author
stringlengths
3
35
century
stringclasses
2 values
title
stringlengths
1
161
text
stringlengths
22
1.47M
language
stringclasses
5 values
Blanco,Andrés_Eloy
<XXI
Ayer_Vino_La_Paloma
Ayer vino la paloma que viene todos los días, ayer se paró en la reja y comió de mi comida, ayer vino hasta mis hierros, ayer me escuchó tranquila y digo en el romancillo las cosas que le decía: —Paloma, vuelve a los cielos y mira hacia los tejados; cuando veas una casa grande, que tiene tres patios; el primero con palmeras, el segundo con mosaicos, el tercero, un patio grande con azotea de un lado y arboleda y gallinero y olor de jabón pintado, cuando veas esa casa verás en el primer patio cuatro mujeres cosiendo cuatro mujeres bordando. Allí llegarás, paloma y allí bajarás al patio y caerás en las rodillas de la del pelo dorado; después volarás de nuevo y volverás a mi lado, y entonces sabré, paloma, si la del pelo dorado tiene las manos cosiendo, tiene los ojos llorando. Ayer vino la paloma que viene todos los días, ayer se paró en mi reja y comió de mi comida, ayer vino hasta mis hierros, ayer hablóme tranquila y digo en el romancillo las cosas que me decía: —Prisionero, fui a los cielos y miré hacia los tejados hasta que encontré una casa grande, que tiene tres patios; el primero guarnecido con zócalo de mosaicos, lleno de tiestos con flores y sillas de junco blanco, con un vitral en el fondo de vidrios esmerilados; el segundo, con columnas y reja de alicatados y con una enredadera y unos rosales cargados; y el tercero con gallinas y una higuera y unos plátanos y un hilo con ropa blanca y olor de jabón pintado. Allí llegué, prisionero, y encontré en el primer patio tresniñoscon las cabezas como zagal de retablo. Y en el segundo encontré cinco mujeres bordando cuatro con el pelo negro y una con el pelo blanco. Allí llegué, prisionero, y allí me metí en el patio y le caí en las rodillas de aquella del pelo blanco. Tiene las manos cosiendo, tiene los ojos llorando.
es
Celaya,Gabriel
<XXI
La_Vida_Es_Tan_Sencilla_Que_Se_Explica_Por_Sí_Misma
La vida es tan sencilla que se explica por sí misma, se basta a sí misma. ¡Mira! Todo está hecho. Todo está ya dado. Nos basta aceptar o quizá —somos humanos— alabar y cantar a lo que nos maquina sin dejarse pensar. Todo está aquí. ¿No lo ves? No hay razón ni más allá. ¡Somos felices! Vivimos los instantes explosivos de alegría o de dolor, de rabia o de amor, y si no es que estamos distraídos, aburridos. No hay nada que esperar. No hay nada que temer. También la muerte llegará cuando nos sea fielmente necesaria y la recibiremos con verdadera ansia. Desde que nacimos nos estamos preparando para que nos consuma.
es
Carriego,Evaristo
<XXI
Hoy_El_Hogar_No_Tiene_La_Habitual_Alegría
Hoy el hogar no tiene la habitual alegría de los días hermosos, y eso que hoy es un día suavemente asoleado. En el patio no hay ruidos, ni se escuchan las risas sonando en los dormidos rincones de la antigua casa. La regalona y traviesa hermanita de siete años no entona las canciones ingenuas que aprendiera en la escuela, ni riñe a su muñeca mutilada. La abuela ¡Ah, la pobre abuelita casi nunca está sana! Olvida su dolencia que lleva una semana de no darla un momento de reposo. Una incierta amenaza inquietante ha violado la puerta del hogar. Bajo el techo de la casa modesta se presiente en acecho al dolor. Repentina, melancólicamente, ha pasado una sombra como por una frente, como por una frente que fue siempre serena y que recién ahora la oscurece la pena con la torva amargura de una arruga muy honda. Ronda a paso de lobo por nuestra casa, ronda la tristeza, la angustia, que ya ha puesto sus fríos labios en una mustia carita enflaquecida. Es que el nene está enfermo. Cesó la voz querida de rumorear sus charlas adorables con esa locuacidad que hacía bulliciosa la mesa. ¡Ay, el gesto atufado de su enojo risueño y los cantos que apenas cesaban cuando el sueño, como dos invisibles alitas de alguaciles, le tocaba en sus ojos con sus dedos sutiles! ¡Abuelita, abuelita, hazme pronto la cama! ¡Qué triste ahora, abuela, el nene no te llama! Por las habitaciones vaga como algo extraño un silencio penoso que se diría huraño, y tú vas arrastrando tu cansancio de días e inútiles son todas las filiales porfías para que te recuestes un momento siquiera: ¿Qué espera, mamá vieja?, A acostarse ¿Qué espera? Ya sabemos el dulce temor que te detiene: ¿Quién, como la abuelita, cuidaría del nene? Niño Dios, Nazareno de las rubias estampas, coronado de espinas, que curabas las llagas con tus manos divinas: ¿No podrías ser bueno otra vez, en la hora de las angustias graves, y decir las piadosas palabras que tú sabes para que él se mejore, para que ella no llore?
es
Molinaro,Bruno
XXI
Toda_Piedad_O_Ninguna
Toda piedad o ninguna. Pero no: sucesión del día y de la noche, de la noche y el día hasta que el hilo sutil ya no es nuestra vida.
es
Machado,Antonio
<XXI
Muerte_De_Abel_Martín
Los últimos vencejos revolean en torno al campanario; los niños gritan, saltan, se pelean. En su rincón, Martín el solitario. ¡La tarde, casi noche, polvorienta, la algazara infantil, y el vocerío, a la par de sus doce en sus cincuenta! ¡Oh alma plena y espíritu vacío, ante la turbia hoguera con llama restallante de raíces, fogata de frontera que ilumina las hondas cicatrices! Quien se vive se pierde, Abel decía. ¡Oh distancia, distancia!, que la estrella que nadie toca, guía. ¿Quién navegó sin ella? Distancia para el ojo —¡oh lueñe nave!—, ausencia al corazón empedernido, y bálsamo suave con la miel del amor, sagrado olvido. ¡Oh gran saber del cero, del maduro fruto sabor que sólo el hombre gusta, agua de sueño, manantial oscuro, sombra divina de la mano augusta! Antes me llegue, si me llega, el Día, la luz que ve, increada, ahógame esta mala gritería, Señor, con las esencias de tu Nada. El ángel que sabía su secreto salió a Martín al paso. Martín le dio el dinero que tenía. ¿Piedad? Tal vez. ¿Miedo al chantaje? Acaso. Aquella noche fría supo Martín de soledad; pensaba que Dios no le veía, y en su mundo desierto caminaba. Y vio la musa esquiva, de pie junto a su lecho, la enlutada, la dama de sus calles, fugitiva, la imposible al amor y siempre amada. Díjole Abel: Señora, por ansia de tu cara descubierta, he pensado vivir hacia la aurora hasta sentir mi sangre casi yerta. Hoy sé que no eres tú quien yo creía; mas te quiero mirar y agradecerte lo mucho que me hiciste compañía con tu frío desdén. Quiso la muerte sonreír a Martín, y no sabía. Viví, dormí, soñé y hasta he creado —pensó Martín, ya turbia la pupila— un hombre que vigila el sueño, algo mejor que lo soñado. Mas si un igual destino aguarda al soñador y al vigilante, a quien trazó caminos, y a quien siguió caminos, jadeante, al fin, sólo es creación tu pura nada, tu sombra de gigante, el divino cegar de tu mirada. Y sucedió a la angustia la fatiga, que siente su esperar desesperado, la sed que el agua clara no mitiga, la amargura del tiempo envenenado. ¡Esta lira de muerte! Abel palpaba su cuerpo enflaquecido. ¿El que todo lo ve no le miraba? ¡Y esta pereza, sangre del olvido! ¡Oh, sálvame Señor! Su vida entera, su historia irremediable aparecía escrita en blanda cera. ¿Y ha de borrarte el sol del nuevo día? Abel tendió su mano hacia la luz bermeja de una caliente aurora de verano, ya en el balcón de su morada vieja. Ciego, pidió la luz que no veía. Luego llevó, sereno, el limpio vaso, hasta su boca fría, de pura sombra —¡oh pura sombra!— lleno.
es
Ibarbourou,Juana_de
<XXI
Víspera_De_Viaje
He de hallar la pajiza flor del alba, el mielado fulgor de la mañana que todo embrujo de la noche salva, para empezar mi vida americana. Esa de Nueva York ancha y absurda para nosotros, los latinos puros, que Dios construye con su mano zurda, sin contención, sin diques y sin muros. Mi tiesa piel criolla y española echaré sobre el hombro de una ola al bajar en su puerto desmedido. He de vivir la vida neoyorquina, sin mi severa falda de latina, pero el rosario al puño, suspendido.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
La_Sirena_En_La_Playa
La Sirena en la playa dio a luz un Sireno con un hato de llaves y su chupa de cuero. El Sireno no quiso trabajar tierra adentro ni conocer su padre ni quedarse en el Ebro. Él se nada a Venecia, él solicita un puesto; él quiere ser lo que es, Sireno. En sus lomos lleva a los turistas lelos, y con su florescente cola señálales los monumentos. —Trabaja día y noche como el viento—. Chapoteando las calles de Venecia, va el Sireno sereno abriendo los portales con su hato de llaves de misterio, su brillo de pescado su chuzo de secretos. Nunca sale de día ni del agua, ni se afeita, ni asiste a estrenos. Y nadie, nadie sabe, sólo él y yo sabemos, que es hijo de Sirena, y que no tiene piernas ni sexo.
es
Galeano,Eduardo
<XXI
Marcela_Estuvo_En_Las_Nieves_Del_Norte
Marcela estuvo en las nieves del norte. En Oslo, una noche conoció a una mujer que canta y cuenta. Entre canción y canción, esa mujer cuenta buenas historias, y las cuenta vichando papelitos, como quien lee la suerte de soslayo. Esa mujer de Oslo, viste una falda inmensa, toda llena de bolsillos. De los bolsillos va sacando papelitos,uno por uno, y en cada papelito hay una buena historia para contar, una historia de fundación y fundamento y en cada historia hay gente que quiere volver a vivir por arte de brujería. Y así ella va resucitando a los olvidados y a los muertos: y de las profundidades de esa falda van brotando los andares y los amares del bicho humano,que viviendo, que diciendo va.
es
Machado,Manuel
<XXI
Tú_Me_Estás_Dando_Motivo
Tú me estás dando motivo, motivo tú me estás dando..., y yo no quiero, no quiero hacer lo que estoy pensando. De querer a no querer hay un camino muy largo, y todo el mundo lo anda sin saber cómo ni cuándo. Quita una pena otra pena, un dolor otro dolor, un clavo saca otro clavo y un amor quita otro amor. Siempre gustan del misterio los gustitos del querer. Amores, para ser buenos, calladitos han de ser. Esperar en la experiencia es esperanza perdía: que, antes que llegue el saber, s'acabaíto la vía. Crece el fuego con el viento, con la noche el padecer, con el recuerdo la pena, con los celos el querer. La vida es un cigarrillo: humo, ceniza y candela... Unos lo fuman de prisa, y algunos lo saborean. Le he encargaíto a mi mare que, el día que yo me muera, con tu retrato me entierren, para tenerte a mi vera. De la noche a la mañana se me ha ido tu querer: agüita que se derrama no se puede recoger.
es
González,Ángel
<XXI
Me_Arrepiento_De_Tanta_Inútil_Queja
Me arrepiento de tanta inútil queja, de tanta tentación improcedente. Son las reglas del juego inapelables y justifican toda, cualquier pérdida. Ahora sólo lo inesperado o lo imposible podría hacerme ll0rar: una resurrección, ninguna muerte.
es
Machado,Antonio
<XXI
El_Hombre_Es_Por_Natura_La_Bestia_Paradójica
El hombre es por natura la bestia paradójica, un animal absurdo que necesita lógica. Creó de nada un mundo y, su obra terminada, «Ya estoy en el secreto —se dijo—, todo es nada».
es
Salinas,Pedro
<XXI
Yo_No_Necesito_Tiempo
Yo no necesito tiempo para saber cómo eres: conocerse es el relámpago. ¿Quién te va a ti a conocer en lo que callas, o en esas palabras con que lo callas? El que te busque en la vida que estás viviendo, no sabe mas que alusiones de ti, pretextos donde te escondes. Ir siguiéndote hacia atrás en lo que tú has hecho, antes, sumar acción con sonrisa, años con nombres, será ir perdiéndote. Yo no. Te conocí en la tormenta. Te conocí, repentina, en ese desgarramiento brutal de tiniebla y luz, donde se revela el fondo que escapa al día y la noche. Te vi, me has visto, y ahora, desnuda ya del equívoco, de la historia, del pasado, tú, amazona en la centella, palpitante de recién llegada sin esperarte, eres tan antigua mía, te conozco tan de tiempo, que en tu amor cierro los ojos, y camino sin errar, a ciegas, sin pedir nada a esa luz lenta y segura con que se conocen letras y formas y se echan cuentas y se cree que se ve quién eres tú, mi invisible.
es
Heredia,José_María
<XXI
Mira,_Mi_Bien,_Cuán_Mustia_Y_Desecada
Mira, mi bien, cuán mustia y desecada del sol al resplandor está la rosa que en tu seno tan fresca y olorosa pusiera ayer mi mano enamorada. Dentro de pocas horas será nada... No se hallará en la tierra alguna cosa que a mudanza feliz o dolorosa no se encuentre sujeta y obligada. Sigue a las tempestades la bonanza: siguen al gozo el tedio y la tristeza... Perdóname si tengo la desconfianza de que dure tu amor y tu terneza: cuando hay en todo el mundo tal mudanza, ¿solo en tu corazón habrá firmeza?
es
Montobbio,Santiago
<XXI
El_Mendigo
Al pie de una cuesta olvidada o llovida, al pie de una ajena infancia acaso, detrás de la tierra y muchísimos años después de que tuviera nombre todo olvidado o llovido sólo pide en su entierro el mendigo que en monedas le sean dadas las limosnas, pocas o muchas. En monedas. De cobre o de espanto y, a veces, con el sonido de los abrazos perdidos, en monedas siempre, en monedas raídas. Pues si alguien se olvidó de los relojes y otra noche aquí aún llega se las pondrá en los ojos, para no ver, una por una. Para no ver —noche vacía—, para no ver o para recordar saberse tan muerto como su sonido. Pues si alguien se olvidó de los relojes y otra noche aquí aún llega se las pondrá en los ojos, para no ver, una por una. Para no ver —noche vacía—, para no ver o para recordar saberse tan muerto como su sonido.
es
Fernández_Moreno,Baldomero
<XXI
No_Ha_De_Apagar_Su_Lámpara_El_Poeta
No ha de apagar su lámpara el poeta, aunque el fino pincel de la mañana el desnudo cristal de la ventana pinte con el azul de su paleta, sin tejer otra lírica violeta en la ideal corona que engalana tu divina cabeza soberana, por buena, por hermosa y por discreta. Vaya hacia ti mi ofrenda matutina en la luz y en el pájaro que trina. Una dulce mañana te deseo. Así, mientras te vayas levantando, verás mi puro corazón vibrando en un rayo de sol y en un gorjeo.
