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1.47M
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---|---|---|---|---|
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Ven,_La_Senda_Se_Pierde_Por_El_Cileno,_Encanto | Ven, la senda se pierde por el Cileno, encanto
del risueño paisaje. Mira el antro y la fuente.
Allí en dormir él goza, en aromado ambiente,
a la sombra del pino donde su aliento es canto.
La oveja de ubre llena ata a ese tronco en tan
Antes de un mes darale, con su cría inocente,
a su sed, leche fresca, queso que lo alimente,
y le hilaran las Ninfas su luna para un manto.
¡Oh Pan! Senos propicio; siempre apártanos daños,
de los montes de Arcadia guardián de los rebaños.
Te invoco..., me oye. El árbol tiembla y rumor exhala.
¡Partamos! El sol se hunde tras la radiante altura.
Siempre a un altar de mármol el don del pobre iguala,
si la ofrenda a los Dioses sube de un alma pura. | es |
Delmar,Meira | <XXI | Raíz_Antigua | No es de ahora este amor.
No es en nosotros
donde empieza a sentirse enamorado
este amor por amor, que nada espera.
Este vago misterio que nos vuelve
habitantes de niebla entre los otros.
Este desposeído
amor, sin tardes que nos miren juntos
a través de los trigos derramados
como un viento de oro por la tierra;
este extraño
amor,
de frío y llama,
de nieve y sol, que nos tomó la vida,
aleve, sigiloso, a espaldas nuestras,
en tanto que tú y yo, los distraídos,
mirábamos pasar nubes y rosas
en el torrente azul de la mañana.
No es de ahora. No.
De lejos viene
—de un silencio de siglos,
de un instante
en que tuvimos otro nombre y otra
sangre fugaz nos inundó las venas—,
este amor por amor,
este sollozo
donde estamos perdidos en querernos
como en un laberinto iluminado. | es |
Reyes,Alfonso | <XXI | Glosa_De_Mi_Tierra | Amapolita morada
del valle donde nací:
sino estás enamorada,
enamórate de mí.
Aduerma el rojo clavel
o el blanco jazmín de las sienes;
que el cardo es sólo desdenes,
y sólo furia el laurel.
Dé el monacillo su miel,
y la naranja rugada
y la sedienta granada
zumo y sangre —oro y rubí;
que yo te prefiero a ti,
amapolita morada.
Al pie de la higuera hojosa
tiende el manto la alfombrilla;
crecen la anacua sencilla
y la cortesana rosa;
donde no la mariposa,
tornasola el colibrí.
Pero te prefiero a ti,
de quien la mano se aleja:
vaso en que duerme la queja
del valle donde nací.
Cuando, al renacer el día
y al despertar de la siesta,
hacen las urracas fiesta
y salvas de gritería,
¿por qué, amapola, tan fría,
o tan pura, o tan callada?
¿Por qué, sin decirme nada,
me infundes un ansia incierta
—copa exhausta, mano abierta—
si no estás enamorada?
¿Nacerán estrellas de oro
de tu cáliz tremulento
—norma para el pensamiento
o bujeta para el lloro?
No vale un canto sonoro
el silencio que te oí.
Apurando estoy en ti
cuánto la música yerra.
Amapola de mi tierra:
enamórate de mí. | es |
Neruda,Pablo | <XXI | Soneto_Lx | A ti te hiere aquel que quiso hacerme daño,
y el golpe del veneno contra mí dirigido
como por una red pasa entre mis trabajos
y en ti deja una mancha de óxido y desvelo.
No quiero ver, amor, en la luna florida
de tu frente cruzar el odio que me acecha.
No quiero que en tu sueño deje el rencor ajeno
olvidada su inútil corona de cuchillos.
Donde voy van detrás de mí pasos amargos,
donde río una mueca de horror copia mi cara,
donde canto la envidia maldice, ríe y roe.
Y es ésa, amor, la sombra que la vida me ha dado:
es un traje vacío que me sigue cojeando
como un espantapájaros de sonrisa sangrienta.
No quiero ver, amor, en la luna florida
de tu frente cruzar el odio que me acecha.
No quiero que en tu sueño deje el rencor ajeno
olvidada su inútil corona de cuchillos.
Donde voy van detrás de mí pasos amargos,
donde río una mueca de horror copia mi cara,
donde canto la envidia maldice, ríe y roe.
Y es ésa, amor, la sombra que la vida me ha dado:
es un traje vacío que me sigue cojeando
como un espantapájaros de sonrisa sangrienta.
Donde voy van detrás de mí pasos amargos,
donde río una mueca de horror copia mi cara,
donde canto la envidia maldice, ríe y roe.
Y es ésa, amor, la sombra que la vida me ha dado:
es un traje vacío que me sigue cojeando
como un espantapájaros de sonrisa sangrienta.
Y es ésa, amor, la sombra que la vida me ha dado:
es un traje vacío que me sigue cojeando
como un espantapájaros de sonrisa sangrienta. | es |
Aguirre,Mirta | <XXI | Vaivén | La pececita de larga cola,
viene y va con la ola,
viene y va con la ola.
El venadito de azoramiento,
viene y va con el viento,
viene y va con el viento.
Viene y va con la ola,
contenta y sola.
Viene y va con el viento,
solo y contento. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Un_Caso | Tú caíste por buena, no por mala;
la suprema bondad fue tu defecto;
sin saber cómo, sumergiste el ala,
el ala de ángel, en el fango infecto.
Sin embargo, mi dedo te señala,
lo mismo que antes, el camino recto,
tu espíritu, alba flor, perfume exhala;
sólo en tu carne se posó el insecto.
Yo sé que no quisiste, en tu desvío,
ni un beso dar al que con vil reproche
te suplicó frenético y sombrío.
Que la lujuria, como hambriento pulpo,
no se enredó a tu cuerpo aquella noche,
¡lo sé!... ¡Por eso menos te disculpo!... | es |
Bolaño,Roberto | <XXI | Guiraut_De_Bornelh_La_Lluvia | Guiraut de Bornelh la lluvia
Te rascas el cuello distraídamente mientras contemplas
una tabla pintada con la Virgen y el Niño
Detrás hay árboles frondosos y más atrás aún
aparecen y desaparecen las colinas
a través de la cortina de lluvia
En un rincón de la ermita se queja un anciano
Es la hora de alejarse de estos campos
Te rascas el vientre Mentalmente
compones un alba | es |
Buesa,José_Ángel | <XXI | El_Arquero | Arquero de la noche, con un gesto arrogante,
alcé el arco en la sombra y apunté a las estrellas.
Arquero de la noche, mi pulso estaba firme,
y en mi carcaj había solamente una flecha.
Y vigorosamente lancé mi flecha al viento,
y hubo un largo zumbido sobre la cuerda tensa.
Lancé mi única flecha —la flecha de mi ensueño—
y me crucé de brazos bajo la noche negra.
El arco envejecido se me pudre en las manos,
pero yo sigo —arquero de la noche— en mi espera.
Lancé mí única flecha, y se perdió en la sombra.
Y nunca he de saber si llegó a las estrellas. | es |
García_Cabrera,Pedro | <XXI | El_Aire_Del_Hogar | El aire del hogar
no es aire a la intemperie;
está domesticado, tiene anillo
y se frota el hocico en el espejo
donde te anudas la corbata.
El aire del hogar, su blanco aliento,
es una primavera de color,
el perrillo faldero de tu compañera.
Piénsalo ahora en su trajín. La sigue
hasta las puntas de los, dedos,
donde los frutos de los movimientos
maduran lo que tocan:
ya sea el libro en que acuestan a dormir las ideas,
ya el juguete que ríe en los zapatos de los niños,
ya el jazmín que florece la mata de savia de su cabellera,
ya el hornillo en que canta el agua hirviendo.
¡El aire del hogar! Míralo, óyelo,
cómo sigue, por veredas de sangre,
el decir de sus manos,
viviéndole por dentro crisálidas de tactos,
madrigueras de coyunturas,
mariposas de ademanes,
madreselvas de ternura,
cuando trafica cacerolas y porcelanas,
o le pega un botón a la camisa,
o le da de beber a los pollitos.
¡El aire del hogar!
Allí te espera y sale a recibirte,
meneando la cola como un perro,
la sonrisa del pan sobre la mesa. | es |
Agustini,Delmira | <XXI | ¡Vida! | A ti vengo en mis horas de sed como a una fuente
Límpida, fresca, mansa, colosal...
Y las punzantes sierpes de fuego mueren siempre
En la corriente blanda y poderosa.
Vengo a ti en mi cansancio, como al umbroso bosque
En cuyos terciopelos profundos la Fatiga
Se aduerme dulcemente, con música de brisas,
De pájaros y aguas...
Y del umbroso bosque salgo siempre radiante
Y despierta como un amanecer.
Vengo a ti en mis heridas, como al vaso de bálsamos
En que el Dolor se embriaga hasta morir de olvido...
Y llevo
Selladas mis heridas como las bocas muertas,
Y por tus buenas manos vendadas de delicias.
Cuando el frío me ciñe doloroso sudario,
Lívida vengo a ti,
Como al rincón dorado del hogar,
Como al Hogar universal del Sol!...
Y vuelvo toda en rosas como una primavera,
Arropada en tu fuego.
A ti vengo en mi orgullo,
Como a la torre dúctil,
Como a la torre única
Que me izará sobre las cosas todas!
Sobre la cumbre misma,
Arriscada y creciente,
De mi eterno Capricho!
Para mi vida hambrienta,
Eres la presa única,
Eres la presa eterna!
El olor de tu sangre,
El color de tu sangre
Florecen en los picos ávidos de mis águilas.
Vengo a ti en mi deseo,
Como en mil devorantes abismos, toda abierta
El alma incontenible...
Y me lo ofreces todo!...
Los mares misteriosos florecidos en mundos,
Los cielos misteriosos florecidos en astros,
Los astros y los mundos!
...Y las constelaciones de espíritus suspensas
Entre mundos y astros...
...Y los sueños que viven más allá de los astros,
Más acá de los mundos...
Cómo dejarte —¡Vida!—
Como salir del dulce corazón
Hospitalario y pródigo,
Como una patria fértil?...
Si para mí la tierra,
Si para mí el espacio,
¡Todos! son los que abarca
El horizonte puro de tus brazos!...
Si para mí tu más allá es la Muerte,
Sencillamente, prodigiosamente!... | es |
García_Hernanz,Norberto | XXI | Secretos_De_Silencio | El monje recorre los pasillos,
como si fueran infinitos
y ajenos a cualquier deterioro.
El blanco fulgor de su hábito
recibe el sol de domingo,
como al nevero la sed.
Todo simula no acabarse,
—errantes las sandalias
en el claustro anónimo y profundo—
y al final,
en el centro-lugar
donde nunca hay que escaparse,
porque siempre está contigo,
la latencia se repite
como salmo melancólico sin nombre,
bajo los rayos de luz
del convento en que consistes.
Tuya es la paz que robas al terror,
tuyos los secretos de silencio
que le añades a la calma, de sabor a caramelo,
de esta vida.
Feliz él
si en su clausura lo consigue,
feliz tú, si a cuerpo fiero lo percibes. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | La_Culpa_Ha_Sido_Tuya._¡Sí!_Tuya._Te_Lo_He_Dicho | La culpa ha sido tuya. ¡Sí! Tuya. Te lo he dicho,
Lo repito, y no niegues que lo hiciste ex profeso,
Lo sabes, pues te dejas llevar de tu capricho.
Mas no llores, no llores... ¿Qué sacarás con eso?
Toma el té. Que esto acabe... Dos horas disputando.
Tómate el té; y hablemos de cosa diferente,
Porque inmediatamente
Me iré, te lo prevengo, si has de seguir llorando.
Pero ¿qué es lo que he dicho? ¿Qué tienes? ¿Tu porfía
A qué obedece? ¡Sea! Pues bien, la culpa es mía;
Mas enjúgate el llanto,
¡Porque has llorado tanto!
Y como soy sincero
—¿Y para qué callarlo?— te digo que te quiero;
Bien lo sabes, lo sabes, amor de mis amores,
Bien sabes que te quiero. Pero ¡Por Dios! no llores.
Dices... ¿Qué es lo que dices? ¿Dices que te he pegado?
¿Y cómo dices eso? ¡Si yo no te he tocado!
¿En dónde te he hecho daño? ¿Cómo aseguras eso?
Déjate de esas cosas... y dame pronto un beso;
Y que nuestra disputa quede ya terminada,
Que todo esto se acabe... Di: ¿no estás enojada?
Cálmate en el instante. Tómate el té. Te ruego...
Después te pondrás polvos... cuando venga el sosiego;
Y dime que me quieres, que soy tu solo amado,
Y toma mi pañuelo, que el tuyo está mojado.
¿Y qué quieres ahora?
¿Un poco más de crema? ¿La polvera?... ¡Señora!
¿Ya lo ves? Y ocultarlo tu corazón no puede,
Qué en todas las disputas siempre soy el que cede.
Pero tienes hinchados, muy hinchados, los ojos,
Y los tienes muy rojos.
¡Vamos! Sonríe ahora; que sonreír te vea,
Porque cuando te enojas hasta te pones fea;
Y dame un beso pronto, con labio apasionado,
Porque ya nuestra riña ¿no es cierto? ha terminado. | es |
Lugones,Leopoldo | <XXI | Mientras_Cruza_El_Tranvía_Una_Pobre_Comarca | Mientras cruza el tranvía una pobre comarca
De suburbio y de vagas chimeneas,
Desde un rincón punzado por crujidos de barca,
Fulano en versátil aerostación de ideas,
Alivia su consuetudinario
Itinerario.
Las cosas que ensarta,
Anticipan con clarovidencia,
La errabunda displicencia
De una eventual comida a la carta.
Afuera, el encanto breve
Del crepúsculo dilata un dulce arcano,
Que abisma el plenilunio temprano
En la luminosa fusión de su nieve.
El truhán de vehículo,
Molesta, bien se ve, con su ferralla,
A un señor de gran talla
Que lee un articulo.
Y ya no hay más persona,
Que una muchacha de juventud modesta
Sentada a la parte opuesta:
Lindos ojos, boca fresca. Muy mona.
En elegante atavío,
Realza sus contomos
Un traje verde obscuro, con adornos
Violeta sombrío.
Aligera esa seriedad de otoño
Con gracia sencilla,
Un ampo de gasa que en petulante moño,
Va acariciando la tierna barbilla.
Sugiere devaneos de conquista
La ambigüedad que en su rostro lucha.
Con su intrepidez flacucha
De institutriz o de florista.
Mas desconcierta el asedio,
La imperiosa silueta
De su mano enguantada en seis y medio
Con parsimonia coqueta.
Y aquella aristocracia,
Anómala en tal barrio y a tal hora,
Insinúa en el peligro de su gracia
Una angustia embriagadora.
Quizá se llame Leonilda o Elisa...
Quizá en su persona se hermane,
Un doméstico aroma de melisa
A un mundano soplo de frangipane...
Quizá su figura indecisa
Reserve al amor de algún joven ladino,
En la inocencia de una futura sonrisa
La poesía de un ángel del destino.
Acaso en la muda
Fatalidad de una vulgar tragedia,
Con sens&ta virtud de clase media,
Cose para una madre viuda.
Quizá... Y en ese instante de familiar consuelo.
Tras el exacto campanillazo,
La desconocida, leve como un vuelo,
Desciende. ¡Qué ojos! ¡Qué boca! ¡Un pedazo
De legítimo cielo!
Como un claro témpano se congela
El plenilunio en el ámbito de la calle,
Donde aquel fino talle,
Sugiriendo ternuras de acuarela,
Pone un detalle
De excelente escuela.
La linda criatura,
Descubrió con casta indiferencia,
Para dar su saltito más segura,
Una pierna de infantil largura
Que puso su juventud en evidencia.
Y su cuello grácil,
Y su minucioso paso de doncella,
Bien dicen que no es aquella
Una chica fácil.
Muy luego ante su botella
Y su rosbif, el joven pasajero
Se ha puesto a pensar —¡qué bueno!— en una estrella.
Cuando, de pronto, un organillo callejero
Viene a entristecerle la vida,
Trayéndole en una romanza
El recuerdo de la desconocida.
—iAh!, ¿por qué no le ofreció una mano comedida?
¿Por qué olvidamos así la buena crianza?
¡Cómo se sentiría de noble en su presencia!
¡Con qué bienestar de hermanos.
Comentarían fielmente sus manos
Una hora mutua de benevolencia!
Y entre divagaciones remotas,
De melancolía y de indolencia,
Por la calle que mide con popular frecuencia
El paso notorio de las cocotas;
Vuelve Fulano a verla, en un estado
De ternura infinita,
Con cierta noble cuita
De novio infortunado.
El café le pone las ideas de luto,
Y lo molesta con absurda inquina,
Cierto aire sardónico en el mozo enjuto
Que aguarda su propina.
Pero aún se queda padeciendo largo rato,
Y monda que te monda
Los dientes. (Qué diablos, esas comidas de fonda
Son el martirio del celibato.)
Para colmo el organillo, de dónde
Saca, después de su más dulce habanera.
