos y de las penas -nullum crimen sine lege, nulla
poena sine lege- aquéllos y éstos deben estar previamente consagrados y
tipificados en un ordenamiento jurídico. Es decir, no hay delito ni pena sin
ley. Ello excluye por supuesto la aplicación analógica de delitos que a su vez
no estuvieren previstos en la ley, al igual que no permite la aplicación de
pena no contemplada para tal hecho criminoso en igual texto y previamente a la
perpetración de éste. Sin embargo cuando la ley posterior es favorable al
imputado se aplicará retroactivamente. Además, el proceso ha de seguirse
ante juez competente, es decir, que sea el señalado por la ley para conocer
de la conducta criminal. El proceso también ha de satisfacer las formas
propias -que serán las esenciales- del mismo. Es riguroso el cumplimiento de
estos mandatos procedimentales, pues su omisión dará lugar a nulidades del
proceso (Art. 304 del Código de Procedimiento Penal).
La Corte Suprema de
Justicia en fallo de su Sala Penal de 2 de octubre de 1981 dijo lo siguiente al
respecto:
"El derecho
de defensa emana también del artículo 26 de la Carta, ( art. 29 de la Constitución de 1991) porque
pertenece al debido proceso. Más aún, esta norma constitucional tiene por
objeto principal su garantía, dado que el mismo derecho es atributo fundamental
de la persona como tal y se relaciona directamente con los derechos
esenciales de la libertad, la igualdad ante la ley y la seguridad. Es, además,
un derecho histórico. Los romanos instituyeron el principio audiatur altera
pers, como regulador de todo proceso en garantía de sus partes. No hay
sistema procesal alguno que lo pueda excluir.
"El derecho
de defensa en la práctica se descompone, entre otros, en los derechos de
impugnación, y de contradicción, esenciales a él, y consecuencia jurídico
procesal de su aplicación. Su fuente constitucional es la misma. Se
encuentran específicamente proclamados en los "pactos internacionales de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, de Derechos Civiles y
Políticos", aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en
Nueva York, el 16 de diciembre de 1966, y convertidos en norma nacional
mediante Ley 74 de 1968, donde se determina: Toda persona cuyos derechos o
libertades reconocidos en el presente pacto hayan sido violados, podrá
interponer un recurso efectivo aun cuando tal violación hubiera sido cometida
por personas que actuaban en ejercicio de funciones oficiales (parte II, art.
2o. 3 C)".
El constituyente de
1991, se expresó en estos términos respecto del debido proceso:
"Las
garantías procesales. La administración de justicia penal constituye una de
las más claras expresiones de la soberanía del Estado frente al
individuo. Por ello los regímenes jurídicos occidentales han procurado,
dentro del aspecto de la tutela de los Derechos Humanos, rodear al procesado de
una serie de garantías que lo protejan de los potenciales abusos del Leviatán
en que, según la caracterización de Hobbes, puede verse convertido un Estado de
Corte absolutista.
Someto, entonces,
a consideración de la Asamblea, dos artículos en que se consagra de manera
expresa y precisa la garantía, que deben tener todos los asociados de ser
juzgados por lo que, en la doctrina contemporánea se designa como Juez Natural,
al igual que la presunción de inocencia.
La garantía del
Juez Natural y el debido proceso se concretan en el respectivo artículo".4
Dentro del contexto
del derecho comparado, valga mencionar el célebre caso de Gideon vs. Wainwright
(1963) decidido por la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos. Se
trataba de una persona pobre (Gideon) que fue condenada a 5 años de prisión por
un Tribunal de la Florida y como no se le proveyó de la asistencia legal de un
abogado, alegó y solicitó que se lo pusiera en libertad con fundamento en la
enmienda XIV de la Constitución. A ello accedió la Corte aceptando la tesis
del acusado de desconocerse el "due process of law" y anulando la
condena pronunciada contra él porque "indigent defendent accused of
serious crime must be offered the assignment of counsel".
D. El
debido proceso en los procesos civil y administrativo.
La vida del hombre
en sociedad ha contribuído a sus realizaciones personales pero también ha dado
lugar la generación de conflictos entre ellos mismos y también entre éstos y
las instituciones del Estado. Existen dos caminos para solucionar estos
conflictos de interés particular: arreglarlos como cada quien estime
conveniente (criterio establecido dentro de las sociedades primitivas) o que
sea el Estado a través de las autoridades legítimamente constituídas quien
dirima el conflicto de intereses puesto en su conocimiento, a través de una
serie de actos encaminados a lograr ese fin.
Pero como no se
puede dejar en manos de las personas la facultad de realizar los actos que a
bien tengan para dirimir su controversia, ya que a través de esa forma
arbitraria no podría obtenerse el objetivo buscado, se hace necesaria la
intervención del Estado, quien haciendo uso de su poder de imperio encuentra
fundamento para dictar normas que señale tanto a las partes como al juez, que
actuaciones deben realizar, como deben llevar a cabo sus cometidos y dentro de
que oportunidad pueden aportar sus pruebas y ejecutar sus actos para que tengan
validez en el proceso.
Con base en las
nociones que se han dejado expuestas, bien puede definirse el derecho procesal
como el conjunto de normas que establecen el procedimiento que se debe seguir
para obtener la actuación de la ley en un caso concreto, que señalan los
funcionarios encargados de aplicarlas y las personas que deben someterse a esas
normas.
Pues bien, el
legislador ha querido entonces, que los procesos sean reglados, que tengan
preceptos claros por los cuales han de regirse, haciéndose imperioso su
cumplimiento tanto para los sujetos procesales como para el juez.
Los principios que
antes se han expuesto sobre el debido proceso y que están contenidos en
los textos constitucionales antes transcritos, también tienen plena operación
mutatis mutandi, en las demás ramas del derecho procesal: procesal civil (que
se extiende a la laboral, etc.) y a la actividad administrativa que comprende
tanto la actuación gubernativa como la contencioso administrativa.
El tratadista
Eduardo J. Couture,1 menciona
las siguientes hipótesis que darían lugar a inconstitucionalidades: la
privación de audiencia que equivale a condenar a una persona sin haber sido
oida y vencida en juicio, la falta de citación, la falta de emplazamiento, la
privación de pruebas, la privación de recursos, la privación de revisión
judicial.
Del artículo 29
constitucional se establece, para efectos del presente caso, que la figura del
debido proceso, es aplicable a toda clase de actuaciones que se realicen en los
estrados judiciales e igualmente es válido el debido proceso, para toda
actividad de la administración pública en general, sin excepciones de ninguna
índole y sin ninguna clase de consideraciones sobre el particular.
El título V,
capítulo I de la Constitución Nacional consagra lo pertinente a la estructura
de nuestro Estado.
En su artículo 113,
señala las ramas del poder público, en el 114 enuncia en forma general la
función del Congreso, el 115 expresa quiénes conforman el Gobierno y radica en
cabeza del Presidente de la República, la suprema autoridad administrativa del
Estado. Igualmente esta norma determina que las gobernaciones y alcaldías, así
como la superintendencias, los establecimientos públicos y las empresas
industriales y comerciales del Estado, forman parte de la rama Ejecutiva, razón
por la cual estas entidades ejercen función administrativa.
Los órganos
judiciales se encuentran señalados en el artículo 116. El artículo 117 expresa
que los órganos de control de la administración pública nacional son el
Ministerio Público y la Contraloría General de la República. El Consejo
Nacional Electoral y la Registraduría Nacional del Estado Civil, se ocupan
de la organización electoral.
Todas estas
entidades que conforman la estructura y organización estatales ejercen
esencialmente, unas, funciones jurisdiccionales ( rama judicial), otras,
funciones legislativas (Congreso ) y ambas pueden también cumplir
funciones administrativas. Y la rama Ejecutiva, en sus órdenes todos:
nacional, departamental y municipal, desempeña actividad administrativa por
antonomasia. Del mismo modo a cargo de los particulares pueden estar
actividades administrativas".
2. Del examen
que se efectuará a continuación surge de manera indubitable la vulneración del
debido proceso por el señor Jefe de Control Urbano de Planeación Municipal de
Cúcuta, por las razones que se pasan a exponer:
Para racionalizar el
uso y aprovechamiento del suelo en función de las necesidades e intereses de
la colectividad, se ha creado una ordenación urbanística dentro de la cual se
encuadra la licencia o permiso para construir. Ello constituye una limitación
administrativa al ejercicio de los derechos de los súbditos, porque sin tal
licencia no se puede efectuar acto de construcción o uso del suelo.
Este tema es
desarrollado por la Ley 9a. de 1989 (Ley Urbana) "Por la cual se
dictan normas sobre planes de desarrollo municipal, compraventa y expropiación
de bienes" que trata sobre los siguientes aspectos: De la
planificación del desarrollo municipal (Capítulo I), del espacio público
(Capítulo II), de la adquisición de bienes por enajenación voluntaria y
por expropiación (Capítulo III), de la protección a los moradores en los
proyectos de renovación urbana (Capítulo IV), de las licencias y de las
sanciones urbanísticas (Capítulo VI), de los Bancos de Tierras y de la
integración y reajuste de tierras (Capítulo VII), de la extinción del dominio
sobre inmuebles urbanos (Capítulo VIII), instrumentos financieros para la reforma
urbana (Capítulo IX) y disposiciones varias (Capítulo X).
Pues bien, el
artículo 65 de dicha Ley exige permiso o licencia expedida por los municipios,
áreas metropolitanas, el Distrito Especial de Bogotá o la Intendencia de San
Andrés y Providencia "para adelantar obras de construcción, ampliación,
modificación, adecuación y reparación, demolición de edificaciones o de
urbanización y parcelación para construcción de inmuebles, de terrenos en las
áreas urbanas, suburbanas y rurales de los municipios".
Licencia que de
conformidad con el Decreto Reglamentario No. 958 del 10 de junio de 1992 "por
el cual se dictan normas para el trámite y expedición de Licencias de
Urbanización, Parcelación y Construcción" y expedido por el
Presidente de la República de Colombia en ejercicio de las facultades que le
confiere el artículo 189 numeral 11 de la Constitución Política y en desarrollo
de los artículos 7o., 63 y 65 de la Ley 9a. de 1989 y del artículo 41 de la Ley
3a. de 1991, se define de la siguiente manera:
"Licencia:
Es el acto administrativo por medio del cual la entidad territorial competente
define las normas urbanisticas y/o arquitectónicas, las especificaciones
técnicas, y autoriza la construcción, ampliación, modificación, adecuación,
reparación o demolición de edificaciones, o la urbanización o parcelación de
predios en las áreas urbanas, suburbanas y rurales".
Dicho artículo 65
previene que las solicitudes de licencias serán comunicadas a los vecinos, a
quienes se citará para que puedan hacerse parte y hacer valer sus derechos, en
los términos previstos por los artículos 14 y 35 del Decreto Ley 1 de 1984
(Código Contencioso Administrativo).
Prevención que hace
igualmente el inciso final del artículo 11 del Decreto 958 de 1992, cuando
señala que "la solicitud de licencia será comunicada a los vecinos, a
quienes se citará para que puedan hacerse parte y hacer valer sus derechos, en
los términos previstos por los artículos 14 y 33 del Código Contencioso
Administrativo".
Dicho Decreto 958 en
su capítulo I, artículo 1o. consagra que "para todos los efectos
previstos en el artículo 65 de la Ley 9a. de 1989, se entiende por vecinos a
los propietarios, a los poseedores y a los tenedores de todos los inmuebles
colindantes sin distinción alguna".
De otra parte, el
artículo 65 de la Ley 9a. de 1989, agrega:
"...Los
actos administrativos por medio de los cuales se resuelvan las solicitudes de
licencia y de patentes serán notificados personalmente a los vecinos en la
forma prevista por los artículos 44 y 45 del Decreto Ley 1 de 1984 (Código
Contencioso Administrativo). La parte resolutiva de dichos actos también será
publicada en un periódico de amplia circulación en el municipio donde se
encuentren ubicados los inmuebles o en cualquier otro medio de comunicación
social, hablado o escrito, por cuenta del interesado. El término de ejecutoria
para el interesado y para los terceros empezará a correr al día siguiente al de
la publicación, y en el caso de los vecinos, a partir de su notificación.
Contra los actos
que otorguen una licencia o patente cabrán los recursos de la vía gubernativa
que señala el decreto-ley 1 de 1984 (Código Contencioso Administrativo).
Transcurrido un plazo de dos meses, contados a partir de la interposición del
recurso sin que se haya notificado decisión expresa sobre ellos, se entenderá
que la decisión es negativa y quedará en firme el acto recurrido. Pasado dicho
término no se podrá resolver el recurso interpuesto e incurrirá en causal de
mala conducta el funcionario moroso.
De estas,
notificación, publicación y de los recursos hace alusión el Decreto 958 de 1992
en su artículo 15, así:
"El acto
administrativo por el cual se concede o modifique la licencia, será notificado
al titular de la licencia y a los vecinos dentro de los cinco (5) días
siguientes a su expedición, de acuerdo con lo previsto en los artículos 44 y 45
del Decreto Ley 01 de 1984, y será publicado para que surta sus efectos
respecto de terceros en los términos previstos en el artículo 65 de la Ley 9a.
de 1989.
El término de
ejecutoria para el titular y los terceros empezará a correr el día siguiente al
de la publicación, y en el caso de los vecinos a partir de su notificación.
El titular, los
vecinos y los terceros podrán interponer contra el acto notificado y publicado,
según sea el caso, los recursos de la vía gubernativa que señala el Código
Contencioso Administrativo.
Transcurrido un
plazo de dos (2) meses contados a partir de la interposición del recurso sin
que se haya notificado decisión expresa sobre ellos, se aplicará lo dispuesto
por el inciso 3o. del artículo 65 de la Ley 9a. de 1989.
En el caso de
inmuebles colindantes sometidos al régimen de propiedad horizontal bastará con
notificar personalmente, en los términos previstos en el presente artículo, al
administrador quien actuará en representación de la copropiedad o de la persona
jurídica constituida por los propietarios".
Obran en el proceso
las solicitudes números 000476, 000524 y 000588 de 12, 18 y 25 de febrero de
1991, en su orden (fls. 7, 13 a 16, y 17 a 19), formuladas al respecto por los
demandantes al señor Pedro Pablo Torres, Director de la Oficina de Control
Urbano de Cúcuta. En la solicitud 000524 le ponen de manifiesto su
preocupación por el "proyectado encierre y posterior Urbanización de un
lote de terreno situado en la avenida los Libertadores frente al lavadero de
vehículos Globocar". Que "como es de su conocimiento por los
memoriales que hemos allegado a su despacho, la Urbanizadora Pleno Sol ha
venido actuando arbitrariamente en la intención de utilizar el terreno a su
capricho, como usurpar vías públicas que desde hace más de once (11) años se
han utilizado pacíficamente sin que ningún particular haya intentado impedir su
libre acceso y goce". La presente Urbanización además "inició
la semana pasada el encierre del lote, desconociendo abiertamente el respeto al
espacio público que defiende con tanto acierto la Ley 09 de 1989 (Ley de la
reforma urbana) y que usted a través del Despacho que dirige, debe proteger por
encima de los intereses particulares. A fin de
colaborarle en la correcta aplicación de las leyes nacionales que
son de orden público y por tanto de obligatorio cumplimiento, le recordamos que
cualquier licencia o permiso para adelantar obras de construcción y similares
debe ser expedida por el municipio". Se transcribe a continuación en
la comentada solicitud 000524 el artículo 65 de la Ley Urbana y a renglón
seguido se lee:
"El Dr.
Jairo Slebi Medina, dentro del programa prioritario como alcalde, una vez
posesionado, fue enfático en comprometerse a defender el espacio público en
cualquier lugar de la ciudad.
Usted tiene la
obligación política por ser parte de esta administración, y legal, porque así
lo ordena la ley, en impedir la violación de las zonas libres que aún siendo de
propiedad particular, pretenden ser utilizadas por sus dueños en forma
indebida, sin importarles la violación de los derechos adquiridos por los
ciudadanos y sobre todo del espacio público.
Solicitamos como
prioritaria, su actuación urgente y definitiva para ordenar el desorden que ha
implantado en estos días la Urbanizadora Pleno Sol y sus propietarios Hernán
Carvajalino y Alfonso Barrientos, que al parecer están acostumbrados a
construir sin respetar las normas existentes.
Exigimos el
respeto de los derechos que la ley consagra a favor de las comunidades y sobre
todo del principio universal que reza "El bien general prima sobre el bien
particular".
Estamos
dispuestos en caso de no ser atendidos nuestros justos planteamientos de llegar
hasta las últimas consecuencias.
De nuestras
peticiones están enteradas la personería municipal y verbalmente el señor
Alcalde de la ciudad.
Los perjuicios
que está causando la "Urbanizadora Pleno Sol", desde ya con el
encierro del lote se concreta a continuación:
1. Clausuró
la vía que corresponde a la calle 14 A o 15.
2. Limitó
abusivamente la avenida 15 este.
3. Con las
obras que irresponsablemente ha iniciado al haber taponado dicho terreno, las
aguas lluvias que caen a las avenidas 15 AE y 15 E, se represan ocasionando
inundaciones y graves daños a los muebles y enseres, dificultando en tránsito
peatonal y vehicular.
En conclusión ha
taponado dos avenidas y quitado una calle y una avenida.
Confiamos en que
usted, el señor Alcalde, el Honorable Concejo Municipal y los funcionarios que
controlan el desarrollo urbanístico de la ciudad, solucionen urgentemente y de
manera definitiva este delicado asunto".
En el proceso no
aparece que el funcionario Director de la Oficina de Control Urbano de Cúcuta
hubiera cumplido el requisito de notificar tanto la solicitud de la licencia
de construcción como el acto administrativo que provee sobre ella, a los
vecinos del lugar donde adelantaba sus trabajos la Urbanizadora Pleno Sol,
según la descripción anterior de hechos, a pesar de que tal requisito es de
obligatorio cumplimiento por esa oficina, por mandato del artículo 65 de la
Ley 9a. de 1989. Y lo que es más, dicho empleado no contestó el informe que
sobre el particular le solicitó el juez de la tutela (fl. 31) ni la petición en
el mismo sentido formulada por el Magistrado Ponente de esta Sala de Revisión
de la Corte Constitucional (Fls. 55, 56 y 57).
Dicho juez se quejó
inclusive de la desobediencia del Jefe de la Oficina de Control Urbano ante el
señor Procurador Departamental antes de pronunciar su fallo decisorio de la
controversia, sin que figure tampoco en el proceso actuación ni respuesta de
ese Procurador (Fls. 38 y 43 in fine).
El debido proceso
que por disposición de la Carta Política, es aplicable también en
tratándose de actuaciones administrativas, no se ha cumplido en el presente
caso, pues, además de que el Director de la Oficina de Control Urbano nunca
contestó las comunicaciones de los actores en donde le pedian que les
notificara la licencia de construcción comentada, tampoco lo hizo de la orden
del Juez 2o. Penal del Circuito de Cúcuta, por lo cual y a términos del
artículo 20 del Decreto 2591 de 1991 "si el informe no fuere rendido
dentro del plazo correspondiente, se tendrán por ciertos los hechos y se
entrará a resolver de plano...".
Cabalmente con la
oportunidad de la notificación a los vecinos de las licencias de construcción,
se persigue que ellos manifiesten sus preocupaciones y la violación a sus
derechos, si ello fuere el caso. En el evento sublite, los vecinos han
encontrado que se ha clausurado, con los trabajos realizados por la
Urbanizadora Pleno Sol, la vía que corresponde a la calle 14 A o 15,
que se ha restringido arbitrariamente la avenida 15, se han represado aguas
lluvias que ocasionarán inundaciones y se imposibilita el tránsito peatonal y
vehicular.
La inobservancia
entonces, de este procedimiento de notificación de solicitud de licencia y del
acto administrativo que la concedió, no ha permitido que los vecinos en
cuestión puedan ejercer su derecho de defensa de colindantes de la obra que
realiza la Urbanizadora Pleno Sol y por todo ello, en esta sentencia ha de
ordenarse el cumplimiento del mismo, en aras de la aplicación del artículo 29
de la Carta Política.
Luego de oídos los
demandantes en relación con la construcción objeto de litis y satisfecho así el
derecho al debido proceso, el señor Jefe de la Oficina de Control Urbano
entrará a decidir sobre la viabilidad de la licencia concedida al efecto por la
Sociedad Urbanizadora Pleno Sol Ltda. para lo cual tendrá en cuenta no sólo las
peticiones, razones jurídicas y fácticas, y reclamaciones que al respecto han
formulado ellos, sino las consideraciones que enseguida hará esta Corporación
en torno al derecho al espacio público, así:
El derecho
constitucional al espacio público.
El espacio
público como derecho constitucional objeto de protección por parte del Estado.
Los derechos de
contenido colectivo en sentir del Constituyente, comprenden "el
conjunto de condiciones y circunstancias que rodean al hombre, que circundan su
vida como miembro de la comunidad, y que le permiten, no sólo su supervivencia
biológica e individual, sino además, su desempeño normal y su desarrollo
integral dentro de su medio social" (Gaceta Constitucional No 19,
Asamblea Nacional Constituyente).
Estos derechos son
los que cubren las necesidades comunes de tipo colectivo y social. El
quebrantamiento de un derecho colectivo no afecta a una sola persona; se
presenta con características idénticas o parecidas en varias personas del grupo
humano en cuyo beneficio se ha establecido ese derecho.
El espacio
público es un derecho colectivo, pues, todo habitante es titular del
derecho de utilizar los bienes de que se compone, esto es, los inmuebles
públicos y los aspectos de arquitectura y naturales de los inmuebles privados,
todos los cuales tienen por finalidad proveer a las necesidades comunes de
tránsito, recreación, tranquilidad, seguridad, conservación del patrimonio
histórico, cultural, religioso y artístico; cuando tales bienes dejan de servir
a la comunidad, todos y cada uno de sus integrantes se ven perjudicados.
El espacio público
es un concepto que ha tomado trascendencia en el Derecho Urbano. Por ello la
Ley 9a. de 1989 o ley de reforma urbana, en su artículo 5o. define el espacio
público de la siguiente manera: "Entiéndese por espacio público el
conjunto de inmuebles públicos y los elementos arquitectónicos y naturales de
los inmuebles privados destinados por su naturaleza, por su uso o afectación a
la satisfacción de las necesidades urbanas colectivas que trascienden, por
tanto, los límites de los intereses individuales de los habitantes.
Así, constituyen
el espacio público de la ciudad las áreas requeridas para la circulación, tanto
peatonal como vehicular, las áreas para la recreación pública, activa o pasiva,
para la seguridad y tranquilidad ciudadana, las franjas de retiro de las
edificaciones sobre las vías como fuentes de agua, parques, plazas, zonas
verdes y similares, las necesarias para la instalación y mantenimiento de los
servicios públicos básicos, para la instalación y uso de los elementos
constitutivos del amoblamiento urbano en todas sus expresiones, para la
preservación de las obras de interés público y de los elementos históricos,
culturales, religiosos, recreativos y artísticos, para la conservación y
preservación del paisaje y los elementos naturales del entorno de la
ciudad, los necesarios para la preservación y conservación de las
playas marinas y fluviales, los terrenos de bajamar, así como de sus elementos
vegetativos, arenas y corales y, en general, por todas las zonas existentes o
debidamente proyectadas en las que el interés colectivo sea manifiesto y
conveniente y que constituyan, por consiguiente, zonas para el uso o el
disfrute colectivo."
Consagra el artículo
82 el deber del Estado de "velar por la protección de la integridad del
espacio público y por su destinación al uso común, el cual prevalece sobre el
interés particular". Y el artículo 88 ibidem defiere a la ley las
reglas de las acciones populares para la protección de los derechos e
intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad
y la salubridad públicas, la moral administrativa, el ambiente, la libre
competencia económica y otros de similar naturaleza que se definen en ella. "También
regulará las acciones originadas en los daños ocasionados a un número plural de
personas sin perjuicio de las correspondientes acciones particulares. Así
mismo, definirá los casos de responsabilidad civil objetiva por el daño
inferido a los derechos e intereses colectivos".
2. Reposan en el
proceso los siguientes elementos de juicio en relación con la alegación de los
actores y que obran en el presente proceso: Planos de la ciudad de Cúcuta
correspondiente al sector en donde residen los demandantes, el croquis del
predio y su ficha catastral en donde al parecer la parte del suelo en donde se
construye es una vía pública, documentos aportados por el Instituto
Geográfico Agustín Codazzi, Seccional de Norte de Santander. Los demandantes
afirman que parte del terreno en que se construye es "una vía
pública", esto es, un espacio público. Dentro del contexto de la
acción de tutela, la no contestación a los informes que el Juez de Tutela
solicita a las autoridades, presume la certeza de los hechos sobre los cuales
se les pregunta. En el presente caso, como antes se observó, el funcionario
antes mencionado ni contestó a ese Juez, ni a la Corte Constitucional sobre
cuestiones relativas a la presente litis.
De conformidad con
el artículo 63 de la Constitución:
"Los bienes
de uso público, los parques naturales, las tierras comunales de grupos étnicos,
las tierras de resguardo, el patrimonio arqueológico de la nación y los demás
bienes que determine la ley, son inalienables, imprescriptibles e inembargables".
El Código Civil
llama bienes de la Unión a aquellos cuyo dominio pertenece a la
República. Si además su uso pertenece a todos los habitantes de un territorio,
como el de calles, plazas, puentes y caminos, se denominan bienes de la
unión de uso público o bienes públicos del territorio. Y con el nombre de
bienes fiscales o bienes de la unión se distinguen los bienes de
ésta cuyo uso no pertenece generalmente a los habitantes. ( Art. 674).
Dicho estatuto civil
en los siguientes textos desarrolla la materia de los bienes de uso público:
"Artículo
675. Son bienes de la unión todas las tierras que estando situadas dentro de
los límites territoriales, carecen de otro dueño".
"Artículo
677. Los ríos y todas las aguas que corren por cauces naturales son bienes de
la unión, de uso público en los respectivos territorios.
Exceptúanse las
vertientes que nacen y mueren dentro de una misma heredad: su propiedad, uso y
goce pertenecen a los dueños de las riberas, y pasan con éstos a los herederos
y demás sucesores de los dueños."
"Artículo
678. El uso y goce que para el tránsito, riego, navegación y cualquiera otros
objetos lícitos, corresponden a los particulares en las calles, plazas, puentes
y caminos públicos, en ríos y lagos, y generalmente en todos los bienes de la
unión de uso público, estarán sujetos a las disposiciones de este Código y a
las demás que sobre la materia contengan las leyes".
"Artículo
679 Nadie podra construir, sino por permiso especial de autoridad competente,
obra alguna sobre las calles, plazas, puentes, playas, terrenos fiscales, y
demás lugares de propiedad de la unión".
"Artículo
680. Las columnas, pilastras, gradas, umbrales y cualesquiera otras
construcciones que sirvan para la comodidad u ornato de los edificios, o
hagan parte de ellos, no podrán ocupar ningún espacio, por pequeño que sea,
de la superficie de las calles, plazas, puentes caminos y demás lugares de
propiedad de la unión.
Los edificios en
que se ha tolerado la practica contraria, estarán sujetos a la disposición de
este artículo, si se reconstruyeren".
"Artículo
682. Sobre las obras que con permiso de la autoridad competente se construyan
en sitios de la propiedad de la Unión, no tienen los particulares que han
obtenido este permiso, sino el uso y goce de ellas, y no la propiedad del suelo
.
Abandonadas las
obras o terminado el tiempo por el cual se concedió el permiso, se restituyen
ellas y el suelo, por el ministerio de la ley, el uso y goce privativo de la
Unión, o al uso y goce general de los habitantes, según prescriba la autoridad
soberana. Pero no se entiende lo dicho si la propiedad del suelo ha sido
concedida concedida expresamente por la Unión".
"Artículo
683. No se podrán sacar canales de los ríos para ningún objeto industrial o
doméstico, sino con arreglo a las leyes respectivas".
C. El derecho de
petición.
Lo consagra como
derecho fundamental el artículo 23 en los siguientes términos:
"Artículo
23. Toda persona tiene derecho a presentar peticiones respetuosas a las
autoridades por motivos de interés general o particular y a obtener pronta
resolución. El legislador podrá reglamentar su ejercicio ante organizaciones
privadas para garantizar los derechos fundamentales".
La facultad que la
Constitución colombiana concede a todos los ciudadanos para dirigir peticiones
comedidas a los poderes públicos y a las organizaciones privadas en relación
con asuntos de interés general o particular, y la obligación que tienen unos y
otras de darles respuesta, ha sido ya objeto de pronunciamiento por esta Corte
en el sentido de reafirmar el carácter de derecho fundamental del mismo.
(Tutelas Nos. 11, 12 y 426 de 22 de mayo, 25 de mayo y 24 de junio de 1992).
Como el tema sobre
que versa el derecho de petición es el mismo respecto del cual esta Sala ya ha
considerado en párrafos precedentes que se vulnera el derecho al debido
proceso, el primero de estos derechos no ha de examinarse por sustracción de
materia.
D. Investigación
de Funcionarios.
Ha de darse traslado
de esta sentencia a la Procuraduría General de la Nación para que investigue
las actuaciones del señor Director de la Oficina de Control Urbano del
municipio de Cúcuta, señor Pedro Pablo Torres, o a quien desempeñe este cargo
actualmente, o a ambos, al Procurador Delegado Departamental, doctor Nelson
Eduardo Durán Pulido, la Personera municipal de esa ciudad, Carmen Elvira
Liendo Villamizar y el ex-alcalde del mismo municipio, señor Jairo Slebi Medina
u otros, en relación con los hechos antes relatados.
En mérito de lo
expuesto la Corte Constitucional, en Sala de Revisión de tutelas, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero: Revocar la sentencia del Juez Segundo Penal del Circuito de
Cúcuta, a través de la cual se denegó la acción de tutela incoada por los
accionantes RAFAEL ANTONIO VALENCIA GALVIS Y OTROS, por las razones expuestas
en este fallo.
Segundo: En su lugar se concede la tutela impetrada
por dichos demandantes y para tal fin, el señor Director de la Oficina de
Control Urbano de Cúcuta, señor Pedro Pablo Torres, o el Director actual, en su
caso, comunicará a ellos, en la forma prevista en el artículo 65 de la Ley
9a. de 1989, tanto la solicitud de licencia presentada por la Sociedad
Urbanizadora Pleno Sol Ltda., como el acto administrativo por el cual se
resuelve esa solicitud, para adelantar la Urbanización Libertadores Royal con
afectación de la calle 14 A o calle 15 de la referida ciudad.
Tomará dicho
funcionario las medidas pertinentes para que el derecho al debido proceso se
proteja debidamente y en este caso concreto encuentre efectiva realización
frente a la continuación de la obra que en su momento debía ser puesta en conocimiento
por esa autoridad municipal de los moradores de las urbanizaciones colindantes,
teniendo en cuenta, además, las consideraciones sobre espacio público de
la parte motiva de esta providencia.
Para cumplir lo
anterior, dicho Director de la Oficina de Control Urbano de Cúcuta, tendrá un
lapso de cuarenta (48) horas a partir de la notificación a él de la presente
sentencia.
Tercero: Entérese al señor Procurador General de la
Nación de esta providencia, de la cual se le enviará copia, para que asuma las
investigaciones relacionadas con la actuación referida en la parte motiva de
este fallo, de los siguientes empleados de la administración municipal de
Cúcuta: señor Pedro Pablo Torres, Director de la Oficina de Control Urbano, o
el director actual de ésta, o a ambos; señora Carmen Elvira Liendo Villamizar,
Personera Municipal, señor Jairo Slebi Medina, ex-alcalde de la ciudad de
Cúcuta, doctor Nelson Eduardo Durán Pulido, Procurador Delegado Departamental,
o de cualquier otro funcionario.
Cuarto: Comuníquese el presente fallo al Juez
Segundo Penal del Circuito, para que sea notificado conforme lo dispone el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, a los demandantes por conducto de los
señores Rafael Antonio Valencia y Maritza Quintero y de otro lado al señor
Director de la Oficina de Control Urbano de Cúcuta, o a su Director actual, con
entrega de sendas copias de la sentencia.
Comuníquese también
al señor Alcalde de la ciudad de Cúcuta.
COMUNIQUESE Y CUMPLASE
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado Ponente
JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Magistrado
MARTHA V. SACHICA MONCALEANO
Secretaria General
1 Mario Madrid-Malo Garizábal. Los Derechos Humanos en Colombia.
Instituto de Derechos Humanos. Guillermo Cano. Publicaciones ESAP 1990. Pág.
28.
2 Fernando Velásquez V. "Comentarios al nuevo Código de
Procedimiento Penal". Señal Editora. Medellín 1987. Págs. 111 y 112.
3 Corte Suprema de Justicia. Sentencia No. 62 de 10 de mayo de 1983.
Gaceta Judicial No. 2413. Págs. 302 y 303.
4 Gaceta Constitucional No. 23. Proyecto No. 68. Ponencia del
Constituyente Armando Holguin. |
127 | T-505-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-505/92
DERECHOS DEL
ENFERMO/SIDA
El infectado o
enfermo de SIDA goza de iguales derechos que las demás personas. Sin embargo,
debido al carácter de la enfermedad, las autoridades están en la obligación de
darle a estas personas protección especial con miras a garantizar sus derechos
humanos y su dignidad. En particular, el Estado debe evitar toda medida
discriminatoria o de estigmatización contra estas personas en la provisión de
servicios, en el empleo y en su libertad de locomoción. Los derechos a la
igualdad, a la intimidad, al libre desarrollo de la personalidad, al trabajo, a
la salud, entre otros, pueden ser objeto de vulneración o amenaza por parte de
las autoridades o de los particulares, en muchos casos, como consecuencia
exclusiva del temor que despierta el SIDA. Esta reacción negativa debe ser
contrarrestada con una eficaz acción estatal tendiente a suscitar la
comprensión y la solidaridad, evitando la expansión de la enfermedad. La
Constitución cuenta con mecanismos eficaces para proteger los derechos del
enfermo de SIDA, entre ellos la acción de tutela contra particulares encargados
del servicio público de la salud, cuando de su prestación dependen los derechos
a la vida, a la intimidad, a la igualdad y a la autonomía. El carácter de orden
público de las normas epidemiológicas obliga a los centros médicos a prestar
una atención integral a los infectados o enfermos del SIDA.
ESTADO SOCIAL DE
DERECHO
El Estado Social
de Derecho, los principios de dignidad humana y de solidaridad social, el fin
esencial de promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los
derechos, deberes y principios constitucionales y el derecho fundamental a la
igualdad de oportunidades, guían la interpretación de la Constitución económica
e irradian todos los ámbitos de su regulación -propiedad privada, libertad de
empresa, explotación de recursos, producción, distribución, utilización y consumo
de bienes y servicios, régimen impositivo, presupuestal y de gasto público.
SERVICIO PUBLICO
DE SALUD-Gratuidad
La prestación
gratuita del servicio de salud constituye un privilegio que puede estar
justificado constitucionalmente dependiendo de la finalidad o de los objetivos
buscados. Esta circunstancia se presenta, entre otros casos, cuando para evitar
un riesgo mayor -como sería la presencia de un evento epidemiológico-, es
indispensable destinar recursos sin posibilidad de una contraprestación. La atención
integral y gratuita hace parte de la protección especial a cargo del
Estado, cuando la ausencia de medios económicos le impide a la persona aminorar
el sufrimiento, la discriminación y el riesgo social que le implica sufrir una
enfermedad terminal, transmisible, incurable y mortal. El derecho fundamental a
la igualdad, en su modalidad de protección especial a las personas que se
encuentran en circunstancias de debilidad manifiesta, es un derecho de
aplicación inmediata. El SIDA, como enfermedad mortal, atenta contra la vida
misma. La prestación del servicio de salud al enfermo de SIDA es un imperativo
que surge de la naturaleza solidaria y respetuosa de la dignidad humana que
proclama y busca hacer efectivo nuestro régimen jurídico.
REF: Expediente
T-2535
Actor: DIEGO
SERNA GOMEZ
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez Caballero,
ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-2535 adelantado por el señor DIEGO SERNA GOMEZ contra el Hospital
Universitario del Valle "Evaristo García".
A N T E C E D E N T E S
1. El señor DIEGO
SERNA GOMEZ instauró acción de tutela contra el Hospital Universitario del
Valle "Evaristo García", solicitando ordenar a dicha entidad le
suministre "el servicio médico y los exámenes especializados que necesite
sin ningún costo, por ser persona carente en absoluto de cualquier patrimonio o
renta y estar con la gravísima enfermedad de moda universal denominada
SIDA". Como fundamento de su petición, invocó los artículos 13, 23, 49 y
86 de la Constitucion.
2. Según versión del
solicitante, en 1991 por quebrantos de salud acudió al Hospital Departamental
de Pereira "San Jorge", donde le diagnosticaron el Síndrome de
Inmunodeficiencia Adquirida, SIDA. Estando allí, recibió en todo momento una
completa atención, le fueron practicados diversos exámenes y asistió a
consultas médicas y psicológicas, siéndole informado que "no estaba
obligado a pagar por ser una enfermedad epidemiológica y no tener recursos
suficientes para ello".
El peticionario
relató que inicialmente se hospedó en casa de una hermana, pero debido al
rechazo de algunos parientes se vió obligado a regresar a Cali y residenciarse
en casa de su progenitora, una anciana de 69 años. Ante el empeoramiento de su
salud, acudió a diferentes hospitales de la capital del Valle del Cauca, en
todos los cuales se le exigió la cancelación de los servicios médicos, no
pudiendo finalmente volver por la carencia de dinero para cubrir los gastos de
las consultas médicas, los exámenes y los medicamentos. Por insinuación de un
familiar se presentó ante el Superintendente de Salud, quien intentó mediar a
su favor y le entregó una nota con destino al Hospital Universitario del Valle,
el cual en todo caso le puso de presente que, así fuera favoreciéndolo con un
descuento, debía cancelar el valor de los servicios.
3. Mediante
providencia del 24 de enero de 1992, la Sección Primera del Tribunal
Contencioso Administrativo del Valle, denegó la solicitud de tutela por no
encontrar configurada la vulneración del derecho de igualdad, ni ser el derecho
a la salud (CP art.49) un derecho fundamental. Respecto al artículo 13 de la
Constitucion el fallador afirmó que:
"Entiende la
Sala que el artículo transcrito consagra este derecho fundamental de igualdad
ante la Ley, con el fin de que todos los ciudadanos sean tratados por las
autoridades sin discriminación, sin privilegios, sin prerrogativas; es una
garantía que todo individuo posee como persona humana y por lo tanto comporta
tratamiento igual para todos, sistema que el Estado está en la obligación de
respetar, en este sentido, el que informa al último inciso del artículo citado
cuando habla de la protección especial para aquellas personas que se encuentren
en circunstancias de debilidad. Quiere decir que ellas, no están por fuera de
la garantía consagrada en el artículo que se estudia, no obstante el estado de
indefensión en que se encuentren, tanto, que los abusos y maltratos que contra
ellas se cometan, son motivos de sanción. Por consiguiente el derecho que el
señor SERNA GOMEZ pretende que se le reconozca, no encaja dentro de los
lineamientos del Derecho Fundamental consagrado en el artículo 13 de la Carta
Política".
4. La anterior
decisión fue impugnada por el petente, quien consideró que con ella se le condenaba
de antemano a morir sin ninguna atención médica. En su sentir, la salud es un
derecho humano inalienable e imprescriptible y no debió ser rechazada su
petición de tutela con fundamento en razones formalistas, además de que los
artículos 2 y 4 del Decreto 2591 de 1991 permiten el pronunciamiento por vía
de tutela acerca de derechos no señalados expresamente por la Constitucion como
fundamentales.
5. El Consejo de
Estado, mediante sentencia de la Sala Plena del Contencioso Administrativo del
17 de marzo de 1992, revocó la providencia del Tribunal Administrativo del
Valle del Cauca y accedió a la tutela implorada, ordenándole al Director del
Hospital Universitario del Valle "Evaristo García" y al Gobernador
del Valle del Cauca que "dispongan lo pertinente para prestarle
inmediatamente los servicios necesarios tendientes a proteger la vida y
recuperar la salud del señor DIEGO SERNA GOMEZ".
Con fundamento en
una interpretación sistemática de los artículos 49 y 93 de la Carta, el máximo
Tribunal de la Justicia Contencioso-Administrativa resaltó cómo la orientación
de los diferentes tratados y convenios de derechos humanos (Pacto de San José
de Costa Rica, Protocolo de San Salvador) es la de conceder a los derechos
económicos, sociales y culturales el carácter de fundamentales, "por
cuanto las diferentes categorías de tales derechos, 'constituyen un todo
indisoluble que encuentra su base en el reconocimiento de la dignidad de la
persona humana', características que exigen promoción y protección permanentes
con el propósito de obtener su vigencia plena, 'sin que jamás pueda
justificarse la violación de unos en aras de la realización de otros'".
Respecto a la
solicitud concreta de la prestación gratuita de los servicios médicos y
paramédicos para controlar la enfermedad del SIDA, el fallador de segunda
instancia concluyó que la conducta omisiva del Hospital Universitario del Valle
vulnera el artículo 11 de la Constitucion, por el "inminente peligro que su desatención envuelve para
la existencia de la vida del accionante". En concepto de la Sala
Plena del Consejo de Estado,
"resulta fácil
concluir que inmediatamente se solicita la prestación del servicio de salud
(art. 49), pero mediatamente se pide tutelar el derecho a la vida (art. 11) y
la protección especial que el estado debe prestarle al accionante quien por su
condición económica se encuentra en circunstancias de debilidad manifiesta
(art. 13 in fine)".
6. Remitido el
expediente de tutela a la Corte Constitucional para su eventual revisión, fue
seleccionado y correspondió a esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Concepto de la
vulneración
1. La igualdad y la
salud resultan, según el solicitante, los derechos fundamentales vulnerados por
la decisión del Hospital Universitario del Valle "Evaristo García",
al negarle la prestación gratuita de los servicios médicos y los exámenes
especializados que requiere como enfermo de SIDA.
La pretensión del
señor SERNA GOMEZ de tener derecho a una atención médica gratuita por la
circunstancia de sufrir una enfermedad epidemiológica y de ser una persona de
escasos recursos, tuvo origen en la información que recibiera de una Asistente
Social del Hospital Departamental de Pereira "San Jorge". Corresponde
al juez constitucional establecer si existe una base constitucional que
permita reconocer la pretensión del peticionario por tener asidero en un
derecho fundamental que, dadas las circunstancias, requeriría de protección
inmediata (CP art. 86).
Características
del SIDA y estrategia mundial y nacional contra la enfermedad
2. El SIDA
constituye un mal de inconmensurables proporciones que amenaza la existencia
misma del género humano, frente al cual el derecho no debe permanecer
impasible, sino ofrecer fórmulas de solución. La dimensión creciente de la
amenaza para la salud pública que representa el SIDA está dada por su carácter
de enfermedad epidemiológica, mortal y sin tratamiento curativo.
El virus de
inmunodeficiencia humana (VIH), a partir de cuyo contagio se desarrolla el
síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA), se transmite a través de tres
formas conocidas: la relación sexual (homosexual o heterosexual) sin
protección, el contacto con sangre, productos sanguíneos, órganos o semen
donados; y la transmisión de la madre infectada al feto o al recién nacido
(transmisión perinatal).
El origen del VIH
tuvo lugar a fines de los años setenta o principios de los ochenta en grupos de
personas homosexuales y bisexuales y de consumidores de drogas de las zonas
urbanas de América, Europa occidental y Australia.
En América Latina,
el modo predominante de transmisión del VIH se presentó en relaciones sexuales
entre homosexuales. No obstante, desde mediados de los ochenta la transmisión
heterosexual se ha incrementado, con el correspondiente aumento de la
transmisión perinatal. Al término de la presente década se registrará un
aumento sin precedentes de la infección, particularmente debido a que la
epidemia se extenderá al conjunto de la población heterosexual y a los niños.
El Director General
de la Organización Mundial de la Salud (OMS), presentó, al Consejo Ejecutivo en
su 87a. reunión del 12 de diciembre de 1990, un informe sobre la estrategia
mundial de prevención y lucha contra el SIDA. Según este informe en el año
2.000 habrá entre 15 y 20 millones de adultos infectados por el virus de la
inmunodeficiencia humana (VIH) y se calcula que "el total acumulativo de
niños infectados llegará a 10 millones el año 2.000, al par que otros 10
millones de niños no infectados habrán quedado huérfanos por la pérdida de uno
o de los dos progenitores a causa del SIDA".
La estrategia
mundial contra el SIDA se propone como objetivos inmediatos prevenir su
infección, reducir su impacto personal y social y unificar los esfuerzos
nacionales e internacionales contra la enfermedad. Entre las actividades
prioritarias de la OMS para el logro de tales objetivos cabe mencionar las de
"seguir preconizando la adopción de criterios de prevención y lucha,
basados en sólidos principios de salud pública y habida cuenta de la necesidad
de evitar toda discriminación", así como "explorar las posibilidades
de mejorar el tratamiento clínico, la asistencia y el apoyo a las personas con
VIH/SIDA en los establecimientos médicos o mediante servicios a domicilio de
base comunitaria".
A nivel nacional, el
Ministerio de Salud ha seguido las recomendaciones provenientes de los
organismos mundiales de lucha contra el SIDA. El decreto reglamentario No. 559
de 1991, se ocupa extensamente de la prevención, control y vigilancia de las
enfermedades transmisibles, especialmente en lo relacionado con el VIH/SIDA.
La política nacional
de salud pública contra el VIH/SIDA se ha diseñado teniendo en cuenta las
diferentes etapas de la enfermedad. Para evitar su contagio, se adelantan
campañas preventivas con el objeto de informar sobre los riesgos y formas de
contraer la enfermedad (etapa preventiva), así como del deber de auto-cuidado
mediante la observancia de las normas, recomendaciones y precauciones destinadas
a prevenir su infección.
Las pruebas de
diagnóstico permiten a cualquier individuo conocer si es seropositivo, es
decir, si está infectado o no por el VIH. Los exámenes serológicos cuando son
practicados a petición del interesado cuentan con el apoyo y asesoría médica y
psicológica para el paciente y sus familiares, y se garantiza la
confidencialidad sobre sus resultados (etapa de diagnóstico).
La atención y el
tratamiento de enfermos de SIDA o de infectados a-sintomáticos por el VIH
involucra el conjunto de servicios médicos que se ofrecen a una persona para
satisfacer las necesidades que su condición de salud requiera. Según el estado
de la enfermedad, se prevé que la atención sea de carácter ambulatorio,
hospitalario, domiciliario o comunitario, debiendo la familia participar
activamente en el tratamiento de la enfermedad y en el proceso de "bien
morir" de personas en estado terminal (etapa de tratamiento).
La estrategia
nacional contra el SIDA busca contener la epidemia mediante la prevención y el
control de la enfermedad e igualmente la protección del individuo, por medio de
un tratamiento médico oportuno. La prevención constituye la medida más
importante para el control de la enfermedad. Todas las instituciones y
organizaciones, de carácter público o privado, están en el deber de impulsar
las campañas de divulgación, educación y orientación para prevenir la infección
del SIDA, y están obligadas a tomar las precauciones hospitalarias necesarias
para evitar el contagio en el tratamiento de este tipo de enfermos. La emisión
de mensajes para informar a la comunidad está a cargo del Ministerio de
Comunicaciones. La educación sexual obligatoria - acorde con el respectivo
nivel - impartida a estudiantes de primaria, secundaria y enseñanza superior es
responsabilidad compartida del Ministerio de Educación Nacional y del
Ministerio de Salud. Por su parte, éste último tiene el deber de expedir las
normas sobre vigilancia y control epidemiológico, en desarrollo de las cuales
se adelanta la prevención, el diagnóstico y el tratamiento del SIDA con la
colaboración estrecha de organizaciones no gubernamentales.
Los miembros de la
comunidad no sólo deben velar por la conservación de su salud mediante el
auto-cuidado, sino concurrir a la protección de terceras personas poniendo en
práctica las medidas de protección. Al efecto establece el artículo 27 del
Decreto 559 de 1991:
"Considérase el
uso del condón como una medida de carácter preventivo de la infección por HIV.
En consecuencia, las droguerías y supermercados o similares, así como los
establecimientos que ofrezcan facilidades para la realización de prácticas
sexuales, deberán garantizar a sus usuarios la disponibilidad de
condones".
La normatividad
nacional regula en lo pertinente los mecanismos de diagnóstico de la infección
por el VIH/SIDA y se inspira en el respeto por la persona y su autonomía para
la realización del examen del SIDA. El consentimiento, libre de presiones y
basado en la información apropiada, es indispensable para que la persona se
someta a la prueba de detección de la enfermedad, en la seguridad de que
contará, en caso de estar infectada, con el consejo médico y el apoyo
psicológico necesarios.
El diagnóstico de la
infección debe realizarse en laboratorios oficiales o privados que cumplan con
las normas y pruebas establecidas para el efecto. Los bancos de órganos y de
sangre o semen deben realizar a sus donantes la prueba para detectar infección
por VIH, so pena de incurrir en las sanciones previstas en la ley (Decreto 559
de 1991, artículo 23). Las instituciones de salud asistenciales, consultorios y
laboratorios deben acatar las recomendaciones que en materia de medidas
universales de bioseguridad sean adoptadas por el Ministerio de Salud.
Con acierto, la
administración en uso de sus atribuciones reglamentarias, tuvo en cuenta que,
dado el carácter de enfermedad infecciosa, transmisible y mortal, el virus de
inmunodeficiencia humana y el síndrome de inmunodeficiencia adquirida suscitan
en la sociedad un problema de múltiples facetas, siendo necesario regular las
conductas y acciones que las personas naturales y jurídicas, públicas y
privadas, deben observar para la prevención y control de este mal. El artículo
8o. del Decreto reglamentario 559 de 1991 ordena que ningún trabajador o
institución de la salud se podrá negar a prestar la atención que requiera un
infectado por el HIV o un enfermo de SIDA, so pena de incurrir en las sanciones
establecidas por la ley. Por otra parte, el artículo 31 consagra la obligación
pública y privada de prestar los servicios preventivo-asistenciales a la
persona que lo requiera. Reza el artículo mencionado:
"Las personas y
entidades de carácter público y privado que presten servicios de salud, están
obligadas a dar atención integral a las personas infectadas por el Virus de
Inmunodeficiencia Humana (HIV) y a los enfermos de SIDA, o con posibilidades de
estarlo, de acuerdo con el nivel de complejidad que les corresponda, en
condiciones de respeto por su dignidad, sin discriminarlas y con sujeción al
presente Decreto y a las normas técnico-administrativas y de vigilancia
epidemiológica expedidas por el Ministerio de Salud".
El Estado, la
sociedad y la familia, conjuntamente, participan en el cuidado de la salud de
las personas a-sintomáticas infectadas y de los enfermos de SIDA. Con
fundamento en el principio fundamental de solidaridad (CP art. 1) todos los
integrantes de la comunidad deben unir esfuerzos para hacer más soportable el
tratamiento del SIDA, evitando la discriminación del enfermo y teniendo
conciencia de la amenaza que para la sociedad representaría su falta de apoyo y
atención.
Derechos y
deberes de las personas infectadas del VIH o enfermas de SIDA
3. El infectado o
enfermo de SIDA goza de iguales derechos que las demás personas. Sin embargo,
debido al carácter de la enfermedad, las autoridades están en la obligación de
darle a estas personas protección especial con miras a garantizar sus derechos
humanos y su dignidad. En particular, el Estado debe evitar toda medida discriminatoria
o de estigmatización contra estas personas en la provisión de servicios, en el
empleo y en su libertad de locomoción.
Los derechos a la
igualdad, a la intimidad, al libre desarrollo de la personalidad, al trabajo, a
la salud, entre otros, pueden ser objeto de vulneración o amenaza por parte de
las autoridades o de los particulares, en muchos casos, como consecuencia
exclusiva del temor que despierta el SIDA. Esta reacción negativa debe ser
contrarrestada con una eficaz acción estatal tendiente a suscitar la
comprensión y la solidaridad, evitando la expansión de la enfermedad. La
Constitucion cuenta con mecanismos eficaces para proteger los derechos del
enfermo de SIDA, entre ellos la acción de tutela contra particulares encargados
del servicio público de la salud, cuando de su prestación dependen los derechos
a la vida, a la intimidad, a la igualdad y a la autonomía (Decreto 2591 de 199,
art. 42).
El daño real y
potencial que representa el SIDA para toda la comunidad impone a las personas
infectadas o enfermas el cumplimiento irrestricto de los deberes
constitucionales (CP art. 95). El parámetro de responsabilidad exigible a estas
personas es mayor por la posibilidad de contagio a otros. La consideración
hacia el otro y el imperativo ético y jurídico de no abusar de los propios
derechos, obligan a los enfermos de SIDA a tomar las medidas necesarias (v.gr.
no donar sangre, semen, órganos, tejidos y usar preservativos en las relaciones
sexuales) para no poner en peligro o infectar a terceras personas con la
enfermedad. El principio de reciprocidad debe primar en la conducta de las
personas afectadas con el SIDA: teniendo derecho a exigir una especial
protección del Estado, también deben actuar con máximo cuidado y diligencia
en las situaciones que impliquen un riesgo para terceras personas.
Orden público de
la salud
4. El SIDA
representa una amenaza actual y creciente contra la salud pública, dado su
carácter de enfermedad mortal, transmisible y sin tratamiento curativo.
Afortunadamente existe una respuesta normativa a este problema de relevancia
constitucional. Las disposiciones legales que regulan la materia cubren las
diferentes fases o etapas de desarrollo de la enfermedad y contienen medidas
preventivas, de diagnóstico y tratamiento cuyo acatamiento y difusión
corresponde a todas las instituciones médico-asistenciales, públicas o
privadas.
El orden público
incorpora la salubridad, por lo que las autoridades deben tomar las medidas
necesarias y suficientes para su conservación (CP art. 1). La epidemia del SIDA
tiene potencialidad de afectar gravemente el orden público y por ello el
aparato estatal debe reaccionar con eficacia ante la amenaza.
No sólo el
Presidente de la República en cumplimiento del mandato constitucional de
conservar el orden público en todo el territorio nacional (CP art. 189-4), sino
todas las instituciones médicas, centros educativos, medios de comunicación,
están en el deber de intervenir para dar una respuesta unificada y vigorosa al
grave problema del constante crecimiento de la enfermedad.
La no adopción de
las medidas oportunas y necesarias puede desencadenar una calamidad pública,
con la consiguiente responsabilidad oficial por omisión. Recursos del Estado
deben destinarse prioritariamente al sector de la salud y, en particular, a la
lucha contra el SIDA.
Por otra parte, las
autoridades, en ejercicio de las funciones de policía, están facultadas para
intervenir en la esfera privada con el objeto de prevenir o controlar las
causas de perturbación de la salubridad pública. El Estado cuenta para el
cumplimiento de esta misión con especiales medios de policía sanitaria (Código
Nacional de Policía artículos 2, 11, 182 y artículo 35 del Decreto 522 de
1971).
El carácter de orden
público de las normas epidemiológicas obliga a los centros médicos a prestar
una atención integral a los infectados o enfermos del SIDA. La
prevención no será eficaz si los hospitales públicos o privados se niegan a
prestar los servicios preventivo-asistenciales a estas personas. El costo de la
atención, aunque no es irrelevante para la asignación de recursos médicos
escasos, no puede ser, en materia de lucha contra una enfermedad
transmisible y mortal, el factor determinante para la prestación del servicio.
Aunque la atención integral no es gratuita, su cobro debe subordinarse a su
prestación. La negativa a practicar los exámenes, tratamientos o consultas,
hasta tanto no se cancele su costo o se garantice jurídicamente su pago, es
contraria al objetivo de orden público buscado de prevenir y controlar una
epidemia.
Estado Social de Derecho, dignidad humana, solidaridad y gasto
público
5. El carácter
social de nuestro Estado de Derecho no es una fórmula retórica o vacía. Por el
contrario, la naturaleza social que identifica al ordenamiento jurídico tiene
clara expresión en la prevalencia de los derechos fundamentales, en la
superación de la crisis del Estado de Derecho como sinónimo de la legalidad
abstracta y en la inmediata realización de urgentes tareas sociales, todo lo
anterior en desarrollo de los principios de solidaridad y dignidad humana.
La dignidad humana y
la solidaridad son principios fundantes del Estado social de derecho. Las
situaciones lesivas de la dignidad de la persona repugnan al orden
constitucional por ser contrarias a la idea de justicia que lo inspira. La
reducción de la persona a mero objeto de una voluntad pública o particular
(v.gr. esclavitud, servidumbre, destierro), los tratos crueles, inhumanos o
degradantes (CP art. 12) o simplemente aquellos comportamientos que se muestran
indiferentes ante la muerte misma (p. ej. el sicariato), son conductas que
desconocen la dignidad humana y, en caso de vulneración o amenaza de derechos
fundamentales, pueden ser pasibles de repulsa inmediata por vía de la acción de
tutela, sin perjuicio de las acciones legales correspondientes.
Toda persona tiene
el deber constitucional de obrar de conformidad con el principio de solidaridad
social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que pongan en
peligro la vida o la salud de las personas (CP art. 95-2). Las autoridades de
la República, a su vez, tienen la función de asegurar el cumplimiento de los
deberes sociales de los particulares (CP art. 2). La omisión de una acción
humanitaria que podría evitar la vulneración de derechos fundamentales
justifica la intervención judicial y compromete la responsabilidad de la
persona renuente. El principio de solidaridad social no sólo se circunscribe a
eventos de catástrofes, accidentes o emergencias, sino que es exigible también
ante situaciones estructurales de injusticia social, en las cuales la acción
del Estado depende de la contribución directa o indirecta de los asociados.
La justicia social
no es un valor o ideal de libre apreciación por parte de los jueces
constitucionales. Las concepciones de la comunidad y lo comúnmente aceptado como
correcto o incorrecto son ejes referenciales para el enjuiciamiento y la
determinación de lo razonablemente exigible. El juez constitucional no debe ser
ajeno a las nociones de lo justo e injusto que tiene la opinión pública, más
aún cuando la interpretación constitucional se apoya en los valores y
principios consagrados en la Carta Política, bien para reconocerlos ora para
promover su realización.
El Estado social de
derecho mantiene el principio de legalidad, pero lo supera y complementa al
señalar entre sus finalidades la de garantizar un orden político, económico y
social justo (CP Preámbulo). La naturaleza social del Estado de derecho
colombiano supone un papel activo de las autoridades y un compromiso permanente
en la promoción de la justicia social.
La defensa de los
valores supremos del ordenamiento obliga al Estado a intervenir - dentro del
marco constitucional - para proteger a las personas en su dignidad humana y
exigir la solidaridad social cuando ella sea indispensable para garantizar
derechos fundamentales como la vida y la salud.
El principio de
justicia distributiva según el cual en la asignación de los recursos económicos
de una sociedad se deberá tender a privilegiar a los sectores desfavorecidos
sirve de fundamento al régimen impositivo, a las reglas de elaboración
presupuestal, a la jerarquización del gasto y a la fijación de prioridades en
materia de prestación de los servicios públicos.
El Estado Social de
Derecho, los principios de dignidad humana y de solidaridad social, el fin esencial
de promover la prosperidad general y garantizar la efectividad de los derechos,
deberes y principios constitucionales y el derecho fundamental a la igualdad de
oportunidades, guían la interpretación de la Constitucion económica e irradian
todos los ámbitos de su regulación - propiedad privada, libertad de empresa,
explotación de recursos, producción, distribución, utilización y consumo de
bienes y servicios, régimen impositivo, presupuestal y de gasto público.
Las normas
constitucionales en materia presupuestal recogen el principio de prioridad
del gasto público social sobre cualquier otra asignación (CP art. 350),
siendo su aplicación obligatoria en los planes y presupuestos de la Nación y de
las entidades territoriales. Con miras a dar solución a las necesidades
insatisfechas de salud, de educación, de saneamiento ambiental y de agua
potable (CP art. 366), el constituyente optó por jerarquizar las diferentes
prioridades del gasto público y subordinó la constitucionalidad de las
respectivas leyes presupuestales a la prevalencia del gasto público social.
De otra parte, la
Constitucion consagra como deber de toda persona la contribución al
financiamiento de los gastos e inversiones del Estado (CP art. 95-9).
Correlativamente, el contribuyente adquiere el derecho a que los ingresos
percibidos por el erario se apliquen de manera prioritaria, frente a cualquiera
otra destinación, a la satisfacción de las necesidades básicas de la población,
de modo que se evite que el déficit de recursos orientados, entre otros
sectores a la salud, pueda alterar el orden público y exponerlo a situaciones
de peligro para su vida y bienes.
Derecho de
igualdad y protección especial
6. El peticionario,
enfermo de SIDA y sin recursos económicos, consideró vulnerado su derecho a la
igualdad y a la protección especial del Estado por negarse el Hospital
Universitario del Valle a prestarle, en forma gratuita, el servicio
médico-asistencial requerido.
Para el juez de
primera instancia "el derecho que el señor SERNA GOMEZ pretende que se le
reconozca no encaja dentro de los lineamientos del Derecho Fundamental
consagrado en el artículo 13 de la Carta Política". En su sentir, este
artículo consagra la igualdad ante la ley para todos los ciudadanos, sin que
se admita ninguna discriminación, pero tampoco ningún privilegio. La protección
especial a las personas en circunstancias de debilidad manifiesta "quiere
decir que ellas no están por fuera de la garantía consagrada en el artículo que
se estudia, no obstante el Estado de indefensión en que se encuentran".
La anterior
interpretación fue rechazada por el Consejo de Estado, para el cual, dado que
se encontraba comprometido el derecho a la vida del accionante, el Estado debía
concederle protección especial. El tribunal de segunda instancia corrigió la
errónea interpretación del artículo 13 de la Constitucion. La indiferenciación
de las hipótesis contenidas en el artículo llevó al Tribunal Administrativo del
Valle, en ejercicio de la jurisdicción constitucional, a ignorar la obligación
estatal de promover la igualdad real y efectiva, particularmente mediante la
protección especial a las personas colocadas en circunstancias de debilidad
manifiesta (CP art. 13).
El propio
constituyente en los debates en torno al cambio de concepción de una igualdad
formal a una igualdad sustantiva, acorde con la situación real de desigualdad
especialmente en los campos económicos, físico y mental, expresó:
"(...) El
primer párrafo es el principio de la igualdad formal, o sea que la ley misma no
pueda permitir que unas personas tengan más privilegios que otras, que es la
igualdad ante la ley. Pero como en la práctica esa igualdad no se dá porque la
gente nace coja o está inválida o está viejita o es un niño desprotegido,
entonces viene el principio de solidaridad, por el cual el Estado está obligado
a proteger a todas esas personas que están en circunstancias de debilidad
frente a los demás, (...). Si realmente las bases del Estado, las normas y la
actividad de las autoridades están dirigidas a que nadie pueda ser
discriminado, a que todo el mundo esté en pie de igualdad, pues ya estamos
hablando de ese piso. Pero lo otro es que hay gente que de ninguna manera puede
competir dentro de esas reglas igualitarias, entonces es ahí donde el Estado
está obligado a intervenir, esa es la idea (...)"1 .
Algunos sectores de
la población colombiana que no son autosuficientes y no tienen acceso a la
información sobre los peligros que el SIDA representa, están expuestos a su
contagio y requieren por ello de apoyo y protección. El efecto pernicioso de la
enfermedad recae predominantemente en sectores desfavorecidos y marginales de
la población, golpeando desproporcionadamente a los grupos de bajos ingresos.
El indigente que
demuestra su condición de debilidad manifiesta (CP art. 13-3), y solicita la
solución de la necesidad básica insatisfecha de la salud, hace operante el
principio de prioridad del gasto público social que, en virtud de la
prevalencia de los derechos fundamentales sobre la parte orgánica de la
Constitucion, genera una obligación para la autoridad competente y,
correlativamente, un derecho público subjetivo para el solicitante.
El servicio
público de la salud como recurso escaso
7. La realidad
socio-económica del país, el bajo cubrimiento del servicio de salud, el déficit
del sector, la demora en las transferencias de las partidas presupuestales
hacia las regiones, son algunos de los problemas que impiden la prestación
eficiente de este servicio público, convirtiéndolo en la práctica en un
verdadero "recurso escaso".
La aspiración del
pueblo colombiano de alcanzar un orden político, económico y social justo (CP,
Preámbulo) y los principios de universalidad, eficiencia y solidaridad en la
prestación del servicio de salud (CP art. 49), constituyen el marco
axiológico-normativo que debe guiar la distribución del recurso escaso de la
salud. La disyuntiva de atender prioritariamente a una persona respecto de otra
involucra un juicio ético para la administración y para el médico. En su
decisión, sin embargo, debe tenerse en cuenta prioritariamente a las minorías y
a los sectores tradicionalmente discriminados o marginados de los beneficios de
la sociedad.
La prestación
gratuita del servicio de salud constituye un privilegio que puede estar
justificado constitucionalmente dependiendo de la finalidad o de los objetivos
buscados. Esta circunstancia se presenta, entre otros casos, cuando para evitar
un riesgo mayor - como sería la presencia de un evento epidemiológico -, es
indispensable destinar recursos sin posibilidad de una contraprestación.
La atención
integral y gratuita hace parte de la protección especial a cargo del Estado
(CP art. 13-3), cuando la ausencia de medios económicos le impide a la persona
aminorar el sufrimiento, la discriminación y el riesgo social que le implica
sufrir una enfermedad terminal, transmisible, incurable y mortal.
El derecho
fundamental a la igualdad, en su modalidad de protección especial a las
personas que se encuentran en circunstancias de debilidad manifiesta, es un
derecho de aplicación inmediata (CP art. 85). El SIDA, como enfermedad mortal,
atenta contra la vida misma. La prestación del servicio de salud al enfermo de
SIDA es un imperativo que surge de la naturaleza solidaria y respetuosa de la
dignidad humana que proclama y busca hacer efectivo nuestro régimen jurídico.
Vulneración de
los derechos fundamentales y confirmación del fallo revisado
8. En el caso
sub-examine, el señor DIEGO SERNA GOMEZ ha demostrado padecer de SIDA y haber
recurrido, sin éxito por causa de su precaria condición económica y la de su
familia inmediata, a los servicios médico-asistenciales del Estado. La negativa
del Hospital Universitario del Valle de prestarle la asistencia integral
exigida por la ley configura una vulneración de la protección especial
garantizada igualmente por la Constitucion a personas colocadas en
circunstancias de debilidad manifiesta. De no corregirse esta situación, ello
redundaría no sólo en una clara discriminación en contra del solicitante, sino
además en el aumento del riesgo social que implica no prevenir y controlar la
propagación de su enfermedad. Por los anteriores motivos, esta Corte procederá
a confirmar la decisión aquí revisada.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.-
CONFIRMAR la sentencia del
17 de marzo de 1992, proferida por la Sala Plena del Consejo de Estado.
SEGUNDO.- LIBRESE
comunicación al Tribunal
Contencioso Administrativo del Valle, Sección Primera, con miras a que se surta
la notificación de esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santafé de Bogotá, D.C., a los
veintiocho (28) días del mes de Agosto de mil novecientos noventa y dos ).
1 MARIA TERESA GARCES LLOREDA, Comisión Codificadora, 31 de mayo de
1991 pág. 65. Citada por Cepeda Manuel José en los Derechos Fundamentales en la
Constitución de 1991. Ed. Temis, Bogotá, 1992. |
128 | T-506-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-506/92
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Aplicación
Los derechos que
son fundamentales por aplicación directa e inmediata son todos aquellos
derechos de libertad e igualdad formal y, además, ciertos derechos de igualdad
material que se relacionan con la vida y la dignidad humana. Su carácter de
derechos de aplicación directa se deriva de su naturaleza general válida en
todos los casos. Los derechos fundamentales que son aplicables de manera
indirecta son aquellos derechos económicos sociales o culturales, que se
encuentran en una estrecha relación de conexidad con los derechos fundamentales
de aplicación directa Este tipo de aplicación es resultado de la necesidad de
establecer una ponderación de las circunstancias de cada caso concreto y ello,
a su vez, se deriva de su naturaleza de derechos que suponen un tratamiento
desigual con el fin de lograr cierta igualdad material.
DERECHO A LA
PROPIEDAD-Fundamental/DERECHOS
FUNDAMENTALES/ACCION DE TUTELA
La posibilidad de
considerar el derecho a la propiedad como derecho fundamental depende de las
circunstancias específicas de su ejercicio. De aquí se concluye que tal
carácter no puede ser definido en abstracto, sino en cada caso concreto. Sólo
en el evento en que ocurra una violación del derecho a la propiedad que
conlleve para su titular un desconocimiento evidente de los principios y
valores constitucionales que consagran el derecho a la vida a la dignidad y a
la igualdad, la propiedad adquiere naturaleza de derecho fundamental y, en
consecuencia, procede la acción de tutela. Dentro de este marco general, el
reconocimiento de la propiedad, entendido como un derecho fundamental se
presenta siempre que sea ejercido dentro de los límites que imponen las leyes y
el orden social. No puede alegarse la violación de un derecho, en este caso la
propiedad, cuando existe duda sobre la adquisición o la licitud del objeto que
se busca amparar.
PODER
DE POLICIA/POLICIA ADMINISTRATIVA/POLICIA JUDICIAL
Este carácter
fundamentalmente preventivo de la policía administrativa la distingue de la
policía judicial encargada fundamentalmente de reprimir los atentados contra
el orden público una vez que ellos hayan ocurrido. La distinción entre ambas
policías es importante no sólo por el principio de separación entre autoridades
administrativas y judiciales propiamente dichas sino porque en la práctica
numerosas acciones de policía son mixtas y su calificación se funda algunas
veces en la finalidad de la acción más que en su contenido.
Ref: Expediente T
2471
PETICIONARIO:
Víctor Narváez Paredes.
PROCEDENCIA:
Juzgado Primero Penal del Circuito de Popayán.
MAGISTRADO
PONENTE:
Dr. CIRO ANGARITA
BARON.
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela promovido mediante apoderado judicial por el Señor Hermisul José Vásquez
Cuellar contra la SIJIN Grupo Automotores, Seccional Popayán, resuelto
desfavorablemente en primera y única instancia por el Juzgado Penal de
Circuito de dicha ciudad.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Nacional y 33 del Decreto 2591, la Sala de
Selección número 3 de la Corte Constitucional seleccionó, para efectos de su
revisión, la acción de tutela de la referencia.
Al suscrito
Magistrado le correspondió por reparto el presente negocio, cuyo expediente se
recibió formalmente el dieciocho (18) de Mayo del año en curso.
Puesto que se han
agotado todos los trámites constitucionales y legales, de conformidad con el
artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Primera de Revisión de la Corte
procede a dictar la sentencia correspondiente.
A. La acción.
El día de 24 de
Marzo del año en curso, el apoderado del señor Vásquez Cuellar impetró por
medio de apoderado acción de tutela ante el Juez Penal del Circuito (reparto),
correspondiendo su tramitación al Juez Primero Penal del Circuito de Popayán.
1. Hechos.
El 28 de Octubre de
1991 agentes adscritos al grupo de automotores de la SIJIN del Cauca,
inmovilizaron un vehículo marca Nissan, modelo 1977, color Marfil, Placas PYK
558, por encontrar que se habían adulterado sus sistemas de identificación
(número de motor y chasis en lugar distinto al acostumbrado por la fabrica) en
forma arbitraria y sin la autorización que para estos casos expide la
respectiva oficina de tránsito. ( fl 17).
El 17 de Febrero del
año en curso, el accionante compró a un deudor suyo el automotor de la
referencia, a sabiendas de que se hallaba inmovilizado, pero ignorando las
razones concretas de la medida. No hizo indagaciones por cuanto el Instituto de
Tránsito del Cauca había expedido el 21 de junio de 1991 una tarjeta
provisional que amparaba al automotor con vigencia de un mes, mientras hacia
las averiguaciones del caso en tratándose de un vehículo de más de 14 años de
fabricación.
El peticionario
afirma que la actuación de la SIJIN rebasa las funciones que le corresponden
como autoridad de policía, por cuanto la decisión de retención sólo podía partir
de una autoridad judicial, carácter este que no tiene la institución demandada.
Además con dicha actuación quedó vulnerado el derecho de propiedad que le
asiste, ya que más que una retención se presentó una confiscación de su bien.
2. Solicitud.
El accionante
solicita que la SIJIN ponga a disposición del despacho el automóvil objeto de
inmovilización y le sea reconocido y protegido su derecho fundamental a la
propiedad.
3. Pruebas.
a. Tarjeta de
propiedad provisional del vehículo.
b. Copia de los recibos
de impuestos por exportación.
c. Certificado de
empadronamiento.
d. Informe sobre
estudio técnico realizado por el grupo de Automotores de la SIJIN.
e. Inventario del
vehículo.
f. Informe acerca
del vehículo inmovilizado.
g. Informe del
Instituto Nacional de Tránsito sobre las razones de la orden de retención.
4. Decisión de primera y única instancia.
El Juzgado Primero
Penal del Circuito de Popayán, decidió negar la tutela con base en las razones
siguientes:
1. A pesar de no ser
claro el peticionario en cuanto al derecho objeto de protección, se ha de
entender que es la propiedad, el cual no está consagrado como fundamental en la
Constitución. Los únicos derechos susceptibles de ser tutelados son los
contenidos en el título II, capítulo 2, de la Carta política.
2. Por otra, el
artículo 3o. del Decreto 306 de 1992 establece que un derecho fundamental no se
entenderá amenazado por el sólo hecho de que se abra o adelante una
investigación.
Por cuanto la
sentencia no fue apelada, el juzgado correspondiente envió el expediente e
esta Corporación para que proceda a su eventual revisión.
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La Corte
Constitucional es competente para efectuar la revisión según lo previsto en los
artículos 86 y 241 numeral 9o. de la Constitución Política y 31,32, 33 del
Decreto 2591 de 1991.
Además es de
observar que la providencia fue proferida oportunamente de acuerdo con lo
dispuesto por el artículo 86 de la Constitución en su inciso 4o., el cual no
admite excepciones, como ha tenido a bien señalarlo esta Corte.
Esta Sala considera
que las circunstancias especiales del caso exigen dilucidar si la propiedad es
un derecho fundamental (A) y sus eventuales limitaciones por la autoridad
policiva (B). Algunas consideraciones acerca de los hechos (C) habrán de
preceder la decisión.
A. EL DERECHO DE
PROPIEDAD
El derecho de
propiedad admite dos tipos de análisis: el primero de ellos tiene que ver con
la constatación fáctica de su importancia social y el segundo con la
determinación de su carácter jurídico de derecho fundamental. El primero es un
análisis descriptivo, el segundo es un postulado político jurídico de orden
constitucional.
En cuanto al
análisis descriptivo es importante señalar lo siguiente: los principios y
valores constitucionales no pueden ser totalmente comprendidos por fuera de la
interpretación que hace de la propiedad un supuesto del sistema
jurídico-político. La idea de dignidad humana, de trabajo, de solidaridad, de
participación política, adquieren sentido cuando se relacionan con aquello que
Madison llamaba la manzana de la discordia de la sociedad: la propiedad.
La propiedad es no
sólo determinante en la interpretación del derecho, sino que establece la
diferencia entre una sociedad y otra, o entre los distintos sistemas jurídicos.
" No es la
propiedad, según esto, una institución puramente económica: está en el fondo de
los agudos problemas humanos, por eso se afirma con razón, que todas las
inquietudes sociales que agitan hoy al mundo descansan sobre dos cuestiones
fundamentales, a saber: la propiedad y el trabajo; y si no se regulan con
prudencia y con justicia, todo se conmueve y perturba, la política, el derecho,
la moral"1
En cuanto al
postulado jurídico acerca del carácter de fundamental, valen las siguientes
consideraciones:
La protección de
los derechos humanos ahora y siempre ha tenido como fundamento la vieja idea
según la cual los hombres son libres e iguales. Estos postulados fueron
definidos de manera explícita en la Declaración de los Derechos del Hombre de
1789. La consagración de estos derechos se extendió rápidamente por todo el
mundo y durante algo más de un siglo fue el único parámetro para la defensa de
los derechos humanos.
Sin embargo, las
revoluciones sociales de principios de siglo pusieron en evidencia la
imposibilidad de lograr el pleno respeto de los derechos humanos sin el
supuesto de cierta realidad en materia de derechos económicos y sociales. Fue
la insuficiencia de los derechos de libertad e igualdad formal como
mecanismos para lograr la efectiva libertad e igualdad entre los hombres, lo
que hizo necesaria la introducción de los derechos económicos y sociales.
De manera general,
puede afirmarse que los derechos de libertad e igualdad formal, o de primera
generación, responden a un propósito liberal de no discriminación, mientras que
los derechos económicos sociales y culturales, o de segunda generación,
responden a propósitos sociales de diferenciación. Los primeros igualan a los
hombres en aquello que es necesario y los segundos los diferencian en aquello
que es indispensable para la protección de los derechos de libertad igualdad y
demás conexos.
La diferencia de
origen de estos dos tipos de derechos determina, de cierta manera, la distinta
aplicación y efectividad de cada uno de ellos. De acuerdo con esto, por lo
menos dos elementos de distinción pueden ser definidos.
1. Entre los
derechos de libertad e igualdad formal y los derechos económicos, sociales y
culturales, existe una relación de incidencia recíproca, de tal manera que el
disfrute de los unos no es posible sin la garantía del ejercicio de los otros y
viceversa. De aquí se deriva la idea, respaldada en las declaraciones de
derechos humanos, según la cual no puede plantearse una diferencia entre ambos
tipos de derecho desde el punto de vista de su importancia. Esta es la razón
por la cual la diferencia entre derechos de libertad e igualdad formal y los
derechos económicos sociales y culturales ha perdido importancia en beneficio
de la clasificación entre derechos fundamentales de aplicación directa y
derechos fundamentales de aplicación indirecta o por conexidad.
2. Los derechos que
son fundamentales por aplicación directa e inmediata son todos aquellos
derechos de libertad e igualdad formal y, además, ciertos derechos de igualdad
material que se relacionan con la vida y la dignidad humana. Su carácter de
derechos de aplicación directa se deriva de su naturaleza general válida en
todos los casos.
Los derechos
fundamentales que son aplicables de manera indirecta son aquellos derechos
económicos sociales o culturales, que se encuentran en una estrecha relación de
conexidad con los derechos fundamentales de aplicación directa Este tipo de
aplicación es resultado de la necesidad de establecer una ponderación de las
circunstancias de cada caso concreto y ello, a su vez, se deriva de su
naturaleza de derechos que suponen un tratamiento desigual con el fin de lograr
cierta igualdad material.
La propiedad es un
derecho económico y social a la vez. En consecuencia, la posibilidad de
considerarlo como derecho fundamental depende de las circunstancias
específicas de su ejercicio. De aquí se concluye que tal carácter no puede
ser definido en abstracto, sino en cada caso concreto. Sin embargo, esto no
significa que tal definición pueda hacerse de manera arbitraria.
A la hora de definir
el carácter de derecho fundamental de la propiedad en un caso concreto, el juez
de tutela debe tener como criterio de referencia a la Constitución misma y no
simplemente al conjunto de normas inferiores que definen sus condiciones de
validez. Esto significa que, en su interpretación, el juez de tutela debe mirar
el caso concreto bajo la óptica de los principios, valores y derechos
constitucionales, de tal manera que ellos sean respetados.
Sólo en el evento en
que ocurra una violación del derecho a la propiedad que conlleve para su
titular un desconocimiento evidente de los principios y valores
constitucionales que consagran el derecho a la vida a la dignidad y a la
igualdad, la propiedad adquiere naturaleza de derecho fundamental y, en
consecuencia, procede la acción de tutela. Dicho en otros términos, la
propiedad debe ser considerada como un derecho fundamental, siempre que ella
se encuentre vinculada de tal manera al mantenimiento de unas condiciones
materiales de existencia, que su desconocimiento afecte el derecho a la
igualdad y a llevar una vida digna.
B. El poder de
policía y la propiedad.
El inciso 2 del
artículo 2o de la Constitución Nacional establece que las autoridades de la
República están instituidas para proteger a todas las personas residentes en
Colombia, en su vida, honra, bienes y creencias.
Los organismos de
policía dentro de nuestro ordenamiento constitucional y legal cumplen funciones
de protección de los derechos y garantías individuales.
El artículo 218 de
la Constitución establece:
" La policía
nacional es un cuerpo armado permanente de naturaleza civil, a cargo de la
Nación cuyo fin primordial es el mantenimiento de las condiciones necesarias
para el ejercicio de los derechos y libertades públicas, y para asegurar que
los habitantes de Colombia convivan en paz"
Dentro de este marco
general, el reconocimiento de la propiedad, entendido como un derecho
fundamental se presenta siempre que sea ejercido dentro de los límites que
imponen las leyes y el orden social.
Cuando tiene lugar
una violación de las normas jurídicas, en cualquiera de sus ordenes -civil, penal,
laboral, etc-, que vulneren derechos legítimos y adquiridos, se hace necesario
la intervención del Estado a través de sus jueces y de la policía, todos ellos
encargados de mantener las condiciones necesarias para el ejercicio y disfrute
de esos derechos, por expreso mandato constitucional.
No puede alegarse
la violación de un derecho, en este caso la propiedad, cuando existe duda sobre
la adquisición o la licitud del objeto que se busca amparar.
Dentro de nuestro
sistema existe la policía administrativa y la policía técnico judicial; está
última no hace parte de los funcionarios que constitucionalmente están
encargados de administrar justicia (Artículo 116 C.N). Por esta razón, sólo
excepcionalmente, en virtud de su carácter de auxiliares de la rama
jurisdiccional, la policía técnico judicial, puede desarrollar actividades
propias de un funcionario judicial.
La policía
administrativa, se ha definido como " el poder o facultad que tienen las
autoridades públicas para fijar las limitaciones a la actividad de los
gobernados, con el fin de mantener el orden público" 2
La diferencia
sustancial entre la policía administrativa y la judicial está en que la
primera, tiene una función preventiva, ya que busca evitar el desorden o que
éste se agrave, la judicial, como colaboradores de la jurisdicción penal tienen
por objeto comprobar la comisión de delitos, identificar autores y reunir las
pruebas necesarias para que aquella jurisdicción actúe.3
La distinción entre
ambas policías que la doctrina hace es importante, como ya lo ha señalado esta
Corte:
" Este
carácter fundamentalmente preventivo de la policía administrativa la distingue
de la policía judicial encargada fundamentalmente de reprimir los atentados
contra el orden público una vez que ellos hayan ocurrido. La distinción entre
ambas policías es importante no sólo por el principio de separación entre
autoridades administrativas y judiciales propiamente dichas sino porque en la
práctica numerosas acciones de policía son mixtas y su calificación se funda
algunas veces en la finalidad de la acción más que en su contenido.
Sin querer ignorar
esta compleja naturaleza, es lo cierto también que el poder de policía, en sus
diversas manifestaciones tiene límites claros que se derivan de su objeto
específico de mantener el orden público. Es así como de la misma manera que no
puede pretenderse la ejecución de un contrato mediante una medida policiva,
tampoco puede hoy imponerse limitación alguna a la libertad económica sin
autorización de la ley, en virtud de lo dispuesto por el artículo 333 de la
Carta vigente."4
No podrá alegarse
violación ni ilegalidad de la actuación de los organismos de policía cuando
actuan dentro de los parámetros de la ley para mantener y asegurar el orden
público, así, como el respeto y garantía de los derechos y libertades de los
ciudadanos.
C. El caso.
El primer aspecto
que surge en relación con el caso sublite, es el de la propiedad del vehículo.
El peticionario pretende demostrar su condición de propietario con un contrato
de compraventa realizado con el Señor Marco Tulio Daza el 17 de Febrero del
año en curso, quien no figura como propietario del vehículo en la tarjeta de
propiedad.
Según el Código
Civil, los bienes muebles se adquieren por el acuerdo de las partes entre la
cosa objeto de negociación y su precio, vale decir, es un contrato consensual
( Artículo 1857 y 1550 C.C).
En virtud de la
expedición del Código de Comercio se modificó la tradición de automotores, por
cuanto el artículo 922 en su parágrafo estableció:
" TRADICION DE
INMUEBLES Y AUTOMOTORES.
Artículo 922: La tradición del dominio de los bienes
raíces requerirá, además la inscripción del título en la correspondiente
oficina de registro de instrumentos públicos, la entrega material de la cosa.
PAR. - De la
misma manera se realizará la tradición del dominio de los vehículos
automotores, pero la inscripción del título se efectuará ante el funcionario y
en la forma que determinen las disposiciones legales pertinentes. La tradición
así efectuada será reconocida y bastará ante cualesquiera autoridades."
Por cuanto respecta
a los automotores terrestres, la ley no ha designado la oficina correspondiente
para llevar a cabo el registro de tradición. A partir de la vigencia del
Código se han hecho varios intentos para crearla, pero las distintas normas
expedidas para tal fin han sido derogadas luego expresamente por otras.
Ante esta situación,
la Corte Suprema de Justicia con ponencia del Dr. Germán Giraldo Zuluaga, se ha
referido a la prueba del dominio de un automotor para poner de presente que:
" No
habiéndose acreditado que al comprador se le hizo tradición de la cosa
comprada, aunque se hubiera a portado el título de compraventa, el demandante
no ha probado su derecho de dominio sobre el automotor litigado, pues por el
mero contrato, sólo adquirió derechos personales exigibles del vendedor, pero
no el derecho real de dominio sobre el objeto comprado, el cual sólo nace para
el adquirente cuando el título (la compraventa), se completa con la tradición,
que es el modo de adquirir en ese caso. El dominio de un automotor comprado, no
se prueba, pues, aduciendo la copia del respectivo contrato de compraventa,
sino, que es menester demostrar, además el modo de la tradición, lo que aquí no
se hizo." 5
Actualmente el
artículo 88 del Decreto 1809 establece un registro terrestre automotor en el
cual se llevan los datos necesarios para determinar la propiedad,
características y situación jurídica de los vehículos automotores terrestres.
Pero existe duda si éste cumple funciones de registro para los efectos del
artículo 922 del C. de Co., por las razones que expresara el Dr. Jorge Salcedo Segura
en el salvamento de voto a la sentencia referida, a saber:
" El
registro de automotores terrestres que lleva el Instituto Nacional Transporte,
se refiere únicamente a los efectos que la inscripción produce ante la
autoridades de tránsito, para efectos del debido cobro de impuestos de
rodamiento, multas, imposición de sanciones por violación de los reglamentos de
tránsito y como un principio de prueba sobre quien es el guardián jurídico del
vehículo cuando quiera que con el mismo se causen daños a personas y para
servir como guía a las autoridades civiles o penales para orientar la
investigación, encaminada a establecer responsabilidades. El registro
finalmente permite otorgar matricula o licencia de tránsito, documento que en
modo alguno es prueba de propiedad."
Consta en el
expediente que el vehículo fue retenido por la SIJIN porque el Instituto de
Tránsito del Cauca tuvo:
"... dudas
sobre los números de identificación del vehículo ya que la morfología de estos
no coincide con los de la marca Nissan Patrol, razón por la cual en una rutina
de los agentes de la SIJIN, Grupo Automotores, de policía Nacional, se le
pidió averiguar su autenticidad" ( fl 21).
Los sistemas a los
que hace relación el Instituto, son el motor y chasis los cuales se identifican
con números y letras originales de la casa fabricante colocados en le mismo
sitio para diferenciarlos de otras marcas o modelos.
Después de realizado
el correspondiente experticio técnico se pudo constatar lo siguiente:
" 3. Resultados
del estudio:
Al practicar la
exploración de sistemas de identificación el número de motor, chasis son
regrabados en su totalidad, no corresponden a la ubicación, tipo, dibujo y
morfología a (sic) los originales de fábrica, acostumbrados por la casa
fabricante.
4. Conclusiones:
Vistos los puntos
anteriores el automotor materia de estudio queda sin IDENTIFICACION TECNICA,
por presentar adulteración en sus sistemas, que fueron borrados en forma
arbitraria para regrabar en otro sitio no acostumbra (sic) los números que
posee en la actualidad" (fl 15)
Informe ratificado
en su totalidad por el perito nombrado por el juzgado que conoció de la tutela
quien concluye que:
" Tanto el
chasis como el motor, han sido regrabados totalmente, por lo tanto este
vehículo queda sin identificación". ( fl 35)
Las normas son muy
claras cuando prohiben expresamente cualquier cambio de los sistemas de
identificación, excepto, cuando la autoridad respectiva otorga el permiso
correspondiente, actuaciones todas estas que deben aparecer consignadas en el
correspondiente registro automotor.
El Jefe de la SIJIN
informó al juez que conoció de la tutela que:
" No aparece
registro alguno en la radicación de documentos ante el tránsito que indique el
motivo por el cual se efectuó o registro la matricula inicial con estos
sistemas, en este caso existe la modalidad delictiva del gemelo que consiste en
amparar o registrar ante las autoridades de tránsito, un automotor de ilegal
procedencia utilizando documentos de vehículos legalmente matriculados y para
cumplir este propósito, borran los números originales en forma arbitraria y
regrabando los guarismos que identifican el vehículo original de fábrica, con
este procedimiento obtienen legalmente la matricula (placas), tarjeta de
propiedad, seguro, revisado y demás documentos o trámites ante autoridades de
tránsito..." (fl 18)
Si bien el
peticionario puede ser el propietario del vehículo inmovilizado, también es
cierto que existen serios indicios por parte de las autoridades acerca de su
procedencia. Él mismo afirmó conocer la retención del vehículo sin hacer nada
por indagar las verdaderas causas de la retención. Vale decir, incumplió el
deber de cuidado y diligencia mínima que debe tener toda persona en el momento
de efectuar transacciones de esta naturaleza.
Así, como se
reconocen derechos por parte de la Constitución y la ley a las personas,
también tienen obligaciones y cargas que cumplir. En casos, como éste, deben
actuar con la diligencia y cuidado posibles para que sus derechos e intereses
no resulten vulnerados.
Por otra parte, este
Despacho tuvo conocimiento que el vehículo objeto de esta tutela se encuentra a
disposición del Juzgado Primero Civil Municipal de Popayán, el cual mediante
despacho comisorio No 211, ordenó a la Inspección Segunda Superior de Popayán
llevar a cabo su embargo y secuestro en un proceso ejecutivo seguido contra el
peticionario por el Señor Libardo Payán Bravo, diligencia esta que se cumplió
el 12 de julio del año en curso.
III. DECISION
En mérito de lo
expuesto la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional.
RESUELVE
PRIMERO: Por las razones expuestas en la parte
motiva de esta sentencia CONFIRMAR la sentencia proferida por el Juzgado
Primero Penal del Circuito de fecha tres (3) de abril del año en curso.
SEGUNDO: ORDENAR que por Secretaría se comunique esta
providencia al Juzgado Penal del Circuito de Popayán, en la forma y para los
efectos previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, comuníquese e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Sentencia
aprobada mediante acta de la Sala de Revisión No 1, a los veintiun (21) días
del mes de Agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
1 TIRADO MEJIA, Alvaro, op cit, p 143. Informe de comisión que
estudio para segundo debate el proyecto reformatorio de la Constitución "
sobre la propiedad, la explotación y el cultivo de la tierra", presentado
a consideración de la Cámara el 25 de Julio de 1931 por el representante Jorge
Eliécer Gaitán.
2 RODRIGUEZ, Libardo, " Derecho administrativo General y
Colombiano", Editorial Temis, Quinta Edición.1989. pp 376-377.
3 RODRIGUEZ, Libardo, op cit, pp 377.
4 Sentencia No 425. Sala Séptima de Revisión. pp 11.12.
5 Corte Suprema de Justicia, Sala Civil, Julio 21 de 1983. |
129 | T-507-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-507/92
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/PROCESO ELECTORAL/ACCION
DE RECLAMACION
Para la corrección
de las anormalidades mencionadas por los peticionarios, el Código electoral ha
puesto a disposición no solo de los testigos electorales, sino de los
candidatos inscritos y de sus apoderados, como en el evento que se examina, la
llamada Acción de Reclamación que debe ser interpuesta ante la comisión
escrutadora correspondiente, en el mismo momento de la elección. Cuentan con la
posibilidad de acudir a la jurisdicción de lo Contencioso Administrativo,
mediante la Acción Electoral, con el fin de solicitar la nulidad de la elección
y no de las actas de escrutinio, que por ser actos intermedios no pueden ser
demandados en forma independiente, sino junto con el acto a través del cual se
declara la elección.
REF.: EXPEDIENTE
No. T-2516
Acción de tutela
instaurada por REMBERTO ZUÑIGA, ADOLFO RIASCOS URBANO, MARIA CONSUELO SANCHEZ
RUIZ.
Magistrado Ponente:
Dr. JAIME SANIN GREIFFENSTEIN.
Aprobada según Acta
No. 6
Santafé de Bogotá,
D.C., treinta y uno (31) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES.
Los señores REMBERTO
ZUÑIGA, ADOLFO RIASCOS URBANO y MARIA CONSUELO SANCHEZ RUIZ, mediante apoderado
judicial, han acudido a este mecanismo de protección con el fin de lograr el
restablecimiento del derecho a la participación política (artículo 40 de la
nueva Carta Fundamental), y señalan como autor de su transgresión a algunos
empleados de la Registraduría Nacional del Estado Civil.
A propósito,
expresan los petentes a través de su representante, que sus nombres fueron
inscritos en los pasados comicios electorales celebrados el 8 de marzo del año
que transcurre, con el fin de ser elegidos como miembros del Concejo Municipal
de Buenaventura (Valle), pero debido a que los señores MARCO POLO PALMA y FABIO
DURAN, en su calidad de Registradores Locales del Estado Civil, omitieron
contabilizar un número de sufragios en su favor, no lograron participación
alguna en la citada corporación a pesar de que los datos de los resultados
parciales les aseguraba una curul, irregularidad que también se presentó con el
registro de los votos en blanco, pues en el boletín definitivo aparece un
número inferior al arrojado en los cómputos iniciales.
De otra parte,
alegan, que las actas de votación "casi en 90% han sido adulteradas o
borronadas (sic)....".
II. TRAMITE EN
PRIMERA INSTANCIA.
Por reparto
correspondió al Juez Segundo Penal del Circuito radicado en Buenaventura el
conocimiento de la presente acción, quien en única instancia y dentro del
término legal, decidió denegar la tutela en consideración a que "los
interesados pueden solicitar a la autoridad judicial competente (Tribunal
Administrativo, Concejo Electoral) que se disponga el restablecimiento o
protección del derecho".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE.
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241-9 de la Constitucion Nacional y los
artículos 33 a 36 del Decreto 2591 de 1991, procede la Corte, previa selección
del caso por la Sala correspondiente, a revisar el fallo proferido con ocasión
de la solicitud de amparo de la referencia.
La intención del
Constituyente al crear la llamada acción de tutela, consagrada en el artículo
86 de nuestra Carta Magna y desarrollada por los Decretos 2591 de 1991 y 306 de
1992, fue poner a disposición de toda persona un instrumento de fácil acceso
mediante el cual se lograra el respeto a sus derechos fundamentales, frente a
los abusos de las autoridades públicas y de los particulares en los casos
expresamente señalados por la ley, a través de un procedimiento rápido (si se tiene
en cuenta, por ejemplo, que el juez dispone de un término de 10 días a partir
de la presentación de la solicitud, para decidir), exento de formalidades, ya
que puede interponerse directamente por el afectado sin necesidad de procurador
judicial, verbalmente o por escrito, y sin que se pretendiera, por lo tanto,
suplantar los medios existentes en nuestro ordenamiento jurídico y mucho menos
propiciar la inactividad de las partes al no acudir a dichas vías para lograr
su protección.
Dado que los
accionantes cuestionan los resultados arrojados en los comicios electorales
llevados a cabo el pasado 8 de marzo en la ciudad de Buenaventura para
conformar el Concejo Municipal, al parecer, por contener las actas de
escrutinio anomalías consistentes en tachones, enmendaduras, entre otros, la
acción interpuesta no es el instrumento idóneo al que han debido acudir para el
éxito de sus pretensiones.
En efecto, el
Decreto 2591 de 1991, al instituir las causales de improcedencia de la acción
de tutela, señaló en el artículo 6-1, la existencia de otros recursos o medios
de defensa judiciales, norma que aplicó al juez de primera y única instancia
para rechazar la petición incoada en el caso sub-examine, decisión que comparte
la Sala.
Ahora bien, para la
corrección de las anormalidades mencionadas por los peticionarios, el Código
electoral ha puesto a disposición no solo de los testigos electorales, sino de
los candidatos inscritos y de sus apoderados, como en el evento que se examina,
la llamada Acción de Reclamación que debe ser interpuesta ante la comisión
escrutadora correspondiente, en el mismo momento de la elección y que se
encuentra reglada en el artículo 193 en el que se establece que las
reclamaciones "....podrán presentarse por primera vez durante los escrutinios
que practican las comisiones escrutadoras distritales, municipales o
auxiliares, o durante los escrutinios generales que realizan los Delegados del
Consejo Nacional Electoral. Contra las resoluciones que resuelvan las
reclamaciones presentadas por primera vez ante los Delegados del Consejo
Nacional Electoral, procederá el recurso de apelación en el efecto suspensivo
ante dicho Consejo....", vía a la que no acudieron los petentes, según se
desprende de las pruebas que obran en el proceso.
No obstante lo anterior,
los señores Remberto Zúñiga, Adolfo Riascos Urbano y María Consuelo Sánchez
Ruíz, cuentan con la posibilidad de acudir a la jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo, mediante la Acción Electoral, con el fin de solicitar la
nulidad de la elección y no de las actas de escrutinio, que por ser actos
intermedios no pueden ser demandados en forma independiente, sino junto con el
acto a través del cual se declara la elección (artículo 229 de C.C.A.), lo que
ha sido reiterado en diferentes pronunciamientos emanados del Consejo de
Estado, dentro de los cuales vale citar el auto de fecha 21 de mayo de 1986,
proferido por la Sala Contenciosa Laboral, "....j. Es, pues el acto final
y no uno previo o intermedio, el que debe impugnarse y de ahí que no pueda impetrarse
la nulidad de tales actos administrativos electorales, en forma autónoma, sino
impugnado directamente la nulidad de la declaratoria de elección, aunque los
vicios de nulidad se prediquen de tales actos previos o de trámite
electoral....".
En consecuencia,
dado que se trata de un acto complejo y atendidas las circunstancias concretas,
consideradas las cuales, la acción de tutela no es el instrumento idóneo, lo
pertinente ante lo contencioso administrativo, es solicitar la nulidad del acta
de escrutinio junto con el acto que declaró la elección.
En mérito de las
consideraciones precedentes, la Sala de Revisión número 7 de la Corte
Constitucional, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitucion,
R E S U E L V E :
PRIMERO.- CONFIRMAR la sentencia de 3 de abril de
1992 proferida por el Juez Segundo Penal del Circuito de Buenaventura, mediante
la cual negó la acción de tutela presentada por REMBERTO ZUÑIGA, ADOLFO RIASCOS
URBANO y MARIA CONSUELO SANCHEZ RUIZ.
SEGUNDO.- ORDENAR que por Secretaría se comunique
esta providencia, en los términos y para los efectos previstos en el artículo
36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
130 | T-508-92
Sentencia
No
Sentencia No.
T-508/92
_
ACCION DE TUTELA
La Acción de
Tutela está prevista como un mecanismo procesal complementario, específico y
directo que tiene por objeto la protección concreta e inmediata de los
derechos constitucionales fundamentales, en una determinada situación jurídica,
cuando éstos sean violados o se presente amenaza de su violación.
ACCION POPULAR
Las acciones
populares, aunque estén previstas para la preservación y protección de
determinados derechos e intereses colectivos, pueden abarcar otros derechos de
similar naturaleza, siempre que éstos sean definidos por la ley conforme a la
Constitucion, y no contraríen la finalidad pública o colectiva y concreta a que
quedan circunscritas estas acciones, por sustanciales razones de lógica y
seguridad jurídica. Aunque se enderecen a la protección y amparo judicial de
estos concretos intereses y derechos colectivos, no pueden establecerse ni
ejercerse para perseguir la reparación subjetiva o plural de los eventuales
daños que pueda causar la acción o la omisión de la autoridad pública o del
particular sobre ellos; para estos últimos fines el constituyente erigió el instituto
de las acciones de grupo o de clase y conservó las acciones ordinarias o
especializadas y consagró como complemento residual la Acción de Tutela. Por su
finalidad pública se repite, las Acciones Populares no tienen un contenido
subjetivo o individual, ni pecuniario y no pueden erigirse sobre la
preexistencia de un daño que se quiera reparar, ni están condicionadas por
ningún requisito sustancial de legitimación del actor distinto de su condición
de parte del pueblo.
ACCION POPULAR DE
GRUPO
Las Acciones de
Clase o de Grupo no hacen referencia exclusiva a los Derechos Constitucionales
Fundamentales, ni sólo a los Derechos Colectivos, pues también comprenden a los
Derechos Subjetivos de origen constitucional o legal y necesariamente suponen
la existencia, reclamo y demostración de un perjuicio o daño causado y cuya
reparación se puede pedir ante el juez; empero, exigen siempre que este daño
sea de los que son causados en ciertos eventos a un número plural de personas
que por sus condiciones y por su dimensión deben ser atendidas con prontitud,
inmediatez, efectividad y sin mayores requisitos procesales dilatorios.
DERECHO AL
ESPACIO PUBLICO/ACCION POPULAR DE GRUPO
El derecho
constitucional al Espacio Público, examinado en su dimensión autónoma es un
derecho constitucional de carácter colectivo, que cuenta para su protección
también autónoma con la vía judicial de las acciones populares, con fines
concretos.
ACCION
POPULAR/ACCION DE TUTELA-Improcedencia
El carácter
colectivo del Derecho y del Interés al Espacio Público, en principio excluye la
procedencia de la Acción de Tutela por la específica razón de la existencia de
otras vías judiciales de protección en los términos de las consideraciones que
se señalan más arriba; empero, como se advierte en esta parte de la sentencia,
de ser el atentado o la amenaza de violación a un derecho colectivo como el de
gozar de un Medio Ambiente Sano o del Espacio Público, de tal naturaleza que en
la específica situación se atente de modo directo y eficiente contra un Derecho
Constitucional Fundamental, puede intentarse la Acción de Tutela y amparar uno
y otro derechos simultáneamente. El ejercicio de las acciones populares es la
vía judicial que en principio debe ser utilizada para obtener la protección al
Derecho Constitucional al uso y disfrute del Espacio Público; la vía para
obtener la protección judicial del Derecho Constitucional al Espacio Público
urbano de que trata la petición de la referencia, no es la del ejercicio de
la Acción de Tutela establecida en la citada norma constitucional, salvo que se
invoque como violado y se demuestre la violación directa o la amenaza eficiente
de violación de un Derecho Constitucional Fundamental. No toda ocupación del
Espacio Público conduce a la violación o a la amenaza de violación de los
Derechos Constitucionales como los que señala el peticionario, ni permite la
interposición de la Acción de Tutela y, por el contrario, sobran razones de
orden fáctico para reconocer que existe una relación compleja de derechos e
intereses legítimos de orden constitucional que deben ser regulados conforme al
ordenamiento jurídico, como son el Derecho al Trabajo, la Libertad de
Industria y la Seguridad Personal.
ACCION DE
TUTELA/DERECHOS FUNDAMENTALES-Vulneración
La relación que
se exige entre la violación o la amenaza de violación a un Derecho
Constitucional Fundamental por el desconocimiento de un derecho colectivo u
otro derecho de carácter ordinario debe ser de causalidad directa y eficiente,
pues no basta que se estime la existencia de una relación remota entre la
situación jurídica o de hecho entre una y otra violación o amenaza de violación
para que proceda la Acción de Tutela.
DERECHO DE
PETICION-Vulneración
El Alcalde Menor
se limitó a ordenar la práctica de visitas de inspección para solicitar la
exhibición de licencias de funcionamiento a los ocupantes de los andenes y no
dió respuesta formal y efectiva a los escritos presentados por el peticionario,
esta Corte considera que se incurrió por omisión en la violación al Derecho
Constitucional de Petición.
Sala de Revisión No. 5
Expediente No.
T-2416
Acción de tutela
presentada ante el Juzgado Séptimo Civil Municipal de Bogotá contra la Alcaldía
Menor de Engativá.
Peticionario:
JOSE JOAQUIN OROZCO
NIETO
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Agosto veintiocho (28) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de revisión
en asuntos de tutela, compuesta por los señores Magistrados Simón Rodríguez
Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Fabio Morón Diaz, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente,
resuelve sobre la revisión de la sentencia proferida por el Juzgado Séptimo
Civil Municipal de Bogotá el veintiuno (21) de febrero de mil novecientos
noventa y dos (1992).
I. A N T E C E D E N T E S
A. La Petición
1. El
seis (6) de febrero de 1992 el ciudadano JOSE JOAQUIN OROZCO NIETO, presentó
ante el Juez Cincuenta y Cuatro (54) Civil Municipal de Santafé de Bogotá, que
se encontraba en funciones de reparto, un escrito con varios anexos en el que
interpone la Acción de Tutela establecida en el artículo 86 de la Constitucion
Política, contra el Alcalde Menor de Engativá o su superior jerárquico porque
en su opinión se ha presentado omisión en la protección del Espacio Público en
algunas zonas del Barrio Alamos Norte de Santafé de Bogotá. La petición fue
repartida en debida forma al Juzgado Séptimo (7o.) Civil Municipal, donde se
tramitó la actuación judicial correspondiente.
2. Los
hechos que señala el peticionario como causa de la citada acción se resumen
como sigue:
a.
En su opinión se presentó violación al Derecho Constitucional al Espacio
Público por la ocupación de las zonas verdes y andenes de las vías comprendidas
entre las calles 72 a 75 de la carrera 96 de la ciudad, ya que propietarios de
"servitecas" y talleres de mecánica y "reparadores de automotores"
invaden dicho espacio al impedir el paso de transeuntes y al dificultar la
salida de vehículos automotores de los garajes de las casas que les dan
frente. Estos hechos obligan a las personas naturales a poner en peligro su
integridad física al transitar por vías especialmente diseñadas para vehículos
automotores.
b. El
peticionario demuestra que en varias oportunidades ha presentado quejas sobre
dichos hechos y sobre la situación que se le presenta como habitante de aquella
zona residencial; en este sentido señala que el Alcalde Menor de dicha zona no
ha tomado las medidas correspondientes que en su opinión deben ser las que
lleven al desalojo de los invasores de la zona pública peatonal.
c.
En su petición sostiene que algunos representantes de la Alcaldía han
puesto su nombre en conocimiento de los invasores, lo cual ha generado
actitudes agresivas, insultantes y amenazadoras en perjuicio de su patrimonio
moral y económico y que en nada positivo se ha transformado su petición.
3. En su
opinión, se han violado los artículos 82 y 88 de la Constitucion Nacional ya
que con los hechos descritos se ocupa el Espacio Público en los lugares
señalados, y la autoridad pública encargada de desalojar a las personas
causantes de la lesión no ha actuado de conformidad con sus deberes.
4. Eleva su
solicitud de tutela en atención a que "existen derechos violados a la
comunidad, ya que se corre el riesgo que un peatón sea atropellado por un
vehículo, por ser obligados a caminar por la calle."
B. La Sentencia
que se revisa
Corresponde a esta
Sala la revisión de la sentencia proferida por el Juzgado Séptimo Civil
Municipal de Bogotá, el veintiuno (21) de febrero de mil novecientos noventa y
dos (1992) en la que se atiende la solicitud de tutela de la referencia.
a) La
Decisión
Previas algunas
diligencias probatorias y de sustanciación, el citado Despacho Judicial
resolvió sobre la solicitud formulada y ordenó "Acceder a la tutela
formulada ante este Despacho Judicial por el ciudadano José Joaquín Orozco
Nieto y en consecuencia ampararlo en su pedimento."
Además, el Juez del
conocimiento ordenó lo siguiente:
"...
"Segundo.-
Determinar que en el lapso de 48 horas siguientes a la notificación de esta
parte resolutiva al Alcalde Zonal de Engativá D.C., esta autoridad proceda a
despejar toda la vía correspondiente a la carrera 96 entre las calles 68 a 75
del Barrio Alamos Norte de este Distrito Capital, costado occidental, de los
utensilio (sic), bienes, andamios y en general cualquier otro elemento que
obstruya, obstaculice e invada la zona peatonal o el espacio público,
incluyendo automotores.
"Tercero.-
Ordenar que el Alcalde Zonal de Engativá Distrito Capital, dicte las medidas
conducentes, con el fin de preservar el espacio público y las vías peatonales
de la carrera 96 entre las calles 68 a 75 del barrio Alamos Norte de esta
Capital, costado occidental, contando, de ser preciso con el apoyo de autoridad
necesaria para tal fin.
"Cuarto.-
Advertir al Alcalde Zonal de Engativá D.C., que lo anteriormente dispuesto,
deberá acatarse sin demora, de conformidad con el artículo 27 del Decreto 2591
de 1991 e informar al Juzgado 7o. Civil Municipal de Santafé de Bogotá D.C., el
resultado de su intervención, dentro de las 48 horas siguientes a la práctica
de las mismas.
"Quinto.-
Disponer que mediante telegrama se le informe al señor personero de la zona de
Engativá D.C., acerca de la determinación tomada por este Juzgado, para que
este funcionario supervigile el cumplimiento de la orden impartida y también
disponga lo que es de su cargo para velar por la preservación del espacio
público y evite las invasiones de los andenes y zonas verdes del lugar."
"........"
b) Las
Consideraciones de Mérito
El Despacho Judicial
fundamentó su decisión en las consideraciones que se resumen enseguida:
1. El
Juzgado estima que la petición se dirige contra personas particulares que
violan el Derecho Constitucional a la Libertad de Locomoción consagrado en el
artículo 24 de la Carta Fundamental. En su opinión, esta disposición
constitucional es la "garantía de libertad para todo colombiano, de
circular, ir o venir por todo el territorio de la República, sin limitación
alguna. Este principio recoge las nociones básicas de libertad de movimiento
ya consagradas en nuestra anterior Carta Política y que tiene un amplio
despliegue normativo legal".
2. En
concepto de aquel Despacho "la libertad de locomoción "es
fundamental" para todos los individuos en Colombia, pues toca además con
la posibilidad de establecerse en un lugar determinado, es decir de elegir su
residencia de desplazarse según su voluntad donde quiera. La Carta Fundamental
colombiana consagró expresamente esta libertad y no le impuso restricciones a
su ejercicio, reconociendo a su manera la tutela consagrada en las leyes para
la libertad de circular, para la libertad de locomoción que ya se había
asignado a las autoridades de policía su correspondiente resguardo y
reglamentado además el ejercicio".
3. Los
hechos descritos por el peticionario fueron comprobados por el Juez y sobre
ellos concluye que el tránsito de peatones por la vía correspondiente se halla
completamente obstaculizado, empero, la autoridad administrativa a la que el
ciudadano José Joaquín Orozco Nieto elevó la petición inicial de protección del
Espacio Público se limitó a solicitar a los funcionarios de policía que
verificaran si los invasores de aquél tenían o no licencia de funcionamiento de
sus establecimientos. En este sentido, señala la providencia que se revisa
que:
"La decisión
tomada por la autoridad del lugar, Alcalde Zonal de Engativá, no se compagina
con la realidad probatoria puesta en su conocimiento por el inspector por él
designado, ni en nada aparece congruente con el pedimento formulado por un
ciudadano que reclama para sí y para la comunidad la recuperación inmediata del
espacio público, de las vías peatonales, de los andenes y zonas verdes, que al
ser invadidas y ocupadas frecuentemente, le burlan y le hacen inefectivo su
derecho de locomoción constitucionalmente amparado; luego la decisión
administrativa debe contener los puntos sobre los cuales existe reclamo y no
otros diversos, es más, podría perfectamente hacer pronunciamiento tal
autoridad respecto de las licencias de funcionamiento, pero siempre
resolviéndole al peticionario o reclamante de las zonas peatonales lo
pertinente, ya sea negando o accediendo."
4. El
Despacho llegó al convencimiento de que la tutela debe prosperar puesto que el
Alcalde debió pronunciarse en favor de la protección del Espacio Público, y
porque aquel funcionario incumplió el deber legal de velar por su conservación
y preservación y de proteger el Derecho Constitucional Fundamental a la Libre
Locomoción.
c) La
Impugnación Formulada
- Una vez
ejecutoriada y en firme la providencia que se resume en el acápite anterior, el
señor Juan José Senior Martínez, obrando en su calidad de Alcalde Menor de la
Zona Décima de Engativa del Distrito Capital de Santafé de Bogotá, presentó el
16 de marzo de 1992 escrito de impugnación contra dicho proveído en el que
indica que no existió omisión en el cumplimiento de los deberes que le corresponden
ya que adelantó todas las actuaciones policivas correspondientes sobre los
establecimientos de comercio que de modo intermitente afectan el uso de Espacio
Público señalado por el peticionario; advierte que con la mencionada ocupación
no se ha causado perjuicio irremediable alguno y que la violación al uso del
Espacio Público por los establecimientos de comercio se corrige con las medidas
reguladas por los Códigos Nacional y Distrital de Policía, como son el cierre
temporal del establecimiento, la suspensión de la licencia o el cierre
definitivo del mismo, medidas todas que ordenó debidamente según consta en
oficios cuyas copias aparecen en el expediente.
- Por haberse
presentado extemporáneamente, el anterior escrito no fue tramitado en vía de
impugnación ante el superior del Juez que conoció de la solicitud de tutela y
el expediente fue enviado a la Corte Constitucional para su revisión sin
adelantarse la actuación que pide el mencionado funcionario.
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
Primera. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la sentencia
de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso
tercero y 241 numeral 9 de la Constitucion Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 236 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se
hace por virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala
correspondiente y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
Segunda. La
Materia Objeto de las Actuaciones
a) En primer
término encuentra la Sala que el peticionario de modo expreso solicita por
virtud del ejercicio de la Acción de Tutela que consagra el artículo 86 de la
Carta Política y que reglamenta el Decreto 2591 de 1991, la protección del
Derecho Constitucional al Espacio Público que se garantiza por los artículos 82
y 88 de la Carta Fundamental; además, en concepto de la Corte la cuestión
planteada por el peticionario se contrae específicamente a obtener que se
decrete por vía de la citada acción, la protección inmediata de su Derecho a
gozar del Espacio Público comprendido en las vías peatonales que se localizan
entre las calles 72 a 75 de la carrera 96 de la ciudad de Santafé de Bogotá,
ya que por ser vecino de aquellos sitios y residente en dicho lugar, resulta
afectado en el mencionado Derecho Constitucional por fuerza de la ocupación que
ejercen algunas personas.
b) En un detenido
examen del escrito presentado se encuentra que el peticionario hace radicar la
solicitud en la supuesta omisión de una autoridad pública revestida de
funciones de Policía en el cumplimiento de su deber de proteger el Espacio
Público y, en dicho sentido, aparece implícitamente que el peticionario también
reclama la tutela del Derecho Constitucional de Petición, consagrado en el
artículo 23 de la Carta. Esta reflexión, que se dirige a interpretar el
contenido sustancial de la petición, la hace la Corte atendiendo a la
naturaleza y a la finalidad de la Acción de Tutela, como mecanismo especial de
protección de los Derechos Constitucionales Fundamentales, y para asegurar el
cabal cumplimiento de la Constitucion.
c) Por último, se
tiene que el Despacho Judicial que atendió la petición, fundamenta su actuación
y la orden de tutela decretada en la consideración según la cual en los hechos
narrados por el interesado y en la situación jurídica planteada, se produjo
violación al Derecho Constitucional a la Libre Locomoción y a la Circulación
dentro del territorio, que garantiza el artículo 24 de la Constitucion
Nacional.
d) Así pues,
conceptualmente son tres los grupos de derechos que aparecen como objeto y
materia de las actuaciones comprendidas por la sentencia que se revisa y sobre
las que esta Sala habrá de detenerse como se verá mas adelante.
Tercera:
La Acción de Tutela y el Artículo 86 de la Constitucion Nacional
Como cuestión
preliminar y para definir los fundamentos de esta providencia, esta Sala en
acatamiento de su jurisprudencia reiterada en fallos anteriores estima que la
Acción de Tutela está prevista en el artículo 86 de nuestra Carta Fundamental
como un mecanismo procesal complementario, específico y directo que tiene por
objeto la protección concreta e inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, en una determinada situación jurídica, cuando éstos sean
violados o se presente amenaza de su violación.
Como lo ha señalado
esta Corporación, dicha acción es un medio procesal específico porque se
contrae a la protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, afectados de modo actual e inminente y no a otros, y conduce,
previa la solicitud, a la expedición de una declaración judicial que contenga
una o varias ordenes de efectivo e inmediato cumplimiento. Adviértase que la
Acción de Tutela puede conducir a la indirecta protección de otros derechos de
rango constitucional y legal, siempre que su desconocimiento cause de modo
directo y eficiente la violación específica de cualquier Derecho Constitucional
Fundamental. Como la finalidad prevalente de la Acción de Tutela es la
protección de los Derechos Constitucionales Fundamentales, no puede ejercitarse
sin que se proponga para dicho fin específico, así este comporte la indirecta y
consecuencial protección de otros derechos constitucionales o legales, en el
caso concreto.
Es directo,
porque siempre presupone una actuación preferente y sumaria a la que el
afectado puede acudir sólo en ausencia de cualquier otro medio de defensa
judicial, salvo que se utilice apenas y excepcionalmente como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable y, en todo caso, procura la
restitución al sujeto peticionario en el goce del derecho de rango
constitucional fundamental que se demuestra lesionado.
Es necesario destacar
que tanto en la norma constitucional, como en su desarrollo legislativo, el
ejercicio de la citada acción está condicionado, entre otras razones, por la
presentación ante el Juez de una situación concreta y específica de violación o
amenaza de violación de los derechos fundamentales, cuya autoría debe ser
atribuída a cualquier autoridad pública o, en ciertos eventos definidos por la
ley, a sujetos particulares. Además, el peticionario debe tener un interés
jurídico y pedir su protección también específica, siempre en ausencia de otro
medio judicial de protección o excepcionalmente, como mecanismo transitorio
para evitar un perjuicio irremediable.
Es, en efecto, un
mecanismo judicial de origen constitucional de evidente carácter residual
que está previsto para asegurar la tutela efectiva y sustancial de los derechos
constitucionales fundamentales, pues "solo procederá cuando el afectado
no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable". Se
establece así un sistema complementario de garantía de aquellos derechos
constitucionales fundamentales que, con determinadas características de
sumariedad, preferencia y efectividad, impida en dicho ámbito la ausencia de su
protección judicial, pues el constituyente quiso superar con sus previsiones,
determinadas deficiencias de la organización del sistema judicial que, entre
otras causas, por su carácter legislado, no garantizaba la plena, efectiva e
integral protección de los derechos constitucionales fundamentales tan caros al
Estado Social y Democrático de Derecho y al constitucionalismo en todas sus
evoluciones.
No se trata de una
vía de defensa de la Constitucion en abstracto o con fines generales, que pueda
dirigirse contra todos los integrantes o agentes de una Rama del Poder Público
en su conjunto, o contra un acto con vocación general y abstracta para lo cual
la Carta y la ley establecen otras vías; ni versa sobre derechos subjetivos
controvertibles judicialmente por las vías ordinarias o especializadas, ni
sobre la legalidad de los actos administrativos de contenido individual,
subjetivo y concreto, atacables ante la jurisdicción constitucionalmente
competente de lo contencioso administrativo.
Su consagración constitucional
se endereza a establecer un procedimiento, o eventualmente un conjunto de
procedimientos judiciales autónomos, específicos y directos de garantía
inmediata de muy precisos derechos y libertades establecidos en principio
en el capítulo I del Título Segundo de la Constitucion y considerados como
fundamentales, cuando quiera que, se repite, sean agraviados por la concreta
acción o la omisión de una autoridad pública o por un organismo del Estado,
siempre identificable específicamente como una autoridad responsable de la
misma, o por un particular en los términos señalados por la ley.
Cuarta. El
artículo 88 de la Carta y las Acciones Populares
1. Como una de las
tantas innovaciones introducidas por la Carta Política de 1991 al régimen constitucional
colombiano de protección judicial de los derechos de las personas, aparecen en
los incisos primero y segundo del artículo 88 de la Constitucion el concepto de
Acciones Populares con fines concretos y el de Acciones de Clase
o de Grupo.
Estas disposiciones
establecen que:
"La ley
regulará las acciones populares para la protección de los derechos e intereses
colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad y la
salubridad públicos, la moral administrativa, el ambiente, la libre competencia
económica y otros de similar naturaleza que se definen en ella.
"También
regulará las acciones originadas en los daños ocasionados a un número plural de
personas, sin perjuicio de las correspondientes acciones particulares.
"...".
Aspecto sustancial
de esta innovación es su fundamento constitucional directo y su extensión a
ámbitos que no habían sido objeto de regulación antecedente.
Empero, cabe
destacar que en nuestro sistema jurídico ya se conocía de antaño la figura de
las acciones populares consagrada en el orden legal en varias disposiciones del
Código Civil, y más recientemente en otras normas pertenecientes a regulaciones
alejadas de aquel texto como se verá en detalle más adelante.
2. No sobra
advertir, para los fines apenas ilustrativos de esta parte de la providencia,
que las Acciones Populares y Ciudadanas con fines abstractos se
conocen en Colombia desde los mismos orígenes de la República como instrumentos
para asegurar la legalidad y la constitucionalidad de los actos jurídicos de
carácter legislativo y administrativo; aquellas acciones han sido, en su
desarrollo práctico, uno de los instrumentos procesales más destacados en toda
nuestra historia jurídico-política y aparecen reiteradas en el nuevo texto
constitucional como uno de los aportes nacionales a la ciencia constitucional
del mundo occidental.
3. Ahora bien, por
el contrario, nuestras acciones populares con fines concretos han
sufrido las visicitudes propias de un sistema jurídico típicamente
jurisdiccional y legislado, que no ahondó en el fortalecimiento de las
competencias del juez y de sus capacidades protectoras de los derechos de las
personas y que limitó seriamente las vías de acceso a la justicia; desde luego,
este destino histórico no fue sufrido únicamente por nuestro derecho, ya que
buena parte de los regímenes similares al nuestro y que seguían sus mismas
tendencias, se pueden catalogar dentro de estas características.
4. Sólo a partir
de la segunda mitad de este siglo, el movimiento constitucionalista continental
europeo y latinoamericano paulatinamente se ocupó de reexaminar las condiciones
estructurales del concepto de acceso a la justicia y recibió parcialmente las
influencias del derecho anglo-americano, incorporando en principio, y en
distintas formas, los instrumentos que dan al juez un marco más amplio de
competencias enderezadas a los fines propios de la defensa de las personas
frente a los poderes del Estado, de la Administración, de los gobiernos y de
los grupos económicamente más fuertes dentro de las sociedades fundamentadas
en la economía capitalista.
Con los mismos fines
ilustrativos, se tiene que la Teoría General del Proceso influenciada por el
derecho constitucional contemporáneo, se ha ocupado de plantear la problemática
judicial derivada de las siempre cambiantes condiciones de las sociedades, y en
consecuencia, el viejo concepto de igualdad ha sido reexaminado de tal manera
que en sus distintos aspectos, la regulación del proceso ha avanzado de modo
notable con instituciones ya recibidas en nuestro ordenamiento jurídico;
empero, las más profundas modificaciones en lo que hace a la problemática del
acceso a la justicia han exigido al Derecho Constitucional y a la misma Teoría General
del Proceso el abordar nuevos y más grandes retos, desconocidos e
inimaginados inclusive en las primeras etapas de evolución del Estado
demoliberal.
Lo que caracteriza
estas evoluciones no es tanto la consagración de las libertades sino su vigencia
por virtud de la actividad procesal; en otros términos, para el derecho
contemporáneo no resulta suficiente consagrar los derechos de las personas en
la Constitucion para que estos sean respetados por las autoridades y por las
personas en general.
5. Naturalmente
cabe destacar que dentro de nuestra tradición constitucional los remedios
judiciales previstos para la protección de los derechos de las personas se han
dividido entre los que son específicamente previstos para la protección
inmediata de los derechos constitucionales como el Habeas Corpus, las
Acciones Públicas de inconstitucionalidad y de nulidad y la Excepción de
Inconstitucionalidad, y los que son ordinarios y comprenden los derechos
subjetivos y los intereses legítimos como el procedimiento civil y el
procedimiento contencioso administrativo; en este mismo sentido se pronunció
la Carta de 1991, pero por voluntad expresa del Constituyente ésta fue mucho
más allá al incrementar no sólo el número de los derechos fundamentales de la
persona humana y al hacer extensiva su eventual protección judicial a todas las
personas, inclusive en algunas situaciones jurídicas, a la persona moral, sino
al establecer mayores y más efectivos medios específicos de su amparo judicial,
como ocurre con la denominada Acción de Tutela consagrada en el artículo 86 de
la Carta, enderezada de modo complementario pero directo hacia la protección de
los derechos constitucionales fundamentales de las personas.
Igual predicado se
hace sobre las Acciones Populares con fines concretos previstas específicamente
para la protección de los derechos e intereses colectivos (art. 88 inciso
primero) y sobre las Acciones de Grupo o de clase (art. 88 inciso segundo)
para proteger todo tipo de derechos que resulten "dañados" en un
grupo amplio de personas.
Estas disposiciones
constitucionales se encuadran obviamente dentro del conjunto armónico y
ordenado de las demás vías, instancias y competencias judiciales ordinarias y especializadas
que tienen igual fundamento constitucional; en este sentido, es claro el deber
del legislador de proveer con sus regulaciones los desarrollos normativos que
den a cada uno de estos instrumentos la posibilidad coherente y sistemática de
su efectivo ejercicio por todas las personas.
Desde esta
perspectiva, se tiene que las Acciones Populares, sin ser un instituto
desconocido en nuestro medio, ahora aparecen ocupando un lugar preminente que
irradia con sus proyecciones constitucionales una nueva dinámica al derecho
público colombiano; esto significa, principalmente, que aquellas dejarán de
estar en el olvido y que, tanto jueces como ciudadanos en general, podrán
ocuparse de estas con mayor efectividad que antes. Ahora, la Corte
Constitucional advierte que se hace necesario promover entre los ciudadanos y
los operadores del derecho una sólida conciencia cívica para dar a estas
previsiones el impulso práctico que merecen en favor de la vigencia de la Carta
y de los cometidos garantísticos señalados por el constituyente. Esta
consideración se hace teniendo en cuenta la situación jurídica planteada en el
caso que se examina, puesto que, como se ha visto, el peticionario pretende en
principio y de modo expreso la protección por vía de la Acción de Tutela de un
Derecho e Interés Colectivo de los que enumera expresamente la Carta, como se
verá enseguida.
6. En este orden
de ideas se observa que el inciso primero del artículo 88 de la Carta, al
consagrar las denominadas Acciones Populares como otro de los instrumentos de
defensa judicial de los derechos de las personas, señala también el ámbito
material y jurídico de su procedencia en razón de la naturaleza de los bienes
que se pueden perseguir y proteger a través de ellas; estas aparecen
previstas para operar dentro del marco de los derechos e intereses colectivos
que son, específicamente, el patrimonio público, el espacio público y la
salubridad pública; igualmente, se señala como objeto y bienes jurídicos
perseguibles y protegidos por virtud de estas acciones, la moral
administrativa, el ambiente y la libre competencia económica. Esta lista no es
taxativa sino enunciativa y deja dentro de las competencias del legislador la
definición de otros bienes jurídicos de la misma categoría y naturaleza.
Queda claro, pues,
que estas acciones, aunque estén previstas para la preservación y protección de
determinados derechos e intereses colectivos, pueden abarcar otros derechos de
similar naturaleza, siempre que estos sean definidos por la ley conforme a la
Constitucion, y no contraríen la finalidad pública o colectiva y concreta a que
quedan circunscritas estas acciones, por sustanciales razones de lógica y
seguridad jurídica.
También se
desprende de lo anterior que las acciones populares aunque se enderecen a la
protección y amparo judicial de estos concretos intereses y derechos
colectivos, no pueden establecerse ni ejercerse para perseguir la reparación
subjetiva o plural de los eventuales daños que pueda causar la acción o la
omisión de la autoridad pública o del particular sobre ellos; para estos
últimos fines el constituyente erigió el instituto de las acciones de grupo o
de clase y conservó las acciones ordinarias o especializadas y consagró como
complemento residual la Acción de Tutela.
Dentro de este
ámbito, a lo sumo, podría establecerse en la ley, como consecuencia de su
ejercicio y del reconocimiento de su procedencia, una recompensa o premio a
quien en nombre y con miras en el interés colectivo la promueva. Por su
finalidad pública se repite, las Acciones Populares no tienen un contenido
subjetivo o individual, ni pecuniario y no pueden erigirse sobre la
preexistencia de un daño que se quiera reparar, ni están condicionadas por
ningún requisito sustancial de legitimación del actor distinto de su condición
de parte del pueblo.
Característica
fundamental de las Acciones Populares previstas en el inciso primero del
artículo 88 de la Constitucion Nacional, es la que permite su ejercicio pleno
con carácter preventivo, pues, los fines públicos y colectivos que las
inspiran, no dejan duda al respecto y en consecuencia no es, ni puede ser
requisito para su ejercicio el que exista un daño o perjuicio sobre los
derechos que se pueden amparar a través de ellas. Desde sus más remotos y
clásicos orígenes en el Derecho Latino fueron creadas para prevenir o precaver
la lesión de bienes y derechos que comprometen altos intereses colectivos
sobre cuya protección no siempre cabe la espera del daño; igualmente buscan la
restitución del uso y goce de dichos intereses y derechos colectivos. En
verdad, su poco uso y otras razones de política legislativa y de conformación
de las estructuras sociales de nuestro país, desdibujaron en la teoría y en la
práctica de la función judicial esta nota de principio. Los términos del
enunciado normativo a que se hace referencia en este apartado, no permiten duda
alguna a la Corte sobre el señalado carácter preventivo y restitutorio y se
insiste ahora en este aspecto dadas las funciones judiciales de intérprete de
la Constitucion que corresponden a esta Corporación.
Además, su propia
condición permite que puedan ser ejercidas contra las autoridades públicas por
sus acciones u omisiones y, por las mismas causas, contra los particulares; su
tramitación es judicial y la ley debe proveer sobre ellas atendiendo a sus
fines públicos y concretos, no subjetivos ni individuales.
7. Ahora bien, el
inciso segundo del citado artículo 88 de la Carta preve otro mecanismo de
sustancial importancia dentro del campo de las garantías judiciales de los
derechos de las personas, conocido como las Acciones de Clase o de Grupo.
Estas, igualmente regulables por la ley, no hacen referencia exclusiva a los
Derechos Constitucionales Fundamentales, ni sólo a los Derechos Colectivos,
pues también comprenden a los Derechos Subjetivos de origen constitucional o
legal y necesariamente suponen la existencia, reclamo y demostración de un
perjuicio o daño causado y cuya reparación se puede pedir ante el juez;
empero, exigen siempre que este daño sea de los que son causados en ciertos
eventos a un número plural de personas que por sus condiciones y por su
dimensión deben ser atendidas con prontitud, inmediatez, efectividad y sin
mayores requisitos procesales dilatorios. El acceso a la justicia es también
en estos casos preocupación fundamental del constituyente que al consagrarlos
da nuevas herramientas a la sociedad para la protección de los derechos de las
personas en sus distintos ámbitos.
8. Señaladas las
anteriores observaciones, procede la Sala a formular el examen de los elementos
de derecho que se destacan como relevantes y pertinentes en la providencia que
se revisa, en especial los que tienen relación con la noción y los elementos
del Derecho Constitucional al Espacio Público.
Quinta: El
Derecho Constitucional sobre el Espacio Publico. (Arts. 82 y 88 C.N.)
1. El derecho de
todas las personas al uso del Espacio Público aparece ahora consagrado en los
artículos 82 y 88 de la nueva Carta Fundamental de 1991; en este sentido es claro
que aquella garantía adquiere carácter de norma constitucional en respuesta a
las contemporáneas tendencias del Derecho Publico que son de recibo en nuestro
sistema jurídico, en dicho nivel, por los trabajos de la Asamblea Nacional
Constitucional.
No obstante lo
anterior, cabe destacar que en el ámbito de la legislación nacional existen de
antaño disposiciones que aseguran su respeto y garantía y que aun conservan su
vigencia e imperio, pero que deben ser examinadas bajo los enunciados de la
actual normatividad constitucional con el fin de obtener su cabal
entendimiento.
Aquellas dos
disposiciones regulan la materia de la garantía constitucional del derecho al
Espacio Publico en varias de sus expresiones, así:
a) Como deber del
Estado de velar por la protección de la Integridad del Espacio Publico.
b) Como deber del
Estado de velar por su destinación al uso común.
c) Por el carácter
prevalente del uso común del Espacio Público sobre el interés particular.
d) Por la facultad
reguladora de las entidades publicas sobre la utilización del suelo y del
espacio aéreo urbano en defensa del interés común.
e) Como Derecho e
Interés Colectivo.
f) Como objeto
material de las acciones populares y como bien jurídicamente garantizable a
través de ellas.
2. Así las cosas,
se tiene que estas disposiciones constitucionales redefinen la noción de
Espacio Público y señalan las características especiales que permiten
distinguirla en dicho nivel normativo, de la noción jurídica general y de los
elementos materiales del espacio no público. En efecto, aquel concepto esta
compuesto por porciones del ámbito territorial del Estado que son afectados al
uso común por los intereses y derechos colectivos y de algunos otros de carácter
fundamental cuya satisfacción permiten; ademas, comprende partes del suelo y
del espacio aéreo, así como de la superficie del mar territorial y de las vías
fluviales que no son objeto del dominio privado, ni del pleno dominio
fiscal de los entes públicos. Cabe advertir que desde las mas antiguas
regulaciones legales sobre la permisión del uso y del goce público de las
construcciones, hechas a expensas de los particulares en bienes que les
pertenecen, es de recibo la figura del Espacio Público como comprensiva de los
bienes afectados al uso o goce común de los habitantes del territorio.
El Espacio Público
comprende, pues, aquellas partes del territorio que pueden ser objeto del
disfrute, uso y goce de todas las personas con finalidades de distinta índole y
naturaleza, que se enderezan a permitir la satisfacción de las libertades
públicas y de los intereses legítimos que pueden radicarse en cabeza de todas
las personas de conformidad con el orden jurídico; en principio, en dichas
partes del territorio las personas en general no pueden ejercer plenamente el
derecho de propiedad o de dominio, sea privado o fiscal.
No obstante lo
señalado, por virtud de la naturaleza de la institución y por los altos fines a
los que obedece su consagración constitucional, el Espacio Público es objeto de
la regulación jurídica por virtud de la acción del Estado en sus diversos
niveles que van desde las definiciones y prescripciones de carácter legal,
hasta las disposiciones, reglamentos y ordenes administrativas.
Adquiere esta noción
una categoría especial en el nuevo orden normativo constitucional, pues el
constituyente optó por la alternativa de consagrarla en el nivel constitucional
para permitir al legislador su desarrollo dentro del marco del Estado y de la Constitucion
pluralistas que se inauguran a partir de la entrada en vigencia de la Carta de
1991. Igualmente, las dimensiones sociales de la Carta y la redefinición
general de los valores y fines que deben ser objeto del desarrollo legislativo
y de la actividad de todos los organismos y entidades del Estado, presuponen
que nociones como la que se examina habrán de ser objeto prevalente en la
dinámica de la sociedad que se quiere definir y construir, dentro del marco del
Estado Social de Derecho y de la Democracia participativa.
3. El
Constituyente puso suficiente atención en la tarea de regular
constitucionalmente esta primordial vertiente del ordenamiento jurídico, no
solo para atender a las tradicionales necesidades de las personas en el ámbito
del ejercicio de las libertades públicas fundamentales de contenido espiritual
y económico que requieren de los espacios y bienes de uso público para
procurar la satisfacción de sus anhelos y designios en libertad, sino ademas,
para permitir la real y cierta promoción de los nuevos ámbitos de la actividad
del hombre en sociedad, como especie y como sujeto de cultura; en efecto, los
fenómenos contemporáneos de la "masificación" de las relaciones en
las se ve comprometido el hombre, principalmente en lo que se relaciona con la
urbanización y con los sistemas económicos en todos sus elementos como son la
producción, la distribución y el consumo de bienes y servicios sometidos a
inestables y cambiantes circunstancias, hace que se busquen mejores condiciones
físicas de satisfacción racional de los anhelos siempre presentes de libertad.
Por esto, garantizar constitucionalmente la protección integral del derecho al
Espacio Público es permitir la promoción de nuevos y más efectivos medios de
gratificación espiritual al ser humano, que debe poder desligarse y superar los
fenómenos propios del postmodernismo.
El derecho
urbanístico junto con el derecho ambiental son, en este sentido, la mas
decantadas de las elaboraciones jurídicas que se ocupan de estos fenómenos
propios de las sociedades contemporáneas y atiende de manera primordial la
regulación de los diversos aspectos del Espacio Público como la planeación
local, la ordenación del espacio urbano, le regulación administrativa de
dicho espacio etc.. No cabe duda de que las decisiones básicas sobre el
fenómeno del urbanismo se han disociado de los conceptos tradicionales del
derecho de propiedad y que la Administración ha recogido como función pública
ineludible la de atender normativa y operativamente sus problemas, lo cual
supone el rediseño conceptual del objeto de que se ocupan y la introducción de
las reformas suficientes en el ordenamiento jurídico con el propósito de
garantizar, bajo el riguroso fundamento de las normas y de la actividad del
Estado en general, los requerimientos que se describen, como lo hacen las
disposiciones constitucionales que se citan (Arts. 82 y 88 C.N.).
Como se verá mas
adelante, también el Constituyente ha decidido abordar el complejo y dinámico
problema social urbano, y es así como dispuso, que el ordenamiento de las
ciudades, de sus magnitudes, y su configuración, no sean en absoluto asuntos de
naturaleza privada sino de eminente proyección pública en el sentido de que no
pertenecen al arbitrio exclusivo de los intereses abstractos y subjetivos de
los propietarios del suelo o de cualquiera persona en particular.
Los fenómenos que
comprende el urbanismo son hechos colectivos de naturaleza especial que
interesan a la sociedad entera, ya que se proyectan sobre toda la vida
comunitaria, de manera directa, y sus consecuencias tocan con la existencia,
financiación, disposición y extensión de los servicios públicos fundamentales
como los de salud, vivienda, higiene, transporte, enseñanza, electricidad,
agua, alcantarillado y esparcimiento etc..
4. Ahora bien, con
fines ilustrativos se tiene que en las iniciales regulaciones legales sobre el
punto del Espacio Publico, históricamente aparecen las disposiciones del Código
Civil contenidas principalmente en los Artículos 674 a 684 ( De los Bienes de
la Unión) y 690 (Libertad de Pesca); estas previsiones legales se contraen,
por distintas razones a la regulación del tema de los bienes de uso publico,
denominados también por aquel Código como BIENES DE LA UNION DE USO PUBLICO O
BIENES PUBLICOS DEL TERRITORIO. Dicha definición legal en esencia y con
carácter enunciativo, comprende calles, plazas, puentes, caminos públicos, ríos
y lagos y en general todos los bienes de la Unión de uso publico.
Además, es claro que
para el legislador ordinario en nuestro país, es admisible desde siempre la
figura de los bienes de propiedad particular que son destinados o afectados al
uso y goce de todos los habitantes de un territorio, como puentes y caminos
y cualesquiera otras construcciones, hechos todos a expensas de personas
particulares y en sus tierras y que no son considerados por la ley como bienes
fiscales, sino que quedan comprendidos bajo la categoría de bienes de uso
publico por permiso del dueño. (art. 676 C.C.).
También aparecen
especiales regulaciones sobre las aguas que corren por los cauces naturales en
más de una heredad y sobre lagos, establecidas por los artículos 677 y 690 del
mismo código, pues estas, por definición legal son de uso público y en ellas se
podrá pescar libremente dentro de las regulaciones legales y administrativas
correspondientes y, por tanto, también caben dentro de la noción histórica de
Espacio Publico.
5. En relación con
los Bienes de la Unión que son afectados al uso publico, los artículos 678,
679, 680 y 681, establecen las principales regulaciones enderezadas a su
protección, así:
"Articulo 678.
El uso y goce que para el tránsito, riego, navegación y cualesquiera otros
objetos lícitos, corresponden a los particulares en las calles, plazas, puentes
y caminos públicos, en ríos y lagos, y generalmente en todos los bienes de la
Unión de uso público, estarán sujetos a las disposiciones de este Código y a
las demás que sobre la materia contengan las leyes."
"Artículo 679.
Nadie podrá construir, sino por permiso especial de autoridad competente, obra
alguna sobre las calles, plazas, puentes, playas, terrenos fiscales, y demás
lugares de propiedad de la Unión."
"Artículo.
680. Las columnas, pilastra, gradas, umbrales y cualesquiera otras
construcciones que sirvan para la comodidad u ornato de los edificios, o hagan
parte de ellos, no podrán ocupar ningún espacio, por pequeño que sea, de la
superficie de las calles, plazas, puentes, caminos y demás lugares de propiedad
de la Unión.
"Los edificios
en que se ha tolerado la práctica contraria, estarán sujetos a la disposición
de este artículo, si se reconstruyeren."
"Artículo
681. En los edificios que se construyan a los costados de calles o plazas, no
podrá haber, hasta la altura de tres metros, ventanas, balcones, miradores u
obras que salgan más de medio decímetro fuera del plano vertical del lindero,
ni podrá haberlos más arriba que salgan del dicho plano vertical sino hasta la
distancia horizontal de tres decímetros.
"Las disposiciones
de este artículo se aplicarán a las reconstrucciones de dichos edificios."
6. Desde otro punto
de vista, que igualmente corresponde a las más avanzadas tendencias
contemporáneas del derecho público a las que se hace referencia en este
acápite, se encuentran las regulaciones incorporadas a nuestro ordenamiento
jurídico por la Ley 9a de 1989, "Por la cual se dictan normas sobre planes
de desarrollo municipal, compraventa y expropiación de bienes y se dictan otras
disposiciones", conocida igualmente como Ley de Reforma Urbana.
Este cuerpo
normativo se expidió en el marco de la evolución del moderno derecho
urbanístico que se produce en atención a los grandes fenómenos sociológicos y
económicos típicos de las sociedades de nuestros días y que también afectan
nuestro medio; adviértase que sobre dicha disposición legal la Corte Suprema de
Justicia tuvo oportunidad de pronunciar varias sentencias en las que se examina
su constitucionalidad, y que aún proyectan su influjo sobre la jurisprudencia y
la interpretación de dicha ley.
Esta última
prescripción normativa establece por vía de la definición legal, los elementos
jurídicos que integran la noción de Espacio Público, así:
"Artículo 5o.
Entiéndese por espacio público el conjunto de inmuebles públicos y los
elementos arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados, destinados por
su naturaleza, por su uso o afectación, a la satisfacción de necesidades
urbanas colectivas que trascienden, por tanto, los límites de los intereses de
los habitantes.
"Así,
constituyen el espacio público de la ciudad las áreas para la recreación
pública, activa o pasiva, para la seguridad y tranquilidad ciudadana. Las
franjas de retiro de las edificaciones sobre las vías, fuentes de agua,
parques, plazas, zonas verdes y similares, las necesarias para la instalación y
mantenimiento de los servicios públicos básicos, para la instalación y uso de
los elementos constitutivos del amoblamiento urbano en todas sus expresiones,
para la preservación de las obras de interés público y de los elementos
históricos, culturales, religiosos, recreativos y artísticos, para la
conservación y preservación del paisaje y los elementos naturales del entorno
de la ciudad, los necesarios para la preservación y conservación de las playas
marinas y fluviales, los terrenos de bajamar, así como de sus elementos
vegetativos, arenas y corales y, en general, por todas las zonas existentes o
debidamente proyectadas en las que el interés colectivo sea manifiesto y
conveniente y que constituyen, por consiguiente, zonas para el uso y el
disfrute colectivo."
"Artículo 6o.
El destino de los bienes de uso público incluídos en el espacio público de las
áreas urbanas y suburbanas no podrá ser variado sino por los concejos, juntas
metropolitanas o por el consejo intendencial, por iniciativa del alcalde o
Intendente de San Andrés y Providencia, siempre y cuando sean canjeados por
otros de características equivalentes.
"El retiro del
servicio de las vías públicas continuará rigiéndose por las disposiciones
vigentes.
"Los parques y
zonas verdes que tengan el carácter de bienes de uso público, así como las vías
públicas, no podrán ser encerrados en forma tal que priven a la ciudadanía de
su uso, goce, disfrute visual y libre tránsito."
7. Sin perjuicio de
su examen posterior, adviértase que el artículo 8o. de la Ley 9a de 1989, en
concordancia con lo dispuesto por el artículo 5o. del Decreto 2400 de 1989,
reglamentario de la anterior, es explícito en señalar como instrumento judicial
específico previsto para la protección de los elementos constitutivos del
Espacio Público la procedencia de las acciones populares previstas en el
artículo 1005 del Código Civil.
"Ley 9a. de
1989
"......
"Artículo 8o.
Los elementos constitutivos del espacio público y el medio ambiente tendrán
para su defensa la acción popular consagrada en el artículo 1005 del Código
Civil. Esta acción también podrá dirigirse contra cualquier persona pública o
privada, para la defensa de la integridad y condiciones de uso, goce y
disfrute visual de dichos bienes mediante la remoción, suspensión o prevención
de las conductas que comprometieren el interés público o la seguridad de los
usuarios.
"El
incumplimiento de las órdenes que expida el juez en desarrollo de la acción de
que trata el inciso anterior configura la conducta prevista en el artículo 184
del Código Penal de 'fraude a resolución judicial'.
"La acción
popular de que trata el artículo 1005 del Código Civil podrá interponerse en
cualquier tiempo, y se tramitará por el procedimiento previsto en el num. 8 del
artículo 414 del Código de Procedimiento Civil."
"DECRETO 2400
DE 1989
"......
"Artículo 5o.
Para efectos del artículo 8o. de la Ley 9a. de 1989, se entiende por usuario
del espacio público y del medio ambiente cualquier persona pública o privada
que haga uso o pueda llegar a hacer uso de un determinado espacio público o que
haya sido afectada o pueda ser afectada por un determinado medio ambiente.
"Artículo 6o.
La acción popular de que trata el artículo 1005 del Código Civil, podrá ser
ejercitada por los usuarios para la defensa del espacio público y del medio
ambiente.
"Para
determinar el Juez competente, se tendrá en cuenta el carácter público o
privado de la persona demandada."
8. De otra parte, se
tiene que el Código Nacional de Policía (Decreto No. 1355 de 1970) regula las
competencias de los funcionarios y de las autoridades de policía en lo que se
relaciona con la protección de los monumentos históricos y de los lugares
artísticos de interés general y asigna a dichas autoridades la facultad de
prevenir los atentados contra la integridad de los bienes de uso público.
Igualmente, dicho Código establece de modo especial la competencia de los
alcaldes municipales en materia de la restitución de los bienes de uso
público como vías públicas urbanas o rurales o zona para el tránsito de trenes
en caso de ocupación, previa la determinación por cualquier medio que esté al
alcance de dichos funcionarios de la situación de perturbación y de las
características de dichos bienes.
SEXTA: El Amparo
Judicial del Derecho al Espacio Público.
1. Sentadas las
anteriores consideraciones, esta Corporación se ocupa del examen de los
aspectos de hecho relacionados con la procedencia y la conducencia de la acción
intentada en el ámbito del bien jurídico que se pretende amparar por virtud de
la Acción de Tutela.
En este sentido cabe
advertir, con el fin de brindar elementos de precisión conceptual, que el
derecho constitucional al Espacio Público, examinado en su dimensión autónoma
es un derecho constitucional de carácter colectivo, que cuenta para su
protección también autónoma con la vía judicial de las acciones populares, con
fines concretos de que trata el artículo 88 de la Carta Fundamental que se
examina mas arriba. Dicho derecho esta consagrado expresamente en los artículos
82 y 88 de la Carta Fundamental bajo el título de los Derechos Colectivos y
del Ambiente; además, aparece relacionado en la lista enunciativa que
establece el inciso primero del Artículo 88 de la Carta como objeto de las
citadas acciones populares.
En estas
condiciones, los enunciados normativos del inciso segundo del artículo 88 de la
Carta, prescriben con claridad que en cuanto entidad jurídica autónoma, el
derecho específico al uso y goce común y prevalente sobre el interés particular
del Espacio Público, también está garantizado judicialmente por virtud de un
instrumento procesal específico y directo de carácter principal y de naturaleza
también autónoma, conocido como las acciones populares y, en caso de daño
subjetivo pero plural, por virtud de las acciones de grupo o de clase, amen de
las vías judiciales ordinarias y de los casos especiales de responsabilidad
objetiva que establezca la ley.
2. Asunto bien
diferente es el del impacto de las violaciones al Derecho Constitucional al
Espacio Público o al Derecho Constitucional a gozar de un Medio Ambiente Sano
sobre el núcleo esencial de los Derechos Constitucionales Fundamentales de la
persona humana como son la Salud, la Integridad Física, la Vida o la Libertad
de Circulación o de Movimiento, entre otros, los que bien pueden ser protegidos
bajo ciertas condiciones de causalidad directa y eficiente por virtud del
ejercicio de la Acción de Tutela, con independencia de la existencia de las
restantes vías judiciales que, como las acciones populares, están previstas de
modo específico para lograr el amparo de aquellos.
Sin lugar a duda, se
repite, el citado artículo 88 de la Carta señala el carácter colectivo del
Derecho y del Interés al Espacio Público, lo cual en principio excluye la
procedencia de la Acción de Tutela en los términos señalados por el articulo 86
de la normatividad superior por la especifica razón de la existencia de otras
vías judiciales de protección en los términos de las consideraciones que se
señalan más arriba; empero, como se advierte en esta parte de la sentencia, de
ser el atentado o la amenaza de violación a un derecho colectivo como el de
gozar de un Medio Ambiente Sano o del Espacio Público, de tal naturaleza
que en la específica situación se atente de modo directo y eficiente contra un
Derecho Constitucional Fundamental, puede intentarse la Acción de Tutela y
amparar uno y otro derechos simultáneamente.
3. De lo visto se
concluye que el ejercicio de las acciones populares de que trata
específicamente el citado artículo 8o. de la Ley 9a. de 1989 es la vía judicial
que en principio debe ser utilizada para obtener la protección al Derecho
Constitucional al uso y disfrute del Espacio Público; así las cosas, esta Sala
de la Corte Constitucional encuentra que de conformidad con lo dispuesto por la
Carta y por la Ley 9a. de 1989, la vía para obtener la protección judicial del
Derecho Constitucional al Espacio Público urbano de que trata la petición de
la referencia, no es la del ejercicio de la Acción de Tutela establecida en la
citada norma constitucional, salvo que se invoque como violado y se demuestre
la violación directa o la amenaza eficiente de violación de un Derecho
Constitucional Fundamental, como parece indicarlo el peticionario al señalar
que se atenta contra el Derecho a la Vida de los transeúntes de los andenes
públicos invadidos, o como concluye el Despacho de origen, al estimar violado
el Derecho Constitucional a la Libre Circulación o al movimiento. Empero, a
juicio de la Corte y en el caso concreto que se examina, dicha relación es solo
remota y discutible y no es suficiente para que proceda la Acción de Tutela
impetrada en favor del amparo de estos últimos derechos.
4. Se advierte que
en concepto de esta Sala la petición de tutela no debió prosperar por ninguno
de estos dos aspectos, aunque si debe concederse por lo que hace a la solicitud
de amparo del Derecho Constitucional de Petición (art. 23 C.N.). Además, se repite,
en el específico caso formulado por el peticionario no debió prosperar la
citada Acción de Tutela por el solo aspecto de la solicitud del amparo judicial
del Derecho al Espacio Público consagrado en los artículos 82 y 88 de la Carta
Fundamental como en efecto ocurrió, ya que como se ha reiterado para dicho fin
existen otras vías judiciales específicas de protección.
Ahora bien, cabe
examinar si en el caso concreto procedía la Acción de Tutela por el aspecto de
la indirecta amenaza de violación al Derecho Constitucional a la Vida y a la
Integridad Personal o a la Libre Locomoción que se dice causada por la
ocupación de los andenes públicos.
En opinión de la
Corte la relación que se exige entre la violación o la amenaza de violación a
un Derecho Constitucional Fundamental por el desconocimiento de un derecho
colectivo u otro derecho de carácter ordinario debe ser de causalidad directa y
eficiente, pues no basta que se estime la existencia de una relación remota
entre la situación jurídica o de hecho entre una y otra violación o amenaza de
violación para que proceda la Acción de Tutela. De admitirse lo contrario, se
produciría una cadena ilógica de relaciones y actuaciones por vía del ejercicio
de la Acción de Tutela que desquiciaría el orden jurídico y reduciría toda la
actividad judicial a la solución de controversias sobre las causas de las
causas hasta la causa última de los hechos y situaciones jurídicas sometidos al
conocimiento de los jueces. Tarea esta última que está por fuera de la voluntad
del Constituyente y de la actividad jurisprudente de los funcionarios
judiciales, comprometidos en la labor de administrar justicia racionalmente
conforme a la ley, a la jurisprudencia y a la equidad.
En el caso concreto
que se examina no se encuentra que exista la relación de causalidad exigida,
pues aunque en verdad se obstaculiza el tránsito de las personas por los
andenes, como lo comprueba el señor Juez, este hecho en sí mismo no conduce a
provocar amenaza o violación al Derecho Constitucional a la Vida, a la
Integridad Personal o a Libertad de Locomoción. De lo visto se concluye que los
transeúntes pueden en aquel caso optar por circular con mayor cuidado y
atención, o evitar los obstáculos optando por circular por otros andenes
conectados entre sí, o aprovechar las zonas peatonales para el cruce de
calles; igualmente no aparece que por aquel hecho de perturbación del uso y
del goce del Espacio Público queden comprometidos el núcleo esencial o la
plenitud de los derechos a la Vida y a la Integridad Personal, los que en el
caso bajo examen sólo podrían resultar comprometidos necesariamente por virtud
de la presencia de cualquiera otra causa eficiente o de factor distinto de la
mera ocupación de los andenes.
De prosperar la
tesis del peticionario absurdamente no se podrían conceder licencias
administrativas para las ventas estacionarias o ambulantes, ni permitirse
reunión pública alguna, ni la práctica de actividades culturales de recreación
o de esparcimiento, ni el ejercicio de la libertad de industria o de comercio,
ni las paradas militares o las manifestaciones públicas, ni las ventas de
periódicos o de artículos de consumo corriente o la instalación de puestos
permanentes de policía etc., ni la realización eventual de trabajos públicos o
privados o el decreto de restricciones sobre el uso del Espacio Público por
razones de seguridad, moralidad, salubridad, tranquilidad u orden público.
En otros términos,
no toda ocupación del Espacio Público conduce a la violación o a la amenaza de
violación de los Derechos Constitucionales como los que señala el peticionario,
ni permite la interposición de la Acción de Tutela y, por el contrario, sobran
razones de orden fáctico para reconocer que existe una relación compleja de
derechos e intereses legítimos de orden constitucional que deben ser regulados
conforme al ordenamiento jurídico, como son el Derecho al Trabajo, la Libertad
de Industria y la Seguridad Personal. Precisamente de estos temas se ocupa la
citada ley de Reforma Urbana y el Código Nacional de Policía, que también
prevén la creación de mecanismos administrativos de carácter local y
reglamentario para regular los usos del suelo y del Espacio Público, con el
fin de conciliar y equilibrar el ejercicio de aquellos derechos e intereses
legítimos de rango constitucional o legal, con los postulados y elementos
normativos que integran la noción de Espacio Público y de ordenamiento urbano
para asegurar el desarrollo comunitario y el de las ciudades.
Además, el Derecho
Urbanístico y el Derecho de Policía se han ocupado de manera especial de la
regulación de estos asuntos y es así como existe todo un conjunto de vías,
procedimientos y acciones administrativas y judiciales para la protección de
los derechos vinculados con el uso y el goce del Espacio Público, que debieron
ser puestos en marcha por la autoridad local a la que se dirigieron las
peticiones iniciales, no atendidas con la prontitud debida que señala el Código
Contencioso Administrativo.
5. Por último,
encuentra la Corte que en el caso que se examina tampoco debió prosperar la
Acción de Tutela para procurar la salvaguarda de los Derechos Constitucionales
Fundamentales que se dicen violados o amenazados como la Vida, la Integridad
Física o la Libre Locomoción o Movimiento por la razón anotada de la falta de
la relación de causalidad directa y eficiente en la supuesta violación, y por
tanto, habrá de revocarse el apartado primero de la parte resolutiva de la
sentencia que se revisa; más bien, a juicio de la Corte el amparo judicial
solicitado debe concederse, como en efecto se ordenará, para tutelar la
efectividad del Derecho Constitucional de Petición consagrado en el artículo 23
de la Carta que señala:
"Artículo 23.
Toda persona tiene derecho a presentar peticiones respetuosas a las autoridades
por motivos de interés general o particular y a obtener pronta resolución. El
legislador podrá reglamentar su ejercicio ante organizaciones privadas para
garantizar los derechos fundamentales."
En efecto, el señor
Alcalde no atendió las reiteradas solicitudes del peticionario, y sus
actuaciones no se compadecen con el deber constitucional de dar pronta resolución
a una petición respetuosa de una persona en interés general, ni con el deber
legal de impedir la ocupación de una vía de uso público en los términos del
artículo 132 del Código Nacional de Policía, que entrega treinta días para
hacer efectiva la resolución de restitución. No obstante que la ocupación de
la zona peatonal a que se refiere el peticionario se produzca sólo en ciertas
horas del día, los ocupantes de dicho espacio público son conocidos, sus
prácticas son regulares, habituales y continuadas, y comportan la extensión
ilegítima o no autorizada de la actividad comercial e industrial que
desarrollan en bienes inmuebles de dominio privado y contiguos al espacio
ocupado. Dicha ocupación por lo recurrente, abierta y habitual, es y debe ser
objeto de la resolución de restitución que compete al Alcalde en los términos
del Código Nacional de Policía. Además, el deber de procurar el respeto al
Espacio Público de calles y avenidas, tiene fundamento constitucional y legal
como un asunto de interés general pues, es función primordial del Estado y de
los Alcaldes en particular "velar por su integridad y por su destinación
al uso común", y en consecuencia deben atenderse, como lo ordena el
artículo 23 de la Carta las peticiones, que sean procedentes y que en dicho
sentido se les presenten.
Como en el caso que
se examina el Alcalde Menor de Engativá se limitó a ordenar la práctica de
visitas de inspección para solicitar la exhibición de licencias de
funcionamiento a los ocupantes de los andenes y no dió respuesta formal y
efectiva a los escritos presentados por el señor José Joaquín Orozco, esta
Corte considera que se incurrió por omisión en la violación al Derecho
Constitucional de Petición. Al respecto, se reitera que esta Sala de la Corte
Constitucional interpretó que el peticionario reclamó implícitamente la
protección de su Derecho Constitucional de Petición y por tanto debe admitirse,
bajo estas consideraciones, que procede su garantía.
En consecuencia, se
ordenará a dicho funcionario que en el término de 48 horas dé pronta solución a
las peticiones formuladas por el Señor José Joaquín Orozco Nieto en el sentido
de la protección a la Integridad y al uso común del Espacio Público que se
señala en los escritos a él presentados.
En mérito de lo
expuesto,
LA CORTE CONSTITUCIONAL
SALA DE REVISION DE TUTELAS,
Administrando
Justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitucion,
R E S U E L V E:
Primero. REVOCAR la sentencia relacionada con la
petición de la referencia proferida por el Juzgado Séptimo Civil Municipal de
Bogotá el día veintiuno (21) de febrero de mil novecientos noventa y dos
(1992).
Segundo. Conceder la tutela al Derecho
Constitucional de Petición formulada por el ciudadano JOSE JOAQUIN OROZCO
NIETO, contra el Alcalde Menor de Engativá.
Tercero. Ordenar que en consecuencia el Alcalde
Menor de Engativá dé pronta resolución a las peticiones formuladas por el ciudadano
JOSE JOAQUIN OROZCO NIETO en cuanto hace a la protección del espacio
comprendido entre las calles 72 a 75 de la carrera 96 de esta ciudad, para la
efectiva protección de sus derechos.
Cuarto. El señor Juez Séptimo (7o.) Civil Municipal
de Bogotá informará a esta Corte sobre el cumplimiento de lo ordenado en la
presente sentencia.
Quinto. Comuníquese la presente decisión al
Despacho Judicial de origen para que sea notificada conforme lo dispone el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON
DIAZ SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
131 | T-509-92
T-1872
Sentencia
No. T-509/92
ACCION
DE TUTELA-Titularidad/LEGITIMACION
POR ACTIVA EN TUTELA/ACCION DE TUTELA CONTRA PARTICULARES-Indefensión
El
padre de la menor tiene legitimación activa para ejercer la acción de tutela en
favor de su hija, dado que es el representante legal de la misma en compañía de
la madre, hasta que no se le prive en juicio de la patria potestad. Si bien la
acción de tutela se promovió contra un particular, es decir, contra la madre de
la menor, considera esta Sala que ella es procedente, dado que la situación
objeto de controversia encaja dentro del supuesto del numeral 9o. del artículo
42 del Decreto 2591 de 1991, por hallarse la menor en estado de indefensión.
MEDIO
DE DEFENSA JUDICIAL/PATRIA POTESTAD/CUSTODIA DE LOS HIJOS
En el
caso sublite, se observa que el actor solicita que el Juez de tutela le haga
entrega de su hija, lo cual lleva a esta Sala a considerar que este mecanismo
es improcedente, de conformidad con el numeral 1o. del artículo anterior,
toda vez que los procedimientos a los cuales dicho padre ha debido acudir están
específicamente definidos en el Código del Menor -Jurisdicción de Familia-y en
el Código de Procedimiento Civil. Con todo ha de hacerse la precisión de que si
se presentara situación de peligro para la menor quedarían las puertas abiertas
de la tutela por ser medio más eficaz para salvaguardar inmediatamente sus
derechos.
SALA DE
REVISION No. 6
Ref.: Proceso
de tutela No. 2522
Tema: Derechos
fundamentales de los niños
Demandante:
JOSE
IVAN GOMEZ
Magistrado
Ponente:
DR.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ.
Santafé
de Bogotá, D.C., veinticuatro (24) de agosto de mil novecientos noventa y dos
(1992).
La
Sala de Revisión de tutelas de la Corte Constitucional, integrada por los
Magistrados Simón Rodríguez Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Ciro
Angarita Barón, revisa el fallo de tutela proferido el 20 de abril de l992 por
el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal (Risaralda), por medio del
cual se negó la tutela ejercida por José Iván Gómez contra Alba Inés Villada.
I. ANTECEDENTES.
A.
HECHOS DE LA DEMANDA.
En la
demanda de tutela presentada por José Iván Gómez ante el Juez Civil del
Circuito de Santa Rosa de Cabal, se formulan los siguientes hechos:
José
Iván Gómez, vivió en forma extramatrimonial con la señora Alba Inés Villada
Diez, de cuya unión nacieron dos hijos que responden a los nombres de Jorge
Iván y Dora Luz, -esta última de cuatro años de edad- y cuya guarda está a
cargo de la madre desde el momento de la separación de los padres.
Señala
que los menores son objeto de descuido, de malos tratos y ejemplos por parte de
la madre, por lo cual tuvo que acudir al Instituto Colombiano de Bienestar
familiar de Pereira, para cuando Alba Inés Villada residía en esa ciudad. Al
respecto agrega que "...luego ella se trasladó a residir a la ciudad de
Armenia y allí me personé en la oficina de la Defensoría de Menores. Luego al
regresar ella a Santa Rosa, volví a Bienestar Familiar de Dosquebradas en
procura de la tutela de mis hijos". Anota que de todo ello obtuvo
como concesión especial el que semanalmente podía llevar a sus hijos a la casa
de su madre y tenerlos con él todo el fin de semana; y que en alguna
oportunidad, el niño se negó a regresar con Alba Inés Villada, la cual al
observar tal comportamiento, aceptó voluntariamente esa decisión.
Se
sostiene por el demandante que su hija, de cuatro años de edad, permanece la
mayor parte del tiempo sola con el compañero de la madre, lo cual constituye un
peligro grande para su integridad y que la casa en la cual reside la menor está
en peligro de derrumbarse, ya que recientemente se desplomó un barranco que se
encontraba a menos de un metro de la misma, y la niña por ser de corta edad no
está en condiciones de prever el peligro.
B.
DERECHOS VULNERADOS.
Si
bien en el escrito de la demanda no se cita la norma constitucional infringida,
de lo allí consignado como hechos, se deduce que los derechos supuestamente
amenazados son la vida e integridad de la niña Dora Luz Gómez Villada ( art. 44
C.N.).
C.
PETICIONES DE LA DEMANDA.
Solicita
el actor que se le haga entrega de su hija menor Dora Luz Gómez Villada y de
esta forma llevarla a casa de la madre del mismo, para que esté en compañía del
hermano de ella.
D.
ACTUACION PROCESAL.
Dentro
del expediente correspondiente a la acción de tutela, obran las siguientes
diligencias:
a)
Contestación por parte de Alba Inés Villada Diez de la demanda de tutela, en
la cual hizo verbalmente las siguientes manifestaciones: Es cierto que vivió
extramatrimonialmente con José Iván Gómez y de esa unión nacieron dos hijos
llamados Jorge Iván y Dora Luz. Tiene los hijos bajo su cuidado desde
diciembre de l991 y aclara que el niño se encuentra con el padre por querer de ella.
Ha tenido varios litigios con su excompañero: Uno en Armenia, sin que le
entregaran los niños, sino todo lo contrario, se los dieron a ella y lo
obligaron a pagar algún dinero, y no ha querido cumplir y otro en el Bienestar
de Dosquebradas, en donde tampoco quisieron entregárselo al padre. También
afirma que la visitadora de este Bienestar estuvo en su casa. Vive sola con un
muchacho, el cual la ayuda a sostener la niña y tanto él, ella y sus hijas
mayores tratan bien a la menor. La niña no corre peligro por parte de los que
habitan con ella, ni tampoco en cuanto hace a la vivienda, ya que la casa es
de material, está bien situada y no ofrece riesgos de derrumbarse. Para la
verificación de los hechos, pidió una inspección judicial a su sitio de residencia
y la recepción de unos testimonios.
b) Providencia
de 15 de mayo de 1992 de la Defensoría de Familia del Centro Zonal No. 3 de
Dosquebradas en la que se ordena que teniendo en cuenta el Informe Social de la
investigación realizada por la Trabajadora Social de dicho Centro, con lo cual
se estableció "que los menores no corren peligro al lado de la
madre" se ordena que el padre de los menores, señor José Iván Gómez,
la haga entrega de los mismos, Jorge Iván y Dora Luz a la madre, para lo cual
se le citará al Despacho y se le notificará la decisión.
c)
Acta firmada por el José Iván Gómez y por la Defensora de Familia antes
mencionada, en la que se consigna que a ese centro se presentó el padre de los
niños Jorge Iván y Dora Luz Gómez Villada, los que se encuentran a su lado
provisionalmente mientras se constataba el peligro en que se encontraban los
hijos en poder de la madre. Debido a que la trabajadora social comprobó que no
había peligro alguno para que los menores estuvieran al lado de su madre, se
conceptúa que los niños debían entregarse a ella. Al momento de ponérsele de
manifiesto tal circunstancia al padre, este se comprometió a devolvérselos el
día 7 de junio de l991, llevándoselos a su casa. Por último, se anota que le es
permitido visitar a los niños y gozar de su compañía de vez en cuando, un fin
de semana.
d)
Inspección judicial practicada por el Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa
de Cabal, a la casa donde reside Alba Inés Villada Diez con su hija menor Dora
Luz, y a través de la cual se pudo verificar que se trata de una vivienda
pobre pero entre las viviendas de un barrio deprimido conserva las normas de
higiene y aparentemente es segura; además no se observó que " la casa y
los terrenos aledaños ofrecieran ruina o peligro inminente.
E.
SENTENCIA EN REVISION.
Sentencia
del 8 de abril de l992 proferida por el Juzgado Civil del Circuito de Santa
Rosa de Cabal (Risaralda).
Decisión: No
acceder a las pretensiones del señor José Iván Gómez.
Consideraciones:
Interpretando
que el derecho que se considera amenazado se refiere a la vida de la menor Dora
Luz Gómez Villada y previa la práctica de una inspección judicial al lugar
donde ésta se encuentre, el Juzgado concluyó que no debe prosperar la tutela en
razón a que esta "se encuentra al lado de su madre debidamente vigilada
y que la vivienda tiene una infraestructura adecuada" en todos los
aspectos. Se consideró además que la niña no corre peligro en su integridad por
el hecho de que la madre tenga un compañero y que si lo que el padre pretende,
es la suspensión de la patria potestad que ejerce la madre, debe acudir a la
vía judicial adecuada, como es la Jurisdicción de Familia.
II.
CONSIDERACIONES.
a)
Los derechos de los niños como derechos fundamentales.
Los
derechos de la menor Dora Luz Gómez Villada, como son la vida, integridad
física y moral, tener una familia y no ser separada de ella y ser sujeto de
cuidados, atributos que se consideran amenazados, son derechos reclamables por
medio de la acción de tutela, en atención a que son fundamentales. El artículo
86 de la Carta ampara estos derechos y el artículo 44 ibidem dispuso:
"Artículo
44. Son derechos fundamentales de los niños: la vida, la integridad
física, la salud y la seguridad social, la alimentación equilibrada, su nombre
y nacionalidad, tener una familia y no ser separados de ella, el cuidado y
amor, la educación y la cultura, la recreación y la libre expresión de su
opinión. Serán protegidos contra toda forma de abandono, violencia física o
moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y
trabajos riesgosos. Gozarán también de los demás derechos consagrados en la
Constitución, en las leyes y en los tratados internacionales ratificados por
Colombia.
La
familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y proteger al
niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de
sus derechos. Cualquier persona puede exigir de la autoridad competente
su cumplimiento y la sanción de los infractores.
Los
derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás".
Los
derechos de los niños, cuya cualidad de fundamentales atribuye el citado
artículo y orientó la mente del Constituyente de l991, se concibieron así en el
informe de ponencia de la Comisión Quinta ante la Plenaria de la Asamblea
Nacional Constituyente. Entonces se dijo:
"El
niño no puede ser considerado como un ser aislado. Es producto de la
maternidad, la familia y la sociedad. Estas condicionan su existencia por
cuanto él evoluciona siempre con respecto a ellos, lo cual hace evidente que el
niño es un ser en alto grado indefenso y frágil...
"En
el siglo veinte, una vez superados los problemas de libertad y saciadas las necesidades
primarias del hombre, un despertar de la conciencia social llevó a las naciones
industrializadas a pensar en el niño y su protección, pues se entendió que
éste representa y garantiza el futuro de un pueblo, sin embargo, en los paises
menos desarrollados el niño continúa siendo el más debil y vulnerable miembro
de la comunidad, objeto de malos tratos y desatenciones, a pesar de ser él,
quién encarne la conservación de la especie".
"....
En este articulado se distinguen los derechos esenciales del niño que
garantizan a éste un desarrollo armónico e integral como ser humano. Estos
derechos no sólo están relacionados con la vida, la integridad, el nombre y la
nacionalidad, sino que también hacen del niño sujeto de derecho, en la medida
en que - por medio de la familia, la Sociedad y el Estado- le asegura la salud,
la educación y la cultura..." (Ponencia- Informe- COMISION QUINTA, Gaceta
Constitucional No. 52, pag. 4).
Este
carácter fundamental de los derechos de los menores es pregonado por la Convención
que sobre el niño fue adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas
el 20 de noviembre de l989 y en la cual no sólo se expresa que la infancia
tiene derecho a cuidados y asistencias especiales, sino que se advierte lo
siguiente:
"Teniendo
presente que la necesidad de proporcionar al niño una protección especial ha
sido enunciada en la Declaración de Ginebra de l924 sobre los derechos del niño
y en la Declaración de los Derechos del Niño adoptada por la asamblea general
el 20 de noviembre de l959, y reconocida en la Declaración Universal de
Derechos Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (
en particular, en los artículos 23 y 24), en el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales (en particular, en el artículo
10) y en los estatutos e instrumentos pertinentes de los organismos
especializados y de las organizaciones internacionales que se interesan en el
bienestar del niño".
b)
Legitimidad e interés de los padres para ejercer la acción de tutela a nombre
de sus hijos.
La
Sala entra a considerar la legitimidad de José Iván Gómez, padre de la menor
Dora Luz Gómez Villada, para ejercer la acción de tutela a nombre de ésta.
El
aparte final del inciso 2o. del artículo 44 de la Constitución Nacional,
además de consagrar el rasgo que de fundamentales tienen los derechos de los
niños, le otorga legitimidad a cualquier persona para exigir de la autoridad
competente el cumplimiento de dichos derechos e igualmente pedir que se sancione
a los infractores.
Siendo
José Iván Gómez el padre de la menor y por ello, poseedor de la patria
potestad, la cual envuelve la representación legal de la hija, está entonces
legitimado para ejercer la tutela de conformidad con el artículo 10o. del
Decreto 2591 de l991, el cual expresa que tiene tal legitimidad e interés
cualquier persona que sea vulnerada o amenazada en uno de sus derechos
fundamentales, ya sea actuando por sí misma o a través de representante legal.
Al
respecto, el artículo 62 del Código Civil dispone que las personas incapaces de
celebrar negocios serán representados por los padres, quienes
conjuntamente ejercerán la patria potestad sobre sus hijos menores. Patria
Potestad que implica la representación judicial del hijo, según lo previene el
artículo 306 del Código Civil. Los artículos mencionados, disponen:
"Art.62.
Las personas incapaces de celebrar negocios serán representadas:
1)
Por los padres, quienes ejercerán conjuntamente la Patria Potestad sobre sus
hijos menores de 18 años...".
"Art.
306. La representación judicial del hijo corresponde a cualquiera de los
padres..."
Dentro
de este contexto, el padre de la menor tiene legitimación activa para ejercer
la acción de tutela en favor de su hija, dado que es el representante legal de
la misma en compañía de la madre, hasta que no se le prive en juicio de la
patria potestad.
c) El
sujeto pasivo de la acción es un particular.
Si
bien la acción de tutela se promovió contra un particular, es decir, contra la
madre de la menor, considera esta Sala que ella es procedente, dado que la
situación objeto de controversia encaja dentro del supuesto del numeral 9o. del
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991, por hallarse la menor en estado de
indefensión. Esta norma que se encuentra en el Capítulo denominado "tutela
contra particulares", precisa al respecto:
Artículo
42. Procedencia. La acción de tutela procederá contra acciones u omisiones de
particulares en los siguientes casos:
...9o.
Cuando la solicitud sea para tutelar la vida o la integridad de quien se
encuentre en situación de subordinación o indefensión respecto del
particular contra el cual se interpuso la acción. Se presume la indefensión
del menor que solicite la tutela".
No
existe peligro a la vida e integridad de la menor.
Considera
esta Sala, que la manifestación hecha por el señor José Iván Gómez en la
demanda sobre el peligro que padece su hija por encontrarse viviendo en una
casa que está a punto de derrumbarse, carece de veracidad, por cuanto está
plenamente demostrado en el proceso de tutela que no existe amenaza alguna que
ponga en peligro la vida de la infante, toda vez que el Juzgado haciendo uso
deligente de la prueba de inspección judicial contemplada en el artículo 246
del Código de Procedimiento Civil, comprobó que tanto la vivienda en donde
habita la menor, como las casas y terrenos aledaños, se ven aparentemente
seguras y no ofrecen ruina o peligro inminente.
e)
Existen otros medios de defensa judiciales.
El
artículo 86 de la Constitución Nacional desarrollado por el Decreto 2591 de
1991, no ha dejado a la deriva la potestad de utilizar la acción de tutela en
forma ilimitada, sino que le ha señalado los momentos precisos de su
procedencia y las circunstancias en las cuales se presenta su improcedencia.
En cuanto a su procedencia, el artículo 5o., dice que es viable contra la
acción u omisión de las autoridades públicas, que haya violado, viole o amenace
violar cualquiera de los derechos fundamentales a que se refiere el artículo
2o.. En cuanto a su improcedencia dicho Decreto señala en el artículo 6o. las
causales para ello de la siguiente manera:
"Artículo
6o. Causales de improcedencia de la tutela. La acción de tutela no procederá:
1.
Cuando existan otros recursos o medios de defensa judiciales, salvo que aquélla
se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. La
existencia de dichos medios será apreciada en concreto, en cuanto a su
eficacia, atendiendo las circunstancias en que se encuentra el solicitante.
Se
entiende por irremediable el perjuicio que sólo pueda ser reparado en su
integridad mediante una indemnización.
...".
En
el caso sublite, se observa que el actor solicita que el Juez de tutela le haga
entrega de su hija, lo cual lleva a esta Sala a considerar que este mecanismo
es improcedente, de conformidad con el numeral 1o. del artículo anterior,
toda vez que los procedimientos a los cuales dicho padre ha debido acudir están
específicamente definidos en los decretos 2737 de l989 (Código del Menor) y
2272 de l989 ( Jurisdicción de familia), y en el Código de Procedimiento Civil.
En
efecto:
El
Decreto 2737 de l989, contempla en sus artículos 70 y siguiente lo relativo a
la custodia o cuidado personal del menor. En éstos se resalta la figura del
Defensor de Familia, funcionario encargado de asignar provisionalmente la
custodia o cuidado personal del menor a aquel de los parientes que señala el
artículo 61 del Código Civil, que ofrezca mayores garantías para su desarrollo
integral.
La
función que ejerce el Defensor de Familia comporta, entre otras, una misión
conciliadora, a la cual se refiere el artículo 47 de la Ley 23 de l991 al
otorgarle competencia para conciliar, entre otros asuntos, "la custodia y
cuidado personal, visita y protección legal de los menores" cuando los
padres lo soliciten. Y esto mismo puede adelantarse con anterioridad al
proceso judicial o durante el trámite del mismo. Si se lleva a cabo la conciliación,
se dejará constancia de ello con la firma de las personas que intervinieron.
Cuando fracase se puede dar inicio al proceso judicial ante la jurisdicción
respectiva.
Este
procedimiento fue agotado por el demandante como consta en el expediente de
tutela, y a consecuencia del cual se comprometió a hacer entrega de sus hijos a
la madre, luego de haberlos tenido provisionalmente mientras se constataba el
peligro aducido por él mismo cuando solicitó la custodia de los niños y que se
encontró que no existía. Dentro de este contexto ha de decirse que no se
conocen -no aparece en el proceso- los antecedentes y conducta del padre
petente como para saber sí realmente es él la opción mejor para tener a sus
hijos.
Es
pertinente anotar que este proceso cuya competencia corresponde al Instituto de
Bienestar Familiar, es de carácter administrativo, mas no judicial, y permite
que se vuelva a intentar cuando uno de los padres lo solicite en procura de la
defensa y protección del menor. También es necesario indicar que este proceso
no es de obligatorio agotamiento, ya que se puede obviar y recurrir a la
jurisdicción de familia directamente y solicitar a través de un procedimiento
verbal sumario, la custodia de los hijos. Empero, se puede acudir al Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar cuando no haya proceso judicial en curso.
Al
respecto, señala el artículo 16 del decreto 2272 de 1989, lo anterior así:
"Competencia.
El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar tendrá, además, las
siguientes funciones:
1.
Aprobar cuando no haya proceso judicial en curso, las conciliaciones entre
cónyuges, padres y demás familiares sobre los siguientes asuntos:
...d)
Custodia y cuidado de los hijos, padres o abuelos y alimentos entre ellos,
"
Cuando
el proceso de custodia y cuidado personal, visita y protección legal de los
menores se ejerce ante la jurisdicción de familia, conocen en primera instancia
los jueces de familia de la residencia del menor, y a falta de Juez de Familia
o Promiscuo de Familia, con competentes en primera instancia los jueces civiles
o promiscuos municipales del lugar.
Lo
anterior está previsto en los artículos 5o. literal d) y 7o. numeral 2 del
Decreto 2272 de l989, que expresan:
Artículo
5o. "Competencia. Los Jueces de Familia conocen de
conformidad con el procedimiento señalado en la ley, de los siguientes asuntos:
...
d)De
la custodia y cuidado personal, visita y protección legal de los
menores..."
Artículo
7o. "Competencia de los Jueces civiles y promiscuos municipales. Los
jueces civiles y promiscuos municipales también conocen de los siguientes
asuntos:
...
En
primera instancia:
...
2.
De los procesos atribuidos a los jueces de familia en única instancia, cuando
en el municipio no exista Juez de familia o promiscuo de Familia..."
El
proceso que se sigue ante la jurisdicción de familia, es el verbal sumario
contemplado en el artículo 435 numeral 5o. del Código de Procedimiento Civil,
que dice así: "Se tramitarán en única instancia por el procedimiento
que regula este capítulo los siguientes asuntos: parágrafo 1o. En consideración
a su naturaleza: ... 5o. las controversias que se susciten entre padres o
cónyuges o entre aquéllos y sus hijos menores, respecto del ejercicio de la
patria potestad; los litigios de igual naturaleza en los que el defensor de
familia actúa en representación de los hijos...y en general los asuntos en que
sea necesaria la intervención de Juez previstos en la ley 24 de l974, en los
decretos 2820 de l974, 206 y 772 de l975...", sin perjuicio de las
atribuciones que correspondan al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
Este
procedimiento es judicial porque su tramitación y decisión corresponde a los
Jueces de Familia. Así entonces, el padre de la infante pudo acudir a los
Juzgados de Familia para pedir la custodia y cuidado personal de la menor o
también para solicitar la pérdida o suspensión de la patria potestad que sobre
ella tiene Alba Inés Vichada Diez, acorde con el proceso previsto en el
artículo 427 del Código de Procedimiento Civil.
Señala
este artículo:
"Art.
427. Asuntos que comprende. Se tramitarán en proceso verbal por el
procedimiento consagrado en este capítulo, los siguientes asuntos:
Parágrafo
1o. En consideración a su naturaleza:
...
2.
Privación, suspensión y restablecimiento de la patria potestad o de la
administración de bienes del hijo y remoción del guardador.
...".
Así
las cosas, el demandante todavía le quedan unos medios procesales por agotar y
son precisamente algunos de los judiciales anteriormente descritos,
relacionados con la custodia de la menor y la privación y suspensión de la
Patria Potestad, que se pueden reclamar respecto de la madre. Con todo ha de
hacerse la precisión de que si se presentara situación de peligro para la menor
quedarían las puertas abiertas de la tutela por ser medio más eficaz para
salvaguardar inmediatamente sus derechos.
De
todos modos, la Defensora de Familia mantendrá la debida vigilancia sobre la
situación de los menores Dora Luz y Jorge Iván, con el fin de asegurarse que no
correrán peligro en su integridad física y moral al lado de su madre. En caso
de que las circunstancias cambien, esto es, que se presenten hechos que pongan
de presente tal peligro, tomará las medidas del caso para evitarlo. Y así se
ordenará en este fallo.
En mérito
de lo expuesto, la Sala de Revisión No. 6 de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E
:
Primero:
Confirmar
el fallo del Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal (Risaralda), por
medio del cual se negó la tutela ejercida por José Iván Gómez contra Alba Inés
Villada.
Segundo: La
Defensoría de Familia de Dosquebradas, Centro Zonal No. 3 o al que
corresponda, mantendrá la debida vigilancia sobre las menores Dora Luz y Jorge
Iván a efecto de que en el futuro no corra peligro su integridad física o
moral, pues, de lo contrario habrá de adoptar oportunamente las medidas que
provean a corregir tal situación en desarrollo del principio del interés
superior del menor.
Tercero:
Comuníquese a la Defensoría a que se refiere el numeral 2o. anterior, con
entrega de copias de este fallo.
Cuarto: Comuníquese
al Juzgado Civil del Circuito de Santa Rosa de Cabal (Risaralda), la presente
sentencia para que sea notificada a las partes conforme a lo dispuesto en el
artículo 36 del Decreto 2591 de l991, con entrega de copia de la misma.
COMUNIQUESE
Y NOTIFIQUESE
SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Magistrado
Ponente
JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Magistrado
MARTHA V.
SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General |
132 | T-512-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-512/92
RECTIFICACION DE
INFORMACION/ACCION DE TUTELA-Improcedencia/PRINCIPIO
DE LA BUENA FE/ACCION DE TUTELA TRANSITORIA
Si lo que busca
el peticionario es que un medio de comunicación rectifique información inexacta
o errónea suministrada al público, está obligado a solicitarla previamente al
medio y únicamente en el evento de no ser publicada por éste en condiciones de
equidad, podrá acudirse al juez en demanda de tutela. Así se debe acreditar al
presentar la demanda, junto con la transcripción o copia de la información o
publicación correspondiente. De lo contrario no procede la acción. Lo que se
busca es dar oportunidad al medio sobre cuya información hay inconformidad,
para que rectifique o aclare. En este como en otros campos, es preciso partir
de la base de la buena fe y, siendo posible que el medio de comunicación no
hubiese tenido intención o voluntad de agravio, es menester que se le permita
corregir lo dicho o escrito antes de plantearle un conflicto judicial.
LIBERTAD DE
EXPRESION-Alcance
En el caso de la
libertad de expresión ninguna duda cabe en torno a la coincidencia entre su
inclusión dentro de dicho capítulo como derecho fundamental y la sustancia de
su contenido como uno de los derechos de mayor trascendencia, tanto desde el
punto de vista relativo a la persona como en la perspectiva de la sociedad, en
especial dentro de un Estado de Derecho. La Constitución Política de 1991
amplió considerablemente la concepción jurídica de esta garantía y avanzó hacia
su consagración como derecho humano que cubre ya no solamente la posibilidad de
fundar medios periodísticos y, en general, medios de comunicación, y de acceder
a ellos para canalizar hacia la colectividad la expresión de ideas y conceptos,
sino que cobija las actividades de investigación, y obtención de informaciones,
así como el derecho de recibirlas, a la vez que el de difundirlas, criticarlas,
complementarlas y sistematizarlas. La libertad de información así concebida se
constituye, pues, en un derecho fundamental cuyo ejercicio goza de protección
jurídica y a la vez implica obligaciones y responsabilidades.
DERECHO AL BUEN
NOMBRE-Informes
Periodísticos/DERECHO A LA HONRA/DERECHOS FUNDAMENTALES/DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Vulneración
Tanto el buen
nombre como la honra de las personas son derechos fundamentales, instituidos
en razón de la dignidad del ser humano, en orden a preservar el respeto que a
esos valores, de tanta trascendencia para cada individuo y su familia, deben la
sociedad, el Estado y los particulares. Los derechos a la honra y al buen
nombre no son los únicos que pueden resultar lesionados por la actividad
informativa de un medio de comunicación. También lo puede ser el derecho a la
intimidad personal o familiar protegido en el artículo 15 de la Constitución
Política. Aquí ya no se trata de informaciones falsas o inexactas,
susceptibles de rectificación, sino de publicaciones de muy diverso género
(caricaturas, fotografías, imágenes transmitidas por televisión, comentarios
radiales, informes periodísticos "confidenciales" ampliamente
difundidos, etc.), cuyo contenido lesiona el núcleo de vida privada al que tiene
derecho toda persona, aunque se trate de un personaje público. Tratándose del
derecho a la intimidad, en principio no puede hablarse de rectificación pues la
lesión se produce aunque los hechos sean exactos, salvo que, además de
invadirse la esfera íntima de la persona o la familia, se están transmitiendo o
publicando datos que riñan con la verdad. Allí habría doble quebranto de la
preceptiva constitucional y las consiguientes responsabilidades civiles y
penales, en su caso, además de la obligación de rectificar en condiciones de
equidad.
DERECHO A LA
INFORMACION-Límites
Los medios de
comunicación no pueden invocar el derecho a la información para invadir la
esfera inalienable de las situaciones y circunstancias que son del exclusivo
interés de la persona y de sus allegados, pues ese reducto íntimo hace parte de
la necesaria privacidad a la que todo individuo y toda unidad familiar tienen
derecho. Esa prerrogativa es oponible a terceros considerados de manera
individual y con mucha mayor razón a los medios masivos, ya que éstos, por la
misma función que cumplen, están en capacidad de hacer público lo que de suyo
tiene el carácter de reservado por no ser de interés colectivo.
DERECHO A LA
INFORMACION-Naturaleza/MEDIOS
DE INFORMACION
El de la
información es un derecho de doble vía, en cuanto no está contemplado,
ni en nuestra Constitución ni en ordenamiento ni declaración alguna, como la
sola posibilidad de emitir informaciones, sino que se extiende necesariamente
al receptor de las informaciones y, más aún, como ya se dijo, las normas
constitucionales tienden a calificar cuáles son las condiciones en que el
sujeto pasivo tiene derecho a recibir las informaciones que le son enviadas. No
siendo un derecho en un solo y exclusivo sentido, la confluencia de las dos
vertientes, la procedente de quien emite informaciones y la alusiva a quien las
recibe, cuyo derecho es tan valioso como el de aquél, se constituyen en el
verdadero concepto del derecho a la información. debidamente probada la
infracción del ordenamiento jurídico por un medio de comunicación, ha de poder
concretarse en el campo de la responsabilidad penal por los delitos que
se cometan no en uso sino en abuso de la libertad en contra de muy diversos
intereses, y en el de la responsabilidad civil por los perjuicios
debidos a los excesos que se cometan pretextando el ejercicio de la libertad de
información, todo sin perjuicio de la responsabilidad ante la opinión
pública.
SALA TERCERA DE REVISION
Ref.: Expediente
T-3999
Acción de tutela
IVAN URDINOLA
GRAJALES contra medios de comunicación.
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
-Ponente-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Sentencia aprobada
en Santafé de Bogotá, D.C., mediante acta de nueve (9) de septiembre de mil novecientos
noventa y dos (1992).
Revisará la Corte
las sentencias proferidas por el Juzgado Doce Penal del Circuito de Cali y el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali -Sala Penal- los días siete (7)
de abril y dieciocho (18) de junio de mil novecientos noventa y dos (1992),
respectivamente.
I. ANTECEDENTES
IVAN URDINOLA
GRAJALES, actuando por
conducto de apoderado, presentó demanda de tutela ante el Juez Penal del
Circuito de Cali (Reparto).
En el
correspondiente escrito, de fecha diez (10) de marzo de mil novecientos noventa
y dos (1992), el mandatario judicial manifestó que en diversas oportunidades y
en diferentes fechas, medios de comunicación hablados y escritos publicaron
informaciones temerarias que hacían alusión a conductas criminales cuya autoría
era imputada a su poderdante. Esas imputaciones, según la demanda, nacieron de
la "mera presunción", de la mala fe y del "propósito orquestado
por autoridades insanas y ejecutores de mala prensa", todo con el
propósito de perjudicar el nombre de su representado.
El actor adjuntó
recortes tomados de las ediciones de los diarios "EL TIEMPO" y
"EL ESPECTADOR" de fechas veintisiete (27) de febrero y siete (7) de
marzo del presente año y dijo aportar varias grabaciones magnetofónicas
("Casettes") cuyos textos figuran transcritos en el expediente, sobre
emisiones sin fechas de los noticieros radiales "R.C.N." y
"CARACOL". En el expediente remitido a la Corte Constitucional no se
encuentra "cassette" alguno.
La demanda no
explicaba los motivos por los cuales se producía la lesión al buen nombre del
señor URDINOLA ni formulaba comentario alguno sobre hechos o
circunstancias antecedentes o concomitantes a las publicaciones.
En el sentir del
apoderado, con las informaciones divulgadas se produjo una clara violación del
artículo 15 de la Constitución que garantiza el derecho de toda persona a su
intimidad personal y familiar y a su buen nombre.
Solicitó el firmante
que, en consecuencia, el Juzgado declarara dicha violación y que tomara las
determinaciones pertinentes a efecto de lograr el respeto al buen nombre de su
poderdante.
Repartido el
expediente al Juez Doce Penal del Circuito de Cali, mediante auto del trece
(13) de marzo ordenó recibir declaración al presunto agraviado, y allegar a las
diligencias el documento de inteligencia de la Dirección de Policía Judicial de
Investigación (DIJIN) a la que se refería la información publicada por el
Diario "El Tiempo" del veintisiete (27) de febrero y manifestación
del Comandante de Policía de Risaralda, acerca de si había puesto en
conocimiento de la Rama Judicial los resultados de las investigaciones por los
hallazgos de treinta y un (31) cadáveres, encontrados a principios del año
flotando en el río Cauca en inmediaciones del corregimiento de Beltrán,
municipio de Marsella (Risaralda), especialmente en relación con los cargos
atribuidos a IVAN URDINOLA en informe dado al diario "EL
ESPECTADOR" el día siete (7) de marzo.
En escrito del
dieciseis (16) de marzo, el apoderado del demandante solicitó que se citara a
los representantes legales de los medios de comunicación a los que aludía el
escrito petitorio de la tutela, para que aportaran las precisiones necesarias
sobre los hechos.
IVAN URDINOLA
GRAJALES rindió
declaración el diecisiete (17) de marzo. Durante ella expresó que hasta esa
fecha no se había dirigido a los mencionados medios de comunicación para pedir
rectificación o aclaración de las informaciones difundidas; que no había sido
citado por ninguna autoridad ni tenía conocimiento de que contra él existieran
cargos por los hechos objeto de divulgación; que la misma noticia había
aparecido en varios periódicos del país como la Tarde, el Espacio, el Caleño y
Occidente y que igualmente se había divulgado en México y en Estados Unidos;
que no había tenido diferencia alguna con el Comandante de Policía de Risaralda
y que ni siquiera lo conocía; que no tenía ningún récord delictivo; que no
amenazaba a nadie, sino que únicamente perseguía "dejar en claro" el
nombre de su familia y el propio y que, a su juicio, faltaba agregar las
grabaciones del 26 de febrero del informativo de televisión "NOTICIERO DE
LAS SIETE" y "Q.A.P.", en los cuales se había transmitido la
misma información del diario "EL TIEMPO" sobre la amapola y también
su fotografía, tomadas de su pasaporte y posiblemente obtenida en la Sección de
Pasaportes de la Gobernación del Valle. Dijo, además, que el perjuicio moral
sufrido por él, por su familia y sus negocios había sido muy grande.
Por medio de escrito
presentado ese mismo día, el apoderado del señor URDINOLA, abogado SILVIO
TAMAYO TAMAYO, hizo extensiva la acción de tutela a los informativos
"NOTICIERO DE LAS SIETE", "NOTICIERO 90 MINUTOS" de
TELEPACIFICO, "NOTICIERO NOTICINCO" de TELEPACIFICO y "NOTICIERO
Q.A.P." en relación con varias de sus emisiones. Anexó igualmente
solicitud de rectificación elevada al Procurador General de la Nación, con
copia a los ministros de Justicia y Defensa, Director de la Policía, Director
del DAS y otras autoridades.
II. LA DECISION
JUDICIAL DE PRIMERA INSTANCIA
Mediante extensa
providencia calendada el siete (7) de abril de mil novecientos noventa y dos
(1992), el Juez Doce Penal del Circuito de Cali declaró que en efecto se había
vulnerado al actor el derecho consagrado en el artículo 15 de la Constitución
Política y, en consecuencia, resolvió acceder a la tutela impetrada, ordenando
las correspondientes rectificaciones a los diarios "EL TIEMPO" y
"EL ESPECTADOR" y al informativo de televisión "NOTICIERO DE LAS
SIETE", otorgando a dichos medios para ese efecto un plazo perentorio de
cuarenta y ocho (48) horas. En la misma providencia se concedió al afectado un
término máximo de cuatro (4) meses para que acudiera a la jurisdicción
ordinaria para formular las acciones correspondientes, "so pena de que
cesen los efectos de la tutela".
Consideró el juez
que tanto de la declaración juramentada de IVAN URDINOLA, como de las
diversas certificaciones aportadas por las autoridades competentes, resultaba
que a dicho ciudadano "no le figura ninguna sindicación, mucho menos
relacionada con el narcotráfico o los homicidios".
"Y si ello es
así -concluyó-, como el proceso probatorio obliga a aceptarlo, resulta
indiscutible la precipitud de los medios de comunicación al haber lanzado al
aire unas imputaciones carentes de todo fundamento probatorio, porque es que
aunque la justicia no puede rotular con el sello de verdad absoluta la
acrisolada conducta de IVAN URDINOLA porque para ello sería menester un
amplio y detenido estudio antecedente de sus actos públicos y privados, lo cual
no sería posible frente a ese procedimiento preferencial, breve y sumario (el
de la tutela), tampoco puede aceptarse y cohonestarse con que con (sic) simples
conjeturas, suposiciones y juicios eminentemente subjetivos se acabe con la
reputación de una persona, mucho menos cuando la inocencia como la buena fe son
constitucionalmente presumidos (artículo 29 Constitución Nacional)".
Según el juzgado, la
acción estaba llamada a prosperar por cuanto indiscutiblemente se ha vulnerado
un derecho constitucional fundamental (el previsto en el artículo 15 de la
Constitución), tanto por parte de funcionarios públicos como de particulares,
porque la tutela "es el único medio para evitar un perjuicio irremediable,
pues nadie podría estar en capacidad de garantizar que no sigan apareciendo
cadáveres en las riberas del Río Cauca, ni en la vecina municipalidad de
Marsella o a lo largo y ancho de su curso, ni que se continúe con el cultivo de
la amapola, hechos criminosos éstos que sin lugar a dudas continuarían siendo
imputados en su autoría intelectual a IVAN URDINOLA GRAJALES".
En sentencia se
expone que no todos los medios aludidos por el demandante vulneraron el derecho
fundamental del señor URDINOLA a su buen nombre, pues varios de ellos no
lo identificaron especificamente, de modo que sus afirmaciones fueron de
carácter general, impersonal y abstracto, frente a los cuales resulta
improcedente el mecanismo de tutela. En cuanto a otros medios mencionados por
el petente, no se anexó transcripción de la información ni copia de la
publicación correspondiente. Así, pues, se circunscribió la orden de
rectificación a los medios indicados en la parte resolutiva de la providencia.
III. LA DECISION
JUDICIAL DE SEGUNDA INSTANCIA
Impugnado el fallo
de primera instancia por la sociedad "PROGRAMAR TELEVISION S.A.",
responsable del "NOTICIERO DE LAS SIETE" y por LUIS FERNANDO SANTOS
CALDERON, representante legal de la "Casa Editorial EL TIEMPO", el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cali -Sala de Decisión Penal-,
mediante providencia del dieciocho (18) de junio, resolvió revocar la sentencia
recurrida y compulsar las copias respectivas para efectos de que se investigue
al Juez Doce Penal del Circuito de esa ciudad por un presunto delito contra la
administración de justicia.
Advierte el Tribunal
que la acción de tutela es de naturaleza subsidiaria y residual, lo cual indica
que es procedente su utilización ante la carencia de otros medios de defensa
judicial, cuando se trata de conflictos con las autoridades; o de emplear los
mecanismos idóneos cuando se presentan diferencias entre los particulares, de
tal modo que si los actos, hechos u omisiones dan lugar a su definición por
medio de otra controversia, no es admisible la acción de tutela.
Resulta indudable
-dice la sentencia- que todas las personas deben estar protegidas en su
intimidad, en su fuero interno, en su vida familiar y que tienen derecho a gozar
de un buen nombre ante la sociedad. El Estado, como protector, no solamente
debe respetar a sus asociados, sino igualmente velar porque esos derechos no
sean vulnerados.
La tutela propuesta,
que busca la protección del buen nombre de URDINOLA GRAJALES en sentido
objetivo y en sentido subjetivo, es un claro conflicto entre particulares, pues
fueron medios de comunicación privados lo que hicieron las publicaciones con
las cuales se dice afectado el señor URDINOLA.
"Si lo anterior
es así -concluye la providencia sobre este aspecto- el particular ha debido
hacer uso del numeral 7º del a. 42 del Decreto 2591 de 1991, que es el que
contempla el caso de que se presenten acciones u omisiones de particulares, a
efectos de solicitar la rectificación, puesto que las informaciones resultaban
erróneas".
Como no fue esa la
actividad de URDINOLA, según lo afirmado por él mismo en su declaración
jurada ante el Juez Doce Penal del Circuito, expresa el Tribunal:
"El Juez
entonces, ante esa respuesta, así tenga sus apreciaciones subjetivas sobre la
poca eficacia de los medios de información en materia de rectificación, y se
respalde en autores que han sufrido esta negligencia, no puede estar en
contravía de un dispositivo cuya claridad meridiana no admite interpretaciones".
Se refiere el fallo
al debido proceso e indica que entre éste y el derecho de defensa hay una
identificación plena y que de él surgen los demás principios rectores
procesales.
En el caso concreto
añade el Tribunal que la consagración del artículo 5º del Decreto 306 de 1992
es precisamente el reconocimiento del derecho de defensa, en cuanto a que las
personas contra las cuales se dirige la acción deben conocer la situación para
ejercerlo.
Así, pues, el Juez
Doce Penal del Circuito de Cali "ha debido inadmitir la Acción de Tutela,
por cuanto no había lugar a ella de acuerdo con la preceptiva del a. 42 del
Decreto 2591 de 1991, y por afectación al Debido Proceso, a. 5º del Decreto 306
de 1992".
IV.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
Esta Sala de la
Corte es competente para revisar las sentencias mencionadas, en razón de lo
dispuesto por los artículos 86 y 241, numeral 9º de la Constitución Política,
31 y siguientes del Decreto 2591 de 1991.
2. Oportunidad
de las decisiones judiciales en revisión
Aunque en los
documentos que obran en el expediente no aparece constancia sobre la fecha
exacta de presentación de la demanda de tutela, observa la Corte que ello
ocurrió entre el 11 y el 12 de marzo del presente año, ya que el poder conferido
por URDINOLA GRAJALES a su abogado fue reconocido ante el Notario Cuarto
de Cali el día 11 de marzo, si bien la demanda se encabeza con fecha 10; el 13
de marzo a las 2:00 p.m. pasó el expediente al Despacho del Juez Doce Penal del
Circuito de Cali, según constancia secretarial. Ese mismo día el Juez profirió
el primer auto decretando algunas pruebas.
La decisión sobre la
tutela solicitada se produjo el día siete (7) de abril, es decir, quince (15)
días después.
Las notificaciones
se efectuaron el trece (13) de marzo y los escritos de impugnación de la
"Casa Editorial EL TIEMPO Ltda." y de "Programar Televisión
S.A." fueron presentados por el abogado José J. García Riveros en el
Juzgado Doce Penal del Circuito de Cali el día catorce (14) de mayo de 1992.
Mediante auto del
veinticinco (25) de mayo se otorgó el recurso y las diligencias fueron
recibidas por la Secretaría del Tribunal el veintisiete (27) de mayo. Ese
mismo día se sometió el asunto a reparto extraordinario. La Sala de Decisión
Penal del Tribunal de Cali profirió la sentencia el dieciocho (18) de junio de
mil novecientos noventa y dos (1992).
Ha insistido la
Corte, y vuelve a hacerlo a propósito de este proceso, en el carácter
improrrogable que tienen los términos judiciales (artículo 228 C.N.) muy
especialmente en materia de tutela (artículo 86 C.N.) habida cuenta de la
finalidad que persigue esta figura, que no es otra distinta de proveer en forma
inmediata a la protección del derecho fundamental quebrantado o amenazado.
La propia norma
constitucional señala que "en ningún caso podrán transcurrir más de diez
días entre la solicitud de tutela y su resolución". Y, en cuanto a la
notificación e impugnación del fallo y el trámite de la impugnación, son
igualmente perentorios los artículos 30, 31 y 32 del Decreto 2591 de 1991:
"ARTICULO
30.- Notificación del fallo. El fallo se notificará por telegrama o por
medio expedito que asegure su cumplimiento, a más tardar al día siguiente de
haber sido proferido.
ARTICULO 31.-
Impugnación del fallo.
Dentro de los tres días siguientes a su notificación el fallo podrá ser
impugnado por el Defensor del Pueblo, el solicitante, la autoridad pública o el
representante del órgano correspondiente, sin perjuicio de su cumplimiento
inmediato.
Los fallos que no
sean impugnados serán enviados al día siguiente a la Corte Constitucional para
su revisión.
ARTICULO 32.-
Trámite de la impugnación.
Presentada debidamente la impugnación el juez remitirá el expediente dentro de
los dos días siguientes al superior jerárquico correspondiente.
El juez que conozca
de la impugnación, estudiará el contenido de la misma, cotejándola con el
acervo probatorio y con el fallo. El juez, de oficio o a petición de parte,
podrá solicitar informes y ordenar la práctica de pruebas y proferirá el fallo
dentro de los 20 días siguientes a la recepción del expediente. Si a su juicio
el fallo carece de fundamento, procederá a revocarlo, lo cual comunicará de
inmediato. Si encuentra el fallo ajustado a derecho, lo confirmará. En ambos
casos, dentro de los diez días siguientes a la ejecutoria del fallo de segunda
instancia, el juez remitirá el expediente a la Corte Constitucional, para su
eventual revisión".
Como se observa que
en el presente caso no fueron cumplidos algunos de tales términos, se ordenará
compulsar copias a la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura
y a la Procuraduría General de la Nación, para lo de sus respectivas
competencias.
3. Carácter
excepcional de la acción de tutela contra particulares
Por regla general la
acción prevista en el artículo 86 de la Constitución procede contra actos u
omisiones de las autoridades[1].
Excepcionalmente es
posible intentarla contra particulares en los casos que establezca la ley,
sobre el supuesto de que se hallen en una de las situaciones previstas por la
propia disposición superior: que esos particulares estén encargados de la
prestación de un servicio público; que su conducta afecte grave y directamente
el interés colectivo; o que respecto de ellos el solicitante se encuentre en
estado de subordinación o indefensión.
El artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991 desarrolló ese precepto indicando los casos en los cuales
procede la tutela contra acciones u omisiones de particulares. En su numeral 7
contempló la materia que ha dado lugar a la acción de tutela en esta
oportunidad: "Cuando se solicite rectificación de informaciones inexactas
o erróneas. En este caso se deberá anexar la transcripción de la información o
la copia de la publicación y de la rectificación solicitada que no fue
publicada en condiciones que aseguren la eficacia de la misma".
El carácter a todas
luces excepcional de esta norma hace que su interpretación deba ser estricta,
de tal forma que, si lo que busca el peticionario es que un medio de
comunicación rectifique información inexacta o errónea suministrada al público,
está obligado a solicitarla previamente al medio y únicamente en el evento de
no ser publicada por éste en condiciones de equidad (artículo 20 de la Carta),
podrá acudirse al juez en demanda de tutela. Así se debe acreditar al
presentar la demanda, junto con la transcripción o copia de la información o publicación
correspondiente. De lo contrario no procede la acción.
Lo que se busca es
dar oportunidad al medio sobre cuya información hay inconformidad, para que
rectifique o aclare. En este como en otros campos, es preciso partir de la
base de la buena fe y, siendo posible que el medio de comunicación no hubiese
tenido intención o voluntad de agravio, es menester que se le permita corregir
lo dicho o escrito antes de plantearle un conflicto judicial.
En el caso que se
examina, es claro que la pretensión del peticionario radicaba precisamente en
que se ordenara a varios medios de comunicación rectificar informaciones
relativas a la posible comisión de actos delictivos por IVAN URDINOLA
GRAJALES, ya que se entendía violado el derecho fundamental consagrado en
el artículo 15 de la Constitución.
Un estudio de los
antecedentes y de las declaraciones del accionante permiten concluir, como lo
hizo el Tribunal de Cali, que si bien se presentaron copias y transcripciones
de las publicaciones efectuadas, no hubo la previa solicitud de rectificación a
los medios respectivos y prefirió optarse directamente por la vía de la acción
consagrada en el artículo 86 de la Constitución. Así lo dijo el propio URDINOLA
GRAJALES en declaración jurada rendida ante el Juez Doce Penal del Circuito
de Cali el diecisiete (17) de marzo de mil novecientos noventa y dos (cfr. Fl.
61 del expediente):
"PREGUNTADO:
Sírvase informar al Despacho si al tener conocimiento de las informaciones
suministradas por los medios de comunicación a los cuales se contrae la
solicitud de acción de tutela (sic), presentada por usted a través de
apoderado, se ha dirigido a los mismos a fin de que sean rectificadas o
aclaradas? CONTESTO: No hasta el momento no lo he hecho, no lo he hecho porque
primero decidí obrar por medio de la tutela".
De ello se deduce
que no era procedente conceder la tutela y, por tanto, fue acertada la decisión
del Tribunal cuando resolvió revocar la sentencia de primera instancia.
4. El derecho a
la información. La responsabilidad de los medios de comunicación
Pese a que, como
queda dicho, en el asunto examinado no procedía la acción de tutela, estima la
Corte indispensable reiterar algunos conceptos que, en lo referente a la
libertad de información, se derivan de los mandatos constitucionales.
El ejercicio de la
libertad periodística es ciertamente un derecho amparado por el artículo 20 de
la Constitución en cuanto corresponde al desarrollo de la libertad de expresar
y de difundir el propio pensamiento y opiniones de dar y recibir información y
de fundar medios masivos de comunicación.
Dentro del esquema
trazado en la Constitución de 1991 en cuanto a los derechos fundamentales y
considerada como uno de ellos, la libertad de expresión adquiere relevancia
especial, no solo en cuanto se la rodea de garantías y formas de protección
específicas, sino por la innovación que representa el hecho mismo de habérsela
plasmado explícitamente, lo que no acontecía en la Constitución anterior, pues
el antiguo artículo 42 aludía tan sólo a la libertad de prensa, que es una de
sus formas.
Ya ha señalado esta
Corte que la titulación con la cual se encabezan los diferentes capítulos de la
Carta no resulta obligatoria en cuanto no fue aprobada por la Asamblea Nacional
Constituyente de conformidad con su reglamento[2]. De tal manera
que hay en la Constitución derechos fundamentales no necesariamente incluidos
dentro del Capítulo 1º de su Título II.
Empero, en el caso
de la libertad de expresión ninguna duda cabe en torno a la coincidencia entre
su inclusión dentro de dicho capítulo como derecho fundamental y la sustancia
de su contenido como uno de los derechos de mayor trascendencia, tanto desde el
punto de vista relativo a la persona como en la perspectiva de la sociedad, en
especial dentro de un Estado de Derecho.
Debe subrayarse en
la libertad de expresión, como en los demás derechos de su misma estirpe, el
carácter de fundamental, pues su alcance y sentido únicamente resultan
explicables si se tienen como derivados de la esencial condición racional del
hombre y, por ende, anteceden a cualquier declaración positiva que los
reconozca.
Pero, además, cuanto
toca con la expresión de los pensamientos y las ideas así como con la
transmisión de informaciones, importa de modo directo, además del individuo, a
la colectividad, cuyo desarrollo e intereses están íntimamente ligados a su
preservación. De allí que ésta forma de libertad haya sido recogida desde los
albores del pensamiento democrático, en las declaraciones de derechos y en las
cartas políticas, reservando para ella, de manera progresiva, una especial
protección y particular celo en su defensa.
La Constitución
Política de 1991 amplió considerablemente la concepción jurídica de esta
garantía y avanzó hacia su consagración como derecho humano que cubre ya no
solamente la posibilidad de fundar medios periodísticos y, en general, medios
de comunicación, y de acceder a ellos para canalizar hacia la colectividad la
expresión de ideas y conceptos, sino que cobija las actividades de
investigación, y obtención de informaciones, así como el derecho de recibirlas,
a la vez que el de difundirlas, criticarlas, complementarlas y sistematizarlas.
La libertad de
información así concebida se constituye, pues, en un derecho fundamental cuyo
ejercicio goza de protección jurídica y a la vez implica obligaciones y
responsabilidades.
El artículo 73 de la
Carta Política declara que la actividad periodística gozará de protección para
garantizar su libertad e independencia profesionales, mientras el 74 asegura la
inviolabilidad del secreto profesional, que interesa en grado sumo a los
periodistas, y el derecho de acceso a los documentos públicos como una regla
general cuyas excepciones únicamente la ley puede establecer[3].
A todo lo cual se agrega la perentoria prohibición de todas las formas de
censura.
Los ordenamientos
constitucionales de la mayoría de los estados modernos, tal como sucede en el
nuestro, parten del supuesto de que la comunicación es inherente a la
estructura social y política y que tan solo dentro de un concepto amplio, que
reconozca de manera generosa el ejercicio de la libertad para hacer uso de los
canales que la hacen posible, puede hablarse de un estado verdaderamente
democrático. Esto corresponde a una necesidad sentida de los pueblos y a una
instintiva reacción contra las posibilidades de actos que tiendan a recortar o
a anular el ejercicio de la libertad.
Pero, a objeto de
hacer completo el derecho del conglomerado a la comunicación, es necesario
reconocer en él, como elemento insustituible que contribuye inclusive a
preservarlo, el de la responsabilidad social que el inciso 2º del
artículo 20 de la Constitución colombiana señala en cabeza de los medios
masivos, los cuales, no por el hecho de hallarse rodeados de las garantías que
para el desarrollo de su papel ha consagrado el Constituyente, pueden erigirse
en entes omnímodos, del todo sustraídos al ordenamiento positivo y a la deducción
de consecuencias jurídicas por los perjuicios que puedan ocasionar a la
sociedad, al orden público o a las personas individual o colectivamente
consideradas, por causa o con ocasión de sus actividades.A propósito de esta
responsabilidad, ella crece en la medida en que aumenta la ya de por sí muy
grande influencia que ejercen los medios no solamente en la opinión pública
sino en las actitudes y aún en las conductas de la comunidad. Un informe
periodístico difundido irresponsablemente, o manipulado con torcidos fines;
falso en cuanto a los hechos que lo configuran; calumnioso o difamatorio, o
erróneo en la presentación de situaciones y circunstancias; inexacto en el
análisis de conceptos especializados, o perniciosamente orientado a beneficios
políticos o a ambiciones puramente personales, resulta mucho más dañino cuanta
mayor es la cobertura (nivel de circulación o audiencia) del medio que lo
difunde, pero en todo caso, con independencia de ese factor, constituye en sí
mismo abuso de la libertad, lesión muy grave a la dignidad de la persona humana
y ofensa mayúscula a la profesión del periodismo, sin contar con los
perjuicios, a veces irreparables que causa, los cuales no pueden pasar
desapercibidos desde el punto de vista de sus consecuencias jurídicas.La honra
y el buen nombre de las personas, que en este caso han sido los derechos
invocados por el accionante como desconocidos por los medios de comunicación,
constituyen, junto con el derecho a la intimidad los elementos de mayor
vulnerabilidad dentro del conjunto de los que afectan a la persona a partir de
publicaciones o informaciones erróneas, inexactas o incompletas. Resulta de
gravedad extrema olvidar, en aras de un mal entendido concepto de la libertad
de información, el impacto que causa en el conglomerado una noticia, en
especial cuando ella alude a la comisión de actos delictivos o al trámite de
procesos penales en curso, y el incalculable perjuicio que se ocasiona al
individuo involucrado si después resulta que las informaciones difundidas chocaban
con la verdad de los hechos o que el medio se precipitó a presentar
públicamente piezas cobijadas por la reserva del sumario, o a confundir una
investigación con una condena. Se tiene a este respecto un conflicto entre el
derecho del medio informador y el de la persona ofendida, que debe ser
resuelto, a la luz de la Constitución, teniendo en cuenta que, frente a la
justicia, no puede ser más valioso un distorsionado criterio de la libertad de
información que el derecho a la honra, garantizado en favor de toda persona por
el artículo 21 de la Carta Política, pues en tales casos no es lícito al medio
ni al periodista invocar como justificantes de su acción los derechos
consagrados en los artículos 20 y 73 de la Carta. No puede sacrificarse
impunemente la honra de ninguno de los asociados, ni tampoco sustituir a los
jueces en el ejercicio de la función de administrar justicia, definiendo
quiénes son culpables y quiénes inocentes, so pretexto de la libertad de
información.
Debe la Corte
insistir en que tanto el buen nombre (artículo 15 de la Constitución) como la
honra de las personas (artículo 21 de la Carta) son derechos fundamentales,
instituidos en razón de la dignidad del ser humano, en orden a preservar el
respeto que a esos valores, de tanta trascendencia para cada individuo y su
familia, deben la sociedad, el Estado y los particulares.
Ya, en torno a estos
derechos, ha manifestado la Corte Constitucional:
"El derecho al
buen nombre (...) está instituido como fundamental por el artículo 15 de la Carta
Política, según el cual "el Estado debe respetarlo(s) y hacerlo(s)
respetar", de lo que se deduce que obliga a todos y en toda clase de
relaciones, tanto oficiales como particulares y sean ellas públicas o privadas;
su respeto, por supuesto, es más exigente y estricto cuando se trata de
relaciones o situaciones públicas, dado el carácter del derecho que se protege,
el cual se desenvuelve muy especialmente ante una opinión circundante más o
menos amplia y comprensiva de una gran variedad de relaciones personales.
La honra es,
igualmente, un derecho fundamental consagrado en el artículo 21 constitucional.
Conforme a estos dos
principios, toda persona tiene derecho a que lo que se exprese, sienta y piense
de él por los demás corresponda a una estricta realidad de sus conductas y
condiciones personales, especialmente de sus bondades y virtudes, de manera que
la imagen no sufra detrimento por informaciones falsas, malintencionadas o
inoportunas.
Grande es
ciertamente la importancia de estos derechos porque el hombre necesita que la
opinión social dé apoyo cierto a sus valoraciones de sí mismo, a la prudente
evaluación de su persona y al justo orgullo que le permite llevar una vida
importante y significativa, a más de que la imagen que se tenga de él determina
en alta medida el trato que se le dá por los demás en una muy amplia gama de
circunstancias que tienen que ver con toda clase de aspectos de su vida desde
los afectivos hasta los económicos"[4].
Parece evidente que
en un Estado de Derecho y más aún, en un Estado Social de Derecho, no puede
haber derechos absolutos; el absolutismo, así se predique de un derecho, es la
negación de la juridicidad, y, si se trata de un derecho subjetivo, tratarlo
como absoluto es convertirlo en un antiderecho, pues ese sólo concepto implica
la posibilidad antijurídica del atropello a los derechos de los otros y a los
de la misma sociedad.En esa perspectiva, conductas periodísticas que
representan condena pública anticipada de quien es juzgado, antes de que así lo
hayan definido los tribunales del Estado -únicos competentes para hacerlo, en
desarrollo de la presunción de inocencia, que se constituye en otro de los
pilares de nuestro ordenamiento- entrañan flagrante exceso en el uso del
derecho y, en cuanto atañe a la Constitución colombiana, representan motivo de
responsabilidad social que, para ser efectiva, tiene que poder ser deducible
con efectos jurídicos, bien en el campo civil, ya en el penal.
Desde luego, tal
sacrificio de la honra y del buen nombre no existe cuando la información está
fundamentada en la verdad y esa verdad proviene, tratándose de delitos, de los
fallos proferidos por los jueces o tribunales competentes, o de los informes
que brinden las autoridades sobre las actividades que adelantan, dentro de sus
respectivas órbitas de competencia. En esas circunstancias, mal puede hablarse
de daño a la honra o al buen nombre de la persona a quien aluden las noticias
publicadas o transmitidas, pues el medio no hace sino dar cuenta pública de una
decisión adoptada conforme a derecho, o de lo certificado por el organismo que
tiene a su cargo determinadas atribuciones tendientes a la erradicación del
delito. Si los hechos publicados o difundidos son verdaderos, no es procedente
ni lógico pedir la rectificación sencillamente por cuanto no hay nada qué
rectificar.
En esta materia debe
tenerse en cuenta, además, lo ya expuesto por esta Corporación respecto de las
informaciones que suministran los organismos de seguridad e inteligencia:
"La
recopilación y evaluación de la información que realizan la Fuerza Pública
(Fuerzas Militares y Policía Nacional) y el Departamento Administrativo de
Seguridad, tienen como fundamento los artículos 217 y 218 de la Constitución,
en concordancia con los artículos 1º (dignidad humana y prevalencia del interés
general), 4º (respeto y obediencia a las autoridades), 29 (debido proceso), 83
(presunción de la buena fe), en la función de mantener el orden constitucional
y la convivencia pacífica y en el artículo 318 del Código de Procedimiento
Penal (colaboración de organismos oficiales y particulares), así como por la
Convención Americana de Derechos Humanos, artículos 32 Nº 1 y 2 que consagra la
correlación entre derechos y deberes.
La labor de
inteligencia tiene como finalidad detectar y realizar el seguimiento de
conductas determinadas en la ley como punibles y prestar apoyo en la labor de
investigación a la Rama Judicial del poder público.
Esta función
requiere del máximo de discreción que redundará en el éxito de la posterior
sanción penal, pues es de todos conocido que la desaparición de las pruebas o
su deterioro normal por el transcurso del tiempo inciden en el desarrollo del
proceso.
Razones suficientes
asisten al Estado para mantener reserva en tan delicada labor y poseer no sólo
a nivel nacional sino internacional la información que le permita actuar
rápidamente frente a las conductas delictivas"[5].
Si son los
servidores del Estado encargados de respetar esa reserva quienes la violan y
oficialmente entregan a la prensa datos, informaciones o documentos reservados,
ellos son responsables, sin perjuicio de lo dispuesto en el inciso 2º del
artículo 332 del Código de Procedimiento Penal, que dice:
"La publicación
en medio de comunicación de informaciones de carácter reservado constituirá
presunción de violación de la reserva, y hará incurrir en sanción a los
empleados y sujetos procesales responsables como al medio de difusión".
(Subraya la Corte).
Ahora bien, los
derechos a la honra y al buen nombre no son los únicos que pueden resultar
lesionados por la actividad informativa de un medio de comunicación. También
lo puede ser el derecho a la intimidad personal o familiar protegido en el
artículo 15 de la Constitución Política. Aquí ya no se trata de informaciones
falsas o inexactas, susceptibles de rectificación, sino de publicaciones de muy
diverso género (caricaturas, fotografías, imágenes transmitidas por televisión,
comentarios radiales, informes periodísticos "confidenciales" ampliamente
difundidos, etc.), cuyo contenido lesiona el núcleo de vida privada al que
tiene derecho toda persona, aunque se trate de un personaje público.
Considera la Corte
que los medios de comunicación no pueden invocar el derecho a la información
para invadir la esfera inalienable de las situaciones y circunstancias que son
del exclusivo interés de la persona y de sus allegados, pues ese reducto íntimo
hace parte de la necesaria privacidad a la que todo individuo y toda unidad
familiar tienen derecho. Esa prerrogativa es oponible a terceros considerados
de manera individual y con mucha mayor razón a los medios masivos, ya que
éstos, por la misma función que cumplen, están en capacidad de hacer público lo
que de suyo tiene el carácter de reservado por no ser de interés colectivo.
Así, no es aceptable
que un medio de comunicación, sin el consentimiento de la persona, dé a la
publicidad informaciones sobre hechos pertenecientes al ámbito estrictamente
particular, como son los casos de discrepancias o altercados entre esposos, o
entre padres e hijos sobre asuntos familiares; padecimientos de salud que la
familia no desea que se conozcan públicamente; problemas sentimentales o
circunstancias precarias en el terreno económico, pues todo ello importa
únicamente a los directamente involucrados y, por ende, ninguna razón existe
para que sean del dominio público, a no ser que en realidad, consideradas las
repercusiones de la situación concreta, esté de por medio un interés de la
comunidad, el cual tendría que ser debidamente probado y cierto para dar paso a
la información.
Desde luego,
tratándose del derecho a la intimidad, en principio no puede hablarse de
rectificación pues la lesión se produce aunque los hechos sean exactos, salvo
que, además de invadirse la esfera íntima de la persona o la familia, se están
transmitiendo o publicando datos que riñan con la verdad. Allí habría doble
quebranto de la preceptiva constitucional y las consiguientes responsabilidades
civiles y penales, en su caso, además de la obligación de rectificar en
condiciones de equidad (artículo 20 C.N.).
Otro aspecto de la
cuestión es el referente al derecho que tiene el sujeto pasivo de la
información, también protegido y, además, en forma calificada, por la
Constitución Política, según la cual se garantiza a toda persona "la
libertad de (...) recibir información veraz e imparcial".
El caso de las
informaciones falsas, tendenciosas, incompletas o parcializadas, revela
claramente un quebranto del concepto sobre lo que es la libertad y sobre el
derecho de que gozan los destinatarios de esas informaciones, aparte del ya
expresado daño que una noticia errónea puede causar en cuanto a la honra, el
prestigio y aún la vida de las personas, el orden público, la tranquilidad social,
o el normal desenvolvimiento de las actividades económicas, muy sensibles, por
su naturaleza, al pánico y a la zozobra.No se trata solamente de establecer si
la información que se suministra al público tiene sustento en la realidad.
También corresponde a los derechos del receptor de la noticia el de la
certidumbre en que la forma de transmisión o presentación de ella sea objetiva,
es decir, que se halle despojada de toda manipulación o tratamiento arbitrario;
libre de inclinación tendenciosa y deliberada; ajena a la pretensión de obtener
de las informaciones efectos normalmente no derivados de los hechos u opiniones
que las configuran, considerados en sí mismos, sino del enfoque usado por el
medio para distorsionarlas.
Repárese en que la
libertad en referencia no ha sido concebida exclusivamente en beneficio y para
uso de los medios y los periodistas, esto es, de los emisores de
pensamiento, opiniones e información, pues no se trata de una libertad de
sujetos calificados, sino que -allí radica su carácter de fundamental-
cubre a todas las personas, por el hecho de serlo, sin ninguna distinción por
razones de sexo, raza, profesión, nivel social o económico (artículo 13 de la
Constitución Política). Dada la naturaleza racional del hombre y su también
natural tendencia a la sociabilidad, y habida cuenta de la existencia de la
sociedad y de los indispensables vínculos del individuo con ésta, es suficiente
ser persona para tener derecho a ejercer y reclamar esa garantía.
No es tampoco un
derecho político, que pudiera predicarse únicamente de los nacionales en
uso de ciudadanía, aunque bien es cierto que la seguridad de una efectiva
libertad de expresión condiciona el ejercicio de los derechos políticos y que
la posibilidad concreta de ejercer a cabalidad la libertad de expresión se
constituye, a la vez, en elemento insustituible de acción política. De allí la
importancia de que una Constitución consagre, como lo hace la nuestra en el
artículo 111, en aras de una efectiva participación democrática, el derecho de que
gozan los partidos y movimientos políticos a utilizar los medios de
comunicación del Estado en todo tiempo, conforme a la ley, y en el 112 la
garantía para los partidos y movimientos de oposición en el sentido de ejercer
libremente la función crítica frente al gobierno, tener efectivo acceso a la
información oficial, usar los medios de comunicación social del Estado en
proporción a la representación en el Congreso y ejercitar el derecho de réplica
en dichos medios.El de la información es un derecho de doble vía, en
cuanto no está contemplado, ni en nuestra Constitución ni en ordenamiento ni
declaración alguna, como la sola posibilidad de emitir informaciones, sino que
se extiende necesariamente al receptor de las informaciones y, más aún, como ya
se dijo, las normas constitucionales tienden a calificar cuáles son las
condiciones en que el sujeto pasivo tiene derecho a recibir las informaciones
que le son enviadas.Como lo destaca el autor español César Molinero y los
franceses Jean María Auby y Robert Ducos-Ader, "el contenido de la
libertad de información tiene dos aspectos complementarios de la noción de
información. Se trata, en principio, de la libertad de informar, es decir, de
difundir el mensaje informativo, cuya actividad también concierne a la libertad
para recibir el mensaje informativo. "Evidentemente, la relación
informativa lleva implícita una relación jurídica. La evidencia de este vínculo
es notoria cuando de la propia información se generan lazos ideológicos, de
hecho, y que pueden ampliarse a todas las facetas de la relación humana; y muy
especialmente a aquellos que pueden representar violencia o injerencia en los
derechos de los demás".[6]Lo cual
significa, por lo tanto, que no siendo un derecho en un solo y exclusivo
sentido, la confluencia de las dos vertientes, la procedente de quien emite
informaciones y la alusiva a quien las recibe, cuyo derecho es tan valioso como
el de aquél, se constituyen en el verdadero concepto del derecho a la
información. En él mismo aparece, desde su misma enunciación, una de sus
limitantes: el derecho a informar llega hasta el punto en el cual principie a
invadirse la esfera del derecho de la persona y la comunidad, no ya únicamente
a recibir las informaciones sino a que ellas sean veraces e imparciales. De
donde surge como lógica e ineluctable consecuencia que las informaciones
falsas, parciales o manipuladas no corresponden al ejercicio de un derecho
sino a la violación de un derecho, y como tal deben ser tratadas desde
los puntos de vista social y jurídico.
Debe, entonces,
entenderse que, debidamente probada la infracción del ordenamiento jurídico por
un medio de comunicación, ha de poder concretarse en el campo de la responsabilidad
penal por los delitos que se cometan no en uso sino en abuso de la libertad
en contra de muy diversos intereses, y en el de la responsabilidad civil
por los perjuicios debidos a los excesos que se cometan pretextando el
ejercicio de la libertad de información, todo sin perjuicio de la responsabilidad
ante la opinión pública.
No obstante lo
anterior, cuando se trata de informaciones falsas o erróneas que afectan la
honra o el buen nombre de una persona o institución en concreto, puesto que se
trata de violaciones a derechos fundamentales, cabe la acción de tutela como
mecanismo inmediato, encaminado a su efectiva protección, si bien, como atrás
se ha dicho, para acudir a ella es indispensable agotar previamente el mecanismo
que la propia Constitución (artículo 20) ha puesto en manos del afectado,
consistente en el derecho a la rectificación en condiciones de equidad. La
tutela en estos casos, sobre la base del error o la falsedad de la información
y partiendo del supuesto de que el medio se ha negado a rectificar, habrá de
cristalizarse mediante la orden judicial de hacerlo en un término perentorio y
en forma tal que se neutralice el efecto de la información negativa, con la
misma importancia, despliegue, ubicación en la página en que se publicó la
información que se rectifica o en horario similar a aquél en que se transmitió
cuando se trate de medio radial o televisivo, a fin de lograr que la
rectificación tenga el mismo nivel y trascendencia que merecieron las publicaciones
objeto de ella.
Obviamente, esta
exigencia es válida para aquellas informaciones que son susceptibles de
rectificar, puesto que sería un trámite inútil e innecesario el de pedir
rectificación cuando, por su propia naturaleza, el material publicado no la
admite. Tal es el caso, por ejemplo, de las caricaturas, en relación con las
cuales, si alguna persona estima que mediante ellas se le ha vulnerado los
expresados derechos, podrá acudir directamente a la acción de tutela para que
se ordene al medio que corrija hacia el futuro sus actuaciones y, si es del
caso, para que se ordenen las indemnizaciones a que haya lugar.
En el presente
proceso, siendo claro que no se cumplió el requisito consagrado en la ley para
que procediera la tutela, no correspondía al juez entrar a fondo en el
conocimiento de los hechos y, por tanto, tampoco a esta Corporación le compete
hacerlo, motivo por el cual no se definirá aquí si los medios contra los cuales
se dirigió la acción violaron en algún sentido los derechos a la honra y al
buen nombre de URDINOLA GRAJALES, ni tampoco si éste incurrió en la
comisión de algún delito, pues ello habrá de ser resuelto por la justicia
penal. Se confirmará el fallo de segunda instancia.
V. DECISION
Con fundamento en
las consideraciones que anteceden, la Corte Constitución de la República de
Colombia, en Sala de Revisión, administrando justicia en nombre del pueblo y
por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero.-
CONFIRMAR la sentencia de
fecha junio 18 de 1992, proferida por el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Cali -Sala de Decisión Penal-, por medio de la cual fue revocado el
fallo emanado del Juzgado Doce Penal del Circuito de esa ciudad al resolver
sobre la acción de tutela instaurada por IVAN URDINOLA GRAJALES.
Segundo.- Envíese copia del expediente y de esta
providencia al Consejo Superior de la Judicatura, Sala Disciplinaria, y al
Procurador General de la Nación, para lo de su competencia.
Tercero.- Líbrese la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1] Cfr. Sobre el
concepto de autoridades la Sentencia Nº T-501 de esta Sala. Agosto 21
de 1992. Ponente: Magistrado José Gregorio Hernández Galindo.
[2] Cfr. Corte
Constitucional. Sentencia Nº 2. Mayo 8 de 1992. Ponente: Magistrado
Alejandro Martínez Caballero.
[3] Corte
Constitucional. Sentencia Nº T-414. Junio 16 de 1992. Sala Primera de
Revisión. Ponente: Magistrado Ciro Angarita Barón.
[4] Corte
Constitucional. Sentencia T-480. Agosto 10 de 1992. Sala Séptima de
Revisión. Ponente: Magistrado Jaime Sanín Greiffenstein.
[5] Corte
Constitucional. Sentencia Nº T-444. Julio 7 de 1992. Sala Cuarta de
Revisión. Ponente: Magistrado Alejandro Martínez Caballero.
[6]. Cfr.: MOLINERO ,
César. Libertad de expresión privada. Barcelona. Editorial A.T.E. 1981,
pág. 12. |
133 | T-515-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-515/92
IMPEDIMENTO-Amistad
A pesar del carácter
subjetivo que implica la amistad, su reconocimiento a efecto de considerar que
pueda conturbar la mente neutral del fallador, requiere no solo de la
manifestación por parte de quien se considera impedido, sino además de otra
serie de hechos que así lo demuestren. Tal vínculo afectivo debe ser de un
grado tan importante que eventualmente pueda llevar al juzgador a perder su
imparcialidad. Es decir, no todo vínculo personal ejerce influencia tan
decisiva en el juez como para condicionar su fallo. Es precisamente esto lo
que debe establecer en el caso concreto la autoridad judicial ante la cual se
plantea el impedimento o la recusación. Siendo taxativas las causales de
impedimento y recusación, por cuanto el legislador es el único autorizado para
establecerlas, son de interpretación estricta y de ningún modo resultan
admisibles las extensiones analógicas a situaciones no contempladas por la ley.
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA-Desconocimiento
No podría la
Corte Constitucional, ante el ejercicio de una acción con tan precisos
objetivos constitucionales como la ejercida en esta oportunidad, obligar a un
centro educativo a mantener en su seno personas que al transgredir deberes
espontáneamente contraídos, claramente estatuidos en los reglamentos del
instituto, alteran la armonía necesaria para el normal desarrollo de la vida
académica. Ello implicaría desconocer la autonomía que la Carta ha consagrado
en favor de las entidades universitarias y desfigurar la institución de la
tutela, convirtiéndola en mecanismo protector de quienes perturban el sano
desarrollo de la actividad educativa, con notorio perjuicio de los derechos que
corresponden al resto del alumnado.
ACCION DE TUTELA-Hecho consumado
Los
acontecimientos ocurrieron y se perfeccionaron no solo con anterioridad a la
entrada en vigencia de la Constitución Política de 1991, sino mucho antes de
que se ejerciera la acción y se profiriera el fallo que ahora se revisa. Ya
que como lo establece el artículo 6º, numeral 4º del Decreto 2591 de 1991 y
según lo ha entendido la doctrina de la Corte Constitucional, no es procedente
en estos casos la acción de tutela, el juez correspondiente no estaba
habilitado para conceder el amparo pedido.
ACCION DE TUTELA-Naturaleza
La acción de
tutela tiene como objeto la protección eficaz e inmediata de los derechos
fundamentales, sin que exista razón para predicar su procedencia cuando los
hechos que pueden dar lugar a su ejercicio, hayan quedado definidos, ya que la
amenaza o violación del derecho no existen al momento de proferir el fallo,
salvo que los hechos que configuran una u otra persistan y sean actual y
ciertamente percibidas por el juez. Considerar lo contrario sería desvirtuar la
finalidad y la naturaleza de la acción.
Sala Tercera de Revisión
Ref.: Expediente
T-2587
Acción de tutela
intentada por PEDRO HERNAN ROMERO SAENZ contra la Fundación "Universidad
Externado de Colombia".
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
-Ponente-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Aprobada mediante
acta de la Sala Tercera de Revisión, en Santafé de Bogotá, D.C., a los once
(11) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
Procede la Corte
Constitucional, por intermedio de su Sala Tercera de Revisión, a examinar el
fallo proferido el pasado diez (10) de abril, por el Juzgado Quinto Civil del
Circuito de Santafé de Bogotá, D.C., mediante el cual se confirmó la
providencia dictada en primera instancia por el Juzgado Doce Civil Municipal de
la misma ciudad, agencia judicial que negó la tutela solicitada por el actor.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
Mediante escrito
presentado el día doce (12) de febrero del año en curso ante el Juzgado 55
Civil Municipal de Santafé de Bogotá, D.C., el ciudadano PEDRO HERNAN ROMERO
SAENZ solicitó se tutelara su derecho a la educación por considerar que la
Universidad "Externado de Colombia" le causó perjuicios, amparándose
en el poder e influencia de su rector y de algunos profesores y directivos y en
el concepto de autonomía universitaria.
Estima el demandante
que fue injustamente expulsado del claustro desde noviembre de mil novecientos
ochenta y ocho (1988), y que aún habiendo aportado pruebas de su inocencia, se
le acusó y sancionó por haber irrespetado a un profesor que, de acuerdo con lo
expuesto por el peticionario, actúo respaldado por el decano de la Facultad de
Hotelería de la cual era alumno.
El actor manifiesta
que en el proceso disciplinario adelantado en su contra únicamente se escuchó
al profesor, sin que él hubiera tenido oportunidad de ser oído ni de aportar
pruebas. El resultado fue una queja ante el rector de la Universidad quien
ordenó la cancelación de la matrícula.
1. Trámite
judicial
En la misma fecha de
presentación, la demanda de tutela fue repartida al Juzgado 12 Civil Municipal,
cuya titular se declaró impedida para conocer del asunto, argumentando la
existencia de una amistad íntima entre ella, el rector y algunos profesores de
la institución, con quienes dijo conservar lazos de amistad, a lo cual, agregó,
se añade la circunstancia de ser egresada de la Universidad Externado de
Colombia.
Con fundamento en
tales motivos se ordenó pasar el asunto a conocimiento del Juzgado Trece Civil
Municipal, por ser el siguiente en turno, atendiendo a lo establecido por los
artículos 106 y 107 del Código de Procedimiento Penal.
El catorce (14) de
febrero del presente año, el Juzgado Trece Civil Municipal declaró infundado el
impedimento y ordenó el envío de las diligencias al superior jerárquico, como
lo señala el inciso segundo del artículo 107 del Código de Procedimiento Penal.
Repartido al Juzgado
Quinto Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, D.C., el asunto fue decidido el
dieciocho (18) de febrero, ordenando devolver el proceso al Juzgado Doce Civil
Municipal, agencia judicial que avocó el conocimiento mediante providencia del
pasado veintiuno (21) de febrero.
Una vez adelantado
el estudio correspondiente, el Juzgado Doce Civil Municipal de Santafé de
Bogotá, D.C., procedió, a resolver. Lo hizo el tres (3) de marzo de mil
novecientos noventa y dos (1992), basándose en las consideraciones que se
relacionan a continuación:
Para el fallador de
primera instancia el derecho presuntamente afectado es el de la educación, que
se encuentra amparado por los artículos 26 y 67 de la Carta Política. La
acción se halla enmarcada dentro del artículo 42 del Decreto 2591 de 1991, toda
vez que ha sido ejercida contra un particular encargado de la prestación del
servicio público de la educación, puesto que la sanción impuesta por la
Universidad "Externado de Colombia" al accionante, consistió en la
cancelación de su matrícula en la Facultad de Administración de Empresas
Turísticas y Hoteleras.
Consideró el
despacho judicial que la Universidad actuó en acatamiento a su reglamento
interno, sin transgredir derecho constitucional alguno en perjuicio de PEDRO
HERNAN ROMERO SAENZ, pues se observaron las normas del procedimiento
disciplinario, antes de que el Consejo Directivo tomara la respectiva
decisión. Además en su criterio no se daba el perjuicio irremediable que
pudiera afectar al peticionario, dado que éste podía continuar sus estudios en
otro centro docente.
Con fundamento en
tales consideraciones se negó la tutela solicitada, decisión que, notificada el
día cuatro (4) de marzo, fue impugnada por el actor concediéndose el recurso
ante el Juzgado Civil del Circuito.
Mediante fallo
proferido el diez (10) de abril del corriente año, el Juzgado Quinto Civil del
Circuito de Santafé de Bogotá, D.C., resolvió acerca del recurso de apelación
interpuesto, basándose en las siguientes consideraciones:
El análisis del
Juzgado de segunda instancia parte del reconocimiento que la Constitución hace
de los derechos de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra, en
ejercicio de los cuales el ciudadano accede a las entidades educativas, pero,
en el entendido de que una vez vinculado como alumno debe someterse al reglamento
interno de las mismas.
De acuerdo con las
pruebas aportadas, consideró el Despacho que la Universidad "Externado de
Colombia", adelantó la investigación y el trámite sancionatorio dentro de
los parámetros establecidos por el artículo 12 de su Reglamento Orgánico
Interno.
De otra parte,
manifestó el Juez de segunda instancia que ante el acto legítimo adelantado por
las directivas del mencionado centro educativo y por tratarse de un particular,
debía darse aplicación a lo estatuido en el artículo 45 del Decreto 2591 de
1991, que dispone: "no se podrá conceder la tutela contra conductas
legítimas de un particular".
Basándose en tales
argumentos, mediante providencia del diez (10) de abril, el Juzgado Quinto
Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, D.C., confirmó el fallo de primera
instancia. El expediente, una vez recibido en la Secretaría de la Corte
Constitucional, fue sometido a la correspondiente Sala de Selección, la cual,
en providencia del pasado diecisiete (17) de junio, ordenó su revisión.
II.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para revisar las providencias judiciales
mencionadas, de acuerdo con lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9
de la Carta Política, 31, 32, 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991.
2. Carácter
taxativo de las causales de impedimento
Dentro del trámite
judicial aparece el impedimento que oportunamente fue manifestado por la Juez
Doce Civil Municipal de Santafé de Bogotá, D.C., quien consideró debía
apartarse del conocimiento de la acción intentada por existir amistad íntima
con el rector y profesores de la Universidad "Externado de Colombia",
y además porque en ese centro educativo cursó sus estudios superiores.
El Juzgado Trece del
mismo grado no aceptó tales razones, correspondiendo, por tanto, al superior
decidir de plano conforme lo dispone el artículo 107 del Código de
Procedimiento Penal.
El impedimento fue
planteado de acuerdo con lo establecido por el artículo 39 del Decreto 2591 de
1991, que dispone:
"Artículo
39.- Recusación. en ningún caso será procedente la recusación. El juez
deberá declararse impedido cuando concurran las causales de impedimento del
Código de Procedimiento Penal so pena de incurrir en la sanción disciplinaria
correspondiente. el juez que conozca de la impugnación del fallo de tutela
deberá adoptar las medidas procedentes para que se inicie el procedimiento
disciplinario si fuere el caso".
La causal invocada
por la Juez en esta ocasión se halla descrita en el Código de Procedimiento
Penal de la siguiente forma: "Artículo 103- Causales de impedimento. Son
causales de impedimento: ... 5. Que exista amistad íntima o enemistad grave
entre alguno de los sujetos procesales y el funcionario judicial".
Como es apenas
lógico la persona facultada para decidir un conflicto judicial debe cumplir con
determinados requisitos subjetivos, sin los cuales se considera comprometida su
parcialidad. Esos requisitos se derivan de la necesidad de asegurar que la
decisión sea objetiva, lo cual ofrece a las partes garantía de verdadera
justicia.
A pesar del carácter
subjetivo que implica la amistad, su reconocimiento a efecto de considerar que
pueda conturbar la mente neutral del fallador, requiere no solo de la
manifestación por parte de quien se considera impedido, sino además de otra
serie de hechos que así lo demuestren. Tal vínculo afectivo debe ser de un
grado tan importante que eventualmente pueda llevar al juzgador a perder su
imparcialidad. Es decir, no todo vínculo personal ejerce influencia tan
decisiva en el juez como para condicionar su fallo. Es precisamente esto lo
que debe establecer en el caso concreto la autoridad judicial ante la cual se
plantea el impedimento o la recusación.
Según la
clasificación de Mattirolo, citado por Hernando Morales Molina1, las causas
de impedimento provienen de cuatro motivos: afecto, interés, animadversión y
amor propio del juez.
Una de las razones
invocadas en el asunto que ahora ocupa la atención de esta Sala, se encuentra
entre aquellas causales motivadas por el afecto y que podría, de no ser
manifestada por el juez, perjudicar a la parte contraria a la que tiene con él
amistad íntima, la cual en virtud del perentorio mandato consagrado en el
artículo 39 del Decreto 2591 de 1991, se halla imposibilitada para recusar al
funcionario judicial.
No entra la Corte a
estimar si en este caso era fundada esta causal por cuanto el asunto ya fue
resuelto por la instancia judicial que tenía competencia para ello y porque,
además, carece de elementos de juicio para definir si en verdad se daba la
alegada amistad íntima entre la juez y los directivos universitarios.
No obstante, ha
llamado la atención de la Corte el impedimento planteado por la juez en lo
relativo a la circunstancia de haber culminado sus estudios superiores en la
universidad contra la cual se enderezaba la acción de tutela.
Siendo taxativas las
causales de impedimento y recusación, por cuanto el legislador es el único
autorizado para establecerlas, son de interpretación estricta y de ningún modo
resultan admisibles las extensiones analógicas a situaciones no contempladas
por la ley. Así, la circunstancia de haber egresado de un determinado colegio
o universidad no configura en sí misma una razón de impedimento, a no ser que
esté unida a otros motivos respecto de los cuales sean aplicables las
pertinentes disposiciones legales. Aunque es de esperar que quien se ha
formado en una cierta institución docente conserve hacia ésta sentimientos de
gratitud o consideración, ello no siempre ocurre y, además, la naturaleza del
vínculo que se establece no tiene el mismo alcance que las amistades o
enemistades subjetivas ni condiciona la decisión del juez como tampoco ocurre
cuando se pertenece a una determinada religión o a un partido político, a menos
que en el caso concreto haya claro y marcado interés del propio juez en el
sentido de la resolución que se adopte. Aceptar que elementos como estos o
similares, sin estar consagrados en norma positiva, constituyan causal para que
el juez sea separado del conocimiento de un asunto equivaldría a la ampliación
indefinida de las causales de impedimento y obstaculizaría en grado sumo la
tramitación y decisión de las controversias judiciales.
3. Derechos,
deberes y obligaciones del estudiante
El peticionario
alega que se ha vulnerado su derecho a la educación en virtud del acto mediante
el cual fue expulsado de la Universidad "Externado de Colombia". La
Corte Constitucional ha expuesto, en distintos de sus proveídos, que el derecho
a la educación, entendido como garantía reconocida constitucionalmente, corresponde
a la posibilidad que debe tener toda persona, en pie de igualdad con las demás,
para acceder a los medios de instrucción y formación académica, técnica o
científica, pero que al mismo tiempo este derecho no es absoluto, sino que
implica obligaciones correlativas por parte del educando2.
Tales obligaciones
vinculan al estudiante no solo socialmente con los integrantes de la comunidad
en general, sino también estatutariamente con los miembros de la
colectividad académica en el interior de la cual adelanta su vida de formación.
El vínculo contraído
con la institución académica en virtud de la matrícula, confiere derechos e
impone deberes y obligaciones que cada centro docente, en ejercicio de su
autonomía, está llamado a contemplar mediante sus propios estatutos y
reglamentos. Es decir, que la conducta reprochable atribuible a un estudiante
dentro del claustro, mientras no signifique transgresión sujeta a la
competencia de los jueces, será susceptible de sanción, por el mismo
establecimiento, la cual deberá aplicarse de conformidad con el procedimiento
señalado por los estatutos que en forma autónoma se haya dado el ente educativo
superior.
Ahora bien, si, como
se ha demostrado que aconteció en este caso, el educando faltó a sus deberes y
obligaciones disciplinarios, es legítimo que la institución, por medio de las
personas que la representan, adelante el trámite determinado en su reglamento,
con el fin de establecer la eventual responsabilidad del inculpado. Del examen
efectuado por los jueces de tutela se ha establecido que la Universidad
"Externado de Colombia", antes de imponer la sanción al estudiante ROMERO
SAENZ, practicó las diligencias aptas y adecuadas al procedimiento fijado
en sus estatutos y, en virtud de ellas, llegó al convencimiento de que el
alumno había actuado desconociendo y violando el régimen interno de la
institución.
No podría la Corte
Constitucional, ante el ejercicio de una acción con tan precisos objetivos
constitucionales como la ejercida en esta oportunidad, obligar a un centro
educativo a mantener en su seno personas que al transgredir deberes
espontáneamente contraídos, claramente estatuidos en los reglamentos del
instituto, alteran la armonía necesaria para el normal desarrollo de la vida
académica. Ello implicaría desconocer la autonomía que la Carta ha consagrado
en favor de las entidades universitarias y desfigurar la institución de la
tutela, convirtiéndola en mecanismo protector de quienes perturban el sano
desarrollo de la actividad educativa, con notorio perjuicio de los derechos que
corresponden al resto del alumnado.
Respecto de los
vicios de procedimiento en que, según el peticionario, incurrió la Universidad
por no haberlo oído y por no evaluar las pruebas aportadas, es oportuno
destacar el especial cuidado con que la Universidad actuó en el proceso que se
examina, llegando incluso a designar un funcionario con el encargo de practicar
las pruebas necesarias. Este presentó un detallado informe a las directivas de
la Institución y sólo con fundamento en él se determinó que era necesario
imponer sanción al estudiante.
Ante el
procedimiento disciplinario adelantado en forma adecuada al trámite señalado
por el estatuto orgánico interno de la Universidad, respetando el orden legal
que regula este tipo de actuaciones, puede decirse que el centro educativo
superior actuó dentro de la órbita de su competencia y funciones, concluyendo
la legitimidad de la conducta desplegada en el asunto sub-lite por sus
representantes, lo que implicaba para el juez la imposibilidad de conceder la
tutela tal como lo establece el artículo 45 del Decreto 2591 de 1991.
4. El argumento
de "influencia"
Entre las razones de
violación de su derecho invocadas por el accionante se encuentra la relacionada
con la influencia que sobre "la vida del país" ejercen, en su sentir,
algunos integrantes de los estamentos directivos de la Universidad
"Externado de Colombia", de la cual, según él, se valieron para
actuar en su contra. A este respecto la Corte considera que la posible
injerencia ejercida por una entidad, a través de sus agentes, en un ámbito tan
indefinido como el señalado por el petente, requiere una serie de condiciones
que, como se demuestra a continuación, no se presentan en el caso sometido a
revisión.
Ejercer influencia
sobre un individuo o colectividad conlleva la posibilidad actual, real,
eficiente e idónea de disponer de medios que permitan inclinar su voluntad en
favor de los intereses, los deseos o los propósitos de quien influye; significa
entonces que la persona, natural o colectiva, sobre la que se actúa debe ser
susceptible de identificación para así llegar a concluir que sobre ella se ha
ejercido una coacción capaz de doblegar su autonomía, y que por lo mismo podría
ser ilegal. Es necesario, para que pueda predicarse la existencia de semejante
relación, no solo identificar a la persona o entidad que realiza la actividad
de influjo (sujeto activo) sino, además, establecer sobre quién se ejerce
(sujeto pasivo) y concretar que lo decidido o resuelto (objeto o materia de
influencia) se debe a la efectividad del influjo y no a motivos diferentes.
En este proceso el
peticionario afirma que algunas personas vinculadas con la Universidad, a
quienes designa por sus nombres y apellidos, ejercen influencia en la vida del
país y que han hecho uso de ella para perjudicarlo, excluyéndolo del Claustro.
No parece a la Corte
que revista seriedad el argumento, pues el efecto de las decisiones adoptadas
no se produjo fuera sino dentro de la institución universitaria, razón por la
cual no era necesario ejercer ese supuesto poder sobre la sociedad colombiana
para aplicar los reglamentos internos del plantel . Pero, por otra parte, el
sujeto pasivo de la influencia alegada es del todo indeterminado y ningún
sentido tenía ella, tal como se presenta por el actor, para el objeto en el
cual fue presuntamente utilizada.
En este aspecto,
pues, la acción de tutela carecía de fundamento.
5. Situaciones
consumadas
De acuerdo con lo
manifestado por el peticionario, los hechos que originaron la acción tuvieron
lugar en noviembre de mil novecientos ochenta y ocho (1988), es decir que tales
acontecimientos ocurrieron y se perfeccionaron no solo con anterioridad a la
entrada en vigencia de la Constitución Política de 1991, sino mucho antes de
que se ejerciera la acción y se profiriera el fallo que ahora se revisa. Ya
que como lo establece el artículo 6º, numeral 4º del Decreto 2591 de 1991 y según
lo ha entendido la doctrina de la Corte Constitucional3, no es
procedente en estos casos la acción de tutela, el juez correspondiente no
estaba habilitado para conceder el amparo pedido.
El medio de defensa
judicial referido por el artículo 86 de la Carta tiene como objeto la
protección eficaz e inmediata de los derechos fundamentales, sin que exista
razón para predicar su procedencia cuando los hechos que pueden dar lugar a su
ejercicio, hayan quedado definidos, ya que la amenaza o violación del derecho
no existen al momento de proferir el fallo, salvo que los hechos que configuran
una u otra persistan y sean actual y ciertamente percibidas por el juez. Considerar
lo contrario sería desvirtuar la finalidad y la naturaleza de la acción de
tutela.
IV. DECISION
Por las razones que
anteceden, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión, administrando
justicia, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero:
CONFIRMASE el fallo
proferido el diez (10) de abril por el Juzgado Quinto Civil del Circuito de
Santafé de Bogotá, D.C., mediante el cual fue confirmada la providencia que en
primera instancia negó la tutela solicitada por el ciudadano PEDRO HERNAN
ROMERO SAENZ.
Segundo: LIBRESE
por Secretaría la
comunicación de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los
fines allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Curso de Derecho Procesal Civil, Hernando Morales Molina,
Editorial ABC, novena edición, 1985. Pág. 107.
2 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia
Nº492 del 12 de agosto de 1992.
3 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia Nº T-492, agosto 12 de
1992. Sala Tercera de Revisión. |
134 | T-516-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-516/92
DEBIDO PROCESO-Contenido/PRINCIPIO DE LEGALIDAD-Obligatoriedad
El carácter
fundamental del derecho al debido proceso proviene de su estrecho vínculo con
el principio de legalidad al que deben ajustarse no sólo las autoridades
judiciales sino también, en adelante, las administrativas, en la definición de
los derechos de los individuos. Es pues una defensa de los procedimientos,
en especial de la posibilidad de ser oído y vencido en juicio, según la
fórmula clásica, o lo que es lo mismo, de la posibilidad de ejercer el derecho
de defensa. El derecho al debido proceso comprende no solo la observancia de
los pasos que la ley impone a los procesos judiciales y a los procesos y
trámites administrativos, sino, también el respeto a las formalidades propias
de cada juicio, que se encuentran, en general, contenidas en los principios que
los inspiran, el tipo de intereses en litigio, las calidades de los jueces y
funcionarios encargados de resolver.
NOTIFICACION-Irregularidad/ACCION DE TUTELA-Improcedencia
La Sala
interpreta que la tutela no es el único, ni siempre el procedente medio
judicial para hacer valer un derecho fundamental. La falta de notificación o la
notificación defectuosa, tiene el efecto de que el acto no puede ser ejecutado
y en caso de que lo sea, el administrado lesionado puede accionar en defensa de
sus intereses desde el momento en que tenga conocimiento del mismo.
Sala de Revisión No. 5
REF: Expediente
No. T-2662
Actor:
HECTOR DE LOS RIOS
MEJIA
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Septiembre quince (15) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Corte
Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, se pronuncia sobre la acción de la
referencia, en el grado jurisdiccional de revisión, teniendo en cuenta lo siguiente:
ANTECEDENTES
El señor HECTOR DE
LOS RIOS MEJIA, en ejercicio de la Acción de Tutela consagrada en el artículo
86 de la Constitución Política y reglamentada por los decretos No. 2591 de 1991
y No. 306 de 1992, solicita que le sea notificado personalmente el decreto 2477
de 11 de Septiembre de 1981, por el cual el señor Presidente de la República,
lo destituyó del cargo de Asesor, código 1020- grado 02 de la Subsecretaría de
Política Exterior del Ministerio de Relaciones Exteriores, "con el objeto
de que una vez surtida y agotada la notificación pedida, pueda interponer los
recursos y ejercer las acciones que la Constitución y la ley otorgan a los
ciudadanos". Igualmente solicita "que de conformidad con el artículo
25 del Decreto 2591 de 1991 se condene en abstracto al Ministerio de Relaciones
Exteriores a indemnizarme por el daño emergente derivado de los hechos
referidos". Encuentra sustento a sus peticiones en lo siguiente:
- Que el Ministerio
de Relaciones Exteriores al no notificar en legal forma el acto administrativo
incurrió en violación a su derecho fundamental al debido proceso (art. 29
C.N.).
- Que el Ministerio
de Relaciones Exteriores mediante resolución No. 1967 de 1981, lo destituyó del
cargo de Asesor Código 1020 Grado 02 de la Subsecretaría de Política Exterior,
del Ministerio de Relaciones Exteriores. Dicho acto fue anulado según sentencia
de Consejo de Estado del 2 de Mayo de 1984.
- Que no
"obstante el Gobierno Nacional produjo otro acto, el decreto 2477 de
fecha 11 de Septiembre de 1981, que nuevamente me destituía y que no me
fue notificado personalmente dentro del plazo fijado por la ley, sino que
la Jefatura de Personal del Ministerio de Relaciones Exteriores lo hizo por
edicto, sin intentar primero la notificación personal como lo ordena la ley, el
cual fue desfijado el 10 de diciembre de 1981. Este decreto no fue conocido
por mí sino en el transcurso del proceso de demanda de la Resolución 1967,
cuando ya se habían vencido los términos para interponer los recursos legales."
- Que el Ministerio
de Relaciones Exteriores no cumplió con lo establecido en el artículo 44 del
Código Contencioso-administrativo, en la notificación del D. 2477 de 1981,
porque sólo cuando ha sido imposible la notificación personal ésta se puede
realizar mediante edicto. La notificación personal no era imposible, por cuanto
su dirección era de público conocimiento en el Ministerio y aparecía en la
"Guía Diplomática de los años 1979, 1980 y 1981 publicada por el
Ministerio de Relaciones Exteriores".
LA PRIMERA INSTANCIA
El Juez Catorce (14)
Civil Municipal de Santafé de Bogotá D.C., en sentencia del cuatro (4) de marzo
de mil novecientos noventa y dos (1992), resuelve "NEGAR la acción de
tutela impetrada por el señor HECTOR DE LOS RIOS MEJIA", luego de
considerar lo siguiente:
- Que conforme el
artículo 6o. del Decreto 2591 de 1991, la acción de tutela tiene un
"contenido residual". "Ahora bien, si el extremo accionante,
observó que el contenido del Decreto No. 2477 de septiembre 11 de 1981,
mediante el cual lo separó del cargo"..., "no le fue notificado en
legal forma, ha debido utilizar los mecanismos necesarios para impugnar,
anular, etc., dicho acto administrativo, tal como lo prevén los artículos 84,
85 y 86 del C.C.A., por ser una orden de origen presidencial, cuyo control lo
establece la normatividad administrativa, por lo tanto, resulta improcedente la
acción de tutela elevada por el interesado en esas diligencias, en virtud a que
él mismo gozó de la oportunidad para advertir y remediar su inconformidad,
atendiendo a los recursos legales para estos eventos, sin que se hubiera hecho
uso de "ellos". Apoya lo anterior en sentencia de la Corte Suprema
de Justicia de 17 de febrero de 1992.
la
impugnaciOn
La decisión relatada
fue objeto de impugnación por el accionante, quien expresó:
- "La
Notificación no es sustantivamente un acto administrativo, por lo tanto no
es susceptible de los recursos enumerados en los considerandos de su decisión
(Consejo de Estado, Sección I, auto de agosto 5 de 1975 -Sentencia de Julio 7
de 1982). Es una simple diligencia de trámite que tiene, sin lugar a dudas,
importantes consecuencias procesales."
- Que la acción
"no está dirigida a desconocer el acto administrativo contenido en el
Decreto 2477, sino a tutelar el derecho constitucional violado por un simple
acto de trámite, por una gestión o una diligencia dirigida a enterar a los
gobernados de los actos de sus gobernantes".
LA SEGUNDA INSTANCIA
El Juez doce (12)
Civil del Circuito de Santafé de Bogotá D.C., en sentencia del diez (10) de
abril de mil novecientos noventa y dos (1992), vista la impugnación formulada,
resuelve: "CONFIRMAR la providencia del 4 de marzo de 1992, proferida por
la señora Juez Catorce (14) Civil Municipal de Santafé de Bogotá D.C., que fue
materia
del presente
recurso",
Considerando:
-
Que la notificación está
reglamentada legalmente, de suerte que "es indudable que el problema de
determinar su legalidad es ajeno a la acción de tutela, pues, como lo establece
claramente el artículo 2o. del Decreto 306 de 1992,..." la acción de
tutela protege exclusivamente los derechos constitucionales fundamentales, y
por lo tanto, no puede ser utilizada para hacer respetar derechos que sólo
tienen rango legal, ni para hacer cumplir las leyes, los decretos, los
reglamentos o cualquiera otra norma de rango inferior...".
- Que la acción de
tutela "no ha sido establecida para examinar si se dio cumplimiento o no
al artículo 162 del Decreto 1950 de 1973; si fue bien o mal interpretada y
aplicada la citada disposición, etc., ni mucho menos para hacerla
cumplir."
Teniendo en cuenta
lo anterior, procede la Corporación a decidir, previas las siguientes
CONSIDERACIONES
LA COMPETENCIA
Es competente la
Sala para conocer de la acción de tutela instaurada por el señor HECTOR DE LOS
RIOS MEJIA, de acuerdo con lo preceptuado en los artículos 86 inciso 2o. y 241
numeral 9 de la Constitución Política, desarrollados en los artículos 33 y 34
del Decreto 2591 de 1991.
LA MATERIA
La presente revisión
de la sentencia del Juez Doce Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, del 10
de abril de 1992, en el asunto de la referencia comprende además la
determinación de la procedencia de la Acción de Tutela contra una indebida
notificación de un acto administrativo, por considerarse violado el derecho
fundamental al debido proceso.
La Acción de Tutela
organizada jurídicamente por mandato de la Constitución Política de 1991,
permite a toda persona reclamar ante los jueces, sin limitaciones de tiempo ni
espacio, mediante un procedimiento preferente y sumario, la protección de sus
derechos fundamentales, cuando estos resulten vulnerados o amenazados por la
acción u omisión de cualquier autoridad pública. Esta nueva posibilidad
judicial de los asociados, por la importancia del objetivo que se propone. -La
defensa de los Derechos Constitucionales Fundamentales- ha estimulado de manera
masiva, su utilización en forma, la mayoría de las veces, indiscriminada. No
podía ser de otro modo, en un país como el nuestro que, mantiene aún la
garantía de esos derechos apenas como una posibilidad para la mayoría de sus
habitantes, realidad esta que el Constituyente dispuso modificar, imponiendo al
estado la obligación, entre otras, de promover las condiciones para asegurar
una igualdad real y efectiva entre los miembros de la colectividad y en
especial a fin de dictar medidas en favor de grupos discriminados o marginados.
Ese anhelo
reivindicatorio ha venido a desvirtuar en buena parte la verdadera naturaleza
de la Acción de Tutela. Lo primero que debe puntualizarse, es que la
mencionada acción no es el camino o la vía judicial que sirve para obtener la
solución judicial de todos los conflictos de interés en que se encuentren los individuos,
tal como se ha entendido por buena parte de los accionantes, estimulados por la
generalidad y consecuente vaguedad con que se ha expuesto la Nueva Institución,
con ánimo en oportunidades, de promoción política, y también de auspicio
desinteresado de la libertad. Generalidad que, sin embargo, no es propia de la
tutela en nuestro ordenamiento jurídico, a diferencia de lo que ocurre en otros
paises, en los cuales el amparo de los Derechos Humanos, tiene una sola vía
judicial, el denominado recurso de amparo, para hacer valer esos derechos. En
efecto, en Colombia, además de la Tutela, existen la acción pública de
constitucionalidad, la excepción de inconstitucionalidad, acciones de nulidad y
restablecimiento del derecho, controles automáticos de constitucionalidad de
los decretos expedidos durante los estados de excepción, recurso especial de
Habeas Corpus, control automático de constitucionalidad de las leyes
aprobatorias de los tratados y del contenido de los mismos, además de una
estructura judicial ordinaria y especializada, todas estas, procedimientos y
acciones judiciales consagrados en la Carta Fundamental; de manera que, la
autorización de su existencia, impone delimitar el alcance de unos y otros y
permite concluir que la acción de tutela no puede ser utilizada para
sustituirlos, por cuanto si ésta hubiese sido la voluntad del constituyente,
pues simplemente no los habría establecido.
Más aún, de modo
expreso el constituyente preceptuó que la acción de tutela sólo procederá
cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que
aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable. Igualmente, el legislador autorizado para desarrollarla
(D.2591/91 artículo 6o.), dispuso la no procedencia de la acción, "cuando
existan otros recursos o medios de defensa judiciales, salvo que aquella se
utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable". De donde se infiere que la tutela tiene el carácter de
complemento supletivo de las garantías judiciales a la libertad previstas en el
ordenamiento jurídico (ver sentencia T-468, Sala de Revisión No. 5, expediente
No. T-1475, julio 17 de 1992, M.P. Dr. Fabio Morón Diaz).
El accionante
solicita el amparo de su derecho al debido proceso, derecho éste que hace parte
de los de naturaleza fundamental, y que extendió sus garantías a la tramitación
administrativa en la Constitución Política de 1991. El carácter fundamental de
este derecho proviene de su estrecho vínculo con el principio de legalidad al
que deben ajustarse no sólo las autoridades judiciales sino también, en
adelante, las administrativas, en la definición de los derechos de los
individuos. Es pues una defensa de los procedimientos, en especial de la
posibilidad de ser oído y vencido en juicio, según la fórmula clásica, o lo que
es lo mismo, de la posibilidad de ejercer el derecho de defensa.
Además, el derecho
al debido proceso comprende no solo la observancia de los pasos que la ley
impone a los procesos judiciales y a los procesos y trámites administrativos,
sino, también el respeto a las formalidades propias de cada juicio, que se
encuentran, en general, contenidas en los principios que los inspiran, el tipo
de intereses en litigio, las calidades de los jueces y funcionarios encargados
de resolver.
En el presente caso,
el accionante alega haber sido notificado ilegalmente del Decreto 2477 de septiembre
11 de 1981, mediante el cual se le destituyó del cargo de Asesor, Código 1020
Grado 02 de la Subsecretaría de Política Exterior del Ministerio de Relaciones
Exteriores. En realidad, la notificación se hizo mediante edicto fijado en
lugar visible de la Oficina de Personal, por el término de cinco (5) días
hábiles, el día dos (2) de diciembre de mil novecientos ochenta y uno (1981)
-folio 51-. Según la demanda, se debió notificar personalmente y no por edicto,
por cuanto este tipo de notificación sólo está autorizada legalmente, cuando no
se disponga de otro medio más eficaz para informar personalmente al interesado,
y el Ministerio disponía de su dirección y de medios para notificar el Decreto
que lo destituía. Agrega que sólo vino a enterarse de la existencia y
contenido del acto en el curso de un proceso "de plena jurisdicción"
(restablecimiento del derecho) contra la resolución No. 1967 de 1981, del
Ministerio de Relaciones Exteriores, en la cual se le había destituído.
Según las
circunstancias relatadas, se aprecia por la Sala un caso de "notificación
por conducta concluyente". Informado del decreto en el curso de un proceso
instaurado por él, sin embargo no inicia de inmediato ninguna impugnación
judicial contra el mismo, según manifiesta, porque para ese momento "ya se
habían vencido los términos para interponer los recursos legales". Con
esta conclusión, pudo haber incurrido en error sobre la apreciación del término
de prescripción de la acción; ya que esta sólo cuenta desde el momento en que
se tiene conocimiento del acto.
Como lo ha sostenido
la jurisprudencia nacional, la falta de notificación o la notificación
defectuosa, tiene el efecto de que el acto no puede ser ejecutado y en caso de
que lo sea, el administrado lesionado puede accionar en defensa de sus
intereses desde el momento en que tenga conocimiento del mismo. Pero, en el
caso, no formuló las acciones que le autorizaba la ley para atacar el acto por
falta de notificación, sino que interpone "recurso extraordinario de anulación",
contra la sentencia que anuló la resolución inicialmente citada, por no haber
dejado sin efectos el Decreto; vía judicial equivocada según decisión del
Consejo de Estado de fecha 24 de agosto de 1989 (folio 58 y s.s.).
Ahora bien, dispone
la Ley (artículo 48 de C.C.A.), que la notificación por conducta concluyente
tiene lugar cuando la parte interesada se dá por suficientemente enterada, o
conviene en ella o utiliza en tiempo los recursos legales. En el asunto se
utilizó un recurso judicial que no produjo los efectos pretendidos por el
accionante frente al Decreto 2477, tantas veces citado, de esta suerte quedó
notificado el acto. Dos hechos quedan claros: El primero, que el interesado
no utilizó los medios legales que tenía para hacer valer el derecho y el
segundo, que utilizó de manera equivocada un recurso judicial extraordinario.
Se deduce entonces
de las precisiones antes hechas que no procedía la acción de tutela, en el
negocio de la referencia, como resultado de su carácter subsidiario, ya que
existieron otros medios de defensa judicial para hacer valer el derecho y estos
no fueron utilizados, y la tutela no es un mecanismo para corregir ese tipo de
deficiencias.
Finalmente, precisa
la Corporación que, efectivamente, la notificación de los actos administrativos
es un elemento necesario en el debido proceso administrativo, pero que esto no
quiere decir, que su protección sea siempre objeto de la acción de tutela, pues
ésta sólo tiene oportunidad cuando no existan otros medios de defensa judicial.
En consecuencia, la Sala interpreta que la tutela no es el único, ni siempre el
procedente medio judicial para hacer valer un derecho fundamental.
Con base en las
anteriores consideraciones,
LA CORTE CONSTITUCIONAL
SALA DE REVISION DE TUTELAS,
Administrando
Justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero. Confirmar la sentencia proferida por el Juzgado doce
(12) Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, el diez (10) de abril de mil
novecientos noventa y dos (1992), en el asunto de la referencia por las razones
expuestas.
Segundo. Comuníquese la presente decisión al Juez
Catorce (14) Civil Municipal de Santafé de Bogotá D.C., conforme lo dispone el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
Comuníquese, insértese en la Gaceta Constitucional y Cúmplase.
FABIO MORON
DIAZ SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado Ponente
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
135 | T-518-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-518/92
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL
Nos encontramos
ante un acto administrativo que, por su naturaleza, es perfectamente demandable
ante la jurisdicción correspondiente ya por razones de inconstitucionalidad, o
por motivos de ilegalidad, si así lo considera el afectado, mediante la acción de
nulidad y restablecimiento del derecho. Existe, pues, otro medio de defensa
judicial para hacer valer el derecho que se alega como conculcado.
LIBERTAD DE
LOCOMOCION/DERECHOS FUNDAMENTALES-Interpretación
La libertad de
locomoción es un derecho fundamental, si bien ese carácter no lo deriva, de la
ubicación formal del citado artículo dentro del capítulo de los derechos así
denominados. Al respecto esta Corporación tiene bien establecido que dicho
criterio no es el único ni el más adecuado para definir el contenido
fundamental de un derecho, en especial si se considera que "del análisis
de las actas de la Asamblea Nacional Constituyente, publicadas en la Gaceta
Constitucional, se concluye, en relación con el artículo 39 del Reglamento, que
la Comisión Codificadora entregó los textos por asuntos y materias -títulos y
capítulos-, pero que tal tarea no fue aprobada en conjunto, en los términos del
Reglamento. El derecho que ahora nos ocupa es fundamental en consideración a la
libertad -inherente a la condición humana-, cuyo sentido más elemental radica
en la posibilidad de transitar o desplazarse de un lugar a otro dentro del
territorio del propio país, especialmente si se trata de las vías y los
espacios públicos.
ESPACIO PUBLICO-Cierre de calles
El concepto de
"espacio público", comprende mucho más que el de "bienes de uso
público". Dentro de la autonomía de cada municipio, se fijan unas reglas
atinentes a la actividad urbanizadora y unos criterios con arreglo a los cuales
la administración, generalmente por conducto de los departamentos de
Planeación, indica cuáles áreas del suelo tendrán el carácter de espacio
público. Una vía pública no puede obstruirse privando a las personas del simple
tránsito por ella, pues semejante conducta atenta contra la libertad de
locomoción de la mayoría de los habitantes y lesiona el principio de
prevalencia del interés general, además de que constituye una apropiación
contra derecho del espacio público. Si se alega que el área cerrada tiene
carácter privado y no público y fuere realmente indispensable para el afectado
como única vía de acceso o de salida, deberá, mediante un proceso civil,
solicitar que se establezca una servidumbre de tránsito, prevista en el
artículo 905 del Código Civil.
Sala Tercera de Revisión
Proceso Nº T-2649
Acción de tutela
incoada contra Departamento de Planeación Metropolitana de Medellín.
Actor: GONZALO
DE JESUS MONTOYA
Magistrados:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO (Ponente)
Dr. ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Aprobada mediante
acta, en Santafé de Bogotá, D.C., a los dieciseis (16) días del mes de
septiembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. INFORMACION
PRELIMINAR
El solicitante de la
tutela, señor GONZALO DE JESUS MONTOYA considera que, mediante el acto
administrativo con Registro 18.087/91, comunicado mediante oficio 11.440 de
octubre 17 de 1991, emanado de las secciones de Licencias y aprobación de
urbanizaciones del Departamento de Planeación Metropolitana de Medellín se le
vulneró el derecho fundamental consagrado en el artículo 24 de la Constitución
Nacional, por las siguientes razones:
1. Mediante el acto administrativo citado, el
Departamento Administrativo de Planeación Metropolitana de Medellín autorizó el
cerramiento de la calle 49 de la Urbanización los Caunces, la cual sirve de vía
de acceso a las parcelas situadas en la parte posterior.
2. Agrega el peticionario que lo grave y
preocupante es que en el cerramiento pretenden incluir un trayecto de la calle
49 haciendo así prevalecer el interés particular de los habitantes de la
urbanización ante el interés general de los moradores de las parcelas
contiguas.
3. Afirma el actor que las solicitudes
encaminadas a lograr tal cerramiento obtuvieron inexplicablemente el permiso de
Planeación municipal.
4. La Calle 49 según el peticionario, es vía
pública y es la única vía de acceso a las parcelas colindantes con la
Urbanización San Lorenzo de los Caunces, en una de las cuales habita el
accionante así como 175 familias más, todas las cuales han quedado aisladas del
acceso peatonal y vehicular a la Calle 49A, vía arteria, y al resto de la
ciudad.
5. La actuación de Planeación, dice el
petente, viola el derecho de locomoción (artículo 24 de la Carta Política) y
representa un incumplimiento al deber del Estado de velar por la protección e
integridad del espacio público (artículo 82 Constitución Nacional), derechos
considerados como fundamentales e indispensables para el desarrollo de la
persona humana dentro del contexto social.
II. DECISIONES
JUDICIALES
Correspondió decidir
sobre la presente acción de tutela en primera instancia al Juzgado Primero
Civil del Circuito de Medellín, el cual, en providencia del 3 de marzo de 1992,
negó la protección solicitada con base en las siguientes razones:
1. Es bien claro que el artículo 24 de la
Constitución Nacional es un derecho fundamental ya que está ubicado en el
Capítulo I, Título II que contiene precisamente estos derechos. No ocurre lo
mismo con la obligación del Estado de velar por el espacio público que está
contenida en el Capítulo III del Título II de la Carta, relativo a los derechos
colectivos y del ambiente.
2. Debe entenderse que el solicitante actúa en
su propio nombre pues no compareció como representante de las otras 175
familias a que alude en su escrito de tutela.
3. El derecho a la libre circulación por el
territorio nacional concierne al paso de todo colombiano por las vías y lugares
de uso público y a otros aspectos como la prerrogativa de residenciarse en una
u otra municipalidad.
4. Refiriéndose al cerramiento de la Calle 49
agrega la Juez que "la vía nunca se aprobó para la circulación pública de
automotores o vehículos, solo para la peatonal y es bien común de la UNIDAD
RESIDENCIAL LOS CAUNCES como tal y no sendero peatonal público". Además
según consta en Resolución expedida por el Departamento Administrativo de
Planeación Metropolitana, el hecho de que a la vía se le haya asignado
nomenclatura "no modifica su carácter de bien privado, no la destina al
uso público y no la hace bien público de acuerdo con el estatuto de
Planeación".
5. Manifiesta el juzgado que los documentos
obrantes en el expediente tienen que recibirse como prueba suficiente del
carácter de vía privada que corresponde a la Calle 49 en el tramo que discurre
entre los bloques de apartamentos de la Urbanización los Caunces, tramo que
precisamente la solicitud de tutela señala como cerrado al acceso peatonal y
vehicular.
La prueba obtenida
muestra que no teniendo esa vía el carácter de pública, el hecho de que se
impida el libre acceso a ella no puede constituir un entorpecimiento del
derecho consagrado en el artículo 24 de la Constitución Nacional y más bien
corresponde a la legítima realización de una de las limitaciones al citado
derecho que consiste en que su ejercicio no se extienda al tránsito por
propiedades privadas.
6. Se concluye afirmando que, no siendo
pública la vía que resultó cerrada, el cerramiento no puede constituir
violación del derecho colectivo del espacio público y menos una amenaza o
vulneración de un derecho fundamental del solicitante, por lo cual no procede
la protección de tutela.
7. La forma de amparo alternativa para la
situación planteada, no es otra que la imposición de una servidumbre de
tránsito que los distintos titulares del dominio de los inmuebles que conforman
las parcelas, podrían procurar frente a la Urbanización los Caunces, o algunos
dueños de inmuebles con respecto a otros. Nos encontramos, entonces, frente a
un derecho legal que no puede ser protegido a través de la acción de tutela.
Impugnado el
anterior fallo por el señor Gonzalo de Jesús Montoya, debió decidir en segunda
instancia el Tribunal Superior de Medellín, Sala de Decisión Civil, en cuya
providencia del 6 de abril de 1992 se confirmó la decisión de primera instancia
con los siguientes argumentos:
1. Es pertinente lo afirmado por el juzgado en
el sentido de que al prosperar la acción solo se beneficiará el actor mas no
las otras 175 familias ya que no obra poder ni siquiera informal en nombre de
ellas.
2. Tampoco procede la acción de tutela para
proteger derechos colectivos; su violación faculta a los ofendidos para que
ejerciten las correspondientes acciones populares.
3. La libertad de locomoción es un derecho
fundamental inherente a toda persona humana que permite a todo colombiano
circular libremente por el territorio nacional; pero esa libertad de tránsito
no es ilimitada ya que se ve restringida por la propiedad privada que también
está garantizada por la Constitución y cuyos derechos deben ser respetados a
sus titulares.
4. Ha quedado demostrado que el trayecto
peatonal objeto de cerramiento autorizado mediante el acto administrativo
demandado, no tiene el carácter de "vía pública" como lo indica el
peticionario de la tutela sino que pertenece a la propiedad exclusiva del
conjunto multifamiliar URBANIZACION LOS CAUNCES y que la vía es de uso común de
los copropietarios, quienes están facultados para su enmallamiento, respetando
por supuesto, las reglas urbanísticas.
Si se vulneran
intereses o derechos generales existe la vía del artículo 905 del Código Civil
que por ser vía paralela a la acción de tutela la torna improcedente.
"También están las acciones previstas en los artículos 1005 a 1007 del
C.C.C".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
1. Competencia
de la Corte e improcedencia de la acción
Puesto que goza de
competencia, en los términos de los artículos 86 y 241 de la Constitución, 31,
32, 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991, procede esta Corte a revisar los fallos
emitidos respecto de la acción de tutela en referencia por el Juzgado Primero
Civil del Circuito de Medellín y por el Tribunal Superior de Medellín, Sala de
Decisión Civil.
A cualquier
consideración de fondo debe preceder el análisis acerca de la procedencia de la
acción de tutela en el presente caso.
Evidentemente el
derecho que se invoca como presuntamente vulnerado es un derecho fundamental,
susceptible, por tanto, de ser defendido en caso de violación o amenaza por el
medio instituido en el artículo 86 de la Constitución Política.
Ahora bien, en esta
oportunidad la acción de tutela está dirigida contra una actuación del
Departamento Administrativo de Planeación Metropolitana de Medellín contenida
en oficio 11440 del 17 de octubre de 1991, en el cual se aprueba el cerramiento
de una vía o sendero propuesto por la Urbanización los Caunces "por
cumplir con las disposiciones de los artículos 157 a 162 del Acuerdo 38/90".
Es claro que nos
encontramos ante un acto administrativo que, por su naturaleza, es
perfectamente demandable ante la jurisdicción correspondiente ya por razones de
inconstitucionalidad, o por motivos de ilegalidad, si así lo considera el
afectado, mediante la acción de nulidad y restablecimiento del derecho de que
trata el artículo 85 del Código Contencioso Administrativo. Existe, pues, otro
medio de defensa judicial para hacer valer el derecho que se alega como
conculcado, lo cual excluye, en los términos del artículo 86 de la Carta
Política, la viabilidad de la tutela.
Cabe entonces
preguntarse si existe un perjuicio irremediable que hiciera posible la tutela
como mecanismo transitorio, no obstante existir otro medio de defensa
judicial. Como se ha reiterado en varias sentencias de esta Corte, en los
términos del artículo 6º del Decreto 2591 de 1991, el perjuicio irremediable se
configura cuando solo puede ser reparado en su integridad mediante una
indemnización. No es este el caso, puesto que en el evento de prosperar la
acción contenciosa ante la justicia administrativa, el afectado podría aspirar
no sólo a una indemnización sino fundamentalmente a conseguir la apertura de la
vía 49, cerrada con aprobación del Departamento Administrativo de Planeación Metropolitana
de Medellín.
No era entonces
procedente el amparo solicitado mediante la acción de tutela como acertadamente
lo señalaron los jueces de primera y segunda instancia, razón suficiente para
que sus fallos se confirmen.
Pese a ello, la
Corte estima indispensable precisar algunos aspectos de singular importancia en
cuanto tienen que ver con el derecho fundamental invocado.
2. La libertad
de locomoción
Dice el artículo 24
de la Constitución que todo colombiano, con las limitaciones que establezca la
ley, tiene derecho a circular libremente por el territorio nacional, a entrar y
salir de él y a permanecer y residenciarse en Colombia.
Se trata, como ya se
dijo, de un derecho fundamental, si bien ese carácter no lo deriva, como
equivocadamente lo afirmó el juez de primera instancia, de la ubicación formal
del citado artículo dentro del capítulo de los derechos así denominados. Al
respecto esta Corporación tiene bien establecido que dicho criterio no es el
único ni el más adecuado para definir el contenido fundamental de un derecho,
en especial si se considera que "del análisis de las actas de la Asamblea
Nacional Constituyente, publicadas en la Gaceta Constitucional, se concluye, en
relación con el artículo 39 del Reglamento, que la Comisión Codificadora
entregó los textos por asuntos y materias -títulos y capítulos-, pero que tal
tarea no fue aprobada en conjunto, en los términos del artículo 44 (del
Reglamento) cuando dice: "Aprobado el texto final de las reformas y su
codificación, la Presidencia citará a una sesión especial en la cual dicho
texto se proclamará..."1
.
El derecho que ahora
nos ocupa es fundamental en consideración a la libertad -inherente a la
condición humana-, cuyo sentido más elemental radica en la posibilidad de
transitar o desplazarse de un lugar a otro dentro del territorio del propio
país, especialmente si se trata de las vías y los espacios públicos.
La libre locomoción
está consagrada en varios convenios y pactos internacionales, entre ellos la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (Naciones Unidas, 1948), cuyo
artículo 13 señala que "toda persona tiene derecho a circular libremente
(...) en el territorio de un Estado", y el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, adoptado por la Ley 74 de 1968, que en su artículo 12
indica: "Toda persona que se halle legalmente en el territorio de un
Estado tendrá derecho a circular libremente por él...". Añade esta última
declaración que el enunciado derecho y los que con él se relacionan "no
podrán ser objeto de restricciones salvo cuando éstas se hallen previstas en la
ley, sean necesarias para proteger la seguridad nacional, el orden público, la
salud o la moral públicas o los derechos y libertades de terceros, y sean
compatibles con los demás derechos reconocidos en el presente Pacto".
Aunque, desde luego,
no se trata de un derecho absoluto sino susceptible de restricciones como las
que indica la norma citada, o como las provenientes de la aplicación de
sanciones penales previo proceso judicial, mientras no haya un motivo legal
tiene que ser respetado por autoridades y particulares.
En ese orden de
ideas, el cierre de una calle afecta la libertad de locomoción en cuanto impide
a las personas transitar en espacios que, por su carácter público, deben ser
accesibles a todos los miembros de la colectividad en iguales condiciones.
Repárese en que, aún
tratándose de propiedad que en principio pudiera considerarse privada como la
que integra los terrenos que habrán de destinarse a una urbanización, deben
tenerse en cuenta la función social de la propiedad (artículo 58 de la
Constitución) y el predominio del interés general (artículo 1º) como elementos
con arreglo a los cuales se ordene el uso del suelo urbano por las autoridades
municipales, según pasa a examinarse.
3. Espacio
público y uso del suelo urbano
De conformidad con
el artículo 82 de la Constitución Política, es deber del Estado velar por la
protección de la integridad del espacio público y por su destinación al uso
común, el cual, refrendando el principio fundamental que consagra el artículo
1º, prevalece sobre el interés particular. Se trata de la afectación de bienes
y áreas al uso y goce común por parte de todos los habitantes del territorio
sin discriminación alguna. Es un derecho típicamente colectivo y es por ello
que el artículo 88 de la Carta establece las acciones populares como los
mecanismos adecuados para la protección del espacio público desde el punto de
vista de los intereses de la comunidad.
Como lo ha
manifestado la Corte Constitucional en reciente fallo, el concepto del espacio
público "está compuesto por porciones del ámbito territorial del Estado
que son afectadas al uso común por los intereses y derechos colectivos y de
algunos otros de carácter fundamental cuya satisfacción permiten; además,
comprende partes del suelo y del espacio aéreo, así como de la superficie del
mar territorial y de las vías fluviales que no son objeto del dominio privado,
ni del pleno dominio fiscal de los entes públicos"2 .
La Ley 9 de 1989
define el espacio público en los siguientes términos:
"Entiéndese por
espacio público el conjunto de inmuebles públicos y los elementos
arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados, destinados por su
naturaleza y por su uso o afectación, a la satisfacción de necesidades urbanas
colectivas que trascienden, por tanto, los límites de los intereses
individuales de los habitantes.
Así, constituyen
el espacio público de la ciudad las áreas requeridas para la circulación tanto
peatonal como vehicular, las áreas para la recreación pública, activa o
pasiva, para la seguridad y tranquilidad ciudadana, las franjas de retiro de
las edificaciones sobre las vías y fuentes de agua, parques, plazas y zonas
verdes y similares, las necesarias para la instalación y mantenimiento de los
servicios públicos básicos, para la instalación y uso de los elementos
constitutivos del amoblamiento urbano en todas sus expresiones, para la
preservación de las obras de interés público y de los elementos históricos,
culturales, religiosos, recreativos y artísticos, para la conservación y
preservación del paisaje y los elementos naturales del entorno de la ciudad,
los necesarios para la preservación y conservación de las playas marinas y
fluviales, los terrenos de bajamar, así como la de sus elementos vegetativos,
arenas y corales y, en general, por todas las zonas existentes o debidamente
proyectadas en las que el interés colectivo sea manifiesto y conveniente y que
constituyen por consiguiente zonas para el uso o el disfrute colectivo".
Como puede verse, el
concepto de "espacio público", a diferencia de lo que entendió el
juez de primera instancia (Folio 76 del Expediente), comprende mucho más que el
de "bienes de uso público", al cual se refiere el artículo 674 del
Código Civil, que dice: "Se llaman bienes de la unión aquellos cuyo
dominio pertenece a la República. Si además su uso pertenece a todos los
habitantes de un territorio, como el de calles, plazas, puentes y caminos, se
llaman bienes de la unión de uso público o bienes públicos del territorio. Los
bienes de la unión cuyo uso no pertenece generalmente a los habitantes, se
llaman bienes de la unión o bienes fiscales".
El artículo 313,
numeral 7º, de la Constitución Política señala como función de los concejos
municipales la de "reglamentar los usos del suelo y, dentro de los límites
que fije la ley, vigilar y controlar las actividades relacionadas con la
construcción y enajenación de inmuebles destinados a vivienda".
Quiere esto decir
que, dentro de la autonomía de cada municipio, se fijan unas reglas atinentes a
la actividad urbanizadora y unos criterios con arreglo a los cuales la
administración, generalmente por conducto de los departamentos de Planeación,
indica cuáles áreas del suelo tendrán el carácter de espacio público, tal como
ya lo había consagrado a nivel legal el artículo 6º de la citada Ley 9 de 1989,
al señalar que "el destino de los bienes de uso público incluidos en el
espacio público de las áreas urbanas y suburbanas no podrá ser variado sino por
los Concejos, Juntas Metropolitanas o por el Consejo Intendencial, por
iniciativa del Alcalde o Intendente de San Andrés y Providencia, (...)"
La misma norma
agrega, específicamente en lo relacionado con las vías públicas:
"Los parques y
zonas verdes que tengan el carácter de bienes de uso público, así como las
vías públicas, no podrán ser encerrados en forma tal que priven a la ciudadanía
de su uso, goce, disfrute visual y libre tránsito". (Subraya la
Corte).
Así una vía pública
no puede obstruirse privando a las personas del simple tránsito por ella, pues
semejante conducta atenta contra la libertad de locomoción de la mayoría de los
habitantes y lesiona el principio de prevalencia del interés general, además de
que constituye una apropiación contra derecho del espacio público, esto es, un
verdadero abuso por parte de quien pone en práctica el mecanismo de cierre. No
pueden tampoco ocuparse los andenes -que son parte de la vía pública- ni las
áreas de circulación peatonal, espacios que se hallan reservados para el
tránsito de toda persona sin interferencias ni obstáculos como, por ejemplo,
estacionamiento de vehículos y el levantamiento de casetas de vendedores
ambulantes. Tampoco puede invadirse el espacio público con materiales de
construcción o exhibiciones de muebles o mercaderías, ni con la improvisación
de espectáculos u otra forma de ocupación de las calles, claro está sin
detrimento de las libertades de trabajo, empresa y reunión, las cuales deben ejercerse
de tal forma que no lesionen otros derechos y de conformidad con las
restricciones que impone el ordenamiento urbano a cargo de las autoridades
municipales.
Sobre el particular
dijo ya esta Corte3
:
"Lo anterior
supone, en consecuencia, que cuando una autoridad local se proponga recuperar
el espacio público ocupado por vendedores ambulantes titulares de licencias o
autorizaciones concedidas por el propio Estado, deberá diseñar y ejecutar un
adecuado y razonable plan de reubicación de dichos vendedores ambulantes de
manera que se concilien en la práctica los intereses en pugna".
Ahora bien, si se
alega que el área cerrada tiene carácter privado y no público y fuere realmente
indispensable para el afectado como única vía de acceso o de salida, deberá,
mediante un proceso civil, solicitar que se establezca una servidumbre de
tránsito, prevista en el artículo 905 del Código Civil.
IV. DECISION
Por las razones que
anteceden, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión, administrando justicia
en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero:
CONFIRMAR, por los motivos
expuestos en esta providencia, los fallos proferidos dentro de la presente
acción de tutela por el Juez Primero Civil del Circuito de Medellín y por el
Tribunal Superior de Medellín, Sala de Decisión Civil, de fechas 3 de marzo y 6
de abril de 1992, respectivamente.
Segundo: Por Secretaría líbrese las comunicaciones
de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los efectos allí
contemplados.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia
T-02. Mayo 8 de 1992. Magistrado Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero.
2 Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia Nº
T-508. Agosto 28 de 1992. Ponente: Magistrado Fabio Morón Díaz.
3 Corte Constitucional. Sentencia Nº T-225. Junio 17 de 1992.
Magistrado Ponente: Doctor Jaime Sanín Greiffenstein. |
136 | T-519-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-519/92
DERECHO A LA
EDUCACION-Faltas
disciplinarias/DERECHOS FUNDAMENTALES
Tanto el derecho
a educarse como la libertad de aprendizaje, enseñanza, investigación y cátedra
son derechos fundamentales de los que no puede ser privado individuo alguno sin
quebrantar los principios y mandatos constitucionales. Si bien la educación es
un derecho fundamental y el estudiante debe tener la posibilidad de permanecer
vinculado al plantel hasta la culminación de sus estudios, de allí no puede
colegirse que el centro docente esté obligado a mantener indefinidamente entre
sus discípulos a quien de manera constante y reiterada desconoce las
directrices disciplinarias y quebranta el orden
impuesto por el
reglamento educativo.
SERVICIO PUBLICO
DE EDUCACION
La educación está
concebida por el Constituyente como servicio público y, por ende, su
prestación tiene que ser permanente, sin que frente a la norma constitucional
que así lo declara, sean admisibles las interrupciones, individuales o
colectivas, por cuanto con ellas, fuera de afectarse el derecho fundamental de
los educandos, se amenaza gravemente a la sociedad. De allí que sea
susceptible de protección por vía de tutela cuanto esté a cargo de particulares
como en el caso sub-lite.
ACCION DE TUTELA-Hecho superado
La acción de
tutela tiene por objeto la protección efectiva y cierta del derecho
presuntamente violado o amenazado, lo cual explica la necesidad de un mandato
proferido por el juez en sentido positivo o negativo. Ello constituye a la vez
el motivo por el cual la persona que se considera afectada acude ante la
autoridad judicial, de modo que si la situación de hecho de lo cual esa persona
se queja ya ha sido superada en términos tales que la aspiración primordial en
que consiste el derecho alegado está siendo satisfecha, ha desaparecido la
vulneración o amenaza y, en consecuencia, la posible orden que impartiera el
juez caería en el vacío. Lo cual implica la desaparición del supuesto básico
del cual parte el artículo 86 de la Constitución y hace improcedente la acción
de tutela.
Ref.: Expediente
T-2795
Actores: DIEGO
ESCOBAR CUARTAS y
ALBA LUCIA DUQUE
DE ESCOBAR
Magistrados:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
(Ponente)
Dr. ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Dr. FABIO MORON
DIAZ
Aprobada en Santafé
de Bogotá, D.C., mediante acta del dieciseis (16) de septiembre de mil
novecientos noventa y dos (1992).
I. INFORMACION
PRELIMINAR
Los señores DIEGO
ESCOBAR CUARTAS y ALBA LUCIA DUQUE DE ESCOBAR, en
representación de su hijo menor CARLOS MARIO ESCOBAR DUQUE, incoaron la
acción de tutela en contra del Colegio Salesiano San Juan Bosco de
Dosquebradas, con base en los siguientes hechos:
1. El menor cursaba sus estudios en el
establecimiento educativo demandado desde el año 1986.
Como consecuencia de
que su rendimiento académico y disciplinario se redujo gravemente, las
directivas del colegio decidieron citar a los padres de familia a una reunión
durante la cual se les puso en conocimiento lo que estaba ocurriendo al
respecto, y advertirles sobre la necesidad de que tal situación variase so pena
de no otorgarle cupo al niño para el año lectivo siguiente.
2. Con posterioridad, se les convocó
nuevamente a otra reunión con el objetivo de evaluar los cambios de los alumnos
que se encontraban en dichas circunstancias. A esta segunda reunión no
acudieron los peticionarios.
3. En vista de que la conducta del menor
Carlos Mario Escobar Cuartas no varió, la institución educativa en mención
decidió no otorgarle cupo para el año lectivo 1992.
4. Afirman los solicitantes de la tutela que
el día 4 de octubre de 1991 enviaron al Rector del colegio una carta por medio
de la cual pedían "se le diera cumplimiento a las actividades de
recuperación y refuerzo que son de obligatorio cumplimiento de las
instituciones educativas" y que, ante la falta de respuesta, insistieron
en el mismo punto mediante comunicación del 20 de noviembre del mismo año.
Como la segunda misiva tampoco obtuvo respuesta por parte de dicho plantel,
acudieron ante la División Pedagógica de la Secretaría de Educación
Departamental.
5. Aducen los peticionarios la falta de
adopción de correctivos por parte del Colegio con el consiguiente daño a la educación
de su hijo, que se tradujo en la determinación de la pérdida del año y del cupo
"sin atención a la equidad ni al derecho del estudiante."
II. DECISIONES
JUDICIALES
Correspondió decidir
en primera instancia la presente acción de tutela al Juez Penal Municipal de
Dosquebradas, Risaralda, quien por medio de fallo del 21 de febrero de 1992
concedió la tutela con base en las siguientes consideraciones:
1. Es procedente la presente acción de tutela
en virtud de lo dispuesto en el artículo 42, numeral 1º, del Decreto 2591 de
1991 que consagra la acción de tutela contra particulares.
2. Las informaciones obtenidas otorgan al
juzgado la convicción de que la decisión de no aceptar a CARLOS MARIO
ESCOBAR DUQUE en el plantel educativo, no se recogió en acto administrativo
y por lo tanto no pudo agotarse el recurso de apelación. Considera el
juzgado que una decisión como la que se trata, no puede ser verbal porque viola
el artículo 29 de la Constitución Nacional según el cual "El debido proceso
se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas".
3. Sin lugar a dudas, afirma el juez, el
derecho lesionado es el de la EDUCACION consagrado en el artículo 67 de la
Carta Política, pues considera que las causas en que se basó el colegio para
negar la matrícula a CARLOS MARIO ESCOBAR DUQUE, consistentes en el mal
comportamiento y la pérdida del año, son de poca monta y significación frente
al mandato constitucional, ya que el bajo rendimiento académico no es motivo
para inadmitir a un alumno en el plantel educativo. Se funda el
Despacho en la Resolución 2800 de 1991 del Gobernador de Risaralda, que en su
artículo cuarto establece: "Artículo Cuarto. Ningún alumno podrá ser
rechazado o inadmitido en el mismo plantel donde haya cursado sus estudios o en
cualquier otro por motivos de repitencia (sic) del año escolar".
4. Como consecuencia de lo dicho se ordena
revocar de inmediato esa decisión pidiendo se le otorgue cupo y se proceda a
recibirlo y matricularlo en el establecimiento educativo.
Impugnado el fallo
por el Rector del Colegio Salesiano "San Juan Bosco", Pbro. José
Olmedo González, correspondió conocer de la impugnación al Juez Penal del
Circuito de Santa Rosa de Cabal, quien mediante providencia del 4 de marzo de
1992 decidió revocar el fallo de primera instancia, y en consecuencia, no
conceder la tutela solicitada por las siguientes razones:
1. Los accionantes acudieron a la acción de
tutela por la pérdida del año y cancelación del cupo; en cuanto al primer
aspecto "este Despacho estima que carece no solo de competencia, sino de
la idoneidad para en un determinado momento, entrar a valorar las situaciones
consignadas, porque un pronunciamiento en uno y otro sentido, sería una
intromisión en campos que no atañen a la judicatura en los que no se tienen
instrumentos válidos que permitan determinar que el niño ganó o perdió el
año". En lo relacionado con el segundo, podría pensarse que la acción de
tutela pierde su objetivo por sustracción de materia ya que el progenitor manifestó
bajo la gravedad de juramento que no ha matriculado al niño en el Colegio
Salesiano, ni lo va a matricular ya que lo tiene estudiando en otro plantel
educativo.
2. Observó el juzgado que se aplicó en su
integridad el procedimiento establecido en el reglamento interno del Colegio y
por los órganos competentes para ello, lo cual lleva al fallador a discrepar de
las consideraciones de la primera instancia en relación con la afirmación de
que se violó el debido proceso, pues, en su criterio, se siguieron uno a uno
los pasos descritos en el reglamento, agotándose los correctivos previamente.
3. Agrega el Despacho de segunda instancia que
los estudiantes tienen no solo derechos, sino también deberes y obligaciones,
uno de los cuales es el sometimiento a un reglamento académico y disciplinario
que deben acatar.
4. El menor afectado por la decisión del
Colegio Salesiano cursa estudios en otro plantel educativo y según
disposiciones legales vigentes puede ser promovido al año siguiente, previo el
lleno de algunos requisitos.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
de la Corte y procedencia de la acción
Entra la Corte a
revisar los fallos de tutela proferidos por los jueces Penal Municipal de
Dosquebradas y Penal del Circuito de Santa Rosa de Cabal, respectivamente, con
base en la competencia otorgada por los artículos 86 y 241, numeral 9 de la
Constitución Política y por el Decreto 2591 de 1991.
Como en varias
oportunidades lo ha precisado esta Corporación1,
la acción de tutela procede contra particulares encargados de la prestación del
servicio público de educación, según lo establecido por la propia Carta y, en
desarrollo de ella, por el artículo 42, numeral 1º, del decreto mencionado.
Esta norma se refiere a los derechos objeto de protección, entre los cuales se
encuentran incluidos los que consagran los artículos 27 y 29 de la
Constitución, que tienen relevancia en el presente proceso, dentro del cual se
debate, además, si ha sido violado o desconocido el derecho fundamental que de
modo primario está a cargo de quienes prestan el servicio educativo, es decir
el consagrado en el artículo 67 de la Carta Política.
2.
Responsabilidades constitucionales en materia educativa
La solicitud de
tutela dirigida en este caso contra el Colegio Salesiano "San Juan
Bosco" de Dosquebradas -Risaralda- se funda en la presunta vulneración del
derecho que toda persona tiene a la educación y en la amenaza contra la
libertad de aprendizaje del menor ESCOBAR DUQUE, según se deduce del
escrito por medio del cual los padres de éste instauraron la acción contra el
plantel.
Debe expresar la
Corte una vez más que tanto el derecho a educarse como la libertad de
aprendizaje, enseñanza, investigación y cátedra son derechos fundamentales de
los que no puede ser privado individuo alguno sin quebrantar los principios y
mandatos constitucionales. La naturaleza racional del hombre y su dignidad exigen
el establecimiento y preservación de condiciones aptas para que la persona, por
el hecho de serlo y en igualdad de oportunidades con las demás, acceda a los
beneficios de la educación básica y de la formación en los términos plasmados
por el artículo 67 de la Carta Política. La ignorancia es a no dudarlo una
forma de esclavitud que no puede tener cabida en el Estado Social de Derecho;
ninguna justificación existe para que se niegue a cualquiera de los asociados
la opción de superarla, lo cual implica que el sistema jurídico en orden a
garantizar la efectividad de este derecho en cabeza de todas las personas, deba
establecer, como lo hace el enunciado canon constitucional, que son
responsables de dispensarlo tanto el Estado como la sociedad y la familia y que
la educación será obligatoria entre los cinco y los quince años de edad, por lo
menos con un año de preescolar y nueve de formación básica.
De otra parte, el
derecho -también fundamental- al libre desarrollo de la personalidad (artículo
16 de la Carta) no admite limitaciones diferentes a las que imponen los
derechos de los demás y el ordenamiento jurídico, de tal manera que, más allá
de la educación mínima garantizada constitucionalmente en los expresados
términos, toda persona es libre de perfeccionar su formación académica en las
diferentes etapas -preparatoria, técnica, profesional o especializada-, según
sus propias inclinaciones y posibilidades.
Además, la educación
está concebida por el Constituyente como servicio público y, por ende,
su prestación tiene que ser permanente, sin que frente a la norma
constitucional que así lo declara (artículo 67), sean admisibles las
interrupciones, individuales o colectivas, por cuanto con ellas, fuera de
afectarse el derecho fundamental de los educandos, se amenaza gravemente a la
sociedad. De allí que sea susceptible de protección por vía de tutela cuanto
esté a cargo de particulares como en el caso sub-lite.
De la demanda se
deduce que, en el sentir de los peticionarios, si bien no lo dicen
explícitamente, el Colegio Salesiano era el único responsable del derecho a la
educación del menor ESCOBAR DUQUE. Por ello expresan que en varias
ocasiones solicitaron al plantel "dar cumplimiento a las actividades de
recuperación y refuerzo" en favor de su hijo y que, al no obtener
resultados, pidieron la intervención del organismo oficial correspondiente.
En concepto de esta
Corte, es erróneo atribuir la responsabilidad de la educación en forma
exclusiva al Estado o a la entidad de formación académica, eludiendo los padres
o acudientes la parte de compromiso que les atañe en la materia y desconociendo
abiertamente los deberes correlativos al derecho, que están a cargo del propio
estudiante.
Por expresa
declaración del Constituyente pero, antes de ello, por la naturaleza de las
cosas, en la familia descansa la primera y más importante responsabilidad en
cuanto a la orientación y formación de los hijos y en el indispensable
seguimiento tanto de las actividades llevadas a cabo por el establecimiento
educativo como de las respuestas que a ellas van entregando los menores.
Es obvio que el
centro docente asume las obligaciones propias de la misión que se le confía y
que resulta responsable si no ofrece los medios idóneos para alcanzar los
propósitos buscados. A certificar que así sea en efecto está enderezada la
función estatal de "regular y ejercer la suprema inspección y vigilancia
de la educación con el fin de velar por su calidad, por el cumplimiento de sus
fines y por la mejor formación moral, intelectual y física de los educandos;
garantizar el adecuado cubrimiento del servicio y asegurar a los menores las
condiciones necesarias para su acceso y permanencia en el sistema
educativo" (artículo 67 de la Constitución).
Repárese, sin
embargo, en que ninguna de las finalidades enunciadas puede ser lograda por la
acción solitaria del Colegio, ni siquiera por la atenta verificación oficial,
si no se cuenta con el permanente concurso de la familia.
Así, pues, la
familia, junto con el Estado y los particulares habilitados legalmente para
educar, tiene sobre sus hombros la tarea de iniciar la preparación y formación
del individuo y aún de mantenerla y acrecentarla a lo largo del proceso
educativo.
Los progenitores,
quienes gozan de autonomía para seleccionar el tipo de educación para sus hijos
y el establecimiento más adecuado para conseguirla (artículo 68 de la
Constitución), son a la vez beneficiarios y responsables de las garantías
consagradas en el ordenamiento jurídico para la educación.
Este concepto, que
está explícito en el artículo 67 de la Carta, es reiterado por el 44 al señalar
que "la familia, la sociedad y el Estado tienen la obligación de asistir y
proteger al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el
ejercicio pleno de sus derechos".
El alumno, por su
parte, junto con la conciencia cierta de sus derechos, debe tener bien claro
desde el principio que asume unos deberes de los cuales depende su avance
académico y el progresivo aquilatamiento de los valores que constituyen la
formación que se le dispensa. Parte de ésta radica precisamente en forjar el
hábito de responder por las propias obligaciones, asumiendo las consecuencias
negativas de su incumplimiento.
Así lo ha señalado
ya esta Corte en distintas ocasiones:
"(...) la
educación ofrece un doble aspecto. Es un derecho-deber, en cuanto no solamente
otorga prerrogativas a favor del individuo, sino que comporta exigencias de
cuyo cumplimiento depende en buena parte la subsistencia del derecho, pues
quien no se somete a las condiciones para su ejercicio, como sucede con el
discípulo que desatiende sus responsabilidades académicas o infringe el régimen
disciplinario que se comprometió a observar, queda sujeto a las consecuencias
propias de tales conductas: la pérdida de las materias o la imposición de las
sanciones previstas dentro del régimen interno de la institución, la más grave
de las cuales, según la gravedad de la falta, consiste en su exclusión del
establecimiento educativo"2
.
Naturalmente la
evaluación de los resultados académicos compete al plantel educativo y en el
evento de configurarse las causales previstas en el correspondiente reglamento
para la pérdida del período que se cursa, así debe declararse, sin que por
hacerlo pueda endilgarse al establecimiento la violación de los derechos
fundamentales a la educación o al aprendizaje.
En consecuencia,
para el caso que aquí se considera, mal podía el juez de tutela entrar a
cuestionar, como lo hizo el de primera instancia la calificación dada por el
Colegio en torno al rendimiento académico del alumno, ni acceder a la petición
de invalidar la pérdida del año, pues estos aspectos, en cuanto hacen parte de
la autonomía educativa, escapan al objeto de la acción de tutela y deben ser
tramitados y resueltos, en caso de actuaciones anormales o abiertamente
injustas, por las autoridades administrativas encargadas de ejercer inspección
y vigilancia sobre los centros docentes.
La pérdida del cupo
en el Colegio, como ocurre en el caso sub-examine, más por faltas
disciplinarias que por bajo rendimiento académico como se desprende de los
documentos que obran en el expediente, no constituye en sí misma una violación
al derecho protegido por el artículo 67 de la Carta, pues el afectado tiene la
posibilidad de acudir a otro establecimiento para continuar en él sus estudios,
como en efecto aconteció en el caso de ESCOBAR DUQUE.
A este propósito, la
Corte estima pertinente observar que, si bien la educación es un derecho
fundamental y el estudiante debe tener la posibilidad de permanecer vinculado
al plantel hasta la culminación de sus estudios, de allí no puede colegirse que
el centro docente esté obligado a mantener indefinidamente entre sus discípulos
a quien de manera constante y reiterada desconoce las directrices
disciplinarias y quebranta el orden impuesto por el reglamento educativo, ya
que semejantes conductas, además de constituir incumplimiento de los deberes ya
resaltados como inherentes a la relación que el estudiante establece con la
institución en que se forma, representan abuso del derecho en cuanto causan
perjuicio a la comunidad educativa e impiden al Colegio alcanzar los fines que
le son propios.
Desde luego, la
exclusión de un estudiante, según ya lo tiene establecido la doctrina de esta
Corporación, ha de estar precedida por la observancia de las reglas que
integran el debido proceso según el régimen interno y debe estar contemplada
expresamente en los reglamentos como sanción para que pueda aplicarse en esa
calidad (artículo 29 Constitución Política).
En el caso sub-lite,
el reglamento interno del Colegio señala un procedimiento a seguir para las
situaciones que surjan a raíz de faltas cometidas por los alumnos y fija
sanciones que van desde la simple amonestación verbal en privado o en público
hasta la cancelación de la matrícula. También considera dicho reglamento los
efectos de las fallas de conducta y disciplina estudiantil, evaluadas al
finalizar el año.
El procedimiento,
según resulta del expediente, fue observado a cabalidad por el Colegio
Salesiano sin que pudiera configurarse una violación al artículo 29 de la Carta
como pareció al juez de primera instancia.
No existía,
entonces, base jurídica para conceder la protección impetrada, lo cual llevará
a que esta Corte confirme el fallo proferido en segunda instancia.
3. La protección
del derecho como objeto y justificación de la acción de tutela
De otro lado, es de
la esencia de la acción de tutela el producir -si prospera- una
"orden" para que aquél respecto de quien se solicita el amparo actúe
o se abstenga de hacerlo, según lo prevé el inciso 2º del artículo 86 de la
Carta Política.
En el caso que nos
ocupa no era procedente ordenar al Colegio conceder un cupo al menor afectado
por cuanto éste lo perdió por razones disciplinarias conforme al reglamento del
centro docente y además el padre manifestó que no deseaba el regreso de su hijo
a ese plantel, ante lo cual ya lo había matriculado en otro establecimiento.
Lo anterior muestra
a las claras que el ejercicio de la acción en este caso perdió su razón de ser.
En efecto, la acción
de tutela tiene por objeto la protección efectiva y cierta del derecho
presuntamente violado o amenazado, lo cual explica la necesidad de un mandato
proferido por el juez en sentido positivo o negativo. Ello constituye a la vez
el motivo por el cual la persona que se considera afectada acude ante la
autoridad judicial, de modo que si la situación de hecho de lo cual esa persona
se queja ya ha sido superada en términos tales que la aspiración primordial en
que consiste el derecho alegado está siendo satisfecha, ha desaparecido la
vulneración o amenaza y, en consecuencia, la posible orden que impartiera el
juez caería en el vacío. Lo cual implica la desaparición del supuesto básico
del cual parte el artículo 86 de la Constitución y hace improcedente la acción
de tutela, pero no obsta para que esta Corte, por razones de pedagogía
constitucional, se refiera al alcance y al sentido de los preceptos
relacionados con el derecho fundamental de que se trata.