es
Ramos_Sucre,José_Antonio
<XXI
El_Ermitaño_Cuenta_Los_Sucesos_Y_Prodigios_Del_Amor_Y_Se_Incorpora
El ermitaño cuenta los sucesos y prodigios del amor y se incorpora a la hueste de los personajes lacerados y sin remedio. Se confiesa autor de más de un rapto y sugiere, por medio de una locución viva, el susto de la fuga a rienda suelta, bajo el alcance de las piedras y de los disparos. Se finge delicado a la memoria de Mercedes, constante en censurar sus mocedades y autora, una vez difunta, de su retiro del siglo y de su arrepentimiento y humildad. Describe la estancia en donde pasó esta vida y quedó yacente, sin auxilio ni compañía. Un soplo del norte rompía a cada paso los ventanales, arrojaba lejos el perfume de los sahumerios y extinguía, delante del crucifijo de marfil, un cirio de lumbre mustia. Pasa a celebrar su propósito irrevocable de vivir penitente, desde esa hora, en el hueco del monte, en medio de una maleza parca y cenicienta. El ermitaño da fin a su discurso y me sorprende con la mención de sus compañeros y el reproche de su tardanza. Los apellida por medio de un silbato de cobre. Yo me vi amenazado, en breve espacio, por una rueda de fusiles asestados. No podía alzar mi voz sobre la greguería de los truhanes. El capitán los persuadió a respetarme la vida y me sacó a salvo por caminos despeñados, sin dejar el hábito de monje, y contentándose con mi dinero y la promesa de navegar la vuelta de mi patria. Disparaba su pistola sobre unas aves de rapiña juntadas, sobre mí, en revuelo furioso. Se finge delicado a la memoria de Mercedes, constante en censurar sus mocedades y autora, una vez difunta, de su retiro del siglo y de su arrepentimiento y humildad. Describe la estancia en donde pasó esta vida y quedó yacente, sin auxilio ni compañía. Un soplo del norte rompía a cada paso los ventanales, arrojaba lejos el perfume de los sahumerios y extinguía, delante del crucifijo de marfil, un cirio de lumbre mustia. Pasa a celebrar su propósito irrevocable de vivir penitente, desde esa hora, en el hueco del monte, en medio de una maleza parca y cenicienta. El ermitaño da fin a su discurso y me sorprende con la mención de sus compañeros y el reproche de su tardanza. Los apellida por medio de un silbato de cobre. Yo me vi amenazado, en breve espacio, por una rueda de fusiles asestados. No podía alzar mi voz sobre la greguería de los truhanes. El capitán los persuadió a respetarme la vida y me sacó a salvo por caminos despeñados, sin dejar el hábito de monje, y contentándose con mi dinero y la promesa de navegar la vuelta de mi patria. Disparaba su pistola sobre unas aves de rapiña juntadas, sobre mí, en revuelo furioso. Describe la estancia en donde pasó esta vida y quedó yacente, sin auxilio ni compañía. Un soplo del norte rompía a cada paso los ventanales, arrojaba lejos el perfume de los sahumerios y extinguía, delante del crucifijo de marfil, un cirio de lumbre mustia. Pasa a celebrar su propósito irrevocable de vivir penitente, desde esa hora, en el hueco del monte, en medio de una maleza parca y cenicienta. El ermitaño da fin a su discurso y me sorprende con la mención de sus compañeros y el reproche de su tardanza. Los apellida por medio de un silbato de cobre. Yo me vi amenazado, en breve espacio, por una rueda de fusiles asestados. No podía alzar mi voz sobre la greguería de los truhanes. El capitán los persuadió a respetarme la vida y me sacó a salvo por caminos despeñados, sin dejar el hábito de monje, y contentándose con mi dinero y la promesa de navegar la vuelta de mi patria. Disparaba su pistola sobre unas aves de rapiña juntadas, sobre mí, en revuelo furioso. Pasa a celebrar su propósito irrevocable de vivir penitente, desde esa hora, en el hueco del monte, en medio de una maleza parca y cenicienta. El ermitaño da fin a su discurso y me sorprende con la mención de sus compañeros y el reproche de su tardanza. Los apellida por medio de un silbato de cobre. Yo me vi amenazado, en breve espacio, por una rueda de fusiles asestados. No podía alzar mi voz sobre la greguería de los truhanes. El capitán los persuadió a respetarme la vida y me sacó a salvo por caminos despeñados, sin dejar el hábito de monje, y contentándose con mi dinero y la promesa de navegar la vuelta de mi patria. Disparaba su pistola sobre unas aves de rapiña juntadas, sobre mí, en revuelo furioso. El ermitaño da fin a su discurso y me sorprende con la mención de sus compañeros y el reproche de su tardanza. Los apellida por medio de un silbato de cobre. Yo me vi amenazado, en breve espacio, por una rueda de fusiles asestados. No podía alzar mi voz sobre la greguería de los truhanes. El capitán los persuadió a respetarme la vida y me sacó a salvo por caminos despeñados, sin dejar el hábito de monje, y contentándose con mi dinero y la promesa de navegar la vuelta de mi patria. Disparaba su pistola sobre unas aves de rapiña juntadas, sobre mí, en revuelo furioso. Yo me vi amenazado, en breve espacio, por una rueda de fusiles asestados. No podía alzar mi voz sobre la greguería de los truhanes. El capitán los persuadió a respetarme la vida y me sacó a salvo por caminos despeñados, sin dejar el hábito de monje, y contentándose con mi dinero y la promesa de navegar la vuelta de mi patria. Disparaba su pistola sobre unas aves de rapiña juntadas, sobre mí, en revuelo furioso. El capitán los persuadió a respetarme la vida y me sacó a salvo por caminos despeñados, sin dejar el hábito de monje, y contentándose con mi dinero y la promesa de navegar la vuelta de mi patria. Disparaba su pistola sobre unas aves de rapiña juntadas, sobre mí, en revuelo furioso. Disparaba su pistola sobre unas aves de rapiña juntadas, sobre mí, en revuelo furioso.
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Vengo_Desde_La_América_Española
Vengo desde la América española, a ofrendar este libro, en que se siente latir un corazón. Tal vez la ola que me trajo hasta aquí gallardamente, puso a Colón sobre la playa sola también del ignorado Continente; mas no en pausada y colonial galera metálico tributo es el que envía la indiana joven a la madre ibera, sino en la de vapor, nave que un día de ese mundo zarpó la vez primera, es en la que, en vibrante poesía, le ofrece el culto de su vida entera: sus ídolos de ayer; la fe que abraza; todas las ambiciones y desmayos de la herencia latina en esa raza, que el sol broncea con voraces rayos; la vieja majestad de dos Imperios indígenas; los épicos clamores, resonanles en ambos hemisferios, con que pasando van Conquistadores; el desfile de líricos Virreyes, llenos de hidalga brillantez y pompa; la libertad de las criollas greyes, digna de los elogios de la trompa, ya que en ese fragor la sangre ibérica lucha contra sí misma. Así la América, pulsando, al pie de su nativa palma, la castellana cítara armoniosa, le ofrece un libro; y, entre el libro, el alma prisionera como una mariposa. ¿Que título mejor en aquel día en que el gran don Quijote alce la frente, para mirar el astro sin poniente de las Españas cuando Dios quería? El abrirá su pecho alborozado, al saber que el Amor en el Presente hace más que la Fuerza en el Pasado; el mirará a sus pies la vida entera con que vive en las Indias esa gente, ¡que se hizo libre, pero no extranjera! ¡Cuál crece en don Quijote la figura del que fantasmas al redor divisa! Epopeya de escarnio y de ternura, que es como el Evangelio de la Risa... ¡Ay! Para qué soñar? Los corazones no han, cuando sueñan, venturosa palma: es fuerte quien no vive de ilusiones, quien no siente molinos en el alma; pero ¿grande? Eso no. Tú sí eres grande, España romancesca y luminosa: tú eres la Fe que el corazón expande; tú, la Esperanza que en la Fe reposa; y tú, la Caridad que por doquiera va prodigando su alma generosa. Grande fue tu ideal, grande tu ensueño: tan grande fuiste en la Cristiana Era, que el mundo antiguo resultó pequeño y para ti se completó la Esfera. ¿Y de quién fue la gloria que el demente logró en su excelsitud? ¡Oh gloria extraña la de aquel triunfo sobre el mar rugiente!... Colón puso el delirio de su mente; pero la realidad... la puso España. América surgió de la energía y del ensueño, de la unión austera de una mujer y un hombre, a la manera de la cristiana redención un día; porque no hay obra de inmortal renombre, capaz de redimir la vida humana, que, en consorcio ideal, no haya nacido del cerebro de un hombre al corazón de una mujer unido... Y así América dice : —¡Oh madre España! Toma mi vida entera; que yo te he dado el Sol de mi montaña y tú me has dado el Sol de tu bandera. Hay en mis venas el arranque hispano; y no es hispano el que el amor concluya: ¡tuya fui, tuya soy!— No piensa en vano; que hasta la lengua en que lo dice es tuya. No en vano aún la lengua castellana presta la pompa de su augusto traje, para cubrir la desnudez indiana... No en vano el ardoroso Continente refresca, así, su espíritu salvaje, en esta lengua, pura y transparente como aquella agua en que las reinas moras refrescaban sus carnes pecadoras... Por eso, España, la gloriosa viuda que de heráldico orgullo se reviste, tendrá un consuelo cuando sienta duda: saber que un mundo con amor la asiste y con su propia lengua la saluda. —¡Oh madre España! Toma —este es mi orgullo la selva virgen y la escarpa ruda; el turpial, que te atrae con su ruego; el palmar, que te envuelve con su arrullo; y hasta el Sol, que te excita con su fuego... Toma la pampa de verdor luciente; el lago en que la brisa se refresca; la de los Andes cordillera ingente, que contrae la faz del Continente cual si fuese una arruga gigantesca... En las nevadas crestas de los Andes, bajo un golpe de Sol, el agua brota y palmotea entre peñascos grandes como una carcajada que rebota; y, en su carrera, sórdidos tumultos suele arrastrar de piedras y de Iodo, a la manera del que arrastra insultos, pero que marcha en triunfo sobre todo: se hunde luego debajo de las rocas y se filtra en cascadas transparentes; y, sin Iodo otra vez, llena las bocas de los abismos e improvisa fuentes. El agua, así, que de la andina altura descendió por las ásperas pendientes, cuanto más se ha golpeado está más pura. ¡No te importen a ti, madre de un mundo, los golpes que te des!... En su caída arrastra fango el manantial fecundo, pero acaba por ser pureza y vida. Y así en el ¡ay! de tus dolores grandes, piensa que toda raza, en su aventura, como el agua que brota de los Andes, cuanto más se ha golpeado está más pura... Tal la musa hacia ti se vuelve toda; y, al ofrendarte el libro de su alma, rejuvenece la vetusta Oda. Antes que el numen tropicaI la excite y pulse, al pie de su nativa palma, la castellana cítara, repite: —¡Oh madre España! Acógeme en tus brazos y, al compás de mi cántico sonoro, renueva el nudo de los viejos lazos; que un anillo de oro hecho pedazos ya no es anillo... ¡pero siempre es oro!
es
Benedetti,Mario
<XXI
Zelmar
o es que existe un territoriodonde las sangres se mezclan(de una canción de Daniel Viglietti) Ya van días y noche que pienso pobre flaco y no puedo ni quiero apartar el recuerdo no el subido al cajón a la tribuna con su palabra de espiral velocisima que blindaba los pregones del pueblo o encendía el futuro con unas pocas brasas ni el cruzado sin tregua que quería salvar la sangre prójima aferrándose a la justicia esa pobre lisiada no es el rostro allá arriba el que concurre mas bien el compañero del exilio el cálido el silencio aquel buen parroquiano del boliche de la calle maipú fiel al churrasco y al budín de pan rodeado de hijos hijas yernos nietos ese flamante abuelo con cara de muchacho hablando del paisito con la pasión ecuánime sin olvidar heridas y tampoco quedándose en el barro siempre haciendo proyectos y eran viables ya que su vocación de abrecaminos lo llevaba a fundar optimismos atajos cuando alguno se daba por maltrecho y a pesar de la turbia mescolanza que hay en el techo gris de la derrota nadie consiguió que tildara de enemigos a quienes bien o mal radiantes o borrosos faros o farolitos eran pueblo como él y también comparece el vigilado por esos tiras mansos con quienes conversaba de cine libros y otras zancadillas en el hotel o escala o nostalgia de la calle corrientes se que una vez el dueño que era amigo lo reconvino porque había una cola de cincuenta orientales nada menos que venían con dudas, abandonos harapos desempleos frustraciones conatos pavores esperanzas cabalas utopías y el escuchaba a todos el ayudaba comprendía a todos lo hacia cuerdamente y si algo prometía lo iba a cumplir después con el mismo rigor que si fuera contrato ante escribano público no se puede agregar decia despacito mas angustia a la angustia no hay derecho y trabaja siempre noche y día quizás para olvidar que la muerte miraba de un solo manotazo espantaba sus miedos como si fueran moscas o rumores y pese a las calumnias las alarmas su confianza era casi indestructible llevaba la alegria siempre ilesa de la gente que cumple con la gente solo un imagen lo vencia era la hija inerme la hija en la tortura durante quince insomnios la engañaron diciendole que lo habian borrado en la Argentina era un viejo proyecto por lo visto entonces si pedia ayuda para no caer en la desesperación para no maldecir mas de la cuenta ya van noches y días que pienso pobre flaco un modo de decir pobres nosotros que nos hemos quedado sin su fraternidad sobre la tierra no se me borra la sonrisa el gesto de la ultima vez que lo vi junto a chicho y no le dije adios sino cuidate pero los dos sabiamos que no se iba a cuidar por lo comun cuando cae un verdugo un doctor en crueldad, un mitrione cualquiera los canallas zalameros recuerdan que deja tres cuatro verduguitos en ciernes ahora que problema este hombre legal este hombre cabal acribillado este muerto inmorible con las manos atadas deja diez hijos tras de si diez huellas pienso en cecilia en chicho en isabel margarita felipe y los otros que siempre lo rodeaban porque tambien a ellos inspiraba confianza y que lindos gurises ojala vayan poquito a poco entendiendo su duelo resembrando a zelmar en sus diez surcos puede que la tristeza me haga decir ahora sin el aval de las computadoras que era el mejor de nosotros y era pero nada me hará olvidar que fue quien haciendo y rehaciendo se purifico mas en el exilio mañana apretaremos con los dientes este gajo de asombro este agrio absurdo gajo y tragaremos seguirá la vida pero hoy este horror es demasiado que no profane el odio a este bueno yacente este justo que el odio quede fuera del recinto donde estan los que quiso y que lo quieren solo por esta noche por esta pena apenas para que nada tizne esta vela de almas pocos podran como él caer tan generosamente tan atrozmente ingenuos tan limpiamente osados mejor juntemos nuestras osadías la generosidad mas generosa y ademas instalemos con urgencia fieles radares en la ingenuidad convoquemos aquí a nuestros zelmares esos que el mismo nos dejo en custodia el que ayudo a cada uno en su combate en su mas sola soledad y hasta nos escucho los pobres sueños él que siempre salía de alguna pesadilla y si tendia una mano era una mano y si daba consuelo era un consuelo y nunca un simulacro convoquemos aquí a nuestros zelmares en ellos no hay ceniza ni muerte ni derrota ni tierno descalabro nuestros zelmares siguen tan campantes señeros renacidos únicos y plurales fieles y hospitalarios convoquemos aquí a nuestros zelmares y si aun asi fraternos asi reunidos en un duro abrazo en una limpia desesperación cada uno de esos módicos zelmares echa de menos a zelmar será que el horror sigue siendo demasiado y ya que nuestro muerte como diria roque en plena vida es un indócil ya que es un difunto peliagudo que no muere en nosotros pero muere que cada uno llore como pueda a lo mejor entonces nuestro zelmar ese de cada uno ese que el mismo nos dejo en custodio a cada uno tendera una mano y como en tantas otras malas suertes y noches nos sacara del pozo desamortajara nuestra alegría y empezara a blindarnos los pregones a encender el futuro con unas pocas brasas Ya van días y noche que pienso pobre flaco y no puedo ni quiero apartar el recuerdo no el subido al cajón a la tribuna con su palabra de espiral velocisima que blindaba los pregones del pueblo o encendía el futuro con unas pocas brasas ni el cruzado sin tregua que quería salvar la sangre prójima aferrándose a la justicia esa pobre lisiada no es el rostro allá arriba el que concurre mas bien el compañero del exilio el cálido el silencio aquel buen parroquiano del boliche de la calle maipú fiel al churrasco y al budín de pan rodeado de hijos hijas yernos nietos ese flamante abuelo con cara de muchacho hablando del paisito con la pasión ecuánime sin olvidar heridas y tampoco quedándose en el barro siempre haciendo proyectos y eran viables ya que su vocación de abrecaminos lo llevaba a fundar optimismos atajos cuando alguno se daba por maltrecho y a pesar de la turbia mescolanza que hay en el techo gris de la derrota nadie consiguió que tildara de enemigos a quienes bien o mal radiantes o borrosos faros o farolitos eran pueblo como él y también comparece el vigilado por esos tiras mansos con quienes conversaba de cine libros y otras zancadillas en el hotel o escala o nostalgia de la calle corrientes se que una vez el dueño que era amigo lo reconvino porque había una cola de cincuenta orientales nada menos que venían con dudas, abandonos harapos desempleos frustraciones conatos pavores esperanzas cabalas utopías y el escuchaba a todos el ayudaba comprendía a todos lo hacia cuerdamente y si algo prometía lo iba a cumplir después con el mismo rigor que si fuera contrato ante escribano público no se puede agregar decia despacito mas angustia a la angustia no hay derecho y trabaja siempre noche y día quizás para olvidar que la muerte miraba de un solo manotazo espantaba sus miedos como si fueran moscas o rumores y pese a las calumnias las alarmas su confianza era casi indestructible llevaba la alegria siempre ilesa de la gente que cumple con la gente solo un imagen lo vencia era la hija inerme la hija en la tortura durante quince insomnios la engañaron diciendole que lo habian borrado en la Argentina era un viejo proyecto por lo visto entonces si pedia ayuda para no caer en la desesperación para no maldecir mas de la cuenta ya van noches y días que pienso pobre flaco un modo de decir pobres nosotros que nos hemos quedado sin su fraternidad sobre la tierra no se me borra la sonrisa el gesto de la ultima vez que lo vi junto a chicho y no le dije adios sino cuidate pero los dos sabiamos que no se iba a cuidar por lo comun cuando cae un verdugo un doctor en crueldad, un mitrione cualquiera los canallas zalameros recuerdan que deja tres cuatro verduguitos en ciernes ahora que problema este hombre legal este hombre cabal acribillado este muerto inmorible con las manos atadas deja diez hijos tras de si diez huellas pienso en cecilia en chicho en isabel margarita felipe y los otros que siempre lo rodeaban porque tambien a ellos inspiraba confianza y que lindos gurises ojala vayan poquito a poco entendiendo su duelo resembrando a zelmar en sus diez surcos puede que la tristeza me haga decir ahora sin el aval de las computadoras que era el mejor de nosotros y era pero nada me hará olvidar que fue quien haciendo y rehaciendo se purifico mas en el exilio mañana apretaremos con los dientes este gajo de asombro este agrio absurdo gajo y tragaremos seguirá la vida pero hoy este horror es demasiado que no profane el odio a este bueno yacente este justo que el odio quede fuera del recinto donde estan los que quiso y que lo quieren solo por esta noche por esta pena apenas para que nada tizne esta vela de almas pocos podran como él caer tan generosamente tan atrozmente ingenuos tan limpiamente osados mejor juntemos nuestras osadías la generosidad mas generosa y ademas instalemos con urgencia fieles radares en la ingenuidad convoquemos aquí a nuestros zelmares esos que el mismo nos dejo en custodia el que ayudo a cada uno en su combate en su mas sola soledad y hasta nos escucho los pobres sueños él que siempre salía de alguna pesadilla y si tendia una mano era una mano y si daba consuelo era un consuelo y nunca un simulacro convoquemos aquí a nuestros zelmares en ellos no hay ceniza ni muerte ni derrota ni tierno descalabro nuestros zelmares siguen tan campantes señeros renacidos únicos y plurales fieles y hospitalarios convoquemos aquí a nuestros zelmares y si aun asi fraternos asi reunidos en un duro abrazo en una limpia desesperación cada uno de esos módicos zelmares echa de menos a zelmar será que el horror sigue siendo demasiado y ya que nuestro muerte como diria roque en plena vida es un indócil ya que es un difunto peliagudo que no muere en nosotros pero muere que cada uno llore como pueda a lo mejor entonces nuestro zelmar ese de cada uno ese que el mismo nos dejo en custodio a cada uno tendera una mano y como en tantas otras malas suertes y noches nos sacara del pozo desamortajara nuestra alegría y empezara a blindarnos los pregones a encender el futuro con unas pocas brasas
es
Ongay,Íñigo
XXI
Borges_Y_Yo
A aquella enciclopedia y a este espejo debemos la mejor de sus ficciones. Al laberinto y a las estaciones (múltiples) del cristal del catalejo y a sus ojos cegados como un viejo más viejo que la arena, las lecciones geómetras que suman ocasiones del zéjel que se cae del entrecejo. Jorgito, bonarense ginebrino que fue Pierre Menard y fue Espinosa. Cabalístico Golem de Aladino. Cuando cifras los nombres de la cosas en el término vino bebes vino, y todo el Nilo en la palabra rosa. y a sus ojos cegados como un viejo más viejo que la arena, las lecciones geómetras que suman ocasiones del zéjel que se cae del entrecejo. Jorgito, bonarense ginebrino que fue Pierre Menard y fue Espinosa. Cabalístico Golem de Aladino. Cuando cifras los nombres de la cosas en el término vino bebes vino, y todo el Nilo en la palabra rosa. Jorgito, bonarense ginebrino que fue Pierre Menard y fue Espinosa. Cabalístico Golem de Aladino. Cuando cifras los nombres de la cosas en el término vino bebes vino, y todo el Nilo en la palabra rosa. Cuando cifras los nombres de la cosas en el término vino bebes vino, y todo el Nilo en la palabra rosa.