La donna é mobile —una verdadera
Necedad de lindo conde...
El pobre Fulano,
Vuelve a evocar, vagamente poeta,
La suave silueta
De la muchacha del tranvía suburbano.
Dulce academia de luna,
De luna espolvoreada
Al pastel, en una
Ceniza verde, entre verde y dorada.
¡Verdaderamente hay encuentros sin fortuna! | es |
Rasch_Isla,Miguel | <XXI | Nocturno | Alta noche. Silencio. Soledad. Por la acera
como un fantasma cruzo con medrosas pisadas;
llovizna de noviembre, calles abandonadas,
pitos de los serenos en la sombra agorera.
No me conturba el alma ni el recuerdo siquiera;
ni inquietudes presentes, ni congojas pasadas;
sólo siento el fastidio de las vidas cansadas
y el desdén indolente del que ya nada espera.
De tal modo lo triste de la noche se aduna
al mortal desamparo de mi vida, que siento
que mi vida y la noche se fundieron en una.
Rompe el cantar de un gallo vigilante el mutismo,
y yo, como si huyera de otro ser, alimento
la ansiedad torturante de escapar de mí mismo. | es |
Martínez,Daniel_Omar | XXI | Bar_El_Quitapenas | Apenas veintitantos años
y una botella a punto de morir
allí donde los sueños
son fáciles de conseguir,
y una mujer que temblaba
sus miedos en la almohada
rojo de envidia Humphrey Bogart
se refugiaba en Casablanca.
Amanecíamos sentados en un bar
viajando a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
en busca de imposibles,
sabíamos de todos los asuntos
incluso de política internacional
y aquellos que por oscuros
nunca conviene revelar...
Y quizás por culpa de la cerveza
un serio estado de felicidad
se nos subía a la cabeza
rayando la imbecilidad,
pero que se puede hacer
con tanto mundo a nuestros pies
heridas que no llegaban a llanto
y sobre todo nada que perder.
La vida fue poniendo desatinos
las cosas cambiaron de lugar
y muchas veces nos perdimos
las citas que esperaban en el bar,
el mundo a veces es algo extraño
nos quita aquello que nos da
Y sin querer nos hace daño:
nos paga con la soledad.
El tiempo pasó aún para nosotros
que nunca quisimos crecer
y en cada uno de los rostros
se nos dibujó un ayer
y que grandes están tus hijos
y no me vas a creer
y a que hora te dijo
que vuelvas tu mujer
Y mientras en el mismo bar
viajamos a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
que dejó sus cicatrices,
y aun hablamos de esos asuntos
que requieren de nuestra autoridad
incluso aquellos que por oscuro
nunca conviene revelar...
Amanecíamos sentados en un bar
viajando a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
en busca de imposibles,
sabíamos de todos los asuntos
incluso de política internacional
y aquellos que por oscuros
nunca conviene revelar...
Y quizás por culpa de la cerveza
un serio estado de felicidad
se nos subía a la cabeza
rayando la imbecilidad,
pero que se puede hacer
con tanto mundo a nuestros pies
heridas que no llegaban a llanto
y sobre todo nada que perder.
La vida fue poniendo desatinos
las cosas cambiaron de lugar
y muchas veces nos perdimos
las citas que esperaban en el bar,
el mundo a veces es algo extraño
nos quita aquello que nos da
Y sin querer nos hace daño:
nos paga con la soledad.
El tiempo pasó aún para nosotros
que nunca quisimos crecer
y en cada uno de los rostros
se nos dibujó un ayer
y que grandes están tus hijos
y no me vas a creer
y a que hora te dijo
que vuelvas tu mujer
Y mientras en el mismo bar
viajamos a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
que dejó sus cicatrices,
y aun hablamos de esos asuntos
que requieren de nuestra autoridad
incluso aquellos que por oscuro
nunca conviene revelar...
Y quizás por culpa de la cerveza
un serio estado de felicidad
se nos subía a la cabeza
rayando la imbecilidad,
pero que se puede hacer
con tanto mundo a nuestros pies
heridas que no llegaban a llanto
y sobre todo nada que perder.
La vida fue poniendo desatinos
las cosas cambiaron de lugar
y muchas veces nos perdimos
las citas que esperaban en el bar,
el mundo a veces es algo extraño
nos quita aquello que nos da
Y sin querer nos hace daño:
nos paga con la soledad.
El tiempo pasó aún para nosotros
que nunca quisimos crecer
y en cada uno de los rostros
se nos dibujó un ayer
y que grandes están tus hijos
y no me vas a creer
y a que hora te dijo
que vuelvas tu mujer
Y mientras en el mismo bar
viajamos a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
que dejó sus cicatrices,
y aun hablamos de esos asuntos
que requieren de nuestra autoridad
incluso aquellos que por oscuro
nunca conviene revelar...
La vida fue poniendo desatinos
las cosas cambiaron de lugar
y muchas veces nos perdimos
las citas que esperaban en el bar,
el mundo a veces es algo extraño
nos quita aquello que nos da
Y sin querer nos hace daño:
nos paga con la soledad.
El tiempo pasó aún para nosotros
que nunca quisimos crecer
y en cada uno de los rostros
se nos dibujó un ayer
y que grandes están tus hijos
y no me vas a creer
y a que hora te dijo
que vuelvas tu mujer
Y mientras en el mismo bar
viajamos a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
que dejó sus cicatrices,
y aun hablamos de esos asuntos
que requieren de nuestra autoridad
incluso aquellos que por oscuro
nunca conviene revelar...
El tiempo pasó aún para nosotros
que nunca quisimos crecer
y en cada uno de los rostros
se nos dibujó un ayer
y que grandes están tus hijos
y no me vas a creer
y a que hora te dijo
que vuelvas tu mujer
Y mientras en el mismo bar
viajamos a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
que dejó sus cicatrices,
y aun hablamos de esos asuntos
que requieren de nuestra autoridad
incluso aquellos que por oscuro
nunca conviene revelar...
Y mientras en el mismo bar
viajamos a países increíbles,
viejos muelles de algún mar
que dejó sus cicatrices,
y aun hablamos de esos asuntos
que requieren de nuestra autoridad
incluso aquellos que por oscuro
nunca conviene revelar... | es |
Aridjis,Homero | <XXI | Silencio_En_El_Esplendor_Plateado | Silencio en el esplendor plateado
de las sardinas muertas
sobre la barca azul | es |
Ramos_Sucre,José_Antonio | <XXI | Nos_Recogíamos_En_Un_Cauce_Labrado_Por_Las_Aguas_De_La_Lluvia | Nos recogíamos en un cauce labrado por las aguas de la lluvia y respirábamos del sobresalto perenne. Los torbellinos de tierra cegaban el horizonte.
Las nubes regaban al azar y brevemente el país del ensueño. El sol mitigaba la arena cándida y el guijarro de bronco perfil esparciendo una gasa de amatista, dibujando una ilusión vespertina del Bósforo.
No osábamos elevar la voz en el silencio ritual. El pensamiento se anegaba en el éxtasis infinito. El polvo continuaba indemne bajo el pie elástico del camello. Los guías invocaban en secreto el nombre y la asistencia de Moisés.
Los monjes de un convento secular, adictos al dogma griego, comparecieron a facilitarnos la visita del área del resol. Habían labrado su casa guerrera y feudal en presencia de un bajo relieve esculpido en la faz de una piedra. Yo reconocí la efigie de Sesostris.
Siempre he guardado algún desvío a las reliquias del reino del Faraón y les he atribuido anuncios malignos. Un salteador de los arenales, señalado por un tatuaje supersticioso, me visitó con el fin de venderme un arco infalible, de fábrica milenaria y de una sola saeta recurrente. Yo pensé en el privilegio del martillo de Thor.
Yo disparé el arma falaz en seguimiento de unas aves grifas, encarnizadas con las liebres. Yo perdía de vista la fuga de la saeta en el seno del aire y el volátil amenazado se desvanecía en la calina del estío.
Un dolor me derribó súbitamente en el caudal de mi sangre.
Las nubes regaban al azar y brevemente el país del ensueño. El sol mitigaba la arena cándida y el guijarro de bronco perfil esparciendo una gasa de amatista, dibujando una ilusión vespertina del Bósforo.
No osábamos elevar la voz en el silencio ritual. El pensamiento se anegaba en el éxtasis infinito. El polvo continuaba indemne bajo el pie elástico del camello. Los guías invocaban en secreto el nombre y la asistencia de Moisés.
Los monjes de un convento secular, adictos al dogma griego, comparecieron a facilitarnos la visita del área del resol. Habían labrado su casa guerrera y feudal en presencia de un bajo relieve esculpido en la faz de una piedra. Yo reconocí la efigie de Sesostris.
Siempre he guardado algún desvío a las reliquias del reino del Faraón y les he atribuido anuncios malignos. Un salteador de los arenales, señalado por un tatuaje supersticioso, me visitó con el fin de venderme un arco infalible, de fábrica milenaria y de una sola saeta recurrente. Yo pensé en el privilegio del martillo de Thor.
Yo disparé el arma falaz en seguimiento de unas aves grifas, encarnizadas con las liebres. Yo perdía de vista la fuga de la saeta en el seno del aire y el volátil amenazado se desvanecía en la calina del estío.
Un dolor me derribó súbitamente en el caudal de mi sangre.
No osábamos elevar la voz en el silencio ritual. El pensamiento se anegaba en el éxtasis infinito. El polvo continuaba indemne bajo el pie elástico del camello. Los guías invocaban en secreto el nombre y la asistencia de Moisés.
Los monjes de un convento secular, adictos al dogma griego, comparecieron a facilitarnos la visita del área del resol. Habían labrado su casa guerrera y feudal en presencia de un bajo relieve esculpido en la faz de una piedra. Yo reconocí la efigie de Sesostris.
Siempre he guardado algún desvío a las reliquias del reino del Faraón y les he atribuido anuncios malignos. Un salteador de los arenales, señalado por un tatuaje supersticioso, me visitó con el fin de venderme un arco infalible, de fábrica milenaria y de una sola saeta recurrente. Yo pensé en el privilegio del martillo de Thor.
Yo disparé el arma falaz en seguimiento de unas aves grifas, encarnizadas con las liebres. Yo perdía de vista la fuga de la saeta en el seno del aire y el volátil amenazado se desvanecía en la calina del estío.
Un dolor me derribó súbitamente en el caudal de mi sangre.
Los monjes de un convento secular, adictos al dogma griego, comparecieron a facilitarnos la visita del área del resol. Habían labrado su casa guerrera y feudal en presencia de un bajo relieve esculpido en la faz de una piedra. Yo reconocí la efigie de Sesostris.
Siempre he guardado algún desvío a las reliquias del reino del Faraón y les he atribuido anuncios malignos. Un salteador de los arenales, señalado por un tatuaje supersticioso, me visitó con el fin de venderme un arco infalible, de fábrica milenaria y de una sola saeta recurrente. Yo pensé en el privilegio del martillo de Thor.
Yo disparé el arma falaz en seguimiento de unas aves grifas, encarnizadas con las liebres. Yo perdía de vista la fuga de la saeta en el seno del aire y el volátil amenazado se desvanecía en la calina del estío.
Un dolor me derribó súbitamente en el caudal de mi sangre.
Siempre he guardado algún desvío a las reliquias del reino del Faraón y les he atribuido anuncios malignos. Un salteador de los arenales, señalado por un tatuaje supersticioso, me visitó con el fin de venderme un arco infalible, de fábrica milenaria y de una sola saeta recurrente. Yo pensé en el privilegio del martillo de Thor.
Yo disparé el arma falaz en seguimiento de unas aves grifas, encarnizadas con las liebres. Yo perdía de vista la fuga de la saeta en el seno del aire y el volátil amenazado se desvanecía en la calina del estío.
Un dolor me derribó súbitamente en el caudal de mi sangre.
Yo disparé el arma falaz en seguimiento de unas aves grifas, encarnizadas con las liebres. Yo perdía de vista la fuga de la saeta en el seno del aire y el volátil amenazado se desvanecía en la calina del estío.
Un dolor me derribó súbitamente en el caudal de mi sangre.
Un dolor me derribó súbitamente en el caudal de mi sangre. | es |
Figueroa,Francisco_de | <XXI | Soneto_Xxvii | La amarillez y la flaqueza mía,
El comer poco y el dormir perdido,
La falta cuasi entera del sentido,
El débil paso, y la voz ronca y fría;
La vista incierta, y el más largo día
En suspiros y quejas repartido,
Alguno pensará que haya nacido
De la pasada trabajosa vía:
Y sabe bien amor, que otro tormento
Me tiene tal; y otra razón más grave
Mi antigua gloria en tal dolor convierte:
Amor solo lo sabe, y yo lo siento:
Si Fili lo supiese: ¡oh mi suave
Tormento, oh dolor dulce, oh dulce muerte! | es |
Luis,Leopoldo_de | <XXI | Siempre_Seremos_Dos,_¡Qué_Pobre_Historia! | Siempre seremos dos, ¡qué pobre historia!
El que quisimos ser —el que pensamos y
el que se mueve en duras realidades
y hace almoneda de su vida a diario.
No hay reconciliación entre nosotros
aunque firmemos sucesivos pactos
como pactando van la noche, el día
y son en corazón de luz contrarios.
Los primeros nosotros no hemos sido:
esta guerra civil no la he inventado
yo. Sé muy bien que no es un sueño,
que no es un viejo retoñar romántico.
La realidad frente al deseo —¡ah, Luis
Cernuda!— siempre en pleito inacabado.
Yo no soñé, viví. La vida es doble
juego, trampa, reparto
de segundos papeles o de historias
cambiadas de acto en acto.
Aquí no pone nadie azules velos
de idealidad de arcángeles sonámbulos.
Un hombre pone vivo, a ras de tierra,
a ras de hueso y corazón golpeando.
Un hombre que no quiere cegar y que comprende
a costa de dolor y desencanto
que somos dos en guerra, en pena, en muerte
por mutuo asesinato. | es |
Brines,Francisco | <XXI | Toda_Esta_Hermosa_Tarde,_De_Poca_Luz | Toda esta hermosa tarde, de poca luz,
caída sobre los grises bosques de Inglaterra,
es tiempo.
Tiempo que está muriendo
dentro de mis tranquilos ojos,
mezclándose en el tiempo que se extingue.
Es en la vida todo
transcurrir natural hacia la muerte,
y el gratuito don que es ser, y respirar,
respira y es hacia la nada angosta.
Con sosegados ojos miro el bosque,
con tal gracia latiendo
que me parece un soplo de su espíritu
esa dicha invisible que a mi pecho ha venido.
Cual se cumple en el hombre
también se ha de cumplir la vida de la tierra;
la débil vecindad que es realidad ahora,
distancia tenebrosa será luego,
toda será negrura.
Miro, con estos ojos vivos, la oscuridad del bosque.
Y una dicha más honda llega al pecho
cuando, a la soledad que me enfriaba,
vienen borrados rostros, vacilantes
contornos de unos seres
que con amor me miran, compañía demandan,
me ofrecen, calurosos, su ceniza.
Cercado de tinieblas, yo he tocado mi cuerpo
y era apenas rescoldo de calor,
también casi ceniza.
y sentido después que mi figura se borraba.
Mirad con cuánto gozo os digo
que es hermoso vivir. | es |
Peza,Juan_de_Dios | <XXI | ¿Suspiros?..._¡Aire!..._¿Lágrimas?..._¡Agua! | ¿Suspiros?... ¡Aire!... ¿Lágrimas?... ¡Agua!
¿Insomnios?... ¡Nervios! Tenéis razón:
¡Y yo no duermo, llorando penas!
¡Y yo suspiro, sintiendo amor!
Seres felices los que ignoramos
Que amor, ternura, dicha y pesar,
Sólo son causas que determinan
Las secreciones del lagrimal.
Hay algo oculto, misterio santo,
De nuestra vida fuerza y poder,
Ignota llama, constante impulso
Que todos sienten, que nadie ve.
¿La sangre acaso? ¡callad, ilusos!
¿La sangre puede reír, llorar?
¿Guardan sus globos los pensamientos,
Las esperanzas, lo inmaterial?
¿Quizá los nervios? Hilos que llevan
Hasta el cerebro la sensación,
¿También trasmiten los sentimientos
Que nos elevan buscando a Dios?
Duermo en la alcoba sola y oscura,
Y no es tan negra mi soledad,
Pues ya dormido, con otros ojos
Miro las formas de lo ideal.
¿En qué pupilas y en qué retina
Se graba el ángel que alcanzo a ver?
¿Por qué sin ojos mirarlo puedo,
Y estando mudo, le hablo también?
¡Sangre! No bastas para la mente.
Prestas al barro tinte y color;
Y de igual modo correr podrías
Dentro la estatua de Pigmalión.
Mas este impulso secreto y vago
Que le llamamos sentir, pensar;
Que nos eleva, que nos contiene,
Que deja al barro, y al cielo va;
Esta secreta llama que encierra
Conciencia, juicio, talento, amor;
Que no se palpa, que no se mide:
La fe, la gloria, la inspiración;
No está en los nervios ni está en la sangre;
¡No! que si fuese materia vil,
Cuando se duerme bajo la tumba,
Con sangre y nervios quedara allí.