Con fundamento en
las consideraciones que anteceden, la Corte Constitucional de la República de Colombia
en Sala de Revisión, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato
de la Constitución,
R E S U E L V E :
Artículo
Primero.- CONFIRMAR, por
las razones expuestas, la sentencia del 4 de marzo de 1992 proferida por el
Juez Penal del Circuito de Santa Rosa de Cabal, dentro de la acción de tutela
instaurada por los señores DIEGO ESCOBAR CUARTAS y ALBA LUCIA DUQUE
DE ESCOBAR como representantes legales del menor CARLOS MARIO ESCOBAR
DUQUE.
Artículo
Segundo.- Líbrese por
Secretaría las comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991 para los fines allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Corte Constitucional. Sentencia Nº 492. Sala Tercera de
Revisión. Agosto 12 de 1992.
2 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia Nº 492 del 12 de agosto de
1992. Sala Tercera de Revisión. |
137 | T-520-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-520/92
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL/COSA JUZGADA MATERIAL-Proceso de Alimentos
Quien ha
propuesto la presente acción de tutela tenía ciertamente a su alcance otros
medios judiciales para la defensa de su derecho: el recurso de apelación contra
la sentencia proferida por el Juez Noveno de Familia en el juicio de separación
y la posibilidad de iniciar un proceso de revisión de alimentos con el fin de
obtener la reducción o exoneración de los determinados en las dos sentencias
hasta ahora proferidas. La última vía enunciada tiene fundamento en que las
decisiones judiciales de este tipo, por su misma naturaleza y por la variabilidad
de las circunstancias en relación con las cuales han sido pronunciadas, no
hacen tránsito a cosa juzgada material, permitiendo posteriores
pronunciamientos, los cuales habrán de fundarse en las alteraciones que hayan
sufrido los presupuestos fácticos inicialmente considerados.
ACCION DE TUTELA-Naturaleza
La acción de
tutela no es un mecanismo adicional a los ya consagrados por la legislación en
orden a solucionar las controversias y conflictos que surgen en diversos campos
de la vida en sociedad. Su función está claramente definida por el artículo 86
de la Carta como procedimiento sumario, preferente e inmediato en materia de
derechos fundamentales cuando quiera que éstos se vean conculcados o amenazados
por acción u omisión de autoridad pública o de particulares (en los casos
previstos por la ley) sin que exista a favor del titular de aquellos un medio
de defensa judicial distinto.
PRINCIPIO NON BIS
IN IDEM-Alcance
El postulado non
bis in idem se extiende a toda clase de procesos y no únicamente a los
penales. Más aún, también es aplicable en las actuaciones administrativas
según perentorio mandato del citado artículo 29 de la Carta. Esta es una forma
de protección de la persona y una manera de brindarle certeza en los dictados
de los jueces y de la administración. Es una garantía que prohibe a las
autoridades investigar, juzgar o condenar a una persona más de una vez por el
mismo hecho respecto del cual ya se tramitó un proceso y se profirió una
decisión, constituyéndose en elemento enderezado a realizar los valores de la
justicia y la seguridad jurídica, al lado de otros principios como la
presunción de inocencia y el derecho de defensa.
DEBIDO PROCESO-Alcance/PRESUNCION DE INOCENCIA
La garantía del
debido proceso no consiste solamente en las posibilidades de defensa o en la
oportunidad para interponer recursos, sino que exige, además, como lo expresa
el artículo 29 de la Carta, el ajuste a las normas preexistentes al acto que se
imputa; la competencia de la autoridad judicial o administrativa que orienta el
proceso; la aplicación del principio de favorabilidad en materia penal; el
derecho a una resolución que defina las cuestiones jurídicas planteadas sin
dilaciones injustificadas; la ocasión de presentar pruebas y de controvertir
las que se alleguen en contra y, desde luego, la plena observancia de las
formas propias de cada proceso según sus características. Todo ello descansa
sobre el supuesto de la presunción de inocencia, la cual tiene que ser
desvirtuada por el Estado para que se haga posible la imposición de penas o de
sanciones administrativas.
Sala Tercera de Revisión
Ref:Expediente
T-2988
Acción de tutela
intentada por JAIME ANTONIO DAZA CARRANZA contra el Juzgado Noveno de Familia
de Santafé de Bogotá.
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
-Magistrado
Sustanciador-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Aprobada mediante
acta de la Sala Tercera de Revisión, en Santafé de Bogotá, D.C., a los
dieciseis (16) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y dos
(1992).
I. ANTECEDENTES
El ciudadano Jaime
Antonio Daza Carranza, mediante apoderado judicial, instauró la acción de
tutela en contra de la providencia que dictó el Juzgado Noveno de Familia de
Santafé de Bogotá en un proceso de separación de cuerpos, pues considera que
este fallo ha vulnerado su derecho fundamental a no ser juzgado dos veces por
el mismo hecho.
Los antecedentes que
generaron la proposición de esta acción son los siguientes:
- El señor Daza
Carranza fue demandado por su cónyuge, Emma González de Daza, en un proceso de
aumento de la cuota alimentaria ante el Juzgado Sexto de Familia de esta
ciudad, en el que se le condenó al pago de $28.000.oo mensuales por dicho
concepto.
- Posteriormente, y
en virtud de un juicio de separación de cuerpos iniciado por el peticionario de
la tutela, su esposa formuló una demanda de reconvención en la que solicitó se
condenara al demandado al pago de la obligación alimentaria. El Juzgado Noveno
de Familia de Santafé de Bogotá, al cual le correspondió decidir sobre este
asunto, declaró la separación de cuerpos, acogiendo las pretensiones de la
señora Emma González de Daza, y en consecuencia, condenó al señor Daza
Carranza al pago de $50.000.oo mensuales, con un incremento anual del 20% por
alimentos a favor de su cónyuge.
Como consecuencia de
que existen dos sentencias condenatorias vigentes sobre el mismo hecho, que
prestan mérito ejecutivo, el actor de la presente acción de tutela solicita que
"cesen los efectos de la sentencia proferida por el Juzgado 9º de Familia
de Bogotá ya que allí no tuvo debate jurídico el aspecto alimentario por no ser
petición principal la debatida y se mantenga la sentencia dictada por el
Juzgado 6º de Familia de Bogotá que lo condenó a pagar la suma de $28.000.oo
mensuales a Emma González de Daza, por cuanto la tasación se hizo con base en
un amplio debate de la capacidad económica de cada una de las partes y se
ajusta en un todo a la realidad."
II. ACTUACION JUDICIAL
Mediante providencia
del treinta (30) de abril de 1992, la Sala de Familia del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de esta ciudad decidió no conceder la tutela con base en los
siguientes argumentos:
- Existe otro medio
de defensa judicial, como es el proceso de revisión de alimentos, en el que el
peticionario puede solicitar la reducción o exoneración de los mismos.
- El actor no apeló
el fallo proferido dentro del proceso de separación de cuerpos, mecanismo
idóneo para lograr la modificación de dicha providencia en el punto que ahora
se discute.
- Además, el
peticionario no utilizó la tutela como mecanismo transitorio, consagrado en el
artículo 40 del Decreto 2591 de 1991, que le hubiera hecho posible suspender
los efectos del fallo, mientras utiliza el procedimiento idóneo para lograr la
exoneración de la cuota.
- El contenido del
último aparte del inciso 4º del artículo 29 de la Constitución Política, es
"de raigambre penal, dada la redacción, ubicación y finalidad".
Por último, agrega
la Sala de Familia del Tribunal, que "es verdad que la señora Juez 9º de
Familia al tener conocimiento de la existencia del proceso autónomo de
alimentos que estaba fallado primero ante el Juzgado 37 Civil Municipal que
luego de entrar a funcionar la jurisdicción de familia fue remitido al sexto de
la especialidad anotada, no debió pronunciarse sobre esta pretensión
consecuencial por sustracción de materia y no se puede admitir su ignorancia en
torno al punto debatido porque la Sala observa que en el hecho 5º de la demanda
principal se afirma que la demandada recibe alimentos de su esposo, hecho que
es aceptado por Emma González de Daza al contestar la demanda, agregando que
los recibe por intermedio del Juzgado 37 Civil Municipal y frente a la demanda
de reconvención en cuya pretensión cuarta se solicita la condena alimentaria
nuevamente, no se puede deducir que se esté pretendiendo una modificación
tácita de la cuota alimentaria fijada en el proceso autónomo, ya que ésta se
presentó en marzo de 1989 y la demanda de aumento de cuota alimentaria se
notificó al señor Daza el 21 de septiembre de 1989, es decir, con posterioridad
a la presentación de la demanda de reconvención y en aquel proceso se falló el
aumento de cuota en forma favorable en sentencia del 31 de julio de 1991".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
La Corte
Constitucional es competente para revisar las sentencias aludidas, según lo
previsto en los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución, 31, 32, 33 y
34 del Decreto 2591 de 1991.
2. Improcedencia
de la acción de tutela en el presente caso
Antes de cualquier
consideración de fondo habrá de definirse si en el asunto sub-examine era
procedente instaurar la acción de tutela.
Tanto la
Constitución como el Decreto 2591 de 1991 consagran como una de las causales de
improcedencia de la tutela la existencia de otro medio de defensa judicial.
Esos procedimientos, que son los contemplados por la legislación vigente, deben
apreciarse en concreto, lo que involucra -como ya lo ha señalado esta Corte1 - una
valoración en torno a la efectividad e idoneidad de los mismos para la
protección del derecho fundamental vulnerado o amenazado, dependiendo de las
circunstancias que rodean el caso.
Quien ha propuesto
la presente acción de tutela tenía ciertamente a su alcance otros medios judiciales
para la defensa de su derecho: el recurso de apelación contra la sentencia
proferida por el Juez Noveno de Familia en el juicio de separación y la
posibilidad de iniciar un proceso de revisión de alimentos con el fin de
obtener la reducción o exoneración de los determinados en las dos sentencias
hasta ahora proferidas. La última vía enunciada tiene fundamento en que las
decisiones judiciales de este tipo, por su misma naturaleza y por la
variabilidad de las circunstancias en relación con las cuales han sido
pronunciadas, no hacen tránsito a cosa juzgada material, permitiendo
posteriores pronunciamientos, los cuales habrán de fundarse en las alteraciones
que hayan sufrido los presupuestos fácticos inicialmente considerados.
A ese respecto, el
artículo 435 del Código de Procedimiento Civil, modificado por el artículo 1º
del Decreto 2282 de 1989, muestra claramente en su numeral 3º los asuntos a los
cuales se aplica el proceso verbal sumario de que trata el Capítulo II de su
Título XXIII, uno de ellos el relativo a la cuantificación y modificaciones de
las obligaciones alimentarias.
Según la norma, se
tramitarán en única instancia por el procedimiento en mención, teniendo en
cuenta su naturaleza "3. Fijación, aumento, disminución y exoneración de
alimentos y restitución de pensiones alimentarias".
3. La tutela no
sanea los descuidos procesales
En cuanto a la
apelación de la sentencia mediante la cual se decretó la separación de cuerpos,
una de cuyas decisiones volvió a establecer el monto de la obligación
alimentaria que ya había sido liquidada en proceso diferente, era el recurso
que la ley brindaba al afectado y que, de haber sido interpuesto dentro de la
oportunidad legal, habría dado ocasión al superior para establecer si
eventualmente tal providencia quebrantaba el ordenamiento jurídico.
Considera la Corte
que la acción de tutela no es un mecanismo adicional a los ya consagrados por
la legislación en orden a solucionar las controversias y conflictos que surgen
en diversos campos de la vida en sociedad. Su función está claramente definida
por el artículo 86 de la Carta como procedimiento sumario, preferente e
inmediato en materia de derechos fundamentales cuando quiera que éstos se vean
conculcados o amenazados por acción u omisión de autoridad pública o de
particulares (en los casos previstos por la ley) sin que exista a favor del
titular de aquellos un medio de defensa judicial distinto. De allí que en
repetidas ocasiones esta Corte haya resaltado el carácter subsidiario de
la acción de tutela como uno de sus elementos esenciales2 .
Quien no ha hecho
uso oportuno y adecuado de los medios procesales que la ley le ofrece para
obtener el reconocimiento de sus derechos o prerrogativas se abandona
voluntariamente a las consecuencias de los fallos que le son adversos. De su
conducta omisiva no es responsable el Estado ni puede admitirse que la firmeza
de los proveídos sobre los cuales el interesado no ejerció recurso constituya
transgresión u ofensa a unos derechos que, pudiendo, no hizo valer en ocasión
propicia. Es inútil, por tanto, apelar a la tutela, cual si se tratara de una
instancia nueva y extraordinaria, con el propósito de resarcir los daños
causados por el propio descuido procesal.
4. El principio
"non bis in idem", garantía aplicable a todo proceso
No hallándose motivo
para que el Tribunal de Santafé de Bogotá concediera la tutela impetrada, no es
del caso profundizar en el análisis del derecho que se alegó como violado.
No obstante, por
razones de pedagogía constitucional, la Corte estima necesario señalar el
verdadero sentido del artículo 29 de la Constitución en lo relativo al
principio conocido como "non bis in idem", según el cual nadie puede
ser sometido a juicio dos veces por la misma causa, pues la Sala de Familia del
Tribunal Superior declara que el mandato constitucional pertinente "es de
raigambre penal, dada la redacción, ubicación y finalidad".
La Corte
Constitucional no puede compartir ese criterio y juzga, por el contrario, que
el postulado en mención se extiende a toda clase de procesos y no únicamente a
los penales. Más aún, también es aplicable en las actuaciones administrativas
según perentorio mandato del citado artículo 29 de la Carta.
El debido proceso es
un conjunto de garantías del cual únicamente pueden ser excluidas aquéllas que
por su misma naturaleza y por el papel que cumplen tan solo tienen razón de ser
dentro de los procesos penales -como ocurre con la designación de un defensor
de oficio-, según ya lo ha establecido la jurisprudencia de esta Corporación,
pero no es este el caso del derecho aludido.
Dijo la Corte a ese
respecto:
"La garantía
del debido proceso, plasmada en la Constitución colombiana como derecho
fundamental de aplicación inmediata (artículo 85) y consignada, entre otras, en
la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 (artículos 10 y 11), en la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre proclamada el mismo
año (artículo XXVI) y en la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto
de San José de Costa Rica, 1969, Artículos 8 y 9), no consiste solamente en las
posibilidades de defensa o en la oportunidad para interponer recursos, como
parece entenderlo el juzgado de primera instancia, sino que exige, además, como
lo expresa el artículo 29 de la Carta, el ajuste a las normas preexistentes al
acto que se imputa; la competencia de la autoridad judicial o administrativa
que orienta el proceso; la aplicación del principio de favorabilidad en materia
penal; el derecho a una resolución que defina las cuestiones jurídicas
planteadas sin dilaciones injustificadas; la ocasión de presentar pruebas y de
controvertir las que se alleguen en contra y, desde luego, la plena observancia
de las formas propias de cada proceso según sus características.
Todo ello descansa
sobre el supuesto de la presunción de inocencia, la cual tiene que ser
desvirtuada por el Estado para que se haga posible la imposición de penas o de
sanciones administrativas.
Dentro del marco
jurídico trazado por la Carta de 1991, ha perdido su razón de ser la discusión
acerca de si el debido proceso es exclusivo de los trámites judiciales o si
debe extenderse a los procedimientos y actuaciones que se surten ante la
administración (...)" 3
.
De lo anterior se
concluye que, habiendo sido tan claro el Constituyente al cobijar los varios
componentes del debido proceso dentro de un solo haz de garantías
constitucionales y al haber expresado de modo terminante que aquél "se
aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas"
(subraya la Corte), excluir el principio mencionado, reservándolo apenas a los
procesos penales implica aceptar el doble juzgamiento en las otras ramas del
derecho, desatendiendo la nítida letra y el espíritu del mandato
constitucional.
Esta es una forma de
protección de la persona y una manera de brindarle certeza en los dictados de
los jueces y de la administración. Es una garantía que prohibe a las
autoridades investigar, juzgar o condenar a una persona más de una vez por el
mismo hecho respecto del cual ya se tramitó un proceso y se profirió una
decisión, constituyéndose en elemento enderezado a realizar los valores de la
justicia y la seguridad jurídica, al lado de otros principios -también
fundamentales- como la presunción de inocencia y el derecho de defensa.
Así, pues, será confirmada
la decisión de instancia, con la expresa aclaración sobre este tema.
IV. DECISION
Con fundamento en lo
dicho, la Corte Constitucional de la República de Colombia, en Sala de
Revisión, actuando a nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.-
CONFIRMAR, por las razones
que se dejan expuestas, la providencia del treinta (30) de abril de mil
novecientos noventa y dos (1992), proferida por la Sala de Familia del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá, D.C., al resolver sobre la
acción de tutela instaurada por JAIME ANTONIO DAZA CARRANZA.
Segundo.- Líbrese la comunicación a que se refiere el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 para los fines allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia
T-03. Mayo 11 de 1992. Ponente: Magistrado José Gregorio Hernández Galindo.
2 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia Nº
T-01. Abril 3 de 1992
3 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia
T-460 de julio 15 de 1992. Ponente: Magistrado José Gregorio Hernández
Galindo. |
138 | T-521-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-521/92
DEBIDO PROCESO
ADMINISTRATIVO-Vulneración/INSTITUTO
DE SEGUROS SOCIALES-Obligaciones/SUSTITUCION PENSIONAL
Toda actuación
administrativa deberá ser el resultado de un proceso en el que la persona tuvo
la oportunidad de expresar sus opiniones así como de presentar las pruebas que
demuestren su derecho, con plena observancia de las disposiciones procesales
que lo regulen. No se trata de imponerle al Instituto de Seguros Sociales la
obligación de restablecer el servicio médico asistencial, clínico y
farmacéutico a la Señora porque se encuentra en peligro la vida del nasciturus
sino porque no medió entre la decisión del Seguro Social y la retención de
su carné de afiliación (como sanción), Acto Administrativo alguno que hubiere
sido el resultado de un proceso, en donde se hubiere probado una de las
situaciones que determinan la pérdida de la pensión por sustitución (contraer
un nuevo matrimonio o hacer vida marital).
CARGA DE LA
PRUEBA/ACCION DE TUTELA TRANSITORIA-Improcedencia/ACCION DE TUTELA
Quien tiene la
carga de la prueba es el Estado a través del Seguro Social para determinar, si
se dieron o no las circunstancias para perder el derecho a la pensión. Pero es
erróneo conceder la tutela en forma transitoria, mientras la peticionaria
interpone la acción ante la jurisdicción competente. Al no existir un Acto
Administrativo del Instituto de Seguros Sociales sobre la pérdida del derecho a
la pensión sustituta y que ésta haya sido debidamente notificada a la
peticionaria, se concluye que no existe otro medio judicial de defensa que sea
eficaz y logre el restablecimiento inmediato del derecho constitucional
fundamental vulnerado.
REF.: EXPEDIENTE
Nº 2868
Peticionario:
Gloria Beatriz Barrios de Armenta.
Procedencia:
Juzgado 6º Superior de Cali.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé de Bogotá,
D.C., septiembre diecinueve (19) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-2868, adelantado por GLORIA
BEATRIZ BARRIOS DE ARMENTA.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos
de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día 18 de junio del presente año.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de revisión.
1. Solicitud.
La peticionaria
presentó acción de tutela ante el Juez Sexto Superior de Cali (Valle), contra
un hecho del Instituto de Seguros Sociales Seccional Valle del Cauca (C.A.B. La
Flora), que se originó en los siguientes hechos:
a) La Comisión de
Prestaciones del Instituto de Seguros Sociales del Valle, mediante Resolución
02908 del 22 de Septiembre de 1987, cumplidos los trámites reglamentarios y
estudiada la solicitud hecha por la Sra. Gloria B. Barrios de Armenta (en
calidad de cónyuge) y en representación de los menores Cecilia y Tomás Armenta
Barrios, resolvió conceder la pensión por sustitución del derecho que en vida
detentaba su cónyuge Rodrigo Luis Armenta González.
b) En goce de la
pensión sustituta, la peticionaria quedó en estado de embarazo, sin haber
contraído nuevas nupcias ni sostener una vida marital, de conformidad con las
declaraciones extrajuicio aportadas al expediente.
c) El Instituto de
Seguros Sociales le prestó la asistencia médica, hasta el día 17 de marzo de
1992, cuando al solicitar una cita en el CAB de La Flora (dependencia del
I.S.S.), la enfermera de turno le retuvo físicamente el carné de afiliada Nº
041022389-1-03, alegando el estado de gravidez como causal de terminación de la
pensión y en consecuencia de las prestaciones en general, particularmente del
derecho a demandar servicio médico prenatal, por cuanto se suponía que había
contraído matrimonio, o sostenía vida marital, lo cual hacía perder los
derechos médicos de pensionada sobreviviente.
c) La peticionaria
reclama el restablecimiento del derecho a la atención y asistencia médica,
clínica y farmacéutica, por parte del Instituto de Seguros Sociales.
d) La Señora Barrios
de Armenta estima que el hecho acusado constituye violación de los artículos 15
-derecho a la intimidad-, 29 -debido proceso-, 42 -protección a la familia-, 43
-igualdad de la mujer-, 48 -la seguridad social como servicio público-, de la
Constitución Política de Colombia.
2. Fallo del
Juzgado Sexto Superior de Cali (providencia de abril 21 de 1992).
El Juzgado considera
que ciertamente se configuró una acción amenazadora de un derecho
constitucional fundamental, cual es la vida del que está por nacer. El derecho
se amenazó con la acción que se encaminó a privar, a la futura madre, del
servicio médico prenatal necesario para un desenlace positivo, es decir, el
nacimiento de la criatura.
Añade el fallador,
que es obvio que la pensión de sobreviviente es un derecho que tiene la
peticionaria y que la faculta para demandar su cumplimiento mediante el
procedimiento ordinario laboral, previo agotamiento de la vía gubernativa ante
la entidad. Pero por otro lado el Juzgado sostiene que resulta mas acorde con
la petición de la ofendida, evitar que se pueda llegar a consumar un hecho
violatorio de los derechos fundamentales, como lo sería la pérdida del feto por
falta de controles médicos adecuados.
En ese orden de
ideas, el Juzgado Sexto Superior de Cali resuelve conceder la tutela en forma
transitoria por la amenaza del derecho constitucional fundamental a la vida del
que está por nacer, no así por los derechos por ella invocados. Y la concedió
en tal efecto mientras se resolvían los recursos ordinarios de defensa.
Además de conceder
la tutela transitoria el Juzgado ordenó en primer término restablecer el
servicio médico asistencial, clínico y farmacéutico a la Sra. Barrios en su
calidad de pensionada por el I.S.S. de esta ciudad, durante el término que la
autoridad judicial utilice para decidir de fondo el asunto, y en segundo lugar
devolver a la peticionaria el carné de afiliación.
II- FUNDAMENTOS JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de
revisión del fallo dictado por el Juzgado Sexto Superior de Cali (Valle), con
fundamento en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del
Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace por virtud de la selección que
de dicho fallo practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó
en la forma señalada por el Reglamento de esta Corporación.
2. Del derecho a
la seguridad social.
El Instituto de
Seguros Sociales -I.S.S.-, es un establecimiento público vinculado al
Ministerio del Trabajo y Seguridad Social, creado con el fin de atender los
servicios de atención en salud y el reconocimiento de prestaciones económicas a
la población trabajadora que presta sus servicios a empresas o patronos
particulares, a los pensionados por el I.S.S., a los trabajadores
independientes y, por cuenta propia, a sus derechohabientes y a los demás
expresamente contemplados en la ley.
La solidaridad como
deber, de que trata el artículo 95.2 de la Carta, tiene como contrapartida el
concepto de la solidaridad como derecho, que se expresa en la seguridad social.
El artículo 48 de la
Constitución dice:
"La Seguridad
Social es un servicio público de carácter obligatorio que se prestará bajo la
dirección, coordinación y control del Estado, en sujeción a los principios de
eficiencia, universalidad y solidaridad, en los términos que establezca la Ley.
Se garantiza a todos
los habitantes el derecho irrenunciable a la Seguridad Social.
El Estado, con la
participación de los particulares, ampliará progresivamente la cobertura de la
Seguridad Social que comprenderá la prestación de los servicios en la forma que
determine la ley.
La Seguridad Social
podrá ser prestada por entidades públicas o privadas, de conformidad con la
ley.
No se podrán
destinar ni utilizar los recursos de las instituciones de la Seguridad Social
para fines diferentes a ella.
La ley definirá los
medios para que los recursos destinados a pensiones mantengan su poder
adquisitivo constante."
Se advierte en
primer lugar que fue deseo del constituyente consagrar una definición amplia de
la seguridad social. Ello es manifiesto al consultar los antecedentes de la
norma en el seno de la Asamblea Nacional Constituyente, donde se afirmó:
"Nuestra
concepción de la Finalidad Social del Estado debe ir necesariamente más allá de
la retórica. La Seguridad Social constituye un elemento indispensable para
posibilitar unas condiciones de vida dignas; tal vez no haya instrumento más
eficaz para el cumplimiento de la Finalidad Social del Estado.
En este sentido es
necesario consagrar en la Carta el derecho irrenunciable a la Seguridad Social,
garantizado por el Estado a todos los habitantes del territorio Nacional.
La seguridad y la
previsión social tienen por objeto la protección de la población contra las
contingencias que menoscaban la salud y la capacidad económica.
La seguridad social
ha dejado de ser una noción abstracta para convertirse en un derecho concreto
reconocido internacionalmente. La declaración Universal de los Derechos Humanos
en su artículo 22 dice: 'Toda persona como miembro de la sociedad tiene derecho
a la Seguridad Social...'
Desde el punto de
vista de la cobertura de la Seguridad Social una concepción amplia permite el
derecho a toda la población; una más estrecha (sic) únicamente a los
trabajadores.
Con respecto a las
contingencias previstas, la concepción amplia involucra aspectos como
recreación, vivienda, desempleo y otros derechos indispensables a la dignidad
del ser humano..."1
.
Esta concepción de
la seguridad social que hace la Constitución de 1991 recoge la tendencia
normativa universal, expresada por ejemplo en el Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ratificado por Colombia mediante la
Ley 74 de 1968 y con fuerza normativa en el derecho interno por disposición del
artículo 93 de la Carta, cuyo artículo 9° dice:
"Los Estados
Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la seguridad
social, incluso al seguro social."
Ahora del artículo
48 superior sobresalen los tres principios que rigen la solidaridad social en
Colombia: eficiencia, solidaridad y universalidad.
La eficiencia es un
principio que tiene como destinatario a los propios organismos responsables de
la prestación del servicio público de la seguridad social -el Estado y los
particulares-. Ella es reiterada por el artículo 209 de la Carta como principio
rector de la gestión administrativa. Así mismo la eficacia implica la
realización del control de resultados del servicio.
Pero más
significativos para el caso que ocupa a esta Sala de revisión de la Corte
Constitucional son los principios de solidaridad y universalidad, porque ellos
se dirigen tanto a los responsables como a los beneficiarios de la seguridad
social.
En cuanto a la
solidaridad, como se anotó anteriormente, es un principio que aspira a realizar
el valor justicia, que bebe en las fuentes de la dignidad humana. En este caso
ello es evidente, como lo ha establecido la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia, cuando afirmó que "el subsidio familiar es, desde otro punto
de vista, un mecanismo para la redistribución de los ingresos, fundamentado en
principios universales de bienestar y solidaridad"2 .
Y la universalidad
es el principio relacionado con la cobertura de la seguridad social: todas las
personas. Ello es natural porque si, como se estableció, la dignidad es un
atributo y un fin inherente de la persona, no es entonces concebible que unas
personas gocen de vida digna y otras no. Las calidades esenciales de la
existencia no sabrían ser contingentes. Simplemente, si son esenciales, se
predican de todas las personas.
Es por ello que la
seguridad social es un requisito de la dignidad y la dignidad es un atributo
esencial de la persona.
3. De la pensión
sustituta.
Dentro de las
contingencias cubiertas por el I.S.S. está la muerte del afiliado, una de cuyas
prestaciones que se ofrecen es la "indemnización sustitutiva de la pensión
de sobreviviente", consistente ésta en que desde el día del fallecimiento
del pensionado, el cónyuge sobreviviente o el compañero o compañera permanente,
los hijos legítimos, naturales y adoptivos menores de 18 años, los inválidos de
cualquier edad, los incapacitados por razón de sus estudios, padres del
pensionado y en último lugar los hermanos inválidos, tendrán derecho al pago de
la pensión de sobrevivientes de conformidad con las disposiciones contenidas en
la Ley 33 de 1973, Ley 71 de 1988, Decreto 1160 de 1989 (artículo 5º) y en el
Acuerdo 049 de 1990 del Instituto de Seguros Sociales, aprobado mediante el
Decreto 758 de 1990.
La finalidad de la
pensión sustituta es mantenerle al núcleo familiar el ingreso que percibía
estando en vida el pensionado y asegurarle a los miembros supérstites de la
familia la continuidad de una estabilidad económica ante el fallecimiento de
uno de los cónyuges, afiliado al Instituto de Seguros Sociales.
Dentro de las
funciones del Instituto de Seguros Sociales determinadas en el artículo 48 del
Decreto Ley 1650 de 1977 se encuentra la de proteger en forma integral la salud
de los afiliados y de sus familias, así como atender al pago de las
prestaciones económicas correspondientes.
La Ley 33 de 1973 y
el Decreto 758 de 1990, regulan lo relacionado con la pérdida y extinción del
derecho a la pensión de sobrevivientes, de la siguiente forma:
a- Ley 33 de 1973,
parágrafo del artículo 1°:
"...la cuota
parte de la pensión que devenguen los beneficiarios acrecerá a la que perciban
los demás cuando falte alguno de ellos o cuando el cónyuge contraiga nuevas
nupcias o haga vida marital".
b- Acuerdo 049 de
1990, artículo 30, que reitera la Ley, así:
"Artículo 30.-Pérdida
y extinción del derecho a la pensión de sobrevivientes.- Se pierde el
derecho a la pensión de sobrevivientes en los siguientes casos:...2°.- El
cónyuge sobreviviente, compañero o compañera permanente, cuando con
posterioridad al fallecimiento del causante, contraiga nupcias o haga vida
marital...".
Así pues, son dos las circunstancias que
determinan la pérdida del derecho:
- Contraer nuevas
nupcias.
- Hacer vida
marital, que está definida como la convivencia de un hombre y una mujer como si
estuvieran casados, sin estarlo.3
En este orden
de ideas, si el I.S.S. comprueba debidamente las anteriores situaciones,
perderá el beneficiario su derecho, acrecentando los derechos de los demás, que
por ley lo conservan.
La razón de ser de
esto es el hecho de que ambas causales implican la creación tanto de un nuevo
núcleo familiar como la participación de nuevos patrimonios.
4. Del debido
proceso en actuaciones administrativas.
El artículo 29 de la
Constitución Política establece que el debido proceso se aplicará a toda clase
de actuaciones judiciales y administrativas.
Colombia, como
Estado de Derecho, se caracteriza porque todas sus competencias son regladas.
Por Estado de
Derecho se debe entender el sistema de principios y reglas procesales según los
cuales se crea y perfecciona el ordenamiento jurídico, se limita y controla el
poder estatal y se protegen y realizan los derechos del individuo, por
disposición de una norma.
Todo proceso
consiste en el desarrollo de particulares relaciones jurídicas entre el órgano
sancionador y el procesado o demandado, para buscar la efectividad del derecho
material y las garantías debidas a las personas que en él intervienen.
La situación
conflictiva que surge de cualquier tipo de proceso exige una regulación
jurídica y una limitación de los poderes estatales, así como un respeto de los
derechos y obligaciones de los individuos o partes procesales.
Es decir que cuando
de aplicar sanciones se trata, el debido proceso es exigente en materia de
legalidad, ya que no solamente pretende que el servidor público cumpla las
funciones asignadas, sino que además lo haga en la forma que lo determina el
ordenamiento jurídico.
El debido proceso es
el mayor celo en el respeto de la forma en los procesos sancionatorios.
La verdad no se ha
de investigar a cualquier precio, sino protegiendo a la persona con su
dignidad, su personalidad y su desarrollo; es por ello que existe una estrecha
relación entre el derecho procesal y el derecho constitucional.
Toda infracción
merecedora de reproche punitivo tiene una misma naturaleza, como idénticas son
las consecuencias, no obstante que provengan de una autoridad administrativa o
jurisdiccional o que tengan origen en las diferencias formales de los trámites
rituales. De consiguiente, los principios que rigen todo procedimiento deben
necesariamente hacerse extensivos a todas las disciplinas sancionatorias en las
que no ha existido un desarrollo doctrinal en esta materia.
El proceso moderno
se caracteriza por una progresiva y paulatina ampliación de los derechos de
defensa. Por esta razón las constituciones contemporáneas consagran en sus
textos disposiciones específicas para la protección de esta garantía
jurídico-procesal.
Los tratadistas
contemporáneos de derecho administrativo, entre ellos García de Enterría y
Ramón Parada, sostienen que "los principios inspiradores del ordenamiento
penal son aplicables, con ciertos matices, al derecho sancionador, dado que
ambos son manifestaciones del ordenamiento punitivo del Estado, tal como lo
refleja la propia Constitución".4
Así lo entendió el
Constituyente de 1991, y en el artículo 29 se hace una clara determinación del
debido proceso a toda clase de actuaciones administrativas, como ya lo ha
señalado la Corte Constitucional.5
Así, el Código
Contencioso Administrativo, en el artículo 35, dispone:
"Habiéndose
dado oportunidad a los interesados para expresar sus opiniones, y con base en
las pruebas e informes disponibles, se tomará la decisión que será motivada al
menos en forma sumaria si afecta a particulares.
En la decisión se
resolverán todas las cuestiones planteadas, tanto inicialmente como durante el
trámite...".
Por lo tanto,
toda actuación administrativa deberá ser el resultado de un proceso en el que
la persona tuvo la oportunidad de expresar sus opiniones así como de presentar
las pruebas que demuestren su derecho, con plena observancia de las
disposiciones procesales que lo regulen.
5. Del caso
concreto.
La institución de la
acción de tutela quedó consagrada en la nueva Carta Política en el artículo 86,
al establecer que dicha acción la tendrá toda persona para reclamar ante los
juzgados, en todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario,
la protección inmediata de sus derechos constitucionales fundamentales cuando
éstos resulten vulnerados o amenazados por la acción u omisión de una autoridad
pública, cualquiera que fuere.
En primera instancia
esta Sala se ocupará del fallo proferido por el Juzgado 6° Superior de Cali, ya
que dicho Despacho consideró como derecho fundamental amenazado, en el caso
concreto, el derecho a la vida consagrado en el artículo 11 de la Constitución,
en relación con la vida del hijo -por nacer-, de la peticionaria.
En la sentencia que
concedió la tutela, se determinó:
"NO CABE DUDA
DE QUE EL DERECHO QUE SE ENCUENTRA EN JUEGO Y SE AMENAZA EN ESTE CASO, ES EL DE
LA VIDA DEL QUE ESTA POR NACER COMO YA LO OBSERVAMOS, DERECHO QUE PUDIERA
TAMBIEN PROTEGERSE INCOANDO COETANEAMENTE LA TUTELA DENTRO DEL PROCESO
ORDINARIO LABORAL COMO PROCEDIMIENTO ACCESORIO O MEDIDA CAUTELAR QUE ES,...PERO
RESULTA MAS ACORDE CON LA SITUACION DE LA OFENDIDA, TOMAR LAS MEDIDAS
PERTINENTES DESDE YA, HABIDA CUENTA DE QUE EL OBJETO DE LA TUTELA ES EL DE
PREVENIR, EVITAR QUE SE PUEDAN LLEGAR A CONSUMAR HECHOS VIOLATORIOS DE LOS
DERECHOS FUNDAMENTALES, COMO LO SERIA LA PERDIDA DEL FETO POR FALTA DE
CONTROLES MEDICOS ADECUADOS, BASTANDO ESTA RAZON PARA ACTUAR COMO PROTECTOR
INMEDIATO Y EFICAZ".
Para esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, son dos los errores del fallador:
1) El razonamiento
realizado por el Juzgado Superior, se fundamenta en un derecho constitucional
fundamental que en última instancia podría ser determinante para la concesión
de la tutela, pero son varias las causas que llevan a esta Sala de Revisión de
la Corte Constitucional a apartarse de la decisión y a considerar que el
derecho constitucional fundamental que en éste caso concreto se vulneró es el
del debido proceso aplicado a las actuaciones administrativas cuyos
fundamentos jurídicos ya quedaron expuestos en acápite anterior.
El Instituto de
Seguros Sociales tiene la obligación de contribuir a la protección de sus
afiliados, mediante el amparo contra las contingencias que menoscaban la salud
y la capacidad económica.
En el artículo 49 de
la Constitución se consagra la garantía de las personas en materia de salud. De
allí se deriva no sólo el deber del Estado y la solidaridad de la comunidad,
sino además, la obligación de los particulares de procurar el cuidado integral
de su salud y la de su comunidad. Consagrándose así tres destinatarios de este
derecho; en primer lugar su propio beneficiario que debe sufragar su gasto si
tiene capacidad para ello, la sociedad mediante la seguridad social que está
bajo la dirección, coordinación y control del Estado y de éste último en
subsidio en el caso de la atención básica.
Por lo tanto, no se
trata de imponerle al Instituto de Seguros Sociales la obligación de
restablecer el servicio médico asistencial, clínico y farmacéutico a la Sra.
Gloria Beatriz Barros de Armenta por que se encuentra en peligro la vida del nasciturus
sino porque no medió entre la decisión del Seguro Social y la retención
de su carné de afiliación (como sanción), Acto Administrativo alguno que
hubiere sido el resultado de un proceso, en donde se hubiere probado una de las
situaciones que determinan la pérdida de la pensión por sustitución (contraer un
nuevo matrimonio o hacer vida marital).
El paso a seguir es
el inicio de la investigación por parte de la División de Prestaciones
Económicas, sobre la existencia o no de un nuevo núcleo familiar y en caso de
ser probado el nuevo matrimonio o la vida marital, perderá el derecho a la
pensión que venía disfrutando y como consecuencia se le suspenderán los
servicios médicos. Ocurrido lo anterior el derecho de los menores hijos habidos
en el matrimonio se acrecentará de conformidad con las disposiciones vigentes.
El Instituto de
Seguros Sociales está en la obligación de actuar diligentemente, pues al
retener la pensión de la Sra. de Armenta y no otorgarla a los hijos menores
habidos en el matrimonio, se está enriqueciendo ilícitamente.
2) Para esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional resulta erróneo el planteamiento del
Juzgado Sexto Superior de Cali y más aún la decisión de conceder la tutela en
forma transitoria mientras la autoridad judicial competente decida de
fondo el asunto, esto es sólo por cuatro (4) meses. Así, lo expresó el
Juzgado:
"DEBERA SER
PROMOVIDO POR LA AFECTADA [se refiere al proceso laboral] MEDIANTE LA ACCION
RESPECTIVA Y PREVIO EL AGOTAMIENTO DE LA VIA GUBERNATIVA ANTE LA ENTIDAD, EN UN
TERMINO MAXIMO DE CUATRO MESES (4) MESES A PARTIR DE ESTE FALLO, CONFORME LO
DISPONE EL INCISO 3° DEL ARTICULO 8° DEL DECRETO 2591 DE 1992 (sic).
Quien tiene la carga
de la prueba es el Estado a través del Seguro Social para determinar, si se
dieron o no las circunstancias para perder el derecho a la pensión. Pero es
erróneo conceder la tutela en forma transitoria, mientras la peticionaria
interpone la acción ante la jurisdicción competente.
La solicitud de
tutela es procedente en el caso concreto frente a la violación del derecho
constitucional fundamental, por los hechos ocurridos el día 17 de febrero de
1992, al acudir la peticionaria al CAB "La Flora" del I.S.S. y
retenerle la enfermera de turno el carné de afiliada, al percatarse la
funcionaria de su estado de embarazo. En ese instante se vulneró el derecho
constitucional fundamental al debido proceso, establecido en el artículo 29
de la Constitución Política.
No se trata de una
"amenaza" al derecho a la vida del que está por nacer, como lo
consideró el Juzgado, sino de una vulneración clara al debido proceso.
Al no existir un
Acto Administrativo del Instituto de Seguros Sociales sobre la pérdida del
derecho a la pensión sustituta y que ésta haya sido debidamente notificada a la
peticionaria, se concluye que no existe otro medio judicial de defensa que sea
eficaz y logre el restablecimiento inmediato del derecho constitucional
fundamental vulnerado. Por lo que para esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional es realmente equívoca la decisión del Juzgado Superior de Cali,
pues si no existe Acto Administrativo y por lo tanto no se ha agotado la vía
gubernativa, ¿Qué acto administrativo demanda la Sra. Barrios de Armenta?, ¿En
qué se fundamenta su pretensión?.
Así pues, se
revocará la Sentencia proferida por el Juzgado Sexto Superior de Cali (Valle) y
se concederá la tutela en forma definitiva a la peticionaria.
Por otra parte, esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional tuvo conocimiento de otros hechos
análogos a éste, que motivaron a la Sala Segunda de Revisión de la Corte
Constitucional6,
para conceder otra tutela por actos arbitrarios del Instituto de Seguros
Sociales, Seccional Valle del Cauca, por lo que, tratándose de violaciones
reiteradas por parte de una misma agencia estatal, copia de esta sentencia se
enviará a la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Administrativa, para lo
de su competencia.
En razón de la
necesidad de verificación del cumplimiento de la decisión tomada por esta Sala
de Revisión de la Corte Constitucional, ésta comisionará a la misma autoridad
que profirió la sentencia revisada a fin de que realice el seguimiento del
cumplimiento de este fallo por parte del Instituto de Seguros Sociales e
informe a esta Corporación el resultado del mismo o su incumplimiento.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE:
PRIMERO: REVOCAR el fallo proferido por el
Juzgado Sexto Superior de Cali (Valle) por las razones expuestas en esta
Sentencia.
SEGUNDO: CONCEDER la tutela a la Sr. GLORIA BEATRIZ
BARROS DE ARMENTA en forma definitiva por la vulneración al derecho
constitucional fundamental al debido proceso consagrado en el artículo 29 de la
Constitución.
Y mientras no se le
desconozca su estatus de pensionada sustituta a través de dicho debido proceso,
mantendrá este estatus con todos sus derechos y prerrogativas.
TERCERO: PREVENIR al Gerente y a las directivas del
Instituto de Seguros Sociales del Valle del Cauca, para que en ningún caso
vuelvan a incurrir en la acción que dio mérito para conceder la tutela, so pena
de incurrir en las sanciones pertinentes.
CUARTO: A través de la Secretaría General de la
Corte Constitucional, ENVIAR copia de esta Sentencia a la Procuraduría Delegada
para la Vigilancia Administrativa, para lo de su competencia.
QUINTO: A través de la Secretaría General ENVIAR
copia de esta Sentencia al Juzgado Sexto Superior de Cali, a la Dirección
General del Instituto Colombiano de los Seguros Sociales, a la Regional del
Instituto de Seguros Sociales del Valle del Cauca, al Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar y al Defensor del Pueblo.
SEXTO: COMISIONAR al Juzgado Sexto Superior de
Cali para que realice el seguimiento del cumplimiento de este fallo de la Corte
Constitucional por parte del Instituto de Seguros Sociales e informe a esta
Corporación el resultado del mismo o su incumplimiento.
Cópiese, publíquese,
comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional, envíese al Despacho de origen y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ Magistrado
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Gaceta Constitucional del 21 de mayo de 1991. Informe Ponencia para
Primer Debate en Plenaria, pág 2.
2 Vid, Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 19 de marzo de 1987.
MP Dr. Fabio Morón Díaz. Expediente No. 1530. Demanda contra la Ley 21 de 1982.
3 Diccionario del uso del Español, Tomo II H-Z. María Moliner.
Editorial Gredos. Madrid. 1.990. Página 1593.
4 Cfr, GARCIA DE ENTERRIA, Eduardo. Curso de Derecho Administrativo
II. Editorial Civitas S.A. Madrid. 1.991. Páginas 161 y ss. FERNANDEZ, Tomás
Ramón. Derecho Administrativo I. Parte General. Tercera Edición. Marcial Pons.
Ediciones Jurídicas S.A. Madrid. 1.991. Páginas 467 y ss. En estos dos libros
se encuentra el concepto, clases y naturaleza de las sanciones administrativas.
5 Cfr, Sentencia Nro. T-11 de fecha mayo 22 de 1.992 de la Sala
Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional.
6 Sentencia T-491 de la Sala Segunda de Revisión de la Corte
Constitucional. |
139 | T-522-92
Sentencia No
_Sentencia No.
T-522/92
DERECHOS DEL
INTERNO/DERECHO A LA SALUD-Reconocimiento
Las personas
privadas de la libertad gozan de todos los derechos inherentes a la dignidad
humana en general, y en particular del derecho a la salud. La salud es aquí
obligación del detenido y del Estado. Del detenido, en la medida en que debe
velar por su integridad. Y del Estado, porque el detenido está bajo su
protección y responsabilidad, el cual tiene una obligación de resultado:
devolver a la persona en el estado físico en que la recibió, sin perjuicio del
deterioro natural del transcurso del tiempo. Se debe velar por la aplicación
del artículo 408 del Código de Procedimiento Penal, que aunque se refiere al
sindicado debe entenderse también aplicable para el condenado (e incluso al
imputado), cuando éste se encuentre privado de la libertad. Es un artículo que
contiene los derechos básicos de las personas detenidas. La vulneración al
derecho constitucional fundamental se concreta en la omisión de los médicos y
directivos de la Penitenciaría Central de Colombia, de suministrarle asistencia
médica especializada al peticionario.
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE-Atención a la
salud
Cuando un
detenido manifiesta padecer una dolencia, los funcionarios deben creerle y
tienen el deber de proveer a su atención. Por esa razón debe atender las
solicitudes de los condenados originadas en la necesidad de atención a la
salud; no solamente en los casos de enfermedad grave o en peligro de muerte,
sino cuando éste así lo requiera. Se debe creer en su palabra y en sus
dolencias.
REF.: EXPEDIENTE
No. 2972
Peticionario:
Baldoyno Asprilla Rivas.
Procedencia
Tribunal Superior de Santafé de Bogotá -Sala Penal-.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé de Bogotá,
D.C., septiembre diecinueve (19) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-2972, adelantado por BALDOYNO
ASPRILLA RIVAS.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos
de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día 18 de junio del presente año.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de revisión.
1. Solicitud.
El peticionario
interpuso acción de tutela ante el Juzgado 21 Superior de Santa Fe de Bogotá,
fundamentado en los siguientes hechos:
a) El actor se
encuentra interno en la Penitenciaría Central de Colombia "La
Picota", por haberse proferido sentencia condenatoria en su contra como
resultado del proceso que cursó en el Juzgado 16 Penal del Circuito, por el delito
de hurto calificado y agravado. La condena impuesta fue de pena privativa de la
libertad de 50 meses de prisión.
b) El condenado
elevó petición de tutela fundamentado en la vulneración del derecho
constitucional consagrado en el artículo 49 de la Carta (relativo a la atención
a la salud) porque al estar privado de la libertad le corresponde al Estado
velar por su salud, la que no ha sido debidamente atendida en el centro
carcelario.
c) Figura en el
expediente certificación expedida por el Hospital San Juan de Dios sobre la
existencia del glaucoma en el único ojo que le queda, pues anteriormente había
perdido el otro, así como prueba de que no se le ha efectuado el tratamiento
adecuado.
d) Aunque se le han
practicado revisiones y exámenes de laboratorio por el médico encargado, no han
sido los pertinentes para confirmar las enfermedades que acusa tener; no se le
han suministrado los medicamentos formulados por el galeno que lo atendió allí,
ni posee los recursos económicos para adquirirlos.
2. Fallos.
2.1 Del Juzgado
21 Superior de Santa Fe de Bogotá, providencia de 27 de marzo de 1992.
El Juzgado decidió
negar la solicitud por improcedente, atendiendo a que en el expediente se
encuentra copia auténtica de la historia clínica del peticionario y que en ella
no se hizo mención alguna a la enfermedad en el ojo que dice padecer el Sr.
Asprilla Rivas. Además agrega el Juzgado que efectivamente el médico de la
penitenciaría le practicó los exámenes por lo que sí hubo atención médica.
El Juzgado expresó
que la acción no puede utilizarse para dar cumplimiento a preceptos legales
como el contenido en el artículo 433 del Código de Procedimiento Penal que se
refiere a los derechos del aprehendido y las disposiciones del Código
Penitenciario, pues para ello existen otros medios judiciales específicos.
Esta decisión fue
impugnada por el peticionario y resuelta por el Tribunal Superior de Santa Fe
de Bogotá -Sala Penal-
2.2. Fallo del
Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, providencia de 11 de mayo de 1992.
Se apoya el Tribunal
en los siguientes argumentos para confirmar el fallo del a-quo:
a) Lo que realmente
se está violando es el derecho a la vida, pero del diagnóstico encontrado en la
historia clínica se deduce que el peticionario no se encuentra en peligro de
inminente muerte.
b) No hay en la
historia clínica información sobre las enfermedades que dice padecer el
peticionario y que no se le haya dado tratamiento.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de
revisión del fallo dictado por el Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá -Sala
Penal-, con fundamento en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno
de la Constitución Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36
del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace por virtud de la selección
que de dicho fallo practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se
verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta Corporación.
2. La dignidad
humana.
La dignidad humana
cuya vulneración pone de presente el peticionario, es en verdad principio
fundante del Estado (CP artículo 1°). Mas que derecho en sí mismo, la dignidad
es el presupuesto esencial de la consagración y efectividad del entero sistema
de derechos y garantías contemplado en la Constitución.
La dignidad, como
principio fundante del Estado, tiene valor absoluto no susceptible de ser
limitado bajo ninguna circunstancia, lo que sí ocurre con derechos que
necesariamente deben coexistir con otros y admiten variadas restricciones.
El respeto a la
dignidad humana no sólo es una declaración ética sino una norma jurídica de
carácter vinculante para todas las autoridades (C.P. artículo 1°). Su acato
debe inspirar a todas las actuaciones del Estado. Por lo tanto, "La
dignidad del ser humano constituye razón de ser, principio y fin último de la
organización estatal".1
Sobre el tema de la
dignidad de la persona humana, ha dicho esta Corte, y estima necesario
reiterarlo en este proceso, lo siguiente:
"El hombre es
un fin en si mismo. Su dignidad depende de la posibilidad de autodeterminarse
(CP art. 16). Las autoridades están precisamente instituídas para proteger a
toda persona en su vida, entendida en un sentido amplio como "vida
plena". La integridad física, psíquica y espiritual, la salud, el mínimo
de condiciones materiales necesarias para la existencia digna, son elementos
constitutivos de una vida íntegra y presupuesto necesario para la
autorrealización individual y social. Una administración burocratizada,
insensible a las necesidades de los ciudadanos, o de sus mismos empleados, no
se compadece con los fines esenciales del Estado, sino que al contrario, cosifica
al individuo y traiciona los valores fundantes del Estado Social de Derecho
(CP art. 1°)"2
.
3. Los derechos
de las personas privadas de la libertad.
3.1. Nociones
generales.
La específica
situación jurídica en que se halla el accionante en razón de la sentencia
condenatoria que en su contra fue proferida, lleva a la Sala a dilucidar cuáles
son los derechos que disfrutan las personas privadas de la libertad y cuál el
alcance de los mismos.
Los derechos
consagrados en la nueva Constitución pertenecen a todas las personas sin
discriminación alguna. Mas aún, tratándose de derechos de las personas que se
encuentran privadas de la libertad, el Estado debe ser más riguroso en su plena
satisfacción, por tratarse de una situación en la que la persona tiene limitado
su derecho a escoger y autodeterminarse, dentro del marco del desarrollo de su
personalidad.
El tema de los
derechos de las personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión ha
sido objeto de preocupación permanente de la humanidad.
Es así como los
tratados y convenios ratificados por Colombia que reconozcan los derechos
humanos y que prohiban su limitación en los estados de excepción, tienen
aplicación en virtud del artículo 93 de la Constitución.
A las personas
detenidas se les restringen ciertas libertades, pero por su condición de ser
humano merecen el respeto debido a su inherente dignidad.
En el ámbito
internacional existen tratados que cobijan a los detenidos y declaran sus
derechos inalienables, como son:
a) El Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos, aprobados por la Ley 74 de 1968,
en el artículo 10°, establece:
"1. Toda
persona privada de la libertad será tratada humanamente y con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano"(negrillas no
originales).
b) La Convención
Americana sobre Derechos Humanos, "Pacto de San José de Costa Rica",
aprobada por la Ley 74 de 1968, en su artículo 5° preceptúa:
"1. Toda
persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral.
2. Nadie puede ser
sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda
persona privada de la libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad
inherente al ser humano" (negrillas no originales).
En desarrollo de
estos Pactos, en 1975 la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la
Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra la Tortura y otros
Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes. Al mismo tiempo reiteró su
convicción de que se necesitaban nuevos y sostenidos esfuerzos para proteger el
derecho humano básico de no ser sometido a esa clase de penas y pidió a la
Comisión de Derechos Humanos que estudiara la formulación de un conjunto de
principios para la protección de todas las personas sometidas a cualquier
forma de detención o prisión, el cual fue aprobado en la resolución 43/173, de
9 de diciembre de 1988.
La finalidad
principal del conjunto de principios consiste en establecer normas
internacionales, de carácter tanto jurídico como humanitario, para estimar el
trato que reciben las personas que se encuentran sometidas a cualquier forma de
detención o prisión y proporcionar a los Estados directrices para que mejoren
su legislación interna.
3.2. La
asistencia médica a las personas privadas de la libertad.
Las personas
privadas de la libertad gozan de todos los derechos inherentes a la dignidad
humana en general, y en particular del derecho a la salud.
La salud es aquí
obligación del detenido y del Estado. Del detenido, en la medida en que debe
velar por su integridad. Y del Estado, porque el detenido está bajo su
protección y responsabilidad, el cual tiene una obligación de resultado:
devolver a la persona en el estado físico en que la recibió, sin perjuicio del
deterioro natural del transcurso del tiempo.
Así pues, en el
principio 24 del conjunto de principios para la protección de todas las
personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión de la Organización
de Naciones Unidas, sobre la asistencia médica, se establece:
"Se ofrecerá a
toda persona detenida o presa un examen médico apropiado con la menor dilación
posible después de su ingreso en el lugar de detención o prisión y,
posteriormente, esas personas recibirán atención y tratamiento médico cada vez
que sea necesario. Esa atención y ese tratamiento serán gratuitos"3 .
Igualmente en las
Reglas Mínimas para el tratamiento de los Reclusos4 , se consagra
en relación con los servicios médicos:
"2) Se
dispondrá el traslado de los enfermos cuyo estado requiera cuidados especiales,
a establecimientos penitenciarios especializados o a hospitales civiles. Cuando
el establecimiento disponga de servicios internos de hospital, estos estarán
provistos del material, del instrumental y de los productos farmacéuticos
necesarios para proporcionar a los reclusos enfermos los cuidados y el
tratamiento adecuados. Además, el personal deberá poseer suficiente preparación
profesional.
25. 1) El médico
estará encargado de velar por la salud física y mental de los reclusos. deberá
visitar diariamente a todos los reclusos enfermos, a todos los que se quejen
de estar enfermos y a todos aquellos sobre los cuales se llame su
atención"(negrillas no originales).
A nivel interno, el
Decreto 1817 de 1964 (Código Penitenciario), rige todo lo relacionado con la
protección y tratamiento de los reclusos en Colombia.
En el artículo 155
se consagra:
"Los detenidos
y condenados deben gozar de completa asistencia, médica, higiénica,
odontológica, farmacéutica y hospitalaria".
3.3. De la
obligación de los jueces de velar por la salud de las personas privadas de la
libertad.
El nuevo Código de
Procedimiento Penal creó la figura de los Jueces de Ejecución de penas y medidas
de seguridad para que sea este funcionario el encargado de los subrogados
penales, la acumulación jurídica de penas, la aplicación de penas accesorias,
el aplazamiento o suspensión de la ejecución de la pena y de las rebajas de las
mismas a que haya lugar.
Así mismo, debe
velar por la aplicación del artículo 408 del Código de Procedimiento Penal, que
aunque se refiere al sindicado debe entenderse también aplicable para el
condenado (e incluso al imputado), cuando éste se encuentre privado de la
libertad. Es un artículo que contiene los derechos básicos de las personas
detenidas.
Dice así el
artículo:
"Todo sindicado
privado de la libertad tendrá derecho a recibir en el lugar de reclusión un
tratamiento acorde con el respeto a los derechos humanos, como los de no
ser víctima de tratos crueles, degradantes o inhumanos; a ser visitado por
un médico oficial y en su defecto por uno particular, cuando lo necesite..."(subrayas
no originales).
Dispone el artículo
15 transitorio del Código de Procedimiento Penal que mientras el Consejo
Superior de la Judicatura cree los cargos de jueces de ejecución de penas y
medidas de seguridad, las atribuciones que el código les confiere serán
ejercidas por el juez que dictó la sentencia en primera instancia.
Para esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional el Estado no debe considerar como terminada
su misión dentro del proceso penal cuando se haya dictado la sentencia
condenatoria. Al contrario aquí debe empezar otro ciclo del procedimiento. El
Juez no puede abandonar a la persona en la prisión, no se puede quedar
esperando en su Despacho a que dentro de varios años le llegue la solicitud de
libertad por pena cumplida o una solicitud de suspensión por enfermedad grave.
El Juez no puede olvidar al condenado con sus quebrantos de salud, con sus
truncas esperanzas y con sus perdidas ilusiones.
4. El principio
de la buena fe.
Como lo estableció
esta Corporación en un caso similar al estudiado:
"...la buena fe
debe presidir las actuaciones de las autoridades y ella se presume de todas las
gestiones que los particulares adelanten ante éstas (artículo 83 de la
Constitución). Esta presunción no se desvirtúa simplemente afirmando que el
solicitante no ha demostrado el sustento de su petición, a pesar de basarse en
certificaciones médicas cuya autenticidad también se presume por la ley. La
duda de la entidad pública respecto de reconocer una prestación social,
adelantar una acción o abstenerse de hacerlo, debe resolverse de manera
razonable, esto es acudiendo a otros conceptos médicos confiables que
confirmen o contradigan el dictamen oficial".5 (negrillas no
originales).
El parámetro de
acción de las autoridades encargadas de la salud de los detenidos en las
cárceles del país es doblemente exigente tratándose de la protección a la salud
y el respeto de la dignidad humana, la solidaridad y la eficacia de los
derechos fundamentales. La omisión negligente en estudiar y resolver una
petición de una persona que no tiene ninguna otra alternativa para acudir al
tratamiento médico, compromete la responsabilidad del funcionario y configura
un incumplimiento de los deberes sociales del Estado.
En consecuencia,
cuando un detenido manifiesta padecer una dolencia, los funcionarios deben
creerle y tienen el deber de proveer a su atención.
Por esa razón debe
atender las solicitudes de los condenados originadas en la necesidad de
atención a la salud; no solamente en los casos de enfermedad grave o en peligro
de muerte, sino cuando éste así lo requiera. Se debe creer en su palabra y
en sus dolencias. Esto no es más que el deseo de la Corte Constitucional por la
humanización del derecho penal.
5. Del caso
concreto.
La institución de la
acción de tutela quedó consagrada en la nueva Carta Política en el artículo 86,
al establecer que dicho mecanismo de protección lo tendrá toda persona para
reclamar ante los juzgados, en todo momento y lugar, mediante un procedimiento
preferente y sumario, la protección inmediata de sus derechos constitucionales
fundamentales cuando éstos resulten vulnerados o amenazados por la acción u
omisión de una autoridad pública, cualquiera que fuere.
El derecho a la
salud consagrado en el artículo 49 de la Constitución Política, cuando su
vulneración o amenaza compromete otros derechos fundamentales como la vida, la
integridad o el trabajo, goza de carácter fundamental y es susceptible de ser
protegido por vía de la acción de tutela.
Por lo tanto, para
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional, el derecho a la salud en
este caso concreto es un derecho fundamental, pues está de por medio la
integridad física de la persona y el libre desarrollo de su personalidad.
Una enfermedad
crónica que puede llevar a la pérdida del único ojo y la mala formulación de
los lentes, reduce las capacidades del Sr. Asprilla Rivas, impiden su libre
desarrollo y afectan su integridad física y psíquica.
Además, lo
imposibilita para lograr a través de las actividades que se desarrollan en la
penitenciaría la rehabilitación y readaptación social.
En el caso concreto,
la Sala Cuarta de Revisión no comparte el criterio tanto del Juzgado 21
Superior como del Tribunal Superior de Santafé de Bogotá -Sala Penal-, cuando
consideraron improcedente e impertinente la solicitud de tutela porque en la
historia clínica del peticionario no figuraba el diagnóstico del glaucoma o
porque esto no constituye peligro de muerte.
El Glaucoma es una
enfermedad de los ojos consistente en el endurecimiento del globo ocular debido
al aumento de la presión interna, lo que produce disminución de la visión y en
los casos más graves la pérdida de ésta. En el caso del Sr. Asprilla Rivas,
perdió uno de los ojos y de conformidad con el diagnóstico del especialista del
Hospital San Juan de Dios, en el otro padece de un glaucoma crónico que
requiere de tratamiento urgente. Luego está en juego el paso de vidente a no
vidente del peticionario.
La vulneración al
derecho constitucional fundamental se concreta en la omisión de los médicos y
directivos de la Penitenciaría Central de Colombia, de suministrarle asistencia
médica especializada al Sr. Asprilla Rivas.
Tanto el Juzgado
como el Tribunal restaron importancia a las manifestaciones del peticionario
sobre la enfermedad del ojo, y simplemente se guiaron en la historia clínica de
la penitenciaría que no contiene anotación alguna en relación con el
"aducido glaucoma".
Posteriormente el
Sr. Asprilla Rivas aportó al expediente un certificado médico de un
especialista en oftalmología del Hospital San Juan de Dios, según el cual
requiere de un "estricto control médico por padecer glaucoma crónico en el
ojo único y por utilizar unos lentes distintos a los ordenados", documento
que corroboró su dolencia, por lo que no ha debido desecharse simplemente su
malestar con el fundamento de que en la historia clínica del paciente no
constaba la aseveración que él aducía padecer.
Aunque la historia
clínica sea el principal medio para evaluar el estado de salud de una persona,
ésta se encuentra incompleta y no incluye datos significativos ni actualizados
del Sr. Asprilla Rivas.
La certificación
médica de un profesional que expresamente afirma la necesidad de llevar a cabo
un "estricto control médico", constituye un medio probatorio adecuado
para aceptar que sí requiere de una atención mayor que la que se le ha
suministrado en la división de sanidad de la penitenciaría.
Sobre la existencia
de otro medio judicial de defensa es necesario diferenciar entre la solicitud
de suspensión de la condena con el fin de obtener la libertad, caso en el cual
es competencia del Juez que dictó la sentencia y previo un examen médico legal y
la solicitud de atención médica por requerir un tratamiento especializado.
En el caso concreto,
el peticionario se refiere a la solicitud de un examen y a un futuro
tratamiento, y esto sólo puede ser ordenado a través de la acción de tutela
porque ciertamente existió una vulneración de un derecho constitucional
fundamental.
Por lo tanto reitera
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional que en el caso concreto, el
único medio eficaz e idóneo es la vía de la tutela, para que mediante
orden de la Dirección General de Prisiones, un médico especialista
-oftalmólogo-, examine al peticionario e inicie el tratamiento necesario y
urgente para la recuperación de su salud y así evitar la pérdida del único ojo
que posee, so pena de quedar ciego.
Esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional revocará el fallo proferido por el
Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá -Sala Penal-, por las razones expuestas
en esta sentencia y concederá la tutela al Sr. Baldoyno Asprilla Rivas con
fundamento en el artículo 408 del Código de Procedimiento Penal, en el
artículo 155 del Código Penitenciario y en los Tratados Internacionales
ratificados por Colombia sobre la materia, para que la Dirección General de
Prisiones lo remita al especialista que considere, y éste le practique un
examen oftalmológico y se determine el tratamiento a seguir para evitar que
pierda el único ojo.
En razón de la
necesidad de verificar el cumplimiento de la decisión tomada por esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, ésta comisionará a la misma autoridad que
profirió la sentencia revisada a fin de que realice el seguimiento del
cumplimiento de este fallo por parte de la Dirección General de Prisiones e
informe a esta Corporación el resultado del mismo o su incumplimiento.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE:
PRIMERO: REVOCAR la sentencia del Tribunal
Superior de Santa Fe de Bogotá -Sala Penal-, del 11 de mayo de 1992, por la
cual se denegó la tutela solicitada por el Sr. Baldoyno Asprilla Rivas, por las
razones expuestas en esta Sentencia.
SEGUNDO: CONCEDER la tutela solicitada por el Sr.
Baldoyno Asprilla Rivas en el sentido de ORDENAR al Director General de
Prisiones que en el término de cuarenta y ocho (48) horas luego de notificada
la presente providencia, ordene llevar a cabo la totalidad de los exámenes
médicos necesarios con el fin de determinar si el Sr. Asprilla Rivas requiere
un tratamiento y, en caso afirmativo, autorizar de manera inmediata el inicio
del mismo y su culminación.
TERCERO: COMISIONAR a la Sala Penal del Tribunal
Superior de Santa Fe de Bogotá, para que realice el seguimiento del
cumplimiento de este fallo de la Corte Constitucional por parte de la Dirección
General de Prisiones e informe a esta Corporación el resultado del mismo o su
incumplimiento.
CUARTO: A través de la Secretaría General de la
Corte Constitucional, ENVIAR copia de esta Sentencia al Juzgado 16 Penal del
Circuito, al Juzgado 21 Superior, al Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá
-Sala Penal-, al Sr. Ministro de Justicia, a la Consejería para la Defensa de
los Derechos Humanos de la Presidencia de la República y al Defensor del
Pueblo.
Cópiese, publíquese,
comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional, envíese al Despacho de origen y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ Magistrado
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr, Sentencias T-401 y T-499 de las Sala Segunda de Revisión de la
Corte Constitucional.
2 Sentencia T-499 de la Sala Segunda de Revisión de la Corte
Constitucional de fecha agosto 21 de 1.992. Páginas 4 y 5.
3 Conjunto de principios para la protección de todas las personas
sometidas a cualquier forma de detención o prisión. Naciones Unidas.
Departamento de Información Pública. Nueva York, 1.989. Página 6.
4 Reglas Mínimas para el Tratamiento de los Reclusos y procedimientos
para la aplicación efectiva de las Reglas. Naciones Unidas. Departamento de
Información Pública. Nueva York. 1.984. Página 5.
5 Sentencia Nro. T-499 de la Sala Segunda de Revisión de la Corte
Constitucional de fecha agosto 21 de 1.992. |
140 | T-523-92
Sentencia No
Sentencia No. T-523/92
ACCION DE TUTELA-Informalidad/REVISION FALLO DE TUTELA-Alcance
La acción de
tutela puede ser intentada por cualquier persona, con prescindencia de su edad,
origen, raza, nivel económico, social o profesional y, por supuesto, sin que
para tramitarla y decidirla sean indispensables los requisitos formales ni las
fórmulas exactas y ni siquiera un escrito, por cuanto puede ser verbal.
DERECHO A LA
FAMILIA-Principio de
Unidad
Dentro de la
concepción individualista, la unidad de familia aparece como el equilibrio
entre la libertad de los cónyuges y las exigencias concretas de dicha unidad,
en función de los intereses individuales de sus miembros. Supone, pues, una
paulatina privatización de las relaciones familiares dentro de la cual se
valora la libertad de aquellos tanto dentro de la convivencia como en el
ejercicio del derecho a la separación, cuando la primera no esté ya
respaldada por la perduración del consentimiento. En una concepción
solidarista, por el contrario, se reconoce que la privatización no puede
llevarse hasta el punto de perjudicar a los sujetos más débiles o a la sociedad
civil o perjudicar la estabilidad de la familia como núcleo fundamental de la
sociedad y la suerte misma de los niños, los cuales son titulares privilegiados
de un interés jurídico superior. Una de cuyas manifestaciones es, hoy precisamente,
el derecho constitucional prevalente a tener una familia y no ser separado de
ella.
DERECHO DE VISITA-Menores de Edad
Por su naturaleza
y finalidad la visita es un derecho familiar del cual son titulares conjuntos
tanto los padres como los hijos y cuyo ejercicio ha de estar enderezado a
cultivar el afecto, la unidad y solidez de las relaciones familiares. Esta
Corte no puede menos que recordar a los jueces su inmensa responsabilidad y
cuidado cuando aprueben un régimen de visitas: de él depende en muy alto grado
la recuperación y fortalecimiento de la unidad familiar o su desaparición
total, en desmedro de los intereses de la prole, la institución misma y la
sociedad civil.
DERECHOS DE LA
MADRE-Visitas/DERECHO A
LA IGUALDAD-DERECHO A LA IGUALDAD-Vulneración
El derecho de
igualdad de la peticionaria resulta vulnerado por cuanto el régimen de visitas
no se compadece con su condición de titular conjunta de la potestad parental de
sus hijos menores y la frecuencia y condiciones de las visitas, -agravadas por
la distancia que media entre su hogar y el actual domicilio de su dos
menores- impiden en alto grado que la madre biológica pueda tener un control
efectivo sobre la educación de su prole y colaborar eficazmente a su desarrollo
emocional.
DERECHO AL LIBRE
DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD
Cuando el libre
desarrollo de la personalidad se proyecta en el ámbito de la familia y,
específicamente, en la función de prolongar la especie su ejercicio debe ser
plenamente compatible con los intereses de la institución que atrás se han
indicado, comoquiera que esta dimensión es un claro poder-deber que la Carta
vigente reconoce y protege el cual, por su naturaleza, no puede quedar librado
a los dictados exclusivos -a veces caprichosos- del ego individual.
REF.: EXPEDIENTE
2598
PROCEDENCIA:
CORTE SUPREMA DE
JUSTICIA SALA DE
CASACION CIVIL
TEMAS:
- La familia en
la Constitución de 1991
- El derecho del
niño a tener una familia
- El régimen de
visitas
- Los derechos de
la madre
MAGISTRADO
PONENTE:
CIRO ANGARITA
BARON
La Sala Primera de Revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo
Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de acción de tutela promovido
por la señora XX contra providencia del Juzgado Tercero Promiscuo de Familia,
de la ciudad de Popayán.
I. ANTECEDENTES
El negocio llegó a conocimiento de esta
Corte por la vía ordinaria de la remisión que hizo la Corte Suprema para su
eventual revisión, en virtud de lo dispuesto por el artículo 31 del Decreto
2591 de 1991.
Con base en los artículos 86 de la
Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección
correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de su revisión,
la acción de tutela de la referencia.
Por reparto correspondió el negocio a
esta Sala, la cual lo recibió formalmente el día 17 de Junio del presente año y
entra ahora a dictar sentencia de revisión, de conformidad con el artículo 34
del Decreto 2591 de 1991.
En uso de las facultades que le otorga el
artículo 33 del Decreto 2591 de 1991 y mediante escrito dirigido al presidente
de la Corporación el día 25 de Agosto de 1992, el Defensor de Pueblo solicitó
la revisión de este negocio.
Fundamentó su petición en la necesidad de
que la Corte aclare los derechos de los menores a tener una familia. Asímismo,
solicitó que se establezca si la obligación de regular las visitas de los
padres a los hijos menores por parte del Juez de Familia es un derecho que
existe en cabeza de los hijos o sí, por el contrario de él son titulares los
padres.
1. La acción.
El día 13 de Enero de 1992, la señora XX
impetró acción de tutela ante el Tribunal Superior de Popayán, por medio de
apoderado.
2. Hechos.
2.1 El 22 de julio de 1988 la accionante y el señor YY,
padres de tres menores, celebraron en la ciudad de Santafé de Bogotá un
acuerdo mediante el cual establecieron el régimen sobre la tenencia y cuidado
personal de sus hijos. En dicho documento se estipularon entre otras, las
siguientes materias:
a.- En relación con el ejercicio de la
patria potestad se determinó que se ejercería conjuntamente por ambos padres.
b.- La tenencia y el cuidado de dos de los
menores quedó en manos del padre, mientras que la de la niña menor, en las de
la accionante.
c.- Los niños podrán salir del país con
uno de sus padres, previa autorización del otro, en los términos y con los
requisitos legales vigentes.
d.- Los gastos que demande la crianza,
educación, alimentación, vivienda, vestuario y salud serán cubiertos en su
totalidad por el quien ejerza directamente la tenencia de los hijos.
e.- Asímismo, se reguló el régimen de
visitas de la siguiente forma: los menores al cuidado del padre, podrán visitar
a su madre un fin de semana cada quince (15) días, desde la tarde del viernes
cuando serán recogidos por ésta en el domicilio de los niños, hasta la tarde
del lunes, o el martes en caso de puente festivo, cuando regresarán al
domicilio del padre. De igual forma la niña menor visitará a su padre.
f.- Respecto de las vacaciones escolares
tanto de fin como de mitad de año, se dispuso que serán compartidas por los
padres en períodos iguales. En cuanto a las de semana santa, las disfrutarán
un (1) año la madre y el siguiente el padre y así sucesivamente, empezando la
madre el disfrute de las de 1989.
2.2. El Juez Primero Civil de Menores de Santafé de
Bogotá, a solicitud presentada por ambas partes, resolvió legalizar dicho
acuerdo y, ordenó la terminación del respectivo proceso de tenencia que se
adelantaba en su despacho.
2.3. El 17 de Agosto de 1988, la señora XX demandó al
señor YY por haber incumplido el acuerdo suscrito. Como pretensión principal se
solicitó la reglamentación judicial de las visitas de la madre a los menores,
quienes están bajo la tenencia del padre. Igualmente se pidió como medida
cautelar que el juez decretara visitas provisionales mientras durara el trámite
del proceso.
2.4. El Juzgado Segundo Civil de Menores de Santafé de
Bogotá, a quien por reparto le correspondió el conocimiento de la anterior
demanda, decretó el día 4 de Febrero de 1989 un régimen provisional de visitas
a favor de la demandante. En él se estableció que la madre recogerá a los
menores desde el día viernes a las 6:00 P.M. hasta el domingo a las 7:00P.M. ,
un fin de semana cada 15 días.
2.5. Contra la anterior providencia se interpuso el
recurso de reposición por parte del apoderado del señor YY, argumentando
básicamente la negativa de los DOS menores para visitar a su madre. Sinembargo,
el Juzgado mantuvo en firme la aludida providencia.
2.6. El Juzgado Tercero Civil de Menores, al cual le fue
remitido el proceso por haberse declarado impedido el Juzgado Segundo, conoció
de la excepción previa de falta de competencia propuesta por el abogado de la
parte demandada. Esta excepción tuvo como fundamento el cambio de domicilio del
señor YY, quien de Santafé de Bogotá pasó a residir en la ciudad de Popayán
junto con los menores. .
Después de haber practicado unas pruebas de
oficio, el día 3 de Noviembre de 1989 el Juez Tercero declaró probada la
excepción interpuesta y procedió a remitir el respectivo proceso a la
Jurisdicción de Menores de la ciudad de Popayán.
2.7. El 7 de Mayo de 1990 el Juzgado Primero Promiscuo de
Familia de Popayán de 1990, se pronunció sobre la solicitud de la parte
demandada en relación a la suspensión de las visitas provisionales vigentes, y
modificó los términos de dicho régimen. Fue así como dispuso que las mismas se
realizarán los últimos días sábado y domingo de cada mes, de las 2:00 P.M. a
las 6:00 P.M., en el sitio de residencia de los menores, o sea, en Popayán.
2.8. El 22 de Mayo de 1990 el proceso pasó a
conocimiento del Juzgado Tercero Promiscuo de Familia de Popayán, el cual
resolvió el recurso de reposición contra la anterior providencia. El Juzgado
decidió mantener la decisión.
2.9. El 30 de Octubre de 1991 se realizó una audiencia
pública de conciliación, con la presencia de ambas partes y sus respectivos abogados,
en la cual no llegaron a ningún acuerdo en torno a las pretensiones aludidas.
2.10. Finalmente, el 15 de Noviembre de 1991 el mismo
Juzgado dictó sentencia en la cual decretó un nuevo régimen de visitas de la
siguiente manera: el último sábado y domingo de cada mes, en el horario
comprendido entre las 10:00 A.M y las 5:00 P.M. Las visitas se realizarán en el
domicilio de los dos menores.
3. Sentencia del Juzgado Tercero
Promiscuo de Familia de Popayán.
El 15 de Noviembre de 1991, el Juzgado Tercero
profirió la sentencia dentro del proceso verbal sumario de regulación de
visitas, con los siguientes fundamentos:
"Analizadas
todas y cada una de las piezas procesales se concluye que a la señora XX,
demandante, no se le han desconocido sus derechos como madre y por ende de ver
a sus hijos. Desde el comienzo del proceso se establecieron las visitas, las
cuales después por una serie de circunstancias y además por el rechazo de los
menores a recibir a la madre así como a quedarse en su compañía conforme lo
decía el acuerdo suscrito entre las partes." (Folios 280-281).
(...) "Si
bien en la diligencia de audiencia pública como a lo largo de todo el proceso
la señora XX y su apoderado judicial reiteran el desconocimiento de sus
derechos como madre por parte de los juzgadores que intervinieron en este
proceso, imaginándose elementos extraños para entorpecer esas visitas, así como
hasta hacer que la ley y la justicia no sean hermanas sino parientas lejanas
afirmaciones éstas que jamás se acercan a la verdad, pues lo cierto es el
rechazo sistemático y tenaz de los menores a aceptar a la madre, esta actitud
se traduce en su displicencia, indiferencia y temor, de este hecho no tiene la
culpa el Juzgado, de ninguna manera se ha manipulado para manejar esta situación,
es temerario hacer estas afirmaciones cuando nadie puede dudar de la meridiana
rectitud y honestidad de este Despacho."
"El amor
filial no se compra, no se impone, se gana, con obras, con acciones, con
abnegación y con amor". (Folio 281).
(...) "Los Juzgados
de Familia, deben proteger el núcleo familiar, esa es la esencia de ellos, pero
ante todo y sobre todo a los niños, máxime cuando nuestra Carta Magna en su
artículo 44, inciso 3o. dice expresamente: "Los derechos de los niños
prevalecen sobre los derechos de los demás". Esta norma se concuerda con
lo establecido en el Decreto 2777 de 1989 (Código del Menor) en su artículo 10.
Por tanto las actuaciones a lo largo del proceso se ha orientado a proteger a
los dos menores, en su integridad física, psíquica e intelectual."
"Pese a
estas consideraciones este Despacho estima que no se puede desconocer, como no
se ha hecho, los derechos de la madre, el artículo 256 del C.Civil así lo
establece y por ello estima conveniente y sano propiciar el acercamiento de la
madre a sus menores hijos, estableciendo un régimen de visitas. Suspenderlas no
es procedente, con ello se estaría desconociendo los derechos de la señora
madre, pero dejando muy en claro que esas visitas no pueden ser impuestas o
como una coacción sobre los hijos o una retaliación entre sus progenitores, si
es así se estaría violando los derechos fundamentales de los menores tan
protegidos en nuestro ordenamiento jurídico actual. Más, teniendo en cuenta que
se trata de menores-adultos, con criterios definidos, con dominio de sus
facultades dentro de su edad y para quienes el forzamiento no conduciría a una
modificación de actitud hacia su madre."
"Es oportuno
recordar a las partes que los progenitores están en la obligación de buscar el
equilibrio emocional de los hijos por lo tanto es conveniente permitir el
acercamiento filial, anteponiendo el bienestar de sus hijos a los conflictos de
pareja. En consecuencia de esto el padre, esta en la ineludible obligación de
propiciar ese acercamiento, ambientar esas visitas, hacer todo lo que esté a su
alcance para que los dos menores no programen nada para los días en que su
madre venga a visitarlos. En varias ocasiones él ha manifestado que no se opone
a que sus hijos vean y reciban a su madre, no ha influído jamás en la decisión
por ellos tomada, por lo tanto esta recomendación no está por demás."
"En este
orden de ideas el Despacho decretará el régimen de visitas para el último
sábado y domingo de cada mes, durante el siguiente horario: De 10:00 A.M., a 5:00
P.M."
"No se
considera en esta oportunidad a regular las visitas relacionadas con las
vacaciones escolares, de semana santa y navidad hasta tanto no haya una
verdadera integración materno-filial de los menores y su madre." (Folios
282, 283,284).
4. Solicitud
de tutela..
Mediante acción de
tutela interpuesta el 13 de Enero de 1992, el apoderado de la peticionaria
"Solicita se
ordene a la Juez Tercero Promiscuo de Familia de Popayán decrete un régimen de
visitas en el cual la demandante pueda ver a sus hijos en condiciones
equitativas que garanticen el desarrollo de su personalidad de mujer y madre,
los derechos inherentes y el cumplimiento de los deberes de cuidado, amor y
educación de sus hijos menores en un lugar que garantice las condiciones mínimas
de libertad e intimidad familiar".(folio 413).
Estima que la
aludida decisión judicial viola derechos constitucionales fundamentales tales
como
" La
igualdad sustancial que el Estado debe promover, consagrada en los artículos 13
y 43, en concordancia con la Convención sobre la eliminación de todas las
formas de discriminación contra la mujer, celebrado (sic) en New York,
diciembre 18 de 1979, aprobado (sic) mediante ley 51 de 1980, aplicable por
mandamiento del art. 93 de la Constitución, el libre desarrollo de su
personalidad en su condición de mujer y madre, consagrada en el art. 16; y los
derechos de los niños a tener una familia y no ser separados de ella, al
cuidado y amor de su madre y a la educación que ella les imparta, según el art.
44." (Folio 409).
5.- Sentencia del Tribunal.
En decisión del 27 de Febrero de 1992, el
Tribunal Superior de Popayán
negó la acción de tutela por las siguientes
razones:
- La demanda no es clara por cuanto no
reune el requisito a que se refiere el artículo 75 numeral 5o. del Código de
Procedimiento Civil, toda vez que no enuncia lo que se pretende, con precisión
y claridad. En particular
"no
determina la demanda cuál podría ser ese REGIMEN DE VISITAS que garantice a la
demandante ver a sus hijos menores ni señala cuáles podrían ser esas
condiciones equitativas, ni el lugar que pueda garantizar las condiciones
mínimas de libertad e intimidad familiar (Folio 446).
- Que las pretensiones se vieron
satisfechas con la sentencia que el funcionario de conocimiento profirió en el
proceso de reglamentación de visitas.
- La peticionaria tiene otros medios de
defensa judicial para el logro de sus pretensiones, lo cual hace improcedente
la acción de tutela por ser éste un mecanismo subsidiario. Los otros sistemas
de defensa que consagra el ordenamiento jurídico son el recurso extraordinario
de revisión siempre y cuando se configure alguna de las causales a que se
refiere el artículo 380 del Código de Procedimiento Civil, o instaurar
nuevamente un proceso verbal sumario de regulación de visitas.
- " El auto No. 801 de 15 de Noviembre
de 1991, que denegó el recurso de apelación contra la sentencia de la misma
fecha, proferida por la Sra. Juez Tercero Promiscuo de Familia de Popayán, no
es de aquellos que pone fin a un proceso, por eso es evidente que en su contra no
procede la ACCION DE TUTELA IMPETRADA.". (Folio 453).
- " Las sentencias y providencias
judiciales que PONGAN FIN A UN PROCESO, a que se refiere el art. 40 del Decreto
2591 de 1991, en su parte pertinente, debe ser proferida por los funcionarios
que en la misma norma se indica, esto es, por los Jueces Superiores, los
Tribunales, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado, luego, fácil
es concluir, que los JUECES DE FAMILIA no están incluidos en tal
normatividad." (Folio 455).
- Por último, de la
parte resolutiva de la sentencia no puede deducirse la lesión de los derechos
constitucionales fundamentales a que se refiere la señora XX . La decisión
adoptada obedece fundamentalmente a " lograr el equilibrio emocional y
psicológico de tales menores, quienes en épocas anteriores se negaban a viajar
al domicilio de la madre en Bogotá y se sentían tensos e irritables dentro del
transcurso de tales visitas. Pareciera que esa reglamentación no es equitativa,
teniendo en cuenta que ellos permanecen al lado de su padre, por razón de
ejercer la tenencia y cuidado de los mismos y sean muy restringidas esas
visitas, para una madre que desea estar al lado de sus hijos a fin de fomentar
su amor maternal y propender por su educación integral, pero esa decisión fue
tomada después de evaluar el acervo probatorio, los conceptos de profesionales
en Sicología, respecto a la conveniencia o inconveniencia de visitas más
próximas". (Folio 454).
En virtud de lo anterior, la Sala Laboral
del Tribunal deniega la acción de tutela impetrada por la peticionaria.
6.- Salvamento de voto
En su salvamento de voto el autor del
proyecto de sentencia improbado por el Tribunal, Magistrado Néstor Raúl
Charrupi Jiménez, pone de presente que
"La
reiterada invitación a los niños a declarar por parte de los Jueces de Familia,
inclusive con formalidades ajenas para su edad como las del juramento, en lugar
de propiciar un acercamiento familiar estimulaban su desintegración, cosa que
se puede entender en la medida del endurecimiento de las declaraciones de los
niños para con la madre a medida que los citaban. A los niños hay que
advertirles que la vida es un camino de dos vías, una que va y otra que viene,
y si los padres tienen obligaciones para con los hijos, éstos en el día de
mañana tendrán para con los padres y que socialmente no es permitido a los
hijos referirse sin el debido respeto para con los padres" (Folios
475-476).
Observa también que hay una serie de
indicios de desigualdad tales como el señalamiento a la madres de un horario de
visitas casi que carcelario. En estas condiciones,
"Una regulación
que indicase la igualdad de las partes no podría haber sido inferior, a la
Regulación (sic.) acordada entre el señor XX y la señora YY aceptada por el
Juzgado Primero Civil de Menores de Bogotá el día 26 de Julio de 1988".
(Folio 447).
Por todo lo anterior reitera que es
procedente conceder la tutela solicitada.
7.- Impugnación de la sentencia.
En escrito de fecha 2 de Marzo de 1992,
(folios 480-486) la apoderada de la peticionaria impugnó el fallo referido
por las siguientes razones:
- En primer término, considera la
demandante que la Sala interpreta el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991 en
forma restrictiva, como si de él se pudiera deducir que la tutela únicamente
procede contra actos jurisdiccionales cuando se trate de sentencias que pongan
fin a un proceso y hayan sido proferidas por los Jueces Superiores, los
Tribunales, la Corte Suprema de Justicia y el Consejo de Estado.
La interpretación de dicho artículo debe
hacerse en concordancia con el artículo 86 de la Carta, lo que lleva a concluir
que la tutela sí procede contra actos jurisdiccionales diferentes de los
enumerados en la norma sobre competencia especial, ya que para esos casos se
aplica las reglas generales predicables de los actos de toda autoridad que
violen o amenacen un derecho fundamental.
- En relación a la existencia de los otros
medios de defensa judicial descritos por el Tribunal, no se tuvo en cuenta lo
dispuesto en el artículo 6 del Decreto 2591 de 1991 sobre la necesidad de
apreciar en concreto el otro mecanismo, con el fin de determinar su verdadera
eficacia, teniendo en cuenta las reales circunstancias en que se encuentre el
solicitante. En efecto, iniciar un nuevo proceso judicial significa en la
práctica una cantidad de tiempo en una situación que no tolera más dilaciones,
por cuanto la relación madre-hijos no puede seguir postergándose, so pena de
que se acentúen los daños causados en las relaciones familiares.
En cuanto al recurso de revisión, no
pareciera que por lo pronto se den las condiciones para interponerlo y no es
posible hacer pender de argumentos y tecnicismos jurídicos, asuntos de la
gravedad de los derechos cuyo amparo se solicita.
- Igualmente se expresa que la situación en
que se colocó a la señora XX frente a sus hijos, por razón de la providencia
adoptada por el Juzgado Tercero Promiscuo de Familia de Popayán es a todas
luces inhumana.
- En conclusión, el Tribunal dejó de
analizar y evaluar la gravedad de sus decisiones frente al conflicto familiar
del caso, propiciando de esta manera, una dilación injustificada de su
solución, desconociendo abiertamente los derechos fundamentales de la
peticionaria y la posibilidad de que ella pudiera contribuir al
restablecimiento del equilibrio emocional de sus hijos y a evitar que se continuara
lesionando su desarrollo personal afectivo y psicológico y a la agravación de
un daño prácticamente irreparable.
8.- Solicitud de confirmación.
Mediante escrito del apoderado judicial del
señor YY (folio 359-364) solicitó que se confirmara el fallo de tutela de
primera instancia proferido por el Tribunal Superior de Popayán, arguyendo
fundamentalmente que la tutela no puede confundirse con una tercera instancia y
que es improcedente contra las sentencias judiciales. Estima también que no se
ha violado el principio de igualdad, el cual debe predicarse ante la ley y no
ante los hechos, como tampoco el libre desarrollo de la personalidad comoquiera
que el juzgador estudió los elementos indispensables "para que los hijos
menores puedan hallar el camino menos difícil para la realización de la
persona".
9.- Sentencia de la Corte Suprema de
Justicia.
El 1o. de Abril de 1992, (Folios 365-378)
la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema, confirmó la sentencia del
Tribunal por las siguientes razones:
- La acción de tutela es un mecanismo de
defensa de carácter excepcional que tienen todas las personas contra las
acciones u omisiones de cualquier autoridad pública que vulneren o amenacen
violar sus derechos fundamentales. Lo anterior significa que, ante la
existencia de otro medio de defensa apto para proteger determinado derecho, la
tutela no procederá. Ésta no puede contrariar los procedimientos judiciales
previamente establecidos en los respectivos códigos ni constituír recurso
ordinario o instancia adicional.
- En el caso concreto, la sentencia contra
quien se dirige la acción de tutela no hace tránsito a cosa juzgada material y,
por consiguiente, la solicitante puede iniciar nuevamente el proceso judicial
de regulación de visitas. Este otro medio de defensa le cierra el camino a la
tutela.
"dentro de
la actual concepción familiar (basada ante todo en la unidad dentro de la
diversidad, igualdad y autonomía en sus miembros) el aspecto subjetivo de la
visita aparece como un derecho familiar de los padres, limitado en su contenido
hasta el punto que puede llegar a ser sustituído por el "interés superior
del menor" (Art. 20 del Decreto 2037 de 1989) pues dado el tratamiento
actual de este último, no como objeto o sujeto pasivo de los padres, sino como personas
con interés y autonomía funcional distintas a las de este último, el derecho de
aquél ha de prevalecer aún a costa del derecho que habrá de corresponder a los
padres, tal como ocurría por ejemplo, en aquella situación irregular de
abandono o de peligro cuando por la ruptura de los lazos de pareja (por
separación de hecho o de derecho, divorcio, nulidad del matrimonio o cualquier
otro motivo se afecta la salud física o mental), particularmente cuando con
ella se intensifica la angustia y la incertidumbre de su estado o se trata de
influír en el menor con el propósito de suscitar aversión o despego hacia
alguno de sus progenitores (art. 31, numeral 7 y parágrafo 2o. Código del Menor
Citado)."
De todo lo anterior la Corte concluye que
"no es
atendible esta acción en razón a que, como lo manifiesta el Tribunal, la
sentencia 314 ya aludida no hace tránsito a cosa juzgada material y, por ende,
la solicitante de tutela puede iniciar nuevamente el proceso judicial de
regulación de visitas en los términos arriba mencionados, que por lo mismo es
un medio de defensa a su alcance, que le cierra las puertas a esta
institución."
En consecuencia, la Corte Suprema de
Justicia confirmó la sentencia del 27 de Febrero de 1992, mediante la cual el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Popayán denegó la acción de tutela
incoada por la señora XX, mediante apoderado judicial.
10.- Alegato de la actora.
Por medio de apoderado judicial, solicitó
que se tuvieran en cuenta los argumentos que había planteado ante la Sala de
selección de tutela, los cuales se enderezan a rebatir los argumentos de la
Corte Suprema para denegar la tutela (folio 575-584).
11.- Alegato del demandado.
El 28 de Julio del año en curso, su
apoderado presentó ante la Corte Constitucional sus argumentos en los cuales
solicita que se confirme en todas sus partes el fallo proferido por la Sala
Civil de la Corte Suprema de Justicia el 1o. de Abril de 1992. (Folio 593-597).
Luego de considerar intrascendente la
revisión misma y exótico y extravagante el criterio selectivo, entiende que la
Corte se ocupe de este asunto sólo a condición de que se inspire en una amplia
noción de justicia constitucional.
Hace luego en su escrito un comentario
acerca del marco de la tutela y resume las sentencias del Tribunal y la Corte
con los cuales se muestra de acuerdo. Estima improcedente la acción de tutela
para modificar sentencias judiciales, básicamente por las razones expuestas por
los falladores de instancia.
12. Pruebas.
El expediente llegó a la Corte
Constitucional con las siguientes pruebas:
- Acuerdo realizado por la señora XX y el
señor YY sobre el régimen de tenencia y cuidado personal los menores, cuyo
contenido se resumió atrás (Folio 15-17 ).
- Declaraciones de los dos menores en
relación a sus relaciones con su madre, la señora XX (Folios. 38, 39, 213,
214, 429).
- Conceptos de especialistas sobre el
comportamiento de los menores con su madre. (Folios 35, 36, 149, 150, 257).
- Informe psicológico de la doctora Olga
Velasco de Herrera, quien opina que los menores no pueden vivir en Santafé de
Bogotá por cuanto el ambiente es pesado y no hay tranquilidad para ellos.
(Folios 40-44).
- Visita socio-familiar practicada por una
trabajadora social del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar el 16 de
Marzo de 1989 quien conceptúa que los menores se encuentran en buenas
condiciones con su progenitor. (Folio 104).
- Estudio psicológico practicado a señor YY
, el día 15 de Marzo de 1984 en la ciudad de Santafé de Bogotá. En dicho
análisis se estableció la existencia de un transtorno mixto de la personalidad
pasivo-agresivo y afectivo. (Folios 241-244).
- Memorial presentado por la señora XX el
día 17 de Junio de 1991 y dirigido al Juzgado Tercero Promiscuo de Familia de
Popayán, mediante el cual expresa todas sus consideraciones sobre el problema
familiar en que se encuentran envueltos. (Folios 304-354).
13.- Conceptos de expertos.
En desarrollo de la
facultad consagrada en el artículo 13 del Decreto 2067 de 1991, el Magistrado
ponente invitó a la psicóloga BEATRIZ DE LA VEGA (Folios 601-602), a
presentar por escrito su concepto sobre puntos relevantes para la elaboración
del fallo.
La experta pone de
presente que la situación actual de los niños es difícil comoquiera que
una relación tan
problemática con la madre hace que los menores carezcan de una parte
importantísima de la familia. A esto se agrega el vivir alejados de su hermana
menor.
La actual crisis en
las relaciones de sus progenitores inciden negativamente en los niños por
cuanto
El conflicto
entre los padres separados afecta el desarrollo armónico e integral de
cualquier niño. Es menos difícil la situación de los hijos cuando los padres
llegan a un acuerdo en relación a ellos y no los involucran en sus conflictos
de pareja.
Estima, de otra
parte, que no existe una situación irremediable en las relaciones de la
peticionaria con menores al cuidado del padre porque en verdad
Los niños no
rechazan a la madre, sino actitudes de ella que los angustia; se percibe en las
declaraciones de la niña tristeza por la preferencia de la madre hacia la hija
menor. A ambos menores les molesta el ambiente de la casa en Bogotá y se quejan
del trato que reciben allí.
Los actuales
problemas de los niños tienen una causa clara y determinante a saber
El conflicto de
los menores es originado por la actitud de los padres, no por las decisiones de
los jueces. Los adolescentes han vivido una situación de inseguridad por
conflictos legales, que solo se pueden solucionar con un acuerdo entre los
padres separados para proteger a los hijos de ambos y permitir una relación
normal de la madre.
Es de anotar el
hecho que no se menciona a la niña menor que vive con la madre en las
diferentes etapas de éste problema legal y humano.
El efecto es
decididamente traumático y negativo puesto que
puede
perjudicarlos en su estabilidad emocional futura. Pero no se puede solucionar
con medidas judiciales que obliguen a dos (2) adolescentes a entrevistas
forzadas con su madre, creo que los menores debieran recibir una terapia
psicológica que les ayude a superar este problema y a aceptar una relación de
visitas con la madre. Seria importante que los dos (2) padres colaboraran para
hacer menos difícil la situación a los menores. La intervención de un Psicólogo
de familia sería muy útil en éste caso para completar la ayuda que reciban los
menores de un profesional idóneo, que se pueda contactar en Popayán. No se trata
de evaluaciones sino de un tratamiento de varios meses.
La profesora de la
Universidad Nacional Doctora LIGIA ECHEVERRY DE FERRUFINO hace inicialmente
algunas consideraciones en torno a la familia como núcleo esencial para la
formación y desarrollo de la personalidad humana; también sobre la presencia de
inequidad y discriminación en cuanto al régimen de visitas. Finalmente,
formula algunas sugerencias enderezadas a establecer las relaciones de pareja
en defensa del interés superior de los niños.
Por cuanto se
refiere al concepto sociológico de familia la experta señala que:
Se define la
familia como un sistema social natural con características propias, tales como
el desarrollo de un conjunto de roles y reglas, una estructura de poder,
patrones específicos de comunicación y formas de negociación y resolución de
problemas, a través de las cuales se despliegan las funciones inherentes a su
naturaleza como grupo y como institución. Dentro de dicho sistema, los
individuos están vinculados entre sí por un apego emocional intenso, durable y
recíproco, y por lealtades cuya fuerza puede fluctuar en el tiempo, pero que se
mantienen a lo largo de la familia. (Goldemberg y Goldemberg, 1985). (Folios
605).
Observa también que
en el régimen de visitas del caso que ocupa la atención de esta Corte
Hay
discriminación en cuanto a la limitación de las visitas, ya que, en las
condiciones estipuladas, éstas no permiten desarrollar una comunicación
afectiva y desde luego reduce las responsabilidades de la madre en crianza y
educación de sus hijos, a su mínima expresión. Adicionalmente, considero que
la limitación del espacio donde se deben realizar tales visitas, lesiona la
estabilidad emocional de la madre y crea una situación de estrés para los
hijos, para la madre y para el padre, de presumible gravedad psicológica.
(Folios 608-609).
Formula algunos
reparos a dicho régimen desde la perspectiva de la equidad por cuanto
En conciencia
creo que hay un tratamiento inequitativo derivado del régimen de visitas decretado
por el Juez. Es inequitativo para la madre y para los menores, ya que se
impone con demasiada rigidez lo cual, por sí solo, produce estrés a todo el
sistema y a cada uno de sus miembros. Si bien toda disolución causa
desorganización familiar, ésta se puede minimizar manteniendo interrelaciones
maduras y evitando las presiones de toda índole. (Folio 610).
En cuanto al régimen
de visitas, en particular, sugiere que debe ser más flexible
Es necesario que
el padre acepte que éstas se realicen cuando y donde "puedan y
quieran" madre e hijos, para que la comunicación e interrelación no sean
confusas. Considero que si la madre invita a sus hijos menores a su casa o a
pasear durante unas vacaciones y ellos pueden y quieren, debe permitirse este
tipo de acercamiento. Lo mismo ocurre con los fines de semana. No debe
señalarse cuál fin de semana, sino dejar abierta la posibilidad de encuentro.
Tampoco la madre puede exigir a sus hijos menores aceptación de las visitas.
Estas deben darse en un ambiente de acercamiento y de afecto que no puede
regularse por decreto.
Solamente la
comprensión de ambos padres sobre sus responsabilidades en el desarrollo
integral de los hijos logrará una decisión acertada en este caso. Por lo
pronto la ley debe velar por la equidad, decretando mayor flexibilidad al
régimen de visitas y exigiendo, si no es posible llegar a un acuerdo, que ambos
padres asistan a una orientación familiar, costeada por ellos. (Folios
610-611).
El terapista de
familia Doctor ROBERTO CHASKEL hizo conocer sus opiniones acerca de la crisis
de la familia, las dificultades para el ejercicio de sus derechos y el
cumplimiento de sus deberes así como sobre el régimen de visitas actualmente
vigente (Folios 612-613).
Comienza observando
que el caso de análisis
existe una
familia natural compuesta de la madre, el padre y tres hermanos, pero no una
familia que satisfaga las pautas establecidas en el artículo 42 de la
Constitución, ya que ha habido una profunda ruptura entre sus miembros no solo
en sus relaciones, sino también en los deberes y derechos de la pareja, por
ejemplo la escisión en el proceso educativo-afectivo de los hijos.
Las relaciones
familiares no están permitiendo que opere la igualdad de deberes y derechos de
la pareja por cuanto
en este grupo
familiar no se han mantenido estos derechos y no se han sostenido los deberes
en el mutuo acuerdo. Los hijos han tenido que sufrir la distancia geográfica, y
muy por encima de ésta, la de actitudes y acciones disfuncionales de los padres.
Es por eso que
estima conveniente hacer algo para establecer las relaciones de la pareja en
defensa del interés superior de los niños
es poco, al
parecer, lo que se ha hecho por reestablecer las relaciones de la pareja en
defensa del interés superior de los hijos. Nótese el distanciamiento entre los
hermanos. Esta pareja incluye en su ruptura la ruptura del sistema filial. Una
terapia tendiente a lograr acuerdos básicos será necesaria para evitar aún
mayores resquebrajamientos. Esta terapia puede incluir en diversas sesiones a
los distintos componentes de la familia (padres, hijos solos, madre e hijos,
padre e hijos o a todos ellos juntos.
Finalmente, formula
reparo al régimen de visitas vigente y algunas sugerencias para lograr que sea
equitativo y que garantice debidamente los derechos de los miembros de la
familia y permita cumplir los deberes de cuidado, amor y educación y estimular
el desarrollo armónico integral de la prole.
El régimen de
visitas no responde a lo anteriormente expuesto, o sea no ayuda a evitar el
resquebrajamiento. A pesar de que los adolescentes ya toman sus decisiones y
hay cuestiones que no se pueden forzar en ellos, no es apropiado distanciarlos
aún más de la madre. En la documentación no hay una proposición de la madre
sobre las visitas. La proposición del Juzgado es ambivalente en que
simultáneamente propone fórmulas de acercamiento entre la madre y sus hijos
pero obliga al distanciamiento cuando define la frecuencia.
Un régimen de
visitas debe permitir la asistencia de los niños a un sitio neutral o al hogar
del padre del cual se encuentran separados. Mínimo debe ser cada 15 días en fin
de semana, con una duración mínima de 4 horas. Parte de las vacaciones
escolares deben ser compartidas con cada uno de los padres en forma continua.
Lo anterior también se aplica para festividades como navidad y año nuevo. Esto
todo es aún más válido cuando más distancia geográfica hay entre los padres y
sus hijos. Esto no garantiza que las influencias sobre los hijos sean
equitativas, sobretodo en el cuidado y la educación, pero si posibilita que el
afecto se de sin grandes obstáculos.
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La Corte
Constitucional es competente para efectuar esta revisión según lo previsto en
los artículos 86 y 241, numeral 9 de la Constitución Política y 31, 32, 33 del
Decreto 2591 de 1991.
Además es de
observar que la providencia fue proferida oportunamente de acuerdo con lo
dispuesto por el artículo 86 de la Constitución en su inciso 4o. el cual no
admite excepciones, como ha tenido a bien señalarlo esta Corte.
En consideración a
los hechos relatados, esta Sala estima procedente dilucidar, a manera de
aspectos previos fundamentales de su decisión si en este caso existe otro medio
de defensa judicial (A), la informalidad de la tutela (B), las características
fundamentales del régimen jurídico de la familia en la Constitución de 1991
(C), el contenido específico del derecho constitucional prevalente del niño a
tener una familia y no ser separado de ella (D), la unidad familiar (E), el
derecho de visita, su naturaleza y régimen (F) y los derechos de la madre (G).
A. Otro medio
de defensa judicial.
El caso sub-lite
indica muy a las claras que los medios de defensa judicial propios del derecho
de familia se han convertido en un verdadero rompe-cabezas para los
funcionarios, tal como ellos mismos lo reconocen, hasta el punto de que un
proceso verbal sumario de regulación de visitas promovido hace cerca de cuatro
años no ha logrado hasta el momento el objetivo supremo de la paz y la
armonía en tal regulación, en grave detrimento de los intereses superiores
de la familia y su prole.
En consecuencia, los
aludidos medios no han demostrado la eficacia que la naturaleza del presente
caso exige.
Esta Sala entiende
que los derechos de los niños establecidos con carácter prevalente en la
Constitución entre otros, el de tener una familia y no ser separado de ella
-demandan protección inmediata por cuanto la irrazonable dilación de los
procedimientos hasta ahora utilizados está contribuyendo a profundizar más aún
la crisis (ya de por sí grave) que afecta a todos sus miembros y , en
particular, a los niños.
En virtud de lo
anterior, esta Corte estima necesario reiterar una vez más su pronunciamiento
acerca de la eficacia equivalente que deben tener los medios alternativos de
defensa judicial llamados a sustituir la tutela en el caso concreto, como
instrumento de protección de los derechos constitucionales fundamentales vulnerados.
"es claro
entonces que el otro medio de defensa judicial a que alude el artículo 86 debe
poseer necesariamente, cuando menos, la misma eficacia en materia de protección
inmediata de derechos constitucionales fundamentales que, por su naturaleza, tiene
la acción de tutela. De no ser así, se estaría haciendo simplemente una burda y
mecánica exégesis de la norma, en abierta contradicción con los principios
vigentes en materia de efectividad de los derechos y con desconocimiento
absoluto del querer expreso del Constituyente".
"En otros
términos, en virtud de lo dispuesto por la Carta del 91, no hay duda que
"el otro medio de defensa judicial" a disposición de la persona que
reclama ante los jueces la protección de sus derechos fundamentales ha de tener
una efectividad igual o superior a la de la acción de tutela para lograr
efectiva y concretamente que la protección sea inmediata. No basta, pues, con
la existencia en abstracto de otro medio de defensa judicial si su eficacia es
inferior a la de la acción de tutela"1 .
El argumento según
el cual la petente dispone de otros medios de defensa judicial debido a que el
fallo producido dentro del proceso verbal sumario y objeto de la presente
acción de tutela, no es de aquellos que hace tránsito a cosa juzgada material,
y que por lo tanto puede volver a recurrir a él, resulta incompatible con el
contenido material de la Constitución de 1.991. En efecto, esta Corte ha
señalado ya que
"La
consagración en el texto constitucional de principios generales, valores y
derechos en favor de las personas, ha enriquecido indudablemente su contenido
material."
"(...) El
contenido material de la Constitución se erige en criterio de validez del
entero ordenamiento jurídico y del universo de las actuaciones de los poderes
constituidos, cuya regularidad y pertenencia al derecho estatal no se cumple
solamente satisfaciendo criterios orgánicos y formales"2 .
Uno de los derechos
fundamentales que conforma el contenido material de la Constitución es el
derecho a la integridad y supremacía de la Carta Política, el cual:
"se traduce
en materia de derechos fundamentales en el derecho fundamental a la protección
inmediata de los derechos fundamentales. De conformidad con lo estipulado en el
artículo 228 de la Constitución, los mecanismos procesales ideados por el
constituyente y por el legislador deben interpretarse de manera que prevalezca
el derecho sustancial. La acción de tutela -al igual que los restantes
mecanismos y procedimientos legales de protección de los derechos
fundamentales- deben interpretarse, en consecuencia, buscando el máximo grado
de cumplimiento y eficacia de la Constitución que, en este caso, equivale a la
mayor efectividad del derecho fundamental a la protección inmediata de los
derechos fundamentales."
Es, pues, dentro de
este contexto donde debe determinarse la existencia del otro medio de defensa
judicial por cuanto que no basta verificar únicamente
"Si el
ordenamiento contempla expresamente una posibilidad legal de acción. No se
trata de garantizar simplemente el "derecho de toda persona para acceder a
la administración de justicia" (C.N. art. 229), sino el derecho
fundamental a la protección inmediata de los derechos fundamentales. En
consecuencia, debe determinarse, adicionalmente, si la acción legal
alternativa, de existir, es capaz de garantizar la protección inmediata de los
derechos vulnerados o amenazados."
Después de aclarar
que tal interpretación consulta los instrumentos de derecho internacional
suscrito por Colombia, como por ejemplo, la Convención Americana de Derechos
Humanos, esta Corte señaló también en su referida providencia que
"En este
orden de ideas, es importante destacar que las notas de "sencillez",
"rapidez" y "efectividad", son determinantes para
establecer si un procedimiento legal, diferente a la acción de tutela, tiene
aptitud para brindar a los afectados la protección inmediata de sus derechos
constitucionales vulnerados o amenazados."
..."La
sencillez del medio judicial se determina según la mayor o menor complejidad
del procedimiento y las limitaciones de orden práctico que ello suponga para
que el afectado pueda tener posibilidades reales de iniciar y mantener la
correspondiente acción, atendidas sus condiciones socio-económicas, culturales
y las circunstancias de tiempo, modo y lugar en que se encuentre. Las
peticiones que a este respecto formulen las personas pertenecientes a los
grupos discriminados o marginados deben merecer especial consideración, pues la
acción de tutela puede ser una medida de favor que mitigue en algo la
desigualdad que tradicionalmente ha acompañado a estos grupos (C.N. art.
13)."
"La rapidez
del medio judicial está relacionada con la mayor o menor duración del proceso y
el efecto que el tiempo pueda tener sobre la actualización de la amenaza de
violación del derecho o las consecuencias y perjuicios derivados de su
vulneración, para lo cual deberán examinarse las circunstancias del caso."
"La
efectividad del medio judicial es una combinación de las dos notas anteriores,
pero se orienta más al resultado del proceso y por ello se relaciona con la
medida de protección ofrecida al afectado durante el proceso y a su
culminación. Aquí el juez debe analizar a la luz de los procedimientos
alternativos, cuál puede satisfacer en mayor grado el interés concreto del
afectado, lo cual en modo alguno implica anticipar su resultado sino establecer
frente a la situación concreta, el tipo de violación del derecho o de su
amenaza, la complejidad probatoria, las características del daño o perjuicio y
las condiciones del afectado, entre otros factores, lo adecuado o inadecuado
que puedan ser los medios judiciales ordinarios con miras a la eficaz protección
de los derechos lesionados."
"Es evidente
que si el afectado ha hecho uso de los medios de defensa judiciales ordinarios
hasta agotarlos, sin obtener efectiva protección de sus derechos
constitucionales amenazados o vulnerados, a su término no dispondrá de
"otro medio de defensa judicial" y podrá perseguir esa protección a
través de la acción de tutela. En este caso, es necesario que la protección de
los derechos se haya planteado de manera expresa ante las diferentes instancias
judiciales. La acción de tutela se concibe como medio último y extraordinario
de protección al cual se puede recurrir sólo en ausencia efectiva de un medio
judicial ordinario capaz de brindarla. Con mayor razón, se abre la vía de la
tutela a los afectados que han agotado en vano los medios judiciales ordinarios
sin encontrar protección efectiva a sus derechos constitucionales conculcados.
Consideraciones de equidad (C.N. art. 230), que se encuentran en la base de la
acción de tutela, militan igualmente en favor de su concesión en esta situación
extrema, de modo que al término de la vía judicial ordinaria se abra la vía de
la Jurisdicción Constitucional. No puede ser de otra manera cuando la
Constitución ve en el respeto a la dignidad humana y la consiguiente
efectividad de los derechos fundamentales el valor fundante y el fin esencial
del Estado."
B.-La
informalidad de la tutela.
En su decisión del
27 de Febrero de 1992 el Tribunal Superior de Popayán negó la acción de tutela,
entre otras razones, porque la demanda no reunía el requisito a que se refiere
el artículo 75 numeral 5 Código de Procedimiento Civil, toda vez que no
enunciaba con precisión y claridad la pretensión concerniente al nuevo régimen
de visitas solicitado por la demandante (Folio 445).
Por eso, esta Corte
estima conveniente reiterar una vez más su posición acerca del carácter
esencialmente informal de la tutela como instrumento de protección inmediata
de los derechos fundamentales.
"Ante todo
debe indicarse que el papel del juez en esta materia, dado el sentido protector
de la institución, no puede ser idéntico al que se cumple ordinariamente en los
asuntos judiciales propios de los demás procesos. Recuérdese que, como ya tuvo
ocasión de expresarlo esta Corporación, la acción de tutela puede ser intentada
por cualquier persona, con prescindencia de su edad, origen, raza, nivel
económico, social o profesional y, por supuesto, sin que para tramitarla y
decidirla sean indispensables los requisitos formales ni las fórmulas exactas y
ni siquiera un escrito, por cuanto puede ser verbal. Corresponde a los jueces
la tarea de buscar, como lo indican las normas citadas y otras del Decreto 2591
de 1991, las informaciones preliminares mínimas para administrar justicia
dentro de su competencia, en orden a garantizar la efectividad de los derechos
constitucionales fundamentales. Dejar de lado las vías que la ley otorga al
juez para llegar a una convicción cierta en relación con el caso materia de la
solicitud de tutela, equivale a convertir en ilusorio y vano un mecanismo
instituido precisamente con el fin deliberado de acercar la teoría del
ordenamiento jurídico a la realidad."
"Aunque
resulta evidente que el escrito por medio del cual se instauró la acción es
incompleto y oscuro, la Corte puede concluir de su lectura que la queja del
petente radica en una falta de respuesta y de trámite la denuncia por él
presentada ante el Juez 41 Penal Municipal de Medellín. Según el actor, ni en
ese Despacho, ni en el Juzgado Municipal de Urrao le han sabido indicar sobre
el estado actual del asunto y, además, sostiene que se le ha impedido
constituirse en parte civil dentro del proceso penal. Manifiesta no conocer
siquiera el número del expediente por posible carencia de un sistema de
radicación."
"( ..... ) Bajo el principio de presunción de la
buena fe en todas las actuaciones que los particulares adelanten ante las
autoridades públicas (artículo 83 de la Constitución), la cual tiene por
contrapartida la existencia de responsabilidades y sanciones para quien hace
uso indebido de él (artículos 6o. y 95, numeral 1o. de la Carta), la Corte
Constitucional no puede despachar el caso aduciendo apenas que resulta
incomprensible el escrito por el cual se instauró la acción"3 .
C. La familia
en la Constitución de 1991
Plenamente
consciente de la precariedad de la protección de la familia consagrada en los
artículos 23 y 50 de la Constitución de 1886 que sólo se referían a ella de
manera incidental, la Subcomisión 0405 estuvo de acuerdo en que, -como parte
fundamental de su labor preparatoria de trabajo para la Asamblea Nacional
Constituyente- se estudiaran disposiciones que expresamente se refirieran a la
familia, tomando como punto de partida el ordinal 3 del Artículo 16 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General
de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948.
Prevaleció el
propósito de consagrar una expresa y particular protección constitucional de
la familia la cual
debería referirse
al derecho que le asiste a todo ciudadano a tener una familia, a la
inviolabilidad de esa familia y a la protección de las funciones básicas que
cumple la familia y que le explican dentro de una sociedad, como núcleo
esencial de la misma. En consecuencia, tal protección no se agotaría en un
tipo determinado de familia estructurada a partir de vínculos amparados en
ciertas solemnidades religiosas y/o legales, sino que se extendería también a
aquellas relaciones que, sin consideración a la naturaleza o a la fuente del
vínculo, cumplen con las funciones básicas de la familia; v. gr. -concubinatos-
velando porque la protección en ese caso se extienda a la propia concubina4 .
Uno de los
miembros de dicha Subcomisión señaló que el tema era estrictamente supraconstitucional
por cuanto de la familia depende el género humano, pero que el Estado tiene la
obligación de establecer normas positivas acerca de la creación de familia y la
manera como los particulares ejercen su responsabilidad social frente a ellas y
a los demás estamentos de la comunidad para evitar desenfrenos individualistas
y atropellos a los derechos de los semejantes así como al orden social5 .
Luego en la Asamblea
Nacional Constituyente, hubo plena conciencia de la importancia de la familia
hasta el punto tal de que
no es necesario
discutir por qué la familia es el núcleo, principio o elemento fundamental de
la sociedad. Se reconoce a ella este lugar de privilegio dentro de la escala
social porque todos deberíamos nacer, vivir y morir dentro de una familia6 .
De otra parte, fue
también clara la importancia que los constituyentes reconocieron a la unidad
familiar y su contribución a la paz social, por todo lo cual concluyeron que
especial énfasis
merece la necesidad de mantener la armonía y la unidad familiar, fundamento de
la convivencia social y de la paz. El respeto recíproco entre los integrantes
de una familia será la mejor pauta para el respeto recíproco entre todos los
integrantes de la sociedad[1].
En todo lo anterior
está presente la idea de que la familia es el ambiente y el paradigma de
relación social primaria más adecuada para el desarrollo humano, por lo cual el
Estado debe brindarle toda su protección.
Estas ideas,
fueron incorporadas en el texto final del artículo 42 vigente. Ellas
merecieron, pues, la adhesión de miembros de las diversas fuerzas políticas
representadas en la Asamblea así como de entidades y asociaciones
especializadas, tal como se desprende de la simple consulta de documentos
oficiales[2].
Por tanto, el
artículo 42 es la expresión de un acuerdo sobre lo fundamental de la familia
en la visión del Constituyente de 1991.
Teniendo en cuenta
todos estos antecedentes, la familia presenta hoy algunas características que
bien merecen destacarse para los propósitos específicos del presente fallo, a
saber:
a.- Como bien
corresponde a un Estado que reconoce y protege la diversidad étnica y cultural
de la nación colombiana (Art. 7 C. N.) no existe un tipo único y privilegiado
de familia sino un pluralismo evidente en los diversos vínculos que la
originan, pues ellos pueden ser tanto de carácter natural como de carácter
jurídico. También se le reconoce consecuencias a la voluntad responsable de
conformar una familia. En estas condiciones, la familia legítima originada en
el matrimonio es hoy uno de los tipos posibles.
b.- Es claro, de
otra parte, que el Constituyente, consagró un espacio a la familia de hecho en
condiciones de igualdad con otros tipos, en desarrollo de lo dispuesto por
el artículo 13 de la Carta vigente.
c.- Tanto el Estado
como la sociedad garantizan a la familia una protección integral.
d.- La igualdad de
derechos y deberes de la pareja y el respeto recíproco entre todos sus
integrantes constituyen hoy los fundamentos esenciales de las relaciones
familiares.
e.- Cualquier forma
de violencia destruye la armonía y unidad de la familia y en consecuencia, será
sancionada conforme a la ley.
f.- Todos los hijos
tienen iguales derechos y deberes.
g.- Como núcleo
fundamental de la sociedad, la familia tiene que cumplir ineludiblemente, junto
con la sociedad y el Estado deberes, tales como asistir y proteger al niño para
garantizar su desarrollo armónico integral y el ejercicio pleno de todos sus
derechos fundamentales prevalentes, consagrados en el inciso 1o. del artículo
44 de la Carta vigente. Entre ellos, primordialmente, el de tener una familia y
no ser separados de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la
recreación, y la protección contra toda forma de abandono o violencia.
h.- Dentro de la
división de trabajo propia de la organización social, a la familia corresponde
la función natural de preparar debidamente las nuevas generaciones y formar la
personalidad del menor.
i.- Se manifiesta claramente
en el ordenamiento constitucional vigente la primacía de la familia como el
ámbito natural dentro del cual deba realizarse el cuidado y preparación de la
infancia. Esta labor no puede ser realizada por instituciones públicas o
privadas sino en casos verdaderamente excepcionales en que así lo imponga la
necesidad de proteger a niños que no tengan una familia o que se hallen
separados de ella, en los términos del artículo 42 de la Carta.
i.- La unidad de la
familia es presupuesto indispensable para la efectividad de los derechos
constitucionales prevalentes del niños.
j.- Los derechos de
los miembros de la familia deben ser compatibles con los intereses generales
prevalentes tanto de la institución misma como de la sociedad colombiana que
reconoce en ella su núcleo fundamental.
D.- El derecho
constitucional prevalente del niño a tener una familia y no ser separado de
ella.
Consecuencia
obligada de la importancia que el Constituyente de 1991 atribuyó a la familia,
en su carácter de institución fundamental para el normal desarrollo de la
personalidad humana, fue la consagración expresa del derecho de todo niño a
tener una familia y no ser separado de ella expresamente incorporado hoy en la
Carta (Art. 44).
Cuando se revisan
los antecedentes de esta norma resulta claro que el Constituyente plasmó en
ella su íntima creencia de que
La situación
perfecta para un hogar es vivir bien, en familia. El ideal de quienes integran
en cualquier forma su núcleo familiar es el de vivir unidos para siempre entre
sí y con sus hijos. El máximo desarrollo para un niño es el que puede lograr
con sus padres y familia[3].
En estas
condiciones, es fácil comprender que el divorcio sea necesario sólo en la
medida en que así lo exija el bienestar de la familia y, en particular, el de
los niños, por cuanto
es preferible el
adecuado desarrollo emocional de un niño, que el crecer con la figura simbólica
de unos padres cuando estos con su conducta y ejemplo, le proporcionan
malformaciones que luego serán la línea de conducta con sus propios hijos[4].
Es claro que a la
familia corresponde pues, la responsabilidad fundamental de la asistencia,
educación y cuidado de los niños, tarea en la que habrá de contar con la
colaboración de la sociedad y del Estado. Este último cumple una función
manifiestamente supletoria, cuando los padres no existen o cuando no puedan
proporcionar a sus niños los requisitos indispensables para llevar una vida
plena.
Dentro de este
contexto general se entiende porque la Carta de 1991
privilegia la
condición del niño en todo momento y circunstancia, en razón a su especial
vulnerabilidad, como un deber del individuo, la sociedad y los poderes públicos,
y como interés supremo de la raza humana[5].
Por tanto, estos
significativos antecedentes son de particular utilidad para desentrañar el
espíritu de las normas constitucionales en materia de los derechos de los
niños, particularmente en el momento de su aplicación. Prevalece en ellos una
diada inescindible que compromete y determina la tarea del sentenciador a
saber: el niño debe ser ubicado fundamentalmente en el ámbito de una familia,
como condición esencial para su desarrollo y protección.
Esta relación es de
tal importancia que el Constituyente la elevó a la naturaleza de derecho
fundamental que rige por encima de la voluntad -no pocas veces voluble- de
sus progenitores, sobre todo en situaciones típicas de crisis de pareja. Vale
decir, el ofrecerle al niño un ambiente familiar es hoy no solo manifestación
natural de afecto y generosidad de sus progenitores, sino también derecho
exigible por el niño, con todas sus consecuencias y en todas aquellas
circunstancias en que así lo demanden su protección y bienestar.
E.- La unidad
familiar principio supremo
La consagración
expresa del derecho fundamental y prevalente del niño a tener una familia y no
ser separado de ella implica que su unidad constituye hoy exigencia que
desborda la voluntad individual de los miembros del grupo, en aras de la
primacía y supervivencia de la institución familiar como el ambiente más
adecuado y natural para el desarrollo de la personalidad humana, según la concepción
plasmada en la Carta de 1991.
Con todo, como bien
lo destaca la doctrina la unidad familiar no significa necesariamente
indisolubilidad del matrimonio,
Unidad de la
familia no es solamente y siempre, pues, unión de afectos y sentimientos,
unidad espiritual; ni su función se limita exclusivamente a la igualdad de los
cónyuges; la unidad tiene una relevancia jurídica tanto en el momento
fisiológico como en el patológico de la vida familiar, mientras exista una
comunidad, -así sea materialmente separada, que deba perseguir, aún en
reducidos rangos- la función social a que está destinada. En efecto, no parece
que la unidad de la familia sea un límite válido "sólo cuando los cónyuges
viven unidos", de modo que en régimen de separación personal sería inconcebible
hablar de ella.
Precisamente,
cuando existe desacuerdo la unidad prevalece sobre la igualdad superando
"una rígida concepción paritaria entre marido y mujer y simultáneamente
sustrayendo a la mayoría de las partes de la autonomía del reglamento. La
unidad se convierte en el más genuino instrumento para la actuación del
respeto, pleno e integral, de la personalidad de los cónyuges y de la prole; es
el fundamento en que debe inspirarse para una interpretación moderna de la
exigencia y de la tutela del sujeto en el ámbito de la comunidad familiar. Pero
la unidad de la familia no se le puede atribuir un valor exclusivamente formal;
debe hacerse el esfuerzo de investigar el interés o los intereses que están en
su base: el denominado interés superior de la familia y/o el potenciamiento de
la personalidad individual[6].
De otra parte, es claro que la unidad de
la familia adquiere relevancia diversa según que se tenga de ella una
concepción individualista o solidarista.
Dentro de la primera, la unidad aparece
como el equilibrio entre la libertad de los cónyuges y las exigencias concretas
de dicha unidad, en función de los intereses individuales de sus miembros.
Supone, pues, una paulatina privatización de las relaciones familiares
dentro de la cual se valora la libertad de aquellos tanto dentro de la
convivencia como en el ejercicio del derecho a la separación, cuando la
primera no esté ya respaldada por la perduración del consentimiento.
En una concepción solidarista, por el
contrario, se reconoce que la privatización no puede llevarse hasta el punto de
perjudicar a los sujetos más débiles o a la sociedad civil o perjudicar la
estabilidad de la familia como núcleo fundamental de la sociedad y la suerte
misma de los niños, los cuales son titulares privilegiados de un interés
jurídico superior. Una de cuyas manifestaciones es, hoy precisamente, el
derecho constitucional prevalente a tener una familia y no ser separado de
ella.
La base fundamental de esta concepción
descansa en la importancia que tienen la unidad y la estabilidad de la familia
y un ordenado desarrollo de sus relaciones tienen para toda la sociedad civil.
No en vano la familia ha sido definida como elemento natural y esencial de la
sociedad y de los Estados en el pacto de New York de diciembre 19 de 1966,
(artículo 23) aprobado por Colombia mediante la ley 17 de 1968, ratificado el
29 de Octubre de 1969 y que entró en vigor el 23 de Marzo de 1976.
Como es apenas natural las anteriores
concepciones inciden también en la forma como deba apreciarse la intolerancia
de la convivencia. En efecto, ella puede ser medida en sentido estrictamente
subjetivo, dejándola a la simple discreción del quien la alega.
O, por el contrario, es posible una
apreciación objetiva de la intolerancia fundada en su gravedad, el perjuicio
que cause la naturaleza insuperable de los hechos que la configuran. Lo
cual permite concluir que ellos han de ser humanamente insostenibles y
nocivos para la salud física, la serenidad espiritual y el equilibrio mental
siempre que, de otra parte excedan las dificultades normales de la vida
matrimonial y no puedan remediarse en un término razonable. En síntesis,
hechos que hagan excesivamente penosa la convivencia de la pareja.
Dentro del contexto
de la Constitución vigente, los progenitores tienen, pues, el deber
ineludible de ofrecer a su prole un ambiente de unidad familiar que permita y
favorezca el desarrollo integral y armónico de su personalidad.
En consecuencia,
procrear un hijo implica hoy la obligación de depararle un ambiente familiar
adecuado, aún después de la crisis o ruptura de las relaciones de pareja.
Porque es, precisamente en esos momentos críticos, cuando el niño necesita más
apoyo psicológico y moral de su familia para evitar traumas que puedan incidir
en su desarrollo emocional.
De ahí que esta Corte advierta que la
ruptura de la convivencia por hechos graves e irremediables no excluye
necesariamente esa unidad esencial e irreductible que la Carta de 1991 consagra
y protege contra eventuales manifestaciones de violencia en beneficio directo
del núcleo familiar y de los niños. Solo así se explica que éstos sean
titulares de un derecho a tener una familia y no ser separados de ella.
La efectividad de tal derecho depende en
concreto de la subsistencia de la unidad familiar, condición esta que por su
naturaleza no puede quedar librada a la simple voluntad de sus miembros en
general o de la pareja en particular. Ellos no están exentos de ningún modo
de la observancia del deber de solidaridad social -consagrado expresamente en
el ordenamiento vigente (Art. 95, C. N.) sobre todo cuando sus actos puedan
acarrear daños irreparables a la prole en su salud, su vida o su educación.
Esto es así porque, al igual que ocurre en
otras latitudes, el Constituyente colombiano de 1991 ha querido que
en la jerarquía
de los valores del ordenamiento vigente el interés de los menores deba ser tan
privilegiado hasta el punto de sacrificar una convivencia tolerable. Se debe
llegar a la conclusión coherente en la situación opuesta: vale decir, la
exigencia de la convivencia así ella sea intolerable para los cónyuges cuando
lo demande evidentemente el interés de la prole. No se trata de hacer
prevalecer un interés público sobre uno privado, sino de respetar la jerarquía
de los valores querida por el legislador entre diversos intereses privados en
conflicto[7].
Esta prevalencia
absoluta de los altos intereses de la institución familiar sobre lo simplemente
individuales de sus miembros se traduce también en las sanciones que los jueces
están autorizados a imponer cuando quiera que uno de los progenitores estorbe o
pretenda estorbar el ejercicio de sus derechos, en perjuicio de los intereses
de la prole. Es bien clara al respecto la jurisprudencia de la Corte Suprema
de Justicia cuando afirma que:
Ninguno de los
padres tiene derecho de impedir el ejercicio de los poderes que la ley les
otorga de dirigir la formación moral e intelectual de los hijos y su crianza,
educación y establecimiento. El artículo 23 del Decreto 2820 de 1974, la Ley 20
de 1974, que permitió la expedición de este decreto y el que reglamentó la materia,
disponen en efecto que los litigios que surjan entre los padres, o entre estos
y sus hijos por razón de lo dispuesto en el art. 23 del Decreto 2820, excepto
lo referente a sustentación cuando se requiera proceso de alimentos, están
sometidas al procedimiento verbal regulado en los artículos 442 y 448 del
Código de Procedimiento Civil. En caso de controversia entre los padres por
cualquiera de los aspectos, la contención ha de ser decidida por el Juez
competente, siguiendo el mencionado procedimiento, y no por los esposos mismos.
Si por
consiguiente, como se ha mostrado antes, mientras no intervenga decisión
judicial en contrario, ninguno de los cónyuges puede impedir el ejercicio de
los derechos que la ley otorga sobre los hijos menores, ni puede dejar de
ejercerlos, el marido o la mujer que, con la finalidad de ejercer solo tales
derechos, arrebate al hijo del lugar en donde conjuntamente deban ejercerlos,
impidiendo de hecho que se cumplan los mandatos legales, esto es,
quebrantándolos, ejecuta hecho ilícito contrario al derecho imperante; esa
conducta no puede ser alabada ni propicia (sic.) de manera alguna por los
Jueces de la República.
En concepto de la
Sala, la sanción que corresponde a una tal conducta no puede ser distinta a la
de que el padre o la madre que contravengan los preceptos legales que regulan
la organización de la familia legítima no se les considere dignos de ejercer
los derechos que con su procedimiento conculcan. No puede premiárseles con la
custodia del hijo que han logrado sólo impidiendo que la ejerza el otro
cónyuge. Sí violar el derecho que corresponde a uno de los padres pudiera
atribuir algún derecho al otro, de nada servirían los preceptos legales.
Quienes tales derechos conculcan por mano propia, no pueden tener, se repite,
la custodia de los hijos, pues se hacen indignos para ejercerla. Y esta
indignidad constituye a su turno una inhabilidad moral, de aquellas a que se
refiere el artículo 254 del Código Civil, para conceder al Juez el poder de
confiar entonces, el cuidado personal de los hijos al cónyuge inocente o a
otras personas competentes[8].
Como ha tenido
ocasión de señalarlo la mencionada Corporación ese culto a la unidad familiar y
su consiguiente respeto a la imagen de los progenitores subsiste aún en
situaciones de crisis de la pareja o conductas culposas de algunos de sus
miembros
Aludiendo a los
efectos que respecto de la prole produce la separación personal de los
cónyuges, sea que subsista o no el vínculo matrimonial, enseña la doctrina
tradicional de la Corte que rigen esta delicada materia dos principios de
cardinal importancia que, en cuanto tales, invariablemente han de ser
observados para las frecuentes controversias que en este campo suelen
presentarse. El primero de ellos es el de que la separación, medie o no el
divorcio, no exime a los padres de sus obligaciones para con los hijos, incluso
en el evento en que la sentencia privase a uno de ellos, o a ambos, del
ejercicio de los derechos inherentes a la patria potestad; el segundo indica
que el Juez, en el cometido de adoptar cualquier medida provisional o
definitiva relacionada con el cuidado y la manutención de los hijos cuando se
ha roto la unidad familiar representada por la casa común, ha de estarse a lo
que en vista de las circunstancias particulares del caso sea más conveniente
para ellos, pues su interés - el de los hijos - siempre habrá de hacerse prevalecer
sobre el de los padres, dejándoles aquí la ley un amplio margen al prudente
arbitrio de los juzgadores sin acudir a rígidas limitaciones referidas a la
culpabilidad establecida en el proceso[9].
F.- El derecho
de visita: naturaleza y régimen.
Medio eficaz de
seguir cultivando el afecto de los hijos y con ello mantener la unidad familiar
en circunstancias de deterioro de las relaciones de los progenitores lo es, en
grado sumo, el derecho de visita y su regulación, comoquiera que
El otorgamiento
de la tenencia de los hijos menores a uno de los cónyuges o a un tercero no
priva al otro -o a ambos, en el segundo caso- del derecho de mantener
comunicación con aquéllos, el cual se manifiesta especialmente en el llamado
derecho de visita. Tal derecho consiste en términos generales en la
posibilidad de tener entrevistas periódicas con los hijos. Comprende también
el derecho de mantener correspondencia postal o comunicación telefónica con
ellos, la que no puede ser controlada o interferida sino por motivos serios y
legítimos, en salvaguarda del interés del menor.
Fuera de ello, el
cónyuge que no ejerce la guarda -en tanto conserve la patria potestad- tiene
derecho a vigilar la educación de los menores, derecho que se trasunta
especialmente en la facultad -ejercitable en todo momento- de solicitar el
cambio de la tenencia, ya que para conferir ésta es elemento de importancia
primordial el interés de los propios hijos[10].
Según la misma
doctrina -aplicable en nuestro medio- para que las visitas puedan cumplir
cabalmente su cometido, deben realizarse
en el hogar del
progenitor en cuyo favor se establecen, si lo tiene honesto, o en el lugar que
él indique. No deben llevarse a cabo en el domicilio del otro, porque ello
supondría someter al que ejerce el derecho de visita a violencias inadmisibles
y quitar a la relación el grado de espontaneidad necesario para que el
visitante cultive con eficacia el afecto de sus hijos[11].
Algo similar ocurre
con la regulación concreta del derecho de visita la cual debe hacerse siempre
(.... )
procurando el mayor acercamiento posible entre padre e hijo, de modo que su
relación no sea desnaturalizada, y se eviten las decisiones que tiendan a
cercenarlo. Debe ser establecido de modo que contemple tanto el interés de los
padres como el de los hijos menores, el cual -rectamente entendido- requiere de
modo principalísimo que no se desnaturalice la relación con el padre. Su objeto
es el de estrechar las relaciones familiares, y su fijación debe tener como
pauta directriz el interés de los menores, que consiste en mantener un contacto
natural con sus progenitores, por lo que es necesario extremar los recaudos que
conduzcan a soluciones que impliquen sortear todo obstáculo que se oponga a la
fluidez y espontaneidad de aquellas relaciones; las visitas no deben ser
perjudiciales para los menores, pero tampoco han de desarrollarse de manera de
lesionar la dignidad de quien las pide.
(....) Sólo por
causas graves que hagan que el contacto con los menores pueda poner en peligro
su seguridad o su salud física o moral pueden los padres ser privados de este
derecho. Así, se ha decidido que ni siquiera la pérdida de la patria potestad
es suficiente para excluír el derecho de visita, cuando aquélla se debe al
abandono del menor; mucho menos la sola culpa en el divorcio o la simple
negativa del hijo menor[12].
Es, pues, claro a
todas luces que por su naturaleza y finalidad la visita es un derecho familiar
del cual son titulares conjuntos tanto los padres como los hijos y cuyo
ejercicio ha de estar enderezado a cultivar el afecto, la unidad y solidez de
las relaciones familiares.
Por todo lo
anterior, esta Corte no puede menos que recordar a los jueces su inmensa
responsabilidad y cuidado cuando aprueben un régimen de visitas: de él
depende en muy alto grado la recuperación y fortalecimiento de la unidad
familiar o su desaparición total, en desmedro de los intereses de la prole, la
institución misma y la sociedad civil.
G. Los
derechos de la madre.
En su demanda de
tutela la peticionaria afirma que el régimen de visitas decretado por la Juez
Tercera Promiscua de Familia de Popayán viola, entre otros, sus derechos
constitucionales fundamentales a la igualdad sustancial y el libre desarrollo
de su personalidad, en su condición de mujer y madre.
De otra parte, los
expertos consultados han formulado reparos a dicho régimen desde el ángulo
concreto de la equidad e igualdad y de su impacto negativo en la agravación de
la crisis familiar.
En diversas
oportunidades esta Corte se ha pronunciado sobre la noción, características y
alcance de los derechos que la peticionaria estima vulnerados, razón por la
cual esta ocasión estima adecuado reiterar su doctrina.
En materia de
igualdad, ella no tiene el carácter de algo simplemente formal frente a las
disposiciones generales y abstractas de la ley sino que el artículo 13 de la
Carta pretende lograr una igualdad material. Por lo tanto,
Ese principio de
la igualdad es objetivo y no formal; él se predica de la identidad de los
iguales y de la diferencia entre los desiguales. Se supera así el concepto de
la igualdad de la ley a partir de la generalidad abstracta, por el concepto de
la generalidad concreta, que concluye con el principio según el cual no se
permite regulación diferente de supuestos iguales o análogos y prescribe
diferente normación a supuestos distintos. Con este concepto sólo se autoriza
un trato diferente si está razonablemente justificado. Se supera también, con
la igualdad material, el igualitarismo o simple igualdad matemática.
Hay pues que
mirar la naturaleza misma de las cosas, ella puede en sí misma hacer imposible
la aplicación del principio de la igualdad formal, en virtud de obstáculos del
orden natural, biológico, moral o material, según la conciencia social
dominante en el pueblo colombiano.
Por ello, para
corregir desigualdades de hecho, se encarga al Estado de promover las
condiciones para que la igualdad sea real y efectiva. En este sentido se debe
adoptar medidas en favor de grupos discriminados o marginados, y proteger
especialmente aquellas personas que por su condición económica, física o
mental se encuentren en circunstancias de inferioridad manifiesta, como afirma
el artículo 13 en sus incisos 2o. y 3o[13].
En el caso sub-lite
el derecho de igualdad de la peticionaria resulta vulnerado por cuanto el
régimen de visitas no se compadece con su condición de titular conjunta de la
potestad parental de sus hijos menores y la frecuencia y condiciones de las
visitas, -agravadas por la distancia que media entre su hogar y el actual
domicilio de su dos menores- impiden en alto grado que la madre biológica
pueda tener un control efectivo sobre la educación de su prole y colaborar
eficazmente a su desarrollo emocional.
De otra parte, es
obvio que si las actuales condiciones persisten la figura materna habrá de
desdibujarse en la mente de los hijos cuya tenencia ha sido deferida al padre,
en la misma medida que la niña menor verá desaparecer día a día la figura de su
progenitor distante.
En cuanto concierne
al libre desarrollo de la personalidad, es ciertamente un derecho
constitucional fundamental, algunas cuyas características ha tenido ya ocasión
de precisar esta Corporación como sigue:
Se quiere
garantizar con él la libertad general de actuar, de hacer o no hacer lo que se
considere conveniente. Por tanto, se inscribe en el amplio ámbito de la
libertad y en todas aquellas manifestaciones en que el ser humano se proponga
autónomamente realizar las más diversas metas.
Su compleja
naturaleza hace que la protección que le depara el ordenamiento cobije las
relaciones del hombre en el campo social, político, económico y afectivo, entre
otras.
En virtud de este
derecho el Estado no puede interferir el desarrollo autónomo del individuo sino
que, por el contrario, debe procurar las condiciones más aptas para su
realización como persona[14].
La más reciente y
autorizada doctrina nacional destaca la razón de ser de la consagración de este
derecho en la Carta del 91, a saber:
El derecho,
también conocido como derecho a la autonomía personal, garantiza, en un sentido
positivo, la libertad individual para tomar decisiones que conciernen y afectan
el desarrollo de la personalidad y la libertad para emprender las actividades
individuales o sociales que le permitan a la persona proyectar su visión de sí
mismo. Puesto que la Constitución protege varias facetas de la autonomía
mediante el reconocimiento de derechos como la intimidad, la libertad de
enseñanza mediante el reconocimiento de derechos como la intimidad, la libertad
de enseñanza o la libertad de conciencia y religión, entre otros, en virtud del
principio de la especialidad, estos derechos deberán aplicarse con prelación.
Así se define el carácter genérico pero omnicomprensivo del derecho a la
autonomía consagrado en el art. 16 de la Constitución de 1991, cuya finalidad
es comprender aquellos aspectos de la autodeterminación del individuo, no
garantizados en forma especial por otros derechos.
En un sentido
negativo, el derecho al libre desarrollo de la personalidad impone una
prohibición, al Estado y a los terceros, de desconocer la voluntad del
individuo en la elección de su manera de ser y de proyectarse en sociedad. El
libre desarrollo de la personalidad es un derecho que coloca en cabeza del
individuo la facultad de tomar las decisiones que pueden determinar su
desarrollo como personas en el medio social y, en consecuencia, ni la comunidad
ni el Estado podrán intervenir en este terreno, salvo para resguardar los
límites fijados en el mismo artículo. Se pretende así respetar el criterio de
cada persona sobre la mejor manera de vivir.
El derecho a la
autonomía personal, al igual que los demás derechos consagrados en la Carta, no
es absoluto. Esta idea la ha querido reafirmar el constituyente al consagrar
dos claros límites a su ejercicio, los cuales obedecen a la necesidad de
conciliar intereses legítimos de otras personas o del Estado. Estos límites
son los derechos de los demás y el orden jurídico[15].
Obran en el
expediente pruebas de la forma como el régimen de visitas obstaculiza el
adecuado desarrollo de la personalidad de la peticionaria por cuanto él ha
venido estimulando en la práctica un alejamiento de su presencia física y
emocional, frente a sus hijos.
Es claro, por tanto,
el desconocimiento que se hace de su voluntad de realizarse como madre,
enmarcada dentro de los límites de los derechos de los demás y el orden
jurídico que regula y protege la familia.
Con todo, esta Corte
estima oportuno señalar que cuando el libre desarrollo de la personalidad se
proyecta en el ámbito de la familia y, específicamente, en la función de
prolongar la especie su ejercicio debe ser plenamente compatible con los
intereses de la institución que atrás se han indicado, comoquiera que esta
dimensión es un claro poder-deber que la Carta vigente reconoce y protege el
cual, por su naturaleza, no puede quedar librado a los dictados exclusivos -a
veces caprichosos- del ego individual.
III CONCLUSIONES
PRIMERA.- Para proteger la familia, la Constitución
de 1991 ha elevado su unidad a la categoría de principio fundamental. Esta
consagración trasciende luego en el derecho prevalente de los niños a tener una
familia y no ser separados de ella, ya que constituye el ambiente natural para su
desarrollo armónico y el pleno ejercicio de sus derechos.
SEGUNDA.- En virtud de la obligación constitucional
que hoy tienen la familia, la sociedad y el Estado de asistir y proteger al
niño, las crisis frecuentes en las relaciones de pareja no pueden constituír
óbice para la efectividad de tales derechos. La unidad familiar en beneficio
de la prole debe prevalecer sobre toda circunstancial desaveniencia.
TERCERA.- El Estado debe hacer realidad el mandato
constitucional de que los niños tengan una familia y abstenerse de decretar
medidas cuyo efecto práctico agudice el deterioro de las relaciones entre sus
miembros.
En consecuencia, los
jueces y demás funcionarios deben ofrecer toda su colaboración para que las
familias puedan encontrar soluciones justas, razonables y pacíficas que
marginen a los niños de sus conflictos y favorezca su desarrollo integral.
CUARTA.- Puesto que por las razones mencionadas en
las consideraciones de este fallo, algunas providencias judiciales vulneran no
sólo derechos fundamentales de la peticionaria sino también el interés superior
de la unidad familiar, -en perjuicio de los niños- esta Corte dispondrá la
revocación de ellas y la adopción de medidas encaminadas a propiciar la
solución de sus conflictos.
En aras de la
protección inmediata de los derechos de la familia, el juez competente ordenará
que sus miembros se sometan inmediatamente a una terapia adecuada para lograr
acuerdos básicos que solucionen sus conflictos, eviten la ruptura total de su
unidad, pongan término a la actual escisión en el proceso educativo afectivo
de sus hijos comunes y favorezcan la estabilidad emocional y la tranquilidad de
todos sus miembros.
Comoquiera que el
régimen de visitas vigente viola los derechos fundamentales de la familia,
dicho juez ordenará también que, en la oportunidad futura que estimen más
apropiada, el señor YY y la señora XX sometan a su aprobación un proyecto
conjunto de régimen de visitas que satisfaga las exigencias de la equidad, la
unidad familiar, los poderes-deberes de los padres, las nuevas circunstancias
imprevistas y los derechos de sus hijos comunes. Entre tanto, las visitas se
regirán por el acuerdo aprobado por el Juez Primero Civil de Menores de Santafé
de Bogotá el 22 de julio de 1988, por cuanto él plasmó claramente la voluntad
conjunta de los progenitores puesta al servicio de los intereses de la familia.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERA.- Por las razones expuestas en la parte motiva
de esta providencia, REVOCAR la sentencia proferida por la Corte Suprema de
Justicia -Sala de Casación Civil- el 1o. de Abril de 1992 en el proceso de
tutela promovido por la señora XX, mediante la cual se confirmó la sentencia
del Tribunal Superior de Popayán del 27 de febrero de 1992. En consecuencia,
CONCEDER la tutela impetrada.
SEGUNDA.- En guarda de los derechos fundamentales de
la familia y como mecanismo de protección inmediata REVOCAR igualmente la
sentencia proferida por el Juzgado Tercero Promiscuo de Familia de Popayán el
15 de Noviembre de 1991 en la cual decretó un nuevo régimen de visitas.
TERCERA.- ORDENAR que en el momento de proferir la
sentencia sustitutiva que decrete un nuevo régimen de visitas, el Juez
competente respete plenamente los derechos fundamentales tanto de la
peticionaria, el padre como de todos los demás miembros de la familia y para
ello proceda de acuerdo con lo señalado en la CONCLUSION CUARTA de este fallo.
CUARTA.- En todos aquellos casos similares al
presente por sus hechos o circunstancias, siempre que un régimen de visitas
vulnere los altos intereses de la unidad familiar, o los derechos fundamentales
de los progenitores separados y sus hijos comunes, la doctrina constitucional
enunciada en esta sentencia tendrá CARACTER OBLIGATORIO para las autoridades,
en los términos del artículo 23 del decreto 2067 de 1991.
QUINTA.- En guarda de la intimidad de la familia en
cuestión, ORDENAR que en toda publicación de esta providencia se omitan sus
nombres.
SEXTA.- Envíense sendas copias del presente fallo
al Despacho de la Primera Dama, a los Consejeros Presidenciales para los
derechos humanos, la sociedad, la familia y la mujer, así como a la dirección
general del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
SEPTIMA.- ORDENAR que por Secretaría se comunique
esta providencia a la Corte Suprema de Justicia -Sala de Casación Civil- al
Tribunal Superior de Popayán y al Juzgado Tercero Promiscuo de Familia de la
misma ciudad, en la forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del
decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
-Salvamento de Voto-
MARTHA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Sentencia aprobada
por la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional, en Santafé de
Bogotá, a los dieciocho (18). días del mes de Septiembre de mil novecientos
noventa y dos (1992).
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-523
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia/COSA
JUZGADA FORMAL/JUEZ-Autonomía (Salvamento de voto)
La acción de
tutela, en los términos en que la consagra el artículo 86 de la Constitución
Política, no procede contra las sentencias judiciales que ponen fin a un
proceso, como sucede en el caso sometido al estudio de la Sala. La naturaleza
del asunto hace que la providencia judicial que establece el régimen de visitas
de padres separados a sus hijos comunes no haga tránsito a cosa juzgada
material, sino simplemente formal, en cuanto es susceptible de un nuevo proceso
destinado a regularlas según las nuevas circunstancias. Al prosperar la acción
de tutela instaurada, se quebranta de manera grave la autonomía e independencia
del juez que dictó la providencia.
REVISION DE
TUTELA-Alcance (Salvamento
de voto)
La revisión de
las sentencias de tutela por parte de esta Corporación no tienen el alcance de
una nueva instancia y menos aún el sentido de un recurso extraordinario. Su
razón de ser descansa en la necesidad de unificar la jurisprudencia
constitucional, impidiendo que cada juez, al resolver sobre demandas de tutela,
interprete de una manera distinta la Constitución Política y, en ese orden de
ideas, el carácter eventual de la revisión, según quedó plasmado en los
artículos 86 y 241, numeral 9 de la Carta, busca el establecimiento de casos
paradigmáticos cuyo análisis constitucional por la Corte permita a ésta
dilucidar, con alcance puramente doctrinario, el debido entendimiento de la
preceptiva fundamental, especialmente en materia de derechos.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL (Salvamento de
voto)
El artículo 86 de
la Carta excluye la acción de tutela cuando según el ordenamiento jurídico
proceda un medio susceptible de ser propuesto ante los jueces y que esté
encaminado a la defensa del derecho objeto de violación o amenaza. Excepto el
caso del perjuicio irremediable que haya necesario aplicar la tutela como
mecanismo transitorio a fin de evitar que aquél se cause, si se ejercita la
acción pese a la existencia de procedimiento judicial idóneo, el juez no puede
aceptar su procedencia y menos todavía entrar a conceder el amparo solicitado.
No habiendo cosa juzgada material, nada obsta para que los interesados acudan
de nuevo al juez competente, a fin de obtener una nueva regulación judicial del
régimen de visitas previsto en la sentencia que originó la acción de tutela, si
es que, como lo dice la parte motiva del fallo proferido pro esta Corte las
previsiones que integran el régimen actual han resultado traumáticas para la
familia y en especial para los hijos.
Ref.: Expediente T-2598
Magistrado Ponente: Dr. Ciro Angarita Barón
Me permito expresar
a continuación los motivos por los cuales he discrepado del fallo en
referencia:
1. Reitero una vez
más mi profunda convicción en el sentido de que la acción de tutela, en los
términos en que la consagra el artículo 86 de la Constitución Política, no
procede contra las sentencias judiciales que ponen fin a un proceso, como
sucede en el caso sometido al estudio de la Sala.
Claro está que en
esta ocasión lo que motiva mi disentimiento no es la autoridad de la cosa
juzgada que pudiera atribuirse al fallo proferido por el Juez Tercero promiscuo
de Familia de Popayán el 15 de noviembre de 1991, ya que, como acertadamente lo
indica la Honorable Corte Suprema de Justicia en su sentencia del 1o. de abril
de 1992 revocada mediante la decisión de la cual me separo-, la naturaleza del
asunto hace que la providencia judicial que establece el régimen de visitas de
padres separados a sus hijos comunes no haga tránsito a cosa juzgada material,
sino simplemente formal, en cuanto es susceptible de un nuevo proceso destinado
a regularlas según las nuevas circunstancias.
Mi preocupación en
el presente caso estriba en que, al prosperar la acción de tutela instaurada,
se quebranta de manera grave la autonomía e independencia del juez que dictó la
providencia, desconociéndose francamente el principio consagrado en los
artículos 228 y 230 de la Constitución, a cuyo tenor:
"Artículo 228.-
La administración de Justicia es función pública. Sus decisiones son
independientes. Las actuaciones serán públicas y permanentes con las
excepciones que establezca la ley y en ellas prevalecerá el derecho sustancial.
Los términos procesales se observarán con diligencia y su incumplimiento será
sancionado. Su funcionamiento será desconcentrado y autónomo".
"Artículo 230.-
Los jueces, en sus providencias, sólo están sometidos al imperio de la ley.
"La equidad, la
jurisprudencia, los principios generales del derecho y la doctrina son
criterios auxiliares de la actividad judicial"
En efecto, al
revocar la sentencia pronunciada por el Juzgado de Familia y al ordenar la
Corte Constitucional que el juez competente, en el momento de proferir la
sentencia que decrete un nuevo régimen de visitas, "respete plenamente los
derechos fundamentales tanto de la peticionaria como de todos los demás
miembros de la familia y para ello proceda de acuerdo con lo señalado en la
CONCLUSION CUARTA de este fallo" (subrayo), está invadiendo esa órbita de
autonomía de que goza el juez al adoptar sus decisiones, pues le impone unas
determinadas reglas de análisis jurídico y unos criterios obligatorios (véase
numeral cuarto de la parte resolutiva), a los que forzosamente deberá atender
so pena de desacato (artículo 52 del Decreto 2591 de 1991).
Existe, pues, una
abierta intromisión de esta Corte en el ámbito de la competencia funcional del
juez, sin que para ello cuente con autorización constitucional y ni siquiera
legal.
Como he podido
expresarlo a propósito de fallos similares, considero que la revisión de las
sentencias de tutela por parte de esta Corporación no tienen el alcance de una
nueva instancia y menos aún el sentido de un recurso extraordinario. Su razón
de ser descansa en la necesidad de unificar la jurisprudencia constitucional,
impidiendo que cada juez, al resolver sobre demandas de tutela, interprete de
una manera distinta la Constitución Política y, en ese orden de ideas, el
carácter eventual de la revisión, según quedó plasmado en los artículos 86 y
241, numeral 9 de la Carta, busca el establecimiento de casos paradigmáticos
cuyo análisis constitucional por la Corte permita a ésta dilucidar, con alcance
puramente doctrinario, el debido entendimiento de la preceptiva fundamental,
especialmente en materia de derechos.
Claro está que al
cumplir esa tarea, la Corte Constitucional puede encontrar necesario corregir y
en muchos casos revocar los fallos de primera o segunda instancia en materia de
tutela, lo cual a su vez conlleva la indispensable sentencia que, con efectos
exclusivos para el caso concreto (artículo 36 del Decreto 2591 de 1991), ordene
las medidas o adopte las decisiones de reemplazo tendientes a reflejar en la
solución judicial impartida los mandatos constitucionales. Pero eso no implica
que la Corte Constitucional se encuentre autorizada para sustituir a un juez de
jurisdicción distinta en la función que éste debe cumplir mediante
procedimientos y trámites legalmente establecidos por vía ordinaria o especial,
en un ámbito diferente al de la tutela, como en el caso sub lite acontece con la
decisión en firme proferida por el juez de familia.
2. El artículo 86 de
la Carta excluye la acción de tutela cuando según el ordenamiento jurídico
proceda un medio susceptible de ser propuesto ante los jueces y que esté
encaminado a la defensa del derecho objeto de violación o amenaza. Excepto el
caso del perjuicio irremediable que haga necesario aplicar la tutela como
mecanismo transitorio a fin de evitar que aquél se cause, si se ejercita la
acción pese a la existencia de procedimiento judicial idóneo, el juez no puede
aceptar su procedencia y menos todavía entrar a conceder el amparo solicitado.
El motivo de esta
restricción radica en la naturaleza misma de esta acción, que pretende, según
obra en los antecedentes documentales de la Constitución de 1991, ofrecer
solución inmediata a situaciones de hecho en las cuales se vean comprometidos,
sin otro remedio a mano, los derechos fundamentales de las personas por acción
u omisión de autoridades públicas o de particulares en los eventos previstos
por la ley.
Es de advertir como
en el asunto ahora sometido a revisión de esta Sala, procede, sin que para ello
sea necesario un fallo de la Corte Constitucional o del juez de tutela, la vía
judicial descrita en el Título XXIII, Capítulo II del Código de Procedimiento
Civil, referente al PROCESO VERBAL SUMARIO, que a partir del artículo 435
señala los asuntos que se tramitan por este medio en única instancia. En el
numeral 5o. de la norma citada se encuentra comprendida la hipótesis del
conflicto relatado en la sentencia que origina este salvamento:
"Artículo 435.-
Asuntos que comprende. Se tramitarán en única instancia por el procedimiento
que regula este capítulo los siguientes asuntos:
PAR. 1o. En
consideración a su naturaleza:
(...)
5. Las controversias
que se susciten entre padres o cónyuges, o entre aquéllos y sus hijos menores,
respecto al ejercicio de la patria protestad: los litigios de igual naturaleza,
en los que el defensor de familia actúa en representación de los hijos; las
diferencias que surjan entre los cónyuges sobre fijación y dirección del hogar,
derecho a ser recibido en éste y obligación de vivir juntos y salida de los
hijos al exterior: la solicitud del marido sobre examen a la mujer a fin de
verificar el estado de embarazo: la revisión de la declaratoria de abandono de
los hijos menores; y en general los asuntos en que sea necesaria la
intervención del juez previstos en la Ley 24 de 1974, en los Decretos 2820 de
1974, 206 y 772 de 1975, sin perjuicio de las atribuciones que correspondan al
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar".
No habiendo cosa
juzgada material, nada obsta para que los interesados acudan de nuevo al juez
competente, a fin de obtener una nueva regulación judicial del régimen de
visitas previsto en la sentencia que originó la acción de tutela, si es que,
como lo dice la parte motiva del fallo proferido por esta Corte las previsiones
que integran el régimen actual han resultado traumáticas para la familia y en
especial para los hijos.
3. En la conclusión
cuarta de la parte motiva, la ponencia acogida mayoritariamente dice: "En
aras de la protección inmediata de los derechos de la familia, el juez
competente ordenará que sus miembros se sometan inmediatamente a una terapia
adecuada para lograr acuerdos básicos que solucionen sus conflictos, eviten la
ruptura total de su unidad, pongan término a la actual escisión en el proceso
educativo afectivo de sus hijos comunes y favorezcan la estabilidad emocional y
la tranquilidad de todos sus miembros".
A su vez, como ya
tuve oportunidad de indicarlo, el numeral 3o. de la decisión ordena al juez
competente que al proferir sentencia "proceda de acuerdo con lo señalado
en la CONCLUSION CUARTA de este fallo".
Dudo mucho de la
competencia que pueda tener el juez de familia para obligar que los cónyuges
-quienes ante él acuden impetrando se defina un régimen de visitas a sus hijos
comunes- se sometan a una "terapia adecuada", cuyos alcances son al
parecer de carácter sicológico, pero no me cabe ninguna duda de que la Corte
Constitucional no puede impartir esta clase de mandatos a propósito de una
revisión de fallos de tutela.
Fecha ut supra.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
1 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. T-414.
2 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. T-006.
3 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. T-501.
4 Cfr. Subcomisión preparatoria 0405 Informe final. En:
Presidencia de la República. "Propuestas de las Comisiones
Preparatorias". Bogotá, Colombia. Enero de 1991 pp. 370,371.
5 Cfr. Gallón Carlos. Intervención en la Subcomisión 0405. En:
Presidencia de la República. Op. Cit., p. 371.
6 Cfr. Informe ponencia para primer debate en plenaria.
Derechos de la familia, el niño, el jóven, la mujer, la tercera edad y
minusválidos. En: Gaceta Constitucional No. 85, Mayo 28 de 1991. p.5.
[1] Cfr. Ibídem, p. 5.
[2] Cfr. Gaceta constitucional Nos. 21, 34, 52, 85, entre otras.
[3] Cfr. Gaceta Constitucional No. 85, p. 6.
[4] Cfr. Gaceta Constitucional No. 85, p. 6.
[5] Cfr. Gaceta Constitucional No. 85, p. 7.
[6] Cfr. Perlingieri Pietro. La personalitá umana nell ordinamento
giuridico. Universitá degli Studi di Camerino, Jovene editore, No. 3.
Camerino 1972 pp. 195-196.
[7] Cfr. Santosuosso Fernando. La separazione personale dei coniugi.
En: La riforma del diritto di famiglia dieci anni dopo. CEDAM, Padova 1986, p.
98.
[8] Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia
de 25 de Octubre de 1984. Magistrado ponente: Dr. Hernando Tapias Rocha.
[9] Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Civil. Sentencia
031 de Febrero 13 de 1989. Magistrado ponente: Dr. José Alejandro Bonivento
Fernández.
[10] Cfr. Belluscio Augusto César. Derecho de Familia. T. III.
Ediciones Depalma. Buenos Aires 1981, pp. 402.
[11] Cfr. Ibídem, pp. 463.
[12] Cfr. Ibídem, pp. 404-405.
[13] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia C-221. pp. 10-11.
[14] Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. T-222.
[15] Cfr. Cepeda, Manuel José. Los derechos fundamentales en la
Constitución de 1991. Santafé de Bogotá, Editorial Temis, pp. 145-146. |
141 | T-524-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-524/92
DERECHO A LA
EDUCACION/DERECHOS FUNDAMENTALES/IGUALDAD ANTE LA LEY-Vulneración
Una cosa es la
obligación del Estado, la sociedad y la familia en el sentido de ofrecer al
educando las condiciones indispensables para que acceda a su educación en el
nivel mínimo mientras llega a la edad en que pueda continuar preparándose por
su propia cuenta, y otra muy distinta el derecho que tiene toda persona a
educarse o a perfeccionar su formación académica, independientemente de su
edad. Este es un derecho fundamental de la persona, razón por la cual el
ordenamiento jurídico no puede restringir las posibilidades de su ejercicio a
ningún individuo por razón de su edad. Ello significaría flagrante
desconocimiento no solo del precepto en mención sino del principio de igualdad
plasmado en el artículo 13 de la Carta.
REGLAMENTO
EDUCATIVO-Contenido
Los reglamentos
de las instituciones educativas no podrán contener elementos, normas o
principios que estén en contravía de la Constitución vigente como tampoco
favorecer o permitir prácticas entre educadores y educandos que se aparten de
la consideración y el respeto debidos a la privilegiada condición de seres
humanos tales como tratamientos que afecten el libre desarrollo de la
personalidad de los educandos, su dignidad de personas nacidas en un país que
hace hoy de la diversidad y el pluralismo étnico cultural y social principio
de práxis general.
REF:
EXPEDIENTE 2606
PETICIONARIA:
GISELA GONZALEZ MARIN
PROCEDENCIA:
JUZGADO 36 PENAL MUNICIPAL DE MEDELLIN
MAGISTRADO
PONENTE:
CIRO ANGARITA
BARON
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados CIRO
ANGARITA BARON, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ Y JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela promovido por GISELA GONZALEZ MARIN contra ALBERTO GALEANO, Rector
del IDEM José Maria Bravo Márquez de la ciudad de Medellín.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Nacional y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección número 4 de la Corte Constitucional seleccionó para efectos de su
revisión la acción de tutela de la referencia.
Al suscrito
Magistrado Ponente le correspondió por reparto el presente negocio. Se recibió
formalmente el expediente el 18 de junio de 1992.
Puesto que se han
agotado todos los trámites constitucionales y legales, de conformidad con el
artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, la Sala Primera de Revisión de la Corte
procede a dictar la sentencia correspondiente.
A. LA ACCION.
1.- Solicitud.
El 26 de febrero de
1992, GISELA GONZALEZ MARIN instauró ante el Juzgado 30 Penal Municipal de
Medellín una acción de tutela contra Alberto Galeano, Rector del IDEM José
María Bravo Márquez, institución educativa ubicada en la misma ciudad, a fin
de que reciba nuevamente en ella a su hija OLGA CRISTINA MUÑOZ GONZALEZ para
continuar su último año de bachillerato. La admisión le fue negada porque el
Rector estimó que su disciplina era "regular".
2. Hechos.
a) Olga Cristina
Muñoz González estudiaba su bachillerato en el IDEM José María Bravo Márquez de
la ciudad de Medellín donde cursó y aprobó hasta el décimo grado.
b) En Enero del
presente año, cuando adelantaba diligencias para matricularse, el Rector
Alberto Galeano le comunicó su decisión de no recibir a alumnos que tuvieran
"disciplina regular", como era su caso.
c) La disciplina
regular de Olga Cristina consistió fundamentalmente en pintarse unas rayitas en
los ojos algunos días en que iba al colegio con su uniforme de diario o de gala
y llegar a veces tarde, según se desprende de las afirmaciones de la
peticionaria, del Rector y algunos profesores del colegio (Folio 1, 8, 41, 42,
43 v.).
3. Pruebas.
a) Declaración de
la señora Gisela González Marín: en su condición de madre de la alumna
afirma que el Rector del colegio le dijo en Enero del presente año que no iba a
dar cupo a los alumnos que hubieran tenido "disciplina regular" así
ello le costara el puesto (folio 3). El coordinador de disciplina solamente
la citó una vez para informarle acerca de su hija. La madre no faltó nunca a
las reuniones del colegio ( Fl. 3).
b) Declaración de
la señorita Olga Cristina Muñoz González: Afirma que fue algunas veces con
pintura en su rostro, a sabiendas de que era prohibido por el reglamento del
colegio (folio 4).
c) Declaración
del señor Alberto Galeano Franco: En su condición de Rector del Liceo
"IDEM" José María Bravo Márquez refiere que la alumna Olga Cristina
no fue admitida en la institución por su disciplina regular consistente en
llegar tarde y pintarse el rostro y no cumplir las reglas mínimas de uniforme.
Pone también de presente, que él solicitó que una comisión de supervisores de
la Secretaría de Educación determinara imparcialmente los estudiantes que se
iban a admitir y que fue dicha comisión la que negó la petición de dicha
alumna. De otra parte, la inadmisión está consagrada en el reglamento y en el
Decreto 1331 de 1958, aprobado por la Secretaría de Educación. Por último
estima que a los alumnos con "disciplina regular" les favorece
cambio de colegio, también para que se manejen bien y modifiquen su disciplina
(folios 8 y 9).
d) Oficio No. 022
del 28 de febrero de 1992 en el cual el Rector Galeano Franco le informa a la
Juez 36 Penal Municipal nuevos aspectos referentes a la inadmisión de la alumna
Muñoz González, a saber: Las características del contrato de matrícula que
anualmente celebran los estudiantes y padres de familia con la institución,
según el decreto 1331 de 1958. Consta en el reglamento que el contrato es
conocido y leído por los estudiantes y padres de familia.
Además, la
disciplina y conducta de la alumna fue calificada en primera instancia por el
Consejo de Profesores, según consta en el Acta No. 18 de Noviembre 12 de 1991,
la cual se anexa (folio 10).
En segunda instancia
lo hizo una comisión de supervisores autónoma la cual conceptuó que en el caso
de Olga Cristina y otros estudiantes
sus faltas de
rendimiento académico no era el indicado para seguir en la institución que goza
de gran prestigio tanto académico como moral dentro de la zona nororiental,
además los grupos están en 55 a 60 (folio 11).
d) Acta No. 18 del
12 de Noviembre de 1991 en la cual consta que el Consejo de Profesores se
reunió para calificar la disciplina de los alumnos y se determinó entre otras
cosas, retener la ficha correspondiente a Olga Cristina Muñoz González (folio
24).
e) Informe del
rendimiento académico de la alumna Olga Cristina Muñoz González en el grado
10, cursado en 1991 (folio 32).
f) Declaración
de la señorita Blanca Stella Pérez Melguizo. En su condición de
coordinadora femenina, afirma que le revisó los uniformes y le llamó dos veces
la atención por pintura. Pero observa también que la alumna "es una niña
culta, educada, no responde feo a los llamados que uno le hace" (folio
41). Además opina que
esa niña puede
ingresar al colegio a cursar el grado 11, porque los motivos expuestos por mí
no son causal para ser betada (sic) definitivamente (folio 41).
Agrega que esta
opinión es también compartida por la coordinadora del grupo.
g) Declaración
de la Señorita Ana Luisa Giraldo Gómez. En su condición de coordinadora
del grupo de Olga Cristina dice que sus faltas que condujeron a calificar su
disciplina como "regular" fueron llegadas tarde, la rayita en los
ojos no permitida con el uniforme". No recuerda cuantas veces incurrió en
ellas; en todo caso, eran faltas leves.
Aclara, además, que
a los alumnos que como ella habían tenido disciplina regular siempre se les
había recibido en el colegio y que a esta niña "nunca se pensó" que
no la iban a recibir este año por la disciplina regular.
Observa finalmente
que
Personalmente yo
busqué al Rector para decirle que recibiera a la niña, porque me parecía que
era injusto con ella, yo personalmente conocía sus faltas y me parecían leves,
además, la mamá me comentó de sus problemas económicos, yo conversé con él sobre
eso tres veces y todas las tres veces me rechazó. Porque la niña no es
grosera, no utiliza vocabulario soez, es que incluso la muchachita es muy
tímida, es temerosa (folio 42).
Agrega que si bien
es cierto que algunos supervisores estuvieron mirando las fichas de los alumnos
con disciplina regular, ella no sabe
el motivo por el
cual no recibieron a esta niña, porque sí permitieron a muchos el ingreso y que
tenían disciplina "regular", yo personalmente le dije al Rector que
no creía que la ficha de esta niña la habían visto porque no la aceptaban; que
sería tal vez porque la mamá no fue a quejarse a la Secretaría de Educación
porque sé que la mamá no fue (folio 42 vuelta).
Afirma, por último
que los alumnos con disciplina regular eran recibidos con un contrato
pedagógico.
i) Declaración
del señor Luis Felipe Osorio Sánchez. En su condición de supervisor
docente del Distrito de Medellín 01, relata que durante las primeras semanas
del mes de Febrero del presente año estuvo revisando fichas de alumnos del
colegio con disciplina regular en un número aproximado de 30. En cuanto
respecta específicamente a Olga Cristina Muñoz González recuerda que algunos
profesores le dijeron:
Que esa niña no
cumplía nunca el reglamento del colegio, no acata órdenes de los profesores; le
dicen que no se presente pintada y se presenta pintada. Es lo único que
recuerdo por lo que está en la ficha. Esta niña no debía de aceptarse porque
ellas tienen un reglamento que lo conocen y lo deben cumplir (folio 43 vuelta).
Agrega por último
que
Espero que se
haga justicia y que la tutela, la ratifique, esperando no lo busquen como una
alcahuetería para destruir la legislación educativa colombiana (folio 44).
j) Acta No. 1 del
12 de febrero de 1992 en la cual consta el nombre de los alumnos con
"disciplina regular" que fueron admitidos en segunda instancia
previa la firma de un contrato pedagógico. Ingresarán a la institución en
calidad de asistentes y el Rector enviará después de cada período un informe
disciplinario y académico de cada uno de los alumnos al Distrito Educativo 01.
Los alumnos que cumplan el contrato "pasarán a realizar su matrícula"
(folio 45).
4.- Sentencia
de primera instancia.
En providencia del 6
de marzo de 1992, el Juzgado 36 Penal Municipal de Medellín, analizó la
petición de la actora, los hechos y las pruebas que obran en el expediente, y
encontró ostensiblemente contradictorias y poco claras las declaraciones
juradas de la coordinadora del grupo al que pertenecía Olga Cristina Muñoz González,
Señorita Ana Luisa Giraldo Gómez y la educadora Blanca Stella Pérez Melguizo
(folio 49).
Afirma que la alumna
demostró un bajo rendimiento y no concede la tutela impetrada por las
siguientes razones que aparecen en la parte motiva del fallo:
a) Es deber de los
alumnos someterse rigurosamente a las disposiciones reglamentarias y Olga
Cristina infringió abiertamente el reglamento interno del Liceo Bravo Márquez
por llegar varias veces tarde a clase y "hacerse rayitas en los ojos"
algunos días en que vestía el uniforme (folios 49 y 51). El incumplimiento del
reglamento supone también violación del contrato con el colegio y la alumna
"no tiene derecho a que se le renueve, que fue lo que ocurrió en el caso
que nos ocupa" (folio 51).
Cuando una persona
hace parte de una institución, cualquiera que sea su fin o su ánimo, debe
someterse a un reglamento que hace relación no sólo al horario establecido,
sino a la disciplina, porque pasar por alto comportamientos que se salen de los
cauces legales establecidos conlleva a que se fomente la indisciplina hasta que
se llegue al punto de que nadie respeta a nadie creándose el caos y la pérdida
de valores, ya que esa escala de respeto que se había establecido desaparece y
ello es lo que no se puede ni debe permitir, máxime en una institución que está
educando y formando a las gentes que han de regir los destinos del país en el
futuro. Es que Olga Cristina infringió el reglamento, se le llamó la
atención, se le amonestó, reincidió, se le calificó de regular la disciplina,
no demostrando interés en enmendarse en acatar las órdenes superiores, pues si
hubiera tenido la intención de superarse, otro hubiese sido su comportamiento,
ya que ello dependía única y exclusivamente de la voluntad de la persona misma;
téngase en cuenta que Olga Cristina es mayor de edad y goza de sus facultades
físicas y mentales sin ningún reparo. Pero y es que además de lo anterior
también su progenitora y quejante en esta acción, fue enterada del
comportamiento disciplinario de su hija en cada reunión y llamada una vez por
el Coordinador de disciplina, pero ésta en su declaración ni se acuerda y
solicita se le interrogue en tal sentido a Olga Cristina, la que niega que ella
hubiese sido requerida, pero en el anecdotario está registrado tal hecho (folio
52).
b) Puesto que el
artículo 67 del ordenamiento constitucional dispone que la educación será
obligatoria hasta los 15 años, "ya por parte del Estado se cumplió con
dicha obligación en cuanto a la joven pre-citada, ya que como se anotó, ésta
cuenta con 19 años de edad" (folio 51).
c) Que la decisión
del Consejo de profesores en primera instancia y de la Comisión de
supervisores en segunda, es justificada, ya que con esta decisión antes que
vulnerarse un derecho, se está velando por el interés general, el que debe
primar sobre el particular defendiendo la moral y la disciplina de un Centro
Educativo como el IDEM Bravo Márquez, donde resalta el empeño de sus directivas
por sacar adelante una juventud sin vicios, libres del sentimiento de
violencia, que respete y acate las reglas propias de una institución que en
comunidad simbolice además de la formación académica, los buenos modales, el
amor al prójimo, la equidad y con ello la JUSTICIA (Sic.) (folio 53).
El fallo no fue
impugnado oportunamente por la peticionaria, razón por la cual en cumplimiento
de lo dispuesto por el decreto 2591 de 1991, fue enviado a esta Corte para su
revisión y a ello se procede seguidamente.
5.- Concepto
de expertos: El libre desarrollo de la personalidad.
En desarrollo de la
facultad consagrada en el artículo 13 del Decreto 2067 de 1991, el Magistrado
ponente invitó a la psicóloga MARIA CONSUELO DE SANTAMARIA, profesora de la
Universidad de los Andes, a presentar por escrito su concepto sobre puntos relevantes
para la elaboración del fallo (Fls. 64, 65).
Por cuanto respecta
a los elementos esenciales para el libre desarrollo de la personalidad la
experta observa que:
"En primer
lugar conviene aclarar que sobre la personalidad, su desarrollo, definición,
etc., existen diversas posiciones en la psicología, y una buena parte de las
escuelas considera que no hay tal cosa como la personalidad, y se habla más
bien de conducta, de madurez, o de integración del yo, según la escuela. Sin
embargo, se entiende por personalidad el temperamento (características
estables) modificado en función del ambiente.
El uso popular de
este concepto, precisa que la personalidad es lo particular e íntegro de cada
persona, aquello que la hace ella misma, y que se va desarrollando a lo largo
de la vida, en función de la interacción con el medio, haciéndose cada vez más
firme, más propio, al punto de que se dice de una persona que "tiene mucha
personalidad", o "aún le falta personalidad", etc.
Al hablar en la
Constitución del derecho al "libre desarrollo de la personalidad",
cabe interpretar, que cada persona tiene el derecho a las oportunidades que le
permitan expresar su temperamento propio, aquello que le va dando su identidad,
su sello personal. Dada esta interpretación se puede suponer que toda persona
debe contar con las posibilidades que le permitan ampliar esta expresión,
siempre y cuando, como lo dice la Constitución, respete los derechos de los
demás.
Al preguntar
usted cuáles son los elementos esenciales para el desarrollo de la
personalidad, considero que no se puede reglamentar cuales lo son para todas
las personas, porque dadas las salvedades anteriores, precisamente teniendo en
cuenta lo particular de la expresión de la personalidad, serán diferentes para
cada una. Lo que si parece "esencial" es que se tenga la
posibilidad de expresar lo propio, dentro de los límites ya mencionados. Es
decir, que se permita a toda persona expresar su individualidad ( Fls. 64, 65)
De otra parte, el
reglamento interno que sirvió de fundamento para sancionar a la peticionaria
por su disciplina "regular" le merece serios reparos desde el punto
de vista educativo a saber:
Mi opinión
personal es que cada colegio puede establecer los parámetros de disciplina que
a bien tenga. Lo que si cuestiono es que la aplicación de la norma por
incumplimiento al reglamento lleve a no admitir a una estudiante. Además, el
incumplimiento a cada una de las reglas no podría en mi concepto aplicarse
indiscriminadamente a cualquiera de ellas. En este caso, considero que no
admitir a la estudiante por este motivo es exagerado.
Respecto a la
norma misma de no poderse pintar con el uniforme de gala, o de calificar por
ello, y por algunos retardos, a la estudiante como que exhibe una disciplina
"regular", me parece, puesto que usted solicita mi opinión,
exagerado, y además si el plantel educativo está para educar, precisamente esta
sería una oportunidad para "educar" a la estudiante en cuestión.
Considero que
esta conducta de la estudiante no amerita la sanción de no recibirla de nuevo
en el plantel, porque es una falta menor. Si esta conducta es una expresión de
la personalidad de la estudiante, entendiendo por esto, la expresión de su
manera de ser particular, obviamente que lo es. Si con ello cometió una falta
de disciplina en ese plantel educativo, eso es otra cuestión (Folio 65).
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Los supuestos
fácticos del caso sub-exámine mueven a esta Sala a hacer algunas
consideraciones previas acerca de la educación y la Constitución (A), el
estudiante como sujeto del proceso educativo (B), y los reglamentos de las
instituciones educativas, (C), a manera de fundamentos de su decisión.
A. LA EDUCACION
EN LA CONSTITUCION
Algunos estudiosos
caracterizan con razón los desarrollos constitucionales de la educación a
partir de 1886 en los siguientes términos:
A lo largo de
nuestra historia la educación ha sido uno de los temas prioritarios que han
ocupado el discurso jurídico y político1 . En el campo constitucional las
previsiones del constituyente de 1886 sobre la enseñanza fueron una reacción
contra el radicalismo liberal, y tenían una orientación filosófica bien
definida en la cual se otorgaba un papel trascendental a la Iglesia Católica2 . La reforma de 1936 introdujo profundos
cambios a la orientación confesional de la educación y amplió el radio de la
Constitución hacia el proceso de modernización y de masificación de la
enseñanza. La Constitución de 1991 reconoce la importancia de este debate
histórico sobre la enseñanza, de tal suerte que introduce disposiciones en materia
de libertad religiosa en el ámbito educativo y perfecciona los instrumentos
para alcanzar la modernización y masificación de la enseñanza. Sin embargo, da
un paso adelante, al buscar garantizar la protección efectiva de este derecho,
al abrir el debate a temas nuevos como el de la investigación y al enmarcar
esta libertad dentro del modelo de democracia participativa.
A diferencia del
art. 41 de la Constitución anterior, en el texto del art. 27, no se consagran
facultades de intervención, ni limitaciones de ninguna índole. Lo anterior,
constituye un avance notable por cuanto garantiza un mayor respeto por el
derecho, el cual ya no se supedita en su contenido a la intervención del Estado
en esta materia3 .
Esta Corte ha tenido
la ocasión de señalar la importancia social de la educación como sigue:
La creación y
sostenimiento de escuelas pueda entenderse como la realización del propósito
deliberado de no dejar al azar la formación de las generaciones futuras y de
utilizar instrumentos adecuados para perpetuar, fortalecer y promover aquellas
condiciones y valores que la sociedad más estima o, llegado el caso y por la
voluntad soberana del pueblo, transformarlos para que se adecúen a las nuevas
exigencias sociales. En este último sentido, la escuela realiza el papel de
"agente de cambio" que le reconoce la sociología4 .
Más adelante pone de
presente su carácter de servicio público reiterado en la Carta de 1991:
Es oportuno
señalar que la concepción de la educación como servicio público consagrada en
el artículo 67 de la Carta vigente responde adecuadamente a una sólida
tradición de la jurisprudencia nacional.
En efecto, es
bien sabido que en un pronunciamiento de hace cerca de 20 años la Corte Suprema
afirmó que la educación era una actividad encaminada a satisfacer una necesidad
de carácter general, en forma contínua y obligatoria, sin importar que su
prestación estuviera directamente a cargo del Estado o a cargo de personas
privadas5 .
De otro lado, la
Corporación ha reconocido expresamente que la educación es un derecho
constitucional fundamental que puede ser regulado pero no negado en su núcleo
esencial, vale decir en la posibilidad que se le reconoce al sujeto de acceso
efectivo a sus beneficios6
.
En cuanto respecta a
la labor concreta de las instituciones que prestan el servicio, esta
Corporación ha destacado también que
Las instituciones
educativas, públicas o privadas, les corresponde, (en razón del carácter de
servicio público con función social que tiene la educación en nuestro
ordenamiento), una significativa cuota de colaboración para el logro de ese
gran propósito y compromiso ineludible con las generaciones presentes y
futuras, con el bienestar social, material y cultural y con la dignidad humana,
de crear todas las condiciones necesarias para que los niños tengan acceso efectivo
a la educación7 .
En el fallo del
Juzgado 36 penal de Medellín se enfatiza que la peticionaria es persona mayor
de edad y como tal el Estado cumplió ya con ella la obligación de acceso a
los beneficios de la educación (Folio 51), razón esta que, unida a otras,
lleva al fallador de instancia a no conceder la tutela.
En virtud de lo
anterior, se reitera el pronunciamiento reciente de la Corte en un caso en
que, ante similar argumento, puso de presente entonces que el artículo 67 de
la Carta no puede interpretarse como la plena satisfacción del derecho a la
educación de los mayores de edad por cuanto
Considera la
Corte que la interpretación de la norma constitucional no es precisamente la
que así se plantea, pues una cosa es la obligación del Estado, la sociedad y la
familia en el sentido de ofrecer al educando las condiciones indispensables
para que acceda a su educación en el nivel mínimo mientras llega a la edad en
que pueda continuar preparándose por su propia cuenta, y otra muy distinta el
derecho que tiene toda persona a educarse o a perfeccionar su formación
académica, independientemente de su edad. Este es un derecho fundamental de la
persona, razón por la cual el ordenamiento jurídico no puede restringir las
posibilidades de su ejercicio a ningún individuo por razón de su edad. Ello
significaría flagrante desconocimiento no solo del precepto en mención sino del
principio de igualdad plasmado en el artículo 13 de la Carta8 .
B. EL ESTUDIANTE,
SUJETO ACTIVO
La Constitución de
1886, depositaria de los principios y valores del constitucionalismo liberal
del siglo XIX, establecía una clara delimitación entre los ámbitos civil y
gubernamental. Los canales de comunicación eran mínimos: de un lado, la
participación del ciudadano en los asuntos de gobierno se reducía al ejercicio
del sufragio universal y, del otro, la intervención del gobierno en la sociedad
se reducía a la mínima indispensable para el mantenimiento del orden y de la
libertad individual.
En el Estado social
de derecho, introducido parcialmente por algunas reformas a la Constitución de
1886 y proclamado y consolidado en la Constitución de 1991, el sujeto adquiere
un nuevo sentido que determina nuevos tipos de relación con el Estado. La
actitud pasiva, en defensa de su libertad, es reemplazada por una actitud
dinámica y participativa. La intervención activa en los asuntos del gobierno
por medio de los mecanismos de participación popular se acompaña de una nueva
ética civil fundada en la solidaridad y el respeto de los derechos
fundamentales.
El crecimiento
heterogéneo y la complejidad de la sociedad civil pusieron en evidencia la
posibilidad de que las personas naturales y jurídicas ajenas al Estado, debido
a su relativa posición de superioridad en ciertos ámbitos sociales, pudieran
violar ciertos derechos fundamentales como consecuencia del ejercicio
arbitrario de su poder. En la sociedad contemporánea la persona se encuentra
sometida a múltiples relaciones e interdependencias, afectadas por la
desigualdad de poder entre las partes, que lo colocan en una situación
especialmente vulnerable.
El Estado ha crecido
y se ha fortalecido; sin embargo, ha dejado de ser la institución suprasocial
por excelencia. En muchos aspectos de la vida social el Estado compite, y a
veces pierde, con el poder de las instituciones civiles. De ahí el propósito de
encauzar aquellas actividades civiles bajo los parámetros de la axiología
constitucional. Dicho en otros términos, la importancia de constitucionalizar
todos los tipos de dominación social, no sólo aquella que se origina en el
Estado. Esta idea se encuentra también respaldada en el postulado de la
democracia participativa, según el cual luego de haber democratizado los
procedimientos de adquisición y pérdida del poder en el Estado, es necesario,
ahora, democratizar el ejercicio del poder en la sociedad civil.
Esta nueva
concepción constitucional irradia también el ámbito social de la educación. Los
sujetos que participan en el proceso educativo ya no se encuentran separados
entre actores pasivos receptores de conocimiento y actores activos depositarios
del saber. El principio constitucional que protege el libre desarrollo de la
personalidad y el derecho a la participación de la comunidad educativa, han
hecho del estudiante un sujeto activo con deberes y derechos que toma parte en
el proceso educativo.
A diferencia de la
Carta del 86, el sujeto del proceso educativo no es pasivo enteramente, sumiso,
carente de toda iniciativa, marginado o ajeno a la toma de decisiones y al
señalamiento de los rumbos fundamentales de su existencia.
Es, por el
contrario, titular privilegiado de una dignidad humana que pervade y
condiciona el contenido del ordenamiento, así como también del derecho al libre
desarrollo de la personalidad, a la educación, a la asociación, a la
participación democrática.
Pero también debe
destacarse que dicho sujeto tiene unos deberes que lo comprometen abiertamente
con la solidaridad social.
En tales
condiciones, el proceso educativo ha de tomar muy en cuenta no sólo las
especiales características de sus protagonistas y del nuevo marco jurídico sino
también del sentido y alcance que éste reconoce y atribuye a la educación en su
conjunto.
C. LOS
REGLAMENTOS DE LAS INSTITUCIONES EDUCATIVAS
En el caso
sub-exámine la vulneración del derecho constitucional fundamental del libre
desarrollo de la personalidad de la peticionaria es obra de un instrumento
específico - el reglamento de la institución educativa- que establece algunas
causales de conducta regular, las cuales pugnan con el aludido derecho y tienen
un bien cuestionable valor pedagógico y educativo.
En efecto, en el
reglamento del IDEM José Bravo Márquez cuyo lema es "Educar para pensar
libremente" afectan la conducta todos los actos a juicio del rector o del
Concejo (sic.) de Profesores sean considerados como tales (Folio 17), y son faltas
disciplinarias "mala presentación personal", "chismes y chistes
de mal gusto", "gritos extemporáneos y modales incorrectos",
"arrojar basuras al piso", "perder tiempo o hacer perder (sic.)
a sus compañeros", "mostrar rebeldía persistente" (Folio 18).
De otra parte,
consagra también una cláusula que el rector ha interpretado como el soporte
máximo de su obligatoriedad y cuyo tenor es el siguiente:
Con la firma de
la matrícula aceptamos y nos comprometemos a cumplir el presente reglamento
escolar, como un contrato libremente contraido entre el binomio
alumno-acudiente por una parte, y el colegio por otra (Folio 21).
Es por eso que esta
Sala estima necesario hacer algunas consideraciones sobre los reglamentos
educativos.
Un reglamento que
consulte las nuevas realidades del educando no debe ser simplemente un
instrumento de autoritarismo irracional llamado a reprimir expresiones de
conducta que bien pueden ser opciones abiertas por la propia Carta como formas
alternativas de realizar la libertad de vivir -que no otra cosa es el derecho
al libre desarrollo de la personalidad consagrado en el artículo 16 de la Carta
vigente-.
Puesto que la
democracia participativa es hoy también un principio fundamental cuya práctica
debe ser estimulada en todos los niveles del orden social tampoco un reglamento
puede prohibir, reprimir o estorbar estas prácticas. Ello afectaría en grado
sumo la adecuada formación del sujeto para asumir las responsabilidades que
habrá de depararle el futuro en una nación comprometida a abrir y ampliar los
espacios para el pleno imperio de la democracia.
El reglamento no
podrá ignorar tampoco que la educación encarna la más evidente posibilidad de
que un ciudadano conozca a cabalidad todos los deberes que tiene para con la
comunidad, en particular, la práctica diaria del respeto a la dignidad humana,
el culto al trabajo como uno de sus más importantes medios de realización
personal, la convivencia pacífica y la solidaridad, entre otros.
En otros términos,
los reglamentos de las instituciones educativas no podrán contener elementos,
normas o principios que estén en contravía de la Constitución vigente como
tampoco favorecer o permitir prácticas entre educadores y educandos que se
aparten de la consideración y el respeto debidos a la privilegiada condición de
seres humanos tales como tratamientos que afecten el libre desarrollo de la
personalidad de los educandos, su dignidad de personas nacidas en un país que
hace hoy de la diversidad y el pluralismo étnico cultural y social principio
de práxis general. Por tanto, en la relación educativa que se establece entre
los diversos sujetos, no podrá favorecerse la presencia de prácticas
discriminatorias, los tratos humillantes, las sanciones que no consulten un
propósito objetivamente educativo sino el mero capricho y la arbitrariedad.
De otra parte, las
instituciones educativas no pueden excluír la aplicación del debido proceso,
como ha tenido a bien señalarlo esta Corte9
.
En estas
condiciones, las sanciones por conductas que se consideren inapropiadas habrán
de ceñirse a parámetros objetivos que excluyan la arbitrariedad y tengan debido
miramiento por los derechos constitucionales fundamentales de los educandos.
Porque no ha de permitirse que los reglamentos frustren la formación adecuada
del sujeto llamado a realizar en su vivencia cotidiana el preámbulo, los
valores, principios y normas de la Carta de 1991.
Esta Corte llama la
atención a las autoridades competentes a fin de que se utilicen los medios
adecuados y compatibles con los propósitos y naturaleza de la educación para
que los reglamentos de las instituciones educativas públicas y privadas
contribuyan a hacer realidad viviente el pleno imperio de la Constitución en
sus prácticas pedagógicas cotidianas.
Por virtud de todo
lo anterior, los reglamentos deben responder en el más alto grado al claro
propósito de un servicio público -como la educación- con clara función social
que busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y a los demás
bienes y valores de la cultura.
Para hacer posible
el engrandecimiento de la persona humana, el progreso cultural científico y
tecnológico y la protección del ambiente, el colombiano debe ser formado en el
respeto a los derechos humanos, a la paz, a la democracia, y en la práctica del
trabajo (C. N., Art. 67).
En este contexto,
los reglamentos educativos deben ser también instrumentos al servicio de una
viva y paradigmática pedagogía constitucional.
III. CONCLUSION
Como derecho de la
persona humana y servicio público que tiene una función social el Constituyente
ha querido que la educación sea el instrumento por excelencia para formar al
colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la democracia (C.
N. Art. 67).
Igualmente en
diversas oportunidades esta Corporación ha reconocido que la educación es un
derecho constitucional fundamental que puede ser regulado pero no negado en su
núcleo esencial y, en consecuencia, es preciso garantizarle a su titular el
acceso efectivo a sus beneficios.
Dentro de este
contexto, las normas que regulan su prestación efectiva no pueden convertirse
en instrumentos que la nieguen o distorsionen, bajo el disfraz de propósitos
disciplinarios, frutos muchas veces de caprichosas concepciones acerca de la
misión esencial de la educación.
Por tanto, el
contenido de los reglamentos de las instituciones educativas, su interpretación
y aplicación no pueden desconocer los valores, principios y normas de la
Constitución y, particularmente los derechos fundamentales de los estudiantes.
Porque es precisamente en la escuela donde deben hacerse las prácticas más
permanentes, firmes, espontáneas y de pedagogía constitucional.
La evaluación de la
disciplina de un alumno no ha de hacerse a costas del sacrificio de derechos
tales como la educación y el libre desarrollo de su personalidad. Ello
comprometería gravemente la formación de personas con las calidades necesarias
para hacer posible el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la
democracia. La escuela no puede renunciar a su misión de convertirse en
semillero de buenos ciudadanos y templo vivo para la práctica de los valores
sociales recogidos en la Carta.
Por todo lo
anterior, esta Corte revocará la sentencia que niega la tutela a los derechos
fundamentales de la peticionaria.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional
R E S U E L V E:
PRIMERO.- REVOCAR la sentencia proferida el 6 de
Marzo de 1992 por el Juzgado 36 Penal de Medellín en el proceso de tutela
promovido por Gisela González Marín contra Alberto Galeano, rector del IDEM
José María Bravo Márquez de dicha ciudad.
SEGUNDO. Por las razones expuestas en la parte
motiva de esta providencia ORDENAR al Rector de dicho plantel que readmita
inmediatamente a la alumna OLGA CRISTINA MUÑOZ GONZALEZ para que continúe
sus estudios de bachillerato.
TERCERO.- En todos aquellos casos similares al
presente por sus hechos o circunstancias, siempre que el contenido,
interpretación y aplicación del reglamento de una institución educativa vulnere
derechos constitucionales fundamentales de sus alumnos, la doctrina
constitucional enunciada en esta sentencia tendrá CARACTER OBLIGATORIO
para las autoridades, en los términos del artículo 23 del decreto 2067 de 1991.
CUARTO.- ORDENAR que por Secretaría se comunique
esta providencia al Juzgado 36 Penal Municipal de la ciudad de Medellín, en la
forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
Sentencia aprobada
por la Sala Primera de Revisión, en Santafé de Bogotá, a los dieciocho (18)
días del mes de Septiembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
1 Para una aproximación histórica al tema de la educación se pueden
consultar: Silva Renán, La educación en Colombia, 1880-1930, págs.61-86;
Jaime Jaramillo Uribe, La educación durante los gobiernos liberales, 1930-1946,
págs. 87-110; Aline Helg, La educación en Colombia, 1947-1957, págs.
111-134; La educación en Colombia, 1958-1980, págs. 135-158; en Nueva
historia de Colombia, t. IV, Bogotá, Editorial Planeta, 1989.
Rodrigo Parra Sandoval,
"Modernización y educación", en Historia de Colombia, Bogotá, Salvat
Editores,
1988, págs. 1911-1920.
2 Al respecto se puede consultar: Isabel Clemente, "Regeneración
y educación", en Texto y contexto, núm. 10, enero-abril 1987, págs.
87-110.
3 Cfr. Cepeda, José Manuel. Los derechos fundamentales en la
Constitución de 1991. Bogotá. Editorial Temis, pág. 292.
4 Cfr. Corte Constitucional, Sentencia T-429, Sala Primera de
Revisión.
5 Cfr. Corte Suprema de Justicia, Sala Plena, Sentencia de 6 de
julio de 1972. Magistrado ponente Eustorgio Sarria Morcillo.
6 Cfr. Corte Constitucional, Sentencia 02, Sala Cuarta de
Revisión.
7 Cfr. Corte Constitucional, Sentencia T-429.
8 Cfr. Sentencia Corte Constitucional T- 500.
9 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-500. |
142 | T-525-92
Sentencia No
Sentencia T-525/92
DERECHOS FUNDAMENTALES-Interpretación/REVISION FALLO DE
TUTELA-Alcance
Mientras el tema de los derechos
fundamentales no sea interpretado bajo una perspectiva constitucional, la
acción de tutela se reducirá a un mecanismo adicional e insuficiente de protección
y dejará de cumplir por lo menos uno de sus propósitos esenciales: el de
constitucionalizar todo el ordenamiento jurídico colombiano y, de esta manera,
hacer efectiva la protección de los derechos fundamentales de las personas. Es
necesario que los jueces y tribunales tomen conciencia de que cuando se plantea
la violación de un derecho fundamental por medio de un acción de tutela, el
parámetro esencial e inmediato de interpretación es el texto constitucional y
no la legislación ordinaria vigente.
DERECHO A LA VIDA-Protección
En materia constitucional, la protección
del derecho a la vida incluye en su núcleo conceptual la protección contra todo
acto que amenace dicho derecho, no importa la magnitud o el grado de
probabilidad de la amenaza con tal de que ella sea cierta. Una perspectiva
constitucional, en cambio, muestra bien cómo se vulnera el derecho fundamental
a la vida por la realización de actos que ponen en peligro objetivo tal
derecho, así el peligro no sea inminente. Estas consideraciones tienen respaldo
en la idea de que el derecho penal reduce su ámbito de aplicación a una
limitada cantidad de conductas típicas y antijurídicas a las cuales el Estado
considera que se justifica la imposición de una sanción penal. Para el resto de
violaciones el derecho ha consagrado soluciones alternativas, entre las cuales
se encuentra precisamente la tutela para casos de violación de derechos
fundamentales.
INTELIGENCIA MILITAR-Informes/PRESUNCION DE INOCENCIA
La labor realizada por los organismos de
inteligencia militar debe estar encaminada a perseguir y poner a disposición
de los jueces a los presuntos delincuentes. La presunción de inocencia es un
derecho fundamental. Toda información relativa a personas no sancionadas
judicialmente debe adoptar formas lingüísticas condicionales o dubitativas, que
denoten la falta de seguridad sobre la culpabilidad. Lo anterior no impide que
los organismos de inteligencia realicen sus propias investigaciones. Pero lo
harán sin vulnerar los derechos fundamentales tales como la intimidad, el buen
nombre y la honra de las personas. Para tal efecto las investigaciones deben
adelantarse bajo los estrictos lineamientos impuestos por el principio de la
reserva. Los informes destinados a los medios de comunicación provenientes de
los organismos de seguridad del Estado deben ser excepcionales y responder
siempre a propósitos de seguridad bien precisos. Su divulgación no debe afectar
los derechos fundamentales de las personas. Los datos de que disponen los
organismos de inteligencia no pueden ser divulgados con criterios de mera
información periodística.
TUTELA: EXPEDIENTE T-2755
PROCEDENCIA: SALA PENAL TRIBUNAL SUPERIOR
DE BOGOTA
PETICIONARIO: DARIO ANTONIO MEJIA
MAGISTRADO PONENTE:
CIRO ANGARITA BARON
La Sala primera de revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo
Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
en el proceso de acción de tutela
instaurado por Darío Antonio Mejía contra las Fuerzas Armadas y los organismos
de inteligencia, y que fuera resuelto en segunda instancia por la Sala Penal
del Tribunal Superior de Bogotá.
I. ANTECEDENTES
El negocio llegó a conocimiento de esta
Corte por la vía ordinaria de la remisión que hizo el Tribunal Superior de
Bogotá, para su eventual revisión, en virtud de lo dispuesto por el artículo 31
del Decreto 2591 de 1991.
Con base en los artículos 86 de la
Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección
correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de su revisión
la acción de tutela de la referencia.
Por reparto correspondió el negocio a esta
Sala, la cual lo recibió formalmente el día 17 de junio del presente año y
entra ahora a dictar sentencia de revisión, de conformidad con el artículo 34
del Decreto 2591 de 1991.
1. Los Hechos
El peticionario Darío Antonio Mejía afirma
haber participado en las negociaciones de paz con el gobierno del Presidente
Cesar Gaviria que culminó con la desmovilización del grupo guerrillero Ejército
Popular de Liberación (EPL) y con la participación de dicho grupo en los
debates de la Asamblea Nacional Constituyente.
El día 27 de enero de 1992 el periódico
"El Espectador" publica un informe titulado "Las guerras de la
Guerrilla" en donde se afirma que Darío Antonio Mejía, con el alias de
Iván Morales, era uno de los cerebros de la agrupación subversiva disidente del
EPL que no tomó parte en los acuerdos de desmovilización.
El peticionario solicitó explicación al
periódico El Espectador y allí se le informa de un oficio solicitado por el
periódico para la elaboración del artículo, proveniente de las Fuerzas
Militares de Colombia con número 55556 del 17 de enero de 1992, en el cual
Darío Antonio Mejía aparecía como uno de los cabecillas del grupo guerrillero
no desmovilizado EPL.
El 28 de enero el periódico El Espectador
rectificó en la página 9A la noticia publicada anteriormente e informa que el
señor Mejía labora como profesor en la ciudad de Medellín y lideraba el proceso
de reinserción de la agrupación ex-guerrillera.
2. Fundamentos de la acción
Con base en los anteriores hechos el
peticionario solicita lo siguiente:
a.- Que se haga una rectificación pública,
dentro y fuera de los organismos de defensa, por parte de las personas
representantes de las entidades que suministraron la información al periódico
El Espectador. Todo esto con el objeto de que se le considere ante los
organismos de seguridad y ante la opinión pública como una persona cumplidora
de su palabra, sincera y de buena fe.
b.-El retiro por parte de los organismos
correspondientes del Estado de todos los archivos depositarios de información
imprecisa que no tenga en cuenta los acuerdos de paz suscritos entre el
Gobierno y el "Ejército de Liberación Popular".
c.- La publicación en el periódico El
Espectador de lo resuelto por el juzgado en ejercicio de la función
rectificadora.
d.- La dotación de escolta y protección
adecuada para él y para su familia.
e.- Una indemnización de 4 mil gramos oro
por perjuicios materiales y mil gramos oro por daños morales, si dentro de los
seis meses no se presentare la liquidación de que trata el artículo 25 del
decreto 2591 de 1991.
3. Sentencia de primera instancia
El juez Dieciseis Superior de Bogotá
considera que el derecho a la integridad moral es un derecho fundamental y
contra él se atenta cuando se hacen imputaciones deshonrosas o punibles contra
alguien. Sin embargo, argumenta el juez que si bien el derecho al honor del
peticionario fue vulnerado con la publicación en el periódico El Espectador, la
acción de tutela no prospera en este caso debido a que no era posible remediar
los efectos deshonrosos ocasionados con la publicación.
En cuanto a la posibilidad de tutelar el
derecho a la vida, el juez considera que para ello se requiere de una agresión
de persona o de autoridad identificable o individualizable y no meramente
supuesta, condición ésta que no se cumple en el caso del señor Mejía, afectado
por una amenaza eventual, hipotética y no real.
Termina el juez Dieciseis Superior de
Bogotá diciendo que la acción es improcedente porque, en primer lugar, existen
otros medios de defensa, en concreto la acción penal en lo relativo a la
injuria y a la calumnia y además porque la amenaza contra el derecho
fundamental a la vida es, en este caso, netamente hipotética.
4. Impugnación.
En el escrito de impugnación el
peticionario afirma que el juez distorsiona los elementos de la acción de
tutela al considerar que los organismos de defensa nacional no son los
responsables de la violación, sino el brigadier General Iván Ramírez Quintero,
director de inteligencia del Ejército Nacional, reduciendo de esta manera el
asunto a una controversia interpersonal.
Por otra parte, afirma el peticionario que
el juez de instancia subestima la violación relacionada con el honor y que, en
cuanto al derecho a la vida, el juez no tiene en cuenta la posibilidad de que
la tutela se ejerza en caso de amenazas al derecho fundamental y que, además,
el juez desconoce que dichas amenazas no provienen de una persona sino de los organismos
del Estado.
5. Segunda instancia.
Con base en las pruebas decretadas por el
juez de instancia la Sala penal del Tribunal Superior de Bogotá inicia sus
consideraciones afirmando como plenamente probados los siguientes hechos:
a. El señor Darío Antonio Mejía fue miembro
activo del autodenominado Ejército Popular de Liberación (EPL) y figura en las
listas del Gobierno nacional como uno de los integrantes de esa agrupación
guerrillera que se acogieron a los acuerdos suscritos para la dejación de las
armas y la reintegración a la vida civil y política.
b. El lunes 27 de enero el periódico El
Espectador publica un artículo titulado "las guerras de la
guerrilla", en el cual se afirma que darío Antonio Mejía, con el alias de
Iván Morales, figura como uno de los cerebros de la fracción disidente del EPL
que no quiso participar en los acuerdos de paz.
c. La información del artículo publicado en
El Espectador sobre el señor Darío Antonio Mejía fue suministrada por el
General Brigadier Iván Ramírez Quintero, director de inteligencia del Ejército
Nacional.
d. A partir de informaciones adicionales
entregadas por integrantes del movimiento político Esperanza Paz y Libertad
(EPL) al periodista de El Espectador Néstor Fredy Padilla, este diario publica
una rectificación de la noticia, en la cual se afirma que el señor Mejía no
hace parte del grupo disidente del EPL.
e. El Señor Darío Antonio Mejía, en
conversación sostenida con el director de inteligencia del Ejército Nacional,
le solicita la rectificación dentro y fuera de los organismos de defensa y le
advierte de la posibilidad de instaurar una demanda de tutela si su petición no
es acogida, ante lo cual el director de inteligencia responde que hará la
rectificación luego de presentada la demanda.
De acuerdo con estos hechos el Tribunal
considera parcialmente errada la apreciación del Juez Dieciséis Superior de
Bogotá: el hecho de que haya habido rectificación de la información hace
improcedente la acción penal al tenor del artículo 318 del código penal, y, en
consecuencia dejaría sin medio de defensa al señor Mejía.
Considera el Tribunal que, teniendo en
cuenta los hechos demostrados en el proceso, el señor Mejía fue víctima de una
violación a su buen nombre y a su derecho de "Habeas data" en vista
de que el general Ramírez Quintero director de inteligencia del Ejército
Nacional no estuvo dispuesto a rectificar la información errada sobre el señor
Darío Antonio Mejía.
Durante el proceso de primera instancia se
pudo probar cómo, el oficio suministrado por la dirección de inteligencia
militar al periódico El Espectador, contenía información falsa sobre Darío
Antonio Mejía y cómo los mecanismos utilizados por el Ejército para la
obtención de dicha información eran insuficientes y poco confiables. De acuerdo
con esto, se debe admitir, dice el Tribunal, que "al señor Darío A. Mejía
se le vulneró y se le continuará vulnerando el derecho a su buen nombre que
incuestionablemente adquirió cuando resolvió reinsertarse a la vida civil,
hasta tanto no se rectifique y actualice la información que reposa en el
organismo de seguridad del Estado".
Se violó el derecho al buen nombre por
parte de la Dirección de Inteligencia del Ejército al no hacer claridad sobre
el carácter de la información contenida en el documento enviado al Espectador,
en el sentido de que se trataba de una versión entregada por "un
informante" de la cual no se deriva certeza.
En cuanto a la vulneración del derecho a
la vida como consecuencia de las amenazas provenientes de la publicación en El
Espectador, el Tribunal comparte lo dicho por el Juez Dieciséis Superior de
Bogotá, en el sentido de que se trata sólo de una posibilidad, sin constituir
una razón suficiente para estimar como probable que se atente contra la vida
del impugnante y mucho menos contra la de sus familiares. Refiriéndose al señor
Mejía agrega que "dada la condición de exmilitante de un grupo alzado en
armas que con ocasión del proceso de paz adelantado con el Gobierno Nacional
terminó dividido por lo menos en dos fracciones, bien difícil sería aceptar que
un potencial atentado contra su vida tuviera como causa la noticia inserta en
el periódico El Espectador del 27 de enero de 1992". Según el Tribunal, la
amenaza debe ser probable, próxima e inminente de acuerdo con lo dicho por el
profesor Jorge Arenas Salazar.
Con base en la argumentación precedente, el
Tribunal revoca el fallo del juez de primera instancia en relación con el
derecho al buen nombre y a la rectificación y actualización de la información
recogida por la Dirección de Inteligencia del Ejército Nacional. Para tal
efecto ordena proceder de la siguiente manera:
a.- Oficia al brigadier General Iván
Ramírez Quintero, para que dentro de cuarenta y ocho horas proceda a actualizar
la información relacionada con el señor Darío Antonio Mejía con la
documentación proveniente del Gobierno Nacional sobre los acuerdos de paz con
el Ejército Popular de Liberación (EPL).
b.- Ordena al director de inteligencia
Brigadier Ramírez, que rectifique públicamente y frente a los organismos de
seguridad del Estado la información que suministró al periódico El Espectador .
Por último, el Tribunal estima que no hay
lugar a la indemnización en favor del accionante puesto que la violación de
los derechos al buen nombre y a la rectificación y actualización de
información, no resultó de "una acción clara e indiscutiblemente
arbitraria desplegada por el brigadier general Iván Ramírez Quintero en su
calidad de director de inteligencia del Ejército Nacional, sino básicamente del
desconocimiento que éste acusaba sobre la conducta verdaderamente cumplida por
el señor Darío Antonio Mejía, a lo cual se unió el hecho de no haber precisado
y señalado las razones por las cuales referenciaba al mencionado como
integrante de la Dirección Nacional del EPL disidente"
5. Concepto de expertos.
En desarrollo de la facultad consagrada en
el artículo 13 del Decreto 2067 de 1991 y en vista de la importancia que
revisten consideraciones estrictamente fácticas de tipo sociológico y policivo,
el Magistrado Ponente consideró necesario solicitar el concepto de algunos
expertos acerca de elementos de juicio propios del caso sometido a su
consideración.
Fue así como envió sendos cuestionarios el
doctor Francisco de Roux, director del Centro de Investigación para la
Educación Popular (CINEP) y el doctor Rodrigo Uprimny, abogado investigador de
la Comisión Andina de Juristas.
a. En el concepto del padre Francisco de
Roux y presentado por Diego Pérez G. Coordinador de la Oficina de Derechos
Humanos del CINEP, se hace una breve referencia al conflicto entre los
desmovilizados del EPL y el grupo disidente. Esta información incluye un anexo
compuesto por datos estadísticos en los que se muestra un panorama de la
violencia originada por este conflicto.
El informe continua con explicaciones
adicionales, en las cuales se pone en evidencia la responsabilidad de otros
grupos armados, especialmente paramilitares, en los asesinatos de
desmovilizados.
El experto señala su convicción acerca del
peligro que representa este tipo de información en relación con la seguridad de
las personas que han sido miembro de grupos guerrilleros.
Concluye el informe del director del CINEP
alertando sobre la gravedad de la información que proviene de los organismos
de seguridad del Estado, en la cual, en lugar de suponer la
culpabilidad de las personas, ésta se afirma de manera categórica y sin
mayor fundamento, violando así los derechos al buen nombre, a la honra y a la
vida.
b. El Doctor Uprimny relata en su informe
las características de la disidencia del movimiento guerrillero EPL y sus
implicaciones en relación con la seguridad de los desmovilizados. Es de
destacar en este punto, dice el experto, la confusión derivada de la
participación que grupos paramilitares han tenido en asesinatos cometidos
contra miembros del movimiento político Esperanza Paz y Libertad, encubriendo
dicha acción bajo la autoría de la disidencia del EPL.
En segundo término el doctor Uprimny se
refiere a las implicaciones que trae para la seguridad personal el calificativo
de guerrillero por parte de la Dirección de Inteligencia Militar. Su concepto
incluye una serie de datos estadísticos y de casos específicos de los cuales se
deduce una clara conexidad entre la acusación que alguien recibe de ser
guerrillero o de estar vinculado con la guerrilla y su posterior asesinato.
II.CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La Corte Constitucional es competente para
efectuar esta revisión según lo previsto en los artículos 86 y 241, numeral 9
de la Constitución política y 31, 32, y 33 del decreto 2591 de 1991.
El peticionario solicitó que se le tutelara
el derecho a la vida consagrado en el artículo 11 de la Carta. Según el señor
Mejía, tal derecho se vió afectado por la situación de amenaza derivada de la
publicación en el periódico El Espectador de una información falsa sobre su
vinculación con la guerrilla.
En opinión del Tribunal Superior de Bogotá
la tutela no procede en este caso, porque no se trata de una verdadera amenaza,
sino de una mera posibilidad que no constituye razón suficiente para considerar
probable un atentado contra la vida del peticionario. Estima además que por ser
el EPL un grupo alzado en armas ahora dividido en fracción desmovilizada y
fracción disidente, "bien difícil sería aceptar que un potencial atentado
contra su vida tuviera como causa la noticia inserta en el periódico El
Espectador del 27 de agosto de 1992".
En esta consideración se pueden diferenciar
dos tipos de argumentos: el primero de ellos está relacionados con una
evaluación de los supuestos fácticos del caso y la gravedad real de las
amenazas que afectaron al señor Mejía. El segundo se refiere a los supuestos
jurídicos del caso, en especial el alcance de la norma constitucional que
protege el derecho fundamental a la vida. A continuación se analizarán estos
dos aspectos.
A. Los supuestos fácticos
1. Las amenazas contra el señor Darío A.
Mejía.
La situación del señor Mejía no puede ser
considerada con independencia de las condiciones históricas y políticas que
rodean el proceso de paz con el EPL y su propia desmovilización. Entre estas
condiciones son relevantes por lo menos dos elementos: a) la violencia
proveniente de la llamada "guerra sucia", y b) el monopolio legal del
ejercicio de la fuerza por parte del Estado.
En relación con lo primero, la historia
colombiana de la última década es suficientemente elocuente. La perspectiva
tradicional en el análisis de los factores de violencia, basada en la guerrilla
y la delincuencia común, ha debido ser sustituida por un análisis más complejo
en el cual deben incluirse elementos de análisis extraídos de los grupos de
autodefensa y los grupos paramilitares.
Las causas de estos nuevos factores de
violencia son bien conocidas: el poder económico del narcotráfico desestabilizó
la situación socio-económica de las regiones localizadas en la frontera
agrícola del país, por medio de la compra de tierras y del cultivo y tráfico de
drogas. De la compra de tierras se derivó un enfrentamiento entre los
movimientos guerrilleros que ejercían un poder determinante en dichas zonas y
los nuevos grupos de autodefensa entrenados y pagados por los nuevos
propietarios de tierras. Como se sabe, este nuevo enfrentamiento armado fue
escalando nuevos niveles de violencia hasta derivar en la creación de grupos
paramilitares rurales y urbanos, que han hecho masacres y cometido asesinatos
tristemente recordados por toda la nación.
Este breve comentario conduce al análisis
de la segunda condición relevante dentro de las circunstancias que rodearon la
desmovilización del EPL; se trata de la enorme y creciente dispersión de la
violencia en Colombia y del consecuente deterioro del monopolio legítimo de la
fuerza por parte del Estado. Desde luego, esta situación varía de manera
diacrónica y sincrónica: no en todas las regiones, ni en todos los grupos
sociales, ni en todos los tiempos, se produce un debilitamiento de estas
proporciones. No obstante esta complejidad, el surgimiento y desarrollo de una
"guerra sucia" en Colombia, causante de innumerables masacres,
asesinatos y desapariciones, todo ello sumado al recrudecimiento del
enfrentamiento guerrillero, a la extrema agravación de la delincuencia común y
a la incapacidad de las fuerzas del orden para controlar la situación por los
canales de la legalidad, hacen que la sociedad colombiana se encuentre, de
hecho, viviendo en una situación de riesgo permanente.
La violencia en Colombia tiene el agravante
de la pluralidad de causas que la determinan y de la enorme dificultad para
resolver los conflictos en beneficio del orden y de la estabilidad
institucional. La multiplicidad de factores, causas y manifestaciones de
nuestra violencia, determinan una situación de enfrentamiento de "todos
contra todos" en la cual cada una de las fuerzas en armas defiende un espacio
que se va reduciendo con la prolongación del enfrentamiento y con la
atomización de los grupos. De aquí resulta una enorme inestabilidad en las
relaciones sociales: la multiplicidad de sujetos y de grupos enfrentados
proporciona una gran susceptibilidad a los actores en conflicto frente a las
amenazas o las simples acciones o movimientos de los demás actores y, en
consecuencia, hace más precaria la acción de las autoridades en su tarea de
represión y mantenimiento del orden, por la dificultad de control de la
situación y de sus propias fuerzas.
2. La situación de los desmovilizados del
EPL.
El movimiento político Esperanza Paz y
Libertad (EPL), formado por los miembros del Ejército Popular de Liberación
desmovilizados en marzo de 1991, ha sido objeto de una campaña de exterminio
apenas comparable a la sufrida en años anteriores por el partido Unión
Patriótica. De acuerdo con datos entregados por la Comisión de Superación de la
Violencia(1),
durante el primer año de actividades políticas del movimiento fueron asesinados
46 excombatientes y al cabo de dieciseis meses esta cifra ascendió, según datos
proporcionados por el CINEP, a cien muertos. Si bien es cierta la existencia de
un enfrentamiento con un grupo del EPL renuente a los acuerdos de paz, ésta no
parece ser la única explicación de los asesinatos en dicho movimiento político.
Según el CINEP, solo 2 de las 27 víctimas del primer semestre de 1992 pueden
ser atribuidos a la fracción disidente. En el informe rendido a esta Corte el
Doctor Rodrigo Uprimny señala la importancia que tiene la explicación de los
mismos desmovilizados cuando afirman que el enfrentamiento con la disidencia ha
permitido la acción de grupos paramilitares los cuales se escudan en este
conflicto para liquidarlos (fl. 2).
De lo anterior se deriva una condición de
inseguridad natural en la situación de los desmovilizados del EPL, que proviene
del conflicto con el grupo guerrillero disidente, por un lado, y de la acción
de otros grupos, probablemente paramilitares, empeñados en exterminar a los
exguerrilleros, por el otro.
Para los grupos paramilitares, que en un
principio fueron creados como simples grupos de autodefensa y que
posteriormente se convirtieron en organizaciones ofensivas, los movimientos
políticos desmovilizados hacen parte del mismo objetivo militar que la
guerrilla. Los grupos paramilitares actuan en todos aquellos casos en los
cuales ellos mismos sospechan una vinculación orgánica o personal entre
movimientos políticos formados por exguerrilleros y la guerrilla. En
consecuencia, toda información que constituya un indicio de la existencia de
dicha vinculación para tales organizaciones paramilitares, es de una
importancia capital para determinar la seguridad de las personas
desmovilizadas.
En el caso del señor Darío Antonio Mejía,
la información que lo vinculaba como miembro del grupo guerrillero EPL no
acogido a los acuerdos de paz, información difundida por un medio de amplia
circulación y con la autoridad y el respaldo del Ejército Nacional, ponía al
señor Mejía en una evidente situación de peligro, dada la existencia de grupos
paramilitares y su reconocida labor de exterminio de dirigentes políticos de
izquierda.
La argumentación del juzgado y del Tribunal
sobre la ausencia de una verdadera amenaza contra el señor Darío Antonio Mejía
es inaceptable tanto en la evaluación que hace de los hechos como en relación
con el orden lógico de su razonamiento. En relación con lo primero, es decir,
con la evaluación de la gravedad de la situación personal del señor Mejía,
obran las consideraciones hechas en lo que precede.
En cuanto a las razones expuestas, lo dicho
por el Tribunal no corre con mejor fortuna a saber.
"dada la condición de ex-militante de
un grupo alzado en armas que con ocasión del proceso de paz adelantado con el
Gobierno Nacional terminó dividido por lo menos en dos fracciones, bien
difícil sería aceptar que un potencial atentado contra su vida tuviera como
causa la noticia inserta en el periódico El Espectador del 27 de enero de
1992..." (expediente , folio 14).
Según esto, la incertidumbre sobre los orígenes
de un posible atentado son una razón que debilita la fuerza de la amenaza. En
realidad, con semejante argumento, el Tribunal no hace otra cosa que confundir
la amenaza contra la vida con el atentado contra la vida, o dicho en otros
términos, la posibilidad de que algo ocurra con su ocurrencia misma. Entre lo
uno y lo otro existe una relación de probabilidad y no de necesidad. El hecho
de que la consecuencia probable no se produzca, o no se produzca de la manera
prevista, no invalida la presunción de probabilidad. Así por ejemplo, la
probabilidad de lluvia que no se hace efectiva no desvirtúa el hecho de que
dicha probabilidad existía. La verdad o la falsedad de lo probable, y la
amenaza es una probabilidad, depende de los elementos de juicio fácticos que
conducen a pensar, de manera razonable, en la ocurrencia de un hecho.
B. La amenaza contra la vida en la Constitución
1. El carácter de la información militar.
Como ya se dijo, la información falsa
difundida en El Espectador sobre el señor Darío Antonio Mejía, fue
proporcionada por el brigadier general Iván Ramírez Quintero Director de
inteligencia del Ejército Nacional. Ahora bien, de acuerdo con la investigación
realizada por el juez de instancia y por el Tribunal Superior de Bogotá, no
hubo dolo por parte de dicho oficial, en la entrega de la información sino
simple y llanamente descuido y desinformación. Así lo insinúa el mismo
peticionario cuando en la diligencia de ampliación de querella iniciada por el
juzgado Dieciséis Superior de Bogotá, explica que, luego de conversar con el
brigadier Ramírez Quintero sobre el caso, éste le respondió que "se
trataba de un error que él mismo estaba dispuesto a rectificar al interior de
los organismos de seguridad con una circular interna" (expediente, folio 34).
Por su parte el Tribunal Superior de
Bogotá está de acuerdo con este supuesto cuando afirma que,
"es claro para la Sala que la
actuación cumplida por el señor director de Inteligencia del Ejército Nacional
pudo haber estado revestida de muy buena fe, máxime si se tiene en cuenta que,
como el propio señor Mejía Agudelo lo narra, el alto oficial del Ejército
desconocía que éste se hubiese acogido al programa de reinserción (...). Sin
embargo, esta circunstancia solamente sirve para justificar el comportamiento
del señor brigadier general Ramírez Quintero e impedir que su actuación pueda
ser calificada como una acción clara e indiscutiblemente arbitraria y ordenar
la investigación correspondiente..." (expediente, folio, 12).
Si bien la falta de intención dolosa en la
actuación del brigadier general Ramírez descarta toda consideración sobre la
posibilidad de la configuración del delito de calumnia o de injuria, el simple
relato de los hechos probados en el expediente denota omisión grave de su
parte. En efecto: no es fácil explicar el hecho de que el director nacional de
inteligencia del Ejército nacional, quien debería ser la persona más informada
del país en asuntos relacionados con la guerrilla, el proceso de paz y el orden
público, no estuviera enterado de que el señor Darío Antonio Mejía, no sólo se
acogió a los acuerdos de paz, sino que, como consecuencia de ello, participó
en la Asamblea Nacional Constituyente como uno de los delegatarios de la misma.
Por eso sorprende que el Tribunal considere
la falta de información sólo como una razón para justificar la buena fe del
general Ramírez y haga caso omiso del cargo que desempeña y de la
responsabilidad que de él se deriva en relación con la protección de los
derechos fundamentales de los ciudadanos.
2. La constitucionalización concreta del
ordenamiento nacional.
Una despreocupación semejante por las
responsabilidades de los funcionarios del Estado y la protección de los
derechos fundamentales, tiene su origen en la ausencia de una nueva
perspectiva constitucional en la argumentación de los procesos de tutela que
los jueces y tribunales realizan. Mientras el tema de los derechos
fundamentales no sea interpretado bajo una perspectiva constitucional, la
acción de tutela se reducirá a un mecanismo adicional e insuficiente de
protección y dejará de cumplir por lo menos uno de sus propósitos esenciales: el
de constitucionalizar todo el ordenamiento jurídico colombiano y, de esta
manera, hacer efectiva la protección de los derechos fundamentales de las
personas.
Es necesario que los jueces y tribunales
tomen conciencia de que cuando se plantea la violación de un derecho
fundamental por medio de un acción de tutela, el parámetro esencial e
inmediato de interpretación es el texto constitucional y no la legislación
ordinaria vigente. En la adopción de este nuevo punto de vista, aparentemente
simple y evidente, se encuentra la clave axiológica que determinó la adopción de
la tutela como uno de puntos esenciales de la constitución de 1991. La tutela
de los derechos fundamentales, además de introducir una importante variación
formal en la protección de los derechos fundamentales en la medida en que
redujo radicalmente los plazos para la decisión judicial, impone una
modificación sustancial y sin precedentes, al exigir de los jueces una
interpretación de los derechos fundada en el texto constitucional y no
simplemente en la confrontación con las normas del área jurídica dentro de la
cual se plantea la violación.
Si se analiza bajo la óptica constitucional
el tema de las amenazas como resultado de información falsa, el concepto de la
violación del derecho fundamental a la vida adquiere un sentido diferente, no
percibido por los jueces de tutela que resolvieron el caso. En efecto:
mientras en derecho penal una amenaza contra la vida sólo se configura con la
iniciación de la etapa ejecutiva del delito, en materia constitucional, la
protección del derecho a la vida incluye en su núcleo conceptual la protección
contra todo acto que amenace dicho derecho, no importa la magnitud o el grado
de probabilidad de la amenaza con tal de que ella sea cierta.
Una amenaza contra la vida puede tener
niveles de gravedad diversos. Pueden ir desde la realización de actos que
determinen un peligro adicional mínimo para alguien, hasta la realización de
actos de los cuales se derive la inminencia de un atentado. Con independencia
de la responsabilidad penal que se deduzca de cada una de estas situaciones, la
constitución protege a las personas contra todos aquellos actos que pongan en
peligro de manera objetiva la vida de las personas. El hecho de que el peligro
sea menor no permite concluir una falta de protección. El Estatuto Fundamental
protege el derecho a la vida y dicha protección tiene lugar cuando quiera que
se afecte el goce del derecho, no importa el grado de afectación.
Así sucede con la protección de todos los
derechos fundamentales: una vez determinado el carácter fundamental del derecho
y una vez establecida la violación, con independencia de su gravedad, aparece
el derecho a la protección. Por ejemplo, la violación del derecho a la
participación popular no depende del tamaño de la circunscripción electoral o
de la importancia del asunto; tampoco el derecho a la libertad de expresión
deja de ser violado cuando se trata censura parcial de las ideas o cuando la
censura afecta ideas consideradas como banales o sin importancia.
Así como el ejercicio de los derechos
admite grados, su vulneración no siempre tiene lugar de manera plena y
absoluta. El goce efectivo de los derechos conlleva limitaciones que provienen
de la contradicción o de la neutralización entre varios derechos. El principio
según el cual los derechos propios llegan hasta donde comienzan los derechos
ajenos, refleja bien esta imposibilidad de goce absoluto. Pues bien, esta
realidad que muestra un ejercicio limitado de los derechos se compadece con el
hecho de que no se requiera una violación absoluta del derecho para que tenga lugar
la protección del mismo.
En síntesis, el análisis del Tribunal
Superior de Bogotá no encuentra violación del derecho a la vida debido a que el
criterio de violación que utiliza proviene exclusivamente de la racionalidad
interna del derecho penal. Una perspectiva constitucional, en cambio, muestra
bien cómo se vulnera el derecho fundamental a la vida por la realización de
actos que ponen en peligro objetivo tal derecho, así el peligro no sea
inminente. Estas consideraciones tienen respaldo en la idea de que el derecho
penal reduce su ámbito de aplicación a una limitada cantidad de conductas
típicas y antijurídicas a las cuales el Estado considera que se justifica la
imposición de una sanción penal. Para el resto de violaciones el derecho ha
consagrado soluciones alternativas, entre las cuales se encuentra precisamente
la tutela para casos de violación de derechos fundamentales.
3. La función constitucional de la
inteligencia militar
a. La constitucionalización del derecho
incluye obviamente las funciones y prácticas de los organismos del Estado. Esto
es especialmente necesario y urgente en el caso de las oficinas de inteligencia
militar. La organización y funcionamiento de la seguridad del Estado
colombiano ha obedecido con frecuencia a los principios y esquemas de la razón
de Estado y en el mejor de los casos ha actuado de manera ajena e independiente
a las exigencias del Estado social de derecho.
Una de las manifestaciones más dramáticas
de la falta de criterio profesional y constitucional y legal en el
funcionamiento de la inteligencia militar, se presenta en el manejo de la
información que reciben, procesan y entregan a la opinión estos organismos. Los
procedimientos empleados en la búsqueda son a veces poco confiables. El caso
del ex-guerrillero Darío A. Mejía que ocupa a esta Corte, es un buen ejemplo de
ello: la información no era verídica y completa, no obstante lo cual se hizo
circular, violando con ello derechos del peticionario.
Pero la gravedad de estos hechos no se
limitan al ámbito de la eficiencia militar. La presentación asertiva de la
información recogida por los organismos de inteligencia y la forma descuidada
como ella se distribuye a los medios de comunicación, ponen en peligro los
derechos fundamentales de las personas.
La trascendencia de estos aspectos ameritan
algunas consideraciones adicionales de la Corte acerca del manejo de
información de inteligencia.
a.- La seguridad del Estado sólo puede ser
entendida como una actividad reglada y mediatizada por propósitos
independientes al aparato estatal mismo, puesto que su mira fundamental es la
protección de los derechos de las personas. Es un instrumento de protección
individual y no un fin en si misma. De acuerdo con este principio general, la
labor realizada por los organismos de inteligencia militar debe estar
encaminada a perseguir y poner a disposición de los jueces a los presuntos
delincuentes.
b) La presunción de inocencia es un
derecho fundamental consagrado en el inciso cuarto del artículo 29 y en el
artículo 248 de la Constitución Nacional. En consecuencia, toda información
relativa a personas no sancionadas judicialmente debe adoptar formas
lingüísticas condicionales o dubitativas, que denoten la falta de seguridad
sobre la culpabilidad.
Esta Corte se ha pronunciado al respecto en
la sentencia T-444 de julio 7 de 1992 con ponencia de del Magistrado Alejandro
Martínez Caballero, en la cual se dijo:
"Los organismos de seguridad, pueden y
deben contar con toda la información necesaria para el normal, adecuado,
eficiente, legítimo y democrático ejercicio de su función de servicio a la
sociedad civil y defensa del orden público y de las instituciones. Pero, eso
sí, dichas instancias estatales no pueden difundir al exterior la información
sobre una persona, salvo en el único evento de un "antecedente" penal
o contravencional, el cual permite divulgar a terceros la información oficial
sobre una persona" ( fl. 21)
c. Lo anterior no impide que los organismos
de inteligencia realicen sus propias investigaciones. Pero lo harán sin
vulnerar los derechos fundamentales tales como la intimidad, el buen nombre y
la honra de las personas. Para tal efecto las investigaciones deben adelantarse
bajo los estrictos lineamientos impuestos por el principio de la reserva. Así
lo señala la sentencia de la Corte citada anteriormente:
"...Luego el Estado debe guardar la
absoluta reserva y dar a conocer al interesado sólo aquella parte que pueda
conocer, actualizar o rectificar en virtud del artículo 15 de la Constitución
(...) Y frente a terceros la reserva es total" .
La labor que realicen los organismos
encargados de llevar a cabo la investigación, no debe hacerse pública antes de
la etapa de juzgamiento (...) por más importante que resulte el hallazgo hecho
y mucho menos en "ruedas de prensa" realizadas a fin de explicar a la
opinión pública el método utilizado, o los resultados obtenidos o los
presuntos infractores de la ley penal, pues este comportamiento viola el
derecho al buen nombre, entorpece el desarrollo de la futura investigación
penal y es un mecanismo de presión de un fallo anticipado" .
d. Por consiguiente, los informes
destinados a los medios de comunicación provenientes de los organismos de
seguridad del Estado deben ser excepcionales y responder siempre a propósitos
de seguridad bien precisos. Su divulgación no debe afectar los derechos
fundamentales de las personas. Los datos de que disponen los organismos de
inteligencia no pueden ser divulgados con criterios de mera información
periodística.
III. CONCLUSION
Los supuestos fácticos y jurídicos del caso
sub lite indican que hay una amenaza contra la vida del peticionario derivada
de una información falsa e incompleta que organismos de inteligencia militar
del Estado hicieron circular en forma irresponsable.
Si bien es cierto que dicha amenaza
constituye una probabilidad, no lo es menos que ella reune las características
que la Constitución exige para proteger a las personas contra actos que pongan
en peligro de manera objetiva su vida, sin que, por tanto, ella exija un grado
específico de peligro o probabilidad.
En consecuencia, esta Corte considera que
hay méritos suficientes para otorgar la protección impetrada por el
peticionario. Advierte igualmente que la actividad de los organismos de
inteligencia militar del Estado debe respetar los derechos constitucionales
fundamentales de las personas, particularmente de la recolección, tratamiento y
circulación de información.
DECISION
En mérito de lo anterior, la Sala Primera
de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERO: CONFIRMAR PARCIALMENTE la
sentencia del Tribunal Superior de Bogotá -Sala Penal- proferida el día 10 de
abril de 1992, mediante la cual concedió protección inmediata a los derechos
del señor Darío Antonio Mejía al buen nombre, a la rectificación y a la
actualización de información de inteligencia militar que a él concierne.
SEGUNDO: REVOCAR PARCIALMENTE la aludida
providencia del Tribunal Superior de Bogotá, en el sentido de ORDENAR al
Director General del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) que proceda
a asumir la protección inmediata del señor Darío Antonio Mejía y de su familia
hasta cuando cesen los peligros contra su vida.
TERCERO: Condenar en abstracto a la Nación
-Ministerio de Defensa- al pago de los perjuicios causados al peticionario que
liquiden las autoridades judiciales competentes, de conformidad con lo previsto
en el artículo 25 del Decreto 2591 de 1991. El Estado repetirá contra sus
agentes en aplicación del artículo 90 de la Carta.
CUARTO: En todos aquellos casos similares
al presente, por sus hechos o circunstancias, siempre que con el
incumplimiento la obligación de respetar el derecho al buen nombre, se ponga en
peligro la vida de la persona, la doctrina constitucional enunciada en esta
sentencia tendrá CARACTER OBLIGATORIO para las autoridades, en los términos del
artículo 23 del Decreto 2067 de 1991.
QUINTO: Ordenar al Ministerio de Defensa se
sirva remitir copia de la presente providencia a todas las dependencias de
inteligencia militar del país, así como a las guarniciones, cuarteles e
instalaciones militares, con miras a que la doctrina constitucional en ella
contenida sea divulgada y estudiada por los miembros de las Fuerzas Militares.
SEXTO: ORDENAR que por Secretaría se
comunique esta providencia a la Sala Penal de Tribunal Superior de Bogotá en la
forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese, comuníquese , cúmplase e
insértese en la Gaceta Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ
GALINDO
Magistrado
-Aclaración
de voto-
Sentencia aprobada por la sala primera de
revisión, en Santafé de Bogotá, a los días del mes de septiembre de mil
novecientos noventa y dos (1992).
Aclaración de voto a la Sentencia T-525
CORTE CONSTITUCIONAL/REVISION DE TUTELA-Alcance/DOCTRINA CONSTITUCIONAL-Alcance
(Aclaración de voto)
La función de la Corte Constitucional debe
limitarse, en materia de acciones de tutela, a la revisión de las sentencias
judiciales desde el punto de vista estrictamente constitucional y con
razonamientos de índole jurídica. Los conceptos emitidos en la parte motiva de
la providencia no pueden tener el carácter obligatorio que les atribuye el
punto cuarto de la parte resolutiva. Esta cláusula debe aludir al sentido
auxiliar de la doctrina constitucional para que se logre el objetivo de
unificar la jurisprudencia pero sobre la base de que la decisión
correspondiente surte efectos tan solo en el caso concreto materia del examen
de la Corte.
Expediente
T-2755
Ponente:
Magistrado
CIRO
ANGARITA BARON
Santafé de Bogotá,D.C. dieciocho (18) de
septiembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
Entendiendo cabalmente las razones por las
cuales, en virtud de informaciones inexactas, puede haber peligro para la vida
del peticionario si se propaga la versión de que todavía pertenece a grupos
guerrilleros, coincido con los demás miembros de la Sala en que cabía la tutela
en el presente caso, para proteger el derecho fundamental por excelencia, que
no es otro que el garantizado en el artículo 11 de la Constitución.
Estimo sin embargo, que para llegar a esa
conclusión, cuyos efectos jurídicos están claramente definidos en la propia
Carta (artículo 86) y en el Decreto 2591 de 1991, no era necesario entrar en el
análisis sobre sociología de la violencia contenido en la parte motiva de la
sentencia.
Estimo que muchos de los hechos y
situaciones que tanto debate han suscitado durante los últimos años en Colombia
no ofrecen todavía una suficiente claridad como para hacer afirmaciones
generales o para lanzar juicios que serían más propios de otros organismos del
Estado, como la Procuraduría General de la Nación, la Defensoría del Pueblo y
los jueces penales, dentro de sus respectivas competencias, o de quienes, desde
el punto de vista académico, se dedican al estudio de las causas y factores de
la violencia en el país, pero que, pienso, no corresponden a la Corte
Constitucional, cuya función debe limitarse, en materia de acciones de tutela,
a la revisión de las sentencias judiciales desde el punto de vista
estrictamente constitucional y con razonamientos de índole jurídica.
Me parece, además que los conceptos
emitidos en la parte motiva de la providencia no pueden tener el carácter
obligatorio que les atribuye el punto cuarto de la parte resolutiva. A este
respecto debe recordar, como tuve ocasión de manifestarlo en Sala, que esta
cláusula debe aludir al sentido auxiliar de la doctrina constitucional para que
se logre el objetivo de unificar la jurisprudencia pero sobre la base de que la
decisión correspondiente surte efectos tan solo en el caso concreto materia del
examen de la Corte, armonizando así lo dispuesto en los artículos 23 del
Decreto 2067 de 1991 y 36 del Decreto 2591 del mismo año y dando cabal
aplicación a los artículos 41 y 230 de la Constitución.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
1 Comisión de Superación de la Violencia, Pacificar
la Paz, UN, CINEP, CAJ, 1992, p. 98 y ss. |
143 | T-526-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-526/92
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE-Reconocimiento de
pensión
La buena fé de la
peticionaria al solicitar su pensión de jubilación, convencida de que el
reconocimiento de su derecho era suficiente para la efectividad del mismo, se
vio asaltada por problemas de índole presupuestal que impidieron el pago de su
pensión. Es indispensable que el Estado respalde la confianza de ciudadanos en
el derecho y en las instituciones. El caso de la peticionaria, muestra
claramente la importancia que tiene la efectividad del derecho en la búsqueda
del propósito general de la legitimidad del poder y del derecho, una de cuyas
manifestaciones es el principio de buena fe consagrado en el artículo 83 de la
Constitucion.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL
No siempre que se
presenten varios mecanismos de defensa la tutela resulta improcedente. Es
necesario, además, una ponderación de la eficacia de los mismos a partir de la
cual se concluya que alguno de los otros medios existentes, es tan eficaz para
la protección del derecho fundamental como la acción de tutela misma. Es
necesario reiterar una vez más su pronunciamiento acerca de la eficacia
equivalente que deben tener los medios alternativos de defensa judicial
llamados a sustituir la tutela en el caso concreto, como instrumento de
protección de los derechos constitucionales fundamentales vulnerados.
DERECHO A LA
IGUALDAD-Vulneración/PENSION
DE JUBILACION-Pago
En el caso de los
pensionados se está violando directamente el principio de igualdad, al
restringir las posibilidades de hacer efectivo el pago de lo debido en caso de
incumplimiento, para aquellos trabajadores vinculados con el Estado y no
sometidos a un sistema de seguridad social especial. Según dicho principio, el
derecho fundamental al pago de la pensión de jubilación, no puede ser tratado
de tal manera que implique una discriminación en relación con unos
trabajadores.
TUTELA:
EXPEDIENTE T- 2979
PROCEDENCIA:
TRIBUNAL SUPERIOR DE SAN GIL
PETICIONARIO:
ELVIA VERA BARRAGAN
MAGISTRADO
PONENTE: CIRO ANGARITA BARON
La Sala primera de
revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
en el proceso de
acción de tutela instaurado por Elvia Vero Barragán contra el Director del
Hospital Regional de San Juan de Dios y que fuera resuelto en segunda instancia
por la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de San Gil.
I. ANTECEDENTES
A. La acción
1. Los hechos
La señora Elvia
Vera, cumplió veintiseis años de servicio en el Hospital Regional de San Juan
de Dios de San Gil y como consecuencia de ello adquirió derecho a obtener su
pensión de jubilación.
Relata la
peticionaria los siguientes hechos: el 9 de Agosto de 1991 solicitó al
Director del Hospital San Juan de Dios de San Gil la autorización de su
pensión de jubilación. El 5 de febrero se le informa que su petición es
aceptada y se le solicita su renuncia al cargo de ayudante de enfermería, la
cual presenta el 22 de noviembre del mismo año y pide que se le empiece a pagar
a partir del 31 de diciembre.
El Servicio
Seccional de Salud de Santander, luego de diligencias adelantadas por la
peticionaria, dió el visto bueno a la solicitud. No obstante lo anterior, el
27 de marzo de 1992, la peticionaria recibe respuesta en la cual se le informa
que su pensión no ha sido aprobada debido a la circunstancia de que "no
existe disponibilidad presupuestal en la presente vigencia para hacer dicho
pago".
Dice la peticionaria
que las directivas del Hospital Regional San Juan de Dios conocían la situación
institucional al aprobar su solicitud de jubilación y debieron haberle
advertido de la imposibilidad de hacer efectivo el pago de la pensión, caso en
el cual ella habría desistido de su solicitud y habría seguido laborando.
Dice además la
peticionaria que la función del Servicio Seccional de Salud se limita, en el
caso de los "empleados de pago directo", al cual ella pertenece, a
otorgar el visto bueno a la solicitud de jubilación, lo cual hizo, y que, en
consecuencia, no existe excusa para que el hospital no pague.
La falta de
asignación presupuestal, dice la señora Elvia Vero, no es razón para negar su
pensión legalmente adquirida. De hecho, continúa, el hospital ha pagado
pensiones anteriormente en similar situación presupuestal.
La peticionaria
manifiesta su preocupación en el sentido de tener que esperar hasta 1993 para
obtener su pensión si no se afecta inmediatamente el presupuesto del hospital
del presente año y que esto tendría consecuencias nefastas para ella y para su
familia debido a que dependen de su salario. Dice además la peticionaria que
son muy pocas las posibilidades que tiene de encontrar trabajo en otra
institución y que no tiene renta o negocio alguno.
2. Fundamentos de
la acción.
Con base en los
hechos anotados la señora Elvia Vera solicita lo siguiente: 1) la cancelación
inmediata a su favor de su pensión de jubilación del mes de abril; 2) la
cancelación inmediata a su favor de la suma de dinero correspondiente a la
pensión no pagada de los meses enero, febrero y marzo de 1992, y 3) la
cancelación futura y cumplida de su pensión.
Como fundamento
jurídico de su petición la señora Elvia Vero menciona los artículos 25, 53
incisos dos y tres, 13, 43, 46 y 48 de la Constitucion Nacional.
3. Sentencia de
primera instancia
Le correspondió al
Juzgado Segundo Civil del Circuito de San Gil la decisión de primera instancia
de la acción de tutela. El juez, luego de hacer algunas consideraciones
generales sobre la tutela, se ocupa de las circunstancias específicas del caso
y afirma suscintamente que los hechos están probados y que, en efecto, la
peticionaria adquirió el derecho a la pensión de jubilación mediante resolución
981 emanada del director del Hospital de San Juan de Dios de San Gil, en la
cual se ordena el pago de 149.930,00 pesos mensuales a la peticionaria por
concepto de pensión de jubilación partir de enero de 1992.
Sin embargo el Juez
niega la acción de tutela considerando que existe la acción ejecutiva laboral
como otro mecanismos de defensa judicial. En estos casos, dice, no se aplica la
excepción consagrada en el artículo 6 del decreto 2591, pues la acción no se
instaura como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
3. Sentencia de
segunda instancia.
La Sala Civil del
Tribunal Superior del Distrito judicial de San Gil conoció de la segunda
instancia y en ella reconoce el derecho de la peticionaria a la pensión de
jubilación a partir del mes de enero de 1992, de acuerdo con lo dispuesto por
la resolución 981 emanada del director del Hospital Regional San Juan de Dios,
con visto bueno de la oficina de presupuesto y control del servicio de salud de
Santander.
Según el Tribunal,
la falta de pago de la pensión a la señora Galeano Porras no viola el artículo
25 de la Constitucion Nacional en donde se consagra el trabajo como un derecho,
sino una obligación de orden laboral que consiste en el pago de una prestación
reconocida. De acuerdo con esto, el demandante puede acudir "al cobro
ejecutivo sobre los recursos y rentas de bienes propios que tenga el hospital y
no tengan el carácter de inembargables". (expediente folio 7).
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La Corte
Constitucional es competente para efectuar esta revisión según lo previsto en
los artículos 86 y 241, numeral 9 de la Constitucion política y 31, 32, y 33
del decreto 2591 de 1991.
1. El carácter
fundamental de la pensión de jubilación
En las
consideraciones hechas por el juez de circuito y por el Tribunal Superior, el
derecho a la pensión de jubilación no aparece como fundamental. Este es uno de
los argumentos de fondo que ambos falladores tuvieron para negar la tutela. En
relación con este tema, la Corte constitucional se ha pronunciado en varias
ocasiones a través de sentencias provenientes de diferentes salas de revisión
de tutela, de las cuales se desprende una clara y contundente afirmación sobre
el carácter fundamental de la pensión.
Así por ejemplo, la
Sala Séptima de Revisión se ha referido al tema de la pensión de jubilación,
señalando que, si bien este derecho está consagrado en el artículo 48 de la
Constitucion, dentro del capítulo de los derechos económicos, sociales y
culturales, ello no significa que se trate de una norma programática de
desarrollo progresivo por parte del legislador:
"La seguridad
social - dice la sentencia- que se reclama mediante el reconocimiento de la
pensión de vejez, no puede verse como algo independiente o desligado de la
protección al trabajo, el cual es garantizado de manera especial en la
Constitucion, por considerar que es un principio fundante del Estado social de
derecho que ella organiza. Como el derecho controvertido nace y se consolida
ligado a una relación laboral, en cuyo desarrollo la persona cumplió los
requisitos de modo, tiempo de cotización y edad a los cuales se condicionó su
nacimiento es necesariamente derivación del derecho al trabajo.
(...) De esta manera
la defensa del trabajo apareja protección de la seguridad social que de él
dimana por ser la pensión de vejez una prestación a largo plazo que cubre al
trabajador en el curso de su relación laboral y que al decir de KROTOCHIN
constituye "salario diferido" que se cobra periódicamente una vez se
satisfacen las exigencias legales1.
En otra sentencia de
la misma Sala y también con ponencia de Magistrado Sanín2, se hace referencia
al carácter fundamental de la pensión de invalidez, como consecuencia de su
derivación directa e inmediata del derecho fundamental al trabajo. Al respecto
dice la mencionada providencia:
En cuanto al
derecho al trabajo (Preámbulo y arts. 1, 25, 26, 39, 53, 55 y 56 C.N.) que es
sin la menor duda un derecho fundamental, basta decir para los propósitos de
este fallo que él da lugar a una serie de prestaciones que se reflejan en la
seguridad social, pero que en este caso, ésta, por ser derivación directa e
inmediata del trabajo, no es la seguridad social genérica y programáticamente
universal de que trata el artículo 48 ibidem y de cuyo carácter como derecho
fundamental puede dudarse. La pensión de invalidez de que trata este asunto,
aunque está enmarcada dentro del régimen de la seguridad social -específica y
concreta, como se ha dicho- es resultado directo e inmediato del trabajo y,
como éste, es derecho fundamental y merece especial protección del
Estado"
Sobre el mismo tema
y en el mismo sentido la Sala Segunda de Revisión, ha dicho lo siguiente:
El derecho a la
seguridad social no está consagrado expresamente en la Constitucion como un
derecho fundamental. Sin embargo, este derecho establecido en forma genérica en
el artículo 48 de la Constitucion, y de manera específica respecto de las
personas de la tercera edad (CP art. 46 inc. 2), adquiere el carácter de
fundamental cuando, según las circunstancias del caso, su no reconocimiento
tiene la potencialidad de poner en peligro otros derechos y principios
fundamentales como la vida (CP art. 11), y la dignidad humana (CP art. 1), la
integridad física y moral (CP art. 12) o el libre desarrollo de la personalidad
(CP art. 16) de las personas de la tercera edad (CP art. 46)"3 .
2. La efectividad
de los derechos y la buena fe
El derecho sólo
tiene sentido como discurso normativo capaz de determinar y encauzar la
realidad social. En esta tarea las normas jurídicas no siempre tienen éxito;
múltiples factores pueden hacer de las normas postulados intrascendentes. Sin
embargo, esta falta de eficacia jurídica, conocida como la brecha o la disociación
entre el derecho y la realidad, debe ser entendida por el derecho como una
disfunción contra la cual hay que luchar de manera permanente, es decir, como
una falla que debe ser corregida.
En el Estado social
de derecho existe una preocupación especial por la efectividad de los derechos.
Tiene su origen en la consagración de una serie de derechos individuales que no
dependen, como sucedía en el Estado liberal clásico, simplemente de la
abstención del Estado en relación con ciertas conductas, sino de la participación
activa del Estado en sus obligaciones de hacer y de dar.
Las obligaciones de
hacer en el derecho privado están ampliamente protegidas por medio de una gran
variedad de acciones a disposición de quien no ha recibido la prestación
debida. En el derecho público la adopción de este criterio de exigibilidad ha
sido más lento, debido principalmente a que las obligaciones de prestación por
parte del Estado tienen origen reciente. Como resultado de esta transformación,
en el derecho administrativo se ha consolidado hoy plenamente la idea de que el
Estado tiene una responsabilidad extracontractual frente a las personas.
Ahora bien, en
derecho público como en derecho privado, la efectividad de las obligaciones sólo
se logra si existen los mecanismos judiciales necesarios para que los
individuos puedan exigir tales conductas por parte del Estado. De lo contrario,
el derecho se convierte en una mera proclamación de propósitos que nadie asume
como propios. En el caso de los derechos constitucionales fundamentales se ha
establecido la tutela con el fin de hacer efectivos los derechos de manera
pronta y adecuada. La acción de tutela es la respuesta instrumental al
propósito del constitucionalismo contemporáneo, según el cual las personas
deben gozar efectivamente de sus derechos fundamentales.
Este propósito se
traduce en una serie de normas constitucionales. Es el caso del artículo
segundo que consagra la efectividad del derecho como uno de los fines del
Estado; del artículo cuarto que establece el carácter normativo de la
Constitucion; del artículo quinto sobre la primacía de los derechos
inalienables de la persona; del artículo ochenta y seis que consagra la acción
de tutela como un mecanismo de protección inmediata de los derechos
constitucionales fundamentales y del artículo ochenta y cuatro sobre la
prohibición de exigir requisitos adicionales sobre derechos reglamentados de
manera general.
Por otra parte, es
importante tener en cuenta la buena fé de la señora Vera Barragán. Dice la
peticionaria que de haber sido advertida acerca de la imposibilidad de hacer
efectivo el pago de la pensión, habría desistido de su solicitud y habría
seguido laborando. Se presenta aquí un caso dramático de buena fe derivada de
la confianza en el derecho y en los mecanismos institucionales que los hacen
efectivos.
En este caso
concreto la buena fe de la peticionaria al solicitar su pensión de jubilación,
convencida de que el reconocimiento de su derecho era suficiente para la efectividad
del mismo, se vio asaltada por problemas de índole presupuestal que impidieron
el pago de su pensión. Ningún Estado puede pretender que las personas
desconfíen de la efectividad de las normas jurídicas a la hora de exigir sus
derechos. Es indispensable que el Estado respalde la confianza de ciudadanos
en el derecho y en las instituciones. El caso de la peticionaria, muestra
claramente la importancia que tiene la efectividad del derecho en la búsqueda
del propósito general de la legitimidad del poder y del derecho, una de cuyas
manifestaciones es el principio de buena fe consagrado en el artículo 83 de la
Constitucion.
3. El otro medio
de defensa judicial.
Otro de los
argumentos del Tribunal Superior de San Gil y del juez de circuito consiste en
afirmar que existen otros mecanismos de defensa y que, en consecuencia, la
acción de tutela no procede, tal como lo dispone el artículo sexto del decreto
2591 de 1991. Según el Tribunal la vía procedente para obtener la protección
del derecho indiscutiblemente violado, es la acción ejecutiva laboral sobre los
recursos y rentas de bienes propios que tenga el hospital San Juan de Dios y
que no tengan el carácter de inembargables.
De otra parte, el
concepto de "existencia del otro medio de defensa" ha sido reiteradamente
explicado por esta Corte, en el sentido de que no siempre que se presenten
varios mecanismos de defensa la tutela resulta improcedente. Es necesario,
además, una ponderación de la eficacia de los mismos a partir de la cual se
concluya que alguno de los otros medios existentes, es tan eficaz para la
protección del derecho fundamental como la acción de tutela misma.
Esta Corte estima
necesario reiterar una vez más su pronunciamiento acerca de la eficacia
equivalente que deben tener los medios alternativos de defensa judicial
llamados a sustituir la tutela en el caso concreto, como instrumento de
protección de los derechos constitucionales fundamentales vulnerados.
"es claro
entonces que el otro medio de defensa judicial a que alude el artículo 86 debe
poseer necesariamente, cuando menos, la misma eficacia en materia de protección
inmediata de derechos constitucionales fundamentales que, por su naturaleza,
tiene la acción de tutela. De no ser así, se estaría haciendo simplemente una
burda y mecánica exégesis de la norma, en abierta contradicción con los
principios vigentes en materia de efectividad de los derechos y con
desconocimiento absoluto del querer expreso del Constituyente.
En otros
términos, en virtud de lo dispuesto por la Carta del 91, no hay duda que
"el otro medio de defensa judicial" a disposición de la persona que
reclama ante los jueces la protección de sus derechos fundamentales ha de tener
una efectividad igual o superior a la de la acción de tutela para lograr
efectiva y concretamente que la protección sea inmediata. No basta, pues, con
la existencia en abstracto de otro medio de defensa judicial si su eficacia es
inferior a la de la acción de tutela4 .
En el caso de las
pensiones de jubilación, la acción ejecutiva laboral ha resultado inoperante
para la defensa de los derechos de los pensionados, debido a la existencia de
la norma legal que prohibe la inembargabilidad de los bienes y rentas del
presupuesto. La total improcedencia de los argumentos sobre el "otro
mecanismo de defensa" de los jueces de tutela que resolvieron el caso de
la señora Vera Barragán, proviene de una estrecha concepción procedimentalista
y privatista que contradice la voluntad del constituyente.
4. El derecho a
la igualdad.
El principio de
igualdad es una de las fuentes normativas más importantes de protección de los
derechos de las personas y debido a ello ha dado lugar a una amplia jurisprudencia
en todos los regímenes constitucionales occidentales, que se extiende desde la
clásica concepción formalista según la cual los hombres son iguales ante la
ley, hasta la concepción contemporánea que predica y exige la promoción de las
condiciones para el logro de una igualdad real y efectiva (art.13 inciso 2 CN).
El actual principio
de igualdad ha retomado la vieja idea aristotélica de justicia, según la cual
los casos iguales deben ser tratados de la misma manera y los casos diferentes
de diferente manera. Así, salvo que argumentos razonables exijan otro tipo de
solución, la regulación diferenciada de supuestos iguales es tan violatoria del
principio de igualdad como la regulación igualada de supuestos diferentes.
En el caso de los
pensionados se está violando directamente el principio de igualdad, al
restringir de manera dramática las posibilidades de hacer efectivo el pago de
lo debido en caso de incumplimiento, para aquellos trabajadores vinculados con
el Estado y no sometidos a un sistema de seguridad social especial. Según
dicho principio, el derecho fundamental al pago de la pensión de jubilación, no
puede ser tratado de tal manera que implique una discriminación en relación con
unos trabajadores.
El principio de
igualdad consagrado en la Constitución obliga no sólo al tratamiento igual de
los casos iguales y diferente de los casos diferentes, sino también a la
protección especial de todas aquellas personas que se encuentren en
condiciones de debilidad manifiesta, con el propósito de hacer de la igualdad
un postulado con eficacia real. Dicho esto por la Constitucion, el juez de
tutela no puede ser indiferente frente a la situación de los pensionados y no
puede dejar de considerar las condiciones específicas de debilidad en las que
se encuentran las personas de la tercera edad y la protección especial que la
Constitucion y los convenios internacionales les conceden en el artículo 46.
III. Conclusión
Hechas las
consideraciones anteriores sólo resta exponer una breve conclusión: de la
relación entre el análisis de los supuestos normativos y fácticos, se deduce
claramente, la procedencia de la tutela. En efecto de los primeros se infiere
que:
1. El derecho a la
pensión de jubilación es fundamental debido a su derivación directa del salario
y del trabajo, consagrado este último como derecho fundamental en el artículo
25 de la Carta.
2. El derecho a ser
tratado en condiciones de igualdad es un derecho fundamental definido en la
Constitución en el artículo 13.
3. La efectividad de
los derechos y en especial de los derechos fundamentales es una preocupación
constante en la Carta y en ningún caso puede ser limitada o anulada por razones
de orden administrativo o procedimental.
4. La Constitución
preve una especial protección para las personas de la tercera edad en su
artículo 46.
5. Las actuaciones
de los particulares se presumen de buena fé según el artículo 83 de la
Constitución nacional.
En cuanto a los
supuestos fácticos es claro que:
1. La señora Vera
Barragán obtuvo derecho a la pensión de jubilación y sin embargo, por razones
de orden presupuestal, no se le pagó lo debido por este derecho.
2. Esta situación
pone en clara desventaja a los pensionados de ciertas instituciones oficiales
en relación con otros pensionados, al permitir que un mismo derecho tenga
efectos y tratamientos diferentes. Pero ella, es aún más dramática si se tiene
en cuenta que se trata de los derechos de personas de la tercera edad, que por
lo general se encuentran en situación de desprotección.
Con el no pago de
su pensión de jubilación, a la señora Vera Barragán se le violaron sus derechos
fundamentales al trabajo y a la igualdad.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia proferida el
8 de Mayo de 1992 por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de San Gil en
el proceso de tutela promovido por Elvia Vero Barragán contra el Director
Regional del Hospital de San Juan de Dios de San Gil.
SEGUNDO.- Por las razones expuestas en la parte
motiva de esta providencia, ORDENAR al director del Hospital Regional San Juan
de Dios la cancelación inmediata de toda suma de dinero debida a la
peticionaria por concepto de las mesadas de su pensión de jubilación causadas
hasta la fecha, así como el pago oportuno de las mismas en el futuro.
TERCERO.- En todos aquellos casos similares al
presente, por sus hechos o circunstancias, siempre que se incumpla la obligación
de pagar oportunamente las mesadas causadas de pensiones de jubilación, la
doctrina constitucional enunciada en esta sentencia tendrá CARACTER OBLIGATORIO
para las autoridades, en los términos del artículo 23 del Decreto 2067 de
1.991.
CUARTO.- Ordenar que por Secretaría se comunique
esta providencia a la Sala Civil del Tribunal del Distrito Judicial de San Gil
en la forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del decreto 2591 de
1.991.
Notifíquese,
comuníquese , cúmplase e insértese en la Gaceta constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ
GALINDO
Magistrado
Sentencia aprobada
por la sala primera de revisión, en Santa Fé de Bogotá, a los dieciocho
(18) días del mes de Septiembre de mil novecientos noventa y dos .
1 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. 453 de la Sala Séptima de
Revisión, p. 8.
2 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia T-481 Sala Séptima de
Revisión
3 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. 426 Sala Séptima de
Revisión. Magistrado Ponente: Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz.
4 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. 414. Sala Primera de
Revisión. p. 14. |
144 | T-527-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-527/92
ACCION DE TUTELA-Naturaleza/ DERECHOS DE LA MUJER
EMBARAZADA
La Acción de
Tutela como mecanismo protector de los Derechos Constitucionales Fundamentales
tiene un evidente carácter subsidiario y residual, como que no procede cuando
el afectado disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que se utilice
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. El carácter
programático de la "especial asistencia y protección" que el Estado
debe brindar durante el embarazo y después del parto; así como la ubicación de
la norma contentiva de este predicado (Art. 43) dentro del Capítulo 2 del
Título II referente a los derechos sociales, económicos y culturales, indican
perfectamente el carácter no fundamental del derecho que se pretende hacer
valer, y por ende, la improcedencia de la Acción de Tutela en el caso concreto
que se examina.
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/PERJUICIO IRREMEDIABLE
El perjuicio
irremediable, no se configura, conclusión a la que es posible arribar al
examinar el artículo 1o. del Decreto 306 de 1992, según el cual no se considera
de esa clase el perjuicio cuando el interesado puede solicitar a la autoridad
"que se disponga el restablecimiento o protección del derecho, mediante la
adopción de disposiciones como las siguientes: a- Orden de reintegro ..."
que es justamente lo que solicita la actora.
Sala de Revisión No. 5
REF: Expediente
No. T-2585
Actor:
FANNY GUZMAN HERRERA
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Septiembre dieciocho (18) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Corte
Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, decide mediante sentencia el
asunto de la referencia, en el grado jurisdiccional de revisión, teniendo en
cuenta lo siguiente:
ANTECEDENTES
FANNY GUZMAN
HERRERA, obrando en nombre propio, presentó Acción de Tutela en contra del
Departamento Administrativo de Seguridad DAS, para que se ordene a su Director
"Que se me reintegre al cargo de Jefe de Sección grado 14, que desempeñé
hasta el día 11 de marzo de 1992 y del cual fuí desvinculada mediante
resolución número 0539 de esa fecha, emanada de la Jefe de División de Personal
del Departamento Administrativo de Seguridad, decisión que fue adoptada con
violación de las garantías sociales del debido proceso" y expone como
fundamentos de su petición, las razones de hecho y de derecho que se resumen a
continuación:
- Que mediante
memorando "del 11 de marzo de 1992, la Jefe de División de Personal del
Departamento Administrativo de Seguridad, me informó que mediante Resolución
número 0539 del 10 de marzo de 1992, cuyo texto desconozco, emanada de esa
misma Dirección, se me declaró insubsistente del cargo de JEFE DE SECCION Grado
14 que venía desempeñando desde el 3 de abril de 1991, según resolución número
1272 de esa fecha."
- Que "contra
la referida decisión, y de conformidad con lo previsto en el Código Contencioso
Administrativo procedía el recurso de reposición, el cual no fue interpuesto
por la suscrita debido a que no contó con la copia de la resolución a efectos
de analizar los motivos de la insubsistencia para fundamentar la
inconformidad."
- Afirma la
accionante que la decisión controvertida constituye una manifiesta violación
del principio constitucional del debido proceso contemplado en el artículo 29
de la Constitución Política, norma que "es explícita al indicar que el
debido proceso se debe aplicar a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas, lo cual implica la observancia de la plenitud de las formas propias
de cada juicio".
- Considera que en
su caso, el debido proceso no se aplicó, ya que "por estar desempeñando el
cargo de JEFE DE SECCION Grado 14 yo pertenecía al grupo de los empleados
sometidos al régimen ordinario de carrera del Departamento Administrativo de
Seguridad conforme al Art. 7o. del Decreto 1932 de 1989".
- Agrega que
"aún cuando el cargo me fue asignado en provisionalidad, adquirí la
propiedad del mismo por haber transcurrido más de ocho (8) meses sin que se
abriera el concurso para esa (sic) cargo ni se proveyera el mismo con persona
diferente por el sistema de mérito, conforme al Art. 7 del decreto 2147 de
1989...".
- En sentir de la
accionante "conforme al Decreto 2147 de Septiembre 19 de 1989, en su
artículo 42, sólo podía ser desvinculada del servicio por las causales
indicadas en el Artículo 33 del decreto 2146 de 1989 y según el procedimiento
del artículo 44...".
- Que "según
la información que tengo respecto de la resolución número 0539 del 10 de
Marzo/92 ella no fue motivada, de tal manera que debió antecederle LA
EVALUACION PREVIA DE LA COMISION DE PERSONAL EN LA QUE APAREZCA QUE ES
INCONVENIENTE MI PERMANENCIA EN EL DEPARTAMENTO. Esa evaluación previa jamás
existió, lo que significa que se incumplió con el literal d) del artículo 44
del mencionado decreto 2147/89", con lo cual, "se violó el debido
proceso, afectando en esa forma el principio constitucional consagrado en el
Artículo 29 de la Carta".
- Según la
accionante la resolución referida violó el artículo 43 de la Constitución
Nacional, disposición que "protege mis derechos de trabajadora en estado
de embarazo", estado de gravidez que "para el momento de la
declaratoria de insubsistencia era conocido no solamente por mi jefe inmediato,
y toda la División con la que trabajé, sino oficialmente por el Departamento
Administrativo de Seguridad por intermedio del médico especialmente asignado
por esa Entidad para la atención de sus empleados, profesional al cual acudí en
20 de enero de 1991 y persona que certificará que en mi historia clínica
aparece la consulta referida". Manifiesta que también la Caja Nacional de
Previsión Social "guarda mi historia clínica y en ella el registro de mi
embarazo con antelación a la resolución que me desvincula del Departamento
Administrativo de Seguridad".
- Estima la
accionante que la Acción de Tutela procede como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable, por cuanto "a pesar de estar sometida
para este evento a las disposiciones del Código Contencioso Administrativo no
me es posible acudir a ellas por no haber agotado la vía gubernativa
obligatoria en este caso y consistente en los recursos de reposición y
apelación consagrados en ese ordenamiento", razón por la cual, "el
perjuicio que me irroga la decisión impugnada sólo puede ser reparado mediante
el pago de una indemnización decretada por la Jurisdicción Contencioso
Administrativa y previo el trámite de un proceso ordinario circunstancia
prevista en el Num. 1o. del Art. 6o. del Decreto 2591 de 1991, para que proceda
la Acción de Tutela."
LA DECISION DE PRIMERA INSTANCIA
El Juzgado Octavo
Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá mediante providencia de abril
veintiuno (21) de mil novecientos noventa y dos (1992) resuelve "DENEGAR
la Acción de Tutela formulada por la señora FANNY GUZMAN HERRERA contra el
Departamento Administrativo de Seguridad, con base en las consideraciones que
se transcriben:
- "Aún cuando
en el libelo demandatorio no se cita la norma infringida, de los hechos
expuestos se puede deducir que la norma constitucional violada es la del
trabajo que se halla consagrada en el art. 25."
- "Tenemos
entonces que lo que se pretende a través de la Acción de Tutela por parte de la
accionante, es que sea reintegrada al cargo que ocupaba en el Departamento Administrativo
de Seguridad (D.A.S)."
- "Sinembargo,
la acción demandada no prosperará, como quiera que la señora FANNY GUZMAN
HERRERA puede solicitar a la autoridad judicial competente, esto es, mediante
un proceso Contencioso Administrativo, la orden de reintegro solicitada como lo
dispone el art. 1o. del Decreto 306 de Febrero 19 de 1992."
CONSIDERACIONES DE LA SALA
a) La
Competencia.
Es competente la
Corte Constitucional -Sala de Revisión de Tutelas- para conocer de la presente
acción, con base en lo dispuesto en los artículos 86 inciso 2o. y 241 numeral
9o. de la Constitución Política y los artículos 33 y 34 del Decreto 2591 de
1991.
b) La Materia
Reconoce el artículo
primero de la Constitución Política el carácter pluralista como rasgo
característico, esencial del Estado Colombiano. La Nueva Carta ha dado
expresión normativa a una realidad sociológica latente en el mundo
contemporáneo, realidad que, en punto a precisar el sentido del pluralismo, se
desdobla en dos dimensiones; una de ellas muestra la insospechada variedad de
opiniones que coexisten en el seno de la sociedad. Ante la imposibilidad e
inconveniencia de imponer una sola orientación, que, sin discusiones de ninguna
índole deba ser acogida por todos los asociados, el Estado democrático permite
y favorece la expresión y difusión de esa diversidad de creencias con múltiples
matices, opiniones o concepciones del mundo. Dentro de la segunda dimensión,
se observa la atribución del ejercicio de los poderes públicos a diversas
organizaciones estatales, que guardan entre sí la debida correspondencia y
armonía, y a la vez permiten el acercamiento del Estado a los diferentes grupos
en que el hombre desarrolla su actividad cotidiana y a los cuales pertenece, ya
en razón de vínculos naturales, ora porque se ha afiliado a ellos. De ahí surge
el reconocimiento de los grupos e instituciones sociales que se erigen en
comunidades intermedias entre el individuo y el Estado.
Las dos facetas que
se han expuesto confluyen para integrar el significado del pluralismo y ambas
encuentran amplios desarrollos en el texto constitucional. Así por ejemplo, la
primera vertiente, doctrinariamente denominada pluralismo ideológico, se
refleja en la consagración de la libertad de expresión (Artículo 20 de la
C.N.), la libertad de cultos (Artículo 19 de la C.N.), las libertades de
enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra (Artículo 27 de la C.N.), entre
otras; al paso que de la segunda, conocida como pluralismo institucional, se
advierten expresiones muy concretas, exempli gratia, en el reconocimiento y
protección que el Estado brinda a la diversidad étnica y cultural de la Nación
Colombiana y a las lenguas y dialectos de los grupos étnicos que son oficiales
en los respectivos territorios (Artículo 7 y 10 de la C.N. respectivamente); en
la igualdad ante la Ley de todas las confesiones religiosas e iglesias
(Artículo 19 inc. 2 C.N.); en la posibilidad de organizarse en Colegios,
establecida para las profesiones legalmente reconocidas (Art. 26 C.N.); en la
garantía del derecho de libre asociación (Art. 38 C.N.); en la consagración del
derecho a constituir sindicatos o asociaciones (Art. 39 C.N.); en el derecho a
constituir partidos, movimientos y agrupaciones políticas (Art. 40-3 y 107 de
la C.N.); en la posibilidad de fundar establecimientos educativos y en el
reconocimiento de la autonomía universitaria (Arts. 68 y 69 de la C.N.); en la
consagración de un número plural de entidades territoriales (Art. 268), etc..
Ahora bien, una
tendencia del constitucionalismo moderno, que compagina perfectamente con el
pluralismo institucional, es el reconocimiento de derechos a grupos y
organizaciones, configurando, en la práctica, varias modalidades de titulares
colectivos; dentro de los cuales se cuentan sindicatos, partidos políticos,
agremiaciones profesionales, instituciones académicas, etc.; tendencia esta que
ha convertido también a la familia, en titular de derechos y en objeto de
especial protección; así, el artículo 5 de la Carta señala que el Estado ampara
a la familia como institución básica de la sociedad, proposición reiterada en
el artículo 42 que, además, se refiere a la honra, la dignidad y la intimidad
de la familia como derechos inviolables, sienta las bases de las relaciones
familiares "en la igualdad de derechos y deberes de la pareja y en el
respeto recíproco entre todos sus integrantes" y proscribe cualquier forma
de violencia que altere o destruya su armonía y unidad. Simultáneamente al
otorgamiento de derechos, aparece en algunas normas constitucionales la
atribución de precisos deberes a la familia; así pues, en concurrencia con la
sociedad y el Estado se le encomienda "la obligación de asistir y proteger
al niño para garantizar su desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno
de sus derechos" (artículo 44 C.N.); en las mismas condiciones se la
encarga de la protección y asistencia de las personas de la tercera edad y de
promover su integración a la vida activa y comunitaria (Artículo 46 C.N.).
Frente a la
consagración de derechos y deberes en favor y cargo de titulares colectivos, se
ha impuesto una tendencia, no totalmente divorciada de aquella, orientada al
reconocimiento de derechos y atribución de deberes a individuos que forman
parte de ciertos sectores sociales identificables a partir de presupuestos
tales como la específica situación jurídica en que se encuentran, el sexo, las
sucesivas etapas de la vida. No se trata de derechos o deberes contemplados en
abstracto para todas las personas, sino dirigidos a los individuos que en determinado
momento se hallan encuadrados dentro de una especial categoría verbi gratia,
mujer, niño, adolescente, anciano. Sin embargo, es posible establecer contactos
entre ambas tendencias: la atribución a la familia, como titular colectivo, de
deberes encaminados a la protección de niños y de ancianos, que la Sala ha
reseñado más arriba, es elemento suficiente de persuasión que demuestra cómo
resulta imposible analizar la familia en cuanto a sus derechos y deberes sin
coordinarlos con el contenido de los derechos y deberes de cada uno de sus
miembros, individualmente considerados, trátese del niño, del joven, o de la
mujer en su papel, de esposa y madre. Así lo entendió el Constituyente al
consagrar derechos y deberes de la familia (Art. 42 C.N.) y también de los
niños (Art. 44 C.N.), de los adolescentes (Art.45), de las personas de la
tercera edad (Art. 46 C.N.), de la mujer (Art. 43 C.N.).
Lo anterior no
quiere significar que para ejercitar o reclamar los derechos reconocidos en
favor de los niños, adolescentes, ancianos o mujeres, sea condición
indispensable o sine qua non pertenecer a una familia. Una interpretación de
tal tipo conduciría a la negación inevitable de esas prerrogativas a personas
abandonadas o expósitas; simplemente, la Sala pretende relievar la
inter-relación existente entre la familia y sus distintos integrantes y
ubicándose dentro de esa perspectiva, destacar como núcleo básico de la
organización familiar a la pareja que tiene iguales derechos y deberes,
"decide libre y responsablemente el número de sus hijos y deberá
sostenerlos y educarlos mientras sean menores o impedidos (Art. 42 C.N.). Por
las especiales circunstancias, propias del peculiar desenvolvimiento histórico
a que ha asistido Colombia, circunstancias a las que más adelante se aludirá
con mayor detalle, ese reconocimiento de la paridad de derechos y deberes entre
el hombre y la mujer denota una revalorización del papel de esta última, en
todos los ámbitos de la vida social y especialmente en su condición de esposa y
madre.
En su acepción más
simple el término mujer, comprende a toda persona de sexo femenino, cualquiera
que sea su edad o nacionalidad, casada o nó, integrada o no a una familia. Las
urgencias del mundo moderno han llevado a la mujer a asumir un rol multifuncional,
situación a la que no son ajenas las previsiones constitucionales en las que es
posible detectar reconocimiento de derechos o contemplación de mecanismos
protectores, según se trate de la mujer grávida, de la mujer trabajadora, de
la mujer cabeza de familia, de la mujer desempleada o desamparada, en fin, de
la mujer esposa y madre; papeles no separados o escíndidos sino que se
superponen y se implican recíprocamente. La Constitución Colombiana establece
en su artículo 13 que "todas las personas nacen libres e iguales ante la
ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los
mismos derechos, libertades, oportunidades sin ninguna discriminación por
razones de sexo ..." (Se subraya); el artículo 43 señala:
"Artículo
43. La mujer y el hombre
tienen iguales derechos y oportunidades. La mujer no podrá ser sometida a
ninguna clase de discriminación. Durante el embarazo y después del parto gozará
de especial asistencia y protección del Estado, y recibirá de éste subsidio
alimentario si entonces estuviere desempleada o desamparada.
"El Estado
apoyará de manera especial a la mujer cabeza de familia."
Asimismo, para la
mujer trabajadora el artículo 53 de la Carta prevé que el estatuto de trabajo
que expida el Congreso de la República, deberá tener en cuenta, entre otros
principios mínimos, la protección especial a la mujer y a la maternidad.
Disposiciones de similar contenido se hallan en variados instrumentos
internacionales y en constituciones de otros Estados; el Convenio 3 de 1919,
revisado por el artículo 103 de 1952, emanado de la OIT, contiene concretas
referencias a las mujeres que laboran en la industria y en trabajos no
industriales, a la mujer encinta garantizándole términos mínimos de descanso en
las etapas anteriores y posteriores al parto, prestaciones adecuadas y
suficientes, posibilidad de amamantar a la criatura; medidas estas que con
ligeras variantes se encuentran también en la Declaración Universal de Derechos
Humanos, en el Pacto Internacional de Derechos, respecto de las mujeres
trabajadoras o no, y en las Constituciones de Alemania, Brasil, Guatemala,
Italia, México, Perú, Portugal, Venezuela, entre otras.
Este esfuerzo
patente por elevar la condición de la mujer para el caso colombiano se explica
en la situación de discriminación a la que se la sometió durante un largo
período de tiempo y a la que sigue sometida, en virtud de circunstancias
propias de la idiosincracia del pueblo colombiano, aún no superadas totalmente,
pese a los notorios avances incorporados, como preciosas conquistas, primero en
la ley y ahora en la Constitución Política. En el Informe-Ponencia para primer
debate en la Plenaria de la Asamblea Nacional Constituyente, sobre Derechos de
la Familia, el niño, el joven, la mujer, la tercera edad y minusválidos, se
lee:
"Sin embargo,
en naciones como la nuestra, el modelo de docilidad y vulnerabilidad parece no
haber sido rebasado, a diferencia de los paises desarrollados en los que
gracias a dicho movimiento la mujer ha superado las desigualdades sociales y ha
pasado a ser parte integral y activa de la comunidad a la que pertenece. Las
estadísticas muestran cómo en nuestra Patria la mujer tiene menos oportunidades
de acceso a la salud, la protección y la educación que el hombre. A su vez en
el campo laboral, a pesar de que su participación ha señalado cambios
importantes en la estructura del mercado de trabajo (41% en 1989), el 35% de la
población femenina urbana percibe una remuneración por debajo del sueldo
mínimo, frente a un 16% de los hombres que se encuentran en la misma situación;
y si miramos hacía el sector rural encontramos mujeres que, sin ser dueñas de
la tierra, trabajan sin paga -la mayoría de las veces, pues su oficio es
considerado como una labor de apoyo a su marido, padres o hermanos. Igualmente
el desempleo generado por la situación económica actual recae con más fortaleza
sobre ella: hoy en día el 50% de los desempleados del país son mujeres."
"Por otra
parte, diversos motivos, como la violencia -que ha dejado un sinnúmero de mujeres
viudas- el abandono del hogar por parte del hombre y la displicencia de éste
con respecto a la natalidad, han obligado a la mujer a incorporarse a los roles
de producción adquiriendo la responsabilidad de ser la base de sustentación
económica de su hogar, sin haber llegado jamás a desprenderse de los patrones
culturales que la confinan al espacio doméstico y al cuidado de los
hijos."
Fue consciente
también el Constituyente de la discriminación de la mujer en el campo político
que le disminuye considerablemente sus posibilidades de acceso al poder; de la
discriminación que surge en razón del estado de embarazo, por lo cual
consideró:
"... es un
error privar a la mujer embarazada 'del derecho a trabajar' pues con una
ocupación ella asegura sus medios de subsistencia, los del ser que está por
nacer y los de todas las personas que se encuentran a su cargo. Por esto, se
enfatiza sobre la necesidad de abolir la discriminación por efectos de la
maternidad tendiente a que ésta no limite las posibilidades de vinculación de
la mujer a la fuerza laboral dependiente".
La situación de la
mujer cabeza de familia, también llamó la atención del Constituyente:
"...un número
creciente de hogares tiene jefatura femenina. De acuerdo con los patrones de
separación la gran mayoría de éstos están compuestos por mujeres jóvenes, con
hijos todavía dependientes. Según la encuesta nacional de hogares (DANE 1981)
un 17% de los hogares en Colombia eran monoparentales, de los cuales el 85%
correspondían a mujeres; el censo de 1985 reporta un 17.9% de hogares en esta
situación y según el Estudio Nacional de Separaciones Conyugales, llevado a
cabo por la Universidad Externado de Colombia en 1986, el porcentaje de mujeres
cabeza de familia es del 21%. Para 1985, la tasa global de participación de la
población femenina clasificada por el DANE en estado de miseria era del 22.5%,
la más baja por sector social. La situación de pobreza es dramática y tiende a
profundizarse por las altas tasas de dependencias concentradas en cabezas de
mujeres solas enfrentadas casi todas a gran inestabilidad laboral, baja
remuneración y desprovistas del sistema de seguridad social". (Gaceta
Constitucional No. 85. Bogotá D.E. Miércoles 29 de Mayo de 1991. Páginas 5 y
siguientes).
Dentro del proceso de
elevación de la condición de la mujer, las distintas formas de discriminación
condujeron a la consagración de distintos derechos y formas de protección en
beneficio suyo, atendiendo a las situaciones en las que pueda encontrarse. Ese
proceso de dignificación de la mujer se emprendió a nivel normativo, hace ya
algunas décadas e irradió con su fuerza los espacios social, político,
económico, mediante medidas que le concedieron el manejo de sus propios bienes,
el gobierno de su persona, el derecho de votar, una autoridad familiar
compartida en igualdad de condiciones con el hombre. La ley 51 de 1981
incorporó la Convención de las Naciones Unidas sobre la eliminación de
discriminación contra las mujeres; el Decreto 1398 de 1990 reglamentario de
esa ley, proveyó los primeros mecanismos con miras a su cumplimiento. A muchas
de estas previsiones el Constituyente de 1991 les otorgó rango constitucional,
otras tantas continúan vigentes en distintas leyes que regulan la materia, en
tanto que, la situación inequitativa que todavía soporta la mujer, impuso a
efectos de su superación, la contemplación de una serie de derechos de carácter
programático, de acceso gradual, pendientes de su concreción y desarrollo en la
medida en que las instancias estatales competentes orienten en tal sentido la
definición de sus políticas sociales; tal acontece, por ejemplo, con la
asistencia y protección que según el artículo 43 debe dispensar el estado
durante el embarazo y después del parto, así como con el subsidio alimentario
previsto para la mujer grávida que estuviere desempleada o desamparada;
propósitos éstos, cuya eficacia depende de que se instrumenten los medios
necesarios a su operatividad, y que se inscriben dentro del marco del Estado
Social de Derecho cuyo contenido asistencial impone de acuerdo con las voces
del artículo 13 la promoción de las condiciones para que la igualdad sea real
y efectiva, la adopción de medidas en favor de grupos discriminados o
marginados y la protección de "aquellas personas que por su condición
económica, física o mental, se encuentren en circunstancias de debilidad
manifiestas."
Así pues, la
protección de la mujer puede lograrse mediante la aplicación de remedios
jurídicos ya previstos y eficaces y merced a la implementación de medidas
contenidas en la Carta Fundamental cuya concreción gradual, atacará los
factores de discriminación, elevando cada vez más mediante su acción protectora
la posición de la mujer hasta cristalizar en la práctica, la igualdad real de
derechos y deberes entre los dos sexos.
C. La Sentencia que
se Revisa:
FANNY GUZMAN
HERRERA, impetró la Acción de Tutela, como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, con el claro propósito de ser reintegrada al cargo que
venía desempeñando en el Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, y del
cual fue declarada insubsistente encontrándose en estado de embarazo, según
ella, conocido oficialmente por la entidad nominadora. Invoca como violados el
Derecho al Debido Proceso y el artículo 43 de la Carta; a su vez, el fallador
de primera instancia deduce que la actora estima conculcado su Derecho al
Trabajo. En reiteradas jurisprudencias la Corte Constitucional ha señalado que
la Acción de Tutela como mecanismo protector de los Derechos Constitucionales
Fundamentales tiene un evidente carácter subsidiario y residual, como que no
procede cuando el afectado disponga de otro medio de defensa judicial, salvo
que se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable. Sobre el particular se consideró:
"El recto
entendimiento del precepto, lleva a tener por procedente la Acción de Tutela,
cuando circunstancias que rodean al solicitante, no le permitan poner en marcha
o hacer uso de mecanismos judiciales. Interpretación distinta, llevaría a
reconocer a los jueces de toda la jerarquía judicial, la posibilidad de
evaluar, en cada caso, la eficacia del orden judicial, lo cual implicaría no
sólo el desquiciamiento de la seguridad y confianza que informa a esas
instituciones, sino, a otorgar un poder exorbitante al juez de tutela para
sustituir a la justicia ordinaria, cuando según su discreción sea
ineficaz". (Sentencia T-468. Sala de Revisión No.5 de Julio 17 de 1992
M.P. Dr. Fabio Morón Díaz).
Tanto en el campo de
las relaciones laborales particulares, como en el ámbito de la función pública,
de tiempo atrás se han formulado previsiones que permiten intentar ante los
jueces competentes el reintegro de la trabajadora o funcionaria que hubiese
sido despedida encontrándose en estado de gravidez. En el caso sub-exámine la
misma accionante manifiesta que "a pesar de estar sometida para este
evento a las disposiciones del Código Contencioso Administrativo no me es
posible acudir a ellas por no haber agotado la vía gubernativa obligatoria en este
caso y consistente en los recursos de reposición y apelación consagrados en ese
ordenamiento", situación que torna improcedente la Acción de Tutela pues
la peticionaria tuvo la oportunidad de acudir a otra vía judicial, en procura
del reintegro deseado y de corregir la presunta violación del Derecho al
Trabajo, toda vez que la decisión de la administración le fue comunicada
oportunamente, según se observa dentro del expediente (folio 7).
Además, la violación
del derecho cuyo amparo solicita, originó un daño que se encuentra consumado,
ya que la interesada está desvinculada del cumplimiento de las funciones que
desempeñaba; por lo que, es también improcedente la acción, de conformidad con
lo dispuesto en el numeral 4 del artículo 6 del Decreto 2591 de 1991.
Ahora bien,
encuentra esta Sala de Revisión que la hipótesis del perjuicio irremediable,
aducida por la actora, tampoco se configura, conclusión a la que es posible
arribar al examinar el artículo 1o. del Decreto 306 de 1992, según el cual no
se considera de esa clase el perjuicio cuando el interesado puede solicitar a
la autoridad "que se disponga el restablecimiento o protección del
derecho, mediante la adopción de disposiciones como las siguientes: a- Orden
de reintegro ..." que es justamente lo que solicita la actora.
Finalmente, el
carácter programático de la "especial asistencia y protección" que el
Estado debe brindar durante el embarazo y después del parto; así como la
ubicación de la norma contentiva de este predicado (Art. 43) dentro del Capítulo
2 del Título II referente a los derechos sociales, económicos y culturales,
indican perfectamente el carácter no fundamental del derecho que se pretende
hacer valer, y por ende, la improcedencia de la Acción de Tutela en el caso
concreto que se examina.
Por las razones que
anteceden, se confirmará la sentencia revisada.
En mérito de lo
expuesto, esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
Justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. Confirmar el fallo de fecha veintiuno (21)
de abril de mil novecientos noventa y dos (1992), proferido por el Juzgado
Octavo Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá mediante el cual se denegó la
Acción de Tutela impetrada por FANNY GUZMAN HERRERA, contra el DEPARTAMENTO
ADMINISTRATIVO DE SEGURIDAD.
Segundo. Comuníquese la presente sentencia al
Juzgado Octavo Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá, para los efectos
previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
145 | T-528-92
Sentencia No
Sentencia
No. T-528/92
ACCION
POPULAR
La
Acción Popular consagrada en el artículo 1005 del C.C., puede ahora, con
sobradas y explícitas razones constitucionales, ser interpretada y desarrollada
por los jueces en los casos concretos de controversia sobre los bienes y
derechos públicos y colectivos para asegurar su amparo judicial específico y
concreto, inclusive sobre el Ambiente.
DERECHO
AL AMBIENTE SANO/DERECHOS COLECTIVOS/ACCION DE TUTELA/DERECHOS FUNDAMENTALES-Vulneración
/DERECHO A LA VIDA-Protección
La
Carta de 1991 consagra el "Derecho al Goce de un Ambiente Sano", no
como un derecho constitucional fundamental, sino como un derecho y un interés
constitucional de carácter colectivo; en este sentido la Acción de Tutela no es
procedente para obtener de manera autónoma su protección, pues aquella procede
para obtener el amparo específico de los derechos constitucionales
fundamentales y no el de otros derechos que, como los colectivos, deben
perseguirse judicialmente por virtud del ejercicio de las Acciones Populares o
de las Acciones de Clase o de Grupo en los términos de su regulación legal,
salvo las hipótesis de la protección indirecta o consecuencial. Se señala de
modo indubitable que este Derecho Constitucional Colectivo puede vincularse con
la violación de otro Derecho Constitucional de rango o naturaleza fundamental
como la salud, la vida o la integridad física entre otros, para obtener, por
vía de la tutela, el amparo de uno y otro derechos de origen constitucional,
pues en estos casos prevalece la protección del Derecho Constitucional Fundamental
y es deber del juez remover todos los obstáculos, ofensas y amenazas que
atenten contra éste. Igualmente, tampoco es un obstáculo para la procedencia de
la Acción de Tutela. La relación que se exige entre la violación o la amenaza
de violación a un Derecho Constitucional Fundamental por el desconocimiento de
un derecho colectivo u otro derecho de carácter ordinario, debe ser de
causalidad directa y eficiente. En el caso concreto se encuentra que existe la
relación de causalidad exigida. Este hecho, al hacer INHABITABLE una zona
habitada por determinadas personas y de RIESGO PARA LA SALUD HUMANA, ANIMAL Y
VEGETAL otra, en sí mismo conduce a provocar amenaza o violación directa al
Derecho Constitucional a la Vida, a la Integridad Física, mucho más cuando las
dependencias correspondientes no ordenan las medidas que se hacen necesarias,
para proteger de modo directo y eficaz la vida de los habitantes y residentes
de aquellas zonas.
JUEZ
DE TUTELA-Facultades
Corresponde
a los jueces en esta nueva dimensión de las proyecciones de la justicia
constitucional, atender a los aspectos sustanciales de la solicitud y subsanar
con sus providencias, su prudente juicio de la Carta y su interpretación de las
condiciones propias del caso concreto, las deficiencias apenas formales de la
petición.
ACCION
DE CLASE O DE GRUPO
Las
Acciones de Clase o de Grupo no hacen referencia exclusiva a los Derechos
Constitucionales Fundamentales, ni sólo a los Derechos Colectivos, pues también
comprenden a los Derechos Subjetivos de origen constitucional o legal y
necesariamente suponen la existencia, reclamo y demostración de un perjuicio o
daño causado y cuya reparación se puede pedir ante el juez; empero, exigen
siempre que este daño sea de los que son causados en ciertos eventos a un
número plural de personas que por sus condiciones y por su dimensión deben ser
atendidas con prontitud, inmediatez, efectividad y sin mayores requisitos
procesales dilatorios.
Sala
de Revisión No. 5
Expediente
No. T-2679
Acción
de tutela presentada contra unas omisiones del Ministro de Salud en el caso de
la explotación Carbonífera de El Cerrejón y Tajo Sur por la Asociación
Intercor-Carbocol.
Contaminación
Ambiental, Derecho a la Vida y a un Medio Ambiente Sano.
Peticionario:
ARMANDO
PEREZ ARAUJO
Magistrados:
Dr.
FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Dr.
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Santafé
de Bogotá, D.C., Septiembre dieciocho (18) de mil novecientos noventa y dos
(1992).
La
Sala de revisión en asuntos de tutela, compuesta por los señores Magistrados
Simón Rodríguez Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Fabio Morón Díaz, en
ejercicio de sus competencias constitucionales y legales, previo estudio del
Magistrado Ponente, resuelve sobre las sentencias relacionadas con la acción de
la referencia, proferidas por el Tribunal Superior de Riohacha, el día 28 de
febrero de 1992 y por la Honorable Corte Suprema de Justicia, en Sala Plena,
el día 30 de abril de 1992.
I.
ANTECEDENTES
A. La Petición
1.
Con fecha doce (12) de febrero de mil novecientos noventa y dos (1992), el
señor Armando Pérez Araújo, Abogado inscrito y en ejercicio, actuando
"como agente de los derechos de los habitantes de las veredas de Caracolí
y El Espinal", presentó ante el Honorable Tribunal Superior de Riohacha,
un escrito en el que interpone la Acción de Tutela, establecida en el artículo
86 de la Carta Fundamental, "para que como mecanismo transitorio se eviten
perjuicios irremediables diferentes a los ya registrados, originados por la
presencia en sus hogares de niveles insoportables e impermisibles para la vida
humana, de material particulado de Carbón y estéril, ruidos y vibraciones
ocasionadas por la actividad minera del Complejo Carbonífero El Cerrejón, en el
área distinguida con el nombre Tajo Sur".
2.
Los hechos que señala el peticionario como causa de la citada acción, se
resumen como sigue:
a)
En su opinión, la actividad minera que se cumple en la citada zona, y la
omisión del Ministerio de Salud, ponen en peligro o amenazan la vida de los
habitantes de aquella y los hace sujetos de trato degradante e infrahumano por
parte del Estado Colombiano. Sostiene el peticionario que se viola y amenaza
violar los Derechos Constitucionales garantizados por los artículos 11 y 12 de
la Carta.
b)
Sostiene el peticionario que el Ministerio de Salud expidió la resolución 02122
del 12 de febrero de 1992 en la que se registra "las gravísimas
circunstancias de salud que afectaban a los habitantes del Tajo Sur; además, en
aquella resolución se declaró como zona inhabitable la franja comprendida hasta
1000 metros, y zona de riesgo para la salud humana, animal y vegetal, la
comprendida entre 1000 y 4500 metros, empero, la omisión de la autoridad
administrativa contra la cual se dirige la acción "consiste en no haber
ordenado el cese de actividades mineras, para impedir que familias humildes
pusiesen en peligro sus vidas, estando, como estaban y están aún, en el derecho
pleno de vivir en sus residencias, con la garantía de que el Estado les
preserve el derecho a la conservación de sus vidas."
c)
Advierte el peticionario que resulta inaudito que el Ministerio de Salud haya
omitido una medida prohibitiva o al menos conminatoria, máxime si aquel
Despacho conoció de las graves violaciones y amenazas a los derechos de las
personas habitantes de aquellas zonas; dicho Ministerio se limitó a integrar un
Comité "interinstitucional" al cual no pudieron asistir los indígenas
y campesinos perjudicados.
d)
Sostiene el accionante que cabe distinguir entre las violaciones o las amenazas
de violación al Derecho a la Vida, de una parte y la violación al Derecho de
Vecindad y al Derecho Colectivo al Ambiente de otra; así, sostiene que por lo
primero cabe la Acción de Tutela como mecanismo directo, y por lo segundo
procede la Acción de Tutela pues se trata de impedir un perjuicio
irremediable. En este sentido señala lo siguiente: " De tal suerte que en
el presupuesto fáctico de la vecindad del Tajo Sur (Proyecto Carbonífero El
Cerrejón Zona Norte), quiénes estén residenciados en lo que la resolución 02122
de Minsalud llama zona INHABITABLE, estarían encuadrados como quiénes tienen
sus vidas amenazadas por la contigüidad de grandes trabajos de minería; los
otros serían los que simplemente viven en zona de riesgo para la salud. Pero
ambas situaciones constituyen suficiente base para que la autoridad competente
tramite y conceda la tutela de los derechos vulnerados y amenazados".
B.
Las Sentencias que se Revisan.
1.
El Tribunal Superior de Riohacha
El
veintiocho (28) de febrero de mil novecientos noventa y dos (1992), el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Riohacha, dentro de los términos
constitucionales y legales, previas algunas diligencias probatorias, resolvió
sobre la petición formulada, y ordenó denegar la tutela propuesta por el Doctor
Armando Pérez Araújo, contra el Ministerio de Salud por
"improcedente".
Además,
el Tribunal, ordenó comunicar al señor Procurador General de la Nación, al
Defensor del Pueblo y al Ministro de Minas y Energía, las irregularidades que
detecta en los hechos y actuaciones que examina y que vierte en la parte motiva
de la providencia que se estudia.
Es
necesario destacar que el Tribunal llamó a rendir declaración al peticionario
quien formalmente manifestó que actuaba como agente oficioso de campesinos,
indígenas y menores de las veredas de Caracoli y El Espinal, afectados por la
contaminación ambiental de la explotación carbonífera de El Cerrejón, en el
área del Tajo Sur.
En
dicho acto, que obra en los folios 124 y 125 del expediente, el Señor ARMANDO
PEREZ ARAUJO manifestó expresamente que actuaba como agente oficioso de los
campesinos Señores MILTON ORTIZ CARRILLO, su esposa y sus hijos menores,
habitantes del predio los Cocos y de DIOMEDES CARDONA habitante de otro predio
vecino de la mina; igualmente, el peticionario afirma que actua como agente
oficioso de las personas que como miembros de la comunidad indígena WAYUU del
Espinal, corregimiento de Hatonuevo, municipio de Barrancas, aparecen
determinadas plenamente en un estudio estadístico y de identificación del
componente habitacional indígena de la región que sufre el supuesto impacto de
la contaminación ambiental reconocida por el Ministerio de Salud Pública. En la
misma diligencia aparece la copia del citado estudio elaborado por la
Organización Indígena de la Guajira "YANAMA" y consta de 16 hojas que
obran en los folios 126 a 141 del expediente.
La
sentencia que se revisa fundamenta su resolución en las consideraciones que se
resumen, así:
-
No aparece claramente ningún elemento que acredite la legitimidad del
peticionario y los argumentos presentados por el Doctor Armando Pérez Araújo no
son convincentes sobre el punto de su calidad del agente oficioso de los
Titulares de los derechos que se dicen amenazados o vulnerados; no obstante lo
anterior, el Tribunal pasó a estudiar el planteamiento de la tutela como
mecanismo transitorio.
-
Bajo el amparo de las reglas que regulan el ejercicio de la Acción de Tutela,
no es procedente la acción propuesta en este caso concreto pues, "la orden
procurada para que el Ministro de Salud controle la Salud Ambiental de Caracolí
y Espinal, o disponga la reinstalación de los habitantes de estas poblaciones,
no se encuentran tipificadas como reparaciones exclusivas de un perjuicio
irremediable que daría procedencia a la tutela como mecanismo transitorio.
-Según
lo dispuesto por los artículos 86 y 88 de la Carta, la protección específica
del Medio Ambiente Sano no es objeto de la Acción de Tutela, pues para ello se
hallan previstas las Acciones Populares reguladas de conformidad con la Ley, a
menos que el peticionario solicite la tutela para impedir un perjuicio
irremediable. Esta última hipótesis no se cumple en el caso planteado por el
peticionario, ya que la orden que se pide no se endereza a evitar ningún
perjuicio irremediable de aquellos que sólo se reparan íntegramente mediante
indemnizaciones.
Agrega
el Tribunal que "... es apreciable que actualmente no hay un estudio ni un
plan de manejo ambiental sobre Caracolí y el Espinal, debidamente controlado
por Minsalud que sirvan de fundamento a la decisión favorable de esta Acción de
Tutela, sin la prueba plena de la contaminación grave del ambiente de estas
poblaciones no es viable ordenarle a Minsalud que adopte los correctivos
indispensables, porque no estaría configurada la amenaza a los derechos a la
Vida y al Trato Humano consagrados como fundamentales por los artículos 11 y 12
de la Constitución Nacional."
-
En su concepto "lo que si parece procedente es la Acción de Cumplimiento
prevista por el artículo 87 de la Constitución Nacional en cuanto a los
Capítulos VIII y XXVI del Código de Minas y la Resolución No. 02122 del 22 de
febrero de 1992 del Ministerio de Salud, o una acción por responsabilidad
extracontractual".
Por
último, la decisión que se examina manifiesta que "Es lamentable la
conducta Estatal sobre la Contaminación Ambiental de las poblaciones de
Caracolí y el Espinal y concretamente la omisión posiblemente prevaricadora,
del cumplimiento de las normas defensoras de un Ambiente Sano, lo cual debe ser
puesto en conocimiento de la Procuraduría General de la Nación, en relación con
su facultad conferida por el artículo 278, núm. 1o. de la Constitución Nacional
y del Defensor del Pueblo (Facultad del artículo 282, núm. 1o. y 5o. de la
Constitución Nacional), para que se pronuncien sobre las irregularidades que
surgen en este asunto atribuibles a los Ministerios de Minas y Energía y Salud
Pública."
2.
La Impugnación
El
peticionario impugnó oportunamente la anterior decisión de la Sala Plena del
Tribunal Superior de Riohacha para efectos de obtener su revocatoria ante la
Sala Plena de la H. Corte Suprema de Justicia; sus consideraciones en esencia
son las que se resumen enseguida:
-
Ante el argumento que se basa en la falta de plena prueba de la contaminación,
el impugnante sostiene que de ninguna manera la Acción de Tutela solicitada es
susceptible de discutirse en el terreno de la prueba plena de la
contaminación, "máxime, si la omisión del Ministro González Posso
consiste en no haber producido la respectiva orden oficial, emanada de sus
funciones pública legales, tendiente a evitar la Acción de peligro contra las
vidas de unos seres humanos luego de que el mismo Ministro registrara en
diferentes documentos públicos la prueba de la contaminación al extremo de
calificar la zona como inhabitable, una, y de alto riesgo para la salud humana
y animal, la otra (resolución 2122/91).
"Dicho
de otra manera: como podría haber falta de prueba para tutelar unos derechos,
si el mismo Ministro reconoce que están vulnerados y amenazados esos derechos,
afirmando que es imposible la vida humana".
-
El peticionario impugna la providencia con la afirmación según la cual, el
Tribunal reconoce la existencia de la omisión que motivó la acción de la
referencia y sin ningún criterio explícito se abstiene de ordenar la tutela
pedida.
3.
La Sentencia de la Honorable Corte Suprema de Justicia.
Remitido
debidamente el expediente ante la H. Corte Suprema de Justicia, superior
jerárquico del Tribunal que conoció en primer término de la solicitud de
tutela, aquel alto Tribunal resolvió en término la impugnación y ordenó
"confirmar la sentencia de fecha 28 de febrero del presente año mediante
la cual el Tribunal Superior de Riohacha DENEGO la tutela demandada por el
Doctor ARMANDO PEREZ ARAUJO ...".
Las
razones por las que la Corte Suprema de Justicia resolvió de aquella forma la
impugnación, se resumen como sigue:
-
No es admisible, a la luz de la Constitución que el Ambiente quede comprendido
dentro de los derechos fundamentales de inmediata aplicación como lo son los
previstos en los artículos 11 y 12 que el actor encuentra vulnerados o
amenazados por la presunta omisión del Ministro de Salud en el ejercicio de sus
funciones.
Afirma
la Corte Suprema de Justicia que: "Estos derechos, fundamentales para
todo ser humano, no están relacionados con el Medio Ambiente, la Seguridad y la
Salubridad Pública como lo entiende el actor. En el artículo 11 establece que
la vida es inviolable y por ello prohibe al legislador consagrar la pena de
muerte, y el artículo 12 de la misma codificación superior, dispone que
"nadie podrá ser sometido a desaparición forzada, a torturas ni tratos o
penas crueles, inhumanas o degradantes, es decir, que también prohibe a las
autoridades atentar contra la vida de las personas mediante procedimientos
contrarios a su dignidad y al legislador consagrar penas de la naturaleza expresamente
contemplada".
"De
conformidad con lo dispuesto por el numeral 3o. del artículo 6o. del Decreto
2591 de 1991 y atendiendo al material que se tiene a la vista en el expediente,
no se presenta perjuicio irremediable alguno y por el contrario, la resolución
del Ministerio de Salud, está dirigida a prevenir ese riesgo que el actor
califica como violatorio de derechos constitucionales fundamentales de los
habitantes del lugar."
-
No existe omisión alguna por parte del Ministro de Salud con relación a su
obligación de vigilancia del complejo carbonífero de El Cerrejón, y al no
aparecer informe definitivo sobre el riesgo que pueda originar la actividad
desarrollada por la Asociación Intercor- Carbocol con relación a la salud de
los habitantes de Caracolí y El Espinal, no procede la tutela demandada por el
Doctor Pérez Araújo.
-
Como el mismo actor está adelantando un proceso de protección del Medio
Ambiente con el mismo objeto ante la justicia en el municipio de San Juan del
Cesar, resulta claro que cuenta con otra vía judicial para hacer valer los
derechos, aún los constitucionales fundamentales de sus representados y que lo
está haciendo valer; por tanto, no puede prosperar la tutela con carácter
preventivo ni como mecanismo transitorio, ya que la vía judicial que procede
está en ejecución.
II.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
Primera.
La Competencia
Esta
Sala de la Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de
las sentencias de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos
86 inciso tercero y 241 numeral 9 de la Constitución Política, en concordancia
con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen
se hace por virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala
correspondiente y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
Segunda.
La Materia Objeto de las Actuaciones
a)
En primer término encuentra la Sala que el peticionario de modo expreso
solicita por virtud del ejercicio de la Acción de Tutela que consagra el
artículo 86 de la Carta Política y que reglamenta el Decreto 2591 de 1991, la
protección del Derecho Constitucional a la Vida y del Derecho Constitucional
Fundamental al Trato Digno y Humano que aseguran los artículos 11 y 12
respectivamente de la Carta Fundamental.
En
concepto de la Corte Constitucional la cuestión planteada por el peticionario
se contrae especificamente a obtener que se decrete por vía de la citada acción
como mecanismo transitorio, la protección inmediata del derecho de sus
"representados", ya que estos resultan afectados en los mencionados
derechos constitucionales, por fuerza de la contaminación ambiental que
producen las actividades de explotación del carbón por la Asociación Intercor-Carbocol,
en un determinado sitio que aparece plenamente identificado, y por la omisión
en que incurrió el Ministerio de Salud Pública, al no impedir el desarrollo de
las citadas actividades de explotación minera de carácter peligroso y dañino.
En
otros términos, el peticionario pretende el amparo judicial de unos
determinados derechos constitucionales fundamentales amenazados de modo directo
por las actividades de explotación minera en vecindades de las veredas de
Caracolí y El Espinal del Municipio de Barrancas en el Departamento de la
Guajira y que no han sido objeto del control efectivo que corresponde a unas
dependencias y entidades del Estado.
b)
En un detenido examen del escrito presentado se encuentra que el peticionario
hace radicar la solicitud en la supuesta omisión de una autoridad pública
revestida de funciones de origen legal y constitucional en el cumplimiento de
su deber de proteger el Ambiente Sano y de controlar la contaminación de este.
Esta reflexión, que se dirige a interpretar el contenido sustancial de la
acción, la hace la Corte Constitucional atendiendo a la naturaleza y a la
finalidad de la Acción de Tutela, como mecanismo especial de protección de los
Derechos Constitucionales Fundamentales, y para asegurar el cabal cumplimiento de
la Constitución.
El
señor ARMANDO PEREZ ARAUJO, que dice actuar como agente oficioso de
algunas personas, tampoco solicitó por vía de la Acción de Tutela la protección
directa y autónoma del Derecho Constitucional Colectivo a gozar de un Medio
Ambiente Sano, como equivocadamente lo entendió el H. Tribunal Superior de
Riohacha, ni reclama la protección judicial del Derecho Constitucional
Fundamental de Petición (art.23 C.N.), como podría pensarse inicialmente, ni
manifiesta que en oportunidad alguna lo haya ejercido en los términos de la
norma constitucional que lo garantiza o que no se le haya dado pronta
respuesta.
c)
No obstante lo anterior, y cómo el despacho Judicial que atendió inicialmente
la petición, fundamenta su actuación y la denegación de tutela solicitada, en
la consideración según la cual, si bien por los hechos narrados por el
interesado, y que aparecen en la situación jurídica planteada, se produjo una
evidente violación al Derecho Constitucional a Gozar de un Ambiente Sano que
garantiza el artículo 79 de la Carta de una parte, y aún cuando en su concepto
existe una seria infracción en los deberes del Ministerio de Salud en la
protección al Derecho Constitucional al Medio Ambiente Sano de otra, ninguna de
las situaciones observadas es en su opinión objeto de la Acción de Tutela,
ahora debe la Corte Constitucional en este caso examinar la relación que existe
entre la resolución del Ministerio de Salud y los deberes constitucionales y
legales de las dependencias del Estado, con la situación de los representados
en lo que hace a su Derecho Constitucional Fundamental a la Vida y a la
Integridad Física de las personas respecto de las que se dice agente oficioso
el Señor PEREZ ARAUJO, y en cuanto hace a la procedencia de la TUTELA reclamada.
Del
examen de los elementos probatorios que obran en el expediente, como son las
intervenciones escritas del representante de Carbocol S.A. y de Intercor, se
encuentra que efectivamente se han adelantado actividades de previsión y de
control de los niveles de contaminación ambiental de las zonas aledañas a la
explotación minera, las que han contado con la participación de entidades de
los Ministerios de Salud Pública, Minas y Energía y Agricultura; estas
actividades comprenden programas de medición de la calidad del aire y de
disminución de las emisiones de polvo generadas por las operaciones de
explotación minera. Empero no aparece que se haya cambiado el concepto técnico
emitido por el señor Ministro de Salud y contenido en la resolución 02122 del 22
de febrero de 1991, en la que se señala el carácter de INHABITABLE Y DE ALTO
RIESGO PARA LA VIDA ANIMAL, VEGETAL Y HUMANA de la zona donde habitan las
personas en nombre de las cuales se interpone la tutela de la referencia, y lo
cierto es que esta característica continúa presente como causa de la amenaza de
violación a los derechos constitucionales cuya TUTELA se reclama.
Esta
Corporación también se ocupa de determinar si, como lo advierte el citado
Tribunal, la petición enderezada a obtener el pronunciamiento del Ministerio de
Salud, constituye en verdad el planteamiento de un perjuicio irremediable sobre
el que proceda la Acción de Tutela como mecanismo transitorio mientras se
adelantan otras acciones judiciales, o si por la misma causa aparece la violación
o la amenaza de violación directa y eficiente de algún derecho Constitucional
Fundamental que imponga su protección directa.
Por
último, en esta providencia se examina la calidad de Agente oficioso con
la que dice actuar el peticionario y su importancia para los efectos de la
tramitación de la Acción de Tutela
Tercera:
El Amparo Judicial del Derecho a Gozar de un Ambiente Sano.
a)
El Derecho Constitucional de todas las personas al disfrute de un Ambiente
Sano está consagrado expresamente en el artículo 79 de la Carta bajo el título
de los Derechos Colectivos y del Ambiente; además, este derecho aparece
relacionado en la lista enunciativa que establece el inciso primero del
artículo 88 de la misma Carta, como objeto de las Acciones Populares con fines
concretos.
En
estas condiciones, los citados enunciados normativos del inciso segundo del
artículo 88 de la Carta, prescriben con claridad que en cuanto entidad jurídica
autónoma, el derecho específico al goce de un Ambiente Sano, está
garantizado judicialmente por virtud de un instrumento procesal específico y
directo de carácter principal y de naturaleza también autónoma, conocido como
las acciones populares y en caso de daño subjetivo pero plural por
virtud de las acciones de grupo o de clase, amén de las vías judiciales
ordinarias y de los casos especiales de responsabilidad objetiva que establezca
la ley.
b)
Como aspecto preliminar se detiene esta Corporación en advertir que el Derecho
a la Conservación y al Disfrute de un Medio Ambiente Sano y de la promoción y
preservación de la calidad de la vida, así como la protección de los bienes,
riquezas y recursos ecológicos y naturales, es objeto de grandes reflexiones y
preocupaciones que sólo recientemente han hecho aparición plena en el Derecho
Constitucional y en el Derecho Internacional.
Es
evidente que hoy en día, para determinar los grandes principios que deben regir
la vida de las sociedades organizadas y en camino de evolución, ya no puede
ignorarse la necesidad de proteger el medio ambiente y de dar a las personas
los derechos correlativos; en este sentido se tiene que después del año de
1972 en el que se adoptó la Declaración de Estocolmo sobre medio ambiente
humano, se ha reconocido en vasta extensión el valor que debe otorgarse a su
protección. Además, en este proceso, y en sus variantes, el camino recorrido
muestra que no sólo se incorporó dicho principio general como valor
constitucional interno que se proyecta sobre todo el texto de la Carta, sino
que aquel produjo grandes efectos de irradiación sobre las legislaciones
ordinarias de muchos paises. También, después de aquella fecha son varias las
naciones que lo incorporaron en sus textos constitucionales, ya como un derecho
fundamental, ora como un derecho colectivo de naturaleza social. Esta
consagración permite, además, al Poder Ejecutivo, a la Administración Pública y
a los jueces colmar lagunas y promover su expansión ante situaciones crónicas o
nuevas; en este mismo sentido, el crecimiento y las crisis de la economía de gran
escala industrial y la expansión del conocimiento sobre la naturaleza y la
cultura ha favorecido el incremento de técnicas, medios, vías e instrumentos
gubernativos, administrativos y judiciales de protección del Derecho al Medio
Ambiente Sano. En este sentido se observa que la Carta Fundamental de 1991,
también establece como servicio público a cargo del Estado y como específico
deber suyo, la atención al saneamiento ambiental, que debe obedecer a los
principios de eficiencia, universalidad y solidaridad.
c)
Ahora bien, en el ámbito del Derecho Constitucional y de la función judicial,
se tiene que el principal aporte de este magno proceso de evolución de las
sociedades contemporáneas, consiste en desligar su protección no sólo de los
tradicionales derechos subjetivos amparables por las vías ordinarias, sino de
la dependencia del amparo de los derechos constitucionales fundamentales;
adquiere así este principio no sólo el carácter de valor normativo que inspira
a toda la actividad estatal y ciudadana (arts. 8, 58 inciso segundo, 79 inciso
segundo y 95 numeral 8o. de la C.N.), sino el rango de Derecho Constitucional
Colectivo como es el caso colombiano después de la Carta de 1991 (arts. 79
inciso primero y 88 C.N.).
d)
En nuestro régimen jurídico y a nivel legislativo, encontramos como nota
destacable y como ejemplo para todas las naciones del mundo, las nociones y las
vías de protección administrativa o policiva que incorporó el Código de
Recursos Naturales expedido en 1974 (Ley 23 de 1973 y Decreto 2811 de 1974 y
sus reglamentarios, los decretos 02 de 1982 y 2206 de 1983 sobre contaminación
del aire), en los que se da un tratamiento extenso y riguroso a este tema;
también cabe destacar las previsiones que trae la Ley de Reforma Urbana (Ley
9a. de 1989 art. 8o., Decreto 2400 de 1989 arts. 5o. y 6o.), en materia de la
protección del medio ambiente y la extensión de las acciones populares de que
se ocupa el artículo 1005 del Código Civil a dicho fin.