es
Blanco,Andrés_Eloy
<XXI
Salobre
Oh Sidharta Gautama, tú tenías razón ¡Oh, Sakyamuni Budha, Mendigo del Nepal, Niño de Oro, que al sordo cuenco y a la lengua muda concertaste en el diálogo sonoro! ¡Príncipe del Amor, Epifanía de las manos abiertas, ráfaga de la eterna lejanía que sopló la Inmortal Sabiduría sobre el silencio de las cuatro puertas! Sales, ¡oh Budha Blanco!, de ti mismo e inquieres en tu propia corteza, para hallarte a timismo, y en tu escondido corazón prefieres cinco discípulos a diez mujeres, porque ellos son la senda y ellas son el abismo. Por tu humildad, que te trocó en hermano del pestoso, del pobre y del villano y convirtió en harapos tus arreos y en pedigüeña la opulenta mano; por la renunciación de tus deseos; por el filo que corta tu prócer cabellera; por tus meditaciones sobre lo que no existe, cuando en silencio de bandada triste poblaste de alas blancas la angustia de la higuera; por la eficacia de tu sufrimiento; por la profundidad de tu ternura; por tu sonrisa helada en el portento, sereno Bhagavat de trenza oscura, a tus pies, vertical y pensativo, planta mi trigo virgen su tesoro: tus pies son las raíces de un olivo que me harán florecer en granos de oro... ¡Salve, esencia proteica, que en nube, en flor y en flama te repites en ciencia y en perfume y en norma! Bodhidarmo es la intensa proyección de Gautama que al través de los siglos dinamiza la forma. Yo, que a cinco discípulos hubiera preferido una sola mujer; yo, que al anciano nunca tendí la mano; yo, que no abrí mi casa al perseguido; yo, que mordí las ancas de la oveja inocente y arrasé mis frutales y di la flor al agua y el fruto a la serpiente; yo, que de mis panales tomé la miel y desterré la abeja; yo, que llené de barro los umbrales donde la honestidad me abrió su reja; yo, que rompí la intrepidez del canto sobre la boca azul de la sirena y abrí sendas de llanto y abrí surcos de pena, yo vengo a ti; contra mi ser gravita y está ya hiriendo la segura pisada; quede en mi carne tu piedad inscrita bajo la aguda luz de tu mirada. Quiero sentir el gozo revelado que al imperial durmiente llenó de pesadillas; ¡cuánto me busco y nunca me he encontrado!; quiero, Señor, sintiéndome a tu lado mirar mis interiores maravillas... Yo quiero hablarte en el idioma intacto que abrió a tu paso inéditos cariños, en una lengua cándida, sencilla, como un acto, en la lengua del ángel, en el indio del pacto o en el chino celeste de los niños. Y juntar a tus pálidos reflejos la inmensidad de Cristo, la luz de Zoroastro, para así contemplarte, cerca o lejos, desde cerca, una hoguera; desde lejos, un astro. Y con Cristo y contigo, como con dos antorchas que alumbraran mi calma, dejar toda la carne al enemigo y echar por mi interior, buscando un alma. Y si tú me sonríes, entonces en el hombre florecerá el espíritu domesticado y diestro y escribiré para alabar tu nombre, en un grano de arroz un padrenuestro. Y llegará hasta mí, grave y clemente, como en un sueño de transmigraciones, tu amor, que es como un río de invertida corriente, que del mar se devuelve, buscando hacia su fuente el Himalaya de los corazones...
es
Melgar_Becerra,Juan_Miguel
XXI
Tú,_Nacido_En_La_Hoja_De_La_Brisa
Tú, nacido en la hoja de la brisa, que una tarde descendió a mis manos, junto al río, cubierta de nostalgias y sonrisas, tú, hermano mío. ¿Cómo decirte que esperaba en ti la llave del solitario soñador? Te diré que acostumbré a mirarte, pequeño y observador, que te bastaba saber en la tarde, que te olvidaba yo, para que simularas mis andares, mis gestos, mi voz. El príncipe destronado —dijo el poeta— el hermano, porque fue siendo tu hermano, que crecí, y tú, bajo mi sombra, que seguías, te hice de mi vida la fantasía, y te hice parte de mí. Tú, nacido en la hoja de la brisa, que una tarde descendió de mi vacío, cubierta de nostalgias y sonrisas, tú, hermano mío.
es
Quevedo,Francisco
<XXI
Nególe_A_La_Razón_El_Apetito
Nególe a la razón el apetito el debido respeto, y es lo peor que piensa que un delito tan grave puede a Dios estar secreto, cuya sabiduría la oscuridad del corazón del hombre desde el cielo mayor, la lee más claro. Yace esclava del cuerpo la alma mía, tan olvidada ya del primer nombre que no teme otra cosa sino perder aqueste estado infame, que debiera temer tan solamente, pues la razón más viva y más forzosa que me consuela y fuerza a que la llame, aunque no se arrepiente, es que está ya tan fea, que se ha de arrepentir cuando se vea. Sólo me da cuidado ver que esta conversión tan conocida ha de venir a ser agradecida más que a mi voluntad, a mi pecado; pues ella no es tan buena que desprecie por mala tanta pena, y aunque él es vil, y de dolor tan lleno que al infierno le igualo, sólo tiene de bueno el dar conocimiento de que es malo.
es
Vicente,Gil
<XXI
Del_Rosal_Vengo,_Mi_Madre
Del rosal vengo, mi madre, vengo del rosale. A riberas de aquel vado viera estar rosal granado: vengo del rosale. A riberas de aquel río viera estar rosal florido: vengo del rosale. Viera estar rosal florido. cogí rosas con sospiro: vengo del rosale. [Viera estar rosal granado, cogí rosas con cuidado: vengo del rosale.] Del rosal vengo, mi madre, vengo del rosale. A riberas de aquel vado viera estar rosal granado: vengo del rosale. A riberas de aquel río viera estar rosal florido: vengo del rosale. Viera estar rosal florido. cogí rosas con sospiro: vengo del rosale. [Viera estar rosal granado, cogí rosas con cuidado: vengo del rosale.] Del rosal vengo, mi madre, vengo del rosale.
es
Fernández_Moreno,Baldomero
<XXI
¿Qué_Tren_Nos_Ha_Traído?_¿En_Qué_Lugar_Estamos?
¿Qué tren nos ha traído? ¿En qué lugar estamos? Por su verde y su rojo esto es Inglaterra, pero allí está un ombú patriarcal con sus ramos. Esto es un rincón cualquiera en nuestra tierra. Dóblate dulcemente sobre el pretil del puente, vuelve hacia mí tu pelo, tu beso, tu mirada. Deja que por detrás corra el viento y la gente. El viento, el polvo, el prójimo... Ya lo ves: casi nada.
es
Rosales,Luis
<XXI
Retrato_De_Dionisio_Ridruejo
¿Cómo nace un recuerdo? ¿No era un junio? El cielo abría su puerta sobre el valle del Arga. Entre los montes iba la luz con obediencia trémula. Recuerdo que el silencio atardecía toda la vida a su extensión sujeta: los caminos sin gente, las murallas, y el fresco olor que a los pinares lleva. Oyendo unas campanas vi tus ojos, pequeños y naciendo de la tierra jugaban con un dejo campesino en la mirada concentrada y lenta, no suspicaz pero alertada y pronta, no impositiva pero fija y cerca de ser dura, tal vez, cuando nos mira y nos puede ayudar con su dureza. Los ojos sin pestañas, se diría sin párpados también, sin brillo apenas, con libertad no exenta de mesura, con derramada y fácil negligencia. ¿Cómo nace un recuerdo? La luz última arropaba tu cara entre la niebla, descarnada, pequeña, fina y dulce, cansado el gesto y sin cansar la fuerza. El cabello castaño, cuando ríes la risa te reclina la cabeza; la piel áspera y pálida, la boca desdibujada, exánime, risueña. En testimonio de vivir tenías hoyuelada la cara, y había en ella una gran paz convaleciente: hoy sigues dando esa paz que tú no encuentras. Recuerdo que me hablabas descansando todo el cuerpo en la voz, y tu voz era la que llevaba al mundo de la mano, amplia, segura, convencida, cierta. Recuerdo... ya no sé. ¿Cuándo empezaste a estar detrás de la memoria entera, detrás y como un tren que caminara sobre dos vidas en la misma rueda?
es
Cárdenas_Saldivia,José_Luis
XXI
Mala_Fortuna
Lluvia altanera, que dejaste en mis umbrales la flor de la vida enferma, arruinando mis días solteros con abulia y manchas de piel; Seduciste en grosero arte, al infalible cartucho del porvenir, Quebraste el múltiple vicio encadenado, con indecorosas rutinas de protocolo. Sol, viento, frío y calor; que siguieron las huellas maliciosas de la lluvia, conspirando en mi contra por ser quién fui; En extremo reclamo por las condiciones que me sucedieron: “Donde planté flores, el viento fulminó todo vestigio de ese acto de amor; Donde construí mi terruño, la tempestad colapsó con su ancestral arquitectura; Donde desafié las heladas, el calor socavó mi salud bajo tormentosas sesiones; Donde recibí el cáliz, me intoxiqué; Donde comparecí inocencia, se me encarceló; Donde deposité confianza, se me traicionó.” ...¿debo estar de acuerdo con mi fortuna?. Tal vez la única suerte de la que pueda disfrutar sea la de compartir mi tragedia con ustedes, De envolver en sus memorias las viejas heridas, Las crueles marcas de la ruta inmerecida; ¿Quién creyera acaso, que mi desdeñosa y última jugada, no comprende maraña y envidia, por martirios vividos? Si aún así lo estimará, no lo escribiría, porque conforme con mi suerte, en vida se me mostró el esplendor y la ruina; En vida asimilé la paz y la agonía; En vida reuní la fauna encogida que miraba surtida de robustas frutillas... Ahora pienso que todo lo adverso parece tan dulce, que en mi caso sirvió de fuente inspiradora para levantarme tras continuas caídas; Me acostumbre tanto a ellas, que estoy deseando alguna... ó mas de alguna, antes de mi partida.
es
Gelices,Yolanda
XXI
Te_Prometí_Hacerte_Feliz
Te prometí hacerte feliz, me prometiste hacerme feliz, mas deberías saber que todo el amor del mundo no basta para hallar los límites del alma, para abrazar la paz de una arboleda, para cruzar el fuego que no quema, para sepultar las alas de Ícaro, que tanto y tanto pesan, en el fondo del abismo. Te prometí hacerte feliz, mas deberías saber que cada uno ha de aprender a hacerse feliz a sí mismo.
es
Flórez,Julio
<XXI
Pensaba_En_Ti,_Desventurado_Bécquer
Pensaba en ti, desventurado Bécquer una noche de mayo que invitaba al amor, porque tenía dormidos en el tul de su regazo, a su esposo, el silencio, y a mis hijos, los astros. Pensaba en ti; y al recordar tus penas y tus días amargos, que cual olas de un mar embravecido sobre tu frente con horror pasaron, soñaban con tus sueños, soñaban con tus cantos... Pensaba en ti; las nubes parecían colgaduras de raso; las estrellas vibraban luminosas en el ancha comba del azul espacio, como vibran tus rimas de mi amada en los labios; de esa mujer que vive en mi memoria cual luminoso faro, que se parece a tu imposible, aquella mujer de niebla y luz, sueño dorado que surgió de tu mente, y se agitó en el fondo de tu cráneo. Los vientos no gemían, todo, todo yacía en un letargo; de repente un inmenso meteoro rasgó el azul del anchuroso espacio, y la noche me dijo con lenta voz, sonora como un canto: —Es el alado espíritu de Bécquer que a otra estrella ha pasado—. Todo poeta que en el mundo muere vuela incorpóreo al impalpable espacio, besa la frente de la oscura noche... y visita los astros.
es
Luis,Leopoldo_de
<XXI
Será_Sencillamente
¿Cómo decirte cómo? Será como las flores que nievan de blancura un corazón de ramas. Como el sol de la tarde, que madura colores y matiza la sierra de doradas escamas. Será con esa dulce sencillez de las cosas que anima la espontánea sucesión de los días. Será cual los rosales se iluminan de rosas y las tardes se mueren en guedejas sombrías. Será con ese arte de la vida diaria, con esa poesía que hay en lo cotidiano, esa oscura armonía del alma solitaria, esa sorda belleza del primer artesano. Será sencillamente: sin palabras vacías ni artificios inútiles: como mana la fuente. Señor, ¡es tan hermoso amar sencillamente! Como vuelan los pájaros, como pasan los días...
es
Hartzenbusch,Juan_Eugenio
<XXI
¿Por_Qué_La_Vida_Nos_Parece_Bella?