Eso es eterno. La ciencia, el arte,
Reflejos suyos siempre serán.
Fuera del alma ¡cuán pobres somos!
¡Todo se muere! ¡Todo se va! | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Sombra_Profunda._El_Salmo_De_Mi_Vida | Sombra profunda. El salmo de mi vida
se ahoga en el silencio de la muerte;
y como un buzo, en la futura suerte
sumergo la cabeza estremecida...
Tal como un ave con el ala herida,
yace la estrofa de mi laúd inerte:
ojalá que otro vate la despierte,
porque no muerta está, sino dormida...
Pulse otro vate mi laúd de acero;
y entonces, como flechas, mis canciones,
rápidas tomarán rumbo certero;
y cada verso que germine y se abra
será el Juicio Final de los mandones
y la Resurrección de la Palabra... | es |
Selgas_y_Carrasco,José | <XXI | En_Religioso_Silencio | En religioso silencio,
En calma triste y profunda,
Praderas, montes y valles,
Ni suspiran ni murmuran.
Miles de blancas estrellas
Brillan con luz moribunda;
Otras allá en Occidente
Se desvanecen confusas.
El alba apenas sonríe,
Velando mal su hermosura
El casto velo que bordan
Ligeras franjas de púrpura.
La brisa vuela impaciente,
Tímida, indecisa y muda,
Y ni las hojas agita,
Ni el hondo silencio turba,
Y más el alma la siente
Que los oídos la escuchan.
Sobre sus tallos dormidas
Las flores el aura arrulla;
Y en leves ondulaciones
Con suavidad las columpia.
Despierta una flor, y alzando
Al cielo la frente pura,
En éxtasis inefable
Las lozanas hojas junta;
Y del pudoroso seno
Brotando la esencia oculta,
Manda a la aurora el suspiro
De su amor y su ternura.
Entonces maravillosa
Sobre su frente fulgura
Una gota de rocío
Con que el alba la saluda;
Perla que baña sus hojas
Y el tierno cáliz fecunda.
La clara luz de la aurora
Prados y valles inunda,
Arroyos, auras y flores
Puros acentos modulan.
La tierna Angélica muestra
Tan delicada frescura,
Que es, por lo hermosa, la reina
De aquella pradera inculta.
Las flores todas la miran,
Las mariposas la buscan,
Las auras en ella sola
Sus blandas alas perfuman;
Y porque sus ondas bese,
La fuente a sus pies murmura,
Ofreciéndole en tributo
Sueltos encajes de espuma
La flor sonríe, se inclina,
Y entre el follaje se oculta. | es |
Pérez,David | XXI | Y_Para_Qué_Vivir... | Y para qué vivir, si no es contigo;
si no puedo besar tu dulce pecho.
Si el tiempo que me toca es tan estrecho
que no tengo ni el abrazo que mendigo.
Sólo aplaca mi sed tu cuerpo amigo.
Encadéname tú sobre tu lecho.
Contempla mi corazón que, tan maltrecho,
quiere la muerte más que este castigo.
Serás mi sinvivir y mi consuelo;
serás calma que a saco en mi voz entre.
Puedes mi infierno ser, pero sé cielo
y suspiro de amor sobre mi vientre.
Y cuando quiera Dios, yo seré el velo
que tu piel cubrirá donde te encuentres.
Sólo aplaca mi sed tu cuerpo amigo.
Encadéname tú sobre tu lecho.
Contempla mi corazón que, tan maltrecho,
quiere la muerte más que este castigo.
Serás mi sinvivir y mi consuelo;
serás calma que a saco en mi voz entre.
Puedes mi infierno ser, pero sé cielo
y suspiro de amor sobre mi vientre.
Y cuando quiera Dios, yo seré el velo
que tu piel cubrirá donde te encuentres.
Serás mi sinvivir y mi consuelo;
serás calma que a saco en mi voz entre.
Puedes mi infierno ser, pero sé cielo
y suspiro de amor sobre mi vientre.
Y cuando quiera Dios, yo seré el velo
que tu piel cubrirá donde te encuentres.
y suspiro de amor sobre mi vientre.
Y cuando quiera Dios, yo seré el velo
que tu piel cubrirá donde te encuentres. | es |
Jovellanos,Gaspar_Melchor | <XXI | Idilio_Sexto_A_La_Misma | No sale más galana
por las doradas puertas
de Oriente, del anciano
Titón la esposa bella,
que sales tú a mis ojos,
oh dulce Galatea,
cuando a gozar del día
el blando lecho dejas;
ni más resplandeciente
su cara al cielo enseña
la plateada luna,
que el tuyo tú a la tierra,
do imprimen hoy tus plantas
la delicada huella.
Sin duda de las gracias
el coro, a tu lindeza
añade en esta hora
mil perfecciones nuevas:
brilla tu frente hermosa
con luz muy más serena,
y como al cielo el iris,
así tus negras cejas
dividen el nevado
contorno de tu esfera;
tus ojos... Musa mía,
¿cómo tu voz pudiera
los rutilantes ojos
pintar de Galatea?
¿Quién me dará que junte
del sol las luces bellas,
las sombras de la noche
y el fuego de la esfera,
para pintar los brillos,
la gracia y la viveza
de tus divinos ojos,
oh dulce Galatea?
Absorta el alma mía
los mira y los contempla,
sus luces la embriagan,
sus llamas la penetran.
Veo que en tus mejillas
la rosa bermejea,
y del clavel purpúreo
tus labios son afrenta.
Juegan sobre tu boca
las risas halagüeñas,
y en el ebúrneo pecho
la cándida azucena
derrama su blancura.
¡Ay Dios, cuántas bellezas
mis ojos inflamados
registran en tu esfera!
¡Ah, no me las ocultes,
oh cruda Galatea!
¡Guarte, que no se enoje,
si al mundo se las niegas,
la mano bienhechora
de la Naturaleza!
¿Criólas por ventura
para que no se vieran?
Si es ella generosa,
¿por qué eres tú avarienta? | es |
Gelman,Juan | <XXI | La_Rueda | El arco o puente que va
de tu mano a la mía cuando
no se tocan, abre
una flor intermedia.
¿Qué toca, qué retoca, qué trastoca
ese vacío de las manos
solas en su fatiga?
Nace una flor, sí,
se agosta en mayo como una
equivocación de la lengua
que se equivoca , sí.
¿Por qué este horror?
En la página de nosotros mismos
tu cuerpo escribe. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Esto_Habrá_De_Ser_Largo._Todo_Un_Mes._¡Qué_Cansada | Esto habrá de ser largo. Todo un mes. ¡Qué cansada
Durante un mes mi vida, sin tu charla adorada!
En mi última carta te dije que creía,
Que pensaba habituarme, que al fin valor tendría.
Sí, valor... pero sólo valor por un momento.
Después, mi dolor vuelve, vuelve como tormento.
Aquí está, lo percibo, lo siento aquí en mi alcoba;
Me persigue, me arrastra, y el sosiego me roba;
Va por entre los muebles, por las salas sombrías...
¡Ah! Estas noches sin besos, en soledad profunda.
Estas tristes mañanas sin oír «¡Buenos
días!»
Estas noches sin sueño,
En que tantos recuerdos de un pasado risueño
Se agolpan a mi mente conturbada;
Recuerdos que tu aliento no llena, ni el aroma
Que los cabellos tuyos dejan en tu almohada.
Si supieras qué horrible fastidio es verse solo,
¡Qué tristes noches, qué angustiosos días!
La alcoba me parece como muerta, la alcoba
En que orden y desorden siempre poner sabías.
Y después los armarios y puertas, un ruido
Hacen tan diferente, tan raro, entre la sombra,
Como un eco de queja dolorida,
De malestar muy hondo que persiste,
Y que en este vacío va poniendo algo triste,
Como la lluvia en torno de una cita incumplida.
Un son lúgubre todo va adquiriendo:
Ya voz que canta en notas desoladas,
O ya el grito de un niño, él son de un piano,
O en la escalera, al lado, fugitivas pisadas;
Y de pronto, en la calle, sordo rumor lejano,
Que se va, que se extingue... se extingue lentamente,
Y después, en la casa, las voces de las criadas...
Y Marta qué se queja, que regaña insistente,
Y para la comida pide órdenes. ¿Qué puedo
Decirle? Ni tengo hambre. Pues sabrás que en mi mente
Una idea grabada se encuentra solamente:
Esperar, solitario —mi angustia el cielo sabe—
Que este mes ¡ay! tan largo, tan largo, pronto acabe.
Para muchos el tiempo pasa siempre volando.
Y por creer me esfuerzo, con el alma dolida,
Que este mes, para ellos y para mí, en la vida
Será un mes como todos, que irá veloz pasando.
Y mientras tanto, cartas me ocupo en escribirte,
En que nunca he encontrado gran cosa que decirte;
De esas cartas que poco siempre dicen o nada,
Sin la voz, las sonrisas, el gesto y la mirada,
Y que sin eso siempre mal decimos
Todo lo que sentimos;
Y entonces ¿con qué fin ese deseo
Que nos hace escribir lo que escribimos?
Tenemos fe que en charlas de correo
Algo del alma va; pero esos largos
Monólogos de pluma deficiente
Siempre han hecho en la vida que la distancia aumente
La retórica indócil a que siempre le falta
En desoladas horas,
Y cual solaz de fiesta,
Lo que esas charlas hace encantadoras:
El íntimo placer de la respuesta.
Solo estoy. Hasta pronto, tú, ¡vida de mi vida!
¿Cierto es lo que me escribes en tu carta adorada?
¿Conque pensaste en ambos al quedarte dormida?
Mi corazón te envío, mi alma destrozada.
Te envío mi amargura, mi vida desolada,
Sin placer, sin los dulces pasados embelesos;
Y, corno suave arrullo de tu noche callada,
Muchos besos, más besos, siempre besos y besos. | es |
Pardo_García,Germán | <XXI | Os_Quisiera_Implorar:_¡Emancipadme | Os quisiera implorar: ¡emancipadme,
nubes que vais en libertad, serenas!
¡Venid a mis sequías, aguas plenas,
y ya líquido y puro trasladadme!
Vientos sin sumisión: ¡arrebatadme!
¡Volved serenidad, hondas colmenas,
este nocturno asalto de mis venas,
y vuestros ruidos productores dadme!
Pero estoy en mitad de un claroscuro
mirando al Tiempo y horadando muro
de soledades con cincel sombrío,
mientras la voz que al invocar quisiera,
se ahoga en la podrida primavera
de un equinoccio inválido y vacío. | es |
Caballero,Adelaida | XXI | Lamentación | En el valle era la noche
madre sumergida con el lago a la cintura.
Por la boca negra del destierro
fueron dados nombres a las barcas
en la caligrafía de las flores.
Anduve los muelles,
busqué un nombre que en pedazos
se pareciera al mío.
No hubo.
Y para callarme las alondras
excavé la tierra con los párpados
dispuesta a encontrar el nombre grave de la piedra
pero de los muslos de la madre ensangrentada,
era una mujer que no era yo la que nacía. | es |
Etxeba,Carlos | XXI | Plegarias_Celestiales | La noche es una catedral de estrellas
con vidrieras de viento conopiales.
Las nubes cobijan altares cartujales
con capiteles de sombras sinodales.
La noche encierra en catafalcos las tinieblas
e ilumina con astros sus retablos.
Las columnas vegetales de las ramas
son nervaduras de alabastro fantasmales
y el bosque susurra lentamente
letanías de responsos ideales.
La bóveda flotante de la noche
se sustenta en arcos ojivales.
Un coro gótico de olas conventuales
murmura sus rezos monacales.
Envuelta en el incienso de la niebla
asciende mi oración hacia los cielos,
mientras replican las luces de los astros
un rosario de plegarias celestiales.
Las nubes cobijan altares cartujales
con capiteles de sombras sinodales.
La noche encierra en catafalcos las tinieblas
e ilumina con astros sus retablos.
Las columnas vegetales de las ramas
son nervaduras de alabastro fantasmales
y el bosque susurra lentamente
letanías de responsos ideales.
La bóveda flotante de la noche
se sustenta en arcos ojivales.
Un coro gótico de olas conventuales
murmura sus rezos monacales.
Envuelta en el incienso de la niebla
asciende mi oración hacia los cielos,
mientras replican las luces de los astros
un rosario de plegarias celestiales.
La noche encierra en catafalcos las tinieblas
e ilumina con astros sus retablos.
Las columnas vegetales de las ramas
son nervaduras de alabastro fantasmales
y el bosque susurra lentamente
letanías de responsos ideales.
La bóveda flotante de la noche
se sustenta en arcos ojivales.
Un coro gótico de olas conventuales
murmura sus rezos monacales.
Envuelta en el incienso de la niebla
asciende mi oración hacia los cielos,
mientras replican las luces de los astros
un rosario de plegarias celestiales.
Las columnas vegetales de las ramas
son nervaduras de alabastro fantasmales
y el bosque susurra lentamente
letanías de responsos ideales.
La bóveda flotante de la noche
se sustenta en arcos ojivales.
Un coro gótico de olas conventuales
murmura sus rezos monacales.
Envuelta en el incienso de la niebla
asciende mi oración hacia los cielos,
mientras replican las luces de los astros
un rosario de plegarias celestiales.
La bóveda flotante de la noche
se sustenta en arcos ojivales.
Un coro gótico de olas conventuales
murmura sus rezos monacales.
Envuelta en el incienso de la niebla
asciende mi oración hacia los cielos,
mientras replican las luces de los astros
un rosario de plegarias celestiales.
Un coro gótico de olas conventuales
murmura sus rezos monacales.
Envuelta en el incienso de la niebla
asciende mi oración hacia los cielos,
mientras replican las luces de los astros
un rosario de plegarias celestiales.
Envuelta en el incienso de la niebla
asciende mi oración hacia los cielos,
mientras replican las luces de los astros
un rosario de plegarias celestiales. | es |
Cabral,Manuel_del | <XXI | Tavito,_El_Limpiabotas | Mientras los soldados descansan, mientras tejen
lo que van a contarles a su novia en Virginia,
lo que tal vez ni callen: que dejaron preñadas
hermanas de estudiantes cazados con bazookas,
sin que les pasen sumario, ni siquiera
que los molesten para interrogarles...
Tavito, el limpiabotas, cuya sonrisa
siempre es un lujo sobre sus andrajos...,
limpia por diez centavos las botas que invadieron,
las botas que están sucias
a pesar de estar limpias...
Por supuesto, Tavito, que yo sé que tú sabes
que los legisladores y otros de sueldo oculto,
con sus pequeños intereses desinfectados...
rematan como anillo de cobre
todo lo que sirvió para hacer un país,
cuya palabra patria ellos la usan
igual que el beso sucio de la puta,
porque no juegan limpio ni en su casa.
Eso lo sabes tú, lo saben tus calzones
que orgullosos remiendan tu mañana.
Por eso estás tranquilo, cuando los invasores
le tiran diez centavos a tu sudor de ángel.
Por eso,
tú no discutes, no tienes nada que defender
con los que te saquearon la palabra
y engordan con la miga que les escupe el amo.
Tú no tienes otra cosa, sólo tienes
tu caja limpiabotas donde guardas tu honor,
y el catre donde duerme por tumo tu familia,
mientras los diputados, los ministros,
lo tienen todo, lo manejan todo,
y sin embargo, estos señores
te quieren obligar a defender la tierra,
una tierra que nunca ha sido tuya,
unos bienes que nunca tocaron tus testículos,
son las cosas
que nunca defendieron las manos de los amos,
ellos,
que desde su confort, impunes e inmundos,
ven pasar el orgullo con fusiles,
y llaman sus serviles carniceros
para que al otro día
la vergüenza amanezca asesinada.
Sin embargo, pequeña higiene de la historia tú,
tú les limpias los pies, no los zapatos,
los zapatos se van, los pies se quedan...
Se te alargan, Tavito, te crecen hacia dentro
tus manos de raíces,
tus manos populares que son calles profundas. | es |
Moreno_Villa,José | <XXI | Vivo_Y_Sueño | Hunde la rama del sauce
en la alberca su fatiga;
levanta el ciprés su lanza
infatigable a los cielos.
Con el sauce, vivo.
Con el ciprés, sueño.
Lánguida rama de sauce
me cuelga entenebrecida.
Lanza efe ciprés emerge
de mi piel hasta el misterio.
Con el sauce, vivo.
Con el ciprés, sueño.
Un cansancio secular
baja, baja, baja a tierra.
Sube, sube, sube altivo
el secular pensamiento.
Con el sauce, vivo.
Con el ciprés, sueño.
Todo me cansa y me rinde
si no es mío, si es del mundo.
Todo me embelesa y lanza
si lo miro y lo penetro.
Nada vivo
si no lo sueño. | es |
Gelman,Juan | <XXI | La_Victoria | En un libro de versos salpicado
por el amor, por la tristeza, por el mundo,
mis hijos dibujaron señoras amarillas,
elefantes que avanzan sobre paraguas rojos,
pájaros detenidos al borde de una página,
invadieron la muerte,
el gran camello azul descansa sobre la palabra ceniza,
una mejilla se desliza por la soledad de mis huesos,
el candor vence al desorden de la noche. | es |
Flórez,Julio | <XXI | Desde_Aquel_Día,_Refrené_La_Amarga | Desde aquel día, refrené la amarga
obsesión de morir; y, con paciencia,
Madre, por ti, llevé de la existencia,
calladamente, la penosa carga.