Además,
se encuentran las disposiciones correspondientes a la Ley 9a. de 1979 que
establece el Código Sanitario Nacional y que regula el tema de la
contaminación y de la protección del ambiente en lo que se relaciona con el
bienestar y la Salud Humana, en especial las que regulan el tema de los
residuos sólidos y su almacenamiento a campo abierto y el de las emisiones
atmosféricas.
Igualmente,
cabe tener en cuenta para los efectos del examen de los elementos de derecho
que se refieren a la situación jurídica planteada por la petición de tutela de
la referencia, que el Decreto 2655 de 1988 "Por el cual se expide el
Código de Minas", establece en sus artículos 246 a 250 las principales
reglas para regular el tema de la Conservación del medio ambiente, en especial
el Artículo 248 que dice textualmente lo siguiente:
"El
Ministerio de Minas y Energía es el organismo competente para ejercer la
vigilancia y control de la forma como se realicen la utilización, conservación
y restauración de los recursos naturales renovables y del medio ambiente de las
actividades mineras. Las demás autoridades de cualquier orden, deberán poner en
conocimiento de ese Despacho cualquier obra o labor minera, que implique el uso
indebido de los mismos, y tomarán las medidas preventivas provisionales a que estén
facultados por las leyes, para evitar y contrarrestar situaciones de peligro o
daño a las personas y a los bienes públicos o privados que tal uso pueda
causar"
Además,
es deber del Ministerio de Minas y Energía tomar las providencias que eviten o
mitiguen los daños causados por la actividad minera a los recursos naturales
renovables y del medio ambiente, sea de oficio, a petición de parte o de las
autoridades y en coordinación con éstas (art. 249). Estas precisiones de
carácter normativo son fundamento de las consideraciones que conducen a la
decisión que se habrá de tomar en la parte resolutiva de esta providencia,
porque sientan las bases de la relación entre la violación a un derecho
constitucional de carácter colectivo como lo es el de Gozar de un Medio
Ambiente Sano y un Derecho Constitucional Fundamental como lo es el Derecho a
la Vida y a la Integridad Física de las personas; ademas, dichas normas
establecen determinadas responsabilidades de carácter ineludible por parte de
los organismos del Estado en cuanto a los derechos que hoy, bajo el amparo de
la Carta de 1991, reclaman de los jueces mayor atención y cuidado que en
oportunidades anteriores.
e)
De otra parte, a juicio de la Corte Constitucional aquella Acción Popular
consagrada en el artículo 1005 del C.C., puede ahora, con sobradas y explícitas
razones constitucionales, ser interpretada y desarrollada por los jueces en los
casos concretos de controversia sobre los bienes y derechos públicos y
colectivos para asegurar su amparo judicial específico y concreto, inclusive
sobre el Ambiente.
Aquellas
disposiciones de la actual Ley de Reforma Urbana establecen lo siguiente:"
"Ley
9a. de 1989
"......
"Artículo
8o. Los elementos constitutivos del espacio público y el medio ambiente tendrán
para su defensa la acción popular consagrada en el artículo 1005 del Código
Civil. Esta acción también podrá dirigirse contra cualquier persona pública o
privada, para la defensa de la integridad y condiciones de uso, goce y
disfrute visual de dichos bienes mediante la remoción, suspensión o prevención
de las conductas que comprometieren el interés público o la seguridad de los
usuarios.
"El
incumplimiento de las ordenes que expida el juez en desarrollo de la acción de
que trata el inciso anterior configura la conducta prevista en el artículo 184
del Código Penal de 'fraude a resolución judicial'.
"La
acción popular de que trata el artículo 1005 del Código Civil podrá
interponerse en cualquier tiempo, y se tramitará por el procedimiento previsto
en el núm. 8 del artículo 414 del Código de Procedimiento Civil."
"DECRETO
2400 DE 1989
"Artículo
5o. Para efectos del artículo 8o. de la Ley 9a. de 1989, se entiende por
usuario del espacio público y del medio ambiente cualquier persona pública o
privada que haga uso o pueda llegar a hacer uso de un determinado espacio
público o que haya sido afectada o pueda ser afectada por un determinado medio
ambiente.
"Artículo
6o. La acción popular de que trata el artículo 1005 del Código Civil, podrá
ser ejercitada por los usuarios para la defensa del espacio público y del medio
ambiente.
"Para
determinar el Juez competente, se tendrá en cuenta el carácter público o
privado de la persona demandada."
Pero
además, el artículo 994 del Código Civil, en concordancia con los artículos 988
y 993 del mismo Estatuto, establece la denominada acción judicial o de
querella contra obra nueva o antigua que puede ser ejercitada, sin que medie
prescripción alguna por el que tema que una obra ya hecha corrompe el aire y
lo hace conocidamente dañoso. Esta es una típica Acción Popular que está
prevista en la ley para la protección del Ambiente como derecho colectivo.
Obviamente,
este es el resultado de una actividad interpretativa que puede y debe tener
lugar en su sede judicial natural, mucho más ahora bajo las luces que irradia
la nueva Carta sobre la función garantizadora de los jueces con fundamento en
la prevalencia de los derechos constitucionales de las personas.
No
sobra advertir con carácter indicativo que la legislación penal colombiana
también establece un sólido cuerpo de disposiciones de carácter punitivo y
represor, que se ocupa de la protección judicial de algunos bienes jurídicos
relacionados con el Derecho Constitucional a Gozar de un Ambiente Sano, así:
-
En el título de los delitos contra la seguridad pública se establece como
delitos el incendio (art. 189); el daño a obra de defensa común destinada a la
captación, conducción, embalse, almacenamiento, tratamiento o distribución de
aguas (art. 190); el provocar inundación o derrumbe (art. 191), la perturbación
de los servicios de energía y combustible (art. 196); la tenencia, fabricación
y tráfico de sustancias u objetos explosivos inflamables, asfixiante, tóxico,
corrosivo o infeccioso (art. 197); el empleo de los mismos contra personas o
edificios, o medio de locomoción, o su uso en lugar público o abierto al
público (art. 198); la violación o medida sanitaria (art. 293); la propagación
de epidemia (art. 204); la contaminación, envenenamiento o alteración de agua
(art. 205); la corrupción de alimentos y medicinas (art. 206).
-
En el título de los delitos contra el orden económico social también se
establecen como punibles la explotación, transporte, comercio o beneficio
ilícito de los recursos naturales (art. 242); la ocupación ilícita de parques y
zonas de reserva forestal (art. 243); explotación ilícita de yacimiento minero
(art. 244); la propagación de enfermedad sobre los recursos naturales (art.
245); la destrucción el daño o la afectación de los recursos naturales (art.
246) y la contaminación ilícita del ambiente (art. 247)
f)
Ahora bien, la Carta de 1991 es explícita en adoptar el modelo que consagra el
"Derecho al Goce de un Ambiente Sano", no como un derecho constitucional
fundamental, sino como un derecho y un interés constitucional de carácter
colectivo; en este sentido la Acción de Tutela, cuyos fundamentos se examinan
más arriba, no es procedente para obtener de manera autónoma su
protección , pues, como se vio, aquella procede para obtener el amparo
específico de los derechos constitucionales fundamentales y no el de otros
derechos que, como los colectivos, deben perseguirse judicialmente por virtud
del ejercicio de las Acciones Populares o de las Acciones de Clase o de Grupo
en los términos de su regulación legal, salvo las hipótesis de la protección
indirecta o consecuencial que se explicó más arriba y que ahora se reiteran.
Así,
se señala de modo indubitable que este Derecho Constitucional Colectivo puede
vincularse con la violación de otro Derecho Constitucional de rango o
naturaleza fundamental como la salud, la vida o la integridad física entre
otros, para obtener, por vía de la tutela que establece el artículo 86 de la
Constitución Nacional, el amparo de uno y otro derechos de origen
constitucional, pues en estos casos prevalece la protección del Derecho
Constitucional Fundamental y es deber del juez remover todos los obstáculos,
ofensas y amenazas que atenten contra éste. Igualmente, tampoco es un obstáculo
para la procedencia de la Acción de Tutela.
g)
Por tanto, para que fuera procedente la finalidad de obtener la protección autónoma
del Derecho Constitucional a Gozar de un Medio Ambiente Sano el peticionario,
bien podía intentar una Acción Popular con fines concretos, como parece que lo
hizo, según sus afirmaciones, ante un Juzgado del municipio de San Juan del
César en el Departamento de la Guajira; además, el peticionario bien pudo
ejercer la Acción de Tutela basando su petición en el amparo judicial
específico de un Derecho Constitucional Fundamental que fuese amenazado o
vulnerado de modo concreto, específico, directo y eficaz por la conducta
generadora de la contaminación o por la omisión de una autoridad pública en
caso de ser demostrada. Lo cierto es que para el caso en que se encuentran los
"representados" en la acción de la referencia, no existe vía judicial
que les asegure la protección específica de su Derecho Constitucional
Fundamental a la Vida y a la Integridad física, en las condiciones de
contaminación demostradas.
En
este sentido cabe observar que no asiste razón al Honorable Tribunal que denegó
la petición formulada bajo el supuesto según el cual por estar en la base de la
violación señalada, una evidente violación a un derecho constitucional de
carácter colectivo, no procedía decretar la TUTELA pedida, y tampoco por el
hecho de reconocerse que se estaba adelantando la acción popular
correspondiente en los términos que en esta parte de la providencia se señalan.
Obviamente,
cabe señalar que inclusive el peticionario equivocó el planteamiento formal de
su solicitud al señalar que la planteaba como un mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable, pero dicha falta lo es sólo en un aspecto
formal que no enerva la finalidad de la Acción de Tutela, ni significa razón
suficiente para no hacer prevalecer el carácter inmediato de la aplicación de
los derechos constitucionales fundamentales. Corresponde a los jueces en esta
nueva dimensión de las proyecciones de la justicia constitucional, atender a
los aspectos sustanciales de la solicitud y subsanar con sus providencias, su
prudente juicio de la Carta y su interpretación de las condiciones propias del
caso concreto, las deficiencias apenas formales de la petición.
En
verdad la planteada no es una solicitud de tutela como mecanismo transitorio
para evitar un perjuicio irremediable; se trata de una petición concreta y
específica de la protección de un derecho de rango constitucional fundamental
que, a la luz de las previsiones de la Carta y en el caso concreto de que se
trata, no esta condicionada al éxito o al adelantamiento previo o posterior de
una acción judicial distinta de la especifica que consagra el artículo 86 de la
Carta y como tal debió tramitarse con independencia del equivoco apenas formal
en que incurrió el peticionario.
Sentadas
las anteriores consideraciones, esta Corporación se ocupa del examen de los
aspectos de hecho relacionados con la procedencia y la conducencia de la acción
intentada en el ámbito del bien jurídico que se pretende amparar por virtud de
la Acción de Tutela.
Cuarta.
El Artículo 88 de la Carta y las Acciones Populares
Dadas
las situaciones jurídicas que fueron objeto de debate en el trámite y
resolución de la acción de la referencia, esta Sala se ocupa del examen
sistemático de los mecanismos judiciales de origen constitucional y de
consagración y desarrollo deferido a la ley, conocido como el instituto de las
Acciones Populares, así:
a)
Como una de las innovaciones introducidas por la Carta Política de 1991 al
régimen constitucional colombiano de protección judicial de los derechos de las
personas, aparecen en los incisos primero y segundo del artículo 88 de la
Constitución el concepto de Acciones Populares con fines concretos
y el de Acciones de Clase o de Grupo.
Estas
disposiciones establecen que:
"La
ley regulará las acciones populares para la protección de los derechos e
intereses colectivos, relacionados con el patrimonio, el espacio, la seguridad
y la salubridad públicos, la moral administrativa, el ambiente, la libre
competencia económica y otros de similar naturaleza que se definen en ella.
"También
regulará las acciones originadas en los daños ocasionados a un número plural de
personas, sin perjuicio de las correspondientes acciones particulares.
"...".
Aspecto
sustancial de esta institución es su fundamento constitucional directo y su
extensión a ámbitos que no habían sido objeto de regulación antecedente;
empero, cabe destacar que en nuestro sistema jurídico ya se conocía la figura
de las acciones populares consagrada en el orden legal en varias disposiciones
del Código Civil, y más recientemente en otras normas pertenecientes a
regulaciones alejadas de aquel texto como se verá en detalle más adelante.
b)
No sobra advertir, para los fines apenas ilustrativos de esta parte de la
providencia, que las Acciones Populares y Ciudadanas con fines abstractos
se conocen en Colombia desde los mismos orígenes de la República como
instrumentos para asegurar la legalidad y la constitucionalidad de los actos
jurídicos de carácter legislativo y administrativo; aquellas acciones han sido,
en su desarrollo práctico, uno de los instrumentos procesales más destacados en
toda nuestra historia jurídico-política y aparecen reiteradas en el nuevo texto
constitucional como uno de los aportes nacionales a la ciencia constitucional
del mundo occidental; entre ellos basta mencionar la Acción Pública Ciudadana
de inexequibilidad y la Acción Popular de Nulidad.
c)
Ahora bien, por el contrario, nuestras acciones populares con fines
concretos han sufrido las vicisitudes propias de un sistema jurídico
típicamente jurisdiccional y legislado, que no ahondó en el fortalecimiento de
las competencias del juez y de sus capacidades protectoras de los derechos de
las personas y que limitó seriamente las vías de acceso a la justicia; desde
luego, este destino histórico no fue sufrido únicamente por nuestro Derecho, ya
que buena parte de los régimenes similares al nuestro y que seguían sus mismas
tendencias, se pueden catalogar dentro de estas características.
d)
Sólo a partir de la segunda mitad de este siglo, el movimiento
constitucionalista continental europeo y latinoamericano paulatinamente se
ocupó de reexaminar las condiciones estructurales del concepto de acceso a la
justicia y recibió parcialmente las influencias del derecho angloamericano,
incorporando en principio, y en distintas formas, los instrumentos que dan al
Juez un marco más amplio de competencias enderezadas a los fines propios de la
defensa de las personas frente a los poderes del Estado, de la Administración,
de los gobiernos y de los grupos económicamente más fuertes dentro de las
sociedades fundamentadas en la economía capitalista. Este proceso permite a
la doctrina elaborar el concepto de jurisdicción constitucional de la libertad
y formular los lineamientos básicos del llamado Derecho Constitucional
Procesal.
Con
los mismos fines ilustrativos, se tiene que la Teoría General del Proceso
influenciada por el derecho constitucional contemporáneo, se ha ocupado de
plantear la problemática judicial derivada de las siempre cambiantes
condiciones de las sociedades, y en consecuencia, el viejo concepto de igualdad
ha sido reexaminado de tal manera que en sus distintos aspectos, la regulación
del proceso ha avanzado de modo notable con instituciones ya recibidas en
nuestro ordenamiento jurídico; empero, las más profundas modificaciones en lo
que hace a la problemática del acceso a la justicia han exigido al
Derecho Constitucional y a la misma Teoría General del Proceso el abordar
nuevos y más grandes retos, desconocidos e inimaginados inclusive en las
primeras etapas de evolución del Estado demoliberal.
Lo
que caracteriza estas evoluciones no es tanto la consagración de las libertades
sino su vigencia por virtud de la actividad procesal; en otros términos, para
el derecho contemporáneo no resulta suficiente consagrar los derechos de las
personas en la Constitución para que estos sean respetados por las autoridades
y por las personas en general, pues se hace necesario elevar a rango
constitucional las garantías básicas que aseguren un más amplio y efectivo acceso
a la justicia constitucional.
e)
Naturalmente cabe destacar que, dentro de nuestra tradición constitucional, los
remedios judiciales previstos para la protección de los derechos de las
personas se han dividido entre los que son especificamente previstos para la
protección inmediata de los derechos constitucionales como el Habeas Corpus,
las Acciones Públicas de inconstitucionalidad y de nulidad y la Excepción de
Inconstitucionalidad, y los que son ordinarios y comprenden los derechos
subjetivos y los intereses legítimos, como son el procedimiento civil y el
procedimiento contencioso administrativo; en este mismo sentido se pronunció
la Carta de 1991, pero por voluntad expresa del Constituyente ésta fue mucho
más allá al incrementar no sólo el número de los derechos fundamentales de la persona
humana y al hacer extensiva su eventual protección judicial a todas las
personas, inclusive en algunas situaciones jurídicas, a la persona moral, sino
al establecer mayores y más efectivos medios específicos de su amparo judicial,
como ocurre con la denominada Acción de Tutela consagrada en el artículo 86 de
la Carta, enderezada de modo complementario pero directo hacia la protección de
los derechos constitucionales fundamentales de las personas.
Igual
predicado se hace sobre las Acciones Populares con fines concretos, previstas
especificamente para la protección de los derechos e intereses colectivos (art.
88 inciso primero) y sobre las Acciones de Grupo o de clase (art. 88 inciso
segundo) para proteger todo tipo de derechos que resulten "dañados" en
un grupo amplio de personas.
Estas
disposiciones constitucionales se encuadran obviamente dentro del conjunto
armónico y ordenado de las demás vías, instancias y competencias judiciales
ordinarias y especializadas que tienen igual fundamento constitucional; en este
sentido, es claro el deber del legislador de proveer con sus regulaciones los
desarrollos normativos que den a cada uno de estos instrumentos la posibilidad
coherente y sistemática de su efectivo ejercicio por todas las personas, y el
compromiso de los jueces en su desarrollo y efectividad.
Desde
esta perspectiva, se tiene que las Acciones Populares, sin ser un instituto
desconocido en nuestro medio, ahora aparecen ocupando un lugar preeminente que
irradia, con sus proyecciones constitucionales, una nueva dinámica al derecho
público colombiano; esto significa, principalmente, que aquellas dejarán de
estar en el olvido y que, tanto jueces como ciudadanos en general, podrán
ocuparse de estas con mayor efectividad que antes. Ahora, la Corte Constitucional
advierte que se hace necesario promover entre los ciudadanos y los operadores
del derecho una sólida conciencia cívica para dar a estas previsiones el
impulso práctico que merecen, en favor de la vigencia de la Carta y de los
cometidos garantísticos señalados por el constituyente.
Esta
consideración se hace teniendo en cuenta la situación jurídica planteada en el
caso que se examina, puesto que, como se ha visto, en concepto del Tribunal
Superior de Riohacha, que no comparte la Corte Constitucional, se sostiene que
el peticionario pretende en principio y de modo expreso la protección por vía
de la Acción de Tutela de un Derecho e Interés Colectivo de los que enumera
expresamente la Carta, como se verá enseguida, y porque la Corte Suprema de Justicia,
como se consignó mas arriba, resolvió confirmar la providencia del H. Tribunal
con base en que no se configuró la situación que permite la utilización de la
Acción de Tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable, ante la existencia de otras vías judiciales ya puestas en
ejercicio.
f)
En este orden de ideas se observa que el inciso primero del artículo 88 de la
Carta, al consagrar las denominadas Acciones Populares como otro de los
instrumentos de defensa judicial de los derechos de las personas, señala
también el ámbito material y jurídico de su procedencia, en razón de la
naturaleza de los bienes que se pueden perseguir y proteger a través de ellas;
éstas aparecen previstas para operar dentro del marco de los derechos e
intereses colectivos que son, especificamente, el patrimonio público, el
espacio público y la salubridad pública; igualmente, se señala como objeto y
bienes jurídicos perseguibles y protegidos por virtud de estas acciones, la
moral administrativa, el ambiente y la libre competencia económica.
Esta lista no es taxativa sino enunciativa y deja, dentro de las competencias
del legislador, la definición de otros bienes jurídicos de la misma categoría y
naturaleza, la cual le asigna un gran valor en procura de uno de los fines
básicos del Estado Social de Derecho como es el de la Justicia.
Queda
claro, pues, que estas acciones, aunque estén previstas para la preservación y
protección de determinados derechos e intereses colectivos, pueden abarcar
derechos de similar naturaleza, siempre que estos sean definidos por la ley
conforme a la Constitución, y no contraríen la finalidad pública o colectiva y
concreta a que quedan circunscritas estas acciones, por sustanciales razones de
lógica y seguridad jurídica.
También
se desprende de lo anterior que las acciones populares, aunque se enderecen a
la protección y amparo judicial de estos concretos intereses y derechos
colectivos, no pueden establecerse ni ejercerse para perseguir la reparación
subjetiva o plural de los eventuales daños que pueda causar la acción o la
omisión de la autoridad pública o del particular sobre ellos; para estos
últimos fines el Constituyente erigió el instituto de las acciones de grupo o
de clase y conservó las acciones ordinarias o especializadas y consagró como
complemento residual la Acción de Tutela si se presenta la violación de los
Derechos Constitucionales, como en este caso lo propone el peticionario.
En
consecuencia, para esta Corporación es claro que el peticionario en esta oportunidad
no propone la directa protección del Derecho Constitucional a Gozar de un Medio
Ambiente Sano, sino la protección de unos derechos específicos de carácter
Constitucional Fundamental, que en su opinión se encuentran amenazados por la
supuesta omisión de una autoridad administrativa del orden nacional y ante una
situación reconocida jurídicamente como de grave amenaza para la vida humana y,
por tanto, no se encuentra ninguna incompatibilidad entre la acción popular que
se intentó por separado ante los jueces competentes en el municipio de San Juan
del Cesar y la Acción de Tutela intentada ante el Tribunal Superior de
Riohacha. En este sentido la Corte Constitucional no comparte las reflexiones
que sirvieron para denegar la solicitud de tutela de la referencia, en lo que
hace a la supuesta incompatibilidad de objeto y de fin entre lo solicitado y la
vía utilizada en el caso concreto. Lo cierto es que el peticionario reclama
otro derecho distinto del que se protege con las acciones populares y al examen
de la petición debe dársele un sentido conforme con la naturaleza especial de
la Acción de Tutela para no desvirtuar sus cometidos, y así se hará en esta
sentencia.
g) Por su finalidad pública se repite, las Acciones Populares no tienen un
contenido subjetivo o individual, ni pecuniario y no pueden erigirse sobre la
preexistencia de un daño que se quiera reparar subjetivamente, ni están
condicionadas por ningún requisito sustancial de legitimación del actor
distinto de su condición de parte del pueblo.
Característica
fundamental de las Acciones Populares previstas en el inciso primero del
artículo 88 de la Constitución Nacional, es que permiten su ejercicio pleno con
carácter preventivo, pues, los fines públicos y colectivos que las inspiran, no
dejan duda al respecto y en consecuencia no es, ni puede ser requisito para su
ejercicio el que exista un daño o perjuicio sobre los derechos que se pueden
amparar a través de ellas. Desde sus más remotos y clásicos orígenes en el
Derecho Latino, fueron creadas para prevenir o precaver la lesión de bienes y
derechos que comprometen altos intereses colectivos, sobre cuya protección no
siempre cabe la espera del daño; igualmente buscan la restitución del uso y
goce de dichos intereses y derechos colectivos. En verdad, su poco uso y otras
razones de política legislativa y de conformación de las estructuras sociales
de nuestro país, desdibujaron en la teoría y en la práctica de la función
judicial esta nota de principio. Los términos del enunciado normativo a que
se hace referencia en este apartado, no permiten duda alguna a la Corte sobre
el señalado carácter preventivo y restitutorio y se insiste ahora en este
aspecto, dadas las funciones judiciales de intérprete de la Constitución que
corresponden a esta Corporación, para evitar y corregir equívocos como el
advertido en la primera de las sentencias que se examinan.
Además,
su propia condición permite que puedan ser ejercidas contra las autoridades públicas
por sus acciones u omisiones y, por las mismas causas, contra los particulares;
su tramitación es judicial y la ley debe proveer sobre ellas, atendiendo a sus
fines públicos y concretos, no subjetivos ni individuales.
h)
Ahora bien, el inciso segundo del citado artículo 88 de la Carta preve otro
mecanismo de sustancial importancia dentro del campo de las garantías
judiciales de los derechos de las personas, conocido como las Acciones de
Clase o de Grupo. Estas, igualmente regulables por la ley, no hacen
referencia exclusiva a los Derechos Constitucionales Fundamentales, ni sólo a
los Derechos Colectivos, pues también comprenden a los Derechos Subjetivos de
origen constitucional o legal y necesariamente suponen la existencia, reclamo
y demostración de un perjuicio o daño causado y cuya reparación se puede
pedir ante el juez; empero, exigen siempre que este daño sea de los que son
causados en ciertos eventos a un número plural de personas que por sus
condiciones y por su dimensión deben ser atendidas con prontitud, inmediatez,
efectividad y sin mayores requisitos procesales dilatorios. El acceso a la
justicia es también en estos casos preocupación fundamental del constituyente,
que al consagrarlos da nuevas herramientas a la sociedad para la protección de
los derechos de las personas en sus distintos ámbitos, y a esta hipótesis de
protección judicial de los derechos se hace referencia también con el propósito
de promover su entendimiento y su ejercicio.
Quinta: La Acción de Tutela y el
Artículo 86 de la Constitución Nacional
a)
Para definir otro de los fundamentos de esta providencia, esta Sala, en
acatamiento de su jurisprudencia reiterada en fallos anteriores, estima que la
Acción de Tutela está prevista en el artículo 86 de nuestra Carta Fundamental
como un mecanismo procesal específico y directo que tiene por objeto la
eficaz protección concreta e inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, en una determinada situación jurídica, cuando éstos sean
violados o se presente amenaza de su violación y cuando sean reclamados de
modo concreto y específico, no obstante que en su formulación concurran otras
hipótesis de reclamo de protección judicial de derechos de otra naturaleza y
categoría.
b)
Como lo ha señalado esta Corporación en varias oportunidades, dicha acción es
un medio procesal específico porque se contrae a la protección
inmediata de los derechos constitucionales fundamentales afectados de modo
actual e inminente, siempre que estos se hallen radicados en cabeza de una
persona o de un grupo determinado de personas y conduce, previa la concreta
solicitud, a la expedición de una declaración judicial que contenga una o
varias ordenes de efectivo e inmediato cumplimiento, enderezadas a garantizar
su tutela, con fundamento constitucional.
c)
La Acción de Tutela consagrada en el citado artículo 86 de la Carta Política de
1991 es, en este sentido, una clara expresión de las nuevas competencias de la
Justicia Constitucional con fines concretos, enderezada por razones ontológicas
y doctrinarias a la protección jurisdiccional de las Libertades de origen
constitucional y de rango fundamental, que complementa, en determinadas
situaciones y bajo el imperio de ciertas condiciones, el conjunto de funciones
tradicionales y propias de los jueces de la República, para asegurar la
vigencia procesal específica del conjunto de los derechos constitucionales
fundamentales.
d)
Empero, adviértase sobre la procedencia de este mecanismo, que la Acción de
Tutela puede conducir a la indirecta y consecuencial protección de otros
derechos e intereses legítimos de rango constitucional o legal, siempre que su
desconocimiento se cause por la violación específica de cualquier Derecho
Constitucional Fundamental y que la protección de éste sea reclamada en el
asunto concreto de que se trate.
Igualmente,
téngase en cuenta que la violación o el desconocimiento de cualquier otro
derecho o interés legítimo de rango constitucional no fundamental o legal puede
conducir a la violación directa y especifica de un Derecho
Constitucional Fundamental, y que aquellos pueden resultar consecuencialmente
comprendidos y amparados por la resolución judicial que decrete la tutela en
favor del Derecho Constitucional fundamental, que se demuestra vulnerado o
amenazado.
Obviamente,
téngase en cuenta que esta hipótesis solo es procedente cuando se reclama la
Tutela del específico derecho de rango constitucional fundamental y, además,
cuando se encuentra que el desconocimiento o la violación del derecho o del
interés de otro rango o condición jurídica distinta de aquellos para los que
esta previsto el artículo 86 de la Carta, resulta siendo la causa directa y
eficiente de la violación o amenaza de que se ocupa la Acción de Tutela.
Esto
significa, en otros términos, que la Acción de Tutela, aunque esté prevista
para la protección específica y directa de los Derechos Constitucionales
Fundamentales, no es un mecanismo excluyente de la protección consecuencial e
indirecta de los restantes derechos e intereses jurídicos, siempre que en su
ejercicio se reclame y se determine la violación o la amenaza de violación directa
y eficiente de los derechos constitucionales fundamentales.
e)
Como la finalidad prevalente de la Acción de Tutela es, se repite, la
protección de los Derechos Constitucionales Fundamentales, esta no puede
ejercitarse sin que se proponga así sea de modo concurrente para dicho fin
específico; esta consideración se hace por la Corte Constitucional con el fin
de señalar que eventualmente pueden concurrir en la petición judicial de amparo
constitucional de un Derecho Constitucional Fundamental, otras situaciones de
carácter jurídico que resultan comprometidas por la actuación, así esta
comporte, en el caso concreto, su indirecta consecuencia.
f)
Así las cosas, la Acción de Tutela es instrumento constitucional de carácter directo
de protección de los derechos Constitucionales fundamentales, porque siempre
presupone una actuación preferente y sumaria a la que el afectado puede acudir
sólo en ausencia de cualquier otro medio de defensa judicial de aquellos
derechos, salvo que se utilice apenas y excepcionalmente como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable sobre estos y, en todo
caso, procura la restitución al sujeto peticionario en el goce del derecho de
rango constitucional fundamental que se demuestra lesionado.
Es
necesario destacar que tanto en la norma constitucional, como en su desarrollo
legislativo, el ejercicio de la citada acción está condicionado, entre otras
razones, por la presentación ante el Juez de una situación concreta y
específica, aunque no excluyente, de violación o amenaza de
violación de los derechos fundamentales, cuya autoría debe ser atribuída a
cualquier autoridad pública o, en ciertos eventos definidos por la ley, a
sujetos particulares.
g)
Se establece así un sistema complementario y residual de garantía de aquellos
derechos constitucionales fundamentales que, con determinadas características
de sumariedad, preferencia y efectividad, impida en dicho ámbito la ausencia de
su protección judicial, pues el Constituyente quiso superar con sus
previsiones, determinadas deficiencias estructurales de la organización del
sistema judicial que, entre otras causas, por su carácter legislado, no
garantizaba la plena, efectiva e integral protección de los derechos
constitucionales fundamentales, tan caros al Estado Social y Democrático de
Derecho y al constitucionalismo en todas sus evoluciones.
Aquella
protección judicial tradicional que se pretende reformar y complementar se
funda desde sus orígenes en el evidente carácter disponible de los derechos e
intereses de rango y naturaleza distintos de los derechos constitucionales
fundamentales; empero, estos últimos reclaman a la luz de las nuevas
concepciones del Derecho Constitucional, un sistema de garantía especial que
aparece ahora consagrado en la institución de la Acción de Tutela.
h)
De otra parte, obsérvese que no se trata de una vía de defensa de la
Constitución en abstracto o con fines generales, que pueda dirigirse contra
todos los integrantes o agentes de una Rama del Poder Público en su conjunto, o
contra un acto con vocación general y abstracta para lo cual la Carta y la ley
establecen otras vías; ni versa sobre la protección especifica o general de los
derechos subjetivos controvertibles judicialmente por las vías ordinarias o
especializadas, ni sobre la legalidad de los actos administrativos de
contenido individual, subjetivo y concreto, atacables ante la jurisdicción
constitucionalmente competente de lo contencioso administrativo. Reiterase la
observación interpretativa que se dejó definida más arriba sobre las relaciones
de esta acción con la protección consecuencial de otros derechos e intereses
jurídicos, y sobre la relación de causalidad exigida entre su violación o
desconocimiento y la violación o amenaza de violación causada sobre los
derechos constitucionales fundamentales.
Por
último, téngase en cuenta que su consagración constitucional se endereza a
establecer un procedimiento, o eventualmente un conjunto de procedimientos
judiciales autónomos, específicos y directos de garantía inmediata de
muy precisos derechos y libertades, establecidos en principio, en el capítulo
I del Título Segundo de la Constitución y considerados como fundamentales,
cuando quiera que, se repite, sean agraviados por la concreta acción o la
omisión de una autoridad pública o por un organismo del Estado, siempre
identificable especificamente como una autoridad responsable de la misma, o
por un particular en los términos señalados por la ley.
Asunto
bien diferente es el del impacto de las violaciones al Derecho Constitucional a
gozar de un Medio Ambiente Sano sobre el núcleo esencial de los Derechos
Constitucionales Fundamentales de la persona humana como son la Salud, la
Integridad Física y la Vida , entre otros los que bien pueden ser protegidos
como se ha advertido, bajo ciertas condiciones de causalidad directa y
eficiente por virtud del ejercicio de la Acción de Tutela, con independencia de
la existencia de las restantes vías judiciales que, como las acciones
populares, están previstas de modo específico para lograr el amparo de
aquellos.
Sexta:
La Situación Planteada en el Caso de la Contaminación Ambiental por la
Explotación del Carbón en las Veredas de Caracoli y El Espinal.
a)
Sin lugar a duda, se repite, los citados artículos 79 y 88 de la Carta señalan
el carácter colectivo del Derecho, lo cual en principio excluye la procedencia
de la Acción de Tutela en los términos señalados por el artículo 86 de la
normatividad superior, por la específica razón de la existencia de otras vías
judiciales de protección en los términos de las consideraciones que se señalan
más arriba y como lo advierten en el plano teórico las dos providencias que se
revisan; empero, como se advierte en esta sentencia, de ser el atentado o la
amenaza de violación a un derecho colectivo como el de gozar de un Medio
Ambiente Sano de tal naturaleza que en la específica situación, se atenta de
modo directo y eficiente contra un Derecho Constitucional Fundamental, puede
intentarse la Acción de Tutela y amparar uno y otro derechos simultáneamente al
demostrarse en las condiciones advertidas, la acción o la omisión atentatoria
de unas autoridades públicas contra tales derechos fundamentales.
Así
las cosas, esta Sala de la Corte Constitucional encuentra que de conformidad
con lo dispuesto por la Carta y por la Ley 9a. de 1989, la vía para obtener la
protección judicial del Derecho Constitucional al medio ambiente no es la del
ejercicio de la Acción de Tutela establecida en la citada norma
constitucional, salvo que se invoque como violado y se demuestre la violación
directa o la amenaza eficiente de violación de un Derecho Constitucional
Fundamental, como lo indica el peticionario al señalar que se atenta contra el
Derecho a la Vida de los habitantes de las zonas comprendidas por la citada
resolución del Ministerio de Salud.
A
juicio de la Corte y en el caso concreto que se examina, dicha relación no es
remota sino directa,y ni siquiera la relación entre los hechos descritos y la
amenaza al Derecho Constitucional Fundamental a la Vida y a la Integridad
Física de las personas es discutible a la luz de la resolución 02122 de 1991
del Ministerio de Salud, y es suficiente para que proceda la Acción de Tutela
impetrada en favor del amparo de estos últimos derechos, pues nada más evidente
que los términos utilizados por tan alta dependencia de Estado. Examinada la
legislación correspondiente a las funciones de los Ministerios de Minas y
Energía y de Salud Pública, así como de sus dependencias y entidades vinculadas
y aun adscritas, se encuentra que existe una clara y notoria omisión en el
deber de proteger con medidas especificas y eficaces a las personas señaladas por
el peticionario en sus vidas y en su integridad física, afectadas directamente
por la contaminación ambiental que se ha probado.
b)
Así las cosas, en el caso concreto procedía la Acción de Tutela por el aspecto
de la amenaza de violación al Derecho Constitucional a la Vida y a la
Integridad Personal ( art. 11 C.N.), causada por la contaminación ambiental
de la explotación carbonífera. Adviértase nuevamente que en opinión de la Corte
la relación que se exige entre la violación o la amenaza de violación a un
Derecho Constitucional Fundamental por el desconocimiento de un derecho
colectivo u otro derecho de carácter ordinario, debe ser de causalidad directa
y eficiente, pues no basta que se estime la existencia de una relación remota
entre la situación jurídica o de hecho entre una y otra violación o amenaza de
violación para que proceda la Acción de Tutela.
Empero,
como se advierte en el caso concreto de la petición que se examina, se
encuentra que existe la relación de causalidad exigida, pues en verdad por las
condiciones de explotación minera que se señalan, se contamina el ambiente tal
y como lo comprueba el Ministerio de Salud y el H. Tribunal Superior de
Riohacha. Este hecho, al hacer INHABITABLE una zona habitada por determinadas
personas y de RIESGO PARA LA SALUD HUMANA, ANIMAL Y VEGETAL otra, en sí mismo
conduce a provocar amenaza o violación directa al Derecho Constitucional a la
Vida, a la Integridad Física, mucho más cuando las dependencias
correspondientes no ordenan las medidas que se hacen necesarias, para proteger
de modo directo y eficaz la vida de los habitantes y residentes de aquellas
zonas.
c)
De otra parte, como se advirtió en las precedentes consideraciones sobre el
artículo 86 de la Carta y la Acción de Tutela, se tiene como uno de los
requisitos sustanciales predicados de su procedencia, sin cuyo cumplimiento no
se puede acceder a la petición, el que impone al peticionario el deber de
señalar sin formulismos o ritualidades especiales el caso concreto de violación
o amenaza de violación de los Derechos Constitucionales de una persona o de un
grupo determinado de personas y su identificación especifica; en efecto, no
basta señalar en abstracto la hipótesis de la violación o de la amenaza de
violación y señalar a la autoridad supuestamente causante de una acción o
responsable de la omisión; es necesario que se señale a la persona o al grupo
de personas en cuyo nombre se actúa en calidad de representante o de agente
oficioso o, si se presenta en nombre propio, la identificación específica de
quien se estima perjudicado o amenazado en sus derechos constitucionales
fundamentales.
En
este sentido el Decreto 2591 de 1991 señala en sus arts. 1o., 10o. y 15, que
toda persona tendrá Acción de Tutela para reclamar sus derechos constitucionales
fundamentales, debiendo señalar en la solicitud su nombre y lugar de
residencia; igualmente se admite que esta acción sea ejercida por otra persona
que actúe en nombre del titular del Derecho Constitucional reclamado, sea como
su representante o como su Agente Oficioso. Esta última hipótesis es
admisible cuando el titular de los mismos derechos no esté en condiciones de
promover su propia defensa y cuando tal circunstancia ocurra deberá
manifestarse en la solicitud. Se trata de asegurar por esta vía que exista la
más amplia efectividad del mecanismo constitucional de protección judicial a
los derechos constitucionales fundamentales y de favorecer el anhelo del
Constituyente de promover el acceso a la justicia, en todos los ámbitos de la
vida social, mucho más cuando se trata de personas que no cuentan con los
medios ni con los recursos para promover la defensa tradicional de sus
derechos. De lo anterior se concluye que el Señor Pérez Araujo bien pudo
ejercer la Acción de Tutela en su condición de Agente Oficioso de las personas
en cuyo nombre dice actuar y que identifica plenamente en su escrito y en el
anexo a que se ha hecho referencia en esta providencia, los cuales no merecen
a la Corte Constitucional ningún reparo en este aspecto bien previsto en la
ley.
Se
ha advertido reiteradamente que la Acción de Tutela es un mecanismo que procura
la justicia constitucional en concreto y de modo específico, y no conduce a
resoluciones en abstracto y con carácter objetivo, para lo cual existen otras
vías de acceso a la justicia constitucional como puede ser la acción de nulidad
o las aciones de cumplimiento; en consecuencia, debe presentarse al juez el
caso específico de agravio o amenaza en contra de una o varias personas que
reclaman la tutela o el amparo de sus derechos constitucionales fundamentales.
Se trata pues de una vía por la cual se puede reclamar en favor del titular de
un Derecho Constitucional Fundamental, la tutela concreta, directa, subjetiva
y específica de aquel derecho ante una situación también concreta, subjetiva y
especifica de violación y, en este caso el peticionario señala e identifica,
por virtud de un medio jurídico expreso y válido, como lo fue la declaración
rendida ante el despacho del Magistrado Sustanciador en el Tribunal Superior de
Riohacha a las personas en cuyo nombre actúa y, por lo mismo, resulta posible
al juez verificar si la conducta o la omisión atacada, causa o no violación o
amenaza de violación a un Derecho Constitucional Fundamental como el Derecho a la
Vida o al Trato Digno y Humano. Esta última exigencia se desprende
palmariamente del contenido de la parte resolutiva de la Resolución número
02122 de 1991 del Ministerio de Salud.
En
consecuencia, bien podía el Juez en este caso comprobar la amenaza de
violación o la violación concreta del Derecho Constitucional Fundamental por el
examen de la actuación administrativa que señaló el carácter de INHABITABLE Y
DE GRAVE PELIGRO PARA LA VIDA HUMANA, VEGETAL Y ANIMAL de una determinada zona
vecina a la explotación minera y proferir la sentencia de amparo o de tutela en
concreto y con carácter específico sobre aquellos derechos radicados en cabeza
de un grupo también determinado de personas, que han comprobado que residen en
dichos lugares y que los reclamaban por la actuación de un agente oficioso que
los identifica especificamente.
No
procede la denegación de la tutela pedida cuando se demuestra por cualquier
medio, como en efecto ocurrió en el caso en examen, la violación o la amenaza
de violación del Derecho Constitucional Fundamental; en este caso se comprobó
efectivamente la violación objetiva a un Derecho Constitucional de tal
categoría por la omisión de un deber constitucional y legal de las autoridades
públicas, y no basta la simple información a los funcionarios competentes o
compulsar las copias que lo ameriten para garantizar la vigencia y eficacia de
la Constitución Nacional.
La
Acción de Tutela no está prevista para atender reclamos de orden genérico ni
de orden social o político desligados de un caso concreto de violación a los
derechos constitucionales fundamentales; supone un caso de violación o amenaza
de esta índole que se debe enmendar para remover o precaver los obstáculos al
goce pleno de aquellos derechos y en este caso se cumplió con esta condición
ineludible.
En
mérito de lo expuesto,
LA
CORTE CONSTITUCIONAL
SALA
DE REVISION DE TUTELAS,
Administrando
Justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S
U E L V E:
Primero:
REVOCAR las sentencias proferidas por el Honorable Tribunal Superior de
Riohacha, el día 28 de febrero de 1992 y por la Honorable Corte Suprema de
Justicia el día 30 de abril del mismo año, relacionadas ambas con la Acción de
Tutela de la referencia presentada por el Doctor Armando Pérez Araújo, salvo el
numeral segundo de la parte resolutiva de la primera de las providencias que se
cita, que se confirma.
Segundo.
Conceder la tutela del Derecho Constitucional Fundamental a la Vida y a la
Integridad Personal de MILTON ORTIZ CARRILLO, su esposa y sus hijos menores,
de DIOMEDES CARDONA y su familia, y de las específicas personas y familias
residentes en las veredas de Caracolí y el Espinal del Municipio de Barrancas
en el Departamento de La Guajira, que aparecen relacionadas en los folios 131,
132, 133 y 134 del expediente contentivos del estudio poblacional elaborado por
la Organización Indígena YANAMA, los que se insertan como parte de esta
sentencia.
Tercero.
Ordenar
a todas las entidades y dependencias competentes de los Ministerios de Salud
Pública y de Minas y Energía que a más tardar dentro de los treinta (30) días
siguientes a la comunicación de esta sentencia, tomen todas las medidas,
ordenes, resoluciones y provisiones que sean necesarias y adecuadas para
garantizar la efectiva protección de los Derechos Constitucionales
Fundamentales a la Vida y a la Integridad Física de las personas y familias
afectadas directamente por la situación de contaminación en las veredas de
Caracolí y el Espinal del Municipio de Barrancas en el Departamento de la
Guajira. Dichas autoridades y entidades, deberán precaver la conservación de
la calidad de la vida y del medio ambiente sano en las mismas veredas en todo
lo que se relacione con la contaminación ambiental producto de la actividad de
la explotación minera del carbón, teniendo en cuenta el carácter de INHABITABLE
y de ALTO RIESGO PARA LA VIDA HUMANA, VEGETAL Y ANIMAL señalado por la
resolución número 02122 de 1991 (febrero 22) del Ministerio de Salud.
Cuarto:
COMUNIQUESE
al Tribunal Superior de Riohacha, la presente decisión para que sea notificada
a las partes conforme lo ordena el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, y para
que informe a esta Corte sobre el cumplimiento de las ordenes a que se refieren
los numerales anteriores.
Cópiese,
publíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO
MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME
SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA
VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General |
146 | T-529-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-529/92
DERECHO A LA
VIDA/DERECHO A LA INTEGRIDAD PERSONAL-Cónyuges
El respeto a la
vida y a la integridad física de los demás, en un sentido moral y jurídicamente
extenso que no se reduce sólo a la prevención policiva o a la represión penal
del agresor, comporta el deber de no maltratar, ni ofender, ni torturar, ni
amenazar a las personas, mucho menos a aquella con quien se comparten la unión
doméstica de procreación y desarrollo de los hijos y de la familia, y la
promesa de mutuo fomento material y espiritual.
ACCION DE TUTELA-Objeto
La finalidad
prevalente de la Acción de Tutela es, se repite, la protección de los Derechos
Constitucionales Fundamentales, ésta no puede ejercitarse sin que se proponga
así sea de modo concurrente para dicho fin específico; esta consideración se
hace por la Corte Constitucional con el fin de señalar que eventualmente pueden
concurrir en la petición judicial de amparo constitucional de un Derecho
Constitucional Fundamental, otras situaciones de carácter jurídico que
resultan comprometidas por la actuación, así ésta comporte, en el caso
concreto, su indirecta y consecuencial protección.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Indefensión
En el caso de
autos se trata de tutelar la vida y la integridad de una persona que ha sido
puesta, por el ejercicio de la fuerza reiterada y habitual dentro de su lugar
de residencia y en el ámbito familiar, en condiciones de indefensión respecto
de quien se interpuso la acción. Tutelar el Derecho Constitucional
Fundamental a la vida que se encuentra amenazada y el Derecho a la Integridad
Personal que ha sido violado por uno de los cónyuges que coloca al otro en condiciones
de indefensión, no comporta en este caso la exclusión de las competencias de
los jueces penales, pues, en juicio de la Corte Constitucional ambas vías
judiciales buscan fines diferentes y no son incompatibles. En estos casos la
vía judicial ordinaria no alcanza a garantizar los derechos constitucionales,
que se pretenden proteger por vía de la acción de tutela.
FALLO DE TUTELA-Cumplimiento
Como las acciones
policivas no son judiciales sino administrativas y lo que pretende el
Constituyente es crear y poner en favor de todas las personas una vía judicial
específica, sumaria y preferente con objetivos y fines también específicos, no
existe fundamento para enervar la procedencia de esta última por la presencia
de aquellas, que sólo son vías administrativas. Por el contrario, el juez que
conoce de la tutela puede ordenar a dichos funcionarios, con todo el carácter y
la fuerza de una decisión judicial de inmediato cumplimiento, que con sus
recursos y capacidades legales hagan viable y efectiva en un caso concreto, la
protección de aquellos derechos constitucionales que se hallan amenazados o
vulnerados por la acción de un particular.
Sala de Revisión No. 5
Expediente No.
T-2710
Acción de tutela
presentada ante el Tribunal Superior de Pereira-Sala de Familia- contra GUSTAVO
CARDENAS por su esposa.
Derecho a la vida
y a la integridad física y a la Paz Doméstica entre cónyuges.
Peticionario:
LUCIA SANCHEZ DE
CIFUENTES, apoderada de la Señora BLANCA CECILIA CASTRO LOPEZ.
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Septiembre dieciocho (18) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de revisión
en asuntos de tutela, compuesta por los señores Magistrados Simón Rodríguez
Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Fabio Morón Díaz, en ejercicio de sus
competencias constitucionales y legales, previo estudio del Magistrado Ponente,
resuelve sobre la revisión de la sentencia proferida por el Tribunal Superior
de Pereira -Sala de Familia- el veintinueve (29) de Abril de mil novecientos
noventa y dos (1992).
I. A N T E C E D E N T E S
A. La Petición
1. El diez (10) de
Abril de 1992 la Abogada LUCIA SANCHEZ DE CIFUENTES apoderada especial de la
ciudadana BLANCA CECILIA CASTRO LOPEZ, presentó ante el Honorable Tribunal
Superior de Pereira un escrito con varios anexos en el que interpone la Acción
de Tutela establecida en el artículo 86 de la Constitución Política, contra el
esposo de su poderdante el Señor GUSTAVO CARDENAS porque en su concepto se ha
presentado violación al Derecho a la Vida y a la Integridad Física, a la Paz
Doméstica y a la Intimidad Familiar entre cónyuges por los contínuos golpes y
amenazas que éste le inflige a su representada. La petición fue repartida en
debida forma a la Sala de Familia del citado Tribunal, donde se tramitó la
actuación judicial correspondiente. Por medio de la Acción de Tutela de la
referencia, la peticionaria procura proteger los derechos constitucionales
fundamentales que estima violados y amenazados, y obtener una orden judicial
por la que se obligue al Señor Cárdenas a abandonar la casa de la que también
es propietario y en la que habita con su familia.
2. Los hechos que
señala la peticionaria como causa de la citada acción se resumen como sigue:
a. En su opinión
se presenta una evidente amenaza contra el Derecho Constitucional a la Vida y a
la integridad Física y una grave violación al Derecho Constitucional a la Paz
Doméstica y a la Intimidad Familiar de su poderdante por las permanentes
actitudes de violencia física, de amenazas y de improperios que tanto en
público como en privado le propina su esposo;
b. Sostiene la
representante de la peticionaria que la Señora BLANCA CECILIA CASTRO contrajo
matrimonio católico con el Señor GUSTAVO CARDENAS el dieciocho (18) de Febrero
de mil novecientos setenta y ocho (1978) y que en dicha unión se procrearon
tres hijos de nombre Jorge Mauricio, Mónica Viviana y Johanna Catalina todos
actualmente menores de edad.
c. Afirma que al
año de casados comenzaron por parte del esposo los ultrajes y maltratos para
con ella, convirtiéndose en lesiones personales; también indica que ha sido
objeto de ultrajes verbales, golpes y heridas físicas durante varios años, los
que no cesan.
d. Manifiesta además
que debió acudir a las autoridades de policía para su protección, en especial
ante el "Permanente del sur de Pereira" y ante el Juzgado Cuarto
Penal Municipal de la misma ciudad, además, acudió a la "Comisaría de
Familia de Pereira" para solicitar protección.
e. Con base en los
hechos que expone, la señora Blanca Cecilia Castro López instauró demanda de
separación de cuerpos cuyo proceso se tramita en el Juzgado Tercero Promiscuo
de Pereira.
f. Manifiesta que el
29 de marzo pasado, el esposo de la peticionaria la golpeó con un machete, lo
que la obligó a abandonar la vivienda en condiciones económicas que le hacen
imposible alimentar a su familia, ya que su esposo no aporta nada para sufragar
los gastos. Los golpes y las amenazas que se mencionan también se han
verificado en plena vía pública hasta donde la persigue y hostiga el esposo. Se
observa que en el expediente obran dos (2) testimonios formalmente recibidos en
audiencia pública ante el Juzgado Tercero Promiscuo de Familia de Pereira el
veintiseis (26) de febrero de mil novecientos noventa y dos (1992), en los que
se manifiesta por personas idóneas para declarar, que las relaciones entre los
esposos Cárdenas Castro han llegado al punto en el que las agresiones de todo
orden de parte del marido desbordan los límites del trato digno y se convierten
en golpes, lesiones, trato inhumano y degradante y en ofensas de toda índole,
cometidas incluso en la vía pública y en frente de los hijos menores de la
pareja. En dichos testimonios se asegura que los tratos inhumanos están
afectando de modo directo a la integridad física de la Señora Castro y ponen en
peligro su vida, lo mismo que la condición emocional y sicológica de los
menores y demás familiares del agresor.
g. Por último,
manifiesta que no ha obtenido respuesta ni de la policía para hacer abandonar
la vivienda al agresor, entre otras razones porque se le indica que el inmueble
también pertenece al agresor.
B. La Sentencia
que se revisa
Corresponde a esta
Sala la revisión de la sentencia proferida por el Tribunal Superior de Pereira,
el veintinueve (29) de Abril de mil novecientos noventa y dos (1992), en la que
se deniega la solicitud de tutela de la referencia.
a) La
Decisión
El citado Despacho
Judicial resolvió sobre la solicitud formulada y ordenó denegar la tutela
formulada por BLANCA CECILIA CASTRO LOPEZ contra GUSTAVO CARDENAS.
b) Las
Consideraciones de Mérito
El Despacho Judicial
fundamentó su decisión en las consideraciones que se resumen enseguida:
1. El Tribunal
estima que la Acción de Tutela sólo es procedente cuando el peticionario no
cuente con otra herramienta jurídica a la cual pueda acudir para proteger sus
derechos constitucionales fundamentales y que ella no puede reemplazar las vías
judiciales existentes para esa protección. Estima que "no se trata de que
por el camino de la celeridad con que debe resolverse la tutela se arrase con
otros procedimientos existentes para defender el derecho supuestamente
amenazado".
2. En concepto de
aquel Despacho las situaciones domésticas que ha expuesto por intermedio de su
apoderada la señora Castro López, no están llamadas a ser resueltas mediante la
acción de tutela, pues,
"En principio
en la misma petición se habla de que la solicitante tramita un proceso de
separación de cuerpos contra su esposo Gustavo Cárdenas, lo que indica que ya
comenzó a utilizar los medios legales existentes para solucionar sus
desaveniencias conyugales. De igual forma relata que ha puesto denuncias
penales contra aquél por agresiones de hecho que ha recibido y de las que ha
resultado lesionada, es decir, que ya puso en marcha los dispositivos jurídicos
penales para su sanción, en caso de demostrarse su responsabilidad. Pero,
además, como se queja de los atropellos que en público y en privado le dispensa
su cónyuge, debe hacerse notar que su suceso es prevenible mediante la
intervención de las autoridades de policía, entre cuyas funciones esta
precisamente la de velar porque hechos de tal laya no se susciten".
3. En lo que se
refiere a la concreta petición formulada por la Señora Castro López,
relacionada con la solicitud de la orden que prohiba al esposo residir en su
casa de habitación, el Tribunal señala la providencia que se revisa que:
"En lo
relacionado con que se expulse al Señor Cárdenas de su casa, petición que no
fue reiterada pues luego se mencionó que la Señora Castro se vio precisada a
abandonarla, no se ve que sin contrariar otros derechos pudiera tomarse medida
de esa índole, cuando en el mismo memorial se menciona que Cárdenas es
copropietario del inmueble. De modo que la disputa por él más bien tendría que
ventilarse ante la jurisdicción civil, si su propiedad es común. No dejándose
pasar por alto que los cónyuges están obligados a vivir juntos y a ser recibidos
el uno en la casa del otro (Decreto 2820 de 1974), obligaciones que persisten
hasta cuando se obtenga la separación, y que en caso de conflictos entre ellos,
pueden ser precavidas mediante las medidas policivas ya
comentadas".
4. El Despacho llegó
al convencimiento de que la petición no debe prosperar, puesto que en su
opinión las relaciones familiares entre cónyuges no están consideradas como
objeto de la Acción de Tutela contra particulares por las normas que regulan la
Acción de Tutela, en especial por el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991. Al
no configurarse la relación de permanente SUBORDINACION o ESTADO DE
INDEFENSION respecto de la salvaguardia de su integridad, la peticionaria no
puede intentar la acción de la referencia; así, sostiene que:
"Es pertinente
aludir a que la acción de tutela contra particulares, como la aquí ejercida,
sólo procede en los casos taxativamente previstos en el artículo 42 del Decreto
2591 de 1991, a ninguno de los cuales se ajustan las circunstancias familiares
expuestas por quien ha impetrado el amparo, porque en relación con el numeral
9o. de tal norma no puede decirse que la Señora Castro esté subordinada a su
marido o se encuentre en permanente estado de indefensión respecto de la salvaguardia
de su integridad, pues no sólo tal hecho no se ha demostrado sino que ya se ha
mencionado que existen otros medios legales para obtener la cesación de los
escándalos y atropellos de que es o era objeto. Además, tampoco se ha
argumentado que la peticionaria se halle en tal circunstancia, la que sólo se
presume tratándose de menores de edad, lo que quiere decir que en otros eventos
debe demostrarse. Igualmente no se ha mencionado que se halle en peligro
inminente, menos ahora que se ha apartado de su cónyuge"
5. Además, el
Tribunal estima que el derecho a la Paz Doméstica no está consagrado
como fundamental, pues, en su concepto éste debe considerarse como el
entendimiento y la armonía que debe reinar entre quienes han constituído una
familia legítima por medio de las nupcias, cuyas relaciones deben basarse en el
respeto recíproco y en la igualdad de derechos y deberes, tal como prevé el
artículo 42 de la Constitución Nacional; estima el Despacho judicial que la
protección de la paz familiar o conyugal no ocasiona la aplicación de la tutela
sino de otros mecanismos legales como los que conducen a la separación de
cuerpos y del divorcio. También, señala que la "Intimidad Familiar "
de que trata el artículo 15 de la Constitución Nacional, protege a todo el
núcleo familiar, no excluye a ninguno de sus miembros y no puede conducir a la
expulsión de éstos del lugar donde habita y reside la familia.
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
Primera. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la sentencia
de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso
tercero y 241 numeral 9o. de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 236 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se
hace por virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala
correspondiente y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
Segunda. La
Materia Objeto de las Actuaciones
a) En primer término
encuentra la Sala que la peticionaria de modo expreso solicita por virtud del
ejercicio de la Acción de Tutela que consagra el artículo 86 de la Carta
Política y que reglamenta el Decreto 2591 de 1991, la protección del Derecho
Constitucional a la Vida y a la Integridad Física que se garantiza por el
artículo 11 de la Carta Fundamental; de modo complementario, la peticionaria
invoca la protección de otros derechos de carácter constitucional como son el
Derecho a la Intimidad Familiar y a la Paz Doméstica consagrados en los
artículos 42 y 43 de la Carta Política.
En concepto de la
Corte la cuestión planteada por la peticionaria se contrae específicamente a
obtener que se decrete por vía de la citada acción, la protección inmediata de
su Derecho Constitucional a la Vida y a la Integridad Física, no obstante que
invoque la violación de otros derechos de naturaleza diversa; esta última
circunstancia no enerva, como se verá enseguida, la procedencia de la acción ni
impide que se decrete la TUTELA de aquellos derechos de carácter fundamental,
como equivocadamente lo entiende el Tribunal, ya que la esencia de este
instrumento de protección de los derechos constitucionales fundamentales se
ocupa de modo preferente de asegurar a todas las personas el acceso a la
justicia constitucional en lo que se relaciona con aquellos derechos
constitucionales fundamentales para los que no exista remedio judicial
específico, con independencia de la técnica de su formulación, salvo muy
determinados requisitos.
b) En un detenido
examen del escrito presentado se encuentra que la peticionaria hace radicar la
solicitud de TUTELA en la permanente situación de peligro y de indefensión en
que se encuentra, por la relación legal que debe mantenerse al compartir la
misma vivienda con su esposo, y por el vínculo familiar que conserva con sus
hijos, a quienes debe sostener con su trabajo.
También, la
peticionaria advierte que de nada le han valido las solicitudes de carácter
judicial y policivo que ha impetrado ante varias autoridades públicas
revestidas de funciones de Policía. Esta reflexión, que se dirige a interpretar
el contenido sustancial de la petición, la hace la Corte atendiendo a la
naturaleza y a la finalidad de la Acción de Tutela, como mecanismo especial de
protección de los Derechos Constitucionales Fundamentales, y para asegurar el
cabal cumplimiento de la Constitución, como es su alta misión judicial.
c) Por último, se
tiene que el Despacho Judicial que atendió la petición, fundamenta su actuación
y denegación de la TUTELA reclamada, en la consideración según la cual en los
hechos narrados por el interesado y en la situación jurídica planteada, no se
cumple con los requisitos sustanciales de procedencia de la Acción de Tutela,
en especial con el de la ausencia de vías judiciales para la protección de los
derechos constitucionales reclamados. Igualmente, el Tribunal estima que
existiendo las vías policivas de carácter preventivo para proteger el derecho a
la vida y a la integridad física, no se cumple con el mismo requisito; por
ello, la Corte Constitucional se ocupará del examen de estos asuntos.
Tercera:
Las Declaraciones y los Testimonios que obran en el expediente.
Como se advirtió más
arriba, dentro del expediente existe constancia de dos testimonios válidamente
depuestos ante autoridad judicial competente, en los que se prueba debidamente
que el Señor Gustavo Cárdenas, esposo de la peticionaria, da malos tratos a su
esposa, que la ofende de modo indigno y descomedido, que la trata de golpes inhumanos
de manera recurrente y habitual, poniendo en peligro su vida y atentando contra
su integridad física, produciéndole, además, desmayos y lesiones faciales.
Para la Corte
Constitucional estas pruebas son suficientes para estimar que existe un grave
atentado contra los derechos constitucionales fundamentales que garantizan los
artículos 11 y 12 de la Constitución Nacional en favor de todas las personas
naturales, lo que de modo indubitable hace procedente la orden judicial de
tutela reclamada.
No obstante lo
anterior, deben examinarse otros elementos sustanciales de la petición
formulada, para efectos de determinar su procedencia, en especial, los que se
refieren a la existencia de otras vías judiciales.
Cuarta: La
Acción de Tutela, el Artículo 86 de la Constitución Nacional y el Derecho a
la Vida y a la Integridad Personal.
a. Uno de los
fundamentos de toda organización jurídico constitucional de naturaleza
demoliberal es el de la disposición de las funciones públicas que le son
propias, para asegurar a los asociados el respeto a sus vidas y a sus bienes;
sin este presupuesto de carácter doctrinario dicha sociedad no tiene
Constitución, y así lo expresan las primeras declaraciones de derechos propias
del mundo moderno y occidental.
En nuestro sistema
constitucional esta característica aparece garantizada categóricamente desde el
propio Preámbulo de la Carta, que señala que ella se decreta, sanciona y
promulga, entre otros fines, para asegurar la vida a los integrantes de la
Nación; igualmente, en ésta se señala como uno de los principios doctrinarios
fundamentales del Estado el del respeto de la Dignidad Humana que, en juicio de
la Corte Constitucional, comprende en sus amplias dimensiones, tanto a la Vida
como la Integridad de todas las personas naturales, sin distingo alguno.
Además, en el artículo segundo de la Carta se señala que "las autoridades
de la República están instituidas para proteger a todas las personas residentes
en Colombia, en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y
libertades, y para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado
y de los particulares".
También, en el
Capítulo I del Título II de la Carta, se asegura como el primero de los
derechos constitucionales fundamentales el Derecho a la Vida con carácter de
inviolable y se proscribe la pena de muerte; igualmente, y con la misma
jerarquía, el artículo 12 de la Carta establece como otro de aquellos derechos
constitucionales fundamentales, el de la integridad de la persona humana al
establecer que "nadie será sometido a desaparición forzada, a torturas ni
a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes".
(Subrayas de la Corte)
En sus originarias
proyecciones normativas, uno y otro derechos habían sido objeto de regulación
conjunta tanto en el orden constitucional como en el ámbito legal; empero,
ahora, dadas las proyecciones sociales de los derechos humanos se establece que
el derecho a la vida y a la integridad física adquieren dimensiones diversas,
que exigen regulaciones e interpretaciones adecuadas a sus propios contenidos y
proyecciones. Estos derechos, que son presupuesto sustantivo de la
configuración de la personalidad del hombre libre, y son lo mínimo que la
sociedad puede reclamar del individuo para superar el umbral de la barbarie,
hacen derivar precisas responsabilidades predicables del Estado, de los jueces
y, en general, de todas las personas, inclusive de los cónyuges que a la luz
del derecho se deben otras obligaciones adicionales.
Así, el respeto a la
vida y a la integridad física de los demás, en un sentido moral y jurídicamente
extenso que no se reduce sólo a la prevención policiva o a la represión penal
del agresor, comporta el deber de no maltratar, ni ofender, ni torturar, ni amenazar
a las personas, mucho menos a aquella con quien se comparten la unión doméstica
de procreación y desarrollo de los hijos y de la familia, y la promesa de mutuo
fomento material y espiritual.
Estos derechos no
son sólo predicados del inicio o del fin de la vida humana o de la integridad
física en sentido material y corporal; además se dirigen a asegurar su
intangibilidad y su plenitud, y comportan en todos los ámbitos de la vida
social especiales consideraciones relacionadas fundamentalmente con los más
altos valores sociales y con la dignidad plena de la persona natural sin
distingo alguno.
b. Ahora bien, para
definir otro de los fundamentos de esta providencia, esta Sala, en acatamiento
de su jurisprudencia reiterada en fallos anteriores, estima que la Acción de
Tutela está prevista en el artículo 86 de nuestra Carta Fundamental como un
mecanismo procesal específico y directo que tiene por objeto la eficaz
protección concreta e inmediata de los derechos constitucionales fundamentales,
en una determinada situación jurídica, cuando éstos sean violados o se
presente amenaza de su violación y cuando sean reclamados de modo concreto y
específico, no obstante que en su formulación concurran otras hipótesis de
reclamo de protección judicial de derechos de otra naturaleza y categoría.
Como lo ha señalado
esta Corporación en varias oportunidades, dicha acción es un medio procesal específico
porque se contrae a la protección inmediata de los derechos constitucionales
fundamentales, afectados de modo actual e inminente, siempre que éstos se
hallen radicados en cabeza de una persona o de un grupo determinado de personas
y conduce, previa la concreta solicitud, a la expedición de una declaración
judicial que contenga una o varias órdenes de efectivo e inmediato
cumplimiento, enderezadas a garantizar su tutela con fundamento constitucional.
La Acción de Tutela
consagrada en el citado artículo 86 de la Carta Política de 1991 es, en este
sentido, una clara expresión de las nuevas competencias de la Justicia
Constitucional con fines concretos, enderezada por razones ontológicas y
doctrinarias a la protección jurisdiccional de las Libertades de origen
constitucional y de rango fundamental, que complementa, en determinadas
situaciones y bajo el imperio de ciertas condiciones, el conjunto de funciones
tradicionales y propias de los jueces de la República, para asegurar la
vigencia procesal específica del conjunto de los derechos constitucionales
fundamentales.
Empero, adviértase
sobre la procedencia de este mecanismo, que la Acción de Tutela puede conducir
a la indirecta y consecuencial protección de otros derechos e intereses
legítimos de rango constitucional o legal, siempre que su desconocimiento se
cause por la violación específica de cualquier Derecho Constitucional
Fundamental y que la protección de éste sea reclamada en el asunto concreto de
que se trate.
Igualmente, téngase
en cuenta que la violación o el desconocimiento de cualquier otro derecho o
interés legítimo de rango constitucional no fundamental o legal puede conducir
a la violación directa y específica de un Derecho Constitucional
Fundamental, y que aquéllos pueden resultar consecuencialmente comprendidos y
amparados por la resolución judicial que decrete la tutela en favor del Derecho
Constitucional fundamental, que se demuestra vulnerado o amenazado.
Obviamente, téngase
en cuenta que esta hipótesis sólo es procedente cuando se reclama la Tutela del
específico derecho de rango constitucional fundamental y, además, cuando se
encuentra que el desconocimiento o la violación del derecho o del interés de
otro rango o condición jurídica distinta de aquéllos para los que está previsto
el artículo 86 de la Carta, resultan siendo la causa directa y eficiente
de la violación o amenaza de que se ocupa la Acción de Tutela.
La Acción de Tutela,
aunque esté prevista para la protección específica y directa de los Derechos
Constitucionales Fundamentales, no es un mecanismo excluyente de la protección
consecuencial e indirecta de los restantes derechos e intereses jurídicos,
siempre que en su ejercicio se reclame y se determine la violación o la amenaza
de violación directa y eficiente de los derechos constitucionales
fundamentales.
Como la finalidad
prevalente de la Acción de Tutela es, se repite, la protección de los Derechos
Constitucionales Fundamentales, ésta no puede ejercitarse sin que se proponga
así sea de modo concurrente para dicho fin específico; esta consideración se
hace por la Corte Constitucional con el fin de señalar que eventualmente pueden
concurrir en la petición judicial de amparo constitucional de un Derecho
Constitucional Fundamental, otras situaciones de carácter jurídico que
resultan comprometidas por la actuación, así ésta comporte, en el caso
concreto, su indirecta y consecuencial protección.
Así las cosas, la
Acción de Tutela es instrumento constitucional de carácter directo de
protección de los derechos Constitucionales fundamentales, porque siempre
presupone una actuación preferente y sumaria a la que el afectado puede acudir
sólo en ausencia de cualquier otro medio de defensa judicial de aquellos
derechos, salvo que se utilice apenas y excepcionalmente como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable sobre éstos y, en todo
caso, procura la restitución al sujeto peticionario en el goce del derecho de
rango constitucional fundamental que se demuestra lesionado.
Es necesario
destacar que tanto en la norma constitucional, como en su desarrollo
legislativo, el ejercicio de la citada acción está condicionado, entre otras
razones, por la presentación ante el Juez de una situación concreta y
específica, aunque no excluyente, de violación o amenaza de
violación de los derechos fundamentales, cuya autoría debe ser atribuída a
cualquier autoridad pública o, en ciertos eventos definidos por la ley, a
sujetos particulares.
Además, el
peticionario o la persona en nombre de quien se actue debe tener un interés
jurídico y pedir su protección también específica, pero siempre en ausencia de
otro medio judicial de protección. En consideraciones que se vierten más
arriba la Corte se ocupó del examen de este aspecto principal de la acción con
el propósito de señalar el criterio que debe aplicarse en estos casos, y para
resolver sobre la petición de la Señora BLANCA CECILIA CASTRO LOPEZ.
Se establece así un
sistema complementario y residual de garantía de aquellos derechos
constitucionales fundamentales que, con determinadas características de
sumariedad, preferencia y efectividad, impida en dicho ámbito la ausencia de su
protección judicial, pues el Constituyente quiso superar con sus previsiones,
determinadas deficiencias estructurales de la organización del sistema judicial
que, entre otras causas, por su carácter legislado, no garantizaba la plena,
efectiva e integral protección de los derechos constitucionales fundamentales,
tan caros al Estado Social y Democrático de Derecho y al constitucionalismo en
todas sus evoluciones.
c. Aquella
protección judicial tradicional que se pretende reformar y complementar se
funda desde sus orígenes en el evidente carácter disponible de los derechos e
intereses de rango y naturaleza distintos de los de los derechos
constitucionales fundamentales; empero, estos últimos reclaman a la luz de las
nuevas concepciones del Derecho Constitucional, un sistema de garantía especial
que aparece ahora consagrado en la institución de la Acción de Tutela.
De otra parte,
obsérvese que no se trata de una vía para la protección específica o general de
los derechos subjetivos controvertibles judicialmente por las vías ordinarias o
especializadas, ni sobre la legalidad de los actos administrativos de
contenido individual, subjetivo y concreto, atacables ante la jurisdicción
constitucionalmente competente de lo contencioso administrativo. Reiterase la observación
interpretativa que se dejó definida más arriba sobre las relaciones de esta
acción con la protección consecuencial de otros derechos e intereses jurídicos,
y sobre la relación de causalidad exigida entre su violación o desconocimiento
y la violación o amenaza de violación causada sobre los derechos
constitucionales fundamentales.
Por último, téngase
en cuenta que su consagración constitucional se endereza a establecer un
procedimiento, o eventualmente un conjunto de procedimientos judiciales autónomos,
específicos y directos de garantía inmediata de muy precisos derechos y
libertades, establecidos en principio, en el capítulo I del Título Segundo de
la Constitución y considerados como fundamentales, cuando quiera que, se
repite, sean agraviados por la concreta acción o la omisión de una autoridad
pública o por un organismo del Estado, siempre identificable especificamente
como una autoridad responsable de la misma, o por un particular en los
términos señalados por la ley.
d. Ahora bien, como
la Acción de Tutela también procede contra particulares en los casos precisos
señalados por la ley según lo dispone el artículo 86 de la Carta, adviértase
que el decreto 2591 de 1991 establece en su artículo 42 las distintas hipótesis
en las que es admisible su ejercicio y entre ellas, para el caso de los estados
de subordinación e indefensión frente a atentados contra la vida y la
integridad de las personas naturales, el numeral 9o de este último dispone que
puede intentarse: "cuando la solicitud sea para tutelar la vida o la
integridad de quien se encuentre en situación de subordinación o indefensión
contra el cual se interpuso la acción. Se presume la indefensión del menor que
solicite la tutela".
Así las cosas, en
el caso que se examina la Corte Constitucional encuentra que existe plena
adecuación entre la norma aquí transcrita y los hechos objeto de la petición
formulada, puesto que se trata de tutelar la vida y la integridad de una
persona que ha sido puesta, por el ejercicio de la fuerza reiterada y habitual
dentro de su lugar de residencia y en el ámbito familiar, en condiciones de
indefensión respecto de quien se interpuso la acción.
e. Se trata en este
caso concreto de un conjunto de relaciones de carácter doméstico en que el
marido colocándose en situación de superioridad física, abusa de su presencia
en el hogar y despliega la potencia de su habilidad adquirida para someter
cualquier resistencia de la mujer; adviértase que ésta situación se configura
en el caso de la incapacidad material y física de detener por medios
civilizados una agresión de tal índole que, como en el caso que se examina,
pone en grave peligro la vida y la integridad personal de la agredida. La
indefensión a que hace referencia la norma que se cita esta constituida precisamente
por la falta de defensa física o por la carencia de medios físicos para repeler
la ofensa contra la vida o la integridad producida por una persona natural a
la que se debe respeto, afecto y consideración.
En el caso de que se
trata en la sentencia que se revisa, la peticionaria demuestra que tanto su
derecho a la vida como a su integridad personal, en el aspecto de los tratos
degradantes proscritos por la Carta, se encuentran efectivamente amenazados por
la conducta violenta, habitual y continuada de su esposo y, por tanto se hace
necesario decretar la tutela de aquellos derechos.
En efecto, ha sido
probado que el esposo de la Señora CASTRO LOPEZ la maltrata de palabra y obra,
la golpea, la insulta, la amenaza, la agrede verbal, física y moralmente,
inclusive con el uso de armas contundentes, en público y en privado, y aún ante
los hijos menores de su matrimonio y ante otros miembros de su familia. De lo
anterior existe plena constancia en el expediente, pues, se repite, los
testimonios debidamente recibidos de dos personas que conocen de la situación
fundamento de la petición, no dejan duda de los graves riesgos que comporta
para la vida de la peticionaria la conducta de su esposo , y de las graves
violaciones a la integridad de la peticionaria causadas por el comportamiento
de éste; ademas, se probó efectivamente que el marido continuamente le aplica
tratos inhumanos y crueles a la esposa.
De otra parte, la
Corte encuentra que no asiste razón para aceptar el argumento sostenido por el
Honorable Tribunal Superior de Pereira, según el cual la situación planteada
por la petición se contrae a un asunto típicamente doméstico y familiar, para
cuya resolución judicial están previstas las acciones correspondientes ante la
jurisdicción de familia, lo cual en su opinión hace improcedente la Acción de
Tutela; en efecto, los hechos narrados y probados muestran que el conflicto
intrafamiliar fue desbordado con amplitud por las agresiones y los tratos
indignos e inhumanos del marido, poniendo en grave peligro la vida de la mujer
y violando ostensiblemente su derecho a la integridad personal. Así, el
conflicto a que se refiere la sentencia que se revisa debe ser resuelto ante el
juez competente de conformidad con las normas legales aplicables; empero, en la
Acción de Tutela se trata de otro asunto, el cual, aun cuando está relacionado
con aquel, es perfectamente autónomo para los fines del amparo constitucional.
Cabe advertir que
esta distinción fáctica debe estar en la base del examen de la procedencia de
la Acción de Tutela, pues, como se advirtió, no es voluntad del constituyente
refundir o confundir las acciones judiciales, ni mucho menos enervar las
competencias ordinarias de los jueces. Así, pues, la procedencia de la acción
que es impetrada en sede de tutela en estos casos, debe medirse por la gravedad
de la conducta violenta e inhumana y por su impacto sobre los derechos
constitucionales fundamentales, que no pueden quedar desprotegidos en la espera
de una resolución judicial que se contrae a decidir en principio sobre el
conflicto intrafamiliar, las obligaciones recíprocas de naturaleza económica y
jurídica entre los cónyuges y sobre lo que resulte en torno de los hijos;
ocurre que el juez de familia se ocupa fundamentalmente de otro objeto y no de
la protección inmediata del Derecho a la Vida y a la Integridad Física de las
personas afectadas de modo inminente y grave por la fuerza violenta, habitual e
irresistible de otra, dentro de la unidad doméstica tradicionalmente marcada
por algunas indeseables diferencias de sexo, y por el sometimiento absurdo de
una parte débil a otra más fuerte y abusiva, como es el caso que motiva estas
actuaciones.
Igualmente, cabe
señalar que tampoco es obstáculo para la procedencia de la Acción de Tutela la
existencia de la vía penal que se surte también ante las autoridades judiciales
especializadas, ya que estas actúan en cumplimiento de sus funciones públicas,
como que son titulares de la acción correspondiente de carácter punitivo y
represor; así, la jurisdicción penal conoce en este caso de las conductas
específicas de lesiones personales o de las tentativas de homicidio, pero no de
los específicos tratos inhumanos y degradantes a los que en este caso somete el
marido a la mujer en el seno del hogar doméstico y familiar, y no conduce a su
garantía inmediata y directa, que es el efecto directo de la orden de
TUTELA.
Obsérvese que la
orden de amparo por vía de las actuaciones en sede de tutela, no enerva ni
obstruye las competencias de las autoridades penales de la Rama Judicial, pues
estas deben seguir el curso de las actuaciones que les asigna la acción pública
de que son titulares ante la comisión de un delito o de una conducta punible, e
incluso pueden llegar a ordenar las reparaciones que sean procedentes por vía
de la acción civil y dentro del marco de la correspondiente responsabilidad.
Tutelar el Derecho Constitucional Fundamental a la vida que se encuentra
amenazada y el Derecho a la Integridad Personal que ha sido violado por uno de
los cónyuges que coloca al otro en condiciones de indefensión, no comporta en
este caso la exclusión de las competencias de los jueces penales, pues, en
juicio de la Corte Constitucional ambas vías judiciales buscan fines diferentes
y no son incompatibles. En estos casos la vía judicial ordinaria no alcanza a
garantizar los derechos constitucionales, que se pretenden proteger por vía de
la acción de tutela.
Por último, el
Honorable Tribunal de Pereira advierte que tampoco es procedente la Acción de
Tutela por cuanto en su opinión la existencia de las vías policivas para
prevenir o precaver conductas como las que describe y prueba la peticionaria,
excluyen la posibilidad de impetrar la Acción de Tutela; al respecto se observa
que bien definida tiene la doctrina y la jurisprudencia la naturaleza de dichas
acciones, que se surten ante las autoridades de Policía a las que se les
reconoce su carácter administrativo y no judicial; por tanto, se destaca que no
asiste razón en este aspecto a la sentencia que se examina, mucho más cuando lo
que señala la Constitución como hipótesis de improcedencia de la Acción de
Tutela es la existencia de otras vías judiciales ordinarias erigidas para
proteger los derechos constitucionales que resultan vulnerados o amenazados.
Advierte la Corte
Constitucional que en lo que se refiere a la concreta petición de expulsar o
retirar del hogar doméstico al esposo de la peticionaria,debe tenerse en cuenta
que a éste asiste el derecho de residir en su casa de habitación mientras no
exista orden judicial en contrario, y que para poder decretar tal medida se
hace necesario acudir ante los jueces competentes de familia o civiles
ordinarios; además, tal como lo sostiene el Honorable Tribunal Superior de
Pereira en principio los cónyuges tienen el deber de vivir juntos y la
obligación de ser recibido el uno en la casa del otro hasta tanto no se ordene
la separación de cuerpos y de bienes o se decrete el divorcio. En caso de
conflicto como el que se señala en esta providencia, lo procedente es ordenar
las medidas policivas y administrativas que correspondan a la gravedad de los
hechos destacados y remitir copia formal de las actuaciones en sede de tutela
ante los jueces que conocen tanto de la resolución de las obligaciones
matrimoniales como de la conducta punible que resulte; también, en caso de la
comisión de delitos, su juzgamiento, su sanción y las medidas que comprometan
la libertad física, de circulación, de movimiento y de residencia del sujeto
autor de la conducta, corresponde decretarlas al Juez Penal legalmente
competente. En este sentido la Corte Constitucional ordenará a través del
Tribunal Superior de Pereira que se remita copia formal del expediente y de
esta sentencia a los Despachos Judiciales que estén conociendo del aspecto
penal de la conducta del esposo de la peticionaria para que sea incorporada al
material probatorio que obre en los procesos en curso. Igualmente, podría
presentarse la hipótesis que no se haya formulado denuncio penal por distintas
razones y que la conducta no esté siendo objeto del conocimiento de la
jurisdicción correspondiente; en dichos casos lo procedente es que el juez de
tutela de oficio comunique esta decisión judicial al funcionario penal
competente.
Como las acciones
policivas no son judiciales sino administrativas y lo que pretende el
Constituyente es crear y poner en favor de todas las personas una vía judicial
específica, sumaria y preferente con objetivos y fines también específicos, no
existe fundamento para enervar la procedencia de esta última por la presencia
de aquellas, que sólo son vías administrativas. Por el contrario, el juez que
conoce de la tutela puede ordenar a dichos funcionarios, con todo el carácter y
la fuerza de una decisión judicial de inmediato cumplimiento, que con sus
recursos y capacidades legales hagan viable y efectiva en un caso concreto, la
protección de aquellos derechos constitucionales que se hallan amenazados o
vulnerados por la acción de un particular. Así habrá de ordenarlo esta Sala en
la parte resolutiva de su providencia de revisión.
Téngase en cuenta,
además, que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, de conformidad con
sus competencias legales ordinarias está habilitado para tomar las medidas
administrativas especiales de protección integral a la Familia, y que en
consecuencia dicha entidad debe hacerse parte tomando resoluciones y
adelantando actuaciones enderezadas a garantizar la paz y la convivencia
doméstica y la vida y la integridad de los miembros de la familia. Igualmente,
dicha entidad es titular de varias competencias de impulsión de la función
judicial en estas materias, que bien pueden contribuir a la TUTELA de los
derechos constitucionales fundamentales. En estas condiciones, al decretarse la
TUTELA se ordenará a dicha entidad administrativa que tome todas las medidas
que sean conducentes dentro del amplio campo de sus competencias legales y
reglamentarias para asegurar que los derechos amparados por esta providencia,
sean efectivamente garantizados.
En mérito de lo
expuesto,
LA CORTE CONSTITUCIONAL
SALA DE REVISION DE TUTELAS,
Administrando
Justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero. REVOCAR la sentencia proferida por el Honorable
Tribunal Superior de Pereira -Sala de Familia- en la que se decidió sobre la
solicitud de tutela presentada por la señora BLANCA CECILIA CASTRO LOPEZ, en el
caso de la conducta de su esposo GUSTAVO CARDENAS.
Segundo. TUTELAR los Derechos Constitucionales a la
Vida y a la Integridad Personal que reclama por medio de su representante
judicial, la ciudadana BLANCA CECILIA CASTRO LOPEZ contra su esposo GUSTAVO
CARDENAS
Tercero. Ordenar que las autoridades de policía del
Permanente Sur de la ciudad de Pereira, ejerzan dentro de sus competencias
legales vigilancia permanente sobre la conducta del citado Gustavo Cárdenas,
contra quien se adelantó la Acción de Tutela de la referencia para la efectiva
protección de los derechos constitucionales a la vida y a la integridad
personal de la Señora Blanca Cecilia Castro López. Igualmente dichas
autoridades deben prestar la mayor y más eficaz atención a las solicitudes de
apoyo de la Señora Castro López ante la conducta agresiva de su esposo.
Cuarto. ORDENAR a las autoridades competentes del
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en la Regional Risaralda que
adelanten todas las medidas de protección a los derechos constitucionales a la
Vida y a la Integridad Personal de la Señora Blanca Cecilia Castro López, ante
la conducta de su esposo y cuyas condiciones personales aparecen referenciadas
en el expediente.
Quinto. Ordenar que para los efectos que sean del
caso, por el Honorable Tribunal Superior de Pereira se remita copia de esta
sentencia y de todo el expediente a los despachos judiciales donde se adelantan
las acciones penales y de familia en las que son partes BLANCA CECILIA CASTRO
LOPEZ Y GUSTAVO CARDENAS.
Sexto. El Tribunal Superior de Pereira informará a
esta Corte Constitucional sobre el cumplimiento de lo ordenado en la presente
sentencia.
Séptimo. Comuníquese la presente decisión al
Despacho Judicial de origen para que sea notificada conforme lo dispone el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, comuníquese,
insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON
DIAZ SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
147 | T-530-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-530/92
DERECHO DE
PARTICIPACION CIUDADANA-Planeación
Urbana
La autoridad no
debe limitarse a aplicar criterios técnicos en la construcción de obras, sin
tener en cuenta la totalidad de beneficios y cargas que de ellas se derivan
para las personas directamente afectadas por las soluciones urbanísticas. Los
derechos políticos reconocidos constitucionalmente incorporan un derecho de
participación de los ciudadanos en la construcción y orden de la ciudad, cada
vez que ello sea posible y lo permitan la naturaleza y envergadura de las obras
y proyectos públicos. La administración no puede ser ciega a las circunstancias
individuales o comunales, ni simplemente legitimar su actuación con fundamento
en la prevalencia del interés general o en la función social de la propiedad.
La construcción de puentes, avenidas, vías peatonales, parques, etc. transforma
la relación individuo-espacio y puede tener variadas incidencias en la órbita
de los derechos fundamentales.
PRINCIPIO DE
PROPORCIONALIDAD-Planeación
Urbana/IGUALDAD DE CARGAS
El principio de
proporcionalidad aplicado a la planeación urbana exige contrastar los intereses
públicos que se pretenden alcanzar con los medios empleados para ello,
atendiendo a su adecuación y necesidad. Si el objetivo buscado con el diseño y
construcción de una obra pública puede lograrse recurriendo a medios de igual
eficacia pero menos gravosos, éstos deben preferirse a aquellos que perjudiquen
mayormente a los ciudadanos afectados por la decisión. Un medio escogido para
beneficiar a un alto número de personas es necesario si no existen otros
medios alternativos que permitan, sin afectar el interés particular y dentro de
las posibilidades disponibles, alcanzar el mismo objetivo. No obstante, en
ocasiones extremas el sacrificio impuesto al interés particular es de tal
magnitud que solamente es dable equilibrar la desigualdad mediante una
indemnización. Un criterio de justa proporcionalidad entre beneficios
comunitarios y cargas individuales debe guiar el proceso de planeación urbana.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Núcleo
esencial
La finalidad
principal de este derecho es resguardar un ámbito de vida privada personal y
familiar, excluido del conocimiento ajeno y de cualquier tipo de intromisiones
de otros, sin el consentimiento de su titular. El núcleo esencial del derecho a
la intimidad define un espacio intangible, inmune a intromisiones externas, del
que se deduce un derecho a no ser forzado a escuchar o a ver lo que no desea
escuchar o ver, así como un derecho a no ser escuchado o visto cuando no se
desea ser escuchado o visto.
SEPTIEMBRE 23 DE 1992
REF: Expediente
T-2650
Actor: MARIA DE
LAS MERCEDES AVELLA DE BECERRA
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-2650 adelantado por la señora MARIA DE LAS MERCEDES AVELLA DE BECERRA,
contra la Alcaldía de Duitama, Secretaría de Obras Públicas.
A N T E C E D E N T E S
1. La señora MARIA
DE LAS MERCEDES AVELLA DE BECERRA, por intermedio de apoderada, interpuso
acción de tutela como mecanismo transitorio contra la Alcaldía de Duitama,
Secretaría de Obras Públicas, para que dicha entidad se abstuviera de continuar
la construcción de un puente peatonal frente a su inmueble y se ordenara a esta
misma autoridad volver las cosas a su estado anterior, por considerar que la
acción de la autoridad pública municipal amenazaba con vulnerar sus derechos a la
intimidad y al debido proceso.
2. Los hechos
materia del proceso de tutela relatados por la accionante consistieron en que
la administración, a través del ingeniero ORLANDO FONSECA, inició el 9 de abril
del año en curso la construcción de un puente peatonal frente a su residencia
en la Avenida de la Circunvalación del municipio de Duitama, a pesar de existir
un gran espacio disponible para realizar la obra sin afectar los derechos de la
solicitante. Según su apoderada,
"se observa
claramente, que la entrada de los servicios del agua y alcantarillado a la
misma propiedad se van a ver claramente afectados por dicha construcción, ya
que las precitadas entradas de servicios van a quedar como parte de las bases o
zapatas del puente peatonal que pretenden construir allí, con los subsiguientes
e irremediables perjuicios a mi poderdante".
3. La vulneración
del derecho fundamental al debido proceso se originó, en sentir de la
peticionaria, en la decisión administrativa que dió como resultado el inicio de
la construcción del puente, la cual en ningún momento le fue comunicada a pesar
de afectarla en forma directa.
4. De otra parte, la
amenaza a su derecho a la intimidad, la explica en los siguientes términos:
"es lógico y
claro que de conformidad con la ubicación del puente se va a ver vulnerado el
derecho a mi poderdante a la intimidad personal y familiar, consagrado por el
Art. 15 de nuestra carta fundamental, ya que la circulación de las personas que
utilicen el puente, será un continuo ir y venir frente al inmueble de mi
representada, y a una distancia tan extremadamente corta que será como si los
mismos pasaran por el interior del inmueble haciendo totalmente nugatorio su
derecho a la intimidad tanto personal como familiar".
5. El juzgado 21 de
Instrucción Criminal de Duitama (Boyacá), al que correspondió el proceso en
primera instancia, practicó diversas pruebas. Entre ellas la recepción de
declaraciones de parientes y vecinos de la petente, así como de profesores y
directivos de colegios aledaños al sitio donde se construía el puente peatonal,
de las cuales dedujo el interés general existente respecto a la obra y su
contraposición a los intereses particulares de la presunta afectada.
Con miras a
verificar la situación fáctica planteada en la demanda de tutela, el juzgado
llevó a cabo diligencia de inspección judicial, de la que derivó las
conclusiones que a continuación se exponen:
"(...) en
primer lugar que la obra de excavación de huecos fue iniciada en terrenos
aledaños a la Avenida Circunvalar y en la parte de arriba, precisamente en
terreno contiguo al inmueble de la accionante, pero en lote de propiedad del
municipio. El hueco que se encuentra más cerca del inmueble de la accionante,
queda a una distancia de cuatro metros cincuenta centímetros, y como ya se dejó
dicho en terrenos de propiedad del municipio. Pasando la circunvalar y frente
al lugar objeto de la diligencia se observan también trabajos preparatorios
para el citado puente peatonal, en terrenos también del municipio, según datos
de los vecinos. Recorrida esta zona no observa el Despacho que existan terrenos
del municipio propios para un trabajo de esta magnitud. De acuerdo con lo
observado el terreno escogido es un terreno o zona escolar, ya que existen varios
planteles en sus alrededores, como el Colegio Integrado, Seminario, Salesiano y
por lo menos tres planteles más que quedan arriban de la circunvalar. Por otra
parte y recorrida la zona parte de arriba de la circunvalar se encuentra mucha
construcción, por lo que se deduce que además del estudiantado la utilización
de este puente sería considerable ya que está totalmente poblado".
De otra parte, la
Alcaldía Municipal de Duitama aportó al proceso de tutela prueba del contrato
celebrado por el municipio y el contratista ingeniero ORLANDO FONSECA SILVA
para la construcción del puente peatonal en la avenida circunvalar sobre las
calles 15 y 16 y, en escrito anexo, defendió la legalidad del mismo, arguyendo
que para su celebración "se llenaron todos los requisitos y exigencias a
que hace referencia el decreto No. 090 de 1988, contentivo del estatuto fiscal
de Duitama".
6. La apoderada de
la accionante, doctora Alba Lucía Becerra Avella, en memorial presentado al
Juez de tutela con posterioridad a la práctica de la inspección judicial
decretada por el Juzgado 21 de Instrucción Criminal, manifestó que entre los
huecos para las zapatas del puente y el inmueble median 4,5 Mts., incluyendo el
antejardín y el andén, que ocupan 3,5 mts. y sólo dejan una distancia de un
metro la que va disminuyendo hasta un punto en que el antejardín y las zapatas
se unen, lo cual da lugar a una situación que hace totalmente inminente la
vulneración del derecho fundamental consagrado en el artículo 15 de la C.N.
Además, sostuvo que los terrenos aledaños a la construcción son de propiedad
pública y sobre ellos podría levantarse la construcción sin ocasionar perjuicio
alguno a su representada, evitando que las entradas tanto de acueducto como de
alcantarillado queden sepultadas por las bases o zapatas del puente. "En
caso de daño o revisión de dichos servicios, - agrega la apoderada - ello sería
imposible pues habría que derribarse el mismo".
7. El Juzgado 21 de
Instrucción Criminal de Duitama, mediante sentencia del 22 de abril de 1992,
denegó la tutela impetrada por la señora AVELLA DE BECERRA. Acerca de la
vulneración del derecho al debido proceso, el fallador de instancia consideró
que
"no existe en
este evento actuación administrativa, en donde a la quejosa se le hubiera hecho
nugatorio en cualquiera de sus formas el derecho a la defensa o a la debida
contradicción; en ninguna norma se contempla que deba citarse a los
particulares o vecinos de las obras, que pretenda realizar el Municipio, ya que
las partes del contrato son el Representante Legal del Municipio y el
Contratista".
Sobre la posible
amenaza al derecho a la intimidad personal y familiar, el juez de tutela
tampoco estimó que ésta se encontrara configurada, esgrimiendo las siguientes
razones:
"El fundamento
que movió a la Administración para la construcción de esa obra en ese punto
exacto, fue en primer lugar la necesidad de la misma y en segundo lugar, el
peligro que conlleva la vía circunvalar para el paso de los estudiantes que
diariamente atraviesan la misma, para llegar a sus centros de estudios; éstas
mismas razones y otras de interés social fueron aducidas por los Rectores de
los Colegios con más número de estudiantes de Duitama como son Colegio
Integrado Guillermo León Valencia, de más o menos 5.000 alumnos; Colegio
Seminario, con 1.800 alumnos y Colegio Salesiano con 1.700 alumnos".
"El derecho a
la intimidad y el buen nombre no puede considerarse en peligro porque en el
futuro los transeúntes puedan observar hacia el interior de un inmueble, puesto
que sencillamente existen medios tan elementales para alejar las miradas
curiosas como sería simplemente la colocación de cortinas; no se puede esgrimir
esta supuesta violación frente a la construcción de un medio que dará cierta
seguridad a tantos estudiantes".
8. No habiendo sido
impugnada la anterior sentencia el expediente de tutela fue remitido a esta
Corporación y, seleccionado para su revisión, correspondió a esta Sala su
conocimiento.
9. Con el objeto de
verificar la distancia que separa el puente peatonal del inmueble de la actora,
así como el daño y efecto de la obra sobre las redes de acueducto y
alcantarillado, este Despacho mediante auto del 10 de septiembre de 1992,
comisionó al Magistrado Auxiliar Rodolfo Arango Rivadeneira para practicar
diligencia de inspección judicial en el lugar de los hechos. De la prueba
practicada se concluyó - como figura en los planos y fotografías incorporados
al expediente -, que no sólo el diseño original del puente fue modificado
durante la ejecución del contrato sino que la construcción misma fue desplazada
a una distancia de por lo menos un metro del inmueble de la accionante,
evitándose así afectar las tuberías de agua y alcantarillado que de lo
contrario habrían quedado bajo las bases del puente. El doctor Eduardo González
Lamprea, subgerente de EMPODUITAMA, perito al que se le solicitó su
comparecencia a la diligencia de inspección judicial, respondió así a la
pregunta de si en su concepto el trazado y diseño originales del puente podían
haber afectado los servicios de acueducto y alcantarillado:
"En un
principio tal como se observa, si pudo haber afectado las líneas del acueducto
pero posteriormente, se cambió la localización del puente peatonal logrando así
evitar algún perjuicio a las redes del acueducto".
De la prueba
practicada igualmente se pudo establecer que
"en efecto de
lo observado se puede deducir que el diseño y la construcción inicial del
puente peatonal fue modificado, corriéndolo en una distancia aproximada de 1
Mt. respecto de lo que originalmente se planeó, en donde se observa algún
material de recebo. Igualmente, es de anotar que una columna de aproximadamente
1½ Mt. se levanta al costado derecho del puente, aparentemente inconclusa,
debido al cambio en el diseño del mismo. Como bien se puede apreciar en el
plano original del puente una de sus alas o escaleras de ingreso apuntaba
directamente hacia el inmueble antes mencionado lo cual originó la
inconformidad de la peticionaria. Sin embargo, como también se observa en el
plano elaborado por el dibujante, en el puente construido no aparece la
mencionada ala o entrada lateral al mismo, sino que la subida es en línea
recta".
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Planeación urbana
y participación de los miembros de la comunidad en la construcción de su ciudad
1. Del haz
probatorio recaudado en el proceso de tutela resulta patente cómo, en la
práctica, es posible conciliar a tiempo los intereses generales de la
planeación urbana y los derechos individuales de personas posiblemente
afectadas por la ejecución de obras públicas en beneficio de la comunidad, y
ello gracias a la participación efectiva de los interesados.
Del conjunto de
actividades públicas de regulación urbanística y ejecución de obras públicas
emana una tensión dialéctica entre la gestión burocrática de dichos procesos y la
participación ciudadana. La autoridad no debe limitarse a aplicar criterios
técnicos en la construcción de obras, sin tener en cuenta la totalidad de
beneficios y cargas que de ellas se derivan para las personas directamente
afectadas por las soluciones urbanísticas. Los derechos políticos reconocidos
constitucionalmente (CP art. 40) incorporan un derecho de participación de
los ciudadanos en la construcción y orden de la ciudad, cada vez que ello sea
posible y lo permitan la naturaleza y envergadura de las obras y proyectos
públicos.
El derecho de
participar en la construcción y orden de la ciudad se ejerce primariamente a
través de los órganos representativos de los ciudadanos a nivel nacional,
regional o local, además de articularse a través de su participación directa en
las juntas administradoras locales (CP arts. 318, 323, 324). Sin embargo, la
participación ciudadana no se restringe a la elección de sus ediles o
representantes a juntas administradoras. Es necesario que el legislador
consagre mecanismos que permitan la intervención de las personas beneficiadas o
afectadas por las políticas públicas y su ejecución para que formulen sus
aspiraciones, sugerencias, necesidades o quejas y llamen la atención sobre
posibles dificultades no previstas. En este orden de ideas, como
manifestaciones concretas del principio participativo, podrían establecerse en
el futuro diversas formas de participación ciudadana en el procedimiento de
formación o ejecución de planes tales como la divulgación de información
pública, con el objeto de permitir a cualquier persona contar con
suficientes elementos de juicio y poder expresar su opinión; la encuesta
previa antes de adoptar un proyecto; las citaciones a entidades
locales, juntas comunales y asociaciones de barrio inclusive, el reconocimiento
de una facultad de iniciativa ciudadana con eficacia para promover la
revisión o el cambio de algunas situaciones urbanísticas existentes.
Aunque es cierto -
como lo afirma el juez de tutela de primera instancia - que la actual legislación
no prevé ningún instrumento como los anotados para convocar a las personas
afectadas en el proceso de diseño y ejecución de obras y planes urbanísticos,
la administración no puede ser ciega a las circunstancias individuales o
comunales, ni simplemente legitimar su actuación con fundamento en la
prevalencia del interés general (CP art. 1) o en la función social de la
propiedad (CP art. 58).
Derechos
individuales y cargas en beneficio de la comunidad
2. Los derechos
constitucionales del individuo , v. gr. la propiedad, la igualdad, la intimidad
o el trabajo, pueden verse limitados de hecho por la ordenación del suelo a
través de la planeación urbana. La construcción de puentes, avenidas, vías
peatonales, parques, etc. transforma la relación individuo-espacio y puede
tener variadas incidencias en la órbita de los derechos fundamentales. La
intervención en la esfera patrimonial y humana del sujeto por el Estado, por lo
mismo, no puede ser aleatoria y estar abandonada al arbitrio exclusivo de la
autoridad, sino desplegarse siguiendo un razonable sistema de distribución de
cargas y beneficios. El resultado final de un proceso de ordenación urbana
puede ser la asignación desigual de ventajas y desventajas para los afectados.
Por ello, la planeación y ejecución de obras públicas exige incorporar los
principios de proporcionalidad, de distribución equitativa de los
beneficios y cargas, y de compensación en caso de desigualdades
irreductibles, principalmente por vía de la expropiación.
El principio de
proporcionalidad aplicado a la planeación urbana exige contrastar los intereses
públicos que se pretenden alcanzar con los medios empleados para ello,
atendiendo a su adecuación y necesidad. Si el objetivo buscado con el diseño y
construcción de una obra pública puede lograrse recurriendo a medios de igual
eficacia pero menos gravosos, éstos deben preferirse a aquellos que perjudiquen
mayormente a los ciudadanos afectados por la decisión. Un medio escogido para
beneficiar a un alto número de personas es necesario si no existen otros
medios alternativos que permitan, sin afectar el interés particular y dentro de
las posibilidades disponibles, alcanzar el mismo objetivo.
La distribución
equitativa de cargas y beneficios no hace relación a un simple factor
cuantitativo. La naturaleza de los derechos vulnerados juega un papel
importante en la estimación de lo razonablemente exigible a una persona como
carga frente a los beneficios de terceros.
No obstante, en
ocasiones extremas el sacrificio impuesto al interés particular es de tal
magnitud que solamente es dable equilibrar la desigualdad mediante una
indemnización. La necesidad reconocida en la ley de utilidad pública o interés
social puede dar lugar a que el interés particular deba ceder ante el interés
general (CP art. 58), evento en el cual la única vía posible de enderezar las
cargas y mantener el principio de igualdad es la compensación, si ese
desplazamiento supone no una reducción general de los derechos o beneficios de
los miembros de la comunidad sino el sacrificio y privación individualizada del
derecho de uno de ellos en aras del beneficio general. No proceder así implica
exponer al Estado a tener que indemnizar los daños antijurídicos ocasionados
por el desconocimiento del principio de igualdad de cargas para los
administrados.
Derecho a la
intimidad y limitaciones de la planeación urbana
3. Uno de los
derechos que puede ser objeto de limitaciones como consecuencia de la
construcción de obras públicas es la intimidad. La Constitución reconoce a toda
persona el derecho fundamental a la intimidad personal y familiar (CP art. 15),
antes protegida por la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia. La
finalidad principal de este derecho es resguardar un ámbito de vida privada
personal y familiar, excluido del conocimiento ajeno y de cualquier tipo de
intromisiones de otros, sin el consentimiento de su titular. El núcleo esencial
del derecho a la intimidad define un espacio intangible, inmune a intromisiones
externas, del que se deduce un derecho a no ser forzado a escuchar o a ver lo
que no desea escuchar o ver1,
así como un derecho a no ser escuchado o visto cuando no se desea ser escuchado
o visto.
Tradicionalmente, el
domicilio es el lugar (fortaleza) de la persona donde se ejerce el derecho a la
intimidad.
El mundo moderno con
el crecimiento de las ciudades, los avances tecnológicos, la expansión de la
informática y de las telecomunicaciones, representa para la vida privada del
individuo una constante amenaza a su tranquilidad y a la intimidad de su hogar.
En el campo de la planeación urbana, antiguos lugares residenciales pueden
convertirse en poco tiempo en activas y bulliciosas zonas comerciales. La
construcción de obras como túneles o puentes aledaños a inmuebles particulares
pueden modificar radicalmente la estética del lugar, aumentar el ruido y la
polución, exponer al peligro los bienes, afectar los servicios públicos y
producir una mayor o menor desvalorización de las propiedades.
El cambio y la
movilidad en la construcción de la ciudad es un proceso incontenible al igual
que el desarrollo mismo de la sociedad que responde a la reproducción material
y simbólica de la vida. Este proceso de reordenamiento urbano lleva implícito
una inevitable conflictualidad social, dada la diversidad de intereses
afectados por el cambio. Es por ello que se hace imperiosa la intervención del
legislador y de las autoridades locales para regular y dirigir la actividad y
las consecuencias de la construcción. Mientras no existan normas legales que
respondan a esta sentida necesidad, el juez deberá tener en cuenta en la
resolución de los litigios sobre la materia los principios de proporcionalidad,
de distribución equitativa de cargas y beneficios y de compensación, derivados
directamente de los principios constitucionales de legalidad, igualdad y
protección de las autoridades.
Vulneración de
los derechos a la intimidad y a la participación ciudadana por desproporción
entre los fines buscados y las cargas impuestas
4. Un criterio de
justa proporcionalidad entre beneficios comunitarios y cargas individuales debe
guiar el proceso de planeación urbana. En el caso sub-examine, no existe duda
sobre el interés general de la comunidad estudiantil en la construcción de un
puente peatonal sobre una avenida circunvalar caracterizada por un tráfico de
alta velocidad y frecuencia. No obstante, el medio escogido inicialmente para
dar solución al problema de inseguridad vial se reveló adecuado pero
innecesario. En efecto, como aparece en planos y fotografías, el diseño
original del puente con sus entradas laterales y la cercanía de una de ellas al
inmueble de la accionante, imponía a la misma una carga extraordinaria
consistente en que su derecho fundamental a la intimidad personal y familiar se
habría visto vulnerado por la constante e invasora mirada de los transeúntes
que, de forma obligada, atisbarían hacía el interior de su inmueble, convertido
en centro focal con una enorme pérdida de privacidad para sus moradores.
Del estudio del
diseño y la construcción del puente peatonal se pudo finalmente concluir que el
objetivo de la administración al contratar la obra pudo lograrse sin imponer
una carga desproporcionada a la propietaria del inmueble afectado. No es
aceptable, en consecuencia, el razonamiento del Juez de tutela de primera
instancia en el sentido que la peticionaria podría resolver el problema de las
curiosas miradas simplemente con la "colocación de cortinas",
respuesta ésta que se revela insensible a la vulneración efectiva del derecho a
la intimidad.
Contrariamente a lo
sostenido por el juez que no encontró vulneración del derecho al debido proceso
por no existir norma alguna que obligara a la administración a citar a los
particulares o vecinos de la obra, la autoridad municipal - a través del
ingeniero constructor - sí permitió la participación de la persona afectada y
acabó accediendo a su solicitud de respetar sus derechos fundamentales a la
intimidad y a la participación en la construcción y orden de la ciudad,
inclusive procediendo a cambiar el diseño del puente y desplazar la
construcción un metro para no afectar los servicios de agua y alcantarillado de
la peticionaria.
Revocatoria del
fallo revisado
5. Por las
consideraciones expuestas, esta Sala procederá a revocar la sentencia revisada
y a conceder la tutela de sus derechos a la intimidad personal y familiar y a
la participación ciudadana en la construcción y orden de la ciudad a la señora
MARIA DE LAS MERCEDES AVELLA DE BECERRA. No obstante, como quiera que la
administración tomó a tiempo las medidas necesarias para evitar el
desconocimiento de los derechos fundamentales de la petente, solamente se prevendrá
a la autoridad para que no vuelva a incurrir en la conducta original que motivó
esta acción (Decreto 2591 de 1991, art. 24).
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia del 22 de
abril de 1992, proferida por el Juzgado 21 de Instrucción Criminal de Duitama
en el proceso de la referencia.
SEGUNDO.-
CONCEDER la tutela
solicitada por la señora MARIA DE LAS MERCEDES AVELLA DE BECERRA, teniendo en
cuenta que la respectiva acción se ejerció con anterioridad a la construcción
del puente peatonal y, en consecuencia, PREVENIR a la Secretaría de
Obras Públicas de la Alcaldía Municipal de Duitama, para que en el futuro no
vuelva a incurrir en las acciones y omisiones que suscitaron la presente
tutela.
TERCERO.- LIBRESE
comunicación al Juzgado 21
de Instrucción Criminal de Duitama con miras a que se surta la notificación de
esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santafé de Bogotá, D.C., a los
veintitrés (23) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y dos).
1 Corte Constitucional. Sala
Segunda de Revisión. Sentencia T-403 del 3 de junio de 1992. |
148 | T-531-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-531/92
PRINCIPIO DE
CELERIDAD PROCESAL/JUEZ DE FAMILIA-Facultades
El carácter de
orden público de las normas sobre menores y la interpretación de las mismas,
obligan al juez de familia a impulsar oficiosamente el proceso, no limitándose
a decretar las pruebas solicitadas en su oportunidad por las partes sino todas
aquellas que conduzcan al esclarecimiento de las circunstancias de posible abandono
o peligro del menor. De otra parte, la no valoración por el juez de las pruebas
en la sentencia puede configurar una causal de inconstitucionalidad por
carencia de motivación de la decisión judicial. En los procesos de privación,
suspensión o rehabilitación de la potestad parental, el juez de familia está
dotado de amplios poderes para intervenir en defensa de sus intereses, entre
ellos se cuenta la posibilidad de iniciar oficiosamente el proceso.
DEFENSORIA DE
FAMILIA-Funciones
Procesales
Cabe esperar que
cuando la parte demandante ni siquiera ostenta la calidad de representante
judicial del menor - por no tener capacidad legal para ello -, sea la
Defensoría de Familia la llamada a suplir la función de apoderamiento judicial.
Esta última es responsable de interponer los recursos contra las decisiones
adversas y así evitar dejar al incapaz en situación de indefensión. Exigirle al
agente oficioso del menor el ejercicio oportuno de las vías procesales
constituye una carga extraordinaria y contraria a la finalidad de su
protección, cuando es la Defensoría de Familia la llamada a ejercer la asesoría
legal.
DERECHOS DEL NIÑO-Vulneración/DEBIDO PROCESO-Vulneración
De las
actuaciones y omisiones de las autoridades públicas involucradas en el proceso
de suspensión de la potestad parental, se infiere la vulneración del derecho de
defensa de la menor por indefensión no atribuible a su tía materna, persona que
legítimamente confió en la asesoría dispuesta por el Estado para proteger los
intereses de la menor. Los errores de asesoría y la carencia de fundamentación
de la sentencia originados en la no evaluación por el juez de las pruebas
allegadas al proceso materializaron la vulneración del artículo 29 de la
Constitución Nacional.
SEPTIEMBRE 23 DE 1992
REF: Expediente
T-2981
Actor: SOL ANYUL
RIOS ZAPATA
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-2981 adelantado por la señora SOL ANYUL RIOS ZAPATA, como agente oficiosa
de la menor LUISA FERNANDA GARCIA RIOS, contra la sentencia del 20 de enero de
1992 proferida por el Juzgado Cuarto de Familia de Medellín.
A N T E C E D E N T E S
1. La señora SOL
ANYUL RIOS ZAPATA, actuando como agente oficiosa de la menor de edad LUISA
FERNANDA GARCIA RIOS, interpuso acción de tutela contra la sentencia del 20 de
enero de 1992 dictada por el Juzgado Cuarto de Familia de Medellín, en el
proceso de suspensión de la potestad parental y cuidados personales seguido
contra EDUARDO ANTONIO GARCIA ALVAREZ.
2. La accionante
acusó la providencia del juzgado de familia de vulnerar o amenazar los derechos
fundamentales de la menor (CP art. 44) por ella representada al no haber
privado al padre de la potestad parental. En sus propias palabras,
"La causa
concreta por la cual se promueve esta acción radica en que a mi juicio no se
tuvo en cuenta todas las pruebas pues, el padre de la niña fue quien dió muerte
a la madre de la menor, este delito es investigado, el Juzgado 56 de
Instrucción Criminal de Bello, y el Juez de Familia no indagó por el curso de
este proceso.
"Además el
señor EDUARDO A. GARCIA abandonó la menor desde el momento en que (en) su
presencia dió muerte a la madre desde hace 4 años (...) ".
3. La Sala de
Familia del Tribunal Superior de Medellín asumió el conocimiento de la acción
de tutela y ofició al Juzgado Cuarto de Familia con el fin de que se le
suministrara copia auténtica del expediente respectivo. En oficio del 3 de
abril de 1992, el mencionado juzgado informó que la sentencia de primera
instancia del 20 de enero de 1992, proferida en el proceso de suspensión de la
potestad parental adelantado contra el señor EDUARDO ANTONIO GARCIA ALVAREZ, "no
fue apelada por la parte vencida como tampoco fue consultada, pues no se dan
los presupuestos del artículo 386 del C. de P. Civil".
4. Del conjunto de
documentos aportados por el Juzgado de Familia se estableció que la Defensoría
de Menores de Medellín, a petición de la señora SOL ANYUL RIOS ZAPATA, presentó
demanda de suspensión de la potestad parental contra el señor EDUARDO ANTONIO
GARCIA ALVAREZ. En la misma manifestó que LUISA FERNANDA GARCIA RIOS es hija
extramatrimonial de Eduardo Antonio García Alvarez y Martha Lucía Ríos Zapata,
cuya muerte es investigada por el Juzgado 56 de Instrucción Criminal de Bello.
Según su propio dicho, la demandante viene brindándole a su sobrina todos los
cuidados que requiere, ya que su progenitor huye de la justicia, "pero se
cree que se encuentra en la ciudad y que pretende llevarse a su hija". Por
lo anterior, el Defensor de Menores solicitó el depósito provisional de la
menor en cabeza de la señora Sol Anyul Ríos Zapata.
El Juez Cuarto Civil
de Menores de Medellín, mediante auto del 12 de julio de 1988, admitió la
demanda y decretó "el depósito provisional de la infante Luisa Fernanda en
manos de la señora Sol Anyul Rios Zapata, quien tiene a su cuidado actualmente
a dicha menor". Posteriormente, mediante auto del 24 de agosto de 1988, el
despacho citó y emplazó al señor EDUARDO ANTONIO GARCIA ALVAREZ, mediante
edicto publicado en la prensa hablada y escrita, para que se presentara en el
término de cinco (5) días a notificarse de la demanda. Transcurrido el término de
citación sin que compareciera el demandado, el juzgado le nombró curador
ad-litem, por auto del 4 de noviembre de 1988.
En el transcurso de
los tres años del proceso fueron celebradas varias audiencias públicas y se
recibieron testimonios de amigos y familiares cercanos, quienes manifestaron
que la señora SOL ANYUL RIOS ZAPATA y su esposo, se habían hecho cargo de la
menor, suministrándole todo lo necesario desde que quedó huérfana cuando tenía
un año y medio. Sin embargo, la Defensoría de Familia (antes de menores) del
Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Regional Antioquia, en concepto del
dos (2) de diciembre de 1991, solicitó al Juez absolver al demandado por no
vislumbrarse ninguna de las causales consagradas en el artículo 310 del Código
Civil.
5. Mediante
sentencia del 20 de enero de 1992, el Juzgado Cuarto de Familia de Medellín no
acogió las súplicas de la demanda de suspensión y, en consecuencia, absolvió al
señor EDUARDO ANTONIO GARCIA ALVAREZ de los cargos formulados. Según el criterio
del fallador,
"(...) para
suspender al progenitor de los derechos de Potestad parental y cuidados
personales debe acreditarse una de las causales determinadas por el art. 310
del C.C. en armonía con el Dcto.. 2820 de 1974. De la lectura de los distintos
documentos y piezas procesales que conforman la cartilla procesal, en forma
palmar se establece que no se han demostrado las causales invocadas en la
demanda, pues existe prácticamente carencia absoluta de prueba que nos permita
dar por probados los hechos de la demanda, pues el hecho de la ausencia que se
alude en la misma no fue probado y tampoco puede colegirse por el mero hecho de
la publicación del edicto referido por el art. 318 del C. de P. Civil y la no
comparecencia del accionado al proceso".
6. Igualmente, el
juez de tutela solicitó al Juzgado 56 de Instrucción Criminal de Bello,
información sobre el estado del proceso abierto por el delito de homicidio de
la señora MARTHA RIOS ZAPATA donde obra como sindicado el señor EDUARDO ANTONIO
GARCIA ALVAREZ. En la respuesta se señaló que dicho proceso se encontraba en
instrucción y que como última actuación habíase declarado reo ausente al
sindicado y nombrado defensor de oficio por auto del 3 de abril de 1992.
Posteriormente, en
acatamiento a una solicitud del fallador de tutela, le fue remitida copia
auténtica del auto del 20 de abril de 1992, mediante el cual se resolvió la
situación jurídica del sindicado, habiéndosele dictado en su contra auto de
detención preventiva como medida de aseguramiento, sin beneficio de
excarcelación, y ordenado reactivar la orden de captura.
Entre las probanzas
para proferir auto de detención contra el sindicado, el Juzgado 56 de
Instrucción Criminal tuvo en cuenta la declaración de la testigo presencial del
homicidio, señora TERESA SAN PEDRO, gracias a la que se precisaron los hechos a
juzgar:
"Al apartamento
de la difunta llegaron a eso de las diez y quince de la noche y allí la pareja
de amantes tuvo una discusión más o menos agria en la que la mujer comentaba
que no quería dormir más con ese hijueputa, refiriéndose al hoy sindicado,
palabras que acompañó empacando sus pertenencias personales y las de una bebita
de ambos, en la maleta, muestras de decisión de abandonarlo que irritaron a tal
punto a EDUARDO ANTONIO GARCIA que de un momento a otro y cuando MARTHA LUCIA
en medio de su atareamiento se dirigió hacia él, la acometió de manera
despiadada a golpes de cuchillo, mandobles que sólo vino a suspender cuando TERESA
SANPEDRO que presenciaba el hecho trató de arrebatarle el cuchillo y logró
disuadirlo invocando la presencia de la pequeña niña, pero como quisiera al
parecer atentar contra la testigo, ésta se dió a la huída y a poco más fue
alcanzada por MARTHA LUCIA que mortalmente herida no atinaba a decir más que no
la dejaran morir, que la llevaran al hospital".
7. Mediante
sentencia del 11 de mayo de 1992, la Sala de Familia del Tribunal Superior de
Medellín denegó la solicitud de tutela formulada por la señora SOL ANYUL RIOS
ZAPATA en su calidad de agente oficiosa de la menor LUISA FERNANDA GARCIA RIOS.
Una vez precisado el
cargo contra la providencia impugnada - por no haber tenido en cuenta el
sentenciador las pruebas que obraban en el expediente - y la presunta y
consecuente desprotección de los derechos fundamentales (CP art. 44) de la
menor LUISA FERNANDA GARCIA RIOS, la Sala de Familia del Tribunal Superior de
Medellín desechó la solicitud de tutela con fundamento en la presunta
naturaleza subsidiaria de la acción de tutela (CP art. 86-3) que le impide al
sujeto procesal acudir a este mecanismo cuando no ejerce en su oportunidad los
medios de defensa establecidos por la ley para atacar sentencias judiciales,
además de estar expresamente excluida dicha acción por causa de "errónea
interpretación de la ley o para controvertir pruebas". A juicio de la Sala
de Familia,
"(...) En el
caso sub-examine, se advierte que la sentencia cuestionada fue emitida durante
el trámite de un proceso verbal (suspensión de la potestad parental, artículo
427-2 Código de Procedimiento Civil) en audiencia pública la cual se llevó a
cabo el 20 de enero de 1992 (fs. 60 a 63), por lo que esa providencia se
entiende notificada (por estrados) el día de la celebración de dicha diligencia
(artículo 325 ibídem), sin que dentro de la oportunidad legal se hubiese
interpuesto contra ese pronunciamiento recurso alguno, alcanzando firmeza el 23
de enero siguiente (ver constancia de fl. 63) máxime si en aquella fecha se
notificó personalmente ese proveído a la Defensora de Familia (f. 63) la cual
guardó silencio, esto es, no acudió a ninguno de los recursos estipulados en el
mencionado Cuerpo Procedimental para impugnarla".
De otra parte, el
fallador de instancia tampoco encontró que el pronunciamiento del juez de
familia fuera susceptible de acción de tutela, "porque la que aquí se
promueve viene montada sobre la causa consistente en que en esa sentencia 'no
se tuvo en cuenta todas las pruebas' (f.7) como lo manifiesta el accionante, es
decir, se adujo para 'controvertir pruebas', evento en el cual el mecanismo
especial analizado no procede contra la anotada clase de providencias
judiciales por expresa prohibición legal (inciso final, parágrafo 1o. artículo
40 del Dto. 2591 de 1991)".
8. No habiendo sido
impugnada la sentencia, el expediente respectivo fue remitido a esta Corte y,
previo proceso de selección, correspondió a esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Derecho
fundamental del niño a la familia, al cuidado y al amor
1. La Constitución
reconoce el valor y la fragilidad de los niños, y por ello consagra
expresamente sus derechos fundamentales y la correlativa obligación familiar,
social y estatal de prodigarles asistencia y protección (CP art. 44).
Entre los derechos fundamentales
de los niños se encuentran los derechos a tener una familia, a no ser separados
de ella, al cuidado y al amor que deben merecer. La familia, núcleo fundamental
e institución básica de la sociedad (CP arts. 42, 5), ofrece al ser humano un
sustento afectivo, psicológico y material indispensable para el libre
desarrollo de la personalidad (CP art. 16) y para la convivencia pacífica (CP
arts. 2, 22, 95-4 y 95-6).
El cuidado personal,
la derivación del sustento en la medida de las propias capacidades económicas,
la educación, el apoyo y el amor, son algunas de las obligaciones de los padres
cuyo rango constitucional permite su inmediata exigibilidad en casos de grave
incumplimiento que vulnere o amenace los derechos fundamentales del menor. La Constitución
y el carácter de orden público de la legislación del menor (Decreto 2737 de
1989, art. 18) sirven de fundamento al principio de prevalencia de los derechos
de los niños sobre los derechos de los demás y habilitan a cualquier persona
para exigir ante la autoridad competente el cumplimiento de las obligaciones
que se tengan contraídas con los niños y se sancione a los infractores (CP art.
44).
Interpretación de
las normas de familia y de menores de conformidad con la Constitución
2. La inclusión de
los derechos fundamentales de los niños en la Carta Política es la culminación
de una serie de desarrollos legislativos que apuntan todos a la misma finalidad
de proteger a la infancia, garantizándole las condiciones mínimas para su
integridad y felicidad. El Gobierno Nacional, en ejercicio de las facultades
extraordinarias otorgadas por las leyes 30 de 1987 y 56 de 1988, expidió los
Decretos 2272 de 1989 y 2737 de 1989, por los cuales organizó la jurisdicción
de familia y adoptó el Código del Menor, respectivamente. De otra parte, el
Congreso de la República, mediante la ley 12 de 1991, aprobó la Convención de
los Derechos del Niño, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas
el 20 de noviembre de 1989. La decisión del Constituyente de elevar a rango
constitucional los derechos fundamentales de los niños contribuye a ratificar y
perfeccionar el marco normativo preexistente, con miras a asegurar la
protección, asistencia y promoción de los menores de edad, resguardando la
esperanza de un mundo feliz, pacífico y en armonía.
Las normas
sustantivas y procedimentales en materia de familia y del derecho de los
menores, deben interpretarse en consonancia con los derechos fundamentales del
niño consagrados en la Constitución (CP arts. 42 y 44). Esto significa que los
padres en el cumplimiento de sus deberes para con los hijos y las autoridades
públicas facultadas para intervenir en interés del menor (Instituto de
Bienestar Familiar, Defensores de Familia, Jueces de Familia, etc.), deben
respetar y efectivamente aplicar el contenido y alcance de los derechos
consagrados de forma prevalente en la Constitución, cuyo desconocimiento o
amenaza permite a cualquier persona exigir de la autoridad competente el
cumplimiento de las obligaciones respectivas.
Concepto de la
potestad parental y causales de suspensión de la misma
3. Tradicionalmente,
la patria potestad consistía en el reconocimiento que la ley hacía de los
derechos del padre sobre sus hijos no emancipados. El Código Civil restringía
al varón la facultad de representar judicial y extrajudicialmente a los hijos y
administrar sus bienes (CC art. 288). El legislador vino a terminar con esta
forma de discriminación, situando en cabeza de ambos padres el conjunto de
derechos sobre sus hijos para facilitar el cumplimiento de los deberes que su
calidad les impone (Ley 75 de 1968, art. 19), y disponiendo que a falta de uno
de ellos correspondería al otro su ejercicio (D. 2820 de 1974, art. 24).
La patria potestad,
mejor denominada potestad parental, tiene la función especialísima de
garantizar el cumplimiento de los deberes de los padres mediante el ejercicio
de determinados derechos sobre la persona de sus hijos (permiso para salir del
país, representación del menor, etc.) y sobre sus bienes (usufructo legal y
administración del patrimonio). El ejercicio de la potestad parental tiene como
finalidad el bienestar emocional y material de los menores no emancipados. En
consecuencia, el incumplimiento de los deberes de los padres puede conducir a
su pérdida o suspensión.
Causales como el
maltrato habitual, el abandono, la depravación o la privación de la libertad
por pena superior a un año, facultan al juez para decretar la emancipación
judicial del hijo, con la consecuente pérdida de la patria potestad del padre
condenado (CC art. 315). Además de las anteriores circunstancias, el artículo
310 del Código Civil establece la suspensión de la potestad parental, después
de oídos los parientes del niño y el defensor de menores (CC art. 311), en los
casos de demencia, mala administración de los propios bienes y prolongada
ausencia de alguno de los padres.
Con miras a reforzar
el cumplimiento de los deberes de los padres, el Código del Menor consagró una presunción
iuris tantum en favor del hijo abandonado. En efecto, cuando el
menor no convive con las personas llamadas por ley a tener su cuidado personal
(CC art. 253) se presume el incumplimiento de las obligaciones o deberes
paternos, configurándose una situación de abandono que conlleva consecuencias
jurídicas para los padres y cuya determinación corresponde al Defensor de
Familia (D. 2737 de 1989, arts. 31 y 36).
Función de la
Defensoría de Familia en los procesos de pérdida o suspensión de la potestad
parental
4. La ley ha
encomendado a los Defensores de Familia delicadas funciones en interés de la
institución familiar y del menor. Entre sus atribuciones cabe mencionar las de
promover acciones judiciales y extrajudiciales en asuntos de familia, decretar
las situaciones de abandono o peligro del menor y tomar las medidas de
protección pertinentes según la gravedad de las circunstancias (D. 2737 de
1989, arts. 36 y 57), homologar con efectos vinculantes las conciliaciones
entre cónyuges, asistir al menor en las diligencias ante el juez competente y
ejercer funciones de policía para asegurar su eficaz protección.
Los Defensores de
Familia (antes de menores) desempeñan funciones de asesoría legal en
representación de los menores en procesos civiles cuyas decisiones pueden
afectarlos, remplazando materialmente a los defensores de oficio y a los
defensores de pobres aún no instituidos por la ley para proteger los derechos
litigiosos de los niños. Los Defensores de Familia pueden promover acciones
judiciales en favor de los hijos en situación de abandono o peligro. En ejercicio
de esta competencia, pueden presentar demandas - siempre que se configure la
respectiva causal - de pérdida o suspensión de la potestad parental.
La negligencia de
los funcionarios públicos encargados de velar por los intereses del menor puede
constituir una forma de indefensión cuando su inactividad o inidoneidad
manifiestas durante el proceso civil tienen como consecuencia la desprotección
judicial de los intereses del niño. Ello puede suceder, si se dejan de
solicitar pruebas de vital importancia para el esclarecimiento de situaciones
de abandono o peligro, si no se interponen los recursos ordinarios o
extraordinarios que la ley dispone contra providencias adversas a los intereses
del menor o, aún más grave, cuando existiendo una presunción legal de abandono
ella no se decreta oficiosamente por parte de la autoridad competente para
salvaguardar los derechos del niño (D. 2737 de 1989 arts. 31, 36, 57).
Deberes del Juez
de Familia, principio de impulsión procesal y valoración de las pruebas
5. A los jueces de
familia también les ha sido asignada una especial misión para proteger y
tutelar los intereses de la familia y del menor en el desempeño de sus
funciones jurisdiccionales. Esta es la razón que justifica la atribución legal
del juez de iniciar oficiosamente el proceso de privación, suspensión o
restablecimiento de la patria potestad (CPC art. 446), lo cual no conlleva el
desplazamiento de la intervención procesal de otras personas obligadas o
legitimadas.
El interés público
de brindar protección a los menores - contenido en la fórmula constitucional de
la prevalencia de los derechos del niño sobre los derechos de los demás -,
justifica la consagración legal de una excepción al principio de impulsión
procesal consistente en otorgar al juez de familia mismo la posibilidad de
intervenir activamente para solventar situaciones de alto riesgo que puedan
traer aparejados graves perjuicios para el menor.
La discusión
doctrinal sobre si son las partes, particularmente el demandante, o si es el
juez a quien o quienes debe dejarse la impulsión del proceso tiene una clara
respuesta constitucional tratándose de procesos en los cuales se controvierte
el contenido y alcance de los derechos fundamentales del niño, debiendo
prevalecer estos últimos. Es así cómo entre el principio dispositivo y el
oficioso, debe concederse prevalencia a este último cuando el juez, a través de
sus atribuciones legales, puede intervenir efectivamente para garantizar los
intereses de la familia y, en el evento de estar ésta destruida, proteger
integralmente la vida y el desarrollo futuro del menor.
El carácter de orden
público de las normas sobre menores y la interpretación de las mismas según su
finalidad y de conformidad con los convenios o tratados internacionales sobre
la materia (D.2737 de 1989, arts. 18, 19 y 22), obligan al juez de familia a
impulsar oficiosamente el proceso, no limitándose a decretar las pruebas
solicitadas en su oportunidad por las partes sino todas aquellas que conduzcan
al esclarecimiento de las circunstancias de posible abandono o peligro del
menor.
De otra parte, la no
valoración por el juez de las pruebas en la sentencia puede configurar una
causal de inconstitucionalidad por carencia de motivación de la decisión
judicial (CP arts. 28 y 29).
Petitum de la
demanda de tutela
6. La accionante
aduce la vulneración del artículo 44 de la Constitución - que consagra los
derechos fundamentales de los niños - por parte de la sentencia del Juzgado
Cuarto de Familia de Medellín al no haber ordenado la suspensión de la potestad
parental de EDUARDO ANTONIO GARCIA ALVAREZ sobre la menor LUISA FERNANDA GARCIA
RIOS, a pesar de que "(...) el señor Eduardo A. García abandonó la menor
desde el momento en que en su presencia dió muerte a la madre" de la menor.
La decisión judicial
adversa a sus pretensiones, vulnera y amenaza los derechos fundamentales de la
menor, según la petente, y pone de manifiesto el incumplimiento de la
obligación estatal de asistir y proteger al niño para garantizar su desarrollo
armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos.
Sentencia del
Juzgado Cuarto de Familia
7. La actuación de
la autoridad pública acusada de vulnerar o amenazar los derechos fundamentales
de la menor Luisa Fernanda García Ríos, es la plasmada en sentencia proferida
por el Juez Cuarto de Familia de Medellín, del 20 de enero de 1992.
El proceso de
suspensión de la potestad parental promovido por la señora SOL ANYUL RIOS
ZAPATA, al término del cual se pronunció la sentencia cuestionada, es de
aquellos que se tramitan a través del procedimiento verbal, de conformidad con
lo dispuesto por el artículo 427 del Código de Procedimiento Civil. La
intervención obligatoria del Defensor de Familia (antes de menores) en el
proceso (C.C. art. 311 y Decreto 2737 de 1989, art. 277), el deber de oír a los
parientes del hijo y la audiencia de trámite para que las partes concilien sus
diferencias y eviten de esta forma perjudicar a niños inocentes, son trámites o
actuaciones especiales que la ley dispone para asegurar la asistencia y plena
protección del menor.
De otra parte, en
los procesos de privación, suspensión o rehabilitación de la potestad parental,
el juez de familia está dotado de amplios poderes para intervenir en defensa de
sus intereses, entre ellos se cuenta la posibilidad de iniciar oficiosamente el
proceso (C.P.C. art. 446). Con mayor razón, el juez de familia está en el deber
de promover activamente la práctica de pruebas de oficio con miras a encontrar
la solución más benéfica para el bienestar del menor de edad.
Las sentencias de
suspensión o rehabilitación de la potestad parental, no hacen tránsito a cosa
juzgada material, ya que en ellas se deciden situaciones
"conductuales" que pueden modificarse y dar lugar a procesos
posteriores por las mismas causas y entre las mismas personas.
No obstante haber
precluído la oportunidad para controvertir la sentencia acusada, la
peticionaria interpuso acción de tutela contra la misma, por considerar que con
ella se vulneraban y amenazaban derechos fundamentales del niño.
Violación del
debido proceso por indefensión y carencia de fundamentación de la sentencia
8. La asesoría e
intervención deficientes del Defensor de Familia en el proceso civil pueden ser
causas de la vulneración del derecho de defensa de los intereses del menor que,
según la gravedad del error o la ausencia de asistencia legal, pueden a su
turno generar una vulneración del derecho al debido proceso.
En el caso
sub-iudice, si bien el padre de la menor LUISA FERNANDA GARCIA RIOS podía estar
incurso en una causal de pérdida de la potestad parental (CC art. 315),
el Defensor Cuarto de Menores de Medellín solamente presentó demanda de suspensión
de la patria potestad contra EDUARDO ANTONIO GARCIA ALVAREZ, con lo cual se
configuró de entrada una insuficiente defensa de la menor, dada la gravedad de
los hechos. Si bien es cierto que el sindicado García Alvarez goza de la
presunción de inocencia (CP art. 29) mientras ella no se desvirtúe en la causa
que se sigue en su contra en el Juzgado Cincuenta y Seis de Instrucción
Criminal, es igualmente patente la situación de abandono paterno de la menor,
como lo reconociera en su oportunidad el Juez Cuarto de Menores al decretar su
depósito provisional en cabeza de su tía materna, SOL ANYUL RIOS ZAPATA.
Aparte, de que la
Defensoría de Familia se abstuvo de solicitar la práctica de pruebas
adicionales, limitándose a insistir en las inicialmente solicitadas por la
demandante, desconoció, de manera flagrante, la presunción legal existente que
impone asumir la existencia de una situación de abandono y atribuirle
consecuencias jurídicas por el hecho de no convivir la menor con las personas
llamadas por ley a tener su cuidado personal (D. 2737 de 1989 art. 31), como en
efecto acaecía con LUISA FERNANDA que habitaba en casa de su tía SOL ANYUL y se
encontraba de hecho bajo su cuidado.
El concepto final de
la Defensora 4a. de Familia de Medellín, doctora Mery Llanos Gutiérrez, que
aduce la inexistencia de decisiones en el proceso penal que comprometieran la
responsabilidad del padre para, en consecuencia, solicitar su absolución,
ignora la existencia de otra causal, ésta sí manifiesta, de pérdida de la
potestad parental, como lo era el hecho que la menor vivía desde hace más de
tres años en casa de su tía, configurándose así una presunción legal de
abandono no desvirtuada en el proceso. Igualmente, la ausencia total de
valoración de las pruebas aportadas al proceso, por parte de la funcionaria al
servicio del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en su concepto final,
denota un incumplimiento de sus deberes profesionales que desembocó en la
situación de indefensión de la demandante, quien de forma legítima y razonable
confió en la asesoría que se le prestaba.
La desprotección
jurídica de la menor adquirió un relieve mayor al no ejercer de Defensoría de
Familia recurso alguno contra la sentencia del 20 de enero de 1992 que rechazó
las pretensiones de condenar a EDUARDO ANTONIO GARCIA ALVAREZ a la suspensión
de la potestad parental.
El deber de atender
y controlar el proceso, a diferencia de otros procesos civiles, en asuntos de
familia no radica únicamente en la parte demandante que interviene como agente
oficioso del menor, sino también en la institución de la Defensoría de Familia,
dotada de plenas potestades legales y de recursos profesionales suficientes
para responder a las diferentes situaciones procesales en favor de los
intereses del niño. Cabe esperar que cuando la parte demandante ni siquiera
ostenta la calidad de representante judicial del menor - por no tener capacidad
legal para ello -, sea la Defensoría de Familia la llamada a suplir la función
de apoderamiento judicial. Esta última es responsable de interponer los
recursos contra las decisiones adversas y así evitar dejar al incapaz en
situación de indefensión. Exigirle al agente oficioso del menor el ejercicio
oportuno de las vías procesales constituye una carga extraordinaria y contraria
a la finalidad de su protección, cuando es la Defensoría de Familia la llamada
a ejercer la asesoría legal.
Por su parte, la
inactividad del Juez Cuarto de Familia y la falta de motivación de la sentencia
se constituye en un factor más de indefensión de la menor. Alega el fallador
que en el curso del proceso "no se han demostrado las causales invocadas
en la demanda, pues existe prácticamente carencia absoluta de prueba que nos
permita dar por probados los hechos de la demanda, pues el hecho de la ausencia
que se alude en la misma no fue probado y tampoco puede colegirse por el mero
hecho de la publicación del edicto referido por el art. 318 del C. de P. Civil
y la no comparecencia del accionado al proceso". Sin embargo, una simple
lectura del expediente remitido en su momento al juez de tutela de primera
instancia permite observar que al proceso se aportaron las declaraciones de amigos
de la familia (fs. 46 y 48), así como las declaraciones exigidas por ley (CC
art. 311) de los parientes cercanos de la menor (fs. 53 y 54), todas ellas
concordantes respecto a que la demandante se hizo cargo de la menor desde el
fallecimiento de su madre hace más de tres años, las cuales no fueron
desvirtuadas por la curadora ad-litem nombrada para representar al demandado
renuente a presentarse en el proceso. Ninguna de las pruebas aportadas y
practicadas se analizaron por el juez en la sentencia ni se tuvieron en cuenta
al momento de decidir, por lo cual no es acertado afirmar que la acción de
tutela en este caso se ejerce para controvertirlas o por causa de su
interpretación errónea. Tampoco, el error de la defensoría de familia, al pasar
por alto la presunción legal de abandono, tiene la virtud de relevar al juez de
su función de hacer justicia teniendo en cuenta el interés prioritario de la
menor. La omisión en decretar y practicar oficiosamente pruebas que permitieran
establecer las circunstancias en que se hallaba la menor LUISA FERNANDA GARCIA
RIOS, de cinco años de edad, contribuyó a consolidar su situación de abandono.
El Juez de Familia
tampoco tuvo en cuenta que la dilación del proceso penal - luego de tres años y
medio de iniciado no se había resuelto la situación jurídica del padre ni se lo
había considerado reo ausente -, podía aumentar el riesgo de la menor ante la
amenaza, tampoco desvirtuada de su pretensión de llevársela. Además, el hecho
de no haberse presentado al proceso el demandado, primero citado, posterior y
finalmente representado por un curador ad-litem, aunque no constituye plena
prueba de la ausencia o abandono por parte del padre sí es un indicio grave en
su contra que, unido a las demás pruebas, permitía concluir la existencia de la
causal invocada para solicitar la suspensión.
Vulneración de
los derechos fundamentales del niño
9. De las
actuaciones y omisiones de las autoridades públicas involucradas en el proceso
de suspensión de la potestad parental, se infiere la vulneración del derecho de
defensa de la menor LUISA FERNANDA GARCIA RIOS, por indefensión no atribuible a
su tía materna, persona que legítimamente confió en la asesoría dispuesta por
el Estado para proteger los intereses de la menor. En efecto, los errores de
asesoría y la carencia de fundamentación de la sentencia originados en la no
evaluación por el juez de las pruebas allegadas al proceso materializaron la
vulneración del artículo 29 de la Constitución Nacional.
Consecuencia directa
de lo anterior, es la desestimación de los derechos a tener una familia, al
cuidado y al amor debidos a la menor que, en razón de la anotada inactividad,
se produjeron, dejándola expósita aún frente al único ofrecimiento de protección
hecho por su tía materna.
Revisión de la
sentencia de tutela y protección inmediata de los derechos fundamentales
conculcados
10. No comparte esta
Sala los argumentos expuestos por el fallador de tutela en primera instancia en
cuanto a la improcedencia de la acción de tutela por existir recursos legales
contra la sentencia acusada de vulnerar los derechos fundamentales del niño,
los cuales no fueron ejercidos en su momento oportuno por la demandante. Es de
anotar, que no fue atribuible a esta última la omisión de impugnar la decisión
judicial adversa, sino a la contradictoria y errónea asesoría legal de la
Defensoría de Familia, con la consecuente desprotección que ello aparejaría
para los derechos de la menor. Tampoco es posible aceptar lo sostenido por la
Sala de Familia del Tribunal Superior de Medellín respecto a que la acción de
tutela impetrada tenía por objeto "controvertir pruebas",
circunstancia ésta excluida expresamente por la ley, ya que fue el propio juez
quien omitió evaluar prueba alguna en la sentencia denegatoria de las
pretensiones de la demandante.
La no protección
inmediata de los derechos fundamentales de la menor LUISA FERNANDA GARCIA RIOS,
en particular los derechos a una familia, al cuidado personal y al amor, por
vía del aseguramiento de unas condiciones económicas mínimas que permitan su
goce y ejercicio, representadas en la pensión por el fallecimiento de su madre
y en la titularidad del inmueble a ella adjudicado, podría ocasionarle un
perjuicio irremediable consistente en la pérdida de estos bienes de contenido
patrimonial. En consecuencia, esta Sala procederá a revocar la sentencia de
tutela revisada, y ordenará la protección transitoria de los derechos
fundamentales de la menor LUISA FERNANDA GARCIA RIOS mientras el juez de familia
competente precede a corregir la decisión revocada en la parte resolutiva de
esta providencia.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia de tutela del
11 de mayo de 1992, proferida por la Sala de Familia del Tribunal Superior de
Medellín en el proceso de tutela instaurado por la señora SOL ANYUL RIOS ZAPATA
en agenciamiento de los derechos de la menor LUISA FERNANDA GARCIA RIOS.
SEGUNDO.- REVOCAR
la sentencia del 20 de
enero de 1992 proferida por el Juzgado Cuarto de Familia de Medellín en el
proceso de suspensión de la potestad parental instaurado por SOL ANYUL RIOS
ZAPATA contra EDUARDO ANTONIO GARCIA ALVAREZ, y, en consecuencia, ORDENAR
al mismo Juzgado que proceda de nuevo a dictar sentencia de forma que se
protejan de manera efectiva los derechos fundamentales de la menor LUISA
FERNANDA GARCIA RIOS.
TERCERO.-
CONCEDER TRANSITORIAMENTE la
tutela solicitada por la señora SOL ANYUL RIOS ZAPATA en favor de la menor
LUISA FERNANDA GARCIA RIOS, durante el término del proceso de suspensión de la
potestad parental y hasta que se profiera sentencia definitiva.
CUARTO.- LIBRESE comunicación al Juzgado Cuarto de Familia
de Medellín para que se sirva proceder de conformidad con la ordenado en la
presente providencia.
QUINTO.- REMITASE
copia auténtica de la
sentencia a la PROCURADURIA GENERAL DE LA NACION para lo de su competencia, así
como copia auténtica del expediente de la referencia.
SEXTO.- LIBRESE comunicación a la Sala de Familia del
Tribunal Superior de Medellín, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veintitrés (23) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y
dos).
Salvamento de
voto de la Sentencia No. T-531
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia/MEDIO
DE DEFENSA JUDICIAL (Salvamento de voto)
No estimo que la
Constitución Política autorice la acción de tutela contra sentencias
judiciales, ya que el proceso es, por su misma esencia y por mandato expreso
del artículo 29 de la Carta, el medio eficaz de protección consagrado por el
sistema jurídico en defensa de los derechos de la persona. De conformidad con
lo preceptuado en el artículo 86 superior, está excluída la acción de tutela
cuando exista otro medio de protección judicial razón por la cual, teniendo en
cuenta los hechos relatados en la sentencia, no estimo que en el presente caso
fuera aplicable el mecanismo del amparo. El hecho de no haberse interpuesto
oportunamente el recurso ordinario de apelación contra la sentencia no
significa que sea la tutela el medio que venga a suplir la atribución no
ejercida pero reconocida por la ley colombiana a las partes en litigio.
REF.: Expediente
T-2981
Magistrado
Ponente: Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz
El suscrito
Magistrado, en el asunto de la referencia, se permite expresar a continuación
las razones de su disentimiento con la providencia acogida en forma mayoritaria
por la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional, por medio de la
cual se resolvió REVOCAR la sentencia proferida el once (11) de Mayo de mil
novecientos noventa y dos (1992) por la Sala de Familia del Tribunal Superior
de Medellín, en el proceso de tutela instaurado por la señora SOL ANYUL RIOS
ZAPATA en agenciamiento de los derechos de la menor LUISA FERNANDA GARCIA RIOS.
Como he tenido
ocasión de repetirlo a propósito de varias providencias, no estimo que la
Constitución Política autorice la acción de tutela contra sentencias
judiciales, ya que el proceso es, por su misma esencia y por mandato expreso
del artículo 29 de la Carta, el medio eficaz de protección consagrado por el sistema
jurídico en defensa de los derechos de la persona.
De conformidad con
lo preceptuado en el artículo 86 superior, está excluída la acción de tutela
cuando exista otro medio de protección judicial razón por la cual, teniendo en
cuenta los hechos relatados en la sentencia, no estimo que en el presente caso
fuera aplicable el mecanismo del amparo. El hecho de no haberse interpuesto
oportunamente el recurso ordinario de apelación contra la sentencia del 20 de
enero de 1992, emanada del juzgado 4o. de Familia de Medellín no significa que
sea la tutela el medio que venga a suplir la atribución no ejercida pero
reconocida por la ley colombiana a las partes en litigio.
En efecto, ese
recurso ha sido instaurado para que el aparato judicial vuelva a considerar la
sentencia (artículo 31 C.N.), de tal modo que, como ya ha tenido ocasión de
expresarlo la Corte Constitucional, su interposición oportuna "habría dado
ocasión al superior para establecer si eventualmente tal providencia
quebrantaba el ordenamiento jurídico"1.
De otra parte, en el
presente caso los intereses de la menor podían ser defendidos mediante los
mecanismos que la ley ha previsto, entre ellos el establecido por el artículo
70 del Código del Menor (Decreto 2737 de 1989), que dice: "De la custodia
o cuidado personal. ARTICULO 70. Sin perjuicio de las acciones judiciales
correspondientes, el Defensor de Familia podrá asignar provisionalmente la
custodia o cuidado personal del menor a aquel de los parientes señalados en el
artículo 61 del Código Civil que ofrezca mayores garantías para su desarrollo
integral".
En tal sentido había
podido resolverse el caso concediendo la tutela, mas no contra la providencia judicial,
sino en relación con el descuido en que pudo incurrir el Defensor de Familia,
ordenando a este funcionario cumplir con las obligaciones que la ley le impone
mientras, según el desenvolvimiento que vayan tomando los hechos, se intenta
una acción sobre potestad parental.
No es cierto,
entonces, como se desprende del contenido del fallo, que la menor LUISA
FERNANDA GARCIA RIOS haya quedado sin posibilidad de protección, pues como allí
mismo se expresa "las sentencias de suspensión o rehabilitación de la
potestad parental no hacen tránsito a cosa juzgada, ya que en ellas se deciden
situaciones conductuales que pueden modificarse y dar lugar a procesos
posteriores por las mismas causas y entre las mismas personas".
Finalmente, discrepo
de lo dispuesto en el numeral segundo de la parte resolutiva del fallo en el
cual, además de revocar la sentencia del 20 de Enero de mil novecientos noventa
y dos (1992), proferida por el Juzgado Cuarto de Familia de Medellín, se ordena
a ese despacho proceder "de nuevo a dictar sentencia de forma que se
protejan de manera efectiva los derechos fundamentales de la menor...",
pues considero que una orden de esta naturaleza atenta contra la independencia
de los jueces para decidir (artículo 228 de la C.N.) y rompe, contrariando lo
dispuesto en el artículo 29, las formas propias de esta clase de juicios.
No desconozco los
fundados argumentos contenidos en la sentencia respecto de la precaria asesoría
e intervención del Defensor de Menores en el proceso civil, negligencia que
condujo al fallo negativo por defensa insuficiente de los intereses de la niña,
los cuales han debido ser protegidos de modo especial según los perentorios
términos del artículo 44 de la Carta. Al respecto debo manifestar que dentro
del ordenamiento jurídico existen vías idóneas para obtener, además del cuidado
inmediato de la menor, que se indemnicen los perjuicios a ella ocasionados por
las deficiencias de la actividad estatal.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Fecha ut supra.
1 Cfr. Corte Consitucional. Sala
Tercera de Revisión. Sentencia T-520 septiembre 16 de 1992. |
149 | T-532-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-532/92
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Determinación
El "criterio
a rúbrica" no es decisivo ni el único para establecer cuando se está
en presencia de un derecho fundamental, debiendo los jueces de tutela aplicar
diversos criterios para garantizar una protección efectiva a los derechos
fundamentales del solicitante.
JUEZ DE TUTELA-Facultades
En el memorial
presentado al Tribunal de segunda instancia de tutela, el representante y
agente oficioso de los peticionarios invocó la posible vulneración del artículo
27 de la Constitución que consagra las libertades de enseñanza, aprendizaje,
investigación y cátedra. No obstante, su petición fue rechazada por ser
violatoria de la igualdad y lealtad de las partes en el proceso. Esta Sala no
comparte el enfoque civilista del Tribunal de tutela en cuanto a la invocación
de los derechos fundamentales presuntamente vulnerados. El Juez debe hacer un examen
integral de los derechos fundamentales virtualmente vulnerados por acción u
omisión de la autoridad pública.
DERECHO AL LIBRE
DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD-Núcleo
Esencial
El núcleo
esencial de este derecho protege la libertad general de acción, vinculada
estrechamente con el principio de dignidad humana, cuyos contornos se
determinan de manera negativa, estableciendo en cada caso la existencia o
inexistencia de derechos de otros o disposiciones jurídicas con virtualidad de
limitar válidamente su contenido. Es un derecho de status activo que
exige el despliegue de las capacidades individuales, sin restricciones ajenas
no autorizadas por el ordenamiento jurídico. Se configura una vulneración de
este derecho cuando a la persona se le impide, de forma arbitraria, alcanzar o
perseguir aspiraciones legítimas de vida o valorar y escoger libremente las
circunstancias que dan sentido a su existencia.
Para que una
limitación al derecho individual al libre desarrollo de la personalidad sea
legítima y, por lo mismo no arbitraria, se requiere que goce de un fundamento
jurídico constitucional. No basta que el derecho de otras personas o la
facultad de la autoridad se basen en normas jurídicas válidas, sino que en la
necesaria ponderación valorativa se respete la jerarquía constitucional del
derecho fundamental mencionado.
LIBERTAD DE
CIRCULACION-Restricción/LIBERTAD
DE APRENDIZAJE/VISA-Declaración de no Objeción
Cuando la
eventual restricción del derecho de libre circulación y residencia proviene de
una ley extranjera cuya aplicación depende de la potestad del gobierno
colombiano, en desarrollo del manejo de las relaciones internacionales, las
autoridades competentes deben proceder de tal manera que no vulneren o amenacen
los derechos fundamentales de la persona. Si como efecto de la decisión
nacional se produce una invasión en la órbita de los derechos individuales,
corresponde al juez constitucional determinar si la restricción tiene expreso
fundamento en el orden constitucional y legal. Una persona que opta por establecerse,
vivir y trabajar en otro país por sus propios méritos y medios económicos, no
puede ser obligada a retornar a su patria por simples razones de conveniencia
nacional. Tal exigencia vulnera directamente el artículo 16 de la Constitución
e indirectamente los derechos fundamentales de libertad de aprendizaje e
investigación y de entrar y salir libremente del país.
SEPTIEMBRE 23 DE 1992
REF: Expediente
T-3007
Actor: JORGE
ENRIQUE TOLOSA Y MARIA CLEMENCIA LEIVA
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-3007 adelantado por el señor PRUDENCIO TOLOSA SUAREZ, en
representación del señor JORGE ENRIQUE TOLOSA y como agente oficioso de la
señora MARIA CLEMENCIA LEIVA contra el EMBAJADOR DE LA REPUBLICA DE COLOMBIA en
Estados Unidos de América.
A N T E C E D E N T E S
1. Prudencio Tolosa
Suárez, apoderado general del señor JORGE ENRIQUE TOLOSA A. y agente oficioso
de la señora MARIA CLEMENCIA LEIVA DE TOLOSA, interpuso acción de tutela como
mecanismo transitorio contra la Ministra de Relaciones Exteriores y el
Embajador de la República de Colombia en Estados Unidos de América por
considerar que la omisión de este último en continuar el trámite de las
solicitudes de visa H-1, ante la AGENCIA DE INFORMACION de los Estados Unidos
elevadas por sus representados, vulnera el artículo 70 de la Constitución.
2. Los hechos que
dieron origen al presente proceso de tutela involucran a dos médicos
colombianos, el señor JORGE ENRIQUE TOLOSA A. y la señora MARIA CLEMENCIA LEIVA
DE TOLOSA, estudiantes de post-grado en la Universidad de Pensilvania, Estados
Unidos de América, quienes habiendo ingresado a los Estados Unidos y obtenido
visas J-1 en su calidad de estudiantes extranjeros, solicitaron el 7 de junio
de 1991 al Gobierno de Colombia, a través de la Embajada de la República, la
expedición de una certificación sobre no OBJECION a permanecer en dicho país.
El Ministerio de
Relaciones Exteriores, por intermedio de la Subsecretaría de Asuntos Consulares
y Migración, mediante oficios AC.9109 y AC.9108 del 26 de julio de 1991
dirigidos al Cónsul General de los Estados Unidos de América en Santa Fe de
Bogotá, manifestó no tener ninguna objeción para que los señores JORGE ENRIQUE
TOLOSA A. y MARIA CLEMENCIA LEIVA DE TOLOSA, continuaran en dicho país
participando en el programa de estudios de post-grado de la mencionada
Universidad. Alegan los interesados que los certificados de no objeción fueron
enviados a la Embajada de la República de Colombia en Washington D.C., pero el
Embajador Colombiano se abstuvo de proseguir el trámite pertinente.
En efecto, el
segundo secretario de la Embajada de Colombia en Washington, D.C., mediante
comunicación del 2 de octubre de 1991, le envió al señor TOLOSA y a su esposa
las respuestas oficiales a la solicitud de expedición de las declaraciones de
no objeción, informándole que se había consultado a la Agencia de Información
de los Estados Unidos acerca de la posibilidad de la extensión de la visa
actual y que, en principio, parecía no existir problema alguno, pero que le
harían saber el concepto definitivo de dicha agencia.
Posteriormente, en
sendas cartas del 26 de septiembre de 1991, el mismo funcionario de la Embajada
Colombiana, actuando bajo autorización del señor embajador, le informó al señor
TOLOSA y a la señora LEIVA la decisión del Gobierno Nacional de no expedir
declaraciones de no objeción que les permitiera ser eximidos de los requisitos
de regreso obligatorio a Colombia y permanencia en este país por dos años,
dispuesto por la Ley de inmigración de los Estados Unidos para aquellas
personas que ingresen con una Visa J-1. A este respecto expresó el Segundo
Secretario de la Embajada de Colombia:
"es política
del Gobierno Nacional no conceder este tipo de certificaciones, toda vez que al
hacerlo permite que las personas que se han calificado en disciplinas o
actividades que el país ha considerado como necesarias y en las cuales ha
solicitado al Gobierno de los Estados Unidos capacitación para sus nacionales,
no regresen al país, perdiéndose con ello la finalidad de los programas de
intercambio.
"Lo anterior no
obsta para que, de acuerdo con la Ley de Inmigración y Naturalización de los
Estados Unidos, pueda Usted solicitar una extensión de su actual visa J-1, lo
que le permitiría terminar con su plan de estudios y aplazar su regreso a
Colombia".
3. La Sección
Primera del Tribunal Administrativo de Cundinamarca como Juez de primera
instancia de tutela ofició al Ministerio de Relaciones Exteriores solicitando
informes sobre el trámite exigido para obtener visa H-1 por parte de
estudiantes colombianos que viajen a los Estados Unidos con visa J-1 y sobre la
participación que en dicha tramitación corresponde al Embajador de Colombia
ante ese país.
A la anterior
solicitud, el Secretario General del Ministerio de Relaciones Exteriores,
mediante oficio S.G. 04002 del 10 de febrero de 1992, respondió que el
competente para informar sobre los requisitos y trámites para obtener las visas
H-1 o J-1 es el Consulado de Estados Unidos, pero que era oportuno aclarar que
"en algunas oportunidades el Ministerio de Relaciones Exteriores expedía
un documento, como uno de los requisitos para el cambio de la visa J-1, generalmente
a H-1, pero sólo porque la legislación de los Estados Unidos así lo contempla.
En efecto, relató como la visa J-1 compromete al estudiante, antes de que éste
viaje a Estados Unidos, a retornar a su país de origen para que trabaje allí
dos años antes de obtener otra clase de visa como trabajador (H-1) o de
residente, pudiéndose exceptuar dicho requisito, entre otras razones, cuando el
Gobierno del país del estudiante expide una 'declaración de no objeción'."
No obstante, el
mismo funcionario informó que "el actual Gobierno de Colombia, por motivos
de estricta conveniencia nacional, ha decidido no otorgar estos documentos para
que los estudiantes capacitados en el exterior aporten sus conocimientos y el
país se beneficie de los mismos", decisión ésta que le fue comunicada al
Embajador de Colombia en Washington, mediante oficio DM.005353 del 7 de mayo de
1991.
Refiriéndose al caso
de los señores Tolosa y Leiva, el funcionario del Ministerio de Relaciones
Exteriores advirtió que "es cierto que el Subsecretario de Asuntos
Consulares y Migración, con oficios A.C. 9109 y AC 9108 ambos del 26 de julio
de 1991, dirigidos al Cónsul General de Colombia en los Estados Unidos
manifestó que no objeta que el señor Jorge Enrique Tolosa Ardila y su mujer
continúen sus estudios en los Estados Unidos, pero no se afirmó que el Gobierno
de Colombia acepta que estas personas sean eximidas del requisito de regreso
obligatorio por dos años al país".
4. La Sección
Primera del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, mediante sentencia del 13
de febrero de 1992 denegó la tutela solicitada por considerar que el artículo
70 de la Constitución Política, que consagra el deber del Estado de promover y
fomentar el acceso a la cultura de todos los colombianos en igualdad de
oportunidades, no es un derecho fundamental dado que no se encuentra
contemplado en el Capítulo I del Título II de la Constitución, aparte de que no
resultaba aplicable el artículo 2o. del Decreto 2591 de 1991, que permite al
juez de tutela referirse a derechos no expresamente señalados por la
Constitución como fundamentales, por desbordar la norma constitucional que
reglamenta.
Bajo un criterio
diferente de interpretación, el fallador de primera instancia tampoco encontró
que se dieran las condiciones para que prosperara la acción. En su concepto, la
obligación estatal a que se refiere el artículo 70 de la Constitución
"tiende finalmente a la creación de la identidad nacional concepto que no
se aviene con la educación impartida en naciones extranjeras a nuestros
compatriotas".
En cuanto al
proceder del señor Embajador de Colombia en Washington, el Tribunal de primera
instancia no encontró vulneración de derecho alguno:
"Se puede
concluir del oficio que se analiza que el certificado de NO OBJECION expedido
por el Gobierno Nacional es uno de los eventos para exceptuar la obligación de
regresar por dos años al país, otorgado en ejercicio de la discrecionalidad de
nuestro Gobierno e igualmente en tal ejercicio se decidió luego no seguirlo
otorgando para aprovechar por lo menos por dos años los conocimientos
adquiridos por nuestros compatriotas en el exterior, de lo que se desprende que
cuando el Embajador de Colombia en Estados Unidos optó por no continuar el
trámite con dichos certificados, no lo hizo como producto de una actitud
arbitraria sino en seguimiento de la política adoptada por nuestro Gobierno y
que en tal sentido le fue comunicada".
De otra parte, para
el mismo Tribunal no apareció demostrado el perjuicio irremediable que se
podría ocasionar en razón de la omisión de la autoridad pública, ya que
existían otras opciones para los peticionarios con miras a permanecer
estudiando en los Estados Unidos. En efecto, asevera el Tribunal:
"Finalmente no
vislumbra la Sala perjuicio derivado de los hechos sobre los cuales se
fundamentó la solicitud de tutela, puesto que no aparece documento alguno en
donde la universidad extranjera donde adelantan sus estudios les comunique que
tan sólo los sigue admitiendo en los mismos con la presentación de la visa H-1
cuando por otra parte la extensión de la visa J-1 es una posibilidad de la cual
la Embajada de nuestro país les dió cuenta luego de consulta con las
autoridades extranjeras respectivas".
5. El apoderado y
agente oficioso de los accionantes impugnó la anterior providencia argumentado
que los señores Jorge Enrique Tolosa y María Clemencia Leiva "ingresaron a
los Estados Unidos de América procedentes de Inglaterra donde adelantaron
estudios de Medicina, en los que para nada intervino el Gobierno de Colombia ni
el ICETEX, ni programa alguno de intercambio educativo o con cierto tipo de
becas, entre ellas la Fulbright". En consecuencia, en su sentir los
petentes no se encuentran dentro de las circunstancias que obligan al retorno
al país por dos años, siendo su exigencia atentatoria de la libertad.
Igualmente, considera que el Embajador de Colombia en Estados Unidos no podía
desconocer la validez del acto administrativo por el cual el Ministerio de
Relaciones Exteriores concedió a los interesados la declaración de no objeción
a su permanencia en dicho país para continuar sus estudios de medicina.
6. La Sala Plena de
lo Contencioso Administrativo conoció de la impugnación y, mediante sentencia
del 13 de marzo de 1992, confirmó la decisión del Tribunal de primera
instancia, con fundamento en el siguiente raciocinio:
"Como el
artículo 70 de la Constitución no está consagrado en el capítulo 1 del Título
II que trata de los Derechos Constitucionales Fundamentales, que es a los que
se refiere el artículo 86 ibídem, es por lo que la Tutela solicitada no es
procedente.
"Aunque el
artículo 2 del Decreto 2591 de 1991 da a entender que la Acción de Tutela se
puede referir a un derecho no señalado expresamente por la Constitución como
fundamental, sin embargo, por tratarse de un Reglamento Constitucional con
carácter legal del artículo 86 de la Constitución, que lo desborda en forma
evidente, pues esta disposición en términos precisos se refiere a los derechos
constitucionales fundamentales, en virtud de la excepción de
inconstitucionalidad (artículo 4 Constitución Nacional) no puede aplicarse.
"Al no ser
tutelable el derecho señalado por los interesados como vulnerado es innecesario
profundizar en el estudio de la información suministrada por el Ministerio de
Relaciones Exteriores".
7. Notificada la
providencia de segunda instancia, el expediente de tutela fue remitido a esta
Corporación para su eventual revisión y, habiendo sido seleccionado,
correspondió a esta Sala su conocimiento.
8. Mediante memorial
del 14 de septiembre de 1992, los peticionarios hicieron llegar a esta Corte
certificación del Consejo Británico donde consta que fueron favorecidos por una
beca de Cooperación Técnica del Gobierno Británico para adelantar estudios de
post-grado por un año y que terminó en septiembre de 1988. Igualmente,
presentaron certificaciones de la Universidad de Pensilvania, en las cuales se
acredita que fueron financiados en su totalidad, desde 1988 hasta 1991, por la
Fundación Rockefeller, entidad sin ánimo de lucro, sin que ninguna entidad o
agencia oficial de los Estados Unidos haya contribuido de manera alguna al
desarrollo de los estudios de los señores Jorge E. Tolosa y María Clemencia
Leiva.
9. En respuesta a
solicitud de este Despacho, el Director Regional del Instituto Colombiano de
Crédito Educativo y Estudios Técnicos en el Exterior, ICETEX, informó por
escrito que en sus registros aparece el doctor Jorge Enrique Tolosa Ardila como
preseleccionado por la Comisión Nacional de Becas realizada el 21 de agosto de
1986, y posteriormente seleccionado por el Consejo Británico el día 24 de
noviembre de 1986 en desarrollo del concurso efectuado mediante convocatoria
pública No. 620986 para realizar estudios de perinatología y salud pública en
la Gran Bretaña en el período de abril de 1987 a marzo de 1988, no
encontrándose registro respecto a la señora María Clemencia Leiva.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Derechos
fundamentales presuntamente vulnerados
1. Las autoridades
están obligadas a ceñir sus actuaciones a los más estrictos patrones de
protección y respeto de los derechos fundamentales. Los jueces
constitucionales, por la vía de la acción de tutela, tienen la función de velar
por una franca sujeción de los funcionarios públicos a la Constitución, con
miras a hacer realidad los fines sociales del Estado. Unos y otros, en el
cumplimiento de su misión, deben trascender la letra de las normas para dotar
de contenido humano y justo las decisiones proferidas. El uso despótico y
automático de la ley para resguardar un orden jurídico abstracto y ajeno a las
penurias y angustias vitales es contrario al sentido y a la finalidad misma del
derecho, que es hallar la justicia y no sepultarla.
Bajo la vigencia de
la nueva Constitución la legitimidad de las normas no procede exclusivamente de
la validez del procedimiento para su expedición, sino también de la justificación
racional de las decisiones, particularmente en el proceso de su aplicación.
Un acto u omisión de la autoridad se justifica constitucionalmente cuando la
aplicación que se hace de las normas es razonable dentro de las
posibilidades jurídicas provistas por la interpretación jurídica.
Un enfoque puramente
normativista, que desestima las circunstancias de quien acude ante los jueces
en procura de justicia, traiciona el espíritu de la Carta cuando desatiende el
centro y razón de ser del ordenamiento constitucional mismo: la persona humana
y su dignidad. La negativa a examinar una posible vulneración o amenaza sobre
la base de que el derecho invocado por el peticionario no es fundamental puede
significar una denegación material de justicia cuando, existiendo otros
criterios para establecer la fundamentalidad de un derecho, no se aplican, o sí
otros derechos fundamentales diferentes a los señalados por el accionante
pueden resultar desconocidos por la misma acción u omisión de la autoridad
pública.
Los jueces de tutela
en primera y segunda instancia sostienen que el derecho presuntamente
conculcado es el consagrado en el artículo 70 de la Constitución que, por no
pertenecer al Capítulo I del Título II de la Carta, no tiene el carácter de
fundamental y, por tanto, no es susceptible de protección inmediata por la vía
de la acción de tutela. Al respecto basta recordar que esta Corporación se ha
pronunciado repetidamente en el sentido de que el "criterio a
rúbrica" no es decisivo ni el único para establecer cuando se está en
presencia de un derecho fundamental, debiendo los jueces de tutela aplicar
diversos criterios para garantizar una protección efectiva a los derechos
fundamentales del solicitante.[1]
De la situación
fáctica planteada por los petentes se deduce que los mismos, estudiantes de
post-grado y de prácticas clínicas en la Universidad de Pensilvania, ven en la
obligación de retornar al país - a trabajar por espacio de dos años en el área
de su especialización antes de poder obtener visa H-1 (de trabajo) en los Estados
Unidos - una exigencia injusta, que en este momento truncaría su desarrollo
científico y profesional y los expondría a adoptar opciones vitales no
deseadas. Aducen los accionantes que la exigencia legal de retornar al país no
cabe ser aplicada en su caso, a pesar de emanar del tipo de visa (J-1) a ellos
otorgada, por no haber intervenido el Gobierno Colombiano ni el Estadounidense,
ni tampoco ninguna entidad oficial de estos países, en el financiamiento de sus
estudios, los cuales fueron pagados en su totalidad por organizaciones privadas
sin ánimo de lucro.
En el memorial
presentado al Tribunal de segunda instancia de tutela, el representante y
agente oficioso de los peticionarios invocó la posible vulneración del artículo
27 de la Constitución que consagra las libertades de enseñanza, aprendizaje,
investigación y cátedra. No obstante, su petición fue rechazada por ser
violatoria de la igualdad y lealtad de las partes en el proceso. Esta Sala no
comparte el enfoque civilista del Tribunal de tutela en cuanto a la invocación
de los derechos fundamentales presuntamente vulnerados. El Juez debe hacer un examen
integral de los derechos fundamentales virtualmente vulnerados por acción u
omisión de la autoridad pública.
Bajo otra perspectiva,
más acorde con el control constitucional concreto o de tutela, es
ostensible como los derechos a la igualdad (CP art. 13), al libre desarrollo de
la personalidad (CP art. 16) y a la libre entrada y salida del país (CP art.
24), podrían haber resultado vulnerados por la negativa del Gobierno
Colombiano, a convalidar y expedir los respectivos documentos de no objeción
solicitados por los señores Tolosa y Leiva para permanecer y trabajar en el
mencionado país.
Posible
vulneración del derecho a la igualdad
2. El derecho a la igualdad
(CP art. 13), en su expresión más elemental, garantiza al individuo un trato
igual que el recibido por otras personas en idéntica situación. Quienes se
encuentran en situaciones diferentes solamente pueden recibir un trato igual
siempre que exista una justificación objetiva y razonable para ello. Según el
criterio de las autoridades colombianas, el hecho de tener una persona la
calidad de estudiante con visa J-1, otorgada por las autoridades de inmigración
Estadounidenses, conlleva la obligación de retornar al país por dos años antes
de poder obtener otro tipo de visa, salvo que el Gobierno Colombiano, en forma
discrecional, determine lo contrario, mediante declaración de no objeción, la
cual, por el momento, no se expide en atención a una política nacional que
procura el regreso temporal de los nacionales para que contribuyan con sus
conocimientos al beneficio del país. Los accionantes, por el contrario,
sostienen que la mencionada obligación que les impone una carga, sólo es
exigible si el Estado ha contribuido directamente a la financiación de sus
estudios en el exterior y no en consideración al tipo de visa a ellos otorgado
- quizá erróneamente - por las autoridades Norteamericanas.
Los supuestos de
hecho para obtener una visa J-1 están regulados en la legislación de los
Estados Unidos de América y una posible equivocación en la adjudicación de ese
tipo de visa debe ventilarse ante las autoridades competentes de dicho país.
Mientras el status de extranjero con visa J-1 no sea modificado para los
interesados, ellos están sujetos a las consecuencias jurídicas respectivas, no
pudiendo por tanto concluirse la vulneración del derecho de igualdad.
Libre desarrollo
de la personalidad y cumplimiento de los deberes sociales
3. El derecho fundamental
al libre desarrollo de la personalidad plantea una relación
individuo-sociedad-Estado, a partir de la cual debe precisarse el alcance de
los derechos, deberes y obligaciones de unos y otros. El núcleo esencial de
este derecho protege la libertad general de acción, vinculada
estrechamente con el principio de dignidad humana (CP art. 1), cuyos contornos
se determinan de manera negativa, estableciendo en cada caso la existencia o
inexistencia de derechos de otros o disposiciones jurídicas con virtualidad de
limitar válidamente su contenido.
La jurisprudencia
constitucional de otros países que han consagrado este derecho, ha incorporado
a su núcleo esencial el derecho a la propia imagen, la autodeterminación
informática y la libertad sexual, entre otras manifestaciones de la
personalidad merecedoras de protección.
La autodeterminación
se refiere al ser humano y a la potencialidad de desarrollarse según su propia
naturaleza y aptitudes y acorde con su dignidad. A diferencia del derecho a la
intimidad (CP art. 15), que involucra un derecho a no ser molestado, el derecho
al libre desarrollo de la personalidad es un derecho de status activo
que exige el despliegue de las capacidades individuales, sin restricciones
ajenas no autorizadas por el ordenamiento jurídico. Se configura una
vulneración de este derecho cuando a la persona se le impide, de forma
arbitraria, alcanzar o perseguir aspiraciones legítimas de vida o valorar y
escoger libremente las circunstancias que dan sentido a su existencia.
Para que una limitación
al derecho individual al libre desarrollo de la personalidad sea legítima y,
por lo mismo no arbitraria, se requiere que goce de un fundamento jurídico
constitucional. No basta que el derecho de otras personas o la facultad de la
autoridad se basen en normas jurídicas válidas, sino que en la necesaria
ponderación valorativa se respete la jerarquía constitucional del derecho
fundamental mencionado. En consecuencia, simples invocaciones del interés
general, de los deberes sociales (CP art. 15), o de los derechos ajenos de
rango legal, no son suficientes para limitar el alcance de este derecho.
Dentro de las
limitaciones del derecho al libre desarrollo de la personalidad se encuentra el
necesario cumplimiento de los deberes constitucionales (CP art. 95). Ninguna
persona podría pretextar la vulneración o amenaza de este derecho para así
incumplir los deberes que la condición de ciudadano colombiano le impone. Nadie
estaría justificado para abusar de sus derechos, faltar al principio de
solidaridad, irrespetar a las autoridades, destruir los recursos culturales y
naturales del país o incumplir las obligaciones tributarias, aduciendo
simplemente que la autodeterminación de su personalidad lo autoriza para ello.
Por el contrario, la vida en sociedad exige al individuo armonizar debidamente
sus intereses y expectativas con el respeto de los valores que sustentan la
convivencia pacífica y el respeto de los derechos del otro y de la comunidad
misma que lo alberga y nutre material y espiritualmente.
Derecho de libre
circulación y residencia
4. La Constitución
reconoce a todo colombiano, con las limitaciones que la ley establece, el
derecho a circular libremente por el territorio nacional, a entrar y salir de
él, y a permanecer y residenciarse en Colombia (CP art. 24). De esta manera se
recoge y refuerza la protección internacional a la libertad de locomoción,
circulación y residencia de las personas en el propio territorio o en el
extranjero. La Convención Americana de Derechos Humanos (artículo 22) y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 12) consagran el
derecho de circulación y residencia y circunscriben su limitación a los casos
previstos por la ley con miras a proteger la seguridad nacional, el orden
público, la salud o la moral públicas y los derechos y libertades de los demás.
Cuando la eventual
restricción del derecho de libre circulación y residencia proviene de un ley
extranjera cuya aplicación depende de la potestad del gobierno colombiano, en
desarrollo del manejo de las relaciones internacionales (CP art. 189-2), las
autoridades competentes deben proceder de tal manera que no vulneren o amenacen
los derechos fundamentales de la persona. La intervención gubernamental
permitida por las leyes de un país extranjero, en el trámite de una actuación
administrativa que involucra los derechos fundamentales de un nacional
colombiano, se sujeta a derecho interno con miras a juzgar la legitimidad de
las limitaciones impuestas. Si como efecto de la decisión nacional se produce
una invasión en la órbita de los derechos individuales, corresponde al juez
constitucional determinar si la restricción tiene expreso fundamento en el
orden constitucional y legal (CP arts. 152-a y 214-2).
De otra parte, cabe
anotar que el Constituyente pretendió corregir la situación de desamparo en que
se encuentran los colombianos en el exterior y encomendó la protección de sus
derechos al Defensor del Pueblo (CP art. 282-1), de manera que cualquier
colombiano residente en el exterior pueda por su intermedio interponer acción
de tutela (Decreto 2591 de 1991, art. 51).
Reciprocidad de
derechos y obligaciones constitucionales
5. En la base de los
deberes sociales se encuentra el principio de reciprocidad (CP art. 95). La
Constitución reconoce a la persona y al ciudadano derechos y libertades, pero,
al mismo tiempo, le impone obligaciones.
Los beneficios que
representa para el individuo las relaciones conmutativas de la vida en sociedad
deben ser compensados por éste a fin de mejorar las condiciones materiales y
espirituales de la convivencia social y ampliar permanentemente el número de
miembros de la comunidad capaces de gozar de una existencia digna (CP
Preámbulo, arts. 1, 95, 58 y 333). En una sociedad pobre, la justicia
distributiva no puede ser solamente cometido del Estado, sino actitud y práxis
de todos, mayormente de los mejor dotados.
La filosofía moral
que subyace al ordenamiento jurídico emerge con fuerza normativa vinculante
cuando la Constitución faculta a las autoridades para exigir del individuo la
superación de su egoísmo, mediante el cumplimiento de sus deberes y
obligaciones.
Apoyo
institucional para el estudio en el exterior y exigencia posterior de un
servicio social
6. Uno de los campos
en que se aplica el principio de reciprocidad es el de los estudios en
el exterior, cuando ellos se realizan gracias al apoyo de instituciones
públicas, nacionales o extranjeras. Las personas favorecidas con
"becas-préstamo" concedidas por el Instituto Colombiano de Estudios Técnicos
en el Exterior, ICETEX, o mediante mercedes de Gobiernos extranjeros en
desarrollo de convenios de cooperación técnica, generalmente, salvo las
excepciones establecidas en la ley, están obligadas a soportar determinadas
cargas que su condición de ventaja relativa les impone, como es la de prestar
con posterioridad a su terminación, un servicio social por un cierto período.
Esta obligación puede consistir en retornar al país, luego de concluidos los
estudios, con el objeto de trabajar en la respectiva especialización durante un
término mínimo de dos años. La circunstancia descrita justifica precisamente
que, tratándose de las relaciones de intercambio académico, técnico y
profesional entre Colombia y los Estados Unidos, se otorgue a los estudiantes, en
intercambio y con "beca - préstamo", una visa J-1, con las
obligaciones y cargas sociales derivadas de esta última.
Potestad
gubernamental en el manejo de la ayuda educativa proveniente del exterior
7. Todo poder
político o potestad atribuida por la Constitución o la ley a una autoridad no
puede traducirse en su utilización en el desconocimiento de los derechos
inalienables de la persona (CP art. 5).
Toda actuación
administrativa, cualquiera sea su materia, es reglada en mayor o menor grado.
El artículo 36 del Código Contencioso Administrativo (D. 01 de 1984) ordena que
toda decisión discrecional, de carácter general o particular, sea adecuada a
los fines de la norma que la autoriza, y proporcional a los hechos que le
sirven de causa. Se presenta un ejercicio arbitrario de la autoridad pública
cuando se impone a una persona una carga desproporcionada o injusta. Existe
desproporción en el uso de las competencias constitucionales o legales si es
evidente la divergencia entre los fines buscados con el otorgamiento de dicha
competencia y los medios empleados para alcanzarlos.
En materia de
intercambio educativo con los Estados Unidos, el Gobierno Nacional tiene la
potestad, según la legislación de dicho país, de otorgar o no documentos de
"declaración de no objeción", con el objeto de exceptuar del
requisito de retornar al país por dos años antes de poder solicitar un cambio
de visa. Se afirma, por parte del Secretario General del Ministerio de
Relaciones Exteriores, que es política gubernamental, plasmada en instrucciones
a los embajadores de Colombia ante Gobiernos extranjeros, la de no otorgar, por
razones de conveniencia nacional, este tipo de documentos para que "los
estudiantes capacitados en el exterior aporten sus conocimientos y el país se
beneficie de los mismos". El fin de esta norma es resguardar al Gobierno
un ámbito de decisión para que el estudiante beneficiario de un cupo o programa
de cooperación educativa regrese al país por razones de interés general.
Ha quedado
acreditado a lo largo de este proceso que los señores JORGE ENRIQUE TOLOSA y
MARIA CLEMENCIA LEIVA no han recibido ayuda financiera, directa o indirecta, ni
apoyo educativo o de cualquier otra índole, en virtud de un programa de
cooperación o de intercambio convenido por los gobiernos de Colombia y de los
Estados Unidos, para realizar sus estudios de post-grado en medicina en la
Universidad de Pensilvania. En consecuencia, no existe tampoco razón para
exigir reciprocidad de los mismos y obligarles a retornar al país, con la consecuente
vulneración de sus derechos al libre desarrollo de su personalidad (CP art.
16).
En este caso no es
posible que la forma aniquile el fondo y la justicia abstracta legitime la
arbitrariedad. La negativa del Ministerio de Relaciones Exteriores de expedir
los documentos de no objeción obedece más a razones formales, v.gr. el tipo de
visa (J-1) otorgada a los accionantes, y no se sustenta en un juicioso y
detenido análisis de las circunstancias del caso, de las cuales se podía
colegir la carencia de apoyo financiero educativo para la prosecución de sus
estudios en los Estados Unidos. La política de conveniencia nacional de hacer
retornar a los estudiantes colombianos al país no debe desconocer que lo único
que la justifica y hace imperiosa es la circunstancia - aquí inexistente - de
poner a disposición de la persona recursos públicos propios o extranjeros. En
el evento de que ello no sea así, carece de justificación razonable la
limitación del desarrollo profesional y existencial de la persona, e imponerla vulnera
el artículo 16 de la Constitución Nacional por la manifiesta desproporción
entre los fines perseguidos y el sacrificio injustificado de los derechos
individuales fundamentales. Los Nacionales son de Colombia y del mundo y, como
sujetos libres, son centros soberanos de autodeterminación. El altruismo,
lamentablemente, las más de las veces carece de base normativa; quizá por ello
cuando se manifiesta enaltece tanto a la persona que lo práctica.
A este respecto, el
posible egoísmo de los señores Tolosa y Leiva no es inconstitucional.
La propuesta de las
diferentes autoridades ejecutivas y judiciales a los solicitantes de tutela, en
el sentido de sugerirles solicitar una extensión de su visa J-1 hasta finalizar
sus estudios, no es una solución válida ya que ella sólo significa diferir en
el tiempo el problema de legalizar su permanencia en el extranjero, además de
que los priva de la posibilidad de continuar realizando prácticas médicas y
simultáneamente trabajar para pagar sus estudios.
Una persona que opta
por establecerse, vivir y trabajar en otro país por sus propios méritos y
medios económicos, no puede ser obligada a retornar a su patria por simples
razones de conveniencia nacional. Tal exigencia vulnera directamente el
artículo 16 de la Constitución e indirectamente los derechos fundamentales de
libertad de aprendizaje e investigación (CP art. 27) y de entrar y salir
libremente del país (CP art. 24).
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia del 13 de
marzo de 1992, proferida por el Consejo de Estado, Sala Plena de lo Contencioso
Administrativo, confirmatoria del fallo de tutela proferido por el Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, Sección Primera del 13 de febrero de 1992.
SEGUNDO.-
CONCEDER la tutela
solicitada por el señor PRUDENCIO TOLOSA SUAREZ en representación del señor
JORGE ENRIQUE TOLOSA y en agenciamiento oficioso de la señora MARIA CLEMENCIA
LEIVA DE TOLOSA y, en consecuencia, ORDENAR al Ministerio de Relaciones
Exteriores, expedir el documento de "declaración de no objeción" al
cambio de visa J-1 a H-1 en favor de los señores JORGE ENRIQUE TOLOSA y MARIA
CLEMENCIA LEIVA y disponer su tramitación a través de la Embajada de la
República de Colombia ante los Estados Unidos de América con destino a las
autoridades competentes de dicho país.
TERCERO.- LIBRESE
comunicación al Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, Sección Primera, con miras a que se surta la
notificación de esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veintitrés (23) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y
dos).
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-532
ACTO DE GOBIERNO (Salvamento de voto)
La sentencia
ordena al Gobierno colombiano la expedición de un documento, pero no se limita
a ello -lo cual sería aceptable si se tratara de mora o negligencia, o de
violación al derecho de petición- sino que entra a señalar de manera imperativa
cuál deberá ser el sentido de ese documento: la "declaración de no
objeción" a un cambio de visa. Aquí la Corte asume la posición que
constitucionalmente corresponde al Presidente de la República en su calidad de
Jefe de Estado, pues se trata de un acto enmarcado claramente dentro del manejo
de las relaciones con otros estados, en el presente caso con los Estados Unidos
de Norteamérica. La naturaleza constitucional y política del Jefe de Estado es
la de encarnar y representar la unidad estatal, papel que de suyo implica
autonomía e independencia en la toma de decisiones y en la fijación de
políticas en lo que atañe a la conducción de los asuntos exteriores en los
cuales están de por medio intereses o compromisos de la República.
FUNCION SOCIAL DE
LA EDUCACION (Salvamento
de voto)
La capacitación
de la persona no tiene exclusiva importancia para ella sino que trasciende al
interés público, de tal modo que si el Gobienro establece una política en cuya
virtud quienes han tenido ocasión de prepararse en determinada área en
territorio extranjero deban regresar para hacer su aporte al desarrollo
nacional, no está haciendo nada distinto de ejecutar el principio plasmado en
el artículo 67 de la Carta.
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL/PERJUICIO IRREMEDIABLE (Salvamento de voto)
En el proceso de
la referencia no cabía la acción de tutela a la luz del artículo 86 de la
Constitución, ya que existía otro medio de defensa judicial. La acción de
tutela no era procedente ni siquiera como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, pues la definición que de éste último trae el artículo
6o. del Decreto 2591 de 1991 -aquél que no puede ser resarcido en su integridad
sino mediante una indemnización- no es aplicable a la circunstancia de los
petentes, ya que de obtener éxito en sus demandas ante el Contencioso, el
efecto de la nulidad de los actos administrativos sería precisamente la expedición
del documento hasta ahora negado.
Ref.: Expediente
T-3007
Magistrado
Ponente: Dr. EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Me permito expresar
los motivos de mi discrepancia con la decisión que ha adoptado, en el asunto de
la referencia la mayoría de la Sala.
En el fallo se
ordena al Gobierno Nacional, representado en el Presidnete de la República y su
Ministro de Relaciones Exteriores, expedir el documento de "declaración de
NO OBJECION" al cambio de visa J-1 a H-1 en favor de los peticionarios y disponer
su tramitación a través de la Embajada de la República de Colombia ante los
Estados Unidos de América, "con destino a las autoridades competentes de
dicho país para el final otorgamiento de la respectiva visa".
Como puede
observarse, la sentencia ordena al Gobierno colombiano la expedición de un
documento, pero no se limita a ello -lo cual sería aceptable si se tratara de
mora o negligencia, o de violación al derecho de petición- sino que entra a
señalar de manera imperativa cuál deberá ser el sentido de ese documento: la
"declaración de no objeción" a un cambio de visa.
Aquí la Corte asume
la posición que constitucionalmente corresponde al Presidente de la República
en su calidad de Jefe de Estado (artículo 189, numeral 2o.), pues se trata de
un acto enmarcado claramente dentro del manejo de las relaciones con otros
estados, en el presente caso con los Estados Unidos de Norteamérica.
La naturaleza
constitucional y política del Jefe de Estado es la de encarnar y representar la
unidad estatal, papel que de suyo implica autonomía e independencia en la toma
de decisiones y en la fijación de políticas en lo que atañe a la conducción de
los asuntos exteriores en los cuales están de por medio intereses o compromisos
de la República.
La situación puesta
en consideración de la Corte en esta oportunidad, a pesar de que se concreta en
el caso de dos personas particulares, involucra la gestión de actos propios de
la representación de la República ante otro Estado, pues el documento de cuya
expedición se trata -la Visa, en una de sus modalidades- es instrumento
jurídico del que se vale aquél, en ejercicio de su soberanía, para definir qué
personas extranjeras pueden permanecer dentro de su territorio, en qué
condiciones y por cuánto tiempo, todo lo cual está incorporado a una política
de gobierno que mira a intereses nacionales del Estado receptor.
Es dentro de esa
óptica que debe analizarse la consulta que efectúa el Gobierno norteamericano
al colombiano en el sentido de si éste objeta o no el cambio de visa a dichas
personas de los Estados Unidos. Allí resulta pertinente la verificación de si
esa permanencia afecta en alguna forma las políticas que, a su vez, pueda haber
trazado el Estado colombiano sobre regreso de aquéllos de sus nacionales que se
han ausentado del país con el fin específico de adelantar estudios.
La capacitación de
la persona no tiene exclusiva importancia para ella sino que trasciende al
interés público, de tal modo que si el Gobierno establece una política en cuya
virtud quienes han tenido ocasión de prepararse en determinada área en
territorio extranjero deban regresar para hacer su aporte al desarrollo
nacional, no está haciendo nada distinto de ejecutar el principio plasmado en
el artículo 67 de la Carta que dice: "La educación es un derecho de la persona
y un servicio público que tiene una función social" (subrayo).
Por otra parte, en
el proceso de la referencia no cabía la acción de tutela a la luz del artículo
86 de la Constitución, ya que existía otro medio de defensa judicial.
En efecto, las comunicaciones
mediante las cuales se expresó a los solicitantes que la política gubernamental
en esta materia impedía que se produjera la declaración de no objeción para el
cambio de visa son actos demandables ante la jurisdicción de lo Contencioso
Administrativo e inclusive pueden ser objeto de suspensión provisional.
La acción de tutela
no era procedente ni siquiera como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, pues la definición que de éste último trae el artículo
6o. del Decreto 2591 de 1991 -aquél que no puede ser resarcido en su integridad
sino mediante una indemnización- no es aplicable a la circunstancia de los
petentes, ya que de obtener éxito en sus demandas ante el Contencioso, el
efecto de la nulidad de los actos administrativos sería precisamente la
expedición del documento hasta ahora negado.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Fecha ut supra.
[1]Corte
Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia T-02 del 8 de mayo de 1992. |
150 | T-533-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-533/92
DERECHOS DEL
INDIGENTE-Protección
La Constitución
consagra diversos mecanismos tendientes a garantizar a las personas en situación
de indigencia los servicios públicos básicos de salud, seguridad social
integral y el subsidio alimentario. En principio, el legislador es la autoridad
pública llamada a determinar la forma y la cobertura de su prestación. En casos
excepcionales, no obstante, puede haber lugar a la aplicación inmediata de la
protección especial a la persona, en particular cuando la marginalidad social y
económica la coloca en circunstancias de debilidad manifiesta. Acreditado el
carácter de indigente absoluto, cabe reconocer en cabeza del sujeto y a cargo
de la entidad pública respectiva, el derecho a recibir la prestación
correspondiente, estableciendo - a la luz de las circunstancias - las cargas
retributivas a su cargo, las cuales pueden consistir en trabajo social.
ASISTENCIA
PUBLICA
La
individualización de la asistencia y protección según las características de
los diferentes grupos de la población y la ampliación del concepto y
cubrimiento de la seguridad social a todos los habitantes, son las notas
distintivas del nuevo marco constitucional de la seguridad social. Mientras el
legislador amplia progresivamente la cobertura de la seguridad social, "la
familia, la sociedad y el Estado" deben contribuir solidariamente a dar
respuesta oportuna y efectiva a las personas colocadas en situación de
indigencia que ven amenazados o vulnerados sus derechos fundamentales como
consecuencia exclusiva de su condición económica.
ESTADO SOCIAL DE
DERECHO
El Estado social
de derecho, instituido por el constituyente colombiano, define la naturaleza
del régimen político, económico y social, identificándolo con los valores y
fines enunciados en el Preámbulo de la Constitución. La superación del Estado
de derecho como garantía de la libertad y de la igualdad formales tiene lugar
en el Estado social de derecho mediante la acentuación de los elementos
finalistas que guían la actividad estatal administrativa y política. La persona
humana y su dignidad constituyen el máximo valor de la normatividad
constitucional, cuyo reconocimiento conlleva importantes consecuencias para el
sistema de relaciones económicas y sociales.
PRINCIPIO DE
SOLIDARIDAD-Debilidad
manifiesta
Cuando una
persona demuestra la circunstancia de debilidad manifiesta en que se encuentra,
debido a su condición económica, física o mental, sin que ella misma o su
familia puedan responder, excepcionalmente se genera para el Estado una
obligación de proteger especialmente a la persona colocada en dicha situación.
En tal evento, se opera una inversión en el orden de exigibilidad del principio
de solidaridad social, que obliga al Estado a una prestación directa e
inmediata en favor de la persona que se halla en circunstancias de debilidad
manifiesta, sin perjuicio del derecho en cabeza de la autoridad estatal, cuando
sea del caso, al reintegro posterior de su costo por parte del beneficiario y
de su familia.
JUEZ DE TUTELA-Facultades/PRINCIPIO DE EFECTIVIDAD DE
LOS DERECHOS
El juez debe
proceder a verificar la existencia de los supuestos de hecho que generan a
favor del indigente un derecho público subjetivo a una determinada prestación
estatal.El principio de efectividad de los derechos fundamentales, obliga al
juez de tutela a definir, dentro del proceso, el medio más eficaz para promover
su cumplimiento, máxime cuando la ley no lo contempla o lo hace de manera
genérica. Precisamente, la situación de extrema indigencia, presupuesto
necesario para tornar exigible una cierta actividad prestacional a cargo del
Estado, debe ventilarse en el curso del proceso, así como la circunstancia de
ausencia de apoyo familiar y la eventual incapacidad de solucionar de manera
autónoma una necesidad vital por el sujeto absolutamente menesteroso.
ACCION DE TUTELA-Omisión/DERECHOS PRESTACIONALES-Efectividad
Las acciones de
tutela cuyo objeto verse sobre la omisión de una conducta activa por parte de
una autoridad pública - como ocurre con los derechos prestacionales que, en las
condiciones del artículo 13 de la Constitución Política, se actualizan y tornan
exigibles, aunque sea en supuestos eminentemente excepcionales -, imponen al
juez de tutela el deber de determinar en primer término la real existencia de
la situación excepcional y, luego, verificada la configuración del derecho
prestacional fundamental, articular la fórmula que de manera más económica,
eficiente y adecuada sirva al propósito de hacerlo efectivo, apelando si así lo
considera procedente a la solidaridad social.
SEPTIEMBRE 23 DE 1992
REF: Expediente
T-3038
Actor:RICARDO
RIVERA
Magistrado
Ponente:
Dr.EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-3038 adelantado por el señor RICARDO RIVERA contra el Estado
Colombiano.
A N T E C E D E N T E S
1. El señor RICARDO
RIVERA interpuso acción de tutela ante el Juzgado de Instrucción Criminal
(Reparto) de la ciudad de Ibagué, Tolima, sin especificar contra quien la
dirigía, ni los hechos que la motivaban. En su escrito, el petente se limitó a
manifestar que, por carecer de otro recurso, se veía en la necesidad de invocar
el artículo 46 de la Constitución.
2. El Juzgado 36 de
Instrucción Criminal de Ibagué, al cual le fue repartido el proceso, solicitó
al petente ampliar su versión. Este en diligencia posterior manifestó tener 63
años de edad, llevar treinta (30) años de separado y diez (10) de no ver a sus
tres hijos y no poder trabajar desde hacía dos años como consecuencia de un
problema ocular. El señor RIVERA agregó no haber podido comunicarse con dos de
sus hijos para solicitarles ayuda económica y expresó que el tercero se la
había negado por no estar en condiciones para ello. En consecuencia, pidió al
juez que se le ordenara al Estado Colombiano suministrarle ayuda económica para
una operación de los ojos que le posibilitaría recuperar la vista y así poder
trabajar. Finalmente, reconoció no haber visitado en esa ciudad ningún centro
asistencial para solicitar el servicio médico, pero exhibió una orden de
operación de los ojos ordenada por un médico del hospital universitario
Evaristo García de la ciudad de Cali. La fecha fijada en dicha orden para la
operación era la del 27 de agosto de 1991.
3. El fallador de
instancia, mediante providencia del 5 de mayo de 1992, denegó la solicitud de
tutela por considerarla improcedente ya que la vía adecuada, a su juicio, era
la acción penal por el delito de inasistencia alimentaria. En su concepto, el
artículo 46 de la Constitución impone a la familia la obligación de asistir a
las personas de la tercera edad, por lo que contra ella debía dirigir sus pretensiones
el actor.
Respecto de la
solicitud de intervención quirúrgica, consideró el juez, que al no existir
omisión ni acción por parte de ninguna autoridad de la localidad, no era
procedente tramitar tal pretensión.
4. No impugnada la
anterior decisión fue remitida a esta Corporación, correspondiendo, previas
selección y reparto, a la Sala Segunda su conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
La situación de
indigencia está contemplada en la Constitución
1. La Constitución
es un sistema de normas descriptivo y prescriptivo que refleja la realidad y
pretende modificarla de acuerdo con determinados valores. Bajo esta
perspectiva, el derecho constitucional reconoce la existencia de factores
reales de poder e interviene para redistribuirlos en favor del bienestar
general. Existen miembros de la comunidad desfavorecidos en la repartición de
los recursos económicos, marginados de la participación política y condenados,
por su situación menesterosa, a una vida de penurias y necesidades que ofende
la dignidad de la persona humana.
Los indigentes son
personas que carecen de recursos económicos mínimos para subsistir dignamente y
se encuentran incapacitados para trabajar, debido a su edad o estado de salud.
Las mas de las veces, no cuentan con una familia que les prodigue apoyo
material y espiritual .
La pobreza, sin
duda, atenta contra la vigencia efectiva de los derechos fundamentales. Sus
causas estructurales son combatidas mediante políticas legislativas y
macro-económicas. Sus efectos, en cambio, exigen de una intervención estatal
directa e inmediata, cuyo fundamento no es otro que la naturaleza social del
Estado y la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la
Constitución.
La Constitución
consagra diversos mecanismos tendientes a garantizar a las personas en
situación de indigencia los servicios públicos básicos de salud (CP art. 49),
seguridad social integral (CP arts. 46 y 48) y el subsidio alimentario (CP art.
46). En principio, el legislador es la autoridad pública llamada a determinar
la forma y la cobertura de su prestación. En casos excepcionales, no obstante,
puede haber lugar a la aplicación inmediata (CP art. 85) de la protección
especial a la persona, en particular cuando la marginalidad social y económica
la coloca en circunstancias de debilidad manifiesta (CP art. 13).
Superación de la
asistencia caritativa por el derecho irrenunciable a la seguridad social
integral.
2. La Constitución
de 1886 establecía en su artículo 19 la asistencia pública como función del
Estado que debería prestarse a quienes careciendo de medios de subsistencia y
del derecho a exigirla de otras personas estuvieran físicamente incapacitados
para trabajar, y atribuía al legislador la facultad de establecer los casos en
que el Estado debía concederla directamente.
La asistencia
pública no tuvo desarrollo legal ni aplicabilidad práctica bajo la vigencia de
la Constitución de 1886, y así el Estado mismo contribuyó a aumentar la
"deuda social" frente a los sectores más desfavorecidos. La
concepción del Estado como mero gendarme de la sociedad, el cual intervenía en
la órbita económica o social exclusivamente para suplir los vacíos dejados por
los particulares quizá explica la consagración de la asistencia pública como función
del Estado pero sin el reconocimiento de los derechos subjetivos correlativos
para exigir de las autoridades públicas una determinada prestación.
El constituyente
colombiano reaccionó en contra de la secular ausencia de respuesta
institucional a la miseria y reconoció la responsabilidad de todos en lo que
llamó "gran deuda social" con los sectores pobres de la sociedad.
"Nuestra opción
es por un Estado Social, en sentido estricto, y que como tal no actúa
obedeciendo los dictados de la beneficencia y de la caridad sino como respuesta
a los más elementales derechos de los ciudadanos. Un Estado como agente de
justicia social.
La Finalidad Social
deberá ser permanente, anticipatoria y prioritaria y no, como hoy, esporádica,
reactiva y discrecional.
El gasto social en
Colombia debe ser prioritario por mandato constitucional, primando el concepto
de rentabilidad social sobre el de fríos rendimientos económicos.
La gestión social
debe ser la piedra angular sobre la cual se construyan los ideales de la paz y
de la democracia"1
.
La institución constitucional
de la asistencia pública fue remplazada en la Constitución de 1991 por el
derecho irrenunciable de todos los habitantes del país a la seguridad social.
El fundamento de la transformación de los deberes sociales del Estado frente a
los miembros pobres de la comunidad radica en el carácter social del Estado, lo
cual se traduce en la prestación continua y eficiente de los servicios
públicos, la prioridad del gasto social y la intervención oportuna de las
autoridades para impedir la vulneración o amenaza de los derechos fundamentales
constitucionales.
Las aspiraciones
sociales del Estado consagradas en la Constitución tienen como garantía para su
realización el mandato al legislador para que desarrolle las reformas
necesarias, sobre una base realista. Frente a la alternativa de acoger una
concepción amplia que reconoce a toda la población el derecho a la seguridad
social y una estrecha que sólo lo hace respecto de los trabajadores, el
constituyente optó por una solución intermedia:
"Nuestra
concepción de la Finalidad Social del Estado debe ir necesariamente más allá de
la retórica. La Seguridad Social constituye un elemento indispensable para
posibilitar unas condiciones de vida dignas; tal vez no haya instrumento más
eficaz para el cumplimiento de la Finalidad Social del Estado.
"En este
sentido es necesario consagrar en la Carta el derecho irrenunciable a la
Seguridad Social, garantizado por el Estado a todos los habitantes del
territorio Nacional. La seguridad y la previsión social tienen por objeto la
protección de la población contra las contingencias que menoscaban la salud y
la capacidad económica".
"Creemos que
las condiciones actuales del país no permiten realmente un Sistema de Seguridad
Social amplio en ambos sentidos. Propugnamos por un sistema de cobertura
universal pero inicialmente limitado a la protección de la salud y a la
previsión social.
"Existe en el
país un alto porcentaje de la población afectada por la inequidad. Este no es
un mal que con propiedad podamos atribuir a otros. Es responsabilidad de todos
de diverso modo, según el grado de insolidaridad o conformismo. Es una deuda
social.
"Afirmamos que
la seguridad social es un servicio público solidario, coordinado en sus
políticas, descentralizado en su ejecución, y con participación ciudadana en
sus órganos de gestión y control. En otras palabras, este ideal lo construimos
todos. Nos hacemos todos responsables de su éxito o de su fracaso"[1].
La progresiva
ampliación del servicio público de la seguridad social a todos los habitantes
del país que permitirá garantizarles una vida digna es responsabilidad del
legislador. La salud y la previsión social tienen prioridad, en especial frente
a grupos humanos que merecen especial protección - niños, ancianos, disminuidos
físicos y síquicos.
La individualización
de la asistencia y protección según las características de los diferentes
grupos de la población y la ampliación del concepto y cubrimiento de la
seguridad social a todos los habitantes, son las notas distintivas del nuevo
marco constitucional de la seguridad social. Mientras el legislador amplia
progresivamente la cobertura de la seguridad social, "la familia, la
sociedad y el Estado" deben contribuir solidariamente a dar respuesta
oportuna y efectiva a las personas colocadas en situación de indigencia que ven
amenazados o vulnerados sus derechos fundamentales como consecuencia exclusiva
de su condición económica (CP arts. 1, 13).
Principio de
solidaridad social y sistema de protección y asistencia a los desvalidos
3. El principio de
solidaridad social ha dejado de ser un imperativo ético para convertirse en
norma constitucional vinculante para todas las personas que integran la
comunidad (CP art.1).
La decisión de
elevar a rango constitucional el principio de solidaridad social tuvo su origen
en el repudio a la injusticia social y en la convicción de que su gradual
eliminación compromete a la sociedad entera y al Estado. Como lo expusiera en
sus propias palabras el constituyente:
"La suerte
feliz o desafortunada de la Nación es la de todos. Por eso tenemos que hacer
causa común. Este es el grito del 88% de gentes sin amparo ante un 12% que por
lo menos tiene aún el privilegio de que se le remunere el esfuerzo de sus
brazos.
"Esa ingente
muchedumbre sobrante por la inequidad, producto del sistema, yace sumida en la
desesperanza y deambula por las calles buscando un porvenir cada día más
lejano, anhelando las sobras que una minoría afortunada consume y disfruta con
avidez ofensiva de toda austeridad. No sólo hay que dar, sino acertar a
compartir. Pero en todo. Y la integridad es eso. Un todo".
"Todo esto en
suma, no es un mal que con propiedad podamos atribuir responsablemente a otros.
Es responsabilidad de todos de diverso modo, según el grado de insolidaridad o
conformismo e inercia, particularmente de la sociedad en su conjunto. Por eso
es tarea de todos, y es por ello irrenunciable como derecho. Es el bien
común"[2].
La primera
consecuencia que se desprende de este principio tiene relación con la exigibilidad
de los deberes u obligaciones impuestas por la Constitución (CP arts. 44, 46 y
95) o por ley (Código Civil arts. 411 y siguientes) a determinadas personas,
bien por la vía de los mecanismos ordinarios, o mediante el ejercicio de la
acción de tutela, cuando ello sea necesario para impedir eficazmente la
vulneración o amenaza de un derecho constitucional fundamental.
La sociedad
colombiana, fiel a sus ancestrales tradiciones religiosas, sitúa inicialmente
en la familia las relaciones de solidaridad. Esta realidad sociológica, en
cierto modo reflejada en la expresión popular "la solidaridad comienza por
casa", tiene respaldo normativo en el valor dado a la familia como núcleo
fundamental (CP. art. 42) e institución básica de la sociedad (CP. art. 5). En
este orden de ideas, se justifica exigir a la persona que acuda a sus
familiares más cercanos en búsqueda de asistencia o protección antes de hacerlo
ante el Estado, salvo que exista un derecho legalmente reconocido a la persona
y a cargo de éste, o peligren otros derechos constitucionales fundamentales que
ameriten una intervención inmediata de las autoridades (CP art. 13).
Paralelamente, todo
ciudadano colombiano está en el deber constitucional de obrar conforme al
principio de solidaridad social y de prestar su colaboración con acciones
humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud de las
personas (CP. art. 95-2). La sociedad se gobierna y, en lo posible, debe actuar
siguiendo pautas económicas y sociales redistributivas con el objeto de
aminorar las desigualdades materiales y la injusticia social, todo lo cual
constituye de otra parte el fundamento del derecho impositivo y las reglas que
regulan la elaboración y ejecución presupuestales (CP. art. 350, 355, 359,
366).
La solidaridad y el
apoyo a la persona que se encuentra en situación de indigencia y sufre
quebrantos de salud corresponde prioritariamente a la familia. Los miembros de
ésta, determinados por la ley, tienen la obligación jurídica y moral de
auxiliar a sus descendientes o ascendientes próximos.
No obstante, si la
familia se encuentra en imposibilidad material de apoyar a uno de sus miembros,
no pueden quedar éstos irremediablemente abandonados a su suerte. El Estado, en
desarrollo de sus fines esenciales, está en el deber constitucional de proteger
efectivamente los derechos de la persona, correspondiendo a la autoridad
pública encontrar las alternativas jurídicas para garantizar su ejercicio y, al
mismo tiempo, exigir el cumplimiento de las obligaciones sociales de los
particulares (CP art. 2).
Transformación
del Estado moderno: paso del Estado de Bienestar al Estado Social de Derecho
4. El Estado
ocasionalmente está obligado a hacerse cargo de la asistencia de personas
expuestas a situaciones de indigencia o desprotección, bien directamente
mediante la prestación de determinados servicios o el reconocimiento de
derechos públicos subjetivos, o indirectamente mediante la determinación del
gasto social.
El Estado social de
derecho, instituido por el constituyente colombiano, define la naturaleza del
régimen político, económico y social, identificándolo con los valores y fines
enunciados en el Preámbulo de la Constitución. La superación del Estado de
derecho como garantía de la libertad y de la igualdad formales tiene lugar en
el Estado social de derecho mediante la acentuación de los elementos finalistas
que guían la actividad estatal administrativa y política. La persona humana y
su dignidad constituyen el máximo valor de la normatividad constitucional, cuyo
reconocimiento conlleva importantes consecuencias para el sistema de relaciones
económicas y sociales.
El llamado Estado de
bienestar o Welfare State, tan criticado por doctrinas contrapuestas
como el liberalismo tradicional o la teoría marxista, no es consecuencia
necesaria del carácter social de nuestro Estado de derecho. Por el contrario,
éste trasciende las contradicciones que el primero evidenció históricamente. En
efecto, el Estado de bienestar, que pretendió promover a extensos sectores
marginados de los beneficios sociales a través de una política económica basada
en la construcción de obras públicas, en el subsidio a diversas actividades de
producción y en la extensión de servicios gratuitos, desembocó en muchos casos
en crisis fiscal y evidenció sus contradicciones al transferir más poder a los
grupos poderosos de la sociedad contratados por el mismo Estado para acometer
sus proyectos y liberados por éste de la prestación de otros servicios. A lo
anterior se vino a sumar el crecimiento incontrolado del aparato burocrático
administrativo y su ineficiencia para resolver los problemas de una sociedad
capitalista compleja
El Estado como
instrumento de justicia social, basado en una economía social de mercado, con
iniciativa privada, pero en la que se ejerce una cierta intervención
redistributiva de la riqueza y de los recursos, permite corregir los excesos
individuales o colectivistas.
El sistema económico
en el Estado social de derecho, con sus características de propiedad privada de
los medios de producción, libertad de empresa, iniciativa privada e
intervencionismo estatal, está orientado según un contenido humano y por la
aspiración de alcanzar los fines esenciales de la organización social. Por
ello, el ordenamiento jurídico consagra tanto derechos programáticos, que
dependen de las posibilidades presupuestales del país, como derechos
prestacionales[3] que dan lugar -
cuando se cumplen los requisitos para ello - al ejercicio de un derecho público
subjetivo en cabeza del individuo y a cargo del Estado.
Derechos
programáticos, economía social y prestaciones directas del Estado
5. La Constitución
no desconoce que la efectividad de los derechos económicos, sociales y
culturales depende directamente de las condiciones materiales de la sociedad y
de su adecuada distribución. La progresividad de su reconocimiento lleva a la
doctrina a denominarlos "derechos programáticos". Corresponde al
legislador determinar la forma de su realización.
No obstante, un
significativo avance normativo se ha operado en el manejo de la economía con la
introducción, a nivel de la elaboración del Presupuesto Nacional, de los criterios
de necesidades básicas insatisfechas y de prioridad del gasto social
para darles cubrimiento. En efecto, el legislador debe respetar los parámetros
constitucionales establecidos para una más justa y equitativa redistribución de
los recursos económicos y sociales con el objeto de favorecer a los grupos
tradicionalmente marginados de los beneficios de la riqueza.
Además de los
cambios de la política macroeconómica, el Estado también está obligado a dar
respuestas oportunas a situaciones individuales concretas, en las cuales se
haga patente la amenaza a la dignidad humana de la persona y se atente contra
alguno de sus derechos fundamentales.
Cuando una persona
demuestra la circunstancia de debilidad manifiesta en que se encuentra, debido
a su condición económica, física o mental (CP art. 13), sin que ella misma o su
familia puedan responder, excepcionalmente se genera para el Estado una
obligación de proteger especialmente a la persona colocada en dicha situación.
Los derechos a la
salud (CP art. 49), a la seguridad social integral (CP art. 48), y a la
protección y asistencia a la tercera edad (CP art. 46), en principio
programáticos, pueden verse actualizados y generar un derecho público subjetivo
de inmediata aplicación (CP arts. 13 y 85), si la persona interesada demuestra
fehacientemente su condición de debilidad manifiesta y la imposibilidad
material de su familia para darle asistencia, en particular cuando la completa
ausencia de apoyo lo priva de su derecho al mínimo vital[4].
En tal evento, se
opera una inversión en el orden de exigibilidad del principio de solidaridad
social, que obliga al Estado a una prestación directa e inmediata en favor de
la persona que se halla en circunstancias de debilidad manifiesta, sin
perjuicio del derecho en cabeza de la autoridad estatal, cuando sea del caso,
al reintegro posterior de su costo por parte del beneficiario y de su familia.
Carencia de
actividad probatoria del solicitante y consecuencias para la protección
efectiva de sus derechos fundamentales
6. Los antecedentes
permiten deducir que el señor RICARDO RIVERA es una persona de la tercera edad
(63 años), que carece de medios económicos, cuya familia se encuentra
materialmente disuelta y sus miembros (esposa e hijos) son de difícil
localización. Afirma el petente en su solicitud que la posibilidad de trabajar
se supedita a una operación en los ojos para recuperar la visión, por lo que
solicita al Estado suministrarle ayuda económica para su realización.
La vigencia de los
derechos fundamentales de una persona, en este contexto el derecho a la salud
en conexidad con el derecho fundamental al trabajo, no puede quedar al albur de
las acciones penales o civiles en contra de las personas legalmente obligadas a
prestar su asistencia en estos casos. El juez debe proceder a verificar la
existencia de los supuestos de hecho que generan a favor del indigente un
derecho público subjetivo a una determinada prestación estatal (CP arts. 1, 2,
13 y 46).
Obligación
estatal de protección especial, audiencia social y determinación de la
condición de indigente absoluto
7. Las acciones de
tutela cuyo objeto verse sobre la omisión de una conducta activa por parte de
una autoridad pública - como ocurre con los derechos prestacionales que, en las
condiciones del artículo 13 de la Constitución Política, se actualizan y tornan
exigibles, aunque sea en supuestos eminentemente excepcionales -, imponen al
juez de tutela el deber de determinar en primer término la real existencia de
la situación excepcional y, luego, verificada la configuración del derecho
prestacional fundamental, articular la fórmula que de manera más económica,
eficiente y adecuada sirva al propósito de hacerlo efectivo, apelando si así lo
considera procedente a la solidaridad social.
El principio de
efectividad de los derechos fundamentales, obliga al juez de tutela a definir,
dentro del proceso, el medio más eficaz para promover su cumplimiento, máxime
cuando la ley no lo contempla o lo hace de manera genérica. Precisamente, la
situación de extrema indigencia, presupuesto necesario para tornar exigible una
cierta actividad prestacional a cargo del Estado, debe ventilarse en el curso
del proceso, así como la circunstancia de ausencia de apoyo familiar y la
eventual incapacidad de solucionar de manera autónoma una necesidad vital por
el sujeto absolutamente menesteroso. Adicionalmente, el juez constitucional no
puede permanecer indiferente a las condiciones y cargas anejas al ejercicio del
derecho subjetivo público de carácter prestacional, en los casos excepcionales
en que éste se hace exigible con independencia de una deliberada política
estatal pública o social de amplio espectro. En estos casos, el proceso de
tutela, por su connotación social, debe llevar al juez a propiciar una
audiencia de ese carácter, a la cual se cite a la persona pretendidamente
indigente en términos absolutos, sus familiares, la respectiva entidad pública
frente a la cual se solicita la realización de una específica prestación y, si
es del caso, para promover la práctica de la solidaridad, a otros miembros e
instituciones de la sociedad civil. Acreditado el carácter de indigente
absoluto - (i) incapacidad absoluta de la persona de valerse por sus propios
medios; (ii) existencia de una necesidad vital cuya no satisfacción lesiona la
dignidad humana en sumo grado; (iii) ausencia material de apoyo familiar -
cabe reconocer en cabeza del sujeto y a cargo de la entidad pública respectiva,
el derecho a recibir la prestación correspondiente, estableciendo - a la luz de
las circunstancias - las cargas retributivas a su cargo, las cuales pueden
consistir en trabajo social.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia del 5 de mayo
de 1992, proferida por el Juzgado 36 de Instrucción Criminal de Ibagué, que
denegó la tutela solicitada por el señor RICARDO RIVERA.
SEGUNDO.- ORDENAR
al Juez 36 de Instrucción
Criminal de Ibagué, que, de conformidad con lo dispuesto en el fundamento
jurídico número 7 de esta sentencia, determine si RICARDO RIVERA tiene el
carácter de indigente absoluto y resulta procedente en su caso que
reciba por parte de la autoridad pública respectiva la protección especial
contemplada en el inciso 3o. del artículo 13 de la Constitución Política.
TERCERO.- LIBRESE
comunicación al Juzgado 36
de Instrucción Criminal de Ibagué, con miras a que se surta la notificación de
esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veintitrés (23) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y
dos).
1 Asamblea Nacional Constituyente.
Informe-Ponencia para Primer Debate en Plenaria. Finalidad Social del Estado y
la Seguridad Social. Ponentes Benítez Tobón Jaime, Cuevas Romero Tulio, Garzón
Angelino, Guerrero Figueroa Guillermo, Marulanda Gómez Iván, Perry Rubio
Guillermo, Hoyos Naranjo Oscar, Lemos Simmonds Carlos, Lloreda Caicedo Rodrigo,
Molina Giraldo Ignacio, Ossa Escobar Carlos, Yepes Parra Miguel Antonio. Gaceta
Constitucional No. 78, mayo 1991, p. 2.
[1]Idem. p. 2, 3.
[2]Asamblea Nacional
Constituyente. Informe-Ponencia Seguridad Social Integral. Ponentes Benítez
Tobón Jaime, Cuevas Romero Tulio, Garzón Angelino, Guerrero Figueroa Guillermo,
Marulanda Gómez Iván, Perry Rubio Guillermo. Gaceta Constitucional No. 46,
abril 1991, p. 13.
[3]Corte
Constitucional. Sala Segunda de Revisión. Sentencia T-427 del 24 de junio de
1992.
[4]Corte
Constitucional. Sala Segunda de Revisión. Sentencia T-426 del 24 de junio de
1992. |
151 | T-534-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-534/92
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE/SERVICIO MILITAR
La aplicación
efectiva del principio de la buena fe, comporta un aspecto relevante dentro del
actual marco nacional. En el caso sub-lite, el soldado obró dentro de los
postulados del principio de la buena fe al momento de ingresar a prestar el
servicio militar obligatorio y durante el tiempo en que estuvo en filas. La
buena fe se le presume a los particulares en las actuaciones que ellos realicen
ante las autoridades.
DERECHO A LA
SEGURIDAD SOCIAL/DERECHO A LA SALUD-Soldados
La seguridad
social y la salud son derechos fundamentales y que tienen una evidente
incidencia en la prolongación de la vida. El soldado colombiano tiene como
ciudadano y como servidor de la patria títulos suficientes para que en todo
caso, pero particularmente cuando su salud se resienta por actos u omisiones
del Estado, se le respete su derecho a que el gobierno le suministre la
atención médica, quirúrgica, hospitalaria y los servicios odontológicos y
farmacéuticos en los lugares y condiciones científicas que su caso exija.
Ref.: EXPEDIENTE
3115
PETICIONARIO:
JORGE ALEXANDER MORENO
PROCEDENCIA: SALA
PENAL -TRIBUNAL SUPERIOR DE CUCUTA
MAGISTRADO
PONENTE:
CIRO ANGARITA
BARON
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
acción de tutela promovido por JORGE ALEXANDER MORENO contra la omisión del
"Batallón de Apoyo y Servicio para el Combate" No. 5 "Mercedes
Abrego" de la Quinta Brigada del Ejército Nacional, con sede en
Bucaramanga.
I. ANTECEDENTES
El negocio llegó a
conocimiento de esta Corte por la vía ordinaria de la remisión que hizo el
Tribunal Superior de Cúcuta para su eventual revisión, en virtud de lo
dispuesto por el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual lo recibió formalmente el
día 19 de Junio del presente año y entra ahora a dictar sentencia de revisión,
de conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991.
A. La acción.
El día 2 de marzo de
1992, el joven Jorge Alexander Moreno interpuso personalmente acción de tutela
ante el juzgado de Instrucción Criminal-Reparto de la ciudad de Cúcuta.
1. Hechos
1.1. El peticionario
fue incorporado al Ejército Nacional el día 3 de agosto de 1991, para prestar
el servicio militar obligatorio en calidad de bachiller. Este acto se llevó a
cabo en el Distrito Militar No. 35 de la ciudad de Cúcuta.
Previamente se le
había practicado el primer examen médico de rigor, en el cual resultó apto para
ingresar a filas militares.
1.2. El soldado
Moreno Delgado fue trasladado a la Quinta Brigada, "Batallón de Apoyo y
Servicio para el Combate" No. 5 "Mercedes Abrego", con sede en
la ciudad de Bucaramanga.
1.3. Una vez
iniciada la respectiva etapa de instrucción militar, el accionante comenzó a
sentir unos malestares, lo que hacía que su rendimiento físico fuera
deficiente. Frente a este hecho, sus superiores militares lo remitían
constantemente al dispensario médico del Batallón, donde se limitaban
exclusivamente a suministrarle algunos calmantes.
1.4. Aproximadamente
unos 30 días después de haberse incorporado al Ejército, y al regreso de unas
prácticas militares en "terreno", se le hizo un segundo examen médico
por parte de las respectivas autoridades. Nuevamente fue declarado apto para
continuar en el servicio militar obligatorio.
1.5. A la compañía
militar de la cual hacía parte el soldado Moreno Delgado le fue otorgada una
licencia de 9 días, en vísperas del juramento de bandera que tradicionalmente
realizan los soldados. Esta es una ceremonia de carácter simbólico en la cual
se promete fidelidad a la patria, a la bandera nacional y a los superiores, compañeros
y subalternos.
1.6. En el
transcurso de dicha licencia y debido al deterioro de su salud el actor decidió
acudir al centro médico de urgencias "La Merced" de la ciudad de
Cúcuta. Allí le tomaron unas radiografías de pecho y de espalda las cuales mostraron
la existencia de "un Linfoma, Teratoma o Ganglio" -canceroso- de
carácter maligno. El médico que lo atendió ordenó tomar medidas rápidas y
urgentes debido al delicado estado de salud del paciente, que, además, se
agravó debido a los fuertes ejercicios físicos realizados en las instrucciones
militares.
1.7. Con los
anteriores exámenes el peticionario se dirigió al Distrito Militar No. 35 de la
ciudad de Cúcuta para exponer su caso. Inmediatamente fue remitido por el jefe
del dispensario médico de dicho Distrito al consultorio del doctor Fernando
Quintero Torrado, coordinador del servicio de salud de Norte de Santander,
quien explicó la situación del paciente en escrito dirigido al jefe de sanidad
de la Quinta Brigada con sede en Bucaramanga.
1.8. Después de lo
anterior, fue remitido al dispensario médico del batallón donde prestaba su
servicio militar en la ciudad de Bucaramanga. Una vez más se le atendió por el
médico del mencionado centro, el cual diagnosticó que el estado de salud del
paciente era muy delicado y que necesitaba de tratamiento inmediato en el
Hospital Militar de Santafé de Bogotá, ya que su caso no se podía tratar en el
batallón de Bucaramanga.
1.9. A pesar del
anterior concepto médico, las autoridades militares se negaron a facilitarle
dichos servicios con el argumento de que el soldado no había jurado bandera, y
por lo tanto el Ejército Nacional no tenía ninguna obligación al respecto.
1.10. Finalmente, se
le practicó un tercer examen médico en el cual se le declaró como persona no
apta para prestar el servicio militar y se procedió a darle de baja.
2. Solicitud
Mediante acción de
tutela interpuesta el 2 de marzo de 1992, el actor solicitó:
- Que se obligue al
Ejército Nacional a través de la Quinta Brigada con sede en Bucaramanga, a
garantizarle el derecho a la vida, debido a su crítico estado de salud, para lo
cual pide que se le otorguen todos los medios disponibles para sus cuidados
médicos.
- La entrega de la
libreta militar de segunda clase sin costo alguno, debido a que no cuenta con
medios económicos para adquirirla.
3. Pruebas
El expediente llegó
a la Corte Constitucional con las siguientes pruebas:
- Constancia
expedida por el doctor Oscar A. Parada, médico radiólogo del centro de
urgencias "La Merced", sobre el resultado de la radiografía tomada al
paciente Jorge A. Moreno con su respectiva recomendación sobre el tratamiento a
seguir (Folio No. 7).
- Concepto médico
del doctor Fernando Quintero Torrado, coordinador del servicio de salud del
Norte de Santander, dirigido al jefe de sanidad de la Quinta Brigada del
Ejército Nacional. En él se solicita que se atienda urgentemente al soldado
Moreno Delgado, para determinar si el tumor que presenta en su organismo es
maligno (Folio No. 9).
- Resultados del
tercer examen médico practicado al soldado Moreno Delgado, donde es calificado
como personal no apto para continuar prestando el servicio militar obligatorio
(Folio No. 37).
- Constancia de
descuartelamiento proferida por el jefe de personal del "Batallón de Apoyo
y servicio para el Combate" No. 5 "Mercedes Abrego", por haber
resultado inhábil en el tercer examen médico (Folio No. 14).
- Examen médico
practicado por el doctor Eduardo Pérez Gómez, jefe del instituto de medicina
legal de la Seccional del Norte de Santander, al joven Jorge Alexander Moreno
por solicitud del Juzgado Octavo de Instrucción Criminal. Los resultados
demostraron la existencia de un tumor maligno derivado del tejido linfático, el
cual requiere tratamiento urgente y especializado mediante quimoterapia, debido
a la gravedad de la situación, ya que si no se trata a tiempo se disemina por
todo el cuerpo hasta producir la muerte del paciente.
- Asímismo, obra
constancia de la incapacidad del actor para efectuar cualquier actividad física
(Folio No. 27).
- Diligencia de
inspección judicial practicada por el Juzgado Octavo de Instrucción Criminal el
día 6 de marzo en los libros que se llevan en el comando del Distrito Militar
No. 35, con sede en la ciudad de Cúcuta (Folio No. 31).
- A solicitud del
Juzgado, se remitió la historia clínica del paciente Moreno Delgado por el
hospital "Erasmo Meoz" de la ciudad de Cúcuta, donde se realizaron
los primeros tratamientos médicos.
B. Sentencia de
primera instancia
En decisión del 10
de marzo de 1992, el Juzgado Octavo de Instrucción Criminal de Cúcuta concedió
la acción de tutela por las siguientes razones:
"Es el derecho
constitucional fundamental a la vida de JORGE ALEXANDER MORENO DELGADO, el que
resulta amenazado, por cuanto según lo dictamina el Médico Legista, que le
practicó el reconocimiento ordenado por esta oficina, en el evento de no
prestársele la atención médica o el tratamiento adecuado en forma oportuna, se
coloca al paciente en grave peligro de muerte".
"La amenaza al
derecho constitucional fundamental de la vida del accionante, se concreta por
la omisión de la autoridad pública, en el presente caso el Ejército Nacional,
representado por el comando del Batallón A.S.P.C., No. 5 'MERCEDES ABREGO', de
haber dispuesto lo pertinente para que JORGE ALEXANDER recibiera la atención
médica y el tratamiento adecuado en forma oportuna y que su grave enfermedad lo
amerita" (Folios Nos. 51-52).
C. Impugnación de
la sentencia
En escrito de fecha
13 de marzo de 1992 el comandante del "Batallón de Apoyo y servicio para
el Combate" No. 5 "Mercedes Abrego", teniente coronel Miguel
Antonio Morales Avila, impugnó el fallo referido por las siguientes razones:
- El Ejército Nacional
sólo se hace responsable por la salud de sus soldados cuando la enfermedad la
haya adquirido durante el transcurso del servicio militar, pero no por aquellas
cuyo origen se presentó con anterioridad a la vinculación a las filas
castrenses.
- En este orden de
ideas, la realización del tercer examen médico a los 90 días después de la
fecha de incorporación, tiene como finalidad detectar aquellas enfermedades
que, por su naturaleza, son de difícil diagnóstico en los dos primeros
exámenes, y que adquirieron los soldados antes de ingresar a la institución
militar pero se descubren en el desarrollo de la etapa de instrucción.
D. Sentencia de
segunda instancia
En sentencia del 28
de abril de 1992, la Sala Laboral del Tribunal Superior de Cúcuta, confirmó la
sentencia del Juzgado Octavo de Instrucción Criminal por las siguientes
razones:
"Acá está en
juego la vida de un ser humano de escasos veinte años, a quien si no se le
trata en forma especializada e inmediatamente, puede fallecer".
"El Comando del
Batallón Abrego realmente se enteró del estado canceroso del soldado MORENO
DELGADO cuando éste regresó a dicha unidad militar con los exámenes practicados
en Cúcuta y remitido allí para tratamiento médico por el Batallón Maza No. 5 de
esta ciudad. Si el soldado en referencia no hubiese presentado tales dictámenes
médicos y se hubiese callado, seguramente hubiere jurado bandera como estaba
programado y se habría incorporado oficialmente a filas, toda vez que dos
exámenes practicados por los médicos del Ejército lo había declarado apto y
después de cumplido el terreno, se encontraba listo, por haber cumplido con
todos los requisitos militares, para tal fin".
"Puede ser
verdad que el origen del tumor maligno no haya sido el servicio militar, pero
también lo es, que según el concepto médico forense, lo arduo de las prácticas
y lo fuerte de los ejercicios de los terrenos causaron agravamiento notorio en
la enfermedad, que hace urgente el tratamiento adecuado, porque tardíamente es
ésta incurable, y coloca al paciente en grave peligro de muerte; de donde no es
excusa para no cumplir con el tratamiento, lo que se alega en el memorial de
impugnación, ya que sobre un texto legal, está el mandato de la Constitución
Nacional" (Folios Nos. 94-95).
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La Corte
Constitucional es competente para efectuar esta revisión según lo previsto en
los artículos 86 y 241, numeral 9 de la Constitución Política y 31, 32 y 33 del
Decreto 2591 de 1991.
Además, es de
observar que la providencia fue proferida oportunamente de acuerdo con lo
dispuesto por el artículo 86 de la Constitución en su inciso 4o., el cual no
admite excepciones, como ha tenido a bien señalarlo esta Corte.
1. El derecho a
la vida en la Constitución del 91.
En la Carta del 91
el derecho a la vida, más que un reflejo de una obligación estatal -la cual se
mantiene (art. 2 C.N.) al igual que en la Constitución de 1886- constituye un
derecho fundamental constitucional, con un mayor alcance y autonomía. A esto
hay que agregarle la consagración de la acción de tutela como el mecanismo
idóneo para protegerlo.
El derecho está
consagrado de la siguiente manera:
Art. 11. "El
derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de muerte".
En un primer sentido,
el anterior principio indica que la Constitución protege a las personas contra
toda acción u omisión de cualquier naturaleza, que objetivamente ponga en
peligro la vida de un ser humano. Ello se fundamenta en la característica de
inviolabilidad que es de la esencia misma del mencionado derecho. Esto
significa que la vida es un valor ilimitado como correlativamente lo es su
protección. En otras palabras, la vida es un derecho absoluto y por
consiguiente no admite límites, como sí se establecen para otros derechos
fundamentales. Lo anterior se reitera con la prohibición de la pena de muerte
que consagra nuestra Carta.
Otra característica
relevante de este derecho es que la vida constituye la base para el ejercicio
del resto de los derechos consagrados, tanto en la Constitución como en la ley.
O sea, la vida misma es el presupuesto indispensable para que cualquier sujeto
se constituya en titular de derechos u obligaciones.
Las anteriores
consideraciones conducen a afirmar que el primer deber de un Estado es proteger
la vida de los asociados, adoptando todas aquellas medidas que permitan a los
ciudadanos vivir en condiciones dignas. Esto es aún más claro si se tiene en
cuenta que el Estado social de derecho, como lo ha venido reiterando la
jurisprudencia de esta Corte, se funda en el respeto a la dignidad humana y
tiene como uno de su fines esenciales garantizar la efectividad de los
principios y derechos.
Entendido así, el
alcance del derecho a la vida y la correlativa obligación absoluta del Estado
para protegerla y garantizarla, para esta Corte es evidente que en aquellos
casos en que el servicio de salud es necesario e indispensable para
salvaguardar el derecho a la vida, el Estado está en la obligación de prestarlo
a personas necesitadas en los términos del artículo 13 de la Constitución. Más
aún cuando el ciudadano que requiere el servicio está cumpliendo con una carga
cívica y patriótica, como es la prestación del servicio militar obligatorio.
En este orden de
ideas, las autoridades militares deben poner todo el empeño y diligencia
posible para proteger la vida de los soldados colombianos, y hacer todo lo que
esté a su alcance para que su estadía de éstos en el Ejército Nacional sea lo
más humana, dignificante y enriquecedora.
La conducta de los superiores
del soldado Moreno Delgado, contrasta con el mínimo respeto y cuidado que se le
debe deparar a un ser humano, cuando se encuentra en delicado estado de salud
que hace peligrar su vida.
2. El principio
de la buena fe
La buena fe es un
principio general de derecho que fue incorporado a nuestra Constitución
Política de 1991. Permite, por razones estrechamente vinculadas a la conducta
normal de una persona digna, ampliar el universo de las garantías o, cuando
menos, hacerlo más efectivo en cada una de las diversas circunstancias en las
cuales se halle presente.
En la ponencia
presentada a la Asamblea Nacional Constituyente, los ponentes explicaron el
alcance de la norma como mecanismo de protección y los dos elementos
fundamentes que la componen, a saber:
"Primero: que
se establece el deber genérico de obrar conforme a los postulados de la buena
fe. Esto quiere decir que tanto los particulares en el ejercicio de sus
derechos o en el cumplimiento de sus deberes, como las autoridades en el
desarrollo de sus funciones, deben sujetarse a los mandatos de honestidad,
lealtad y sinceridad que integran el principio. En el primer caso,
estamos ante una barrera frente al abuso del derecho; en el segundo ante una
limitante de los excesos y la desviación del poder.
Segundo: se presume
que los particulares en sus relaciones con el poder público actúan de buena fe.
Este principio que
parecería ser de la esencia del derecho en Colombia ha sido sustituído por una
general desconfianza hacia el particular. Esta concepción negativa ha permeado
todo el sistema burocrático colombiano, el cual, so pretexto de defenderse del
asalto siempre mal intencionado de los particulares, se ha convertido en una
fortaleza inexpugnable ante la cual sucumben las pretensiones privadas,
enredadas en una maraña de requisitos y procedimientos que terminan por
aniquilar los derechos sustanciales que las autoridades están obligadas a
proteger" (El subrayado es nuestro)1
La norma
constitucional consagra lo siguiente:
Art. 83. "Las
actuaciones de los particulares y de las autoridades públicas deberán ceñirse a
los postulados de la buena fe, la cual se presumirá en todas las gestiones que
aquéllos adelanten ante éstas".
La intención del
Constituyente colombiano fue la de consagrar un postulado fundamentalmente
ético que sirviera como modelo a seguir en las relaciones entre los
particulares y las autoridades públicas. Con el cumplimiento de lo anterior, se
busca evitar el abuso de los derechos por parte de los particulares y la
desviación de poder de las autoridades en el ejercicio de sus facultades
legales y constitucionales, situaciones éstas que, sin lugar a dudas, tienen la
suficiente entereza para amenazar o violar derechos fundamentales de los
asociados.
De otro lado, la
aplicación efectiva del principio de la buena fe en las relaciones ya
descritas, comporta un aspecto relevante dentro del actual marco nacional. Es
indudable la desconfianza reciproca entre administrados y la administración
pública en sus constantes relaciones, lo que produce un distanciamiento entre
ellas y una correlativa falta de legitimidad de los ciudadanos hacia el Estado.
Frente a este panorama desalentador se hace necesario que ambas partes cambien
radicalmente de actitud, actuando con lealtad, honestidad y confianza, para que
esos vínculos vuelvan a adquirir su carácter de relaciones entre seres humanos.
Acerca de la
necesidad de humanizar las relaciones entre gobernantes y gobernados, el
tratadista español Jesús Gonzáles Pérez, ha señalado que:
"La aplicación
del principio de la buena fe permitirá al administrado recobrar la confianza en
que la Administración no va a exigirle más de lo que estrictamente sea
necesario para la realización de los fines públicos que en cada caso concreto
persiga. Y en que no le va a ser exigido en el lugar, en el momento ni en la
forma más adecuados, en atención a sus circunstancias personales y sociales, y
a las propias necesidades públicas. Confianza, legítima confianza de que no se
le va a imponer una prestación cuando sólo superando dificultades
extraordinarias podrá ser cumplida. Ni en un lugar en que, razonablemente, no
cabía esperar. Ni antes de que lo exijan los intereses públicos ni cuando ya no
era concebible el ejercicio de la potestad administrativa. Confianza, en fin en
que el procedimiento para dictar el acto que dará lugar a las relaciones entre
Administración y administrado, no va a adoptar una conducta confusa y equívoca
que más tarde permita eludir o tergiversar sus obligaciones. Y en que los actos
van a ser respetados en tanto no exijan su anulación los intereses
públicos".
"La aplicación
del principio de la buena fe, por otra parte, comportará la confianza de la
Administración en que el administrado que con ella se relaciona va a adoptar un
comportamiento leal en la fase de constitución de las relaciones, en el
ejercicio de sus relaciones y en el cumplimiento de sus obligaciones frente a
la propia Administración y frente a otros administrados. Como lo ha dicho SAINZ
MORENO, la buena fe de la Administración frente al ciudadano consiste en la
confianza de que éste, no sólo no va a ser desleal con el comportamiento
honesto de la Administración, sino que tampoco va a utilizar a la
Administración para obtener en su beneficio resoluciones contrarias a la buena
fe de otro ciudadano"2
Esta Corte, por su
parte, ha destacado que
"Con la
constitucionalización del principio de la buena fe, se logra que éste se
convierta en eficaz instrumento para lograr que la administración obre con el
criterio rector de la efectividad del servicio público por encima de las
conductas meramente formales que han desnaturalizado su esencia".
..."Hoy en día
la administración pública nos ofrece un panorama nada alentador. A medida que
se agiganta y proliferan sus organismos y dependencias, se hace más fría, más
inhumana. Por lo tanto humanizar las relaciones es tarea de todos, actuando con
lealtad, honestidad y confianza que los demás esperan de nosotros. Ello es, en
definitiva, lo que el principio de la buena fe comporta"3
En el caso sub-lite,
el soldado Moreno Delgado obró dentro de los postulados del principio de la
buena fe al momento de ingresar a prestar el servicio militar obligatorio y
durante el tiempo en que estuvo en filas. La buena fe se le presume a los
particulares en las actuaciones que ellos realicen ante las autoridades.
Durante su
permanencia en el batallón militar, el actor se quejó constantemente de fuertes
dolores sin que las respectivas autoridades médicas hubiesen podido determinar
las causas de los mismos, limitándose al suministro de calmantes ordinarios.
Las cosas llegaron a un grado tal, que el peticionario se vio en la necesidad
de acudir a consultas médicas particulares que permitieron descubrir la
verdadera causa de sus males. Es claro que el soldado Moreno Delgado ignoraba
tanto la enfermedad que lo aquejaba como la época en que la contrajo y que no
se propuso en ningún momento engañar a sus superiores. Obró pues de buena fe.
3. La salud y
seguridad social del soldado
Consta en el
expediente la práctica de varios exámenes médicos al peticionario, los cuales
no pudieron determinar el verdadero estado de su salud. Asimismo, visitó con
bastante frecuencia al dispensario médico del Batallón, en busca de alivio a su
enfermedad, ya que a medida que pasaban los días y se hacían más intensos los
entrenamientos militares, se deterioraba notoriamente su condición física.
En estas
circunstancias, el actor tuvo a servicios médicos particulares, durante el goce
de su licencia, y fue así como los médicos lograron descubrir el cáncer
mediante exámenes de radiografías y tomografías computarizadas.
Por todo lo
anterior, esta Corte acoge las observaciones formuladas por el Tribunal
Superior de Cúcuta acerca de la grave negligencia de los servicios médicos del
"Batallón de Apoyo y Servicio para el combate" No. 5 "Mercedes
Abrego" la cual condujo a que el peticionario fuera obligado a realizar
las habituales prácticas de "terreno" cuando es lo cierto que su
delicada condición de salud exigía cuidados especiales cuya ausencia ha sido
causa determinante de su actual agravación.
Como seres humanos
dignos que prestan un servicio a la patria, los soldados de Colombia tienen
derecho a esperar que el Estado les depare una atención médica oportuna y
adecuada, sin eludir responsabilidades mediante consideraciones que ponen en
tela de juicio la buena fe del ciudadano que la Constitución presume.
La actitud de los
superiores del soldado Moreno Delgado es aún más reprochable si se repara en
que la agravación de sus actuales dolencias es fruto de una grave deficiencia
de los servicios médicos del Batallón, incapaces como fueron desde un principio
para diagnosticar acertadamente las dolencias del peticionario, negligencia que
se reitera, condujo al deterioro de sus condiciones físicas.
Por eso lo justo
ahora no es negarle la atención que requiere un soldado -porque eso fue el
peticionario, pese a no haber prestado aún el juramento de bandera que es tan
solo un acto simbólico-.
Lo justo entonces es
que el Estado repare su culpa y le brinde la atención médica especializada que
su caso requiere, tal como se dispondrá en la parte resolutiva de esta
providencia.
La presente decisión
no excluye la posibilidad de que el peticionario reclame oportunamente las
eventuales indemnizaciones ante las autoridades competentes.
De otra parte, esta
Corte ha reconocido que la seguridad social y la salud son derechos
fundamentales y que tienen una evidente incidencia en la prolongación de la
vida. En este sentido se ha pronunciado la Sala Segunda de Revisión:
"El derecho a
la seguridad social no está consagrado expresamente en la Constitución como un
derecho fundamental. Sin embargo, este derecho establecido de forma genérica en
el artículo 48 de la Constitución, y de manera específica respecto de las
personas de la tercera edad (CP art. 46 inc. 2), adquiere el carácter de
fundamental cuando, según las circunstancias del caso, su no reconocimiento
tiene la potencialidad de poner en peligro otros derechos y principios
fundamentales como la vida (CP art. 11), la dignidad humana (CP art.1),
la integridad física y moral (CP art. 12) o el libre desarrollo de la
personalidad (CP art. 16)..." (el subrayado es nuestro)4.
El soldado
colombiano tiene como ciudadano y como servidor de la patria títulos
suficientes para que en todo caso, pero particularmente cuando su salud se
resienta por actos u omisiones del Estado, se le respete su derecho a que el
gobierno le suministre la atención médica, quirúrgica, hospitalaria y los
servicios odontológicos y farmacéuticos en los lugares y condiciones
científicas que su caso exija.
III. CONCLUSION
Como persona y
ciudadano colombiano, el soldado es portador de una congénita dignidad que lo
hace acreedor a recibir del Estado atención eficaz y pronta de su salud y su
vida, desde le momento mismo que es reclutado y puesto a disposición y órdenes
de sus inmediatos superiores. La ausencia de ceremonias simbólicas no puede ser
alegada como eximente, menos aún cuando el soldado presta sus servicios a la
patria de la mejor buena fe.
Dentro de este
contexto, todo examen médico de aptitud para el reclutamiento debe ser
científicamente serio y exhaustivo para evitar resultados que puedan perjudicar
la salud y la vida de candidatos en edad de ingresar al servicio militar.
Esta Corte no puede
premiar la omisión del Estado en detrimento de la salud y la vida de su
juventud. Por tanto, concederá la tutela impetrada por el peticionario para
proteger sus derechos constitucionales fundamentales vulnerados.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
PRIMERO. Por las razones expuestas en la parte
resolutiva de la presente sentencia CONFIRMAR la providencia del
Tribunal Superior de Cúcuta del 28 de abril de 1992, en el proceso de tutela
promovido por Jorge Alexander Moreno Delgado.
SEGUNDO. ORDENAR que el Comandante de la Quinta Brigada del
Ejército Nacional con sede en Bucaramanga, disponga en el plazo de 48 horas
todo lo concerniente al traslado y reclusión del peticionario en el Hospital
Militar de Santafé de Bogotá, a fin de que reciba la atención médica que su
salud requiere, en condiciones dignas y por todo el tiempo necesario.
TERCERO. ORDENAR a la Quinta Brigada del Ejército Nacional
que le expida la tarjeta militar al peticionario sin costo alguno.
CUARTO. En todos aquellos casos similares al
presente por sus hechos o circunstancias, siempre que la salud de un soldado se
haya visto afectada por acción u omisión del Estado, la doctrina constitucional
enunciada en esta sentencia tendrá CARACTER OBLIGATORIO para las
autoridades, en los términos del artículo 23 del Decreto 2067 de 1991.
QUINTO. ORDENAR que por Secretaría se
comunique esta providencia al Tribunal Superior de Cúcuta, el cual deberá velar
por su oportuno cumplimiento, lo mismo que al Comando General del Ejército
Nacional, a la Quinta Brigada y al "Batallón de Apoyo y Servicio para el
Combate" No. 5 "Mercedes Abrego", en la forma y para los efectos
previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
Cópiese, Comuníquese, Cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Sentencia aprobada
por la Sala Primera de Revisión, en Santafé de Bogotá, a los 24 días del mes de
septiembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
1 Cfr. proyecto de acto
reformatorio de la Constitución Política de Colombia No. 24, Título: Buena Fe.
Autores: Alvaro Gómez Hurtado y Juan Carlos Esguerra Portocarrero. Gaceta
Constitucional número 19, marzo 11 de 1991, página 3.
2 GONZALES PEREZ, Jesús. El
principio general de la buena fe en el derecho administrativo. Monografía de
Civitas. Editorial Civitas S.A. Madrid 1983. Páginas 57, 58, 59 y 60.
3 Cfr. Sentencia Corte
Constitucional No. T-469. Sala Cuarta de Revisión.
4 Cfr. Sentencia Corte
Constitucional No. T-426. Sala Segunda de Revisión. |
152 | T-535-92
Sentencia No
Sentencia No. T-535/92
ACCION DE TUTELA-Hecho Superado
La acción de
tutela tiene por objeto la protección efectiva y cierta del derecho constitucional
fundamental presuntamente violado o amenazado, lo cual explica la necesidad del
pronunciamiento del juez en sentido positivo o negativo. Ello constituye a la
vez el motivo por el cual la persona que se considera afectada se dirige ante
la autoridad judicial, de modo que si la situación de hecho de la cual esa
persona se queja ya ha sido superada en términos tales que la aspiración
primordial en que consiste el derecho alegado está siendo satisfecha, ha
desaparecido la vulneración o amenaza y, en consecuencia, la posible orden que
impartiere el juez caería en el vacío.
REF: EXPEDIENTE
No. 2556. Peticionario: Luis Arteaga Taquez.
Procedencia:
Juzgado 4º Superior de Cali.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá, D.C., septiembre
veintitres (23) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de Revisión de la Corte
Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro Martínez Caballero,
Fabio Morón Díaz y Símon Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de tutela identificado con el
número de radicación T-2556, adelantado por Luis Arteaga Taquez.
I. ANTECEDENTES
Con base en los artículos 86 de la
Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección
correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos de su
revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le correspondió el presente
negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el expediente el día 18 de
junio del presente año.
De conformidad con el artículo 34 del
Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte entra a dictar
sentencia de revisión.
1.SOLICITUD.
El actor invocó acción de tutela ante el
Juzgado 4º Superior de Cali contra el auto interlocutorio Nº 057 del 30 de
septiembre de 1991, proferido por el Juzgado 8° Superior de Cali, y que se
origina en los siguientes hechos:
a) El accionante fue condenado por el Juzgado
8° Superior de Cali mediante sentencia Nº 002 de enero 17 de 1985 a la pena
principal de dieciseis (16) años de prisión por el delito de homicidio
agravado.
b) Tal decisión fue impugnada por el
apoderado del condenado y el Tribunal Superior -Sala Penal-, mediante fallo de
abril 13 de 1985 modificó el de primera instancia y condenó a diceciocho (18)
años de prisión.
c) Mediante memorial de 16 de septiembre de
1991 el condenado solicitó rebaja de pena con fundamento en el artículo 31 de
la Constitución Política, solicitud que fue negada mediante auto
interlocutorio 057 del 30 de septiembre de 1991. Contra esta providencia
interpuso los recursos de reposición y apelación. El Despacho confirmó la
providencia y concedió la apelación ante el Tribunal Superior.
d) El Tribunal confirmó en su integridad la
providencia apelada.
El señor Artega Taquez denuncia la
violación de los derechos fundamentales consagrados en los artículos 29
-principio de favorabilidad- y 31 -reformatio in pejus-, de la Constitución
Política.
2. Fallo del Juzgado Cuarto Superior de
Cali (providencia de Marzo 9 de 1992).
El Juzgado considera que el peticionario no
tiene derecho a una rebaja de pena, y si no se le ha reconocido es por una
errónea interpretación judicial, razón que hace improcedente la acción de
tutela.
Expresa el fallador, que la tutela no
constituye un super-recurso ni una tercera instancia, y si se le ha negado esa
rebaja es porque los jueces en primera y segunda instancia han considerado que
no tiene derecho a la misma.
Igualmente esgrime como argumento el
artículo 40 del Decreto 2591 de 1.991, que prevé una competencia especial
contra sentencias y providencias que pongan fin al proceso, o sea que los autos
que no le ponen fin al proceso no quedan comprendidos dentro de esa situación,
como en el caso del Sr. Arteaga Taquez.
3. Pruebas solicitadas por la Corte
Constitucional en la revisión de la sentencia.
Al estudiar el expediente de tutela de la
referencia, se presentó la necesidad de solicitar la sentencia del Juzgado
Octavo Superior de Cali (Sala Penal) y la proferida por el Tribunal Superior
de Cali, así como de la situación jurídica actual de la condena impuesta al
peticionario.
3.1. Sentencia del Juzgado Octavo Superior
de Cali (providencia de enero 16 de 1.985).
Celebrada la diligencia de audiencia
pública con intervención de jurado de conciencia, el juzgado procedió a dictar
sentencia. Los argumentos de esta pueden resumirse de la siguiente forma:
a) Mediante auto interlocutorio de abril 4
de 1.984, el Juzgado Octavo Superior abrió causa criminal contra el
peticionario por el delito de homicidio agravado, providencia que apelada por
el defensor del encausado, fue confirmada por el Tribunal el 16 de junio del
mismo año.
b) Llevada a cabo la diligencia de
audiencia pública, durante la misma, el Sr. Agente del Ministerio Público,
luego de hacer un análisis de la prueba solicitó el veredicto condenatorio. El
defensor, a su vez, requirió la absolución con fundamento en que el único
testigo no se hallaba en el lugar de los hechos.
c) Por unanimidad, el veredicto del jurado
de conciencia fue el de "sí es responsable".
d) Manifiesta el mencionado Juzgado
Superior en la sentencia que "aceptada pues la autoría del hecho, por
parte del mencionado, debe concluírse que el veredicto de responsabilidad
emitido por el Jurado en forma unánime, no hizo más que acoger los lineamientos
del auto enjuiciatorio, demostrándonos así la perfecta consonancia, que existen
los requisitos procedimentales para que el Despacho entre a desarrollar el
veredicto, pues tiene suficiente respaldo probatorio en los autos".
e) Sobre los agravantes, manifestó el
Despacho:
"Sobre la base
de que el procesado tenía plena conciencia y voluntad de los hechos por él
ejecutados, pues es persona imputable o normal, su comportamiento se adecuó en
el auto de proceder a la normatividad de los artículos 323 y 324 del Código
Penal, por cuanto no sólo se consumó la muerte de una persona sino que además
se presentaron circunstancias de agravación del delito que consagra esta última
disposición en sus numerales 4º y 7º, adecuación típica que halló eco en el H.
Tribunal Superior al confirmar la providencia vocatoria a juicio en todas sus
partes".
Con los anteriores fundamentos el Juzgado
Octavo Superior resolvió:
"CONDENAR a
José Luis Arteaga Taques...a la pena principal de DIECISEIS AÑOS DE PRISION
(16), de conformidad con las consideraciones hechas en el cuerpo de la
sentencia".
Y en el punto 4º de la parte resolutiva se
estableció:
"4. Si esta
providencia no fuere apelada, CONSULTESE con el H. Tribunal Superior".
3.2. Sentencia del Tribunal Superior de
Cali -Sala Penal-, (providencia de abril 13 de 1.985).
La apelación interpuesta por el apoderado
del condenado se fundamentó en que el a quo incurrió en nulidad legal, con
base en el artículo 210, numeral 5º del Código de Procedimiento Penal, por
error en el señalamiento del lugar donde ocurrieron los hechos y nulidad constitucional
por conculcarse en el proceso derechos de su defendido al aportarse una prueba
por parte del hermano de la víctima.
Consideró el Tribunal infundado el primer
cargo porque obra en el expediente suficiente material probatorio que determina
el lugar donde ocurrieron los hechos. Y en cuanto al segundo cargo, el
procesado fue asistido por un profesional del derecho que se desempeñó a
cabalidad impugnando pruebas, asistiendo a interrogatorios, interponiendo
recursos legales, con lo cual se demuestra que sí hubo una defensa eficaz. El
procesado tuvo todas las garantías legales y constitucionales, y fue vencido en
juicio con la observancia de la plenitud de las formas propias del proceso.
El Tribunal Superior resolvió elevar a 18
años la pena principal de prisión por mediar como circunstancias de agravación
punitiva la gravedad del hecho y las condiciones de inferioridad de la víctima
(artículo 324 numerales 4º y 7º del Código Penal).
3.3. Auto que concede la libertad
condicional.
Mediante el interlocutorio 113 de julio 2
de 1.992, el Juzgado 28 Penal del Circuito (antiguo Octavo Superior) otorgó el
beneficio de la libertad condicional a José Luis Arteaga Taquez con fundamento
en los artículos 530 y 531 del Código de Procedimiento Penal que establecen:
"Artículo 530.
Reducción de pena por trabajo y estudio. El juez de ejecución de penas y
medidas de seguridad concederá la redención de penas por trabajo y estudio a
los condenados de penas privativas de la libertad.
Artículo 531.
Redención de la pena por enseñanza. El recluso que acredite que haya actuado
como instructor de otros en cursos de alfabetización o de enseñanza primaria,
secundaria, artesanal, técnica y de educación superior, tendrá derecho a que
cada cuatro horas de enseñanza se le computen como un día de trabajo siempre y
cuando haya acreditado las calidades necesarias para ejercer la función de
instructor y educador".
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión del
fallo dictado por el Juzgado 4° Superior de Cali (Valle), con fundamento en
los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la Constitución
Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de
1.991; además, su examen se hace por virtud de la selección que de dicho fallo
practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación.
2. La protección del derecho como objeto de
la acción de tutela.
Se pueden considerar como elementos de la
acción de tutela los sujetos y el objeto.
Como sujeto o titular de la acción es
cualquier persona natural o jurídica que sea amenazada o vulnerada en uno de
sus derechos fundamentales. El objeto de la acción de tutela es doble, de una
parte se pone en movimiento la función jurisdiccional del Juez para que
determine si es o no procedente la reclamación y de otra parte se pretende que
mediante decisión del Juez, se obligue al demandado a hacer u omitir lo que sea
pertinente para hacer efectivo el predominio de la Constitución en desarrollo
del derecho fundamental consagrado en la Carta Política.
El primero y más importante criterio para
determinar los derechos constitucionales fundamentales es determinar si se
trata o no de un derecho esencial de la persona humana.
Cuando el Juzgado Superior de Cali decidió
favorablemente la solicitud de libertad condicional del Sr. Arteaga Taquez, el
ejercicio de la acción de tutela perdió en este caso su razón de ser.
La acción de tutela tiene por objeto la
protección efectiva y cierta del derecho constitucional fundamental
presuntamente violado o amenazado, lo cual explica la necesidad del
pronunciamiento del juez en sentido positivo o negativo. Ello constituye a la
vez el motivo por el cual la persona que se considera afectada se dirige ante
la autoridad judicial, de modo que si la situación de hecho de la cual esa
persona se queja ya ha sido superada en términos tales que la aspiración
primordial en que consiste el derecho alegado está siendo satisfecha, ha
desaparecido la vulneración o amenaza y, en consecuencia, la posible orden que
impartiere el juez caería en el vacío. Lo cual implica la desaparición del
supuesto básico del cual parte el artículo 86 de la Constitución y hace
improcedente la tutela.
El artículo 2º de la Constitución consagra
dentro de los fines del Estado el de garantizar la efectividad de los
principios, derechos y deberes contenidos en la Constitución, y el artículo 86
contempla como mecanismo de protección de los derechos constitucionales
fundamentales la acción de tutela. Así pues, si desaparece la vulneración o
amenaza del derecho, se torna innecesaria la protección de la tutela y por ende
el fín específico del Estado de garantizar la efectividad de los derechos, lo
que hace que resulte improcedente la solicitud elevada por el peticionario.
3. Del caso concreto.
En el caso concreto, el Sr. Arteaga Taquez,
presentó solicitud de tutela a fín de lograr la disminución de la condena
impuesta por el Tribunal Superior de Cali, ya que esta Corporación modificó la
pena de 16 años de prisión que inicialmente le impusiera el Juzgado Superior.
La solicitud del Sr. Artega Taquez, iba
encaminada a lograr la libertad condicional, beneficio que finalmente obtuvo
por aplicación de los artículos 530 y 531 del Código de Procedimiento Penal. De
lo anterior la Corte Constitucional tuvo conocimiento por lo que considera que
al obtener la libertad y ser ésta la razón de la solicitud de tutela, esta Sala
de Revisión de la Corte Constitucional considera que debe confirmarse la
sentencia revisada sin más consideraciones sobre las razones que fundamentaron
la petición.
En mérito de lo expuesto, la Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE:
PRIMERO: CONFIRMAR la sentencia del Juzgado 4° Superior
de Cali (Valle) por la cual se denegó la tutela solicitada por el Sr. Luis
Arteaga Taquez.
SEGUNDO: A través de la Secretaría General de la Corte
Constitucional, ENVIAR copia de esta Sentencia al Juzgado 8° Superior de Cali,
al Juzgado 4° Superior de Cali y al Tribunal Superior de Cali -Sala Penal-.
Cópiese, publíquese, comuníquese a quien
corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional, envíese al
Despacho de origen y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ Magistrado
Magistrado |
153 | T-536-92
Sentencia No
Sentencia No. T-536/92
DERECHO AL
AMBIENTE SANO
El ambiente sano
y ecológicamente equilibrado es un derecho Constitucional fundamental, pues su
violación atenta directamente contra la perpetuación de la especie humana y, en
consecuencia, con el derecho más fundamental del hombre: la vida. El derecho a
la salud y a la vida son derechos fundamentales porque son esenciales al
hombre, la salud se encuentra ligada al medio ambiente que le rodea y que
dependiendo de las condiciones que éste le ofrezca, le permitirá desarrollarse
económica y socialmente a los pueblos, garantizándoles su
supervivencia.Existen unos límites tolerables de contaminación que al ser traspasado
constituyen un perjuicio para el medio ambiente y la vida, que no pueden ser
justificables y por lo tanto exigen imponer unos correctivos.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL
Un atentado tan
grave e inminente al ambiente, a la salud y a la vida no podría esperar la
terminación de una acción popular, de suerte que la desprotección a tales
derechos se entiende en este caso como carente de otros medios de defensa
judicial. Ello por cuanto los medios alternativos de protección deben ser tan
eficaces como la tutela, para poder desplazarla.
SALA DE REVISION No. 6
Ref.: Proceso
de tutela No. 2610
Acción
de tutela contra actuación de la
Compañía Vicón S.A.
Tema: Protección al medio ambiente y a
la salud.
Actores:
OLINDA BARRAGAN
TERESA
GONZALEZ
Magistrado
Ponente:
Dr.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Santafé de Bogotá, D.C., veintitres (23) de
septiembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión de Tutelas de la Corte
Constitucional, conformada por los Magistrados Simón Rodríguez Rodríguez, Jaime
Sanín Greiffenstein y Ciro Angarita Barón, revisa la acción de tutela decidida
en sentencia por el Juzgado Segundo Promiscuo Municipal de Guadua, el 21 de
abril de 1992.
I. ANTECEDENTES.
A. HECHOS DE LA DEMANDA.
La Compañía Vías y Construcciones Vicón
S.A. tiene instalada una planta asfáltica ubicada al margen izquierdo del Río
Rioseco (Guadua. Cundinamarca), que con su actividad está contaminando el agua
del río por cuanto la Compañía tiene desagües por los que caen materiales
asfálticos, petrolizados, filtros, tarros y demás basuras; además tiene
únicamente una chimenea aproximadamente de metro y medio de altura por donde
sale el material en polvo que con el viento se desplaza penetrando a las
viviendas cercanas y contaminando la atmósfera. Dicha empresa también pone en
funcionamiento las máquinas durante la noche, produciendo un fuerte ruido que
intranquiliza a los habitantes circunvecinos. Así mismo ha taponado el paso de
las aguas en el Rioseco, en el sitio denominado Cangilones, donde
anteriormente existió un balneario, volviéndolo carreteable y zona de
explotación de arrastre. Finalmente ha deforestado la zona de reserva protectora
del río.
Como consecuencia de estos hechos, las
peticionarias afirman que se han visto afectados ya que Rioseco es el único río
que existe en esta zona para el consumo humano y para satisfacer todas sus
necesidades.
Agregan que presentaron denuncia en forma
detallada ante el Inderena de Puerto Bogotá, la cual fue remitida al Inderena
Regional de Cundinamarca, el cual ordenó una inspección ocular por funcionarios
adscritos al Proyecto Protección y Control y Recurso Hídrico. Dicha inspección
fue efectuada el 1o de marzo de 1991, y en consecuencia se dictó la Resolución
No 00338 de abril 23 de 1991. Posteriormente la doctora Claudia Arias, Jefe de
la Sección Jurídica del Inderena, hizo una visita al lugar para efectos de
comprobar si se había cumplido la presente Resolución, pero constató que todo
había empeorado.
Como consecuencia de la contaminación del
agua y del medio ambiente se han venido presentando problemas de salud en las
personas de esa comunidad, tales como quemaduras en el cuerpo, alergias,
hongos en los pies, resequedad en la garganta y últimamente la deshidratación;
como ejemplo de ello se cita el caso de la señora Teresa de González, que vive
abajo de las instalaciones de la mencionada expresa, quien tuvo que
hospitalizar a su hija de diez años en el hospital de Honda durante 4 días, en
el salón de los pacientes que dicen tener cólera, pues los síntomas fueron la
deshidratación acuosa y vómito. Agregan las petentes que en todos los hogares
al hervir el agua queda una cantidad de color "blancuzco" en el fondo
de la vasija y encima del agua queda una nata de polvo.
Dicen también que los pozos de
almacenamiento de agua en descomposición están construídos dentro de la margen
protectora del río, por lo cual se puede apreciar fácilmente el destilamiento
del óxido sobre dicho caudal.
Solicitan las accionantes que se visite la
firma Vicón en horas de trabajo, para que se aprecie el máximo de los problemas
descritos. Además que le den estricto cumplimiento a la Resolución del Inderena
No.00338 de abril 23 de 1991.
B. DERECHOS VULNERADOS.
Los artículos 49, 79 y 366 de la
Constitución Nacional, esto es, las normas de protección del medio ambiente, la
salud y control sobre omisiones de autoridades, respectivamente.
C. PETICION.
Olinda Barragán y Teresa González, vecinas
de Rioseco, solicitan se proteja su derecho a disfrutar de un ambiente sano y
en consecuencia piden que se ejecute la Resolución No.00338 del 23 de abril de
1991 del Inderena Regional de Cundinamarca, por medio de la cual se ordenó
a la Compañía Vicon S.A cumplir con los parámetros medioambientales
establecidos.
D. ACTUACION PROCESAL.
Con el fin de ejercer la acción de tutela,
los actores anexaron a su demanda fotocopia de los siguientes documentos:
a) Carta al Inspector del Inderena de
Puerto Bogotá, del 1o de enero de 1991, por la cual los vecinos se unen a la
petición hecha por los habitantes de Rioseco y solicitan se haga una visita al
sitio para que se constaten los hechos.
b) Carta al Inspector Jefe del
Inderena de Puerto Bogotá de enero 27 de 1991 en donde informa el problema que
tienen los habitantes de Puerto Bogotá con la contaminación que produce la
planta Vicón S.A.
c) Inspección ocular del Inderena Regional
de Cundinamarca, realizada por los funcionarios Nelson A Castro B. y Rafael
Higuera, por medio de la cual se confirman las quejas de los peticionantes y se
sugieren los correctivos para el control de aprovechamiento del Recurso Hídrico
(sector Villeta).
d) Resolución No 00338, del Inderena
Regional de Cundinamarca, de abril 23 de 1991 por la que se impone una multa de
$200.000 pesos a la compañía VICON S.A. y se otorga un plazo perentorio de 30
días con el fin de que se corrijan las deficiencias, so pena de tramitarse la
caducidad del permiso.
E. FALLO QUE SE REVISA.
Sentencia del Juzgado Segundo Promiscuo
Municipal de Guadua.
Decisión: Denegar la solicitud de tutela.
Consideraciones: Se argumenta por parte del Juzgado lo
siguiente: se está en presencia de un acto de carácter administrativo cuyo
trámite y conocimiento corresponde al Inderena, la cual ya conoce del
problema.En efecto, según la Resolución No.00338 de abril 23 de 1991, El
Inderena sancionó a la Compañía Vicón S.A. y dispuso las correcciones del caso,
aclarando que si continúan los actos de contaminación y violación de las
obligaciones por parte de ésta, será nuevamente sancionada. Además no se trata
de perjuicio irremediable pues el interesado puede solicitar a las autoridades
competentes que dispongan el restablecimiento o protección del derecho.
Aduce también el Juzgado que la tutela no puede ser utilizada para proteger
derechos que solo tiene rango legal (art. 40 del Decreto 2591 de 1991 y art. 2o
del Decreto 306 de 1992). De tal manera que rechaza la tutela incoada por las
accionantes.
No hubo impugnación de este fallo y en
consecuencia no hubo segunda instancia.
II. COMPETENCIA.
De conformidad con los artículos 86 inciso
2o. y 214 numeral 9o. de la Constitución Nacional y los artículos 31, 33, y 34
de Decreto 2591 de 1991, por el cual se reglamenta la acción de tutela, es
competente la Corte Constitucional para conocer en revisión del fallo del
Juzgado Segundo Promiscuo Municipal de Guadua.
III. CONSIDERACIONES.
Dice así el artículo 86 de la Constitución
Nacional:
"Toda
persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces, en todo momento
y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario , por si misma o por
quien actúe en su nombre, la protección inmediata de sus derechos constitucionales
fundamentales, cuando quiera que éstos resulten vulnerados o amenazados por la
acción u omisión de cualquier autoridad pública.
La protección
consistirá en una orden para que aquel respecto de quien se solicita la tutela,
actúe o se abstenga de hacerlo. El fallo que será de inmediato cumplimiento
podrá impugnarse ante juez competente y en todo caso, éste lo remitirá a la
Corte Constitucional para su eventual revisión.
Esta acción solo
procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial,
salvo que a aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable.
En ningún caso
podrán transcurrir más de diez días entre la solicitud de tutela y su
resolución.
La ley
establecerá los casos en que la acción de tutela procede contra particulares
encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave
y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante se
halle en estado de subordinación o indefensión".
La Sala Sexta de
Revisión de la Corte Constitucional procede entonces a analizar si en el caso
concreto opera la acción de tutela.
Para ello es
necesario constatar la presencia concurrente de los siguientes requisitos, al
tenor del artículo 86 de la Carta:
a) Que se trate de
un derecho constitucional fundamental.
b) Que dicho
derecho sea vulnerado o amenazado.
c) Que no exista
otro medio de defensa judicial.
d) Por último, que
la violación del derecho provenga bien de una autoridad pública o bien de un
particular. Pero en este último caso la tutela sólo procede de una de las
causales enumeradas tanto en el inciso final del artículo 86 como en el
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991.
A continuación se
procede a estudiar si estos requisitos se reunen en el caso subíndice.
A. El medio ambiente como derecho
constitucional fundamental.
1. Antecedentes:
La Protección al medio ambiente y los
recursos naturales se estudió en forma exhaustiva en la Asamblea Nacional
Constituyente, debido a la incidencia de estos factores en la salud del hombre
y por consiguiente en su vida.
"La
protección al medio ambiente es uno de los fines del Estado Moderno, por lo
tanto toda estructura de éste debe estar iluminada por este fin, y debe tender
a su realización."1
Uno de los cambios introducidos a la nueva
Constitución fue la concientización de que no solo al Estado es a quien le
corresponde la protección del medio ambiente sino que se exige que la comunidad
de igual manera se involucre en tal responsabilidad.
"La crisis
ambiental es, por igual, crisis de la civilización y replantea la manera de
entender las relaciones entre los hombres. Las injusticias sociales se traducen
en desajustes ambientales y éstos a su vez reproducen las condiciones de
miseria"2
2. La Constitución de 1991, el medio
ambiente y la salud:
La Carta consagra la obligación del Estado
de proteger las riquezas culturales y naturales de la Nación. Así mismo ello
obliga a los particulares, pues le atribuye a la propiedad privada una función
ecológica, y sobre todo porque figura dentro de los deberes de la persona y del
ciudadano el proteger los recursos naturales del país y velar por la
conservación de un ambiente sano (artículos 8o., 58, 79, 80, 81 y 95 numeral 8°
de la Constitución Nacional).
De tal manera que quedó consagrado en la
Constitución el derecho de todos a gozar de un ambiente sano.
En efecto, dice así artículo 79 de la
Constitución:
"Todas las
personas tienen derecho a gozar de un ambiente sano. La ley garantizará la
participación de la comunidad en las decisiones que puedan afectarlo.
Es deber del
Estado proteger la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de
especial importancia ecológica y fomentar la educación para el logro de esos
fines".
Es por esto que el Estado deberá proteger
la diversidad e integridad del ambiente, conservar las áreas de especial
importancia ecológica y fomentar la educación para el logro del mejoramiento de
la calidad de vida de la población, siendo el objetivo fundamental de su
actividad la solución de las necesidades insatisfechas de salud, educación, de
saneamiento ambiental y agua potable (artículos 79 y 366 de la Constitución
Nacional).
El saneamiento ambiental es un servicio
público a cargo del Estado; por lo tanto le corresponde organizarlo, dirigirlo
y reglamentarlo, conforme a los principios de eficiencia, universalidad y
solidaridad; deberá entonces el Estado prevenir y controlar los factores de
deterioro ambiental, imponer las sanciones legales y exigir la reparación de
los daños causados (artículos 49 y 80 de la Constitución Nacional).
3. El carácter de derecho fundamental:
En la Asamblea Nacional Constituyente se
habló del medio ambiente como derecho esencial de la persona humana; al
respecto la constituyente Aída Abella expuso:
"La carta de
derechos que se discute en la comisión primera, consigna el derecho que toda
persona tiene como un derecho fundamental del hombre y del medio ambiente
consagrado no sólo como un problema social -de derecho social-, sino como un
derecho fundamental en la parte de los derechos del hombre".3
La Corte Constitucional en la Sentencia
T-415 dijo:
"El derecho
al medio ambiente y en general, los derechos de la llamada tercera generación,
han sido concebidos como un conjunto de condiciones básicas que rodean al
hombre, que circundan su vida como miembro de la comunidad y que le permiten
la supervivencia biológica e individual, además de su desempeño normal
y desarrollo integral en el medio social.De esta manera deben tenerse como
fundamentales para la supervivencia de la especie humana".4
Así mismo la Corte
Constitucional, en Sentencia T- 411 expuso:
"De la
concordancia de estas normas (normas constitucionales del medio ambiente la
salud y la vida), e inscritas en el marco de derecho a la vida, de que trata el
artículo 11 de la Carta, se deduce que el ambiente es un derecho constitucional
fundamental para el hombre, pues sin él, la vida misma correría letal
peligro".5
En el ámbito internacional se ha discutido
si el derecho al medio ambiente es o no un derecho fundamental. Así, en la
Declaración de Estocolmo sobre el Ambiente Humano, se afirmó:
"El hombre
tiene derecho fundamental a la libertad, la igualdad y adecuadas condiciones de
vida, en un medio ambiente de una calidad que permita una vida de dignidad y
bienestar."[1]
Entre los pactos que ha ratificado
Colombia, sobre la conservación del medio ambiente, los cuales en virtud del
artículo 93 de la Carta tienen rango supralegal en el orden interno, tiene
relación con este caso en particular el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, aprobado mediante la Ley 74 de 1968, que
establece, en el artículo 12, lo siguiente:
"1. Los
Estados partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al
disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental.
2. Entre las
medidas que deberán adoptar los Estados partes en el pacto a fin de asegurar la
plena efectividad de este derecho, figurarán las necesarias para:
b) el mejoramiento
en todos sus aspectos ... del medio ambiente".[2]
La legislación ambiental en Colombia ha
evolucionado de acuerdo a los cambios económicos, políticos y científicos que
han ocurrido en la posición del hombre y de la sociedad frente al
aprovechamiento y conservación de la naturaleza y del "habitat" que
ha construido. Para esta Corte, entonces, no cabe duda que el ambiente sano y
ecológicamente equilibrado es un derecho Constitucional fundamental, pues su
violación atenta directamente contra la perpetuación de la especie humana y, en
consecuencia, con el derecho más fundamental del hombre: la vida.
El derecho a la salud y a la vida son
derechos fundamentales porque son esenciales al hombre, la salud se encuentra
ligada al medio ambiente que le rodea y que dependiendo de las condiciones que
éste le ofrezca, le permitirá desarrollarse económica y socialmente a los
pueblos, garantizándoles su supervivencia.
4. El ambiente y la libertad de empresa.
Dice así el artículo 333 de la Constitución
Nacional:
"La
actividad económica y la iniciativa privada son libres, dentro de los límites
del bien común. Para su ejercicio, nadie podrá exigir permisos previos ni
requisitos, sin autorización de la ley.
La libre
competencia es un derecho de todos que supone responsabilidades.
La empresa, como
base del desarrollo, tiene una función social que implica obligaciones. El
Estado fortalecerá la organizaciones solidarias y estimulará el desarrollo
empresarial.
El Estado por
Mandato de la ley, impedirá se obstruya o se restrinja la libertad económica y
evitará o controlará cualquier abuso que personas o empresas hagan de su
posición dominante en el mercado nacional.
La ley
determinará el alcance de la libertad económica cuando así lo exija el interés
social, el ambiente y el patrimonio cultural de la nación".
Se advierte entonces
que la regla general de la libertad de empresa podría ser excepcionalmente
limitada por motivos de interés general (artículo 1o. del Código Penal), como
es el caso del ambiente.
B. La vulneración o amenaza del derecho
El derecho constitucional a un ambiente sano,
se ha vulnerado por la actividad de la Planta asfáltica de la Compañía Vicon
S.A., como se deduce de la inspección realizada por el Inderena Regional de
Cundinamarca, en la que se confirma el riesgo para el medio ambiente y en
consecuencia para la salud de los habitantes circunvecinos.
Existen unos límites tolerables de
contaminación que al ser traspasado constituyen un perjuicio para el medio
ambiente y la vida, que no pueden ser justificables y por lo tanto exigen
imponer unos correctivos.
La autoridad competente para la protección
del medio ambiental ha establecido en este caso que se han visto comprometidos
el derecho a la salubridad y a la vida de la población. De esta forma se han
visto vulnerados los derechos fundamentales a la salud y a la vida.
El artículo 11 de la Carta consagra el
derecho a la vida encabezando el Titulo II Capitulo 1. "De los Derechos
Fundamentales", considerándolo como un derecho inviolable.
C. La ausencia de otros medios de defensa
judicial
Aunque el medio ambiente es en principio
objeto de la acción popular del artículo 1005 del C.C., por cuanto se
considera como un bien de uso público[3], la crisis
ambiental en este caso se manifiesta en la degradación extrema de la calidad
del sistema hídrico y por consiguiente afectando gravemente la salud de
quienes lo circundan. Así lo demuestra el informe del Inderena Regional de
Cundinamarca.
D. Tutela contra los particulares
En principio la tutela procede contra
autoridades públicas. Este no es el caso. Excepcionalmente, además, la tutela
puede ser interpuesta contra particulares. Es justamente este caso, según se
desprende directamente del inciso final del artículo 86 de la Constitución , e
indirectamente de los artículos 6o. numeral 3° y 42 numeral 2° del Decreto 2591
de 1991.
Dicen así estas tres normas:
Artículo 86 inciso final: "La ley
establecerá los casos en que la acción de tutela procede contra particulares
encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave
y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante se
halle en estado de subordinación o indefensión".
Artículo 6o. numeral 3°: "La acción
de tutela no procederá:...3. Cuando se pretenda proteger derechos colectivos,
tales como la paz y los demás mencionados en el artículo 88 de la Constitución
Política. Lo anterior no obsta para que el titular solicite la tutela de sus
derechos amenazados o violados en situaciones que comprometan intereses o
derechos colectivos siempre que se trate de impedir un perjuicio
irremediable".
Artículo 42 numeral 2°: "La acción
de tutela procederá contra acciones u omisiones de los particulares en los
siguientes casos:... 2.- cuando aquel contra quien se hubiera hecho la
solicitud esté encargado de la prestación del servicio público de salud para
proteger los derechos a la vida, la intimidad, a la igualdad y a la
autonomía".
En consecuencia un atentado tan grave e
inminente al ambiente, a la salud y a la vida no podría esperar la terminación
de una acción popular, de suerte que la desprotección a tales derechos se
entiende en este caso como carente de otros medios de defensa judicial.
Ello por cuanto los medios alternativos de
protección deben ser tan eficaces como la tutela, para poder desplazarla.
La idoneidad absoluta de otros medios de
defensa se asimila en consecuencia a su inexistencia.
E. El caso concreto
La Sala pretende sin embargo dar una
solución equitativa al problema ambiental y laboral que podría presentarse en
este proceso en caso de llegar al extremo de tener que cerrar la planta, por no
cumplir las condiciones mínimas requeridas para la protección del medio
ambiente. El alcance de la libertad económica lo establecerá la ley cuando así
lo exijan el interés social y el ambiente (artículo 366 Constitución Nacional).
Es por ello que se concederá un plazo
razonable para que el particular simplemente ejecute eficazmente las normas
legales pertinentes y la Resolución del Inderena. Esta entidad deberá constatar
tal cumplimiento y, en caso contrario, deberá adoptar en un término perentorio
las sanciones pertinentes.
En este sentido dichas normas son: El
Código de Recursos Naturales (Decreto 2811 de 1974), Ley 9a. de 1979 o Ley
Sanitaria Nacional y su Decreto Reglamentario No. 02 de 1982, por medio del
cual se fijan los requisitos mínimos que tienen que cumplir las empresas para proteger
el medio ambiente y el Decreto 2206 de 1983 por medio del cual se sanciona a
quienes incumplan estos requisitos.
Por otra parte es de advertir que el Código
Penal en el artículo 247 regula el tipo penal de la Contaminación Ambiental.
Luego el Inderena deberá en este caso velar
por el efectivo cumplimiento de estas normas.
En mérito de lo expuesto la Corte
Constitucional, en Sala de Revisión de tutelas, administrando justicia en
nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero: Revocar el fallo de instancia y en consecuencia tutelar el derecho al
ambiente sano de las peticionarias.
Segundo: Ordenar al Inderena para que conmine a la Compañía Vicón S.A a cumplir con la
Resolución No 00338 de abril 23 de 1991 en un plazo máximo de dos (2) meses
calendario. En caso de incumplimiento a dicha fecha, el Inderena deberá
imponer las sanciones pertinentes en un lapso de cuarenta y ocho (48) horas.
Tercero: Librar las comunicaciones de que trata el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991 para efectos de que se surtan las notificaciones de esta
providencia.
CUMPLASE, COPIESE Y PUBLIQUESE EN LA GACETA
DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado Ponente
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN CIRO
ANGARITA BARON
Magistrado Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Luis Guillermo Nieto Roa, Juan
Carlos Esguerra Portocarrero, Gaceta Constitucional No 26 pag 2
2 Informe de Ponencia Gaceta
Constitucional No 46 pags 4-6
3 Desgravaciones magnetofónicas.
Presidencia de la República. Sesión 11 de abril 11 de 1991. Comisión V.
4 Sentencia T-415, Corte
Constitucional.
5 Sentencia T-411, Corte
Constitucional.
[1]Declaración de
Estocolmo sobre el Ambiente Humano, 1972.
[2] Los Derechos
Constitucionales. Fuentes Internacionales para su Interpretación. Consejería
para el desarrollo de la Constitución. Presidencia de la República. 1992. pag
31.
[3]Sarmiento Palacio,
Germán. Las Acciones Populares en el Derecho Privado Colombiano. Banco de la
República Departamento Editorial, Bogotá, 1988. pag 60 a 63. |
154 | T-537-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-537/92
DERECHO
PATRIMONIAL/DERECHOS FUNDAMENTALES
El patrimonio de
las personas es un derecho fundamental constitucional porque a falta de él, el
hombre no podría cumplir su cometido de ser social, ya que lo necesita para
realizarse como tal y ha de contar con él para atender por lo menos las
exigencias económicas de supervivencia suya y de su núcleo familiar.
ACCION DE TUTELA
TRANSITORIA
Es requisito
además sine qua non para la procedencia de la acción de tutela que no exista
otro medio judicial de defensa, es decir, actuaciones ante los jueces que
permitan defender y amparar el derecho correspondiente; mas esto encuentra una
excepción en el caso de que esté de por medio un perjuicio irremediable, pues
en tal caso el afectado podrá utilizar la acción como mecanismo transitorio
para evitarlo, en cuyo caso el juez señalará expresamente en la sentencia que
su orden permanecerá vigente sólo durante el término que la autoridad judicial
competente utilice para decidir de fondo sobre la acción instaurada por el
afectado.
SALA DE REVISION No. 6
Ref.: Proceso de tutela No. 2642
Tema: Violación del Derecho a la propiedad.
La
acción de tutela como mecanismo
transitorio para evitar
un perjuicio irremediable.
Actor:
Rosa
Inés Valderrama de Patiño
Demandado:
Gerente del Banco Central Hipotecario,
Sucursal Unicentro de Santafé de
Bogotá, D.C.
Magistrado
Ponente:
DR. SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Santafé de Bogotá,
D.C., veintitres (23) de septiembre novecientos noventa y dos (
1992).
La Sala de Revisión
de tutelas de la Corte Constitucional conformada por los Magistrados Simón
Rodríguez Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Ciro Angarita Barón, revisa
las acciones de tutelas proferidas por el Juzgado 43 de Instrucción Criminal y
el Juzgado 86 de Instrucción Criminal de esta ciudad en sentencias de primera
instancia del 19 de marzo de l992 y 20 de abril de l992 respectivamente.
I. ANTECEDENTES.
De conformidad con
lo ordenado en los artículos 86 y 241 numeral 6o. de la Constitución Nacional y
33 del Decreto 2591 de l991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte
Constitucional en reunión de fecha 17 de junio de l992, consideró procedente
realizar el estudio y evaluación de la acción de tutela de la referencia.
Con fundamento en el
artículo 34 del Decreto 2591 de l991, entra esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional, a dictar sentencia de revisión.
A.
HECHOS DE LA DEMANDA.
El día 18 de
noviembre de l991, Rosa Inés Valderrama de Patiño celebró la compraventa de un
titulo valor representado en la cédula hipotecaria No. 41417 por valor de $
8.500.000 expedida por el Banco Central Hipotecario, -B.C.H.- , con Jaime
Hernández Ortíz.
En pago de este
título valor Jaime Hernández Ortíz le entregó cuatro cheques personales del
Banco Internacional a la señora Valderrama de Patiño, para las siguientes
fechas y por los valores que se expresan:
a) Dos para el
dieciocho (18) de diciembre de l991, por valor de Ciento dieciseis mil pesos (
$116.000.oo) M/cte. y Tres millones ochocientos veinticinco mil pesos
($3.825.000.oo) M/cte.
b) Dos cheques para
ser cobrados el 30 de enero de l992, por valor de Ciento dieciseis mil pesos
($116.000.oo) M/cte y Tres millones de pesos ($3.000.000) M/cte. El 18 de
diciembre, día en que debía consignar los dos primeros cheques, Rosa Inés
Valderrama de Patiño recibió una llamada de Hernández Ortíz, en donde le
previno para que no fuera a cobrar los cheques, ya que por un problema de la
huelga bancaria en el B.C.H., no había logrado hacer unas transacciones para
cubrir el valor de esos títulos.
La señora trató de
localizar al girador para que le arreglara el problema presentado con los
cheques girados pero Hernández Ortíz, según declaración de Valderrama de
Patiño, eludió su responsabilidad. Se presentó en la única dirección conocida
que tiene de Hernández Ortíz que es la de su oficina ubicada en la cra. 13 No.
63-21 -402-, en donde el portero del edificio le comentó que hacía más de una
semana que el despacho de ese señor no era atendido por nadie.
Esta consignó uno de
los cheques en el Banco Popular Sucursal chapinero y el otro que debía
consignar el 18 de diciembre pasado, lo había negociado con Soledad Zuluaga,
quien a su vez, también había consignado el cheque.
Los títulos-valores
fueron devueltos por el Banco por carencia absoluta de fondos, lo que
motivó que la agraviada Rosa Inés Valderrama de Patiño ante el perjuicio
irremediable que se cernía sobre su patrimonio en oficio del 26 de diciembre de
l991 le solicitó al Gerente del Banco Central Hipotecario sucursal unicentro,
para que mediante su intervención "impedirá que se consume al retener
las cédulas que nos pertenecen al ser cobrados sus intereses el 5 de enero de
l992, o antes o después mediante cualquier transacción hecha con ellas, o en
general, el Banco debe tomar cualquier medida preventiva con la prontitud
señalada por el artículo 23 de la Constitución, mientras las autoridades
judiciales competentes asumen el caso".
El día 27 de
diciembre pasado, también envió un oficio al señor Gustavo Andrade Gerente de
la Bolsa de Bogotá a quien le "solicitan su valiosa intervención para
que dichas cédulas no puedan ser negociadas en la bolsa pues quedaríamos sin
ningún respaldo económico, dado que era el único capital con que contabamos en
la actualidad".
En esa misma fecha
Rosa Inés Valderrama de Patiño presentó ante la unidad judicial del Chicó,
denuncia por el delito de estafa en cuantía de $8.500.000,oo contra el señor
Jaime Hernández Ortíz, con fundamento en la cédula hipotecaria No. 41417 que
negoció con ese señor por la suma anotada, la cual la respaldó con unos cheques
que a la postre resultaron impagados por la causal carencia absoluta de fondos.
Que el girador no ha aparecido por ningún lado, que ella ha ido hasta su oficina
y no lo ha logrado localizar por lo que ha estimado que ha sido víctima de un
timador prevalido de sus buenos modales y labia, de quien ha recibido un
perjuicio irremediable en su patrimonio, "por lo cual procede
a instaurar formalmente la denuncia ante ya los hechos concretos...".
B.
ACCION DE TUTELA.
En el mismo
escrito de la demanda por el delito de estafa que presentó Rosa Inés
Valderrama de Patiño ante la unidad judicial del Chicó, contra Jaime Hernández
Ortíz, incoó la acción de tutela en los siguientes términos:
"Es por esta
situación que invoco también la acción de TUTELA ante el primer JUEZ que
conosca (sic) de esta denuncia para inparta (sic) las ordenes pertinentes ante
el Banco Central Hipotecario y ante la Bolsa de Bogotá, y donde tengan
sucursales con el fin de evitar que sea violado nuestro derecho patrimonial,
protejido (sic) por la Constitución Nacional actual, dado que a traves (sic) de
la TUTELA la protección es inmediata y perdería de no ser a travez (sic) de
este beneficio acción de la TUTELA mucho tiempo mientras se reparte la
denuncia, la radican, me citan a la ampliación y ratificación, dictan el auto
cabeza de proceso, lo que precisamente en ese paso de tiempo bulneraria (sic)
completamente mi derecho constitucional...".
La denuncia penal y
la acción de tutela tuvieron el siguiente trámite:
Estas preliminares
llegaron al Juzgado 103 de Instrucción Criminal para reparto y con fecha 30 de
diciembre de l991 se remitió el expediente al Juzgado 52 de Instrucción
Criminal para que conociera de las diligencias pertinentes, las cuales se
radicaron en este último despacho judicial el día 31 de diciembre de l991.
El Juzgado 52 de
Instrucción Criminal, sólo vino a darle trámite a la acción de tutela el 16 de
marzo de l992 y propició un doble reparto de esta acción, así:
a) Con oficio No.
429 del 16 de marzo de l992, la envió a reparto, oportunidad en la cual llegó
para conocimiento del Juzgado 43 de Instrucción Criminal, despacho que la
recibió el 17 de ese mismo mes y año a las 11:00 a.m., en un cuaderno de seis
folios, el cual radicó el Juzgado bajo el número 005/92, según el informe de
Secretaría.
Fallo de la
tutela del Juez 43.
Con las pruebas que
vinieron en el expediente, el Juzgado 43 de Instrucción Criminal, falló la
acción de tutela, mediante providencia del 19 de marzo de l992, el cual
fundamentó, así:
"En el caso
de ocupación (sic), se le ha dado a la acción de tutela una interpretación
errónea y contraria a su verdadero espíritu al pretender con ello variar
los cauces legales del procedimiento lo cual pugna con la filosofía de
dicha institución y, de consiguiente, el amparo de tutela invocado por la Dra.
Inés Valderrama de Patiño que centra la atención del Despacho, deberá ser
declarado improcedente".
La decisión de ese
Juzgado fue la de la improcedencia de la acción.
A la petente se le
requirió mediante marconigrama del 20 de marzo de l992 enviado a la dirección
que ella registró en su denuncia, es decir, a la avenida 13 No. 132-90 interior
9 apto 418 de esta ciudad, con el fin de notificarle el fallo. La quejosa no se
presentó al Juzgado por lo que la providencia se ejecutorió a través de estado,
el 25 de ese mes y año.
El expediente con
las diligencias del caso, fue enviado a esta Corte Constitucional para su
revisión, con oficio No. 527 de 31 de marzo de l992.
b) Nuevamente el
Juzgado 52 de Instrucción Criminal, sometió a reparto la petición de tutela con
oficio No. 515 del 3 de abril de l992, proceso que en esta oportunidad adelantó
el juzgado 86 de Instrucción Criminal, el cual recibió ese despacho judicial el
día 8 de abril pasado.
Dentro del trámite
procesal de la acción de tutela, el 9 de abril el Juzgado avocó el conocimiento
de los hechos a través de un auto de esa fecha en el cual se dispuso:
Practicar diligencias de Inspección Judicial en el Juzgado 52 de Instrucción
Criminal a la denuncia que se radicó con el No. 946, diligencias que se
llevaron a cabo ese mismo día a las 10:00 a.m., según acta que reposa en el
expediente.
Ese despacho
judicial determinó oir en declaración a la demandante Rosa Inés Valderrama de
Patiño a quien se citó para el 10 de abril, actuación que se cumplió en esa
fecha y dentro de la misma, la citada manifestó:
"Por estos
hechos no existe ( un pro) existen unas preliminares en el Juzgado 52 de
Instrucción Criminal, contra el señor Jaime Hernández Ortíz, donde tampoco se
ha hecho nada..."
El Juez 52 de
Instrucción Criminal puso a disposición del Juzgado 86 los siguientes
documentos:
Fotocopia autenticada
del título valor No. 41417 expedido por el Banco Central Hipotecario a su
nombre y de Germán Patiño Gómez por valor de Ocho Millones Quinientos Mil pesos
( $ 8.500.000.) M/cte.
La correspondencia
cruzada entre ellos y el Banco Central Hipotecario y la Bolsa de Bogotá, donde
la demandante informó a estas entidades sobre los hechos que han acaecido con
respecto a su cédula hipotecaria, y las contestaciones que sobre el particular
le han dado estas instituciones, y por último, los mensajes que le fueron
enviados por el Juzgado 52 de Instrucción Criminal respecto del proceso que
adelanta con fundamento en la denuncia instaurada por Rosa Inés Valderrama de
Patiño en contra de Jaime Hernández Ortíz por el delito de estafa.
Fallo de la
tutela del Juez 86.
En providencia del
20 de abril de l992, falló la tutela el Juzgado Ochenta y Seis de Instrucción
Criminal el cual lo fundamentó con los siguientes argumentos:
Que el artículo 2o.
del Decreto 2591 de l991, garantiza los derechos fundamentales y que el título
II, capítulo I de la Constitución Nacional no señala al patrimonio económico
con esta connotación especial pero ese despacho considera que es de los
derechos que merece ser tutelado.
Que en la forma en
que lo prescribe el artículo 6o. de ese Decreto la tutela en este caso se
solicitó como mecanismo transitorio. Al respecto precisó :
"Por los
hechos antes referidos, la afectada contaba con otros mecanismos de defensa
judicial, como instaurar la respectiva denuncia contra el responsable por un
posible delito contra el patrimonio económico, como en efecto sucedió
sinembargo la acción de tutela que nos ocupa, es procedente solo como
mecanismo transitorio, y afin de tomarse unas medidas preventivas que eviten el
cobro del título valor en mención mientras el Juzgado que conoce de la
respectiva denuncia se pronuncie al respecto, buscando por esta forma que
mientras se adelanta la investigación no se vaya a vulnerar el Derecho que a
éste momento se encuentra en peligro".
En la decisión el
Juzgado Ochenta y Seis de Instrucción Criminal amparó el derecho patrimonial de
Rosa Inés Valderrama de Patiño, y ofició al Banco Central Hipotecario para que
se abstuviera de cancelar el título valor No. 41417, mientras dure el proceso
que sigue el Juzgado Cincuenta y dos de Instrucción Criminal.
En ninguna de las
dos oportunidades en las cuales se falló esta acción de tutela hubo impugnación
por lo que en cumplimiento del trámite legal establecido en los artículos 33 y
siguientes del Decreto 2591 de l991, fue enviada la providencia para su
revisión a esta Corte Constitucional.
II. COMPETENCIA.
Es competente la
Corte para revisar los presentes fallos de tutela y ello de conformidad con lo
prescrito en el artículo 86 inciso 2o. y 241 numeral 9o. de la Constitución
Nacional, en concordancia con los artículos 33 y 34 del Decreto 2591 de l991,
que le asignan esta función a la Corte para revisar los fallos de tutela.
III.
CONSIDERACIONES.
Esta acción de
tutela fue instaurada contra el Gerente del Banco Central Hipotecario, sucursal
Unicentro, quien tiene la calidad de servidor público, en los términos en que
lo consagra el artículo 1o. del Decreto 2822 de diciembre 18 de l991, por medio
del cual el Gobierno Nacional reformó los estatutos de esa entidad bancaria, en
concordancia con el artículo 123 de la Constitución Nacional.
Con fundamento en
los hechos relatados, esta Sala de Revisión estima procedente que los puntos a
tratar dentro de la presente controversia jurídica, son:
1. Establecer el
carácter del derecho patrimonial como derecho constitucional fundamental.
2. La acción de
tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
En cumplimiento del
temario propuesto, entra esta Sala de Revisión a dar desarrollo a cada uno de
los puntos señalados, así:
1. El
derecho de propiedad es un derecho constitucional fundamental.
A. En el plano universal en principio se
consideró el derecho a la propiedad como un derecho absoluto para su titular
sin limitación de ninguna especie, inspirado en las tesis clásicas del
liberalismo que tenían por fundamento la libertad absoluta del individuo, para
quien la única limitante era la libertad de los demás, junto con el concepto de
la soberanía nacional del Estado, del poder del imperio público cuya función
primordial era amparar la libertad individual y preservar el orden público
interno y externo.
Este criterio
perduró en Colombia hasta el año de l936, con la Reforma Constitucional de ese
año.
Tuvo como
antecedentes, este acto legislativo respecto de la propiedad, la influencia del
pensamiento positivista en el derecho público, especialmente, las teorías
expresadas por LEON DUGUIT, que por esa época llegó a inspirar grande
influencia en las cátedras de derecho constitucional que se dictaban en las
diferentes universidades del país.
Para Duguit debe
existir una solidaridad social:
"La
doctrina solidarista añade que desde el momento en que el hombre forma parte de
la sociedad, y por este hecho, es un ser social, nace para él una serie
de obligaciones, especialmente la de desarrollar su actividad física,
intelectual, moral y no hacer nada que entorpezca el desarrollo de la actividad
de los demás; que por consiguiente, no puede decirse en verdad que el hombre tiene
un derecho al ejercicio de su actividad; es preciso decir que tiene el deber de
ejercerlo, que tiene el deber de no dificultar la actividad de los demás, el
deber de favorecerle y de ayudarla en la medida de lo posible".1
Estos criterios
desde luego trajeron una serie de consecuencias respecto de las actividades de
los individuos y del propio Estado. Las acciones no deben entenderse realizadas
en beneficio particular sino con sentimientos de solidaridad colectivos y de
servicio altruista.
Respecto de la
propiedad se expresó así León Duguit:
"La
propiedad capitalista ya no se entiende hoy como el derecho intangible de su
titular, sino como una situación que le impone obligaciones.
El hombre
propietario de un capital no puede dejarlo improductivo. La propiedad es el
producto del trabajo, y, a mi modo de ver, una consecuencia de la libertad
de trabajo. El detentador de un capital no puede dejarle improductivo, puesto
que él no lo detenta sino para hacerle producir en interés de la
sociedad".2
El Gobierno Nacional
de la época a través de su Ministro de Gobierno presentó a la Cámara de
Representantes, un proyecto de Acto Legislativo para reformar el régimen de la
propiedad privada en Colombia y ese propósito lo argumentó de la siguiente
manera:
"Como veís, honorables
Representantes, el proyecto sustituye la concepción excesivamente
individualista de los derechos privados que caracteriza la Constitución actual,
por otra parte que considere que el derecho individual debe ejercitarse como
una función social y debe tener como límite, la conveniencia pública. El
derecho privado como función social por oposición al derecho privado absoluto,
tal es la última razón del proyecto que el Gobierno somete a vuestra
consideración".3
Dentro del proceso
legislativo que siguen estos proyectos en el Congreso, éstos fueron algunos de
los conceptos expresados por los Representantes que tuvieron el encargo de
presentar ponencia sobre esta reforma:
"Hacer pues,
del interés social una finalidad y a la luz un motivo de progreso, de
adaptación a la función protectora del Estado, de contrapeso a la expansión de
poderes económicos internos, que funcionan como rueda loca, sin ningún
beneficio para la sociedad y sin sujeción a los Poderes Públicos; hacer, en una
palabra funcionar a la propiedad de todas las cosas corporales e incorporales,
mobiliarias e inmobiliarias, al compás de la necesidad económica y colectiva,
es la intención y el alcance del artículo 1o. del acto legislativo que
estudiamos."4
Y el ponente en el
Senado sobre el mismo tema de la función social de la propiedad, expresó:
"El concepto
de la propiedad que se habían formado los autores de la Declaración de Derechos
y los del Código Civil, no responde ya, ciertamente, al estado actual de
derecho. Ya no es la propiedad, incostestablemente, aquel derecho subjetivo del
individuo que el Código Civil definía; el derecho de disponer de las cosas de
la manera más absoluta: derecho absoluto, manifestación por excelencia de la
autonomía individual; derecho que implica para el propietario la facultad
plena, omnímoda, de usar, gozar y disponer de la cosa, y al mismo tiempo, el
poder de no usar, de no gozar, de no disponer de la misma y, por
consiguiente, de dejar sus tierras sin cultivos, sus casas sin ser habitadas,
sus solares urbanos sin construcciones, sus capitales mobiliarios
improductivos.
Hoy la propiedad
tiende a convertirse en función social. Ella implica, para todo detentador de
una riqueza, la obligación de emplearla en acrecer la riqueza social, y merced
a ella, la interdependencia social. He ahí la finalidad que busco con el
artículo propuesto".5
Los anteriores
enunciados tienen como fundamento descubrir cual fue el espíritu del legislador
al consagrar dentro del Estado Colombiano el derecho a la propiedad e
igualmente buscar en esos textos algunas precisiones que señalen el camino para
determinar la interpretación histórica de la norma.
El artículo
incorporado mediante el acto legislativo No. 1 de l936 que vino a formar parte
de la Constitución Nacional derogada y que lo codificó bajo el número 30,
prescribe los mismos postulados de fondo que el artículo 58 que en la
actualidad consigna la propiedad privada, con dos adiciones que esta última
disposición señala las cuales se verán en los comentarios que este documento
precisará más adelante.
En efecto, el
derecho a la propiedad privada, se encuentra consagrado en la Constitución
Política en el título II, capítulo 2 que consagra los Derechos Sociales,
Económicos y Culturales la cual en su artículo 58 dice:
" Se
garantizan la propiedad privada y los demás derechos adquiridos con arreglo a
las leyes civiles, los cuales no pueden ser desconocidos ni vulnerados por
leyes posteriores. Cuando de la aplicación de una ley expedida por motivo de
utilidad pública o interés social, resultaren en conflicto los derechos de los
particulares con la necesidad por ella reconocida, el interés privado deberá
ceder al interés público o social.
La propiedad es
una función social que implica obligaciones. Como tal, le es inherente una
función ecológica.
El Estado
protegerá y promoverá las formas asociativas y solidarias de propiedad.
Por motivos de
utilidad pública o de interés social definidos por el legislador, podrá haber
expropiación mediante sentencia judicial e indemnización previa. Esta se fijará
consultando los intereses de la comunidad y del afectado. En los casos que
determine el legislador, dicha expropiación podrá adelantarse por vía administrativa,
sujeta a posterior acción contenciosa administrativa, incluso respecto del
precio.
Con todo, el
legislador por razones de equidad, podrá determinar los casos en que no haya
lugar al pago de indemnización, mediante el voto favorable de la mayoría
absoluta de los miembros de una y otra Cámara. Las razones de equidad, así como
los motivos de utilidad pública o de interés social, invocados por el
legislador, no serán controvertibles judicialmente".
La propiedad privada
goza de los privilegios que le otorgan el Estado y sus instituciones, amparo a
la propiedad que no puede ser menoscabado, violado o vulnerado por leyes
posteriores. Luego la propiedad legítimamente constituida tiene todas las
prerrogativas legales y está protegida por este ordenamiento constitucional.
Pero esa propiedad,
aún así concebida, tiene un límite, cuando ella entra en conflicto en razón de
un ordenamiento legal con el interés público, aquélla deberá ceder en favor del
interés de la colectividad.
Porque la propiedad
en ningún momento debe cumplir fines ególatras o exclusivistas para quien la
posee, sino que está encaminada a satisfacer necesidades de interés común o
social. De ahí que la Constitución establezca que "La propiedad es una
función social que implica obligaciones ...".
Las obligaciones que
determina la norma son del resorte y están radicadas en cabeza del titular de
la propiedad y a través de ella, se debe hacer posible el desarrollo urbano,
si se trata de bienes inmuebles citadinos y colaborar con la producción
agrícola y ganadera si ellos son aptos para esta clase de menesteres.
Persigue el Estado
que todos los bienes sean productivos, tanto para el dueño como para la
sociedad y que a través de la producción se consigan los ingresos que vayan a
influir en el patrimonio particular y en la tributación como medio de
alimentación del fisco nacional.
El artículo le
señala una función ecológica a la propiedad, precisamente porque no se puede
abusar de su explotación en contra de claros preceptos para la preservación del
medio ambiente. Encaja esta prohibición dentro del concepto social porque así
como es dable la utilización de la propiedad en beneficio propio, no es razón o
fundamento para que el dueño cause perjuicios a la comunidad como por ejemplo
con la tala indiscriminada de bosques, la contaminación ambiental, que van en
detrimento de otros derechos de los asociados como lo son el de gozar de un
medio ambiente sano, que en últimas, se traducen en la protección a su propia
vida.
El Estado tiene la
obligación de promover y proteger las formas asociativas y solidarias de la
propiedad, vale decir que las asociaciones que persigan la explotación y
producción de la propiedad también gozan de los beneficios del Estado. Constitucionalmente
se precisa que a la propiedad también se puede llegar en forma plural, en
forma colectiva, de ahí que las normas civiles y comerciales que regulan la
materia determinan la manera y el procedimiento de cómo hacer viable la
titularidad de la propiedad colectiva, asociativa o plural.
Unos principios
básicos del sistema de propiedad privada son la libertad de empresa y la
igualdad de oportunidades para que cualquier ciudadano, personas, familias o
grupos indistintos de familias y personas, puedan establecer empresas y
explotarlas en términos económicos y hacerlas productivas en igualdad de
condiciones sin mas restricciones que aquellas que les imponga la ley.
Habla también la
norma constitucional de la expropiación mediante sentencia judicial e
indemnización previa del valor de la propiedad privada. Esta figura jurídica
solo es factible por motivos de utilidad pública o de interés social, definidos
con antelación por el legislador. Es decir que no puede haber expropiación
caprichosamente sino que en aras de brindarle seguridad y protección a la
propiedad, el Legislador establecerá unos requisitos previos para poder
despojar de sus bienes a los propietarios de buena fe, como principio tutelar
del Estado de derecho, en relación con el respeto que se tiene de la propiedad
privada.
Tan así que la
expropiación por vía administrativa puede generar conflictos entre el Estado y
el particular que éste puede acudir ante la jurisdicción Contencioso-
Administrativa en acción de nulidad y restablecimiento del derecho para que,
entre otros casos, le sea devuelta su propiedad o se le pague el precio
justo, cuando vea que su bien ha sido tasado por un menor valor del que cree
que en realidad le corresponde.
Sólo hay dos casos
en el cual la expropiación puede darse sin indemnización previa y es cuando
ésta ha sido aprobada por las dos terceras partes tanto del Senado como de la
Cámara y en este caso, el sancionado con la medida de la expropiación, no puede
alegar o controvertir judicialmente las razones invocadas por el legislador,
esto es, cuando militan razones de equidad, motivos de utilidad pública o de
interés social.
Cuando el Estado se
encuentre en guerra, y sólo para atender los gastos que genere la guerra
también puede darse la expropiación sin la indemnización previa. La propiedad
inmueble podrá ser ocupada temporalmente, pero siempre el Estado deberá
responder por las expropiaciones que haga él directamente, o por conducto de
sus instituciones, al decir del artículo 59 de la Constitución Nacional.
El artículo 60 de la
Carta obliga al Estado a promover en sus diferentes vertientes el acceso a la
propiedad y con el fin de democratizarla y evitar la concentración de la
riqueza y de los ingresos que generan los grandes monopolios y fomentar el
desequilibrio social, cuando las instituciones estatales tengan que enajenar o
vender las participaciones que le corresponda en determinada empresa, deben
tener en cuenta para ofrecer esas acciones a los trabajadores de la misma
sociedad, en condiciones de favorabilidad frente a los demás postores. Es un
ejemplo de la forma como el Constituyente previó que se podía colaborar para
hacer más democrática la propiedad, para que a través de la distribución
equitativa de los bienes privados nacionales, se pueda llegar a una verdadera
distribución del ingreso y ciertamente pueda cumplir con su cometido de función
social.
Todas las formas de
propiedad están protegidas constitucionalmente. La propiedad intelectual, la
creatividad del hombre, la producción literaria, artística, económica,
científica, investigativa, en fin todas aquellas manifestaciones culturales que
distinguen al ser humano de las demás especies de la creación gozan de la
protección legal del Estado. Así lo establece el artículo 61 al señalar la
protección de la propiedad intelectual, propiedad que viene a ser, al fin de
cuentas, la más arraigada al hombre porque lo identifica con su propia
personalidad y porque es de los bienes intrínsecos de cada quien, dones
naturales propios de cada ser humano.
Los artículos
precedentes que consagra este derecho real, deben mirarse en concordancia con
el contenido del 64 Constitucional porque también señala en precisos términos
lo relacionado con la propiedad de la tierra, así:
"Artículo
64.- Es deber del Estado promover el acceso progresivo a la propiedad de la
tierra de los trabajadores agrarios, en forma individual o asociativa, y a los
servicios de educación, salud, vivienda, seguridad social, recreación,
crédito, comunicaciones,comercialización de sus productos, asistencia técnica y
empresarial, con el fin de mejorar el ingreso y la calidad de vida de los
colombianos".
El precepto dedica
su contenido a los trabajadores agrarios y señala que éstos tendrán acceso en
forma progresiva, no solo a la explotación de la tierra sino que habrá para
ellos la oportunidad de hacerse propietarios de la tierra, bien en forma
individual o colectiva.
Le asegura la norma
una serie de servicios públicos a la clase trabajadora colombiana y
especialmente a los campesinos, como la educación, salud, vivienda, seguridad
social, recreación, crédito, comercialización de los productos asistencia
técnica y empresarial entre otros servicios, de los cuales adolecen los
trabajadores agrarios.
Se entiende que ésta
es una de las clases más marginadas, más subdesarrolladas y por ende, mas
propensas a toda clase de contingencias. De ahí que constitucionalmente hoy se
tenga una norma que enuncia toda una serie de reivindicaciones sociales para el
campesino colombiano, la cual reafirma el criterio que los servicios señalados
se le brindarán al trabajador con el fin de mejorar el ingreso y la calidad de
vida de los campesinos.
El Estado no puede
desvincularse de la suerte de sus connacionales así como la economía estatal
o particular tampoco puede ser indiferente al patrimonio privado y colectivo
de la sociedad, entendida ésta como el núcleo de personas que conforman la
nación. De ahí que el Estado se preocupe por el hombre y los conocedores de las
ciencias económicas estén atentos a las fluctuaciones patrimoniales de aquél,
porque las relaciones en las sociedades de consumo se valoran y se aprecien de
conformidad con la disponibilidad de recursos económicos de cada uno en
particular.
Con razón algunos
analistas de la materia han llegado a expresar:
"Los
economistas liberales clásicos proclamaban la organización de la vida económica
basada en los siguientes fundamentos: el individuo, la libertad, la propiedad
privada, el Estado gendarme y las leyes naturales. Para ellos, la sociedad
económica era armónica y justa, si al ciudadano se le daba libertad para
adquirir, contratar y emprender poniendo en juego su iniciativa, su ingenio y
dejándole el incentivo de la ganancia, pues se concebía una identidad total
entre el interés individual y el colectivo. El Estado debería permanecer al
margen de las actividades de la persona y reducir sus funciones al
sostenimiento de la paz interna y externa, a la administración de justicia y a
la prestación de algunos servicios que los particulares fueran incapaces de
realizar. La economía, como todas las actividades humanas, establece
regulaciones por leyes naturales ineluctables que los hombres no pueden ni
deben tratar de violentar con instituciones artificiales como el Estado
interventor, sino, por el contrario, acomodarse a esas leyes lo más exactamente
posible. El mercado libre regula el trabajo, la inversión, el consumo y las
aspiraciones y aptitudes infinitamente variadas de los hombres".6
La economía nacional
es el compendio del patrimonio de las personas y entidades particulares,
sumadas con las de las empresas y medios productivos del Estado. Existe
entonces una relación muy estrecha entre la economía nacional y el patrimonio
particular. Por esto, el Estado y los órganos de dirección de la producción
nacional, no deben ser indiferentes a la suerte del hombre como generador de la
productividad nacional. Al respecto, es oportuno la transcripción de los
siguientes comentarios:
"Todos los
que estamos genuinamente interesados en el bienestar del pueblo colombiano,
independientemente del sector al cual estemos vinculados, sea éste el político,
el sindical, el religioso, el empresarial, o cualquier otro, buscamos y
anhelamos el desarrollo nacional tratando de mejorar, tanto el nivel de vida en
términos económicos como la calidad de la vida de todos los integrantes de la
sociedad.
Particularmente
nos angustia el grado de miseria y desdicha que tienen que soportar tantos
colombianos a los cuales no les han llegado aún los beneficios del siglo en que
vivimos. Coincido por ello con el Señor Presidente de la República cuando
afirma que " el capital tiene, tanto como el Estado, deberes y
obligaciones que cumplir"; pienso como el Señor Presidente de la Cámara
cuando manifiesta que "El tipo de sociedad ideal no puede ser otro que el
de una comunidad nacional interpendiente en todos sus grupos y clases sociales,
y de la cual se haya podido desterrar la miseria que aqueja a las mayorías de
nuestra población"; y me identifico con el Presidente de la ANDI cuando
dice que los empresarios "no consideramos justo luchar sólo en defensa de
los intereses económicos, por más legítimos y benéficos que puedan ser,
mientras a nuestro alrededor hay hambre, desnutrición, incultura,
analfabetismo".
Teniendo por
consiguiente esos objetivos y un común sentimiento de solidaridad es
indispensable que busquemos a toda costa la forma más eficaz y digna, pero al
mismo tiempo apta para salir del subdesarrollo y mejorar la calidad de vida de
todos los ciudadanos".7
El fin primordial
dentro de un Estado Social de Derecho (arts. 1 y 2 C.N.), es la prevalencia del
hombre como individuo, como persona, como ser social, respecto de los demás
objetos desarrollados por la Carta.
Con razón dijo el
Presidente Gaviria que:
"En esta
democracia participativa lo mas importante es el poder de cada ciudadano. Por
eso, en la Carta de los Derechos se dice claramente que puede hacer un
individuo que se sienta discriminado, qué puede hacer una persona que ha sido
arbitrariamente tratada o asaltada en su honra, en su intimidad o en su
autonomía".8
Precisa el
Presidente que en la democracia participativa lo más importante es el poder de
cada ciudadano. Se indaga a qué clase de poder se refiere el Presidente y se
entiende que es el poder en sentido general. Poder social, poder económico,
poder patrimonial, poder para autodeterminarse, poder para decidir y participar
en toda la actividad de la vida nacional, poder para formalizar un hogar, para
buscar alternativas de subsistencia y en fin, poder para disfrutar de la
libertad con las restricciones que al hombre le imponen el medio social y
las instituciones legítimamente constituídas.
