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---|---|---|---|---|
Pardo_García,Germán | <XXI | Vitalidad_De_Safo | Ungió entre las adelfas su hermosura
con los iris del mar de Mitilene,
y en los dedos citáridas sostiene
la rosa bisexual de su ternura.
No ha muerto y canta y su pasión perdura.
Ayer fulgía en el talud que tiene
propíleos adorantes. Safo viene
de siglo en siglo a la ensenada oscura.
Alceo enlira y le descubre abierta
la entrada al corazón. Frente a su puerta
Safo confía y se estremece y duda,
y al fin exclama, en éxtasis alado,
que ha visto en la belleza del amado
la doncellez de Góngula desnuda. | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | Un_Coche_De_Carreras | Un coche de carreras
corre a cuatrocientos kilómetros
por hora
por la carretera.
Un oso perezoso
avanza medio kilómetro por hora
por la selva.
El oso perezoso
lento anda,
trepa lento,
come hojas,
le peina el viento.
El perezoso
parece un pequeño oso.
Se llama perezoso,
porque no hace nada,
siempre está dormido
en una rama.
Duerme veinte horas al día,
duerme boca abajo,
come boca abajo,
apenas se mueve,
es un tío vago. | es |
Castellanos,Rosario | <XXI | Esta_Tierra_Que_Piso | Esta tierra que piso
es la sábana amante de mis muertos.
Aquí, aquí vivieron y, como yo, decían:
Mi corazón no es mi corazón,
es la casa del fuego.
Y lanzaban su sangre como un potro vehemente
a que mordiera el viento
y alrededor de un árbol danzaban y bebían
canciones como un vino poderoso y eterno.
Ahora estoy yo aquí. Que nadie me salude
como a un recién llegado. Si camino así, torpe,
es porque voy palpando y voy reconociendo.
No llevo entre las manos más que una breve brasa
y un día para arder.
¡Alegría! ¡Bailemos!
Quiero jurarlo aquí, amigos: otra vez
como la primavera
volveremos. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Mustio_Y_Enflaquecido_Por_La_Fiebre | Mustio y enflaquecido por la fiebre,
Cristo va con su caña de viajero
y sus vagos ensueños del pesebre...
Cristo va, paso a paso, en su grandeza,
con su rostro de pálido lucero
envuelto en una nube de tristeza;
y lo sigue la turba hipnotizada;
y él marcha y marcha, pisoteando lodo,
clavando en las alturas la mirada:
¡tiene la enfermedad de verlo todo,
sacando muchos mundos de la nada!...
Mustio y enflaquecido por la fiebre,
Cristo va con su caña de viajero
y sus vagos ensueños del pesebre...
¿Qué voz extraña es esa; tan extraña
que remeda el crujido de los huesos
y el ciclópeo temblor de la montaña?...
¿Qué timbres de expresión tan tierna o ruda
son esos timbres que en variados giros
tienen huracanadas de entusiasmo
con aglomeraciones de suspiros?
¿Qué expresión exaltada
es esa de calor, que zumba, y gira
y se agranda, y retiembla, y se hace nada?
¡Es Cristo que habla! El rostro, amoratado;
la sien, radiante; la pupila, inmensa;
y la mano, convulsa, en el cayado...
Habla y habla, y su voz estalla y zumba,
y parece, al vibrar, la voz de un muerto
que predica en el fondo de su tumba...
¿Qué voz extraña es esa; tan extraña
que remeda el crujido de los huesos
y el ciclópeo temblor de la montaña?...
Cristo habla de pobreza y de esperanza,
mientras da con acento tremebundo
una lección de gloria y de venganza...
Tendido el brazo, en actitud grandiosa,
sobrehumano, profético, soberbio,
habla Cristo, y la luz salta y rebosa;
y en su frase con hálito de rosa
como oculto reptil se enrosca el nervio...
Habla a la multitud y el rayo lanza
sobre el hombre que va meditabundo
estudiando el por qué de la esperanza;
y le da con acento tremebundo
una lección de gloria y de venganza..
«Alza la frente, pensador profundo:
—exclama el Redentor, con voz de abismo—,
palpa la realidad, conoce el mundo
y olvídate a menudo de ti mismo...
Cuídate sólo de estampar buen rastro;
y abre los ojos; no confundas torpe
mariposas y avispas...
¡Crees tener en el cerebro un astro
y sólo tienes un montón de chispas!
Vive como una máquina, que apenas
la idea fija en el cerebro zumba,
se sienten convulsiones de cadenas
y se mira la boca de una tumba...
»Infeliz quien de todo desespere:
ten esperanza, y el por qué no indagues...
Mira ese cielo, y tiende el vuelo...
Piensa que la materia es lo que muere:
el cuerpo es polvo; ¡pero el alma es cielo!
»¡Oh ilusión! ¿Quién penetra hasta el
abismo
y a decir sale lo que ha visto luego?
Ten, pensador, confianza de ti mismo:
y ocúpate tan sólo de la herida
que abre en el alma este destino ciego,
y que te encona esta mundana suerte:
¡absorto ante el problema de la vida
no hagas por resolver el de la muerte!...
No veas el futuro, ve el presente
que es sombrío también, ábrete paso...
La sombra aglomerándose en mi frente,
espantada retiembla y se confunde,
al golpe seco de la luz interna
que brota, vibra rápida y se hunde;
y al ver tanto misterio que me asombra,
siento que mi retina se estremece
con las palpitaciones de la sombra!...
»Amo el misterio. En el misterio se halla
la génesis de todo. Ante el misterio
el sabio pensador medita y calla;
y hoy que este mundo de pavor se puebla,
quiero arrojar mi idea como sonda
a las profundidades de la niebla...
Mas yo no callaré. ¡Sabed, hermanos,
que mi voz es relámpago y azote
para cruzar espaldas de tiranos...
Yo de la sombra sacaré la lumbre,
y de la nada sacaré el abismo,
y del abismo sacaré la cumbre!
»¡Oh, déspotas, temblad! Mi voz de mando
será ley en la inmensa muchedumbre,
que ha de ser libre o morirá luchando...
¡Oíd, pues, oíd! ¡Mi idea es fuego,
y como fuego entreabre con sus toques
hasta los ojos lóbregos del ciego!
»Yo, que en círculo estrecho os miro a tantos,
medito en vuestras ansias de riqueza
y en vuestra decepción y en vuestros llantos;
y al sentir el ardor de vuestras ansias
pugnando en la pobreza,
con fantástico sueño siento un mundo
que gira alrededor de mi cabeza.
¡Oh, la igualdad! Hermanos, ¿no habéis visto
al sol vertiendo rayos sobre todos?
Así alumbra también el Dios del Cristo;
por eso nivelados en grandeza,
tenéis, ante este mundo, igual derecho
de recibir el Sol sobre la frente
que de tener a Dios bajo del pecho!...
Tal vez, aunque me oís, entrar no puedo
en vuestro corazón; tal vez la brega
deseáis trabar y os contenéis con miedo;
y me asesinareis con ansia impura
sin poder comprenderme! Sois esclavos,
porque esclavos os hizo la Natura;
y si es preciso que mi sangre corra,
corra también y no respete nada:
la sangre limpia y borra...
»Yo quiero predicar esta doctrina,
porque si ella naufraga hoy en mi sangre
mañana surgirá tras de la noche,
cual la luz de las almas matutina
que tras la obscuridad desata el broche...
Yo predica igualdad; porque sin ella,
en el altar no resplandece el ara,
ni en el cielo la estrella;
porque sin ella la conciencia es lodo,
la gloria de la vida es un sarcasmo
y hasta el nombre de Dios se hace un apodo!
»Sin igualdad no hay luz. ¿De qué ha servido
que le hayan dado al pájaro derecho
a construir en cualquier campo un nido,
si el hombre con sus siervos y sus reyes,
no obedece al impulso de su pecho
sino al mandato de infernales leyes?
¡El todo para el todo! El mundo todo
es de la Humanidad; y ella, en conjunto,
sola, a sí misma, gobernarse debe:
que obedezca a un impulso y no a un tormento.
¡La hoja que cae y la hoja que se mueve
no obedecen a otra hoja, sino al viento!
¡Oh, los pobres! El reino de la gloria
les pertenece. El que ha cargado yugo
tiene ya su tormento en la memoria...
¡Oh, los pobres! Los pobres que sin jugo
comen el frío pan en su trabajo,
son felices allá... ¡Mirad la altura!
¡Oh, qué gloria es vivir hecho un mendrugo!
¡Oh, qué gloria es vivir hecho un andrajo!
»Porque rompiendo con la vida impura,
los hijos del dolor se santifican
cuando toman olor de sepultura!...
»Crucificadme, ¿y bien? ¿Yo hablo al presente?
No: yo hablo al porvenir. La igualdad sacra
será el ideal de la futura gente...
Crucificadme, ¿y bien? Hoy sigo hablando
siempre con rigidez, siempre con calma;
y miro el porvenir; y arrojo el verbo
a las neblinas lóbregas del alma!
Yo, el hijo del humilde carpintero,
sentí latir debajo de la frente
algo así como el alma de un lucero;
y os hablé de pobreza y de esperanza,
y si os quedó semilla en la cabeza,
regadía con anhelos de grandeza,
¡que es semilla de gloria y de venganza!...»
...Y golpeó con la planta los abrojos,
y sacudió la temblorosa mano,
pegó los labios y entornó los ojos...
Y luego se alejó mirando el cielo,
tratando de olvidarse de lo humano,
resbalándose apenas sobre el suelo,
mustio y enflaquecido por la fiebre,
siempre lánguido y siempre con su caña
y sus vagos ensueños de pesebre...
Y la palabra aguda y balbuciente
del triste enamorado del vacío,
esparció su fulgor en cada frente;
y entonces irradió sobre ese Pueblo,
entre ígneos lauros y lumíneas palmas,
¡la santa comunión de los principios,
la eterna eucaristía de las almas!... | es |
Al_Haded,Alí | XXI | Un_Haz_De_Luz_Que_Se_Filtra_Por_La_Balaustrada_De_Los_Pinos | Un haz de luz que se filtra por la balaustrada de los pinos
cuando este corazón vital conjuga el verbo en tiempo de amor
y crece el embrujo de la noche con la luna y su fulgor
y el sándalo esparce su fragancia bendiciendo los destinos.
Abunda la pasíón del poeta cuando florece la landa
y extasiado el hombre mitiga su soledad con las estrellas.
Las luciérnagas titilan rabiosas en señal de demanda.
Cuando la landa florece de noche en el bosque hay querellas.
Pero la luna se muestra jocosa y se perfuma de menta
y en el estanque del bosque croando de amor reptan las ranas.
Misteriosa noche de embrujo, versos, aromas y jaranas.
Una melodía que nace y renace de quién sabe dónde
sonidos que laten y laten en la noche que expira lenta
y un poeta que conjuga el verbo apenas la tarde se esconde
Abunda la pasíón del poeta cuando florece la landa
y extasiado el hombre mitiga su soledad con las estrellas.
Las luciérnagas titilan rabiosas en señal de demanda.
Cuando la landa florece de noche en el bosque hay querellas.
Pero la luna se muestra jocosa y se perfuma de menta
y en el estanque del bosque croando de amor reptan las ranas.
Misteriosa noche de embrujo, versos, aromas y jaranas.
Una melodía que nace y renace de quién sabe dónde
sonidos que laten y laten en la noche que expira lenta
y un poeta que conjuga el verbo apenas la tarde se esconde
Pero la luna se muestra jocosa y se perfuma de menta
y en el estanque del bosque croando de amor reptan las ranas.
Misteriosa noche de embrujo, versos, aromas y jaranas.
Una melodía que nace y renace de quién sabe dónde
sonidos que laten y laten en la noche que expira lenta
y un poeta que conjuga el verbo apenas la tarde se esconde
Una melodía que nace y renace de quién sabe dónde
sonidos que laten y laten en la noche que expira lenta
y un poeta que conjuga el verbo apenas la tarde se esconde | es |
Mutis,Álvaro | <XXI | Como_Espadas_En_Desorden | Como espadas en desorden
la luz recorre los campos.
Islas de sombra se desvanecen
e intentan, en vano, sobrevivir más lejos.
Allí, de nuevo, las alcanza el fulgor
del mediodía que ordena sus huestes
y establece sus dominios.
El hombre nada sabe de estos callados combates.
Su vocación de penumbra, su costumbre de olvido,
sus hábitos, en fin, y sus lacerias,
le niegan el goce de esafiestaimprevista
que sucede por caprichoso designio
de quienes, en lo alto, lanzan los mudos dados
cuya cifra jamás conoceremos.
Los sabios, entretanto, predican la conformidad.
Sólo los dioses saben que esta virtud incierta
es otro vano intento de abolir el azar. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Eres_Princesa_Gentil | Eres princesa gentil
del tiempo en que eí rey galante
tañía en jardín fragante,
su pífano pastoril.
Así la flesta real
sobre tus labios de flor,
libando mieles de amor,
vibra eterno madrigal.
La gloria de tu belleza
canta a los nobles señores,
que se fingían pastores,
hartos de tanta nobleza.
Triunfas en la alegre fiesta
como una abeja de oro,
que danza al compás sonoro
de la voluptuosa orquesta.
Pastoras hay a tu lado
y pastores a tus pies:
la alfombra que huellas es
blando césped tapizado.
Bajo un sol de áureos destellos
que traspasa los follajes,
arreboles son los trajes
y espumas los albos cuellos.
Allá un pastor, que arrebata
con églogas a su amante,
luce anillos de diamante
y brocados de oro y plata.
Allá una dulce pastura
que de amantes tiene rueda,
mueve la crujiente seda
de su falda tentadora...
A un golpe sobre el atril
rompe la canción galante
gime el violín sollozante
y retumba el tamboril;
y fíngese entre la cauta
fronda de vaga ilusión,
la rítmica confusión
de la paloma y la flauta.
¡Loado el baile! Las damas
de sus galanes en brazos,
atan y desatan lazos
de luciérnagas y flamas...
Y mientras que al centro tú
sonríes, giran, en rueda,
oropéndolas de seda,
mariposas de tisú...
Y ensayas, sacando el pie,
al son de la blanda nota,
inflexiones de gavota
y actitudes de minué.
Así la idílica fiesta,
en que mezclan sus cambiantes
los zigzags de los danzantes
y los gluglús de la orquesta...
Así la fiesta, así es
digna del verso ferviente
de un Virgilio decadente
o de un Teócrito marqués...
Tu cabellera empolvada,
rima con la albura acaso
de los estuches de raso
que cubren tus pies de hada.
Formas de suave inflexión
luestra tu talle, ceñido
por simbólico vestido,
como abierto corazón.
El abanico en tu mano
a los galanes responde
y ya se ríe de un conde,
ya desdeña a un cortesano.
Si una indiscreción te hiere,
enojado tu abanico
se abre y cierra, como el pico
de un cisne... que canta y muere.
Loado el principe augusto
que, enlazando tu cintura,
va paseando la hermosura
escultural de tu busto.
Rueda el sol al precipicio;
y a los postumos fulgores,
las telas multicolores
son cual fuegos de artificio.
Lánguidamente sus sones
apagando va la orquesta;
y se disuelve la ñesta
en parvadas de ilusiones... 1
Tú vas dejando en los prados,
tras de esa tiesta de amores,
como reguero de flores,
corazones deshojados...
Para pedirte una flor
de esas que huellan tus pies,
Pan se viste de marqués
y Apolo se hace pastor.
¡Cuánta memoria despierta
ese tu donaire altivo!...
¡Eres el recuerdo vivo
de la aristocracia muerta! 2 | es |
Pizarnik,Alejandra | <XXI | Historia_Antigua | En la medianoche
vienen los vigías infantiles
y vienen las sombras que ya tienen nombre
y vienen los perdonadores
de lo que cometieron mil rostros míos
en la ínfima desgarradura de cada jornada. | es |
Darío,Rubén | <XXI | ¡Cantad,_Judíos_De_La_Pampa! | ¡Cantad, judíos de la pampa!
Mocetones de ruda estampa,
dulces Rebecas de ojos francos,
Rubenes de largas guedejas,
patriarcas de cabellos blancos,
y espesos como hípicas crines;
cantad, cantad, Saras viejas,
y adolescentes Benjamines,
con voz de vuestro corazón:
¡Hemos encontrado a Sión! | es |
Morales,Carlos_Javier | XXI | Yo_Cambiaré_De_Sitio,_Estoy_Casi_Seguro | Yo cambiaré de sitio, estoy casi seguro;
tú, por tu juventud, es muy probable
que te marches mañana a ciudades abiertas a lo nuevo
y no he de reprocharte tanta obligada ausencia.
¿Quién podrá asegurar que nos veremos
bajo una luz tan clara? ¿Y en qué bares
nos reíremos juntos algún día
y daremos por buenas, satisfactoriamente,
tantas penas presentes y futuras?
Es absurdo
tratar de contestar, y es imposible
no preguntarse siempre estas cuestiones.
Olvidarás los nombres que ya no necesites
en tu aventura diaria. Otro bar, otra música,
otras copas te facilitarán
el necesario y saludable olvido
de toda mente lúcida y serena.
Yo tampoco podré recordar todas
las menudencias diarias de esta ciudad entrañable.
Yo tan sólo
podré guardar la imagen de esta tarde
y conservarla limpia para siempre. | es |
Gutiérrez_Nájera,Manuel | <XXI | Al_Viejo_Primate,_Las_Nubes_De_Incienso | Al viejo primate, las nubes de incienso;
al héroe, los himnos; a Dios, el inmenso
de bosques y mares solemne rumor;
al púgil que vence, la copa murrina;
al mártir, las palmas; y a ti —la heroína—
las hojas de acanto y el trébol en flor.