¿Por qué la vida nos parece bella? ¿Qué placer nos ofrece mientras dura, Si no hay edad ni condición en ella Que dolor no se vuelva y amargura? Niños, un ademán nos intimida; Juguete somos en la edad florida De la fortuna y del amor insano; Y al fin cubiertos de cabello cano, Abrumados gemimos Al peso de los años que vivimos. Ya el ansia de adquirir nos atormenta, Ya el temor de perder nos pone susto: Lid continua y violenta Entre sí tienen siempre los malvados, Y perdurable lid también sustenta Contra la envidia y la falacia el justo. Fantasmas engendrados Por loca fantasía, Sueño, delirio son nuestros cuidados; Y cuando al cabo con vergüenza un día Se desengaña nuestra mente ciega, Entonces es cuando la muerte llega.
es
Girondo,Oliverio
<XXI
Llorar_A_Lágrima_Viva._Llorar_A_Chorros._Llorar_La_Digestión._Llorar_El_Sueño
Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo. Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto. Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando. Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar. Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca. Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
es
Rugeles,Manuel_Felipe
<XXI
La_Aldea
En mi aldea cuando niño nunca creí en otra aldea, nunca soñé en otra tierra. Recortaba sus crepúsculos y apacentaba sus nieblas. Cristales me daba el río, pájaros me dio la huerta. Con un caracol de monte vida tuvo una flor nueva. Preso entre cuatro horizontes pasé mi niñez entera. Después descubrí un camino Nacido al pie de mi aldea.
es
Ramos_Sucre,José_Antonio
<XXI
Quise_Hospedarme_Solo_En_La_Casa_De_Portada_Plateresca
Quise hospedarme solo en la casa de portada plateresca. Me esforcé mucho tiempo restableciendo el uso de los cerrojos. Mis pasos herían el suelo sonoro y descomponían la vieja alfombra de polvo. Sujetos de formas vanas apagaban los fanales al empezar la noche, rodeándome de tinieblas agónicas, y el edificio de dos pisos desaparecía en la semejanza de una cabellera desatada por el huracán. Yo esperaba ansiosamente un prodigio. He visto una mujer de fisonomía noble, de rasgos esculpidos por la memoria de un pesar. Ocupaba una rotura súbita de la sombra y acercaba el rostro a la cabecera de un féretro. La fractura de una fiola de cristal despedía un sonido armonioso y la fantasmagoría zozobraba en la oscuridad impenetrable. Me esforcé mucho tiempo restableciendo el uso de los cerrojos. Mis pasos herían el suelo sonoro y descomponían la vieja alfombra de polvo. Sujetos de formas vanas apagaban los fanales al empezar la noche, rodeándome de tinieblas agónicas, y el edificio de dos pisos desaparecía en la semejanza de una cabellera desatada por el huracán. Yo esperaba ansiosamente un prodigio. He visto una mujer de fisonomía noble, de rasgos esculpidos por la memoria de un pesar. Ocupaba una rotura súbita de la sombra y acercaba el rostro a la cabecera de un féretro. La fractura de una fiola de cristal despedía un sonido armonioso y la fantasmagoría zozobraba en la oscuridad impenetrable. Sujetos de formas vanas apagaban los fanales al empezar la noche, rodeándome de tinieblas agónicas, y el edificio de dos pisos desaparecía en la semejanza de una cabellera desatada por el huracán. Yo esperaba ansiosamente un prodigio. He visto una mujer de fisonomía noble, de rasgos esculpidos por la memoria de un pesar. Ocupaba una rotura súbita de la sombra y acercaba el rostro a la cabecera de un féretro. La fractura de una fiola de cristal despedía un sonido armonioso y la fantasmagoría zozobraba en la oscuridad impenetrable. Yo esperaba ansiosamente un prodigio. He visto una mujer de fisonomía noble, de rasgos esculpidos por la memoria de un pesar. Ocupaba una rotura súbita de la sombra y acercaba el rostro a la cabecera de un féretro. La fractura de una fiola de cristal despedía un sonido armonioso y la fantasmagoría zozobraba en la oscuridad impenetrable. He visto una mujer de fisonomía noble, de rasgos esculpidos por la memoria de un pesar. Ocupaba una rotura súbita de la sombra y acercaba el rostro a la cabecera de un féretro. La fractura de una fiola de cristal despedía un sonido armonioso y la fantasmagoría zozobraba en la oscuridad impenetrable. La fractura de una fiola de cristal despedía un sonido armonioso y la fantasmagoría zozobraba en la oscuridad impenetrable.
es
Bañuelos,Juan
<XXI
La_Ballena_Es_Sólo_El_Sueño_De_Un_Náufrago
La ballena es sólo el sueño de un náufrago Mas yo no hablo del mar. Lo que sueña es la lluvia. Con espasmo de esponja La luz se apaga mientras llueve, El tiempo duerme mientras llueve, Mientras llueve la arena es un jinete Sobre las huellas que dejamos; Caen de pronto las ventanas Con los rostros olvidados en ellas hace tiempo. No hay sino el galope y la herradura De la tierra mojada y las hormigas, La boca triste de la tarde Dejada como un guante sobre el hielo, La cáscara sin nadie y lo que pasa Sino la espuma y las escamas de esta tarde Vestida ferozmente, Cuando entre tumbo y tumbo se astillan las palabras Y el deseo atropella los huesos y la carne. Qué tenaz me destrozo mientras llueve, Porque lluevo tan hondo y sin remedio Que no soy más que este edificio Que se desploma a ratos Cuando cierro los ojos Y soy husmeado, sin piedad, por el hocico De todo lo que llueve. Y evidente es que llueve. Y es la tarde. Y es lluvia. Y llueve y llueve y llueve.
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
(Míralo_Aquí)
(Míralo aquí). No se le ven las orejas porque las tiene escondidas; pero su voz es de trueno y su alma de gasolina. (Míralo aquí). Es oscuro como un mirlo de la cabeza al timón; pero le brilla la cresta si vuela mirando al sol. (Míralo allí). No puede cerrar las alas ni posarse en la arboleda; pero tiene más arrullos que un palomo en primavera. (Míralo allí). Deben construirle un nido tan grande como una casa; pero volar no podrá dentro de ninguna jaula. (Míralo allá). Si toca la nube blanca será gusano de seda; pero él no tuerce su rumbo, suceda lo que suceda. (Míralo allá). Mirándolo de muy cerca es un pájaro mayor; pero viéndolo tan lejos no es más que un gran cigarrón. (Ya no se ve). ¡Y con qué pena lo mira, desde su verde limón, la dulce pájara pinta toda encendida de amor!
es
Gelman,Juan
<XXI
Padre
Padre, desde los cielos bájate, he olvidado las oraciones que me enseñó la abuela, pobrecita, ella reposa ahora, no tiene que lavar, limpiar, no tiene que preocuparse andando el día por la ropa, no tiene que velar la noche, pena y pena, rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente. Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces, que me muero de hambre en esta esquina, que no sé de qué sirve haber nacido, que me miro las manos rechazadas, que no hay trabajo, no hay, bájate un poco, contempla esto que soy, este zapato roto, esta angustia, este estómago vacío, esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre cavándome la carne, este dormir así, bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido te digo que no entiendo, Padre, bájate, tócame el alma, mírame el corazón, yo no robé, no asesiné, fui niño y en cambio me golpean y golpean, te digo que no entiendo, Padre, bájate, si estás, que busco resignación en mí y no tengo y voy a agarrarme la rabia y a afilarla para pegar y voy a gritar a sangre en cuello por que no puedo más, tengo riñones y soy un hombre, bájate, qué han hecho de tu criatura, Padre? un animal furioso que mastica la piedra de la calle? Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces, que me muero de hambre en esta esquina, que no sé de qué sirve haber nacido, que me miro las manos rechazadas, que no hay trabajo, no hay, bájate un poco, contempla esto que soy, este zapato roto, esta angustia, este estómago vacío, esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre cavándome la carne, este dormir así, bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido te digo que no entiendo, Padre, bájate, tócame el alma, mírame el corazón, yo no robé, no asesiné, fui niño y en cambio me golpean y golpean, te digo que no entiendo, Padre, bájate, si estás, que busco resignación en mí y no tengo y voy a agarrarme la rabia y a afilarla para pegar y voy a gritar a sangre en cuello por que no puedo más, tengo riñones y soy un hombre, bájate, qué han hecho de tu criatura, Padre? un animal furioso que mastica la piedra de la calle?
es
Pardo_García,Germán
<XXI
En_La_Profundidad_Del_Pantano,_Atardece
En la profundidad del pantano, atardece la luz como en un pozo de taciturno hastío. Penumbra de cavernas cuajó su poderío y un hálito en sus ondas pesadas desfallece. Al crepúsculo, un pájaro luminoso florece sobre las aguas muertas del légamo sombrío, y con la soledad de todo lo tardío, la entraña del inmóvil pantano se estremece. Humildad de campánulas emociona su orilla con una flor azul de corola sencilla, como la gracia leve de un corazón liviano. Y entre la azul campánula y el trino que florece, levántase la vida recóndita, y parece que se dulcificara la angustia del pantano.
es
Paz,Octavio
<XXI
La_Tinta_Verde_Crea_Jardines,_Selvas,_Prados
La tinta verde crea jardines, selvas, prados, follajes donde cantan las letras, palabras que son árboles, frases que son verdes constelaciones. Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran como una lluvia de hojas a un campo de nieve, como la yedra a la estatua, como la tinta a esta página. Brazos, cintura, cuello, senos, la frente pura como el mar, la nuca de bosque en otoño, los dientes que muerden una brizna de yerba. Tu cuerpo se constela de signos verdes como el cuerpo del árbol de renuevos. No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa: mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas. Deja que mis palabras, oh blanca, desciendan y te cubran como una lluvia de hojas a un campo de nieve, como la yedra a la estatua, como la tinta a esta página. Brazos, cintura, cuello, senos, la frente pura como el mar, la nuca de bosque en otoño, los dientes que muerden una brizna de yerba. Tu cuerpo se constela de signos verdes como el cuerpo del árbol de renuevos. No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa: mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas. Brazos, cintura, cuello, senos, la frente pura como el mar, la nuca de bosque en otoño, los dientes que muerden una brizna de yerba. Tu cuerpo se constela de signos verdes como el cuerpo del árbol de renuevos. No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa: mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas. Tu cuerpo se constela de signos verdes como el cuerpo del árbol de renuevos. No te importe tanta pequeña cicatriz luminosa: mira al cielo y su verde tatuaje de estrellas.
es
Altamirano,Ignacio_Manuel
<XXI
Vengo_A_Tu_Templo_Con_La_Faz_Sombría
Vengo a tu templo con la faz sombría Y con el alma enferma de pesar, Buscando alivio en la desgracia mía Junto a la yerta losa de tu altar. Jamás te importuné con mis plegarias; Sufría... y nada te pedí, Señor: Yo he gemido en mis noches solitarias Devorando en silencio mi dolor. Pero hoy no puedo más... hoy sí te pido Que termines clemente mi sufrir; Un siglo de pesar mi vida ha sido; Es mi esperanza única morir. No me aguarda en el mundo sino llanto, Miseria , desengaño, padecer, Eterno desamor, tenaz quebranto, Soledad y tristeza por doquier Yo no tengo ya objeto en mi camino, La estrella de mi norte se eclipsó; Voy cual desierto buque sin destino, Que horrible temporal despedazó. Tú no querrás que viva encadenado A una existencia desdichada así, Por el triste recuerdo atormentado De la dulce esperanza que perdí. Ya basta de sufrir; tras largos días De pesar silencioso y hondo afán, Siento acabarse y las fuerzas mías, Secas las fuentes de mi llanto están. Tú que concedes a otros en el mundo Honores, bienestar, oro y poder, Ten compasión de mi pesar profundo, Concédeme la dicha de no ser. ¿He de apagar cual bárbaro homicida La luz que anima mi existir, Señor? Jamás lo intentaré, tuya es mi vida... ¡Pase de mí este cáliz de dolor! no ser.
es
Brines,Francisco
<XXI
Tus_Nocturnos_Cabellos_De_Oro,_Racimillos_De_Uva
Tus nocturnos cabellos de oro, racimillos de uva, vericuetos de la paciencia y asombros del espejo, ¿cómo usar de ellos, pues que sin pensamiento, aún vano, existen? Tentación de la mano, si no desenredara presas plumas de siniestras aves: encanalladas risas callejeras, gestos mohines, escándalos domésticos; tentación de los ojos, para enjugar sus blandos hilos el apócrifo llanto de un alba más cercana, con más copas bebidas; ardiente tentación de hacer caer en ellos el tedio de las horas, la dormida ceniza del cigarro. ¿De qué podrá servir, en esta noche, tu artificiosa adolescencia?
es
Borges,Jorge_Luis
<XXI
La_Luna
Hay tanta soledad en ese oro. La luna de las noches no es la luna que vio el primer Adán. Los largos siglos de la vigilia humana la han colmado de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.
es
Felipe,León
<XXI
Vamos_Hacia_El_Infierno
¡Vamos hacia el infierno! El grito suena bienen el vientre de la cueva, el salmo bajo el mediodía de los templos y la canción en el crepúsculo... El grito es el primero. Hay un turno de voces: yo grito, tú rezas, él canta... El grito es el primero. Y hay un turno de bridas: él las lleva, tú las llevas, yo las llevo. Y a la hora de las sombras subterráneas la blasfemia reclama sus derechos. Los caballos piafan ya enganchados y la carroza aguarda... ¿Quién la lleva? Yo: el blasfemo. Yo la llevo, yo llevo hoy la carroza, yo la llevo. Este es el poeta, tú eres el salmista, ése es el que llora, tú eres el que grita... yo soy el blasfemo. Yo la llevo. Yo llevo hoy la carroza, yo la llevo. ¡Arriba! ¡Subid todos! ¡Vamos hacia el infierno! La aijada tiene su ritmo, y la tralla, y el frito, y el aullido... y la blasfemia del cochero. ¡Arre! ¡Arre! ¡Músicos, poetas y salmistas; obispos y guerreros!... Voy a cantar. Vida mía, vida mía, ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Vida mía, vida mía, tengo un ojo pitañoso y el otro con ictericia. Vida mía, vida mía, ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Esta es mi copla, la copla de mi carne, la copla de mi cuerpo. Mas si mis ojos están sucios los vuestros están ciegos. ¡Músicos, poetas y salmistas; obispos y guerreros!... Voy a cantar otra vez. El viejo rey de Castilla ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! El viejo rey de Castilla tiene una pierna leprosa y la otra sifilítica. El viejo rey de Castilla ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Esta es la copla de mi tierra, la copla de mi reino. Mas si mi reino está podrido su espíritu es eterno. ¡Músicos, poetas y salmistas; obispos y guerreros!... Llevadme de nuevo el compás. En los cuernos de la mitra ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! En los cuernos de la mitra hay una plegaria verde y otra plegaria amarilla. En los cuernos de la mitra ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! Esta es la copla de mi alma, de mi alma sin templo porque la bestia negra apocalíptica, lo ha llenado de estiércol. Tres veces cantó el gallo, tres veces negó Pedro, tres veces canto yo: por mi carne, por mi patria y por mi templo... Por todo lo que tuve y ya no tengo... Vamos bien, no hemos errado el sendero. Conjugad otra vez: este es el poeta, tú eres el salmista, ese es el que llora, tú eres el que grita. Yo soy el blasfemo... ¿Y el sabio? ¿Donde está el sabio? ¡Eh, tú! Tú que sabes lo que pesan las piedras y lo que corre el viento... ¿Cuál es la velocidad de las tinieblas y la dureza del silencio? ¿No contestas?... Pues las bridas son mías. Yo la llevo, yo llevo hoy la carroza, yo la llevo. Músicos, sabios, poetas y salmistas, obispos y guerreros... Dejadme todavía preguntar: ¿Quién ha roto la luna del espejo? ¿Quién ha sido? ¿La piedra de la huelga, la pistola del gangster, o el tapón del champaña que disparó el banquero? ¿Quién ha sido? ¿El canto rodado del poeta, el reculón del sabio, o el empujón del necio? ¿Quién ha sido, la vara del juez, el báculo o el cetro? ¿Quién ha sido? ¿Nadie sabe quién ha sido? Pues las bridas son mías. ¡Adelante! ¡Arre! ¡Arre!... ¡Vamos hacia el infierno! Y para hacer más corta la jornada ahora cantaremos en coro, y cantaremos las coplas del Gran Conserje Pedro. Yo llevaré la voz cantante y vosotros el estribillo con lúgubre ritmo de allegreto. Vino la guerra. Y para hacer obuses y torpedos los soldados iban recogiendo todos los hierros viejos de la ciudad. Y Pedro, el Gran Conserje Pedro, le dijo a un soldado: Tomad esto... Y le dio las llaves del templo. Pedro, Pedro... El Gran Conserje Pedro que ha vendido las llaves del templo. Pedro... Te dijo el Señor de los Olivos cuando heriste con tu espada al siervo: Mete esa espada en la vaina, que yo sé a lo que vengo. Y la metiste... con las cajas de caudales en el templo. Pedro, Pedro, el Gran Conserje Pedro, amigo de soldados y banqueros. Y ahora tenemos que ir al cielo dando un gran rodeo por el camino del infierno, cavando un largo túnel en el suelo y preguntando a las raíces y a los topos, por qué ya no hay campanas ni espadañas, Pedro, y los pájaros... todos tus pájaros se han muerto. ¡Pedro, Pedro, todos tus pájaros se han muerto! Sin embargo, señores, yo no soy un escéptico y hay unas cuantas cosas en que creo. Por ejemplo, creo en el Sol, en el Diluvio y en el estiércol; en la blasfemia, en las lágrimas y en el infierno; en la guadaña y en el Viento; en el lagar, en la piedra redonda del amolador y en la piedra redonda del viejo molinero; y en el hacha que derriba los árboles y descuartiza los salmos y los versos; en la locura y en el sueño... y en el gas de la fiebre también creo, en ese gas ingrávido, expansivo y etéreo, antifilosófico, antidogmático y antidialéctico que revienta los globos... los grandes globos, los globitos y el cerebro. Y creo que hay luz en el rito, luz en el culto y luz en el misterio. Creo que el agua se hace vino, y sangre el vino, sangre de Dios y sangre de mi cuerpo. Creo que el trigo se hace harina y carne la harina... carne de Dios y carne de mi cuerpo. Creo que un hombre honrado cuando nos da su pan tiene el cuerpo de Cristo entre los dedos. Y creo que en el cáliz y en la hostia hoy no hay más que babas del Gran Conserje Pedro. Este es mi credo, y pronto será el vuestro. Ya lo iréis aprendiendo. Con él entraremos por la puerta norte y saldremos por el postigo del infierno. El infierno no es un fin, es un medio... (Nos salvaremos por el fuego). Y no es un fuego eterno. Pero es, como las lágrimas, un elevado precio que hay que pagarle a Dios, sin bulas ni descuentos, para entrar en el reino de la luz, en el reino de los hombres, en el reino de los héroes, en el reino que vosotros habéis llamado siempre el reino beatífico del cielo. ¡Vamos allá! ¿Estamos todos? Hagamos el último recuento: Este es el salmista, el que deshizo el salmo cuando dijo con ira y sin consejo: “Tú eres el Dios que venga mis agravios y sujeta debajo de mí, pueblos”. Y este es el poeta luciferino, el que inventó el poema esterilizado y antiséptico y guardó en autoclaves la canción, puritano, orgulloso y fariseo. ¡Oh, puristas y estetas! Aún no está limpio vuestro verso y su última escoria ha de dejarla en los crisoles del infierno. Aquí van los artistas sodomitas, los pintores bizcos y los poetas inversos. (No lloréis. Pero no digáis tampoco que la Luz y el Amor se ven mejor torciendo la mirada y el sexo. Ni llanto ni ufanía. Vamos al gran taller, a la gran fragua donde se enderezan los entuertos). Aquél es el que grita, el hombre de la furia, y aquél otro el que llora, el hombre del lamento. Allá va el rey leproso y sifilítico, este es el bobo intrépido y este es el sabio tímido, cargado de tarjetas y de miedo: ni para decir e pur si mouve le ha quedado resuello. Aquí van el juez y el gangster los dos juntos en el mismo verso. Este es el Presidente demócrata y guerrero que desnudó la espada en el verano y debió desnudarla en el invierno. (¡Ay del que se armó tan sólo para defender su granero, y no se armó para defender el pan de todos primero! ¡Ay, del que dice todavía: nos proponemos conservar lo nuestro!) Allí va el demagogo, aquél es el banquero, estos son los cristianos (Que ahora se llaman los“cristeros”) Y este es el hombre de la mitra, la bestia de dos cuernos, el que vendió las llaves... el Gran Conserje Pedro. ¡Aquí van todos! Y aquí voy yo con ellos. Aquí voy yo también, yo, el hombre de la tralla, el de los ojos sucios... el blasfemo. Sí ahora ya sin hogar y sin reino, sin canción y sin salmo, sin llaves y sin templo... yo la llevo, yo llevo hoy la carroza, yo la llevo. Se va del salmo al llanto, del llanto al grito, del grito al veneno... ¡Arre! ¡Arre! ¡Y se gana la luz desde el infierno!