Dentro del enfoque
de este estudio se ha hablado de la propiedad en los precisos términos en que
la consagra la Constitución Nacional de su función social, de sus diferentes
clases, de las obligaciones tanto del Estado para brindarle acceso a los
particulares para obtenerla, de su democratización, la obligación social de los
propietarios para explotarla en forma real y ponerla al servicio de la
humanidad, es entonces oportuno precisar el concepto de la propiedad
Por ella se entiende
"en sentido general cuanto nos pertenece o es propio, sea su índole
material o no, y jurídica o de otra especie. Por antonomasia, la facultad de
gozar y disponer ampliamente de una cosa. Mas perceptiblemente, el objeto de
ese dominio o derecho. En concreto cualquier predio o finca".9
El Código Civil
Colombiano en el artículo 669, señala: "El dominio (que se llama
también propiedad) es el derecho real en una cosa corporal, para gozar y
disponer de ella arbitrariamente, no siendo contra ley o contra derecho ajeno.
La propiedad
separada del goce de la cosa, se llama mera o nuda propiedad".
Si bien es cierto
que el artículo citado sólo hace referencia a este derecho sobre las cosas
corporales o materiales, las siguientes normas precisan la propiedad sobre las
cosas incorporales. Así lo señala el artículo 670 y reafirma esta tesis el 671,
cuando dice: " las producciones del talento o del ingenio son una
propiedad de sus autores..."
Luego la propiedad
en Colombia se predica tanto de los bienes materiales e inmateriales, tangibles
e intangibles, corpóreos o incorpóreos. Supone el uso y disposición del bien,
siempre y cuando no se perjudique el derecho de los terceros.
El derecho de
propiedad y el patrimonio son términos afines que se confunden en cuanto a su
concepción jurídica. Se considera que el concepto de patrimonio es más amplio
que el de propiedad porque el primero incluye no solamente los activos sino los
pasivos de su titular.
En Derecho Romano
durante la República por patrimonio se entendió la universalidad de bienes que
pertenecían al pater familias, los cuales conformaban el activo bruto del
patrimonio familiar, es decir, que todos los bienes de los miembros de la familia,
estaban sometidos a la voluntad del soberano del lar, hoy hogar, que era el
pater familias, a quien se le denominó también soberano doméstico. En la época
del imperio, se acrecentó la independencia de los miembros de la familia de la
jerarquía paternal que había ejercido el pater familia por lo que en igual
forma, fueron apareciendo varios patrimonios, conformados por los bienes
pertenecientes a una persona.
En la época clásica
se entendió al patrimonio como los bienes activos valorados en dinero correspondientes
a una persona, los cuales pueden estar conformados por derechos crediticios y
por derechos reales. No aparecía como parte del patrimonio las deudas u
obligaciones de las personas.
Hoy se entiende por "patrimonio
el conjunto de bienes, créditos y derechos de una persona y su pasivo, deudas u
obligaciones de índole económica. "Es el conjunto de los derechos y de
las cargas, apreciables en dinero, de que una misma persona puede ser titular u
obligada y que constituye una universalidad jurídica. La palabra se emplea
alguna vez para designar una masa de bienes que tiene una afectación especial,
por ejemplo, una fundación (Capitant)"".10
Puede precisarse
entonces, ciertas características del patrimonio, como por ejemplo que sólo las
personas son titulares de él, sujetos que desde luego, pueden ser naturales o
jurídicos. Toda persona posee un patrimonio, así él sólo esté conformado por
deudas, pues la mayor o menor cantidad de bienes no significa que una persona
tenga varios patrimonios, porque éste se predica respecto de la persona y por
tanto, sólo es titular de un patrimonio y además, no es trasmisible sino por
causa de muerte porque nadie en vida puede transferir la totalidad de los
bienes que lo conforman. Se dice entonces que el patrimonio es
personalísimo, inagotable, indivisible e inalienable pero sí puede ser
objeto de embargo y de expropiación en lo que se refiere a la tenencia de
bienes materiales por razones de utilidad pública o de interés social.
Desde el punto de
vista de la naturaleza humana y sociológico se entiende que el hombre tiene
unas necesidades básicas primarias que son inherentes a toda persona y que sin
ellas, sería difícil por no decir que imposible, su subsistencia. Son aquellas
a las cuales Abraham Maslow denominó necesidades fisiológicas de la persona,
porque buscan conservar y perpetuar su vida. Debe el hombre procurarse su
alimentación, su vivienda, su salud, debe abrigarse de las inclemencias del
tiempo, debe en su condición de ser social buscar la integración con las demás
personas y procurarse su bienestar.
Es cierto que todas
estas necesidades son parte fundamental de la vida del hombre, pero
desafortunadamente no todas han sido satisfechas para la comunidad. Los
servicios públicos antes enunciados requieren por lo general de una
contraprestación económica por parte de la persona que sienta la obligación de
obtener estos beneficios, contraprestación que significa una erogación en
dinero. Cualquier actividad estatal por efímera que ella sea supone un costo.
Además, cualquier utilización que se haga de los bienes y servicios del mercado
en una sociedad de economía capitalista con intervención estatal como la
nuestra, lleva implícito un costo económico. Costo que si las personas no
tienen ningún patrimonio o lo tienen escaso, no pueden acceder a los bienes de
consumo ni mucho menos disfrutar de las mínimas facilidades de
subsistencia; y aún más, se puede afirmar que hay momentos en que las clases
marginadas no gozan ni de los servicios básicos que demanda la condición social
del hombre.
Como colofán de lo
dicho anteriormente, ha de expresarse que el patrimonio de las personas es un
derecho fundamental constitucional porque a falta de él, el hombre no podría
cumplir su cometido de ser social, ya que lo necesita para realizarse como tal
y ha de contar con él para atender por lo menos las exigencias económicas de
supervivencia suya y de su núcleo familiar.
B. El
Derecho de Propiedad en los Convenios y Tratados Internacionales.
El derecho de
propiedad ha sido consagrado desde hace mucho tiempo en la legislación
internacional como un beneficio del hombre para que a través de ella pueda
conseguir el bienestar social y familiar y pueda satisfacer sus necesidades
personales.
Así consagra la
legislación supranacional este derecho:
La Declaración de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Reseña el derecho a
la propiedad en su artículo 17, el cual prescribe: "Siendo la
propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede ser privado de
ella, sino cuando la necesidad pública, legalmente justificada, lo exija
evidentemente y a condición de una justa y previa indemnización".
La Convención
Americana sobre Derechos Humanos "Pacto de San José de Costa Rica", aprobada en la Conferencia de los Estados
Americanos de San José de Costa Rica el 22 de noviembre de l969 y adoptada por
Colombia según ley 74 de l968, señala el derecho a la propiedad en los artículos
1o. y 21, de ese documento.
Convenio
Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra
la Mujer.
Adoptado por la
Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 34/180, del 18 de
diciembre de l979 y aprobado mediante ley 51 de junio 2 de l982, trae el
derecho a la propiedad en su artículo 16-1 literal h).
Convenio sobre el
Estatuto de los Refugiados.
Adoptado en Ginebra
el 28 de julio de l951 y convertido en la ley de la República No. 35 de l961,
determina el derecho a la propiedad en sus artículos 13, 14 y 30.
Convención
Internacional sobre la eliminación de todas las formas de discriminación
racial.
Adoptada y
abierta a la firma y ratificación por la Asamblea General en su Resolución
2106 A (XX) del 21 de diciembre de l965 y aprobada por la ley 22 de l981
consagra la propiedad privada en el artículo 5o. literales d) y v).
Convención
Internacional para la represión y el castigo del crimen de Apartheid.
Adoptada y abierta a
la firma y ratificada por la Asamblea General en su Resolución 3068 (XXVIII),
de 30 de noviembre de l973 y aprobada por la ley 26 de l987, prescribe el
derecho a la propiedad en su artículo 2o. literal d).
Organización
Internacional del Trabajo, Convenio No. 29 Relativo al trabajo forzoso u
obligatorio.
Adoptado el 10 de
junio de l930 por la OIT en su decimocuarta reunión y aprobado por la ley 54 de
l962, incorpora este derecho en su artículo 19 numeral 2o.
Organización
Internacional del Trabajo, Convenio No. 107 relativo a la protección e
integración de las poblaciones indígenas y de otras poblaciones semitribunales
en los países independientes.
Adoptado el 5 de
junio de l957 por la Conferencia General de la OIT en su cuadragésima reunión y
aprobada por la ley 31 de l967, en sus artículos 3-1, 11 y 13 establecen el
derecho de propiedad.
Convenio de
Ginebra I, para mejorar la suerte de los heridos y enfermos de las Fuerzas
Armadas en campaña.
Del 12 de agosto de
l949 y convertido en la ley 5a. de agosto 26 de l960, prescribe el derecho a la
propiedad en sus artículos 15, 16, 30, 32, 33, 34, 35, 36, 50 y 53.
Convenio de
Ginebra II, para mejorar la suerte de los heridos, enfermos y náufragos de las
Fuerzas Armadas en el mar.
Firmado el 12 de
agosto de l949 y aprobado por la ley 5a. de l960, artículos 18, 19 y 51
prescribe el derecho a la propiedad.
Convenio de
Ginebra III, relativo al trato de prisioneros de guerra.
Aprobado el 12 de
agosto de l949 y convertido en la ley 5a. de l960, en sus artículos 18, 48, 58,
63, 65, 66, 119 y 130, incorpora este derecho.
Convenio de
Ginebra IV, relativo a la protección de las personas civiles en tiempo de
guerra.
Firmado el 12 de
agosto de l949 y aprobado mediante ley 5a. de l960, señala el derecho a la
propiedad en sus artículos 33, 35, 46, 53, 97 y 98.
Protocolo I
adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativo a la
protección de las victimas de los conflictos armados internacionales.
Instrumento
internacional que señala el derecho a la propiedad en su artículo 52.
Protocolo II
adicional a los Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, relativo a la
protección de las victimas de los conflictos armados sin carácter
internacional.
Este documento
consagra el derecho a la propiedad en los artículos 4-2 literal g) y 8.
2. La acción
de tutela como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
Como norma general
está consagrada la tutela para reclamar ante los jueces la protección inmediata
de los derechos fundamentales de las personas, cuando quiera que éstos resulten
vulnerados o amenazados por acción u omisión de la autoridad pública. El
amparo consistirá en ordenar a quien se dirige la tutela que actúe o deje actuar
frente al derecho conculcado o amenazado.
Es requisito además
sine qua non para la procedencia de la acción de tutela que no exista otro
medio judicial de defensa, es decir, actuaciones ante los jueces que
permitan defender y amparar el derecho correspondiente; mas esto encuentra una
excepción en el caso de que esté de por medio un perjuicio irremediable, pues
en tal caso el afectado podrá utilizar la acción como mecanismo transitorio
para evitarlo, en cuyo caso y a términos del artículo 8o. del Decreto 2591 de
1991 que reglamenta dicha acción, el juez señalará expresamente en la sentencia
que su orden permanecerá vigente sólo durante el término que la autoridad
judicial competente utilice para decidir de fondo sobre la acción instaurada
por el afectado.
La demandante
consideró en el evento sublite que el comprador de su cédula hipotecaria la
había estafado y por ello lo denunció por el delito correspondiente. Este
hecho punible está tipificado en el artículo 356 del Código Penal, así:
"El que induciendo
o manteniendo a otro en error, por medio de artificios o engaños, obtenga
provecho ilícito para sí o para un tercero, con perjuicio ajeno, incurrirá en
prisión de uno a diez años y multa de un mil a quinientos mil pesos.
En la misma pena
incurrirá el que en lotería, rifa o juego, obtenga provecho para sí o para
otros, valiéndose de cualquier medio fraudulento para asegurar un determinado
resultado".
Mas con el fin de
poner en buen recaudo tal cédula hipotecaria que había sido entregada a su comprador
Jaime Hernández Ortíz, se instauró dentro del proceso penal la acción de
tutela para que se impartieran "las órdenes pertinentes ante el Banco
Central Hipotecario y ante la Bolsa de Bogotá y donde tengan sucursales con el
fin de evitar que sea violado nuestro derecho patrimonial, protegido por la
Constitución Nacional" (Fl. 3 vto. denuncia penal). Al Gerente del
Banco Central Hipotecario también le envió la demandante una misiva en la cual
le pide evitar que se consume el delito de estafa "al retener las
cédulas que nos pertenecen (a ella y a su esposo Germán Patiño Gómez) al ser
cobrados sus intereses el 5 de enero de 1992 o antes o después mediante
cualquier transacción hecha en general, el Banco debe tomar cualquier medida
preventiva con la prontitud señalada en el artículo 23 (sic) de la
Constitución, mientras las autoridades competentes asumen el caso. Le rogamos
su pronta y definitiva intervención para evitar un mal que sería irremediable,
informándonos a la carrera 6a. No. 6-42 ofc. 511, telf. 3 416161" (fl.
20 ). Dicho Gerente le contestó en mensaje de 27 de diciembre de 1991 y
comunicación de 2 de enero de 1992; en esta última le dice, luego de citar
textos del Código de Comercio, que "...el Banco Central Hipotecario no
puede restringir unilateralmente la circulación del mencionado título valor;
únicamente lo hará con mandato judicial expreso" (fl. 29).
A la Bolsa de Bogotá
también le pidió la actora que no negociara la cédula hipotecaria en cuestión y
esta entidad publicó en su Boletín Diario de 30 de diciembre de 1991 la
información sobre que tal título (41417) se encontraba extraviado (fl. 24).
De todo lo dicho, se
evidencia que efectivamente, merecía la demandante ser tutelada en su derecho
de propiedad, ya que no era suficiente la acción penal promovida por ella
contra su comprador ya que mientras se tramitaba y el Juez Penal pudiera tomar
la decisión correspondiente de defensa de su interés patrimonial, la cédula
hipotecaria objeto de controversia, podía a su vez ser vuelta a enajenar por
terceros y sus intereses cobrados, en perjuicio de la señora Rosa Inés
Valderrama de Patiño. Había entonces un peligro inminente de producirse un
daño irreparable a ella en ese momento y por ello había necesidad de tomar la
decisión que lo impidiera, que fue la adoptada por el Juez Ochenta y Seis de
Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá, D.C. en el sentido de ordenarle al
Banco que se abstuviera de cancelar la cédula hipotecaria en cuestión (artículo
segundo de su fallo).
Ha de decirse de
otro lado que según afirmación de la misma actora, dichas cédulas son "el
único capital que poseemos (ella y su esposo) actualmente" y que por
tal situación invoca también la acción de tutela. Esta circunstancia determina
especialmente a esta Sala a tutelar el derecho patrimonial invocado y por ello
a mantener la decisión del juez de tutela.
Y por ello habrá de
confirmarse su sentencia y en cambio revocarse la del Juez Cuarenta y Tres de
Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá, D.C., que no accedió a conceder la
tutela.
Se adicionará
también la sentencia del Juez 86 con el artículo cuarto que precisará que la
prohibición de su artículo 2o. estará en vigor hasta tanto el Juez 52 de
Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá, D.C. o a quien corresponda, se
pronuncie sobre el fondo de la denuncia penal formulada por la actora, Rosa
Inés Valderrama de Patiño contra Jaime Hernández Ortíz y que de ello informará
al Banco.
3. Ha resultado contrario a procedimientos la
actuación del Juez 52 de Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá que en dos
ocasiones envió a reparto la acción de tutela adelantada por Rosa Inés
Valderrama de Patiño dentro del proceso penal instaurado por ésta, todo lo cual
derivó en que dos jueces (el 43 y el 86) de instrucción criminal avocaran el
conocimiento de la misma tutela y profirieran cada uno su fallo.
De todos modos esta
Sala de la Corte Constitucional, a la cual le llegaron en revisión ambos
fallos, ajena por lo tanto como es a esa irregularidad, habría de pronunciarse
sobre ellos y fue así como encontró ajustado a derecho el del Juez 86, con la
adición que le introdujo, según lo antes dicho.
IV.
RECAPITULACION DE LAS CONSIDERACIONES ANTERIORES.
La acción de tutela
identificada con el número 2642, se promovió a través de Rosa Inés Valderrama
de Patiño para que se le amparara su derecho patrimonial.
Este derecho que
consagra la Constitución en sus artículos 52, 58, 60 y 61, no aparecen dentro
del título II capítulo I en el cual el Constituyente precisó los Derechos
Fundamentales y tampoco lo enunció en el artículo 85 como derecho de aplicación
inmediata. Dentro de los diferentes estudios que ha realizado esta
Corporación para determinar si un Derecho Constitucional es fundamental o no,
se ha atendido el llamado de la Carta para constatar si él se encuentra en ese
capítulo, pero también se ha llegado a precisar que hay otros derechos que
tienen esta connotación especial de derecho fundamental, que no aparecen en el
citado capítulo.
El derecho
patrimonial como ha quedado señalado en el presente informativo, el cual
comprende tanto los activos como los pasivos, los bienes materiales e
inmateriales, los corpóreos e incorpóreos, hacen parte del hombre y algunos de
ellos como se dijo están tan arraigados a él, que es difícil separarlos, cuando
esos bienes patrimoniales hacen parte de su creación, de su intelecto de su
propia personalidad.
Entendido el derecho
patrimonial como aquel de contenido económico, se puede afirmar que él es
necesario para la vida del hombre porque como miembro de la sociedad no basta
con tener la voluntad o el querer o disposición para hacer las cosas y
perfeccionar su ser, sino que debe contar con los recursos económicos para
poder realizarlas.
Por las
circunstancias anotadas, fuerza concluír que el Derecho patrimonial es un
Derecho Fundamental Constitucional porque sin él, jamás podrá el hombre
realizarse como ser social.
La acción de tutela
fue incoada por Rosa Inés Valderrama de Patiño quien negoció la cédula
hipotecaria 41417 expedida por el Banco Central Hipotecario sucursal centro con
Jaime Hernández Ortíz para que el Gerente de esa sucursal bancaria sacara a ese
título-valor de la circulación comercial porque los cheques que le había girado
el comprador de la misma, le fueron impagados por la causal carencia absoluta
de fondos.
Por este antecedente
presentó denuncia penal por el hecho punible de estafa ante la unidad judicial
del Chicó el día 27 de diciembre de l991, fecha en la cual y en mismo escrito
presentó la acción de tutela. La denuncia penal y la acción de tutela llegaron
para reparto al Juzgado 103 de Instrucción Criminal, del cual se pasó para
conocimiento del Juzgado Cincuenta y dos de Instrucción Criminal.
No hubo separación
de estas dos acciones sino hasta el 16 de marzo cuando el último Juzgado
citado, con oficio 426, envió para reparto la acción de tutela, la cual llegó
para conocimiento del Juzgado Cuarenta y tres de Instrucción Criminal, despacho
judicial que negó las peticiones de la demanda en providencia del 19 de marzo
de l992, con fundamento en que a través de esta acción no se puede variar el
procedimiento penal.
El Juzgado Cincuenta
y dos de Instrucción Criminal, nuevamente envió para reparto la acción de
tutela con oficio 515 del 3 de abril de l992 y llegó para conocimiento del
Juzgado Ochenta y seis, despacho que concedió la tutela con sentencia del 20
de abril pasado.
En su fallo reconoce
que había otro medio de defensa judicial al alcance del demandante pero le
otorga como mecanismo de defensa transitorio, mientras el Juzgado que conoce de
la acción penal falla de fondo.
La acción de tutela
en este caso, es procedente porque aunque la demandante tenía a su alcance
medio judicial de defensa, pues la misma agraviada instauró la acción penal por
el hecho punible de estafa que tipifica el artículo 356 del ordenamiento penal,
se avecinaba un perjuicio irremediable para ella, cuales eran las posibles
siguientes enajenaciones de su cédula hipotecaria, lo que no se podría afrontar
sino a través del mismo Banco Central Hipotecario, a quien el Juez 86 de tutela
le dió la orden de abstenerse de cancelar ese título valor.
Además la actora
manifestó que acudía también a la tutela porque la cédula hipotecaria era el
único bien que junto con su esposo poseía en la actualidad.
Con fundamento en lo
anterior, esta Sala de Revisión confirmará el amparo del derecho patrimonial
solicitado por Rosa Inés Valderrama de Patiño, el cual le fue concedido por el
Juzgado Ochenta y seis de Instrucción Criminal en providencia del 20 de abril
de l992.
En mérito de lo
expuesto, la Sala de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
F A L L A :
Primero: Confirmar la sentencia del 20 de abril de 1992 proferida por el
Juzgado Ochenta y Seis de Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá, D.C. que
concedió la tutela al derecho patrimonial de Rosa Inés Valderrama de Patiño.
Segundo: Revocar en consecuencia la sentencia de 19 de marzo de 1992
del Juzgado Cuarenta y Tres de Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá, D.C.
que negó el amparo en cuestión.
Tercero: Adiciónase el artículo 2o. de la sentencia de 20 de abril de
1992 del Juzgado 86 en el sentido de que la prohibición de su artículo 2o.
permanecerá hasta cuando el Juez 52 de Instrucción Criminal de Santafé de
Bogotá, D.C. o a quien corresponda, profiera decisión de fondo sobre la
denuncia penal de la señora Rosa Inés Valderrama de Patiño, por el delito de
estafa, de la cual informará en su momento al señor Gerente del Banco Central
Hipotecario, Sucursal Unicentro, en la ciudad de Santafé de Bogotá, quien
procederá de conformidad.
Cuarto: Comunicar a los Juzgados Ochenta y Seis y Cuarenta y Tres de
Instrucción Criminal de esta ciudad la presente sentencia, para que sea
notificada a las partes conforme lo ordena el artículo 36 del Decreto 2591 de
l991, con entrega a cada uno de copia de la misma.
Quinto: Comunicar también al Juzgado 52 de
Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá, D.C., el presente fallo, con entrega
de copia del mismo.
COMUNIQUESE Y NOTIFIQUESE
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado Ponente
JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN CIRO ANGARITA BARON
Magistrado
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Duguit León "Soberanía y
Libertad" librería Española y Extranjera Príncipe.Madrid l924. Pag.222.
2 Duguit León. La t ransformación
del Estado. Librería Española y Extranjera. Príncipe,Madrid año de l924.
Pag.53.
3 Darío Echandía.Exposición de
Motivos del Proyecto de Reforma Constitucional al artículo 31 sobre la
propiedad privada. Anales del Congreso de septiembre 25 de l934.
4 Anales de la Cámara de
Representantes de noviembre 3 de l934. Representantes Ponentes Carlos Lozano y
Lozano, Antonio Rocha y Gabriel Peñaranda.
5 Ponencia del Senador Timoleón
Moncada en la Comisión Octava del Senado, en la sesión del 3 de septiembre de
l935. La Reforma Constitucional de l936. Colección Pensadores Políticos
Colombianos. Tomo I. Pags. 295 y 296.
6 La Concentración de la Riqueza y
el Poder Económico. Doctor Hernando Agudelo Villa. Colección Pensadores
Políticos Colombianos. Cámara de Representantes pág. 92.
7 La concentración de la riqueza y
del ingreso. Conferencia del doctor José Alejandro Cortés. Colección Pensadores
Políticos Colombianos.Cámara de Representantes. Pags. 109 y 110.
8 Prólogo de la Constitución de
l991. Escrito por el Señor Presidente César Gaviria Trujillo. Pag. 6.
9 Diccionario Enciplópedico de
Derecho Usual. Editorial Heliasta S.R.L. 18 Edición Tomo VI,Pag.462.
10 Diccionario Enciclopédico de
Derecho Usual, Op,cit. Pag. 152. |
155 | T-538-92
Sentencia No
Sentencia No. T-538/92
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Correspondencia
Se concluye para
el caso concreto que la ley, de acuerdo con el artículo 15 de la Carta, puede
establecer los casos y la forma como se puede interceptar o registrar la
correspondencia y demás formas de comunicación privada, cual lo consagra, según
se ha visto, el Decreto 1817 de 1964 o Código Penitenciario; mas para ello de
todas maneras y según mandato perentorio de ese mismo texto constitucional
habrá de mediar siempre orden judicial, la cual se echa de menos en el evento
sublite y por ello amerita protegerse el derecho fundamental.
SALA DE REVISION No. 6
Ref.: Proceso de tutela No. 2690
Tema: Derecho
a la intimidad. Correspondencia
en Centros Carcelarios.
Demandante:
NICOLAS
MURILLO GUTIERREZ.
Magistrado
Ponente:
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Santafé de Bogotá, D.C., veintitres (23) de
septiembre mil novecientos noventa y dos ( 1992).
La Corte Constitucional en su Sala de
Revisión de Tutelas, se pronuncia sobre la acción de la referencia, en el Grado
Jurisdiccional de Revisión, teniendo en cuenta lo siguiente:
I. ANTECEDENTES.
A. HECHOS DE LA DEMANDA.
El señor Nicolás Murillo Gutiérrez,
en ejercicio de la acción de tutela prevista en el artículo 86 de la
Constitución Política, demanda actuación del Director de la Penitenciaría rural
de "Peñas Blancas" de Calarcá, Quindio doctor Arcesio Liévano, para
lo cual señala que no obstante que todos los convictos colombianos, tienen
derecho a la franquicia postal de acuerdo a lo estipulado en el artículo 207
del Decreto 1817 de l964, en ese centro no se le dá cumplimiento al citado
artículo permitiéndose por parte de las directivas sólo el envio de
correspondencia con franquicia los miércoles de cada semana ( 2 cartas
por reo). Anota que el día 8 del mes y año en curso, se dispuso a hacer uso del
derecho de franquicia enviándole una misiva al Dr. Fernando Jordán Calvo,
médico que labora en el hospital de este municipio, comunicación que fue
decomisada por el señor Director del Establecimiento, sin que se le hubiere
dado una respuesta satisfactoria sobre esta flagrante violación Constitucional,
teniéndose en cuenta que pidió una explicación diáfana sobre este particular.
Manifiesta además, que muy seguramente se
van a esgrimir argumentos por parte del Director, fundamentados en el
artículo 56 del Decreto 1817 de l964 literal h) que lo faculta para cometer
esta clase de desafueros. Sin embargo observa que el contenido de su carta
no llena los presupuestos exigidos por el citado artículo para cimentar una
retención de dicha misiva (para el efecto señala solicitar la carta decomisada
por el señor Director de fecha abril 8 de l992).
Durante su estadía en ese Centro
Penitenciario, se ha visto en la honda obligación de tener que denunciar
grandes violaciones de Derechos Humanos cometidas por sus directivas contra los
convictos y contra sus familiares. Denuncias que ha hecho ante la Procuraduría
del Departamento y ante la Personera Municipal de esta ciudad Dra. Clemencia
Niño Patiño, funcionaria que al finiquitar su investigación sobre dichos
tópicos concluyó diciendo: "después de hacer un estudio exhaustivo de
todo lo anterior, este Despacho concluyó que los internos son víctimas de una
clara violación de los Derechos Humanos y así lo dejé consignado en el informe
que se envió a la Procuraduría Departamental...". La presente cita es
extraída de una comunicación que la citada funcionaria le envía al suscrito el
23 de diciembre del año próximo pasado.
B. DERECHOS VULNERADOS.
Se considera por parte del demandante que
las directivas del centro carcelario están poniendo en práctica una odiosa
violación del derecho constitucional consagrado en el artículo 15 de la
Constitución Nacional.
"Artículo
15. Todas las
personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen nombre,
y el Estado debe respetarlos y hacerlos respetar. De igual modo, tienen derecho
a conocer, actualizar y rectificar las informaciones que se hayan recogido
sobre ellas en bancos de datos y en archivos de entidades públicas y privadas.
En la
recolección, tratamiento y circulación de datos se respetarán la libertad y
demás garantías consagradas en la Constitución.
La
correspondencia y demás formas de comunicación privada son inviolables. Sólo
pueden ser interceptadas o registradas mediante orden judicial, en los casos y
con las formalidades que establezca la ley.
Para efectos
tributarios o judiciales y para los casos de inspección, vigilancia e
intervención del Estado podrá exigirse la presentación de libros de
contabilidad y demás documentos privados, en los términos que señale la ley".
C. PETICIONES.
Formula el actor las siguientes:
a. Que se ordene mediante providencia
debidamente motivada la restitución del derecho cercenado.
b. Que se vigile celosamente el
cumplimiento de dicho derecho.
c. Que se admita el presente recurso, por
considerar que no se encuentra en las causales de improcedencia del artículo
6o. del Decreto 2591 de l991.
d. Que se informe a la Dirección General de
Prisiones y al Ministerio de Justicia, sobre la violación de dicho derecho.
D. ACTUACION PROCESAL.
Reposan en el expediente los siguientes
documentos:
1. Carta de un grupo de internos al
Gerente de Postal Nacional, de 24 de marzo de 1992, en donde se hacen llamar
presos políticos y haciendo uso del derecho de petición consagrado en el
artículo 23 de nuestra Carta Política señalan:
"Que como el
Decreto No. 1817 del 17 de julio de l964, por medio del cual se reformó y se
adicionó el Decreto Ley 1405 de l934 (Código Carcelario), y se dictan otras
disposiciones, se encuentra con la vida jurídica, es decir, está en vigencia, y
dentro del Decreto 1817 de l964 propiamente en su artículo 207 que
textualmente dice: "Para la correspondencia ordinaria gozarán de
franquicia postal los presos recluídos en las cárceles del país, siempre que
en el sobre respectivo se certifique por el Director del establecimiento
carcelario, que el remitente se encuentre detenido.
Como usted puede
observar a la luz del día y a la luz del derecho penitenciario colombiano, en
el artículo aquí citado se nos permite el derecho de franquicia sin ninguna
restricción, en consecuencia queremos que usted nos informe cuáles son los
motivos por lo cual su despacho no permite que nosotros los convictos recluídos
en este Centro Penitenciario, hagamos uso del Derecho de Franquicia consagrado
en el decreto en mención, pues nosotros los internos recluidos en este
establecimiento(sic) sólo se nos permite enviar correspondencia los días
miércoles de cada semana ( 2 cartas por interno). Es importante informarle a
usted que esta es la única penitenciaría del país donde se nos cercena el
derecho de franquicia consagrado por las normas penitenciarias
colombianas".
2. Carta del interno Nicolás Murillo
Gutierrez al Director del Centro Penitenciario "Peñas Blancas",
de abril 9 de 1992 y en donde se solicita explicación "diáfana y no
ambigua como es su estilo" sobre por qué la correspondencia enviada
por él el día anterior no figura en la lista de correspondencia enviada, a lo
cual el tiene derecho por ley. Dice: "Será que también me va a cercenar
usted el derecho a enviar correspondencia?".
3. Oficio 158 del Juez Civil del
Circuito de Calarcá, por el cual solicita al Director de la Penitenciaría de
"Peñas Blancas" le informe de que modo está regulado lo
relativo a la correspondencia de los detenidos e igualmente le envíe copia
auténtica de la determinación administrativa tomada al respecto, si la hubiere.
4. Oficio No. 097 de la Directora (E)
de la Dirección General de Prisiones, en donde se informa que la
correspondencia con franquicia postal es gratis y se recibe los días
miércoles de cada semana en horas de la mañana y el mismo día se lleva al
correo una guardiana estafeta. Y que la correspondencia ordinaria también es
llevada diariamente por la misma persona. De esta correspondencia queda un
registro o relación que se coloca en las carteleras de los patios.
5. Copia de la carta enviada por el
señor Nicolás Murillo Gutierrez al doctor Fernando Jordán Calvo, en la cual
dice:
"...
6. Oficio No. 128 del Director de la
Penitenciaría Peñas Blancas, señor Arcesio Liévano, por medio del cual informa
la manera de recoger la correspondencia dentro del centro penitenciario. Señala
que una guardiana con el cargo de estafeta la recoge todos los días y la
lleva al correo el mismo día, que los miércoles se recoge la correspondencia
que goza de franquicia postal y cada interno tiene derecho a enviar 2 cartas, o
sea que al mes cada interno goza de 4 correspondencias con franquicias a pesar
de que el artículo 346 literal d) del Decreto 1817 de l964 establece
correspondencia una vez cada 15 días para los condenados. Explica que la carta
enviada por el interno Nicolás Murillo Gutiérrez al doctor Fernando Jordán
Calvo no fue enviada porque trataba aspectos que solamente son de la
incumbencia de los directivos del penal, que son los encargados de
solucionar todo lo relacionado con la droga para el penal de reclusos ante la
Dirección General de Prisiones División de Seguridad y Control. Dice que a esta
carta no se le dió curso porque no reunía los requisitos exigidos en el
artículo 56 literal h) del Decreto 1817 de l964, además de que, como
se pudo constatar, en el Hospital la Misericordia de Calarcá, el citado doctor
ya no labora. Agrega que el artículo 56 literal h) reza "Leer o hacer
leer por un empleado, bajo su responsabilidad, toda la correspondencia recibida
o enviada por los presos, absteniéndose de dar curso a lo que juzgue
inconveniente, conforme a lo establecido en este Decreto, y remitiendo a la
autoridad política o judicial la que corresponda o interese a la una o a la
otra". El artículo 206 del mismo decreto previene que los internos no
pueden recibir ni enviar cartas sin que previamente hayan sido leídas y tengan
visto bueno del Director. Señala que "especialmente" las
cartas que el actor dirige a la Dirección "no son nada agradables y
dejan mucho qué desear".
7. Oficio 223 de abril de 1992 del
Juzgado Segundo Penal del Circuito, por el que se Comunica que en su Despacho
se ha promovido una acción de tutela por vía de apelación conocida en primera
instancia por el Juez Primero Penal Municipal la cual se resolvió mediante auto
interlocutorio de 10 de septiembre de l992, y que fue objeto de la acción
el derecho a franquicia para la correspondencia del actuante, la cual le fue
resuelta desfavorablemente en ambas instancias, por no tratarse de un derecho
fundamental según los términos de la Constitución Nacional.
8. Oficio No. 41 del Juzgado Primero
Penal del Circuito, por el cual se informa que en su oficina han cursado dos
(2) recursos por la vía de la acción de tutela contra los directores de la
Penitenciaría rural Peñas Blancas, los cuales se han despachado
desfavorablemente al actor. Uno de ellos fue interpuesto el 13 de febrero de
l992 por considerar vulnerados sus derechos fundamentales consagrados en los
artículos 13 y 15 de la Constitución Nacional y más que todo sobre el control
para las visitas conyugales.
E. FALLO QUE SE REVISA.
Sentencia del Juzgado Tercero de
Instrucción Criminal de Calarcá.
El Juzgado Tercero de Instrucción criminal
de Calarca Quindio, en sentencia de 27 de abril de 1992, decidió resolver
desfavorablemente la presente acción de tutela presentada por el señor Nicolás
Murillo Gutiérrez, contra el Director de la Penitenciaría Rural de Peñas
Blancas Dr. Arcesio Arévalo, previas las siguientes consideraciones:
"Que la
petición inicial del solicitante en cuanto al cercenamiento del derecho de
franquicia ya fue resuelta desfavorablemente por los Juzgados Segundo
Penal del Circuito y Primero Penal Municipal de esta ciudad, respecto de los
mismos hechos y derechos por lo cual este punto se rechazará de acuerdo al
artículo 38 del Decreto 2591 de 1991".
Que "no encuentra razón alguna el
despacho para su pedimento, pues lo explica claramente el señor Director de la
Penitenciaría Rural de Peñas Blancas de esta ciudad, la carta no la envió por
considerarla en alguno de sus apartes inconvenientes y tal como se puede
observar en la misma trata de aspectos de la incumbencia
de la Penitenciaría; debe resaltarse además
que el interno no conocía ni distinguía a la persona a quien dirigía la carta
para hablar de tales situaciones".
Que "El Decreto 1817 de 1964 en su
literal h, establece lo siguiente: Art.56 "Son funciones de los Directores
de los establecimientos carcelarios... h) Leer o hacer leer por un empleado,
bajo su responsabilidad, toda la correspondencia recibida o enviada por los
presos, absteniendose de dar curso a la que juzgue inconveniente...".
Que "El artículo 206 del mismo
estatuto dice "Los detenidos no pueden recibir ni enviar cartas o
escritos de ninguna clase, sin que previamente hayan sido leídos y tengan el
visto bueno del Director".
II. COMPETENCIA.
Es competente la Sala para conocer de la
acción de tutela instaurada por el señor Nicolás Murillo Gutierrez, de
acuerdo con lo preceptuado en los artículo 86 inciso 2o y 241 numeral 9o de la
Constitución Política, desarrollados en los artículos 33 y 34 del Decreto 2591
de 1991.
La Materia.
La presente decisión comprende además de la
revisión de la sentencia que resolvió la acción de tutela instaurada por el
señor Nicolás Murillo Gutierrez, el análisis del alcance de las disposiciones
constitucionales sobre el derecho a la intimidad a que ha dado lugar la
consideración de este caso.
III. CONSIDERACIONES.
La intimidad como derecho fundamental.
A la persona se reconocen ciertos derechos
como fundamentales, esto es que como esenciales a él son susceptibles
de protección por la acción de tutela, son aquellos derechos inherentes a
la persona humana e inalienables, son reconocidos y respetados por el
estado, la sociedad y los particulares. Se diferencian de los demás en que son
indispensables para el desarrollo de la personalidad.
Es el derecho a la intimidad la forma de
proteger la familia, la manera de mantener la privacidad en su vida, evitar con
esto que su vida privada llegue a traspasar esa barrera de protección y se
torne en algo de conocimiento público que llegue a dañar su tranquilidad.
Sin embargo estos derechos no conllevan un
poder absoluto. Ellos tienen también frenos que son consecuencia de formas
adecuadas que le permitan su desarrollo.
Las limitaciones en el ejercicio de los
derechos no debe sorprender en los centros carcelarios pues si los
reclusos tuvieran la misma libertad de una persona libre, podría ello llegar a
causar desorganización, inestabilidad y hasta impedir la disciplina de dicho
penal, en desmedro de la seguridad carcelaria.
Así entonces resulta explicable que una
persona que se encuentra privada de la libertad no pueda gozar de todos los
derechos fundamentales propios de los ciudadanos. Al respecto la sentencia No.
T-424 Sala de Revisión No.5 con ponencia del Doctor Fabio Morón Díaz, dice:
"Puede concluirse con facilidad que el régimen jurídico especial al que se
encuentran sometidos los internos en ocasiones, resulta incompatible con
ciertos derechos, aún fundamentales, cuyo ejercicio, en consecuencia, se
suspende para tornar a él luego de que haya expirado el término de la pena, o
según las condiciones fijadas en la ley o en la sentencia. Esto sucede en
primer lugar con la libertad y además con derechos tales como los políticos,
el de reunión, locomoción etc., en tanto que otros derechos no se ven
especialmente afectados y se conservan en su plenitud, piénsese por ejemplo en
el derecho a la vida y a la integridad, en las libertades de conciencia y de
cultos; un tercer grupo de derechos está integrado por aquellos que deben
soportar limitaciones, tal como acontece con la comunicación oral, escrita o
telefónica, que, previos los requisitos del caso resulta restringida".
Se encuentra entonces, que aún siendo el
reconocimiento de los derechos fundamentales, garantía en la conducción de la
vida en sociedad, se puede decir, que la libertad para ejercerlos se encuentra
de algún modo limitada por el legislador y el constituyente.
El derecho a la intimidad está regulado por
la Constitución Política en su artículo 15.
Para el caso que concierne a esta Sala, es
decir, el registro e interceptación a la correspondencia de un recluso, se
debe considerar que si bien se trata de un derecho fundamental que se encuentra
destinado a salvaguardar la intimidad de la persona, puede ser restringuido en
la forma que la ley lo establezca, previa orden judicial.
De esta forma el Decreto 1817 de 1964,
permite restringir el derecho a la intimidad en materia de correspondencia al
establecer en los siguientes artículos:
Artículo 56 literal h):
"Son
funciones de los directores de establecimientos carcelarios:
...
h) Leer o hacer
leer por un empleado, bajo su responsabilidad, toda la correspondencia recibida
o enviada por los presos, absteniéndose de dar curso a la que juzgue
inconveniente, conforme a lo establecido en este Decreto, y remitiendo a la
autoridad política o judicial la que corresponda o interese a la una o a la
otra".
Artículo 206. "Los detenidos no
pueden recibir ni enviar cartas o escritos de ninguna clase, sin que
previamente hayan sido leídos y tengan el visto bueno del Director".
Artículo 207 "Para la correspondencia
ordinaria gozaran de franquicia postal los presos recluídos en las cárceles
del país, siempre que en el sobre
respectivo se especifique por el Director del establecimiento carcelario, que
el remitente se encuentra detenido".
Artículo 346 literal d): "Los
condenados a presidio o reclusión podrán enviar correspondencia una vez cada 15
días, y los demás una vez por semana".
Derecho a la intimidad, concretamente
inviolabilidad de la correspondencia que jurisprudencialmente permitió esta
clase de limitaciones.
La anterior Constitución en su artículo 38
decía: "La correspondencia confiada a los telégrafos y correos es
inviolable. Las cartas y papeles privados no podrán ser interceptados ni
registrados sino por la autoridad, mediante orden del funcionario competente,
en los casos y con las formalidades que establezca la ley y con el único objeto
de buscar pruebas judiciales".
Jurisprudencialmente el derecho a la
intimidad se ha considerado como un derecho fundamental.
"En cuanto a
la protección de estos dos aspectos de la intimidad, el tratamiento de una y
otra corporación varía. En relación con el tema de la inviolabilidad de la
correspondencia, mientras que el Consejo de Estado admitió restricciones graves
a la inviolabilidad de la correspondencia, llegando a considerar como ajustado
a la Constitución la existencia de una junta de censura a la correspondencia
privada (1952), la Corte Suprema exigió una autorización legal para retener y
registrar la correspondencia, la orden de autoridad competente mas no judicial,
el cumplimiento de las formalidades legales y, además, que el registro,
interceptación o retención de correspondencia tuviera como fin único la
obtención de pruebas judiciales...".1
En el seno de la misma Asamblea Nacional
Constituyente el "Delegatario Diego Uribe Vargas, se refirió al derecho a
la intimidad y dijo: "Así mismo, la correspondencia y demás formas de
comunicación privada son inviolables y no pueden ser interceptadas ni
registradas sino mediante orden judicial, en los casos y con las formalidades
que prescriba la ley. Se exceptua la presentación de libros de contabilidad
para efectos tributarios y judiciales, así como los documentos privados en los
precisos términos que señale la ley". (Gaceta Constitucional No. 82, 25 de
mayo de 1991 pagina 12.).
De lo anteriormente expuesto en esta
providencia puede concluirse hasta ahora para el caso concreto que la ley, de
acuerdo con el artículo 15 de la Carta, puede establecer los casos y la forma
como se puede interceptar o registrar la correspondencia y demás formas de
comunicación privada, cual lo consagra, según se ha visto, el Decreto 1817 de
1964 o Código Penitenciario; mas para ello de todas maneras y según mandato
perentorio de ese mismo texto constitucional habrá de mediar siempre orden
judicial, la cual se echa de menos en el evento sublite y por ello amerita
protegerse el derecho fundamental del señor Nicolás Murillo Gutierrez. De ahí
entonces que, la interceptación que el Director del Centro Carcelario ha hecho
de la misiva enviada por el demandante, resulte violatoria de la Constitución.
En mérito de lo expuesto, la Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
F A L L A :
Primero: Tutélase el derecho a la correspondencia privada que se le ha vulnerado al
señor Nicolás Murillo Gutierrez.
Segundo: Para el efecto anterior, se ordena al señor Director
de la Penitenciaría Rural de Peñas Blancas de Calarcá, señor Arcesio Liévano o
quien desempeñe tal cargo, que en el plazo de cuarenta y ocho (48) horas, haga
llegar al doctor Fernando Jordán Calvo la carta que Murillo Gutiérrez, interno
de ese Centro, le envió el 9 de abril de 1992.
Tercero: Comuníquese al Juzgado Tercero de Instrucción Criminal
de Calarcá, para que notifique esta providencia a las partes de conformidad con
el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, con entrega de copia de la misma a
ellas.
Cuarto: Infórmese al Director General de Prisiones y al
Ministerio de Justicia sobre la violación de dicho derecho.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado Ponente
CIRO ANGARITA BARON AIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Los Derechos Fundamentales en la
Constitución de 1991. Manuel José Cepeda. Temis. Pág. 129. |
156 | T-539-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-539/92
DERECHO A LA
EDUCACION
La Educación es
un Derecho Fundamental, por lo que es inherente, inalienable, esencial a la
persona humana, que realiza el valor y principio material de la igualdad
consagrado en el Preámbulo de la Constitución Nacional y en los artículos 5o. y
13 de la misma Carta Política. La educación está reconocida en forma expresa en
el artículo 44 cuando hace referencia a los Derechos Fundamentales de los
niños, señalando entre otros, el "Derecho a La Educación y a la
Cultura". El artículo 67 de la Carta Política, no obstante encontrarse fuera
del Título II, Capítulo 1 como derechos fundamental, ha sido reconocido como
tal por esta característica, habida cuenta que uno de los criterios principales
que ha señalado esta Corporación, ha sido el sujeto, razón y fin de la nueva
Constitución Nacional, esto es, la persona humana.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL
El demandante
tenía otro medio de defensa judicial para reclamar su derecho, que consistía en
acudir ante la jurisdicción Contenciosa Administrativa e instaurar la acción de
nulidad y la acción de restablecimiento del derecho.
ACCION DE TUTELA-Hecho consumado
Los hechos que
originaron la presente acción de tutela acaecieron en la vigencia de la
Constitución anterior y con mucha anticipación a la actual Carta, los cuales
en consecuencia asumen la relevancia de consumados frente a esta última.
SALA DE REVISION No. 6
Ref.: Proceso de tutela No. 2978
Acción
de
Tutela contra actuación
del Ministerio de Educación
Nacional.
Tema: La
Educación como Derecho Fundamental.
Demandante:
Ernesto Rocha Rodríguez
Magistrado
Ponente:
Dr. SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Santafé de Bogotá,
D.C., veintitrés (23) de septiembre de mil novecientos noventa y dos.
La Sala de Revisión
de tutelas de la Corte Constitucional integrada por los Magistrados Simón
Rodríguez Rodríguez, Jaime Greiffenstein y Ciro Angarita Barón, revisa la
acción de tutela decidida en sentencia dictada por el Juzgado Cuarenta y Cinco
Civil Municipal de Santafé de Bogotá, D.C., (el 18 de marzo de l992).
I. ANTECEDENTES.
Con fundamento en
los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del decreto 2591 de l991, la
Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional llevó a cabo la
selección de la acción de tutela de la referencia.
Con base en el
artículo 34 del Decreto 2591 de l991, esta Sala de Revisión de la Corte entra a
dictar la sentencia correspondiente.
A.
HECHOS DE LA DEMANDA.
Se fundamenta la
demanda de tutela presentada ante el Juez Civil Cuarenta y Cinco del Circuito
de Santafé de Bogotá, D.C., en los siguientes hechos:
Manifiesta Ernesto
Rocha Rodríguez, que ingresó al "Centro Educacional Teusaquillo"
(nocturno) en el año de l981, para terminar sus estudios de bachillerato.
Refiere que dicho
centro se encontraba ubicado en la calle 67 No 16-32 de esta capital, y
aprobado oficialmente con el número 13865 del día 17 de Agosto de 1979, donde
aprobó los grados 5o. y 6o. de Bachillerato, como consta en el certificado de
notas y en el acta de graduación que adjunta a la demanda, firmadas por el
secretario y el rector de dicha institución.
Comenta que el
Centro Educacional le confirió el título de bachiller en el año de 1982 y lo
envió a la Secretaría de Educación para la correspondiente legalización, la
cual no se pudo realizar porque esa secretaría manifestó que el Centro
Educacional Teusaquillo se encontraba en investigación y en consecuencia no era
posible expedir diplomas a nombre de éste. Esta respuesta se obtuvo en el año
de l986.
El Ministerio de
Educación Nacional, dió respuesta el 7 de julio de l987 a la solicitud
presentada por Ernesto Rocha el día 25 de junio de l987 sobre la legalidad de
los certificados de estudios, cursados en dicho Centro en la cual le manifestó
que debía ir al Colegio Nacional Nicolás Esguerra para presentar exámenes de
admisión de los grados en cuestión para tramitar la expedición de su título y
registro del diploma de bachiller.
Manifiesta que se
presentó al Colegio Nicolás Esguerra y por ser mayor de 21 años de edad, fue
enviado al Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior-ICFES.
Allí se le informó que debía validar los cursos 5o. y 6o. de bachillerato,
"lo que hasta el año de l991 realicé".
Refiere que ha
tenido que dejar sus estudios de derecho en la Universidad Libre de esta
capital, mientras valida su bachillerato como consta en el registro y control
de la misma Universidad. Pero piensa no hacerlo porque sus derechos adquiridos
legalmente están hoy amparados por el artículo 86 de la Constitución Nacional y
uno de los derechos fundamentales es el de la educación, "la cual se
creó para garantizar la eficacia de los derechos fundamentales y en el mundo de
los hechos, y no de los derechos".
Dice que la
vigilancia de los planteles educativos está a cargo del Ministerio de Educación
Nacional y es éste el encargado de expedir la aprobación oficial, la
resolución para iniciar clases, certificados, y "en quien recae la
responsabilidad por su ineficiencia e ineptitud para vigilar los
establecimientos y planteles educativos para proteger a los residentes
colombianos de los establecimientos piratas y para garantizar el derecho a una
habida (sic) educación".
Por último, reclama
daños y perjuicios morales y materiales que deben ser resarcidos por los
responsables.
B.
DERECHOS VULNERADOS.
El demandante
Ernesto Rocha Rodríguez, aunque no señala en forma precisa el artículo que
considera violado, manifiesta que es el derecho a la educación.
C.
ACTUACION PROCESAL.
Se aportaron como
pruebas los siguientes documentos:
Recibo de pago No.
7551 de mayo 3 de l981, firmado por la Secretaria del Centro Educacional
Teusaquillo, por valor de $1.248, equivalente a dos meses de pensión;
certificado de notas de quinto y sexto de bachillerato firmado y sellado por el
rector y el secretario del Centro Educacional; acta individual de graduación en
original expedida por el Centro, constancia de aprobación del grado undécimo de
bachillerato expedido por el mismo Centro Educacional y autenticado por el
Notario Trece del Circuito de Bogotá; autorización dirigida a la Secretaría de
Educación de esta capital para tramitar el diploma de bachiller firmada por el
Secretario del Centro Educacional; citación a examen el día 16 de noviembre de
l991 por parte del ICFES y copia del desprendible del recibo de registro SNP
No. AC 282 0133900 a nombre de Ernesto Rocha Rodríguez.
Reposa en el
expediente, contestación del día 9 de Junio de 1987 a la solicitud dirigida por
Ernesto Rocha Rodríguez al Ministerio de Educación, donde se le informó que
el plantel se encontraba intervenido por las autoridades educativas y
no era posible la autenticidad y legalidad de esos certificados, lo cual lo
obligó de conformidad con los artículos 20 y 27 del decreto 1418 de 1978, a
presentar los exámenes de admisión de dichos grados en el Colegio Nacional
Nicolas Esguerra (grados 10 y 11), para tramitar la expedición de su título y
el registro del diploma de bachiller.
Del mismo modo el
Juzgado Cuarenta y Cinco Civil Municipal de Santafé de Bogotá, practicó las
siguientes diligencias:
1. Ofició al
Ministerio de Educación Nacional para que se sirviera expedir copia auténtica
de la Resolución No. 13865 de mayo 17 de l979, por la cual se dió aprobación
oficial al Centro Educacional Teusaquillo.
Dicho Ministerio por
medio del Director General de la Administración e Inspección Educativa,
contestó adjuntando copia auténtica de esa Resolución e igualmente de las
Resoluciones 2617 de l986 y 031 de l988 por las cuales se sancionó al Centro
Educacional, se cancelaron las licencias de funcionamiento y se ordenó el
cierre del establecimiento.
2. Ofició a la
Secretaría de Educación del Distrito para que se sirviera informar al Juzgado
si, en esa dependencia y bajo el número 1385, se hallaba inscrito el Centro
Educacional Teusaquillo (nocturno) y si estaba vigente.
A través del Jefe
de la División de Registro y Control de Planteles de la Secretaría de
Educación, se dió contestación y se allegaron las siguientes copias:
a) Informe en el
cual se da cuenta de la historia legal del plantel.
b) Resolución No. 31
de enero 28 de l988 que canceló las licencias de funcionamiento y que ordenó el
cierre del plantel.
c) Resolución No. 33
de enero 29 de l988, que aclara la anterior.
d) Informe de fecha
26 de septiembre de l986, presentado por funcionarios de la Secretaría de
Educación, sobre la investigación realizada al referido Instituto Docente.
3. Ofició al ICFES
para que informara al despacho si en esa entidad y bajo el número 019661 se
hallaba inscrito el Centro Educacional Teusaquillo (nocturno) y si dicha
inscripción se encontraba vigente.
Al respecto,
contestó el ICFES que el "Centro Educacional Teusaquillo" (nocturno),
no figuraba registrado en ese Instituto como establecimiento de Educación
Superior, y que correspondía a las Secretarías de Educación certificar sobre
ese punto, ya que al parecer esa Institución impartía educación no formal.
4. Ofició a la
Secretaría de Educación del Distrito, sección Registros de Diplomas, para que
se sirviera informar al Juzgado la razón por la cual no había registrado el
diploma de bachiller del señor Ernesto Rocha Rodríguez.
Respondió la
Secretaría de Educación por conducto del Jefe de División Registros de Diplomas
que el diploma de bachiller expedido por el Centro Educacional Teusaquillo
(Nocturno), a nombre de Ernesto Rocha Rodríguez, nunca ingresó a la Secretaría
para el trámite de Registros. De la misma manera expresó que la institución
mencionada entró en proceso de investigación desde l983, lo cual obligó a crear
una comisión conjunta por parte de la Secretaría y el Ministerio de Educación
Nacional, dando como resultado la expedición de la Resolución No.2617 del 18 de
marzo de l986, por la cual se sancionó a dicho Centro Educacional con la
cancelación de la aprobación No. 13865 del 17 de agosto de l979.
5. Ofició al Centro
Educacional Teusaquillo (Nocturno) para que expidiera copia de los certificados
de estudio de Ernesto Rocha Rodríguez correspondientes a 5o. y 6o. de
bachillerato, equivalente a los grados 10o. y 11, que cursó durante los años
l981 y l982.
Reposa en el
expediente de tutela, constancia de la notificadora del Juzgado en la cual
afirma que visitó el Centro Educacional Teusaquillo, y encontró allí a una
señora que le manifestó que el Rector de esa Institución había fallecido hacía
2 años y que todos los documentos especiales reposaban en el Ministerio de
Educación Nacional.
D.
PETICIONES DE LA DEMANDA.
1. Solicitó el
estudiante Ernesto Rocha Rodríguez que el Ministerio de Educación Nacional
ordene a quien corresponda la expedición de su título de bachiller.
2. Que se avalúen
los daños y perjuicios ocasionados por la violación de sus derechos y que se
ordene a los responsables a pagarle una indemnización.
3. Que se oficie a
la Universidad Libre, Facultad de Derecho de Santafé de Bogotá, para que
conozca del fallo que en el proceso se concluya y así se le tengan en cuenta
los años cursados hasta la fecha y pueda culminar su profesión.
4. Que se condene en
costas a la parte vencida.
D.
DECISIONES.
1. Del Juzgado
Cuarenta y Cinco Civil Municipal de Santafé de Bogotá, D.C., marzo 30 de l992.
Este Juzgado no
accedió a las peticiones de la acción de tutela propuesta por Ernesto Rocha
Rodríguez, por considerarla improcedente, de conformidad con los siguientes
razonamientos:
1. El derecho cuya
tutela se solicitó lo describen los artículos 26, 27 y 67 de la Constitución
Nacional al reseñar que toda persona es libre de escoger profesión u oficio,
garantizar la libertad de aprendizaje y consagrar la educación como un derecho
de la persona y un servicio público que tiene una función social, buscando con
ella el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica, a los demás bienes
y valores de la cultura.
2. El accionante
ingresó a estudiar al colegio denominado "Centro Educacional
Teusaquillo" (nocturno) con aprobación oficial No. 13865 del 17 de agosto
de l979.
3. En el mencionado
plantel cursó los años 5o. y 6o. de bachillerato, hoy décimo y once grados, los
que aprobó a satisfacción como consta en los certificados que aporta,
debidamente expedido por las directivas del colegio.
4. En acta
individual de graduación se da fé de tal circunstancia, indicando que consta de
107 alumnos, que comienza con el nombre de Angulo Bulla Claudia y se cierra con
el nombre de Villegas Ponce Mario de Jesús.
5. En atención a lo
anterior, el referido plantel le confirió el titulo de bachiller en el año de
l982 y dispuso el envío a la Secretaría de Educación para la correspondiente
legalización, lo cual no tuvo ocurrencia pretextando dicho despacho que el
Instituto de marras se encontraba en investigación y que no podían expedir
registros a nombre del mismo.
6. Al concurrir a
las entidades encargadas del trámite, como la Secretaría y el Ministerio de
Educación, éstos le informaron que debía validar el bachillerato, hecho éste
que no ha podido realizar. Adujo que requería de sus certificados legalizados
para culminar su carrera de Derecho la cual vió truncada al no poder acreditar
su título de bachiller, como puede establecerse en registro y control de la
Universidad Libre, Facultad de Derecho.
7. De las pruebas
que fueron solicitadas por el despacho al Ministerio de Educación Nacional y a
la Secretaría de Educación Distrital, se constató que para la época en que el
reclamante cursó sus estudios en el plantel mencionado, éste se hallaba
aprobado por el Ministerio de Educación Nacional. Pero posteriormente se revocó
la resolución mediante la cual fue aprobado y se le canceló la licencia de
funcionamiento, toda vez que se le comprobó algunas irregularidades.
8. En comunicación
emanada del Jefe de la División de Registro y Control de planteles de la
Secretaría de Educación del Distrito Capital, se aclaró que el Decreto 1450 de
l9 de julio de l988 en su artículo 3o. señala que en los casos de
transferencias y expedición de títulos de bachiller de estudiantes provenientes
de colegios intervenidos por el Ministerio de Educación Nacional, cuando sean
investigados, serán legalizados mediante pruebas en colegios oficiales, previa
autorización de la Dirección General de Ordenamiento y Coordinación de la
Educación Regional según ley 24 de l988.
9. Que los actos
administrativos que le permitieron funcionar al plantel educativo están
revocados y los alumnos que figuren en los libros deben validar sus grados para
poder solucionar su situación académica.
10. El derecho que
se pretendió proteger por el Despacho, es el que consagra la Constitución
Nacional en su artículo 67, pero en realidad en ningún momento se vulneró ese
derecho, porque para ingresar a la educación superior se han debido acreditar
los requisitos de orden académico que exige el Estado.
11. Tampoco se violó
el artículo anterior al no expedirse del diploma de bachiller, ya que para tal
evento debió también acreditar ciertos requisitos que las autoridades
educativas han reglamentado.
12. Estas
autoridades, le están dando la solución al accionante, diciéndole que debe
someterse a la validación de sus grados para arreglar su situación académica.
13. Por último dijo
que el Estado le estaba indicando el camino a seguir, y por tanto la obligación
dependía del interesado acogerse o no a ello.
IMPUGNACION.
El demandante
Ernesto Rocha Rodríguez impugnó el fallo proferido por el Juzgado 45 Civil
Municipal de Santafé de Bogotá, con base en las siguientes razones:
1. Adujo que tenía
derecho y razón para que se fallara a su favor porque aunque la educación no
estaba plasmada en el título II, capítulo I entre los artículos 11 a 41 de la
Constitución Nacional, era un derecho fundamental porque era inalienable y
estaba totalmente ligado a las personas y por su naturaleza el derecho a la
educación, y y porque estaba consagrado en los Derechos Humanos, Tratados,
Convenios y Acuerdos Internacionales, los cuales tienen primacía en el derecho
constitucional colombiano.
2. Del
Juzgado 21 Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, D.C., de 30 de abril de
1992.
El Juzgado 21 Civil
Municipal de Santafé de Bogotá, confirmó el fallo proferido por el Juzgado 45
Civil del Circuito de esta misma ciudad, basado en los siguientes
razonamientos:
1. Dijo el Juzgado
que la ponencia presentada a la Asamblea Nacional Constituyente señaló algunos
de los elementos de la nueva acción "... La tutela se presenta como un
instrumento de naturaleza subsidiaria y residual.
Solo procede en
ausencia de otros mecanismos adecuados de defensa, con la finalidad de otorgar
protección inmediata a los derechos constitucionales fundamentales cuando sean
vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de una autoridad
pública..."
2. Conforme a las
prescripciones del artículo 86 de la Constitución Nacional, la acción de tutela
sólo procede cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa judicial "salvo
que aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable".
3. El artículo 6o.
del decreto 2591 de l991 desarrolla el anterior precepto constitucional, en la
forma allí indicada, de igual forma hace referencia a la precitada disposición
los artículos 1, 2 y 3 del Decreto 306 de l992 reglamentario del decreto 2591
de l991.
4. El Consejo de
Estado en Sala Plena de lo Contencioso Administrativo, en providencia de 29 de
enero de l992, refiriéndose a la norma legal consagratoria de la acción
expresó:
"Para el
caso que ocupa a la Sala debe destacarse la condición que impone el precepto,
de la carencia de otro medio de defensa judicial, que es lo que hace que una
acción subsidiaria y residual, es decir, que sólo procede a falta de otro medio
de defensa y siempre que el derecho fundamental no esté protegido por acción
judicial diferente..."
5. Se argumentó que
la entidad demandada le estaba vulnerando el derecho a la educación, al no
otorgarle el título de bachiller para continuar sus estudios superiores.
6. De los documentos
allegados como pruebas, se dedujo, que para la época en que el accionante
estudió en dicho plantel, el mismo se encontraba aprobado por el Ministerio de
Educación y con licencia para funcionar.
7. Y que el diploma
nunca ingresó a la División Registro de Diplomas para el trámite respectivo.
8. Por haber sido
intervenido el plantel educativo, el Ministerio de Educación Nacional le ordenó
a Rocha Rodríguez presentar los exámenes de admisión en un colegio oficial, sin
que el interesado interpusiera recurso alguno.
9. No se violó el
derecho a la educación, puesto que no se le impidió su estudio en centro de
enseñanza media superior, puesto que para ingresar a alguna de las
instituciones educativas, es necesario cumplir un mínimo de requisitos que no
se pueden obviar.
10. Existen otros
medios de defensa que el accionante debió utilizar.
II. COMPETENCIA.
De conformidad con
los artículos 86 inciso 2o. y 214 No. 9 de la Constitución Nacional y los
artículos 31, 33 y 34 del Decreto 2591 de l991 "Por el cual se
reglamentó la acción de tutela consagrada en el artículo 86 de la Constitución
Política", es competente la Corte para conocer en revisión de la
acción de tutela incoada por el señor Ernesto Rocha Rodríguez.
III.
CONSIDERACIONES
El caso en estudio,
se refiere a la Acción de Tutela incoada por el estudiante Ernesto Rocha
Rodríguez contra el Ministerio de Educación Nacional, para que éste ordene a
quien correspondiera la expedición de su título de Bachiller y así poder
continuar sus estudios universitarios.
1. El Derecho
Fundamental de la Educación.
La Educación es un
Derecho Fundamental, por lo que es inherente, inalienable, esencial a la
persona humana, que realiza el valor y principio material de la igualdad
consagrado en el Preámbulo de la Constitución Nacional y en los artículos 5o. y
13 de la misma Carta Política. La educación está reconocida en forma expresa en
el artículo 44 cuando hace referencia a los Derechos Fundamentales de los
niños, señalando entre otros, el "Derecho a La Educación y a la
Cultura".
Un medio de
realización de la actividad humana ha sido en todos los tiempos la educación,
la formación de criterios de la personalidad y la proyección del hombre en su
entorno social.
La educación es el
acercamiento del hombre con ese espíritu cognoscitivo, con ese afán de saber el
porqué y el cómo de las cosas, es tratar de investigar el principio y el fin de
su existencia para moldear su futuro de conformidad con las experiencias que se
le hayan transmitido.
La educación lleva
implícito el conocimiento. Se educa para que la persona conozca, para que se
prepare para el futuro, para que pueda ser útil a la sociedad, separar al ser
humano de lo que la educación le aporta, es alejarlo del mundo social en el
cual vive y de la naturaleza propia que constituye su existencia.
Es importante
anotar, que esta Corte ha manifestado en diversas oportunidades que lo que
caracteriza como fundamental un derecho, no es el lugar donde se encuentre
ubicado el artículo que lo consagra, sino su carácter de inextricable, es decir
aquello que va unido inseparablemente a la existencia del mismo ser humano.
Este derecho a la
educación lo consagra el artículo 67 de las Carta, así:
Artículo 67. La
educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una
función social: con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la
técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura.
La educación
formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la
democracia; y en la práctica del trabajo y la creación, para el mejoramiento
cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente.
El Estado, la
sociedad y la familia son responsables de la educación, que será obligatoria
entre los cinco y los quince años de edad y que comprenderá como mínimo, un año
de preescolar y nueve de educación básica.
La educación será
gratuita en las instituciones del Estado, sin perjuicio del cobro de derechos
académicos a quienes puedan sufragarlos"...
En este sentido el
artículo 67 de la Carta Política, no obstante encontrarse fuera del Título II,
Capítulo 1 como derechos fundamental, ha sido reconocido como tal por esta
característica, habida cuenta que uno de los criterios principales que ha
señalado esta Corporación, ha sido el sujeto, razón y fin de la nueva
Constitución Nacional, esto es, la persona humana.
Por este motivo la
Educación ha sido protegida como derecho fundamental en las relaciones entre
los particulares, y entre éstos y el Estado, como también por los Tratados y
Convenios Internacionales ratificados por Colombia, a la luz del artículo 93 de
la Carta Política,reiterado por el artículo 4o del Decreto 2591 de 1991.
En efecto son
protectoras de este derecho las siguientes normas de carácter internacional:
La Declaración
Universal de los Derechos Humanos, expresa en su artículo 26:
"Art. 26.
1. Toda persona
tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo
concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental
será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser
garantizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en
función de los méritos respectivos.
"2. La
educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el
fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades
fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre
todas las naciones y todos los grupos étnicos y religiosos; y promoverá el
desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de
la paz.
"3. Los
padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de
darse a sus hijos."
El artículo 13 del
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales, Culturales dice:
"Los Estados
parte en este Pacto reconocen el derecho de toda persona a la educación.
"Convienen
en que la educación debe orientarse al pleno desarrollo de la personalidad
humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los
derechos humanos y las libertades fundamentales. Convienen así mismo, en que la
educación debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en
una sociedad libre, favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre
todas las naciones y entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos, y
promover las actividades de las Naciones Unidas en pro del mantenimiento de la
paz."
Así mismo, el
decreto 2737 de l989 (Código del Menor) previene que el menor tiene derecho a
recibir la información necesaria para su formación integral, y será obligatoria
hasta el grado 9o. de educación básica y gratuita cuando fuere prestada por el
Estado.
José González y
Germán Marquínez al referirse a la educación, hacen la siguiente aseveración: "Se
podría decir que la educación se coloca al límite de la construcción de una
sociedad justa y democrática en el respeto a la dignidad y al derecho de cada
persona y de cada colectividad; la educación se considera instrumento eficaz
para la creación de mejores condiciones de vida para todos y el establecimiento
de la igualdad de oportunidades que aseguren el adecuado desarrollo de la
persona y los grupos sociales".1
En este orden de
ideas, la educación es exaltada universalmente, pues constituye un instrumento invaluable
e indeficiente para que las sociedades puedan evolucionar hacia estadios
superiores, para obtener un mayor desarrollo social, político y económico y
elevar su cultura.
Esta Corporación ha
tenido oportunidad de pronunciarse sobre el derecho fundamental a la educación
en sentencias, entre otras: T-440, 492 y 493.
2. Normas que se
relacionan con el caso particular.
a. Decreto 1418
de l978.2
El Decreto 1418 de
l978 expedido por el Presidente de la República, se refiere a los
procedimientos sobre validaciones y evaluaciones para la admisión y
transferencia de alumnos.
Este decreto, define
el concepto de validación en su artículo 1o. y dice que "es aquel
procedimiento mediante el cual una persona demuestra que ha alcanzado el
dominio de los conocimientos, habilidades y destrezas de una asignatura o del
conjunto de asignaturas comprendidas en un grado en los niveles y modalidades
de educación básica secundaria y medio-vocacional sin necesidad de comprobar su
asistencia a clases regulares".
Define que las
evaluaciones se harán de manera individualizada, y señala que los aspectos
evaluables mediante la validación son los conocimientos teóricos o prácticos,
las habilidades y destrezas, y los valores y actitudes.
También hace
referencia a la forma como se realizan las validaciones, cuáles son los
aspectos evaluables mediante validación, quiénes pueden validar un grado
completo y cuáles son las condiciones para realizarla; quiénes tienen derecho a
validar grados completos mediante evaluación ante el ICFES; cuáles son los
establecimientos autorizados para efectuar dichas validaciones; quiénes tienen
derecho de presentar validaciones del Bachillerato ante el ICFES; casos en los
cuales los planteles oficiales pueden autorizar mediante resolución la
validación de asignaturas aisladas; qué se entiende y cómo pueden efectuarse
las transferencias; cuáles son los requisitos que deben llenar los planteles
para efectuar las validaciones y admisiones y las obligaciones que tienen los
establecimientos oficiales de realizar las evaluaciones de que trata el Decreto
comentado.
El artículo 7o.
señala las personas que tienen derecho a validar grados completos mediante
evaluación ante el ICFES, y otorgan ese Derecho a las personas mayores de 18
años que hayan suspendido sus estudios regulares por un lapso de 2 años o más
de acuerdo con las normas existentes y, a las personas que se encuentren
cursando estudios en cualquier grado, ya sea media vocacional o básica
secundaria, con base en certificados comprobados como falsos, apócrifos,
adulterados etc, previa suspensión de los estudios que esté cursando.
Por último el
artículo 27 previene que:
"El
Ministerio de Educación Nacional resolverá sobre los asuntos sometidos a la
aplicación de este decreto y sobre los casos de promoción irregular y otros no
contemplados en el mismo".
b. Decreto 1964
de l987
El Decreto 1964 de
octubre 16 de l987, expedido por el Presidente de la República, estableció los
procedimientos para la validación de estudios, la transferencia de los alumnos
y deroga los decretos 1418 de l978 y 1571 de l983.
Desarrolla la
definición de validación como un procedimiento por medio del cual una persona
demuestra que ha alcanzado el dominio de conocimientos, habilidades y destrezas
de las asignaturas y áreas en los períodos, grados o niveles de educación
básica primaria, básica secundaria o media vocacional sin necesidad de probar
su asistencia a clases regulares.
Pueden validar un
grado completo las personas menores de 18 años, o las que siendo mayores, estén
cursando el bachillerato o hayan dejado de estudiar por un término menor de 2
años cuando cumplan ciertas condiciones que el decreto define.
El artículo 3o. de
este decreto dispone que podrán validar asignaturas, áreas, períodos, grados o
niveles, quienes por cambio de planes oficiales de estudio, de modalidad, de
calendario o por haber cursado estudios formales, estén contemplados dentro de
los siguientes motivos:
"1...
2 .Validación de
grados.
...
c) Quienes se
encuentren cursando estudios de cualquier grado de educación básica secundaria
o medio vocacional con base en certificados que no son legales ni pueden
acreditarse como tales..."
c. Decreto 1450
de l988 dictado por el señor Presidente de la República.
El Decreto 1450 de
l988 adiciona el decreto 1964 de l987 y establece que la edad mínima
establecida en este último Decreto es obligatoria para presentar por primera
vez el examen de validación en cualquiera de los grados. Una vez se apruebe el
grado validado podrá continuarse con los siguientes sin requisito de edad.
Las personas que con
anterioridad del decreto 1964 de l987 iniciaron la validación de los cursos
completos ante los colegios oficiales señalados para tal fin, se les aceptará
las validaciones y continuarán siendo válidas las autorizaciones expedidas por
el Ministerio de Educación Nacional hasta el año de l987.
En relación con los
colegios que sean intervenidos por el Ministerio de Educación por
investigaciones administrativas, los casos de transferencia y expedición del título
de Bachiller de los estudiantes provenientes de ellos, serán legalizados
mediante pruebas de validación en colegios oficiales, previa autorización de la
Dirección General de Administración e Inspección Educativa o de la Dirección
General de Ordenamiento y Coordinación de la Educación Regional en la
estructura que está señalada en la ley 24 de l988.
d. Decreto 1196
de 1992, expedido por el señor Presidente de la República.
Reglamenta
parcialmente el artículo 20 del Decreto Ley 81 de 1980, en relación con los
sistemas de validación para los programas de educación básica primaria,
secundaria y media vocacional.
Dispone en su
artículo 3o que los programas de validación de grados y ciclos de educación
básica secundaria y media vocacional se ofrecen a quienes se encuentren entre
otras, en la siguiente situación:
"...a)
Quienes hayan cursado estudios en establecimientos educativos no aprobados por
el Ministerio de Educación Nacional, en colegios intervenidos por autoridades
educativas competentes, en colegios que hayan desaparecido o se hayan perdido
los archivos..."
3. Improcedencia
de esta acción de tutela por existir otros medios de defensa judiciales.
Los juzgados,
Cuarenta y Cinco Civil Municipal de Santafé de Bogotá y Veintiuno Civil del
Circuito de este mismo Distrito Capital, negaron la tutela incoada por Ernesto
Rocha Rodríguez, aduciendo la existencia de otros mecanismos de defensa
judiciales, con base en lo señalado en el numeral 1o. del artículo 6o. del
decreto 2591 de l991.
En efecto, señala
este artículo en su numeral primero: La acción de tutela no procederá
"Cuando existan otros recursos o medios de defensa judiciales..."
En este sentido, el
demandante Ernesto Rocha Rodríguez tenía otro medio de defensa judicial para
reclamar su derecho, que consistía en acudir ante la jurisdicción Contenciosa
Administrativa e instaurar la acción de nulidad y la acción de restablecimiento
del derecho señalada en el artículo 85 del Código Contencioso Administrativo
(Decreto 01 de l984), para la época en que se sucedieron los hechos; acción a
través de la cual se ha podido dejar sin vigencia el acto administrativo
emitido por el Ministerio de Educación Nacional el cual le ordenó la validación
de los cursos 10o. y 11o., nulidad que al decretarse, volvería las cosas al
estado anterior, es decir, tendría latente el peticionario la expectativa de
recibir su título de bachiller debidamente refrendado por la Secretaría de
Educación. Y porque según él reunía todos los requisitos legales para
hacerse acreedor al título de bachiller en un colegio que para aquella
ocasión gozaba del visto bueno y de la refrendación oficial del Gobierno
Nacional a través del Ministerio del ramo; pero además concomitantemente con la
mencionada acción, también podía el accionante de tutela haber solicitado la
suspensión provisional del acto administrativo cuestionado que le negó, según
él, su derecho adquirido a obtener el registro de su título de bachiller.
Petición más rápida y mucho más expedita porque prevenía al Ministerio del
error en que presuntamente había incurrido y a la vez, esta agencia oficial
podía igualmente subsanar su error culminando en esta forma el proceso iniciado
por sustracción de materia.
Este mecanismo de
defensa prestaba en forma apremiante la eficacia que en ese momento se
requería, puesto que era el camino que ofrecía mayor agilidad y se desarrollaba
con el fín de proteger el derecho que se le estaba vulnerado.
De otro lado observa
esta Corte, con base en las pruebas que fueron aportadas por el demandante y
que acompaña a la demanda, que el derecho a obtener el título de bachiller no
está debidamente establecido o aclarado, dado que, de acuerdo con las
investigaciones que realizó la Comisión Mixta integrada por el Ministerio de
Educación Nacional y la Secretaría de Educación Distrital, los sellos y
firmas de las directivas del Centro Educacional (rector y secretario), no
correspondían a las registradas en los libros de la Secretaría de Educación, y
además de estas anomalías existían otras que permiten concluir que los
certificados expedidos por la susodicha Institución no conducen a que se vea
con diafanidad la vulneración del derecho pretendido.
Con el fin de buscar
una mayor transparencia sobre la petición de tutela, esta Corporación solicitó
al demandante que allegara los certificados de 1o. a 4o. de bachillerato, los
cuales hasta la fecha de estas conclusiones no se han recibido. Luego no está
plenamente determinado el derecho reclamado por parte del demandante Ernesto
Rocha Rodríguez, porque si bien se aceptara que cursó y aprobó los años 10o. y
11o., no ha sido capaz de aportar los certificados en cuestión y en
consecuencia la Corte no ve nítido, cierto y exigible el derecho reclamado.
De todos modos al
demandante le queda la alternativa que las autoridades educativas le han dado,
consistente en someterse a la validación de los años 10° y 11°, hecho lo cual
quedaría superado el impase para la legalización de su título de bachiller.
Por último ha de
decirse, que los hechos que originaron la presente acción de tutela acaecieron
en la vigencia de la Constitución anterior y con mucha anticipación a la actual
Carta, los cuales en consecuencia asumen la relevancia de consumados frente a
esta última.
En este sentido ya
se pronunció esta Corporación en sentencia de tutela No. 492 de 12 de agosto de
1992, Sala de Revisión No. 3, con ponencia del H. Magistrado doctor José
Gregorio Hernández Galindo.
El demandante,
además, como se dijo, omitió el ejercicio oportuno de las acciones
correspondientes con arreglo al Código Contencioso Administrativo.
Por lo anteriormente
dicho, se confirmarán las sentencias objeto de revisión.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional, administrando
justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
F A L L A :
Primero: Confírmase la sentencia del Juzgado 21 Civil del Circuito de
Santafé de Bogotá, D.C. de 30 de abril de 1992, por la cual se confirmó el
fallo del Juzgado 45 Civil Municipal de la misma ciudad.
Segundo: Comuníquese al Juzgado 45 Civil Municipal
de Santafé de Bogotá, D.C. la presente decisión, con entrega de su texto, para
que sea notificado a las partes conforme a lo dispuesto en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Tercero: Comuníquese, con entrega del texto de la
sentencia, al Juzgado 21 Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, D.C..
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado Ponente
JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 José González y Germán
Marquínez, Educación para el Cambio, Pág.
19,
Editorial el Buho, l989.).
2 Se menciona este Decreto, aunque
derogado por el Decreto 1964 de 1987, porque cobija los hechos de la demanda de
tutela. |
157 | T-540-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-540/92
DEBIDO PROCESO
ADMINISTRATIVO-Alcance/SERVICIOS
PUBLICOS-Prestación
La vinculación
sugerida por los peticionarios entre el derecho al debido proceso
administrativo y los derechos de participación de los usuarios y consumidores
en la toma de decisiones sobre la prestación de servicios públicos, no existe
actualmente. Una vulneración del debido proceso administrativo en esta materia
sólo será posible cuando la ley, en el futuro, regule mecanismos imperativos
que condicionen la adopción de medidas sobre la prestación de servicios
públicos a la intervención efectiva de la comunidad a través de organizaciones
de consumidores y usuarios. Mientras ello no suceda, los reclamos ciudadanos en
torno a las medidas y políticas adoptadas por las entidades respectivas, sólo
podrán ser objeto de acción de tutela si se configura con el acto u omisión de
la autoridad pública o del particular encargado de dicha tarea una vulneración
o amenaza de otro derecho fundamental diferente al debido proceso.
EMPRESAS DE
SERVICIOS PUBLICOS-Relación
con el usuario
La relación
jurídica entre el usuario y las empresas de servicios públicos domiciliarios
es, en algunos aspectos y respecto de ciertos servicios, una relación legal y
reglamentaria, estrictamente objetiva, que se concreta en un derecho a la
prestación legal del servicio en los términos precisos de su reglamentación,
sin que se excluya la aplicación de normas de derecho privado en materias no
reguladas por la ley. No es entonces exótico que la relación jurídica entre
usuario y empresa de servicios públicos sea simultáneamente estatutaria y
contractual. En materia de servicios públicos domiciliarios, por el contrario,
esta es la regla general, debido a que su prestación involucra derechos
constitucionales - salud, educación, seguridad social, etc. - y su
reglamentación administrativa obedece a intereses públicos determinados,
quedando reservada su gestión, control y vigilancia a los organismos del
Estado.
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/FUNCION ADMINISTRATIVA-Eficacia
No encuentra esta
Corporación motivos suficientes que permitan deducir la vulneración de los
derechos fundamentales de los petentes como consecuencia de la decisión de
facturar y cobrar conjuntamente servicios públicos por parte de las empresas
encargadas de su prestación. La técnica de cobro simultáneo de tarifas, siempre
que ella no comporte una prestación más gravosa para el ciudadano al momento de
presentar reclamos, cancelar individualmente los servicios, etc., no viola la
Constitución. Por el contrario, la decisión de hacer más eficiente y efectivo
el cobro de tales servicios, es consistente con el artículo 209 de la
Constitución, el cual establece el principio de eficacia de la función
administrativa, a la vez que redunda en beneficio de la propia comunidad.
SEPTIEMBRE 24 DE 1992
REF: Expediente
T-3126
Actor: MOISES
TARUD HAZBUN Y ROGER PEREZ PACHECHO
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-3126 adelantado por los señores MOISES TARUD HAZBUN y ROGER PEREZ
PACHECHO contra la ELECTRIFICADORA DEL ATLANTICO S.A. y la SOCIEDAD DE
ACUEDUCTO, ALCANTARILLADO Y ASEO DE BARRANQUILLA S.A.
ANTECEDENTES
1. La
ELECTRIFICADORA DEL ATLANTICO (ELECTRANTA), sociedad anónima de economía mixta,
entidad descentralizada indirecta del orden nacional, vinculada al Ministerio
de Minas y Energía, con participación pública mayor al 90% en su capital
social, suscribió un convenio con la SOCIEDAD DE ACUEDUCTO, ALCANTARILLADO Y
ASEO DE BARRANQUILLA (A.A.A.), sociedad comercial anónima de economía mixta del
orden municipal, (85% de capital público) vinculada al municipio de
Barranquilla, con el objeto de realizar "la facturación conjunta de los
servicios de Energía y Aseo en la ciudad de Barranquilla". Igualmente,
acordaron que ese convenio podría extenderse a la facturación de Acueducto y
Alcantarillado, previo acuerdo adicional entre las partes. Como fundamento
legal del mencionado convenio se invocaron por las entidades encargadas de la
prestación de servicios públicos el Decreto 196 de 1989 (art. 15), el Decreto
1842 de 1991 (art.14) y las Resoluciones 033 del 1o. de junio de 1990 y 202 del
11 de octubre de 1991.
2. Los señores
MOISES TARUD HAZBUN y ROGER PEREZ PACHECO, interpusieron acción de tutela,
"a fin de que sean suspendidos los efectos presentes y futuros del
convenio surtido entre la "SOCIEDAD DE ACUEDUCTO ALCANTARILLADO Y ASEO DE
BARRANQUILLA S.A." y la "ELECTRIFICADORA DEL ATLANTICO S.A.".
Invocaron como vulnerado el derecho al debido proceso administrativo (CP art.
29), e implícitamente los derechos de los usuarios o consumidores (CP art. 78).
De otra parte, advierten que el mencionado convenio desvirtúa el fin esencial
del Estado de facilitar la participación de todos en las decisiones que les
afectan (CP art. 2).
3. En su solicitud,
los petentes afirman que los usuarios de los servicios públicos domiciliarios
tienen el carácter de partes del contrato en virtud del cual se les suministra
esos servicios. Consiguientemente, anotan, el principio contractual de
bilateralidad hace imperiosa la intervención de los usuarios en la adopción de
cualquier acto o decisión que modifique los términos del contrato.
Igualmente, observan
que la facturación conjunta impone mayores cargas a los usuarios, especialmente
al momento de tramitar reclamos y en el evento del incumplimiento en el pago de
uno de los servicios. En su criterio:
"La facturación
conjunta crea traumas innecesarios al usuario: así, por vías del ejemplo, si la
facturación del agua por yerro de la "TRIPLE A" es excesivo y el consumidor
no puede sufragar su importe, tampoco podrá cancelar la luz y por este hecho
sufre el corte, pues el no pago de uno de sus rubros obliga al no pago de los
otros. El trasteo de una empresa a la otra y las interminables colas para
solucionar el error hacen que el ciudadano además de perder la paciencia,
pierda también su tiempo y su dinero. Y como en este Departamento estamos bajo
el régimen dictatorial de los funcionarios responsables de la prestación de los
servicios públicos, no hay derecho que valga ni reclamo resuelto pronto y
eficazmente".
4. El Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, Sala Unitaria de Decisión
denegó la tutela solicitada mediante fallo del 2 de abril de 1992. Según el
fallador el convenio inter-administrativo celebrado entre ELECTRANTA y A.A.A.
se encuentra sometido a las normas de contratación administrativa y, por lo
tanto, los petentes disponían de las acciones propias de la Jurisdicción
Contencioso Administrativa. Adicionalmente, a su juicio, los derechos involucrados
son de rango legal, y no pueden ser objeto de la acción de tutela (Decreto 2591
de 1991).
Los petentes TARUD
HAZBUN y PEREZ PACHECO impugnaron la anterior providencia alegando que el
convenio violaba el derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica (CP
art. 14), íntimamente ligado al principio de "la primacía de los derechos
inalienables de la persona" (CP art. 5). Consideran que para hacer
efectiva la individualidad de cada persona y conceder el debido respeto al
reconocimiento de su personalidad jurídica, ese tipo de contratos de adhesión
deben prever la participación de los usuarios para el caso de que se pretenda
modificar sus cláusulas.
5. Mediante
providencia del 29 de mayo de 1992, la Sala Laboral de la Corte Suprema de
Justicia confirmó la decisión impugnada. En su concepto,
"como el acto
contra el cual se formula la acción de tutela (convenio), es de carácter
general, impersonal y abstracto y, en el evento de lesionar un derecho tendrá
el afectado otros medios de defensa judicial a su disposición para proteger el
derecho conculcado, la impugnación formulada se decidirá negativamente".
Igualmente, la Corte
Suprema de Justicia insistió en la improcedencia de la acción de tutela por
existir otros medios de defensa judicial. Al respecto afirmó:
"(...) no
comparte la Sala los argumentos expuestos por los impugnantes frente a la
inexistencia de otros medios defensivos para tutelar el derecho pregonado como
transgredido (debido proceso), por cuanto la ley no sólo contempla acciones de
nulidad y restablecimiento del derecho, en la jurisdicción contencioso
administrativa, sino también medios procesales de alcance inmediato (suspensión
provisional y suspensión automática) a efecto de impedir que actos contrarios
al ordenamiento jurídico subsistan en el tiempo".
6. Notificada la
providencia de segunda instancia, el expediente de tutela fue remitido a esta
Corporación para su eventual revisión y, habiendo sido seleccionado,
correspondió a esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Concepto de la
violación según los accionantes
1. Los accionantes,
señores MOISES TARUD HAZBUN y ROGER PEREZ PACHECHO, aducen la vulneración del
derecho al debido proceso administrativo (CP art. 29) por parte de las
entidades públicas y privadas encargadas de la prestación de servicios públicos
(ELECTRANTA y A.A.A.), las cuales convinieron la facturación y cobro conjunto
de los servicios de energía y aseo en la ciudad de Barranquilla, con la
posibilidad de ampliarla a los servicios de agua y alcantarillado, sin la
participación de los usuarios de los mismos.
Alcance del
derecho al debido proceso administrativo
2. El artículo 29 de
la Constitución Política consagra el derecho al debido proceso en toda clase de
actuaciones judiciales y administrativas. Esta garantía procesal reconocida a
la persona tiene como finalidad que ella no pueda resultar sancionada o
perjudicada por decisiones de la autoridad que desconozcan las oportunidades
establecidas por la ley para intervenir y defenderse. La actuación administrativa
que concluye en la adopción de un mecanismo o técnica para la facturación y
cobro conjunto de servicios públicos no constituye un acto sancionatorio ni
desconoce per se los derechos subjetivos de la persona.
La vinculación
sugerida por los peticionarios entre el derecho al debido proceso
administrativo y los derechos de participación de los usuarios y consumidores
en la toma de decisiones sobre la prestación de servicios públicos, no existe
actualmente. Una vulneración del debido proceso administrativo en esta materia
sólo será posible cuando la ley, en el futuro, regule mecanismos imperativos
que condicionen la adopción de medidas sobre la prestación de servicios
públicos a la intervención efectiva de la comunidad a través de organizaciones
de consumidores y usuarios (CP art. 78). Mientras ello no suceda, los reclamos
ciudadanos en torno a las medidas y políticas adoptadas por las entidades
respectivas, sólo podrán ser objeto de acción de tutela si se configura con el
acto u omisión de la autoridad pública o del particular encargado de dicha
tarea una vulneración o amenaza de otro derecho fundamental diferente al debido
proceso.
Ahora bien, la
trascendencia de los servicios públicos - por su incidencia en la vida de
millones de ciudadanos - hace imperativo que esta Corte se pronuncie sobre su
contenido y alcance constitucional, particularmente bajo la perspectiva de los
derechos de participación ciudadana, expresión directa del principio político
de democracia participativa.
Noción de
servicio público
3. Los servicios
públicos no pueden verse como una pesada carga que recae sobre el Estado
burocrático sino como un logro conceptual y jurídico de los ciudadanos en su
propio beneficio. La noción de servicio público expresa una transformación
política que se traduce en la subordinación de los gobernantes a los
gobernados. La relación individuo-Estado no es, por tanto, la de vasallo o
súbdito y monarca sino la de ciudadano-servidores públicos.
El contenido
filosófico-político de la noción de servicio público trasciende las diversas
posiciones ideológicas abstencionistas, intervencionistas o neoliberales. Dicho
contenido refleja una conquista democrática que se traduce en una teoría del
Estado cuyo cometido esencial es el cubrimiento de las necesidades básicas
insatisfechas de toda la población y el aseguramiento de un mínimo material
para la existencia digna de la persona.
Los servicios
públicos son el medio por el cual el Estado realiza los fines esenciales de
servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la
efectividad de los principios derechos y deberes constitucionales (CP art. 2).
El sentido y razón de ser de los poderes constituidos es el servicio a la
comunidad, la satisfacción de sus necesidades y la protección de los derechos
individuales de sus miembros.
Servicios
públicos, Estado social de derecho y principio de solidaridad
4. El Estado social
y democrático de derecho tiene una concreción técnica en la noción de servicio
público. El Constituyente al acoger esta forma de organización político-social
elevó a deber constitucional del Estado suministrar prestaciones a la
colectividad. La naturaleza social y democrática del Estado considera a cada
ciudadano como un fin en sí mismo, en razon de su dignidad humana y de su
derecho a la realización personal dentro de un proyecto comunitario que
propugna por la igualdad real de todos los miembros de la sociedad. Por lo
tanto, la administración está sujeta a un concepto evolutivo de mayores
prestaciones y mejores servicios al público, según las cambiantes necesidades y
la complejidad del mundo moderno.
La idea de servicio
público es el medio para avanzar rápidamente al Estado social y democrático de
derecho, en forma pacífica y sin traumas para los grupos de interés que
detentan posiciones de ventaja respecto de los sectores mayoritarios de la
sociedad con necesidades insatisfechas. La legitimidad del Estado depende del
cumplimiento de sus deberes sociales y de la eficacia de la gestión pública. La
población es sensible a la efectiva realización de los fines esenciales del
Estado, en particular porque sobre ella pesa la carga del régimen impositivo.
La corrupción y el fraude generalizados hacen que el ciudadano perciba la
presencia del Estado como una carga insoportable y pueden conducir a su
destrucción o al desmonte de las prestaciones sociales a su cargo. Por ello los
servicios públicos deben mantener un nivel de eficiencia aceptable para dar
respuesta a las necesidades sociales, sin perjuicio del principio de la
solidaridad social.
Los servicios
públicos como instancia y técnica de legitimación no son fruto de la decisión
discrecional del poder público sino aplicación concreta del principio
fundamental de la solidaridad social (CP arts. 1 y 2). A través de la noción de
servicio público el Estado tiene el principal instrumento para alcanzar la
justicia social y promover condiciones de igualdad real y efectiva. Su
prestación comporta una transferencia de bienes económicos y sociales con base
en el principio de justicia redistributiva que, mediante el pago discriminado
de los servicios públicos según estratos y en función de la capacidad económica
del usuario, permite un cubrimiento a sectores marginados que, en otras
circunstancias, no tendrían acceso a los beneficios del desarrollo económico.
De esta forma se garantizan las condiciones materiales para el libre desarrollo
de la personalidad (CP art. 16) y para la consecución de una igualdad real y
efectiva (CP art. 13) de toda la población.
Servicios
públicos y democracia participativa
5. La participación
del usuario en la gestión y fiscalización de los servicios públicos permite al
individuo experimentar personalmente las ventajas de su pertenencia al Estado
social de derecho. En la práctica, sin embargo, la posición del ciudadano en la
gestión de los servicios públicos deja mucho que desear. Históricamente ha
primado una visión despótica del Estado que excluye a los particulares de
participar en las decisiones que afectan su vida diaria. La instauración que
una democracia participativa debe poner fin a esta situación. No obstante, no
basta para asegurar la participación ciudadana, la mera consagración positiva
de derechos constitucionales sino que, además, es necesario un desarrollo
legislativo que involucre un sistema eficaz de recursos ágiles y sumarios y de
mecanismos de participación efectiva.
La democracia
participativa como principio, finalidad y forma de gobierno (CP Preámbulo,
arts. 1 y 2) exige la intervención de los ciudadanos en todas las actividades
confiadas a los gobernantes para garantizar la satisfacción de las necesidades
crecientes de la población. Sin la participación activa de los ciudadanos en el
gobierno de los propios asuntos, el Estado se expone a una pérdida
irrecuperable de legitimidad como consecuencia de su inactividad frente a las
cambiantes y particulares necesidades de los diferentes sectores de la
sociedad.
Para hacer realidad
el fin esencial de Estado de "facilitar la participación de todos en las
decisiones que los afectan y en la vida económica, política, administrativa y
cultural de la Nación" (CP art. 2), el Constituyente previó la posibilidad
de que la ciudadanía participe, a través de organizaciones representativas de
usuarios y consumidores, en el proceso legislativo de regulación de los
servicios públicos (CP art. 78), así como en la gestión y fiscalización de las
empresas estatales encargadas de su prestación (CP arts. 369 y 48 transitorio).
La Constitución no consagra un derecho fundamental a participar en la
toma de decisiones administrativas en materia de servicios públicos.
Corresponde al legislador consagrar tales derechos y desarrollar los mecanismos
de participación de conformidad con el marco constitucional que regula la
materia.
Regulación
constitucional y legal de los servicios públicos
6. La Constitución
define los servicios públicos como inherentes a la finalidad social del Estado
e impone a éste el deber de asegurar su prestación eficiente a todos los
habitantes del territorio nacional (CP art. 365).
El constituyente
optó por reservar al legislador la regulación de la prestación de los servicios
públicos (CP art. 150-23), no sin antes garantizar la participación de las
organizaciones de usuarios o consumidores en la materia (CP arts. 78, 334, 365,
367, 369 y 48 transitorio) y confiar a los concejos la reglamentación de las
funciones y la eficiente prestación de los servicios a cargo del municipio (CP
art. 313-1). De tal forma, se pretendió conciliar la flexibilidad de los mecanismos
para la prestación de los servicios públicos con la descentralización y la
participación ciudadana, en un área de la actividad estatal que afecta
directamente la vida cotidiana de todas las personas. Al respecto, el
constituyente expresó:
"Introducir en
la Carta Constitucional materias que son susceptibles de un desarrollo
legislativo detallado, puede crear en el tema que nos ocupa, una camisa de
fuerza que impida el desarrollo mismo de los distintos servicios públicos o la
ausencia de normatividad en otros servicios que, por su misma naturaleza,
requieren de un tratamiento especial.
De acuerdo a lo
expresado anteriormente, se deja a la ley el desarrollo de los mandatos
constitucionales, atendiendo la naturaleza y características de cada uno de los
servicios públicos, las dificultades que se presentan entre las empresas y los
usuarios, los elementos propios de cada uno de ellos que, inciden en la
fijación de las tarifas o en su actualización, etc,.
"En los demás
servicios (diferentes a la fuerza pública y la administración de justicia) se
prevé la participación de los particulares o de las comunidades organizadas en
su prestación. Con ello se consagran alternativas distintas a la puramente
estatal en su organización y atención, procurando crear condiciones de
competencia que, en últimas, conlleven el mejoramiento en el manejo de los
recurso y, por ende, en la calidad de los servicios entregados a la
comunidad"1
.
El Estado está
dotado de variados medios de intervención en el campo de los servicios
públicos: la nacionalización de determinadas actividades estratégicas o
servicios públicos por razones de soberanía o de interés social (CP art. 365);
la prioridad del gasto público social para la solución de las necesidades
básicas insatisfechas (CP art. 366); el otorgamiento de subsidios
presupuestales a personas de menores ingresos para el pago de las tarifas de los
servicios públicos domiciliarios (CP art. 368); el reconocimiento de los
derechos de participación ciudadana y municipal en la gestión y fiscalización
de los empresas estatales que prestan servicios públicos (CP art. 369) y, el
ejercicio del control, la inspección y la vigiliancia de los mismos por parte
del Presidente de la República, a través de la Superintendencia de Servicios
Públicos Domiciliarios (CP art. 370).
Relación jurídica
entre los consumidores o usuarios y las entidades encargadas de la prestación
de servicios públicos
7. Los peticionarios
sostienen la existencia de una relación contractual de derecho privado entre
los usuarios de servicios públicos y las empresas encargadas de su prestación.
En particular afirman que se trata de un contrato de suministro con las
características de los contratos de adhesión.
La naturaleza
jurídica de las relaciones entre los usuarios de servicios públicos y las
empresas encargadas de su prestación no es un tema pacífico en la doctrina. Por
un lado, la tesis privatista, anteriormente vinculada a la distinción de actos
de autoridad y actos de gestión de la administración, hoy en auge en razón del
movimiento que favorece la privatización de empresas de servicios públicos,
postula la aplicación del derecho privado a muchas prestaciones
administrativas, en especial las desempeñadas por concesionarios. La tesis de
la naturaleza jurídico-pública, de otra parte, sostenida por la doctrina
alemana, señala que invariablemente la actividad inherente a todos los servicios
públicos no es contractual, sino reglamentaria. Se busca enfatizar la
prevalencia de la seguridad jurídica sobre las ventajas individuales de la
contratación privada en atención a que la prestación de servicios es una
actividad dirigida a la realización del interés público. Ninguna posición
unilateral, sin embargo, ha logrado responder cabalmente a las características
de los diversos servicios públicos.
La relación jurídica
entre el usuario y las empresas de servicios públicos domiciliarios es, en
algunos aspectos y respecto de ciertos servicios, una relación legal y
reglamentaria, estrictamente objetiva, que se concreta en un derecho a la
prestación legal del servicio en los términos precisos de su reglamentación,
sin que se excluya la aplicación de normas de derecho privado en materias no
reguladas por la ley.
La variedad de los
servicios públicos - esenciales (CP arts. 56, 366), sociales (CP arts. 46, 48,
64), domiciliarios (CP arts. 367 y ss), comerciales o industriales (CP art. 64)
y las variadas modalidades de su prestación - directamente por el Estado o a
través de comunidades organizadas o particulares - son criterios que sumados a
la decisión del legislador permiten determinar el derecho aplicable en cada
caso. La clásica exigencia de someter los servicios públicos a las reglas
exorbitantes del derecho público con miras a mantener las prerrogativas del
Estado ha perdido vigencia frente a su prestación creciente a través de
concesionarios y la superación de la antinomia entre rentabilidad, eficacia y
cubrimiento del servicio. La situación jurídica del usuario en parte es
contractual y en parte reglamentaria, según lo establezca el propio legislador
(CP art. 365). Esta regulación es más intensa y abarca mayor número de
aspectos de las relaciones entre el Estado y los usuarios cuando el servicio
asume un carácter acentúadamente más administrativo y se presta directamente
por el Estado. Al contrario, tratándose de servicios públicos prestados por
particulares, los aspectos o problemas no previstos en la reglamentación
administrativa, salvo si de su naturaleza se deduce lo contrario, deben
resolverse aplicando criterios contractualistas, más afines a las actividades
desarrolladas por los concesionarios de un servicio público.
No es entonces
exótico que la relación jurídica entre usuario y empresa de servicios públicos
sea simultáneamente estatutaria y contractual. En materia de servicios públicos
domiciliarios, por el contrario, esta es la regla general, debido a que su
prestación involucra derechos constitucionales - salud, educación, seguridad
social, etc. - y su reglamentación administrativa obedece a intereses públicos
determinados, quedando reservada su gestión, control y vigilancia a los
organismos del Estado.
Bajo esta óptica le
asiste parcialmente razón a los accionantes en el sentido de equiparar la
relación usuario-empresa de servicios de energía eléctrica y aseo a un
contrato de suministro regulado por las normas del derecho privado. Sin
embargo, tratándose de decisiones de la administración o el concesionario de un
servicio público sobre la técnica de cobro de las tarifas, existe
reglamentación legal que en principio sustrae en este preciso aspecto la
aplicación de normas civiles o comerciales y cuya constitucionalidad depende
primariamente del respeto a los derechos constitucionales de los usuarios.
En efecto, el
Estatuto Nacional de usuarios de los servicios públicos domiciliarios regula la
posibilidad de cobro conjunto de servicios en desarrollo de acuerdos
institucionales entre las diversas empresas prestatarias (Decreto 1842 de 1991,
art. 14). Es claro, entonces, que la formulación conjunta de cuentas de cobro
de servicios públicos domiciliarios por parte de las respectivas empresas,
encuentra respaldo en la ley que regula esta posibilidad, sin que la decisión
administrativa correspondiente vulnere por sí misma derechos constitucionales
fundamentales de los usuarios, salvo que ello se demuestre por parte del
interesado.
Principio de
eficacia de la administración y derechos de participación ciudadana
8. En concepto de
los petentes, la decisión de las empresas de servicios públicos (ELECTRANTA y
A.A.A.) de facturar y cobrar conjuntamente los servicios de energía y aseo
vulnera el derecho fundamental al debido proceso, en el cual comprenden - según
su criterio - el derecho a participar en las decisiones de la administración
que afectan su vida económica y la de la comunidad. Una de las razones
expuestas para sustentar su aserto se refiere al caso eventual de un reclamo
por parte de un usuario relativo a un servicio específico que lo expondría a la
virtual suspensión de los demás servicios incluidos en el cobro conjunto.
Sobre el particular,
el convenio se encarga de eliminar, en teoría, este tipo de perjuicios:
"Los recibos
contendrán dos (2) cupones separables del cuerpo principal, cada uno de los
cuales registrará el valor a pagar a favor de cada entidad, de tal manera que
se facilite el manejo individual e independiente de cada servicio en relación
con los usuarios".
No encuentra esta
Corporación motivos suficientes que permitan deducir la vulneración de los
derechos fundamentales de los petentes como consecuencia de la decisión de
facturar y cobrar conjuntamente servicios públicos por parte de las empresas encargadas
de su prestación. La técnica de cobro simultáneo de tarifas, siempre que ella
no comporte una prestación más gravosa para el ciudadano al momento de
presentar reclamos, cancelar individualmente los servicios, etc., no viola la
Constitución. Por el contrario, la decisión de hacer más eficiente y efectivo
el cobro de tales servicios, a través del medio escogido, es consistente con el
artículo 209 de la Constitución, el cual establece el principio de eficacia de
la función administrativa, a la vez que redunda en beneficio de la propia
comunidad. Precisamente, en atención al indicado principio de eficacia, el
convenio suscrito entre la ELECTRIFICADORA DEL ATLANTICO S.A. y la SOCIEDAD DE
ACUEDUCTO, ALCANTARILLADO Y ASEO DE BARRANQUILLA S.A., perdería sustento
constitucional si en la práctica se revelase más gravoso para los usuarios que
el anterior sistema del cobro separado.
En todo caso, las
entidades públicas o privadas a las cuales les ha sido confiada la prestación
de un servicio público deben respetar y facilitar la utilización de los
mecanismos de participación ciudadana en la toma de decisiones que afectan a
los usuarios, quienes a su vez pueden ejercer las acciones jurídicas a su favor
en defensa de sus derechos fundamentales y legales.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.-
CONFIRMAR la sentencia del
29 de mayo de 1992, proferida por la Sala Laboral de la Corte Suprema de
Justicia, confirmatoria del fallo de tutela proferido por el Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Barranquilla, Sala Unitaria de Decisión, sin perjuicio
de lo que se dispone en el numeral octavo de los fundamentos jurídicos.
SEGUNDO.- LIBRESE
comunicación al Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Barranquilla, con miras a que se surta la
notificación de esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veinticuatro (24) días del mes de septiembre de mil novecientos noventa y
dos).
1 Ponencia sobre servicios
públicos presentada por Eduardo Verano de la Rosa. Asamblea Nacional
Constituyente. G.C. No. 51, p. 17. |
158 | T-542-92
Sentencia No
_Sentencia
No. T-542/92
DERECHO
AL LIBRE DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD-Alcance/DERECHO
DE ASOCIACION
El
concepto de autonomía de la personalidad comprende toda decisión que incida en
la evolución de la persona en las etapas de la vida en las cuales tiene
elementos de juicio suficientes para tomarla. Su finalidad es comprender
aquellos aspectos de la autodeterminación del individuo, no garantizados en
forma especial por otros derechos, de tal manera que la persona goce de una
protección constitucional para tomar, sin intromisiones ni presiones, las
decisiones que estime importantes en su propia vida. Es aquí donde se
manifiesta el derecho de opción y es deber de las personas respetar los
derechos ajenos y no abusar de los propios. Una de las manifestaciones de este
derecho es el derecho de asociación pues toda persona puede optar por asociarse
o no asociarse y en esa medida lograr los fines de su desarrollo en sociedad.
La asociación puede ser permanente o transitoria; que implique renuncia de
otras actividades o sea complemento de éstas. Pero si se asocia tiene que
respetar y acogerse a las reglas que rigen el funcionamiento de la
colectividad.
REF.:
EXPEDIENTE Nº 3156
Peticionario:
Teresa de Jesús Sandoval Santamaría.
Procedencia:
Juzgado 2º Penal del Circuito de Chiquinquirá (Boyacá).
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé
de Bogotá, D.C., veinticinco (25) de septiembre de mil novecientos noventa y
dos (1992).
La
Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los
Magistrados Alejandro Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez
Rodríguez,
EN
NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR
MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha
pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En
el proceso de tutela identificado con el número de radicación T-3156,
adelantado por Teresa de Jesús Sandoval Santamaría.
I.
ANTECEDENTES
Con
base en los artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de
1991, la Sala de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió,
para efectos de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por
reparto le correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió
formalmente el expediente el día 25 de junio del presente año.
De
conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión
de la Corte entra a dictar sentencia de Revisión.
1.
SOLICITUD.
La
accionante impetró acción de tutela ante el Juez 2º Penal del Circuito de
Chiquinquirá (Boyacá) contra actos de el sacerdote católico Marco Antonio Peña
Salinas como Prior del Convento Dominicano de Nuestra Señora del Rosario de
Chiquinquirá, -Padres Dominicos-, que se originó en los siguientes hechos:
El
sacerdote dominico Eriberto Santamaría Puerto es tío de la accionante y se
encuentra domiciliado en el convento antes mencionado.
La
señora Sandoval Santamaría denuncia la conducta del particular acusado, en el
sentido de que éste no le permite el ingreso al convento para visitar a su tío
que se encuentra enfermo, y teme por su salud debido a su avanzada edad.
La
peticionaria considera que los actos acusados violan los artículos 16 -libre
desarrollo de la personalidad- y 24- derecho a la locomoción-, de la Carta
Política.
2.
Fallo del Juzgado Segundo Penal del Circuito de Chiquinquirá -Boyacá
(Providencia de Mayo 20 de 1992).
Estima
el Juez 2º Penal del Circuito, que el domicilio de las personas es aquel donde
habitan, en el caso de los religiosos su convento, por tanto se le halla razón
al Prior del Convento al pedir autorización para poder ingresar al mismo, ya
que se trata de la casa de los religiosos.
En
el fallo se afirma que no aparece prueba alguna que permita suponer que se le
haya impedido el ingreso de la señora Sandoval Santamaría al Convento, sólo que
lo debe hacer con el concurso del Director del Convento, cuestión esta por
demás legal.
Añade
el juzgador, que por percepción directa -diligencia de inspección judicial-, se
pudo comprobar como el padre Santamaría se encuentra bajo el cuidado médico y
de los religiosos por su avanzado estado de edad; pero es éste religioso quien
manifiesta que si ha sido objeto de visitas.
Tomando
en consideración lo anterior se denegó la solicitud de tutela.
II.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
1.
Competencia.
Es
competente esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para
proferir sentencia de revisión del fallo dictado por el Juzgado 2º Penal del
Circuito de Chiquinquirá (Boyacá), con fundamento en los artículos 86 inciso
tercero y 241 numeral noveno de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se
hace por virtud de la selección que de dicho fallo practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
2.
Del derecho al libre desarrollo de la personalidad.
2.1.
Consideraciones generales.
La
facultad de una persona de tomar sus decisiones de manera libre y según su
propia conciencia es, junto con la dignidad humana (CP Artículo 1º), uno de los
principios más importantes del constitucionalismo moderno humanista. Sólo un
ordenamiento jurídico que garantice a la persona la facultad de desarrollarse
libre y autónomamente puede ser tenido como un régimen verdaderamente
democrático.
El
derecho al libre desarrollo de la personalidad tiene origen en la Declaración
Universal de Derechos Humanos (Adaptada y proclamada por la Asamblea General en
su resolución 217 A (III), del 10 de diciembre de 1948), que en su artículo 22
consagrada:
"Toda
persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a
obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida
cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los
derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al
libre desarrollo de su personalidad" (negrillas no originales).
Sobre
el derecho a la autonomía personal, en el informe ponencia para primer debate
en plenaria en la Asamblea Nacional Constituyente, se estableció:
"En
la época actual, el desarrollo de la personalidad no sólo tiene trabas y
obstáculos que se conocieron en otros tiempos, sino que el individuo pretende
ser condicionado a través de sofisticados medios tecnológicos que han
permitido a algunos sociólogos identificar el fenómeno como de alienación.
Tal
circunstancia llevó a los miembros de la Comisión Primera a consagrar el
derecho a la autonomía personal, sin otras limitaciones que las que imponen el
respeto a los derechos de los demás y al orden jurídico. El riesgo de
manipulación cultural, no deja de ser una de las graves amenazas para que el
individuo desenvuelva cabalmente sus potencialidades intelectivas, y tal es el
sentido del artículo que se propone introducir en la Constitución
nacional"1
.
El
artículo 16 de la Constitución Política establece:
"Todas
las personas tienen derecho al libre desarrollo sin más limitaciones que las
que imponen los derechos de los demás y el ordenamiento jurídico".
El
artículo parte del principio material según el cual se debe respetar el criterio
de la persona sobre la mejor manera de vivir de acuerdo con el sentido de la
propia dignidad, pero sin causar daño a otros o irrespetar el ordenamiento
jurídico.
Como
anota Montaigne,..."Lo más importante del mundo es saber pertenecer a sí
mismo"2
.
La
persona tiene la facultad constitucional de tomar, sin interferencias,
decisiones que son desarrollo para el desenvolvimiento de su vida. El concepto
de autonomía de la personalidad comprende toda decisión que incida en la
evolución de la persona en las etapas de la vida en las cuales tiene elementos
de juicio suficientes para tomarla. La escogencia de estudios, la integración
de una familia, las inclinaciones religiosas, políticas, culturales, sexuales,
familiares y profesionales, son parte del desarrollo de la personalidad; como
son procesos que la determinan, es la persona la única que tiene el derecho a
decidir.
En
este sentido, las constituciones de Alemania, España e Italia, entre otras,
consagran el libre desarrollo de la personalidad como un principio que irradia
la carta de derechos fundamentales. Así tenemos por ejemplo el artículo 2.1 de
la Constitución alemana que establece:
"Todos
tienen derecho al libre desenvolvimiento de su personalidad siempre que no
vulneren los derechos de otro ni atenten al orden constitucional o la ley
moral".
Por
su parte el artículo 10.1 de la Constitución española, consagra:
"La
dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son inherentes, el
libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la ley y a los derechos de
los demás son fundamento del orden político y de la paz social".
Y,
finalmente, la Constitución italiana lo define así:
"Artículo
2º. La República reconoce y garantiza los derechos inviolables del hombre, como
individuo, o en el seno de las formaciones sociales donde aquél desarrolla su
personalidad, y exige el cumplimiento de los deberes inderogables de
solidaridad política, económica y social".
En
comentario al artículo mencionado, manifestó Pizzorusso: "esta garantía
[se refiere al libre desarrollo de la personalidad] se concreta en el
reconocimiento de una serie de derechos fundamentales que han de encabezarse
con la "libertad personal" a la que se refiere el artículo 13
constitucional y que se contraponen a aquellos otros reconocibles a la libertad
de opinión, por suponer un compendio de "libertades negativas"
dirigidas a impedir interferencias en la esfera individual por parte de la
autoridad, sobre todo, aunque también eventualmente por parte de los
particulares".3
El
artículo 16 de la Constitución Política de Colombia introduce por primera vez
en nuestro régimen constitucional el derecho al libre desarrollo de la
personalidad. Este derecho se predica de todas las personas naturales
exclusivamente ya que las personas jurídicas se rigen por sus propios estatutos
y sólo pueden desarrollar el objeto social que ellos determinan.
Por
otra parte, el libre desarrollo de la personalidad tiene una connotación
positiva y otra negativa. El aspecto positivo de este derecho consiste en que
el hombre puede en principio hacer todo lo que desee en su vida y con su vida.
Y el aspecto negativo consiste en que la sociedad civil y el Estado no pueden
realizar intromisiones indebidas en la vida del titular de este derecho más
allá de un límite razonable que en todo caso preserve su núcleo esencial.
El
derecho al libre desarrollo de la personalidad también es conocido como derecho
a la autonomía personal. Es un derecho de carácter "genérico y
omnicomprensivo"4
cuya finalidad es comprender aquellos aspectos de la autodeterminación del
individuo, no garantizados en forma especial por otros derechos, de tal manera
que la persona goce de una protección constitucional para tomar, sin
intromisiones ni presiones, las decisiones que estime importantes en su propia
vida. Es aquí donde se manifiesta el derecho de opción y es deber de las
personas respetar los derechos ajenos y no abusar de los propios (CP art.
95.1).
El
derecho al libre desarrollo de la personalidad no es un simple derecho, es un
principio que irradia a todos los derechos contenidos en la Constitución, pues
otorga mayor fuerza a su contenido. Debe ser por tanto considerado como
principio por cuanto es orientador, integrador y crítico de las normas
constitucionales.
2.2.
Limitaciones al libre desarrollo de la personalidad.
El
derecho a la autonomía personal, al igual que los demás derechos consagrados en
la Carta, no es absoluto. Esta idea la contiene el artículo 16 al consagrar
:"...sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y
el orden jurídico". Estas dos limitaciones no pueden desconocer el núcleo
esencial que es el mínimo vital de este derecho, siguiendo a Häberle, se
denomina "contenido esencial" al ámbito necesario e irreductible de
conducta que el derecho protege, con independencia de las modalidades que asuma
el derecho o de las formas en que se manifieste. Es el núcleo básico del
derecho fundamental no susceptible de interpretación o de opinión sometida a la
dinámica de coyunturas o ideas políticas".5
Tanto
el concepto "derechos de los demás" como el de "abuso del
derecho" están contenidos en la noción de ordenamiento jurídico,
expresión genérica que se refiere al conjunto de normas que comprometen el
estado de derecho y deben entenderse como el conjunto de valores, principios y
deberes que orientan la organización de la sociedad democrática.
Una
lectura del texto conduce a afirmar que la solución a los conflictos que se
presenten entre el libre desarrollo de la personalidad y otros derechos, deberá
solucionarse en cada caso concreto con un criterio razonable que concluya en la
protección de ambos derechos.
Como
ya lo ha sostenido la Corte Constitucional, en Sentencia de la Sala Segunda de
Revisión y que se comparte plenamente,
"Para
que una limitación al derecho individual al libre desarrollo de la personalidad
sea legítima, y, por lo mismo no arbitraria, se requiere que goce de un
fundamento jurídico constitucional. No basta que el derecho de otras personas o
o la facultad de la autoridad se basen en normas jurídicas válidas, sino que en
la necesaria valoración ponderativa se respete la jerarquía constitucional del
derecho fundamental mencionado. En consecuencia simples invocaciones del
interés general, de los deberes sociales (CP art. 15), o de los derechos ajenos
de rango legal, no son suficientes para limitar el alcance de este
derecho"6.
2.3.
El libre desarrollo de la personalidad y el derecho de asociación.
Una
de las manifestaciones del derecho al libre desarrollo de la personalidad es el
derecho de asociación pues toda persona puede optar por asociarse o no
asociarse y en esa medida lograr los fines de su desarrollo en sociedad.
así
el artículo 16.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos "Pacto
de San José de Costa Rica", establece:
"1.
Todas las personas tienen derecho a asociarse libremente con fines ideológicos,
religiosos, políticos, económicos, laborales, sociales, culturales, deportivos
o de cualquier otra índole".
La
asociación puede ser permanente o transitoria; que implique renuncia de otras
actividades o sea complemento de estas. Pero si se asocia tiene que respetar y
acogerse a las reglas que rigen el funcionamiento de la colectividad.
Los
límites de la libertad de asociación son aquellos determinados en el artículo
16.2 de la Convención Americana, que consagra:
"2.
El ejercicio de tal derecho sólo puede estar sujeto a las restricciones
previstas por la ley que sean necesarias en una sociedad democrática, en
interés de la seguridad nacional, de la seguridad o del orden públicos, o para
proteger la salud o la moral públicas o los derechos y libertades de los
demás".
La
relación entre ambos derechos debe estar correctamente definida porque "el
respeto a uno de ellos es un requisito previo para el respeto del otro".7
3.
De la acción de tutela frente a particulares.
La
acción de tutela está consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política
y establece en su inciso primero:
"Toda
persona tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces en todo momento y
lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma o por quien
actúe a su nombre, la protección inmediata de sus derechos constitucionales
fundamentales".
El
caso que ocupa a esta Sala de Revisión está comprendido en lo establecido en el
inciso final del artículo 86 de la Constitución y en el artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991, por tratarse de una acción de tutela contra una
organización privada, más exactamente contra el director de la Orden de los
Dominicos.
El
artículo 86 en su inciso segundo consagra que:
"La
ley establecerá los casos en los que la acción de tutela procede contra
particulares encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta
afecte grave y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el
solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión"
(negrillas no originales).
El
inciso citado del artículo 86 dispone los casos en que el particular puede ser
objeto pasivo de la acción:
-
Cuando el particular esté encargado de un servicio público.
-
Cuando el particular afecte grave y directamente el interés colectivo.
-
Cuando el solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión.
El
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991, que desarrolla la acción de tutela,
establece en el numeral 4º que ésta procederá contra acciones u omisiones de
particulares en los siguientes casos:
"4-
Cuando la solicitud fuere dirigida contra una organización privada , contra
quien la controle efectivamente o fuere el beneficiario real de la situación que
motivó la acción, siempre y cuando el solicitante tenga una relación de
subordinación o indefensión con tal organización".
Tanto
el artículo 86 de la Constitución como el numeral 4º del artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991 utilizan los términos "subordinación" e
"indefensión" que en su sentido jurídico significan:
"Subordinación":
Condición de una persona sujeta a otra o dependiente de ella. En el derecho
laboral constituye el elemento característico y el más importante del contrato
de trabajo, de tal manera que cuando existe, comienza hacia esa relación
contractual la tutela del Estado".
"Indefensión":
La violación del derecho de defensa y su garantía constitucional colocan a la
persona en estado de indefensión. La indefensión se produce cuando una persona,
sin culpa de su parte, no ha podido defenderse o defender sus derechos conforme
a las leyes que reglamentan su ejercicio"8
.
En
el numeral 4º se protegen los derechos fundamentales que pueden ser vulnerados
o amenazados por una organización privada con la sola condición de la relación
de subordinación o indefensión con tal organización, es decir no se condiciona
al ejercicio de determinado derecho, sino que se hace referencia a una
situación concreta[1].
4.
Del caso concreto.
En
primer término esta Sala se ocupará de analizar si la situación de la Sra.
Teresa de Jesús Sandoval Santamaría se encuentra dentro de las establecidas en
el artículo 86 de la Constitución y el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991.
La
peticionaria es sobrina del sacerdote católico Eriberto Santamaría quien
pertenece a la comunidad de los padres dominicos y con el Prior Padre Marco
Antonio Peña Salinas no existe como lo establece las disposiciones mencionadas,
estado de indefensión ni de subordinación.
De
conformidad con las pruebas aportadas al proceso de tutela, no existe
indefensión por cuanto las visitas han sido realizadas no sólo por la propia
sobrina del sacerdote sino por personas allegadas a su familia y que deseaban
conocer su estado de salud. Estas nunca fueron negadas, tan sólo la única
exigencia del Director de la Orden de los Dominicos fue la de permitir el
ingreso al convento previa orden, por tratarse de visitas en la zona reservada
para los sacerdotes.
El
Padre Santamaría optó dentro de la libre escogencia de su profesión, por la
vida religiosa, en especial el ingreso a la Orden de los Dominicos, lo que
implica la obediencia a sus reglamentos, y su familia por lo tanto debe
respetar no sólo la decisión por él tomada, sino también debe acogerse a las
disposiciones disciplinarias de la organización sacerdotal.
En
su derecho a la escogencia, el padre Santamaría no ha transgredido los
derechos de su familia por cuanto sus deberes para con ellos quedaron
limitados con su decisión, ni tampoco al orden jurídico, pues la actividad de
la comunidad sacerdotal no lo contraría.
Si
el Padre Santamaría se encuentra en uso de sus facultades, él y solamente él
puede decidir sobre sus visitas.
En
mérito de lo expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE:
PRIMERO:
CONFIRMAR la sentencia del Juzgado 2° Penal del Circuito de Chiquinquirá
(Boyacá) por la cual se denegó la tutela solicitada por la Sra. teresa de Jesús
Sandoval Santamaría con las aclaraciones hechas en esta sentencia.
SEGUNDO:
A
través de la Secretaría General de la Corte Constitucional, ENVIAR copia de
esta Sentencia al Juzgado 2° del Circuito de Chiquinquirá (Boyacá) y al
Defensor del Pueblo.
Cópiese,
publíquese, comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional, envíese al Despacho de origen y cúmplase.
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
Ponente
FABIO
MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ Magistrado
Magistrado
MARTHA
VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
1 Gaceta Constitucional Nº 82, Santa Fe de
Bogotá, 25 de mayo de 1.991, pág. 12, informe-ponencia del Delegatario Diego
Uribe Vargas.
2 "la chose la plus importante du monde c, est de savoir etre a
soi".Essasis Tomo III, París. 1.985.
3 PIZZORUSSO, Alessandro. Lecciones de Derecho
Constitucional. Centro de Estudios Constitucionales. Madrid. 1.984, pág. 197.
4 CEPEDA, Manuel José. Los derechos fundamentales
en la Constitución de 1.991. Editorial Temis. Santa Fe de Bogotá. 1.992, pág.
146.
5 HÄBERLE, Peter. El contenido esencial como
garantía de los Derechos Fundamentales.
6 Cfr, Sentencia Nº T-3007 de la Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional.
7 PARTSCH, Karl Josef. Principios fundamentales
de los derechos humanos. Las dimensiones internacionales de los derechos
humanos. Volumen I. Karel Vasak Editor general. Unesco. Barcelona 1.984, pág.
110.
8 Las dos definiciones se encuentran en el
Diccionario Jurídico Abeledo-Perrot. Argentina 1.987. Tomos II y III.
[1]Cfr, Sentencia Nº T-875 de la Sala
Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional. |
159 | T-547-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-547/92
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES
CLUB
SOCIAL-Socios
En el numeral 4º
del art. 42 del Decreto 2591 de 1991, se protegen los derechos fundamentales
que pueden ser vulnerados o amenazados por una organización privada con la sola
condición de la relación de subordinación o indefensión con tal organización,
es decir no se condiciona al ejercicio de determinado derecho, sino que se hace
referencia a una situación concreta. El requisito de la
"subordinación" tampoco es procedente por cuanto la decisión de
pertenecer a una determinada corporación social o su desafiliación es voluntaria
y no existe subordinación. El hecho de acatar sus estatutos y las decisiones de
la Junta Directiva no implican subordinación alguna por lo que tampoco se
presenta esta especial circunstancia.
REF: EXPEDIENTE
T- 3676.
PETICIONARIO:
JUAN CLAUDIO MORALES GONZALEZ.
PROCEDENCIA:
TRIBUNAL SUPERIOR DE SANTAFE DE BOGOTA -SALA PENAL-.
MAGISTRADO
SUSTANCIADOR: ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Santafé de Bogotá,
D.C., dos (2) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-3676, adelantado por Juan
Claudio Morales González.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos
de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día 23 de julio del presente año.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar Sentencia de Revisión.
1. SOLICITUD.
El ciudadano Juan
Claudio Morales González en su propio nombre instauró acción de tutela ante el
Juez Superior de Reparto de Santafé de Bogotá el 26 de abril del año en curso,
para la protección de sus derechos constitucionales fundamentales presuntamente
vulnerados y amenazados por la Junta Directiva de la Corporación "Jockey
Club", persona jurídica con domicilio en Santafé de Bogotá, representada
por el Dr. Alfonso Dávila Ortíz, por los siguientes hechos:
a) Mediante acta Nº
1176 correspondiente a la sesión del día 14 de septiembre de 988, la Junta
Directiva del Jockey Club determinó cancelar el carácter de socio a Juan
Claudio Morales González, de conformidad con el artículo 8º de los Estatutos,
decisión tomada por unanimidad de los miembros presentes en la reunión. La
anterior decisión fue comunicada en cartelera el día 20 de diciembre de 1988.
b) Considera el
peticionario que la Junta Directiva hizo una interpretación de las causales de
admisión para proceder a la expulsión y no tuvo en cuenta las causas por las
cuales pierde el derecho un socio, que se encuentran contempladas en el
artículo 8º de los Estatutos y que son taxativas.
c) Por lo tanto
estima que es ilegal la decisión de la Junta Directiva y que esta vulnera los
derechos fundamentales de la igualdad, buen nombre y la libre asociación.
Ante la decisión de
la Junta Directiva, Juan Claudio Morales demandó a la Corporación Jockey Club a
través de proceso ordinario que culminó con sentencia del Juzgado 3º Civil del
Circuito mediante la cual fueron denegadas las pretensiones de la demanda y
absuelta a la parte demandada.
El demandante apeló
ante el Tribunal Superior de Santafé de Bogotá y esta Corporación en Sala de
Decisión Civil de fecha agosto 15 de 1991 confirmó en su integridad la
sentencia proferida por el Juzgado 3º Civil del Circuito.
El 27 de agosto de
1991 interpuso el recurso extraordinario de Casación, solicitud que le fue
negada por improcedente ya que el valor de la pretensión desfavorable al censor
es inferior a catorce millones de pesos.
2.1 Fallo del
Juzgado 24 Superior de Santafé de Bogotá (providencia de mayo 7 de 1992).
El Juzgado 24
Superior decretó improcedente la acción de tutela instaurada por el ciudadano
Juan Claudio Morales González por las siguientes razones:
a) De acuerdo a las
pruebas recogidas, se establece que la Corporación Jockey Club, es una entidad
particular y así lo determinan claramente los estatutos y los testimonios
obrantes. En consecuencia la procedencia de la tutela incoada debe analizarse
de acuerdo al artículo 42 del Decreto 2591 de 1991. Según la norma antes
mencionada la tutela está limitada en el numeral 6º del artículo 42 , es decir
entendiendo que una de las inconformidades del solicitante respecto de la
acción de la Junta Directiva del Club es la de ignorar los motivos por los
cuales se decidió cancelar su carácter de socio de esa Corporación, por lo cual
le asiste el derecho de habeas data, acerca de conocer los motivos y las
informaciones que acerca de él se recogió en los archivos del Jockey Club, y el
derecho al buen nombre.
b) Teniendo en
cuenta el acta número 1176 de la reunión de la Junta Directiva del Jockey Club,
del catorce de octubre de mil novecientos ochenta y ocho, allí sólo
lacónicamente se dice que se toma la determinación de cancelar el carácter de
socio, sin que hubiese habido difamación alguna. Lo acontecido es que el peticionario
a raíz de algunas divulgaciones por medios periodísticos, donde es cuestionado
en su actividad profesional, asocia las mismas con la determinación de la junta
del Jockey Club. Así entonces no existe irrespeto a su buen nombre, ni
información que sobre él se haya recogido, no vulnerándose por ende ningún
derecho fundamental.
c) Tampoco existe,
como lo solicitó el peticionario discriminación por parte de la Junta Directiva
del Jockey Club, porque ella opera por factores de raza, sexo, origen nacional
o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica.
d) El derecho de
libre asociación está precisamente representado en la organización de la
corporación Jockey Club, en la reunión de sus asociados en la asamblea en donde
se toman las decisiones de acuerdo con los estatutos, tales como la
desvinculación de un socio. Las decisiones tomadas deben ser aceptadas por
todos ya que al ingresar el socio, éste acepta obedecer y cumplir los estatutos
y por lo tanto no existe vulneración a la libertad de asociación.
Dentro del término
establecido, el peticionario impugnó el fallo del Juzgado Superior, con
fundamento en:
a) En el acta Nº
1176 de la Junta Directiva del Jockey Club no está expresa la causal de
expulsión y eso constituye un acto arbitrario.
b) Si existe una
situación de "indefensión" no sólo del accionante sino de los demás
socios frente a la Junta Directiva, pues ésta toma decisiones que no se ajustan
a las disposiciones estatutarias.
c) Si existe
discriminación que no sólo ha sido dirigida contra él sino contra su familia.
d) El a-quo
desestimó la acción invocada basándose en declaraciones de personas de la Junta
Directiva , que dada su edad e interés, no merecen ninguna credibilidad
2.2. Fallo del
Tribunal Superior de Santafé de Bogotá -Sala de Decisión Penal- (providencia de
mayo 21 de 1992).
El ad quem confirmó
en todas sus partes el proveído objeto del recurso de apelación con fundamento
en las siguientes consideraciones:
a) El Dr. Juan
Claudio Morales por intermedio de apoderado judicial, había demandado a través
de procedimiento abreviado ante la Justicia Civil, a la Corporación Jockey
Club, persona jurídica con domicilio en Bogotá, para que declarara nulo el acto
o decisión, por medio del cual, la junta directiva de la mencionada
Corporación, declaró la pérdida de la calidad de socio, del Dr. Morales
González, en comunicación que se le hizo el 28 de octubre de 1988.
b) Quiere decir lo
anterior que el caso hizo tránsito a cosa juzgada, tres días después de notificada,
porque no obstante que el accionante lo recurrió en casación, tal impugnación
le fue negada con proveído de febrero 27 de 1992, por ausencia de interés para
recurrir por falta de cuantum, pues el valor de la pretensión desfavorable al
censor era inferior a $ 14.000.000.oo. Al carecer de recurso la sentencia está
quedando ejecutoria en agosto de 1991 de acuerdo al artículo 331 del Código de
Procedimiento Civil. Por lo tanto, la acción de tutela cuando fue presentada ya
había caducado, de acuerdo al artículo 11 del decreto 2591 de 1991, porque
habían transcurrido dos meses de ejecutoriada la sentencia correspondiente.
c) El artículo 42
del decreto 306 de 1992, establece que no se podrá conceder la acción de tutela
contra conductas legítimas de un particular. Tomando como fundamento los
estatutos del Jockey Club (artículos. 8º y 37), que están aprobados legalmente
y lo expresado por el Tribunal Superior se llega a la conclusión que la
conducta de la Junta Directiva de la Corporación en su decisión que se
cuestiona fue legítima y por ende la acción de tutela no prospera.
II. FUNDAMENTOS
JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir Sentencia de
revisión del fallo dictado por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá -Sala de Decisión Penal-, con fundamento en los artículos 86
inciso tercero y 241 numeral noveno de la Constitución Política, en
concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además,
su examen se hace en virtud de la selección que de dicho fallo practicó la Sala
correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
2. De la tutela
frente a particulares.
La acción de tutela
está consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política y establece:
"Toda persona
tendrá acción de tutela para reclamar ante los jueces en todo momento y lugar,
mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma o por quien actúe
a su nombre, la protección inmediata de sus derechos constitucionales
fundamentales, cuando quiera que estos resulten vulnerados o amenazados por la
acción o la omisión de cualquier autoridad pública...
...La ley
establecerá los casos en los que la acción de tutela procede contra
particulares encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta
afecte grave y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el
solicitante sea halle en estado de subordinación o indefensión"
(negrillas no originales).
El anterior texto
fue el resultado del análisis de los distintos proyectos estudiados en la
Asamblea Nacional Constituyente sobre la viabilidad de la acción de tutela
frente a particulares, para la protección de los derechos constitucionales
fundamentales frente a terceros, ya que existieron varias posiciones y se
impuso finalmente la decisión de garantizarlos.
La acción de tutela
frente a particulares recoge lo que la doctrina alemana denomina "Drittwirkung
der Grundrechte" (literalmente, efecto frente a terceros de los
derechos fundamentales), que suele denotar la incidencia de los derechos
fundamentales en el derecho privado y en las relaciones jurídicas privadas,
cuya fuente es de carácter jurisprudencial desde 1958, a raíz del
pronunciamiento del Tribunal Constitucional alemán en la sentencia dictada en
el caso "Lüth".[1]
En España, la tutela
frente a particulares tiene un origen jurisprudencial ya que la cuestión de los
derechos fundamentales frente a terceros se resuelve, en un problema de
coexistencia de derechos e incluso de valores constitucionales, que no puede
resolverse en abstracto y de una vez y para siempre. Corresponde al Juez
ponderar los intereses en conflicto, pero, desde luego, sin excluír a priori la
eficacia de las libertades en las relaciones entre particulares.[2]
La Constitución de
1991 se inspiró en el aporte jurisprudencial alemán que se centró en el hecho
de que los derechos constitucionales despliegan un efecto en el tráfico
jurídico entre particulares.
El Legislador por
mandato Constitucional entró a definir los derechos constitucionales
fundamentales protegidos en las relaciones entre particulares, mediante el
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991, que establece que la acción de tutela
procederá contra acciones u omisiones de particulares en los siguientes casos:
"1- Cuando
aquél contra quien se hubiere hecho la solicitud esté encargado de la
prestación de un servicio público de educación para proteger los derechos
consagrados en los artículos 13, 15, 16, 18, 19, 20, 23, 27, 29, 37, y 38 de la
Constitución."
Los derechos
consagrados en el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991 son: igualdad ante la
ley (13), intimidad personal y familiar, derecho al buen nombre (15), libre
desarrollo de la personalidad (16), libertad de conciencia (18), libertad de
cultos (19), libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones (20),
libertad de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra (27), debido
proceso (29), derecho de reunión y manifestación pacífica (37) y libre
asociación para el desarrollo de las distintas actividades (38).
El caso que ocupa a
esta Sala de Revisión está comprendido en lo establecido en el inciso final
del artículo 86 de la Constitución y en el artículo 42 del Decreto 2591 de
1991, por tratarse de una acción de tutela contra una organización privada, más
exactamente contra la Junta Directiva de la Corporación Jockey Club de Santafé
de Bogotá.
El inciso citado del
artículo 86 dispone los casos en que el particular puede ser objeto pasivo de
la acción:
- Cuando el
particular esté encargado de un servicio público.
- Cuando el
particular afecte grave y directamente el interés colectivo.
- Cuando el
solicitante se halle en estado de subordinación o indefensión.
El artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991, que desarrolla la acción de tutela, establece en el
numeral 4º que ésta procederá contra acciones u omisiones de particulares en
los siguientes casos:
"4- Cuando la
solicitud fuere dirigida contra una organización privada , contra quien la
controle efectivamente o fuere el beneficiario real de la situación que motivó
la acción, siempre y cuando el solicitante tenga una relación de
subordinación o indefensión con tal organización" (negrillas no
originales).
Tanto el artículo 86
de la Constitución como el numeral 4º del artículo 42 del Decreto 2591 de 1991
utilizan los términos "subordinación" e
"indefensión" que en su sentido jurídico significan:
"Subordinación":
Condición de una persona sujeta a otra o dependiente de ella. En el derecho
laboral constituye el elemento característico y el más importante del contrato
de trabajo, de tal manera que cuando existe, comienza hacia esa relación
contractual la tutela del Estado".
"Indefensión":
La violación del derecho de defensa y su garantía constitucional colocan a la
persona en estado de indefensión. La indefensión se produce cuando una persona,
sin culpa de su parte, no ha podido defenderse o defender sus derechos conforme
a las leyes que reglamentan su ejercicio"[3].
En el numeral 4º se
protegen los derechos fundamentales que pueden ser vulnerados o amenazados por
una organización privada con la sola condición de la relación de subordinación
o indefensión con tal organización, es decir no se condiciona al ejercicio de
determinado derecho, sino que se hace referencia a una situación concreta[4].
3. Del caso
concreto.
El ciudadano Juan
Claudio Morales intentó por la vía civil la nulidad del acto o decisión por
medio de la cual la Junta Directiva del Jockey Club declaró la pérdida de la
calidad de socio. Proceso que culminó en forma desfavorable al demandante y que
a pesar de interponer los recursos ordinarios y extraordinarios no fueron
aceptadas sus pretensiones.
Por lo tanto en
primer lugar el requisito de la "indefensión" no se da en el caso
concreto, pues el peticionario agotó la vía judicial y gozó de las garantías
procesales establecidas para el procedimiento ordinario.
En segundo lugar, el
requisito de la "subordinación" tampoco es procedente por cuanto la
decisión de pertenecer a una determinada corporación social o su desafiliación
es voluntaria y no existe subordinación. El hecho de acatar sus estatutos y las
decisiones de la Junta Directiva no implican subordinación alguna por lo que
para esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional tampoco se presenta esta
especial circunstancia.
Así pues, lo
relativo al la vulneración del derecho al buen nombre, a la honra y a la
libertad de asociación no son motivo de pronunciamiento por esta Sala, por
cuanto el sólo estudio de la pertinencia de la solicitud hace innecesario todo
análisis posterior.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
Primero.- Confirmar la Sentencia proferida por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala de Decisión
Penal-, con las aclaraciones hechas en esta Sentencia.
Segundo.- A través de la Secretaría General de la
Corte Constitucional, enviar copia de esta Sentencia al Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santafé de Bogotá -Sala de Decisión Penal-, al Juzgado 24
Superior y a la Junta Directiva del Jockey Club de Bogotá.
Cópiese, publíquese,
comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO.
Magistrado Sustanciador.
FABIO MORON DIAZ.
Magistrado.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ.
Magistrado
[1]GARCIA
TORRES, Jesús y JIMENEZ BLANCO, Antonio. Derechos Fundamentales y relaciones
entre particulares. Cuadernos Civitas. Editorial Civitas S.A. Madrid 1.986,
Pág.11
[2]Cfr, PRIETO SANCHIS,
Luis. Estudios sobre derechos fundamentales. Editorial Debate. Madrid. 1.990,
pág. 215.
[3]Las dos definiciones
se encuentran en el Diccionario Jurídico Abeledo-Perrot. Argentina 1.987. Tomos
II y III.
[4]Cfr, Sentencia Nº
T-875 de la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional. |
160 | T-548-92
Sentencia T-548/92
_Sentencia
T-548/92
ACCION DE TUTELA-Informalidad
Esta Corte estima
pertinente reiterar cuanto ha dicho en diversos pronunciamientos acerca del
carácter informal de la tutela que en este caso la solicitud satisface los
requisitos que dicho Decreto consagra.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Precisión/DERECHO
A LA SALUD
Los derechos
constitucionales fundamentales se determinan no sólo por la mención expresa que
de ellos haga la Constitución, sino también por su significación misma para la
realización de los valores y principios consagrados en ella y, además, por la
conexión que tengan con otros derechos fundamentales expresamente consagrados.
En la Carta del 91 la salud de los colombianos es -por conexidad- un derecho
fundamental cuya efectividad corresponde en buena medida garantizar al Estado,
tomando muy en cuenta las específicas necesidades de su titular y los recursos
existentes para satisfacerlas.
DERECHOS DEL
PACIENTE
El enfermo tiene
derecho a que se le prodiguen cuidados compatibles con su condición de ser
humano, vale decir, un buen trato y diálogo permanente con su médico acerca de
la naturaleza, evolución y terapia de su dolencias. El médico debe estar
dispuesto a escuchar a su paciente, sus familiares y las opiniones de su
colegas por cuanto sólo así podrá contar con todo el aspecto fáctico del caso y
establecer el adecuado equilibrio entre los derechos de los pacientes y los
principios éticos de su profesión. Dentro de este contexto, una de sus mayores
responsabilidades profesionales es proteger el bienestar de su paciente y
minimizar los riesgos globales de su terapias. A la peticionaria no se le ha
negado el núcleo esencial del derecho a la salud.
REF.: EXPEDIENTE
3479
PETICIONARIO:
FELIX ABEL ROJAS MUÑOZ
PROCEDENCIA:
JUZGADO 22 DE INSTRUCCION CRIMINAL DE SANTAFE DE BOGOTA
TEMAS:
- El derecho a la
salud
- Los derechos de
los pacientes
MAGISTRADO
PONENTE:
CIRO ANGARITA
BARON
Santafé de Bogotá,D.C.
2 de octubre de 1992
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
acción de tutela promovido por FELIX ABEL ROJAS MUÑOZ contra la omisión de la
Clínica San Pedro Claver de Santafé de Bogotá.
I. ANTECEDENTES
El negocio llegó a
conocimiento de esta Corte por la vía ordinaria de la remisión que hizo el
Juzgado 22 de Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá para su eventual
revisión, en virtud de lo dispuesto por el artículo 31 del Decreto 2591 de
1991.
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual lo recibió formalmente el
día 7 de julio del presente año y entra ahora a dictar sentencia de revisión,
de conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991.
A. La acción
El día 18 de Mayo de
1992, Felix Abel Rojas Muñoz interpuso a nombre de su señora esposa, María
Nelly Salazar de Rojas, acción de tutela ante el Juzgado de Instrucción
Criminal -Reparto, de la ciudad de Santafé de Bogotá.
1. Hechos
- El día 28 de abril
del presente año, la señora Salazar de Rojas fue atendida en el centro de
urgencias de la Clínica San Pedro Claver por los médicos generales que allí se
encontraban. Estos procedieron a hospitalizarla debido a sus condiciones de
salud, a pesar de no haber acreditado su calidad de afiliada al Instituto de
Seguros Sociales.
- La peticionaria duró
recluída unos 20 días en tal Clínica, tiempo en el que fue sometida a
tratamiento para lumbajia aguda. Se ordenó reposo absoluto y el suministro de
antinflamatorios, analgésicos y relajantes musculares.
- Posteriormente,
sus médicos estimaron que su enfermedad no requería prolongar su
hospitalización y que el tratamiento podía ser realizado en su propia casa,
razón por la cual se le dió de alta.
2. Solicitud
Mediante acción de
tutela interpuesta el 18 de mayo de 1992, el señor Rojas Muñoz solicitó:
- Que se resuelva
quirúrgicamente la enfermedad que padece su señora esposa, por tener derecho a
ello, ya que es afiliada al Instituto de Seguros Sociales.
- Ordenar el
traslado al Hospital Militar de Santafé de Bogotá, en el evento de no existir
cupo para la operación en la Clínica San Pedro Claver.
3. Pruebas
El expediente llegó
a la Corte Constitucional con las siguientes pruebas:
- Informe del doctor
Tito Perilla Cepeda, coordinador del servicio de neurocirugía de la Clínica San
Pedro Claver, sobre la atención médica recibida por la paciente durante el
tiempo que estuvo hospitalizada. Igualmente, la orden del galeno para que la
señora continuara con el tratamiento en su residencia (Folio No. 15-16).
- A solicitud del
Juzgado, la Clínica remitió la historia clínica de la señora Salazar de Rojas
(Folio No. 18-56).
- A solicitud del
Juzgado, la Clínica remitió la historia clínica de la señora Salazar de Rojas
(Folio No. 18-56)
B. Sentencia de
Primera Instancia
En decisión del 4 de
junio de 1992, el Juzgado 22 de Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá,
denegó la acción de tutela por las siguientes razones:
"Desde ningún
punto de vista se puede abusar del derecho consagrado en el Art. 86 de la C.N.,
y desarrollado en el Decreto 2591 de 1991, pues pretender que a través de esta
acción se puede obligar a realizar una intervención quirúrgica que la paciente
no requiere, según el concepto médico especializado, es no tener noción de cuál
es el alcance de esta acción".
"No se requiere
un mayor esfuerzo para concluir, que en el caso materia de estudio no se ha
vulnerado ningún bien fundamental por parte de la entidad demandada y que por
el contrario se cumplió con parte de su función, toda vez que como se anotó la
paciente no acreditó la documentación para demostrar que se encontraba afiliada
a la entidad, pero que sin embargo recibió la atención debida y en su
oportunidad".
(...)"De otra
parte podemos afirmar que la solicitud no reune los requisitos contenidos en el
Art. 10 del Decreto 2591 de 1991, pues en el caso sometido a estudio quien
debería haber presentado tal petición sería la paciente y no su marido o la
anterior haber expresado en que no está en condiciones físicas de ejercer la
acción".
La anterior
providencia no fue impugnada.
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La Corte
Constitucional es competente para efectuar esta revisión según lo previsto en
los artículos 86 y 241, numeral 9 de la Constitución Política y 31, 32 y 33 del
Decreto 2591 de 1991.
Además, es de
observar que la providencia fue proferida oportunamente de acuerdo con lo
dispuesto por el artículo 86 de la Constitución en su inciso 4o. el cual no
admite excepciones, como ha tenido a bien señalarlo esta Corte.
El fallador de
primera instancia afirma que la petición no reune los requisitos exigidos en el
artículo 10 del Decreto 2591 de 1991 por cuanto ella ha debido ser hecha por la
paciente y no por su marido o, cuando menos haber expresado que no se
encontraba en condiciones físicas para ejercer la acción.
En virtud de lo
anterior, esta Corte estima pertinente reiterar cuanto ha dicho en diversos
pronunciamientos acerca del carácter informal de la tutela y se remite a su
texto1
para afirmar que en este caso la solicitud satisface los requisitos que dicho
Decreto consagra.
Los hechos materia
del caso sublite conducen a esta Sala a formular algunas consideraciones acerca
de dos aspectos fundamentales previos: el derecho a la salud (1) y el derecho
concreto de los pacientes (2), los cuales suministran los elementos adecuados
para sustentar el presente fallo.
1. El derecho a
la salud
El Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, adoptado por la
Asamblea General de las Naciones Unidas y ratificado por Colombia mediante la
Ley 74 de 1968, reconoce el derecho de toda persona al disfrute del más alto
nivel posible de salud física y mental y del goce de los beneficios del
progreso científico.
En la Asamblea
Nacional Constituyente hubo plena conciencia de que el actual sistema nacional
de salud.
"es
profundamente inequitativo, porque los grupos con mayores necesidades de salud
reciben menos servicios que el resto de la población".2
La Constitución de
1991 consagra la salud como un derecho fundamental del niño (Art. 44) y un
servicio público a cargo del Estado cuyo acceso se garantiza a todas las
personas.
La norma
constitucional, en relación a la salud como servicio público, consagra
expresamente lo siguiente:
"Artículo 49.
La atención a la salud y el saneamiento ambiental son servicios públicos a
cargo del Estado. Se garantiza a todas las personas el acceso a los servicios
de promoción, protección y recuperación de la salud.
Corresponde al
Estado organizar, dirigir y reglamentar la prestación de servicios de salud de
los habitantes y de saneamiento ambiental conforme a los principios de
eficiencia, universalidad y solidaridad. También, establecer las políticas para
la prestación de servicios de salud por entidades privadas, y ejercer su
vigilancia y control. Así mismo, establecer las competencias de la Nación, las
entidades territoriales y los particulares, y determinar los aportes a su cargo
en los términos y condiciones señalados por la ley.
Los servicios de
salud se organizarán en forma descentralizada, por niveles de atención y con
participación de la comunidad.
La ley señalará los
términos en los cuales la atención básica para todos los habitantes será
gratuita y obligatoria.
Toda persona tiene
el deber de procurar el cuidado integral de su salud y la de su
comunidad".
Esta Corte ha señalado
-en repetidas oportunidades-, que los derechos constitucionales fundamentales
se determinan no sólo por la mención expresa que de ellos haga la Constitución,
sino también por su significación misma para la realización de los valores y
principios consagrados en ella y, además, por la conexión que tengan con otros
derechos fundamentales expresamente consagrados.
En concordancia con
lo anterior, ha puesto de presente que:
"(...) El
derecho a la salud (CN, art. 49), cuando su vulneración o amenaza compromete
otros derechos fundamentales como la vida, la integridad o el trabajo, goza de
carácter de fundamental y es susceptible de ser protegido por vía de acción de
tutela"3
Todo lo anterior
indica que en la Carta del 91 la salud de los colombianos es -por conexidad- un
derecho fundamental cuya efectividad corresponde en buena medida garantizar al
Estado, tomando muy en cuenta las específicas necesidades de su titular y los
recursos existentes para satisfacerlas.
2. Los derechos
de los pacientes.
El artículo 25 de la
declaración Universal de los Derechos Humanos señala que toda persona tiene
derecho a la asistencia médica.
Este derecho se
enmarca dentro del amplio universo del derecho a la salud, como que es una
concreta proyección del mismo en el nivel en que su titular tiene necesidad de
recuperarla efectivamente, en caso de disminución o pérdida.
Simultáneamente con
los grandes avances de la medicina surgen hoy movimientos encaminados a lograr
una creciente humanización de los servicios de salud y una protección eficaz de
los derechos de los pacientes que se traduzca en atención de mayor calidad,
respeto a su intimidad, creencias y costumbres y el derecho de escoger el
médico libremente.
Estas inquietudes
han encontrado eco en el país, tal como se desprende del texto de la Resolución
13.437 del 1o. de noviembre de 1991 expedida por el Ministerio de Salud. En
efecto, ella no sólo establece los denominados comités de ética hospitalaria
sino que adopta también el Decálogo de los Derechos de los Pacientes, como un
deber ser que el pueblo colombiano debe esforzarse en cumplir en el más amplio
ámbito de la promoción y protección de los derechos humanos.
Entre los derechos
que la Resolución reconoce a todo paciente, sin distinciones de raza, sexo,
edad, idioma, religión, opiniones políticas, origen social o posición
económica, figuran expresamente:
1. (...) elegir
libremente al médico y en general a los profesionales de la salud, como también
a las instituciones de salud que le presten la atención requerida, dentro de
los recursos disponibles del país.
2. (...) su derecho
a que se le preste durante todo el proceso de la enfermedad la mejor asistencia
médica disponible...4
De otra parte, los
profesionales de las diversas especialidades médicas son hoy más conscientes
que nunca de que la promoción, recuperación y conservación de la salud son las
razones éticas de la medicina y cualquier acción que las contraríe riñe
abiertamente con ella.
Además, el enfermo
tiene derecho a que se le prodiguen cuidados compatibles con su condición de
ser humano, vale decir, un buen trato y diálogo permanente con su médico
acerca de la naturaleza, evolución y terapia de sus dolencias.
El médico debe estar
dispuesto a escuchar a su paciente, sus familiares y las opiniones de su
colegas por cuanto sólo así podrá contar con todo el aspecto fáctico del caso y
establecer el adecuado equilibrio entre los derechos de los pacientes y los
principios éticos de su profesión.
Dentro de este
contexto, una de sus mayores responsabilidades profesionales es proteger el
bienestar de su paciente y minimizar los riesgos globales de su terapias.
El paciente, a su
vez, debe respetar la autonomía del médico y no pedirle cosas que contradigan
los parámetros normales de su ciencia o sus convicciones éticas.
En el caso
sub-exámine la paciente fue hospitalizada y examinada en una institución del
Estado, a pesar de no haber demostrado su condición de afiliado a los Seguros
Sociales. Los respectivos diagnósticos indican que su dolencia es de aquellas
que bien puede controlarse mediante un tratamiento ambulatorio. En consecuencia,
a la peticionaria no se le ha negado el núcleo esencial del derecho a la salud.
Tampoco ha habido
desconocimiento de sus derechos de paciente dentro de las actuales
posibilidades concretas del Estado colombiano, ya que la señora Salazar de Rojas
fue atendida de una manera adecuada y oportuna por los médicos de la Clínica
San Pedro Claver.
Por tanto, esta
Corte estima que no hay mérito para conceder la tutela impetrada y así
dispondrá en la parte resolutiva de la presente providencia.
III. CONCLUSION
Los derechos
derivados de la salud, particularmente los específicos del paciente, deben
coexistir con las exigencias propias de los principios científicos de las
profesiones médicas y los deberes imperativos de la ética profesional, siempre
y cuando que unos y otros no vulneren derechos constitucionales fundamentales
de los pacientes.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERO.- Por las razones expuestas en la parte
motiva de esta providencia, CONFIRMAR la sentencia proferida por el
Juzgado 22 de Instrucción Criminal el día 4 de junio de 1992 mediante la cual
se denegó la tutela impetrada por la peticionaria.
SEGUNDO.- En todos aquellos casos similares al
presente por sus hechos o circunstancias, siempre que un paciente haya recibido
atención médica pero no comparta -sin fundamento alguno- el diagnóstico y la
terapia de su médico, la doctrina constitucional enunciada en esta sentencia
tendrá CARACTER OBLIGATORIO para las autoridades, en los términos del
artículo 23 del Decreto 2067 de 1991.
TERCERO.- ORDENAR que por Secretaría se comunique esta
providencia al Juzgado 22 de Instrucción Criminal de Santafé de Bogotá y a la
Clínica San Pedro Claver de la misma ciudad, en la forma y para los efectos
previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
Cópiese, Comuníquese, Cúmplase e Insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Sentencias Corte
Constitucional No. T-501 y T-523, Sala Tercera y primera de Revisión,
respectivamente.
2 Cfr. Gaceta Constitucional No.
78, Mayo 21 de 1991
3 Cfr. Sentencia Corte
Constitucional No. T-499, Sala Segunda de Revisión.
4 Cfr. Resolución 13.437 del 1o.
de noviembre de 1991, artículo 1o. Ministerio de Salud |
161 | T-550-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-550/92
DEMANDA DE TUTELA-Rechazo/PRINCIPIO DE LA DOBLE INSTANCIA
Hizo bien la Sala
Penal de la Corte Suprema en rechazar la acción instaurada, para dar
oportunidad al peticionario de acceder al medio de defensa en que consiste la
impugnación. Lo anterior no significa que el petente perdiera la posibilidad
de ejercer la acción de tutela, ni que ésta se entendiera agotada, pues la negativa
de trámite tiene lugar en defensa de las garantías procesales de la persona y
por tanto de ella no podría derivarse el perjuicio al derecho cuyo ejercicio se
pretende asegurar.
ACCION DE TUTELA-Desistimiento/PREVALENCIA DEL INTERES
GENERAL
Así como se
reconoce el derecho a impugnar que asistía a la persona, también debe
insistirse en el carácter público que adquiere el trámite de la tutela cuando
se refiere a puntos que, como en el presente caso, afectan el interés general.
Ese el motivo para que esta Sala halle inadmisible el desistimiento de la
acción o de la impugnación correspondiente se en su decisión, como aquí ocurre,
están comprometidos aspectos relacionados con el bien colectivo, pues en tales
situaciones, por aplicación del principio consagrado en el artículo 1º de la
Carta, debe prevalecer el interés general, ya que no están en juego
exclusivamente las pretensiones individuales del actor. Pues es cierto que
éste no se halla obligado a impugnar, pues como antes se dice, se trata de un derecho
o prerrogativa que la Constitución le confiere, pero una vez presentada la
impugnación, el juez o tribunal competente para resolver sobre ella debe poder
proferir su fallo sin estar limitado por el querer individual del impugnante.
LIBERTAD DE LOCOMOCION-Vulneración/ESPACIO PUBLICO-Cierre
de calles
Tanto la
actuación de autoridad no competente como la del particular que se adueña del
espacio público lesionan dos derechos consagrados en la Constitución: el
individual de libre locomoción y el colectivo, que corresponde a toda la
comunidad, relativo al uso del espacio público. No queda al arbitrio de cada
institución estatal, o del funcionario que la dirige o administra disponer el
cierre de sus vías adyacentes o de las que le dan acceso a sus edificios o
instalaciones, puesto que compete a las autoridades locales resolver lo
pertinente, siendo factible, eso sí, que éstas confieran autorizaciones
especiales con base en las consideraciones ya expresadas.
DEPARTAMENTO
ADMINISTRATIVO DE SEGURIDAD-Cierre
de Calles
La resolución de
apertura de las vías aledañas únicamente tendrá efecto transcurrido un plazo
razonable para que el DAS obtenga autorización especial de la autoridad
distrital competente con el objeto de mantener el cierre de las vías. En caso
de no obtenerse autorización distrital para mantener cerradas las vías, la
aludida libertad de locomoción en la zona puede ser objeto de restricciones
-tal como lo estipulan los tratados internacionales en mención- diseñando
medios de control que impliquen la certidumbre de las autoridades en el sentido
de que quienes allí transiten estén desarmados y no representen peligro alguno
para las vidas y los bienes potencialmente afectados por actos terroristas,
para lo cual es lógico que se los registre y se los identifique plenamente por
la autoridad. Al fin y al cabo el derecho a la vida, aquí altamente
comprometido como ya lo han probado los acontecimientos que motivaron el cierre
objeto de la acción, es el primero de los derechos y prevalece sobre todos los
demás.
ACCION DE
TUTELA/ACCION POPULAR
Tratándose de
asuntos que comprometen tanto el bien de la colectividad como el derecho
fundamental de la persona considerada individualmente, la existencia de la
acción colectiva no excluye la de tutela en cuanto una y otra tienen
finalidades constitucionales distintas. Quien instaure la acción de tutela
alegando su propio perjuicio o la amenaza de su derecho debe probarlo pues en
caso de no poder hacerlo, se concluye que no es su propio interés el que está
en juego, excluyéndose así la vía de la tutela y dando paso a la acción
popular.
SALA TERCERA DE REVISION
Expedientes:
T-3573 y T-3129
Actores: JAIME
ENRIQUE LOZANO contra el DAS.
Magistrado
Ponente:
Dr. JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
Aprobada en Santa Fe
de Bogotá, D.C., a los siete (7) días del mes de octubre de mil novecientos
noventa y dos (1992).
I. INFORMACION
PRELIMINAR
La Corte
Constitucional fallará sobre los dos procesos de la referencia en una sola
sentencia, ya que se trata de igual acción de tutela, intentada por el mismo
ciudadano, en ambos casos contra el DAS y por idénticos motivos.
El actor es el señor
JAIME ENRIQUE LOZANO, quien recurre a la acción de tutela en relación
con los siguientes hechos:
1. Considera el señor LOZANO que con el
cierre de las calles 18 y 19 entre carreras 28 y 27 y demás vías adyacentes a
la actual sede del Departamento Administrativo de Seguridad DAS, se le está
vulnerando el derecho fundamental a la libre locomoción consagrado en el artículo
24 de la Constitución Política. Estima que también se violan los artículos 1,
2, 4, 6 y 13 de la Carta Política.
2. Solicita la inmediata restitución de las
vías públicas derribando los obstáculos existentes (vallas, casetas, cercas),
que impiden el libre paso de personas y vehículos.
Esta acción de
tutela fue presentada inicialmente ante la H. Corte Suprema de Justicia, cuya
Sala Penal en providencia del 30 de marzo de 1992 se negó a resolver el amparo
solicitado por considerar que la
demanda debió
incoarse ante jueces de inferior categoría para que al tramitarse una posible
impugnación pueda conocerla este Tribunal como superior jerárquico. Dijo la
Sala:
"Ello es así
porque si la acción de tutela se invoca directamente ante la Corte Suprema de Justicia,
por no tener superior jerárquico, el actor se verá privado de una
instancia...".
Impugnado este
pronunciamiento correspondió a la Sala Plena decidir sobre el particular. En
fallo del 28 de mayo de 1992, la Corte denegó la impugnación con los siguientes
argumentos:
- Los Magistrados
integrantes de las respectivas salas especializadas tienen la misma jerarquía
institucional y no resulta posible que una de ellas pueda revisar las
decisiones adoptadas por otra Sala.
- Existe una notoria
contradicción entre la disposición que reglamenta la acción de tutela y la
propia Constitución, lo que conduce a una completa falta de competencia por
parte de la Corte para decidir sobre las impugnaciones interpuestas contra las
decisiones de una de sus salas.
Remitido el
expediente para la eventual revisión de la Corte Constitucional, fue radicado
bajo el número T-3573.
El interesado, ante
la decisión adoptada por la H. Corte Suprema de Justicia, presentó nuevamente
demanda de tutela ante el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe
de Bogotá, Sala Laboral, la cual decidió mediante providencia del 24 de abril
de 1992. Para entonces no se había resuelto aún la impugnación por él
solicitada en su primera acción ante la Corte Suprema de Justicia.
El Tribunal Superior
denegó la tutela solicitada con base en los siguientes argumentos:
1. La libertad de circulación no es absouta
sino que tiene limitaciones. El hecho de encontrar una vía cerrada "no
constituye una afrenta al derecho consagrado por el artículo 24 de la Carta,
por tratarse de un acto impersonal...".
2. La causa de la violación puede constituir
más bien una contravención especial de Policía por obstaculizarse el tránsito
de personas o vehículos en vía pública, es decir que existen otros medios de
defensa judicial.
3. El derecho fundamental constitucional no ha
sido en ningún momento vulnerado pues se trata de una conducta más de orden
policivo y por eso no hay razón para tutelar un derecho que aparece incólume en
la persona del señor LOZANO.
El accionante
impugnó la anterior decisión pero posteriormente desistió del recurso que debía
surtirse ante la Corte Suprema de Justicia.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
La acción de
tutela instaurada directamente ante los altos tribunales de justicia
Ya que es
competente, según lo disponen los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Carta,
31, 32, 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991, entra la Corte Constitucional a
revisar los fallos proferidos por las autoridades judiciales frente a la
presente acción de tutela.
Analiza inicialmente
esta Corte las providencias emanadas de la Corte Suprema de Justicia, Sala
Penal y Sala Plena.
La Sala Penal denegó
la acción por haber sido interpuesta directamente ante esa instancia lo cual,
en su criterio, anulaba cualquier posterior impugnación por carecer ese
organismo de superior jerárquico ante el cual pudiera surtirse el citado
recurso. Al respecto, manifiesta la Corte Suprema: "...si la acción de
tutela se invoca directamente ante la Corte Suprema de Justicia, por no tener
superior jerárquico, el actor se vería privado de una instancia que, tal como
lo dejó consignado anteriormente, se halla consagrada en el artículo 31...".
La decisión fue confirmada por la Sala Plena de la Corporación.
La Corte
Constitucional comparte el criterio que se acaba de transcribir puesto que
entiende la posibilidad de impugnación del fallo de tutela como un derecho
inalienable de la persona, concedido en forma directa y para todos los casos
por el Constituyente. La consecuencia lógica de esa concepción -en particular
si se tiene en cuenta la declaratoria de inexequibilidad del artículo 40 del
Decreto 2591 de 1991 que consagraba normas especiales sobre impugnación
respecto de fallos de los altos tribunales1
- es el reconocimiento de la situación que surgirá ante la inexistencia de
superior jerárquico que pudiera resolver sobre la impugnación del fallo si este
ha sido proferido por una de las cabezas de la Rama Judicial del poder público,
bien en la jurisdicción ordinaria, ora en la de lo Contencioso Administrativo,
pues dentro de la estructura consagrada en la Constitución (Título VIII), ni la
Corte Constitucional, ni la Corte Suprema de Justicia, ni el Consejo de Estado
tienen superior jerárquico que pudiera gozar de jurisdicción o de competencia
para confirmar o revocar sus providencias por la vía de la impugnación. La
Corte Suprema y el Consejo de Estado únicamente pueden ser tribunales de
segunda instancia y, en el caso de la Corte Constitucional, como ella lo tiene
dicho en reiterada jurisprudencia, su función en la materia se contrae
exclusivamente a la revisión eventual de los fallos de primera y segunda
instancia, según perentorio mandato de los artículos 86 y 241 numeral 9 de la
Constitución Política.
Hizo bien, entonces,
la Sala Penal de la Corte Suprema en rechazar la acción instaurada, para dar
oportunidad al peticionario de acceder al medio de defensa en que consiste la
impugnación. Lo anterior no significa que el petente perdiera la posibilidad
de ejercer la acción de tutela, ni que ésta se entendiera agotada, pues la
negativa de trámite tiene lugar en defensa de las garantías procesales de la
persona y por tanto de ella no podría derivarse el perjuicio al derecho cuyo
ejercicio se pretende asegurar. En otras palabras, era admisible y ajustado a
la Constitución que el accionante presentara de nuevo su demanda de tutela ante
un Tribunal de Distrito Judicial, como en efecto lo hizo.
Procede entonces la
Corte a revisar el fallo proferido por este Tribunal respecto de la acción de
tutela instaurada en la segunda ocasión por el ciudadano Jaime Enrique Lozano.
Advierte esta
Corporación que, así como se reconoce el derecho a impugnar que asistía a la
persona, también debe insistirse en el carácter público que adquiere el trámite
de la tutela cuando se refiere a puntos que, como en el presente caso, afectan
el interés general. Ese el motivo para que esta Sala halle inadmisible el
desistimiento de la acción o de la impugnación correspondiente se en su
decisión, como aquí ocurre, están comprometidos aspectos relacionados con el
bien colectivo, pues en tales situaciones, por aplicación del principio
consagrado en el artículo 1º de la Carta, debe prevalecer el interés general,
ya que no están en juego exclusivamente las pretensiones individuales del actor.
Pues es cierto que éste no se halla obligado a impugnar, pues como antes se
dice, se trata de un derecho o prerrogativa que la Constitución le confiere,
pero una vez presentada la impugnación, el juez o tribunal competente para
resolver sobre ella debe poder proferir su fallo sin estar limitado por el
querer individual del impugnante.
Derechos que
afecta el cierre de una vía pública. Libertad de locomoción. Espacio Público.
Competencias
El cierre de una vía
pública, con independencia de su origen, tiene como efecto práctico el
imposible tránsito de peatones y vehículos por el área demarcada o limitada
mediante obstáculos, tapias, alambrados u otras formas de obstrucción.
El cierre puede
provenir de orden emanada de autoridad pública o de la decisión unilateral de
una o varias personas que, de hecho, establecen barricadas para impedir el
paso. En la primera hipótesis habrá que determinar, como se hace en el presente
fallo, la competencia de esa autoridad para adoptar la determinación, de lo
cual resultará la validez o invalidez de ésta y el alcance de la restricción
impuesta, que en todo caso no puede ir más allá de lo previsto en la
Constitución y la ley, mientras que en el segundo evento es ostensible, como ya
esta Sala lo ha manifestado, una apropiación contra derecho del espacio
público y, por ende, un abuso por parte de quien pone en práctica el mecanismo
de cierre2.
Tanto la actuación
de autoridad no competente como la del particular que se adueña del espacio
público lesionan dos derechos consagrados en la Constitución: el individual
de libre locomoción y el colectivo, que corresponde a toda la comunidad,
relativo al uso del espacio público.
La libertad de
locomoción, a la cual alude el artículo 24 de la Carta, implica que toda
persona, salvo las limitaciones que establezca la ley, tiene derecho a circular
libremente por el territorio.
Según se infiere de
la norma y de las disposiciones consagradas en convenios y pactos
internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Ley 74 de 1968),
únicamente la ley puede introducir restricciones, generalmente vinculadas con
razones de seguridad, orden público, salud pública o aplicación de decisiones
judiciales, todas las cuales se encuadran dentro de los criterios a cuyo amparo
el derecho mencionado no es absoluto y está supeditado al interés general
reconocido por el legislador.
En cuanto al espacio
público, es claro que las vías públicas forman parte esencial del mismo pues
están concebidas para cumplir un fin de interés público y han sido reservadas
para el libre tránsito de los habitantes, de lo cual se desprende que su
disponibilidad no puede quedar librada a la voluntad de los particulares ni a
la decisión de organismos administrativos a los cuales no se confía por la
Constitución la responsabilidad atinente a la normación, planificación y
regulación de su uso.
Al tenor del
artículo 82 de la Carta, es deber del Estado velar por la protección de la
integridad del espacio público y por su destinación al uso común, el cual
-agrega la misma norma- prevalece sobre el interés particular.
El artículo 313 de
la Constitución atribuye a los concejos municipales la función de reglamentar
los usos del suelo, mientras que el artículo 315 encomienda a los alcaldes las
funciones de cumplir y hacer cumplir en el respectivo municipio las normas
constitucionales y legales así como las que expida el Concejo (numeral 1º),
actuar como primera autoridad de policía (numeral 2º) y dirigir la acción
administrativa en el municipio (numeral 3º), todo lo cual lleva a concluir que
es del resorte de las autoridades municipales, dentro de sus respectivas
órbitas de competencia, lo relacionado con apertura, disposición y uso de las
vías públicas, sin que en ello tengan injerencia autoridades nacionales o
departamentales, de lo cual se concluye que el DAS en el presente caso no
gozaba de competencia para ordenar el cierre de las calles a que se refiere el
demandante.
Ahora bien, las vías
públicas, por expresa disposición legal, "no podrán ser encerradas en
forma tal que priven a la ciudadanía de su uso, goce, disfrute visual y libre
tránsito" (Ley 9a. de 1989), lo cual no obsta para que, por las expresadas
razones de seguridad, salubridad y orden público, las autoridades
competentes -que lo son las municipales- otorguen permisos o profieran actos
administrativos, dentro de las prescripciones legales, para permitir o
establecer el cierre de ciertas vías o para limitar o restringir el paso de
vehículos o personas, de acuerdo con las circunstancias específicas.
De conformidad con
lo expuesto, no queda al arbitrio de cada institución estatal, o del
funcionario que la dirige o administra disponer el cierre de sus vías
adyacentes o de las que le dan acceso a sus edificios o instalaciones, puesto
que compete a las autoridades locales resolver lo pertinente, siendo factible,
eso sí, que éstas confieran autorizaciones especiales con base en las
consideraciones ya expresadas.
Las vías públicas
frente al poder de policía
Como referencia
específica al asunto sub-examine, debe resaltarse, además, que los alcaldes, a
quienes según se vió está confiada la función de actuar como cabeza de la
policía local, están habilitados para definir en concreto los mecanismos que
deban operar en situaciones que, por representar amenaza de daño a la
comunidad, a la vida o a los bienes de las personas o al patrimonio de las
propias entidades públicas, ameriten limitaciones al ejercicio del derecho al
uso del espacio público o a la libertad de locomoción en determinados sectores
o en ciertos momentos. Así lo ha reconocido de tiempo atrás el Consejo de
Estado, cuyo criterio en esta materia acoge la Corte Constitucional:
"De conformidad
con la Constitución y la Ley, las libertades públicas han sido reguladas por un
conjunto normativo al que suele denominarse Derecho o Régimen de Policía, el
cual tiene por objeto determinar el campo de acción de tales libertades de modo
que la sociedad no resulte perjudicada por su desordenado o arbitrario
ejercicio. De ahí que sea considerado como elemento determinante del orden
público..."3
.
Según puede
observarse, los alcaldes están investidos de autoridad suficiente tanto para
disponer, en caso de ocupación, la restitución de bienes de uso público, entre
los cuales se encuentran las vías públicas urbanas o rurales, de conformidad
con el Código Nacional de Policía (artículo 132), como para señalar
restricciones en lo relativo a su uso por razones de interés común, sin que el
razonable ejercicio de esta facultad represente desconocimiento de derechos o
garantías constitucionales.
El desempeño de
funciones como las descritas corresponde por antonomasia al papel que juega
la autoridad local y en forma preferente el alcalde, pues concierne a la
administración concreta y efectiva de asuntos que tocan con el interés directo
de quienes habitan el municipio , para hacer realidad dentro de éste los
mandatos constitucionales de protección a las personas residentes en Colombia
en su vida, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades y de
seguridad en el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los
particulares (artículo 2º C.N); garantía de la convivencia pacífica y la
vigencia de un orden justo (Preámbulo y artículo 2º) y prevalencia del interés
general (artículo 1º).
Ahora bien, sobre el
carácter y los efectos del proceso policivo, la Corte comparte el criterio del
Consejo de Estado al interpretar el inciso final del artículo 82 del Código
Contencioso Administrativo, a cuyo tenor "la Jurisdicción de lo
Contencioso Administrativo, no juzga las decisiones proferidas en juicios
civiles o penales de policía regulados especialmente por la ley". Dijo
así esa Corporación: "Del mismo modo el órgano ejecutivo sin entrabar la
misión del órgano judicial, cumple funciones propias de esta rama del poder,
cuando por medio de sus funcionarios de policía dicta sentencias civiles o
penales. Es en estos casos precisamente cuando encontramos, sin que ello pueda
reputarse de insólito, jueces ubicados dentro del poder ejecutivo.
Naturalmente que con esto no se quiere significar en modo alguno que se
desconozca la esencia y la filosofía de la separación de los poderes.
Vemos también cómo
para el mejor éxito de la gestión del Estado aquellas controversias menores,
que por cierto son muy abundantes, deben ser tramitadas y falladas por
autoridades ejecutivas del orden policial, pues de otra manera se afectaría el
mismo orden público, puesto que el aparato judicial por sí recargado, no
estaría en condiciones ni en capacidad de resolver esta multiplicidad de
asuntos menores que desde luego revisten gran importancia en la vida de
relación.
Y precisamente
porque las decisiones de los funcionarios de policía son verdaderas sentencias,
la ley las excluye como materia acusable ante esta jurisdicción como lo hacía
el artículo 73 de la Ley 167 de 1941 y ahora lo hace el artículo 82 del Decreto
001 de 1984. Y el legislador fue sabio cuando estableció esta excepción, pues
las decisiones jurisdiccionales como deben reputarse las dictadas por
funcionario ejecutivos, distinguiéndose así de las dictadas por el órgano
judicial que deben llamarse judiciales por ser la especie, tienen fuerza de
cosa juzgada, que según los doctrinantes consiste en que no hay remedio de
derecho directo o indirecto para poner en discusión lo decidido, y que el juez
no puede por su propia iniciativa modificar su esencia. Además, toda autoridad
debe tener en cuenta el fallo y ceñir a él sus actos y decisiones, obligación
que comprende a todas las autoridades. En síntesis, pues, lo que tiene fuerza
de cosa juzgada debe tomarse como verdadero y no puede ser materia de discusión
en ninguna jurisdicción"4
.
Examen de este
caso
La situación
considerada por la Corte en esta oportunidad se refiere al cierre de las calles
18 y 19 entre carreras 28 y 27 en Santa Fe de Bogotá, D.C., adyacentes a las
instalaciones del Departamento Administrativo de Seguridad DAS, que por ser
vías públicas encajan dentro del concepto de espacio público
Dadas estas
condiciones, no tenía competencia el Director del DAS, como organismo del
orden nacional, para resolver sobre su cierre u obstrucción para el tránsito
de personas y vehículos, pues cualquier decisión sobre uso del suelo urbano
corresponde a las autoridades municipales, con mayor razón si se trata de
ejercer el poder de policía.
Que el indicado
organismo tenga a su cargo la función técnica de la seguridad como integrante
del Gobierno nacional en lo que se refiere a esa materia (artículo 115, inciso
2º, de la Constitución Política) en nada modifica la preceptiva constitucional
en relación con las responsabilidades confiadas a otras agencias estatales,
concretamente las del nivel local, en punto de la utilización , integridad y
preservación del espacio público y en cuanto al uso del suelo urbano.
Pese a las funciones
que le son propias, tampoco era de competencia de este Departamento estatuír
limitaciones a la libertad de locomoción por vía general, es decir, sin
referencia a determinadas personas sino con efecto para todas las que
pudieran necesitar o querer transitar por el sector.
Así, pues, se
revocará la decisión judicial que denegó la tutela y se ordenará en su lugar
que las mencionadas vías sean abiertas al libre tránsito de personas y
vehículos.
Pero, desde luego,
no escapa la Corte que la situación hoy existente en el caso particular de la
sede del DAS en la capital de República tiene clara y justificada motivación en
antecedentes ampliamente conocidos relacionados con la actividad criminal de
grupos terroristas que incursionaron en las inmediaciones del edificio para
cumplir nefastos designios que cobraron en su momento una elevada cifra de
víctimas y causaron enormes perjuicios materiales.
Mal podría esta
Corporación desatender el criterio de seguridad, apenas natural cuando se trata
de la delicada misión que corresponde cumplir a tal organismo para beneficio de
toda la comunidad. Los riesgos son muy grandes y las medidas de precaución
indispensables.
Pero, claro está, la
determinación del uso del suelo y el desarrollo de las políticas de urbanismo
en cada municipio o distrito atañe a las autoridades locales.
En consecuencia, la
resolución de apertura de las vías aledañas únicamente tendrá efecto
transcurrido un plazo razonable para que el Departamento Administrativo de
Seguridad , DAS, obtenga autorización especial de la autoridad distrital
competente con el objeto de mantener el cierre de las vías por los motivos ya
expuestos.
Obviamente, vencido
el plazo sin que se hubiere otorgado el aludido permiso, se abrirán las vías
mencionadas para que tengan cabal aplicación las garantías constitucionales
que mediante esta sentencia se protegen.
Dichas garantías no
excluyen las medidas de seguridad que dentro de sus competencias y
atribuciones, pueden establecer el DAS y las autoridades distritales para la
adecuada defensa de las personas, residencias, despachos públicos y establecimientos
comerciales e industriales que operan en el sector. Por el contrario, así lo
exige la misma función estatal referida en el inciso 2º del artículo 2º de la
Carta Política.
Por ejemplo, en caso
de no obtenerse autorización distrital para mantener cerradas las vías, la
aludida libertad de locomoción en la zona puede ser objeto de restricciones
-tal como lo estipulan los tratados internacionales en mención- diseñando
medios de control que impliquen la certidumbre de las autoridades en el sentido
de que quienes allí transiten estén desarmados y no representen peligro alguno
para las vidas y los bienes potencialmente afectados por actos terroristas,
para lo cual es lógico que se los registre y se los identifique plenamente por
la autoridad. Al fin y al cabo el derecho a la vida, aquí altamente
comprometido como ya lo han probado los acontecimientos que motivaron el cierre
objeto de la acción, es el primero de los derechos y prevalece sobre todos los
demás.
Los otros medios
de defensa judicial
Sobre la existencia
de otro medio de defensa judicial que pudiera hacer improcedente la tutela en
aplicación de lo dispuesto por el artículo 86 de la Constitución, la Corte se
aparta de la perspectiva a partir de la cual resolvió el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá. En efecto, según ya se expresó y tal
como lo afirma el Tribunal, el Código Nacional de Policía establece en el
artículo 132:
"Cuando se
trate de restitución de bienes de uso público, como vías públicas urbanas o rurales
o zona para el paso de trenes, los alcaldes, una vez establecido, por los
medios que estén a su alcance, el carácter de uso público de la zona o vía
ocupada, procederán a dictar la correspondiente resolución de restitución que
deberá cumplirse en un plazo no mayor de treinta días. Contra esta resolución
procede recurso de reposición y también de apelación para ante el respectivo
gobernador".
La disposición
constitucional establece que la acción de tutela solo procede "cuando el
afectado no disponga de otro medio de defensa judicial" (subraya la
Corte), que según el concepto del Tribunal lo es en este caso el proceso
policivo ante la alcaldía correspondiente.
Al respecto debe
puntualizar la Corte que el objeto del enunciado mecanismo difiere del
atribuído por el Constituyente al procedimiento preferente y sumario consagrado
en el artículo 86 de la Carta. No se trata de la protección efectiva del
derecho que tiene toda persona a la libre locomoción como derecho
constitucional fundamental -en cuyo caso podría aceptarse como medio de defensa
judicial excluyente de la tutela- sino de la vía jurídica oponible por parte
del Estado a quienes han invadido u ocupado bienes de uso público.
En consecuencia, si
no era el peticionario en el caso concreto sino la comunidad por conducto de
autoridad pública quien contaba con la opción indicada por el Tribunal como
forma idónea e inmediata de obtener la garantía cierta de su derecho,
aquél tenía expedita la acción de tutela con miras a impetrar que ese derecho
desde el punto de vista individual le fuera amparado judicialmente.
En el mismo sentido
debe tomarse la vía que, también en interés de la colectividad ha sido prevista
expresamente por la Ley 9 de 1989, en su artículo 8º:
"Artículo 8º.
Los elementos constitutivos del espacio público y el medio ambiente tendrán
para su defensa la acción popular consagrada en el artículo 1005 del Código
Civil. Esta acción también podrá dirigirse contra cualquier persona pública o
privada, para la defensa de la integridad y condiciones de uso, goce y disfrute
visual de dichos bienes mediante la remoción, suspensión o prevención de las
conductas que comprometieren el interés público o la seguridad de los usuarios.
El incumplimiento de
las órdenes que expida el juez en desarrollo de la acción de que trata el
inciso anterior configura la conducta prevista en el artículo 184 del Código
Penal de "fraude a resolución judicial".
La acción popular de
que trata el artículo 1005 del Código Civil podrá interponerse en cualquier
tiempo, y se tramitara por el procedimiento previsto en el numeral 8 del
artículo 414 del Código de Procedimiento Civil".
Desarrollando esta
disposición, el artículo 6º del Decreto 2400 de 1989 prescribe:
"Artículo 6º La
acción popular de que trata el artículo 1005 del Código Civil, podrá ser
ejercida por los usuarios para la defensa del espacio público y del medio
ambiente.
Para determinar el
juez competente se tendrá en cuenta el carácter público o privado de la persona
demandada".
Este medio de
defensa judicial, que se inscribe dentro de la previsión genérica de las
acciones populares contempladas en el artículo 88 de la Constitución, no está
destinado a la protección concreta de la persona afectada cuando se vulnera o
amenaza su libertad fundamental de locomoción, sino que tiene por objeto
el interés colectivo en que consiste el espacio público, "su uso, goce y
disfrute", como lo dice la misma norma legal, de manera similar a como
acontece con el derecho al ambiente sano.
Sobre el tema ya ha
tenido ocasión de señalar esta Corte que, tratándose de asuntos como los
mencionados, que comprometen tanto el bien de la colectividad como el derecho
fundamental de la persona considerada individualmente, la existencia de la
acción colectiva no excluye la de tutela en cuanto una y otra tienen
finalidades constitucionales distintas.
Ha declarado al
respecto esta misma Sala:
"Como se
observa, la defensa del ambiente sano concierne a la comunidad en cuanto tal y
para el amparo de los derechos que a ella corresponden ha sido previsto el
mecanismo de las acciones populares que, en ese sentido, tienen un objeto
diferente al de la acción de tutela. Eso explica el porqué de la norma
contenida en el artículo 6º, numeral 3, del Decreto 2591 de 1991, a cuyo tenor
no procede la acción de tutela cuando se pretenda proteger los derechos
mencionados en el artículo 88, a menos que se trate de impedir un perjuicio
irremediable.
Pero si, además, una
persona individualmente considerada puede probar que la misma causa
(perturbación del medio ambiente) está afectando o amenazando de modo directo
sus derechos fundamentales o los de su familia, al poner en peligro su vida, su
integridad o su salubridad, cabe la acción de tutela en cuanto a la protección
efectiva de esos derechos fundamentales en el caso concreto, sin que
necesariamente el amparo deba condicionarse al ejercicio de acciones populares.
El artículo 86 de la
Constitución contempla expresamente la vulneración o amenaza de los derechos
fundamentales como las razones que hacen jurídicamente idónea la acción de
tutela, siendo claro que la acción popular no necesariamente obra como medio de
defensa judicial adecuado a la eficaz protección de los derechos del individuo,
en especial cuando está de por medio la circunstancia de un perjuicio
irremediable que podría prevenirse por la vía de la tutela, sin detrimento del
uso colectivo de aquella para los fines que le son propios, según lo dicho.
Desde este punto de
análisis se considera que una acción de tutela instaurada por persona directa
y ciertamente afectada (artículo 10 del Decreto 2591 de 1991) puede
prosperar en casos como el que se estudia, claro está sobre la base de una prueba
fehaciente sobre el daño soportado por el solicitante o respecto de la
amenaza concreta por él afrontada en el campo de sus derechos fundamentales
(artículo 18 Decreto 2591 de 1991). Igualmente deberá acreditarse el nexo
causal existente entre el motivo alegado por el peticionario para la
perturbación ambiental y el daño o amenaza que dice padecer. Unicamente de la
conjunción de esos tres elementos puede deducirse la procedencia de la acción
de tutela para que encaje dentro del artículo 86 de la Constitución"[1].
Claro está que, como
allí mismo se indica, quien instaure la acción de tutela alegando su propio
perjuicio o la amenaza de su derecho debe probarlo pues en caso de no poder
hacerlo, se concluye que no es su propio interés el que está en juego,
excluyéndose así la vía de la tutela y dando paso a la acción popular.
Empero, en el asunto
que ahora ocupa la atención de la Corte, la misma naturaleza de la libertad de
locomoción, que extiende el escenario de su ejercicio a todo el territorio
nacional (artículo 24 de la Constitución) la sola circunstancia del cierre de
una vía lleva implícito el efecto de que se afecte o disminuya el derecho a
circular libremente. Otra cosa es que la restricción en el caso y en la zona
de que se trata tenga justificación y sea aplicable válidamente según las
disposiciones legales; determinarlo corresponderá precisamente al juez que
resuelva sobre la acción.
Fluye entonces sin
dificultad la consecuencia de que una persona en particular puede verse
afectada por el cierre de la vía pública y que su interés no sea adecuadamente
protegido por la acción popular que busca preservar, por definición, los
generales. Ello hace idónea y pertinente la acción de tutela, tal como acaece
en el proceso que nos ocupa.
IV. DECISION
Por las razones
expuestas, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión, administrando
justicia, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero: REVOCAR el fallo proferido por el Tribunal
Superior del Distrito Judicial Sala Laboral de Santa Fe de Bogotá dentro de la
presente acción de tutela el 24 de abril de 1992.
Segundo: CONCEDER la tutela impetrada, ordenando
al Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, que, en un término razonable
que no podrá exceder de 30 días comunes contados a partir de la notificación de
esta providencia, solicite, tramite y obtenga -si ya no lo ha hecho- permiso
especial de la autoridad distrital competente para continuar aplicando la
medida de cierre de las calles 18 y 19 entre carreras 28 y 27 de Santa Fe de
Bogotá, aledañas a las instalaciones en las cuales funciona dicho Departamento.
Tercero- Si el permiso se concede, el uso del
espacio público en el sector aludido deberá ajustarse a las instrucciones que
imparta la autoridad competente al concederlo. Si, por el contrario,
transcurre el término otorgado sin haberse obtenido la autorización, deberán
abrirse las citadas vías para el uso público, con las debidas precauciones y
medidas de seguridad que el propio Departamento Administrativo determine según
la ley y dentro de la órbita de sus competencias.
Cuarto- La Sala Laboral del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá tendrá a su cargo la responsabilidad de
velar por el adecuado cumplimiento de esta providencia.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Corte Constitucional. Sala
Plena. Sentencia Nº C-547 del 1º de octubre de 1992. Magistrado Ponente: Dr.
José Gregorio Hernández Galindo
2 Cfr. Corte Constitucional. Sala
Tercera de Revisión. Sentencia No.T-518 del 16 de septiembre de 1992.
3 Cfr. Consejo de Estado.
Concepto 0546 del 4 de junio de 1990. Sala de Consulta y Servicio Civil.
Consejero Ponente: Doctor Javier Henao Hidrón.
4 Consejo de Estado, Sala de lo
Contencioso Administrativo, Sección Primera, sentencia del 12 de abril de 1985.
[1]Cfr. Corte
Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Fallo NºT-437 del 30 de junio de
1992. |
162 | T-551-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-551/92
ACCION DE TUTELA-Titularidad/PERSONA JURIDICA
La forma de
protección que a los derechos constitucionales fundamentales brinda el artículo
86 de la Carta Política no comprende únicamente a las personas naturales, sino
que se extiende a las personas jurídicas.
REVOCACION DE
ACTO ADMINISTRATIVO
El predominio del
interés general es consagrado por el precepto legal como motivación imperativa
ineludible para que el funcionario competente proceda a revocar el acto que
riñe con aquél, no ya sobre el supuesto de consideraciones de índole jurídica
sino sobre la base de la oposición real entre la permanencia de dicho acto y
las conveniencias del bien colectivo. El acto administrativo de carácter
general puede haber favorecido intereses de personas particulares habida cuenta
de las circunstancias peculiares en que se hallen éstas. Pero en modo alguno
convierte el acto administrativo en particular, individual y concreto, ni lo
ampara en la previsión normativa del artículo 73 del Código Contencioso
Administrativo, de lo cual se deduce con entera claridad que, para revocar por
motivos de interés público ese acto de carácter general, la Administración no
requería consentimiento expreso y escrito de la Asociación CALATRAVA. Esta no
era titular de un derecho subjetivo oponible a la decisión de revocatoria; su
beneficio no podía prevalecer sobre la necesidad pública representada en el uso
de la vía ni sostenerse por la autoridad pese al sacrificio colectivo que
implicaba el cierre.
DERECHO DE
DOMINIO-Función Social/DERECHOS
ADQUIRIDOS-Inexistencia
Aún en el caso de
haberse consolidado en cabeza de una persona un derecho constitucionalmente
reconocido como el de dominio, sobre éste pesa una función social que implica
obligaciones y que razones de utilidad pública o de interés social pueden dar
lugar a la expropiación como desarrollo del mismo principio inspirador del
Derecho Público a que se viene aludiendo. Si ello es así tratándose de
propiedad privada, con mucha mayor razón impera el interés público frente a la
pretendida pero imposible adquisición de derechos particulares sobre bienes
destinados por mandato de la Constitución y de la ley al servicio de la
comunidad como acontece con las vías públicas. En el caso sub-examine no había
derecho adquirido alguno que reclamar por parte de la sociedad demandante y,
por ende, ningún motivo válido podía invocar para sostener ante el juez de
tutela que se le estaban desconociendo las garantías constitucionales.
ESPACIO
PUBLICO/LIBERTAD DE LOCOMOCION/ACCION POPULAR
El cierre de vías
públicas o su obstrucción en cualquier forma afecta la libertad de locomoción y
que el ejercicio de esta es un derecho fundamental a cuya defensa están
obligadas las autoridades públicas. La obstaculización de tales vías quebranta
el derecho que tiene la colectividad al uso del espacio público a cuya
protección está obligado el Estado y que se constituye por tanto en abuso
inaceptable, bien que provenga de particulares o de la decisión de autoridades
o funcionarios carentes de la competencia para regular el uso del suelo urbano.
La restitución a la comunidad del espacio que había sido ocupado ilegalmente o
limitado en virtud de decisión administrativa que luego se encuentra opuesta al
interés público, es no solamente una potestad sino una verdadera obligación de
las autoridades, susceptible de impetrarse por medio de las acciones populares
o de la acción de tutela desde la perspectiva del individuo cuyos derechos
fundamentales resultan vulnerados por el cierre.
SALA TERCERA DE REVISION
Ref.: expediente
T-3524
Acción de tutela
instaurada por ASOCIACION CALATRAVA contra IDU
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
- Ponente-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Aprobada mediante
Acta en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los siete días (7) del mes de octubre de
mil novecientos noventa y dos (1992).
Revisa la Corte la
sentencia del once (11) de junio de mil novecientos noventa y dos (1992),
proferida por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca, Sección Primera, para
resolver sobre la demanda de tutela incoada por el doctor Diego Tobón Echeverri
en representación de la Asociación CALATRAVA, domiciliada en esta
ciudad.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
Narra el apoderado
de la Asociación peticionaria que, previo ejercicio del derecho de petición, el
Instituto de Desarrollo Urbano IDU, reconoció en favor del Barrio CALATRAVA,
representado por la persona jurídica de Derecho Privado ya mencionada, el
derecho a que no se conectara la calle local 128B con la Avenida Boyacá.
El reconocimiento
aludido aparece en oficio 210-3902 del 19 de octubre de 1991, suscrito por el
Doctor Camilo Nassar, Director del IDU para la época, mediante el cual se
manifestó por escrito a la Asociación CALATRAVA lo siguiente:
"(...)
6. Sobre no permitir
los accesos a la Avenida Boyacá, le informo que la calle 128B costado Oriental,
no tendrá comunicación directa con la Avenida Boyacá y que el separador de la
vía será contínuo para no permitir el cruce ortogonal de la calle 128 con la
Avenida Boyacá".
Dice el apoderado
que, sin notificación previa ni controversia jurídica alguna, el actual
Director del IDU, Arturo Ferrer Carrasco, "decidió mediante un acto
administrativo nuevo ARRASAR con los derechos reconocidos en acto
administrativo anterior".
La referencia del
actor recae sobre el oficio número 210-117 del 7 de mayo de 1992, que en su
parte pertinente dice:
"Por solicitud
de algunos residentes de la Urbanización Calatrava, se contempló inicialmente
el cierre del costado oriental de la boca-calle 128B por Avenida Boyacá,
sabiendo que cuando fuesen construídas las paralelas ésta sería abierta. Debido
a que los residentes de la Agrupación de Vivienda El Tirol mediante
comunicación con radicación IDU-2240/92, solicitaron que se dejara abierta y en
ese mismo sentido nos ha llegado la solicitud de las Religiosas Dominicas de
Nuestra Señora de Nazareth de fecha 29 de abril/92.
Por lo anterior y de
acuerdo a los análisis de flujos relacionados con la movilidad que genera el
Colegio Helvetia es necesario organizar el tráfico del sector, se ha
determinado la apertura de la boca-calle mencionada".
Alega el
representante de la Asociación CALATRAVA que, al no existir un acto
administrativo que revocara el oficio inicial, se ha producido con el nuevo
"un virtual despojo de nuestros derechos REALES" y que ha sido
violado el principio constitucional del respeto por los derechos adquiridos,
así como también el deber de los funcionarios del Estado de respetar las
decisiones de la Administración.
En su sentir, han
sido transgredidas las reglas del debido proceso, entre las cuales incluye
aquella según la cual se presume la legalidad de los actos administrativos
"MIENTRAS NO SEAN REVOCADOS con observancia de las formas propias
del mismo y con la oportunidad de controvertir la decisión", pues nadie
puede ser condenado sin ser vencido en juicio.
Solicita, en
consecuencia, que el IDU suspenda las decisiones derivadas del oficio 210-117
del 7 de mayo de 1992 "hasta tanto no revoque VALIDAMENTE las
decisiones contenidas en el oficio 210-390 del 19 de octubre de 1991" y
que suspenda las obras que viene adelantando en desarrollo del acto acusado.
II. LA DECISION
JUDICIAL EN REVISION
El Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, mediante sentencia del once (11) de junio del
presente año, resolvió negar por improcedente la acción de tutela instaurada.
A juicio del
Tribunal, de los derechos invocados por la Asociación demandante solo es
fundamental el del debido proceso consagrado en el artículo 29 de la Carta.
En relación con el
caso concreto afirma que "la apertura de la boca-calle 128B por Avenida
Boyacá en nada contradice el que la calle 128B costado Oriental, no tendrá
comunicación directa con la Avenida Boyacá y que el separador de la vía será
contínuo para no permitir el cruce ortogonal de la calle 128 con la Avenida
Boyacá".
Según el Tribunal,
la comunicación directa de la calle 128B por Avenida Boyacá implicaría la
ruptura del separador para permitir la entrada y salida de vehículos desde
ambos costados de ésta, Oriental y Occidental, mientras que la apertura de la
boca-calle sólo permite la entrada y salida de vehículos por el costado
Oriental.
En torno a la
aplicación de los principios constitucionales al asunto controvertido, señala
que el Instituto de Desarrollo Urbano IDU, como entidad pública ejecutora de
los deberes del Estado, al destinar un espacio público para uso común con
prevalencia sobre el interés particular de la Asociación CALATRAVA, no
viola la garantía del debido proceso, puesto que el IDU no podía reconocer un
derecho particular y concreto sobre un área de uso público debido a que su uso
corresponde a la comunidad en general.
Advierte, por otra
parte, que, según su criterio, cuando el artículo 86 de la Constitución
Política señala a toda persona como titular de la acción de tutela, debe
entenderse que hace referencia a la persona humana, pues sólo de ésta se
predican los derechos del hombre o derechos fundamentales, razón por la cual la
Asociación CALATRAVA no podía pedir la protección de sus derechos por
esta vía.
Finalmente expresa
que el artículo 88 de la Constitución establece las acciones populares,
aplicables en casos como el debatido, al paso que la ley 9 de 1989 en su
artículo 8° remite a la acción popular para la defensa de los elementos
constitutivos del espacio público, "pero en tal acción no encaja la
situación planteada, faltando por tanto que la ley regule esos aspectos".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1 Competencia
La Corte es
competente para revisar la sentencia mediante la cual se resolvió sobre esta
acción de tutela, según lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 9, de
la Constitución y en el Decreto 2591 de 1991.
2. Acción de
tutela intentada por personas jurídicas
Una vez más debe
insistir la Corte en que la forma de protección que a los derechos
constitucionales fundamentales brinda el artículo 86 de la Carta Política no
comprende únicamente a las personas naturales, como erróneamente lo ha
entendido el Tribunal de Cundinamarca en el fallo materia de revisión, sino que
se extiende a las personas jurídicas.
En efecto, el
precepto superior no distingue y, por el contrario, los fines que él persigue,
que coinciden con una de las metas señaladas al Estado por el artículo 2° de la
Carta, quedarían frustrados o, cuando menos, realizados de modo incompleto si
el alcance del amparo se restringiese por razón del sujeto que lo invoca, dejando
expósitas a las personas jurídicas. Estas también son titulares de derechos
reconocidos por la preceptiva constitucional y no existe razón alguna para
impedirles que se acojan al mecanismo preferente y sumario diseñado por el
Constituyente precisamente para lograr su efectividad.
Ha expresado la
Corte al respecto:
"Cuando el
artículo 86 de la Constitución establece que "toda persona tendrá acción
de tutela para reclamar (...) por sí misma o por quien actúe a su nombre, la
protección inmediata de sus derechos constitucionales fundamentales, cuando
quiera que éstos resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de
cualquier autoridad pública", no está excluyendo a las personas jurídicas,
pues el precepto no introduce distinción alguna y, por el contrario, las supone
cobijadas por el enunciado derecho cuando de modo genérico contempla la
posibilidad de solicitar el amparo por conducto de otro, sin que nada obste
dentro del sistema jurídico colombiano para que una de las especies de ese género
esté conformada precisamente por las personas jurídicas"1 .
A lo cual añade:
"Como lo
expresa el Preámbulo de la Carta, una de las motivaciones del Constituyente al
expedirla consistió en la necesidad de garantizar un orden político, económico
y social justo.
En perfecta
concordancia con ese propósito, el artículo 1° de la Constitución define a
Colombia como Estado Social de Derecho, al paso que el 2° le señala a ese
Estado, como dos de sus fines esenciales, el de asegurar la efectividad
de los principios, derechos y deberes y el de facilitar la participación de todos
en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política,
administrativa y cultural de la Nación. El artículo 4° subraya el carácter
supralegal de la Constitución y su prevalencia en todo caso de conflicto con
normas de nivel jerárquico inferior. La acción de tutela no puede entenderse
como una figura ajena al sistema jurídico fundado en la Constitución y, por el
contrario, debe ser concebida con criterio teleológico, es decir, como
instrumento al servicio de los fines que persiguen la organización política y
el ordenamiento fundamental, uno de los cuales radica en la eficacia de las normas
superiores que reconocen los derechos esenciales de la persona (artículo 5°).
Desde luego, la
persona humana es sociable por su misma naturaleza y no es posible una
verdadera protección de ella desechando ese carácter ni prescindiendo de su
innegable inserción dentro del contexto colectivo en cuyo medio se
desenvuelve".
Así, pues, la
Asociación CALATRAVA sí podía, desde el punto de vista enunciado,
ejercer en este caso la acción de tutela para defender derechos suyos que creía
le estaban siendo vulnerados, particularmente la garantía del debido proceso.
3. Improcedencia
de la acción de tutela por existir otros medios de defensa judicial
Como resulta de la
información preliminar que ofrece el expediente, la acción de tutela fue
instaurada por una asociación privada para obtener que el Instituto de
Desarrollo Urbano de Santa Fe de Bogotá suspendiera su decisión de abrir una
boca-calle que el mismo organismo había comunicado a los peticionarios que
mantendría cerrada.
Tanto la
determinación inicial como la posterior son actos administrativos respecto de
los cuales la asociación petente, si los estimaba contrarios al ordenamiento
jurídico, podía ejercer la acción prevista en el artículo 85 del Código
Contencioso Administrativo: "Toda persona que se crea lesionada en un
derecho amparado en una norma jurídica, podrá pedir que se declare la nulidad
del acto administrativo y se le restablezca en su derecho; también podrá
solicitar que se le repare el daño (artículo 15 del Decreto 2304 de 1989).
Ya que, según
expresa disposición del artículo 86 de la Constitución Política, la acción de
tutela sólo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de defensa
judicial, no era éste el mecanismo adecuado a las pretensiones de la asociación
actora, la cual ha debido hacer uso de la acción pertinente ante la
jurisdicción de lo Contencioso Administrativo.
Tampoco se configura
en este caso la hipótesis del perjuicio irremediable que pudiera hacer
aplicable la tutela como mecanismo transitorio, por cuanto el medio judicial
enunciado, en el evento de prosperar, permitiría a la demandante alcanzar el
objetivo de mantener cerrada la vía cuya apertura ha ordenado el Instituto de
Desarrollo Urbano, lo cual escapa a la noción que del daño irreparable consagra
el artículo 6°, numeral 1°, del Decreto 2591 de 1991: "...el perjuicio que
sólo pueda ser reparado en su integridad mediante una indemnización".
Así las cosas, es
evidente que no podía darse curso a la acción instaurada, motivo suficiente
para que esta Corte confirme la decisión adoptada en primera instancia.
Existen, sin
embargo, consideraciones adicionales, relacionadas con el fondo mismo del
alcance dado por el apoderado de la peticionaria a la normativa fundamental,
que se hace preciso exponer para fijar el cabal sentido de ésta en la materia
que nos ocupa.
4. La
prevalencia del interés general como postulado básico de nuestro sistema
jurídico
Expone el apoderado
de la demandante que el segundo acto administrativo del IDU ha debido revocar
expresamente el anterior para poder ordenar la reapertura de la vía a que se
refiere la controversia.
El Tribunal
Administrativo de Cundinamarca responde con razón a ese argumento afirmando que
la entidad pública, al destinar un espacio público para uso común con
prevalencia sobre el interés particular, no violó el debido proceso en cuanto
no podía reconocer un derecho particular y concreto sobre un área de uso
público cuyo uso corresponde a la comunidad.
La Corte
Constitucional respalda este criterio, que tiene firme sustento en los
principios y preceptos de la Carta y en las definiciones que para el caso
específico de la revocatoria de actos administrativos han puntualizado tanto la
ley como la jurisprudencia.
La Constitución
declara solemnemente en su Preámbulo que los fines buscados por el
Constituyente al sancionarla y promulgarla no son otros que los de
"fortalecer la unidad de la Nación y asegurar a sus integrantes la vida,
la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la
libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que
garantice un orden político, económico y social justo", expresiones todas
estas del bien común como desideratum de la sociedad y del Estado.
El artículo 1º de la
Carta desarrolla esa voluntad del Constituyente cuando, al enunciar los
fundamentos del Estado Social de Derecho, incluye la prevalencia del interés
general como una de las características esenciales de la organización política.
Ese principio
aparece ratificado en varios preceptos constitucionales, especialmente en el
artículo 58, a cuyo tenor "cuando de la aplicación de una ley expedida por
motivo de utilidad pública o interés social, resultaren en conflicto los
derechos de los particulares con la necesidad por ella reconocida, el interés
privado deberá ceder al interés público o social", con lo cual se ratifica
en el ordenamiento superior el postulado que plasmara desde 1886 el artículo 30
de la Constitución anterior.
Los órganos que
integran las ramas del poder público y las demás dependencias del Estado han de
tener este principio constitucional como criterio básico en el ejercicio de sus
atribuciones y competencias. De ahí que los servidores públicos, tal como lo declara
el artículo 123 de la Constitución, estén al servicio del Estado y de la
comunidad".
La actividad de la
administración pública tiene que cumplirse, entonces, dentro de una perspectiva
en la cual no se pierda de vista y, por el contrario, se persiga de manera
constante y prioritaria el beneficio colectivo, con la óptica social que lo
anteponga a intereses individuales o de grupo.
Tal es la concepción
que debe presidir toda actuación administrativa y, para el caso que nos ocupa,
la expedición, modificación y revocatoria de los actos administrativos mediante
los cuales las entidades públicas cumplen sus funciones.
Por lo que hace a la
revocatoria, es menester que se recuerde la precisa ubicación legal y
doctrinaria de tal institución dentro del sistema jurídico vigente, que ya no
la concibe como resultado del ejercicio de un recurso extraordinario sino como
deber impuesto por la ley a la Administración cuando quiera que, de oficio o a
solicitud de parte, ella encuentre que un determinado acto se opone manifiestamente
a la Constitución Política o a la ley, no se acomoda al interés público o
social o causa agravio injustificado a una persona (artículo 69 del Código
Contencioso Administrativo).
Según puede
observarse, el predominio del interés general es consagrado por el precepto
legal en comentario como motivación imperativa ineludible para que el
funcionario competente proceda a revocar el acto que riñe con aquél, no ya
sobre el supuesto de consideraciones de índole jurídica sino sobre la base de
la oposición real entre la permanencia de dicho acto y las conveniencias del
bien colectivo. En otros términos, el acto administrativo que lesiona o
contradice el interés público no puede subsistir y ello aunque el origen de la
confrontación sea sobreviniente, tal como lo entendió en su momento la Sala
Constitucional de la Corte Suprema de Justicia cuando, al distinguir entre las
figuras de la nulidad y la revocatoria, señaló que la conformidad del acto con
la ley encierra el criterio de legitimidad, al paso que si
aquella se predica del interés público, el criterio relevante es el de
conveniencia: "(...) el acto que en su origen fue conveniente por
coincidir con el interés general y favorecer el bien común puede ulteriormente
tornarse en inconveniente por llegar a ser incompatible o inarmónico con el
interés público y aún contrario al bien común. La dinámica social ha hecho que
estos cambien y, por tanto, el acto original, por no satisfacerlos, tórnase
desueto y aun nocivo, por lo cual reclama la abrogación"2
Ahora bien, el acto
administrativo de carácter general puede haber favorecido intereses de personas
particulares habida cuenta de las circunstancias peculiares en que se hallen
éstas. Así, en el asunto que se examina, la decisión inicialmente tomada por
el Instituto de Desarrollo Urbano, aunque se haya puesto de presente en una
carta-respuesta a inquietudes formuladas por la Asociación CALATRAVA, tuvo
indudable carácter general en cuanto afectó a toda una comunidad urbana e
impuso restricciones a cualquier eventual transeúnte por el sector -de allí su
choque con el interés público- pero pudo favorecer los intereses de cierto
número de habitantes, representados por la persona jurídica nombrada. Ello en
modo alguno convierte el acto administrativo en particular, individual y
concreto, ni lo ampara en la previsión normativa del artículo 73 del Código Contencioso
Administrativo, de lo cual se deduce con entera claridad que, para revocar por
motivos de interés público ese acto de carácter general, la Administración no
requería consentimiento expreso y escrito de la Asociación CALATRAVA. Esta no
era titular de un derecho subjetivo oponible a la decisión de revocatoria; su
beneficio no podía prevalecer sobre la necesidad pública representada en el uso
de la vía ni sostenerse por la autoridad pese al sacrificio colectivo que
implicaba el cierre.
5. Imposibilidad
de adquirir derechos privados sobre las vías públicas
El apoderado de la
sociedad demandante pretendió que esta tenía unos supuestos derechos
adquiridos, que él denominó "reales", sobre la vía contra cuya
apertura interpone la acción de tutela.
Semejante posición
resulta insostenible no solamente por lo inusitado del argumento ante el
carácter imprescriptible e inenajenable de los bienes de uso público (artículo
63 C.N.) sino por la errónea concepción que delata en lo que respecta al
alcance de la protección constitucional que en nuestro sistema tienen los
derechos adquiridos.
Olvida el accionante
que aun en el caso de haberse consolidado en cabeza de una persona un derecho
constitucionalmente reconocido como el de dominio (artículo 58 de la Carta Política),
sobre éste pesa una función social que implica obligaciones y que razones de
utilidad pública o de interés social pueden dar lugar a la expropiación como
desarrollo del mismo principio inspirador del Derecho Público a que se viene
aludiendo. Si ello es así tratándose de propiedad privada, con mucha mayor
razón impera el interés público frente a la pretendida pero imposible
adquisición de derechos particulares sobre bienes destinados por mandato de la
Constitución y de la ley al servicio de la comunidad como acontece con las vías
públicas. Por ello resulta cuando menos insólito que una asociación privada
acuda a la acción de tutela, no para impetrar el amparo judicial de sus
derechos fundamentales, sino con la desmedida aspiración de alcanzar un "statu
quo" contrario a la Constitución en cuanto lesivo del interés común, con
la peregrina tesis de que le fueron vulnerados "derechos adquiridos"
al cierre de una vía pública.
La ya citada
sentencia proferida por la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia
afirmó enfáticamente, en términos que esta Corporación comparte, la prevalencia
del interés público como principio aún en presencia de derechos adquiridos -que
no son absolutos- e hizo la distinción, para lo referente a la revocatoria de
los actos administrativos, entre la regla general y la excepción atemperada:
"(...) al
reparar en el límite del poder de revocación de los administradores frente al
óbice de los derechos adquiridos de los administrados surge la pregunta de
rigor: ¿conforme al ordenamiento jurídico nacional existen derechos
"absolutos"? Los llamados derechos adquiridos, por serlo, y dada su
estirpe, ¿son acaso "un intocable", "un tabú"? Al menos en
lo que al derecho colombiano se refiere la respuesta debe ser negativa. Siendo
como es todo derecho subjetivo un interés que el derecho objetivo reconoce y
protege, el reconocimiento y protección que el último procura al primero
también tiene un límite. Ese límite es el interés público, el cual (...)
prevalece, en caso de conflicto, sobre el interés privado. En las relaciones
simplemente generales de poder entre el Estado y los ciudadanos todos los
derechos y deberes son recíprocos, formando, por ello, lo que se denomina
"la relación jurídica compleja". Así, por ejemplo, el Estado garantiza
la propiedad y los derechos adquiridos, pero sobre la propiedad versan las
obligaciones emanadas de su función social, y el interés privado que se acoraza
con los derechos subjetivos debe ceder al interés público o social".
Citando a ZANOBINI
el aludido fallo afirmó:
"Los derechos y
los intereses privados, sea cual fuere su origen (la ley, la concesión, el acto
administrativo, etc) si entran en conflicto con el interés público deben
subordinarse a éste. Si aquellos han nacido de un acto administrativo, "donde
se verifique semejante conflicto, sea porque el interés público fue mal
apreciado en la emisión de la disposición, sea porque haya sufrido una sucesiva
modificación, tales derechos e intereses deben caer".
"(...)"
"En suma, el
interés de la comunidad está siempre por encima del interés del individuo, sea
cual fuere el origen de su reconocimiento y protección jurídica. Si aun en las
concesiones de naturaleza contractual el concesionario particular está sujeto a
las modificaciones reglamentarias producidas por la administración concedente
en atención a las exigencias del servicio público o a los imperativos del
interés social, con mayor razón el titular de los derechos subjetivos derivados
de una resolución administrativa sólo podrá estar precavido contra la
revocación o reforma de ésta mientras su interés privado no entre en pugna con
el interés público o social".3
Se repite que en el
caso sub-examine no había derecho adquirido alguno que reclamar por parte de la
sociedad demandante y, por ende, ningún motivo válido podía invocar para
sostener ante el juez de tutela que se le estaban desconociendo las garantías
constitucionales.
Tampoco acierta el
petente cuando afirma que la revocatoria del primer acto no se produjo pues, si
bien es cierto que tal palabra no se utilizó en el oficio 210-117 suscrito por
el Director del IDU, no puede negarse que, por su contenido y por sus efectos,
este segundo acto hizo cesar los efectos del anterior y dispuso exactamente lo
contrario de lo que mediante él se ordenaba, invocando motivos de interés
público.
La Corte
Constitucional ha sostenido en varias de sus providencias4 , y lo hace
ahora una vez más, que el cierre de vías públicas o su obstrucción en cualquier
forma afecta la libertad de locomoción y que el ejercicio de esta es un derecho
fundamental a cuya defensa están obligadas las autoridades públicas.
También ha reiterado
la Corte que la obstaculización de tales vías quebranta el derecho que tiene la
colectividad al uso del espacio público a cuya protección está obligado el
Estado (artículo 82 de la Constitución) y que se constituye por tanto en abuso
inaceptable, bien que provenga de particulares o de la decisión de autoridades
o funcionarios carentes de la competencia para regular el uso del suelo urbano
(artículo 313 y 315).
En el caso presente
debe afirmar, además, que la restitución a la comunidad del espacio que había
sido ocupado ilegalmente o limitado en virtud de decisión administrativa que
luego se encuentra opuesta al interés público, es no solamente una potestad
sino una verdadera obligación de las autoridades, susceptible de impetrarse por
medio de las acciones populares consagradas en el artículo 88 de la
Constitución o de la acción de tutela desde la perspectiva del individuo cuyos
derechos fundamentales resultan vulnerados por el cierre (artículo 86 C.N.)
Si ello es así, la
lógica indica que no es posible utilizar esos mismos instrumentos jurídicos,
como se ha hecho en esta oportunidad, para lograr efectos contrarios a los
queridos por la Constitución.
Decisión
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia, en Sala de
Revisión, actuando en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero. Con base en las consideraciones que
anteceden, CONFIRMARSE la sentencia de fecha once (11) de junio de mil
novecientos noventa y dos (1992), proferida por el Tribunal Administrativo de
Cundinamarca -Sección Primera-.
Segundo. Líbrese la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO FABIO
MORON DIAZ Magistrado
Magistrado
1 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia
No.437. Junio 24 de 1992.
2 Corte Suprema de Justicia, Sala Constitucional. Sentencia de mayo 5
de 1981. Magistrado Ponente: Dr. Jorge Vélez García. G.J. Tomo CXLIV. 1981.
Pág. 134.
3 Corte Suprema de Justicia. Sala Constitucional. Sentencia citada.
4 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión- Sentencias
518 y 550 de fechas 16 de septiembre/92 y 7 de octubre/92. Sala Quinta de
Revisión. Fallo 508 del 28 de octubre de 1992. |
163 | T-552-92
Sentencia No
Sentencia
No. T-552/92
DEBIDO PROCESO
ADMINISTRATIVO-Finalidad
La Constitución
Política de 1991, a más de consagrar en forma expresa el derecho al debido
proceso en las actuaciones judiciales, lo consagra para las actuaciones
administrativas, con lo cual se produce una innovación que eleva a la categoría
de Derecho Fundamental, un derecho de los asociados que, tradicionalmente,
tenía rango legal, y no hacía parte del concepto original propio del derecho al
debido proceso. Debe entenderse por "proceso" administrativo un
conjunto complejo de circunstancias de la administración que le impone la ley
para su ordenado funcionamiento, para la seguridad jurídica de los
administrados y para la validez de sus propias actuaciones, ya que su
inobservancia puede producir sanciones legales de distinto género. Se trata
del cumplimiento de la secuencia de los actos de la autoridad administrativa,
relacionados entre sí de manera directa o indirecta, y que tienden a un fin,
todo de acuerdo con la disposición que de ellos realice la ley.
DEBIDO PROCESO-Vulneración/ACTO ADMINISTRATIVO-Incumplimiento/PRESUNCION
DE LEGALIDAD
El incumplimiento
del despacho comisorio por el funcionario de policía (Inspector), viola
flagrantemente el debido proceso administrativo en tanto derecho fundamental,
porque los actos administrativos se encuentran amparados por una presunción de
legalidad, trasladándose de manera ordinaria al particular la carga de probar
lo contrario. Esta presunción tiene una contrapartida, y es la de que los
actos que generen situaciones particulares y concretas, también son de
obligatorio cumplimiento por parte de la administración, a diferencia de los
actos reglamentarios que ella puede modificar o revocar en cualquier tiempo.
Así, los actos administrativos son ejecutivos una vez queden en firme. La
presunción de legalidad y su atributo, su obligatorio cumplimiento, hace que,
en este tipo de actos no le sea admisible a la administración su
incumplimiento, como ocurrió con la interrupción ilegal del acto, o de los
actos, por la administración.
DECISION JUDICIAL-Incumplimiento
Las decisiones
judiciales son para cumplirlas, y estas actuaciones a destiempo, e
impertinentes no consultan la recta interpretación de la ley. Por lo tanto
esta Corporación ordenará oficiar a la Procuraduría General de la Nación a fin
de que investigue las conductas oficiales antes señaladas. Sobre todo por la
circunstancia de que no era posible solicitar aclaración al juez sobre la
ejecución de su propio acto o actos, y, por el eventual desacato a la
providencia judicial.
FALLO DE
TUTELA/QUERELLA DE POLICIA
La decisión de la
última querella se encuentra amparada por una decisión de tutela, cuya
jerarquía como acto, es superior a las resoluciones administrativas de las
procesos policivos citados, en razón de su jerarquía constitucional y del
objetivo prevalente, la defensa de los derechos fundamentales, que busca
garantizar. En consecuencia, debe mantenerse el Statu-quo, hasta cuando la
justicia ordinaria defina los titulares de la posesión y del dominio del
predio en cuestión.
REF.: Expediente
No. T-3197
Debido proceso
administrativo.
Actores:
ALONSO ABUCHAIBE
ABUCHAIBE
JAIME BARRETO
BARRETO
RAFAEL GUTIERREZ
CESPEDES
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Octubre siete (7) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Corte
Constitucional, procede en Sala de Revisión de Tutelas a decidir, en el grado
jurisdiccional de revisión, el asunto de la referencia, teniendo en cuenta lo
siguiente:
I. ANTECEDENTES
Los señores ALONSO
ABUCHAIBE ABUCHAIBE, mediante apoderado, JAIME BARRETO BARRETO y RAFAEL
GUTIERREZ CESPEDES, actuando en su propio nombre, en ejercicio de la Acción de
Tutela consagrada en el artículo 86 de la Carta, COMO MECANISMO TRANSITORIO,
demandan que se "ordene al señor Inspector del Rodadero o a quien
corresponda el cumplimiento de la medida de policía proferida mediante la
resolución del 8 de agosto de 1991 por la Secretaría Distrital de Santa Marta:
Statuo-Quo y restablecimiento de las cosas en el estado en que se encontraban
al momento de practicar la inspección judicial en el predio denominado
"CARTAGO", en el sector del aeropuerto de esta jurisdicción,
distinguido con la matrícula inmobiliaria No. 080-0010041, resolución ratificada
por la del 16 de octubre de 1991"; y que se adopten las "medidas
previas del caso".
Para fundamentar sus
peticiones, relata que como consecuencia de un proceso policivo de amparo de la
posesión del predio indicado, la Alcaldía Mayor del Distrito Turístico de Santa
Marta, por medio de su Secretaría de Gobierno, profirió la resolución de fecha
8 de agosto de 1991, en la cual se ordenó: "Art. 3o. dejar en libertad a
las partes para que acudan a la justicia ordinaria...", No amparar la posesión
solicitada por la Sra. Lourdes Noguera de Riasco "ART.4o. Decretar el
Statuo-Quo restableciendo y preservando la situación existente en el momento
que se realizó la inspección ocular..."; momento en el cual "no
existía plantación ni mejora alguna en el terreno o predio de nuestra propiedad
denominado Cartago". Que el Statu-Quo "fue violentado y
quebrantado" por los señores Riascos especialmente por el señor MIGUEL
ARIAS RIASCO NOGUERA, familiares de la sra. LOURDES NOGUERA DE RIASCO, quien además
ha iniciado un proceso temerario de pertenencia el cual cursa en el Juzgado 3o.
Civil del Circuito de Santa Marta".
"El 16 de
octubre de 1991 el Secretario de Gobierno Dr. JORGE SUMBATOFF, profirió nueva
resolución, ordenando el cumplimiento de la resolución de agosto 8 de 1991 a
que nos hemos referido. La resolución de octubre 16 de 1991 no fue cumplida o
materializada por ERROR del Inspector comisionado". Este funcionario,
con posterioridad solicita el envío de su expediente para corregir su error,
solicitud que le es negada en la resolución de fecha noviembre 29 de 1991 y
expedida por la Secretaría de Gobierno de la Alcaldía que "en su art. 3o.
veladamente niega el cumplimiento de la medida policiva proferida mediante la
Resolución del 8 de 1991, de agosto (sic)".
Que la Alcaldía
Mayor del Distrito de Santa Marta estaba obligada a cumplir su propio acto, sin
dilaciones. Como disposiciones aplicables se citan artículos 29 y 127 del C.
Nal. de P., artículo 264 del C.P.C. y Decreto 2591/91, artículos 8, 13, 18,
22, 23 y 30 y conc. artículos 29 y 86 C.N..
LA PRIMERA
INSTANCIA
El Juzgado 2o. Penal
Municipal de Santa Marta, en sentencia del veinticuatro (24) de febrero de mil
novecientos noventa y dos (1992), en el asunto de la referencia "DECRETA:
PRIMERO: NEGAR la acción de TUTELA solicitada por los Doctores JAIME
BARRETO BARRETO, ALONSO ABUCHAIBE ABUCHAIBE y RAFAEL GUTIERREZ
CESPEDES",
luego
de considerar:
Que "para
concluir con esta acción de TUTELA presentada por los antes mensionados (sic)
el Juzgado es del criterio al fallo que profirió la Alcaldía Mayor de Santa
Marta por el Secretario de Gobierno Distrital Dr. HENRY SOLANO IBARRA donde se
debe decir que este conflicto o debate debería pasar a un Juzgado Civil del
Circuito amén de que la matrícula inmoviliaria (sic) no está diciendo que hay
un proceso en un Juzgado Civil del Circuito y este es el que tiene que resolver
dicho conflicto ya que administrativamente ni lo hizo la Alcaldía y ninguna
otra autoridad en el momento de presentarse esta acción de TUTELA, -por la
sencilla razón y a las pruebas que se aportaron en dicho expediente, con las
inspecciones judiciales realizadas, se nota que ninguna de las dos (2) partes
parece no ser dueño del terreno que está ubicado en el sector del aeropuerto
dicho predio denominado CARTAGO y que sus características ya se dijeron
anteriormente en esta providencia. Por lo tanto este Despacho Judicial niega
la acción de TUTELA o solicitada o presentada por los doctores JAIME BARRETO
BARRETO, ALONSO ABUICHAIVE ABUCHAIVE (sic), RAFAEL GUTIERREZ CESPEDES ya que en
este conflicto se encuentra un proceso en un Juzgado Civil del Circuito como
reza en las matrículas inmoviliarias (sic) emanada de la Oficina de
Instrumentos Públicos y Privado (sic) como última actuación".
LA IMPUGNACION
El accionante JAIME
R. BARRETO BARRETO, impugna la providencia anterior (folios 47 y 55), luego de
ser notificada en legal forma, alegando la necesidad de que se le tutele su
derecho al "Debido proceso -que viene siendo violentado por la
Secretaría de Gobierno y Alcaldía de Santa Marta", considerando que en el
fallo no se consultó la realidad de los hechos narrados y debidamente probados.
Agrega que "el art. 29 del Código Nal. de Policía nos enseña quienes deben
cumplir las órdenes y decisiones de jueces y demás autoridades, así mismo el
art. 127 de la misma obra dice que las medidas de policía se mantienen
mientras el Juez no decide otra cosa".
LA SEGUNDA
INSTANCIA
El Juzgado Tercero
Penal del Circuito de Santa Marta, en providencia del 27 de abril de 1992,
resuelve: "PRIMERO: Revocar en todas sus partes el auto de fecha febrero
24 de 1992 proferido por el Juzgado Segundo Penal Municipal de esta Ciudad.
SEGUNDO: Conceder el Derecho de Tutela solicitado por los doctores JAIME
BARRETO BARRETO, ALONSO ABUCHAIBE ABUCHAIBE y RAFAEL GUTIERREZ CESPEDES.
TERCERO: Ordenar al señor Alcalde Mayor de esta ciudad, para que directamente
o por medio del funcionario que corresponda haga efectivo el Statu-Quo
decretado mediante las resoluciones de 8 de agosto y 16 de octubre de 1991.
Debiendo comunicar al Juzgado Segundo Penal Municipal de esta ciudad el
cumplimiento de tal decisión", previas las siguientes consideraciones:
- Que la Alcaldía
Mayor del Distrito Turístico de Santa Marta, por medio de su Secretaría de
Gobierno Distrital-División Justicia- profirió la resolución fechada 8 de
agosto de 1991, que ordena: "Abstenerse de amparar la posesión
solicitada" y "...el Statu-Quo restableciendo y preservando la
situación existente en el momento en que se realizó la inspección
ocular...".
- Que la misma
autoridad pública señalada en el punto anterior expidió con fecha 16 de octubre
de 1991 "la resolución vista a folios 9, 10, 11, 12, 13 y 14 del C.O., en
la que se decidió entre tantas cosas lo siguiente: "Artículo 4o.
Comisionar al Inspector Turístico y de Policía de El Rodadero para que previa
notificación y con la intervención del señor Personero se entre a restablecer
el Statu-Quo establecido en este Despacho y quebrantado por la parte
querellante a fin de que se mantengan las cosas en el Estado (sic) en que se
encontraban al momento de la Inspección Ocular".
- Que a pesar de
la resolución de fecha 29 de noviembre de 1991 procedente de la Alcaldía Mayor
de Santa Marta, "podemos afirmar que las decisiones tomadas con respecto
del Statu-quo y la obtención al amparo de la posesión que mencionamos en los
dos numerales anteriores no han variado en lo más mínimo, por lo tanto en
razón a encontrarse en firme tales decisiones deben cumplirse sin más
dilaciones". Que esta última resolución no revoca las anteriores, cuyo
cumplimiento no puede verse afectado por el reparo u objeción para su
cumplimiento por parte del Inspector Turístico y de Policía del Rodadero.
- Que la Alcaldía
debe cumplir sus propios actos.
- Que los
argumentos del A-quo "no se compaginan con la solicitud invocada.
Decimos esto porque la columna vertebral del objeto de esta acción de tutela es
precisamente el hecho de darle cumplimiento o no al Statu-quo ordenado por la
Alcaldía Mayor de esta ciudad por intermedio de la Secretaría de gobierno
Distrital y sobre ello y únicamente ésto se debió basar la decisión del A-quo,
sin importar la situación en cuanto a que si una u otra parte era propietaria o
poseedora o nó del terreno denominado "Cartago", ya que no se trata
de dilucidar asuntos que tienen que ver con estos fenómenos o situaciones
jurídicos del inmueble cuestionado, lo que se trataba era de decidir si tenían
o no los impugnantes ahora, y solicitantes en un principio, razón respecto del
cumplimiento del Statu-quo".
Visto lo anterior,
procede la Sala a decidir, previas las siguientes
C O N S I D E R A C I O N E S:
a) La
Competencia
Es competente la
Sala para conocer de la acción de tutela instaurada por los señores JAIME
BARRETO BARRETO, ALONSO ABUCHAIBE ABUCHAIBE y RAFAEL GUTIERREZ CESPEDES, de
acuerdo con lo preceptuado en los artículos 86 inciso 2o. y 241 numeral 9o. de
la Constitución Política, desarrollados en los artículos 33 y 34 del Decreto
2591 de 1991.
b) La Materia
La presente revisión
de la sentencia del Juzgado Tercero Penal del Circuito de Santa Marta, del
veintisiete (27) de abril de mil novecientos noventa y dos (1992), en el asunto
de la referencia, permite además precisar el alcance del Derecho fundamental al
debido proceso administrativo consagrado en el artículo 29 de la Carta.
EL DEBIDO PROCESO
ADMINISTRATIVO
La Constitución
Política de 1991, a más de consagrar en forma expresa el derecho al debido
proceso en las actuaciones judiciales, lo consagra para las actuaciones
administrativas, con lo cual se produce una innovación que eleva a la categoría
de Derecho Fundamental, un derecho de los asociados que, tradicionalmente,
tenía rango legal, y no hacía parte del concepto original propio del derecho al
debido proceso. En efecto, se distinguía entre una y otra realidad jurídica,
en tanto ese derecho buscaba, en sus primeros tiempos asegurar la libertad
física, y, sólo gradualmente se extendió a procesos de naturaleza no criminal,
a las demás formas propias de cada juicio, según el texto constitucional
anterior; ahora, sigue aumentando su espectro este derecho, que comprende como
el que más la necesidad de consultar el principio de legalidad en las
actuaciones públicas judiciales y en adelante las administrativas, ampliando su
ámbito garantizador.
El proceso
administrativo, denominado antes procedimiento administrativo, para
diferenciarlo del proceso judicial, en tanto, este último, tenía por finalidad
la cosa juzgada; comprende el conjunto de requisitos o formalidades anteriores,
concomitantes o posteriores, que establece el legislador para el cumplimiento
de la actuación administrativa, y los procedimientos, o pasos que debe cumplir
la administración para instrumentar los modos de sus actuaciones en general.
Resultan inútiles,
para la definición del objeto del derecho fundamental al debido proceso
administrativo, el detenerse en distinciones tales como las de
"procedimiento" por oposición a "proceso", según las cuales
el primero es el conjunto de modos como se va desarrollando el segundo, o que
éste es la unidad o totalidad de la actuación, mientras aquel toma los actos
procesales en sí mismos y no el proceso.
En realidad, lo que
debe entenderse por "proceso" administrativo para los efectos del
artículo 29 de la Constitución Política, es un conjunto complejo de
circunstancias de la administración que le impone la ley para su ordenado
funcionamiento, para la seguridad jurídica de los administrados y para la
validez de sus propias actuaciones, ya que su inobservancia puede producir
sanciones legales de distinto género. Se trata del cumplimiento de la
secuencia de los actos de la autoridad administrativa, relacionados entre sí de
manera directa o indirecta, y que tienden a un fin, todo de acuerdo con la
disposición que de ellos realice la ley.
Las tendencias más
recientes del derecho administrativo muestran la organización de procedimientos
para la función administrativa, de la misma manera que de tiempo atrás se
venían organizando procedimientos para la función judicial, y existía el
procedimiento a que debían ceñirse las corporaciones públicas para el
cumplimiento de la función legislativa.
Los procesos
administrativos, sin tener la complejidad formal de los procesos judiciales, no
están carentes de formalidades. La flexibilidad mayor proviene de la propia
naturaleza de su impulsor, mientras el juez, está investido de cierta dignidad
de tercero, en el caso de la administración esta es al mismo tiempo juez y
parte; y sus actuaciones están sometidas de ordinario al control
jurisdiccional, toda vez que se trata fundamentalmente del desarrollo de una
gestión más que del dictum del derecho.
La multiplicidad de
actuaciones de la administración, de organización y gestión, reglamentarias y
cuasi judiciales, de nominación y ejecución, de suministro de servicios y de
recaudo, dificulta una descripción exhaustiva del proceso administrativo;
incluso, por la variedad de formas que adopta la actuación de la
administración, más bien debería hablarse de los procesos administrativos,
algunos de ellos, como los aludidos en el presente negocio (amparo posesorio),
equiparables a los procesos judiciales.
Desde el punto de
vista material, los procesos administrativos han sido clasificados en declarativos
y constitutivos, estos últimos producen un efecto de nacimiento,
modificación o extinción de situaciones subjetivas, mientras que los primeros
cualifican jurídicamente cosas, personas o relaciones, como ocurre en los
expedientes para la expedición de títulos académicos; organizativos,
como los que tienen por objeto actos de creación, modificación o extinción de
personas jurídicas o la actividad de control; sancionadores, mediante
los cuales la administración ejerce su potestad sancionatoria; contractuales,
los necesarios para la celebración de contratos por la administración; ejecutivos
que son los que permiten materializar los contenidos de los actos
administrativos y que hacen posible la ejecución de los mismos, categorías
éstas las más usuales.
De otra parte, según
su oportunidad, el concepto de proceso administrativo, contiene una triple
proyección en sus contenidos, que permite distinguir entre elementos anteriores
a la actuación, elementos concomitantes de forma y trámite y elementos
posteriores de ejecutividad y eficacia de las mismas.
Es justamente en
este último grupo de elementos, en el que se sitúa la problemática de la
actuación administrativa que ocupa a la Sala; se trata del incumplimiento por
parte de la administración sus propios actos. La Alcaldía mayor del Distrito
Turístico de Santa Marta, Secretaría de Gobierno Distrital-Divisón de Justicia
en fecha 8 de agosto de 1991, decide la querella civil de policía No. 131,
formulada por la señora LOURDES NOGUERA DE RIASCOS, para que se le amparase la
posesión sobre un predio denominado "Cartago", resolviendo abstenerse
de amparar la posesión solicitada, por no encontrarse probada esta por ninguna
de las partes intervinientes en ese proceso; dejar en libertad a las partes
para que acudan a la justicia ordinaria y controviertan los derechos que
alegan; y decretar el Statu-quo, restableciendo y preservando la situación
existente en el momento en que se realizó la inspección ocular hasta que la
justicia ordinaria no decida otra cosa y advertir a las partes que debían
abstenerse de realizar ningún acto de perturbación sobre el inmueble. La misma
autoridad, en resolución del 11 de octubre de 1991, decreta la nulidad de las
actuaciones del Inspector Turístico y de Policía del Rodadero, por no haber cumplido
el primer acto, en debida forma al no notificar a las partes antes de proceder
a cumplir los ordenado en el proveído. En esta segunda oportunidad, la
administración no accede a la solicitud de interesado de revocar el acto de 8
de agosto de 1991, y si por el contrario comisiona nuevamente "al
Inspector Turístico y de Policía de El Rodadero para que previa notificación y
con la intervención del señor Personero se entre a restablecer el Statu-quo
establecido por este Despacho y quebrantado por la parte querellante a fin de
que se mantengan las cosas en el estado en que se encontraban al momento de la
diligencia de inspección ocular". Nuevamente, produce un acto la
Alcaldía, el 26 de noviembre de 1991, en el cual, confirma lo decidido en las dos
anteriores resoluciones. Sin embargo, la ejecución de lo ordenado en estos
actos no se lleva a cabo, procediendo los accionantes de la referencia a
instaurar la acción de tutela.
El incumplimiento
del despacho comisorio por el funcionario de policía (Inspector), viola
flagrantemente el debido proceso administrativo amparado constitucionalmente en
el artículo 29 de la Carta, en tanto derecho fundamental, porque los actos
administrativos se encuentran amparados por una presunción de legalidad,
trasladándose de manera ordinaria al particular la carga de probar lo
contrario. Esta presunción tiene una contrapartida, y es la de que los actos
que generen situaciones particulares y concretas, también son de obligatorio
cumplimiento por parte de la administración, a diferencia de los actos
reglamentarios que ella puede modificar o revocar en cualquier tiempo. Así,
los actos administrativos son ejecutivos una vez queden en firme. El artículo
73 del C.C.A., preceptúa que "cuando un acto administrativo haya creado o
modificado una situación jurídica de carácter particular y concreto o
reconocido un derecho de igual categoría, no podrá ser revocado sin el
consentimiento expreso y escrito del respectivo titular. Y no existe duda sobre
la situación particular, que en la querella No. 131 se definió por las 3
resoluciones, las dos (2) últimas confirmatorias de la primera, en el sentido
de no reconocer la posesión a una de las partes en detrimento de la otra, sino,
de abstenerse y decretar una suspensión de esos derechos, manteniendo el
Statuo-quo desde el momento de la diligencia de "Inspección Ocular, hasta
cuando la Justicia ordinaria definiera las pretensiones de cada una de ellas.
La presunción de legalidad y su atributo, su obligatorio cumplimiento, hace
que, en este tipo de actos no le sea admisible a la administración su
incumplimiento, como ocurrió con la interrupción ilegal del acto, o de los
actos, por la administración.
De otra parte
observa la Sala que con motivo de la decisión expedida por el señor Juez Penal
del Circuito, se han presentado conductas que contrarían las disposiciones
legales, por el apoderado del Dr. Miguel Riascos Noguera quien plantea la
nulidad de la providencia, obstaculizando la orden judicial, que como bien lo
afirma el funcionario (folio 100), la misma "es inmutable, con la sola
excepción del recurso extraordinario de Revisión".
Más grave aún,
resulta la conducta del señor Alcalde Mayor, Dr. ALVARO ANTONIO ORDOÑEZ VIVES,
al "Inhibirse o suspender el cumplimiento de lo ordenado por el Juzgado
Tercero Penal del Circuito", y al solicitar, "con base en el artículo
31 de la Constitución Nacional en el sentido de aclarar si se debe cumplir lo
ordenado antes de que se resuelva la nulidad solicitada", por el apoderado
citado en el párrafo anterior.
Las decisiones
judiciales son para cumplirlas, y estas actuaciones a destiempo, e
impertinentes no consultan la recta interpretación de la ley. Por lo tanto
esta Corporación ordenará oficiar a la Procuraduría General de la Nación a fin
de que investigue las conductas oficiales antes señaladas. Sobre todo por la
circunstancia de que no era posible solicitar aclaración al juez sobre la
ejecución de su propio acto o actos, y, por el eventual desacato a la
providencia judicial (folio 114).
En la diligencia de
cumplimiento del fallo que se revisa, el apoderado del Dr. MIGUEL RIASCOS
NOGUERA, presenta un certificado de la Jefe de la División de Justicia de la
Secretaría de Gobierno, del Distrito Turístico Cultural e Histórico de Santa
Marta, en el cual consta que en este predio se realizó una diligencia de
lanzamiento por ocupación de hecho impetrada por el señor JAIRO TIRADO ULLOA
contra MIGUEL RIASCOS NOGUERA, "diligencia según este certificado se
efectuó en el predio que hoy es objeto del cumplimiento de la ACCION DE TUTELA
ORDENADO (sic) por el JUZGADO TERCERO PENAL DEL CIRCUITO. En dicha
certificación consta que se acepto la oposición del querellante MIGUEL RIASCOS
NOGUERA en el momento de diligencia ce (sic) lanzamiento como poseedor de el (sic)
mismo" (folio 143).
En memorial fechado
30 de septiembre de 1992, dirigido al Dr. SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ, Honorable
Presidente de la Corte Constitucional, el Dr. MIGUEL RIASCOS NOGUERA, anexado
al expediente por intermedio de la Secretaría, se acompañan los siguientes
documentos:
- Copia de los
alegatos presentados dentro del proceso de pertenencia de Lourdes Noguera de
Riascos contra Rafael Gutierrez, Jaime Barreto Barreto y otros.
- Copia de la
certificación en donde se acepta la oposición dentro de la querella presentada
contra Miguel Riascos.
- Copia de la
resolución del 3 de agosto de 1992, emanada de la Alcaldía Mayor de Santa
Marta.
- Copia de la
resolución del 10 de septiembre de 1992, emanada de la Alcaldía Mayor de Santa
Marta.
Se relata en ellos
la existencia de un proceso de prescripción adquisitiva de dominio, ante la
justicia ordinaria que tomará las decisiones definitivas sobre los derechos que
pretenden tener los intervinientes; la existencia de la querella civil policiva
de lanzamiento por ocupación de hecho, No.179, en donde se reconoció la
posesión al Dr. MIGUEL RIASCOS NOGUERA, según certificación de la Dra. ANA
MARGARITA VEGA VIVES, Jefe de la División de Justicia de la Alcaldía. Se
observa sobre esto que la misma autoridad que ordenó mantener el Statu-quo y
negar la posesión al Dr. Riascos, ahora, en esta última querella se la
reconoce, apareciendo un acto, de naturaleza posterior, aunque de idéntica
jerarquía que el que dió por terminada la querella No. 131. La decisión de
esta última se encuentra amparada por una decisión de tutela, cuya jerarquía
como acto, es superior a las resoluciones administrativas de las procesos
policivos citados, en razón de su jerarquía constitucional y del objetivo
prevalente, la defensa de los derechos fundamentales, que busca garantizar. En
consecuencia, debe mantenerse el Statu-quo, hasta cuando la justicia ordinaria
defina los titulares de la posesión y del dominio del predio en cuestión.
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión de Tutela, administrando
justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero. CONFIRMAR la parte resolutiva de la
sentencia proferida por el señor Juez Tercero Penal del Circuito de Santa
Marta, del veintisiete (27) de abril de mil novecientos noventa y dos (1992),
en el negocio de la referencia, por las razones expuestas.
Segundo. Oficiar a la Procuraduría General de la
Nación a fin de que investigue los hechos que se señalan en la parte motiva de
la presente providencia.
Tercero. Comuníquese la presente decisión al Juez
Segundo Penal Municipal de Santa Marta, conforme lo dispone el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cuarto. Ordénesele al Juez Tercero Penal del
Circuito de Santa Marta que informe a esta Corte sobre el cumplimiento de lo
decidido en esta sentencia.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
164 | T-554-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-554/92
SENTENCIA-Obligación de hacer/MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Efectividad
Cuando una
sentencia condena a una persona jurídica pública a realizar una conducta en
desarrollo de sus competencias, si ésta se niega a cumplir no es factible
jurídicamente autorizar la ejecución del hecho por otra entidad a expensas de
la primera, pues se arriesga con ello el principio de legalidad. En el proceso
ejecutivo contra la administración por obligación de hacer sólo existe la
alternativa indemnizatoria cuando la entidad oficial no se allana a cumplir la
sentencia. Si el cumplimiento de la obligación es imposible jurídicamente,
v.gr. por haber perdido la autoridad competencia sobre la materia objeto de la
condena, resta únicamente la compensación dineraria por el sacrificio
individual, no siendo posible pretender la protección de los derechos
fundamentales por esta vía.
SENTENCIA-Cumplimiento obligatorio
La misión de los
jueces de administrar justicia mediante sentencias con carácter obligatorio
exige de los entes ejecutivos una conducta de estricta diligencia en el
cumplimiento de las mismas, con el fin de mantener vigente el Estado de
Derecho, actuar en concordancia con sus fines esenciales e inculcar en la
población una conciencia institucional de respeto y sujeción al ordenamiento
jurídico. El obligado cumplimiento de lo resuelto por los jueces y tribunales
es una garantía institucional del Estado de Derecho y, al mismo tiempo, un
derecho fundamental de carácter subjetivo.
DERECHO A LA
EJECUCION DE LAS SENTENCIAS/PRINCIPIO DE LA BUENA FE
Los derechos
procesales fundamentales no restringen su efectividad a la existencia de un
proceso. Ellos incluyen tanto el derecho a acceder a la justicia como el
derecho a la ejecución de las sentencias en firme. Lo contrario llevaría a
restarle toda fuerza coercitiva a las normas jurídicas, convirtiendo las
decisiones judiciales y la eficacia de los derechos en ellas reconocidos, en
formas hueras, carentes de contenido. Bajo una perspectiva constitucional, las
obligaciones emanadas de una sentencia adversa a la nación no son transmisibles
a otra entidad territorial, por implicar ello una vulneración de los derechos
procesales fundamentales reconocidos a las personas jurídicas de derecho
público, además de significar una afectación presupuestal para una entidad
ajena a la condena. La persona favorecida con una sentencia ejecutoriada que
obliga al Estado al cumplimiento de una prestación espera y confía
legítimamente que la autoridad respectiva ejecute, sin dilaciones y en sus
estrictos términos, lo ordenado por la decisión judicial. Los privilegios que
protegen a la administración no la sitúan por fuera del ordenamiento jurídico,
ni la eximen de dar cumplimiento a lo ordenado por los jueces.
DERECHOS
ADQUIRIDOS-Cambio de
normatividad
Un cambio de
competencias de orden legal no modifica, nova o extingue una obligación
reconocida mediante sentencia en firme. Aunque el Alcalde Municipal con
capacidad nominadora puede válidamente oponerse al cumplimiento de una condena
que no ha sido impuesta a la entidad territorial que representa, la autoridad
pública obligada no puede sustraerse al cumplimiento y aducir para ello su
falta de competencia legal. Una interpretación armónica de las normas
constitucionales y legales correspondientes impide desconocer derechos
adquiridos de rango constitucional mediante la aplicación retroactiva de una
Ley que sustrajo a la entidad pública la competencia necesaria para cumplir una
obligación impuesta con anterioridad al cambio normativo.
REINTEGRO AL
CARGO-Incumplimiento/DERECHO
A LA IGUALDAD-Vulneración/DEBIDO PROCESO-Vulneración/DERECHO AL
TRABAJO-Vulneración/PRINCIPIO DE SEGURIDAD JURIDICA
El incumplimiento
de la orden de reintegro - de suyo generadora de cargas económicas para la
Nación como consecuencia del pago dinerario por concepto de indemnización - por
razones desconocidas, no imputables al interesado quién oportunamente solicitó
el cumplimiento de la sentencia y luego recurrió al cobro ejecutivo de los
sueldos y demás emolumentos dejados de percibir, además de constituir una
omisión de la autoridad pública que vulnera el derecho a la igualdad, también
desconoce el derecho fundamental al debido proceso y el derecho al trabajo del
actor. Los principios de seguridad jurídica - que supone el cumplimiento de las
sentencias -, y de legalidad presupuestal, requieren ser armonizados para
evitar que la administración pueda diferir indefinidamente la ejecución de una
orden judicial más allá del tiempo indispensable para obtener, actuando con la
debida diligencia, las partidas presupuestales necesarias para garantizar la
efectividad de los derechos fundamentales del solicitante.
OCTUBRE 9 DE 1992
Ref. : Expediente
T-3238
Actor: CARMELO
EMIRO CHAMORRO
ESPRIELLA
Magistrado
Ponente:
Dr. EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los doctores Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez Caballero
ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela T-3238 adelantado por el señor CARMELO EMIRO CHAMORRO ESPRIELLA contra
el MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL.
ANTECEDENTES
1. El señor CARMELO
EMIRO CHAMORRO ESPRIELLA, por intermedio de apoderado, interpuso acción de
tutela contra el MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL por la omisión de éste en dar
cumplimiento a la sentencia del 15 de febrero de 1980, proferida por el
Tribunal Administrativo de Cundinamarca y confirmada en todas sus partes por la
Sección Segunda del Consejo de Estado, mediante fallo del 6 de junio de 1980.
En la citada sentencia, la justicia administrativa dispuso la nulidad de la
Resolución No. 1345 de marzo 30 de 1976 del Ministerio de Educación Nacional
por la que se declaraba al accionante insubsistente del cargo de profesor en el
Colegio Simón Araujo de Sincelejo (Sucre), y ordenó a dicho ministerio
reintegrar al actor dentro del término previsto en el artículo 121 del C.C.A.,
vigente a la fecha, al cargo que desempeñaba o a otro de igual o superior
categoría.
2. El peticionario
adujo la violación de su derecho fundamental al trabajo porque a pesar de haber
solicitado reiteradamente el reintegro, doce (12) años después todavía no se
había dado cumplimiento a la sentencia. En consecuencia, solicitó ordenar al
Ministerio de Educación Nacional proceder a decretar su reintegro inmediato en
cumplimiento del fallo del 15 de febrero de 1980. Como prueba de lo expuesto,
se aportó al proceso de tutela copia auténtica de las sentencias del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca y del Consejo de Estado, carta dirigida al Ministerio
de Educación Nacional, División de Personal, del 4 de abril de 1988 contentiva
de algunos datos para el reintegro, certificación de la Gobernación de
Sincelejo, Sucre, del 12 de noviembre de 1991 en la cual consta que el
accionante no ha sido reintegrado al Instituto Nacional "Simón Araujo de
Sincelejo, o a Centro Docente alguno" y oficios D.P.K. 3.3.-126 y D.P.K.
3.3.-160 del 24 de marzo y 1 de abril de 1992 respectivamente, mediante los
cuales el Ministerio de Educación Nacional, División de Personal, responde
negativamente a la solicitud del profesor CHAMORRO ESPRIELLA para ser
reintegrado en un cargo de Coordinador, Supervisor o docente en un plantel
nacional, "debido a no existir plaza vacante en la categoría
solicitada" y además que "en desarrollo de la descentralización
educativa, establecida en la ley 29 de 1989, los planteles nacionales fueron
entregados a la Secretaría de Educación de Santa Fe de Bogotá el 17 de
marzo".
3. La Sección
Segunda - Sub-Sección B - del Tribunal Administrativo de Cundinamarca, mediante
sentencia del 26 de mayo de 1992 denegó la tutela solicitada, en razón de su
improcedencia por existir otro medio de defensa judicial como es el proceso
ejecutivo ante la Jurisdicción ordinaria para hacer efectivo el cumplimiento de
las sentencias condenatorias contra la administración.
Acerca de la
idoneidad del otro medio de defensa judicial del derecho fundamental del
accionante, el fallador de instancia expuso:
"Podría
argumentarse que las mencionadas sentencias además de contener la condena de
tipo económico en favor del accionante, contiene la orden de reintegrarlo al
mismo cargo de donde había sido separado, la cual constituye una obligación de
hacer a cargo de la administración sobre las cuales se han expuesto criterios
encontrados en relación con la viabilidad de su cumplimiento por la vía
ejecutiva, pero debe recordarse que ésta ya es una decisión adoptada por la
autoridad judicial competente en forma integral con la condena de orden
económico, que se halla debidamente ejecutoriada y a la cual no puede
sustraerse para hacerla cumplir el juez autorizado legalmente para ello".
4. Con posterioridad
a la sentencia de tutela fue remitida a la Corte Constitucional la contestación
del Ministerio de Educación Nacional a la solicitud hecha por el Tribunal de
Primera instancia, mediante auto del 15 de mayo de 1992, en el sentido de
informar sobre el cumplimiento del fallo de febrero de 1980 o, en caso negativo
la causa para no haber procedido a ello, así como sobre el cumplimiento de la
condena económica contenida en el numeral tercero de la referida sentencia.
El Jefe de la
División de Negocios Generales del Ministerio de Educación, en oficio 5.2-517
del 9 de junio de 1992, manifestó que en el archivo de esa oficina no aparece
solicitud del señor CARMELO EMIRO CHAMORRO ESPRIELLA pidiendo se le reintegre
al cargo que venía ocupando y que "casi nunca los beneficiarios de las
sentencias solicitan reintegro en cumplimiento de fallos, únicamente se limitan
a demandar". Igualmente, señaló que al llegar a esa oficina sentencias que
ordenan reintegros y pagos "se remite inmediatamente copia de la sentencia
a la autoridad nominadora para que mediante acto administrativo ordene el
reintegro en los términos establecidos en la misma" y, si se condena al
pago de sueldos, prestaciones sociales, etc. se envía copia de la sentencia al
Jefe de la Oficina Jurídica del Ministerio de Hacienda y Crédito Público.
De otra parte, la
Jefe de la División de Personal del Ministerio de Educación respondió a la solicitud
del Tribunal; en los siguientes términos:
"De acuerdo a
los registros de novedades de personal que se llevan en el Kárdex de la
División, sobre la Planta de Personal del Colegio Nacional Simón Araújo de
Sincelejo en el área de Filosofía y Psicopedagogía, especialidad del citado
señor CHAMORRO ESPRIELLA, desde octubre de 1986 al 1o. de febrero de 1990,
fecha en la cual se entregaron los planteles nacionales al Alcalde del
Municipio de Sincelejo en desarrollo de la descentralización educativa
establecida por Ley 29 de 1989, no se presentaron vacantes en esa especialidad.
Es de anotar, que en
abril del presente año, el doctor ENRIQUE ROMAN ESTRADA apoderado del profesor
a reintegrar, elevó solicitud a este Despacho en el sentido que se efectuara
dicha novedad en algún plantel de esta ciudad o como supervisor nacional,
petición que no se pudo satisfacer debido a que los planteles nacionales
ubicados en Santa Fe de Bogotá fueron entregados al Alcalde Mayor en marzo 16
de 1992".
5. No habiendo sido
impugnada la sentencia, el expediente respectivo fue remitido a esta Corte y,
previo proceso de selección, correspondió a esta Sala su conocimiento.
6. Con el objeto de
conocer el trámite administrativo de las sentencias que ordenan el reintegro, el
Magistrado Ponente comisionó mediante auto del 5 de octubre de 1992, al
Magistrado Auxiliar Rodolfo Arango Rivadeneira para realizar diligencia de
inspección judicial en el Ministerio de Educación Nacional, en la cual se pudo
establecer que el accionante había solicitado reiteradamente el reintegro
ordenado judicialmente. En efecto, al reasumir las funciones de registrar las
novedades de personal, antes ejercidas por las divisiones que dependen de la
Dirección General de Administración e Inspección Educativa, la División de
Personal del Ministerio de Educación Nacional recibió la relación del personal
pendiente de reintegro a 30 de mayo de 1988, en la que se encontraba el señor
CARMELO EMIRO CHAMORRO ESPRIELLA. Aunque muchos de los docentes pendientes de reintegro
fueron reubicados en diferentes planteles no sucedió lo mismo con el
accionante, sin que se hubiere observado constancia alguna en los archivos
relativo a trámite o solicitud para obtener su reintegro, y dar cumplimiento a
la sentencia del 15 de febrero de 1980. Igualmente, pudo establecerse que a
partir de la descentralización educativa (Ley 29 de 1989), el Ministerio de
Educación Nacional dejó de tener competencia para atender los reintegros de
docentes en planteles educativos nacionales -como lo es el Colegio "Simón
Araujo" de Sincelejo-, quedándole la posibilidad de solicitar a los
Alcaldes Municipales respectivos, su colaboración con miras a reintegrar a los
docentes favorecidos por sentencia judicial anterior a la reforma. Actualmente,
según obra en el proceso, el petente ostenta el máximo grado en el Escalafón
Docente (Grado 14), al cual fuera promovido por la Resolución No. 307 de abril
30 de 1990, tiene 49 años de edad y aspira a ser reintegrado en la ciudad de
Santa Fe de Bogotá, donde reside con su familia, en algún cargo equivalente o
de mayor categoría al que desempeñaba en el Colegio "Simón Araujo" de
Sincelejo, Sucre.
7. Finalmente, a
solicitud del Despacho fue remitido con destino al proceso copia de los oficios
dirigidos por la Procuraduría General de la Nación - Segunda Regional,
Departamento Laboral - a la oficina jurídica del Ministerio de Hacienda y
Crédito Público en los años 1983, 1984, 1985 y 1988, en los cuales aparece que
el señor CARMELO EMIRO CHAMORRO ESPRIELLA ha hecho diversos cobros por vía
ejecutiva, con fundamento en las sentencias inicialmente mencionadas, por
concepto de sueldos y demás emolumentos dejados de percibir.
FUNDAMENTOS
JURIDICOS
1. Objeto de la
acción interpuesta
El señor CARMELO EMIRO
CHAMORRO ESPRIELLA instauró acción de tutela con el fin de obtener protección
inmediata de su derecho fundamental al trabajo (CP art. 25), la cual debería
concretarse mediante orden al Ministerio de Educación Nacional con el objeto de
que diera cumplimiento a la sentencia condenatoria de reintegro. El actor
limita su petición a la consecución del reintegro en un cargo equivalente en
grado o superior al que venía ejerciendo en el año 1976 cuando fuera
ilegalmente declarado insubsistente por dicho Ministerio, sin pretender se
condene a ningún pago dinerario como indemnización o por otro concepto, y
buscando hacer efectivo el ejercicio de su derecho al trabajo.
2. El otro medio
de defensa judicial
El Tribunal de
instancia negó la tutela por considerar improcedente la acción dada la
existencia de otro medio judicial, en este caso, la posibilidad de exigir el
cumplimiento de la sentencia por vía ejecutiva ante la justicia ordinaria.
Aunque inicialmente el tribunal de instancia dudó sobre la idoneidad de este
mecanismo de defensa judicial por tratarse de una obligación de hacer a cargo
de la administración sobre la cual "se han expuesto criterios encontrados
en relación con la viabilidad de su cumplimiento por la vía ejecutiva", lo
cierto es que lo encontró apto por haberse adoptado la decisión judicial
"en forma integral con la condena de orden económico, que se halla
debidamente ejecutoriada y a la cual no puede sustraerse para hacerla cumplir
el Juez autorizado legalmente para ello".
Aparte de la
irrelevancia de la relación entre la forma en que se adoptó la sentencia
condenatoria, la conexidad entre las condenas dineraria y de reintegro y la
viabilidad de exigir su cumplimiento a través de un proceso ejecutivo contra la
administración, teóricamente es correcto afirmar que una entidad pública puede
ser sujeto pasivo de acciones ejecutivas por obligaciones de hacer. Sin
embargo, no basta una simple verificación de la existencia in abstracto u
objetiva de un medio de defensa judicial. Es fundamental determinar si éste
es adecuado para tal fin, según las circunstancias concretas del caso (D 2591
art. 6 num. 1) para garantizar la efectividad de los derechos fundamentales
invocados y respecto de los cuales se impetra una vulneración o amenaza.
Los artículos 177 a
179 del Código Contencioso Administrativo y 334 a 339 del Código de
Procedimiento Civil, establecen claramente la posibilidad de exigir la
ejecución de providencias judiciales ejecutoriadas impuestas a una entidad
pública, incluidas aquéllas por obligaciones de hacer como sucede con la
condena al reintegro de quien fuera ilegalmente desvinculado de su actividad
laboral. En este evento, el juez ordena al deudor en el mandamiento de pago a
que ejecute el hecho dentro de un plazo prudencial (CPC art. 500), que de no
cumplirse deja abierta la posibilidad de condenar en perjuicios o de autorizar
la ejecución por un tercero a expensas del deudor, siempre y cuando la
obligación de hacer no sea de aquellas personalísimas que sólo puedan ser
cumplidas por un individuo específico. Al aplicar la normatividad procesal
civil a la ejecución de una entidad pública las alternativas de solución se
restringen.
Ninguna autoridad
con funciones establecidas en la ley puede sustraerse al cumplimiento de las
mismas por decisión voluntaria o discrecional, sin que con ello deje de verse
comprometida la responsabilidad estatal, además de la responsabilidad personal
del servidor público. De otra parte, cuando una sentencia condena a una persona
jurídica pública a realizar una conducta en desarrollo de sus competencias, si
ésta se niega a cumplir no es factible jurídicamente autorizar la ejecución del
hecho por otra entidad a expensas de la primera, pues se arriesga con ello el
principio de legalidad.
En consecuencia, en
el proceso ejecutivo contra la administración por obligación de hacer sólo
existe la alternativa indemnizatoria cuando la entidad oficial no se allana a
cumplir la sentencia. Si el cumplimiento de la obligación es imposible
jurídicamente, v.gr. por haber perdido la autoridad competencia sobre la
materia objeto de la condena, resta únicamente la compensación dineraria por el
sacrificio individual, no siendo posible pretender la protección de los
derechos fundamentales por esta vía.
Un simple examen de
los argumentos de la autoridad demandada y de las normas invocadas para
justificar su negativa a cumplir lo ordenado por sentencia del 15 de febrero de
1980 - pérdida de competencia legal -, revelan la inidoneidad del medio de
defensa judicial sugerido por el Tribunal de instancia para garantizar la
efectividad del derecho fundamental al trabajo del solicitante.
La remisión del
Código Contencioso Administrativo a las normas del procedimiento civil, en lo
concerniente a la ejecución de sentencias condenatorias de la administración
que tienen por objeto obligaciones no dinerarias, es procedente en la medida
que el proceso ejecutivo respectivo sea un medio para posibilitar el
cumplimiento de las mismas.
Por razones de
principio, una entidad pública está en el deber constitucional y legal de
ejecutar las sentencias en firme (C.C.A. art. 176). La misión de los jueces de
administrar justicia mediante sentencias con carácter obligatorio exige de los
entes ejecutivos una conducta de estricta diligencia en el cumplimiento de
las mismas, con el fin de mantener vigente el Estado de Derecho, actuar en
concordancia con sus fines esenciales e inculcar en la población una conciencia
institucional de respeto y sujeción al ordenamiento jurídico. La
legitimidad de cualquier Estado se vería resquebrajada si los mismos órganos
del poder público, ya por su inactividad ora por su indolencia, estimulan el
desacato de las decisiones de los jueces y la práctica de hacer caso omiso del
imperativo constitucional de colaborar armónicamente para la realización de los
fines del Estado (CP art. 113).
Es atentatorio de
los derechos fundamentales condicionar la efectividad de éstos a exigencias o
procedimientos contrarios a los fines esenciales del Estado y a la función de
los servidores públicos (CP arts. 2 y 123). Ello sucede, cuando una entidad
oficial es condenada a reintegrar laboralmente a una persona y no lo hace, a
pesar de quedar obligado el Estado a indemnizar integralmente al afectado
mientras no se de cumplimiento efectivo a la sentencia.
Cumplimiento de
las sentencias en el nuevo marco constitucional
3. La acción de
tutela impetrada tiene como finalidad obtener el cumplimiento de una sentencia
contra la administración. El ordenamiento jurídico está inspirado en la idea de
asegurar, entre otros, el valor de la justicia (CP Preámbulo). Para su
consecución, el Constituyente estableció entre los fines esenciales del Estado
el de "asegurar la vigencia de un orden justo", condición
indispensable para la convivencia pacífica (CP art. 2). Los derechos o
intereses de las personas reconocidos o declarados en una sentencia, no serían
efectivos sin la obligación correlativa de la administración de cumplir las
sentencias judiciales.
El obligado
cumplimiento de lo resuelto por los jueces y tribunales es una garantía
institucional del Estado de Derecho y, al mismo tiempo, un derecho fundamental
de carácter subjetivo que se deduce de los artículos 29 y 58 de la
Constitución.
La obligación de
toda persona de cumplir la Constitución y las leyes (CP art. 95) se realiza -
en caso de reticencia - a través de la intervención del poder judicial. No es
posible hablar de Estado de Derecho cuando no se cumplen las decisiones
judiciales en firme o cuando se les atribuye un carácter meramente dispositivo.
La ejecución de las
sentencias es una de las más importantes garantías de la existencia y
funcionamiento del Estado social y democrático de Derecho (CP art. 1) que se
traduce en la final sujeción de los ciudadanos y los poderes públicos a la
Constitución. El incumplimiento de esta garantía por parte de uno de los
órganos del poder público constituye un grave atentado al Estado de Derecho.
El sistema jurídico
tiene previstos diversos mecanismos (CP arts. 86 a 89) para impedir su
autodestrucción. Uno de ellos es el derecho fundamental al cumplimiento de las
sentencias comprendido en el núcleo esencial del derecho a un debido proceso
público sin dilaciones injustificadas consagrado en el artículo 29 de la
Constitución (CP. Preámbulo, arts. 1, 2, 6, 29 y 86).
Los derechos
procesales fundamentales no restringen su efectividad a la existencia de un
proceso. Ellos incluyen tanto el derecho a acceder a la justicia1 (CP art. 228)
como el derecho a la ejecución de las sentencias en firme (CP arts. 1, 2 y 29).
Lo contrario llevaría a restarle toda fuerza coercitiva a las normas jurídicas,
convirtiendo las decisiones judiciales y la eficacia de los derechos en ellas
reconocidos, en formas hueras, carentes de contenido.
La capital
importancia que para el interés público tiene el cumplimiento de las sentencias
obliga a los jueces y tribunales adoptar las medidas necesarias y adecuadas
para garantizar la plena efectividad de los derechos fundamentales, lo mismo
que a la autoridad condenada al cumplimiento oportuno.
Descentralización
educativa y transmisibilidad de las obligaciones de la administración
nacional
4. En virtud de las
leyes 24 de 1988 y 29 de 1989 se operó en Colombia la descentralización
educativa, y en su virtud a los Alcaldes Municipales se asignaron "las
facultades de nombrar, remover, controlar y, en general administrar el personal
docente y administrativo de los establecimientos educativos nacionales y nacionalizados,
plazas oficiales de colegios cooperativos, privados, jornadas adicionales,
teniendo en cuenta las normas del Estatuto Docente y la Carrera Administrativa
vigentes y que expidan en adelante el Congreso y el Gobierno Nacional,
ajustándose a los cargos vacantes de las plantas de personal que apruebe el
Gobierno Nacional y las disponibilidades presupuestales correspondientes".
(L. 24 de 1988 art. 54, modificado por la Ley 29 de 1989, art. 9).
Como consecuencia de
la reforma educativa, el Ministerio de Educación Nacional perdió competencia
para nombrar docentes en los planteles de educación anteriormente administrados
desde el nivel central. Ante el cambio normativo en materia de la provisión de
plantas de personal docente y administrativo cabe preguntarse si las
obligaciones a cargo de la Nación fueron automáticamente transferidas al
municipio.
Bajo una perspectiva
constitucional, las obligaciones emanadas de una sentencia adversa a la nación
no son transmisibles a otra entidad territorial, por implicar ello una
vulneración de los derechos procesales fundamentales reconocidos a las personas
jurídicas de derecho público2
, además de significar una afectación presupuestal para una entidad ajena a la
condena. Hacer extensible al Municipio la obligación impuesta a la Nación de
reintegrar a un docente- a través del Ministerio de Educación - además de
afectarlo jurídica y presupuestalmente no respondía una solución adecuada al
problema debido a las rigideces que presentan las plantas de personal de los
establecimientos educativos locales.
La obligación de la
Nación de reintegrar laboralmente al solicitante en los términos de la
sentencia judicial condenatoria debe cumplirse interpretando y aplicando la
normatividad legal preconstitucional de manera que se armonicen las
disposiciones jurídicas pertinentes con miras a alcanzar la plena efectividad
de sus derechos constitucionales fundamentales.
De tiempo atrás, la
adopción y aprobación de las plantas de personal docente y administrativo han
estado reguladas por ley. Las Juntas Administradoras de los Fondos Educativos
Regionales - FER - gozan de competencias para adoptar las plantas de personal
docente y administrativo de los establecimientos educativos oficiales (D. 102
de 1976, D.E. 2277 de 1979). Por su parte, el Gobierno Nacional, mediante
resolución ejecutiva, tiene la atribución de aprobar dichas plantas de
personal, de conformidad con el presupuesto apropiado para cada plantel en la
respectiva vigencia (D.R. 172 de 1981).
Por su parte, los
FER deben manejar separadamente los recursos que la Nación y la entidad
territorial respectiva destinen a la educación, así como los recursos de la ley
12 de 1986 (L. 24 de 1988, art. 60, L. 29 de 1989 art. 15).
De conformidad con
el artículo 10 de la ley 29 de 1989, el Gobierno Nacional debía establecer las
formas y procedimientos para la entrega de las atribuciones asignadas a los
Alcaldes Municipales en lo relativo a la designación, traslado, remoción,
control y administración del personal docente y administrativo de los
establecimientos educativos nacionales. Se trataba de un proceso gradual que
debía concluirse en un plazo máximo de un (1) año, contado a partir de la
promulgación de la ley, o sea, del 15 de febrero de 1990 (L. 29 de 1989, art.
19).
En desarrollo de su
misión, el Gobierno expidió el Decreto Reglamentario 1706 de 1989, considerando
la necesidad de "desarrollar una reglamentación que se adecúe a la
administración descentralizada de los recursos humanos y físicos comprometidos
en la prestación del servicio educativo, con el fin de racionalizarlos y
asegurar su correcta aplicación". En él se reservó al Gobierno Nacional la
posibilidad de modificar las plantas de personal asignadas a las entidades
territoriales decretando la apertura, cierre o traslado de los cargos docentes
y administrativos entre diferentes entidades territoriales (art. 25).
En el caso
sub-examine, es palmario cómo a pesar de existir la obligación para el
Ministerio de Educación Nacional de incluir en la planta de personal docente
correspondiente al municipio de Sincelejo (Sucre) - en principio con destino al
colegio "Simón Araujo"-, al señor CARMELO EMIRO CHAMORRO ESPRIELLA,
en cumplimiento de la condena judicial de reintegro, éste no lo hizo. No
obstante, la omisión de la autoridad pública aún puede ser corregida para hacer
efectiva la sentencia condenatoria y con ello garantizar los derechos
fundamentales del peticionario.
Principio de
buena fe y racionalidad de la
actuación administrativa
5. Esta Corte se ha
pronunciado repetidamente sobre la necesidad de que las autoridades públicas
observen el principio de la buena fe (CP art. 83) y de racionalidad en todas
sus actuaciones3.
El primero incorpora al mundo jurídico el valor ético de la confianza, mientras
que el segundo permite al Estado ganar legitimidad mediante la justificación
adecuada y suficiente de sus decisiones.
La persona
favorecida con una sentencia ejecutoriada que obliga al Estado al cumplimiento
de una prestación espera y confía legítimamente que la autoridad
respectiva ejecute, sin dilaciones y en sus estrictos términos, lo ordenado por
la decisión judicial. Los privilegios que protegen a la administración no la
sitúan por fuera del ordenamiento jurídico, ni la eximen de dar cumplimiento a lo
ordenado por los jueces.
Tampoco cabe aceptar
que la administración intente diferir la ejecución de una sentencia más allá
del tiempo razonable dispuesto para ello (C.C.A. arts. 177 y ss.) con
justificación en el principio de legalidad presupuestal, debiendo tomar las
medidas necesarias para hacer efectivos los derechos contenidos en la
providencia. En el presente proceso, menos aún es aceptable que, por motivos
legales y de presupuesto, se omita el cumplimiento de una sentencia proferida
hace doce (12) años en favor del accionante, mientras que el Estado, por otra
parte, debe proveer las partidas presupuestales necesarias para indemnizarlo de
forma integral hasta tanto no sea efectivamente reintegrado a su cargo o a uno
de igual o superior categoría.
El cambio de
normatividad no desconoce los derechos adquiridos
6. La obligación a
cargo de la Nación - Ministerio de Educación - subsiste luego de la reforma que
descentralizó la administración de la educación. Un cambio de competencias de
orden legal no modifica, nova o extingue una obligación reconocida mediante
sentencia en firme. Aunque el Alcalde Municipal con capacidad nominadora puede
válidamente oponerse al cumplimiento de una condena que no ha sido impuesta a
la entidad territorial que representa, la autoridad pública obligada no puede
sustraerse al cumplimiento y aducir para ello su falta de competencia legal.
Una interpretación armónica de las normas constitucionales y legales
correspondientes impide desconocer derechos adquiridos de rango constitucional
mediante la aplicación retroactiva de una Ley que sustrajo a la entidad pública
la competencia necesaria para cumplir una obligación impuesta con anterioridad
al cambio normativo.
La obligación del
Ministerio de Educación Nacional de reintegrar al señor CARMELO EMIRO CHAMORRO
ESPRIELLA subsiste actualmente y en nada la afecta el cambio de competencias en
materia nominadora de docentes y personal administrativo como consecuencia de
leyes posteriores al fallo del Tribunal Administrativo de Cundinamarca,
confirmado por el Consejo de Estado.
El mencionado
educador estaba relacionado en el personal pendiente de reintegro a 30 de mayo
de 1988 cuando la División de Personal del Ministerio reasumió las funciones de
registrar las novedades de personal. El incumplimiento de la orden de reintegro
- de suyo generadora de cargas económicas para la Nación como consecuencia del
pago dinerario por concepto de indemnización - por razones desconocidas, no
imputables al interesado quién oportunamente solicitó el cumplimiento de la
sentencia y luego recurrió al cobro ejecutivo de los sueldos y demás
emolumentos dejados de percibir, además de constituir una omisión de la
autoridad pública que vulnera el derecho a la igualdad - en efecto otros
docentes en las mismas circunstancias del solicitante si fueron reintegrados -,
también desconoce el derecho fundamental al debido proceso y el derecho al
trabajo del actor.
El Ministerio de
Educación Nacional, al momento de hacer entrega de los planteles nacionales a
los Alcaldes Municipales, en virtud de las leyes de descentralización de la
educación, debió incluir en la planta de personal del Colegio Simón Araújo de
Sincelejo al educador CARMELO EMIRO CHAMORRO ESPRIELLA. Si no lo hizo así, el
acta de entrega fue incompleta y debe adicionarse, destinando al mencionado
señor a un cargo de profesor acorde con su categoría, en el mismo
establecimiento educativo, en estricto acatamiento de lo ordenado en sentencia
del 15 de febrero de 1980, y con cargo al presupuesto NACION - FER - SUCRE.
Revocatoria de la
sentencia en revisión y tutela de los derechos fundamentales vulnerados.
7. La sentencia de
tutela que se revisa no sólo desconoce la vulneración del derecho al trabajo
por parte de la actuación omisiva de la administración, sino también otros
derechos fundamentales no invocados por el peticionario como son el libre
desarrollo de su personalidad (CP art. 16) - restringido por no poder
desempeñar una actividad intelectual y espiritual acorde con su formación
universitaria-, y la libertad de escoger profesión u oficio (CP art. 26), la
cual no garantiza únicamente la libre opción para asumir cualquier actividad
sino también la posibilidad de conservarla de manera efectiva y permanente.
La competencia
supérstite del Ministerio de Educación Nacional para nombrar al docente
desvinculado de su cargo en forma ilegal obliga a la autoridad pública
destinataria de la sentencia a tomar todas las medidas necesarias -
cumplimiento de la orden de reintegro, y afectación de la partida presupuestal
correspondiente - en un plazo no mayor de 15 días hábiles.
Someter a un hecho
incierto como es la existencia de plazas vacantes, el cumplimiento de una
sentencia de reintegro de un educador por parte de la autoridad pública
condenada a efectuarlo, es burlar el mandato imperativo de las decisiones
judiciales, así como los controles interorgánicos instituidos para evitar o
remediar la arbitrariedad oficial. Los derechos fundamentales de la persona
merecen mejor suerte y mayor garantía y, en efecto, deben estar protegidos
eficazmente en un Estado social de derecho fundado en el trabajo y no en su
negación.
De otra parte, los
principios de seguridad jurídica - que supone el cumplimiento de las sentencias
-, y de legalidad presupuestal, requieren ser armonizados para evitar que la
administración pueda diferir indefinidamente la ejecución de una orden judicial
más allá del tiempo indispensable para obtener, actuando con la debida
diligencia, las partidas presupuestales necesarias para garantizar la efectividad
de los derechos fundamentales del solicitante.
Finalmente, es
absurdo que mientras el país sufre de un déficit de maestros, el Estado deba
pagar sin que trabajen a docentes cuyo reintegro ordenado judicialmente no se
lleva a cabo por la omisión de las autoridades competentes, todo lo cual es
contrario a los principios de economía y eficacia de la función pública y va en
contravía del manejo racional y eficiente de los recursos humanos y económicos
oficiales.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia del 26 de
mayo de 1992, proferida por la Sección Segunda - Sub-Sección B -, del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca mediante la cual se denegó la tutela impetrada
por el peticionario.
SEGUNDO.-
CONCEDER la tutela
solicitada por el señor CARMELO EMIRO CHAMORRO ESPRIELLA y, en consecuencia, ORDENAR
al Ministerio de Educación Nacional que, en el término de 15 días hábiles
contados a partir de la notificación de esta sentencia, reintegre al señor
CARMELO EMIRO CHAMORRO ESPRIELLA al colegio "Simón Araujo" de
Sincelejo, Sucre, al mismo cargo que venía desempeñando o a uno de superior
categoría y según su grado de escalafón, de conformidad con lo establecido en
el fundamento sexto (6) de esta providencia.
TERCERO.- ORDENAR
al Ministerio de Educación
Nacional que una vez efectúe el reintegro, lo acredite ante el Tribunal de
primera instancia, bajo las sanciones legales del artículo 53 del Decreto 2591
de 1991. El Tribunal de instancia velará por la ejecución de esta sentencia.
CUARTO.- LIBRESE comunicación al Tribunal Administrativo de
Cundinamarca, Sección Segunda, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los nueve (9) días del mes de octubre de mil novecientos noventa y dos).
1 Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia T-431 del
24 de junio de 1992.
2 Corte Constitucional. Sala Segunda de Revisión. Sentencia T-463 del
16 de julio de 1992.
3 Corte Constitucional. Sentencias de tutela números T-427 de 1992;
T-457 de 1992; T-460 de 1992; T-475 de 1992. |
165 | T-555-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-555/92
ACCION DE TUTELA-Titularidad/PERSONA
JURIDICA/REPRESENTACION LEGAL
Cuando el
artículo 86 de la Constitución establece que 'toda persona tendrá acción de
tutela para reclamar (...) por si misma o por quien actúe a su nombre...', no
está excluyendo a las personas jurídicas, pues el precepto no introduce
distinción alguna y, por el contrario, las supone cobijadas por el enunciado
derecho cuando de modo genérico contempla la posibilidad de solicitar el amparo
por conducto de otro, sin que nada obste dentro del sistema jurídico colombiano
para que una de las especies de ese género esté conformada precisamente por las
personas jurídicas. Cuando una persona natural actúe a nombre de una jurídica
es necesario acreditar la personería correspondiente y su representación.
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia
Cuando se ha
tenido al alcance un medio judicial ordinario y, cuando ese medio se ha agotado
y se ha adelantado un proceso, no puede pretenderse adicionar al trámite ya
surtido una acción de tutela, pues al tenor del artículo 86 de la Constitución,
dicho mecanismo es improcedente por la sola existencia de otra posibilidad
judicial de protección, aún sin que ella haya culminado en un pronunciamiento
definitorio del derecho.
REF: EXPEDIENTE
Nº T- 2437
Peticionario:
Sociedad de Inversiones Guadalupe Ltda.
Procedencia:
Corte Suprema de
-Justicia-Sala
Plena-.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO.
Santa Fe de Bogotá,
D.C., agosto veintiséis (26) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional compuesta por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y el Dr. Alvaro Tafur Galvis en calidad de
Conjuez.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-2437, adelantado por la
Sociedad de Inversiones Guadalupe Ltda.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos
de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día 18 de mayo de del presente año.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar sentencia de Revisión.
1. Hechos.
En el año de 1978
Gonzalo Sanint celebró contrato de promesa de compra-venta con Edilberto
Londoño, por medio de la cual el primero, como promitente vendedor, se obligó a
tramitar al segundo el derecho de dominio del predio rural denominado
"Guadalupe", ubicado en el Municipio de La Dorada, Caldas. Presentado
el incumplimiento del contrato, el promitente vendedor Gonzalo Sanint instauró
demanda para resolver el contrato, a la cual reconvino el promitente comprador,
Edilberto Londoño, para que se ordenase el cumplimiento de la obligación de
suscribir el contrato; el Juez Civil del Circuito de la Dorada (Caldas)
absolvió al demandado y declaró que el promitente vendedor debería cumplir su
obligación.
Luego Sanint
celebró contrato de permuta con Inversiones Guadalupe Ltda. sobre el mismo
inmueble objeto del proceso.
Los herederos de
Edilberto Londoño iniciaron proceso ordinario para cancelar el registro de la
escritura contentiva del contrato de permuta, la que fue cancelada en sentencia
de primera instancia. En su base, había una nota de inscripción de demanda en
el registro por una obligación pendiente, anterior a la celebración del mencionado
contrato de permuta.
Al iniciarse el
proceso ejecutivo correspondiente, para la suscripción de la escritura, el
Tribunal del Distrito Judicial de Manizales ordenó hacer cumplir la sentencia
del Juzgado Civil del Circuito de la Dorada y negó la intervención ad
excludendum reclamada por Inversiones Guadalupe Ltda.
Por esta razón el
Sr. Sanint interpuso la acción de tutela que nos ocupa
2. Solicitud.
El peticionario
invocó acción de tutela ante la Corte Suprema de Justicia -Sala Civil- contra
un acto de la Sala Civil del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Manizales.
La solicitud de
tutela se fundamentó en la vulneración del derecho constitucional fundamental
del debido proceso de la Sociedad de Inversiones Guadalupe Ltda, de la que el
peticionario es el apoderado judicial.
El petente considera
que el derecho fundamental al debido proceso, ha sido violado; y solicita: se
suspenda la orden de pago consistente en que otorgue una escritura de venta
por parte del Juez Civil del Circuito de la Dorada (Caldas), mientras se
registre nuevamente el acto escriturario por el cual la Sociedad de Inversiones
Guadalupe adquirió el predio.
Según el
peticionario, la violación al debido proceso se configuró con la doble
actuación de haber cancelado el registro de un contrato de permuta en virtud
del registro de una demanda de reconvención declarada inepta, sin la audiencia
de uno de los permutantes, y dentro de un proceso que no versaba directa ni
indirectamente sobre derechos reales principales, mediante un auto que no tiene
recurso para las partes, mucho menos para los que no lo son, de un lado y al
haber denegado la intervención ad excludendum en el proceso ejecutivo por
obligación de hacer, de otro lado.
A la sociedad
Inversiones Guadalupe Ltda no le queda ningún recurso o medio de defensa.
Primero, porque en el proceso ordinario en el cual se decretó la cancelación,
el auto carecía de recurso, según la ley, y porque, además, no era parte.
Segundo porque en el proceso ejecutivo, tardíamente promovido, se intentó hacer
parte para defender su derecho, pero su intervención fue denegada, dictándose
en cambio sentencia prematura, antes de que quedara en firme la designación. Y
tercero, porque un proceso ordinario de simulación, en el cual se le dió la
oportunidad de defenderse, quedó sin razón de ser, pues lo que se perseguía
allí se logró mediante un auto de cúmplase.
3. Fallos.
3.1. De la Corte
Suprema de Justicia -Sala de Casación Civil-, de fecha 3 de febrero de 1992.
La Corte Suprema de
Justicia declaró improcedente la solicitud de tutela con los siguientes
argumentos:
En la Asamblea
Nacional Constituyente se dejó sentado que la tutela no constituye un instituto
que permita lograr una instancia más respecto de los asuntos o derechos que han
quedado definidos judicialmente, como quiera que se dijo que la acción de
tutela no tiene, como en ocasiones si ocurre con el llamado recurso de amparo,
el carácter de una instancia adicional para la controversia de unos derechos
que ya han sido definidos judicialmente.
Con motivo del
antecedente y de la filosofía que inspiró el establecimiento constitucional de
la acción de tutela, la Corte Suprema de Justicia, al pronunciarse sobre dicha
acción, ha sostenido que no procede contra sentencias que han alcanzado firmeza,
como puede verse en las providencias de 9 de diciembre de 1991, 17 de enero de
1.992 y 23 de enero del año en curso, criterio éste que igual sentó el Consejo
de Estado en decisión aprobada en Sala Plena del 21 de enero de 1992.
Consideró la Corte
Suprema que, cuando fuera de las sentencias o concurrentemente con éstas se
pide tutela respecto de otras decisiones judiciales, estas últimas, según lo
dispone el artículo 40 del Decreto 2591 de 1.991, en la parte que resulta
constitucionalmente aplicable, deben tener la característica jurídica
procesal de ponerle fin al proceso. Cuando las providencias fuesen proferidas
por un tribunal de la jurisdicción ordinaria, conocerá el respectivo superior
jerárquico, o sea en este caso la Corte Suprema de Justicia, lo cual se traduce
en que si la providencia, que no es sentencia, es dictada por un tribunal, pero
ella no tiene la virtud de ponerle fin al proceso, no es susceptible de acción
de tutela, como tampoco lo es, ante la Corte Suprema, aun que le ponga término
al proceso la decisión judicial de la que se reclama tutela cuando ella es
proferida por un juez.
Siendo así las
cosas, continúa la Corte, se tiene que cuando se trata de una providencia, que
no es fallo, proferida por el Tribunal, respecto de la cual se interpone tutela
y dicha decisión no es del linaje de las que le ponen fin al proceso,
claramente se infiere que no puede ser materia de tutela ante la Corte, según
las reflexiones precedentes y tal como lo tiene dicho la Corporación.
Tampoco procede la
tutela cuando ésta se apoye en desaciertos cometidos por el fallador en la
interpretación de la ley, o se controvierta la apreciación que hubiere hecho
del material probatorio, pues así lo establece específicamente el inciso final
del parágrafo 1° del artículo 40 del Decreto 2591 de 1991.
Con los anteriores
fundamentos consideró la Corte Suprema que no procedía la tutela formulada por
la Sociedad Inversiones Guadalupe Ltda.
Impugnación.
Se fundamenta el
impugnante en que tanto en el artículo 86 de la Constitución Política y en el
artículo 5° del Decreto 2591 de 1991, el objeto de la tutela es todo acto u
omisión de autoridad judicial.
3.2. Sentencia de
la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena- del 2 de abril de 1992.
Considera la Corte
que la impugnación pretendida por el actor resulta improcedente por las
siguientes razones:
a. Resulta imposible
que una Sala especializada pueda revisar las decisiones de otra o que la Sala
Plena sea competente para conocer de las impugnaciones contra los fallos de
aquellas.
b- Existiendo
entonces, incompatibilidad entre el precepto superior y la ley, resulta
manifiesta la incompetencia de la Corte para dirimir tanto las acciones de
tutela instauradas contra sus propias decisiones proferidas en ejercicio de la
función jurisdiccional, como las impugnaciones contra los fallos que resuelven
acciones tutelares.
II- FUNDAMENTOS
JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir Sentencia de
revisión del fallo dictado por la Corte Suprema de Justicia -Sala Plena-, con
fundamento en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del
Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace en virtud de la selección que
de dicho fallo practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó
en la forma señalada por el Reglamento de esta Corporación.
2. De la persona
jurídica como titular de la acción de tutela.
La Corte
Constitucional ya se ha pronunciado sobre la legitimación de las personas
jurídicas respecto de la acción de tutela. En Sentencia T-411 de la Sala Cuarta
de Revisión consideró:
"Para los
efectos relacionados con la titularidad de la acción de tutela se debe entender
que existen derechos fundamentales que se predican exclusivamente de la persona
humana, como el derecho a la vida y la exclusión de la pena de muerte (artículo
11); prohibición de desaparición forzada, torturas, tratos o penas crueles
inhumanos o degradantes (artículo 12); el derecho a la intimidad familiar;
entre otros.
Pero otros derechos
ya no son exclusivos de los individuos aisladamente considerados, sino también
en cuanto se encuentran en grupos y organizaciones, cuya finalidad sea
específicamente la de defender determinados ámbitos de libertad o realizar los
intereses comunes.
En consecuencia, en
principio, es necesario tutelar los derechos constitucionales fundamentales de
las personas jurídicas, no por se, sino que en tanto que vehículo para garantizar
los derechos constitucionales fundamentales de las personas naturales, en caso
concreto, a criterio razonable del juez de tutela1".
Posteriormente, la
Sala Tercera de Revisión reafirmó la misma doctrina constitucional en sentencia
T-430, en la cual se afirma:
"Cuando el
artículo 86 de la Constitución establece que 'toda persona tendrá acción de
tutela para reclamar (...) por si misma o por quien actúe a su nombre...', no
está excluyendo a las personas jurídicas, pues el precepto no introduce
distinción alguna y, por el contrario, las supone cobijadas por el enunciado
derecho cuando de modo genérico contempla la posibilidad de solicitar el amparo
por conducto de otro, sin que nada obste dentro del sistema jurídico colombiano
para que una de las especies de ese género esté conformada precisamente por las
personas jurídicas.
Observa la Corte,
sin embargo, que para el ejercicio de la acción de tutela, cuando una persona
natural actúe a nombre de una jurídica es necesario acreditar la personería
correspondiente y su representación; si bien, como lo dice el artículo 10º del
Decreto 2591, los poderes se presumirán auténticos, deben presentarse2".
En consecuencia esta
Sala reitera la jurisprudencia establecida y concluye que las personas
jurídicas son, ciertamente, titulares de la acción de tutela.
5. Decisión de la
Corte Constitucional en relación a la tutela contra las sentencias o
providencias que pongan fin al proceso.
En fallo proferido
el 1º de Octubre de 1992, la Corte Constitucional en Sala Plena declaró
inexequibles por ser contrarios a la Constitución los artículos 11, 12 y 40 del
Decreto 2591 de 1991.
En el mencionado
fallo, la Corte expresó:
" Se comprende
en consecuencia, que cuando se ha tenido al alcance un medio judicial ordinario
y, más aún,cuando ese medio se ha agotado y se ha adelantado un proceso, no
puede pretenderse adicionar al trámite ya surtido una acción de tutela, pues al
tenor del artículo 86 de la Constitución, dicho mecanismo es improcedente por
la sola existencia de otra posibilidad judicial de protección, aún sin que ella
haya culminado en un pronunciamiento definitorio del derecho...
...En el sentir de
la Corte, nadie puede alegar que careció de medios de defensa si gozó de la
oportunidad de un proceso y menos todavía si tomó parte en él hasta su
conclusión y ejerció los recursos de que disponía".
En mérito de lo
expuesto la Sala Plena de la Corte Constitucional resolvió:
"Primero:
Decláranse INEXEQUIBLES, por ser contrarios a la Constitución, los artículos 11
y 12 del Decreto 2591 de 1991.
Segundo: Declárase
INEXEQUIBLE, dada su unidad normativa con los preceptos mencionados, el
artículo 40 del mismo Decreto.
Tercero: Declárase
EXEQUIBLE el artículo 25 del Decreto en mención".
Así pues, esta Sala
de Revisión de la Corte Constitucional acogiendo la decisión de la Sala Plena,
adecúa esta Sentencia de Revisión a lo ya establecido.
Luego esta Sala no
puede conceder la tutela y es por ello que se confirmará la decisión de la
Corte Suprema de Justicia.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
Primero.- Confirmar la Sentencia proferida por la
Corte Suprema de Justicia -Sala Plena-, por las razones expuestas en la parte
motiva de esta Sentencia.
Segundo.- A través de la Secretaría General de la
Corte Constitucional, enviar copia de esta Sentencia al Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Manizales -Sala de Decisión Civil-, al Juzgado Civil del
Circuito de La Dorada (Caldas), a la Sociedad Inversiones Guadalupe Ltda y al
Instituto Colombiano de Derecho Procesal .
Cópiese, publíquese,
comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO.
Magistrado Sustanciador.
FABIO MORON DIAZ.
Magistrado.
ALVARO TAFUR GALVIS.
Conjuez.
1 Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia T-411 del
17 de junio de 1.992.
2 Corte Constitucional. Sala tercera de Revisión. Sentencia T-430 del
24 de julio de 1.992. |
166 | T-565-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-565/92
REVISION FALLO DE
TUTELA-Objeto
Esta Corporación
no se ocupa del examen de las controversias de orden legal y contractual o de
derechos litigiosos que aparecen planteadas por el peticionario; esta revisión,
aun cuando se detiene en el examen del conjunto de los hechos del caso
planteado, no aborda las precisas cuestiones propias de las cláusulas
contractuales, pues, se trata de verificar si existe o no violación al derecho
constitucional al Debido Proceso Administrativo, en lo que hace a las
mencionadas actuaciones de una autoridad pública y no a la resolución judicial
de aquellas controversias de contenido patrimonial.
DEBIDO PROCESO
ADMINISTRATIVO
En lo que hace a
las actuaciones administrativas, no existe violación al Derecho Constitucional
Fundamental al debido proceso administrativo, ya que los actos en los que se
manifiesta la voluntad de la administración fueron proferidos cumpliendo las
formalidades a ellos exigidas, como son las de la publicidad y la
contradicción. En efecto, al peticionario no se le ocultó la actuación y se le
dió la oportunidad de ser oído y vencido en la misma por virtud del ejercicio
de los recursos correspondientes en vía gubernativa y señalados por la ley.
Los reclamos ordinarios sobre los vicios internos de la legalidad de los actos
administrativos se deben hacer o ante autoridades administrativas por virtud
del ejercicio de los recursos en vía gubernativa y dentro de los términos
señalados, o ante los jueces de lo contencioso-administrativo según sus
competencias.
ACCION DE TUTELA
TRANSITORIA-Improcedencia
No existe violación
alguna a Derecho Constitucional Fundamental alguno y que tenga carácter de
irremediable; para remover en este caso las actuaciones supuestamente
irregulares de la administración el peticionario cuenta con las acciones
contencioso administrativas correspondientes y allí puede reclamar, si es del
caso, todas las reparaciones e indemnizaciones que resulten y si se le causó
algún perjuicio se le puede remediar conforme a los derechos de que es o
resulte titular.
REF.: Expediente
No. T-3407
Acción de Tutela
contra unas actuaciones del Señor Alcalde Mayor de Cartagena.
Peticionario:
JOSE CARLOS BARBIERI
GONZALEZ
CASINO TURISTICO DE
CARTAGENA
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Octubre veintitres (23) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela, integrada por los señores Magistrados SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ, JAIME SANIN GREIFFENSTEIN y FABIO MORON DIAZ, previo estudio del
Magistrado Ponente, resuelve sobre las sentencias relacionadas con la acción de
la referencia, proferidas por el Juzgado Quinto Civil del Circuito de
Cartagena y por el H. Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena
-Sala Civil-.
I. ANTECEDENTES
A. La Petición
l. El señor JOSE
CARLOS BARBIERI GONZALEZ, en su propio nombre y como Gerente de la Sociedad
"Casino Turístico de Cartagena Ltda", confirió poder al doctor JULIO
ALBERTO TORRENTE TORRENTE, quien en ejercicio del mismo, el día 4 de marzo de
mil novecientos noventa y dos, presentó ante el Juzgado Civil del Circuito de
Reparto de Cartagena (Bolívar), escrito mediante el cual ejerció Acción de
Tutela como "mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable",
en contra del señor Alcalde de esa ciudad, Dr. NICOLAS CURI VERGARA con el fin
de que se ordene la reapertura del mencionada casino y se apliquen al
burgomaestre las sanciones disciplinarias previstas para el caso de renuencia.
En memorial
presentado el 12 de marzo ante el Juzgado Quinto Civil del Circuito, despacho
al que por reparto correspondió conocer de la acción ejercida, el apoderado
judicial del peticionario amplió y precisó la queja formulada y sus
pretensiones, y reiteró su pedimento en el sentido de que "el señor Juez
ordene abrir el CASINO de inmediato, dándole al contratista JOSE CARLOS
BARBIERI GONZALEZ y al CASINO TURISTICO DE CARTAGENA LIMITADA el término hasta
de cuatro (4) meses registrado en el decreto dicho, para que recurran al
Contencioso administrativo, pues hay todavía pendiente algunos pasos en la VIA
GUBERNATIVA, si es que el señor Alcalde les permite; y que, presentado libelo
de demanda ante el Contencioso, el CASINO CONTINUE ABIERTO MIENTRAS DURE EL
PROCESO, y se definan los derechos en sentencia".
2. Las razones de
hecho y de derecho que señala el representante de los peticionarios, como
fundamento de la citada acción, se resumen como sigue:
a) Desde el 27 de
junio de 1964 la Alcaldía de Cartagena otorgó concesión al señor JOSE CARLOS
BARBIERI GONZALEZ, en su propio nombre y en representación de la SOCIEDAD
CASINO TURISTICO DE CARTAGENA LTDA, para el montaje y explotación de un casino
Turístico en esa ciudad, para el desarrollo de las actividades convenidas por
las partes.
b) La concesión fue
adjudicada por licitación, y mediante documento público se hizo una renovación
por el término de diez (10) años contados a partir del 16 de agosto de 1981;
además, se precisaron las cláusulas que regirán el nuevo acuerdo suscrito el 4
de mayo de 1979, habiéndose pactado que el concesionario podía solicitar con
antelación de seis (6) meses al vencimiento, la ampliación del término de diez
(10) años por otro igual, sometiéndose la petición a la consideración y
aceptación del Municipio y a los trámites legales para entonces vigentes.
c) El 1o. de
agosto de 1991 el señor BARBIERI GONZALEZ solicitó al Alcalde Mayor de
Cartagena la prórroga o renovación de concesión por diez (10) años más, a
partir del 16 de agosto, y pidió se le notificara antes del vencimiento y en
fecha prudencial cualquier decisión que se tomara al respecto.
d) Mediante oficio
No. 3527 fechado el 15 de agosto de 1991, el señor Alcalde Mayor de Cartagena
despachó desfavorablemente la solicitud del señor BARBIERI GONZALEZ negada la
prórroga que consideró improcedente por cuanto para la fecha carecía de
facultades legales dado que las otorgadas por el Concejo Distrital habían
vencido el 31 de julio de 1991; adujo también que la solicitud de renovación
fue presentada en forma extemporánea.
- Contra el oficio
No. 3527 el señor Barbieri González interpuso el recurso de reposición y en
subsidio el de apelación alegando entre otras cosas la inconsistencia e
inexistencia de los Acuerdos 3 y 14 de los cuales pretendió derivar el Alcalde
su carencia de facultades, y la supuesta nulidad del contrato de concesión
celebrado entre el Alcalde como representante legal del Distrito de Cartagena y
la SOCIEDAD INVERSORA CASINO ROYAL LTDA; contrato que aparece celebrado el 31
de mayo de 1991 y autenticado ante notario el 5 de junio del mismo año, con
término de duración de 10 años, a partir del 17 de agosto de 1991.
- Mediante
Resolución número 1658 calendada el 5 de septiembre de 1991 el alcalde no
accedió al recurso de reposición interpuesto y negó la apelación para ante el
Gobernador del Departamento por improcedente, dando de ese modo por agotada la
vía gubernativa. Ante esta situación BARBIERI GONZALEZ recurre en queja ante
el Gobernador en procura de que este funcionario le conceda la apelación. La
resolución No. 4231 de 18 de diciembre de 1991 da cuenta de que el Gobernador
se declaró sin competencia e inhibido para resolver, por no ser superior
jerárquico del Alcalde.
- Estando en trámite
el "recurso de queja", el Alcalde expidió la resolución No. 1818 de
1o. de octubre de 1991 en la que considera terminado el contrato suscrito con
JOSE CARLOS BARBIERI GONZALEZ y CASINO TURISTICO DE CARTAGENA y al mismo tiempo
ordena el cierre del CASINO, concediéndole al afectado un término de tres (3)
días para proceder por sí mismo al cierre y advirtiendo que en caso de no
hacerlo se procedería al cierre "por parte del Inspector de Policía de la
comuna No. Uno (1) y para lo cual desde ya se le comisiona".
- Contra la
resolución No. 1818 el señor BARBIERI GONZALEZ interpuso recurso de reposición
alegando ser contradictoria, no haberse observado en su totalidad en
procedimiento administrativo, adolecer de falsa motivación y fundamento, por
que encontrándose pendiente de resolución el recurso de queja, según el
artículo 63 del Código Contencioso Administrativo la vía gubernativa no se
cierra sino cuando el auto que resuelva los recursos interpuestos quede en
firme.
- La
reposición anterior fue despachada desfavorablemente mediante resolución 2218
de diciembre 2 de 1991. Un día antes de la desfijación del edicto, el afectado
presentó escrito solicitando el trámite de un incidente de nulidad con base
en la pérdida de competencia del Alcalde desde el 16 de septiembre de 1991
fecha en la que se recurrió en queja ante el Gobernador del Departamento.
- En memorial
presentado el 15 de enero de 1992, el señor BARBIERI GONZALEZ manifiesta que el
Casino Turístico de Cartagena cerrará sus puertas el 27 de enero. El 2 de
marzo, insiste en la nulidad invocada, y a su vez el alcalde mediante oficio
939 de 5 de marzo del año en curso le hace saber que la etapa gubernativa se
encuentra agotada y que la nulidad invocada carece de fundamento.
- Agrega el
accionante que la precipitud y forma subrepticia como actuó el alcalde se debió
al afán de favorecer a la Compañía INVERSORA CASINO ROYAL LIMITADA, de la cual
es socio el señor VICTOR GEDEON GUISAYS quien es a su vez socio del Alcalde en
la Compañía Camaronera del Caribe S.A.
B. EL DERECHO
CONSTITUCIONAL QUE SE CONSIDERA VIOLADO
Estiman los
accionantes que se violaron los derechos al debido proceso y de defensa
contemplados en el artículo 29 de la Carta por cuanto se despojo de la prórroga
del contrato al Casino Turístico de Cartagena, sin mediar previa licitación,
omitiendo la notificación al concesionario y la publicación del acto
administrativo mediante el cual se contrató con un concesionario diferente al
que venía ejerciendo el derecho desde hacía 35 años; además, ni la declaratoria
de caducidad del contrato, ni el cambio de las reglas se comunicaron al
concesionario, a todo lo cual se suma la orden de cierre y a la materialización
de la misma cuando aún no estaba ejecutoriada la resolución que lo ordenaba y
al haberse adelantado la actuación careciendo en virtud de la interposición de
un recurso de queja, de competencia para ello, desconociéndose así claras
normas tanto del Código Contencioso Administrativo como del Código de
Procedimiento Civil.
C. LA SENTENCIA
QUE SE REVISA
a) La Decisión
El 16 de marzo de
1992, el Juzgado Quinto Civil del Circuito de Cartagena resolvió sobre la
solicitud presentada y al efecto dispuso: "Tutelar transitoriamente el
derecho fundamental del debido proceso del ciudadano JOSE CARLOS BARBIERI
GONZALEZ, reconocido en el artículo 29 de la Constitución Política y en
consecuencia la resolución No. 1818 de Octubre 1o. de 1991 dictada por el
Alcalde le será inaplicable en cuanto a la orden de cierre del CASINO TURISTICO
DE CARTAGENA LIMITADA. Deberá el Alcalde restablecer la apertura del Casino
dentro de las 48 horas siguientes a la fecha de este fallo". Además, el
fallador de primera instancia precisó que "De conformidad con el inciso
segundo del artículo 8o. del Decreto 2591/91, este fallo permanecerá vigente
durante el término que la autoridad judicial competente utilice para decidir de
fondo sobre la acción que llegue a ejercer el accionante. En todo caso deberá
ejercer dicha acción en un término máximo de cuatro (4) meses a partir de este
fallo".
b. Las
Consideraciones de Mérito
Para resolver en la
forma como se indicó, el Juzgado tuvo en cuenta las siguientes consideraciones:
- Se configura en
este caso la hipótesis del perjuicio irremediable porque "el Casino
Turístico de Cartagena ha sido cerrado para siempre según los términos de la
resolución de cierre, caso en el cual, el accionante sólo podría exigir, en el
evento de que tuviera razón en sus pretensiones, una reparación en su
integridad indemnizatoria. Como quiera que el accionante trata de evitar que se
cumpla ese perjuicio irremediable, es admisible esta acción procediéndose en
consecuencia a resolverla".
- La orden del
Alcalde, conforme a la cual "esa Sociedad sólo podrá ejercer la actividad
contractual hasta el 16 de agosto de 1991" afecta intereses de terceros
"y nada menos que a los trabajadores del casino, quienes, como se
demuestra con el memorial respectivo, coadyuvaron en la petición de tutela
(inciso segundo, artículo 13 Decreto 2591/91), y afectando dicha orden
intereses de terceros, debió el Alcalde dar cumplimiento al artículo 15 del
Código Contencioso Administrativo publicando el texto o un extracto de la
petición en la publicación que para el efecto tuviera la entidad, o en un
periódico de amplia circulación nacional o local, según el caso, el señor
Alcalde no lo hizo así y en su actitud aparece dando la primera violación al
debido proceso."
- Mediante
Resolución No. 1818 de Octubre 1o. de 1991 el Alcalde ordenó el cierre del
Casino y en el punto segundo concedió un término de tres días para proceder al
cierre. En el punto tercero se advirtió sobre la procedencia de reposición ante
el Alcalde Mayor, para cuya interposición se contempló un término de cinco días
a partir de la notificación, "es decir que muy a pesar de no quedar
ejecutoriada tal resolución sino después de los cinco días que se tenían para
interponer reposición, el punto segundo de la resolución constreñía al Casino
Turístico al cierre a más tardar tres días después de la notificación de la resolución
que así lo ordenó o por lo que es lo mismo, el cierre debería producirse antes
de la ejecutoria de la resolución de cierre. He aquí la segunda violación del
debido proceso por parte del Alcalde".
- "... con la
aprehensión del conocimiento del recurso de queja por parte del Gobernador, se
presentaban dos situaciones: 1o. No quedaba agotada aún la vía gubernativa. 2o.
Automáticamente el Alcalde perdía transitoriamente la jurisdicción sobre el
asunto, al igual que la competencia sobre el mismo (Arts. 63 y 50 C.C.A.). Sin
embargo, en ese interregno, el señor Alcalde, no obstante tener la competencia
suspendida, produjo otros actos dentro del asunto, entre ellos, la resolución
de cierre antes citada, o sea, la No. 1818 de Octubre 1o. /91 con clara violación
de las normas citadas. Aquí se produjo la tercera violación al debido
proceso".
- También violó el
debido proceso el Gobernador del Departamento porque el recurso de queja debió
pedirle al Alcalde el expediente, conforme lo ordena el Artículo 50 del C.C.A.,
en vez de precipitarse a declararse inhibido so pretexto de no ser ya el
superior jerárquico del Alcalde, argumento discutible si se tiene en cuenta el
artículo 18 de la ley 78 de 1986 y el artículo 7 de la ley 49 de 1987, pues
"encontramos en ellas la facultad de los Gobernadores para suspender a los
Alcaldes de sus cargos, lo cual denota una superioridad jerárquica de los
Gobernadores sobre los Alcaldes...".
- "De otra
parte, la resolución atacada y que culminó con el cierre del Casino Turístico,
violó el principio de publicidad de los actos administrativos por cuanto el
Alcalde al expedirla, debió dar estricto cumplimiento al artículo 46 del
C.C.A., ordenando publicar en la forma ahí prevista, la parte resolutiva de esa
resolución. Al no hacerlo, incumplió una vez más el debido proceso, sobre todo
si se tiene en cuenta que su decisión tocó derechos de terceros, el caso de los
trabajadores, como antes se precisó."
- El memorial
mediante el cual se le solicitó al Alcalde la nulidad de lo actuado a partir
del día 16 de septiembre de 1991 no fue resuelto; el oficio NO. 039 de 5 de
marzo de 1992 en el que el Alcalde expresa que se encuentra agotada la vía
gubernativa no hace ningún pronunciamiento sobre la nulidad impetrada
"facultando con ello al artículo 135 y siguientes del C. de P.C. esa
omisión también llevó al Alcalde a faltar al debido proceso".
d. La Impugnación
El señor Alcalde de
Cartagena NICOLAS CURI VERGARA presentó oportunamente escrito de impugnación en
el que hace un recuento de la actuación desarrollada por el despacho a su cargo
para concluir que las solicitudes elevadas por el señor BARBIERI GONZALEZ
fueron resueltas oportunamente, no habiéndose violado en forma alguna el
derecho constitucional al Debido Proceso. Fundamenta esta aseveración en las
razones que a continuación se resumen:
- "... las
partes contratantes redactaron las cláusulas referentes al término, ampliación
del mismo y su duración, y de ellas se desprende, que el contratista o
concesionario tenía la facultad contractual de solicitar la ampliación o
prórroga del contrato al Municipio, seis (6) meses antes de su vencimiento o
terminación, o sea, que podía solicitarla hasta el quince (15) de febrero de
1991. Entonces si el concesionario o contratista no solicitó la mencionada
ampliación o prórroga del contrato hasta el 15 de febrero de 1991, el Municipio
de Cartagena, quedaba en completa libertad para contratar conforme a la ley,
con cualquier otra persona distinta al Casino Turístico de Cartagena Ltda., o
sea, que el contratista o concesionario tácitamente decía no ampliar o
prorrogar el término de duración del contrato"; agrega el memorialista que
el señor BARBIERI GONZALEZ por escrito presentado el 1o. de agosto de 1991,
"...catorce (14) días antes del vencimiento del contrato tantas veces
mencionado, se dirigió al suscrito, en mi calidad de Alcalde Mayor de Cartagena
de Indias, con el fin de solicitar la prórroga o renovación del contrato por el
término de diez (10) años contados a partir del día 16 de agosto de 1991, y en
cuyo escrito alegó estar dentro del término contractual para su petición, que
según lo dicho y transcrito anteriormente, no es cierto, que estuviera para esa
época dentro del término del contrato". Pero si la solicitud o prórroga
del contrato se hubiere solicitado antes del 15 de febrero de 1991 "el
Municipio de Cartagena no estaba obligado a ampliar o prorrogar la duración de
dicho contrato...".
- Según el
impugnante "el vencimiento de todos los contratos por expiración del
término de duración de los mismos, ya sean civiles, comerciales,
administrativos, o de cualquier otra índole, no tienen un procedimiento
especial o legal para su terminación, sino que llegado su vencimiento y no
siendo prorrogado por voluntad de las partes, cesan los derechos adquiridos y
las obligaciones contraidas por dichas partes, en virtud del contrato".
- "El
contratista o concesionario tuvo conocimiento de la terminación del contrato
administrativo que tenía celebrado, y por tanto tuvo conocimiento de la vía
gubernativa respectiva, a partir del día 16 de agosto de 1991, y quedaba en
completa libertad para iniciar la acción judicial correspondiente que estimare
pertinente".
- "Para el
primero de agosto de 1991, el suscrito Alcalde no estaba facultado legalmente
para ampliar o prorrogar los contratos vigentes para esa época".
- Finalmente el
memorialista estima que "si por la terminación del contrato administrativo
aludido en este escrito, se generará perjuicios al contratista o concesionario,
éste puede pedir la reparación del daño judicialmente, por la vía procesal que
estimare pertinente, como bien lo afirmó anteriormente el Juzgado, y por tanto,
no cabe por mandato legal la acción de tutela instaurada en este asunto".
Más adelante indica "pero si son perjuicios irremediables, tales daños no
se pueden reparar, por que no tienen remedio mediante una indemnización, que
es una situación completamente distinta a nuestro caso".
En escrito dirigido
al Tribunal Superior de Cartagena JULIO ALBERTO TORRENTE TORRENTE como
apoderado de los accionantes dá respuesta al memorial de impugnación e insiste
en los argumentos esgrimidos y aclara que "en esta TUTELA no se debate si
los concesionarios tienen o no derecho a la prórroga. Esa es una materia que
se ventilará en el Contencioso. Aquí se censura la falta al DEBIDO PROCESO,
derecho fundamental previsto en nuestra Constitución, atropellado por el señor
Alcalde al no darle a los antiguos concesionarios oportunidad de AUDIENCIA Y
DEFENSA DE SUS INTERESES. Volviendo clandestino lo que debía ser PUBLICO,
favoreció con una adjudicación relámpago a su consocio Don VICTOR GEDEON G., de
"CAMARONES DEL CARIBE S.A." "que comenzó como limitada, y quien
es también socio de la INVERSORA CARIBE ROYAL LTDA.".
E. LA DECISION DE
SEGUNDA INSTANCIA
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Cartagena, Sala Civil de Decisión, mediante sentencia
del dieciocho (18) de Mayo de mil novecientos noventa y dos (1992)
resolvió revocar el fallo de primera instancia; para arribar a tal conclusión
analizó las tres etapas en las cuales, según el peticionario se pudo presentar
violación al debido proceso así:
- La primera etapa
se refiere al trámite de la licitación y adjudicación del nuevo contrato de
concesión. Encuentra el Tribunal que conforme a los acuerdos 3 y 4 el Alcalde
estaba facultado para contratar con cualquier persona natural o jurídica hasta
el 31 de julio de 1991, careciendo de tales facultades con posterioridad a esa
fecha, por tal razón, el 31 de mayo de 1991 contrató con la sociedad INVERSORA
CASINO ROYAL LTDA. señalando el 17 de agosto de ese año como fecha a partir de
la cual empezaría a regir el nuevo contrato, respetándose de ese modo el
celebrado con el accionante en tutela y que vencía el día inmediatamente
anterior. La adjudicación de la concesión se hizo sin licitación, "como
se había hecho en oportunidad anterior con la parte ahora reclamante...".