Hay versos de oro y hay notas de plata;
mas busco, señora, la estrofa escarlata
que sea toda sangre, la estrofa oriental:
y húmedas, vivas, calientes y rojas,
a mí se me tienden las trémulas hojas
que en gráciles redes columpia el rosal.
¡Brotad, nuevas flores! ¡Surgid a la vida!
¡Despliega tus alas, gardenia entumida!
¡Botones, abríos! ¡Oh mirtos, arded!
¡Lucid, amapolas, los ricos briales!
¡Exúberas rosas, los pérsicos chales
de sedas joyantes al aire tended!
¿Oís un murmullo que, débil, remeda
el frote friolento de cauda de seda
en mármoles tersos o limpio marfil?
¿Oís?...¡Es la savia fecunda que asciende,
que hincha los tallos y rompe y enciende
los rojos capullos del príncipe Abril!
¡Oh noble señora! La tierra te canta
el salmo de vida, y a ti se levanta
el germen despierto y el núbil botón,
el lirio gallardo de cáliz erecto,
y fúlgido, leve, vibrando, el insecto
que rasga impaciente su blanda prisión.
La casta azucena, cual tímida monja,
inciensa tus aras; la dalia se esponja
como ave impaciente que quiere volar;
y astuta, prendiendo su encaje a la piedra,
en corvos festones circunda la yedra,
celosa y constante, señora, tu altar.
El chorro del agua con ímpetu rudo,
en alto su acero, brillante y desnudo,
bruñido su casco, rizado el airón,
y el iris por banda, buscándote salta
cual joven amante que brinca a la alta
velada cornisa de abierto balcón.
Venid a la fronda que os brinda hospedaje
¡oh pájaros raudos de rico plumaje!
Los nidos aguardan: ¡venid y cantad!
Cantad a la alondra que dijo al guerrero
el alba anunciando: ¡Desnuda tu acero,
despierta a los tuyos... Es hora... Marchad! | es |
Panero,Leopoldo | <XXI | Te_Haces_Al_Deshacerte_Más_Hermosa | Te haces al deshacerte más hermosa,
lo mismo que en la nieve derretida,
bajo su tersa limpidez dormida,
el tiempo, vuelto espíritu, reposa.
Te haces tan dulcemente tenebrosa,
lago de mi montaña ensombrecida,
que en tu quietud recoges hoy mi vida;
mi ayer que a mi mañana se desposa.
Igual que ayer cantaba a mi montaña,
hoy a ti, mi honda paz, mi nieve viva,
mi muerte atesorada en la costumbre
canto, mientras tu tiempo te acompaña,
oh, clara compañera fugitiva,
hacia el desnudo mar desde la cumbre. | es |
Altolaguirre,Manuel | <XXI | Memoria | ¿Dónde están los recuerdos si has quedado
como un desierto olvido, tú que eras
vergel o bosque, campo de batalla?
Si hay ojos que te vieron, que guardaron
la imagen de tu muerte y tu ruina,
derramen su memoria en las arenas:
sangre, metal y fuego confundidos.
Escenario de muerte condenado
a no gozar futuras primaveras,
al menos reproduce la agonía
de tanta juventud sacrificada.
Memoria: labra en aire las figuras
de los enardecidos combatientes,
y las antiguas frondas sean rivales
de este recuerdo, en tan desierto olvido. | es |
Rodríguez,Claudio | <XXI | Una_Mirada,_Un_Gesto | Una mirada, un gesto,
cambiarán nuestra raza. Cuando actúa mi mano,
tan sin entendimiento y sin gobierno,
pero con errabunda resonancia,
y sondea, buscando
calor y compañía en este espacio
en donde tantas otras
han vibrado, ¿qué quiere
decir? Cuántos y cuántos gestos como
un sueño mañanero,
pasaron. Como esa
casera mueca de las figurillas
de la baraja: aunque
dejando herida o beso, sólo azar entrañable.
Más luminoso aún que la palabra,
nuestro ademán, como ella
roído por el tiempo, viejo como la orilla
del río, ¿qué
significa?
¿Por qué desplaza el mismo aire el gesto
de la entrega o del robo,
el que cierra una puerta o el que la abre,
el que da luz o apaga?
¿Por qué es el mismo el giro del brazo cuando siembra
que cuando siega,
el de amor que el de asesinato?
Nosotros, tan gesteros pero tan poco alegres,
raza que sólo supo
tejer banderas, raza de desfiles,
de fantasías y de dinastías,
hagamos otras señas.
No he de leer en cada palma, en cada
movimiento, como antes. No puedo ahora frenar
la rotación inmensa del abrazo
para medir su órbita
y recorrer su emocionada curva.
No, no son tiempos
de mirar con nostalgia
esa estela infinita del paso de los hombres.
Hay mucho que olvidar
y más aún que esperar. Tan silencioso
como el vuelo del búho, un gesto claro,
de sencillo bautizo,
dirá, en un aire nuevo,
su nueva significación, su nuevo
uso. Yo solo, si es posible,
pido, cuando me llegue la hora mala,
la hora de echar de menos tantos gestos queridos,
tener fuerza, encontrarlos
como quien halla un fósil
(acaso una quijada aún con el beso trémulo)
de una raza extinguida. | es |
Gallego,Vicente | <XXI | Una_Historia_Vulgar | Qué extraño es de repente todo esto
cuando te pasa a ti: que se arruine la carne,
que el entusiasmo falle, esos dos baluartes
que jamás se rindieron, ni siquiera
cuando todo tembló en algún momento.
La realidad te alcanza, y el mundo te parece
un chicle masticado que molesta
retener en la boca sin sabor. Vas llegando
donde jamás pensaste que llegaras,
porque no piensa el joven seriamente
—y ése ha sido el regalo más grande de la vida—
que su destino sea el deterioro.
Es vulgar esta historia como aquellas
que leías distante en los versos ajenos:
otro hombre comprende que ha gastado
para siempre la parte más hermosa
y también la más breve de su tiempo.
Es vulgar esta historia,
y al mundo no le importa.
Lo que tiene de nuevo es que por fin
ese hombre eres tú. | es |
Alonso,Dámaso | <XXI | Yo_Me_Senté_En_La_Orilla | Yo me senté en la orilla;
quería preguntarte, preguntarme tu secreto;
convencerme de que los ríos resbalan hacia un anhelo y viven;
y que cada uno nace y muere distinto (lo mismo que a ti te llaman Carlos).
Quería preguntarte, mi alma quería preguntarte
por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives.
Dímelo, río,
y dime, di, por qué te llaman Carlos.
Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras
(genero, especie)
y qué eran, qué significaban «fluir»,
«fluido», «fluente»;
qué instante era tu instante
cuál de tus mil reflejos, tu ;reflejo absoluto
yo quería indagar el último recinto de tu vida
tu unicidad, esa alma de agua única,
por la que te conocen por Carlos.
Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluye
entre edificios nobles, a Minerva sagrados
y entre hangares que anuncios y consignas coronan.
Y el río fluye y fluye, indiferente.
A veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada del invierno para
pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.
Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que
besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra de
los quince años,
entre fiebres oscuras y los días—qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.
Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién
las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé
quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la
tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el
misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un
río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo
lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.
Quería preguntarte, mi alma quería preguntarte
por qué anhelas, hacia qué resbalas, para qué vives.
Dímelo, río,
y dime, di, por qué te llaman Carlos.
Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras
(genero, especie)
y qué eran, qué significaban «fluir»,
«fluido», «fluente»;
qué instante era tu instante
cuál de tus mil reflejos, tu ;reflejo absoluto
yo quería indagar el último recinto de tu vida
tu unicidad, esa alma de agua única,
por la que te conocen por Carlos.
Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluye
entre edificios nobles, a Minerva sagrados
y entre hangares que anuncios y consignas coronan.
Y el río fluye y fluye, indiferente.
A veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada del invierno para
pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.
Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que
besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra de
los quince años,
entre fiebres oscuras y los días—qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.
Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién
las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé
quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la
tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el
misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un
río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo
lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.
Ah, loco, yo, loco, quería saber qué eras, quién eras
(genero, especie)
y qué eran, qué significaban «fluir»,
«fluido», «fluente»;
qué instante era tu instante
cuál de tus mil reflejos, tu ;reflejo absoluto
yo quería indagar el último recinto de tu vida
tu unicidad, esa alma de agua única,
por la que te conocen por Carlos.
Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluye
entre edificios nobles, a Minerva sagrados
y entre hangares que anuncios y consignas coronan.
Y el río fluye y fluye, indiferente.
A veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada del invierno para
pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.
Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que
besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra de
los quince años,
entre fiebres oscuras y los días—qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.
Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién
las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé
quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la
tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el
misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un
río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo
lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.
Carlos es una tristeza, muy mansa y gris, que fluye
entre edificios nobles, a Minerva sagrados
y entre hangares que anuncios y consignas coronan.
Y el río fluye y fluye, indiferente.
A veces, suburbana, verde, una sonrisilla
de hierba se distiende, pegada a la ribera.
Yo me he sentado allí, sobre la hierba quemada del invierno para
pensar por qué los ríos
siempre anhelan futuro, como tú lento y gris.
Y para preguntarte por qué te llaman Carlos.
Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que
besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra de
los quince años,
entre fiebres oscuras y los días—qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.
Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién
las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé
quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la
tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el
misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un
río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo
lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.
Y tu fluías, fluías, sin cesar, indiferente
y no escuchabas a tu amante extático
que te miraba preguntándote
como miramos a nuestra primera enamorada para saber si le fluye un alma por los ojos,
y si en su sima el mundo será todo luz blanca
o si acaso su sonreír es sólo eso: una boca amarga que
besa.
Así te preguntaba: como le preguntamos a Dios en la sombra de
los quince años,
entre fiebres oscuras y los días—qué verano— tan lentos.
Yo quería que me revelaras el secreto de la vida
y de tu vida, y por qué te llamaban Carlos.
Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién
las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé
quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la
tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el
misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un
río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo
lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.
Yo no sé por qué me he puesto tan triste, contemplando
el fluir de este río
Un río es agua, lágrimas: mas no sé quién
las llora.
El río Carlos es una tristeza gris, mas no sé
quién la llora.
Pero sé que la tristeza es gris y fluye.
Porque sólo fluye en el mundo la tristeza.
Todo lo que fluye es lágrimas.
Todo lo que fluye es tristeza, y no sabemos de dónde viene la
tristeza.
Como yo no sé quién te llora, río Carlos,
como yo no sé por qué eres una tristeza
ni por qué te llaman Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el
misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un
río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo
lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.
Era bien de mañana cuando yo me he sentado a contemplar el
misterio fluyente de este río,
y he pasado muchas horas preguntándome, preguntándote.
Preguntando a este río, gris lo mismo que un dios;
preguntándome, como se le pregunta a un dios triste:
¿qué buscan los ríos?, ¿qué es un
río?
Dime, dime qué eres, qué buscas,
río, y por qué te llaman Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo
lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos.
Y ahora me fluye dentro una tristeza,
un río de tristeza gris,
con lentos puentes grises, como estructuras funerales grises.
Tengo frío en el alma y en los pies.
Y el sol se pone.
Ha debido pasar mucho tiempo.
Ha debido pasar el tiempo lento, lento, minutos, siglos, eras.
Ha debido pasar toda la pena del mundo, como un tiempo
lentísimo.
Han debido pasar todas las lágrimas del mundo, como un
río indiferente.
Ha debido pasar mucho tiempo, amigos míos, mucho tiempo
desde que yo me senté aquí en la orilla, a orillas
de esta tristeza, de este
río al que le llamaban Dámaso, digo, Carlos. | es |
Martí,José | <XXI | Tiene_El_Alma_Del_Poeta | Tiene el alma del poeta
Extrañeza singular:
Si en su paso encuentra al hombre
El poeta da en llorar.
Con la voz de un niño tiembla,
Es de amor, y al amor va—
Un amor que no se estrecha
En un límite carnal.
La corteza corrompida
El fruto corromperá.
Del amor de hembra no fío
Si su hoguera han de alumbrar
El quemante sol de estío
O el sol pálido autumnal:
¡Primavera —primavera,
Madre de felicidad! | es |
Carranza,Eduardo | <XXI | Madrigal_Con_Un_Trébol | Corté en tu sangre un trébol de cuatro hojas
y desleí un lucero en tus cabellos.
Por ti dejé mi reino tenebroso.
Por ti me fui a la guerra y con tu cifra,
y una ráfaga azul sobre la frente
entrando en el futuro como el viento
a conquistar la luz y una sortija.
(El día como un leopardo en una red
de flores y relámpagos me vio).
Por ti me fui a libertar el agua
para hacer en la alcoba un surtidor
y fundar en tu pecho una campana.
Por ti me fui cantando y suspirando
a cortar una rama
del mirto amanecido en la ventana.
Mi corazón te sigue como un león,
como un perro o el cielo, un río. el sol...
como camina, absorta, la esperanza. | es |
Gil_Segura,F._Javier | XXI | Treinta_Y_Siete_Días | Sostienes mi mirada
y la dejas caer sobre tus labios,
y en el hueco entre tus dientes.
Esparcí sal
sobre el suelo,
y con tu paciente fe
brotó el tallo,
fresco y bello,
de un recuerdo inimaginado.
Y uno tras
otro,
se apilan constituyendo
el firme manto
que me cubre cuando
quiero huir
de las ácidas miradas
de la gente,
a la que casi nunca entiendo.
Trepo,
cruzo el muro
por ver el brillo oculto
de un cielo naranja,
bello,
con
o sin estrellas.
Bajo él
me estremezco,
con el cálido
compás de nuestro roce,
azotado,
incansablemente,
por el viento del norte.
Sostienes mi mirada
como la primera vez,
y la cierras con tus labios.
Me asombras. | es |
Benedetti,Mario | <XXI | Vaya_Uno_A_Saber | Amiga
la calle de sol tempranero
se transforma de pronto
en atajo bordeado de
muros vegetales
el rascacielos da la visión despiadada
de un acantilado de poder
los colectivos pasan raudos
como benignos rinocerontes
y en un remoto bastidor de cielo
las nubes son sencillamente nubes
la muchacha cargada de paquetes
es una hormiga
demasiado obvia
y en consecuencia la descarto
pero el lisiado de noble rostro
ése sí avanza como un cangrejo
la monjita joven de mejillas ardientes
crece como un hongo sin permiso
el hollín va siendo lentamente rocío
y el olor a petróleo se convierte en jazmín
y todo eso por qué
sencillamente porque
en la primera línea
pensé en vos
amiga | es |
Hernández,Consuelo | XXI | Sol_Entero | Sol entero,
en el silencio de tu luz horadas
cada una de mis dos mitades
de tu semilla nace la dulzura
y la amargura de mis frutos
yo también de tu semilla crezco.
Te descuelgas entre las hojas
dibujando figuras transeúntes
en las páginas de mi vida.
El viento te atalaya
te obliga a delinear tus geometrías
sabes a fuego y llama
cuando acaricias la nube
tú y mis aguas
yo te siento...
Descompones los colores de los prismas
atraviesas mi río como un cuchillo de luz
tú y el aire,
yo te pienso.
Pienso la luz
que haga más clara y larga mi sonrisa.
Inventemos llamaradas en los parques
lancémonos al abismo del tiempo y sus criaturas
temblor de rayos rotos
humor de eternidades
hasta ti viajo
por la luminosa escala de tus rayos.
¡Yo te deseo!
Dánzame con tu luz
acaricia mi piel
invisible como el agua en la música del arpa
mis senos se hinchan de placer
porque tú iluminas más
que todos los hombres que me aman,
porque tu entrar en mi cuerpo
llena mucho más que la oquedad de mi vagina.
Bésame la piel amigo mío
calienta estas colinas
que el invierno visitó con sus heladas...
Me bebo tu luz
me ensalmo en tus auroras
y me salvo en tus ocasos
en esta solitaria orilla desvalida
ciudad de oficinistas públicos,
de políticos de turno
del "cuándo" y el "por cuánto"...
Pero tú eres distinto
por nada te ofreces
amante renovado
hogar de los Cristos y los Budas
de ti me lleno
y comparto con los pordioseros de la oscuridad
con los mendigos de las tinieblas
el vapor generoso que me tiendes
las figuras de colores fugitivos
que dibujas donde alcanza la mirada.
Te descuelgas entre las hojas
dibujando figuras transeúntes
en las páginas de mi vida.
El viento te atalaya
te obliga a delinear tus geometrías
sabes a fuego y llama
cuando acaricias la nube
tú y mis aguas
yo te siento...
Descompones los colores de los prismas
atraviesas mi río como un cuchillo de luz
tú y el aire,
yo te pienso.
Pienso la luz
que haga más clara y larga mi sonrisa.
Inventemos llamaradas en los parques
lancémonos al abismo del tiempo y sus criaturas
temblor de rayos rotos
humor de eternidades
hasta ti viajo
por la luminosa escala de tus rayos.
¡Yo te deseo!
Dánzame con tu luz
acaricia mi piel
invisible como el agua en la música del arpa
mis senos se hinchan de placer
porque tú iluminas más
que todos los hombres que me aman,
porque tu entrar en mi cuerpo
llena mucho más que la oquedad de mi vagina.
Bésame la piel amigo mío
calienta estas colinas
que el invierno visitó con sus heladas...
Me bebo tu luz
me ensalmo en tus auroras
y me salvo en tus ocasos
en esta solitaria orilla desvalida
ciudad de oficinistas públicos,
de políticos de turno
del "cuándo" y el "por cuánto"...
Pero tú eres distinto
por nada te ofreces
amante renovado
hogar de los Cristos y los Budas
de ti me lleno
y comparto con los pordioseros de la oscuridad
con los mendigos de las tinieblas
el vapor generoso que me tiendes
las figuras de colores fugitivos
que dibujas donde alcanza la mirada.