es
Pardo_García,Germán
<XXI
Y_Exploro_Mis_Arterias_Directrices
Y exploro mis arterias directrices, y el rojo suero nutridor circula. Nada perece, nada se estrangula. Por sí mismas se van mis cicatrices. No es necesario que me divinices, ¡oh Eterno Dinamismo, oh Noche Nula! Tengo divinidad que se atribula, sin que sus llamaradas carbonices. Y es verdad lo que escribo. De los muertos yo empuño lo más grande y los desiertos arboran su muralla encalecida con vecindad de mis nocturnos ríos. En la frondalla de los bosques míos violento ruiseñor pulsa su herida.
es
Bécquer,Gustavo_Adolfo
<XXI
Rima_Xxxiv
Cruza callada, y son sus movimientos silenciosa armonía: suenan sus pasos, y al sonar recuerdan del himno alado la cadencia rítmica. Los ojos entreabre, aquellos ojos tan claros como el día; y la tierra y el cielo, cuanto abarcan, arden con nueva luz en sus pupilas. Ríe, y su carcajada tiene notas del agua fugitiva; llora, y es cada lágrima un poema de ternura infinita. Ella tiene la luz, tiene el perfume, el color y la línea, la forma engendradora de deseos, la expresión, fuente eterna de poesía. ¿Qué es estúpida? ¡Bah! Mientras callando guarde oscuro el enigma, siempre valdrá lo que yo creo que calla más que lo que cualquiera otra me diga.
es
Blanco,Andrés_Eloy
<XXI
Serenidad:_Del_Monte_De_Granito
Serenidad: del monte de granito salta la sangre en púrpuras radianas, y un mar de espigas, hasta el infinito, tiene un temblor de espadas victoriosas… Como flotando en el trigal bendito, todo un rosal las curvas armoniosas, rozándole en los labios como un rito, un beso vertical sobre las rosas, cruza la Ansiada: de sus trenzas blondas, sueltas a un viento de tristezas hondas, surgen la paz y la oración amigas,,, Atenúan su sangre los rosales, y desde sus palacios siderales ¡el sol dora de luna las espigas!...
es
Góngora,Luis_de
<XXI
En_Villa_Humilde_Sí,_No_En_Vida_Ociosa
En villa humilde sí, no en vida ociosa, Vasallos riges con poder no injusto, Vasallos de tu dueño, si no augusto, De estirpe en nuestra España generosa. Del bárbaro ruido a curïosa Dulce lección te hurta tu buen gusto; Tal del muro abrasado hombro robusto De Anquises redimió la edad dichosa. No invidies, oh Villegas, del privado El palacio gentil, digo el convento, Adonde hasta el portero es Presentado. De la tranquilidad pisas contento La arena enjuta, cuando en mar turbado Ambicioso bajel da lino al viento. Del bárbaro ruido a curïosa Dulce lección te hurta tu buen gusto; Tal del muro abrasado hombro robusto De Anquises redimió la edad dichosa. No invidies, oh Villegas, del privado El palacio gentil, digo el convento, Adonde hasta el portero es Presentado. De la tranquilidad pisas contento La arena enjuta, cuando en mar turbado Ambicioso bajel da lino al viento. No invidies, oh Villegas, del privado El palacio gentil, digo el convento, Adonde hasta el portero es Presentado. De la tranquilidad pisas contento La arena enjuta, cuando en mar turbado Ambicioso bajel da lino al viento. De la tranquilidad pisas contento La arena enjuta, cuando en mar turbado Ambicioso bajel da lino al viento.
es
Benedetti,Mario
<XXI
Si_Pudiera_Elegir_Mi_Paisaje
Si pudiera elegir mi paisaje de cosas memorables, mi paisaje de otoño desolado, elegiría, robaría esta calle que es anterior a mí y a todos. Ella devuelve mi mirada inservible, la de hace apenas quince o veinte años cuando la casa verde envenenaba el ciclo. Por eso es cruel dejarla recién atardecida con tantos balcones como nidos a solas y tantos pasos como nunca esperados. Aquí estarán siempre, aquí, los enemigos, los espías aleves de la soledad, las piernas de mujer que arrastran a mis ojos lejos de la ecuación de dos incógnitas. Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte, hojas secas, bocinas y nombres desolados, nubes que van creciendo en mi ventana mientras la humedad trae larnentos y moscas. Sin embargo existe también el pasado con sus súbitas rosas y modestos escándalos con sus duros sonidos de una ansiedad cualquiera y su insignificante comezón de recuerdos. Ah si pudiera elegir mi paisaje elegiría, robaría esta calle, esta calle recién atardecida en la que encarnizadamente revivo y de la que sé con estricta nostalgia el número y el nombre de sus setenta árboles.
es
Agustini,Delmira
<XXI
La_Copa_Del_Amor
Bebamos juntos en la copa egregia! Raro licor se ofrenda a nuestras almas. Abran mis rosas su frescura regia A la sombra indeleble de tus palmas! Tú despertaste mi alma adormecida En la tumba silente de las horas; A ti la primer sangre de mi vida ¡En los vasos de luz de mis auroras! Ah! tu voz vino a recamar de oro Mis lóbregos silencios; tú rompiste El gran hilo de perlas de mi lloro, Y al sol naciente mi horisonte abriste. Por ti, en mi oriente nocturnal, la aurora Tendió el temblor rosado de su tul; Así en las sombras de la vida ahora, Yo te abro el alma como un cielo azul! ¡Ah yo me siento abrir como una rosa! Ven a beber mis mieles soberanas: ¡Yo soy la copa del amor pomposa Que engarzará en tus manos sobrehumanas! La copa erige su esplendor de llama... ¡Con que hechizo en tus manos brillaría! Su misteriosa exquisitez reclama Dedos de ensueño y labios de armonía. Tómala y bebe, que la gloria dora El idilio de luz de nuestras almas; ¡Marchítense las rosas de mi aurora A la sombra indeleble de tus palmas!
es
Machado,Antonio
<XXI
Está_En_La_Sala_Familiar,_Sombría
Está en la sala familiar, sombría, y entre nosotros, el querido hermano que en el sueño infantil de un claro día vimos partir hacia un país lejano. Hoy tiene ya las sienes plateadas, un gris mechón sobre la angosta frente, y la fría inquietud de sus miradas revela un alma casi toda ausente. Deshójanse las copas otoñales del parque mustio y viejo. La tarde, tras los húmedos cristales, se pinta, y en el fondo del espejo. El rostro del hermano se ilumina suavemente. ¿Floridos desengaños dorados por la tarde que declina? ¿Ansias de vida nueva en nuevos años? ¿Lamentará la juventud perdida? Lejos quedó —la pobre loba— muerta. ¿La blanca juventud nunca vivida teme, que ha de cantar ante su puerta? ¿Sonríe el sol de oro de la tierra de un sueño no encontrada; y ve su nave hender el mar sonoro, de viento y luz la blanca vela hinchada? Él ha visto las hojas otoñales, amarillas, rodar, las olorosas ramas del eucalipto, los rosales que enseñan otra vez sus blancas rosas Y este dolor que añora o desconfía el temblor de una lágrima reprime, y un resto de viril hipocresía en el semblante pálido se imprime. Serio retrato en la pared clarea todavía. Nosotros divagamos. En la tristeza del hogar golpea el tictac del reloj. Todos callamos.
es
Hernanz_Angulo,Beatriz
XXI
El_Dolor_Escoge_Sus_Ciudades
El dolor escoge sus ciudades, el asedio aplaca sus heridas, el amor persigue sus batallas. En el feudo de tus manos, —crisol de cenizas y llantos—, perdura el olvido y sus cautelas, languidecen augurios delicados. Dilapido ausencias, transijo con la nada. Pájaros lentos ofrecen su cuidado. Dreno los aljibes oscuros de la sed, la oblicua noche del regreso, las imposturas del tiempo, la quemazón de los retratos. Te miraré otra vez, en otra noche de desamparado rasgo. Se columpia sin prisa la ternura, me pruebo otra tristeza con la distancia de un presagio.
es
Marzal,Carlos
<XXI
Otra_Cita
Mañana escribiré. El poema está hecho. Se perderán definitivamente —quizá ya se han perdido— los hábitos que anteceden al día del dictado: el capricho con que un tema nos busca, el hallazgo del metro necesario, la memorización de los versos finales. Todo se perderá definitivamente, Porque ha llegado la hora de escribir. A esas citas uno acaba acudiendo tarde o temprano. Ejercicios idénticos nos conceden la ilusión de avanzar: la sagrada violencia del fuego, relegar al olvido un rostro del amor, una breve y feliz convalecencia. Mañana escribiré. Y volverán los hábitos que acompañan al día del dictado: el capricho con que un tema se pierde, se transforma, las dudas sobre el metro necesario, la modificación de los versos finales. Después se hará el silencio una vez más, como si nunca hubiese dicho nada. Y sabré esperar de nuevo, soportaré la idea de que toda palabra bien pudiera ser la última. Siento nostalgia de momentos antiguos. La impotencia de escribir, en aquel tiempo, era capaz de herirme. Hoy ya sé que a las citas se acude para poder librarnos de las citas. Ignoro si soy dichoso o desdichado. El caso es que mañana escribiré.
es
Martínez_de_la_Rosa,Francisco
<XXI
Libre_Quiso_Correr_El_Turbio_Sena
Libre quiso correr el turbio Sena; Y apenas lo pregona envanecido, Con propia sangre mírase teñido Y arrastrando más bárbara cadena: Furioso rompe el cauce que lo enfrena, Hierve, y se ensancha, y tala embravecido, Y el continente cubre, y su bramido De escándalo y terror al orbe llena. Ufano ya con tan inmensa gloria, Disputa al mar el sumo poderío, Y señor se proclama de la tierra; Mientras, burlando al insolente río, Corre el Tormes cantando su victoria, Y dando al mundo la señal de guerra.
es
Gelman,Juan
<XXI
Esta_Secreta_Unión_Que_Pasa
esta secreta unión que pasa en un punto muy interior del alma/ que debe ser donde estás vos/y donde tales son el deleite y la gloria y demás criaturas que pasan/conunidas como aguas de cielo que van a río entrando a mar/o manos que por lados contrarios se hacen una/ o sustento que me sustenta/así me sos como madera en el palito/aunque mayor dolor queda después/y deseo mayor porque crece el amar cuando más se descubre la delicia de vos/y vienen ansias como rayos que abrasan y retardan el morir/y luego sin saber cómo ni cuándo/sin mover mano ni pie/cae un golpe de fuego que hace polvo cuanto alentamos cuanto respiramos al interior de esta pasión/ y suelta queda la pena como un animal que también es noticia de vos/tierra mía de la que estoy atado y desatado/ y rara ausencia/rara compañía/ que nadie es sino vos/ y yo como alguno colgado que ni toca tierra ni al cielo puede subir como conciencia de un tormento/ padecer o desdicha/que es gota de agua en el grande oceano de el calor de vos/mariposita honda/ libre en la toda luz que das
es
Caro,José_Eusebio
<XXI
Ya_De_Los_Blancos_El_Cañón_Huyendo
Ya de los Blancos el cañón huyendo, Hoy a la falda del Pichincha vine, Como el sol vago, como el sol ardiente. Como el sol libre. ¡Padre Sol, oye! por el polvo yace De Manco el trono; profanadas gimen Tus santas aras; yo te ensalzo solo, ¡Solo, mas libre! ¡Padre Sol, oye! sobre mí la marca De los esclavos señalar no quise A las naciones; a matarme vengo, ¡A morir libre! Hoy podrás verme desde el mar lejano, Cuando comiences en ocaso a hundirte, Sobre la cima del volcán tus himnos Cantando libre. Mañana sólo, cuando ya de nuevo Por el oriente tu corona brille, Tu primer rayo dorará mi tumba, ¡Mi tumba libre! Sobre ella el cóndor bajará del cielo; Sobre ella el cóndor, que en las cumbres vive, Pondrá sus huevos y armará su nido Ignoto y libre.
es
Flórez,Julio
<XXI
El_Canto_Del_Cisne
Dejó caer el bardo moribundo la cabeza en el hombro de su amada; miró el mar, miró el cielo, miró el mundo, y a todo dijo adiós con la mirada. Y miró el sol sin pestañear, sin miedo, al sol que declinaba en ese instante, y habló así, señalando con su dedo el disco del sangriento agonizante: —Mira, amada, ese sol que paso a paso va descendiendo como inmensa bola de fuego, y que nos ve desde su ocaso juntos, mañana te verá a ti... sola. Cuan feliz ese sol que se engalana para expirar, y su vivir no trunca, porque ese sol te mirará mañana, yo, ni mañana, ni después, ni nunca. Mañana ese gran sol que es mago experto abrirá con sus dardos vibradores los picos de las aves en tu huerto, y en tu jardín los labios de tus flores. Ese sol todo luz, todo energías, volverá con su faz, siempre lozana, al nacer, a decirte: «buenos días», y a decirte al morir: «hasta mañana». Él volverá de cielos apartados a confundir sus oros con las densas ondas de rubios hilos perfumados que fulgen en los cables de tus trenzas. Y volverá desde la cumbre agreste, con su cortejo de celajes rojos, a ver él —dueño del azul celeste— un azul más azul: el de tus ojos. Cuán feliz ese sol que te despierta todos los días, que vendrá mañana a asomarse al resquicio de tu puerta y a colarse otra vez por tu ventana. Y yo no volveré; ya la esperanza de vivir y de verte en esta vida, que mi razón a comprender no alcanza, se va, se va como mi fe perdida. Mira cómo se muere en lontananza el postrer rayo de la tarde, mira, así se está muriendo mi esperanza: oye mi corazón cómo suspira. Pon en mi pecho tu cabeza, escucha: ¿no oyes como el rumor de un miserere? ¿como el fin angustioso de una lucha? Es mi pobre esperanza que se muere; Es mi pobre esperanza que se esfuma como si ese último rayo en la tiniebla; mírala... ya se va... copo de espuma. Bésame... ya se fue... gasa de niebla. Así dijo el poeta. Su pupila volviose hacia las cumbres de la muerte, y su cabeza resbaló tranquila con los ojos inmóviles, inerte. Sollozante la amada lanzó un ¡ay! —gota que el dolor destila—; miró el azul, y un cálido reproche iba a exhalar, cuando, maravillada, vio que surgía como etéreo broche, bajo la ardiente comba encresponada, otro sol en la cima de la noche.
es
Reyes_Ríos,Juan-José
XXI
¿Qué_Es_Un_Doce_De_Mayo,_Para_La_Poesía?