Los acuerdos 3 y 4 están revestidos de la presunción de legalidad y deberán
acatarse mientras no haya decisión en contrario emanada de la jurisdicción
contencioso administrativa. La presunta carencia de ética en la actuación del
Alcalde no afecta la validez del contrato a falta de pronunciamiento de la
jurisdicción competente. A lo anterior se agrega que los concesionarios
anteriores no habían dado a conocer al burgomaestre su interés en la ampliación
del término del contrato, no obstante que "tal querer debía manifestarse
con seis (6) meses de antelación al vencimiento, es decir, a más tardar el
dieciséis (16) de febrero de 1991... al no hacerse oportunamente esa
manifestación, el Alcalde estaba en libertad de contratar con cualquier otra
persona natural o jurídica que cumpliera con los requisitos establecidos...".
No se advierte violación al debido proceso.
- La segunda etapa
tiene que ver con la no ampliación del término del contrato celebrado entre la
Alcaldía de Cartagena de un lado y BARBIERI GONZALEZ y el CASINO TURISTICO DE
CARTAGENA LTDA., de otro lado. Advierte el Tribunal que el contrato es de
carácter administrativo "por contener cláusula de caducidad y haberse
concebido bajo la vigencia del Decreto 150 de 1976..."; reitera que el
concesionario no hizo uso oportuno del derecho a solicitar una ampliación del
término, incumpliendo así una obligación contractual, "si por el
contrario, el contratista hubiere cumplido con esa obligación convencional, la
consideración de su solicitud por el Alcalde se imponía, antes de contratar con
otra persona, aunque fuere discrecional del funcionario público acceder o no
la novación, en cuanto al término negocial primigeniamente concertado."
Por lo expuesto, tal novación ya no podía tener lugar, pese a la petición
extemporánea del concesionario accionante. Es evidente que el contrato terminó
a la expiración del plazo estipulado "y así concluido, nadie puede invocar
tal convención para alegar derechos e imponer obligaciones; es decir, que
llegado el plazo, ninguna cláusula del mismo puede ser alegada por los contratantes,
para mantenerlo vivo e invocar derechos hacia el futuro, subsiguientes a la
extinción legal." Dada la extinción del contrato "no era menester
declarar mediante resolución la caducidad", como lo ha señalado el Consejo
de Estado "la caducidad está establecida para poner término a un contrato,
pero a un contrato en vida; por eso en cuanto al contrato cuyo plazo venció ya
no procede ese tipo de acto separable, porque el órgano ejecutivo ya no tiene
objeto sobre el cual ejercer la facultad de caducarlo. Hace notar la Sala que
los medios de impugnación utilizados por el accionante fueron atendidos y
decididos, sin que se haya configurando por este aspecto violación del debido
proceso.
- La tercera etapa
se relaciona con el acto administrativo por el que se ordena el cierre del
Casino de la compañía Casino Turístico de Cartagena Ltda., por vencimiento del
término contractual; sobre el particular indica el Tribunal que la resolución
que ordenó el cierre no contiene contradicción alguna en su parte resolutiva "porque
indubitablemente se entiende "C...) que el término de tres (3) días para
el cierre del Casino Turístico de Cartagena, contados desde el día siguiente a
la notificación del acto administrativo, se otorgó directamente al señor JOSE
CARLOS BARBIERI GONZALEZ para que procediera a hacerlo por sí mismo, como
consecuencia de la terminación del contrato que le había otorgado el derecho de
concesión a él y a la sociedad, y sólo en caso de desatención de la orden dada
por la autoridad se pasaría al procedimiento coercitivo correspondiente, lo que
por razones de simple lógica no podía ocurrir antes de la ejecutoria de la
aludida Resolución". Considera el Tribunal, que el trámite del recurso de
queja ante el Gobernador no privaba al Alcalde de competencia para expedir la
resolución ordenatoria del cierre "porque la denegación de la apelación
tocaba con la actitud voluntaria y libre de éste de no ampliar el plazo de un
contrato que terminó indefectiblemente por el fenecimiento del que se había
acordado, en tanto que la orden de cierre, se concibe como una actuación
administrativa autónoma e independiente de aquel debate, necesaria para evitar
que el anterior concesionario..., continuará ejerciéndolo (el derecho) sin ya
tenerlo. La presunta falta de competencia no implica el surgimiento de la
nulidad procesal prevista en el ordinal 2o. del artículo 140 del Código de
Procedimiento Civil "porque un vicio de esa naturaleza sólo puede tener
eclosión dentro de un proceso que se adelante ante la jurisdicción contencioso
administrativa y no en actuaciones surtidas en la vía gubernativa, puesto que
en este último evento rige el artículo 3o., parte final del inciso 5o. del
C.C.A., según el cual 'las nulidades que resulten de vicios de procedimiento
podrán sanearse en cualquier tiempo de oficio o a petición del interesado', y
se infiere fácilmente que de haberse dado la situación de nulidad alegada por
el accionante, ella estaría saneada, por referirse a un presunto vicio de
procedimiento que dejó de existir una vez que la Gobernación determinó la
improcedibilidad de la queja...".
- Finalmente
advierte el Tribunal que no se vulneró el derecho al trabajo "ni a la
parte ni a los terceros, porque la actuación del Alcalde se enmarcó dentro del
DEBIDO PROCESO, como ha quedado visto, y, por lo demás, el señor BARBIERI
GONZALEZ no podía contratar laboralmente trabajadores, o el (sic) menos no
debía hacerlo, más allá del vencimiento del término del contrato (16 de agosto
de 1991), porque la novación del plazo no dependía de su persona sino de la
decisión libre e independiente del señor Curi Vergara. De haberlo hecho en
contravía de esta verdad de perogrullo, sería su persona la responsable de
cualquier afectación del derecho laboral, y nunca jamás (valga el pleonasmo) la
Administración Municipal, por razones elementales sustraidas de las reglas de
experiencia constitutivas de la sana crítica valorativa de la prueba y como no
se afectó a terceros, con la actuación del Alcalde no había porque (sic) dar
aplicabilidad al artículo 46 del Código Contencioso Administrativo".
F. ESCRITOS LLEGADOS
A LA CORTE
Posteriormente, el
10 de julio de 1992 se recibió en la Corte Constitucional un escrito del
abogado Julio Alberto Torrente, apoderado del peticionario en el que pide a la
Corte Constitucional que se revise la decisión del Tribunal Superior de
Cartagena y señala nuevamente los argumentos que en su concepto permiten
decretar la Tutela solicitada.
En resumen, sostiene
lo siguiente:
a) Con la
interposición del recurso de queja se enervó la competencia del Alcalde y por
tanto no podía decidir sobre ningún aspecto relacionado con el asunto en
cuestión como fue el cierre del establecimiento; en su opinión el Señor Alcalde
debía enviar el expediente al despacho del Señor Gobernador o resolver sobre la
procedencia del recurso de queja.
b) En su concepto,
del numeral 10 del artículo 305 de la Constitución Nacional, es función del
Señor Gobernador conocer de los actos de los alcaldes y por tanto aquel es
superior jerárquico de éste.
c) Insiste en el
argumento según el cual los tres días concedidos por la resolución 1818 citada,
atentó contra los elementos del sabido proceso, pues, el término de cinco días
previsto para la ejecutoria de aquel acto se cumplía después de cumplida la
providencia y sin admitir que los recursos se tramitaron en debida forma.
d) Sostiene que el
término señalado por la clausula decimotercera del contrato fue interpretada
por los peticionarios en sentido diferente al que le dio el Señor Alcalde.
e) Sostiene además,
que el Alcalde debió informar al interesado en la explotación del Casino,
ahora peticionario, sobre la solicitud presentada por otra persona que deseaba
acceder a uno de los cupos de que dispone según la ley la ciudad en materia de
dicha actividad; esta obligación se desprende de lo dispuesto por el Código
Contencioso Administrativo para la "citación de terceros".
En su concepto se
desplazo clandestinamente al "Casino Turístico" de su cupo mediante
la firma de otro contrato.
Por último, el Dr.
José Alejandro Bonivento Fernández formuló en nombre del peticionario un
conjunto de observaciones que se orientan a demostrar la violación al Derecho
Constitucional al debido proceso; sus consideraciones son, en resumen, las
siguientes:
a) La resolución
1818 del 1o. de octubre de 1991, proferida por el Señor Alcalde de Cartagena
violó el derecho al debido proceso, pues no tiene en cuenta que se tramita el
recurso de queja interpuesto ante el Señor Gobernador del Departamento.
Sostiene al respecto que los artículos 50 y 55 del código Contencioso
Administrativo regulan el tema de los recursos contra las actuaciones
administrativas a las que el Alcalde de Cartagena no les dio aplicación;
igualmente señala que los artículos 62 y 63 del citado código regulan la
conclusión de los procedimientos administrativos, la firmeza de los actos en
caso de decisión de los recursos interpuestos y el fenómeno del agotamiento de
la vía gubernativa, todo lo cual fue desconocido por las actuaciones del Señor
Alcalde. No comparte la decisión del Honorable Tribunal pues estima que dicho
despacho debió atender a la situación planteada por el trámite y resolución
posterior del recurso de queja que se adelantó ante la Gobernación del
Departamento.
Manifiesta que se
hace necesario respetar el Derecho que tiene todas las personas a que existan
recursos ante las autoridades superiores de aquellos funcionarios que profieren
actos administrativos pues sin ellos se pueden desconocer arbitrariamente los
derechos y los intereses de las personas; para remediar esta situación es que
el constituyente de 1991 consagra la Acción de Tutela en el artículo 86 de la
Carta.
II.
CONSIDERACIONES DE LA SALA
Primera. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la sentencia
de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso
tercero y 241 numeral 9o. de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 236 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se
hace por virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala
correspondiente y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
Segunda. La
Materia Objeto de las Sentencias que se Revisan
a. Del examen de las
formulaciones atendidas en las sentencias de tutela que se revisan, se tiene
que la materia objeto de estas es la de la determinación de si existió o no
violación al Derecho Constitucional Fundamental al Debido Proceso
Administrativo, consagrado expresamente en el artículo 29 de la Carta, con
ocasión de las actuaciones del señor Alcalde Mayor de la ciudad de Cartagena,
relacionadas, en primer término, con la terminación de un contrato de concesión
de la explotación de una actividad (los juegos de azar) regulada con carácter
monopólico por la administración, según reglamentación legal y constitucional
y, en segundo lugar, con la solicitud del peticionario de renovarlo.
Además, como se
advierte de modo reiterado en el fallo del H. Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Cartagena, la cuestión jurídica principal que sirve de base a los
cuestionamientos en sede de tutela consiste en determinar si, a la luz de la
normatividad constitucional y legal, contra las actuaciones de los alcaldes en
materia de contratación administrativa, existen recursos en vía gubernativa
ante los gobernadores, y si estos son o no superiores jerárquicos de aquellos
en todas las materias, o solo en algunas de ellas.
En primer término
esta Corporación no se ocupa del examen de las controversias de orden legal y
contractual o de derechos litigiosos que aparecen planteadas por el
peticionario; esta revisión, aun cuando se detiene en el examen del conjunto de
los hechos del caso planteado, no aborda las precisas cuestiones propias de las
cláusulas contractuales, pues, se trata de verificar si existe o no violación
al derecho constitucional al Debido Proceso Administrativo, en lo que hace a
las mencionadas actuaciones de una autoridad pública y no a la resolución
judicial de aquellas controversias de contenido patrimonial.
De otra parte cabe
observar que el peticionario hace expresa precisión sobre el alcance de su
solicitud y que en ella señala que sólo procura evitar el cierre del establecimiento
mientras se adelantan las correspondientes acciones Contencioso Administrativas
que la ley le otorga. Se trata pues, del ejercicio de la Acción de Tutela como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable que debe examinarse
dentro del marco que fijan la Carta Política y el Decreto 2591 de 1991. Ahora
bien, se encuentra que el señor Alcalde de Cartagena procedió a expedir una
resolución en la que ordenó el cierre de un establecimiento público en el que
funcionaba un casino dentro de la situación jurídica creada por los acuerdos
del Concejo Municipal y por las cláusulas de un contrato que regulaba las
relaciones entre el peticionario y la Administración Municipal.
Esta Corporación
encuentra que no es objeto de la petición la determinación de la existencia y
del contenido jurídico de la competencia del Alcalde para contratar la
concesión de la explotación de la actividad del juego de azar y, por tanto,
este fallo no se ocupa de aquel aspecto.
Tampoco se ocupa
esta Corte de examinar los asuntos relacionados con la competencia para
decretar la terminación del contrato que regía entre el Municipio y el
peticionario, pues esta es una materia tipicamente ajena a estas actuaciones en
sede de tutela y aquella podrá ser despachada debidamente ante los jueces
competentes de presentarse la oportunidad litigiosa; igualmente, se excluye de
este examen la determinación del aspecto contractual relacionado con el
ejercicio del derecho a solicitar la renovación del contrato de concesión
existente entre la administración y el peticionario.
b. En atención a lo
anterior, esta Corporación encuentra que debe confirmarse la providencia del
Honorable Tribunal Superior del Distrito Judicial de Cartagena que ordena
revocar la decisión del Juzgado que conoció en primera instancia de la petición
teniendo en cuenta los siguientes razonamientos:
Lo cierto, y para lo
que a estas actuaciones corresponde, es que la Administración produjo una
actuación contenida en el oficio No. 3527 del 15 de agosto de 1991, en la que
manifiesta la voluntad de no acceder a la renovación de los términos del
contrato que sostenía con el peticionario; además, contra dicha actuación el
interesado interpuso el recurso de reposición y en subsidio el de apelación.
Ante dicha situación el señor Alcalde procedió a responder el recurso planteado
y expidió la resolución número 1658 del 5 de septiembre de 1991 por el cual se
confirma lo dispuesto en el auto recurrido, no se accede a la petición y se
ordena no conceder el recurso de apelación planteado.
Sin atender a las
razones expuestas por el señor Alcalde, el interesado acudió en recurso de
queja ante el señor Gobernador y obtuvo como respuesta la resolución número
4231 del 18 de Diciembre de 1991 en lo que este funcionario se declaró sin competencia
para decidirlo, acogiendo así las razones del señor Alcalde que se había negado
a conceder el recurso.
En el entre tanto de
las dos actuaciones anteriores, el señor Alcalde expidió la resolución número
1818 del primero (1o.) de octubre de 1991 en la que ordena el cierre del
establecimiento, concediendo el término de tres (3) días para su cumplimiento y
el de cinco (5) días para su ejecutoria; contra dicha providencia igualmente el
interesado interpuso el recurso de reposición que fue resuelto en debida forma
por virtud de la Resolución 2218 del 2 de Diciembre de 1991.
Esta Corporación
encuentra que en lo que hace a las actuaciones administrativas señaladas no
existe violación al Derecho Constitucional Fundamental al debido proceso
administrativo, ya que los actos en los que se manifiesta la voluntad de la
administración fueron proferidos cumpliendo las formalidades a ellos exigidas,
como son las de la publicidad y la contradicción. En efecto, al peticionario no
se le ocultó la actuación y se le dió la oportunidad de ser oído y vencido en
la misma por virtud del ejercicio de los recursos correspondientes en vía
gubernativa y señalados por la ley.
Además, del examen
de la normatividad constitucional aplicable para los efectos de regular las
relaciones entre el Departamento y el Municipio dentro del régimen de las
entidades territoriales en nuestro país, el Gobernador no es superior
jerárquico del Alcalde, salvo en materia de conservación del orden público y
del derecho de policía, según las reglas legales que la desarrollen.
También, la vía para
el control gubernamental de los actos de los Concejos y de los Alcaldes es la
de la impugnación de aquellos o el cruce que puede hacer el Gobernador contra
dichos actos ante el Tribunal competente por motivos de inconstitucionalidad o
ilegalidad en los términos del numeral 10 del artículo 305 de la Carta.
Además, los fundamentos de la organización política del Estado colombiano
indican que el Municipio es una Entidad Territorial con un amplio margen de autonomía
administrativa, que no obstante sometida a controles de diverso orden, no
admite que el Gobernador pueda revocar los actos del alcalde en materias
contractuales como sería el caso propuesto por el peticionario.
En caso de
inconstitucionalidad o de ilegalidad, en estas materias debe el Gobernador
"objetar" los actos de los alcaldes o de los conceptos ante el
tribunal competente pero no revocarlos. Dicha "objeción" consiste en
la facultad de revisar dichos actos y, llegado el caso, la de remitirlos a los
citados Tribunales. Así las cosas, no puede existir en estas materias
contractuales, como en efecto no existe, el recurso de apelación y, por tanto,
a la luz del Código Contencioso Administrativo, tampoco es procedente el
recurso de queja (Art. 5o. C.C.A.).
La presentación de
este recurso en ausencia del de apelación, no enerva ni puede enervar las
competencias del Alcalde como lo pretende el peticionario; en este sentido no
asiste razón a la solicitud en punto al tema de la violación al debido proceso
por el aspecto de no haberse concedido la apelación y/o de haber seguido la
actuación administrativa entre tanto se surtía un trámite inexistente ante el
Gobernador.
En cuanto a la
diferencia de términos entre la ejecutoria de la Resolución 1818 del 1o. de
octubre de 1991 y el de su cumplimiento, esta Corporación entiende que el
término de tres (3) días para el cumplimiento de la orden de cierre comenzó a
contarse a partir del vencimiento del término de ejecutoria del acto y que como
éste fue recurrido en reposición, la orden de cierre solo se podía cumplir una
vez absuelto el último recurso, como en efecto ocurrió en el caso en examen.
Igualmente, se
observa que el peticionario insiste en señalar que al no dársele trámite a su
solicitud autónoma de nulidad contra un acto administrativo ante la
misma autoridad de la administración que lo profirió, se le desconoce su
derecho constitucional al debido proceso; sobre este asunto estima la Corte que
tampoco asiste razón al peticionario, pues los reclamos ordinarios sobre los
vicios internos de la legalidad de los actos administrativos se deben hacer o
ante autoridades administrativas por virtud del ejercicio de los recursos en
vía gubernativa y dentro de los términos señalados, o ante los jueces de lo
contencioso-administrativo según sus competencias; en este caso no ocurrió lo
advertido, y por el contrario el interesado fue atendido en debida forma por la
Alcaldía al no darsele trámite a un recurso o incidente autónomo e
independiente de nulidad. En este caso tampoco existió violación al Derecho
Constitucional al Debido Proceso.
De otra parte se
encuentra que no existe violación alguna a Derecho Constitucional Fundamental
alguno y que tenga carácter de irremediable como lo planteó el peticionario;
en efecto, para remover en este caso las actuaciones supuestamente irregulares
de la administración el peticionario cuenta con las acciones contencioso
administrativas correspondientes y allí puede reclamar, si es del caso, todas
las reparaciones e indemnizaciones que resulten y si se le causó algún
perjuicio se le puede remediar conforme a los derechos de que es o resulte
titular.
Por último, observa
la Corte que no es del caso ni de la competencia de esta Corporación, abordar
el examen de las imputaciones reiteradas del peticionario sobre otros elementos
jurídicos y de hecho que se relacionan con la situación puesta en conocimiento
de los jueces en este caso por vía de la acción de tutela; ellas pueden ser
atendidas y examinadas en su oportunidad por las autoridades competentes.
En mérito de lo
expuesto,
LA CORTE CONSTITUCIONAL
SALA DE REVISION DE TUTELAS,
Administrando
Justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero. CONFIRMAR la sentencia del H. Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Cartagena en relación con la Acción de Tutela
presentada por el señor JOSE CARLOS BARBIERI GONZALEZ, contra unas actuaciones
del señor Alcalde de Cartagena.
Segundo. Comuníquese la presente decisión al
Despacho Judicial de origen para que sea notificada conforme lo dispone el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
167 | T-566-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-566/92
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/BIENES DE USO PUBLICO-Playas
La playa y la
franja de bajamar son BIENES DE USO PUBLICO del Estado que no pueden ser objeto
de adjudicación por formar parte del espacio público. Dicha parte no es pues
objeto de tutela sobre el área de bosque secundario. Si tanto el particular
como la DIMAR se encuentran ocupando, aparentemente, el mismo sitio, y el área
no está definida, éste es un conflicto que debe ser resuelto por la
Jurisdicción Contencioso Administrativo, de acuerdo con el artículo 83 del
Código Contencioso Administrativa que establece la competencia de esa
jurisdicción. Mientras el pronunciamiento se efectúa, tanto el particular como
la Dirección Marítima y Portuaria pueden continuar ocupando el terreno
de bosque secundario, evitando causar daños ecológicos irreparables a la vegetación.
El área objeto de la acción de tutela no se encuentra delimitada y sobre la
misma coexisten varias ocupaciones; así pues, esta Sala de Revisión reitera su
consideración de acudir a la jurisdicción competente para que se dirima el
conflicto.
OCUPACION-Derecho legal
No existe por lo
tanto vulneración ni amenaza a los derechos fundamentales al trabajo, la
libertad de empresa, la intimidad familiar y la igualdad del peticionario, pues
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional considera que la ocupación no
es un derecho fundamental de origen constitucional sino legal.
REF: EXPEDIENTE
Nro. 3848
Presentada por:
Rafael Antonio Salas Muñoz.
Procedencia:
Juzgado Promiscuo del Circuito de Bahía Solano -Choco-.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO
Santa Fe de Bogotá,
D.C., octubre veintitres (23) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-3848, adelantado por el Señor
Rafael Antonio Salas Muñoz.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos
de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día 29 de julio del presente año.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991, esta Sala de Revisión de la Corte
entra a dictar Sentencia de Revisión.
1. Solicitud.
El peticionario
invocó acción de tutela ante el Juez Promiscuo del Circuito de Bahía Solano
(Chocó), contra actos del teniente de infantería Alvaro Augusto Cubillos Gómez
y del sargento Camilo Arias, Capitán y Secretario de la Capitanía de Puerto de
Bahía Solano, respectivamente, que se originó en los siguientes hechos:
En el sitio
mencionado inició la construcción de una casa y realizó plantaciones de coco,
guanábana y borojó. Las autoridades acusadas ordenaron destruir la casa y
arrancar lo sembrado, perturbando con la amenaza del poder y las armas, las
labores que venían desarrollando en el inmueble antecitado. Las mencionadas
autoridades colocaron un letrero de la Armada Nacional en la entrada del predio
pretendiendo con ello impedir el acceso al terreno.
En primer lugar, el
Sr. Rafael Antonio Salas Muñoz manifiesta que desde hace tres meses viene
ocupando el terreno baldío ubicado en Bahía Solano (Chocó), adyacente al faro
de Punta Huina, frente a la playa, de una extensión aproximada de 250, metros y
allí procedió a desmontar y plantar cocos y árboles frutales.
El accionante en
asocio del señor Manuel Vidal Rojas ejerció actos posesorios en una franja de
terreno ubicada en Bahía Solano, Departamento del Chocó.
El señor Salas alega
que el inmueble sub-exámine es un terreno baldío y que por lo mismo en él puede
realizar la explotación.
Cuando la Dirección
Marítima y Portuaria tuvo conocimiento de la ocupación, envió en fecha mayo 28
del año en curso una notificación solicitándole al peticionario la interrupción
de los trabajos allí realizados por ser una zona de jurisdicción de la
Dirección, más aún si se trata de la zona de ubicación del faro como ayuda a la
navegación.
En el informe
pericial dirigido a la Capitanía del Puerto sobre la inspección realizada en el
terreno objeto de la tutela, el perito considera, con fundamento en el Decreto
2324 de 1984, lo siguiente:
"- La playa es
un bien de uso público, el sector contiguo a ésta es un sistema fluviomarino y
a partir del límite final de los 80 metros la DIMAR ejerce jurisdicción de 50
metros y en el denominado tercer sector asignado para cumplir fines de uso
público como es la de garantizar la seguridad de la navegación marítima,
mediante la instalación allí de un faro.
Por lo expuesto
anteriormente se puede determinar claramente y concluír que el terreno en su
totalidad se encuentra bajo la jurisdicción de la Dirección General
Marítima".
El peticionario
considera que los actos acusados constituyen violación de los artículos 13
-derecho a la igualdad-, 25 -derecho al trabajo-, 28 -derecho a la
inviolabilidad del domicilio- y 29 -debido proceso- de la Constitución Política
de Colombia.
2. Fallo del
Juzgado Promiscuo del Circuito de Bahía Solano -Chocó- (Providencia de 11 de
junio de 1992).
El fallador
considera que es improcedente la solicitud presentada al tenor del artículo 1º
literal 7º del Decreto 306 de 1992, cuando expresa que no existe perjuicio
irremediable si el restablecimiento o protección del derecho se realiza a
través de orden oportuna de actuar o abstenerse de hacerlo, siempre que la
conducta sea distinta del pago de una indemnización de perjuicios.
Así mismo, considera
el juzgado, existen otros medios judiciales de defensa como los procedimientos
administrativos, policivos, juicios posesorios y en últimas ordinarios
indemnizatorios.
Con respecto a la
violación del derecho al trabajo, manifestó el Despacho, que el Estado lo debe
proteger, pero que cuando esa actividad humana se contrapone al derecho de
otro, el Estado no puede protegerla.
Así las cosas, el
juzgado promiscuo del circuito de Bahía Solano denegó la tutela de los derechos
aludidos.
II. FUNDAMENTOS
JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de
revisión del fallo dictado por el Juzgado Promiscuo del Circuito de Bahía
Solano (Chocó), con fundamento en los artículos 86 inciso tercero y 241
numeral noveno de la Constitución Política, en concordancia con los artículos
33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace por virtud
de la selección que de dicho fallo practicó la Sala correspondiente, y del
reparto que se verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta
Corporación.
2. Clases de
nexos entre un bien y un titular en la Constitución de Colombia de 1991.
En el contexto de la
Constitución de 1991 la propiedad está protegida y garantizada junto con los
demás derechos adquiridos con arreglo a las leyes civiles.
La Carta distingue
tres clases de propiedad: privada, estatal y pública. A continuación se
analiza cada una de ellas.
La propiedad privada
puede ser individual (CP art. 58), como una forma de aplicar y organizar la
riqueza social para que genere desarrollo económico . Por esta razón debe ser
protegida y garantizada junto con los demás derechos adquiridos con arreglo a
las leyes civiles. Otra de las modalidades de propiedad privada es la colectiva
contemplada en los artículos 329 y 55 Transitorio de la Constitución. Este
último se ocupó de los bienes baldíos de las zonas rurales ribereñas de los
ríos de la Cuenca del Pacífico, de la siguiente forma:
"Dentro de los
dos años vigentes a la entrada en vigencia de la presente Constitución, el
Congreso expedirá, previo estudio por parte de una comisión especial que el
Gobierno creará para tal efecto, una ley que les reconozca a las comunidades
negras que han venido ocupando tierras baldías en las zonas rurales ribereñas
de los ríos de la Cuenca del Pacífico, de acuerdo con sus prácticas
tradicionales de producción, el derecho a la propiedad colectiva sobre las
áreas que habrá de demarcar la misma ley ...".
La propiedad estatal
también se encuentra determinada en el artículo 58 de la Constitución y en el
artículo 332 que se refiere en forma global al subsuelo y a los recursos
naturales renovables como pertenecientes no ya a la República, sino al Estado.
Y la propiedad
pública consagrada en los artículos 63, 82 y 102 de la Constitución. En los
artículos citados no se consagra un derecho en el sentido habitual de la
expresión. Son mas propiamente, unas garantías institucionales, unas
protecciones constitucionales de determinados bienes, inspiradas en distintas
razones de interés público: culturales, ecológicas, protección de minorías,
protección de dominio público.
Es deber para el
Estado proteger la integridad del espacio público y su destinación al uso
común, cuidando de que prevalezca éste sobre el interés particular.
a. Bienes de
dominio privado.
El artículo 58 de la
Constitución establece que se garantiza la propiedad privada y los demás
derechos adquiridos con arreglo a las leyes civiles, los cuales no pueden ser
desconocidos ni vulnerados por leyes posteriores.
En primer término se
define la propiedad como función social que implica obligaciones, a la cual le
es inherente una función ecológica. Se adiciona por lo tanto la definición
tradicional de propiedad que traía la Constitución desde 1936.
Dentro del concepto
de propiedad privada, se encuentra la propiedad individual (CP artículo 58), la
colectiva o comunitaria (CP artículo 329, 58 inciso 3º, 55 y 64 transitorios).
b. Bienes del
Estado.
Son del Estado el
subsuelo y los recursos naturales no renovables de conformidad con el artículo
332 de la Constitución Política, el mar territorial, la zona contigua, la
plataforma continental, la zona económica exclusiva, el espacio aéreo, el
segmento de la órbita geoestacionaria, el espectro electromagnético (CP art.
102), así como los bienes que posee como propiedad privada, en iguales
condiciones que los particulares (CP art. 58).
El artículo 102 de
la Constitución al referirse al territorio y a "los bienes públicos que de
él forman parte", para señalar que pertenecen a "la Nación",
consagra el llamado dominio eminente: el Estado no es titular del territorio en
el sentido de ser "dueño" de él, sino en el sentido de ejercer
soberanía sobre él.
Marienhoff distingue
el "dominio eminente" del "dominio público", así:
"El dominio
eminente es un poder supremo sobre el territorio; vincúlase a la noción de
soberanía. Se ejerce potencialmente sobre todos los bienes situados dentro del
Estado, ya se trate del dominio privado o público del mismo o de la propiedad
de los particulares o administrados... El dominio público, es un
conjunto o suma de bienes sometido a un régimen jurídico especial, distinto del
que rige los bienes de dominio privado"1.
En el artículo 332
de la Constitución, se consagra la propiedad del Estado del subsuelo y de los
recursos naturales no renovables y de los demás muebles destinados a su
transformación, sin perjuicio de los derechos adquiridos.
Ese nuevo texto
adopta una norma general al referirse al subsuelo y a los recursos naturales no
renovables, como pertenecientes no ya a la República sino al Estado.
c. Bienes de
dominio público.
Existe un tercer
grupo de propiedad, normalmente estatal y excepcionalmente privada, que se
distingue no por su titularidad sino por su afectación al dominio público, por
motivos de interés general (CP art. 1º), relacionadas con la riqueza cultural
nacional, el uso público y el espacio público.
Los bienes que deben
comprenderse en el dominio público se determinan no sólo por las leyes que
califican una cosa o un bien como de dominio público; además es necesario que
concurra el elemento del destino o de la afectación del bien a
una finalidad pública; es decir, a un uso o a un servicio público o al fomento
de la riqueza nacional, variedades de la afectación que, a su vez, determinan
la clasificación de los bienes de dominio público2.
La teoría de la
afectación de los bienes de dominio público fue introducida por el legislador
colombiano en el artículo 148 del Decreto 222 de 1983.
c.1. Bienes
afectados al fomento de la riqueza nacional.
Esta clase de bienes
de dominio público está formada por los bienes que están afectos al fomento de
la riqueza nacional. Por ejemplo: el patrimonio cultural, arqueológico e
histórico.
En este grupo se
ubican los bienes de dominio privado o estatal destinados al uso público, como
el caso de las fachadas de los inmuebles que poseen un valor histórico o
arquitectónico, en los que el dominio es exclusivo de una persona, pero no
pueden ser alterados por el valor que representan para la sociedad (artículo 9º
de la Ley 9a de 1989).
c.2. Bienes
afectados al uso público.
Esta categoría la
integran en primer lugar, los bienes de dominio público por naturaleza,
definidos en la ley como aquellos que reúnen determinadas condiciones físicas,
como los ríos, torrentes, playas marítimas y fluviales, radas, entre otros y
también los que siendo obra del hombre, están afectados al uso público en forma
directa como los caminos, canales, puertos, puentes y demás obras públicas de
aprovechamiento o utilización generales cuya conservación y cuidado sean de
competencia de las autoridades locales.
La enumeración que
antecede no debe entenderse cerrada, sino ejemplificativa y abierta, dado que
en la ley 9a de 1.984
y en el Código Civil se refieren a otros bienes análogos de aprovechamiento y
utilización generales.
Los bienes de uso
público del Estado, tienen como característica ser inalienables,
imprescriptibles e inembargables (artículo 63 de la Constitución Política).
a) Inalienables:
significa que no se pueden negociar, esto es, vender, donar, permutar, etc.
b) Inembargables:
esta característica se desprende de la anterior, pues los bienes de las
entidades administrativas no pueden ser objeto de gravámenes hipotecarios,
embargos o apremios.
c) Imprescriptibles:
la defensa de la integridad del dominio público frente a usurpaciones de los
particulares, que, aplicándoles el régimen común, terminarían por imponerse
por el transcurso del tiempo, se ha intentado encontrar, en todas las épocas,
con la formulación del dogma de la imprescriptibilidad de tales bienes3 . Es
contrario a la lógica que bienes que están destinados al uso público de los
habitantes puedan ser asiento de derechos privados, es decir, que al lado del
uso público pueda prosperar la propiedad particular de alguno o algunos de los
asociados.
c.3. Bienes
afectados al espacio público.
La definición de los
bienes del Estado destinados al uso público se encuentra en el artículo 9º de
la Ley 9a de 1.989 que
determina que los bienes de uso público hacen parte del concepto general de espacio
público. Pero este concepto no es exclusivo de estos bienes, sino que
abarca además bienes particulares que por su naturaleza, su uso o afectación
están destinados a la satisfacción de necesidades urbanas colectivas que
trascienden, por tanto, los límites de los intereses individuales de los
habitantes. Luego el espacio público es el género y el uso público, la especie.
Aquél concepto subsume a éste.
El fundamento
constitucional de la protección del espacio público lo encontramos en el
artículo 82 de la Constitución, que establece:
"Es deber del
Estado velar por la protección de la integridad del espacio público y por su
destinación al uso común, el cual prevalece sobre el interés particular.
La entidades
públicas participarán en la plusvalía que genere su acción urbanística y
regularán la utilización del suelo y del espacio aéreo urbano en defensa del
interés común".
Establece así el
citado artículo:
"Entiéndese
por espacio público el
conjunto de inmuebles públicos y los elementos arquitectónicos y naturales de
los inmuebles privados destinados por su naturaleza, por su uso o afectación, a
la satisfacción de necesidades urbanas colectivas que trascienden, por tanto,
los límites de los intereses individuales de los habitantes.
Así, constituyen el
espacio público de la ciudad las áreas requeridas para la circulación, tanto
peatonal, como vehicular, las áreas para la recreación pública, activa o
pasiva, para la seguridad y tranquilidad ciudadana, las franjas de retiro de
las edificaciones sobre las vías, fuentes de agua, parques, plazas, zonas
verdes y similares, las necesarias para la instalación y mantenimiento de los
servicios públicos básicos para la instalación y uso de los elementos
constitutivos del amoblamiento urbano en todas sus expresiones, para la
preservación de las obras de interés público y de los elementos históricos,
naturales, religiosos, recreativos y artísticos como para la conservación y preservación
del paisaje y los elementos naturales del entorno de la ciudad, los
necesarios para la preservación y conservación de las playas marinas y
fluviales, los terrenos de bajamar, a sí como de sus elementos vegetativos,
arenas y corales y, en general, por todas las zonas existentes o debidamente
proyectadas en las que el interés colectivo sea manifiesto y conveniente y que
constituyen por consiguiente zonas para el uso o el disfrute colectivo"
(negrillas no originales).
Este artículo
reitera el concepto que ya se encontraba contenido en el artículo 166 del
Decreto Ley 2324 de 1984, que dice:
"Bienes de uso
público: las playas, los terrenos de bajamar y las aguas marítimas, son
bienes de uso público, por tanto intransferibles a cualquier título a los
particulares, quiénes sólo podrán obtener concesiones, permisos o licencias
para su uso y goce de acuerdo a la ley y las disposiciones del presente
decreto. En consecuencia, tales permisos o licencias no confieren título alguno
sobre el suelo ni el subsuelo" (negrillas no originales).
Así pues, tanto la
playa como la franja de bajamar son bienes de uso público y por lo tanto forman
parte del espacio público. La definición de esas zonas la trae el mismo Decreto
Ley, así:
"COSTA
NACIONAL: Una zona de dos (2) kilómetros de ancho paralela a la línea de la más
alta marea.
PLAYA MARITIMA: Zona
de material no consolidado que se extiende desde la línea de la más baja marea
hasta el lugar donde se presenta un marcado cambio en el material, forma
fisiográfica o hasta donde se inicie la línea de vegetación permanente,
usualmente límite efectivo de las olas de temporal.
BAJAMAR: La máxima
depresión de las aguas o altura mínima.
3. Tratamiento
jurídico de los bienes baldíos.
Las expedición de
las leyes sobre apropiación, adjudicación y recuperación de tierras baldías es
función del Congreso de la República, de conformidad con el artículo 150
numeral 18 de la Constitución.
La Ley 135 de 1961
en su artículo 29 establece que no podrán hacerse adjudicaciones de baldíos sino
por ocupación previa y en favor de las personas naturales o cooperativas o
empresas comunitarias campesinas y por extensiones no mayores de cuatrocientas
cincuenta (450) hectáreas por persona o socio de la empresa comunitaria o
cooperativa campesina. No obstante podrán hacerse adjudicaciones en favor de
entidades de derecho público para la construcción de obras de infraestructura
destinadas a la instalación o dotación de servicios públicos, bajo la condición
que si dentro del término que el Instituto Colombiano de la Reforma Agraria
señalare no se diere cumplimiento al fin previsto, los predios adjudicados
revierten al dominio de la Nación.
Los bienes del
Estado que están destinados a ser adjudicados son los llamados
"baldíos" y, mediante resolución administrativa de adjudicación del
terreno a quien pretenda ser adjudicatario, el Estado le confiere apenas un
derecho personal o crédito, no el derecho real de dominio.
Se denomina bien
baldío al terreno urbano o rural sin edificar o cultivar que forma parte de los
bienes del Estado porque se encuentra dentro de los límites territoriales y
carece de otro dueño.
El artículo 685 del
Código Civil establece que por la ocupación se adquiere el dominio de las cosas
que no pertenecen a nadie y cuya adquisición no es prohibida por las leyes o
por el derecho internacional.
El modo para la
adjudicación de terrenos baldíos es la ocupación, dando cumplimiento a las
disposiciones contenidas en la las Leyes 200 de 1936, 2a de 1.959 y 135 de 1.961 y en
el Decreto 2275 de 1988. Cosa distinta pero no menos importante son las
obligaciones que su condición de ocupador le impone a la persona, por motivos
de orden social, económico y ecológico, en cuanto a la utilización del terreno
en vía de titulación. El acto administrativo de adjudicación es un acto
constitutivo que reconoce la titularidad del derecho real en cabeza del
ocupante, y su inscripción en el competente registro de la propiedad inmueble
sirve de prueba de esta titularidad a partir del hecho de esa ocupación.
Los bienes baldíos
son transferibles por naturaleza y son por lo tanto objeto de enajenación por
titulación.
Según el Código
Fiscal, artículos 66 y 67, los particulares pueden establecerse en tierras
baldías con ganados o cultivos, con derecho a que le sea adjudicada la zona
ocupada. El artículo 1º de la Ley 200 de 1.936 ratifica este concepto.
La ocupación está
garantizada por acciones reales que el ocupante podrá ejercitar para
salvaguardar su derecho; si el ocupante ha cumplido a cabalidad su papel de
adjudicatario, puede constreñir al Estado a su reconocimiento.
La persona que
solicite la adjudicación de un baldío por ocupación previa, deberá demostrar
que tiene bajo explotación económica las dos terceras partes de la superficie
cuya adjudicación solicita, excluídas las zonas de vegetación protectora o
bosques naturales, y además, que en su aprovechamiento cumple con las normas
de protección de los recursos naturales. Para este efecto las áreas
dedicadas a la conservación de la vegetación protectora, lo mismo que las
destinadas al uso forestal racional, situada fuera de las zonas decretadas como
reservas forestales o de bosques nacionales se tendrán como porción explotada
para el cálculo de la superficie de explotación.
Igualmente la Ley 2a de 1959, en el artículo 5º,
consagra que no es permitida la explotación de bosques en terrenos baldíos que
haya señalado el Ministerio de Agricultura, sin licencia del mismo Ministerio,
basada en un concepto técnico, y cualquier producto que se extraiga sin los
requisitos que se determinan en la Ley será decomisado.
El artículo 8º se
refiere a que la adjudicación de tierras baldías estará sujeta a la
condición de que la explotación de las tierras se ajuste a las reglamentaciones
previstas y la violación de las mismas dará lugar a la reversión
automática.
El artículo 209 del
Código de Recursos Naturales prohibe la ocupación de los baldíos que
correspondan a zonas de reserva forestal. Establece así el artículo:
Art. 209: No
podrán ser adjudicados los baldíos de las áreas de reserva forestal.
Se podrá otorgar
concesión sobre el uso de baldíos desprovistos de bosques, aún dentro del área
de reserva forestal, durante el tiempo necesario para que el concesionario
establezca bosques artificiales y los pueda aprovechar.
No se reconocerá el
valor de mejoras hechas en una región después desde haber sido declarada área
de reserva forestal. Tampoco habrá lugar al pago de mejoras en alguna de dichas
áreas cuando se hayan hecho después de ponerse en vigencia este código"
(negrillas no originales).
Ahora bien, la zona
de reserva forestal del Pacífico está determinada en la Ley 2a de 1959, que consagra:
"a) ZONA DE
RESERVA FORESTAL DEL PACIFICO, comprendida dentro de los siguientes límites
generales:
Por el SUR, la línea
de frontera con la República del Ecuador; por el OCCIDENTE, el Océano Pacífico
y la línea divisoria con la República de Panamá; por el NORTE, el Océano
Atlántico (Golfo de Urabá), y por el ORIENTE, una línea que arrancando 15
kilómetros al Este del divorcio de aguas de la Cordillera Occidente, en los
límites con el Ecuador, siga hasta el volcán de Chiles el nevado de Cumbal y la
quebrada San Pedro, y de allí, a través del río Patía, hasta Chita, continuando
15 kilómetros al Este, por el divorcio de aguas del cerro de Rivas al cerro de
Munchique y siguiendo la cordillera Occidental hasta el cerro de Caramanta; de
allí al cerro Paramillo y luego al cerro Murrucucú y de allí una linea recta,
con rumbo 45° noreste, hasta el Océano Atlántico".
La protección
constitucional del ambiente contenida en lo que se ha denominado la
Constitución ecológica4,
es la razón jurídica de la protección de las zonas de reserva forestal y la
prohibición de adjudicación de los baldíos de las áreas que conforman esta
zona.
Es por ello que para
decidir esta tutela se estudiará si el ocupante se encuentra utilizando un
bien baldío adjudicable o una zona de reserva forestal no adjudicable.
4. Nexos derecho
a la ocupación- derecho al ambiente sano.
El artículo 80 de la
Constitución establece:
El Estado
planificará el manejo y aprovechamiento de los recursos naturales, para
garantizar su desarrollo sostenible, su conservación, restauración o
sustitución.
Además, deberá
prevenir y controlar los factores de deterioro ambiental, imponer las sanciones
legales y exigir la reparación de los daños causados.
Así mismo, cooperará
con otras naciones en la protección de los ecosistemas situados en las zonas
fronterizas".
En este artículo se
regulan tres temas relacionados con los recursos naturales: su planificación,
el control de su deterioro y la cooperación fronteriza.
En primer lugar,
debe entenderse que se contemplan aquí tanto los recursos naturales renovables
como los no renovables.
Con los recursos
naturales el hombre se relaciona de dos maneras: o los explota
-"aprovechamiento"-, o los conserva -"manejo", que
implica "conservación, restauración o sustitución"-.
Sin embargo ambas
funciones, en principio casi contradictorias, como quiera que cada vez que el
hombre ha aprovechado los recursos naturales los ha destruído o consumido,
encuentran en el término "desarrollo sostenible", su punto de
equilibrio, en el cual se puede usar y hacer productiva la naturaleza sin
destruirla. Luego, mediante un adecuado manejo -sustentable-, es posible hacer
compatibles y coexistentes ambos términos.
El artículo consagra
básicamente un mandato para el Estado, es decir tanto para la nación como para
las entidades territoriales, con sus entidades descentralizadas. En Colombia,
desde esta óptica institucional, la División de Corporaciones del Departamento
Nacional de Planeación es la agencia encargada de realizar esta planificación,
la cual es ejecutada por el INDERENA y por las Corporaciones autónomas
regionales. Participa igualmente de la planificación el programa de medio
ambiente y el programa del mar que adelanta el Sistema Nacional de ciencia y
Tecnología de Colciencias.
En segundo lugar, el
control de los factores de deterioro ambiental implica una labor preventiva y
una labor represiva. Ambas situaciones las vislumbra el inciso segundo del
artículo objeto de comentario.
La prevención está
asociada a la educación ambiental y a la exigencia de estudios de impacto
ambiental. Aquí la Oficina de Prevención de Desastres de la Presidencia de la
República juega un importante papel.
La represión hace
alusión a las sanciones legales, consistentes en la suspensión de obras,
reparación de daños, indemnización de perjuicios e incluso responsabilidad
penal, como se verá en la parte de los mecanismos protectores de este ensayo.
En tercer lugar se
regula la cooperación fronteriza para proteger ecosistemas. Este inciso se
relaciona con los artículos 226, 289 y 337 de la Carta.
Así pues,
independientemente del derecho a ocupar un terreno baldío y a su posterior
reconocimiento por el Estado, éste deberá controlar el deterioro ambiental
causado por el ocupador y exigir de él la reparación de los daños ocasionados.
5. De las
autoridades encargadas de la protección de las playas y de las reservas
forestales.
Por medio del
Decreto 2324 del 18 de septiembre de 1984, la Dirección General Marítima y
Portuaria -dependencia del Ministerio de Defensa-, ejerce su jurisdicción hasta
el límite exterior de la zona económica exclusiva, en las siguientes áreas:
aguas interiores marítimas, incluyendo canales intercostales y de tráfico
marítimo; y todos aquellos sistemas marinos y fluviomarinos; mar territorial,
zona contigua, zona económica exclusiva, lecho y subsuelo marinos, aguas supra
adyacentes, litorales incluyendo playas y terrenos de bajamar, puertos del país
situados en su jurisdicción; islas, islotes y cayos y sobre algunos ríos de
conformidad con el artículo 2º del mencionado decreto.
La reglamentación
del uso y goce de todas las playas marítimas y de los terrenos de bajamar
corresponde a la Dirección Marítima y Portuaria y así mismo podrá otorgar
concesiones previo el cumplimiento de requisitos, tales como:
"...c) Un
concepto del Instituto de Desarrollo de los Recursos Naturales Renovables
(INDERENA), en que se exprese que las explotaciones o construcciones para las
cuales se solicita el permiso no son contrarias a las normas de conservación y
protección de los recursos naturales renovables existentes en la zona.
El Código de
Recursos Naturales establece en el artículo 164 la protección de las playas y
los recursos naturales renovables de la zona:
"Corresponde al
Estado la protección del ambiente marino, constituído por la aguas, por el
suelo, el subsuelo y el espacio aéreo del mar territorial y el de la zona
económica, y por las playas y recursos naturales renovables de la zona.
Esta protección se
realizará con las medidas necesarias para impedir o provenir la contaminación
de la zona con sustancias que puedan poner en peligro la salud humana,
perjudicar los recursos hidrobiológicos y menoscabar las posibilidades de
esparcimiento o entorpecer los demás usos legítimos del mar.
Entre esas medidas
se tomarán las necesarias para:
a. Determinar la
calidad, los límites y concentraciones permisibles de deshechos que puedan
arrojarse al mar y establecer cuáles no pueden arrojarse;
b. Reglamentar, en
coordinación con el Ministerio de Minas y Energía, el ejercicio de las
actividades de exploración y explotación de hidrocarburos u otros recursos
minerales marinos y submarinos o existentes en las playas marítimas, para
evitar la contaminación del ambiente marino en general".
6. Del caso
concreto.
De conformidad con
el plano elaborado por el funcionario del INDERENA, el área ocupada por el
peticionario se puede dividir en dos sectores: un sector de playa, incluída la
franja de bajamar, y un sector correspondiente a área forestal (bosque
secundario).
a) La playa y la
franja de bajamar son BIENES DE USO PUBLICO del Estado que no pueden ser objeto
de adjudicación por formar parte del espacio público, y cuyos fundamentos
jurídicos ya fueron expuestos en capítulo anterior. Dicha parte no es pues
objeto de tutela.
b) Sobre el área de
bosque secundario que fue ocupada por parte del peticionario, y a fin de
determinar si ésta corresponde a la llamada "zona de reserva
forestal", la Corte Constitucional solicitó al INDERENA la clasificación
que dicho Instituto ha realizado de las áreas forestales, parques naturales y
zonas de colonización. Mediante comunicación de 14 de octubre del año en curso,
el INDERENA envió a esta Corporación con destino al expediente T- 3848, una
copia heliográfica del mapa de reservaciones, permisos, sustracciones y
Corporaciones Regionales de Colombia.
Con fundamento en el
documento mencionado se establece que la zona ocupada por el Sr. Rafael Antonio
Salas Muñoz, se encuentra clasificada por el INDERENA como ASENTAMIENTO DE
COLONOS (S-2) ubicado en Bahía Solano (Chocó).
Para esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional no se encuentra clara la delimitación del
terreno correspondiente al bosque secundario y que fue ocupado por el
peticionario.
Es más del concepto
del perito se colige que el bosque se encuentra dentro del área de jurisdicción
de la Dirección Marítima y Portuaria, pero exactamente no se determina su
límite.
Igualmente por la
documentación aportada al proceso y por verificación posterior de la Corte
Constitucional -documentos que se aportan a esta sentencia-, se
observa que se encuentra pendiente de titulación ante el INCORA el área aledaña
al faro de Punta Huina, lo que hace que igualmente la DIMAR se encuentre
ocupando el mismo sector.
Si tanto el Sr.
Salas Muñoz como la DIMAR se encuentran ocupando, aparentemente, el mismo
sitio, y el área no está definida, para esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional éste es un conflicto que debe ser resuelto por la Jurisdicción
Contencioso Administrativo, de acuerdo con el artículo 83 del Código
Contencioso Administrativo que establece la competencia de esa jurisdicción.
Mientras el pronunciamiento
se efectúa, tanto el particular como la Dirección Marítima y Portuaria
pueden continuar ocupando el terreno de bosque secundario, evitando causar
daños ecológicos irreparables a la vegetación, de conformidad con el artículo
95 numeral 8º de la Constitución Política.
El sector de la
playa y la franja de bajamar no pueden ser ocupados por persona alguna, por
disposición expresa que así lo determina; y los terrenos ubicados en lo que se
denomina "bosque secundario", pueden ser objeto de ocupación, pero
quien ocupe y atente contra los recursos naturales, se hará merecedor a las
sanciones penales a que diere lugar, de conformidad con el Código Penal.
Sobre la
deforestación de la franja aledaña a la playa el INDERENA -Regional pacífico
medio-, realizó un reconocimiento del lugar y conceptuó:
"1. Que el
ilícito fue cometido en la zona aledaña al faro de la ciudad de Mutis y no en
el lugar en donde se encuentra instalado.
2. Que por su
importancia y como medida de protección el área talada por donde circula el
agua subterránea debido a los drenajes debe ser reforestada con especies
nativa.
3. Se recomienda no
tumbar (talar) el área que se encuentra socolada, ni ampliar su superficie.
4. Se recomienda
ampliar el área de protección a la mareas con reforestación ya que ésta franja
quedó muy disminuída.
5. Esta por decir
que las secuelas producidas por la tala ampliaría su extensión con fenómenos
como la erosión y pérdida de agua, de no cumplir con los puntos 2, 3 y 4 ya
señalados".
No existe por lo
tanto vulneración ni amenaza a los derechos fundamentales al trabajo, la
libertad de empresa, la intimidad familiar y la igualdad del peticionario, pues
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional considera que la ocupación no
es un derecho fundamental de origen constitucional sino legal.
El área objeto de la
acción de tutela no se encuentra delimitada y sobre la misma coexisten varias
ocupaciones; así pues, esta Sala de Revisión reitera su consideración de acudir
a la jurisdicción competente para que se dirima el conflicto.
Es necesario
reiterar que según la Constitución el respeto al medio ambiente es deber de
todos y en todas las circunstancias, razón por la cual esta Sala de Revisión de
la Corte Constitucional enviará copia de la Sentencia a la Fiscalía de Bahía
Solano a fin de que se investigue la posible comisión de un hecho punible
contra los recursos naturales de que trata el Capítulo II del Título VII del
Código Penal.
La creación de una
"cultura del ambiente sano", en el marco de la pedagogía
constitucional (CP art. 41) exige que esta Corporación adopte todos los
mecanismos -teóricos y punitivos- necesarios para que la letra de la Carta se
traduzca en la realidad y sea, por tanto, derecho efectivo.
En mérito de lo expuesto,
la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE:
PRIMERO: CONFIRMAR el fallo proferido por el
Juzgado Promiscuo del Circuito de Bahía Solano (Chocó), con las aclaraciones
expuestas en esta Sentencia.
SEGUNDO: A través de la Secretaría General de la
Corte Constitucional, ENVIAR copia de esta Sentencia a la Dirección General
Marítima y Portuaria, al Departamento Nacional de Planeación, al Instituto
Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Medio Ambiente -INDERENA-,
al Instituto Colombiano de la Reforma Agraria -INCORA-, a la Gobernación del
Departamento del Chocó, a la Alcaldía del Municipio de Bahía Solano, a
COLCIENCIAS, al Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional
-IDEA- y a la División Especial de Corporaciones del Departamento Nacional de
Planeación.
TERCERO: A través de la Secretaría General ENVIAR
copia de esta Sentencia a la Fiscalía de Bahía Solano (Chocó) para lo de su
competencia.
CUARTO: A través de la Secretaría General ENVIAR
copia de esta Sentencia al Juzgado Promiscuo del Circuito de Bahía Solano
(Chocó) y al Defensor del Pueblo.
Cópiese, publíquese,
comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ Magistrado
Magistrado
1 MARIENHOFF, Miguel S. Tratado de Derecho Administrativo. Tomo V
-Dominio Público-. Editorial Abeledo Perrot. Buenos Aires.1.988, pág, 38.
2 Cfr, PARADA, Ramón. Derecho Admnistrativo , Tomo III, Bienes
públicos, Derecho urbanístico. Editorial Marcial Pons, cuarta edición. Madrid.
1.991, pág 43 y ss "El criterio de la afectación como definidor del
dominio público. Bienes que comprende".
3 Cfr, GARRIDO FALLA, Fernando. Tratado de Derecho Administrativo.
Volumen II. Novena edición. Editorial Tecnos. Madrid. 1.989, pág. 405 y ss.
4 En la Sentencia T-875 de la Sala Cuarta de Revisión de la Corte
Constitucional, se desarrolló el concepto de Constitución Ecológica,
patiendo de la lectura sistemática, axiológica y finalista de la Constitución
Política. |
168 | T-567-92
Sentencia T-567/92
Sentencia T-567/92
PRINCIPIO DE
EFECTIVIDAD DE LOS DERECHOS
El ejercicio de
la actividad pública, en especial por cuanto concierne a la administración, no
puede cumplirse con desconocimiento del principio constitucional que impone la
efectividad de los derechos de las personas, uno de los cuales es
precisamente el de petición, ni de espaldas al carácter pluralista de la
organización política colombiana, plasmado en el artículo 1º y desarrollado, en
lo referente al caso de una decisión se trata, por los artículos 7º y 13 de la
Constitución, el primero al reconocer y proteger la diversidad étnica y
cultural de la Nación y el segundo al proclamar el principio de igualdad y la
proscripción de toda forma discriminatoria.
DERECHO DE
PETICION-Pronta Resolución
El derecho de
petición, cuyo propósito es el de buscar un acercamiento entre el administrado
y el Estado, otorgándole al ciudadano un instrumento idóneo con el cual acudir
ante él en busca de una información o con el fin de que se produzca un
pronunciamiento oportuno por parte del aparato estatal, es una garantía propia
del sistema de gobierno democrático y una manifestación de la soberanía
popular. El derecho de petición involucra no sólo la posibilidad de acudir ante
la administración, sino que supone además, un resultado de ésta, que se
manifiesta en la obtención de la pronta resolución. Sin este último elemento el
derecho de petición no se realiza, pues es esencial al mismo. En el presente
caso la pronta resolución no se ha manifestado y, por el contrario, se han
dilatado los términos de decisión de manera ostensible, de lo que resulta el
desconocimiento de un derecho fundamental. Y si bien la omisión de la autoridad
genera la ocurrencia del fenómeno jurídico del silencio administrativo, que
puede ser demandable ante la jurisdicción contenciosa, éste no exime a la
administración del deber de resolver la solicitud y no puede ésta protegerse
bajo la égida de su inercia.
IGUALDAD MATERIAL-Vulneración/INDIGENA
En el presente
caso la Corte considera que la reticencia en que la administración ha incurrido
vulnera, además del derecho de petición, el derecho a la igualdad material,
pues existe el deber constitucional de adoptar las medidas pertinentes en favor
de grupos discriminados o marginados. Y siendo evidente el abandono,
humillación y discriminación a los que han sido expuestos los indígenas durante
siglos, se hace necesario que se imponga siempre a su favor un trato
preferencial.
SALA TERCERA DE REVISION
Ref: Expediente
T-3746
Actores:
Gobernadora, Alcalde Mayor y Fiscal del Cabildo de la Parcialidad indígena de
"La Paila" contra el INCORA.
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO (Ponente)
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Aprobada mediante acta en Santa Fe de
Bogotá D.C., el veintitrés (23) de octubre de mil novecientos noventa y dos
(1992).
I. ANTECEDENTES
A. Los ciudadanos Eugenia Méndez, Fabriciano García y
Angélica Guetio, actuando en su propio nombre y en representación del Cabildo
de la parcialidad indígena de La Paila, corregimiento de Timbá, jurisdicción
del municipio Buenos Aires (Cauca), en sus calidades de Gobernadora, Alcalde
Mayor y Fiscal del mismo, respectivamente, instauraron la acción de tutela por
medio de apoderado judicial en contra del gerente general y representante legal
del Instituto Colombiano de Reforma Agraria -INCORA- ante el Tribunal
Administrativo de Cundinamarca.
Los hechos que motivaron la formulación de
la presente acción son los siguientes:
1. El día 10 de julio de 1985 las
comunidades indígenas de La Paila y Río Naya se dirigieron a la División de
Asuntos Indígenas del Instituto de Reforma Agraria -INCORA-, con el fin de que,
una vez organizados como Cabildo, se les titulara un territorio como resguardo,
conforme al censo y alinderamiento señalado en la solicitud. Este territorio,
según
la demanda, era necesario para la seguridad
de la vida y los bienes de todos los miembros de la parcialidad.
2. Los distintos gerentes del instituto
demandado han asumido una actitud dilatoria frente a la petición, por lo que
hasta la fecha de la proposición de esta acción no se había emitido
pronunciamiento al respecto.
3. Afirman los peticionarios que la omisión
del INCORA ha generado la vulneración de sus derechos a la vida, honra, bienes
y creencias "pues debido al deseo por parte de la multinacional
SMURFIT-CARTON DE COLOMBIA S.A. de apoderarse de todos los terrenos de la zona
de influencia del Cabildo de la Parcialidad Indígena de La Paila, se han
presentado roces que han producido la destrucción de los sembrados que le
permitían a esa comunidad subsistir, además de que se ha producido el
encarcelamiento de sus representantes y aún amenazas en contra de su
integridad".
4. Consideran además que se les ha violado
su derecho de petición, el derecho a la igualdad y el reconocimiento y
protección de la diversidad étnica y cultural de la nación.
B. La decisión judicial
La Sección Tercera del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, por medio de la providencia del veintitres
(23) de junio de mil novecientos noventa y dos (1992), decidió tutelar el
derecho de petición fundamentándose en las siguientes consideraciones:
1. Los artículos 2, 7 y 8 de la Carta
Política, que los petentes invocan como vulnerados, no consagran propiamente
derechos fundamentales, sino principios filosófico-políticos orientadores de
la acción estatal.
2. El derecho a la igualdad no resulta
lesionado por la sola inacción de la autoridad de quien se ha solicitado un
pronunciamiento.
3. Se evidencia un claro y ostensible
desconocimiento del derecho de petición ocasionado por la omisión del instituto
demandado. Pues si bien los procedimientos administrativos señalados en la ley
para la constitución de los resguardos indígenas no contienen determinación de
plazos para todas las etapas o momentos que los conforman, es evidente que de
todas formas la decisión debe producirse en un término razonable, conforme a la
naturaleza y complejidad de la actuación administrativa. En el presente caso
han transcurrido seis años y once meses, término más que razonable y suficiente
para que la administración haya emitido el correspondiente pronunciamiento.
C. La sentencia de tutela proferida por el Tribunal
Administrativo de Cundinamarca no fue objeto de impugnación y, de conformidad
con los artículos 86 de la Constitución Nacional y 33 del Decreto 2591 de 1991,
la Sala Quinta de Selección de esta Corte la eligió, para efectos de su
revisión.
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Corte es competente para revisar el
fallo en referencia, de conformidad con lo previsto en los artículos 86 y 241
de la Constitución y en el Decreto 2591 de 1991.
Los principios fundamentales de la Carta en
su relación con los derechos
El artículo 86 de la Constitución Política,
que ha sido invocado por los petentes dando origen al proceso del que ahora se
ocupa la Corte, tiene su razón de ser en la necesidad de garantizar la realización
efectiva y concreta de los derechos constitucionales fundamentales.
La naturaleza eminentemente protectora de
la acción de tutela se pone de presente en las notas de inmediatez, preferencia
y sumariedad con las cuales, junto a otros elementos, el constituyente ha
querido caracterizarla.
No puede concebirse ni entenderse esta
institución, ni tampoco los derechos a cuya protección se orienta, sin
referencia al contexto general de la Carta Política ni de manera aislada
respecto de los principios y fines que la inspiran.
Es claro que entre los fundamentos
principales del sistema constitucional está la consideración del ser humano, su
dignidad y sus derechos como objetivo y razón de la actividad estatal y del
papel que dentro de la organización política cumplen las autoridades públicas.
Esta perspectiva no puede desconocerse al momento de establecer los alcances de
la normativa constitucional ni cuando se confronta con ella el ejercicio
práctico de la función pública en sus diversas manifestaciones.
Si bien es cierto que los preceptos
invocados por los actores en el caso bajo examen, que están consagrados en los
artículos 2, 7 y 8 de la Constitución Nacional, en donde se establecen los
fines del Estado, el reconocimiento y protección de la diversidad étnica y
cultural de la nación colombiana y la obligación de proteger las riquezas
culturales y naturales de la Nación, no están destinados a la previsión de
normas específicas sobre derechos fundamentales, es necesario afirmar que, como
se viene exponiendo, éstos no pueden ser estudiados de manera aislada, pues
sólo en la medida en que sean entendidos en función de los fines y obligaciones
estatales se puede decir que se han interpretado en la forma debida. El
desconocimiento de un derecho fundamental lleva implícito el fracaso de los
fines del Estado.
Así, pues, la Corte Constitucional estima
necesario, previamente a la definición del caso concreto, subrayar el sentido
de tales fines en cuanto alude al tema objeto de controversia.
El artículo 1º de la Carta define a
Colombia como un Estado Social de Derecho que tiene las características de ser
democrático, participativo y pluralista y que está fundado en la dignidad
humana, en la solidaridad de quienes lo integran y en la prevalencia del
interés general.
A la vez, el artículo 2º de la Constitución
indica que son fines esenciales del Estado, entre otros, el servicio a la
comunidad, la garantía de una efectiva vigencia de los principios, derechos y
deberes consagrados en la Constitución y la procura de una participación de
todos en las decisiones que los afectan.
Tales elementos no se reducen a la simple
retórica ni a la aspiración de la comunidad hacia ideales abstractos e
inalcanzables, sino que se constituyen en criterios orientadores sobre el
sentido y el contenido de los preceptos constitucionales en concreto, en orden
a lograr unos propósitos bien definidos por el Constituyente.
Como ya lo expresó esta Corte, "los
principios fundamentales del Estado son una pauta de interpretación ineludible
por la simple razón
de que son parte de la Constitución misma y
están dotados de toda la fuerza normativa que les otorga el artículo cuarto del
texto fundamental"1
Considera la Corporación, además, que tales
principios encuentran soporte, también dotado de fuerza vinculante, en las
declaraciones formuladas por el Constituyente en el Preámbulo de la Carta
cuando señala entre los fines de ésta el de asegurar a los integrantes del
pueblo la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento,
la libertad y la paz, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo
que garantice un orden político, económico y social justo.
En torno a la fuerza obligatoria del
Preámbulo, ha expresado la Corte:
"El Preámbulo
de la Constitución incorpora, mucho más allá de un simple mandato específico,
los fines hacia los cuales tiende el ordenamiento jurídico; los principios que
inspiraron al Constituyente para diseñar de una determinada manera la
estructura fundamental del Estado; la motivación política de toda la
normatividad; los valores que esa Constitución aspira a realizar y que
trasciende la pura literalidad de sus artículos.
El Preámbulo da
sentido a los preceptos constitucionales y señala al Estado las metas hacia las
cuales debe orientar su acción; el rumbo de las instituciones jurídicas.
Lejos de ser ajeno a
la Constitución, el Preámbulo hace parte integrante de ella. Las normas
pertenecientes a las demás jerarquías del sistema jurídico están sujetas a toda
la Constitución y, si no pueden contravenir los mandatos contenidos en su
articulado, menos aún les está permitida la transgresión de las bases sobre las
cuales se soportan y a cuyas finalidades apuntan.
Considera la Corte
que la preceptiva constitucional ha sido enderezada por el propio Constituyente
a la realización de unos fines, al logro de unos cometidos superiores
ambicionados por la sociedad, que cabalmente son los que plasma el Preámbulo y
que justifican la creación y vigencia de las instituciones. Quitar eficacia
jurídica al Preámbulo, llamado a guiar e iluminar el entendimiento de los
mandatos constitucionales para que coincida con la teleología que les da
sentido y coherencia, equivale a convertir esos valores en letra muerta, en
vano propósito del Constituyente, toda vez que al desaparecer los cimientos del
orden constitucional se hace estéril la decisión política soberana a cuyo
amparo se ha establecido la Constitución.
Juzga la Corte
Constitucional que el Preámbulo goza de poder vinculante en cuanto sustento del
orden que la Carta instaura y, por tanto, toda norma -sea de índole legislativa
o de otro nivel- que desconozca o quebrante cualquiera de los fines en él
señalados, lesiona la Constitución porque traiciona sus principios.
Si la razón primera
y trascendente del control constitucional no es otra que la de garantizar la
verdadera vigencia y supremacía de la Constitución, ese control deviene en
utópico cuando se limita a la tarea de comparar entre sí normas aisladas, sin
hilo conductor que las armonice y confiera sentido integral, razonable y sólido
al conjunto."2
Así, pues, el ejercicio de la actividad pública,
en especial por cuanto concierne a la administración, no puede cumplirse con
desconocimiento del principio constitucional que impone la efectividad de los
derechos de las personas, uno de los cuales es precisamente el de petición
-invocado en este proceso-, ni de espaldas al carácter pluralista de la
organización política colombiana, plasmado en el artículo 1º y desarrollado, en
lo referente al caso de cuya decisión se trata, por los artículos 7º y 13 de la
Constitución, el primero al reconocer y proteger la diversidad étnica y
cultural de la Nación y el segundo al proclamar el principio de igualdad y la
proscripción de toda forma discriminatoria.
El derecho de petición
El artículo 23 de la Carta dispone lo
siguiente:
"Artículo 23:
Toda persona tiene derecho a presentar peticiones respetuosas a las autoridades
por motivos de interés general o particular y a obtener pronta resolución. El
legislador podrá reglamentar su ejercicio ante organizaciones privadas para
garantizar los derechos fundamentales".
Este derecho, cuyo propósito es el de
buscar un acercamiento entre el administrado y el Estado, otorgándole al
ciudadano un instrumento idóneo con el cual acudir ante él en busca de una
información o con el fin de que se produzca un pronunciamiento oportuno por
parte del aparato estatal, es una garantía propia del sistema de gobierno
democrático y una manifestación de la soberanía popular.
Según la propia norma constitucional el
derecho de petición involucra no sólo la posibilidad de acudir ante la
administración, sino que supone además, un resultado de ésta, que se manifiesta
en la obtención de la pronta resolución. Sin este último elemento el derecho
de petición no se realiza, pues es esencial al mismo.
Desde luego, como ya lo ha advertido esta
Corte3
, no podría tomarse como parte del derecho de petición una prerrogativa que
llevara forzosamente a que la administración definiera favorablemente las
pretensiones del solicitante.
Por ello, "no se entiende conculcado
el derecho de petición cuando la autoridad responde al peticionario, aunque la
respuesta sea negativa. Ella, siempre y cuando se produzca dentro de los
términos que la ley señala, representa en sí misma, independientemente de su
sentido, la satisfacción del derecho de petición".
Pero, claro está, si sucede a la inversa,
es decir, si transcurren los términos que la ley contempla sin que se obtenga
respuesta alguna de la administración, el derecho de petición resulta
desconocido por cuanto no se cumple el mandato constitucional de la prontitud
en la contestación oficial al peticionario.
En el presente caso la pronta resolución no
se ha manifestado y, por el contrario, se han dilatado los términos de decisión
de manera ostensible, de lo que resulta el desconocimiento de un derecho
fundamental.
Y si bien la omisión de la autoridad genera
la ocurrencia del fenómeno jurídico del silencio administrativo, que puede ser
demandable ante la jurisdicción contenciosa, éste no exime a la administración
del deber de resolver la solicitud y no puede ésta protegerse bajo la égida de
su inercia.
El derecho a la igualdad
En cuanto a la afirmación del Tribunal en
el sentido de que no ha sido violado el derecho a la igualdad por la sola
omisión de la entidad demandada, la Corte estima indispensable formular algunas
precisiones.
Muchas veces la acción o la inactividad de
la administración no necesariamente lesiona un solo derecho fundamental. Es más,
puede decirse que en la mayoría de los casos ocurre una violación múltiple de
derechos, pues directa o indirectamente están relacionados entre sí.
En el presente caso la Corte considera que
la reticencia en que la administración ha incurrido vulnera, además del derecho
de petición, el derecho a la igualdad material, pues existe el deber
constitucional de adoptar las medidas pertinentes en favor de grupos
discriminados o marginados. Y siendo evidente el abandono, humillación y
discriminación a los que han sido expuestos los indígenas durante siglos, se
hace necesario que se imponga siempre a su favor un trato preferencial.
Con base en las anteriores consideraciones,
la Corte Constitucional de la República de Colombia, administrando justicia en
nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
RESUELVE:
Primero.- Confirmar el fallo de tutela del veintitres (23) de
junio de 1992 proferido por la Sección Tercera del Tribunal Administrativo de
Cundinamarca.
Segundo.- Comunicar a la Sección Tercera del Tribunal
Administrativo de Cundinamarca con el fin de que se dé cumplimiento a lo
preceptuado por el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, comuníquese, notifíquese,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Corte Constitucional. Sentencia T-406. Sala Primera de Revisión.
Junio 5 de 1992. Magistrado Ponente: Doctor Ciro Angarita Barón.
2 Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-479. Agosto 13 de
1992. Magistrados Ponentes: Doctores José Gregorio Hernández Galindo y
Alejandro Martínez Caballero.
3 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia del
25 de mayo de 1992. |
169 | T-568-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-568/92
ACCION DE TUTELA-Impugnación
La impugnación de
los fallos de tutela proferidos por los jueces o tribunales en primera
instancia es un verdadero derecho del petente y de su contraparte, que
constituye ocasión para que el superior verifique si en realidad se cumplen los
presupuestos básicos de la acción y si han sido atendidos por el inferior los
requerimientos a que está obligado por el precepto constitucional y por las
normas legales que lo
desarrollen.
DERECHO AL
TRABAJO-Licitud
El trabajo, para
merecer la protección del Estado y para ampararse en el Derecho, uno de cuyos
medios constitucionales es precisamente la acción de tutela, debe cumplir ante
todo, como requisito mínimo, el de la licitud de su objeto. No están cobijadas
por la Constitución y, por el contrario, repugnan a ella en cuanto contradicen
sus mandatos, las actividades que abierta o disimuladamente quebrantan los
preceptos de la ley o encajan en los tipos penales.
PRINCIPIO DE LA
BUENA FE
La buena fe no
puede implicar que el Derecho la admita y proclame como criterio eximente de la
responsabilidad que, según las leyes, corresponde a quienes incurren en
acciones u omisiones dolosas o culposas que ameritan la imposición de sanciones
judiciales o administrativas. Hacer del principio de la buena fe una excusa de
ineludible aceptación para consentir conductas lesivas del orden jurídico
equivale a convertir éste en sistema inoperante. Pese a la obligatoriedad del
principio constitucional enunciado, éste se edifica sobre la base de una
conducta cuidadosa de parte de quien lo invoca, en especial si la ley ha
definido unas responsabilidades mínimas en cabeza del que tiene a su cargo
determinada actividad.
CONTRATO DE
TRANSPORTE-Responsabilidad
De la naturaleza
del contrato de transporte de cosas resulta la elemental precaución del
transportador en establecer el tipo de bienes o elementos que le son confiados
a fin de tomar las previsiones necesarias en torno a su cuidado y protección
durante el tiempo en que responderá por ellas y también con el objeto de evitar
que se lo comprometa en el desarrollo de actividades ilícitas o peligrosas. El
transportador tiene el derecho y aún el deber, de corroborar el contenido de lo
que transporta y, si encuentra que se trata de elementos o sustancias
prohibidos por la ley, habrá de rechazar el contrato en razón de su objeto
ilícito, al paso que estará obligado a adoptar las necesarias medidas de
prevención si la manipulación o traslado del material cuya conducción se le confía
encierra en sí mismo peligro o amenaza.
DECOMISO/DERECHO
A LA PROPIEDAD-Vulneración
Con el decomiso
no se presenta violación del derecho de propiedad, ni existe base para
considerar que el mismo representa una forma de confiscación. Así, si el afectado
demuestra que la autoridad, al imponerle la sanción, actuó por fuera del marco
legal, podrá considerarse que se desconoció su derecho de propiedad "...
pero no porque el decomiso sea una figura prohibida por la Carta Política, sino
por la ilegalidad de la actuación administrativa en el caso concreto".
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia/ACTO
POLICIVO
Si bien el acto
mediante el cual el Gobernador impuso al actor las sanciones de que se trata es
formalmente administrativo, su contenido es de carácter jurisdiccional, por
cuanto fue dirigido a tramitar y fallar en el caso concreto un proceso iniciado
en relación con la comisión de hechos que la ley calificó de punibles, de
acuerdo con reglas de competencia que la radicaron en cabeza del mencionado
funcionario administrativo. Esa clase de actos, de conformidad con lo dispuesto
en el artículo 82 del Código Contencioso Administrativo no está sujeta al
control de la jurisdicción que tal estatuto regula, pues se trata en realidad
de sentencias desde el punto de vista de su contenido material.
ACCION DE TUTELA-Objeto/ACCION DE TUTELA-Hecho
Consumado
La acción de
tutela ha sido concebida como procedimiento preferente y sumario para la
defensa inmediata de los derechos fundamentales, lo cual implica que su
efectividad reside en la posibilidad de que el juez, si encuentra que en
realidad existe la vulneración o la amenaza alegada por quien pide protección,
imparta una orden para que, como lo dice la Constitución, aquél contra quien se
intenta la tutela actúe o se abstenga de hacerlo, lo cual no es factible cuando
los hechos objeto de controversia han sido consumados.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Efectividad
el actor dispuso
y empleó los medios judiciales que en su favor reconocía la ley, pues no sólo
inició ante la jurisdicción Contencioso Administrativa, la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho, sino que además, con el mismo fundamento fáctico,
acudió ante el Juzgado Unico Civil del Circuito de Quibdó -Chocó-, demandando
la reivindicación del derecho de dominio sobre el bien que le había sido
decomisado.
Sala Tercera de Revisión
Ref.:
Expediente T-3843
Acción de tutela
intentada por JOSE LUIS MONTOYA AGUDELO contra el Gobernador del Departamento
del Chocó.
Magistrados:
José Gregorio
Hernández Galindo
- Magistrado
Ponente -
Alejandro
Martínez Caballero
Fabio Morón Díaz
Aprobada mediante
acta, en Santa Fe de Bogotá, D.C., a los veintitrés días del mes de octubre de
mil novecientos noventa y dos (1992).
Procede la Corte
Constitucional, por intermedio de su Sala Tercera de Revisión, a examinar la
Sentencia proferida el pasado doce (12) de junio por el Consejo de Estado,
mediante la cual se confirmó el fallo del Tribunal Administrativo del Chocó,
que a su vez denegó la solicitud de tutela formulada por el ciudadano JOSE LUIS
MONTOYA AGUDELO, relacionada con los hechos que serán expuestos a continuación.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
Mediante escrito
presentado el pasado diez (10) de febrero ante el Tribunal Contencioso
Administrativo del Chocó, el ciudadano JOSE LUIS MONTOYA AGUDELO, ejerciendo la
acción de tutela consagrada en su favor por el artículo 86 de la Constitución
Política, solicitó le fuera restablecido su derecho de propiedad sobre un
vehículo automotor, camión, tipo estacas, marca FORD, modelo 1952, color negro
y crema, de placas TB 0440, que le fue decomisado por la administración
departamental.
MONTOYA AGUDELO,
quien era propietario y conductor del mismo, fue contratado para transportar
entre las ciudades de Quibdó y Medellín, diez (10) canecas con capacidad de 55
galones cada una, cuyo contenido desconocía el actor, según su relato. Al
llegar al retén de Tutunendo-Quibdó-, fue detenido, junto con los señores CESAR
MORENO PALACIOS y FABIO WILLIAM DE JESUS VERA, este último ayudante, e
igualmente fue decomisado el automotor "por sospecha en las canecas o cosa
transportada".
Más tarde,
practicados los experticios correspondientes, se encontró que la mercancía
transportada podía ser descrita así: "... un compuesto carboxílico en el
grupo de CETONAS caracterizándose la sustancia denominada ACETONA o PROPANONA.
2o. El contenido existente en 6 botellas de 6 litros cada una con las siguientes
especificaciones: Safemor 37% de pureza. Tipo para análisis Hydrochloric Acid
(Acido Clorhídrico Hidratado), fabricado por Mallincrodt. Se trata de la
sustancia Acido Clorhídrico tipo reactivo. 3o. El contenido en las 5 canecas
azules con las siguientes especificaciones: Acido clorhídrico, corresponde
exactamente al producto comercial ACIDO CLORHIDRICO. 4o. El contenido de un
tanque metálico con sello azul en fondo blanco con las siguientes
especificaciones: Olin Net. W 45 Kgr. corresponde a la sustancia HIPOCLORITO
DE CALCIO".
Posteriormente,
luego de adelantarse el respectivo proceso, la Administración Departamental
del Chocó, por medio de la resolución No. 0554 de 1985, resolvió sancionar a
JOSE LUIS MONTOYA AGUDELO y a FABIO WILLIAM DE JESUS VERA, con pena de cuatro
(4) meses de arresto inconmutable. Al mismo tiempo se ordenó el decomiso
definitivo del vehículo, que pasó a la Gobernación y se dispuso igualmente la
destrucción de las sustancias incautadas.
Según el actor, el
Estado no probó su responsabilidad en el caso, toda vez que él solamente
cumplía con un contrato de transporte y su profesión no era la de químico, sino
la de conductor, razón por la cual no se le podía exigir aptitud para
distinguir la clase de sustancias cuyo transporte le fue encomendado, motivo
suficiente para que deba presumirse su buena fe.
Por tal motivo,
considera MONTOYA AGUDELO que con el trámite adelantado por la administración
departamental se vulneró su derecho al debido proceso, a la presunción de la buena
fe de sus actos, y se aplicó, según él, la pena de confiscación, la cual para
el solicitante es sinónimo de decomiso, prohibida por el artículo 34 superior.
Al despojarlo del vehículo, estima el peticionario, se ha afectado su derecho
al trabajo, pues el camión, según lo manifiesta, era su único medio de labores
y elemento indispensable para la subsistencia de su familia.
Añade el
peticionario que la resolución mediante la cual se le impuso la sanción es
ilegal y que por lo mismo no puede causar ejecutoria, debiendo ser revocada.
Igualmente, el actor
expresa que, con ocasión de la pena que le fue impuesta por la Gobernación del
Chocó, acudió ante el Tribunal Administrativo de ese Departamento, valiéndose
de la acción de nulidad y restablecimiento del derecho. La demanda le fue
despachada favorablemente mediante fallo de primera instancia, que, a su vez,
fue revocado por el Consejo de Estado. De igual forma intentó una acción
reivindicatoria ante el Juzgado Unico Civil del Circuito de Quibdó, donde su
petición también fue resuelta desfavorablemente.
En síntesis, el
petente solicita que le sea garantizado el goce de su derecho de propiedad
sobre el vehículo; la devolución de la posesión del mismo; la inaplicación del
artículo tercero (3o.) de la resolución No. 0554 de 1985 y el reconocimiento de
la indemnización por el daño que en su sentir le fue causado.
II. LOS FALLOS
MATERIA DE EXAMEN
Mediante providencia
del catorce (14) de febrero del presente año, el Tribunal Administrativo del
Chocó, interpretando el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991, envió el
expediente al Consejo de Estado por considerar que era éste el competente para
conocer de la acción instaurada por el ciudadano JOSE LUIS MONTOYA AGUDELO. El
veintiséis (26) de marzo del año en curso el Consejo de Estado resolvió
devolver el expediente al Tribunal de origen para que conociera de la acción.
El Tribunal
Contencioso Administrativo del Chocó, en providencia del cuatro (4) de mayo de
mil novecientos noventa y dos (1992), resolvió en primera instancia acerca de
la solicitud de tutela incoada por MONTOYA AGUDELO. Las consideraciones en las
cuales se fundamenta el fallo están relacionadas, esencialmente, con la
decisión proferida el dieciséis (16) de febrero de 1988 por la Sección Primera
del Consejo de Estado, según la cual el órgano ejecutivo del poder público
también cumple funciones judiciales cuando dicta sentencias de naturaleza penal
o civil. Se trata, según el Consejo de Estado, de decisiones jurisdiccionales
con fuerza de cosa juzgada.
Con base en la
mencionada sentencia encontró el Tribunal Administrativo del Chocó, que la
resolución No. 0554 de 1985, emanada de la Gobernación del Departamento,
"tiene fuerza de cosa juzgada y por lo consiguiente se operó el fenómeno
de la caducidad previsto en el artículo 11 del Decreto 2591 de 1991".
El segundo argumento
expuesto por el Juez administrativo se funda en lo manifestado por la Corte
Suprema de Justicia en providencia del 9 de diciembre de 1991, según la cual la
acción de tutela no procede contra sentencias. Con fundamento en tales
consideraciones se decidió denegar la solicitud formulada, mediante providencia
que una vez impugnada, llegó a conocimiento del Consejo de Estado, el cual,
mediante fallo del doce (12) de junio del presente año resolvió confirmarla.
Las razones que
llevaron al máximo tribunal de la jurisdicción Contencioso Administrativa a
tomar tal decisión, se refieren a las condiciones que la Constitución Política
y la ley determinan para hacer procedente la acción de tutela, entre las que se
cuenta la relacionada con la prohibición de su viabilidad cuando el afectado
disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable, concluyendo que contra el
acto atacado existieron recursos y medios de defensa empleados en su momento
por el accionante. Así fue como interpuso la acción de nulidad y
restablecimiento del derecho, petición que fue resuelta mediante sentencias
del ocho (8) de julio de mil novecientos ochenta y seis (1986) y del dieciséis
(16) de febrero de mil novecientos ochenta y ocho (1988), proferidas por el
Tribunal Administrativo del Chocó y el Consejo de Estado, respectivamente.
Igualmente intentó una acción reivindicatoria por la misma causa ante el
Juzgado Unico Civil del Circuito de Quibdó.
De otra parte,
considera el Consejo de Estado que los hechos originarios de la acción
ocurrieron en el año de mil novecientos ochenta y cinco (1985), cuando aún no
se había expedido la actual Constitución, no siendo posible mediante la tutela
"proteger situaciones jurídicas acaecidas con anterioridad a la expedición
de la Carta Política de mil novecientos noventa y uno (1991)". Atendiendo
a tales consideraciones el fallo de primera instancia fue confirmado.
El expediente se
recibió el pasado seis (6) de julio en la Secretaría General de la Corte
Constitucional y fue enviado a la Sala de Selección No. 6, la que el veintiocho
(28) del mismo mes resolvió repartirlo a la Sala de Revisión que ahora avoca
su conocimiento.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Competencia
La Corte
Constitucional es competente para revisar las sentencias mencionadas, según lo
disponen los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución Política; 31,
32, 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991.
El derecho a
impugnar los fallos de tutela
El trámite surtido
durante el proceso previo a las sentencias de cuya revisión se trata, permite a
la Corte Constitucional insistir en que, a la luz del artículo 86 de la Carta,
la impugnación de los fallos de tutela proferidos por los jueces o tribunales
en primera instancia es un verdadero derecho del petente y de su contraparte,
que constituye a la vez, ocasión para que el superior verifique si en realidad
se cumplen los presupuestos básicos de la acción y si han sido atendidos por el
inferior los requerimientos a que está obligado por el precepto constitucional
y por las normas legales que lo
desarrollen.
En consecuencia,
como acertadamente lo indica el Consejo de Estado al devolver al despacho de
origen las diligencias que erróneamente le había remitido, el procedimiento de
la acción de tutela debe surtirse en dos instancias, razón por la cual no es
admisible que se intente en primera (que sería única) ante tribunales que, como
el propio Consejo de Estado o la Corte Suprema de Justicia, carecen de superior
jerárquico, en cuanto que, dentro de sus respectivas jurisdicciones, tales corporaciones
tienen la máxima autoridad. En cuanto a las atribuciones de la Corte
Constitucional, ésta ya ha sido reiterativa en rechazar de plano las demandas
de tutela que le son presentadas en forma directa, pues de conformidad con lo
previsto en los artículos 86 y 241 de la Constitución, desarrollados por el
Decreto 2591 de 1991, su competencia en esta materia se circunscribe de modo
exclusivo a la revisión eventual de las sentencias proferidas por los jueces de
instancia.
El caso sometido
a examen
El análisis de los
hechos que dieron lugar a la expedición por parte de la Gobernación del Chocó
de la resolución número 0554 de 1985, por la cual se sancionó a unos
contraventores y se dispuso el decomiso de un vehículo, comprende diversos
tópicos relacionados con derechos constitucionales como el debido proceso, el
trabajo y la propiedad, que han sido objeto del examen detenido de esta Corte
desde varios puntos de vista.
En el caso sub-lite,
considera el actor que, con la resolución antes mencionada, que le fue
notificada personalmente el día cuatro (4) de junio de mil novecientos ochenta
y cinco (1985), se desconocieron varios derechos fundamentales consagrados en
su favor por la Carta .
De acuerdo con lo
establecido en el expediente, el Gobernador del Departamento del Chocó,
haciendo uso de las facultades que le conferían los decretos 1041 y 1061 de
1984 y 1355 de 1970, en atención al informe rendido por el Comandante del
Departamento de Policía, abrió investigación y oyó en descargos a los
inculpados, al tiempo que solicitó a la Universidad Tecnológica del Chocó tomar
muestras de las sustancias incautadas para el respectivo análisis de
laboratorio y dispuso el envío de ellas a Medicina Legal, Seccional Medellín, y
al Departamento de Estudios Criminológicos y de Policía Judicial
"DESIPOL". Se oyó en exposición libre y espontánea a todos los
inculpados y se practicó una diligencia de careo.
De las pruebas
allegadas por las autoridades logró establecerse que se trataba de sustancias
de comercialización, porte y almacenamiento prohibidos de acuerdo con lo
señalado por el literal b), artículo 1o., del Decreto 1041 de 1984, y que se
emplean en la fabricación de sustancias capaces de producir adicción síquica o
física.
De igual manera se
estableció que el camión de propiedad de MONTOYA AGUDELO, fue cargado hacia
las once y treinta de la noche del día veintinueve (29) de abril de 1985, en
el puente del río Cobí (Carretera Quibdó-Yuto), siendo capturados sus ocupantes
e incautada la mercancía por la Policía Nacional acantonada en Tutunendo
-Chocó-. Con tales hechos, de acuerdo con las pruebas recaudadas, se encontró
que MONTOYA AGUDELO era responsable de haber violado con su conducta los
decretos 1041 y 1061 de 1984.
Debe recordarse que
el Decreto Legislativo 1041 fue expedido el 1o. de mayo de 1984 y que mediante
él, en ejercicio de las atribuciones presidenciales durante el Estado de Sitio,
se establecieron algunas contravenciones en desarrollo del Decreto 1038, que en
la misma fecha había declarado turbado el orden público en todo el territorio.
El artículo 1o. del citado decreto estableció: "incurren en contravención
y arresto inconmutable hasta por un (1) año, sin perjuicio de la acción penal a
que hubiere lugar, ...: b) quien comercie, porte, o almacene sin
justificación, gasolina, explosivos o elementos químicos tales como acetona,
éter, ácido sulfúrico, ácido clorhídrico, solventes, disolventes,
carbonado liviano y otros similares empleados en la fabricación de sustancias
susceptibles de producir adicción síquica o física" (subraya la Sala).
En uso de las mismas
facultades de excepción, el artículo 1o. del Decreto 1061 de 1984, mediante el
cual se dictaron medidas conducentes al restablecimiento del orden público,
dispuso: "Artículo 1o.- Además de las sanciones penales a que hubiere
lugar, incurre en contravenciones de carácter penal y por consiguiente será
responsable: ... e) el dueño, conductor, tenedor o arrendatario de vehículos
terrestres que (...) transporte mercancías de comercio ilícito o de uso
prohibido". El artículo 3o. estatuyó: "Las contravenciones a que se
refiere el artículo 1o. de este decreto darán lugar a las siguientes sanciones:
... b) decomiso de la aeronave, embarcación o vehículo utilizado para
realizarlas".
De lo que obra en el
expediente resulta que el procedimiento seguido para la imposición de las
sanciones fue el señalado en los artículos 228 del Decreto 1355 de 1970 y 7o.
del Decreto 1061 de 1984.
De las diligencias
conocidas por la Corte, se desprende que el peticionario fue juzgado de acuerdo
con normas preexistentes al acto que se le imputaba y ante la autoridad
competente, que le fue respetado su derecho a la defensa y que fue oído en
descargos antes de ser sancionado. Es decir, que en el trámite ahora sometido
a revisión no se vulneró la garantía del debido proceso hoy reconocida por el
artículo 29 de la Carta (26 de la Constitución vigente para la época en que
acaecieron los hechos).
Alcances
constitucionales del derecho al trabajo. La licitud como elemento esencial de
la actividad laboral que protege la Constitución
Una de las bases en
que se inspira el ordenamiento jurídico colombiano, en especial después de
expedida la Carta Política de 1991, está constituída por el reconocimiento
expreso y la protección decidida del trabajo como elemento insustituible de
convivencia social. Así lo expresa de manera franca el Preámbulo de la
Constitución, cuya fuerza vinculante ha sido afirmada en reciente fallo de esta
Corte1
, cuando señala como objetivo
prioritario de la normativa fundamental el de asegurar este derecho a los
integrantes del pueblo de Colombia dentro de un marco jurídico que garantice un
orden político, económico y social justo.
El artículo 1º de la
Carta define al Estado colombiano como social de derecho fundado, entre otros
motivos superiores, en el respeto de la dignidad humana y en el trabajo, al
paso que el 25 declara este valor como derecho y obligación social que goza, en
todas sus modalidades, de la especial protección del Estado.
"Toda persona
tiene derecho a un trabajo en condiciones dignas y justas" ha proclamado
con vigor el Constituyente y ha estructurado un sistema normativo enderezado a
realizar en la práctica ese empeño colectivo. Tal cometido armoniza con la garantía
constitucional que a todos reconoce la libertad de escoger profesión u oficio
(artículo 26) y con los mandatos que procuran la expedición de un estatuto
laboral estructurado sobre principios mínimos directamente establecidos por la
Constitución para brindar a los trabajadores igualdad de oportunidades,
remuneración mínima vital y móvil, salario proporcional a la cantidad y calidad
de trabajo, estabilidad en el empleo, irrenunciabilidad a los beneficios
laborales de índole legal, principio de favorabilidad en la interpretación y
aplicación de las fuentes formales de derecho relativas al trabajo, garantía de
la seguridad social, capacitación, adiestramiento, descanso y demás
prerrogativas tendientes a la efectividad de los derechos que favorecen a los
trabajadores, tanto a la luz del Derecho Interno, como al amparo de los
convenios internacionales que sobre la materia ha ratificado Colombia, y que,
por expresa decisión del Constituyente, hacen parte de aquél (artículo 53 C.N.)2 . Así mismo,
ha sido consagrado el derecho de todo trabajador a obtener del Estado y de su
empleador los medios necesarios a su formación y habilitación profesional y
técnica (artículo 54 C.N).
El Estado se halla
obligado a propiciar la ubicación laboral de las personas en edad de trabajar y
a garantizar a los minusválidos el derecho a un trabajo acorde con sus
condiciones de salud (artículo 13 y 54 C.N.).
Ha sido garantizado
el derecho de huelga cuya reglamentación será objeto de definición legislativa
(artículo 56), y el de negociación colectiva para regular las relaciones
laborales, con las excepciones que la ley contemple (artículo 55)3
Ha expresado esta
Corte que el derecho al trabajo, así amparado constitucionalmente, "...se
presenta bajo distintas manifestaciones: 1) La facultad que le asiste al ser
humano de utilizar su fuerza de trabajo en una actividad lícita y que le
permite obtener los recursos necesarios para subvenir a las necesidades mínimas
de él y de su familia. 2) El derecho a ejercer libremente ocupación u oficio
que no se le puede entorpecer y 3) El derecho que tiene a conseguir un empleo".4
Del desarrollo
jurisprudencial hasta ahora efectuado por la Corte Constitucional en relación
con la primera de las tres formas de manifestación del derecho al trabajo, se
colige un principio de insoslayable observancia en el que esta Sala cree
indispensable insistir, a cuyo tenor la actividad desplegada por la persona
para obtener los recursos que le permitan atender a sus necesidades
individuales y familiares, debe ser LICITA, es decir, respetuosa del orden
normativo establecido en aras del bienestar colectivo. No puede concebirse como
trabajo y mucho menos ser protegida constitucionalmente, aquella ocupación que
causa daño a la colectividad o que en todo o en parte resulta ser atentatoria
del orden jurídico, pues de así admitirse se quebrantaría sin remedio la
estructura básica de la organización social, de la cual son piezas insustituibles
el respeto a la legalidad, la prevalencia del interés común, el digno ejercicio
de los derechos y el cabal cumplimiento de deberes y obligaciones. Dentro de
este contexto axiológico no es factible reconocer el carácter de
"trabajo" a las conductas tipificadas como punibles, tal como lo
pretende el accionante en el caso dilucidado mediante las providencias que
ahora se revisan.
El trabajo, para
merecer la protección del Estado y para ampararse en el Derecho, uno de cuyos
medios constitucionales es precisamente la acción de tutela, debe cumplir ante
todo, como requisito mínimo, el de la licitud de su objeto. No están cobijadas
por la Constitución y, por el contrario, repugnan a ella en cuanto contradicen
sus mandatos, las actividades que abierta o disimuladamente quebrantan los
preceptos de la ley o encajan en los tipos penales. Ninguna protección brinda
el ordenamiento jurídico a las conductas que, so pretexto de profesión, arte u
oficio, sirven o favorecen a la delincuencia en cualquiera de sus formas, ni tampoco
pueden cobijarse bajo su manto las acciones encaminadas a la práctica o el
encubrimiento de acciones subversivas del orden público o lesivas de la
pacífica convivencia social. Semejantes actividades, así se presenten bajo el
ropaje inofensivo del ejercicio de derechos, si la autoridad descubre que no lo
son, lejos de hacer propicia una gestión protectora de los entes públicos deben
ser señaladas sin ambages como altamente corruptoras del orden social
pretendido por la Constitución y perseguidas con arreglo a las leyes.
Así, pues, probada
como está en el expediente que nos ocupa la comisión de actos que en su momento
encuadraban dentro de los presupuestos de la ilicitud a la luz de las
disposiciones legales entonces vigentes, mal podían los tribunales de justicia
que conocieron de la acción de tutela instaurada acceder a las pretensiones del
actor.
Es indispensable
anotar, además, que toda actividad que aspire al reconocimiento social y al
amparo del Estado debe realizarse de acuerdo con la normatividad imperante y
atendiendo siempre al principio de la razonabilidad, según el cual los derechos
son protegidos y deben ser ejercidos hasta un determinado límite -aquel en que
no causen daño o agravio a los demás ni perjudiquen el interés común-, sin que su
titular pueda pretender que le sean tutelados aunque desborden las leyes de la
razón, ni calificar como absolutos derechos cuyo ejercicio puede afectar el
bien de la comunidad. Sobrepasado ese límite, puede afirmarse que desaparece el
derecho.
Por otra parte
expresa el accionante que debido a la sanción impuesta se afectó la
tranquilidad de su familia porque el vehículo decomisado era la fuente de su
sustento. Al respecto es necesario recordar que el decomiso ordenado por la
administración departamental no es un acto arbitrario, sino el cumplimiento de
un claro y expreso mandato legal, que naturalmente implica el despojo del bien,
con las consecuencias que el responsable de la conducta contravencional pudo
prever y debió evitar, ya que nadie puede alegar la propia incuria en su favor.
En el caso materia de examen fue por culpa del petente que se resolvió privarlo
del automotor del cual se venía valiendo para adelantar su trabajo.
La paz y la
convivencia de la familia lógicamente se ven alteradas cuando uno de sus
integrantes resulta, como en el presente caso, responsable de un hecho punible,
pues se afectan las personas más cercanas, particularmente aquellas que
dependen económicamente del inculpado, pero esa circunstancia no es imputable a
la norma que previene el ilícito ni al proceso que se instaura en su
desarrollo, ni se constituye en elemento que pueda purgar la responsabilidad
del sujeto activo o excluir la sanción aplicable a su conducta de acuerdo con
la ley. El carácter disuasivo de la pena se pone de manifiesto, no solamente en
la posibilidad de privación de la libertad, decomiso de los bienes incorporados
a la infracción u otras consecuencias previstas por el sistema jurídico, sino
también en los efectos dañinos que esas sanciones pueden acarrear en la esfera
personal y familiar de aquél a quien se imponen. Todo ello debería ser previsto
con antelación por quien transgrede la ley y no con posterioridad a la
perpetración de las conductas en ella prescritas.
Alcance de la
presunción constitucional sobre buena fe
Alega el
peticionario que en su caso se desconoció por la autoridad pública el principio
según el cual, como lo establece el artículo 83 de la Constitución, se debe
presumir la buena fe en todos los actos que los particulares adelanten ante las
autoridades.
El rango
constitucional que se confiere a dicho postulado encuentra su fundamento en la
necesidad de reconocer como presupuesto básico de las relaciones sociales y
políticas la "bona fides", es decir, la transparencia y ausencia de
dolo en las manifestaciones de voluntad, tanto en las relaciones
interpersonales como en lo concerniente a la actividad del Estado, cuya
existencia y poderes únicamente tienen justificación, si se los encuadra en los
objetivos esenciales del bien común y la primacía de los derechos inalienables
de la persona.
La organización
política, las ramas del poder público, sus organismos y sus agentes están al
servicio de la comunidad y tienen que cumplir el papel que les corresponde
atendiendo a los intereses de ésta y de sus integrantes. El ejercicio de la
función estatal no contrapone ni enfrenta al ciudadano con la autoridad sino
que, por el contrario, debe ser la ocasión para su acercamiento y mutua
colaboración en aras de los objetivos que identifican a todos los miembros de
la colectividad. De allí que los representantes de las entidades y organismos
públicos deban presumir, tal cual lo hace el Constituyente, que quien ante
ellos actúa lo hace de buena fe; mal podrían partir del supuesto contrario, en
una sociedad que se entiende estructurada sobre las bases dichas. Una
presunción distinta de la establecida en la norma superior nos llevaría a
considerar como transgresores del orden social a los individuos que se han
esforzado en establecerlo para darse unas condiciones mínimas de convivencia;
por tanto, suponer la mala fe sería predicar la inexistencia o inutilidad del
orden social, dando lugar a un cúmulo de relaciones basadas en la desconfianza,
y a la consiguiente desestabilización de aquél.
La buena fe, sin
embargo, no puede implicar que el Derecho la admita y proclame como criterio
eximente de la responsabilidad que, según las leyes, corresponde a quienes
incurren en acciones u omisiones dolosas o culposas que ameritan la imposición
de sanciones judiciales o administrativas.
Hacer del principio
de la buena fe una excusa de ineludible aceptación para consentir conductas
lesivas del orden jurídico equivale a convertir éste en sistema inoperante.
En consecuencia,
pese a la obligatoriedad del principio constitucional enunciado, éste se
edifica sobre la base de una conducta cuidadosa de parte de quien lo invoca, en
especial si la ley ha definido unas responsabilidades mínimas en cabeza del que
tiene a su cargo determinada actividad.
Así, en el asunto
que ahora se considera, el petente cumplía con un contrato mercantil en su
condición de transportador y, por tanto, estaba obligado a observar los
principios y disposiciones legales que regulan esa actividad.
El artículo 871 del
Código de Comercio, que en esta materia debe entenderse como desarrollo del
principio constitucional en comento, establece que "los contratos deberán
celebrarse y ejecutarse de buena fe y, en consecuencia, obligarán no sólo a lo
pactado expresamente en ellos sino a todo lo que corresponda a la naturaleza
de los mismos (subraya la Corte), según la ley, la costumbre o la
equidad natural".
De la naturaleza del
contrato de transporte de cosas resulta la elemental precaución del transportador
en establecer el tipo de bienes o elementos que le son confiados a fin de tomar
las previsiones necesarias en torno a su cuidado y protección durante el tiempo
en que responderá por ellas y también con el objeto de evitar que se lo
comprometa en el desarrollo de actividades ilícitas o peligrosas. Es por ello
que, al tenor del artículo 1010 del Código Mercantil, "el remitente
indicará al transportador el nombre y dirección del destinatario, el lugar de
la entrega, la naturaleza, valor, número, peso y volumen de las cosas",
quedando a la mano del transportador la posibilidad adicional que contempla el
inciso 2º de la misma norma: "El transportador podrá, en todo caso,
verificar la exactitud de las indicaciones anteriores y tomar las precauciones
conducentes a tal fin".
El transportador
tiene el derecho y aún el deber, de corroborar el contenido de lo que
transporta y, si encuentra que se trata de elementos o sustancias prohibidos
por la ley, habrá de rechazar el contrato en razón de su objeto ilícito, al
paso que estará obligado a adoptar las necesarias medidas de prevención si la
manipulación o traslado del material cuya conducción se le confía encierra en
sí mismo peligro o amenaza.
En caso sub-lite, ha
dicho el actor que fue desconocida la presunción de buena fe, toda vez que su
profesión de conductor no le permitía saber del contenido de las canecas y
demás recipientes transportados. Empero, constituye elemento probatorio que
desvirtúa la presunción consagrada en su favor, tal como lo establecieron las
sentencias que se revisan, el hecho de haber celebrado un contrato de
transporte de cosas en condiciones que sugerían la comisión de una conducta
punible, en especial la circunstancia de haber cargado el vehículo en un lugar
despoblado, al amparo de la noche, sin tomar la enunciada precaución de
indagar por el contenido de los recipientes, que, por demás, se distinguían con
la leyenda "Thiner Ref.: 05-30", "Hidroclorhídric Acid" y
"Acido Clorhídrico".
Precisamente la
actividad transportadora a la cual se dedica el peticionario le imponía unos
cuidados mínimos respecto de la carga que iba a transportar y de las
condiciones del contrato, más aún atendiendo al período de Estado de Sitio
entonces vigente, que había sido declarado en consideración a "que por la
acción persistente de grupos antisociales relacionados con el narcotráfico,
viene perturbándose el normal funcionamiento de las instituciones en desafío
criminal a la sociedad colombiana, con sus secuelas en la seguridad ciudadana,
la tranquilidad y la salubridad públicas y en la economía nacional"
(Decreto No.1038 de 1984).
Confiscación y
decomiso
Respecto de la pena
de confiscación, que según MONTOYA AGUDELO le fue impuesta, la Corte
Constitucional ya ha tenido oportunidad de pronunciarse y al efecto ha señalado
que el decomiso es una institución distinta de la confiscación, "... pues
(mientras) esta última implica el despojo de la totalidad o parte de los bienes
de una persona a título de pena en favor del fisco y sin compensación alguna,
aquél corresponde a una retención por parte de la autoridad que recae de modo
específico sobre bienes relacionados con la comisión de delitos u obtenidos de
manera ilícita..."5
Por lo anterior, ha
dicho la Corte, con el decomiso no se presenta violación del derecho de
propiedad, ni existe base para considerar que el mismo representa una forma de
confiscación. Así, si el afectado demuestra que la autoridad, al imponerle la
sanción, actuó por fuera del marco legal, podrá considerarse que se desconoció
su derecho de propiedad "... pero no porque el decomiso sea una figura
prohibida por la Carta Política, sino por la ilegalidad de la actuación
administrativa en el caso concreto", según doctrina que ahora se reitera.
Naturaleza
jurisdiccional de la decisión impugnada
Apunta la Corte que,
si bien el acto mediante el cual el Gobernador del Chocó impuso al actor las
sanciones de que se trata es formalmente administrativo, su contenido es de
carácter jurisdiccional, por cuanto fue dirigido a tramitar y fallar en el caso
concreto un proceso iniciado en relación con la comisión de hechos que la ley calificó
de punibles, de acuerdo con reglas de competencia que la radicaron en cabeza
del mencionado funcionario administrativo.
Esa clase de actos,
de conformidad con lo dispuesto en el artículo 82 del Código Contencioso
Administrativo no está sujeta al control de la jurisdicción que tal estatuto
regula, pues se trata en realidad de sentencias desde el punto de vista
de su contenido material. Así lo ha reconocido esta Sala6 al acoger la
doctrina de tiempo atrás sentada por el Consejo de Estado[1],
lo cual implica que las correspondientes decisiones hacen tránsito a cosa
juzgada y, por ende, aplicando la Sentencia No. C-543 del 1º de octubre de 1992
proferida por la Sala Plena de la Corte Constitucional, no cabe contra ellas la
acción de tutela.
Situación
consumada
De otra parte, los
hechos que dieron lugar a la acción intentada por el ciudadano JOSE LUIS
MONTOYA AGUDELO, ocurrieron durante el primer semestre de mil novecientos
ochenta y cinco (1985), es decir hace más de siete (7) años, lo cual significa,
atendiendo a las circunstancias propias del caso, y según ha tenido ocasión de
manifestarlo la Corte Constitucional, que nos encontramos ante una situación
consumada, pues "...la acción que nos ocupa, ha sido concebida como
procedimiento preferente y sumario para la defensa inmediata de los derechos
fundamentales, lo cual implica que su efectividad reside en la posibilidad de
que el juez, si encuentra que en realidad existe la vulneración o la amenaza
alegada por quien pide protección, imparta una orden para que, como lo dice la
Constitución, aquél contra quien se intenta la tutela actúe o se abstenga de
hacerlo...",[2] lo cual no es
factible cuando los hechos objeto de controversia han sido consumados.
Es improcedente,
entonces, acudir a esta vía para reconocer los efectos legalmente atribuídos a
circunstancias que tuvieron ocurrencia bajo la normatividad cuyos desarrollos
administrativos y judiciales obtuvieron cabal y completo trámite, agotando las
posibilidades de nuevos recursos y acciones. Lo anterior es todavía más claro
si se considera que, como lo manifestó la sentencia del Consejo de Estado
materia de revisión, las actuaciones de que aquí se trata se iniciaron y
culminaron cuando aún no había sido expedida la Carta de 1991 ni se había
pensado en consagrar la acción de tutela.
Otros medios de
defensa judicial
El artículo 6o. del
decreto 2591 de 1991, al señalar las causales de improcedencia de la tutela,
dispone en su numeral 1o. que la misma no es viable cuando existan otros
recursos o medios de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable. A este respecto,
como de manera acertada lo expresó el Consejo de Estado en el presente caso,
queda claro que el actor dispuso y empleó los medios judiciales que en su favor
reconocía la ley, pues no sólo inició ante la jurisdicción Contencioso
Administrativa, la acción de nulidad y restablecimiento del derecho, sino que
además, con el mismo fundamento fáctico, acudió ante el Juzgado Unico Civil del
Circuito de Quibdó -Chocó-, demandando la reivindicación del derecho de dominio
sobre el bien que le había sido decomisado.
Es válida la ocasión
para recordar cómo la Corte al señalar el sentido, el alcance y los límites de
la acción de tutela, ha dicho que ella es un mecanismo excepcional, con las
características de subsidiariedad e inmediatez, y que "no ha sido
consagrada para provocar la iniciación de procesos alternativos o sustitutivos
de los ordinarios, o especiales, ni para modificar las reglas que fijan los
diversos ámbitos de
competencia de los jueces, ni para crear instancias adicionales a las
existentes, ni para otorgar a los litigantes la opción de rescatar pleitos ya perdidos,
sino que tiene el propósito claro y definido, estricto y específico, que el
propio artículo 86 de la Constitución indica, que no es otro diferente de
brindar a la persona protección inmediata y subsidiaria para asegurarle el
respeto efectivo de los derechos fundamentales que la Carta le reconoce"[3]
De otra parte, al
adelantar el estudio de la resolución número 0554 de 1985, expedida por la
Gobernación del Chocó, se encuentra que en ella se concedió en favor de las
personas sancionadas el recurso de reposición para ser interpuesto dentro de
los dos (2) días siguientes a su notificación, cuando por mandato expreso del artículo
2o., del decreto 1041 de 1984, contra este tipo de decisiones no procedía
recurso alguno, de lo que puede inferirse la voluntad inequívoca de la
autoridad para proporcionar, aún más allá de la propia ley, medios de defensa
en favor del peticionario.
IV. DECISION
Por las razones que
anteceden, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión, administrando justicia
en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero.- CONFIRMASE en todas sus parte el fallo
proferido el doce (12) de junio del presente año por el Consejo de Estado, Sala
Plena de lo Contencioso Administrativo, mediante el cual, a su vez, fue
confirmada la providencia de fecha cuatro (4) de mayo, pronunciada por el
Tribunal Contencioso Administrativo del Chocó, al decidir acerca de la acción
de tutela instaurada por el ciudadano JOSE LUIS MONTOYA AGUDELO contra el
Departamento del Chocó .
Segundo.- Por la Secretaría, líbrense las
comunicaciones de que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 para los
fines allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la gaceta de la Corte Constitucional.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Crf. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia del 6 de agosto de
1992. Magistrados Ponentes: Doctores José Gregorio Hernández Galindo, Alejandro
Martínez Caballero.
2 Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia No. C-562 del 22
de octubre de 1992. Magistrado Ponente: Doctor Jaime Sanín Greiffenstein.
3 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. T-443 del 6 de julio de
1992. Sala Tercera de Revisión (magistrado Ponente: Doctor José Gregorio
Hernández Galindo) y T-418 del 19 de junio de 1992. Sala Quinta de Revisión
(Magistrado Ponente: Doctor Simón Rodríguez Rodríguez).
4 Cfr. Corte Constitucional. Sentencia NºT-407 del cinco (5) de junio
de mil novecientos noventa y dos (1992). Magistrado Ponente: Doctor Simón
Rodríguez Rodríguez.
5 Cfr. Corte Constitucional Sala Tercera de Revisión. Fallo No.T-460
de julio quince (15) de mil novecientos noventa y dos (1992).
6 Crf. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia
T-550. Octubre 7 de 1992.
[1]Cfr. Consejo de Estado. Sala de lo Contencioso Administrativo.
Sección I. Sent. de abril 12 de 1985.
[2]Cfr. Corte Constitucional Sala Tercera de Revisión. Sentencia No.
T-492 del doce (12) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
[3]Crf. Corte Constitucional. Sala de Revisión No. 3. Sentencia No.
T-01 del tres (3) de abril de mil novecientos noventa y dos (1992). |
170 | T-569-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-569/92
ACCION DE TUTELA-Naturaleza
Dos de las
características esenciales de la acción de tutela en el ordenamiento jurídico
colombiano son la subsidiariedad y la inmediatez: la primera por cuanto tan
sólo resulta procedente instaurar la acción en subsidio o a falta de
instrumento constitucional o legal diferente, susceptible de ser alegado ante
los jueces, esto es, cuando el afectado no disponga de otro medio judicial para
su defensa, a no ser que busque evitar un perjuicio irremediable; la segunda,
puesto que la acción de tutela ha sido instituida como remedio de aplicación
urgente que se hace preciso administrar en guarda de la efectividad concreta y
actual del derecho objeto de la violación o amenaza. De allí que tal acción no
sea procedente cuando exista un medio judicial apto para la defensa del derecho
transgredido o amenazado, a menos que se la utilice como mecanismo transitorio
para evitar un perjuicio irremediable, entendido este último como aquel que tan
solo puede resarcirse en su integridad mediante el pago de una indemnización.
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia
No procede la
acción de tutela contra ninguna providencia judicial, con la única salvedad de
utilizarse como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable,
desde luego supeditada a la decisión definitiva que adopte el juez competente.
REVISION FALLO DE
TUTELA-Alcance
Corresponde a la
Corte Constitucional la tarea de revisar eventualmente los fallos proferidos
por los jueces sobre las acciones de tutela. Esa función que debe cumplirse en
los términos hoy previstos por el Decreto 2591 de 1991, no contempla la
posibilidad de resoluciones por medio de las cuales ésta Corporación adopte
medidas o decisiones que están reservadas por la legislación vigente a otras
jurisdicciones, en este caso a la Jurisdicción Civil.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Eficacia
La regulación
legal de la acción de tutela y una interpretación estricta de la misma permiten
afirmar que es requisito indispensable para que proceda que no exista otro
mecanismo idóneo de defensa judicial para reclamar la protección del derecho
vulnerado o amenazado, del cual pueda predicarse la misma inmediatez y eficacia
para la protección efectiva y real del derecho conculcado, "salvo que
aquella se utilice como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable". Es preciso señalar que no puede haber concurrencia de
medios judiciales, pues siempre prevalece la acción ordinaria. De allí que se
afirme que la tutela no es un medio adicional o complementario pues su carácter
y esencia es ser único medio de protección que al afectado o perjudicado brinde
el ordenamiento jurídico. Si el peticionario dispone de otros medios de defensa
judicial para controvertir, objetar o impugnar el fallo que le es adverso o que
se corrijan los eventuales errores judiciales que infringan derechos
fundamentales, no procederá la acción de tutela.
REF.: EXPEDIENTE
No. T-2602
Peticionario: ROBERTO OROZCO CABALLERO.
Procedencia: JUZGADO VEINTIUNO DE INSTRUCCION CRIMINAL
DE BARRANQUILLA.
Magistrado
Ponente: Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN.
Aprobada según acta
No. 7, del veintiseis (26) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Jaime Sanín
Greiffenstein, Ciro Angarita Barón y Eduardo Cifuentes Muñoz, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-2602 adelantado por ROBERTO OROZCO CABALLERO en nombre y
representación de la señora ELBA ROSA DE LA HOZ y decidida en sentencia
proferida por el Juzgado Veintiuno de Instrucción Criminal de Barranquilla el
19 de febrero de 1992.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
A. ACTO OBJETO
DE LA ACCION
El Juzgado Cuarto
Civil Municipal de Barranquilla, mediante sentencia del 16 de octubre de 1991,
ordenó a la señora ELBA DE LA HOZ y a los demás herederos indeterminados de
DEYANIRA TAPIAS DE DE LA HOZ, restituir el inmueble por ellos ocupado, ubicado
en la calle 21 No. 29-132 (nomenclatura de Barranquilla). De igual manera se da
por terminado el contrato de arrendamiento suscrito entre los señores DESIDERIO
URIBE MANOTAS y DEYANIRA TAPIAS DE DE LA HOZ.
B. HECHOS
El abogado ROBERTO
OROZCO CABALLERO, quien actúa en nombre y representación de ELBA ROSA DE LA
HOZ, interpuso acción de tutela ante el Juzgado Veintiuno Instrucción Criminal
de Barranquilla. Estima que la providencia Del Juzgado Cuarto Civil Municipal
ha desconocido el Derecho de Propiedad de su representada sobre el inmueble por
ella habitado, del cual afirma, es legítima propietaria.
Manifestó que el
señor DESIDERIO URIBE MANOTAS, mediante acción de restitución demandó a la
señora DEYANIRA DE DE LA HOZ y herederos indeterminados, por incumplimiento en
el pago de los cánones de arrendamiento del inmueble ubicado en la calle 21 No.
29-132 de Barranquilla (contrato que fue tachado de falso por la señora ELBA
ROSA DE LA HOZ, heredera de DEYANIRA DE DE LA HOZ, por cuanto la firma que allí
aparecía no concordaba con la de la cédula de ciudadanía).
La desprotección del
derecho invocado se concretó, según el peticionario, porque dentro del proceso
de restitución se dictó sentencia ordenando restituir el inmueble y dar por
terminado el contrato de arrendamiento, desconociendo la calidad de legítima
propietaria que sobre dicho inmueble tiene ELBA ROSA DE LA HOZ, en virtud de
sentencia de prescripción adquisitiva de dominio proferida por el Juzgado
Quinto Civil del Circuito de esa misma ciudad, de fecha 21 de marzo de 1990, y
confirmada por la Sala Civil del Tribunal Superior de Barranquilla, mediante
providencia del 12 de diciembre de 1990. Dichas sentencias fueron
protocolizadas debidamente por escritura pública No. 1785 de junio 6 de 1991 de
la Notaria Primera de Barranquilla.
C. PETICIONES
DE LA DEMANDA
Solicita la
peticionaria que no se cumpla la sentencia de 16 de octubre de 1991, proferida
por el Juzgado Cuarto Civil Municipal de Barranquilla, y en su lugar se le
respete el derecho de propiedad reconocido en el proceso de pertenencia resuelto
por el Juzgado Quinto Civil del Circuito de la misma ciudad y confirmado por
el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla.
II. TRAMITE
JUDICIAL DE LA ACCION
A. ACTUACION
PROCESAL
Con el fin de dar
trámite a la acción de tutela, el Juzgado dispuso de conformidad con el Decreto
2591 de 1991, evaluar las pruebas pertinentes para luego proferir el fallo
correspondiente. Obran en el proceso las siguientes pruebas:
1. Diligencia de Inspección Judicial
realizada el 7 de febrero de 1992, en el expediente de demanda de restitución
del inmueble de la calle 21 distinguido con el número 29-132 instaurada por el
señor DESIDERIO URIBE MANOTAS, que cursa en el Juzgado Cuarto Civil Municipal
de Barranquilla con el fin de constatar la clase de proceso, la fecha de la
demanda, las partes, el bien objeto de la littis y el estado en que se
encuentra el proceso.
Dicha diligencia se
verificó en el citado Juzgado sobre el expediente radicado bajo el No.
2627, en el cual aparece como demandante DESIDERIO URIBE y como
demandados herederos indeterminados de DEYANIRA TAPIAS DE DE LA HOZ. Se trata
de una demanda de lanzamiento, en virtud del incumplimiento del pago de los
cánones de arrendamiento por parte del arrendatario del inmueble "ubicado
en la calle 47 D No. 20a-78 de Barranquilla".
En el cuaderno de
excepciones aparece poder de la señora ELBA DE LA HOZ a ROBERTO OROZCO en su
calidad de hija de la señora DEYANIRA TAPIAS DE DE LA HOZ, quien contesta la demanda
y tacha de falsa la firma que aparece en el contrato de arrendamiento y al
efecto acompaña la cédula de ciudadanía de la señora DEYANIRA ISABEL TAPIAS DE
DE LA HOZ a fin de que se constate por peritos del D.A.S. la firma que aparece
en la cédula y la que aparece en el contrato de arrendamiento. Luego aparece
Sentencia del Juzgado Cuarto Civil Municipal de Barranquilla de fecha 16 de
octubre de 1991 en la cual en su parte resolutiva se ordena "a la señora
ALBA DE LA HOZ y a los demás herederos indeterminados de DEYANIRA TAPIAS DE DE
LA HOZ restituir completamente desocupado el inmueble que habitan y descrito
con las siguientes medidas y linderos: "....ubicada en esta ciudad en la
calle 47D No. 20A-78".
Aparece finalmente
que el apoderado de uno de los herederos de DEYANIRA TAPIAS interpuso recurso
de apelación contra la sentencia de fecha 18 de octubre de 1991 y el cuál esta
pendiente por resolver.
2. Diligencia de Inspección Judicial realizada
el 17 de febrero de 1992, al expediente No. 2627 radicado en el Juzgado Cuarto
Civil Municipal, contentivo de la demanda de lanzamiento del señor DESIDERIO
URIBE MANOTAS contra la señora DEYANIRA DE LA HOZ y herederos indeterminados
de esta, en la que se transcribe el texto completo de la sentencia de fecha 16 de
octubre de 1991 y la providencia que resolvió la apelación interpuesta por el
apoderado de la señora ELBA ROSA DE LA HOZ TAPIA, la cuál fue negada por
tratarse de un proceso de mínima cuantía. Finalmente se dispone que la
providencia sea consultada con el superior.
B. DECISION
JUDICIAL OBJETO DE REVISION
El Juzgado Ventiuno
de Instrucción Criminal de Barranquilla, mediante providencia del 19 de febrero
de 1992, concedió la tutela impetrada. Sostiene el Juzgado:
"1. La
sentencia de fecha 16 de octubre de 1991 dictada por el Juzgado Cuarto Civil
Municipal, es violatoria del derecho de propiedad consagrado en el artículo 2o.
de la Constitución Nacional por atentar contra el legítimo derecho de propiedad
que tiene la señora ELBA ROSA DE LA HOZ TAPIAS en el inmueble que habita y el
cual le fue adjudicado mediante sentencia de prescripción adquisitiva de
dominio...".
"2. Que
la acción de tutela invocada por la peticionaria por medio de apoderado se
encuentra enmarcada en el artículo 86 de la Constitución Nacional, y por
consiguiente la peticionaria no hace cosa diferente a la de acudir a la
sabiduría del canon constitucional, al ver que el derecho de propiedad de su
casa, en virtud de la sentencia de octubre dieciseis de 1991 del Juzgado Cuarto
Civil Municipal se ha vulnerado y está amenazado, ya que desconoce el derecho
de propiedad que ella tiene sobre dicho inmueble....".
"3. Que
en razón a todo lo expuesto anteriormente al despacho no le queda otra
alternativa sino conceder el derecho de tutela solicitado por la señora ELBA
ROSA DE LA HOZ TAPIAS por medio de apoderado, para subsanar el derecho violado
por la sentencia de fecha 16 de octubre de 1991 dictada por el Juzgado Cuarto
Civil Municipal en el cual se ordena restituir dicho inmueble....".
Por no haber sido
impugnada la anterior decisión, el proceso fue remitido a la Corte
Constitucional para su eventual revisión y, siendo seleccionado, correspondió
a esta Sala su conocimiento.
III. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
De conformidad con
los artículos 86 inciso 2o. y 214 numeral 9o. de la Constitución Nacional y los
artículos 31, 32 y 33 del Decreto 2591 de 1991, por el cual se reglamenta la
acción de tutela, es competente la Corte Constitucional para conocer la
revisión del fallo del Juzgado Ventiuno de Instrucción Criminal de
Barranquilla.
Los aspectos
prácticos y jurídicos relativos al caso sublite exigen considerar si, en primer
lugar, la acción de tutela procede contra sentencias o providencias judiciales
y si existen otros medios o recursos judiciales eficaces de defensa judicial,
temas estos que constituyen las premisas fundamentales del fallo que se revisa.
1. NATURALEZA DE
LA ACCION DE TUTELA
La acción de tutela
fue consagrada como el instrumento idóneo por naturaleza para asegurar y
garantizar la vigencia de los derechos constitucionales fundamentales frente a
los agravios que eventualmente las autoridades públicas o los particulares les
infirieran, en los casos que la ley señala.
La Constitución
edificó una múltiple garantía de protección en favor de la víctima de la
violación o amenaza de un derecho fundamental, como un mecanismo capaz de
afianzar la prevalencia de las normas constitucionales que los consagran, ágil
y eficaz para amparar tales derechos: la acción de tutela ante el Juez
competente, la impugnación del fallo de tutela y su eventual revisión por parte
de la Corte Constitucional.
Se buscó entonces
con la acción de tutela un instrumento idóneo para reclamar ante los jueces en
todo momento y lugar, mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí
misma o por quien actúe a su nombre, la protección inmediata de sus derechos
constitucionales fundamentales, en caso de vulneración, por acción u omisión de
las autoridades públicas o de las particulares en los casos que señala la ley.
Así entonces,
consiste el amparo de los derechos en restablecerlos cuando fueren violados,
impidiendo su transgresión o interrumpiendo la ya que se hubiese iniciado,
mediante una orden del juez para que el particular o la autoridad actúe o se
abstenga de hacerlo, según que la lesión del derecho sea causa de la acción o
la omisión de quien esté obligado a respetarlo.
Conforme al artículo
86 de la Constitución, la acción procede cuando "el afectado no disponga
de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable". Y perjuicio irremediable
conforme al numeral 1o. del artículo 6o. del Decreto 2591 de 1991 es aquel
"que sólo puede ser reparado en su integridad mediante una
indemnización".
La Declaración
Universal de Derechos Humanos aprobada y proclamada el 10 de diciembre de 1948
consagra sobre el particular en su artículo 8o. que:
"Toda persona
tiene derecho a un recurso efectivo, ante los Tribunales Nacionales
competentes, que la amparen contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la Constitución o por la ley".
Este mecanismo fue
igualmente consagrado en la Convención Americana de Derechos Humanos,
ratificada por Colombia, que en su artículo 25 ordena la existencia de un
recurso sencillo y rápido ante los jueces o tribunales competentes para amparar
a toda persona contra actos que violen sus derechos fundamentales desconocidos
por la Constitución, la ley o la Convención.
El artículo 86 de la
Constitución Nacional vino a consagrar el recurso de amparo a que se refiere la
legislación internacional como la acción de tutela, reglamentada por el Decreto
2591 de 1991.
2. CARACTER
SUBSIDIARIO E INMEDIATO DE LA ACCION DE TUTELA
El artículo 86 de la
Constitución consagra la Acción de Tutela como un procedimiento preferente y
sumario para la protección de los derechos constitucionales fundamentales
cuando estos resulten amenazados o vulnerados por la acción o la omisión de
autoridades públicas o de particulares.
La Corte
Constitucional ha señalado que dos de las características esenciales de esta
figura en el ordenamiento jurídico colombiano son la subsidiariedad y la
inmediatez: la primera por cuanto tan sólo resulta procedente instaurar la
acción en subsidio o a falta de instrumento constitucional o legal diferente,
susceptible de ser alegado ante los jueces, esto es, cuando el afectado no
disponga de otro medio judicial para su defensa, a no ser que busque evitar un
perjuicio irremediable (artículo 86, inciso 3o. de la Constitución Política);
la segunda, puesto que la acción de tutela ha sido instituida como remedio de
aplicación urgente que se hace preciso administrar en guarda de la efectividad
concreta y actual del derecho objeto de la violación o amenaza. De allí que,
como lo señala el artículo 86 de la Carta, tal acción no sea procedente cuando
exista un medio judicial apto para la defensa del derecho transgredido o
amenazado, a menos que se la utilice como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, entendido este último como aquel que tan solo puede
resarcirse en su integridad mediante el pago de una indemnización.
3. DEL CASO
CONCRETO
En el presente caso
la actuación del Juez del conocimiento se circunscribe al examen y decisión de
la materia constitucional con prescindencia de todo aquello que no tenga que
ver con la vulneración o amenaza de vulneración del derecho constitucional
fundamental. La acción de tutela no representa frente a los respectivos
procesos judiciales instancia ni recurso alguno. Cuando la vulneración del
Derecho Constitucional se estudia con ocasión del trámite de la acción de
tutela, no se avoca el conocimiento y desarrollo de la littis, que no le
corresponde a la jurisdicción constitucional, sino única y exclusivamente la
conducta del Juez reflejada en su providencia.
Pero para avocar ese
análisis es preciso entrar a determinar la procedencia de la solicitud de
tutela frente al ordenamiento constitucional y legal, y verificar si ella
encaja dentro de las exigencias allí impuestas.
En el caso
sub-judice, nos encontramos ante una solicitud dirigida contra una vulneración
de un derecho fundamental ocasionado por una sentencia judicial. Corresponde
entonces verificar si la acción de tutela es el mecanismo idóneo para depurar
el eventual contenido de injusticia de la sentencia atacada, o si por el
contrario existen otros medios de defensa judicial que el afectado pueda
invocar para obtener la protección de sus derechos.
LA ACCION DE
TUTELA CONTRA SENTENCIAS O PROVIDENCIAS JUDICIALES
No es la ocasión
entrar a analizar si en el contenido de la providencia se amenazan o vulneran
derechos fundamentales, sino si de su carácter se puede afirmar que procede la
acción de tutela, y si contiene alguno de los presupuestos que se exigen para
su efectiva aplicación, de conformidad con el Decreto 2591 de 1991.
En el presente caso
nos encontramos frente a una solicitud de tutela dirigida contra una
providencia que pone fin a un proceso judicial, cual es la sentencia proferida
por el Juzgado Cuarto Civil Municipal de Barranquilla de fecha 16 de octubre de
1991.
De conformidad con
la sentencia proferida por la Corte Constitucional de fecha 1o. de Octubre de
1992, fue declarado inexequible el artículo 40 del Decreto 2591 de 1991, que
permitía el ejercicio de la acción de tutela contra sentencias y providencias
judiciales. Allí se señalaron entre otras, las siguientes consideraciones:
"Es claro que
la acción de tutela no es viable si se la pretende usar como medio enderezado a
la reapertura de procesos que ya fueron objeto de fallo, tanto si respecto de
las decisiones judiciales correspondientes se ha producido la ejecutoria y, en
consecuencia, la cosa juzgada formal, como si han hecho tránsito a cosa juzgada
material. En el primer evento por existir otra vía propicia a la defensa del
derecho en cuestión, como cuando se pide revisar, en virtud de hechos nuevos o
de cambio de circunstancias, la liquidación de obligaciones alimentarias
periódicas o el régimen de visitas de los esposos separados a sus hijos
comunes. En la segunda hipótesis, por la esencia misma del concepto de cosa juzgada
y por el hecho de haber culminado plenamente, en cuanto a todos los aspectos
del asunto controvertido, el trámite del proceso como medio idóneo para
ventilarlo ante la justicia".
Agrega de la misma
manera el citado fallo que:
"De conformidad
con el concepto constitucional de autoridades públicas ("aquellos
servidores públicos llamados a ejercer, dentro del ordenamiento jurídico que
define sus funciones o competencias, poder de mando o decisión cuyas
determinaciones, por tanto, afectan a los gobernados"), no cabe duda de
que los jueces tienen esa calidad en cuanto les corresponde la función de
administrar justicia y sus resoluciones son obligatorias para los particulares
y el Estado. En esas condiciones, no están excluidos de la acción de tutela
respecto de actos u omisiones que vulneren o amenacen derechos fundamentales,
lo cual no significa que proceda dicha acción contra sus providencias. Así, por
ejemplo, nada obsta para que por la vía de la tutela se ordene al juez que ha incurrido
en dilación injustificada en la adopción de decisiones a su cargo que proceda a
resolver o que observe con diligencia los términos, ni riñe con los preceptos
constitucionales la utilización de esta figura anteactuaciones de hecho
imputables al funcionario por medio de las cuales se desconozcan o amenacen los
derechos fundamentales, ni tampoco cuando la decisión pueda causar un
perjuicio irremediable, para lo cual sí está constitucionalmente autorizada la
tutela pero como mecanismo transitorio cuyo efecto, por expreso mandato de
la Carta es puramente temporal y queda supeditado a lo que se resuelva de fondo
por el juez ordinario competente (arts. 86 de la Constitución Política y 8o.
del Decreto 2591 de 1991). En hipótesis como estas no puede hablarse de
atentado alguno contra la seguridad jurídica de los asociados, sino que se
trata de hacer realidad los fines que persigue la justicia".
De las razones
anteriores concluye la Corte que no procede la acción de tutela contra ninguna
providencia judicial, con la única salvedad de utilizarse como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable, desde luego supeditada a la
decisión definitiva que adopte el juez competente.
En el caso objeto
del presente estudio, puede afirmarse categóricamente que no existe perjuicio
irremediable proveniente de la sentencia proferida por el Juzgado Cuarto Civil
Municipal de Barranquilla, por cuanto en primer lugar no se dá la circunstancia
para el solicitante de "un perjuicio que sólo pueda ser reparado en su
integridad mediante una indemnización", ya que la providencia mencionada
se encuentra sujeta a consulta por el superior, quien analizará nuevamente el
contenido y motivación del fallo de que se trata, y procederá a confirmarlo o
modificarlo según su leal saber y entender. En caso que confirme la sentencia
que ordena la restitución del inmueble, el afectado tendrá a su disposición
otras alternativas para defender y proteger su derecho legalmente reconocido,
tales como la oposición a la entrega y el proceso reivindicatorio, mecanismos
que hacen por tanto improcedente aplicar en la presente solicitud de
protección, la acción de tutela como mecanismo transitorio, por cuanto no
existe un perjuicio irremediable latente en cabeza del actor.
En consideración a
lo anterior, deberá revocarse el fallo del Juzgado de Instrucción Criminal de
Barranquilla, que accedió favorablemente a la solicitud del peticionario.
De otra parte,
conviene señalar que corresponde a la Corte Constitucional, conforme a los
artículos 86 y 214 numeral 9o., la tarea de revisar eventualmente los fallos
proferidos por los jueces sobre las acciones de tutela. Esa función que debe
cumplirse en los términos hoy previstos por el Decreto 2591 de 1991, no
contempla la posibilidad de resoluciones por medio de las cuales ésta
Corporación adopte medidas o decisiones que están reservadas por la legislación
vigente a otras jurisdicciones, en este caso a la Jurisdicción Civil.
Con base en ello,
ésta Sala no considera pertinente para el caso concreto entrar a determinar si
la decisión del Juzgado Cuarto Civil Municipal de Barranquilla se ajusta o no a
derecho y si se deberá restituir o no el inmueble, por cuanto será la misma
Jurisdicción Civil la encargada a través de los medios, recursos y acciones que
ella consagra la encargada de definir ésta materia.
LA EXISTENCIA DE
OTROS MEDIOS DE DEFENSA JUDICIAL
No obstante lo
señalado anteriormente, ésta Sala considera necesario reiterar lo que ha venido
sosteniendo esta Corte, en el sentido de que la regulación legal de la acción
de tutela y una interpretación estricta de la misma permiten afirmar que es
requisito indispensable para que proceda que no exista otro mecanismo idóneo de
defensa judicial para reclamar la protección del derecho vulnerado o amenazado,
del cual pueda predicarse la misma inmediatez y eficacia para la protección
efectiva y real del derecho conculcado, "salvo que aquella se utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable".
Es preciso señalar
que no puede haber concurrencia de medios judiciales, pues siempre prevalece la
acción ordinaria. De allí que se afirme que la tutela no es un medio adicional
o complementario pues su carácter y esencia es ser único medio de protección
que al afectado o perjudicado brinde el ordenamiento jurídico.
Para determinar si
se dispone de otro medio de defensa judicial, no sólo se debe examinar si el
ordenamiento contempla expresamente un medio legal de acción. Además de
garantizar el derecho de las personas para acceder a la administración de
justicia, se debe garantizar el derecho fundamental a la protección inmediata
de los derechos fundamentales.
En consecuencia, si
el perjudicado por la acción o la omisión ha utilizado los medios ordinarios de
defensa judicial hasta agotarlos sin lograr una efectiva protección de sus
derechos constitucionales, no dispondrá entonces de ningún otro medio de
defensa, y podrá acudir para esa protección a la acción de tutela.
La Corte ha señalado
en forma reiterada que la acción de tutela es un mecanismo excepcional
concebido en defensa de los derechos fundamentales con la característica de ser
supletorio, esto es, que solamente procede en caso de inexistencia de
otros medios judiciales de defensa:
"Es claro
entonces que el otro medio de defensa judicial a que alude el artículo 86 debe
poseer necesariamente, cuando menos, la misma eficacia en materia de protección
inmediata de derechos constitucionales fundamentales que por su naturaleza,
tiene la acción de tutela".
"En otros
términos, en virtud de lo expuesto por la Carta del 91, no hay duda que el otro
medio de defensa judicial a disposición de la persona que reclama ante los
jueces la protección de sus derechos fundamentales ha de tener una efectividad
igual o superior a la de la acción de tutela para lograr efectiva y
concretamente que la protección sea inmediata. No basta con la existencia pues
en abstracto de otro medio de defensa judicial si su eficacia es inferior a la
de la acción de tutela". (Sentencia Corte Constitucional No. T-414 Sala de
Revisión No. 1 ).
Por lo anterior, si
el peticionario dispone de otros medios de defensa judicial para controvertir,
objetar o impugnar el fallo que le es adverso o que se corrijan los eventuales
errores judiciales que infringan derechos fundamentales, (en el presente caso
el derecho a la propiedad, consagrado en el artículo 58 de la Constitución
Nacional) no procederá la acción de tutela.
La persona afectada
tiene a su alcance, como se señaló anteriormente, invocar como mecanismo para
proteger su derecho supuestamente vulnerado o amenazado, uno de los siguientes
medios de defensa judicial:
1. Si el superior jerárquico del Juez Cuarto
Civil Municipal confirma la sentencia objeto de la consulta, que en este caso
es la providencia respecto de la cual se solicita la tutela, podrá oponerse en
el momento en que se ordene la entrega, a través del procedimiento señalado en
el artículo 338 del Código de Procedimiento Civil.
2. Iniciar un juicio reivindicatorio o acción
de dominio consagrado en los artículos 946 y siguientes del Código Civil, con
el objeto de que confirmada la providencia que se consulta y ordenada la
restitución, pueda iniciar esta acción tendiente a recuperar el dominio del
inmueble.
IV. CONCLUSION
En materia del
ejercicio de la acción de tutela contra sentencias o providencias judiciales,
ya ésta Corte se pronunció en sentencia de Sala Plena No. C - 543 del 1o. de
octubre de 1992, "que no procede la acción de tutela contra ninguna
providencia judicial, con la única salvedad del perjuicio irremediable, desde
luego aplicada en este evento como mecanismo transitorio supeditado a la
decisión definitiva que adopte el juez competente".
Conforme al análisis
realizado en los acápites anteriores, en el presente caso la acción de tutela
debe ser negada, revocando de esa manera la providencia del 19 de febrero de
1992 proferida por el Juzgado Veintiuno de Instrucción Criminal de
Barranquilla.
No sobra advertir
por parte de ésta Sala que se presentó por parte del Juez Veintiuno de
Instrucción Criminal que conoció de la tutela que se revisa, falta de cuidado y
diligencia al examinar y confrontar las pruebas recogidas en el expediente
donde reposa el proceso de restitución, por cuanto la nomenclatura que allí
aparece es distinta en cada caso, presentándose una falta de identidad en el
inmueble objeto de la littis: observese que a folio 4 del expediente que
contiene la solicitud de tutela, en el renglón 12 aparece: "....y por el
inmueble No. 29-132 de la calle 21 de ésta ciudad...."; a su vez en el
folio 8, que contiene el auto del Juzgado Ventiuno de Instrucción Criminal de
Barranquilla del 7 de febrero de 1992 que ordena realizar la inspección
judicial, se dispone en el renglón 4 del párrafo segundo: "....del
inmueble de la calle 21 distinguido con el número 29-132...." Mientras que
a folio 10 de la diligencia de inspección judicial se señala en el renglón 7:
"....ubicada en esta ciudad en la calle 47D No. 20A-78....", lo cual
es ratificado en la segunda diligencia de inspección judicial realizada el día
17 de febrero de 1992 (folio 16) sobre el mismo expediente, que aparece a
renglón 10: "....ubicado en esta ciudad en la calle 47D No.
20A-78....".
V. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E :
Por las razones
expuestas en la parte motiva de esta sentencia,
PRIMERO: REVOCAR la sentencia del 19 de febrero de
1992 proferida por el Juzgado Veintiuno de Instrucción Criminal de
Barranquilla.
SEGUNDO:
Comuníquese la misma
al Juzgado Veintiuno de Instrucción Criminal de Barranquilla, para que sea
notificada a las partes conforme a lo dispuesto en el artículo 36 del Decreto
2591 de 1991, con entrega de copia de esta sentencia a cada uno.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Ponente
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Aclaración de
voto a la Sentencia No. T-569
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS
(Aclaración de voto)
Nuestra posición
acerca de la procedencia de la tutela contra sentencias, no es otra que la que
aparece consignada y debidamente fundamentada en la sentencia T-06 del 12 de
mayo de 1992 y en el salvamento de voto a la sentencia T-543 del 1o. de octubre
de 1992. Sólo en razón de que esta última ha hecho tránsito a cosa juzgada
constitucional respecto de la declaratoria de inexequibilidad de los arts. 11 y
40 del Decreto 2591 de 1991, suscribimos la presente sentencia.
Nuestra posición
acerca de la procedencia de la tutela contra sentencias, no es otra que la que
aparece consignada y debidamente fundamentada en la sentencia T-06 del 12 de
mayo de 1992 y en el salvamento de voto a la sentencia T-543 del 1o. de octubre
de 1992. Sólo en razón de que esta última ha hecho tránsito a cosa juzgada
constitucional respecto de la declaratoria de inexequibilidad de los arts. 11 y
40 del Decreto 2591 de 1991, suscribimos la presente sentencia.
CIRO ANGARITA
BARON EDUARDO CIFUENTES MUÑO
Magistrado
Magistrado |
171 | T-570-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-570/92
ACCION DE TUTELA-Objeto/ACCION DE TUTELA-Hecho
superado
La acción de
tutela tiene por objeto la protección cierta y efectiva de los derechos
constitucionales fundamentales presuntamente amenazados o vulnerados, lo cual
explica la necesidad del pronunciamiento del juez en sentido favorable o
desfavorable, lo cual constituye la razón de ser de la solicitud que ante la
autoridad judicial dirige la persona que se considera afectada. De tal forma
que si la situación de hecho por la cual la persona se queja ya ha sido
superada en términos tales que la aspiración primordial en que consiste el
derecho alegado está siendo satisfecha o lo ha sido totalmente, ha desaparecido
la vulneración o amenaza y, en consecuencia, la posible orden que llegase a
impartir el juez caería en el vacío. Esto implica la desaparición del supuesto
básico del cual parte el artículo 86 de la Carta y hace improcedente la tutela.
Cuando la perturbación, vulneración o amenaza ya no es actual ni inminente y el
peticionario carece de interés jurídico, desaparece el sentido y el objeto de
la acción de tutela, por lo cual habrá de declararse la cesación de la
actuación impugnada.
DERECHOS
ECONOMICOS/DERECHOS SOCIALES/DERECHOS CULTURALES
La Carta de
Derechos de la Constitución colombiana contempla los llamados "Derechos
Económicos, Sociales y Culturales". Estos derechos implican una prestación
por parte del Estado y por lo tanto una erogación económica que por lo general
depende de una decisión política. Su razón de ser está en el hecho de que su
mínima satisfacción es una condición indispensable para el goce de los derechos
civiles y políticos, con lo cual adquieren el carácter de fundamentales. Las
diferentes categorías de tales derechos constituyen un todo indisoluble que
encuentra su base en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana,
característica que exige protección permanente con el propósito de obtener su
plena vigencia, "sin que jamás pueda justificarse la violación de unos en
aras de la realización de otros".
SERVICIOS
PUBLICOS-Acceso
Difícilmente se
comprendería la existencia de un Estado moderno que no sea capaz de asegurar
que todos sus asociados tengan acceso a los servicios públicos, más cuando
solamente el Estado puede garantizar su prestación a todos los habitantes. Pero
en el caso específico en que el Estado no pueda asumir directamente la
prestación de uno de esos servicios públicos, deberá entonces brindarle a esa
comunidad afectada por la carencia total o parcial del servicio los medios
adecuados y crear las condiciones para que ellos directamente y por sus propios
medios puedan lograr obtener la satisfacción mínima de sus necesidades vitales.
DERECHO A LA
SALUBRIDAD PUBLICA/SERVICIOS PUBLICOS DOMICILIARIOS
No se justificaba
entonces una medida como la adoptada inicialmente por el Alcalde en el sentido
de suspender el funcionamiento y la terminación de la construcción del
acueducto privado, especialmente cuando de él se beneficiaba un importante
número de familias. Si el mismo Alcalde reconoció la deficiente prestación del
servicio y la precaria situación del acueducto oficial del corregimiento, no
tiene asidero legal ni constitucional la suspensión del permiso de realizar una
obra indispensable para la satisfacción de unas necesidades mínimas vitales de
la población. Si el Estado no se encuentra en condiciones de prestar
debidamente un servicio público que es esencial para la población, debe crear
las condiciones para que o los particulares o las comunidades organizadas
puedan prestarlos directamente. La Alcaldía entonces no debe obstruir el
funcionamiento ni las obras que sobre estos acueductos se efectúen, sino por el
contrario brindarles las condiciones necesarias para que puedan adecuadamente
tener acceso a este servicio público tan fundamental.
DERECHO AL
SERVICIO DE ACUEDUCTO
El derecho al
servicio de acueducto en aquellas circunstancias en las cuales se afecte de manera
evidente e inminente derechos y principios constitucionales fundamentales, como
la dignidad humana, la vida y los derechos de los disminuidos, deben ser
protegidos por la acción de tutela. El hecho de que la comunidad no tenga
servicio de acueducto, o lo tenga pero no funcionando adecuadamente, se
constituye en factor de riesgo grande para la salud de la comunidad expuesta a
esa situación.
REF.: EXPEDIENTE
No. T-2630
Peticionarios: JAIME SANTAMARIA TELLEZ y OTROS.
Procedencia: JUZGADO PENAL MUNICIPAL DE SUAITA,
SANTANDER.
Magistrado
Ponente: DR. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN.
Aprobada según acta
No. 7 del veintiseis (26) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Jaime Sanín
Greiffenstein, Ciro Angarita Barón y Eduardo Cifuentes Muñoz
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
S E N T E N C I A :
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-2630 promovido por JAIME
SANTAMARIA TELLEZ y los siguientes ciudadanos: FLOR DE MARIA PULIDO DE AGUDELO
con cédula de ciudadanía número 28.425.782 de Suaita (Santander), CARLOS MIGUEL
CASTELLANOS con cédula de ciudadanía número 5.765.553 de Suaita (Santander),
GILMA MOLINA DE ARGUELLO con cédula de ciudadanía número 41.665.786 de Bogotá y
SEGUNDO LEOVIGILDO BOHORQUEZ VELASCO con cédula de ciudadanía número 4.170.226
de Moniquirá (Boyacá) contra la resolución del 26 de marzo de 1992 originaria
de la Alcaldía Municipal de Suaita, Santander.
El negocio llegó a
conocimiento de ésta Sala de Revisión de la Corte Constitucional por la vía
ordinaria de la remisión que hizo el Juzgado Penal Municipal de Suaita,
Santander para su eventual revisión en virtud de lo ordenado por el artículo 31
del Decreto 2591 de 1991.
Conforme al artículo
86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de
Selección de la Corte eligió para efectos de revisión, la presente acción de
tutela, por lo cual se entra a dictar sentencia, de conformidad con el artículo
34 ibidem.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
A. HECHOS DE
LA DEMANDA
1. Hace aproximadamente 12 años un grupo de
personas, habitantes del corregimiento de Vado Real, ubicado en el Municipio de
Suaita, Santander, ante la inexistencia de un acueducto oficial y la carencia
del servicio de agua en sus viviendas, decidieron reunirse y construir un
acueducto privado que les supliera dicha necesidad.
2. El día 7 de febrero de 1991, los
peticionarios le solicitaron permiso a la Alcaldía Municipal de Suaita, para
instalar bajo tierra, sobre una vía pública, unas mangueras pertenecientes a su
acueducto privado, para transportar el agua, la cual se destinaría a satisfacer
las necesidades propias y de sus familias, al igual que para proveer sus
distintos negocios.
3. El mismo día, la Alcaldesa (e) del
Municipio de Suaita, a través del Secretario de Fomento concedió el permiso
para la ejecución de la obra del acueducto privado, señalando una serie de
condiciones que los peticionarios garantizaron cumplir.
4. El día 17 de febrero del mismo año, algunas
personas vecinas del corregimiento demandaron ante la Alcaldía de Suaita la
prohibición de realizar las obras mencionadas por cuanto consideraban sufrirían
innumerables perjuicios, por lo que la Alcaldesa decidió suspender el permiso
concedido a los ejecutantes del acueducto privado y procedió a ordenar que
levantaran las mangueras, fundamentando su decisión en que el acueducto oficial
del corregimiento estaba en funcionamiento.
5. La anterior actuación fue apelada ante la
Gobernación de Santander, la cual mediante resolución número 4073 de 14 de
agosto de 1991, confirmó la decisión de la Alcaldía de Suaita.
6. El 18 de marzo de 1992 se les notificó a
los peticionarios la decisión de la Gobernación, ordenando hacer efectiva la
medida adoptada por la Alcaldía Municipal de Suaita.
B. DERECHOS
VULNERADOS O AMENAZADOS
Los peticionarios
consideran que con la providencia emanada de la Alcaldía Municipal de Suaita,
Santander se vulnera su derecho fundamental a los servicios públicos y en
especial al servicio de acueducto.
C. PETICIONES
JAIME SANTAMARIA
TELLEZ y OTROS, en su propio nombre presentaron el día 6 de abril de 1992 ante
el Juzgado Penal Municipal de Suaita, Santander acción de tutela con fundamento
en el artículo 86 de la Constitución Nacional como mecanismo para obtener la
protección efectiva de sus derechos.
Solicitan con tal
fin que no se haga efectiva la providencia del Alcalde, y que no se suspenda el
funcionamiento del acueducto privado ni se ordene el levantamiento de las
mangueras, porque de lo contrario se les privaría del derecho a tener agua en
sus negocios y en su vivienda para el consumo, dado que el servicio del
acueducto oficial es ineficiente y tan sólo cubre al cuarenta por ciento (40%)
de la población.
II. TRAMITE
JUDICIAL DE LA ACCION
A. ACTUACION
PROCESAL
Con el objeto de
darle trámite a la acción de tutela, el Juzgado Penal Municipal de Suaita
ordenó la práctica de las pruebas conducentes, con fundamento en el artículo 19
del Decreto 2591 de 1991.
De esta manera obran
en el expediente fotocopias debidamente autenticadas de los siguientes
documentos:
1. Proceso policivo adelantado en la Alcaldía
Municipal de Suaita, Santander por la señora DOMINALDA DE CALA en contra de
FERNANDO ARGUELLO y OTROS.
2. Informe rendido por la Alcaldesa (e) de
Suaita, fechado 7 de abril de 1992, en la cual manifiesta en respuesta a la
solicitud del Juzgado Penal Municipal, que el corregimiento de Vado Real cuenta
con un acueducto oficial desde noviembre de 1991, el cual tiene una buena red
de conducción del agua hacia el tanque de almacenamiento, pero la red de
distribución hacia las casas es casi inexiste, razón por la cual la prestación
del servicio es precaria y obsoleta, y tan sólo el 40% de la población urbana
cuenta con el servicio, el cual no es óptimo ni permanente. El otro 60% carece
de red de distribución por lo que algunos habitantes se ven obligados a
recurrir a la instalación de mangueras por su propia cuenta, como en el caso de
los peticionarios. Finalmente agrega que la calidad del agua no es adecuada
para el consumo humano.
B. DECISION
JUDICIAL OBJETO DE REVISION
El Juzgado Penal
Municipal de Suaita, Santander mediante providencia de abril 9 de 1992, denegó
la tutela impetrada, con base en los siguientes argumentos:
1. No aparece un derecho fundamental
constitucional violado o amenazado, toda vez que la prestación del servicio público
de acueducto no está contemplado como derecho fundamental, y de otra parte, en
el caso concreto no se trata de un servicio público sino del establecimiento de
una servidumbre de acueducto de carácter privado, cuya consagración es
eminentemente legal y no constitucional.
2. La acción de tutela sólo opera cuando no
existan otros medios de defensa judicial, y en el presente caso los
solicitantes tienen vía libre para acudir ante la jurisdicción civil, mediante
un proceso abreviado, para que se tramite la servidumbre de acueducto.
3. Finalmente, estima el a-quo que lo que se
controvierte con la demanda de tutela es un acto administrativo emanado del
Alcalde Municipal de Suaita, cuya desvirtuación compete es a la jurisdicción de
lo contencioso administrativo.
Por no haber sido
impugnada la anterior decisión, el proceso fue remitido a la Corte
Constitucional para su eventual revisión y, siendo seleccionado, correspondió a
ésta Sala su conocimiento.
C. PRUEBAS
SOLICITADAS POR LA CORTE CONSTITUCIONAL EN LA REVISION DE LA SENTENCIA
Con fundamento en lo
dispuesto en el artículo 19 del Decreto 2591 de 1991, el Magistrado Ponente con
el propósito de obtener un mejor conocimiento de los hechos invocados por los
peticionarios, decidió por auto de agosto 25 de 1992, solicitar al Alcalde
Municipal de Suaita, informar en forma más detallada sobre los motivos que
llevaron a la suspensión del permiso de funcionamiento del acueducto privado,
al igual que la situación en que actualmente se encuentra el acueducto oficial
del corregimiento.
El Alcalde de
Suaita, HERNANDO MATEUS ALVAREZ respondió el día 27 de agosto del mismo año,
señalando que quienes habían solicitado que se revocara el permiso concedido
por la Alcaldía, lo hacían por considerar que la construcción de ese acueducto
privado era arbitraria, pues rompía terrenos aledaños a sus casas y afectaba el
acueducto oficial. Así mismo, afirmó que las zanjas que se abrieron para
introducir las mangueras fueron oportunamente tapadas y no ocasionaron daño
alguno. Por el contrario, con ese servicio se beneficiaron no sólo los
peticionarios sino otros miembros de la comunidad. El Alcalde consciente que el
acueducto privado no causa perjuicio alguno, que beneficia a un importante
número de familias y además que el acueducto oficial es insuficiente para
atender toda la población y que su servicio es deficiente, resolvió
reconsiderar la solicitud inicialmente elevada por los peticionarios y
concederles el permiso para extender "la red hidráulica en tubería
p.v.c. de alta presión a una profundidad de 1.50 metros", donde no se le
ocasione daño a nadie, lo cual se efectuó el día 31 de mayo de 1992. Es decir,
un mes después de proferida la decisión de tutela por parte del Juzgado Penal
Municipal en el presente caso.
III. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
A. COMPETENCIA
De conformidad con
los artículos 86 incisos 2o. y 214 numeral 9o. de la Constitución Nacional y
los artículos 31, 32 y 33 del Decreto 2591 de 1991, por el cual se reglamenta
la acción de tutela, es competente la Corte Constitucional para conocer de la
revisión del fallo del Juzgado Penal Municipal de Suaita, Santander.
B. LA
PROTECCION DEL DERECHO COMO OBJETO DE LA ACCION DE TUTELA
Para definir los
fundamentos de esta providencia, conviene señalar que la acción de tutela está
prevista en el artículo 86 de la Constitución Nacional como un mecanismo
procesal complementario, específico y directo que tiene por objeto la
protección concreta e inmediata de los derechos constitucionales fundamentales,
en una determinada situación jurídica, cuando éstos sean violados o se presente
amenaza de su violación.
Como lo ha señalado
ésta Corte, dicha acción es un medio procesal específico porque se contrae a la
protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales, afectados
de modo actual e inminente y no a otros, y conduce, previa la solicitud, a
la expedición de una declaración judicial que contenga una o varias ordenes de
efectivo e inmediato cumplimiento.
Es directo, porque
siempre presupone una actuación preferente y sumaria a la que el afectado puede
acudir sólo en ausencia de cualquier otro medio de defensa judicial, salvo que
se utilice excepcionalmente como un mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable y, en todo caso, procura la restitución al sujeto
peticionario en el goce del derecho de rango constitucional fundamental que se
demuestra lesionado.
El ejercicio de la
acción está condicionado, entre otras razones, por la presentación ante el juez
de una situación concreta y específica de violación o amenaza de violación de
los derechos fundamentales, cuya autoría debe ser atribuida a cualquier
autoridad pública, o en ciertos eventos definidos por la ley, a sujetos
particulares. Además, el peticionario debe tener un interés jurídico y pedir su
protección también específica, siempre en ausencia de otro medio judicial de
protección.
Su consagración
constitucional pretende establecer un procedimiento, o eventualmente un
conjunto de procedimientos judiciales autónomos, específicos y directos de
garantía inmediata de muy precisos derechos y libertades establecidos en
principio en el Capítulo I del Título Segundo de la Constitución y considerados
como fundamentales, cuando quiera que sean agraviados por la concreta acción o
la omisión de una autoridad pública o por un organismo del Estado, siempre
identificable específicamente como una autoridad responsable de la misma, o por
un particular en los términos del Decreto 2591 de 1991.
La acción de tutela
tiene por objeto la protección cierta y efectiva de los derechos
constitucionales fundamentales presuntamente amenazados o vulnerados, lo cual
explica la necesidad del pronunciamiento del juez en sentido favorable o
desfavorable, lo cual constituye la razón de ser de la solicitud que ante la
autoridad judicial dirige la persona que se considera afectada. De tal forma
que si la situación de hecho por la cual la persona se queja ya ha sido
superada en términos tales que la aspiración primordial en que consiste el
derecho alegado está siendo satisfecha o lo ha sido totalmente, ha desaparecido
la vulneración o amenaza y, en consecuencia, la posible orden que llegase a
impartir el juez caería en el vacío. Esto implica la desaparición del supuesto
básico del cual parte el artículo 86 de la Carta y hace improcedente la tutela.
En el caso que se
somete a estudio de ésta Sala, como se puede observar del oficio remitido el 27
de agosto del presente año por el Alcalde Municipal de Suaita, del cual se hace
referencia en el acápite relativo a las pruebas solicitadas por ésta Corte en
la revisión de la sentencia proferida por el Juzgado Penal Municipal de Suaita,
Santander, ha desaparecido la vulneración de los derechos fundamentales de los
peticionarios, cual era la orden del Alcalde que impedía la construcción y el
funcionamiento del acueducto privado de algunos habitantes del corregimiento de
Vado Real que violaba sus derechos fundamentales al servicio público de agua
potable y acueducto, ya que por resolución del 31 de mayo proferida por ese despacho
fue revocada la orden de su antecesor, materia de la demanda de tutela.
Teniendo en cuenta
la importancia del tema, aún a pesar de la decisión del Alcalde de Suaita, la
cual como se verá posteriormente conlleva a la cesación de la actuación
impugnada, de conformidad con el artículo 26 del Decreto 2591 de 1991, ésta
Sala considera de especial importancia hacer algunas precisiones en cuanto a
los derechos económicos, sociales y culturales atendidas las características
sociales de nuestro Estado de derecho y sus alcances, al igual que su
consecuente relación con los derechos fundamentales, y en particular el derecho
a la salubridad pública en el caso concreto.
En el presente caso,
los peticionarios consideran amenazado su derecho fundamental al servicio público
de acueducto. Pero del análisis detallado de la solicitud se encuentran también
en peligro el derecho a la salubridad pública (CP. artículos 365 y 366) y el
derecho a la salud (CP. art. 49).
Corresponde entonces
a los jueces constitucionales evaluar si la limitación introducida por una
acción estatal -el acto del alcalde por el cual se suspende el permiso de
construcción del acueducto privado- se justifica y posee suficiente legitimidad
y asidero constitucional, o si por el contrario, se ha presentado una amenaza o
vulneración de alguno de los derechos reconocidos por el ordenamiento
constitucional dentro de la llamada "Carta de Derechos", para
proceder a tutelar aquellos que tengan el carácter de fundamentales.
DEL ESTADO DE
DERECHO AL ESTADO SOCIAL DE DERECHO
El Estado de Derecho
se define materialmente como aquél que consagra, protege y hace efectivos los
derechos de las personas, sus garantías y sus deberes. La protección de los
derechos se integra como elemento definitorio del Estado social de derecho. El
respeto a la dignidad humana, al trabajo y a la solidaridad de las personas que
integran la Nación le dan, en su conjunto, un contenido material y no
simplemente formal al Estado de derecho, el cual ya no puede definirse a secas
como "el imperio de las leyes".
La consideración de
la persona humana y de su dignidad es el presupuesto y el elemento central del
nuevo Estado social de derecho. La persona humana en su manifestación
individual y colectiva es contemplada en la Constitución como fuente suprema y
última de toda autoridad y titular de derechos inalienables para cuya
protección se crea el Estado.
En un plano
subjetivo, los derechos y garantías constitucionalmente proclamados, tienen la
virtualidad de reconocer al individuo y a los grupos sociales el poder efectivo
de establecer, en unos casos, un límite a la acción del Estado; en otros, el de
ejercer libremente una determinada actividad; y, finalmente, el de obtener del
Estado la realización de ciertas prestaciones que correlativamente se tornan en
deberes sociales a su cargo.
La naturaleza social
que identifica al ordenamiento jurídico tiene clara expresión en la prevalencia
de los derechos fundamentales, en la superación de la crisis del Estado de
derecho y en la inmediata realización de urgentes tareas sociales, en
desarrollo de los principios de solidaridad y dignidad humana.
Con el objeto de
crear oportunidades reales para el ejercicio de los derechos por parte de todos
los miembros de la comunidad, la Constitución impone al Estado objetivos, metas
y programas de acción que pueden eventualmente traducirse en derechos a
diferentes prestaciones de orden económico, social y cultural. Con la
consagración de este tipo de derechos y de intereses legítimos que representan
para el Estado obligaciones positivas, se pretende conseguir la igualdad social
de tal forma que la libertad y el pleno desarrollo vital no se encuentre
solamente al alcance de una fracción mínima de la población.
DE LOS DERECHOS
ECONOMICOS, SOCIALES Y CULTURALES
La Carta de Derechos
de la Constitución colombiana contempla en el Título II, Capítulo 2o. los
llamados "Derechos Económicos, Sociales y Culturales". Estos derechos
implican una prestación por parte del Estado y por lo tanto una erogación económica
que por lo general depende de una decisión política. Su razón de ser está en el
hecho de que su mínima satisfacción es una condición indispensable para el goce
de los derechos civiles y políticos, con lo cual adquieren el carácter de
fundamentales.
Las diferentes
categorías de tales derechos constituyen un todo indisoluble que encuentra su
base en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, característica
que exige protección permanente con el propósito de obtener su plena vigencia,
"sin que jamás pueda justificarse la violación de unos en aras de la
realización de otros".
EL DERECHO A LA
SALUBRIDAD PUBLICA Y EL SERVICIO PUBLICO DE AGUA POTABLE
La realidad
socio-económica del país, el deficiente cubrimiento del servicio de agua
potable, la demora en las transferencias de recursos y partidas presupuestales
hacia las regiones, son algunos de los problemas que impiden la prestación
eficiente de éste servicio público.
Se entiende por
servicio público "toda actividad organizada que tienda a satisfacer necesidades
de interés general en forma regular y contínua, de acuerdo con un régimen
jurídico especial, bien que se realice por el Estado, directa o indirectamente,
o por personas privadas". (Decreto 753 de 1956, art. 1o.)
Autores como
Guillermo Perry Rubio definen los servicios públicos como aquellos que
satisfacen necesidades colectivas y que conllevan el deber del Estado de
asegurar la prestación eficiente, oportuna, contínua y equitativa de estos
servicios a todos los habitantes del territorio nacional.
Como consecuencia de
estos planteamientos, la Constitución estableció en su artículo 365 una
vinculación esencial entre el Estado social de derecho y la prestación de los
servicios públicos:
"Artículo 365.
Los servicios públicos son inherentes a la finalidad social del Estado. Es
deber del Estado asegurar su prestación eficiente a todos los habitantes del
territorio nacional.
Los servicios
públicos estarán sometidos al régimen jurídico que fije la ley, podrán ser
prestados por el Estado, directa o indirectamente, por comunidades organizadas,
o por particulares. En todo caso, el Estado mantendrá la regulación, el control
y la vigilancia de dichos servicios....".
Ciertamente es
función de la ley, a iniciativa del gobierno, fijar los servicios a cargo de la
nación y de las entidades territoriales. Sin embargo, el constituyente señala
este criterio en relación con los servicios públicos domiciliarios (energía
eléctrica, agua, etc.): se prestarán directamente por cada municipio cuando las
características técnicas y económicas del servicio y las conveniencias
generales lo permitan y aconsejen, y los departamentos cumplirán funciones de
apoyo y coordinación. (C.P. art. 367).
Difícilmente se
comprendería la existencia de un Estado moderno que no sea capaz de asegurar
que todos sus asociados tengan acceso a los servicios públicos, más cuando
solamente el Estado puede garantizar su prestación a todos los habitantes.
Pero en el caso
específico en que el Estado no pueda asumir directamente la prestación de uno
de esos servicios públicos, v.gr. el de agua potable o acueducto, deberá
entonces brindarle a esa comunidad afectada por la carencia total o parcial del
servicio los medios adecuados y crear las condiciones para que ellos directamente
y por sus propios medios puedan lograr obtener la satisfacción mínima de sus
necesidades vitales.
La extensión de los
servicios públicos a todo el territorio constituye la única forma de superar la
actual situación de desintegración del Estado y la Nación, en la que existe
"más territorio que Estado y más Estado que Nación". Además, se
constituye en factor determinante para reducir los enormes desequilibrios
regionales y sociales que hoy existen y, en consecuencia, en garantía de la paz
social. No puede dejar de observarse que la mayor parte de las perturbaciones
de orden público que conmueven desgarradoramente todo el territorio nacional,
obedecen a la carencia de servicios públicos, que lleva a los pobladores a
realizar paros cívicos, marchas y bloqueos de vías como medio para exigir al
Estado su prestación.
El artículo 366 de
la Carta fue consagrado constitucionalmente con la necesidad de concebir una
igualdad real y efectiva de los ciudadanos, no sólo ante la vida sino ante la
ley. El artículo señala:
"El bienestar
general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población son finalidades
sociales del Estado. Será objetivo fundamental de su actividad la solución de
las necesidades básicas insatisfechas de salud, educación, saneamiento ambiental
y de agua potable".
DEL CASO CONCRETO
Analizados los
antecedentes que aparecen dentro del expediente, y en especial los oficios
remitidos por los Alcaldes Municipales de Suaita, fechados Abril 7 y Agosto 27
de 1992, en los cuales se afirma que el Acueducto oficial del corregimiento de
Vado Real no presta un servicio óptimo y permanente, que tan sólo cubre, y en
forma deficiente, el 40% de la población urbana; que la red de distribución no
reúne las condiciones técnicas para el suministro de agua y que ésta no es
adecuada para el consumo humano y que la prestación de este servicio es
ineficiente por parte del corregimiento, se concluye que éste se constituye en
un factor de riesgo para la salud de los habitantes de la comunidad, por lo que
se trata a juicio de ésta Sala de una clara violación a un derecho fundamental:
la violación del derecho de los habitantes del corregimiento de Vado Real a la
salubridad pública.
El haberse iniciado
la construcción del acueducto oficial constituye una respuesta positiva a las
demandas y clamores populares. Pero el hecho de que dicha obra no se haya
terminado, que la red de distribución adolezca de fallas en el control de
presión y en el caudal, y que los tanques de almacenamiento y tratamiento no
estén en funcionamiento, produce una frustración adicional en la población. Por
ello se ven en la necesidad de recurrir a sus propios medios para transportar
el agua hacia sus residencias y negocios particulares, tal como lo hicieron los
peticionarios en el presente caso, mucho antes aún de que existiera el
acueducto oficial.
No se justificaba
entonces una medida como la adoptada inicialmente por el Alcalde en el sentido
de suspender el funcionamiento y la terminación de la construcción del
acueducto privado, especialmente cuando de él se beneficiaba un importante
número de familias. Si el mismo Alcalde reconoció la deficiente prestación del
servicio y la precaria situación del acueducto oficial del corregimiento, no
tiene asidero legal ni constitucional la suspensión del permiso de realizar una
obra indispensable para la satisfacción de unas necesidades mínimas vitales de
la población.
Como se ha venido
sosteniendo en ésta providencia, si el Estado no se encuentra en condiciones de
prestar debidamente un servicio público que es esencial para la población, debe
crear las condiciones para que o los particulares o las comunidades organizadas
puedan prestarlos directamente.
En el caso
sub-judice, es claro que aunque exista un servicio oficial de acueducto que
presta el corregimiento, lo hace en una forma "obsoleta, precaria y
restringida", afectando a un importante número de habitantes (el 60%),
quienes no logran beneficiarse de su prestación; y quienes lo hacen, lo reciben
parcialmente "sin presión y con una calidad que no permite ser
consumida". Por tanto deben recurrir por sus propios medios a transportar
el agua hacia sus hogares y negocios, construyendo acueductos privados, como lo
hacen los peticionarios. La Alcaldía entonces no debe obstruir el funcionamiento
ni las obras que sobre estos acueductos se efectúen, sino por el contrario
brindarles las condiciones necesarias para que puedan adecuadamente tener
acceso a este servicio público tan fundamental.
Por estas razones
era de considerar afirmativamente que se producía la vulneración de un derecho
fundamental, que requería para el caso concreto su protección efectiva a través
de la acción de tutela, por lo cual habría de revocarse la providencia emanada
del Juez Penal Municipal. Sin embargo, como se afirmó con anterioridad, el
Alcalde del Municipio de Suaita con posterioridad al fallo del Juzgado Penal
Municipal revocó su decisión, en el sentido de autorizar el funcionamiento del
acueducto privado de los peticionarios, por lo cual el objeto de la acción en
el presente caso carece de sentido y justificación.
DE LA CESACION DE
LA ACTUACION IMPUGNADA
De otra parte, es
aplicable al caso concreto el artículo 26 del Decreto 2591 de 1991, el cual
establece lo siguiente:
"Artículo 26.-
Cesación de la actuación impugnada. Si, estando en curso la tutela, se dictare
resolución, administrativa o judicial, que revoque, detenga o suspenda la
actuación impugnada, se declarará fundada la solicitud únicamente para efectos
de indemnización y de costas, si fueren procedentes . . . . ".
Este artículo,
considera la Sala, es aplicable al caso concreto, teniendo en cuenta el informe
rendido por el Alcalde Municipal de Suaita, Santander, fechado 27 de agosto de
1992, en el cual manifestó que su Despacho había determinado reconsiderar la solicitud
presentada por los usuarios del acueducto en conflicto y les concedió el día 31
de Mayo de 1992 un nuevo permiso para la construcción del acueducto privado,
con lo cual queda desvirtuada y sin fundamento la demanda de tutela impetrada
por los usuarios. El objeto de dicha solicitud radicaba en que:
"No se ejecute
la orden impartida por la Alcaldía en el sentido de que se suspenda el permiso
de construcción del acueducto privado y que en consecuencia se ordene el
levantamiento de las mangueras".
Por consiguiente la
solicitud de los peticionarios que apuntaba a la suspensión del acto emanado
del Alcalde, ya no tiene relevancia ni sentido alguno por cuanto ha sido la
misma autoridad pública la que ha determinado revocar su decisión materia de la
demanda, y acceder a las pretensiones de los afectados por la anterior
decisión.
La razón jurídica de
la norma que se cita es fácil de apreciar y de comprender: se quiso con ella
evitar fallos inocuos y sin incidencia alguna, esto es, que al momento de su
expedición su aplicación no tuviese repercusión de ninguna clase, por cuanto
habría desaparecido el fundamento y esencia de la protección invocada por la
persona presuntamente afectada por la acción o la omisión de la autoridad
pública.
Con la acción de
tutela de acuerdo a lo dispuesto por los artículos 86 de la Constitución y 1o.
del Decreto 2591 de 1991, se pretende "la protección inmediata de sus
derechos constitucionales fundamentales, cuando quiera que estos resulten
vulnerados o amenazados . . .".
Pero cuando esa
perturbación, vulneración o amenaza ya no es actual ni inminente y el
peticionario carece de interés jurídico, desaparece el sentido y el objeto de
la acción de tutela, por lo cual habrá de declararse la cesación de la
actuación impugnada.
De otro lado,
conviene anotar que conforme a lo dispuesto en el artículo 24 del Decreto 2591
de 1991, se deberá prevenir a la autoridad pública, en éste caso representada
en el Alcalde Municipal de Suaita, Santander, con el fin de que no vuelva a
incurrir en las acciones que dieron mérito para interponer la tutela, y que, si
procediere de modo contrario, será sancionado de acuerdo con lo establecido en
el Decreto ibidem.
CONCLUSION
Como se anotó en el
acápite anterior, con posterioridad al fallo del Juzgado Penal Municipal de
Suaita, y estando en curso la revisión de la sentencia por ésta Corte, el
Alcalde del Municipio de Suaita revocó la actuación impugnada, por lo cual el
objeto y la pretensión de la solicitud de protección de los derechos
desapareció, desvirtuándose así la naturaleza de la acción de tutela.
Considera ésta Sala
de especial importancia señalar que el derecho al servicio de acueducto en
aquellas circunstancias en las cuales se afecte de manera evidente e inminente
derechos y principios constitucionales fundamentales, como la dignidad humana,
la vida y los derechos de los disminuidos, deben ser protegidos por la acción
de tutela. El hecho de que la comunidad no tenga servicio de acueducto, o lo
tenga pero no funcionando adecuadamente, se constituye en factor de riesgo
grande para la salud de la comunidad expuesta a esa situación.
Finalmente, a pesar
de que el objeto de la acción de tutela desapareció en virtud de la decisión de
la Alcaldía del 31 de mayo de 1992, por medio de la cual se revocó la
providencia objeto de la presente solicitud, se considera que con la actuación
inicial de la Alcaldía se vulneraron los derechos fundamentales de los
peticionarios al servicio público de agua potable y a la salubridad pública con
base en los argumentos aquí consignados.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E :
PRIMERO.- Del
fallo proferido el día nueve (9) de abril de mil novecientos noventa y dos
(1992) por el Juzgado Penal Municipal de Suaita, Santander, respecto de la
acción de tutela intentada por los señores JAIME SANTAMARIA TELLEZ, FLOR DE
AGUDELO, CARLOS CASTELLANOS, GILMA DE ARGUELLO y SEGUNDO BOHORQUEZ contra la
Alcaldía Municipal de Suaita, Santander, se confirma parcialmente el fallo en
cuanto se DENIEGA la acción de tutela, pero en razón a la cesación de la
actuación impugnada, con fundamento en las razones anotadas anteriormente.
SEGUNDO.- Ordenar
al Juzgado Penal Municipal de Suaita que haga la prevención a la Alcaldía
Municipal de Suaita, con el fin de que dicha entidad se abstenga de incurrir en
las acciones que dieron mérito para interponer la tutela, so pena de incurrir
en las sanciones previstas en el Decreto 2591 de 1991.
TERCERO.- Líbrese
por la Secretaría la comunicación de que trata el artículo 36 del Decreto 2591
de 1991 para los efectos allí contemplados.
Cópiese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Ponente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
172 | T-571-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-571/92
JUEZ DE TUTELA-Facultades
El contenido de
la solicitud de tutela no es óbice para que el Juez que conozca del caso
proceda a brindar protección por concepto de otros derechos constitucionales
que resulten afectados por la acción u omisión de cualquier autoridad pública,
por cuanto el fallo de tutela no está limitado a lo pedido por el accionante,
sino que, si el juez encuentra que en efecto están amenazados o han sido o son
vulnerados derechos constitucionales fundamentales distintos de aquellos que el
peticionario menciona, así debe manifestarlo y ordenar la protección de los mismos,
toda vez que por su propia naturaleza, ésta clase de derechos no puede
depender, en cuanto concierne a su defensa, a la exactitud de su mención en la
solicitud.
ESTADO SOCIAL DE
DERECHO
El Estado se
califica y define en función a su capacidad para proteger la libertad y
promover la igualdad, la efectiva realización y el ejercicio de los derechos
por parte de todos los miembros de la sociedad. El Estado Social de Derecho
exige esforzarse en la construcción de las condiciones indispensables para asegurar
a todos los habitantes del país una vida digna dentro de las posibilidades
económicas que estén a su alcance.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Determinación
Los derechos
humanos fundamentales que consagra la Constitución Política de 1991 son los que
pertenecen a toda persona en razón a su dignidad humana. De allí que se pueda
afirmar que tales derechos son inherentes al ser humano: es decir, los posee
desde el mismo momento de su existencia -aún de su concepción - y son
anteriores a la misma existencia del Estado, por lo que están por encima de él.
Fuerza concluir entonces, como lo ha venido sosteniendo ésta Corte que el
carácter fundamental de un derecho no depende de su ubicación dentro de un
texto constitucional sino que son fundamentales aquellos derechos inherentes a
la persona humana. La fundamentalidad de un derecho no depende sólo de la
naturaleza del derecho, sino que se deben considerar las circunstancias
particulares del caso. La vida, la dignidad, la intimidad y la libertad son
derechos fundamentales dado su carácter inalienable.
DERECHO A LA
SEGURIDAD SOCIAL
La seguridad
social es un derecho constitucional desarrollado en la ley que, en principio,
no ostenta el rango de fundamental, salvo que las circunstancias concretas
permitan atribuirle esta connotación por su importancia imprescindible para la
vigencia de otros derechos fundamentales.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Conexidad
Los derechos
fundamentales por conexidad son aquellos que no siendo denominados como tales
en el texto constitucional, sin embargo, les es comunicada esta calificación en
virtud de la íntima e inescindible relación con otros derechos fundamentales,
de forma que si no fueron protegidos en forma inmediata los primeros se
ocasionaría la vulneración o amenaza de los segundos. Es el caso de la salud,
que no siendo en principio derecho fundamental, adquiere esta categoría cuando
la desatención del enfermo amenaza con poner en peligro su derecho a la vida.
DERECHO A LA
SALUD
La salud es uno
de aquellos derechos que por su carácter inherente a la existencia de todo ser
humano se encuentra protegido en nuestro ordenamiento, especialmente en aras de
una igualdad real y efectiva, en las personas que por su condición económica,
física o mental se hallen en circunstancias de debilidad manifiesta. Este
derecho busca además, y en forma primordial, el aseguramiento del
derecho fundamental por naturaleza: la vida, por lo que su naturaleza
asistencial impone un tratamiento prioritario y preferencial por parte del
gobierno y del legislador, en aras a su efectiva protección.
DERECHO A LA
SALUD-Vulneración/DERECHO
A LA VIDA-Violación
El derecho a la
salud contiene una serie de elementos, que se enmarcan, en primer lugar como un
resultado - efecto del derecho a la vida, de manera que atentar contra la salud
de las personas equivale a atentar contra su propia vida. El reconocimiento del
derecho a la salud prohibe conductas de los individuos que causen daño a otro,
imponiendo a éstos las sanciones y responsabilidades a que haya lugar. Por ello
se afirma que el derecho a la salud es un derecho fundamental. Esto significa
que al reconocerle a alguien el derecho a la vida se le está reconociendo como
algo suyo el derecho a ser y a permanecer en el ser. De tal modo que no sólo se
viola este derecho con el homicidio, sino con todo acto que no le permita ser
lo que es, que le impida obrar conforme a la dignidad humana que le corresponde
por el hecho de ser persona.
DERECHOS
PRESTACIONALES-Finalidad/SERVICIO
PUBLICO DE SALUD/DERECHO A LA VIDA
El término
prestacional de un derecho está dado por su capacidad para exigir de los
poderes públicos y en ocasiones de los particulares, una actividad de hacer o
dar. Si la prestación contenida en el derecho constitucional se identifica con
el fin o valor de la igualdad perseguido por el derecho, aquella constituye un
"derecho constitucional prestacional"; mientras que si el objetivo
primordial del derecho es la simple abstención de los poderes públicos, los
derechos correspondientes carecen de contenido prestacional. Se genera el deber
"prestacional" a cargo del Estado de brindar la atención de la salud,
y el derecho en favor del particular de exigirlo dentro de unos lineamientos
que la propia Constitución señala.
IGUALDAD DE
OPORTUNIDADES/DERECHO A LA SUBSISTENCIA-Alcance/DERECHO A LA ASISTENCIA PUBLICA
El derecho a la
subsistencia es consecuencia directa de los principios de dignidad humana y del
Estado Social de Derecho. Incluye tal derecho no sólo la facultad de
neutralizar las situaciones violatorias de la dignidad humana, y de exigir
asistencia y protección por parte de personas o grupos discriminados,
marginados o en circunstancias de debilidad manifiesta, sino que, sobre todo
pretende garantizar la igualdad de oportunidades en una sociedad que como la
nuestra es injusta y desigual. Este derecho no otorga la facultad a todas las
personas de exigir directamente y sin tener en cuenta las circunstancias especiales
del caso una prestación económica del Estado. No es jurídicamente posible
afirmar que el Estado Colombiano está obligado a la inmediata prestación de
todos los servicios requeridos por el paciente, de manera gratuita y
naturalmente oportuna, porque no existe aún norma que así lo disponga. La
orden del Hospital Universitario de Caldas de negarse a continuar prestándole
en sus instalaciones la asistencia integral requerida para tratar su
enfermedad, configura una amenaza de sus derechos fundamentales a la salud y a
la vida. En este caso el reconocimiento de su derecho a la salud es concebido
como derecho a la conservación de la vida y al mínimo vital. Igualmente se debe
concluir que la peticionaria tiene derecho a la prestación del derecho a la
salud, derecho inherente a todo ser humano, a cargo del Hospital Universitario
de Caldas: inmediatamente se solicita la prestación del servicio a la salud
pero mediatamente se solicita tutelar el derecho a la vida.
ACCION DE TUTELA
TRANSITORIA/PERJUICIO IRREMEDIABLE
La Corte cree que
el perjuicio que la acción de tutela debe evitar en forma transitoria puede ser
parcial, que no es necesario que la potencialidad de la causa dañina se haya
agotado o pueda agotarse; por esto cuando se hace evidente la posibilidad de un
perjuicio que sólo sea susceptible de compensación mediante un pago dinerario o
cuando tal perjuicio está en curso, aunque no se haya agotado, es precisamente
cuando cabe la tutela transitoria, pues se trata cabalmente de impedir que se
cause daño en otra forma irreparable o de que continúe produciéndose
REF: Expediente T-2635
Peticionario: DARIO ALZATE
Procedencia: Tribunal Contencioso Administrativo de
Caldas.
Magistrado
Ponente: Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN.
Aprobada según acta
No. 7 del veintiseis (26) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por lo Magistrados Jaime Sanín
Greiffenstein, Ciro Angarita Barón y Eduardo Cifuentes Muñoz
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
acción de tutela promovido por DARIO ALZATE en nombre y representación de MARIA
DEL SOCORRO SEGURA SIERRA contra el Hospital Universitario de Caldas.
El negocio llegó a
conocimiento de ésta Sala de Revisión de la Corte Constitucional por la vía
ordinaria de la remisión que hizo el Tribunal de lo Contencioso Administrativo de
Caldas para su eventual revisión en virtud de lo ordenado por el artículo 31
del decreto 2591 de 1991.
Conforme al artículo
86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de
Selección de la Corte eligió para efectos de su revisión, la presente acción de
tutela. Por tanto, se entra a dictar sentencia de conformidad con el artículo
34 ibidem.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
A. HECHOS DE
LA DEMANDA
1. La peticionaria fue remitida por el
Hospital de Aranzazu, Caldas al Hospital Universitario de Caldas para la
atención de un parto por presentar estrechez pélvica, siendo hospitalizada el
día 21 de marzo de 1991.
2. El día 22 de marzo de 1991 le fue
practicada a la accionante una "operación cesárea", en la que le
inyectaron anestésico en la columna vertebral y luego anestesia general, dando
lugar al nacimiento de una niña normal.
3. Afirma la peticionaria que cuando la mujer
-entiéndase para estos efectos la enfermera- se dispuso a inyectarla en la
columna vertebral, le solicitó que esperara a que le pasara el dolor, pues
padecía en ese momento fuertes contracciones. No obstante su ruego, se
precipitó a colocar la inyección.
4. El día 23 de marzo de 1991 se le dió
salida a la paciente del Hospital, anotándose en la ficha quirúrgica que egresaba
en buenas condiciones generales. Sin embargo, ésta manifestó "que sentía
los pies adormecidos un poco más arriba de los tobillos".
5. El adormecimiento de los pies se fue
extendiendo con el transcurso de los días hacia las piernas imposibilitándola a
caminar, razón por la cual su esposo la trasladó al especialista en ortopedia
quien a su vez la remitió al neurólogo, el cual inmediatamente la internó en el
Hospital Universitario de Caldas donde se le practicaron una serie de exámenes,
con el resultado que padecía "Aracnoiditis Adhesiva Extensa" de
carácter definitivo.
6. A los 17 días de hospitalizada fue enviada
para su casa manifestándole que en un término de tres (3) días estaría
recuperada y caminando. Le formularon "prednisona", droga que tuvo
que suspender porque empezó a cubrirse de vellosidades en todo el cuerpo y le
empezó una obesidad que completó la deformidad de su cuerpo.
7. Al contrario de lo expresado por el
Hospital, la parálisis se fue extendiendo cada día más hasta llegar a la
cintura, hasta el punto que es necesario mantenerla en forma permanente con
sonda por imposibilidad de controlar la orina.
8. En enero de 1992 fue necesario internarla
nuevamente en el Hospital Universitario para practicarle una serie de pruebas,
exámenes e intervenciones, y allí se encuentra en la sección de neurología.
9.
El día 24 de marzo de 1992
el Hospital Universitario de Caldas, por intermedio de la trabajadora social,
se le manifestó a la paciente que su salida había sido dispuesta y le solicitó
al esposo llevarla para su casa.
B. DERECHOS
AMENAZADOS O VULNERADOS
La peticionaria
considera que con la orden impartida por el Hospital Universitario de Caldas,
se amenaza su derecho fundamental a la salud (artículo 49 C.N.) y al derecho a
la igualdad, referido al derecho que tienen aquellas personas que se encuentran
en circunstancias de debilidad manifiesta por su condición económica, física o
mental para obtener del Estado una protección especial (artículo 13, inciso 3o.
C.N.).
C. PETICIONES
Dario Alzate en su
propio nombre y en el de su esposa, María Del Socorro Segura Sierra, presentó
el día 31 de marzo de 1992 ante el Tribunal de lo Contencioso Administrativo de
Caldas acción de tutela con fundamento en el artículo 86 de la Constitución
Nacional como mecanismo transitorio para la protección inmediata de su derecho
fundamental a la salud.
Solicita con tal fin
que no se haga efectiva la orden del Hospital Universitario de Caldas y que por
tanto tiene derecho a permanecer en el mencionado establecimiento y a recibir
de éste el tratamiento médico adecuado para recuperar la salud y así evitar la
muerte.
D. ACTUACION
PROCESAL
Con el objeto de
darle trámite a la acción de tutela, el Tribunal de lo Contencioso Administrativo
de Caldas ordenó la práctica de las pruebas conducentes, con base en lo
dispuesto en el artículo 19 del decreto 2591 de 1991.
De esta manera obran
en el expediente fotocopias debidamente autenticadas de los siguientes
documentos:
1. Historia clínica No. 406343,
correspondiente a la señora MARIA DEL SOCORRO SEGURA SIERRA, a partir del 21 de
marzo de 1992, hasta la fecha (abril 3 de 1992).
2. Oficio del Director Científico del Hospital
Universitario de Caldas, doctor JORGE RAAD ALJURE, de fecha 2 de abril de 1992,
en el cual manifiesta que "los médicos tratantes de la señora MARIA DEL
SOCORRO SEGURA SIERRA han autorizado su salida del Hospital", lo cual ha sido
comunicado a ella y a su esposo. Igualmente afirma que "el actual
diagnóstico para la paciente es de una Aracnoiditis Dorsal. La paciente
evoluciona de acuerdo al proceso que padece, lo cual no es tributario de
tratamiento quirúrgico".
3. Oficio del Director Científico del Hospital
Universitario de Caldas, doctor JORGE RAAD ALJURE, y del Jefe de Neurocirugía,
doctor OSCAR CASTAÑO GAVIRIA de fecha 6 de abril de 1992, en el cual se expresa
que en cuanto al tratamiento que se ha dispuesto a la paciente "en este
momento ha ordenado por ahora únicamente fisioterapia y se encuentra con sonda
vesical ocasional".
II. DECISION
JUDICIAL
Correspondió conocer
de la presente acción de tutela en primera instancia al Tribunal de lo
Contencioso Administrativo de Caldas, quien después de analizar los documentos
y pruebas allegadas, en fallo del 22 de abril de 1992 decidió acceder a la
solicitud de tutela, con fundamento en las siguientes consideraciones:
1. Con base en un análisis detallado de la
historia clínica de la paciente, "salta a la vista que falta bastante por
hacer al Hospital Universitario de Caldas como representante del sector salud
en Colombia, en el caso de la señora MARIA DEL SOCORRO SEGURA SIERRA".
2. Señala igualmente el Tribunal para
fundamentar su decisión que no es esta la ocasión jurídicamente adecuada para
concretar responsabilidades por hechos pasados, pero sí la más propicia para
que esta sea asumida totalmente por el Hospital Universitario de Caldas;
obligación que si bien no es de resultado, si lo es de medio. Es decir,
utilizando el Hospital todos los recursos con que cuenta y los que pueda
obtener mediante una efectiva coordinación interinstitucional, como mínimo para
mejorar, si no es posible restablecer el estado de salud de la paciente de quien
se trata".
3. Los derechos invocados en la demanda de
tutela en consideración del Tribunal se ven cierta y efectivamente amenazados
con la decisión del Hospital Universitario de Caldas.
4. Todo lo anterior conduce al Tribunal a
declarar procedente la tutela de los derechos fundamentales invocados y a
ordenar al Hospital Universitario de Caldas continuar prestando los servicios
de salud adecuados a la señora MARIA DEL SOCORRO SEGURA SIERRA hasta cuando se
defina la clase de atención que debe recibir.
No habiendo sido
impugnada la anterior decisión, el proceso fue remitido a la Corte
Constitucional para su eventual revisión y, siendo seleccionado correspondió a
ésta sala su conocimiento.
III. CONSIDERACIONES
DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. COMPETENCIA
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
de fallo dictado por el Tribunal Administrativo de Caldas, con fundamento en
los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la Constitución
Política, en concordancia con los artículos 31, 33 y 34 del Decreto 2591 de
1991.
2. FUNDAMENTOS
JURIDICOS
En la revisión del
fallo proferido por el Tribunal Administrativo de Caldas, en el asunto de la
referencia la solicitante de tutela actúe ante la autoridad judicial en procura
de la protección inmediata de su derecho fundamental a la salud (C.P. artículo
49) representado en la necesidad de obtener la debida atención médica para
recuperar su salud y evitar su muerte. El acto contrario a su derecho provino
del Hospital Universitario de Caldas, quien el día 24 de marzo de 1992, hizo
conocer a la paciente su decisión de darla de alta, sin que se le haya brindado
la atención médica adecuada.
DERECHOS
CONSTITUCIONALES CONCULCADOS CON LA DECISION DEL HOSPITAL
El contenido de la
solicitud de tutela no es óbice para que el Juez que conozca del caso proceda a
brindar protección por concepto de otros derechos constitucionales que resulten
afectados por la acción u omisión de cualquier autoridad pública, por cuanto el
fallo de tutela no está limitado a lo pedido por el accionante, sino que, si el
juez encuentra que en efecto están amenazados o han sido o son vulnerados
derechos constitucionales fundamentales distintos de aquellos que el
peticionario menciona, así debe manifestarlo y ordenar la protección de los
mismos, toda vez que por su propia naturaleza, ésta clase de derechos no puede
depender, en cuanto concierne a su defensa, a la exactitud de su mención en la
solicitud.
En el caso
sub-examine, no sólo los derechos fundamentales a la salud de la petente
(artículo 49) y el derecho a la igualdad, en su modalidad de protección
especial a las personas que se encuentren en circunstancias de debilidad manifiesta
(artículo 13 inciso 3o.) podrían estar amenazados por la decisión del Hospital
Universitario de Caldas, sino también los derechos fundamentales a la vida
(C.P. artículo 11) y a la dignidad humana (C.P. artículo 1o.). Corresponde a
los jueces constitucionales evaluar si la limitación introducida por una
determinada acción u omisión estatal (en este caso se trata de una entidad
descentralizada del orden departamental) se justifica y posee suficiente
legitimidad y asidero constitucional o legal, o si, por el contrario, ha habido
una vulneración o amenaza de los derechos reconocidos por el ordenamiento
constitucional para proceder a tutelar aquellos que ostenten el carácter de
fundamentales.
LA DIGNIDAD
HUMANA Y EL ESTADO SOCIAL DE DERECHO EN LA CONSTITUCION DE 1991
La naturaleza social
que identifica al ordenamiento jurídico colombiano tiene una sentida
connotación de prevalencia de los derechos fundamentales, en la superación de
la crisis del Estado de Derecho y en la inmediata tarea de recuperación social
en sus niveles, dentro de un necesario desarrollo de los principios de
solidaridad y dignidad humana, los cuales orientan el nuevo estado social de
derecho.
En consecuencia, las
autoridades de la República están en la obligación de hacerse respetar y
asegurar el cumplimiento de los deberes sociales de los particulares, de
protegerlos en su vida, honra y bienes, a través de acciones humanitarias, en
aquellas circunstancias que amenazen o vulneren derechos fundamentales, tales
como la vida, la dignidad humana, la intimidad, la salud, etc. La omisión de
una de esas acciones humanitarias justifica la intervención judicial y la
consecuente sanción y responsabilidad a la persona o autoridad renuente. En
consideración a lo anterior, la naturaleza social del Estado de derecho supone
como lo quiso el Constituyente de 1991 un papel predominantemente activo de las
autoridades y un compromiso permanente en la promoción y difusión de la
justicia social.
La Carta Fundamental
de 1991 consagra una nueva orientación filosófica que ubica al hombre en un
lugar privilegiado y se convierte en el instrumento más eficaz al servicio de
la dignificación del ser humano, lo cual se deduce de la lectura del Preámbulo y
de los artículos 1 al 95. Con fundamento en ello, el respeto a la dignidad
humana debe inspirar todas las actuaciones del Estado en sus diversas
manifestaciones.
Lo anterior se
traduce en la prevalencia del ser sobre el tener o el haber dentro de un contexto
que debe presidir las acciones de quienes son los encargados de administrar
justicia en sus distintos niveles. Deberá tratarse a todas las personas sin
distinción alguna, de acuerdo con su valor intrínseco. La integridad del ser
humano constituye razón de ser, principio y fin del Estado.
La integridad
física, psíquica y espiritual, la salud, el mínimo de condiciones materiales
necesarias para la existencia digna, son elementos constitutivos de una vida
íntegra y presupuesto necesario para la autorrealización individual y social.
LA SALUD COMO UN
DERECHO FUNDAMENTAL
Esta Sala considera
necesario hacer referencia al carácter fundamental de un derecho para entrar a
considerar la salud como tal.
La consideración de
la persona humana y de su dignidad es el presupuesto y el elemento esencial del
nuevo "Estado Social de Derecho", razón por la cual el sistema
constitucional de derechos y garantías - máxima expresión jurídica de la
dignidad de la persona humana - contribuye a darle sentido, contenido y fin a ésta
modalidad de Estado.
La persona humana en
su manifestación individual y colectiva es contemplada en la Constitución como
fuente suprema y última de toda autoridad y titular de derechos inalienables
para cuya protección se crea el Estado y éste le otorga competencias a sus
agentes.
El Estado reconoce
la primacía de los derechos inalienables de la persona humana (C.P. artículo
5). Las autoridades están instituidas como razón de ser del Estado, para
proteger a todas las personas residentes en Colombia, en su vida, honra y
bienes y demás derechos y libertades, y para asegurar el cumplimiento de los
deberes sociales del Estado y de los particulares (C.P. artículo 2o.).
Los derechos y
garantías de las personas consagrados en la Constitución, están inspirados en
el respeto y promoción de la persona humana.
Con el objeto de
crear oportunidades reales para el ejercicio directo y efectivo de los
derechos, la Constitución le impone al Estado una serie de objetivos, metas y
programas de acción que eventualmente se pueden traducir en derechos a
diferentes prestaciones del orden económico, social y cultural.
El Estado se
califica y define en función a su capacidad para proteger la libertad y
promover la igualdad, la efectiva realización y el ejercicio de los derechos
por parte de todos los miembros de la sociedad. Como el Estado se crea y
justifica es con ese fin, él se califica como "Estado Social de
Derecho". Este sistema de derechos y garantías se constituye además en
criterio básico para calificar el funcionamiento del ordenamiento jurídico, el
cual sólo puede representar la vigencia de un orden justo cuando la
proclamación constitucional de los derechos, garantías y deberes se proyecte en
la realidad concreta, lo cual es el fin esencial del Estado (C.P. artículo
2o.).
Los derechos humanos
fundamentales que consagra la Constitución Política de 1991 son los que
pertenecen a toda persona en razón a su dignidad humana.
La libertad, valor
supremo del ser humano, que como tal le permite optar por realizar los actos
que a bien considere, dentro de unos marcos y unos valores éticos que
autónomamente acepta, es característica intrínseca del hombre con lo cual le
son reconocidos unos determinados derechos que son fundamentales e
indispensables para su existencia.
De allí que se pueda
afirmar que tales derechos son inherentes al ser humano: es decir, los posee
desde el mismo momento de su existencia -aún de su concepción - y son
anteriores a la misma existencia del Estado, por lo que están por encima de él.
Fuerza concluir
entonces, como lo ha venido sosteniendo ésta Corte que el carácter fundamental
de un derecho no depende de su ubicación dentro de un texto constitucional sino
que son fundamentales aquellos derechos inherentes a la persona humana.
Según la doctrina
constitucional, la fundamentalidad de un derecho no depende sólo de la
naturaleza del derecho, sino que se deben considerar las circunstancias
particulares del caso. La vida, la dignidad, la intimidad y la libertad son
derechos fundamentales dado su carácter inalienable. En cambio, la seguridad
social es un derecho constitucional desarrollado en la ley que, en principio,
no ostenta el rango de fundamental, salvo que las circunstancias concretas
permitan atribuirle esta connotación por su importancia imprescindible para la
vigencia de otros derechos fundamentales.
Los derechos
fundamentales por conexidad son aquellos que no siendo denominados como tales
en el texto constitucional, sin embargo, les es comunicada esta calificación en
virtud de la íntima e inescindible relación con otros derechos fundamentales,
de forma que si no fueron protegidos en forma inmediata los primeros se
ocasionaría la vulneración o amenaza de los segundos. Es el caso de la salud,
que no siendo en principio derecho fundamental, adquiere esta categoría cuando
la desatención del enfermo amenaza con poner en peligro su derecho a la vida.
En cuanto al derecho
a la salud, consagrado en el artículo 49 de la Constitución Nacional, (dentro
del Capítulo de los Derechos Sociales, Económicos y Culturales), la Corte
Constitucional ha sostenido que:
"El derecho a
la salud (C.P. artículo 49), cuando su vulneración o amenaza compromete otros
derechos fundamentales como la vida, la integridad o el trabajo, goza de
carácter fundamental y es susceptible de ser protegido por vía de la acción de
tutela". (Sentencia Corte Constitucional T-499 agosto 21 de 1992).
La salud es uno de
aquellos derechos que por su carácter inherente a la existencia de todo ser
humano se encuentra protegido en nuestro ordenamiento, especialmente en aras de
una igualdad real y efectiva, en las personas que por su condición económica,
física o mental se hallen en circunstancias de debilidad manifiesta (C.P.
artículo 13 inciso 3o.). Este derecho busca además, y en forma
primordial, el aseguramiento del derecho fundamental por naturaleza: la vida
(C.P. artículo 11), por lo que su naturaleza asistencial impone un tratamiento
prioritario y preferencial por parte del gobierno y del legislador, en aras a
su efectiva protección.
El derecho a la
salud ha sido reconocido como un derecho fundamental en Pactos y Convenciones
Internacionales, tales como:
a. La Declaración
Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas proclamada el 10 de diciembre de 1948, señala en el artículo 25
que:
"Artículo 25-
1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así
como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial....la
asistencia médica y los servicios sociales necesarios...."
b. Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 aprobado
por Colombia por ley 74 de 1968, cuyo artículo 12 dispone:
"1. Los Estados
partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona al disfrute
del mas alto nivel posible de salud física y mental".
Bajo la orientación
de considerar los derechos económicos, sociales y culturales como derechos
fundamentales, ya se había ocupado la Convención Americana sobre Derechos
Humanos suscrita en San José de Costa Rica el 22 de noviembre de 1969, que
entró en vigor el 18 de julio de 1978, al igual que el Protocolo de San
Salvador, "por cuanto las diferentes categorías de tales derechos,
constituyen un todo indisoluble que encuentra su base en el reconocimiento de
la dignidad de la persona humana, característica que exige promoción y
protección permanentes con el propósito de obtener su vigencia plena, sin que
jamás pueda justificarse la violación de unos en aras de la realización de
otros".
De ahí la
importancia del artículo 94 de la Constitución según el cual, la enumeración de
la Carta de Derechos no debe entenderse como la negación de otros que, siendo
inherentes al hombre no figuren expresamente en la Constitución o en los Convenios
Internacionales vigentes. Esta disposición concuerda con el sentido amplio y
dinámico que debe tener el concepto de derecho fundamental en el Estado Social
de Derecho. Así entonces, los criterios que determinan el carácter de
fundamental de un derecho, sobrepasan la consagración expresa y dependen de la
existencia de un consenso y de una voluntad colectiva en cuanto a la naturaleza
determinada de un derecho, con las implicaciones relativas al contenido
esencial (el ámbito necesario de conducta que el derecho protege, con
independencia de las modalidades que asuma o de las formas en que se
manifieste. Es así mismo el núcleo básico del derecho fundamental, no
susceptible de interpretación o de opinión), a la conexión con los principios y
a la eficacia directa, según la cual para que un derecho constitucional pueda
ser considerado como fundamental, debe además ser el resultado de una
aplicación directa del texto constitucional, sin que sea necesario una
intermediación normativa.
En la Constitución
de 1991 la salud superó el concepto tangencial que de asistencia pública hacía
referencia la Carta de 1886. Esto se manifestó a través de diferentes artículos
de la Constitución, entre los cuales sobresalen los siguientes: artículo 13
(protección especial a los débiles); artículo 44 (derecho fundamental a la
salud de los niños); artículo 49 (atención a la salud y al saneamiento
ambiental como servicios públicos a cargo del Estado); artículo 64 (acceso
progresivo de los trabajadores agrarios a los servicios de salud) y el artículo
78 (protección de la salud de los consumidores).
En el artículo 49 de
la Carta Fundamental se señala que la salud es un servicio público a cargo del
Estado, garantizándose en él a todas las personas el acceso al mismo, para la
promoción, protección y recuperación de este derecho. Se agrega que corresponde
al poder público organizar, dirigir y reglamentar la prestación de servicio de
salud a los habitantes, establecer políticas para que los particulares presten
este servicio, y definir las competencias a cargo de los distintos órdenes. La
norma defiere a la ley la definición de las circunstancias en que la salud será
gratuita y obligatoria.
La orientación del
Constituyente de 1991 muestra una marcada tendencia a que el Estado enmarque gran
parte de sus políticas y acciones en encontrar soluciones a las dificultades
económicas y sociales en la protección de los servicios públicos de la salud y
a proveer esas necesidades por cuanto a raíz de la expedición de la nueva Carta
Política, hemos hecho el tránsito de un Estado de Derecho a uno Social de
Derecho, en donde la organización política tiene como uno de sus objetivos
combatir las penurias económicas y sociales, y las desventajas de diversos
sectores o personas de la población, prestándoles asistencia y protección. El
Estado Social de Derecho exige esforzarse en la construcción de las condiciones
indispensables para asegurar a todos los habitantes del país una vida digna
dentro de las posibilidades económicas que estén a su alcance.
RELACION DEL
DERECHO A LA SALUD CON OTROS DERECHOS FUNDAMENTALES
El derecho a la
salud contiene una serie de elementos, que se enmarcan, en primer lugar como un
resultado - efecto del derecho a la vida, de manera que atentar contra la salud
de las personas equivale a atentar contra su propia vida. El reconocimiento del
derecho a la salud prohibe conductas de los individuos que causen daño a otro,
imponiendo a éstos las sanciones y responsabilidades a que haya lugar. Por ello
se afirma que el derecho a la salud es un derecho fundamental.
Esto significa que
al reconocerle a alguien el derecho a la vida se le está reconociendo como algo
suyo el derecho a ser y a permanecer en el ser. De tal modo que no sólo se
viola este derecho con el homicidio, sino con todo acto que no le permita ser
lo que es, que le impida obrar conforme a la dignidad humana que le corresponde
por el hecho de ser persona.
En la forma como el
derecho a la vida ha quedado consagrado en la Constitución de 1991, tiene un
carácter intangible. Su inviolabilidad se fundamenta en que este derecho no
requiere para su plena existencia de la creación o el reconocimiento del
Estado, de la sociedad o de una autoridad política, por lo que tampoco puede
ser limitado o desconocido por ellos.
Con esta
perspectiva, la vida deja de ser un derecho que obliga únicamente al Estado, y
pasa a involucrar a todos los estamentos sociales más allá de la sanción penal
del homicidio. De manera consecuente, el artículo 95 de la Carta incluye entre
los deberes de los Colombianos el de "obrar conforme al principio de
solidaridad social, respondiendo con acciones humanitarias ante situaciones que
pongan en peligro la vida o la salud de las personas".
LOS DERECHOS
PRESTACIONALES EN LA CONSTITUCION Y EL CARACTER ASISTENCIAL DE LA SALUD
La doctrina ha
denominado a las obligaciones públicas del Estado "prestaciones
constitucionales", una de cuyas manifestaciones principales son los
derechos fundamentales de prestación.
Los derechos
prestacionales de rango constitucional tienen una estrecha relación con los
derechos sociales, económicos y culturales del Capítulo 2o. Título II de la
Constitución, pero no se identifican con ellos. También los derechos de
libertad pueden tener un contenido prestacional.
En términos
generales el término prestacional de un derecho está dado por su capacidad para
exigir de los poderes públicos y en ocasiones de los particulares, una
actividad de hacer o dar, derivada del mismo texto constitucional. Si la
prestación contenida en el derecho constitucional se identifica con el fin o
valor de la igualdad perseguido por el derecho, aquella constituye un
"derecho constitucional prestacional"; mientras que si el objetivo
primordial del derecho es la simple abstención de los poderes públicos, los
derechos correspondientes carecen de contenido prestacional.
Y una de esas
obligaciones públicas del Estado es la resultante del artículo 49 de la
Constitución: "La atención de la salud... son servicios públicos a cargo
del Estado". Concordante con esta disposición existe la obligación del
Estado, en virtud de lo dispuesto en el inciso 3o. del artículo 13 de la Carta,
de "proteger especialmente a aquellas personas que por su condición económica,
física o mental, se encuentren en circunstancia de debilidad
manifiesta....".
Esto genera
consecuentemente el deber "prestacional" a cargo del Estado de
brindar la atención de la salud, y el derecho en favor del particular de
exigirlo dentro de unos lineamientos que la propia Constitución señala.
De otra parte otros
elementos integrantes de éste derecho le imprimen un carácter asistencial,
ubicándolo dentro de las funciones del Estado Social de Derecho, donde éste
adquiere un carácter de "Estado de prestaciones y de redistribución con
fines de asistencia social obligatoria". Se producen importantes
repercusiones en la relación Estado-ciudadano, fortaleciendo la condición de
éste último frente al primero, por cuanto como se afirmaba anteriormente, su
reconocimiento impone acciones concretas a fin de prestar el servicio público
correspondiente, para asegurar de esa manera el goce y disfrute de los
servicios de asistencia médica, hospitalaria, farmaceútica y de laboratorio.
Con fundamento en lo
anterior, se puede afirmar que en cuanto el derecho a la salud está relacionado
íntimamente con la protección a la vida, es un derecho fundamental.
IGUALDAD DE
OPORTUNIDADES Y TRATO FAVORABLE A LOS DEBILES
La peticionaria
considera vulnerado además de su derecho a la salud, el derecho a la igualdad y
a la protección especial del Estado por amenazar el Hospital Universitario de
Caldas negarse a continuar prestando el servicio médico-asistencial requerido.
El Tribunal
Administrativo de Caldas al analizar éste aspecto precisó que es obligación del
Estado, según el sentir del Constituyente de 1991, proteger especialmente a las
personas que por su condición física o mental se encuentren en circunstancias
de debilidad manifiesta, y que debe también prestar la atención en salud garantizándola
como un servicio público tendiente a la protección y recuperación de la misma.
Esto implica derechos de las personas exigibles al Estado con el carácter de
fundamentales. Y tales derechos se ven amenazados con la decisión del Hospital
conforme a las circunstancias descritas.
El derecho al mínimo
vital (es decir el derecho a la subsistencia) es consecuencia directa de los
principios de dignidad humana y del Estado Social de Derecho. Incluye tal
derecho no sólo la facultad de neutralizar las situaciones violatorias de la
dignidad humana, y de exigir asistencia y protección por parte de personas o
grupos discriminados, marginados o en circunstancias de debilidad manifiesta
(C.P. artículo 13), sino que, sobre todo pretende garantizar la igualdad de
oportunidades en una sociedad que como la nuestra es injusta y desigual.
Este derecho no
otorga la facultad a todas las personas de exigir directamente y sin tener en
cuenta las circunstancias especiales del caso una prestación económica del
Estado. Aunque del análisis de los deberes sociales del Estado a que se refiere
el artículo 2o. de la Carta se desprende que el Estado está obligado a promover
la igualdad real y efectiva frente a la distribución de los recursos económicos
y las oportunidades, ello no será posible mientras no se den las circunstancias
económicas, sociales y políticas necesarias, dentro de una realidad que como la
colombiana no lo permite. Y especialmente cuando ella depende de la concreción
de una serie de medidas, programas y reglamentaciones a que se refieren las
disposiciones objeto del presente estudio (C P. artículos 13 inciso 3o. y
artículo 49).
Nos encontramos en
un Estado Social de Derecho al cual le compete proveer lo que sea necesario
para realizar la prestación de los servicios públicos a su cargo, como lo es
según el artículo 49 de la Constitución, el de la salud. Pero de acuerdo con la
ley, el Estado no es solo social, también es de derecho y en esta materia de
servicios de atención médica, es la misma Constitución Nacional la que dispone
que "la ley señalará los términos en los cuáles la atención básica para
todos los habitantes será gratuita y obligatoria".
Según la norma a que
se hace referencia, es el legislador la autoridad estatal competente para
delimitar la extensión del derecho al acceso a los servicios de salud que allí
se consagran y para establecer la extensión de la correlativa obligación del
Estado de prestarlos.
Pero es la misma
norma constitucional que al delegar esa facultad al legislador, precisa que
será gratuita y obligatoria tan solo la atención básica, en los términos que
disponga la ley.
Si ello es así, no
puede desconocerse el expreso mandato constitucional del deferido artículo 49,
según el cual "la ley determinará los términos en los cuales la atención
básica para todos los habitantes será gratuita y obligatoria".
Así las cosas, no es
jurídicamente posible afirmar que el Estado Colombiano está obligado a la
inmediata prestación de todos los servicios requeridos por el paciente, de
manera gratuita y naturalmente oportuna, porque no existe aún norma que así lo
disponga.
Dentro de las
actuaciones que el Hospital Universitario de Caldas realizó sobre la salud de
MARIA DEL SOCORRO SEGURA, hay que señalar:
1. Los diagnósticos sobre la salud de la paciente
que se iniciaron el 21 de marzo de 1991 cuando le fue practicada la
intervención quirúrgica "cesárea fragmentaria" hasta el 26 de marzo
de 1992 (según la historia clínica) cuando se ordenó por el Tribunal
Administrativo de Caldas la actualización de la información por parte del
Hospital, éste respondió confirmando parcialmente lo encontrado en la historia
mencionada: "la paciente evoluciona de acuerdo al proceso que
padece".
Pero agregó algo que
no encontró en la historia: "no es tributario de tratamiento quirúrgico, y
lo ordenado por ahora es la fisioterapia". En los documentos ni en la
historia consta lo anterior ni aspecto diferente a lo encontrado en cuanto a
examenes, diagnósticos y tratamiento hasta el 26 de marzo de 1992.
2. Con la descripción anterior salta a la
vista que como lo afirmó el Tribunal que conoció en primera instancia de la
solicitud de tutela, falta bastante por hacer al Hospital como representante
del sector salud en Colombia en el caso de MARIA DEL SOCORRO SEGURA
precisamente de lo previsto por el Hospital conforme a los reportes que constan
en la historia clínica.
Un ejemplo de ello
es la intervención de la especialidad de "neurocirugía" tan
insistente y largamente esperada por los demás médicos tratantes, pero que en
últimas no determinó un diagnóstico ni un pronóstico sobre el estado de salud
de la paciente, precisamente en relación con alguna de las acciones propias de
esa especialidad.
3. La expresión "por ahora"
utilizada por la entidad en su respuesta del 6 de abril de 1992, puede ser
interpretada de diferentes maneras, pero ninguna de ellas se compadece con el
estado de salud actual de la paciente con una enfermedad que le impide la
realización de la mayor parte de las actividades que cumplía sin necesidad de
ayuda antes de ingresar por primera vez en marzo de 1991 al Hospital
Universitario de Caldas, tal como consta en la historia clínica.
4. No se definieron las acciones en siquiatría
y no consta el porqué, ni la posibilidad de medicación fisioterapéutica si se
tiene en cuenta que MARIA DEL SOCORRO SEGURA reside en un lugar distante de
Manizales, y de cuyo Hospital local precisamente fue remitida en marzo de
1991.
Como lo señalara el
Tribunal en su fallo, no se trata en el presente caso de concretar
responsabilidades por hechos transcurridos con anterioridad, pero sí para que
con fundamento en la voluntad del Constituyente de 1991, sea asumida la
responsabilidad que en el presente caso tiene el Hospital Universitario.
Obligación que si
bien no es de resultado, sí lo es de medio: es decir, que utilizando el
Hospital todos los recursos con que cuenta y los que pueda obtener mediante una
efectiva coordinación interinstitucional, lograr como mínimo la recuperación de
la salud de la peticionaria.
No significa que la
paciente debe permanecer indefinidamente en el centro hospitalario, porque
sería absurdo, sino que continúe allí hasta cuando realizados unos óptimos
exámenes, tratamientos e intervenciones de áreas especializadas, se tome por el
Hospital una decisión más sopesada ceñida a los resultados de tales
evaluaciones recomendadas por la ciencia médica.
CARACTER
IRREMEDIABLE DEL PERJUICIO LATENTE
La solicitud de
tutela pretende entonces prevenir un perjuicio irremediable, por lo cual se
aduce como un mecanismo transitorio. (CP. artículo 86 inciso 3o.).
Se infiere de la
petición que la señora MARIA DEL SOCORRO SEGURA SIERRA veía amenazado su
derecho fundamental a la salud por la decisión del Hospital de darla de alta,
dejándola desprotegida de la atención médica tan requerida por ella dada su
condición física y médica. Aunque el perjuicio invocado como irremediable (que
según el artículo 6o. del decreto 2591 de 1991, es aquel que sólo puede ser
reparado en su integridad mediante una indemnización) no se había consumado en
su integridad por cuanto la orden aún no se había hecho efectiva, esto no
significa que la amenaza de ocurrencia no fuera objetivamente determinable. En
efecto, si se toma en cuenta la situación y las condiciones en que se encontraba
la petente, ampliamente demostradas en el expediente de tutela, si la orden del
Hospital se hacía efectiva, su vida se ponía en un muy alto grado de
peligrosidad y probablemente ocurriría su muerte, con lo cual ya no sería
efectiva ninguna medida para "reparar el daño", salvo una
indemnización, que en nada es comparable con la vida del ser humano.
De otra parte, no
existe otro medio o recurso judicial distinto de la acción de tutela, que por
su carácter y la sumariedad en su término para decidir, atendidas las
circunstancias concretas pueda garantizar la protección efectiva e inmediata de
los derechos conculcados a la peticionaria y poner fin, así sea
transitoriamente, a los perjuicios crecientes y en expansión derivados tanto de
la enfermedad que padece y que cada vez se convierte en más grave, como de la
acción desconocedora de la dignidad humana del centro hospitalario.
No sobra para
redundar en razones, hacer referencia a la jurisprudencia de ésta Corte con
respecto a la naturaleza de perjuicio irremediable, señalada en sentencia
T-225 del 17 de junio de 1992:
"La Corte cree
que el perjuicio que la acción de tutela debe evitar en forma transitoria ....
puede ser parcial, que no es necesario que la potencialidad de la causa dañina
se haya agotado o pueda agotarse; por esto cree la Corte que cuando se hace
evidente la posibilidad de un perjuicio que sólo sea susceptible de
compensación mediante un pago dinerario o cuando tal perjuicio está en curso,
aunque no se haya agotado, es precisamente cuando cabe la tutela transitoria,
pues se trata cabalmente de impedir que se cause daño en otra forma irreparable
o de que continúe produciéndose".
AMENAZA DE LOS
DERECHOS FUNDAMENTALES Y CONFIRMACION DEL FALLO QUE SE REVISA
En el caso
sub-examine, MARIA DEL SOCORRO SEGURA SIERRA invoca la protección del Estado
ante una amenaza que pone en eminente peligro, no sólo como ella lo afirma, su
derecho a la salud, a la igualdad y a la protección especial del Estado, sino
que concretamente está en peligro su derecho a la vida (CP. artículo 11). Esta
amenaza se deduce del sentido que encarna la solicitud de tutela y del
inminente peligro que correrá en caso de hacerse efectiva la orden del Hospital
de darla de alta, principalmente por la desatención y falta de cuidado en que
se encontrará si ello llegase a ocurrir. La orden del Hospital Universitario de
Caldas de negarse a continuar prestándole en sus instalaciones la asistencia
integral requerida para tratar su enfermedad, configura una amenaza de sus
derechos fundamentales a la salud y a la vida.
Es claro que en éste
caso el reconocimiento de su derecho a la salud es concebido como derecho a la
conservación de la vida y al mínimo vital.
Igualmente se debe
concluir que la peticionaria tiene derecho a la prestación del derecho a la
salud, derecho inherente a todo ser humano, a cargo del Hospital Universitario
de Caldas: inmediatamente se solicita la prestación del servicio a la salud
(C.P. artículo 49) pero mediatamente se solicita tutelar el derecho a la vida
(CP. artículo 11).
En consecuencia,
esta Sala encuentra que la decisión del Tribunal de instancia de otorgar la
tutela transitoria de los derechos fundamentales de la solicitante estuvo
correctamente tomada por lo cual procederá a confirmarla, no sin antes tutelar
los demás derechos fundamentales amenazados con la decisión del Tribunal.
D E C I S I O N
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional
R E S U E L V E:
PRIMERO: CONFIRMAR la sentencia de tutela proferida
el 22 de abril de 1992 por el Tribunal de lo Contencioso Administrativo de
Caldas.
SEGUNDO: Comuniquese al Tribunal de lo Contencioso
Administrativo de Caldas la presente decisión para que sea notificada a las
partes conforme lo ordena el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, publíquese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Ponente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
173 | T-572-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-572/92
AUTORIDAD PUBLICA-Concepto
Como autoridad
pública se debe entender todas aquellas personas que están facultadas por la
normatividad para ejercer poder de mando o de decisión en nombre del Estado y
cuyas actuaciones obligan y afectan a los particulares. Ninguna autoridad
pública puede desconocer el valor normativo y la efectividad de los derechos y
garantías que la Constitución consagra en favor de las personas. Todas las
autoridades, sin excepción, deben proteger y promover su cumplimiento y
respeto.
ACCION DE TUTELA-Objeto/DERECHOS FUNDAMENTALES
La consagración
constitucional de la acción de tutela pretende establecer un procedimiento, o
eventualmente un conjunto de procedimientos judiciales autónomos, específicos y
directos de garantía inmediata de muy precisos derechos y libertades y
considerados como fundamentales, cuando quieran que sean agraviados por la
concreta acción o la omisión de una autoridad pública o por un organismo del
Estado, siempre identificable específicamente como una autoridad responsable de
la misma, o por un particular. La acción de tutela tiene por objeto la
protección cierta y efectiva de los derechos constitucionales fundamentales
presuntamente amenazados o vulnerados, lo cual explica la necesidad del
pronunciamiento del Juez en sentido favorable o desfavorable lo cual constituye
la razón de ser de la solicitud que ante la autoridad judicial dirige la
persona que se considera afectada.
DEBIDO
PROCESO/DERECHOS FUNDAMENTALES
El derecho
fundamental al debido proceso es de aplicación inmediata, vincula a todas las
autoridades y constituye una garantía de legalidad procesal para proteger la
libertad, la seguridad jurídica, la nacionalidad y la fundamentación de las
resoluciones judiciales. El derecho al debido proceso comprende un conjunto de
principios materiales y formales entre los que se encuentran el principio de
legalidad, el principio del juez natural o legal, el principio de favorabilidad
penal y el principio de presunción de inocencia, todos los cuales responden
mejor a la estructura jurídica de verdaderos derechos fundamentales. Una vez se
ha particularizado el derecho-garantía a un debido proceso, adquiere el
carácter de derecho constitucional fundamental en beneficio de quienes integran
la relación procesal. De esa manera quien se sienta amenazado o vulnerado por
algún acto u omisión de la autoridad o de los sujetos de la relación procesal,
podrá invocar y hacer efectivo los derechos que implícitamente hacen parte del
debido proceso.
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA
El acceso debe
estar enmarcado dentro de unos lineamientos básicos, como lo son el respeto al
derecho a un debido proceso y a los principios en él incorporados, como lo son
el de la legalidad, la buena fé y la favorabilidad, entre otros. A su vez,
surge el deber del Estado, en cabeza de la administración de justicia, una vez
se ha tenido acceso a ella, conforme a lo dispuesto en el artículo 228 de la
Carta, de que sus decisiones sean públicas y permanentes, con la prevalencia
del derecho sustancial, al igual que observar en las actuaciones judiciales los
términos procesales con diligencia. De ello surgen entonces principios que se
deben cumplir en las actuaciones judiciales, como son el de la eficacia, la
publicidad, la permanencia y la celeridad. Se configura en este caso por
consiguiente una dilación injustificada del proceso y una indebida y morosa
obstrucción para el acceso efectivo a la administración de justicia.
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Eficacia
El medio judicial
de defensa ha de ser idóneo para obtener una protección cierta, efectiva y
concreta del derecho fundamental de cuya violación o amenaza se trata. Debe
entenderse que el medio tiene que ser suficiente para que a través
de él se restablezca el derecho fundamental vulnerado o se proteja de su
amenaza. La dilación en el trámite de la investigación carece en absoluto de
cualquier tipo de recursos, con lo que se concluye que los otros medios de
defensa atendidas las circunstancias son en éste caso ineficaces.
MORA
JUDICIAL/JUEZ-Responsabilidad/DEBIDO
PROCESO-Vulneración
El funcionario
judicial -el juez- debe velar por la aplicación pronta y cumplida de la
justicia. Los términos procesales son improrrogables y obligan tanto a las
partes como a los jueces. El funcionario que incumpla los términos procesales o
que dilate injustificadamente el trámite de una querella, solicitud, investigación
o un proceso sin causa motivada, incurrirá en causal de mala conducta. El abuso
en la utilización de los recursos y mecanismos procesales, que conducen a la
dilación de los trámites jurisdiccionales, contraría este principio. Se debe
por tanto fortalecer la institucionalización de la mora como causal de mala
conducta, para obligar al Juez a cumplir estrictamente los términos procesales
y a darle un curso ágil y célere a las solicitudes que ante la administración
judicial presenten los ciudadanos, dentro de la garantía del debido proceso.
REF.: EXPEDIENTE
No. T-2975
Peticionario: ALVARO CAMACHO FONSECA.
Procedencia: Tribunal Superior de Santafé de Bogotá -
Sala Disciplinaria.
Magistrado
Ponente: Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN.
Aprobada según acta
No. 7 del veintiseis (26) de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Séptima de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Jaime Sanín
Greiffenstein, Ciro Angarita Barón y Eduardo Cifuentes Muñoz, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL
PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA
CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
El señor ALVARO
CAMACHO FONSECA, personalmente con el fin de lograr el restablecimiento de los
derechos constitucionales fundamentales que le fueron conculcados, presenta
acción de tutela dirigida contra el Juzgado Once Penal Municipal de Bogotá.
I. INFORMACION
PRELIMINAR.
El día 7 de abril de
1992, el peticionario presentó acción de tutela ante el Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santafé de Bogotá por considerar que se le había dilatado
injustificadamente el trámite de la denuncia que había presentado ante el
Juzgado Segundo Penal Municipal, vulnerándose su derecho fundamental a un
debido proceso, consagrado como derecho fundamental en el artículo 29 de la
Constitución Nacional.
A.
HECHOS
1. El día 22 de septiembre de 1989 el
peticionario presentó ante el Juzgado Once Penal Municipal de Bogotá un
denuncio penal contra JOSE A. TORRES y FRANCISCO TORRES por violación de
habitación ajena, daños en bien ajeno e incendio, señalando como cuantía de los
daños y perjuicios la suma de quinientos mil ($500.000.oo) pesos.
2. El mencionado despacho por auto de fecha 22
de septiembre de 1989 consideró que era incompetente para conocer de esa
denuncia y remitió el expediente a los Juzgados de Instrucción Criminal siendo
repartido al Juez Treinta y Tres, quien por auto de 29 de septiembre de 1989
determinó que no existía delito de incendio por adolecer de uno de sus
elementos, y que por razón de ser de mínima cuantía, correspondía su
conocimiento al Juzgado Once Penal Municipal.
3. El Juzgado Once Penal Municipal avocó su
estudio y ordenó efectuar una serie de pruebas, tales como la ampliación de la
denuncia, la declaración de los testigos y del sindicado, entre otras.
4. El día 2 de abril de 1991 a raíz de la
expedición de la ley 23 de 1991, en virtud de lo dispuesto en su artículo 1o.,
el Juez profirió un auto ordenando remitir el expediente al Inspector de
Policía (reparto), donde se llevó a cabo una ampliación de la denuncia y se
hizo un avalúo de los daños ocasionados.
5. El día 11 de junio de 1991 la Inspección de
Policía No. 3-B de Bogotá ordenó remitir nuevamente el expediente al Juzgado
Once Penal Municipal, por cuanto los daños y perjuicios ocasionados
sobrepasaban la suma del millón de pesos, lo cual de conformidad con la ley 23
de 1991 era de competencia del Juzgado Municipal.
6. El 23 de abril de 1992, es decir 10 meses
después de ordenado el envió del expediente, éste fue remitido para que el
Juzgado Once Penal Municipal adelantara su trámite, donde se encuentra en la
actualidad.
B. SOLICITUD
El peticionario
solicita ante las múltiples e injustificadas dilaciones y moras en investigar
y dar trámite a su querella, que se le ordene al Juez 11 Penal Municipal de
Bogotá resolver sobre la apertura o no de la investigación por los hechos
denunciados.
II.
DECISION JUDICIAL
Correspondió conocer
de la presente acción de tutela en primera instancia al Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santafé de Bogotá Sala Disciplinaria, quien después de
analizar los documentos y pruebas allegadas, en fallo del 8 de mayo de 1992
decidió denegar la solicitud de tutela con base en los siguientes
razonamientos:
1. "Que la actuación judicial de que se
viene hablando, originaria de la denuncia instaurada por el señor ALVARO
FONSECA CAMACHO, aún se encuentra vigente, como quiera que en ella no se ha
decretado la prescripción de la acción penal..."
2. "Que ante esa situación, el petente
tiene todo el derecho, conforme al artículo 27 del Código de Procedimiento
Penal, de ampliar su denuncia y suministrar a las autoridades competentes los
informes que sean conducentes y, por lo mismo, al no haberse proferido en la
actuación judicial providencia que disponga la improseguibilidad de la acción,
debe acudir ante el despacho judicial que actualmente conoce de la querella a
efecto de que a ésta se le dé el trámite pertinente".
3. A juicio del Tribunal, es en aquel juzgado
donde se debe dirimir la pretensión invocada en la acción de tutela, y decidir
como deber legal sobre la apertura o no de la investigación por los hechos
denunciados.
4. Finalmente se ordena solicitar la
intervención de la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Judicial con el
objeto de que establezca las causas determinantes que llevaron a que se
produjeran protuberantes moras en la tramitación y diligenciamiento de la
denuncia instaurada por el accionante.
El fallo no fue
impugnado dentro de los términos consagrados en el artículo 31 del decreto 2591
de 1991, siendo remitido en esta forma para su eventual revisión por la Corte
Constitucional.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
De conformidad con
los artículos 86 inciso 2o. y 214 numeral 3o. de la Constitución Nacional y los
artículos 31, 32 y 33 del Decreto 2591 de 1991, por el cual se reglamenta la
acción de tutela, es competente la Corte Constitucional para conocer en
revisión del fallo del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de
Bogotá- Sala Disciplinaria.
Establece el
artículo 86 de la Constitución Nacional, el cual es reiterado por el artículo
1o. del Decreto 2591 de 1991, que la acción de tutela procede para solicitar la
protección inmediata de los derechos fundamentales, "cuando quiera que
éstos resulten vulnerados o amenazados por la acción o la omisión de cualquier
autoridad pública".
En el presente caso
se trata de una acción de tutela instaurada contra una autoridad pública, por
cuanto la parte demandada es el Juez Once Penal Municipal de Bogotá, calidad
que le otorga la ley y la Constitución Nacional.
Y como autoridad
pública se deben entender todas aquellas personas que están facultadas por la
normatividad para ejercer poder de mando o de decisión en nombre del Estado y
cuyas actuaciones obligan y afectan a los particulares.
La solicitud se
dirige a tutelar la vulneración del derecho fundamental al debido proceso, al
igual que el derecho que tiene toda persona de acceder a la administración de
justicia.
1. LA PROTECCION
DEL DERECHO COMO OBJETO DE LA ACCION DE TUTELA
Para definir los
fundamentos de esta providencia, conviene señalar que la acción de tutela está
prevista en el artículo 86 de nuestra Carta Fundamental como un mecanismo
procesal complementario, específico y directo que tiene por objeto la
protección concreta e inmediata de los derechos constitucionales fundamentales,
en una determinada situación jurídica, cuando estos sean violados o se presente
amenaza de su violación.
Como lo ha señalado
esta Corte, dicha acción es un medio procesal específico porque se contrae a la
protección inmediata de los derechos constitucionales fundamentales, afectados
de modo actual e inminente y no a otros, y conduce, previa la solicitud, a la
expedición de una declaración judicial que contenga una o varias órdenes de
efectivo e inmediato cumplimiento.
Es directo porque
siempre presupone una actuación preferente y sumaria a la que el afectado puede
acudir sólo en ausencia de cualquier otro medio de defensa judicial, salvo que
se utilice excepcionalmente como un mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable y, en todo caso, procura la restitución al sujeto
peticionario en el goce del derecho de rango constitucional fundamental que se
demuestra lesionado.
El ejercicio de la
acción está condicionado, entre otras razones, por la presentación ante el Juez
de una situación concreta y específica de violación o amenaza de violación de
los derechos fundamentales, cuya autoría debe ser atribuida a cualquier
autoridad pública o, en ciertos eventos definidos por la ley, a sujetos
particulares. Además el peticionario debe tener un interés jurídico y pedir su
protección también específica, siempre en ausencia de otro medio judicial de
protección.
Su consagración
constitucional pretende establecer un procedimiento, o eventualmente un
conjunto de procedimientos judiciales autónomos, específicos y directos de
garantía inmediata de muy precisos derechos y libertades establecidos en
principio en el Capítulo I del Título Segundo de la Constitución y considerados
como fundamentales, cuando quieran que sean agraviados por la concreta acción o
la omisión de una autoridad pública o por un organismo del Estado, siempre
identificable específicamente como una autoridad responsable de la misma, o por
un particular en los términos del Decreto 2591 de 1991.
La acción de tutela
tiene por objeto la protección cierta y efectiva de los derechos
constitucionales fundamentales presuntamente amenazados o vulnerados, lo cual
explica la necesidad del pronunciamiento del Juez en sentido favorable o
desfavorable lo cual constituye la razón de ser de la solicitud que ante la
autoridad judicial dirige la persona que se considera afectada.
2. EL
DEBIDO PROCESO COMO UN DERECHO FUNDAMENTAL
Conforme al artículo
86 de la Constitución, los derechos que pueden ser objeto de la acción de
tutela son aquellos derechos inherentes a la persona humana. El carácter
fundamental de un derecho no depende de la ubicación del artículo que lo
consagra dentro del texto constitucional en el Título II capítulo 1o. de la
Carta Fundamental.
Los derechos
fundamentales, como lo señala la doctrina y lo ha venido sosteniendo la Corte
Constitucional en varios de sus fallos,
"Son
los que corresponden al ser humano en cuanto tal, es decir, como poseedor de
una entidad inimitable caracterizada por su racionalidad que le permite ejercer
sus deseos y apetencias libremente. De ahí que se le reconozca una dignidad -
la dignidad humana - que lo colocan en situación de superior en el universo
social en que se desenvuelve; y por ello es acreedor de derechos que le
permiten desarrollar su personalidad humana y sin los cuales ésta se vería
discriminada, enervada y aún suprimida. Son los derechos fundamentales que le
protegen la vida, proscriben la tortura, aseguran su igualdad frente a sus
congéneres, amparan su derecho a la intimidad, garantizan su libertad de
conciencia, ....su juzgamiento debe respetar el debido proceso, etc".
Así entonces,
ninguna autoridad pública puede desconocer el valor normativo y la efectividad
de los derechos y garantías que la Constitución consagra en favor de las
personas. Todas las autoridades, sin excepción, deben proteger y promover su
cumplimiento y respeto.
Es procedente citar
la definición que en materia del debido proceso hace FERNANDO VELASQUEZ V., y
que fue analizada por esta Corte en sentencia T-419 de 17 de junio de 1992:
"En
sentido restringido, la doctrina define el debido proceso como todo ese
conjunto de garantías que protegen al ciudadano sometido a cualquier proceso,
que le aseguran a lo largo del mismo una recta y cumplida administración de
justicia, que le aseguren la libertad y la seguridad jurídica, la nacionalidad
y la fundamentación de las resoluciones judiciales conforme a derecho. Desde
este punto de vista, entonces, el debido proceso es el principio madre o
generatriz del cual dimanan todos y cada uno de los principios del derecho
procesal penal, incluso el del juez natural que suele regularse a su
lado".
La Constitución en
su artículo 29 consagra el derecho al debido proceso, el cual señala:
"El
debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas.
Nadie
podrá ser juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa,
ante juez o tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas
propias de cada juicio.
En
materia penal, la ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se
aplicará de preferencia a la restrictiva o desfavorable.
Toda
persona se presume inocente mientras no se le haya declarado judicialmente
culpable. Quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia de un
abogado escogido por él, o de oficio, durante la investigación y el
juzgamiento; a un debido proceso público sin dilaciones injustificadas; a
presentar pruebas y a controvertir las que se alleguen en su contra; a impugnar
la sentencia condenatoria, y a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho.
Es
nula de pleno derecho, la prueba obtenida con violación del debido
proceso".
Su relevancia
constitucional obedece a que representa la máxima facultad y posibilidad del
individuo para limitar el "ius punien di" del Estado. El derecho
fundamental al debido proceso es de aplicación inmediata conforme a lo
dispuesto por el artículo 85 de la Carta, vincula a todas las autoridades y
constituye una garantía de legalidad procesal para proteger la libertad, la
seguridad jurídica, la nacionalidad y la fundamentación de las resoluciones
judiciales.
El artículo 29 de la
Constitución contempla, además, otros derechos que se entienden contenidos en
el núcleo esencial del derecho al debido proceso, como son el derecho de defensa,
el derecho de asistencia de un abogado, el derecho a un debido proceso sin
dilaciones injustificadas, el derecho a presentar y controvertir pruebas,
el derecho a impugnar la sentencia condenatoria y el derecho a no ser juzgado
dos veces por el mismo hecho.
Se busca también
proteger a las personas en su dignidad humana, su personalidad y su propio
desarrollo contra posibles arbitrariedades, con la consabida excusa del
ejercicio del poder.
PRINCIPIOS QUE
INTEGRAN EL DEBIDO PROCESO
El derecho al debido
proceso comprende un conjunto de principios materiales y formales entre los
que se encuentran el principio de legalidad, el principio del juez natural o
legal, el principio de favorabilidad penal y el principio de presunción de
inocencia, todos los cuales responden mejor a la estructura jurídica de
verdaderos derechos fundamentales, los cuales están consagrados en el plano del
Derecho Internacional en instrumentos como la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y los
Pactos Internacionales de Derechos Civiles y Políticos, entre otros.
De otra parte, la
jurisprudencia ha señalado entre otros como principios que integran el debido
proceso los siguientes:
"1. La
preexistencia de la norma que declara en forma clara e inequívoca la conducta
reprensible y establezca la sanción correlativa.
2. El juzgamiento ante juez competente y con
la observancia de las formas propias del juicio establecidas por el
legislador.... .
3. El derecho de defensa que se relaciona
directamente con los derechos esenciales de la libertad y que se traduce en la
facultad que tiene el inculpado para impugnar o contradecir las pruebas y las
providencias que le son adversas...." (Sentencia Corte Suprema de
Justicia, Noviembre 22 de 1990).
El DEBIDO PROCESO
EN LA LEGISLACION INTERNACIONAL
La institución del
debido proceso está contemplada en todas las legislaciones y ello ha permitido
consagrar este principio como pilar fundamental de las tesis que forman el
Derecho Procesal Universal, y que hoy hace parte de nuestro ordenamiento
jurídico.
Es así como en el
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, aprobado por la Ley 74 de
1968, en su artículo 14, se establece:
"Artículo
14.- 1. Todas las personas son iguales ante los Tribunales y Cortes de
Justicia. Toda persona tendrá derecho a ser oida públicamente y con las
debidas garantías por un Tribunal competente, independiente e
imparcial, establecido por la ley...." (Subrayas fuera de texto).
Pero además, las
instituciones jurídicas que hacen parte del debido proceso están contenidas en
otros Pactos y Convenios aprobados por Colombia, tales como la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (noviembre 22 de 1969), Convenios de Ginebra
de agosto 12 de 1949, entre otros.
EL DEBIDO PROCESO
PENAL
El nuevo Código de
Procedimiento Penal (Decreto No. 2700 del 30 de noviembre de 1991) consagra el
derecho a un debido proceso de la siguiente manera:
"Artículo
1o. Debido Proceso. Nadie podrá ser juzgado sino conforme a leyes preexistentes
al acto que se le imputa, ante juez o tribunal competente y con observancia de
la plenitud de las formas propias de cada juicio....".
Así pues, una vez se
ha particularizado el derecho-garantía a un debido proceso, adquiere el
carácter de derecho constitucional fundamental en beneficio de quienes integran
la relación procesal.
De esa manera quien
se sienta amenazado o vulnerado por algún acto u omisión de la autoridad o de
los sujetos de la relación procesal, podrá invocar y hacer efectivo los
derechos que implícitamente hacen parte del debido proceso.
En materia penal el
debido proceso constituye tal vez, el principio rector por excelencia del
procedimiento, y por ende el que marca las pautas sobre las que se habrá de
guiar la relación procesal.
Del texto
constitucional señalado en el artículo 29, se infiere que en el presente caso,
el mecanismo del debido proceso es aplicable a toda clase de actuaciones que se
realizen en los estrados o despachos judiciales, desde que se presenta la
denuncia o querella, se captura en flagrancia, o en fin, desde que se conoce de
la comisión del ilícito penal, hasta que se produce la sentencia, bien sea
condenatoria o absolutoria.
La norma no entra a
diferenciar para garantizar la efectividad del derecho al debido proceso, de
qué tipo de actuación judicial se trata o el momento procesal. Lo que se busca
es que se hagan efectivos todos los medios que estén a disposición de los
sujetos procesales con el propósito de hacer realidad la observancia de la
plenitud de las formas propias de cada juicio.
3. DEL
ACCESO A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA
Conforme al artículo
229 de la Constitución, toda persona tiene derecho para acceder a la
administración de justicia, bien sea a través de abogado o directamente cuando
así lo señale la ley.
Se quiere con esta
norma permitir al ciudadano dentro del ámbito de un estado democrático y
participativo, tener la oportunidad cuando lo considere necesario y oportuno,
de acudir a la administración de justicia, en cualquiera de sus expresiones o
manifestaciones.
Pero éste acceso debe
estar enmarcado dentro de unos lineamientos básicos, como lo son el respeto al
derecho a un debido proceso y a los principios en él incorporados, como lo son
el de la legalidad, la buena fé y la favorabilidad, entre otros. A su vez,
surge el deber del Estado, en cabeza de la administración de justicia, una vez
se ha tenido acceso a ella, conforme a lo dispuesto en el artículo 228 de la
Carta, de que sus decisiones sean públicas y permanentes, con la prevalencia
del derecho sustancial, al igual que observar en las actuaciones judiciales los
términos procesales con diligencia. De ello surgen entonces principios que se
deben cumplir en las actuaciones judiciales, como son el de la eficacia, la
publicidad, la permanencia y la celeridad.
Se trata de definir
entonces, si puede ser objeto de tutela la vulneración de derechos
fundamentales, en este caso del debido proceso, cuando ella es producto del
"incumplimiento de los términos procesales" o de dilaciones
injustificadas que obligan al funcionario competente de conformidad con lo
previsto en el artículo 228 de la Constitución Política.
No se puede ocultar
a ésta Sala que el peticionario carece de medios aptos para la defensa real de
sus derechos y que tal evento está previsto en el artículo 86 de la Carta, que
otorga a la persona una oportunidad de acudir a los jueces para invocar la
aplicación en su caso de las disposiciones constitucionales que la amparan, por
cuanto no existe medio de defensa alternativo para dicha finalidad.
El Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá estimó que el peticionario tenía a
su disposición un medio de defensa judicial idóneo, que es el proceso que cursa
actualmente en el Juzgado Once Penal Municipal al cual puede acudir a solicitar
que disponga el restablecimiento o protección del derecho, mediante la adopción
de la orden oportuna de actuar.
Se ha insistido y
para éste caso es de fundamental importancia señalar, en el sentido
constitucional que tiene, frente a la efectividad del derecho conculcado, el
"otro medio de defensa judicial" a que se refiere el artículo 86 de
la Carta como elemento cuya existencia hace improcedente la acción de tutela.
La Corte ha
sostenido reiteradamente que el medio judicial de defensa ha de ser idóneo para
obtener una protección cierta, efectiva y concreta del derecho fundamental de
cuya violación o amenaza se trata. Debe entenderse que el medio tiene que ser
suficiente para que a través de él se restablezca el derecho
fundamental vulnerado o se proteja de su amenaza.
"En virtud de
lo dispuesto por la Constitución de 1991, no hay duda que el otro medio de
defensa judicial de la persona que reclama ante los jueces la protección de sus
derechos fundamentales ha de tener una efectividad igual o superior a la de la
acción de tutela para lograr efectiva y concretamente que la protección sea
inmediata. No basta pues, con la existencia en abstracto de otro medio de
defensa judicial si su eficacia es inferior la de la acción de tutela".
(Sentencia Corte Constitucional No. T-414).
En el caso materia
de análisis, el actor había acudido a través de una denuncia a la justicia
penal, desde el 22 de septiembre de 1989 con el fin de que se condenara a los
denunciados a indemnizarlo por los daños y perjuicios que le habían ocasionado
como consecuencia de una conducta típica, antijurídica y culpable, descrita en
el Código Penal, producto de los delitos de violación de habitación, daño en
bien ajeno e incendio.
A la fecha de la
solicitud de tutela, abril 7 de 1992, habían transcurrido 2 años, 6 meses y 15
días definiendo entre el Juzgado Penal Municipal, el Juzgado de Instrucción
Criminal y la Inspección de Policía, cual era la corporación competente para
conocer de la denuncia, sin que en el citado plazo se hubiera definido, o bien
si se ordenaba la apertura de la investigación (hoy resolución de apertura de
instrucción) o si se dictaba un auto inhibitorio (resolución inhibitoria).
Aunque si bien en el
nuevo Código de Procedimiento Penal no se señala un término dentro del cuál se
deba ordenar la apertura de la instrucción, no es lógico ni consecuente con el
sentido que el Constituyente de 1991 le dió a la administración de justicia, de
la celeridad en sus actuaciones, ni con el derecho fundamental a un debido
proceso sin dilaciones injustificadas, que los despachos mencionados hubiesen
incurrido en una mora de tal magnitud para definir la situación concreta del
denunciante en cuanto a su querella.
Es preciso indicar
que dentro de las finalidades del Estado expresadas en la Constitución Nacional,
en el Preámbulo se contempla el aseguramiento de la justicia y el logro de un
orden justo como objetivos esenciales del Estado. A su vez el artículo 2o. de
la Carta señala como uno de sus fines esenciales "garantizar la
efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la
Constitución.... y asegurar.... la vigencia de un orden justo".
Y dentro de esos
principios y derechos están respectivamente el de la celeridad y eficacia en la
actuación de la administración de justicia y el de la garantía al debido
proceso. Se confía en virtud del artículo 2o. de la Carta, a las autoridades de
la República la función de asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del
Estado, dentro de los cuales está el de "brindar a los asociados una pronta
y cumplida justicia" (C.P. art. 228).
El Constituyente del
91 tuvo como uno de sus principales objetivos erradicar el incumplimiento por
parte de las distintas autoridades públicas, en especial de los funcionarios
judiciales, de los términos procesales, al igual que la conducta morosa e
injustificada de estos funcionarios en adelantar las actuaciones a su cargo,
generando a los destinatarios de la administración de justicia graves
perjuicios.
Es conveniente
recordar lo que afirmaba la Constituyente MARIA TERESA GARCES LLOREDA durante
los debates en la Asamblea Nacional Constituyente cuando propuso convertir en
norma constitucional el "principio de la celeridad": (Gaceta
Constitucional No. 88 pagina 2):
"Es
por todos sabido que uno de los mayores males que aquejan a la administración
de justicia es la morosidad en la prestación del servicio
público de la justicia. Procesos de índole penal,
civil, laboral y contencioso-administrativo demoran en los despachos
respectivos un considerable tiempo, haciéndose nugatoria la administración de
justicia y causándose con ello gravísimas consecuencias de todo orden, a la
convivencia social de los ciudadanos ". (subrayas fuera de texto).
A su vez el
constituyente HORACIO SERPA URIBE en su proyecto de acto reformatorio de la
Constitución No. 91 sobre "Justicia" señalaba:
"La tendencia
generalizada está inclinada por la responsabilidad personal del Juez, por el
error judicial, aun cuando últimamente, de manera tímida, se ha insinuado la
responsabilidad del Estado por fallas en el funcionamiento de la Administración
de Justicia".
"Múltiples
factores justifican la consagración de la responsabilidad estatal por el
funcionamiento anormal de la Administración de Justicia en la Constitución. Son
innumerables los casos de morosidad, de denegación de justicia, sin que ello
implique imputabilidad del juez sino vicios de la organización judicial, de
retardo desmesurado de la prestación del servicio. Todos estos vicios exceden
la normal tolerancia de lo que para el común de las personas impone la vida en
sociedad". (Gaceta Constitucional No. 24 pags 28-29).
De lo anterior
podemos afirmar que el funcionario judicial -el juez- debe velar por la
aplicación pronta y cumplida de la justicia. Los términos procesales son
improrrogables y obligan tanto a las partes como a los jueces. El funcionario
que incumpla los términos procesales o que dilate injustificadamente el trámite
de una querella, solicitud, investigación o un proceso sin causa motivada,
incurrirá en causal de mala conducta. El abuso en la utilización de los
recursos y mecanismos procesales, que conducen a la dilación de los trámites
jurisdiccionales, contraría este principio.
Se debe por tanto
fortalecer la institucionalización de la mora como causal de mala conducta,
para obligar al Juez a cumplir estrictamente los términos procesales y a darle
un curso ágil y célere a las solicitudes que ante la administración judicial
presenten los ciudadanos, dentro de la garantía consagrada en el artículo 29
de la Constitución - el debido proceso-. Para ello se hace indispensable la
colaboración del Ministerio Público a través del Agente Delegado para la
Vigilancia Judicial en la investigación por la mora en los despachos citados,
que deberá tener el carácter de pronta y eficaz.
4. ANALISIS DEL
CASO CONCRETO
Nos encontramos
entonces en el presente caso ante una omisión del Juez Once Penal Municipal, en
darle el trámite legalmente establecido por el Código de Procedimiento Penal a
la denuncia instaurada por el peticionario. Sobre el particular dispone el
artículo 324, que "la investigación previa" (etapa en que conforme a
las nuevas disposiciones penales se encuentra la demanda formulada por el
peticionario de la tutela), "se desarrollará mientras no exista prueba
para dictar resolución inhibitoria o mérito para vincular en calidad de parte
al imputado. En éste último caso se dictará resolución de apertura de
instrucción".
De lo anterior se
desprende que el juez o el fiscal según el caso será el encargado, según las
pruebas, de determinar cuándo y si se debe o no dictar resolución de apertura
de instrucción. No obstante y como se expuso anteriormente, el juez deberá
garantizar unos principios y garantías mínimas en el trámite, como los son la
celeridad y el debido proceso. De la lectura del expediente materia de tutela,
fuerza concluir que el juez después de tres (3) años de presentada la demanda,
debe haberse formado un criterio con base en las pruebas que en el expediente
aparecen, para determinar si se inicia la etapa de la instrucción, o por el
contrario profiere resolución inhibitoria por encontrar que el hecho no ha
existido, que la conducta es atípica, que está plenamente demostrada una causal
excluyente de antijuridicidad o culpabilidad o que la acción penal no puede
iniciarse.
Se configura por
consiguiente una dilación injustificada del proceso y una indebida y morosa
obstrucción para el acceso efectivo a la administración de justicia, conforme a
lo dispuesto por el artículo 229 de la Constitución, derecho que como se ha
expresado en varias ocasiones por ésta Corte,
"Tiene un
carácter fundamental innegable, habida cuenta de su necesaria vinculación con
otros derechos, pues la realización concreta de éstas depende en grado sumo de
la celeridad con que actúen los jueces en cumplimiento de la misión que les ha
encomendado el Constituyente".
"Considera la
Corte que no se trata únicamente de velar por el cumplimiento de los términos
por sí mismos ya que no se conciben como fin sino como medio para alcanzar los
fines de la justicia y la seguridad jurídica, sino de asegurar que a través de
su observancia, resulten eficazmente protegidos los derechos de los gobernados,
muy especialmente el que tienen todas las personas en cuanto a la obtención de
pronta y cumplida justicia". (Sentencia No. T-431 del 24 de junio de
1992).
Estima la Corte que
en el caso presente se deberá revocar la providencia del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Santafé de Bogotá - Sala Disciplinaria- y entrar a tutelar
el derecho que tiene el peticionario de acceder a la administración de
justicia, a fin de que se le reconozca y garantice el derecho al debido
proceso.
En la solicitud se
alega la vulneración del derecho fundamental al debido proceso por la misma
autoridad que actualmente conoce de él, por lo que mal se haría en pensar que
la protección pueda provenir del mismo funcionario que ha incurrido en los
casos que se censuran, particularmente cuando lo que se critica es la omisión
para actuar.
La dilación en el
trámite de la investigación carece en absoluto de cualquier tipo de recursos,
con lo que se concluye que los otros medios de defensa (v. gr. el derecho de
petición - artículo 28 C.P. Penal), atendidas las circunstancias son en éste
caso ineficaces.
Finalmente es
necesario señalar que para hacer efectiva la protección de los derechos
reclamados por el peticionario, se deberá ordenar al Juez Once Penal Municipal,
con el objeto de dar cumplimiento a los fines y propósitos sobre los cuáles se
debe enmarcar la actividad jurisdiccional, dentro de los que cabe mencionar, el
principio de la celeridad en las actuaciones judiciales en oposición a la
obstrucción indebida a la eficaz administración de justicia, las dilaciones injustificadas
y la morosidad en la prestación de este servicio público, que en un término no
mayor a diez (10) días a partir de la notificación de ésta providencia proceda
a dictar o bien resolución inhibitoria o resolución de apertura de la
instrucción en el expediente que contiene la denuncia presentada por el
peticionario de la acción de tutela.
5. CONCLUSION
El derecho
fundamental al debido proceso se vulneró en este caso por parte del Inspector
de Policía y del Juez Penal Municipal, pues dilataron sin justa causa la
investigación y apertura de la instrucción.
El perjuicio causado
con esa dilación es claro y evidente. Cualquier otro mecanismo diferente a la
tutela carece en este caso concreto, de eficacia necesaria para proteger el
derecho vulnerado.
La Constitución
protege no sólo el estricto cumplimiento de los términos, sino que la
investigación del proceso, regidos por ellos, no sea objeto de dilación
injustificada.
Para esta Corte es
claro que existe una estrecha relación entre el debido proceso y el
cumplimiento estricto de los términos procesales. De tal modo que toda
dilación injustificada de ellos constituye agravio al debido proceso.
Al reconocer por
ésta Sala que se requieren proteger los derechos fundamentales del peticionario
afectados por la conducta del Juez Once Penal Municipal, se debe imponer un
término perentorio y breve para que se haga efectivo el derecho que se pretende
garantizar al accionante.
En cuanto se refiere
a la responsabilidad que se genera por la conducta morosa y las dilaciones
injustificadas provenientes del Juez contra se instauró la acción, al igual
que del Inspector de Policía, quien retraso nueve (9) meses el envió del
expediente al Juez competente, se ordenará compulsar copias del expediente a la
Procuraduría General de la Nación y a la Sala Disciplinaria del Consejo
Superior de la Judicatura, para que dentro del ámbito de sus respectivas
competencia verifiquen los hechos alegados por el demandante, y para que se
adopten las medidas a que haya lugar.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia en Sala de
decisión, en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
PRIMERO: Revocar la providencia proferida por el
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá - Sala
Disciplinaria, el día 20 de mayo de 1992, mediante la cual se decidió sobre la
acción de tutela instaurada por ALVARO CAMACHO FONSECA.
SEGUNDO: Comuníquese al Tribunal Superior
del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá - Sala Disciplinaria el contenido de
esta providencia, según lo dispone el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991. Una
vez notificada, adecúe su fallo a lo dispuesto en ella y, en especial, para que
ordene al Juez Once Penal Municipal de Santafé de Bogotá dictar resolución
inhibitoria o resolución de apertura de instrucción según el caso, dentro del
expediente aludido en la demanda de tutela instaurada por ALVARO CAMACHO
FONSECA, en un término que no podrá exceder los diez (10) días hábiles siguientes
a la notificación de esta providencia.
TERCERO: Remitir copias del expediente y del
presente fallo a la Procuraduria Delegada para la Vigilancia Judicial y al
Consejo Superior de la Judicatura -Sala Disciplinaria, para lo de su
competencia.
Cópiese,
comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Ponente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
174 | T-573-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-573/92
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Indefensión
La acción de
tutela no procede contra todos o contra cualquier particular. Sólo procede
contra los particulares en aquellos casos en que expresa y taxativamente lo
autorice la ley para tutelar los derechos en ella previstos. Sólo procede para
proteger el derecho a la vida y a la integridad. Cuando se trate de la
vulneración de derechos distintos a éstos, el intérprete tendrá que estudiar si
los hechos encajan en los supuestos de algún otro numeral distinto al noveno.
De otro modo, no procederá la tutela. La situación de indefensión a que alude
el numeral noveno del artículo 42, significa que la persona que interpone la
tutela carezca de medios de defensa contra los ataques o agravios que, a sus
derechos constitucionales fundamentales, sean realizados por el particular
contra el cual se impetra. El estado de indefensión o impotencia se analizará
teniendo en cuenta las circunstancias del caso concreto, de las personas
involucradas y de los hechos relevantes (condiciones económicas, sociales,
culturales, antecedentes personales, etc.). El concepto de indefensión es
relacional. Esto significa que el estado de indefensión en que se encuentra el
ciudadano en relación con otro particular habrá que determinarlo de acuerdo al
tipo de vínculo que exista entre ambos.
DERECHO A LA
INTEGRIDAD PERSONAL-Vulneración/DERECHO
A LA VIDA-Vulneración/PROCESO PENAL
En el caso
presente, no sólo era clara la vulneración del derecho a la integridad,
reflejada en las agresiones y lesiones personales que se presentaron contra el
peticionario, sino que las amenazas, hostigamientos y posibles tentativas de
homicidio que se hallan probadas en el expediente vulneran el derecho
fundamental a la vida.La existencia de un proceso penal por los mismos hechos
no hace improcedente la tutela, por cuanto el alcance de la protección
constitucional del derecho fundamental es distinto y diferente al de la
protección penal.
EXPEDIENTE:
T-3889
PETICIONARIO:
JUAN GUACANEME GARCIA
PROCEDENCIA:
JUZGADO PROMISCUO MUNICIPAL DE ALBAN, CUNDINAMARCA
TEMAS:
-TUTELA CONTRA
PARTICULARES
CONCEPTO DE
"INDEFENSION".
MAGISTRADO
PONENTE:
CIRO ANGARITA
BARON
Aprobado mediante Acta a los 28 días del
mes de octubre de mil novecientos noventa y dos (1992) en Santafé de Bogotá.
La Sala Primera de Revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los magistrados Ciro Angarita Barón, Eduardo Cifuentes
Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
en el proceso de acción de tutela
instaurado por Juan Guacaneme García en contra del particular Carlos Ulises
Cárdenas, y que fuera resuelto en primera y única instancia por el Juzgado
Promiscuo Municipal de Albán, Cundinamarca.
1. ANTECEDENTES
Con base en los artículos 86 de la
Constitución Nacional y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección
correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de su revisión,
la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le correspondió el presente
negocio a esta Sala, la cual lo recibió formalmente el día 29 de julio del
presente año y entra ahora a dictar sentencia de revisión, de conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991.
A. La acción
El 12 de Junio de 1992, el ciudadano Juan
Guacaneme García -vecino de la población de Albán, Cundinamarca-, interpuso
acción de tutela en contra del particular Carlos Ulises Cárdenas, por
considerar que estaba en peligro su derecho fundamental a la vida y el de su
familia.
En la demanda, el peticionario relató que
se consideraba amenazado de obra y de palabra por el señor Carlos Ulises
Cárdenas, porque a comienzos del mes de mayo de 1992, dicho señor intentó
matarlo con un disparo de arma de fuego que no le ocasionó lesión alguna.
Cuando Guacaneme le hizo el reclamo correspondiente. Cárdenas le manifestó que
no descansaría hasta terminar con su vida o la de algún miembro de su familia.
Afirma el peticionario que el día 6 de
junio de 1992, el mismo señor Cárdenas, junto con otras personas, lo abordó en
el camino y le ocasionó heridas con armas cortopunzantes, mientras le decía que
"ahora sí lo iba a matar". Las consecuencias no fueron mayores
gracias a la intervención de un amigo. Los actos de hostigamiento y amenazas
por parte del señor Cárdenas han continuado desde entonces contra él y su
familia. Además, el peticionario debe cruzar un camino colindante con la
residencia del señor Cárdenas para llegar a su lugar de domicilio, lo cual lo
hace muy vulnerable a sus ataques físicos y verbales.
Interpone la tutela para que
"... el
despacho se sirva ordenar las medidas que considere necesarias para que cese
por parte del señor Carlos Ulises Cárdenas los atentados contra mi vida y la de
mi familia, igualmente, que cese las agresiones verbales y las amenazas que
profiere de muerte contra mi y mis familiares; que se le prohiba obstaculizar
la entrada a mi hogar mediante la utilización de armas; que se le prohiba el
porte de armas y la utilización de vehículos mediante los cuales atenta contra
mi vida. Al señor Carlos Ulises Cárdenas debe imponérsele una sanción ejemplar
por cuanto su conducta es condenada por todos los residentes de la vereda. El
despacho debe caucionar ejemplarmente al señor Ulises Cárdenas por su conducta
injusta y arbitraria..." (Fl. 3)
El mismo día en que se interpuso la acción
de tutela, el Juzgado decidió admitirla y en aplicación del artículo 7o. del
Decreto 2591 de 1991, decretó algunas medidas provisionales para la protección
del derecho, como oficiar al Comandante de Policía de Albán, Cundinamarca, a
fin de que se sirviera ordenar a quien correspondiera, prestarle la seguridad
adecuada y necesaria para evitar cualquier atentado contra la vida e integridad
física de Juan Guacaneme García y su familia, por parte del señor Carlos Ulises
Cárdenas.
B. Las pruebas
El Juzgado Promiscuo Municipal de Albán, Cundinamarca,
practicó las siguientes pruebas, que obran en el expediente.
a. Informe de la Secretaría del Juzgado, en
el que se da cuenta del proceso penal que adelanta ese mismo despacho contra
Carlos Ulises Cárdenas Ramírez, en el cual actúa como denunciante el
peticionario Juan Guacaneme García, por los delitos de tentativo de homicidio y
lesiones personales.
b. Declaración juramentada del señor
Domingo Guacaneme García quien afirmó que era cierto el relato de la tentativa
de homicidio y las lesiones personales y que teme por la vida de su hermano,
pues el señor Ulises se descontrola con el trago y ha manifestado
reiteradamente que quiere matarlo.
c. Declaración juramentada de la señora Luz
Marina Garzón, esposa del peticionario, quien ratificó lo dicho por éste, y
atribuyó el conflicto a un mal entendido por la muerte de un perro: Afirma en
su declaración que el señor Ulises permanece armado y amenaza constantemente a
su marido.
d. Declaración de Rafael Arévalo Tapia, en
la que confirma el relato del asalto con arma cortopunzante de que fuera
víctima el peticionario, pues fue él quien lo rescató cuando ya lo tenían
contra el suelo y le iban a pegar con una piedra en la cara.
e. Declaración juramentada de José Hugo
Cruz Rodríguez, quien manifestó que cree que el señor Ulises alguna vez hizo
unos disparos al aire en presencia de la esposa de Juan Guacaneme, que las
amenazas de Ulises contra éste son conocidas en la región, y que incluso, le
oyó decir a Ulises en su tienda que tenía que matar a Juan Guacaneme.
C. La sentencia de instancia
El diecinueve de junio de 1992, el Juzgado
Promiscuo Municipal de Albán, Cundinamarca, profirió la sentencia de tutela en
la que consideró que el derecho fundamental involucrado en los hechos era la
vida consagrado en el Artículo 11 de la Carta.
Para el juzgado, el decreto 2591 es claro
en admitir la tutela contra particulares cuandoquiera que éstos vulneran o
amenazan derechos fundamentales, con el lleno de ciertos requisitos, por
ejemplo, que no exista otro mecanismo de defensa judicial.
En el caso concreto que se estudia, las
amenazas contra el derecho a la vida están claramente probadas en el
expediente, y el peticionario no tiene ningún otro mecanismo de defensa
judicial, razón por la cual es admisible la acción de tutela.
Por lo tanto, resolvió:
"PRIMERO:
Ordenar que el señor CARLOS ULISES CARDENAS RAMIREZ, identificado con la c.c.
No. 19.395.830 de Bogotá, se abstenga y cese en forma definitiva sus amenazas
de muerte, físicas y verbales contra el señor JUAN GUACANEME GARCIA,
identificado con la c.c. No. 11.428.509 de Facatativá (Cundinamarca).
"SEGUNDO:
Ordenar que el señor CARLOS ULISES CARDENAS RAMIREZ, suscriba diligencia de
compromiso, en el sentido de abstenerse de realizar actos que atenten contra la
vida de JUAN GUACANEME GARCIA y su familia; abstenerse de realizar amenazas
físicas y verbales contra los mismos; como el impedir el acceso a su propiedad
con dichos actos.
"TERCERO:
Notifíquese personal e inmediatamente el contenido de este fallo al señor
CARLOS ULISES CARDENAS RAMIREZ.
"CUARTO:
Ponerle en conocimiento al comprometido de las consecuencias que se derivan del
desacato o incumplimiento de esta resolución conforme al contenido del Art. 52
y 53 del Decreto 2591 de 1991" (Fl. 25)
..."
D. Actuaciones posteriores
Con posterioridad a la sentencia, el
Comandante de la Policía de Albán informó que se estaban realizando constantes
patrullajes por la zona donde residen el peticionario y el señor Cárdenas
Ramírez, pero que era imposible dada la escasez de personal, mantener una
vigilancia fija en la zona.
Igualmente, obra en el expediente la
diligencia de compromiso suscrita por Cárdenas Ramírez, quien, en cumplimiento
de la sentencia, se comprometió a abstenerse de realizar actos que atenten
contra la vida de Juan Guacaneme García y de su familia; y de hacer amenazas
verbales contra los mismos e impedir el acceso a la propiedad del peticionario.
Como se dijo arriba, en el expediente obra
prueba de que en el mismo Juzgado Promiscuo Municipal de Albán, Cundinamarca,
cursa un proceso penal en el que se investigan los mismos hechos que dieron
lugar a la acción de tutela.
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
La Constitución Nacional, en su afán de
establecer mecanismos adecuados de protección y aplicación de los derechos
fundamentales, estableció la posibilidad de que la acción de tutela procediera
también contra particulares, en el quinto inciso de su artículo 86:
"La ley
establecerá los casos en los que la acción de tutela procede contra particulares
encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta afecte grave
y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el solicitante se
halle en estado de subordinación o indefensión".
En desarrollo de este mandato constitucional,
el decreto 2591 de 1991 dedicó el capítulo III de su articulado a regular lo
concerniente a la tutela contra particulares.
En el artículo 42 del decreto mencionado se
establecen nueve casos en los que procede la tutela contra particulares:
1. Cuando aquel contra quien se hubiere
hecho la solicitud esté encargado de la prestación del servicio público de
educación para proteger los derechos consagrados en los artículos 13(igualdad),
15(intimidad), 16(libre desarrollo de la personalidad), 18(libertad de
conciencia), 19(libertad de cultos), 20(libertad de expresión), 23(petición),
27(libertad de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra), 29(debido
proceso), 37(reunión) y 38(libertad de asociación).
2. Cuando aquél contra quien se hubiere
hecho la solicitud esté encargado de la prestación del servicio público de
salud para proteger los derechos a la vida, a la intimidad, a la igualdad y a
la autonomía.
3. Cuando aquél contra quien se hubiere
hecho la solicitud esté encargado de la prestación de servicios públicos
domiciliarios.
4. Cuando la solicitud fuere dirigida
contra una organización privada, contra quien la controle efectivamente o fuere
el beneficiario real de la situación que motivó la acción, siempre que el
solicitante tenga una relación de subordinación o indefensión con tal
organización.
Cuando aquél contra quien se hubiere hecho
la solicitud viole o amenace violar el artículo 17 de la Constitución que
prohibe la esclavitud, la servidumbre y la trata de seres humanos en todas sus
formas.
6. Cuando la entidad privada sea aquella
contra quien se hubiere hecho la solicitud en ejercicio del hábeas data, de
conformidad con lo establecido en el artículo 15 de la Constitución. Esta norma
dispone que todas las personas tienen derecho a conocer, actualizar y
rectificar las informaciones que se hayan recogido sobre ellas en bancos de
datos y en archivos de entidades públicas y privadas.
7. Cuando se solicite rectificación de
informaciones inexactas o erróneas. En este caso se deberá anexar la
transcripción de la información o la copia de la publicación y de la
rectificación solicitada que no fue publicada en condiciones que aseguren la
eficacia de la misma.
8. Cuando el particular actúe o deba actuar
en ejercicio de funciones públicas, en cuyo caso se aplicará el mismo régimen
que a las autoridades públicas.
9. Cuando la solicitud sea para tutelar la
vida o la integridad de quien se encuentre en situación de subordinación o
indefensión respecto del particular contra el cual se interpuso la acción. La
norma agrega que se presume la indefensión del menor que solicite la tutela.
Es claro que el caso que ocupa en esta
oportunidad a la Corte, es uno de los contemplados en el numeral noveno del
artículo 42, pues la tutela se impetra para tutelar la vida y la integridad del
peticionario y su familia, amenazados por la acción de un particular.
La procedencia de la tutela contra actos u
omisiones de los particulares, se discutió en la Asamblea Nacional
Constituyente. Una revisión de las diversas ponencias presentadas, revela que
hubo cuatro posiciones distintas, a saber:
a. Excluir de la acción de tutela los actos
u omisiones de los particulares;
b. Aceptar la procedencia de la acción de
tutela contra los actos y las omisiones de cualquier particular.
c. Excluir de la acción de tutela los actos
u omisiones de los particulares y aceptar su procedencia para actos u omisiones
de "organizaciones particulares".
d. Aceptar la procedencia de la acción de
tutela contra actos u omisiones de particulares, pero en casos excepcionales
previstos por la Constitución y regulados por la ley.
Esta última opción primó en la redacción
del artículo 86 y que se desarrolló en el artículo 42 y subsiguientes del
decreto 2591 de 1991.
A la luz de la normatividad vigente, pues,
la acción de tutela no procede contra todos o contra cualquier particular. Sólo
procede contra los particulares en aquellos casos en que expresa y
taxativamente lo autorice la ley para tutelar los derechos en ella previstos.
Estos límites de la tutela contra particulares, se encuentra en el texto del
inciso del artículo 86 de la Carta, arriba citado y explican el carácter
taxativo del artículo 42 del Decreto 2591 de 1991.
El numeral 9o. de ese artículo 42 que es el
relevante para el presente caso en la medida en que admite la procedencia de la
tutela contra particulares cuando se trate de proteger la vida o la
integridad de quien se encuentre en situación de sibordinación o indefensión
respecto del particular contra el cual se interpone la acción -consagra
requisitos específicos- que ameritan algún breve comentario.
En efecto, sólo procede para proteger el
derecho a la vida y a la integridad. Cuando se trate de la vulneración de
derechos distintos a éstos, el intérprete tendrá que estudiar si los hechos
encajan en los supuestos de algún otro numeral distinto al noveno. De otro
modo, no procederá la tutela.
En segundo lugar, debe existir una relación
de subordinación o de indefensión del petente, en relación con la persona
contra quien se dirige la acción. Salvo en los casos de menores, en los que esa
calificación de la relación se presume, deberá siempre probarse ese carácter
(indefensión o subordinación), para que prospere la tutela.
La situación de indefensión a que alude el
numeral noveno del artículo 42, significa que la persona que interpone la
tutela carezca de medios de defensa contra los ataques o agravios que, a sus
derechos constitucionales fundamentales, sean realizados por el particular
contra el cual se impetra.
El estado de indefensión o impotencia se
analizará teniendo en cuenta las circunstancias del caso concreto, de las
personas involucradas y de los hechos relevantes (condiciones económicas,
sociales, culturales, antecedentes personales, etc.).
Evidentemente, el concepto de indefensión
es relacional. Esto significa que el estado de indefensión en que se encuentra
el ciudadano en relación con otro particular habrá que determinarlo de acuerdo
al tipo de vínculo que exista entre ambos. En el caso presente, por ejemplo, la
situación de indefensión se acrecienta por el hecho de que el peticionario
tiene, forzosamente, que transitar en forma permanente por un camino colindante
al de su agresor. Además, el peticionario no anda armado -y el juez de tutela
no tiene porque estimular que se arme-, y las condiciones sociales de la región
impiden que cuente con una protección institucional permanente. Todas estas
circunstancias, analizadas en el caso concreto, llevan a la conclusión de que
hay, en efecto, una situación de indefensión del peticionario frente a su
vecino.
Siendo relacional, hay que un plus
que el peticionario no puede afrontar por la naturaleza ilegítima de la ventaja
existente, ligada a la violación del derecho fundamental.
En casos como el presente, la labor del
juez, consiste, entonces, en evaluar si existe una amenaza de vulneración del
derecho a la vida y a la integridad. Una vez establecido esto, el juez deberá
considerar el carácter de la relación que existe entre el peticionario y la
persona contra la cual se formula la tutela: sólo cuando la relación se
caracterice por una subordinación o indefensión, procederá la tutela.
De acuerdo a estos criterios, el Juzgado
Promiscuo Municipal de Albán, Cundinamarca, acertó en su decisión final. No
sólo era clara la vulneración del derecho a la integridad, reflejada en las
agresiones y lesiones personales que se presentaron contra el peticionario,
sino que las amenazas, hostigamientos y posibles tentativas de homicidio que se
hallan probadas en el expediente vulneran el derecho fundamental a la vida
consagrado en el artículo 11 de la constitución política de Colombia.
Por su parte, la indefensión del
peticionario frente a su agresor, es evidente y se halla plenamente demostrada
en el expediente. En efecto, dos factores permiten llegar a esa conclusión: en
primer lugar, todos los testimonios coinciden en afirmar que el señor Cárdenas
Gutiérrez permanece armado, lo cual pone a todas las demás personas que con él
se relacionen en un potencial estado de indefensión. En segundo lugar, la
particular circunstancia de que el peticionario y su familia deban utilizar
inevitablemente un camino que colinda con la finca en la cual reside el señor
Cárdenas, hace que el encuentro con él sea ineludible, lo cual acrecienta la
vulnerabilidad e indefensión del peticionario.
De otra parte, el proceso penal que ya
cursa en el mismo despacho, y en el cual se investiga la posible comisión de
delitos en el contexto de los hechos que ameritaron la interposición de la
tutela, no es un mecanismo eficaz para proteger el derecho fundamental a la
vida y a la integridad, toda vez que la decisión final que allí se tome -si
bien puede implicar una sanción penal y pecuniaria contra el presunto
responsable- no evitaría una vulneración del derecho, que puede ocurrir en
cualquier momento, dada la vecindad y cercanía de las partes en conflicto.
Una eventual medida de aseguramiento
privativa de la libertad, cuya procedencia será materia de estudio al interior
del proceso penal, de todas maneras, tendría que cumplir unos trámites y
respetar unos términos durante los cuales bien pudieran hacerse efectivas las
amenazas contra el derecho fundamental a la vida. Todo lo cual se confirma con
el hecho de que la misma juez que está conociendo del proceso penal, haya
decidido conceder la tutela: Tal era la inminencia de la vulneración del
derecho a la vida.
Ahora bien, de todas maneras, la existencia
de un proceso penal por los mismos hechos no hace improcedente la tutela, por
cuanto el alcance de la protección constitucional del derecho fundamental es
distinto y diferente al de la protección penal. Frente a un contexto fáctico
distinto, en el cual también se daba una amenaza de vulneración del derecho
constitucional fundamental a la vida, esta Corte dijo:
"Si se analiza
bajo la óptica constitucional el tema de las amenazas como resultado de
información falsa, el concepto de la violación del derecho fundamental a la
vida adquiere un sentido diferente, nunca percibido por los jueces de tutela
que resolvieron el caso. En efecto: mientras en derecho penal una amenaza
contra la vida sólo se configura con la iniciación de la etapa ejecutiva del
delito, en el derecho constitucional, la protección del derecho a la vida
incluye en su núcleo conceptual la protección contra todo acto que amenace
dicho derecho, no importa la magnitud o el grado de probabilidad de la amenaza
con tal de que ella sea cierta.
"Una amenaza
contra la vida puede tener niveles de gravedad diversos, que pueden ir desde la
realización de actos que determinen un peligro adicional mínimo para alguien,
hasta la realización de actos de los cuales se derive la inminencia de un atentado.
Con independencia de la responsabilidad penal que se deduzca de cada una de
estas situaciones, la constitución protege a las personas contra todos aquellos
actos que pongan en peligro de manera objetiva la vida de las personas; del
hecho de que el peligro sea menor no se puede concluir una falta de protección.
La constitución protege el derecho a la vida y dicha protección tiene lugar
cuando quiera que se afecte el goce del derecho no importa el grado de
afectación.
"Por lo demás,
así sucede con la protección de todos los derechos fundamentales: una vez
determinado el carácter fundamental del derecho y una vez establecida la
violación, con independencia de su gravedad, aparece el derecho a la
protección. Así por ejemplo, la violación del derecho a la participación
popular no depende del tamaño de la circunscripción electoral o de la
importancia del asunto; así como el derecho a la libertad de expresión no deja
de ser violado cuando se trata censura parcial de las ideas o cuando la censura
afecta ideas consideradas como banales o sin importancia.
"Así como el
ejercicio de los derechos no siempre tiene lugar de manera absoluta, para que
exista una violación al derecho no siempre se requiere de una violación
absoluta. El goce efectivo de los derechos conlleva limitaciones que provienen
de la contradicción o de la neutralización entre varios derechos. El famoso
adagio según el cual los derechos propios llegan hasta donde comienzan los
derechos ajenos, refleja bien esta imposibilidad de goce absoluto. Pues bien,
esta realidad que muestra un ejercicio limitado de los derechos se compadece
con el hecho de que no se requiera una violación absoluta del derecho para que
tenga lugar la protección del mismo"1
III. CONCLUSION
Así las cosas, la existencia de un proceso
penal por los mismos hechos cumple una función protectora de distinta
naturaleza y alcance a aquella que se otorga con la tutela, razón por la cual
ésta puede coexistir con aquél.
Frente a la existencia comprobada de
manifiesta indefensión por parte del peticionario, la tramitación simultánea de
un proceso penal por los mismos hechos no impide la concesión de la tutela,
comoquiera que ésta, en el caso concreto, resulta ser el instrumento más eficaz
para proteger el derecho.
IV. DECISION
En mérito de lo expuesto, la Sala Primera
de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERO: CONFIRMAR la sentencia del diecinueve de junio de
1992, proferida por el Juzgado Promiscuo Municipal de Albán, departamento de
Cundinamarca, por medio de la cual se resolvió favorablemente la tutela
interpuesta por Juan Guacaneme García en contra del particular Carlos Ulises
Cárdenas.
SEGUNDO: En todos los casos similares al presente, por sus
hechos o circunstancias, siempre que se configure una indefensión frente a un
particular y de ella se derive vulneración o amenaza a la vida, la doctrina
constitucional establecida en esta providencia, tendrá carácter obligatorio
para las autoridades, en los términos del artículo 23 del decreto 2591 de 1991.
TERCERO: Ordenar que por Secretaría se comunique esta
providencia al Juzgado Promiscuo de Albán, Cundinamarca, para los efectos del
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese, comuníquese, cúmplase e
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Corte Constitucional, Sala Primera de Revisión, Tutela 525 |
175 | T-576-92
Sentencia No
Sentencia No. T-576/92
DEBIDO
PROCESO/RECURSOS ADMINISTRATIVOS
El Derecho
Fundamental al Debido Proceso Administrativo es un conjunto complejo de
circunstancias de la administración que le impone la ley para su ordenado
funcionamiento, para la seguridad jurídica de los administrados y para la
validez de sus propias actuaciones. Dentro de aquellas circunstancias, se
encuentran los medios, que el conocimiento jurídico denomina
"RECURSOS", a disposición de los administrados para defenderse de los
posibles desaciertos de la administración, bien sea irregularidad formal,
injusticia o inconveniencia, hipótesis todas previstas en la ley, y que
provocan con su uso la denominada "vía gubernativa", a fin de
permitir a la Administración la corrección de sus propios actos mediante su
modificación, aclaración o revocatoria, y, a los administrados la garantía de
sus derechos por aquella, sin tener que acudir a la instancia judicial.
DEBIDO PROCESO
ADMINISTRATIVO-Vulneración/EXCEPCION
DE INCONSTITUCIONALIDAD/PRINCIPIO SOLVE ET REPETE-Inaplicación
El principio de
solve et repete que consagra la norma, realmente se ha convertido en un
obstáculo para el ejercicio del derecho de defensa en el presente caso, y por
lo tanto la norma debe ser inaplicada porque viola el derecho fundamental al
debido proceso administrativo en esas circunstancias.
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/DERECHO DE ACCESO A LA
ADMINISTRACION DE JUSTICIA-Agotamiento de la vía gubernativa
La acción de
tutela no procede cuando existan otros medios judiciales para hacer valer el
derecho, sin perjuicio de que pueda ser utilizada como mecanismo transitorio
para evitar un perjuicio irremediable, oportunidad que no se da en el presente
asunto por no ser el perjuicio de naturaleza irremediable. Sin embargo, el
amparo que se hace del derecho al debido proceso asegura el amparo al también
derecho fundamental al libre acceso a la justicia, que podría verse desconocido
con la decisión administrativa, toda vez que la ley no libera expresamente a la
administración de agotar la vía gubernativa.
ACCION DE TUTELA-Carácter Público
Se trata de una
acción pública, que al poder ser ejercida por "cualquier persona", se
encuentra exenta de rigorismos procesales propios de las acciones que se
ejercen a través de profesionales habilitados con títulos académicos.
REF: Expediente
No.T-3853
Los Recursos
Administrativos
Peticionario:
JOSE ISMAEL ALVARADO
GOMEZ
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá, D.C., octubre veintiocho
(28) de mil novecientos noventa y dos (1992)
La Corte Constitucional, Sala de Revisión
de Tutelas, se pronuncia sobre la acción de la referencia, en el grado
jurisdiccional de revisión, teniendo en cuenta lo siguiente:
A N T E C E D E N T E S
El señor JOSE ISMAEL ALVARADO GOMEZ, en
ejercicio de la acción de tutela prevista en el artículo 86 de la Constitución
Política, instaura demanda para "que se ordene al INTRA Regional
Santander, abstenerse de hacer efectiva, revocar, o lo que el Despacho
judicial estime pertinente, con respecto a la resolución No. 0120 de marzo de
1992, emanada de la Dirección Regional del INTRA Santander, por violación del
artículo 29 de la Constitución Nacional, derecho fundamental que solicito sea
protegido".
Encuentra fundamento para sus peticiones en
las siguientes circunstancias:
- "El INTRA Regional Santander
mediante resolución No. 0012 de enero 12 de 1992, abrió investigación a la
INSPECCION MUNICIPAL DE TRANSITO Y TRANSPORTE DE FLORIDABLANCA, por presunta
violación del artículo 6o. literal A, del Decreto 1270 de mayo 20 de
1991".
- "La norma presuntamente violada
(art. 6 literal A, Decreto 1270 de 1991) determina: "Será sancionado con
multa equivalente a 150 salarios mínimos legales mensuales vigente, el
organismo de tránsito que incurra en cualquiera de las siguientes conductas:
a.- No atender dentro de los plazos que se concedan las recomendaciones
impartidas por el INTRA, con motivo de UNA VISITA DE INSPECCION O ASESORIA".
- "Dicha visita de INSPECCION O
ASESORIA, nunca se realizó y consecuencialmente, si no hubo visita menos
podrían existir recomendaciones ni plazos para atender dichas
recomendaciones".
- "Mediante escrito radicado bajo el
No. 0357 del 31 de enero de 1992, rendí descargos, haciendo notar dicha
inconsistencia jurídica y solicitando el archivo de las diligencias."
- "No obstante el INTRA Regional
Santander mediante resolución No. 0120 del 16 de marzo de 1992, resolvió
sancionar a la INSPECCION MUNICIPAL DE TRANSITO Y TRANSPORTE DE FLORIDA BLANCA,
con multa de NUEVE MILLONES SETECIENTOS SETENTA Y CINCO MIL CINCUENTA PESOS
($9'775.050.oo) Moneda Corriente".
- "La Resolución No. 0120 del 16 de
marzo de 1992 es extemporánea y viola ostensiblemente el art. 10 del Decreto
1270 de 1991 y el artículo 118 del C.P.C., que habla de la perentoriedad de los
términos y oportunidades procesales".
- Estima el señor ALVARADO GOMEZ que la
acción de tutela que impetra es procedente pues si bien es cierto contra la resolución
atacada están previstos los recursos de reposición y apelación, el Decreto 1270
de 1991 señala que cuando se trata de una multa, tales recursos "sólo
serán concedidos previo depósito de su valor o garantizado en forma idónea el
cumplimiento de la obligación", ninguna de estas alternativas puede ser
satisfecha por cuanto el depósito es legalmente imposible ya que no existe
apropiación presupuestal para cubrir el importe como se demuestra con la
respectiva certificación de tesorería, y en el caso de la garantía idónea
"las compañías de seguros tanto del estado como particulares se han negado
a expedir la póliza de garantía respectiva para poder recurrir", lo que
también se acredita. En las condiciones anotadas afirma el accionante "mi
derecho de defensa es puramente ilusorio por cuanto de hecho dichos recursos
serán improcedentes y se me va a causar un perjuicio irremediable del orden
moral y material".
LA DECISION DE PRIMERA INSTANCIA
El Tribunal Administrativo de Santander,
mediante sentencia de abril veintitrés (23) de mil novecientos noventa y dos
(1992) decidió: "Dejar sin efecto la Resolución No. 0120 del 16 de marzo
de 1992, expedida por el Instituto Nacional del Transporte Regional Santander,
por la cual se sanciona a la Inspección Municipal de Tránsito y Transporte de
Floridablanca, con multa de NUEVE MILLONES SETECIENTOS SETENTA Y CINCO MIL
CINCUENTA PESOS ($9'775.050.oo) M/cte, por las razones expuestas en la parte
motiva de esta providencia", que se resumen así:
- "Es viable la acción de tutela que
se ha presentado con miras a obtener la anulación del acto administrativo
tantas veces citado"; conclusión a la que se llega luego de constatar que
no le fue posible al actor interponer los recursos de reposición y apelación en
razón de "la no existencia de partida alguna que permitiera a la
Inspección de Tránsito y Transporte de Floridablanca consignar la suma
correspondiente a la multa, tal como da cuenta el Tesorero de esa oficina,
además la Caja Agraria y la firma Colseguros se abstuvieron de expedir pólizas
para garantizar el pago de esa obligación, así como también La Previsora S.A.,
aduciendo una serie de razones que colocaron en imposibilidad a esa oficina
pública de surtir los diligenciamientos a que hemos hecho relación
anteladamente...".
- Analizada la documentación aportada por
el INTRA y que fue requerida como prueba "la Corporación arriba a la
conclusión de que la documentación a que hemos hecho referencia no obedece a
unas recomendaciones impartidas por el INTRA, que debieron cumplirse dentro de
unos plazos concretos y que hubieran sido motivadas por una visita previa de
inspección o de asesoría; necesariamente para que la sanción se ajuste a
derecho debe estar precedida del cumplimiento a cabalidad del proceso citado en
la norma supuestamente infringida, pues de lo contrario, evidentemente se está
desconociendo un derecho fundamental de la actual Carta."
- "En las condiciones antes señaladas
se considera por el Tribunal que le asiste razón al actor y en consecuencia de
conformidad con el artículo 23 del Decreto 2591 de 1991, las cosas deben volver
al estado anterior al trámite irregularmente observado, o sea que si la oficina
del INTRA Regional Santander considera aún que debe ser investigada esa
dependencia, debe agotar el procedimiento exigido en la norma que estima
violada y permitir que se ejerza el derecho de defensa oportuna y
debidamente."
- "De otra parte, el Tribunal
considera que es un impropiedad no solamente abrir investigación sino también
sancionar a la Inspección Municipal de Tránsito y Transporte de Floridablanca,
en razón a que es un ente que carece de personería jurídica".
LA IMPUGNACION
El Doctor JAIME GARCIA RUEDA, apoderado del
Instituto Nacional de Tránsito y Transporte, impugnó la sentencia de primera
instancia y expone las siguientes razones:
- La resolución 0120 de 1992 se expidió de
conformidad con el Decreto Ley 1270 de 1991 y la sanción que mediante ella se
impuso "tuvo su origen en las irregularidades cometidas por el Organismo
de Tránsito y Transporte de Floridablanca, registrando vehículos sin tener
placas reflectivas y ante los permisos ilegales expedidos por cuando dicho
organismo no es competente para expedir estos últimos".
- "El INTRA Regional Santander al
tener conocimiento de esta anomalía, por intermedio de su Director Regional le
envía al Inspector Municipal de Tránsito y Transporte de Floridablanca el
oficio DTSU-0950 de noviembre 18 de 1991, en el cual informa que ese organismo
no puede seguir registrando vehículos mientras no obtenga la existencia de las
placas reflectivas", concepto que también le fué informado por la Oficina
Jurídica del INTRA Nacional, al absolver consulta formulada por el Inspector de
Tránsito y Transporte de Floridablanca.
- Estima el impugnante que "el
contenido de los citados oficio, incuestionablemente constituyen unas precisas
recomendaciones, para efectos de que el Organismo de Transporte de
Floridablanca le diera inmediata aplicación y por lo tanto se abstuviera de
seguir actuando irregularmente; no obstante lo anterior y en un verdadero
desacato a las recomendaciones dadas por el INTRA, éste sigue registrando
vehículos y expidiendo permisos irregularmente...".
- Ante la conducta irregular reiterativa y
permanente la Regional de Santander optó por abrir investigación administrativa
cuya apertura fue notificada al Organismo de Tránsito y Transporte por
intermedio de su Inspector quien presentó los descargos del caso que no lograron
desvirtuar el cargo imputado y en tal virtud se aplicó la sanción contenida en
la Resolución 0120 de 1992.
- Afirma el impugnante que no es cierto la
afirmación de que al actor no le fue posible interponer los recursos "por
cuanto al notificarse de la resolución No. 0120 de marzo 16 de 1992 dentro del
término legal con escrito radicado en esta Regional bajo el # 1225 el 2 de
abril del año en curso interpone los recursos de reposición y apelación contra
la providencia antes citada, se hace notar que estos medios de impugnación por
la vía gubernativa tienen la misma fecha de la interposición de la acción de
tutela elevada por el Inspector Municipal de Tránsito y Transporte de
Floridablanca ante esa Honorable Corporación, lo cual significa que el Organismo
de Tránsito y Transporte de Floridablanca a través de su Inspector hizo uso de
otros medios de defensa en la vía administrativa".
- "...si la Inspección Municipal de
Tránsito y Transporte de Floridablanca para que fuera atendida a través de los
recursos no depositó el valor de la multa, ha debido garantizar el cumplimiento
de ésta por otro medio idóneo diferente a la póliza, como es un pagaré, una
letra de cambio, un cheque, que son títulos valores reconocidos por la
legislación comercial."
- "En el presente caso no se aprecia
de manera incontrovertible que con la sanción impuesta al organismo de Tránsito
y Transporte de Floridablanca se haya cometido un perjuicio irremediable, por
cuanto la actuación del INTRA Regional Santander se fundamentó precisamente en
actuaciones irregulares y por fuera de la normatividad que regula la actividad
del Tránsito Terrestre Automotor".
- El artículo 10 de la Ley 53 de 1989
concedió facultades al Gobierno Nacional para determinar el régimen de
sanciones aplicable a los organismos de tránsito y transporte. Con base en
esta ley el Gobierno expidió el Decreto 1270 de 1991, que contiene las
sanciones a imponer por parte del INTRA a los mencionados organismos, que para
el cabal cumplimiento de sus funciones deben obtener del Instituto
clasificación y licencia de funcionamiento previo acuerdo debidamente aprobado
por el Concejo Municipal en el que se establece la estructura administrativa.
Así las cosas "la Inspección Municipal de Tránsito y Transporte de
Floridablanca al estar funcionando en debida forma si es sujeto para aplicarle
las sanciones establecidas en el Decreto 1270 de 1991 y el INTRA no puede
sustraerse de la obligación que le señala esta norma."
LA DECISION DE SEGUNDA INSTANCIA
Al desatar la impugnación formulada el
Consejo de Estado mediante fallo calendado el diecisiete (17) de junio de mil
novecientos noventa y dos (1992) decidió revocar "la sentencia proferida
por el Tribunal Administrativo de Santander el 23 de abril de 1992, en la cual
dispuso dejar sin efecto la resolución 0120 de 16 de marzo de 1992 expedida por
el INTRA Regional Santander. En consecuencia, niégase la tutela
solicitada". Lo anterior con fundamento en las siguientes
consideraciones:
- El artículo sexto (6) del Acuerdo No. 018
de noviembre de 1988 por medio del cual el Concejo Municipal de Floridablanca
dispuso la creación y organización de un establecimiento público autónomo del
orden municipal denominado Inspección de Tránsito clase A de Floridablanca,
señaló que la representación legal del establecimiento público, la tendrá el
Inspector de Tránsito de Floridablanca.
- "No hay constancia en el expediente
de quien sea la persona que tenga la representación del citado establecimiento
público, pues el accionante José Ismael Alvarado Gómez, no invoca esa calidad
ni prueba que tenga la representación del establecimiento público municipal
denominado "Inspección Municipal de Tránsito" de Floridablanca a
quien el Intra Regional de Santander impuso multa de $9.775.050 pesos moneda corriente.-"
- "Siendo la Resolución 0120 de 16 de
marzo de 1992, un acto individual y concreto que impuso una multa, es en la
afectada la Inspección de Tránsito de Floridablanca en quien radica la facultad
de demandar la anulación del acto que le causa agravio y no cualquier persona.
Además, tratándose de un acto administrativo que impone una multa él está
sujeto a las acciones de nulidad con restablecimiento en el derecho ante la
jurisdicción contenciosa administrativa; luego tampoco por este aspecto cabría
la acción de tutela, ya que quien la intenta no ha probado que lo hace en
representación del establecimiento público multado".
Visto lo anterior, decide la Sala, previas
la siguientes
C O N S I D E R A C I O N E S :
a) La Competencia
Es competente la Sala para conocer de la
acción de tutela instaurada por el señor JOSE ISMAEL ALVARADO GOMEZ, de acuerdo
con lo establecido en los artículos 86 inciso 2o. y 241 numeral 9o. de la
Constitución Política, en concordancia con los artículos 33 y 34 del Decreto
2591 de 1991.
b) La Materia
Se revisa en el presente fallo la sentencia
del Honorable Consejo de Estado, en el asunto de la referencia, del diecisiete
de junio de mil novecientos noventa y dos (1992).
Los Recursos Administrativos
Esta misma Sala con ocasión de la revisión
de la Tutela No. 3197, sentencia T-552, del 7 de octubre de 1992, hizo entre
otras precisiones sobre el Derecho Fundamental al Debido Proceso
Administrativo, la de que "es un conjunto complejo de circunstancias de
la administración que le impone la ley para su ordenado funcionamiento, para la
seguridad jurídica de los administrados y para la validez de sus propias
actuaciones". Dentro de aquellas circunstancias, se encuentran los
medios, que el conocimiento jurídico denomina "RECURSOS", a
disposición de los administrados para defenderse de los posibles desaciertos de
la administración, bien sea irregularidad formal, injusticia o inconveniencia,
hipótesis todas previstas en la ley, y que provocan con su uso la denominada
"vía gubernativa", a fin de permitir a la Administración la
corrección de sus propios actos mediante su modificación, aclaración o
revocatoria, y, a los administrados la garantía de sus derechos por aquella,
sin tener que acudir a la instancia judicial. Existe además, la necesidad del
agotamiento de la vía administrativa, como un requisito previo, establecido por
la ley, para acudir a la jurisdicción contencioso administrativa, lo que
implica, nada menos, que su debido agotamiento es requisito indispensable para
el ejercicio, en los casos de ley, del derecho fundamental al libre acceso a la
justicia. La razón de la exigencia legal del agotamiento señalado, es la de
que la administración revise los reparos que se le formulen a su actuación,
antes de que conozca de ellos quien tiene la competencia para juzgados, a fin
de que pueda enmendados, cuando sea oportuno.
En el presente caso, el INTRA Regional
Santander violó el debido proceso administrativo al rechazar los recursos
interpuestos contra la Resolución No. 0120 del 16 de marzo de 1992, en la que
resolvió sancionar a la INSPECCION MUNICIPAL DE TRANSITO Y TRANSPORTE DE
FLORIDABLANCA, cuando ésta impugnó ese acto, con fundamento en el artículo 11
del Decreto 1270 de 1991, que en su parágrafo único dispone que: "Los
recursos contra una resolución que imponga sanción de multa, sólo serán
concedidos previo depósito de su valor, o garantizando en forma idónea el
cumplimiento de la obligación". Esta disposición resulta inconstitucional
al colocar a la Inspección en la imposibilidad de ejercer los recursos de la
vía gubernativa contra el acto que la sancionó por la suma de nueve millones
setecientos setenta y cinco mil cincuenta pesos ($9'775.050) moneda corriente;
toda vez que, como lo anota el accionante, le resulta legalmente imposible a
una institución de derecho público, cuya disposición de bienes debe ajustarse
según la ley a la prescripción presupuestal y no existe apropiación
presupuestal para cubrir tal evento, según certificación que obra al folio 8
del expediente. Tampoco fue posible, según se deduce de las pruebas, que
hubiese podido obtenerse expedición de garantía a la Inspección de Compañía de
Seguros, para asegurar en forma idónea la obligación. El principio de solve et
repete que consagra la norma, realmente se ha convertido en un obstáculo para
el ejercicio del derecho de defensa en el presente caso, y por lo tanto la
norma debe ser inaplicada porque viola el derecho fundamental al debido proceso
administrativo en esas circunstancias.
Más aún, ha sostenido la doctrina que en
los casos en que la Administración es parte interesada, no hay lugar al uso de
los recursos para agotar la vía gubernativa porque esos medios de acción
jurídica son otorgados por la ley en favor de los administrados. En la
situación bajo análisis, los intereses de la administración en tanto conjunto
soportan la argumentación, lo mismo que la identidad de los bienes en juego, en
cuanto públicos. De suerte que el Intra Regional Santander, al no decidir sobre
los recursos interpuestos, desconoció igualmente el derecho al debido proceso
administrativo que tenía la Inspección Municipal de Tránsito y Transporte de
Floridablanca. En consecuencia, la Sala amparará ese derecho en esta decisión.
En la sentencia que se revisa dos
argumentos se plantean por el Honorable Consejo de Estado, como consideraciones
para sustentar su decisión: La primera, según la cual "tratándose de un
acto administrativo que impone una multa él está sujeto a las acciones de
nulidad con restablecimiento en el derecho ante la jurisdicción contenciosa
administrativa" (artículo 6o. numeral 1o. decreto 2591/91); y la segunda,
que expresa la inexistencia de "constancia en el expediente de quien sea
la persona que tenga la representación legal del citado establecimiento
público".
Es cierto que como lo sostiene la alta
Corporación, la acción de tutela no procede cuando existan otros medios
judiciales para hacer valer el derecho, sin perjuicio de que pueda ser
utilizada como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable,
oportunidad que no se da en el presente asunto por no ser el perjuicio de
naturaleza irremediable. Sin embargo, el amparo que se hace del derecho al
debido proceso asegura el amparo al también derecho fundamental al libre
acceso a la justicia, que podría verse desconocido con la decisión
administrativa, toda vez que la ley no libera expresamente a la administración
de agotar la vía gubernativa.
Sobre la segunda consideración, encuentra
la Sala que si bien es cierto que en el expediente no hay, en rigor procesal,
certificación que acredite la representación de la Inspección, que es
establecimiento público autónomo del orden municipal, según el acuerdo No. 018
de noviembre de 1988, del Concejo Municipal de Floridablanca, no es menos
cierto que en varias oportunidades en el expediente aparecen indicios que
valorados en su conjunto, no dejan duda de que el accionante ocupó el cargo de
inspector cuando se sucedieron los hechos motivo de la querella (ver folios 9,
34, 42, 43 y 51, entre otros), y de que actuaba en su calidad de tal, cuando
instauró la acción, como se desprende del "pie de firma" de su
escrito de demanda. Tiene en cuenta la Sala que se trata de una acción
pública, que al poder ser ejercida por "cualquier persona", se
encuentra exenta de rigorismos procesales propios de las acciones que se
ejercen a través de profesionales habilitados con títulos académicos. En el
caso concreto hay suficientes elementos que permiten deducir la personería del
accionante. De manera extemporánea el actual Inspector, el señor LUIS JESUS
ARIAS BASTOS, después de proferido el fallo del Honorable Consejo de Estado,
convalida la actuación solicitando la revocatoria del fallo de la segunda
instancia.
De otra parte participa la Sala del
criterio del Honorable Consejo de Estado en el sentido de proteger la
existencia del Acto Administrativo, cuya legalidad puede ser revisada por la
jurisdicción de lo Contencioso-Administrativo ya que la tutela es sólo una
acción subsidiaria o residual.
En mérito de lo expuesto, la Corte
Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, administrando justicia en nombre
del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero.- CONFIRMAR la sentencia proferida por el Honorable
Consejo de Estado, el diecisiete (17) de junio de mil novecientos noventa y dos
(1992), en cuanto dispuso mantener los efectos de la Resolución 0120 de 16 de
marzo de 1992 expedida por el INTRA Regional Santander y REVOCARLA en la parte
que ordena negar la tutela solicitada.
Segundo.- CONCEDER el amparo del Derecho al Debido Proceso
Administrativo en favor de la Inspección Municipal de Tránsito y Transporte de
Floridablanca, para lo cual se ordena al Intra Regional de Santander, decidir
los recursos de reposición y apelación interpuestos por el Inspector de
Tránsito y Transporte de Floridablanca, contra la Resolución No. 0120 de marzo
16 de 1992, de esa Regional.
Tercero.- Comuníquese la presente decisión al Tribunal
Administrativo de Santander, conforme lo dispone el artículo 36 del Decreto
2591 de 1991.
Cópiese, comuníquese, cúmplase, insértese
en la Gaceta de la Corte Constitucional.
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria |
176 | T-577-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-577/92
BANCO DE
DATOS/DERECHO A LA INFORMACION
La utilización de
datos personales es permitida mientras no se vulneren los derechos a la
intimidad, la honra y el buen nombre. Los términos de prescripción de las
acciones cambiarias y ordinarias son, entre otros, límites jurídicos al derecho
a informar y recibir información. La razonalidad de la limitación al derecho a
informar y recibir información sistematizada radica en que sólo durante el
término prudencial para hacer uso de las vías judiciales se justifica el
ejercicio del control social que eventualmente un particular ejerce respecto de
otro, lo cual se asimila a una forma de "justicia privada". La
creación y utilización de bancos de datos - entre ellos los financieros - es
constitucional siempre que exista una adecuada proporcionalidad entre el medio
empleado y sus efectos reales sobre los derechos fundamentales del titular del
dato, en particular sobre los derechos a conocer, actualizar y rectificar la
información en ellos recogida. Constituye un uso desproporcionado del poder
informático y, en consecuencia, un abuso del respectivo derecho, el registro,
conservación o circulación - cualquiera sea la forma en que se haga - de datos
de una persona más allá del término legalmente establecido para ejercer las
acciones judiciales con miras al cobro de las obligaciones, causando con ello
ingentes perjuicios al deudor como resultado de su exclusión indefinida del
sistema financiero, el cual debe respetar la efectividad de los derechos
fundamentales de la persona.
LIBERTAD
INFORMATICA-Finalidad
La libertad
informática en materia financiera, que se traduce en el derecho a recolectar,
manejar y circular datos, tiene como finalidad proteger a terceros de
situaciones de riesgo al efectuar operaciones económicas con personas que
incumplen sus obligaciones, y con ello asegurar la confianza en el sistema
financiero, de interés general para toda la comunidad.
OCTUBRE 28 DE 1992
Ref.
: Expediente T-3885
Actor:
DIONISIO MENDEZ BELTRAN
Magistrado
Ponente:
Dr.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los doctores Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez Caballero
ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela T-3885 adelantado por el señor DIONISIO MENDEZ BELTRAN contra el BANCO
DE BOGOTA Y LA ASOCIACION BANCARIA DE COLOMBIA.
ANTECEDENTES
1. El señor DIONISIO
MENDEZ BELTRAN interpuso acción de tutela contra el BANCO DE BOGOTA y la
ASOCIACION BANCARIA DE COLOMBIA para que su nombre fuera excluido del banco de
datos de la Central de Información de dicha asociación. Invocó como vulnerados
sus derechos fundamentales a la intimidad, al buen nombre y a la honra (CP arts.
15 y 21).
En su escrito de
tutela, el interesado sostuvo para sustentar su petición lo siguiente:
"Fuí fiador de
ECOPLAST LTDA en un pagaré, obligación esta que pasó en relación de acreedores
para un concordato preventivo; el Banco de Bogotá exoneró de pago a la firma
arriba enunciada como consecuencia del acuerdo concordatario. Si a un deudor
principal se le exime del pago de una obligación, no entiendo por qué no quedan
liberados de la misma fiadores o deudores secundarios.
Desde la firma del
concordato hasta hoy han transcurrido dieciséis (16) años y nunca el Banco
interpuso demanda ejecutiva contra mí; si le asistía algún derecho, éste pudo
haberse ejercitado conforme a los procedimientos y dentro de los términos
previstos en la ley. El Banco no puede crear a su arbitrio mecanismos que hagan
peremnes las obligaciones allende de la norma jurídica, por cuanto este
proceder lesiona, como en efecto ha sucedido en este caso, mis intereses,
acarreándome serios perjuicios económicos, morales y sociales".
Igualmente, pidió se
condenara al Banco de Bogotá a indemnizarlo en un monto de trescientos millones
de pesos como consecuencia del daño emergente y del lucro cesante sufrido.
2. Del material
probatorio aportado al expediente de tutela se estableció que en calidad de
codeudor de la firma ECOPLAST LTDA., el señor MENDEZ BELTRAN suscribió varios
pagarés a favor del Banco de Bogotá, todos con fecha de vencimiento en el año
de 1975.
La Superintendencia
de Sociedades, el 20 de diciembre de 1975 admitió a la sociedad ECOPLAST LTDA
al trámite de un concordato preventivo obligatorio.
En desarrollo de
dicho procedimiento, el Banco de Bogotá obtuvo el reconocimiento de sus
acreencias frente a ECOPLAST LTDA., dentro de las cuales incluyó los pagarés
suscritos por el petente MENDEZ BELTRAN. Los acreedores y la firma deudora
llegaron a un acuerdo concordatario, aprobado por el Juez Cuarto Civil del
Circuito de Bogotá el 9 de octubre de 1976, en cuya cláusula décimo segunda se
estableció que "los acreedores que tengan documentos de deuda amparados
por garantías o cauciones personales, otorgadas por los socios de la Empresa
ECOPLAST Limitada o por terceros, no perderán por hacer parte de este
concordato los derechos que les reconoce la ley".
En atención a la
convocatoria que en su momento hiciera la Superintendencia de Sociedades, los
representantes de la empresa ECOPLAST LTDA. se reunieron en asamblea
extraordinaria con sus acreedores el 3 de octubre de 1979 y declararon cumplido
el concordato en todas sus partes. De igual forma, aprobaron el informe rendido
por la Junta Administradora del Concordato según el cual gran parte de la
cartera no pudo ser recuperada.
El Superintendente
Primer Delegado declaró cumplido el concordato y decretó la liquidación y
disolución de la compañía ECOPLAST LTDA. mediante auto de 1980. Dentro de sus
considerandos, el funcionario tuvo en cuenta que los acreedores le manifestaron
por escrito que sus créditos fueron cancelados conforme a lo pactado en el
acuerdo concordatario y todos los activos de la sociedad enajenados.
3. Considerando que
las deudas provenientes de los pagarés suscritos por el señor MENDEZ BELTRAN
aún estaban vigentes después de cumplido el concordato, el Banco de Bogotá
reportó en diciembre de 1980 tales deudas a la Central de Informaciones de la
Asociación Bancaria de Colombia. En virtud de ese registro, el nombre del señor
MENDEZ BELTRAN aparece en la lista de deudores morosos, lo que, según el
escrito de tutela, ha afectado su actividad económica.
Obran en el expediente
solicitudes suyas dirigidas al Banco de Bogotá y a la Asociación Bancaria,
pidiendo su exclusión del archivo de la Asociación en razón de la aprobación y
cumplimiento del concordato.
4. La Asociación
Bancaria, en su respuesta del 8 de abril de 1991, negó la solicitud del señor
MENDEZ BELTRAN y argumentó que el Banco de Bogotá es propietario de la
información sobre el riesgo específico suministrada a la Asociación Bancaria, y
es por tanto el único facultado para decidir sobre la modificación y eliminación
de ese registro.
5. Por su parte, el
Banco se opusó a las solicitudes del petente, basándose para ello en la
cláusula décimo segunda del acuerdo concordatario ya transcrita y que, según su
criterio, le otorgaba el derecho de exigir del señor MENDEZ BELTRAN, como
codeudor de ECOPLAST LTDA., el pago de los pagarés por él suscritos.
6. El Juez 31 Civil
del Circuito de Santa Fe de Bogotá conoció en primera instancia de la acción de
tutela solicitada y, mediante sentencia del 21 de mayo de 1992, resolvió
tutelar "el derecho del petente a la rectificación de la información que
de él se tiene en el Banco de Bogotá y en los bancos o archivos de la
Asociación Bancaria de Colombia". En consecuencia, ordenó que fuera
excluido de sus registros en el término de 48 horas.
El fallador de
primera instancia consideró que el solicitante se encontraba en circunstancia
de indefensión frente al Banco de Bogotá y a la Asociación Bancaria al no haber
logrado que rectificaran las informaciones que sobre él poseen en los bancos de
datos a pesar de ser manifiesto el deber de hacerlo. Estas entidades
particulares - señala el Juez - vulneraron los derechos fundamentales del
petente consagrados en los artículos 15 y 21 de la Constitución, "puesto
que por ministerio de la ley, como efecto inmediato de la aprobación del
concordato se produjo la extinción definitiva de las obligaciones (...)
Luego no se puede forzar el cumplimiento de lo que no tiene existencia en el
mundo del derecho, resulta arbitrario tanto el reporte a la central de
información como el mantenerlo sin que se procediera a la eliminación
automática". Frente a ese hecho, agregó el juzgador, ningún derecho podían
conservar los acreedores que pretendían basarse en la cláusula 12 del acuerdo
concordatario para reclamar la vigencia de títulos valores amparados con
garantía personal.
7. El apoderado del
Banco de Bogotá impugnó la sentencia y reclamó la aplicación de la mencionada
cláusula décimo segunda del acuerdo concordatario. Argumentó que los pagarés
suscritos por MENDEZ BELTRAN encuadraban dentro de esa excepción y estaban
vigentes debido a que el Banco no había logrado recuperar la totalidad de sus
créditos y, adicionalmente, se encontraba interrumpido el término de
prescripción de las acciones de los acreedores respecto de las obligaciones
reconocidas como tales en el concordato.
9. La Sala Civil del
Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá, mediante sentencia del 3 de junio de
1992, confirmó la decisión impugnada, modificándola en el sentido de ordenar a COVINOC
la inmediata cancelación del nombre del peticionario de sus archivos, dado que
también a esa entidad habían sido reportados los datos objeto de esta acción.
Adicionalmente, el fallador de segunda instancia condenó en abstracto al Banco
de Bogotá y a la Asociación Bancaria al pago de los perjuicios ocasionados.
Inicialmente, el
Tribunal de instancia se pronunció sobre la conducta asumida por el acreedor,
en este caso el Banco de Bogotá, y sostuvo:
"Sea entonces
lo primero manifestar que no puede dejarse perennemente al amparo del ejercicio
de postulación de un acreedor, la certeza económica de un deudor. Es por ello
que las leyes han establecido lapsos de prescripción y de caducidad para las
acciones y las obligaciones; la incertidumbre jurídica y la expectativa
económica dejadas a la sola voluntariedad de un individuo en detrimento de otro
o de una comunidad, son situaciones que no pueden ampararse ni tolerarse
jurídicamente.
Indiscutiblemente es
una conducta ambivalente, catalogable aún en el espacio de la doble moral,
aquélla que de una parte omite su accionar para poner en ejercicio su derecho
de postulación para recaudar sus acreencias, y de otra parte sigue considerando
perennemente, aún más allá del término de prescripción de sus acciones, como
moroso a su deudor".
En la parte motiva
de su providencia la Sala Civil del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá,
reconoció el derecho a la información en cabeza de la Asociación Bancaria, pero
afirmó que era deber del juez hallar un equilibrio con el derecho del petente a
su intimidad personal. En su concepto, ese equilibrio no existió en el presente
caso debido a que la calidad de codeudor que ostentaba el petente, no estaba
comprendida en la reserva de la cláusula décimo segunda del acuerdo concordatario.
Para el Tribunal, un codeudor representaba de suyo ni una garantía ni una
caución personal dentro del sentido de esa cláusula, razón por la cual se había
extinguido la deuda del señor MENDEZ BELTRAN.