Descompones los colores de los prismas
atraviesas mi río como un cuchillo de luz
tú y el aire,
yo te pienso.
Pienso la luz
que haga más clara y larga mi sonrisa.
Inventemos llamaradas en los parques
lancémonos al abismo del tiempo y sus criaturas
temblor de rayos rotos
humor de eternidades
hasta ti viajo
por la luminosa escala de tus rayos.
¡Yo te deseo!
Dánzame con tu luz
acaricia mi piel
invisible como el agua en la música del arpa
mis senos se hinchan de placer
porque tú iluminas más
que todos los hombres que me aman,
porque tu entrar en mi cuerpo
llena mucho más que la oquedad de mi vagina.
Bésame la piel amigo mío
calienta estas colinas
que el invierno visitó con sus heladas...
Me bebo tu luz
me ensalmo en tus auroras
y me salvo en tus ocasos
en esta solitaria orilla desvalida
ciudad de oficinistas públicos,
de políticos de turno
del "cuándo" y el "por cuánto"...
Pero tú eres distinto
por nada te ofreces
amante renovado
hogar de los Cristos y los Budas
de ti me lleno
y comparto con los pordioseros de la oscuridad
con los mendigos de las tinieblas
el vapor generoso que me tiendes
las figuras de colores fugitivos
que dibujas donde alcanza la mirada.
Inventemos llamaradas en los parques
lancémonos al abismo del tiempo y sus criaturas
temblor de rayos rotos
humor de eternidades
hasta ti viajo
por la luminosa escala de tus rayos.
¡Yo te deseo!
Dánzame con tu luz
acaricia mi piel
invisible como el agua en la música del arpa
mis senos se hinchan de placer
porque tú iluminas más
que todos los hombres que me aman,
porque tu entrar en mi cuerpo
llena mucho más que la oquedad de mi vagina.
Bésame la piel amigo mío
calienta estas colinas
que el invierno visitó con sus heladas...
Me bebo tu luz
me ensalmo en tus auroras
y me salvo en tus ocasos
en esta solitaria orilla desvalida
ciudad de oficinistas públicos,
de políticos de turno
del "cuándo" y el "por cuánto"...
Pero tú eres distinto
por nada te ofreces
amante renovado
hogar de los Cristos y los Budas
de ti me lleno
y comparto con los pordioseros de la oscuridad
con los mendigos de las tinieblas
el vapor generoso que me tiendes
las figuras de colores fugitivos
que dibujas donde alcanza la mirada.
Dánzame con tu luz
acaricia mi piel
invisible como el agua en la música del arpa
mis senos se hinchan de placer
porque tú iluminas más
que todos los hombres que me aman,
porque tu entrar en mi cuerpo
llena mucho más que la oquedad de mi vagina.
Bésame la piel amigo mío
calienta estas colinas
que el invierno visitó con sus heladas...
Me bebo tu luz
me ensalmo en tus auroras
y me salvo en tus ocasos
en esta solitaria orilla desvalida
ciudad de oficinistas públicos,
de políticos de turno
del "cuándo" y el "por cuánto"...
Pero tú eres distinto
por nada te ofreces
amante renovado
hogar de los Cristos y los Budas
de ti me lleno
y comparto con los pordioseros de la oscuridad
con los mendigos de las tinieblas
el vapor generoso que me tiendes
las figuras de colores fugitivos
que dibujas donde alcanza la mirada.
Bésame la piel amigo mío
calienta estas colinas
que el invierno visitó con sus heladas...
Me bebo tu luz
me ensalmo en tus auroras
y me salvo en tus ocasos
en esta solitaria orilla desvalida
ciudad de oficinistas públicos,
de políticos de turno
del "cuándo" y el "por cuánto"...
Pero tú eres distinto
por nada te ofreces
amante renovado
hogar de los Cristos y los Budas
de ti me lleno
y comparto con los pordioseros de la oscuridad
con los mendigos de las tinieblas
el vapor generoso que me tiendes
las figuras de colores fugitivos
que dibujas donde alcanza la mirada.
Me bebo tu luz
me ensalmo en tus auroras
y me salvo en tus ocasos
en esta solitaria orilla desvalida
ciudad de oficinistas públicos,
de políticos de turno
del "cuándo" y el "por cuánto"...
Pero tú eres distinto
por nada te ofreces
amante renovado
hogar de los Cristos y los Budas
de ti me lleno
y comparto con los pordioseros de la oscuridad
con los mendigos de las tinieblas
el vapor generoso que me tiendes
las figuras de colores fugitivos
que dibujas donde alcanza la mirada.
Pero tú eres distinto
por nada te ofreces
amante renovado
hogar de los Cristos y los Budas
de ti me lleno
y comparto con los pordioseros de la oscuridad
con los mendigos de las tinieblas
el vapor generoso que me tiendes
las figuras de colores fugitivos
que dibujas donde alcanza la mirada. | es |
Rasch_Isla,Miguel | <XXI | La_Enemiga | Cruzaste junto a mí. Fulgió en tu dura
mirada una expresión luciferina,
y lo mismo que el áspid a la encina,
se enroscó mi deseo a tu cintura.
No sé si fue placer o fue tortura,
más al verte desnuda en mi retina
sentí que causa vértigo y fascina,
como los precipicios, tu hermosura.
Te alejaste dejando en el ambiente
el olor con que siempre nos acosa
la manzana que brinda la serpiente.
Y comprendí que guardas codiciosa,
para festín de un púgil reincidente,
tu ensimismada doncellez ociosa. | es |
Llorente_Benito,Luis | XXI | Tu_Voz_Es_Un_Naufragio_En_El_Mar_Del_Amor | Tu voz es un naufragio en el mar del amor.
Tu voz dulce es sostenida en el silencio,
y tiemblo al oírte (siento un escalofrío que me invade el
cuerpo,
una especie de descarga que me inunda de amor:
palpita la sangre en el rincón escondido del tiempo,
donde mi vida es todo lo que tengo).
La memoria de tu voz es perpetua,
como un poema intenso que sólo acaba en la muerte,
que no acaba si no quiero. Y tus labios (ausentes)
son deseados con amor verdadero
a este lado de aquella conversación por teléfono móvil. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | ¿Somos_Felices? | ¡Libres como dos almas, sin más freno
Que nuestro mismo amor sublime y santo,
Y solos, tú conmigo y yo contigo;
Solos, con Dios por único testigo,
Y en plena juventud, y amando tanto!
¡Sin un remordimiento!
Sin una sombra fúnebre que empañe
Nuestro resplandeciente firmamento,
Sin una sola duda que acibare
La copa que a la par saboreamos.
Sin un temor que a disputarnos venga
El porvenir entero, tuyo y mío,
Que a la célica luz de tu sonrisa
Con ensueños dulcísimos poblamos.
Sin más dolor que nos empape en llanto
Que esta horrible delicia, esta agonía,
Este dolor de Dios, de amarnos tanto.
Sin más peso que abrume,
Dos senos de veinte años, grandes, bellos,
Que un corazón golpeando convulsivo,
Contra otro amado corazón amante!
¡Sin más grito que el te
amo delirante
Que clama sin cesar del fondo de ellos!
¡Ah! si tan sumo bien no es más que un nombre
¿En dónde estás, felicidad del hombre?
Ese cielo de nácar, esta brisa,
Que en tu hálito de flores
Asciende a perfumarse enamorada;
Ese sol que a la orilla del abismo
Se suspendió un instante a dar al mundo
La cita del mejor de los amores;
Esta hora bendita que Dios mismo
Hizo, para que en ella
Piadosos invocásemos su nombre.
Porque es la hora en que la muerte es dulce
Y en que el Señor perdona siempre al hombre;
La fe que arde en tus ojos,
La fuerza inmensa de un cariño inmenso
Que enlaza nuestros brazos, esta santa
Gloriosa soledad que nos circunda;
Esta encantada atmósfera de vida
Que con alma y con labios aspiramos,
Esta íntima conciencia
Que el corazón inunda
De la verdad del bien que disfrutamos;
El universo entero
Que nos sonríe. Dios que nos bendice,
¿Serán un sueño, idolatrada mía?
¡Qué! ¿todo el bien que vemos,
Todo el bien que palpamos y sentimos,
A una voz nos dice
Que somos venturosos? ¡Venturosos
Cuánto a Dios le pedimos!
Tan venturosos cuanto ser podemos,
Tan venturosos como nunca fuimos,
Tan venturosos ¡ay! que años tras años
Al acordarnos de hoy... ¡si lloraremos!
te
amo
Y ¿por qué no morimos este día?
¿Por qué el placer como el dolor no mata?
¿Por qué ha de ser preciso
Que dos inofensivos corazones
Que hoy la copa escancian del paraíso
Cejen mañana ante la fuerza impía
Que de los labios mismos la arrebata
Tibia al amor del beso todavía?
¿Por qué hemos de apartarnos,
Por qué, adorada mía?
¿Para que acaso en lóbrego futuro
Me llores fiel o te maldiga ingrata?
¡Antes que el alma olvide,
Antes que el labio niegue
Esto que al cielo juro
Antes que al mismo cielo desafíe,
Un corazón que infame
De su más dulce dádiva reniegue,
¡Alma de mi alma! ¡vida de mi vida!
Si eres feliz cuando mi bien te llamo,
Si sientes lo que siento,
Si me amas cual te amo,
Si cual yo me estremezco te estremeces
Al posible
sombrío del mañana...
¿Quieres morir, morir así, conmigo?
¡Salvar dolor... vejez... fealdad... miseria!
¡Robar su presa al monstruo...!
Y cual dos olas que a la par nacieron
Para morir al abrazarse, y corren,
Y de delicia trémulas se alcanzan,
Y felices suspiran
Cuando al ganar la playa tersa y blanda
En un beso nupcial se unen y expiran,
Deja que así los últimos latidos
De la felicidad, últimos sean
De la vida mortal, ¡ídolo mío!
Ángel caíste a mis brazos, ángel quiero
Devolverte a los cielos. Yo haré dulce
Tu sueño, casta niña, como el sueño
Del querub que al arrullo de la madre
Pasa dormido de la tierra al cielo.
Si esta es nuestra hora, deliciosa hora
Para morir en ella... Vino, huye,
Pronto se escapará... y al escaparse
¿Qué más tendrá la vida que ofrecernos,
Sino un recuerdo vano, ansias crueles,
En pos del imposible, odiosas dudas,
Profanas alegrías, desengaños?
¡El mundo entero, el tiempo, la distancia,
Todo, todo, alma mía, conjurado
Para dejarnos pronto!
Donde hubo corazón, piedra y cenizas,
Mas ese es el deber, ansiar la dicha,
Y una vez que logramos poseerla
Perderla para siempre, y para siempre
Lamentarla sin fruto... En tanto avanza
El tiempo inexorable, y son sepulcros
Las huellas de sus pies. El sol se ha hundido,
Despliega ya la noche tormentosa
Su negro pabellón: cada latido
De nuestros inocentes corazones
Tal vez les dice en tanto, virgen mía,
Que se acerca otra noche, horrenda, ingrata,
En que han de destilarse, uno para otro,
En vez de amor, acíbar y veneno.
¡Oh, yo te hago llorar, perdón, tú lloras!
Y llorando me aprietas convulsiva
Contra tu corazón, cual desafiando
Al que a robarme de tus brazos venga.
¡Oh dulce, oh noble, oh generosa amiga!
Qué ingrato soy contigo, mas, escucha:
No soy yo, es un mal genio que aquí siento
Que hace de las delicias de los cielos
El peor de los suplicios. Es, escucha,
Que te amo, te idolatro, tanto, tanto,
Con tan inmenso afecto, que la vida
Para ti no me basta, y lo ansío todo,
El mundo, el cielo, el caos... ¡otro beso...!
Noche del corazón que ni un rayo de cólera alumbra,
Desolación mortal que Dios mismo parece esquivar,
Cadáver que a un tiempo rechazan el mundo y la tumba,
Y entre el mundo y la tumba con fantasmas batiéndote vas.
mi bien
posible
mañana... | es |
Vadillo_Omaña,Gabriela | XXI | Soledad | Qué obscuras son
las noches solitarias.
En el silencio de la noche
tu recuerdo me llega.
Me abrazo a él
para no sentirme tan sola.
Qué largas son las noches
cuando solo tengo tu recuerdo.
Sin ti el mundo
se vuelve tan ajeno...
ya no se reír, no se soñar,
apenas vivo.
No quiero que amanezca,
no quiero recordar
que te he perdido...
sin saber cómo... sin saber dónde.
En el silencio de la noche
tu recuerdo me llena.
Me abrazo a él
para no sentirme tan sola.
Qué largas son las noches
cuando solo tengo tu recuerdo.
Sin ti el mundo
se vuelve tan ajeno...
ya no se reír, no se soñar,
apenas vivo.
No quiero que amanezca,
no quiero recordar
que te he perdido...
sin saber cómo... sin saber dónde.
En el silencio de la noche
tu recuerdo me llena.
Sin ti el mundo
se vuelve tan ajeno...
ya no se reír, no se soñar,
apenas vivo.
No quiero que amanezca,
no quiero recordar
que te he perdido...
sin saber cómo... sin saber dónde.
En el silencio de la noche
tu recuerdo me llena.
No quiero que amanezca,
no quiero recordar
que te he perdido...
sin saber cómo... sin saber dónde.
En el silencio de la noche
tu recuerdo me llena.
En el silencio de la noche
tu recuerdo me llena. | es |
Casal,Julián_del | <XXI | Tez_De_Ámbar,_Labios_Rojos | Tez de ámbar, labios rojos,
Pupilas de terciopelo
Que más que el azul del cielo
Ven del mundo los abrojos.
Cabellera azabachada
Que, en ligera ondulación,
Como velo de crespón
Cubre su frente tostada.
Ceño que a veces arruga,
Abriendo en sus alma una herida,
La realidad de la vida
O de una ilusión la fuga.
Mejillas suaves de raso
En que la vida fundiera
La palidez de la cera,
La púrpura del ocaso.
¿Su boca? Rojo clavel
Quemado por el estío,
Mas donde vierte el hastío
Gotas amargas de hiel.
Seno en que el dolor habita
De una ilusión engañosa,
Como negra mariposa
En fragante margarita.
Manos que para el laurel
Que a alcanzar su genio aspira,
Ora recorren la lira,
Ora mueven el pincel.
¡Doce años! Mas sus facciones
Veló ya de honda amargura
La tristeza prematura
De los grandes corazones. | es |
Diego,Gerardo | <XXI | Mujer_De_Ausencia | Mujer de ausencia,
escultura de música en el tiempo.
Cuando modelo el busto
faltan los pies y el rostro se deshizo.
Ni el retrato me fija con su química
el momento justo.
Es un silencio muerto
en la infinita melodía.
Mujer de ausencia, estatua
de sal que se disuelve, y la tortura
de forma sin materia. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Hoy_Vives_Del_Ayer,_Hilos_De_Plata | Hoy vives del ayer, hilos de plata
crecen en confusión con las oscuras
hebras de tus cabellos: prematuras
hojas de otoño en tan frondosa mata.
En tus ojos dormidos se retrata
la visión de tus muertas aventuras,
y en tus labios, exentos de amarguras,
vibra el verso con voz de catarata.
Al verte junto al mar, meditabundo,
reconcentrado ha tiempos en ti mismo,
lejos de las catástrofes del mundo,
pienso que vives descifrando, a solas,
el poema de estrellas del abismo
o el monólogo eterno de las olas. | es |
Altolaguirre,Manuel | <XXI | Ese_Mar,_Amarillo,_Acido,_En_Donde | Ese mar, amarillo, ácido, en donde
un solo barco de bambú ofrece,
al coro de las islas invitadas
mercancías
y en donde son bordados, no con vida,
peces y nadadores,
vio aquel día
al sol astado con doce rayos gruesos,
prohibiendo enérgico a las aves
sus torpes vuelos femeninos. | es |
Caro,Miguel_Antonio | <XXI | ¿Qué_Importa_Que_La_Oveja_Acongojada | ¿Qué importa que la oveja acongojada
en noche y soledad vague perdida?
Tu amante corazón sus pasos cuida,
y por ti, Buen Pastor, será salvada.
Oigo tu voz que al ánima cansada
con alivio dulcísimo convida;
yo sé que eres la fuente de la vida
que a la infancia nos vuelve inmaculada.
Tú permites que humilde peregrino
que tu nombre invocó, de angustia lleno,
al caer en el áspero camino,
recobre, al despertar, candor sereno
purificado por tu amor divino,
y en paz descanse en tu adorable seno. | es |
Pardo_García,Germán | <XXI | Al_Viento_De_Junio | Aire de junio. Trémula dulzura
del claro junio que corona el día,
con el candor y la sabiduría
del lirio abierto en la mañana pura.
Aire que en sus templanzas apresura
el cántico de Luz de la alegría;
orea el trigo de la eucaristía
y dulcifica el pan de la ternura.
Por ti, aire de junio, soy tan leve
como las nubes que tu paso mueve.
Tú me difundes en la claridad
y me dejas el alma desasida,
flotando entre las glorias de la vida
y los asombros de la eternidad. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Es_La_Pampa_Hecha_Hombre;_En_Un_Pedazo | Es la Pampa hecha hombre; en un pedazo
de brava tierra sobre el sol tendida.
Ya a indómito corcel pone la brida,
ya lacea una res: él es el brazo.
Y al son de la guitarra, en el regazo
de su "prenda", quejoso de la vida,
desenvuelve con voz adolorida
una canción como si fuera un lazo...
Cuadro es la Pampa en que el afán se encierra
del gaucho, erguido en actitud briosa,
sobre ese cansancio de la tierra;
porque el bostezo de la Pampa verde
es como una fatiga que reposa
o es como una esperanza que se pierde... | es |
Greiff,León_de | <XXI | Seré_No_El_Mar_Horrísono,_Tampoco_El_Mar_Sereno | Seré no el mar horrísono, tampoco el mar sereno.