¿Qué es un doce de mayo, para la Poesía? ¿Qué ritmos, qué efluvios,... qué vientos nacen en esta fiesta levantada con bellos vocablos? Cuando nace la palabra escogida de la tribu (desnuda, rodeada de palabras serviles y átonas) apenas si puede respirar en semejante atmósfera; pero algo alienta en ella, y su lucidez de chispa es cual flor brotando en aletargados espíritus, ahítos del frío y envolvente hastío mundanal. Quiero respirar poesía, respirarla de verdad cual si de benéficos y sutiles aires se tratara. Y sentirla dentro de mí, meciéndose liberada, ajena al trajín de tiempos de mirada oscura, tiempos que interrumpen el fiero impulso vital. Pero si un doce de mayo se abriera el capullo, y una forma con variopintos colores y ritmo dejara escapar su íntimo vendaval, entonces...
es
Sánchez_Carrón,Irene
XXI
Qué_Nostalgia_Infinita_Nos_Acecha
Qué nostalgia infinita nos acecha ahora que las ventanas sólo son rectángulos vacíos de cristal y madera contra la densa niebla de la tarde y el otoño ha llegado tras esa larga enfermedad que es el verano. Qué pobre este ahorrar para luego sin saber para cuándo, y que las cosas ya no sean, sólo sirvan, y que se cierren puertas para siempre, y marcharme con lo que quise haber dicho entre los labios y cruzar la avenida cuando cambien a verde los semáforos.
es
Hernández,Miguel
<XXI
El_Mundo_Es_Como_Aparece
El mundo es como aparece ante mis cinco sentidos, y ante los tuyos que son las orillas de los míos. El mundo de los demás no es el nuestro: no es el mismo. Lecho del agua que soy, tú, los dos, somos el río donde cuanto más profundo se ve más despacio y límpido. Imágenes de la vida: cada vez las recibimos, nos reciben entregados más unidamente a un ritmo. Pero las cosas se forman con nuestros propios delirios. El aire tiene el tamaño del corazón que respiro y el sol es como la luz con que yo le desafío. Ciegos para los demás, oscuros, siempre remisos, miramos siempre hacia adentro, vemos desde lo más íntimo. Trabajo y amor me cuesta conmigo así, ver contigo: aparecer, como el agua con la arena, siempre unidos. Nadie me verá del todo ni es nadie como lo miro. Somos algo más que vemos, algo menos que inquirimos. Algún suceso de todos pasa desapercibido. Nadie nos ha visto. A nadie ciegos de ver, hemos visto.
es
Brines,Francisco
<XXI
Un_Niño
Un niño, debajo de las nubes radiantes contempla el mar. Entre las secas cañas de los huertos yo detengo mis pasos. Miro, con turbada inquietud, el cansado oleaje de las aguas, la soledad del niño. El desolado instante me hace daño; y al caminar, de nuevo, siento adversa la vida y alejada.
es
Pizarnik,Alejandra
<XXI
En_El_Invierno_Fabuloso
en el invierno fabuloso la endecha de las alas en la lluvia en la memoria del agua dedos de niebla
es
Greiff,León_de
<XXI
Oh,_La_Pereza_Es_De_Raso_O_Gamuza...!
Oh, la Pereza es de raso o gamuza...! Para qué laborar, si eso es útil, Hidalgo? La Pereza agiliza, apresta, aguza... Pereza... ¡oh palafrén que yo cabalgo! Jauría de ensoñares —densa— azuza. Oh Pereza que es Todo y Nada y Algo...! Búho me apoden, díganme lechuza: de mis Pereza y Noche nunca salgo... La Pereza es sillón de terciopelo, sendero de velludo..., la Pereza es la divisa de mi gentileza, y es el blasón soberbio de mi escudo, que en un campo de lutos y de hielo se erige como un loto vago y mudo...
es
Medina,Jorge
XXI
Qué_Mejor_Que_Conocerte
Qué mejor que conocerte Para saberte imprevisible. Qué mejor que haberte disfrutado Para dejarme envolver por tu presente. ¿quién cree en el destino? ¿quién se esconde tras los idus? ¿quién se adivina el porvenir en sueños? Quizás nosotros u otros, como nosotros Quienes riéndose se hacen guiños burlones Por no pasar por grotescos Creyendo en la futura ventura. Destino? Desatino... Tino es esperar sin impaciencia El dulce placer del imprevisto Esos dados golpeando el cubilete Y la emoción en el golpe sobre la mesa. No quiero lo previsto, lo pronosticable Quiero que lo que llaman destino Me susurre al oído que ya es tarde Que hace un tiempo atrás, sin darme cuenta He perdido la vida y el camino...
es
Flórez,Julio
<XXI
Nunca_Mayor_Quietud_Se_Vio_En_La_Muerte
Nunca mayor quietud se vio en la muerte; ni frío más glacial que el de esta mano que tú alargaste al expirar, en vano y que cayó en las sábanas, inerte. ¡Ah... yo no estaba allí! Mi aciaga suerte no quiso que en el trance soberano, cuando tú entrabas en el hondo arcano, yo pudiera estrecharte... y retenerte. Al llegar, me atrajeron tus despojos; cogí esa mano espiritual y breve y la junté a mis labios y a mis ojos... Y en ella, al ver mi llanto que corría, pensé que aquella mano hecha de nieve en mi boca al calor... se derretía.
es
Cetina,Gutierre_de
<XXI
Llorando_Vivo_Y_Si_En_El_Fiero_Pecho
Llorando vivo y si en el fiero pecho de la enemiga mía pudiese el llanto cuanto pudo en su tiempo el dulce canto, seríame el llorar honra y provecho. Mas quien me tiene ya casi deshecho, de mi bien o mi mal no cura tanto, y así conviene a mi pesar que cuanto fue el bien, sea ahora el mal de que sospecho. Y porque en mi llorar más dolor halle, quiso ordenar Amor, que era enemigo, que lo que más querría decir, más calle. Ved cuál estoy, qué extremo es el que sigo: que llorando mi mal, para contalle, la causa callo y los efectos digo.
es
Vega,Lope_Félix_de
<XXI
Claro_Cisne_Del_Betis_Que,_Sonoro
Claro cisne del Betis que, sonoro y grave, ennobleciste el instrumento más dulce, que ilustró músico acento, bañando en ámbar puro el arco de oro, a ti lira, a ti el castalio coro debe su honor, su fama y su ornamento, único al siglo y a la envidia exento, vencida, si no muda, en tu decoro. Los que por tu defensa escriben sumas, propias ostentaciones solicitan, dando a tu inmenso mar viles espumas. Los ícaros defienda, que te imitan, que como acercan a tu sol las plumas de tu divina luz se precipitan. a ti lira, a ti el castalio coro debe su honor, su fama y su ornamento, único al siglo y a la envidia exento, vencida, si no muda, en tu decoro. Los que por tu defensa escriben sumas, propias ostentaciones solicitan, dando a tu inmenso mar viles espumas. Los ícaros defienda, que te imitan, que como acercan a tu sol las plumas de tu divina luz se precipitan. Los que por tu defensa escriben sumas, propias ostentaciones solicitan, dando a tu inmenso mar viles espumas. Los ícaros defienda, que te imitan, que como acercan a tu sol las plumas de tu divina luz se precipitan. Los ícaros defienda, que te imitan, que como acercan a tu sol las plumas de tu divina luz se precipitan.
es
Letelier,Elías
XXI
Caminando_Solo
Amo la compostura ordenada del viento, su crespa uña de enredadera llega hasta mí y trae algunos olores de fuego al atardecer. Rodando bajo el árbol del silicio, entre la duda del cuarzo lechoso y la arrogancia laureada del ópalo, murmuro por las calles versos de Emily Dickinson, y sin saber cómo llego a todas partes, vuelvo perdido desde el fondo de las lilas de agua, hecho pájaro con una rara canción. Juego con la voluntad eólica de mi oscura infancia, danzo en mis sangrientos territorios desbocados, y por las calles, enrarecido en la espuma volátil, esculpo teorías fantásticas que insulto con una sonrisa: No hay silencio más allá del silencio. Rodando bajo el árbol del silicio, entre la duda del cuarzo lechoso y la arrogancia laureada del ópalo, murmuro por las calles versos de Emily Dickinson, y sin saber cómo llego a todas partes, vuelvo perdido desde el fondo de las lilas de agua, hecho pájaro con una rara canción. Juego con la voluntad eólica de mi oscura infancia, danzo en mis sangrientos territorios desbocados, y por las calles, enrarecido en la espuma volátil, esculpo teorías fantásticas que insulto con una sonrisa: No hay silencio más allá del silencio. Juego con la voluntad eólica de mi oscura infancia, danzo en mis sangrientos territorios desbocados, y por las calles, enrarecido en la espuma volátil, esculpo teorías fantásticas que insulto con una sonrisa: No hay silencio más allá del silencio. No hay silencio más allá del silencio.
es
García_Cabrera,Pedro
<XXI
Tú_No_Tienes_Historia_Ni_Desvelos
Tú no tienes historia ni desvelos. Nada, nada anterior a ti. Ni el fuego. Ni el lamer de los mares. Ni tu origen de beso ardiendo y piedra derretida. Nada, nada anterior. Ningún recuerdo. Por sobre de la rosa de las aguas tú eres geografía solamente.
es
Teresa_de_Jesús,Santa
<XXI
¡Cuán_Triste_Es,_Dios_Mío
¡Cuán triste es, Dios mío, la vida sin ti! Ansiosa de verte, deseo morir. Carrera muy larga es la de este suelo, morada penosa, muy duro destierro. ¡Oh sueño adorado! sácame de aquí! Ansiosa de verte, deseo morir. Lúgubre es la vida, amarga en extremo; que no vive el alma que está de ti lejos. ¡Oh dulce bien mío, que soy infeliz! Ansiosa de verte, deseo morir. ¡Oh muerte benigna, socorre mis penas! Tus golpes son dulces, que el alma libertan. ¡Qué dicha, oh mi Amado, estar junto a Ti! Ansiosa de verte, deseo morir. El amor mundano apega a esta vida; el amor divino por la otra suspira. Sin ti, Dios eterno, ¿quién puede vivir? Ansiosa de verte, deseo morir. La vida terrena es continuo duelo: vida verdadera la hay sólo en el cielo. Permite, Dios mío, que viva yo allí. Ansiosa de verte, deseo morir. ¿Quién es el que teme la muerte del cuerpo, si con ella logra un placer inmenso? ¡Oh! sí, el de amarte, Dios mío, sin fin. Ansiosa de verte, deseo morir. Mi alma afligida gime y desfallece. ¡Ay! ¿quién de su amado puede estar ausente? Acabe ya, acabe aqueste sufrir. Ansiosa de verte, deseo morir. El barbo cogido en doloso anzuelo encuentra en la muerte el fin del tormento. ¡Ay!, también yo sufro, bien mío, sin ti, Ansiosa de verte, deseo morir. En vano mi alma te busca oh mi dueño; Tú, siempre invisible, no alivias su anhelo. ¡Ay! esto la inflama, hasta prorrumpir: Ansiosa de verte, deseo morir. ¡Ay!, cuando te dignas Entrar en mi pecho, Dios mío, al instante el perderte temo. Tal pena me aflige y me hace decir: Ansiosa de verte, deseo morir. Haz, Señor, que acabe tan larga agonía; socorre a tu sierva que por ti suspira. Rompe aquestos hierros y sea feliz. Ansiosa de verte, deseo morir. Mas no, dueño amado, que es justo padezca; que expíe mis yerros, mis culpas inmensas. ¡Ay!, logren mis lágrimas te dignes oír: Ansiosa de verte, deseo morir.
es
Acuña,Manuel
<XXI
Los_Beodos
Junto a una pulquería cuyo título es «Los godos» disputaban dos beodos la tarde de cierto día. Yo pasaba por fuera de la taberna predicha, me detuve y por mi dicha oí la disputa entera. —Oiga, amigo, no me abroche tan horrenda tontería, yo le digo que es de día. —Pos' yo digo que es de noche —Pos' yo el sol es lo que miro y no hay estrella ninguna. —Pos' yo digo que es la luna y muy grandota dialtiro. Es que asté' ya se le escapa toditito don Perfeuto' porque ya siente el efeuto' del maldecido Tlamapa. —¡Qué Tlamapa, ni qué nada! A mí el pulque no me aprieta, —Pos' yo apuesto una peseta. —Pos' yo apuesto mi frezada'. —¿Pos' con quién nos arreglamos? —Pos' con cualesquiera', vale, —Bueno, pero no me jale. —Bueno, pus' entonces vamos. Y entre diciendo y haciendo este par de tercos beodos, se salieron de «Los godos» casi, casi que cayendo. Y viendo pasar un coche al cochero se acercaron, y presto le preguntaron si era de día o de noche. Pero el salvaje cochero movió triste la cabeza y respondió con torpeza: señores: ¡soy forastero!
es
Chocano,José_Santos
<XXI
Preludio_Azul
¡El libro ya está abierto! Lee, amada, este libro que he escrito, ora en las noches de dolor —a la luz de tu mirada—, ora en los días que pasé aturdidos gozando, a pleno campo, los derroches de perfumes, colores y sonidos... Este libro es el mudo confidente de las del alma tempestades fieras, que me sofocan en el lecho ardiente; y de todos los cantos y las risas que lanzo, a toda voz, por las praderas, al volado descuido de las brisas... Lee, amada, mis versos a esa hora en que la tarde trémula se esfuma, meciéndote en tu blanda mecedora, el pie asomado entre tu blanca falda cual breve caracol entre la espuma, y libres los cabellos a la espalda. Láncete el sol sus últimos destellos: infle tu falda el aire impertinente, después de alborotarte los cabellos... Así debes leerme: así mecida, suave, amorosa y sosegadamente, ¡ya que es sólo un vaivén toda la vida! ¡Lee, y encontrarás, una por una todas tus ilusiones alocadas de bienestar, de gloria y de fortuna; porque en el ansia que tu ideal me inspira, a tus cinco sentidos afinadas tengo las cinco cuerdas de esta lira! Castillo de barajas es la aldea: de ella te voy a hablar; pero perdona si algún vocablo la expresión afea. El amor campesino el frac rehúsa: no la tersa levita se abotona, sino se abre más bien la fresca blusa... Este mismo aire respiraste un día, en esta misma tierra el pie pusiste y aquí mismo te adoro todavía. ¡De ti me hablan el campo florecido y el mar, que llora al doblegarse triste como mi alma en las playas de tu olvido! ¿Me has olvidado? ¡El corazón protestal Lo sé: ¡del labrador que la cultiva nunca puede olvidarse la floresta, nunca tampoco el cáliz del rocío, nunca el labio del beso mientras viva, ni el mar del monte mientras haya un río! ¿Y yo olvidarte? En el dolor me pierdo, pero orientarme hacia el placer consigo por el secreto imán de tu recuerdo... ¡Tú eres a mí lo que al abismo el lampo, lo que el oro es al hambre del mendigo, lo que el torrente es a la sed del campo! ¡Cómo puedo vivir, así, tan lejos, sin oírte, sin verte, sin palparte, absorto ante tus mágicos reflejos, si tú, cuando mi espíritu se interna en lo profundo, eres mi Ciencia, mi Arte, mi Luz, mi Numen y mi Vida eterna!... ¡Aunque lejos estás, mirarte creo, porque tiene el amor sus embriagueces en que todo se ve con el deseo; y ebrio así, y aspirando tu fragancia, cerca te veo, y me imagino a veces que no existe ni tiempo ni distancia! Te veo... ¿Y qué es la lluvia bendecida ¡ayl para el cáliz de la rosa mustia que ya jamás ha de probar la vida?... ¡Pero valor!... ¡Yo no creí en el alma hallar desiertos de mortal angustia, donde no echara su raíz la palma! ¡Te veo; y basta!... ¡Tu belleza copio en mis versos de amor; mi alma vacila; y floto y vago, entre mis sueños de opio; y, al ir vagando por camino incierto, veo resplandecer en tu pupila todos los espejismos del desierto!... Lee, y verás que llenos de amargura mis pobres versos a probarte vienen que aun el recuerdo de tu amor me dura. ¡Ya dulces, ya violentos, a tu oído mis versos sonarán; que en ellos tienen el buitre y la paloma un mismo nido! Lee mis pobres versos, ya que el yugo sé constante llevar de tus amores; devóralos y exprímeles el jugo; porque acaso el mayor de mis placeres está en verlos morir como esas flores que deshojan, jugando, las mujeres...
es
Cabral,Manuel_del
<XXI
Moneda_Cotizada_Por_El_Cielo
Moneda cotizada por el cielo, dale un poco de Bécquer a este siglo. Dale un poco de aquello... No importa que el notario escriba que ya es viernes si es domingo en el verso. Ya no tendrá un horario que inquiete sus zapatos. Ya sabrá por qué un beso le atrasa sus relojes. Ya sabrá por qué a veces le ensancha sus ventanas tu fugitivo cielo, tu luto de relámpago. Pero basta, basta ya de metáforas. A su sitio los tropos. La escoba no ha perdido su manía... Y ahora... Ven acá, golondrina. Tú sabes que Pascal iba en burro a la escuela, ¿para qué va la Biblia en cohete a la luna? ¿O es que como el muerto que se va de este mundo con sólo su espirita combustible, con él mismo se va también el vivo? Quizá lo sepa Armstrong que viajó con el libro. Pero tú, ya lo sabes, golondrina. Para ti, todavía, son niñitos de teta los cohetes. Tú vienes de más lejos. Tu luto es planetario. Mientras tanto los chinos, panteras atrasadas, estos Bécquer del Asia se comen tu excremento.
es
Martínez_de_la_Rosa,Francisco
<XXI
El_Amor_En_Venta
Acudid, zagalas... ¡Qué lindo Amor vendo! Miradle en mi mano. Por las alas preso. —¿Es dócil? —Y niño. —¿Donoso? —Hechicero. —¿Calladito? —Mudo. —¿Complaciente? —Ciego. —¿Alegre? —Cual mayo. —¿Veloz? —Como el viento. —¿Y fiel? —Cual vosotras. —Ya no le queremos. —¿Es dócil? —¿Donoso? —¿Calladito? —¿Complaciente? —¿Alegre? —¿Veloz? —¿Y fiel? —Ya no le queremos.