¡Hoy que el recuerdo de tu amor embarga
mi corazón, resurge tu presencia
de Mártir, en la sombra y la inclemencia
de esta noche tan lúgubre y tan larga!
Óigote alzar tus fervorosas preces,
y, por poner a mis temores traba,
ocultarme tu angustia: ¡Cuántas veces,
por no hacerme sufrir —¡tarde lo entiendo!—
contuviste la tos que te mataba...
pues, sin saberlo yo... te ibas muriendo! | es |
Flores,Manuel_María | <XXI | Tu_Cabellera | Déjame ver tus ojos de paloma
cerca, tan cerca que me mire en ellos;
déjame respirar el blando aroma
que esparcen destrenzados tus cabellos.
Déjame así, sin voz ni pensamiento,
juntas las manos y a tus pies de hinojos,
embriagarme, en el néctar de tu aliento,
abrasarme en el fuego de tus ojos.
Pero te inclinas... La cascada entera
cae de tus rizos óndulos y espesos.
¡Escóndeme en tu negra cabellera
y déjame morir bajo tus besos! | es |
Becerra,Luz-Dary | XXI | Entre_Risas_Y_Recuerdos_Nuestro_Paso_Se_Detiene | Entre risas y recuerdos nuestro paso se detiene
La fuerza nos abandona y la esperanza se va
Como palomas sin nido que sostenerse no pueden
La vida casi se apaga y los hijos dónde están?
Un sentimiento nos duele al entregar nuestra vida
Buscando al final un poco de comprensión y piedad
Después de tanta agonía que con el tiempo se olvida
Esperamos que la muerte nos lleve a la eternidad
Ella nos brinda su abrazo con su eterna despedida
y es la única que en silencio sólo nos viene a besar
Ante tanta indiferencia que los hijos nos olvidan
Quiero dormir en la tierra para descansar en paz... | es |
Gómez_García,Elías_F. | XXI | Pasó,_Padre,_A_Aumentar_El_Entendernos | Pasó, padre, a aumentar el entendernos
el número de cosas imposibles;
ahora no estás, o estás en invisibles
regiones donde no podemos vernos.
Y sé que me querías, y yo te amaba
tanto a ti, pese a las desavenencias,
y al hondo divergir de tus creencias
con las que a mí mi tiempo me dictaba.
Ahora no estás; como siempre, la vida
se mostró avara, la muerte, temprana,
y te fuiste, y ya nunca nos veremos;
pero soy tú; la abrupta interrumpida
conversación prosigue; una mañana,
tarde o temprano, nos entenderemos,
y los dos, padre ausente, lo sabemos.
Y sé que me querías, y yo te amaba
tanto a ti, pese a las desavenencias,
y al hondo divergir de tus creencias
con las que a mí mi tiempo me dictaba.
Ahora no estás; como siempre, la vida
se mostró avara, la muerte, temprana,
y te fuiste, y ya nunca nos veremos;
pero soy tú; la abrupta interrumpida
conversación prosigue; una mañana,
tarde o temprano, nos entenderemos,
y los dos, padre ausente, lo sabemos.
Ahora no estás; como siempre, la vida
se mostró avara, la muerte, temprana,
y te fuiste, y ya nunca nos veremos;
pero soy tú; la abrupta interrumpida
conversación prosigue; una mañana,
tarde o temprano, nos entenderemos,
y los dos, padre ausente, lo sabemos.
pero soy tú; la abrupta interrumpida
conversación prosigue; una mañana,
tarde o temprano, nos entenderemos,
y los dos, padre ausente, lo sabemos.
y los dos, padre ausente, lo sabemos. | es |
Sinibaldi,Franceso | XXI | Scendeva_La_Notturna_E_Silenziosa_Quiete_Che_S'Alza_Silente_Alla_Foce_Del_Cuore | Scendeva la notturna e silenziosa quiete che s'alza silente alla foce del cuore, ed io, bimbetto invaghito dell'età più novella e di un chiarore donato all'alba dell'occhio
suo fuggente nei prati,solea canticchiare la casta e melodica voce di un tranquillo tramonto,e di un'età dell'oro ove anche i più accesi tra gli animi dei fior parean
gingillarsi nelle acque pulite e baciate a quel lugubre suono,ed al roseo di un notturno cantore. Chiaro m'appariva quel suo ciglio incantevole,e bello è ora il rimembrar
quell'era, e quelle note notturne dipinte di un magico rosa. | it |
López,Luis_Carlos | <XXI | Se_Vive,_Amada_Mía | Se vive, amada mía,
según y cómo... Yo
por la mañana tengo hipocondría
y por la noche bailo un rigodón.
¿Y qué? Pura ironía
del hígado, muchacha. En el amor
y en otras cosas de menor cuantía
todo depende de la digestión.
Que no fume, que olvide la lectura,
que no maldiga en ratos de amargura
y mil consejos más de este jaez,
como si se pudiera
vivir a la manera
de las calles tiradas a cordel... | es |
Paz,Octavio | <XXI | Semillas_Para_Un_Himno | El día abre la mano
Tres nubes
Y estas pocas palabras
Al alba busca su nombre lo naciente
Sobre los troncos soñolientos centellea la luz
Galopan las montañas a la orilla del mar
El sol entra en las aguas con espuelas
La piedra embiste y rompe claridades
El mar se obstina y crece al pie del horizonte
Tierra confusa inminencia de escultura
El mundo alza la frente aún desnuda
Piedra pulida y lisa para grabar un canto
La luz despliega su abanico de nombres
Hay un comienzo de himno como un árbol
Hay el viento y nombres hermosos en el viento | es |
Gelman,Juan | <XXI | La_Velocidad_De_La_Palabra_No_Es | La velocidad de la palabra no es
la velocidad de la sangre y no sé
quién traiciona a quién. ¿Cómo
se encima el horizonte
a la palabra cuándo, a su
cortejo de esperas que todo cambiarán?
La noche cae y se consuela,
pero caer no es un consuelo para mí.
Estoy parado en el espanto
mientras cantan los rostros del día y
no sé quién miente, ellos o yo. Al fondo pasa
el animal que huye
a gran velocidad. | es |
Unamuno,Miguel_de | <XXI | Rostro | Ese tu rostro, espejo de la Gloria, Mateo XXVI, 39.
cayó sobre la tierra, y la besaste,
madre, por despedida en tanto el beso
de tu Padre envolvíate la angustia
del oprimido pecho. Y de la tierra
tu sudor enjugó el polvo besándolo,
con ansia de abrevar a los olivos
que oían tus sollozos. Su follaje
temblaba sobre Ti, junto a las alas
del Ángel del Dolor. Y tú pedías
que te apartara el cáliz de la pena. Lucas XXII, 42, 44.
Mas no, mi Adán, que con sudor de sangre
regando nuestra tierra, has de ganarnos
el pan de nuestra vida. Confortándote
buscabas cobrar bríos en la lucha
con el sufrir, al toque de la tierra,
granero de dolores. Te faltaba
para hacerte más dios pasar congojas
de tormento de muerte. Así besaste
de corazones que en amor latieron
antaño la ceniza. Así besaste
el polvo que mejido a tu saliva Juan IX, 6.
dio vista al ciego. Por la tierra vemos
—yeldada por el jugo de tu lengua—,
con la que hablara el Verbo; por el barro
de que nos hizo Dios, y por la tierra,
viste el abismo de nuestra desgracia.
Con tierra, por tu Verbo hecha divina,
veremos los misterios de ultratumba,
los ojos restregándonos. No escondas Salmo XII, 1; XXVI, 9; XLIV, 24.
de nosotros tu rostro, que es volvernos,
chispas fatuas, a la nada matriz. | es |
Pombo,Rafael | <XXI | The_Manifest_Destiny | ¡Fuera perros cobardes, sucio resto
Del vil cadáver del orgullo hispano,
Que de amor del Edén americano,
Para escarnio del hombre el cielo ha puesto!
Allá vamos por fin. Disponeos presto
A besarle la planta al soberano.
Llegar, ver y vencer, como el romano,
Tal es nuestro destino manifiesto.
Y a Santa Rosa en son triunfal llegaron;
Y allí de Costa Rica al campesino
Con escopeta de cazar toparon.
¡Y fue tan manifiesto su destino,
Que en la carrera que ágiles pegaron
El botín olvidaron... y el camino!
manifiesto su destino, | es |
Eguren,José_María | <XXI | Pica,_Pica | Pica, pica
la metálica peña
Pedro de Acero.
En la sima
de la obscurosa guerra,
del mundo ciego.
Pesarosas,
como trenos y llantos,
se sienten voces.
De hora en hora
los primitivos salmos
y maldiciones.
Blondo el día
y el compás de la guzla
lejos, muy lejos.
Que en la mina,
más ponderoso, lucha
Pedro de Acero. | es |
Vallejo_Piñas,Andrés | XXI | Llámame_Desde_Tu_Lealtad_De_Seda | Llámame desde tu lealtad de seda;
no hay nada más verdadero. | es |
Rosario,Jorge_del | XXI | Pasó_María_—Por_Los_Pelos— | Pasó María —por los pelos—
la extraña encuesta
de «a la izquierda, a la derecha»
baile y cante
Ella,
venía de coger lisas
por el centro
de un túnel de canillas
delirante | es |
Benedetti,Mario | <XXI | Laberintos | De todos los laberintos el mejor
es el que no conduce a nada
y ni siquiera va sembrando indicios
ya que aquellos otros
esos pocos que llevan a alguna parte
siempre terminan en la fosa común
así que lo mejor es continuar vagando
entre ángulos rectos y mixtilíneos
pasadizos curvos o sinuosos
meandros existenciales / doctrinas en zigzag
remansos del amor / veredas del desquite
en obstinada búsqueda de lo inhallable
y si en algún momento se avizora
la salida prevista o imprevista
lo más aconsejable es retroceder
y meterse de nuevo y de lleno
en el dédalo que es nuestro refugio
después de todo el laberinto es
una forma relativamente amena
de aplazar cualquier postrimería
el laberinto / además de trillada metáfora
frecuentada por borges y otros aventajados
discípulos y acólitos del rey minos
es simplemente eso / un laberinto /
cortázar se quejaba / entre otras cosas /
de que ya no hubiera laberintos
pero qué sino un laberinto
es su rayuela descreída y fértil
forzado a elegir entre los más renombrados
digamos los laberintos de creta samos y fayum
me quedo con el de los cuentos de mi abuela
que no dejaba vislumbrar ninguna escapatoria
en verdad en verdad os digo que la única fórmula
para arrendar la esquiva eternidad
es no salir jamás del laberinto
o sea seguir dudando y bifurcándose y titubeando
o más bien simulando dudas bifurcaciones y titubeos
a fin de que los leviatanes se confundan
así y todo el laberinto es tabla de salvación
para aquellos que tienen vocación de inmortales
el único inconveniente es que la eternidad /
como bien deben saberlo el padre eterno
y su cohorte de canonizados /
suele ser mortalmente aburrida | es |
Maples_Arce,Manuel | <XXI | Urbe_I | He aquí mi poema
brutal
y multánime
a la nueva ciudad.
Oh ciudad toda tensa
de cables y de esfuerzos,
sonora toda
de motores y de alas.
Explosión simultánea
de las nuevas teorías
un poco más allá
En el plano espacial
de Whitman y de Turner
y un poco más acá
de Maples Arce.
Los pulmones de Rusia
soplan hacia nosotros
el viento de la revolución social.
Los asalta-braguetas literarios
nada comprenderán
de esta nueva belleza
sudorosa del siglo,
y las lunas
maduras
que cayeron,
son esta podredumbre
que nos llega
de las atarjeas intelectuales.
He aquí mi poema:
¡Oh ciudad fuerte
y múltiple,
hecha toda de hierro y de acero!
Los muelles. Las dársenas.
Las grúas.
Y la fiebre sexual
de las fábricas.
Urbe:
Escoltas de tranvías
que recorren las calles subversistas.
Los escaparates asaltan las aceras,
y el sol, saquea las avenidas.
Al margen de los días
tarifados de postes telefónicos
desfilan paisajes momentáneos
por sistemas de tubos ascensores.
Súbitamente,
¡oh el fogonazo
verde de sus ojos!
Bajo las persianas ingenuas de la hora
pasan los batallones rojos.
El romanticismo caníbal de la música yankee
ha ido haciendo sus nidos en los mástiles.
¡Oh ciudad internacional!
¿Hacia qué remoto meridiano
cortó aquel trasatlántico?
Yo siento que se aleja todo.
Los crepúsculos ajados
flotan entre la mampostería del panorama.
Trenes espectrales que van
hacia allá
lejos, jadeantes de civilizaciones.
La multitud desencajada
chapotea musicalmente en las calles.
Y ahora, los burgueses ladrones, se echarán a temblar
por los caudales
que robaron al pueblo,
pero alguien ocultó bajo sus sueños
el pentagrama espiritual del explosivo.
He aquí mi poema:
Gallardetes de hurras al viento,
cabelleras incendiadas
y mañanas cautivas en los ojos.
¡Oh ciudad
musical
hecha toda de ritmos mecánicos!
Mañana, quizás,
sólo la lumbre viva de mis versos
alumbrará los horizontes humillados. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Fue_En_Los_Días_Sombríos_En_Que_La_Patria,_Muerta | Fue en los días sombríos en que la patria, muerta
Parecía en su senda de sangre y amargura...
El prisionero duerme junto. La noche fría, oscura.
Los centinelas todos pasan la voz de alerta.
Ella, amor de su vida, logra entrar; lo despierta;
«¡Aquí la muerte. Parte!» le dicen con dulzura;
Y ante ruegos y llanto cambió de vestidura.
Ella quedó de hinojos, y él libre halló la puerta.
Pero al verse en la calle, con femenil vestido,
Él, fiero en los combates, que siempre con la espada
En alto, se abrió paso, sintiose envilecido;
Y en el instante mismo volvió al cuartel. Al día
Siguiente, su cabeza, lívida, ensangrentada,
En escarpia de hierro la multitud veía. | es |
Diego,Gerardo | <XXI | Valle_Vallejo | Albert Samain diría Vallejo dice
Gerardo Diego enmudecido dirá mañana
y por una sola vez Piedra de estupor
y madera dulce de establo querido amigo
hermano en la persecución gemela de los
sombreros desprendidos por la velocidad de los astros
Piedra de estupor y madera noble de establo
constituyen tu temeraria materia prima
anterior a los decretos del péndulo y a la
creación secular de las golondrinas
Naciste en un cementerio de palabras
una noche en que los esqueletos de todos los verbos intransitivos
proclamaban la huelga del te quiero para siempre siempre siempre
una noche en que la luna lloraba y reía y lloraba
y volvía a reír y a llorar
jugándose a sí misma a cara o cruz
Y salió cara y tú viviste entre nosotros
Desde aquella noche muchas palabras apenas nacidas fallecieron repentinamente
tales como Caricia Quizás Categoría Cuñado Cataclismo
Y otras nunca jamás oídas se alumbraron sobre la tierra,
así como Madre Mira Moribundo Melquisedec Milagro
y todas las terminadas en un rabo inocente
Vallejo tú vives rodeado de pájaros a gatas
en un mundo que está muerto requetemuerto y podrido
Vives tú con tus palabras muertas y vivas
Y gracias a que tú vives nosotros desahuciados acertamos a levantar los párpados
para ver el mundo tu mundo con la mula y
el hombre guillermosceundario y la tiernísima niña y
los cuchillos que duelen en el paladar
Porque el mundo existe y tú existes y nosotros probablemente
terminaremos por existir
si tú te empeñas y cantas y voceas
en tu valiente valle Vallejo | es |
Guillén,Jorge | <XXI | Siento_Que_Un_Ritmo_Se_Me_Desenlaza | Porque mi corazon de trovar non se quita
Siento que un ritmo se me desenlaza
De este barullo en que sin meta vago,
Y entregándome todo al nuevo halago
Doy con la claridad de una terraza,
Donde es mi guía quien ahora traza
Límpido el orden en que me deshago
Del murmullo y su duende, mas aciago
Que el gran silencio bajo la amenaza.
Se me juntan a flor de tanto obseso
Mal soñar las palabras decididas
A iluminarse en vivido volumen.
El son me da un perfil de came y hueso.
La forma se me vuelve salvavidas.
Hacia una luz mis penas se consumen. | es |
Cetina,Gutierre_de | <XXI | Como_Enfermo_A_Quien_Ya_Médico_Cierto | Como enfermo a quien ya médico cierto
dice que ha de morir si no se bebe
un vaso de ponzoña y no se atreve,
siéndole el daño de ello descubierto;
teme si dura el mal, que ha de ser muerto
antes que el medio peligroso pruebe,
y si para probarlo al fin se mueve,
está de su salud también incierto;
a tal término, Amor, soy allegado,
que me mata el temor, y el desengaño
me tiene de la muerte temeroso.