Dormida laca al pairo frente a la calma chicha. 1
Seré Francisco fáunico ni angelical Sileno.
Noche luctuosa o noche que consteló la dicha.
Perfil de camafeo ni aplebeyada ficha
penal. Ni fino andrógino ni amplio Falsaff obsceno 2
de jerez rubicundo, de jamón y salchicha.
César rapaz ni manso Rabino nazareno. 3
Seré poeta imbele ni condottiero apache.
Cultor del agro; aerófago sacre nefelibata.
Buen burgués que adocénase; pacheco sin reproche.
Réprobo sin ventura... Que infame signo tache
mi frente, o la aureole con el aro de plata
de la luna, la noche, la sempiterna Noche. | es |
Jiménez,Juan_Ramón | <XXI | ¡Mañana_De_Primavera! | ¡Mañana de primavera!
Vino ella a besarme, cuando
una alondra mañanera
subió del surco, cantando:
«¡Mañana de primavera!»
Le hable de una mariposa
blanca que vi en el sendero;
y ella, dándome una rosa,
me dijo: «¡Cuánto te quiero!
¡No sabes lo que te quiero!»
¡Guardaba en sus labios rojos
tantos besos para mi!
Yo le besaba los ojos...
«¡Mis ojos son para ti;
tu, para mis labios rojos!»
El cielo de primavera
era azul de paz y olvido...
Una alondra mañanera
canto en el huerto aún dormido.
Luz y cristal su voz era
en el surco removido...
¡Mañana de primavera! | es |
Unamuno,Miguel_de | <XXI | Fuego_Viniste_A_Echar_Sobre_La_Tierra | Fuego viniste a echar sobre la tierra, Lucas XII, 49.
fuego Tú mismo, blanca luz que llueve.
Lenguas de fuego sobre tus apóstoles Hechos II, 3.
bajaron—Tú en la Gloria—, y eran lenguas
de la Palabra, hecha Hombre en el cimborrio
de los cielos; del cuerpo luminoso
que de pez se mantiene, hijo del agua Lucas XXIV, 43.
de mudo pez de los abismos frío,
que bajo las galernas pone el nido.
Fuego eres Tú, que al cielo sube siempre
buscando al Sol, su Padre, hogar eterno;
fuego que enciende nuestra sangre y quema
del pecado la pulpa, la del fruto
del árbol de la ciencia, que es tu sangre,
Serafín del Dolor, en la cruz fuego;
que eres el Serafín, el ascua viva Isaías VI, 2-4.
de amor, del árbol de la cruz la rosa.
Dos alas negras tu cabeza envuelven;
un par de alas tus pies que se cernieron
del Tabor en la cumbre y del Calvario,
y vuelves a tu Padre con tus brazos,
alas de fuego, hendiendo las tinieblas.
¡Y de tu cruz los quicios se estremecen,
de tu volada al místico rumor! | es |
Palacios,Zacarías | XXI | Preguntas_A_La_Luna | Dime, luna:
¿Por qué sólo brillas cuando estás desnuda?
¿Dónde te escondes, cuándo la noche está
obscura?
¿Para dónde huyes cuándo el sol aparece en la
altura?
¿Cuánto tiempo quedas dormida y muda?
¿Cómo sonríes con una sonrisa pura?
¿Qué piensas cuando estás colgada de tu cabellera
rubia?
¿Por qué, dónde, cuándo, cómo eres
tan rubia
escondida en el seno de una noche obscura
y quedas tan desnuda?
Dime, luna, luna, luna, luna
¿Por qué y cuándo y cómo siempre alumbras,
al nacer todos los hombres, sus cunas? | es |
Sabido_Sánchez,Fernando | XXI | Iletrados | Cíclicamente sobre la Literatura graznan
cuervos iletrados y las palabras abandonan
horrorizadas la república de Platón
La cultura es usurpada por una monarquía
de analfabetos, de malas hierbas que brotan
en tierras infecundas
¿Qué será de nosotros el día
en que a los bárbaros les falte el sustento? | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Debí_Yo_Haber_Nacido_No_En_Esta_Edad_Sin_Gloria | Debí yo haber nacido no en esta Edad sin gloria,
sino en un tiempo heroico que nunca volverá.
Mi espíritu es como una página de la Historia.
Los que me ven se dicen acaso: —¿Adónde va?
Oír fábulas viejas
y cuentos y consejas
es mi único placer.
Soy como un peregrino
que ha extraviado el camino;
y llega adonde nadie le puede conocer...
¿Por qué Quién me dio vida no completó su obra?
¡Me aflige lo que falta! ¡Me aburre lo que sobra!
Mi patria no es la tierra que yo soñase mía:
la amo no como ahora sino como fué un día,
O bajo del gran Imperio del Sol, con el tesoro
de los Incas, ¡oh tiempos brillantes como el oro!
o bajo de la insignia de los virreyes, cuando
se vivía riendo, se moría matando
Los Incas, los Virreyes,
las pretéritas leyes,
las pompas extinguidas,
las fabulosas vidas,
me imprimen su prestigio dentro del corazón;
y me siento hoy tan fuera
de lugar en mi patria como hombre de otra Era,
que contemplar pudiera
esas cosas que fueron y estas cosas que son
Nadie, nadie conoce
todo el íntimo goce
con que repaso a veces las memorias de ayer.
Con mis nerviosas manos abro el infolio y leo,
como un enamorado las cartas que el deseo
dictase a una mujer.
Historia: eres mi amante. Yo vivo enamorado
de ti. Mi verdadero presente es el pasado...
Amo el Sol que chispea sobre el incaico trono
como un alarde ciego de lujuria o encono,
amo el fulgor que nimba los cascos vencedores
y las finas corazas de los Conquistadores,
amo la pedrería que irradia en los vestidos
de los Virreyes todos flamantes y pulidos
y hasta el candil a cuyo rojizo resplandor
escribe sus sentencias menguado Inquisidor...
Debí yo haber nacido no en esta Edad sin gloria,
sino en alguna vieja página de la Historia.
¿Hoy qué? Busco un amparo tan sólo en esta tierra
donde nació mi Historia, donde vivió la Guerra;
y celebro, en el triunfo de mi canto sonoro,
los castillos de plata, los leones de oro.
Soy un Virrey que vuelve de las Indias, en una
reposada galera por la anchura del mar.
Templo mi lira mágica en las noches de Luna,
me recuesto en la borda y así empiezo a cantar:
canto las veleidades de la loca Fortuna,
canto las remembranzas de mi nativo lar,
canto los amoríos que tuve con alguna
india de ojos más negros que una noche polar.
Traigo la visión áurea del Nuevo Continente.
¡Oh madre España! dime si lo recuerdas tú;
que para comprar lauros con que ceñir mi frente,
traigo acuñado en versos el oro del Perú.
¡Oh madre España! dime si, al repasar tu Historia,
no es justo el que repita lo que te he dicho ya:
debí yo haber nacido no en esta Edad sin gloria,
sino en un tiempo heroico que nunca volverá... | es |
Jiménez,Juan_Ramón | <XXI | ¡Hoja_Verde | ¡Hoja verde
con sol rico,
carne mía
con mi espíritu! | es |
Osinnik,Anfisa | XXI | Creado_Por_La_Mano_Inexperta | Creado por la mano inexperta
el hombrecillo de la blanca página,
pequeño chueco cabezapierna,
acongojado por estar solo.
Aquí va el hombrecito.
Aquí va el hombrecito.
Aquí va el hombrecito.
Solo, solito.
Revive la blanca página.
Extraños hombrecitos van en fila
en la formación renguea el cabezapierna.
Triste por estar solo.
Aquí va el hombrecito.
Aquí
va el hombrecito.
Aquí
va el hombrecito.
Solo
solito.
Aquí va el hombrecito.
Aquí va el hombrecito.
Aquí va el hombrecito.
Solo, solito.
Revive la blanca página.
Extraños hombrecitos van en fila
en la formación renguea el cabezapierna.
Triste por estar solo.
Aquí va el hombrecito.
Aquí
va el hombrecito.
Aquí
va el hombrecito.
Solo
solito.
Revive la blanca página.
Extraños hombrecitos van en fila
en la formación renguea el cabezapierna.
Triste por estar solo.
Aquí va el hombrecito.
Aquí
va el hombrecito.
Aquí
va el hombrecito.
Solo
solito.
Aquí va el hombrecito.
Aquí
va el hombrecito.
Aquí
va el hombrecito.
Solo
solito.
solito. | es |
Carriego,Evaristo | <XXI | El_Casamiento | Como nada consigue siendo prudente,
del montón de curiosos que han hecho rueda
esperando a los novios, vuelve el agente
a disolver los grupos de la vereda.
Que después del desorden que hace un momento
se produjo, interviene de rato en rato:
cada cinco minutos cae el sargento
y, con razón, no quiere pagar el pato
En la acera de enfrente varias chismosas
que se hallan al tanto de lo que pasa,
aseguran que para ver ciertas cosas
mucho mejor sería quedarse en casa.
Alejadas del cara de presidiario
que sugiere torpezas, unas vecinas
pretenden que ese sucio vocabulario
no debieran oírlo las chiquilinas.
Aunque tal acontece todo es posible,
sacando consecuencias poco oportunas,
lamenta una insidiosa la incomprensible
suerte que, por desgracia, tienen algunas
Y no es el primer caso Si bien le extraña
que haya salido un zonzo pues en enero
del año que transcurre, si no se engaña,
dio que hablar con el hijo del carnicero.
Con los coches que asoman, la gritería
de los muchachos dicen las intenciones
del común movimiento de simpatía
traducido en ruidosas demostraciones.
Una vez dentro, es claro, no se comenta
sino la ceremonia muy festejada,
bien que por otra parte les impacienta
el reciente bochinche de la llegada.
Como los retardados no han sido tantos
y sobran bailarines en ese instante,
se va a empezar la cosa, salvo unos cuantos,
que se reservan para más adelante.
El tío de la novia, que se ha creído
obligado a fijarse si el baile toma
buen carácter, afirma, medio ofendido,
que no se admiten cortes, ni aún en broma.
Que, la modestia a un lado, no se la pega
ninguno de esos vivos seguramente.
La casa será pobre, nadie lo niega:
todo lo que se quiera, pero decente.
Y continuando, entonces, del mismo modo
prohibe formalmente los apretones:
compromisos, historias y, sobre todo,
conversar sin testigos en los rincones.
La polka de la silla dará motivo
a serios incidentes, nada improbables:
nunca falta un rechazo despreciativo
que acarrea disgustos irremediables.
Ahora, casualmente, se ha levantado
indignada la prima del guitarrero,
por el doble sentido, mal arreglado,
del piropo guarango del compañero.
La discusión acaba con las violentas
porfías del padrino, que se resiste
a las observaciones de las parientas
que le impiden que haga papel tan triste
El vigilante amigo, que en la parada
cumpliendo la consigna diaria se aburre,
dice que de regreso de una llamada
vino a echar su vistazo, por si algo ocurre
Como es inexplicable que se permitan
horrores que no deben ser achacados
a los íntimos, varios padres le invitan
a proceder en forma con los colados.
En el comedor, donde se bebe a gusto,
casi lamenta el novio que no se pueda
correr la de costumbre pues, y esto es justo,
la familia le pide que no se exceda.
Y lo que es él, ahora tiene derecho
a desdeñar, sin duda, las perrerías
de aquellos envidiosos, cuyo despecho
fuera causa de tales habladurías
Respecto de aquel otro desengañado,
es opinión de muchos en verdad cabe
suponer que, si es cierto que anda tomado,
comete una locura de las que él sabe.
La madrina, a quien eso no le parece
sino una soberana maldad, se encarga
de chantarle unas frescas, según merece
ese desocupado tan lengua larga
Entre los invitados, una comadre
narra cómo ha podido venirse sola:
¡Se le antojó a su chico seguir al padre
a traer la familia de don Nicola!
¿Su cuñada? ¡Qué cambio! Parece cuento,
siempre encuentra disculpas, y hasta le ruega
no insistir, pretextando su retraimiento
desde que la hermanita se quedó ciega.
Las mujeres distraen, de cuando en cuando,
a la vieja que anoche, no más, reía
fingiéndose conforme pero dudando:
al fin era la ayuda que ella tenía.
La afligen los apuros. Llora, temiendo
las estrecheces de antes, ¡Y con qué pena!
Piensa en el hijo ausente que está cumpliendo
los tres años, tan largos, de su condena
La crítica se muestra muy indulgente:
Las personas han sido mejor tratadas
que otras veces, sintiendo, naturalmente,
que hayan habido algunas bromas pesadas
En cuanto a las muchachas ¡Con unos aires!
Como si trabajasen de señoritas
¡Han dejado la fama de sus desaires
llenas de pretensiones las pobrecitas!
Sin entrar en detalles sobre el odioso
golpe de circunstancias, alguien se queja
preguntando a los hombres quién fue el gracioso
que se llevó a los novios de la bandeja.
En el patio, dos mozos arman cuestiones,
y sin ninguna clase de miramientos
se dirigen airadas reconvenciones,
resabios de distantes resentimientos
Como el guapo es amigo de evitar toda
provocación que aleje la concurrencia,
ha ordenado que apenas les sirvan soda
a los que ya borrachos buscan pendencia.
Y, previendo la bronca, después del gesto
único en él, declara que aunque le cueste
ir de nuevo a la cárcel, se halla dispuesto
a darle un par de hachazos al que proteste
Y en medio del bullicio, que pronto cesa,
las guitarras anuncian estar cercano
el aguardado instante de la sorpresa
preparada en secreto desde temprano
Que, deseosos de aplausos y de medirse
de nuevo, recordando sus anteriores
tenaces contrapuntos sin definirse,
van a verse las caras dos payadores. | es |
García_Cabrera,Pedro | <XXI | Me_Hallaba_Recorriendo_Mis_Paisajes | Me hallaba recorriendo mis paisajes
con un rumor de conchas en las manos.
Tenía paz de mármol en la frente
y anchas voces de amor en las riberas.
Me llamaban por tardes de heliotropo,
por ciudades perdidas en la niebla,
campo de té y pájaros dormidos.
Y escalé mis castillos en el aire,
descendí amaneceres y colinas
y liberté de su cintura helada
el ceñidor de piedra de una fuente.
Pero ¿qué cosa continuaba en vilo?
¿Qué sueño espoleaba mi ternura
para oírla llamándome cercana
desde selvas, distancias y caminos?
Y proseguí corriendo enajenado
detrás de aquella voz de caracola,
de gacela translúcida en llanura.
Cuando al volver un íntimo recodo,
me encontré con la curva de la ausencia
en los hombros desiertos de la nieve. | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | Rebautizada | ...Desde aquel mismo día
que creí iba a ser uno de tantos,
organicé cajones,
rompí papeles,
recogí algunos llantos
que encharcaban mi frente.
Me bauticé
y me puse Lázara Fuertes. | es |
Aridjis,Homero | <XXI | Muerte | En la cocina de la casa
el campesino viejo
mira las cucharas
que dejará a su hija
y los cuchillos
que heredará a su hijo
mira por la ventana
el caballo amarrado
la encina polvorienta
la nieta de grandes ojos
sentada sobre una cerca
mira el cerro
como un terrón quebrado
y no lejos la piedra
en la que se sentaron
su padre y su abuelo
mira la ventana sin vidrios
las paredes de adobe
mira las cosas
ya por última vez
y no dice nada | es |
Blanco,Andrés_Eloy | <XXI | Miedo | La sombra de una duda sobre mí se levanta
cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
pasión, que me parece que ya te he conocido.
Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
mujer cuando promete y nido cuando canta;
mentira en la promesa y abandono en el nido.
Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento
cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
que me pone en los labios una emoción cobarde.
Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte,
pero el amor me grita: —¡si has llegado muy tarde!... | es |
Villalobos,Íñigo | XXI | Aire_De_Azahar | aire de azahar
embriagador aroma
respira el aire
respira el mar
azahar de novia
virgen azahar
transpira el mar
tu cuerpo de gloria | es |
Figueroa,Francisco_de | <XXI | Soneto_Xiii | Pienso, y encuentra el pensamiento en cosas
Tan amargas al gusto y al sentido,
Que torna atrás temiendo ser perdido
Por tan ásperas vías peligrosas.
Mueve después las alas presurosas
Por otra parte, do algun dulce ha habido:
Mas eterno amargor halla escondido,
Cual está espina entre purpúreas rosas.
Piensa volverse, y tan lejano mira
El lugar do partió, que desconfía
De llegar donde pueda asegurarse.
Sigue la amarga y dolorosa vía;
Mas antes que la acabe, ha de acabarse
La poca parte con que el alma espira. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Lautaro | La tribu, estrepitosa muchedumbre,
entre cantos y ruidos de timbales,
baja, de salto en salto, de la cumbre,
entre los temblorosos matorrales,
que abren ante ella el espantado seno
como a un empuje de torrente bronco,
mientras que, al par que se dosgalga el trueno,
el hacha cruje en el macizo tronco.
¿Adónde irá esa tribu de salvajes,
las chatas sienes entre erectas plumas,
mal ceñidos con hórridos pelajes,
los labios entreabiertos con espumas
y los puños cerrados con tatuajes?
¿Adónde, adonde irá, de salto en salto,
mientras que por encima huye una garza
o un cóndor da sus vueltas en lo alto?
¿Adonde irá, por el espeso monte,
quebrando con su pie la dura zarza
y buscando con su hacha el horizonte?