es
Góngora,Luis_de
<XXI
Diez_Años_Vivió_Belerma
Diez años vivió Belerma Con el corazón difunto Que le dejó en testamento Aquel francés boquirrubio. Contenta vivió con él, Aunque a mí me dijo alguno Que viviera más contenta Con trescientas mil de juro. A verla vino doña Alda, Viuda del conde Rodulfo, Conde que fue en Normandía Lo que a Jesu Cristo plugo; Y hallándola muy triste Sobre un estrado de luto, Con los ojos que ya eran Orinales de Neptuno, Riéndose muy despacio De su llorar importuno, Sobre el muerto corazón Envuelto en un paño sucio, Le dice: «Amiga Belerma, Cese tan necio diluvio, Que anegará vuestros años Y ahogará vuestros gustos. Estése allá Durandarte Donde la suerte le cupo; Buen pozo haya su alma, Y pozo que esté sin cubo. Si él os quiso mucho en vida, También le quisistes mucho, Y si tiene abierto el. pecho, Queréllese de su escudo. ¿Qué culpa tuviste vos De su entierro, siendo justo Que el que como bruto muere, Que le entierren como a bruto? Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Contenta vivió con él, Aunque a mí me dijo alguno Que viviera más contenta Con trescientas mil de juro. A verla vino doña Alda, Viuda del conde Rodulfo, Conde que fue en Normandía Lo que a Jesu Cristo plugo; Y hallándola muy triste Sobre un estrado de luto, Con los ojos que ya eran Orinales de Neptuno, Riéndose muy despacio De su llorar importuno, Sobre el muerto corazón Envuelto en un paño sucio, Le dice: «Amiga Belerma, Cese tan necio diluvio, Que anegará vuestros años Y ahogará vuestros gustos. Estése allá Durandarte Donde la suerte le cupo; Buen pozo haya su alma, Y pozo que esté sin cubo. Si él os quiso mucho en vida, También le quisistes mucho, Y si tiene abierto el. pecho, Queréllese de su escudo. ¿Qué culpa tuviste vos De su entierro, siendo justo Que el que como bruto muere, Que le entierren como a bruto? Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. A verla vino doña Alda, Viuda del conde Rodulfo, Conde que fue en Normandía Lo que a Jesu Cristo plugo; Y hallándola muy triste Sobre un estrado de luto, Con los ojos que ya eran Orinales de Neptuno, Riéndose muy despacio De su llorar importuno, Sobre el muerto corazón Envuelto en un paño sucio, Le dice: «Amiga Belerma, Cese tan necio diluvio, Que anegará vuestros años Y ahogará vuestros gustos. Estése allá Durandarte Donde la suerte le cupo; Buen pozo haya su alma, Y pozo que esté sin cubo. Si él os quiso mucho en vida, También le quisistes mucho, Y si tiene abierto el. pecho, Queréllese de su escudo. ¿Qué culpa tuviste vos De su entierro, siendo justo Que el que como bruto muere, Que le entierren como a bruto? Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Y hallándola muy triste Sobre un estrado de luto, Con los ojos que ya eran Orinales de Neptuno, Riéndose muy despacio De su llorar importuno, Sobre el muerto corazón Envuelto en un paño sucio, Le dice: «Amiga Belerma, Cese tan necio diluvio, Que anegará vuestros años Y ahogará vuestros gustos. Estése allá Durandarte Donde la suerte le cupo; Buen pozo haya su alma, Y pozo que esté sin cubo. Si él os quiso mucho en vida, También le quisistes mucho, Y si tiene abierto el. pecho, Queréllese de su escudo. ¿Qué culpa tuviste vos De su entierro, siendo justo Que el que como bruto muere, Que le entierren como a bruto? Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Riéndose muy despacio De su llorar importuno, Sobre el muerto corazón Envuelto en un paño sucio, Le dice: «Amiga Belerma, Cese tan necio diluvio, Que anegará vuestros años Y ahogará vuestros gustos. Estése allá Durandarte Donde la suerte le cupo; Buen pozo haya su alma, Y pozo que esté sin cubo. Si él os quiso mucho en vida, También le quisistes mucho, Y si tiene abierto el. pecho, Queréllese de su escudo. ¿Qué culpa tuviste vos De su entierro, siendo justo Que el que como bruto muere, Que le entierren como a bruto? Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Le dice: «Amiga Belerma, Cese tan necio diluvio, Que anegará vuestros años Y ahogará vuestros gustos. Estése allá Durandarte Donde la suerte le cupo; Buen pozo haya su alma, Y pozo que esté sin cubo. Si él os quiso mucho en vida, También le quisistes mucho, Y si tiene abierto el. pecho, Queréllese de su escudo. ¿Qué culpa tuviste vos De su entierro, siendo justo Que el que como bruto muere, Que le entierren como a bruto? Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Estése allá Durandarte Donde la suerte le cupo; Buen pozo haya su alma, Y pozo que esté sin cubo. Si él os quiso mucho en vida, También le quisistes mucho, Y si tiene abierto el. pecho, Queréllese de su escudo. ¿Qué culpa tuviste vos De su entierro, siendo justo Que el que como bruto muere, Que le entierren como a bruto? Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Si él os quiso mucho en vida, También le quisistes mucho, Y si tiene abierto el. pecho, Queréllese de su escudo. ¿Qué culpa tuviste vos De su entierro, siendo justo Que el que como bruto muere, Que le entierren como a bruto? Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. ¿Qué culpa tuviste vos De su entierro, siendo justo Que el que como bruto muere, Que le entierren como a bruto? Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Muriera él acá en París A do tiene su sepulcro, Que allí le hicieran lugar Los antepasados suyos. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Volved luego a Montesinos Ese corazón que os trujo, Y enviadle a preguntar Si por gavilán os tuvo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Descosed y desnudad Las tocas de lienzo crudo, El mongilón de bayeta Y el manto basto peludo; Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Que aun en las viudas más viejas, Y de años más caducos Las tocas cubren a enero Y los monjiles a julio; Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Cuánto más a una muchacha Que le faltan días algunos Para cumplir los treinta años, Que yo desdichada cumplo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Seis hace, si bien me acuerdo, El día de Santiñuflo, Que perdí aquel mal logrado Que hoy entre los vivos busco. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Holguéme de cuatro y ocho Haciéndoles dos mil hurtos, A las palomas de besos Y a las tórtolas de arrullos. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Sentí su fin, pero más Que muriese sin ver fruto, Sin ver flujo de mi vientre, Porque siempre tuve pujo; Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Mas no por eso ultrajé Mi buena tez con rasguños, Cabal me quedó el cabello, Y los ojos casi enjutos. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Aprended de mí, Belerma, Holguémonos de consuno, Llévese el mar lo llorado, Y lo suspirado el humo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. No hiléis memorias tristes En este aposento oscuro, Que cual gusano de seda Moriréis en el capullo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Haced lo que en su fin hace El pájaro sin segundo, Que nos habla en sus cenizas De pretérito y futuro. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Llorad su muerte, mas sea Con lagrimillas al uso; De lo mal pasado nazca Lo por venir más seguro. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Pongámonos a la par Dos toquitas de repulgo, Ceja en arco, y manos blancas, Y dos perritos lanudos. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Yedras verdes somos ambas, A quien dejaron sin muros De la Muerte y del Amor Baterías e infortunios. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Busquemos por do trepar, Que a lo que de ambas presumo No nos faltarán en Francia Pared gruesa, tronco duro. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. La iglesia de San Dionís Canónigos tiene muchos, Delgados, cariaguileños, Carihartos y espaldudos. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Escojamos como peras Dos déligos capotuncios, De aquestos que andan en mulas, Y tienen algo de mulos; Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Destos Alejandros Magnos, Que no tienen por disgusto Por dar en nuestros broqueles, Que demos en sus escudos. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. De todos los Doce Pares Y sus nones abrenuncio, Que calzan bragas de malla, Y de acero los pantuflos. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. ¿De qué nos sirven, amiga, Petos fuertes, yelmos lucios? Armados hombres queremos, Armados, pero desnudos. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. De vuestra Mesa Redonda Francos paladines huyo, Donde ayunos os sentáis Y os levantáis más ayunos. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. La de cuatro esquinas quiero, Que la ventura me puso En casa de un cuatro picos, De todos cuatro picudo; Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Donde sirven la Cuaresma Sabrosísimos besugos, Y turmas en el Carnal, Con su caldillo y su zumo». Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo. Más iba a decir doña Alda, Pero a lo demás dio un nudo, Porque de don Montesinos Entró un pajecillo zurdo.
es
Chwesiuk,Luis
XXI
Le_Arrebaté_Este_Corazón_Al_Frío_Y_A_La_Sombra
Le arrebaté este corazón al frío y a la sombra. Se lo robé a las alimañas sin rostro ni calma. Tenaz y caprichoso, lo desprendí de su savia y contra mí lo apreté. sin permitir sus latidos. No solo postergué estérilmente su pulso ebrio, sino además, todo lo que de el se desprende; y al espesar el fin de la vida sus fatales grises, el color que no hubo vibra como néctar vencido. Hoy: torpemente corro y huyo de fuego en fuego llevando mi terco error ante un nuevo inquisidor. Llevo mi torpe puño sobre el vacío de mi pecho, mientras de mí costado caen bestias de sebo. ¡Apuren el fuego inquisidores! Arda la hoguera: que el reo esta pronto.y el combustible presto.
es
Nervo,Amado
<XXI
Ultima_Verba._El_Alma_Y_Cristo
—Señor, ¿por qué si el mal y el bien adunas, para mí solo hay penas turbadoras? La noche es negra, pero tiene lunas; ¡el polo es triste, pero tiene auroras! El látigo fustiga, pero alienta; el incendio destruye, pero arde, ¡y la nube que fragua la tormenta se tiñe de arreboles en la tarde! CRISTO —¡Insensato! Y yo estoy en tus dolores, soy tu mismo penar, tu duelo mismo; mi faz en tus angustias resplandece... Se pueblan los espacios de fulgores y desgarra sus velos el abismo. EL ALMA embelesada —¡Luz...! CRISTO —Yo enciendo las albas. Amanece. —¡Insensato! Y yo estoy en tus dolores, soy tu mismo penar, tu duelo mismo; mi faz en tus angustias resplandece... Se pueblan los espacios de fulgores y desgarra sus velos el abismo. EL ALMA embelesada —¡Luz...! CRISTO —Yo enciendo las albas. Amanece. —¡Luz...! CRISTO —Yo enciendo las albas. Amanece. —Yo enciendo las albas. Amanece.
es
Unamuno,Miguel_de
<XXI
Solemne_Verbum
En torno de una lámpara que una mesa votiva toda dora tres sacerdotes doblan sus cabezas tonsuradas brillando las coronas. Parecen inclinarse en grave rito de incruento sacrificio; de sus bocas, raras palabras graves a veces brotan. Breves frases cortadas, palabras misteriosas, y sus manos ofician en extraño misal de sueltas hojas. De pronto uno su brazo alza en gesto litúrgico y entona cual de antífona grave una palabra, una palabra sola, que es la suprema la decisiva: ¡bola! «¡Y de solo!», los diáconos a coro; y uno con sorna «solemne verbum hoc; in anno solum! —fama de latinista el hombre goza— niquiscotiavit nos verbum solemne!» y volviéndose al rito, en él se engolfan los medianeros ante Dios, de espíritu henchidos. Ad maiore Dei gloriam Ecclesiaeque Romanae... ¡ruede la bola!
es
Benedetti,Mario
<XXI
Recién_Nacido
Ignorante del mundo y de sí mismo deja el recién nacido su caverna lejos y cerca de la piel materna inaugura el candor de su egoísmo mira en su entorno y es un espejismo / la apenas asumida vida externa no es todavía despiadada o tierna pero ya muestra señas del abismo aprenderá sin duda ese paisaje que poco a poco en niebla se convierte y empezará a enterarse del mensaje donde estará la clave de su suerte / ya ha reservado sitio para el viaje sutil e inexorable hacia la muerte
es
Sabines,Jaime
<XXI
Quise_Hacer_Dinero
Quise hacer dinero, vivir sin trabajar, disfrutar de las cosas del mundo. Pero ya estaba escrito que he de comer mi piedra con el sudor de mi corazón.
es
Jiménez,Juan_Ramón
<XXI
Toda_La_Noche
Toda la noche, los pájaros han estado cantándome sus colores. (No los colores de sus alas matutinas con el fresco de los soles. No los colores de sus pechos vespertinos al rescoldo de los soles. No los colores de sus picos cotidianos que se apagan por la noche, como se apagan los colores conocidos de las hojas y las flores). Otros colores, el paraíso primero que perdió del todo el hombre, el paraíso que las flores y los pájaros inmensamente conocen. Flores y pájaros que van y vienen oliendo volando por todo el orbe. Otros colores, el paraíso sin cambio que el hombre en sueños recorre. Toda la noche, los pájaros han estado cantándome los colores. Otros colores que tienen en su otro mundo y que sacan por la noche. Unos colores que he visto bien despierto y que están yo sé bien dónde. Yo sé de dónde los pájaros han venido a cantarme por la noche. Yo sé de dónde pasando vientos y olas, a cantarme mis colores.
es
Quevedo,Francisco
<XXI
Represéntase_La_Brevedad_De_Lo_Que_Se_Vive,_Y_Cuán_Nada_Parece_Lo_Que_Se_Vivió
«¡Ah de la vida!»... ¿Nadie me responde? ¡Aquí de los antaños que he vivido! La Fortuna mis tiempos ha mordido; Las Horas mi locura las esconde. ¡Que sin poder saber cómo ni adónde La Salud y la Edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, Y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fue; Mañana no ha llegado; Hoy se está yendo sin parar un punto: Soy un fue, y un será, y un es cansado. En el Hoy y Mañana y Ayer, junto Pañales y mortaja, y he quedado Presentes sucesiones de difunto. ¡Que sin poder saber cómo ni adónde La Salud y la Edad se hayan huido! Falta la vida, asiste lo vivido, Y no hay calamidad que no me ronde. Ayer se fue; Mañana no ha llegado; Hoy se está yendo sin parar un punto: Soy un fue, y un será, y un es cansado. En el Hoy y Mañana y Ayer, junto Pañales y mortaja, y he quedado Presentes sucesiones de difunto. Ayer se fue; Mañana no ha llegado; Hoy se está yendo sin parar un punto: Soy un fue, y un será, y un es cansado. En el Hoy y Mañana y Ayer, junto Pañales y mortaja, y he quedado Presentes sucesiones de difunto. En el Hoy y Mañana y Ayer, junto Pañales y mortaja, y he quedado Presentes sucesiones de difunto.
es
Parra,Nicanor
<XXI
Nieve
Empieza a caer otro poco de nieve Como si fuera poca Toda la nieve que ha caído en Rusia Desde que el joven Pushkin Asesinado por orden del zar En las afueras de San Petersburgo Se despidió de la vida con estas inolvidables palabras: Empieza a caer otro poco de nieve Como si fuera poca Toda la nieve que ha caído en Rusia Toda la sangre que ha caído en Rusia Desde que el joven Pushkin Asesinado por orden del zar En las afueras de San Petersburgo Se despidió de la vida con estas inolvidables palabras Empieza a caer otro poco de nieve...
es
Pizarnik,Alejandra
<XXI
Noche_Que_Te_Vas
noche que te vas dame la mano obra de ángel bullente los días se suicidan ¿por qué? noche que te vas buenas noches
es
Rugeles,Manuel_Felipe
<XXI
El_Pájaro_Carpintero
El pájaro carpintero Se sabe labrar su nido Con el acero del pico En la copa de los cedros Labrando su nido canta La gloria de ser obrero. Se alimenta con el trigo Que recoge en los graneros. Va de paisaje en paisaje Estrenando nube y cielo. Saltando por las cisternas Azules del campo abierto. En vez de malva y jacinto Lleva un plumaje de incendio. Su pico dentro del agua Se pone a pescar luceros.
es
López_González,Soledad
XXI
Aluche,_Mi_Cangrejo_Melancólico
Aluche, mi cangrejo melancólico, Pulpo aterciopelado, Araña de cosquillas, No eres pueblo, eres barrio, De un amor impasible. Has de extender tus brazos como un niño rebelde. Aluche , enamorado de la matrona inmensa, De la ciudad, gran dama, amada insoportable que adoramos, Tan fea en su belleza, Que te ignora y te implora, Que te atrapa a las malas En pasos subterráneos malolientes y húmedos. Pero no te molestes en quemarla Porque sabe arder sola justo cuando decides Quedarte para siempre En sus atardeceres otoñales.
es
Aleixandre,Vicente
<XXI
Pero_No_Importa_Que_Todo_Esté_Tranquilo
Pero no importa que todo esté tranquilo. (La palabra, esa lana marchita). Flor tú, muchacha casi desnuda, viva, viva (la palabra, esa arena machacada). Muchacha, con tu sombra qué dulce lucha como una miel fugaz que casi muestra bordes. (La palabra, la palabra, la palabra, qué torpe vientre hinchado). Muchacha, te has manchado de espuma delicada. Papel. Lengua de luto. Amenaza. Pudridero. Palabras, palabras, palabras, palabras. Iracundia. Bestial. Torpeza. Amarillez. Palabras contra el vientre o muslos sucias. No me esperes, ladina nave débil, débil rostro ladeado que repasas sobre un mar de nácar sostenido por manos. Nave, papel o luto, borde o vientre, palabra que se pierde como arena.
es
Sanz,Pedro
XXI
Traigo_Adheridos_Los_Musgos_Del_Recuerdo
Traigo adheridos los musgos del recuerdo a las raíces de mis querencias. No quiero dar tregua a la vivificante terquedad de la memoria, aunque a cada asalto vuelva derrotado a lamerme en silencio las heridas abiertas por el paso del tiempo. Ahora que la piel me sabe a pastores y majadas, me huele a estiércol caliente, a leche agria, a sendero. Me suena a risa de arroyos, a voces y esquilas, a ecos... ¡Y no quiero acallarlos! Pastores los que fuerdes a las majadas...