10. Remitido el
expediente de tutela a la Corte Constitucional para su eventual revisión, fue
seleccionado y correspondió a esta Sala su conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Materia de la
acción de tutela
1. El presente
proceso de tutela en defensa de los derechos fundamentales al buen nombre, a la
intimidad y a la honra del señor MENDEZ BELTRAN tuvo su origen en la inclusión
de su nombre en las centrales de datos de la Asociación Bancaria y de Covinoc
como "deudor moroso" de obligaciones a favor del Banco de Bogotá,
representadas en pagarés que hicieron parte de los pasivos de la compañía
ECOPLAST LTDA, empresa ésta que se sometió a un concordato liquidatorio en el
curso del cual participó el mismo banco como acreedor.
La sociedad
comercial ECOPLAST LTDA. contrajo obligaciones con el Banco de Bogotá,
incorporadas algunas de ellas en pagarés y respaldadas por el accionante en su
calidad de "codeudor" o "fiador". Dichas obligaciones
fueron incluidas por ECOPLAST LTDA y sus acreedores en el acuerdo concordatario
que finalmente se declaró cumplido el 3 de octubre de 1979. Además, se pactó
por las partes intervinientes en el concordato una reserva (cláusula décimo
segunda del acuerdo), según la cual los acreedores no renunciaban a los
derechos reconocidos en la ley respecto de los documentos de deuda amparados
con cauciones o garantías personales otorgadas por terceros o socios de la
sociedad ECOPLAST Limitada.
Los juzgadores de
tutela en primera y segunda instancia se pronunciaron en uno y otro sentido sobre
el alcance de la reserva concordataria y sobre la extinción de las obligaciones
de ECOPLAST LTDA. y del petente en virtud de la declaratoria de cumplimiento
del concordato, así como sobre la prescripción de las acciones cambiarias,
absteniéndose en todo caso de declararla por considerar que para ello carecían
de competencia. Ambos falladores coincidieron en afirmar la existencia de una
vulneración de los derechos fundamentales del peticionario consagrados en los
artículos 15 y 21 de la Constitución y ordenaron a las entidades particulares
demandadas la rectificación de los datos que reposaban en sus archivos y que se
referían al señor MENDEZ BELTRAN.
Aunque se reconoce
por esta Sala la dificultad hermeneútica de distinguir entre los aspectos
legales de competencia exclusiva de otras jurisdicciones y los aspectos
jurídicos de relevancia constitucional en una misma situación de hecho sometida
a litigio, el Juez de tutela debe limitarse exclusivamente a evaluar la
conformidad de la acción u omisión acusada frente a las normas constitucionales
que consagran los derechos fundamentales.
Del acervo
probatorio recaudado en el expediente de tutela no se pudo establecer la
calidad de deudor solidario del accionante en un pagaré firmado conjuntamente
por él como persona natural y la empresa ECOPLAST LTDA. en favor del Banco de
Bogotá, ni el hecho de que contra el mismo señor MENDEZ BELTRAN se hayan
ejercido acciones cambiarias en forma independiente. La extinción de unas u
otras obligaciones solamente podría ser declarada por un juez civil al término
del proceso respectivo, no siendo admisible jurídicamente resolver este aspecto
como efecto de un fallo de tutela. De igual manera, y como acertadamente lo
expuso el Tribunal de segunda instancia, la prescripción de las acciones
cambiarias sólo puede declararse judicialmente, sin que tampoco sea posible
hacerlo de oficio por el fallador de tutela y debiendo aquella alegarse por la
parte interesada.
Relevancia
constitucional del problema jurídico planteado
2. Los derechos al
buen nombre, a la intimidad y a la honra del solicitante de tutela, así como
los derechos a informar y recibir información veraz e imparcial (CP art 21) y a
la recolección, tratamiento y circulación de datos (CP art. 15) de las
centrales de información y las entidades financieras a ellas afiliadas,
corresponden a los derechos fundamentales involucrados en el presente caso.
Pese a que la inclusión de los datos relativos a un "deudor moroso"
haya sido realizada con fundamento en las normas legales y reglamentarias que
regulan el funcionamiento de las centrales de información, su conocimiento,
actualización y rectificación tienen relevancia constitucional, particularmente
en lo que hace relación al respeto de los derechos fundamentales. En
consecuencia, las normas legales y convencionales aplicables a los bancos de
datos deben interpretarse de conformidad con la Constitución.
El artículo 15 de la
Constitución establece en su segundo inciso:
"En la
recolección, tratamiento y circulación de datos se respetarán la libertad y
demás garantías consagradas en la Constitución".
Del artículo
transcrito se desprende la necesidad de balancear o ponderar el alcance de los
derechos fundamentales enfrentados: el derecho a recolectar, manejar y circular
datos por parte de entidades particulares con fines específicos acordes con la
Constitución y la ley, y los derechos constitucionales de la persona cuyos
datos son objeto de tal utilización.
Principio de
razonabilidad en las actuaciones de particulares en materia de recolección,
tratamiento y circulación de datos
3. La recolección,
tratamiento y circulación de datos es una actividad económica garantizada en la
Constitución y regulada - parcialmente - en la ley. No obstante, su ejercicio
debe ser razonable con el fin de respetar la libertad individual y las
demás garantías constitucionales (CP art. 15). El significado jurídico-moral
del manejo de datos cuando éstos reflejan la personalidad del individuo -
confiabilidad, honorabilidad, honestidad, etc., - exige de las entidades
privadas y públicas que manejan estas centrales un comportamiento caracterizado
por el máximo grado de diligencia y razonabilidad.
Los particulares
legitimados para ejercer un control social de tipo jurídico o moral con
fines de interés general deben conducirse dentro de los estrictos límites
establecidos en la Constitución, siendo equiparables a las autoridades en el
cumplimiento de las precisas funciones a ellas asignadas. Este parámetro de
acción es igualmente aplicable a los particulares encargados de la prestación
de un servicio público (CP art. 86).
Ahora bien, la
libertad individual del titular de los datos recolectados, procesados o
transferidos abarca el fuero interno - ámbito espiritual y psicológico - de la
persona. La utilización de datos personales es permitida mientras no se
vulneren los derechos a la intimidad, la honra y el buen nombre. Los términos
de prescripción de las acciones cambiarias y ordinarias son, entre otros,
límites jurídicos al derecho a informar y recibir información. La razonalidad
de la limitación al derecho a informar y recibir información sistematizada
radica en que sólo durante el término prudencial para hacer uso de las vías
judiciales se justifica el ejercicio del control social que eventualmente un
particular ejerce respecto de otro, lo cual se asimila a una forma de
"justicia privada".
Cuando ya no es
posible obtener el cumplimiento de una obligación jurídica por las vías
institucionales tampoco es admisible que el ordenamiento jurídico ampare la
vigencia de una sanción moral - muerte civil como la denomina el accionante -
con incidencia indefinida sobre la imagen y la honra de una persona. A este
respecto se reitera la doctrina sostenida por las Salas Primera y Cuarta de
Revisión:
"Los datos
tienen por su naturaleza misma una vigencia limitada en el tiempo la cual
impone a los responsables o administradores de bancos de datos la obligación
ineludible de una permanente actualización a fin de no poner en circulación
perfiles de "personas virtuales" que afecten negativamente a sus
titulares, vale decir, a las personas reales.
De otra parte, es
bien sabido que las sanciones o informaciones negativas acerca de una persona
no tienen vocación de perennidad y, en consecuencia después de algún tiempo
tales personas son titulares de un
verdadero derecho al
olvido1
".
Ponderación
constitucional de derechos fundamentales no jerarquizados
4. La libertad,
derecho inalienable de la persona de la cual se derivan entre otros los
derechos fundamentales a la intimidad, al buen nombre y a la autodeterminación
personal (CP art. 16), debe ser respetada en el ejercicio de los derechos a
informar y recibir información.
A pesar de la
limitación referida, no existe una jerarquización constitucional de estos dos
derechos fundamentales. Es por ello que el juez constitucional está llamado a
realizar esa ponderación o balance de intereses según las circunstancias
concretas con miras a armonizar la aplicación de las normas y maximizar
la efectividad de los derechos fundamentales.
La libertad
informática en materia financiera, que se traduce en el derecho a recolectar,
manejar y circular datos, tiene como finalidad proteger a terceros de
situaciones de riesgo al efectuar operaciones económicas con personas que
incumplen sus obligaciones, y con ello asegurar la confianza en el sistema
financiero, de interés general para toda la comunidad.
Por su parte, los derechos
a la libertad, a la intimidad, al buen nombre y a la honra buscan proteger
aspectos internos y externos del individuo que comprometen su imagen personal.
La finalidad de los derechos fundamentales mencionados es la de proteger la
dignidad humana.
La finalidad del
registro, utilización y circulación de datos financieros es económica
(reducción y eliminación del riesgo en las operaciones financieras y garantía
de la confianza en el sistema). A su turno, los derechos a una vida íntima, al
honor, al buen nombre y a la libertad tienen un designio axiológico y se
inspiran en el propósito de preservar el valor del individuo como persona
humana.
La valoración
personal o social del sujeto depende particularmente de su conducta y de la
aceptación de ésta por parte de la comunidad en la cual vive. Si la persona
transgrede las normas sociales puede sufrir una restricción en sus derechos
fundamentales y exponerse a sanciones jurídicas o morales. El delincuente
condenado a prisión, soporta una limitación judicial de sus derechos
fundamentales durante el tiempo de la condena. Sin embargo, el grado de la
limitación en ningún momento puede desconocer el núcleo esencial de sus
derechos fundamentales.
Cuando la sanción
social al infractor proviene de grupos de poder privados - gremios, sectores
económicos, etc. - es indispensable evaluar la constitucionalidad de la
limitación de los derechos de la persona. La acción de tutela contra
particulares respecto de quienes el individuo se encuentra en situación de
indefensión (CP art. 86) permite ejercer un control constitucional sobre las
decisiones privadas que pueden llegar a vulnerar los derechos fundamentales.
La creación y
utilización de bancos de datos - entre ellos los financieros - es
constitucional siempre que exista una adecuada proporcionalidad entre el medio
empleado y sus efectos reales sobre los derechos fundamentales del titular del
dato, en particular sobre los derechos a conocer, actualizar y rectificar la
información en ellos recogida (CP art. 15).
Las características
del medio empleado para alcanzar una finalidad legítima como es evitar el
riesgo económico y asegurar la confianza en el sistema financiero no son
constitucionalmente neutrales. El contenido del registro - objetividad,
corrección, completud -, las condiciones legales de su manejo o circulación -
consentimiento expreso del titular, ejercicio efectivo de sus derechos
informáticos - y el término para la utilización razonable de los datos, son
algunos de los factores relevantes en el momento de sopesar los efectos que el
uso de la información puede tener sobre la vida y las posibilidades presentes y
futuras de la persona.
Constituye un uso
desproporcionado del poder informático y, en consecuencia, un abuso del
respectivo derecho (CP art. 95-1), el registro, conservación o circulación -
cualquiera sea la forma en que se haga - de datos de una persona más allá del
término legalmente establecido para ejercer las acciones judiciales con miras
al cobro de las obligaciones, causando con ello ingentes perjuicios al deudor
como resultado de su exclusión indefinida del sistema financiero, el cual debe
respetar la efectividad de los derechos fundamentales de la persona.
Vulneración de
los derechos fundamentales del peticionario
5. Los hechos del
presente caso ponen de presente que, independientemente de la extinción de las
obligaciones o la prescripción de las correspondientes acciones legales, el
acreedor durante un largo período de tiempo - doce años -, pudiendo haberlo
hecho, se abstuvo de acudir a la justicia ordinaria para hacer valer su crédito
y prefirió mantener al deudor en una situación virtual de ostracismo
económico-social, ya que a eso equivale su inclusión como deudor moroso en los
bancos de datos y pantallas de la Asociación Bancaria y de Covinoc.
La obligación moral
que todavía pesa sobre el deudor no trasciende el mundo jurídico para tornarse
infinitamente gravosa y su sanción social ilimitada. Es desproporcionada e
irracional la conducta del acreedor de omitir la actualización y rectificación
de la información sobre su deudor contra quien nunca ha ejercido las acciones
legales correspondientes y ha dejado transcurrir los plazos legales para
intentarlo.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.-
CONFIRMAR, por las razones
expuestas en los fundamentos jurídicos, la sentencia del 3 de junio de 1992,
proferida por la Sala Civil del Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá.
SEGUNDO.- ORDENAR
al Banco de Bogotá, a la
Asociación Bancaria de Colombia y a Covinoc que acrediten ante el Juez de
Primera instancia la eliminación total en sus centrales de información de los
datos del señor DIONISIO MENDEZ BELTRAN, bajo las sanciones legales del artículo
53 del Decreto 2591 de 1991. El Juzgado de instancia velará por la ejecución de
esta sentencia.
TERCERO.- LIBRESE
comunicación al Juez 31
Civil del Circuito de Santa Fe de Bogotá con miras a que se surta la
notificación de esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los veintiocho (28) días del mes de octubre de mil novecientos noventa y dos ).
1 Corte
Constitucional, Sala Primera de Revisión. Sentencia T-414 del 16 de junio de
1992; Sala Cuarta de Revisión. Sentencia T-486 del 11 de agosto de 1992; |
177 | T-578-92
Sentencia No
Sentencia No. T-578/92
SERVICIOS
PUBLICOS DOMICILIARIOS-Finalidad/DERECHO
AL SERVICIO DE ACUEDUCTO
Los servicios públicos
"domiciliarios" son aquellos que se prestan a través del sistema de
redes físicas o humanas con puntos terminales en las viviendas o sitios de
trabajo de los usuarios y cumplen la finalidad específica de satisfacer las
necesidades esenciales de las personas. El servicio público es el género y el
servicio público domiciliario es especie de aquél. Y en segundo lugar se
concluye que el acueducto es un servicio público domiciliario. Así pues, la
conexión de redes de acueducto y alcantarillado en un predio que lo habilite
para ser ocupado posteriormente por las personas, no cumple con el requisito
relacionado con la satisfacción inmediata de las necesidades, ya que si bien se
trata de un servicio público domiciliario (servicio de agua), su limitación o el
incumplimiento en la prestación del servicio por el Estado, los particulares o
las comunidades organizadas no constituye vulneración o amenaza de un derecho
constitucional fundamental por no encontrarse vinculada directamente la
persona, el ser humano, sino la persona jurídica que contrató.
DERECHO A LA
SALUBRIDAD PUBLICA/DERECHO AL SERVICIO DE ALCANTARILLADO/DERECHOS FUNDAMENTALES
El agua constituye fuente de vida y la
falta del servicio atenta directamente con el derecho fundamental a la vida de
las personas. Así pues, el servicio público domiciliario de acueducto y
alcantarillado en tanto que afecte la vida de las personas, la salubridad
pública o la salud, es un derecho constitucional fundamental y como tal ser
objeto de protección a través de la acción de tutela. En este caso el servicio
de acueducto no cumple con la finalidad de satisfacer las necesidades
esenciales de las personas naturales, pues en este caso la conexión o la
habilitación del predio para la construcción posterior de las viviendas beneficiaría
a una persona jurídica para las cuales no constituye derecho constitucional
fundamental.
PERSONA JURIDICA-Derechos Fundamentales
Son también objeto de tutela los derechos
constitucionales fundamentales de las personas jurídicas, no per se, sino que
en tanto que vehículo para garantizar los derechos constitucionales
fundamentales de las personas naturales, en caso concreto, a criterio razonable
del Juez de Tutela.
ACCION DE TUTELA-Improcedencia
En el caso concreto, el camino adecuado no
es la acción de tutela, ya que existen otros medios judiciales de defensa
claramente establecidos en la ley. No es procedente porque no se presenta el
perjuicio irremediable, ya que el sujeto activo del derecho constitucional
fundamental al servicio público domiciliario de acueducto no existe, como
quiera que la urbanización se encuentra aún deshabitada.
REF: EXPEDIENTE
Nº T-1848
Peticionario:
Carlos Alfonso Rojas Rodríguez.
Procedencia:
Juzgando 2º Penal del Circuito de Fusagasugá.
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá D.C., noviembre tres (3)
de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de Revisión de la Corte
Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro Martínez Caballero,
Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En proceso de tutela identificado con el
número de radicación T-1848, adelantado por Carlos Alfonso Rojas Rodríguez.
I. ANTECEDENTES
Con base en los artículos 86 de la
Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección
correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos de su
revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le correspondió el presente
negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el expediente el día tres de
agosto del presente año.
De conformidad con el artículo 34 del
Decreto 2591, esta Sala de Revisión de la Corte entra a dictar sentencia de
revisión.
1. Solicitud.
La Urbanizadora Brisas del Bosque Ltda. por
medio de su Gerente Carlos Alfonso Rojas R., solicitó a la Asociación de
Usuarios del Acueducto Rural de Veredas del Norte de Fusagasugá -ACUAVENORTE-,
y a la División de Saneamiento Básico del Fondo de Acueductos y Alcantarillados
del Departamento de Cundinamarca, la instalación del servicio de acueducto y
la conexión del mismo para 78 predios, en el municipio de Fusagasugá.
Concedida y aprobada la solicitud por la
junta directiva de ACUAVENORTE, de conformidad con el concepto técnico que
permitía la incorporación al sistema de Acueducto Regional de las Veredas del
Norte a partir del ramal denominado "línea 7", la sociedad
urbanizadora procedió a cumplir con los pagos ordenados, por un total de veinticinco
millones, trescientos cincuenta mil pesos ($25.350.000).
Al observar el retardo en la instalación,
la Sociedad formuló la correspondiente solicitud al jefe de la División de
Saneamiento Básico del Fondo de Acueducto y Alcantarillado del Departamento de
Cundinamarca -FAAC-, Iván Ferro Betancourt y a ACUAVENORTE, representada por el
Sr. Héctor Caicedo, recibiendo categóricas negativas. Por este incumplimiento
acudió a la acción de tutela, ya que la Asociación considera que se le está
vulnerando su derecho fundamental al servicio público domiciliario de
acueducto.
El acueducto del municipio de Fusagasugá
resultaba insuficiente para el abastecimiento de la población y las
posibilidades de desarrollo del mismo hacia las veredas, razón por la cual se
creó el comité Pro-acueducto a iniciativa de la comunidad.
La obra del acueducto de Veredas del Norte
de Fusagasugá se llevó a cabo con sus propios recursos y aportes, los que
superan el 80% del costo directo. La información sobre inversiones registradas
a julio de 1991, arroja los siguientes resultados:
"Comunidad...$ 130.000.000.
FAAC..........
20.000.000.
Municipios....
2.000.000.
TOTAL ........$ 152.000.000.
Mediante la Resolución 0263 de febrero 5 de
1981 del Inderena se aprobó el incremento del caudal de 159.90 lit/seg a 320
lit/seg para cubrir los requerimientos de las poblaciones urbana (270 lit/seg)
y de las veredas del norte (50 lit/seg) para más de 1000 usuarios cafeteros.
En la parte resolutiva del incremento legal
se aumenta la concesión en cantidad de 160 lit/seg para un total de 319.90
lit/seg. de la corriente conocida con el nombre de "Río Barro
Blanco".
La sociedad "Brisas del Bosque
Ltda.", llevó a cabo una negociación con la Asociación de Usuarios del
Acueducto Rural de Veredas del Norte de Fusagasugá -ACUAVENORTE-, para la
conexión del servicio de acueducto a la urbanización de la firma constructora
ubicada en la vereda Cucharal del Municipio de Fusagasugá.
Ante el incumplimiento del contrato y la
suma cancelada por la conexión del servicio de agua, la firma constructora
instauró la acción de tutela a fin de lograr la instalación de la red del
acueducto en la urbanización para continuar con la construcción de las
viviendas.
2. Fallos.
2.1. Fallo del Juzgado Primero Penal
Municipal de Fusagasugá (providencia de enero 20 de 1992).
El Juzgado 1º Penal Municipal de Fusagasugá
negó la solicitud del peticionario por los siguientes motivos:
1. Al establecer si el derecho para el cual
se pide la protección es o no fundamental, se concluye que, como está concebido
en la demanda, el derecho al agua pierde su carácter fundamental porque no se
encuentran involucradas personas sino predios.
b. La legalización sobre la negociación de
las conexiones nuevas se llevó a cabo por la línea 7, que es un comité de
trabajo, que no tiene personería jurídica y menos capacidad para celebrar
contratos.
c. Las personas que llevaron a cabo las
negociaciones con el accionante fueron el jefe de la División de Saneamiento
del FAAC y el presidente de la línea 7 de ACUAVENORTE, quienes no tenían
facultad para obrar.
d. Por la carencia de facultades se
entenderá que obraron a título personal y así mismo se obligaron, dejando a
salvo la responsabilidad de las entidades acusadas.
Del análisis de las pruebas aportadas
deduce el Juzgado Primero Penal Municipal que, la negociación realizada no se
encuentra claramente definida, calificándola de "oscura", por que no
existe documento que establezca exactamente la obligación y porque
aparentemente la urbanización Brisas del Bosque, no está incluida en las
veredas asociadas inicialmente a ACUAVENORTE.
Igualmente el a-quo considera irregular que
la aprobacipón de la negociación entre ACUAVENORTE y la Constructora
"Brisas del Bosque" no aparezca en el acta de la asamblea.
Concluye por estas circunstancias el
juzgador que la legalidad y validez de la negociación está en tela de juicio y
como la finalidad de la acción de tutela no es constituír derechos sino amparar
un derecho fundamental, es a la jurisdicción ordinaria a quien le corresponde
decidir si se constituye un derecho en favor de la Sociedad Constructora
"Brisas del Bosque Ltda".
2.2. Fallo del Juzgado Segundo Penal del
Circuito de Fusagasugá (providencia de 6 de marzo de 1992).
El Juzgando 2º Penal del Circuito de
Fusagasugá estimó necesario hacer una valoración a conciencia de las pruebas;
así pues, analizando las declaraciones de los integrantes del comité línea 7,
deduce que poseían la facultad para llevar a cabo la venta del derecho al
servicio de acueducto y agrega que inclusive tenían la encomienda de negociar
por la magnitud de la obra.
Al contrario de lo que piensa el a-quo,
considera como prueba válida de la negociación, los documentos aportados al
proceso en calidad de copias auténticas.
Aunque la mencionada línea 7 no posee
personería jurídica, la negociación se llevó a cabo con la anuencia del Fondo
de Acueductos y Alcantarillados de Cundinamarca FAAC y respaldada por
ACUAVENORTE.
Del oficio enviado por el Instituto
Geográfico "Agustín Codazzi" se desprende que la urbanización Brisas
del Bosque efectivamente pertenece a la vereda "El Cucharal", vereda
asociada a ACUAVENORTE, contrapuesto a lo que opinó el juez de primera
instancia.
Igualmente el juzgado estableció la
capacidad del acueducto y una vez establecida la existencia de la negociación y
la negativa de conceder el servicio público de acueducto por parte de
ACUAVENORTE se ocupó de establecer si en el caso concreto se trataba de la
protección de un derecho constitucional fundamental.
Consideró el Juez del Circuito que la
naturaleza del mismo reclamo conlleva a que se trate de un derecho fundamental
por tratarse de un servicio público prestado por particulares, con fundamento
en el artículo 42, numeral 3º del Decreto 2591 de 1991 que hace referencia a
los servicios públicos domiciliarios cuando estuviere encargado de la
prestación del servicio una entidad particular.
Con los fundamentos enunciados, el Juzgado
Segundo Penal del Circuito de Fusagasugá revocó en todas sus partes la
providencia del Juzgado Primero Penal Municipal por medio de la cual se denegó
el derecho de tutela impetrado por el Sr. Carlos Alfonso Rojas Rodríguez y en
su lugar dispuso admitir la acción de tutela en contra de José Ramón García
Velásquez como representante legal del Acueducto de Veredas del Norte de
Fusagasugá -ACUAVENORTE-, y como consecuencia de lo anterior ordenó llevar a
cabo las conexiones en número de setenta y ocho (78) a la Urbanización
"Brisas del Bosque" en el término de dos meses.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión del
fallo dictado por el Juzgado Segundo Penal del Circuito de Fusagasugá
(Cundinamarca), con fundamento en los artículos 86 inciso tercero y 241
numeral noveno de la Constitución Política, en concordancia con los artículos
33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, su examen se hace por virtud
de la selección que de dicho fallo practicó la Sala correspondiente, y del
reparto que se verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta
Corporación.
2. De la procedencia de la acción de tutela
contra acciones u omisiones de los particulares.
La Asociación de Usuarios del Acueducto de
las Veredas del Norte de Fusagasugá -ACUAVENORTE-, es una asociación que no
cuenta con el reconocimiento del Estado y por ende no posee personería
jurídica.
El caso que ocupa a esta Sala de Revisión
está comprendido en lo establecido en el inciso final del artículo 86 de la
Constitución y en el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991, por tratarse de una
acción de tutela contra una asociación privada, más exactamente contra la Junta
Directiva de la Asociación de Usuarios del Acueducto Rural de Veredas del Norte
de Fusagasugá "ACUAVENORTE", que es una asociación de carácter civil,
sin ánimo de lucro, regulada por el Código Civil, ello además por cuanto la
intervención del Fondo de Acueducto y Alcantarillado de Cundinamarca FAAC, que
si es una instancia de derecho público, tan sólo se limitó a asesorar
técnicamente a la organización particular.
En jurisprudencia reiterada la Corte
Constitucional se ha referido a las acciones de tutela dirigidas en contra de
un particular, por lo que no es necesario en este acápite hacer referencia in
extenso a lo ya expresado por esta Corporación[1]. Allí se
establece, en síntesis, que si hay lugar a la acción de tutela en dichos casos
conforme a la Constitución Política y a la Ley.
3. De los derechos económicos sociales y
culturales.
La Carta de Derechos de la Constitución
colombiana contempla en el Título II, Capítulo 2 los llamados "Derechos
Económicos, Sociales y Culturales". Estos derechos implican una prestación
por parte del Estado y por lo tanto una erogación económica que por lo general
depende de una decisión política. Su razón de ser está en el hecho de que su
mínima satisfacción es una condición indispensable para el goce de los derechos
civiles y políticos, con lo cual adquieren el carácter de fundamentales.
Bajo esta orientación, ya se había ocupado
del tema la Convención Americana sobre Derechos Humanos suscrita en San José de
Costa Rica el 22 de noviembre de 1969, que entró en vigencia el 18 de julio de
1978, al igual que el Protocolo de San Salvador por cuanto las diferentes
categoría de tales derechos constituye un todo indisoluble que encuentra su
base en el reconocimiento de la dignidad de la persona humana, característica
que exige protección permanente con el propósito de obtener su plena vigencia,
"sin que jamás pueda justificarse la violación de unos en aras de la
realización de otros".
4. Del concepto de servicio público.
La Carta Política -Capítulo 5 del Titulo
XII, artículos 365 a 370-, se ocupa de la "Finalidad social del Estado y
de los Servicios Públicos", y allí se determina que estos servicios son
inherentes a la finalidad social del Estado, uno de cuyos deberes primordiales
es el de asegurar su prestación eficiente a todos los habitantes del territorio
nacional.
Los valores de convivencia, trabajo,
justicia, igualdad, conocimiento, libertad y paz plasmados en el Preámbulo de
la Constitución deben armonizar con otros valores consagrados en el inciso
primero del artículo 2o. de la Constitución en referencia a los fines del
Estado: el servicio a la comunidad, la prosperidad general, la efectividad de
los principios, derechos y deberes, la participación, etc. Todos ellos
establecen fines a los cuales se requiere llegar. La relación entre dichos
fines y los medios adecuados para conseguirlos, depende, por lo general, de una
acción política que le corresponde preferentemente al legislador. No obstante
el carácter programático de los valores constitucionales, su enunciación no
debe ser entendida como un agregado simbólico, o como la manifestación de un
deseo o sin un querer sin incidencia normativa, sino como un conjunto de
propósitos a través de los cuales se deben mirar las relaciones entre los
gobernantes y los gobernados, para que, dentro de las limitaciones propias de
una sociedad en proceso de consolidación, irradien todo el tramado institucional.
Como consecuencia de estos planteamientos,
la Constitución estableció en su artículo 365 una vinculación esencial entre el
Estado social de derecho y la prestación de los servicios públicos, así:
"Los servicios
públicos son inherentes a la finalidad social del Estado. Es deber del Estado
asegurar su prestación eficiente a todos los habitantes del territorio
nacional.
Los servicios
públicos estarán sometidos al régimen jurídico que fije la ley, podrán ser
prestados por el Estado, directa o indirectamente, por comunidades organizadas
o por particulares. En todo caso, el Estado mantendrá la regulación, el control
y la vigilancia de dichos servicios. Si por razones de soberanía o de interés
social, el Estado mediante ley aprobada por la mayoría de los miembros de una u
otra cámara, por iniciativa del Gobierno decide reservarse determinadas
actividades estratégicas o servicios públicos, deberá indemnizar previa y
plenamente a las personas que, en virtud de dicha ley, queden privadas del
ejercicio de una actividad lícita".
En el capítulo 5 del Título XII de la Carta
se desarrolla uno de los conceptos de Estado Social de Derecho.
Es una realidad que las tradicionales
funciones estatales -la administración de justicia y la fuerza pública, unificación
de la moneda y relaciones con otros Estados-, se queden cortas ante las
necesidades contemporáneas y la llamada "revolución de las
expectativas" ciudadanas, que demanda del Estado no sólo seguridad sino
también bienestar para todos.
Los servicios públicos, relacionados con la
administración de justicia y la fuerza pública, están a cargo exclusivo del
Estado, por su misma naturaleza y las connotaciones que ellos tienen dentro del
concepto de soberanía nacional.
En los demás servicios se prevé la participación
de los particulares o de las comunidades organizadas, en su prestación. Con
ello se consagraron alternativas distintas a la puramente estatal en su
organización y atención2
.
Uno de los aciertos de la Constitución de
1991 fue haber reconocido que para los colombianos de hoy el tema de los
servicios públicos tiene tanta o más importancia que muchos de los debates clásicos
del derecho constitucional.
Entre las declaraciones de la Constitución
de 1.991, que tienen especial relevancia en el tema de los servicios públicos,
figuran las que proclaman que la libre competencia es un derecho de todos (CP
art. 333), las que prohiben los monopolios oficiales que no tengan propósitos
rentísticos (CP art. 336), las que abren la posibilidad de prestar los
servicios públicos tanto por las entidades oficiales como por los particulares
(CP art. 365), el bienestar general y el mejoramiento de la calidad de vida son
finalidades sociales del Estado (CP art. 366), los servicios públicos
domiciliarios (CP art. 367), las que indican que las leyes de intervención
deben ser precisas y no vagas, cuando se trate de limitar la libertad económica
(CP art. 150.21) y las que prohíben los subsidios que no provengan de los
presupuestos (CP art. 386).
El artículo 366 de la Carta fue consagrado
constitucionalmente con la necesidad de concebir una igualdad real y efectiva
de los ciudadanos, no sólo ante la vida sino ante la ley. El artículo señala:
"El bienestar
general y el mejoramiento de la calidad de vida de la población son finalidades
sociales del Estado. Será objetivo fundamental de su actividad la solución de
las necesidades básicas insatisfechas de salud, educación, saneamiento
ambiental y agua potable".
Ahora bien, la noción de servicio público
la encontramos en el artículo 430 del Código Sustantivo del Trabajo, modificado
por el Decreto 753 de 1956, que establece:
"...Para este
efecto se considera como servicio público, toda actividad organizada que tienda
a satisfacer necesidades de interés general en forma regular y contínua, de
acuerdo con un régimen jurídico especial, bien que se realice por el Estado
directa o indirectamente, o por personas privadas".
Zanobini refiere la noción de
"servicios públicos" a sólo algunos aspectos de la actividad
administrativa contraponiéndola a la de función pública como forma superior de
manifestación de dicha actividad. En su opinión, la función pública representa
siempre el ejercicio de una potestad pública, entendida ésta como una esfera de
la capacidad jurídica del Estado, o sea de su soberanía; los servicios
públicos, representan, por su parte, otras tantas actividades materiales,
técnicas, incluso de producción industrial, puestas a disposición de los
particulares para ayudarles a conseguir sus fines. En ese mismo sentido insiste
también Giannini, para que la titularidad de las funciones públicas corresponde
necesariamente al Estado, mientras que la competencia sobre los servicios se
asume por razones técnicas, económicas o sociales, pero sin que repugne la idea
de su gestión por los particulares.
La noción conceptual de "servicio
público" es una de las más adecuadas para justificar el carácter de ius
infieri atribuído o reconocido al derecho administrativo.
Esta noción es bastante controvertida Para
su estudio se observan concepciones antagónicas -por un lado la orgánica (es
servicio público según quien lo preste), y por el otro la funcional o material
(es servicio público, según la naturaleza del servicio). Las ideas fueron
evolucionando a través del tiempo en ambas concepciones de servicio público.
El servicio público no es simplemente un
"concepto" jurídico; es ante todo un hecho, una realidad. Las manifestaciones
de la autoridad pública declarando que tal o cual actividad es un servicio
público, no pasarán de meras declaraciones arbitrarias en el supuesto de que no
exista de por medio la satisfacción efectiva de una necesidad de interés
general. Tal declaración cuando ella concuerde con la realidad, tendrá
indiscutiblemente su valor en el orden jurídico3
.
Alessi, por su parte, descubre después de
un minucioso análisis de la actividad estatal, como hay un tipo de ella que se
endereza precisamente a proporcionar utilidad a los particulares, bien de orden
jurídico, o bien de orden económico-social, en relación con las necesidades
físicas económicas, intelectuales etc. Es cabalmente este tipo de actividad el
que en sentido técnico y restringido merece la calificación de servicio
público; esto es, actividad dirigida a procurar utilidad a los particulares,
sea de orden jurídico o de orden económico-social.4
Complementa lo anterior Ramón Parada que
considera que "la calificación que algunas leyes hacen de una actividad
como servicio público no se concreta siempre en actividades de prestación, sino
que constituye un título que ampara también actividades de limitación, e
incluso de fomento de la acción de los particulares, que se admite en
concurrencia con la actividad de prestación pública. Así ocurre, en general,
con los servicios públicos sociales (sanidad y enseñanza fundamentalmente) en
que los establecimientos públicos conviven con los privados, sujetos a una
estrecha reglamentación limitadora y que además disfrutan del apoyo económico
del Estado"5.
Tanto el constituyente como el legislador colombiano
optaron por la teoría material del servicio público, como se refleja en el
artículo 365 de la Constitución y 430 del Código Sustantivo del Trabajo, ya
citados.
5. De los servicios públicos domiciliarios.
El artículo 367 de la Constitución consagra:
"La ley fijará
las competencias y responsabilidades relativas a la prestación de los servicios
públicos domiciliarios, su cobertura, calidad y financiación, y el régimen
tarifario que tendrá en cuenta además de los criterios de costos, los de solidaridad
y redistribución de ingresos.
Los servicios
públicos domiciliarios se prestarán directamente por cada municipio cuando las
características técnicas y económicas del servicio y las conveniencias
generales lo permitan y aconsejen, y los departamentos cumplirán de apoyo y
coordinación.
La ley determinará
las entidades competentes para fijar las tarifas".
Se consagra en esta disposición una
categoría especial de servicios públicos, los llamados
"domiciliarios", que son aquellos que se prestan a través del sistema
de redes físicas o humanas con puntos terminales en las viviendas o sitios de
trabajo de los usuarios y cumplen la finalidad específica de satisfacer las
necesidades esenciales de las personas.
Son características relevantes para la
determinación del servicio público domiciliario las siguientes, a partir de
una criterio finalista:
a) El servicio público domiciliario -de
conformidad con el artículo 365 de la Constitución-, puede ser prestado
directamente o indirectamente por el Estado, por comunidades organizadas o por
particulares, manteniendo éste la la regulación, el control y la vigilancia de
los servicios.
b) El servicio público domiciliario tiene
una "punto terminal" que son las viviendas o los sitios de trabajo de
los usuarios, entendiendo por usuario "la persona que usa ciertos
servicios, es decir quien disfruta el uso de cierta cosa".
c) El servicio público domiciliario está
destinado a satisfacer las necesidades básicas de las personas en
circunstancias fácticas, es decir en concreto. Así pues, no se encuentran en
estas circunstancias el uso del agua destinado a urbanizar un terreno donde no
habite persona alguna.
Igualmente no es derecho constitucional
fundamental cuando el suministro de agua esté destinado a la explotación
agropecuaria, casos en los que se trata del establecimiento de una servidumbre
de acueducto de carácter privado cuya consagración es eminentemente legal y no
constitucional.
En concordancia con los artículos 365 y 367
de la Constitución se concluye, en primer lugar, que el servicio público es el
género y el servicio público domiciliario es especie de aquél. Y en segundo
lugar se concluye entonces que el acueducto es un servicio público
domiciliario.
Así pues, la conexión de redes de acueducto
y alcantarillado en un predio que lo habilite para ser ocupado posteriormente
por las personas, no cumple con el tercer requisito relacionado con la
satisfacción inmediata de las necesidades, ya que si bien se trata de un
servicio público domiciliario (servicio de agua), su limitación o el
incumplimiento en la prestación del servicio por el Estado, los particulares o
las comunidades organizadas no constituye vulneración o amenaza de un derecho
constitucional fundamental por no encontrarse vinculada directamente la
persona, el ser humano, sino la persona jurídica que contrató.
La opinión pública cuestiona diariamente la
ineficiente prestación de los servicios públicos, especialmente de los llamados
domiciliarios, pues revelan la importancia que tienen para la paz social el
acceso a ellos de todos los colombianos como una obligación del Estado.
Lo anterior impone que el papel del Estado
moderno se centre en la obligación de ser el motor del desarrollo social, y de
procurar a las gentes, en forma igualitaria, puedan tener las condiciones para
llevar una vida digna, que, en nuestro caso, se traduce en la superación de la
desigualdad y el atraso. No hay duda de que una de las expresiones de esa nueva
forma de ser del Estado, se concreta en la prestación de los servicios
públicos.
6. Del caso concreto.
Dice así el artículo 86 de la Constitución
Política:
"Toda persona
tendrán acción de tutela para reclamar ante los jueces en todo momento y lugar,
mediante un procedimiento preferente y sumario, por sí misma o por quien actúe
a su nombre, la protección inmediata de sus derechos constitucionales
fundamentales, cuando quiera que éstos resulten vulnerados o amenazados por la
acción o la omisión de cualquier autoridad pública..."
El caso objeto de estudio por esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional surge del incumplimiento de la relación
contractual entre la sociedad constructora "Brisas del Bosque Ltda."
y la Asociación de Usuarios del Acueducto de las Veredas del Norte de
Fusagasugá, tal como quedó relacionado en el capítulo de los hechos de la
solicitud.
Esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional no concede la acción de tutela impetrada por el Sr. Carlos
Alfonso Rojas Rodríguez y ésta habría sido procedente si se hubieran reunido
los siguientes requisitos:
a. Que la vulneración o amenaza recaiga
sobre un derecho constitucional fundamental.
Es necesario establecer en primera
instancia si el derecho a solicitar la conexión del servicio de acueducto
constituye un derecho fundamental.
En principio, el agua constituye fuente de
vida y la falta del servicio atenta directamente con el derecho fundamental a
la vida de las personas. Así pues, el servicio público domiciliario de
acueducto y alcantarillado en tanto que afecte la vida de las personas (CP art.
11), la salubridad pública (CP arts. 365 y 366) o la salud (CP art. 49), es un
derecho constitucional fundamental y como tal ser objeto de protección a través
de la acción de tutela6.
Sin embargo y como está planteado en el
caso que ocupa a esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional, el servicio
de acueducto no cumple con la finalidad de satisfacer las necesidades
esenciales de las personas naturales, pues en este caso la conexión o la
habilitación del predio para la construcción posterior de las viviendas
beneficiaría a una persona jurídica para las cuales no constituye derecho
constitucional fundamental.
Son también objeto de tutela los derechos
constitucionales fundamentales de las personas jurídicas, no per se, sino que
en tanto que vehículo para garantizar los derechos constitucionales
fundamentales de las personas naturales, en caso concreto, a criterio razonable
del Juez de Tutela7
.
En el caso concreto el derecho fundamental
al servicio de acueducto y alcantarillado no está directamente relacionado con
los derechos fundamentales de las personas naturales, por encontrarse
deshabitado el lugar, y la solicitud de protección proviene de una persona
jurídica, que, por definición no requiere, como las personas naturales, del
agua.
b. Que no exista otro medio de defensa
judicial.
Es incontrovertible que existió una
negociación entre el Gerente de la Sociedad "Brisas del Bosque Ltda"
y ACUAVENORTE, pues en el expediente obran los recibos de pago y las
comunicaciones que se cruzaron, como también del incumplimiento de esta última
de la obligación de instalar el servicio de acueducto.
El Juzgado Segundo Penal del Circuito
consideró que el trámite de la acción de tutela se debe desarrollar con arreglo
a los principios de prevalencia del interés general, economía, celeridad y
eficacia. Con base en estos fundamentos encontró el Despacho que se debía
proceder de una vez por todas a ordenar la conexión del servicio público de
acueducto, sin tener que acudir el peticionario a otros despachos judiciales.
En el caso concreto, y como lo expresó en
su oportunidad el Juzgado Primero Penal Municipal de Fusagasugá, es a la
Jurisdicción Civil a quien le corresponde decidir, por qué el incmplimiento de
una obligación de un contrato civil le compete a la jurisdicción ordinaria, por
asignación expresa de la ley, y no al juez de tutela.
Para esta Sala de Revisión es claro que
toda persona natural o jurídica debe y está en el derecho de exigir el
cumplimiento de una obligación y más aún cuando esta situación conlleva un
perjuicio económico para la empresa constructora. Pero el camino adecuado no es
precisamente la acción de tutela, ya que existen otros medios judiciales de
defensa claramente establecidos en la ley.
c. Que la acción de tutela a pesar de
existir otro medio de defensa judicial sea procedente como mecanismo
transitorio.
No es procedente porque no se presenta el
perjuicio irremediable, ya que el sujeto activo del derecho constitucional
fundamental al servicio público domiciliario de acueducto no existe, como
quiera que la urbanización se encuentra aún deshabitada.
Observa la Corte que la utilización de la
vía de la acción de tutela cunado no se trata de derechos constitucionales
fundamentales desdibuja su imagen y hace que realmente se convierta en una
justicia paralela, lo que se ha querido evitar precisamente para lograr su
efectividad.
En mérito de lo expuesto, la Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE:
PRIMERO: NO TUTELAR los derechos invocados en el proceso de la
referencia.
SEGUNDO: REVOCAR el fallo proferido por el Juzgado Segundo
Penal del Circuito de Fusagasugá (Cundinamarca), por las razones expuestas en
esta Sentencia.
TERCERO: A través de la Secretaría General de la Corte
Constitucional, ENVIAR copia de esta Sentencia a la Gobernación de
Cundinamarca, al Departamento Administrativo de Nacional -División de Servicios
Públicos-, a la Oficina de Planeación y a la División de Acción Comunal de la
Alcaldía Municipal de Fusagasugá, a la División de Saneamiento Básico del Fondo
de Acueductos y Alcantarillados del Departamento de Cundinamarca, al Acueducto
Regional de Veredas del Norte de Fusagasugá -ACUAVENORTE-, a la Junta del
Acueducto de Fusagasugá, a la Sociedad Urbanizadora "Brisas del Bosque
Ltda".
CUARTO: A través de la Secretaría General ENVIAR copia de
esta Sentencia al Juzgado Primero Penal Municipal y al Juzgado Segundo Penal
del Circuito de Fusagasugá y al Defensor del Pueblo.
Cópiese, publíquese, comuníquese a quien
corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ Magistrado
Magistrado
[1]Cfr. Sentencias
Nros...... de la Corte Constitucional.
2 Cfr, Ponencia sobre Servicios Públicos de Eduardo
Verano de la Rosa. Gaceta Constitucional Nro. 51 de 1.991, pág 17.
3 Cfr, MARIENHOFF, Miguel S.
Tratado de Derecho Admnistrativo Tomo II. Tercera Edición. Editorial
Abeledo-Perrot. Buenos Aires. 1.988, pág 27.
4 Cfr, GARRIDO FALLA , Fernando.
Tratado de Derecho Administrativo. Volumen II. Parte general. IX Edición.
Editorial Tecnos S.A. Madrid. 1.989, págs 307 y 308.
5 PARADA, Ramón. Derecho
Administrativo. Parte General I. Tercera Edición. Marcial Pons. Madrid. 1.991,
pág. 419.
6 Cfr. Sentencia T-406 de la Sala
Primera de Revisión de la Corte Constitucional.
7 Cfr. Sentencia T-411 de la Sala
Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional |
178 | T-581-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-581/92
DERECHO AL
TRABAJO-Vulneración
Se configura la
vulneración del derecho fundamental al trabajo ya que la prohibición de
ingresar a las instalaciones del terminal marítimo, con fundamento en simples
sospechas, impiden que el peticionario pueda continuar desarrollando sus
funciones y de paso abre la posibilidad, de que su patrono de por terminado el
contrato de trabajo.
PRESUNCION DE
INOCENCIA/DERECHOS FUNDAMENTALES/DEBIDO PROCESO
Con la
consagración de la presunción de inocencia como derecho fundamental
constitucional extensivo a toda disciplina sancionatoria se busca vincular a
las autoridades que, en ejercicio de sus funciones, impongan sanciones de
cualquier índole. De esta forma, se quiere evitar la presencia de actuaciones
arbitrarias, en la cual el funcionario unilateralmente imponga la sanción, y
que la presunción de inocencia sólo sea desvirtuada a través de un proceso en
donde el sindicado tenga la posibilidad de ejercer su derecho a la defensa de
la debida forma.
POLICIA
ADMINISTRATIVA/FACULTADES DISCRECIONALES
La policía
administrativa es aquella actividad de la administración que tiene como objeto
limitar el ejercicio de los derechos de los administrados, con la única
finalidad de mantener el orden y el interés público en la sociedad. Con tal
fin, la ley otorga facultades a las autoridades administrativas, ya sean
regladas o discrecionales. En un Estado de Derecho no existen los actos
discrecionales absolutos, porque siempre deberá existir ley previa que estipule
los parámetros a la administración, situación que de no ocurrir así, violaría
el principio de legalidad y que constituye una de las máximas garantías con que
cuentan los asociados.
REF: EXPEDIENTE
4015
PETICIONARIO:
EDINSON ROJAS MESTRA
PROCEDENCIA:
JUZGADO SEGUNDO CIVIL DEL CIRCUITO DE CARTAGENA
TEMAS:
- El
derecho al trabajo
- La
presunción de inocencia
-
Las facultades discrecionales
MAGISTRADO
PONENTE:
CIRO ANGARITA
BARON
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados CIRO
ANGARITA BARON, EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ y JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
acción de tutela promovido por EDINSON ROJAS MESTRA contra la Policía Portuaria
y la División de Seguridad del Terminal Marítimo y Portuario de la ciudad de
Cartagena.
I. ANTECEDENTES
El negocio llegó a
conocimiento de esta Corte por la vía ordinaria de la remisión que hizo el
Juzgado Segundo Civil del Circuito de Cartagena para su eventual revisión, en
virtud de lo dispuesto por el artículo 31 del Decreto 2591 de 1991.
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de
su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual lo recibió formalmente el
día 10 de Agosto del presente año y entra ahora a dictar sentencia de revisión,
de conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991.
A. La acción.
El día 19 de Mayo de
1992, el señor Edinson Rojas Mestra, por medio de apoderado judicial, interpuso
acción de tutela ante el Juzgado Civil del Circuito-Reparto de la ciudad de
Cartagena.
1. Hechos.
1.1 El peticionario trabaja con la Empresa de
Transporte Cardegil Ltda. como embarcador de mercancías, labor que lleva a cabo
en el terminal marítimo de la ciudad de Cartagena.
1.2 El actor fue vinculado a una investigación
penal por el posible delito de hurto, debido a la pérdida de una carga que
estaba para exportar en el terminal marítimo y de la cual él figuraba como
embarcador de la misma.
1.3 Posteriormente, la Policía Portuaria lo
acusó de tratar de hurtar una mercancía del mismo terminal, ilícito que, según
ellos, no se realizó por la oportuna acción de los agentes portuarios.
1.4 En uso de las facultades discrecionales que
le otorga el reglamento interno, el Gerente General de Colpuertos, ordenó a la
División de Seguridad del Terminal Marítimo que se abstuviera de renovarle el
carnet al señor Rojas Mestra- documento indispensable para ingresar a las
instalaciones del mencionado terminal- debido a su mala conducta y en
prevención de otros delitos, hasta tanto no se le definiera la situación penal
y disciplinaria en los procesos en curso.
1.5 En virtud de lo anterior, los agentes de la
Policía Portuaria no permitieron el ingreso del peticionario a las
instalaciones del terminal marítimo.
2. Solicitud.
En el escrito de
acción de tutela, el actor solicitó que se ordene a la Policía Portuaria y a la
División de Seguridad del Terminal Marítimo de Cartagena que se le permita
volver a ingresar a las instalaciones del terminal para poder seguir cumpliendo
con sus obligaciones laborales, ya que de lo contrario, la empresa para la cual
trabaja le dará por terminado el contrato de trabajo.
3. Pruebas.
El expediente llegó
a la Corte Constitucional con las siguientes pruebas:
- Peticiones
formuladas por el actor a la Policía Portuaria y a la División de Seguridad,
donde solicita que se expliquen las causas que motivaron a dichos organismos
para prohibirle el ingreso a las instalaciones del terminal, ya que en ningún
momento se le ha notificado alguna decisión al respecto. (folios No. 8 y 10).
- Respuesta emitida
por el Comandante de la Policía Portuaria, Mayor Arturo Granados González,
sobre la petición anterior. (folio No. 7).
- Memoriales
presentados por el Comandante de la Policía Portuaria, el Director de Seguridad
General y el Gerente de Puertos de Colombia- seccional de Cartagena- donde
explican al Juzgado de conocimiento los motivos para prohibir el ingreso del
señor Rojas Mestra al terminal marítimo de Cartagena. (folios No.16, 26 y 51).
- Copia de la
Resolución Número 000104 de la Gerencia General de Puertos de Colombia por la
cual se adopta el reglamento interno de la entidad. (folios No. 35-44).
- Certificado
expedido por el patrono del peticionario sobre la buena conducta de éste en el
cumplimiento de sus labores asignadas. (folio No. 62 y 63).
B. Sentencia
de primera instancia.
En decisión del 3 de
Junio de 1992, el Juzgado Segundo Civil del Circuito de Cartagena negó la
acción de tutela por las siguientes razones:
"Consultado
el REGLAMENTO DE CARNETIZACIÓN (RESOLUCION No.000104 en su artículo 16), se
constata que es una facultad discrecional que tiene PUERTOS DE COLOMBIA, para
permitir la entrada en sus instalaciones "a personas en circunstancias
especiales; tales como la mala conducta anterior en el terminal".
"Vista así
las cosas, no es que a EDINSON ROJAS MESTRA se la haya cercenado su derecho al
trabajo, plasmado en el art. 25 de nuestra Carta, por cuanto bien puede
seguir laborando en la empresa a la cual está vinculado actualmente, o a
otra si lo desea. Lo que no puede hacer es entrar al Terminal Marítimo por
ser esto facultativo de la entidad dicha, en razón al comportamiento que
tuvo, como quiera que resultó comprometido en unos supuestos hechos delictivos.
Una cosa es prohibirle trabajar y otra, bien diferente, no admitirlo en unas
instalaciones que no son de la empresa donde él trabaja". (se subraya)
"Luego,
entonces, no se concederá la tutela impetrada. Así se resolverá".
La anterior
providencia no fue impugnada.
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
La Corte
Constitucional es competente para efectuar esta revisión según lo previsto en
los artículos 86 y 241, numeral 9 de la Constitución Política y 31, 32 y 33 del
Decreto 2591 de 1991.
Además, es de
observar que la providencia fue proferida oportunamente de acuerdo con lo
dispuesto por el artículo 86 de la Constitución en su inciso 4o. el cual no
admite excepciones, como ha tenido a bien señalarlo esta Corte.
Los hechos materia
del caso sublite conducen a esta Sala a formular algunas consideraciones acerca
de tres aspectos fundamentales previos: el derecho al trabajo (1), la
presunción de inocencia (2) y las facultades discrecionales (3), los cuales
suministran los elementos adecuados para sustentar el presente fallo.
1. El derecho
al trabajo.
Esta Corte ya ha
tenido oportunidad de pronunciarse en diversas ocasiones sobre la importancia
del derecho al trabajo en la Constitución del 91, teniendo en cuenta su
consagración como valor, principio y derecho constitucional fundamental de los
ciudadanos.
Al respecto, la Sala
Primera de Revisión ha resaltado lo siguiente:
"En la Carta
del 91 se observa un bien significativo cambio de carácter cualitativo en
relación con el trabajo. En efecto, es ciertamente un derecho humano (Artículo
25) pero también constituye, al mismo nivel del respeto a la dignidad humana,
un principio o elemento fundamental del nuevo orden estatal (Artículo 1)."
"Cuando el
Constituyente de 1991 decidió garantizar un orden político, económico y social
justo e hizo del trabajo requisito indispensable del Estado, quiso significar
con ello que la materia laboral, en sus diversas manifestaciones, no puede
estar ausente en la construcción de la nueva legalidad."1
Igualmente, la Sala
Quinta de Revisión ha dicho que:
"El trabajo,
como factor fundamental de los procesos económicos y sociales, resulta de
primordial importancia en razón de que posibilita los medios de subsistencia y
la calidad de ésta para el mayor número de la población y de él depende de
manera general el crecimiento y desarrollo económico. También, de él se
desprenden variadas y complejas relaciones sociales concurrentes y divergentes
en punto a los intereses que en ella se traban; esta naturaleza básica del
trabajo, reconocida por el Constituyente de 1991 desde el Preámbulo de la
Carta, también manifiesta en su contenido el propósito de asegurarlo de manera
prioritaria, ante otros objetivos del Estado."
"Desde todo
punto de vista argumental, las precedentes consideraciones son pertinentes por
cuanto deben estar presentes en la inteligencia que el intérprete haga de las
normas constitucionales en torno al trabajo humano y sobre las respectivas
disposiciones constitucionales aplicables."
(...)"Ahora
bien, no cabe duda que en nuestro ordenamiento jurídico el Derecho al Trabajo
es una manifestación de la libertad del hombre y, por tanto, en último término
tiene su fundamento en la dignidad de la persona humana; de ahí que su
constitucionalización haya sido el resultado de un largo y difícil proceso
histórico, en cuyo fondo aparecen las grandes luchas políticas y sociales por
la libertad del hombre."2
Visto lo anterior,
el problema jurídico del presente caso radica en determinar si la prohibición
adoptada por las autoridades del terminal marítimo de Cartagena vulnera o no el
núcleo fundamental del derecho al trabajo del peticionario.
En primer lugar, la
decisión que se revisa afirma que el derecho al trabajo no ha sido cercenado ya
que la decisión administrativa no afecta su relación laboral con su patrono, en
la medida que el actor puede continuar como trabajador de la misma empresa pero
en otras actividades. Lo que no puede hacer, es ingresar a las instalaciones
del terminal marítimo para seguir cumpliendo con sus obligaciones laborales.
Asimismo, estima la providencia de instancia que la mencionada prohibición
tiene fundamento jurídico en el reglamento interno de Colpuertos.
Para esta Corte, los
anteriores argumentos conducen a una errada concepción del problema jurídico,
como se explicará a continuación.
Por un lado, ellos
desconocen la verdadera naturaleza de la relación laboral de las partes ya que
el trabajador, solo puede prestar sus servicios exclusivamente en el terminal
marítimo y en calidad de cargador de toda la mercancía que esté bajo la
responsabilidad de la empresa transportadora, su patrono. Entonces, cuando las
autoridades administrativas deciden no dejar ingresar al peticionario a las
instalaciones portuarias, lo que verdaderamente implica, es que no podrá
continuar cumpliendo con sus obligaciones y, por lo tanto, la empresa muy
posiblemente le dará por terminado el contrato con razón justificada, ya que de
nada le servirá un empleado que no pueda realizar las funciones para la cual
fue contratado. Esta circunstancia fue expresada por el actor en el memorial de
tutela.
De otra parte, para
tomar su decisión el juez hace una confrontación exclusivamente entre los
hechos y las normas del reglamento interno de Colpuertos, ignorando por entero
la existencia de la Constitución para determinar si existe violación o no de
los derechos fundamentales del peticionario.
Al respecto, esta
Corporación reitera una vez más su doctrina en el siguiente sentido:
"Una
despreocupación semejante por las responsabilidades de los funcionarios del
Estado y la protección de los derechos fundamentales, tiene su origen en la
ausencia de una nueva perspectiva constitucional en la argumentación de los
procesos de tutela que los jueces y tribunales realizan. Mientras el tema de
los derechos fundamentales no sea interpretado bajo una perspectiva
constitucional, la acción de tutela se reducirá a un mecanismo adicional e
insuficiente de protección y dejará de cumplir por lo menos uno de los
propósitos esenciales: el de constitucionalizar todo el ordenamiento jurídico
colombiano y, de esta manera, hacer efectiva la protección de los derechos fundamentales
de las personas."
"Es
necesario que los jueces y tribunales tomen conciencia de que cuando se plantea
la violación de un derecho fundamental por medio de una acción de tutela, el
parámetro esencial e inmediato de interpretación es el texto constitucional y
no la legislación ordinaria vigente..."3
Es por eso que
-teniendo en cuenta el marco constitucional y la realidad del vínculo laboral
del peticionario- esta Corte estima que en el caso sub examine se configura la
vulneración del derecho fundamental al trabajo ya que la prohibición de
ingresar a las instalaciones del terminal marítimo, con fundamento en simples
sospechas, impiden que el peticionario pueda continuar desarrollando sus
funciones y de paso abre la posibilidad, de que su patrono de por terminado el
contrato de trabajo.
2. El debido
proceso y la presunción de inocencia.
La Constitución del
91 extendió la garantía del debido proceso a todo tipo de actuaciones
administrativas sancionatorias, que en la anterior Carta solo era propia de los
procesos judiciales.
Lo anterior, obedece
al ánimo del Constituyente de dotar a los colombianos de una Carta de derechos
lo más completa posible, cuya finalidad en últimas, es convertir a la persona
humana en el centro y principal protagonista del nuevo ordenamiento jurídico.
En consonancia con
lo anterior, los principios que estructuran el debido proceso -legalidad de los
delitos, las penas y el juez competente, la aplicación de la ley mas favorable,
aún cuando sea posterior, el derecho a la defensa, la presunción de inocencia
etc.- se constituyen en pilar fundamental de las actuaciones administrativas.
En la Asamblea
Nacional Constituyente se hizo claridad sobre este punto en los siguientes
términos:
"El carácter
del órgano que impone una sanción no altera la naturaleza del acto punitivo.
Ciertamente, ninguna diferencia ontológica se aprecia entre las sanciones
impuestas por el órgano jurisdiccional y aquellas que son producto de una
decisión administrativa, como quiera que unas y otras afectan intereses
esenciales de las personas, como su libertad personal o su patrimonio
económico."
"No
obstante, sin razón válida para ello, se ha venido planteando por un sector de
la doctrina, que la responsabilidad que emana de las contravenciones
administrativas es de carácter estrictamente objetivo y que, de otra parte, los
principios fundamentales del derecho penal no se hacen extensivos al ejercicio
de la actividad punitiva por parte de órganos diferentes a la Rama
Jurisdiccional, cuando se ocupa de reprimir delitos."
(...)"Toda
infracción merecedora de reproche punitivo tiene, como bien lo recuerda la
Corte, una misma naturaleza, como idénticas son las consecuencias, no obstante
que provenga de una autoridad administrativa o jurisdiccionales o las formales
diferencias en los trámites rituales. De consiguiente, los principios que
rigen el derecho punitivo de los delitos, incluyendo el de la culpabilidad,
deben, necesariamente, hacerse extensivos a las restantes disciplinas
sancionatorias en las que no ha existido un desarrollo doctrinal adecuado sobre
esta materia. Que sólo el derecho penal involucre intereses esenciales del
individuo, es un postulado ampliamente rebatido, insuficiente hoy en día para
justificar las diferencias en el tratamiento de las diversas clases de
sanciones." (se subraya).4
En este orden de
ideas, con la consagración de la presunción de inocencia como derecho
fundamental constitucional extensivo a toda disciplina sancionatoria se busca
vincular a las autoridades que, en ejercicio de sus funciones, impongan
sanciones de cualquier índole. De esta forma, se quiere evitar la presencia de
actuaciones arbitrarias, en la cual el funcionario unilateralmente imponga la
sanción, y que la presunción de inocencia que establece la Constitución sólo
sea desvirtuada a través de un proceso en donde el sindicado tenga la
posibilidad de ejercer su derecho a la defensa de la debida forma.
Cuando las
autoridades del terminal marítimo de Cartagena fundamentan su decisión, de
prohibirle el ingreso al peticionario a sus instalaciones, en el hecho de estar
vinculado a un proceso penal y a una investigación administrativa interna,
significa esto que al actor se le está presumiendo culpable de tales ilícitos y
por tanto, se le vulnera su derecho fundamental a que se le presuma inocente.
Así las cosas, para
que las mencionadas autoridades prohiban el ingreso al peticionario a sus
instalaciones, este deberá ser declarado culpable por las presuntas conductas
delictivas cometidas en las instalaciones portuarias. Desvirtuada así la
presunción de inocencia, la sanción tendría fundamento legal.
3. Las
facultades discrecionales.
La policía
administrativa es aquella actividad de la administración que tiene como objeto
limitar el ejercicio de los derechos de los administrados, con la única
finalidad de mantener el orden y el interés público en la sociedad. En otras
palabras, se busca un equilibrio armónico entre el interés individual
-representado por las garantías y los derechos de los ciudadanos- y el interés
general de la comunidad.
Con tal fin, la ley
otorga facultades a las autoridades administrativas, ya sean regladas o
discrecionales.
Esta Corte ha dicho5 que las
limitaciones a las libertades públicas y a los derechos constitucionales
fundamentales deben estar autorizadas expresamente por la ley, como quiera que
la intención del Constituyente del 91 es la de otorgarle las garantías
necesarias a las personas para el cabal ejercicio de sus derechos.
En relación al caso
sub-lite, tenemos que la sanción impuesta al peticionario obedece al ejercicio
de la facultad discrecional que le otorga el reglamento interno sobre
carnetización de Colpuertos que dice " Colpuertos se reserva el derecho de
admisión a personas en circunstancias especiales: tales como la mala conducta
anterior en el terminal" .
En materia de
discrecionalidad, es preciso recordar que en un Estado de Derecho no existen
los actos discrecionales absolutos, porque siempre deberá existir ley previa
que estipule los parámetros a la administración, situación que de no ocurrir
así, violaría el principio de legalidad que consagra nuestra Constitución y que
constituye una de las máximas garantías con que cuentan los asociados.
De otra parte, la
doctrina administrativa ha aclarado que las facultades discrecionales no
significan arbitrariedad. Al respecto, el profesor Enrique Sayagués Laso
observa que:
"La
discrecionalidad de que disponen los órganos de la
administración no
significa arbitrariedad. Al ejercer potestades discrecionales la administración
no puede decidir caprichosamente, porque en definitiva la discrecionalidad es
sólo la posibilidad de apreciar libremente la oportunidad o conveniencia de la
acción administrativa, dentro de ciertos límites. Quiere decir que hay
discrecionalidad cuando la administración puede decir, según su leal saber y
entender, si debe o no actuar y, en caso afirmativo, qué medidas
adoptará."6
III. CONCLUSION
El respeto a los
derechos fundamentales, consagrados en la Constitución de 1991, constituye el
más importante e inmediato limite de las facultades discrecionales que la ley
señala a la administración. La primacía y efectividad de los derechos no puede
estar sujeta a la caprichosa interpretación de la administración.
En el presente caso,
la administración sancionó al peticionario y vulneró así su derecho a que se le
presuma inocente y al trabajo.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE
PRIMERO.- REVOCAR
la providencia del Juzgado
Segundo del Circuito de Cartagena del 3 de Junio de 1992, por las razones
expuestas en la parte motiva de la presente sentencia.
SEGUNDO.- Como mecanismo enderezado a la protección
inmediata de los derechos fundamentales conculcados, ORDENAR a la
Policía Portuaria y a la División de Seguridad del Terminal Marítimo de
Cartagena que se le autorice al señor Edinson Rojas Mestra a ingresar a las
instalaciones portuarias.
TERCERO.- En todos aquellos casos similares al
presente por sus hechos o circunstancias, siempre que no sea desvirtuada la
presunción de inocencia por las autoridades administrativas, la doctrina
constitucional enunciada en esta sentencia tendrá CARACTER OBLIGATORIO para
las autoridades, en los términos del artículo 23 del Decreto 2067 de 1.991.
CUARTO.- ORDENAR que por secretaría se comunique esta
providencia al Juzgado Segundo Civil del Circuito de Cartagena, a la Policía
Portuaria y a la División de Seguridad del Terminal Marítimo de Cartagena, en
la forma y para los efectos previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991.
Notifíquese,
Cópiese, Comuníquese, Cúmplase e Insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
-Con salvamento de voto-
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Sentencia aprobada
por la Sala Primera de Revisión, en Santafé de Bogotá el día 11 del mes de
Noviembre de mil novecientos noventa y dos (1992)
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-581
DERECHO AL
TRABAJO-Licitud
(Salvamento de voto)
La actividad
desplegada por la persona para obtener los recursos que le permitan atender a
sus necesidades individuales y familiares, debe ser LICITA, es decir, respetuosa
del orden normativo establecido en aras del bienestar colectivo.
ACCION DE TUTELA-Finalidad/FUNCION PUBLICA/PREVALENCIA
DEL INTERES GENERAL (Salvamento de voto)
No se puede
llevar la acción de tutela hasta el extremo de convertirla en obstáculo para el
ejercicio de la función pública, en especial si con ésta se persigue, como en
el presente caso, hacer realidad el principio constitucional de prevalencia del
interés general sobre el bien particular. La acción de tutela tiene por fin y
justificación la protección de los derechos constitucionales fundamentales,
cuando existe en efecto violación de los mismos o cuando ellos están siendo
amenazados, pero no constituye pretexto ni es oportunidad para instaurar la
indisciplina ni el desorden en el seno de la sociedad
ACCION DE TUTELA-Improcedencia (Salvamento de voto)
El acto mediante
el cual se resolvió prohibir el acceso del peticionario a las instalaciones del
terminal marítimo, es un acto administrativo contra el cual cabían recursos por
la vía gubernativa y, desde luego, la acción de nulidad y restablecimiento del
derecho. Por lo tanto, existía otro medio de defensa judicial que, a la luz del
artículo 86 de la Constitución, hacía improcedente la acción de tutela y, por
ende, no podía concederse el amparo solicitado.
REF.: Expediente
T-4015
Magistrado
Ponente
Dr. CIRO ANGARITA
BARON
Santafé de
Bogotá,D.C. siete (7) de noviembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
El suscrito
Magistrado en el proceso de la referencia no ha compartido la decisión adoptada
por la Sala ni la motivación que a ella condujo, razón por la cual se permite
consignar los argumentos en que funda su salvamento de voto.
1. Debe distinguirse
entre la definición de la responsabilidad penal que pueda caber al petente por
el posible delito de hurto -tema que no era objeto de este proceso y que
depende de las decisiones que, previo proceso, adopten los jueces competentes-
y las atribuciones de la Policía de Vigilancia Portuaria que actúa en el
terminal de Cartagena en defensa de la seguridad del mismo.
En consecuencia, no
me parece que acierte el fallo cuando, sobre la base de la presunción de
inocencia en materia penal, pretende hacer inocua la tarea preventiva que debe
desplegar la autoridad en defensa del interés colectivo.
Obran en el
expediente numerosos elementos de juicio relacionados con la conducta indebida
del actor dentro de las instalaciones portuarias. Que ellas configuren delito y
que exista de su parte responsabilidad penal es algo que, como antes digo,
resolverá la jurisdicción correspondiente. Pero en relación con el
comportamiento exigido por los reglamentos a quienes son portadores del carnet
que les permite el acceso al terminal marítimo, aunque no se tratara de
conductas delictivas, es evidente que en este caso existían motivos suficientes
para que las autoridades encargadas de custodiar los bienes depositados en
aquél, adoptaran las medidas indispensables para impedir que ingresara allí una
persona cuyas actitudes anteriores las habían puesto en aleta. Ello no implica
en modo alguno la presunción de culpabilidad ni el deseo de obstruir el
ejercicio del derecho al trabajo que asiste al peticionario, sino el desempeño
de la función que a esas autoridades ha sido confiada en guarda del interés
colectivo.
Sería irresponsable
por parte de la Policía de Vigilancia Portuaria permanecer impasible, a la
espera del fallo judicial sobre responsabilidad penal del sindicado, cuando
existe el antecedente de una flagrante transgresión, cuando menos a los
reglamentos que regulan la actividad dentro del puerto: "... el mismo
señor EDISON ROJAS quien figuraba como embarcador de la Empresa CARDEGIL
valiéndose de un contenedor que debía salir vacío del Terminal, según los
documentos, pretendió sacar un (1) Huacal de propiedad de Ecopetrol y cinco (5)
Pallets de productos marca PREBELL, lo cual fue impedido gracias a la revisión
hecha por Unidades de la Policía Portuaria, las cuales detectaron dicho ilícito.
Las mercancías no eran de pertenencia del señor EDISON ROJAS, ni tampoco habían
sido encomendadas a él para su gestión" (Vid Policía Nacional, Policía de
Vigilancia Portuaria. Terminal de Cartagena. Oficio No. 0377 dirigido al
Juzgado Segundo Civil del Circuito de Cartagena. Mayo 22 de 1992. Folio 16 del
Expediente). La aseveración sobre la ocurrencia de este mismo hecho es
reiterada por el Director de Seguridad General del Terminal Marítimo de
Cartagena en oficio del 22 de mayo de 1992, folio 26 del expediente.
Tampoco puede
exigirse a las autoridades de policía del puerto que permitan el tránsito del
citado ciudadano en su interior cuando ellas mismas, según el documento en
referencia, han establecido la utilización indebida del carnet indispensable para
acceder a esas instalaciones: "... el sujeto EDISON ROJAS fue encontrado
el día siguiente dentro del Terminal por lo que se le requirió el permiso o
autorización para ingresar, presentado un carnet, que al ser confrontado con el
anterior suyo (que había sido puesto a disposición de la Gerencia Local de
Colpuertos) presenta características idénticas (...), no siendo esto normal ya
que la Sección de Carnetización de Colpuertos sólo expide un carnet de usuario
a la vez. Ambos carnets fueron puestos a disposición de la Gerencia Local de
Colpuertos".
Nadie puede afirmar
que se haya cometido un delito en relación con el uso de ese carnet, pero, ante
lo irregular de la situación, la Policía sí estaba en la obligación de ejercer
la vigilancia correspondiente, investigar sobre el asunto y tomar las
necesarias precauciones, sin que nada de ello representara presunción de mala
fe ni violación de los derechos fundamentales del petente.
2. Debo citar aquí
lo dicho por la Sala Tercera de Revisión en torno al trabajo que protege la
Constitución y en cuanto al debido entendimiento del principio de la buena fe:
"Del desarrollo
jurisprudencial hasta ahora efectuado por la Corte Constitucional en relación
con la primera de las tres formas de manifestación del derecho al trabajo, se
colige un principio de insoslayable observancia en el que esta Sala cree
indispensable insistir, a cuyo tenor la actividad desplegada por la persona
para obtener los recursos que le permitan atender a sus necesidades
individuales y familiares, debe ser LICITA, es decir, respetuosa del orden
normativo establecido en aras del bienestar colectivo. No puede concebirse como
trabajo y mucho menos ser protegida constitucionalmente, aquella ocupación que
causa daño a la colectividad o que en todo o en parte resulta ser atentatoria
del orden jurídico, pues de así admitirse se quebrantaría sin remedio la
estructura básica de la organización social, de la cual son piezas
insustituibles el respeto a la legalidad, la prevalencia del interés común, el
digno ejercicio de los derechos y el cabal cumplimiento de deberes y
obligaciones. Dentro de este contexto axiológico no es factible reconocer el
carácter de "trabajo" a las conductas tipificadas como punibles, tal
como lo pretende el accionante en el caso dilucidado mediante las providencias
que ahora se revisan".
"(...)"
Es indispensable
anotar, además, que toda actividad que aspire al reconocimiento social y al
amparo del Estado debe realizarse de acuerdo con la normatividad imperante y
atendiendo siempre al principio de la razonabilidad, según el cual los derechos
son protegidos y deben ser ejercidos hasta un determinado límite -aquel en que
no causen daño o agravio a los demás ni perjudiquen el interés común-, sin que
su titular pueda pretender que le sean tutelados aunque desborden las leyes de
la razón, ni calificar como absolutos derechos cuyo ejercicio puede afectar el
bien de la comunidad. Sobrepasado ese límite, puede afirmarse que desaparece el
derecho".
"(...)"
"La buena fe,
sin embargo, no puede implicar que el Derecho la admita y proclame como
criterio eximente de la responsabilidad que, según las leyes, corresponde a
quienes incurren en acciones u omisiones dolosas o culposas que ameritan la
imposición de sanciones judiciales o administrativas.
Hacer del principio
de la buena fe una excusa de ineludible aceptación para consentir conductas
lesivas del orden jurídico equivale a convertir éste en un sistema inoperante.
En consecuencia,
pese a la obligatoriedad del principio constitucional enunciado, éste se
edifica sobre la base de una conducta cuidadosa de parte de quien lo invoca, en
especial si la ley ha definido unas responsabilidades mínimas en cabeza del que
tiene a su cargo determinada actividad."1
3. A juicio del
suscrito Magistrado, no se puede llevar la acción de tutela hasta el extremo de
convertirla en obstáculo para el ejercicio de la función pública, en especial
si con ésta se persigue, como en el presente caso, hacer realidad el principio
constitucional de prevalencia del interés general sobre el bien particular
(artículo 1o. C.N.).
El instrumento de
que trata el artículo 86 de la Carta tiene por fin y justificación la
protección de los derechos constitucionales fundamentales, cuando existe en
efecto violación de los mismos o cuando ellos están siendo amenazados, pero no
constituye pretexto ni es oportunidad para instaurar la indisciplina ni el
desorden en el seno de la sociedad como mucho me temo que ha ocurrido en el
caso que nos ocupa con notorio desconocimiento sobre el verdadero sentido de
los principios constitucionales invocados en la sentencia de la cual me aparto.
4. Pero, además, el
acto mediante el cual se resolvió prohibir el acceso del peticionario a las
instalaciones del terminal marítimo, expedido por la Policía de Vigilancia
Portuaria de Cartagena, es un acto administrativo contra el cual cabían
recursos por la vía gubernativa y, desde luego, la acción de nulidad y restablecimiento
del derecho, de conformidad con lo previsto en las pertinentes normas del
Código Contencioso Administrativo.
Así las cosas,
existía otro medio de defensa judicial que, a la luz del artículo 86 de la
Constitución, hacía improcedente la acción de tutela y, por ende, no podía
concederse el amparo solicitado.
Por tanto, no puedo
estar de acuerdo con la decisión adoptada por la mayoría.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
1 Cfr. Sentencia Corte
Constitucional No. T-222. Sala Primera de Revisión.
2 Cfr. Sentencia Corte
Constitucional No. T-446. Sala Quinta de Revisión.
3 Cfr. Sentencia Corte
Constitucional No. T-525. Sala Primera de Revisión.
4 Cfr, Gaceta Constitucional No.
84, Mayo 24 de 1991. Informe del Constituyente Hernando Londoño Jimenez.
5 Cfr. Sentencia Corte
Constitucional No. T-425. Sala Primera de Revisión.
6 SAYAGUES LASO, Enrique. Tratado
de Derecho Administrativo. Tomo I, Montevideo, 1963, páginas 406 y 407.
1 Corte Constitucional. Sala
Tercera de Revisión. Sentencia T-568 del veintitres de octubre de 1992. |
179 | T-582-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-582/92
SANCION
DISCIPLINARIA-Naturaleza/ACTO
JURISDICCIONAL
El legislador
extraordinario al reglamentar el régimen disciplinario de los funcionarios y
empleados de la rama jurisdiccional optó por atribuir de manera general carácter
judicial a las decisiones dictadas al término de un proceso disciplinario
en contra de éstos. En efecto, el Legislador Extraordinario determinó que
"las providencias que en materia disciplinaria se dicten en relación con
los funcionarios y empleados judiciales son actos jurisdiccionales, no
susceptibles de acción contencioso administrativa.
EXCEPCION DE
INCONSTITUCIONALIDAD/DEBIDO PROCESO-Vulneración
Se podría
plantear, en abstracto, una posible inconstitucionalidad de la norma que
atribuye naturaleza jurisdiccional a todas las decisiones disciplinarias en
relación con funcionarios y empleados de la rama judicial, por contrariar la
garantía constitucional del debido proceso - derecho a controvertir toda
decisión sancionatoria, principio de imparcialidad -, así como el principio de
igualdad frente a otros funcionarios del Estado que al término del
procedimiento administrativo disciplinario pueden recurrir ante el juez
administrativo. Su análisis más profundo y definitivo, sin embargo, debe
hacerse en otra sede, distinta a esta de revisión de sentencias de tutela,
máxime cuando no se presenta una incompatibilidad manifiesta entre los distintos
textos.
SANCION DE
PLANO/ARRESTO-Improcedencia
Toda persona
tiene derecho a que antes de ser sancionada se lleve a cabo un procedimiento
mínimo que incluya la garantía de su defensa. La sola exigencia de una
certificación secretarial o de la declaración de dos o más testigos
presenciales para sancionar al acusado, prescindiendo de que éste pueda
contradecir la veracidad de las pruebas, constituye una acción unilateral de la
administración contraria al estado de derecho democrático y participativo y a
la vigencia de un orden jurídico justo.
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia
La actuación de
la autoridad judicial se plasmó en una providencia judicial de única
instancia, lo cual impide su cuestionamiento constitucional. Esta
Corporación se encontró ante un hecho cumplido al haberse pronunciado en forma
definitiva la Sala Disciplinaria del Tribunal de Cundinamarca en el sentido de
confirmar la sanción de destitución de la peticionaria. En consecuencia, de
conformidad con la doctrina constitucional expuesta por la Corte Constitucional
en sentencia de Sala Plena del 1o. de octubre de 1992, no hay lugar, por
sustracción de materia, a cuestionar la constitucionalidad de las sentencias
definitivas que eventualmente vulneren o amenacen los derechos fundamentales de
la persona.
NOVIEMBRE 12 DE 1992
REF: Expediente
T-4018
Actor: CARMEN
GLORIA ORIGUA GARCIA
Magistrado
Ponente:
Dr.EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-4018 adelantado por la señora CARMEN GLORIA ORIGUA GARCIA contra actos
de la JUEZA PROMISCUA MUNICIPAL DE SILVANIA, Cundinamarca.
A N T E C E D E N T E S
1. La señora CARMEN
GLORIA ORIGUA GARCIA interpuso acción de tutela contra la Jueza Promiscua
Municipal de Silvania, Cundinamarca, por considerar que ésta, mediante
"actos administrativos" sancionatorios vulneró sus derechos
fundamentales al trabajo y al debido proceso. Solicitó que se ordenara la "suspensión"
de las sanciones impuestas, la cancelación de los salarios dejados de percibir
y que se previniera a la Jueza, doctora MARTHA CECILIA VARGAS LONDOÑO,
"para que no siga hostigándome con el objeto de que le presente renuncia
del cargo que he venido desempeñando como Escribiente grado 04".
En su escrito, la
petente manifestó que la doctora VARGAS LONDOÑO asumió las funciones de Jueza
Promiscua Municipal de Silvania en junio de 1990 y desde comienzos de 1992
emprendió en su contra una permanente persecución.
2. El Juez 98 de
Instrucción Criminal de Fusagasugá asumió el conocimiento de la acción de
tutela, pero solamente trece (13) días después de radicada en su despacho la
solicitud, llevó a cabo la práctica de una inspección judicial en el Juzgado
Promiscuo de Silvania con el fin de verificar la existencia de los procesos
disciplinarios contra la peticionaria y obtener copia de los mismos. En la
mencionada diligencia se estableció que contra la escribiente ORIGUA GARCIA, su
superior jerárquico había adelantado los procesos disciplinarios Nos. 414, 415,
y 426, e impuesto una sanción de plano por irrespeto a la autoridad.
Los cargos que
sirvieron de base al proceso disciplinario 414 en contra de la escribiente se
basaron en el retardo injustificado incurrido en la tramitación de actuaciones
que estaban a su cargo. Por esos mismos hechos, la doctora MARTHA CECILIA
VARGAS ya le había llamado la atención por escrito en tres oportunidades
durante el mes de febrero de 1992, época que coincide con el uso de una licencia
de maternidad por parte de CARMEN GLORIA ORIGUA. El mencionado proceso culminó
el 18 de marzo de 1992 mediante providencia en la que se le sancionó con 60
días de suspensión en el cargo sin derecho a remuneración.
Durante el trámite
del proceso disciplinario 414, la Jueza VARGAS LONDOÑO sancionó de plano a la
petente ORIGUA GARCIA con multa de 3 días de sueldo y suspensión en el cargo
por el mismo término. La Jueza motivó su decisión así:
"(...) que en
la fecha del tres (3) de marzo de 1992, ejecutó acto de irrespeto en contra de
su superior, por lo que se le llamó la atención mediante oficio No. 0065 de
marzo 3 de 1992, que le fuera entregado en esta misma fecha de esta resolución,
y que se adjunta al presente para que haga parte del mismo, y dada la grosería,
altanería y tono amenazante con que la empleada mencionada increpó a la titular
de este Juzgado (...)".
Contra la decisión
la petente interpuso los recursos de ley, pero le fueron inadmitidos por
extemporáneos.
El proceso
disciplinario No. 415 tuvo como único cargo la ausencia injustificada de la
escribiente ORIGUA GARCIA el día 26 de febrero de 1992, fecha en la que vencía
su licencia de maternidad. La investigada contestó oportunamente el pliego de
cargos y adujo que su inasistencia se debió a un error de cálculo:
"Se me formula
cargo por haber dejado de asistir al lugar de trabajo durante un día y el cual
corresponde al 26 de febrero de 1992, en el que por error y equivocación mías,
al hacer la petición de solicitud de vacaciones inmediatamente se terminaba la
licencia de maternidad no contabilicé ese día cuando tenía el convencimiento de
que había quedado incluído. Lo anterior para mi fue sorpresa cuando se me corre
este cargo pues solamente hasta ese instante caí en la cuenta de mi error, pues
no existe otra razón distinta para excusarme de esa falta".
La Jueza Promiscuo
Municipal de Silvania desestimó las exculpaciones de la procesada y, el 18 de
marzo de 1992, la sancionó por dejar de asistir en forma injustificada al lugar
de trabajo, imponiéndole una multa de treinta días de sueldo básico.
El proceso
disciplinario 426 se inició con base en las diferentes quejas contra la
peticionaria, presentadas por diversas personas. En el pliego de cargos a ella
formulado el 27 de marzo de 1992, se la responsabilizó de haber omitido o
retardado injustificadamente el despacho de asuntos a su cargo y de haber
suministrado información inexacta.
El 8 de mayo de
1992, tres días después de presentada la acción de tutela, la Jueza MARTHA
CECILIA VARGAS sancionó a la escribiente CARMEN GLORIA ORIGUA GARCIA con
destitución del cargo, al encontrar probadas las irregularidades que se le
endilgaban.
3. El fallador de
tutela en primera instancia, mediante sentencia del 22 de mayo de 1992,
"inadmitió" la acción instaurada por la señora ORIGUA GARCIA. El Juez
98 de Instrucción Criminal consideró que no se habían violado los derechos
invocados por la petente debido a que la funcionaria acusada había actuado de
conformidad con sus facultades legales, respetando todas sus garantías
procesales.
4. La accionante
impugnó la anterior decisión y en su escrito insistió en la violación de su
derecho al trabajo por parte de la Jueza,
"pues no
solamente se limitó a llamarme la atención, sino que adelantó cuanto proceso
administrativo o disciplinario se le vino en mente, para lograr destituirme. Si
esto no es persecución entonces qué es?".
5. La Sala Laboral
del Distrito Judicial de Cundinamarca, mediante sentencia del 2 de julio de
1992, confirmó la sentencia impugnada. El Tribunal de segunda instancia fundó
su decisión en que, teniendo los actos acusados de la Jueza Promiscuo carácter
judicial, y no administrativo,
"mal puede
impetrarse la suspensión de ellos, cuya competencia, por lo demás, está
reservada a la Jurisdicción Contencioso Administrativa".
Consideró, además,
que por no haberse resuelto para ese entonces el recurso de apelación
presentado por CARMEN GLORIA ORIGUA contra la providencia que la sancionó con
destitución del cargo, la acción de tutela era improcedente, y que el perjuicio
que ella pretendía evitar no era irremediable,
"pues, mediante
la eventual revocatoria de la providencia, bien podría obtenerse el
restablecimiento o la protección del derecho que se considera vulnerado,
circunstancia que, per se, lo torna remediable y por ende no solo susceptible
de ser reparado mediante una indemnización (art. 1o. Decreto 306 de 1992".
6. Remitido el
expediente de tutela a la Corte Constitucional para su eventual revisión, fue
seleccionado y correspondió a esta Sala su conocimiento.
7. A solicitud del
Magistrado Ponente, la Sala Disciplinaria del Tribunal Superior de Cundinamarca
remitió copia de la sentencia definitiva recaida en el proceso disciplinario
426 seguido contra la escribiente ORIGUA GARCIA al término del cual se la
destituyó de su cargo. Mediante providencia del 25 de agosto de 1992, el
Tribunal confirmó la decisión apelada. Para sustentar su decisión la Sala
afirmó
"Como se puede
observar, teniendo en cuenta el acervo probatorio, la señora Juez Promiscuo
Municipal de Silvania agotó los trámites estatuidos por el Decreto 1888 de 1989
para investigar la conducta desplegada por la escribiente grado 4 de ese
Despacho Judicial, CARMEN GLORIA ORIGUA GARCIA, en virtud de las repetidas
quejas formuladas en su contra y en razón a ello, acogiéndose a las
circunstancias y probanzas allegadas al investigativo, estableció que
efectivamente la empleada estaba incursa en infracciones de carácter
disciplinario contempladas en el Decreto citado y ameritaba imponer las
sanciones de que fue objeto y que culminó con la declaratoria de
insubsistencia.
"Las pruebas
que respaldaron la decisión de la señora Juez, comprometen la conducta de la
acusada y por consiguiente la determinación tomada está ajustada a la realidad
procesal, sin que amerite objeción o reparo alguno".
Llama la atención,
sin embargo, que la apelante acompañó a su impugnación declaración extrajuicio
de la señora ANA BERTILDA MAHECHA CORTES, rendida bajo juramento ante el
Alcalde Municipal de Fusagasugá, en la cual esta última niega haber declarado
en contra de la peticionaria a pesar de que su supuesta queja sirvió de base a
la destitución de la misma, documento que no ameritó ni examen ni
pronunciamiento alguno por parte de la Sala Disciplinaria al confirmar la
sentencia sancionatoria.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Naturaleza de las
decisiones disciplinarias contra funcionarios y empleados judiciales
1. La naturaleza
jurídica de las sanciones disciplinarias impuestas a funcionarios públicos ha
sido largamente debatida en la doctrina y la jurisprudencia nacionales. La
clásica discusión llevada a cabo en el seno de la Academia Colombiana de
Jurisprudencia en 1981 ilustra las diversas posiciones de eminentes juristas
nacionales en torno al carácter jurisdiccional o administrativo de las
decisiones tomadas al término de un proceso disciplinario en relación con
funcionarios y empleados judiciales.
Históricamente la
facultad disciplinaria surgió del ejercicio del poder administrativo. Su finalidad
esencial era la de facilitar el desempeño eficiente de la función pública, e
impedir que la conducta de los funcionarios y empleados oficiales se
convirtiera en un obstáculo para el cumplimiento de los fines estatales. El
principio jerárquico tenía exclusivamente operancia gracias al poder
disciplinario atribuido a la autoridad pública sobre sus empleados o
dependientes, a la cual se aseguraba un amplio ámbito de discrecionalidad. De
ahí que la doctrina identificara la función administrativa, en contraste con la
jurisdiccional, por el carácter voluntario de sus decisiones sancionatorias .
La evolución del
poder disciplinario ha llevado a una progresiva aplicación en su campo de los
principios y garantías del debido proceso de estirpe penal. Este desarrollo
tiene expresión concreta en el artículo 29 de la Constitución. En él se
garantiza el debido proceso en toda clase de actuaciones judiciales o
administrativas. Corresponde al juez constitucional determinar el alcance del
derecho al debido proceso y su aplicación en el ámbito administrativo, sin
desatender el principio de eficacia de la administración y los fines inherentes
a esta función estatal (CP art. 209).
En materia de
régimen disciplinario para empleados y funcionarios públicos de la rama jurisdiccional,
la doctrina colombiana distingue entre sanciones disciplinarias contra jueces y
magistrados, y aquellas impuestas a empleados del despacho bajo la sujeción de
un superior jerárquico. En el primer caso, en concepto del tratadista HERNANDO
DEVIS ECHANDIA, estamos ante actos jurisdiccionales, mientras que en el segundo
se afirma el carácter administrativo de los actos sancionatorios.
"También es
administrativo - advierte - el juzgamiento por un juez o Tribunal de sus
propios subalternos, mediante acto propio de voluntad, porque entonces su
actividad es igual a la de la Administración cuando juzga disciplinariamente a
sus propios funcionarios subalternos. Pero la situación es totalmente distinta,
cuando el Consejo Superior y los Tribunales Judiciales de Distrito, juzgan a
otros Magistrados o a jueces. En el primer caso se obra en ejercicio de una
función administrativa, pero en el segundo en ejercicio de una función
netamente "juzgadora" o sea una función "judicial". En el
primer caso (aplicación por un Tribunal o un juez de sanciones disciplinarias a
su secretario o escribiente) opera la mentada "pirámide jerárquica" y
aparece un acto de simple voluntad del superior sobre el inferior; en el
segundo caso (juzgamiento disciplinario de un juez o Magistrado, por el
Tribunal Superior o el Consejo Superior) aparece un acto de verdadero
juzgamiento, en proceso contencioso judicial, de un tercero frente al litigio,
que juzga sobre él, sin ser parte de él."[1]
El principio de
imparcialidad, en opinión de la mayoría de los doctrinantes colombianos, es
el elemento decisivo para distinguir cuándo la función disciplinaria es
jurisdiccional y cuándo es administrativa. Tratándose de jueces o magistrados
el juzgamiento de actos u omisiones constitutivos de faltas disciplinarias es
tramitado y decidido por una autoridad o instancia imparcial, lo cual no tiene
lugar cuando es el mismo juez quien de oficio inicia proceso disciplinario
contra uno de sus subalternos, actuación que, en sana lógica, debería tener
carácter administrativo y ser susceptible de cuestionamiento ante una instancia
imparcial.
No obstante lo
anterior, el legislador extraordinario al reglamentar el régimen disciplinario
de los funcionarios y empleados de la rama jurisdiccional, con fundamento en
las facultades conferidas por la ley 30 de 1987, optó por atribuir de manera
general carácter judicial a las decisiones dictadas al término de un
proceso disciplinario en contra de éstos.
En efecto, el
Legislador Extraordinario determinó que "las providencias que en materia
disciplinaria se dicten en relación con los funcionarios y empleados judiciales
son actos jurisdiccionales, no susceptibles de acción contencioso
administrativa (D. 1888 de 1989, art. 51)".
La jurisprudencia
posterior de las altas corporaciones de la justicia ha ratificado la naturaleza
judicial de las mencionadas actuaciones, siendo fiel al principio de legalidad.
Principios de
imparcialidad y contradicción en el procedimiento disciplinario contra
funcionarios judiciales
2. Los principios de
imparcialidad y contradicción son consustanciales al debido proceso, derecho
fundamental consagrado en el artículo 29 de la Carta. En materia sancionatoria,
penal o disciplinaria, la Constitución obliga a seguir un procedimiento legal
en el que prime la objetividad del juzgador. Además, el procesado debe contar
con plenas oportunidades de defensa. Estas garantías generalmente se traducen
en la posibilidad legal de interponer recursos, presentar y controvertir
pruebas y asesorarse de un abogado, así como en el trámite y juzgamiento ante
una instancia imparcial.
La naturaleza de la
función administrativa, sin embargo, invierte el orden del proceso en favor de
los intereses públicos, siendo la misma autoridad jerárquica la que impone la
sanción disciplinaria, muchas veces sin motivación previa, si se trata de
funcionarios de libre nombramiento y remoción. En este evento, las garantías de
contradicción e imparcialidad operan en el proceso contencioso administrativo
posterior, cuando el afectado decide iniciarlo, impidiendo de tal forma que
simples razones de Estado acaben por prevalecer sobre los derechos
fundamentales de la persona.
La vigilancia
judicial de los empleados de la rama jurisdiccional corresponde al Ministerio
Público y al respectivo superior, salvo que la Procuraduría inicie
investigación o aprehenda en cualquier momento su conocimiento (D. 1888 de
1989, arts. 17 y 22).
El procedimiento
para la investigación y el juzgamiento de empleados y funcionarios judiciales
por faltas disciplinarias está establecido en la ley y en ella se respetan el
principio de legalidad y el derecho de contradicción.
No sucede lo mismo
respecto del principio de imparcialidad cuando el mismo juez o magistrado es
quién inicia y sanciona al funcionario respectivo, en proceso de única
instancia, salvo si la sanción es de destitución que puede impugnarse ante el
superior de la autoridad que tomó la decisión (D. 1888 de 1989, art. 30). En
esta eventualidad, ninguna instancia imparcial puede evitar el desconocimiento
del debido proceso, porque así expresamente lo ha querido el legislador al no
consagrar recursos contra las decisiones sancionatorias y darles a todas ellas
el carácter de actos jurisdiccionales no susceptibles de impugnación ante la
jurisdicción contencioso administrativa.
De lo anteriormente
expuesto se podría plantear, en abstracto, una posible inconstitucionalidad de
la norma que atribuye naturaleza jurisdiccional a todas las decisiones
disciplinarias en relación con funcionarios y empleados de la rama judicial,
por contrariar la garantía constitucional del debido proceso - derecho a
controvertir toda decisión sancionatoria, principio de imparcialidad -, así
como el principio de igualdad frente a otros funcionarios del Estado que al
término del procedimiento administrativo disciplinario pueden recurrir ante el
juez administrativo. Su análisis más profundo y definitivo, sin embargo, debe
hacerse en otra sede, distinta a esta de revisión de sentencias de tutela,
máxime cuando no se presenta una incompatibilidad manifiesta entre los distintos
textos.
Sanciones de
plano impuestas por jueces o magistrados a sus empledos
3. La imposición de
multa o suspensión del cargo por irrespeto a la autoridad judicial es una
facultad del respectivo superior que se desprende del artículo 69 del D. 052 de
1987, contra la cual sólo es posible interponer el recurso de reposición ante
la misma autoridad que tomó la decisión sancionatoria. Esta Corte ha sostenido
en relación con la constitucionalidad de las sanciones privativas de la
libertad impuestas de plano por autoridades administrativas, lo siguiente:
"Toda persona
tiene derecho a que antes de ser sancionada se lleve a cabo un procedimiento
mínimo que incluya la garantía de su defensa. La sola exigencia de una
certificación secretarial o de la declaración de dos o más testigos
presenciales para sancionar al acusado, prescindiendo de que éste pueda
contradecir la veracidad de las pruebas, constituye una acción unilateral de la
administración contraria al estado de derecho democrático y participativo y a la
vigencia de un orden jurídico justo[2]".
Por su parte, las
autoridades judiciales, con el fin de mantener la disciplina interna del
Despacho, tienen la potestad de imponer de plano a sus empleados sanciones
consistentes en multa o suspensión sin remuneración por término de tres días.
La necesidad de
dotar al juez de instrumentos eficaces para el adecuado y cabal desempeño de
sus funciones, no libera al funcionario que ejerce la facultad disciplinaria
del deber de respaldar el eventual cargo de irrespeto en pruebas que puedan ser
controvertidas por la persona sancionada. El mínimo de los principios
constitucionales del derecho penal - imparcialidad y contradicción - es aplicable
a la actividad sancionatoria de las autoridades judiciales.
En el presente caso,
el Decreto 002 del 5 de marzo de 1992, por el cual se sancionó a la
peticionaria con multa de 3 días de sueldo y suspensión en el ejercicio del
cargo por el mismo término como consecuencia del irrespeto infligido a la Jueza
MARTHA CECILIA VARGAS LONDOÑO, no se sustenta en prueba alguna, y se basa en
forma exclusiva en la apreciación de la autoridad agraviada respecto a la
conducta "irrespetuosa, altanera y amenazante".
La carencia de
elementos objetivos que permitan evaluar la gravedad de la conducta del
funcionario o empleado para deducirle una sanción disciplinaria, con negativos
efectos para su hoja de vida, compromete la constitucionalidad de la decisión
sancionatoria por vulnerar el derecho de defensa y el derecho al trabajo.
Sin embargo, la
actuación de la autoridad judicial se plasmó en una providencia judicial de
única instancia, lo cual impide su cuestionamiento constitucional según
tesis mayoritaria de la Corte Constitucional.
Sanciones
disciplinarias al término del proceso legal interno
4. La normatividad
legal (D. 052 de 1987 y D. 1888 de 1989) contempla un debido proceso - pliego
de cargos, presentación de descargos, solicitud y práctica de pruebas, recurso
de reposición - para el trámite de las investigaciones adelantadas contra los
empleados judiciales del despacho por faltas disciplinarias y otorga al mismo
juez o magistrado la potestad de sancionar a sus subalternos, incluso con la
destitución del cargo en casos de concurrencia de faltas o extrema gravedad de
las mismas.
Los procesos
disciplinarios 414 y 415 seguidos contra la señora CARMEN GLORIA ORIGUA GARCIA
se ciñeron, en principio, a las normas procesales propias de dicho juicio:
iniciación de la investigación por el juez, formulación de cargos, contestación
al pliego de cargos, decreto y práctica de pruebas, posibilidad de
contradicción, etc. En tal sentido, - desde una perspectiva constitucional -,
no habría lugar a formular reparo alguno.
No sucede lo mismo
con el proceso disciplinario 426 que terminó con la destitución de la
peticionaria, dada la presencia de elementos probatorios contradictorios
originados en una misma persona - ANA BERTILDA MAHECHA CORTES - y que en parte
sirvieron de base para imponer la sanción, que a su vez son invocados para
impugnar esta determinación. La contradicción probatoria, aducida en tiempo por
la interesada en el trámite del recurso de apelación, unida a la presunta
persecución desplegada contra ella por la Jueza que la sancionara con la
pérdida de su empleo, son indicios suficientes que habrían ameritado un examen
detenido de los hechos que dieron origen a las investigaciones y una evaluación
más estricta de las pruebas aportadas para sustentar los cargos en contra de la
escribiente.
Denegación de la
tutela por sustracción de materia
5. La petente
solicitó la suspensión de los efectos de las providencias judiciales proferidas
por la jueza VARGAS LONDOÑO que ponían término a procesos disciplinarios
adelantados en su contra. Su pretensión de tutela no fue atendida por el
tribunal de segunda instancia, el cual la desestimó, sin tener en cuenta que
el Decreto 2591 de 1991, art. 7, permite la suspensión de los actos
presuntamente lesivos de los derechos fundamentales.
Ya en sede de
revisión, esta Corporación se encontró ante un hecho cumplido al haberse
pronunciado en forma definitiva la Sala Disciplinaria del Tribunal de
Cundinamarca en el sentido de confirmar la sanción de destitución de la
peticionaria - sentencia del 25 de agosto de 1992 -. En consecuencia, de
conformidad con la doctrina constitucional expuesta por la Corte Constitucional
en sentencia de Sala Plena del 1o. de octubre de 1992, no hay lugar, por
sustracción de materia, a cuestionar la constitucionalidad de las sentencias
definitivas que eventualmente vulneren o amenacen los derechos fundamentales de
la persona.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.-
CONFIRMAR la sentencia del
2 de julio de 1992, proferida por la Sala Laboral del Tribunal del Distrito
Judicial de Cundinamarca, en el proceso de tutela instaurado por CARMEN GLORIA
ORIGUA GARCIA contra la JUEZ PROMISCUO MUNICIPAL DE SILVANIA, Cundinamarca.
SEGUNDO.- LIBRESE
comunicación al Juzgado 98
de Instrucción Criminal de Fusagasugá, con miras a que se surta la notificación
de esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los doce (12) días del mes de noviembre de mil novecientos noventa y dos).
[1]HERNANDO DEVIS ECHANDIA. Intervención ante la Academia Colombiana
de Jurisprudencia. Revista de la Academia Colombiana de Jurisprudencia Nos.
240-241-242, enero-junio de 1981. Págs. 118 a 159.
[2]Corte Constitucional. Sala Segunda de Revisión. Sentencia T-490 de
agosto 13 de 1992. |
180 | T-583-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-583/92
ACCION DE TUTELA-Objeto/DERECHOS FUNDAMENTALES/PERJUICIO
IRREMEDIABLE
La acción de
tutela ha sido concebida únicamente para dar solución eficiente a situaciones
de hecho creadas por actos u omisiones que implican la transgresión o la
amenaza de un derecho fundamental, respecto de las cuales el sistema jurídico
no tiene previsto otro mecanismo susceptible de ser invocado ante los jueces a objeto
de lograr la protección del derecho; es decir, tiene cabida dentro del
ordenamiento constitucional para dar respuesta eficiente y oportuna a
circunstancias en que, por carencia de previsiones normativas específicas, el
afectado queda sujeto, de no ser por la tutela, a una clara indefensión frente
a los actos u omisiones de quien lesiona su derecho fundamental. De allí que,
como lo señala el artículo 86 de la Constitución, tal acción no sea procedente
cuando exista un medio judicial apto para la defensa del derecho transgredido o
amenazado, a menos que se la utilice como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable entendido éste último como aquél que tan sólo puede
resarcirse en su integridad mediante el pago de una indemnización.
ACCION DE TUTELA
CONTRA SENTENCIAS-Improcedencia
Cuando se ha tenido al alcance un medio
judicial ordinario y, más aún, cuando ese medio se ha agotado y se ha
adelantado u proceso, no puede pretenderse adicionar al trámite ya surtido una
acción de tutela, pues al tenor del artículo 86 de la Constitución, dicho
mecanismo es improcedente por la sola existencia de otra posibilidad judicial
de protección, aún sin que ella haya culminado en un pronunciamiento
definitorio del derecho. Nadie puede alegar que careció de medios de defensa ni
gozó de la oportunidad de un proceso y menos todavía si tomó parte en él hasta
su conclusión y ejerció los recursos de que disponía. Pero, claro está, si
pese a las ocasiones de defensa dentro del proceso y a las posibilidades de
impugnación del fallo que le otorgaba el sistema jurídico en obedecimiento a
claros principios constitucionales, el interesado se abstuvo de utilizar los
mecanismos a su disposición, tampoco puede acudir a la institución como última
tabla de salvación de sus pretensiones, por cuanto ello implica el alegato de
su propia incuria contra el principio universalmente aceptado y desvirtúa el
carácter subsidiario de la acción."
REF.: Expediente
No. T-4109
Acción de tutela
contra sentencias proferidas por el Juzgado 14 Laboral del Circuito de Santafé
de Bogotá, Tribunal Superior del mismo Distrito Judicial y la Sala de Casación
Laboral de la Corte Suprema de Justicia.
Peticionario:
BERNARDO NIÑO
INFANTE
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Noviembre once (11) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela, integrada por los señores Magistrados Simón Rodríguez
Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Fabio Morón Diaz, previo estudio del
Magistrado Ponente, resuelve sobre la revisión de las sentencias relacionadas
con la acción de la referencia, proferidas el 8 de abril de 1992 por la Corte
Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal y el 2 de julio del mismo año por
la referida Corporación, Sala Plena.
I. ANTECEDENTES
A. La
Petición
1. El 1o. de marzo de 1992, el señor
BERNARDO NIÑO INFANTE, obrando en su propio nombre, presentó ante la Corte
Suprema de Justicia un escrito en el que impetra la acción de tutela
establecida en el artículo 86 de la Constitución Política a fin de que se le
restablezcan sus derechos constitucionales fundamentales al Debido Proceso y a
la Propiedad, violados con las sentencias proferidas por el Juzgado 14 Laboral
del Circuito de Santafé de Bogotá, el Tribunal Superior de la misma ciudad y la
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Laboral, desconociendo sus derechos
al absolver a la empresa "AVIANCA" de las pretensiones que contra
ella dedujo en la demanda, para lo cual se fundaron en pruebas allegadas al
proceso en forma extemporánea, motivo por el cual no pudieron ser
controvertidas.
2. Los hechos que señala el peticionario como
causa de la citada acción, se resumen como sigue:
a) El aquí
accionante, mediante apoderado, instauró juicio ordinario laboral contra la
Empresa Aerovías Nacionales de Colombia S.A. "AVIANCA" en procura de
obtener como pretensiones principales su reintegro y el pago de sobre
remuneración de dominicales y festivos, descansos compensatorios y recargos
nocturnos, y, como pretensiones subsidiarias, la indemnización por despido,
reajustes de cesantía e intereses, pensión proporcional, reajustes por
compensación dineraria de vacaciones y primas de servicio, indemnización por
incapacidad médica y sanción por mora.
b)
Tanto el Juzgado 14 Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá como el
Tribunal Superior del mismo Distrito Judicial, absolvieron, en sus respectivos
fallos, a la empresa demandada, habiendo quedado en firme tal decisión por
cuanto la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia por
sentencia de 12 de febrero de 1992 se abstuvo de casar la de segundo grado.
B. Las
Sentencias que se Revisan
1. La
sentencia de la Corte Suprema de Justicia,
Sala de Casación
Penal
a) La Decisión
La Corte Suprema de
Justicia resolvió "DENEGAR la tutela solicitada por el ciudadano
BERNARDO NIÑO INFANTE..."
b) Las
Consideraciones de Mérito
La Corte fundamenta
su decisión en las consideraciones que se resumen a continuación:
- Diferentes
Salas de la Corte en reiteradas oportunidades han estimado que siendo la acción
de tutela un mecanismo excepcional no está llamada a prosperar "ni cuando
se han agotado los medios ordinarios de defensa judicial, ni cuando algunos de
estos se hallan aún pendientes". Lo primero porque "se ha tenido,
dispuesto y gozado de la protección ordinaria para la defensa del respectivo
derecho de defensa que ha concluído en una sentencia o decisión que ha decidido
definitivamente sobre los derechos aún los constitucionales fundamentales, sin
que dicha decisión...pueda ser objeto de tutela posterior, pues se trataría
entonces de una garantía adicional y no subsidiaria, de una instancia
adicional y no una actuación sumaria, de un medio de impugnación judicial
definitiva y no una medida cautelar...." y lo segundo porque "aun se
tienen pendientes medios de defensa, sin que pueda alegarse, por contrariar las
anteriores características que aquella sustituye, reemplaza o acelera o deja
pendiente la última", además, lo anterior, guarda perfecta armonía con el
principio de la cosa juzgada "unido a los principios constitucionales
expresos de las instancias máximas en número de dos (artículo 31), el carácter
instrumental para la paz, la correcta administración de justicia (artículo 95
numerales 6 y 7) y del sometimiento de los jueces 'sólo' al imperio de la Ley
(art. 230 de la C.N.)."
- La Sala de
Casación Penal carece de competencia para revisar una decisión de otra sala
especializada de la Corte, pues como lo ha sostenido esta Corporación
"cuando la Carta Política de 1992, en desarrollo del principio jerárquico,
organizativo y funcional de la Rama Judicial (artículo 116 C.N.), dispone que
la "Corte Suprema de Justicia sea 'el máximo Tribunal de la jurisdicción
ordinaria (art. 234 C.N.) y que actúe, entre otras cosas, "como Tribunal
de Casación" (art. 235, numeral 1o. C.N.), señala con absoluta claridad,
que las funciones jurisdiccionales que se les atribuye y ejerce separadamente
cada una de las Salas especializadas y la Sala en pleno, tienen igualmente el
carácter máximo, y concluye en la inexistencia, al interior de la Corte, del
principio de superioridad jerárquica. Razón por la cual, en la titularidad y ejercicio
de sus funciones una sala especializada no es superior jerárquico de otra, ni
la Sala Plena tampoco lo es, en su propia y autónoma competencia, superior de
aquella". De no ser así, se quebrantaría "las separación exclusiva
de la materia de cada Sala, pues el objeto propio respecto del cual se predica
la reclamación de tutela (frente a una acción amenazante o vulneradora de un
derecho constitucional fundamental) es precisamente una decisión de una Sala
diferente, que a ella compete" y además se quebrantaría "el principio
de igualdad entre las Salas, pues si existiera la posibilidad (en caso de
prosperidad de la tutela) de que una Sala especializada ordenara a la otra
(respecto de quien solicita protección tutelar) que "actúe o se abstenga
de hacerlo" (como lo indica el art. 86, inc. 2o. de la C.N.), estaría
señalándosele derroteros para la decisión, haciendo a esta última Sala
dependiente o inferior a la primera, en abierta contradicción con la igualdad
máxima entre las Salas de la Corte Suprema de Justicia prescrita por la
Constitución, y su sometimiento directo a ésta y la ley (art. 230 C.N.)".
2. La Sentencia
de la Corte Suprema de Justicia - Sala Plena del 2 de julio de e1992.
a) La Previa
Impugnación
El peticionario,
impugnó la sentencia anterior y pidió su revocatoria con miras a la aplicación
del artículo 29 de la Carta, y para que se decrete la nulidad de todo lo
actuado dentro del juicio ordinario laboral, desde el fallo de segunda
instancia hasta la determinación de la Corte, volviendo el expediente al
Juzgado de origen con el fin de tener la oportunidad de controvertir las
pruebas aducidas en su contra. Fundamenta su solicitud en el artículo 29 de la
Carta que dispone la nulidad de pleno derecho de la prueba obtenida con
violación del debido proceso y, en el artículo 13 "que consagra el derecho
a la protección de todos los ciudadanos, sin ninguna discriminación, y en el
artículo 2o. que impone a las autoridades el deber de proteger a todas las
personas residentes en Colombia en su vida, honra y bienes "dentro de los
cuales está mi derecho patrimonial de naturaleza laboral, vulnerado por la Juez
14 Laboral del Circuito de Santafé de Bogotá, ratificado por el Tribunal y
admitido por la Corte".
b) En fallo de 2 de
julio de 1992, las Corte Suprema de Justicia resolvió "NEGAR la
impugnación presentada por Bernardo Niño Infante contra el fallo de 8 de abril
de 1992, proferido por la Sala de Casación Penal de esta Corporación al decidir
la acción de tutela impetrada por éste", con fundamento en las siguientes
consideraciones:
- "La
acción de tutela no fue creada por la Asamblea Nacional Constituyente como
medio de defensa contra decisiones judiciales amparadas con el sello de la cosa
juzgada material".
- El
"juzgamiento" al que se refiere el inciso 2o. del artículo 29 de la
Carta "no se concreta más que en la sentencia, la cual, por consiguiente
debe ser fruto de un proceso. Pero sólo de uno -adelantado, además, con la
plenitud de sus formas, porque la regla superior también erige, de modo
incuestionable, el derecho a ser juzgado por única vez, por el mismo hecho. En
este orden de ideas, la garantía constitucional de toda persona a que no se le
juzgue dos veces por el mismo hecho, indefectiblemente, ha de insertarse en el
carácter definitivo e intocable con que se revista la sentencia dictada en el
proceso ya adelantado: Si esta sentencia no resultara caracterizada por la
inmutabilidad, se correría el peligro entonces, desde luego con demérito de la
garantía constitucional a que se alude, de poderse volver, una o más ocasiones,
sobre el adelantamiento de nuevos procesos, por el mismo hecho en contra de
quien ya ha sido juzgado".
- La prevalencia
del derecho sustancial, prevista en el artículo 228 de la Constitución Política
"no puede apreciarse durante el diligenciamiento propio del proceso
-escenario este natural a la plenitud de las formas procesales de las que se
habla en el artículo 29-, ella con toda nitidez, se perfila en su fase
decisoria, o sea, en la sentencia. Es aquí donde el juez debe hacer prevalecer
el derecho sustancial, pues al decidir la causa es cuando aquel cumple con la
singular y delicada misión de declarar el derecho. Entonces, si la
declaratoria del derecho no se la concibiera más que como un ejercicio
dialéctico, de carácter provisional y no definitivo, sujeto a ulterior
revisión EN PROCESO DIFERENTE, se evidencia una burla o escamoteo a la
exigencia de la prevalencia del derecho sustancial, pues aunque la sentencia
vaya orientada en este sentido, todo no pasaría de ser un artificio a raíz de
que ella, o mejor, la decisión en que se concreta y que supuestamente está
llamada a gobernar la relación entre las partes del proceso, siempre podría
ser cuestionada de nuevo en oportunidad o ámbito no ya ulterior, sino lo que es
peor, extraño". La acción de tutela entraña un proceso nuevo.
- "...el
legislador no podría crear una tercera instancia -la Constitución ha previsto
dos como máximo-, ni podría convertir en ordinarios aquellos recursos que, ante
una sentencia de segunda instancia, asuman la calidad de extraordinarios puede
establecer otros que se presenten como ordinarios. Cualquiera de estos
intentos iría contra el artículo 31 de la C.N.". Si lo anterior es
predicable de los recursos, con mayor razón resulta contrario a la Norma
fundamental un nuevo proceso instaurado con el propósito de desconocer definido
en sentencia que, como producto de un primer proceso, ha hecho tránsito a cosa
juzgada.
- Finalmente,
advierte la Corte Suprema de Justicia que aun inadmitiendo que la acción de
tutela es procedente contra sentencias ejecutoriadas a la luz de lo dispuesto
en los artículos 11 y 40 inciso segundo, parágrafo primero del Decreto 2591 de
1991; es preciso reiterar los argumentos conforme a los cuales no tienen cabida
al interior de la Corporación el principio de superioridad jerárquica y
tratándose de decisiones tomadas por la Corte el sistema para conocer de
acciones de aquella estirpe "no puede en modo alguno ser organizado con
desmedro de la autonomía funcional de cada una de las salas, entendidas
constitucionalmente como estructuras orgánicas caracterizadas, por su
diversidad igualitaria en cuanto atañe a las atribuciones jurisdiccionales de
todo orden que por separado les corresponde ejercer", imponiéndose
entonces "el concepto sostenido invariablemente por esta Corporación en el
punto relacionado con la inaplicabilidad de los aludidos preceptos frente a la
Constitución Nacional, por virtud de lo preceptuado por el artículo 4o. de la
misma Carta".
De todo lo anterior
concluye la Corporación que "a la Sala Plena de la Corte no le es dable
abordar el conocimiento por vía de impugnación del fallo de tutela proferido
por la Sala de Casación Penal...".
II. CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Primera. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de la sentencia
de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso
tercero y 241 numeral 9o. de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se hace
por virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala correspondiente y
del reparto que se verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta
Corporación.
Segunda. La
Improcedencia de la Acción de Tutela Contra Sentencias
Como se vió en la
parte que resume el escrito del peticionario, este sostiene que las sentencias
judiciales objeto de su acción le han causado violación a sus derechos
constitucionales al Debido Proceso y a la Propiedad; empero lo que aparece en
sus formulaciones son alegatos de carácter jurídico relacionados con el valor
de algunas pruebas allegadas al proceso, de carácter laboral, en el que ha sido
parte contra su anterior patrono; así se pretende controvertir por vía de la
acción de tutela las sentencias judiciales proferidas por el Juzgado 14 Laboral
del Circuito de Santafé de Bogotá, el Tribunal Superior de la misma ciudad y
por la Sala de Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia con base en la
alegación de criterios sobre unas pruebas allegadas al proceso en
circunstancias que afectan el ejercicio de la función judicial promovido en su
caso por el mismo peticionario como demandante.
En efecto el peticionario
instauró juicio ordinario laboral contra su anterior patrono con el fin de
obtener su reintegro y el pago de sobrerremuneraciones y otras prestaciones y
elementos salariales; empero, en los despachos judiciales correspondientes de
instancia le fueron negadas sus pretensiones y se ordenó absolver a la parte
demandada; igualmente, la sentencia de segundo grado fue objeto del recurso
extraordinario de casación en cuya resolución se ordenó no casar la providencia
objeto de aquel. La última decisión judicial fue impugnada por la vía de la
tutela ante la misma Corte Suprema de Justicia y allí repartida a la Sala Penal
donde se le denegó la petición; enseguida el accionante impugnó dicha
resolución ante la Sala Plena de aquella Corporación y allí también obtuvo
resolución denegatoria de su reclamo de tutela contra decisiones judiciales.
Observa en primer
término la corte que la cuestión planteada en las sentencias de tutela que se
revisan, consiste principalmente en la definición de la procedencia de la
acción de tutela contra una providencia que tiene la forma de una sentencia
contra la cual se han ejercido todos los recursos reconocidos por la ley, tanto
que también fue objeto del recurso extraordinario de casación en la Sala de
Casación Laboral de la Corte Suprema de Justicia.
Al respecto, la
Corte Constitucional en ejercicio de su función de control de
constitucionalidad expresó su decisión en materia de la procedencia de la
acción de tutela prevista en el artículo 86 de la Carta, sobre decisiones
judiciales que aparecen revestidas de la forma de una sentencia; en este
sentido en la sentencia No. C-543 del 1o. de octubre del presente año, esta
Corporación declaró la inexequibilidad de los artículos 11, 12 y 40 del
Decreto 2591 de 1991, en los que se había autorizado el ejercicio de dicha
acción para los casos a los que se hace referencia en las sentencias que se
revisan.
Al respecto precisó
la Corte Constitucional que:
"La Corte ha
señalado que dos de las características esenciales de esta figura en el
ordenamiento jurídico colombiano son la subsidiariedad y la inmediatez: la
primera por cuanto tan sólo resulta procedente instaurar la acción en subsidio
o a falta de instrumento constitucional o legal diferente, susceptible de ser
alegado ante los jueces, esto es, cuando el afectado no disponga de otro medio
judicial para su defensa, a no ser que busque evitar un perjuicio irremediable
(artículo 86, inciso 3o., de la Constitución); la segunda, puesto que la acción
de tutela ha sido instituída como remedio de aplicación urgente que se hace
preciso administrar en guardar en guardar de la efectividad concreta y actual
del derecho objeto de violación o amenaza1
. Luego no es propio de la acción de tutela el sentido de medio o
procedimiento llamado a reemplazar los procesos ordinarios o especiales, ni el
de ordenamiento sustitutivo en cuanto a la fijación de los diversos ámbitos de
competencia de los jueces, ni el de instancia adicional a las existentes, ya
que el propósito específico de su consagración, expresamente definido en el
artículo 86 de la Carta, no es otro que el de brindar a la persona protección
efectiva, actual y supletoria en orden a la garantía de sus derechos
constitucionales fundamentales.
"En otros
términos la acción de tutela ha sido concebida únicamente para dar solución
eficiente a situaciones de hecho creadas por actos u omisiones que implican la
transgresión o la amenaza de un derecho fundamental, respecto de las cuales el
sistema jurídico no tiene previsto otro mecanismo susceptible de ser invocado
ante los jueces a objeto de lograr la protección del derecho; es decir, tiene
cabida dentro del ordenamiento constitucional para dar respuesta eficiente y
oportuna a circunstancias en que, por carencia de previsiones normativas
específicas, el afectado queda sujeto, de no ser por la tutela, a una clara
indefensión frente a los actos u omisiones de quien lesiona su derecho
fundamental. De allí que, como lo señala el artículo 86 de la Constitución,
tal acción no sea procedente cuando exista un medio judicial apto para la
defensa del derecho transgredido o amenazado, a menos que se la utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable entendido éste
último como aquél que tan sólo puede resarcirse en su integridad mediante el
pago de una indemnización (artículo 6o. del Decreto 2591 de 1991).
"Así, pues, la
tutela no puede converger con vías judiciales diversas por cuanto no es un
mecanismo que sea factible de elegir según la discrecionalidad del interesado,
para esquivar el que de modo específico ha regulado la ley; no se da la
concurrencia entre éste y la acción de tutela porque siempre prevalece -con la
excepción- la acción ordinaria.
"La acción de
tutela no es, por tanto, un medio alternativo, ni menos adicional o
complementario para alcanzar el fin propuesto. Tampoco puede afirmarse que sea
el último recurso al alcance del actor, ya que su naturaleza, según la
Constitución, es la de único medio de protección, precisamente incorporado a la
Carta con el fin de llenar los vacios que pudiera ofrecer el sistema jurídico
para otorgar a las personas una plena protección de sus derechos esenciales.
"Se comprende,
en consecuencia, que cuando se ha tenido al alcance un medio judicial
ordinario y, más aún, cuando ese medio se ha agotado y se ha adelantado u
proceso, no puede pretenderse adicionar al trámite ya surtido una acción de
tutela, pues al tenor del artículo 86 de la Constitución, dicho mecanismo es
improcedente por la sola existencia de otra posibilidad judicial de protección,
aún sin que ella haya culminado en un pronunciamiento definitorio del derecho.
Bien puede afirmarse que, tratándose de instrumentos dirigidos a la
preservación de los derechos, el medio judicial por excelencia es el proceso,
tal como lo acreditan sus remotos orígenes. En el sentir de esta Corte, nadie
puede alegar que careció de medios de defensa ni gozó de la oportunidad de un
proceso y menos todavía si tomó parte en él hasta su conclusión y ejerció los
recursos de que disponía. Pero, claro está, si pese a las ocasiones de
defensa dentro del proceso y a las posibilidades de impugnación del fallo que
le otorgaba el sistema jurídico en obedecimiento a claros principios
constitucionales (artículos 29 y 31 de la Carta), el interesado se abstuvo de
utilizar los mecanismos a su disposición, tampoco puede acudir a la institución
como última tabla de salvación de sus pretensiones, por cuanto ello implica el
alegato de su propia incuria contra el principio universalmente aceptado y
desvirtúa el carácter subsidiario de la acción." (Sentencia No. C-543 de
octubre 1o. de 1992. Magistrado Ponente: Dr. José Gregorio Hernández, pags.
13, 14 y 15).
En este sentido,
definida la no admisibilidad del ejercicio de la citada acción en los casos en
los que se intente contra sentencias judiciales, corresponde a esta Corporación
confirmar lo resuelto por la Sala de Casación Penal y por la Sala Plena de la
Corte Suprema de Justicia en las que no se accedió a conceder la tutela
pedida; esta decisión se toma de conformidad con las consideraciones que forman
parte de la sentencia cuyos apartes se transcriben.
D E C I S I O N :
En mérito de lo
expuesto, la Sala Quinta de Revisión, administrando justicia en nombre del
Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E :
Primero. CONFIRMAR las sentencias proferidas por la
Corte Suprema de Justicia, Sala Penal, el ocho (8) de abril de mil novecientos
noventa y dos (1992) y por la Sala Plena de aquella Corporación el dos (2) de
julio del mismo año.
Segundo.- Comuníquese a la H. Corte Suprema de
Justicia la presente decisión para que sea notificada al peticionario y a los
Presidentes de la Sala de Casación Penal y de la Sala Plena de esa Corporación,
de conformidad con lo ordenado por el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, comuníquese
al Gobierno Nacional, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Corte Constitucional. Sala
Tercera de Revisión. Sentencia No. T-1. Abril 3 de mil novecientos noventa y
dos (1992). |
181 | T-584-92
Sentencia No
Sentencia No. T-584/92
REGISTRO CIVIL
A partir de la vigencia del Decreto 1260 de
1970 todos los estados civiles y sus alteraciones deben constar en el registro
civil, el cual es llevado por funcionarios especiales del Estado. Todos los
nacimientos, matrimonios, defunciones, separaciones de cuerpos o de bienes,
interdicciones jurídicas, etc., deben inscribirse en el registro civil.
ESTADO CIVIL-Pruebas Supletorias
Las antiguas pruebas supletorias de la Ley
92 de 1.938 conservan todo su valor. En dichos casos el acto de
registro del estado civil surge en la partida de bautismo, sin necesidad de una
posterior participación del Estado.
FUNCION
PUBLICA/DEBIDO PROCESO
En un Estado social de derecho, toda
función pública debe estar sujeta a una regulación jurídica preexistente que
garantice al individuo receptor de la acción su derecho de defensa. Y para el
ejercicio de este derecho no basta con poner en conocimiento de dicha persona
la decisión final, sino que es necesario brindarle la posibilidad de que ella
muestre al ente decisor competente su verdad, sus alegatos, en fin, su visión
de los acontecimientos.
PARTIDA DE
BAUTISMO/AUTORIDAD-Competencia/ESTADO
CIVIL
El acto de sentar la partida de bautismo en
los libros correspondientes de las parroquias era, antes de 1938, un acto
administrativo realizado por autoridades eclesiásticas pero originado en la
actividad de personas privadas que desempeñan funciones públicas por ministerio
de la ley. Ahora la reforma o adición de las partidas de bautismo que genera
efectos civiles debe ser realizada por la autoridad eclesiástica competente con
observancia de los cánones de la Religión Católica para los efectos católicos y
con observancia del debido proceso para los efectos civiles. Por ello los
jueces civiles del circuito son los competentes para conocer en primera
instancia de las acciones sobre el estado civil de las personas.
ACTO
ADMINISTRATIVO-Revocatoria/DEBIDO
PROCESO-Vulneración/AUTORIDAD ECLESIASTICA-Función Notarial
La revocatoria de un acto administrativo
creador de una situación jurídica particular, subjetiva, particular o concreta,
sin que medie el consentimiento expreso y escrito del titular de esa
situación o de ese derecho reconocido, viola el debido proceso y la ley,
procediendo, en los casos en que se verifique esa revocación sin los requisitos
de ley, no sólo los recursos gubernativos ordinarios como medio de que la
propia administración evite el quebrantamiento de la norma superior de derecho,
sino la acción contenciosa en donde, además de la nulidad del acto, se obtenga
el restablecimiento del derecho conculcado. Estos conceptos del derecho
administrativo son extensibles al caso que nos ocupa, ya que la función
notarial de las autoridades eclesiásticas tenía la calidad de función
administrativa.
ACCION DE TUTELA-Procedencia
Para esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional es procedente la tutela solicitada, por cuanto se reune los
siguientes requisitos: a) se viola un derecho constitucional
fundamental, b) no existe otro medio judicial de defensa; y c) existe
una relación de subordinación o indefensión, cuando se trata de particulares.
REF: EXPEDIENTE
Nº 4106
Peticionaria:
Ofelia Cabrales de Toscano
Procedencia:
Juzgado Civil del Circuito de Ocaña
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá, D.C., noviembre doce
(12) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de Revisión de la Corte
Constitucional, integrada por los Magistrados Alejandro Martínez Caballero,
Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la siguiente
SENTENCIA
En el proceso de tutela identificado con el
número de radicación T-4106, adelantado por la Señora Ofelia Cabrales de
Toscano.
I. ANTECEDENTES
Con fundamento en los artículos 86 de la
Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de Selección
correspondiente de la Corte Constitucional escogió la acción de tutela de la
referencia para ser revisada. Por reparto le correspondió el presente negocio a
esta Sala Cuarta, la cual recibió formalmente el expediente el día 12 de agosto
del presente año. De conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991,
esta Sala de Revisión de la Corte entra a dictar Sentencia de Revisión.
1. Solicitud.
La peticionaria invocó acción de tutela
ante el Juzgado Civil del Circuito de Ocaña contra acto del Delegado Episcopal
de la Diócesis de Ocaña, que se origina en los siguientes hechos:
a) Ofelia Cabrales Acosta nació en Ocaña, el día 6 de
octubre de 1926, siendo hija extramatrimonial de Ramón Cabrales y Francisca
Acosta.
b) Por solicitud adelantada en el Despacho de la Curia
Diocesana en Ocaña, el día 4 de julio de 1974, se dispuso mediante Decreto Nº
202 de la misma fecha, la nulidad del la partida de bautismo que se encontraba
sentada en el número 242, del libro Nro. 6, folio 105, debido a que la
peticionaria demostró mediante documentos -constancia judicial de
reconocimiento-, ser hija extramatrimonial reconocida por el Sr. Ramón
Cabrales y por lo tanto se ordenó la inscripción de una nueva partida
correspondiente al número 380, del libro 22, folio 190, de Ofelia Cabrales de
Toscano, en el Libro de Bautismo, como hija reconocida del señor Ramón Cabrales
Pacheco (fallecido) y de Francisca Acosta, nacida en Ocaña el 6 de octubre de
1.926, bautizada el 3 de febrero de 1.927, registrándose en el mismo decreto
los datos de los abuelos paternos y maternos.
c) La partida de bautismo de la Sra. Ofelia textualmente
dispone:
"En la
Parroquia de San Agustín de Ocaña, a tres de febrero de mil novecientos
veintisiete, el Pbro. José A. Quintero. bautizó a OFELIA, NACIDA en ésta el
seis de octubre de mil novecientos veintiséis, hija reconocida de Ramón
Cabrales y Francisca Acosta, abuelos paternos: Pedro Cabrales y Matilde
Pacheco; maternos: Antonio Acosta y Gabriela Vega; Padrinos: Mario Loza y
Zunilda Villa. Doy fe: A. Velásquez C.
Pbro."-----------------------------------------
Expedida en Ocaña el
28 de febrero de 1.992.
Rubén D. Rodríguez.
Vic. Parroquial.
(sello de la Parroquia de San Agustín Ocaña)".
La anterior partida de bautismo, que
contiene los datos del padre y los padrinos, mediante resolución 202 del 4 de
julio de 1.974, sustituyó la partida de bautismo que se encontraba sentada en
el folio 105 del libro 6, registro número 241, del libro de partidas de
bautismo de la Parroquia de San Agustín, por el siguiente motivo:
"EL MEMORIAL EN
EL QUE SE PIDE LA INCLUSION DEL PADRE (RAMON CABRALES) Y DE LOS ABUELOS
PATERNOS (PEDRO CABRALES Y MATILDE PACHECO) EN UNA PARTIDA DE BAUTISMO; LA
COPIA DE ESTA Y LA CONSTANCIA JUDICIAL DE RECONOCIMIENTO COMO HIJA QUE DE LA
BAUTIZADA HIZO EL PADRE NATURAL, SE DECRETA:..."
Posteriormente y ante un nuevo proceso
sucesorio, que se inició a raíz del fallecimiento de un hermano medio de la
peticionaria, ésta se percata de la nulidad del Decreto 202 ya citado por medio
de la Resolución Nro. 12.547.
d) El señor Manuel José Cabrales Aycardi, hermano
paterno de la accionante, acudió a la Delegación Episcopal de la Diócesis de
Ocaña, a solicitar se declarara nulo el Decreto Nº 202 del 4 de julio de 1974,
de la Curia Diocesana de Ocaña.
e) La Diócesis Episcopal de la Provincia de Ocaña
declaró nula la partida eclesiástica de nacimiento por medio de la resolución
12547 del 18 de marzo de 1992, con fundamento en los siguientes argumentos:
"a.- Que el
decreto número 202 del 4 de julio de 1.974, se dictó sin bases jurídicas
suficientes para tal fin.
b.- Que la inclusión
de padre en una partida de bautismo, requiere que el mismo padre haga su
reconocimiento legal, y si ya ha fallecido el interesado debe presentar
documentos civiles que prueben la paternidad del bautizado.
c.- Que la parte
interesada no presentó ningún documento válido para este fin.
d.- Que el Dr.
Manuel José Cabrales Aycardi, presentó a este despacho un memorial pidiendo se
declarara NULO el decreto mencionado arriba, por el cual se reconocía como hija
natural del Dr. RAMON CABRALES PACHECO a la Sra. OFELIA ACOSTA DE TOSCANO,
habida extramatrimonialmente".
f) Estima la peticionaria que tal maniobra tiene por
objeto atropellar sus derechos en el proceso de partición de herencia de Ramón
Cabrales Aycardi, hermano paterno suyo.
La accionante considera que el acto acusado
viola flagrantemente los artículos 13 -derecho a la igualdad-, 28 -derecho a no
ser molestado en la persona-, 42 -Derechos de hijos concebidos fuera del
matrimonio-, de la Carta Magna.
2. Fallo del Juzgado Unico Civil del
Circuito de Ocaña (providencia de junio 3 de 1992).
El Juzgado Unico Civil del Circuito de
Ocaña negó la tutela fundamentándose en lo consagrado por el artículo 42 del
Decreto 2591 de 1992, en el cual se determinan taxativamente los casos en que
procede la tutela contra particulares, y dentro de esos no se encuadra el
evento en que las actuaciones provengan de autoridades eclesiásticas.
Añade el fallador que se sustrae de la
órbita civil el conocimiento de todo lo que haga relación con el tema de
nulidades o invalidez de partidas eclesiásticas de nacimiento. En estos casos
la persona debe acudir directamente a la Jurisdicción Eclesiástica para
reclamar el restablecimiento del derecho vulnerado.
El Juzgado Unico del Circuito expresa que
debe declararse inhibido por carecer de jurisdicción para conocer de la tutela
interpuesta.
Con los anteriores argumentos, el Juzgado
negó la tutela invocada por la Sra. Ofelia Cabrales de Toscano.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS.
1. Competencia.
Es competente esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión del
fallo dictado por el Juzgado Unico Civil del Circuito de Ocaña (Norte de
Santander), con fundamento en los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral
noveno de la Constitución Política, en concordancia con los artículos 33, 34,
35 y 36 del Decreto 2591 de 1.991; además, su examen se hace por virtud de la
selección que de dicho fallo practicó la Sala correspondiente, y del reparto
que se verificó en la forma señalada por el Reglamento de esta Corporación.
2. De la procedencia de la acción de tutela
contra acciones u omisiones de los particulares.
El caso que ocupa a esta Sala de Revisión
está comprendido en lo establecido en el inciso final del artículo 86 de la
Constitución y en el artículo 42 del Decreto 2591 de 1.991, por tratarse de una
acción de tutela contra una persona particular, más exactamente contra el
Delegado Episcopal de la Diócesis de Ocaña.
En jurisprudencia reiterada la Corte
Constitucional se ha referido a las acciones de tutela dirigidas en contra de
un particular, por lo que no es necesario en este acápite hacer referencia in
extenso a lo ya expresado por esta Corporación1
. Allí se establece, en síntesis, que sí hay lugar a la acción de tutela en
dichos casos, conforme a la Constitución Política y a la Ley.
En todo caso, aparte de los eventuales
efectos civiles, los actos autónomos de las autoridades eclesiásticas gozan de
las gracias que la Religión Católica les concede y que el Estado y los
particulares deben respetar con base en los artículos 18 y 19 de la
Constitución Política.
3. De los actos de las autoridades
eclesiásticas y los efectos civiles de los mismos.
3.1. Historia.
El artículo 53 inciso 4º de la Constitución
de 1.886 consagraba que el Gobierno podrá celebrar con la Santa Sede convenios
sujetos a la posterior aprobación del Congreso para regular, sobre bases de
recíproca deferencia y mutuo respeto, las relaciones entre el Estado y la
Iglesia Católica.
En el año de 1.892 se celebró el Convenio
adicional con la Santa Sede, aprobado por la Ley 34 de 21 de octubre del mismo
año, en cuyo artículo 22 se ordene a los párrocos y demás eclesiásticos
encargados de llevar o custodiar los libros en que se registren los datos
relativos a nacimientos, matrimonios y defunciones, pasar cada seis meses a la
autoridad o empleados que designe el Gobierno, copia auténtica de dichos
asientos. Más tarde, por los decretos números 836 de 1.922 y 2116 de 1.927, el
Gobierno dispuso que tales actas se recibieran en las oficinas municipales o
departamentales de estadística, y que se guardaran en las notarías
correspondientes.
La Constitución de 1.886 en su artículo 50
consagraba:
"Las leyes
determinarán lo relativo al Estado Civil de las personas, y los consiguientes
derechos y deberes..."
En desarrollo del artículo citado, el
Código Civil en la norma vigente para la fecha de expedición de la partida de
bautismo -1.927-, disponía en el artículo 50 lo siguiente:
"Cuando se
pretenda el registro de un nacimiento fuera del término prescrito, el
interesado deberá acreditarlo con documentos auténticos, o con copias de las
actas de las partidas parroquiales, respecto de las personas bautizadas en el
seno de la Iglesia Católica o de las anotaciones de origen religioso
correspondientes a personas de otros credos, o en últimas, con varios
testimonios rendidos ante el juez civil, de personas que hayan presenciado el
hecho o hayan tenido noticia directa y fidedigna de él, con expresión de los
datos indispensables para la inscripción.
Los documentos
acompañados a la solicitud oral de inscripción se archivarán en carpetas con
indicación del código del folio que respaldan."
La Ley 92 de 1.938, por la cual se dictaron
algunas disposiciones sobre el registro civil de las personas, determinó un
nueva organización y estatizó las funciones de registro civil que venían
realizando hasta ese entonces las Parroquias locales.
Así, en el artículo 1º se dispuso que los
encargados de llevar el Registro Civil de las personas serán: los Notarios y,
en los municipios donde no exista tal funcionario, el Alcalde municipal, y los
funcionarios consulares de Colombia en el exterior.
El cambio de autoridad encargada de
realizar la labor del registro civil no anulaba las actuaciones llevadas a cabo
por la Iglesia Católica. Por tanto, en la misma Ley en los artículos 18 y 19 se
reguló lo atinente al tránsito legislativo, así:
ARTICULO 18. A
partir de la vigencia de la presente ley sólo tendrán el carácter de pruebas
principales del estado civil respecto de los nacimientos, matrimonios,
defunciones, reconocimientos y adopciones que se verifiquen con posterioridad a
ella, las copias auténticas de las partidas del registro del estado civil,
expedidas por los funcionarios de que trata la presente ley.
ARTICULO 19. La
falta de los respectivos documentos del estado civil podrá suplirse, en caso
necesario, por otros documentos auténticos, o por las actas o partidas
existentes en los libros parroquiales, extendidas por los respectivos Curas
Párrocos, respecto de nacimientos, matrimonios o defunciones de personas
bautizadas, casadas o muertas en el seno de la Iglesia Católica, por
declaraciones de testigos que hayan presenciado los hechos constitutivos del
estado civil de que se trata, y, en defecto de estas pruebas., por la notoria
posesión de ese estado civil".
La labor de los Curas Párrocos antes de
1.938 se asimilaba a la que hoy desempeñan los Notarios, es decir prestaban un
servicio de fe pública respecto de circunstancias de la vida de una persona.
Así lo establece el canon 482 del Código Canónico que determina que en cada Curia
debe haber un canciller, cuya principal función, a no ser que el derecho
particular establezca otra cosa, consiste en cuidar que se redacten las actas
de la curia, se expidan y se custodien en el archivo de la misma.
Dentro de las funciones especiales de los
Curas Párrocos de dar fe de los actos de los particulares, está en especial la
de la celebración del bautismo; ya que como se notó anteriormente, la partida
de bautismo con anterioridad al año de 1.938, era el único documento que
demostraba el estado civil de una persona. Tratándose de hijos
extramatrimoniales el Código Canónico exige lo siguiente:
877. ...2. Cuando se
trate de un hijo de madre soltera, se ha de inscribir el nombre de la madre, si
consta públicamente su maternidad o ella misma lo pide voluntariamente, por
escrito o ante dos testigos; y también se ha de inscribir el nombre del padre,
si su paternidad se prueba por documento público o por propia declaración ante
el párroco y dos testigos; en los demás casos, se inscribirá sólo el nombre del
bautizado, sin hacer constar para nada el del padre o de los padres.
3.2. Situación actual.
Dice el artículo 42 de la Constitución:
"...La ley
determinará lo relativo al estado civil de las personas y los consiguientes
derechos y deberes".
El Decreto 1265 de 1.970 en su artículo 101
determina que el estado civil debe constar en el Registro del Estado Civil. El
registro es público y los libros, tarjetas, así como copias y certificados que
con base en ellos se expidan son instrumentos públicos, regulados por el
derecho administrativo colombiano.
La fe de bautismo sentada con anterioridad
a la Ley 92 de 1.938 en las parroquias -como en el caso que nos ocupa-, es un
instrumento público, como lo dispone el artículo 101 del decreto 1265 de 1.970.
Ahora bien, las autoridades eclesiásticas
son particulares que, en razón del Concordato, al elaborar documentos que
produzcan efectos civiles realizan actos de naturaleza eclesiástica, los
cuales, al registrarse en las oficinas de Registro del Estado Civil, producen
efectos administrativos por disposición de la ley ya que se encuentran en
ejercicio de un servicio público por colaboración.
El artículo 59 del Decreto 753 de 1.956 que
subrogó el artículo 430 del Código Sustantivo del Trabajo dispone que el
servicio público bien puede ser realizado por el Estado directa o
indirectamente, o por personas privadas.
Si el acto de la autoridad eclesiástica
produce efectos civiles es un acto eclesiástico con efectos administrativos
que, en esa medida, es objeto de las garantías procesales (CP art. 29) y de los
recursos pertinentes (Código Contencioso Administrativo). Si ese acto no
produce efectos civiles será un acto canónico y la autoridad eclesiástica podrá
modificarlo de acuerdo con las regulaciones internas de la Iglesia Católica.
4. Del Registro Civil de las personas.
A partir de la vigencia del Decreto 1260 de
1.970 todos los estados civiles y sus alteraciones deben constar en el registro
civil, el cual es llevado por funcionarios especiales del Estado. Todos los
nacimientos, matrimonios, defunciones, separaciones de cuerpos o de bienes,
interdicciones jurídicas, etc., deben inscribirse en el registro civil.
Como consecuencia de esto, para las
personas nacidas a partir de 1938, los estados civiles sólo pueden probarse
mediante el correspondiente registro civil según el Decreto 1260 de 1.970. Este
nuevo estatuto introdujo innovaciones con respecto al antiguo sistema de la Ley
92 de 1.938, que distinguía entre pruebas principales y pruebas supletorias del
estado civil. Las primeras se vinculaban al registro civil, no así las segundas
(partidas eclesiásticas de matrimonios, bautismos y defunciones).
Para entender correctamente esta primera
orientación del nuevo sistema, conviene tener en cuenta que las antiguas
pruebas supletorias de la Ley 92 de 1.938 conservan todo su valor. En
dichos casos el acto de registro del estado civil surge en la partida de
bautismo, sin necesidad de una posterior participación del Estado.
Ningún problema se ha presentado con
respecto a las partidas eclesiásticas levantadas en forma directa por el cura
párroco una vez celebrado el bautismo. La copia de tales actas tiene valor ante
los funcionarios del registro civil para levantar el acta civil, pero las
personas nacidas con anterioridad a la Ley 92 de 1.938, no están obligadas a
registrar la partida de bautismo, pues éste sólo documento constituye plena
prueba de su estado civil.
5. Del debido proceso en las actuaciones de
las autoridades eclesiásticas.
En un Estado social de derecho, toda
función pública debe estar sujeta a una regulación jurídica preexistente como
en los artículos 6º y 29 de la Constitución Política de 1.991, y los artículos
2° y 26 de la Constitución de 1.886, que garantice al individuo receptor de la
acción su derecho de defensa. Y para el ejercicio de este derecho no basta con
poner en conocimiento de dicha persona la decisión final, sino que es
necesario brindarle la posibilidad de que ella muestre al ente decisor
competente su verdad, sus alegatos, en fin, su visión de los acontecimientos.
El debido proceso también se encontraba
regulado en la Constitución de 1.886 en el artículo 26, que disponía:
"Nadie podrá
ser juzgado sino conforme a las leyes preexistentes al acto que se imputa, ante
tribunal competente., y observando la plenitud de las formas propias de cada
juicio".
El actual artículo 29 de la Carta consagra
el derecho fundamental al debido proceso, así:
"El debido
proceso se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas...
...Es nula, de pleno
derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso".
El acto de sentar la partida de bautismo en
los libros correspondientes de las parroquias era, antes de 1938, un acto
administrativo realizado por autoridades eclesiásticas pero originado en la
actividad de personas privadas que desempeñan funciones públicas por ministerio
de la ley. Ahora la posterior reforma o adición de dichas partidas de bautismo
que genera efectos civiles debe ser realizada por la autoridad eclesiástica
competente con observancia de los cánones de la Religión Católica para los
efectos católicos y con observancia del debido proceso para los efectos
civiles.
Por ello los jueces civiles del circuito,
de conformidad con el artículo 16 numeral 3° del código de procedimiento civil,
son los competentes para conocer en primera instancia de las acciones sobre el
estado civil de las personas.
6. Revocatoria del acto administrativo que
crea una situación individual.
El acto administrativo puede ser creador de
una situación individual que resuelva en forma particular el reconocimiento de
un derecho. Por lo tanto la situación creada por él, goza de especial
estabilidad y no puede ser modificada sin el consentimiento expreso del titular
del derecho. En este sentido, el artículo 24 del Decreto 2733 de octubre 7 de
1.959, dispuso:
"Cuando el acto
administrativo haya creado una situación individual o reconocido un derecho de
igual categoría, no podrá ser revocado sin el consentimiento expreso y escrito
del respectivo titular"2
.
Esta norma se predicaba a esa actuación
administrativa producida por la autoridad eclesiástica y con fundamento en la
Constitución.
Respecto de la estabilidad del acto
administrativo, para esta Sala de la Corte Constitucional también es del caso
citar el artículo 73 del Código Contencioso Administrativo que reitera el concepto
del Decreto 2733 de 1.959.
El Consejo de Estado, en Sentencia de julio
18 de 1.991, al respecto manifestó:
"Los únicos
actos de carácter particular o concreto que son susceptibles de revocación, sin
el consentimiento expreso y escrito del titular, son los que resulten de la
aplicación del silencio administrativo positivo"3 .
El acto creador de situaciones individuales
no puede revocarse sin el consentimiento del titular: esto es improcedente e
ilegal, por estar expresamente prohibido por la Ley. La revocatoria de un acto
administrativo creador de una situación jurídica particular, subjetiva,
particular o concreta, sin que medie el consentimiento expreso y escrito del
titular de esa situación o de ese derecho reconocido, viola el debido proceso y
la ley, procediendo, en los casos en que se verifique esa revocación sin los
requisitos de ley, no sólo los recursos gubernativos ordinarios como medio de
que la propia administración evite el quebrantamiento de la norma superior de
derecho, sino la acción contenciosa en donde, además de la nulidad del acto, se
obtenga el restablecimiento del derecho conculcado.
Estos conceptos del derecho administrativo
son extensibles al caso que nos ocupa, ya que la función notarial de las
autoridades eclesiásticas tenía la calidad de función administrativa.
7. Del caso concreto.
Para esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional es procedente la tutela solicitada por la Sra. Ofelia Cabrales
de Toscano, frente a la actuación de la autoridad eclesiástica -actuación de
particular-, siempre y cuando se reunan los siguientes requisitos: a) se
viole un derecho constitucional fundamental, b) cuando no exista otro
medio judicial de defensa; y c) que exista una relación de subordinación
o indefensión, si se trata de particulares.
En el caso concreto se reunen estos tres
requisitos, como se demuestra a continuación, razón por la cual esta Sala de
Revisión concederá la tutela:
a) Para esta Corporación, al producirse la resolución
12.547 de 1.992, de la Diócesis Episcopal de la Provincia de Ocaña sin la
audiencia del interesado se ocasiona violación de derechos de rango
constitucional fundamental, tales como el derecho al debido proceso[1].
b) El segundo requisito también se reune en este caso,
ya que judicialmente no existe otro medio de defensa para proteger el derecho
al debido proceso.
En efecto, por el tránsito de legislación,
la partida de bautismo de la peticionaria (de 1.927) tiene efectos
ultra-eclesiásticos, de tal manera que no puede ser objeto hoy en día de los
recursos judiciales, por ser un acto de una autoridad eclesiástica que sólo era
susceptible de los recursos eclesiásticos.
c) El tercer requisito también se reune, por dos motivos:
c.1. La autoridad eclesiástica tiene el
carácter de particular.
c.2. Bajo el amparo del régimen jurídico
anterior a 1.938 el particular actuaba en caso como este en ejercicio de
funciones públicas, ya que las certificaciones eclesiásticas gozaban de efectos
civiles controvertibles ante las autoridades competentes, pero en este caso
sub-exámine la partida de bautismo tiene implicaciones jurídicas que por lo
tanto exige unos presupuestos del debido proceso, que no se cumplieron.
Por lo tanto el Estado colombiano no puede
reconocer los efectos jurídicos que surgen de un acto contrario al derecho.
Para esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional, en conclusión, cualquier procedimiento que se lleve a cabo debe
reunir los requisitos que aseguren el pleno cumplimiento de las garantías
constitucionales. Al producirse la resolución sin la comparecencia de la
interesada y sin ser la autoridad competente se violó por parte de la Autoridad
Eclesiástica el derecho fundamental al debido proceso, razón por la cual esta
Sala revocará la sentencia del Juzgado Civil del Circuito de Ocaña y concederá
la tutela solicitada por la Sra. Ofelia Cabrales de Toscano, para que el
Registrador del Estado Civil de Ocaña, no reconozca los efectos civiles que
podría generar la Resolución 12.547 por la cual se declaró nulo el Decreto 202
del 4 de julio de 1.974.
En mérito de lo expuesto, la Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE:
PRIMERO: REVOCAR la Sentencia proferida por el Juzgado Unico
Civil del Circuito de Ocaña (Norte de Santander), por las razones expuestas en
esta Sentencia.
SEGUNDO: CONCEDER la acción de tutela solicitada por la Sra.
Ofelia Cabrales de Toscano, por las razones expuestas en esta Sentencia.
TERCERO: OFICIAR al Delegado de la Registraduría Nacional del
Estado Civil de Ocaña para que no reconozca los efectos civiles que podría
generar la Resolución 12.547 por la cual se declaró nulo el Decreto 202 del 4
de julio de 1.974, por haberse proferido con violación del derecho fundamental
al debido proceso.
CUARTO: A través de la Secretaría General de la Corte
Constitucional, ENVIAR copia de esta Sentencia a la Diócesis de Ocaña
-Parroquia de San Agustín-, al Registrador Nacional del Estado Civil y al
Superintendente de Notariado y Registro.
QUINTO: A través de la Secretaría General ENVIAR copia de
esta Sentencia al Juzgado Unico Civil del Circuito de Ocaña y al Defensor del
Pueblo.
Cópiese, publíquese, comuníquese a quien
corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ Magistrado
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Sentencias Nros T-412 y
T-547 de la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional.
2 Texto del Decreto 2733 de 1.959,
artículo 24, publicado en el Diario Oficial Nro. 30074 de octubre 16 de 1.959.
3 Cfr, Consejo de Estado. Sala de
lo Contencioso Admnistrativo, Sección Primero, sentencia de julio 18 de 1.991.
[1]El Tribunal Supremo Español, en
sentencia de enero 26 de 1.991, manifestó:"las causas que se llevan a cabo
dentro del ámbito eclesiástico deben estar de acuerdo con los preceptos
constitucionales" |
182 | T-585-92
Sentencia No
Sentencia
No. T-585/92
DERECHOS
FUNDAMENTALES
Existen
unos derechos inalienables, enajenables e imprescriptibles que hacen parte de
la esencia del hombre. Esos derechos así considerados y por esa condición
especial, tienen mayor importancia que otros incorporados a la norma
constitucional y en otras leyes comunes, dentro del sistema jurídico
colombiano. Estos derechos están expresamente señalados como fundamentales.
OBLIGACION
CIVIL/DERECHO A LA LIBERTAD/DERECHO FUNDAMENTAL
La
simple insolvencia de las personas frente al pago de las obligaciones o el
incumplimiento por cualquier otra causal, que no contraría el ordenamiento
primitivo vigente, en ningún momento puede ser motivo para la detención, el
arresto o la prisión. Dentro de la concepción jurídico-política del Estado
Colombiano, éste es por excelencia un estado social, donde prima la persona,
porque es ella, el principio y fin de las instituciones creadas al amparo de
nuestra juridicidad. Está consagrada la libertad en toda su amplitud y bajo
todas sus formas, como un derecho fundamental y por tanto merece la protección
legal del Estado.
DERECHO
AL BUEN NOMBRE/DERECHO A LA HONRA/DERECHO A LA IDENTIDAD
En el
pleno ejercicio del desarrollo de la personalidad, cada individuo puede
forjarse su identidad y nadie más que él es responsable de su buen nombre. La
honra, como la fama son una valoración externa de la manera como cada persona
vende su imagen. Las actuaciones buenas o malas, son el termómetro positivo o
negativo que se irradia para que la comunidad se forme un criterio objetivo
respecto de la honorabilidad de cada ser. Por ello así como las buenas acciones
acrecientan la honra, las malas decrecen su valoración y cada quien en
particular, como se dijo, es responsable de sus actuaciones.
SALA
DE REVISION No. 6
Ref.: Proceso
de Tutela No. 221.
Tema: Violación
de los Derechos: Reconocimiento de la
Personalidad Jurídica, Derecho a la Honra,
Derecho a no ser detenido, arrestado ni puesto
en prisión por deudas y Derecho al
Debido Proceso.
Actores: JULIAN
PELAEZ CANO
LUIS
FELIPE ARIAS CASTAÑO
Magistrado
Ponente:
DR.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Santafé
de Bogotá, D.C., diez (10) de noviembre de Mil novecientos noventa y dos
(1992).
La
Sala de Revisión de tutelas de la Corte Constitucional conformada por los
Magistrados Simón Rodríguez Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Ciro
Angarita Barón, revisa la acción de tutela fallada por la Corte Suprema de
Justicia Sala de Casación Civil en
sentencia
del nueve (9 de diciembre de Mil novecientos noventa y uno (1991).
I.
ANTECEDENTES.
Con
fundamento en lo ordenado en los artículos 86 y 241 numeral 6o. de la
Constitución Nacional y 33 del Decreto 2591 de l991, la Sala de Selección
correspondiente de esta Corte Constitucional, consideró procedente practicar la
evaluación y revisión general de las actuaciones procesales llevadas a cabo
dentro del proceso de tutela de la referencia.
De
conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de l991, entra esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, a dictar Sentencia.
A.
HECHOS DE LA DEMANDA.
En
el año de l963, murió en Medellín el comerciante Luis Felipe Arias Gómez,
motivo por el cual sus herederos iniciaron el proceso sucesorio en el Juzgado
Tercero Civil del Circuito de esa ciudad, juicio dentro del cual se hizo parte
su hijo Luis Felipe Arias Castaño, en su calidad de asignatario forzoso.
Este
hijo del causante le solicitó en préstamo a Bertulfo Antonio Alvarez la suma de
$ 2'000.000 M/cte, préstamo que se le hizo con un interés del 3% mensual y como
garantía de cumplimiento de la obligación, constituyó un gravamen hipotecario
de segundo grado sobre un edificio de cuatro plantas ubicado en la calle 59
cra. 46 de Medellín, mediante escritura pública No. 1347 expedida el 19 de mayo
de l992. Este inmueble era de los bienes del causante y para realizar esta
transacción, Luis Felipe suplantó el nombre y apellido de su padre, e
igualmente utilizó sus documentos de identificación.
A
través de este mismo procedimiento, Luis Felipe Arias Castaño celebró un
contrato de mutuo con Pompilio Morales quien le entregó en préstamo la suma de
$ 4'800.000 para lo cual dió garantía hipotecaria de primer grado sobre un
edificio situado en la carrera 74 con calle 49 B de Medellín que
perteneció a su padre, hipoteca que otorgó mediante escritura pública No. 957
de la Notaría Quince de esa ciudad.
Hasta
el año de l983, Luis Felipe Arias Castaño, cumplió dentro del término con sus
obligaciones de amortización de la deuda pero a partir de enero de l984 cesó en
el pago de ellas, motivo que indujo a sus acreedores a entrevistarse con él en
Marinilla (Antioquia) donde intervino Julián Peláez Cano en calidad de asesor
de Arias Castaño, quien se comprometió junto con el deudor, a cancelar las
obligaciones.
En
mayo de l984 el doctor Pompilio Morales, obtuvo el certificado expedido por la
oficina de Registro y comprobó que los gravámenes hipotecarios dados en prenda
de los préstamos habían sido cancelados desde el 8 de marzo de ese año por
escritura pública No. 181 otorgada ante el Notario Unico de Cáqueza
(Cundinamarca), por Alberto Muñoz Arango quien supuestamente había obrado a
nombre y representación de los prestamistas.
A
raíz de una serie de denuncias suscritas por los procesados Luis Felipe Arias
Castaño y Julián Peláez Cano, la Corte Suprema de Justicia dispuso una rigurosa
investigación, la cual adelantó Martha Inés Cano Leyva, abogada visitadora
adscrita a la Procuraduría Segunda Regional de esa ciudad, quien el 16 de enero
de l986 rindió el informe respectivo y solicitó dentro del mismo, se
adelantaran sendas investigaciones contra los Magistrados del Tribunal Superior
de Medellín, los Jueces Penales y Civiles, los abogados que actuaron en nombre
de los prestamistas y Luis Felipe Arias Castaño por las falsedades detectadas
en las escrituras públicas.
El
Juzgado Trece Superior le impartió calificación al sumario el 25 de enero de
l985 y el Juzgado Noveno de Instrucción Criminal el día 29 de diciembre de
l987, formuló resolución de acusación por los delitos de falsedad personal y
estafa. Hubo acumulación de procesos en la forma en que se reseña más adelante.
El
veintisiete (27) de agosto de Mil novecientos noventa (1990) el Juzgado Décimo
(10) Superior de Medellín, condenó a Julián Peláez Cano y a Luis Felipe Arias
Castaño a pagar las penas de cincuenta (50) y sesenta y cinco (65) meses de
prisión, respectivamente, como autores penalmente responsables de cinco delitos
de falsedad agravada en documentos públicos. Esta sentencia fue revisada en
segunda instancia por el Tribunal Superior de esa misma ciudad, órgano
jurisdiccional que confirmó en lo fundamental el fallo recurrido, redujo las
penas recurridas y así dispuso que la de Arias Castaño fuera de sesenta (60)
meses y la de Peláez de cuarenta y ocho (48) meses y diez (10) días, aparte de
absolver al primero por el delito de falsedad personal y declarar la
prescripción del delito de estafa cometido por el segundo de los nombrados en mil
novecientos setenta y ocho (1978).
Este
negocio llegó a la Corte Suprema de Justicia en recurso de casación propuesto
por los sentenciados y esa Corporación en fallo aprobado en acta No. 0065 del 4
de septiembre de Mil novecientos noventa noventa y uno (1991) de la Sala de
Casación Penal, no casó la providencia impugnada.
La
demanda de casación no prosperó por defectos técnicos en la formulación de los
cargos tal como lo expresa la Corte en el acápite denominado "La
demanda presentada y su ineptitud":
"Como
bien lo señala el Ministerio Público, los tropiezos técnicos del escrito
pesentado a consideración de la SALA, son mayúsculos no sólo en lo que tiene
que ver con su presentación general, sino también en la fundamentación de cada
cargo, descuidándose a la par, la lógica, la precisión, la armonía conceptual y
el desarrollo argumental. La confusa demanda pese a estar formalmente separada
en dos causales, transita indiscriminadamente entre ellas, confundiendo
sentidos y motivos, enhebrados con interpretaciones personales, epítetos y un
listado de razones que sólo encuentran razón de ser en sí mismas".
B. ACCION DE TUTELA ANTE LA CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA, SALA DE CASACION CIVIL.
En
escrito fechado el 13 de noviembre de l991 en Medellín, los sancionados
penalmente Julián Peláez Cano y Luis Felipe Arias Castaño, interpusieron acción
de tutela contra el fallo de primera instancia del Juzgado 13 Superior de esa
ciudad, confirmado por el Tribunal Superior de Medellín y ratificado por la
Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia al no casar la solicitud
presentada por los incriminados.
Dicen
los petentes que con la Sentencia condenatoria se violan los artículos 14,
21, 28 inciso segundo y 29 de la Constitución Nacional.
En
la parte fundamental del alegato de tutela expresaron:
"El
proceso rotulado causas (sic) acumuladas por falsedad, estafa, otros delitos
contra Julián Peláez Cano y Luis Felipe Arias Castaño, se halla en la
actualidad en el Juzgado 13 Superior en donde va a cumplirse la sentencia
inconstitucional que se dictó después de desconocer todos los derechos
fundamentales consagrados en las normas antes mencionadas y del cumplimiento de
tal fallo vendrán perjuicios considerables y graves contra la propiedad, la
vida, la honra, no solo de los que figuramos como sindicados sino también de
los familiares".
Concretan
los petentes la violación del artículo 28 inciso segundo, en los siguientes
términos:
"Tratándose
de simples obligaciones civiles se ha procedido penalmente con violación
expresa de lo dispuesto en el artículo 28 inciso 2o, pues varios de los cargos
se refieren a mutuos celebrados entre el suscrito Luis Felipe Arias y varias
personas, en los cuales se cumplió estricta y puntualmente con el pago de las
cantidades dadas más los intereses respectivos, sin que obviamente hubiera
resultado lesión del patrimonio de nadie ni provecho ilícito alguno, no
obstante lo cual esas obligaciones plenamente cumplidas con la mayor
honestidad, se calificaron de falsedad y estafa y se condenó por esos
hechos".
Para
reafirmar el quebranto la violación del artículo 21 de la Constitución Nacional
dijeron:
"No
se respetó siguiera la honra de mi madre del suscrito (sic) Luis Felipe Arias
Castaño, ni su estado civil de casada legítimamente por la iglesia católica,
apostólica y romana para ponerla figuradamente a vivir con otro
"marido" que ni siquiera ha nacido para decir que de ese fantasma son
todos los hijos habidos en el matrimonio entre ellos el suscrito Luis Felipe
Arias Castaño, (sic) lo cual viola flagrantemente el artículo 21 de los
derechos fundamentales consagrados en la Carta...".
Afirman
los accionantes que se violaron todas las formalidades propias del proceso y
que por esa razón lo actuado por los jueces violó el contenido del artículo 29
de la Constitución Nacional.
Observar
además que se hubieran apreciado como pruebas escrituras públicas que aparecen
otorgadas por Luis Felipe Arias Castaño.
Y
por último expresan:
"Con
las anteriores breves notas pedimos darle curso a la Acción de tutela, resolver
dentro del término de diez días Ordenar al Señor Juez 13 Superior de Medellín
no cumplir por inconstitucionalidad el fallo contenido en la sentencia del
Tribunal Superior de Medellín en la causa contra Julián Peláez Cano y Luis
Felipe Arias Castaño, de agosto de l991, por supuestos delitos de falsedad y
estafa, hasta la decisión de la Corte Constitucional en esta acción de tutela
que suscitamos, para evitar los graves e injustos perjuicios que la ejecución
de tal fallo inconstitucional causaría y resuelto esto, pasar la actuación
ante la H. Corte Constitucional, previa autenticación de la fotocopia que
anexamos del fallo de la H. Corte de Casación Penal por medio de la cual no se
accedió a decretar la casación de esa sentencia inhumana, injusta e
inconstitucional...".
C. FALLO
DE TUTELA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, SALA DE CASACION CIVIL.
La
Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia conoció de la acción de
tutela y en fallo del 9 de diciembre de l991, sostuvo que como la acción
incoada va dirigida contra una sentencia, su función tutelar debe ejercerse en
los límites de los artículos 113 y 6o. de la Constitución Nacional, que el
ejercicio de la función jurisdiccional que le corresponde a la Corte está
organizado por Salas, unas parciales o especializadas y otra en pleno, bajo el
principio de la separación, esto es, de la diversidad igualitaria. Que la Sala
Civil es órgano diferente de la Sala Penal que produjo la sentencia de casación
y advierte que existe una clara incompatibilidad entre las normas
constitucionales mencionadas y el inciso tercero del artículo 40 del
Decreto-Legislativo Especial No. 2591 de l991.
La
providencia de tutela más adelante, precisa :
"Pues
admitir que, so pretexto de establecer una eventual protección a derechos
fundamentales constitucionales amenazados o vulnerados, pueda un órgano
cualquiera, aun incompetente, entrar en su análisis y estudio de fondo, no sólo
quebrantaría las garantías constitucionales de la competencia debida en todo
proceso y el principio de la institucionalización de la organización de la
jurisdicción ( art.29 y concordantes antes citados), sino que también
(desatendiendo el estado de derecho) estimularía y provocaría la justicia
tutelar por órgano de facto (art.22)...".
Argumenta
que esta acción es un mecanismo transitorio y procede cuando no haya otro medio
de defensa judicial, medios que ya tuvo el accionante en el proceso que se le
siguió y que no puede mirársele como mecanismo transitorio porque para el caso
sería una garantía adicional y no una subsidiaria, además que en este caso se
violaría el principio universal no escrito de la cosa juzgada.
Por
estas razones la Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil negó la
solicitud de tutela formulada por Julián Peláez Cano y Luis Felipe Arias
Castaño en relación con la sentencia de la Sala de Casación Penal, el fallo de
la Sala Penal del Tribunal Superior de Medellín y la Sentencia del Juzgado 13
Superior de esa ciudad.
La
providencia de la Corte Suprema fue notificada en Medellín a través de
marconigramas a los accionantes, los cuales interpusieron contra ella recurso
de reposición.
Todo
el sustento jurídico de su alegato en esta ocasión se dirige a criticar a la
Corte Suprema frente a la posición que ha asumido respecto a la improcedencia
de la acción de tutela sobre la cosa juzgada de las sentencias.
La
mencionada Sala de Casación Civil mediante proveído de 20 de enero de l991 que
desató el susodicho recurso de reposición, dijo:
"No
obstante la notoria impropiedad del recurso impetrado contra el fallo de tutela
del 9 de diciembre de l991, notificado el primero por telegrama el día 9 de
diciembre de l991 y recibido el segundo en la Secretaría de la Sala el día 14
de enero de l992, la Corte advierte su absoluta improcedencia en cualquiera de
los dos sentidos lógicos que pueda estimarse". Porque como recurso de
reposición no se encuentra establecido en el Decreto 2591 de l991, y como
"impugnación del fallo" (art.31 ibidem), resultaría no sólo
extemporánea (fuera de los tres días hábiles) su presentación debida, sino
también imposible por falta de superior jerárquico".
Se
rechazó por improcedente el recurso interpuesto.
El
expediente fue remitido a esta Corte Constitucional, en donde la Sala de
Selección de tutelas acordó escogerla para su revisión, correspondiéndole por
reparto para su conocimiento al Magistrado Eduardo Cifuentes Muñoz.
D.1. SENTENCIA
DE LA SALA SEGUNDA DE REVISION DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
La
Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional, con sentencia No. 6 del
doce (12) de mayo de l992, revisó el fallo de tutela proferido por la Corte
Suprema de Justicia y en su oportunidad legal esa Sala dijo, en lo esencial:
"Sostiene
la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia que la acción de
tutela estatuída en el artículo 86 de la Constitución se caracteriza por su
naturaleza judicial, su objeto protector inmediato o cautelar, su función
policiva y su carácter subsidiario y eventualmente accesorio.
Su
característica cautelar y su función puramente policiva, sin implicar
juzgamiento del derecho en si mismo controvertido, sólo de esta forma, se
evitaría que la acción de tutela se convirtiera en una tercera instancia o
revisión adicional, quedando a salvo la competencia de los jueces ordinarios
para resolver sobre el derecho controvertido".
La
Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional al observar el fallo de la
Corte Suprema de Justicia Sala Civil señaló que "no puede calificarse
el acierto de una solución jurídica sin precisar el problema que pretenda
resolver".
Que
el fallo de la Corte Suprema ha debido resolver la situación de fondo planteada
sobre los derechos sustantivos presuntamente violados y no salirse por la
tangente enfocando el caso desde el punto de vista procesal, cuando la validez
de una decisión judicial de carácter procesal debe juzgarse a partir del
problema de fondo de derecho sustantivo a cuya solución ella se enderece.
En
la Sentencia de Revisión se precisa que si una de las Salas de la Corte Suprema
viola un derecho fundamental al no poderse variar esta decisión por otra Sala,
se estaría frente a una inimputabilidad de sus decisiones.
Que
las Salas de la Corte Suprema de Justicia, constituyen autoridades públicas y
por lo tanto están sometidas a lo preceptuado en el artículo 86 de la
Constitución Nacional.
Argumenta
que en "un estado social de derecho, democrático, cuya finalidad es
asegurar la convivencia pacífica y la vigencia de un orden justo, no tolera un
poder público como el que podría tener acomodo en la Corte Suprema de Justicia
si sus sentencias estuvieran revestidas de inmunidad constitucional. El
artículo 86 no exonera de la acción de tutela a los actos u omisiones de la Corte
Suprema de Justicia. El precepto autoriza que la acción se dirija contra
cualquier autoridad pública". Y agregó que si una autoridad pública
puede traspasar el límite fijado por la Constitución y sus actos u omisiones
sigan teniendo valor jurídico, no sirve tener constitución o se convierte ésta
en un pedazo de papel.
Si
se acepta la no cuestionabilidad de las sentencias, éstas pueden convertirse en
vehículos de reforma material de la Constitución.
La
tesis de la Corte Suprema de Justicia según la cual ciertos actos
jurisdiccionales escapan al control de constitucionalidad, pese a ser
violatorios del sistema constitucional de derecho, no se compadece con la idea
del estado social de derecho, el cual se constituye bajo el designio de
proteger y respetar a la persona humana. Y por último ratifica el criterio de
que la inimpugnabilidad de las sentencias es contraria a los preceptos
constitucionales que consagran la violación de los derechos fundamentales.
Para
reafirmar sus críticas a la Corte Suprema de Justicia dicen que ella señala
como derecho fundamental la primacía e integridad de la Constitución y dicen
que la jurisdicción constitucional es la garantía básica del Estado
Constitucional de derecho que reafirma el respeto y adecuada distribución de
competencias entre la administración central del estado y las entidades
territoriales de modo que no se lesione su autonomía.
"La
Corte Suprema de Justicia, desconoce el texto de la Constitución y los
principios fundamentales del ordenamiento constitucional que tienen que ver con
la separación de poderes, la preferencia por el derecho sustancial, el valor
normativo de la Constitución, la efectividad de los derechos, la intangibilidad
del contenido material de la Constitución, la conciencia de los fines del
estado, la pretensión de vigencia de la Constitución".
"La
Corte Suprema de Justicia interpreta la acción de tutela, con una visión tan
restrictiva que frusta su naturaleza finalidad y sentido y desconoce la
materialidad del derecho sustancial que dicha acción pretende amparar".
Cuando
la acción de tutela verse sobre sentencias, la actuación del Juez del
conocimiento se circunscribe al examen y decisión de la materia constitucional
con prescindencia de todo aquello que no tenga que ver con la vulneración o
amenaza del derecho constitucional fundamental, por lo que esta acción no
representa frente a los procesos materializados en el expediente, ninguna
instancia, ni recurso alguno que convierta esta acción en un verdadero proceso,
lo cual contraría el concepto de la Corte Suprema de Justicia que entiende la
acción como un simple trámite policivo.
Critica
el principio de la cosa juzgada, hace un recuento de esta figura y dice que
"en el derecho romano primitivo, dada la influencia religiosa se imputaba
a la divinidad el poder de hacer las leyes y decidir los litigios",
que la cosa juzgada se incorporó igualmente en el Código Napoleónico teniendo
como fundamento el concepto romano y por lo tanto no admitía prueba alguna
contra lo decidido en ella. Algunos doctrinantes han preferido explicar el
fenómeno de la cosa juzgada recurriendo al mecanismo jurídico de la ficción
como más apropiado que la presunción del derecho y que en todo caso, nada estará
mas alejado de un derecho inherente a la persona humana que una ficción de
verdad.
Reitera
que la cosa juzgada en ningún caso se entiende como emanación de un derecho
inherente a la persona, por lo que ella se entiende como una manifestación del
derecho procesal, por lo que las leyes que consagran y regulan la cosa Juzgada
deben respetar la Constitución y lo contrario sería invertir la pirámide
normativa y por último llegar a reafirmar que el fin del proceso debe ser la
sentencia justa y la cosa juzgada a secas, que es en "últimas una
fórmula de compromiso, quizás imperfecta pero en todo caso práctica, entre las
exigencias de justicia y paz, y la certeza jurídica y agilidad en el ejercicio
de la función jurisdiccional".
"La
acción de tutela prevista en el artículo 86 de la Constitución Política es un
medio procesal especial que complementa el derecho sustantivo constitucional,
mediante la concesión de un arma poderosa a las personas que vean sus derechos
fundamentales violados o desconocidos. Tratándose de sentencias que vulneren
estos derechos, la acción de tutela es un medio idóneo para depurar el eventual
contenido de injusticia de la sentencia atacada y evita que ésta se torne
inimpugnable e irrevocable no obstante el flagrante desconocimiento del mínimo
de justicia material que debe expresar toda sentencia y que sólo se da cuando
se respetan y se hacen efectivos los derechos fundamentales".
Los
derechos fundamentales y la cosa juzgada no son inconciliables y la acción de
tutela es un vehículo comunicante entre ésta y aquéllos.
Al
criticar a la Corte Suprema de Justicia dice que "eleva la cosa juzgada
al plano de lo absoluto e intemporal, con la consecuencia que la seguridad
jurídica, concediendo sólo en gracia de discusión que aquella goce de
protección constitucional, sacrifica el valor de la justicia, los derechos
fundamentales y la primacía de la Constitución", que la interpretación
constitucional debe enderezarse a la conservación y promoción de la unidad
política, y la prevalencia del derecho sustancial sobre el procedimiento como
cometidos esenciales de la Constitución, precepto que choca con la Sentencia de
la Corte Suprema de Justicia la cual desconoce el estado social de derecho y
los principios básicos democráticos que son las bases insustituibles de la
unidad política nacional.
Por
las razones expuestas la Corte Constitucional pide a la Corte Suprema un
pronunciamiento de fondo sobre la pretendida violación de los derechos
fundamentales alegados por parte de Julián Peláez Cano y Luis Felipe Arias
Castaño y resuelve revocar la decisión de tutela proferida por la Sala Civil de
esa Corporación de fecha diciembre 9 de l991.
D.2. SALVAMENTO
DE VOTO A LA SENTENCIA DE REVISION ANTERIOR.
La
Sentencia de Revisión tuvo el salvamento de voto del Magistrado José Gregorio
Hernández Galindo, quien no estuvo de acuerdo con los criterios de la mayoría
en cuanto a la procedencia de la acción de tutela sobre las providencias que
hubieran hecho tránsito a cosa juzgada.
Respecto
de ella dijo que una sentencia que en su contenido desarrolle el ideal de
justicia pero que nunca llegue al nivel de lo definitivo, deviene en injusta en
cuanto se torna ilusoria su realización y que por tanto sólo la seguridad
jurídica y la certeza del derecho permite la vigencia de un orden justo.
En
defensa de su tesis, cita a los siguientes tratadistas: Antonio Fernández
Galiano, Jorge Hübner Gallo, Luis Legaz y Lecambra y afirma que aunque el
principio de la cosa juzgada no aparece expresamente consagrado en la Constitución,
está anclado en el mismo concepto de Derecho, es supraconstitucional y está
ligado a la justicia en forma tan íntegra que no es concebible la una sin la
otra.
Si
de lo que se trata es de asegurar la prevalencia efectiva de los principios constitucionales,
ello no se logra sembrando el germen de la prestabilidad ni creando un clima
propicio a la ruptura de la seguridad jurídica y esto se sustenta en el
Preámbulo de la Constitución Política, en sus artículos 1°; artículos 2°, 86,
88, 89, 91, 93, 94 sobre efectividad de los derechos; artículos 229 sobre
acceso a la administración de justicia.
Aun
aceptando la tutela para sentencias ejecutoriadas, nadie garantiza que un
estudio preferente y sumario, que debe efectuarse en el término perentorio de
10 días, permita hacer realidad la plena certeza de la total justicia en todo
un proceso de doble instancia y casación, menos aún si la Sala encargada de
verificar la sujeción del fallo a derecho es de una especialidad distinta, como
ocurre en el caso sublite.
Cuestiona
el fallo de Revisión de tutela de la Corte Constitucional porque si se aceptara
en gracia de discusión la tutela contra sentencias que hagan tránsito a cosa
juzgada, en la providencia no se hizo un estudio para constatar si en realidad
fue vulnerado o amenazado el derecho fundamental que se alega, para comunicar
esta decisión al juez o tribunal de primera instancia ( en este caso la Sala
Civil de la Corte Suprema,) se adoptaran allí las medidas necesarias tendientes
a adecuar su fallo a lo dispuesto por la Corte Constitucional (art. 36 del Dto.
2591 de l991). Y remata diciendo que la tutela se concreta en una orden para
que la persona respecto de quien se solicita actúe o se abstenga de hacerlo,
orden que no se puede dar en el presente caso.
E. REMISION DEL EXPEDIENTE A LA CORTE
SUPREMA DE JUSTICIA.
La
Corte Constitucional devolvió el expediente de tutela T-221 a la Sala Civil de
la Corte Suprema para que se sirviera dar cumplimiento a su Sentencia.
La
Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia en providencia del 2 de
junio de l992 critica la sentencia T-06 de la Corte Constitucional en los
siguientes términos: "una providencia que, en cualquier tipo de
revisión se limite a contemplar la revocatoria de un fallo preexistente, sin
que se adopte al propio tiempo una decisión de mérito sobre la tutela y, en su
defecto, se limite a ordenar la expedición de pronunciamientos sustitutos, no
se encuentra ajustada a la índole de la función en cuestión. En otros términos,
si la referida providencia revocatoria no va acompañada con la decisión
sustitutiva relativa al alcance y a la protección que pueda merecer el derecho
fundamental que dice vulnerado, la verdad es que no puede decirse que existe
fallo de tutela".
Así
las cosas resuelve ordenar la devolución del expediente a dicho organismo para
lo de su competencia.
F. ADICION
A LA SENTENCIA T-06 DE LA SALA SEGUNDA DE REVISION DE TUTELAS.
Mediante
providencia de diecisiete (17) de junio de mil novecientos noventa y dos
(1992), en el numeral 5o. de los antecedentes, La Sala Segunda de Revisión de
Tutelas de esta Corte Constitucional, dijo:
"Con
el objeto de poder cabalmente cumplir con la función de revisión y dado que, en
el expediente remitido no se incluye un pronunciamiento del Juez de tutela
sobre el derecho fundamental cuya violación se alega, la Corte Constitucional,
conforme lo estableció en sentencia del 12 de mayo de l992, requiere dicho
pronunciamiento."
Se
resuelve remitir el expediente a la Corte Suprema de Justicia, Sala Civil, para
que se sirva dar cumplimiento a la Sentencia T-06.
G. FALLO
DE TUTELA DE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA, SALA DE CASACION CIVIL.
Después
de hacer un recuento histórico de los antecedentes del proceso de tutela esta
Corporación a través de la Sala de Casación Civil, en sentencia de 1o. de julio
de 1992, dentro de sus consideraciones dijo:
Como
quiera que la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional, pese a lo
expuesto reiteradamente por esta Corporación, mediante la mencionada
providencia ha asumido la exclusiva responsabilidad de permitir la acción de
tutela contra sentencias con autoridad de cosa juzgada, y de sostener que una
Sala de Casación tenga competencia respecto de otras, exonerándose por
consiguiente de proferir el fallo de tutela sustituto, al que estaba obligado y
le correspondía, la Corte Suprema de Justicia, en su Sala de Casación Civil,
asume para el presente caso, la función de expedirlo, por cuanto, al reconocer
en este caso la garantía fundamental del acceso a la administración de justicia
(art. 229 de la C.N.), se impone consecuencial e indefectiblemente no dejar sin
fallo la acción de tutela promovida por los señores Julián Peláez Cano y Luis
Felipe Arias Castaño.
Realiza
una breve reseña de los derechos fundamentales invocados por los demandantes y
en ese orden de ideas señala:
Que
el reconocimiento a la personalidad jurídica (art. 14 C.N.), es una referencia
explícita al poder que tiene un ente y en especial el ser humano, a ser tratado
como "persona", sujeto de derecho y capaz de contraer
obligaciones.
El
derecho a la honra (art.21 C.N.) es el derecho fundamental a recibir una
valoración externa, correlativa a su realidad, personal, social, moral que se
encuentra condicionado a la realidad objetiva correspondiente, lo cual puede
consistir en tener alguna vinculación procesal en calidad de demandante,
demandado, denunciado, denunciante o condenado.
El
inciso 2o. del artículo 28 en lo pertinente al arresto o prisión por deudas, se
refiere al estricto sentido de deudas y no se predica de aquellos hechos calificados
como delitos a pesar de estar relacionados con ellas, tal como acontece, por
ejemplo, con la estafa, donde las contrataciones y deudas son instrumentos de
maniobras dolosas por el aprovechamiento ilícito con perjuicio ajeno.
Al
referirse al debido proceso comenta la sentencia cada una de las figuras que
conforman este derecho fundamental como son el juez competente, las
impugnaciones, los recursos, solicitudes de pruebas, los términos, la
preexistencia de la ley del juzgamiento, la favorabilidad de la ley penal, la
no existencia de nulidad insubsanable, y la firmeza de la sentencia judicial
que le da mayor protección al debido proceso. A las presuntas violaciones
responde la Corte Suprema a los quejosos que les fue respetada su personalidad
jurídica, al ser tratados como personas, que en el caso sublite no se trata de
simples deudas civiles contraidas e incumplidas, sino que de conformidad con lo
probado en el expediente se trató de un ánimo de aprovechamiento ilícito en
contra de terceros, de lo cual se deduce claramente que la investigación no
sólo se inició, sino que más adelante se comprobó y juzgó, según los jueces de
instancia, la existencia de delitos de estafa, los cuales no están amparados
por la prohibición de penas restrictivas de la libertad.
"Y
precisamente por ser objeto del proceso el establecimiento no de deudas civiles
sino de delitos, carecen los accionantes en tutela de derecho alguno a que no
se les investigue, ni se les condene estando probados los hechos y su
responsabilidad. Por el contrario, están sometidos a la referida investigación
criminal y, si fuere el caso, a la condena, lo que por otra parte, afecta
legalmente su honra. Esta última solo ampara las conductas lícitas y a los
ciudadanos honestos".
Finaliza
diciendo la Corte Suprema de Justicia que "Todo lo anterior revela en
forma fáctica pormenorizada, que en el proceso penal arriba mencionado no se
infringieron los derechos fundamentales que si dicen vulnerados. Es mas, esto
tiene su razón de ser en que los procesos son para tutelar, aun de oficio, y no
para violar, menos deliberadamente, los derechos que en él entran en juego,
razón por la cual la sentencia que concluye debidamente el proceso con la
autoridad de cosa juzgada (como parte del debido proceso), resulta igualmente
inimprobable la tutela, tal como lo ha venido sosteniendo y lo reitera ahora
esta Corporación".
El
15 de julio de l992 el expediente de tutela fue recibido en la Corte
Constitucional y posteriormente escogido en la Sala de Selección para su
revisión.
II.
COMPETENCIA.
La
Corte es competente para revisar el presente fallo de tutela y ello de
conformidad con lo prescrito en el artículo 86 inciso segundo y 241 numeral 9o.
de la Constitución Política, en concordancia con los artículos 33 y 34 del
Decreto 2591 que le asignan funciones a esta Corporación para revisar el
presente fallo de tutela.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL.
En
primer lugar ha de decirse que se ejerce la acción de tutela contra la
sentencia de 13 de septiembre de 1991, proferida por la Sala de Casación Penal
de la H. Corte Suprema de Justicia que decidió no casar la sentencia del
Tribunal Superior del Distrito Judicial de Medellín, al desatar el recurso
extraordinario de casación interpuesto por los ahora actores de la acción de
tutela contra la última de las dos providencias citadas.
Al
momento de entrar a revisar esta Corte Constitucional la sentencia dictada en
sede de juez de tutela por la Sala de Casación Civil de la Corte Suprema de
Justicia, el 1o. de julio de 1992, se encuentra con que aquella Corte mediante
fallo de 1o. de octubre de 1992 declaró la inexequibilidad de los artículos 11,
12 y 40 del Decreto 2591 de 1991, por el cual se reglamenta la acción de
tutela. Con esta declaratoria se excluye la posibilidad, entre otros aspectos,
de intentar tal acción contra sentencias ejecutoriadas, cual es el caso que
ahora se le presenta a la Corte Constitucional.
Sobre
este particular discurrió esta Corte en la susodicha sentencia de 1o. de
octubre de 1992:
"Fundamentos
constitucionales del principio de la cosa juzgada.
Que
la Constitución no destine uno de sus artículos a proclamar expresamente y para
toda clase de procesos el principio de la cosa juzgada, en nada disminuye la
raigambre constitucional del mismo ni su carácter vinculante para el
legislador, cuyos actos no pueden contrariarlo.
Debe
observarse que el concepto esencial de cosa juzgada se halla explícitamente
acogido por la actual Carta Política cuando en el artículo 243 declara:
'Los
fallos que la Corte dicte en ejercicio del control jurisdiccional hacen
tránsito a cosa juzgada constitucional'.
Si
el Constituyente resolvió especificar bajo el calificativo de 'constitucional'
la cosa juzgada que ampara esta clase de sentencias, es porque supuso el
principio genérico y adoptó, para tales juicios, los fundamentos y las
consecuencias jurídicas en él incorporadas.
El
principio de la cosa juzgada hace parte indiscutible de las reglas del debido
proceso aunque no se halle mencionado de manera expresa en el artículo 29 de la
Constitución. Todo juicio, desde su comienzo, está llamado a culminar, ya que
sobre las parte no puede ceñirse indefinidamente la expectativa en torno al
sentido de la solución judicial a su conflicto. En consecuencia, hay un
verdadero derecho constitucional fundamental a la sentencia firme y, por tanto,
a la autoridad de la cosa juzgada.
Pero,
además, si la Constitución dispone que ninguna persona podrá ser juzgada dos
veces por el mismo hecho -'non bis in idem'-, con esa garantía procesal resulta
incompatible la posibilidad de intentar acciones de tutela contra sentencias
ejecutoriadas, toda vez que ello representaría la reapertura del proceso
culminado.
Por
otra parte, el Preámbulo de la Constitución señala como uno de los objetivos
hacia los cuales se orienta la autoridad del Estado colombiano, el de 'asegurar
a sus integrantes (...)la justicia (...) dentro de un marco jurídico,
democrático y participativo que garantice un orden (...) justo...'.
A
juicio de la Corte, mal se puede asegurar la justicia y garantizar un orden
justo si el marco jurídico que se disponga fundamenta el concepto de justicia sobre
la base de la incertidumbre.
El
artículo 1o. de la Carta consagra como principios fundamentales del Estado
Social de Derecho los del respeto a la dignidad humana y la prevalencia del
interés general. El primero de ellos implica la posibilidad de obtener
definiciones en materia de justicia sin la presencia perturbadora de renovadas
instancias que haga inciertos los derechos deducidos en juicio. Al segundo se
opone la inestabilidad provocada en el seno de la colectividad por el
desconocimiento de la seguridad jurídica.
La
efectividad de los derechos consagrados en la Constitución tiene su mejor
prenda en la culminación de las controversias sobre la base de una verdad
discernidad previa la garantía de los derechos procesales. Por el contrario,
resulta vulnerada cuando esa verdad, varias veces debatida, no se establece con
certidumbre.
El
acceso a la administración de justicia (artículo 229 de la Constitución)
requiere, para que en efecto tenga utilidad, de un sistema jurídico que
contemple un momento procesal definitivo en el que, con certeza, las
resoluciones que se profieran sean aptas para la concreción de los derechos.
Pero, además, implica que los jueces vayan resolviendo los asuntos puestos a su
consideración de tal modo que, evacuados los que se definen, puedan prestar
atención a nuevos procesos. Los pleitos interminables acaparan y obstruyen
el aparato judicial y por lo tanto impiden a otras personas acceden a la
administración de justicia, causando simultáneamente daño al interés general".
Entonces
y teniendo en cuenta las consideraciones precedentes, no es dable efectuar por
esta Corporación la revisión de la sentencia de tutela de la H. Corte Suprema
de Justicia.
Mas
si se adelantara por esta Corporación y en gracia de discusión, el estudio de
mérito de la sentencia de 1o. de julio de 1992 de la Sala de Casación Civil de
la H. Corte Suprema de Justicia, se llega a la conclusión de que amerita
confirmarse.
En
efecto:
Se
cuestiona el fallo de los despachos judiciales citados porque según los
demandantes, a través de él se les ha violado algunos derechos fundamentales.
Por
esa razón y de conformidad con los hechos relatados en los antecedentes, se
considera que los puntos a tratar en la presente controversia jurídica, son:
1.
Establecer el carácter de derecho fundamental de:
1.1.
El reconocimiento de la personalidad.
1.2.
El derecho a la honra.
1.3.
La prohibición del arresto o prisión por deudas.
1.4.
El derecho fundamental al debido proceso.
2.
Determinar si con los fallos proferidos por los jueces de instancias, se
violaron estos derechos fundamentales.
1.
El reconocimiento de la personalidad, el derecho a la honra, la prohibición del
arresto o prisión por deudas y el debido proceso, son derechos fundamentales.
En
efecto, si se analiza el contenido normativo constitucional del Título II
Capítulo 1, se encuentra que allí están señalados estos derechos, precisamente,
dentro de la parte del ordenamiento superior, al cual se ha denominado como
"De los Derechos Fundamentales".
El
contenido normativo de la Constitución tiene como fundamento la protección
integral del hombre y a través de su articulado es elocuente la precisión de
ciertos ideales que manifiestan esa voluntad.
De
conformidad con lo normado en el artículo 1o. de la Constitución donde se
define a "Colombia como un Estado Social de derecho" tiene
incidencia directa en la encumbrada tesis de que el hombre es por esencia el
núcleo y destinatario de la protección constitucional.
Que
cuando el artículo 2o. de la Carta Política prescribe que "son fines
del Estado: servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar
la efectividad de los principios, derechos y deberes consagrados en la
constitución; facilita la participación de todos en las decisiones que los
afectan en la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación;
" coloca como el fin supremo de la organización estatal al hombre, ya
considerado individualmente, en forma asociativa, en su núcleo familiar o en su
entorno laboral, por encima de cualquier otra consideración legal, con el
propósito de fortalecer los poderes del ciudadano frente al Estado.
Vuelve
prácticos y reales el pleno ejercicio de los derechos ciudadanos y convierte a
la Carta de los Derechos en el instrumento obligatorio de las realizaciones
individuales y sociales del hombre.
Dentro
de esta serie de principios tutelares de nuestra Constitución aparece el
artículo 5o., el cual afirma: El Estado reconoce, sin discriminación alguna,
la primacía de los derechos inalienables de la persona y ampara a la familia
como institución básica de la sociedad".
Al
estudiar con detenimiento el texto anteriormente transcrito por lógica se
deduce que para la institución estatal existen unos derechos inalienables,
enajenables e imprescriptibles que hacen parte de la esencia del hombre. Que
esos derechos así considerados y por esa condición especial, tienen mayor importancia
que otros incorporados a la norma constitucional y en otras leyes comunes,
dentro del sistema jurídico colombiano.
Dentro
del criterio formal del constitucionalismo colombiano, estos derechos que se
invocan en la presente acción de tutela, y los cuales se solicitan sean
amparados, están expresamente señalados como fundamentales, así:
1.1.
Derecho al Reconocimiento de la Personalidad.
Este
precepto encuentra su fundamento jurídico en el artículo 14 constitucional que
precisa: "Toda persona tiene derecho al reconocimiento de su
personalidad jurídica". Si las personas como seres ya existen, lo
único que hace el Estado es aceptar lo que ellas son, de ahí que las
instituciones sólo se limitan al reconocimiento de la personalidad de cada una
de las personas que conforman el conglomerado social, precisamente porque estas
son de creación natural, anteriores al nacimiento del propio Estado y son ellas
precisamente, quienes le dan vida y existencia real a esa ficción cultural
denominada Estado.
Esta
Corporación se ha referido así sobre el reconocimiento de la personalidad:
"El
derecho fundamental al reconocimiento de la personalidad jurídica a que se
refiere el artículo 14 de la Carta fundamental es un derecho exclusivo de la
persona natural; y el Estado, a través del ordenamiento jurídico, tan solo se
limita a su reconocimiento sin determinar exigencias para su ejercicio, y ésta
es una de las constituciones políticas donde la inmensa mayoría de los derechos
se otorgan sin referencia a la nacionalidad..."1
En
otro de sus pronunciamientos, esta Corte dijo:
"En
efecto, surge el Derecho a la Personalidad Jurídica, que presupone toda una
normatividad jurídica, según la cual todo hombre por el hecho de serlo tiene
derecho a ser reconocido como sujeto de derechos, con dos contenidos
adicionales: tutularidad de derechos asistenciales y repudio de ideologías
devaluadoras de la personalidad, que lo reduzcan a la simple condición de cosa.
Debe
en consecuencia resaltarse que este derecho, confirmatorio del valor de la
sociedad civil regimentada por el derecho, es una formulación política básica,
que promueve la libertad de la persona humana; y que proscribe toda manifestación
racista o totalitaria frente a la libertad del hombre.
No
debe confundirse este derecho fundamental, cuyo contenido otorga al hombre su
condición de ser social, en el nuevo Estado liberal con los clásicos derechos a
la personalidad regulados por el derecho civil y menos aún con el concepto de
personas jurídicas o fictas que evoca su idéntica expresión idiomática.
Toda
esta legislación, que comprende los denominados atributos de la personalidad,
es decir, el nombre, el domicilio, la nacionalidad, el patrimonio, el estado
civil y la capacidad, si bien, en el plano de la legalidad ordinaria implican
desarrollos jurídicos que sitúan a la persona humana en la sociedad de modo
ordinario, son tutelables por las autoridades encargadas de su declaración, y sólo
serían amparables mediante acciones como la presente, cuando esa legalidad
pretendiese ser suspendida para dar paso a una concepción de la persona humana
distinta a la liberal, que surgió con una fisonomía propia en el Estado Social
de Derecho. Este derecho fundamental a la personalidad jurídica que consagró el
Constituyente de l991 es más una declaración de principio, que acoge a la
persona en lugar del individuo, como uno de los fundamentos esenciales del
nuevo ordenamiento normativo".2
En
relación con la consagración del derecho a la personalidad jurídica, esta
última sentencia de esta Corporación, se expresa en los siguientes términos:
"Este
derecho se contempla de manera expresa en la legislación internacional, después
de la Segunda Guerra Mundial. La Convención Americana en su artículo 3o. dice:
"Derecho al reconocimiento de su personalidad Jurídica": La
Convención en su artículo 5o. manifiesta que " Todo individuo tiene el
derecho al respeto a la dignidad propia del ser humano y al reconocimiento de
su personalidad jurídica": La Declaración Universal de Derechos Humanos,
en su artículo 6o. reza lo siguiente: "Todo ser humano tiene derecho, en
todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica".
1.2.
El Derecho a la Honra.
Tiene
este derecho una connotación personalísima e intrínseca porque solo se predica
de las personas, respecto de la proyección social a la cual se haya hecho
merecedor ante sus congéneres.
Está
tipificado en el artículo 21 de la Carta Política, el cual expresa:
"Se
garantiza el derecho a la honra. La Ley señalará la forma de su
protección".
La
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil en Sentencia del 1o. de julio
de l992 respecto de este derecho ha dicho:
"De
igual manera el derecho a la honra (Art. 21 C.N.), como aquel derecho
fundamental de las personas a recibir una valoración externa ( de parte de los
demás) correlativa a su realidad (Vgr. personal, social, moral, etc) integral
(llamada honra propiamente dicha), no solo difiere del derecho a hacerse y
poseer una valoración intrínseca conforme a sus principios (llamado derecho al
honor), sino que se encuentra condicionada a la realidad
correspondiente..."
Esta
Corte Constitucional, también ha emitido su concepto sobre el derecho
fundamental a la honra y buen nombre de las personas y al respecto dijo:
"Para
nuestra Constitución y para los Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos,
la honra es un atributo esencial e inmanente de la persona, que se deriva de su
condición y dignidad. Un bien jurídico personalísimo, de inicial raigambre
"aristocrática", experimenta un proceso de generalización, democratización
o socialización, que alcanza del mismo modo a los derechos a la intimidad, al
buen nombre, al habeas data y a la inviolabilidad de la correspondencia de
todas las personas.
El
concepto de honra se debe construír desde puntos de vista valorativos y, en
consecuencia, con relación a la dignidad de la persona. Desde dicha prespectiva
la honra es un derecho de la esfera personal y se expresa en la pretensión de
respeto que corresponde a cada persona como consecuencia del reconocimiento de
su dignidad.
Aunque
honra y honor sean corrientemente considerados como sinónimos, existe una
diferencia muy clara entre ellos. Honor se refiere a un valor propio que de sí
mismo tiene la persona, independiente de la opinión ajena; en cambio la honra o
reputación es externa, llega desde afuera, como ponderación o criterio que los
demás tienen de uno, con independencia de que realmente se tenga o no honor;
uno es el concepto interno-el sentimiento interno del honor-, y otro el concepto
objetivo externo que se tiene de nosotros -honra-".3
1.3.La
Prohibición de la Detención, Arresto o Prisión por Deudas.
Cierto
es que el artículo 28 de la Constitución Nacional prohibe la detención, el
arresto y la prisión, por deudas, cuando dice: "Toda persona es libre.
Nadie puede ser molestado en su persona o familia, ni reducido a prisión o
arresto, ni detenido, ni su domicilio registrado, sino en virtud de mandamiento
escrito de autoridad judicial competente, con las formalidades legales y por
motivos previamente definidos en la Ley...".
Cuando
el Constituyente establece en el artículo transcrito esta prohibición, se
refiere a la figura jurídica de las simples obligaciones civiles, las cuales en
ningún momento pueden ser causales de restricción de la libertad personal. Así
se ha entendido de tiempo atrás y así debe ser, porque en nuestro ordenamiento
jurídico, las conductas privativas de la libertad, están consagradas en el
Código Penal, por la Comisión de cualquiera de los hechos punibles, allí
descrito.
Luego,
la simple insolvencia de las personas frente al pago de las obligaciones o el
incumplimiento por cualquier otra causal, que no contraría el ordenamiento
primitivo vigente, en ningún momento puede ser motivo para la detención, el
arresto o la prisión.
Otra
cosa bien distinta es que esa obligación civil, sea embrión o motor de la
comisión de un hecho punible por lo que se estaría frente a una conducta
ilegitima y en esta forma, el sujeto activo de la acción penal, se haría
acreedor al señalamiento y a la posterior sanción, previo el cumplimiento de un
procedimiento penal, por parte del Estado, quien actúa en defensa de la
sociedad.
Dentro
de la concepción jurídico-política del Estado Colombiano, éste es por
excelencia un estado social, donde prima la persona, porque es ella, el
principio y fin de las instituciones creadas al amparo de nuestra juridicidad.
Está consagrada la libertad en toda su amplitud y bajo todas sus formas, como
un derecho fundamental y por tanto merece la protección legal del Estado. Luego
en orden de prioridades, es a la persona a quien debe protegerse de todas las
adversidades y vicisitudes que el diario acontecer le depara y por tal razón,
le es dable, brindarle protección y seguridad para que en un ambiente de
libertad pueda desarrollarse como ser social. Esa libertad así considerada,
debe tutelarla el Estado aún en contra de otros intereses, que aunque son
importantes como los bienes, materiales y de consumo entre otros, jamás podrán
equipararse al derecho inalienable de la libertad.
1.4. El
derecho fundamental al debido proceso.
Mediante
sentencia No. 419 de la Sala Sexta de Revisión, con ponencia del Magistrado
Ponente de la presente providencia, esta Corporación dijo lo siguiente sobre
dicho derecho fundamental:
"A. El debido proceso es derecho fundamental.
Los
derechos que pueden ser objeto de la acción de tutela son los fundamentales,
según lo previene el artículo 86 de la Constitución Nacional.
Esta
a su vez en su Titulo II denominado "De los derechos, las garantías y los
deberes", contempla en su Capítulo I los Derechos Fundamentales,
entre los cuales está el del debido proceso.
Esta
incorporación del Derecho al Debido Proceso de manera explícita en la Carta
como derecho fundamental corresponde inconcusamente a la naturaleza de este
último.
En
efecto:
Los derechos fundamentales son
los que corresponden al ser humano en cuanto tal, es decir, como poseedor de
una identidad inimitable caracterizada por su racionalidad que le permite
ejercer sus deseos y apetencias libremente. De ahí que se le reconozca una
dignidad -la dignidad humana- que lo colocan en situación de superior en el
universo social en que se desenvuelve, y por ello, es acreedor de derechos que
le permiten desarrollar su personalidad humana y sin los cuales ésta se
vería discriminada, enervada y aún suprimida. Son los derechos
fundamentales que le protegen la vida, proscriben la tortura, aseguran su
igualdad frente a sus congéneres, amparan su derecho a la intimidad, garantizan
su libertad de conciencia, de cultos, de expresión y pensamiento; salvaguardan
su honra, le permiten circular libremente, le preservan el derecho al trabajo,
a la educación y la libertad de escogencia de una profesión u oficio, las
libertades de enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra; su juzgamiento
debe respetar el debido proceso, se le garantiza el derecho a la libre
asociación y a formar sindicatos, etc.
El
Presidente de la República en el acto de instalación de la Asamblea
Constituyente el 5 de febrero de 1991 destaca el carácter inmanente de los
derechos fundamentales al decir que son "aquellos que por su
trascendencia democrática pueden ser aplicados por un Juez porque no requieren
una ley que explique sus alcances y su contenido".
Mario
Madrid-Malo Garizábal caracteriza estos derechos así:
"Los
derechos humanos han recibido varias denominaciones a lo largo de los siglos.
Primero, por influencia de la teología y del jusnaturalismo, se les llamó
derechos naturales. ""Según esta noción -explica Benito de
Castro Cid-,enraizada en la doctrina tradicional del derecho natural, los
Derechos Humanos son unos atributos o exigencias que dimanan de la propia
naturaleza, que son anteriores a la constitución de la sociedad civil y que,
siendo previos y superiores al derecho estatal, debe ser reconocidos y
garantizados por éste"".
"En
el siglo pasado surgió el concepto de derechos públicos subjetivos. Este
concepto es fruto de la observación del conjunto de circunstancias originadas
en la existencia del hombre, conjunto en el cual quedan abarcadas todas las
posibilidades de su actuación como sujeto de derechos y deberes.
También
se hace referencia a los derechos humanos con el nombre de derechos
fundamentales. Esta expresión se emplea para señalar aquellos derechos
del ser humano que por su incorporación en las normas reguladoras de la
existencia y de la organización de un Estado, se incorporan al derecho
positivo como fundamento de la ""técnica de conciliación""
entre el ejercicio del poder público y el de la libertad de los gobernados.
El
constitucionalismo clásico llamó libertades públicas o derechos individuales
a lo que hoy conocemos con el nombre de Derechos Humanos Fundamentales. Se
trata en todo caso, de la suma de atributos inherentes al hombre, fundados en
su naturaleza misma, indispensable para su autoperfeccionamiento. La persona
humana es un ser racional y libre que está ordenado aun fin. Tal carácter la
reviste de una dignidad esencial, en el cual tiene su raíz y su fundamento
ciertas prerrogativas que le permiten defender la plenitud de su identidad. ""La
persona tiene una dignidad absoluta -reflexiona Maritain- porque está
en relación directa con lo absoluto, único medio en que puede hallar su cabal
realización"".4
Sobre
el Derecho al Debido Proceso discurre Fernando Velásquez V. del siguiente modo:
"En
sentido amplio el debido proceso es el conjunto o sólo de
procedimientos, legislativos, judiciales y administrativos que deben cumplirse
para que una ley, sentencia o resolución administrativa que se refiera a la
libertad individual sean fundamentalmente válida, sino también para que se
constituya en garantía del orden, de la justicia, de la seguridad en
cuanto no se lesione de manera indebida la seguridad propuesta como intangible
para el ciudadano en el Estado democrático.
En
sentido restringido la doctrina define el debido proceso como todo ese
conjunto de garantías que protegen al ciudadano sometido a cualquier proceso,
que le aseguran a lo largo del mismo una recta y cumplida administración de
justicia; que le aseguren la libertad y la seguridad jurídica, la nacionalidad
y la fundamentación de las resoluciones judiciales conforme a derecho. Desde
este punto de vista, entonces, el debido proceso es el principio madre o
generatriz del cual dimanan todos y cada uno de los principios del Derecho
Procesal Penal, incluso el del Juez Natural que suele regularse a su
lado".5
La
Carta Política plasma en su artículo 29 el derecho al debido proceso del
siguiente modo:
"El
debido proceso se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y
administrativas.
Nadie
podrá ser juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa,
ante juez o tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas
propias de cada juicio.
En
materia penal, la ley permisiva o favorable, aun cuando sea posterior, se
aplicará de preferencia a la restrictiva o desfavorable.
Toda
persona se presume inocente mientras no se la haya declarado judicialmente
culpable. Quien sea sindicado tiene derecho a la defensa y a la asistencia de
un abogado escogido por él, o de oficio, durante la investigación y el
juzgamiento; a un debido proceso publico sin dilaciones injustificadas; a
presentar pruebas y a controvertir las que se alleguen en su contra; a impugnar
la sentencia condenatoria, y a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho.
Es
nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con violación del debido
proceso".
Con
el debido proceso se relacionan los artículos 31 y 33 de la Constitución que
son del siguiente tenor:
Artículo
31. "Toda sentencia judicial podrá ser apelada o consultada, salvo las
excepciones que consagren la ley.
El
superior no podrá gravar la pena impuesta cuando el condenado sea apelante
único".
Artículo
33. "Nadie podrá ser obligado a declarar contra sí mismo o contra
su cónyuge o compañero permanente o parientes dentro del cuarto grado de
consanguinidad, segundo de afinidad o primero civil".
Los
artículos 1o., 2o., 10o., 16 del Código de Procedimiento Penal (Decreto No.
2700 de 30 de noviembre de 1991) recogen los mandatos constitucionales
precedentes.
La
Institución del Debido Proceso está contemplada en todas las legislaciones y
ello ha permitido consagrar este principio como pilar fundamental de las tesis
que forman el Derecho Procesal Universal. Ya particularizada la figura del
debido proceso se convierte en un derecho fundamental constitucional en
beneficio de las personas consideradas partes dentro de la relación procesal.
Jurisprudencialmente
en nuestro Estado, también existe la reafirmación de la figura jurídica del
debido proceso, al reiterar la Corte Suprema de Justicia en diferentes
oportunidades sus criterios en ese sentido, y en aras de ratificar esos
señalamientos, se transcribe lo siguiente:
"Tiene
establecido la Corte, y no de ahora sino por tradición jurisprudencial, que
toda disposición legal o de jerarquía menor, procesal o no, penal o no,
debe respetar y en su caso garantizar los principios normados en los artículos
10o, 16, 23 y 26 de la Constitución, sobre el debido proceso, el derecho de
defensa y la igualdad de las personas ante la ley y de las partes ante su
juzgador.
Es
indispensable además hacer ver que tantos presupuestos procesales constitucionalizados
han sido ya prohijados por el denominado "Derecho Ecuménico" de las
naciones civilizadas del orbe, como una de las pocas conquistas clara de
naturaleza universal, plasmadas en cláusulas normativas multilaterales de
naturaleza supralegal, como pactos o tratados internacionales de derecho
público".
Más
adelante señala la Corte en el mismo fallo:
"El
derecho de defensa emana del artículo 26 de la Carta, porque pertenece al
debido proceso. Más aún esta norma constitucional tiene como objeto principal
su garantía, dado que el mismo derecho es atributo fundamental de la persona
como tal y se relaciona directamente con los derechos esenciales de la
libertad, la igualdad ante la ley y la seguridad.
Es
además, un derecho histórico. Los romanos instituyeron el principio AUDITUR
ALTERA PARS, como regulador de todo proceso en garantías de sus partes.
No
hay sistema procesal alguno que lo pueda excluir".6
B. El debido proceso en la normatividad
internacional.
En
el plano del Derecho Internacional los siguientes instrumentos ratifican y
exaltan el debido proceso, como medio de protección al ser humano cuando quiera
que fuere objeto de enjuiciamiento:
1. El principio de la legalidad.
En
la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano adoptada por la
Asamblea Nacional Constituyente de Francia el 26 de agosto de 1789, en sus
artículos 7o., 8o. y 9o..
Está
consagrado en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, "Pacto de
San José de Costa Rica" del 22 de noviembre de 1969, aprobado por la Ley
74 de 1968, artículos 1o., 7o. -2., 9o. y 27.
En
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos aprobado por la Ley 74
de 1968, artículos 2o. -2., 4o. -2., 6o. -2, 9o. y 15.
En
la Convención sobre los Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General de
las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989 y aprobada por la Ley 12 de
1991, de conformidad con el artículo 40 No. 2o. literal a).
En
la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Civiles, Inhumanos o
Degradantes, ratificada por la Asamblea General de las Naciones Unidas según
Resolución 39 de 1946 de 10 de diciembre de 1984 y aprobada por la Ley 78 de
1986, en sus artículos 6o. -1. y 15.
En
el Convenio de Ginebra III, de 12 de agosto de 1949 relativo al Trato Debido a
los Prisioneros de Guerra, aprobado por la Ley 5a. de 1960, publicado en el Diario
Oficial No. 30318 en sus artículos 82 y 89.
En
el Convenio de Ginebra IV de 12 de agosto de 1949, relativo a la Protección
Debida a las Personas Civiles en Tiempo de Guerra, aprobado por la Ley 5a. de
1960, en sus artículos 33, 64, 65 y 70.
2. Los Derechos del Procesado.
La
siguiente legislación supranacional, consagra el derecho de los procesados:
La
Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Humanas o
Degradantes.
La
Convención Americana sobre los Derechos Humanos, en sus artículos 5o. -4., 7o.
-5. y 8o. -2.
En
el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en sus
artículos 2o.-2, 9o.-3 y 14 - 3.
La
Convención sobre los Derechos del Niño, artículo 37 literal c).
El
Convenio de Ginebra III, en su artículo 103.
El
Convenio de Ginebra IV, artículos 70 y 71.
Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, artículos 7o., 8o. y 9o.
3. El principio del Juez Natural.
Señalan
a nivel universal este principio los siguientes Pactos o Convenios
Internacionales:
La
Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículos 1o., 8o. -1.
El
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
artículos 2o.-2., 4o.-2., 6o.-2. y 14 -10.
La
Convención Internacional para la Represión y el Castigo del Crimen del
Apartheid, ratificada por la Asamblea General de las Naciones Unidas según
Resolución No. 3068 de 30 de noviembre de 1973, aprobada por la Ley 26 de 1987,
en su artículo 5o.
Convención
para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio, ratificada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas por Resolución 260 A (III) de 9 de
diciembre de 1948 y aprobada según Ley 28 de 1959, en su artículo 6o. acoge el
principio del Juez Natural.
Convenio
de Ginebra I, de 12 de agosto de 1949, para aliviar la suerte que corren los
heridos y los enfermos de las Fuerzas Armadas en campaña aprobado por la Ley
5a. de 1960, artículo 3o.-1. literal d).
Convenio
de Ginebra II, de 12 de agosto de 1949, para aliviar la suerte que corren los
heridos, los enfermos y los náufragos de las Fuerzas Armadas en el mar,
aprobado por la ley 5a. de 1960, en su artículo 3o.-1. literal d).
En
el convenio de Ginebra III, en sus artículos 3o.-1. literal d), 84, 87 y 96.
En
el Convenio de Ginebra IV, en sus artículos 3o.-1. literal d), 43 y 66.
Protocolo
adicional a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949, relativo a la
protección de las victimas de los conflictos armados internacionalmente en su
artículo 74 -4.
Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, artículos 7o. y 9o.
4. Principio de Favorabilidad.
Está
consagrado en las siguientes normas internacionales:
En
la Convención Americana de Derechos Humanos en sus artículo 1o. y 9o.
En
el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, lo establece en sus
artículos 2o.-2 y 15 - 1.
El
Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados, aprobado por la Ley 65 de 1979,
publicado en el Diario Oficial No. 35442, en su artículo 7o. -1.
El
Convenio de Ginebra III, artículo 83.
El
protocolo I, adicional a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949
consagra el principio de favorabilidad en materia penal, en su artículo 75 -4.
literal c).
5. Prohibición a la Autoincriminación.
Establece
este principio, las siguientes normas supranacionales:
La
Convención Americana sobre los Derechos Humanos, en sus artículos 1o. y 8o.-2.
literal g).
El
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en sus artículos 2o. -2. y
14 -3. literal g).
La
Convención sobre los Derechos del Niño en el artículo 40 -2. literal a).
El
Convenio de Ginebra III, consagra la prohibición a la auto-incriminación en su
artículo 99.
El
Protocolo I, adicional a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949, en
el artículo 75 -4. literal f) trae expresamente señalada la prohibición de la
auto-incriminación.
6. El Defensor de los Pobres.
Este
precepto dentro del contexto de las normas que regulan los Tratados y los
Convenios Internacionales se encuentra:
En
la Convención Americana sobre los Derechos Humanos en los artículos 1o. y 8o.
-2 literal e).
En
el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos artículos 2o. -2. y
14 -3. literal d).
La
Convención de los Derechos del Niño lo consagra en los artículos 37 literal d),
40 -2. literal a).
Protocolo
sobre el estatuto de los refugiados lo incorpora en el artículo 32 -2.
El
Convenio de Ginebra III, lo consagra en su artículo 105.
El
Convenio de Ginebra IV, señala al Defensor de los Pobres en su artículo 72.
7. El Derecho a la Protección Judicial.
Aparece
esta figura jurídica en los siguientes Tratados o Convenios Internacionales:
Convención
Americana sobre Derechos Humanos, artículos 1o, 2o. y 25.
Protocolo
sobre el Estatuto de los Refugiados que lo tipifica en su artículo 16.
En
la Convención contra la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes
en su artículo 13.
En
el Protocolo I, adicional a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949,
lo estatuye en su artículo 45 -2.
Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano artículos 7o. y 9o.
8. El Derecho del Preso.
Este
principio lo encontramos en la siguiente legislación universal:
En
la Convención Americana sobre Derechos Humanos en su artículos 1o. y 5o. -2.
El
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos señala este derecho en sus
artículos 2o. -2 y 10o.
La
Convención sobre los Derechos del Niño lo incorpora en el artículo 37 literal
c).
En
la Convención sobre la tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o
degradantes.
En
el Convenio de Ginebra III.
En
el Convenio de Ginebra IV en sus artículos 37, 69, 76, 124, 125 y 126.
En
el Protocolo II de Ginebra en su artículo 125.
Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.
C. El Debido Proceso Penal.
Se
considera el Derecho Penal como una rama del Derecho Público, por cuanto el
hecho punible emerge de una relación jurídica pública, que tiene como sujetos
en primera instancia, al Estado en su calidad de titular del derecho punitivo y
en el otro extremo de esa relación aparece el procesado.
Esta
afirmación tiene su razón de ser, en el hecho concreto que la infracción de
la ley penal ofende no sólo al particular cuyo interés es violado sino a la
sociedad, y en aras de conservar el orden jurídico impuesto para gobernar a esa
comunidad, se imponen las sanciones y se aplican las penas.
Por
ese carácter de contenido eminentemente público del Derecho Penal, sus normas
son de rigurosa observación, de necesaria aplicación y no pueden ser
sustituídas por el libre arbitrio de los asociados.
En
materia penal, el debido proceso constituye uno de los principios rectores de
su procedimiento, que a su vez encuentra sustento en los textos
constitucionales antes transcritos.
Como
marco general de referencia que informa y preside todo el sistema del derecho
penal, ha de mencionarse el principio de presunción de inocencia que supone la
bondad de actuación del ser humano y por tanto, para privarlo de su libertad,
es, menester que el Estado le demuestre que ha incurrido en responsabilidad
penal.
Del
mismo modo su vinculación a un proceso penal debe estar rodeada de todas las
garantías que le faciliten defenderse debidamente, asistido por un abogado con
la facultad de poder aducir a su favor las probanzas que demuestren su no
culpabilidad y a su vez refutar las pruebas que se esgriman contra él. Es esto
lo que se llama el principio de contradicción. Se prohibe la doble sanción por
la misma conducta punible (non bis in idem). Igualmente se quiere dar más
posibilidades de revisión de las decisiones al preverse las dos instancias y
el grado de jurisdicción de consulta y a la vez se prohibe la reformatio in
pejus. Se proscribe la autoincriminación y del mismo modo se excusa a los
familiares allegados del incriminado declarar contra él.
Según
el principio de legalidad de los delitos y de las penas -nullum crimen sine
lege, nulla poena sine lege- aquéllos y éstos deben estar previamente
consagrados y tipificados en un ordenamiento jurídico. Es decir, no hay delito
ni pena sin ley. Ello excluye por supuesto la aplicación analógica de delitos
que a su vez no estuvieren previstos en la ley, al igual que no permite la
aplicación de pena no contemplada para tal hecho criminoso en igual texto y
previamente a la perpetración de éste. Sin embargo cuando la ley posterior es
favorable al imputado se aplicará retroactivamente. Además, el proceso ha
de seguirse ante juez competente, es decir, que sea el señalado por la ley para
conocer de la conducta criminal. El proceso también ha de satisfacer las
formas propias -que serán las esenciales- del mismo. Es riguroso el
cumplimiento de estos mandatos procedimentales, pues su omisión dará lugar a
nulidades del proceso (Art. 304 del Código de Procedimiento Penal).
La
Corte Suprema de Justicia en fallo de su Sala Penal de 2 de octubre de 1981
dijo lo siguiente al respecto:
"El
derecho de defensa emana también del artículo 26 de la Carta, ( art. 29
de la Constitución de 1991) porque pertenece al debido proceso. Más aún, esta
norma constitucional tiene por objeto principal su garantía, dado que el mismo
derecho es atributo fundamental de la persona como tal y se relaciona
directamente con los derechos esenciales de la libertad, la igualdad ante
la ley y la seguridad. Es, además, un derecho histórico. Los romanos
instituyeron el principio audiatur altera pers, como regulador de todo proceso
en garantía de sus partes. No hay sistema procesal alguno que lo pueda
excluir.
"El
derecho de defensa en la práctica se descompone, entre otros, en los derechos
de impugnación, y de contradicción, esenciales a él, y consecuencia jurídico
procesal de su aplicación. Su fuente constitucional es la misma. Se
encuentran específicamente proclamados en los "pactos internacionales de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, de Derechos Civiles y
Políticos", aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en
Nueva York, el 16 de diciembre de 1966, y convertidos en norma nacional
mediante Ley 74 de 1968, donde se determina: Toda persona cuyos derechos o
libertades reconocidos en el presente pacto hayan sido violados, podrá
interponer un recurso efectivo aun cuando tal violación hubiera sido cometida
por personas que actuaban en ejercicio de funciones oficiales (parte II, art.
2o. 3 C)".
El
constituyente de 1991, se expresó en estos términos respecto del debido
proceso:
"Las
garantías procesales. La administración de justicia penal constituye una de
las más claras expresiones de la soberanía del Estado frente al
individuo. Por ello los regímenes jurídicos occidentales han procurado,
dentro del aspecto de la tutela de los Derechos Humanos, rodear al procesado de
una serie de garantías que lo protejan de los potenciales abusos del Leviatán
en que, según la caracterización de Hobbes, puede verse convertido un Estado de
Corte absolutista.
Someto,
entonces, a consideración de la Asamblea, dos artículos en que se consagra de
manera expresa y precisa la garantía, que deben tener todos los asociados de
ser juzgados por lo que, en la doctrina contemporánea se designa como Juez
Natural, al igual que la presunción de inocencia.
La
garantía del Juez Natural y el debido proceso se concretan en el respectivo
artículo".7
Dentro
del contexto del derecho comparado, valga mencionar el célebre caso de Gideon
vs. Wainwright (1963) decidido por la Corte Suprema de Justicia de los Estados
Unidos. Se trataba de una persona pobre (Gideon) que fue condenada a 5 años de
prisión por un Tribunal de la Florida y como no se le proveyó de la asistencia
legal de un abogado, alegó y solicitó que se lo pusiera en libertad con
fundamento en la enmienda XIV de la Constitución. A ello accedió la Corte
aceptando la tesis del acusado de desconocerse el "due process of
law" y anulando la condena pronunciada contra él porque "indigent
defendent accused of serious crime must be offered the assignment of
counsel".
D. El debido proceso en los procesos civil y
administrativo.
La
vida del hombre en sociedad ha contribuído a sus realizaciones personales pero
también ha dado lugar la generación de conflictos entre ellos mismos y también
entre éstos y las instituciones del Estado. Existen dos caminos para
solucionar estos conflictos de interés particular: arreglarlos como cada
quien estime conveniente (criterio establecido dentro de las sociedades
primitivas) o que sea el Estado a través de las autoridades legítimamente
constituídas quien dirima el conflicto de intereses puesto en su conocimiento,
a través de una serie de actos encaminados a lograr ese fin.
Pero
como no se puede dejar en manos de las personas la facultad de realizar los
actos que a bien tengan para dirimir su controversia, ya que a través de esa
forma arbitraria no podría obtenerse el objetivo buscado, se hace necesaria
la intervención del Estado, quien haciendo uso de su poder de imperio
encuentra fundamento para dictar normas que señale tanto a las partes como al
juez, que actuaciones deben realizar, como deben llevar a cabo sus cometidos y
dentro de que oportunidad pueden aportar sus pruebas y ejecutar sus actos para
que tengan validez en el proceso.
Con
base en las nociones que se han dejado expuestas, bien puede definirse el
derecho procesal como el conjunto de normas que establecen el procedimiento que
se debe seguir para obtener la actuación de la ley en un caso concreto, que
señalan los funcionarios encargados de aplicarlas y las personas que deben
someterse a esas normas.
Pues
bien, el legislador ha querido entonces, que los procesos sean reglados, que
tengan preceptos claros por los cuales han de regirse, haciéndose imperioso su
cumplimiento tanto para los sujetos procesales como para el juez.
Los
principios que antes se han expuesto sobre el debido proceso y que están
contenidos en los textos constitucionales antes transcritos, también tienen
plena operación mutatis mutandi, en las demás ramas del derecho procesal:
procesal civil (que se extiende a la laboral, etc.) y a las actividad
administrativa que comprende tanto la actuación gubernativa como la contencioso
administrativa.
El
tratadista Eduardo J. Couture, menciona las siguientes hipótesis que darían
lugar a inconstitucionalidades: 8 La
privación de audiencia que equivale a condenar a una persona sin haber sido
oida y vencida en juicio, la falta de citación, la falta de emplazamiento, la
privación de pruebas, la privación de recursos, la privación de revisión
judicial.
Del
artículo 29 constitucional se establece, para efectos del presente caso, que la
figura del debido proceso, es aplicable a toda clase de actuaciones que se
realicen en los estrados judiciales e igualmente es válido el debido proceso,
para toda actividad de la administración pública en general, sin excepciones de
ninguna índole y sin ninguna clase de consideraciones sobre el particular.
El
título V, capítulo I de la Constitución Nacional consagra lo pertinente a la
estructura de nuestro Estado.
En
su artículo 113, señala las ramas del poder público, en el 114 enuncia en forma
general la función del Congreso, el 115 expresa quiénes conforman el Gobierno y
radica en cabeza del Presidente de la República, la suprema autoridad
administrativa del Estado. Igualmente esta norma determina que las
gobernaciones y alcaldías, así como la superintendencias, los establecimientos
públicos y las empresas industriales y comerciales del Estado, forman parte de
la rama Ejecutiva, razón por la cual estas entidades ejercen función
administrativa.
Los
órganos judiciales se encuentran señalados en el artículo 116. El artículo 117
expresa que los órganos de control de la administración pública nacional son el
Ministerio Público y la Contraloría General de la República. El Consejo
Nacional Electoral y la Registraduría Nacional del Estado Civil, se ocupan de
la organización electoral.
Todas
estas entidades que conforman la estructura y organización estatales ejercen
esencialmente, unas, funciones jurisdiccionales ( rama judicial), otras,
funciones legislativas ( Congreso ) y ambas pueden también cumplir funciones
administrativas. Y la rama Ejecutiva, en sus órdenes todos: nacional,
departamental y municipal, desempeña actividad administrativa por antonomasia.
Del mismo modo a cargo de los particulares pueden estar actividades
administrativas.
2. Examen
del caso concreto de tutela.
A
términos del artículo 14 de la Constitución Política, "Toda persona
tiene derecho al reconocimiento de su personalidad jurídica", es
decir, que se le considera sujeto de derecho y capaz de contraer obligaciones.
En términos generales este es el significado de la norma transcrita, la cual ha
de estudiarse en concordancia con el ordenamiento del artículo 16
Constitucional, que al respecto expresa: "Todas las personas tienen
derecho al libre desarrollo de su personalidad, sin mas limitaciones que las
que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico", norma que
reconoce la evolución natural e histórica de la personalidad, porque así como
aún las cosas materiales sufren transformaciones, con mayor fuerza el hombre
debe ir cambiando su comportamiento, su manera de ser, debe ir adquiriendo
mayores conocimientos para tener una visión universal de su mundo circundante,
tiene el compromiso de adecuar su conducta a los valores morales de su entorno
y aceptar las mutaciones culturales que la sociedad le impone, todo ello
observando las reglas del buen proceder, guardando el respeto debido a los
demás, teniendo como meta la observancia del imperio de la ley y las buenas
costumbres. El hecho de vivir en sociedad implica limitaciones en el ejercicio
de algunos derechos que no por fundamentales deben desbordar la órbita de lo
legal que la ley ha establecido como normal, porque esa actuación así concebida
estaría violando el derecho de los demás. Es el precio que se paga por vivir en
sociedad.
En
igual forma se afirma del reconocimiento de la personalidad jurídica y de su
desarrollo, el cual debe tener un cauce normal, sin que con el diario
transcurrir de la formación y evolución de esa personalidad, se origine daños a
terceros.
En
el caso subexámine puede afirmarse que a los quejosos Luis Felipe Arias Castaño
y Julián Peláez Cano, fueron objeto del reconocimiento de su personalidad. Tan
es así que ellos han sido hasta la fecha tratados como personas, han sido
sujetos de derechos tales como que a Luis Felipe Arias Castaño se le ha
reconocido como heredero en el proceso sucesoral por la muerte de su padre, que
ha podido celebrar contratos, que los demandantes son portadores de una
identidad ciudadana, luego ha de concluirse que ambos han sido sujetos de
derechos con capacidad plena para el uso y goce de sus derechos ciudadanos.
Alegan
los petentes que se les ha violado su derecho a la honra, por lo que a través
de la sentencia condenatoria se les ha estigmatizado públicamente. Observa esta
Corte que este derecho está íntimamente ligado con el reconocimiento de la
personalidad y su consecuente desarrollo, porque la formación intrínseca de esa
personalidad es la valoración que uno, como persona se forma de sí mismo, o lo
que se ha denominado "honor". Pero cuando ese reconocimiento
de la personalidad viene de afuera, lo hace la comunidad, el núcleo de personas
con quien se convive, entonces se está frente a lo que se ha denominado la
honra, la honorabilidad.
En
el pleno ejercicio del desarrollo de la personalidad, cada individuo puede
forjarse su identidad y nadie más que él es responsable de su buen nombre. La
honra, como la fama son una valoración externa de la manera como cada persona
vende su imagen. Las actuaciones buenas o malas, son el termómetro positivo o
negativo que se irradia para que la comunidad se forme un criterio objetivo
respecto de la honorabilidad de cada ser. Por ello así como las buenas acciones
acrecientan la honra, las malas decrecen su valoración y cada quien en
particular, como se dijo, es responsable de sus actuaciones. Si a través del
proceso penal se comprobó la conducta ilegal de los petentes, si quedó
comprobado en el juicio penal la responsabilidad de Julián Peláez Cano y Luis
Felipe Arias Castaño como sujetos activos de los delitos de estafa y
falsificación de documentos públicos, entre otros, es su propia responsabilidad
y por lo tanto a nadie pueden endigarle asomos de señalamientos por esas
actuaciones.
Es
cierto como lo prescribe la Constitución Nacional, que ninguna persona podrá
ser detenida, arrestada o sometida a prisión, por unas simples deudas civiles.
Pero si las obligaciones de esta naturaleza traen aparejados otros hechos,
además de la responsabilidad civil generada por la obligación de esta índole,
puede darse otra clase de responsabilidades siempre y cuando esas conductas que
ocasionaron el hecho estén reglamentadas en el ordenamiento jurídico. Y fue
precisamente lo que sucedió en el caso que se examina, lo cual está debidamente
comprobado en el expediente, que el deudor Luis Felipe Arias Castaño para
liberarse de la deuda que había contraído con los señores Bertulfo Antonio
Alvarez y Pompilio Morales, en asocio de Julián Peláez Cano, cometieron varios
ilícitos, tipificados como hechos punibles en el Código Penal y por esas
conductas fueron procesados penalmente y condenados, no por las obligaciones
civiles contraídas, sino por su proceder ya que trataron de burlar el pago de
su obligación, afán que los llevó hasta llegar a la comisión de los delitos por
los cuales se les juzgó.
La
Corte Suprema de Justicia Sala de Casación Civil, en relación con este mismo
caso en providencia del 1o. de julio de l992, dijo: "Así mismo, el
derecho consagrado en el inciso 2o. del artículo 28 de la Constitución
Nacional a no ser detenido, ni reducido a arresto o prisión "por
deudas" continúa predicándose de las "deudas en estricto
sentido" y no es mas que el derecho de que gozan las personas de no verse
privadas de la libertad para el cobro de las referidas deudas. Por
consiguiente, dicho derecho no se ha predicado ni aun se predica de aquellos
"hechos" calificados como delito, a pesar de estar relacionado con
deudas, tal como acontece, por ejemplo, con la estafa, donde las contrataciones
y deudas son instrumentos de maniobras dolosas para el aprovechamiento ilícito
en perjuicio ajeno. ( Art. 356 C.P.C.)"
En
la sentencia de 13 de septiembre de 1991 de la Sala de Casación Penal, la Corte
Suprema de Justicia expresó lo siguiente, que ahora se prohija:
"Ahora
bien, aunque la dilógica presentación del cargo se pasara por alto, la
enumeración de nulidades que trae, tampoco es de recibo. En lo que se refiere
a la primera, la contrariedad del casacionista se basa en la negativa del juez
de practicar una inspección judicial que demostrará la falsedad de la escritura
4067, mediante la cual se dice que Arias le vendió sus derechos herenciales a
una hermana suya.
De
lo anotado se extrae que el recurrente pretende aducir una violación al derecho
de defensa por no haberse practicado la referida prueba, idónea para demostrar
la inocencia del inculpado. Sin embargo, para que la causal prospere el
necesario que la probanza sea fundamento esencial del fallo, lo que no se da en
el presente caso. En efecto, aunque es cierto que en las instancias se le
otorgó importancia al citado documento, apenas se constituyó en un refuerzo de
la abundante prueba de cargo que demostró los múltiples ilícitos cometidos
empezando por la suplantación de su padre para acceder a préstamos sobre los
bienes materia de la sucesión. El que, si fuere el caso, aún tuviere en su
cabeza los derechos como heredero, no excluye las conductas reprochables que le
valieron el fallo condenatorio.
En
cuanto a la escritura 181 mediante la cual se cancelaron las hipotecas que
Arias había suscrito usurpando a su progenitor, intento vano para defraudar a
los acreedores, es obvio que la confusión de nombres (LUIS FELIPE ARIAS GOMEZ y
no LUIS FELIPE ARIAS CASTAÑO) es un asunto cortical, pues es palmario que
cuando Arias Castaño adquirió las obligaciones, lo hizo a nombre de su padre,
razón por la cual tanto su apelativo correcto como la cancelación ilícita
aparecen en ella".
Por
último, entiende esta Corporación que hubo un debido proceso penal, llevados en
su oportunidad legal por el juzgado Décimo Superior de Medellín, el Tribunal
Superior de esa misma ciudad, y la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema
de Justicia, donde las partes procesales tuvieron las garantías que el estado
de derecho consagra para estos casos.
Esta
Corporación se remite a lo expresado por la Corte Suprema de Justicia, Sala de
Casación Civil en el fallo arriba citado, cuando expresó:
"Además,
también demuestran los antecedentes que por la naturaleza de los hechos
criminales, la competencia correspondía a los jueces penales, cuyo proceso
penal se ajustó a la preexistencia del delito, a las formas procesales y a la
ejecución que se le dió a estas últimas, dentro de las cuales se destacan: la
formulación de cargos y la diligencia de descargos, la representación procesal
del procesado y el desarrollo del trámite con la oportunidad de defensa; la
atención a la solicitud oportuna y legal de pruebas, tal como lo admite la ley
(no a otras, como lo sugieren los accionantes), la formulación del recurso de
apelación, en virtud del cual el tribunal pudo reducir condena y decretar
algunas prescripciones de estafa y falsedad personal; y la presentación y
sustentación del recurso extraordinario de casación, donde, por los imperativos
legales de técnica (anterior y actualmente previstos) propios de este recurso (
que por no ser un recurso de instancia, sino una impugnación extraordinaria a
una sentencia que ya está cobijada bajo la presunción legal de acierto, hay que
formular y comprobar dentro de las reglas de la técnica de casación), no permitieron
su estudio de fondo, y que, en caso de haberlo sido; tampoco hubiera prosperado
tal como lo hemos expuesto".
Por
todo lo anteriormente explicado, la decisión de la H. Corte Suprema de
Justicia, aún estudiados los cargos de tutela, merece confirmarse.
IV. DECISION.
En
mérito de lo expuesto, la Sala Sexta de Revisión de la Corte Constitucional,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
F A L
L A :
Primero:
Confírmase
la sentencia de 1o. de julio de 1992 de la Sala de Casación Civil de la
Corte Suprema de Justicia.
Segundo: Comuníquese
a
dicha Corte, Sala de Casación Civil, la presente decisión para que sea
notificada a las partes conforme a lo dispuesto en el artículo 36 del Decreto
2591 de 1991.
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado
Ponente
CIRO ANGARITA BARON JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA
V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
Aclaración
de voto a la Sentencia No. T-585
Ref.;
Expediente T-221
Actor:
Julián Peláez Cano
Luis
Felipe Arias C.
Magistrado
Ponente:
Dr.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
El
suscrito Magistrado estima pertinente aclarar que su voto en el presente
negocio no puede entenderse en ningún caso como adhesión de último momento a la
tesis contenida en la sentencia T-543 de la Sala Plena, proferida el 1o. de
octubre de 1992, según la cual la acción de tutela no procede contra
providencias judiciales sino cuando se utilice como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable.
Mi
posición acerca de la procedencia de la tutela contra sentencias no es otra que
la que aparece consignada y debidamente fundamentada en la Sentencia T-06 del
12 de mayo de 1991 y en el salvamento de voto a la sentencia C-543. Sólo en
razón de que esta última ha declarado de inexequibilidad de los artículo 11 y
40 del decreto 2591 de 1991, suscribo la presente sentencia.
De
otra parte, me tranquiliza saber que no obra en el expediente del presente
caso, elementos que permitan pensar que fueron vulnerados en alguna forma,
derechos fundamentales de los petentes.
Fecha
ut supra.
CIRO
ANGARITA BARON
Magistrado
1 Sentencia No.T-476 del 29 de julio de l992.
Sala de Revisión No. 4. Pag. 8.
2 Sentencia T-485 del 11 de agosto de l992. Sala
de Revisión No. 5. Pags. 15 y 16.
3 Sentencia No. 412 Magistrado Ponente Dr.
Alejanadro Martínez Caballero, pág. 14.
4 Mario Madrid-Malo Garizábal. Los Derechos
Humanos en Colombia. Instituto de Derechos Humanos. Guillermo Cano.
Publicaciones ESAP l990. Pág. 28.
5 Fernando Velásquez V. "Comentarios al
nuevo Código de Procedimiento Penal". Señal Editora. Medellín l987. Págs.
111 y 12.
6 Corte Suprema de Justicia. Sentencia No. 62 de
10 de mayo de l983. Gaceta Judicial No. 2413. Págs. 302 y 303.
7 Gaceta Constitucional No. 23. Proyecto No. 68.
Ponencia del Constituyente Armando Holguin.
8 Gaceta Constitucional No. 23. Proyecto No. 68
Ponencia del Constituyente Armando Holguin |
183 | T-591-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-591/92
COMPETENCIA DE
TUTELA-Territorio
Cuando el
artículo 86 de la Carta dispone que los jueces, en todo momento y lugar están
llamados a conocer de esta acción, entiende la Corte que ha sido la ley, vale
decir el Decreto ibidem, la que ha señalado el sentido que debe darse al
mencionado precepto, especialmente al establecer el ámbito estricto que debe
reconocer y respetar todo juez de la República para admitir, tramitar y fallar
solicitudes de tutela. Es así como el artículo 37 del Decreto 2591 de 1991
señala como competente para conocer de la acción de tutela, en primera
instancia a prevención, los jueces o tribunales con jurisdicción en el lugar
donde ocurriere la violación o la amenaza que motivaren la presentación de
la solicitud.
IGUALDAD DE
OPORTUNIDADES/DERECHO AL EJERCICIO DE CARGOS PUBLICOS
En materia de la
organización y funcionamiento de las instituciones públicas, la igualdad de
oportunidades se entiende como el derecho a participar en el poder político, a
ser respetado y a ser tenido en cuenta con similar consideración que las demás
personas. Uno de los medios a través del cual estos se ejercen, es el derecho a
ocupar cargos en la administración. El postulado de la democracia participativa
consagrado en el preámbulo y en los artículos 1o. y 2o. de la Carta, inspira
los derechos políticos de participación y fundamenta la aplicación del
principio de igualdad de oportunidades en la provisión de empleos en las
entidades del Estado.
CARRERA
ADMINISTRATIVA-Periodo de
Prueba
Es cierto e
indudable que durante el período de prueba se deben cumplir los requisitos a
que se refieren los artículos 34 y 39 del Decreto 052 de 1987, que hacen
referencia a unas calificaciones satisfactorias que los funcionarios deben
obtener al igual que una conducta que no amerite sanción disciplinaria de
ninguna clase, para luego si es del caso, ser nombrado en propiedad. Pero no es
menos cierto que no se deban tener en consideración otras calidades que se
refieren a una conducta, una moral y un comportamiento en todos los actos
públicos y privados que lo hagan digno del cargo que desempeña.
FUNCIONARIO
JUDICIAL-Nombramiento/RESERVA
MORAL
Cuando el
comportamiento y la conducta del funcionario judicial dan pie para que surja la
convicción moral de que no observa una vida pública y privada compatible con la
dignidad del empleo que ejerce, nace lo que se ha denominado "reserva
moral", y mientras tal situación subsista jamás se podrá nombrar al
funcionario en propiedad para desempeñar cargo judicial", aún a pesar de
que reuna los demás requisitos. La legislación quiso al establecer esta causal
de inhabilidad, que el funcionario judicial dentro de su tarea de impartir
justicia y contribuir a la seguridad y estabilidad del orden jurídico y social
se encontrara libre de cualquier situación que pudiese incidir en la
credibilidad de su rectitud moral y que exhibiese una excelente moralidad y un
comportamiento público y privado compatible con la dignidad de su cargo.
Conforme a esta causal de inhabilidad, se tiene que cuando el nominador, según
los hechos de que tiene conocimiento llega al convencimiento en la órbita
de la moral, que la conducta, bien sea pública o privada, de quien aspira a ser
designado en un cargo por reunir los requisitos para ello señalados, riñe con
la dignidad del empleo, y por tanto su conciencia lo hace inclinar en el
nombramiento por una decisión negativa, su juzgamiento según lo ha señalado la
doctrina y la jurisprudencia, resulta casi imposible.
RESERVA MORAL
La convicción
moralno equivale a una pura y simple reserva mental, pues de ser así carecería
de asidero constitucional y vulneraría, entre otros principios, la presunción
de inocencia, el debido proceso y la misma dignidad humana. El margen de
razonable apreciación, inherente al juicio moral, debe basarse en hechos
comprobables que validen la inferencia que se hace y que, como tales, puedan
ser en todo momento conocidos y controvertidos por la persona afectada. Por
ello, el aplazamiento de la decisión debe ser eminentemente temporal y con
prontitud ha de entrarse a resolver sobre la existencia de los hechos y su
precisa entidad, luego de agotar las diligencias y esfuerzos para recabar
elementos y presupuestos de hecho y de derecho que garanticen la objetividad
del juicio moral.
REF: EXPEDIENTE
No. T-3500
Peticionario: ALVARO MONCADA LIZARAZU
Procedencia: SALA PENAL DEL TRIBUNAL SUPERIOR DE
SANTAFE DE BOGOTA
Magistrado
Ponente: JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Aprobada por acta
No. 9
Santafé de Bogotá,
D.C., cuatro (4) de diciembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
Procede la Corte
Constitucional a revisar el fallo proferido por la Sala Penal del Tribunal
Superior de Santafé de Bogotá, el 12 de junio de 1992, en el proceso de tutela
T-3500 adelantado por ALVARO MONCADA LIZARAZU en su propio nombre contra el
Consejo de Estado.
El negocio llegó a
conocimiento de esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional por la vía
ordinaria de la remisión que hizo la Sala Penal del Tribunal Superior de
Santafé de Bogotá, en virtud de lo ordenado por el artículo 31 del Decreto 2591
de 1991.
Conforme al artículo
86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala de
Selección de la Corte eligió para efectos de revisión, la presente acción de
tutela, por lo cual se entra a dictar sentencia.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
1. HECHOS DE LA
DEMANDA
El 27 de julio de
1991, la Sala Plena del Consejo de Estado, por Acuerdo No. 23 de 1989, eligió
Magistrados para los Tribunales Administrativos de Norte de Santander, Valle
del Cauca y Cundinamarca, unos en propiedad y otros en período de prueba. Entre
ellos, fue elegido en período de prueba el Doctor ALVARO MONCADA LIZARAZU como
Magistrado del Tribunal Administrativo de Norte de Santander, posesionándose
el 17 de agosto del mismo año.
El 3 de diciembre de
1991, en sesión plenaria del Consejo de Estado, fueron designados en propiedad
aquellos Magistrados a quienes el 27 de julio de 1989 se les eligió en período
de prueba, excepción hecha del Doctor MONCADA LIZARAZU, a quien la Sala decidió
aplazar la elección en propiedad hasta que se determinara si existía o no
proceso disciplinario en su contra, a pesar de que a juicio del peticionario,
hubiese cumplido los requisitos legales señalados por los artículos 34 y 39 del
Decreto 052 de 1987, establecidos como condiciones para ser nombrado en
propiedad en el cargo que desempeñaba.
Dicha decisión tuvo
como fundamento el hecho de que en sesión plenaria del 22 de octubre de 1991,
la Presidencia del Consejo de Estado informó a la Sala que con relación al
Doctor MONCADA LIZARAZU se venían presentando algunos problemas como
representante del Tribunal Administrativo de Norte de Santander en el Consejo
Seccional de la Carrera Judicial. Igualmente se informó que había llegado una
comunicación del Jefe Seccional de la Carrera Judicial en la cual adjuntaba una
queja dirigida al Procurador General de la Nación solicitando la práctica de un
examen minucioso al expediente No. 816 por tráfico de estupefacientes, que
cursa en el Juzgado 15 de Instrucción Criminal de Cúcuta, y que en dicho
expediente se encuentra la cédula del Doctor MONCADA LIZARAZU.
Posteriormente, el
peticionario elevó solicitud al Presidente del Consejo de Estado con el fin de
que se le definiera su situación en el sentido de si se encontraba ejerciendo
su cargo en período de prueba o en propiedad, a lo cual esa Corporación el 3 de
marzo de 1992 en Sala Plena, le ratificó el aplazamiento de la elección en
propiedad hasta conocer el resultado de la "averiguación
disciplinaria" adelantada por la Procuraduría.
Teniendo en cuenta
la decisión de aplazamiento del nombramiento en propiedad del peticionario,
proferida por el Consejo de Estado, este decidió acudir al mecanismo de la
acción de tutela como único medio de protección de sus derechos fundamentales.
Posteriormente a la
presentación de la solicitud, el Consejo de Estado en sesión plenaria del 3 de
junio de 1992, decidió por votación mayoritaria teniendo en cuenta el informe
sobre el proceso disciplinario que adelanta la Procuraduría Delegada para la
Vigilancia Judicial, no elegir en propiedad al doctor ALVARO MONCADA LIZARAZU
como Magistrado del Tribunal Administrativo de Norte de Santander, y
reemplazarlo.
B. DERECHOS
VULNERADOS O AMENAZADOS
El peticionario
considera que con la decisión del Consejo de Estado se vulneran sus derechos
fundamentales a la igualdad ante la ley (CP. artículo 13), a la inocencia (CP.
artículo 29), al honor, el buen nombre y la dignidad (C P. artículos 15 y 21).
C. PETICIONES
El actor en su
propio nombre presentó el día 28 de abril de 1992 ante el Juzgado Unico Civil
del Circuito de Pamplona, Norte de Santander, acción de tutela con fundamento
en el artículo 86 de la Constitución Nacional como único mecanismo para obtener
la protección efectiva de sus derechos vulnerados por la decisión del Consejo
de Estado, por cuanto a su juicio, dicho acto se encuentra viciado por
ilegalidad, puesto que contraviene de manera flagrante el ordenamiento
legislativo y se sustenta en una causal imaginaria e inepta, poniendo en tela
de juicio la integridad ética de su conducta.
Solicita con ese fin
que por haber cumplido los requisitos legales previstos en el Decreto 052 de
1987, establecidos como condiciones para ser nombrado en propiedad en el cargo
que desempeñaba, tiene derecho a que se le reconozca por parte del Consejo de
Estado tal situación administrativa de servicios con efectos a partir del 17 de
agosto de 1991, fecha en la cual se venció el período de prueba, haciendo
constar el mérito moral de su conducta.
II. TRAMITE
JUDICIAL DE LA ACCION
A. ACTUACION
PROCESAL
El Juzgado Civil del
Circuito de Pamplona, ante quien se presentó inicialmente la solicitud de
tutela, por auto de fecha Abril 29 de 1992, la rechazó por falta de competencia
y la remitió al Tribunal Superior de Bogotá, quien al recibirla se declaró
incompetente para conocer de la acción, remitiéndola nuevamente al Juzgado del
Circuito de Pamplona. Posteriormente, el Juzgado por auto de fecha mayo 21 de
1992, señaló que por haberse producido la presunta amenaza o violación en
virtud de una decisión del Consejo de Estado, y siendo su sede natural la
ciudad de Santafe de Bogotá, la competencia territorial correspondía a la sede
de esa Corporación, por lo cual quien debía conocer de la acción de tutela era
el Tribunal Superior de Bogotá.
Devuelta la petición
al Tribunal Superior, éste por auto del 4 de junio de 1992 decidió avocar el
conocimiento de la acción presentada por el Dr. ALVARO MONCADA LIZARAZU.
Con el objeto de
darle trámite a la acción de tutela, el Tribunal Superior de Santafé de Bogotá
ordenó la práctica de las pruebas conducentes, con fundamento en el artículo 19
del Decreto 2591 de 1991.
De esta manera obran
en el expediente los siguientes documentos:
1. Oficio del 8 de
junio de 1992 emanado del Consejo de Estado en el cual se hace una relación de
las actuaciones de la Sala Plena de esa Corporación en relación con el
aplazamiento y posterior no elección en propiedad del peticionario como
Magistrado del Tribunal Administrativo de Norte de Santander, desde el 25 de
julio de 1989 cuando fue designado Magistrado en período de prueba, hasta el
3 de junio de 1992 cuando se decidió por votación mayoritaria no elegirlo en
propiedad, teniendo en cuenta como fundamento de esa decisión el informe
del proceso disciplinario que adelanta la Procuraduría Delegada y el telegrama
del Juzgado 15 de Instrucción Criminal de Cúcuta.
2. Expediente No.
011-116874 correspondiente al proceso disciplinario adelantado por la
Procuraduría Delegada para la Vigilancia Judicial contra el Doctor ALVARO
MONCADA LIZARAZU, por perturbar permanentemente las reuniones del Consejo
Seccional de Carrera Judicial del Norte de Santander, no cumplir los horarios y
otras irregularidades.
En el informe
evaluativo rendido el 18 de mayo de 1992 por el abogado visitador de la
Procuraduría Delegada para la Vigilancia Judicial manifestó que al verificar
las actas del Consejo Seccional aparece que el 2 de septiembre de 1991 ese
Consejo en pleno profirió el acuerdo No. 002 por el cual se revocó la
designación como Presidente al Doctor MONCADA LIZARAZU en consideración "a
la posición obstinada contra el Director Seccional de la Oficina de la Carrera
Judicial, tomando actitudes desobligantes e irrespetuosas, con interminables
reproches, obstruyendo así el curso normal del orden del día preestablecido para
las sesiones, al igual que su permanente actitud de irrespeto y ofensa frente a
los demás miembros del Consejo y su negativa a cumplir el horario establecido
para llevar a cabo las sesiones."
Hechos estos que se
confirman plenamente en las certificaciones juradas de los Magistrados CHACON y
BALLEN del Tribunal de Pamplona, GUILLERMO RAMIREZ, Magistrado de la Sala Civil
del Tribunal Superior de Norte de Santander, ELCIDA MOLINA DE SANTANDER, para
la fecha representante de los jueces del Distrito Judicial de Cúcuta y HUMBERTO
FLOREZ, Presidente del Tribunal Administrativo de Norte de Santander, quienes
concuerdan en señalar que en cuanto a la conducta del Doctor MONCADA en su
calidad de Presidente y miembro del Consejo Seccional de la Carrera Judicial "era
de continuo entorpecimiento, haciendo gala de esa conducta. Cuando asistía
llegaba 2 horas retrasado a las sesiones lo que impedía cumplir el orden del
día preestablecido y adoptaba expresiones y actitudes irrespetuosas y groseras
hacia los miembros del Consejo, obligando a suspender las reuniones."
Señala el Abogado
visitador que "es notorio y relievante cómo en las actas 018 y 019 de 1991
se vienen dejando constancias y exigiendo al Doctor Moncada consideración y
respeto para con el Presidente del Tribunal de Cúcuta y el Doctor FLOREZ,
frente a las cuales respondía en tono descompuesto y agresivo llevando al
retiro del recinto a los miembros del Consejo en señal de protesta".
Finalmente, esos
hechos y las declaraciones de los miembros del Consejo Seccional lo llevan a
afirmar que el Magistrado MONCADA LIZARAZU con su conducta ha podido incurrir
en faltas disciplinarias al tenor del artículo 9o. del Decreto 1975 de 1989.
3. Telegrama
suscrito por el Juez 15 de Instrucción Criminal de Cúcuta, en el que informa
que en ese despacho cursa el proceso No. 816 en etapa de instrucción, donde
figura la cédula de ciudadanía del peticionario, la cual se le encontró a un
vendedor de bazuco. El doctor MONCADA LIZARAZU, señala el Juez, aparece
mencionado en todos los informes de la policía enviados al Juzgado Penal del
Circuito mencionado.
B. DECISION
JUDICIAL OBJETO DE REVISION
La Sala Penal del
Tribunal Superior de Santafé de Bogotá, mediante providencia del 12 de junio de
1992, denegó la tutela impetrada, con base en los siguientes argumentos:
1. "No basta
que un Magistrado (o cualquier funcionario judicial) nombrado en período de
prueba obtenga los requisitos que señalan los artículos 34 y 39 del Decreto 052
de 1987, para que sin ninguna otra consideración proceda automáticamente su
nombramiento en propiedad. Cuando el comportamiento, la conducta y la moral del
funcionario judicial dá pie para que surja la convicción moral de que no
observa una vida pública y privada compatible con la dignidad del empleo que ejerce,
nace lo que se ha denominado "reserva moral", y mientras tal
situación subsista, jamás se podrá nombrar al funcionario en propiedad para
desempeñar cargo judicial."
2. Afirma el a-quo
que cuando el Consejo de Estado toma en la sesión plenaria del 3 de diciembre
de 1991 la decisión de aplazar la elección en propiedad del Magistrado MONCADA
LIZARAZU, con tal acto no se lesiona ni la legalidad, ni los derechos
fundamentales del demandante a la igualdad, a la honra, a la seguridad y tranquilidad
personales, ni tal decisión se toma en forma arbitraria. Contrario a lo
sostenido por el actor, considera la Sala que la Corporación rectora de la
justicia administrativa actuó no en forma arbitraria sino prudente.
Señala el Tribunal
que el peticionario no se encontraba en igualdad de condiciones a la de los
otros Magistrados que fueron nombrados en propiedad el día 3 de diciembre de
1991. Cuando el Consejo de Estado adoptó la decisión de no elegirlo en esa
calidad y aplazar el nombramiento, no le estaba vulnerando el derecho a la
igualdad ni desconociendo su presunta inocencia. Afirma que si es el actor
quien con su conducta da origen a la situación en que hoy se encuentra, no se
entiende como se diga que por haber sido aplazada su elección se le ha afectado
en su honor, su buen nombre y su dignidad.
Finalmente, la Sala
llega a la conclusión de que el acto de aplazamiento del nombramiento en
propiedad del Dr. MONCADA LIZARAZU producido por el Consejo de Estado, no
vulnera ninguno de los derechos fundamentales que la Constitución reconoce a
todo ciudadano, por lo que no habrá lugar a acceder a la tutela solicitada.
Por no haber sido
impugnada la anterior decisión, el proceso fue remitido a la Corte
Constitucional para su eventual revisión y, siendo seleccionado, correspondió a
esta Sala su conocimiento.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Competencia.
Es competente esta
Sala de revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
del fallo dictado por la Sala Penal del Tribunal Superior de Bogotá, con
fundamento en lo dispuesto por los artículos 86 inciso segundo y 241 numeral
9o. de la Constitución Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y
36 del Decreto 2591 de 1991. Además, su examen se hace por virtud de la selección
que de dicha providencia practicó la Sala correspondiente y del reparto que se
verificó en la forma señalada por el reglamento de esta Corporación.
Debida
Interpretación del Artículo 37 del Decreto 2591 de 1991.
Aunque según la
Carta, todos los jueces tienen jurisdicción para conocer sobre acciones de
tutela, el legislador -que en esta materia lo fue el Ejecutivo, en desarrollo
de las facultades conferidas por el artículo transitorio 5 de la Constitución,
a través del Decreto 2591 de 1991- ha identificado los criterios con arreglo a
los cuales se define la competencia para fallar acerca de aquellas en casos
específicos.
Cuando el artículo
86 de la Carta dispone que los jueces, en todo momento y lugar están llamados a
conocer de esta acción, entiende la Corte que ha sido la ley, vale decir el
Decreto ibidem, la que ha señalado el sentido que debe darse al mencionado
precepto, especialmente al establecer el ámbito estricto que debe reconocer y
respetar todo juez de la República para admitir, tramitar y fallar solicitudes
de tutela.
Es así como el
artículo 37 del Decreto 2591 de 1991 señala como competente para conocer de la
acción de tutela, en primera instancia a prevención, los jueces o tribunales
con jurisdicción en el lugar donde ocurriere la violación o la amenaza que
motivaren la presentación de la solicitud.
En el presente
asunto, encuentra la Corte Constitucional que la acción está encaminada a la
protección de unos derechos fundamentales que a juicio del peticionario, fueron
vulnerados o amenazados por una presunta omisión del Consejo de Estado, cuya
sede natural es la ciudad de Santafé de Bogotá.
Considera esta
Corporación conforme a lo dispuesto en la norma citada, que se debe presentar
la demanda de tutela "en el lugar donde ocurriere la violación o amenaza
que motivaren la presentación de la solicitud", es decir, en la ciudad de
Bogotá, pues fue allí donde se expidió el acto administrativo que aplazó el
nombramiento del funcionario en propiedad, y no como consideró erróneamente el
actor, donde tiene su domicilio y ejercía sus funciones como Magistrado del
Tribunal Administrativo de Norte de Santander al momento de la expedición del
citado acto.
Por lo anterior, se
debe concluir que la competencia territorial para conocer en primera instancia
de la solicitud formulada por el peticionario radicaba en un juez o tribunal
con jurisdicción en la ciudad de Bogotá, pues fue allí donde se produjo el acto
u omisión que se pretende tutelar.
La Materia Objeto
de la Actuación.
a) En primer lugar
encuentra la Sala que el peticionario expresamente solicita por virtud del
ejercicio de la acción de tutela, consagrada en el artículo 86 de la
Constitución, y reglamentada por el Decreto 2591 de 1991, la protección de los
derechos fundamentales a la igualdad (CP.artículo 13), a la inocencia
(CP.artículo 29) y al buen nombre, el honor y la dignidad (CP. artículos 15 y
21).
En concepto de la
Corte, la cuestión planteada por el peticionario se contrae específicamente a
obtener que se ordene por vía de la acción de tutela, su nombramiento en
propiedad como Magistrado del Tribunal Administrativo de Norte de Santander,
por cuanto cumplió los dos (2) años de período de prueba exigidos por el
Decreto 052 de 1987, para ser designado en propiedad en ese cargo.
b) Al examinar el
escrito presentado se encuentra que el peticionario hace radicar la solicitud
en la omisión del Consejo de Estado, como ente nominador, de ejecutar lo
ordenado por el mandato superior contenido en el Estatuto de la Carrera
Judicial, formalizando su nombramiento en propiedad, por haber obtenido
calificaciones satisfactorias durante el período de prueba y no tener sanciones
disciplinarias en su contra. Con esa actuación de la autoridad pública, a su
juicio se vulneran sus derechos fundamentales a la igualdad ante la ley, ya que
las autoridades al nombrar en propiedad a otros Magistrados que se encontraban
en igualdad de condiciones que él, y aplazar su nombramiento, lo ha tratado en
forma discriminatoria y desigual; a la presunción de inocencia, pues el Consejo
de Estado ha motivado el aplazamiento de la decisión en el prejuzgamiento de su
culpa sin que por el órgano penal o disciplinario competente se haya
desvirtuado su presunción de inocencia; y finalmente, sus derechos al honor, al
buen nombre y a la dignidad, por cuanto ese prejuzgamiento hecho por el
nominador, calificando su conducta como "probablemente deshonesta e inepta"
para ejercer el cargo de Magistrado, significa una merma grave de su honor,
avergonzándolo y humillándolo ante la comunidad y su familia, y lesionando en
forma grave su dignidad y buen nombre.
c) El Tribunal
Superior de Santafé de Bogotá que conoció de la demanda de tutela, fundamentó
su argumento de no conceder la protección solicitada, en las pruebas e informes
recogidos tanto del Consejo de Estado como de la Procuraduría Delegada para la
Vigilancia Judicial, donde cursa un proceso disciplinario contra el
peticionario, según las cuales, el ente nominador -el Consejo de Estado- al
aplazar el nombramiento en propiedad del Dr. MONCADA actuó conforme a derecho
pues ante los graves cargos que se le hacían, no podía proceder a nombrarlo en
propiedad.
De la Igualdad
como un Derecho Fundamental.
El accionante aduce
la violación del principio a la igualdad, con fundamento en que las autoridades
no pueden tratarlo en forma discriminatoria, dándole o quitándole algo que
pertenece a su patrimonio individual sin previa observancia de las condiciones
o formalidades legales a que debe someterse cualquier resolución. Si al
cumplirse el período de prueba llenaba los requisitos legales que le daban el
derecho al nombramiento en propiedad, como lo satisfacían otra serie de funcionarios
en iguales circunstancias, cuyo derecho les fue reconocido por el nominador, el
aplazamiento en el reconocimiento de su derecho constituiría una violación al
principio de la igualdad.
La circunstancia de
cumplir los requisitos legales exigidos para ser nombrado en propiedad como
Magistrado por haber obtenido calificaciones satisfactorias de sus servicios
por su rendimiento, calidad e interés en el trabajo, y sin embargo, no ser
nombrado por la entidad nominadora, es factor suficiente para presumir
en principio un trato diferente y discriminatorio en contra de la persona
afectada por la medida. Si se demuestra que dicho trato diferente no está
razonablemente justificado, la respectiva actuación deberá ser excluida del
ordenamiento por violar el principio de la igualdad. Por ello es necesario
entrar a determinar en primer lugar el concepto de igualdad y luego si entrar a
considerar las circunstancias que el Consejo de Estado tuvo para aplazar el
nombramiento en propiedad del peticionario como Magistrado del Tribunal
Administrativo de Norte de Santander.
El principio de la
igualdad se traduce en el derecho a que no se consagren excepciones o
privilegios que "exceptúen" a unos individuos de lo que se concede a
otros en idénticas circunstancias, de donde se infiere que la real y efectiva
igualdad consiste en aplicar la ley en cada uno de los acaecimientos según las
diferencias constitutivas de ellos. El principio de la justa igualdad exige el
reconocimiento de las diversas desigualdades entre los hombres en lo económico,
social, biológico y cultural, dimensiones que en justicia deben ser relevantes
para el derecho.
Este principio está
consagrado como derecho fundamental en el artículo 13 de nuestra Constitución y
contiene seis elementos, a saber: 1) Un principio general: todas las personas
nacen libres e iguales ante la ley y recibirán la misma protección y trato de
las autoridades; 2) Prohibición de Discriminaciones: este elemento pretende que
no se otorguen privilegios, se niegue el acceso a un beneficio, o se restrinja
del ejercicio de un derecho a un determinado individuo o grupo de personas de
manera arbitraria e injustificada, por razón de su sexo, raza, origen nacional
o familiar, sus opiniones o convicciones expresadas en el ejercicio de libertades
protegidas constitucionalmente como la libertad de expresión, de cultos o de
conciencia; 3) El deber del Estado de promover condiciones para lograr la
igualdad real y efectiva; 4) La Posibilidad de conceder ventajas a grupos
disminuidos o marginados; 5) Una especial protección en favor de aquellas
personas que por su condición económica, física o mental se encuentren en
circunstancias de debilidad manifiesta, y 6) la sanción de abusos y
maltratos que se cometan contra personas en circunstancias de debilidad
manifiesta.
En materia de la
organización y funcionamiento de las instituciones públicas, la igualdad de
oportunidades se entiende como el derecho a participar en el poder político, a
ser respetado y a ser tenido en cuenta con similar consideración que las demás
personas. Uno de los medios a través del cual estos se ejercen, es el derecho a
ocupar cargos en la administración. El postulado de la democracia participativa
consagrado en el preámbulo y en los artículos 1o. y 2o. de la Carta, inspira
los derechos políticos de participación y fundamenta la aplicación del
principio de igualdad de oportunidades en la provisión de empleos en las
entidades del Estado.
Existen diversas
modalidades de empleos en los órganos y las entidades del Estado. Unos son de
carrera, otros de libre nombramiento y remoción, y otros son nombrados por
concurso público. Independientemente de los efectos jurídicos de cada forma de
vinculación al Estado, todos los empleos públicos tienen como objetivo común
el mejor desempeño de sus funciones para la consecución de los fines del
Estado. El ingreso y ascenso en los cargos de carrera se realiza por el
sistema de méritos y cualidades de los aspirantes; igualmente, la permanencia o
desvinculación de una persona de libre nombramiento y remoción obedece a
razones de buen servicio, eficiencia o confianza, sin que la discrecionalidad
de la administración se torne en arbitraria; finalmente, en cuanto a los
concursos públicos como sistema para acceder a un cargo, serán los méritos
personales los que determinen quien es el mas opcionado para ejercer las
funciones públicas.
En lo que hace
relación a la Administración de Justicia, el Decreto 052 de 1987 que contiene
el Estatuto Orgánico de la Carrera Judicial, reglamenta todo lo concerniente
al ingreso y retiro de los empleados de la Rama Jurisdiccional. Sobre el
particular es procedente citar los artículos 3o., 4o., y 5o. los cuales
establecen lo siguiente:
"Artículo 3o.
El ingreso al servicio de la administración de justicia se hará en propiedad,
en interinidad o por encargo para los empleados de libre designación. Por
nombramiento en propiedad, en período de prueba o en provisionalidad para los
de carrera. En todo caso la provisión de los cargos se hará con el lleno de
los requisitos constitucionales y legales exigidos para el ejercicio de los
mismos.
Artículo 4o. El
nombramiento en carrera judicial únicamente podrá recaer en persona
seleccionada mediante el sistema de méritos.
Artículo 5o. El
sistema de méritos se establece con la finalidad de asegurar el ingreso y
promoción en la Administración de Justicia, de las personas más idóneas,
mediante el análisis y evaluación de sus calidades, conocimientos, capacidades,
vocación y experiencia".
Los diferentes
estatutos referentes a la Carrera Judicial que se han expedido a partir del
Decreto 1698 de 1964, se han orientado a garantizar una eficiente
administración de justicia. A su vez, el artículo 1o. del Decreto 052 de 1987,
dispone que la Carrera Judicial tiene como objeto garantizar la eficiente
administración de justicia y, con base en el sistema de méritos, asegurar en
igualdad de oportunidades el ingreso y ascenso en el servicio, de funcionarios
y empleados con estabilidad e independencia, mecanismo que comprende tres
etapas: convocatoria, concurso y período de prueba.
En todos los casos,
el criterio relevante para determinar a quien se debe elegir en propiedad para
ingresar a la Rama Judicial a través del sistema de méritos es el de una
excelente moralidad y un comportamiento público y privado compatible con la
dignidad del empleo.
Es cierto e
indudable que durante el período de prueba se deben cumplir los requisitos a
que se refieren los artículos 34 y 39 del Decreto 052 de 1987, que hacen
referencia a unas calificaciones satisfactorias que los funcionarios deben
obtener al igual que una conducta que no amerite sanción disciplinaria de
ninguna clase, para luego si es del caso, ser nombrado en propiedad. Pero no es
menos cierto que no se deban tener en consideración otras calidades que se
refieren a una conducta, una moral y un comportamiento en todos los actos
públicos y privados que lo hagan digno del cargo que desempeña.
Se parte del
presupuesto equivocado de que las pruebas y requisitos que exige el concurso de
méritos arrojan un resultado perfecto, completo, absolutamente confiable y, por
lo tanto obligatorio como demostración inconcusa de una disposición o vocación
inmejorable para el cargo, cuando la verdad es que se trata de un instrumento
falible y oscilante que se ha venido diseñando como fórmula de ayuda y como una
guia de importancia apenas relativa para llegar a decisiones que tienen mas
complejidad y vasto alcance como son las que atañen a las necesidades del servicio
y al mejor desarrollo de la función pública, puntos estos que son los
verdaderamente centrales y básicos en la escogencia de los funcionarios
públicos. Hay además, una serie de factores que tienen influencia en esto
último y que no se reflejan ni están contenidos en tales pruebas y que pueden
ser determinantes, como ocurre, por ejemplo, con inusitada frecuencia con
rasgos morales relevantes, antecedentes personales, hábitos y costumbres que
son refractarios a una evaluación simplemente numérica.
La decisión del
Consejo de Estado del 3 de diciembre de 1991, tenía como finalidad nombrar en
propiedad a aquellos funcionarios que habiendo cumplido el período de prueba,
acreditaran una intachable conducta y el cumplimiento de los requisitos de
idoneidad señalados por la ley.
La Dignidad del
Empleo y la "Reserva Moral".
Como lo señaló el
Tribunal al decidir la tutela que se revisa, criterio que esta Sala comparte,
"cuando el comportamiento y la conducta del funcionario judicial dan pie
para que surja la convicción moral de que no observa una vida pública y privada
compatible con la dignidad del empleo que ejerce, nace lo que se ha denominado
"reserva moral", y mientras tal situación subsista jamás se podrá
nombrar al funcionario en propiedad para desempeñar cargo judicial", aún a
pesar de que reuna los demás requisitos, tales como la aprobación del concurso
de méritos respectivo, la calificación satisfactoria de sus servicios
(rendimiento, calidad e interés en el trabajo) y el cumplimiento del período de
prueba de conformidad con lo señalado en el artículo 6o. del Decreto 052 de
1987.
De otra parte, es
necesario tener en cuenta que antes de la expedición del Estatuto sobre Carrera
Judicial, se regularon los motivos que impedían el nombramiento de una persona
para un cargo en la rama jurisdiccional, señalándose entre estos, cuando
respecto de ella existiera la convicción moral de que no observaba una conducta
compatible con la dignidad del cargo (artículos 16 numeral 8o. del Decreto 250
de 1970 y 8o. del Decreto 1660 de 1978). Este motivo que le impide o inhabilita
a una persona para ser designada en cargo o empleo en la rama jurisdiccional,
fue reiterado en el Decreto 1888 de 1989, artículo 3o. literal h.
La legislación quiso
al establecer esta causal de inhabilidad, que el funcionario judicial dentro de
su tarea de impartir justicia y contribuir a la seguridad y estabilidad del
orden jurídico y social se encontrara libre de cualquier situación que pudiese
incidir en la credibilidad de su rectitud moral y que exhibiese una excelente
moralidad y un comportamiento público y privado compatible con la dignidad de
su cargo.
Conforme a esta
causal de inhabilidad, se tiene que cuando el nominador, según los hechos de
que tiene conocimiento llega al convencimiento en la órbita de la moral,
que la conducta, bien sea pública o privada, de quien aspira a ser designado en
un cargo por reunir los requisitos para ello señalados, riñe con la dignidad
del empleo, y por tanto su conciencia lo hace inclinar en el nombramiento por
una decisión negativa, su juzgamiento según lo ha señalado la doctrina y la
jurisprudencia, resulta casi imposible.
En el presente caso
se llega al convencimiento con base en el proceso disciplinario que contra el
peticionario se sigue por parte de la Procuraduría Delegada para la Vigilancia
Judicial, y de las declaraciones y pruebas allí recogidas, que éste no ha
observado una conducta y un comportamiento que lo hagan digno de ocupar la
investidura de Magistrado del Tribunal en propiedad, lo cual se convierte en
una inhabilidad para el ejercicio del cargo, por lo que la decisión de
aplazamiento adoptada por el Consejo de Estado tiene plena justificación y
validez.
La Corte Suprema de
Justicia en fallo del 27 de agosto de 1992, con ponencia del Magistrado, Doctor
Alberto Ospina Botero, señaló sobre el particular que:
"De suerte que
en principio la negativa que dé el nominador en una votación de una persona,
fundada en la causal de inhabilidad por reserva moral, es respetable. Empero
como es posible que al amparo de la mencionada causal de inhabilidad se puedan
cometer injusticias que conduzcan a la eliminación de un aspirante a un cargo
en la Judicatura, que tiene la calidad de elegible, es preciso aclarar que en
tal evento, o sea cuando la votación negativa del nominador resulte ser
notoriamente arbitraria o enteramente caprichosa, sin motivación alguna,
situación que le repugna al derecho y a la justicia, sería procedente el
juzgamiento de tal proceder, para reparar el agravio que se le hubiese causado
al elegible que aspira a un nombramiento sin asomo de duda en la órbita moral,
porque lo que exteriorizan los hechos es la cabal rectitud y pundonor en el
comportamiento humano del elegible".
En el artículo 3o.
del Decreto 1888 de 1989, que se refiere a las inhabilidades aplicables a
empleados y funcionarios de la rama jurisdiccional, se consagra expresamente la
figura de la "reserva moral" de la siguiente manera:
"Artículo 3o. No
podrán ser designados ni desempeñar cargo o empleo en la rama jurisdiccional: .
. . .
h) las personas
respecto de las cuales exista la convicción moral de que no observan una vida
pública o privada compatible con la dignidad del empleo".
Del Caso
Concreto.
Al confrontar la
reflexiones anotadas por esta Sala, teniendo en cuenta las normas contenidas en
el Estatuto de la Carrera Judicial y los fundamentos de hecho antes señalados,
se tiene que el Consejo de Estado al aplazar el nombramiento en propiedad como
Magistrado del Tribunal Administrativo de Norte de Santander del Dr. ALVARO
MONCADA LIZARAZU el 3 de diciembre de 1991, no vulneró sus derechos
fundamentales a la igualdad, a presumir su inocencia, al buen nombre, a la
honra, a la seguridad y tranquilidad personal, ni tal decisión se tomó en forma
arbitraria, ni constituye un atropello a sus derechos, por cuanto en todo se
ciñó a las normas y requisitos legales de idoneidad, conducta y moralidad que
exige para el nombramiento de los funcionarios judiciales el mencionado
Estatuto y las demás normas concordantes.
Es conveniente
señalar que la decisión adoptada por el Consejo de Estado, que es motivo de
solicitud de tutela por presunta vulneración de los derechos fundamentales del
peticionario, en todo se sujeta a derecho, por cuanto si al momento de entrar a
nombrar en propiedad al funcionario existían informaciones o noticias que
contra él se adelantaba un proceso disciplinario, ello ameritaba aplazar el
acto de nombramiento mientras se confirmaba la existencia o no, y las causas de
esa posible investigación, que de negarse conduciría al ente nominador a tener
que nombrar en propiedad al funcionario, o en caso contrario, a no nombrarlo,
como finalmente resolvió el Consejo de Estado ante la comprobación de la
existencia del proceso.
Si es el actor quien
con su conducta dá origen a la situación en que hoy se encuentra, no es lógico
entender que por el aplazamiento en el nombramiento se le haya afectado en su
honor, su buen nombre y su dignidad.
De la misma manera,
el hecho de haberse aplazado el nombramiento del Dr. MONCADA LIZARAZU el mismo
día en que se nombraron en propiedad otros funcionarios, que al igual suyo
habían cumplido el término señalado por la ley para el período de prueba, no
implica una vulneración del derecho a la igualdad, por cuanto respecto de ellos
no existía motivo que hiciera presumir causal alguna de inhabilidad para
ejercer el cargo, como si sucedía en el caso del actor.
Siendo así las
cosas, habrá de confirmarse el fallo proferido por la Sala Penal del Tribunal
Superior de Santafé de Bogotá, el cual denegó la tutela impetrada.
CONCLUSION
Comparte esta Sala
el criterio sostenido por el Tribunal Superior de Santafé de Bogotá en el
sentido de que la actuación del Consejo de Estado al aplazar la designación del
Dr. MONCADA LIZARAZU, ha sido correcta, legal y jurídica, pues al momento de
decidir sobre su nombramiento en propiedad, se encontró con la posible y
presunta existencia de un proceso disciplinario en su contra, por hechos que
comprometían gravemente la conducta pública y privada del mismo.
En materia de la
selección de los funcionarios judiciales, se ha comprobado que el sistema del
concurso de méritos, es un instrumento falible que se ha venido diseñando como
fórmula de ayuda para llegar a decisiones complejas, como son las que atañen a
las necesidades del servicio y al mejor desarrollo de la función pública,
aspectos centrales en la escogencia de los funcionarios. No es suficiente que
un funcionario judicial nombrado o no en período de prueba, obtenga los
requisitos señalados por la ley, como calificaciones satisfactorias, para ser
designado automáticamente en propiedad, sin ninguna otra consideración. Hay
otros factores que tienen especial relevancia en cuanto al mejor desarrollo de
la función pública y que no hacen parte del concurso de méritos, tal como
ocurre con los rasgos morales, los antecedentes personales, los hábitos y las
costumbres.
No es por ello
válido afirmar que la conducta del funcionario se contrae exclusivamente, en
este caso, al período de prueba, ni por el hecho de cumplir el período de
prueba a que se refiere el Decreto 052 de 1987, el nominador se halle en la
obligación de nombrarlo en propiedad.
La ley y la
administración le imponen al funcionario judicial en todos los momentos de su
vida, pública y privada observar una conducta, un comportamiento y una moral
recta que lo hagan digno del cargo que desempeña. Pero cuando esa conducta dá
lugar para que surja la convicción moral de que el funcionario no observa una
vida pública compatible con la dignidad del empleo que ejerce, como en el caso
de autos, en que el peticionario en el ejercicio de su cargo, en calidad de
Presidente del Consejo Seccional de la Carrera Judicial de Norte de Santander
(conforme a las declaraciones rendidas por los demás miembros de ese Consejo),
actuaba en forma irrespetuosa y ofensiva ante ellos y entorpecía
ostensiblemente el desarrollo normal de las reuniones, lo cual es reiterado en
el informe - conclusión del abogado visitador de la Procuraduría Delegada para
la Vigilancia Judicial, no se podrá nombrar al funcionario en propiedad para
desempeñar el cargo.
La convicción moral
a que se ha hecho referencia en esta providencia no equivale a una pura y
simple reserva mental, pues de ser así carecería de asidero constitucional y
vulneraría, entre otros principios, la presunción de inocencia, el debido
proceso y la misma dignidad humana. El margen de razonable apreciación,
inherente al juicio moral, debe basarse en hechos comprobables que validen la
inferencia que se hace y que, como tales, puedan ser en todo momento conocidos
y controvertidos por la persona afectada. Por ello, el aplazamiento de la
decisión debe ser eminentemente temporal y con prontitud ha de entrarse a
resolver sobre la existencia de los hechos y su precisa entidad, luego de
agotar las diligencias y esfuerzos para recabar elementos y presupuestos de
hecho y de derecho que garanticen la objetividad del juicio moral.
En este orden de
ideas, se solicitará al señor Procurador General de la Nación, se sirva
promover la rápida definición de la situación disciplinaria y penal del petente
(expediente número 011-116874 correspondiente al proceso disciplinario
adelantado por la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Judicial, y proceso
penal número 816 que cursa en el Juzgado 15 de Instrucción Criminal de Cúcuta),
y para que, luego de analizadas las diferentes actuaciones surtidas, presente
al Honorable Consejo de Estado, un informe completo sobre su conducta y los
hechos que sirvieron de base al juicio moral, con miras a revisar su decisión,
si del mismo se desprende su completa inocencia y la transparencia de su
conducta, tanto en el plano penal como en el disciplinario.
Finalmente, la Sala
considera necesario hacer algunos reparos en cuanto al contenido y presentación
de la solicitud de tutela, por encontrar en ella y a través del expediente,
elementos que constituyen posibles faltas contra el respeto debido a la
administración de justicia.
Sobre el particular,
en el proceso disciplinario que cursa en la Procuraduría Delegada para la
Vigilancia Judicial contra el peticionario, se pueden observar de las
declaraciones rendidas por los miembros del Consejo Seccional de Carrera
Judicial, acusaciones temerarias hechas por el Dr. MONCADA LIZARAZU contra varios
de sus miembros, específicamente los doctores Humberto Florez, Presidente del
Tribunal de Norte de Santander, y la doctora Elcida Molina, representante de
los jueces del Distrito Judicial de Cúcuta.
Finalmente, conviene
hacer referencia al memorial presentado por el actor ante el Tribunal Superior
de Santafé de Bogotá, el 16 de junio de 1992, en el cual renuncia a la
impugnación de la sentencia de tutela, proferida por esa Corporación,
señalando:
"Pese a las circunstancias
anteriores de absoluta inhabilitación de ustedes para proferir esa providencia
-la que denegó la tutela-, sustentada, no en las razones de Derecho como es,
sino en las razones del derecho como ustedes quisieran que fuera, poderío
particular de administradores venidos a más por creerse superiores a la
voluntad general, objetiva y abstracta de la ley, lo que parece haberlos
incitado a producir no un fallo de la justicia, sino una diatriba insultante de
un renovado "sanedrín de raposas judiciales", dijo Laureano
Gómez, que yo no puedo tolerar, renuncio a la impugnación, porque se que fue en
la Corte Suprema, el ad quem, donde se concibió el argumento pavoroso de la
reserva moral, que les ha valido a ustedes, sepulcros blanqueados, para
escarnecerme."
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Séptima de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E :
PRIMERO:
CONFIRMAR la sentencia del
12 de junio de 1992, proferida por la Sala Penal del Tribunal Superior de
Santafé de Bogotá, por medio de la cual se denegó la acción de tutela
instaurada por el Doctor ALVARO MONCADA LIZARAZU.
SEGUNDO: ORDENAR al Procurador General de la
Nación, para que dentro de un término de treinta (30) días hábiles siguientes a
la comunicación de la presente sentencia, procure la definición de la situación
disciplinaria del doctor ALVARO MONCADA LIZARAZU, (expediente número 011-116874
correspondiente al proceso que adelanta la Procuraduría Delegada para la
Vigilancia Judicial), y en todo caso, defina si presenta cargos contra él o no;
así mismo, requiera al Juzgado 15 de Instrucción Criminal de Cúcuta, con el
objeto de que agilice y decida prontamente, dentro de los treinta (30) días
hábiles siguientes, la situación del doctor ALVARO MONCADA LIZARAZU en la investigación
penal número 816 donde aparece implicado. Tales informes deberán ser remitidos
al Consejo de Estado para que éste, en consideración a ellos, resuelva lo que
sea legal dentro de un término razonable; también informará a esta Corte
Constitucional.
TERCERO: LIBRESE comunicación al Tribunal Superior
de Santafé de Bogotá, Sala Penal, con miras a que se surta la notificación de
ésta providencia, según lo establecido por el artículo 36 de Decreto 2591 de
1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Ponente
CIRO ANGARITA BARON EDUARDO CIFUENTES
MUÑOZ
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
184 | T-593-92
Sentencia No.
T-593/92
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Eficacia
Esta calificación
de idoneidad, atribuíble al medio de defensa judicial alternativo, es una
condición indispensable para que el juez pueda estructurar sobre la base de su
existencia la improcedencia de la acción. Recuérdese que la pretensión del
Constituyente y, por tanto, la finalidad que debe perseguir la autoridad
judicial al administrar justicia en sede de tutela es la certeza en la
realización de los derechos cuya efectividad concreta se ve comprometida en el
caso bajo examen, por encima de consideraciones de índole formal capaces de
sacrificar el contenido material de aquellos.El medio judicial de defensa en
cuanto apenas sea un recurso formal, inasible y teórico, insuficiente o
inadecuado para la realización verdadera del derecho fundamental, cede el paso
a la acción de tutela como mecanismo de aplicación inmediata que restablece en
el caso considerado y en relación con las circunstancias reales de personas
concretas la vigencia de los preceptos constitucionales.
JUEZ DE TUTELA-Pruebas
El juez de tutela
está obligado al conocimiento integral de la Constitución y a la aplicación de
su preceptiva en todos aquellos casos librados a su definición, sin dejar de
lado su comprensión universal, coherente y armónica del ordenamiento jurídico,
a fin de establecer con criterio ponderado si el asunto de que se trata cae
dentro de los límites fijados por el artículo 86 de la Carta o escapa a sus
disposiciones. Esa ubicación teórico-jurídica sería completamente inútil si la
resolución judicial se produce de espaldas a los hechos respecto de los cuales
se ha pedido. Como ocurre en todo proceso -con mayor razón en los de esta
clase- el juez de tutela tiene la misión de conocer de manera completa los
acontecimientos que configuran la situación sobre la cual recaerá su fallo, los
factores actuales que en ella influyen, así como los antecedentes que mejor la
ilustran, para todo lo cual se hace indispensable su inmediación, su presencia
próxima a ese campo fáctico y, por ende, la práctica de las pruebas
indispensables para acceder a la convicción personal que habrá de anteceder a
su sentencia.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES/SUBORDINACION/SENTENCIA-Incumplimiento
Es claro que el
trabajador respecto de su patrono, particularmente en una situación como la que
ahora es objeto de examen, se encuentra en innegable estado de subordinación.
No cabe duda a la Corte sobre la injusticia de la actitud observada por la
Empresa ni tampoco en torno al flagrante incumplimiento de la sentencia
judicial que ordenó el reintegro de la interesada "al cargo que venía
desempeñando" sobre la base de que el despido, frente a las disposiciones
de la Convención Colectiva, "no surtió ningún efecto".la compañía
demandada no puede excusarse para persistir en su posición de inobservancia del
fallo, en la circunstancia -cuya solución está en sus manos- de que no hay
vacantes en Santa Fe de Bogotá. Tampoco que la peticionaria no haya hecho uso
de acciones posteriores para obtener el cumplimiento íntegro de la
determinación judicial, pues para la parte vencida en un proceso el fallo es
vinculante por sí mismo sin necesidad de requerimiento alguno.
DERECHOS DEL NIÑO-Protección/REINTEGRO AL CARGO/TRASLADO
La intransigencia
de la sociedad demandada tiene un efecto práctico inocultable que consiste en
la física imposibilidad de que la madre dispense a dichas menores los cuidados,
la protección y el apoyo que, según la norma constitucional, hacen parte de sus
derechos fundamentales, máxime cuando el alejamiento forzado de la peticionaria
no fue el resultado de su libre decisión al celebrar el contrato de trabajo
sino el efecto inmediato de una reacción de la empresa ante el fallo judicial
que ordenó su reintegro. Ello corresponde también al cumplimiento del contrato
laboral, a cuyo tenor la trabajadora no puede ser trasladada si el traslado
significa perjuicio para ella o desmejora sus condiciones salariales.
-SALA TERCERA DE REVISION-
Ref.: Expediente
T-4627
Acción de tutela
intentada por PRESENTACION PATARROYO ECHEVERRIA contra CENTRAL DE MEZCLAS S.A.
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
(Ponente)
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Santa Fe de Bogotá,
D.C., nueve (9) de diciembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
Revisa la Corte
Constitucional los fallos proferidos por el Juzgado Veintitrés Penal del
Circuito y por la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santa Fe de Bogotá los días seis (6) y veintinueve (29) de julio del presente
año, respectivamente, mediante las cuales se resolvió sobre la acción de tutela
que instauró PRESENTACION PATARROYO ECHEVERRIA por conducto de apoderado contra
la compañía "CENTRAL DE MEZCLAS S.A.".
I. INFORMACION
PRELIMINAR
De acuerdo con la
narración que de los hechos hace el apoderado de la demandante, ésta es madre
de cuatro hijos, entre ellos los menores IGNACIO ANTONIO (14 años), SONIA (11
años) y NANCY ARIAS PATARROYO (8 años) con quienes vive en Santa Fe de Bogotá
D.C. El catorce (14) de junio de este año la niña SONIA tuvo que usar la
estufa de gasolina debido al racionamiento eléctrico y un accidente ocasionó
que sufriera graves quemaduras.
Dice el apoderado
que, pese a estar en peligro de muerte, la menor se escondió por miedo y sólo
apareció cuando la madre regresó de Melgar, municipio en el cual trabaja de
lunes a sábado para la compañía demandada en calidad de empleada de cafetería.
Expresa la demanda
que hace años la empresa había despedido de su empleo a la señora PATARROYO y
que, habiendo ésta demandado, obtuvo del Juzgado Tercero Laboral de Bogotá
sentencia favorable a sus pretensiones y, en consecuencia, el reintegro en las
mismas condiciones de trabajo.
Sin embargo, señala
el apoderado, una de tales condiciones no fue respetada: ella laboraba en
Bogotá y fue enviada a trabajar en Melgar. "La situación de subordinación
-agrega- le impidió oportunamente (dentro del plazo de 2 meses que la ley
señala) exigir el cumplimiento total de la sentencia".
También anota el
apoderado:
"La madre
sostiene a sus hijos con la exigua suma que le queda de su salario. Recibe un
poco más del salario mínimo, pero de la mensualidad debe destinar una parte al
arrendamiento de una habitación en Melgar. (...) Presentación Patarroyo no es
casada. (...) Hoy (en el momento de la presentación de la demanda) la menor
SONIA está en la Clínica Infantil de Colsubsidio (...). Sus condiciones de
salud son muy precarias. Requiere, como es natural, del cuidado y la presencia
de la madre".
Según la demanda, la
madre ha solicitado a la Empresa que la trasladen a Bogotá para cuidar a sus
hijos, en especial a la niña enferma y a la más pequeña -quien ha quedado
traumatizada por el accidente de su hermana- pero los patronos se han negado a
ello pese a existir una sentencia judicial que la favorece.
Subraya que, si bien
no es el momento procesal para pedir el cumplimiento de la sentencia, existe un
peligro inminente para los menores. La madre está ante la alternativa
delicadísima de hacer valer su derecho a riesgo de perder el empleo. No puede
renunciar porque necesita del sueldo.
II LAS DECISIONES
JUDICIALES EN REVISION
a. Primera
instancia
La juez de primera
instancia resolvió rechazar la acción de tutela promovida por PRESENTACION
PATARROYO ECHEVERRIA.
A su juicio, de las
pruebas aportadas y practicadas en el curso del proceso no resulta una acción u
omisión directa por parte de la compañía demandada en cuya virtud se haya
puesto en peligro la vida de las menores mencionadas en la demanda.
Al respecto dice
textualmente el Juzgado:
"Y es que,
considera este despacho, que en tratándose del derecho a la Vida, bien que
consagra el art. 11 de la Constitución Nacional, la descripción allí hecha
resulta lo suficientemente abstracta, de manera que para efectos de determinar
cuándo éste ha sido cercenado o colocado en peligro, debe acudirse a lo que al
respecto, establecen los Convenios Internacionales, de manera que el Pacto de
las Naciones Unidas de Diciembre de 1948, lo concreta en el derecho a la
existencia, a no ser sometido a torturas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. A su vez, el Pacto de San José, en su art. 10º numeral 3º, habla
de la protección a la niñez, contra la explotación económica y social. El Pacto
de Derechos Civiles y Políticos, se refiere al Derecho a la Vida, concretándolo
en el derecho a no ser detenido arbitrariamente, a no ser sujeto de la pena de
muerte, ni de torturas, a la imposibilidad de someter a la pena de muerte a
menores de 18 años, lo mismo que a recluir a los menores, junto con
delincuentes adultos, igualdad procesal, igualdad ante la ley. En el mismo
sentido se pronuncia el Pacto de San José art. 4º y aclarando en su art. 5º,
como inherente al derecho a la integridad personal, el derecho a no ser
sometido a torturas, ni penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes, al
establecimiento de una jurisdicción especial para los menores.
En este orden de
ideas, y acorde con el material probatorio allegado, no se colige la forma en
que la acusada a (sic) conculcado el derecho a la vida de las Menores, es
decir, que falta esa relación de causalidad, entre la actuación desplegada por
la acusada y el efecto, por el cual se ha puesto en peligro la vida de las
menores. Pues lo que a ellas ocurre, lamentable por demás, aparece como ajeno a
la empresa que se acusa y en este sentido, no guarda relación, el
incumplimiento si es que lo hay, de una resolución judicial referente a un
contrato laboral, con la señora madre de las niñas y la enfermedad y el
accidente donde una de ellas resultó lesionada.
En este sentido,
pese a que el Derecho a la Vida, es objeto de la tutela, para que proceda la
acción es necesario que las pruebas muestren con claridad, la forma en que tal
derecho ha sido puesto en peligro, que entiende el Juzgado debe haber sido
producto de un acto de voluntad bien positiva o negativa, pero acto de voluntad
al fin y al cabo, proveniente de la empresa y el efecto que se pretende
precaver, es decir que falta la inmediatez, como para concluir que
efectivamente, por no haber sido trasladada la señora a Bogotá, se produjo la
enfermedad cardíaca de una de las niñas y por la misma razón, la otra menor
resultó lesionada, situación que considera este Juzgado parece más producto de
aconteceres fortuitos y que no entiende el despacho, como podrían haber sido
cambiados mediante el traslado de PRESENTACION PATARROYO".
Añade la providencia
que, en cambio, de las pruebas estudiadas se infiere que existen ostensibles
diferencias de orden laboral entre la Empresa y la peticionaria y que ésta no
ha agotado todos los recursos o medios de defensa judicial. Así, por ejemplo,
no se han utilizado las acciones que contempla el Código de Procedimiento
Laboral a favor del trabajador que goza de fuero sindical.
Respecto de la
protección impetrada a favor de las menores y sus derechos fundamentales afirma
la sentencia:
"Ciertamente,
que el Art., 44 de la Constitución Nacional, consagró la protección a los
derechos fundamentales de los menores, pero no se infiere, del contenido de las
pruebas las razones por las cuales se alega éstos han sido cercenados o puestos
en peligro por la acusada, máxime cuando las pruebas allegadas, muestran que,
si bien, la incoante, convive en unión libre, su compañero permanente y padre
de los menores, vive con ellos en la casa de su propiedad, que además del padre
y la madre existen dos personas mayores de edad, que regularmente permanecen en
el hogar. En suma, que en modo alguno puede predicarse situación de abandono de
las menores, por carecer de la protección de aquellos que tienen el deber legal
de hacerlo.
Del estudio de la
historia clínica allegada, se concluye que en efecto, la menor estuvo y
continúa hospitalizada por las quemaduras que sufrió, pero como se ve ha estado
todo el tiempo atendida por profesionales, de tal suerte, que se ha venido
recuperando, situación que en modo alguno implica el que se halle en peligro
de muerte. Obviamente, que una vez sea dada de alta en la institución donde
permanece requerirá algunos cuidados, pero no puede olvidarse, de acuerdo a la
declaración de su hermana mayor, que en el lugar donde reside, se encuentra
también su progenitor, una hermana media de 23 años y la propia declarante,
luego sí hay garantías de protección a su estado de salud".
En lo referente al
derecho al trabajo señala:
"Vale la pena
anotar respecto a la inquietud que planteara el apoderado de la incoante en su
declaración, en cuanto a la amplitud del derecho fundamental al trabajo, que
entre otras cosas no fue objeto de la petición, que este tampoco se ha
conculcado, como que efectivamente existe un contrato cuando menos, que es el
que reconoce la peticionaria y que obra en las copias allegadas del Juzgado
Laboral, donde hay una cláusula referente a los traslados, que se dice acepta
el trabajador que lo firmó.
Empero, se observa
también que lo relativo a los traslados, está igualmente contemplado en la
convención colectiva, que se entiende beneficia también a PRESENTACION
PATARROYO, por ser sindicalizada, donde el inciso último de la cláusula
trigesimatercera, indica que la empresa a tal efecto tendrá en cuenta la
dirección de residencia del trabajador, luego, si esta condición ha sido
desconocida, clara es la Ley laboral en establecer los procedimientos a seguir
para aquellos casos en que se presenten diferencias entre trabajadores y
patronos por la falta de cumplimiento a los convenios, correspondiéndole
entonces a la Jurisdicción Laboral, pronunciarse al respecto, relievando que
esta vía no ha sido agotada."
b. Segunda
instancia
Impugnado el fallo,
correspondió resolver en segunda instancia a la Sala Penal del Tribunal
Superior de Santa Fe de Bogotá.
Mediante sentencia del
veintinueve (29) de julio se decidió revocar en todas sus partes la providencia
objeto de recurso y tutelar los derechos fundamentales consagrados en el
artículo 44 de la Constitución, en el sentido de ordenar a la Empresa
"CENTRAL DE MEZCLAS S.A." el traslado inmediato de la señora
PRESENTACION PATARROYO ECHEVERRIA a Santa Fe de Bogotá en el mismo cargo que
venía desempeñando.
Para el Tribunal, si
bien desde un punto de vista puramente formal la interesada tendría a su
alcance otros mecanismos jurídicos para restablecer el derecho quebrantado
-por ejemplo, la acción ejecutiva contemplada en el artículo 100 del Código de
Procedimiento Laboral para obtener el cumplimiento de la sentencia que ordenó
su reintegro, o la renuncia por causa imputable al empleador en cuanto la
restableció en el empleo pero en condiciones desfavorables, con miras a obtener
la indemnización en desarrollo de lo previsto por el artículo 8º del Decreto
2351 de 1965- en el caso de la señora Patarroyo era viable la acción de tutela
considerada su situación específica.
La existencia de
otros medios de defensa judicial -dice el Tribunal- debe ser apreciada en
concreto en cuanto a su eficacia, atendiendo las circunstancias en que se
encuentra el solicitante, lo cual se funda en el principio de prevalencia del
derecho sustancial sobre hipótesis genéricas y abstractas de la ley y sobre
presupuestos únicamente formales.
Haciendo alusión a
la defensa de los derechos constitucionales que asisten a los menores señala el
fallo:
"De los
derechos fundamentales llamados sensibles, por ende, de aplicación prioritaria
e inmediata, está el relacionado con los niños, tal como en forma integral, lo
consagró el nuevo constituyente, en el artículo 44 que se trae como fundamento
de la acción instaurada. Se dice allí que ellos, además, "... Serán
protegidos contra toda forma de abandono,...". De la situación
circunstancial que se narra en autos, contraída al sitio de trabajo de la
petente mediata, fácilmente se advierte el abandono forzado en que debe dejar a
sus hijos, aunando a las condiciones de salud demostrados, que reclaman,
humana, moral y éticamente, la presencia de su progenitora, máxime en el
período de formación en que se encuentran, que es el decisivo y determinante en
la proyección del ser humano en su vida y en la sociedad".
Concluye el Tribunal
que la situación fáctica que le sirvió de fundamento a la acción incoada
reviste caracteres de gravedad, resultando por lo mismo excepcional. En
consecuencia, debe ser cobijada con la tutela, a fin de restablecer el
ejercicio de un derecho inherente al vínculo laboral reconocido por sentencia
judicial que no ha sido integralmente cumplida, dando la orden a la empresa
demandada en el sentido de que suprima la restricción creada unilateral y
arbitrariamente y dé cumplimiento al fallo de la justicia laboral, máxime
cuando el resultado que se obtiene con la protección pedida permite modificar
una situación a todas luces injusta y violatoria de los derechos humanos.
"Proceder en
sentido contrario -termina expresando el Tribunal- implicaría, en verdad,
aplicar restrictivamente la norma constitucional para dar cabida al mero
formalismo mecanicista y rutinario, con olvido de la justicia material".
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
Competencia
Esta Sala de la
Corte goza de competencia para revisar las sentencias aludidas, de conformidad
con lo preceptuado en los artículos 86 y 241, numeral 9, de la Constitución
Política y según las previsiones contenidas en el Decreto 2591 de 1991.
Naturaleza
subsidiaria de la acción de tutela. Su integración al ordenamiento jurídico
Según dispone el
artículo 86 de la Constitución, la acción de tutela no procede cuando el
peticionario disponga de otro medio para la defensa judicial de su derecho, a menos
que intente la acción como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio
irremediable.
El sentido de la
disposición, como lo ha subrayado esta Corte en varias ocasiones[1], es el de subrayar el
carácter supletorio del mecanismo, preservando así la integridad del
ordenamiento jurídico como un todo armónico estructurado sobre la base, querida
por el Constituyente, de brindar a todas las personas medios eficientes de
acceso a la administración de justicia para la cierta defensa de los derechos
que les corresponden, amparados por la propia Carta y por las leyes de la
República.
Al compás de la
experiencia colectiva, el sistema jurídico va moldeando instituciones que se
conciben y perfeccionan dentro del propósito de dar solución idónea a la más
diversa gama de conflictos cuya presencia, multiplicidad y complejidad son
inevitables habida cuenta de la naturaleza misma de la vida en sociedad. El
desarrollo de esas instituciones es inherente al Derecho, como instrumento
civilizado que sustituye a las vías de hecho en la prevención y remedio de
disputas y controversias. El conjunto institucional del que dispone la sociedad
en un punto determinado de su historia no surge de manera sorpresiva sino que
se forja y se decanta con el transcurso del tiempo; es el resultado de la
evolución que hasta entonces ha experimentado el pensamiento jurídico; es simultáneamente
fruto de su razonado desenvolvimiento y -en cuanto respuesta a necesidades
ciertas de la comunidad- es justificación del Derecho como parte esencial de
toda organización humana.
En ese orden de
ideas, el instrumento jurídico en que consiste la acción de tutela no fue
creado en sustitución o reemplazo de las instituciones, procedimientos y
competencias existentes al entrar en vigencia la Constitución de 1991, sino que
se originó en el designio expresado por ella en su artículo 1º, que inspira todo
el ordenamiento jurídico toda vez que constituye uno de los fines del Estado:
"...garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes
consagrados en la Constitución...".
Así, pues, debe ser
entendida esta acción como integrada al sistema armónico y organizado del
ordenamiento jurídico, de manera que su aplicación tan solo tiene cabida cuando
dentro de la gama de medios que aquel ofrece para la realización de los
derechos no exista alguno que resulte idóneo para proteger inmediata y
objetivamente el que aparece conculcado o es objeto de amenaza y por virtud de
la conducta -positiva u omisiva- de una autoridad pública o de particulares en
los casos contemplados por la ley.
La efectividad
del medio alternativo como condición indispensable para la improcedencia de la
acción
Dícese, según lo
expuesto, que la acción de tutela "sólo procederá cuando el afectado no
disponga de otro medio de defensa judicial, salvo que aquella se utilice como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable" (artículo 86
de la Constitución), entendido éste último concepto en los términos que
consagra la norma legal vigente: "...el perjuicio que sólo pueda ser
reparado en su integridad mediante una indemnización" (artículo 6º, numeral
1, Decreto 2591 de 1991).
No obstante, como
con acierto lo recuerda el Tribunal del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá
en la sentencia que se revisa, la disponibilidad del otro medio judicial que
pudiera ser usado para la defensa del derecho afectado ha de ser apreciada en
concreto, teniendo en cuenta las condiciones del caso puesto a consideración
del juez y las circunstancias específicas en que se halla el peticionario. Así
lo ordena el artículo 6º, numeral 1º, del Decreto en cita, enfatizando el
concepto de eficacia del instrumento correspondiente para la certidumbre
del derecho invocado.
Esta calificación de
idoneidad, atribuíble al medio de defensa judicial alternativo, es una
condición indispensable para que el juez pueda estructurar sobre la base de su
existencia la improcedencia de la acción. Recuérdese que la pretensión del
Constituyente y, por tanto, la finalidad que debe perseguir la autoridad
judicial al administrar justicia en sede de tutela es la certeza en la
realización de los derechos cuya efectividad concreta se ve comprometida en el
caso bajo examen, por encima de consideraciones de índole formal capaces de
sacrificar el contenido material de aquellos.
Es preciso,
entonces, que la Corte ratifique su doctrina sobre el tema:
"A este
respecto debe expresar la Corte, como criterio indispensable para el análisis,
que únicamente son aceptables como medios de defensa judicial, para los fines
de excluir la acción de tutela, aquellos que resulten aptos para hacer efectivo
el derecho, es decir, que no tienen tal carácter los mecanismos que carezcan de
conducencia y eficacia jurídica para la real garantía del derecho conculcado.
(...)
Considera esta
Corporación que, cuando el inciso 3º del artículo 86 de la Carta Política se
refiere a que "el afectado no disponga de otro medio de defensa
judicial..." como presupuesto indispensable para entablar la acción de
tutela, debe entenderse que ese medio tiene que ser suficiente para que a
través de él se restablezca el derecho fundamental violado o se proteja de su
amenaza, es decir, tiene que existir una relación directa entre el medio de
defensa judicial y la efectividad del derecho. Dicho de otra manera, el medio
debe ser idóneo para lograr el cometido concreto, cierto, real, a que aspira la
Constitución cuando consagra ese derecho. De no ser así, mal puede hablarse de
medio de defensa y, en consecuencia, aún lográndose por otras vías judiciales
efectos de carácter puramente formal, sin concreción objetiva, cabe la acción
de tutela para alcanzar que el derecho deje de ser simplemente una utopía"[2].
El medio judicial de
defensa en cuanto apenas sea un recurso formal, inasible y teórico,
insuficiente o inadecuado para la realización verdadera del derecho
fundamental, cede el paso a la acción de tutela como mecanismo de aplicación
inmediata que restablece en el caso considerado y en relación con las
circunstancias reales de personas concretas la vigencia de los preceptos
constitucionales.
En este caso estima
la Corte Constitucional que, vistas las circunstancias en medio de las cuales
se desenvuelven las relaciones entre la peticionaria y la empresa para la cual
trabaja, particularmente su situación de indefensión respecto de ésta y la
existencia de un perentorio proveído judicial no cumplido integralmente por la
compañía condenada, los medios judiciales señalados por la juez de primera
instancia como aptos para excluir la acción de tutela no lo son en realidad
pues su utilización no aliviaría -al menos no con la oportunidad y la eficacia
requeridas- la difícil coyuntura familiar en que ha sido puesta la demandante
por la indolencia de su patrono y por la real inejecución de la orden judicial
ya impartida.
A juicio de esta
Corte, cabe la tutela en guarda de la efectividad de los derechos afectados
(artículo 2º C.N.), habida cuenta de la naturaleza del asunto planteado, para
obtener sin mayores dilaciones el efectivo obedecimiento a lo ordenado por un
juez de la República como culminación de un proceso laboral que, en los
términos del artículo 86 de la Constitución, fue en su momento medio de defensa
judicial debidamente usado por la interesada pero inoficioso dado su
incumplimiento en lo que concierne a la efectividad del derecho, lo cual
excluye la improcedencia de la acción por las razones anotadas.
Responsabilidad
del juez en la apreciación y evaluación de los hechos
La apreciación en
torno a esa idoneidad del medio de defensa compete al juez, cuya evaluación
debe recaer sobre los hechos que le son conocidos de manera directa dentro del
proceso correspondiente, bien porque resultan de las pruebas aportadas por el
solicitante, ya porque se concluyen o derivan de las que de oficio considere
pertinente practicar habida cuenta de las características que ofrece la
situación planteada.
Allí reside
cabalmente uno de los elementos esenciales que configuran la delicada tarea
encomendada por la Carta Política a quienes componen la Rama Judicial del Poder
Público, de cuya aptitud y adecuado criterio jurídico se desprende grave
responsabilidad en la administración del mecanismo que nos ocupa, bien por
conceder la tutela sin que fuere procedente cuando existen otros medios
adecuados a la defensa del derecho, ora por negarla con un criterio ajeno a la
realidad cuando las circunstancias del caso requerían de su diligente acción
para garantizar el imperio de la Carta y la realización de su contenido
material encarnado en el derecho concreto que ha sido objeto de vulneración o amenaza.
De lo dicho resulta
que el juez de tutela está obligado al conocimiento integral de la Constitución
y a la aplicación de su preceptiva en todos aquellos casos librados a su
definición, sin dejar de lado su comprensión universal, coherente y armónica
del ordenamiento jurídico, a fin de establecer con criterio ponderado si el
asunto de que se trata cae dentro de los límites fijados por el artículo 86 de
la Carta o escapa a sus disposiciones.
Desde luego, esa
ubicación teórico-jurídica sería completamente inútil si la resolución judicial
se produce de espaldas a los hechos respecto de los cuales se ha pedido. Como
ocurre en todo proceso -con mayor razón en los de esta clase- el juez de tutela
tiene la misión de conocer de manera completa los acontecimientos que
configuran la situación sobre la cual recaerá su fallo, los factores actuales
que en ella influyen, así como los antecedentes que mejor la ilustran, para
todo lo cual se hace indispensable su inmediación, su presencia próxima a ese
campo fáctico y, por ende, la práctica de las pruebas indispensables para
acceder a la convicción personal que habrá de anteceder a su sentencia.
El carácter
inmediato, preferente y sumario de esta acción impide un período probatorio
largo y complicado por cuanto ello pondría en peligro precisamente la
efectividad y oportunidad de la actuación judicial, por lo cual queda al
criterio del juzgador la definición acerca de la pertinencia de las pruebas que
interese y sea razonable decretar.
La subordinación
como fundamento de la tutela contra particulares
La regla general
consagrada en el artículo 86 de la Constitución consiste en la procedencia de
la tutela como medio judicial de defensa ante agresiones o amenazas a los
derechos fundamentales por parte de autoridades públicas.
En principio, pues,
no cabe contra particulares, salvo lo dispuesto en el inciso final de la misma
disposición constitucional, a cuyo tenor "la ley establecerá los casos en
los que la acción de tutela procede contra particulares encargados de la prestación
de un servicio público o cuya conducta afecte grave y directamente el interés
colectivo, o respecto de quienes el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión".
De lo establecido
por el Constituyente en los transcritos términos resulta que son tres las
razones que fundamentan la procedencia de la acción contra particulares:
a) Que esos
particulares estén encargados de la prestación de un servicio público, lo cual
es perfectamente posible a la luz de varios preceptos constitucionales, en
especial el artículo 365, que en todo caso supedita la actividad de esas
personas privadas a la regulación, control y vigilancia por parte del Estado;
b) Que la conducta
del particular de que se trata afecte grave y directamente el interés colectivo;
c) Que el
solicitante de la tutela se encuentre frente al particular en estado de
subordinación o indefensión.
Dada cualquiera de
estas circunstancias, habrá que entrar a definir si el caso específico encaja
dentro de las previsiones contenidas en la ley en desarrollo de la autorización
constitucional.
Por cuanto atañe al
proceso sub-examine, importa la referencia al tercero de los señalados motivos,
que se justifica en cuanto la persona carece de toda posibilidad de valerse por
sí misma ante la agresión de que es objeto, de donde surge la plena competencia
del Estado para intervenir. Este, en guarda de la efectividad de los
principios, derechos y deberes plasmados en la Constitución (artículo 2º) y con
el objeto de realizar el valor de la justicia (Preámbulo), asume por conducto
de sus jueces la defensa del afectado.
Es claro que el
trabajador respecto de su patrono, particularmente en una situación como la que
ahora es objeto de examen, se encuentra en innegable estado de subordinación.
Ahora bien, el
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991 ha desarrollado el mandato constitucional
enunciando los casos en que cabe la tutela contra acciones u omisiones de
particulares. De esa enunciación se hace necesario destacar el numeral 9º que cobija
el caso sometido a estudio, avalando la procedencia de la acción: "Cuando
la solicitud sea para tutelar la vida o la integridad de quien se encuentre en
situación de subordinación o indefensión respecto del particular contra el cual
se interpuso la acción. Se presume la indefensión del menor que solicite la
tutela".
El caso en
revisión
De la consideración
y análisis efectuados en relación con los hechos y antecedentes en referencia,
de los cuales obran numerosas pruebas dentro del expediente conocido por la
Corte Constitucional, resulta a las claras que PRESENTACION PATARROYO
ECHEVERRIA ha sido victima, junto con sus hijos menores, de una injustificada
intransigencia patronal que al momento de presentarse la demanda de tutela
afectaba de manera grave y directa varios derechos fundamentales cuya
protección fue en buena hora decretada por el Tribunal Superior de Santa Fe de
Bogotá.
La peticionaria
había sido injustamente despedida de su empleo en abierta transgresión a las
disposiciones laborales y a la Convención Colectiva de Trabajo, tal como lo
estableció en su momento el Juzgado Tercero Laboral del Circuito de Bogotá
(sentencia del diecisiete (17) de octubre de mil novecientos noventa)
.Expresamente señaló el aludido fallo que el despido de la trabajadora no
produjo ningún efecto, por lo cual se ordenó su reintegro al cargo que ocupaba
al momento de producirse aquel.
No obstante,
burlando el mandato judicial aunque ofreciendo la apariencia de su acatamiento,
la Empresa reintegró a la empleada pero estableció que el lugar donde debía
desempeñar en adelante sus labores sería un municipio lejano de la Capital de
la República. Ello significó que la peticionaria se viera forzada a permanecer
aislada de su familia, residente en Santa Fe de Bogotá, durante varios días a
la semana, con el consiguiente perjuicio para el cuidado de sus hijos menores
y, además, le ocasionó una real disminución de su salario en cuanto quedó a
cargo suyo el pago de un canon de arrendamiento por la habitación que debía
ocupar en la nueva sede laboral, sin contar los gastos inherentes a transporte
y alimentación.
Las consecuencias
inmediatas del desafortunado accidente sufrido por una de las niñas cuando
intentaba manipular una estufa de gasolina no pudieron ser atendidas por la madre
con la urgencia que el caso requería, ya que, como se narra en la demanda,
"la menor se escondió por miedo y sólo apareció cuando la madre regresó de
Melgar". Tampoco le ha sido posible brindar el necesario cuidado a la otra
niña, de ocho (8) años, quien presenta, según dictamen médico, un estado de
salud delicado que se manifiesta en soplo cardíaco, opresión toráxica, cefalea
ocasional, disnea de grandes esfuerzos y otros síntomas (folio 188 del
expediente).
Obra en el
expediente prueba suficiente en el sentido de que, si bien el padre de los
niños vive en la misma casa y percibe por su cuenta algunos ingresos, son bien
precarios sus aportes para el sostenimiento, crianza y educación de los menores
y que en la práctica, dado su carácter y el maltrato de que los hace objeto
(Cfr. Folios 268 a 272 del Expediente), la madre es quien ha asumido la
responsabilidad de brindarles el apoyo espiritual y material que requieren.
Ninguno de los
hechos en mención es desconocido por el patrono y desde hace tiempo PRESENTACION
PATARROYO ECHEVERRIA viene suplicando en distintas instancias dentro de la
estructura empresarial que se le conceda un traslado a Santa Fe de Bogotá con
el solo fin de prodigar a sus hijos la atención a que tienen derecho. Desde el
momento del reintegro la Empresa resolvió que se radicara en la región del
Sumapaz alegando inexistencia de vacantes en otra ciudad y se negó rotundamente
a trasladarla pese a que la empleada hizo varias peticiones verbales y
escritas, directamente y por conducto del Sindicato, adjuntando certificados
médicos sobre el estado de salud de su hija menor (Cfr. Folios 198 a 200, 235,
236, 273 a 275 del Expediente). Se le prometió trasladarla a las minas, al sur
de Santa Fe de Bogotá y luego a Contador en la misma ciudad, pero -dice la
peticionaria- "... así me han tenido engañada hace más de un año".