A veces, ante el ímpetu bravío
de la tribu guerrera, se abre un flanco
de la montaña y se descuelga un río,
que va a estrellarse al fondo de un barranco;
á veces, sobre el grupo, un ancha nube
rasga su abrigo de flotante seda,
la lluvia cae, la neblina sube,
el rayo se disloca, el trueno rueda;
a veces, desde el seno del boscaje
un alarido la extensión espanta,
una encina sacude su ramaje,
una culebra silba, un ave canta;
y por en medio, así, de la aspereza,
avanza, uno tras otro, el grupo entero,
sin inclinar la indómita cabeza,
resuelta la actitud, el gesto ufano,
un brazo firme en el broquel de cuero
y un hacha erguida entre la diestra mano...
Es la tribu araucana: ella a porfía
resiste al español, que, siempre noble,
se entusiasma ante aquella rebeldía.
Oyó mil veces el clarín hispano
y el alambor del épico redoble,
que ensordecieran a la Fama un día;
pero, al estancamiento del pantano
que se resigna a su apacible suerte,
prefirió el movimiento tumultuoso
de espumante raudal. Previo la muerte;
y combatió sin miedo y sin reposo;
y cuanto más bregó, se hizo más fuerte.
Tal, una vez, tras de batalla horrenda,
pudo el Conquistador entre sus lazos
coger a un prisionero: él era un niño.
¿Qué mágica pasión o que leyenda
supo arrancarle a los maternos brazos
en la busca tal vez de otro cariño?
Amor de gloria le lijó otra senda:
amor de gloria le empujó, sin duda,
a buscar el arrullo en la contienda
y las caricias en la selva ruda...
Prisionero cayó. Valdivia, entonces,
de aquel heroico niño enamorado
se sintió, al verle despreciar los bronces
y, con la punta de sonora flecha,
abollar la coraza de un soldado
y quedarse después firme en la brecha.
—Heroico niño, ven. Toma el cuidado
—le dijo así— de mi corcel piafante:
me seguirás por donde vaya. Has dado
de tu gentil valor muestra bastante,
para ser digno de la noble prenda
de amistad que te ofrezco: ir a mi lado,
poner mi estribo y alcanzar mi rienda.—
Y corrieron los años; y el tumulto
de los sucesos no turbó un instante
en aquel niño el entusiasmo oculto.
¿Quién era el niño aquél? Lautaro el nombre.
El tiempo, siempre igual, siguió adelante...
y aquel niño sintió que iba siendo hombre.
¡Ah! ¡Cuántas veces contempló enjaulado
al cóndor de los Andes! ¡Cuántas veces,
él, también como el cóndor, al pasado
volvió los ojos y apuró las heces
de inefable dolor!...
El ave, un día
libre y feliz en la nevada altura,
cuidados en su jaula recibía
del niño aquél, que, en su infantil locura,
así le hablaba: —¡Tu aflicción es mía!—
Muchas veces el viento,
triste como un larguísimo lamento,
llegaba de los Andes, y traía
el olor de los bosques y el arrullo
de los pájaros libres y la fría
pureza de las nieves y el murmullo
de fuentes claras entre selva umbría;
y entonces, ¡ay! entonces, el salvaje
cóndor, en su letal melancolía,
esponjaba su olímpico plumaje,
el curvo pico apenas entreabría,
y, clavando en el cielo sus miradas
de nostálgica angustia, lentamente
las alas iba abriendo... y de repente
las desplegaba como nunca bellas,
para que, al sacudirlas desplegadas,
pasase el viento por debajo dellas...
Y sucedió que, el día,
en que la tribu errante
de las cumbres bajó, ronca porfía
trabose al fin con la aguerrida hueste
de los Conquistadores...
¡Oh! ¡ qué instante!
Hubo una Iliada autóctona y agreste:
Ercilla la cantó. ¡No hay quien la cante!
Cuando, tras la perínclita batalla,
la flecha cae, el arcabuz se calla
y quedan los hispanos vencedores,
siente Lautaro el eco en sus oídos
de la infancia revuelta entre fragores;
y prefiere, a gozar con sus señores,
el pasarse a sufrir con los vencidos.
¡Vencidos! ¿Y qué es ello? No es la suerte
una esclava del hombre. La victoria
es un capricho de mujer. La muerte
vence a la vida, pero no a la gloria.
Para ceñirse con laurel y roble,
¡no basta ser audaz sino ser fuerte,
no basta ser feliz sino ser noble!
Tal es cómo, vibrante y satisfecho,
se aleja con el grupo de vencidos
el mancebo gentil. Sobre su frente
ciñe plumas de cóndor; en su pecho,
piel de tigre; en sus brazos refornidos,
pulseras de metálica serpiente.
Y ahí va...
Mas de pronto, en la montaña,
sopla un viento cargado de perfume:
la intonsa cabellera se enmaraña;
la replegada flor se desentume;
la hojarasca levántase en un giro;
el arroyo hace bucles con sus ondas;
el ramaje se envuelve en un suspiro;
y hay un golpe de látigo en las frondas...
Entonces ¡ay! el juvenil atleta,
al evocar el viento que ha pasado,
siente en su pecho una emoción inquieta,
porque piensa en el cóndor enjaulado...
Súbito, aquel que se pasó al vencido,
en soberbio picacho encuentra el nido
de un cóndor; luego a él: símbolo augusto
de indomable vigor. Bajo la garra,
una res ha tronchado su robusto
cuello; y el pico le penetra un flanco,
a manera de corva cimitarra:
la sangre le golea hacia un barranco.
Lautaro, que ama al cóndor prisionero
espanta a ese otro cóndor con un grito...
Y el ave colosal, que en su fiereza
se encara contra él, bate primero
las alas, después yergue la cabeza;
y, desde la ardua cumbre de granito,
se desprende por fin... como un velero
que zarpase con rumbo al infinito.
Y en tanto que se aleja el cóndor fiero,
Lautaro abre su trocha en la aspereza;
y le sigue callado el grupo entero,
resuelta la actitud, el gesto ufano,
un brazo firme en el broquel de cuero
y un hacha erguida entre la diestra mano... | es |
Pombo,Rafael | <XXI | La_Historia | Entrando en su nuevo imperio
Un grande conquistador,
Vio con asombro la estatua
Del déspota más feroz,
Y al pie inscrito: «Al rey clemente,
Al padre de la nación
La gratitud de los hijos
Este monumento alzó».
—¿Cómo es posible, pregunta
A un vencido el vencedor.
Que del monstruo de la historia
Hagáis aquí un semidiós?
—Señor, contesta el primero,
Fácil es la explicación:
La estatua se le hizo en vida,
La historia en cuanto murió.
«Al rey clemente,
Al padre de la nación
La gratitud de los hijos
Este monumento alzó» | es |
Pallais,Azarías_H. | <XXI | Aquel_Padre_Valle!_Verdaderamente | Aquel Padre Valle! verdaderamente,
que así fueran todos; pero no, señor.
Los otros reciben de la mala gente-
Barba Azules, lobos-, en Tono Mayor,
Dignas alabanzas: muy inteligente,
de buenas maneras, culto, liberal,
no anda con los pobres, sigue la corriente
del mundo, sin regla de uso medioeval;
Dice a los ministros, mi querido amigo,
visita al banquero, tiene mucha influencia,
las viudas enfermas ignoran su abrigo,
pero los señores le piden audiencia.
Las viudas enfermas ignoran su abrigo,
pero los señores le piden audiencia.
Este Padre Valle pasa lejos, lejos,
como un evangelio bello y silencioso;
este Padre Valle tiene los reflejos
super inefables del amor hermoso.
Sus ojos, sus labios, «Leyenda Dorada»
y «Brujas la Muerta» en la imitación
de Cristo; celebra su misa rezada.
Y el camino bello de la perfección,
es su buen amigo. Al verlo deseo
suprimir el lujo de los monseñores,
para cantar Gloria in Excelsis Deo
con la silenciosa voz de los pastores.
Que iban florecidos en la noche aquella,
en el día blanco de la noche buena:
la mula y el buey, mansos, y la estrella
y la virgen ¡Ave Gratia Plena!
Hermano de versos dormidos, poeta,
hay dísticos, perlas de doble fulgor:
por el Padre Valle, Safiro y Violeta,
la luz de tu libro segundo y menor. | es |
Vega,Lope_Félix_de | <XXI | Amor_Con_Tan_Honesto_Pensamiento | Amor con tan honesto pensamiento
arde en mi pecho, y con tan dulce pena,
que haciendo grave honor de la condena,
para cantar me sirve de instrumento.
No al fuego, al celestial atento,
en alabanza de Amarilis suena
con esta voz, que el curso al agua enfrena,
mueve la selva y enamora el viento.
La luz primera del primero día,
luego que el sol nació, toda la encierra,
círculo ardiente de su lumbre pura,
y así también, cuando tu sol nacía,
todas las hermosuras de la tierra
remitieron su luz a tu hermosura.
No al fuego, al celestial atento,
en alabanza de Amarilis suena
con esta voz, que el curso al agua enfrena,
mueve la selva y enamora el viento.
La luz primera del primero día,
luego que el sol nació, toda la encierra,
círculo ardiente de su lumbre pura,
y así también, cuando tu sol nacía,
todas las hermosuras de la tierra
remitieron su luz a tu hermosura.
La luz primera del primero día,
luego que el sol nació, toda la encierra,
círculo ardiente de su lumbre pura,
y así también, cuando tu sol nacía,
todas las hermosuras de la tierra
remitieron su luz a tu hermosura.
y así también, cuando tu sol nacía,
todas las hermosuras de la tierra
remitieron su luz a tu hermosura. | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | Supermercado_En_Animalandia | Cargada va la jirafa
con una buena garrafa.
Viuda triste se ha quedado,
y va a vender al mercado.
—¡Vendo el churrito caliente
y el vasito de aguardiente!
El parroquiano elefante
lleva una trompa constante.
Caracol junto a la pila,
de su casa un piso alquila.
Doña Tortuga y don Oso
venden queso mantecoso,
quesitos y requesones
especial para ratones.
La simpática Lechuza
vende la fresca merluza.
La Vaca vende morcilla.
Doña Cerda, mantequilla.
Y está vendiendo don Gato
el rico foagrás de pato.
Doña Foca y don Pingüino
venden el helado fino.
Dos búhos, que son poetas,
venden cuentos y cometas.
Y lo mejor del mercado
es que todo es regalado. | es |
Agustini,Delmira | <XXI | El_Intruso | Amor, la noche estaba trágica y sollozante
Cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
Luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
Tu forma fue una mancha de luz y de blancura.
Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
Bebieron en mi copa tus labios de frescura,
Y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
Me encantó tu descaro y adoré tu locura.
Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
Y si tú duermes duermo como un perro a tus plantas!
Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;
Y tiemblo si tu mano toca la cerradura,
Y bendigo la noche sollozante y oscura
Que floreció en mi vida tu boca tempranera! | es |
Olazábal,Juana | XXI | Soy_Nada | Soy la encina sagrada
que arde, sangra, llora.
Soy el hada verde y luminosa
encadenada, golpeada, muerta.
Soy el tiempo de los héroes ancestrales
agresivo, temeroso, ignorado.
Soy el sauce enamorado que lamenta
frente al horizonte.
Soy un verso, fui una canción.
Soy un hechizo
en un oculto pentagrama.
Soy un puñado de tierra del ande,
o el alma de un castillo en medioevo
que en los recuerdos tenebrosos vaga.
Soy un beso consumido
y carcomido por el tiempo.
Quizá un golpe ciego
en medio de la noche.
Soy el llanto de mi madre.
Una maldición.
Soy humana, muy humana y así...
¡soy nada! | es |
Martí,José | <XXI | ¿Cómo_Me_Has_De_Querer?_Como_El_Animal | ¿Cómo me has de querer? como el animal
Que lleva en sí a sus hijos,
Como al santo en el ara envuelve las lenguas de humo.
La lengua de humo oloroso del incienso,
Como la luz del sol baña la tierra llana.
¿Que no puedes? Yo lo sé. De estrellas
Añorándome está la novia muda;
Yo en mis entrañas tallaré una rosa,
Y como quien engarza en plata una —
Mi corazón engarzaré en su seno:
Caeré a sus pies, inerme, como cae
Suelto el león a los pies de la hermosa
Y con mi cuerpo abrigaré sus plantas
Como olmo fecundo, que aprieta
La raíz de un mal; mi planta humana
Mime en plata, mi mujer de estrella,
Hacia mí tenderá las ramas pías
Y me alzará, como cadáver indio,
Me tendrá expuesto al sol, y de sus brazos
Me iré perdiendo en el azul del cielo,
¡Pues así muero yo de ser amado! | es |
Alzugaray,Juan_Leandro | XXI | Mi_Mundo_De_Fantasías | Habito un mundo de fantasías,
donde tu cuerpo y el mío
no tienen distancia sino unión.
Donde el tiempo no transcurre
y mi solitario amor por vos
no envejece con tu ausencia.
Donde tu adiós es solo hasta luego,
en el cual tu partida no es un nunca más,
sino el principio del regreso.
Donde tu frágil «para siempre»
no dura menos que el mío,
y se fortalece con el tiempo.
Donde imagino que tu olvido no existe,
que es una mentira de mis fantasmas,
y es tan solo que te cuesta recordar.
Donde este vacío mi amor,
es solo un mal sueño, una triste pesadilla,
que me obliga, una vez más, a esperar. | es |
Gil_de_Biedma,Jaime | <XXI | Idilio_En_El_Café | Ahora me pregunto si es que toda la vida
hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,
la mano ante los ojos —qué latido
de la sangre en los párpados— y el vello
inmenso se confunde, silencioso,
a la mirada. Pesan las pestañas.
No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con ojos vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.
Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel.
No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,
rostros vagos nadando como en un agua pálida,
éstos aquí sentados, con ojos vivientes?
La tarde nos empuja a ciertos bares
o entre cansados hombres en pijama.
Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel.
Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio
arriba, más arriba, mucho más que las luces
que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.
Queda también silencio entre nosotros,
silencio
y este beso igual que un largo túnel. | es |
Gamoneda,Antonio | <XXI | Retrocede,_Combate | Retrocede, combate
hacia atrás, corazón mío.
Cíñete al amor, queda
activo en cuerpos, en
materiales amantes.
Olvida la nieve, vive
con los tuyos, desciende
a la ternura. Este
es tu país.
¡Oh la sed, oh la sed!
¿Por qué este mismo fuego
me empuja hacia la nieve?
Subir, subir al agua
eterna donde viven
la claridad y el frío.
Un sueño: Cumbre inmóvil.
Nada y luz. Nadie, nadie.
Oh Dios, si sólo un pájaro
me visitase en esta
región de libertad.
Atrás, puros espacios,
belleza inhabitable.
vuelva la sed a su
origen en el fuego. | es |
Boscán,Juan | <XXI | Soneto_Xxix | Nunca de amor estuve tan contento,
que en su loor mis versos ocupase:
ni a nadie consejé que se engañase
buscando en el amor contentamiento.
Esto siempre juzgó mi entendimiento,
que deste mal todo hombre se guardase;
y así porque esta ley se conservase,
holgué de ser a todos escarmiento.
¡Oh! vosotros que andáis tras mis escritos,
gustando de leer tormentos tristes,
según que por amar son infinitos;
mis versos son deciros: «¡Oh! benditos
los que de Dios tan gran merced hubistes,
que del poder de amor fuésedes quitos».
Esto siempre juzgó mi entendimiento,
que deste mal todo hombre se guardase;
y así porque esta ley se conservase,
holgué de ser a todos escarmiento.
¡Oh! vosotros que andáis tras mis escritos,
gustando de leer tormentos tristes,
según que por amar son infinitos;
mis versos son deciros: «¡Oh! benditos
los que de Dios tan gran merced hubistes,
que del poder de amor fuésedes quitos».
¡Oh! vosotros que andáis tras mis escritos,
gustando de leer tormentos tristes,
según que por amar son infinitos;
mis versos son deciros: «¡Oh! benditos
los que de Dios tan gran merced hubistes,
que del poder de amor fuésedes quitos».
mis versos son deciros: «¡Oh! benditos
los que de Dios tan gran merced hubistes,
que del poder de amor fuésedes quitos». | es |
Luis,Leopoldo_de | <XXI | Tu_Voz_Es_Última_Y_Profética | Tu voz es última y profética
como ardida en viejos chamuscos,
voz de la tierra, tierra misma
que rezuma remotos jugos,
germinales substancias, agrias
maceradas raíces, grumos
vegetales, como estallidos
hacia la patria de los frutos.
Voz de la tierra. Tierra misma
que se hace lengua, ardiente surco
por donde suenan sangre y vida
irguiéndose contra lo injusto.
Entre tus versos el calcáreo
indio atraviesa ardiendo, oscuro,
con su irredenta pesadumbre
y las llagas del escorbuto.
Por tus versos el pan fermenta
amantes féculas, regustos
sufridos. Pasan silenciosos
obreros a un compacto grupo
de esfuerzo diario. Abre homicida
la flor atómica su luto.
La americana noche extiende
su salvaje aliento telúrico.
Tú, Germán Pardo, eres con todo
lo que cantas, fraterno, uno
mismo, materia solidaria,
trozo vivido, grito único.
Tus poemas son como rocas
calcinadas. Riscos abruptos.
Minerales versos, de piedra
en planetarios yermos mudos.
O como tallos vegetales
que en los légamos alzan húmedos
su cereal astronomía,
sus largos brazos de bejucos. | es |
Sabines,Jaime | <XXI | Hermano | Hermano:
hay cuatro o cinco nombres obscuros
que sangran la poesía.
El exterminio asiste a los amantes.
Hay quien sin darse cuenta camina en el suicidio
como si visitara la muerte de un extraño.
El hombre dice polvo y soledad y angustia.
La esperanza, asustada, se refugia en los niños
y en los tontos
y en nosotros, los que todavía, por la gracia del verbo, somos desgraciados.
La tierra ignora, el hombre trata
de conocer, levanta la cabeza en que los ojos brillan.