Pensar venir en duda es excusado,
y habiendo de pasar por el un daño,
de entrambos igualmente estoy dudoso. | es |
Encina,Juan_del | <XXI | ¡Ay,_Triste,_Que_Vengo | ¡Ay, triste, que vengo
vencido d'amor,
magüera pastor!
Más sano me fuera
no ir al mercado,
que no que viniera
tan aquerenciado;
que vengo, cuitado,
vencido d'amor,
magüera pastor.
Di jueves en villa
viera una doñata;
quise requerilla
y aballó la pata;
Aquella me mata,
vencido d'amor,
magüera pastor.
Con vista halaguera
miréla y miróme;
yo no sé quién era,
mas ella agradóme,
y fuese y dexóme
vencido d'amor,
magüera pastor.
De ver su presencia
quedé cariñoso,
quedé sin hemencia,
quedé sin reposo,
quedé muy cuidoso,
vencido d'amor,
magüera pastor.
Ahotas que creo
ser poca mi vida
según que ya veo
que voy de caída.
Mi muerte es venida,
vencido d'amor,
magüera pastor.
Sin dar yo tras ella
no cuido ser vivo,
pues que por querella
de mí soy esquivo,
y estoy muy cativo
vencido d'amor,
magüera pastor. | es |
Mutis,Álvaro | <XXI | Sonata | ¿Sabes qué te esperaba tras esos pasos del arpa llamándote de otro tiempo, de otros días?
¿Sabes por qué un rostro, un gesto, visto desde el tren que se detiene al final del viaje,
antes de perderte en la ciudad que resbala entre la niebla y la lluvia, vuelven un día a visitarte, a decirte con unos labios sin voz, la palabra que tal vez iba a salvarte?
¡A dónde has ido a plantar tus tiendas! ¿Por qué esa ancla que revuelve las profundidades ciegamente y tú nada sabes?
Una gran extensión de agua suavemente se mece en vastas regiones ofrecidas al sol de la tarde;
aguas del gran río que luchan contra un mar en extremo cruel y helado, que levanta sus olas contra el cielo y va a perderlas tristemente en la lodosa sabana del delta.
Tal vez eso pueda ser.
Tal vez allí te digan algo.
O callen fieramente y nada sepas.
¿Recuerdas cuando bajó al comedor para desayunar y la viste de pronto, más niña, más lejana, más bella que nunca?
También allí esperaba algo emboscado.
Lo supiste por cierto sordo dolor que cierra el pecho.
Pero alguien habló.
Un sirviente dejó caer un plato.
Una risa en la mesa vecina.
algo rompió la cuerda que te sacaba del profundo pozo como a José los mercaderes.
Hablaste entonces y sólo te quedó esa tristeza que ya sabes y el dulceamargo encanto por su asombro ante el mundo, alzado al aire de cada día como un estandarte que señalara tu presencia y el sitio de tus batallas.
¿Quién eres entonces? ¿De dónde salen de pronto esos asuntos en un puerto y ese tema que teje la viola
tratando de llevarte a cierta plaza, a un silencioso y viejo parque
con su estanque en donde navegan gozosos los veleros del verano?
No se puede saber todo.
No todo es tuyo.
No esta vez, por lo menos. Pero ya vas aprendiendo a resignarte y a dejar que
otro poco tuyo se vaya al fondo definitivamente
y quedes más solo aún y más extraño,
como un camarero al que gritan en el desorden matinal de los hoteles,
órdenes, insultos y vagas promesas, en todas las lenguas de la tierra. | es |
Narelio,Heber | XXI | No_Me_Importa | No me importa
que nadie crea
en mi poesía.
Porque en verdad
ni yo mismo
me la creo.
No me molesta
que no acepten
mis criterios,
pues yo tampoco
sé si lo hago
en serio.
De mis tristezas
ninguna vez
yo me lamento,
porque tal vez
de eso también,
me río por dentro. | es |
Neruda,Pablo | <XXI | Oda_Al_Libro_(1) | Libro, cuando te cierro
abro la vida.
Escucho
entrecortados gritos
en los puerros.
Los lingotes del cobre
cruzan los arenales,
bajan a Tocopilla.
Es de noche.
Entre las islas
nuestro océano
palpita con sus peces,
Toca los pies, los muslos,
las costillas calcáreas
de mi patria.
Toda la noche pega en sus orilla;
y con la luz del día
amanece cantando
como si despertara una guitarra.
A mí me llama el golpe
del océano. A mí
me llama el viento,
y Rodríguez me llama,
José Antonio,
recibí un telegrama
del sindicato «Mina»
y ella, la que yo amo
(no les diré su nombre),
me espera en Bucalemu.
Libro, tú no has podido
empapelarme,
no me llenaste
de tipografía,
de impresiones celestes,
no pudiste
encuadernar mis ojos,
salgo de ti a poblar las arboledas
con la ronca familia de mi canto,
a trabajar metales encendidos
o a comer carne asada
junto al fuego en los montes.
Amo los libros
exploradores,
libros con bosque o nieve,
profundidad o cielo,
pero
odio
el libro araña
en donde el pensamiento
fue disponiendo alambre venenoso
para que allí se enrede
la juvenil y circundante mosca.
Libro, déjame libre.
Yo no quiero ir vestido
de volumen,
yo no vengo de un tomo,
mis poemas
no han comido poemas,
devoran
apasionados acontecimientos,
se nutren de intemperie,
extraen alimento
de la tierra y los hombres.
Libro, déjame andar por los caminos
con polvo en los zapatos
y sin mitología;
vuelve a tu biblioteca,
yo me voy por las calles.
He aprendido la vida
de la vida,
el amor lo aprendí de un solo beso,
y no pude enseñar a nadie nada
sino lo que he vivido,
cuanto tuve en común con otros hombres,
cuanto luché con ellos:
cuanto expresé de todos en mi canto. | es |
Darío,Rubén | <XXI | ¿Que_Por_Qué_Así?_No_Es_Muy_Dulce | ¿Que por qué así? No es muy dulce
la palabra, lo confieso.
Mas, de esa extraña amargura
la explicación está en esto:
después de llorar mis lágrimas
ásperas como el ajenjo,
me alborotó el corazón
la tempestad de mis nervios.
Siguió la risa al gemido,
y a la iracundia el bostezo,
y a la palabra el insulto,
y a la mirada el incendio;
por la puerta de la boca
lanzó su llama el cerebro,
y en aquella noche oscura,
y en aquel fondo tan negro,
con la tempestad del alma
relampagueó el pensamiento,
y les salieron espinas
a las flores de mis versos. | es |
Silva_Valdés,Fernán | <XXI | Yo,_Mi_Caballo_Y_El_Campo | Yo, mi caballo y el campo.
Chicotear del lazo en las ancas del pingo;
saludable olor al sudor del montado;
mellizo flamear de la golilla sobre mis hombros;
festivo pereré de un petizo a media rienda;
dolor perfumado del pasto machucado por los cascos;
horizonte caliente y luminoso que abre cancha a mi audacia
verde culebra del monte estirada
a lo largo del río.
Yo, mi caballo y el campo,
y atrás, galopando sin ruido,
el pelotón de los míos.
Todos los criollos que llevo en la sangre
se corporizan, fantásticos, a mi espalda,
y se oscurecen y se aclaran
en la nube de polvo que levanta mi flete.
Yo, mi caballo, el campo,
y tapando mi trillo el tropel de los míos.
Borrosos en sus barbas y en sus melenas
los voy reconociendo:
Aquel es don Francisco Solano Antuña,
servidor de la patria:
Ese otro Juan Venancio Valdés.
guerrillero de Oribe;
y Calixto Muñoz, con su escuadrón de locos;
Y José Maria Silva.
defensor de la plaza civil de la Florida:
y Dámaso, su hermano, que murió fusilado;
y subiendo en la hebra del mismo apelativo,
don Antonio Teodoro. padre de los mentados,
que peleó en Sarandi, sin salir de sus campos;
y mi padre, mi padre en su caballa overo,
mismo como el del «Fausto».
overo en cuyos lomos aprendí a ser abrojo.
Y al galopar por los campos sonoros,
dorados de soslayo por el último sol,
el pelotón me sigue fantástico y heroico,
embanderado de ponchos y golillas...
Y sus miradas duras acampan en mis ojos;
y sus bocas barbudas quieren decirme algo;
y sus manos levantan, hábiles, los fletes silenciosos
—cancheros del aire—
y sofrenan a un tiempo si yo sujeto el mío;
y yo que sin quererlo, voy en la punta,
insisto en comer cola.
respetuoso, asombrado,
deseo dejarlos pasar adelante,
hasta que uno me grita desde su cerrazón,
parado en los estribos:
«Hacé punta muchacho, no te achiquen las barbas;
si el más sabio, el más viejo, el más toro sos vos.
Sos la suma de todos,
florecés y te alzás de nosotros
como el árbol se alza de sus raíces.
Nosotros, desde abajo, te nutrimos
de criollismo;
sos la punta florida de cuatro apelativos;
cierto que estamos ciegos,
cierto que estamos mudos,
mas cuando vos cantás
nos sentimos cantores en las sombras
porque vos sos nosotros, cantando por tu boca,
y el ansia de cantar que en vida mantuvimos,
en tu boca, muchacho, se hace voz;
no te achiquen las barbas y hacé punta,
que para eso sos el payador».
Y al galopón por los campos sonoros,
llevado por el viento y el polvo que ellos soplan,
punteo sin quererlo —capitán de mis sombras—,
cuarteador de la Muerte,
luminoso, embrujado,
envainando mi cuerpo en la noche al bracear del caballo. | es |
Nervo,Amado | <XXI | Yo_Tuve_Una_Prima | Yo tuve una prima
como un lirio bella,
como un mirlo alegre,
como un alba fresca,
rubia como una
mañana abrileña.
Amaba los versos aquella rapaza
con predilecciones a su edad ajenas.
La música augusta del rtimo cantaba
dentro de su espíritu como ignota orquesta;
todo lo que un astro le dice a otro astro,
todo lo que el cielo le dice a la tierra,
todo lo que el alma pregunta a la Esfinge,
todo lo que al alma la Esfinge contesta.
Pobre prima rubia,
pobre prima buena;
hace muchos años que duerme ese sueño
del que ni los pájaros, alegres como ella,
ni el viento que pasa, ni el agua que corre,
ni el sol que derrocha vida, la recuerdan.
Yo suelo, en los días
de la primavera,
llevar a su tumba
versos y violetas;
versos y violetas, ¡lo que más amaba!
En torno a su losa riego las primeras,
luego las estrofas recito que antaño
su deleite eran:
las más pensativas, las más misteriosas,
las más insinuantes, las que son más tiernas;
las que en sus pestañas, como en blonda de oro,
ponían las joyas de lágrimas, trémulas,
con diafanudades de beril hialino
y oriente de perlas.
Se las digo bajo, bajito, inclinándome
hacia donde yace, por que las entienda.
Pobre prima rubia, ¡pero no responde!
Pobre prima rubia, ¡pero no despierta!
II
Cierto día, una joven condiscípula,
con mucho sigilo le prestó en la escuela
un libro de versos musicales, hondos.
¡Eran los divinos versos de Espronceda!
Se los llevó a casa bajo el chal ocultos,
y los escondimos, con sutil cautela,
del padre y la madre, y hasta de su sombra;
de la anciana tía, devota e ingenua,
que sólo gustaba de jaculatorias
y sólo entendía los versos de Trueba.´
En aquellas tardes embermejecidas
por conflagraciones de luz, en que bregan
gigánticamente monstruos imprecisos
del Apocalipsis o de las leyendas;
de aquellas tardes que fingen catástrofes;
en aquellas tardes en que el iris vuelca
todos sus colores, en que el sol vacía
toda su escarcela;
en aquellas tardes del trópico, juntos
los dos, en discreto rincón de la huerta,
bajo de la trémula hospitalidad
de nuestras palmeras,
a furto de extraños, vibrantes leíamos
el Canto a Teresa.
¡Qué revelaciones nos hizo ese canto!
Todas las angustias, todas las tristezas,
todo lo insondable del amor, y todo
lo desesperante de las infidencias:
todo el doloroso mundo que gravita
sobre el alma esclava que amó quimeras,
del que puso estrellas en la frente amada,
y al tornar a casa ya no encontró estrellas.
Todo el ansia loca de adorar en vano
tan sólo a una sombra, tan sólo a una muerta;
todos los despechos y las ironías
del que se revuelca
en zarzal de dudas y de escepticismos;
todos los sarcasmos y las impotencias.
III
Y después, aquellas ágiles canciones
de prosodia alada, de gracia ligera,
que apenas si tocan el polvo del mundo
con la orla de oro del brial de seda;
que, como el albatros, se duermen volando
que, como el albatros, volando despiertan:
La ideal canción del bravo Pirata
que iba viento en popa, que iba a toda vela,
y a quien por los mares nuestros pensamientos,
como dos gaviotas, seguían de cerca;
Y la del Mendigo, cínico y osado,
y la del Cosaco del Desierto, bélica,
bárbara, erizada de ferrados hurras,
que al oído suenan
como los tropeles de potros indómitos
con jinetes rubios, sobre las estepas...´
Pasaba don Félix, el de Montemar,
con una aureola roja en su cabeza,
satánico, altivo; luego, doña Elvira,
«que murió de amor», en lirios envuelta.
¡Con cuántos prestigios de la fantasía
ante nuestros ojos se alejaba tétrica!
Y el Reo de muerte que el fatal instante,
frente a un crucifijo, silencioso espera;
y aquella Jarifa, cuya mano pálida
la frente ardorosa del bardo refresca.
Poco de su Diablo Mundo comprendíamos;
pero adivinábamos, como entre una niebla,
símbolos enormes y filosofías
que su Adán desnudo se llevaba a cuestas
IV
¡Oh mi gran poeta de los ojos negros!,
¡oh mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh mi gran poeta de la frente vasta
cual limpio horizonte!, ¡oh mi gran poeta!
Te debo las horas más inolvidables;
y un día leyendo tu Canto a Teresa.,
muy juntos los ojos, muy juntos los labios,
te debí también, cual Paolo a Francesca,
un beso, el más grande que he dado en mi vida;
un beso, más dulce que miel sobre hojuelas;
¡un beso florido que envolvió en perfumes
toda mi existencia!
Un beso que, siento, eternizaría
del duro Gianciotti la daga violenta,
para que en la turba de almas infernales,
como en la terrible página dantesca,
fuera resonando por los anchos limbos,
fuera restallando por la noche inmensa,
y uniendo por siempre mi boca golosa
con la boca de ella!
V
¡Oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡Quién hubiera dicho que yo te trajera,
como pobre pago de los inefables
éxtasis de entonces, esta humilde ofrenda!...
¡Oh, gallardo príncipe de la poesía!
Pero tú recíbela con la gentileza
de un Midas que en oro todo lo transmuta;
en claros diamantes mi abalorio trueca,
y en los viles cobres de mis estrofillas,
para acaudalarlos, engasta tus gemas.
Así tu memoria por los siglos dure,
¡oh, mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡oh, mi gran poeta!
Se las digo bajo, bajito, inclinándome
hacia donde yace, por que las entienda.
Pobre prima rubia, ¡pero no responde!
Pobre prima rubia, ¡pero no despierta!
Cierto día, una joven condiscípula,
con mucho sigilo le prestó en la escuela
un libro de versos musicales, hondos.
¡Eran los divinos versos de Espronceda!
Se los llevó a casa bajo el chal ocultos,
y los escondimos, con sutil cautela,
del padre y la madre, y hasta de su sombra;
de la anciana tía, devota e ingenua,
que sólo gustaba de jaculatorias
y sólo entendía los versos de Trueba.
En aquellas tardes embermejecidas
por conflagraciones de luz, en que bregan
gigánticamente monstruos imprecisos
del Apocalipsis o de las leyendas;
de aquellas tardes que fingen catástrofes;
en aquellas tardes en que el iris vuelca
todos sus colores, en que el sol vacía
toda su escarcela;
en aquellas tardes del trópico, juntos
los dos, en discreto rincón de la huerta,
bajo de la trémula hospitalidad
de nuestras palmeras,
a furto de extraños, vibrantes leíamos
el Canto a Teresa.
¡Qué revelaciones nos hizo ese canto!
Todas las angustias, todas las tristezas,
todo lo insondable del amor, y todo
lo desesperante de las infidencias:
todo el doloroso mundo que gravita
sobre el alma esclava que amó quimeras,
del que puso estrellas en la frente amada,
y al tornar a casa ya no encontró estrellas.
Todo el ansia loca de adorar en vano
tan sólo a una sombra, tan sólo a una muerta;
todos los despechos y las ironías
del que se revuelca
en zarzal de dudas y de escepticismos;
todos los sarcasmos y las impotencias.