El accidente sufrido
por la niña Sonia tampoco fue capaz de conmover a las directivas de la Empresa.
Expone la peticionaria en declaración juramentada que por toda respuesta a la
reiteración de su solicitud después de acontecido el hecho, se le dijo que no
se podía hacer traslado por ahora, "... hasta el año entrante que salía
una señora pensionada" (Folio 200 del Expediente).
No cabe duda a la
Corte sobre la injusticia de la actitud observada por la Empresa ni tampoco en
torno al flagrante incumplimiento de la sentencia judicial que ordenó el
reintegro de la interesada "al cargo que venía desempeñando" sobre la
base de que el despido, frente a las disposiciones de la Convención Colectiva,
"no surtió ningún efecto".
A juicio de la
Corte, la compañía demandada no puede excusarse para persistir en su posición
de inobservancia del fallo, en la circunstancia -cuya solución está en sus
manos- de que no hay vacantes en Santa Fe de Bogotá. Tampoco que la
peticionaria no haya hecho uso de acciones posteriores para obtener el
cumplimiento íntegro de la determinación judicial, pues para la parte vencida
en un proceso el fallo es vinculante por sí mismo sin necesidad de
requerimiento alguno.
La Empresa, en
criterio de esta Corporación, está obligada por el tenor del contrato de
trabajo -que no sufrió solución de continuidad ni se extinguió en razón del
despido ya que el juez competente dictaminó que éste carecía de todo efecto-,
en cuya cláusula octava se dice: "El trabajador acepta desde ahora los
traslados de lugar de trabajo y cambios de oficio que decida el patrono siempre
y cuando que tales traslados o cambios no desmejoren sus condiciones laborales
o de remuneración o impliquen perjuicios para el trabajador" (Subraya
la Corte). Está probado que la remuneración de la peticionaria sufre notorio
deterioro por el pago de arrendamientos en la sede del trabajo y los perjuicios
para la trabajadora y para su familia son ostensibles.
Los derechos
constitucionales de la familia y de los niños
Más allá de las
consideraciones que anteceden, lo que reviste mayor trascendencia, ubicada esta
Corte en la perspectiva de los derechos fundamentales, es el palmario
desconocimiento de los principios y preceptos constitucionales por parte de la
entidad demandada. En efecto, por mantener su terca negativa al cumplimiento
cabal de una sentencia que la obliga, partiendo del supuesto equivocado de que
el traslado en este caso es una dádiva suya y no un verdadero derecho de la
peticionaria, la Empresa ha impedido que se brinde la debida atención a la
salud de los hijos menores de su empleada; los ha privado de la protección y
los cuidados que les corresponden habida cuenta de sus circunstancias particulares;
ha contribuido a la desintegración del hogar y ha puesto en peligro la
estabilidad laboral de la madre.
La Corte
Constitucional estima necesario insistir en que uno de los fundamentos
estructurales de la Carta Política en vigor es el reconocimiento expreso y
reiterado de la dignidad de la persona y de la familia como bases
insustituibles de la convivencia social (artículos 1, 2, 5, 42, 43 y 44 de la
Constitución, entre otros), objetivos prioritarios del Derecho Positivo que nos
rige y mandatos de ineludible observancia para las autoridades públicas y para
los particulares. Estos últimos no son ajenos al imperio de la normativa
superior y están obligados a la realización de los postulados y al cumplimiento
de las normas que integran la Constitución bajo las responsabilidades y
sanciones que el ordenamiento jurídico contempla (artículo 6º Ibidem).
A la luz del
artículo 5º de la Carta, el Estado reconoce, sin discriminación alguna, la
primacía de los derechos inalienables de la persona y ampara a la familia como
institución básica de la sociedad, al paso que el 42 la señala como núcleo
esencial de la misma, bien que se constituya por vínculos jurídicos o
naturales, como en el caso que nos ocupa.
Consecuencia de esas
declaraciones es la protección integral que el Estado y la sociedad, por
mandato de la misma norma, están obligados a prestar a la célula familiar.
Es la familia
institución primaria que demanda, mucho más allá de las teóricas y vacías
palabras de los oradores, el decidido, cierto y efectivo respaldo de quienes
tienen a su cargo la conducción del aparato estatal y las entidades privadas.
no a título de mera filantropía sino como concreta expresión de las finalidades
constitucionales señaladas de modo perentorio a los primeros (artículo 2º C.N.)
y de la función social que deben cumplir los segundos para aspirar
legítimamente a que se les reconozcan sus derechos (Preámbulo y artículos 1, 2,
5, 25, 42, 58 y 333 de la Carta Política, para citar tan solo algunos).
En cuanto a los
niños se refiere, ha querido el Constituyente plasmar de modo expreso y en
calidad de fundamentales, los siguientes derechos: "la vida, la
integridad física, la salud y la seguridad social, la alimentación
equilibrada, su nombre y nacionalidad, tener una familia y no ser separados
de ella, el cuidado y amor, la educación y la cultura, la recreación y
libre expresión de su opinión" (artículo 44 de la Constitución. Ha
subrayado la Corte).
La misma norma
dispone que los niños "serán protegidos contra toda forma de abandono
(subraya la Corte) y, añade que "la familia, la sociedad y el Estado
tienen la obligación de asistir y proteger al niño para garantizar su
desarrollo armónico e integral y el ejercicio pleno de sus derechos"
(se subraya). Y, como si fuera poco lo dicho, el Constituyente legitima en
causa a cualquier persona para exigir de la autoridad competente el
cumplimiento de estos mandatos y la sanción de quienes los infrinjan,
declarando que "los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de
los demás".
En el caso
sub-examine varios de los enunciados derechos, en cuanto toca con los hijos
menores de PRESENTACION PATARROYO ECHEVERRIA, están directamente comprometidos
por la actitud de la Empresa para la cual labora su madre y, en consecuencia,
deben ser judicialmente protegidos con la presteza que la situación amerita sin
que se haga necesario, como lo exige la sentencia de primera instancia, que se
acrediten pruebas sobre "acción u omisión directa" por parte de la
compañía demandada en detrimento de la vida o la salud de los nombrados niños.
No cree la Corte, al
contrario de lo expresado en dicho proveído, que exista una total independencia
entre las amenazas reales que gravitan sobre los derechos de los menores y la
reiterada negativa de la Empresa al traslado de la madre a Santa Fe de Bogotá,
pues si bien es cierto que tal actitud no puede señalarse como causa eficiente
de la enfermedad cardíaca que padece una de las niñas ni del accidente sufrido
por la otra -es claro que la demanda no hace semejante imputación ni ella
resulta tampoco del fallo de segunda instancia ni de la presente providencia-
lo cierto es que la intransigencia de la sociedad demandada tiene un efecto
práctico inocultable que consiste en la física imposibilidad de que la madre
dispense a dichas menores los cuidados, la protección y el apoyo que, según la
norma constitucional (artículo 44), hacen parte de sus derechos fundamentales,
máxime cuando el alejamiento forzado de la señora PATARROYO no fue el resultado
de su libre decisión al celebrar el contrato de trabajo sino el efecto
inmediato de una reacción de la empresa ante el fallo judicial que ordenó su
reintegro. Precisamente en eso consiste la tutela en este caso: en la orden de
obligatorio e inmediato cumplimiento, impartida por el Tribunal de Santa Fe de
Bogotá mediante providencia que se confirmará, para que alguien (aquí la
Compañía "Central de Mezclas S.A."), cuya conducta envuelve la
vulneración o amenaza de derechos fundamentales (en este proceso los de la
familia PATARROYO, en especial las hijas menores de la misma), actúe en el
sentido de acatar integralmente la sentencia del juez laboral que había
dispuesto el reintegro de la demandante en las mismas condiciones de trabajo en
que se encontraba cuando fue despedida, una de ellas la de desempeñar su cargo
en esta ciudad. Ello corresponde también al cumplimiento del contrato laboral,
a cuyo tenor la trabajadora no puede ser trasladada si el traslado significa
perjuicio para ella o desmejora sus condiciones salariales como acontece en el
presente caso.
IV. DECISION
Son suficientes las
consideraciones que anteceden para que la Sala Tercera de Revisión de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución Política, adopte su decisión en el asunto planteado.
Según lo dicho, la
Sala
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR en todas sus partes la sentencia
proferida el veintinueve (29) de julio de mil novecientos noventa y dos (1992)
por la Sala Penal del Tribunal Superior de Distrito Judicial de Santa Fe de
Bogotá, mediante la cual determinó revocar el fallo de fecha seis (6) del mismo
mes y año proferido por el Juzgado Veintitrés (23) Penal del Circuito de esta
ciudad, al resolver sobre la acción de tutela instaurada por PRESENTACION
PATARROYO ECHEVERRIA contra la sociedad "CENTRAL DE MEZCLAS S.A".
Segundo.- Como en el expediente obra queja del
apoderado de la demandante sobre posible incumplimiento de la sentencia del
Tribunal, CONMINASE a la sociedad "CENTRAL DE MEZCLAS S.A." para
que, si a la fecha de notificación de esta providencia, no ha dado cumplimiento
a lo que se le ha ordenado, lo haga en el término perentorio e improrrogable de
cuarenta y ocho (48) horas so pena de incurrir en las sanciones que contempla
el artículo 52 del Decreto 2591 de 1991.
Tercero.- Se confía al Juzgado Veintitrés (23) Penal
del Circuito de Santa Fe de Bogotá, D.C. la vigilancia y verificación del
acatamiento de esta providencia y de la que mediante ella se confirma.
Cuarto.- Líbrese la comunicación prevista en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Comuníquese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
Presidente de la Sala
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO FABIO
MORON DIAZ
Magistrado
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
[1]Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Sentencia No. C-543 de
octubre 1 de 1992.
Cfr. Corte
Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia No. 1 abril 3 de 1992.
[2]Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Fallo No. 3
del 11 de mayo de 1992. |
185 | T-594-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-594/92
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES-Improcedencia
La acción de
tutela solo es procedente contra particulares en los casos taxativamente señalados
por el indicado precepto legal. En el presente asunto es claro que no cabía
acción de tutela contra la sociedad "Fernando Corena & Cía
Ltda.", pues la petente no se encontraba respecto de ella en ninguna de
las hipótesis previstas en el artículo 86 de la Constitución ni en el artículo
42 del Decreto 2591 de 1991. A pesar de lo aseverado por la demandante en el
sentido de que dicha compañía tiene a cargo la función de recaudar dineros del
municipio, esta Corte no puede tomar como probada esa circunstancia pues en el
expediente respectivo no aparece establecida relación jurídica alguna entre la
nombrada sociedad y el municipio de Cereté. No es posible, entonces, suponer
que dicha entidad particular tuviera a cargo la prestación de un servicio
público ni que debiera actuar en ejercicio de funciones públicas, caso en el
cual habría sido aplicable el numeral 8º del artículo 42 mencionado.
ACCION DE TUTELA-Improcedencia/CONTROVERSIA CONTRACTUAL
Las diferencias
surgidas entre las partes por causa o con ocasión de un contrato no constituyen
materia que pueda someterse al estudio y decisión del juez por la vía de la
tutela ya que, por definición, ella está excluida en tales casos toda vez que
quien se considere perjudicado o amenazado en sus derechos goza de otro medio
judicial para su defensa: el aplicable al contrato respectivo según su
naturaleza y de conformidad con las reglas de competencia estatuidas en la ley.
ACCION DE TUTELA-Hecho consumado
Las acciones u
omisiones constitutivas de amenaza o vulneración a derechos fundamentales
amparados por la Constitución, deben ser denunciadas oportunamente, pues, de no
ser así la orden que el juez de tutela debe impartir respecto de quien incurre
en aquellas vendría a ser inocua por extemporánea. En el presente caso, sería
completamente inútil que, luego de transcurridos varios meses del proceso
electoral en el que posiblemente estaba interesado quien ejercía la indebida
presión alegada ahora por la petente, se le ordenará cesar en la ejecución de
los actos que la configuraban. Por ello, según las normas legales pertinentes,
no procede la tutela cuando se intenta contra actos consumados.
SALA TERCERA DE REVISION
Ref.: Expediente
T-4706
Acción de tutela
instaurada por AYDEE CECILIA DE DIAZ contra el Alcalde Municipal de Cereté
-Córdoba- y la sociedad "Fernando Corena & Cía. Ltda."
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO
- Ponente -
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Aprobada en Santa Fe
de Bogotá, D.C., a los nueve (9) días del mes de diciembre de mil novecientos
noventa y dos (1992).
Procede la Corte
Constitucional, por medio de su Sala Tercera, a revisar el fallo que en el
asunto de la referencia profirió el pasado cuatro (4) de agosto el Juzgado
Civil Municipal de Cereté -Córdoba-.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
Mediante escrito
presentado el día treinta (30) de julio del presente año, la ciudadana AYDEE
CECILIA DE DIAZ solicitó al Juez Civil Municipal de Cereté protección ante la
amenaza y vulneración de su derecho al trabajo y a la libertad de conciencia.
Narra la
peticionaria que hace más de un año le fue entregado, a título de
arrendamiento, un kiosko construído por la Administración municipal y que se
encuentra ubicado sobre la Avenida "Boulevard" en el municipio de Cereté.
El mencionado contrato se firmó entre la accionante y la sociedad
"Fernando Corena & Cía Ltda.", la cual actúa como agente
recaudador del municipio.
Posteriormente, de
acuerdo con lo manifestado por la demandante, con ocasión de la pasada campaña electoral
llevada a cabo para elegir alcaldes, entre otros funcionarios, su esposo
adhirió a una candidatura distinta de la que resultó ganadora y que corresponde
a la del actual Alcalde señor Alfonso Spath.
Manifiesta
igualmente que durante la época previa a los comicios, fue visitada en su
establecimiento comercial por el anterior Alcalde, señor Abraham Sakr Chagüi,
quien la presionaba buscando obtener el apoyo político de la accionante para el
candidato Alfonso Spath. Para tal fin le recordaba cómo había sido favorecida
con la adjudicación del contrato de arrendamiento y le solicitaba la
desocupación del local. Pasadas las elecciones, el actual alcalde, a instancias
de la compañía en mención, solicitó por escrito el local argumentando el
vencimiento del contrato.
Los hechos expuestos
constituyen, según la peticionaria, un claro atentado contra su libertad de
conciencia y su derecho al trabajo pues según ella no incurrió en mora, ni dio
uso diferente al inmueble, y por el contrario con su actividad acreditó el
establecimiento. Por estas razones solicitó la suspensión provisional de la
orden de entrega del local, la revocatoria directa del mismo acto y la condena
al pago de una prima comercial generada por el "good will" logrado en
favor del establecimiento.
II. LA DECISION
JUDICIAL EN REVISION
El Juzgado Civil
Municipal de Cereté, mediante fallo del cuatro (4) de agosto del presente año,
resolvió denegar la acción de tutela, basándose para ello en las
consideraciones que a continuación se exponen.
Recuerda el despacho
cómo, según lo prevé el inciso tercero del artículo 86 de la Carta, la acción
de tutela "solo procederá cuando el afectado no disponga de otro medio de
defensa judicial, salvo que aquella se utilice como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable", señalando que en el evento de llegarse
al desalojo de la accionante, no aparecería el llamado "perjuicio
irremediable". Al respecto señaló el juez lo siguiente:
"...Consideramos
que la accionante en el evento que efectivamente se proceda a su DESALOJO por
las vías de hecho, esto es, sin una orden judicial previo agotamiento y
vencimiento en juicio, no sufre con tal acto un "perjuicio
irremediable" que se pretende evitar con una acción de tutela, puesto que
en este evento con el pago de una indemnización no se repararía INTEGRAMENTE el
perjuicio ocasionado, sino que deberían además volver las cosas al estado en
que se encontraban antes del desalojo".
En cuanto a la
eventual amenaza a la libertad de conciencia, el juzgado no encontró mérito
para declarar que tal hecho fuera cierto, pues estimó que los actos adelantados
contra la peticionaria no revestían la entidad suficiente como para menoscabar
o lesionar la mencionada garantía constitucional.
Finalmente consideró
el juzgado que no procedía la acción contra la sociedad "Fernando Corena
& Cía. Ltda.", por no darse ninguno de los supuestos consagrados en
el artículo 42 del decreto 2591 de 1991 y concluyó que no existió violación o
amenaza de las garantías consagradas en los artículos 18 y 25 de la Carta. A su
juicio, la peticionaria tenía a su disposición otro medio de defensa judicial
"en el correspondiente proceso de restitución de inmueble arrendado que se
inicie en su contra".
Por tales razones el
juzgado resolvió denegar la tutela solicitada y, puesto que el fallo no fue
oportunamente impugnado, remitió el expediente a la Corte Constitucional para
los efectos de su revisión eventual.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
1. Competencia
De conformidad con
lo establecido en los artículos 86 y 241, numeral 8 de la Constitución
Política; 31, 32, 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991, la Corte Constitucional es
competente para revisar el fallo que ahora se somete a su consideración.
2. Tutela contra
particulares. Improcedencia en este caso
El artículo 86 de la
Carta en su último inciso establece la posibilidad de que la acción de tutela
pueda ser ejercida contra particulares y para ello señala las siguientes tres
hipótesis: a.- Cuando estos se encuentren encargados de la prestación de un
servicio público; b.- Cuando su conducta afecte grave y directamente el interés
colectivo; y c.- Respecto de quienes el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión.
La misma norma exige
del legislador enunciar de manera específica las situaciones que, dentro del
marco genérico señalado por la Constitución, corresponden a las distintas
posibilidades en que la persona puede intentar la acción contra un particular,
atribución que está desarrollada en el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991.
De lo cual se
desprende que la acción de tutela solo es procedente contra particulares en los
casos taxativamente señalados por el indicado precepto legal. En el presente
asunto es claro que no cabía acción de tutela contra la sociedad "Fernando
Corena & Cía Ltda.", pues la petente no se encontraba respecto de ella
en ninguna de las hipótesis previstas en el artículo 86 de la Constitución ni
en el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991. A pesar de lo aseverado por la
demandante en el sentido de que dicha compañía tiene a cargo la función de
recaudar dineros del municipio, esta Corte no puede tomar como probada esa
circunstancia pues en el expediente respectivo no aparece establecida relación
jurídica alguna entre la nombrada sociedad y el municipio de Cereté. No es
posible, entonces, suponer que dicha entidad particular tuviera a cargo la
prestación de un servicio público ni que debiera actuar en ejercicio de
funciones públicas, caso en el cual habría sido aplicable el numeral 8º del
artículo 42 mencionado.
3. Improcedencia
de la tutela para resolver sobre asuntos contractuales
Como ha venido
reiterándolo esta Corte, es menester ubicar la acción de tutela dentro del
contexto y alcance que le corresponde, a fin de evitar la desfiguración de su
naturaleza y la distorsión de sus fines.
El Constituyente de
1991 concibió este instrumento como una forma de brindar eficiente protección
judicial a los derechos fundamentales frente a amenazas o violaciones concretas
provenientes de acción u omisión no susceptibles de ser contrarrestadas con
eficacia mediante el uso de otro procedimiento que se pueda intentar ante los
jueces.
La acción de tutela,
pues, no subsume ni sustituye el sistema jurídico que venía imperando al entrar
en vigencia la Constitución. No puede admitirse, por tanto, que se haga uso de
ella para dirimir conflictos con particulares o con el Estado respecto de los
cuales ya existen, precisamente con ese objeto, acciones y procesos definidos
por la ley.
Así las cosas, las
diferencias surgidas entre las partes por causa o con ocasión de un contrato no
constituyen materia que pueda someterse al estudio y decisión del juez por la
vía de la tutela ya que, por definición, ella está excluida en tales casos toda
vez que quien se considere perjudicado o amenazado en sus derechos goza de otro
medio judicial para su defensa: el aplicable al contrato respectivo según su
naturaleza y de conformidad con las reglas de competencia estatuidas en la ley.
De allí que la Corte
estime improcedente la acción incoada en el presente caso, razón por la cual
confirmará el fallo en revisión, sin perjuicio de formular, además, algunas
precisiones sobre afirmaciones contenidas en la demanda.
En el caso objeto
del presente proceso ha encontrado la Corte Constitucional un contrato de
arrendamiento relativo a inmueble destinado al funcionamiento de local
comercial, celebrado entre dos particulares: la sociedad "Fernando Corena
& Cía Ltda." en calidad de arrendadora y la señora Aydee de Díaz como
arrendataria.
Afirma la
peticionaria que dicho inmueble fue construido por la administración municipal
de Cereté. Ni ella ni la compañía arrendadora declaran ni acreditan que el bien
arrendado sea de propiedad del municipio y no obra dentro del expediente prueba
alguna en tal sentido.
Tampoco halla la
Corte acreditado que, como lo afirma la accionante, la sociedad "Fernando
Corena & Cía Ltda." haya actuado al celebrar el contrato en calidad de
"agente recaudador del municipio", ni tampoco en representación de la
entidad territorial. Al menos no aparece esa condición explicitada en el texto
del contrato ni se aportó prueba de ella, ni tampoco fue decretada por el juez
correspondiente como habría podido hacerlo para efectos de perfilar con mayor
precisión las características del caso. La Corte, sin embargo, no censura al
fallador por este aspecto pues, según lo dicho, resultaba palmaria su
incompetencia para resolver sobre una controversia contractual por la vía de la
tutela y, por ende, para proferir sentencia no era indispensable establecer si
en efecto la compañía arrendadora actuaba a nombre del municipio o lo hacía
directamente.
De todas maneras
importa subrayar que, aún bajo el supuesto de la propiedad del inmueble en
cabeza del municipio, la relación contractual cuya prueba fue aportada al
proceso se daba entre dos personas particulares.
Por otra parte, no
puede hablarse de contrato administrativo entre el municipio de Cereté y
la demandante, por cuanto, fuera de no haberse trabado la relación contractual
con la entidad pública, el contrato de arrendamiento no está incluido como
administrativo en la enunciación del artículo 16 del Decreto 222 de 1983,
aplicable en materia de clasificación en los departamentos y municipios por
expreso mandato de su artículo 1º, inciso final.
Así, pues, aunque el
convenio hubiese sido celebrado por el municipio, estaríamos ante un contrato
de derecho privado de la administración cuyos efectos, según el artículo 16
citado, "estarán sujetos a las normas civiles, comerciales y laborales, según
la naturaleza de los mismos, salvo en lo concerniente a la caducidad". A
lo cual agrega el artículo 17 que la jurisdicción competente para conocer de
los litigios que de ellos surjan será la ordinaria.
4. La libertad de
conciencia
De acuerdo con lo
expresado por la peticionaria, la garantía a su libertad de conciencia se vió
afectada por razón de la visita que le hiciera el anterior Alcalde del
municipio de Cereté, quien, según ella, la presionó buscando obtener apoyo
político para un candidato, recordándole cómo había sido favorecida con la
adjudicación del contrato.
Llama
particularmente la atención de la Sala el hecho de que la accionante no hubiera
denunciado en su momento, ante las autoridades respectivas, la posible conducta
irregular del funcionario, y que solamente el treinta (30) de julio de mil
novecientos noventa y dos (1992), justo un día antes de la terminación del
contrato por vencimiento del término, hubiese aludido a un hecho que de haber
sido investigado y demostrado habría podido acarrear al responsable las
respectivas sanciones.
Por la misma
naturaleza inmediata y sumaria del mecanismo consagrado en el artículo 86 de la
Carta, las acciones u omisiones constitutivas de amenaza o vulneración a
derechos fundamentales amparados por la Constitución, deben ser denunciadas
oportunamente, pues, de no ser así la orden que el juez de tutela debe impartir
respecto de quien incurre en aquellas vendría a ser inocua por extemporánea. En
el presente caso, sería completamente inútil que, luego de transcurridos varios
meses del proceso electoral en el que posiblemente estaba interesado quien
ejercía la indebida presión alegada ahora por la petente, se le ordenará cesar
en la ejecución de los actos que la configuraban. Por ello, según las normas
legales pertinentes, no procede la tutela cuando se intenta contra actos
consumados.
Sin embargo, la
Corte ordenará que se compulsen copias del expediente a la Procuraduría General
de la Nación para lo de su cargo.
IV. DECISION
Con base en las
consideraciones que anteceden, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión,
administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución.
RESUELVE:
Primero: CONFIRMASE, por las razones expuestas en
esta providencia, el fallo proferido el cuatro (4) de agosto del presente año
por el Juzgado Civil Municipal de Cereté -Córdoba-, mediante el cual se denegó
la tutela solicitada por la ciudadana AYDEE CECILIA DE DIAZ.
Segundo: Por Secretaría, compúlsense copias a la
Procuraduría General de la Nación para los efectos previstos en la parte
motiva.
Tercero.- Líbrense las comunicaciones de que trata
el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, para los fines allí previstos.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
186 | T-595-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-595/92
MEDIO DE DEFENSA
JUDICIAL-Eficacia
La sola
comprobación del uso que ha hecho el petente de un recurso ordinario, previsto
en la legislación procesal en desarrollo de lo estatuído por la Carta, permite
a la Corte afirmar sin rodeos que, con arreglo al mandato contenido en el
inciso tercero del artículo 86 de la Constitución, no era procedente la acción
de tutela intentada por cuanto existía otro medio de defensa judicial dentro
del mismo proceso penal.
PERJUICIO
IRREMEDIABLE-Inexistencia
No puede hablarse
de un perjuicio irremediable susceptible de ser evitado mediante la acción de
tutela aplicada como mecanismo transitorio, pues, considerada la definición
legal de dicha figura -"... el perjuicio que solo puede ser reparado en su
integridad mediante una indemnización" (artículo 6º del Decreto 2591 de
1991)- es evidente que, al interponer el recurso ordinario, se tiene la
posibilidad de obtener directamente, si prospera, la revocación, modificación o
aclaración de la sentencia de primera instancia en cuya virtud fue condenado,
no siendo por tanto el caso de un inminente daño a sus derechos fundamentales
únicamente resarcible en su integridad por la vía de la indemnización.La Corte
Constitucional no definirá la validez o nulidad de lo actuado en el proceso
penal ni fallará en torno al trámite que ha debido seguirse en cuanto al
momento de posesión del defensor, por cuanto ello no es de su competencia según
se deja expuesto. La dilucidación de estos puntos corre a cargo del tribunal
competente dentro del proceso ordinario.
DERECHO DE
DEFENSA
Miradas las cosas
desde el punto de vista estrictamente constitucional, es decir, en la
perspectiva del derecho fundamental a la defensa del sindicado, considera la
Corte que ni era necesario ni cabía intentar una acción de tutela, pues,
además de lo ya expuesto, el problema planteado no radicaba en una carencia de
defensor, toda vez que el procesado siempre estuvo asistido, sino en el momento
procesal para dar posesión al nuevo apoderado. Habida cuenta del largo tiempo
transcurrido desde cuando se informó al acusado sobre la renuncia de su
anterior defensor, al juez pareció inoportuno interrumpir con tal objeto una
diligencia ya iniciada. Como puede observarse, el esclarecimiento de la
oportunidad procesal para la posesión del defensor recién nombrado -máxime
cuando los motivos que habían conducido a designar abogado de oficio no eran
imputables al despacho judicial sino al procesado,- debe corresponder al
estudio que se adelante por el tribunal de segunda instancia al resolver sobre
la apelación ante él interpuesta pues, a juicio de esta Corte, no es cuestión
de constitucionalidad en cuanto el derecho fundamental a la defensa estaba
adecuadamente protegido por la autoridad pública demandada.
GARANTIA PROCESAL
Las garantías
procesales no pueden ser usadas como mecanismos orientados al entorpecimiento o
a la dilación del normal trámite de los asuntos judiciales y menos todavía
pretender que de su descuido y mora se deriven para el procesado posibilidades
de acción contra las autoridades judiciales que han atendido oportunamente las
prescripciones constitucionales y legales. Todo derecho comporta unos deberes
correlativos. Tratándose de los que ahora nos ocupan, tales deberes hacen
indispensable que quien, siendo sindicado, recibe de la autoridad las debidas
garantías para su defensa haga oportuno y correcto uso de ellas en vez de
alegar la propia falta de atención procesal en su beneficio.
Sala Tercera de Revisión
Ref.: Expediente
T-4721
Acción de tutela
de JOSE JOAQUIN y ALBERTO BERNAL AREVALO contra JUZGADO QUINTO SUPERIOR DE
SANTA FE DE BOGOTA (Actual 49 PENAL DE CIRCUITO).
Magistrados:
JOSE GREGORIO
HERNANDEZ GALINDO.
-Ponente-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Sentencia aprobada
en Santa Fe de Bogotá, D.C., mediante acta del nueve (9) de diciembre de mil
novecientos noventa y dos (1992).
I. INFORMACION
PRELIMINAR
ALBERTO y JOSE
JOAQUIN BERNAL AREVALO, actuando por conducto de apoderado, ejercieron ante la
Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santa Fe de Bogotá
acción de tutela con el objeto de obtener el restablecimiento de sus derechos
al debido proceso y al trabajo, respectivamente, pues, según se afirma en la
demanda, les han sido desconocidos por el antiguo Juzgado 5º Superior de esta
ciudad (actual 49 Penal del Circuito). Señalaron los actores que en el
despacho judicial mencionado ha venido cursando un proceso contra ALBERTO
BERNAL AREVALO por un delito contra la fe pública.
El apoderado de los
peticionarios, doctor LUIS ALBERTO SUAREZ ALONSO, quien suscribió la demanda,
expresó en ella que desde hace algún tiempo venía asistiendo al sindicado en
calidad de defensor, que había intervenido en la audiencia pública y en las
diligencias de continuación de la misma sin que ésta hubiere terminado y que,
por motivos de salud, se vio obligado a renunciar al poder que ejercía ante la
imposibilidad de sustituírlo inmediatamente.
El juzgado de
conocimiento, que lo era el 5º Superior, al recibir la renuncia del poder la
aceptó y ordenó que ello se pusiera en conocimiento del poderdante para que
éste procediera a la designación de nuevo apoderado.
Agregó que BERNAL
AREVALO no pudo obtener de inmediato la asistencia de un apoderado en razón de
la complejidad del asunto y la extensión del negocio. "... además,
confiado en mi rápida recuperación, buscaba servicios temporales, razón por la
cual se dificultaba aún más la solución adecuada y por tal motivo designó a su
hermano, el doctor JOSE JOAQUIN BERNAL AREVALO".
Expuso la demanda
que el juzgado de conocimiento señaló el día 21 de mayo del corriente año para
la continuación de la vista pública, "procediendo con inmediata
anterioridad a designarle como apoderado de oficio al doctor CARLOS ARTURO
INFANTE BARBOSA".
Al iniciarse la
audiencia pública, el 21 de mayo, BERNAL se presentó a la diligencia en compañía
de su hermano JOSE JOAQUIN a quien le dio poder para representarlo como
defensor en la continuación de la vista pública.
El juzgado se
abstuvo de reconocer personería al apoderado y, por el contrario, fundándose en
la circunstancia de que desde fecha anterior se había comunicado a BERNAL la
renuncia del primer apoderado, ordenó la continuación de la audiencia con el
defensor de oficio. Con ello -dice la demanda- se le vulneró su derecho a
designar libremente a quien deseara para continuar su defensa.
Sostenía la demanda
de tutela que, si bien hubo reconocimiento posterior del nuevo apoderado, ello
no subsanaba la irregularidad, razón por la cual "en el curso de la
audiencia pública y con anterioridad al último acto, se invocaron diversas
nulidades originadas en la ausencia total de defensa para uno de los
sindicados, que indudablemente afectaba el proceso y en consecuencia invalidaba
la actuación con perjuicios procesales para todos los vinculados".
Añadió que al
finalizar la última sesión de la audiencia, se presentó una objeción al
dictamen pericial que evaluó los supuestos perjuicios y que el juzgado le dió
el trámite incidental correspondiente ordenando la práctica de pruebas, pero
que no se practicó ninguna y dicha objeción se resolvió en la sentencia
mediante fallo del 30 de junio de 1992 cuya copia obra en el expediente. El
Juzgado Quinto Superior decidió condenar a ALBERTO BERNAL y a otras personas a
la pena principal de treinta y siete (37) meses y quince (15) días de prisión
como coautores del delito de falsedad ideológica en documento público agravado
por el uso, a la pena accesoria de interdicción de derechos y funciones
públicas por un período igual al de la pena principal impuesta y, en abstracto,
a pagar los daños y perjuicios ocasionados con el delito.
Según los
peticionarios, con los actos del juzgado se impidió que ALBERTO BERNAL
ejerciera sus derechos de defensa y se conculcó a JOSE JOAQUIN BERNAL su
derecho a trabajar.
En la demanda se
solicitaba la suspensión inmediata del proceso.
II. DECISION
JUDICIAL
Correspondió decidir
sobre la acción de tutela a la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santa Fe de Bogotá, el cual mediante fallo del 14 de agosto de
1992, rechazó la protección impetrada con base en los siguientes argumentos:
1. Se practicó
diligencia de inspección judicial y de ella resultó que se trata de un
voluminoso expediente de 11 cuadernos correspondiente a proceso penal iniciado
en 1981 el cual se encuentra actualmente en la Secretaría de la Sala Penal del
Tribunal por apelación que interpuso el doctor LUIS ALBERTO SUAREZ contra el
fallo mediante el cual se condenó a su defendido, Alberto Bernal Arévalo,
alegando la nulidad de lo actuado por violación del derecho de defensa, entre
otros motivos.
2. Observó la
sentencia del Tribunal que la audiencia pública se fijó por primera vez en
julio de 1988 y que señaló fecha para su práctica en más de diez oportunidades,
por culpa casi exclusiva, según constancia procesal, de los señores defensores,
al punto que la Fiscalía Quinta Superior puso de presente que existió interés
de éstos en "dilatar la actuación".
3. El juzgado
entendió como dilatoria la actitud del procesado BERNAL AREVALO a quien desde
el 23 de abril de 1992 se le había notificado la renuncia de su defensor sin
que hubiese hecho pronunciamiento alguno y por lo tanto, después que el
defensor de oficio hiciera uso de la palabra en la diligencia de audiencia
pública, se le reconoció poder.
4. Expresó el
Tribunal que el artículo 6º del Decreto 2591 de 1991 señala como improcedente
la tutela cuando existen otros medios de defensa judicial salvo que se utilice
como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
Revisada la
actuación del juzgado, encontró la Sala que éste al terminar la audiencia
recibió la correspondiente solicitud de nulidad la cual está siendo estudiada
por el propio Tribunal. El procesado está asistido de todas las garantías para
hacer valer sus derechos y ha venido interponiendo los recursos pertinentes.
5. A juicio del
Tribunal, la acción de tutela no constituye un instrumento paralelo, adicional,
complementario, acumulativo o alternativo.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE CONSTITUCIONAL
De conformidad con
lo dispuesto en el artículo 241, numeral 9, de la Constitución Política y 33 a
36 del Decreto 2591 de 1991, corresponde a esta Corporación la revisión de la
decisión judicial proferida para resolver sobre la acción de tutela en
referencia.
1. Improcedencia
de la acción de tutela.
Ha de verse
inicialmente si en el caso examinado procedía la acción de tutela según las
disposiciones constitucionales y legales pertinentes.
Obsérvese que la
acción fue promovida alegando los peticionarios una supuesta violación de sus
derechos al debido proceso y al trabajo por parte del despacho judicial ante el
cual se surtía un proceso penal por el delito de falsedad.
En desarrollo del
proceso se produjo ya una sentencia de primera instancia mediante la cual se
condenó a varias personas, entre ellas el doctor Alberto Bernal, uno de los
solicitantes de la tutela, quien simultáneamente ha ejercido el recurso de
apelación ante el Tribunal Superior de Distrito Judicial.
La sola comprobación
del uso que ha hecho el petente de un recurso ordinario, previsto en la
legislación procesal en desarrollo de lo estatuído por el artículo 31 de la
Carta, permite a la Corte afirmar sin rodeos que, con arreglo al mandato
contenido en el inciso tercero del artículo 86 de la Constitución, no era
procedente la acción de tutela intentada por cuanto existía otro medio de
defensa judicial dentro del mismo proceso penal.
Es claro, además,
que tampoco puede hablarse en esta ocasión de un perjuicio irremediable
susceptible de ser evitado mediante la acción de tutela aplicada como mecanismo
transitorio, pues, considerada la definición legal de dicha figura -"...
el perjuicio que solo puede ser reparado en su integridad mediante una
indemnización" (artículo 6º del Decreto 2591 de 1991)- es evidente que, al
interponer el recurso ordinario, BERNAL AREVALO tiene la posibilidad de obtener
directamente, si prospera, la revocación, modificación o aclaración de la
sentencia de primera instancia en cuya virtud fue condenado, no siendo por
tanto el caso de un inminente daño a sus derechos fundamentales únicamente
resarcible en su integridad por la vía de la indemnización.
Por otra parte,
haber accedido a conceder la protección solicitada hubiera significado una
indebida intromisión del juez de tutela -así en esta oportunidad fuera también
el superior jerárquico del juez de conocimiento- en la órbita reservada por la
ley a la jurisdicción ordinaria, para lo cual a todas luces carecía de
competencia la Sala Penal del Tribunal en cuanto no estaba actuando dentro del
juicio sino por fuera de éste, en un proceso distinto, provocado por una
impropia invocación del artículo 86 de la Carta.
Debe reiterar la
Corte a ese respecto que la acción de tutela no constituye un mecanismo
alternativo a los procedimientos ordinarios, ni tampoco un camino de fácil
acceso para quien busca dilatarlos.
En reciente
sentencia afirmó la Sala Plena de esta Corporación:
"... no está
dentro de las atribuciones del juez de tutela la de inmiscuirse en el trámite
de un proceso judicial en curso, adoptando decisiones paralelas a las que
cumple, en ejercicio de su función, quien lo conduce, ya que tal posibilidad
está excluída de plano en los conceptos de autonomía e independencia
funcionales (artículos 228 y 230 de la Carta), a los cuales ya se ha hecho
referencia.
De ningún modo es
admisible, entonces, que quien resuelve la tutela extienda su poder de decisión
hasta el extremo de resolver sobre la cuestión litigiosa que se debate en un
proceso o en relación con el derecho que allí se controvierte.
No puede, por tanto,
proferir resoluciones o mandatos que interfieran u obstaculicen diligencias
judiciales ya ordenadas por el juez de conocimiento, ni modificar providencias
por él dictadas, no solamente por cuanto ello representaría una invasión en la
órbita autónoma del juzgador y en la independencia y desconcentración que
caracterizan a la administración de justicia (artículo 228 C.N.), sino porque,
al cambiar inopinadamente las reglas predeterminadas por la ley en cuanto a las
formas propias de cada juicio (artículo 29 C.N.), quebrantaría abierta y
gravemente los principios constitucionales del debido proceso. Lo anterior sin
tener en cuenta la ostensible falta de competencia que podría acarrear la
nulidad de los actos y diligencias producidos como consecuencia de la decisión
con los consiguientes perjuicios para las partes, la indebida prolongación de
los procesos y la congestión que, de extenderse, ocasionaría esta práctica en
los despachos judiciales"1 .
Lo expuesto es
suficiente para confirmar la sentencia objeto de revisión.
La Corte
Constitucional no definirá la validez o nulidad de lo actuado en el proceso
penal ni fallará en torno al trámite que ha debido seguirse en cuanto al
momento de posesión del defensor, por cuanto ello no es de su competencia según
se deja expuesto. La dilucidación de estos puntos corre a cargo del tribunal
competente dentro del proceso ordinario.
Deben formularse,
empero, algunas consideraciones respecto a la importancia que tiene la defensa
del procesado a la luz de la preceptiva constitucional y sobre la diferencia
entre las garantías procesales y la utilización de mecanismos dilatorios dentro
de los procesos judiciales.
La defensa del
reo como garantía constitucional
Las reglas que
estructuran el debido proceso están fundadas por una parte en la presunción de
inocencia que cobija a toda persona, de lo cual se desprende que su
culpabilidad tiene que ser demostrada como requisito indispensable para
condenarla, y por otra en la garantía que el Estado ofrece al sindicado,
también como condición necesaria para la imposición de la pena, en el sentido
de que durante el proceso gozará de la plenitud de medios y posibilidades de
defensa. De nada serviría el postulado del juicio previo si a lo largo de éste
los agentes del Estado pudieran actuar unilateralmente negando al procesado la
oportunidad de hacer valer las pruebas y argumentos que lo favorecen. Ello
equivaldría a la condena anticipada y a la inexistencia del debido proceso.
"El que ha dictado sentencia sin oír a la otra parte, no ha sido justo,
aunque su sentencia lo sea"2 .
De allí que sean
consustanciales a todo juzgamiento, en especial si ha de resolverse sobre la
imposición de sanciones penales, la imparcialidad del juez o tribunal, la
observancia estricta de todas las formas propias de cada juicio según
definición previa de la ley, la espontaneidad de la confesión, el principio de
favorabilidad, el debate probatorio, los recursos y el derecho a ser asistido
por un abogado escogido libremente por el acusado, entre otras garantías, a las
que hacen referencia tanto la Carta Política en su artículo 29 como los
tratados, convenios y declaraciones internacionales de derechos.
La escogencia de un abogado
según la libre voluntad del sindicado para que lo represente a lo largo del
proceso es un derecho inalienable cuyo desconocimiento u obstaculización
lesiona gravemente la oportunidad de fedensa, razón por la cual se constituye
en uno de los elementos insustituíbles del debido proceso en las causas
criminales. Tal importancia tiene que los ordenamientos jurídicos han
instituído la figura del defensor público o de oficio cuya designación se
confía a los propios jueces cuando el inculpado no puede por cualquier causa
acudir al profesional de su preferencia. Así lo contemplan los artículos 139 a
142 del Código de Procedimiento Penal vigente y también lo hacían, en términos
similares, los artículos 131 y siguientes del Decreto 050 de 1987 que aún regía
cuando se sucedieron los hechos materia del presente proceso.
Ya la Corte
Constitucional ha tenido ocasión de referirse al tema:
"Para que haya
un proceso propio de un Estado de Derecho es irrenunciable que el inculpado
pueda tomar posición frente a los reproches formulados en su contra y que se
consideren en la obtención de la sentencia los puntos de vista sometidos a
discusión. La exposición razonada de los argumentos y pruebas del sindicado no
sólo sirven al interés individual de éste, sino también al esclarecimiento de
la verdad.
La meta de todo
proceso judicial, que es hallar la verdad, se alcanza en la mejor forma por
medio de un proceso en que se pongan en discusión los argumentos y
contraargumentos ponderados entre sí, en que se miren los aspectos
inculpatorios y los exculpatorios. En definitiva, se trata de un proceso
dialéctico.
Con miras a
garantizar que esa defensa judicial sea efectiva, la Constitución y la ley han
establecido que deba hacerse preferentemente a través de abogado"[1].
Inexistencia de
la violación del derecho a defensa
En el presente caso,
miradas las cosas desde el punto de vista estrictamente constitucional, es
decir, en la perspectiva del derecho fundamental a la defensa del sindicado,
considera la Corte que ni era necesario ni cabía intentar una acción de
tutela, pues, además de lo ya expuesto, el problema planteado no radicaba en
una carencia de defensor, toda vez que el procesado siempre estuvo asistido,
sino en el momento procesal para dar posesión al nuevo apoderado. Habida
cuenta del largo tiempo transcurrido desde cuando se informó al acusado sobre
la renuncia de su anterior defensor, al juez pareció inoportuno interrumpir con
tal objeto una diligencia ya iniciada.
Como puede
observarse, el esclarecimiento de la oportunidad procesal para la posesión del
defensor recién nombrado -máxime cuando los motivos que habían conducido a
designar abogado de oficio no eran imputables al despacho judicial sino al
procesado,- debe corresponder al estudio que se adelante por el tribunal de
segunda instancia al resolver sobre la apelación ante él interpuesta pues, a
juicio de esta Corte, no es cuestión de constitucionalidad en cuanto el derecho
fundamental a la defensa estaba adecuadamente protegido por la autoridad
pública demandada.
Según consta en la
fotocopia de la diligencia de audiencia pública que obra en el expediente, llevada
a cabo el 21 de mayo de 1992, "El Despacho teniendo en cuenta que desde el
23 de abril del año en curso le comunicó personalmente al procesado Alberto
Bernal, la renuncia como defensor propuesta por el doctor SUAREZ ALFONSO, y
hasta hoy hace el nombramiento de defensor, previamente a esta diligencia, y
para garantizar su derecho de defensa, le designó defensor de oficio, con quien
se dispone terminar la presente vista pública. Lo anterior, por cuanto debe
entenderse esta actitud del procesado, como dilatoria para seguir adelante la
audiencia. Por tanto, se dispone que el defensor de oficio haga uso de la
palabra cumpliendo así con su deber. El defensor designado por el procesado,
se reconocerá posteriormente" Más adelante se lee: "Se deja
constancia, que el señor Defensor oficioso hace entrega al Despacho en nueve
folios, de su alegato".
En la sentencia de
primera instancia, proferida por el Juzgado Quinto Superior el 30 de junio de
mil novecientos noventa y dos (1992), dentro del proceso seguido por el delito
de falsedad en documentos contra el doctor Alberto Bernal Arévalo, entre
otros, a folio 28 del citado documento se lee:
"Cambio de
defensores: Indudablemente que una de las garantías procesales otorgadas por
el legislador a los procesados es la de designar los defensores de confianza,
sin embargo, esta facultad no puede aprovecharse como se quiso en el presente
caso, para que el tiempo transcurra y obtener la impunidad a través de la
prescripción. No otra cosa nos demuestra el tiempo que se necesitó para
culminar la diligencia, el número de veces que se señaló fecha para tal fin y
esencialmente las causas por las que no se terminó hace mucho tiempo".
Así, pues, si el
juzgado -como aparece en el expediente, notificó en tiempo al sindicado la
renuncia de su defensor y éste no designó con la misma celeridad un sustituto,
dilatando así la continuación de la diligencia de audiencia pública, y además
le suministró un defensor de oficio, mal puede argumentarse violación al debido
proceso por parte del Juzgado Quinto Superior como lo pretenden los
accionantes. El sindicado tuvo siempre una defensa idónea por este aspecto,
como se hizo constar en la diligencia de audiencia pública y, si no contó en
dicha audiencia con la asistencia de un abogado escogido por él, fue por su
propia negligencia en designarlo, lo cual no podía llevar al juez a suspender
en forma indefinida su continuación.
Las garantías
procesales no pueden ser usadas como mecanismos orientados al entorpecimiento o
a la dilación del normal trámite de los asuntos judiciales y menos todavía
pretender que de su descuido y mora se deriven para el procesado posibilidades
de acción contra las
autoridades
judiciales que han atendido oportunamente las prescripciones constitucionales y
legales .
Todo derecho
comporta unos deberes correlativos. Tratándose de los que ahora nos ocupan,
tales deberes hacen indispensable que quien, siendo sindicado, recibe de la
autoridad las debidas garantías para su defensa haga oportuno y correcto uso de
ellas en vez de alegar la propia falta de atención procesal en su beneficio.
Inexistencia de
violación del derecho al trabajo
En el caso del
doctor José Joaquín Bernal Arévalo, respecto de quien se alega violación del
derecho al trabajo, mucho menos puede aceptarse la existencia de tal violación,
pues él tiene la libertad de seguir ejerciendo su profesión en cualquier otro
caso, e incluso en el de su hermano, si a bien lo tiene, en otras instancias
procesales.
En mérito de las
consideraciones que anteceden, la Corte Constitucional, administrando justicia
en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero.- CONFIRMAR, por las razones expuestas en
esta providencia, el fallo proferido por el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santa Fe de Bogotá respecto de la acción de tutela en referencia el
14 de agosto de mil novecientos noventa y dos.
Segundo.- Por Secretaría líbrese la comunicación de
que trata el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 para los fines allí
contemplados.
Cópiese,
notifíquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO FABIO MORON DIAZ
Magistrado
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr. Corte Constitucional. Sala Plena. Fallo Nº C-543. Octubre 1
de 1992.
2 Séneca, Medea 199.
[1]Cfr. Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Sentencia Nº
T-436 del 1º de julio de 1992. Magistrado Ponente: Doctor Ciro Angarita Barón. |
187 | T-596-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-596/92
DERECHOS DEL
INTERNO-Responsabilidad
del Estado
Si bien es cierto
que la condición de prisionero determina una drástica limitación de los
derechos fundamentales, dicha limitación debe ser la mínima necesaria par
lograr el fin propuesto. Toda limitación adicional debe ser entendida como un
exceso y, por lo tanto, como una violación del tales derechos. La órbita de los
derechos del preso cuya limitación resulta innecesaria, es tan digna de respeto
y su protección constitucional es tan fuerte y efectiva como la de cualquier
persona no sometida a las condiciones carcelarias. Los derechos no limitados
del sindicado o del condenado, son derechos en el sentido pleno del término,
esto es, son derechos dotados de poder para demandar del Estado su protección.
Del derecho pleno del interno a la vida, la integridad física y a la salud se
derivan importantes consecuencias jurídicas para la administración
penitenciaria que pueden ser descritas como deberes. Entre ellos se encuentra
el deber de trato humano y digno, el deber de proporcionar alimentación
suficiente, agua potable, vestuario, utensilios de higiene y lugar de
habitación en condiciones de higiene y salud adecuadas, el deber de asistencia
médica y el derecho al descanso nocturno, entre otros.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Alcance
Los derechos
fundamentales no incluyen sólo derechos subjetivos y garantías constitucionales
a través de los cuales el individuo se defiende frente a las actuaciones de
las autoridades públicas, también incluye deberes positivos que vinculan a
todas las ramas del poder público. No sólo existe la obligación negativa por
parte del Estado de no lesionar la esfera individual, también existe la
obligación positiva de contribuir a la realización efectiva de tales derechos.
La razón jurídica que explica este compromiso positivo del Estado se encuentra
en el mandato constitucional según el cual, el Estado colombiano se funda en el
valor de la dignidad humana, lo cual determina, no sólo un deber negativo de no
intromisión sino también un deber positivo de protección y mantenimiento de
condiciones de vida digna.
CASTIGO
CARCELARIO-Eliminación
Es necesario
eliminar la perniciosa justificación del maltrato carcelario que consiste en
aceptar como válida la violación del derecho cuando se trata de personas que
han hecho un mal a la sociedad. El castigo de los delincuentes es un castigo
reglado, previsto por el derecho y limitado a unos procedimiento y prácticas
específicas, por fuera de las cuales el preso debe ser tratado bajo los
parámetros normativos generales. La efectividad del derecho no termina en la
murallas de las cárceles. El delincuente, al ingresar a la prisión, no entra en
un territorio sin ley.
DERECHOS
FUNDAMENTALES-Protección
La protección de
los derechos fundamentales no puede reducirse al juicio de legalidad acerca de
la decisión tomada por la autoridad pública correspondiente. Es necesario,
además, y sobre todo, confrontar dicha decisión con la Constitucion misma.
PENA
Además de ser
jurídica, pública y judicial, la pena debe ser también necesaria, útil y
proporcional. Toda pena, independientemente del delito del cual provenga, debe
respetar unas reglas mínimas relativas al tratamiento de los reclusos, que se
encuentran ligadas, de manera esencial, al concepto de dignidad humana y al
principio según el cual la pena no tiene por objeto el infligir sufrimiento
corporal.
REF:
EXPEDIENTES T-4368, T-4466,T-4665
PROCEDENCIA:
Juzgados Primero y Segundo Penales del Circuito de Calarca.
PETICIONARIOS:
Diego de Jesús Restrepo, Julio César Jiménez Ocampo, James Mosquera Velásquez.
MAGISTRADO
PONENTE: Ciro Angarita Barón.
TEMAS:
-Funciones y
aplicaciones de la pena.
-Castigo
carcelario y dignidad humana.
- El calabozo
- El prisionero y
el Estado.
- Situación
carcelaria
Aprobada según Acta
N de la Sala de Revisión No 1, en Santafé de Bogotá, el 10 de diciembre de
1992.
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo ha
pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente,
SENTENCIA
en los procesos de
acción de tutela instaurados por Diego de jesús Restrepo, Julio Cesar Jiménez
Ocampo y James Mosquera Velásquez, contra las directivas de la penitenciaría
rural de "Peñas Blancas", y que fuera resuelto en primera instancia
por el Juzgado Primero Penal de Calarcá (Quindío).
I. ANTECEDENTES
A. La acción
1. Los hechos
a) Tutela T-4368.
El peticionario
Diego de Jesús Restrepo M., se encuentra recluido en la penitenciaría de
"Peñas Blancas" en la ciudad de Calarcá y solicita tutela para la
protección de su salud y de su derecho al medio ambiente sano, vulnerados por
el hecho de tener que dormir dentro de un recinto con letrinas deterioradas,
que hacen insoportable y degradante la estadía nocturna en dicho lugar.
Con base en tales
hechos, el peticionario solicita la construcción de servicios sanitarios
apropiados.
b) Tutela T- 4486
El peticionario
James Mosquera Velásquez, se encuentra en la misma penitenciaría y en la misma
situación que el interno Diego de Jesús Restrepo, y como consecuencia de ello
se queja de los mismos hechos y hace la misma solicitud.
c) Tutela T-4665.
El señor Julio Cesar
Jiménez Ocampo, también se encuentra recluido en la penitenciaría de
"Peñas Blancas" de Calarcá. Relata el peticionario que el día 18 de
junio de 1992, fue sancionado injustamente a tres días de aislamiento celular
(calabozo) por haber realizado actos de indisciplina durante la hora del
almuerzo, al discutir con el guardián acerca de la orden de salida. Por esta
causa, su comportamiento, antes calificado como ejemplar, fue catalogado como
simplemente "bueno", razón por la cual le fue negado permiso salida
para visitar a sus familiares, permiso este que se otorga sólo a los presos con
comportamiento ejemplar.
Luego de haber
cumplido con dicha pena fue sancionado a 3 horas de plantón por haber faltado
al respeto a la guardiana Blanca Nubia García Gómez, en las dependencias de la
oficina jurídica del establecimiento, en momentos en que disentía con la
administración sobre la negación de su permiso para visitar a sus familiares.
El peticionario
relata los padecimientos que debió sufrir con estas sanciones, en especial
durante los tres días de calabozo, debido a las precarias condiciones de
higiene de la celda de castigo, sobre todo en lo relacionado con la evacuación
de excretas y con la utilización de agua.
Considera, además,
que con la imposición de las sanciones disciplinarias, no se le dio información
ni explicación alguna sobre el castigo ni se le dio la oportunidad de
defenderse, lo cual conlleva un desconocimiento de sus derechos
constitucionales a la información y al debido proceso.
2. La sentencia
de primera instancia.
a). T-4368 y T-4486.
Las solicitudes de
tutela acumuladas T-4368 y T-4486 fueron conocidas en distintos procesos por el
Juez Primero Penal del Circuito de Calarcá. Las pruebas presentadas y los
hechos son esencialmente los mismos en ambos procesos.
Una vez recibidas,
el juez pide declaración a la directora encargada de la penitenciaría y a los
cabos encargados de la vigilancia del recinto en donde duermen los señores
Diego de Jesús Restrepo y James Mosquera Velásquez.
En tales
declaraciones se comprueba la existencia de letrinas en mal estado y ubicadas
en el sitio anotado por el peticionario. Al respecto la Doctora Martha Elena
Sánchez, directora encargada de la penitenciaría, sostiene que la cárcel tiene
problemas de hacinamiento, pues fue construida inicialmente para trescientos
cincuenta internos, pero en la actualidad tiene cuatrocientos ochenta y cuatro
(1
). La construcción de la cárcel -dice- es vieja y las redes de acueducto y
alcantarillado son deficientes. Concluye la directora diciendo que el problema
sanitario se sale de sus manos, debido a que no dispone de los recursos
necesarios para un mejor mantenimiento de las instalaciones penitenciarias.
Los cabos encargados
de la vigilancia señalan que se hace todo lo posible por mantener condiciones
buenas de higiene. Anotan, además que el problemas se encuentra agravado por la
circunstancia del fuerte verano. Como consecuencia de ello, la presión del
acueducto no es suficiente y los tanques de abastecimiento no se alcanzan a
llenar, razón por la cual, durante las noches, no hay agua. Es importante
igualmente señalar, que según el cabo Rosmel Navarro Prada, las letrinas se encuentran
más o menos a un metro, o metro y medio del lugar en el cual duermen los
presos.
La situación de la
cárcel de "Peñas Blancas" se encuentra bien ilustrada en una carta
anexada a los expedientes y enviada por la doctora Martha Elena Sánchez,
directora de la penitenciaría, al Doctor Darío Echeverry, Director General del
Fondo Rotatorio del Ministerio de Justicia, en la cual la funcionaria solicita
la intervención del director del Fondo Rotatorio para que en el presupuesto sea
tenida en cuenta la cárcel de "peñas Blancas" y se le asignen
partidas encaminadas a solucionar las dificultades que a continuación
relaciona. Sobre el problema sanitario la doctora Martha Elena Sánchez comenta
lo siguiente:
" Por la
construcción antigua de este establecimiento, tenemos problemas en lo referente
a las necesidades de acueducto y alcantarillado, pues su capacidad es
deficiente (...)
Los sitios de
aseo del personal de internos, no reúnen las mínimas condiciones de higiene,
como podrá observarlo en las fotos 2 y 3 que anexo, siendo necesario la
instalación de baterías sanitarias, para de esta forma humanizar un poco las
condiciones de vida de los reclusos".
Obra también en el
expediente un informe del Instituto Seccional de Salud del Quindío, realizado
luego de la visita efectuada a las instalaciones penitenciarias el día 9 de
junio de 1992. En relación con la disposición de excretas el informe dice los
siguiente:
"La
penitenciaría cuenta con tres pisos y cuatro patios donde alberga en la
actualidad 500 internos.
En los tres pisos
hay un total de diez instalaciones para sanitarios, pero realmente no existen
las tazas, sino los orificios.
En cada uno de los
pisos existe un sanitario en malas condiciones.
El agua para evacuar
los desechos (excretas) se arroja con baldes, ya que no existen instalaciones
adecuadas."
En sus
consideraciones el Juez hace un breve análisis de la acción de tutela y de los
derecho fundamentales, para concluir que la presunta violación de la que habla
el accionante, tiene que ver con los derechos colectivos del capítulo tercero
del título segundo y no con los derechos constitucionales fundamentales, que
son los únicos susceptibles de ser protegidos con la acción de tutela. De esta
manera el Juez niega la tutela al peticionario.
No obstante lo dicho
sobre la improcedencia de la acción, el Juez penal, con base en el informe
presentado por la División de Saneamiento Ambiental, reconoce el hecho de que
las condiciones de higiene del establecimiento penitenciario son malas y, en
consecuencia, solicita a las directivas del establecimiento, hacer esfuerzos
para garantizar a los presos "las mínimas condiciones de salubridad a las
que tienen pleno derecho".
b). T-4665.
La solicitud de
tutela presentada por el peticionario Julio Cesar Jiménez Ocampo fue conocida
por el Juez Segundo Penal del Circuito de Calarcá. En el proceso obran como
pruebas los siguientes documentos:
-Copia de las
actuaciones administrativas por medio de las cuales se impuso las sanciones al
peticionario.
- Declaratoria del
peticionario sobre los hechos de la demanda.
- Declaración del
cabo Navarro sobre los hechos.
En sus consideraciones,
el Juez señala que la convivencia en una penitenciaría requiere de sanciones
ejemplarizantes para aquellos que incumplen las reglas disciplinarias. Concluye
luego que las sanciones impuestas al recluso Jiménez Ocampo son válidas, de
acuerdo con el decreto 1817 de 1964, en el que se consagra el régimen
penitenciario. Al respecto dice el juez los siguiente:
"no vemos
que las sanciones, posición de plantón y aislamiento celular sean crueles e
inhumanas por cuanto son de consagración legal y fueron establecidas con
anterioridad a la ocurrencia de los hechos materia de la queja".
Con estos argumentos
el Juez Segundo Penal del Circuito de Calarcá niega la acción de tutela al
peticionario Julio Cesar Jiménez Ocampo.
II. Consideraciones de la Corte
La protección de los
derechos fundamentales no puede reducirse al juicio de legalidad acerca de la
decisión tomada por la autoridad pública correspondiente. Es necesario, además,
y sobre todo, confrontar dicha decisión con la Constitucion misma. La acción de
tutela obliga al juez a efectuar este tipo de ejercicio y de esta manera, logra
el propósito de efectividad de los derechos que consagra con énfasis la
Constitucion y que se deriva de la fuerza normativa consagrada en su artículo
cuarto. En atención a este postulado, las consideraciones que vienen tratarán
los siguientes temas: el fundamento, sentido y función de la pena; la relación
entre el castigo y el valor constitucional de la dignidad, la aplicación de
las penas, y, finalmente, el caso concreto .
1. Fundamento y
función de la pena.
En contra de las
teorías de origen kantiano sobre el sentido de la pena, según las cuales esta
es un mecanismo para la realización de la justicia absoluta o metafísica, hoy
en día se considera -reconociendo el carácter limitado e imperfecto de la
justicia social- que la pena es un recurso jurídico-político encaminado a la
protección del grupo social por medio de la disuasión del ciudadano frente a la
conducta delictuosa y del castigo de los delincuentes. En correspondencia con
esto, la idea del suplicio público, concebido como mecanismo para difundir una
representación ejemplarizante en los demás miembros del grupo social, ha sido
sustituida por la idea de aislamiento social, entendido como un medio para la
protección social y para la rehabilitación personal del delincuente. De aquí
provienen la funciones preventivas, retributivas, preventiva, protectoras y
resocializadoras atribuidas a la pena y al sistema carcelario en general.
Las dos concepciones
de la pena y del castigo anotadas, perciben de manera radicalmente diferente el
sufrimiento del prisionero: mientras para la primera el dolor es un propósito
deliberado, que sirve no sólo para lograr el restablecimiento de la justicia
por el daño social causado, sino también como ejemplo del buen comportamiento y
de las consecuencias indeseables de la desviación social, para la segunda, el
sufrimiento es una consecuencia inevitable que no es pretendida como fin en sí
mismo. El sufrimiento es inseparable de la pena pero la pena no se reduce al
sufrimiento ni lo tiene como objetivo. Por eso, de acuerdo con esta última
visión, las penas corporales han sido eliminadas en la mayoría de los
ordenamientos jurídicos constitucionales, si bien la pena de muerte, como un
recurso extremo, subsiste en algunos de ellos. La pena de prisión, en cambio,
aunque causa una aflicción, no sólo psíquica sino también física, no es una
pena dirigida directamente al cuerpo de los condenados, como lo son por
ejemplo, los azotes, las mutilaciones, etc, y por lo tanto no debe ser
considerada como un castigo del cuerpo.
Hasta el siglo
XVIII, la imposición de sufrimientos al condenado no tenía límites. Los más
macabros y sofisticados recursos fueron utilizados para hacer sufrir más y de
manera más visible. A partir de la reforma al derecho penal que tuvo lugar a
finales del siglo XVIII, el sufrimiento excesivo o adicional fue considerado
como el resultado de una fuerza arbitraria, condenable a su turno por el mismo
derecho penal. En estas nuevas circunstancias, las consecuencias dolorosas de
la pena son concebidas como un mal necesario para el cumplimiento de los fines
sociales que persigue. Toda imposición que cause sufrimientos innecesarios al
delincuente, debe ser evaluada como una acción independiente de la pena y por
lo tanto como un ejercicio arbitrario de la fuerza. Sobre este punto Juan
Fernández Carrasquilla dice los siguiente:
"El exceso
hace perder a la pena su carácter jurídico o legítimo (...) Y como no se trata
de un ius talionis, ni existe una objetiva escala composicional, la fijación de
aquella proporcionalidad es político‑ axiológica, habida siempre cuenta
de lo que es estrictamente necesario y útil para la tutela de la sociedad, la
protección de la víctima y la protección del reo. La pena, que es un mal
necesario, no debe sobrepasar la medida de la necesidad social (la protección
de bienes jurídicos primarios) en que se inspira, ni infligir al reo
sufrimientos innecesarios; debe, en suma, ser el menor mal posible para la
sociedad y para el delincuente. Su fundamento o razón de ser no es otro que la
necesidad socio-política de la defensa del orden jurídico y la garantía de las
condiciones mínimas de la existencia social pacífica, pero nunca se impone, en
un estado de derecho, por encima de las necesidades de protección de bienes
jurídicos, ni por fuera del marco subjetivo de la culpabilidad." (2 ).
El sufrimiento del
delincuente debe ser evaluado bajo la perspectiva anotada, esto es, teniendo
presente el fin de protección social de la pena y la consecuencia indeseada
pero necesaria del padecimiento. Las penas excesivas, crueles, inhumanas,
infamantes, o degradantes, no son otra cosa que violencia institucional. En
consecuencia, toda aflicción que escape a la relación entre estos dos elementos
debe ser considerada por fuera de la legalidad propia de la pena y debe ser
tenida en cuenta bajo la perspectiva constitucional, con el objeto de castigar
posibles violaciones de los derechos fundamentales.
Según esto, si bien
es cierto que la condición de prisionero determina una drástica limitación de
los derechos fundamentales, dicha limitación debe ser la mínima necesaria par
lograr el fin propuesto. Toda limitación adicional debe ser entendida como un
exceso y, por lo tanto, como una violación del tales derechos. La órbita de los
derechos del preso cuya limitación resulta innecesaria, es tan digna de respeto
y su protección constitucional es tan fuerte y efectiva como la de cualquier
persona no sometida a las condiciones carcelarias. Los derechos no limitados
del sindicado o del condenado, son derechos en el sentido pleno del término,
esto es, son derechos dotados de poder para demandar del Estado su protección.
2.
Características de la pena
En relación con la
aflicción causada a los prisioneros por la imposición de sanciones, es
importante resaltar algunas de las características de la pena. Además de ser
jurídica, pública y judicial, se ha considerado que la pena debe ser también
necesaria, útil y proporcional.
Su carácter
necesario significa que la pena no debe ser impuesta de manera arbitraria, es
decir, cuando no guarda relación con el fin perseguido por ella. "La pena,
dice Fernández Carrasquilla, es un mal que la sociedad impone al
"desviado" para conservarse a sí misma". Por eso, continúa, la
pena criminal es, por definición, la institución-límite de la filosofía
liberal, porque en ella siempre y de algún modo se sacrifica al individuo en
aras del interés social". (3 ). También es una institución- límite
de la filosofía liberal pues en ella misma la ética individual kantiana, en la
cual el individuo es el fin último, cede ante una ética utilitarista, cuyo
principio rector se encuentra en la protección de la sociedad.
La pena, además de
necesaria debe ser útil. La pena debe ser un instrumento adecuado para servir a
sus fines de prevención retribución, protección o resocialización. Si
los fines de la
pena pueden conseguirse por otros medios menos costosos o menos aflictivos, la
pena no es necesaria y por lo tanto no puede ser útil.
La pena debe ser
también proporcional. La proporcionalidad se obtiene con la comparación entre
el daño ocasionado por el delito y el daño causado por la pena. Según Fernández
Carrasquilla, El estado actual de la relación de razonable proporción entre
delito y pena, que desde luego no es natural ni matemática sino valorativa, es
el de hacer depender la gravedad de la pena, en abstracto y en concreto, de dos
baremos fundamentales: la gravedad del injusto y el grado de culpabilidad"
([1]).
3. La relación
jurídica entre el preso y la administración penitenciaria
En una relación
jurídica el predominio de una parte sobre la otra no impide la existencia de
derechos y deberes para ambas partes. Este es el caso del interno en un centro
penitenciario. Frente a la administración, el preso se encuentra en una
relación especial de sujeción, diseñada y comandada por el Estado, el cual se
sitúa en una posición preponderante, que se manifiesta en el poder
disciplinario y cuyos límites están determinados por el reconocimiento de los
derechos del interno y por los correspondientes deberes estatales que se
derivan de dicho reconocimiento.
La cárcel no es un
sitio ajeno al derecho. Las personas recluidas en un establecimiento
penitenciario no han sido eliminados de la sociedad. La relación especial de
sometimiento que mantienen con el Estado no les quita su calidad de sujetos
activos de derechos. En vista del comportamiento antisocial anterior, el
prisionero tiene algunos de sus derechos suspendidos, como la libertad por
ejemplo, otros limitados, como el derecho a la comunicación o a la intimidad;
pero goza de otros derechos de manera plena, como el derecho a la vida, a la
integridad física y a la salud.
Del derecho pleno
del interno a la vida, la integridad física y a la salud se derivan importantes
consecuencias jurídicas para la administración penitenciaria que pueden ser
descritas como deberes. Entre ellos se encuentra el deber de trato humano y
digno, el deber de proporcionar alimentación suficiente, agua potable,
vestuario, utensilios de higiene y lugar de habitación en condiciones de
higiene y salud adecuadas, el deber de asistencia médica y el derecho al
descanso nocturno, entre otros.
La potestad
disciplinaria, entonces debe enmarcarse dentro de los límites impuestos por los
derechos de los presos. Desde este punto de vista la aplicación de la sanción
del calabozo, tan común en nuestro medio, debe ser restringida a los casos
extremos, debe estar reducida al mínimo tiempo necesario para el cumplimiento
del fin perseguido y, además, debe realizarse en condiciones que no vulneren el
principio de dignidad humana y que no constituya trato cruel o degradante.
Sobre este tema la Comisión de Estrasburgo ha establecido en el artículo 3 del
Convenio de Roma que no es la sanción en sí sino el conjunto de circunstancias
y condiciones de su aplicación, incluyendo su particular forma de ejecución,
los que podrían constituír en concreto, una violación de los derechos del
preso.
4. Derecho a la
vida y dignidad
El derecho a la vida
es el derecho fundamental esencial en cuanto constituye el supuesto ontológico
sin el cual los demás derechos carecen de sentido. Estrechamente ligado al
derecho a la vida se encuentra la protección constitucional del valor de la
dignidad, consagrado en el artículo 1 de la Carta, que define al Estado como
una República fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo, en la
solidaridad de las personas y en la prevalencia del interés general.
Los derechos
fundamentales no incluyen sólo derechos subjetivos y garantías constitucionales
a través de los cuales el individuo se defiende frente a las actuaciones de
las autoridades públicas, también incluye deberes positivos que vinculan a
todas las ramas del poder público. No sólo existe la obligación negativa por
parte del Estado de no lesionar la esfera individual, también existe la
obligación positiva de contribuir a la realización efectiva de tales derechos.
La razón jurídica que explica este compromiso positivo del Estado se encuentra
en el mandato constitucional según el cual, el Estado colombiano se funda en el
valor de la dignidad humana, lo cual determina, no sólo un deber negativo de no
intromisión sino también un deber positivo de protección y mantenimiento de
condiciones de vida digna.
Las personas
recluidas en establecimientos carcelarios se encuentran bajo la guardia del
Estado. Ello implica, por un lado, responsabilidades relativas a la seguridad
de los reclusos y a su conminación bajo el perímetro carcelario y, por el otro,
responsabilidades en relación con las condiciones de vida de los reclusos. La
Constitucion de manera explícita hace referencia a esta idea en su artículo 12
cuando establece que "Nadie será sometido a desaparición forzada, a
torturas ni a tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes". De acuerdo
con esto, toda pena, independientemente del delito del cual provenga, debe
respetar unas reglas mínimas relativas al tratamiento de los reclusos, que se
encuentran ligadas de manera esencial, al concepto de dignidad humana y al
principio según el cual la pena no tiene por objeto el infligir sufrimiento
corporal.
La prohibición del
artículo 12 de la Constitucion relativa a los tratos o penas crueles, inhumanos
o degradantes, es una de las innovaciones más importantes introducidas por la
Constituyente de 1991. Esta parte del texto del artículo 12 fue extraída de la
Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o
Degradantes, aprobada por la resolución 39/46 de la Asamblea General en
diciembre de 1984.
Durante los debates
de la Asamblea Nacional Constituyente triunfó la corriente que abogaba por una
inclusión explícita de esta prohibición consagrada en el derecho internacional
y en contra de aquellos que sostenían su carácter innecesario, debido a la
inexistencia de penas crueles, inhumanas o degradantes en la legislación
colombiana. Al respecto comentaba el Ministro de Gobierno durante una de las
sesiones de la Comisión Primera:
"Aún cuando
(...) no ha habido penas formalmente impuestas en Colombia que tengan esas
características inhumanas o degradantes, en verdad no es una disposición
insólita en el ordenamiento constitucional, porque justamente, el propósito de
este es prohibir, así sea en el futuro, la adopción de este tipo de penas"
([2]).
Esta prohibición
adquiere toda su importancia si se tiene en cuenta que el peligro de la
creación de este tipo de penas por parte del legislador, es menos probable que
el peligro de que la administración, y en especial el sistema carcelario, trate
de manera inhumana, cruel o degradante a los reclusos. El riesgo en la
formulación del derecho no es tan grave como el riesgo en la aplicación del
mismo.
5. El tratamiento
de los prisioneros en el derecho nacional e internacional.
En el ámbito
jurídico internacional de los derechos humanos ha existido la preocupación por
el respeto de unas reglas básicas en relación con el trato de los detenidos.
Estas reglas mínimas fueron adoptadas inicialmente por el Primer Congreso de
las Naciones Unidas sobre la Prevención del Delito y el Tratamiento del
Delincuente, celebrado en Ginebra en 1955 y aprobadas por el Consejo Económico
y Social de la ONU por medio de la Resolución 663 (XXIV) del 31 de julio de
1957 y ampliadas por el mismo Consejo mediante Resolución 2076 (LXII) de Mayo
de 1967.
De acuerdo con la
jurisprudencia del Comité de Derechos Humanos y de la Comisión Interamericana,
el contenido de tales reglas mínimas indica, entre otras cosas, que "deben
existir instalaciones sanitarias suficientes para que cada recluso pueda
"satisfacer sus necesidades naturales en momento oportuno, en forma aseada
y decente" ([3]).
El pacto
internacional de los Derechos Civiles y Políticos aprobado por la ley 74 de
1968 también se refiere al trato de los detenidos en su artículo 10:
"Toda
persona privada de la libertad será tratada humanamente y con el respeto debido
a la dignidad inherente al ser humano."
A su turno la
Convención Americana sobre derechos humanos (Pacto de San José de Costa Rica)
aprobada en Colombia por medio de la ley 74 de 1968, dice los siguiente en su
artículo 5:
"1. Toda
persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y
moral"
2. "Nadie
puede ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o
degradantes. Toda persona privada de la libertad será tratada con el respeto
debido a la dignidad inherente al ser humano".
El trato de los
prisioneros ha sido también considerado en la legislación colombiana. En
efecto, el Código de Procedimiento Penal, en su artículo 408 preceptúa lo
siguiente:
"Todo
sindicado privado de la libertad tendrá derecho a recibir en el lugar de
reclusión un tratamiento acorde con el respeto de los derecho humanos, como el
de no ser víctima de los tratos crueles, degradantes o inhumanos"
A propósito de la
responsabilidad del juez en la ejecución de la sentencia y en la suerte que
corra el condenado, la Corte constitucional ha hecho un pronunciamiento sobre
un preso que requería asistencia médica. En aquella oportunidad la Corte dijo
lo siguiente:
"Dispone el
artículo 15 transitorio del Código de Procedimiento Penal que mientras el
Consejo Superior de la Judicatura cree los cargos de los jueces de ejecución de
penas y medidas de seguridad, las atribuciones que el código les confiere serán
ejercidas por el juez que dictó la sentencia de primera instancia.
"Para esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional, el Estado no debe considerar como
terminada su misión dentro del proceso penal cuando se haya dictado la
sentencia condenatoria. Al contrario aquí debe empezar otro ciclo del
procedimiento. El juez no puede abandonar a la persona en la prisión, no se
puede quedar esperando en su despacho a que dentro de varios años le llegue la
solicitud de libertad por pena cumplida o una solicitud de suspensión por
enfermedad grave." ([4])
6. Sociología de
la pena.
Para nadie es un
secreto el hecho de que en los principales centros penitenciarios del país,
debido a la sobrepoblación, al mal estado de las instalaciones y a la falta de
servicios asistenciales mínimos, los reclusos se encuentran en condiciones de
vida que difícilmente cumplen con las más elementales exigencias de la dignidad
humana.
Problemas
relacionados con la falta de presupuesto y con el aumento de la delincuencia,
son presentados por la administración para mantener a los presos en la
situación en la que se encuentran. Pero más allá de estas consideraciones
materiales, existe en la sociedad y también en la administración, una
justificación de fondo de la situación carcelaria del país. Se piensa que el
delincuente, por su condición de tal y por el hecho de haber atentado contra la
sociedad, pierde la calidad de sujeto pleno de derechos, incluso en relación
con aquellos derechos que no están en relación directa con la pena que se le ha
impuesto. Según esto, el preso, al ingresar a la institución carcelaria,
pierde buena parte de sus derechos y aquellos que no pierde de manera
definitiva, se encuentran sometidos a la posibilidad permanente de vulneración,
sin que ello sea visto como una violación similar a la que se comete contra una
persona libre. De acuerdo con esta visión dominante, los derechos del preso son
derechos en un sentido atenuado; su violación está, sino justificada, por lo
menos disminuida por el mal social cometido.
Nada más alejado del
concepto de dignidad humana y del texto constitucional mismo que esta visión
dominante sobre las violaciones a los derechos de los presos. Como se dijo más
arriba, todo sufrimiento innecesario impuesto a un recluso, pierde la
justificación del ejercicio legítimo de la violencia por parte del Estado y se
convierte en una atropello que debe ser evaluado de la misma manera como se
evalúa cualquier violencia injustificada, ejercida contra un ciudadano que no
se encuentra privado de la libertad. Los presos no tienen derechos de menor
categoría; tienen derechos restringidos o limitados y cuando esto no sucede, es
decir cuando la pena impuesta no se encuentra en contradicción con el ejercicio
pleno de un derecho, este debe ser tan protegido y respetado como el de
cualquier otra persona.
Es necesario pues,
eliminar la perniciosa justificación del maltrato carcelario que consiste en
aceptar como válida la violación del derecho cuando se trata de personas que
han hecho un mal a la sociedad. El castigo de los delincuentes es un castigo
reglado, previsto por el derecho y limitado a unos procedimiento y prácticas
específicas, por fuera de las cuales el preso debe ser tratado bajo los parámetros
normativos generales. La efectividad del derecho no termina en la murallas de
las cárceles. El delincuente, al ingresar a la prisión, no entra en un
territorio sin ley.
7. Análisis del
caso concreto
La Sala de Selección
Número 7 de la Corte Constitucional decidió acumular las solicitudes de tutela
T-4368, T-4486 y T-4665. Todas ellas fueron instauradas por presos de la cárcel
de "Peñas Blancas" de la ciudad de Calarcá en el Departamento del
Quindío. y todas ellas tienen que ver con la misma violación y la misma
petición: tratos degradantes como consecuencia de la inadecuada evacuación de
excretas en recintos cerrados de la penitenciaría. Los reclusos se quejan de
las insoportables condiciones ambientales producidas por la ubicación de
letrinas deterioradas, sin agua suficiente para la limpieza y contiguas a los
sitios destinados para dormir.
Este hecho de por sí
constituye un atentado contra la salud, tal como lo certifica el Instituto
Seccional de Salud del Quindío, en informe presentado a partir de una visita al
establecimiento penitenciario y como lo reconoce el juez Primero Penal del
Circuito de Calarcá y la misma directora del establecimiento carcelario. Lo
cual sería suficiente para configurar una situación de maltrato por parte de
la administración.
Sin embargo esto no
es todo. La falta de servicios higiénicos adecuados contiguos al sitio de
reposo nocturno, además de ser un atentado contra la salud, constituye una
situación degradante e inhumana. La repulsión del hombre por sus propios excrementos
es algo fuertemente arraigado en su propia naturaleza física y síquica y,
además, estrechamente ligado a la sensación cultural del pudor y de la
dignidad. Por eso es apenas razonable pensar que la situación en la que viven
los presos de "Peñas Blancas" es algo intolerable, degradante e
inhumano.
Los jueces del
conocimiento no encontraron violación del derecho fundamental debido a que en
sus consideraciones sobre la dignidad y los tratos crueles no tienen en cuenta
el caso concreto y la manera como se aplican las normas, sino simplemente la
confrontación de validez de las normas legales y reglamentarias. Es por eso que
el juez Segundo Penal del Circuito de Calarcá no considera que las sanciones
impuestas a uno de los peticionarios "sean crueles e inhumanas por cuanto
son de consagración legal y fueron establecidas con anterioridad a la
ocurrencia de los hechos materia de la queja". El juez reduce el valor de
la dignidad al valor de la legalidad; como la norma no viola el valor, entonces
la realidad tampoco puede hacerlo.
Este tipo de
razonamiento es el resultado de una inadecuada perspectiva en la solución de
los casos de tutela, según la cual las violaciones a los derechos fundamentales
se miran a la luz del derecho ordinario, desconociendo de esta manera el texto
constitucional. La Corte ha dicho lo siguiente sobre este tipo de
interpretaciones inadecuadas:
"Es
necesario que los jueces y tribunales tomen conciencia de que cuando se plantea
la violación de un derecho fundamental por medio de un acción de tutela, el
parámetro esencial e inmediato de interpretación es el texto constitucional y
no la legislación ordinaria vigente. En la adopción de este nuevo punto de
vista, aparentemente simple y evidente, se encuentra la clave axiológica que determinó
la adopción de la tutela como uno de puntos esenciales de la constitucion de
1991. La tutela de los derechos fundamentales, además de introducir una
importante variación formal en la protección de los derechos fundamentales al
disminuir radicalmente los plazos para la decisión judicial, impone una
modificación sustancial y sin precedentes, al exigir de los jueces una
interpretación de los derechos fundada en el texto constitucional y no
simplemente en la confrontación con las normas del área jurídica dentro de la
cual se plantea la violación" ([5]).
Finalmente, existe
una diferencia cualitativa radical entre la falta de confort propia de un
establecimiento carcelario y la falta de servicios de higiene básicos. Lo
primero es el resultado directo e inevitable de los rigores del aislamiento
social y de la pena; lo segundo es la causa de un trato deliberadamente
degradante y cruel. La falta de recursos económicos no puede ser una disculpa
para que el Estado no disponga de agua suficiente para limpiar los servicios
sanitarios de las personas que, bajo su responsabilidad, están en una cárcel.
Se trata de recursos mínimos que solucionan sufrimientos mayores. Hay aquí una
palmaria negligencia o, en el mejor de los casos, una falta de diligencia
considerable, que no tiene atenuante alguno en el hecho de estar referida a
personas que han cometido delitos contra la sociedad.
8. Conclusión
1. La protección de
los derechos fundamentales no puede reducirse al juicio de legalidad acerca de
la decisión tomada por la autoridad pública correspondiente. Es necesario, además,
y sobre todo, confrontar dicha decisión con la Constitucion misma.
2. El sufrimiento de
los presos es una consecuencia inevitable, no fin en sí mismo. El sufrimiento
es inseparable de la pena pero la pena no se reduce al sufrimiento, ni lo tiene
como objetivo. En consecuencia, toda aflicción excesiva y que no corresponda al
fin de la pena, debe ser considerada ilegítima y ajena y debe ser tenida en
cuenta bajo la perspectiva constitucional, con el objeto de castigar posibles
violaciones de los derechos fundamentales.
4. Además de ser
jurídica, pública y judicial, la pena debe ser también necesaria, útil y
proporcional.
5. Toda pena,
independientemente del delito del cual provenga, debe respetar unas reglas
mínimas relativas al tratamiento de los reclusos, que se encuentran ligadas, de
manera esencial, al concepto de dignidad humana y al principio según el cual la
pena no tiene por objeto el infligir sufrimiento corporal.
6. Frente a la
administración, el preso se encuentra en una relación especial de sujeción,
diseñada y comandada por el Estado, pero con derechos y deberes en cabeza de
ambas partes. Los presos no tienen derechos de menor categoría; tienen derechos
restringidos o limitados y cuando esto no sucede, es decir cuando la pena
impuesta no se encuentra en contradicción con el ejercicio pleno de un derecho,
este debe ser tan protegido y respetado como el de cualquier otra persona.
7. En el ámbito
jurídico internacional de los derechos humanos, ha existido la preocupación por
el respeto de unas reglas básicas en relación con el trato de los detenidos.
Estas reglas mínimas de respeto se encuentran en las Resoluciones 663 y 2076
de 1967 del Consejo Económico y Social de la ONU; en el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y en la Convención Americana.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE
PRIMERO: REVOCAR la sentencia proferidas por el
Juez Primero Penal del Circuito de Calarcá, el 22 Julio de 1992 instaurada por
Diego de Jesús Restrepo M. y en su lugar conceder la tutela impetrada.
SEGUNDO: REVOCAR la Sentencia proferida por el
Juez Primero Penal del Circuito de Calarca el 27 de Julio de 1992 instaurada
por James Mosquera Velásquez, y en su lugar conceder la tutela impetrada.
TERCERO: REVOCAR la Sentencia proferida por el
juez Segundo Penal del Circuito de Calarcá el 6 de Agosto de 1992 instaurada
por Julio Cesar Jiménez Ocampo y en su lugar conceder la tutela impetrada.
CUARTO: ORDENAR al Ministerio de Justicia
(Dirección General de Prisiones) que en el término improrrogable de dos meses
adecúe y repare los dormitorios, baños, rejillas y disposición de basuras, de
acuerdo con las recomendaciones establecidas en el informe presentado por el
Instituto Seccional de Salud del Quindío, luego de visita realizada a la
penitenciaria de "Peñas Blancas" el día 6 de julio de 1992.
QUINTO: ORDENAR que la Procuraduría
Delegada para la Vigilancia Administrativa, como también los Juzgados Primero
y Segundo Penales del Circuito de Calarcá, se sirvan informar a esta Sala
acerca del cumplimiento que haya tenido la orden del ordinal anterior, en el
término de dos meses y para los efectos del artículo 27 del decreto 2591 de
1991.
SEXTO: Prevenir a la Directora de la cárcel de
"Peñas Blancas" para que, en ningún caso someta nuevamente a pena de
calabozo a los prisioneros del establecimiento penitenciario, mientras las
condiciones de higiene no sean compatibles con el concepto de dignidad humana
expresado en la parte motiva de esta sentencia y mientras la falta sancionada
no tenga la gravedad que amerite tal sanción, de tal manera que no se caucen
sufrimientos innecesarios a los internos
SEPTIMO: ORDENAR al Defensor del Pueblo que
en el término de tres meses adelante los estudios conducentes sobre la manera
como se aplican las penas de prisión en Colombia, con el fin de sugerir las
medidas que mejor consulten el espíritu de esta decisión.
OCTAVO: En todos los casos similares al presente
por sus hechos o circunstancias, siempre que las condiciones sanitarias del
encarcelamiento impliquen un tratamiento degradante, inhumano o cruel que
atente contra el principio constitucional de la dignidad humana del preso, la
doctrina constitucional contenida en esta providencia tendrá CARACTER
OBLIGATORIO en los términos del artículo 23 del decreto 2067 de 1991.
NOVENO: ORDENAR que por Secretaría se
envie copia de esta sentencia a los Juzgados Primero y Segundo Penales del
Circuito de Calarcá en la forma y para los efectos previstos en el artículo 36
del decreto 2591 de 1991.
Cópiese, comuníquese
e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MARTHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Esta información se
encuentra contradicha por un informe del Instituto Seccional de Salud del
Quindio en el cual se afirma que la prisión fue construida inicialmente para
300 internos y en la actualidad cuenta con 500.
2 Juan FERNANDEZ CARRASQUILLA, Derecho penal fundamental, Temis,
Bogotá, 1989, p. 88.
3 Ibidem. p. 455.
[1]
Ibidem,
p. 460.
[2]
Comisión
Primera, Abril 16 de 1991, citado por Manuel José CEPEDA, Los derechos
Fundamentales en la Constitución de 1991, Temis, 1992, p. 47
[3]
Cfr.
Daniel O'DONNELL, Protección internacional de los Derechos Humanos,
Comisión Andina de Juristas, 1989, p. 90.
[4]
Sentencia
T-522 de la Sala Cuarta de Revisión, Septiembre 19 de 1992, p. 13.
[5]
Sentencia
T-2755 de la Sala Primera de Revisión de la Corte Constitucional. |
188 | T-597-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-597/92
ARBITROS-Elección
Puesto que la
autoridad judicial competente no atendió la solicitud del peticionario
enderezada a determinar si el árbitro que les correspondía elegir a los
trabajadores lo fue o no en debida forma de acuerdo con las normas vigentes en
la materia, esta Corte no posee los elementos indispensables para determinar en
toda su magnitud el alcance exacto de la omisión y la consiguiente vulneración
del derecho fundamental al debido proceso. Lo anterior no obsta para que esta
Corporación advierta con toda claridad que si dicho árbitro no fue elegido en
la forma prevista por la ley se ha vulnerado el derecho al debido proceso.
PREVALENCIA DEL
DERECHO SUSTANCIAL
Es claro que con
tal prevalencia el Constituyente ha querido dar testimonio de su voluntad en el
sentido de que, por encima de ritualidades procesales, -que al fin de cuentas
no son más que meros instrumentos al servicio de la realización plena del
derecho, nunca el derecho mismo- el Juez del Estado Social de Derecho debe
optar necesariamente por satisfacer las exigencias concretas de la justicia
material. Lo cual no significa, como pudiera pensarse -desdeño infundado por
los procedimientos jurídicos- sino, por el contrario, lucha incesante desde el
universo concreto del caso cotidiano para que en él la convivencia social se
asiente y consolide en fallos justos que eviten que la justicia perezca
estrangulada por los lazos de las ritualidades.
DERECHO DE ACCESO
A LA ADMINISTRACION DE JUSTICIA
Es claro que el
acceso a la justicia no significa, la simple presencia muda y pasiva de las
partes sino la posibilidad concreta de utilizar plenamente todos los
instrumentos enderezados a hacer conocer del fallador los intereses y derechos
en conflicto sobre los cuales habrá de producir su decisión.
DERECHO A LA
NEGOCIACION COLECTIVA
En él ámbito del
derecho de negociación colectiva actúan como sujetos por excelencia los
trabajadores y los empleadores, con claros y recíprocos derechos. En
consecuencia, ambos deben intervenir en la definitiva concertación de sus
intereses. En el caso presente, el Banco participó en la negociación de la
convención colectiva. Pero por las razones que los jueces de instancia
desestimaron - su posterior denuncia de la misma no produjo efecto alguno. Esto
limitó la efectividad real de su derecho.
ACCION DE TUTELA
CONTRA LAUDO ARBITRAL-Improcedencia
Los laudos tienen
la misma naturaleza jurisdiccional y material de las sentencias. El laudo
arbitral y las sentencias de la Corte Suprema de Justicia que el peticionario
acusa en su libelo como violatorias de sus derechos fundamentales no pueden hoy
ser consideradas por esta Sala de Revisión. En acatamiento a lo dispuesto en el
artículo 243 de la Carta vigente, que reconoce valor de cosa juzgada a los
fallos de esta Corte, la Sala de Revisión negará la tutela impetrada contra
las providencias de la Corte Suprema de Justicia, como consecuencia directa y
clara de lo dispuesto por la Sala Plena en su fallo del 1o de Octubre de 1992,
que declaró inconstitucional la tutela contra sentencias.
REF: EXPEDIENTE
T-4737
PETICIONARIO:
Banco de la República.
PROCEDENCIA: Sala
de Casación Laboral- Corte Suprema de Justicia.
MAGISTRADO
PONENTE:
Ciro Angarita
Barón.
TEMAS:
. Debido Proceso
. Prevalencia del
derecho sustancial.
. Acceso a la
justicia.
. Obligaciones
irredimibles.
. Principio de
responsabilidad.
. Derecho a la
negociación colectiva.
. Tutela contra
sentencias.
La Sala Primera de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y José Gregorio Hernández Galindo
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
acción de tutela promovido por el Señor Juan Manuel Charry Ureña en nombre y
representación del Banco de la República contra providencias de la Sala laboral
de la Corte Suprema de Justicia.
El negocio llegó a
conocimiento de la Corte por la vía ordinaria de la remisión que hizo la Corte
Suprema de Justicia - Sala Penal- para su eventual revisión, en virtud de lo
dispuesto por el artículo 31 de la Decreto 2591 de 1991.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional eligió, para efectos de
su revisión. la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual lo recibió formalmente el
día 18 de Septiembre del presente año y entra ahora a dictar sentencia de
revisión, de conformidad con el artículo 34 del Decreto 2591 de 1991.
A. La acción
El día 24 de Julio
de 1992, el Dr. Juan Manuel Charry en nombre y representación del Banco de la
República, impetró acción de tutela ante la Corte Suprema de Justicia -Sala
Penal-.
1. Hechos.
a.- El 2 de Diciembre de 1991, el Banco de la
República denunció parcialmente la Convención Colectiva celebrada con el
sindicato de trabajadores del Banco, - ANEBRE- Asociación Nacional de Empleados
del Banco de la República.
b.- El Banco, cumpliendo los requisitos que
exige el artículo 479 del C.S.T, hizo entrega en la Sección Octava de Inspección
y vigilancia laboral, de los documentos necesarios para que la denuncia del
pliego fuera válida.
c.- Los representantes del sindicato no
acataron la citación hecha por el Inspector Octavo, razón por la cual, éste
no hizo entrega a ellos, como era su deber, del original de la denuncia
presentada por el Banco.
Este hecho, llevó a
que el Tribunal de Arbitramento integrado para dirimir el conflicto no tuviera
en cuenta la denuncia de la convención presentada por el Banco al proferir su
laudo el 14 de Abril de 1992, por cuanto no se cumplieron en su concepto, los
requisitos de validez que exigen las normas laborales, -en especial la entrega
del original de la denuncia-.
d.- El hecho de que el Tribunal de
Arbitramento no hubiera tenido en cuanta la denuncia de la convención
presentada por el Banco, llevó a su apoderado a presentar ante la Corte Suprema
de Justicia - Sala Laboral- recurso de homologación en contra del laudo.
Además de alegar la
aludida omisión, agrega, que la elección del árbitro por parte del
sindicato, no cumplió con el requisito de la mayoría de trabajadores que exige
la ley (artículo 3o No 3o de la ley 48 de 1968).
2. Pruebas.
El expediente llegó
a la Corte Constitucional con las siguientes pruebas:
a.- Poder otorgado
al Dr. Juan Manuel Charry para representar al Banco de la República.
b.- Copia auténtica
de la sentencia de homologación del laudo arbitral proferido el 14 de abril
de 1992, dentro del conflicto colectivo suscitado entre el Banco de la
República y la "ANEBRE" -Asociación Nacional de Empleados del Banco
de la República-.
c.- Copia auténtica
de la providencia judicial emanada de la Sala
Laboral -Sección Primera- de
la Corte Suprema de Justicia, por la cual se denegó la solicitud de nulidad de
la sentencia de homologación proferida por dicha sala el 14 de abril de 1992.
3. Primera
providencia contra la que se interpone tutela:
Con ponencia del
Magistrado Dr. Jorge Iván Palacio Palacio de la Sala de Casación Laboral de la
Corte Suprema de Justicia -Sección Primera-, homologó el laudo emitido por el
Tribunal de Arbitramento en el conflicto colectivo suscitado entre el Banco de
la República y su sindicato, por las siguientes razones:
a.- La Corte no
puede anular la totalidad del fallo proferido por el Tribunal de Arbitramento,
con el argumento de que no se cumplieron los requisitos por parte del
sindicato para elegir el árbitro que les correspondía. Esta irregularidad,
pudo y debió alegarse por el Banco desde el mismo momento de la convocatoria
del Tribunal hasta el momento de la emisión del fallo, en uso de los recursos
que la ley preve para impugnar esta clase de irregularidades. Observa al respecto
que:
" El
problema concreto propuesto a la Corte por el recurrente se dilucida con
facilidad si se repara en que, como se expresó al comienzo de estas
consideraciones, la entidad bancaria en ningún momento anterior al recurso de
homologación insinuó siquiera reparo alguno respecto a la designación del
árbitro de su contraparte. Esa nominación, además, como lo era lo debido y
puede verificarse en el expediente, contó con la aprobación del Ministerio de
Trabajo y Seguridad Social".
"...
" Lo
anterior suponía que el Ministerio., entidad legalmente encargada de velar por
la constitución válida del Tribunal, asumió que existían los requisitos
indispensables para concluír en tal sentido, cuales son: que el sindicato
tenía, a la sazón, el número de miembros que los legitimaban para hacer la
designación de su árbitro; y, además, que esta se produjo con observancia plena
de los preceptos legales pertinentes.
Y si el Banco,
atento como estaba desde entonces a la operancia de la "democracia industrial",
observó que el Ministerio, con desmedro de sus inxescusables deberes, prohijó
la integración ilegal del Tribunal de Arbitramento, ha debido interponer
inmediatamente los recursos viables por la vía gubernativa y aún acudir,
eventualmente, a la jurisdicción de la contencioso administrativo si, desoyendo
sus reparos, persistía el Ministerio en su actitud contraria a derecho... Y
como no lo hizo... No, este no es, se repite, el momento para provocar el
cuestionamiento de situaciones que por lógica y por razón jurídica han debido
proponerse en oportunidad..."1
b.- Frente a la
omisión de la denuncia parcial de la convención que hizo el Banco, el
magistrado -con base en reciente jurisprudencia emitida por esa sección de la
Sala Laboral-, concluyó que no existiendo coincidencia entre las condiciones
del pliego de peticiones y la denuncia , el Tribunal estaba limitado en su
fallo, a los puntos de coincidencia, razón por la cual, válidamente dejó de
estudiar dicha denuncia, comoquiera que:
" ... los
árbitros cuando se presenta la misma situación únicamente pueden modificar las
condiciones de trabajo dentro de los límites establecidos por el pliego de
peticiones y consultando para ese fin la ley, la equidad y la justicia; de lo
anterior se concluye que no era facultativo del Tribunal decidir sobre la
convención denunciada por la empresa pues solamente era competente para
examinar los puntos determinados en el pliego de peticiones que no hubieren
sido acordados. Cualquier otro asunto que resuelvan los árbitros no contenido
en el pliego de peticiones implica una extralimitación de funciones, conforme
lo tiene definido la jurisprudencia..."
( Subrayas del
texto)2
El apoderado del
Banco, interpuso recurso de nulidad, contra esta sentencia de homologación por
desconocer el pronunciamiento de la Sala Plena - laboral- en el cual
reconoció que los árbitros tienen el deber de examinar no solo el pliego de
peticiones de los trabajadores o el sindicato, sino también los puntos
denunciados por el empleador, cuando la denuncia se ha hecho en debida forma.
De la misma manera,
acusa dicha sentencia por desconocer un fallo de la Sala Plena de la Corte Suprema
de Justicia proferido el 12 de junio de 1970, en el cual se declaró inexequible
parcialmente el artículo 3o., numeral 2 de la ley 48 de 1968, cuyo fundamento
fue la no existencia de obligaciones irredimibles, hecho esté que determina
que los árbitros al proferir su fallo tomen en cuenta el parecer del empleador,
plasmado en la respectiva denuncia del convenio colectivo.
4. Segunda
providencia contra la que se interpone tutela:
La Sala Laboral -Sección Primera- denegó la
solicitud de nulidad con base en los siguientes argumentos:
a. - La extensa
jurisprudencia sobre los límites que tienen los árbitros para proferir los
laudos arbitrales. En esta materia ha prevalecido el criterio, según el cual,
sólo en aquellos puntos de coincidencia entre el pliego presentado por los
trabajadores y los denunciados por el empleador serán objeto de estudio y
decisión por parte del Tribunal de Arbitramento.
Para sustentar este
argumento transcribe un buen número de fallos. Así por ejemplo, en uno se lee
que:
" Existe
imposibilidad de variar derechos y facultades de origen convencional, fundados
en estipulaciones de contratación colectiva, respecto de los cuales no se
propuso revisión en el pliego de peticiones, y que, por lo tanto, no son normas
que puedan ser objeto de sustitución o de cambio en el conflicto"3
En posterior
sentencia, que se considera como el desarrollo del tema en cuestión, se
estableció:
" La
denuncia de la convención colectiva de trabajo, y por extensión la del fallo
arbitral, es un derecho que la ley concede a las partes para dar por terminada
una u otro, aun cuando en realidad estas no terminan hasta tanto se firme una
nueva convención, o en su caso se expida el fallo arbitral... Hecha la denuncia
por los trabajadores, éstos deben presentar el respectivo pliego de peticiones
que inicia el conflicto colectivo y cuya solución se produce por la firma de la
convención colectiva de trabajo o por la expedición del respectivo laudo.
Cuando la denuncia es hecha por ambas partes trae como consecuencia que la
negociación del pliego de peticiones no está sujeta a lo que anteriormente se
haya pactado por las partes en la convención colectiva o dispuesto en el fallo
arbitral por los tribunales de arbitramento... Respecto de los árbitros, estos
gozan de la misma amplitud para solucionar el conflicto de intereses dentro de
los límites del pliego de peticiones o de la denuncia hecha por el patrono, en
el sentido que no le es permitido conceder más de lo que se pide, pero pudiendo
modificar la convención o el laudo en aquellos puntos que fueron denunciados
por el patrono, si la denuncia es parcial, o respecto de todos si la denuncia
es total, decisiones que siempre han de tomarse dentro de la equidad".4
El Magistrado
concluye que estos pronunciamientos jurisprudenciales son claros al establecer
que a pesar de que los patronos puedan denunciar las convenciones colectivas de
trabajo o el laudo arbitral, según el caso, son los trabajadores los únicos
facultados para generar el conflicto colectivo mediante la presentación de un
pliego de peticiones, el cual nunca podrá ser presentado por el patrono.
El anterior
presupuesto, lleva a exigir la coincidencia entre los puntos del pliego
presentando por los trabajadores y la denuncia hecha por el patrono, para que
está pueda ser tenida en cuenta al momento de proferirse el laudo arbitral.
Por eso
" es claro
que solo en los casos en que exista coincidencia entre los puntos específicos
del pliego de peticiones de los trabajadores y a los que se contrae la denuncia
del empleador, pueden los árbitros tomar en consideración estos últimos. Lo
contrario implicaría el reconocimiento opuesto a los citados desarrollos
jurisprudenciales de la Corte..."5
La sentencia
proferida por la Sala Plena donde se declaró inexequible parcialmente el
numeral 2o del artículo 3o de la ley 48 de 1968, no puede entenderse, en el
sentido de facultar a los patronos para provocar conflictos colectivos.
Por lo tanto, dicho
pronunciamiento no fue desconocido por la Corte al proferir la sentencia de
homologación en el conflicto suscitado entre el Banco de la República y su
sindicato.
c.- Por otra parte,
en el único punto donde hubo coincidencia - el relativo a la vigencia de la
convención- no tenía porque ser estudiado por el Tribunal de Arbitramento, por
cuanto el término estipulado en la denuncia del Banco sobrepasaba los límites
establecidos en la ley laboral artículo 461 C.S.T.
5. La
solicitud
Mediante acción de
tutela interpuesta el 24 de julio de 1992, el apoderado del Banco de la
República presentó la siguiente solicitud:
a.- Se ordene a la
Corte Suprema de Justicia - Sala Laboral Sección Primera- o quien haga sus
veces, declare la nulidad del laudo arbitral del 14 de abril de 1992.
b.- Se ordene a la
Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Laboral - Sección Primera-,
declarar la nulidad de la sentencia del 21 de mayo de 1992.
c. Se ordene a la
Corte Suprema de Justicia - Sala de Casación Laboral Sección Primera-,
reconozca y declare el derecho que tiene el Banco de la República, como patrono
a denunciar la convención colectiva y que los planteamientos de éste sean de
conocimiento del Tribunal Especial de Arbitramento, sin que sea necesaria la
coincidencia con el pliego de peticiones del sindicato.
6. Derechos
Fundamentales presuntamente vulnerados:
Por las razones que
se sintetizarán en las consideraciones de la Corte, el actor estima que se han
vulnerado los derechos fundamentales al debido proceso y juez natural, a la prevalencia
del derechos sustancial sobre el formal, el derecho de acceso a la justicia, a
la redimibilidad de las obligaciones, a la negociación colectiva y el principio
de la responsabilidad.
7. Sentencia
de la Corte Suprema de Justicia - Sala Penal-.
En decisión del seis
(6) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992), la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia, negó la acción de tutela interpuesta por el
apoderado del Banco de la República, por los siguientes motivos:
a. -
Con base en la providencia emitida el 9 de Diciembre de 1991 por la Sala de
Casación Civil de la Corte Suprema de Justicia, se consideró que la Sala Penal
de esa Corporación, no podía entrar a conocer por vía de tutela, de las
providencias emitidas por otra Sala de la Corte, por cuanto ellas entre sí, no
tienen superior jerárquico. En efecto,observó la Corte en tal ocasión:
" ... el
artículo 116 de la C.N..., señala con absoluta claridad, que las funciones
jurisdiccionales que se les atribuye y ejerce separadamente cada una de las
salas especializadas y la sala en pleno, tienen igualmente el carácter de
máximo, y, por lo tanto, al ser iguales o pares en esta consideración, se
concluye en la inexistencia, al interior de la Corte, del principio de la
superioridad jerárquica, razón por la cual en la titularidad y ejercicio de sus
funciones una sala especializada no es superior jerárquico de otra, ni la Sala
Plena tampoco lo es, en su propia y autónoma competencia, superior de aquella.
De lo anterior se
concluye la imposibilidad constitucional de que una de las salas pueda recibir
el poder para conocer posteriormente lo que precedentemente se ha conocido por
otras.... Luego no hay superior jerárquico entre salas" 6
b.- A pesar de que
lo esbozado anteriormente, sería suficiente a juicio de la sala para denegar
la tutela interpuesta, está hace una consideración adicional para sustentar la
improcedencia de la acción impetrada.
Para la Sala las
razones que adujó el actor como fundamento de su acción -en especial la
violación del derecho de defensa-, fueron las mismas que se estudiaron en la
sentencia de homologación del laudo arbitral y en la providencia que resolvió
la solicitud de nulidad en contra de está.
II.CONSIDERACIONES DE LA CORTE
En el orden en que
fueron tratados en la solicitud de tutela, está Corte considerará someramente
los derechos fundamentales que el actor considera vulnerados mediante las
providencias de la Corte Suprema de Justicia y, se hará referencia igualmente a
otros aspectos que fundamentan su decisión.
A. Derecho al
debido proceso y al juez natural:
Según el actor,
este derecho se violó desde el mismo momento en que se permitió la integración
de un Tribunal de Arbitramento, sin el cumplimiento de los requisitos exigidos
por la ley. Tal como, el número de trabajadores de la empresa que deben formar
parte del sindicato para que sea él -no una asamblea general- quien elija el
arbitró que por ley corresponde elegir a los trabajadores.
Con dicha elección
irregular que no puede entenderse convalidada por el transcurso del tiempo, se
dotó de jurisdicción a un particular, violándose así el principio del juez
natural.
De otra parte,
estando obligado el Banco a someter sus conflictos colectivos a un tribunal
obligatorio de arbitramento -por prestar un servicio público- se le negó toda
posibilidad de terminación del proceso por dicha vía, comoquiera que no se tuvo
en cuenta la denuncia parcial de la convención colectiva.
En diversos
pronunciamientos esta Corte ha señalado las característica e importancia del
debido proceso. Basta tan sólo recordar las siguientes:
"
..anteriormente contenido en el artículo 26 de la Constitución de 1886, el
derecho al debido proceso está consagrado de manera amplia en el artículo 29 de
la nueva constitución. Su relevancia constitucional obedece a que representa la
máxima facultad y posibilidad del individuo para limitar el jus puniendi
del Estado. El derecho fundamental del debido proceso es de aplicación
inmediata (CP art. 85), vincula a toda las autoridades y constituye una
garantía de legalidad procesal para proteger la libertad, la seguridad
jurídica, la racionalidad y fundamentación de las resoluciones judiciales.
b. El
derecho al debido proceso comprende un conjunto de principios materiales y formales
entre los que se encuentran el principio de legalidad (nemo judex sine lege),
el principio del juez natural o juez legal, el principio favorabilidad penal y
el principio de presunción de inocencia, todos los cuales en estricto rigor
responden mejor a la estructura jurídica de verdaderos derechos fundamentales.
El artículo 29 de la Carta contempla, además, otros de los que se entienden
contenidos en el núcleo esencial del derecho al debido proceso, como son el
derecho de defensa, el derecho de asistencia de un abogado, el derecho a un
debido proceso sin dilaciones injustificadas, el derecho a presentar y
controvertir pruebas, el derecho a impugnar la sentencia condenatoria y el
derecho a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho (non bis in idem)"7
Igualmente enfática
ha sido la doctrina internacional en delimitar el universo dentro del cual
tiene plena vigencia dicho derecho:
" Es
menester destacar que el derecho a un proceso justo, consagrado por los
artículos 14 (1) del Pacto y 8 (1) de la Convención Americana, no se limita a
procesos penales, sino que se extiende a los procesos que tienden a la
"determinación de derecho u obligaciones de carácter civil" según el
Pacto, o, " de carácter civil, laboral, fiscal, o de cualquiera otro
carácter", a tenor de la cláusula correspondiente de la Convención
Americana."
" ...
" La
doctrina que equipara el derecho a ser oído con las debidas garantías, con el
derecho a un proceso justo, es válida, a nuestro criterio, tanto para la
normatividad regional como para la universal, no obstante que la Convención
Americana emplea la expresión 'derecho de ser oído con justicia' en vez de la
formulación ' derecho de ser oído con las debidas garantías'. No existe en los
trabajos preparatorios de la Convención Americana ningún indicio de que el uso
de esta formulación hubiera obedecido al deseo de reducir el ámbito de
protección de este derecho reconocido por los instrumentos universales. Además,
la doctrina del comité de derechos humanos, que considera que el derecho a un
proceso justo tiene una dimensión que trasciende el cumplimiento de las
garantías específicas enumeradas en el pacto, no esta fundamentada únicamente
en la formulación del artículo 14 (1) sino también en la cláusula inicial del
artículo 14 ( 3), que advierte que las garantías allí enumeradas son
'garantías mínimas'. Esta cláusula, que el comité interpreta cómo una nómina de
garantías mínimas no taxativa, figura también en el artículo 8 (2) de la
Convención Americana, de manera que la lógica de su interpretación se aplica
también a este último instrumento."8
Es de destacar que
este principio se estableció por primera vez en la ley revolucionaria francesa
del 16 de Agosto de 1720, artículo 17, en los siguientes términos:
" El orden
constitucional de las jurisdicciones no podrá ser turbado ni los justiciables
ser privados de sus jueces naturales, mediante comisión alguna ni a través de
otras atribuciones o avocaciones ' que las determinadas por la ley'.
Luego fue recogido
en la Constitución francesa de 1791 la cual sustituyó la expresión juez
natural por juez asignado por la ley.
En algunas
constituciones aparece expresamente consagrado el referido derecho. Así, por
ejemplo, en la de España se lee:
"Asimismo,
todos tienen derecho al Juez ordinario predeterminado por la ley, a la defensa
y la asistencia de un letrado, a ser informados de las acusaciones formuladas
contra ellos, a un proceso público sin dilaciones indebidas y con todas las
garantías, a utilizar los medios de prueba pertinentes para su defensa, a no
declarar contra sí mismos, a no confesarse culpables y a la presunción de la
inocencia.
La ley regulará
los casos en que, por razón del parentesco o de secretos profesionales, no
estará obligado a declarar sobre hechos presuntamente delictivos."[1]
Comentando este
precepto la doctrina destaca que las constituciones contemporáneas establecen
la obligación de que sea una ley anterior al caso la que determine la
jurisdicción y la competencia del órgano jurisdiccional.
" ...La
inclusión del principio del juez legal en el artículo 24.2 CE comporta, aparte
del común régimen de protección de las normas constitucionales, su
conceptualización como derecho fundamental de la persona, lo que supone una tutela
reforzada. El derecho al juez ordinario predeterminado por la ley contiene las
exigencias primordiales -predeterminación y legalidad- y despliega su eficacia
en tres ámbitos diferenciados: a) constitución de los órganos jurisdiccionales;
b) jurisdicción y competencia de los tribunales, y c) determinación del juez
más allá de la competencia (reparto y juez-persona)"[2]
Por su parte la
Constitución italiana consagró el mismo principio en los siguientes términos:
" Nadie
podrá ser sustraído al juez natural establecido por la ley.
Nadie podrá ser
castigado sino en virtud de una ley que haya entrado en vigor antes de haberse
cometido el hecho.
Nadie podrá ser
sometido a medidas de seguridad sino en los casos previstos por la ley"[3]
Puesto que la
autoridad judicial competente no atendió la solicitud del peticionario
enderezada a determinar si el árbitro que les correspondía elegir a los
trabajadores lo fue o no en debida forma de acuerdo con las normas vigentes en
la materia, esta Corte no posee los elementos indispensables para determinar en
toda su magnitud el alcance exacto de la omisión y la consiguiente vulneración
del derecho fundamental al debido proceso. Lo anterior no obsta para que esta
Corporación advierta con toda claridad que si dicho árbitro no fue elegido en
la forma prevista por la ley se ha vulnerado el derecho al debido proceso.
Así habrá de
reconocerlo en las conclusiones que precederán su decisión, aunque la Sala deba
lamentar que por las razones que más adelante se verán, su reconocimiento sólo
tendrá valor de una lánguida constancia histórica dentro del largo y
accidentado proceso que se espera habrá de culminar, -quien sabe cuándo- con el
triunfo definitivo de un sincero culto a la justicia material, tal como no
puede ser menos en nuestro Estado Social de Derecho.
B.Prevalencia del
derecho sustancial:
En opinión del actor
este derecho significa que, por encima de él, no pueden estar exigencias
formales, publicaciones u otras ritualidades.
Por lo tanto, estima
que se violó este derecho cuando el Tribunal de Arbitramento decidió no
estudiar la denuncia presentada por el Banco, por faltar la entrega del
original de la misma al sindicato, olvidando que la organización sindical tenía
pleno conocimiento de su contenido y que dicha omisión no se debió a los
representantes del Banco.
En la Asamblea
Nacional Constituyente hubo preocupación por dejar sentadas las bases que
permitieran convertir el acceso a la justicia en un derecho real y efectivo,
por ello en las discusiones sobre los principios rectores de la administración
de justicia, el tema de la prevalencia del derecho sustancial sobre el formal
tuvo gran relevancia al considerarse como el instrumento idóneo para alcanzar
la justicia material propia de un Estado social de derecho, lográndose así la
" constitucionalización del derecho procesal", entonces se dijo
que:
" Se ha
convertido la forma en un medio no para garantizar el derecho sino para
negarlo. El descuido en el saneamiento de las formas conduce con frecuencia al
juez a dictar sentencias inhibitorias, en abstracto, o a terminar el proceso
con una nulidad. Debe entenderse que forma y contenido son inseparables en el
Derecho de Defensa y debido proceso, y que por descuido del juez o de los
abogados no puede sacrificarse el derecho sustancial. Habrá un instante en que,
si no se alegaron vicios de procedimiento, éstos se entienden saneados para dar
paso a la sentencia de fondo. Este principio dará lugar a una nueva concepción
del derecho procesal: no más nulidades procesales al momento del fallo, ni
sentencias inhibitorias, ni sentencias en abstracto, ni mucho menos sentencias
absolutorias cuando el juez se considera incompetente, como ha sucedido muchas
veces de modo lamentable.
Hoy el
procedimiento se ha convertido en una excusa para eludir el fallo y negar el
derecho impetrado"12
Precisamente en desarrollo del principio
constitucional del artículo 228 que ordena la prevalencia del derecho
sustancial, en un auto admisorio de una demanda esta Corporación reconoció que
la proposición normativa demandada era incompleta desde el punto de vista
formal, pero que no obstante era posible integrar la referida proposición por
cuanto:
" La
voluntad del demandante es unívoca en el sentido de cuestionar no sólo la
expresión " No formal" sino también la misma definición que de esta
clase de educación hace la ley en el inciso 3o del artículo a la cual
pertenece la expresión acusada"13 .
Es claro que con tal
prevalencia el Constituyente ha querido dar testimonio de su voluntad en el
sentido de que, por encima de ritualidades procesales, -que al fin de cuentas
no son más que meros instrumentos al servicio de la realización plena del
derecho, nunca el derecho mismo- el Juez del Estado Social de Derecho debe
optar necesariamente por satisfacer las exigencias concretas de la justicia
material. Lo cual no significa, como pudiera pensarse -desdeño infundado por
los procedimientos jurídicos- sino, por el contrario, lucha incesante desde el
universo concreto del caso cotidiano para que en él la convivencia social se
asiente y consolide en fallos justos que eviten que la justicia perezca
estrangulada por los lazos de las ritualidades.
Sí como lo afirma el
peticionario -el Tribunal de Arbitramento decidió no estudiar la denuncia de la
convención colectiva hecha por el Banco porque el funcionario competente no
hizo entrega del original de la misma al sindicato y pese a que éste conoció su
contenido, esta Corporación observa que el Tribunal desconoció abiertamente los
dictados del artículo 228 de la Carta, comoquiera que hizo prevalecer no el
derecho sino un requisito formal, con lo cual vulneró también la justicia
material.
C. Derecho al
acceso de la justicia:
Para el actor,
este derecho se materializa en un caso en concreto cuando el titular tiene una
acción para solicitar de la autoridad judicial su cumplimiento coactivo.
Por eso tanto el
Tribunal de Arbitramento como la Corte Suprema de Justicia, desconocieron el
derecho del Banco a denunciar la convención colectiva de trabajo: el primero,
aduciendo la falta de un requisito formal y la segunda, por exigir un
requisito adicional que debe contener toda denuncia, cual es el de la
coincidencia entre los puntos contenidos en el pliego de peticiones y la
denuncia presentada por el patrono.
La Corte
Constitucional ya tuvo ocasión de reconocer el derecho de acceso a la
justicia cuando dijo:
" El derecho
fundamental de acceso efectivo a la administración de justicia comprende en su
ámbito las sucesivas fases de tramitación de las peticiones de actuación que se
formulan al órgano de justicia y la respuesta que éste en cada caso dé a las
mismas. Por fuerza de las cosas el mencionado derecho cubre los dos 'tramos'
que corresponden respectivamente a los momentos de tramitación y resolución de
peticiones."14
En el caso en
examen, esta Corporación,observa ciertamente que la ausencia de un requisito
formal condujo a que el peticionario no pudiera hacer valer su derecho de
denunciar la convención colectiva, con la clara consecuencia de que sus
pretensiones fueron ignoradas por el Tribunal de Arbitramento.
De otro lado, es
claro que el acceso a la justicia no significa, la simple presencia muda y
pasiva de las partes sino la posibilidad concreta de utilizar plenamente todos
los instrumentos enderezados a hacer conocer del fallador los intereses y
derechos en conflicto sobre los cuales habrá de producir su decisión.
D. Derecho a la
extinción de las obligaciones:
Observa el actor que
pese a no estar este derecho consagrado en forma explícita en la actual
constitución -como si lo estaba en el artículo 37 de la del 1886- bien puede
considerarse incorporado hoy a través del artículo 94 .
Según el
peticionario consiste, en el poder jurídico que permite la extinción de las
obligaciones, a través de medios válidos, los cuales no pueden ni deben
depender de la voluntad exclusiva del acreedor.
Tal derecho fue
vulnerado con las decisiones del Tribunal de Arbitramento y la Corte Suprema
de Justicia, en virtud de las cuales el Banco mantiene una obligación
irredimible, pues la extinción de las obligaciones adquiridas con sus
trabajadores a través de laudos y convenciones colectivas, se halla sometida
a la exclusiva voluntad de estos.
Al respecto, esta
Corporación observa que es cierto - como lo destaca el actor- que antes de la
vigencia de la Constitución de 1991 fue declarada inexequible la proposición
del numeral 2o del artículo 3o de la ley 48 de 1968 por considerar que privaba
a los patronos de un medio jurídico eficaz para conseguir que pudieran ser
exonerados de obligaciones adquiridas en convenios colectivos de trabajo cuando
ellas les resultaban insostenibles o excesivamente gravosas. Al respecto dijo
la Corte Suprema de Justicia:
" La protección
especial que debe darse al trabajador y a las clases proletarias en particular,
según los citados artículos 17 y 32 de la Carta, procura el equilibrio de las
fuerzas sociales, sobre la base evidente de que los trabajadores se hallan en
situación de manifiesta inferioridad económica. De allí las estrictas normas
que con carácter de irrenunciables, establecen las leyes sobre salarios,
prestaciones, indemnizaciones y garantías de diverso orden y sobre los derechos
de huelga y asociación de los trabajadores.
Pero conceder a
los proletarios esta protección especial no puede implicar el menoscabo de
derechos elementales de los patronos o empresarios, uno de los cuales es el de
que no asuman carácter de irredimibles las obligaciones que contraen con sus
trabajadores. La protección de una clase social para equilibrar su posición de
inferioridad ante la otra, no significa el actuar contra ésta, pues la
Constitución no puede interpretarse en el sentido de que estatuye normas contra
uno de los estamentos sociales básicos de la organización económica existente
en el país."15
Con todo, no puede
olvidarse que los Magistrados que salvaron su voto en la referida sentencia,
pusieron de presente el alcance de los principios generales del derecho al
trabajo, en forma y términos que hoy resultan más ajustados a las exigencias
propias de nuestro Estado social de derecho a, saber:
" ...
3o. Los
principios generales del derecho de trabajo, aceptados por nuestra constitución
política, que fueron desarrollados por la ley, y luego sistematizados con
algunas reformas en el C.S. del T. indican como cuestiones esenciales:
a) Que en relación
laboral de carácter individual o colectivo, no hay igualdad entre las partes;
b) Que en virtud de
esa desigualdad, la Constitución y la ley brindan su protección al trabajador,
que es la parte débil de la relación, y
c) Que esta
protección se manifiesta a través de preceptos que otorgan determinados
derechos a la clase trabajadora, los cuales son correlativos de las
obligaciones que también normas positivas imponen al patrono o al empresario.
En la Carta
fundamental, aparecen cuatro disposiciones, los artículos 16, 17, 18, y 32 de
la actual codificación, correspondientes a los tres primeros al Acto
Legislativo número 1 de 1936 y el último al Acto legislativo número 1 de 1968,
cuyo significado es claro.
El artículo 16, que
la Corte sólo analiza fragmentariamente, contiene dos principios: el primero
asigna a las autoridades la función de garantizar " a todas las personas
residentes en Colombia, en sus vidas, honra y bienes", y el segundo,
"asegurar el cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los
particulares".
El artículo 17
establece que " el trabajo es una obligación social y gozará de la
especial protección del Estado", El 18 consagra en favor de los
trabajadores el derecho a la huelga y el 32 vino a complementar el 17, cuando
dijo: " Intervendrá también el Estado, por mandato de la ley, para dar
pleno empleo a los recursos humanos, y naturales, dentro de una política de
ingresos y salarios, conforme a la cual el desarrollo económico tenga como
objetivo principal la justicia social y el mejoramiento armónico e integrado de
la comunidad, y de las clases proletarias en particular".
De modo que los tres
principios a que se aludió en este numeral aparecen claramente consagrados en
la propia Constitución Política, y es por ello que no sea ni exacto, ni de
recibo, por el contrario al régimen constitucional que nos rige, el concepto
contenido en la sentencia que dice: ' la ley de leyes consagra el criterio
social moderno en cuya virtud hay que dar al trabajador no sólo cuanto la justicia
exige, sino todo lo que la justicia permite; pero no cosa alguna que vaya más
allá de la justicia"16
Durante la vigencia
de la Constitución de 1886 la doctrina justificó la prohibición de las
obligaciones irredimibles y perpetuas no sólo por obvios inconvenientes de
orden económico y jurídico sino fundamentalmente porque implicaban una
restricción en el campo de la libertad de las personas.17
La jurisprudencia,
por su parte, precisó que el artículo 37 se refiere a obligaciones que
correspondan a créditos propiamente dichos, no a las relaciones conyugales y
familiares y que con la disposición se pretendía impedir " la sujeción
personal que toda deuda entraña alcance el carácter de perpetua".18
Esta restricción de
la Corte, unida al carácter específico del derecho laboral y la negociación
colectiva como instrumentos para hacer que la igualdad sea real a partir del
reconocimiento de la debilidad de una de las partes de la relación -lo cual
desborda obviamente los límites de la contractualistica propia del derecho
privado construída sobre supuestos de plena autonomía de la voluntad y
presencia de igualdad- plantea serias inquietudes para aceptar con todas sus
consecuencias la configuración del desconocimiento del derecho en la forma
concreta que manifiesta el peticionario.
E. Principio
fundamental de la responsabilidad:
Según el actor, este
derecho se traduce en el hecho de que nadie esta obligado a sufrir o responder
por actos u omisiones que no se deriven de su personal actuación o voluntad.
Este principio se
vulneró, cuando se invalidó y como consecuencia no se tuvo en cuenta la
denuncia presentada por el banco, porque los representantes del sindicato no
acataron la citación hecha por el Inspector Octavo Laboral y éste no agotó los
medios necesarios para entregar el original de ella a sus representantes. El
Banco por su parte satisfizo todos los requisitos para que la denuncia fuera
válida.
Sin embargo, se le
sancionó por una conducta que no dependió de su negligente actuar, sino de los
representantes del sindicato y el inspector laboral.
Es de destacar que
en las labores de la Asamblea Nacional Constituyente, el principio de la
responsabilidad fue objeto de amplia consideración en sus debates,
particularmente -en cuanto respecta a su aplicación a las actividades de a
administración pública y en particular a la justicia- tal como se desprende del
siguiente texto:
" No ha sido
posible obtener que se acepte y se generalice el principio de la responsabilidad del Estado por la
falla en el servicio de la justicia: error grave o funcionamiento tardío o
inadecuado de la administración de justicia. En Colombia ha prosperado la
indemnización por la falla administrativa. Pero ha sido imposible que se dé
aplicación al artículo 10 de la Convención Americana de Derechos Humanos. ¿ Qué
razón existe, por lo demás, para dar aplicación al artículo 16 cuando se trata
de una falla administrativa y no cuando la falla es judicial?. En algunas
constituciones se establece la solidaridad del Estado y del juez, en tanto que
otras responsabilizan directamente al Estado, pues el fallador es un agente.
Este principio es de vital importancia establecerlo"18
F. Derecho a la
negociación colectiva:
Destaca el peticionario
que en numerosos pronunciamientos de la Corte Suprema de Justicia se ha
reconocido que de este derecho son también titulares los patronos, desde luego
en condiciones diferentes de los trabajadores. En respaldo de su aserto cita
una sentencia en que se dijo lo siguiente.
" La
constitución en su artículo 17 establece que el trabajo goza de la especial
protección del Estado...
...
De acuerdo con este
nuevo texto constitucional, atendiendo que las garantías también cobijan a los
patronos, podemos afirmar que el "patrono tiene derecho a la negopciación
colectiva para regular las relaciones laborales, por supuesto en condiciones
muy distintas a los trabajadores, y siempre dentro de las previsiones legales.
Tal es el caso de la denuncia de la convención colectiva por cualquiera de las
partes, que consagra el artículo 479 del Códico Sustantivo del Trabajo"20 .
Por su parte, esta
Corte observa que en él ámbito del derecho de negociación colectiva consagrado
en el artículo 55 de la Carta vigente actúan como sujetos por excelencia
los trabajadores y los empleadores, con claros y recíprocos derechos. En
consecuencia, ambos deben intervenir en la definitiva concertación de sus
intereses. En el caso presente, el Banco participó en la negociación de la
convención colectiva. Pero por las razones que los jueces de instancia
desestimaron - su posterior denuncia de la misma no produjo efecto alguno. Esto
limitó la efectividad real de su derecho.
Igualmente debe
destacarse que la más reciente doctrina pone de presente que la negociación
colectiva es el terreno propio de la regulación de las relaciones laborales
pero que por voluntad expresa del constituyente corresponde a la ley
determinar los ámbitos específicos de su aplicación21 .
G. Tutela contra
sentencias:
En las someras
consideraciones precedentes sobre los derechos fundamentales que el
peticionario estima vulnerados tanto por el laudo del Tribunal de Arbitramento
como por las sentencias de la Corte Suprema de Justicia, existen motivos
suficientes para creer que un análisis de mayor profundidad podría descubrir
que le asiste razón en algunos casos y, en consecuencia, podría ser procedente
la tutela impetrada.
No obstante, la
circunstancia de que tanto la jurisprudencia como la doctrina dominantes
consideran que los laudos tienen la misma naturaleza jurisdiccional y material
de las sentencias22
ha llevado a esta Sala de Revisión a proceder con debida conciencia de algunos
desarrollos recientes en materia de tutela contra sentencias las cuales serán
determinantes del contenido y alcance de la presente decisión.
En efecto, como es
bien sabido, el artículo 40 del decreto 2591 de 1991 regulaba, todo lo
concerniente a la acción de tutela contra las providencias judiciales que
pusieran fin a un proceso. Al hacerlo, simplemente desarrollaba el principio
constitucional, contenido en el artículo 86 de la Carta, según el cual, la
tutela se podía ejercer contra la acción u omisión de cualquier autoridad
pública. La existencia de la norma permitió que esta Corte revisara diversas
acciones de tutela en las que eran evidentes vulneraciones de derechos
fundamentales producidas por providencias judiciales y, en consecuencia, en
ejercicio de su misión de guardiana de la Carta y, de su supremacía e integridad,
procedió a dar diversas ordenes encaminadas a su inmediata protección.
Fue así como
concluyó que la Corte Suprema de Justicia debía estudiar de fondo la eventual
violación de los derechos al reconocimiento de la personalidad jurídica, la
honra, la libertad y el debido proceso a raíz de una sentencia del Tribunal
Superior de Medellín que la misma Corte se negó a casar.23
Se ocupó también la
posible vulneración del derecho a la honra y el buen nombre de un historiador,
a la cual pudo haber contribuído un auto de cesación de procedimiento dictado
por el Juzgado Veintidós (22) Penal Municipal de Cali.24
Frente a un auto de
un juez de familia que prohibía a un ciudadano salir del país para volver al
lugar donde ha residido y trabajado los últimos 25 años, con el argumento de
que tenía que garantizar con su permanencia en el territorio nacional una
obligación alimentaria pendiente, la Corte Constitucional ordenó que se
celebrará una audiencia con la participación de las partes involucradas con el
fin de garantizar el respeto a los derechos fundamentales de circulación y
trabajo. En aquella ocasión consideró que el auto modificado no consultaba la
equidad y los derechos de ambas partes y que la medida tomada (restricción del
derecho a la circulación y al trabajo en el exterior) era innecesaria, extrema
y violatoria de la Constitución.25
Igualmente, concedió
la tutela a tres ciudadanos "inimputables" que cumplían medidas de
seguridad en diversos anexos siquiatricos del país. Ellos llevaban varios
lustros solicitando la revocatoria de las medidas de seguridad, pues las causas
que habían ameritado su imposición ya no existían. Los jueces habían negado la
solicitud, con argumentos relacionados con la competencia y con el hecho de que
no existieran familiares que los pudieran atender si salían libres. El carácter
perpetuo, degradante e inhumano que adquiría la medida de seguridad en virtud
de esas negativas y la violación de los principios de igualdad y dignidad
humana, llevaron a la Corte a revocar algunas providencias y a reconocer, en su
lugar, el derecho -a cargo del Estado-, a la atención integral para la debida
protección de esos ciudadanos, que se encontraban en evidente situación de
debilidad manifiesta. De nuevo, la tutela fue, el medio idóneo para solicitar
la protección de los derechos cercenados y para restablecer el respeto a la
dignidad humana, vulnerado por decisiones inconstitucionales de los jueces.26
La Corte revocó una
sentencia del extinto Tribunal Disciplinario en la que se había violado a un
abogado, el derecho consagrado en el artículo 31 de la Constitución Nacional,
según el cual, "el superior no podrá agravar la pena impuesta cuando el
condenado sea apelante único". En esta ocasión el petente había sido
sancionado en primera instancia a 6 meses de suspensión en el ejercicio de la
profesión. El Tribunal Disciplinario la amplió a 2 años, no obstante la expresa
prohibición constitucional. La acción de tutela fue el único mecanismo
disponible y efectivo para subsanar la vulneración constitucional contenida en
la sentencia revocada.27
En el caso de un ciudadano a quien la Sala
de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia le triplicó la condena
impuesta en las instancias, al incluir en la sentencia de casación
circunstancias de agravación no contempladas en la resolución de acusación, era
una clara violación de se violó la prohibición constitucional de agravar la
pena del apelante único (reformatio in pejus), del debido proceso y del derecho
de defensa. Por eso la Corte Constitucional revocó dicho fallo e hizo valer la
condena de primera instancia. Si no hubiera existido entonces la tutela contra
providencias judiciales, esa sentencia inconstitucional habría producido todos
sus efectos, entre otros, una privación de la libertad de más de cuatro años28 .
Como instrumento de
protección inmediata de derechos fundamentales la tutela logró que se respetara
el debido proceso, la posesión y los frutos del trabajo de una mujer concubina
a quien jueces y tribunales negaban esos derechos por considerar que su trabajo
doméstico " femenino" no constituía aporte a una eventual sociedad de
hecho con su compañero permanente fallecido, con quien había convivido por
espacio de más de veinte años. La Corte Constitucional, enfrentada a este grave
desconocimiento de los principios constitucionales sobre la igualdad de la
mujer, hizo valer el derecho de posesión sobre el inmueble en el que había
cohabitado con su compañero, y el respeto a los frutos de su trabajo, desconocidos
por las diversas instancias judiciales del caso.29
Un inequitativo
régimen de visitas establecido en una sentencia de un Juzgado de Familia de
Popayán, que vulneraba los derechos de la madre, el derecho de los niños a
tener una familia y no ser separados de ella, y el mantenimiento de la unidad
familiar durante la separación de los padres -por cuanto sólo permitía a la
madre visitar esporádicamente a los hijos en el domicilio del padre-, fue
también objeto de examen por la vía de la tutela. La Corte Constitucional
ordenó que el nuevo régimen de visitas tendría que respetar los derechos
fundamentales de todos los miembros de la familia, con miras a favorecer su
estabilidad emocional y tranquilidad así como el desarrollo integral y
armónico de los niños en particular.30
Por último, logró
subsanar una violación a la Constitución a raíz de una sentencia de un juez de
familia que se negó a privar de la patria potestad a un señor que había
abandonado a su hija menor durante más de cuatro años. El juez no aplicó la
presunción legal de abandono que contempla la ley cuando quiera que el menor
vive con personas distintas a las que por ley deben hacerlo y, mantuvo la
patria potestad en cabeza del padre irresponsable. La violación de los derechos
constitucionales de la menor y la evidente vulneración del debido proceso pues
la s pruebas aportadas para demostrar el abandono no fueron ni siquiera
valoradas, hizo que la Corte Constitucional revocara la sentencia y, en su
lugar, ordenara lo pertinente para garantizar los derechos constitucionales
fundamentales.31
Es importante
señalar que el primero (1) de Octubre de 1992, cuando la Sala Plena de la Corte
Constitucional declaró la inexequibilidad del artículo 40. Con base en el
respeto al principio " meta-jurídico" de la cosa juzgada y de la
autonomía funcional del juez, declaró que era contraria a la Carta la
posibilidad de que se pudiera interponer la acción de tutela contra
providencias judiciales32
.
Por eso, en salvamento
de voto conjunto, tres magistrados consideraron que la protección de los
derechos fundamentales no podía estar sujeta a principios de orden
institucional, tales como la cosa juzgada y la autonomía de los jueces, pues la
prevalencia de tales derechos debía primar por sobre cualquier otra
consideración. Lamentaron, igualmente, que el derecho fundamental a la
protección inmediata de los derechos fundamentales y a la supremacía de la
Constitución, pudieran verse limitados por una sesgada interpretación
constitucional, que únicamente favorecía la justicia-aparato y no la justicia
material.33
H.- Cosa Juzgada:
Puesto que por
mandato expreso de la Carta, la sentencia del 1o de Octubre de 1992, ha hecho
tránsito a cosa juzgada material, es claro que de ocurrir hoy los casos arriba
reseñados la violación de derechos fundamentales no estaría sometida al control
de esta Corte, pese a lo dispuesto por los artículo 4o y 86 de la Constitución
vigente.
En virtud de todo lo
anterior, el laudo arbitral y las sentencias de la Corte Suprema de Justicia
que el peticionario acusa en su libelo como violatorias de sus derechos fundamentales
no pueden hoy ser consideradas por esta Sala de Revisión y así se reconocerá en
la parte resolutiva del presente fallo.
Es por eso que en el
futuro podrán seguir proliferando fallos que desconozcan los derechos de la
justicia material, como el que a continuación se describe, proferido
precisamente con respecto a un laudo en materia laboral.
El actor
cuestionaba la validez del laudo arguyendo que uno de los árbitros era juez y
parte:
" En esta
violación cayó el ad quem, al apreciar como válida la institución arbitral de
la Convención Colectiva y darle validez al "Fallo arbitral" dictado
en últimas por la propia Empresa demandada. Además el tribunal al examinar la
prueba de la Convención Colectiva y la institución arbitral allí establecida,
cayó en el error de apreciar como válida la actuación del árbitro, no obstante
ser este un empleado público con precisas funciones dentro del ordenamiento
legal interno de la Empresa demandada el cual por lo mismo está impedido para
actuar como árbitro, ya que no existe en la ley norma expresa que autorice ese
ejercicio al Secretario General o Director Administrativo de la Empresa
demandada y si tenemos en cuenta que de acuerdo con el artículo 667 del C.P.C.
(Aceptación del cargo y reemplazo del árbitro) el 668 idem (causales de
impedimento y recusación de los árbitros son las mismas de los jueces), el
671, numeral 3, segunda parte idem (el Tribunal arbitral tiene las facultades
que respecto a pruebas se otorgan al juez) y 675 idem (fija los deberes
poderes, facultades y responsabilidades a los árbitros estatuyendo que son los
mismos que se fijan par los jueces), es evidente que el ejercicio de la
calidad de árbitro es ejercicio de funciones públicas, correspondientes, por
tanto, a un cargo público, aunque ese ejercicio sea ocasional, transitorio,
para un solo caso" 34
A lo cual respondió
la Corte en los siguientes términos que ilustran las consecuencias a que puede
conducir el culto ciego a la cosa juzgada.
" La cosa
juzgada es la calidad de inmutable y definitiva que la ley le otorga a ciertas
sentencias ejecutoriadas.
Cuando una
sentencia, y la proferida por árbitros los es, tiene el valor de cosa juzgada
no es posible revisar su decisión ni pronunciarse sobre su contenido en proceso
posterior.
Si el objeto
esencial y único de la cosa juzgada es que la declaración de certeza que la
sentencia contiene sea definitiva e inmutable; por tal razón el Art. 9o literal
n) de la Convención Colectiva de folio 93 y s.s que da al fallo de arbitraje
establecido para dirimir lo relativo al despido solicitado por la empresa y
sobre el que no hubo acuerdo en el Comité disciplinario (que fue lo aquí
ocurrido), el carácter y los efectos jurídicos establecidos por el artículo 140
del C.P.L., solamente puede ser revisado judicialmente a través de juicio
laboral promovido por el Sindicato de la Emsirva o, en su caso específico y
concreto, por el trabajador que considere lesionado por la sentencia arbitral
proferida con base en ella pero únicamente a través del recurso de homologación
interpuesto, oportunamente, ante la autoridad pertinente, es decir, ante el
Tribunal Superior respectivo conforme lo prevé el artículo 141 del C.P.L.
En este caso,
aunque se presente como manifiestamente ilegal la cláusula convencional que
acordó que el árbitro " será el Secretario General o Director
Administrativo de Emsirva" con lo que, como lo observa el recurrente, se
conjugan en el ente empleador el doble e indebido carácter de juez y parte, no
puede reconocerse su ineficacia por las ya anotadas efectos de la cosa juzgada
con que dicho laudo fue rubricado al no haber sido oportunamente impugnado con
la interposición del recurso de homologación"( Subrayas fuera de texto)
III. CONCLUSION.
En el expediente del
presente caso obran elementos indicativos de la vulneración o amenaza de
algunos derechos fundamentales del peticionario.
Sin embargo, en
acatamiento a lo dispuesto en el artículo 243 de la Carta vigente, que reconoce
valor de cosa juzgada a los fallos de esta Corte, la Sala de Revisión negará
la tutela impetrada contra las providencias de la Corte Suprema de Justicia
Sala Laboral -Sección Primera- del veintiuno (21) de mayo y veinticinco (25) de
junio de 1991, como consecuencia directa y clara de lo dispuesto por la Sala
Plena en su fallo del 1o de Octubre de 1992, que declaró inconstitucional la
tutela contra sentencias.
VI. DECISION.
Primero- Por las razones expuestas en la parte
motiva y en la conclusión de esta fallo, CONFIRMAR la sentencia del 6 de
agosto de 1992, proferida por la Corte Suprema de Justicia - Sala Penal- que
denegó la tutela interpuesta por el Banco de la República contra las
providencias de la Sala Laboral -Sección Primera- de esa Corporación, de
fechas veintiuno (21) de mayo y veinticinco (25) de junio de mil novecientos
noventa y dos (1992).
Segundo-ORDENAR que por Secretaría se comunique esta
providencia a la Corte Suprema de Justicia -Sala Penal-, en la forma y para los
efectos previstos en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Notifíquese,
cópiese, comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional.
CIRO ANGARITA BARON
Magistrado Ponente
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
-Con aclaración de voto-
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
-Con salvamento de voto-
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Sentencia aprobada
por acta número de la Sala de Revisión No. 1, a los nueve (9) días del mes de
diciembre de mil novecientos noventa y dos (1992)
.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
MATHA V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Sentencia aprobada
por acta número de la Sala de Revisión No 1, a los nueve (9) días del mes de
diciembre de mil novecientos noventa y dos (1992)
Aclaración de
voto a la Sentencia No. T-597
REF.: EXPEDIENTE
T-4737
ACTOR: BANCO DE
LA REPUBLICA
MAGISTRADO
PONENTE: CIRO ANGARITA BARON
Con el debido
respeto, el suscrito Magistrado limita su consideración y referencias al tema
debatido sobre la procedencia de la tutela contra sentencias judiciales, a lo
expuesto en el salvamento de voto a la sentencia C-543 de octubre 1o. de 1992.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-597
COSA JUZGADA
CONSTITUCIONAL (Salvamento
de voto)
Lo resuelto por
la Corte no puede ser objeto de posteriores discusiones ni controversias en el
campo de aplicación del Derecho. Se podrá disentir académicamente de su
contenido pero se estará en la obligación constitucional de observar y respetar
la sentencia proferida, en particular al ejercer la función de administrar
justicia en lo referente a puntos que ya han sido resueltos con autoridad de
cosa juzgada por los fallos de la Corporación y mucho más cuando el organismo
judicial llamado a administrar esa justicia es precisamente una de las Salas de
la propia Corte. En efecto, sí la mencionada norma Superior es de perentoria
observancia para las autoridades y agentes estatales en las distintas ramas y
organismos del Poder Público, con mayor razón vincula -no solamente con fuerza
de verdad jurídica sino como deber moral- a los mismos magistrados que
profirieron la sentencia cobijada por ella, así se hayan apartado de la
decisión.
Ref.: T-4737
Magistrado
Ponente:
Doctor CIRO
ANGARITA BARON
Santafé de Bogotá,
D.C., nueve (9) de diciembre de mil novecientos noventa y dos (1992).
En una situación
insólita, dentro de una Sala compuesta por tres magistrados, dos de ellos han
discrepado del Ponente en relación con los términos utilizados en la parte
motiva del fallo y, no obstante, éste, se profiere con la inclusión de esos
mismos términos por una inexplicable insistencia del Presidente de la Sala,
convirtiendo una sentencia en salvamento de voto de otra.
El suscrito
magistrado estima que la sentencia en realidad aprobada -pues era la que
contaba con la mayoría- era la que definía el caso confirmando la providencia
que se revisaba pero despojando la motivación de toda referencia descomedida e
irrespetuosa hacia el fallo proferido por la Sala Plena de la Corporación el 1°
de octubre de 1992 (sentencia N° C-543).
Como, pese a lo
dicho, el señor Presidente de la Sala, en vez de salvar su voto, ha logrado
imponer un texto que no compartían los dos restantes magistrados, me veo en la
obligación de consignar las razones de mi discrepancia, las cuales constituyen
a la vez la expresión de una enérgica protesta por el antecedente que implica
esta curiosa circunstancia y por las características del aludido texto.
1. dice la
Constitución en su artículo 243 que " los fallos que la Corte dicte en
ejercicio del control jurisdiccional hacen tránsito a cosa juzgada
constitucional". A su vez el artículo 21 del Decreto 2067 de 1991,
corroborando dicha regla, señala que "las sentencias que profiera la
Corte Constitucional tendrán el valor de cosa juzgada constitucional y son de
obligatorio cumplimiento para todas las autoridades y los particulares"
(subrayo).
Significa lo
anterior que lo resuelto por la Corte no puede ser objeto de posteriores
discusiones ni controversias en el campo de aplicación del Derecho. Se podrá
disentir académicamente de su contenido pero se estará en la obligación
constitucional de observar y respetar la sentencia proferida, en particular al
ejercer la función de administrar justicia en lo referente a puntos que ya han
sido resueltos con autoridad de cosa juzgada por los fallos de la Corporación
y mucho más cuando el organismo judicial llamado a administrar esa justicia es
precisamente una de las Salas de la propia Corte.
En efecto, sí la
mencionada norma Superior es de perentoria observancia para las autoridades y
agentes estatales en las distintas ramas y organismos del Poder Público, con
mayor razón vincula -no solamente con fuerza de verdad jurídica sino como deber
moral- a los mismos magistrados que profirieron la sentencia cobijada por ella,
así se hayan apartado de la decisión.
Desde luego, no es
extraño que quien ha manifestado con vigor digno de mejor causa su repugnancia
por el principio de la cosa juzgada en general (ver Salvamento de voto relativo
a la sentencia número C-543 del 1o. de octubre de 1992) conserve la misma
reticencia a reconocer y aplicar dicho postulado en el específico ámbito
constitucional.
Ello no puede
representar, sin embargo, un motivo que justifique y ni siquiera explique
-menos aún dada la alta investidura que en este caso| se obstenta- el flagrante
desconocimiento del mandato constitucional vigente, que además de los
expresado, obliga a toda autoridad, prohibiéndole "reproducir el contenido
material del acto jurídico declarado inexequible: por razones de fondo,
mientras subsistan en la Carta las disposiciones que sirvieron para hacer la
confrontación entre la norma ordinaria y la Constitución". Ese mandato es
imperativo también respecto de decisiones judiciales, sin distinción entre
ellas, inclusive en cuanto concierne a su motivación, la cual representa el
razonamiento que lleva al juez a convencerse de lo que dispondrá al resolver.
Por lo cual es inadmisible que se desatienda lo resuelto por la Corte
Constitucional, inclusive si ello se hace en sentencias proferidas en sede de
revisión, como la que propicia este salvamento. En el caso que nos ocupa, al
lado de una "obediente" parte resolutiva, se consignan intransigentes
expresiones de disentimiento con lo decidido en la sentencia que ha hecho
tránsito a cosa juzgada constitucional y melancólicas razones que - lógicamente
atendidas, según sería de esperar en una sana providencia- deberían conducir a
definición contraria a la que se adopta.
2. En el caso que ha
sido objeto de la decisión de esta Sala se suscita la posibilidad de admitir la
procedencia de la acción de tutela contra providencia judicial definitiva, que
es precisamente lo que la Sala Plena de la Corporación ha rechazado
enfáticamente mediante el aludido fallo de 1o. de octubre de 1992, por cuya
virtud fueron declarados inexequibles los artículos 11,1 2 y 40 del Decreto
2591 de 1991.
Era natural que la
Sala de Revisión, cuya categoría jerárquica es obviamente inferior a la de la
Sala Plena, acatara sin mayores consideraciones la decisión adoptada por ésta,
pero, amparado en la falsa idea de que la sentencia del 1o. de octubre no fue
de la Corte Constitucional sino de cuatro magistrados, olvidando el principio
democrático de las mayorías, las normas del Decreto 2067 de 1991 y las
disposiciones reglamentarias de la Corporación, el H. Magistrado Ponente ha
resuelto aferrarse con terquedad a los argumentos que fueron desechados por la
Corte, llevándolos a la parte motiva de una decisión que, contradictoriamente,
en su parte resolutiva se aparta en un todo de las consideraciones que invoca.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
1 (fls 38,39)
2 Corte Suprema de Justicia.Sentencia de Homologación . Octubre 17
de 1991. Expediente 4850.
3 Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Laboral. Julio 2 de
1982. Citada en la providencia que denegó la nulidad, solicitada por apoderado
del Banco de la República.
4 Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Laboral. Septiembre 2
de 1982. Citada a folio 51 del expediente de tutela.
6 fl 64.
7 Cfr. Corte Constitucional, Sala de Revisión No 2, pág. 8
8 O' DONNELL, Daniel. " Protección Internacional de los
Derechos Humanos" Comisión Andina de Juristas, pág 165.
[1]. Constitución de España, Artículo 24 No 2o.
[2]. Cfr DIEZ-PICASSO GIMENEZ , Iganacio, " El derecho
fundamental al juez ordinario predeterminhado por la ley, en : Revista
Española de Derecho Constitucional año XI No 31, Enero- Abril 1991, pág 120.
[3]. Constitución de Italia, Artículo 25.
12 Gaceta Constitucional No. 54. Pon: Jaime Fajardo Landaeta, pág.
19-20
13 Cfr. Demanda de inconstitucionalidad contra la expresión "
no formal" del artículo 3o del Decreto Ley 088 de Enero 22 de 1978, auto
admisorio, julio siete (7) de 1992, Exp D- 078.
14 Corte Constitucional. Sentencia T 06 del 12 de Mayo de 1992, Mag
Pon: Eduardo Cifuentes Muñoz, págs 84, 85.
15 Corte Suprema de Justicia -Sala Plena-. Junio 12 de 1970, Mag
Pon: Dr. Luis Sarmiento Buitrago. Gaceta Judicial Tomo CXXXVII Bis, pág 178 .
16 Ibidem, salvamento de los Magistrados José Gabriel de la Vega,
Jorge Gaviria Salazar, Humberto Barrera Domínguez, César Gómez Estrada, Luis
Carlos Pérez, Eustorgio Sarria, José Maria Velasco Guerrero, Esteban Bendeck
Olivella, Conjuez a la sentencia de junio 12 de 1970, pág 180.
17 SACHICA, Luis Carlos, Constitucionalismo Colobiano, Cuarta
Edición revisada, Editorial Temis, 1974, pág 353
18 Cfr, Corte Suprema de Justicia, Sala Plena, Sentencia Noviembre
27 de 1973.
18 Cfr, Corte Suprema de Justicia, Sala Plena, Sentencia Noviembre
27 de 1973.
20 Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Laboral, Sentencia
del 23 de marzo de 1973, Mag. Pon.; Dr. Eustorgio Sarria
21 Cfr. Arenas Monsalve, Gerardo. El trabajo y la Seguridad
Social de 1991, en: Revista de Derecho Privado de la Universidad de los
Andes, Facultad de Derecho, Vol. 6, Tomo 10, Mayo de 1992
22 Cfr, por ejemplo, Corte Suprema de Justicia Sala de Casación
Laboral - Sección Primera-, julio 30 de 1989.Gaceta Judicial No 2437, pág 654.
23 Cfr, Corte Constitucional, Sala de Revisión No 2, Sentencia T-06.
Mag Pon: Eduardo Cifuentes Muñoz.
24 Cfr, Corte Constitucional, Sala de Revisión No 2, Sentencia T-06.
Mag Pon: Eduardo Cifuentes Muñoz.
25 Cfr, Corte Constitucional, Sala de Revisión No 2, Sentencia T-06.
Mag Pon: Eduardo Cifuentes Muñoz.
26 Cfr Corte Constitucional, Sala de Revisión No 7. Sentencia
T-401. Mag Pon: Eduardo Cifuentes Muñoz.
27 Cfr. Corte Constitucional, Sala de Revisión No 1. Sentencia 413
28 Cfr. Corte Constitucional, Sala de Revisión No. 2, Sentencia
T-474
29 Cfr, Corte Constitucional, Sala de Revisión No 1. Sentencia T-
524.
30 Cfr. Corte Constitucional, Sala de Revisión No 1. Sentencia
T-523
31 Cfr. Corte Constitucional, Sala de Revisión No 2. Sentencia T-
32 Cfr. Corte Constitucional -Sala Plena- Sentencia T-543
33 Cfr. Ibidem No 22, Salvamento de voto de los Magistrados Ciro
Angarita Barón, Eduardo Cifuentes Muñoz y Alejandro Martínez Caballero.
34 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Laboral -Sección
Primera- Sentencia de junio 30 de 1989 |
189 | T-598-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-598/92
AUTONOMIA
UNIVERSITARIA-Bienestar
Social
Entre los
desarrollos constitucionales de la educación, se encuentra la garantía a
"la autonomía universitaria", que según el orden superior,
comprende, de una parte la posibilidad de disponer la designación de sus
propias directivas, norma que se encuentra complementada con el inciso 2o. del
artículo 68 ibídem, donde se preceptúa que la "comunidad educativa
participará en la dirección"; y de otra parte, la posibilidad de
"regirse por sus propios estatutos"; todo, sin perjuicio de acordar
sus actuaciones a la ley, como resultado no sólo de la expresión del texto
citado, sino también de la lógica que impone a la institución universitaria el
Estado Social de Derecho, que implica, en lo concerniente, la sumisión tanto de
las autoridades públicas como de la sociedad a los mandatos legales. Se perfila
también la autonomía universitaria como la facultad de estas instituciones para
disponer de autonomía en su manejo financiero y en el destino de sus bienes en
general; con los solos límites, como se ha indicado antes, que le imponga la
ley. La autonomía universitaria le permite al centro docente tomar las
medidas de bienestar que considere conducentes, de acuerdo con su política
institucional y sus recursos económicos. Se plantea por los representantes de
la Universidad insuficiencia en estos últimos para el suministro de la
asistencia de residencias y servicios de cafetería. La propia naturaleza de
estos derechos asistenciales, ha sostenido la Sala, de manera general, hace
que no sean amparables mediante la acción de tutela, El mismo sistema de la
Constitución Política, los sitúa en la categoría de los derechos sociales,
económicos y culturales .
DERECHOS HUMANOS-Concurrencia/DERECHOS INALIENABLES
Salvo algunas
expresiones de primacía de un derecho sobre otro, por ejemplo, la establecida
en el artículo 5o. de la Carta que beneficia los derechos inalienables de la
persona, en el derecho positivo, no existe suficiente previsión para dilucidar
la supresión de un derecho amparado, en beneficio de otro, principalmente
cuando son de igual o similar naturaleza, en los casos de concurrencia
competitiva o complementaria de los distintos derechos, de modo que se presenta
un amplio campo en esta temática para la interpretación jurisprudencial, con la
limitante para el asunto, de que ésta encuentra su alcance reducido al caso
concreto de que se ocupa. Se plantea una concurrencia complementaria de los
derechos a la vivienda (residencias universitarias) y a la alimentación
(cafetería) con el derecho a la educación, derechos todos que por su naturaleza
pertenecen a la categoría de los asistenciales, denominados por la doctrina de
la segunda generación. Son derechos que dependen más de la acción del Estado y
de sus posibilidades en general que de la existencia misma del hombre; por lo
tanto, no tienen el carácter de inalienables.
REF.: Expediente
No. T-4288
Autonomía
Universitaria
Derechos
Complementarios
Actores:
GUILLERMO SALAZAR
SAA
(Personero del
Municipio de Palmira) y SALVADOR ALI GOMEZ NEIRA (Representante de los
estudiantes).
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., diciembre nueve (9) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Corte
Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, se pronuncia sobre la acción de la
referencia, en el grado jurisdiccional de revisión, teniendo en cuenta los
siguientes
A N T E C E D E N T E S :
El doctor GUILLERMO
SALAZAR SAA, Personero Municipal de Palmira (Valle), compareció al Despacho del
Juzgado Primero Civil Municipal de esa localidad, por encontrarse de reparto,
con el fin de interponer acción de tutela en representación de los Estudiantes
de la Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Agropecuarias
Seccional Palmira, de conformidad con lo establecido en el artículo 86 de la
Constitución Nacional, "por la violación del derecho fundamental a la
EDUCACION. Ya que las directivas de este centro educativo está en trámite de
efectuar el cierre definitivo de la cafetería y residencias, que funcionan en
este centro, lesionando con ello, estudiantes (sic) provenientes de otros
departamentos y municipios del Valle del Cauca".
Afirma "que
como personero del municipio es la primera acción que interpongo relacionada
con el caso del cierre de la cafetería y residencias de la Facultad de
Agronomía".
Lo anterior fue ratificado
en la misma diligencia por el estudiante, señor SALVADOR ALI GOMEZ NEIRA,
quien en el uso de la palabra expresó: "En nombre o representación de
los Estudiantes usuarios de la Cafetería y Residencia de la Universidad
Nacional de la ciudad, manifiesto que conocimos de la existencia de algunos
planos para la remodelación de la cafetería y residencias, para colocar ahí
otras dependencias y ante tal situación dialogamos con la señora Decana Marina
Sánchez de Praguer, quien manifestó públicamente que sí existían los planos y
se cerrarían la cafetería y residencias por falta de presupuesto y por ello
consideramos que se nos vulnera el derecho de la EDUCACION en igualdad de
oportunidades a todos los ciudadanos, el derecho de bienestar general, mejoramiento
de la calidad de vida de la población, derecho a que el Estado proteja
especialmente aquellas personas que por condiciones económicas nos encontramos
en circunstancias de debilidad manifiesta y derecho a la vivienda digna,
considerando por ello que han sido violados los artículos 13, 27, 67, 68, 69,
70, 82 y 366 de la Constitución Nacional. Así mismo manifiesto que es la
primera acción de tutela que se interpone en este sentido, lo cual lo hago o
manifiesto bajo la gravedad del juramento".
La demanda
correspondió al Juzgado Quinto Civil Municipal, ante el cual compareció el
señor SALVADOR ALI GOMEZ, para ampliar la solicitud de tutela en el sentido de
"Dirigir la acción de tutela en contra de la Ingeniera Marina Sánchez de
Praguer Decano de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad de
Colombia (sic) seccional Palmira, ya que la decisión del cierre de residencias
y cafetería, y su posterior remodelación para otras dependencias es generada en
Palmira como consta el acta No. 05 del mes de febrero 18 de mil novecientos
noventa y dos (1992) del Comité Administrativo. Esta decisión fue respaldada
por la Resolución No. 173 de mayo 29 del presente año emanada de la
Vicerrectoría del Bienestar Universitario-Universidad Nacional de Colombia, firmada
por la doctora Ligia Echeverry de Ferrufino". También pone en
conocimiento del Despacho la demolición de las escaleras de acceso a las
residencias durante el período de vacaciones. "Los responsables de esta
decisión son los representantes del Comité administrativo de la Seccional y del
Consejo Directivo como consta en el oficio 683 de mayo 21 de mil novecientos
noventa y dos, emanado de la dependencia de la Secretaría de la
Facultad".
LA PRIMERA
INSTANCIA
El Juzgado Quinto
Civil Municipal de Palmira, mediante sentencia de junio dieciseís (16) de mil
novecientos noventa y dos (1992), en el proceso de la referencia, resuelve
"DENEGAR por improcedente las pretensiones formuladas por el accionante
GUILLERMO SALAZAR SAA, Personero Municipal, y SALVADOR ALI GOMEZ
NEIRA", previas las siguientes consideraciones:
- Que el Decreto
306/92 preceptúa que la acción de tutela sólo protege los derechos
fundamentales, "y por lo tanto, no puede ser utilizada para hacer respetar
derechos que sólo tienen rango legal, ni para hacer cumplir las leyes, los
decretos, los reglamentos o cualquier otra norma de rango inferior".
- Que la acción de
tutela es una innovación constitucional, consagrada por la Constitución de 1991
para garantizar la protección de los derechos fundamentales, mediante un
procedimiento preferente y sumario.
- Que el derecho
fundamental a la educación, "como tal, no se encuentra incluído en el
Capítulo I del título II de la Constitución Nacional". Que el otro
derecho violado según los peticionarios es el contenido en el artículo 13 de la
Carta.
_ Que "la
igualdad ante la ley que consagra este precepto constitucional, se predica
exclusivamente de aquellos derechos que por ley son comunes a los asociados
por su carácter público".
- Que "En el
caso en estudio no existe una desigualdad ante la ley, pues como se dijo antes,
el derecho a las residencias y cafetería de que han venido haciendo uso los
estudiantes obedece a determinaciones o reglamentos de orden interno de la
Universidad, en ningún momento bajo un ordenamiento legal. Se alega que por
ello se encuentran en estado de inferioridad o desigualdad y que por esta causa
son discriminados ante el cierre de las residencias y cafetería. Tal situación
aún cuando data de mucho tiempo atrás, se ha mantenido por situaciones
inherentes a la organización interna de la Universidad, beneficiando a un
sector de los estudiantes provenientes en su mayoría de regiones pobres y
apartadas de esta ciudad, pero nunca, en atención a un mandato legal que
instituya que todos los ciudadanos universitarios deben contar con éstas
garantías."
- Que "Es
importante resaltar la situación incierta y preocupante que acompaña a los
residentes ante la eventual crisis que conlleva el cierre en referencia, pues
ello señalará su vida de estudiantes viéndose avocados en su gran mayoría a
retirarse de sus estudios a falta de recursos económicos para su
sostenimiento. Esta juzgadora no desconoce en ningún momento, que las
residencias y cafetería prestan un invaluable servicio a la comunidad
universitaria, pero ha de entender este sector estudiantil que pese a ello, no
es de recibo por vía de tutela, proteger sus derechos a conservar las
residencias y cafetería, pues la norma aplicable así lo indica".
- Que el material
probatorio "plantea de un lado, que el problema es de carácter económico y
que además se hace necesario el traslado de algunas dependencias hacia el
bloque donde funcionan las instalaciones en contienda, además que en subsidio
se ha establecido el plan de 'préstamo-beca' para los estudiantes". Y del
otro lado, "la comunidad estudiantil, manifiesta que propusieron varias
soluciones alternativas para subsidiar los costos de cafetería como el cultivar
ellos mismos sus alimentos, pero que estas no fueron atendidas. Así mismo
expresan que la situación se ha dado por malos manejos administrativos y no
por déficit económico. También que los préstamos-becas no alcanzarían a cubrir
sus gastos y que resultan muy costosos de pagar".
- Que si se estudia
el artículo 27 de la Carta, se encuentra que su espíritu, permite concluir
que, "aquí no se produce un constreñimiento del que pueda afirmarse
coarta o limita las libertades de enseñanza, aprendizaje investigación y
cátedra o que impida un efecto para ejercer alguna de ellas".
- Que los jueces en
sus decisiones están sometidos al imperio de la ley (art. 230 C.N.).
LA IMPUGNACION
El Personero
municipal, impugna la anterior decisión por las siguientes razones que se
sintetizan:
- La acción de
tutela también procede para proteger derechos fundamentales no previstos en el
Título II capítulo 1o. de la Constitución Política.
- Que la "debilidad
económica" en que se encuentran los estudiantes usuarios de
residencias y cafetería no fue tenida en cuenta en la interpretación del
artículo 13 de la C.N. "En la actualidad nos encontramos en debilidad
manifiesta con condición económica, ya que si estos servicios son
eliminados nos veremos avocados a cancelar nuestros estudios", y que por
lo tanto, así se les discrimina y margina de la igualdad de oportunidades.
- Que los
artículos 7o., 19 y 22 en sus numerales b) y c) del Decreto No. 80 de 1980,
por el cual se organiza el sistema de educación post secundaria, garantiza la
igualdad de oportunidades para los estudiantes.
- Que las
residencias de la Seccional Palmira no presentan problemas de orden público.
- Que los
préstamos-beca cobijan a un número de estudiantes inferior al de usuarios de
residencia y cafetería.
- Que el
edificio de las residencias fue donado por la Fundación Rockefeller (1955).
LA SEGUNDA
INSTANCIA
El Juzgado Cuarto
(4o.) Civil del Circuito de Palmira en sentencia No. 062 del veintitrés (23) de
julio de mil novecientos noventa y dos (1992), decidió la segundo a instancia,
en el sentido de "CONFIRMAR" la sentencia No. 072 del 16 de junio
pasado proferida por el Juzgado 5o. Civil Municipal de la ciudad con respecto a
la acción de tutela propuesta por el Personero Municipal y el señor Salvador
Alí Gómez Neira", con base en lo siguiente:
- Que por
derechos constitucionales fundamentales "han de entenderse todos aquellos
que están tanto dentro de la Constitución Nacional, especialmente los del
Título II, como en los tratados y Convenios Internacionales ratificados por el
Congreso, que reconocen los derechos humanos y que prohiben su limitación en
los estados de excepción y que prevalecen en el orden interno", para
agregar enseguida que también son fundamentales otros derechos "que están
consagrados como derechos económicos, sociales y culturales que también pueden
ser reclamados o protegidos mediante la acción de tutela".
- Que del
Decreto No. 80 de 1980, del Decreto No. 82 del mismo año y del artículo 69 de
la C.N. se desprende "que la Universidad Nacional, como un ente
universitario con personería reconocida legalmente, goza, al igual que las
demás universidades privadas como públicas, de una completa independencia o
libertad para efectos de llevar a cabo la estructura y funcionamiento de sus
dependencias tanto académicas, administrativas y de bienestar docente y
estudiantil". "De ello resulta que cualquier decisión que se tome a
nivel universitario, es ni más ni menos que una reglamentación de carácter
interno, pues dada su autonomía y regirse por sus propios estatutos
puede tomar las medidas que considere convenientes para un normal y efectivo
funcionamiento."
- Que la
"autonomía de la Universidad para fijar sus reglamentos de administración
en general y tomar resoluciones como la que se impugna, no solamente debe ser
respetada sino acatada por cuanto es la misma Constitución y la ley la que le
permite una total independencia respecto a los procedimientos que debe tomar y
aplicar para la buena marcha de la Institución, sin que ellos, y siempre y
cuando estén dentro del marco legal, puedan ser considerados como violatorios
de los derechos estudiantiles, ya que el fin, y como fue antes explicado, es el
de buscar el mejor estar de las personas que en una u otra forma están
vinculadas a la misma".
- Que la
decisión de cerrar la residencia y la cafetería es de carácter general e
impersonal (art. 6o. Dto.. 2691 de 1991), " por cuanto que ésta no se
dirige contra persona alguna en particular, sino que arropa a todos los
estudiantes, bien que se encuentren estudiando o beneficiándose de esos
servicios, o que pretendan ingresar para tal fin.
C O N S I D E R A C I O N E S :
a) La
Competencia
Es competente la
Sala para conocer de la acción de tutela instaurada por el doctor GUILLERMO
SALAZAR SAA, personero municipal de Palmira (Valle) y el señor SALVADOR ALI
GOMEZ NEIRA, en representación de los estudiantes, de acuerdo con lo
preceptuado en los artículo 86 inciso 2o. y 241 numeral 9o. de la Constitución
Política, desarrollados en los artículo 33 y 34 del Decreto 2591 de 1991.
b)
La Materia
La revisión de la
sentencia proferida en la presente acción por el señor Juez Cuarto Civil del
Circuito de Palmira, el 23 de julio de 1992, presenta oportunidad a la Corte
Constitucional para fijar el alcance del derecho a la autonomía universitaria,
además de que permite referirse a los límites y fronteras de ciertos derechos
humanos cuando concurren en su ejercicio, de manera complementaria.
La Autonomía
Universitaria
Entre los
desarrollos constitucionales de la educación, se encuentra la garantía a
"la autonomía universitaria" (art. 69 C.N.), que según el orden
superior, comprende, de una parte la posibilidad de disponer la designación
de sus propias directivas, norma que se encuentra complementada con el inciso
2o. del artículo 68 ibídem, donde se preceptúa que la "comunidad educativa
participará en la dirección"; y de otra parte, la posibilidad de
"regirse por sus propios estatutos"; todo, sin perjuicio de acordar
sus actuaciones a la ley, como resultado no sólo de la expresión del texto
citado, sino también de la lógica que impone a la institución universitaria el
Estado Social de Derecho (art. 1o.), que implica, en lo concerniente, la sumisión
tanto de las autoridades públicas como de la sociedad a los mandatos legales.
Este derecho a la
autonomía universitaria, originariamente se orientaba a evitar que el poder
público sometiera la ciencia, el conocimiento, la técnica y por sobre todo, la
función crítica de los centros docentes. Era la época de la nítida distinción
entre los límites de los espacios del conocimiento y los del ejercicio de la
función gobernante. Era la época de los fueros de la UNIVERSITAS medieval que
fueron recogidos por el derecho positivo del Estado Liberal Clásico, como una
expresión más del culto a la razón.
Bien conocida es la
transformación que esa concepción de la autonomía universitaria revela en
nuestros días, principalmente a consecuencia de la ruptura de los límites
entre el conocimiento y la praxis política. Aún más, el cambio histórico
indicado muestra la aspiración, cada vez más sostenida, de identificar el saber
con la decisión política. Así la propia Universidad realiza esfuerzos
constantes para situarse en la sociedad y para ubicar a sus egresados en el
ejercicio de la función pública. Y el propio Gobierno, busca atraer a los
centros docentes, en apoyo para la elaboración de sus planes y el desarrollo
de sus programas.
Tenemos pues, que
los enemigos tradicionales de la autonomía universitaria, el poder público y
diversos estamentos sociales, han cambiado su perfil, para, en una lógica
concurrencial y participativa, convertirse en sus aliados ordinarios o
corrientes. No significa lo anterior que la autonomía universitaria haya
perdido importancia, si no más bien que ésta debe considerarse menos frente a
sus enemigos externos tradicionales, antes indicados, que con referencia a las
exigencias que su dirección y funcionamiento, como lo entiende el Constituyente
de 1991, demanden para lograr sus fines institucionales que en su expresión
principal no son otros que la formación académica y la investigación científica
(artículos 67, 68 y 69 de la C.N.).
De otra parte,
puntualiza la Sala que si bien es cierto que en condiciones normales, el poder
público y ciertos poderes sociales resultan en la sociedad actual aliados
naturales de la universidad, no lo es menos que, de manera coyuntural, pueden
traducirse en amenazas graves para la autonomía de la Universidad y para la
multiplicación del saber en el marco de la libertad de enseñanza (art. 27
C.N.), en especial con ocasión de surgimiento de cambios sorpresivos y
radicales en la sociedad o en el Estado. Lo que hace por este respecto útil el
mantenimiento de la autonomía universitaria.
El derecho
comentado, tiene requerimientos que fundamentalmente en el orden fiscal y de su
funcionamiento, pueden atentar contra su existencia misma en los niveles de
optimización deseables. Así la Universidad urge recursos que ordinariamente no
puede extraer de su propia actividad, que dispone de dos fuentes autónomas de
financiamiento, las matrículas y la venta de determinados servicios, cuyo
carácter resulta deficitario habida circunstancia de los ilimitados objetivos
de su gestión institucional. Surge en la materia una muy compleja trama de
dependencia-autonomía de los institutos docentes sobre la cual es oportuno, a
juicio de esta Sala, mantener la atención en guardia, para que tanto el Estado
como la Sociedad suministren los subsidios necesarios para su autónoma
existencia. La ausencia de condicionamientos en estos suministros, hace parte
de la autonomía universitaria consagrada por la Carta Política. Se perfila de
este modo también la autonomía universitaria como la facultad de estas
instituciones para disponer de autonomía en su manejo financiero y en el
destino de sus bienes en general; con los solos límites, como se ha indicado
antes, que le imponga la ley.
En el caso concreto,
que originó la presente causa, los hechos muestran la decisión del centro
docente de suspender el funcionamiento de las residencias estudiantiles y de
servicios de cafetería, que al igual que otros servicios concurren al
cumplimiento de la función educativa, encontrándose entre los más directos, el
transporte al centro docente y la provisión de materiales de estudio, servicios
todos que tienen un carácter asistencial y dependen de los recursos fiscales y
de la existencia de ley que los disponga. En el fallo que se revisa se indica
la autonomía institucional y de funcionamiento de la Universidad Nacional para
disponer, según sus criterios directivos las distintas expresiones del servicio
asistencial estudiantil que se denomina de bienestar universitario. Y en sentir
de la Sala, es acertada la apreciación de la providencia del ad quem al
sostener que la autonomía universitaria le permite al centro docente tomar
las medidas de bienestar que considere conducentes, de acuerdo con su política
institucional y sus recursos económicos. Se plantea por los representantes de
la Universidad insuficiencia en estos últimos para el suministro de la
asistencia de residencias y servicios de cafetería. La propia naturaleza de
estos derechos asistenciales, ha sostenido la Sala, de manera general, hace
que no sean amparables mediante la acción de tutela, El mismo sistema de la
Constitución Política, los sitúa en la categoría de los derechos sociales,
económicos y culturales (Capítulo 2o. Título II C.N.). (Ver sentencia No. T-08 de
1992. M.P. Dr. Fabio Morón Diaz).
La Concurrencia
de Derechos Humanos
Uno de los capítulos
menos resueltos por la ciencia jurídica es justamente el de la prevalencia
entre dos derechos. Salvo algunas expresiones de primacía de un derecho sobre
otro, por ejemplo, la establecida en el artículo 5o. de la Carta que beneficia
los derechos inalienables de la persona, en el derecho positivo, no existe
suficiente previsión para dilucidar la supresión de un derecho amparado, en
beneficio de otro, principalmente cuando son de igual o similar naturaleza, en
los casos de concurrencia competitiva o complementaria de los distintos
derechos, de modo que se presenta un amplio campo en esta temática para la
interpretación jurisprudencial, con la limitante para el asunto, de que ésta
encuentra su alcance reducido al caso concreto de que se ocupa.
En la causa se
plantea al intérprete judicial una concurrencia complementaria de los derechos
a la vivienda (residencias universitarias) y a la alimentación (cafetería) con
el derecho a la educación, derechos todos que por su naturaleza pertenecen a la
categoría de los asistenciales, denominados por la doctrina de la segunda
generación. El carácter complementario indicado proviene del planteamiento de
los peticionarios, quienes sostienen la imposibilidad en que quedarían los
estudiantes de ejercitar su derecho a la educación si se les suprimiera la
asistencia habitacional y alimentaria que se encuentra en proceso de
supresión. Cada vez más los derechos presentan al intérprete una interrelación
como resultado del carácter pluridisciplinario de la actividad humana y de la
propia dinámica en la conducta impuesta al hombre por la estructura social
contemporánea. Es así como, resulta por ejemplo, impensable el ejercicio de
muchos derechos para el hombre actual, sin que se le suministre medios como el
transporte, o el teléfono, o los servicios de agua y electricidad, que le
permiten hacer parte de la sociedad, y en resultas de esto, poder hacer valer
sus derechos más esenciales.
No pocos son los
esfuerzos que debe realizar el aparato del Estado, en la forma asistencial que
éste adopta, por disposición de la fisonomía que le traza la propia
Constitución Política (art. 1° C.N.), a fin de asegurar que la inter-relación
de las garantías logre el propósito de asegurar las mejores condiciones
generales de existencia para el hombre colombiano. La experiencia histórica en
paises como el nuestro, muestra una selección o disposición en el amparo de
ciertos derechos que establecen prioridades de unos frente a otros, prioridades
que se encuentran avaladas por los supuestos de conveniencia, mejor oportunidad
y mayor necesidad de su cubrimiento por las agencias estatales. Selección, de
carácter transaccional y provisional, ante el objetivo trazado formalmente de
amparar la totalidad de las necesidades para la realización integral. Se trata,
fundamentalmente, de la destinación de los recursos existentes a determinadas
fuentes, surgiendo la realidad deficitaria para la atención de los demás, de
manera satisfactoria. Son derechos que dependen más de la acción del Estado y
de sus posibilidades en general que de la existencia misma del hombre; por lo
tanto, no tienen el carácter de inalienables.
La acción de tutela
consagrada en el artículo 86 de la Constitución Política, permite a cualquier
persona mediante procedimiento preferente y sumario, la protección inmediata de
sus "derechos constitucionales fundamentales", por lo que resulta
improcedente esta vía o medio judicial para hacer valer los derechos cuya
protección originó este proceso.
Con base en lo
anterior, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión de Tutelas,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero. CONFIRMAR la sentencia No. 62 del Juzgado
Cuarto Civil del Circuito de Palmira (Valle), proferida en veintitrés (23) de
julio de mil novecientos noventa y dos (1992), en el caso de la referencia, por
las razones expuestas.
Segundo. Comuníquese al Juzgado Quinto Civil
Municipal de Palmira (Valle), esta decisión para que sea notificada a las
partes conforme lo ordena el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, publíquese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
190 | T-601-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-601/92
TRABAJO
CARCELARIO
El trabajo
desarrollado por los presos es un medio indispensable -junto con el estudio y
la enseñanza- para alcanzar el fin resocializador de la pena, y hace parte
integrante del núcleo esencial del derecho a la libertad, pues tiene la virtud
de aminorar el tiempo de duración de la pena a través de su rebaja o redención.
Por la especial relación del trabajo con el núcleo esencial del derecho a la
libertad de los presos, la administración penitenciaria tiene a su cargo el
deber de procurarles, en la medida de las posibilidades, una actividad laboral
como fórmula de superación humana y medio para conservar la libertad. Entre
las sanciones a imponer a los internos o presos por infracciones al régimen
penitenciario no se encuentra la suspensión del trabajo, lo cual se explica
lógicamente dado que una sanción de ésta índole sería contraria a la finalidad
misma de la pena y al carácter obligatorio del trabajo carcelario. La decisión
que determina la clase de trabajo asignado a cada condenado o detenido es, por
tanto, reglada y no discrecional. Los criterios objetivos para la determinación
de las labores individuales impiden un trato discriminatorio o arbitrario
aplicable al recluso. Los mismos, de otra parte, garantizan el principio de
igualdad de oportunidades en la distribución de puestos de trabajo a los
internos en las cárceles.
DERECHOS DEL
INTERNO
La decisión
disciplinaria impuesta al señor ECHEVERRY GARCIA vulneró sus derechos a la
defensa y al debido proceso por carencia de comprobación de los hechos
sindicados. Las sanciones impuestas vulneraron, igualmente, aunque de forma
indirecta, sus derechos a la igualdad de oportunidades y al buen nombre, ya que
la suspensión de su trabajo fuera del establecimiento carcelario y la rebaja en
su calificación de conducta carecieron de justificación razonable y
constituyeron sanciones arbitrarias.
PRINCIPIO NON BIS
IN IDEM-Vulneración
La decisión
cuestionada se revela contraria al principio del non bis in idem,
contenido en las garantías del debido proceso penal, además de ser, por sí
misma, desproporcionada. En efecto, los hechos que dieron lugar a la sanción no
podían ser objeto de una calificación desfavorable, entre otras cosas por no
haber infringido el petente con ellos el orden interno de la cárcel sino las
obligaciones propias de la diligencia de compromiso, o sea, las relativas a su
comportamiento fuera del penal y cuyo desconocimiento trajo las consecuencias
conocidas de la suspensión del permiso especial.
DICIEMBRE 11 DE 1992
Ref :
Expediente T-4369
Actor: SAMUEL
DE JESUS ECHEVERRY GARCIA
Magistrado
Ponente:
Dr.EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-4369 adelantado por el señor SAMUEL DE JESUS ECHEVERRY GARCIA contra
el Consejo de Disciplina de la Penitenciaría Rural "Peñas Blancas" de
Calarcá, Quindio.
A N T E C E D E N T E S
1. El señor SAMUEL
DE JESUS ECHEVERRY GARCIA interpuso acción de tutela contra las Resoluciones
153 del 5 de marzo de 1992, 118 del 6 de marzo de 1992 y 133 del 18 de marzo de
1992, mediante las cuales el Consejo de Disciplina de la Penitenciaria Rural
"Peñas Blancas" de Calarcá (Quindio) lo sancionó con la rebaja de su
calificación de "conducta ejemplar" a "buena", con la
suspensión del derecho al trabajo y del permiso especial para salir del penal
por 72 horas, respectivamente. El petente alega la vulneración del derecho
fundamental al trabajo (CP art. 25) y solicita su restablecimiento y, además,
que la sanción impuesta le sea suprimida de su hoja de vida.
2. El señor
ECHEVERRY GARCIA está actualmente detenido en la Penitenciaría Rural
"Peñas Blancas" purgando una condena de 16 años de prisión impuesta
por el Juzgado 13 Superior de Medellín mediante sentencia del 19 de junio de
1987. Debido a que el recluso observaba conducta ejemplar, el Director General
de Prisiones le concedió permiso especial de 72 horas para salir cada cuatro
meses del centro de reclusión. Igualmente, por su buen comportamiento, fue
seleccionado por la Dirección de la Penitenciaría para trabajar en la fábrica
Metalcol de la ciudad de Armenia.
3. La doctora MARTHA
ELENA SANCHEZ JIMENEZ, sub-directora de la Penitenciaría Rural "Peñas
Blancas", declaró ante el Juez de tutela de primera instancia que el
petente ECHEVERRY GARCIA por su conducta ejemplar se hizo merecedor de un
permiso de 72 horas y venía trabajando en la fábrica Metalcol, "hasta que
tuvimos informaciones de los mismos internos, en el sentido de que este señor
estaba ingresando unos estupefacientes a la parte interna, marihuana y bazuco.
A raíz de esto, alertamos a la guardia para que se le hiciera requisa minuciosa
a este señor y lo observaran detenidamente al regresar al penal". En
relación con la sanción de suspender el permiso de 72 horas, la declarante
afirmó que ello fue consecuencia del incumplimiento de la diligencia de compromiso
por parte del señor ECHEVERRY GARCIA, quien al presentarse de nuevo al plantel
lo hizo con una persona diferente a su fiador y con signos de haber estado
ingiriendo licor.
4. El trámite del
procedimiento que culminó con la suspensión del trabajo del petente tuvo origen
en un informe rendido el 26 de febrero de 1992 por dos comandantes de puesto de
la Penitenciaría. Según el informe, el petente se había aproximado
sospechosamente a la celda No. 7, hecho que los motivó a requisarla. Practicada
la requisa en el camarote inferior, que correspondía al interno ALFONSO ALVAREZ
ALVAREZ, mimetizada dentro de la espuma de la almohada encontraron una gran
porción de marihuana al parecer en forma de taco. En el camarote superior,
perteneciente al interno JAIME FORONDA TOBON, se halló asimismo una papeleta de
marihuana. Dos días después, el interno SAMUEL DE JESUS ECHEVERRY GARCIA fue
interrogado en desarrollo de las diligencias que, según el acta de esa misma
fecha, se adelantaban "en contra de los internos ALFONSO MARIA ALVAREZ
ALVAREZ y JAIME DE JESUS FORONDA TOBON". En esa diligencia, el señor
ECHEVERRY GARCIA expresó no recordar si aquel día se había acercado a la celda
No. 7, pero negó enfáticamente estar involucrado en el porte y distribución de
marihuana. Por su parte, los investigados ALVAREZ ALVAREZ y FORONDA TOBON
admitieron su condición de adictos a la marihuana y negaron que SAMUEL DE JESUS
fuese su proveedor o que ese preciso día hubiese ingresado a su celda para
suministrarles el estupefaciente.
Con fundamento en
los antecedentes descritos, el Consejo de Disciplina de la Penitenciaría se
reunió el 5 de marzo de 1992 y convino, entre otras cosas, calificar la
conducta de SAMUEL DE JESUS ECHEVERRY GARCIA como "BUENA" (resolución
153 del 5 de marzo de 1992) y, además, sancionarlo con suspensión de su trabajo
en la fábrica METALCOL (resolución 118 del 6 de marzo de 1992).
5. Paralelamente a
las anteriores actuaciones, SAMUEL DE JESUS ECHEVERRY salió el cinco (5) de
marzo de 1992 de la Penitenciaría, en uso de su permiso especial de 72 horas. A
su regreso el día siete (7), el petente reconoció haber estado "algo
tomado". Ese mismo día, el guardia de turno informó del hecho al Director
de la Penitenciaria, advirtiendo que el interno no había regresado acompañado
de su verdadero fiador. Con motivo de ese informe, el Consejo de Disciplina de
la Penitenciaria, acordó en su reunión del 18 de marzo de 1992 y mediante
Resolución 133 de la misma fecha, sancionar a SAMUEL DE JESUS ECHEVERRY GARCIA
con la suspensión del "permiso especial de 72 horas", concedido
mediante Resolución 6832 del 18 de octubre de 1991". En razón de ese
hecho, el Consejo de Disciplina decidió, además, el 10 de junio de 1992,
calificar la conducta del petente con el grado de "regular".
6. En su solicitud
de tutela, el señor ECHEVERRY GARCIA consideró que la Dirección de la
Penitenciaría vulneró su derecho al trabajo y al buen nombre. Sobre este
particular, expresó:
"En el mes de
febrero fui suspendido del trabajo en la fábrica "Metalcol" ubicada
en la ciudad de Armenia, sin motivo valedero, alegando la parte contraria que
había violado el Decreto 1817/64 y que por ello era merecedor de una sanción
disciplinaria, la cual no se materializó porque no existen las pruebas
contundentes. Por meros dichos se me niega el derecho al trabajo, porque estaba
disfrutando de él".
"Lo más grave
es que mi conducta 3 meses después aparece calificada en el grado de regular y
yo no acepto este atropello porque yo no he cometido ninguna infracción para
que mi conducta sea desmejorada, ya que me siento perjudicado enormemente
porque no me dan trabajo y mi hoja de vida está manchada inicuamente. Las
sanciones que se pueden aplicar a los condenados están reguladas en el artículo
289 Decreto 1817/64, en ellas no está incluida la negativa del trabajo. Se me
prometió trabajo y no se ha cumplido. Para descuento de pena estoy
perjudicado".
7. El Juez Segundo
Penal del Circuito de Calarcá, mediante fallo del 22 de julio de 1992, denegó
la tutela solicitada. Consideró el Juzgador que el derecho al trabajo no era
ilimitado:
"La seguridad
del estado, y la pacífica convivencia de los miembros de la comunidad, tienen
su fundamento en el ordenado y legítimo goce de los derechos, por parte de los
asociados".
De esa premisa concluyó
que los "comportamientos irregulares del quejoso originaron que su
conducta fuera rebajada de excelente o ejemplar a buena y posteriormente a
regular", y que ello explicaba suficientemente porqué el Consejo de
Disciplina de la Penitenciaría había actuado dentro de sus atribuciones
legales. El Juez agregó:
"Ciertamente
que la investigación adelantada por la Dirección de la Penitenciaria en contra
del petente ECHEVERRY GARCIA, consistió en una presunta complicidad para
introducir drogas estupefacientes al interior del penal, investigación ésta que
arrojó como sanción para el señor ECHEVERRY GARCIA, la suspensión del permiso
para laborar por fuera de la cárcel, es decir, por posesión clandestina de
objetos prohibidos, y que más prohibido que portar drogas estupefacientes?
Sobre todo, aprovechando la circunstancia de que podía salir de la cárcel y
adquirir dichas drogas, para luego introducirlas. Por consiguiente, se
considera que la actuación del Consejo de Disciplina de la penitenciaria de
esta ciudad, se ajustó a las prescripciones legales, y no se ve violación
alguna al derecho fundamental constitucional del trabajo".
8. No impugnada la
anterior decisión, el expediente de tutela fue remitido a la Corte
Constitucional para su eventual revisión y, previas selección y reparto,
correspondió a la Sala Segunda su conocimiento.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Conductas investigadas y actos impugnados
1. El actor
considera vulnerado su derecho al trabajo (CP art. 25), e implícitamente su
derecho al buen nombre (CP art. 15), como consecuencia de las sanciones
impuestas por la autoridad administrativa del centro carcelario en el cual se
encuentra recluido.
La presunta conducta
de introducir a la penitenciaría estupefacientes dió lugar a que el Consejo de
Disciplina de la Penitenciaria Rural de "Peñas Blancas", pasara de
calificar la conducta de SAMUEL DE JESUS ECHEVERRY GARCIA de
"excelente" a "buena" (Resolución 152 del 5 de marzo de
1992) y, adicionalmente, sancionara al interno con la suspensión de su derecho
al trabajo que venía desempeñando en la fábrica Metalcol de la ciudad de
Armenia (Resolución 118 del 6 de marzo de 1992).
Los hechos que
motivaron la segunda sanción impuesta al petente consistieron al parecer en que
éste, al término del permiso para salir del penal por espacio de 72 horas,
beneficio que gozaba desde octubre de 1991, infringió el reglamento interno del
establecimiento. Con base en lo anterior, el Consejo Disciplinario determinó
suspenderle el "permiso especial de 72 horas" (Resolución 133 del 18
de marzo de 1992) y, tres meses después, calificar la conducta del quejoso con
el grado de "regular" (Decisión del 10 de junio de 1992).
Es doctrina
constitucional reiterada por esta Corte que las autoridades públicas deben
ceñirse a la Constitución en la toma de decisiones emanadas de sus facultades
legales. Ello implica igualmente el deber de respetar los derechos
fundamentales de los reclusos que, aunque limitados por decisión judicial, no
dejan de tener plena vigencia y efectividad en las cárceles. Se procederá en
consecuencia a evaluar si las decisiones del Consejo de Disciplina de la
Penitenciaría Rural Peñas Blancas de Calarcá, Quindio, vulneraron los derechos
fundamentales del solicitante.
El peticionario de
tutela insinúa que el Consejo Disciplinario del establecimiento donde se
encuentra recluido se extralimitó en sus funciones al imponerle como sanción la
suspensión del trabajo en la fábrica Metalcol de la ciudad de Armenia. Para
determinar la existencia de una posible vulneración de su derecho al trabajo,
es necesario hacer algunas precisiones conceptuales en torno a la naturaleza
jurídica del trabajo dentro del sistema carcelario, para luego evaluar si la
autoridad cuestionada se sujetó en sus decisiones a la Constitución y la ley.
Naturaleza
jurídica del trabajo en los establecimientos carcelarios
2. El trabajo es un
derecho y una obligación social (CP art. 25). Toda persona es titular de este
derecho pero, en la práctica, su ejercicio depende de la obtención de una
ocupación o empleo.
En las cárceles las
personas detenidas no están privadas del derecho al trabajo. Al contrario, el
Código carcelario enfatiza el carácter obligatorio del trabajo como
elemento esencial de la ejecución y de la finalidad de la pena. En efecto, el
artículo 175 del Decreto 1817 de 1964 establece:
"Todos los
establecimientos carcelarios y penitenciarios del país se regirán por el
principio de que el trabajo es la mejor y la más alta escuela de regeneración
moral y social de los penados y detenidos. Por consiguiente, se implantará el trabajo
obligatorio en distintas actividades, inclusive las escolares".
La anterior
disposición no significa la existencia de trabajos forzados u obligatorios en
Colombia por decisión del legislador extraordinario, con violación del artículo
93 de la Constitución. El trabajo obligatorio en las cárceles no tiene la
naturaleza de trabajo forzado en los términos del derecho internacional
sobre derechos de los presos, sino que constituye precisamente una excepción.
Al respecto estipula el artículo 6o. numeral 3o, literal a de la Convención
Americana de Derechos Humanos - "Pacto de San José de Costa Rica" -,
aprobada mediante Ley 74 de 1968:
"3. No
constituyen trabajo forzoso u obligatorio, para los efectos de este artículo:
a) los trabajos o
servicios que se exijan normalmente de una persona recluida en cumplimiento de
una sentencia o resolución formal dictada por la autoridad judicial competente.
Tales trabajos o servicios deberán realizarse bajo vigilancia y control de las
autoridades públicas, y los individuos que los efectúen no serán puestos a
disposición de particulares, compañías o personas jurídicas de carácter
privado"1 .
Adicionalmente y en
contraste con el trabajo forzado, el trabajo obligatorio desempeñado durante el
tiempo de reclusión goza de remuneración (D. 1817, art. 183) y los reclusos tienen
derecho a escoger la forma de actividad que mejor consulte sus aptitudes e
inclinaciones, lo cual de suyo es concordante con el derecho fundamental de
libertad de escoger profesión u oficio (CP art. 26).
El trabajo, a pesar
de las restricciones prácticas del sistema carcelario que impiden ofrecer un
pleno empleo, no es una gracia o concesión especial. Esta concepción del
trabajo contradice la función que cumple en la ejecución de la pena.
En efecto, el
trabajo desarrollado por los presos es un medio indispensable - junto con el
estudio y la enseñanza - para alcanzar el fin resocializador de la pena, y hace
parte integrante del núcleo esencial del derecho a la libertad (CP art. 28),
pues tiene la virtud de aminorar el tiempo de duración de la pena a través de
su rebaja o redención (C.P.P. arts. 530 a 532). Consecuencia de lo anterior es
la obligación del Estado de proveer a los reclusos puestos de trabajo que
contribuyan a su readaptación social progresiva, a la vez que permitan, en caso
de existir familia, el cumplimiento de sus obligaciones alimentarias. Mientras
la estructura necesaria para crear suficientes puestos de trabajo en las
cárceles se cumple, los empleos a distribuir deben asignarse en condiciones de igualdad
de oportunidades, sin que el orden de prelación pueda ser objeto de una
aplicación arbitraria o discriminatoria (CP art. 13).
De lo anterior se
concluye que, por la especial relación del trabajo con el núcleo esencial del
derecho a la libertad de los presos, la administración penitenciaria tiene a su
cargo el deber de procurarles, en la medida de las posibilidades, una actividad
laboral como fórmula de superación humana y medio para conservar la libertad.
Entre las sanciones
a imponer a los internos o presos por infracciones al régimen penitenciario no
se encuentra la suspensión del trabajo, lo cual se explica lógicamente dado
que una sanción de ésta índole sería contraria a la finalidad misma de la pena
y al carácter obligatorio del trabajo carcelario.
La decisión
sancionatoria impugnada podría, sin embargo, tener fundamento constitucional en
el sentido de entenderla como la privación de la posibilidad de laborar fuera
del establecimiento carcelario - en la fábrica Metalcol de la ciudad de
Armenia - más no dentro de la propia Penitenciaría Peñas Blancas de Calarcá.
Trabajo fuera de
la cárcel y discrecionalidad de la administración
3. La insuficiencia
de puestos de trabajo dentro de las cárceles fue prevista por la ley al
establecer la posibilidad de trabajar al aire libre, fuera del establecimiento,
en labores agrícolas o en otros lugares a los que acuden los reclusos en
cuadrillas ambulantes para luego regresar al final de la tarde (D. 1817 de
1964, arts. 270 y 272).
La asignación al
preso de trabajos dentro o fuera de la cárcel es competencia del director del
establecimiento, según las preferencias de ocupación de los internos, la
duración de la pena a cumplir, los trabajos desempeñados con anterioridad, los
datos de la cartilla biográfica, los informes médicos y las observaciones
personales del mismo director (D. 1817/64 art. 277).
La decisión que
determina la clase de trabajo asignado a cada condenado o detenido es, por
tanto, reglada y no discrecional. Los criterios objetivos para la determinación
de las labores individuales impiden un trato discriminatorio o arbitrario
aplicable al recluso. Los mismos, de otra parte, garantizan el principio de
igualdad de oportunidades (CP art. 13) en la distribución de puestos de trabajo
a los internos en las cárceles.
El petente afirma
que la suspensión del trabajo que venía desempeñando fuera de la penitenciaría
obedeció a una decisión arbitraria del Consejo Disciplinario, la cual no sólo
vulneró su derecho al trabajo, sino su derecho al buen nombre (CP art. 15), al
"manchar inicuamente su hoja de vida", con las consecuencias adversas
que tal anotación tiene para acceder a ciertas oportunidades y beneficios
legales.
Es necesario
entonces evaluar en el caso sub-exámine si las anotaciones y observaciones del
director en la cartilla biográfica del solicitante respetaron los parámetros
legales que regulan la calificación de la conducta del preso, o si por
el contrario las decisiones tomadas por el Consejo de Disciplina carecieron de
sustento constitucional y, en consecuencia, le ocasionaron al interno SAMUEL DE
JESUS ECHEVERRY GARCIA la pérdida injustificada de su trabajo fuera de la
cárcel y la violación del derecho constitucional a la igualdad de
oportunidades.
Cartilla
biográfica, calificación de conducta y debido proceso
4. La cartilla
biográfica es el medio documental donde se consignan las anotaciones
concernientes al recluso. Ella permite llevar un seguimiento de sus actividades
y evaluar la evolución de la conducta del preso a lo largo de la ejecución de
la pena. La cartilla biográfica constituye un elemento indispensable para
controlar el cumplimiento de los fines de la pena, en particular, la
resocialización y readaptación del infractor.
Existe una estrecha
relación entre la cartilla biográfica de un preso y la calificación trimestral
de su conducta por parte del Consejo de Disciplina, que se consigna en la hoja
de vida del recluso. El artículo 323 del Código carcelario dispone:
"Cada tres
meses el Consejo de Disciplina, hará clasificación de los condenados, teniendo
en cuenta la conducta, aprovechamiento, trabajo, relaciones con los superiores
y con los compañeros, su carácter, moralidad, tendencias y demás circunstancias
que puedan servir para calificarlos.
"El Consejo de
Disciplina podrá solicitar del personal del establecimiento los informes que le
sean indispensables para el mejor desempeño de su cometido. Podrá llamar a los
condenados, interrogarlos y practicar las investigaciones que juzgue
necesarias"
La calificación
periódica de la conducta tiene como finalidad establecer si las personas
privadas de la libertad por decisión judicial se hacen acreedores a una serie
de beneficios legales, como los permisos especiales para trabajar
particularmente fuera de la prisión o para salir por espacio de 72 horas (D.
815 de 1984, art. 1), las franquicias preparatorias, la libertad condicional,
la cesación de medidas de seguridad o la rebaja de penas, y las recompensas
legales establecidas en el artículo 304 del Código Carcelario (D. 1817 arts.
327 y 330).
El procedimiento de
calificación de la conducta de un recluso está regulado por la ley y consiste
básicamente en la reunión periódica del Consejo de Disciplina con el objeto de
examinar las planillas semanales del director de la escuela, de los maestros de
talleres o de los vigilantes y deliberar sobre la constancia a consignar en
libros sobre el comportamiento del interno. Las diferentes categorías o clases
de conducta, establecidas por el legislador son: ejemplar, buena, regular, mala
y pésima. Las reglas para la clasificación en una u otra clase están también
consagradas en normas legales, las cuales deben tenerse en cuenta para promover
o rebajar la conducta del interno. El Código Carcelario establece al respecto:
"Art. 326. Al
condenado que durante el trimestre ha observado conducta ejemplar o buena y ha
dado pruebas de aplicación en el trabajo y en la escuela, se le promoverá a la
categoría inmediatamente superior a la que ocupa.
"El no haber
incurrido en una sanción más grave que la amonestación es condición necesaria,
pero no suficiente, para el ascenso de clase.
"Art. 328. Al
condenado a quien se imponga una sanción disciplinaria, más grave que la
amonestación, se le rebajará a la clase inmediatamente inferior."
En consideración a
lo expuesto, la rebaja en la calificación de la conducta del peticionario - con
la consecuente suspensión de su trabajo fuera del penal -, sólo podía
ser tomada luego de un procedimiento administrativo. De no ser así, se habría
configurado una vulneración de los derechos al debido proceso administrativo y
a la igualdad de oportunidades e, indirectamente del derecho fundamental al
buen nombre.
Régimen de
sanciones y recompensas en el sistema carcelario y derecho al debido proceso
5. El régimen
disciplinario de los establecimientos carcelarios tiene la finalidad de dotar a
sus directivas de mecanismos jurídicos suficientes y adecuados para conservar
el orden interno del plantel. La conducta de los reclusos es premiada o
castigada mediante recompensas o sanciones disciplinarias, decisiones éstas que
corresponde tomar al Director y al Consejo de Disciplina.
El procedimiento
disciplinario que debe seguirse a un interno abarca tres etapas: la
comprobación del hecho por parte del personal de vigilancia o del propio
director y su registro por escrito, la audiencia oral del inculpado y la
imposición de la sanción legalmente establecida para la conducta. En todo caso,
la decisión del Director como la del Consejo de Disciplina debe proferirse
dentro de los tres (3) días siguientes a la comprobación del hecho por expresa
disposición legal (D. 1817 de 1964 art. 146).
El juicio
disciplinario involucra, por lo tanto, la verificación empírica de la
ocurrencia de un hecho consignada en un informe escrito, la oportunidad de
contradecir las pruebas aportadas para apoyar dicho aserto - descargos del
acusado - y, la deliberación racional que establece el tipo y la duración de la
sanción a imponer, de acuerdo con el contexto general de las circunstancias que
rodearon los hechos.
En particular, es de
observar que la presunción de inocencia (CP art. 29) sólo puede ser desvirtuada
mediante la plena demostración de la conducta punible o contravencional. La
comprobación del hecho sancionable disciplinariamente debe deducirse, en
consecuencia, de una plena prueba y no simplemente de indicios o
sospechas carentes de valor probatorio alguno.
Vulneración de
los derechos del peticionario
6. Las resoluciones
acusadas que suspendieron el trabajo del petente en la fábrica Metalcol y
rebajaron la calificación de su conducta de excelente a buena, se originaron en
el cargo presuntamente demostrado de "posesión clandestina de objeto
prohibido" (D. 1817 de 1964 art. 293-1), en este caso marihuana procedente
del exterior del penal.
El informe del
personal de guardia de fecha 26 de febrero de 1992 afirma que el interno
ECHEVERRY GARCIA al ingresar de la fábrica donde trabajaba se acercó
sospechosamente a la celda No. 7 de la segunda planta, en la cual, luego de
una requisa se encontró marihuana en poder de otros dos reclusos. El Consejo de
Disciplina, sólo con base en este remoto indicio, concluyó que la posesión del
objeto prohibido por parte del interno ECHEVERRY GARCIA había quedado
plenamente comprobada.
No obstante, la
apreciación de esta Sala es que no existe relación de causalidad entre
la cercanía - calificada de sospechosa por los vigilantes - a una celda donde
seguidamente se encontraría marihuana y la posesión de ésta por parte del
recluso ECHEVERRY GARCIA. Diversas causas pudieron dar lugar a la introducción
del objeto prohibido a la celda No. 7. No quedó demostrado plenamente en el
proceso disciplinario que su hallazgo fuera consecuencia necesaria de su
posesión por parte del peticionario. Por el contrario, los internos confesos de
adicción a esta sustancia y en cuyo poder se encontró la marihuana coinciden en
afirmar la inocencia del solicitante de tutela.
Sorprenden
igualmente a esta Corte las afirmaciones del Juez Penal del Circuito de Calarcá
en funciones de juez constitucional, quien encontró ceñidas a las disposiciones
constitucionales las sanciones impuestas al petente y dió por demostrado el
porte de drogas estupefacientes por el hecho de poder salir éste de la cárcel,
no obstante que la sana crítica impide aceptar meros indicios circunstanciales
no concluyentes como base suficiente para imponer una sanción.
La decisión
disciplinaria impuesta al señor ECHEVERRY GARCIA vulneró sus derechos a la
defensa y al debido proceso por carencia de comprobación de los hechos
sindicados. Las sanciones impuestas vulneraron, igualmente, aunque de forma
indirecta, sus derechos a la igualdad de oportunidades y al buen nombre, ya que
la suspensión de su trabajo fuera del establecimiento carcelario y la rebaja en
su calificación de conducta carecieron de justificación razonable y
constituyeron sanciones arbitrarias. En consecuencia, se procederá a revocar la
sentencia revisada.
Suspensión del
permiso especial y violación de la diligencia de compromiso
7. La segunda decisión
que el solicitante de tutela acusa de vulnerar sus derechos fundamentales
consistió en la suspensión del permiso de 72 horas para salir del
establecimiento carcelario, sanción impuesta por haber violado la diligencia de
compromiso al reingresar de nuevo al penal sin compañía de su fiador y, además,
presentar signos de embriaguez.
El Consejo de
Disciplina, con fundamento en las normas legales sobre la materia (D. 815 de
1984, art. 4), luego del procedimiento disciplinario respectivo - informe escrito
del comandante de turno, diligencia, descargos - impuso válidamente la sanción,
sin que el recluso pudiera desvirtuar las imputaciones por incurrir en
contradicciones.
Finalmente, el
peticionario también dirige su petición contra la decisión de fecha 10 de junio
de 1992, mediante la cual el Consejo Disciplinario de la Penitenciaría Peñas
Blancas de Calarcá le rebajó la conducta de buena a regular, por considerar que
esta determinación afecta su hoja de vida e, implícitamente, su buen nombre (CP
art. 15).
Del material
probatorio recaudado en el proceso de tutela se pudo establecer que esta última
decisión tuvo origen en los mismos hechos por los cuales ya se había sancionado
al interno ECHEVERRY GARCIA con la suspensión del permiso especial de 72 horas para
salir del establecimiento. En consecuencia, la decisión cuestionada se revela
contraria al principio del non bis in idem, contenido en las garantías
del debido proceso penal, además de ser, por sí misma, desproporcionada. En
efecto, los hechos que dieron lugar a la sanción de fecha marzo 18 de 1992 no
podían ser objeto de una calificación desfavorable, entre otras cosas por no
haber infringido el petente con ellos el orden interno de la cárcel sino las
obligaciones propias de la diligencia de compromiso, o sea, las relativas a su
comportamiento fuera del penal y cuyo desconocimiento trajo las consecuencias
conocidas de la suspensión del permiso especial.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia del 22 de
julio de 1992, proferida por el Juzgado Segunda Penal del Circuito de Calarcá,
Quindio, que denegó la tutela solicitada por el señor SAMUEL DE JESUS ECHEVERRY
GARCIA.
SEGUNDO.-
CONCEDER la tutela
solicitada por el señor SAMUEL DE JESUS ECHEVERRY GARCIA y, en consecuencia,
revocar las resoluciones 118 y 153 de 1992 del Consejo de Disciplina de la
Penitenciaría "Peñas Blancas", así como la decisión del 10 de junio
de 1992 adoptada por el mismo Consejo.
TERCERO.- LIBRESE
comunicación al Juzgado
2o. Penal del Circuito de Calarcá, Quindio, con miras a que se surta la
notificación de esta providencia, según lo establecido en el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los once (11) días del mes de diciembre de mil novecientos noventa y dos).
1 En igual sentido se pronuncia el Pacto Internacional de Derechos
Políticos y Civiles en su artículo 8 numeral 3, literal c. |
191 | T-602-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-602/92
JUEZ-Elección/RESERVA MORAL/ACTO DE
NOMBRAMIENTO-Vicios
La convicción
moral de la inobservancia de una vida pública o privada compatible con la
dignidad del empleo es otro más de los conceptos indeterminados a priori que,
junto a los de Orden Público, Interés General o Necesidades Públicas entre
otros varios que incorporan tanto la Constitución como las leyes, y que
sirven al ordenamiento jurídico como herramientas técnicas de carácter
normativo y como clausulas abiertas permiten al Constituyente y al Legislador
remitirse a la administración o a los jueces para efectos de encontrar y
adoptar las soluciones que sean conformes con los postulados sobre los que se
erige el Estado. Se trata de una parte del procedimiento reglado de elección de
jueces y magistrados que se surte dentro de las reglas constitucionales y
legales de la Carrera Judicial y no de una actuación judicial, ni de un proceso
de controversia administrativa de carácter gubernativo, policivo o
disciplinario. En los estrados de la jurisdicción de lo contencioso
administrativo, también se puede cuestionar la legalidad de aquellas
actuaciones de los nominadores en lo que hace a los vicios internos del acto,
con fundamento en el conocimiento de los hechos antecedentes y en el examen
sobre el uso racional y proporcionado de la discrecionalidad en cada caso
concreto.En favor del reclamo de los peticionarios era procedente el ejercicio
de las acciones contenciosas que establecen los
artíc
ulos 82 y 85 del Código Contencioso Administrativo, por tratarse de la
controversia judicial sobre uno de los elementos de los actos de competencia de
la jurisdicción especializada de lo contencioso administrativo. La acción de
tutela no procede ni es admisible cuando en favor de la petición formulada
exista otra vía judicial prevista para atenderla, salvo cuando se trate de su
solicitud como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, lo
cual no es del caso que se examina.
JUEZ-Periodo/MAGISTRADO-Periodo/LEY
ESTATUTARIA DE LA JUSTICIA
Dentro del marco
de la nueva Carta Constitucional de 1991 y a la luz de las disposiciones
legales aplicables, no existe definición expresa de algún período para
magistrados de tribunales ni para jueces, lo cual en concepto de esta Sala
quedó reservado a la ley estatutaria correspondiente. Por esto, mientras la Ley
no defina el punto de la existencia o no de los períodos para dichos
funcionarios, la figura de que se ocupa el literal h) del artículo 3o. del
Decreto 1888 de 1989, no puede aplicarse para aquellas personas que en
adelante sean designadas en la Carrera Judicial en propiedad, después de
superar el período de prueba, pues, para el ámbito de la Carrera Judicial
aquella figura de evaluación radicada en cabeza del nominador solo se predica
de la oportunidad en la que se proceda a decretar le elección del servidor, sea
en el caso de la incorporación a la Carrera, o en la del vencimiento y comienzo
de un período siempre que aquel exista por definición legal.
REF: Expediente
No.T-4565
Elección de
jueces. La Convicción moral.
Peticionarios:
JAIME BERNARDO
CHAVES BOLAÑOS, JORGE ERNESTO PAEZ MENDEZ, MARIANO DE JESUS PORRAS PEÑA, CESAR
AMAYA MORENO y GUSTAVO VEGA AGUIRRE
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Magistrado Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santafé de Bogotá,
D.C., Diciembre once (11) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Corte
Constitucional, Sala de Revisión de Tutelas, integrada por los Magistrados
Simón Rodríguez Rodríguez, Alejandro Martínez Caballero y Fabio Morón Díaz,
resuelve sobre la revisión de las sentencias pronunciadas por el Tribunal
Administrativo de Cundinamarca el 4 de junio de mil novecientos noventa y dos
(1992) y por el Consejo de Estado el 15 de julio del mismo año, sobre la acción
de la referencia, teniendo en cuenta los siguientes:
A N T E C E D E N T E S
A) La Petición
Formulada.
Los peticionarios,
JAIME BERNARDO CHAVES BOLAÑOS, JORGE ERNESTO PAEZ MENDEZ, MARIANO DE JESUS
PORRAS PEÑA, CESAR AMAYA MORENO y GUSTAVO VEGA AGUIRRE, en ejercicio de la
Acción de Tutela consagrada en el artículo 86 de la Carta Política y
regulada por lo preceptuado en el Decreto 2591 de 1991, solicitaron ante el
Honorable Tribunal Contencioso de Cundinamarca la protección inmediata de su
Derecho Constitucional Fundamental al Buen Nombre que se establece en el
artículo 15 de la Constitución Nacional, por las razones que se resumen
enseguida:
- Los peticionarios
ejercieron los cargos de jueces de Instrucción Criminal en la ciudad de Santafé
de Bogotá y no fueron incorporados en la oportunidad de la elección general de
jueces por Tribunal Superior del Distrito Judicial de esta ciudad.
- Que el Honorable Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Bogotá, "al invocar en las actas respectivas de Sala
Plena como argumento para no incorporar en Carrera Judicial, la reserva
moral, está vulnerando el derecho fundamental del buen nombre a que es
merecedor toda persona y se está poniendo en tela de juicio la honorabilidad de
las personas a quienes se les aduce dicho argumento para que no continúen en el
cargo de jueces de la república, función ésta que veníamos desempeñando durante
muchos años en forma ininterrumpida".(sic)
- Que la reserva
moral prevista en el literal h) del artículo 3o. del Decreto 1888 de 1989,
viola el Derecho Constitucional Fundamental al Buen Nombre y resulta
inconstitucional porque es contraria al Estado de Derecho que no admite ésta
categoría de razonamientos arbitrarios los que resultan desconocidos por el
afectado y permiten, por el contrario, "que la gente hable a media
voz".
- En su opinión se
debe consagrar la obligación de las entidades nominadoras de motivar sus
determinaciones sobre la "reserva moral", por ser más justo y conforme
con un Estado Democrático. La figura de que se trata resulta en su concepto un
medio para mantener los viejos vicios en la nominación de los funcionarios de
la rama jurisdiccional "dando cabida posiblemente a los apetitos y
sentimientos más bajos del ser humano."
- En consecuencia,
solicitan se levante la "reserva moral", a la cual renuncian
expresamente por considerar que es una institución en favor de quien se alega,
ya que no existe otro camino para que se les proteja en su derecho fundamental
violado. Solicitan que se ordene al citado tribunal que argumente con la mayor
claridad los motivos que tuvo para desconocer su derecho a continuar dentro de
la Carrera Judicial, teniendo en cuenta que se encontraban designados en
propiedad, inscritos y escalafonados mediante resoluciones proferidas por el
Consejo de la Carrera Judicial de Cundinamarca. Se advierte que los
peticionarios anexan copias autenticas de las actas Nos. 13, 14, y 16 de 1992
de la Sala Plena del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de
Bogotá.
- En escrito
posterior los peticionarios sostienen que los jueces de aquel distrito judicial
habían sido calificados en su conducta moral en oportunidad anterior por los
organismos establecidos en el "Reglamento de la Carrera Judicial, razón
por la cual ningún juez que esté incluido en carrera Judicial, así como
escalafonado, puede ser objeto de reserva moral por parte de Tribunal..."
B) La Decisión de
Primera Instancia
El Tribunal
Administrativo de Cundinamarca, en sentencia del 4 de junio de 1992, no accedió
a la petición formulada, con fundamento en las siguientes consideraciones:
- En primer término
señala el tribunal que la protección constitucional al buen nombre, el honor y
la honra esta dirigida a preservar la legalidad de toda actuación u omisión
pública o de los particulares en relación con la honra y reputación de las
personas. Advierte que los términos de las situaciones jurídicas a las que se
dirige dicha protección no son abstractos, de manera que la efectividad de
ellos debe ser relacionada con un hecho concreto respecto del cual cabe
predicar la omisión o la acción que se debe remover por virtud de la Acción de
Tutela.
En este sentido
advierte el Tribunal que la tutela debe reclamarse frente a una determinada
condición entre las varias en las que se puede encontrar la persona reclamante,
la que en el caso de la petición que examina es la de juez y no otra especial o
genérica; por tanto, debe tenerse en la cuenta que lo que se alega por los
peticionarios es la violación del Derecho Constitucional Fundamental al Buen
Nombre como consecuencia de la supuesta ilegalidad de unas actuaciones
administrativas que recaen sobre quienes se encuentran en una situación de
carácter legal y reglamentario, como es la que se deriva de la carrera
judicial.
- No es procedente
el trámite de la Acción de Tutela presentada por los peticionarios puesto que
en el caso en examen los accionantes podían ejercer la acción contencioso
administrativa de nulidad y de restablecimiento del derecho, prevista en los
artículos 82 y 85 del Código Contencioso Administrativo, y por que como lo
tiene definido la ley y la jurisprudencia, la acción de tutela sólo procede
cuando no exista otro medio de defensa judicial para hacer valer el derecho que
se reclama (art. 6o. Decreto 2591/91). o cuando existiendo éste, aquella se
ejerce apenas como mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
- El perjuicio que
se invoca como fundamento de la citada petición no es irremediable, lo que
hace improcedente la acción como mecanismo transitorio; además, la petición de
que se ocupa el citado Tribunal no se hace con fundamento en el citado
mecanismo y en el evento de que se hubiese solicitado por esta vía, tampoco
seria procedente pues el literal a) del artículo 1o. del Decreto 306 de 1992
advierte que no se considera como perjuicio irremediable la solicitud de orden
de reintegro o promoción a un empleo, cargo, rango o condición..
C) La Previa
Impugnación
Los peticionarios
insisten en los argumentos de su demanda inicial, puntualizando que no han
solicitado el reintegro a sus respectivos cargos sino que se levante la reserva
moral que sirvió de fundamento al Tribunal Superior para tomar la decisión de
no reelegirlos. Advierten que el Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Santafé de Bogotá puso en tela de juicio la honorabilidad de las personas a
quienes se les adujo el argumento de la "reserva moral" para que no
continuaran ejerciendo el cargo de jueces, y permitió que la sociedad diera
paso a la imaginación y la maledicencia consistente en la idea de que fueron
jueces venales, sobornables y corruptos.
En su opinión, la
citada figura es más perjudicial que el mal que se quiere evitar y, por tanto,
para proteger el derecho que se estima violado en el caso concreto, se debe
levantar la citada reserva moral. Insisten en advertir que su petición es la de
obtener que se levante la reserva moral y no que se les reintegre al cargo que
venían desempeñando.
Advierten por ultimo
que en estos casos es posible que el juez que conoce de la solicitud de tutela
se pronuncie sobre la constitucionalidad de las normas de que se trata, cuando
a la luz de la nueva Constitución aquellas resultan abiertamente contrarias a
un derecho fundamental
D) La Decisión De
Segunda Instancia.
El Honorable Consejo
de Estado, Sala Plena de lo Contencioso Administrativo, en providencia del 15
de julio de 1992 confirmó la sentencia impugnada con base en los siguientes
fundamentos:
- Repetidamente el
Consejo de Estado ha sostenido que la acción de tutela consagrada en el
articulo 86 de la Constitución Nacional no procede cuando el afectado dispone
de otro medio de defensa judicial, a menos que se utilice como mecanismo
transitorio para evitar un perjuicio irremediable.
Al respecto sostiene
que "En efecto, quienes utilizaron en este caso la acción de tutela la
ejercieron contra un acto administrativo, como lo es el que contiene la
decisión del H. Tribunal Superior del Distrito Judicial de Santafé de Bogotá,
de no incorporarlos a la Carrera Judicial, acto cuya legalidad es posible
impugnar acudiendo ante la jurisdicción contencioso administrativa mediante el
uso de la acción de nulidad correspondiente, lo que descarta la posibilidad de
utilizar la acción de tutela como claramente se desprende del tenor literal del
tercer inciso del mencionado artículo 86 de la Constitución Nacional."
Encuentra
procedente anotar que el a-quo debió abstenerse de analizar lo concerniente al
ejercicio de la acción de tutela como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, puesto que en ningún momento la acción fue propuesta
bajo esta modalidad.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
PRIMERA: La
competencia.
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de las
sentencias que se señalan en la parte de antecedentes de esta providencia, en
atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso tercero y 241 numeral 9 de
la Constitución Política, en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 236
del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se hace por virtud de la
selección que del expediente que contiene dichos actos practicó la Sala
correspondiente y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
Segunda: La
Materia Objeto de la Petición de Tutela.
A) En primer lugar
encuentra la Sala que los peticionarios solicitan expresamente por virtud del
ejercicio de la Acción de Tutela que establece el artículo 86 de la Carta
Fundamental, la protección de su Derecho Constitucional Fundamental al Buen
Nombre igualmente consagrado en el articulo 15 del estatuto fundamental , el
que en su opinión resultó desconocido por el Tribunal Superior del Distrito
Judicial de Santafé de Bogotá en los actos de nominación de jueces en los que
se ordenó su desvinculación del servicio por la vía de la no reelección,
fundamentada en la hipótesis normativa que permite la aplicación del literal h)
del articulo 3o, del Decreto 1881 de 1989.
Asi las cosas, en
concepto de la Corte la cuestión planteada por los peticionarios se contrae a
reclamar por esta vía judicial la protección de dicho Derecho Constitucional
Fundamental, sin proponer ninguna otra petición, pues, en verdad lo que
reclaman es que se ordene al Tribunal Superior de Santafé de Bogotá que levante
la "reserva moral" con la que fundamentó la no reelección de los
citados peticionarios y que se señalen expresamente los motivos que tuvo dicha
Corporación para tomar aquella resolución.
Como se ha visto,
los peticionarios sostienen que bajo las reglas de la nueva Constitución han
desaparecido los fundamentos constitucionales que han sido invocados para
determinar la validez jurídica del literal H) del artículo 3o. del Decreto 1888
de 1989, y que esta disposición es inconstitucional por resultar contraria a
lo señalado por el citado artículo 15 de la Carta.
B) Examinada la
cuestión jurídica formulada por los peticionarios, esta Corporación encuentra
que una de las materias de que se ocupa la solicitud de tutela de la
referencia, es la de determinar si bajo las reglas de la Carta Constitucional
de 1991, el ejercicio de las competencias de nominación de jueces y
magistrados, dentro del ámbito de la Carrera Judicial, es compatible con la
figura prevista por la ley para efectos de permitir a los funcionarios
nominadores abstenerse de designar a los candidatos inscritos en la lista de
elegibles luego del concurso correspondiente o a los funcionarios que
encontrándose en el servicio, aspiran a continuar en él en caso de vencerse el
periodo para el que fueron designados por la existencia de la convicción moral
de que estos no observan una vida pública o privada compatible con la dignidad
del empleo.
En verdad y en el
fondo de la reclamación, se solicita la inaplicación de la citada disposición
legal y la aplicación directa, para el caso concreto que se plantea, de los
alcances jurídicos de lo dispuesto por el articulo 15 de la Carta Fundamental
de conformidad con la lectura que los peticionarios hacen de esta norma
jurídica de carácter constitucional.
C) Al respecto de
lo señalado en este acápite, la Corte reitera la jurisprudencia nacional que
sobre el tema de la "Reserva Moral" para el sistema de nombramiento
de jueces y magistrados dentro del régimen de la Carrera Judicial, se ha
elaborado por la Corte Suprema de Justicia para fundamentar la
constitucionalidad de aquella disposición y para darle la más cabal aplicación,
de conformidad con los diversos supuestos de orden lógico, racional y práctico
que se encuentran en ella; en efecto, cabe observar que desde sus origenes las
disposiciones que han regulado el citado régimen de la carrera Judicial, parten
del supuesto teleológico y de la razón práctica de carácter universal, según
los cuales, en dicho ámbito se hace necesario garantizar una eficiente administración
de justicia y un determinado conjunto de derechos de orden constitucional,
legal y reglamentario de las personas vinculadas a la función publica en los
cuadros de la Rama Judicial del Poder Publico, dentro de precisas reglas que
tienen como base un sistema lógico y racional de ingreso, ascenso y retiro por
méritos y de igualdad de oportunidades con estabilidad e independencia orgánica
y funcional, dada la alta misión técnica y social que se desarrolla por dichos
funcionarios.
Además, se observa
que en el fondo de la cuestión planteada se trata de discutir una de las
opciones complementarias y excepcionales escogida por el legislador como vía
para permitir a los magistrados nominadores en el ámbito de la Carrera
Judicial, la adopción de la mejor solución posible en atención a los altos
intereses que comporta y traduce la cabal administración de justicia.
Al respecto, esta
Corporación tuvo oportunidad de pronunciarse sobre el tema de la importancia
técnica y de los elementos que componen el sistema de selección de los
funcionarios judiciales en los siguientes términos:
"En materia de
la selección de los funcionarios judiciales, se ha comprobado que el sistema
del concurso de méritos, es un instrumento falible que se ha venido diseñando
como fórmula de ayuda para llegar a decisiones complejas, como son las que
atañen a las necesidades del servicio y al mejor desarrollo de la función
pública, aspectos centrales en la escogencia de los funcionarios. No es
suficiente que un funcionario judicial nombrado o no en período de prueba,
obtenga los requisitos señalados por la ley, como calificaciones
satisfactorias, para ser designado automáticamente en propiedad, sin ninguna
otra consideración. Hay otros factores que tienen especial relevancia en cuanto
al mejor desarrollo de la función pública y que no hacen parte del concurso de
méritos, tal como ocurre con los rasgos morales, los antecedentes personales,
los hábitos y las costumbres.
"No es por ello
válido afirmar que la conducta del funcionario se contrae exclusivamente, en
este caso, al período de prueba, ni por el hecho de cumplir el período de
prueba a que se refiere el Decreto 052 de 1987, el nominador se halle en la
obligación de nombrarlo en propiedad.
"La ley y la
administración le imponen al funcionario judicial en todos los momentos de su
vida, pública y privada observar una conducta, un comportamiento y una moral
recta que lo hagan digno del cargo que desempeña. Pero cuando esa conducta dá
lugar para que surja la convicción moral de que el funcionario no observa una
vida pública compatible con la dignidad del empleo que ejerce, como en el caso
de autos, en que el peticionario en el ejercicio de su cargo, en calidad de
Presidente del Consejo Seccional de la Carrera Judicial de Norte de Santander
(conforme a las declaraciones rendidas por los demás miembros de ese Consejo),
actuaba en forma irrespetuosa y ofensiva ante ellos y entorpecía
ostensiblemente el desarrollo normal de las reuniones, lo cual es reiterado en
el informe - conclusión del abogado visitador de la Procuraduría Delegada para
la Vigilancia Judicial, no se podrá nombrar al funcionario en propiedad para
desempeñar el cargo.
"La convicción
moral a que se ha hecho referencia en esta providencia, no equivale a una pura
y simple reserva mental, pues de ser así carecería de asidero constitucional y
vulneraría, entre otros principios, la presunción de inocencia, el debido
proceso y la misma dignidad humana. El margen de razonable apreciación,
inherente al juicio moral, debe basarse en hechos comprobables que validen la
inferencia que se hace y que, como tales, puedan ser en todo momento conocidos
y controvertidos por la persona afectada". (Sentencia No. T-591, diciembre
4 de 1992, M.P. Jaime Sanín G.)
Por otra parte cabe
observar que la convicción moral de la inobservancia de una vida
pública o privada compatible con la dignidad del empleo a que hace
referencia el literal h) del artículo 3o. del Decreto1888 de 1899, es otro más
de los conceptos indeterminados a priori que, junto a los de Orden
Público, Interés General o Necesidades Públicas entre otros
varios que incorporan tanto la Constitución como las leyes, y que sirven al
ordenamiento jurídico como herramientas técnicas de carácter normativo y
como clausulas abiertas permiten al Constituyente y al Legislador remitirse a
la administración o a los jueces para efectos de encontrar y adoptar las
soluciones que sean conformes con los postulados sobre los que se erige el
Estado.
Obsérvese que para
el caso de la aplicación de aquella disposición en el nombramiento de jueces y
magistrados se trata de la existencia de cuerpos colegiados en los que las
decisiones a este respecto se toman por mayoría absoluta y presuponen el
debate y la ponderación calificada de los hechos y del caso en general; además,
quienes toman la decisión ostentan altas calidades técnicas y sociales, las que
se deben reflejar en la decisión a tomar.
Igualmente, se parte
del supuesto jurídico históricamente reiterado por la experiencia racional,
según el cual la naturaleza de las cosas que se regulan por dicho estatuto,
exige del legislador previsiones que tengan en cuenta la recta capacidad de
apreciación moral del nominador, ya sea orgánicamente superior o funcionalmente
habilitado para adelantar el proceso de selección y elaboración de listas de
candidatos, para efectos de asegurar la más límpida y transparente imagen y
credibilidad social de los administradores de justicia, respecto de los cuales
la sociedad entera en general, y el ordenamiento jurídico en particular,
ejercen control permanente y demandan imparcialidad, rectitud y dignidad
paradigmáticas
Para procurar dichos
fines, el estatuto actualmente vigente establece un conjunto preciso de reglas
aplicables a los procesos de selección e ingreso por el sistema de méritos,
mediante varios mecanismos complejos que se integran por varias etapas, las que
van, en el procedimiento general y ordinario, desde la convocatoria al concurso
hasta el nombramiento en propiedad, pasando por la calificación, la permanencia
en la lista de elegibles, el nombramiento en periodo de prueba, el nombramiento
en propiedad y la reelección para otro periodo, sin descartar la hipótesis de
un margen de apreciación que se expresa en la convicción moral de que los candidatos
no observan una vida pública y privada compatible con la dignidad del empleo y
que enerva la posibilidad del acceso a la función o permite la desvinculación
del servidor de los cuadros del servicio.
Ahora bien, cabe
advertir que inclusive, en etapas anteriores a la que se inaugura con el
estatuto actualmente vigente, las disposiciones que fueron aplicables a dicha
materia, también regularon los motivos que impedían el nombramiento para un
cargo en la rama jurisdiccional y dentro de ellos se establecía como hipótesis
jurídica suficiente e igualmente complementaria y excepcional para dichos
casos, la existencia de la convicción moral en el nominador de que el candidato
elegible no observaba una conducta compatible con la dignidad del cargo.
Al respecto de este
punto la Corte Suprema de justicia expresó que;
"Y la razón de
ser de la legislación al consagrar como inhabilidad para designar a una persona
en la judicatura, cuando respecto de ella se encuentre comprometida su moral
radica en que, en su delicada misión de impartir justicia y de contribuir a la
seguridad y paz social con sus decisiones, sus calidades morales deben estar
libres de todo hecho que incida en la credibilidad de su rectitud moral."
( C.S.J. Sala Plena, Sentencia del 27 de agosto de 1992, M. P. Alberto Ospina
Botero)
En este mismo
sentido en la citada providencia se advierte que:
"Según la
causal de inhabilidad precedente se tiene que cuando el nominador, según los
hechos de que tiene conocimiento, llega al convencimiento, en la órbita de la
moral, que la conducta de un concursante elegible, riñe con la dignidad del
cargo, y por ende, su estado de conciencia lo hace inclinar en el nombramiento
o votación por una decisión negativa, que es de linaje subjetivo o de
conciencia, su juzgamiento, como norma general, según lo advierte la doctrina y
la jurisprudencia, resulta casi que imposible, pues solo basta suponer si es
fácil y factible penetrar en un estado de conciencia."(Ibídem)
D) Adviértase que
en ningún caso se trata de un proceso objetivo en el que se juzgue la conducta
con fines de carácter punitivo o de reproche penal o disciplinario y que
concluya en una sanción determinada con carácter represivo, ni de consecuencias
diversas de las de la simple no incorporación a la carrera o la de la no
reelección; por tanto, no se puede encuadrar dicha competencia radicada en
cabeza del nominador dentro de los supuestos del proceso penal, policivo o
disciplinario, ni de las reglas que para los efectos de su ejercicio define la
Carta bajo los conceptos del Debido Proceso constitucional en general, ni mucho
menos dentro de los conceptos del Debido Proceso Penal en especial. Se trata
como se ha visto, de una parte del procedimiento reglado de elección de jueces
y magistrados que se surte dentro de las reglas constitucionales y legales de
la Carrera Judicial y no de una actuación judicial, ni de un proceso de
controversia administrativa de carácter gubernativo, policivo o disciplinario.
Es como se ha advertido, la expresión de una competencia apenas excepcional que
garantiza un determinado margen de apreciación y de resolución sobre un aspecto
del proceso delicado de incorporación de jueces y magistrados en los niveles de
la Rama Judicial del Poder Público.
Resulta necesario
retener que la majestad de la justicia y su valor incuestionable para el orden
social, plantea la problemática del elemento humano escogido para su servicio y
que por principio indisponible este debe estar adornado de especiales calidades
y cualidades personales, de excelentes condiciones morales y de adecuados
conocimientos jurídicos, todo lo cual presupone especiales elementos de
evaluación y de calificación por parte de los nominadores para atender a dichas
exigencias. y para encontrar un sistema que permita proveer con soluciones
justas las situaciones que acarrea la selección de dichos funcionarios, sin que
resulte extraño a los postulados de la Carta Política de 1991 el
establecimiento de fórmulas como la que se controvierte por los peticionarios,
obviamente sometidas al control jurisdiccional propio de esta categoría de
actos dentro del Estado de Derecho y del imperio del principio de la legalidad
de los actos de la administración
E) En verdad
aquella fórmula parte de la necesidad de establecer determinados grados de
discrecionalidad en el ejercicio de ciertas funciones de la administración, que
igualmente comprende, apenas como elemento excepcional, a una parte de la
organización y el funcionamiento de la Carrera Judicial por las razones y
argumentos planteados más arriba; empero, esta noción no puede confundirse ni
catalogarse dentro de los cuestionables vicios que patrocina la arbitrariedad
de los poderes públicos, sancionada y proscrita por el régimen de control
jurisdiccional de los actos de los funcionarios en cuya cabeza se radica.
En efecto, el
establecimiento y el ejercicio de este tipo de competencias no puede obedecer
al mero y simple capricho de los titulares de la función nominadora, quienes no
se encuentran en libertad de disponer sobre lo de su función en absoluta
libertad, ya que como lo sostiene la doctrina del derecho administrativo, se
debe partir del postulado según el cual la discrecionalidad no es ni patrocina
la arbitrariedad, pues, dichos actos deben ser objeto del control contencioso administrativo
principalmente en lo que hace a los motivos o razones externas que
fundamentan la decisión y también sobre el uso proporcionado y racional de
la competencia.
Así las cosas, es
claro que los términos de la definición legal de la competencia de que se trata
en este caso, no elimina el deber jurídico general que impone la motivación
del acto; lo que ocurre es que por la naturaleza del asunto de que se ocupa la
misma, bien basta que aquella sea sucinta o escueta, siempre que sea lo
bastante indicativa del fundamento legal que se invoca como motivo de su
ejercicio. Estas características autorizadas por la definición que incorpora la
ley, no acarrean por si mismas la nulidad del acto en concreto, ni la
inconstitucionalidad de la ley en general; por lo contrario, la naturaleza del
asunto, las concretas circunstancias que rodean el mismo y la estructura del
ordenamiento jurídico al que pertenece la disposición que autoriza el
expediente del convencimiento moral del tribunal nominador sobre la conducta
inadecuada del candidato, señalan que dicha motivación puede ser sucinta, breve
o escueta siempre que sea indicativa de dicho fundamento. Obsérvese que todo lo
anterior tiene como finalidad el aseguramiento de los derechos de las personas
y la garantía del control jurisdiccional de las actuaciones de la
administración, por virtud del ejercicio de las correspondientes acciones de
nulidad y restablecimiento del derecho, que comportan la posibilidad del
reclamo de las reparaciones correspondientes y la efectiva protección del
derecho violado.
En el caso de la
hipótesis jurídica de la convicción moral de que se trata en el caso en
cuestión, es claro que en las actas correspondientes aparece la motivación
externa de las decisiones adoptadas, con fundamento en la previsión
legal que la autoriza y que éstas, junto a los posibles vicios internos,
son objeto de control jurisdiccional por parte de los jueces de lo contencioso
administrativo, para efectos de determinar si es el caso de la desviación o del
abuso del poder, de la falsa motivación o de la falta de competencia y de
vicios externos de los actos, los que de comprobarse enervarían la validez de
aquellos y comportarían su nulidad, lo mismo que las reparaciones a que haya
lugar.
En este sentido es
claro que en los estrados de la jurisdicción de lo contencioso administrativo,
también se puede cuestionar la legalidad de aquellas actuaciones de los
nominadores en lo que hace a los vicios internos del acto, con fundamento en el
conocimiento de los hechos antecedentes y en el examen sobre el uso racional y
proporcionado de la discrecionalidad en cada caso concreto.
F) De otra parte,
adviértase que dentro del marco de la nueva Carta Constitucional de 1991 y a la
luz de las disposiciones legales aplicables, no existe definición expresa de
algún período para magistrados de tribunales ni para jueces, lo cual en
concepto de esta Sala quedó reservado a la ley estatutaria correspondiente. Por
esto, mientras la Ley no defina el punto de la existencia o no de los períodos
para dichos funcionarios, la figura de que se ocupa el literal h) del artículo
3o. del Decreto 1888 de 1989, no puede aplicarse para aquellas personas que
en adelante sean designadas en la Carrera Judicial en propiedad, después de
superar el período de prueba, pues, para el ámbito de la Carrera Judicial
aquella figura de evaluación radicada en cabeza del nominador solo se predica
de la oportunidad en la que se proceda a decretar le elección del servidor, sea
en el caso de la incorporación a la Carrera, o en la del vencimiento y comienzo
de un período siempre que aquel exista por definición legal.
En este mismo
sentido observa esta Sala que la existencia de la Carrera Judicial como
disposición constitucional aplicable para los servidores públicos en la Rama
Judicial del Poder Público, no enerva ni contradice la posibilidad legal del
establecimiento de periodos fijos, ya que bien puede el legislador patrocinar
con sus disposiciones hipótesis estructurales de renovación y cualificación de
los cuadros de la administración de justicia, que tengan como fundamento el
paso del tiempo, puesto que la carrera no comporta por definición la
inmovilidad ni el estancamiento sino, por el contrario, presupone el ascenso
por méritos y el celoso cuidado en la vigilancia y el control del
comportamiento personal y público de los jueces, entre otros factores de
evaluación; empero, la ley debe proveer igualmente sobre las garantías
estructurales y orgánicas para asegurar la continuidad en el servicio de los
funcionarios de carrera que cumplan con los supuestos jurídicos de carácter
objetivo y subjetivo de rendimiento, comportamiento, preparación, idoneidad,
rectitud, eficiencia y calidad.
G) Bajo las
anteriores consideraciones y examinadas las sentencias de que se ocupa en esta
oportunidad esta sala de la Corte Constitucional, se encuentra que en favor
del reclamo de los peticionarios era procedente el ejercicio de las acciones
contenciosas que establecen los artículos 82 y 85 del Código Contencioso
Administrativo, por tratarse de la controversia judicial sobre uno de los
elementos de los actos de competencia de la jurisdicción especializada de lo
contencioso administrativo. En este sentido se reitera la jurisprudencia de la
Corte Constitucional que advierte que en desarrollo de las previsiones
contenidas en el artículo 86 de la Carta y en los Decretos 2061 de 1991 y 306
de 1992, la acción de tutela no procede ni es admisible cuando en favor de la
petición formulada exista otra vía judicial prevista para atenderla, salvo
cuando se trate de su solicitud como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, lo cual no es del caso que se examina. Así las cosas,
cabe ordenar la confirmación de las sentencias que se revisan y que ordenan no acceder
a las peticiones formuladas por los peticionarios.
Con base en lo
anterior, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión de Tutelas,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero. CONFIRMAR las sentencias relacionadas con
la acción de la referencia, proferidas por el Honorable Tribunal Contencioso de
Cundinamarca el 4 de junio 1992, y por el Honorable Consejo de Estado el 15 de
julio del mismo año y por los motivos que en este fallo se han expuesto.
Segundo. Comuníquese la presente decisión al
Tribunal Contencioso de Cundinamarca para los efectos legales que
corresponden.
Cópiese, publíquese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
Salvamento de
voto a la Sentencia No. T-602
RESERVA MORAL (Salvamento de voto)
La convicción
moral no equivale a una pura y simple reserva de convicción, pues de ser así,
carecería de asidero constitucional y vulneraría, entre otros principios, la
presunción de inocencia, el debido proceso y la misma dignidad humana. El
margen de razonable apreciación, inherente al juicio moral, debe observarse en
hechos comprobables que materialicen la inferencia que se hace y que, como
tales, puedan ser en todo momento conocidos y controvertidos por la persona
afectada. En este orden de ideas, la convicción moral es un elemento objetivo,
que para constatar su vinculación al derecho debe ser motivado y en general
ajustarse a las reglas del debido proceso.
DEBIDO
PROCESO/RESERVA MORAL
(Salvamento de voto)
Cuando de aplicar
sanciones se trata, el debido proceso es exigente en materia de legalidad, ya
que no solamente pretende que el servidor público cumpla las funciones
asignadas, sino además que lo haga en la forma como determina el ordenamiento
jurídico.existió ciertamente una violación del debido proceso en actuaciones
administrativas por la falta de motivación del acto administrativo mediante el
cual el Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá desvinculó de la carrera
judicial a los peticionarios. Y en segundo lugar fueron vulnerados los derechos
a la honra y al buen nombre ya que la razón de la desvinculación tan sólo se
limitó a un calificativo genérico y vago, no demostrado y no susceptible de
contradicción, consistente en razones de índole moral. No se trata aquí de la
discusión acerca de la desvinculación laboral del funcionario, para lo cual
existe ciertamente acción de nulidad y restablecimiento del derecho, según el
artículo 85 del Código Contencioso Administrativo. Tampoco es medio de defensa
en este caso la acción penal por calumnia e injuria, porque ello busca
establecer la responsabilidad penal del sujeto activo, mas no el
restablecimiento de los derechos de los petentes. Luego es precisamente la
tutela el mecanismo idóneo para la protección de los derechos constitucionales
fundamentales aquí desconocidos. Todo acto administrativo que sea desarrollo
del proceso de selección, vinculación, promoción o ascenso, sanción y retiro
debe ser motivado para poder evaluar si se tuvieron en cuenta los méritos y
calidades de los aspirantes de conformidad con el artículo 125 de la Carta, así
como para poder ser controlado verificando si se cumplieron los artículos 3º,
2º y 29 de la Constitución Política.
Del Magistrado:
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
REF: EXPEDIENTE
Nº T-4565
Peticionarios:
Jaime Bernardo Chávez Bolaños, Jorge Ernesto Páez Méndez, Mariano de Jesús
Porras Peña, César Amaya Moreno y Gustavo Vega Aguirre
Procedencia:
Consejo de Estado
Santa Fe de Bogotá
D.C., diciembre diez (10) de mil novecientos noventa y dos (1992).
Por medio de este
escrito salvo el voto en el proceso de la referencia por no compartir los
argumentos de la mayoría de esta Sala de Revisión.
1. Del derecho al
buen nombre y a la honra
Los derechos al buen
nombre y a la honra se reflejan en el derecho a la reputación, es decir la
imagen que proyecta la persona.
La honra que se
encuentra protegida en el artículo 21 de la Constitución, es el concepto que
las demás personas tienen de uno mismo, es la imagen exterior que se proyecta.
La honra es un
derecho de la esfera personal y se expresa en la pretensión de respeto que
corresponde a cada persona como consecuencia del reconocimiento de su dignidad.
El derecho a la
honra es esencial, es el derecho que tiene toda persona a ser respetada ante sí
mismo y ante los demás, independientemente de toda limitación normativa.1
El buen nombre
también protegido en la Carta en el artículo 15, es el aspecto positivo de la
honra, en particular faculta a la persona para exigir respeto por la buena fama
o imagen que posea, o sea aquella calificación cualitativamente positiva que de
ella hace la sociedad.
La Constitución
Política vigente, además del señalamiento de los derechos a la honra y al buen
nombre (CP arts. 21 y 15) con categoría de fundamentales, impuso al Estado,
como uno de sus fines esenciales, la protección de la honra de todas las
personas residentes en Colombia (CP art. 2º inciso 2º), y reconoció, como pilar
de la organización política, "el respeto de la dignidad humana" (CP
art. 1º), principio anterior al Estado que, al mismo tiempo, marca la finalidad
de sus esfuerzos y legitima el ejercicio del poder.
2. La
interpretación del literal h) del artículo 3º del Decreto 1888 de 1.989.
El literal h) del
artículo 3º del Decreto 1888 de 1.989 establece:
"Artículo 3º-
No podrán ser designados ni desempeñar cargo o empleo en la Rama
Jurisdiccional:
...h) Las personas
respecto de las cuales exista la convicción moral de que no observan una
vida pública o privada compatible con la dignidad del empleo" (negrillas
no originales).
Para encontrar la
interpretación de la norma transcrita, se analizarán los siguientes sub
capítulos: la moral y el derecho, la moral como principio constitucional y la
interpretación más conforme con la Constitución Política, así:
2.1. La moral y
el derecho.
La palabra
"derecho" no siempre ha significado lo mismo a través de su historia;
es decir no ha conceptuado siempre las mismas entidades normativas. En lugar de
ser un concepto lógico a priori que se desenvuelve históricamente en
diversas etapas o momentos (costumbre indistinta o indiferenciación ética, mera
diferencia práctica, diferenciación teórica) como pretenden algunos autores, el
fenómeno jurídico ha sufrido cualitativas transformaciones a lo largo de la
historia, a tono con las diversas estructuras económico sociales: ethos en
las antiguas sociedades esclavistas, privilegio en el medioevo
feudalista, derecho formal en la moderna época capitalista.
En el ethos no
se había aún escindido el derecho, la moral, la religión y los usos sociales,
sino que todos ellos formaban un todo normativo indiviso. Pero en su
desarrollo el derecho fue paulatinamente diferenciándose de los otros
conjuntos normativos, hasta llegar a mediados del siglo XIX, con las ideas del
positivismo de Compte, a un derecho abstracto y formal, general e igualitario
de la sociedad moderna, regulador de las conductas en interferencia
intersubjetiva, distinto del discurso moral. Sin embargo a partir del
Holocausto que generó un derecho sin valores, la humanidad ha venido avanzando
hacia una positivización axiológica, particularmente desde la Declaración de
Derechos del Hombre de las Naciones Unidas de 1.948, hasta arribar a un
espiritualismo concreto.
En consecuencia la
radical distinción entre el derecho y la moral es inevitable y descansa hoy en
una tendencia marcada a la superación del positivismo y del formalismo, sin
caer en una axiologismo ontológico. La filosofía jurídica actual se mueve
justamente en la búsqueda de un camino superador tanto del positivismo como del
iusnaturalismo: sin bien revaloriza el Derecho positivo (y la autonomía de la
ciencia jurídica), afirma la necesidad de la crítica de ese mismo Derecho,
principalmente como valoración ética racional2 . Ello en búsqueda del
fin esencial del Estado, que es un ordenamiento materialmente justo.
El planteamiento
favorable de la teoría de los valores debe aparecer matizado por la referencia
al hombre y a la sociedad en que vive para el conocimiento de los valores
vigentes en la realidad que suponen, de suerte que la moral no es un concepto
subjetivo sino intersubjetivo.
La filosofía
jurídica juega hoy el papel de informar los valores desde los que el derecho
vigente intenta justificarse. Los valores a incorporar y realizar por el
derecho vigente son precisamente aquellos principios que toda la sociedad
reconoce como mínimos, a partir de la dignidad del hombre.
La doctrina de la
valoración jurídica queda ligada a la teoría de los valores, cuyo cometido
consiste tanto en aclarar y fundamentar los valores ya sentados en la
conciencia humana de cada comunidad en cada época, como ir descubriendo nuevos
valores emergentes que remiten a la realidad que suministran una solución a la
justicia.
2.2. La moral
como principio constitucional.
En Colombia, en la
Constitución de 1.991 hay también una proclamación expresa de antiformalismo
jurídico, de concepción sustantiva del Derecho, cuyo contenido material le
viene dado por unos valores cuyo ser transpasa el mundo jurídico y, por tanto,
de un asentamiento del Estado (el poder) y el ordenamiento (la norma jurídica)
en la moral o ética social, en términos de vinculación dinámico-teleológica de
estos últimos a aquellos.
Estos valores de la
Carta desarrollan el fin esencial del Estado que es asegurar la vigencia de un
orden justo.
La moral como
principio constitucional aparece en seis oportunidades en la Carta, y debe ser
siempre entendida como "moral social", así: en la obligación del
Estado de ejercer inspección y vigilancia de la educación con el fin de velar
por su calidad, por el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación
moral, intelectual y física de los educandos (art. 67), en la extinción del
dominio sobre los bienes adquiridos mediante enriquecimiento ilícito, en
perjuicio del Tesoro Público o con grave deterioro de la moral social (art.
34), en la función administrativa que se desarrolla con fundamento en los
principios de moralidad (art. 209), en la obligación de los congresistas de
poner en conocimiento de la respectiva Cámara las situaciones de carácter moral
o económico que los inhiban para participar en el trámite de los asuntos
sometidos a su consideración (art. 182), en las acciones populares, que podrán
ser invocadas para la protección de los derechos e intereses colectivos,
relacionados con la moral administrativa (art. 88), y como causa de formulación
de peticiones por parte de los miembros de la fuerza pública (art. 219).
La concepción
positivista del derecho excluyó la moral de la consideración jurídica. El
Constituyente de 1.991 rescató el valor de la moral y lo integró al contexto
constitucional.
La Constitución de
la República de Colombia debe interpretarse con un criterio axiológico y
finalista, siguiendo los lineamientos del artículo 2º sobre los fines
esenciales del Estado. Uno de ellos es la "vigencia de un orden
justo", es decir, un ordenamiento jurídico materialmente bueno.
2.3. La
interpretación más conforme con la Constitución.
El literal h) del
artículo 3º del decreto 1888 de 1.989 tiene fundamento constitucional en el
artículo 209 de la Carta, que establece:
"La función
administrativa está al servicio de los intereses generales y se desarrolla con
fundamento en los principios de igualdad, moralidad, eficacia, economía,
celeridad, imparcialidad y publicidad, mediante la descentralización, la
delegación y la desconcentración de funciones..." (negrillas no
originales).
La moralidad y la
legalidad de la actividad administrativa se encuentran enlazados, como lo había
anotado incluso la Sección Tercera del Consejo de Estado en Sentencia preconstitucional
de abril 6 de 1.989:
"En efecto
cuando el contrato se ha celebrado mediante manejos inmorales, en forma
deshonesta, o exterioriza un favoritismo escandaloso, puede afirmarse que
existen razones de legitimidad para revocarlo o anularlo, ya que la
legalidad y la moralidad de la actividad administrativa no marchan ni pueden
marchar divorciadas"3 .
Considero, en este
salvamento de voto, que la interpretación más conforme con la Constitución, de
la convicción moral que se encuentra contenida en el literal h) del
artículo 3º del Decreto 1888 de 1.989 consiste en apreciarla a partir del
derecho constitucional fundamental al debido proceso. En otras palabras como ya
lo ha sostenido la Corte Constitucional4 , la convicción moral no equivale a una
pura y simple reserva de convicción, pues de ser así, carecería de asidero
constitucional y vulneraría, entre otros principios, la presunción de
inocencia, el debido proceso y la misma dignidad humana. El margen de razonable
apreciación, inherente al juicio moral, debe observarse en hechos comprobables
que materialicen la inferencia que se hace y que, como tales, puedan ser en
todo momento conocidos y controvertidos por la persona afectada.
En este orden de
ideas, la convicción moral es un elemento objetivo, que para constatar su
vinculación al derecho debe ser motivado y en general ajustarse a las reglas
del debido proceso.
3. Del debido
proceso en actuaciones administrativas.
3.1.
Consideraciones generales.
El Debido Proceso es
el mayor celo en el respeto de la forma en todo tipo de actuaciones judiciales
y administrativas5 .
La Constitución de
1.991 establece en el artículo 29 el derecho fundamental al debido proceso que
se aplicará a toda clase de actuaciones judiciales y administrativas.
Cualquier decisión
tomada por la administración que implique la pérdida o el desmejoramiento de
una situación concreta debe surgir de un proceso en el que se observen las
disposiciones legales que permitan al interesado ejercer su derecho
constitucional de defensa6 .
Colombia, como
Estado de Derecho, se caracteriza porque todas sus competencias son regladas
(arts. 3º., 6º. y 123 de la Constitución).
Por Estado de
Derecho se debe entender el sistema de principios y reglas procesales según los
cuales se crea y perfecciona el ordenamiento jurídico, se limita y controla el
poder estatal y se protegen y realizan los derechos del individuo. Surge
entonces el derecho de defensa del individuo frente al Estado.
Todo proceso
consiste en el desarrollo de particulares relaciones jurídicas entre el órgano
competente y el interesado, para buscar la efectividad del derecho material y
las garantías debidas a las personas que en él intervienen.
Es decir que cuando
de aplicar sanciones se trata, el debido proceso es exigente en materia de
legalidad, ya que no solamente pretende que el servidor público cumpla las
funciones asignadas, sino además que lo haga en la forma como determina el
ordenamiento jurídico.
3.2. La
motivación de los actos administrativos.
La motivación del
acto administrativo consiste en la exposición de los motivos que indujeron a la
Administración Pública a la emisión del acto. La motivación equivale a los
"considerandos" del acto, equiparándosela a la llamada
"justificación del mismo".
Dada la índole de la
motivación del acto administrativo, algunos se han ocupado del estudio del
tema. Así, Marienhoff considera que "para algunos autores trátase de un
requisito del contenido del acto; para otros integra la forma del mismo; hay
quien la considera como requisito de la razonabilidad que debe tener la voluntad
administrativa"7 .
En la Resolución
(77) 31 del Comité de Ministros del Consejo de Europa de 27 de septiembre de
1.977, se recomienda que en la legislación de los paises europeos se recoja el
principio de que "cuando un acto administrativo es susceptible de afectar
a los derechos, libertades o intereses, el administrado deberá ser informado de
los motivos sobre los que se funda. Esta información será facilitada por
indicación de los motivos en el propio acto, o bien a requerimiento del
interesado, mediante comunicación escrita en un plazo razonable"8
.
La motivación es un
medio técnico de control de la causa del acto. Por ello no es un simple
requisito meramente formal, sino de fondo.
El Tribunal
Constitucional español, en sentencia de julio 17 de 1.981 expresó:
"La motivación
es no sólo una elemental cortesía, sino un requisito del acto de sacrificio de
derechos".
El derecho no es
un fin en sí mismo sino un medio al servicio de la sociedad. Por lo tanto es
necesario confrontar los móviles con los fines. De allí surgen justamente las
teorías del "abuso del derecho" -en derecho privado-, y la
"desviación de poder" -en el derecho público-.9
La razonabilidad de
un acto administrativo está ordenada por el artículo 36 del Código Contencioso
Administrativo, que dice:
"En la medida
en que el contenido de una decisión, de carácter general o particular, sea
discrecional, debe ser adecuada a los fines de la norma que la autoriza, y
proporcional a los hechos que le sirven de causa".
Ello es un principio
básico del estado Social de Derecho, para evitar que la discrecionalidad se
convierta en arbitrariedad. Todo acto del Estado debe estar conforme con su
finalidad esencial, ya que las potestades se conceden, no para que se cesen a
discreción, sin discernimiento, sino en vista de un fin determinado. Ya decían
los romanos summun jus, summa injuria.
La Constitución
Política de 1.991 plantea que los poderes públicos ejercen sus poderes en los
términos de la Constitución (artículo 3º). Y el artículo 2º, consagra los fines
del Estado y la misión de las autoridades. Y en el artículo 29 estableció la
aplicación del debido proceso a toda clase de actuaciones administrativas.
En Colombia en el
ordenamiento pre-constitucional se establecía en el Decreto-Ley 01 de 1.984
-Código Contencioso Administrativo-, artículo 35, que las decisiones que
afecten a los particulares deben estar motivadas, al menos sumariamente. Este
concepto tenía como fundamento constitucional los artículos 2º y 16 de la carta
de 1.886. Dicha motivación es la fundamentación fáctica y jurídica con que la
administración entiende sostener la legitimidad y oportunidad de la decisión
tomada y es éste el punto de partida para el juzgamiento de esa legitimidad.
Finalmente el mismo
estatuto, en el artículo 84 consagra las causales de nulidad del acto administrativo.
Allí se destacan, para nuestros efectos, dos causales: la falta de motivación y
la desviación de poder. Se demuestra, pues, en ambas causales la necesidad de
motivación, la cual debe, entre otras, ajustarse a los principios materiales
del artículo 209 de la Constitución Política.
Los antecedentes
constitucionales de la necesidad de motivar al acto administrativo se
encuentran en las deliberaciones de la Asamblea Nacional Constituyente, en las
que se destaca el siguiente texto:
"Como segunda fórmula
se procede a votar el mismo texto [relativo a las funciones del Procurador],
pero cambiando la expresión DISCRECIONAL, por MOTIVADA:
Cuarenta y tres (43)
votos afirmativos, ninguno (0) negativo y quince (15) abstenciones.
En tal virtud, la
Honorable Asamblea Nacional Constituyente le imparte su APROBACION al
texto, cuyo contenido se incluirá con el artículo completo.
La tercera fórmula,
que consistía en sustituir la expresión Y MEDIANTE DECISION DISCRECIONAL por
la de POR VERDAD SABIDA Y BUENA FE GUARDADA, no se vota, toda vez que la
anterior fórmula fue aprobada" (negrillas no originales).
Se advierte que la
voluntad del Constituyente fue que toda decisión que afecte intereses de una
persona, debe ser motivada, para que sea susceptible de control y no haya así
arbitrariedad.
Distinto es el caso
de la convicción moral, que requiere ser razonablemente motivado.
3.3. Motivación
de los actos del proceso de la carrera del servidor público.
En el artículo 125
de la Constitución Política se consagra la carrera del servidor público como
una garantía para las personas vinculadas al Estado, con el fin de crear
estabilidad en el empleo, igualdad de oportunidades en el ingreso o ascenso y
calidad en la prestación del servicio o cumplimiento de la función pública.
Dice así el artículo
125 de la Carta:
"Los empleados
de los órganos y entidades del estado son de carrera. Se exceptúan los de
elección popular, los de libre nombramiento y remoción, los de trabajadores
oficiales y los demás que determine la ley.
Los funcionarios,
cuyo sistema de nombramiento no haya sido determinado por la Constitución o la
ley, serán nombrados por concurso público.
El ingreso a los
cargos de carrera y el ascenso en los mismos, se hará previo cumplimiento de
los requisitos y condiciones que fije la ley para determinar los méritos y
calidades de los aspirantes.
El retiro se
hará: por calificación no satisfactoria en el desempeño del empleo; por
violación del régimen disciplinario y por las demás causales previstas en la
Constitución o en la ley.
En ningún caso la
filiación política de los ciudadanos podrá determinar su nombramiento para un
empleo de carrera, su ascenso o remoción" (negrillas no originales).
Los diferentes
estatutos referentes a la carrera judicial que se han expedido a partir de
1.964 (Decreto 1698), se han orientado a garantizar, por una parte, una
eficiente administración de justicia, y por otra, los derechos de las personas
vinculadas a la prestación de dicho servicio.
El estatuto
actualmente vigente (Decreto 052 de 1.987), prevé la selección e ingreso de las
personas por el sistema de méritos, mediante un mecanismo que comprende tres
etapas: convocatoria, concurso y período de prueba (art. 21). Efectuada la
convocatoria y aprobado el concurso por el interesado, éste adquiere la
calidad de elegible y deberá ser nombrado, si existe cargo por proveer.
De conformidad con
lo anterior, todo acto administrativo que sea desarrollo del proceso de
selección, vinculación, promoción o ascenso, sanción y retiro debe ser
motivado para poder evaluar si se tuvieron en cuenta los méritos y calidades de
los aspirantes de conformidad con el artículo 125 de la Carta, así como para
poder ser controlado verificando si se cumplieron los artículos 3º, 2º y 29 de
la Constitución Política.
4. Del caso
concreto.
Para el suscrito era
procedente la tutela solicitada por los Abogados Jaime Bernardo Chávez Bolaños,
Jorge Ernesto Páez Méndez, Mariano de Jesús Porras Peña, César Amaya Moreno y
Gustavo Vega Aguirre frente a la actuación del Tribunal Superior de Santa Fe de
Bogotá, por reunirse los siguientes requisitos: a) se viola un derecho
constitucional fundamental y b) no existe otro medio judicial de
defensa.
a) violación de un derecho constitucional fundamental:
Al aplicar el
Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá la llamada "reserva moral",
violó los derechos fundamentales al debido proceso, al buen nombre y a la
honra, consagrados en los artículos 29, 15 y 21 de la Constitución Política,
respectivamente, como se demuestra a continuación:
En primer lugar
existió ciertamente una violación del debido proceso en actuaciones
administrativas por la falta de motivación del acto administrativo mediante el
cual el Tribunal Superior de Santa Fe de Bogotá desvinculó de la carrera
judicial a los peticionarios.
Y en segundo lugar
fueron vulnerados los derechos a la honra y al buen nombre ya que la razón de
la desvinculación tan sólo se limitó a un calificativo genérico y vago, no
demostrado y no susceptible de contradicción, consistente en razones de índole
moral.
Por las razones aquí
expuestas y porque la nueva Constitución exige respeto por la dignidad del ser
humano, es que resulta completamente contrario a las normas constitucionales
las disposiciones que permiten juicios secretos, decisiones fundamentadas en la
reserva moral, en la verdad sabida y buena fe guardada10 o intromisiones en la vida privada de la
persona.
b) La inexistencia de otro medio judicial de
defensa.
Los derechos al buen
nombre, la honra y el debido proceso no cuentan con la existencia de otro
medio judicial de defensa para su efectiva protección en este caso.
No se trata aquí de
la discusión acerca de la desvinculación laboral del funcionario, para lo cual
existe ciertamente acción de nulidad y restablecimiento del derecho, según el
artículo 85 del Código Contencioso Administrativo. Tampoco es medio de defensa
en este caso la acción penal por calumnia e injuria, porque ello busca
establecer la responsabilidad penal del sujeto activo, mas no el
restablecimiento de los derechos de los petentes.
Luego es
precisamente la tutela el mecanismo idóneo para la protección de los derechos
constitucionales fundamentales aquí desconocidos.
Concluyendo, para el
Magistrado que aquí salva el voto no se debe recurrir a prácticas
inquisitoriales en el Estado colombiano.
Incurrir en la
denominada "cacería de Brujas" violaría la Constitución en general y
el debido proceso en particular.
Fecha ut supra
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
1 Cfr, Sentencias T-412 y T-480 de la Corte Constitucional sobre el
tema de la protección de los derechos al buen nombre y la intimidad personal.
2 Cfr, PAREJO ALFONSO, Luciano. Constitución y valores del ordenamiento.
Estudios sobre la Constitución Española. Homenaje al Profesor Eduardo García de
Eneterría. Tomo I. El Ordenamiento Jurídico. Editorial Civitas. Madrid 1.991.
pág. 94.
3 Sala de lo Contencioso Administrativo. Sección Tercera. Sentencia
de abril 6 de 1.989. radicación 4156 Consejero Ponente Julio César Uribe
Acosta. Sin embargo el propio Consejo de Estado, en Sala Plena revocó
posteriormente esta jurisprudencia.
4 Cfr, Sentencia Nro. T-591 de la Sala Séptima de Revisión de la
Corte Constitucional.
5 Cfr, Sentencia Nro. St-011 de la Sala Cuarta de Revisión de la
Corte Constitucional.
6 Lo contrario sería retornar a etapas ya superdas, como los
juicios realizados por la "Santa Inquisición" por brujería. Al considerar aquel número
tan alto de mujeres ejecutadas en los siglos pasados, se debe concluír que
muchos de estos juzgadores pusieron de manifiesto no sólo su puritanismo ético,
sino un exagerado sentimiento del honor y una obstinada hipocresía.
Así
pues, han transcurrido varios siglos desde que las penas tuvieron origen en la
convicción moral del juzgador. El paso del tiempo ha exigido del juez la
claridad y
transparencia
de sus fallos, la fundamentación de la decisión que garantice el respeto por el
debido proceso. Cfr, RAMOS BOSSINI, Francisco.
Procesos por brujería en la Historia del Derecho. Inglaterra siglos XV y XVII.
Editorial Mezquita. Madrid 1.984, pág. 77.
7 MARIENHOFF, Miguel S. Tratado de Derecho Administrativo. Tomo II.
Tercera edición. Editorial Abeledo-Perrot. Buenos Aires. 1.988, pág. 325.
8 PARADA, Ramón. Derecho Admnistrativo. Tomo I. Parte General.
Tercera Edición. Editorial Marcial Pons. Madrid. 1.991, pág. 129.
9 JOSSERAND, Luis J. El abuso de los derechos y otros ensayos.
"Relatividad y abuso de los derechos". Editorial Temis. Bogotá.
1.982, pág. 25.
10 Salvo el Contralor para suspender, de conformidad con el artículo
268 numeral 8º de la Constitución Política. |
192 | T-603-92
Sentencia No
_Sentencia
No. T-603/92
DERECHO
A LA HONRA-Carácter
Como
derecho fundamental que es, la honra de la persona, tiene una esfera social
amplia, trasciende a un circulo grande de personas y su radio de acción y
conocimiento es proporcional a la ascendencia que la persona tiene en la
sociedad. Pero se considera importante calcular que este derecho personalísimo
es el resultado de la valoración individual que se han formado de ella,
respecto de los actos y ejecuciones que por ser acordes con la ley y los buenos
modales, le brindan la certeza a quien así se comporta de contar con la
aceptación general de los demás y le prodigan en su nombre serios y
ponderados conceptos de valoración individual que la hacen merecedora de la fe,
la confianza y la credibilidad que se ha sabido ganar en su manera de ser y con
su gestión personal.
RECTIFICACION
DE INFORMACION
Cuando
la información no cumple con los requisitos previos de veracidad, es decir que
ella no se ajusta a los hechos que se reseñan o que a través de la noticia o
del informe se promuevan la parcialidad o la discriminación o se trate de
influir deliberadamente en el comportamiento de la comunidad, la norma
constitucional ha previsto un medio de defensa para el afectado porque se
consagra el derecho a la rectificación en condiciones de equidad para cualquier
persona que se crea lesionada por los informes de prensa.
DERECHO
AL BUEN NOMBRE-Carácter
Es
un derecho personalísimo toda vez que hace referencia directa a las
valoraciones que tanto individual como colectivamente se hagan de una persona.
Este derecho esta atado a todos los actos y hechos que una persona realice para
que a través de ellos la sociedad haga un juicio de valor sobre la real
dimensión de bondades, virtudes y defectos los cuales a través de su existencia
muestra como crédito una persona. El concepto del buen nombre es exterior y
algunos tratadistas ven este derecho concatenado e íntimamente relacionado con
el derecho a la honra. Es amplio en su concepción, no tiene límites en cuanto a
su aplicabilidad y por ello entre más actos puedan valorarse respecto de la
conducta de la persona, se tienen mejores elementos de juicio para ponderar su
personalidad y asignarle un puesto dentro de la escala de valoración social del
buen comportamiento que al efecto ha creado el hombre.
ACCION
DE TUTELA-Informalidad/AGENCIA
OFICIOSA EN TUTELA
Se
puede invocar el amparo de los derechos fundamentales, amenazados o vulnerados,
personalmente o a través de representante, porque como se precisó
anteriormente, el legislador consideró que para estos eventos es más importante
el fondo que la forma y que más importante para el estado social de derecho y
para la persona que la protección real, eficiente y oportuna de sus derechos
fundamentales. Cuando se prevé la oportunidad de agenciamiento de derechos
ajenos para el ejercicio de esta acción, se reafirma la voluntad de la ley de
hacer prevalecer el respecto esencialísimo de los derechos fundamentales por
encima de cualquier consideración formal.
MEDIOS
DE COMUNICACION-Informaciones
Los
medios periodísticos tienen una cobertura amplia de difusión y los hechos
descritos en ellos, que se dan a conocer de la opinión pública, además de estar
precedidos de la buena fe, propia de un medio de comunicación, debe estar
sometidos a los principios de veracidad y al de equidad. Porque la misma
Constitución señala que la prensa como fuente de información tiene la
obligación de reseñar los actos informativos sin alterar la verdad de los
acontecimientos e igualmente que la noticia no se considere como causa de
beneficio para unos, en detrimento de los demás.
SALA
DE REVISION No.6
Ref.: Proceso
de tutela No. 4459
Tema: Derecho
a la honra, Derecho al buen
nombre, Derecho a la Información.
Actor:
FELIPE LOPEZ CABALLERO
Magistrado
ponente:
Dr.
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Santafé
de Bogotá, D.C., once (11) de diciembre de mil novecientos noventa y dos
(1992).
La
Sala de Revisión de Tutelas de la Corte Constitucional conformada por los
Magistrados Simón Rodríguez Rodríguez, Jaime Sanín Greiffenstein y Ciro
Angarita Barón, revisa las acciones de tutelas proferidas por el Juzgado
veinticuatro (24) Civil del Circuito de Santafé de Bogotá y el Tribunal
Superior del Distrito Judicial de este mismo Distrito Capital, en sentencias
del 18 de junio de l992 y de 29 de julio de l992, respectivamente.
I.
ANTECEDENTES.
De
conformidad con lo ordenado en los artículos 86 y 241 numeral 6o. de la
Constitución Nacional y 33 del Decreto 2591 de l991, la Sala de Selección de la
Corte Constitucional consideró procedente estudiar y evaluar la presente acción
de tutela.
Con
fundamento en el artículo 34 del Decreto 2591 de l991, entra esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional, a dictar sentencia correspondiente.
A.
HECHOS DE LA DEMANDA.
El
día 25 de mayo de l992, Inversiones Cromos S.A., editora de la Revista Cromos
publicó en la Sección "Runrunes", una nota titulada "El Niño y
el Papa" cuyo texto es el siguiente:
"Va
a reabrirse la investigación sobre los créditos que Focine le concediera a la
productora de la película EL NIÑO Y EL PAPA de propiedad de Felipe López
Caballero, la cual quedó debiendo más de Cien Millones de pesos de aquella
época, que hoy equivalen a más de quinientos sesenta millones de pesos. Lo que
no se entiende es que el estado sea tan lento para cobrar sus dineros que algo
aliviarían el déficit fiscal".
Esta
nota va acompañada de una foto del actor.
Refiere
el accionante, que la nota aludida es falsa, injuriosa y temeraria, en tanto
que nunca se abrió investigación por parte de Focine a la productora de la
película "El Niño y el Papa", por los créditos que le concedió como
tampoco es cierto el concepto de "reabrirse" que aparece en la
primera línea de la nota en referencia.
Por
último consigna que todas las obligaciones correspondientes al crédito en
cuestión fueron canceladas oportunamente.
B.
DERECHOS VULNERADOS.
Expresa
el demandante la violación de los siguientes derechos:
a)
Derecho a la honra que señala el artículo 21 de la Constitución Nacional.
b)
Derecho a recibir información veraz e imparcial que prescribe el artículo 20 de
la Constitución Nacional.
c)
El Derecho que tiene toda persona a su buen nombre, como lo dice el artículo 15
de la Constitución Nacional.
C.
PETICIONES DE LA DEMANDA.
Con
base en el artículo 20 de la Constitución Nacional, solicitó lo siguiente:
1)
Que se rectificara la información falsa, injuriosa y temeraria en el próximo
número de la revista, mediante la publicación de la siguiente nota:
"Título:
Pedimos excusas.
Texto:
En nuestra edición No. 3.878 de mayo 25 de l992 publicamos una nota titulada EL
NIÑO Y EL PAPA en la que acusábamos a la productora de la película "EL
NIÑO Y EL PAPA" (sic) de propiedad de Felipe López Caballero de haber
quedado debiendo más de 100 millones de pesos de aquella época, que hoy
equivalen, según nuestros cálculos a más de 560 millones de pesos. Quisieramos
por medio de esta nota pedirle disculpas al doctor López Caballero puesto que
después de recibir la información pertinente de Focine, nos vemos obligados a
reconocer que toda la información que publicamos es falsa".
2)
La nota anterior debe ser publicada en el mismo lugar, con el mismo despliegue
gráfico y acompañada de la misma foto.
3)
Como la equidad implica que la rectificación se haga en un número de edición de
la revista de por lo menos de igual tiraje de circulación, solicitó que se
ordenara a certificar bajo declaración juramentada a los siguientes
representantes legales:
a)
A Editorial Tempora Editores, donde se imprime la revista, para que dijera el
número de ejemplares que se imprimieron de la edición 3.878 del 25 de mayo de
l992.
b)
A Distribuidores Unidas S.A., empresa que distribuye la revista, para que
dijera el número de ejemplares que se vendieron de la edición arriba señalada.
c)
A Inversiones Cromos S.A., Editora de la revista, para que dijera que lo
solicitado anteriormente es absolutamente exacto. Y, que dichos representantes
legales, hagan exactamente lo mismo en la edición o ediciones en las que se
publicara la rectificación.
d)
En el evento que el tiraje y circulación de la edición de la revista Cromos, en
la cual se publique la rectificación fuere inferior a la circulación del día 25
de mayo de l992, se solicitó una nueva publicación de la misma.
e)
Y por último pidió que se señalara el nombre de las personas responsables de la
publicación conforme a la ley, dado que no apareció en la revista de tal fecha.
En
curso el proceso de tutela, Mireya Durán Uribe, actuando como Agente Oficiosa
de Derechos Ajenos, envió un oficio a la Sociedad Inversiones Cromos S.A.,
donde le solicitó a ese medio de comunicación, se sirviera rectificar la nota
que motivó la acción, nota que fue la misma que el accionante, Felipe López
Caballero acompañó en su escrito de tutela. El oficio de la señora Durán Uribe,
fue publicado en la revista 3882 del 22 de junio pasado.
D.
ACTUACION PROCESAL.
Dentro
del expediente correspondiente a la acción de tutela, se aportaron como pruebas
los siguientes documentos:
Un
ejemplar de la edición No. 3.878 de mayo 25 de l992 de la revista Cromos;
certificación expedida por el representante legal de la Compañía de Fomento
Cinematográfico -Focine-, en donde manifiesta que el crédito contraido por
producciones Casa Blanca fue cancelado en su totalidad desde el mes de octubre
de l989.
El
Despacho judicial de conocimiento de la acción de tutela, lo fue el Juzgado 24
Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, el cual dictó un auto para que el accionante
subsanara la solicitud de tutela respecto a lo siguiente:
1.
Expresar el nombre o nombres, si es posible, de Inversiones Cromos S.A.
2.
Aportar la prueba o expresar donde se encuentra, además, la existencia y
representación de la precitada sociedad.
3.
Indicar el lugar de trabajo o de habitación del representante de la misma
persona jurídica, para efecto de las notificaciones.
Cuatro
días después de dictado el auto anterior, Mireya Uribe actuó como agente de
derechos ajenos a nombre de Felipe López Caballero y aportó los siguientes
elementos probatorios:
Copia
de escrito de mayo 25 de l992, dirigido por Javier Cortázar Mora, Gerente de la
Compañía de Fomento Cinematográfico -Focine- en la que dismintió la versión que
publicó la revista Cromos el 25 de mayo de l992; un ejemplar de la edición de
junio 1o. de l992 de la Revista Cromos.
Posteriormente,
Diego Muñoz Tamayo, también actuó como agente de derechos ajenos en favor de
Felipe López Caballero por encontrarse este último fuera del país, y en escrito
dirigido al Juzgado presentó los siguientes documentos:
Certificado
de existencia y representación de Inversiones Cromos S.A., editora de la
revista Cromos, expedida por la Cámara de Comercio de Bogotá; certificado de
existencia y representación de Tempora impresora S.A., sociedad que imprime la
revista; certificado de existencia y representación de Distribuidores Unidas
S.A., Sociedad encargada de la distribución. En ese mismo escrito señaló el
nombre del representante legal de cada sociedad, así como sus respectivas
direcciones para efectos de las notificaciones.
El
10 de junio de l992, el Juzgado 24 Civil del Circuito de esta misma ciudad,
adentró la solicitud de acción de tutela con agenciamiento de derechos ajenos,
y de conformidad con el artículo 19 del decreto 2591 de l991 se decretaron las
siguientes pruebas:
1.
Edición 3.878 de la Revista Cromos Página 8, especialmente el artículo en
cuestión; la nota del 26 de mayo de l991 suscrita por el Gerente de Focine a
Cromos autenticada ante Notario; edición 3.879 de junio 1o. de l992;
certificado de existencia y representación de Inversiones Cromos S.A., Tempora
Impresiones S.A. y Distribuidoras Unidas S.A.
2.
Solicitó a cada una de las entidades anteriores, para que informara bajo
juramento, respecto de las peticiones de la acción de tutela y de los derechos
constitucionales fundamentales violados.
También
solicitó a Inversiones Cromos S.A., para que dijera de quien recibió la
información y la fotografía para publicar la respectiva nota y en caso
afirmativo remitir al despacho fotocopia autenticada ante notario de la
documentación correspondiente y que manifestara si recibió la nota de 25 de
mayo de l991 dirigida por el Gerente de Focine a esa revista y afirmara si
Felipe López Caballero, solicitó rectificación de la publicación.
En
caso afirmativo, enviar copia autenticada ante Notario.
3.
Ordenó practicar inspección judicial a las oficinas o dependencias de Focine.
El
juzgado llevó a cabo la inspección judicial decretada el 10 de junio del año en
curso, en la que se solicitó copias de los siguientes documentos:
Fotocopia
de la certificación emitida por la Cámara de Comercio de Santafé de Bogotá
sobre existencia y representación de la Sociedad Casablanca Limitada, del
contrato administrativo de crédito celebrado entre la Compañía Focine y
Producciones Casablanca Ltda; certificado de la junta directiva de Focine
sobre la aprobación de un crédito por la suma de 35 millones de pesos, que fue
solicitado por Felipe López Caballero; pagaré por valor de 35 millones a la
orden de Focine en donde aparece como obligado Producciones Casablanca Ltda;
comprobante de pago por la suma de 35 millones, a favor de Producciones Casablanca
y tarjeta de control contable y de crédito que Focine llevó respecto de la
obligación contractual, suscrita entre esa entidad administrativa y la sociedad
Casablanca Ltda..
El
15 de junio de l992, Diego Muñoz Tamayo actuó nuevamente como agente de derechos
ajenos en favor de Felipe López Caballero y para estos efectos dirigió memorial
al Juzgado 24 Civil del Circuito en el que presentó copia autenticada de la
nota de rectificación dirigida por la señora Carmen Mireya Durán a doña María
Elvira Bonilla, editora de la Revista Cromos.
El
16 de junio del año en curso, el juzgado recibió memorial firmado por Mauricio
Prieto Uribe en el que considera que la acción de tutela interpuesta por Felipe
López Caballero, no es procedente porque no solicitó previamente al medio, en
este caso a Inversiones Cromos S.A., la rectificación de la publicación antes
de la iniciación de la acción de tutela.
El
17 de junio de este mismo año, Diego Muñoz Tamayo dirigió un nuevo memorial al
Juzgado en el que expresó que las pruebas decretadas el 10 de junio de l992 no
fueron obedecidas por Inversiones Cromos S.A., y Distribuidoras Unidas.
Solamente Tempora Impresiones S.A., acató el mandato de la justicia.
En
consecuencia solicitó que se diera cumplimiento a las medidas previstas en el
decreto 2591 de l991 para hacer respetar las órdenes y medidas de los jueces de
la República en los procesos de tutela consagrados por el artículo 86 de la
Constitución Nacional; toda vez que a esa fecha aún perdura la violación de los
artículos 15, 20 y 21 de la Constitución Nacional, los cuales le han sido
violados a Felipe López Caballero por la Revista Cromos.
E.
FALLOS.
Sentencia
del 10 de junio de l992 proferida por el Juzgado 24 Civil del Circuito de
Santafé de Bogotá.
Decisión:
Denegó la tutela incoada por el señor Felipe López Caballero.
Consideraciones:
En
el caso sometido a estudio, no se observa que ni por iniciativa Felipe López
Caballero ni los abogados que obran como agentes de derechos ajenos, que con la
solicitud se tutela o antes de la misma, hayan acompañado documento alguno en
donde pidieran a Inversiones Cromos S.A., la rectificación respectiva,
requisito previo que está contemplado en el artículo 42 numeral 7o. del Decreto
2591 de l991, para que sea viable el amparo del derecho de rectificación. Por
esta razón, resultó prematuro el ejercicio de dicha acción y en consecuencia se
deniega.
Asímismo,
la fotocopia no auténtica firmada por el doctor Diego Muñoz Tamayo, no suple la
falta en que incurrió el accionante, toda vez que la rectificación se pidió con
posterioridad a la presentación del escrito.
Estimó
el despacho, que en casos como este, se puede acudir por acción de tutela para
pedir rectificación de informaciones inexactas o erróneas, pero previamente
debe acudirse al órgano informativo correspondiente para pedir la rectificación
y sólo cuando la rectificación no asegure la eficacia, que ella persigue cual
es la información verdadera e imparcial entonces sí se puede presentar ante los
jueces la solicitud pertinente.
Impugnación.
En
escrito dirigido al Juzgado 24 Civil del Circuito de este Distrito Capital, el
señor Felipe López Caballero impugnó el fallo de tutela de acuerdo con los
siguientes basamentos:
Refirió
que presentó la acción de tutela en la que demandó a Inversiones Cromos S.A.,
por haber publicado una nota falsa e injuriosa titulada "El Niño y el
Papa".
El
día 3 de julio de l992, su asistente personal, doña Carmen Mireya Durán, quien
actuó como agente de Derechos Ajenos, dirigió un memorial en el cual remitió
unas pruebas adicionales a la acción de tutela dentro de las cuales se
encuentra copia autenticada de la carta de rectificación de mayo 25 del año en
curso, dirigida por el señor Javier Cortazar Mora, Gerente y Representante
Legal de -Focine- a la doctora María Elvira Bonilla, en la cual desmintió la
versión publicada en la edición 3.878 por la Revista Cromos. Asímismo un
ejemplar de la revista cuyo número de edición es el 3.879 en el que no aparece
publicada la rectificación.
Con
la presentación de los documentos anteriores, quedaron cumplidos todos los
requisitos exigidos en el artículo 42, numeral 7o. del decreto 2591 de l991.
Expresa
que con la Inspección judicial que llevó a cabo el Juzgado arriba señalado
quedó demostrado que, la afirmación hecha por la revista es absolutamente
falsa. Por lo tanto el señor Juez pudo establecer que en este caso no se trató
de una afirmación que no pudo ser probada por el medio que la publicó, sino de
una que fue desvirtuada de manera rotunda por los hechos.
Que
en el memorial que dirigió el representante legal de Inversiones Cromos S.A.,
afirma que la acción de tutela es improcedente por no haberse solicitado la
nota rectificatoria.
En
el escrito anterior dicho representante no hace alusión a la nota de
rectificación enviada por el Gerente de Focine y que fue recibida por
Inversiones Cromos S.A.
Que
no obstante que el día 22 de junio de l992, en la edición 3882 de la Revista
Cromos aparece reproducida la carta enviada por Carmen Mireya Durán. La manera
como se publicó esa carta, no constituye rectificación.
El
reclamante considera que el Juez 24 Civil del Circuito de este Distrito Capital
ha violado las siguientes normas: artículo 228 de la C.N. 14, 17, 18, 20 y
numeral 7o. del artículo 42, del decreto 2591 de l991.
En
providencia de 29 de julio de l992, el Tribunal Superior de Distrito Judicial
de Santafé de Bogotá, confirmó el fallo del juzgado, con base en las siguientes
precisiones:
1.
El artículo 10 del Decreto 2591 de l991 se ocupa de reglamentar la legitimidad
e interés para ejercitar la acción de tutela, asignándola a la persona cuyos
derechos se hayan vulnerado o amenazado y para ello podrá actuar por sí misma,
a través de apoderado e inclusive de agentes de derechos ajenos cuando el
titular de esos derechos no esté en condiciones de asumir su propia defensa.
2.
El señor Felipe López Caballero, es una persona legalmente capaz y como tal en
nombre propio formuló la petición de acción de tutela para que se le protegiera
el Derecho Fundamental de la rectificación que es un derecho esencialmente
personal, que sólo puede ser ejercido por aquél a quien le ha sido vulnerado el
Derecho a la honra y al buen nombre, a raíz de una información inexacta o
errónea. El derecho a la rectificación por ser personalísimo, no puede ser
delegado y ejercido por terceras personas. Por lo tanto, el señor Felipe López
Caballero, como titular del derecho debió reclamar a la revista Cromos en forma
personal la rectificación, esto es: debió hacer una exigencia previa para
alegar que el derecho a la rectificación le fue vulnerado.
El
Tribunal al comentar el procedimiento que en su oportunidad legal ha debido
seguir el accionante en defensa de su derecho vulnerado, dijo:
3.
De la normatividad prevista en el artículo 20 de la Constitución Nacional, en
concordancia con el artículo 42 numeral 7o. del Decreto 2591, para solicitar la
rectificación de las informaciones, es obligatorio que se cumplan los
siguientes presupuestos:
a)
Que mediante un órgano de comunicación social se haya publicado una información
errónea e inexacta.
Este
primer presupuesto se cumplió, puesto que la publicación efectuada por la
Revista Cromos sobre el señor Felipe López Caballero, es errónea e inexacta.
b)
Que el afectado con esa información reclame ante la entidad responsable de la
publicación la rectificación correspondiente en forma personal y directa.
En
relación con este presupuesto, es preciso anotar que en la presente actuación
no obra prueba que permita concluir a la Sala que el señor Felipe López
Caballero haya solicitado en forma directa y personal a la Sociedad Inversiones
Cromos S.A., la rectificación de la información errónea. La solicitud fue
presentada por la asistente de presidencia, la cual según esa Corporación no
puede considerarse como prueba idónea sobre la rectificación de la información
en la cual aparece el señor Felipe López Caballero, como deudor moroso de
Focine y por tanto, él y sólo él, López Caballero, ha debido solicitar la
rectificación del caso. Precisa el Tribunal como conclusión que la Sociedad
Cromos S.A. no le ha vulnerado al accionante el derecho de rectificación,
porque este no la ha solicitado en la forma en que lo ordena el artículo 42-7
del Decreto 2591 de 1991.
Por
último señala el juez colegiado el otro presupuesto para que proceda la tutela
en el caso de rectificación, dijo:
Que
el responsable de la publicación inexacta y errónea se niegue a hacer la
rectificación solicitada o si la hace guarde debida equidad.
El
Tribunal manifestó que el señor Felipe López Caballero tuvo la intención de
solicitar la rectificación de la publicitada nota y para ello acudió a terceras
personas. Pero no lo hizo en forma directa, esto quiere decir, que no se dió cumplimiento
a la exigencia impuesta en el numeral 7o. del artículo 42 del decreto 2591 de
l991.
En
cuanto al requisito de allegar la prueba tanto de la información o la copia de
la publicación y de la rectificación impetrada, expresó el Tribunal que el presupuesto
se cumplió parcialmente, toda vez que obra la copia de la revista Cromos en la
que se hizo la publicación errónea mas no la prueba de que el actor la haya
solicitado directamente.
El
Magistrado Bernardo Morales Casas presentó salvamento de voto con base en las
siguientes consideraciones:
Critica
la providencia en la cual se dijo que el derecho a la rectificación debe
ejercerse en forma directa y personal por el interesado, cuestión que no
comparte porque si bien es cierto que el artículo 20 de la Constitución
Política de Colombia, puntualiza que "se garantiza el derecho a la
rectificación en condiciones de equidad", también lo es que el
artículo 86 de la misma obra establece para el caso específico de la acción de
tutela, los principios generales que la regulan, es decir, establece que
personas tienen derecho a la acción, ante quien se reclama, en qué momento y
lugar, el procedimiento a seguir, en el evento de la violación o amenaza de los
derechos constitucionales fundamentales que la Carta política expresamente
señala en el artículo 86.
Que
si bien es cierto que debe tenerse en cuenta el derecho procedimental, la ley
sustancial prevalece sobre la procesal, pero no la deroga, y además señala que
la ley procesal regula la aplicación ordenada del Derecho sustancial y no entra
en conflicto con éste, cuando señala términos para su reglamentación, por lo
que el Juez no puede interpretar la ley sustancial a su arbitrio.
Si
la acción de tutela la puede ejercer toda persona, por sí misma o por quien
actúe en su nombre, también el Derecho a la Rectificación lo tiene toda persona
o quien actúe en su nombre; situación esta última, en la que se coloca al
agente de derechos ajenos, conforme a la ley procesal.
Obra
la copia de la Revista Cromos en la que se hizo la publicación errónea, mas no
obra la prueba documentaria sobre que el señor Felipe López Caballero
presuntamente afectado con dicha información, haya en forma directa y personal
solicitado la rectificación pertinente a la entidad responsable.
II. COMPETENCIA.
La
Corte es competente para revisar el presente fallo de tutela y ello de
conformidad con lo prescrito en el artículo 86 inciso 2o. y 241 No. 9o. de la
Constitución Política, en concordancia con el artículo 42-7 del Decreto 2591 de
1991.
III. CONSIDERACIONES.
La
presente acción de tutela fue promovida contra la sentencia del 10 de junio de
1992 proferida por el Juzgado 24 Civil del Circuito de Santafé de Bogotá y por
el Tribunal Superior del Distrito Judicial de esta ciudad, en providencia del
29 de julio de 1992.
Se
cuestiona la información publicada por la Revista Cromos, en la sección "Runrunes"
del día 25 de mayo de 1992, publicación periodística que según los demandantes,
violan el derecho a la honra, el derecho a recibir información veraz e
imparcial y el derecho al buen nombre.
Por
esta circunstancia y de conformidad con los hechos relatados, se estima
procedentes que los puntos a tratar dentro de esta controversia jurídica son:
1. Establecer
el carácter de derecho fundamental de:
1.1 El
derecho a la honra.
1.2 El
derecho a recibir información veraz e imparcial.
1.3 El
derecho al buen nombre.
2. Si
dentro de la acción de tutela es factible el agenciamiento de
derechos ajenos.
3. Determinar
si con su informe la Revista Cromos, violó estos derechos fundamentales.
Entra
esta Corporación a desarrollar los temas propuestos en el orden lógico
señalado:
1. El
derecho a la honra, el derecho a recibir información veraz e imparcial y el
derecho al buen nombre, son derechos fundamentales.
Con
fundamento en el texto normativo de la Constitución de 1991, y en razón del
criterio formal adoptado por la ley fundamental, ha de precisarse que los
derechos citados sí se consideran como esenciales e irrenunciables para la
realización de la persona como ser social, porque además del contenido de
ellos y de su significado en la vida del hombre como parte integrante de una
comunidad, el Legislador a todos ellos los incorporó dentro del Título II
Capítulo 1 del Estatuto Superior, parte ésta que prescribe los Derechos
Fundamentales.
De
conformidad con el principio consagrado en el artículo 1o. constitucional que
define a Colombia como "un estado social de derecho", se tiene
que la máxima organización del Estado tienen como fundamento la integración de
la persona humana al entorno social donde vive para que a través de la
coexistencia pacífica y la relación con los demás seres, busque su identidad
cultural, social, económica y política, y colabore en la formación de la vida
nacional y sus instituciones.
Entre
los fines estatales se predica el de "servir a la comunidad, promover
la prosperidad general y garantizar la efectividad de los principios, derechos
y deberes consagrados en la Constitución", o sea que el epicentro de
actividades de la gestión estatal va encaminado a propiciar que el hombre sea
el actor por excelencia de vida nacional y no de cualquier manera sino como se
ha dicho en tantas oportunidades, se trata de hacer prácticos y reales esos
derechos ciudadanos en defensa de los cuales se han creado una serie de
acciones legales que como la tutela, tratan de bajar la Constitución desde las
alturas para aclimatarla en el plano de la realidad nacional.
Cuando
se trata de señalar la existencia de ciertos derechos fundamentales los cuales
se predican a través de los tratados y convenios internacionales y nuestro
Estatuto Superior, se hace imperiosa la remisión al texto de lo indicado en el
artículo 5o. de la norma de normas porque éste prescribe que el Estado reconoce
la primacía de los derechos fundamentales e inalienables de la persona,
derechos que en sentir de esta Corporación, también pueden adoptar el
calificativo de "derechos primarios", por lo que son de
aquellos que se consideran inmanentes, intrínsecos e inseparables de la
persona.
El
derecho a la honra, el derecho a la información veraz e imparcial y el derecho
al buen nombre, son derechos fundamentales porque el Constituyente así lo
estableció al consagrarlos en Capítulo pertinente. No obstante lo anterior, es
necesario, hacer un juicio de valores respecto de cada uno de ellos para
determinar su alcance, precisar su ascendencia en cuanto a las personas e
indagar respecto de la proyección de esos derechos, dentro de la vida social.
La
honra es un derecho fundamental.
La
Constitución la consagra, cuando en su artículo 21 dice:
"Se
garantiza el derecho a la honra. La Ley señalará la forma de su
protección".
Se
entiende este ordenamiento como un mandato positivo, porque en primera
instancia, el Estado debe garantizar el disfrute de la honorabilidad, es así
como la honra es propiedad intrínseca de todas las personas, derecho que toma
su valoración de conformidad con las actuaciones de cada quien en particular y de
conformidad con su manera de ser, su comportamiento en sociedad, el
desenvolvimiento en el núcleo social donde vive y con quienes comparte su
existencia hace que los demás se formen un criterio respecto de los valores
éticos, morales, sociales de su buen vivir y le valoren su condición de ser
social en un plano de igualdad dentro de los criterios objetivos de ponderación
de la dignidad humana.
El
derecho a la honra es un derecho personalísimo porque sólo se predica de los
individuos en su condición de seres sociales.
En
este sentido se ha pronunciado el doctor Antonio José Cepeda en su obra los
derechos fundamentales en la Constitución de 1991 cuando en la página 234,
expresa: "El derecho a la honra, como es fácil entrever, se predica en
forma predominante de la persona individual. No obstante lo anterior, en que
respecta al buen nombre protege de igual manera a las personas
jurídicas...".
Tan
esencial se ha considerado este derecho que el Código Penal Colombiano tipifica
ciertas conductas que atentan contra la honra como hechos punibles tal es el
caso de la calumnia y la injuria, figuras que están reprimidas en los artículos
314 y 313.
La
norma ha sido objeto de varios pronunciamientos jurisprudenciales por parte de
los máximos tribunales de justicia. La Corte Suprema de Justicia en
providencia del 1o. de julio de 1991 de la Sala de Casación Civil, dijo:
"De
igual manera el derecho a la honra (art. 21 C.N.), como aquel derecho
fundamental de las personas a recibir una valoración externa (de parte de los
demás) correlativa a su realidad (Vgr. personal, social, moral, etc.) integral
(llamada honra propiamente dicha), no solo difiere del derecho a hacerse y
poseer una valoración intrínseca conforme a sus principios (llamado derecho al
honor), sino que se encuentra condicionada a la realidad
correspondiente..."
Sobre
este derecho fundamental, la Corte Constitucional, en sentencia No. 412 de
junio 17 de 1992 se ha expresado de la siguiente manera:
"Para
nuestra Constitución y para los Pactos Internacionales sobre Derechos Humanos,
la honra es un atributo esencial e inmanente de la persona, que se deriva de su
condición y dignidad. Un bien jurídico personalísimo, de inicial arraigambre
'aristocrática', experimenta un proceso de generalización democratización o
socialización, que alcanza del mismo modo a los derechos a la intimidad, al
buen nombre, al habeas data y a la inviolabilidad de correspondencia de todas
las personas.
El
concepto de honra se debe construir desde puntos de vista valorativos y, en
consecuencia, con relación a la dignidad de la persona. Desde dicha
perspectiva la honra es un derecho de la esfera personal y se expresa en la
pretensión de respeto que corresponde a cada persona como consecuencia del
reconocimiento de su dignidad.
Aunque
honra y honor sean corrientemente considerados como sinónimos, existe una
diferencia muy clara entre ellos. Honor se refiere a un valor propio que de sí
mismo tiene la persona, independiente de la opinión ajena; en cambio la honra o
reputación es externa, llega desde afuera, como ponderación o criterio que los
demás tienen de uno, con independencia de que realmente se tenga o no honor;
uno es el concepto interno -el sentimiento interno del honor-, y otro el
concepto objetivo externo que se tiene de nosotros -honra-".
Como
derecho fundamental que es, la honra de la persona, tiene una esfera social
amplia, trasciende a un circulo grande de personas y su radio de acción y
conocimiento es proporcional a la ascendencia que la persona tiene en la
sociedad. Pero se considera importante calcular que este derecho personalísimo
es el resultado de la valoración individual que se han formado de ella,
respecto de los actos y ejecuciones que por ser acordes con la ley y los buenos
modales, le brindan la certeza a quien así se comporta de contar con la
aceptación general de los demás y le prodigan en su nombre serios y
ponderados conceptos de valoración individual que la hacen merecedora de la fe,
la confianza y la credibilidad que se ha sabido ganar en su manera de ser y con
su gestión personal.
El
derecho a recibir información veraz e imparcial.
Este
ordenamiento constitucional va referido al comportamiento profesional que debe
animar a los medios de información, los cuales en el ejercicio de sus funciones
tienen el compromiso de informar en forma veraz e imparcial a la comunidad
sobre los acontecimientos de la vida nacional e internacional. El artículo 20
expresa:
"Se
garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y
opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de
fundar medios masivos de comunicación.
Estos
son libres y tienen responsabilidad social. Se garantiza el derecho a la
rectificación en condiciones de equidad. No habrá censura".
La
norma garantiza la libertad de expresión y la difusión de pensamiento y
opiniones y la de fundar medios masivos de comunicación. Acorde con la serie
de libertades que consagra la Carta Política para reafirmar el criterio de la
prevalencia del hombre en sociedad, hacerle importante como actor y generador
de ideas en la búsqueda de alternativas para su desarrollo social, le limita
también esta libertad, en el sentido de que las informaciones deben tener dos presupuestos
básicos para su realización: que los informes periodísticos sean ajustados a
la verdad y que a través de ellos se demuestre la imparcialidad, la equidad de
la noticia. Los medios además deben cumplir con una función social cual es la
de tener bien enterados a la opinión pública de todos los sucesos o
acontecimientos que se producen en el diario transcurrir de la comunidad. Mal
pueden ellos distorsionar la realidad de los hechos porque de esta manera la
sociedad no recibiría información sino la desinformación de lo que ha
sucedido. De ahí que el mismo constituyente haya consagrado la
responsabilidad social, como consecuencia de las publicaciones, responsabilidad
que en los precisos términos en que está concebida sólo es posible establecerla,
después de producido el hechos periodístico o informativo, con el cual se haya
roto los criterios o requisitos previos de veracidad e imparcialidad de que
deben estar precedidas las actuaciones de los comunicadores o informadores de
la opinión nacional.
Cuando
la información no cumple con los requisitos previos de veracidad, es decir que
ella no se ajusta a los hechos que se reseñan o que a través de la noticia o
del informe se promuevan la parcialidad o la discriminación o se trate de
influir deliberadamente en el comportamiento de la comunidad, la norma
constitucional ha previsto un medio de defensa para el afectado porque se
consagra el derecho a la rectificación en condiciones de equidad para cualquier
persona que se crea lesionada por los informes de prensa. Para que proceda la
rectificación se requiere que a solicitud de parte interesada se haga la
petición correspondiente al medio informativo, acompañando a la petición, el
escrito de cómo desea que se le haga su rectificación. Opera aquí una especie
de recurso de reposición contra el medio informativo para que a través del
mismo se haga claridad sobre los hechos que el peticionario reclama que fueron
tergiversados y sobre los cuales espera pronta y equitativa difusión.
Con
relación al derecho a la información la Corte Suprema de Justicia en sentencia
de Sala Plena del 26 de febrero de 1988, dijo:
"Es
un derecho político dirigido a permitir formas nuevas de defensa de las
comunidades contra el despotismo, la arbitrariedad, la corrupción, los abusos y
las desviaciones de poder, y, además en cuanto tal, refuerza la vigencia de la
democracia, asegura su actualización y mejora la condición de los ciudadanos
frente a las autoridades, pues permite que estos no sólo elijan sino que las
controlan con base en la necesaria información de su gestión".
Sobre
este derecho de libertad de información existen pronunciamientos de esta Corte
Constitucional, cuando en sentencia T-512 de la Sala Tercera de Revisión con
ponencia del doctor José Gregorio Hernández Galindo, dijo:
"Debe
subrayarse en la libertad de expresión, como en los demás derechos de su misma
estirpe, el carácter de fundamental, pues su alcance y sentido
únicamente resulta explicables si se tienen como derivados de la esencial
condición racional del hombre y, por ende, anteceden a cualquier declaración
positiva que los reconozca.
Pero,
además, cuanto toca con la expresión de los pensamientos y las ideas así como
con la transmisión de informaciones, importa de modo directo, además del
individuo, a la colectividad, cuyo desarrollo e intereses están íntimamente
ligados a su preservación. De allí que esta forma de libertad haya sido
recogida desde los albores del pensamiento democrático, en las declaraciones de
derechos y en las cartas políticas, reservando para ella, de manera progresiva,
una especial protección y particular celo en su defensa.
La
Constitución Política de 1991 amplió considerablemente la concepción jurídica
de esta garantía y avanzó hacia su consagración como derecho humano que cubre,
ya no solamente la posibilidad de fundar medios periodísticos y, en general,
medios de comunicación, y de acceder a ellos para canalizar hacia la
colectividad la expresión de ideas y conceptos, sino que cobija las actividades
de investigación, y obtención de informaciones, así como el derecho de
recibirlas, a la vez que el de difundirlas, criticarlas, complementarlas y
sistematizarlas.
La
libertad de información así concebida se constituye, pues, en un derecho
fundamental cuyo ejercicio goza de protección jurídica y a la vez implica
obligaciones y responsabilidades".
El
derecho al buen nombre.
Es
un derecho personalísimo toda vez que hace referencia directa a las
valoraciones que tanto individual como colectivamente se hagan de una persona.
Este derecho esta atado a todos los actos y hechos que una persona realice para
que a través de ellos la sociedad haga un juicio de valor sobre la real
dimensión de bondades, virtudes y defectos los cuales a través de su existencia
muestra como crédito una persona. El concepto del buen nombre es exterior y
algunos tratadistas ven este derecho concatenado e íntimamente relacionado con
el derecho a la honra.
El
artículo 15 de la Constitución Nacional, dice:
"Todas
las personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen
nombre, y el Estado de respetarlos y hacerlos respetar...".
Precisa
también este artículo el derecho a la intimidad personal y familiar que busca
no dejar que trascienda al conocimiento del público, aquellos actos de su
existencia que legal y moralmente quiere conservar bajo la absoluta reserva y
completo silencio.
En
la vida del hombre hay actos públicos y privados, pero estos últimos puede
decirse se subdividen en actos que a su vez hay un circulo de personas que
conocen de ellos y por tanto no hacen parte de los denominados íntimos
personales. La intimidad hace parte de la órbita restringida familiar que por
el hecho de que sólo interesa a quienes integran esta célula social, su
conocimiento no importa o está vedado a los demás miembros de la sociedad. La
privacidad así concebida está relacionada con la privacidad íntima y por lo
tanto no puede ser objeto de la curiosidad ajena, sino que como un verdadero
secreto familiar o personal, se debe cuidar para que no traspase la barrera de
la órbita que por seguridad individual o familiar se ha asignado.
El
derecho al buen nombre es amplio en su concepción, no tiene límites en cuanto a
su aplicabilidad y por ello entre más actos puedan valorarse respecto de la
conducta de la persona, se tienen mejores elementos de juicio para ponderar su
personalidad y asignarle un puesto dentro de la escala de valoración social del
buen comportamiento que al efecto ha creado el hombre. El buen nombre, la
reputación o la buena fama, el prestigio, es la opinión que los demás seres se
han formado de un individuo, y son el reflejo adecuado y equitativo de sus
ejecuciones y logros en la esfera social donde ha convivido.
"El
derecho a gozar de un buen nombre se relaciona especialmente con la reputación
de la persona y en general con la estima, fama o valoración que se tengan de
ella en una perspectiva ética o profesional, aun cuando se pude extender hacia
otras esferas de la misma. Debe advertirse que la norma no garantiza por sí
misma un huen nombre. Este debe ser el fruto de la proyección de la persona en
la sociedad, de su méritos y virtudes. Lo que garantiza la norma es que el
nombre de la persona sea un reflejo justo y adecuado de sus actos o de sus
logros en el medio social".1
Igualmente,
esta Corte en sentencia calendada 10 de agosto del presente año, con ponencia
del H. Magistrado Jaime Sanín Greiffenstein, se refirió en los siguientes
términos respecto de este derecho fundamental:
"...El
derecho al buen nombre que el accionante reclama está instituido como
fundamental por el artículo 15 de la Carta Política, según el cual el Estado
debe respetarlo y hacerlo respetar', de lo que se deduce que obliga a todos y
en toda clase de relaciones, tanto oficiales como particulares y sean ellas
públicas o privadas; su respeto, por supuesto, es más exigente y estricto
cuando se trata de relaciones o situaciones públicas, dado el carácter del
derecho que se protege, el cual se desenvuelve muy especialmente ante una
opinión circundante más o menos amplia y comprensiva de una gran variedad de
relaciones personales...".
El
agenciamiento de derechos ajenos en la acción de tutela.
En
el caso en estudio, se presenta la solicitud de rectificación y la acción de
tutela a través de la figura jurídica del agenciamiento de derechos ajenos,
opción en derecho que se presenta cuando una persona, dentro de un negocio,
actua a nombre de otra, sin que para el caso se le haya entregado el poder o la
representación legal.
Hay
negocios o actos jurisdiccionales que por su trascendencia, requieren de poder
suficiente para tener acceso al proceso, al negocio, a la transacción
comercial. Pero también existen diligencias, administrativas, fiscales,
jurisdiccionales en las cuales sin haberse entregado poder, la ley ha
establecido que se puede actuar a nombre de terceras personas. A esta figura
se le denomina la agencia de derechos ajenos. La informalidad de la acción de
tutela, el procedimiento breve y sumario que se ha establecido para el
ejercicio de esta acción, la calidad de los derechos que se protegen a través
de la misma, son condiciones a manera de ver de esta Corte, para que el
Legislador fuera un poco elástico en cuanto al cumplimiento de formalidades
para acudir al juez de tutela.
El
artículo 10 del Decreto 2591 de 1991 que establece la legitimidad e interés
para actuar dentro del proceso titular dice:
"La
acción de tutela podrá ser ejercida, en todo momento y lugar, por cualquier
persona vulnerada o amenazada en uno de sus derechos fundamentales, quien
actuará por sí misma o a través de representante los poderes se presumirá
auténticos.
También
se pueden agenciar derechos ajenos cuando el titular de los mismos no esté en
condiciones de promover su propia acción. Cuando tal circunstancia ocurra
deberá manifestarse en la solicitud..."
Como
se observa, se puede invocar el amparo de los derechos fundamentales,
amenazados o vulnerados, personalmente o a través de representante, porque como
se precisó anteriormente, el legislador consideró que para estos eventos es más
importante el fondo que la forma y que más importante para el estado social de
derecho y para la persona que la protección real, eficiente y oportuna de sus
derechos fundamentales.
Por
otro lado cuando se prevé la oportunidad de agenciamiento de derechos ajenos
para el ejercicio de esta acción, se reafirma la voluntad de la ley de hacer
prevalecer el respecto esencialísimo de los derechos fundamentales por encima
de cualquier consideración formal. Es que la violación de los derechos
fundamentales por parte de las autoridades o por causa o con ocasión de una
actividad particular, de aquellas que están señaladas en el artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991, pone en entredicho, el respeto que las autoridades legítimamente
constituidas deben brindarle a las personas e igualmente el acatamiento y
reconocimiento que esos derechos merecen para todos los asociados, sean ellos
particulares o no.
Para
finalizar, ha de afirmarse que los derechos tutelados son aquellos que
identifican al hombre como ser social, se predican sólo respecto de su
condición intrínseca de persona, luego por esencia, si no se les protege en la
forma debida, desaparecería el estado social de derecho, porque el hombre como
su componente principal, también perdería en esas condiciones, su vigencia
histórica.
Por
estas razones bien fundadas en concepto de esta Corte, es que procede la
agencia de derechos ajenos en la acción de tutela, porque el amparo de las
instituciones estatales y en protección de la persona como ser social, es
lógico que deberán primar los aspectos sustantivos personales sobre los
preceptos formales del derecho, como regla de oro de la democracia que
armoniza la convivencia pacífica de las personas en el concierto de las naciones
civilizadas.
El
informe Runrunes de la Revista Cromos S.A., frente al derecho a la honra.
Como
se vió en el Capítulo de antecedentes, la presente acción de tutela fue incoada
por Felipe López Caballero, contra Inversiones Cromos S.A., por la publicación
que aparece en la Revista Cromos número 3878 de mayo 25 de 1992 en la Sección
Runrunes, páginas 8 y 9, bajo el subtítulo El Niño y El Papa, cuyo texto se
transcribe:
"Va
a reabrirse la investigación sobre los créditos que Focine le concediera a la
productora de la película El Niño y El Papa de propiedad de Felipe López
Caballero, la cual quedó debiendo más de cien millones de pesos de aquella
época, que hoy equivalen a unas de quinientos sesenta millones de pesos, lo que
no se entiende es que el Estado sea tan lento para cobrar sus dineros que en
algo alivian el déficit fiscal".
En
esa misma fecha, el señor López Caballero presentó la acción de tutela, según
él, porque le habían violado el derecho a la honra que consagra el artículo 21
de la Constitución Nacional, el derecho a la información veraz e imparcial que
señala el artículo 20 y el derecho al buen nombre que determina el artículo 15
del Estatuto Superior.
Como
lo expresa el doctor Mario Madrid Malo en su obra los Derechos Fundamentales,
página 215, "conforme al segundo inciso del artículo 2o. de la
Constitución, la honra es uno de los valores eminentes para cuya protección
están instituidas las autoridades de la República. Con la vida y la libertad
la honra integra el grupo de aquellos intereses jurídicos originarios cuyo
contenido esencial está preservado constitucionalmente por un rígido perímetro
de intangibilidad, pues los tres son bienes que toman el propio ser del
hombre".
Cuando
se manifiesta que la honra es una percepción o trascendencia exterior que los
demás se han formado de la persona, quiere esto significar que la valoración
que los demás hagan del comportamiento individual, debe estar sometida a un
criterio de valoración objetiva sin que para los efectos de esa valoración, se
tenga en cuenta otros criterios que hagan variar la realidad de ese
reconocimiento social que cada quien en particular merece.
En
el caso de la publicación señalada, esta no es cierta de conformidad con la
prueba documental que para el efecto expidió Javier Cortázar Mora, Gerente de
Focine, según oficio del 25 de mayo de 1991, lo que demuestra que la
publicación, no se ajusta a la realidad, es por lo que puede desacreditar al
quejoso ante la opinión nacional.
Los
medios periodísticos tienen una cobertura amplia de difusión y los hechos
descritos en ellos, que se dan a conocer de la opinión pública, además de estar
precedidos de la buena fe, propia de un medio de comunicación, debe estar
sometidos a los principios de veracidad y al de equidad. Porque la misma
Constitución señala que la prensa como fuente de información tiene la
obligación de reseñar los actos informativos sin alterar la verdad de los
acontecimientos e igualmente que la noticia no se considere como causa de
beneficio para unos, en detrimento de los demás.
Por
otro lado la responsabilidad social de la prensa hace que ésta sea seria, por
lo que sus actos sólo pueden ser controlados en forma posterior, cuando ya el
daño se ha causado, en detrimento del buen nombre y la honra de las personas que
por cualquier motivo son objeto de las publicaciones realizadas por los medios
de difusión. No en vano a la prensa se le llama cuarto poder, porque este medio
es de fácil acceso a toda la comunidad y goza de gran influencia nacional y se
consideran en gran parte, ciertas las apreciaciones que divulguen los
encargados de la información.
En
relación con la violación del derecho al buen nombre, cierto es también que
éste por razón lógica se encuentra estrechamente vinculado con el de la honra.
Aquél que equivale a la reputación o la buena fama, es el juicio favorable que
la opinión pública se ha formado de una persona y que por tanto no les permite
a los demás su difamación, detracción o ultraje, por lo que ha de afirmarse
que en el caso en estudio, ha de tutelarse debidamente el derecho fundamental
al buen nombre.
El
peticionario solicitó a través del juzgado que se rectificara la versión
periodística, sin que previamente hubiera cumplido con el requisito que
establece el Decreto 2591 de 1991 en su artículo 42 No. 7o., el cual establece:
"Cuando
se solicite rectificación de informaciones inexactas o erróneas. En este caso
se deberá anexar la transcripción de la información o la copia de la
publicación y de la rectificación solicitada que no fue publicada en
condiciones que aseguren la eficacia de la misma".
Norma
que le da la oportunidad al reclamante para exigir la rectificación en la forma
y términos en que él lo desea, con el objetivo que la comunicación así
publicada, llegue a producir los efectos que de ella se esperan, como lo son el
de rescatar la honra y el buen nombre lesionados, como consecuencia de la
publicación que está siendo cuestionada.
Es
preciso anotar que antes de haberse presentado esta acción litigiosa, como se
dijo, no se había solicitado el requerimiento de la nueva publicación. Mas a
pesar de ello, en el transcurso en que el Juzgado Veinticuatro Civil del
Circuito adelantó el proceso de tutela, Mireya Durán Uribe en nombre del doctor
Felipe López Caballero, envió a la Sociedad Inversiones Cromos S.A., una carta
en la cual le solicitó a esa empresa se hiciera la rectificación, carta fechada
el día 2 de junio, la cual aparece publicada en la Revista Número 3882 del 22
de junio pasado, situación con la que el demandado en este caso, a juicio de la
Corte, cumplió a medias con la rectificación solicitada, porque se limitó a
transcribir dicha misiva sin asumir de su parte la responsabilidad de la
rectificación como asunto propio.