Hermano: estoy enfermo, estamos
bebiendo diariamente vida y muerte mezcladas,
en nuestro pan hay piedras,
tenemos sucio el llanto,
acudimos a nuestro corazón como a una casa limpia,
pero tenemos que dormir sobre montones de basura
y cuando llega el día no podemos tomar leche al pie de la vaca
sino brebajes de perdición en manos de brujas.
Amanecer no es hoy darse cuenta del día.
La sangre a veces se congela en los ojos
que quieren ver el mundo.
Tu mano de amor se hará de piedra
si tratas de secar el llanto a tu vecino.
No hables, no escuches nada, no socorras,
no llames en tu auxilio,
que cada quien se ahogue bajo sus propios gritos,
en sus gestos de espanto para la mímica universal.
Hermano: tu desaliento no tiene sentido,
óyeme hablar de la primavera.
Yo siento a veces que los pulmones se me quiebran,
que la carne toda se me quiebra
igual que un vidrio golpeado por un martillo;
siento que alguien les aprieta el pescuezo a los pájaros dentro de las jaulas,
que alguien mete un perro y un gato en un costal,
que les dan con un mazo en la nuca a los corderos,
que degüellan niñas, juntándoles la cabeza a la espalda,
pero óyeme hablar de la primavera.
La miel se cosecha todavía en las bodegas
y en los libros. La ternura existe.
Vamos a morirnos cada quien en su sitio
calladamente. No hay que darle importancia. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Me_Parece_Que_Aún_Su_Voz_Resuena | Me parece que aún su voz resuena,
como murmurio de agua cristalina;
como el blando rumor de la marina
onda que va a morir sobre la arena.
Fugas la vibración de tanta pena,
cruzaba entonces por su faz divina
como suele cruzar la golondrina,
el azul de una atmósfera serena.
Porque, al punto, sus ojos —insondables
piélagos de miríficas ternuras—
y sus marchitos labios adorables,
que sólo saborearon amarguras,
bulleron en sonrisas inefables,
en sonrisas santas: ¡eran tan puras! | es |
Riechmann,Jorge | <XXI | 14 | Los dedos de los muertos me dibujan
ruina en el pecho, en los muslos, en la frente.
Con una fresa entre los labios recorro
la playa destruida.
¿No es capaz nadie de limitar los aletazos
el carnicero tatuaje de una codicia anal?
¿No hay amistad militante río arriba?
Imágenes sin memoria vampirizan
mi canija vigilia. No me ausento
en dignidad distinta del rechazo. | es |
Nervo,Amado | <XXI | Señor,_Deja_Que_Diga_La_Gloria_De_Tu_Raza | Señor, deja que diga la gloria de tu raza,
la gloria de los hombres de bronce, cuya maza
melló de tantos yelmos y escudos la osadía:
!oh caballeros tigres!, oh caballeros leones!,
!oh! caballeros águilas!, os traigo mis canciones;
!oh enorme raza muerta!, te traigo mi elegía.
Aquella tarde, en el Poniente augusto,
el crepúsculo audaz era en una pira
como de algún atrida o de algún justo;
llamarada de luz o de mentira
que incendiaba el espacio, y parecía
que el sol al estrellar sobre la cumbre
su mole vibradora de centellas,
se trocaba en mil átomos de lumbre,
y esos átomos eran las estrellas.
Yo estaba solo en la quietud divina
del Valle. ¿Solo? ¡No! La estatua fiera
del héroe Cuauhtémoc, la que culmina
disparando su dardo a la pradera,
bajo del palio de pompa vespertina
era mi hermana y mi custodio era.
Cuando vino la noche misteriosa
—jardín azul de margaritas de oro—
y calló todo ser y toda cosa,
cuatro sombras llegaron a mí en coro;
cuando vino la noche misteriosa
—jardín azul de margaritas de oro—.
Llevaban una túnica espledente,
y eran tan luminosamente bellas
sus carnes, y tan fúlgida su frente,
que prolongaban para mí el Poniente
y eclipsaban la luz de las estrellas.
Eran cuatro fantasmas, todos hechos
de firmeza, y los cuatro eran colosos
y fingían estatuas, y sus pechos
radiaban como bronces luminosos.
Y los cuatro entonaron almo coro...
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro.
Ante aquella visión que asusta y pasma,
yo, como Hamlet, mi doliente hermano,
tuve valor e interrogué al fantasma;
mas mi espada temblaba entre mi mano.
—¿Quién sois vosotros, exclamé, que en presto
giro bajáis al Valle mexicano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.
—¿Qué abismo os engendró? ¿De qué funesto
limbo surgís? ¿Sois seres, humo vano?
Tuve valor para decirles esto;
mas mi espada temblaba entre mi mano.
—Responded, continué. Miradme enhiesto
y altivo y burlador ante el arcano.
Tuve valor para decirles esto;
¡mas mi espada temblaba entre mi mano...!
Y un espectro de aquéllos, con asombros
vi que vino hacia mí, lento y sin ira,
y llevaba una piel sobre los hombros
y en las pálidas manos una lira;
y me dijo con voces resonantes
y en una lengua rítmica que entonces
comprendí: —«¿Que quiénes somos? Los gigantes
de una raza magnífica de bronces.
»Yo me llamé Netzahualcóyotl y era
rey de Texcoco; tras de lid artera,
fui despojado de mi reino un día,
y en las selvas erré como alimaña,
y el barranco y la cueva y la montaña
me enseñaron su augusta poesía.
»Torné después a mi sitial de plumas,
y fui sabio y fui bueno; entre las brumas
del paganismo adiviné al Dios Santo;
le erigí una pirámide, y en ella,
siempre al fulgor de la primera estrella
y al son del huéhuetl, le elevé mi canto.»
Y otro espectro acercóse; en su derecha
levaba una macana, y una fina
saeta en su carcaje, de ónix hecha;
coronaban su testa plumas bellas,
y me dijo: —«Yo soy Ilhuicamina,
sagitario del éter, y mi flecha
traspasa el corazón de las estrellas.
»Yo hice grande la raza de los lagos,
yo llevé la conquista y los estragos
a vastas tierras de la patria andina,
y al tornar de mis bélicas porfías
traje pieles de tigre, pedrerías
y oro en polvo... ¡Yo soy Ilhuicamina!»
Y otro espectro me dijo: —«En nuestros cielos
las águilas y yo fuimos gemelos:
¡Soy Cuauhtémoc! Luchando sin desmayo
caí... ¡porque Dios quiso que cayera!
Mas caí como águila altanera:
viendo al sol, y apedreada por el rayo.
»El español martirizó mi planta
sin lograr arrancar de mi garganta
ni un grito, y cuando el rey mi compañero
temblaba entre las llamas del brasero:
—¿Estoy yo, por ventura, en un deleite?,
le dije, y continué, sañudo y fiero,
mirando hervir mis pies en el aceite...»
Y el fantasma postrer llegó a mi lado:
no venía del fondo del pasado
como los otros; mas del bronce mismo
era su pecho, y en sus negros ojos
fulguraba, en vez de ímpetus y arrojos,
la tranquila frialdad del heroísmo.
Y parecióme que aquel hombre era
sereno como el cielo en primavera
y glacial como cima que acoraza
la nieve, y que su sino fue, en la Historia,
tender puentes de bronce entre la gloria
de la raza de ayer y nuestra raza.
Miróme con su límpida mirada,
y yo le vi sin preguntarle nada.
Todo estaba en su enorme frente escrito:
la hermosa obstinación de los castores,
la paciencia divina de las flores
y la heroica dureza del granito...
¡Eras tú, mi Señor; tú que soñando
estás en el panteón de San Fernando
bajo el dórico abrigo en que reposas;
eras tú, que en tu sueño peregrino,
ves marchar a la Patria en su camino
rimando risas y regando rosas!
Eras tú, y a tus pies cayendo al verte:
—Padre, te murmuré, quiero ser fuerte:
dame tu fe, tu obstinación extraña;
quiero ser como tú, firme y sereno;
quiero ser como tú, paciente y bueno;
quiero ser como tú, nieve y montaña.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un gujarro; ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!.
Y hablaron tus labios, tus labios benditos,
y así respondieron a todos mis gritos,
a todas mis ansias: —«No hay nada pequeño,
ni el mar ni el guijarro, ni el sol ni la rosa,
con tal de que el sueño, visión misteriosa,
le preste sus nimbos, ¡y tu eres el sueño!
»Amar, ¡eso es todo!; querer, ¡todo es eso!
Los mundos brotaron el eco de un beso,
y un beso es el astro, y un beso es el rayo,
y un beso la tarde, y un beso la aurora,
y un beso los trinos del ave canora
que glosa las fiestas divinas de Mayo.
»Yo quise a la Patria por débil y mustia,
la Patria me quiso con toda su angustia,
y entonces nos dimos los dos un gran beso;
los besos de amores son siempre fecundos;
un beso de amores ha creado los mundos;
amar... ¡eso es todo!; querer... ¡todo es eso!»
Así me dijeron tus labios benditos,
así respondieron a todos mis gritos,
a todas mis ansias y eternos anhelos.
Después, los fantasmas volaron en coro,
y arriba los astros —poetas de oro—
pulsaban la lira de azur de los cielos.
Mas al irte, Señor, hacia el ribazo
donde moran las sombras, un gran lazo
dejabas, que te unía con los tuyos,
un lazo entre la tierra y el arcano,
y ese lazo era otro indio: Altamirano;
bronce también, mas bronce con arrullos.
Nos le diste en herencia, y luego, Juárez,
te arropaste en las noches tutelares
con tus amigos pálidos; entonces,
comprendiendo lo eterno de tu ausencia,
repitieron mi labio y mi conciencia:
—Señor, alma de luz, cuerpo de bronce.
Soy una chispa; ¡enséñame a ser lumbre!
Soy un gujarro; ¡enséñame a ser cumbre!
Soy una linfa: ¡enséñame a ser río!
Soy un harapo: ¡enséñame a ser gala!
Soy una pluma: ¡enséñame a ser ala,
y que Dios te bendiga, padre mío!.
Tú escuchaste mi grito, sonreíste
y en la sombra infinita te perdiste
cantando con los otros almo coro.
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro...
Callaba todo ser y toda cosa;
y arriba era la noche misteriosa
jardín azul de margaritas de oro... | es |
Nervo,Amado | <XXI | Perdóname,_Ideal,_Para_Que_Pueda | Perdóname, Ideal, para que pueda
irme en paz al venir mi última hora...
Es tan dulce el perdón: ¡prerrogativa
de los Dioses! Perdóname, Inmortal:
«El que todo lo sabe lo perdona
todo», y hoy, Ideal, todo lo sabes
con la sabiduría de la muerte.
Que tu perdón en mi alma se derrame
como un rayo de luna en el silencio
de una mística noche...
Que caiga como pétalos de lirio
sobre el hondo cansancio de mi vida.
Perdóname, Ideal, para que pueda
morir en paz. | es |
Castañeyra_Medina,Manuel | XXI | Letanía | Canciones lejanas
vuelan en el tiempo,
melodías de ayeres olvidados,
arias abatidas que ya no escuchamos
y sin embargo
sentimos temblar en nuestros corazones.
Paso a paso el tiempo
nos aleja, nos obliga a poner rumbo
hacia el horizonte de la vida,
ineludible, impredecible, misterioso,
No evitamos mirar las huellas,
vestigios que vamos dejando,
marcas en el polvo, el edén y el alma,
candiles excitados
cuya llama jamás se debilita.
Seguimos ansiosos
de experiencias nuevas,
avanzando, desfilando distancias,
devorando con los sentidos
cuanto a nuestro paso germina.
Sin embargo cae la tarde,
crepúsculo de un sol herido,
y suaves susurros se deslizan
como palabras muertas,
parásitos que en nuestros cansados oídos
buscan vidas.
Paso a paso el tiempo
nos aleja, nos obliga a poner rumbo
hacia el horizonte de la vida,
ineludible, impredecible, misterioso,
No evitamos mirar las huellas,
vestigios que vamos dejando,
marcas en el polvo, el edén y el alma,
candiles excitados
cuya llama jamás se debilita.
Seguimos ansiosos
de experiencias nuevas,
avanzando, desfilando distancias,
devorando con los sentidos
cuanto a nuestro paso germina.
Sin embargo cae la tarde,
crepúsculo de un sol herido,
y suaves susurros se deslizan
como palabras muertas,
parásitos que en nuestros cansados oídos
buscan vidas.
No evitamos mirar las huellas,
vestigios que vamos dejando,
marcas en el polvo, el edén y el alma,
candiles excitados
cuya llama jamás se debilita.
Seguimos ansiosos
de experiencias nuevas,
avanzando, desfilando distancias,
devorando con los sentidos
cuanto a nuestro paso germina.
Sin embargo cae la tarde,
crepúsculo de un sol herido,
y suaves susurros se deslizan
como palabras muertas,
parásitos que en nuestros cansados oídos
buscan vidas.
Seguimos ansiosos
de experiencias nuevas,
avanzando, desfilando distancias,
devorando con los sentidos
cuanto a nuestro paso germina.
Sin embargo cae la tarde,
crepúsculo de un sol herido,
y suaves susurros se deslizan
como palabras muertas,
parásitos que en nuestros cansados oídos
buscan vidas.
Sin embargo cae la tarde,
crepúsculo de un sol herido,
y suaves susurros se deslizan
como palabras muertas,
parásitos que en nuestros cansados oídos
buscan vidas. | es |
Agustini,Delmira | <XXI | Otra_Estirpe | Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego...
Pido a tus manos todopoderosas
¡su cuerpo excelso derramado en fuego
sobre mi cuerpo desmayado en rosas!
La eléctrica corola que hoy despliego
brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas.
Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...
¡Así tendida, soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la simiente
de otra Estirpe sublimemente loca!
La eléctrica corola que hoy despliego
brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas.
Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...
¡Así tendida, soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la simiente
de otra Estirpe sublimemente loca!
Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...
¡Así tendida, soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la simiente
de otra Estirpe sublimemente loca!
¡Así tendida, soy un surco ardiente
donde puede nutrirse la simiente
de otra Estirpe sublimemente loca! | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | De_Viaje | Ave de paso,
fugaz viajera desconocida:
fue sólo un sueño, sólo un capricho, sólo un acaso,
duró un instante, de los que llenan toda una vida.
No era la gloria del paganismo,
no era el encanto de la hermosura plástica y recia: 1
era algo vago, nube de incienso, luz de idealismo.
¡No era la Grecia:
era la Roma del cristianismo!
Al redor era de sus dos ojos —¡oh, qué ojos, ésos!—
que las facciones de su semblante desvanecidas
fingían trazos de un pincel tenue, mojado en besos,
rediviviendo sueños pasados y glorias idas...
Ida es la gloria de sus encantos,
pasado el sueño de su sonrisa.
Yo lentamente sigo la ruta de mis quebrantos;
ella ha fugado como un perfume sobre la brisa.
Quizás ya nunca nos encontremos;
quizás ya nunca veré a mi errante desconocida;
quizás la misma barca de amores empujaremos,
ella de un lado, yo de otro lado, como dos remos,
toda la vida bogando juntos y separados toda la vida... | es |
Lugones,Leopoldo | <XXI | Luna_Primaveral | La florida acacia
nieva sobre el banco,
en lánguido blanco
florece tu gracia.
Y al amor rendida,
me entregas, confiadas,
tus manos cargadas
de luna florida. | es |
Góngora,Luis_de | <XXI | Hojas_De_Inciertos_Chopos_El_Nevado | Hojas de inciertos chopos el nevado
Cabello, oirá el Genil tu dulce avena,
Sin invidiar al Dauro en poca arena
Mucho oro de sus piedras mal limado;
Y del leño vocal solicitado,
Perdonará no el mármol a su vena
Ocioso, mas la siempre orilla amena
Canoro ceñirá muro animado.
Camina, pues, oh tú, Anfión segundo,
Si culto no, revocador süave
Aun de los moradores del profundo;
Que el Betis hoy, que en menos gruta cabe,
Urna suya los términos del mundo
Lagrimoso hará en tu ausencia grave.
Y del leño vocal solicitado,
Perdonará no el mármol a su vena
Ocioso, mas la siempre orilla amena
Canoro ceñirá muro animado.
Camina, pues, oh tú, Anfión segundo,
Si culto no, revocador süave
Aun de los moradores del profundo;
Que el Betis hoy, que en menos gruta cabe,
Urna suya los términos del mundo
Lagrimoso hará en tu ausencia grave.
Camina, pues, oh tú, Anfión segundo,
Si culto no, revocador süave
Aun de los moradores del profundo;
Que el Betis hoy, que en menos gruta cabe,
Urna suya los términos del mundo
Lagrimoso hará en tu ausencia grave.
Que el Betis hoy, que en menos gruta cabe,
Urna suya los términos del mundo
Lagrimoso hará en tu ausencia grave. | es |
Altolaguirre,Manuel | <XXI | El_Bosque_Alegre | Árbol que me señalas
el lugar de la cita,
te recuerdo no tanto
por tu sombra y tus luces,
cuanto porque señalas
el sitio en que ella estuvo.
Árboles crezcan siempre
donde el amor no puede
dejar signos de tránsito.
Aquí fue, porque el árbol
lo grita hoja por hoja,
se lo dice a los vientos
con sus verdes palabras.
En mi memoria, un árbol
en cada sitio en donde
la tuve entre mis brazos.
Y en este bosque alegre
cuando cierro los ojos
multiplico la dicha
que ahora con ella tengo. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Por_El_Parque,_Abstraída,_Bajo_El_Cielo_Otoñal | Por el parque, abstraída, bajo el cielo otoñal,
donde puso la tarde lividez de marfil,
el semblante cubierto con un velo sutil,
de la Quinta Avenida va la flor ideal.
En contraste armonioso con lo obscuro del chal
las mejillas resaltan, como rosas de abril,
y parece, en su coche, Dogaresa gentil
que en su góndola fuera recorriendo el Canal.