Y después, aquellas ágiles canciones
de prosodia alada, de gracia ligera,
que apenas si tocan el polvo del mundo
con la orla de oro del brial de seda;
que, como el albatros, se duermen volando
que, como el albatros, volando despiertan:
La ideal canción del bravo Pirata
que iba viento en popa, que iba a toda vela,
y a quien por los mares nuestros pensamientos,
como dos gaviotas, seguían de cerca;
Y la del Mendigo, cínico y osado,
y la del Cosaco del Desierto, bélica,
bárbara, erizada de ferrados hurras,
que al oído suenan
como los tropeles de potros indómitos
con jinetes rubios, sobre las estepas...´
Pasaba don Félix, el de Montemar,
con una aureola roja en su cabeza,
satánico, altivo; luego, doña Elvira,
«que murió de amor», en lirios envuelta.
¡Con cuántos prestigios de la fantasía
ante nuestros ojos se alejaba tétrica!
Y el Reo de muerte que el fatal instante,
frente a un crucifijo, silencioso espera;
y aquella Jarifa, cuya mano pálida
la frente ardorosa del bardo refresca.
Poco de su Diablo Mundo comprendíamos;
pero adivinábamos, como entre una niebla,
símbolos enormes y filosofías
que su Adán desnudo se llevaba a cuestas
IV
¡Oh mi gran poeta de los ojos negros!,
¡oh mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh mi gran poeta de la frente vasta
cual limpio horizonte!, ¡oh mi gran poeta!
Te debo las horas más inolvidables;
y un día leyendo tu Canto a Teresa.,
muy juntos los ojos, muy juntos los labios,
te debí también, cual Paolo a Francesca,
un beso, el más grande que he dado en mi vida;
un beso, más dulce que miel sobre hojuelas;
¡un beso florido que envolvió en perfumes
toda mi existencia!
Un beso que, siento, eternizaría
del duro Gianciotti la daga violenta,
para que en la turba de almas infernales,
como en la terrible página dantesca,
fuera resonando por los anchos limbos,
fuera restallando por la noche inmensa,
y uniendo por siempre mi boca golosa
con la boca de ella!
V
¡Oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡Quién hubiera dicho que yo te trajera,
como pobre pago de los inefables
éxtasis de entonces, esta humilde ofrenda!...
¡Oh, gallardo príncipe de la poesía!
Pero tú recíbela con la gentileza
de un Midas que en oro todo lo transmuta;
en claros diamantes mi abalorio trueca,
y en los viles cobres de mis estrofillas,
para acaudalarlos, engasta tus gemas.
Así tu memoria por los siglos dure,
¡oh, mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡oh, mi gran poeta!
La ideal canción del bravo Pirata
que iba viento en popa, que iba a toda vela,
y a quien por los mares nuestros pensamientos,
como dos gaviotas, seguían de cerca;
Y la del Mendigo, cínico y osado,
y la del Cosaco del Desierto, bélica,
bárbara, erizada de ferrados hurras,
que al oído suenan
como los tropeles de potros indómitos
con jinetes rubios, sobre las estepas...
Pasaba don Félix, el de Montemar,
con una aureola roja en su cabeza,
satánico, altivo; luego, doña Elvira,
«que murió de amor», en lirios envuelta.
¡Con cuántos prestigios de la fantasía
ante nuestros ojos se alejaba tétrica!
Y el Reo de muerte que el fatal instante,
frente a un crucifijo, silencioso espera;
y aquella Jarifa, cuya mano pálida
la frente ardorosa del bardo refresca.
Poco de su Diablo Mundo comprendíamos;
pero adivinábamos, como entre una niebla,
símbolos enormes y filosofías
que su Adán desnudo se llevaba a cuestas
IV
¡Oh mi gran poeta de los ojos negros!,
¡oh mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh mi gran poeta de la frente vasta
cual limpio horizonte!, ¡oh mi gran poeta!
Te debo las horas más inolvidables;
y un día leyendo tu Canto a Teresa.,
muy juntos los ojos, muy juntos los labios,
te debí también, cual Paolo a Francesca,
un beso, el más grande que he dado en mi vida;
un beso, más dulce que miel sobre hojuelas;
¡un beso florido que envolvió en perfumes
toda mi existencia!
Un beso que, siento, eternizaría
del duro Gianciotti la daga violenta,
para que en la turba de almas infernales,
como en la terrible página dantesca,
fuera resonando por los anchos limbos,
fuera restallando por la noche inmensa,
y uniendo por siempre mi boca golosa
con la boca de ella!
V
¡Oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡Quién hubiera dicho que yo te trajera,
como pobre pago de los inefables
éxtasis de entonces, esta humilde ofrenda!...
¡Oh, gallardo príncipe de la poesía!
Pero tú recíbela con la gentileza
de un Midas que en oro todo lo transmuta;
en claros diamantes mi abalorio trueca,
y en los viles cobres de mis estrofillas,
para acaudalarlos, engasta tus gemas.
Así tu memoria por los siglos dure,
¡oh, mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡oh, mi gran poeta!
Poco de su Diablo Mundo comprendíamos;
pero adivinábamos, como entre una niebla,
símbolos enormes y filosofías
que su Adán desnudo se llevaba a cuestas
¡Oh mi gran poeta de los ojos negros!,
¡oh mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh mi gran poeta de la frente vasta
cual limpio horizonte!, ¡oh mi gran poeta!
Te debo las horas más inolvidables;
y un día leyendo tu Canto a Teresa.,
muy juntos los ojos, muy juntos los labios,
te debí también, cual Paolo a Francesca,
un beso, el más grande que he dado en mi vida;
un beso, más dulce que miel sobre hojuelas;
¡un beso florido que envolvió en perfumes
toda mi existencia!
Un beso que, siento, eternizaría
del duro Gianciotti la daga violenta,
para que en la turba de almas infernales,
como en la terrible página dantesca,
fuera resonando por los anchos limbos,
fuera restallando por la noche inmensa,
y uniendo por siempre mi boca golosa
con la boca de ella!
¡Oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡Quién hubiera dicho que yo te trajera,
como pobre pago de los inefables
éxtasis de entonces, esta humilde ofrenda!...
¡Oh, gallardo príncipe de la poesía!
Pero tú recíbela con la gentileza
de un Midas que en oro todo lo transmuta;
en claros diamantes mi abalorio trueca,
y en los viles cobres de mis estrofillas,
para acaudalarlos, engasta tus gemas.
Así tu memoria por los siglos dure,
¡oh, mi gran poeta de la gran melena!,
¡oh, mi gran poeta de los ojos negros!
¡oh, mi gran poeta! | es |
Pardo_García,Germán | <XXI | Visita_Al_Lupanar | Por ese beso que me das, se queda
con tu putrefacción algo muy mío,
flaca mujer del lupanar sombrío,
la falda rota y la gastada seda.
Yo te dejo algo más que una moneda:
mi fracaso, mi angustia, mi albedrío,
y la inmisericordia y el hastío
de mi carne que en ti sufre y se enreda.
Un día volveré para encontrarte
como siempre en tu sitio, en tu baluarte,
donde aún defiendes dignidad vencida.
Aguárdame. Yo soy el que regresa
tarde o temprano al lupanar y besa
como Jesús la miserable herida. | es |
Cruz,Juana_Inés_de_la | <XXI | Letra_Para_Cantar | Hirió blandamente el aire
Con su dulce voz Narcisa,
Y él le repitió los ecos
Por boca de las heridas.
De los celestiales Ejes
El rápido curso fija,
Y en los Elementos cesa
la discordia nunca unida.
Al dulce imán de su voz
Quisieran, por asistirla,
Firmamento ser el Móvil,
El Sol ser estrella fija.
Tan bella, sobre canora,
Que el amor dudoso admira,
Si se deben sus arpones
A sus ecos, o a su vista.
Porque tan confusamente
Hiere, que no se averigua,
si está en la voz la hermosura,
O en los ojos la armonía.
Homicidas sus facciones
El mortal cambio ejercitan;
Voces, que alteran los ojos
Rayos que el labio fulmina.
Quién podrá vivir seguro,
si su hermosura Divina
Con los ojos y las voces
Duplicadas armas vibra.
El Mar la admira Sirena,
Y con sus marinas Ninfas
Le da en lenguas de las Aguas
Alabanzas cristalinas:
Pero Fabio que es el blanco
Adonde las flecha tira,
Así le dijo, culpando
De superfluas sus heridas:
No dupliques las armas,
Bella homicida,
que está ociosa la muerte
Donde no hay vida. | es |
Ramos_Sucre,José_Antonio | <XXI | Yo_Pertenecía_A_Una_Casta_De_Hombres_Impíos | Yo pertenecía a una casta de hombres
impíos. La yerba de nuestros caballos vegetaba en el sitio de
extintas aldeas, igualadas con el suelo. Habíamos esterilizado
un territorio fluvial y gozábamos llevando el terror al palacio
de los reyes vestidos de faldas, entretenidos en juegos sedentarios de
previsión y de cálculo.
Yo me había apartado a descansar, lejos de
los míos, en el escombro de una vivienda de recreo, disimulada
en un vergel.
Un aldeano me trajo pérfidamente el vino
más espirituoso, originado de una palma.
Sentí una embriaguez hilarante y
ejecuté, riendo y vociferando, los actos más audaces del
funámbulo.
Un peregrino, de rostro consumido, acertó a
pasar delante de mí. Dijo su nombre entre balbuceos de miedo.
Significaba Ornamento de Doctrina en idioma litúrgico.
La poquedad del anciano acabó de sacarme de
mí mismo. Lo tomé en brazos y lo sumergí repetidas
veces en un río cubierto de limo. La sucedumbre se colgaba a los
sencillos lienzos de su veste. Lo traté de ese modo hasta su
último aliento.
Devolvía por la boca una corriente de lodo.
Recuperé el discernimiento al escuchar su
amenaza proferida en el extremo de la agonía.
Me anunciaba, para muy temprano, la venganza de su
ídolo de bronce.
Yo me había apartado a descansar, lejos de
los míos, en el escombro de una vivienda de recreo, disimulada
en un vergel.
Un aldeano me trajo pérfidamente el vino
más espirituoso, originado de una palma.
Sentí una embriaguez hilarante y
ejecuté, riendo y vociferando, los actos más audaces del
funámbulo.
Un peregrino, de rostro consumido, acertó a
pasar delante de mí. Dijo su nombre entre balbuceos de miedo.
Significaba Ornamento de Doctrina en idioma litúrgico.
La poquedad del anciano acabó de sacarme de
mí mismo. Lo tomé en brazos y lo sumergí repetidas
veces en un río cubierto de limo. La sucedumbre se colgaba a los
sencillos lienzos de su veste. Lo traté de ese modo hasta su
último aliento.
Devolvía por la boca una corriente de lodo.
Recuperé el discernimiento al escuchar su
amenaza proferida en el extremo de la agonía.
Me anunciaba, para muy temprano, la venganza de su
ídolo de bronce.
Un aldeano me trajo pérfidamente el vino
más espirituoso, originado de una palma.
Sentí una embriaguez hilarante y
ejecuté, riendo y vociferando, los actos más audaces del
funámbulo.
Un peregrino, de rostro consumido, acertó a
pasar delante de mí. Dijo su nombre entre balbuceos de miedo.
Significaba Ornamento de Doctrina en idioma litúrgico.
La poquedad del anciano acabó de sacarme de
mí mismo. Lo tomé en brazos y lo sumergí repetidas
veces en un río cubierto de limo. La sucedumbre se colgaba a los
sencillos lienzos de su veste. Lo traté de ese modo hasta su
último aliento.
Devolvía por la boca una corriente de lodo.
Recuperé el discernimiento al escuchar su
amenaza proferida en el extremo de la agonía.
Me anunciaba, para muy temprano, la venganza de su
ídolo de bronce.
Sentí una embriaguez hilarante y
ejecuté, riendo y vociferando, los actos más audaces del
funámbulo.
Un peregrino, de rostro consumido, acertó a
pasar delante de mí. Dijo su nombre entre balbuceos de miedo.
Significaba Ornamento de Doctrina en idioma litúrgico.
La poquedad del anciano acabó de sacarme de
mí mismo. Lo tomé en brazos y lo sumergí repetidas
veces en un río cubierto de limo. La sucedumbre se colgaba a los
sencillos lienzos de su veste. Lo traté de ese modo hasta su
último aliento.
Devolvía por la boca una corriente de lodo.
Recuperé el discernimiento al escuchar su
amenaza proferida en el extremo de la agonía.
Me anunciaba, para muy temprano, la venganza de su
ídolo de bronce.
Un peregrino, de rostro consumido, acertó a
pasar delante de mí. Dijo su nombre entre balbuceos de miedo.
Significaba Ornamento de Doctrina en idioma litúrgico.
La poquedad del anciano acabó de sacarme de
mí mismo. Lo tomé en brazos y lo sumergí repetidas
veces en un río cubierto de limo. La sucedumbre se colgaba a los
sencillos lienzos de su veste. Lo traté de ese modo hasta su
último aliento.
Devolvía por la boca una corriente de lodo.
Recuperé el discernimiento al escuchar su
amenaza proferida en el extremo de la agonía.
Me anunciaba, para muy temprano, la venganza de su
ídolo de bronce.
La poquedad del anciano acabó de sacarme de
mí mismo. Lo tomé en brazos y lo sumergí repetidas
veces en un río cubierto de limo. La sucedumbre se colgaba a los
sencillos lienzos de su veste. Lo traté de ese modo hasta su
último aliento.
Devolvía por la boca una corriente de lodo.
Recuperé el discernimiento al escuchar su
amenaza proferida en el extremo de la agonía.
Me anunciaba, para muy temprano, la venganza de su
ídolo de bronce.
Devolvía por la boca una corriente de lodo.
Recuperé el discernimiento al escuchar su
amenaza proferida en el extremo de la agonía.
Me anunciaba, para muy temprano, la venganza de su
ídolo de bronce.
Recuperé el discernimiento al escuchar su
amenaza proferida en el extremo de la agonía.
Me anunciaba, para muy temprano, la venganza de su
ídolo de bronce.
Me anunciaba, para muy temprano, la venganza de su
ídolo de bronce. | es |
Vicente,Gil | <XXI | ¿Cuál_Es_La_Niña | ¿Cuál es la niña
que coge las flores
si no tiene amores?
Cogía la niña
la rosa florida.
El hortelanico
prendas le pedía,
si no tiene amores.
Cogía la niña
la rosa florida.
El hortelanico
prendas le pedía,
si no tiene amores. | es |
Taglia,Hugo_Nicolás | XXI | Puedes_Ver_El_Ocaso | Puedes ver el ocaso
De los jazmines ocultos
Cuando la primavera tardía
Abandona su calma
Y ver pedazos de sol por el aire
Y banderas rotas o en llamas
Entonces tu corazón impío
Se transforma en estandarte
Y el arte en su condena reclama
Minuto a minuto como una espada
Su ígnea ilusión votiva
En el vidrio inmaculado
Del bar de un suburbio ingrato.
Inmolada en la penúltima fragancia
A pedazos los bancos estallan
Explotan obeliscos y ensenadas
La oración del perfecto sacrificio,
Asoma a un rincón sin palabra
El suspenso roto en la calle
Un rito mundano se calla
Hay fotos de un presidente arrancadas
Un muñeco en la catedral espanta
Hay incendios en Casa Rosada
El Cabildo y el Congreso abiertos al saqueo
Lava y lodo en Corrientes y Esmeralda
El piso se abre en Florida
A los pájaros de setecientas mañanas
Y ver pedazos de cemento por el aire
Y ver los ojos sangrar despacio
Tal vez nadie conozca mejor a Buenos Aires
Que el taxi insomne que deambula nostálgico,
Por eso el jacarandá y el palo borracho
Refundarán el inicio del cambio
Y volarán a pedazos los miserables
Y explotarán las cúpulas y las plazas
Y así resurgirá esta Patria
De la mano de un nuevo año por sus calles
Cordones del nuevo sol por sus diagonales. | es |
Gelman,Juan | <XXI | SefinÍ | basta por esta noche cierro
la puerta me pongo
el saco guardo
los papelitos donde
no hago sino hablar de ti
mentir sobre tu paradero
cuerpo que me has de temblar | es |
Fuertes,Gloria | <XXI | A_Veces_Quiero_Preguntarte_Cosas | A veces quiero preguntarte cosas,
y me intimidas tú con la mirada,
y retorno al silencio contagiada
del tímido perfume de tus rosas.
A veces quise no soñar contigo,
y cuanto más quería más soñaba,
por tus versos que yo saboreaba,
tú el rico de poemas, yo el mendigo.
Pero yo no adivino lo que invento,
y nunca inventaré lo que adivino
del nombre esclavo de mi pensamiento.