Es
decir que la Sociedad Inversiones Cromos S.A. quiso y creyó haber satisfecho el
requerimiento que se le hizo de publicar la rectificación del quejoso,
presentada por agente oficioso, vertiendo en la Revista Cromos el texto
completo de ella. Pero sucede, según las apreciaciones que hace esta Sala, que
ello no es suficiente, porque ella ha de responder directamente por sus
afirmaciones y así ha de presentarlo ante el público.
Por
todo lo dicho, en esta providencia habrá de ordenarse la publicación
debidamente.
En
mérito de lo expuesto, la Sala de Revisión de Tutelas de la Corte
Constitucional, administrando justicia en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
F A L
L A :
Primero: Revocar
las
sentencias del Juzgado 24 Civil del Circuito y de la Sala Civil del Tribunal
Superior de Santafé de Bogotá, D.C., de 18 de junio y de 29 de julio de 1992,
respectivamente, por medio de las cuales no ampararon los derechos a Felipe
López Caballero.
Segundo: Tutelar
los derechos a la honra y el buen nombre de Felipe López Caballero y ordenar a
la Sociedad Inversiones Cromos S. A. una vez surtida la notificación de la
presente sentencia al representante legal de ésta, que proceda a publicar en su
próxima edición, con el mismo despliegue gráfico, la misma foto y demás
condiciones, el texto de la nota que dice:
"Título:
Pedimos excusas.
Texto:
En nuestra edición No. 3.878 de mayo 25 de l992 publicamos una nota titulada EL
NIÑO Y EL PAPA en la que acusábamos a la productora de la película "EL
NIÑO Y EL PAPA" (sic) de propiedad de Felipe López Caballero de haber
quedado debiendo más de 100 millones de pesos de aquella época, que hoy
equivalen, según nuestros cálculos a más de 560 millones de pesos. Quisieramos
por medio de esta nota pedirle disculpas al doctor López Caballero puesto que
después de recibir la información pertinente de Focine, nos vemos obligados a
reconocer que toda la información es falsa".
Tercero: La
Sociedad Inversiones Cromos S.A., deberá imprimir un mínimo de 27.539
ejemplares de la revista donde se haga la publicación, en cumplimiento del
principio de la equidad, señalado en el inciso final del artículo 20 de la
Constitución Nacional, y para asegurar la eficacia de la rectificación, como lo
expresa el artículo 42-7 del Decreto 2591 de 1991.
Cuarto: Comunicar
al Juzgado 24 Civil del Circuito de Santafé de Bogotá, D.C. la presente
decisión, para que sea notificada a las partes, conforme a lo dispuesto en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991, con entrega de copia de esta sentencia.
COMUNIQUESE
Y NOTIFIQUESE
SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ
Magistrado
CIRO
ANGARITA BARON JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
Magistrado Magistrado
MARTHA
V. SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria
General
1 Los Derechos Fundamentales en la Constitución de 1991. Derecho a la
Honra. Manuel José Cepeda. Librería Temis. Pág. 233. |
193 | T-604-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-604/92
SERVICIO PUBLICO
DE TRANSPORTE
La trascendental
importancia económica y social del transporte se refleja en el tratamiento de
los servicios públicos hecha por el constituyente. Los servicios públicos son
inherentes a la finalidad social del Estado - uno de cuyos fines esenciales es
promover la prosperidad general-, factor que justifica la intervención del
Estado en la actividad transportadora con miras a "racionalizar la
economía con el fin de conseguir el mejoramiento de la calidad de vida de los
habitantes, la distribución equitativa de las oportunidades y los beneficios
del desarrollo ..." A nivel del individuo, el transporte es un instrumento
de efectividad de los derechos fundamentales. La íntima conexidad entre el
derecho al servicio público del transporte con los derechos al trabajo a la
enseñanza, a la libre circulación y, en general, al libre desarrollo de la
personalidad, hace predicable a éstos últimos la protección constitucional del
artículo 86 de la Constitución cuando su desconocimiento se traduce en una
inmediata vulneración o amenaza de los mencionados derechos.
PARTICIPACION
CIUDADANA
En materia
constitucional las normas jurídicas anteriores a la Constitución deben
interpretarse en concordancia con los mandatos superiores de la Carta. El valor
normativo de la Constitución impone al intérprete que aplica disposiciones
jurídicas pre-constitucionales el deber de integrar armónicamente los diversos
ordenamientos. La participación de todos en las decisiones que los afectan y en
la vida económica, política, administrativa y cultural de la Nación es un fin
esencial del Estado. Tratándose del transporte público de pasajeros en zonas urbanas,
los usuarios del servicio tienen derecho a expresar su opinión y la autoridad
el deber de atender sus peticiones cada vez que una decisión administrativa de
modificación de las rutas pueda afectar sus intereses.
EMPRESAS DE
TRANSPORTE-Usuarios
Tratándose de
servicios públicos, con mucha mayor razón la función social de la empresa es un
postulado constitucional que implica obligaciones para las empresas
concesionarias o proveedoras de la respectiva prestación. Los transportadores
particulares deben tener en cuenta que del cumplimiento responsable - continuo
y regular - del transporte depende la adecuada prestación de este servicio
público. El incumplimiento de las obligaciones por parte de la empresa
transportadora es sancionado por la ley, pudiendo la autoridad competente
imponer multas, suspender o cancelar la licencia de funcionamiento, según la
gravedad del hecho. Los derechos al trabajo, al estudio, a la libre
circulación, a la recreación y al libre desarrollo de la personalidad resultan
amenazados como consecuencia de la prestación discontinua e irregular del
servicio de transporte.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES/INDEFENSION
No siendo el
transporte un servicio domiciliario, las empresas que lo prestan no estarían
sujetas al ejercicio de acciones de tutela. No obstante, el legislador ha
previsto la procedencia de este mecanismo de protección de derechos
fundamentales contra organizaciones privadas, contra quien las controle o sea
su beneficiario real, siempre y cuando el solicitante tenga una relación de
subordinación o indefensión con tal organización. El usuario de una ruta de
transporte público urbano que se ve privado del servicio y con ello desmejorado
en su capacidad efectiva de movilización puede recurrir a la autoridad
administrativa para que, de comprobarse el incumplimiento, se proceda a
sancionar a la empresa responsable. La situación de indefensión se concreta,
sin embargo, cuando la administración no toma los correctivos a tiempo o la
organización privada no corrige materialmente las irregularidades en la
prestación.
DICIEMBRE 14 DE 1992
REF: Expediente
T-4616
Actor: ALFREDO
VALDIVIESO BARRERA
Magistrado
Ponente:
Dr.EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-4616 adelantado por el señor ALFREDO VALDIVIESO BARRERA contra la
Alcaldía Metropolitana de Bucaramanga, la Dirección de Tránsito de esa ciudad,
y las empresas UNITRANSA S.A. Y COTRANDER S.A.
A N T E C E D E N T E S
1. En su doble
condición de habitante del barrio "Manuela Beltrán" de la ciudad de
Bucaramanga y Presidente de la Junta Directiva Comunera del mismo barrio, el
señor ALFREDO VALDIVIESO BARRERA interpuso, el 8 de julio de 1992, acción de
tutela contra el Alcalde de Bucaramanga, la Dirección de Tránsito de esa ciudad
y las empresas de transporte urbano de pasajeros UNITRANSA S.A. y COTRANDER
S.A.. El accionante invocó como vulnerado el derecho a la prestación del
servicio público de transporte urbano y solicitó que se ordenara a las
autoridades acusadas el restablecimiento de una ruta de buses que atendiera las
necesidades de su barrio.
2. El señor
VALDIVIESO BARRERA manifiesta que por requerimientos directos de los habitantes
del barrio Manuela Beltrán tanto las autoridades municipales como la empresa
UNITRANSA S.A habían accedido a prestar el servicio público de transporte al
barrio. Según su versión, ese servicio había sido prestado de manera continua
hasta el 10 de agosto de 1991, fecha en la cual UNITRANSA S.A. había variado la
ruta. Agregó haberse quejado ante la Alcaldía de Bucaramanga, ante la Dirección
de Tránsito de esa ciudad y ante el Personero Municipal por considerar que con
ese hecho se le privaba a él y a la comunidad de un servicio público básico,
sin que hubiera obtenido de esas autoridades respuesta alguna.
El señor VALDIVIESO
BARRERA entabló la acción de tutela con fundamento en el inciso quinto del
artículo 86 de la Constitución, el cual autoriza su ejercicio contra
particulares encargados de la prestación de un servicio público o cuya conducta
afecte grave y directamente el interés colectivo, o respecto de quienes el
solicitante se encuentre en estado de subordinación o indefensión.
Finalmente, el
peticionario advierte que la ruta Igzabelar-Mutis, prestada por la empresa
COTRANDER S.A. también había sido recientemente variada, dejando a las familias
del barrio Manuela Beltrán "en la orfandad total de servicio".
3. La Juez Primero
Civil Municipal de Bucaramanga, a quien correspondió el conocimiento del
asunto, solicitó a las partes demandadas la prueba de las autorizaciones
relativas a la modificación de las rutas. El apoderado de la empresa COTRANDER
S.A. se hizo presente y allegó al expediente copia del Decreto No. 028 de julio
1o. de 1992, mediante el cual el Alcalde de Bucaramanga, invocando facultades
conferidas por los Decretos 80 de 1987 de 1990 y por la Ordenanza 010 de 1988,
autorizaba a la empresa COTRANDER Ltda. la modificación del recorrido de la
ruta Igzabelar-Mutis-Carrera 33 -Uis- Viceversa. Según se lee de la descripción
del recorrido hecha en el mencionado decreto, la nueva ruta autorizada a
COTRANDER S.A. no sirve al barrio Manuela Beltrán, mientras que la ruta
modificada lo cruzaba en dos oportunidades.
En su escrito, el
apoderado de COTRANDER S.A. solicita al juez de tutela denegar las pretensiones
del señor VALDIVIESO BARRERA. Fundamenta su oposición en la estricta legalidad
del acto del Alcalde de Bucaramanga. Agrega que el acto acusado tiene carácter
general, impersonal y abstracto, y consulta el interés de "toda la
comunidad de Bucaramanga y no de una persona o grupo determinado".
Sostiene además, que la acción de tutela sólo procede para proteger
"derechos inmanentes" al individuo como persona, requisito que no
cumple el derecho invocado por el señor VALDIVIESO.
4. El Juzgado
Primero Civil Municipal de Bucaramanga, mediante sentencia del veinticuatro
(24) de julio de 1992, denegó la tutela solicitada. Como fundamento de su
decisión, el fallador considera que los derechos constitucionales fundamentales
se definen en el título II, Capítulo 1o., de la Constitución, "y no son
otros que los derechos intrínsecos y naturales del individuo como
persona", de suerte que el derecho al servicio público de transporte no
goza de ese rango. El juez de tutela considera, que el carácter de derecho
oneroso que detenta la prestación del servicio público de transporte, "lo
despoja de la característica de fundamental constitucional que de acuerdo con
el Decreto 2591 de 1991, son los derechos contra los cuales es procedente la
tutela."
5. No impugnada la
anterior decisión, el expediente de tutela fue remitido a la Corte
Constitucional para su eventual revisión y, previas selección y reparto,
correspondió a la Sala Segunda su conocimiento.
De la práctica de
las pruebas decretadas por esta Corte se pudo comprobar que en el barrio
Manuela Beltrán, integrado aproximadamente por 550 familias, de estrato
socioeconómico medio-bajo y cuyos miembros laboralmente activos están
vinculados en su mayoría a la construcción - barrio obrero -, se prestaba el
servicio de transporte urbano por parte de las empresas COTRANDER, UNITRANSA y
TRANSCOLOMBIANA hasta la modificación de las rutas ocurrida en 1991.
En efecto, la
Alcaldía de Bucaramanga, previo concepto favorable de la Dirección de Tránsito,
autorizó a las empresas COTRANDER y UNITRANSA respectivamente, a la
modificación de sus rutas con fundamento en el Decreto 1787 de 1990 y la
ordenanza 010 de 1988.
La empresa
Cooperativa de Transportes de Santander - COTRANDER LTDA. - solicitó a mediados
de 1991 a la Alcaldía de Bucaramanga la reestructuración de su ruta
IGSABELLAR-MUTIS-CARRERA 33 - VICEVERSA para "prestar el servicio de
transporte urbano al Terminal de Transportes", "suprimir la salida a
la autopista por ser bastante congestionada" e "integrar a los
barrios Floridablanca y el Jardín del Limoncito con el Terminal". La
Dirección de Transportes de la misma ciudad, recomendó autorizar la
modificación solicitada por medio de los oficios Nos. ST-074-92 y 083-92. La
Alcaldía de Bucaramanga, en desarrollo de las facultades otorgadas por el
Decreto 1787 de 1990 y mediante resolución 028 de julio 1 de 1992, autorizó a
la empresa COTRANDER LTDA la modificación del recorrido, sin entrar al barrio
Manuela Beltrán y sólo interceptando su cabecera.
De otra parte, la
empresa Unión Santandereana de Transportes Urbanos, - UNITRANSA S.A. -,
solicitó igualmente a la Alcaldía de Bucaramanga a principios del año 1992 la
modificación de su ruta "Cuña Brisas de Malpaso - Manuela Beltrán - Centro
- Estadio - viceversa" . La Dirección de Tránsito de esa ciudad, mediante
concepto técnico de marzo 27 de 1992, oficio ST 046-92, recomendó autorizar la
modificación solicitada. Sin embargo, la Alcaldía de Bucaramanga, por
intermedio de su oficina de transportes se abstuvo de autorizar la
modificación, debido a las quejas elevadas por los representantes del barrio
Manuela Beltrán quiénes expresaron su inconformidad con la modificación. Al
respecto el señor Benjamín Gutiérrez, Jefe de la Oficina de Transportes de la
Alcaldía de Bucaramanga expresó:
"La actual
administración conocidas las quejas presentadas por los representantes del
Barrio Manuela Beltrán realizó diferentes diligencias con el fin de atender y
solucionar su queja. En compañía del Señor Gerente de Unitransa visité el
sector llegando al acuerdo de que la ruta BRISAS DE MALPASO-MANUELA
BELTRAN-CENTRO-ESTADIO-VICEVERSA no dejará de servir el Barrio Manuela Beltrán
tal como lo proponía la empresa Unitransa. Este acuerdo fue de conocimiento del
señor ALFREDO VALDIVIESO, quien verbalmente lo aprobó. Con fecha 13 de
noviembre de 1992, el Alcalde Metropolitano de Bucaramanga, expidió el decreto
Metropolitano 0062 de 1992 mediante el cual se autorizó la modificación del
recorrido antes mencionado cubriendo como ya se dijo el Barrio Manuela Beltrán.
La modificación es importante por cuanto se llevó el servicio hasta el Barrio
EL PORVENIR construido en el presente año".
Obra en el proceso
que el Gerente de Unitransa S.A., señor Miguel Angel Beltrán Quintero,
solicitó, mediante oficio 071 de agosto 25 de 1992, a la oficina de transporte
de la Alcaldía de Bucaramanga la inclusión del Barrio Manuela Beltrán en la
modificación de la ruta. Por concepto técnico de la Dirección de Tránsito,
oficio ST 129-92 de septiembre 23 de 1992, se recomendó autorizar la inclusión
del referido barrio en la ruta a modificar, concretándose finalmente la
autorización de la Alcaldía Municipal en el Decreto 0062 de noviembre 13 de 1992.
Por su parte, el despachador de la empresa UNITRANSA S.A., justificó el envío
ocasional de buses al barrio Manuela Beltrán en la baja afluencia de pasajeros
en ese trayecto y en la negativa de algunos usuarios de utilizar los
automotores que ingresan al sector para evitar dilaciones en el recorrido.
Respecto de la
empresa Transcolombiana S.A., no se presentó solicitud alguna de modificación
de sus rutas y, hasta el momento, viene prestando regularmente su servicio de
transporte al barrio Manuela Beltrán.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
Significado del
transporte público y derechos fundamentales del usuario
1. El fallo revisado
funda la decisión denegatoria de la tutela en que el transporte público no
tiene el carácter de derecho fundamental por no estar incluido expresamente en
el título II, capítulo 1o. de la Constitución. Con esta argumentación el
juzgador hace caso omiso de la doctrina constitucional sobre el criterio de
fundamentalidad1 y elude profundizar si en la situación
concreta del ciudadano accionante se presentó una vulneración o amenaza de sus
derechos fundamentales.
El fenómeno de la
ciudad - su tamaño y distribución - hace del transporte público urbano un
medio indispensable para ciertos estratos de la sociedad, en particular
aquellos que viven en las zonas marginales y carecen de otra forma de
movilización. De la capacidad efectiva de superar distancias puede depender la
estabilidad del trabajo, el acceso y la permanencia en el sistema educativo, el
ejercicio de la iniciativa privada y, en general, el libre desarrollo de la
personalidad.
De otra parte, la
complejidad del mundo moderno hace que el tiempo y el espacio individuales se
conviertan en formas de poder social. Tiempo y espacio son elementos cruciales
para la búsqueda de bienestar y progreso en las sociedades de economía
capitalista. La necesidad de trascender la distancia entre los sitios de
habitación, trabajo, estudio, mercado, etc, en el menor tiempo y costo
posibles, coloca al ciudadano carente de medios de transporte propios, a merced
del Estado o de los particulares que prestan este servicio. La potencialidad de
afectar la vida diaria del usuario por parte de las empresas transportadoras explica
la mayor responsabilidad social y jurídica exigible a éstas y el estricto
control de las autoridades con el fin de garantizar la prestación adecuada del
servicio.
La disparidad de
poder entre el Estado o la organización privada transportadora y el individuo
se reduce cuando el alcance de los mecanismos de protección constitucional de
los derechos - v.gr. la acción de tutela - se extiende en su aplicación a
relaciones de indefensión como la descrita. El juez constitucional tiene la
función social de atender los reclamos ciudadanos y asegurar que sus derechos
fundamentales no sean vulnerados.
Relevancia
constitucional del servicio de transporte
2. Los transportes,
y los avances tecnológicos que diariamente los transforman, han posibilitado el
progreso social y el crecimiento económico. La organización del sistema de
transporte condiciona gran parte del intercambio económico y social. La fuerza
de estructuración económica que posee el transporte público permite, cuando se
accede al servicio, participar de la prosperidad general. Su carencia, en
cambio, compromete un estándar mínimo de la existencia.
La administración
equilibrada y justa de la riqueza puede verse afectada por errores o falta de
planeación del transporte público que, siendo un instrumento clave del
desarrollo, tiene una incidencia directa sobre el goce efectivo de los derechos
fundamentales.
La trascendental
importancia económica y social del transporte se refleja en el tratamiento de
los servicios públicos hecha por el constituyente. Los servicios públicos son
inherentes a la finalidad social del Estado (CP art. 365) - uno de cuyos fines
esenciales es promover la prosperidad general (CP art. 2) -, factor que
justifica la intervención del Estado en la actividad transportadora con miras a
"racionalizar la economía con el fin de conseguir el mejoramiento de la
calidad de vida de los habitantes, la distribución equitativa de las
oportunidades y los beneficios del desarrollo ..." (CP art. 334).
A nivel del
individuo, el transporte es un instrumento de efectividad de los derechos
fundamentales. La íntima conexidad entre el derecho al servicio público del
transporte con los derechos al trabajo (CP art. 25) a la enseñanza (CP art.
27), a la libre circulación (CP art. 24) y, en general, al libre desarrollo de
la personalidad (CP art. 16), hace predicable a éstos últimos la protección
constitucional del artículo 86 de la Constitución cuando su desconocimiento se
traduce en una inmediata vulneración o amenaza de los mencionados derechos.
Regulación
jurídica del transporte
3. El transporte es
una actividad comercial que tradicionalmente ha sido considerada un servicio
público en atención a su trascendencia para el desarrollo económico y social de
la comunidad (CP arts. 78, 334 y 365 a 370).
En relación con la
noción de los servicios públicos, esta Sala ya se había pronunciado con
anterioridad en los siguientes términos:
"Los servicios
públicos son el medio por el cual el Estado realiza los fines esenciales de
servir a la comunidad, promover la prosperidad general y garantizar la
efectividad de los principios derechos y deberes constitucionales (CP art. 2).
El sentido y razón de ser de los poderes constituidos es el servicio a la
comunidad, la satisfacción de sus necesidades y la protección de los derechos
individuales de sus miembros.
"La idea de
servicio público es el medio para avanzar rápidamente al Estado social y
democrático de derecho, en forma pacífica y sin traumas para los grupos de
interés que detentan posiciones de ventaja respecto de los sectores
mayoritarios de la sociedad con necesidades insatisfechas.
"Los servicios
públicos como instancia y técnica de legitimación no son fruto de la decisión
discrecional del poder público sino aplicación concreta del principio fundamental
de la solidaridad social (CP arts. 1 y 2). A través de la noción de servicio
público el Estado tiene el principal instrumento para alcanzar la justicia
social y promover condiciones de igualdad real y efectiva. Su prestación
comporta una transferencia de bienes económicos y sociales con base en el
principio de justicia redistributiva que, mediante el pago discriminado de los
servicios públicos según estratos y en función de la capacidad económica del
usuario, permite un cubrimiento a sectores marginados que, en otras
circunstancias, no tendrían acceso a los beneficios del desarrollo económico.
De esta forma se garantizan las condiciones materiales para el libre desarrollo
de la personalidad (CP art. 16) y para la consecución de una igualdad real y
efectiva (CP art. 13) de toda la población".2
La prestación del
servicio público de transporte es regulada por ley (CP art. 150-23), pero la
Constitución reserva a las Asambleas Departamentales la posibilidad de expedir
normas sobre la materia (CP art. 300).
Con anterioridad a
la Constitución de 1991 ya existía una regulación del transporte, la cual debe
ser interpretada y aplicada a la luz de los nuevos preceptos constitucionales.
En efecto, el Gobierno Nacional, en desarrollo de la descentralización
administrativa (ley 12 de 1986), mediante Decreto 80 de 1987, asignó a los
alcaldes municipales la función de otorgar, negar, modificar, cancelar y
declarar la caducidad de licencias sobre asignación de rutas y horarios para la
prestación del servicio de transporte terrestre urbano, suburbano, de pasajeros
y mixto. A su vez, el Estatuto Nacional de Transporte Público Colectivo
Municipal (D. 1787 de 1990) estableció los requisitos que debe contener la
solicitud de las empresas de transporte con el objeto de servir áreas de
operación y rutas de despacho. Para tal efecto se exige, entre otros, el
croquis de la ruta con indicación de longitud, tiempo de recorrido, paraderos,
terminales, frecuencias de despacho y características socio-económicas de la
zona de influencia. En el procedimiento de adjudicación de una ruta, la
autoridad debe estudiar las oposiciones técnicas o jurídicas ejercidas por
empresas presuntamente afectadas, y luego de resolver sobre su procedencia,
debe entrar a adjudicar o no las rutas o áreas de operación. En todo caso, la
autoridad competente conserva en todo tiempo las facultades de revocar los
permisos de rutas concedidas como consecuencia del abandono o la vacancia en el
servicio.
La modificación,
incremento o disminución de las rutas o frecuencias de despacho es una facultad
de la primera autoridad municipal y puede ser ejercida cuando las necesidades y
requerimientos técnicos, económicos y sociales así lo exijan (D. 1787 de 1990
art. 53). En el evento de hacerse oficiosamente, el acto administrativo
correspondiente debe estar precedido de un estudio técnico que será dado a
conocer a las empresas afectadas con el fin de concederles la oportunidad de
presentar sus oposiciones (D. 1787 art. 54).
En materia
constitucional las normas jurídicas anteriores a la Constitución deben
interpretarse en concordancia con los mandatos superiores de la Carta. El valor
normativo de la Constitución impone al intérprete que aplica disposiciones jurídicas
pre-constitucionales el deber de integrar armónicamente los diversos
ordenamientos.
La participación de
todos en las decisiones que los afectan y en la vida económica, política,
administrativa y cultural de la Nación es un fin esencial del Estado (CP art.
2). Tratándose del transporte público de pasajeros en zonas urbanas, los
usuarios del servicio tienen derecho a expresar su opinión (CP art. 20) y la
autoridad el deber de atender sus peticiones (CP art. 23) cada vez que una
decisión administrativa de modificación de las rutas pueda afectar sus
intereses.
Adicionalmente,
desde principios de los años setenta, la actividad del transporte comercial ha
dejado de enfocarse a nivel de la planeación urbana bajo criterios económicos y
tecnocráticos, pasando a tener en cuenta factores sociológicos y políticos. Con
la entrada en vigencia de la Constitución de 1991, la vida económica debe estar
orientada a promover la prosperidad general (CP art. 2), en particular mediante
el mejoramiento de la calidad de vida de todos los colombianos y la
distribución equitativa de las oportunidades y los beneficios del desarrollo
(CP art. 334). Se ha operado así en el campo del transporte público un cambio
desde la administración centralizada y técnica a otra descentralizada y
democrática donde las leyes del mercado pueden encontrar un punto de
confluencia con el beneficio común.
Función social de
la empresa
4. Los empresarios
privados del servicio de transporte explotan una actividad comercial de la cual
depende la efectividad de los derechos fundamentales de los usuarios. La
Constitución les garantiza la libertad de empresa y de iniciativa privada,
dentro de los límites del bien común. Pero, igualmente, les impone obligaciones
inherentes a la función social de la empresa, base del desarrollo (CP art.
333).
La empresa, ha
dejado de ser una actividad regida en forma exclusiva por normas del derecho
privado. El constituyente, consciente del papel que cumplen las empresas en la
economía moderna y de la necesidad de trascender sus objetivos más allá del
ánimo de lucro, hizo extensivo a éstas la función social que caracteriza a la
propiedad:
"Para quienes
ven en la empresa primordialmente un conjunto de bienes y servicios podría
parecer innecesario atribuirle una función social, cuando este mismo
reconocimiento se ha hecho ya de manera más general con relación al derecho de
propiedad."
"Resulta a
todas luces conveniente reconocer la vasta significación social y política
inherente a la empresa como principio fundamental para armonizar los derechos y
deberes de los diversos sujetos cuyas energías integran una verdadera comunidad
de trabajo, de innegable significación en la economía pero no menos en el
devenir ordenado de los seres humanos".3
Tratándose de
servicios públicos, con mucha mayor razón la función social de la empresa es un
postulado constitucional que implica obligaciones para las empresas
concesionarias o proveedoras de la respectiva prestación. Los transportadores
particulares deben tener en cuenta que del cumplimiento responsable - continuo
y regular - del transporte depende la adecuada prestación de este servicio
público.
En particular, la
función social de las empresas de transporte urbano de pasajeros se muestra en
la subvención de los trayectos menos rentables con los más rentables. De esta
forma, el cubrimiento de sectores o barrios socioeconómicamente deprimidos
queda garantizado, impidiendo que la situación de desventaja pueda dar lugar a
un "círculo vicioso de marginalidad" para las personas más pobres.
Principios de
regularidad y continuidad de la prestación
5. El usuario del
transporte tiene derecho a que el servicio funcione en forma regular y
continua. El concesionario de un área de operación o ruta se compromete a
prestar el servicio con la continuidad convenida - frecuencia de despacho -.
Los principios de regularidad y continuidad protegen el interés del usuario
consistente en contar con un acceso oportuno y permanente y unas reglas claras
en materia de cumplimiento del servicio público.
El incumplimiento de
las obligaciones por parte de la empresa transportadora es sancionado por la
ley, pudiendo la autoridad competente imponer multas, suspender o cancelar la
licencia de funcionamiento, según la gravedad del hecho.
De tiempo atrás, por
razones logísticas, las autoridades competentes no siempre pueden controlar
efectivamente la frecuencia y el recorrido de las diversas rutas de transporte.
Por este motivo, se hace indispensable la intervención y fiscalización
ciudadana con el fin de poner en marcha la potestad sancionatoria de la
administración, y controlar las irregularidades que afectan la regular y
continua prestación.
Por otra parte, la
consagración constitucional de la acción de tutela contra organizaciones o
empresas privadas encargadas de la prestación de un servicio público vino a
reforzar los mecanismos de control jurídico sobre las conductas u omisiones de
los particulares que pueden llegar a afectar los derechos fundamentales de los
usuarios (CP art. 86).
Incumplimiento de
la empresa transportadora y amenaza de los derechos fundamentales del usuario.
6. Examinadas las
modificaciones de rutas autorizadas por los decretos metropolitanos 028 de
julio 1o. y 062 de noviembre 13 de 1992, se encontró que el Alcalde Municipal
de Bucaramanga, en ejercicio de sus facultades legales, actuó con sujeción a
las facultades a él otorgadas por las normas sobre la materia. Gracias a la
oportuna intervención ciudadana, con anterioridad a la autorización del cambio
de ruta solicitada por la empresa UNITRANSA S.A., se logró un acuerdo entre
ésta y la administración local con el fin de prestar el servicio al barrio
Manuela Beltrán. En este orden de ideas se incluyó el mencionado sector en la
ruta "Brisas de Malpaso - Manuela Beltrán - Centro - Estadio -
Viceversa", autorizada por el decreto No. 062 del 13 de noviembre de 1992.
De la práctica de
las pruebas se pudo establecer el incumplimiento de la empresa UNITRANSA S.A.
respecto al compromiso contraido de prestar en forma continua y regular el
servicio público de transporte al Barrio Manuela Beltrán. Argumentos como la
poca afluencia de pasajeros - atendidas las circunstancias de ser un barrio
obrero que necesita el transporte principalmente en tempranas horas de la
mañana y al caer la tarde - o la renuencia de otros usuarios a tomar los buses
que ingresan al barrio, no justifican el despacho ocasional de automotores al
sector, configurándose con ello una falla en la prestación del servicio.
Los derechos al
trabajo, al estudio, a la libre circulación, a la recreación y al libre
desarrollo de la personalidad resultan amenazados como consecuencia de la
prestación discontinua e irregular del servicio de transporte. Elementos
objetivos - número de familias del barrio Manuela Beltrán, trabajo en la
actividad de la construcción de parte de sus miembros e incumplimiento del
servicio de transporte a la zona, principal medio de movilización de sus
habitantes -, son factores suficientes para concluir la existencia de una amenaza
cierta y objetiva a los derechos del señor Alfredo Valdivieso, así como los
derechos de otros miembros de su comunidad.
Concepto del
beneficiario real y relación de indefensión
7. La Constitución
contempla la procedencia de la acción de tutela contra particulares encargados
de la prestación de un servicio público (CP art. 86). La ley desarrolla esta
posibilidad en materia de educación, salud y servicios públicos domiciliarios
(D. 2591 de 1991, art. 42). En principio, no siendo el transporte un servicio
domiciliario, las empresas que lo prestan no estarían sujetas al ejercicio de
acciones de tutela. No obstante, el legislador ha previsto la procedencia de
este mecanismo de protección de derechos fundamentales contra organizaciones
privadas, contra quien las controle o sea su beneficiario real, siempre y cuando
el solicitante tenga una relación de subordinación o indefensión con tal
organización.
El usuario de una
ruta de transporte público urbano que se ve privado del servicio y con ello
desmejorado en su capacidad efectiva de movilización puede recurrir a la autoridad
administrativa para que, de comprobarse el incumplimiento, se proceda a
sancionar a la empresa responsable. La situación de indefensión se concreta,
sin embargo, cuando la administración no toma los correctivos a tiempo o la
organización privada no corrige materialmente las irregularidades en la
prestación.
En el caso
examinado, se comprobó el irregular servicio prestado al barrio Manuela Beltrán
por parte de la empresa UNITRANSA S.A., de todo lo cual sólo se vino a
notificar la autoridad local con ocasión de la presente actuación. La amenaza
de vulneración de los derechos fundamentales del señor VALDIVIESO y de la
comunidad que representa, es objetiva, lo mismo que la situación de indefensión
en que se encuentran, por lo que se procederá a revocar la sentencia revisada.
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia de julio 24
de 1992, proferida por el Juzgado Primero Civil Municipal de Bucaramanga, por
el cual se denegó la acción de tutela presentada por el señor ALFREDO
VALDIVIESO BARRERA.
SEGUNDO.-
CONCEDER la acción de
tutela solicitada y, en consecuencia, ORDENAR a la empresa UNITRANSA
S.A., por conducto de su representante legal, el cumplimiento continuo y
regular del servicio público de transporte al barrio Manuela Beltrán de la
ciudad de Bucaramanga en los estrictos y precisos términos del acto
administrativo que autorizó su prestación.
TERCERO.-
NOTIFICAR la presente
sentencia al Alcalde Municipal de Bucaramanga para que se sirva tomar las
medidas sancionatorias a que hubiere lugar.
CUARTO.- ORDENAR al Juez Primero Civil Municipal vigilar el
cumplimiento de la sentencia.
QUINTO.- LIBRESE comunicación al Juzgado Primero Civil
Municipal de Bucaramanga, con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los catorce (14) días del mes de diciembre de mil novecientos noventa y dos
(1992).
1 Corte Constitucional, Sentencia T-02 de mayo 8 de 1992.
2 Corte Constitucional. Sentencia T-540 de Septiembre 24 de 1992.
3 Gaceta Constitucional No. 80, mayo 23 de 1991. Informe Ponencia
para Primer Debate sobre Régimen Económico. Iván Marulanda y otros, pág. 20. |
194 | T-605-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-605/92
JUEZ DE TUTELA-Facultades
La sensibilidad
del juez hacia los problemas constitucionales es una virtud imprescindible en
la tarea de hacer justicia. Las decisiones jurídicas deben respetar el
principio de legalidad y a la vez ofrecer una solución real a los conflictos
sociales. En esta tarea, el sentido de la justicia y la equidad permiten hallar
el derecho. La ley, por sí misma, es siempre deficiente frente de la realidad
cambiante que está llamada a regular. Al intérprete le corresponde actualizar
su contenido según las cambiantes circunstancias históricas y sociales y dar
una aplicación correcta de las normas con la clara conciencia que su cometido
es resolver problemas y no evadirlos.
PROTECCION A LA
PRODUCCION DE ALIMENTOS/PESCA/PRINCIPIO DE DIVERSIDAD ETNICA Y CULTURAL
La actividad pesquera goza de una especial
protección constitucional y su desarrollo integral es una de las prioridades
del Estado, con miras a garantizar la producción de alimentos, en este caso, de
gran valor proteínico. Las políticas emprendidas por gobiernos anteriores para
la promoción de la pesca, actualmente tienen un claro fundamento constitucional
gracias a la consagración del derecho económico, social y cultural de los
pescadores a un desarrollo integral de su actividad. La diversidad cultural
hace relación a formas de vida y concepciones del mundo no totalmente
coincidentes con las costumbres de la mayoría de la población en aspectos de
raza, religión, lengua, economía y organización política. Los grupos humanos
que por sus características culturales no encuadran dentro del orden económico,
político y social establecido para la mayoría tienen derecho al reconocimiento
de sus diferencias con fundamento en los principios de dignidad humana,
pluralismo y protección de las minorías.
BIENES DE USO
PUBLICO/PLAYAS-Actividad
hotelera
Las playas
marítimas son bienes de uso público no susceptibles de apropiación por
particulares. En este sentido, es ilícita la conducta de cualquier persona
tendiente a apropiarse de porciones de playa mediante su cercamiento o prohibición
de acceso. Sobre la materia ya se había pronunciado esta Corte en sentencia
anterior. Los propietarios o poseedores de tierras costeras no pueden impedir
el acceso al mar a través de sus predios cuando no existen, por las
características de la zona, otras vías para llegar a la orilla. Los empresarios
que adquieren extensos terrenos aledaños a las playas con miras a ejercer
legítimamente la actividad hotelera no pueden impedir el paso al mar con el
pretexto de existir otros lugares de acceso. La carga impuesta a los habitantes
de la zona costera por esta exigencia carece de justificación constitucional y
legal.
DERECHO A LA PAZ
El derecho a la
paz -que a su vez es un deber de todos los colombianos -se ha visto seriamente
amenazado por el empleo de medidas de fuerza tendientes a impedir el uso del
único camino carreteable para acceder al mar, con el desconocimiento de la
función social inherente al derecho a la propiedad y al ejercicio de la libre
empresa.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES/INDEFENSION
La situación o
relación de indefensión en que se halla una persona debe evaluarse en concreto,
según las circunstancias particulares y en atención a los derechos
fundamentales vulnerados o amenazados por el ejercicio de posiciones de fuerza
o de poder que ostentan algunas personas o grupos sociales. La crónica
situación de abandono y de pobreza que caracteriza a personas marginadas de los
beneficios de la organización social, entre ellas los pescadores artesanales,
tiene como efecto la imposibilidad práctica de asumir una adecuada y oportuna
defensa de sus intereses y derechos. Cuando esta circunstancia amenaza la vida
misma o la integridad de personas en situación de desventaja, en particular si
se trata de menores de edad, la acción de tutela es el mecanismo idóneo para la
defensa de sus derechos fundamentales. En principio, la situación de
indefensión en que se encuentra una persona podría ser superada mediante el
ejercicio de las acciones y recursos previstos en la ley. No obstante, cuando
la inminente vulneración o amenaza de los derechos fundamentales permite la
utilización de la acción de tutela como mecanismo transitorio para evitar un
perjuicio irremediable, el juicio sobre la existencia de una situación de
indefensión debe anteceder a la evaluación de la posible disponibilidad de
otros medios de defensa judicial.
PREVALENCIA DEL
DERECHO SUSTANCIAL/ACCION DE TUTELA-Informalidad
La prevalencia
del derecho sustancial en materia de protección constitucional de los derechos
y el principio de informalidad que rige el procedimiento de tutela impiden que
debido a errores de forma en la solicitud de tutela se dejen de amparar
efectivamente los derechos de personas afectadas. La deficiencia probatoria, en
este caso, relativa a la titularidad del bien no es determinante en el proceso
ni afecta en modo alguno la parte resolutiva del fallo.
DICIEMBRE 14 DE 1992
REF: Expediente
T-4759
Actores: LUCIO
QUINTERO RINCON, JOSE TORREGROSA MERCADO
Magistrado
Ponente:
Dr.EDUARDO
CIFUENTES MUÑOZ
La Sala Segunda de
Revisión de la Corte Constitucional, integrada por los Magistrados Eduardo
Cifuentes Muñoz, José Gregorio Hernández Galindo y Alejandro Martínez
Caballero, ha pronunciado
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
la siguiente
S E N T E N C I A
En el proceso de
tutela T-4759 adelantado por los señores LUCIO QUINTERO RINCON, JOSE TORREGROSA
MERCADO contra el señor EDUARDO MENDOZA Y/O CUALQUIER PROPIETARIO DEL PREDIO
"PLAYA RICA" O "PONDORO".
A N T E C E D E N T E S
1. Los señores LUCIO
QUINTERO RINCON y JOSE TORREGROSA MERCADO, por intermedio de apoderada, en su
condición de presidentes de la Junta de Acción Comunal de la vereda de
Mendiguaca y del Comité de Pescadores de la Poza de Mendiguaca respectivamente,
interpusieron acción de tutela contra "el señor EDUARDO MENDOZA, y/o
cualquier otro ocupante, poseedor, o propietario del bien inmueble denominado
Playa Rica, antes "La Beatriz, Carmelita, Guachaca o cualquier otro",
para que se les ordenara permitir a los habitantes de la vereda de Mendiguaca
el acceso a la playa a través del predio. Invocaron como vulnerados los
derechos constitucionales a la vida (CP art. 11), a la paz (CP art. 22), al
trabajo (CP art. 25), así como, los derechos de los niños de esa comunidad,
garantizados en el artículo 44 de la Constitución.
2. Como fundamentos
de la solicitud, la apoderada de los peticionarios relató que en la vereda de
Mendiguaca, municipio de Santa Marta, habitan alrededor de quince (15) familias
cuya base de subsistencia es la actividad pesquera, ejercida en forma
artesanal. El incremento de la pesca y la posibilidad de su explotación
comercial llevaron a las familias de la zona a organizarse en el "Comité
de Pescadores la Poza de Mendihuaca", cuya personería jurídica se está
tramitando ante el Ministerio de Agricultura por conducto del "Proyecto
Desarrollo Pesquero Integral CISP-CORPAMAG", un programa Colombo-Italiano
que presta servicios de asesoría a las organizaciones que ejercen dicha actividad.
La apoderada
describió la forma en que los pobladores de Mendiguaca tenían acceso al mar:
"Para llegar al
Mar Caribe, y poder realizar sus labores pesqueras, los pobladores de
Mendiguaca atraviesan la carretera troncal del caribe, toman una vía de acceso
a la playa, que en la memoria de los habitantes y colonos de la región ha sido
tradición por más de medio siglo y que fue construido a expensas del señor
WILLIAN D. FLYE y con el trabajo de los colonos y habitantes de la
región".
Explicó que el
anterior propietario del predio permitía el paso de la comunidad a pesar de
haber construido un portón a la entrada del camino para su seguridad. Según su
escrito, el problema surgió cuando el señor EDUARDO MENDOZA adquirió el predio,
se negó a permitir el acceso a la playa y cerró el portón, con la justificación
de que allí se haría un club privado y no se podía franquear el ingreso a
"extraños", además de no ser esa la única entrada a la playa.
3. La apoderada
justificó la procedencia de la tutela en el hecho de no existir otro medio
judicial para la comunidad al ser colocados sus miembros en "una situación
de indefensión e impotencia ante la violación de los derechos del niño, y
condenación al hambre, falta de trabajo y demás en que se encuentran".
Igualmente sostuvo
que "aún cuando los afectados dispusieran de otro medio de defensa
judicial se enfrentan a un perjuicio irremediable ante la arbitrariedad a que
vienen siendo sometidos por los propietarios u ocupantes del predio objeto de
litis, por lo que solicitó la suspensión del auto violatorio de los derechos de
la comunidad".
4. Correspondió el
conocimiento de la acción al Juez Primero Civil del Circuito de Santa Marta,
quien mediante fallo del diez (10) de agosto de 1992 denegó la tutela solicitada.
El juez adujo que en
la demanda no se precisó contra quien se dirigía, "ni se identificó con
precisión el predio materia de la litis".
Además, por entender
que la finalidad de la acción interpuesta era lograr el tránsito por el predio,
declaró improcedente la tutela por existir para ello el proceso de servidumbre
(arts. 408 y 415 C.P.C.).
5. No impugnada esa
decisión, el expediente de tutela fue remitido a la Corte Constitucional para
su eventual revisión y, previo trámite de selección, correspondió a la Sala
Segunda su conocimiento.
6. Con miras a
determinar los hechos objeto de la acción de tutela, el magistrado ponente
comisionó, mediante auto de diciembre dos (2) de 1992, al magistrado auxiliar
RODOLFO ARANGO RIVADENEIRA para practicar diligencia de inspección judicial en
la vereda de Mendiguaca, municipio de Santa Marta.
De la práctica de la
diligencia se pudo establecer que la comunidad de Mendiguaca está localizada al
costado derecho de la troncal Santa Marta-Riohacha, aproximadamente a dos
kilómetros del parque natural del Tayrona. Al costado izquierdo de la troncal y
colindando con el mar se encuentran terrenos que, según los pobladores del
lugar, pertenecen al señor Ernesto Arango y a la empresa Frutesa.
La comunidad, según
afirmara el señor LUCIO QUINTERO RINCON, está compuesta por unas 140 familias y
cerca de 500 personas que viven a lo largo del rio Mendiguaca desde donde nace
hasta su desembocadura en el Mar Caribe. Su principal medio de subsistencia es
la pesca artesanal. Sus miembros recientemente organizados en un comité
pretenden mejorar la situación de pobreza de la comunidad mediante la
asistencia técnica, el empleo de nuevos métodos de pesca y la comercialización
de sus productos, actividades que vienen realizando con el apoyo del proyecto
de desarrollo pesquero integral CISP-CORPAMAG.
El camino materia
del conflicto es una vía carreteable, sin pavimentar, cuya entrada se encuentra
a unos quinientos metros de la comunidad pesquera en dirección a Riohacha. La
vía atraviesa el predio de la empresa Frutesa, así como la finca denominada
"Playa Rica" o "Pondoro" hasta llegar al mar. El camino al
penetrar a este último predio se encuentra obstaculizado por una portada de
hierro con un anuncio que reza "Propiedad Privada-Prohibido el Paso".
En la visita a la finca se observó la presencia de maquinaria pesada de
propiedad de la constructora ARCO S.A. y se pudo establecer que existe sólo un
camino carreteable de acceso al mar, entre otras razones porque los terrenos
aledaños al mar son pantanosos, además de estar cercados.
Los habitantes de la
zona, así como el señor OSCAR MENDOZA PARRA, presente en la diligencia de
inspección judicial, coincidieron en que el predio denominado "Playa
Rica" o "Pondoro", cuya portada impide el acceso al mar, es de
propiedad de señor EDUARDO MENDOZA PARRA, a la vez propietario de la empresa
CONSTRUCTORA ARCO de la ciudad de Cali. No obstante, la apoderada de los
accionantes, doctora MARGELY MORENO GARCIA, afirmó en esta misma oportunidad
que luego de algunas averiguaciones pudo establecer que el predio pertenece a
la empresa MENDIGUACA S.A., sociedad cuyo objeto comercial es la explotación de
la actividad hotelera.
Los pescadores de la
zona, entre ellos los señores HUMBERTO ANTONIO QUINTERO, VICTOR MANUEL
RODRIGUEZ, SABAS MANUEL VILLA RODRIGUEZ, GREGORIO OÑATE GONZALEZ, LUCIO
QUINTERO Y JOSE TORREGROSA relataron que el camino al mar por ellos disputado
es ancestral, ya que lo utilizaban los indígenas tayrona para embarcar sus
productos, por ser el único lugar donde el mar es profundo y calmado, atributo
éste que explica su nombre, "La Poza de Mendiguaca". Afirmaron
igualmente que el lugar aparece en mapas del Agustín Codazzi como un camino
indígena y luego militar, de embarque y desembarque. La vía carreteable fue
construida, según versión de los pescadores, en una época en que el señor
William D. Fly, propietario de extensos parajes en esa zona, recurrió al
concurso del trabajo de colonos y pescadores. Estos últimos desde entonces -
hace más de sesenta años - habían venido utilizando el camino hasta que la
finca "Playa Rica" fue adquirida por el señor Eduardo Mendoza Parra,
quien impide el acceso al mar.
Igualmente
aseveraron que el camino está en una zona muy pantanosa y es el único acceso
para los pescadores, ya que en ninguna otra parte puede pasar un vehículo hacía
el mar para entrar y sacar objetos pesados, como motores o el producto de una
pesca mayor.
El administrador de
la finca "Playa Rica" o "Pondoro", señor FRANCISCO MANUEL
GUTIERREZ PARRA, contratado por el señor Eduardo Mendoza a través de la
constructora Arco, afirmó durante la diligencia de inspección judicial haber
recibido orden de "dejar cerrado el portón de la finca y que no dejara
pasar a nadie sin autorización".
El conflicto entre
la comunidad de pescadores de Mendiguaca y los señores Mendoza se inició, según
declaración de HUMBERTO ANTONIO QUINTERO, hace cerca de ocho meses cuando CESAR
MENDOZA, anterior administrador de la finca, impidió el acceso al mar y luego
amenazó con disparar a quien ingresara en horas de la noche. El declarante
expuso que desde hace más de dos meses no transitan la vía para evitar
enfrentamientos con los trabajadores del señor Mendoza, y se han visto forzados
a penetrar al mar vadeando el río o a través de la finca aledaña con permiso de
su administrador, con el riesgo para éste de perder su trabajo. El señor
Quintero manifestó la indignación que significa para las quinientas personas
que componen la comunidad de pescadores el verse impedidas para llegar al mar y
ejercer libremente su profesión, lo cual amenaza la vida de sus hijos y de
ellos mismos, "por lo que están dispuestos a recurrir a la violencia si es
del caso para defender lo propio", además de estar respaldados por un
lider de la región.
Por su parte, el
señor JOSE TORREGROSA relató que en las reuniones celebradas en el pasado con
el señor CESAR MENDOZA, éste siempre respondió negativamente. Al respecto dijo:
"El adujo que
allí iban a hacer un sitio turístico por lo que no le convenía que ninguna
clase de gente particular transitara por el predio, ya que se podían robar
muchas cosas de valor en ese sector. En otra reunión que sostuvimos el nueve de
junio con ese señor, se comprometía de palabra a dejar transitar a los pescadores
mientras había un arreglo, pero incumplió su palabra ".
La disputa,
finalmente, se agudizó cuando el señor IVAN LATORRE, dueño de la empresa
Suministros Eléctricos del Magdalena - contratado por la firma Constructora
Arco y el señor Eduardo Mendoza para colocar postes de luz a lo largo del
camino de entrada al predio "Playa Rica" -, se vió perjudicado en la
ejecución de sus obras debido a la advertencia de los pescadores en el sentido
de impedir a toda costa su colocación.
8. La apoderada de
los peticionarios hizo llegar al expediente de tutela certificado de existencia
y representación de la sociedad MENDIGUACA S.A., expedido por la Cámara de
Comercio de Santa Marta el día cuatro de diciembre de 1992, en el que consta
que su presidente es el señor ERNESTO ARANGO QUINTANA.
FUNDAMENTOS JURIDICOS
El conflicto de
intereses planteado
1. La acción de
tutela, cuya sentencia es materia de revisión, se originó en un conflicto de
intereses entre el poseedor o propietario del denominado predio "Playa
Rica", presuntamente el señor EDUARDO MENDOZA o la constructora Arco S.A.,
y la comunidad pesquera de Mendiguaca.
La controversia
consiste básicamente en que el primero por intermedio de sus trabajadores,
impide a los pescadores el acceso al mar por el camino carreteable que cruza su
predio. El enfrentamiento, con el tiempo, ha adquirido dimensiones mayores y
amenaza con perturbar la convivencia pacífica existente hasta entonces en la
zona.
Procedencia de la
acción de tutela como mecanismo transitorio
2. El juzgador de instancia, Juez Primero
Civil del Circuito de Santa Marta, rechazó la solicitud de tutela por
considerar que no estaba plenamente identificada la persona contra quien se
dirigía la acción ni tampoco el predio objeto de la litis. Adicionalmente, el
fallador fundamentó su decisión denegatoria en la improcedencia de la tutela
"al existir otro medio de defensa judicial", en este caso, el proceso
de servidumbre (C.P.C., art. 415), ya que lo pretendido era el tránsito por el
predio.
La sensibilidad del juez hacia los
problemas constitucionales es una virtud imprescindible en la tarea de hacer
justicia. Las decisiones jurídicas deben respetar el principio de legalidad y a
la vez ofrecer una solución real a los conflictos sociales. En esta tarea, el
sentido de la justicia y la equidad permiten hallar el derecho. La ley, por sí
misma, es siempre deficiente frente de la realidad cambiante que está llamada a
regular. Al intérprete le corresponde actualizar su contenido según las
cambiantes circunstancias históricas y sociales y dar una aplicación correcta
de las normas con la clara conciencia que su cometido es resolver problemas y
no evadirlos. Estas ideas explican, en parte, el mandato del Constituyente
consagrado en el artículo 228 de la Constitución, según el cual, en las
actuaciones de la administración de justicia prevalecerá el derecho sustancial.
Las razones formales para rechazar la
acción esgrimidas por el juez de instancia no se compadecen con el principio
de informalidad que gobierna el contenido de la solicitud de tutela (D.
2591 de 1991 art. 14). Precisamente porque el procedimiento preferente y
sumario de tutela no tenía la finalidad de definir la existencia de un derecho
de servidumbre, la identificación precisa del predio había podido llevarse a
cabo a través de la práctica de las pruebas conducentes. La simple posibilidad
de determinar el lugar donde se impedía el paso a la playa y se ponían con ello
en peligro derechos ajenos, era suficiente para entrar a analizar de fondo la
problemática planteada por los pescadores de Mendiguaca.
Con respecto a la presunta deficiencia de
la demanda que no precisaba contra quién se dirigía - "contra el señor
Eduardo Mendoza, y/o cualquier otro ocupante" -, observa esta Sala que la
identidad del demandado era plenamente determinable, a través de los medios
probatorios idóneos. Es contrario a la finalidad de los mecanismos
constitucionales de protección que el juez de tutela alegue un principio
dispositivo de impulsión de la prueba más propio de otros procesos, para evitar
pronunciarse de fondo, cuando de por medio está una posible vulneración de los
derechos fundamentales del solicitante.
La desatención y poca sensibilidad
constitucional con que fue abordado el estudio de la solicitud de tutela se
hace evidente al examinar el fundamento último esgrimido por el juez de
instancia para declarar la improcedencia de la acción - existencia de otro
medio de defensa judicial -, a pesar que el contenido de la petición permitía
deducir claramente, el ejercicio de la acción como mecanismo transitorio
para evitar un perjuicio irremediable.
En efecto, la apoderada en su escrito de
tutela afirmó que "aún cuando los afectados dispusieren de otro medio de
defensa judicial, se enfrentan a un perjuicio irremediable ... Es así como
nuestra Carta Magna, en sus Títulos I y II, dispone en concordancia con el
Decreto 2591 de 1991, los mecanismos a mis poderdantes para evitar (resaltado
fuera de texto) la clara violación a que vienen siendo sometidos ...".
Finalmente, la profesional pidió al señor juez que se protegieran "los
derechos invocados y claramente violados, suspendiendo (resaltado fuera
de texto) el acto violatorio que los vulnera".
La acción de tutela fue ejercida como
mecanismo transitorio para evitar un perjuicio irremediable, sin que fuera
correcto exigir la no disponibilidad de otros medios de defensa judicial. Esta
Sala, en consecuencia, abordará el problema sustancial con el objeto de
establecer si existió una vulneración o amenaza de los derechos fundamentales
de los peticionarios.
Relevancia constitucional del conflicto
3. El conflicto de intereses entre
particulares puede adquirir importancia constitucional y justificar la
intervención del Estado si las dimensiones y características del conflicto
vulneran o amenazan derechos fundamentales. El enfrentamiento entre el
propietario o poseedor de la finca "Playa Rica" y los pescadores de
Mendiguaca por el acceso al mar no plantea simplemente una controversia civil
en torno a una servidumbre de paso. Pone de presente el creciente y progresivo
desplazamiento de los originales habitantes de las zonas costeras del mar
caribe colombiano por parte de la industria hotelera.
Los desarrollos económicos traen consigo
cambios sociales muchas veces traumáticos. Las playas que antes eran refugio de
paseantes y puerto de pescadores se han convertido en atractivo turístico. El
auge de la empresa hotelera a la vez ha suscitado no pocos conflictos con los
moradores de tierras costeras, fenómeno éste que de no ser regulado
jurídicamente puede conllevar a la afectación de intereses y valores protegidos
por la Constitución. La Carta Fundamental cuenta con mecanismos eficaces para
sopesar y conciliar intereses antagónicos de manera que los efectos dañinos de
una confrontación sean eludidos. La acción de tutela permite la protección
preventiva de los derechos fundamentales que pueden resultar vulnerados o
amenazados por la confrontación de intereses legítimos de particulares, en
especial cuando existe una relación de indefensión entre las partes (CP
art.86).
Derechos constitucionales en juego
4. Los particulares en disputa por el
camino de acceso al mar invocan a su favor intereses legítimos fundados en
derechos constitucionales contrapuestos. El dueño del predio menciona su
derecho a la propiedad privada (CP art. 58) y pretende impedir la presencia de
"desconocidos" en sus tierras, en aras de su seguridad. Además, según
la versión de sus empleados y parientes, el presunto propietario, señor
Mendoza, tiene el propósito de construir allí mismo un centro hotelero,
proyecto cuyo fundamento constitucional se encuentra en la libertad de empresa
e iniciativa privada (CP art. 333). Por su parte, los pescadores de Mendiguaca
aducen la vulneración de sus derechos a la vida, a la paz, al trabajo y a los
derechos fundamentales de sus niños como consecuencia de ver impedido su
tránsito al mar por el camino ancestralmente utilizado para ello.
La industria hotelera es una actividad
económica lícita que representa una fuente de empleo y de riqueza. Los hoteles
ofrecen esparcimiento y recreación a la población y promueven el turismo que
representa un importante flujo de divisas al país.
La actividad pesquera goza de una especial
protección constitucional y su desarrollo integral es una de las prioridades
del Estado, con miras a garantizar la producción de alimentos, en este caso, de
gran valor proteínico. Las políticas emprendidas por gobiernos anteriores para
la promoción de la pesca, actualmente tienen un claro fundamento constitucional
gracias a la consagración del derecho económico, social y cultural de los
pescadores a un desarrollo integral de su actividad (CP art. 65).
La situación de los pescadores artesanales
en Colombia
5. El Estatuto General de Pesca (L. 13 de
1990 y D.R. 2256 de 1991) es el marco jurídico para el ejercicio de la pesca.
Este tiene como objetivos principales regular el manejo integral, la
explotación racional y el aprovechamiento sostenido de los recursos pesqueros.
La pesca artesanal es una modalidad de la
pesca comercial expresamente definida en el artículo 12 del Decreto
reglamentario 2256 de 1991:
"La pesca se
clasifica: 2. Por su finalidad, en: 2.4 pesca comercial: 2.4.1. Artesanal: la
que realizan pescadores en forma individual u organizados en empresas,
cooperativas u otras asociaciones, con su trabajo personal independiente, con
aparejos propios de una actividad productiva de pequeña escala y mediante
sistemas, artes y métodos menores de pesca".
La población de pescadores artesanales en
Colombia se estimaba según datos de 1986 en 120.000 personas. La pesca
artesanal - a pesar de generar un alimento rico en proteínas y minerales
relativamente barato y sustentar en gran medida el consumo per capita nacional
-, hoy en día es una de las actividades productivas más deprimidas y marginadas
de la economía del país. El pescador artesanal ejerce una economía de
subsistencia; gana en promedio un ingreso mensual inferior al salario mínimo,
carece de servicios públicos y de seguridad social y vive notoriamente
marginado de los beneficios económicos y culturales de la nación.
La pesca a pequeña escala es ejercida por
diferentes grupos étnicos y culturales en las orillas de los dos océanos, en
las riberas de los ríos y en las márgenes de las ciénagas y los esteros. Los
pescadores artesanales dispersos en todo el territorio del país se encuentran
afectados por problemas comunes que los condenan a un bajo nivel de vida. La
contaminación de las aguas por parte de la industria, las trabas de los
propietarios ribereños que impiden el libre tránsito hacia las riberas o
playas, la desecación de ciénagas con destino a la ganadería o la agricultura,
la pesca intensiva explotada sin control por buques nacionales o extranjeros y
la usura ejercida por parte de intermediarios, son algunos de los problemas que
hacen de los pescadores colombianos uno de los grupos humanos más pobres y con
menor capacidad de generar ingresos.
La preocupante situación económica y social
de los pescadores artesanales hizo necesaria la consagración de un derecho
constitucional al desarrollo integral de la actividad pesquera (CP art. 65)
que, unido al principio de diversidad étnica y cultural (CP art. 7), conforman
el marco constitucional para determinar el contenido y alcance de sus derechos
fundamentales.
Reconocimiento y protección de la
diversidad cultural en Colombia
6. La Constitución reconoce y protege la
diversidad étnica y cultural de la Nación Colombiana (CP art. 17). Este
principio fundamental no es una simple declaración retórica. Tiene contenido y
fuerza normativa en materia de igualdad y trato favorable (CP art. 13), de la
libertad de cultos (CP art. 19), del apoyo a actividades agrícolas, pecuarias,
forestales o pesqueras (CP art. 65), del derecho a la educación y a la
identidad cultural (CP arts. 67, 68 y 70), del derecho al patrimonio cultural
(CP art. 72), de la jurisdicción indígena (CP art. 246) y de la intervención
del Estado en la distribución equitativa de oportunidades y recursos económicos
(CP art. 334), entre otras.
En términos constitucionales, la diversidad
cultural hace relación a formas de vida y concepciones del mundo no totalmente
coincidentes con las costumbres de la mayoría de la población en aspectos de
raza, religión, lengua, economía y organización política. Los grupos humanos
que por sus características culturales no encuadran dentro del orden económico,
político y social establecido para la mayoría tienen derecho al reconocimiento
de sus diferencias con fundamento en los principios de dignidad humana,
pluralismo (CP art. 1) y protección de las minorías (CP arts.13, 176 y 265).
Los pescadores de la "Poza de
Mendiguaca" en el Mar Caribe Colombiano reúnen las condiciones propias de
un grupo humano con vieja tradición, de origen tayrona. La comunidad es en su
mayoría mestiza, de religión católica, idioma castellano y en ella prevalece la
unión libre. El aspecto de mayor diversidad frente a otras formas de producción
es la práctica de la pesca con técnicas de recolección, dando lugar a una
cultura de subsistencia cuyo principal y único medio de sustento es el mar.
La diversidad cultural existente entre
empresarios hoteleros y grupos de pescadores artesanales de vieja tradición
plantea dos visiones de progreso que compiten en la práctica. La resolución de
los conflictos de interés surgidos de estas dos actividades deben resolverse a
la luz de los principios democráticos de pluralismo y de participación de todos
en la prosperidad general (CP arts. 1 y 2).
Libre acceso a las playas y actividad
hotelera
7. Las playas marítimas son bienes de uso
público no susceptibles de apropiación por particulares (CP art. 63, D.L. 2324
de 1984, art. 166). En este sentido, es ilícita la conducta de cualquier
persona tendiente a apropiarse de porciones de playa mediante su cercamiento o
prohibición de acceso. Sobre la materia ya se había pronunciado esta Corte en
sentencia anterior.1
Los propietarios o poseedores de tierras
costeras no pueden impedir el acceso al mar a través de sus predios cuando no
existen, por las características de la zona, otras vías para llegar a la
orilla. Los empresarios que adquieren extensos terrenos aledaños a las playas
con miras a ejercer legítimamente la actividad hotelera no pueden impedir el
paso al mar con el pretexto de existir otros lugares de acceso. La carga
impuesta a los habitantes de la zona costera por esta exigencia carece de
justificación constitucional y legal. En particular, los caminos de acceso
automotor al mar en zonas pantanosas constituyen elemento esencial para el
desarrollo integral de la actividad pesquera, la preservación de una forma
cultural diversa y la libre utilización de los bienes de uso público en
beneficio de toda la población.
El camino de acceso al mar objeto del conflicto
representa para el propietario o poseedor del predio "Playa Rica" un
recurso valioso que favorece la empresa hotelera proyectada. El significado de
aquél para la comunidad pesquera de Mendiguaca es, adicionalmente, de
importancia vital, ya que de su utilización depende la posibilidad del
desarrollo integral de su actividad - explotación a mayor escala mediante el
uso de motores fuera de borda, utensilios y equipos adecuados, eficiencia del
transporte hacia los sitios de comercialización -, así como el ejercicio
efectivo de sus derechos fundamentales.
Las características pantanosas de la zona
hacen del camino disputado la única vía carreteable hacia el mar. La
conducta del hacendado Mendoza de impedir el paso no ha violado aún los
derechos a la vida, a la paz y al trabajo de los moradores de Mendiguaca,
debido a que éstos han evitado los efectos dañinos de la prohibición al
penetrar al mar vadeando el río del mismo nombre o a través de la finca vecina.
No obstante, la amenaza de vulneración de sus derechos - durante las épocas de
invierno o simplemente por la imposibilidad de prosperar mediante la
modernización de su actividad - es objetiva y manifiesta, con el
agravante adicional de ser un factor potencialmente perturbador de la
convivencia pacífica, como ya se ha evidenciado en los ánimos de ciertos
pescadores.
En efecto, el derecho a la paz - que a su
vez es un deber de todos los colombianos (CP art. 22) - se ha visto seriamente
amenazado por el empleo de medidas de fuerza tendientes a impedir el uso del
único camino carreteable para acceder al mar, con el desconocimiento de la
función social inherente al derecho a la propiedad (CP art. 58) y al ejercicio
de la libre empresa (CP art. 333).
Situación de
indefensión entre particulares
8. La Constitución y
la ley establecen la procedencia de la tutela contra particulares para proteger
la vida o la integridad de la persona colocada en situación de subordinación o
indefensión respecto de quien con su acción u omisión vulnera o amenaza dichos
derechos, o cuando la acción va dirigida contra una organización privada
respecto de la cual el solicitante se encuentra en dicha condición (CP art. 86,
D. 2591 de 1991, art. 42-4 y -9).
La situación o
relación de indefensión en que se halla una persona debe evaluarse en concreto,
según las circunstancias particulares y en atención a los derechos
fundamentales vulnerados o amenazados por el ejercicio de posiciones de fuerza
o de poder que ostentan algunas personas o grupos sociales.
La crónica situación
de abandono y de pobreza que caracteriza a personas marginadas de los
beneficios de la organización social, entre ellas los pescadores artesanales,
tiene como efecto la imposibilidad práctica de asumir una adecuada y oportuna
defensa de sus intereses y derechos. Cuando esta circunstancia amenaza la vida
misma o la integridad de personas en situación de desventaja, en particular si
se trata de menores de edad, la acción de tutela es el mecanismo idóneo para la
defensa de sus derechos fundamentales.
En el caso sub-examine,
es palmaria la relación de fuerza ejercida por el propietario o poseedor del
denominado predio "Playa Rica" sobre los pescadores de la zona. El
poderío económico que demuestra el demandado - número de trabajadores a su
cargo, maquinaria utilizada, contratación para obtener el suministro de energía
eléctrica y rápida ejecución de la obra- contrasta con la incapacidad de los
pescadores para hacer efectiva la protección de sus derechos a la vida y a la
integridad, especialmente los derechos fundamentales de sus niños.
En principio, la
situación de indefensión en que se encuentra una persona podría ser superada
mediante el ejercicio de las acciones y recursos previstos en la ley. No
obstante, cuando la inminente vulneración o amenaza de los derechos fundamentales
permite la utilización de la acción de tutela como mecanismo transitorio para
evitar un perjuicio irremediable, el juicio sobre la existencia de una
situación de indefensión debe anteceder a la evaluación de la posible
disponibilidad de otros medios de defensa judicial. En consecuencia, la
posibilidad de los pescadores de acudir a la justicia civil, en procura del
reconocimiento de un presunto derecho de servidumbre, no hace nugatorio el
ejercicio transitorio del mecanismo constitucional para la protección de sus
derechos fundamentales.
Titularidad del
predio y beneficiario real de la situación que motivo la tutela
9. La prevalencia
del derecho sustancial en materia de protección constitucional de los derechos
y el principio de informalidad que rige el procedimiento de tutela impiden que
debido a errores de forma en la solicitud de tutela se dejen de amparar
efectivamente los derechos de personas afectadas. En el presente proceso, el
predio, cuyo propietario o poseedor obstaculiza el paso al mar, está plenamente
determinado, por lo menos para los efectos inmediatos de la protección
impetrada. Los pobladores del lugar se refieren a él con el nombre de
"Playa Rica" o "Pondoro". Además, el predio es atravesado
por el único camino carreteable para acceder al mar en la zona de Mendiguaca.
En el expediente de
tutela no aparece plenamente demostrado la titularidad del denominado predio
"Playa Rica". Existen múltiples declaraciones de personas y parientes
del señor EDUARDO MENDOZA PARRA en el sentido de ser éste el propietario del
inmueble cuya portada obstruye el camino al mar utilizado por los pescadores de
Mendiguaca. No obstante, la prueba concluyente sobre quién es el legítimo
propietario - v.gr. certificación de la oficina de instrumentos públicos de la
zona - no fue allegada oportunamente al proceso.
La deficiencia
probatoria, en este caso, relativa a la titularidad del bien no es determinante
en el proceso ni afecta en modo alguno la parte resolutiva del fallo. La acción
de tutela fue dirigida inicialmente contra el señor EDUARDO MENDOZA como
propietario o poseedor del predio. Aún cuando la titularidad del referido bien
no esté en su cabeza, ha quedado plenamente demostrado que éste sí ejerce el
control efectivo de la organización privada que con su decisión de impedir el
paso a los pescadores motivó la presente acción.
El artículo 42 del
Decreto 2591 de 1991, en su numeral 4o. establece la procedencia de la acción
de tutela:
"Cuando la
solicitud fuere dirigida contra una organización privada, contra quien la
controle efectivamente o fuere el beneficiario real de la situación que motivó
la acción, siempre y cuando el solicitante tenga una relación de subordinación
o indefensión con tal organización".
La norma citada
tiene la finalidad de evitar que mediante la utilización de terceras personas,
intermediarios o testaferros se logre poner al margen del control
constitucional actos u omisiones originados por acciones u omisiones de
particulares detentadores de una posición dominante. Tanto el titular de una
organización privada - empresa hotelera en este caso -, como la persona que la
controla efectivamente o sea el beneficiario real de la situación objeto de la
tutela son potenciales destinatarios de las órdenes judiciales, impartidas en
la sentencia que concede la protección inmediata de derechos fundamentales.
El señor EDUARDO
MENDOZA PARRA, dueño o socio de la empresa CONSTRUCTORA ARCO con sede en la
ciudad de Cali, en su calidad de propietario, poseedor o beneficiario real de
la situación que amenaza los derechos a la vida, a la paz, al trabajo de los
miembros de la comunidad de Mendiguaca y de sus respectivas familias, deberá,
en consecuencia, hacer cesar su decisión de prohibir a los pescadores de la zona
la utilización del camino carreteable al mar que atraviesa el predio
identificado con el nombre "Playa Rica" o "Pondoro" a lo
largo de este proceso. En todo caso, la orden que se imparte en esta
providencia se hará cumplir frente a cualquier persona o Corporación que tenga
derechos sobre el mencionado predio y obstaculice el tránsito del cual
secularmente han gozado los miembros de la comunidad conocida con el nombre de
"Mendiguaca".
DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Sala Segunda de Revisión de la Corte Constitucional,
R E S U E L V E
PRIMERO.- REVOCAR
la sentencia de agosto 10
de 1992, proferida por el Juzgado Primero Civil del Circuito de Santa Marta,
que denegó la tutela solicitada por los accionantes.
SEGUNDO.-
CONCEDER TRANSITORIAMENTE la
tutela solicitada por los señores LUCIO QUINTERO RINCON, JOSE TORREGROSA
MERCADO en nombre propio y en representación de la comunidad pesquera de
Mendiguaca.
TERCERO.- ORDENAR
al propietario o poseedor
del predio denominado en este proceso "Playa Rica" o
"Pondoro", así como a su beneficiario real, la remoción de cualquier
obstáculo físico y psicológico que impida a los habitantes de la zona acceder
al mar utilizando el camino carreteable que atraviesa el predio, so pena de
incurrir en las sanciones establecidas en los artículos 52 y 53 del Decreto
2591 de 1991.
CUARTO.- ORDENAR al Juzgado Primero Civil del Circuito de
Santa Marta ejercer la vigilancia efectiva de lo ordenado en esta providencia
e imponer las sanciones respectivas en caso de incumplimiento.
QUINTO.- LIBRESE comunicación al Juzgado Primero Civil del
Circuito de Santa Marta con miras a que se surta la notificación de esta
providencia, según lo establecido en el artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
comuníquese, cúmplase e insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional.
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado Ponente
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
(Sentencia aprobada
por la Sala Segunda de Revisión, en la ciudad de Santa Fe de Bogotá, D.C., a
los catorce (14) días del mes de diciembre de mil novecientos noventa y dos).
1 Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia T-566,
octubre 23 de 1992. |
195 | T-609-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-609/92
ACCION DE TUTELA-Informalidad
En materia de las
competencias de los jueces en el ámbito de la jurisdicción constitucional de la
Tutela, ha quedado bien definido en jurisprudencia reiterada de esta
Corporación el principio de la prevalencia del derecho sustancial sobre el
derecho adjetivo, lo que supone que las peticiones formuladas por esta vía
deben ser examinadas de tal manera que se haga efectiva de modo preferente y
sumario la finalidad de la Constitución en materia de la protección judicial de
los derechos constitucionales fundamentales. No se compadece con aquellos
principios que en estos estrados se exija la precisión conceptual e
instrumental de carácter técnico jurídico que tradicionalmente ha sido
característica de buena parte de los procedimientos judiciales.
ACCION DE TUTELA-Impugnación/SENTENCIA INHIBITORIA-Prohibición
Basta que de
algún modo sea apenas comprensible la solicitud del reclamante para efectos de
conceder la oportunidad para examinar la providencia respecto de la cual se
manifiesta la inconformidad y no se puede exigir el rigor que en este caso
señala el tribunal. Se observa que el despacho de origen acertó al remitir el
expediente al superior jerárquico correspondiente, cumpliendo así con lo
dispuesto por el artículo 32 del citado decreto que regula el procedimiento
aplicable en estos casos; empero, el despacho de segunda instancia, sin atender
al sentido que se le ha dado por la jurisprudencia de esta Corte a los alcances
de la acción de tutela, expresó una decisión que es en el fondo inhibitoria y
desconoce lo dispuesto por el Parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 de
1991 que establece de modo perentorio que "El contenido del fallo no podrá
ser inhibitorio".
LIBERTAD DE
EXPRESION-Medios de
Comunicación
La libertad
periodística es un derecho fundamental de especial relevancia, pues constituye
una forma de desarrollo de la libertad de expresar y difundir el pensamiento
sea propio o ajeno, de manifestar opiniones, de dar y recibir informaciones y
de fundar medios masivos de comunicación; ademas se ha indicado que dentro del
marco de las regulaciones de la nueva Constitución adquiere especial protección
y se le rodea de garantías más amplias que las que contenía la Carta de 1886.
Este derecho no queda circunscrito en su importancia a lo que corresponde a la
persona individualmente considerada, sino que por su trascendencia atañe a los
intereses de todas las colectividades, tanto que forma parte de los mas
destacados instrumentos constitucionales de la naciones democráticas y de las
declaraciones internacionales de derechos humanos. Es realmente significativa
la relación en la que pueden entrar el ejercicio de la libertad de expresión en
medios masivos de comunicación o de prensa con los restantes derechos
fundamentales tales como el derecho a la intimidad, al honor, al buen nombre, a
la dignidad y los derechos fundamentales de los niños
LIBERTAD DE
PRENSA-Límites
La libertad de
prensa como es conocida de modo especial, consiste en el derecho fundamental
para publicar y difundir las ideas por cualquier medio gráfico y es una de las
características de todo régimen democrático puesto que propicia el pluralismo
político e ideológico; su finalidad más trascendental es la de permitir que
exista un espacio propicio para controlar los actos de los gobernantes y para
indicar derroteros a los asociados, todo lo cual en principio le da a ella en
el cuadro de regulaciones constitucionales una posición preferente ante los
poderes públicos y ante otros derechos fundamentales autodisponibles. Empero,
este derecho como todos los demás dentro de los presupuestos normativos y
programáticos de la Carta Constitucional no es absoluto y ha de respetar el
núcleo esencial de los derechos de los demás y en los casos especiales
autorizados por el Constituyente, las regulaciones legales que se expidan para
su ámbito de disfrute; igualmente cabe advertir que dicha libertad no presupone
que sus Titulares y en su ejercicio queden desligados del ordenamiento jurídico
en general que se endereza a la protección de otros derechos y libertades.
ACCION DE TUTELA
CONTRA PARTICULARES/RECTIFICACION DE INFORMACION
Siendo claro que
no se cumplió con el requisito consagrado en la ley para que procediera la
acción de tutela contra particulares, no correspondía conceder el amparo
solicitado. Al comprobar la no existencia de la rectificación procedió conforme
a la Constitución y a la ley, a negar la petición de tutela. Además como se
advirtió, se trata del ejercicio de la acción de tutela contra particulares que
está sometida a las regulaciones que establezca la ley. Igualmente se reitera
la advertencia que señala que en relación con la protección judicial de
derechos como los que contienen los bienes jurídicos a la integridad moral
protegidos por la ley, el Código Penal consagra las figuras de la Injuria y de
la Calumnia a las que se puede acudir para efectos de obtener las sanciones que
correspondan sobre la persona de quien, en la modalidad delictiva que proceda,
atente contra dicho bien de rango legal; empero, para obtener del medio de
comunicación y por vía de la acción de tutela la eventual reparación y del juez
la orden de amparo que tutele los derechos constitucionales fundamentales
previamente se debe solicitar la rectificación advertida y demostrar que
aquella no fue atendida en condiciones de equidad.
CARICATURAS
Las expresiones
gráficas que caricaturizan la figura y el nombre de la peticionaria son en
verdad abusivas, desproporcionadas y denigrantes en alto grado; no se
compadecen con el ejercicio de la libertad de prensa, ni con la libertad de
expresión en medios masivos de comunicación, los que por mandato constitucional
tienen responsabilidad social. Además, rompen con cualquier medida de trato
digno y con las conocidas reglas de la urbanidad y de la educación cívica, que
tanta falta hacen en momentos como los que vive el país. No se compadece con la
Carta Fundamental de los colombianos que en aras de la alta misión y de las
responsabilidades de la prensa se denigre de una persona respecto de la cual no
existe cargo o imputación en trámite ante las autoridades penales o
disciplinarias competentes, colocándola en situación de desmedro de su imagen y
de su buen nombre e incidiendo sobre el eventual juicio que corresponda, en
especial sobre el electorado.
REF.: Expediente
No. T-4700
Peticionaria:
EMMA PELAEZ
FERNANDEZ
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Diciembre catorce (14) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela, integrada por los señores Magistrados SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ, JAIME SANIN GREIFFENSTEIN y FABIO MORON DIAZ, previo estudio del
Magistrado Ponente, resuelve sobre la revisión de las sentencias relacionadas
con la acción de la referencia, proferidas por el Juzgado Primero Penal del
Circuito de Armenia, el veintisiete (27) de julio de mil novecientos noventa y
dos (1992) y por el Tribunal Superior del Distrito Judicial de Armenia, el doce
de Agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
I. ANTECEDENTES
A. La Petición
1. La ciudadana
EMMA PELAEZ FERNANDEZ, por medio de apoderado judicial y en ejercicio de la
acción que establece el artículo 86 de la Carta, presentó ante el Juez Penal
del Circuito (Reparto) de Armenia un escrito en el que solicita le sean
tutelados sus derechos constitucionales fundamentales al buen nombre, a la
honra y a la dignidad vulnerados por los periódicos Diario La Patria, Crónica
del Quindío, Diario del Quindío y por los Radioperiódicos R.C.N.
y Radio Ciudad Milagro de Armenia al difundir informaciones que
pretendieron hacerla responsable en su calidad de Contralora del Departamento
del Quindío, de irregularidades cometidas en la ejecución de actos
administrativos de organismos sometidos a su control, señalando que la aludida
funcionaria coadministró y participó en sobornos e incurrió en anomalías con
ocasión de la adjudicación del contrato "SORTEO EXTRAORDINARIO LOTERIA DEL
QUINDIO-ARMENIA 100 AÑOS", realizado por la beneficencia
departamental-Lotería del Quindío.
2. Los hechos y
razones en los que el apoderado de la peticionaria fundamenta la causa y el
ejercicio de la citada acción, se resumen a continuación:
a) La Doctora
EMMA PELAEZ FERNANDEZ ejerce en la actualidad el cargo de Contralora General
del Departamento del Quindío y en esa condición ha actuado como invitada en la
Junta Directiva de la Beneficencia Departamental-Lotería del Quindío, "sin
incidencia decisoria en las determinaciones que dicha Junta tome. sus
funciones se limitan al ejercicio de la vigilancia fiscal del ingreso y del
gasto público en el Departamento del Quindío".
b) La
Beneficencia Departamental-Lotería del Quindío es un instituto descentralizado
del orden departamental, y su junta autorizó al Gerente "para solicitar
ofertas al Sorteo Extraordinario de Navidad, al Sorteo Extraordinario de
Colombia, al Binomio de Oro y a la firma Villaso, para el manejo del Sorteo
Extraordinario Armenia 100 años".
c) En su
oportunidad el señor Gerente informó a la Junta que había solicitado las
ofertas referidas y que sólo las firmas Sorteo Extraordinario Binomio de Oro y
la firma Villaso enviaron sus propuestas, habiéndose excusado el Sorteo
Extraordinario de Colombia.
d) La Junta
Directiva dispuso la apertura de los sobres para el 1o. de abril de 1992 y a
solicitud de la doctora PELAEZ FERNANDEZ acordó la realización de un estudio
sobre las propuestas para determinar en cifras su real contenido y de ser
posible "invitar a los proponentes a una próxima junta para conocer si es
necesario un plan de premios que permita efectuar un cálculo preciso".
e) Con fecha
14 de mayo de 1992 el Gerente informó a la Junta que el estudio del plan de
premios para la adjudicación, aún no había concluido. Tal como aparece en
acta No. 005 de junio 15 de 1992 por petición del Gobernador encargado se
aceptó posponer la adjudicación para cuando estuviera presente el Gobernador
titular. En esa misma fecha el Contador presentó ante la Junta las propuestas
enviadas y anunció el recibo de las de las firmas Sorteo Extraordinario de
Navidad e Inverglobo; ademas, uno de los miembros de la Junta manifestó su
extrañeza acerca de la aparición de estas propuestas cuando ya había vencido el
término para recibirlas.
f) El 30 de
junio de 1992 la Junta de Beneficencia dispuso abrir los sobres, aceptó a tres
firmas y desechó a Inverglobo. Después de leídas las propuestas "se
aprobó por unanimidad aplazar la toma de una determinación para próxima reunión
y se designó una comisión para que presente estudios sobre las diferentes
propuestas".
g) Estima la peticionaria que las
Contralorías, en razón de las previsiones de la nueva Constitución, ejercen
únicamente control posterior, el que opera "después que los actos de las
autoridades administrativas se han efectuado "sin que les corresponda
coadministrar o participar en la toma de decisiones, no siendo entonces posible
que el contralor imponga su criterio, menos aún si se tiene en cuenta que
carece del derecho de voto, agrega que "Resulta por demás insólito que con
miras a deteriorar la imagen de una entidad fiscalizadora, y de su titular se
le pretenda hacer responsable de las irregularidades que se puedan cometer en
la ejecución de uno cualquiera de los actos administrativos de las entidades
bajo su control, pues si la vigilancia de estos es ad posteriori mal
puede intervenir antes que estos se realicen, como irresponsablemente lo ha
venido afirmando el periódico de circulación nacional "LA PATRIA" de
la ciudad de Manizales, "LA CRONICA" y el "DIARIO DEL
QUINDIO", periódicos de circulación regional y los radioperiódicos locales
"R.C.N." y RADIO CIUDAD MILAGRO", sometiendo a la Contralora del
Departamento del Quindío "al escarnio público con deterioro evidente de su
buen nombre, honra y dignidad" existiendo aún la posibilidad de que se
continúe difamando la conducta y actuación de la doctora EMMA PELAEZ
FERNANDEZ.
h) La Unidad
Investigativa del Periódico la Patria, a partir del 30 de junio y en sucesivas
ediciones, inició un ataque sistemático en contra de la doctora PELAEZ
FERNANDEZ, consistente en aseverar que: influenció y presionó a la Junta
Directiva de la Beneficencia Departamental-Lotería del Quindío, para que
adjudicara el Contrato de Administración del Sorteo Extraordinario del Quindío
"Armenia 100 Años", a la firma Villaso; creó un contubernio con dicha
firma para lucrarse económicamente; recibió sumas de dinero, producto de la
"adjudicación y actuó indebidamente, omitiendo el cumplimiento de sus
funciones; cohonestó y validó las actuaciones irregulares de los funcionarios
públicos y miembros de la Junta Directiva de la Beneficencia en el proceso de
adjudicación del contrato; pretendió entregar por tercera vez consecutiva el
contrato citado a la firma Villaso, violando la Ley 53 de 1990"; organizó
cocteles a nombre de la firma Villaso; defendió la falta de competencia de la
Superintendencia de salud, para intervenir la administración del Sorteo;
participó en la conformación de bloques de poder político y económico al
interior de la Junta Directiva en desmedro de la calidad de la salud de los
quindianos; contribuyó a la decisión de adjudicación del contrato como miembro
de la Junta Directiva; coadministró en 1990 como Contralora General del
Departamento del Quindío comprometiendo abiertamente su cargo público; ejerció
presiones contra un miembro de la Junta para convertirlo en su incondicional;
disfrutó las sumas de dinero recibidas en un lugar turístico del país.
i) El
periódico La Crónica en sus ediciones 220, 223 y 226 consignó aseveraciones que
menoscaban el buen nombre, la honra y la dignidad de la señora Contralora del
Departamento del Quindío "recogiendo afirmaciones del periódico La
Patria".
j) "El
diario del Quindío, en su edición 21854 de julio 8 de 1992 retoma las
aseveraciones del periódico La Patria e involucra a la señora Contralora del
Departamento del Quindío, contribuyendo a publicitar las opiniones de la prensa
de la capital de Caldas, que lesionan la integridad moral de la doctora Peláez,
toda vez que el libelo multiplica la difamación y violación de los derechos fundamentales
señalados en la Constitución, conducta parecida a la del Diario la Crónica
que contribuye adicionalmente a propalar la especie, causando daño moral
irreparable".
k) Las
afirmaciones vertidas en la edición del 5 de julio del Periódico La Patria
habían sido definidas por la Procuraduría Regional en querella presentada por
el señor Jorge Eliécer Orozco Dávila y "a sabiendas de que el caso ya
había sido resuelto favorablemente a la Contralora del Quindío y a los
funcionarios de la Lotería, se insinuó nuevamente en las notas que he citado,
como si sobre esos hechos ya no hubiera recaído una investigación concluyente,
lo que demuestra a las claras la premeditación y la falta de escrúpulos para
presentar a la opinión pública una información objetiva y veraz de los
hechos".
l) "Entre el 2
y 3 de julio del año en curso los radioperiódicos locales "RADIO SUCESOS
RCN" y "RADIO CIUDAD MILAGRO" de la ciudad de Armenia, retoman
la "información de la unidad investigativa del periódico La Patria....".
m) Explica la
peticionaria que "las fotografías publicadas en la separata Hoy Quindío
(del Diario la Patria) de junio 5 de 1992 correspondiente a la Edición
25011 y la aparecida en la Edición 25006 de junio 30, corresponde a la misma
toma hecha en ocasión anterior y utilizada para el fotomontaje de la edición
25011, en donde aparece de cuerpo entero con vestido negro y una chaqueta de
color negro abierta, enseñando tres billetes de $5.000.oo, una fracción de la
lotería y un mapa en el revés de la vestimenta que localiza la Costa Atlántica.
El artificio utilizado, incorpora además un blue yean con correa negra. En la
solapa derecha de la chaqueta aparece una mano que anatómicamente no
corresponde la fisonomía de la contralora, pues si se observa bien, la blusa
negra que se empleó para el fotomontaje, también fue pintada de color negro.
Los aderezos corresponden a la fotografía aparecida en la Edición No. 25006.
Sobre fondo azul se destaca su fisonomía y al lado derecho del gráfico con
escrito titulado en caracteres relevantes sobre fondo amarillo aparece el
título de "IRREGULARIDADES EN LA LOTERIA DEL QUINDIO".
En la página 3 de la
misma separata se incluye una caricatura en la que un cuervo representa a la
firma Villaso, un semoviente a la Contralora "señora EMMA" y a la
Lotería del Quindío un poste donde se encuentra parado el cuervo con un símbolo
de pesos en el piso.
El fotomontaje, en
sentir de la accionante la señala como implicada en las irregularidades,
vinculada al tráfico de influencias, exhibe además, "el soborno a que hace
mención el articulista y yendo a disfrutarlo en el Atlántico, situación que
coincidió con su estadía en un Consejo Nacional de Contralores celebrado en
Riohacha", todo lo cual es reforzado por la caricatura que aparece en página
interior. Considera la accionante que "el fotomontaje habla por sí solo y
es concluyente de la violación de los derechos fundamentales y de las garantías
a la conservación del buen nombre, la honra y su dignidad".
3. La
peticionaria solicita que los medios implicados "efectúen publicaciones en
que se diga que los comentarios hechos contra la Contralora en las ediciones
citadas fueron injuriosos y violatorios de los Derechos Fundamentales
señalados en el cuerpo de esta acción, rectificando el buen nombre y la honra
de la funcionaria mencionada, en las primeras páginas, con letras
sobresalientes y con la misma difusión que tuvo el acto agresor y violador de
los Derechos Fundamentales"; pide, además, que se les ordene abstenerse de
continuar "haciendo publicaciones y comentarios contra el buen nombre,
honra y dignidad de la doctora PELAEZ FERNANDEZ"; vincular a quienes
durante el curso de la investigación aparezcan como actores o colaboradores den
la ejecución de los actos deshonrosos"; el adelantamiento de acciones
penales si fuere del caso; "establecer la responsabilidad dineraria a que
tenga derechos por dichos perjuicios atendiendo la categoría de la funcionaria,
su estatus social de primer orden en el Departamento y su respetabilidad moral,
construída a través de más de 20 años de ejercicio profesional y de su
vinculación a la Administración Pública".
B. LA SENTENCIA
DE PRIMERA INSTANCIA
1. El Juzgado Primero Penal del Circuito de
Armenia decidió no tutelar los derechos invocados "por no ser procedente
la acción de tutela instaurada por la Dra. EMMA PELAEZ FERNANDEZ, CONTRALORA
GENERAL DEL DEPARTAMENTO DEL QUINDIO...". Las razones en las que el Juez
que inicialmente conoció de la petición fundó su determinación son las
siguientes:
a) En torno a
la figura de "LA RECTIFICACION" consagrada especialmente para los
medios de información, aquel despacho se plantea si esta opera como mecanismo
condicionante de la tutela o como consecuencia de la misma; advierte que, salvo
opiniones aisladas, se afirma que la rectificación cumple una doble función
tuitiva, es decir, la persona que se percata de injerencia en su patrimonio
moral por cuenta de la noticia, debe acudir en pro de su propio interés y en
primer término ante el respectivo medio informante a exponer la realidad y
procedencia del caso para lograr del mismo la corrección de la noticia, bajo
las mismas condiciones en que inicialmente fue publicada. No obtenida la
adecuada "RECTIFICACION" y permaneciendo la lesividad del bien
jurídico podría poner en funcionamiento la ACCION DE TUTELA cuya consecuencia
sería coercitivamente la mencionada "RECTIFICACION".
b. La Acción de Tutela contra los medios de
información se activa en la medida en que previamente se disponga o se use por
cuenta de la persona afectada el derecho a la RECTIFICACION" consagrado
en el mismo artículo 20 de la CONSTITUCION NACIONAL. "Entendida en estos
términos debe agotarse en primer lugar esta garantía concreta de
disponibilidad. Privada la persona o ignorada en este derecho por el medio de
comunicación, entra en funcionamiento la coerción tutelar; coerción a la
"RECTIFICACION" que opera cuando la afectación es de la entidad y
formas previstas como amenazadoras y lesivas de la posibilidad de disposición
del aludido derecho que la persona afectada tiene frente al medio. Evitando de
tal manera, con la TUTELA que no se reproduzca o repitan las acciones dañinas
de bienes jurídicos que la Carta Magna tipifica y ampara", en este orden
de ideas advierte que "el titular de la novísima y excepcional acción
frente a los medios de comunicación, no puede acudir a ella, hasta no haber
utilizado o dado curso con antelación al derecho de
"RECTIFICACION...".
c. "El
ritmo de nuestra vida vertiginosa imprime, como es lógico, a los medios de información,
órganos de expresión de los pueblos libres, un aceleramiento en la emisión de
la noticia, donde en muchas oportunidades no tienen tiempo a meditar o
comprobar la veracidad de lo informado. Vale decir, son víctimas de su
compleja practicidad. Por tal razón debe incoarse con prelación éste derecho,
dando oportunidad a la "RECTIFICACION" y no directamente la acción de
tutela, porque para los medios igualmente se consagra y predica la presunción
de inocencia".
D. "No
obra en la presentación de la demanda incoada por el profesional del derecho,
que la mandante así hubiese actuado; por el contrario, "LA PATRIA"
de la ciudad de Manizales y la "CRONICA" con sede en Armenia dieron a
conocer al Despacho el no ejercicio del derecho a "LA RECTIFICACION"
de parte de la Dra. EMMA PELAEZ FERNANDEZ (Fls. 101 y 120 y los
Radioperiódicos "R.C.N." y "Radio Ciudad Milagro" no
manifestaron que la señora Contralora hubiese dispuesto de este excepcional
derecho".
2. La Previa Impugnación
El apoderado de la
peticionaria, presentó escrito fechado el 31 de julio en el que formula
diversos cuestionamientos a la sentencia del Juzgado Primero Penal del
Circuito, concretamente manifiesta que impugna "el fallo de fecha julio 27
de 1992 y le ruego reponer la providencia y tomar una decisión de fondo,
sustancial sobre la solicitud de tutela disponiendo proteger mediante orden
judicial los derechos fundamentales reclamados en esta acción, y determinar
para su condigna sanción el autor o autores del fotomontaje o "material
gráfico" como lo denomina en la providencia impugnada".
Mediante providencia
calendada el 3 de agosto de 1992 el Juzgado Primero Penal del Circuito resolvió
que "Por su improcedencia, el despacho no da trámite al recurso de reposición
interpuesto, pues la impugnación a que hacen referencia los artículos 31 y 32
del Dto. 2591 de 1991, no es un recurso". Más adelante se consigna que
"no habiendo previsto el legislador los recursos consagrados en la ley
procesal para manifestar los motivos de inconformidad que se tengan frente a
una decisión concreta, en los casos de la acción de tutela, hay que dar
cumplimiento exegético a la norma del artículo 32 del Dto. 2591 de 1991,
entendiéndose los planteamientos de inconformidad plasmados en el escrito
precedente, como impugnación a la decisión del despacho tomada mediante
proveído del 27 de julio del año que corre, ordenando la remisión de estas
diligencias al H. Tribunal Superior de este Distrito Judicial, Sala Penal para
lo de su cargo".
3. La DECISION de Segunda Instancia
EL Tribunal Superior del Distrito Judicial
de Armenia Sala Penal, en providencia de agosto 12 de 1992, se abstuvo "de
conocer de la acción de tutela impetrada" con base en las siguientes
consideraciones:
a. La posición
del recurrente es confusa pues "presentó dos alternativas que a manera de
recursos devinieron en una compleja juxtaposición" motivo que lleva a la
Sala a "auscultar el propósito" que pudo animarlo.
b. Estima que
"acertadamente la funcionaria se abstuvo de darle trámite a la reposición,
toda vez las características de la medida, o al tratarse por naturaleza de un
fallo, no ofrecía tal posibilidad. Con todo, obró de manera apresurada al
concederle un subsidiario recurso de apelación, porque el abogado no lo invocó;
o si lo hizo, fue apoyado en una inteligibilidad o mecanismo que no enseñó
identidad objetiva". En este sentido el Tribunal advierte que el apoderado
de la peticionaria sólo propendía por que el funcionario judicial de primera
instancia reemplazara la providencia atacada y ordena decretar la inhibición
"al no haber sido sometida la decisión tomada al grado de apelación que le
otorgó la juez de instancia".
Señala el Tribunal que en esta clase de
actuaciones se exige con carácter imperativo la claridad de la pretensión y que
en el caso que se examina no se proponía que la impugnación del fallo de
instancia fuese resuelta por el superior, sino por el despacho que conocía de
la actuación; en dichas condiciones nada más procedente que decretar la
inhibición en aquel estrado.
II. CONSIDERACIONES DE LA SALA
Primera. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de las
sentencias de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86 inciso
tercero y 241 numeral 9 de la Constitución Política, en concordancia con los
artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se hace
por virtud de la selección que del expediente que contiene dichos actos
practicó la Sala correspondiente y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación.
Segunda. La Inhibición del Tribunal Superior del
Distrito Judicial de Armenia.
Sea lo primero en
esta oportunidad examinar las reflexiones que sobre la procedencia de la
impugnación presentada por el apoderado de la peticionaria, formuló el
Honorable Tribunal Superior de Armenia en su resolución del doce (12) de Agosto
de mil novecientos noventa y dos (1992), en la que decidió no examinar la
sentencia de primera instancia del Juzgado Primero Penal del Circuito de
aquella ciudad y, en consecuencia, dispuso "abstenerse de conocer de la
acción de tutela impetrada en favor de los derechos de la Dra. Emma Peláez
Fernández..".
No comparte la Corte
las apreciaciones que niegan la procedencia de la solicitud de impugnación a
que se hace referencia, ya que en materia de las competencias de los jueces en
el ámbito de la jurisdicción constitucional de la Tutela, ha quedado bien
definido en jurisprudencia reiterada de esta Corporación el principio de la
prevalencia del derecho sustancial sobre el derecho adjetivo, lo que supone que
las peticiones formuladas por esta vía deben ser examinadas de tal manera que
se haga efectiva de modo preferente y sumario la finalidad de la Constitución
en materia de la protección judicial de los derechos constitucionales
fundamentales. No se compadece con aquellos principios que en estos estrados
se exija la precisión conceptual e instrumental de carácter técnico jurídico
que tradicionalmente ha sido característica de buena parte de los
procedimientos judiciales; todo lo contrario, el sentido que impone la Carta
a los jueces en la evacuación de los reclamos surtidos en sede de tutela, es
nada menos que el de poner al servicio de las personas todas las herramientas
de garantía de los derechos constitucionales fundamentales con la menor
formalidad posible y dentro del marco de unos principios especialmente predicables
de la misma. Además, cabe tener en cuenta que el articulo 3o. del Decreto 2591
de 1991, por el cual se reglamenta la acción de tutela, establece los
principios aplicables que no fueron atendidos por el citado tribunal y que
hacen de todos modos censurable la decisión que se examina. Esta disposición
establece que "El tramite de la acción de tutela se desarrollará con
arreglo a los principios de publicidad, prevalencia del derecho sustancial,
economía, celeridad y eficacia".
No obstante que el
apoderado judicial de la peticionaria insistió en reclamar que la providencia
del juez de primera instancia fuese revisada o examinada, y manifestó en sus
escrito en varias formas que impugnaba aquella providencia, el Tribunal exigió
que su reclamación se presentara con claridad absoluta y meridiana y tachó la
citada impugnación por "ininteligible" y carente de "identidad
objetiva". En concepto de esta Corporación basta que de algún modo sea
apenas comprensible la solicitud del reclamante para efectos de conceder la
oportunidad para examinar la providencia respecto de la cual se manifiesta la
inconformidad y no se puede exigir el rigor que en este caso señala el
tribunal. Se observa que el despacho de origen acertó al remitir el expediente
al superior jerárquico correspondiente, cumpliendo así con lo dispuesto por el
artículo 32 del citado decreto que regula el procedimiento aplicable en estos
casos; empero, el despacho de segunda instancia, sin atender al sentido que se
le ha dado por la jurisprudencia de esta Corte a los alcances de la acción de
tutela, expresó una decisión que es en el fondo inhibitoria y desconoce lo
dispuesto por el Parágrafo del artículo 29 del Decreto 2591 de 1991 que
establece de modo perentorio que "El contenido del fallo no podrá ser
inhibitorio".
Tercera: La Materia Objeto de las Actuaciones
A. Cabe observar
en primer lugar que la acción de tutela que se ejerce por la Señora Emma Pelaez
Fernández contra algunos medios de información periodística con asiento en las
ciudades de Manizales y Armenia, se formula dentro del ámbito de las
regulaciones previstas en el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991 en la
modalidad conocida como tutela contra particulares y en especial de la que esta
prevista para la rectificación de informaciones inexactas o erróneas en el
numeral 7o. del mismo artículo; observese que en este sentido el artículo 86 de
la Carta Fundamental defiere a la ley el señalamiento de los casos en los que
la acción de tutela procede contra particulares "respecto de quienes el solicitante
se halle en estado de subordinación o indefensión" y que además, es en el
citado artículo donde se señala las principales reglas aplicables al caso que
se resuelve. Al respecto de este punto más adelante se señalarán las
consideraciones que corresponden a este asunto.
Además, se tiene por
sentado que la peticionaria impetró la tutela en procura de la obtención de la
protección y amparo judicial de sus derechos constitucionales fundamentales a
la honra (art. 21 c.n.), a la imagen y al buen nombre (art. 15 C.N.) y a la
dignidad humana que estima violados por la aparición de informaciones,
caricaturas y "fotosuperposiciones" ofensivas y denigrantes.
En efecto, los
diarios "La Patria", "La Crónica del Quindio"
y "Diario del Quindio" hicieron en diversas oportunidades y
que aparecen debidamente documentadas en el expediente con las respectivas
ediciones impresas, aseveraciones, afirmaciones y comentarios que la
peticionaria consideró como atentatorios de su buen nombre, de su honra y de
dignidad, con motivo del ejercicio de sus funciones como Contralora
Departamental del Quindio. Sin duda no sólo se presentó la situación
planteada, sino que ella adquirió el carácter de sistemática, como aparece
también en el expediente.
Es claro a la
peticionaria directamente se le atribuyó desde los periódicos citados la
responsabilidad en la comisión de varias irregularidades administrativas en el
desarrollo de las actividades que como contralora departamental hubo de cumplir
en la Junta Directiva de la Lotería del Quindio; también es claro que desde
aquellos medios masivos de comunicación se formularon aseveraciones
relacionadas con la comisión de varios delitos que se atribuyen como de
responsabilidad directa y plena de la peticionaria.
Observa la Corte que
dentro del expediente no se pudo probar debidamente las mismas conductas en
relación con los medios radiofónicos que aparecen señalados por la peticionaria
y que por lo tanto serán otras las consideraciones que al respecto se deben
formular, distintas de las que caben en relación con los diarios que se han
señalado.
Además, cabe
observar que son dos los tipos de informaciones las que son objeto de la
reclamación, así:
1) Las
informaciones que se titulan "Irregularidades en la Lotería del
Quindio" y que aparecen en las ediciones del Diario la Patria de
Junio 30, ( Primera Pagina y Tercera C); julio 2 ( Primera Pagina y Tercera C);
Julio 5 Edición Dominical (Separata Especial "HOY QUINDIO"
primera y tercera paginas); Julio 8 (Primera Pagina y Tercera C) y Julio 15
titulada "Acción de Tutela contra La Patria" (Primera Pagina y
Tercera C).
2) Las
informaciones del periódico "La Crónica del Quindio" de julio
2 (paginas 2 y 3) titulada "El Soborno en la Lotería"; de julio 4
(pagina 2) titulada "Y todos dicen lo mismo" y de julio 9 ( pagina 2)
titulada " Otro Villazo en Empresas Publicas?".
3) Las
informaciones del periódico "Diario del Quindio" de julio 8 de
1992 (Primera Pagina) tituladas "Del Diario La Patria" "La
Procuraduría adelanta Investigación por Denuncias".
4) Especial mención
cabe de la publicación aparecida en la separata dominical de la edición
respectiva del diario La Patria denominada "HOY QUINDIO" en la
que aparecen dos caricaturas que muestran, una en fotocomposición y otra en
dibujo manuscrito, imágenes descalificadoras, grotescas, ofensivas y
arbitrarias de la persona de la peticionaria.( Primera y Tercera Paginas)
B. En segundo
término se observa que se trata en este caso del cuestionamiento por esta vía
judicial especial del ejercicio de la libertad constitucional de información y
expresión en medios masivos de comunicación, la que aparece consagrada en el
artículo 20 de la Constitución Nacional y que en otros términos se denomina
libertad de prensa. Esta libertad, además, tiene en la Carta una especial
connotación en el sentido de que los medios masivos de comunicación son libres
y tienen responsabilidad social; igualmente, en relación con dicha libertad la
Carta garantiza el derecho a la rectificación en condiciones de equidad.
Al respecto de este
punto cabe reiterar la jurisprudencia de la Corte en materia de la libertad de
expresión por los medios masivos de información y periodísticos. Se ha
advertido que la libertad periodística es un derecho fundamental de especial
relevancia, amparado por el articulo 20 de la Carta, pues constituye una forma
de desarrollo de la libertad de expresar y difundir el pensamiento sea propio o
ajeno, de manifestar opiniones, de dar y recibir informaciones y de fundar
medios masivos de comunicación; ademas se ha indicado que dentro del marco de
las regulaciones de la nueva Constitución adquiere especial protección y se le
rodea de garantías más amplias que las que contenía la Carta de 1886.
También se ha
advertido en diversas oportunidades que este derecho no queda circunscrito en
su importancia a lo que corresponde a la persona individualmente considerada,
sino que por su trascendencia atañe a los intereses de todas las
colectividades, tanto que forma parte de los mas destacados instrumentos
constitucionales de la naciones democráticas y de las declaraciones
internacionales de derechos humanos. En su consagración constitucional en
nuestro país, dicha libertad aparece reforzada con instituciones especiales
como las que consagran el articulo 73 de la Carta de 1991 que establecen que la
actividad periodística gozará de protección para garantizar su libertad e
independencia profesional, y la garantía especial que aparece en el inciso
final del citado articulo 20 que establece que no habrá censura.
La libertad de
prensa como es conocida de modo especial, consiste en el derecho fundamental
para publicar y difundir las ideas por cualquier medio gráfico y es una de las
características de todo régimen democrático puesto que propicia el pluralismo
político e ideológico; su finalidad más trascendental es la de permitir que
exista un espacio propicio para controlar los actos de los gobernantes y para
indicar derroteros a los asociados, todo lo cual en principio le da a ella en
el cuadro de regulaciones constitucionales una posición preferente ante los
poderes públicos y ante otros derechos fundamentales autodisponibles.
Empero, este derecho
como todos los demás dentro de los presupuestos normativos y programáticos de
la Carta Constitucional no es absoluto y ha de respetar el núcleo esencial de
los derechos de los demás y en los casos especiales autorizados por el
Constituyente, las regulaciones legales que se expidan para su ámbito de
disfrute; igualmente cabe advertir que dicha libertad no presupone que sus
Titulares y en su ejercicio queden desligados del ordenamiento jurídico en
general que se endereza a la protección de otros derechos y libertades, por el
contrario, todas las personas en nuestro país deben sometimiento al orden
jurídico y este comporta limitaciones dentro del marco de la Constitución al
disfrute y ejercicio de los derechos cuando quiera que se atente contar los
demás y sus derechos. Por esencia este derecho entra en relación con otros de
igual importancia y debe convivir en su ejercicio con ellos; por tanto, no se
puede desconocer que el inciso 2o. del articulo 20 de la Carta destaca como
fundamental característica de este el de su responsabilidad social cuando se
ejerce en los medios masivos de comunicación social.
En este sentido, es
bien claro que dichos medios no pueden constituirse en instrumentos de poder
omnímodo y arbitrario de intereses parciales de la sociedad, sustraídos del
ordenamiento positivo y de las responsabilidades penales o económicas que
puedan derivarse de los daños causados a los demás. Como bien lo advirtió la
Corte Constitucional es realmente significativa la relación en la que pueden
entrar el ejercicio de la libertad de expresión en medios masivos de
comunicación o de prensa con los restantes derechos fundamentales tales como el
derecho a la intimidad, al honor, al buen nombre, a la dignidad y los derechos
fundamentales de los niños consagrados de modo prevalente en el artículo 44 de
la Carta.
Obsérvese que la
primera limitación a este derecho es la que impone el deber de informar con
veracidad e imparcialidad que establece el artículo 20 de la Carta en su inciso
primero; ésta se halla complementada con lo dispuesto por el Código Penal en
sus artículos 313 y siguientes y por lo señalado por el Código del Menor en su
artículo 25. En las regulaciones penales se establece que la injuria y la
calumnia como modalidades delictivas que atentan contra el bien jurídico de la
integridad moral, son objeto de la influencia de circunstancias de graduación de
la pena cuando estos se cometieren utilizando cualquier medio de
comunicación social u otro de divulgación colectiva.
Desde luego, el
ejercicio legitimo de este derecho constitucional fundamental a la libertad de
prensa esta amparado en su relación con el honor y el buen nombre, por la
exigencia de la veracidad de la información; este es el primero de los limites
que impone la Carta para su ejercicio, sin que implique la exigencia de la
absoluta determinación sobre la certeza de la existencia de los hechos objeto
de la publicación ni la absoluta irresponsabilidad o negligencia del informador
ni del medio. Lo que presupone es el manejo serio y la presentación ponderada
de los hechos y de las reflexiones que, sin conducir al silencio, sea producto
de la madura reflexión de los efectos que genera la publicación y la difusión
masiva de aquellos dadas las circunstancias particulares del caso. Obviamente,
el informador queda a todas luces amparado constitucionalmente para formular y
demostrar, en el eventual e hipotético juicio penal por la infracción a algunas
modalidades de atentados a los bienes jurídicos de la integridad moral, no solo
la ausencia de culpabilidad por su acción sino, además, para demostrar la
veracidad de la información vertida por el medio o cuando menos la ponderada
evaluación profesional de la información recibida y reproducida.
Además,la imparcialidad
que es otro de los limites constitucionales de la libertad de prensa, presupone
que el informador debe guardar sobre la persona respecto de la cual publica
hechos y comentarios objeto ya de juicio público sancionatorio, ora de
decisiones judiciales, penales, civiles o administrativas, y disciplinarias,
mínimas reglas de respeto y consideración sin comportar adhesiones o designios
anticipados o de prevención en favor o en contra que puedan incidir en la
alteración del resultado recto y justo que se espera en todo Estado de Derecho
para aquellos casos.
De esta manera la
libertad de prensa en cuanto modalidad constitucional de la libertad de
expresión exige, para que su ejercicio sea veraz e imparcial y en lo que se
relaciona con el derecho constitucional fundamental a la honra, al buen nombre
y a la dignidad de las personas, que sea profesionalmente conducida y
administrada tal como lo ordena el articulo 73 de la Constitución y que, por lo
mismo, las expresiones que utilice no sean injuriosas, difamantes, arbitrarias,
calumniosas e innecesarias.
En relación con el
posible conflicto entre el ejercicio de la libertad de prensa y estos derechos
fundamentales esta corporación sostuvo que:
"La honra y el
buen nombre de las personas, que en este caso han sido los derechos invocados
por el accionante, como desconocidos por los medios de comunicación
constituyen, junto con el derecho a la intimidad los elementos de mayor
vulnerabilidad dentro del conjunto de los que afectan a la persona a partir de
publicaciones o informaciones erróneas, inexactas o incompletas. resulta de
gravedad extrema olvidar, en aras de un mal entendido conceptual de la libertad
de información, el impacto que causa en el conglomerado una noticia, en
especial cuando ella alude a la comisión de actos delictivos o al trámite de
procesos penales en curso, y el incalculable perjuicio que se ocasiona al
individuo involucrado si después resulta que las informaciones difundidas
chocaban con la verdad de los hechos o que el medio se precipitó a presentar
públicamente piezas cobijadas por la reserva del sumario, teniendo en cuenta
que, frente a la justicia, no puede ser más valioso un distorsionado criterio
de la libertad de información que el derecho a la honra, garantizado en favor
de toda persona por el articulo 21 de la Carta Política, pues en tales casos,
no es lícito al medio ni al periodista invocar como justificantes de su acción
los derechos consagrados en los artículos 20 y 73 de la Carta. No puede
sacrificarse impunemente la honra de ninguno de los asociados, ni tampoco
sustituir a los jueces en el ejercicio de la función de administrar justicia,
definiendo quiénes son culpables y quiénes inocentes, so pretexto de la
libertad de información.
Debe la Corte
insistir en que tanto el buen nombre (art. 15 C.N.) como la honra de las
personas (art. 21 C.N.) son derechos fundamentales, instituidos en razón de la
dignidad del ser humano, en orden a preservar el respeto que a esos valores, de
tanta trascendencia para cada individuo y su familia, deben la sociedad, el
Estado y los particulares." ( Sentencia No. T512, Septiembre 9 de 1992
M.P. Jose Gregorio Hernández Galindo.)
Hechas las
anteriores advertencias esta Sala de la Corte Constitucional encuentra que en
el caso de las informaciones de prensa que aparecen reseñadas, no obstante ser
atacadas como inexactas y erróneas por la peticionaria y atentatorias de sus
derechos a la honra, al buen nombre y a la dignidad, no fueron objeto de la
solicitud de rectificación exigida por el decreto 2591 de 1991(art. 42
núm.7o.); así las cosas, siendo claro que no se cumplió con el requisito
consagrado en la ley para que procediera la acción de tutela contra
particulares, no correspondía conceder el amparo solicitado.
Al respecto cabe
citar la sentencia que profirió la Corte Constitucional sobre el ejercicio de
la acción de tutela contra particulares en el caso de la rectificación de
informaciones inexactas o erróneas. En efecto, en sentencia del nueve (9) de
septiembre de este año la Corte, con ponencia del Magistrado Jose Gregorio
Hernández Galindo, sostuvo que:
"Por regla
general la acción de tutela prevista en el artículo 86 de la constitución
procede contra actos u omisiones de las autoridades.
Excepcionalmente es
posible intentarla contra particulares en los casos que establezca la ley,
sobre el supuesto de que se hallen en una de las situaciones previstas por
la,propia disposición superior; que esos particulares estén encargados de la
prestación de un servicio publico; que su conducta afecte grave y directamente
el interés colectivo; o que respecto de ellos el solicitante se encuentre en
estado de subordinación o indefensión.
El articulo 42 del
Decreto 2591 de 1991 desarrolló ese precepto indicando los casos en los cuales
procede la tutela contra acciones u omisiones de particulares. en su numeral
7o. contempló la materia que ha dado lugar a la acción de tutela en esta
oportunidad: "Cuando se solicite rectificación de informaciones inexactas
o erróneas. En este caso se deberá anexar la transcripción de la información o
la copia de la publicación y de la rectificación solicitada que no fue
publicada en condiciones que aseguren la eficacia de la misma.
El carácter a todas
luces excepcional de esta norma hace que su interpretación deba ser estricta,
de tal forma que, si lo que busca el peticionario es que un medio de
comunicación rectifique información inexacta o errónea suministrada al público,
está obligado a solicitarla previamente al medio y únicamente en el evento de
no ser publicada por éste en condiciones de equidad (Art. 20 C.N.) podra
acudirse a juez en demanda de tutela. Así se debe acreditar al presentar la
demanda, junto con la transcripción o copia de la información o publicación
correspondiente. De lo contrario no procede la acción.
Lo que se busca es
dar oportunidad al medio cuya información hay inconformidad, para que
rectifique o aclare. En este como en otros campos, es preciso partir de la base
de la buena fe y, siendo posible que el medio de comunicación no hubiese tenido
intención o voluntad de agravio, es menester que se le permita corregir lo
dicho o escrito antes de plantearle un conflicto judicial."
En efecto, como lo
señaló el Juez de primera instancia al negar la petición de tutela, no se
demostró el cumplimiento del requisito establecido en el numeral 7o. del
artículo 42 del Decreto 2591 de 1991, que establece que "cuando se
solicite rectificación de informaciones inexactas o erróneas.... se deberá
anexar la transcripción de la información o la copia de la publicación y de
la rectificación solicitada que no fue publicada en condiciones que
aseguren la eficacia de la misma".
Por tanto el Juez,
al comprobar la no existencia de la rectificación procedió conforme a la
Constitución y a la ley, a negar la petición de tutela. Además como se
advirtió, se trata del ejercicio de la acción de tutela contra particulares que
está sometida a las regulaciones que establezca la ley (art. 86 C.N.).
Igualmente se reitera la advertencia que señala que en relación con la
protección judicial de derechos como los que contienen los bienes jurídicos a
la integridad moral protegidos por la ley, el Código Penal consagra las figuras
de la Injuria y de la Calumnia a las que se puede acudir para efectos de
obtener las sanciones que correspondan sobre la persona de quien, en la
modalidad delictiva que proceda, atente contra dicho bien de rango legal;
empero, para obtener del medio de comunicación y por vía de la acción de tutela
la eventual reparación y del juez la orden de amparo que tutele los derechos
constitucionales fundamentales previamente se debe solicitar la rectificación
advertida y demostrar que aquella no fue atendida en condiciones de equidad.
La Corte advierte
que los cargos y aseveraciones formulados contra la Contralora corresponden a
situaciones que pueden ser examinadas por las autoridades competentes; sin
embargo suele ocurrir que se produzcan excesos y demasías en el ejercicio de la
libertad de prensa, que en las voces de la Constitución exige de responsabilidad
social. Este fenómeno que no es aislado ni excepcional, se agudiza y agrava
cuando el medio utilizado es la caricatura o la fotocomposición, el cual es muy
difícil si no imposible rectificar, en el caso de que lesione la honra, el buen
nombre y la imagen de las personas.
Esta forma gráfica
compuesta de expresiones del pensamiento se erige sobre la previa definición de
un concepto o idea del autor ante una persona o una cosa o fenómeno que en
ella se representa y se traduce en la elaboración de una figura en la que se
deforman los objetos de la obra. Ello implica un alto y muy lúcido sentido de
responsabilidad y rectitud en manos de quienes tienen a su disposición un tan
delicado y disolvente instrumento para calificar las conductas de funcionarios y
personas, mucho más cuando se elabora para ser difundida en medios masivos de
comunicación y en efecto se publica acompañando campañas informativas que
desconocen los elementales principios jurídicos de la imparcialidad, como es el
caso que presenta la peticionaria.
Esta Corporación
encuentra que las expresiones gráficas que caricaturizan la figura y el nombre
de la peticionaria son en verdad abusivas, desproporcionadas y denigrantes en
alto grado; no se compadecen con el ejercicio de la libertad de prensa, ni con
la libertad de expresión en medios masivos de comunicación, los que por mandato
constitucional tienen responsabilidad social. Además, rompen con cualquier
medida de trato digno y con las conocidas reglas de la urbanidad y de la
educación cívica, que tanta falta hacen en momentos como los que vive el país.
Destaca la Corte Constitucional que en el caso bajo examen el citado suplemento
dominical del Diario La Patria fue más allá de los limites del respeto y
de imparcialidad que le corresponde como medio masivo de comunicación a la luz
de las reglas de la Carta Fundamental. Conductas como la descrita y que en
efecto aparecen acreditadas en el expediente que fue enviado a la Corte,
ameritan el rechazo categórico de cualquier persona civilizada que estime a sus
semejantes y al propio genero humano y no deben ser objeto de consideraciones
plausibles de ninguna especie.
Pero además, no se
compadece con la Carta Fundamental de los colombianos que en aras de la alta
misión y de las responsabilidades de la prensa se denigre de una persona
respecto de la cual no existe cargo o imputación en trámite ante las
autoridades penales o disciplinarias competentes, colocándola en situación de
desmedro de su imagen y de su buen nombre e incidiendo sobre el eventual juicio
que corresponda, en especial sobre el electorado.
Con base en lo
anterior, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión de Tutelas,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero. CONFIRMAR la sentencia relacionada con la
acción de la referencia, proferida por el Juzgado Primero Penal del Circuito de
Armenia el 27 de julio 1992 en el caso de la referencia, por los motivos que
en este fallo se han expuesto.
Segundo. Comuníquese la presente decisión al
Juzgado Primero Penal del Circuito de Armenia.
Cópiese, publíquese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
196 | T-610-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-610/92
DERECHO AL
TRABAJO
Como factor
fundamental de los procesos económicos y sociales, resulta de primordial
importancia en razón de que posibilita los medios de subsistencia y la calidad
de ésta para el mayor número de la población y de él depende de manera general
el crecimiento y desarrollo económico. También, de él se desprenden variadas y
complejas relaciones sociales concurrentes y divergentes en punto a los
intereses que en ellas se traban; esta naturaleza básica del Trabajo,
reconocida por el Constituyente de 1991 desde el Preámbulo de la Carta, también
manifiesta en su contenido finalístico el propósito de asegurarlo de manera
prioritaria, ante otros objetivos del Estado.
LIBERTAD DE
ESCOGER PROFESION U OFICIO
El libre
ejercicio de las ocupaciones, artes y oficios que asegura la Carta debe
entenderse en el sentido que indica que si aquellos son de los que requieren
formación académica, la ley bien puede exigir títulos de idoneidad, y las
autoridades competentes podrán inspeccionarlos y vigilarlos de modo ordinario,
continuado y permanente; también, el artículo 26 que se analiza permite que las
ocupaciones, artes y oficios que no exijan formación académica sean ejercidos
libremente, salvo cuando aquellas impliquen un riesgo social, caso en el
cual pueden establecerse limitaciones relacionadas con dicho riesgo. Lo
anterior no significa que las ocupaciones, artes y oficios que no requieran
formación académica y que no impliquen riesgo social según la definición que de
éste haga la ley, puedan ejercerse en todo tiempo y lugar con independencia
del derecho ajeno, de los intereses generales de la sociedad y de las demás regulaciones
jurídicas vigentes dentro del Estado. El "libre ejercicio" de estos
significa que si no son de los que exigen formación académica, las autoridades
no pueden exigir título de idoneidad, y que si no implican riesgo social no
pueden ser inspeccionados o vigilados de modo ordinario, continuado y
permanente por las autoridades, empero, siempre deben ejercerse como se ha
señalado, dentro de los límites generales del ordenamiento jurídico y de los
derechos de los demás.
DERECHO AL
ESPACIO PUBLICO-Zona
peatonal
El Espacio
Público es objeto de la regulación jurídica por virtud de la acción del Estado
en sus diversos niveles que van desde las definiciones y prescripciones de
carácter legal, hasta las disposiciones, reglamentos y órdenes
administrativas. Adquiere esta noción una categoría especial en el nuevo
orden normativo constitucional, pues el constituyente optó por la alternativa
de consagrarla en el nivel constitucional para permitir al legislador su
desarrollo dentro del marco del Estado y de la Constitución pluralistas que se
inauguran a partir de la entrada en vigencia de la Carta de 1991. La ocupación
de la zona peatonal a que se refieren los peticionarios se producía en todas
las horas del día, los ocupantes de dicho espacio público son conocidos, sus
prácticas fueron regulares, habituales y continuadas, y comportaban la
extensión ilegítima o no autorizada de la actividad comercial e industrial que
desarrollan. Dicha ocupación por lo recurrente, abierta y habitual, fue objeto
de la resolución de restitución que compete al Alcalde en los términos del
Código Nacional de Policía, en ejercicio el deber de procurar el respeto al
Espacio Público de calles y avenidas.
REF.: Expediente
No. T-4601
Acción de Tutela
impetrada contra el Municipio de Bucaramanga.
Peticionario:
EVA BURGOS Y OTROS
Magistrados:
Dr. FABIO MORON DIAZ
-Ponente-
Dr. SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
Dr. JAIME SANIN
GREIFFENSTEIN
Santafé de Bogotá,
D.C., Diciembre catorce (14) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala de Revisión
en asuntos de tutela, integrada por los señores Magistrados SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ, JAIME SANIN GREIFFENSTEIN y FABIO MORON DIAZ, previo estudio del
Magistrado Ponente, resuelve sobre la revisión de las sentencias relacionadas
con la acción de la referencia, proferidas por el Juzgado Sexto Civil Municipal
de Bucaramanga el 24 de junio de 1992, y por el Juzgado Tercero Civil del
Circuito de la misma ciudad el 28 de julio de 1992, en primera y segunda
instancia.
I. ANTECEDENTES
A. La Petición
1. Con fecha 26 de
mayo del año en curso, EVA BURGOS, LUZ DARI GAVIRIA, NUBIA CECILIA TRUJILLO,
MERCEDES GALINDO, JULIO CORTES RAMOS, YANETH LEGUIZAMON, ELIBARDO CASTRO, EMIRO
SANCHEZ, ALIX COLMENARES y HERMINIO CASTRO, presentaron un escrito en el que
impetran la acción de tutela establecida en el artículo 86 de la Constitución
Política, "contra el Municipio de Bucaramanga, representado por su
Alcalde".
2. Los hechos que
señalan los peticionarios como causa del ejercicio de la citada acción, se
transcriben a continuación:
a. "Como
personas naturales dedicadas al reciclaje y compra y venta de artículos usados,
venimos laborando desde hace 15 años, en la carrera 14 entre calles 28 y
avenida Quebrada Seca".
b. "El día 12
de mayo del año en curso, la administración Municipal ordenó nuestro desalojo
aduciendo ocupación del espacio público."
c. "A través
de los diálogos con nuestros representantes, el Gobierno Municipal se comprometió
en una pronta reubicación como consta en el documento que se anexa.
"Se nos otorgó
como sector provisional de trabajo el lote el Carrasco. Los funcionarios que
nos acompañaron al sitio denominado el Carrasco, Dr. Severiano Cala y Rosa
Judith Narváez Ruíz, comprobaron las dificultades que presenta dicho sitio para
el desarrollo normal de nuestra labor".
d. "Llevamos
más de una semana sin poder laborar y recibir ingresos, por lo que nuestras
familias están padeciendo necesidades, por la carencia absoluta de recursos
económicos".
e. "Estamos
siendo asediados por los propietarios de las habitaciones donde residimos por
incumplimiento en el pago del canon de arrendamiento".
f. "Nuestros
hijos no pueden asistir a los distintos planteles educativos por falta de
recursos para su alimentación y gastos de transporte".
g. "En la
actualidad la mayoría de los niños se encuentran en mal estado de salud y sin
posibilidades de asistencia médica".
3. Los peticionarios
solicitan que se les respeten y garanticen los derechos fundamentales al
"trabajo, la honra y aprendizaje"; que se ordene al Alcalde Municipal
les permita permanecer provisionalmente en el sitio que venían ocupando,
mientras se define la reubicación definitiva; que esta última se ordene en un
lugar apropiado para el desarrollo de la actividad laboral que desempeñan; que
haya un pronunciamiento acerca de la viabilidad del lote el Carrasco, para la
comercialización de los materiales reciclados.
B. Las
Sentencias que se revisan.
1. El Juzgado Sexto
Civil Municipal de Bucaramanga resolvió denegar la tutela impetrada y
fundamenta su resolución en los siguientes argumentos:
a. "En este
concreto evento, previo el análisis del acto administrativo, emanado de la
Inspección de Control Urbano y Ornato de Bucaramanga, (folios 38 al 43), ha de
concluirse que tal resolución es ajustada a derecho en la medida en que su
motivación obedeció a razones de índole jurídico, en cuanto los ocupantes de
las vías comprendidas entre las calles 28 y avenida Quebradaseca de la carrera
14 de esta ciudad se encontraban invadiendo el espacio público".
b. "De acuerdo
a las diversas normas de índole nacional y municipal, existen determinados
bienes denominados de uso público que por su misma condición son inalienables.
Es así, que el art. 674 del Código Civil señala que se llaman bienes de la
Unión aquellos cuyo dominio pertenece a la República, y cuando su uso
corresponda a todos sus habitantes son bienes públicos del territorio; entre
esta clase de bienes se ubican las calles, plazas, puentes y caminos que por
formar parte del patrimonio del estado no son susceptibles de negociación
alguna, ni puede establecerse sobre ellos ningún tipo de servidumbre".
c. "Por su
parte el art. 132 del Código Nacional de Policía establece el trámite a seguir
para la restitución de bienes de uso público, como vías urbanas o rurales,
señalando que una vez establecido su carácter se podrá emitir la
correspondiente resolución de restitución".
d. "En
consideración a lo consignado, ha de concluirse que si quienes promueven esta
acción ejercían su actividad o trabajo ocupando un espacio público, tal
conducta conllevó la orden de restitución emanada de las autoridades
municipales, lo que conduce a declarar improcedente la tutela deprecada...".
2. La Previa
Impugnación.
El primero (1°.) de
julio de 1992 ELIBARDO CASTRO presentó escrito de impugnación contra la
sentencia de primera instancia reiterando las solicitudes y fundamentos
fácticos inicialmente consignados, además de ello, expone:
a. "Nosotros,
nos hemos organizado a través de una Asociación y de una Cooperativa, para
tratar de mejorar nuestra condición social con el propósito de que seamos
respetados por el Estado y la sociedad. Las entidades que nos agrupan son
personas jurídicas y como tales su objeto es lícito por consiguiente no se nos
debe menospreciar. Somos sí personas discriminadas por la sociedad que nos ha
venido marginando por la labor que realizamos, labor que en vez de degradarnos
nos engrandece dado que con ella estamos contribuyendo al mantenimiento de un
ambiente ecológico sano, es por ello que demandamos para que se nos dé un
tratamiento igualitario sin discriminaciones de ninguna índole en cumplimiento
del texto constitucional contenido en el artículo 13 de la Carta...".
b. Indica que es
deber de las autoridades brindar especial protección a las discriminados y
marginados, además que "no puede primar el concepto del espacio público
sobre el derecho fundamental del trabajo y otros derechos que se vulneran como
consecuencia de esta violación...", finalmente señala que "no puede
aducirse por parte del Juzgado que ningún derecho ha sido conculcado por cuanto
nosotros nos hemos quedado en la imposibilidad de realizar nuestra labor
cotidiana".
3. La Sentencia
de Segunda Instancia.
El Juzgado Tercero
Civil del Circuito de Bucaramanga decidió confirmar la sentencia impugnada, y
al efecto consideró:
a. "El
permanecer en un determinado lugar y desarrollar allí una actividad lícita, no
es derecho fundamental. El derecho al trabajo que sí lo es, no está siendo
conculcado puesto que no les ha sido prohibido ni negado, tan sólo se ha
prohibido continuar desarrollando la actividad que él requiere, en un sitio
definido como espacio público".
b. "Si las
autoridades municipales alegan que es espacio público el lugar donde los
querellantes se encontraban desarrollando su actividad y estos consideran que
no lo es la definición de este conflicto correspondería a la autoridad
civil".
c. "Es sí un problema
de tipo social y así lo han entendido las autoridades municipales y esa la
razón para adelantar algunos procedimientos en procura de una solución digna
para un grupo de personas humanas, pretendiendo ubicarlas en un sitio en donde
conforme a la ley, ejerzan los derechos fundamentales que dicen les fueron
conculcados y ubicados dentro de la legalidad, reciban la protección y se les
den las garantías consagradas en beneficio de los ciudadanos dentro del estado
de derecho".
d. "Tan cierto
es lo anterior que las peticiones contenidas en el memorial dirigido al Juez
Civil Municipal, están encaminadas a obtener una protección provisional y a que
se ordene una reubicación definitiva, aspectos estos que no son de competencia
ni del Juez a-quo y tampoco de este Despacho que conoce de la alzada".
Consideró también el
Despacho que las conclusiones del Juez de instancia encuentran sustento en la
Constitución Nacional y en los decretos que regulan la acción de tutela y que
"la apelación se resolverá únicamente en relación con el prenombrado
porque en el litis consorcio facultativo este medio de ataque a las
providencias judiciales es de uso personal".
CONSIDERACIONES DE LA SALA
Primera. La
Competencia
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para conocer de la revisión de las
sentencias de la referencia, en atención a lo dispuesto por los artículos 86
inciso tercero y 241 numeral 9 de la Constitución Política, en concordancia con
los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto 2591 de 1991; además, este examen se
hace por virtud de la selección que de dicho acto practicó la Sala
correspondiente y del reparto que se verificó en la forma señalada por el
Reglamento de esta Corporación.
Segunda: La
Materia Objeto de las Actuaciones
A. Del examen del escrito
presentado por los peticionarios, se deduce que la principal pretensión que los
anima es la de obtener, por vía de la acción de tutela, una orden judicial que
les asegure de modo provisional su permanencia en los andenes de una vía
pública en la ciudad de Bucaramanga, (carrera 14 entre la calle 28 y la
avenida Quebrada Seca), para efectos de ejercer allí su actividad comercial y
disfrutar de lo que en su concepto constituye una expresión del Derecho
Constitucional Fundamental al Trabajo.
Además, cabe
advertir que dicha petición se dirige contra lo dispuesto en la resolución No.
21 del siete (7) de abril de mil novecientos noventa y dos (1992), dictada por
la Inspección de Control y Ornato de Bucaramanga que aparece radicada en
fotocopia auténtica en los folios 53 y ss del expediente.
En aquella
resolución se ordenó, con fundamento en consideraciones que se examinarán más
adelante, que los ocupantes de las vías públicas comprendidas entre las calles
28 y Avda. Quebrada Seca de la carrera 14 de aquella ciudad, debían
restituirlas en el término de cinco (5) días a partir de la ejecutoria de
aquella providencia; además, se hacen las advertencias sobre el cumplimiento de
la misma y la posibilidad de su ejecución forzada. Igualmente se concedieron los
recursos de ley que corresponden a aquellas actuaciones.
B.
De lo visto
en la parte que resume las actuaciones que se revisan en esta sede, se concluye
que el objeto jurídico de las mismas está constituído por la solicitud de
protección judicial del Derecho Constitucional al Trabajo en la circunstancia
de la actuación de la administración consistente en la orden de desalojo y
restitución de una vía pública, no obstante que se haya invocado por los
peticionarios la violación concausal y remota del derecho a la honra y al
aprendizaje; sobre estos últimos no existe expresa fundamentación de la
petición, ni actuación u omisión alguna de la administración que haya sido
tachada como la causa inmediata de su violación.
En otros términos,
los peticionarios elaboran sus peticiones adicionales, en tanto consecuencias
remotas de la violación al Derecho al Trabajo, causada por la orden de la
administración municipal de recuperar una vía pública, pues, en su opinión, al
no poder trabajar en aquel espacio, no cuentan con recursos económicos para
pagar el canon de arrendamiento, ni para pagar los costos de la educación de
sus hijos. En estas condiciones la Corte examinará la situación concreta
generada por la incidencia en el disfrute de este último derecho y sus
eventuales vinculaciones con los restantes derechos cuya protección solicitan.
Igualmente, esta
Sala examinará otro de los elementos jurídicos relevantes que surgen del
conflicto planteado por los peticionarios, consistente en la relación entre la
violación al Derecho Constitucional Fundamental al Trabajo y el bien jurídico
del Derecho Constitucional al Espacio Público.
C. Además, cabe
advertir que de lo que se trata en la cuestión puesta al examen de la
Jurisdicción de Tutela en el caso de las sentencias que se revisan, no es en
verdad un conjunto de hechos en los que se discuta la Libertad de Escoger
Profesión u Oficio, ni de conflictos sobre los derechos constitucionales
fundamentales en una especial relación de trabajo, ni en los que esté de por
medio una concreta reclamación de condiciones dignas y justas entre patrono y
trabajador.
Para obtener el
pronunciamiento judicial reclamado, los peticionarios alegan como violado el
Derecho Constitucional Fundamental al Trabajo que establece el artículo 25 de
la Constitución Nacional; además, estiman como violados los Principios
Constitucionales de la Igualdad de todas las personas y de prohibición de
tratos discriminatorios. También consideran que la autoridad pública causante
de la lesión que señala, es el Municipio de Bucaramanga, como entidad
administrativa que en dicha ciudad ha ordenado que se impida su permanencia en
el lugar que señalan como asiento tradicional de sus actividades comerciales y
de trabajo. No obstante lo anterior, -se repite- la Corte encuentra que la
cuestión jurídica sustancial que propone la petición, se encamina en sus
verdaderos alcances a lograr que por la jurisdicción de tutela se declare que
el derecho al libre ejercicio del oficio de recicladores y chatarreros, se debe
respetar cuando menos de modo provisional en el lugar público en que se
encontraban. Se trata de obtener una interpretación de las disposiciones
constitucionales relacionadas con el Derecho al Trabajo que le dé a éste un
alcance, en términos de asegurar en su ejercicio prevalece sobre la protección
al Derecho Constitucional al Espacio Público; para dicho propósito, los
peticionarios pretenden desprender de la noción constitucional de
"Igualdad" y de sus nuevas proyecciones jurídicas en relación con la
promoción de condiciones para su real y efectiva satisfacción en favor de las
personas discriminadas y marginadas, una conclusión que le asegure su petición.
D. La Corte
Constitucional llega a la anterior conclusión después de examinar en detalle la
situación jurídica planteada en las actuaciones judiciales en virtud de las
cuales se le dió el trámite constitucional y legal correspondiente a los
escritos en los que se sustenta la petición de tutela que fue negada; ahora,
la especial función de revisión de este fallo que le corresponde a la Corte
Constitucional, previa la selección ordenada por la Sala competente, se
verifica con el fin de sentar la jurisprudencia que en esta materia debe
seguirse, mucho más teniendo en cuenta que el tema en cuestión compromete
diversos aspectos de trascendental importancia que deben ser dilucidados en
esta sede judicial.
Tercera: La
Libertad de Trabajo en la Constitución
A. La Corte
Constitucional observa que según su Preámbulo, la Constitución de 1991 fue sancionada
y promulgada con el objetivo de asegurar el trabajo a los integrantes de la
Nación, dentro de un marco jurídico, democrático y participativo que garantice
un orden político, económico y social justo; en este sentido, para lo que a
este asunto corresponde, se encuentra que el Constituyente también se ocupó de
regular el ámbito de la protección al trabajo como Derecho Constitucional
Fundamental en varios de sus elementos más relevantes como son el Derecho a
escoger libremente profesión u oficio (art. 26) y el Derecho al Trabajo
propiamente dicho que goza en todas sus modalidades de la especial protección
del Estado y que consiste en la garantía de que toda persona tiene derecho a un
trabajo en condiciones dignas y justas (art. 25).
En el ámbito de los
derechos sociales y económicos, el Constituyente fue mucho más allá de hasta
donde había llegado la Carta Constitucional de 1886, al impregnar con sus
principios y valores, lo mismo que con sus objetivos y normas, de un especial
sentido de justicia social y de dignidad de la persona al conjunto global de
las relaciones sociales.
No sobra advertir
que estos elementos, como conceptos jurídicos abiertos, sirven dentro del marco
de una Constitución como la de 1991, para fundamentar la actividad de todos los
Organos del Poder Publico y su lectura de la Constitución regulada por el
derecho, así como sus compromisos con las distintas fuerzas políticas y
sociales en la dinámica de la Comunidad política, organizada bajo la forma que
diseñó el Constituyente; empero, cabe destacar que aquellos términos de las
disposiciones constitucionales de carácter programático, son objeto permanente
de la actividad de la jurisdicción constitucional y a esta corresponde señalar
con certeza su alcance y sus contenidos para darle a la Carta su vigor como
norma básica de convivencia social y política, mucho más ahora dentro de las
finalidades básicas y generales establecidas por el constituyente de 1991 de
hondo carácter pluralista.
La regulación
constitucional a que se hace referencia en estas consideraciones del fallo,
parte del supuesto según el cual el Derecho del Trabajo es una de las
conquistas más trascendentales en el desarrollo de las modernas sociedades, y
expresa, en sus distintos estadios evolutivos, una de las manifestaciones
específicas de la libertad del hombre que se dirige a fortalecer su dignidad
frente a los demás, sean éstos los patronos, las empresas, los gobernantes o
los otros ciudadanos.
Según lo visto, los
grandes cambios sufridos por las organizaciones políticas en las últimas
décadas de este Siglo, confieren a las estructuras orgánicas y administrativas
del "Estado Social de Derecho", el papel de promotoras del
desarrollo y de la justicia sociales, para combatir las desigualdades humanas
con sus mecanismos políticos y económicos; en esta órbita de aspiraciones
políticas y sociales, se encuentra en un plano prevalente el Derecho del
Trabajo, que es elemento esencial en el moderno orden de la convivencia humana.
El Trabajo, como
factor fundamental de los procesos económicos y sociales, resulta de
primordial importancia en razón de que posibilita los medios de subsistencia y
la calidad de ésta para el mayor número de la población y de él depende de
manera general el crecimiento y desarrollo económico. También, de él se
desprenden variadas y complejas relaciones sociales concurrentes y divergentes
en punto a los intereses que en ellas se traban; esta naturaleza básica del
Trabajo, reconocida por el Constituyente de 1991 desde el Preámbulo de la
Carta, también manifiesta en su contenido finalístico el propósito de
asegurarlo de manera prioritaria, ante otros objetivos del Estado.
Desde todo punto de
vista argumental, las precedentes consideraciones son pertinentes por cuanto
deben estar presentes en la inteligencia que el intérprete haga de las normas
constitucionales en torno al trabajo humano y sobre las respectivas
disposiciones constitucionales aplicables.
La Constitución
regula el factor trabajo dentro del sistema productivo y económico-social en
varias disposiciones que permiten distinguir conceptual y normativamente entre
la Libertad de Trabajo, el Derecho al Trabajo y el Deber de Trabajar.
El primero, otorga
al hombre la libertad o derecho para escoger profesión, oficio u ocupación,
según su parecer, actitudes, gustos o aspiraciones, sin perjuicio de que la ley
pueda imponer la obligación de competencia o habilitación requeridas de acuerdo
con cada actividad (art. 26 C.N.), tiene las siguientes connotaciones
jurídicas.
En sus orígenes, la
Libertad de Trabajo fue considerada como una garantía de contenido
prevalentemente económico que aseguraba que los fines de la realización
individual del hombre pudiesen cumplirse conforme a sus designios e intereses;
en etapas posteriores se consideró que la libertad de trabajo no era suficiente
para las aspiraciones de la justicia y el desarrollo, pues era evidente que
cumplía y permitía cumplir funciones sociales de significación definitiva para
la paz pública y el bienestar colectivo.
Al resultar la
Libertad de Trabajo un ideal difícil de lograr en su plenitud dentro de los
régimenes liberales fundados sobre las reglas de la competencia capitalista, y
regidos por las leyes de la oferta y la demanda sobre el mercado de trabajo por
su cantidad y calidad, los abusos cometidos en perjuicio de los trabajadores
impusieron un cambio radical en las relaciones jurídicas dentro de los ámbitos
del Derecho Constitucional y del Derecho Laboral, que obligaron al Estado a
reconocer y garantizar no sólo dicha libertad, sino a regular al mismo tiempo
todas las formas de contratación y empleo, tanto en lo individual como en lo
colectivo, para defender la dignidad del trabajador y para obligar a la
utilización racional de los recursos humanos, con miras en el pleno empleo
dentro de políticas de ingresos y salarios, conforme a las cuales el desarrollo
económico tuviera como objetivo principal la justicia social y el mejoramiento
armónico e integrado de la comunidad y de las clases proletarias en particular
(art. 32 C.N. de 1886).
Esta garantía
individual estuvo ligada al derecho de todas las personas de dedicarse a la
profesión, industria, comercio o trabajos lícitos que le acomodaren, e
implicaba que cualquier persona quedaba facultada para ejercer una actividad
industrial, profesional o comercial, sin más limitación que la autorizada por
las leyes; igualmente, dentro del ámbito señalado por la ley y de conformidad
con las funciones propias del poder de policía, las autoridades estaban
facultadas para inspeccionar las profesiones y oficios en lo relativo a la
moralidad, seguridad y salubridad públicas (art. 39 C.N. de 1886). Con base en
lo anterior, se estimó que de no existir lesión o agravio a un tercero o a la
sociedad en general, ninguna persona se encuentra obligada a la prestación de
ningún servicio si no es su voluntad hacerlo y si no es recompensada con el
pago de una retribución económica, esté convenida o no.
La libertad de
escoger profesión u oficio, como Derecho Constitucional Fundamental, fue
complementada con base en la especial garantía que se le dió a estas
aspiraciones en las primeras etapas del "Estado Social de Derecho",
al ser objeto de la especial protección del Estado y al ser considerado el
trabajo como una obligación social (art.17 C.N. de 1886). En este sentido la
Libertad de Trabajo y su expresión específica dentro del Derecho del Trabajo,
condujo en esencia a la configuración de un conjunto sistemático de
regulaciones normativas de rango legal y a un cuerpo doctrinario de extendida
aceptación en el ámbito nacional y en las proyecciones internacionales del
Derecho del Trabajo que pueden resumirse de modo breve en los siguientes
términos.
Nadie puede ser
privado del producto de su trabajo salvo por resolución judicial; nadie puede
ser obligado a realizar trabajos personales sin justa retribución, salvo el
correspondiente a determinadas funciones públicas de carácter obligatorio y
gratuito; no es válida ninguna convención, pacto o contrato en la que se
menoscabe la dignidad o la libertad del hombre o el derecho a la absoluta
libertad de trabajo y por tanto el derecho a ejercer determinada profesión,
industria o comercio; una relación de trabajo sólo puede obligar al trabajador
mientras haya sido producto de la libre escogencia de este y no podrá durar más
del tiempo que éste quiera dentro de los términos señalados por la ley, es
decir, no se podrán celebrar contratos de trabajo de duración perpetua; la
prestación de los servicios personales no implica la renuncia a los demás
derechos civiles o políticos de que goza toda persona; las únicas consecuencias
por la terminación de la relación de trabajo por parte del trabajador son de
orden civil, salvo las consecuencias penales del dolo atribuíble y plenamente
probado. La Libertad de Trabajo no puede traer consigo el menoscabo, ni la
pérdida o el sacrificio de la libertad del hombre; de suerte que es fundamental
que en la ejecución de su relación laboral, el trabajador conserve su
libertad, sin perjuicio de que deba desempeñar su labor bajo la autoridad del
empleador, quien no puede atentar contra la libertad personal de aquella.
Ahora bien, no
obstante lo anterior es preciso advertir que los artículos 16 y 17 de la C.N.,
preven el Derecho al Libre Desarrollo de la Personalidad, sin más limitaciones
que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico, y la
prohibición de la esclavitud y la servidumbre respectivamente, de cuya
interpretación sistemática, también se deduce la Libertad de Trabajo, en
concordancia con lo previsto en el artículo 26 del mismo Estatuto Superior.
Esta advertencia sustancial del Constituyente, pone en claro que los contenidos
de la Libertad de Trabajo y del Derecho al Trabajo no llegan ni pueden llegar a
comprender su ejercicio ilegal y sin freno, ni a comprometer el derecho ajeno o
a desconocer el orden jurídico; pero ademas, el Derecho a la Igualdad y al
Libre Desarrollo de la Personalidad, como elementos básicos que integran las
nociones constitucionales de Libertad y de Derecho al Trabajo, se define por el
Constituyente con fundamento en las limitaciones que imponen los derechos de
los demás y el orden jurídico y no incluye la consagración de una potestad
supralegal de trabajar en todo momento y lugar o sobre toda materia, sino el
reconocimiento de la Libertad de Trabajo como concepto jurídico positivo
previsto para garantizar a todos los individuos la facultad de desarrollar su
personalidad y de asegurar con dignidad su subsistencia y su bienestar dentro del
marco de la convivencia jurídica entre los asociados.
También, se entiende
por Libertad de Trabajo, de acuerdo con la Carta, una expresión voluntaria de
la personalidad no sometida a dominio o imposición ni del Estado ni de los
particulares y, en rigor, se contrae a la categoría jurídica de la Libertad de
escoger o elegir libremente la profesión, el arte, la ocupación o el oficio,
que es distinta de la de su ejercicio según las voces de los artículos 25 y 26.
En efecto, mientras
sobre el ejercicio de las profesiones caben limitaciones por las
autoridades competentes, al poderse exigir títulos de idoneidad por la
formacion académica y al estar sometido a la vigilancia de las mismas, la elección
de aquellas no puede someterse a reglas distintas de las propias de la
organización académica y administrativa.
Ahora bien, es
preciso examinar lo correspondiente al ejercicio de las artes, las ocupaciones
y los oficios que no exigen formación académica, puesto que según las
expresiones de la Carta este puede limitarse en caso de que implique riesgo
social. Aunque la Constitución establezca en el ultimo inciso del Articulo
26 que el ejercicio de las profesiones es libre, los términos de este
específico enunciado normativo deben interpretarse en el sentido de que la
voluntad del Constituyente no se dirige a garantizar de modo absoluto su
práctica en todo momento y lugar, ni su goce arbitrario o contra derecho,
desprovisto de las regulaciones que impone la sociedad en general.
Para la Corte
Constitucional el libre ejercicio de las ocupaciones, artes y oficios que
asegura la Carta debe entenderse en el sentido que indica que si aquellos son
de los que requieren formación académica, la ley bien puede exigir títulos de
idoneidad, y las autoridades competentes podrán inspeccionarlos y vigilarlos de
modo ordinario, continuado y permanente; también, el artículo 26 que se analiza
permite que las ocupaciones, artes y oficios que no exijan formación académica
sean ejercidos libremente, salvo cuando aquellas impliquen un riesgo social,
caso en el cual pueden establecerse limitaciones relacionadas con dicho riesgo.
Lo anterior no significa que las ocupaciones, artes y oficios que no requieran
formación académica y que no impliquen riesgo social según la definición que de
éste haga la ley, puedan ejercerse en todo tiempo y lugar con independencia
del derecho ajeno, de los intereses generales de la sociedad y de las demás
regulaciones jurídicas vigentes dentro del Estado. El "libre
ejercicio" de estos significa que si no son de los que exigen formación
académica, las autoridades no pueden exigir título de idoneidad, y que si no
implican riesgo social no pueden ser inspeccionados o vigilados de modo
ordinario, continuado y permanente por las autoridades, empero, siempre deben ejercerse
como se ha señalado, dentro de los límites generales del ordenamiento jurídico
y de los derechos de los demás.
B. Ahora, el
artículo 25 de la C.N. consagra el derecho y el deber de trabajar, indicando
que el trabajo gozará de la especial protección del Estado. El primero se
reconoce a toda persona "en condiciones dignas y justas"; además, la
Carta Política en el artículo 52, consagra el derecho al aprovechamiento del
tiempo libre, es decir, del no trabajo, reconociendo en favor de los trabajadores
y de las personas en general, el derecho a la recreación y a la práctica del
deporte; también el artículo 54 impone la obligación al Estado y a los
empleadores de ofrecer formación y habilitación profesional y técnica a quiénes
lo requieran y al Estado en especial la obligación de propiciar la ubicación
laboral de las personas en edad de trabajar y garantizar a los minusválidos el
derecho a un trabajo acorde con sus condiciones de salud; el artículo 55,
garantiza el derecho a la negociación colectiva y el deber del Estado de
concertar los conflictos colectivos del trabajo. Igualmente, el artículo 56
garantiza el Derecho de Huelga; el artículo 57 autoriza al legislador para
propiciar la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas;
el artículo 58 obliga al Estado a proteger y promover las formas asociativas y
solidarias de la propiedad. Estas son expresas previsiones del Constituyente,
orientadas todas a fijar las condiciones generales del Derecho al Trabajo en
la Sociedad Colombiana.
Especial mención
requiere el artículo 53 de la Constitución Nacional, frente a las acciones que
se analizan, pues, ésta norma ordena al Congreso expedir un estatuto del
trabajo que tendrá en cuenta por lo menos los siguientes principios constitucionales:
igualdad de oportunidades; remuneración mínima vital y móvil, proporcional a la
cantidad y calidad del trabajo; estabilidad en el empleo; irrenunciabilidad de
derechos laborales; facultades para transigir y conciliar sobre derechos
inciertos y discutibles; interpretación favorable al trabajador; primacía de la
realidad sobre formalidades establecidas por los sujetos de las relaciones
laborales; garantía a la seguridad social, la capacitación, el adiestramiento
y el descanso necesario; protección especial a la mujer, a la maternidad y al
trabajo del menor. Todos estos principios reguladores del Derecho al Trabajo
tienen por mandato expreso de la Carta, rango constitucional. De otra parte,
entendido en el sentido de que no se sacrifican tampoco las demás libertades
del hombre, el Derecho al Trabajo depende, entre otros, de elementos objetivos
como las posibilidades fiscales del Estado y las variables económicas y
sociales generadoras de empleo.
Por eso, este
derecho y las disposiciones, previstas en los artículos 52, 53, 54, 55, 56, 57,
58 y 64 de la C.N., fue regulado por el Constituyente en la categoría que
denominó de los "Derechos Sociales Económicos y Culturales", lo que
también le da status de derecho asistencial, y por lo tanto, desde este
específico punto de vista, no es objeto de la acción de tutela prevista en el
estatuto fundamental.
C. Ahora bien, no
cabe duda que en nuestro ordenamiento jurídico el Derecho al Trabajo es una
manifestación de la libertad del hombre y, por tanto, en último término tiene
su fundamento en la dignidad de la persona humana; de ahí que su
constitucionalización haya sido el resultado de un largo y difícil proceso
histórico, en cuyo fondo aparecen las grandes luchas políticas y sociales por
la libertad del hombre.
Tampoco implica que
las profesiones, artes, ocupaciones u oficios, como manifestaciones de la
Libertad de Trabajo, puedan ejercerse en todo lugar y tiempo y sobre todas las
materias; aquellos están limitados obviamente por el derecho ajeno, por la ley
e incluso por el reglamento administrativo, siempre que no se atente contra la
naturaleza del mismo derecho, ni contra su núcleo esencial.
También se tiene que
dentro del marco de la Carta Fundamental, nadie puede ejercer la Libertad de
Trabajo ni el Derecho al Trabajo desconociendo los derechos de los demás, y las
regulaciones legales y administrativas previstas para asegurar el interés de la
colectividad y los restantes derechos de todas las personas; a ésta conclusión
se añade lo dispuesto por el Artículo 95 de la Carta, que establece, entre
otros, como deberes de la persona el de respetar los derechos ajenos y el de no
abusar de los propios, pues ésta es una categórica afirmación de los postulados
esenciales de todo Estado de Derecho que sirve de fundamento jurídico a la
convivencia en la sociedad en aras de la armonía social. Se previene así el
abuso del derecho y se garantiza un mínimo de condiciones para que todos los
asociados puedan disfrutar de sus derechos.
D. Bajo los
anteriores considerandos, cabe advertirse que en el caso que se examina los
peticionarios se encontraban en una situación en la cual ejercían la Libertad
de Trabajo en una de sus modalidades específicas, consistente en practicar por
su cuenta las actividades del comercio de especies recicladas y de chatarra en
un lugar afectado al uso público, tanto que habían ocupado todo los andenes de
la vía pública que se ha referenciado; en este sentido debe determinarse si el
ejercicio de las facultades que se desprenden de la citada libertad ciudadana y
del Derecho Constitucional Fundamental al Trabajo, pueden ser objeto de
regulaciones restrictivas que, en favor del disfrute y de la garantía del
Derecho al Espacio Público, radica la ley en cabeza de los alcaldes municipales
o de sus delegados. Igualmente, para tal efecto cabe determinar si la
protección administrativa del Espacio Público en los términos del Código
Nacional de Policía y de los códigos locales de policía encuentra fundamento
constitucional, y si su cumplimiento implica la posibilidad de establecer en
concreto limitaciones que restrigen su ejercicio como ocurre en la situación
planteada. Lo cierto es que la citada resolución de la Inspección de Control
Urbano y Ornato de Bucaramanga dá cuenta de que aquella ocupación del Espacio
Público es indebida y que se extiende a los andenes y a las calzadas con
"todo tipo de artículos usados"; además, la Corte observa que dentro
del expediente aparecen varios documentos allegados por la Administración
municipal en los que consta que las dependencias de Planeación Municipal, de
las Empresas Públicas, del Area Metropolitana, de la Corporación de Defensa de
la Meseta de Bucaramanga, de la Secretaria de Gobierno, del Instituto
Geográfico Agustín Codazzi y del mismo Alcalde tomaron medidas y
disposiciones, incluso de orden presupuestal, en favor de la reubicación de los
comerciantes y del arreglo de un espacio adecuado para la continuación de las
actividades de las personas a las que se dirige la orden de restitución.
Además, se demostró que el señor Alcalde municipal ordenó la reubicación de los
comerciantes que habían ocupado la citada zona urbana y recomendó que se ocupe
provisionalmente un lote de terreno denominado "El Carrasco" mientras
la Administración, dentro de la Constitución y la ley, encuentra otro lugar más
adecuado para la práctica de las actividades de aquellos.
En esta situación es
menester examinar las regulaciones constitucionales y legales que se refieren
al tema del espacio público y su relación con el ejercicio de la Libertad del
Trabajo, como se verá enseguida.
Cuarta: El
Derecho Constitucional sobre el Espacio Público. (Arts. 82 y 88 C.N.)
A. El derecho de
todas las personas al uso del Espacio Público aparece ahora consagrado en los
artículos 82 y 88 de la nueva Carta Fundamental de 1991; en este sentido es
claro que aquella garantía adquiere carácter de norma constitucional en
respuesta a las contemporáneas tendencias del Derecho Público que son de recibo
en nuestro sistema jurídico, en dicho nivel, por los trabajos de la Asamblea
Nacional Constitucional.
No obstante lo
anterior, cabe destacar que en el ámbito de la legislación nacional existen de
antaño disposiciones que aseguran su respeto y garantía y que aun conservan su
vigencia e imperio, pero que deben ser examinadas bajo los enunciados de la
actual normatividad constitucional con el fin de obtener su cabal
entendimiento.
Aquellas dos
disposiciones regulan la materia de la garantía constitucional del derecho al
Espacio Público en varias de sus expresiones, así:
1) Como deber del
Estado de velar por la protección de la Integridad del Espacio Público.
2) Como deber del
Estado de velar por su destinación al uso común.
3) Por el carácter
prevalente del uso común del Espacio Público sobre el interés particular.
4) Por la facultad
reguladora de las entidades públicas sobre la utilización del suelo y del
espacio aéreo urbano en defensa del interés común.
5) Como Derecho e
Interés Colectivo.
6) Como objeto
material de las acciones populares y como bien jurídicamente garantizable a
través de ellas.
B. Así las cosas,
se tiene que estas disposiciones constitucionales redefinen la noción de
Espacio Público y señalan las características especiales que permiten
distinguirla en dicho nivel normativo, de la noción jurídica general y de los
elementos materiales del espacio no público.
En efecto, aquel
concepto está compuesto por porciones del ámbito territorial del Estado que son
afectados al uso común por los intereses y derechos colectivos y de algunos
otros de carácter fundamental cuya satisfacción permiten; además, comprende
partes del suelo y del espacio aéreo, así como de la superficie del mar
territorial y de las vías fluviales que no son objeto del dominio privado, ni
del pleno dominio fiscal de los entes públicos.
Cabe advertir que
desde las más antiguas regulaciones legales sobre la permisión del uso y del
goce público de las construcciones, hechas a expensas de los particulares en
bienes que les pertenecen, es de recibo la figura del Espacio Público como
comprensiva de los bienes afectados al uso o goce común de los habitantes del
territorio.
El Espacio Público
comprende, pues, aquellas partes del territorio que pueden ser objeto del
disfrute, uso y goce de todas las personas con finalidades de distinta índole y
naturaleza, que se enderezan a permitir la satisfacción de las libertades
públicas y de los intereses legítimos que pueden radicarse en cabeza de todas
las personas de conformidad con el orden jurídico; en principio, en dichas
partes del territorio las personas en general no pueden ejercer plenamente el
derecho de propiedad o de dominio, sea privado o fiscal.
No obstante lo
señalado, por virtud de la naturaleza de la institución y por los altos fines a
los que obedece su consagración constitucional, el Espacio Público es objeto de
la regulación jurídica por virtud de la acción del Estado en sus diversos
niveles que van desde las definiciones y prescripciones de carácter legal, hasta
las disposiciones, reglamentos y órdenes administrativas. Adquiere esta noción
una categoría especial en el nuevo orden normativo constitucional, pues el
constituyente optó por la alternativa de consagrarla en el nivel constitucional
para permitir al legislador su desarrollo dentro del marco del Estado y de la
Constitución pluralistas que se inauguran a partir de la entrada en vigencia de
la Carta de 1991. Igualmente, las dimensiones sociales de la Carta y la
redefinición general de los valores y fines que deben ser objeto del desarrollo
legislativo y de la actividad de todos los organismos y entidades del Estado,
presuponen que nociones como la que se examina habrán de ser objeto prevalente
en la dinámica de la sociedad que se quiere definir y construir, dentro del
marco del Estado Social de Derecho y de la Democracia participativa.
C. El Constituyente
puso suficiente atención en la tarea de regular constitucionalmente esta
primordial vertiente del ordenamiento jurídico, no sólo para atender a las tradicionales
necesidades de las personas en el ámbito del ejercicio de las libertades
públicas fundamentales, de contenido espiritual y económico, que requieren de
los espacios y bienes de uso público para procurar la satisfacción de sus
anhelos y designios en libertad, sino además, para permitir la real y cierta
promoción de los nuevos ámbitos de la actividad del hombre en sociedad, como
especie y como sujeto de cultura; en efecto, los fenómenos contemporáneos de la
"masificación" de las relaciones en las que se ve comprometido el
hombre, principalmente en lo que se relaciona con la urbanización y con los
sistemas económicos en todos sus elementos como son la producción, la
distribución y el consumo de bienes y servicios sometidos a inestables y
cambiantes circunstancias, hace que se busquen mejores condiciones físicas de
satisfacción racional de los anhelos siempre presentes de libertad. Por esto,
garantizar constitucionalmente la protección integral del derecho al Espacio
Público es permitir la promoción de nuevos y más efectivos medios de
gratificación espiritual al ser humano, que debe poder desligarse y superar los
fenómenos propios del postmodernismo.
El derecho
urbanístico junto con el derecho ambiental son, en este sentido, las más
decantadas de las elaboraciones jurídicas que se ocupan de estos fenómenos
propios de las sociedades contemporáneas y atiende de manera primordial la
regulación de los diversos aspectos del Espacio Público como la planeación
local, la ordenación del espacio urbano, la regulación administrativa de
dicho espacio etc.. No cabe duda de que las decisiones básicas sobre el
fenómeno del urbanismo se han disociado de los conceptos tradicionales del
derecho de propiedad y que la Administración ha recogido como función pública
ineludible la de atender normativa y operativamente sus problemas, lo cual
supone el rediseño conceptual del objeto de que se ocupan y la introducción de
las reformas suficientes en el ordenamiento jurídico con el propósito de
garantizar, bajo el riguroso fundamento de las normas y de la actividad del
Estado en general, los requerimientos que se describen, como lo hacen las
disposiciones constitucionales que se citan (Arts. 82 y 88 C.N.).
También, el
Constituyente ha decidido abordar el complejo y dinámico problema social
urbano, y es así como dispuso, que el ordenamiento de las ciudades, de sus
magnitudes, y su configuración, no sean en absoluto asuntos de naturaleza
privada sino de eminente proyección pública en el sentido de que no pertenecen
al arbitrio exclusivo de los intereses abstractos y subjetivos de los
propietarios del suelo o de cualquiera persona en particular. Los fenómenos que
comprende el urbanismo son hechos colectivos de naturaleza especial que
interesan a la sociedad entera, ya que se proyectan sobre toda la vida
comunitaria, de manera directa, y sus consecuencias tocan con la existencia,
financiación, disposición y extensión de los servicios públicos fundamentales
como los de salud, vivienda, higiene, transporte, enseñanza, electricidad,
agua, alcantarillado y esparcimiento etc..
D. Ahora bien, se
tiene que en las iniciales regulaciones legales sobre el punto del Espacio
Publico, históricamente aparecen las disposiciones del Código Civil
contenidas principalmente en los Artículos 674 a 684 (De los Bienes de la
Unión) y 690 (Libertad de Pesca); estas previsiones legales se contraen, por
distintas razones a la regulación del tema de los bienes de uso público,
denominados también por aquel Código como BIENES DE LA UNION DE USO PUBLICO O
BIENES PUBLICOS DEL TERRITORIO. Dicha definición legal en esencia y con
carácter enunciativo, comprende calles, plazas, puentes, caminos públicos, ríos
y lagos y en general todos los bienes de la Unión de uso publico.
Además, es claro que
para el legislador ordinario en nuestro país, es admisible desde siempre la
figura de los bienes de propiedad particular que son destinados o afectados al
uso y goce de todos los habitantes de un territorio, como puentes y caminos
y cualesquiera otras construcciones, hechos todos a expensas de personas
particulares y en sus tierras y que no son considerados por la ley como bienes
fiscales, sino que quedan comprendidos bajo la categoría de bienes de uso
publico por permiso del dueño (art. 676 C.C.).
También aparecen
especiales regulaciones sobre las aguas que corren por los cauces naturales en
más de una heredad y sobre lagos, establecidas por los artículos 677 y 690 del
mismo código, pues éstas, por definición legal son de uso público y en ellas se
podrá pescar libremente dentro de las regulaciones legales y administrativas
correspondientes y, por tanto, también caben dentro de la noción histórica de
Espacio Publico.
En relación con los
Bienes de la Unión que son afectados al uso público, los artículos 678, 679,
680 y 681, establecen las principales regulaciones enderezadas a su
protección, así:
"Artículo 678.
El uso y goce que para el tránsito, riego, navegación y cualesquiera otros
objetos lícitos, corresponden a los particulares en las calles, plazas, puentes
y caminos públicos, en ríos y lagos, y generalmente en todos los bienes de la
Unión de uso público, estarán sujetos a las disposiciones de este Código y a
las demás que sobre la materia contengan las leyes."
"Artículo 679.
Nadie podrá construir, sino por permiso especial de autoridad competente, obra
alguna sobre las calles, plazas, puentes, playas, terrenos fiscales, y demás
lugares de propiedad de la Unión."
"Artículo.
680. Las columnas, pilastra, gradas, umbrales y cualesquiera otras
construcciones que sirvan para la comodidad u ornato de los edificios, o hagan
parte de ellos, no podrán ocupar ningún espacio, por pequeño que sea, de la
superficie de las calles, plazas, puentes, caminos y demás lugares de propiedad
de la Unión.
"Los edificios
en que se ha tolerado la práctica contraria, estarán sujetos a la disposición
de este artículo, si se reconstruyeren."
"Artículo
681. En los edificios que se construyan a los costados de calles o plazas, no
podrá haber, hasta la altura de tres metros, ventanas, balcones, miradores u
obras que salgan más de medio decímetro fuera del plano vertical del lindero,
ni podrá haberlos más arriba que salgan del dicho plano vertical sino hasta la
distancia horizontal de tres decímetros.
"Las
disposiciones de este artículo se aplicarán a las reconstrucciones de dichos
edificios."
Desde otro punto de
vista, que igualmente corresponde a las más avanzadas tendencias contemporáneas
del derecho público a las que se hace referencia en este acápite, se encuentran
las regulaciones incorporadas a nuestro ordenamiento jurídico por la Ley 9a de
1989, "Por la cual se dictan normas sobre planes de desarrollo municipal,
compraventa y expropiación de bienes y se dictan otras disposiciones",
conocida igualmente como Ley de Reforma Urbana.
Esta última
prescripción normativa establece por vía de la definición legal, los elementos
jurídicos que integran la noción de Espacio Público, así:
"Artículo 5o.
Entiéndese por espacio público el conjunto de inmuebles públicos y los
elementos arquitectónicos y naturales de los inmuebles privados, destinados por
su naturaleza, por su uso o afectación, a la satisfacción de necesidades
urbanas colectivas que trascienden, por tanto, los límites de los intereses de
los habitantes.
"Así,
constituyen el espacio público de la ciudad las áreas para la recreación
pública, activa o pasiva, para la seguridad y tranquilidad ciudadana. Las
franjas de retiro de las edificaciones sobre las vías, fuentes de agua, parques,
plazas, zonas verdes y similares, las necesarias para la instalación y
mantenimiento de los servicios públicos básicos, para la instalación y uso de
los elementos constitutivos del amoblamiento urbano en todas sus expresiones,
para la preservación de las obras de interés público y de los elementos
históricos, culturales, religiosos, recreativos y artísticos, para la
conservación y preservación del paisaje y los elementos naturales del entorno
de la ciudad, los necesarios para la preservación y conservación de las playas
marinas y fluviales, los terrenos de bajamar, así como de sus elementos
vegetativos, arenas y corales y, en general, por todas las zonas existentes
o debidamente proyectadas en las que el interés colectivo sea manifiesto y
conveniente y que constituyen, por consiguiente, zonas para el uso y el
disfrute colectivo."
"Artículo 6o.
El destino de los bienes de uso público incluídos en el espacio público de las
áreas urbanas y suburbanas no podrá ser variado sino por los concejos, juntas
metropolitanas o por el consejo intendencial, por iniciativa del alcalde o
Intendente de San Andrés y Providencia, siempre y cuando sean canjeados por
otros de características equivalentes.
"El retiro del
servicio de las vías públicas continuará rigiéndose por las disposiciones
vigentes.
"Los parques y
zonas verdes que tengan el carácter de bienes de uso público, así como las
vías públicas, no podrán ser encerrados en forma tal que priven a la
ciudadanía de su uso, goce, disfrute visual y libre tránsito." (Los
resaltados son de la Corte)
8. De otra parte, se
tiene que el Código Nacional de Policía (Decreto No. 1355 de 1970) regula las
competencias de los funcionarios y de las autoridades de policía en lo que se
relaciona con la protección de los monumentos históricos y de los lugares
artísticos de interés general y asigna a dichas autoridades la facultad de
prevenir los atentados contra la integridad de los bienes de uso público.
Igualmente, dicho
Código establece de modo especial la competencia de los alcaldes municipales en
materia de la restitución de los bienes de uso público, como son las
vías públicas urbanas o rurales en caso de ocupación, previa la determinación
por cualquier medio que esté al alcance de dichos funcionarios de la situación
de perturbación y de las características de dichos bienes. En este sentido se
tiene que el artículo 132 del citado Código establece lo siguiente:
Artículo 132:
Cuando se trate de la restitución de bienes de uso público, como vías públicas
urbanas o rurales o zona para el paso de trenes, los alcaldes una vez
establecidos, por los medios que estén a su alcance, el carácter de uso público
de la zona o vía ocupada, procederán a dictar la correspondiente resolución de
restitución que deberá cumplirse en un plazo no mayor de treinta días. Contra
esta resolución procede recurso de reposición y también de apelación para ante
el respectivo gobernador."
La ocupación de la
zona peatonal a que se refieren los peticionarios se producía en todas las
horas del día, los ocupantes de dicho espacio público son conocidos, sus
prácticas fueron regulares, habituales y continuadas, y comportaban la
extensión ilegítima o no autorizada de la actividad comercial e industrial que
desarrollan. Dicha ocupación por lo recurrente, abierta y habitual, fue objeto
de la resolución de restitución que compete al Alcalde en los términos del
Código Nacional de Policía, en ejercicio el deber de procurar el respeto al
Espacio Público de calles y avenidas, la que tiene fundamento constitucional y
legal como un asunto de interés general pues, es función primordial del Estado
y de los Alcaldes en particular "velar por su integridad y por su
destinación al uso común".
En consecuencia,
debe tenerse en cuenta que en la situación planteada la actuación de la
Administración municipal se ajusta a las previsiones de la Carta, ya que
encuentran fundamento en el artículo 82 inciso primero de la Constitución, en
las normas del Código Nacional de Policía, y además, respeta el alcance esencial
de la Libertad del Trabajo consagrada en el artículo 25 de la Constitución,
pues promueve la reubicación de los comerciantes que estuvieron ocupando el
espacio público cuya restitución se ordenó.
Con base en lo
anterior, la Corte Constitucional, en Sala de Revisión de Tutelas,
administrando justicia en nombre del Pueblo y por mandato de la Constitución,
R E S U E L V E:
Primero. CONFIRMAR las sentencias relacionadas con
la acción de la referencia, proferidas por el Juzgado Sexto Civil Municipal de
Bucaramanga el veinticuatro (24) de junio de mil novecientos noventa y dos
(1992), y por el Juzgado Tercero Civil del Circuito de la misma ciudad el
veintiocho (28) de julio de este año.
Segundo. Comuníquese la presente decisión a los
Juzgados Sexto Civil Municipal y Tercero Civil del Circuito de Bucaramanga,
para que sea notificada a las partes conforme lo dispone el artículo 36 del
Decreto 2591 de 1991.
Cópiese, publíquese,
comuníquese, insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
FABIO MORON DIAZ SIMON RODRIGUEZ
RODRIGUEZ
JAIME SANIN GREIFFENSTEIN
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General |
197 | T-611-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-611/92
COMPETENCIA DE
TUTELA/COMPETENCIA A PREVENCION EN TUTELA
El juez llamado a
resolver es el que tiene jurisdicción en el sitio en el que se han sucedido los
hechos, pero téngase presente también que el conocimiento atribuido a tales
funcionarios es "a prevención", lo cual indica que, por razones de
coherencia y economía procesal, aprehendido el caso por un juez determinado
sobre la base de la señalada competencia, se radica en él plenamente la
potestad de fallar sobre el caso en su integridad aunque algunos de los
acontecimientos hubieren tenido lugar en territorio diferente. Interpretar lo
contrario implicaría desvertebrar la unidad del proceso y propiciar la
circunstancia -no deseable para la eficaz protección de los derechos
fundamentales en juego- de fallos contradictorios entre sí respecto de la misma
situación.
MEDIOS DE
COMUNICACION/INDEFENSION
No parece necesario
demostrar el estado de indefensión en que se encuentra la persona frente a los
medios de comunicación. Es suficiente recordar que ellos -analizada la
situación desde el punto de vista de su potencialidad-, aparte de la mayor o
menor cobertura que puedan exhibir, ora en el ámbito nacional, ya en el local,
tienen el formidable poder del impacto noticioso; cuentan con la capacidad de
la presentación unilateral de cualquier acontecimiento; gozan de la ventaja que
representa la posibilidad de repetición y ampliación de las informaciones sin
límite alguno; manejan potentes instrumentos que pueden orientar y condicionar
las reacciones psicológicas del público, resaltar u opacar datos e
informaciones y, por si fuera poco, aún en el momento de cumplir con su obligación
de rectificar cuando hay lugar a ello, disponen del excepcional atributo de
conducir la respuesta para publicar la rectificación y contra-argumentar en el
mismo acto. Frente a la indefensión de la persona ante el medio de
comunicación, el único mecanismo efectivo que ofrece el ordenamiento jurídico
actual es la acción de tutela.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Vulneración
Todas aquellas
conductas de agentes estatales o de particulares en cuya virtud se traspasen
los límites de la intimidad, bien se trate de los que circundan el libre
desarrollo de la personalidad de cada individuo, ya de los que preservan la
privacidad del núcleo familiar, lesionan un derecho fundamental cuya
consagración positiva es apenas el reconocimiento de una normal condición de
convivencia humana y un elemento imprescindible para que se pueda hablar de libertad
en el sentido de aptitud de decisión sobre los propios actos sin coacción
externa.La protección constitucional de este derecho, que hoy es expresa en
nuestra Carta con toda la amplitud que le corresponde, guarda relación con
principios consagrados de tiempo atrás como la inviolabilidad del domicilio y
la prohibición de interceptar la correspondencia confiada a los correos y
telégrafos salvo mandato judicial con arreglo a la ley.
MEDIOS DE
COMUNICACION-Límites
Los medios de
comunicación no pueden invocar el derecho a la información para invadir la
esfera inalienable de las situaciones y circunstancias que son del exclusivo
interés de la persona y de sus allegados, pues ese reducto íntimo hace parte de
la necesaria privacidad a la que todo individuo y toda unidad familiar tienen
derecho. Esa prerrogativa es oponible a terceros considerados de manera
individual y con mucha mayor razón a los medios masivos, ya que éstos, por la
misma función que cumplen, están en capacidad de hacer público lo que de suyo
tiene el carácter de reservado por no ser de interés colectivo.
DERECHO A LA
INTIMIDAD PERSONAL Y FAMILIAR-Personajes
públicos
Se esgrime con
frecuencia para legitimar esta clase de publicaciones, el socorrido argumento
según el cual la vida privada de los personajes públicos debe ser conocida
públicamente, invocando un supuesto interés de la comunidad en los
acontecimientos que la componen, aun los más recónditos. Tan amplio
entendimiento sobre el alcance del derecho a la información no es el adecuado a
los preceptos constitucionales ni el que más se aviene a una concepción justa
sobre el compromiso que contrae con la sociedad quien ejerce actividades que
son del interés común. Juzga esta Corporación, por el contrario, que el derecho
a la intimidad es general, inalienable e imprescriptible, como ya lo expresó en
sentencia del 16 de junio y que, por tanto, no puede afirmarse válidamente que
una persona quede excluída de él, pues ello significaría ruptura del principio
de igualdad ante la ley.
PERJUICIO MORAL-Reconocimiento
Establecidas como
lo han sido las transgresiones a la Constitución Política y el desconocimiento
a derechos fundamentales en que incurrieron los medios de difusión demandados
en este proceso y hallándose fundados los motivos que invocaron los jueces de
primera y segunda instancia para conceder la tutela y éste último para acceder
a condenar "in abstracto" por los perjuicios morales causados a la
familia Orozco Cabello, esta Corte habrá de confirmar en todas sus partes la
sentencia proferida.
SALA TERCERA DE REVISION
Ref.: Expediente
T-5139
Acción
de tutela instaurada por CLARA ELENA CABELLO
DE OROZCO contra varios medios de comunicación.
Magistrados:
JOSE
GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
-Ponente-
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
FABIO
MORON DIAZ
Aprobada en Santa Fe
de Bogotá, D.C., mediante acta del quince (15) de diciembre de mil novecientos
noventa y dos (1992).
Revisa la Corte
Constitucional los fallos proferidos por el Juzgado Octavo Penal del Circuito y
por la Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Barranquilla
los días catorce (14) de julio y veintisiete (27) de agosto del presente año,
respectivamente, para resolver sobre la acción de tutela instaurada por CLARA
ELENA CABELLO DE OROZCO contra los periódicos "El Heraldo" y "La
Libertad" de Barranquilla y "El Espacio" de Santa Fe de Bogotá.
I. INFORMACION
PRELIMINAR
MARIO WILLIAMS
GARCIA, actuando en su condición de apoderado de CLARA ELENA CABELLO DE OROZCO,
quien obró en su nombre y en el de sus hijas menores, KELLY JOHANA, WENDY y
LORRAINE OROZCO CABELLO, ejerció acción de tutela contra los ya mencionados
medios de comunicación solicitando que se impartiera una orden judicial de
inmediato cumplimiento en guarda del derecho constitucional fundamental
previsto en el artículo 15 de la Carta y, en el caso de las niñas, para lograr
el respeto a los derechos que consagran los artículos 16, 44 y 45 de la
Constitución.
Expresa el apoderado
que, con ocasión del asesinato de RAFAEL OROZCO MAESTRE, se desató un afán
noticioso en cuya virtud los diarios "EL Heraldo", "La
Libertad" y "El Espacio" convirtieron la dolorosa tragedia en
una "orgía informativa" rechazada por los ciudadanos en cuanto se
dedicaron a exhibir la vida privada de las personas como si se tratara de
destacar hazañas deportivas o científicas. Tales publicaciones, en su sentir,
aparecidas en primera página, violan el derecho a la intimidad personal y
familiar y el derecho al buen nombre.
Aporta el
accionante, en calidad de pruebas sobre sus afirmaciones, varios ejemplares de
los mencionados diarios en los cuales se incluyen "fotografías que atentan
contra la norma constitucional citada", "... que desquician y
desconocen impunemente las normas que hemos invocado", "... que VIOLAN
ese sagrado derecho a la intimidad y más allá de ello, contrarían los alcances
de la jurisprudencia" (se refiere a la sentencia proferida por la Corte
Constitucional, Sala de Revisión No. 1, el 16 de junio de 1992, M.P.: Dr. Ciro
Angarita Barón).
Expresa el apoderado
que fuera del artículo 15 de la Constitución fue vulnerado y se continúa
violando el 16 en tanto consagra el derecho que todas las personas tienen al
libre desarrollo de su personalidad con las limitaciones del derecho ajeno y
del orden jurídico.
Añade que también ha
sido desconocido el artículo 44 de la Carta a cuyo tenor entre los derechos
fundamentales de los niños está el de ser protegidos contra toda forma de
abandono y explotación económica, así como el 45, según el cual el adolescente
tiene derecho a la protección y a la formación integral.
Como medida
provisional solicitó el abogado de la demandante que, con fundamento en el
artículo 7 del Decreto 2591 de 1991, se ordenara inmediatamente a los diarios
en mención cesar en "sus publicaciones violatorias del derecho a la
intimidad, las que atentan contra el desarrollo de la personalidad de las niñas
de mi poderdante y toda otra forma de violación a los derechos fundamentales
del niño, que incluye, naturalmente, la explotación económica".
1. Primera
instancia
Mediante auto de
fecha dos (2) de julio, el Juzgado Octavo Penal de Circuito de Barranquilla
ordenó dar trámite a la acción de tutela instaurada, solicitar informaciones a
la Fiscalía competente acerca de si se adelantaba investigación por la muerte
de RAFAEL OROZCO MAESTRE y sobre si figuraba como parte civil la señora CLARA
ELENA CABELLO DE OROZCO; oficiar a los diarios contra los cuales se dirigió la
acción para establecer si la demandante les había solicitado que hicieran
correcciones a las publicaciones que estimaba violatorias de sus derechos
fundamentales; oficiar a esos mismos diarios para que suministraran ejemplares
de las ediciones en que supuestamente habían aparecido dichas publicaciones.
Mediante providencia
separada proferida en la misma fecha, el Juzgado decidió, como medida
provisional, ordenar a los directores de los diarios "El Heraldo",
"La Libertad" y "El Espacio" abstenerse de publicar
informaciones y fotografías sobre la vida íntima del desaparecido Rafael Orozco
Maestre, de la señora Clara Elena Cabello de Orozco y de las menores Kelly
Johana, Wendy y Lorraine Orozco Cabello.
Estimó el juez que
las personas últimamente mencionadas fueron afectadas en su intimidad por las
revelaciones y fotografías que de su vida familiar y la de su esposo y padre
Rafael Orozco Maestre hicieron, sin su previa autorización, los nombrados
diarios.
Consideró también
que en el caso controvertido se puso de presente un conflicto entre el derecho
a la intimidad y el derecho a la información y al respecto sustentó su decisión
en la doctrina sentada por la Corte Constitucional, Sala Primera de Revisión,
en la cual se dijo que ante esa situación, no siendo posible un equilibrio o
coexistencia, la intimidad deberá prevalecer1.
Mediante sentencia
del catorce (14) de julio el Juez entró a resolver de fondo y, apoyado en los
argumentos aludidos, decidió tutelar el derecho a la intimidad de la mencionada
familia y ratificar en forma definitiva la prohibición ya impuesta a los medios
de comunicación demandados.
La providencia
expresó que dichos medios gozan del derecho a la información sobre el proceso
adelantado por la muerte de Rafael Orozco Maestre, pero con sujeción a las
prescripciones de la Ley 29 de 1944. El juez resolvió no acceder a la petición
de la demandante sobre condena por perjuicios morales.
2. Segunda
instancia
El fallo fue
impugnado por el diario "El Heraldo" y por Clara Elena Cabello, ésta
última en cuanto no se accedió a la condena por perjuicios. Correspondió
resolver dicha impugnación al Tribunal Superior del Distrito Judicial de
Barranquilla, Sala Penal, cuya decisión está contenida en sentencia del
veintisiete (27) de agosto de mil novecientos noventa y dos (1992).
A juicio del
Tribunal, entre los casos de procedencia de la tutela contra particulares, que
corresponde precisar a la ley según el artículo 86 de la Constitución y que ha
definido el artículo 42 del Decreto 2591 de 1991, encaja el caso sobre cuya
impugnación resolvió, ya que el numeral 6º de la citada norma prevé la tutela
cuando la entidad privada sea aquella contra la cual el afectado hubiere hecho
la solicitud en ejercicio del habeas data, de conformidad con lo
establecido en el artículo 15 de la Constitución.
Dice la providencia
que la libertad de prensa encuentra sus límites en el ejercicio de los derechos
individuales y sociales. Por la misma razón, es indispensable que la energía y
dinamismo que el periodista pone en el ejercicio de esa libertad se atempere
ante la responsabilidad de presentar la información dentro de un marco ético.
El Estado debe
garantizar la libertad de prensa y la libertad de información, pero
imponiéndole límites a esa independencia cuando toque con el ejercicio de los
derechos individuales. La libertad de prensa debe ser una garantía para la
preservación de los más altos valores familiares y culturales y no un
instrumento para vulnerarlos.
Agrega que,
concebida la intimidad como la protección de la vida privada, es evidente que
el ámbito de ésta se le reduce cada vez más al hombre colombiano cuando
situaciones que la componen son ventiladas públicamente. Pero esta práctica
dañina se torna de consecuencias impredecibles cuando tocan el núcleo familiar
que constituye para los niños y jóvenes el punto de referencia central con el
que confrontan la influencia recibida del exterior.
En el sentir del
Tribunal, la unidad familiar debe asegurarse y así lo contempla la Constitución
porque es condición indispensable en la formación moral del hombre.
"En el caso
sub-examine -indica la sentencia- los hechos relacionados con la muerte de
Rafael Orozco interesaban a todos, pero debió respetarse el derecho inalienable
que tenían su esposa y sus hijas a que los detalles referentes a un romance que
presuntamente sostenía el cantante con la joven MARIA ANGELICA NAVARRO no
fueran publicados o se le diera a las publicaciones periodísticas un manejo
especial que evitara el atentado que se produjo contra la intimidad de la
señora CLARA ELENA CABELLO y sus hijas.
En un momento de
particular dolor para esta respetable familia, tuvieron que afrontar
diariamente informaciones sobre la vida privada de RAFAEL OROZCO que fueron
ventiladas públicamente con detalles cada vez más íntimos".
Cita el Tribunal el
texto del artículo 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
a cuyo tenor "nadie será objeto de injerencias arbitrarias e ilegales en
su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques
ilegales a su honra y reputación".
Al igual que el
Juzgado de primera instancia, el Tribunal acoge la doctrina de esta Corte
(Fallo de junio 16 de 1992), en el sentido de que la intimidad es un derecho
general, absoluto, extrapatrimonial, inalienable e imprescriptible y que se puede
hacer valer tanto frente al Estado como en relación con los particulares.
Según el fallo de
segunda instancia, no se examina en este caso si la información es inexacta o
errónea sino si las publicaciones incorporadas al expediente por la demandante
vulneraron o amenazaron el derecho fundamental a la intimidad. Dice al
respecto: "La veracidad de la información no se contrapone a la búsqueda
de un equilibrio que presente los hechos con responsabilidad y objetividad; la
libertad de prensa se consagró como una garantía de las personas a expresar y
difundir sus pensamientos y opiniones y no para convertirse en un medio
ilegítimo de divulgaciones de hechos que solo competen a la vida privada de las
personas y que atenten contra su integridad".
En lo relativo a la
indemnización de perjuicios la providencia señala:
"El artículo 25
del Decreto 2591 de 1991 faculta al juez para que en el fallo que concede la
tutela, de oficio ordene en abstracto la indemnización del daño emergente
causado, si fuera necesario para asegurar el goce del derecho tutelado, cuando
el afectado no disponga de otro medio judicial y sea manifiesta la violación
del derecho constitucional fundamental como consecuencia de una acción clara e
indiscutiblemente arbitraria.
Establecido como se
halla que el derecho fundamental a la intimidad se lesionó y que no existe otro
medio de defensa del cual la parte actora pueda hacer uso, la Sala considera
procedente condenar en abstracto a los periódicos "El Heraldo",
"La Libertad" y "El Espacio" a la indemnización del daño
emergente causado al actor en el monto que este compruebe ante las autoridades
competentes".
El Tribunal
resolvió, pues, confirmar el fallo de tutela de primera instancia,
modificándolo en lo relativo a la condena en abstracto.
III.
CONSIDERACIONES DE LA CORTE
Competencia para
la revisión
Esta Sala de la
Corte Constitucional es competente para revisar las sentencias cuya referencia
antecede, con arreglo a lo dispuesto en los artículos 86 y 241, numeral 9, de
la Constitución Política y 31 a 34 del Decreto 2591 de 1991.
Competencia en
relación con los fallos que se revisan
Cabe aquí referirse
al tema de la competencia de los jueces de tutela a la luz de lo prescrito por
el estatuto legal en mención, cuyo artículo 37 dice:
"ARTICULO
37. Primera instancia. Son competentes para conocer de la acción de
tutela, a prevención, los jueces o tribunales con jurisdicción en el lugar
donde ocurriere la violación o la amenaza que motivaren la presentación de la
solicitud".
Obsérvese que el
juez llamado a resolver es el que tiene jurisdicción en el sitio en el que se
han sucedido los hechos, pero téngase presente también que el conocimiento
atribuido a tales funcionarios es "a prevención", lo cual indica que,
por razones de coherencia y economía procesal, aprehendido el caso por un juez
determinado sobre la base de la señalada competencia, se radica en él
plenamente la potestad de fallar sobre el caso en su integridad aunque algunos
de los acontecimientos hubieren tenido lugar en territorio diferente.
Interpretar lo contrario implicaría desvertebrar la unidad del proceso y
propiciar la circunstancia -no deseable para la eficaz protección de los
derechos fundamentales en juego- de fallos contradictorios entre sí respecto de
la misma situación.
Lo dicho lleva a la
Corte a definir que, en el caso sub-lite, los jueces de primera y segunda
instancia gozaban de plena competencia para resolver sobre la integridad del
asunto planteado pese a que dos de los diarios acusados tienen su sede en
Barranquilla y el tercero en Santa Fe de Bogotá, pues se trataba de un
conjunto de hechos coincidentes en el tipo de conducta, en las personas
afectadas y en las materias concretas sobre las cuales versaban las
publicaciones, lo cual hacía menester que se estudiaran y resolvieran por la
misma autoridad judicial y con idéntico criterio. El caso ofrecía, pues, además
de la circulación nacional del diario últimamente mencionado, un todo armónico
que no podía escindirse por razón del territorio y, por ende, la competencia se
radicó desde el principio, a prevención, en el Juez Octavo Penal del Circuito
de Barranquilla.
La indefensión de
la persona ante la prensa como fundamento de la tutela
Dice el artículo 86
de la Constitución que la acción de tutela contra particulares procede en los
casos previstos por la ley cuando se trate de personas que estén encargadas de
la prestación de un servicio público; cuando su conducta afecte grave y
directamente el interés colectivo y cuando el solicitante se halle en estado de
subordinación o indefensión.
El Decreto 2591 de
1991 dedica su artículo 42 a determinar esos casos, entre los cuales incluye el
que permite hacer uso de la acción de tutela contra particulares "cuando,
la solicitud fuere dirigida contra una organización privada, contra quien la
controle efectivamente o fuere el beneficiario real de la situación que motivó
la acción, siempre y cuando el solicitante tenga una relación de subordinación
o indefensión con tal organización" (numeral 4).
Se ha de examinar,
entonces, si en circunstancias como las que han provocado este proceso se
reunen las condiciones que, de conformidad con la norma en cita, permiten
establecer que cabe la tutela: 1) El carácter de organización privada
atribuíble al medio contra el cual se intenta la acción, la posición de control
efectivo en que se halle la entidad particular respecto de aquélla o el beneficio
real que para la entidad demandada se derive de la situación que ha dado
lugar al conflicto; 2) El estado de subordinación o indefensión del
demandante respecto del particular demandado.
1) Los medios de
comunicación como organizaciones privadas
No cabe duda a la
Corte en el sentido de que los periódicos y en general los medios de
comunicación son en efecto organizaciones privadas que deben su poder, aparte
de la fortaleza económica que poseen en muchos casos, a su inmensa capacidad de
penetración en las distintas capas de la sociedad, al excepcional dominio que
ejercen sobre el conglomerado por la posesión y el manejo de las informaciones
y a su influjo en la configuración de opiniones y creencias, no menos que al
significativo proceso de expansión que han mostrado en las últimas décadas por
virtud de los avances tecnológicos.
Experta en el tema,
la abogada y periodista MARIA TERESA HERRAN ha efectuado un interesante
análisis sobre los distintos aspectos que comprende la industria de la
comunicación en Colombia. En él se consignan varios elementos de juicio que
esta Sala comparte, relativos a la organización empresarial que la propia
función de los medios exige en nuestros días:
"El hecho de
que la comunicación masiva organice su producción en modernos complejos
empresariales condicionará el proceso de intercambio comunicacional.
En la actualidad, la
producción y distribución del bien informativo requieren de un entable
organizativo y financiero que la asemejan a una operación industrial
cualquiera. Asimismo, el proceso de comunicación masiva ha de enfrentarse a una
expansión continua que encuentra su origen en dos causas. De una parte, está el
necesario crecimiento industrial, propio de todo proceso productivo de tipo
capitalista: la racionalidad del sistema obliga la ampliación productiva a
través del crecimiento cuantitativo, de la modernización de los procesos y de
la adecuación de procesos y productos.
De otra parte, el
estímulo a la expansión impuesto por la masificación de la demanda implica una
diferenciación importante respecto de otros procesos industriales. Mientras
éstos responden en el corto plazo a la creciente demanda multiplicando el
volumen de producción, la empresa informativa requiere en lo inmediato -además
de lo anterior-, de una adecuación del producto ofrecido. Ello en tanto la
masificación de la demanda, de suyo heterogénea, no sólo aumenta el número de
demandantes, sino que los intereses del público, su propia cualificación, así
como las necesidades comerciales de la empresa informativa obligan a ésta a
adecuarse constantemente.
Responder a estas
exigencias requiere de una oferta específica, que sólo puede ser lograda en
un entable industrial organizado en función de esa perspectiva (subraya la
Corte).
Sin embargo, el
reconocimiento de su carácter empresarial no debe entenderse como una
liquidación de las diferencias que particularizan al proceso de comunicación
del resto de las actividades industriales.
En ninguna otra
actividad productiva la relación producción-consumo, esto es, el proceso de
intercambio mismo, se ve tan fuertemente condicionada a la forma empresarial que
asume la producción como en la actividad informativa (se subraya).
Así, al referirnos
al carácter empresarial de los medios, lo específico no será la forma interna
que dicho carácter asuma, sino el grado de influencia que tiene sobre el uso
social de los mensajes (subraya la Corte).
Antes de pasar a
precisar cómo el carácter empresarial de la industria informativa condiciona el
grado de efectividad del proceso de intercambio, señalaremos por qué el medio
masivo de comunicación asume dicho carácter y por qué no pudo ser otra forma.
Las producciones
distintas a la de la comunicación masiva presentan un tipo de desarrollo
secuencial; desde el pequeño taller artesanal de la era mercantil preindustrial
hasta la compleja organización industrial capitalista moderna, la producción de
manufacturas se ha ido adaptando a los cambios institucionales y tecnológicos
propios de la producción a escala ampliada. Sin embargo, la comunicación de
masas -en tanto que masiva- inicia su desarrollo con la conformación de complejas
unidades productivas ajustadas a las leyes de la producción industrial y de la
actividad comercial (se subraya).
Quizá sólo el
desarrollo de la prensa escrita muestre un comportamiento similar al de otras
producciones. La era preindustrial de la prensa abarcó cerca de cuatro siglos,
durante los cuales sus propios retos explican su desarrollo técnico que la
convierten en la moderna producción que hoy conocemos. Por el contrario, la
televisión y radiofusión requirieron de un lapso extraordinariamente corto
desde su invención hasta su utilización comercial como medios masivos de
comunicación. Podemos afirmar que la TV y la radio traen consigo desde su
nacimiento la exigencia de conformarse en organizaciones empresariales
modernas.
Para
instrumentalizar adecuadamente cada una de las nuevas técnicas que
constituyeron el soporte de la propia comunicación de masas, para su puesta en
funcionamiento, para hacer posible acceder al mayor número de receptores que
permitiera afrontar los crecientes costos, la conformación de amplias y
complejas organizaciones que conjugaran los aspectos comunicacionales con los
empresariales fue un requisito de primer orden" 2.
Considera la Corte
que, además de lo anotado desde el punto de vista que se acaba de resaltar,
cada vez más patente en el acelerado proceso de desarrollo de las
comunicaciones, los medios constituyen verdaderas estructuras de poder cuyo
creciente influjo en los más variados ámbitos de la vida social los sustrae de
la simple calificación de "particulares", por oposición al concepto
de "autoridades públicas", para ubicarlos, dentro de un contexto
realista, como organizaciones privadas cuya misma actividad las dota de gran
fortaleza, razón por la cual sus actos u omisiones afectan a la comunidad
entera y, en caso de lesionar los derechos fundamentales de los asociados, lo
hacen con un incontrastable efecto multiplicador.
Claro está, el
reconocimiento de esa realidad no implica que se ignore y, por el contrario,
ratifica la cardinal importancia que, bien utilizados, tienen los medios para
el desarrollo social y económico de los países así como en lo relativo a la
consolidación de la cultura democrática, no menos que en el fortalecimiento de
la conciencia colectiva sobre el ejercicio de las libertades públicas y en el
control ciudadano sobre los actos y responsabilidades del gobernante.
Tampoco significa
que se presuma un generalizado uso indebido del poder e influencia que de suyo
poseen los medios de comunicación, sino la consideración objetiva y cierta
acerca de que tales poder e influencia existen y actúan de hecho en los más
diversos frentes de la vida en sociedad. El motivo para que, en relación con
ese fenómeno, haya venido a ser propicia la acción plasmada en el artículo 86
de la Carta no obedece a las enunciadas prerrogativas consideradas en sí mismas
sino a la circunstancia de que algunos medios, prevalidos de ellas, asuman
conductas contrarias a las garantías constitucionales básicas.
El diario ejercicio
de la tarea que cumplen el medio y el comunicador social va señalando una
estela favorable o desfavorable a los intereses de la colectividad y a la
realización de los fines señalados por la democracia a la libertad de prensa y
al derecho a la información, según que se acojan a los lineamientos trazados
por el Constituyente o se separen de sus mandatos. Así, pues, cabe aquí
resaltar que esa capacidad de la cual disponen -como fenómeno inocultable de la
vida moderna- pone en manos de los medios de comunicación una potencialidad
-constructiva o destructiva, según la utilización que de ella hagan- cuyas
dimensiones no están ligadas necesariamente al tamaño de cada uno en particular
pues su poder ha de medirse proporcionalmente a su área de influencia y en
relación exclusiva con ella. En esta forma, un pequeño periódico de provincia
pero el único en el respectivo municipio gozará, dentro de éste, de un poder
muy grande que lo compromete con esa comunidad particular en cuanto su
actividad puede servirla o perjudicarla, de acuerdo con el sentido en que se
oriente.
2) La indefensión
de la persona ante el medio de comunicación
No parece necesario
demostrar el estado de indefensión en que se encuentra la persona frente a los
medios de comunicación. Es suficiente recordar que ellos -analizada la situación
desde el punto de vista de su potencialidad-, aparte de la mayor o menor
cobertura que puedan exhibir, ora en el ámbito nacional, ya en el local, tienen
el formidable poder del impacto noticioso; cuentan con la capacidad de la
presentación unilateral de cualquier acontecimiento; gozan de la ventaja que
representa la posibilidad de repetición y ampliación de las informaciones sin
límite alguno; manejan potentes instrumentos que pueden orientar y condicionar
las reacciones psicológicas del público, resaltar u opacar datos e
informaciones y, por si fuera poco, aún en el momento de cumplir con su
obligación de rectificar cuando hay lugar a ello, disponen del excepcional
atributo de conducir la respuesta para publicar la rectificación y
contra-argumentar en el mismo acto, bien mediante las "notas de la
Redacción" en el caso de la prensa escrita, ya por conducto de los
comentarios o glosas del periodista en los medios audiovisuales, sin ocasión de
nueva intervención por parte del ofendido.
Este conjunto de elementos
confiere a los medios incalculables posibilidades de apabullar al individuo,
dejándolo inerme frente a los ataques de que pueda ser objeto.
Pero, por otra
parte, el sistema jurídico en vigor, fuera de la tutela, no ofrece mayores
posibilidades de reacción efectiva y concreta a favor de quien vea conculcado o
amenazado su derecho a la intimidad por un medio de comunicación.
En efecto, la
llamada "Ley de Prensa" (Ley 29 de 1944) se limita a otorgar la
posibilidad de rectificación respecto de afirmaciones falsas o inexactas. Su
artículo 19 dice:
"Artículo 19.-
Todo director de periódico está obligado a insertar gratuitamente, dentro del
tercer día de recibo, si se tratare de diario, o en el número próximo más
inmediato, si no lo fuere, las rectificaciones o aclaraciones que se le dirijan
por particulares, funcionarios públicos, corporaciones o entidades, con motivo
de relaciones falsas de sus actos, o a quienes se haya ofendido con conceptos
injuriosos en dicho periódico, siempre que tales rectificaciones no tengan
carácter injurioso.
"La extensión
del escrito de rectificación no podrá exceder de una columna, salvo en aquellos
casos en que la naturaleza del asunto exija un espacio mayor.
"La
rectificación o aclaración de que se trata debe publicarse en el mismo lugar y
tipo en que se publicó el escrito que la motiva, con las mismas
características, incluyendo los titulares".
Algo similar ocurre
en cuanto a los servicios de radiofusión sonora, pues el artículo 3º de la Ley
74 de 1966, por la cual se estatuyen las normas básicas sobre programación,
apenas dispone:
"Artículo 3º.-
Por los servicios de radiofusión no podrán hacerse transmisiones que atenten
contra la Constitución y leyes de la República o la vida, honra y bienes de los
ciudadanos".
El artículo 5º del
Decreto 284 de 1992, conocido como "Estatuto de Radiofusión",
reglamentario de la ley últimamente mencionada, establece:
"Artículo 5º.-
Al servicio de radiofusión sonora le serán aplicables los derechos, garantías y
deberes previstos en la Constitución Política y los principios fundamentales de
los servicios de telecomunicaciones establecidos en el Título I del Decreto Ley
1900 de 1990, o las normas que lo modifiquen, adicionen o aclaren".
El Decreto Ley 1900
de 1990, que regula las actividades y servicios de telecomunicaciones y afines,
expresa en su artículo 7º:
"Artículo 7º.-
El Estado garantiza el derecho de rectificación a toda persona o grupo de
personas que se considere afectado por informaciones inexactas que se
transmitan a través de los servicios de telecomunicaciones, sin perjuicio de
las acciones civiles, penales y administrativas a que hubiere lugar.
"Parágrafo.- El
Gobierno Nacional garantizará el ejercicio de este derecho en los términos señalados
por la ley".
En similares
términos se expresa el artículo 5º de la Ley 14 de 1991 en materia de
televisión. Bien es cierto que el artículo 8º del Decreto 1900 de 1990 declara
que el Estado "garantiza la inviolabilidad, la intimidad y el secreto en las
telecomunicaciones, de acuerdo con la Constitución y las leyes" y que el
9º reconoce la intimidad individual y familiar como derecho fundamental de la
persona "contra toda intromisión en ejercicio de actividades de
telecomunicaciones que no corresponda al cumplimiento de disposiciones
legales". Similares términos, alusivos a la honra y el debido respeto a
las personas, son utilizados por el Estatuto de Radiofusión (artículos 23 y
47).
Debe observarse, sin
embargo, que pese a las transcritas declaraciones, muy importantes para
fundamentar aún más, desde el punto de vista teórico, los derechos de los
afectados y su clamor por la aplicación de los mismos, tales preceptos no
disponen mecanismo alguno concreto y efectivo enderezado a obtener el respeto
cierto del derecho a la privacidad ni a deducir consecuencias inmediatas que en
casos específicos hagan real el goce de la garantía constitucional. Apenas se
prevén, para el caso de la Radiofusión, sanciones administrativas cuya
imposición compete al Ministerio de Comunicaciones, las cuales pueden llegar
hasta la caducidad del contrato de concesión para la prestación del servicio
(artículos 47 y 117 del Decreto 284 de 1992), pero que no redundan en la
certidumbre del derecho vulnerado ni repercuten en la situación concreta de
quien ha sido victima de la infracción.
La Ley 51 de 1975,
por la cual se reglamenta el ejercicio del periodismo y se dictan otras
disposiciones, estipula en su artículo 11:
"Artículo 11.-
El periodista profesional no estará obligado a dar a conocer sus fuentes de
información ni a revelar el origen de sus noticias, sin perjuicio de las
responsabilidades que adquiere por sus afirmaciones".
El 13 dispone:
"Artículo 13.-
Las juntas directivas de las organizaciones periodísticas de carácter gremial o
sindical que funcionen con personería jurídica, podrán ser entidades
consultivas del gobierno nacional, en todo lo referente a la mejor aplicación
de esta ley, y muy especialmente en cuanto a la observancia de una estricta
ética profesional".
Son éstas, como
acontece con la normativa de telecomunicaciones, formas de reiteración
legislativa de los principios constitucionales, que tienen gran valor cuando se
trata de sustentar la firme tendencia del ordenamiento jurídico en relación
con la responsabilidad periodística, la ética exigible a quienes desempeñan la
profesión y los derechos de la persona respecto de sus actuaciones, pero que en
modo alguno constituyen instrumentos orientados a la certeza de
su aplicación.
El Código Penal
vigente (Decreto 100 de 1980) tipifica como delictivas las conductas de injuria
y calumnia, tanto directas como indirectas (artículos 313, 314 y 315) y
contempla también la violación ilícita de comunicaciones (artículo 288), al
paso que declara en su artículo 317, literal b), que en ningún caso se admitirá
como eximente de responsabilidad, aunque acreditare la veracidad de las
imputaciones, la prueba sobre hechos que se refieren a la vida sexual, conyugal
o de familia, o al sujeto pasivo de un delito contra la libertad y el pudor
sexuales. Precepto éste de la mayor trascendencia dentro del tema que nos
ocupa, para destacar, en cuanto a los efectos penales correspondientes, el
significado que tiene la familia dentro de la política criminal del Estado,
pero que no necesariamente se refleja en la concreción del derecho material en
cabeza de quien ha sufrido el ataque.
Vuelve a insistir la
Corte en que el objetivo primario y la razón justificante de la acción de
tutela consisten en garantizar la efectividad y la certeza de los derechos
constitucionales fundamentales (Preámbulo y artículos 2º y 86 de la
Constitución).
Así, pues, el
"otro medio de defensa judicial" al que se refiere el precepto
superior como vía alternativa que excluya tal acción debe ser idóneo y eficaz
para asegurar que se imponga en la realidad el derecho sometido a quebranto o
amenaza.
Ya lo ha sustentado
así esta misma Sala en providencias anteriores y estima del caso reiterarlo a
propósito del proceso en estudio:
"A este
respecto debe expresar la Corte, como criterio indispensable para el análisis,
que únicamente son aceptables como medios de defensa judicial, para los fines
de excluir la acción de tutela, aquellos que resulten aptos para hacer efectivo
el derecho, es decir, que no tienen tal carácter los mecanismos que carezcan de
conducencia y eficacia jurídica para la real garantía del derecho conculcado.
(...)
Considera esta
Corporación que, cuando el inciso 3º del artículo 86 de la Carta Política se
refiere a que "el afectado no disponga de otro medio de defensa
judicial..." como presupuesto indispensable para entablar la acción de
tutela, debe entenderse que ese medio tiene que ser suficiente para que a
través de él se restablezca el derecho fundamental violado o se proteja de su
amenaza, es decir, tiene que existir una relación directa entre el medio de
defensa judicial y la efectividad del derecho. Dicho de otra manera, el medio
debe ser idóneo para lograr el cometido concreto, cierto, real, a que aspira la
Constitución cuando consagra ese derecho. De no ser así, mal puede hablarse de
medio de defensa y, en consecuencia, aún lográndose por otras vías judiciales
efectos de carácter puramente formal, sin concreción objetiva, cabe la acción
de tutela para alcanzar que el derecho deje de ser simplemente una utopía"3.
A lo dicho, la Corte
añadió en reciente providencia:
"El medio
judicial de defensa en cuanto apenas sea un recurso formal, inasible y teórico,
insuficiente o inadecuado para la realización verdadera del derecho
fundamental, cede el paso a la acción de tutela como mecanismo de aplicación
inmediata que restablece en el caso considerado y en relación con las
circunstancias reales de personas concretas la vigencia de los preceptos
constitucionales"4.
Del estudio
efectuado por esta Corte acerca de las posibilidades de eficiente defensa
judicial en cuanto tiene que ver de modo específico con el derecho a la
intimidad personal y familiar respecto de violaciones provenientes de la
actividad desplegada por medios de comunicación, resulta a las claras que
ninguna de las disposiciones aludidas otorga al ofendido un instrumento de
protección eficaz suficiente para el goce de la garantía constitucional. Ello
es claro en el caso de los medios audiovisuales pese a las posibilidades de
sanción administrativa y resulta ser verdad inconcusa tratándose de la prensa escrita.
Además, en cuanto a
las sanciones penales, la aplicación de la pena en el evento de configurarse la
culpabilidad del imputado no repara por sí misma el derecho fundamental
comprometido y los resultados que se obtengan mediante la constitución de la
víctima en parte civil dentro del proceso penal son de índole pecuniaria y
siempre posteriores en mucho tiempo a la concreción del daño, de donde se
infiere que ni uno ni otro elemento están concebidos, como sí lo ha sido el
instrumento del artículo 86 constitucional, para el eficaz e inmediato amparo
del derecho sometido a desconocimiento o amenaza. Téngase en cuenta que el juez
penal no goza de atribuciones, de las que en cambio dispone el de tutela, para
impartir órdenes a los medios de comunicación a fin de que cesen en la
publicación de informaciones o artículos violatorios de la intimidad, ni
tampoco para conminarlos con el objeto de que se abstengan de persistir en su
conducta.
En otros términos,
ninguna norma vigente, además del artículo 86 de la Constitución, protege de
manera fehaciente y materializable el derecho a la intimidad.
Así las cosas,
frente a la indefensión de la persona ante el medio de comunicación, el único
mecanismo efectivo que ofrece el ordenamiento jurídico actual es la acción de
tutela. No puede alegarse, pues, la improcedencia de tal acción para la
protección de la intimidad y menos por los motivos que expone uno de los
impugnantes, quien pretende colegir de la enunciación contenida en el artículo
42 del Decreto 2591 de 1991 la insólita e inaceptable consecuencia de que los
únicos desafueros tutelables de los medios de comunicación son las
informaciones erróneas o inexactas, de lo cual resultaría a la vez que el
derecho a la intimidad personal y familiar se hallaría completamente expósito
en el sistema jurídico colombiano.
Debe observarse, por
otra parte, que la norma legal en cuestión hace referencia al
"beneficiario real de la situación que motivó la acción". En casos
como el que se examina no cabe duda de que tiene tal carácter el medio que
difunde las informaciones en cuanto resulte favorecido económicamente merced al
aumento de su circulación o audiencia precisamente por causa y con ocasión de
ellas.
Ahora bien, la Corte
estima impropia la invocación que del mecanismo conocido como "Habeas
Data" hizo la providencia de segunda instancia, la cual buscó sustentar la
procedencia de la acción en el artículo 42, numeral 6º, del Decreto 2591 de
1991, específicamente relacionado con la circulación y manejo de informaciones
en bancos de datos y centrales computarizadas, mas no con la invasión de la
esfera íntima por parte de los medios de comunicación. Pese a ello, la
referencia al numeral indicado muestra a las claras el especial interés del
legislador extraordinario en desarrollar las prescripciones superiores
garantizando eficaz amparo del derecho fundamental reconocido en el artículo 15
de la Constitución Política y no se entendería cómo pudiera la ley consagrar un
instrumento para la defensa de la privacidad restringiéndolo apenas a las redes
informáticas y dejando de lado el más claro peligro de violación del señalado
derecho, constituído precisamente por la actividad difusora de los medios de
comunicación.
Añádase a lo dicho
que, al plasmar los derechos a la intimidad de la persona y la familia y a su
buen nombre, el precepto constitucional estatuye que "el Estado debe
respetarlos y hacerlos respetar" (artículo 15 C.N.), lo cual no sería
factible si se descartara la aplicación de un remedio judicial inmediato como
la tutela cuando, según lo visto, no hay otro con igual eficiencia dentro del
ordenamiento jurídico para alcanzar ese cometido.
El derecho a la
intimidad personal y familiar frente a los medios de comunicación
Esta Corte ya ha
tenido ocasión de pronunciarse sobre los orígenes del derecho a la intimidad y
el alcance que hoy tiene en las constituciones, en la doctrina y en la
jurisprudencia de muchos estados, haciendo notar que se funda en una concepción
humanista que procura aportar elementos de razonabilidad en la inevitable
tensión individuo-comunidad5.
Hoy es preciso
ratificarlo así, vistos como lo han sido los pormenores del caso en revisión.
De la naturaleza
misma del hombre se deriva su sociabilidad, pero también de ella emana el
derecho a una esfera personal inalienable y a un ámbito familiar íntimo no
susceptibles de ser invadidos por los demás y mucho menos de someterse al
escrutinio público.
Todas aquellas
conductas de agentes estatales o de particulares en cuya virtud se traspasen
los límites de la intimidad, bien se trate de los que circundan el libre
desarrollo de la personalidad de cada individuo, ya de los que preservan la
privacidad del núcleo familiar, lesionan un derecho fundamental cuya
consagración positiva es apenas el reconocimiento de una normal condición de
convivencia humana y un elemento imprescindible para que se pueda hablar de libertad
en el sentido de aptitud de decisión sobre los propios actos sin coacción
externa.
La descripción de
Orwell en el campo literario muestra con nitidez el efecto que se produce en el
ánimo del individuo como consecuencia de la total exposición a la vigilancia de
otros inclusive en lo que atañe a los más insignificantes actos de la vida
cotidiana: "Siempre los ojos que os contemplaban y la voz que os envolvía.
Despiertos o dormidos, trabajando o comiendo, en casa o en la calle, en el baño
o en la cama, no había escape. Nada era del individuo a no ser unos cuantos
centímetros cúbicos dentro de su cráneo"6.
El respeto a este
derecho supone, desde luego, el de la dignidad de la persona humana (artículo
5º de la Constitución), que no puede desconocerse ni postergarse en aras de
intereses económicos o publicitarios, y -claro está- el de la familia como
institución básica de la sociedad (artículos 5º y 42), en cuanto uno y otro
corresponden a postulados de nuestro Derecho Público que se erigen en pilares
de la actividad oficial y privada, razón que fundamenta el especial celo del
Constituyente al proveer sobre su guarda.
La persona no puede
estar sujeta de modo permanente a la observación y a la injerencia de sus congéneres.
Inclusive tiene derecho a reclamar de sus propios familiares, aún los más
allegados, el respeto a su soledad en ciertos momentos, la inviolabilidad de
sus documentos personales y de su correspondencia, así como la mínima
consideración respecto de problemas y circunstancias que desea mantener en
reserva. Si ello ocurre en el interior de la familia, dentro de la cual se
presume que existe la máxima expresión de confianza, tanto más se explica y
justifica éste derecho en cuanto alude a personas extrañas a esa unidad aunque
sean conocidas o existan respecto de ellas relaciones de amistad, compañerismo,
subordinación o superioridad y con mucho mayor fundamento si se trata de
conglomerados, aunque sean reducidos (vgr. colegio, universidad, empresa,
barrio) y con mayor razón frente a comunidades de grandes dimensiones (vgr.
pueblo, departamento, país).
La protección
constitucional de este derecho, que hoy es expresa en nuestra Carta con toda la
amplitud que le corresponde, guarda relación con principios consagrados de
tiempo atrás como la inviolabilidad del domicilio (artículo 23 de la
Constitución de 1886) y la prohibición de interceptar la correspondencia
confiada a los correos y telégrafos salvo mandato judicial con arreglo a la ley
(artículo 38 Ibidem). Estas dos formas de garantizar el reducto íntimo de la
persona y la familia están consignadas, también como derechos fundamentales, en
los artículos 28, inciso 1º, y 15, inciso 3º, de la Carta vigente, aplicables
en relación con los más modernos adelantos de las telecomunicaciones. Como dice
MOLINERO, "la injerencia de cualquier persona en la vida privada familiar
debe ser considerada como un allanamiento de morada", pues "cuando la
ley dice que el domicilio es inviolable abarca y comprende todo lo que existe
detrás de la puerta del domicilio de cada uno, tanto bienes materiales como
bienes morales, que configuran unos y otros el patrimonio familiar, en su más
amplio aspecto de contenido jurídico"7.
Los tratados
internacionales aprobados por el Congreso colombiano -que, según el artículo
93 de la Constitución, en cuanto reconocen uno de los más importantes derechos
humanos, prevalecen en el orden interno y no pueden ser limitados ni siquiera
en los estados de excepción- han sido terminantes en la consagración de este
derecho.
La Convención
Americana sobre Derechos Humanos, "Pacto de San José de Costa Rica",
aprobada mediante Ley 16 de 1992, proclama, aparte del derecho de toda persona
al respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad, la perentoria
declaración en el sentido de que "nadie puede ser objeto de injerencias
arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio
o en su correspondencia" (artículo 11).
Por su parte, el
artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, aprobado
por la Ley 78 de 1968, específicamente alusivo a los medios de comunicación y
su tarea respecto de procesos judiciales en curso, dispone:"... la prensa
y el público podrán ser excluidos de la totalidad o parte de los juicios (...)
cuando lo exija el interés de la vida privada de las partes". La misma
disposición ordena que toda sentencia en materia penal o contenciosa sea pública,
"excepto en los casos en que el interés de menores de edad exija lo
contrario, o en las actuaciones referentes a pleitos matrimoniales o a la
tutela de menores".
El mismo convenio
subraya en su artículo 17, al igual que el Pacto de San José, que "nadie
podrá ser objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su
familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y
reputación" y que "toda persona tiene derecho a la protección de la
ley contra esas injerencias o esos ataques".
La Convención sobre
los derechos del niño adoptada en el marco de la OIT y aprobada mediante Ley 12
de 1991, estipula en su artículo 16, extendiendo a los menores las
declaraciones transcritas:
"Artículo 16.-
1. Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida
privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales
a su honra y reputación.
2. El niño tiene
derecho a la protección de la ley contra esas injerencias y ataques".
Interesa a los fines
de este proceso establecer el alcance de la preceptiva constitucional en lo que
directamente concierne a la capacidad y efectiva incidencia de los medios de
comunicación en el derecho invocado por la petente.
Se ha subrayado ya
el gran poder de penetración de los medios y la posición desventajosa en que se
halla la persona frente a ellos. Importa ahora considerar el marco jurídico
dentro del cual les corresponde actuar.
La Constitución
Política ha sido pródiga en el señalamiento de garantías a favor de la libertad
de prensa y del derecho a la información, tal como surge de lo previsto en los
artículos 20, 74 y 75. El primero de ellos contempla a favor de toda persona la
garantía de una libertad concebida en términos bien amplios para expresar
y difundir su pensamiento y opiniones, el derecho de informar,
que protege específicamente a los medios de comunicación, y el derecho que
cobija al público de recibir información veraz e imparcial.
Igualmente, el
precepto comentado consagra la libertad de fundar medios masivos de
comunicación -que, desde luego, tratándose de medios electromagnéticos, debe
ejercerse sobre el supuesto de la gestión y control del espectro a cargo del
Estado (artículo 75 C.N.)- y prohibe la censura.
El artículo 73
dispone la protección de la actividad periodística para asegurar su libertad e
independencia, mientras que el 74 reconoce a todas las personas el derecho a
acceder a los documentos públicos salvo los casos establecidos en la ley y hace
explícita la inviolabilidad del secreto profesional, aplicable al periodista,
si bien no de modo exclusivo.
Como en nuestro
sistema todo derecho tiene límites y restricciones, la mayoría de ellas
provenientes del principio fundamental de prevalencia de los intereses
generales sobre los del individuo (artículo 1º de la Carta), al lado de las
enunciadas garantías, el ordenamiento constitucional da lugar a deberes y
responsabilidades que los medios de comunicación no pueden evadir con la excusa
de la libertad de prensa y del derecho a la información, ya que ni una ni otro
tienen el carácter de prerrogativas absolutas e indeterminadas.
El primero de tales
deberes es el de suministrar información veraz e imparcial, lo cual corresponde
al derecho correlativo que tiene la comunidad al tenor de lo dispuesto por el
artículo 20 de la Carta.
La Corte
Constitucional ha analizado estas dos exigencias de la norma superior en los
siguientes términos:
"Obsérvese que
la primera limitación a este derecho es la que impone el deber de informar con
veracidad e imparcialidad que establece el artículo 20 de la Carta en su inciso
primero; ésta se halla complementada por lo dispuesto por el Código Penal en
sus artículos 313 y siguientes y por lo señalado por el Código del Menor en su
artículo 25. En las regulaciones penales se establece que la injuria y la
calumnia como modalidades delictivas que atentan contra el bien jurídico de la
integridad moral, son objeto de la influencia de circunstancias de graduación
de la pena cuando estos se cometieren utilizando cualquier medio de
comunicación social u otro de divulgación colectiva.
Desde luego, el
ejercicio legítimo de este derecho constitucional fundamental a la libertad de
prensa está amparado en su relación con el honor y el buen nombre, por la
exigencia de la veracidad de la información; este es el primero de los límites
que impone la Carta para su ejercicio, sin que implique la exigencia de la
absoluta determinación sobre la certeza de la existencia de los hechos objeto
de la publicación ni la absoluta irresponsabilidad o negligencia del informador
ni del medio. Lo que presupone es el manejo serio y la presentación ponderada
de los hechos y de las reflexiones que, sin conducir al silencio, sea producto
de la madura reflexión de los efectos que genera la publicación y la difusión
masiva de aquellos dadas las circunstancias particulares del caso. Obviamente,
el informador queda a todas luces amparado constitucionalmente para formular y
demostrar, en el eventual e hipotético juicio penal por la infracción a algunas
modalidades de atentados a los bienes jurídicos de la integridad moral, no solo
la ausencia de culpabilidad por su acción sino, además, para demostrar la
veracidad de la información vertida por el medio o cuando menos la ponderada
evaluación profesional de la información recibida y reproducida.
Además, la imparcialidad
que es otro de los límites constitucionales de la libertad de prensa, presupone
que el informador debe guardar sobre la persona respecto de la cual publica
hechos y comentarios objeto ya de juicio público sancionatorio, ora de
decisiones judiciales, penales, civiles o administrativas, y disciplinarias,
mínimas reglas de respeto y consideración sin comportar adhesiones o designios
anticipados o de prevención en favor o en contra que puedan incidir en la
alteración del resultado recto y justo que se espera en todo Estado de Derecho
para aquellos casos.
De esta manera la
libertad de prensa en cuanto modalidad constitucional de la libertad de
expresión exige, para que su ejercicio sea veraz e imparcial y en lo que se
relaciona con el derecho constitucional fundamental a la honra, al buen nombre
y a la dignidad de las personas, que sea profesionalmente conducida y
administrada tal como lo ordena el artículo 73 de la Constitución y que, por lo
mismo, las expresiones que utilice no sean injuriosas, difamantes, arbitrarias,
calumniosas e innecesarias"8 .
El artículo 6º de la
Carta establece que los particulares son responsables ante las
autoridades por infringir la Constitución y las leyes, norma concordante con la
del artículo 95, a cuyo tenor "toda persona está obligada a cumplir la
Constitución y las leyes". Allí mismo se declara que "el ejercicio de
los derechos y libertades reconocidos en esta Constitución implica
responsabilidades"; para el caso específico de las actividades de
comunicación social el ya enunciado artículo 20 proclama sin rodeos que los
medios "son libres y tienen responsabilidad social".
Como deberes de toda
persona el artículo 95 señala los de "respetar los derechos ajenos y no
abusar de los propios" y "defender y difundir los derechos humanos
como fundamento de la convivencia pacífica". El artículo 58 estatuye que
la propiedad -en este caso la que se ejerce sobre el medio de comunicación- es
una función social que implica obligaciones y el 333 consagra idéntico
principio al referirse a la empresa como base del desarrollo.
En torno al concepto
de responsabilidad ha expresado la jurisprudencia de esta Corporación:
"Los
ordenamientos constitucionales de la mayoría de los estados modernos, tal como
sucede en el nuestro, parten del supuesto de que la comunicación es inherente a
la estructura social y política y que tan solo dentro de un concepto amplio,
que reconozca de manera generosa el ejercicio de la libertad para hacer uso de
los canales que la hacen posible, puede hablarse de un estado verdaderamente
democrático. Esto corresponde a una necesidad sentida de los pueblos y a una
instintiva reacción contra las posibilidades de actos que tiendan a recortar o
a anular el ejercicio de la libertad.
Pero, a objeto de
hacer completo el derecho del conglomerado a la comunicación, es necesario
reconocer en él, como elemento insustituible que contribuye inclusive a
preservarlo, el de la responsabilidad social que el inciso 2º del
artículo 20 de la Constitución colombiana señala en cabeza de los medios
masivos, los cuales, no por el hecho de hallarse rodeados de las garantías que
para el desarrollo de su papel ha consagrado el Constituyente, pueden erigirse
en entes omnímodos, del todo sustraídos al ordenamiento positivo y a la
deducción de consecuencias jurídicas por los perjuicios que puedan ocasionar a
la sociedad, al orden público o a las personas individual o colectivamente
consideradas, por causa o con ocasión de sus actividades.A propósito de esta
responsabilidad, ella crece en la medida en que aumenta la ya de por sí muy
grande influencia que ejercen los medios no solamente en la opinión pública
sino en las actitudes y aún en las conductas de la comunidad. Un informe
periodístico difundido irresponsablemente, o manipulado con torcidos fines;
falso en cuanto a los hechos que lo configuran; calumnioso o difamatorio, o
erróneo en la presentación de situaciones y circunstancias; inexacto en el
análisis de conceptos especializados, o perniciosamente orientado a beneficios
políticos o a ambiciones puramente personales, resulta mucho más dañino cuanta
mayor es la cobertura (nivel de circulación o audiencia) del medio que lo
difunde, pero en todo caso, con independencia de ese factor, constituye en sí
mismo abuso de la libertad, lesión muy grave a la dignidad de la persona humana
y ofensa mayúscula a la profesión del periodismo, sin contar con los
perjuicios, a veces irreparables que causa, los cuales no pueden pasar
desapercibidos desde el punto de vista de sus consecuencias jurídicas"9.
En la misma
providencia citada, cuya doctrina debe ratificarse, ha señalado la Corte el
ámbito de responsabilidad de medios y periodistas en lo que concierne a la
intimidad de las personas:
"Parece
evidente que en un Estado de Derecho y más aún, en un Estado Social de Derecho,
no puede haber derechos absolutos; el absolutismo, así se predique de un
derecho, es la negación de la juridicidad, y, si se trata de un derecho
subjetivo, tratarlo como absoluto es convertirlo en un antiderecho, pues ese
sólo concepto implica la posibilidad antijurídica del atropello a los derechos
de los otros y a los de la misma sociedad.
(...)
"Ahora bien,
los derechos a la honra y al buen nombre no son los únicos que pueden resultar
lesionados por la actividad informativa de un medio de comunicación. También
lo puede ser el derecho a la intimidad personal o familiar protegido en el
artículo 15 de la Constitución Política. Aquí ya no se trata de informaciones
falsas o inexactas, susceptibles de rectificación, sino de publicaciones de muy
diverso género (caricaturas, fotografías, imágenes transmitidas por televisión,
comentarios radiales, informes periodísticos "confidenciales"
ampliamente difundidos, etc.), cuyo contenido lesiona el núcleo de vida privada
al que tiene derecho toda persona, aunque se trate de un personaje público.
Considera la Corte
que los medios de comunicación no pueden invocar el derecho a la información
para invadir la esfera inalienable de las situaciones y circunstancias que son
del exclusivo interés de la persona y de sus allegados, pues ese reducto íntimo
hace parte de la necesaria privacidad a la que todo individuo y toda unidad
familiar tienen derecho. Esa prerrogativa es oponible a terceros considerados
de manera individual y con mucha mayor razón a los medios masivos, ya que
éstos, por la misma función que cumplen, están en capacidad de hacer público lo
que de suyo tiene el carácter de reservado por no ser de interés colectivo.
Así, no es aceptable
que un medio de comunicación, sin el consentimiento de la persona, dé a la
publicidad informaciones sobre hechos pertenecientes al ámbito estrictamente
particular, como son los casos de discrepancias o altercados entre esposos, o
entre padres e hijos sobre asuntos familiares; padecimientos de salud que la
familia no desea que se conozcan públicamente; problemas sentimentales o
circunstancias precarias en el terreno económico, pues todo ello importa
únicamente a los directamente involucrados y, por ende, ninguna razón existe
para que sean del dominio público, a no ser que en realidad, consideradas las
repercusiones de la situación concreta, esté de por medio un interés de la
comunidad, el cual tendría que ser debidamente probado y cierto para dar paso a
la información.
Desde luego,
tratándose del derecho a la intimidad, en principio no puede hablarse de
rectificación pues la lesión se produce aunque los hechos sean exactos, salvo
que, además de invadirse la esfera íntima de la persona o la familia, se estén
transmitiendo o publicando datos que riñan con la verdad. Allí habría doble
quebranto de la preceptiva constitucional y las consiguientes responsabilidades
civiles y penales, en su caso, además de la obligación de rectificar en
condiciones de equidad (artículo 20 C.N.)"
No desconoce la
Corte que la noticia interesa a la comunidad y en tal sentido ha señalado
precisamente que en materia informativa existe un derecho de doble vía que
tanto importa al informador (sujeto activo de la comunicación) como a quien
recibe la información (sujeto pasivo), tal como lo preceptúa el artículo 20 de
la Carta. A tal punto es protegido ese interés como derecho colectivo en el
segundo aspecto considerado, que, como se ha visto, la propia norma se preocupa
en calificar la información como veraz e imparcial, elementos que
subrayan la responsabilidad y obligación del medio y el alcance de la
protección consagrada en los términos que se dejan consignados.
Pero, miradas las
cosas desde la perspectiva del derecho fundamental a la intimidad, es necesario
identificar cuáles son las informaciones que en realidad interesan a la
comunidad. Al respecto, esta Corte no duda en indicar que dentro de ellas no
están ni pueden estar las que representan una invasión en la órbita privada de
las personas, ni las que suponen un ingreso al ámbito familiar que, como se
dice en la jurisprudencia citada, únicamente importa y debe ventilarse dentro
del seno de la familia, salvo consentimiento expreso de los protagonistas, ni
menos las que constituyen ofensa y daño moral a los niños y a la institución
familiar considerada en sí misma.
Tales áreas están
vedadas al informador por el mismo sistema jurídico en cuanto la transgresión
de los mandatos constitucionales que las protegen lesiona de manera grave
derechos fundamentales. En consecuencia, el juez de tutela no puede tolerar,
sin agravio al orden constitucional cuya realización efectiva se le ha confiado
en materia de derechos, que proliferen las conductas de los medios de
comunicación que desconozcan el sagrado derecho del individuo a la privacidad o
el que tiene la familia a tramitar los asuntos que sólo a ella incumben, libre
del asedio periodístico y del comentario público.
Desde luego, tales
conductas -además de la protección judicial derivada de la acción de tutela-
deben dar lugar a las consecuencias jurídicas que en el terreno penal y en el
civil puedan deducirse contra el medio que en este sentido ha incurrido en
grave transgresión al ordenamiento jurídico.
La vida privada
de los personajes públicos
Se esgrime con
frecuencia para legitimar esta clase de publicaciones, el socorrido argumento
según el cual la vida privada de los personajes públicos debe ser conocida
públicamente, invocando un supuesto interés de la comunidad en los acontecimientos
que la componen, aun los más recónditos. Se pretende, con apoyo en esta tesis,
que los altos funcionarios del Estado, los artistas, los deportistas y todo
aquél que se destaca en el contexto social, por ese solo motivo ha perdido
prácticamente su vida privada y que ésta ha pasado a ser en integridad del
pleno dominio de todos mediante el despliegue de los medios de comunicación.
Inclusive se llega al extremo de entender y predicar que ese conocimiento es un
verdadero derecho en cabeza de la colectividad y de los propios medios y
periodistas, sin que para nada se repare en el de la persona involucrada y su
familia.
Debe reiterar la
Corte que tan amplio entendimiento sobre el alcance del derecho a la información
no es el adecuado a los preceptos constitucionales ni el que más se aviene a
una concepción justa sobre el compromiso que contrae con la sociedad quien
ejerce actividades que son del interés común. Juzga esta Corporación, por el
contrario, que el derecho a la intimidad es general, inalienable e
imprescriptible, como ya lo expresó en sentencia del 16 de junio10 y que, por tanto, no puede afirmarse
válidamente que una persona quede excluída de él, pues ello significaría
ruptura del principio de igualdad ante la ley consagrado en el artículo 13 del
Estatuto Fundamental.
Ahora bien, en
algunos casos, los propios personajes, dada la naturaleza de su actividad,
hallan justificado disminuir por voluntad propia el ámbito de su vida íntima,
dando a conocer facetas de la misma sin que en tal evento pueda sindicarse al
medio difusor de vulnerar el derecho fundamental a la intimidad de quien
espontáneamente la revela en público y, por ende, no hay violación de los
preceptos constitucionales, a menos que la publicación lesione de paso la
privacidad de otras personas.
En ocasiones sucede
que la estrecha vinculación entre acontecimientos de la vida privada y los
intereses generales hace inevitable que salgan a la luz pública aspectos que de
otra manera deberían permanecer reservados al dominio estrictamente particular.
Obviamente se trata de situaciones excepcionales, caracterizadas
específicamente por una real y grave afectación del interés común y no
simplemente por la curiosidad o el morbo y por tanto deben estar tan sólo
referidas a aquéllos elementos cobijados por dicho interés.
En todo caso, la
restricción de la vida privada, aún respecto de personas con notoriedad
pública, no puede ser absoluta, ya que ni ellas ni sus familias pueden
renunciar ni los medios de comunicación están legitimados para exigirles que
renuncien "in abstracto" a la garantía que les ofrece, en
consideración a su dignidad, la Carta Política. En otros términos, siempre
subsistirá un núcleo esencial de privacidad que debe ser invulnerable al
ejercicio de un mal entendido derecho a la información. Como ya lo expresó esta
Corte mediante la ya citada sentencia T-414, en caso de conflicto insalvable
entre los dos derechos, prevalece el de la intimidad.
El caso examinado
La Corte
Constitucional ha efectuado un detenido estudio de los documentos y pruebas que
obran en el expediente, la mayoría de ellos correspondientes a ejemplares de
los diarios contra los cuales fue instaurada la acción de tutela.
Se transcriben a
continuación algunos de los titulares aparecidos en diversos números de los
diarios demandados, utilizando grandes caracteres, a ocho y seis columnas y por
regla general en primera página, todos referentes a un posible romance entre
Rafael Orozco Maestre y la señorita María Angélica Navarro y a la hipotética
repercusión del mismo en el homicidio cometido en la persona del artista:
"RAFAEL Y YO
TENIAMOS UN ROMANCE"; "LA CARTA DE AMOR DE MARIA ANGELICA A
RAFAEL" (Diario "EL HERALDO", Edición del 27 de junio de 1992);
"A LAS 11
a.m. DECLARAN LA ESPOSA Y LA AMANTE"; "Bien protegida, María Angélica
Navarro acudirá al Juzgado 17. Ella tendrá que contarlo todo" (Diario
"LA LIBERTAD". Edición del 25 de junio de 1992);
"RELATO DE
UN ROMANCE QUE TERMINO EN TRAGEDIA" (Diario "EL HERALDO",
Edición del 20 de junio de 1992);
"AMABA A
RAFA PERO SALIA CON EL NANO" (Diario "LA LIBERTAD". Edición de
junio 27 de 1992);
"EL LIBRO DE
ORO DE RAFAEL OROZCO. Todas las fotografías con María Angélica. Besos de
pasión. Segunda entrega del "Libro de Rafael Orozco" que se agotó el
pasado fin de semana. Separe con tiempo su ejemplar de EL ESPACIO" (Diario
"EL ESPACIO". Edición del 1º de julio de 1992);
"ASOMBROSO.
Un trabajo periodístico que hará sensación. ESPECTACULAR. Las primicias más
espectaculares que se hayan publicado sobre el romance y la trágica muerte de
Rafael Orozco. Sus cartas románticas: por primera vez se dan a conocer las
pruebas escritas de una pasión que terminó en desgracia...!ABSOLUTAMENTE
EXCLUSIVAS!. La historia de un amor prohibido, con las primeras fotografías que
se conocen de Rafael y María Angélica. María Angélica: una mujer hermosa, joven
y sensual... !Sus más bellas fotografías!" (Diario "EL ESPACIO"
Edición del 1º de julio de 1992);
"AMOR FATAL.
Lo que nunca nadie había visto de la relación sentimental más funesta que haya
existido. Lo
que comenzó como una inocente conquista en un baile, concluyó en
brutal tragedia. La Pasión prohibida que trajo la muerte a Rafael Orozco.
Espectacular edición. Las cartas de amor de Rafael y María Angélica. El más
patético documento sobre el idilio que llevó a uno de los protagonistas a la
muerte". (Diario "EL ESPACIO". Edición del 4 de julio de
1992)".
Aparte de numerosas
fotografías, algunas de ellas orientadas a ilustrar la indicada relación
amorosa, se encuentran relatos en torno a ésta con detalles sobre su origen y
desenvolvimiento, resúmenes de lo que supuestamente declaró María Angélica
Navarro ante la autoridad judicial encargada de la investigación penal por la
muerte de Rafael Orozco y copias fotostáticas de cartas de amor posiblemente
escritas de su puño y letra por la misma señorita con reproducción de sus
textos en imprenta.
En la edición
correspondiente al 4 de julio de 1992 del diario "EL ESPACIO" se
publicó un crucigrama denominado "Rompecocos" en el cual aparecen
varias fotografías de la viuda y las hijas de Rafael Orozco, del cadáver de
éste y de su ataúd, en relación con las cuales se plantean a los lectores
interrogantes como los siguientes: "El autor intelectual de este
crimen"; "nombre de este presunto asesino de Rafael Orozco";
"Identidad de este presunto homicida de Rafa"; "Nombre de esta
amante de Rafael Orozco".
En la misma edición
de "EL ESPACIO", junto a una fotografía de Orozco y María Angélica,
que domina la primera página, puede leerse, bajo los títulos "AMOR
FATAL" y "Pasión", lo siguiente: "La relación sentimental
de Rafael Orozco y María Angélica Navarro Ogliastri estaba dominada por la
pasión (...). Las fotos secretas de Rafael y María Angélica son la
prueba más triste y categórica de ese amor fatal" (subraya la Corte).
Un análisis del
material probatorio en referencia permite a esta Corte concluir que, como acertadamente
lo dedujeron los juzgadores de primera y segunda instancia, los medios de
comunicación demandados incurrieron en una persistente conducta de intromisión
en la vida privada de Rafael Orozco Maestre, divulgando con escándalo
pormenores de ella, en especial en lo que tocaba con la presunta relación con
la señorita Navarro, y explotando publicitariamente acontecimientos íntimos que
no eran del interés público, mediante la exposición morbosa de fotografías,
correspondencia y narraciones sobre ellos, con todo lo cual se causó grave daño
a la imagen que de su esposo y padre tenían la señora Clara Elena Cabello y las
niñas Kelly Johana, Wendy y Lorraine Orozco Cabello y se hicieron del dominio
general situaciones que tan sólo importaban a la familia, sin respeto alguno
por el dolor que afligía a sus miembros.
La sola lectura de
algunos titulares y comentarios aparecidos en los periódicos demandados muestra
a las claras la violación del derecho a la intimidad de los afectados y la
indebida utilización del poder informativo para obtener beneficio económico
merced al malsano estímulo de la curiosidad pública, con un indudable quebranto
del artículo 15 de la Constitución.
Igualmente se
concluye la vulneración flagrante de derechos fundamentales en cuanto se dieron
a la publicidad cartas que formaban parte de correspondencia particular,
desatendiendo el perentorio mandato contenido en el inciso 3º del mismo
precepto constitucional: "La correspondencia y demás formas de
comunicación privada son inviolables".
Pero, además, pudo
darse la violación de la reserva del sumario dentro del proceso que se adelanta
por la muerte de Rafael Orozco, en cuanto se publicaron apartes de las
declaraciones de la señorita María Angélica Navarro, según lo anunciaba el
diario "EL HERALDO" del 27 de junio de 1992 en su primera página bajo
el título "La declaración de María Angélica ante la Juez. 'Rafael y yo
teníamos un romance'", punto éste que debe ser dilucidado por las
autoridades competentes, razón por la cual se ordenará compulsar copias. La
Corte Constitucional se limita a recordar en este punto lo dispuesto por el
artículo 332 del Código de Procedimiento Penal que dice: "Sanciones.
Quien violare la reserva de la instrucción incurrirá en multa de uno a cinco
salarios mínimos mensuales, impuesta por el funcionario que conoce de la
actuación. La publicación en medio de comunicación de informaciones de carácter
reservado constituirá presunción de violación de la reserva, y hará incurrir en
sanción a los empleados y sujetos procesales responsables como al medio de
difusión. La multa imponible a los medios de comunicación por violación de la
reserva podrá ascender hasta mil salarios mínimos mensuales (...)".
Así, pues,
establecidas como lo han sido las transgresiones a la Constitución Política y
el desconocimiento a derechos fundamentales en que incurrieron los medios de
difusión demandados en este proceso y hallándose fundados los motivos que
invocaron los jueces de primera y segunda instancia para conceder la tutela y
éste último para acceder a condenar "in abstracto" por los perjuicios
morales causados a la familia Orozco Cabello, esta Corte habrá de confirmar en
todas sus partes la sentencia proferida por la Sala Penal del Tribunal de
Barranquilla que a su vez confirmó la del Juez Octavo Penal del Circuito de esa
ciudad.
IV. DECISION
En mérito de lo
expuesto, la Corte Constitucional de la República de Colombia, por medio de su
Sala Tercera de Revisión, actuando en nombre del pueblo y por mandato de la
Constitución,
RESUELVE:
Primero.- CONFIRMAR, por las razones expuestas en
esta providencia, la Sentencia proferida por la Sala Penal del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Barranquilla el veintisiete (27) de agosto de
mil novecientos noventa y dos (1992), tanto en lo relativo a la confirmación
del fallo de primera instancia, pronunciado por el Juzgado Octavo Penal del
Circuito de la misma ciudad el día catorce (14) de julio de 1992, que concedió
la tutela impetrada por CLARA ELENA CABELLO DE OROZCO contra los diarios "EL
HERALDO y "LA LIBERTAD" de Barranquilla y "EL ESPACIO" de
Santa Fe de Bogotá, como en lo referente a la condena "in genere" del
daño emergente causado por los citados medios a la demandante y su familia.
Segundo.- ORDENAR que se compulsen copias del expediente
al Procurador General de la Nación, al Fiscal General de la Nación y al Juez
que conoce del proceso penal iniciado con motivo del homicidio cometido en la
persona de Rafael Orozco Maestre, para que se determine si hubo violación a la
reserva de la instrucción y se adopten las medidas pertinentes.
Tercero.- El Juez Octavo Penal del Circuito de
Barranquilla verificará el estricto cumplimiento de las providencias
confirmadas e impondrá las sanciones del caso, de conformidad con lo
establecido en los artículos 52 y 53 del Decreto 2591 de 1991.
Cuarto.- ADVERTIR a los diarios demandados que no
pueden efectuar publicación alguna que atente contra la intimidad, la honra o
el buen nombre de la familia Orozco Cabello y que, en caso de hacerlo,
incurrirán en las sanciones previstas por los artículos 52 y 53 del Decreto
2591 de 1991.
Quinto.- Líbrese la comunicación contemplada en el
artículo 36 del Decreto 2591 de 1991.
Cópiese,
notifíquese, comuníquese, publíquese en la Gaceta de la Corte Constitucional y
cúmplase.
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
Magistrado Ponente
Presidente de la Sala
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
FABIO MORON DIAZ
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr.Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Sentencia No.
T-414. Junio 16 de 1992. Magistrado Ponente: Dr. Ciro Angarita Barón.
2 HERRAN, María Teresa: La industria de los medios masivos de
comunicación en Colombia. Santa Fe de Bogotá. Fescol. 1991. Pág 46 y
siguientes.
3 Cfr.
Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Fallo No. T-03 del 11 de mayo
de 1992.
4 Cfr.
Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Fallo No.T-593.del 9 de
diciembre de 1992.
5 Cfr. Corte Constitucional. Sala Cuarta de Revisión. Sentencia No.
T-011 de mayo 22 de 1992. Magistrado Ponente Dr. Alejandro Martínez Caballero.
6 ORWELL, George: 1984. Ediciones Destino S.L. 1952.
7 MOLINERO, César: Libertad de expresión privada. Barcelona.
A.T.E. 1981. Págs. 66 y 67.
8
Corte Constitucinal. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-609. Diciembre 14 de
1992. Magistrado Ponente: Dr. Fabio Morón Díaz.
9 Cfr. Corte Constitucional. Sala Tercera de Revisión. Sentencia No.
T-512 del 9 de septiembre de 1992.
10
Cfr. Corte Constitucional. Sentencia No. T-222 de junio 16 de 1992. Magistrado
Ponente: Dr. Ciro Angarita Barón. |
198 | T-612-92
Sentencia No
Sentencia No. T-612/92
DERECHO A LA EDUCACION
El derecho a la
educación tiene una dimensión académica y una dimensión civil o contractual. El
derecho a la educación es un derecho constitucional fundamental. Para
garantizar este derecho, la Constitución faculta al Estado para intervenir la
educación en Colombia. Por tanto no se trata de un derecho que esté al arbitrio
de la libre voluntad de las personas sino que éste debe estar regulado por el
Estado. En la Carta del 91 hubo un cambio en materia de intervencionismo
estatal en educación respecto de la Carta del 86, ya que pasó a manos del
Legislador la facultad para reglamentar la inspección y vigilancia de la educación.
SUPREMACIA DE LA
CONSTITUCION
La Corte
Constitucional fundamenta esta sentencia en los derechos constitucionales
fundamentales violados y no en el reglamento del plantel educativo. Esta
apreciación no corresponde al desconocimiento de la reglamentación interna,
sino en la aplicación preferencial de una norma superior: la Constitución
Política de 1991.
EXCEPCION DE
INCONSTITUCIONALIDAD
Cosa distinta es
la competencia que tienen en general los jueces de la República, entre los
cuales se encuentra esta Sala, para inaplicar un determinado precepto normativo
o un conjunto de preceptos en un caso concreto. Pues bien, la imprecisión sobre
la naturaleza del Decreto no permite decir que sus normas son inaplicables de
manera general ni para el caso concreto como resultado de un debido uso de
competencias legislativas por parte del Ejecutivo. La interpretación por vía de
excepción tiene un alcance limitado de manera que no se puede por el camino de
ella sustituír el control por vía de acción. Un cierto margen no sólo en los
efectos sino también en la órbita de sus alcances, establece límites al control
por vía de excepción. De manera ordinaria el control por vía de excepción no
proyecta sus efectos sobre la totalidad de un ordenamiento jurídico, llámese
ley o decreto, sea por vicios de forma en el primer caso o por falta de
competencia en el segundo, sino que circunscribe su alcance a la norma concreta
para el caso igualmente concreto.
PLANTEL EDUCATIVO-Pagos
Si bien es cierto
que los planteles educativos tienen derecho a recibir los pagos de matrículas,
pensiones, etc, provenientes de la ejecución del contrato educativo no es menos
cierto que resulta contrario a la propia naturaleza impuesta por el nuevo orden
constitucional a esta clase de contratos, que la exigibilidad de dichos pagos
tenga como elemento adicional la posibilidad de retención del resultado de la
actividad educativa del educando, hasta cuando se produzca la aludida solución
crediticia. En consideración a que la parte mencionada del precepto que se
subraya autoriza tal comportamiento, las concepciones del Estado Social de
Derecho sobre el alcance de los derechos fundamentales, no admiten la
regulación jurídica señalada por ser claramente inconstitucional. En
consecuencia se inaplicará la parte transcrita y subrayada del artículo
14 del Decreto 2541 de 1.991 al caso en estudio de esta Sala, consideraciones
que son igualmente válidas para inaplicar el artículo 5º del Decreto 3486 del
nueve (9) de diciembre de 1.981. Las relaciones estrictamente civiles del
contrato celebrado entre el plantel educativo y los padres de familia del
educando se rigen por el Código Civil en general y por las normas citadas para
el caso del incumplimiento de las obligaciones pecuniarias en particular.
DERECHO A LA
EDUCACION-Núcleo esencial
Según la teoría
del núcleo esencial de los derechos, éstos pueden en consecuencia ser
canalizados en sus diferentes expresiones, sin ser desconocidos de plano; ellos
pueden ser objeto de regulación pero no de desnaturalización. Cuando para el
ejercicio de un derecho se establezcan requisitos mínimos razonables, que
apuntan a hacer más viable el derecho mismo y que no desconocen su núcleo
esencial, no puede aducirse, que se está violando de plano tal derecho. Los
requisitos son de dos naturalezas: aquellos que apuntan a viabilizar el derecho
y aquellos que tienden a dificultarlo, a complicarlo y, en últimas, a
impedirlo. El derecho constitucional fundamental de la educación puede -y debe-
ser regulado pero no desnaturalizado. Los planteles educativos pueden exigir
requerimientos al educando pero no pueden condicionar el derecho a la educación
al cumplimiento de ciertas obligaciones.
DERECHO A LA
EDUCACION-Concurrencia/DERECHO
A LA INICIATIVA PRIVADA
El interés más
altamente reivindicable en todo ese concurso de esfuerzos, en tanto es el fin
último y más auténtico de la educación, hace prevalecer en el tiempo de manera
independiente el derecho del educando que no puede verse suspendido por el
derecho del educador a recibir su natural estipendio. Aquí prevalece el derecho
del educando, sin perjuicio de que exista el del educador, y con ello los
medios jurídicos para hacerlo valer. En la mayoría de las situaciones fácticas
y más específicamente en torno a esta acción de tutela, se ven enfrentados
derechos que ameritan una análisis partiendo de la "coexistencia" o
"cohabitación" de derechos. El Colegio puede asegurar su espíritu de
empresa mediante el cobro formal y directo de pago y, subsidiariamente mediante
la garantía de pago consignada en un título valor u otra forma legal que haga
efectivo el pago. Ello sin perjuicio de que, ante la no cancelación directa en
ambos casos, se recurra a la vía judicial.
DERECHO A LA HONRA-Diploma de Bachiller
El diploma de
bachiller no sólo prueba la terminación de los estudios secundarios sino que
además significa para quien lo obtiene una realización personal dignificante.
En consecuencia los planteles educativos no pueden adicionarles constancias que
no sean del caso. Concretamente no se puede utilizar el diploma como medio de
presión del plantel educativo para obtener la cancelación de una obligación
pecuniaria pendiente.
ACCION DE TUTELA-Vigencia/TRANSITO CONSTITUCIONAL/NORMA
CONSTITUCIONAL-Vigencia
La expedición de
una nueva Constitución, desde el punto de vista temporal, implica que ella
cubre con sus dictados superiores las situaciones preexistentes. Además el
decreto 2591 de 1.991, reglamentario de la acción de tutela, no establece en su
artículo 8º caducidad para la interposición de tal mecanismo. Lo importante es
que la violación del derecho constitucional fundamental sea actual y su
protección oportuna.
REF: EXPEDIENTES
No. T-3693 Y No. T-4790 (ACUMULADOS).
PETICIONARIOS:
JULIAN GERMAN GARCIA Y MARIA ELISA CARVAJAL DE RODRIGUEZ.
PROCEDENCIA:
TRIBUNAL SUPERIOR DE DISTRITO JUDICIAL DE VILLAVICENCIO -SALA PENAL-.
MAGISTRADO PONENTE:
ALEJANDRO MARTINEZ
CABALLERO.
Santa Fe de Bogotá,
D.C., diciembre dieciséis (16) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez Rodríguez,
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En el proceso de
tutela identificado con el número de radicación T-3696, adelantada por Julio
Germán García Arias, al cual esta acumulado al proceso número T- 4790, en el
que obra como peticionaria María Elisa Carvajal de Rodríguez.
I. ANTECEDENTES.
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos
de su revisión, la acción de tutela de la referencia. Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día 18 de Septiembre del presente año. De conformidad con el
artículo 34 del Decreto 2591, esta Sala de Revisión de la Corte entra a dictar
sentencia de revisión.
1. Solicitudes.
1.1. De la tutela
correspondiente al No. de radicación T- 3693:
El accionante, Julio
Germán García Arias, instauró acción de tutela ante el Juzgado 2º Penal del
Circuito de Villavicencio, contra la rectora del colegio San Bartolomé de la
localidad, la señora Marina Robayo de López.
La acción se originó
en los siguientes hechos:
a) El señor Julio
Germán García Arias culminó el bachillerato en el colegio San Bartolomé de
Villavicencio, en 1987.
b) El peticionario
en el momento se encuentra en quinto semestre de Ingeniería Agronómica en la
Universidad Tecnológica de los Llanos Orientales, entidad que le exige la
presentación del diploma de bachiller y el acta de grado para la continuación
de sus estudios superiores.
c) Las directivas del
Colegio San Bartolomé se negaron a expedir los documentos antecitados, tomando
como fundamento el artículo 14 del Decreto No. 2542 de 1991, ya que a cargo del
actor quedó un saldo insoluto de las mensualidades escolares.
El accionante con la
conducta anterior, considera vulnerado el derecho a la educación consagrado
en el artículo 67 de la Constitución Política.
1.2. De la
tutela Número T- 4790:
La peticionaria,
Maria Elisa Carvajal de Rodríguez, instauró acción de tutela en favor de sus
hijos Diego y Sigifredo Rodríguez Carvajal, ante el Juzgado 3º Penal del
Circuito de Villavicencio, contra la rectora del colegio San Bartolomé de la
localidad, la señora Marina Robayo de López.
La acción se originó
en los siguientes hechos:
a) Diego Rodríguez
Carvajal cursó y aprobó en 1988 el noveno grado en el colegio San Bartolomé de
Villavicencio. Por su parte, su hermano Sigifredo terminó el bachillerato en el
colegio San Bartolomé en 1987.
b) La peticionaria
solicitó en repetidas oportunidades a las directivas del plantel educativo la
expedición de la certificación de aprobación de noveno grado de Diego Rodríguez
Carvajal, y el acta de grado y diploma de Sigifredo, para la continuación de
los estudios superiores.
El colegio negó la
expedición de los documentos antecitados, tomando como fundamento el artículo
14 del Decreto No. 2542 de 1991, pues alega que a cargo de los estudiantes
mencionados existía un saldo insoluto de las mensualidades escolares.
La accionante -en
representación de sus hijos-, con la conducta anterior considera conculcado el
derecho a la educación consagrado en el artículo 67 de la Constitución
Política.
2. Fallos.
2.1.De la tutela
número T- 3693:
2.1.1. Fallo de
primera instancia. Juzgado 2º Penal del Circuito de Villavicencio.
El fallador en su
decisión consideró que la educación es un derecho fundamental que debe ser
protegido por el Estado y en el caso en concreto se aplica plenamente, debido
a que el estudiante ha demostrado tener derecho a su diploma de bachiller.
Así mismo, considera
el juzgado, que el plantel educativo acusado puede acudir a los medios
judiciales para lograr la cancelación de la suma adeudada por concepto de
pensiones, sin que le sea dado retener el diploma en cuestión.
Tomando en cuenta lo
anterior, el Juzgado 2º Penal del Circuito de Villavicencio tuteló el derecho a
la educación y ordenó la expedición del diploma.
2.1.2. Fallo de
segunda instancia. Tribunal Superior del Distrito Judicial de Villavicencio
-Sala Penal-.
El Tribunal Superior
de Villavicencio acogió la decisión del A-quo por ser esta legal y acertada, al
fallar favorablemente las pretensiones del accionante.
El cuerpo colegiado
entendió que el camino indicado para lograr la cancelación de la obligación
debida por parte del estudiante, es la ejecución a través de la vía judicial y
no la retención de documentos que certifican la culminación de estudios básicos.
En ese orden de
ideas, el Tribunal confirmó la sentencia impugnada.
2.2. De la tutela
correspondiente al número T- 4790:
2.2.1. Fallo de
primera instancia. Juzgado 2 Penal del Circuito de Villavicencio.
El Juez Penal del
Circuito consideró que la conducta de las directivas del Colegio San Bartolomé
de Villavicencio es un conducta legítima, a la sazón del artículo 14 del
Decreto No. 2542 de 1991, que faculta al establecimiento educativo para no
expedir las certificaciones correspondientes hasta tanto el padre de familia o
alumno se encuentre a paz y salvo por este concepto; y como la tutela no
procede contra esta clase de conductas se negó la solicitud.
2.2.2. Fallo de
segunda instancia. Tribunal Superior del Distrito Judicial de Villavicencio -Sala
Penal-.
El Tribunal estima
que no es lícita la conducta de las directivas del Colegio San Bartolomé al
exigir la cancelación de la totalidad de la obligación como condición para
expedir los certificados de estudios demandados.
La Corporación expresó
que sin duda se vulneró el derecho constitucional de la educación, por cuanto
la falta de los documentos negados pueden llegar a obstaculizar la continuidad
de los estudios superiores de los bachilleres y la oportunidad de proveerse
éstos de un nivel intelectual y una formación profesional.
En ese orden de
ideas, el tribunal revocó la sentencia impugnada, y en su lugar tuteló el
derecho a la educación de Diego y Sigifredo Rodríguez Carvajal.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
1. Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de las acciones de tutela de la referencia, con fundamento en los
artículos 86 inciso tercero y 241 numeral noveno de la Constitución Política,
en concordancia con los artículos 33, 34, 35 y 36 del Decreto No. 2591 de 1991;
además, su examen se hace por virtud de la selección que de dichas acciones
practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la forma
señalada por el Reglamento de esta Corporación.
2. Del derecho a
la educación.
La Constitución
declara el derecho a la educación en su artículo 67, así:
"La
educación es un derecho de la persona y un servicio público que tiene una
función social: con ella se busca el acceso al conocimiento, a la ciencia, a la
técnica, y a los demás bienes y valores de la cultura.
La educación
formará al colombiano en el respeto a los derechos humanos, a la paz y a la
democracia; y en la práctica del trabajo y la recreación, para el mejoramiento
cultural, científico, tecnológico y para la protección del ambiente.
El Estado, la
sociedad y la familia son responsables de la educación, que será obligatoria
entre los cinco y los quince años de edad y que comprenderá como mínimo, un año
de preescolar y nueve de educación básica.
La educación será
gratuita en las instituciones del Estado, sin perjuicio del cobro de derechos
académicos a quienes puedan sufragarlos.
Corresponde al
Estado regular y ejercer la suprema inspección y vigilancia de la educación con
el fin de velar por su calidad, por el cumplimiento de sus fines y por la mejor
formación moral, intelectual y física de los educandos; garantizar el adecuado
cubrimiento del servicio y asegurar a los menores las condiciones necesarias
para su acceso y permanencia en el sistema educativo.
La Nación y las
entidades territoriales participarán en la dirección, financiación y
administración de los servicios educativos estatales, en los términos que
señalen la Constitución y la ley."
El derecho a la
educación tiene una dimensión académica y una dimensión civil o contractual,
según se anexa a continuación:
2.1. Dimensión
académica.
En primer lugar el
derecho a la educación hace relación a la aspiración intelectual del hombre,
inspirada en el derecho al libre desarrollo de la personalidad (CP art. 16), la
cual a su vez una manifestación de la dignidad del hombre (CP art. 1º).
Los artículos 26,
27, 67, 68, 69 y 70 de la Carta, contemplan básicamente el derecho a la
educación, sin dejar de lado, demás disposiciones que junto con las anteriores
conforman la llamada "Constitución Cultural".1
La educación es una
de las esferas de la cultura y es el medio para obtener el conocimiento y
lograr el desarrollo y perfeccionamiento del ser humano.
El hombre a través
de su vida no es más que un receptor abierto de información, desde la forma como
se aprende a caminar, pasando por las primeras letras, hasta llegar a la
reflexión pura como elemento esencial del desarrollo de la humanidad. Es pues
el conocimiento, el descubrimiento de la propia existencia, la conciencia de
ser único, que evidentemente forjan la realización personal del individuo y a
través de ésta, el desarrollo de la sociedad.
Como ya lo ha
expresado la Corte Constitucional, en la sentencia T-02 de la sala Cuarta de
Revisión:
" El
conocimiento es inherente a la naturaleza del hombre, es de su esencia; él hace
parte de su dignidad, es un punto de partida para lograr el desarrollo de su
personalidad, es decir para llegar a ser fin de sí mismo...
"... El
hombre nace y muere, y entre lo uno y lo otro la educación ocupa un lugar primordial
en su vida y logra que permanezca en un constante deseo de realización"
En ese orden de
ideas, la educación es un derecho fundamental de la persona humana y como tal
debe ser garantizado y respetado.
2.2. Dimensión
civil.
Al momento de
matricularse una persona en un centro educativo celebra por ese acto un
contrato de naturaleza civil.
Un contrato es un
acuerdo de voluntades para crear obligaciones según el artículo 1.495 del
Código Civil que dice:
"Contrato o
convención es un acto por el cual una parte se obliga para con otra a dar,
hacer o no hacer alguna cosa. Cada parte puede ser de una o de muchas
personas".
3. Del aspecto
contractual.
En el contrato que
se celebra al momento de una matrícula escolar, son partes el plantel educativo
y los educandos o, si estos son menores los padres de familia en representación
de éstos.
3.1. La parte que
presta el servicio: el plantel educativo.
El artículo 67 de la
Constitución consagra que la educación puede ser impartida tanto por una
institución privada o pública.
En ambos casos, el
centro educativo adquiere derechos y contrae obligaciones con la firma del
contrato que celebra al momento de la matrícula.
3.1.1. Derechos
del plantel educativo.
Como se verá más
adelante en el capítulo de "Del aspecto institucional de la educación en
Colombia", en él se tratará el tema de la libre empresa (art. 333 CP) y en
particular la facultad de los particulares fundar establecimientos educativos
(art 68 CP), que es tema compartido con el fundamento de los derechos del
plantel educativo.
Las instituciones
educativas de carácter privado gozan de protección estatal y están sujetas a la
reglamentación legal que permite y regula su ejercicio a fin de velar por su
calidad, por el cumplimiento de sus fines y por la mejor formación moral,
intelectual y física de los educandos. En tal regulación legal se fijan los
derechos y deberes de las partes.
3.1.2. Deberes
del plantel educativo.
Colombia está
enmarcada dentro de un Estado social de Derecho y como tal su desenvolvimiento
debe estar encuadrado dentro de unas reglas de vida claras y justas.
Esto debido a que
sin lo anterior se presentaría la anarquía y el caos que constituyen
situaciones negadoras de un Estado sujeto a la justicia.
El Estado colombiano
se funda principalmente en la dignidad humana, que se manifiesta en la
tolerancia, como Estado que permite la comprensión de la diferencia; esa
diferencia que en un Estado de barbarie significaría combate, lucha, lid; en
nuestro país no es mas que el reconocimiento de la individualidad del hombre
frente de la sociedad.
Esa diferencia del
ser humano como individuo genera conflictos y roces, que si no se llega a una
solución justa y pacífica, deben ser sujetos a la jurisdicción del Estado,
porque la persona tiene el derecho de acceder al justicia y el deber de acudir
a ella, en tanto no se dé una solución como la anterior.
La Corte en la
sentencia T-412 de la sala Cuarta de Revisión, ha considerado que:
" El hombre
ha realizado con el correr de los tiempos un proceso de racionalización en la
forma y en los medios para solucionar sus conflictos, cristalizar sus
aspiraciones y satisfacer sus necesidades. Es así como pasó de la barbarie
inicial a un civilizado monopolio de la fuerza y de la administración de
justicia en manos del Estado"
Sin duda, el acceso
a la justicia es una manifestación de sociedad civilizada y una garantía de
respeto a los derechos fundamentales del ser humano.
3.2. La parte que
contrata el servicio: los padres del educando.
Al momento de la
matrícula los padres del educando adquieren derechos y contraen obligaciones,
como se verá a continuación:
3.2.1. Derechos
de los padres.
Los padres están en
el derecho de exigir del plantel educativo una calidad de educación y en
general el cumplimiento de las obligaciones académicas y civiles por parte del
plantel educativo.
Los padres confían
al colegio la formación integral de sus hijos y aspiran a que la institución
responda a esa confianza.
3.2.2. Deberes de
los padres.
Los padres de
familia que en cumplimiento de la obligación consignada en el artículo 67 que
dice que la familia es responsable de la educación de los hijos, escojan
para éstos la educación privada, se obligan para con el plantel educativo al
pago de las pensiones, servicios especiales y demás erogaciones a cambio de
exigir para los educandos un mejor nivel académico.
Son ellos, los
padres de familia, los que en su decisión de escoger la mejor formación
resuelven optar por una educación un poco más costosa que la educación
impartida en las instituciones del Estado, que por disposición del citado
artículo 67 es gratuita, sin perjuicio del cobro de derechos académicos de
quienes puedan sufragarlos.
El deber de respetar
los derechos ajenos y no abusar de los propios (CP art. 95.1) no puede ni debe
ser desconocido por ninguna persona.
La formación
académica que se recibe durante los años de infancia y adolescencia se traduce
en el futuro de la persona y en su proyección profesional. Así pues, la
gratitud que se debe al centro educativo se refleja en el cumplimiento de la
obligación como contraprestación a las enseñanzas recibidas.
3.3.
Beneficiario: el educando.
El estudiante menor
de edad no es propiamente parte en el contrato que se celebra al momento de la
matrícula, sino que es beneficiario del mismo. En tal calidad el educando
adquiere derechos y contrae obligaciones, a saber:
3.3.1. Derechos
del educando.
Desde el punto de
vista académico, el educando tiene derecho a recibir normalmente las clases, a
exigir una calidad en la educación, y en general a estudiar en un medio apto
para su formación integral.
Y desde el punto de
vista civil, el educando tiene derecho a recibir oportunamente los certificados
que acrediten sus calificaciones y la terminación de sus estudios.
3.3.2. Deberes
del educando.
A pesar de ser la
educación un derecho fundamental de la persona, también exige de ésta el
cumplimiento de determinadas obligaciones. El estudiante deberá cumplir con los
reglamentos académicos y los requisitos exigidos para cada uno de los años de
escolaridad. Su obligación es consigo mismo -en primer lugar-, con la familia,
la sociedad y el Estado -en segundo lugar-, para lograr el progreso en su
formación académica. Se trata en consecuencia de un derecho-deber.
Sobre el
derecho-deber en materia de educación, Peces-Barba considera al respecto lo
siguiente: "Este tercer nivel que yo denomino provisionalmente
derecho-deber, supone que el mismo titular del derecho tiene al mismo tiempo
una obligación respecto a ésas conductas protegidas por el derecho fundamental.
No se trata que frente al derecho del titular otra persona tenga un deber frente
a ese derecho, sino que el mismo titular del derecho soporta la exigencia de un
deber. Se trata de derechos valorados de una manera tan importante por la
comunidad y por su ordenamiento jurídico que no se pueden abandonar a la
autonomía de la voluntad sino que el Estado establece deberes para todos , al
mismo tiempo que les otorga facultades sobre ellos. el caso más claro de esta
tercera forma de protección de los derechos económicos, sociales y culturales
es el derecho a la educación correlativo de la enseñanza básica
obligatoria".2
El deber es la
carga que debe soportar el titular del derecho para que éste se pueda realizar.
El ejercicio del deber
debe respetar el núcleo esencial del derecho3 , que no susceptible de
interpretación o de opinión atada a los cambios coyunturales, sin el cual se
desnaturaliza el derecho. El respeto al contenido esencial del derecho se debe
dar para no crear contradicciones y hacer cohabitables el derecho y el deber.
4. Del aspecto
institucional de la educación en Colombia.
4.1. De la libertad
de empresa.
El artículo 333 de
la Constitución consagra la libertad económica base del sistema de la libre
empresa, generado por la iniciativa de los particulares. Dentro del mismo, la
libre competencia, que es su principio básico de operación. Se establece así de
manera expresa, completando un cuadro de garantías constitucionales para lograr
una economía fundada en la sana competencia a nivel nacional y con instrumentos
para impedir la concentración de la riqueza, las prácticas monopolísticas y la
ineficiencia.
Dice así el artículo
333 de la Carta Fundamental:
"La
actividad económica y la iniciativa privada son libres, dentro de los límites
del bien común. Para su ejercicio nadie podrá exigir permisos previos ni
requisitos, sin autorización de la ley.
La libre
competencia económica es un derecho de todos que supone responsabilidades.
La empresa como
base del desarrollo tiene una función social que implica obligaciones. El
Estado fortalecerá las organizaciones solidarias y estimulará el desarrollo
empresarial.
El Estado por
mandato de la ley, impedirá que se obstruya o se restrinja la libertad
económica y evitará oi controlará cualquier abuso que personas o empresas hagan
de su posición dominante en el mercado nacional.
La ley delimitará
el alcance de la libertad económica cuando así lo exijan el interés social, el
ambiente y el patrimonio cultural de la Nación".
En relación con la
educación, la Constitución en particular consagra en el artículo 68 la libre
iniciativa de los particulares para fundar y administrar establecimientos de
enseñanza, dentro de condiciones que podrá establecer la ley en cuanto a su
creación y gestión.
Así pues, en lo
relativo a la enseñanza impartida por particulares se parte del principio de la
libre empresa pero, bajo las condiciones que establezca la ley.
4.2. De la
intervención estatal.
|
Dice así, el inciso
tercero del artículo 67 de la Carta:
"...Corresponde
al Estado regular y ejercer la suprema inspección y vigilancia de la educación
con el fin de velar por su calidad, por el cumplimiento de sus fines y por la
mejor formación moral, intelectual y física de los educandos; garantizar el
adecuado cubrimiento del servicio y asegurar a los menores las condiciones
necesarias para su acceso y permanencia en el sistema educativo".
Se advierte que el
derecho a la educación es un derecho constitucional fundamental, según lo ha
establecido la Corte Constitucional en sentencia precitada.
Según el artículo 2º
de la Carta, el Estado tiene como uno de sus fines esenciales garantizar la
efectividad de sus derechos.
Para garantizar este
derecho, la Constitución faculta al Estado para intervenir la educación en
Colombia. Por tanto no se trata de un derecho que esté al arbitrio de la libre
voluntad de las personas sino que éste debe estar regulado por el Estado.
4.3. Competencia
de la intervención estatal.
4.3.1. Por
disposición expresa del artículo 68 de la Constitución.
El artículo 68 de la
Constitución consagra:
"Los
particulares podrán fundar establecimientos educativos. La ley establecerá las
condiciones para su creación y gestión.
La comunidad
educativa participará en la dirección de las instituciones de educación.
La enseñanza
estará a cargo de personas de reconocida idoneidad ética y pedagógica. La ley
garantiza la profesionalización y dignificación de la actividad
docente..."
4.3.2. Función
del Legislador.
Consagra el
artículo 150.8 de la Constitución:
"Corresponde al
Congreso hacer las leyes. Por medio de ellas ejerce las siguientes funciones:
...8. Expedir las
normas a las cuales debe sujetarse el Gobierno para el ejercicio de las
funciones de inspección y vigilancia que le señala la Constitución..."
Además el artículo
152 de la Carta dice que mediante leyes estatutarias el Congreso regulará los
derechos y deberes fundamentales de las personas.
Estas normas del
legislador son concordantes con las facultades del Ejecutivo establecidas para
su efectiva aplicación. En este sentido el artículo 189 de la Carta dice en su
numeral 21, que le corresponde al Presidente de la República:
"Ejercer la
inspección y vigilancia de la enseñanza conforme a la ley" (negrilla
no original).
Creación y
gestión -consagradas en el
artículo 68 de la Carta- e inspección y vigilancia -con fundamento en el
artículo 189 numeral 21-, son dos situaciones diferentes, pero ambas
reguladas por la ley y en todo sujetas a las disposiciones constitucionales
como fundamento último del ordenamiento jurídico.
Se advierte que en
la Carta del 91 hubo un cambio en materia de intervencionismo estatal en
educación respecto de la Carta del 86, ya que pasó a manos del Legislador la
facultad para reglamentar la inspección y vigilancia de la educación.
5. Los Decretos
3486 de 1.981 y 2542 de 1.991.
El Decreto 3486 de
1.981 por el cual "se establece el régimen de matrículas y pensiones,
becas, Juntas Reguladoras de Matrículas y Pensiones y otras variables de
costos en los establecimientos educativos no oficiales..." en sus
artículos 4º y 5º se refiere a:
"ARTICULO
4o.- El valor de la pensión mensual será igual al de la matrícula.
PARAGRAFO.- La
pensión se pagará dentro de los cinco primeros días de cada uno de los diez
meses del año escolar".
ARTICULO 5o.- El
no pago oportuno de los costos educativos autorizados por el Ministerio de
Educación Nacional, faculta al establecimiento educativo para no expedir las
certificaciones correspondientes hasta tanto el alumno se encuentre a paz y
salvo por estos conceptos".
De conformidad con
esta norma, la abstención de expedir certificados mientras no se encontraren a
paz y salvo los alumnos, por parte de los planteles educativos, era entonces
conforme al ordenamiento jurídico.
El Decreto 2542 de
1.991 del 8 de noviembre de 1.991, por el cual se establece "el régimen de
costos educativos en los establecimientos educativos privados en los niveles de
preescolar, básico (primaria y secundaria) media vocacional y educación
especial y se dictan otras disposiciones" establece en el artículo 14, lo
siguiente:
"La pensión
de estudios se pagará dentro de los primeros días de cada uno de los diez meses
del año escolar. El no pago faculta al establecimiento educativo para no
expedir las certificaciones correspondientes, hasta tanto el padre de familia
esté a paz y salvo por dicho concepto.
Parágrafo: El
establecimiento educativo podrá recurrir a los mecanismos legales vigentes para
exigir el cumplimiento de las obligaciones contraídas por el padre de
familia".
Este Decreto
Reglamentario fue expedido el día 8 de noviembre de 1.991 por "El
Presidente de la República, en ejercicio de las facultades conferidas por los
artículos 67 y 189 numeral 21 de la Constitución Política y por los artículos
3º y 55 de la Ley 24 de 1.988."
El Decreto se
inspira, aparte de la Constitución, en la ley 24 del 11 de febrero de 1.988,
"Por la cual se reestructura el Ministerio de Educación Nacional y se
dictan otras disposiciones".
Según los precitados
artículos 150.8 y 189.21 de la Constitución, es el Legislador el único órgano
del Estado competente para dictar las normas en materia de educación.
Tal Decreto
reglamenta ciertamente una Ley de la República (Ley 24 de 1.988). Sin embargo
es de advertir que tal Ley es una norma orgánica, que regula el aspecto
institucional de la educación mas no el carácter de derecho constitucional
fundamental que la educación ostenta (y que por tanto hoy exige la expedición
de una Ley estatutaria).
Observa esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional que los artículos 4º y 5º del Decreto 3486
de 1.981 fueron derogados por el Decreto 2542 de 1.991 -artículo 14-
(que repite literalmente dichos artículos). Por lo tanto no es considerado por
la Corte ya que desapareció del mundo jurídico por derogación expresa, ya que
el artículo 32 del Decreto 2542 de 1.991 consagra:
"Este decreto
rige a partir de la fecha de su promulgación y deroga las normas que le sean
contrarias".
5.1. El artículo
4º de la Constitución.
El artículo 4º de la
Constitución dice en su inciso primero:
"La
Constitución es norma de normas. En todo caso de incompatibilidad entre la
Constitución y la Ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones
constitucionales".
El sistema jurídico
es jerárquico; en su cúspide se encuentra la Constitución, que es norma de
normas, según el artículo 4º de la carta Política. Así pues, la Corte
Constitucional fundamenta esta sentencia en los derechos constitucionales
fundamentales violados y no en el reglamento del plantel educativo. Esta
apreciación no corresponde al desconocimiento de la reglamentación interna,
sino en la aplicación preferencial de una norma superior: la Constitución
Política de 1991.
5.2. Posición de
la Sala de revisión de la Corte Constitucional frente a los Decretos 3486 de
1.981 y 2542 de 1.991.
Como ya se ha
mencionado anteriormente pero es necesario reiterar, que la Constitución
faculta al Estado para intervenir en la Educación, lo que significa que este
derecho puede ser objeto de limitaciones por la regulación estatal.
La Constitución
radica el clásico poder reglamentario en el Ejecutivo, en el artículo 189
numeral 11, según el cual compete al Señor Presidente de la República ejercer
la potestad reglamentaria mediante la expedición de los decretos, resoluciones
y órdenes necesarios para la cumplida ejecución de las leyes. No se detiene la
Corte Constitucional a clasificar la naturaleza del Decreto 2542 de 1.991, que
ofrece realmente motivos de duda provenientes de su propio texto, ya que fue
expedido en ejercicio de las facultades conferidas por los artículos 67 y 189
numeral 21 de la Constitución Política y por los artículos 3º y 55 de la Ley 24
de 1.988, por cuanto la cita del primero de los artículos podría interpretarse
en el sentido de que se trata de una "reglamento constitucional"
mientras que los artículos restantes que se citan con fundamento hacen pensar
que el legislador ejecutivo quiso en esa oportunidad expedir un decreto
reglamentario de la Ley 24 de 1.988.
Tampoco resulta de
interés para esta Sala de Revisión, el pronunciarse sobre la competencia de la
autoridad que debe conocer de la constitucionalidad de este Decreto, porque sea
de una naturaleza u otra no está a su cargo el control de constitucionalidad.
Lo que pone de presente el impropio proceder en que se incurriría por esta Sala
si decidiera entrar a calificar la constitucionalidad o inconstitucionalidad
del mencionado decreto.
Cosa distinta es la
competencia que tienen en general los jueces de la República, entre los cuales
se encuentra esta Sala, para inaplicar un determinado precepto normativo o un
conjunto de preceptos en un caso concreto. Pues bien, la imprecisión sobre la
naturaleza del Decreto no permite decir que sus normas son inaplicables de
manera general ni para el caso concreto como resultado de un debido uso de
competencias legislativas por parte del Ejecutivo. La interpretación por vía de
excepción tiene un alcance limitado de manera que no se puede por el camino de
ella sustituír el control por vía de acción. Un cierto margen no sólo en los
efectos sino también en la órbita de sus alcances, establece límites al control
por vía de excepción. De manera ordinaria el control por vía de excepción no
proyecta sus efectos sobre la totalidad de un ordenamiento jurídico, llámese
ley o decreto, sea por vicios de forma en el primer caso o por falta de
competencia en el segundo, sino que circunscribe su alcance a la norma concreta
para el caso igualmente concreto.
En este orden de
ideas se detiene la Sala a revisar la constitucionalidad del artículo 14 del
Decreto 2542 de 1.991 ya transcrito anteriormente, en especial la parte que se
refiere a:
"La pensión
de estudios se pagará dentro de los primeros días de cada uno de los diez meses
del año escolar. El no pago faculta al establecimiento educativo para no
expedir las certificaciones correspondientes hasta tanto el padre de familia
esté a paz y salvo por dicho concepto..."
Esta parte subrayada
del artículo resulta en sentir de esta Sala de Revisión, contraria a la
Constitución, por cuanto establece un condicionamiento al derecho fundamental a
la educación que puede llegar a limitar de manera desproporcionada e incluso
definitiva los derechos de ese derecho fundamental.
Pues si bien es
cierto que los planteles educativos tienen derecho a recibir los pagos de
matrículas, pensiones, etc, provenientes de la ejecución del contrato educativo
no es menos cierto que resulta contrario a la propia naturaleza impuesta por el
nuevo orden constitucional a esta clase de contratos, que la exigibilidad de
dichos pagos tenga como elemento adicional la posibilidad de retención del
resultado de la actividad educativa del educando, hasta cuando se produzca la
aludida solución crediticia. En consideración a que la parte mencionada del
precepto que se subraya autoriza tal comportamiento, las concepciones del
Estado Social de Derecho sobre el alcance de los derechos fundamentales, no
admiten la regulación jurídica señalada por ser claramente inconstitucional. En
consecuencia se inaplicará la parte transcrita y subrayada del artículo
14 del Decreto 2541 de 1.991 al caso en estudio de esta Sala, consideraciones
que son igualmente válidas para inaplicar el artículo 5º del Decreto 3486 del
nueve (9) de diciembre de 1.981.
6. Dimensión
Civil.
Para esta Sala de
Revisión se aplica para efectos de regular las relaciones civiles las normas
generales del Código Civil sobre contratos. Concretamente se aplica el artículo
1.546, que dice:
"En los
contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria en caso de no
cumplirse por uno de los contratantes lo pactado.
Pero en tal caso
podrá el otro contratante pedir a su arbitrio, o la resolución o el
cumplimiento del contrato con indemnización de perjuicios".
Esta norma es
concordante con el artículo 1.609 del mismo Código, que dice:
"En los
contratos bilaterales ninguno de los contratantes está en mora dejando de
cumplir lo pactado, mientras el otro no lo cumpla por su parte, o no se allana
a cumplirlo en la forma y tiempo debidos".
Por tanto, las
relaciones estrictamente civiles del contrato celebrado entre el plantel
educativo y los padres de familia del educando se rigen por el Código Civil en
general y por las normas citadas para el caso del incumplimiento de las
obligaciones pecuniarias en particular.
7. Dimensión
académica.
Las relaciones
académicas que se generan con la matrícula deben ser leídas a la luz de la
teoría del núcleo esencial de los derechos.
"Se denomina
contenido esencial -afirma Häberle-, al ámbito necesario e irreductible de
conducta que el derecho protege, con independencia de las modalidades que asuma
el derecho o de las formas en que se manifieste. Es el núcleo básico del
derecho fundamental, no susceptible de interpretación o de opinión sometida a
la dinámica de coyunturas o ideas políticas".4
Según la teoría del
núcleo esencial de los derechos, éstos pueden en consecuencia ser canalizados
en sus diferentes expresiones, sin ser desconocidos de plano; ellos pueden ser
objeto de regulación pero no de desnaturalización.
Ahora bien, cuando
para el ejercicio de un derecho se establezcan requisitos mínimos razonables,
que apuntan a hacer más viable el derecho mismo y que no desconocen su núcleo
esencial, no puede aducirse, que se está violando de plano tal derecho.
En realidad los
requisitos son de dos naturalezas: aquellos que apuntan a viabilizar el derecho
y aquellos que tienden a dificultarlo, a complicarlo y, en últimas, a
impedirlo.
Esta última clase de
naturaleza de los requisitos de los derechos caracterizó el positivismo
jurídico en el mundo y ello se manifestó -y sigue manifestándose en algunas
prácticas- en Colombia. Ella evoca a las administraciones kafkianas. La primera
de tales naturalezas sin embargo fue introducida en el mundo a nivel jurídico
con la axiología fundamental del derecho escrito.
De conformidad con
lo anterior, el derecho constitucional fundamental de la educación puede -y
debe- ser regulado pero no desnaturalizado.
En consecuencia,
los planteles educativos pueden exigir requerimientos al educando pero no
pueden condicionar el derecho a la educación al cumplimiento de ciertas
obligaciones.
8. Coexistencia
de derechos.
El asunto
sub-exámine gira, esencialmente, sobre la coexistencia de dos derechos: el
derecho a la educación y la iniciativa privada. El problema es establecer los
criterios que permitirían la coexistencia entre los dos derechos.
El problema siempre
latente entre el derecho de uno y del otro en punto a cuál prima y en que
momento, es uno de los capítulos más apasionantes de la interpretación
jurídica. Varias son las hipótesis que plantea el fenómeno de la coexistencia
de derechos de manera independiente que, ante su concurrencia en el mismo
espacio de ejecución, producen distintos efectos, el más extremo de ellos es el
de que un derecho elimina la existencia del otro titular: en un mismo derecho,
el derecho a mi propia vida excluye en determinadas circunstancias el derecho a
la propia vida de mi semejante (estado de necesidad, legítima defensa); la
exclusión de un derecho por la existencia concurrente de otro de distinta
naturaleza, tal el caso de la primacía del derecho fundamental sobre los
derechos asistenciales o del medio ambiente que el mismo texto constitucional
establece (artículo 5º). Igualmente se presenta la hipótesis de concurrencia de
derechos, que no excluye o elimina el derecho del otro sino que establece
prelaciones en el tiempo entre uno y otro, tal el caso de un derecho que
pospone la efectividad del otro, de un derecho amparado por un privilegio de
oportunidad, como el derecho de la autoridad pública frente al derecho del
particular, derecho de la primera a expropiar y posteriormente, y en
determinadas circunstancias temporo-espaciales, a indemnizar el derecho a la
propiedad suprimido. En esta última hipótesis de coexistencia de derechos se
plantea el conflicto entre el derecho no exclusivamente de orden patrimonial
privado del centro docente, pues por su propia naturaleza es regularmente
intervenido en razón del interés público de donde proviene y por petición de
principio siempre sin suficiente retribución del pago de la educación recibida,
pues no se trata de una simple operación de compraventa. Sin embargo, el
interés más altamente reivindicable en todo ese concurso de esfuerzos, en tanto
es el fin último y más auténtico de la educación, hace prevalecer en el tiempo
de manera independiente el derecho del educando que no puede verse suspendido
por el derecho del educador a recibir su natural estipendio. Aquí prevalece el
derecho del educando, sin perjuicio de que exista el del educador, y con ello
los medios jurídicos para hacerlo valer. Lo que en el caso concreto encuentra
la Corte inadmisible es el condicionamiento de la primera realidad a la
segunda, del certificado de estudios al pago, lo que pone a existir los dos
derechos relacionados uno con independencia del otro, sin que pueda uno
condicionar a otro, como tampoco podría el educando exigir un certificado
inmerecido como resultado de haber surtido el pago oportuno.
9. Del derecho a
la honra: consideración final.
El diploma de
bachiller no sólo prueba la terminación de los estudios secundarios sino que además
significa para quien lo obtiene una realización personal dignificante.
En consecuencia los
planteles educativos no pueden adicionarles constancias que no sean del caso.
Concretamente no se puede utilizar el diploma como medio de presión del plantel
educativo para obtener la cancelación de una obligación pecuniaria pendiente.
10. De los casos
concretos.
En primer término
esta Sala se ocupará de analizar si la situación de los accionantes se
encuentra dentro de las condiciones de procedencia de la tutela establecidas en
el artículo 86 de la Constitución y el artículo 42 del Decreto No. 2591 de
1991.
Los peticionarios
fueron alumnos del colegio San Bartolomé, el cual es una entidad particular
encargada de la prestación de un servicio público de educación, por tanto se
encuadra dentro de los supuestos que se plantean en las normas antecitadas,
respecto de la tutela contra particulares.
Los alumnos
culminaron sus estudios en los años de 1.987 y 1.988 pero la solicitud de
entrega de uno de los certificados de terminación de estudios fue presentada
ante las directivas del plantel educativo en febrero de 1.991, fecha en la que
le fue negada la expedición. Razón por la cual acudieron a la protección a
través de la acción de tutela.
La expedición de una
nueva Constitución, desde el punto de vista temporal, implica que ella cubre
con sus dictados superiores las situaciones preexistentes. Además el decreto
2591 de 1.991, reglamentario de la acción de tutela, no establece en su
artículo 8º caducidad para la interposición de tal mecanismo. Lo importante es
que la violación del derecho constitucional fundamental sea actual y su
protección oportuna, como en este caso, motivo por el cual se confirmarán los
fallos revisados.
La rectora del
colegio San Bartolomé, como autoridad máxima de la institución educativa, no
debió condicionar la entrega de los certificados de estudios y diplomas de
bachiller de los accionantes al pago de suma alguna de dinero, aunque la deuda
se encuentre plenamente probada, ya que existe un medio idóneo y legal para
ello, como son las vías judiciales.
Es legal la
exigencia del paz y salvo, pues el mismo artículo 67 cuando se refiere a la
educación gratuita establece que el cobro de derechos académicos deberá ser
cancelado por quienes puedan sufragarlos. Con mayor razón para los padres de
familia que libremente optaron por la educación privada para sus hijos.
La Constitución
Política al consagrar la protección de los derechos fundamentales lo hace en
forma particular o individual. Pero en la mayoría de las situaciones fácticas y
más específicamente en torno a esta acción de tutela, se ven enfrentados
derechos que ameritan una análisis partiendo de la "coexistencia" o
"cohabitación" de derechos.
La razonabilidad del
juez de tutela permite avanzar en la protección de un derecho, sin desconocer
el otro; en buscar sus puntos comunes sin perder su identidad. Es decir, en una
labor de equilibrio para lograr la decisión que responda a uno de los fines
esenciales del Estado cual es "asegurar la convivencia pacífica y la
vigencia de un orden justo".
Para esta Corte en
consecuencia es necesario confirmar las sentencias objeto de revisión, en la
medida en que conceden la acción de tutela. Por tanto el Colegio San Bartolomé
no puede negarse a expedir las certificaciones solicitadas por los
peticionarios.
Sin embargo el
Colegio San Bartolomé puede asegurar su espíritu de empresa mediante el cobro
formal y directo de pago y, subsidiariamente mediante la garantía de pago
consignada en un título valor u otra forma legal que haga efectivo el pago.
Ello sin perjuicio de que, ante la no cancelación directa en ambos casos, se
recurra a la vía judicial.
En efecto, la
protección del entorno del hombre no puede llevar al traste sus propios
derechos. No se puede pensar en este caso en proteger por encima del ser humano
a la iniciativa privada, muy a pesar de ser motor de nuestra estructura social.
Pero también existen los mecanismos que permiten la utilización de las vías
judiciales para garantizar su protección. De ahí la interpretación razonable
del artículo 14º del Decreto No. 2542 de 1991.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional
RESUELVE:
PRIMERO: CONFIRMAR las sentencias del Tribunal
Superior de Distrito Judicial de Villavicencio, por las razones expuestas en
esta Sentencia, por medio de las cuales se tutela el derecho de los
peticionarios, en razón de la inaplicación del artículo 5º del Decretos 3486 de
1.981 y de la parte subrayada del artículo 14 del Decreto 2542 de 1.991, como
se señala en la parte motiva de esta providencia.
SEGUNDO: INFORMAR al Colegio San Bartolomé de
Villavicencio que puede disponer de los recursos tanto directos como judiciales
para asegurar el pago de las matrículas que le adeudan los peticionarios.
TERCERO: PREVENIR a las directivas del Colegio San
Bartolomé de Villavicencio, de conformidad con el artículo 24 del decreto 2591
de 1.991, para que en ningún caso vuelva a incurrir en las acciones que dieron
mérito para conceder la tutela, tanto en lo relativo a la negativa de
expedición de certificados como en lo concerniente a la violación del derecho a
la honra materializada en las notas adicionales a los certificados y diplomas
que expida.
CUARTO: PREVENIR a los peticionarios que el hecho
de titular los derechos de sus hijos no los libera de la obligación de pagar el
servicio educativo recibido, lo cual deben hacer en un término razonable con el
fin de proteger también el legítimo derecho subjetivo del Colegio San Bartolomé
de Villavicencio.
QUINTO: COMUNICAR el contenido de esta Sentencia
al Ministerio de Educación Nacional, a la Federación Nacional de Rectores y
Colegios Privados -Fenarcop-, y al ICFES.
Cópiese, publíquese,
comuníquese a quien corresponda, insértese en la Gaceta de la Corte
Constitucional, envíese al Despacho de origen y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON DIAZ SIMON
RODRIGUEZ RODRIGUEZ Magistrado
Magistrado
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO
Secretaria General
1 Cfr, Sentencia No. T-02 de mayo 8 de 1992, proferida por la Sala
IV de Revisión de la Corte Constitucional, págs 25 a 26.
2 PECES-BARBA, Gregorio. Escritos sobre Derechos Fundamentales.
Eudesa Universidad. Madrid.1968. pág. 209.
3 HÄBERLE, Peter. El Contenido Esencial como Garantía de los
Derechos Fundamentales. Grundgesetz 3 Auflage. Heilderberg, 1983.
4 Häberle, Peter. El contenido esencial como garantía de los
derechos fundamentales. Grundgesetz 3 Auflage. Heidelberg, 1983 |
199 | T-613-92
Sentencia No
Sentencia No.
T-613/92
DERECHO A LA
VIDA/DERECHO A LA SALUD/MEDIO DE DEFENSA JUDICIAL-Eficacia
Los derechos
constitucionales fundamentales violados con la decisión del Instituto de los
Seguros Sociales al no ordenar la cirugía de cambio de válvulas a la
peticionaria, son la vida y la salud, en la medida en que al no hacerse
efectivo el derecho a la seguridad social por la no prestación de las
obligaciones asistenciales, en forma inmediata se vulneraron los derechos
anotados. Se presenta claramente el primer requisito de la vulneración de los
derechos fundamentales a la vida y a la salud al no hacerse efectivo el derecho
a la seguridad social. Los derechos a la vida y a la salud no cuenta con la
existencia de otro medio judicial de defensa para su efectiva protección en
este caso.
REF: EXPEDIENTE
T-4800
Peticionario: Luz
Stella Gutiérrez Reyes
Procedencia:
Juzgado Quince Penal del Circuito de Santa Fe de Bogotá
Magistrado
Ponente:
ALEJANDRO
MARTINEZ CABALLERO
Santa Fe de Bogotá
D.C., diciembre dieciseis (16) de mil novecientos noventa y dos (1992).
La Sala Cuarta de
Revisión de la Corte Constitucional, compuesta por los Magistrados Alejandro
Martínez Caballero, Fabio Morón Díaz y Simón Rodríguez Rodríguez.
EN NOMBRE DEL PUEBLO
Y
POR MANDATO DE LA CONSTITUCION
Ha pronunciado la
siguiente
SENTENCIA
En proceso de tutela
identificado con el número de radicación T-4800, adelantado por Luz Stella
Gutiérrez Reyes.
I. ANTECEDENTES
Con base en los
artículos 86 de la Constitución Política y 33 del Decreto 2591 de 1991, la Sala
de Selección correspondiente de la Corte Constitucional escogió, para efectos
de su revisión, la acción de tutela de la referencia.
Por reparto le
correspondió el presente negocio a esta Sala, la cual recibió formalmente el
expediente el día 11 de septiembre del presente año.
De conformidad con
el artículo 34 del Decreto 2591, esta Sala de Revisión de la Corte entra a
dictar sentencia de revisión.
1. Solicitud.
La señora Mercedes
Reyes se encuentra afiliada al Seguro Social desde 1967 a 1984 como trabajadora
dependiente y como trabajadora independiente de 1.985 a 1.988 y de 1.989 a
1.992.
Luz Stella Gutiérrez
Reyes, actuando en calidad de hija de Mercedes Reyes de Gutiérrez, interpuso la
acción de tutela contra el Instituto de los Seguros Sociales, para solicitar de
dicha entidad la autorización para practicarle una cirugía de corazón -cambio
de válvulas-, en la fundación Clínica Shaio, en forma urgente, ya que por
prescripción del médico especialista la cirugía era inminente para salvar su
vida.
Según el Instituto
de los Seguros Sociales la Señora Mercedes Reyes de Gutiérrez figura sin
semanas cotizadas desde julio 21 de 1985 hasta octubre 20 de 1988 y de
conformidad con las disposiciones vigentes, no tendría derecho a la pensión de
vejez y por lo tanto tampoco a que se le realice la cirugía.
Sin embargo, la
peticionaria fue atendida medicamente en ese período -como lo demuestra con los
certificados que acreditan el pago-, para lo cual debió presentar los
documentos exigidos, los que le probaban su afiliación y sus derechos.
De la narración de
los hechos se desprende que son pues dos situaciones las que se presentan. De
una parte la determinación de las semanas cotizadas tanto como trabajador
dependiente como independiente. Y de otra la autorización de la cirugía de
cambio valvular. Esta última fue negada con base en la prohibición del Acuerdo
0329 de 1.985.
2. Fallo del
Juzgado Quince Penal del Circuito del Santa Fe de Bogotá. Providencia del ocho
de agosto de 1992
Al negar la acción
de tutela el juzgador de instancia consideró que "mal puede invocarse un
perjuicio o afección al derecho de la seguridad social, cuando nunca se ha
presentado, en ejercicio del derecho de petición, los documentos necesarios
ante la autoridad que está llamada al reconocimiento."
En cuanto a la
omisión de la entidad a remitirla a cirugía, estableció el Juzgado que a la
petente se le solicitó acreditar los derechos asistenciales, sin que lo hubiera
hecho; por esta razón no se le pueden hacer aplicables las normas que regulan
la afiliación de personas independientes que fueron dependientes, pues ha
acreditado su inscripción desde 1985 y para obtener ese derecho ha debido
hacerlo dentro de los dos meses siguientes a su retiro como afiliada forzosa.
Es así como en casos
de este tipo el daño o la amenaza debe provenir de la acción o la omisión
antijurídica del funcionario público o del particular. Aquí sin embargo se han
realizado las diligencias propias a cargo del Instituto de los Seguros
Sociales con la celeridad requerida, pues por causa atribuible únicamente a la
afiliada no se dió el trámite respectivo.
II. FUNDAMENTOS JURIDICOS
1.Competencia.
Es competente esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional para proferir sentencia de revisión
dentro de la acción de tutela de la referencia, con fundamento en los artículos
86º inciso tercero y 241º numeral noveno de la Constitución Política, en
concordancia con los artículos 33º, 34º, 35º y 36º del Decreto No. 2591 de
1991; además, su examen se hace por virtud de la selección que de dichas
acciones practicó la Sala correspondiente, y del reparto que se verificó en la
forma señalada por el Reglamento de esta Corporación.
2. Del derecho a
la seguridad social.
El artículo 48 de la
Constitución Política, establece:
"La Seguridad
Social es un servicio público de carácter obligatorio que se prestará bajo la
dirección, coordinación y control del estado, en sujeción a los principios de
eficiencia, universalidad y solidaridad, en los términos que establezca la Ley.
Se garantiza a todos
los habitantes el derecho irrenunciable a la Seguridad Social.
El Estado, con la participación
de los particulares ampliará progresivamente la cobertura de la Seguridad
Social que comprenderá la prestación de los servicios en la forma que
determine la Ley.
La Seguridad Social
podrá ser prestada por entidades públicas o privadas, de conformidad con la
Ley.
No se podrán
destinar ni utilizar los recursos de las instituciones de la Seguridad Social
para fines diferentes a ella.
La Ley definirá los
medios para que los recursos destinados a pensiones mantengan su poder
adquisitivo constante".
El concepto de
seguridad social hace referencia al conjunto de medios de protección
institucionales frente a los riesgos que atentan contra la capacidad y
oportunidad de los individuos y sus familias para generar los ingresos
suficientes en orden a una subsistencia digna.
Tales riesgos
abarcan una amplia gama que va desde la invalidez, vejez y muerte, hasta la
atención a la salud de sus afiliados, y cuya cobertura se ampliará
progresivamente.
Se observa que la
Seguridad Social se relaciona con los derechos constitucionales fundamentales
de la vida (CP art. 11) y la salud (CP art. 49).
Toda persona
afiliada al Seguro Social mediante las condiciones determinadas en las leyes y
acuerdos que la reglamentan, adquiere el derecho a ser atendida en forma
inmediata en desarrollo el inciso primero del artículo 48 que consagra los
principios de eficiencia, solidaridad y universalidad para la prestación del
servicio público de seguridad social.
El fundamento de la
salud como función social se encuentra en el artículo 1º de la Constitución
Política, ya que en él se establece que Colombia es un Estado social de derecho
fundado en el respeto de la dignidad humana y la solidaridad de las personas
que la integran, concepto que desarrolla el artículo 2º de la Carta al prever
como uno de los objetos de las autoridades de la República el de asegurar el
cumplimiento de los deberes sociales del Estado y de los particulares.
Igualmente, el
artículo 95 numeral 2º de la Constitución impone como deber a todos las
personas: obrar conforme al principio de solidaridad social, respondiendo con
acciones humanitarias ante situaciones que pongan en peligro la vida o la salud
de las personas.
Con la Constitución
de 1.991 se introduce un nuevo derecho social de gran trascendencia por ser la
salud un bien de interés público.
El Estado tiene la
obligación de preocuparse por la salud de sus gobernados, a ejemplo de los
gobernantes griegos para quienes este punto desplazaba todos los demás.
2.1. El derecho a
la salud.
El Derecho a la
salud tiene como fundamento constitucional los artículos 1º (dignidad humana),
11 (vida), 13 (igualdad); y su desarrollo en los artículos 48 (seguridad
social), 49 (la salud como servicio público a cargo del Estado), 50 (atención a
los niños menores de un año) y 366 (mejoramiento de la calidad de vida).
Proteger la salud
del hombre es proteger su vida, que es derecho constitucional fundamental
inalienable. Por ello efectivizar el derecho a la salud es un programa que
vincula aquí y ahora a todas las ramas y órganos del poder público.
El derecho a la
salud no es una creación nueva del derecho colombiano, ha sido tomado de las
innumerables declaraciones universales sobre derechos humanos, pues proteger la
salud del hombre es proteger su vida y en estas condiciones el Estado Social de
Derecho cumple con sus finalidades.
El derecho a la
salud ha sido reconocido como un derecho fundamental en el Pacto Internacional
de Derechos de las Naciones Unidas de 1.966, en cuyo artículo 12 consagra que
los Estados partes reconocen "El derecho de toda persona al disfrute del
más alto nivel posible de salud física y mental".
El artículo 12 del
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, adoptado por
la Asamblea General de las Naciones Unidas, reconoce el derecho de toda persona
al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental y del goce de
los beneficios del progreso científico y de sus aplicaciones.
El fundamento
ideológico de los instrumentos internacionales es el artículo 25 de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General
de las Naciones Unidas, que señala que toda persona tiene derecho a la
asistencia médica. En el artículo 49 se consagra la garantía de las personas en
materia de salud. De allí se deriva no sólo el deber del Estado y la
solidaridad de la comunidad, sino además, la obligación de los particulares de
procurar el cuidado integral de su salud y la de su comunidad. Consagrándose
así tres destinatarios de este derecho: el propio beneficiario que debe
sufragar su gasto si tiene capacidad para ello; la sociedad mediante la
solidaridad; y el Estado.
Estos instrumentos
internacionales, en la medida en que han sido ratificados por Colombia, hacen
parte del ordenamiento interno con carácter supralegal, de conformidad con el
artículo 93 de la Constitución.
La atención a la
salud la pueden realizar entidades públicas o privadas; por entidades públicas
a través de la afiliación al Seguro Social o a la Caja Nacional de Previsión
Social; en el caso de las entidades privadas el costo del servicio tiene
diferentes tipos de tarifas a opción del usuario, en virtud del principio de la
libertad de empresa. En las públicas tan sólo existen dos modalidades, el servicio
gratuito y el de pensionados.
2.2. De las
disposiciones del Seguro Social sobre trabajadores dependientes.
El Decreto 888 de
mayo 9 de 1.988, por el cual se aprueba el Acuerdo número 042 de fecha 16 de
marzo de 1.988, que a su vez modifica y adiciona el Reglamento del Seguro
Social para trabajadores independientes, establece en el artículo 9º, lo
siguiente:
"Artículo 9º.
Los afiliados forzosos que dejen de serlo y se afilien nuevamente como
trabajadores independientes, dentro de los dos meses siguientes no estarán
sujetos a las restricciones establecidas en el artículo 11 del Acuerdo
....".
Acuerdo 329 de
1.985. artículo 4º. El Instituto de Seguros Sociales tampoco atenderá en los
trabajadores independientes, las siguientes enfermedades o patología
preexistentes en el momento de la afiliación, sus recidivas, secuelas o
complicaciones:
...Enfermedades
cardiovasculares y respiratorias...
...Parágrafo 3º.
Entiéndese por secuela la lesión o afección con pérdidas o disminución de la
capacidad funcional general o de un órgano o sistema que queda como
consecuencia de una enfermedad o accidente...
...Artículo 5º. En
caso de que las enfermedades anteriormente enunciadas, su recidiva, complicación
o secuela, no hayan sido incluídas en la declaratoria de estado de salud y sean
diagnosticadas con posterioridad a la afiliación, el Instituto establecerá su
posible preexistencia a través de un comité ad-hoc, constituído en cada caso
por el Subgerente o Jefe de la División de Servicios de Salud de la Seccional
respectiva, quien lo presidirá y dos médicos especialistas en la materia o
áreas afines, diferentes al médico tratante" (negrillas no originales).
3. De la prueba:
Concepto del Médico Víctor Manuel Caycedo Ayerbe.
El Dr. Víctor Manuel
Caycedo Ayerbe, en su calidad de Director del Departamento de Cirugía de la
Fundación Clínica Shaio de Santa Fe de Bogotá, respondió al cuestionario
formulado por la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional, en
atención a que en el mencionado centro asistencial fue atendida la Señora
Mercedes Reyes de Gutiérrez y allí reposa su historia clínica.
El Dr. Ayerbe dió
respuesta a la solicitud de la siguiente forma:
a) ¿ A cuántas
intervenciones quirúrgicas de corazón ha sido sometida la Sra. Mercedes reyes
de Gutiérrez, a través del Instituto de Seguros Sociales, en la Fundación
Clínica Shaio y en qué época?.
Respondió:
"La Señora
MERCEDES REYES DE GUTIERREZ fue atendida por primera vez en esta Institución el
día 4 de marzo de 1.964 por una estenosis mitral pura, y el día 23 de junio de
1.964 se practicó una comisurotomía mitral, de la cual se recuperó en forma
satisfactoria. El día 8 de junio de 1.983 se cambió la válvula aórtica por una
válvula mecánica y la válvula mitral por una válvula biológica".
b) ¿ Cuál ha sido la
evolución de las cirugías practicadas?
Respondió:
"La evolución
de las dos cirugías practicadas ha sido satisfactoria".
c) De conformidad
con las pruebas aportadas al expediente, a la Sra. Reyes de Gutiérrez le fue
practicada la cirugía de cambio valvular por una válvula biológica y mecánica
en 1.983. ¿Qué tiempo de vida útil tiene esta clase de implante?.
Respondió:
"La vida útil
de un implante de válvula biológica es de 8 a 10 años y una válvula mecánica
puede ser toda la vida".
d) La obstrucción de
las válvulas se debe a un proceso de desgaste natural o a una patología nueva
que pueda ser considerada como enfermedad preexistente?
Respondió:
"La
obstrucción de la válvula se debe a un proceso natural de calcificación y no a
una patología nueva que pueda ser considerada como preexistente" (negrillas no originales).
e) ¿Cuál es la
última fecha en que aparece atendida por la Fundación Clínica Shaio por cuenta
de la Instituto de Seguros Sociales?
Respondió:
"La ultima vez
que la paciente fue atendida por los Seguros Sociales en esta Institución fue
el día 13 de julio de 1.984, cuando las válvulas funcionaban en forma adecuada".
f) ¿Qué alternativas
médicas a diferencia de una cirugía de cambio valvular existen para lograr la
recuperación de la salud de la Sra. Mercedes Reyes de Gutiérrez?.
Respondió:
"No existe
ninguna alternativa diferente a cirugía para recuperar la salud de la señora
Mercedes Reyes de Gutiérrez".
g) Si no existiera
tal alternativa, se aconsejaría la cirugía de cambio valvular con carácter de
urgente?
Respondió:
"Se aconseja la
cirugía con carácter de relativa urgencia, sin embargo por no haber examinado
personalmente a la paciente hago esta aseveración en base a los estudios que me
han sido consultados".
4. Del caso
concreto.
Para esta Sala de
Revisión de la Corte Constitucional es procedente la tutela solicitada por la
Sra. Luz Stella Gutiérrez Reyes en representación de su señora madre Mercedes
Reyes de Gutiérrez frente a la actuación del Instituto de los Seguros Sociales,
por reunirse los siguientes requisitos: a) se viola un derecho
constitucional fundamental y b) no existe otro medio judicial de
defensa.
Esta Sala de
Revisión considera que los dos aspectos de la solicitud, el relativo a la
pensión de vejez y el relacionado con la autorización de una cirugía, son
diferentes y merecen distinto pronunciamiento.
Respecto del
primero, se observa que existe controversia en cuanto al número de semanas
cotizadas por cuanto la peticionaria aporta documentos que demuestran su
afiliación. El Seguro Social, a su vez, mediante escrito dirigido al Juzgado 15
Penal Municipal, considera que revisados los archivos no se encontró documento
alguno que demuestre afiliación durante el lapso comprendido entre el 21 de
julio de 1.985 al 20 de octubre de 1.988.
La estimación de las
semanas cotizadas debe hacerse cuando previa y formalmente la Sra. Mercedes
Reyes de Gutiérrez presente su solicitud ante el Seguro Social y, de existir
reclamación, ésta debe hacerse ante la misma entidad -en primera instancia-, o
ante la autoridad judicial competente.
Por lo tanto, frente
a la pensión de vejez se negará la tutela ya que no existe ni vulneración ni
amenaza de un derecho fundamental. Distinto sería el caso en que la entidad se
negase a tramitar la solicitud sin observar el derecho fundamental al debido
proceso o el derecho de petición.
Respecto de lo
segundo, se concederá la tutela con base en las siguientes consideraciones:
a) Violación de un derecho constitucional
fundamental:
Los derechos
constitucionales fundamentales violados con la decisión del Instituto de los
Seguros Sociales al no ordenar la cirugía de cambio de válvulas a la
peticionaria, son la vida (CP art. 11) y la salud (CP art. 49), en la medida en
que al no hacerse efectivo el derecho a la seguridad social por la no
prestación de las obligaciones asistenciales, en forma inmediata se vulneraron
los derechos anotados. Además de conformidad con el concepto del Dr. Caycedo
Ayerbe, la cirugía es urgente y no existe otra alternativa que permita salvar
la vida de la señora Reyes de Gutiérrez.
El acuerdo 329 de
1.985 establece la prohibición de atender a los trabajadores independientes
cuando estos presenten enfermedad o patología preexistente al momento de la
afiliación por enfermedades cardiovasculares o respiratorias.
Pero, de conformidad
con el concepto médico que fue solicitado por el Despacho del Magistrado
Sustanciador, el desgaste natural de las válvulas implantadas a la peticionaria
corresponde a un "proceso natural de calcificación y no una patología
nueva que pueda ser considerada como preexistente".
Así pues, el Seguro
Social ha debido evaluar esta circunstancia y ordenar inmediatamente la cirugía
por la urgencia de salvar la vida de la Señora Reyes de Gutiérrez.
Por lo tanto, para
esta Sala de Revisión de la Corte Constitucional se presenta claramente el
primer requisito de la vulneración de los derechos fundamentales a la vida y a
la salud al no hacerse efectivo el derecho a la seguridad social.
b) La inexistencia de otro medio judicial de
defensa.
Considera esta Sala
de Revisión de la Corte Constitucional que los derechos a la vida y a la salud no
cuenta con la existencia de otro medio judicial de defensa para su efectiva
protección en este caso.
La negativa del
Instituto de Seguros Sociales no quedó plasmada en resolución o acto
administrativo alguno, lo que colocó a la peticionaria en circunstancias de
imposibilidad de ejercer su derecho de defensa.
La manifestación tan
sólo fue hecha en forma verbal y de conformidad con el artículo 20 del decreto
2591 de 1.991 sobre la presunción de veracidad, lo expresado en la solicitud de
tutela debe ser tomado como cierto por esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional.
No se trata aquí,
aclara la Sala, de la discusión acerca del derecho que tiene la Sra. Reyes de
Gutiérrez a su pensión de vejez, para lo cual existe ciertamente el
procedimiento ante la misma entidad o ante la autoridad judicial competente. Se
trata de salvar una vida mediante el ejercicio de derechos relacionados con la
seguridad social, válidamente adquiridos y no excepcionados o excluídos por norma
expresa.
Luego es
precisamente la tutela el mecanismo idóneo para la protección de los derechos
constitucionales fundamentales aquí desconocidos.
En consecuencia,
cumplidos los requisitos exigidos por el artículo 86 de la Constitución, esta
Sala de Revisión de la Corte Constitucional concederá la tutela a la
peticionaria y ordenará por tanto que el Instituto de Seguros Sociales ordene
en el menor tiempo posible, que no podrá ser superior a treinta (30) días
calendario, la cirugía de cambio valvular a la Sra. Mercedes Reyes de Gutiérrez
en la Fundación Clínica Shaio de Santa Fe de Bogotá.
En mérito de lo
expuesto, la Sala Cuarta de Revisión de la Corte Constitucional,
RESUELVE:
PRIMERO: REVOCAR la sentencia proferida por el
Juzgado Quince Penal del Circuito de Santa Fe de Bogotá, por las razones
expuestas en esta Sentencia.
SEGUNDO: CONCEDER la tutela solicitada por la Sra.
Luz Stella Gutiérrez Reyes en representación de la Sra. Mercedes Reyes de
Gutiérrez por la vulneración de los derechos fundamentales a la vida y a la
salud al no hacerse efectivo el derecho a la seguridad social.
TERCERO: COMISIONAR al Juzgado Quince Penal
Municipal de Santa Fe de Bogotá con el fin de que ORDENE al Instituto
Colombiano de los Seguros Sociales, en el término de 48 horas, autorice la
cirugía de cambio valvular en la Fundación Clínica Shaio a la Sra. Mercedes
Reyes de Gutiérrez y ésta le sea practicada en el menor tiempo posible, que no
podrá ser superior a treinta (30) días calendario.
CUARTO: COMISIONAR al Juzgado Quince Penal
Municipal de Santa Fe de Bogotá para que vigile el cumplimiento de la decisión
tomada en esta sentencia e informe a esta Sala de Revisión de la Corte
Constitucional al respecto.
QUINTO: A través de la Secretaría General de la
Corte Constitucional, ENVIAR copia de esta Sentencia a la Directora del
Instituto Colombiano de Seguros Sociales y al Defensor del Pueblo.
Cópiese, publíquese,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y cúmplase.
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado Ponente
FABIO MORON
DIAZ
Magistrado
SIMON RODRIGUEZ RODRIGUEZ.
Magistrado |