La adorable flor rubia de esta enorme Babel
se confunde, a lo lejos, entre el raudo tropel
de las hojas marchitas, bajo el cielo otoñal;
Mientras sueña en su triunfo, cuando al brillo del sol,
en París, el bosque, sea un áureo arrebol
De su muelle carruaje la corona condal. | es |
Neruda,Pablo | <XXI | Soneto_Xii | Plena mujer, manzana carnal, luna caliente,
espeso aroma de algas, lodo y luz machacados,
qué oscura claridad se abre entre tus columnas?
Qué antigua noche el hombre toca con sus sentidos?
Ay, amar es un viaje con agua y con estrellas,
con aire ahogado y bruscas tempestades de harina:
amar es un combate de relámpagos
y dos cuerpos por una sola miel derrotados.
Beso a beso recorro tu pequeño infinito,
tus márgenes, tus ríos, tus pueblos diminutos,
y el fuego genital transformado en delicia
corre por los delgados caminos de la sangre
hasta precipitarse como un clavel nocturno,
hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra.
Ay, amar es un viaje con agua y con estrellas,
con aire ahogado y bruscas tempestades de harina:
amar es un combate de relámpagos
y dos cuerpos por una sola miel derrotados.
Beso a beso recorro tu pequeño infinito,
tus márgenes, tus ríos, tus pueblos diminutos,
y el fuego genital transformado en delicia
corre por los delgados caminos de la sangre
hasta precipitarse como un clavel nocturno,
hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra.
Beso a beso recorro tu pequeño infinito,
tus márgenes, tus ríos, tus pueblos diminutos,
y el fuego genital transformado en delicia
corre por los delgados caminos de la sangre
hasta precipitarse como un clavel nocturno,
hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra.
corre por los delgados caminos de la sangre
hasta precipitarse como un clavel nocturno,
hasta ser y no ser sino un rayo en la sombra. | es |
Gorostiza,José | <XXI | La_Casa_Del_Silencio | La casa del silencio
se yergue en un rincón de la montaña,
con el capuz de tejas carcomido.
Y parece tan dócil
que apenas se conmueve con el ruido
de algún árbol cercano, donde sueña
el amoroso cónclave de un nido.
Tal vez nadie la habita
ni la quiere,
y acaso nunca la vivieron hombres;
pero su lento corazón palpita
con profundo latir de resignado,
cuando el rumor la hiere
y la sangra del trémulo costado.
Imagino, en la casa del silencio,
un patio luminoso, decorado
por la hierba que roe las canales
y un muro despintado
al caer de las lluvias torrenciales.
Y en las noches azules,
la pienso conturbada si adivina
un balbucir de luz en sus escaños,
y la oigo verter con un ruido
ya casi imperceptible, contenido,
su lloro paternal de tres mil años. | es |
Alcázar,Baltasar_del | <XXI | Si_A_Vuestra_Voluntad_Yo_Soy_De_Cera | Si a vuestra voluntad yo soy de cera,
¿cómo se compadece que a la mía
vengáis a ser de piedra dura y fría?
De tal desigualdad, ¿qué bien se espera?
Ley es de amor querer a quien os quiera,
y aborrecerle, ley de tiranía:
mísera fue, señora, la osadía
que os hizo establecer ley tan severa.
Vuestros tengo riquísimos despojos,
a fuerza de mis brazos granjeados:
que vos, nunca rendírmelos quisistis;
y pues Amor y esos divinos ojos
han sido en el delito los culpados,
romped la injusta ley que establecistis. | es |
Juarroz,Roberto | <XXI | Segunda_Poesía_Vertical._Número_34 | Degradación sin rebajas,
sin parihuelas de suspiros disecados con esmero
como especies aparte de las taxonomías,
sin tiendas violáceas donde cultivar las congojas,
sin altibajos de ubres
repletas con el jugo
de fermentar acoplados
en imponderables desniveles.
Tu último velo está en mi sangre.
Lo rasgaremos juntos
para descender desnudos por la fuente que baja,
sin la esgrima venal con que ascendía.
Una rotonda agreste nos separa del mundo,
de la playa de estacionamiento de los besos,
de los domicilios para caricias portátiles,
de la fúnebre virtud de los espejos con horario.
La piel de los que esperan
es demasiado clara.
La mentira de la mentira es darla vuelta.
Toda nuestra verdad es no tenerla.
La incongruencia de estar solos
toma el tren más puntual
hacia las emergencias del olvido. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | Viajando_Luis_Con_Justino | Viajando Luis con Justino,
Un gran bolsón de dinero
Topáronse en el camino.
Alzolo Luis muy ligero,
Y el otro habló: «¡Nos aviamos!
Estamos bien, compañero».
—«Estoy, no digas estamos»,
Repuso Luis con un gesto
De no esperes que partamos.
Y lo guardó. —Mas en esto
Asomaron dos bandidos
Intimándoles arresto.
—«¡Ayuda! ¡o somos perdidos!»
Clamó Luis con tanta boca
Y ojazos despavoridos.
—«No, amigo, usted se equivoca.
Le replicó el camarada.
Diga soy, que a usted le toca».
Y como cierva espantada
Librose de los bergantes,
Y el Luis quedó en la estacada.
Con lo cual, en dos instantes.
Se halló cual vino a la cuna.
Más limpio y mísero que antes.
El que en la buena fortuna
Con otros no parte astilla.
Pida socorro a la luna
Al volverse la tortilla.
Estoy
estamos» | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Noche_De_Invierno | —¿No escuchas?...
—Es la lluvia que roza los cristales.
—¿No escuchas?...
—Nada temas. Es el rumor del Rhin.
Son las heladas brisas, las brisas invernales
Que juegan con las flores marchitas del jardín.
Los pinos cabecean; el cielo está sombrío,
Y el viento aúlla, aúlla con tétrico rumor;
Afuera todo es muerte y soledad y frío...
¡Ay de las almas tristes, las almas sin amor!
—¿Leemos?
—Lee, bien mío, como en lejanos días,
Los cantos del poeta de tu país natal;
¡Mas no!... tiene más dulces y vagas armonías
Tu voz que del poeta el cántico inmortal.
Sobre el cojín de raso do apoyas la cabeza,
De la rosada lámpara al trémulo fulgor,
En vivos resplandores irradia tu belleza
Cubierta con el blanco y holgado peinador.
Oh carne, oh carne mórbida, oh carne sonrosada,
Oh labios que he besado con loco frenesí,
¡Sois míos... sólo míos! ¿Verdad, mi bien amada,
Verdad que es tu hermosura tan sólo para mí?
Corra la vida aprisa, destelle en el oriente
El sol para las almas esclavas del dolor,
Y siga en noche eterna mi corazón ardiente
Soñando con la dicha, soñando con tu amor!
Riega sobre mis hombros tu blonda cabellera;
Unamos nuestros labios en ósculo sin fin...
Y deja que la lluvia sacuda la vidriera
Y rumoree a lo lejos entre la bruma el Rhin. | es |
Borges,Jorge_Luis | <XXI | Ya_Le_Estoy_Estrechando_La_Mano_Verdadera | Ya le estoy estrechando la mano verdadera
Que sus versos me alargan. ¿Sabe que estoy contento
De me madrugaran con la linda nobleza
Y su amistá, que es mía, sabe la que merezco?
No por los versos chúcaros que pensó mi desgano,
Sino por los ponientes peleadores que he visto,
Y por una muchacha que me tuvo en su abrazo,
Y por unas divisas que conservo en un libro.
Yguálenos el mate parejo y compartido,
El mate que es de muchos como el sol y la luna,
Volcancito que humea caliente como un nido,
Manso reló que mide las horas de la duda.
Dele a su honda guitarra. Mi corazón la escucha.
Y ella, igual que un aljibe, desparrama confianza.
Levánteme la tarde, que en puerteando la luna
Saldré oscuro y callado pero diré una lágrima.
Soy un criollo pueblero. La he perdido y la busco
A mi herencia de auroras y pingos y zorzales.
Sus versos me la encuentran. Ya está dicho el retruco
Que mis tapias rosadas mandan a sus ceibales. | es |
Rojas,Gonzalo | <XXI | Me_Enamoré_De_Ti_Cuando_Llorabas | Me enamoré de ti cuando llorabas
a tu novio, molido por la muerte,
y eras como la estrella del terror
que iluminaba al mundo.
Oh cuánto me arrepiento
de haber perdido aquella noche, bajo los árboles,
mientras sonaba el mar entre la niebla
y tú estabas eléctrica y llorosa
bajo la tempestad, oh cuánto me arrepiento
de haberme conformado con tu rostro,
con tu voz y tus dedos,
de no haberte excitado, de no haberte
tomado y poseído,
oh cuánto me arrepiento de no haberte
besado.
Algo más que tus ojos azules, algo más
que tu piel de canela,
algo más que tu voz enriquecida
de llamar a los muertos, algo más que el fulgor
fatídico de tu alma,
se ha encarnado en mi ser, como animal
que roe mis espaldas con sus dientes.
Fácil me hubiera sido morderte entre las flores
como a las campesinas,
darte un beso en la nuca, en las orejas,
y ponerte mi mancha en lo más hondo
de tu herida.
Pero fui delicado,
y lo que vino a ser una obsesión
habría sido apenas un vestido rasgado,
unas piernas cansadas de correr y correr
detrás del instantáneo frenesí, y el sudor
de una joven y un joven, libres ya de la muerte.
Oh agujero sin fin, por donde sale y entra
el mar interminable
oh deseo terrible que me hace oler tu olor
a muchacha lasciva y enlutada
detrás de los vestidos de todas las mujeres.
¿Por qué no fui feroz, por qué no te salvé
de lo turbio y perverso que exhalan los difuntos?
¿Por qué no te preñé como varón
aquella oscura noche de tormenta? | es |
Rodríguez,Claudio | <XXI | Transparente_Quietud._Frente_A_La_Tierra | Transparente quietud. Frente a la tierra
rojiza, desecada hasta la entraña,
con aridez que es ya calcinación,
se abre el Mediterráneo. Hay pino bajo,
sabinas, pitas, y crece el tomillo
y el fiel romero tan austeramente
que apenas huelen si no es a salitre.
Quema la tramontana. Cae la tarde.
Verdad de sumisión, de entrega, de
destronamientos, desmoronamientos
frente al mar azul puro que en la orilla
se hace verde esmeralda. Vieja y nueva
erosión. Placas, láminas, cornisas,
acantilados y escolleras, ágil
bisel, estría, lucidez de roca
de milenaria permanencia. Aquí
la verdad de la piedra, nunca muda
sino en interna reverberación,
en estremecimiento de cosecha
perenne dando su seguro oficio,
su secreta ternura sobria junto
al mar que es demasiada criatura,
demasiada hermosura para el hombre.
Antiguo mar latino que hoy no canta,
dice apenas, susurra, prisionero
de su implacable poderío, con
pulsación de sofoco, sin oleaje,
casi en silencio de clarividencia
mientras el cielo se oscurece y llega,
maciza y seca, la última ocasión
para amar. Entre piedras y entre espumas,
¿qué es rendición y qué supremacía?
¿Qué nos serena, qué nos atormenta:
el mar terso o la tierra desolada? | es |
Hahn,Óscar | <XXI | Retrato_De_Familia_Iraquí | El padre de turbante
y denso bigote negro
con los brazos cruzados
A la izquierda su esposa
con abaya bordada
y velo blanco
Ahmad y Zainab
los dos hijos pequeños
tomados de la mano
Los abuelos sentados
en un sillón de mimbre
Todos ellos sonriendo
desde una foto a medio chamuscar
hallada entre los escombros
de su casa
después del bombardeo | es |
Mistral,Gabriela | <XXI | Promesa_A_Las_Estrellas | Ojitos de las estrellas
abiertos en un oscuro
terciopelo: de lo alto,
¿me veis puro?
Ojitos de las estrellas,
prendidos en el sereno
cielo, decid: desde arriba,
¿me veis bueno?
Ojitos de las estrellas,
de pestañitas inquietas,
¿por qué sois azules, rojos
y violetas?
Ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?
Ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
Ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.
Ojitos de las estrellas,
prendidos en el sereno
cielo, decid: desde arriba,
¿me veis bueno?
Ojitos de las estrellas,
de pestañitas inquietas,
¿por qué sois azules, rojos
y violetas?
Ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?
Ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
Ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.
Ojitos de las estrellas,
de pestañitas inquietas,
¿por qué sois azules, rojos
y violetas?
Ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?
Ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
Ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.
Ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?
Ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
Ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.
Ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
Ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.
Ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro. | es |
Ponce_y_Mora,Javier | XXI | Yacen_Los_Cuerpos_Unidos | Yacen los cuerpos unidos
en su momento más álgido,
y comienza entre nosotros
ese rito tan pagano
que va al éxtasis divino
desde el placer más humano,
camino de tierra al cielo
en ascenso sublimado.
Y suspiro, y sudo, y siento,
y el mundo se queda a un lado
cuando tocamos lo eterno
con la albura de las manos.
Y crece la intensidad
que va subiendo de grado
hasta hacerse inaguantable
y acabar en el orgasmo.
¡cuantas veces he creido
que al cielo me dabas paso!
Cuando la lucha se acaba,
cuando todo ha terminado,
¡le doy las gracias a Dios
porque sigues a mi lado!
Y suspiro, y sudo, y siento,
y el mundo se queda a un lado
cuando tocamos lo eterno
con la albura de las manos.
Y crece la intensidad
que va subiendo de grado
hasta hacerse inaguantable
y acabar en el orgasmo.
¡cuantas veces he creido
que al cielo me dabas paso!
Cuando la lucha se acaba,
cuando todo ha terminado,
¡le doy las gracias a Dios
porque sigues a mi lado!
Y crece la intensidad
que va subiendo de grado
hasta hacerse inaguantable
y acabar en el orgasmo.
¡cuantas veces he creido
que al cielo me dabas paso!
Cuando la lucha se acaba,
cuando todo ha terminado,
¡le doy las gracias a Dios
porque sigues a mi lado!
Cuando la lucha se acaba,
cuando todo ha terminado,
¡le doy las gracias a Dios
porque sigues a mi lado! | es |
García_Cabrera,Pedro | <XXI | He_Puesto_Mi_Silencio_A_Medianoche | He puesto mi silencio a medianoche
y en el balcón a refrescar las sienes.
Apagué las nostalgias, las ideas,
los últimos visillos interiores.
Todo quedó cerrado: mi alta vena
con que salta a la comba la alegría,
la cenital vidriera de los mares,
los sótanos del llanto y la penumbra,
la porcelana ausente del recuerdo.
No se oía ni el eco de la sombra.
Tan sólo conservaba su albedrío
el seno flotador de la dulzura.
Y ahora, en el capullo del reposo,
un frígido reborde se soslaya
a flor de nieve, a lontanar de ausencia
como si la cantera de la noche
la vetease el mármol de una voz. | es |
Jiménez,Juan_Ramón | <XXI | Pintor_Que_Me_Has_Pintado | Pintor que me has pintado
en este cuadro vago de la vida,
tan bien, que casi
parezco de verdad; ¡ay; píntame
nuevamente, y mal, le modo
que parezca mentira! | es |
Asturias,Miguel_Ángel | <XXI | Los_Indios_Bajan_De_Mixco | Los indios bajan de Mixco
cargados de azul oscuro
y la ciudad les recibe
con las calles asustadas
por un manojo de luces
que, como estrellas, se apagan
al venir la madrugada.
Un ruido de corazones
dejan sus manos que reman
como dos remos al viento;
y de sus pies van quedando
como plantillas las huellas
en el polvo del camino.
Las estrellas que se asoman
a Mixco, en Mixco se quedan,
porque los indios las cogen
para canastos que llenan
con gallinas y floronas
blancas de izote dorado.
Es más callada la vida
de los indios que la nuestra,
y cuando bajan de Mixco
solo se escucha el jadeo
que a veces silba en sus labios
como serpiente de seda. | es |
Arriaza,Juan_Bautista_de | <XXI | Cantar_Victorias_Mi_Ambición_Sería | Cantar victorias mi ambición sería
Pero sabed que el dios de la armonía,
Dispensador de gloria,
El volver de fortuna en poco estima, 1
Y solo el valor inclito sublima
Con inmortal memoria.
Ved aun brillando aquellos en su templo,
Que en Termópilas fueron alto ejemplo 2
De varonil constancia;
Y los que sucumbieron, no domados,
Bajo los tristes muros abrasados
De la infeliz Numancia.
Hay a quien de la cuna alza el destino
Para llevarle siempre por camino
De dóciles laureles:
Las dichas van volando ante sus pasos,
Y en manos de ellas pierden los acasos
Sus espinas crueles.
Héroes, si ya no Dioses, el inmenso
Vulgo los clama; mas en tanto incienso
Yo mi razón no ofusco;
Y de Belona en el dudoso empeño,
Donde muestra Fortuna airado el ceño,
Allí los héroes busco.
¡Oh constancia! ¡Oh del alma ardiente brío!
Tiende la inmensa vista, excelsa Clío,
Por esos mares vastos,
Tiéndela, que a pesar de hados malignos,
Nunca la habrán parado hechos más dignos
De tus gloriosos fastos.
Mira, en baldón de Gades opulenta,
Levantarse la Furia más sangrienta
De los senos obscuros;
Y de su ávida mano al mar lanzadas
Las Calidonias selvas, transformadas
En fluctuantes muros.
Su envidia es la ciudad de Hércules bella,
Que en las puertas Atlánticas descuella,
Teniendo al mar a raya:
En ondas que postrándose a su frente
Llegan cargadas de oro de Occidente
A enriquecer su playa.