Adivino que no soy tu contento,
que a veces me recuerdas, imagino,
y al írtelo a decir mi voz no siento. | es |
Girondo,Oliverio | <XXI | En_La_Sed | En la sed
en el ser
en las psiquis
en las equis
en las exquisitísicas respuestas
en los enlunamientos
en lo erecto por los excesos lesos del erofrote etcétera
o en el bisueño exhausto del —dame toma date hasta
el mismo testuz de tu tan gana—
en la no fe que rumia
en lo vivisecante los cateos anímicos la metafisirrata
en los resumiduendes del egogorgo cósmico
en todo gesto injerto
en toda forma hundido polimellado adrroto a ras afaz subrripio
cocopleonasmo exotro
sin lar sin can sin cala sin camastro sin coca sin historia
endosorbienglutido
por los engendros móviles del gravitar rotando bajo el prurito
astrífero
junto a las musaslianas chupaporos pulposas y los no menos
pólipos hijos del hipo lutio
voluntarios del miasma
reconculcado
opreso entre hueros jamases y garfios de escarmiento
paso a pozo nadiando ante harto vagos piensos de finales
compuertas que anegan la esperanza
con la grismía el dubio
los bostezos leopardos la jerga lela
en llaga
al desplegar la sangre sin introitos enanos en el plecoito lato
con todo sueño insomne y todo espectro apuesto
gociferando
amente
en lo no noto nato. | es |
Villegas,Esteban_Manuel_de | <XXI | Quejas_Que_Envía_Desde_Frágil_Nido | Quejas que envía desde frágil nido
pájaro tierno, escucha condolido
un libre que antes era,
y agora es prisionero en cárcel fiera;
que Amor a verdes años
da voces, lazos tiende y arma engaños.
No el oso melenudo, ni el cerdoso
jabalí, temerario más que el oso
en colmillos, no en brazos,
cayeron a sus voces ni en sus lazos;
que juvenil mancebo
deja armas, va a sus voces, da en su cebo.
Era un abril su edad, que poco a poco
de muy fertilizado vino a loco,
hasta que cuerdo y seco
vea el mal, sienta el rigor, llore el trueco;
que el hombre con los daños
abre ojos, muda empleos, deja engaños.
Huyendo de una siesta, dio en un sueño,
a vista de un arroyo asaz risueño,
que franco le ofrecía
son dulce, amena estancia, cama umbría;
si es que alivian pena
son dulce, cama umbría, estancia amena.
Dormido, pues, prosigue el pajarillo
y el viento aun no se mueve por oíllo;
que tal vez un acento
es sueño al alma, es rémora del viento
y si suave obliga,
pies ata, cierra oíos, alas liga.
El susurro esta vez, que prometía
por suelta el agua, ya que no por fría,
mudo, pues, ni se opone
al pájaro, ni al joven descompone;
antes criando orejas,
para aguas, hunde guijas, oye quejas.
pero la tarde sombras que ofrecía
fuelas alzando, porque el sol caía;
el pájaro enmudece,
siéntese el viento y el susurro crece;
y el joven, ya despierto,
pies mueve, sendas sigue, huye el desierto. | es |
Ibarbourou,Juana_de | <XXI | Retorno | Con la cántara llena de agua,
Y la boca de moras teñida,
Y crujiente de espinas la enagua,
Y en el moño una rosa prendida,
De la fuente retorno, abismada
En el dulce evocar de la cita.
Y se hermana la tarde dorada
Con la luz que en mis ojos palpita.
Una extraña fragancia me enerva,
Y en verdad yo no sé si es que sube
Del jugoso frescor de la hierba,
O se eleva de mi alma a la nube.
Y, despierta sonámbula, sigo
Balanceando mi cántara llena,
Entre el oro alocado del trigo
Y el temblor de los tallos de avena. | es |
Bernárdez,Francisco_Luis | <XXI | Soneto_Del_Amor_Victorioso | Ni el tiempo que al pasar me repetía
que no tendría fin mi desventura
será capaz con su palabra obscura
de resistir la luz de mi alegría,
ni el espacio que un día y otro día
convertía distancia en amargura
me apartará de la persona pura
que se confunde con mi poesía.
Porque para el Amor que se prolonga
por encima de cada sepultura
no existe tiempo donde el sol se ponga.
Porque para el Amor omnipotente,
que todo lo transforma y transfigura,
no existe espacio que no esté presente.
ni el espacio que un día y otro día
convertía distancia en amargura
me apartará de la persona pura
que se confunde con mi poesía.
Porque para el Amor que se prolonga
por encima de cada sepultura
no existe tiempo donde el sol se ponga.
Porque para el Amor omnipotente,
que todo lo transforma y transfigura,
no existe espacio que no esté presente.
Porque para el Amor que se prolonga
por encima de cada sepultura
no existe tiempo donde el sol se ponga.
Porque para el Amor omnipotente,
que todo lo transforma y transfigura,
no existe espacio que no esté presente.
Porque para el Amor omnipotente,
que todo lo transforma y transfigura,
no existe espacio que no esté presente. | es |
Ruoppolo,Pablo | XXI | Si_Estás_Saturado_De_Poesía_No_Sigas_Leyendo | Si estás saturado de poesía no sigas leyendo,
La poesía, como el amor, la comida, la respiración y el
sexo
Necesita para alimentarse y renacer
De periodos vacíos y muertos de tiempo.
Palabras prosaicas,
Sentimientos de odio,
Días de ayuno,
Suspiros desahogadores,
Y la "desquiciante falta de sexo". | es |
Aridjis,Homero | <XXI | La_Amo_De_La_Cabeza_A_Los_Pies | La amo de la cabeza a los pies del sexo a
las puntas de los dedos de los hombros a las
rodillas en su corazón y en sus
ojos por delante y por
atrás de abajo hacia arriba de
noche y de día en donde
está y en donde no está como a un dios completo. | es |
Rosario,Jorge_del | XXI | ¿Sabes_Por_Qué_No_Iría? | Recorrer tu cuerpo
palmo a palmo,
recoger tus besos
labio a labio,
apretar tu mano
paso a paso...
terminaría haciendo llorar
al tronco del viejo olivo
dibujando mi pasión.
Por eso,
a tu lado no iría. | es |
Carriego,Evaristo | <XXI | Murria | Con un blando rezongo soñoliento
el perro se amodorra de pereza,
y por sus fauces el esplín bosteza
la plenitud de un largo aburrimiento.
En la bruma de mi hosco abatimiento
como un ratón enorme de tristeza
me roe tenazmente la cabeza,
forjándole una cueva al desaliento.
Lleno de hastío, al mirador me asomo:
Un cielo gris con pesadez de plomo
vuelca su lasitud sobre las cosas
Y porque estoy así, fatal, envidio
y deseo las dichas bulliciosas,
las ansias de vivir ¡Ah, qué fastidio! | es |
Pombo,Rafael | <XXI | En_El_Álbum_De_La_Señora_Isabel_Epalza_De_Mosquera,_El_Día_Del_Nacimiento_De_Una_Hija. | Bendijo el Señor tu duelo,
Tus oraciones oyó,
Y el serafín de consuelo,
Que a tus brazos robó el cielo,
Hoy a tus brazos volvió.
Pocas veces un mortal
Fue como tú venturoso,
Pues a tu voz maternal
El mismo Dios inmortal
Obedeció generoso.
Y a ese mismo ángel que ya
Ensalzaba a Jehová,
Donde todo bien se encierra,
Le dijo: «vuelve a la tierra,
Pues que te lloran allá».
¡Jamás la felicidad
Se alcanza otra vez gimiendo!
Un fallo de adversidad
Es como la eternidad
Inexorable y tremendo.
Sabe pues, amiga mía.
Que eres del bien predilecta,
Y no ceses noche y día
De apreciar la gran valía
De tu ventura perfecta.
Ni el cielo del extranjero
Ha de entristecerte ya,
Pues, al fin de buen agüero,
Nunca un sol más placentero
Nuestra patria te dará.
Sé feliz cual lo mereces,
Joven, bella y casta esposa,
Que has llorado tantas veces:
Hoy tienes cuanto apeteces
Y al cabo tu alma reposa.
Nunca pagaste mejor
De tu esposo la ternura,
Y a trueque de tu favor,
Él te ama con más amor
Por deberte más ventura.
Yo, pobre amigo, entretanto,
Gozándome en verte así,
Enjugo mi propio llanto,
Y pues mis dichas no canto,
Canto las tuyas por mí.
Tal vez será satisfecha
La intención que tengo hecha
De que me recuerdes bien,
Pues siempre al ver esta fecha
Verás mi nombre también.
intención | es |
Gil_Segura,F._Javier | XXI | Pradera | No puedo rajar
la bóveda que nos
cubre
al paso
de las estaciones.
Ni por ti,
ni por mí.
Puedo crear
vías
y contigo
instantes
perpetuos.
Enraizado
en un cenagal,
beso con mis pestañas
tu ombligo,
tornándolo
bello prado.
Veo en tus ojos
el candor de
la niñez,
la madurez
que muchos se
suponen,
la alegría
de vivir.
Compartimos
el cálido abrazo
de la complicidad.
Y con la mejilla
en el raso,
tu mirada y la mía
enfrentadas
claman amor.
Asumiendo
nuestro papel,
unidos
en nuestra causa,
Al amparo de la bóveda. | es |
Nervo,Amado | <XXI | ¡Qué_Milagrosa_Es_La_Naturaleza! | ¡Qué milagrosa es la Naturaleza!
Pues, ¿no da luz la nieve? Inmaculada
y misteriosa, trémula y callada,
paréceme que mudamente reza
al caer... ¡Oh nevada!:
tu ingrávida y glacial eucaristía
hoy del pecado de vivir me absuelva
y haga que, como tú, mi alma se vuelva
fúlgida, blanca, silenciosa y fría. | es |
Miralles,Isabel | XXI | Triste_Voy_Por_La_Vida | Triste voy por la vida,
sin alegría, sin ilusión,
hundida en la amargura
por falta de un buen amor.
Esperando está mi alma,
al igual que el ruiseñor,
espera la mañana
para cantarle su amor.
Dormido está mi cuerpo
en espera del amor,
como espera la flor, la primavera,
para entregarse a su señor.
Esperando está mi alma,
al igual que el ruiseñor,
espera la mañana
para cantarle su amor.
Dormido está mi cuerpo
en espera del amor,
como espera la flor, la primavera,
para entregarse a su señor.
Dormido está mi cuerpo
en espera del amor,
como espera la flor, la primavera,
para entregarse a su señor. | es |
Guillén,Jorge | <XXI | Duermes._Mi_Mano_Toca_Sueño._Duermes | Duermes. Mi mano toca sueño. Duermes.
Gozo de tu inocencia confiada,
de tu implícita forma en esa noche
que hace tan suya con amor la mano.
Te siento dormir sin verte,
serenísima, sagrada,
nunca imagen de la muerte,
y oponiéndote a la nada
triunfar como piedra inerte.
La delicada masa de tu sueño
se espesa junto a mí, sin paz nocturna,
que así convive con la invulnerable,
cuyo retorno al despertar es siempre
la súbita inmersión en nuestra dicha.
Sumido en un calor de dos, el sueño
relaja su clausura, casi abierta
dulcemente hacia el día aún isleño.
Calor, amor.
La historia tras la puerta. | es |
Góngora,Luis_de | <XXI | De_La_Jornada_De_Larache | —¿De dónde bueno, Juan, con pedorreras?
—Señora tía, de Cagalarache.
—Sobrino, ¿y cuántos fuistes a Alfarache?
—Treinta soldados en tres mil galeras.
—¿Tanta gente?—Tomámoslo de veras
—¿Desembarcastes, Juan?—¡Tarde piache!
Que al dar un Santiago de azabache
Dio la playa más moros que veneras.
—¿Luego es de moros?—Sí, señora tía.
Mucha algaraza, pero poca ropa.
—¿Hiciéronos los perros algún daño?
—No, que en ladrando con su artillería,
A todos nos dio cámaras de popa.
—¡Salud serían para todo el año!
—¿Tanta gente?—Tomámoslo de veras
—¿Desembarcastes, Juan?—¡Tarde piache!
Que al dar un Santiago de azabache
Dio la playa más moros que veneras.
—¿Luego es de moros?—Sí, señora tía.
Mucha algaraza, pero poca ropa.
—¿Hiciéronos los perros algún daño?
—No, que en ladrando con su artillería,
A todos nos dio cámaras de popa.
—¡Salud serían para todo el año!
—¿Luego es de moros?—Sí, señora tía.
Mucha algaraza, pero poca ropa.
—¿Hiciéronos los perros algún daño?
—No, que en ladrando con su artillería,
A todos nos dio cámaras de popa.
—¡Salud serían para todo el año!
—No, que en ladrando con su artillería,
A todos nos dio cámaras de popa.
—¡Salud serían para todo el año! | es |
Benítez_Reyes,Felipe | <XXI | Poema_De_Los_Seres_Imaginarios | Aminta, con un noli me tangere siempre en los labios.
Amarilis, que dormía en pensiones distintas cada noche
y alguna vez en casa.
Marie, niña belga que huyó de amanecida,
dejándose las medias blancas sobre la alfombra.
Lucinda, lectora —a esas alturas— de Marcuse.
Melancólica Carmen, con un gusto sublime
para el calzado (y recuerdo la escena del tren).
Rubia Leda, con los ojos rasgados
y el alma quebradiza, libertaria musa
de los antros peores, sin dinero y descalza.
Demasiado evidente la experiencia de cama
en Licori, cuerpo desdibujado en la playa, de noche.
Con su rostro afilado y su negra melena derramada
me viene a la memoria Galatea.
noli me tangere | es |
Espronceda,José_de | <XXI | Octava_Real | El estandarte ved que en Ceriñola
el gran Gonzalo desplegó triunfante,
la noble enseña ilustre y española
que al indio domeñó y al mar de Atlante;
regio pendón que al aire se tremola,
don de CRISTINA, enseña relumbrante,
verla podremos en la lid reñida
rasgada sí, pero jamás vencida. | es |
García_Cabrera,Pedro | <XXI | Se_Ha_Agachado_La_Brisa_Y_Hay_Cosechas_De_Espumas | Se ha agachado la brisa y hay cosechas de espumas.
Tiene esta mar rumor de órgano profundo,
dama y protesta con las hambres de un pueblo,
no quiere a nadie en sus orillas.
Amacebada de sus movimientos
se hace y se destruye
con absoluta lealtad a sí misma.
No hay un lugar común
que pueda alimentarse de estas olas;
todas son libertad que se desnuda
en las arenas que nos oscurecen.
¡Cuánto amor en el agua sin fronteras
y cuán blanco su pan de cada día!
Así es como me quiero,
con pasión y con brío,
a pincelada limpia y celo desbordado,
amaneciendo desde adentro,
desde la oscuridad que me amordaza,
comiéndome los riscos que golpean mis sienes. | es |
Machado,Antonio | <XXI | Este_Hombre_Del_Casino_Provinciano | Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía;
bajo el bigote gris, labios de hastío,
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza.
Aún luce de corinto terciopelo
chaqueta y pantalón abotinado,
y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado.
Tres veces heredó; tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.
Sólo se anima ante el azar prohibido,
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matón, sangrienta.
Bosteza de política banales
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales,
cual torna la cigüeña al campanario.
Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
Lo demás, taciturno, hipocondriaco,
prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.
Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es el fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana. | es |
Fernández_Rollán,César | XXI | Quiero_Ser_La_Nieve_Virgen | Quiero ser la nieve virgen
recién caída del alba.
Y en las cumbres solitarias
bañarme desnuda entera
de luz temprana...
Convertirme en agua inquieta
y correr por las laderas...
Y alcanzar los arroyuelos
con presteza... | es |
Bernárdez,Francisco_Luis | <XXI | No_Sé_Quién_La_Lloró,_Pero_La_Siento | No sé quién la lloró, pero la siento
(por su calor secreto y su amargura)
como brotada de mi desventura,
como nacida de mi desaliento.
Quizá desde un lejano sufrimiento,
desde los ojos de una estrella pura,
se abrió camino por la noche oscura
para llegar hasta mi sentimiento.
Pero la siento mía, porque alumbra
mi corazón sin esa luz sin tasa
que solo puede dar el propio fuego:
Rayo del mismo sol que me deslumbra,
chispa del mismo incendio que me abrasa,
gota del mismo mar en que me anego. | es |
Darío,Rubén | <XXI | Besando_Con_Furia_Loca | Besando con furia loca
la boca de un niño ajeno,
miro yo a la virgen cándida
y no sé lo que comprendo.
¿Qué es ese brilo en los ojos?
¿Qué es en el rostro ese incendio?
¿Qué es ese temblar de labios?
¿Qué es ese crujir de nervios?
Para ser a un niño... a un niño...
esos besos... esos besos... | es |
Cadenas,Rafael | <XXI | El_País_Adonde_No_Llegaremos | El país adonde no llegaremos
se extiende
a mano.
Nada se interpone,
pero como viajeros ricos
hemos alargado el trayecto. | es |
Benítez_Reyes,Felipe | <XXI | Porque_Has_Llegado_Tú | Porque has llegado tú,
el de las manos finas con anillos de plata,
el resoplar de los caballos
envahece la noche, y el humo de los buques
flota incierto en el aire,
y es el mar
como un légamo verde que se agita.
Porque has llegado tú, con tanta luna,
con ese bastoncillo de hielo en que te apoyas
—y esas plumas de pájaro que vagan por los parques—,
el viento cruje
en las ramas del árbol, y cruje en las esquinas,
arrugándose
como una carta adversa entre los dedos
de un rey loco y vencido.
Porque has llegado tú todo es más blanco,
y nuestros cigarrillos parecen las bengalas
de seres temerosos que deambulan
camino de su sueño
de endriagos y de enigmas, de mujeres
que jamás serán suyas de otro modo.