es
Moreno_Villa,José
<XXI
Te_Fuiste_Por_Los_Canales
Te fuiste por los canales, ansiosa de laberinto. El sol, por entre las ramas, camuflaba el suelo indio. Tú, recordabas Venecia; yo, un lago chino. Te fuiste por los canales de Xochimilco. Te fuiste por los canales ansiosa de laberinto. Yo me quedé en la chinampa, sentado a lo indio, mirando a lo indio. Tu chalupa se perdió en una curva, contigo. Xochipilli sonreía en su trono, en Xochimilco.
es
Hernández,Miguel
<XXI
Umbrío_Por_La_Pena,_Casi_Bruno
Umbrío por la pena, casi bruno, porque la pena tizna cuando estalla, donde yo no me hallo no se halla hombre más apenado que ninguno. Sobre la pena duermo solo y uno, pena es mi paz y pena mi batalla, perro que ni me deja ni se calla, siempre a su dueño fiel, pero importuno. Cardos y penas llevo por corona, cardos y penas siembran sus leopardos y no me dejan bueno hueso alguno. No podrá con la pena mi persona rodeada de penas y cardos: ¡cuánto penar para morirse uno! Sobre la pena duermo solo y uno, pena es mi paz y pena mi batalla, perro que ni me deja ni se calla, siempre a su dueño fiel, pero importuno. Cardos y penas llevo por corona, cardos y penas siembran sus leopardos y no me dejan bueno hueso alguno. No podrá con la pena mi persona rodeada de penas y cardos: ¡cuánto penar para morirse uno! Cardos y penas llevo por corona, cardos y penas siembran sus leopardos y no me dejan bueno hueso alguno. No podrá con la pena mi persona rodeada de penas y cardos: ¡cuánto penar para morirse uno! No podrá con la pena mi persona rodeada de penas y cardos: ¡cuánto penar para morirse uno!
es
Bousoño,Jorge
XXI
Pasará_El_Tiempo
Pasará el tiempo se buscaran hechos y autores y aun así el Dolor sabrá a inocente Andén desde la lágrima de una flor desde la estola, la peineta, el tacón la castañuela convertida en vela por líneas y murosde la estación
es
Bartha,Gonzalo_José
XXI
Vivimos_Y_Sabemos
Vivimos y sabemos el uno del otro a la par de los días. Hemos sumado una considerable cantidad de horas. Idas y errores vueltas y aciertos. Somos, a penas, un bosquejo de lo que podemos y el manojo de piedras que arrojamos cada tanto, convencidos que ésta selva es la mala percepción por haber comido mucho. —«Los años corroborarán sospechas antiguas.» Hoy, nuestro vínculo determina el rol que asumimos. Funcionamos de ese modo, al ritmo definido por aquello que somos haciendo equilibrio sobre una línea, «—Un vector histórico—» que también se disuelve. Somos un plural bastante entreverado; un cliché de nuestro entorno sorteando los vientos del contexto. Pero ya hemos cosechado todo un mar y construido nuestro propio bote (es cuestión de tiempo) Poco a poco llegaremos a Itaca para reclamar lo que nos pertenece.
es
Fernández_Moreno,Baldomero
<XXI
Vacas
¿Habrá en el mundo vacas más benignas que éstas? Se anuncian con un claro cencerro matinal, y en las ruidosas puertas de hoteles y pensiones, al pie de las crías flacas, se dejan ordeñar. Viven en pobres tambos, pacen escasa hierba, entre piedra y arena, tamarisco y cardal; pero siempre rebosan medio litro de leche para los niños tristes que envía la ciudad. Y, su misión cumplida, se van sin un mugido, subiendo cuestas agrias con lenta majestad. Mas yo sé cómo sigo, ellas no saben nada, su campaneo de oro por la orilla del mar.
es
Mora,Pablo
XXI
Usa_De_Mí
Usa de mí Usa de ti Usa de él Usa de nosotros Usa de vosotros Usa de ellos Abusa de mí Abusa de ti Abusa de él Abusa de nosotros Abusa de vosotros Abusa de ellos Usaré de ella Usarás de ella Usará de ella Usaremos de ella Usaréis de ella Usarán de ella Abusaré de ella Abusarás de ella Abusará de ella Abusaremos de ella Abusaréis de ella Abusarán de ella Abusa de ella Abusad de ella ¡Azúzate! ¡Desúsate! Abusa de mí Abusa de ti Abusa de él Abusa de nosotros Abusa de vosotros Abusa de ellos Usaré de ella Usarás de ella Usará de ella Usaremos de ella Usaréis de ella Usarán de ella Abusaré de ella Abusarás de ella Abusará de ella Abusaremos de ella Abusaréis de ella Abusarán de ella Abusa de ella Abusad de ella ¡Azúzate! ¡Desúsate! Usaré de ella Usarás de ella Usará de ella Usaremos de ella Usaréis de ella Usarán de ella Abusaré de ella Abusarás de ella Abusará de ella Abusaremos de ella Abusaréis de ella Abusarán de ella Abusa de ella Abusad de ella ¡Azúzate! ¡Desúsate! Abusaré de ella Abusarás de ella Abusará de ella Abusaremos de ella Abusaréis de ella Abusarán de ella Abusa de ella Abusad de ella ¡Azúzate! ¡Desúsate! Abusa de ella Abusad de ella ¡Azúzate! ¡Desúsate! Abusad de ella ¡Azúzate! ¡Desúsate! ¡Azúzate! ¡Desúsate! ¡Desúsate!
es
Martí,José
<XXI
De_Mis_Tristes_Estudios,_De_Mis_Sombras
De mis tristes estudios, de mis sombras Nauseabundas y bárbaras, resurjo Lleno el pecho jovial de un amor loco Por la mujer hermosa y la poesía: ¡Siempre juntas las dos! Dos ojos negros, A mí que no ando en cuerpos, o ando apenas Como una antorcha en las tinieblas, vuelven A mi aterrado espíritu la vida: ¡Dos ojos negros, que entreví, pasando, Ya hacia la noche, ante una puerta oscura!
es
Hinojosa,José_María
<XXI
Madrugada
Los olivos por la mañana dan sombra blanca. El suelo se cubre de una gasa de escarcha. Y el pegujal se tapa con gotas de agua.
es
Corredor_Cuervo,Héctor_José
XXI
Poetas_Y_Navegantes_En_Mar_De_La_Fantasía
Poetas y navegantes en mar de la fantasía rebocemos esta copa con sueños e ilusiones para brindar porque brille el sol de la poesía en todo el universo sin rencor y sin pasiones. Apuremos esta copa con amor y con euforia por esas musas doradas que nos dan inspiración, por la lira encantada que nos lleva hasta la gloria. por la lengua castellana, por nuestra amada nación. Brindemos por esta sangre que llevamos en las venas, por héroes que murieron con el corazón de lirio, por maestros que han luchado en estas duras faenas de cantar con alegría y sin temor al martirio.
es
Fuertes,Gloria
<XXI
La_Gallinita
La gallinita, en el gallinero, dice a su amiga: «Ya viene enero». Gallinita rubia llorará luego, ahora canta: «Aquí te espero». Aquí te espero poniendo un huevo, me dio la tos y puse dos. Pensé en mi ama, ¡qué pobre es! Me dio penita... ¡y puse tres! Como tardaste, esperé un rato poniendo huevos, ¡y puse cuatro! Mi ama me vende a doña Luz. ¡Yo con arroz! ¡Qué ingratitud!
es
García_Montero,Luis
<XXI
Las_Palabras_Son_Barcos
Las palabras son barcos y se pierden así, de boca en boca, como de niebla en niebla. Llevan su mercancía por las conversaciones sin encontrar un puerto, la noche que les pese igual que un ancla. Deben acostumbrarse a envejecer y vivir con paciencia de madera usada por las olas, irse descomponiendo, dañarse lentamente, hasta que a la bodega rutinaria llegue el mar y las hunda. Porque la vida entra en las palabras como el mar en un barco, cubre de tiempo el nombre de las cosas y lleva a la raíz de un adjetivo el cielo de una fecha, el balcón de una casa, la luz de una ciudad reflejada en un río. Por eso, niebla a niebla, cuando el amor invade las palabras, golpea sus paredes, marca en ellas los signos de una historia personal y deja en el pasado de los vocabularios sensaciones de frío y de calor, noches que son la noche, mares que son el mar, solitarios paseos con extensión de frase y trenes detenidos y canciones. Si el amor, como todo, es cuestión de palabras, acercarme a tu cuerpo fue crear un idioma.
es
Fernández_Rivera,David
XXI
Llueve,_Llueve_Sobre_La_Plaza.
Llueve, llueve sobre la plaza. En sus lágrimas, tu corazón abrigado de mariposas se desploma en el cáliz sangrante de tus cerraduras de laureles. Caes... Caes y lloras angustiosamente sobre las tripas mordidas por el aliento de un caballo desbocado. Tu nuevo respirar enjaeza con besos metálicos el corsé de tu locura, locura de dos ninfas doradas que acomodan sus costados en los dientes homicidas de una pareja de lanzas desnudas. Y, ahogadas por su propia sangre, pronuncian tu nombre. Entonces, perfumado del hedor de su muerte, escuchas como los labios sin luz de un olmo incandescente escupen el espectro sin vida de unas manos descarnadas, escuchando sus moribundos ecos al alba. Es al alba cuando estallan dos besos de plata. Es al alba cuando la lluvia se viste de acero y el acero se viste de sangre. Y al alba ves dos vaporosas muchachas en el sol en los pétalos enlutados del mañana. Sin embargo, llueven, llueven lanzas sobre la plaza.
es
Paz,Octavio
<XXI
Mar_Por_La_Tarde
Altos muros del agua, torres altas, aguas de pronto negras contra nada, impenetrables, verdes, grises aguas, aguas de pronto blancas, deslumbradas. Aguas como el principio de las aguas, como el principio mismo antes del agua, las aguas inundadas por el agua, aniquilando lo que finge el agua. El resonante tigre de las aguas, las uñas resonantes de cien tigres, las cien manos del agua, los cien tigres con una sola mano contra nada. Desnudo mar, sediento mar de mares, hondo de estrellas si de espumas alto, prófugo blanco de prisión marina que en estelares límites revienta, ¿qué memorias, qué rocas, yelos, islas, informe confusión de aguas y nada, qué mares, encendidos prisioneros, dentro de ti, bajo tu pecho, cantan? ¿Qué violencias recónditas, qué labios, conmueven a tu piel de verdes llamas?, ¿qué desoladas aguas, costas solas, qué mares invisibles, mar, alías?, ¿dónde principias, mar, dónde te viertes?, ¿dónde principias, tiempo, vida mía, ejército de humo y de mentira, adónde vas, latido, carne, sueño? ¿Dónde te viertes, avidez de nada? No soy la piedra que se precipita, soy su caída, y más, soy el abismo, el círculo de sombra en que se ahonda. Tiempo que se congela, mar y témpano, vampiro de la luna —o se despeña: madre furiosa, inmensa res hendida, mar que te comes vivas las entrañas. Aguas como el principio de las aguas, como el principio mismo antes del agua, las aguas inundadas por el agua, aniquilando lo que finge el agua. El resonante tigre de las aguas, las uñas resonantes de cien tigres, las cien manos del agua, los cien tigres con una sola mano contra nada. Desnudo mar, sediento mar de mares, hondo de estrellas si de espumas alto, prófugo blanco de prisión marina que en estelares límites revienta, ¿qué memorias, qué rocas, yelos, islas, informe confusión de aguas y nada, qué mares, encendidos prisioneros, dentro de ti, bajo tu pecho, cantan? ¿Qué violencias recónditas, qué labios, conmueven a tu piel de verdes llamas?, ¿qué desoladas aguas, costas solas, qué mares invisibles, mar, alías?, ¿dónde principias, mar, dónde te viertes?, ¿dónde principias, tiempo, vida mía, ejército de humo y de mentira, adónde vas, latido, carne, sueño? ¿Dónde te viertes, avidez de nada? No soy la piedra que se precipita, soy su caída, y más, soy el abismo, el círculo de sombra en que se ahonda. Tiempo que se congela, mar y témpano, vampiro de la luna —o se despeña: madre furiosa, inmensa res hendida, mar que te comes vivas las entrañas. El resonante tigre de las aguas, las uñas resonantes de cien tigres, las cien manos del agua, los cien tigres con una sola mano contra nada. Desnudo mar, sediento mar de mares, hondo de estrellas si de espumas alto, prófugo blanco de prisión marina que en estelares límites revienta, ¿qué memorias, qué rocas, yelos, islas, informe confusión de aguas y nada, qué mares, encendidos prisioneros, dentro de ti, bajo tu pecho, cantan? ¿Qué violencias recónditas, qué labios, conmueven a tu piel de verdes llamas?, ¿qué desoladas aguas, costas solas, qué mares invisibles, mar, alías?, ¿dónde principias, mar, dónde te viertes?, ¿dónde principias, tiempo, vida mía, ejército de humo y de mentira, adónde vas, latido, carne, sueño? ¿Dónde te viertes, avidez de nada? No soy la piedra que se precipita, soy su caída, y más, soy el abismo, el círculo de sombra en que se ahonda. Tiempo que se congela, mar y témpano, vampiro de la luna —o se despeña: madre furiosa, inmensa res hendida, mar que te comes vivas las entrañas. Desnudo mar, sediento mar de mares, hondo de estrellas si de espumas alto, prófugo blanco de prisión marina que en estelares límites revienta, ¿qué memorias, qué rocas, yelos, islas, informe confusión de aguas y nada, qué mares, encendidos prisioneros, dentro de ti, bajo tu pecho, cantan? ¿Qué violencias recónditas, qué labios, conmueven a tu piel de verdes llamas?, ¿qué desoladas aguas, costas solas, qué mares invisibles, mar, alías?, ¿dónde principias, mar, dónde te viertes?, ¿dónde principias, tiempo, vida mía, ejército de humo y de mentira, adónde vas, latido, carne, sueño? ¿Dónde te viertes, avidez de nada? No soy la piedra que se precipita, soy su caída, y más, soy el abismo, el círculo de sombra en que se ahonda. Tiempo que se congela, mar y témpano, vampiro de la luna —o se despeña: madre furiosa, inmensa res hendida, mar que te comes vivas las entrañas. ¿qué memorias, qué rocas, yelos, islas, informe confusión de aguas y nada, qué mares, encendidos prisioneros, dentro de ti, bajo tu pecho, cantan? ¿Qué violencias recónditas, qué labios, conmueven a tu piel de verdes llamas?, ¿qué desoladas aguas, costas solas, qué mares invisibles, mar, alías?, ¿dónde principias, mar, dónde te viertes?, ¿dónde principias, tiempo, vida mía, ejército de humo y de mentira, adónde vas, latido, carne, sueño? ¿Dónde te viertes, avidez de nada? No soy la piedra que se precipita, soy su caída, y más, soy el abismo, el círculo de sombra en que se ahonda. Tiempo que se congela, mar y témpano, vampiro de la luna —o se despeña: madre furiosa, inmensa res hendida, mar que te comes vivas las entrañas. ¿Qué violencias recónditas, qué labios, conmueven a tu piel de verdes llamas?, ¿qué desoladas aguas, costas solas, qué mares invisibles, mar, alías?, ¿dónde principias, mar, dónde te viertes?, ¿dónde principias, tiempo, vida mía, ejército de humo y de mentira, adónde vas, latido, carne, sueño? ¿Dónde te viertes, avidez de nada? No soy la piedra que se precipita, soy su caída, y más, soy el abismo, el círculo de sombra en que se ahonda. Tiempo que se congela, mar y témpano, vampiro de la luna —o se despeña: madre furiosa, inmensa res hendida, mar que te comes vivas las entrañas. ¿dónde principias, mar, dónde te viertes?, ¿dónde principias, tiempo, vida mía, ejército de humo y de mentira, adónde vas, latido, carne, sueño? ¿Dónde te viertes, avidez de nada? No soy la piedra que se precipita, soy su caída, y más, soy el abismo, el círculo de sombra en que se ahonda. Tiempo que se congela, mar y témpano, vampiro de la luna —o se despeña: madre furiosa, inmensa res hendida, mar que te comes vivas las entrañas. ¿Dónde te viertes, avidez de nada? No soy la piedra que se precipita, soy su caída, y más, soy el abismo, el círculo de sombra en que se ahonda. Tiempo que se congela, mar y témpano, vampiro de la luna —o se despeña: madre furiosa, inmensa res hendida, mar que te comes vivas las entrañas. Tiempo que se congela, mar y témpano, vampiro de la luna —o se despeña: madre furiosa, inmensa res hendida, mar que te comes vivas las entrañas.
es
Diego,Gerardo
<XXI
Estribillo_Estribillo_Estribillo
Estribillo Estribillo Estribillo El canto más perfecto es el canto del grillo Paso a paso se asciende hasta el Parnaso Yo no quiero las alas de Pegaso Dejadme auscultar el friso sonoro que fluye la fuente Los palillos de mis dedos repiquetean ritmos ritmos ritmos en el tamboril del cerebro Estribillo Estribillo Estribillo El canto más perfecto es el canto del grillo
es