¡Qué de ministros vendes a su encono,
Anglia infecunda, de las nieblas trono,
Del sol odiosa injuria; 3
Que, en sonriza falaz, Flora reviste
De estéril verde en que la flor es triste,
Y el mismo amor es furia! 4
Hidrópicos de aurivoro veneno,
Al monstruo de codicia abren el seno
Contra el Hispano imperio, 5
Cuando en horrendas máquinas de muerte
Hasta el precioso fruto se convierte
Del austral hemisferio 6
De su armada que en vano el mar rechaza
Al cielo, o con abismos amenaza,
Hacen soberbia muestra:
No lo sufris, alumnos esforzados
De los Bazanes, y de ardor llevados,
Lanzáis al mar la vuestra;
Y cual de opuestos vientos acosados,
Cruzándose ennegrecen los nublados
Las etéreas campañas,
Y conturbando al mundo en su bramido,
Dispútanse el eléctrico fluido,
Ferviente en sus entrañas.
Tal de ambas partes la batalla llega,
Y las alas flamígeras desplega,
Y nave a nave cierra,
Y libra, ¡o dia de infeliz renombre!
Cuatro elementos juntos contra el hombre,
En brazos de la guerra.
¡Quién, entre torbellinos de humo denso,
Que a las aras de Marte, en digno incienso,
Mandan cóncavos bronces,
De férreos rayos el silbar sin cuento,
Y el ruido, que desquicia el firmamento
De sus eternos gonces;
Quién, de llamas y sangre en tanto lago,
Mástiles estallantes y alto estrago
De derrocadas moles;
Quién, al triste fulgor que el cuadro alumbra,
Vuestros sangrientos rostros no columbra,
Oh jefes españoles!
Impávidos, de rojo humor teñidos,
O de sulfúreo polvo ennegrecidos,
Terribles, como en ciego
Combate de sacrílegos gigantes,
De los Dioses los fúlgidos semblantes,
Entre nubes de fuego.
Con ronca voz vuestro corage entona
El metálico grito de Belona,
Que al combatiente inflama:
Ni se teme mortal, cuando a sus ojos
De hirviente sangre ve raudales rojos,
Que él mismo al mar derrama.
Cuájase en hierro el aire, y se convierte
Cada átomo en un dardo de la muerte,
Cuyo enorme esqueleto,
Gozoso, en medio al golfo se levanta,
Viendo ejercerse alli, con furia tanta,
Su asolador decreto.
¡Oh cuál de juventud las flores siega,
O a perpetuo dolor la vida entrega!
A un brazo mutilado
Sucede el otro a la venganza presto,
O dura aun a pié firme el cuerpo inhiesto,
De su cerviz privado.
Mas ¡ay! que allí clara columna sube
De fuego al viento, y entre humosa nube
Desplómanse al abismo
Cuerpos, cabezas, armas y maderos,
Y brazos que aun no sueltan los aceros
Que empuñó el patriotismo.
Gime al estruendo el Trafalgar convulso,
Tiembla el Olimpo, cual si a duro impulso
De bárbaros Titanes,
Nadando, ardiendo, fueran por las aguas,
De Etna y Vesubio las ardientes fraguas,
Y a un tiempo mil volcanes.
De espanto estremecidos, los voraces
Monstruos del mar agólpanse fugaces
Hacia el hercúleo estrecho;
De horror el cielo en nubes se encapota,
Y de escándalo al mar bramando azota
El aquilón deshecho.
Y de su misma cólera espumosa
Nace la tempestad, de desastrosa
Noche fatal presagio;
Marte a su aspecto enfrena el alarido;
Scila y Caribdis alzan el ladrido,
Númenes de naufragio.
A, devorar los desperdicios tristes
De hierro y fuego, rápidos venistes,
Cual rayo, olas y vientos;
¡Oh noche, quién podrá expresar tu espanto!
¡Quién tu aflicción conmemorar sin llanto!
¡Quién contar tus lamentos!
Ceden, en fin, al elemento amargo
Naves, que domellaron tiempo largo
Sus furores altivos:
Los hombres se hunden, y por siempre ansioso
Se cierra el cauce del sepulcro undoso
Donde descienden vivos.
Minerva, ¡oh! salva al que, en mejor fortuna,
Hasta el lecho del sol desde la cuna
Volvió el terráqueo giro.
¡Urania, a aquel tu confidente, auxilia!
¡Amor ay, vuelve a una infeliz familia
De ese el postrer suspiro!
¡Tristes! ¡Nadando hácia la patria amada!
¡Y ella esquivarse en Sirtes erizada,
Que las olas esconden,
Y la muerte descubre! Y a las voces
De los míseros náufragos, feroces
Ellas solas responden.
Jamás el tiempo eslabonar podría
Noche más dura a más horrible día:
Pero en tanto conflicto,
Quien tales hados superó constante
¿Dónde hallará peligro, que quebrante
Su corazón invicto.
¿Dónde? ¡Oh Clio!... Mas, tú, de horrores
tales
Con buril de oro en tablas inmortales
Libras de olvido el daño;
Escribes, y la fama los publica,
Nombres que el eco olímpico replica:
Gravina, Álava, Escaño.
¡Y cuántos más que de mi voz suprime
El mismo amor que en mi memoria gime!
¡Oh Cosme!... ¡Oh dura suerte!
Dadle eterno laurel, hijas de Apolo,
Que a un amigo infeliz le cabe solo
Darle llanto en su muerte.
Crisol de adversidad claro y seguro
Vuestro valor probó sublime y puro,
¡Oh marinos hispanos!
Broquel fue de la patria vuestra vida,
Que, al fin, vengada, y siempre defendida
Será por vuestras manos.
Rinda al leon y al águila Neptuno
El brazo tutelar, con que importuno
Y esclavo al Anglia cierra;
Y ella os verá, desde las altas popas,
Lanzar torrentes de invencibles tropas
Sobre su infausta tierra.
Básteos, en tanto, el lúgubre tributo
De su muerto Adalid, doblando el luto
Del Támesis umbrío;
Que si, llenos de honrosas cicatrices,
Se os ve, para ocasiones más felices,
Reservar vuestro brío,
Sois cual león, que en líbico desierto,
Con garra atroz, del cazador experto
Rompió asechanza astuta,
Que no inglorioso, aunque sangriento y laso,
Temido sí, se vuelve paso a paso
A su arenosa gruta. | es |
Vivanco,Luis_Felipe | <XXI | Sabemos_Que_Está_Aquí,_Dorando_Las_Distancias | Sabemos que está aquí, dorando las distancias
mirando, caminando su cosecha, dejándola
bien crecida y andada: olas constantes
sobre un rumor de antiguas letanías.
Sabemos que está aquí, donde todas las fechas
tienen pausa de islotes
que escuchan, apagados, la espuma del naufragio,
donde todas las fechas tienen algo
de esa barca sin remos, tan lejos de la orilla...
Sabemos que está aquí, donde todos los rostros
mezclan lentas arrugas,
donde los brazos, sueltos, se apartan de sus cuerpos,
donde ya no hay miradas, ni mejillas, ni labios,
sino un rescoldo gris de noviembre, enfriándose. | es |
León,Benjamín | XXI | Te_Rompería_El_Aire_Los_Suspiros | Te rompería el aire los suspiros
si callaras mi cuerpo con tu boca.
Si toda tu distancia
fuera un movimiento sobre las ganas.
Lluvia, pétalo, dulce, dulce.
Te gemirían los poros uno a uno
en el contacto oculto,
en la insuficiencia de la piel.
Sometida frente al mundo
a ver si olvidas lo que es amar
cuando el mar te desboque soplo adentro
y giman tus pulseras en desgarro.
Te abrazaría el amor,
te calaría la fuerza de los témpanos.
Cómo te buscaría. Más a prisa al vuelo.
Se te hundirían las uñas
con toda la soledad acompañada de la alfombra
cuando te contenga la lengua con mi lengua.
Te poseería en la muerte de la estrella,
como una boca de lobo,
como una sonrisa de buitre,
como una ola en la pecera.
Todo te daría en una sola luna,
frágil y resumida, te concluiría.
Te aclamaría en el amor esclavitud.
Todo, todo, todo.
Hasta que nos oculte el día
y de mi sólo queden gotas en tu memoria. | es |
Medrano,Francisco_de | <XXI | Soneto_Ix | Soberano Señor, cuyo semblante
tal vez nos representa a Marte crudo
con el estoque vengador desnudo
y la túnica estrecha de diamante,
tal nos pone pacífico delante
preso el cabello con curioso nudo
de lauro, y con un libro por escudo,
no menos sabio a Apolo que elegante.
Honra ahora las letras, y con ellas,
émulo de tu padre y de sus leyes,
da a la paz el dominio de tu tierra,
de tu abuelo después sigue las huellas,
pues igualmente es propio de los reyes
amar la paz y ejercitar la guerra. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | ¡Qué_Espléndido_Estaba_El_Día! | ¡Qué espléndido estaba el día!
¡Qué amoroso el aire tibio!
¡Qué fresco el tapiz de grama
Do, en humoradas de niño,
Te extendías y rodabas
Chachareando conmigo!
Yo en tanto, inmóvil, absorto,
Admirando en cada giro
Una nueva perfección
De tu incomparable hechizo,
Aunque hablaba y sonreía
Murmuraba entre mí mismo:
¡Qué desgraciado soy yo!
¡Qué venturoso es mi amigo!
Por lo inocente que eres
Y generosa de instinto
Como sabes cuánto lo amo
De tu afecto participo.
Pero ¡ay de mí! la amistad
Que de tus ojos recibo
En mi corazón penetra
Como un tizón encendido;
Y así nuestra dulce plática
Era para mí un martirio
En que detrás de mis labios
Prorrumpía mi alma en gritos:
¡Qué desgraciado soy yo!
¡Qué venturoso es mi amigo!
Espléndido estaba el día,
Amoroso el aire tibio,
Y los dos solos y juntos
Al centro de un paraíso;
Y tú más bella que Eva,
Y yo, más que Adán maldito,
Pues tú misma eras el áspid
Que en vez de brindarme alivio,
Olvido al tenaz recuerdo,
Al mortal destierro asilo,
A murmurar me obligabas
Evitando tus oídos:
¡Qué desgraciado soy yo!
¡Qué venturoso es mi amigo!
Soplaba el cielo en el huerto
Pero el infierno en mi espíritu,
Que era yo un Adán a un tiempo
Acariciado y proscrito.
¡Ah! ni el suplicio de Tántalo
Igualara ese suplicio
De estar tan cerca y tan lejos
De cuanto adoro y persigo!
En hora fatal mi suerte
Nos juntó en aquel recinto,
Que ya no hay tregua en mi cáliz,
Y a todas horas repito:
¡Qué desgraciado soy yo!
¡Qué venturoso es mi amigo!
Es la amistad para todos
Numen piadoso y benigno.
Para mí sólo un verdugo
Que me escarnece a cariños.
¡Perversa, ingrata amistad
Que impones tal sacrificio!
¡Negra mil veces la estrella
Que caballero me hizo!
El último miserable
Hoy, en mi lugar, contigo,
¿Hubiérase conformado
Con decir como yo he dicho?:
¡Qué desgraciado soy yo!
¡Qué venturoso es mi amigo!
Él para ti será un hombre,
Yo para ti seré un niño
Y, como a tal, no me juzgas
De tu desconfianza digno.
Tal vez en tu índole de ángel
Entra el femenil capricho
De complacerte inspirando
Versos y ayes y suspiros.
¡Qué sé yo!... Pero si rompe
La amistad sus crueles grillos
Cuenta que otra vez mis labios
No clamarán escondidos:
¡Qué desgraciado soy yo!
¡Qué venturoso es mi amigo!
¡Mas no, perdón! Ni una sombra
Cruce tus ojos divinos
De estas malicias que, ardiendo
De amor y celos, cavilo.
Con tal de que yo te vea,
Y te escuchen mis oídos,
Y aspire tu aire, y merezca
Un rincón en tu cariño;
Con tal de que me consientas
En las ausencias de tu ídolo
Cebar los ojos y el alma
En la opulencia que envidio,
¡Ah!, ¡siga mísero yo,
Cuanto feliz nuestro amigo! | es |
Andreu,Blanca | <XXI | Así,_En_Pretérito_Pluscuamperfecto_Y_Futuro_Absoluto | Así, en pretérito pluscuamperfecto y futuro absoluto
voy hablando del trozo de universo que yo era,
de subcutáneas estrellas de sangre
cazadas por el ángel de la anemia
en el cielo arterial,
diciendo leucocitos del alba y río de linfa,
o bien de lo que quise:
el ligero Mediterráneo,
la prohibición de envejecer,
la gavilla del sueño barbitúrico,
y sobre todo, sobre todas las cosas,
Mozart anfetamínico preámbulo de pájaros,
Mozart en ala y aeropuerto,
arco de violín príncipe o piloto: Mozart el Músico. | es |
Ratón,Maeve | XXI | No_Escribo | No escribo
pues mi mente está en barbecho,
así los versos venideros,
crecerán violando
la estrechez de los cuellos... | es |
Juarroz,Roberto | <XXI | Quinta_Poesía_Vertical._Número_18 | Voy anotando en imágenes:
las entrelíneas de un temblor,
un cociente furtivo de la sombra,
el residuo de un relámpago.
Voy copiando modelos:
la vida apretada en un muñón,
la síntesis que se completa en un suicidio,
un pan que rompe un beso.
Voy subrayando textos:
el vacío que suspende una frase,
una palabra que pierde el equilibrio,
una disonancia que canta.
Voy llenando dibujos:
el modo con que practico el infinito,
la ocupación también transitoria de la muerte,
el préstamo sin garantías de esta realidad.
Voy llegando al comienzo:
la palabra sin nadie,
el último silencio,
la página que ya no se enumera.
Y así encuentro la forma
de probar que la vida
calla más que la muerte. | es |
Laurenza,Alejandro | XXI | Una_Imagen_Me_Cautiva | Una imagen me cautiva,
me emociona,
me regala una sonrisa,
me arranca una lágrima.
Todos mis recuerdos
se abren paso como un torrente;
tanta felicidad guardada,
en aquella estampa de mi pasado.
Increíbles sensaciones vuelven a mí:
el brillo
en los ojos de un amigo,
la complicidad
de una niña que me besa,
el perfume
de una edad imborrable.
Doy gracias al tiempo,
por no apresurarse en su carrera,
por su andar lento y generoso,
por no haber atendido
a mis inconscientes ruegos.
Todos mis recuerdos
se abren paso como un torrente;
tanta felicidad guardada,
en aquella estampa de mi pasado.
Increíbles sensaciones vuelven a mí:
el brillo
en los ojos de un amigo,
la complicidad
de una niña que me besa,
el perfume
de una edad imborrable.
Doy gracias al tiempo,
por no apresurarse en su carrera,
por su andar lento y generoso,
por no haber atendido
a mis inconscientes ruegos.
Increíbles sensaciones vuelven a mí:
el brillo
en los ojos de un amigo,
la complicidad
de una niña que me besa,
el perfume
de una edad imborrable.
Doy gracias al tiempo,
por no apresurarse en su carrera,
por su andar lento y generoso,
por no haber atendido
a mis inconscientes ruegos.
Doy gracias al tiempo,
por no apresurarse en su carrera,
por su andar lento y generoso,
por no haber atendido
a mis inconscientes ruegos. | es |
Bello,Andrés | <XXI | Nunca_Más_Bella_Iluminó_La_Aurora | Nunca más bella iluminó la aurora
de los montes el ápice eminente
ni el aura suspiró más blandamente,
ni más rica esmaltó los campos Flora.
Cuanta riqueza y galas atesora,
hoy la Naturaleza hace patente,
tributando homenaje reverente
a la deidad que el corazón adora.
¿Quién no escucha la célica armonía
que con alegre estrépito resuena
del abrasador sur al frío norte?
¡Oh Juana! Gritan todos a porfía;
jamás la Parca triste, de ira llena,
de tu preciosa vida el hilo corte. | es |
Pardo_García,Germán | <XXI | Jazmíname_La_Brisa,_Primavera | Jazmíname la brisa, primavera.
Enguáldame, pitahaya del verano.
Otoño: frondalízame la mano
con tu franja de azúcar y madera.
Exáltame, Hermosura verdadera.
Divídeme, escarlata meridiano
en dos mitades: la extensión de un llano
y el silencio final de una frontera.
En un carrizo de granaria avena
que a la comuna laboral arranco,
voy a silbar mi transeúnte pena
sometida a la escoria del barranco,
donde se cubre la floral antena
de inviernos grana y abalorio blanco. | es |
Lugones,Leopoldo | <XXI | París..._El_Bosque..._Tú..._Tarde_Azulina | París... El bosque... Tú... Tarde azulina,
Que en actitud, por cierto muy francesa,
Al amparo del haya más espesa
Se empolva con un poco de neblina.
Frágil al beso que en falaz promesa
Suena como un luis, engolosina
Su boca demasiado purpurina
De morder la diabólica frambuesa.
En la pálida arena de las calles.
Trilla el sol que se va para Versalles
Las aristas del rayo postrimero;
Y brillando en tus breves escarpines,
Te echa a los pies puñados de sequines,
Como un sultán un poco rastacuero.
Versalles otoñal con sus pardillos,
Y el agua que en el césped les gorgea;
Y tú, evocando en señoril presea
Las damas de lunares y tontillos.
Y los nobles castaños amarillos,
Y aquella fuente en que, pueril ralea,
Montados en sus cisnes de pelea
Van flechando un tritón cuatro amorcillos.
Vestida «de carácter» por la luna,
Te da el silencio atmósfera oportuna.
(Suspirante silencio de jardines,
Donde al rumor del raso en que te ahuecas
Sopla sentimentales hojas secas
Una divagación de violines). | es |
Sabines,Jaime | <XXI | Haciéndose_Su_Casa,_Cuba | Haciéndose su casa, Cuba
tiene las manos limpias.
Será una casa para todos,
una casa hermosa y sencilla,
casa para el pan y el agua,
casa para el aire y la vida. | es |
Subsets and Splits