En la hora nocturna
de los remordimientos,
están tus manos frías
sobre el corazón palpitante de los bosques
de savia coagulada,
están tus manos
frotando nuestra cara como un signo de muerte,
siempre están
metidas en el agua que bebemos,
y entras así en nosotros,
porque has llegado ya, y eres el dueño
de todo cuanto el sol ha despreciado.
Cerremos la ventanas:
es tiempo de pensar en lo que nunca
volverá a ser ya nuestro,
porque has llegado tú,
puntual peregrino de helados dedos góticos,
y todo se recoge
sobre sí, bajo el alma, cuando siente
que están tus manos frías sobre el tiempo,
haciendo tiritar lo fugitivo. | es |
Arciniegas,Ismael_Enrique | <XXI | Pasado | Cómo gozo en recordar
—Y las recuerdo mil veces—
Aquellas tus timideces
Que al fin te enseñé a olvidar.
Cuando contigo me uní
Era al par de nuestro amor
Un encanto tu pudor...
¡Y ya perdido! ¡Ay de mí!
Ahora tu cuerpo todo
Desnudo, cambias camisa,
Y a mí te enlazas aprisa...
Antes era de otro modo;
Porque tímida mujer,
La luz miedo te infundía,
Y, casta, no te podía
Toda entera poseer.
Y te decía anhelante,
Mi cuerpo una llama viva:
«No serías tan esquiva
Si tú me amaras bastante».
Y tu beso pudoroso
Buscaba con ansia rara,
Para que le contestara
Al beso mío goloso.
Antes, entre riña y riña,
Adorable y seductora,
Cedías al fin. Ahora
Cómo echo menos la niña
Que de su pudor esclava,
Y encendida de sonrojos
¡Noches aquellas! los ojos
Con el brazo se tapaba. | es |
Castellanos,Rosario | <XXI | Sentadito_En_La_Sombra | Sentadito en la sombra
—solemne con tu bocio exoftálmico; cruel
(en apariencia, al menos, debido a la hinchazón
de los párpados); frío,
frío de repulsiva sangre fría.
Sentadito en la sombra miras arder la lámpara
En torno de la luz hablamos y quizá
Uno dice tu nombre.
(En septiembre. Ha llovido)
Como por el resorte de la sorpresa, saltas
Y aquí estás ya, en medio de la conversación,
En el centro del grito.
¡Con qué miedo sentimos palpitar
el corazón desnudo
de la noche en el campo! | es |
Jiménez,Juan_Ramón | <XXI | Arriba_Canta_El_Pájaro | Arriba canta el pájaro
y abajo canta el agua.
(Arriba y abajo,
se me abre el alma).
¡Entre dos melodías,
la columna de plata!
Hoja, pájaro, estrella;
baja flor, raíz, agua.
¡Entre dos conmociones,
la columna de plata!
(¡Y tú, tronco ideal,
entre mi alma y mi alma!)
Mece a la estrella el trino,
la onda a la flor baja.
(Abajo y arriba,
me tiembla el alma).
¡Entre dos melodías,
la columna de plata!
Hoja, pájaro, estrella;
baja flor, raíz, agua.
¡Entre dos conmociones,
la columna de plata!
(¡Y tú, tronco ideal,
entre mi alma y mi alma!)
Mece a la estrella el trino,
la onda a la flor baja.
(Abajo y arriba,
me tiembla el alma).
Mece a la estrella el trino,
la onda a la flor baja.
(Abajo y arriba,
me tiembla el alma). | es |
Sabines,Jaime | <XXI | Mira_La_Luna._La_Luna_Es_Tuya,_Nadie_Te_La_Puede_Quitar | —Mira la luna. La luna es tuya, nadie te la puede quitar. La has atado con los besos de tu mano y con la alegre mirada de tu corazón. Sólo es una gota de luz, una palabra, hermosa. Luna es la distante, la soñada, tan irreal como el cielo y como los puntos de las estrellas. La tienes en las manos, hijo, y en tu sonrisa se extiende su luz como una mancha de oro, como un beso derramado. Aceite de los ojos, su claridad se posa como un ave. Descansa en las hojas, en el suelo, en tu mejilla, en las paredes blancas, y se acurruca al pie de los árboles como un fantasma fatigado. Leche de luna, ungüento de luna tienen las cosas, y su rostro velado sonríe.
Te la regalo, como te regalo mi corazón y mis días. Te la regalo para que la tires. | es |
Chocano,José_Santos | <XXI | Tú,_Que_De_Cárcel_De_Almenadas_Rocas | Tú, que de cárcel de almenadas rocas
fugas, por entre selvas, y resbalas
como un dragón con invisibles alas,
cincuenta veces en tus islas chocas.
Te retuerces, te crispas, te dislocas,
y por cincuenta pórticos te exhalas;
y, al ensancharte en las cerúleas salas,
lanzas un ¡ay! por tus cincuenta bocas.
Y cuando tu agua con el mar se junta,
finge enorme ramal que se desata
y que amarra una isla en cada punta...
¡Salve a ti, Triunfador, que hacia el Oceano
en carro vas de resonante plata,
con cincuenta rendajes en la mano! | es |
Dalton_García,Roque | <XXI | Tu_Pie_Descalzo Ante_La_Dura_Tierra:_Barro_En_El_Barro | Tu pie descalzo ante la dura tierra: barro en el barro.
Tu rostro unánime ante el pueblo: sangre en la sangre.
Tu voz viril de campo enardecido: grito en el grito.
Tu cuerpo, catedral de músculo rebelde: hombre en el hombre.
Tu corazón de pétalos morenos, sin espinas: rosa en la
rosa.
Tu paso hacia adelante presuroso: ruta en la ruta.
Tu puño vengador, alzado siempre: piedra en la piedra.
Tu muerte, tu regreso hacia la tierra: lucha en la lucha.
Anastasio Izalco, Lempa Aquino:
desde que tú nacistes se ha hecho necesario apedillar
la lucha y ponerle tu nombre.
(Fuego desde el Jalponga y el Huiscoyolapa,
grito desde el añil, amor desde la hondura de tus puños,
lava desde tu pecho hasta el Chicontepeque,
pueblo desde el ayer hasta la vida.)
Río y volcán: un hombre.
Has nacido
para desentrañar la solución del odio,
para ascender, llevando al pueblo de la mano,
a la altura del trueno;
para romperle el alma al hambre,
para llenar de rosas liberadas la mirada del pobre;
para bordarle el corazón a la mañana
y establecer su axacta nitidez entre los pueblos que esperan;
para decirle al soldado, al cura,
al poeta repleto de soledades sórdidas,
a todo aquel que se quedó en la noche,
que aún contamos con él para construir el mundo proletario
que nos dará la dicha así,
sencillamente,
como se da la mano,
la tierra,
la esperanza... | es |
Torres_y_Villarroel,Diego_de | <XXI | En_La_Doctrina_Chiste_Y_Agudeza | En la doctrina chiste y agudeza
de los libros gasté parte de vida,
y he quedado peor, que está tupida
de ajenos desatinos mi cabeza.
Buscaba en los doctores mi rudeza,
de cierta duda la mejor salida,
y hallé mil opiniones sin medida
pues uno el sí y el otro el no me reza
Mas necio vengo a ser más imprudente
la razón natural está más ruda
pues ya por sí no asiente ni consiente
Antes pudo opinar, ya quedó en muda
¿quien dirá la verdad? Dios solamente
¿y yo que haré? Morirme con la duda. | es |
Ramos_Sucre,José_Antonio | <XXI | Una_Mujer_De_Facciones_Imperfectas_Y_De_Gesto_Apacible_Obsede_Mi_Pensamiento | Una mujer de facciones imperfectas y de gesto
apacible obsede mi pensamiento. Un pintor septentrional la
habría situado en el curso de una escena familiar, para
distraerse de su genio melancólico, asediado por figuras macabras.
Yo había llegado a la sala de la fiesta en
compañía de amigos turbulentos, resueltos a desvanecer la
sombra de mi tedio. Veníamos de un lance, donde ellos
habían arriesgado la vida por mi causa.
Los enemigos travestidos nos rodearon
súbitamente, después de cortarnos las avenidas. Admiramos
el asalto bravo y obstinado, el puño firme de los espadachines.
Multiplicaban, sin decir palabra, sus golpes mortales, evitando
declararse por la voz. Se alejaron, rotos y mohínos, dejando el
reguero de su sangre en la nieve del suelo.
Mis amigos, seducidos por el bullicio de la fiesta,
me dejaron acostado sobre un diván. Pretendieron alentar mis
fuerzas por medio de una poción estimulante. Ingerí una
bebida malsana, un licor salobre y de verdes reflejos, el sedimento
mismo de un mar gemebundo, frecuentado por los albatros.
Ellos se perdieron en el giro del baile.
Yo divisaba la misma figura de este momento.
Sufría la pesadumbre del artista septentrional y notaba la
presencia de la mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible en
una tregua de la danza de los muertos.
Yo había llegado a la sala de la fiesta en
compañía de amigos turbulentos, resueltos a desvanecer la
sombra de mi tedio. Veníamos de un lance, donde ellos
habían arriesgado la vida por mi causa.
Los enemigos travestidos nos rodearon
súbitamente, después de cortarnos las avenidas. Admiramos
el asalto bravo y obstinado, el puño firme de los espadachines.
Multiplicaban, sin decir palabra, sus golpes mortales, evitando
declararse por la voz. Se alejaron, rotos y mohínos, dejando el
reguero de su sangre en la nieve del suelo.
Mis amigos, seducidos por el bullicio de la fiesta,
me dejaron acostado sobre un diván. Pretendieron alentar mis
fuerzas por medio de una poción estimulante. Ingerí una
bebida malsana, un licor salobre y de verdes reflejos, el sedimento
mismo de un mar gemebundo, frecuentado por los albatros.
Ellos se perdieron en el giro del baile.
Yo divisaba la misma figura de este momento.
Sufría la pesadumbre del artista septentrional y notaba la
presencia de la mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible en
una tregua de la danza de los muertos.
Los enemigos travestidos nos rodearon
súbitamente, después de cortarnos las avenidas. Admiramos
el asalto bravo y obstinado, el puño firme de los espadachines.
Multiplicaban, sin decir palabra, sus golpes mortales, evitando
declararse por la voz. Se alejaron, rotos y mohínos, dejando el
reguero de su sangre en la nieve del suelo.
Mis amigos, seducidos por el bullicio de la fiesta,
me dejaron acostado sobre un diván. Pretendieron alentar mis
fuerzas por medio de una poción estimulante. Ingerí una
bebida malsana, un licor salobre y de verdes reflejos, el sedimento
mismo de un mar gemebundo, frecuentado por los albatros.
Ellos se perdieron en el giro del baile.
Yo divisaba la misma figura de este momento.
Sufría la pesadumbre del artista septentrional y notaba la
presencia de la mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible en
una tregua de la danza de los muertos.
Mis amigos, seducidos por el bullicio de la fiesta,
me dejaron acostado sobre un diván. Pretendieron alentar mis
fuerzas por medio de una poción estimulante. Ingerí una
bebida malsana, un licor salobre y de verdes reflejos, el sedimento
mismo de un mar gemebundo, frecuentado por los albatros.
Ellos se perdieron en el giro del baile.
Yo divisaba la misma figura de este momento.
Sufría la pesadumbre del artista septentrional y notaba la
presencia de la mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible en
una tregua de la danza de los muertos.
Ellos se perdieron en el giro del baile.
Yo divisaba la misma figura de este momento.
Sufría la pesadumbre del artista septentrional y notaba la
presencia de la mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible en
una tregua de la danza de los muertos.
Yo divisaba la misma figura de este momento.
Sufría la pesadumbre del artista septentrional y notaba la
presencia de la mujer de facciones imperfectas y de gesto apacible en
una tregua de la danza de los muertos. | es |
Fernández_Rollán,César | XXI | Mi_Amor | Mi amor;
solo cuando nos abracemos
una noche de verano,
y lloremos uno sobre el otro...
Solo entonces,
volveremos a ser los mismos
Besándonos como si fuéramos a morir
al día siguiente...
Como si no hubiera día siguiente...
Sólo cuando volvamos
a bebernos las estrellas
tendidos desnudos sobre la arena,
ebrios de pasiones
como niños quinceañeros...
Sólo entonces,
volveremos a ser los mismos...
Sólo cuando soñemos
otras vidas y otros mundos
Como siquiera no hubiera otras vidas,
ni otros mundos...
Solo el nuestro
Sólo entonces,
volveremos a ser los mismos
Mi amor;
solo cuando volvamos a mirarnos
y los ojos no se aparten un instante...
Desbocándose las almas
Como si no hubiera otros ojos,
ni otras almas
Cuando vuelvas a abrazarme
y estemos en el centro del universo
Y todos los sistemas solares pendan de un beso
Girando todo el cosmos en torno nuestro...
Sólo entonces volveremos a ser los mismos...
Sólo entonces yo me moriré...
Y tú te morirás conmigo... | es |
Puebla,Sergio | XXI | Me_Da_Miedo_Verte | Me da miedo verte
pues por el encanto que tienen tus ojos
siento que por dentro me tiembla hasta el alma,
Y mi sangre late con prisa y sin pausas.
Y ya de mi boca no nacen palabras.
Siento hasta vergüenza
por ser un plebeyo que a tu reina aura
se acerca a distancia, cuando tu belleza
es digna de reyes, príncipes y nobles
y no de un poeta que solo te ama.
A veces me atrevo
a escribirte versos que no valen oro
pero son semblanzas de un amor tan puro,
ese amor sublime que creció en mi sangre,
desgarrando sombras una noche triste,
llenando mi vida de luz y esperanza.
Pero siento miedo
de que tú al saberlo rías en mi cara
o piadosamente no emitas palabras,
por eso prefiero posponer la cita
y quizás mañana encuentre en mi mente
la forma perfecta de decir que te amo.
Siento hasta vergüenza
por ser un plebeyo que a tu reina aura
se acerca a distancia, cuando tu belleza
es digna de reyes, príncipes y nobles
y no de un poeta que solo te ama.
A veces me atrevo
a escribirte versos que no valen oro
pero son semblanzas de un amor tan puro,
ese amor sublime que creció en mi sangre,
desgarrando sombras una noche triste,
llenando mi vida de luz y esperanza.
Pero siento miedo
de que tú al saberlo rías en mi cara
o piadosamente no emitas palabras,
por eso prefiero posponer la cita
y quizás mañana encuentre en mi mente
la forma perfecta de decir que te amo.
A veces me atrevo
a escribirte versos que no valen oro
pero son semblanzas de un amor tan puro,
ese amor sublime que creció en mi sangre,
desgarrando sombras una noche triste,
llenando mi vida de luz y esperanza.
Pero siento miedo
de que tú al saberlo rías en mi cara
o piadosamente no emitas palabras,
por eso prefiero posponer la cita
y quizás mañana encuentre en mi mente
la forma perfecta de decir que te amo.
Pero siento miedo
de que tú al saberlo rías en mi cara
o piadosamente no emitas palabras,
por eso prefiero posponer la cita
y quizás mañana encuentre en mi mente
la forma perfecta de decir que te amo. | es |
Caballero_Bonald,José_Manuel | <XXI | No_Podía_Ser_Niño_En_El_Pupitre | No podía ser niño en el pupitre
inhóspito, llamaba a alguien,
me miraba las manos, iba
parpadeantemente emborronando
las letras y los números, hendía
el sustantivo mapa carcelario.
Mañana, me decían. Pero
la deserción del tiempo, aquel estrado
limítrofe del mundo, aquella
disciplinaria división del odio,
me trababan la infancia para nunca.
Cuerpo sin ojos, ¿dónde
estaré mañana, con qué nudos
de sábados en sombra amarrarán
mi sueño, entre qué cuatro
indómitas paredes
irá mi libertad entumeciéndose?
Los cautelosos plátanos, la inmóvil
vendedora de estampas, el guardián
de los jueves, la flora combativa
como emblema, ¿siguen siendo mañana?
Oh injusto ayer entre inocentes
veredictos, fervor
de lo temprano junto al miedo
tardío de vivir, chorro de sed
de las aceñas clandestinas, calle
del Láudano que abría
sus ululantes puertas de prostíbulos
contra el mundo primero.
¿Qué
me querías tú, luna
lluviosa, airada piedra
de la tarde, descoyuntado círculo
del tiempo? ¿Qué me querías,
dime, mísera prefectura
de los libros desérticos, tapial
de coros y de láminas,
vespertinas maderas
de vigilancia y de oración?
No podía ser niño en los escaños
hostiles, entre el terco
desdén de las empalizadas, junto
al silbo imperioso, bajo el látigo
del estupor y de las letanías.
Mañana, me gritaban. Pero
¿dónde estaré mañana, qué será
de mi tiempo, de qué van a servirme
tantos días sin mí? ¿Es necesario
el mundo, soy necesario yo,
me hago falta a mí mismo?
Crédula infancia sola entre respuestas
sin preguntas, déjame ser
equivocadamente el responsable
de mi quieta impaciencia de vivir. | es |
Subsets and Splits